entre tu y yo

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Entre tú y yo

PRISCILA SERRANO
Título: Entre tú y yo
©Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en las leyes, queda
rigurosamente prohibida, sin autorización escrita del autor, la reproducción parcial de esta obra
por cualquier medio o procedimiento, sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u
otros, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo público. La infracción
de los derechos mencionados puede ser constituida de delito contra la propiedad intelectual (Art.
270 y siguientes del código penal).
©Priscila Serrano
Segunda edición Mayo 2024
Diseño de cubierta: Priscila Serrano
©De la imagen de la cubierta: Adobe Stock.
Maquetación: Fanny Ramírez.
Los personajes, eventos y sucesos presentados en esta obra son ficticios. Cualquier semejanza
con personas vivas o desaparecidas es pura coincidencia.
“Me vi buscando tu piel sin saber que ya era la mía” Eloy y Luna.
Índice
INTRODUCCIÓN
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
EPÍLOGO
Sinopsis
Eloy y Luna, inseparables hasta el punto de encontrarse en un remolino
de emociones que no eran capaces de entender.
Sin embargo, ninguno podía sentirlo y mucho menos mostrarlo. Su
familia no lo entendería, sus amigos los tacharían de locos, ellos mismo ya
creían que lo estaban.
Pero ¿Qué pasará cuando se encuentren buscándose en la oscuridad,
cuando el roce de su piel sea el culpable de que no puedan parar?
INTRODUCCIÓN
Ser el primo de la chica que me gustaba no entraba en mis planes, como tampoco sentir como
mi corazón se desbocaba cuando la veía salir de la piscina con ese bikini que tapaba poco más
que... mejor no lo recordaba, era mejor para mí.
Y todo fue por culpa de Mikel, mi mejor amigo, en aquella fiesta, la misma fiesta que se
suponía solo sería una reunión de amigos para celebrar mi cumpleaños; ninguna chica de por
medio, según él. Todo fue al revés, lo que más había eran chicas y entre ellas, Luna, mi primita,
de tan solo dieciséis años. No es que yo fuera mucho mayor, solo nos llevábamos dos años, pero
ya era mayor de edad y eso hacía que cambiasen algunas cosas.
Cuando mis ojos se clavaron en los suyos, en ese mismo instante supe lo que sentía por ella,
era un amor de los que te quitaban hasta el aire. En algún momento de mi vida lo pensé, más no
quise hacerle caso. Aquellas señales no podían ser ciertas, nosotros no podíamos ser nada más
que lo que ya éramos, familia, primos, casi hermanos y nuestros padres jamás estarían de
acuerdo en esto. Sin embargo, era verla y que se me acelerara el corazón. Una noche, antes de
aquella fiesta, me vi caminando descalzo hasta su habitación, era de las que mi tío Hugo y mi
padre cogían para pasar tiempo juntos, la noche de futbol le habían llamado. Esa noche
decidieron que yo me podría unir a su banda de hombres, ya me creía uno de ellos, aunque no
fuese lo suficientemente mayor como para entender algunas actitudes, sobre todo de mi tío; era
un crio.
Cuando se acabó la noche, cada uno se fue a su habitación, no obstante, mi intención no fue
más que ir a la suya y verla dormid, observar lo hermosa que era. Luna, era la chica más bonita
que mis ojos habían visto jamás, su piel canela y ojos verdes hicieron que mi alma se viese
alterada y creo que, desde que tenía memoria, fue así.
Nos llevábamos muy bien, demasiado para ser solo primos, casi inseparables. Aunque ambos
tuviéramos nuestros amigos, siempre intentábamos buscar un momento para pasarlo nosotros y
juro por Dios, que no cambiaba ninguna de esas horas de mi vida, por nada en este mundo.
CAPÍTULO 1
Luna
Un año antes
Miraba por la ventana, la noche era tan bonita, era de esas noches en las que quedarte
despierta para ver las estrellas, era lo mejor. Salí al balcón con una mantita fina rodeando mis
hombros, apenas estábamos entrando en primavera, pero aun por la noche refrescaba. Me senté
en una de las sillas que mi padre había comprado para dejar mi lugar favorito perfecto; mi
habitación era la única que tenía balcón en toda la casa y al ser la estancia más pequeña de
nuestro hogar, era mía y solo mía… bueno, la compartía con Eloy, mi primo y mejor amigo, la
única persona con la que podía contar y en la que confiaba ciegamente. Tenía amigas, claro que
las tenía, pero con ellas no tenía la misma complicidad que con él. Mi mejor amiga era Eva, la
conocía desde primaria y de todas las chicas con las que hablaba, era la que mejor me caía. Sin
embargo, estaba enamorada de Eloy y eso molestaba, por estúpido que pareciera.
Eloy era mayor que yo por solo dos años, pero eso no era impedimento para llevarnos como
nos llevábamos y era eso por lo que no me gustaba que saliera con ninguna otra chica. Si eso
llegaba a pasar, ¿qué pasaría conmigo? Ya no pasaría tiempo a mi lado y eso no podía permitirlo.
Podría decirse que era una niña aun a mis quince años, pero era muy madura, ¿no? A veces lo
dudada.
Escuché unos pasos acercarse y me giré para comprobar quien era, mi padre salió al balcón
conmigo y se sentó a mi lado.
—¿Qué haces aquí tan sola, princesa? —se interesó mirando al cielo.
—Nada, solo miraba las estrellas —respondí.
—¿Sola? Qué raro, tu primo parece que vive aquí —inquirió molesto, lo que hizo que lo
mirase fijamente.
—¿Te pasa algo con Eloy?
No respondió y eso me preocupó, parecía enfadado y que yo supiera, mi primo no había
hecho ninguna de sus tantas trastadas, las mismas que nos metían en líos de vez en cuando.
—No, nada. —se levantó—. Vamos, la cena ya está lista y ya sabes cómo se pone mamá
cuando no bajas a cenar a tiempo.
Sonreí asintiendo, tenía razón. Mi madre, todo lo que tenía de buena y amorosa, lo tenía de
diabla cuando se enfadaba. Me quedé unos minutos sola, antes de bajar. Me levanté y cogí mi
móvil para enviarle un WhatsApp a Eloy.
Luna: Primito de mi alma y mi corazón
¿Qué has hecho ya?
Mi papá está cabreado contigo y no sé por qué.
Esperé su respuesta, pero al no llegar dejé el móvil en la mesilla y salí de mi habitación para
bajar al comedor a cenar. Mi abuela estaba con nosotros unos días y eso me encantaba, la
adoraba, sobre todo sus mimos. Al entrar, ya estaban todos sentados, incluso mi tío Héctor, lo
cual me extrañó.
—Hola, tío. ¿Dónde está mi tía y Eloy? —le di un beso al llegar hasta él y me senté a su lado.
—Están en la casa, yo solo había venido para arreglar unas cosas con tu padre. Ya sabes,
trabajo. —me guiñó un ojo.
—Claro y mi abuela te ha embaucado con su comida, ¿a qué sí? —soltó una carcajada
asintiendo.
—Ya sabes que su comida me encanta, pero no le digas a tu tía o me matará. —eso último me
lo dijo al oído.
—Cuidado con la pequeña Robles, se las gasta —mencionó mi padre, como siempre,
metiéndose con mi tía Judith.
—No empieces, Hugo —lo regañó mi madre.
Aun no sabía el motivo por el que no se llevaban demasiado bien, yo sabía que lo intentaban,
intentaban no pelearse cada vez que estaban juntos, pero a veces les era imposible y eran muy
cómicos, al menos las cosas que se decían. Algún día me gustaría preguntarle a mi mamá el
motivo de esas peleas entre ellos, algún día, cuando sea mayor… no creía que me lo contase
ahora.
Cenamos en familia, aunque faltaran dos personas en la mesa, siempre era así, estábamos muy
unidos. Aunque también faltaba mi tío Jesús, una de las personas más importantes de mi vida era
él. Era mi tío perfecto, el padre que habría tenido si mis padres no hubiese echo las paces a
tiempo; esa historia sí que me la contaron, como se separaron y mi madre se enteró de que estaba
embarazada de mí. Esa historia tenía sus partes dolorosas, pero también un final feliz.
Cuando acabé de cenar y ayudé a mi abuela Dora a recoger todo, dejé a mis padres en el salón
solos, les gustaba ver películas antes de ir a dormir, era el tiempo que utilizaban para estar juntos,
dado que ambos tenían demasiado trabajo. Intentaron que yo me quedara a ver películas con
ellos tiempo atrás, pero no consiguieron nada, no me gustaba el cine, yo era más de series
sangrientas, fantasía pura y dura.
Ya en mi habitación, cogí el móvil para comprobar que mi primo me hubiese respondido, pero
no fue así. Me senté pensativa, era raro que Eloy no me respondiese a los mensajes, normalmente
cuando le hablaba me respondía inmediatamente con una llamada. ¿Habría pasado algo?
De pronto unas manos taparon mis ojos e inmediatamente me tensé asustada.
—¿Quién soy? —en cuanto escuché su voz me relajé, mi primito y sus bromas.
—¡Eloy! —grité quitando sus manos de mis ojos.
Me levanté y me giré para asesinarlo con la mirada por el susto. Su sonrisa fue tan grande y
reluciente que solo con eso me quitaba cualquier estado de ánimo negativo que me provocara
antes.
—Shh —chistó cogiéndome de la mano para tirar de mí y llevarme al balcón.
Nos sentamos en las sillas, uno al lado del otro y pasó su brazo por encima de mis hombros
para abrazarme.
—¿Por qué no puedo gritar? —pregunté.
—Porque no quiero que tu padre sepa que he venido.
Su respuesta me recordó el comentario que mi padre me soltó hacía rato e inmediatamente me
levanté, cruzándome de brazos y alzando una ceja mientras le miraba a él para que me contase
todo. Estaba segura de que había hecho algo por lo que mi padre se había enfadado con él y por
eso estaba así.
—¿Qué? —arrugó la frente—. No he hecho nada, esta vez no.
—¿Entonces por qué no quieres que mi padre sepa que estás aquí?
—Por nada, solo es tarde y no quiero que te regañen. No quiero que después me echen la
culpa porque te quedes dormida por la mañana y faltes al instituto. ¿Te imaginas la cara de tu
padre? Seguro que me mataría —aseguró, más yo no le creí ni una palabra.
Aunque no le podía quitar una parte de razón, si llegaba a faltar un solo día al instituto por
culpa de que mi primo no me ha dejado dormirme temprano, nos mataba a los dos. Mi padre, en
ese sentido, era muy estricto; los estudios era algo muy importante para él y que yo sacase
buenas notas lo que más.
Volví a sentarme, soltando un suspiro que no pasó desapercibido por él, pues volvió a
abrazarme, pero esta vez más apretadamente, cosa que provocó que volviese a suspirar. Aspiré
su aroma cerrando los ojos, me encantaba su olor, me tranquilizada. Me gustaba el tacto de sus
manos, su piel era muy suave. Por unos instantes me dejé llevar por el silencio, el momento, las
estrellas alumbraban de manera mágica y me relajé tanto que me quedé dormida.
Por la mañana, el despertador sonó con tanta fuerza que por poco me caía de bruces contra el
suelo. Abrí los ojos de par en par y miré a mi alrededor, recordando como había llegado a mi
cama, pero me fue imposible pues no llegué por mi propio pie. Había sido Eloy quien me dejó en
la cama cuando se percató de que me había quedado dormida y una estúpida sonrisa seguida de
un suspiró se me escapó de entre los labios. ¿Qué me estaba pasando? Últimamente me sentía
demasiado bien a su lado, más de lo normal. Mi primo y yo estábamos muy unidos, tanto que lo
hacíamos todo juntos, pero íbamos creciendo y había cosas que teníamos que evitar y nos
costaba demasiado.
Escuché unos toques en la puerta, lo que hizo que despertara de mis pensamientos.
—Pasa —le pedí a la persona que estaba al otro lado.
Mi madre entró con una sonrisa y me dio un beso en la frente.
—Buenos días, mi amor. Pensé que tenía que despertarte, no he escuchado el despertador. —
abrí los ojos sorprendida.
—¿Cómo es posible? Ha sonado tan fuerte que por poco me deja sorda. —nos reímos por mi
comentario.
—¿En serio? Pues creo que soy yo la que se está quedando sorda —mencionó rodando los
ojos—. Venga, aséate que tu padre ya está esperándote para llevarte al instituto y ya sabes cómo
es, no le gusta ir con la hora pegada al culo.
Asentí dándome la vuelta para coger mi ropa e irme al baño para asearme y en quince
minutos, ya estaba lista, solo me faltaba el toque de mi madre, me gustaba que me hiciera la
trenza ella. Cogí el cepillo y antes de salir de mi habitación entró ella y me hizo girar.
