La Colegiata Medieval de San Salvador De
La Colegiata Medieval de San Salvador De
La Colegiata Medieval de San Salvador De
I. POLÍTICA
II. ECONOMÍA
III. SOCIEDAD
IV. ARTE
V. CULTURA Y RELIGIÓN
INTRODUCCIÓN
“Tomamos de los Moros esta nuestra Villa de Xerez Sidonis, e de su Mesquita fecimos Donación a Sanct
Salvador”.1 De esta guisa exponía el 23 de septiembre de 1265 el rey Alfonso X, en su conocido privilegio
de concesión de los diezmos de la collación de San Salvador al abad y canónigos, cómo había entregado
a éstos el principal edificio de culto de los musulmanes jerezanos para el establecimiento de una colegiata
como iglesia mayor de la ciudad recién conquistada.2 Las noticias sobre cómo fue aquella aljama hasta el
1 Archivo Histórico Diocesano de Jerez de la Frontera (en adelante AHDJF), Fondo Colegial, sec. II, caja 21, doc. n. 61. Copia certificada de
1746, enero 3, Jerez de la Frontera, realizada ante cuatro notarios apostólicos. EDIT. Mesa Ginete, F. de (1888) [1754]: Historia Sagrada y Política
de la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Tarteso, Turdeto, Asta Regia, Asido Cesariana, Asidonia, Gera, Jerez Sidonia, hoy Jerez de la Frontera,
I Parte, Jerez de la Frontera, Melchor García Ruiz, pp. 99-100, Repetto Betes, J. L. (1985): Historia del Cabildo Colegial de Jerez de la Frontera
(1264-1984), Jerez de la Frontera, Caja de Ahorros de Jerez, pp. 44-45, González Jiménez, M. (ed.) (1991): Diplomatario andaluz de Alfonso X,
Sevilla, El Monte, doc. n. 306. Esta última edición ha de tomarse con cautela, al indicar haber sido efectuada desde el original conservado en el
Archivo de la Colegiata de Jerez de la Frontera, cuando se ha señalado en repetidas ocasiones no hallarse tal pergamino en el referido archivo. Cf.
Repetto Betes, J. L. (1985): Historia del Cabildo Colegial, cit., pp. 44-45 y nota 5, y Jiménez López de Eguileta, J. E. (2013): “El Fondo Colegial
del Archivo Histórico Diocesano de Jerez de la Frontera: una reconstrucción de su historia”, Asidonense, nº 8, Jerez de la Frontera, pp. 178 y 182.
En el mismo congreso sobre el 750 aniversario de la reconquista jerezana, en el que expusimos el presente trabajo, se apuntó la hipótesis de que
la toma de la ciudad hubiese sucedido dos años después de cuanto se había creído hasta el momento. La cuestión, que a priori no reviste más
interés que el del siempre deseable afán de precisión histórica, conllevaría el paralelo retraso fundacional de la colegiata y remitiría sin paliativos
el exacto tenor literario del documento de concesión de los diezmos al desván de las bellas leyendas historiográficas. A pesar de ello, y siempre
que la hipótesis planteada termine siendo aceptada por los especialistas, los hechos que el documento refleja ‒que la colegiata de San Salvador de
Jerez fue fundada por Alfonso X y que le concedió los diezmos de la collación‒ quedan avalados por la posterior historia del Cabildo Colegial,
de forma que, aun pudiendo tacharse de falso diplomático, en ninguno de los casos podría declararse como falso histórico. En cualquier caso, a
falta del cotejo del “original” del referido documento ‒hoy perdido‒, tampoco podríamos mostrarnos tajantes en cuanto a la primera posibilidad.
2 Son difíciles de conocer con certeza las razones que movieron a Alfonso X a fundar una colegiata en Jerez. Bartolomé Gutiérrez consideró que
el monarca la erigió “en desagravio de no haverle restituido su obispo”. Gutiérrez, B. (1888) [1755]: Año Xericiense, diario eclesiático y civil de
la mui noble y mui leal ciudad de Xerez de la Frontera, Jerez de la Frontera, Melchor García Ruiz, p. 101. Esta motivación, sin embargo, debemos
asumirla con ciertas reservas dada la apasionada implicación del historiador barroco en la restauración de la antigua diócesis asidonense en Jerez,
ciudad heredera de Šiḏūna (Sidueña) ‒nótese la denominación “Xerez Sidonis” de la primera cita‒, últimas sedes de dicho obispado visigótico. Cf.
Vega Geán, E. J. y García Romero, F. A. (2013): “El primitivo cristianismo asidonense: de la Antigüedad Tardía al epílogo mozárabe”, Asidonense,
nº 8, Jerez de la Frontera, pp. 147-155, Idem (2013): Una comunidad andalusí olvidada. El obispado mozárabe asidonense, Jerez de la Frontera,
Peripecias Libros, pp. 17-33, y Borrego Soto, M. Á. (2013): La capital itinerante. Sidonia entre los siglos VIII y X, Jerez de la Frontera, La Presea
de Papel, p. 19.
La asimilación de Jerez con Sidueña parece haber sido una realidad bien contrastada en los primeros momentos de la reconquista en la zona y
aún más tarde, pues sabemos que seguía dándose dicho binomio en 1288, según se desprende de una carta plomada de Sancho IV dirigida “a los
canónigos e a los otros clérigos de Xerez Sydonia” e inserta en el privilegio de los Reyes Católicos a la iglesia colegial de San Salvador y a la
Universidad de Beneficiados de Jerez por los aniversarios en la Real Capilla de Santa María del Alcázar de 12 de enero de 1495. AHDJF, Fondo
Colegial, sec. II, caja 21, doc. n. 51, fol. 2v. Copia certificada de 1508, septiembre 14, Jerez de la Frontera, realizada ante Francisco de Trujillo,
escribano público de la ciudad.
Esta cierta perdurabilidad del sobredicho topónimo fortalece, en efecto, las teorías sobre Šarīš Šiḏūna recogidas en las obras de Miguel Ángel
Borrego Soto (2007): “La ciudad andalusí de Šiḏūna (Siglos VIII-XI)”, Al-Andalus-Magreb, nº 14, Cádiz, pp. 15-16; (2009): “De Asidon a Sidue-
ña. Localización de Madīnat Šiḏūna en el yacimiento de Doña Blanca”, Revista de Historia de El Puerto, nº 42, El Puerto de Santa María, p. 28;
siglo XIII son tan escasas y parcas en descripciones que ni siquiera permiten bosquejar su apariencia.3 Sólo
unos sistemáticos procesos de excavación arqueológica arrojarían exitosos resultados con que reconstruir-
la.4 Por el contrario, sí tenemos la seguridad de que entre sus muros se instaló la iglesia de San Salvador
con su Cabildo Colegial al frente. Esta institución, establecida por expreso deseo del Rey Sabio, quedaría
desde entonces bajo el patrocinio de los reyes de Castilla, como segundo templo de la Archidiócesis en
cuanto a rango eclesial, después de la Catedral y junto a la también Colegiata de San Salvador de Sevilla.5
A partir de entonces, el afán principal de los canónigos colegiales sería el de celebrar con la ma-
yor dignidad posible los oficios litúrgicos y los aniversarios por los reyes difuntos.6 Para ello, debieron
adaptar un edificio de origen y aspecto islámicos a las necesidades inherentes al propio culto cristiano.7 El
desarrollo histórico y el resultado artístico de tales intervenciones, y aun de otras posteriores que fueron
transformando notablemente la fisonomía de la colegiata a lo largo de los siglos, constituyen el objeto de
la presente investigación.
En Historia del Arte, la imagen es en sí misma el hilo conductor de la producción literaria de la disciplina,
de forma que la descripción de la obra artística a través de su imagen suele constituir el inicio de cualquier
investigación sobre la misma. Cuando este principio teórico falla, esto es, cuando no existe figura sobre la
que desplegar los conocimientos, métodos y técnicas propios de la Historia del Arte, el análisis se vuelve
abstruso y, en muchos casos, inviable. Precisamente, ante este problema nos encontramos, pues no queda
hoy prácticamente nada de la antigua colegiata medieval.8 Por tanto, ¿qué observar?, ¿qué determinar?,
¿qué trazar?
Los recientes estudios sobre arte medieval cristiano de Jerez realizados por Fernando López Var-
gas-Machuca han establecido un eficaz procedimiento de observación edilicia para nuestra ciudad.9 Pero,
tal y como él ha señalado, esta empresa contaría siempre con una seria carencia, puesto que la iglesia
colegial de San Salvador, la principal de las parroquias del Jerez medieval, queda lamentablemente fuera
de susceptibles prácticas de observación y análisis, dada su completa desaparición a fines del siglo XVII.
Nuestro reto, por tanto, es doble: de un lado, salvar el grave problema de una confrontación con la
lógica de los presupuestos de la Historia del Arte, afrontando el desafío de aplicarlos a un edificio inexis-
tente, y, de otro, completar de una manera argumentada y juiciosa la laguna historiográfica existente sobre
el que fuese principal edificio religioso medieval de Jerez. De este modo, consideramos prioritario en este
trabajo de investigación sobre la vieja colegiata el hecho de reconstruir su apariencia general, identificar
los distintos elementos y espacios de lo que fue un complejo edificio, así como explorar cuál fue su encaje
urbanístico dentro de un callejero hoy notablemente transformado. Sin embargo, a pesar de la puesta en
orden de los numerosos datos que la historiografía ha ido aportando hasta el presente y la ampliación de
dicho caudal de noticias con la investigación que estamos realizando en distintos archivos, entre los que
destacan el Archivo Histórico Diocesano de Jerez de la Frontera, la carencia de una excavación arqueoló-
gica en la zona lastra inevitablemente el proyecto, que avanza con más lentitud de la inicialmente prevista.
