Friedrich Nietzsche

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FRIEDRICH NIETZSCHE

EL VITALISMO

Es vitalista toda teoría filosófica para la que la vida es irreductible a cualquier categoría extraña a ella
misma. Esta doctrina tuvo éxito en la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX. Las corrientes
vitalistas se diferencian por su concepto de vida: la comprensión de la vida en el sentido biológico
subraya el papel del cuerpo, los instintos, lo irracional, la naturaleza, la fuerza y la lucha por la
subsistencia; el vitalismo de Nietzsche se incluye en este grupo. Por su parte, la vida en el sentido
biográfico e histórico entiende la vida como conjunto de experiencias humanas dadas en el tiempo, tanto
en su dimensión personal o biográfico como en su dimensión social o histórica; Ortega y Gasset es
vitalista en este sentido. El vitalismo es una doctrina contraria al racionalismo, y sus conceptos más
importantes son: temporalidad, historia, vivencia, instintos, irracionalidad, corporeidad, subjetividad,
perspectiva, valor de lo individual, cambio, enfermedad, muerte, finitud... Cabe entender la totalidad de
la filosofía de Nietzsche como el intento más radical de hacer de la vida lo Absoluto. La vida no tiene
un fundamento exterior a ella, tiene valor en sí misma; y la vida entendida fundamentalmente en su
dimensión biológica, instintiva, irracional. La vida como creación y destrucción, como ámbito de la
alegría y el dolor. Por esta razón, Nietzsche creyó posible medir el valor de la metafísica, la teoría del
conocimiento y la ética a partir de su negación o afirmación de la vida.

a) La CRÍTICA DE NIETZSCHE A LA CULTURA OCCIDENTAL

A. I. La concepción dionisíaca y apolínea de la vida en el mundo griego antiguo

En su obra juvenil "El nacimiento de la tragedia", Nietzsche cuestionó la valoración tradicional del
mundo griego que situaba en la Grecia clásica (el siglo de Pericles) el momento de esplendor de la
cultura griega, considerando a Sócrates y Platón como los iniciadores de lo mejor de la tradición
occidental, la racionalidad. Frente a esta interpretación, Nietzsche da más importancia a la Grecia
arcaica, la del tiempo de Homero, y sitúa en el siglo V a. C. el inicio de la crisis vital del espíritu griego.
El pueblo griego antiguo supo captar las dos dimensiones fundamentales de la realidad sin ocultar
ninguna de ellas, y las expresó de forma mítica con el culto a Apolo y a Dionisos. Apolo, dios de la
juventud, la belleza y las artes, era también, según Nietzsche, el dios de la luz, la claridad y la armonía,
y representaba la individuación, el equilibrio, la medida y la forma, el mundo como una totalidad
ordenada y racional. Para la interpretación tradicional toda la cultura griega era apolínea, concibiendo al
pueblo griego como el primero en ofrecer una visión luminosa, bella y racional de la realidad. Nietzsche
consideró que esta interpretación es correcta para el mundo griego a partir de Sócrates, pero no para el
mundo griego anterior. Frente a lo apolíneo, los griegos opusieron lo dionisíaco: Dionisos, dios del vino
y las cosechas, de las fiestas presididas por el exceso, la embriaguez, la música y la pasión, y según
Nietzsche, el dios de la confusión, la deformidad, el caos, la noche, los instintos, la disolución de la
individualidad; los griegos representaban en Dionisos una dimensión fundamental de la existencia, que
expresaron en la tragedia y que fue relegada en la cultura occidental: la vida en sus aspectos oscuros,
instintivos, irracionales, biológicos. La grandeza del mundo griego arcaico estribaba en no ocultar esta
dimensión de la realidad, en armonizar ambos principios, considerando incluso que lo dionisíaco era la
auténtica verdad. Sólo con el inicio de la decadencia occidental, con Sócrates y Platón, los griegos
intentan ocultar esta faceta inventándose un mundo de legalidad y racionalidad (un mundo puramente
apolíneo, como el que fomenta el platonismo). Sócrates inaugura el desprecio al mundo de lo corporal y
la fe en la razón, identificando lo dionisíaco con el no ser, con la irrealidad. En sus obras posteriores,
Nietzsche desarrolla esta idea del inicio de la decadencia occidental en la Grecia clásica: Platón instauró
el error dogmático más duradero y peligroso: "el espíritu puro", el "bien en sí", el platonismo o creencia
en la escisión de la realidad en dos mundos ("Mundo Sensible" y "Mundo Inteligible o Racional") . Este
dogmatismo es síntoma de decadencia pues se opone a los valores del existir instintivo y biológico del
hombre. La degeneración de la cultura en virtud de la filosofía griega triunfó en la cultura occidental
con el ascenso de la moral judeocristiana y del monoteísmo, pervirtiendo desde la raíz el mundo
occidental. Así, la crítica de Nietzsche a la cultura occidental se refiere a todos los ámbitos: la filosofía
por inventar un mundo racional, la religión un mundo religioso y la moral un mundo moral; en
definitiva, la decadencia del espíritu griego antiguo supuso el triunfo de lo apolíneo sobre lo único real,
según Nietzsche, lo dionisíaco, el “espíritu de la tierra”.