—Ya sabía yo que venías para que te peinara.
Tenía el cabello muy largo y pesado, tenía mucha cantidad y me costaba la misma vida
peinarme yo sola. Antes de terminar, escuchamos los pasos acelerados de mi padre, sabíamos
que era él por la manera de caminar. Segundos después entraba en mi habitación y nos miraba
con una ceja alzada. Mi madre y yo cruzamos una mirada y nos reímos de él. Era un caso serio
con la puntualidad.
—Mira la hora que es, Luna. Ya sabes que no me gusta…
—Ir con la hora pegada al culo, ya lo sé papá —terminé la frase por él—. Adiós, mami. —le
di un beso y salí de mi habitación, pasando por al lado de mi padre.
—Muy graciosillas las dos —mencionó siguiéndome.
Lo vi despedirse de mi madre y nos fuimos, mi instituto estaba bastante lejos y, aunque podría
irme con Eloy en el autobús, prefería llevarme él.
—Papá, ¿por qué nunca viene Eloy con nosotros? —le pregunté dándome cuenta de ese
detalle.
Me ojeó unos segundos y lo vi apretar el volante, parecía que el tema Eloy lo sacaba de sus
casillas.
—Él prefiere ir con sus amigos en el autobús. ¿Por qué preguntas eso ahora?
—No lo sé, me ha venido a la cabeza.
Lo que quedaba de camino lo hicimos en silencio, no quise preguntarle nada más, no vaya a
ser que se enfadara conmigo por algo que no entendía.
Llegamos al instituto justo a tiempo, me despedí de él con un beso en la mejilla y justo
cuando me encaminaba a la entrada, me llamó.
—¡Luna! —me giré—. Hoy te recoge tu tía, ¿vale? A mí no me dará tiempo. —asentí y alcé
la mano para despedirme.
Seguí mi camino, buscando con la mirada a mi mejor amiga y justamente la vi pegada a mi
primo. Alcé una ceja y caminé hasta ellos para interrumpir lo que fuera que estuvieran hablando.
Me iba a convertir en la prima pesada del grupo, estaba segura de ello, pero no me importaba
si con eso conseguía que ninguna chica se le acercase a Eloy, mi Eloy.
CAPÍTULO 2
Eloy
El tiempo siguió su curso, tanto así que solo faltaba un mes para mi cumpleaños, un mes para
ser mayor de edad y poco después Luna, mi prima, cumpliría dieciséis años, aunque aparentaba
más, entre la estatura, pues era una chica bastante alta y sus rasgos, parecía tener más de
dieciocho. Era tan guapa, su tez morena y esos ojos verdes que me quitaban hasta el hipo. No
sabía cómo iba a poder olvidarme de ella y lo peor de todo es que esto que estoy sintiendo por
ella, parecía ser una estupidez de niños. Nunca me percaté de que los sentimientos cada vez se
estaban haciendo más fuertes. Sin embargo, no podía pasar nada entre nosotros, éramos primos,
familia y entre nosotros solo debía haber amistad, una que cada vez se hacía más fuerte. Nos
confiábamos todo… bueno, todo no, ella no tenía ni idea de lo que estaba sintiendo.
—Hijo, ¿no piensas ir hoy a cenar a casa de tus tíos? —preguntó mi madre que entró en mi
habitación sin tocar.
Estaba encerrado desde hacía unos días, no podía llegar a entender el motivo por el que mi tío
Hugo no me dejaba pasar tiempo con Luna. Aunque no había que ser muy inteligente para darse
cuenta de que odiaba vernos juntos, a lo mejor se había dado cuenta de que yo miraba a mi prima
diferente.
—No tengo ganas —respondí mintiendo descabelladamente.
Claro que tenía ganas de ir, me moría de ganas por estar con ella, más no podía. No iba a
aguantar mucho más las miradas acusadoras de mi tío.
Mi madre se sentó a orillas de mi cama y me miró con una ceja alzada. Yo la ignoré, ya la
conocía y sabía que después de esa mirada llegaba la pregunta que más odiaba en este mundo.
—¿Qué te pasa? —ahí estaba, ¿qué le respondía? ¿le decía que me estaba enamorando de mi
prima? No, claro que no, como le iba a decir eso, seguramente le daría un infarto.
—Nada, mamá.
—¿Sabes? Estás muy raro y quiero que sepas que sea lo que sea que te pase, puedes contar
conmigo.
La miré con amor, adoraba a mi madre y era este tipo de comentarios lo que hacía que
siguiera adorándola de este modo. Me incorporé para abrazarla y agradecerle todo lo que hacía
por mí. Sonrió complacida y se separó para después levantarse, ya tenía que irse.
—Si quieres venir, allí te esperamos. Tampoco estamos tan lejos. —me guiñó un ojo.
Y tanto que no estábamos tan lejos si éramos vecinos. Mis padres y mis tíos compraron las
casas una junto a la otra, así mi tía Fernanda y mi madre estarían más tiempo juntas ya que eran
uña y carne, como hermanas mejor dicho y mi padre con tal de verla feliz, hacía lo que ella
quería. No es que me estuviera quejando de ser vecino de mi prima, adoraba escalar por las
noches el árbol hasta llegar a su habitación y así verla dormir. Algunas veces la pillaba despierta
y nos quedábamos un rato hablando o, simplemente, mirando al cielo, cosa que a ella le
fascinaba y a mí me gustaba mirarla a ella y suspirar en silencio para que no se diera cuenta.
No pasó ni diez minutos que ya tenía un WhatsApp de ella.
Luna: ¿Por qué no has venido?
Eloy: No tenía ganas.
Luna: Auch, eso me ha dolido.
Eloy: ¿El qué?
Luna: Que no tengas ganas de verme.
No había dicho eso, pero ella siempre entendía las cosas como le daba la gana. Sonreí, sabía
que se estaba quedando conmigo.
Eloy: No he dicho eso, enana.
Luna: Soy tan alta como tú
Ten cuidado, no sea que te sobrepase en altura…
Así como en inteligencia.
Eloy: Auch.
La imité soltando una carcajada.
Luna: Asómate a la ventana, Romeo.
Fruncí las cejas levantándome como un resorte e hice lo que me pidió; abrí la ventana, miré
abajo y ahí estaba, tan sonriente como siempre y con una bolsa en la mano derecha.
—Ábreme la puerta, esto pesa.
No le respondí y bajé las escaleras de dos en dos, parecía un adolescente con las hormonas
alborotadas… ¿Qué decía? Era un adolescente con las hormonas locas, muy locas. Abrí la puerta
y ahí estaba mi prima, la chica que me quitaba el sueño, la misma que pensaba durante horas, la
que sabía que podía hacer conmigo lo que le diese la gana. Era mi peque, mi enana, mi niña…
era mi princesa.
—Traigo la cena —anunció.
Fue hasta la cocina y yo la seguí.
—¿Cena? —pregunté confundido.
—Aja, ¿qué pensabas que iba a dejar que te murieras de hambre? Mi abuela ha preparado tu
plato favorito y no has venido —aseguró abriendo el túper que contenía dos Hallacas.
Sí que era mi comida favorita, bueno mi favorita de Venezuela. Me relamí los labios cuando
su olor entró en mis fosas nasales, estaba demasiado bueno para dejar que se enfriase. Cogí dos
platos para servirnos y saqué el refresco y dos vasos mientras ella cogía los cubiertos. No podía
creerme que me haya traído la comida, que su padre le hubiese dejado venir aquí, donde estaba
solo conmigo. Conforme lo iba pensando, le preguntaba.
—¿Cómo es que has venido? Tu padre no te deja venir a esta hora.
—Ya sabes que por tal de no discutir con tu madre hace lo que sea. Además, tu madre ha
contado que te veía triste y mi abuela ha tenido la idea, ya sabes, para levantarte el ánimo —
narró mientras me servía mi parte.
—Tendré que agradecerle a mi Abu Dora —la molesté, no le gustaba que dijera que su abuela
era mía, era muy celosa con ella.
Luna alzó una ceja y yo sonreí complacido, había conseguido mi cometido, molestarla.
—¿Quieres que veamos alguna serie mientras cenamos? —propuse y se quedó pensativa.
—No, prefiero hablar contigo. ¿Qué te pasa? —me atropelló con la preguntita.
—Nada.
—Ajá, nada. No te creo. ¿Qué te pasa? —repitió.
Me levanté ofuscado, no quería responderle a esa pregunta, no quería que supiera que estaba
así por ella, porque la quería, porque soñaba con ella. No lo entendería.
—Eloy, me preocupas —dijo acercándose a mí.
Le di la espalda, no podía ni mirarla en este momento, no cuando lo que quería era otra cosa.
Negué intentando quitarme los pensamientos absurdos de la cabeza. Luna cogió mi brazo para
hacerme girar y seguí sin mirarla a los ojos, levanté la cabeza para mirar al techo, era mejor eso
que darme cuenta de que estaba preocupada y yo podía decirle lo que me pasaba.
—Mírame, Eloy —pidió con seriedad. Yo negué—. ¿Por qué no quieres mirarme?
Entonces lo hice, la miré y vi sus ojos aguados, estaba a punto de hacerla llorar y no podía
permitirlo, así que la abracé con fuerza y ella escondió su cabeza en el hueco de mi cuello y
aspiró, siempre lo hacía, aunque ella pensaba que yo no me daba cuenta de ese pequeño acto que
me dejaba temblando. A veces un simple contacto entre los dos era tan fuerte que me costaba
superarlo, olvidarlo… pero ella se calmaba y me gustaba ser quien lo consiguiera.
Nos quedamos así durante unos minutos, unos largos minutos que fueron lo mejor de toda la
tarde.
—¿Mejor? —le pregunté y ella asintió—. No me gusta verte triste.
—Y a mí no me gusta verte mal, Eloy y sé que algo te pasa, pero no quieres contármelo.
—Mejor cenemos, ¿vale? —se encogió de hombros—. Si no tendré que hacer otra cosa.
Abrió los ojos al percatarse de que estaba a punto de hacerle cosquillas, sin más salió
corriendo para que no la alcanzara y se posicionó delante del sofá, como si con eso consiguiera
que no la cogiera.
—Sabes que te cogeré, Luna. Más tarde o más temprano —aseguré burlón.
—No me cogerás, pequeño.
Me di la vuelta para dejarla y volví a la cocina, tenía mucha hambre. Dejé que se relajara, que
pensara que no iba a hacerle cosquillas, ya se lo haría después.
Cenamos en silencio, el único momento que estábamos callados sin decir ni mu.
Cuando terminamos, ella volvió al ataque con la pregunta y de verdad que no sabía que
responderle. Entonces se me ocurrió contestarle algo que sabía me traería problemas.
—No me iré de aquí hasta que no me cuentes lo que te pasa, Eloy —amenazó poniéndose los
brazos en jarras. Estaba muy cómica.
—Está bien, está bien. Te lo diré, pero solo para que te vayas, si no tu padre tendrá más
motivos para odiarme —respondí sin darme cuenta de que ese comentario podría dolerle.
—Mi padre no te odia, no seas tonto.
—Lo siento, no quería decir eso —me disculpé acercándome a ella para hacerla sonreír,
aunque sea una sonrisa pequeñita, solo con eso conseguía que una luz brillante resplandeciera a
su alrededor.
Al final conseguí hacerla reír con mi ataque de cosquillas, tanto que ella huía para que no lo
hiciera y cayó como una tonta en mis garras. Me burlé durante unos segundos, hasta que tuve
que parar para que no se atragantara con su propia saliva. Volvió a ponerse sería al instante, acto
que no sabía cómo conseguía hacerlo tan pronto después de reír a carcajadas. Me insistió, así que
le respondí para que no volviese a preguntar o eso esperaba.
—Me gusta alguien, ¿contenta? —abrió los ojos sorprendida, demasiado, era muy expresiva.
—¿Quién es? —formuló la pregunta con un tono molesto.
—Una chica… no la conoces.
Apiñó los labios no muy convencida de mi respuesta, me conocía demasiado y sabía cuándo
mentía o decía la verdad y justamente en ese momento no estaba siendo del todo sincero. Bueno,
que me gustaba alguien era verdad, pero no podía decirle quien era, pues era ella.
—Que gracioso, no creo que sea un chico. ¿Te gustan los chicos? —respondió con acento
venezolano, lo que hizo que me riese de ella. A veces, cuando se enfadaba hablaba así y es que
pasar tanto tiempo con su abuela tenía que salir por algún lado—. No te rías de mí —pidió
cabreada, más yo seguía—. Eloy, no te rías joder.
