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FRIEDRICH NIETZSCHE.

“¡Yo os conjuro, hermanos míos, permaneced fieles a la tierra y no creáis a


quienes os hablen de esperanzas sobreterrenales!”

Así hablo Zaratustra, Nietzsche.

1. INTRODUCCIÓN. NIETZSCHE, EL FILÓSOFO INTEMPESTIVO.


2. EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO Y/O REALIDAD.
2.1. LA CRÍTICA A LA METAFÍSICA Y AL CONOCIMIENTO.
2.1.1. CRÍTICA A LA METAFÍSICA. LA TRAICIÓN
DE SÓCRATES.
2.1.2. LA CRÍTICA AL CONOCIMIENTO. LA
INTUICIÓN SENTIMENTAL.
3. EL PROBLEMA DE LA ÉTICA Y/O MORAL. LA TRANSMUTACIÓN
DE LOS VALORES.
4. “DIOS HA MUERTO”. EL PROBLEMA DE DIOS.
5. EL PROBLEMA DEL HOMBRE. LA NUEVA CIVILIZACIÓN: SÍ A LA
VIDA. EL SUPERHOMBRE.
5.1. LA MUERTE DE DIOS, EL NIHILISMO ACTIVO Y LA
VOLUNTAD DE PODER.
5.2. LA TRANSMUTACIÓN DE VALORES: EL SUPERHOMBRE.
5.3. EL ETERNO RETORNO.

1. INTRODUCCIÓN. NIETZSCHE, EL FILÓSOFO INTEMPESTIVO.


Filósofo atormentado, reflexivo y crítico con su legado cultural y su presente.
Nietzsche se atrevió, a golpe de martillo, a poner en jaque los cimientos en los que se
sustenta nuestra cultura occidental. Una cultura que nace de un odio, un resentimiento a
la vida. Todas las cosmovisiones, la religión, la moral, la metafísica, la epistemología…
fueron sometidas a la crítica nietzscheana. Toma el relevo de Marx y se constituye en
otro filósofo de la sospecha, por su intento constante de desenmascarar lo que se
esconde detrás de los grandes conceptos y teorías que explican el mundo. En este caso,
para Nietzsche se esconden instintos vitales.
Nietzsche fue exponente del vitalismo, un movimiento filosófico que reacciona
al racionalismo, que deposita una confianza ciega en la razón, y al positivismo
científico, para el que la ciencia es el único saber válido para dar cuenta de la realidad.
El vitalismo es una corriente filosófica que se opone una explicación mecánica de la
vida y que defiende que existe un principio o fuerza vital, de carácter finalista, que es
capaz de explicarla. La realidad, que es la vida, no puede explicarse por algo ajeno a
ella misma, sino desde ella misma con todo lo que la caracteriza (creación y
destrucción, alegría y tristeza…).
Su filosofía se aleja de toda sistematicidad, utilizando un lenguaje fluido y
repleto de metáforas y aforismos.
Podemos detectar tres períodos que caracterizan su pensamiento:

1. El primer período está marcado por la crítica a la racionalidad socrática,


desarrollada por el platonismo y por la tradición judeo-cristiana. Su objetivo es
destruir el edificio de la metafísica, la religión y la moral basadas en la inversión
de los valores. Destacan dos subetapas:
a. En la primera se da una interpretación crítica de la cultura muy
influenciada por Schopenhauer y Wagner. Examina el origen de la
tragedia y los aspectos que han dado lugar al nacimiento de la cultura
occidental.
b. La segunda se caracteriza por su interés científico, estudiando las
ciencias positivas y desarrollando análisis psicológicos. Combate, al
mismo tiempo, el cientifismo (postura que considera que el conocimiento
científico es el únicamente válido para explicar la realidad).
2. El segundo período está marcado por su obra más importante Así habló
Zaratustra, en la que reemprende la crítica de la metafísica, la moral y la cultura
de Occidente y formula sus grandes tesis: el nihilismo, la transmutación de los
valores, la doctrina de la voluntad de poder, del eterno retorno y la del
superhombre. Elabora una visión que permite superar el espíritu de venganza o
de resentimiento contra la vida que ha engendrado la metafísica y la religión.
3. El tercer período corresponde con la etapa posterior a Zaratustra, en la que
prosigue las mismas líneas pero con carácter más amargo en la crítica de la
moral y apelando a la necesidad de la transvaloración de todos los valores.

2. EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO Y/O REALIDAD.

Nietzsche dice de sí mismo que es dinamita, o que hace filosofía con el martillo,
pues ataca los cimientos mismos la cultura occidental en todas sus dimensiones.
2.1. LA CRÍTICA A LA METAFÍSICA Y AL CONOCIMIENTO.

LO APOLÍNEO Y LO DIONISIACO. LA MUERTE DE LA TRAGEDIA Y LA


DECADENCIA DE OCCIDENTE.

Nietzsche quedó fascinado por la filosofía de Schopenhauer, principalmente en


lo que se refiere a su mayor obra: El mundo como voluntad y representación. Arthur
Schopenhauer ha pasado a la historia de la filosofía como un autor pesimista que
entendía que la vida no era más que un péndulo entre el dolor y el aburrimiento. Al
igual que Schopenhauer, Nietzsche considera que la vida es algo terrible, inexplicable y
peligroso. Sin embargo, no adopta una posición pesimista, ya que, al igual que los
griegos, va a comprender y admitir el carácter trágico de la vida, aceptando tanto sus
componentes positivos como negativos o trágicos.

Para Nietzsche, ni la razón (racionalismo) ni


la ciencia (positivismo científico) logran explicar la
vida adecuadamente. El encargado de semejante tarea
es el arte, pues la ensalza. Así es como lo entendieron
los griegos quienes a través de la tragedia supieron
expresar los dos elementos que integran la vida: lo
dionisíaco y lo apolíneo. Lo dionisíaco (dios griego
Dionisio) simboliza las fuerzas, las tendencias e
inclinaciones instintivas, lo que no tiene medida ni
límites, lo orgiástico y lo irracional. Lo apolíneo (dios
griego Apolo) representa la belleza, el orden, la
medida y lo racional. Ambos elementos se oponen y se
encuentran en lucha, pero se necesitan mutualmente.
Así, la cultura auténtica es esa unidad de fuerzas de
la vida.

2.1.1. CRÍTICA A LA METAFÍSICA. LA TRAICIÓN


DE SÓCRATES.

Antes de Sócrates, la cultura griega


era una fusión de estos dos elementos (lo
apolíneo y lo dionisiaco). La vida se
presentaba como un fenómeno estético,
gratuito y hermoso. ¿Qué ocurrió? Con
Sócrates se produce la gran traición,
pues él acaba con la visión estética,
imponiendo el racionalismo. Frente al
“hombre trágico” aparece el “hombre
teórico” que subordina la vida a la razón,
abandonándose el arte y apareciendo la ciencia, cargada de optimismo y capaz de
desentrañar todos los misterios del universo. Esta inversión (poner a la vida en función
de la razón y no al revés) marca la decadencia. Con Sócrates, y luego Platón y el
cristianismo, se produce la muerte de Dionisio, imponiendo una visión apolínea (impera
lo racional, lo equilibrado, lo explicable…).
¿Qué ocurre con el lenguaje? De la misma manera, en un principio el lenguaje
tenía un carácter metafórico, pues las palabras servían para comunicar vivencias, sin
sustituirlas y sin pretender encapturarlas en conceptos unívocos (no da lugar a
ambigüedad) y cerrados. Con la llegada del concepto, palabra con la que se pretende
significar una multiplicidad de cosas, se prescinde de las diferencias entre las cosas y se
pierde su vinculación con la vivencia originaria. El nuevo lenguaje y sus conceptos
imponen una visión errónea de la realidad, al homogeneizarla (hacerla igual), reificarla
(convertirla en cosa) y substancializarla, creando un mundo permanente y estático. Las
palabras se tornan en enormes prejuicios, en metáforas cristalizadas que tomamos
como la verdad y la realidad y a través de ellas analizamos el mundo. La costumbre
ha hecho que olvidemos que eran metáforas. En definitiva, con la filosofía acaba la
vinculación que el hombre griego mantenía con la vida, imponiéndose el reinado del ser,
de lo permanente, de lo en sí, de lo universal, de la verdad, de la moral.