El médico e historiador Diego Ignacio Parada y Barreto ya advirtió en 1878 de que las mezquitas donde se
fundaron las históricas parroquias alfonsíes “no han conservado de sus primitivos edificios otro recuerdo
que su sitio”.10 La apariencia de los templos que conoció Parada no dejaba lugar a dudas, como tampoco
hoy, donde sólo se especula con la hipotética pervivencia de restos de aquéllas a nivel arqueológico.11 Sin
embargo, el regusto orientalizante del romanticismo del momento encontró terreno abonado al tratar el
edificio del que aquí nos ocupamos, la primitiva colegiata del Salvador, inmediato precedente de la actual
8 El agudo lector advertirá de la presencia de la torre exenta de la actual catedral, otrora campanario de la antigua colegial, pero igualmente com-
prenderá que muy poco se pueda decir del resto del edificio a partir de ella, si bien nos permite establecer el eje ortogonal del pretérito complejo
arquitectónico. Más esclarecedoras al respecto, aunque igualmente aún sometidas a nuestro estudio, y por tanto pendientes de extraer las oportunas
conclusiones, son la llamada Casa del Abad y viviendas anejas ubicadas entre la calle Encarnación y el reducto catedralicio, que probablemente
deban corresponderse con partes de la claustra, así como de la “sala grande que sirvió de cátedra” y de la “bodega” situada bajo las escaleras que
salvaban el escarpado barranco existente entre la colegiata y la Calzada del Arroyo. Vid. Apéndice documental, doc. n. 2. Queremos dejar aquí
constancia de nuestro agradecimiento a la Diócesis de Asidonia-Jerez y en especial a la persona del deán del Cabildo Catedral, don Antonio López
Fernández, por las amplias posibilidades de visita y estudio que nos están brindando a estos inmuebles de su propiedad.
9 En especial, López Vargas-Machuca, F. (2014): El edificio medieval de San Dionisio de Jerez, Jerez de la Frontera, Peripecias Libros, e Idem
(2012): Gótico y Mudéjar en la arquitectura religiosa medieval de Jerez de la Frontera, trabajo de investigación inédito. Agradecemos a su autor
que nos haya facilitado su consulta para la redacción de estas líneas.
10 Parada y Barreto, D. I. (1878): Hombres ilustres de la ciudad de Jerez de la Frontera, precedidos de un resumen histórico de la misma pobla-
ción, Jerez de la Frontera, El Guadalete, p. XXXIV, nota 1.
11 Vid. nota 4.
catedral, que pervivió hasta 1695, cuando comenzó su derribo. Es por ello que el historiador arcense Luis
de Grandallana y Zapata, al publicar su Noticia de los monumentos jerezanos en 1885, hablase de “la pri-
mitiva mezquita” para referirse a la colegiata que ya en 1647 amenazaba ruina.12
En el siglo XX, a pesar de que los estudios sobre la historia del arte local crecieron en número y se
desarrollaron ya con criterios más académicos que eruditos, éstos continuaron adoleciendo de un enfoque
monumental, dirigido a la explicación y clasificación de las obras conservadas o indicando al visitante los
lugares más significativos que no debían dejar de conocer durante su estancia en la ciudad, más que a la
realización de una historia del arte local propiamente dicha. Son escasos ‒en ocasiones inexistentes‒ los
estudios sobre los hospitales reducidos, los primitivos templos luego reconstruidos por su vetustez cen-
tenaria, los conventos destruidos tras las desamortizaciones liberales o durante la revolución de 1868. En
buena medida, los trabajos de historiografía artística han tratado más de explicar el medio artístico que
los rodeaba, que el hacer una verdadera historia del arte, entendida ésta como el examen, clasificación y
exposición cronológica de las manifestaciones artísticas locales.13 Así se explica la falta de un estudio mo-
nográfico, un libro o artículo, sobre el que fue durante varios siglos el templo más importante de la ciudad.
Manuel Esteve Guerrero, en su Guía oficial de arte publicada en 1933, trata de contextualizar la des-
cripción de la colegiata existente con algunas líneas, refiriendo su fundación e historia, y mantiene que “en
el siglo XVII, hallándose ruinosa la primitiva mezquita, se acordó levantar la iglesia de nueva planta”, esto
es, retoma acríticamente lo dicho por el guardiamarina Grandallana: el edificio medieval no sería otro que
la primitiva mezquita almohade cristianizada.14 Apenas un año más tarde entrará en liza para contradecirlo
quien se habría de convertir en su principal antagonista historiográfico a nivel local, Hipólito Sancho de
Sopranis. El historiador portuense, en su Introducción al estudio de la arquitectura en Xerez, dedica grue-
sas palabras para Esteve, a quien achaca no haber leído ciertos manuscritos, algunos por aquel entonces ya
editados, que en su consideración permiten establecer que el templo que se derriba a finales del siglo XVII
es un templo levantado en época cristiana y de estilo gótico mudéjar.15
En esta obra de Sancho, la vieja colegiata comienza a ser tratada por vez primera con la extensión
y profundidad que su entidad monumental requería. Apoyado en la lectura de las obras del dominico fray
Diego Franco, del canónigo Francisco de Mesa Ginete y en las nuevas aportaciones documentales que
Celestino López Martínez había publicado apenas un par de años antes, el erudito portuense comienza a
trazar un relato coherente que, si bien con posterioridad ha sido matizado en ciertos pormenores y también
en algunos errores de bulto, sigue siendo a día de hoy la base de cuanto sabemos de aquel edificio desa-
12 Grandallana y Zapata, L. de (1885): Noticia histórico-artística de algunos de los principales monumentos de Jerez ilustrada con noticias
inéditas, Jerez de la Frontera, Gautier, p. 37.
13 Paradigma de esta situación es el apartado dedicado a la Edad Media en el capítulo “La historia del arte en Jerez de la Frontera desde la Edad
Media hasta el siglo XVII” de la Historia de Jerez dirigida en 1999 por Diego Caro. Pese a que el título lleve a pensar en un tratamiento histórico
y lineal de las manifestaciones artísticas de la ciudad, la autora, al tratar la Edad Media, sólo se ocupa de los principales restos materiales que
aún perviven de aquel periodo, limitándose al estudio de la muralla y la arquitectura religiosa. Ríos Martínez, E. de los: “La historia del arte en
Jerez desde la Edad Media hasta el siglo XVII”, en Caro Cancela, D. (1999): Historia de Jerez de la Frontera. Tomo III. El Arte en Jerez, Cádiz,
Diputación Provincial, pp. 15-44.
14 Esteve Guerrero, M. (1933): Jerez de la Frontera (Guía oficial de arte), Jerez de la Frontera, Jerez Gráfico, pp. 115-116.
15 Sancho de Sopranis, H. (1934): Introducción al estudio de la arquitectura en Xerez, Jerez de la Frontera, Federación de Estudiantes Católicos, pp.
11, 14 y 26.
parecido.16 Así, señala que se trataba de un edificio gótico mudéjar, semejante estilísticamente al templo
de Santo Domingo, y que se pretendió levantar un nuevo templo a mediados del siglo XVI con la partici-
pación del maestro Hernán Ruiz, cuya intervención no se limitó solamente a reparos, como había creído
Esteve. Amén de lo cual, ofrece al lector algunas noticias de menor fuste en relación con el patronazgo de
la familia Dávila en el sagrario del templo.
Casi veinte años después de la Guía de Esteve, en 1952, vería la luz una segunda edición de la misma
en la que el arqueólogo jerezano continuó dando por válida tanto su teoría de que la primitiva mezquita duró
hasta finales del siglo XVII, como que la intervención de Ruiz se circunscribió a la realización de ciertos
reparos. Lejos de pensar que pudiera haber ocurrido una falta de revisión o puesta al día del texto por parte
de Esteve, creemos que se trató de un sostenimiento consciente de la propia posición historiográfica, de lo
que parece dar fe, no sólo que en el prefacio a esta nueva edición señale el autor que ha tratado de poner
al día la obra de 1933, sino que incluso recoja en la bibliografía el texto de Hipólito Sancho crítico hacia
Esteve. Por su parte, el erudito portuense, en 1964, volvió a manifestarse en términos en todo semejantes.17
No será hasta una década más tarde que el último abad e historiador de la colegiata jerezana, José
Luis Repetto Betes, en un breve opúsculo dedicado al templo actual, tratase de nuevo el tema que nos ocu-
pa, recogiendo lo dicho por Sancho mas introduciendo una sugestiva hipótesis, cual era “que los sucesivos
arreglos fueran dándole a la mezquita-colegiata un aspecto mudéjar”.18 Esa misma opinión mantiene en
una obra apenas dos años posterior dedicada a la construcción del nuevo templo barroco, pero donde da a
conocer un documento de esencial importancia, un decreto del arzobispo Juan Sánchez en relación a los
diezmos, fechado en 1341, en el que se cita repetidamente “la obra de la Yglesia”, lo cual, sin dejar de
advertir que “lo mismo puede referirse a estarse haciendo una iglesia nueva o reparándose la antigua […],
nos hace pensar que quizás lleve razón el ya desaparecido historiador de Jerez”, aludiendo evidentemente a
Sancho de Sopranis y a su teoría de que la vieja colegiata fuese, como ya se ha expuesto, un templo gótico
mudéjar.19
En este libro de 1978, Repetto, a pesar de dedicarse primordialmente a la exposición del proceso
constructivo del templo barroco, da a conocer una rica documentación en relación con el ocaso del edificio
precedente, así como una real cédula del emperador Carlos V permitiendo el traslado de la colegiata a un
solar inmediato a la plaza del Arenal, así como el posterior rechazo de esta ubicación y su inicio frustrado
16 Respecto a los mencionados errores de bulto, especialmente llamativa es la suposición que mantiene Sancho de que la sacristía y demás depen-
dencias traseras del actual templo catedral, obras levantadas en el siglo XIX, hubiesen pertenecido a la antigua colegiata y que en concreto fuesen
restos de la intervención renacentista que habría implicado al maestro Hernán Ruiz: “La actual sacristía y sus anejos del propio frio estilo de San
Juan, con atrevida y rebajada bóveda como la del tramo posterior de aquel cuyo arte contrasta con el barroquismo del templo colegial, acaso sean
los comienzos del templo proyectado por los capitulares del quinientos más ricos de buenos deseos que de medios, cuando al señalar que la obra
con que llevarlos a cumplido efecto”. Y más explícitamente cuando señala que “Apenas sacada de cimientos la nueva obra dirigida y trazada por
el gran maestro Hernán Ruiz cuyo estilo en sus postrimer manera desordenada acaso haya inspirado la grandiosa cuanto fría construcción posterior
de la colegiata actual ‒sacristías, bibliotecas, salones anejos…‒ comenzó a languidecer”. Sancho de Sopranis, H. (1934): Introducción al estudio,
cit., pp. 26 y 32.
17 Esteve Guerrero, M. (1952): Jerez de la Frontera (Guía oficial de arte), Jerez de la Frontera, Jerez Gráfico, pp. XI-XIII, 125-126 y 213. Sancho
de Sopranis, H. (1964): Historia de Jerez de la Frontera desde su incorporación a los dominios cristianos. Tomo I, 1255-1492, Jerez de la Frontera,
Jerez Industrial, t. I, p. 98, y t. II (en colaboración con Juan de la Lastra y Terry), p. 195.
18 Repetto Betes, J. L. (1976): La Colegial de Jerez. Exposición histórico-artística, Jerez de la Frontera, Caja de Ahorros de Jerez de la Frontera,
p. 12.