A. II. Las raíces de la cultura occidental: el platonismo

II.1. Nietzsche nos ofrece la siguiente descripción de lo momentos de la historia de la decadencia


occidental:

1. Mundo griego hasta el siglo de Pericles (s. V a.C.): es la época de esplendor del mundo griego pues
no se ocultan dimensiones fundamentales y trágicas de la vida (lo irracional, la temporalidad, la
enfermedad y la muerte). Sus dos grandes construcciones espirituales, el arte trágico y la religión
politeísta, junto con la moral heroica de la excelencia y del valor, afirmaban la vida, cuya expresión
simbólica adquiría su máxima densidad en la reivindicación de lo dionisíaco.

2. Inicio de la decadencia: Eurípides, Sócrates y Platón. Con ellos comienza la cultura occidental y la
decadencia respecto del tono vital anterior; dan lugar al “platonismo”, o creencia en la existencia de un
Mundo Verdadero, Objetivo, Bueno, Eterno, Racional, Inmutable, y el desprecio de las categorías de la
vida (el cuerpo, la sexualidad, la temporalidad, el cambio, la multiplicidad e individualidad,...). Ellos
dan lugar a la Ciencia y la Metafísica y a las condiciones que permiten la aparición de la Religión y la
Moral.

3. Presencia del cristianismo: el cristianismo es “platonismo para el pueblo”, y con él las ideas
exclusivas de uno pocos, los filósofos, se extienden a todos los hombres: el dualismo ontológico y
antropológico son de dominio público; el mundo inteligible de Platón pasa a ser lo Infinito o mundo
divino, el mundo sensible el mundo terrenal, el alma se opone al cuerpo. El cristianismo influirá en la
filosofía puesto que todos los filósofos son en el fondo teólogos; con el cristianismo comienza la moral
de los esclavos.
4. Edad Moderna: comienza la crisis del “platonismo” y del cristianismo. La propia filosofía prepara la
“muerte de Dios”, el empirismo, la Ilustración y ya en el siglo XIX el materialismo cada vez más
pujante muestra el carácter ilusorio de las creencias anteriores.

5. Actualidad: la Edad Contemporánea es una época de crisis y Nietzsche encuentra en la “muerte de


Dios” el fundamento básico de esta crisis: aquello que había servido de orientación a toda la cultura
desaparece del horizonte y el hombre se encuentra desorientado. Esta crisis es necesaria para la
aparición de una nueva forma de estar en el mundo, para la aparición de un hombre nuevo (el
superhombre) y de una nueva concepción de la vida (la que identifica la voluntad de poder con la
esencia de la realidad).