Es necesario tener en cuenta lo comentado hasta el momento, para entender la


crítica nietzscheana a la metafísica. Nietzsche define la metafísica como la ciencia de
los errores fundamentales del hombre. La metafísica desde Sócrates y Platón ha
considerado como auténtica realidad el ser, lo permanente, lo racional y la esencia.
Recordemos que para Platón lo real son las Ideas (objetos inteligibles, que existen de
forma trascendente y no inmanente y que son eternas e inmutables). Sin embargo, la
realidad es cambio, fluir constante… captada por los sentidos y la intuición
sentimental (luego hablaremos de ella).
Nietzsche destaca dos errores de la metafísica tradicional:
1. La minusvalorización del mundo sensible. Platón fue el primero en
establecer la división entre dos realidades contrapuestas (dualismo
ontológico): el mundo de las Ideas, auténtico mundo real y fundamento
ontológico de todo lo que existe; y el mundo sensible, apariencia, falsedad y
copia del verdadero mundo. Basta recordar el mito de la caverna platónico,
donde el filósofo-gobernador comprometido debe emprender el camino
dialéctico para aspirar al mundo de las Ideas, abandonando la caverna, el
mundo sensible, fuente de engaño.
De la misma manera, la finalidad del cristianismo es aspirar a la
salvación, a la vida eterna en el Paraíso, un mundo que no es el sensible y el
mortal. Hay un resentimiento, un odio a esta vida presente que se caracteriza
por ser “un valle de lágrimas”.
2. El empleo de conceptos o categorías necesarias y universales que ya
hemos comentado para conocer, encapturar y eliminar las diferencias de la
realidad. Hasta ese momento, la razón era la encargada de dar cuenta de la
realidad, la cual opera con estas categorías inmutables (conceptos). Estas
categorías, dice Nietzsche, son vacías, son “el último humo de la realidad
que se evapora”. La razón es un instrumento inadecuado para conocer la
vida. Sócrates fue el primero que, en contra del relativismo y escepticismo de
los sofistas, emprendió la búsqueda de definiciones universales de conceptos
morales a través de su original método basado en el diálogo. Sócrates
consideraba que en el ágora no se podría llegar a acuerdos sobre las normas
que debían regir la polis si previamente no sabemos en qué consiste la
justicia, la bondad… De la
misma manera, el individuo no puede ser justo, ni bueno… si no conoce qué
es la justicia, la bondad… (intelectualísimo moral).
La metafísica tradicional es, así, estática porque considera al ser como algo
fijo, inmutable, no se deja ver y habita en su propio mundo. ¿En qué se basa toda la
metafísica anterior a Nietzsche? En el miedo y la incapacidad de aceptar el carácter
trágico de la vida: el horror a la muerte, a la vejez, al puro devenir… Es por eso que
postulan la existencia de realidades supraterrenales y crean categorías estáticas para dar
cuenta de la realidad. Solo así pueden vivir con más seguridad y calma. Y los primero
culpables de este rechazo del valor terrenal de la vida son Sócrates y Platón. Nietzsche,
de igual forma que hará con la moral, lleva a cabo una inversión de la ontología
tradicional, al considerar la apariencia, lo sensible y lo temporal es lo verdaderamente
real. Lo eterno, intemporal, universal y necesario es ahora lo falso.

2.1.2. LA CRÍTICA AL CONOCIMIENTO. LA INTUCIÓN


SENTIMENTAL.