19 Idem (1978): La obra del templo de la Colegial de Jerez de la Frontera, Cádiz, Diputación Provincial, pp. 49 y 278.
junto a la entonces existente.20 Sin embargo, debemos concluir que, más interesado por otros aspectos his-
tóricos del edificio y de la institución capitular que acogía, el abad Repetto se muestra vacilante a la hora
de tratar el edificio que es centro de este trabajo; así, pocos años después, en 1981, vuelve a considerar que
en el siglo XVI el templo fuese “probablemente el mismo que era mezquita cuando la dominación árabe”
al tiempo que paradójicamente lo describe como una iglesia gótico-mudéjar cuando detalla que contaba
con “techumbre mudéjar de madera; arcos ojivales dentados…”.21 Finalmente, concluye con un corolario
de su propia irresolución respecto de la genuina naturaleza del templo medieval, al señalar en 1985 que “el
mero hecho de que en la iglesia que se derribaría en 1695 hubiera elementos mudéjares no es suficiente
para afirmar que este edificio no era la antigua mezquita sino uno posterior. Pues al edificio se le podían
haber ido agregando los elementos ornamentales mudéjares que consta tenía la colegial en los siglos XVI
al XVII”.22 Llegará la cuestión al paroxismo cuando en el mismo año, tras preguntarse retóricamente si la
colegiata derribada en 1695 era la mezquita transformada o un edificio mudéjar, se respondiese a sí mismo
con vehemencia: “imposible contestar”.23
Hasta 1993 no aparecería un artículo dedicado monográficamente a nuestro templo, concretamente a
sus vicisitudes constructivas durante los siglos XVI y XVII. Su autora, la profesora Esperanza de los Ríos,
da a conocer una interesante documentación que pone de manifiesto que las obras que de alguna manera in-
volucraron al maestro Hernán Ruiz en 1562, encaminadas a la construcción de un nuevo edificio a espaldas
del que nos ocupa, no sólo pasaron de la cota de cimentación, como unánimemente había creído la histo-
riografía, sino que lograron alcanzar un considerable desarrollo. Este extremo lo deduce de la presencia en
el patio trasero de la colegiata de pilares y portadas que en 1621 serían desmontados por Antón Martín de
Burgos para ser armados en el viejo templo con la intención de afianzar su estabilidad. Valor capital de este
artículo, al margen de la rica documentación utilizada, es la de tomar en consideración por vez primera la
vista de la ciudad que el flamenco Antón van der Wyngaerde había realizado en 1567 para Felipe II y que es
sin duda la principal fuente gráfica para el estudio de la vieja colegiata medieval jerezana.24 La historiadora
jerezana, no obstante, elude comprometer su pluma a la hora de considerar la naturaleza del edificio, al
que se limita a tratar de “medieval”, si bien apuntando años más tarde que aquella primitiva mezquita que
devino en iglesia cristiana debió indudablemente “sufrir reformas completas o parciales”.25
Hasta aquí lo dicho por la historiografía local durante siglo y cuarto, de lo que puede ser cabal epí-
tome lo recogido por Miguel Mariscal y Pablo Pomar en la Guía artística y monumental de la ciudad. En
20 Ibídem, pp. 50-66, 259-275, 371-374. Respecto al intento frustrado de edificar una nueva colegiata en la plaza del Arenal, el dato había sido
ya dado a conocer treinta y cinco años antes por el marqués de Casa Vargas-Machuca, que publicó un interesante manuscrito inédito del canónigo
Mesa Ginete. Patrón de Sopranis, A. (1943): Documentos interesantes del Archivo del Marqués de Casa Vargas Machuca, Cádiz, M. Álvarez, p.
XXIV.
21 Repetto Betes, J. L. (1981): El B. Juan Grande y la Catedral de Jerez, Jerez de la Frontera, Hermanos de San Juan de Dios, pp. 13-14.
22 Idem (1985): Historia del Cabildo, cit., p. 74.
23 Idem (1985): Recorrido por Jerez. Guía histórico-turística de Jerez de la Frontera, Jerez de la Frontera, Editorial Almena, p. 58. En esta guía,
al referirse a la torre campanario de la hoy catedral, único elemento arquitectónico que pervive del templo antiguo, señala que es obra de los siglos
XIV o XV, levantado “aprovechando quizá el minarete y seguramente en su mismo sitio”.
24 Ríos Martínez, E. de los (1993): “Hernán Ruiz II y la reforma renacentista frustrada de la Iglesia Colegial de Jerez de la Frontera (Cádiz)”,
Átrio, nº 5, Sevilla, pp. 15-23.
25 Eadem (2003): Antón Martín Calafate y Diego Moreno Meléndez en la arquitectura jerezana del siglo XVII, Cádiz, Universidad de Cádiz -
Universidad de Sevilla, p. 261.
esta obra, cuyo formato obligó a los autores a mantener un hilo conductor no basado tanto en la historia
del arte local como en la presentación razonada de los monumentos jerezanos y las obras de arte en ellos
contenidas, se analiza muy concisamente, casi de pasada, el precedente histórico de la gran catedral que
ocupará sus párrafos. Sin embargo, esta brevedad no servirá de excusa a los historiadores para no impli-
carse al respecto, pues afirman que la primitiva mezquita, tras su reorientación y cambio de uso, continuó
sufriendo intervenciones y reformas, hasta el punto de volver casi irreconocible su primitiva ascendencia
islámica, concluyendo que la apariencia edilicia de la colegiata, que sucumbió en los estertores del siglo
XVII, habría quedado principalmente consolidada durante las dos centurias precedentes.26
Ya vimos anteriormente que desde la Reconquista, el Cabildo Colegial estuvo siempre protegido y enri-
quecido por la Corona de Castilla, que le concedió numerosos derechos, rentas y privilegios.27 Además,
los reyes castellanos siempre ejercieron su alto patrocinio sobre la colegiata, de lo que, por ejemplo, da
cumplida cuenta la real provisión que otorgó Fernando IV en 1303: “Sepades que los míos canónigos de
la yglesia de Sant Saluador de ese mismo logar (i.e. Jerez), que es mío patronadgo”.28 Anteriormente, en
1266 los canónigos de San Salvador habían sido beneficiarios del repartimiento urbano de Jerez, lo que
nos permite conocer el nombre de los primeros canónigos de la colegial, que debieron de tener a su cargo
la adaptación de la mezquita en iglesia de culto cristiano.29
Esta mutación cultual llegaría a término con el complejo rito de la dedicación del edificio por parte
de Don Remondo, arzobispo de Sevilla, a cuya diócesis se incorporó Jerez. Se ha señalado que esta cere-
monia pudo tener lugar el mismo día que el privilegio de los diezmos al abad y canónigos de San Salvador,
esto es, el 23 de septiembre de 1265.30 El hecho de que el documento esté otorgado en Jerez implica que
el Rey debía encontrarse en la ciudad en ese momento, dado que la cancillería formaba parte de la corte
itinerante del propio monarca.31 De ahí que no sea difícil suponer que, hallándose Alfonso X en ella ‒qui-
26 Mariscal Rodríguez, M. Á., y Pomar Rodil, P. J. (2004): Jerez. Guía artística y monumental, Madrid, Sílex, p. 117.
27 Lamentablemente, la documentación medieval emanada de la cancillería regia castellana se perdió durante el intento de erección de un obis-
pado en Jerez a finales del siglo XVIII. Vid. Jiménez López de Eguileta, J. E. (2013): “El Fondo Colegial”, cit., pp. 181-182. Por suerte, podemos
conocer algunos ‒pero no todos‒ de estos documentos regios debido a que fueron insertados en el privilegio de los Reyes Católicos al Cabildo,
citado en la nota 2.
28 AHDJF, Fondo Colegial, sec. II, caja 10, doc. n. 543/1.
29 Cf. González Jiménez, M. y González Gómez, A. (1980): El Libro del Repartimiento de Jerez de la Frontera. Estudio y Edición, Cádiz, Dipu-
tación Provincial, pp. LVI-LVII. Sobre los primeros canónigos colegiales de San Salvador, vid. Sancho de Sopranis, H. (1964): Historia de Jerez
de la Frontera, cit., pp. 96-97.
30 Muñoz Torrado, A. (1914): La Iglesia de Sevilla en el siglo XIII. Estudio Histórico, Sevilla, Izquierdo y Compañía, p. 52. Es probable que en
el momento de la conquista se hubiese efectuado la purificación y bendición del edificio islámico, un ritual más sencillo y que podía ser presidido
por un simple clérigo. La ceremonia propiamente de dedicación, que necesitaba obligatoriamente de la concurrencia del obispo, hubo de tener
un tiempo de preparación tal y como se sigue en el texto. Cf. Marín, J. C. (2004-05): “Una aproximación al ritual de la dedicación de iglesia en
el pontifical romano-germánico del siglo X”, Anales de Teología, vol. 7, 1-2, Concepción, Chile, pp. 97-146, y Bueno Sánchez, M. L. (2007):
“«Fuga demonium, angel pacis ingresus». El ritual litúrgico romano-galicano en el proceso de transformación de espacios sacros: de la mezquita a
la iglesia (XI-XIII)”, en Jiménez Martín, A.: La Piedra Postrera [Actas del] Simposium Interncional sobre la catedral de Sevilla en el contexto del
gótico final (2) Comunicaciones, Sevilla, Taller Dereçeo, pp. 261-280. Respecto de la fecha precisa de esta ceremonia, a pesar de lo dicho, téngase
en cuenta lo expresado al final de la nota 1.
31 López Gutiérrez, A. J. (2004): “Oficio y funciones de los escribanos en la cancillería de Alfonso X”, Historia. Instituciones. Documentos, nº
zás la primera vez después de la conquista definitiva del 9 de octubre anterior‒, se dispusiera la referida
celebración en la iglesia colegial, con la asistencia de la jerarquía eclesiástica de la archidiócesis y de un
recién llegado clero, que a partir de entonces conformaría el estamento religioso de la ciudad. No ha de
extrañar tampoco que esta ceremonia tuviera lugar casi un año después de la incorporación de Jerez a la
Corona de Castilla, pues la misma catedral de Sevilla fue dedicada en 1252, o sea, cuatro años después de
su toma,32 convirtiéndose el ínterin en un período de preparación, en el que los canónigos se harían de todo
lo materialmente necesario para la consagración del templo: altares, cruces, ornamentos, campanas, can-
delas y todo lo requerido para evidenciar de manera elocuente que el edificio que fue mezquita era ahora
templo de culto cristiano.
