Los 50 Mejores Álbumes de Salsa en La Historia
Los 50 Mejores Álbumes de Salsa en La Historia
Los 50 Mejores Álbumes de Salsa en La Historia
Seis décadas de clásicos, desde el boogaloo hasta la salsa romántica y más allá
POR ERNESTO LECHNER
NOVIEMBRE 13, 2024
En Español
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La salsa empezó como un fenómeno caribeño, pero se extendió por todo el mundo como la
pólvora, y ahora su ritmo endiablado y sus melodías sinuosas son universales. La mejor
salsa puede sacudirte tan fuerte como el rock & roll, y está basada en paradojas fascinantes.
Es música para bailar en clubes nocturnos de mala muerte, pero también es capaz de
estremecerte con historias de una tristeza inimaginable. Uno de los movimientos más
trascendentes de la cultura latinoamericana germinó entre los inmigrantes de Nueva York, y
al basarse en los venerables patrones de la música popular cubana, también se nutre de una
marcada sensibilidad puertorriqueña.
El sonido que conocemos como salsa —término genérico, pero eficaz— ya estaba
completamente formado para 1965, cuando jóvenes músicos de ascendencia puertorriqueña,
cubana y dominicana reinventaron los formatos tropicales con los que habían crecido; desde
la guaracha, la rumba y el son montuno cubanos, hasta la plena y la bomba puertorriqueñas.
Mientras los Beatles dominaban el panorama del pop con sus innovaciones, los salseros
tuvieron la libertad de incorporar ingredientes más vanguardistas a la mezcla: rock y
psicodelia; funk y R&B; bossa y jazz. El nuevo sonido encontró un hogar ideal en el sello
discográfico Fania —fundado en 1964 por el músico dominicano Johnny Pacheco y el
abogado Jerry Masucci—, que con el tiempo monopolizó el mercado engullendo sellos
históricos como Tico, Inca y Alegre. El 60° aniversario de Fania subraya hasta qué punto
estos discos son un componente intrínseco del ADN de la música latina.
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La ambición del sonido creció, pasando de la moda del boogaloo sesentero a la grandiosa
salsa sinfónica de finales de los 70. En los 80, con la moda de la salsa romántica, viró hacia
el pop y desde entonces ha oscilado entre un enfoque más suave y otro más duro.
Un panel compuesto por leyendas del género, periodistas y musicólogos contribuyó con
comentarios y sugerencias. Si están vagamente familiarizados con la salsa, prepárense para
una experiencia inolvidable. Esta música tiene el poder de agitar el cuerpo y curar el alma.
50. La 33 La 3 2004
A principios del siglo XXI, la salsa se convirtió en el territorio de aquellas leyendas vivas lo
suficientemente fuertes como para mostrar su arte frente a sus fanáticos. Pero la música
tropical florecía en manos de músicos jóvenes, y la necesidad de nuevas voces se hizo
presente. La 33, procedente de Bogotá, llegó justo a tiempo a llenar ese vacío. Liderado por
los hermanos Sergio y Santiago Mejía, el querido debut del grupo brilla por su respeto a los
principios del swing. Las propulsivas notas del bajo en el puente de la impresionante
‘Soledad’ llenarán de orgullo el alma de cualquier salsero que se respete.
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Guayacán se aventura en sensaciones más suaves, como los arabescos de pop latino que le
dan un aire exótico a temas como ‘Te amo, te extraño’. ‘Oiga, mire, vea’, con su implacable
ritmo de cencerro, se convirtió en un himno no oficial de la fiesta caleña. ‘Invierno en
primavera’ encarna el don de Colombia para mezclar una salsa romántica de ensueño con
los ritmos más enérgicos.
46. Típica 73 Típica 73 1973
Una brutal ruptura sacudió la escena salsera neoyorquina en 1972, cuando cinco miembros
de la orquesta de Ray Barretto abandonaron el barco y fundaron la obstinadamente
experimental Típica 73. Barretto quedó destrozado, pero se recuperó mientras el mundo
disfrutaba de un estimulante debut cargado con la adrenalina de la libertad. Bajo la dirección
del exbongosero de Tito Puente, Johnny Rodríguez Jr., la banda cultivó un estilo tradicional,
desempolvando clásicos cubanos como ‘Son de la loma’ y voló a la velocidad de la luz en la
demoledora ‘Acere boncó’ del timbalero Orestés Vilató.