—Lo siento, lo siento. Es que te pones muy graciosa cuando te enfadas. Además, ¿por qué te
has enfadado? Ni que te molestara que me guste alguien.
No sabía lo que estaba diciendo hasta que se quedó callada de golpe, poniéndose mucho más
seria de lo normal y eso hizo que pensara en lo que yo mismo había dicho. ¿Será que le
molestaba que me gustase otra chica? No creía que Luna estuviera celosa, ¿o sí?
Sin más y sin decirme nada más, se dio la vuelta y se fue, no me dijo ni adiós y eso la delató
por completo, claro que le molestaba, pero ¿por qué?
Con mi cabeza hecha un lío y tras recoger todo lo de la cena, me encerré en mi habitación y,
por consiguiente, debajo de la colcha. Solo quería que se hiciera de día para volver a verla,
aunque fuese en el instituto donde casi ni hablábamos porque cada uno estaba con sus
compañeros, pero al menos la veía de lejos, nos mirábamos y con solo eso, ya nos decíamos
todo.
CAPÍTULO 3
Luna
Me fui corriendo porque no quería responderle a esa simple pregunta que prácticamente le
respondí con mi huida, aunque aún no sabía ni que responderme a mí misma. Sabía que Eloy y
yo teníamos una relación especial, muy especial que muchos no entendían, pero de ahí a sentir
algo más. Negué quitándome esas idioteces de la cabeza. Y si no era así, ¿por qué me molestaba
tanto que le guste otra chica? Como siempre, me cabreaba que otra ocupase mi lugar, lo peor de
todo es que mi lugar no era el que esa chica tendría, yo solo era su prima y eso siempre iba a ser
así por mucho que pensemos en otra cosa.
Al llegar a mi casa, vi que todos estaban en el salón hablando, en el plan sobremesa, pero en
el sofá bien sentaditos y con una copa en la mano. Eso era realmente raro, pues entre semanas no
solían hacer estas cosas, a lo mejor estaban celebrando algo que no me habían dicho o que me
había perdido por irme a cenar con mi primo.
—Luna, ven cielo —me pidió mi tía al verme.
Caminé hasta ellos y me senté al lado de mi madre que, la verdad, estaba más sonriente de la
cuenta.
—¿Cómo estaba tu primo, te ha contado algo? —se interesó preocupada y asentí.
—Está enamorado —musité e inmediatamente sonreí para que no se percataran de que me
molestaba.
—¡Anda! No lo habría adivinado, como este niño es tan hermético —aseguró mi tío Héctor
emocionado.
Por mucho que yo quisiera fingir alegría por eso, mi padre se percató, siempre se daba cuenta
de mis estados de ánimo, aunque yo los escondiera.
Mi madre que se dio cuenta de que mi padre me iba a preguntar algo, anunció lo que estaban
celebrando y que yo, por cenar fuera, me había perdido. Por lo visto se iban de vacaciones, era
como una luna de miel. En dos meses harían quince años desde que se casaron y mis tíos le
regalaron el viaje.
—Que bien, mamá. Lo vas a pasar genial —respondí algo más calmada.
—¿Solo tu madre lo pasará genial? —intervino mi padre fingiendo celos.
—Claro que no, papi. —besé su mejilla abrazándole—. Te voy a extrañar.
—Te quedarás con la abuela, cielo. Lo único que, en ese tiempo, tendrás que ir al instituto en
autobús —dijo mi madre abriendo los ojos desorbitadamente, burlándose de mi padre ya que era
quien no me dejaba ir así—. Ya sabes, cuidado con los bichos que te encuentres en ese vehículo
del demonio que te lleva y te trae.
Todos soltamos una carcajada que provocó a mi padre y que hizo que se levantara para ir a la
cocina, supuestamente, a beber agua.
—Muy graciosos todos. ¿Qué tiene de malo que quiera llevar a mi hija en coche? No me
gusta el autobús escolar.
—Ya, ya nos hemos dado cuenta, hermano.
Seguíamos riéndonos incluso cuando volvió de la cocina y eso le molestó mucho más, pero no
dijo nada. Se sentó al lado de mi mamá y la abrazó para después decirle algo al oído. Me quedé
muy concentrada en ellos, por si podía escuchar lo que decían, pero me fue imposible. Sin
embargo, con solo ver la negativa de mi madre, sabía que no le había gustado nada lo que le
había dicho.
—¿Pasa algo? —intervino mi tía en cuanto vio a mi madre levantarse e ir ahora ella a la
cocina.
—Nada que te interese, Robles —respondió tajante mi padre. ¿Qué mosca le había picado
ahora?
—¿Sabes qué? Ni siquiera te voy a responder, esta mi sobrina delante y no tiene que escuchar
lo que pienso. Mejor voy a ver qué le pasa a mi hermana. —se levantó.
—No es tu hermana.
—Lo es, aunque te joda, cuñadito.
Cuando salió del salón, mi tío Héctor miró mal a mi padre por como trató a mi tía.
—Te has pasado, Hugo. A veces no sé cómo os aguanto y pienso que podríamos mudarnos a
otro lado y así no pasaréis tanto tiempo junto…
—¡No! —grité interrumpiéndole—. Tío Héctor, eso no lo podéis hacer. ¿Cómo voy a estar sin
ver a Eloy? Ya sabes que somos…
—Inseparables —terminó la frase por mí, mi padre y he de decir, que lo dijo muy molesto—.
¿Qué pasa si se mudan? Verás a tu primo en el instituto. ¿No te vale con eso? Ya estoy harto de
que estéis tan pegados.
—Hugo, déjate de gilipolleces con mi hijo o no respondo —escuchamos la voz de mi tía
entrando al salón de nuevo.
¿En qué momento se había jodido tanto la conversación? Estaban entre risas cuando llegué y
ahora les falta poco para tirarse al cuello. Estaba claro que tenía que hablar con mi madre para
que me dijera lo que le pasaba a mi padre con Eloy, no iba a dejar de verle solo porque a él le
molestase, nunca dejaría de lado a mi primo.
Mi tía y mi padre se asesinaban con la mirada. Ella aún no se había sentado cuando mi tío se
levantó para calmarla, la conocía bien y sabía que estaba a punto de mandar a la mierda a mi
padre.
—Estoy harta —mencioné levantándome yo para salir corriendo a mi habitación.
—¡Espera, Luna! —escuché el grito de mi madre.
Entré en mi habitación y cerré dando un portazo, aunque dos segundos después se abrió y
entró mi madre que me había seguido. Se sentó a mi lado en la cama y me abrazó mientras me
secaba las lágrimas que ya derramaba por culpa de mi padre. Aun no entendía lo que estaba
pasando. ¿Por qué mi padre había cambiado con Eloy de esa manera? ¿Qué había hecho mi
primo para que no quisiera ni siquiera que pasemos tiempo juntos como antes?
—Tranquila, cielo. Ya sabes lo cascarrabias que es a veces tu padre —lo excusó, como
siempre.
—No, mamá. Esta vez se ha pasado y no sé qué le pasa. No quiere que esté con Eloy a solas,
no quiere que vaya con él en el autobús escolar y mucho menos que venga con nosotros en el
coche. Está claro que tiene algo en su contra —le aseguré dándole detalles. Obviamente sabía de
lo que estaba hablando, pues asintió dándome la razón, por lo cual ella tenía constancia de lo que
sucedía.
—Luna… —se quedó en silencio—. Tú padre piensa que Eloy está enamorado de ti —soltó
tras esa pausa. Yo fruncí el ceño, estaba loco.
Me levanté y me crucé de brazos nerviosa. Comencé a negar como una posesa, eso no era
real. ¿Cómo iba a estar Eloy enamorado de mí? Y lo peor, ¿por qué sentía esta presión en el
pecho al escucharlo?
Si eso fuera verdad, si Eloy estuviese enamorado de mí tal y como afirmaba mi padre, me lo
hubiese dicho, ¿no? Estaba segura de la confianza que ambos nos teníamos, aunque esto fuese
algo más fuerte.
—No, eso no es verdad —titubeé nerviosa, tenía que controlarme.
—¿Por qué te pones tan nerviosa? ¿Acaso tú también sientes algo por tu primo? Porque te
recuerdo, Luna, que es tu primo.
Me quedé en silencio, era la primera vez que alguien, además de yo misma, me preguntaba
eso. Hacía tiempo que pasar tiempo con Eloy se había convertido en lo más importante de mi
vida, que estar a su lado era lo que más deseaba y abrazarle lo que me relajaba. Era cierto que, el
simple en algunos momentos me provocaba algo en mi interior que no sabía descifrar, pero de
ahí a sentir algo por él. Además, con la afirmación de mi madre me había quedado claro que no
le gustaría demasiado que le respondiera con un sí.
—Claro que no, mamá. ¿Cómo se te ocurre pensar eso? Es más, no creo que Eloy sienta eso
por mí, mi padre está equivocado —afirmé controlando mis emociones, antes de que se diera
cuenta de que por dentro me estaba muriendo de solo pensarlo.
—No sé qué va a pasar a partir de ahora, Luna, pero tu padre quiere que rechacemos el viaje
con tal de que no estés con tu primo. A partir de ahora te va a controlar mucho más, no quiere ni
que te acerques a él —explicó seria y triste, muy triste.
Volví a sentarme a su lado y la abracé para darle todo mi cariño. Mi padre a veces no era
consciente del daño que hacía con sus palabras. No es que fuera mala persona, pero no era capaz
de pensar antes de hablar y soltaba lo primero que le pasaba por la cabeza, sin percatarse de que
eso puede dañar al de al lado.
Tras unos largos minutos, mi madre se fue de mi habitación y yo me salí al balcón para
sentarme y pensar, aunque no había dejado de hacerlo desde que me dijo eso. Seguía sin creer en
que ese sentimiento fuese real, que Eloy estuviese enamorado de mí. No lo creía y tendría que
hablar con mi padre para calmarlo antes de que llegué el viaje, no iba a dejar que esa estupidez
estropease el regalo de mi madre, porque claramente era para el disfrute de ella. Aun no entendía
como mi padre y mi tío eran hermanos, no tienen nada que ver, eran muy diferentes y estaba
claro que mi tío era más comprensivo que mi padre.
Sobre las dos de la mañana, aún seguía despierta, dando vueltas en la cama y pensando,
comiéndome la cabeza sin parar. Mi tía y mi padre habían acabado a gritos y se fueron dando un
portazo, seguro que Eloy ya estaba al tanto de todo y no le habrá gustado nada.
Estuve tentada a bajar al escuchar a mi padre gritarle a mi tía que quería a su hijo lejos de mí
ya que no le gustaba su manera de actuar cuando estaba conmigo, era un adolescente con las
hormonas alborotadas y no estaba dispuesto a ver a sufrir a su hija. Era de locos, ¿Cómo podía
decir eso?
De pronto escuché un salto en el balcón y me levanté como un resorte, sabía quién era. Corrí
hasta sus brazos y lo abracé con fuerza, haciéndonos daño por apretarlo tanto.
—Tranquila, enana, no llores. —me separó de él para secarme las lágrimas que no sabía que
estaba derramando.
—No sé qué ha pasado, se han vuelto locos —conté entre hipidos.
—Shh, no levantes la voz o tu padre se dará cuenta de que estoy aquí y ahí sí que no sé qué
pasará —me recordó y asentí.
Cogió mi mano y me sacó afuera para poder hablar con más tranquilidad, nos sentamos uno al
lado del otro, todo eso lo hicimos sin dejar de mirarnos. Fue entonces cuando me di cuenta de
que yo también sentía por él lo que, claramente, sabía no sentía por mí e iba a ser muy duro
darme cuenta de que iba a amar a alguien que estaría con otra chica, tal y como me dijo hacía
unas horas. ¿Cómo no supe antes que lo que sentía por él era amor? Eran tantas las horas que
pasábamos juntos, riéndonos, soñando en el futuro que ambos pasarías, que no me di cuenta
hasta ahora.
—¿Es verdad lo que dice mi padre? —le pregunté, necesitaba oírlo de su boca.
Se quedó callado y desvió la mirada, posando sus ojos al frente, donde no tuviera que
mirarme y, por mucho que me doliera que no quisiera hacerlo, eso me respondía.
—No —respondió, haciendo que mi corazón se estrujase fuerte.
—Oh —fue lo único que pude decirle—. Lo sabía. —suspiré—. Tienes que decírselo a mi
padre para que se entere.
—No pienso hablar con él, ha dicho cosas muy feas de mí… —se levantó—. Yo siempre te he
respetado, soy tu primo y te trato como tal. Que te quiero no es un secreto, pero no del modo que
él afirma y me duele que piense que puedo hacerte daño.