El aspecto más importante de la vida es el dionisíaco, lo instintivo e irracional,


ya que la vida es plurívoca, puro dinamismo, constante fluir… Por esta razón, sólo va a
poder captarse a partir de la intuición, la aprehensión inmediata de algo. Sólo un
lenguaje de índole metafórica, más connotativo que denotativo va a ser capaz de
expresar el carácter vivo y dinámico de la vida, porque los conceptos son metáforas
muertas, que el racionalismo y la filosofía han tomado como la verdad y la realidad. La
razón no puede hacerse cargo de esta tarea, ya que ésta, que opera con conceptos, se
dirige a lo permanente. Su función va a ser simplemente la de crear un lenguaje que
permita a los hombres entenderse y evitar enfrentamientos
¿Y qué tipo de intuición se va a encargar de captar la vida? No va a ser la
intuición sensible ejercitada por la ciencia, ya que sus leyes, conceptos y fórmulas
exactas y unívocas no pueden encerrar la vida. La función de la ciencia es meramente
pragmática, al construir creencias útiles para la supervivencia humana. Tampoco va a
ser la intuición intelectual que con sus ideas y conceptos universales y necesarios
intentan expresar una multiplicidad de cosas, encapsulando la realidad y eliminando la
diferencia. La intuición encargada de captar la vida es una intuición sentimental o
adivinación emotiva, ejercida a través del arte. Es por esto por lo que Nietzsche
encarna una posición vitalista que rechaza al racionalismo y al positivismo.
Por lo dicho, la verdad tan ansiada por los filósofos precedentes no existe,
debido a que los sistemas filosóficos anteriores han construido un falso mundo
suprasensible alejado de la vida donde habita la verdad en sí. Con ello, han creado una
amalgama de conceptos, de grandes prejuicios, que intentan capturar la realidad,
eliminando arbitrariamente las diferencias de las cosas a las que se refieren, creyendo
rescatar su esencia permanente y convirtiéndose así en verdades. La verdad no es más
que un conjunto de metáforas de las que el hombre hace uso para referirse a las
cosas de acuerdo con los demás hombres.
En definitiva, Nietzsche quiere evitar toda esta herencia de Occidente y provocar
con su filosofía la apertura a la multiplicidad de interpretaciones y el perspectivismo.
La vida es puro devenir, constante fluir de creación y desconstrucción, sin finalidad u
objetivo. Si esto es así, entonces solo son posibles los “puntos de vista”, la
interpretación individual y efímera, no existiendo una visión omniabarcadora y total de
lo que es la realidad (metafísica anterior). Por esta razón, el arte es la aproximación
correcta a la vida, pues es juego creador, creación gratuita, un decir sí a la vida, la
exaltación estética del
momento que hace la vida sea hermosa a pesar de las fuerzas abismales, irracionales y
ciegas que la sostienen.

3. EL PROBLEMA DE LA ÉTICA Y/O MORAL. LA TRANSMUTACIÓN


DE LOS VALORES.