45. India Llegó la India… vía Eddie Palmieri 1992
Antes de grabar la inmensa ‘Vivir lo nuestro’ con Marc Anthony, y convertirse en la diva de la
rebelión de la salsa romántica, Linda Bell Viera Caballero irrumpió en el paisaje tropical
colaborando con un viejo maestro que comprendía todo el potencial de su asombrosa voz. La
artista proclama oportunamente su propia iniciación al ritual en ‘Mi primera rumba’. Palmieri
deja elementos armónicos en segundo plano, pero la intensidad de la voz de India y la
sección de percusión son brutales (‘Yemayá y Ochún’ es imperdible). Lamentablemente,
nunca grabaron una continuación de esta explosiva obra maestra.
44. Cheo Feliciano Estampas 1979
Grabado durante el final del apogeo de la salsa, Estampas fue el álbum favorito de Feliciano.
Una colección de viñetas sociopolíticas vagamente conectadas, coproducidas por el cantante
puertorriqueño junto con Papo Lucca, de la Sonora Ponceña, favorece un sonido solemne y
semisinfónico que incomodó a los puristas del género. El estallido de alegría de ‘Los
entierros’ —sobre la sinceridad emocional que se da en las exequias de los pobres— se
complementa con la reflexión de baladas como ‘Lucero’. Feliciano, ahora en pleno control de
su arte, alineó todos los elementos sonoros con un cuidado meticuloso, desde las
vibraciones jazzeras y los coros femeninos hasta la arrolladora sección de cuerdas.
43. Spanish Harlem Orchestra Across 110th Street 2004
Oscar Hernández tenía 16 años cuando tocó el piano en el debut de culto de 1972 de la
orquesta neoyorquina La Conquistadora, y su notable carrera incluye colaboraciones con
Celia Cruz, Ray Barretto y Rubén Blades. A finales de los 90, se sintió motivado a rescatar el
género del olvido y fundó la Spanish Harlem Orchestra, uno de los grupos de salsa
estadounidenses más grandes de los últimos 25 años. Este segundo trabajo brilla por la
fuerza de los impecables arreglos de Hernández y los ajustados soneos de Rubén Blades
como vocalista invitado.
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impecable. En 1977, se asoció con el veterano cubano Machito, quien evolucionó del mambo
y la pachanga a la salsa progresiva (relata el proceso en el tema de cierre ‘Soy salsero’).
Acompañado por invitados notables como Charlie Palmieri e Ismael Quintana, el dúo alterna
entre el jazz experimental (los 13 minutos de duración de ‘Macho’) y los temas tropicales
escritos por Rodríguez (‘Guaguancó a México’). Lo más conmovedor de esta sesión
caleidoscópica del sello Coco es escuchar al veterano director de orquesta y al ídolo
adolescente armonizando juntos.
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campos’, sobre la devastación emocional de un granjero boricua que contempla los campos
que ya no son suyos. En la futurista ‘Algo nuevo’, el piano eléctrico de Chick Corea se abre
paso a través de un turbulento collage de metales, percusión sincopada y un saxo sombrío.
Barretto, un director de orquesta de voz suave, moldeaba estas estructuras musicales con
intensidad contenida.
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rhumba’ probablemente te emocionarán hasta hacerte llorar. Charlie fue un gigante
infravalorado que murió a los 60 años en 1988.
30. Johnny Pacheco & Pete ‘El Conde’ Rodríguez Tres de café y dos de azúcar 1973
A diferencia de sus contemporáneos, que pretendían radicalizar el matiz afrocaribeño de los
70 con disonancias y funk, el cofundador de la Fania, Johnny Pacheco, era un tradicionalista.