—Ya lo estás haciendo.
Me levanté, entré en mi habitación y cerré para que no pudiese entrar. No se daba cuenta de
que sus palabras me habían herido más de lo que yo misma me esperaba. En tan solo unas horas,
se jodió nuestra unión tanto así que no sabía si podría volver a estar con él como siempre. Me
había dado cuenta de lo que sentía por él y en menos de dos minutos, me había roto el corazón
sin darse cuenta. Que estúpida era, tantos celos que sentía de todas las chicas que se juntaban con
él y era todo porque estaba enamorada de mi primo.
—Recuérdalo, Luna… Es tu primo, no puedes enamorarte de él —me repetí.
CAPÍTULO 4
Eloy
Me quedé echo una mierda cuando se fue de mi casa, no entendía muy bien el motivo por el
que le molestaba que me gustase alguien y lo más gracioso es que no podía decirle que era ella.
No sabía el tiempo que había pasado desde que me encerré en mi habitación cuando mi
madre, sin tocar en la puerta, costumbre que tenía, entró y se sentó en la cama suspirando. Me
erguí y la miré extrañado, parecía cabreada y algo triste; raro en ella, pues siempre estaba con
una sonrisa. Cogí su mano para que me mirase y tenía los ojos aguados.
—¿Qué ha pasado, mamá? —me interesé muy preocupado.
—¿Estás enamorado de tu prima? —me respondió con otra pregunta y que pregunta.
Abrí los ojos muy sorprendido, no me esperaba que mi madre sintiese la necesidad de saber
eso, nunca me lo había insinuado siquiera. Entonces entendí que había hablado con mi tío, él era
quien se había dado cuenta. Ahora no sabía que responderle, a ella no era capaz de mentirle, pero
tenía que hacerlo.
—No, claro que no. ¿De dónde te has sacado eso? —me levanté de la cama nervioso,
demasiado para poder ocultarlo.
—Eloy, hijo, si es así, no tienes que esconderlo, no delante de mí. —cogió mi mano—. Soy tu
madre y sé cuándo mientes. Aun así, voy a creer en tu palabra porque sé que tú no me mentirías
—me recordó alzando una ceja.
Se levantó y con las mismas se fue dejándome mucho peor de lo que ya estaba. ¿Cómo y por
qué habíamos llegado al momento en el que tuviera que decirle la verdad a mi madre? Para mí
era muy importante, pero no podía… simplemente no podía ponerme delante de ella y afirmarle
algo que no le iba a gustar y todo porque la chica de la que estaba enamorado era mi prima, mi
familia.
Me senté en la cama y pensé en la manera de poder hablar con mi madre sin que me mirase
como si estuviese loco, el modo de tener su apoyo en este momento, con este sentimiento que
más que ser algo bonito, me está haciendo daño. No por sentirlo, si no por no poder expresarlo.
Sin esperar más, me levanté y abrí la puerta de mi habitación para buscar a mi madre y hablar
con ella, pero estaba en mi puerta a punto de entrar. Me sonrió al verme y me abrazó con cariño.
Era más bajita que yo y, aun así, me sentí muy pequeño cuando me abrazaba.
—Sabía que me buscarías, te conozco y sé que no puedes mentir, hacerlo te duele más a ti que
a la persona que mientes —afirmó entrando.
—Lo siento, mamá —me disculpé.
—¿Por qué? ¿Acaso has matado a alguien? —negué y se encogió de hombros.
—Por hacer que sufras, no me gusta.
—Yo no sufro, cariño. Eres lo más hermoso que tengo, no lo olvides y siempre te voy a
apoyar, aunque te equivoques, que lo harás y mucho.
—Pero… es que.
Aun no era capaz de decirlo en voz alta, ¿y si nos escuchaba mi padre? Miré a la puerta y ella
ya sabía por qué no hablaba.
—Tranquilo, tú padre no está; fue a pelearse con el capullo de tu tío —la manera en la que se
refirió hizo que me diera cuenta de que la noche no había acabado demasiado bien.
Entonces le pregunté y me narró todo lo que mi tío había dicho de mí y por eso se había
enterado de que yo me había enamorado de Luna, aunque aún no lo hubiese corroborado, era lo
que decía mi tío además de otras muchas cosas que no me hicieron muchas gracias. Era como si
yo fuese un depravado que iba a abusar de su pequeña, estaba loco.
Intenté tranquilizar a mi madre, pero era complicado cuando sabía que mi padre estaría
peleando con su hermano por mi culpa, por este sentimiento que no debería de sentir. Sin darme
cuenta, comencé a llorar de rabia y quise irme, quise salir de mi habitación e ir en busca de mi tío
para aclararle algunas cosas, pero mi madre no me dejó.
—No tienes por qué sufrir por estar enamorado, Eloy. —la miré fijamente—. No importa si
no me lo afirmas, yo lo sé y déjame decirte que amar no es malo, sea de quien sea de quien estés
enamorado, aunque sea tu prima… amar no es nada malo, todo lo contrario, es lo más bonito que
podemos sentir las personas.
—Pero no es así cuando te enamoras de tu prima —repliqué—. Este sentimiento pasará, yo
tengo que olvidarlo porque no llegará a más.
Ahí mi madre no pudo decirme nada, sabía que yo tenía razón y que este sentimiento tenía
que acabar, nunca íbamos a poder estar juntos. Luna no me quería de la misma manera que yo la
quería a ella y al final, lo que conseguiría sería separarnos y eso sería lo último.
Tras unos minutos y cuando por fin escuchamos la puerta anunciándonos la llegada de mi
padre, se fue de mi habitación para ir a verle a él. Me gustaría tener a mi lado a alguien que me
ame tanto como mi madre amaba a mi padre, pero aún era joven y me quedaba mucho por vivir.
Estuve una hora dando vueltas en la cama intentando quedarme dormido, pero me era
imposible cuando lo único que quería era ir a hablar con Luna. Miré la hora y eran casi las dos de
la mañana, me levanté y salí de mi casa para después subir por el árbol que daba a su balcón. En
cuando me vio, corrió hasta mí y se encerró entre mis brazos con lágrimas en los ojos, me apretó
tan fuerte que estaba seguro de que le dolía los brazos. La separé de mí para secarle las lágrimas,
me dolía mucho verla llorar. Siendo tan jóvenes y pasando por esto tan pronto. Nuestros padres
peleando solo porque yo me había enamorado de ella.
Cogí su mano para sacarla al balcón y que así su padre no nos escuchara y se enfadara por
verme con ella, sería ya lo que faltaba para terminar de liarlo todo. Me contó de lo que había
pasado, de cómo se habían vuelto locos en unos segundos.
Entonces me hizo la pregunta que yo tanto evitada y que no sabía cómo responder.
—¿Es verdad lo que dice mi padre?
Me quedé callado y desvié la mirada, posando los ojos al frente, donde no tuviera que mirarla
y, por mucho que yo quisiera no responder, mi actitud ya lo hacía por mí.
Sin embargo, mi respuesta fue un no rotundo, un no que me dolía más a mí que a ella.
—Oh —fue lo único que pudo decirme—. Lo sabía. —suspiró—. Tienes que decírselo a mi
padre para que se entere.
—No pienso hablar con él, ha dicho cosas muy feas de mí… —me levanté—. Yo siempre te
he respetado, soy tu primo y te trato como tal. Que te quiero no es un secreto, pero no del modo
que él afirma y me duele que piense que puedo hacerte daño.
—Ya lo estás haciendo.
Se levantó tras darme esa respuesta y entró en su habitación para después cerrar y así prohibir
que entrase tras de ella. Solo con una mirada me lo dijo todo, no sabía qué hacer para que nuestra
relación de primos no se viera dañada por mi culpa. Intenté hacer que me abriese para poder
hablar, pero al no conseguir nada, me di la vuelta y volví a mi casa con un fuerte dolor de
cabeza.
Cerré la puerta de mi casa despacio para no alertar a mis padres, pero fue en vano, mi padre
estaba en el umbral del salón esperándome y sabía que tendríamos una charla muy larga que no
me iba a gustar.
Me hizo un gesto con la cabeza para que lo siguiera hasta su despacho y así lo hice. No me
había percatado de que mi madre estaba en las escaleras, puso su mano en mi hombro y negó
para que no me preocupara, pero era inevitable, ya estaba preocupado.
—Cierra —me pidió mi padre—. Siéntate.
Todo me lo decía tan serio que no pode evitar asustarme, era como si mi padre también
estuviera cabreado conmigo por algo que yo no podía controlar.
—Papá yo…
—No digas nada, Eloy —me interrumpió—. Vengo de pelarme con tu tío por…
—Por mí, ya lo sé. Es mi culpa, si yo no sintiera esto…
—¿Por ti? ¿Piensas que tienes la culpa? —asentí—. No hijo, no tienes la culpa. Es tu tío que
me tiene hasta los cojones.
Escuchar a mi padre hablar así era preocupante, nunca decía una palabra más alta que la otra.
Era tan correcto que a veces yo me enfadaba porque soportaba muchas cosas que no debería.
—Fui a defenderte, no me da la gana que hable de ti como lo ha hecho esta noche. —se sentó
a mi lado—. No te voy a decir que saber que estás enamorado de tu prima me guste, pero sé que
es algo que no podemos controlar.
—Lo siento —volví a disculparme por esto—. Ya le he dicho a mamá que me voy a olvidar
de ella.
—¿Desde cuándo? —fruncí el ceño sin entender la pregunta—. ¿Cuándo te diste cuenta de
que te habías enamorado?
Pensé en la primera vez que sentí el cosquilleo y recordé que cuando ella cumplió trece años,
la defendí de un abusón en el colegio y me dio un beso tan fuerte en la comisura de los labios por
un movimiento que hice sin querer, casi nos besamos en la boca. Fue entonces cuando me di
cuenta de que la quería con toda mi alma. Se lo conté a mi padre y sonrió. Luego, cada roce, cada
encuentro, cada mirada hacía más fuerte lo que sentía y me daba cuenta de que me iba a costar
horrores olvidarme de ella.
—Tu madre y yo habíamos pensado que te vendría bien cambiar de instituto, aunque luego
nos dimos cuenta de que si vivimos tan cerca no serviría de nada. —suspiró—. Así que lo mejor
es cambiar de casa, nos mudaremos al apartamento del centro, pero antes queríamos saber tu
opinión.
Para nada me esperaba esa decisión, me habría imaginado de todo menos eso y no, no quería
irme, no al menos antes de intentar arreglar las cosas. Luna me había pedido hablar con su padre
y ahora no me era tan mala la idea de hacerlo, hacerle creer de algún modo que yo no sentía nada
por mi prima, seguramente así todo esto se calmaría y mi madre no tendría que separarse de mi
tía Fernanda.
—No, papá. Yo no tengo porqué irme solo porque mi tío no quiere que me acerque a mi
prima. Vale que siento por ella algo demasiado fuerte, pero lo es más estar juntos y que vosotros
seáis felices, sobre todo mamá que sin mi tía…
—No pienses, ni por asomo, que no vamos a ser felices por tu culpa —escuchamos la voz de
mi madre que entraba en el despacho—. El irnos no es solo por ti, también lo hacemos por
nosotros. La relación que tengo con tu tío nunca va a mejorar, no nos llevamos bien y, aunque
siempre intentamos no pelearnos, se nos hace muy jodido y hacemos daño a nuestra familia —
expresó sentándose a mi lado—. Aun así… si tú no estás de acuerdo, no nos iremos y que se joda
tu tío.
—Judith —la regañó mi padre.
—Lo siento, Héctor, pero esto ha pasado de castaño a oscuro. ¿Qué problema hay con que
nuestro hijo se haya enamorado de su prima? Estamos en el siglo veintiuno por el amor de Dios.
Comenzaron a discutir entre ellos y gracias a esa distracción, me levanté para escapar. Salí del
despacho y por consiguiente de mi casa, era hora de hablar con mi tío y calmar las aguas. Llegué
en menos de dos minutos y, antes de tocar en la puerta, suspiré tres veces y di unos toques
silenciosos, ya era demasiado tarde, pero yo sabía que aún estaba despierto ya que había luz en el
salón. Fue mi tía quien me abrió.
—Eloy, cariño. ¿Qué haces aquí tan tarde?
—Vengo a hablar con mi tío. ¿Está despierto?
—Aquí estoy —respondió saliendo de la cocina.
Nos quedamos mirando unos largos segundos, hasta que me hizo una señal muy parecida a la
de mi padre para indicarme que le siguiera a su despacho. Los hermanos Castillo no eran tan
diferentes después de todo.