La moral para Nietzsche es la continuación de la religión con otros medios y son


las leyes a las que se someten los hombres en su vivir y obrar. La moral vigente es una
moral socrática y judeo-cristiana decadente que paraliza la vida y la encorseta, que se
desarrolla a partir de un odio visceral y un resentimiento a la vida.
Nietzsche niega que objetivamente existan acciones morales y el sentido, la
validez y la universalidad de la exigencia de obrar de acuerdo con la ley. No existe el
fenómeno moral, sino una interpretación moral de los fenómenos o mejor dicho,
una falta de interpretación. En otras palabras, no hay acciones estrictamente morales o
inmorales, sino que somos los seres humanos quienes llevamos a cabo una
interpretación moral de las acciones.
Como filólogo, va a proclamar en la Genealogía de la moral una transvaloración
(inversión) de todos los valores morales a partir de su método genealógico que consiste
en ahondar en el origen, evolución y los cambios que se han producido en las palabras a
lo largo del tiempo para comprender mejor su significado y descubrir que son máscaras
que nos ocultan la realidad. Nietzsche bucea en el origen etimológico y psicológico de
conceptos morales como bueno y malo gut/schlecht. Descubre que en un principio, lo
bueno significaba lo noble, aristocrático, bello, fuerte… y lo malo lo plebeyo, vulgar,
simple… Su connotación era estética y fueron acuñados por la nobleza fuerte y
poderosa. Más tarde, surge el par “bueno-malvado” gut/böse, donde bueno pasa a ser lo
débil, lo pobre, lo humilde… y lo malvado la fuerza, el poder, el éxito… Fueron los
hombres débiles que, al no tener energía y fuerza para asumir los valores morales de los
fuertes y no poder enfrentarse a ellos, utilizaron la astucia y el resentimiento para
cumplir su venganza e imponerse. Es la envidia, el odio y el resentimiento que está
detrás de la religión judeo-cristiana lo que posibilita este cambio.
Es así como Nietzsche distingue dos clases de moral: la moral de los señores y
la moral de los esclavos. La primera opera con la contraposición de bueno–malo. Bueno
es todo lo que eleva al individuo, lo que le lleva a lo auténtico de su vida, lo que da
nobleza a la existencia. La segunda es la moral del rebaño impregnada del comentado
instinto de venganza que los débiles instauraron y que hacen corresponder lo bueno con
lo débil: la compasión, la pobreza, la humildad… Por lo tanto, Nietzsche muestra como
la moral surge de la inmoralidad: de la voluntad de poder (más adelante definiremos
este término), de la venganza y el resentimiento. Al creer en la moral aniquilamos la
vida y los instintos vitales de los seres humanos. Por ello, Nietzsche hace hincapié en la
creación de nuevos valores, en la subversión, en la transmutación de los valores
existentes, para realzar la moral de los señores. Esta transmutación de los valores
implica valorar, no desde el resentimiento de la vida, sino desde la voluntad de poder.
Ansía llegar al día en el que el hombre esté “más allá del bien y del mal”, más allá de
las categorías morales que los débiles han implantado fruto de la venganza. Ese día el
hombre se tornará en superhombre (Übermensch).

4. “DIOS HA MUERTO”. EL PROBLEMA DE DIOS.


Nietzsche es famoso por su gran sentencia: “Dios ha muerto”. ¿Qué quiere decir
esta afirmación después de todo lo explicado? Nietzsche contribuyó a consolidar las
bases de un humanismo sin necesidad de referirse a Dios, fundamento de la realidad y
de la
vida. Dios y lo sagrado son entes ficticios, inútiles e irreales que no responden a la
exigencia intelectual, ni emotiva o volitiva de un hombre en plena posesión de sí mismo
(un hombre cuerdo). Es el hombre débil y enfermo el que busca refugio en la religión,
en una moral de la muerte que niega los valores de la vida en pro de otros como la
resignación, la pobreza, la humildad…
La religión es la esencia del hombre proyectada en un ser superior al que llaman
Dios, fin último de la vida de los hombres, vida que ha de basarse ascetismo, el dolor y
la abnegación. Dios no es solo el Dios cristiano, sino también ese mundo
supraterrenal creado por Platón y continuado por el cristianismo en el que habita
la verdadera realidad de las cosas. Representa todos esos valores caducos enemigos
de la vida que sustentan nuestra cultura occidental. Es, además, la esperanza y la
recompensa que recibirán aquellos que viven las miserias de esta vida y la culpa de sus
pecados. Luego, la existencia de Dios viene dada por la existencia de hombres débiles y
enfermos. Al mismo tiempo, como hemos afirmado, la religión no es más que una
maniobra de los débiles para descalificar a los fuertes y vengarse de ellos por odio.
La muerte de Dios también se refiere a que el hombre ha dejado de creer en él y
todo lo que representa, a que él es el responsable de su muerte. Dios ya ha dejado de ser
la brújula que guía al hombre y da sentido a su vida, aunque siga acudiendo a la Iglesia.
La negación nietzscheana de Dios tiene como objetivo reconciliar al hombre
con la vida y el sentido de la tierra, rescatando la voluntad de poder. Nietzsche rechaza
una trascendencia que desvaloriza lo mundano y finito para liberar los mejores y más
sanos impulsos irracionales del hombre. Dios es un peligro, pues convierte a los seres
humanos en seres sumisos, impidiendo brotar la voluntad de poder y al superhombre.
Sólo debe ser reconocido como existente aquello que el hombre puede llegar a ser o
crear, por tanto, el hombre o puede ser Dios o no hay dioses.
Sin embargo, si todos los valores de la cultura occidental que daban sentido al
hombre han caído, entonces el hombre se encuentra ante un gran vacío, ante la nada y
parece que no le queda más remedio que abrazar el nihilismo (nihil significa nada).
¿Qué hacer, pues, ante la muerte de Dios y el nihilismo?
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5. EL PROBLEMA DEL HOMBRE. LA NUEVA CIVILIZACIÓN: SÍ A LA
VIDA. EL SUPERHOMBRE.