Dedicada la iglesia mayor y dotada por el Rey con el diezmo de la collación y el “de pan e vino e ga-
nado e de las otras cosas (…) salvo ende el diezmo del olivar”,33 los canónigos comenzaron así el ejercicio
de su ministerio al frente de San Salvador. No debieron de ser las últimas décadas del siglo XIII testigos de
grandes obras en el recinto de la colegiata, como tampoco lo fueron para el resto de la arquitectura religiosa
de la ciudad.34 Los hostigamientos de los musulmanes con sus frecuentes razias, continuas hasta el siglo
XV,35 y una sociedad que no terminaba de asentarse en la zona,36 crearon una situación poco favorable para
la producción cultural y artística.37 Por tanto, poco o nada podemos decir de las eventuales intervenciones
que debieron darse en el edificio, que quedarían limitadas a la conversión del alminar en campanario, a
la reorientación del culto y a la compartimentación del diáfano haram de la mezquita para la creación en
precario de los imprescindibles espacios litúrgicos del templo cristiano: la capilla mayor al Este, con su
sagrario; el baptisterio, junto a la puerta de ingreso de los pies de la iglesia; y el coro de los capitulares.38
En cualquier caso, podemos hacer extensivo a esta colegiata jerezana cuanto ya apuntó Alfonso Jiménez
al tratar de las obras gaditanas de época de Alfonso X: “no pasaron de mediocres arreglos y adaptaciones
de edificios anteriores”.39
VII Centenario de la muerte de Alfonso X el Sabio», Cádiz, Universidad y Diputación Provincial, p. 148.
40 AHDJF, Fondo Colegial, sec. II, caja 10, doc. n. 543/1.
41 Ibídem.
42 Una de 1303, junio, 21. Sevilla, y otra de 1303, julio, 21. Sevilla. Ibíd.
43 1303, septiembre, 10. Córdoba. Ib.
44 1304, julio, 7. Sevilla. Ib.
45 Ib., caja 20, docs. nn. 2/1 y 2/2.
46 Jiménez López de Eguileta, J. E. (2013): “Notariado público andaluz en el siglo XIV. El caso de Jerez de la Frontera (Cádiz)”, en Jiménez
Alcázar, J. F. y Rodríguez, G. (coords.): Actas del I Simposio Internacional de Jóvenes Medievalistas, Mar del Plata, 2013, Mar del Plata-Buenos
Aires, Universidad Nacional de Mar del Plata, Sociedad Argentina de Estudios Medievales, p. 81.
47 Vid. nota 45. Las cartas que habían sido citadas hasta este momento, aunque más pretéritas, las conocemos gracias a una copia de 19 de di-
ciembre de 1342.
48 Abellán Pérez, J. (1990): El Concejo de Jerez de la Frontera en la primera mitad del siglo XV: composición, sistemas de elección y funciona-
miento del Cabildo, Jerez de la Frontera, Ayuntamiento, p. 59. AHDJF, Fondo Colegial, sec. II, caja 20, doc. n. 2/1.
49 Pero siempre posterior a diciembre de 1342, cuando se copiaron las cartas del rey Fernando IV, la de su alcalde y la del arzobispo de Sevilla en
defensa de los canónigos, lo que hemos de entender como una muestra de que la desavenencia seguía vigente y se continuaba buscando soluciones.
Pero, ¿de qué obra se trataba en estos documentos?50 Caben dos posibilidades iniciales: o bien que
se estén refiriendo a la obra como fábrica de la iglesia o aparato administrativo de la misma, o que, efecti-
vamente, se esté señalando con dicho término posibles labores de construcción en el templo colegial, como
se verá de inmediato. Aún así, ¿por qué iban a utilizar miembros del concejo jerezano la sexta parte de los
tercios del diezmo pertenecientes al Cabildo Colegial para obras en el templo? La respuesta hay que bus-
carla en el siglo XIII, cuando los papas habían concedido a los reyes de Castilla parte de los diezmos ecle-
siásticos para la reparación de las iglesias, teniendo en cuenta la ineludible necesidad de estas labores en
territorios de reconquista y frontera.51 Las Partidas alfonsíes muestran las cuatro partes en que se dividían
estos diezmos: “la primera para el obispo, la segunda para los clérigos, la tercera para la labor de la iglesia
et la quarta para los pobres”.52 De la tercera porción salía lo que se ha venido en llamar “tercias reales”
que, destinadas a su primigenio fin, o sea, las necesidades materiales de las iglesias, eran administradas
por la Corona o, en su delegación, por los concejos de realengo.53 Y aquí es donde estriba el problema:
los jurados jerezanos, a la hora de gestionar estas tercias de las parroquias en nombre del rey, decidieron
hacer lo propio con las de la iglesia colegial de San Salvador, con el pretexto de que se usarían para la obra
de la misma. Y no cabe pensar que así no lo hicieran o que no fuera de este modo, pues de lo contrario no
hubiera contestado el arzobispo con el tenor de la primera intervención, en la que sosegaba a los canónigos
y les invitaba a no reclamar a los jurados lo ya tomado, “por razón que creemos que lo metistes en la obra
de la dicha iglesia, que es a seruiçio de Dios”.54 No obstante, aquí los jurados se dieron de bruces con la
inmunidad que el privilegio de los diezmos de Alfonso X le había concedido al Cabildo en 1265.55 Esta
prerrogativa había sido además ampliada por el propio monarca en 1268, cuando le otorgó los diezmos de
la aldea de Crespellina, e incluso confirmada colateralmente por Sancho IV en 26 de septiembre de 1285.56
Sea como fuere, queda claro que los canónigos no estaban dispuestos a compartir la responsabilidad de la
administración de los diezmos con los que sufragar la “obra de la dicha iglesia”.
Estas intervenciones, que los documentos del siglo XIV citan de forma tan general con el título de
“obra”, tuvieron que ser de cierta envergadura, a tenor de la relevancia que parecen conferirle los textos.
Sin embargo, no debemos pensar tampoco en una fábrica totalmente nueva que sustituyera la mezquita
de época islámica.57 Los testimonios posteriores, incluso aquellos inmediatamente contemporáneos a su
ruina y derribo a finales del siglo XVII, advierten de que aún se conservaban restos que acaso podamos
50 Cuestión también planteada por Repetto Betes, J. L. (1985): Historia del Cabildo Colegial, cit., p. 74.
51 Mansilla Reoyo, D. (1945): Iglesia castellano-leonesa y Curia Romana en los tiempos del rey San Fernando, Madrid, CSIC, pp. 56-58.
52 Las Siete Partidas del Rey Don Alfonso el Sabio, cotejadas con varios códices antiguos, Tomo I, Madrid, Real Academia de la Historia, 1807,
p. 465: Partida I, Título XX, Ley XIX, “En quántas maneras se pueden partir los diezmos segunt la costumbre de cada un lugar”.
53 Mesa Ginete trata de explicar detenidamente el asunto, aunque con enrevesada narración, en su Historia Sagrada y Política, cit., I Parte, pp.
111-116. También es muy sugerente, sobre todo por la cantidad de cartas pontificias y reales que ofrece al respecto, la obra de Quintanilla, R. de
(1681): Discursus Historicus in quo per rerum gestarum Seriem demonstratur S. Regem Ferdinandum III et Alphonsus X, cognomento Sapientem,
illius filium, eo-rumque Praedecessores Castellae et Legionis Reges hubuisse ius disponendi de dicimis Terrarum, quas è Saracenorum manibus
recuperabant, Nápoles.
54 Vid. nota 44.
55 Vid. nota 1.
56 Mesa Ginete, F. de (1888): Historia Sagrada y Política, cit., I Parte, p. 120; Borrero Fernández, M. et alii (1995): Sevilla, Ciudad de Privile-
gios. Escritura y Poder a través del Privilegio Rodado, Sevilla, Ayuntamiento, Universidad y Fundación El Monte, doc. n. 49
57 Ni tan siquiera la catedral de Sevilla había pensando levantar un nuevo templo en estos momentos. Habrá que esperar más de un siglo para que
se den los primeros pasos. Jiménez Martín, A. (2013): Anatomía de la catedral de Sevilla, cit., pp. 120 y ss.
identificar como propiamente musulmanes.58 En consonancia con el momento en que se dieron estas obras,
pudo tratarse de un reparo general del templo, que debía ya acusar el paso del tiempo, máxime teniendo en
cuenta los perecederos materiales propios de la arquitectura islámica local, que hacían de su mantenimien-
to una necesidad continua. Es fácil pensar que con dicha intervención la colegiata dignificara su fábrica,
que iría así adoptando el aspecto propio de las iglesias castellanas de la centuria precedente. Conservaría
probablemente la armadura de madera como cobertura de las naves, pero incorporando, adosada al lado
oriental del edificio, una cabecera poligonal de piedra con bóveda de crucería. Este templo remozado,
donde la ascendencia islámica de su fábrica se iría diluyendo cada vez más, lograría así una imagen acorde
con la pujanza de la institución que albergaba, al tiempo que serviría de marco adecuado a las principales
ceremonias de un Cabildo cuya vida litúrgica habría de ser ya floreciente.59 Además, todo ello coincide con
el momento en el cual se dotó a la iglesia del patrón San Dionisio de un triple ábside ‒del que hoy sólo se
conserva el del lado del Evangelio‒, levantado siguiendo fórmulas propias del gótico parroquial castellano
del siglo XIII, que a todas luces debió ser hermano del de la colegiata.60
Llegados a este punto, conviene también recordar la noticia dada a conocer por Hipólito Sancho
de Sopranis, según la cual el ábside de San Salvador se encontraba “abovedado con decoración en sus
nervaduras de dientes de sierra y en las impostas de gruesas cabezas de clavo”.61 De ser así, estaríamos
necesariamente hablando de una nueva intervención en la cabecera, dado que los dientes de sierra no son
un motivo ornamental conocido en la zona en la época de la que venimos ocupándonos, sino propio de la
arquitectura jerezana del siglo XV, cuya ejecución estuvo a cargo de canteros procedentes de Córdoba que
trabajaron en Jerez y su comarca durante los dos primeros tercios de esta centuria y a quienes la historio-
grafía local ha venido en denominar como “taller de Santo Domingo”, al haberse fijado la aparición de este
elemento decorativo en el convento de frailes predicadores de la ciudad.62 Se concluye con todo esto que,
si el ábside de la colegiata estuviese decorado con dientes de sierra, no tenemos más remedio que hablar de
una nueva obra en la iglesia de San Salvador y situar ésta en la primera mitad del siglo XV.