Creció en la República Dominicana escuchando la radio cubana y atesorando las notas
tropicales de la Sonora Matancera. Como director de orquesta, compositor y productor en
Nueva York, Pacheco actualizó el sonido retro de la época dorada de Cuba con arreglos
ajustados y una serie de maravillosos vocalistas, entre ellos el sonero puertorriqueño Pete “El
Conde” Rodríguez. Su colaboración se volvió legendaria, y esta sesión mantiene el ritmo de
‘Primoroso cantar’ y ‘Víralo al revés’ cercano a sus raíces: alegres y elegantes, carentes de
sombras.
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nuevo: éxitos melodramáticos que encajarían perfectamente como temas de telenovela, pero
que se nutrían de cierta autenticidad de espíritu. Impulsado por la balada de los 70 y 80, su
estilo sigue dividiendo a los aficionados, pero su lugar como sonero dotado es indiscutible. Y
lo que es más importante, Marc Anthony salvó a la salsa de la irrelevancia haciéndola
comercialmente viable. Una de sus primeras obras, Todo a su tiempo se beneficia de la
majestuosa producción de Sergio George, y del suave estilo de ‘Te amaré’ y ‘Nadie como
ella’.
28. Ismael Miranda Así se compone un son 1973
Conocido como “el niño bonito de la salsa”, Ismael Miranda, nacido en Puerto Rico, fue una
especie de adolescente prodigio. Cuando abandonó la orquesta del teclista Larry Harlow y
lanzó su exitosa carrera con este debut en solitario, tenía tan solo 23 años y estaba
preparado para nuevos retos. En la canción homónima al disco —de su propia autoría—
ofrece la receta para un son exitoso: mucha inspiración y sabor cubano. Se trata de un tema
típico y arraigado, con acentos de bongó marcados y líneas de trompeta bien templadas.
Libre de ataduras, Miranda entona un merengue (‘Ahora que estoy sabroso’) y una versión
lúgubre y callejera en bolero del tango ‘Las cuarentas’. Nunca antes había sonado tan seguro
de sí mismo.
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formar el sello discográfico Bronco. El cantante Marvin Santiago brilla en las volátiles ‘Aquella
mujer’ y ‘Pirata de la Mar’ —ambas composiciones de Tite Curet Alonso—, pero el momento
más inspirador del álbum es la canción homónima, de Roberto Angleró. Como un encantador
homenaje a la identidad puertorriqueña, su coro (“soy boricua, tú lo sabes”) puede
interpretarse también como un reconfortante mensaje de autoaceptación para toda la
diáspora latinoamericana.
24. Willie Rosario Infinito 1973
Cuando el joven músico puertorriqueño Willie Rosario vio a Tito Puente tocando los timbales
en el Palladium, se dio cuenta de que imitar un estilo tan espectacular sería una tontería.
Como timbalero y director de orquesta comedido, Rosario decidió centrarse en establecer
una base sólida sobre la que pudieran florecer arreglos interesantes. Inspirado por el músico
de jazz Gerry Mulligan, también añadió un saxo barítono a su orquesta, abriendo el campo
sonoro de la salsa y llevando las texturas funky un paso más allá. Infinito es el mejor de sus
docenas de grandes álbumes; contiene la improvisación de Tite Curet Alonso ‘Échame la
culpa a mí’ —con José ‘Junior’ Toledo a la voz— y se adentra en el space lounge con una
interpretación psicodélica de ‘Last Tango In Paris’ de Gato Barbieri con vibráfono y guitarra
eléctrica. Rosario cumplió 100 años en mayo de 2024.
23. Willie Colón Fantasmas 1981
Cambiar la historia de la música latina mediante colaboraciones históricas con Héctor Lavoe
y Rubén Blades pareció no ser suficiente. El trombonista, cantante y compositor Willie Colón
tenía espacio en su agenda para una carrera vanguardista en solitario. Fantasmas, un
experimento épico, propone un nuevo camino, llevando la música tropical a terreno sinfónico
con orquestaciones exuberantes y coros femeninos muy elaborados. Al igual que en su
producción de los 70, encontró inspiración en géneros ajenos; en sus manos, el clásico de
Chico Buarque de 1976 ‘O que será’ se transformó en salsa progresiva, conservando un
toque aterciopelado brasileño. El éxito de soca de Eddy Grant de 1977 ‘Say I Love You’ se
convirtió en disco cosmopolita en ‘Amor verdadero’. Fantasmas, uno de los discos más
vulnerables de la Fania, implicó que la salsa finalmente se había liberado de cualquier
restricción autoimpuesta desde el pasado.