¿Qué hacer ante la muerte de Dios? ¿Cómo superar el nihilismo que de forma
inevitable se impone ante el hombre? La crítica a golpe de martillo llevada a cabo por
Nietzsche a los valores que fundamentan la tradición occidental le llevan a una fase que
puede ser tildada de constructiva, pues es en la que desarrolla sus teorías más
importantes.

5.1. LA MUERTE DE DIOS, EL NIHILISMO ACTIVO Y LA


VOLUNTAD DE PODER.

Con la crítica a la cultura


occidental, Nietzsche sentencia la
muerte de Dios, que significa el
derrumbamiento de todos los
valores en los que la cultura
occidental se sustentaba. Implica
dar la espalda a la idea de que
existe un supuesto mundo
suprasensible que se constituye
como el verdadero mundo y como
el que dota de sentido a la
existencia. El verdadero mundo es
el mundo de la apariencia y el
devenir.

La muerte de Dios es un
acontecimiento dramático en un
doble sentido:

- Por un lado, porque ahora recae sobre el hombre la responsabilidad de crear


algo nuevo que lo sustituya, renacer como el ave fénix de sus cenizas.
- Por otro lado, el hombre puede tentarse a caer en un nihilismo negativo o
pasivo, en el desamparo, la orfandad, pues el ser que daba sentido a su vida,
la luz que guiaba su camino ya no existe.

De esta manera, el vacío que dejará Dios no debe ser ocupado por otro Dios, ni
siquiera por el superhombre, sino por una voluntad creadora. Lejos de adoptar un
nihilismo negativo o pasivo, Nietzsche aboga por un nihilismo positivo o activo
consistente en dos momentos. Un primer momento es de lucha contra el platonismo y
el cristianismo. Esto se hará disolviendo todo sistema de valores vigentes hasta el
momento que es enemigo de la vida. Un segundo momento implica crear nuevos valores
que pongan a la vida, al hombre singular, como centro. Implica liberar la voluntad de
poder y abrazar al amor fati, que significa decir sí a la vida y aceptar que ésta es un
devenir constante carente de sentido o finalidad. Aceptar todo lo irracional que
constituye la vida. En definitiva, aceptar su carácter trágico. Esta creación de nuevos
valores consiste, así, en la subversión, en la transmutación de los valores anteriores.
Lo bueno ya no es lo que el cristianismo sentenció en su intento de vengarse ante los
poderosos (la compasión, la humildad…). Lo bueno será todo aquello que fomente y
eleve la vida, todo lo que el hombre es capaz de construir alejándose de los valores
caducos enemigos de la vida. “Lo bueno” será también aquello que afirme la voluntad
de poder. Nietzsche, dado su estilo
poco sistemático y ambiguo, no define explícitamente qué entiende por voluntad de
poder. Sin embargo, puede entenderse como el deseo, el anhelo de ser más, de
superarse a sí mismo, de enseñorearse, de crear nuevos valores propios que acepten la
vida tal y como es: devenir. El hombre desde esta perspectiva, en calidad de
superhombre, se encuentra más allá del bien y del mal.