II.2. Platonismo es toda teoría que escinde la realidad en dos mundos: un mundo verdadero, dado a
la razón, inmutable y objetivo, y un mundo aparente, dado a los sentidos, cambiante y subjetivo. La
filosofía y la religión son una forma de platonismo y defienden la misma concepción de la realidad,
aunque con palabras distintas. Platón articuló con precisión y radicalidad esta tesis básica del
pensamiento occidental; por lo demás, el platonismo, gracias al cristianismo, se ha instalado en la
cultura y viene a ser la actitud de todos los hombres de nuestra civilización. Para el platonismo la
realidad no cambia y lo que cambia no es real; el auténtico ser es inmutable. La filosofía nace con el
paso del mito al logos y la superación de las descripciones del mundo basadas en la imaginación y la
narración metafórica por las descripciones racionales, precisas y objetivas, que ofrecen conceptos
antitéticos (ser/apariencia, razón/sentidos, alma/cuerpo, lo permanente/el cambio, unidad/multiplicidad).
Estas creencias están ya en los presocráticos –excepto Heráclito, al que Nietzsche respeta– pero
adquieren su más radical expresión en Sócrates y en Platón. Nietzsche es el filósofo que más lejos ha
llevado la reivindicación de la vida y la corporeidad, del ámbito en donde se dan “la muerte, el cambio,
la vejez, así como la procreación y el crecimiento”, y por lo tanto la superación del platonismo.
Nietzsche explica la aparición del platonismo mostrando que dicho actitud es interesada y consecuencia
de la no aceptación de la realidad en toda su crudeza, la realidad como lugar en el que se da la vida, el
orden, pero también la muerte, el caos...; la cultura occidental se inventa un mundo (objetivado en Dios
gracias al cristianismo) para encontrar consuelo ante lo terrible del único mundo existente, el dionisíaco.
La filosofía nietzscheana es el intento más radical de la historia del pensamiento de superar el
platonismo y defender la tesis opuesta: la existencia de un mundo irracional y carente de sentido
trascendente, la vida.
A. III. Las críticas de Nietzsche a la cultura occidental

III.1. A la idea del conocimiento

Validez de los conceptos. En general, la filosofía ha creído que los conceptos pueden reflejar
correctamente la realidad y que las relaciones entre los conceptos son capaces de representar las
relaciones entre las cosas. Para ello aspiró a la definición precisa de cada término, al rigor en el uso de
las palabras y a su aplicación unívoca y no metafórica. Consideraba que entender una realidad es
subsumirla en un concepto, disponer de un concepto para comprenderla. La tradición filosófica pudo
defender este punto de vista al afirmar la existencia de dos formas de ser: la esencia o propiedades
básicas, y los rasgos accidentales que dan lugar a las diferencias entre individuos. Pero, ¿qué ocurriría si
no existiesen las esencias ni nada absolutamente idéntico entre dos objetos, y si ni siquiera un objeto
fuera idéntico a sí mismo puesto que cambia, aunque tal vez imperciblemente, a lo largo del tiempo?
Esta es precisamente la tesis de Nietzsche: en el mundo no existen esencias, no existe un rasgo (o varios
rasgos) que se encuentre en todos y cada uno de los de los individuos; ni siquiera existen los objetos,
pues la identidad que nosotros les atribuimos, su ser los mismos con el paso del tiempo es una
consecuencia de nuestro modo substancialista de representarnos la realidad. Dada esta creencia,
claramente heracliteana, no es extraña su afirmación de que el pensamiento conceptual no es un buen re -
curso para expresar la realidad. La misma palabra no puede servir para referirnos adecuadamente a dos
cosas distintas, pues si cubre bien la realidad de una de ellas no puede cubrir también la de la segunda,
ya que la primera es inevitablemente distinta de la segunda (pues no existen las esencias o realidades
universales presentes en varios objetos). La idea nietzscheana de la realidad induce a pensar que no
podemos utilizar las palabras de un modo unívoco; lo más que concede es el uso análogo o metafórico
del lenguaje: la metáfora es mejor modo de captar la realidad que el concepto preciso pues la metáfora
implica desigualdad entre los objetos, no presenta significados sino que los sugiere y nos permite la
posibilidad de completar el significado a partir de nuestra propia experiencia del mundo. En definitiva,
para Nietzsche, el arte es un medio más adecuado de expresar el mundo que la filosofía.

Objetividad de la lógica: las leyes de la razón son también leyes del mundo. Los principios básicos a
los que se somete la razón cuando se utiliza adecuadamente (la lógica), son también los principios
básicos de la realidad. Este principio es común a toda la filosofía tradicional, aunque interpretado en
términos radicales por las corrientes racionalistas y más moderados por las de orientación empirista.
Frente a este punto de vista, Nietzsche afirma el carácter irracional del mundo: la lógica, la razón son
invenciones humanas, las cosas no se someten a regularidad alguna, el mundo es la totalidad de
realidades cambiantes, esencialmente distintas unas a otras, y acogen en su interior la contradicción. La
metafísica tradicional pudo defender su punto de vista porque creyó en la existencia de un mundo
verdadero. Si negamos la existencia de dicho mundo, como propone Nietzsche, parece inevitable
declarar la irracionalidad de lo existente.