22. The Joe Cuba Sextet Wanted Dead Or Alive 1966
Nacido en Harlem en 1931, el conguero Joe Cuba construyó un puente bilingüe de
camaradería y groove, uniendo el R&B con el sonido latino y el pop de llamada y respuesta.
Este nuevo sonido se llamó boogaloo, y reflejaba la sensibilidad sesentera de los jóvenes
neoyorquinos racialmente integrados. Cuba, un elegante arquitecto del sonido, prescindió de
los metales y complementó la sección rítmica con ágiles patrones de vibráfono. Su sexteto
contaba con vocalistas excepcionales: el futuro icono Cheo Feliciano en éxitos pasados
como ‘El ratón’, y Jimmy Sabater en este disco, el lanzamiento más exitoso de la banda. A
falta del sonido áspero de la salsa que le siguió, esta inocente cápsula del tiempo va de la
confección doo-wop en ‘Triste’ a la narrativa de barrio en ‘Alafia’ y la siempre sonriente joya
de boogaloo ‘Bang Bang’.
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victorioso en este testimonio tropical ganador del GRAMMY, un disco que consigue lo
imposible con un sonido implacablemente comercial y completamente disruptivo a la vez. La
voz de un joven Lalo Rodríguez añade fervor al megaéxito de la pista de baile ‘Nada de ti’,
antes de que Palmieri haga un descabellado mash-up de ‘You Never Give Me Your Money’
de The Beatles con una danza puertorriqueña; y en ‘Un día bonito’ (de 15 minutos de
duración) deja volar su imaginación en una densa jungla de travesuras jazzísticas y coros
afrocubanos.
20. Orchestra Harlow Salsa 1974
Nacido en Brooklyn, el judío estadounidense y mago del piano Larry Harlow desarrolló una
fascinación por la música cubana que le valió el apodo de “el judío maravilloso” en referencia
a su ídolo, Arsenio Rodríguez. En Salsa, Harlow utilizó el título del álbum para apropiarse de
la revolución en curso con una selección cuidadosamente curada de estándares cubanos
que encontró rebuscando en los discos de un amigo coleccionista de Nueva York.
Respaldado por el vocalista puertorriqueño Junior González, un grupo de distinguidos
coristas y el trombón y el violín de Lewis Kahn (otro no latino), Harlow le dio a su orquesta un
giro contraintuitivo: por un lado, encargó arreglos progresivos que modernizaban temas como
‘El paso de encarnación’, pero también abogó por el regreso al viejo formato de charanga
cubana de flauta y violines. Como era de esperar, los círculos melódicos en espiral de ‘La
cartera’ fueron el mayor éxito de su larga carrera.
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En los 50, el percusionista y director de orquesta nuyorriqueño Tito Puente puso los timbales
al frente del escenario y se coronó como rey del mambo y el chachachá. Tras sobrevivir a los
60 adentrándose en la bossa nova y el boogaloo, el hombre que grabó más de 100 álbumes
estaba más que preparado para asimilar el reto de la fiebre salsera y deslumbrar a una
nueva generación de bailarines. Para los rumberos inició ese proceso con una edición
actualizada del tema de 1956 ‘Niña y señora’ con el sonero panameño Meñique
Barcasnegras. Carlos Santana convirtió a Puente en un hombre rico al incluir ‘Oye cómo va’
en Abraxas, y Tito hizo un guiño al guitarrista de Tijuana con una versión tribal de ‘Batuka’,
de Santana III.