CAPÍTULO 5
Luna
Vi cómo se iba y me di cuenta de que a partir de esta noche todo iba a cambiar. Por un
momento estuve a punto de abrir para dejar que entre y poder hablar, sincerarme, pero no serviría
de nada si él no sentía lo mismo por mí. Al fin y al cabo, éramos primos y entre nosotros nunca
habrá nada más.
Me tumbé en la cama, me puse los auriculares que había conectado con anterioridad al móvil
y me puse a escuchar música, mi grupo favorito; Morat. La canción que más escuchaba era “La
perfecta”.
Estuve más de media hora desconectada de todo, evadiendo todo a mi alrededor, metida en la
música y no me sirvió de nada, solo para seguir pensando en Eloy enamorado… me imaginé a
Eloy con otra chica, besándola y abrazándola y me levanté tras quitarme de un tirón los
auriculares y tirar el móvil a la cama de mala manera. Me levanté para ir a la cocina a tomar un
poco de agua justo en el momento en el que tocaban en la puerta. Quería bajar para saber quién
era, pero fue escuchar su voz y pedir hablar con mi padre y me puse nerviosa.
Unos minutos después mi madre subía las escaleras y me vio a punto de bajar. Cogió mi brazo
y me llevó hasta mi habitación.
—¿A dónde ibas? —me preguntó.
—A beber agua, ¿hay algún problema en eso? Tengo sed —y no era mentira, tenía mucha sed.
—Ya, justamente cuando ha llegado tu primo, muy propio. —alzó una ceja.
—No sé qué es lo que te estás imaginando, pero te equivocas, mamá. Yo ya tenía ganas de
beber agua antes de mi primo pegase en la puerta. Que, por cierto, ¿sabes para que ha venido?
Realmente no estaba segura si me había hecho caso en lo que le pedí, a lo mejor venía a
dejarle claro a mi padre que no estaba enamorado de mí, así como tanto decía él.
Mi madre me miró y, encogiéndose de hombros, negó. Estaba claro que no sabríamos nada
hasta que mi padre saliera de su despacho, solo esperaba que no se empeorasen las cosas.
—Tus tíos quieren mudarse —dijo de pronto.
—¿Cómo? —fruncí el ceño—. Eso no puede pasar, mamá. No creo que tengan que irse solo
porque mi padre y mi tía no se lleven bien, siempre ha sido así, ¿no? —asintió.
—Siempre se han peleado, eso no es nuevo… pero el problema es que tu padre no te quiere
cerca de Eloy, le ha tomado manía. Se ve que todo lo que tenga que ver contigo, lo vuelve así de
paranoico.
Me levanté de la cama de un resorte, estaba cabreada, muy cabreada y no podía dejar que mi
familia estuviese a punto de destruirse solo porque mi padre se le haya metido en la cabeza esa
estupidez de que mi primo estaba enamorado de mí, que, por otro lado, no me importaría. <<
¿Qué dices? Claro que si tiene que importarme>>.
—¿Y qué pasaría si fuese al revés? —pregunté sin pensarlo dos veces.
Mi madre, sorprendida, se levantó para ponerse a mi altura y arrugó la frente.
—¿Qué quieres decir con eso?
—¿Qué pasaría si fuera yo la que estuviera enamorada de Eloy? ¿Nos iríamos nosotros a otra
casa? ¿Me metería mi padre en el sótano para que no viese nunca más a Eloy? —mi voz sonó
dura, más de lo que quería, pero ya daba igual.
—No estás hablando en serio, Luna. Es tu primo. ¿Cómo puedes siquiera pensarlo?
La conversación se estaba poniendo demasiado intensa y, o echaba el freno o me iría muy
mal. No me quedaba otra que decirle que solo era un ejemplo para que no se volviera loca, así
como estaba a punto de ponerse. No sabía yo que mi madre fuese tan cerrada de mente, pensaba
que era más moderna tras intentar ponerme de padre a un gay. Estaba claro que no conocía
demasiado bien a mi familia, me faltaba mucho por aprender.
—Tranquila, mamá. Solo te lo he dicho para ver tu reacción y créeme que me has
sorprendido.
No la dejé responderme y salí de mi habitación, ahora necesitaba más ese vaso de agua o la
botella entera. Una pena que mis padres tuvieran el alcohol bajo llave, de no ser así cogería una
de esas botellas y me la bebería de cinco minutos.
Bajé las escaleras despacio, no quería que me escucharan y así, encima, ganarme una mala
mirada de mi padre. Pero ni para eso tenía suerte esta noche, pues justo cuando puse el pie en el
último escalón, salían los dos del despacho de mi padre. Eloy y yo nos miramos unos segundos,
unos largos segundos que se me hicieron eternos y lo que más deseaba era cogerle de la mano y
llevarlo hasta mi habitación para hacer las paces con él, no me gustaba estar de este modo.
Cuando nos dimos cuenta de que mi padre estaba a nuestro lado, desviamos la mirada hacia
otro lado.
—¿Te pasa algo, princesa? No has saludado a tu primo. —fruncí el ceño—. Anda, iros arriba
para hablar, creo que tenéis una conversación pendiente.
—¿En serio? ¿No estás enfadado? ¿Y eso de que no querías que mi primo estuviera cerca de
mí? —pregunté atropelladamente y él sonrió bajando la cabeza.
Mi padre negó encogiéndose de hombros y tras darme un beso en la cabeza, le dio un
empujón cariñoso a Eloy para que subiera conmigo. Abracé a mi padre y le di las gracias al oído
para después besar su mejilla.
Me di la vuelta y con mi primo pisándome los talones, subí las escaleras. Cuando llegamos a
mi habitación, lo dejé entrar y se fue directo al balcón para sentarte y esperarme. Yo, como ya
sabía qué hacía fresco, cogí la colcha y salí para sentarme a su lado y taparnos las piernas, era
nuestro momento, solo nuestro y, aunque me dolía sentir lo que sentía y no poder mostrárselo,
declarárselo, me conformaba con tenerle estos ratitos.
Estábamos en silencio, era de esas veces que no sabíamos cómo comenzar a hablar, que decir.
Sin embargo, me moría por preguntarle lo que había pasado entre mi padre y él. Entonces nos
miramos y decidí que era hora de indagar.
—Yo… —dijimos al unísono y nos reímos.
—Tú primero —dije mirando hacia otro lado.
Por un instante me sentí tan pequeñita, me dio vergüenza y jamás en mi vida me había sentido
así con Eloy, teníamos demasiada confianza.
—Quiero pedirte perdón por lo que ha pasado antes, no quería… —puse un dedo en sus labios
y negué.
—Está olvidado, ya con el simple hecho de que hayas venido para hablar con mi padre, me
demuestras lo que me quieres y eso me basta.
Nos estábamos acercando poco a poco, como si no pudiéramos vernos con claridad porque
estaba muy oscuro para ello y sentí como mi cuerpo temblaba y no era por el frío, era los nervios
que sentía cuando estaba tan cerca de él.
—Yo te adoro, Luna, eso no lo dudes nunca. —suspiró—. Siento que esto se me va de las
manos y… lo siento.
Estábamos muy cerca, demasiado, casi respirábamos el mismo aire y yo giré la cabeza para no
confundir las cosas de nuevo. Era mejor dejarlo así y seguir como hasta ahora, siendo los primos
inseparables que no pensaban cosas raras solo porque mi padre se confundió un día que le dio
demasiado el sol en la cabeza; tenía que ser sarcástica para sacarme de la cabeza lo que en
realidad quería hacer.
—No pasa nada, de peores movidas hemos salido —le recordé dándole un codazo en el brazo
y sonrió asintiendo.
Cuando éramos pequeños hacíamos tantas trastadas que nuestros padres prácticamente nos
vigilaban hasta cuando dormíamos; algún que otro castigo nos caía de vez en cuando, castigo que
obviamente era no poder vernos, nuestros padres sabían dar donde más nos dolía.
Suspirando y con sus brazos rodeando mi cuerpo, reposé mi cabeza en su pecho y me
tranquilicé como siempre. Él conseguía que todos mis temores, mis bajones y desmotivaciones
se esfumaran. Él conseguía que dejase de tener frío. Eloy conseguía demasiadas cosas y es que,
hasta soñando me veía buscando la tranquilidad que me regalaba estos momentos, buscaba su
piel para sentirla cerca de la mía. Si mis padres supieran todo lo que mi primo me hacía sentir, no
estarían ahora tan tranquilos en el salón. Yo, con tan solo quince años, estaba loca e
irremediablemente enamorada de mi primo Eloy y tenía la certeza de que iba a sufrir mucho si no
me quitaba de la cabeza este pensamiento, si no me arrancaba del corazón este sentimiento.
Como siempre, me quedé dormida y me desperté por la mañana en mi cama. Miré a mi lado y
tenía una hoja con algo escrito. La cogí con nerviosa perdida y comencé a leerla.
Querida, Luna. Enana, mejor dicho. Siento no haberte despertado, pero hemos amanecido en
el balcón y debía irme antes de que mis padres se diesen cuenta de que me quedé contigo toda la
noche. Nos vemos más tarde en el instituto y a la salida, ambos nos vamos a ir a almorzar
juntos; tranquila, le pediré permiso a tu padre.
Te quiere, tu Eloy.
—Mi Eloy.
Era la primera vez que me escribía de esta manera tan bonita y sentía que se me iba a salir el
corazón por la boca. Cogí la hoja y tras besarla, me tumbé riéndome como una loca. ¿Qué era lo
que estaba sintiendo? ¿El amor era así de loco? No sabía realmente el amor, nunca lo había
sentido por nadie, pero sí sabía lo que era creer gustare a alguien y algo me decía que mi primo
me había engañado en nuestra conversación. ¿Será que él sentía por mí lo mismo que yo por él?
Me moriría si eso fuera cierto.
Tras quitarme la tontería de encima, me levanté tan feliz que comencé a cantar sin vergüenza.
Puse música en el móvil y me moví al ritmo de Cali y el Dandee y Danna Paola.
Pero yo aprendí a olvidarte
Porque aprendí que el amor nunca se comparte
Y fuiste tú el que lo buscaste en otra parte
Tú vas a extrañarme, tú vas a extrañarme
Y ahora lloras
Y fue tu culpa, tú me dejaste sola
—¡Vaya! Mi niña se ha levantado de buen humor —escuché tras acabar la canción.
Me di la vuelta y mi madre me miraba con una sonrisa daleada. Caminé hasta ella y le di un
beso en la mejilla.
—¿No hace un día perfecto? —dije en alto.
Abrí las cortinas y abrí la ventana para que el aire entrara en mi habitación. Mi madre asintió
y tras darme un beso en la frente salió de mi habitación para que terminase de asearme.
Cogí mis cosas y salí de mi habitación con una sonrisa, la misma con la que había amanecido,
no era capaz de ocultar mi felicidad. Bajé las escaleras y busqué a mi padre con la mirada, mas
no lo encontré. Fui hasta la cocina donde vi a mi abuela tomándose un té.
—Abu, ¿Dónde está papá?
—Se ha ido a trabajar —respondió con tranquilidad.
—¿Cómo? ¿Y ahora como me voy al instituto?
—Te vienes conmigo en el bus —escuché la voz de Eloy tras de mí.
Me di la vuelta y mi sonrisa se hizo mucho más enorme. Pensé que nos veríamos más tarde,
pero no fue así.
Me tiré a sus brazos y me dio un beso en la mejilla. Después me acerqué a mi abuela y me
despedí de ella.
No me podía creer que mi padre me dejara ir en el bus escolar al instituto, estaba claro que la
conversación con Eloy le hizo bastante bien, aunque no estaba muy segura de lo que le había
dicho mi primo para hacerle cambiar tan radicalmente. Aun así, no me importaba demasiado,
porque sea lo que sea que le dijo, nos beneficiaba a ambos.
CAPÍTULO 6
Eloy
No sabía en qué momento me decidí por hablar con mi tío y mucho menos tenía la certeza de
lo que le iba a decir, pero estaba claro que era yo quien tenía que arreglar el problema. No lo
hacía por mí y mucho menos por Luna, lo hacía por mis padres, ellos no tenían que pagar los
platos rotos por mi error. Sin embargo, cada vez que estaba cerca de mi prima, no sentía que
fuese un error lo que estaba sintiendo por ella. Entonces, ¿por qué parecía que todo se iría a la
mierda en cualquier momento? Tenía que convencer a mi tío Hugo de que no estaba enamorado
de Luna, aunque tuviese que mentirle, una mentira que podría costarme caro.