El levantamiento de aquella cabecera de cantería cuya construcción hemos considerado de los albo-
res del siglo XIV, no excluye que un siglo más tarde tuviesen lugar estas nuevas obras a cargo del “taller
de santo Domingo”, bien por la ruina parcial de la cabecera precedente o, más probablemente, para dotarla
58 En unos autos de 1687, a razón de cierto capital debido por el Ayuntamiento de la ciudad para comenzar la obra nueva, puede leerse que
“por ser tan antigua y las paredes de tapias con techumbre de madera y adesmoronadas y podridas se estaba acabando de arruinar”. AMJF, Actas
Capitulares, año 1687, s.f.
59 Ya hay constancia para estas fechas de importantes y substanciosas mandas para la iglesia colegial, consignadas en los testamentos de canó-
nigos y vecinos de San Salvador. El primero del que hay noticia es el del capitular Pedro Ruiz de Escobar. Mesa Ginete, F. de (1888): Historia
Sagrada y Política, cit., I Parte, pp. 140, 191, 194; II Parte, pp. 109, 294, 383, 432. También, Gutiérrez, B. (1757): Historia del estado presente,
cit., Tomo II, p. 174. Más testamentos y mandas procedentes del siglo XIV en Jiménez López de Eguileta, J. E. (2011): Documentos y notarios de
Jerez en el siglo XIV, Jerez-Sevilla, trabajo de investigación inédito.
60 López Vargas-Machuca, F. (1999): “En torno a la cronología del templo de San Dionisio de Jerez de la Frontera”, Archivo Español de Arte,
nº 287, Madrid, pp. 345-349. También puede pertenecer a este momento la obra del primer gótico del templo de San Lucas, del que parece quedar
en pie la parte poligonal del ábside de la capilla mayor. Vid. el capítulo que el mismo autor dedica en el presente volumen al templo de San Lucas
de Jerez de la Frontera.
61 Sancho de Sopranis, H. (1964): Historia de Jerez de la Frontera, cit., p. 98. La primera vez que presentó esta idea fue en su Introducción al es-
tudio de la arquitectura, cit., pp. 11 y 14, nota 1. La dedujo de la lectura del folio 18 del manuscrito Memorias históricas de Santo Domingo el Real
de Xerez, escrito por el dominico Fray Diego Franco en 1717, que el erudito portuense alcanzó a ver y cuyos tres ejemplares permanecen a día de
hoy desaparecidos. Jiménez López de Eguileta, J. E. y Romero Bejarano, M. (2013): Los Claustros de Santo Domingo, cit., pp. 135-136, nota 26.
62 López Vargas-Machuca, F. (1999): “Espacios funerarios de la aristocracia en la arquitectura medieval jerezana”, Revista de Historia de Jerez,
nº 5, Jerez de la Frontera, pp. 76-78; Idem (1998): “Un ejemplo de reutilización”, cit., p. 30.
de una mayor dimensión, pero en cualquier caso confiriendo al templo un nuevo estilo artístico más acorde
a los gustos del momento. Contamos en la ciudad con casos análogos en las iglesias de San Lucas y San
Dionisio, donde, existiendo unos ábsides relacionables con el primer gótico castellano, éstos fueron par-
cialmente sustituidos por otros de corte gótico-mudéjar y gótico tardío respectivamente.63
Ya hemos señalado la más que probable ascendencia cordobesa de los canteros implicados en la
construcción de esta nueva cabecera del siglo XV. Además, hay que advertir al respecto que Jerez y Cór-
doba mantenían estrechos vínculos a raíz de su carta de hermandad firmada a finales del siglo XIII,64 lo
que a su vez debió redundar en una intensificación de la relación que suponemos mantendría el Cabildo
Colegial jerezano con el de la colegiata cordobesa de San Hipólito, al tratarse de instituciones ambas de
real patronato y pertenecientes al reducido grupo de colegiatas andaluzas.65 Si además tenemos en cuenta
que algunas de las mayores cotas de semejanza estilística del gótico-mudéjar cordobés con el jerezano ‒en
especial en lo que se refiere al diente de sierra‒ las encontramos precisamente en San Hipólito, podemos
llegar a plantear que esos constructores cordobeses que tanta notoriedad alcanzaron en el panorama de
la arquitectura jerezana del siglo XV, llegasen a la ciudad justamente demandados para la realización de
esta nueva cabecera de San Salvador.66 Somos conscientes de que todo este planteamiento no deja de ser
una mera hipótesis de trabajo, que queda pendiente de su verificación documental o por medio de análisis
analógicos más precisos, pero si la lográsemos confirmar fehacientemente, podríamos afirmar que habría
sido precisamente la colegiata jerezana la que, por el prestigio de su real fundación y su carácter de iglesia
mayor, se habría constituido en el motor de emulación que habría llevado al resto de parroquias e iglesias
de la ciudad a imitar su nuevo estilo artístico, hasta el punto de que, en el campo de la historiografía local,
esa escuela de canteros cordobeses afincada en Jerez podría ser denominada con propiedad como “taller
de San Salvador”.67
El siglo XV concluirá para la colegiata de San Salvador con el levantamiento de la torre campanario
en su último cuarto de centuria. Sustituta del antiguo alminar de la mezquita, que hasta este momento debió
de servir para las mismas funciones con las que se proyectó la nueva torre, es el último gran vestigio del
primitivo templo de San Salvador que tenemos hoy en pie. Se trata de una potente construcción en piedra,
63 López Vargas-Machuca, F. (2013): El edificio medieval de San Dionisio, cit., p. 24. Vid. también el capítulo que el mismo autor dedica en el
presente volumen al templo de San Lucas.
64 Muñoz y Gómez, A. (1900): “Concejos de Córdoba, Sevilla y Jerez de la Frontera. Carta inédita de su hermandad en 1296”, Boletín de la Real
Academia de la Historia, t. XXXVI, Madrid, pp. 306-316.
65 Jordano Barbudo, M. Á. (1996): Arquitectura medieval cristiana en Córdoba. Desde la Reconquista al inicio del Renacimiento, Córdoba,
Universidad, pp. 144-148.
66 López Vargas-Machuca, F. (2012): Gótico y Mudéjar, cit. Agradecemos al autor la orientación en estas primeras consideraciones.
67 Muchas colegiatas solían con frecuencia encontrarse ante los mismos retos y dudas en el desarrollo de su vida litúrgica y capitular, lo que
se constata en el fluido carteo que con frecuencia mantenían con la intención de compartir experiencias y soluciones de éxito. De todo ello dan
buena cuenta los fondos de sus archivos. Sin embargo, los asientos documentales de las colegiatas jerezana y cordobesa apenas conservan género
epistolar de las fechas que nos atañen, por lo que, hasta el momento, no hemos podido certificar documentalmente cuanto suponemos. Respecto al
prestigio institucional de la colegial de San Salvador, que como iglesia mayor de la ciudad llevaría al resto de las jerezanas a imitar las novedades
artísticas y arquitectónicas que introdujo durante el siglo XV, téngase en cuenta que los propios Estatutos del Cabildo constatan, al menos desde
1484, la primacía local que la colegiata estaba llamada a ejercer: “Las yglesias collegiales así commo a las otras yglesias ynferiores perrochiales
preceden en dignidat e preheminencia, así las personas en ellas collocadas deuen preceder en santidat, grauedat e honesta uida a todas las otras
personas de las inferiores yglesias, dando de sí buen exemplo e doctrina a aquellos e al pueblo christiano. E, como por la clemencia de nuestro
Sennor la yglesia collegial de Sant Saluador de la noble cibdat de Xerez de la Frontera sea la más principal e notable entre todas las otras yglesias
de la dicha cibdat, es cosa muy iusta e razonable que, en lo spiritual e temporal e çerca del oficio diuino que de continuo en ella se celebra, exceda
e sobrepuje a las otras yglesias e personas eclesiásticas de la dicha cibdat”. AHDJF, Fondo Colegial, sec. I, caja 9, doc. n. 1.1, fol. 1r.
realizada a base de sillares dispuestos a soga y tizón, si bien no todas sus hiladas guardan el mismo ritmo
de disposición. A media altura en la misma, un baquetón formado por pequeños arcos apuntados trilobula-
dos rodea sus cuatro frentes. Sobre éste y en cada una de las caras aparece una ventana cegada con tracería
tardogótica apoyada en un fuste central. Sólo al lado oriental, la ventana y la tracería se abren verdadera-
mente, dando luz a la escalera que discurre por el interior. El sobredicho baquetón se reproduce de nuevo
bajo la cornisa del primer cuerpo de campanas, cota que, al exterior, separa el núcleo original de la torre de
la reforma barroca del siglo XVIII.
Resulta significativo el acceso a este elevado lugar, donde lo reservado del mismo ha hecho que
ciertos elementos que se guardan en su interior permaneciesen ocultos para la historia del arte local. Allí
se encuentran los restos de la bóveda original con la que debió de cubrirse el edificio. De crucería simple,
los nervios de la misma descansan en unas pequeñas ménsulas que contienen decoración figurativa de
filiación gótica. Aunque sólo se conservan tres, evidencian haber representado el tetramorfo. En la clave,
que también ha desaparecido ‒hubo de tirarse en algún momento con la intención de dejar un hueco para
los tiros de las campanas del cuerpo superior‒, debió de haberse encontrado el Salvador. Estos elementos
sitúan con más precisión el periodo de ejecución de la obra, pues están relacionados con aquellas esculturas
tardogóticas de carácter ornamental que llegaron a Jerez a partir del establecimiento de Lorenzo Mercadan-
te de Bretaña en 1454 en la catedral de Sevilla, momento en el que empieza a hacerse presente este tipo de
decoración en la arquitectura de la época.68
Tras esta primera aproximación a la cronología del templo de la colegiata, otros documentos posteriores
nos permiten conocer de otra manera el monumento. Podemos decir, efectivamente, que se trataba de un
edificio complejo, compuesto por la iglesia, que en su configuración definitiva estuvo dotada de tres naves,
cubiertas con armadura de madera y cabecera pétrea; un pórtico; el baptisterio; diversas capillas funerarias,
alguna verdaderamente monumental como la de los Pérez de Gallego; un sagrario y sacristías alta y baja.
También constaba de un patio o claustro plantado de naranjos y álamos, en torno al cual se articulaban otras
piezas, entre las que destacarían el cuarto para los curas semaneros; los almacenes para guardar el monu-
mento de semana santa; la bodega; los graneros para la recaudación del diezmo; las oficinas y el archivo,
que eran necesarios para el funcionamiento administrativo de la institución; el estudio donde se desempe-
ñaba la actividad de la cátedra de gramática; además de otros elementos de naturaleza menos constructiva
como el huerto, el corral, el cementerio con su osario, etc.