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13. Willie Colón & Héctor Lavoe Cosa nuestra 1969
Los rumores dicen que la vieja guardia se sintió amenazada por la llegada de los dos punks
de la salsa, que suplían su falta de formación académica con un sonido nuevo y
emocionante, además de una actitud de chicos malos. Pero detrás del arquetipo de gánster
—la portada muestra a un joven Willie Colón con un cigarrillo en la boca, dispuesto a hundir
un cadáver en el río Hudson— había un trombonista brillante con ideas innovadoras, y
estaba Héctor Lavoe, el cantante de Ponce cuya voz podía transmitir toda la alegría y la
nostalgia del mundo. Si sus tres primeros álbumes fueron prometedores, Cosa
nuestra marcó el punto de inflexión en el que todo encajó. Prueba de ello se puede oír en
‘Che che colé’ —una melodía infantil africana convertida en himno de la salsa— y en los
irregulares riffs de trombón que conducen a ‘Juana Peña’ a un coro de una intensidad que
sacude la tierra. Este es el momento en que la salsa se convirtió en el equivalente
nuyorriqueño del rock & roll, con Willie y Héctor como sus glamurosas estrellas.
12. Roberto Roena y su Apollo Sound 6 1974
Aunque en vida fue aclamado como el carismático bailarín y bongosero que lideró la
orquesta Apollo Sound durante décadas de éxito, Roberto Roena sigue siendo criminalmente
subestimado. Despreciado por sus habilidades autodidactas, dirigió un barco eficiente cuyo
sonido exquisito coqueteaba con la vanguardia. En sus manos, las estructuras de salsa y
jazz latino se enriquecían con fragmentos de funk, música brasileña y psicodelia. También
presagió la moda de la salsa romántica en ‘El progreso’, de 1978. Este disco es
probablemente su mejor obra; comienza con un homenaje a su compatriota Tito Rodríguez,
el eléctrico tema ‘El que se fue’, y nunca se detiene. El solo de timbales de Endel Dueño en
‘Herencia rumbera’ da una muestra del alcance del Apollo Sound, siempre al borde del
precipicio.
11. Rafael Cortijo & Ismael Rivera Con todos los hierros 1967
Antes de la redada que arruinó sus carreras, el director de orquesta puertorriqueño Rafael
Cortijo y el cantante Ismael “Maelo” Rivera cimentaron el sonido de la felicidad previa a la
salsa. En 1966, Maelo celebró su salida de la cárcel con el LP apropiadamente
titulado Bienvenido, pero algo se había echado a perder. Con todos los hierros es el último
álbum que el dúo publicó antes de que el cantante se lanzara en solitario. ‘Arrecotín
arrecotán’ mezcla mambo y boogaloo al más alto voltaje, con La Lupe en los coros y Maelo
todavía al mando de su incontenible voz. Hay sátira social en ‘El negrito de Alabama’ de
Bobby Capó, un divertido juego de palabras en ‘Calambre’, y una tristeza de bolero en ‘Amor
salvaje’, del propio Rivera. Las innovaciones de este par dejarían huella en todo lo que vino
después.
10. Fruko y sus Tesos El grande 1975
¿Cuál fue la contribución de Colombia a la salsa? Una splash de colores, montones de
ternura y una cucharada de azúcar morena. Muchas orquestas florecieron en los estudios de
grabación de Discos Fuentes, con sede en Medellín (el único competidor legítimo de Fania
en el reino tropical), pero solo Fruko y sus Tesos alcanzó el estatus de superestrella gracias
a la fuerza del multiinstrumentista Fruko y al talento versátil de los cantantes Joe Arroyo y
Wilson ‘Saoko’ Manyoma. Se trata de salsa de la más alta intensidad, completamente
psicodélica en ‘Flores silvestres’, profundamente conmovedora en los recuerdos de infancia
de ‘Manyoma’, y lista para canalizar a James Brown en la frenética ‘Confundido’. ‘El preso’ es
una proeza emocional y percusiva que pone su enfoque en los oprimidos en la tierra, es el
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lamento de un criminal que se queja de su condena de 30 años, abandonado a su suerte en
una celda oscura y solitaria.