Cuando entré en casa de Luna y pedí hablar con mi tío, nunca me imaginé, para nada, que él
estuviese dispuesto a escucharme. Dado como habían acabado la noche con la bronca de mis
padres, no estaba muy seguro de ellos, pero nada más lejos de la realidad, me invitó a entrar en
su despacho y ya no había marcha atrás, tenía que pensar rápido antes de que…
—¿A qué has venido? —preguntó a bocajarro—. Porque no creo que sea para quedarte
callado, ¿no? —negué tragando saliva.
No sabía que le tuviese tanto miedo a un hombre que no siempre había sido muy cariñoso
conmigo, prácticamente no teníamos demasiada unión, solo las veces que había venido con mi
padre.
—Yo… —suspiré—. Quería aclararte algunas cosas.
—¿Sabes? —caminó hasta su silla y se sentó—. No suelo escuchar excusas cuando veo con
mis propios ojos los hechos, pero por ser tú, haré una excepción. Bueno, por eso y porque si no
te dejo hablar, tu padre vendrá a tocarme los huevos y creo que, por hoy, hemos tenido
suficiente.
Me senté yo también, las piernas me temblaban y ya no me parecía tan buena idea lo de venir
a hablar con este hombre que más que familia, parecía todo un desconocido.
—Tío, yo quiero aclararte que yo no estoy enamorado de mi prima, no sé de dónde te has
podido sacar eso, pero no es así. —soltó un “ja” bastante alto, como para no escucharle.
—¿Por qué habría de creerte? He visto como la miras… he oído como suspiras cuando la
tienes cerca. No es que sea un estúpido, también he tenido tu edad —aclaró, más yo no estaba de
acuerdo en nada de lo que había dicho.
—No sé qué tiene que ver una cosa con la otra. —me levanté, quería coger las riendas de esta
conversación antes de que él consiguiera amedrentarme—. No voy a negar jamás que adoro a mi
prima, que ella lo es todo para mí, pero de ahí a estar enamorado de ella. —negué—. La miro
con cariño, somos familia.
—Lo siento, pero nada de lo que me dices me convence y ya es tarde, debes marcharte a casa
antes de que tu padre venga a buscarme de nuevo. —se levantó ahora él para coger mi brazo e
intentar sacarme, prácticamente, a patadas.
Sin embargo, me crucé de brazos y lo miré con altanería, quedándome completamente estático
en el sitio y utilizando la suficiente fuerza como para no dejarle que me mueva. Él era fuerte,
pero yo también. Mi tío y yo teníamos la misma estatura, ambos estábamos fuertes y yo ya no era
aquel niño al que podía decirle las cosas horribles que me decía y que, gracias a Dios, ya olvidé.
Nuestra relación nunca había sido buena, por algún motivo que desconozco, mi tío no sentía
por mí ese cariño de tío/sobrino. Tenía algunas visiones de lo que me decía cuando yo era
pequeño, cuando venía a jugar con Luna y mis padres estaban trabajando. Siempre me trató
como si no fuese de la familia, como si él en realidad no fuese mi tío. Yo sabía que no tenía que
ser cariñoso conmigo cuando tampoco lo era ni con mi abuela, su madre, pero decirme que yo no
era un Castillo. Nunca se lo había dicho a mis padres, no le vi la importancia.
—Estoy enamorado de Eva, la mejor amiga de Luna. Si era eso lo que querías escuchar, ya lo
sabes. Mi prima no sabe nada, en realidad eres el primero en enterarte. Por eso te digo que yo no
estoy enamorado de mi prima. Es mi prima —sentencié con la voz cargada de dureza, imitando
su modo de hablarme a mí.
—¿En serio? —frunció el ceño—. Nunca me lo habría imaginado.
—No tienes porqué imaginar nada de mí o mi vida, no eres mi padre —repliqué.
Ya estaba harto de que me tratase como si fuese una mierda, como trataba a todo el mundo.
Para nada iba a dejar que lo hiciera conmigo, al igual que tampoco podía hacerlo con mi madre.
A lo mejor, ese era el motivo por el que no me tragaba, al no aguantar a mi madre yo estaba
metido en ese saco.
—Está bien, lo siento. A veces soy un poco energúmeno y no controlo —se disculpó, lo que
me asombró sobremanera—. Sé que no siempre he sido bueno contigo, Eloy, pero eso no quiere
decir que no te quiera como mi sobrino, ¿vale? Lo que pasa es que cuando Luna está de por
medio, me vuelvo un poco gilipollas y pierdo los papeles, me ha pasado siempre y es algo que,
con el tiempo, tendré que mejorar si no quiero perder a mi familia.
Eso último que dijo me dejó un poco pensativo. ¿A qué se referirá con perder a su familia?
Era cierto que no controlaba sus emociones, pero no creía que mi tía Fernanda lo dejase por eso,
¿o sí? Bueno, sea lo que fuere, no era mi problema y con convencerle, de momento, de que yo
estaba enamorado de Eva, me era más que suficiente. Solo esperaba que esto no llegase a oídos
de la pelirroja si no, iba a tener serios problemas y no me gustaría tener que aclarar más cosas en
un tiempo.
Cuando terminamos de hablar, salimos del despacho. Justo cuando pretendía marcharme,
Luna bajaba las escaleras. Al principio me costó no mirarla, pero tuve que hacer de tripas
corazón y evitarla. Hasta que, sin esperarlo, mi tío dijo que subiera a su habitación porque
teníamos una conversación pendiente. Lo que sentí en ese momento, justo en el momento en el
que mi tío me daba su voto de confianza como para subir a la habitación de mi prima, donde
estaríamos a sola, no fue más que culpa… aunque también alivio, todo había que decirlo.
Estuve toda la noche con Luna, me preguntó de que había hablado con su padre, no quise
decirle nada, no me atrevía y por un momento pensé que todo se quedaría ahí, que volveríamos a
ser los primos inseparables de siempre. Nada más lejos de la realidad, casi nos besábamos y mi
corazón se me iba a salir del pecho en cuanto me di cuenta. Fue ella misma la que desvió la
cabeza, íbamos a perder ambos si este sentimiento se hacía visible para el resto, aunque aún no
tenía claro de que ella sintiera por mí lo mismo que yo por ella. No lo creía.
Tras una larga noche y, teniéndola entre mis brazos, me di cuenta de que se había quedado
dormida. Besé su frente con todo mi cariño y la cogí en brazos para llevarla hasta su cama. Una
vez arropada, me senté a orillas de la cama y, con una dolorosa caricia, retiré un mechón de su
pelo que tapaba esa preciosa boca que me moría por probar. Sin pensarlo, me acerqué, acerqué
mi cara a la suya y rocé mis labios con los suyos en un intento estúpido de besarla. Solo llegué
hasta ahí, no podía acercarme más de lo permitido. Me levanté ofuscado con la intención de
marcharme, no sin antes dejarle una nota. La miré desde la puerta del balcón antes de salir.
Una vez en mi cama, sonreí como un bobo al recordar que casi la besaba, que tenía más
tiempo para disfrutar de su compañía. Sin percatarme siquiera, mi madre entró en mi habitación.
—Hola, cariño. ¿Qué tal ha ido la conversación con tu tío? —fruncí el ceño justo al tiempo
que me daba cuenta de que mi tía Fernanda la llamaría para contarle.
—Bien, podría haber ido peor. Al menos ya me deja estar cerca de Luna.
—Me alegro, a veces Hugo es…
—Lo sé mamá —la interrumpí—. Por cierto, mamá, nunca te lo había contado y espero que
no sea un motivo más para odiar a mi tío, además fue hace mucho.
—¿Qué?
—Es que, hablando con mi tío, recordé que cuando yo era niño siempre dejaba caer que yo no
era un Castillo. Sé que…
—¿Cómo? —se cabreó, si lo llegaba a saber no le decía nada—. ¿Cómo cojones se le ocurre
decirte eso y más siendo un niño? Este tío es un hijo de la gran puta. Y lo siento por tu abuela
que no tiene la culpa.
—Mamá, mamá, tranquila. Nunca te lo había dicho porque no fue algo que me preocupase, es
solo que hoy me acordé. Yo sé que sí soy un Castillo.
Mi madre, sin responderme, me estrechó entre sus brazos y se puso a llorar. No sabía, de
verdad, que este tema le iba a hacer tanto daño. La miré a los ojos, aunque ella evitó a toda costa
cruzar una mirada con la mía, parecía avergonzada.
—Mamá, ¿qué pasa? No quiero que te sientas mal, nunca he dudado de mis raíces, no es algo
que me afecte. Sé lo que me adoráis, somos una familia feliz y con eso me es más que suficiente.
—¿Lo dices en serio? —preguntó en un hilo de voz.
—Pues claro que sí, yo soy feliz.
Me dio un beso en la mejilla y me mandó a dormir porque ya era tarde. Aunque se la veía más
relajada, sabía que el tema le había afectado y, por mucho que yo quisiera dejarlo pasar, no podía
evitar sentir que, si se ponía así, era porque algo de verdad tendrían las palabras de mi tío Hugo.
Negué acostándome de nuevo. Me iba a costar mucho quedarme dormido y más sabiendo que
ahora podría estar con ella de nuevo sin problemas. Solo llevábamos unos días sin estar
tranquilos como siempre, pero me parecía que había pasado semanas.
Sin darme cuenta, me quedé dormido, pensando en ella como cada noche. ¿Será que al final
no podré olvidarme de ella? Era complicado responderme a esa pregunta cuando era la primera
vez que me enamoraba de verdad, cuando me daba cuenta de lo que sentía era más fuerte de lo
que un día pensé que sentía por aquella chica de la cual no recuerdo ni su nombre; me hizo daño,
era un crio.
Solo mi prima fue capaz de hacerme olvidar todo lo que me hacía daño. Solo Luna era capaz
de alumbrar mis noches, con esa luz que desprendía cada vez que me sonreía. ¿Alguna vez podré
decirle esto que siento? ¿Algún día podré confesar todo lo que me hace sentir estar a su lado?
Como quisiera que pasara el tiempo, que ambos fuésemos mayores de edad y largarnos lejos, tal
y como había dicho en alguna que otra ocasión. Nuestra idea era irnos a vivir juntos, compartir
apartamento en el centro. Si eso llegaba a pasar, no sabía hasta qué punto iba a soportar vivir con
ella sin decirle lo que la quería.
CAPÍTULO 7
Luna
Era la primera vez, desde que tenía uso de razón, que me subía al bus escolar. Mi padre jamás
me dejó, siempre alegando que prefería llevarme él y la realidad era otra; no le gustaba que me
fuera con Eloy y sus amigos.
Cuando subí y me vio mi amiga Eva, por poco se cae del salto que dio. Corrió hasta mí y me
abrazó, siendo así el centro de todas las miradas el primer día.
—Para, estamos dando un espectáculo —le pedí con una sonrisa.
—Es que no me creo que tu padre te haya dejado venir con nosotros en bus ¡Es de locos! —
gritó lo que provocó que soltásemos una carcajada.
El conductor, nos pidió con seriedad que nos sentásemos, me iba a ir con Eva cuando mi
primo agarró mi mano y tiró de mí para que me sentase a su lado, no iba a dejar que me fuera
lejos de él y lo agradecí, no quería hacerlo. Eva, algo enfurruñada, se fue a su sitio y a su lado se
sentí Mikel, el mejor amigo de Eloy. Obviamente al no sentarse mi primo con él, intercambiaron
los sitios y así nosotros podíamos ir juntos.
Durante el camino, estuve en silencio, solo disfrutando de algo que para otros podría ser una
estúpida monotonía, pero para mí era algo nuevo y me gustaba, quería repetir. Solo deseaba que,
a partir de este día, mi padre me dejase siempre ir al instituto en el bus escolar.
—Estás muy callada —murmuró Eloy en mi oído.
—Lo siento, solo miraba el paisaje —respondí sin apartar la mirada de la ventana.
—Pero si es el mismo paisaje que ves a diario —recalcó.
—Sí, pero desde aquí se ve más bonito. —se rio y besó mi mejilla.
El día fue tal y como había pensado, al salir de clases, Eloy y yo nos fuimos a comer, aunque
no solos, pues Eva y Mikel fueron con nosotros, no podíamos decirles a nuestros amigos que
queríamos estar a solas, pensarían lo que no es o eso creía yo. Sería una estupidez que pensaren
cosas raras.
El tiempo siguió su curso y llegó el cumpleaños de Eloy, ya cumplía dieciocho años y yo, en
menos de un mes, cumplía dieciséis. Estaba a dos años de alcanzar la mayoría de edad y loca
porque llegase ese momento, solo así podría hacer algunas cosas que ahora, con esta edad, no
podía o no me atrevía. ¿Será que con dieciocho podría decirle a Eloy lo que sentía por él?
Posiblemente llegaría demasiado tarde para ello.