Pero la reconstrucción virtual de estos espacios y lugares está siendo ardua y prolija, debido a la
fragmentaria documentación con que contamos, pero más aún por la escasez casi endémica de información
gráfica y, desde luego, por la ya señalada carencia de estudios arqueológicos. Es por ello que no nos encon-
tramos en el mismo estadio de conocimiento respecto de cada uno de estos espacios. De algunos apenas
68 Jiménez Martín, A. (2006): “Las fechas de las formas. Selección crítica de fuentes documentales para la cronología del edificio medieval”, en
AA.VV.: La Catedral gótica de Sevilla. Fundación y fábrica de la obra nueva, Sevilla, Universidad, p. 70.
sabemos poco más que su existencia, mientras que de otros contamos ya con datos ordenados que han
permitido conocer su historia constructiva, precisa ubicación, distribución interna e incluso su mobiliario.
El proceso de investigación, iniciado hace más de un año, se prevé largo. Mientras tanto, como muestra
del tratamiento descriptivo que pretendemos para todo el edificio y otros anejos, mostramos una selección
de los principales espacios litúrgicos del interior del templo, en los que la especial abundancia de noticias
documentales nos ha permitido reconstruirlos con un acusado nivel de detalle.
69 En la resulta de la visita que realizó don Gonzalo de Mier y Barreda el cuatro de febrero de 1673, éste señala que la capilla mayor es “de
bóveda”. Vid. Apéndice documental, doc. n. 1. Recuérdese lo dicho en la nota 61.
70 Vid. Apéndice documental, doc. n. 1.
71 El canónigo Mesa Ginete, al enumerar las capillas que tuvo el viejo templo, señala que la cuarta “era la de el Santo Cristo de la Viga, de cuyo
origen se dice, ser la efigie de Cristo Crucificado que estaba en una viga o sobre ella, que estaba en los alto del arco, que entraba a la Capilla Mayor,
como aún hoy se conservan semejantes efigies en muchas Iglesias antiguas del Arzobispado”. Independientemente de que sea esta imagen de Cristo
crucificado ‒significativamente advocado “de la Viga” y que aún se conserva en el nuevo templo‒ la que presidiese la entrada al presbiterio, como
supone Mesa, u otra distinta, la existencia de la mencionada viga de origen medieval es más que probable. Mesa Ginete, F. de (1888): Historia
Sagrada y Política, cit., II Parte, p. 108.
72 Consta la existencia de un púlpito en la primitiva mezquita cristianizada, desde el cual, en 1292, el rey Sancho IV elogió el “alto merecimiento”
y la “gran fidelidad” de don Fernán Pérez Ponce de León, hijo de don Pero Ponce de Cabrera, quien encontrándose in articulo mortis avisó al Rey
de cierta traición que le amenazaba. Argote de Molina, G. (1580): Nobleza del Andaluzia, Sevilla, Fernando Díaz, fols. 160 r. y v. Los dos púlpitos
de piedra mencionados en el texto son citados en la visita de don Gonzalo de Mier de 1673. Vid. Apéndice documental, doc. n. 1.
73 Rallón, E. (1998) [1660 ca.]: Historia de la ciudad de Xerez de la Frontera y de los reyes que la dominaron desde su primera fundación, vol.
II, Cádiz, Universidad de Cádiz - Ayuntamiento de Jerez, pp. 420-421.
74 Repetto Betes, J. L. (1985): Historia del Cabildo Colegial, cit., p. 79; Mesa Ginete, F. de (1888): Historia Sagrada y Política, cit., II Parte, p. 91.
temprana para cuanto hasta el momento conocemos de la retablística de la ciudad, podría encajar con
la descripción que tenemos del retablo en el siglo XVII, donde es visto como una máquina lignaria con
“cornisas y relieves dorados” y cuadros “de pintura antigua”, lo que nos estaría indicando su probable
pertenencia a la serie de grandes retablos pictóricos producidos en la Archidiócesis con anterioridad
al mayor de la catedral de Sevilla.75 Sobre un banco, donde los apóstoles flanquean el tabernáculo,
su programa iconográfico estaba centrado, en registro doble, por la Transfiguración, que siempre fue
considerada la “advocación de la iglesia”, y en torno a la cual se desarrollaban el resto de escenas, con
la Epifanía y la Natividad superpuestas en el lado del evangelio, y la Resurrección y la Pentecostés en
el de la epístola. Por último, el tercer cuerpo contaría con la Ascensión y la Asunción flanqueando a la
Entrada de Cristo en Jerusalén.76
Consecuencia manifiesta del apasionado clima de fervor inmaculista vivido por la ciudad durante
el siglo XVII, sería la reforma que sufrió este altar mayor en torno a 1645, año en que Felipe IV obtuvo
del papa Inocencio X la bula In his per quae Beatissimae Virginis, que nombraba a la Inmaculada como
patrona “in Regnis Hispaniarum tantum”.77 Por el deseo de hacer ostensible la adhesión del Cabildo a la
“piadosa creencia” se alteró el programa iconográfico primitivo con la inclusión de una imagen de la In-
maculada propiedad del canónigo magistral don Alonso Caballero de los Olivos, fervoroso inmaculista, a
la que se dotó de un marco apropiado, incorporando al retablo un “tabernáculo de columnas todo dorado”,
costeado igualmente por el propio magistral.78
Hemos ya señalado la presencia de un sagrario en medio del altar; sin embargo, es probable que
éste sea fruto de una reforma posterior a 1586, año en el que el cardenal don Rodrigo de Castro ordenó la
instalación de éstos tabernáculos en el centro de los altares mayores de toda la Archidiócesis.79 Del que nos
ocupa sabemos que fue dorado y estofado por Luis Ortiz de Paz y Antonio Gallardo en 1672. No obstante,
desconocemos si dicha intervención hace referencia al acabado decorativo de un nuevo sagrario o a la re-
novación y redorado del ya existente.80 Por último, en 1691, ya en los años finales de la vieja colegiata, el
cardenal Palafox mandó que se pintasen en su puerta los emblemas eucarísticos acostumbrados y del que,
al parecer, esta pieza carecía.81
75 Repetto Betes, J. L. (1985): Historia del Cabildo Colegial, cit., pp. 514-515; Apéndice documental, doc. n. 1; Herrera García, F. J. (2009): “Los
orígenes de una afortunada creación artística. El Retablo Gótico en Sevilla” en Halcón Álvarez-Ossorio, F., Herrera García, F. J. y Recio Mir, Á.:
El retablo sevillano desde sus orígenes a la actualidad, Sevilla, Real Maestranza de Caballería, pp. 39-43.
76 Repetto Betes, J. L. (1985): Historia del Cabildo Colegial, cit., pp. 514-515; Apéndice documental, doc. n. 1.
77 Hemos especulado con 1645 al encontrarse dicho año dentro de la horquilla cronológica segura con que contamos. Ésta va de 1634, año
de la visita canónica transcrita por Repetto y tantas veces ya aludida, donde no se cita dicha Inmaculada, hasta 1652, año en el que el magistral
Caballero de los Olivos la dona al Cabildo, mas quedando constancia en el documento de donación de que la imagen ya llevaba tiempo en el altar
mayor. Repetto Betes, J. L. (1985): Historia del Cabildo Colegial, cit., pp. 514-515. AHDJF, Fondo Hispalense, Serie Jerez de la Frontera, Sección
Ordinario, caja 14, doc. 13. Sobre la Inmaculada, su patronazgo hispano y su repercusión iconográfica en el arte español vid. Stratton, S. (1988):
“La Inmaculada Concepción en el arte español”, Cuadernos de arte e iconografía, nº 2, Madrid, pp. 3-128.
78 AHDJF, Fondo Hispalense, Serie Jerez de la Frontera, Sección Ordinario, caja 14, doc. 13. En el cabildo de 28 de marzo de 1662 se anota
un pago a Diego Montero “por los velos que está haciendo para la imagen de Nuestra Señora que está en el Altar Mayor”. Dado que la imagen
se conserva y es de talla, suponemos que se trata de los velos que habrían de cubrir la imagen durante la Semana de Pasión y Semana Santa, si
bien no podemos descartar tampoco que se tratase de alguna suerte de postizo. AHDJF, Fondo Colegial, sec. I, caja 1, Actas Capitulares, Libro II
(1660-1700), fol. 10r.
79 Niño de Guevara, F. (1864): Constituciones del arzobispado de Sevilla, Sevilla, Librería Española y Extrangera, t. II, p. 59.
80 Antón Portillo, J. y Jácome González, J. (2001): “Apuntes histórico-artísticos de Jerez de la Frontera en los siglos XVI-XVIII (2ª serie)”,
Revista de Historia de Jerez, nº 7, Jerez de la Frontera, pp. 117-118.
81 Repetto Betes, J. L. (1985): Historia del Cabildo Colegial, cit., pp. 519-521.
La capilla mayor también fue lugar privilegiado de enterramiento de la nobleza jerezana desde an-
tiguo, pues consta que bajo el púlpito del lado del evangelio estaba sepultado el héroe de la Reconquista
Fortún de Torres y, junto a las gradas, Diego Martínez Dávila en 1464, y Alfonso de Villavicencio dos
años más tarde.82 Sin embargo, la familia que verdaderamente tomó la capilla mayor colegial como la de
su propio enterramiento fue la de los Cabeza de Vaca.83 Allí, en diferentes ubicaciones fueron sepultados
numerosos miembros de esta noble familia, que llegó a contar con sepulturas en el presbiterio, bajo las
sillas del lado de la epístola, donde estaba enterrado un obispo de la familia, así como bajo las gradas, don-
de recibían enterramiento los segundones de la casa.84 Pero el enterramiento principal parece que estaba
situado en el tránsito del altar mayor al púlpito del lado del evangelio, que fue ampliado por Álvaro Núñez
Cabeza de Vaca con tres cuartas en dirección hacia la sacristía, haciéndole puerta y losa con las armas de
los Cabeza de Vaca.85
visitaban el templo, se accedía por dos escalerillas laterales hechas de fábrica y decoradas con azulejos.90 A
sus espaldas se situaba el altar y enterramiento del canónigo Maldonado, que estaba dedicado a la Virgen,
bajo las sucesivas advocaciones de los Remedios y de los Reyes.91
Elemento siempre necesario para el acompañamiento musical del Oficio era el órgano, que estaba
sobre una tribuna que hasta el momento no hemos podido concretar si daba al lado de la epístola o al del
evangelio.92 Debido a su uso continuado era elemento que con cierta frecuencia requería reparaciones,
ajustes y afinaciones, y en ocasiones la completa sustitución por un instrumento nuevo, como aconteció en
1658 cuando el organero Joanes van den Pannieyse recibió el encargo del Cabildo para hacer un órgano
nuevo, en el que otra vez se le documenta interviniendo dos años más tarde.93
El coro y sus inmediaciones fueron también lugar de enterramiento preferido de destacadas familias
jerezanas desde la Edad Media. Así, constan los casos de Juan Camero y Francisca Román, citados con
sepultura en el coro en la tabla de aniversarios de la colegiata, que data de hacia 1495.94 Destaca la tumba
del señor de Mazuelo, el héroe del alcázar Garci Gómez Carrillo, situada justo a su salida del coro, que fue
renovada en 1662.95 Sin embargo, además de éste y otros enterramientos de nobles y caballeros jerezanos,
el coro destacó, como suele ser frecuente en catedrales y colegiatas, por ser el lugar de sepultura de los
propios capitulares, cuya cripta tenía entrada tras el facistol.96
4.3. EL SAGRARIO
Cabe pensar que el primitivo sagrario del templo hubiese sido una suerte de gran armario empotrado
en la propia cabecera del edificio, hacia el lado del evangelio, como aún se localiza tras los retablos de
la mayor parte de templos medievales de Jerez y también del arzobispado hispalense. Esta gran alhacena
servía para la custodia no sólo del Santísimo Sacramento, sino también de los santos óleos, del crisma, de
las reliquias con que contase la iglesia y de los libros litúrgicos. Sin embargo, distintos factores provocaron
la caída en desuso de esta tipología de sagrarios, lo que debemos suponer que también sucedió en la vieja
colegiata jerezana a finales de la Edad Media.97
Al respecto, conviene recordar que la colegiata gozaba al mismo tiempo del estatus de parroquia, lo
que la convertía en el centro principal de atención espiritual para las almas de la collación de San Salvador.