9. El Gran Combo ¡Aquí no se sienta nadie! 1979
Fue el repentino quiebre de la orquesta de Cortijo lo que motivó al pianista Rafael Ithier a
formar El Gran Combo en 1962. Ithier, un líder afable, evitaba los solos y se centraba en
crear un ritmo impulsado por el tipo de rebote hipnótico que puede mantenerte en la pista de
baile durante horas. Como epítome de la salsa puertorriqueña, esta sesión de 1979
encuentra a El Combo establecido desde hace tiempo como “la universidad de la salsa”. Las
coloridas letras sobre la brujería femenina (‘Brujería’), los celos patológicos (‘Los celos de mi
compay’) y la amargura posruptura (‘Así son’) añaden encanto a las canciones de Charlie
Aponte y Jerry Rivas. A sus 98 años, Ithier sigue vinculado —al menos periféricamente— a
esta atemporal institución boricua.
8. Ray Barretto Indestructible 1973
Barretto admitió que se sentía ridículo llevando una camiseta de Superman para la portada
de Indestructible. Pero había una historia detrás, conceptualizada por el inimitable diseñador
gráfico de Fania, Izzy Sanabria. Meses atrás, la mayoría de los músicos —incluido el
cantante Adalberto Santiago— le habían abandonado para fundar la Típica 73. Barretto se
refugió inicialmente en el jazz, pero más tarde decidió seguir con la salsa. Expresó su dolor y
su lucha en el tema que da título al disco, uno de sus mayores éxitos. También conocía la
escena local lo suficientemente bien como para reunir un nuevo grupo de virtuosos, y el
sonero puertorriqueño Tito Allen manejó con aplomo ritmos asesinos como en ‘El hijo de
Obatalá’. Barretto era, sin duda, indestructible, y también fue el último en reír.
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Una pareja hecha en el cielo afrocubano. Celia Cruz, exdiva de la venerable Sonora
Matancera de Cuba, ahora deseosa de unirse a la revolución de la salsa, se juntó con el
joven director musical Johnny Pacheco, su admirador de toda la vida. Celia & Johnny, el
primero de sus cuatro álbumes juntos, se mueve entre la bailabilidad retro (dos trompetas y
una sección rítmica relajada, con Papo Lucca de la Sonora Ponceña al piano) y toques
modernistas como la electrizante ‘Químbara’, del joven compositor boricua Junior Cepeda.
Una alianza forjada en el aprecio mutuo dio como resultado el clásico afroperuano ‘Toro
mata’ en un renovado himno de la salsa, y confirmó el estatus de Celia como la reina
definitiva de la salsa.
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1. Willie Colón & Rubén Blades Siembra 1978
Ya había indicios de grandeza en Metiendo Mano! de 1977, la primera colaboración entre el
cantante y compositor panameño Rubén Blades y el trombonista y productor Willie Colón. Un
año después, Siembra se convirtió en el manifiesto del género, y en el álbum de salsa más
vendido de todos los tiempos, distinción que mantuvo durante décadas.
Blades nunca rehuyó los ritmos rústicos de la música afrocaribeña; de hecho, encontró la
inspiración inicial para sus soneos en Cheo Feliciano. Pero su fascinación por el realismo
mágico de Gabriel García Márquez, las convicciones de un latino con conciencia política y un
ojo agudo, le ayudaron a identificar los absurdos de la vida moderna.
Siembra comienza con un decadente ritmo disco, hasta que las congas y los timbales llevan
‘Plástico’, una canción sobre la hipocresía y el materialismo, hasta África y el Caribe;
‘Buscando guayaba’, un burbujeante son montuno, incluye el infame “solo de boca” (el
guitarrista de la sesión nunca se presentó); y ‘Dime’ pone la exuberante sección de cuatro
trombones de Colón al servicio de una entrañable canción de amor.
Pero la pieza central del álbum es el exitoso single de siete minutos ‘Pedro Navaja’, una
historia existencialista de gánsteres latinos, prostitutas desafortunadas y borrachos
despreocupados, con referencias a Kafka y Kurt Weill, y un estribillo sardónico: “La vida te da
sorpresas”. La mayor virtud del dúo fue mantenerse fiel al espíritu exuberante de la salsa y
demostrar que su núcleo emocional no tenía límites.
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