Objetividad del conocimiento: La filosofía tradicional creyó posible utilizar la razón desprendida de
cualquier elemento subjetivo que pudiera afectar a su imparcialidad, creyó en el conocimiento objetivo
del mundo, válido para todos. Nietzsche considera que esta confianza en las posibilidades de la razón
descansa en una creencia más básica, la creencia en algún tipo de realidad absoluta (el Mundo de las
Ideas de Platón o el Dios cristiano); sin embargo si esta realidad absoluta es una construcción de la
fantasía humana, dicha confianza carece de sentido. Aún podemos hablar de conocimiento, concluye
Nietzsche, pero aceptando su carácter relativo, subjetivo; todo el conocimiento humano es mera
interpretación del mundo, depende de la perspectiva vital en la que se encuentra el individuo que lo
crea. Frente a Platón, Aristóteles, Santo Tomás, Descartes y gran parte de lo mejor de la tradición
filosóficas, defiende una tesis radicalmente contraria al objetivismo y conecta con otra línea filosófica
históricamente más desacreditada: el relativismo, escepticismo y subjetivismo. Nietzsche defiende el
perspectivismo, para el que todo conocimiento se alcanza desde un punto de vista, del que es imposible
prescindir: las características del sujeto que conoce (psicológicas, sociales, físicas, la peculiaridad
personal, la misma biografía) hacen imposible superar la propia perspectiva; no podemos desprendernos
de nuestra subjetividad cuando intentamos conocer la realidad. Junto con ello, Nietzsche critica las
siguientes creencias básicas relacionadas con la práctica científica:

La existencia de leyes naturales. Las leyes que el científico cree descubrir son invenciones humanas;
no existen regularidades en el mundo, no hay leyes de la Naturaleza. Si por leyes naturales entendemos
supuestos comportamientos regulares de las cosas, Nietzsche rechazará la existencia de dichos
comportamientos regulares y necesarios, al considerar que las relaciones entre las cosas no son
necesarias, son así pero podrían perfectamente ser de otro modo. Las cosas se comportarían siguiendo
leyes o necesariamente si hubiese un ser que les obligase a ello (Dios) pero Dios no existe; las leyes y la
supuesta necesidad de las cosas son invenciones de los científicos.

La validez del ejercicio de la razón. La razón no se puede justificar a sí misma: ¿por qué creer en
ella?; la razón es una dimensión de la vida humana, aparece de forma tardía en el mundo y muy
probablemente, dice Nietzsche, desaparecerá del Universo; y nada habrá cambiado con dicha
desaparición. Junto con la razón, en el hombre encontramos otras dimensiones básicas (la imaginación,
la capacidad de apreciación estética, los sentimientos, el instinto,...) y todas ellas pueden mover nuestro
juicio, todas ellas son capaces de motivar nuestras creencias. La razón no es ni mejor que otros medios
para alcanzar un conocimiento de la realidad (en todo caso es peor puesto que el mundo no es racional).
La ciencia se equivoca al destacar exageradamente la importancia de la razón como instrumento para
comprender la realidad.

Legitimidad de las matemáticas: para la ciencia actual la matemática puede expresar con precisión el
comportamiento de las cosas, para Nietzsche, sin embargo, esta forma de entender el mundo es aún más
errónea que otras formas de cientificidad: las matemáticas puras no describen nada real, son invenciones
humanas; en el mundo no existe ninguna de las perfectas figuras a las que se refiere la geometría, ni
números, ni siquiera unidades. Cuando decimos que algo es una cosa, lo que hacemos es simplificar la
realidad que se nos ofrece a los sentidos, someterla a un concepto, esconder su pluralidad y variación
constante. Las matemáticas prescinden de la dimensión cualitativa del mundo, de su riqueza y
pluralidad.

Para Nietzsche el origen de la ciencia está en su utilidad, pues permite un mayor dominio y previsión de
la realidad, (pero la eficacia no es necesariamente un signo de verdad), y en que es consecuencia de un
sentimiento decadente, pues sirve para ocultar un aspecto de la naturaleza que sólo los espíritus fuertes
consiguen aceptar: el caos originario del mundo, la dimensión dionisíaca de la existencia; la ciencia nos
instala cómodamente en un mundo previsible, ordenado, racional.

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