Estaba en mi habitación cuando mi madre entró junto con mi tía Judith. Las miré a ambas y
me sonrieron, yo sabía a qué venían, siempre era la misma táctica al llegar el cumple de mi
primo.
—Hola, cielo. —mi tía me dio un beso en la frente—. ¿Cómo estás? ¿Ya tienes pensado algo
para el cumple? Ya sabes que debe ser sorpresa.
—Bueno, teniendo en cuenta de que Eloy cumple dieciocho, había pensado que esta fiesta
fuese diferente. —alcé las cejas y ellas fruncieron el ceño.
—¿Cómo? —preguntó mi madre.
Me quedé unos segundos pensativa, tenía que decirles algo que sabía a ciencia cierta no les
gustaría, pero teníamos que pensar en él.
—¿Podemos hacer una fiesta con nuestros amigos? —solté la pregunta con rapidez para no
dejarles tiempo a una interrupción.
—Oh, no, de eso nada. ¿Cómo voy a pasar el cumple de tu primo sin tu primo? Sería una
gilipollez —replicó mi tía poniendo los brazos en jarras.
Tenía razón, el cumple de Eloy siempre era un día importante para mis tíos, adoraban a su
hijo y hacían lo posible para que él estuviese bien y ese día fuese especial y e inolvidable.
Después de un rato hablando de lo que haríamos, pensamos que sería bueno hacer una fiesta con
la familia y por la noche, teniendo por delante que pedir permiso a mi padre, hacer esa fiesta que
les había dicho a ambas. Para ello hablaría con Mikel y lo arreglaría todo con él.
Una vez que se quedaron convencidas de lo que haríamos, se fueron para comprar todo lo
necesario, la fiesta se haría el sábado, aún faltaba dos días y era el tiempo que teníamos para
organizarlo todo. Cogí mi móvil y abrí un grupo de WhatsApp con Mikel y Eva.
CUMPLE DE ELOY
Luna: Hola, chicos.
Mikel: Un grupo no, por favor
Eva: Calla tarugo
No ves que es para preparar el cumple de tu mejor amigo.
Luna: Callaos
Y sí, efectivamente es para el cumple de Eloy
Gracias Evita.
Eva: De nada amiga.
Mikel: A ver, di lo que sea ya.
Eva: Eso, díselo que tiene cosas importantes que hacer.
Me reí al ver el pique que tenían estos dos, siempre estaban igual y no se daban cuenta de que
en realidad eran así el uno con el otro, porque se gustaban. Comencé a decirles lo que tenía
planeado e inmediatamente, Mikel se ofreció a buscar el sitio para la fiesta y nosotras nos
haríamos cargo del picoteo. Obviamente el alcohol tenía que comprarlo los mayores, nosotras
teníamos un letrero luminoso que decía menores de edad en la frente y siempre nos pedían el
DNI, por mucho que nos maquilláramos como una puerta para pareces mayores.
Justo en el momento que dejaba el móvil en la mesilla de noche, entró mi padre. Me dio un
beso en la mejilla y se sentó a mi lado en la cama.
—He oído que quieres hacer una fiesta con amigos —manifestó pegándome un pequeño
empujón con su hombro.
—Bueno, yo…
—No pasa nada, te entiendo. Además, sabiendo que tu primo está enamorado de tu amiga
Eva, me quedo más tranquilo…
Me levanté como un resorte al escuchar eso. ¿De Eva? No, claro que no, eso no era verdad.
De ser así me habría dado cuenta y mi primo jamás había mirado a Eva de manera diferente.
—¿Cómo sabes eso? ¿Quién te lo ha dicho? —lo atropellé a preguntas.
—Eloy mismo fue quien me lo dijo. ¿Pasa algo? Parece que te molesta. —se cruzó de brazos.
—No, claro que no me molesta, es solo que no lo sabía y me asombra que lo sepas antes tú
que yo. Eloy no me había contado nada —mentí, claro que me molestaba.
—Bueno, supongo que hay ciertas cosas que los primos no se cuentan, ¿no? Ahora que ya lo
sabes, podrías ayudarlos a que estén juntos —me propuso y yo tuve que fingir que lo haría, que
me alegraba.
Me senté de nuevo, me estaba mareando.
—¿Estás bien? —se preocupó y asentí.
No podía decirle que me molestaba el saber que Eloy, mi Eloy estaba enamorado de mi amiga
Eva, aunque para ella será la mejor de las noticias, para mí había sido lo pero que podía escuchar.
Mi padre, tras comprobar que estaba bien, me dejó sola. Me quedé pensativa, casi inmóvil, no
podía moverme. ¿Qué podría hacer ahora? ¿Le diría a Eva? ¿Tenía que hablar con Eloy antes de
hacer cualquier cosa? ¿Y si me lo afirmaba? Demasiadas preguntas sin respuesta. Me levanté y
salí de mi habitación para ir a casa de Eva, no vivía demasiado lejos, así que fui caminando. Esto
no podía decirlo por mensaje, era mejor cara a cara.
Unos minutos después, llegué y me encontré a Eva saliendo de su casa, al parecer ella
también venía a mi casa.
—Qué casualidad. —se rio.
—¿Por qué no me has avisado que venías? Me habría ahorrado el viaje —dije algo
malhumorada, no podía esconder mis sentimientos.
—¿Te pasa algo?
Entramos en su casa y por consiguiente nos fuimos a su habitación. Una vez encerradas,
literalmente encerradas, puesto que cerró con pestillo para que nadie entrara. Ella no dejaba que
sus padres entrasen como perro por su casa, tenía una intimidad. Vaya, lo mismo que pasaba en
mi habitación, nótese la ironía.
Nos sentamos en su cama, Eva no dejaba de mirarme y yo no sabía que decir. Tenía la
necesidad de desahogarme con alguien, pero no estaba segura de que ella fuese la persona
indicada para ello.
—¿Me vas a decir de una vez que te pasa? —tocó mi mano.
—Eloy está enamorado de ti —solté a bocajarro lo que provocó que se levantara como un
resorte.
—No es verdad, no es posible —titubeó—. ¿Lo dices en serio?
—Eso dice mi padre, al parecer el mismo Eloy se lo confesó.
Noté como mis mejillas se mojaban por las lágrimas en cuanto comprobé lo feliz que le hacía
saber esa noticia. Siempre supe que mi amiga estaba enamorada de mi primo, pero nunca pensé
que podría pasar al revés y ahora que lo sabía, no tenía ni idea de cómo iba a pasar por esto. Es
que darme cuenta de que estaba a poco tiempo de perder la relación que Eloy y yo teníamos, me
hacía daño.
Eva, al percatarse de mis lágrimas, se sentó frente a mí con el gesto fruncido, no era para
menos.
—Luna —murmuró mi nombre casi en un susurro.
—Lo siento, será mejor que me vaya. —me levanté con la clara intención de salir corriendo,
más ella me paró.
—No, no te vas de aquí sin decirme el motivo por el que te has puesto a llorar. ¿Acaso te
molesta que Eloy esté enamorado de mí? —su pregunta era la acertada, pero yo no podía
responderle a eso. ¿Qué pensaría de mí?
¿Cómo le iba a decir a mi amiga que estaba enamorada de mi primo? Seguramente me diría
que estaba loca, que eso no podía ser. Apostaba lo que no tenía, a que incluso dejaría de ser mi
amiga y no quería perderla a ella también.
Negué, mentí, ¿qué otra cosa podría hacer?
—¿Estás segura?
La miré a los ojos, como si con eso pudiera responderle y es que, en realidad, deseaba
contarle la verdad, lo necesitaba. El desahogo que iba a sentir iba a ser notable.
—Sí, me molesta y mucho —solté de pronto, algo que no se esperó.
Y sin más, la dejé con la palabra en la boca y me fui, no podía quedarme a esperar lo que
tuviese que decir. Salí corriendo, tan rápido que llegué a mi casa antes de darme cuenta. Cuando
abrí la puerta, escuché unos gritos que provenían de la cocina, caminé sigilosa para saber que
estaba pasando y mis padres estaban discutiendo. Últimamente lo hacían muy a menudo y no me
gustaba, ellos se querían, yo sabía que era así. Sin embargo, algo fallaba en su relación; mi padre
o, mejor dicho, el carácter de mi padre. No era malo, para nada, es solo que no sabía controlar
sus emociones y soltaba lo primero que pasaba por su cabeza, además de hacer cosas que
también molestaban. Solo había que verlo cuando mi tía Judith y él estaban en un mismo
cubículo, era como estar viendo boxeo; no había puñetazos, pero poco faltaba.
Al percatarse de mi presencia, dejaron de gritar y me miraron. Yo no les dije nada,
simplemente subí las escaleras de dos en dos para después encerrarme en mi habitación. Estaba
cansada, muy cansada y, aunque adoraba a mis padres, sabía que ellos estaban mejor separados.
CAPÍTULO 8
Eloy
Me quedaban horas para ser mayor de edad y aun no tenía ni idea de lo que haría con mi vida.
No me refería a mi vida de adulto, me quedaba mucho para llegar a eso, si no, elegir carrera, eso
sí que aún no lo tenía pensado. ¿Qué iba a estudiar? Era demasiado repentino, a mi parecer,
aceptar que ya no era un niño y más cuando aún seguía requiriendo de la protección de mis
padres. Me sentía maduro para algunas cosas, pero un niño para otras. ¿Y sí me equivocaba? No
pasaría nada, ¿no? Es decir, de eso iba la vida, de equivocarse mil veces. Estaba claro que
necesitaba ir a la orientadora para aclararme o elegiría la carrera con menos salidas de la historia.
Me levanté algo perezoso, mis padres habían cogido el día libre para pasarlo conmigo, ya que,
aunque era sábado, ellos trabajaban. Bueno, mi padre era el que más horas estaba fuera de casa,
prácticamente vivía en la oficina.
Al parecer íbamos a pasar el día juntos, todos juntos. No es que no me hiciera ilusión, claro
que sí y más si mi día iba a comenzar viendo a Luna, era lo único que me importaba.
Fui al baño para darme una ducha y por consiguiente vestirme. Mi madre ya llevaba un rato
llamándome desde las escaleras para que bajase a desayunar. Cuando estuve listo, salí de mi
habitación y en menos de un minuto estaba entrando en el salón. Me encontré con mis padres y
mi tío Jesús a cada lado de la mesa, la cual ya estaba preparada para darnos un buen festín; mi
madre tan exagerada como siempre. Comenzaron a cantar “Cumpleaños feliz” y no pude más
que sonreír, la verdad es que tenía la mejor familia de este mundo. Cuando terminaron, me
acerqué a ellos y me dieron un fuerte abrazo.
—Mi niño —musitó mi madre soltando hipidos, ya estaba llorando—. Te quiero, mi corazón.
—Yo también, mamá.
—Ven aquí, campeón. —me apretó mi padre—. Toma, aquí tienes tu regalo. —extendió una
caja mediana y me senté para abrirla.
—Feliz cumpleaños, Eloy —dijo mi tío.
Estaba nervioso, no sabía que tuviesen un regalo, nunca les pido nada, tengo de todo como
para recibir algo. La abrí despacio, mi madre estaba más atacada que yo y solo con eso sabía que
era algo importante. Al abrirla, fruncí el ceño. Miré a mis padres y asintieron; era las llaves de un
coche y un sobre. Me indicaron que lo mirase todo y habían pensado en todo, pues me habían
pagado las clases de conducir para sacarme el carné.
Mi padre me hizo seguirle para ver el coche que, al parecer, ya estaba aparcado afuera. No me
lo podía creer. Salí y al ver el coche, por poco me daba un infarto; era un BMW x2 en naranja,
era el coche de mis sueños y demasiado caro para un regalo a un chico que no tenía ni carné. Mis
padres se habían pasado.
—Esto es demasiado, papá. Me habría conformado con un Ford fiesta antiguo. —sonrió.
—Nada es demasiado para ti, cielo —mencionó mi madre emocionada—. Te mereces esto y
mucho más. Además, no lo cojeras hasta que no sepas conducir muy, muy bien y tengas el
permiso, claro.
Asentí y le di las gracias a los dos para después volver a entrar y ponernos a desayunar.
La mañana se fue bastante rápida, le pregunté a mi madre por Luna y me evadió
prácticamente, no supo o no quiso decirme por qué mi primita no había venido a desayunar con
nosotros. «Seguramente está ocupada», me dijo con tranquilidad. Pero no me lo tragaba, Luna
nunca se perdía los desayunos de mi cumpleaños, eran apoteósicos.