5.2. LA TRANSMUTACIÓN DE VALORES: EL SUPERHOMBRE.

Nietzsche constituye un mundo sin Dios. Contribuyó a consolidar las bases de


un humanismo ateo que se caracteriza por una actitud que piensa al hombre, la
sociedad, el mundo y la cultura sin necesidad de referirse a Dios. En esta situación, no
hay valor absoluto, porque todo lo absoluto era Dios. La necesidad de Dios denuncia la
situación de un hombre enfermo. Un “hombre sano” debe aspirar a hacerse a sí mismo,
debe aspirar al superhombre. El superhombre necesita la muerte del hombre. El
superhombre es la afirmación del inconformismo ante el hombre que existe. Este no es
una realidad, sino un paradigma de hombre, una esperanza que se empieza a realizar
con el último hombre. El último hombre es el hombre del nihilismo activo o creativo.
En Así habló Zaratustra, expone la muerte de Dios de forma literaria a través de
la alegoría del camello, el león y el niño, las transformaciones que ha de llevar a cabo el
hombre para tornarse en Superhombre:

- En un principio el hombre se convierte en camello, es un animal


acostumbrado a llevar carga y se arrodillarse. Es la imagen del hombre
religioso y kantiano que responde al “tú debes” y que lleva en sus hombros el
peso de los mandamientos de Dios o del deber y se arrodilla para adorarlo.
- El camello se transforma en león, animal que representa la fuerza, el valor y
la energía. Simboliza al nihilista negativo o pasivo que destruye todos los
valores, pero que es incapaz de crear unos nuevos.
- Finalmente, el león pasa a ser el niño, el individuo creativo por antonomasia,
que no tiene pasado que lo limite, que es ingenuo, imaginativo, espontáneo…
cualidades esenciales para dar lugar al superhombre, creador de nuevos
valores (nihilismo activo o creativo). Se caracteriza por tres cualidades:
o Mundanidad. El superhombre se define por el “sentido de la tierra”,
convencido de que no existe un mundo suprasensible. Acepta que
sólo existe una realidad: la sensible.
o Vitalidad. Destierra todas las virtudes cristianas que niegan la vida
como la resignación, o la compasión. Abraza el amor fati.
o Creador de valores. El superhombre, tras destruir los valores caducos,
construye unos nuevos, enseñoreándose, y encarnando la voluntad de
poder creativa. Se crea a sí mismo como una obra de arte. Con él,
en definitiva, se produce una transmutación de los valores.

5.3. EL ETERNO RETORNO.

Finalmente, para terminar con la concepción antropológica y también ética de


Nietzsche, debemos hacer una breve referencia a la noción de eterno retorno, que toma
de la mitología y la filosofía griega.
No es tanto una hipótesis cosmológica, sino una concepción del tiempo y de la
realidad acorde a la caída de los valores que daban sentido al mundo. Es una visión del
mundo como una danza inagotable en la que se suceden y reproducen las diferentes
formas de la voluntad de poder. Nietzsche rechaza la idea de que el mundo tiene un fin,
de que hay una meta en al que se alcanzará el equilibro, un “ser” del devenir. La vida es
retorno. No es que todo vuelva a lo mismo una y otra vez, sino que el devenir es un
vaivén perpetuo de expresiones al modo de las estaciones.

La idea del eterno retorno tiene una connotación ética. Lo plantea en su obra
La gaya ciencia:

"¿Cómo te sentirías si un día o una noche un demonio se deslizara furtivamente en la


más solitaria de tus soledades y te dijera: “Esta vida, tal como la estás viviendo ahora y tal
como la has vivido [hasta este momento], deberás vivirla otra vez y aún innumerables veces. Y
no habrá en ella nunca nada nuevo, sino que cada dolor y cada placer, cada pensamiento y
cada suspiro y todo lo indeciblemente pequeño y grande de tu vida deberá volver a ti, y todo en
el mismo orden y la misma secuencia – e incluso también esta araña y esta luz de la luna entre
los árboles, e incluso también este instante y yo mismo. ¡El eterno reloj de arena de la
existencia se invertirá siempre de nuevo y tú con él, pequeña partícula de polvo!? ".

Plantea a la voluntad de poder el reto de decir sí a un mundo sin Dios y sin


sentido, donde cada acontecimiento, cada dolor y cada placer se repitan innumerables
veces. La voluntad trágica que encarna el Superhombre es aquella que es capaz del
amor fati, de querer alegremente una vida sin finalidad y sin significado, un destino sin
redención.

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