Por ello, para no alterar el oficio coral ni las funciones litúrgicas propias de su rango eclesial cuasicatedra-
licio, debió dedicar la nave del evangelio para la asistencia religiosa de los fieles, esto es, oír confesiones,
distribuir la comunión y administrar otros sacramentos, quedando la cabecera de la misma como sagrario
y comulgatorio.98
Las primeras noticias sobre una capilla del sagrario datan de 1427, cuando Bartolomé Martínez
Dávila mandó que cada sábado primero de mes se diese un responso por su alma en la tumba que tenía en
dicho sagrario al pie del altar de San Sebastián.99 Desde entonces, la familia Dávila quedó estrechamente
ligada al patronazgo de esta capilla, que sirvió de enterramiento a un buen número de sus miembros.100
Veinte años más tarde, en 1447, Diego Suárez dejó en su testamento la considerable cifra de treinta mil
maravedís “para que se faga vn sagrario en la dicha yglesia, que sea bien honrado para que esté el Cuerpo
de Nuestro Señor Jesus Christo”, lo que debió de provocar la completa remodelación de la cabecera de la
nave del evangelio, que de este modo hubo de quedar a mediados del siglo XV rematada por una nueva ca-
becera con contrafuertes, notable en cuanto a dimensión y desarrollo arquitectónico, si atendemos a cuanto
se aprecia en la vista de Jerez de Antón van der Wyngaerde, con la que en principio podría identificarse.101
Como es lógico, el mobiliario litúrgico de la capilla debió de sufrir cambios a lo largo de su historia.
De los tres altares con que contaba, el principal, el del Sagrario propiamente dicho, sabemos que fue objeto
de arreglos en 1614, año en el que el escultor Alonso de Albarrán contrató también cuatro ángeles para la
capilla.102 Este retablo era de dos cuerpos y tres calles separadas por columnas sobre plintos. El taberná-
culo quedaba protegido por una cortina de damasco carmesí con cenefa de tisú de oro, mientras que en el
primer cuerpo se representaba la Transfiguración “con muchos santos en la orla”. Sobre ésta se encontraba
un relieve de la Santa Cena, y en el ático el padre Eterno.103
Como quedó dicho, los Dávila contaban desde antiguo con el altar de San Sebastián. En 1592, sin
embargo, el veinticuatro Martín Dávila sometió este espacio familiar a una profunda reforma en la que esta
histórica iconografía se mantuvo, pero desplazada a una hornacina lateral del nuevo retablo que mandó
levantar.104 Al otro lado se situó san Juan Bautista y ambos flanqueaban una imagen de la Virgen con el
Niño sosteniendo el Orbe, advocada de la Paz, que desde entonces lo habría de presidir.105 Completaban
el programa iconográfico, las figuras del Ángel Gabriel y la Virgen María situadas a ambos lados, confor-
98 Así se lo recordaban en el siglo XVII los canónigos sevillanos al arzobispo don Jaime de Palafox y Cardona, a raíz de que éste quisiera intro-
ducir el rezo diario del Santo Rosario en la Catedral. Los canónigos señalarán que “dispone el Ceremonial y Ritual Romano, que en las Iglesias
Catedrales aya un Sagrario à parte, donde se pueda asistir à los Fieles en los Ministerios de Confesiones, Comuniones y administración de Sacra-
mentos, para que ni se omitan estas funciones, ni se turben, o inquieten el orden de los Oficios Divinos; que aun por Ministerios tan necesarios,
y tan importantes al Pueblo Cristiano, no se deben interrumpir o embarazar. Y así vemos se practica en todas las Iglesia Catedrales”. Pomar, P. J.
(2003): “La Catedral de Jerez de la Frontera. Emulación cultual y configuración espacial”, en G. Ramallo Asensio (Coord.), El comportamiento de
las catedrales españolas del barroco a los historicismos, Murcia, Universidad, p. 80.
99 Mesa Ginete, F. de (1888): Historia Sagrada y Política, cit., II Parte, p. 98.
100 Para una visión de conjunto de los miembros de la familia Dávila de los cuales consta su enterramiento en el sagrario de la colegiata, vid.
Sánchez Saus, R. (1996): Linajes medievales de Jerez de la Frontera, Sevilla, Guadalquivir, pp. 61, 64-65, 70-73.
101 Además de por el abultado montante de la manda, despeja cualquier duda de que la palabra Sagrario hace relación a una capilla y no a un
simple tabernáculo, el hecho de que en el mismo documento se especifique que el dinero se entregue al mayordomo de “para que faga fasser e
edificar el dicho Sagrario”. AHDJF, Fondo Colegial, sec. II, caja 15, doc. 843.
102 Antón Portillo, J. y Jácome González, J. (2001): “Apuntes histórico-artísticos”, cit., pp. 119.
103 Repetto Betes, J. L. (1985): Historia del Cabildo Colegial, cit., pp. 514-515.
104 Antón Portillo, J. y Jácome González, J. (2003): “Aproximación a la vida y obra del entallador y escultor flamenco Hernando Lamberto en
Jerez de la Frontera”, Revista de Historia de Jerez, nº 9, Jerez de la Frontera, p. 63.
105 Ibídem y Repetto Betes, J. L. (1985): Historia del Cabildo Colegial, cit., pp. 514-515.
mando el misterio de la Encarnación.106 Este retablo, que ostentaba las armas de los Dávila, patronos del
mismo, y que tendría cinco varas y media de altura por tres y media de anchura (alrededor de cuatro metros
y medio por unos tres metros), fue realizado por el entallador flamenco Hernando Lamberto y estofado y
dorado por Jerónimo Rendón.107
Posterior a éste en cuanto a cronología, sería el altar frontero, patronato de los Torres Gaitán, que
ostentaba su blasón en las cornisas. Finiquitado por el pintor y dorador local Hernán Pérez Maldonado en
1613, contaba con relieves de la Adoración de los Magos, flanqueado por san Francisco y san Blas y rema-
tado todo por el Salvador con la Cruz.108
Contamos, además con otros datos inconexos que hacen referencia a esta capilla. Así, sabemos que
allí hubo enterramiento de los Cabeza de Vaca, quienes disponían de sus tumbas principales en la capilla
mayor, y también fue allí sepultada Isabel Ponce de León.109 Custodiábase en una caja que se guardaba en
esta capilla el pendón de la ciudad, según relata el padre Rallón.110
4.4. EL BAPTISTERIO
Como ya se apuntó anteriormente, la colegiata llevaba aparejada la condición parroquial desde sus
orígenes, teniendo su Cabildo Colegial encomendada corporativamente la cura de almas de la collación.
Esto la obligaba a contar con un baptisterio con su pila para la administración del bautismo a sus parroquia-
nos. Cabe pensar que esta capilla bautismal fuese en principio poco más que un acotamiento a los pies de
la mezquita cristianizada y orientada, seguramente junto al antiguo muro de la alquibla. Lugar análogo a
donde la encontramos en el nuevo templo en que aquella quedó convertida con el paso de los siglos, dado
que el canónigo Mesa Ginete, en virtud de unos planos de la colegiata que alcanzó a ver, nos informa de su
situación a los pies del templo y, como es frecuente, en la primera capilla de la nave de la epístola.111 Poco
sabemos de su estructura y forma constructiva, mas cabe pensar en una sencilla capilla cuadrangular con
cubierta abovedada, que acaso pudo ser renovada en 1488 con ocasión de su venta por parte de la fábrica
para enterramiento de Juan Sánchez de Cádiz y Ruiz Sánchez de Cádiz, alcaide de Rota.112 A pesar de su
enajenación, la capilla continuó lógicamente desempeñando su función de baptisterio, uso que quedó ga-
rantizado en el acuerdo, mediante la obligación suscrita por parte de los Sánchez de Cádiz de mantener la
pila y echarle reja a la capilla.113
106 Repetto Betes, J. L. (1985): Historia del Cabildo Colegial, cit., pp. 514-515.
107 Antón Portillo, J. y Jácome González, J. (2003): “Aproximación a la vida y obra”, cit., p. 63; Antón Portillo, J. y Jácome González, J. (2001):
“Apuntes histórico-artísticos”, cit., p. 119. De este retablo se conservan aún las imágenes de san Sebastián y san Juan Bautista en la actual catedral
jerezana.
108 Antón Portillo, J. y Jácome González, J. (2001): “Apuntes histórico-artísticos”, cit., p. 119; Repetto Betes, J. L. (1985): Historia del Cabildo
Colegial, cit., pp. 514-515. Sobre el pintor y dorador jerezano Hernán Pérez Maldonado, consta su vinculación a los trabajos del nuevo retablo del
santuario de la Virgen de la Caridad de Sanlúcar de Barrameda, en 1612, así como que fue autor en torno a 1616 del altar dedicado a la Inmaculada
que existió en el Cabildo de la ciudad. Cruz Isidoro, F. (2004): “Alonso de Vandelvira (1544ca.–1626/27). Tracista de retablos”, Trocadero, nº 16,
Cádiz, p. 307; Sancho de Sopranis, H. (1960): La capilla capitular de la Concepción de la Iglesia del Convento de San Francisco el Real de Jerez
de la Frontera, 1539-1777, Jerez de la Frontera, CEHJ, pp. 57-58 y 78. Gutiérrez, B. (1757): Historia del estado presente, cit., Tomo II, p. 25.
109 Mesa Ginete, F. de (1888): Historia Sagrada y Política, cit., II Parte, p. 93; AHDJF, Fondo Colegial, sec. II caja 21, doc. 49.
110 Rallón, E. (1998): Historia de la ciudad de Xerez de la Frontera, cit., vol. II, p. 60.
111 Mesa Ginete, F. de (1888): Historia Sagrada y Política, cit., II Parte, p. 107.
112 Ibídem.
113 Ibídem.
Esa pila que debía mantenerse es muy probable que fuese de terracota vidriada, y realizada por al-
gún taller trianero, como fueron las más del arzobispado hispalense hasta que a partir del siglo XVI fueron
siendo sustituidas por otras de mármol en consideración de la mayor dignidad de la piedra frente a la tierra
para contener el agua bautismal.114 Esta sustitución tuvo lugar en la colegiata jerezana en 1548, cuando
el canónigo Fernando Flores donó la plateresca de mármol que todavía se conserva en el nuevo templo
barroco.115 Un testimonio de 1673 nos informa de que la pila contaba con una “tapa aforrada con badana
colorada, con dos llaves”.116 El mismo documento señala la existencia en la capilla de una taquilla grande
“donde están las crismeras y libros de baptismo y casamientos”, que debió ser renovada según mandato del
arzobispo Palafox en noviembre de 1691.117
CONCLUSIONES
Queda pendiente la historia constructiva y artística del edificio durante los siglos XVI y XVII, así como la
descripción del resto de estancias y lugares del complejo, aspectos ambos en los que nos encontramos al
presente trabajando y ordenando las noticias dispersas con que contamos. Sin embargo, con lo visto pode-
mos actualmente deducir que, si bien a finales del XVII el resto de parroquias jerezanas no conservarían ya
vestigio arquitectónico alguno de la mezquita sobre la que se fundaron, no sucedería así con la colegiata,
que sí debió de mantener hasta su ruina y derribo algunos restos de la aljama.118 La mayor entidad arqui-
tectónica de ésta frente a las más modestas mezquitas del resto de la medina, así como el fracaso de los
distintos empeños de construcción de un nuevo templo levantado a fundamentis, propiciarían esta singular
paradoja. Aún así, la apariencia general de la colegiata a finales del XVII distaría mucho de la mezquita
que fue. Reducidas sus naves a tres, elevada la central y rematada ésta mediante una cabecera abovedada,
gótica y de piedra, acaso pudo mantener escasos restos de arquitectura islámica en esas naves laterales, que
la documentación describe como bajas, oscuras y con muros de tapial, distando la resultante de la imagen
de mezquita cristianizada ideal que, mutatis mutandi, pudiera inspirarnos la Catedral de Córdoba.119 Más
114 Gestoso y Pérez, J. (1904). Historia de los barros vidriados sevillanos desde sus orígenes hasta nuestros días, Sevilla, Tipografía La Anda-
lucía Moderna, p. 143.
115 Repetto Betes, J. L. (1978): La obra del templo de la Colegial, cit., pp. 51, nota 3 y 156. En esta obra José Luis Repetto menciona la fecha de
1554. En otra (Repetto Betes, J. L. (1981): El Beato Juan Grande, cit., p. 16) da la de 1558. Sin embargo, la inscripción de la pila, que lleva su es-
cudo, es clara al respecto: HAVRIETIS AQVAS INGAVDIU DEFONTIBVS SALVATORIS FER. FLORES. PROTONOTARVS APPOSTOLICVS ET CANONICVS D.D.D. AN MDXLVIII.
116 Inserta la descripción en una relación de visita pastoral; entendemos que trataba de confirmar el cumplimiento del mandato del Sínodo de don
Fernando Niño, de 1604, en cuyas constituciones se señala que “las pilas del baptismo estén cerradas y con buena guarda, y los curas tengan las
llaves dellas; y el que no la tuviere cerrada, pague un ducado de pena para la fábrica”. Se trataba de garantizar el uso correcto y ordenado del agua
bautismal, de modo que no tuviesen lugar bautizos clandestinos, que, amén de eventualmente ilícitos, podrían redundar en una merma de ingresos
por aranceles para la propia fábrica. Vid. Apéndice documental, doc. n. 1. Niño de Guevara, F. (1864): Constituciones, cit., t. II, p. 58.
117 Repetto Betes, J. L. (1985): Historia del Cabildo Colegial, cit., pp. 519-521.
118 Vid. lo ya mencionado en la nota 58, así como la sospechosa poca altura de sus naves laterales, ya que sabemos que la de la epístola contaba
con sólo siete varas de altura, esto es, algo menos de seis metros, según se desprende del informe sobre el estado de la vieja colegiata y el avance
de las obras de la nueva, que redactó Diego Moreno Meléndez en 1699. Repetto Betes, J. L. (1978): La obra del templo de la Colegial, cit., p. 274.
119 El profesor Carrero Santamaría ha advertido oportunamente contra esta idealización que tiende a “encontrar otra aljama cordobesa bajo
cualquiera de las catedrales góticas y renacentistas que sustituyeron a una mezquita. Los estudios más recientes han puesto de manifiesto cómo
fuera de Córdoba y Sevilla, las restantes mezquitas fueron de dimensiones mucho más modestas de lo que pudiéramos sospechar y cómo nuestro
imaginario puede jugarnos una mala pasada”. Carrero Santamaría, E. (2011): “Entre almuédanos y campanas”, cit., p. 187.
bien se trataría de todo lo contrario, una iglesia cristiana claramente reconocible como tal, pero armada
constructivamente como un verdadero palimpsesto arquitectónico y estilístico, fruto elocuente del conti-
nuo reaprovechamiento de estructuras precedentes en los diversos planes de reconstrucción y reparo que
emprendió la fábrica desde la Edad Media. Así parece desprenderse del preciso y estudiado testimonio del
jerónimo fray Esteban Rallón que, habiendo conocido la colegiata a mediados del siglo XVII, afirmó al
describirla que “se ha conservado en ella la fábrica antigua de los moros de quien fue mezquita”.120
APÉNDICE DOCUMENTAL
1
1673, febrero, 4. Sevilla
Resulta de visita a la colegiata de Jerez de la Frontera que hizo el licenciado don Gonzalo de Mier
y Barreda, visitador general de este arzobispado.
A.- Archivo General del Arzobispado de Sevilla, Sección II, Visitas, legajo 1443, s.f.
[…] Intitúlase esta iglesia Nuestro Señor San Salvador, es fundación del rey don Alfonso el onceno,
con las armas reales. Y en lo material es de tres naves, y la capilla mayor de bóveda y lo demás con ma-
derado con seis capillas de particulares y diferentes altares. Y el coro está entre cuatro pilares que son que
sustentan la iglesia, y viene al altar cerrado con reja de hierro al cuerpo del altar mayor. Con dos andanas
de sillas de cada parte bajas y altas, y en el testero hay una silla sola en alto bien labrada con una mitra,
y de cada lado hay una escalera de azulejos para subir. No se ocupa por estar reservada para dignidad
arzobispal. Del coro para el altar mayor hay una crujía de hierro. El retablo es de pintura antigua, con la
advocación de la iglesia. Y para subir al altar mayor hay catorce gradas. Tiene su órgano en una tribuna, y
dos púlpitos de piedra donde se cantan las epístolas y evangelios. Sacristía alta y baja y encima está la sala
donde hacen cabildo.
También tiene capilla donde está la pila baptismal, que es de mármol con su sumidero y tapa aforrada
con badana colorada, con dos llaves. Y en dicha capilla está una taquilla grande donde están las crismeras y
libros de baptismos y casamientos, que unos y otros se visitaron para ver si estaban conformes, y lo están.
Tiene tres puertas principales la iglesia, con un patio grande cercado de cadenas y tapias a modo de lonja. Y
en dicho sitio, una torre nueva de cantería y muy alta, con cuatro campanas de golpe y una esquila de vuelta y
reloj que está en una torre pequeña. [...] Y también tiene a la entrada de esta puerta un patio con unos naranjos.
Y todo material de esta Iglesia es muy corto y necesita de reparos todos los años. También tiene su Osario.
Y un cuarto para tener estudio de gramática. […] Hay archivo donde los curas tienen sus libros de baptismo,
desposorio y velaciones. Y en la sacristía estaba uno, donde el mayordomo guardaba los papeles de la fábrica,
muy pequeño. Queda ordenado se reforme y que se use más, y que tenga las dos llaves que a de tener y lo
demás necesario. […] Conservase en esta iglesia el pendón con que se ganó esta ciudad el día de san Dionisio
en cuyo día se saca en procesión. […] Ambos sagrarios de esta iglesia tienen lámparas de plata que arden
120 Rallón, E. (1660 ca.): Historia de la ciudad de Xerez de la Frontera, cit., vol. IV, 2003, pp. 12 y 130.
continuamente. Y de todas las alhajas de plata ornatos y de todo lo que tiene la fábrica se hizo inventario, que
havía muchos años no se havía tomado razón ni cuenta de ellos, y se hizo entrega.
2
1693. Jerez
Extracto del Protocolo de la hacienda de la fábrica de la Real e Insigne Iglesia Colegial de Nuestro
Señor San Salvador de Jerez de la Frontera.
A.- Archivo Histórico de la Provincia Bética de la Orden de los Franciscanos Menores, Libro 175.
n. 89. Parece tiene la fábrica de la Iglesia para más bienes suios una bodega debaxo de la cátedra que
solia tener esta iglesia y servia de leerse en ella antes que está a la baxada de las escaleretas de la puerta
desta iglesia inmediata al altar de las benditas Ánimas del purgatorio y la puerta de ella sale al simenterio
donde esta una cruz la qual solia arrendar la fábrica de esta iglesia.
n. 90. Parece tenía esta fábrica por mas bienes una sala grande que sirvió de cátedra donde se leía
antes que eran los altos de la bodega referida en el n. 89 antecedente del protocolo que la puerta de ella
entraba encima de las gradas de la escalereta que baxa al Arroyo la qual se solía arrendar por esta Fábrica,
y se advierte en el protocolo antiguo había muchos años que no se arrendaba y el presente mayordomo
declaró servía esta pieza de guardar el monumento que tiene esta iglesia, por cuya razón no rentaba cosa
alguna y así no hay cargo.
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