Cuando terminamos, me propuse ir a buscar a mi prima, pero no pude pues Mikel me llamó
para vernos y no aceptaba un no por respuesta, palabras suyas. Y, aunque iba a negarme, pues se
suponía que iba a pasar el día completo con mi familia, mi madre me dijo que fuera, al parecer
estorbaba en casa. Así que, tal y como me dijo por teléfono, vino a recogerme en su moto para
llevarme a su casa. Mikel y yo nos conocíamos desde hacía años, él llegó al colegio con siete
años y desde entonces nos hicimos amigos. Estaba un poco loco, todo había que decirlo y poco
teníamos en común, pero, aun así, nos llevábamos mejor que nadie.
—¿Ya tienes pensado que harás hoy? —me preguntó cuando llegamos a su casa, yo me
encogí de hombros.
Estaba seguro de que mi familia haría una merienda, como siempre, con todos, pero después
yo quería hacer otra cosa, algo diferente para variar.
—Lo de siempre, no mucho más. ¿Por qué? —me interesé, estaba demasiado misterioso.
—Para que no hagas planes, esta noche he quedado con varios amigos en casa de Martín para
tomarnos algo, así tenemos un motivo para beber. —era muy sarcástico.
—¿Desde cuándo necesitáis un motivo para emborracharos? Que yo sepa, lo hacéis cuando os
place. —asintió y soltamos una carcajada. Era de lo que no había.
—Bueno, tú no hagas planes.
—No sé, ya sabes que mis padres siempre preparan algo y no quiero dejarlos tirados —le
expliqué, aun así, pasaría el tiempo posible con él hasta que tuviera que marcharme.
Almorcé con Mikel y sobre las cinco de la tarde, que era cuando mi madre me dijo que tenía
que estar en casa sí o sí, llegué y la sorpresa fue más que esperada; estaban todos, mi familia al
completo, incluso mi tío Hugo.
Me acerqué a mi abuela para besarla, era a la que menos veía y la verdad es que la extrañaba
mucho. Todos me felicitaron tras ella, me dieron sus regalos y me sentí afortunado de la familia
que tenía, eran los mejores, siempre tratando de hacerme sentir bien y eso era de agradecer.
Cuando pasó toda la locura, me acerqué a mi Luna para regañarla por no haber estado a mi
lado durante la mañana.
—Lo siento, tuve que hacer algunas cosas, no me odies —fue lo que me dijo y yo, como
siempre, la perdoné—. Al menos pasaremos la tarde juntos, ¿no? Podríamos cenar y ver una peli
—propuso con la mejor de las sonrisas.
—Claro —acepté enseguida para después negar, recordando que ya había hecho planes—. Lo
siento, pero Mikel ya me tiene agarrado para una reunión con nuestros amigos. No te importar,
¿verdad?
Se puso seria unos segundos y me sentí fatal por dejarla tirada.
—No te preocupes, no pasa nada. Eso sí, mañana eres mío y pobre de ti como hagas planes —
me amenazó y le di un beso en la mejilla.
Tras un rato bastante ameno, cada uno estaba en un rincón de mi salón hablando. Mi madre y
mi tía no paraban de reír, seguramente por alguna de las gracietas de mi tío Jesús y mi padre y
tío, alrededor de mi abuela, como siempre, aunque ella hablaba más con mis otros abuelos, los
padres de mi madre, que con ellos que prácticamente se pasaban el ratón discutiendo por
cualquier estupidez.
Yo me quedé unos minutos solo en mi lugar, a diferencia de los demás, si no estaba Luna, yo
no era muy hablador y ella había ido a la cocina para ayudar a Dora, su abuela, a coger alguno de
sus platos. La verdad, es que, para mí, también era mi abuela.
Llegaron con la tarda y yo pensando que me traigan alguna comida de Dora. Comenzaron a
cantar y esperaron expectantes que pidiese mi deseo para después soplar las velas. «El deseo».
¿Había pedido un deseo? Pues claro, además siempre pedía el mismo desde que me di cuenta de
que amaba con Luna; estar con ella sin miedo a nada.
—¿Qué has pedido? —susurró en mi oído la susodicha.
—No pienso decírtelo.
—¿Cómo qué no? Siempre me dices tus deseos —me recordó.
—Siempre te miento, nunca te digo el deseo real. —abrió la boca formando una “o”
exagerada—. ¿Qué? ¿No pensarías que te diría la verdad? Si no, no se cumple.
—¿Se te ha cumplido alguno de los que pediste a lo largo de los años, primito? —se interesó,
más yo negué—. No te creo.
—Es cierto, aun no se me ha cumplido, siempre pido el mismo por si llega a cumplirse. —me
encogí de hombros.
La conversación se quedó ahí, por el momento, sabía que Luna no lo dejaría pasar, así como
así, la conocía demasiado y era muy curiosa.
Sobre las diez de la noche y tras despedirme de todos, Mikel vino a recogerme para llevarme
a casa de Martín. Antes de salir de mi casa, busqué a Luna por todas partes, pero no la encontré y
tampoco supieron decirme a donde había ido, así que me fui sin más. Probablemente estaría
enfadada por no estar con ella e irme de fiesta con amigos y no la culpaba, pero las cosas habían
salido así y tampoco podía dejar tirado a mi mejor amigo.
—¿Preparado para pasarlo bien? —preguntó a pleno grito Mikel.
—Normal, tampoco es que vayamos a armar la mejor de las fiestas, ¿no? Es decir, solo
estaremos algunos amigos, cero chicas —le aseguré dudoso.
—Claro, cero chicas, solo tíos —sonrió.
Había algo extraño en su manera de sonreír y si no lo conociera como lo conocía, pensaría
que me estaba ocultando algo, solo esperaba que no fuera una de sus tantas locuras en las que
acabamos borrachos en su casa y prácticamente en coma hasta las una de la tarde del siguiente
día. No es que yo lo hiciera muy a menudo, pero alguna que otra vez sí que me uní a sus locuras.
Al llegar, nos bajamos de su moto y caminamos hasta el chalé de este, todo estaba oscuro y
parecía no haber nadie. Le pregunté, pero su respuesta no llegó, solo y cuando abrimos la puerta
y nos encontramos con muchos amigos del instituto incluida mi prima Luna, me habló.
—¡Sorpresa! —gritaron al unísono todos.
Saludé a todos los habidos y por haber, acercándome poco a poco a la única persona que me
importaba de toda la sala. Luna estaba la última, como si le estuviese evitándome de algún modo.
Sabía que la iba a regañar por mentirme de este modo y más haciéndome sentir mal por dejarla
sola el día de mi cumpleaños. Cuando llegué a ella, me abrazó y felicitó al oído.
—¿Se te ha cumplido tu deseo? —ahí estaba la pregunta.
—No.
—¿No era pasar tu cumpleaños conmigo?
—No.
—¿Me lo dirás algún día? —insistió sin separase de mí y cada vez me costaba más dejarla
escapar de mis brazos.
—Te lo diré cuando se cumple. —le guiñé un ojo.
Con todo el dolor de mi corazón y porque si no lo hacía la gente iba a empezar a sospechar
mis sentimientos hacía ella, me separé y acerqué a los demás para servirme una copa.
La vi cómo se acercaba a su amiga Eva, aunque la pelirroja no dejaba de mirarme de una
manera un tanto rara que no sabría descifrar. ¿Será que mi tío le dijo que estaba enamorado de
ella? Dios, esperaba que no, si no tendría que dar más explicaciones y no estaba de ánimos para
eso en este momento.
La fiesta comenzó, siendo de lo más divertido. Por un momento sentí ganas de escapar, no me
gustaba cuando mi prima bebía y sabía que me tocaría llevarla a cuestas esta noche hasta su casa,
a no ser que la llevase a la mía. La cuestión era, que acabaría vomitando por las esquinas y yo
sería el único culpable por no controlarla.
—¿Jugamos a la botella? —preguntó Eva a grito pelado para que todos las escuchásemos.
Algunos dijeron que no, otros les daban igual y como Mikel dijo que sí, me arrastró con él
hacia el juego maldito de la botella donde te tocaba besar a cualquiera de los jugadores, sean
hombre, mujeres o familia.
Comenzaron con Eva que justamente le tocó besar a Mikel y, por si fuera poco, el juego
empezaba fuerte, pues el beso más que un pico sin importancia les faltaba poco para irse a un
lugar más privado. Al lado de Eva estaba Luna y cuando lograse separarse de la boca de mi
amigo, le tocaría a ella mover la dichosa botella. No quería que lo hiciera. ¿Y si le tocaba besar a
Martín o cualquier otro? No, no estaba preparado para verla besarse con otro tío.
—Venga va, que te lo vas a tragar —dijo Luna sin parar de reír, ya estaba algo achispada.
Lograron separar a Eva de Mikel y el juego siguió su curso, Luna le dio y esa botella dio
tantas vueltas que por poco me mareada. Poco a poco, fue bajando la velocidad hasta que… «Oh,
no podía ser», se paró delante de mí, la puta botella me señalaba a mí y todos comenzaron a
reírse. Obviamente Luna y yo nos mirábamos serios, demasiado y no parecía estar pasándolo
bien en este momento en el que tenía que besar a su primo.
—Vaya —dijo Mikel—. Tienes que besarle, son las reglas del juego.
—No voy a besar a mi prima, gilipollas. —le pegué un empujón alterándome.
—¿Tienes miedo, primito? —la miré, no era ella, era el alcohol quien hablaba—. Vamos, es
solo un juego inofensivo.
—Esto no tiene nada de inofensivo. —señalé a su amiga que no paraba de rozarse con mi
amigo.
Ella alzó una ceja con picardía y se acercó a mí mucho, demasiado para poder soportarlo.
Escuché como decían; bésala, no pasa nada porque sea tu prima, no seas crio y mil cosas más
que dejé de escuchar en cuanto Luna, sin un ápice de vergüenza, pegó su boca a la mía. Pronto
dejé de escuchar nada, solo estábamos ella y yo y nuestros labios dándose calor, mucho calor.
Pensé que pararía, que me alejaría de ella, sin embargo, intensifiqué el beso sentí como
comenzaba a caer al vacío.
CAPÍTULO 9
Luna
Me vine huyendo de Eva para nada porque la tenía pegando en mi puerta media hora después,
habíamos quedado para ir a comprar algunas cosas para el cumpleaños de mi primo. Mi padre
me gritó desde abajo, avisándome de la visita. Bajé las escaleras y mi amiga me miró e hizo una
señal con la cabeza para que la siguiese afuera. Me despedí de mi padre y salí tras ella.
—Lo siento —le dije antes de que ella hablase.
—¿Qué sientes exactamente, Luna? Porque no me lo has dejado claro —respondió con otra
pregunta.
—No lo sé, bueno sí lo sé, pero no puedo decírtelo, no cuando yo seré la que salga herida —
aseguré mientras caminada despacio, íbamos a coger el autobús.
Seguimos el camino calladas, no volvió a preguntarme, aunque sabía que lo haría en cualquier
momento.
Intentamos pasar la tarde sin conversaciones incomodas y nos dedicamos a comprar las cosas
que harían falta para la fiesta. Habíamos quedado también con Mikel y Martín para que el coche
de este último pudiese llevárselo a su casa, total, la fiesta se haría allí y sería una estupidez
llevárnoslo alguno de nosotros.
Cuando veníamos de vuelta, volvió a preguntarme y no pude esconder más lo que sentía, iba a
decirle la verdad a mi mejor amiga, a la misma que estaba enamorada de mi primo, la que me
quitaría la oportunidad de pasar todo el tiempo posible con él porque ahora estaría con ella, en
cuanto él le confesara la verdad y se convirtieran en novios. Negué, no quería pensar en esa
posibilidad.
—Estoy enamorada de Eloy —dije sin más—. Siento mucho decírtelo el mismo día en el que
te enteras de que a quien quiere, es a ti, pero no podía ocultártelo más.
—Joder —fue lo único que pudo decir.
—Sé que pensarás que estoy loca, que como me voy a enamorar de mi propio primo, que no
podremos estar juntos y un sinfín de cosas más. Todas, me las sé todas, pero eso no quita que
sienta lo que siento.
Mi corazón se comprimía cada vez que lo decía en voz alta, no es que lo hubiese hecho
demasiadas veces, para ser exactos, esta era la primera y sería la última, porque no se lo diría a
nadie más.
—Luna, si te sirve de consuelo, yo no creo que Eloy esté enamorado de mí si no de ti. —
fruncí el ceño—. Eso se nota, solo hay que ver cómo te mira y eso, por mucho que me joda, es la
verdad.
—Yo no lo creo, no habría dicho que…
—Se lo dijo a tu padre para que os dejara tranquilos, estoy segura.
Me encogí de hombros, no pensaba que fuese así, pero ¿y sí era así? ¿Y sí Eloy le mintió a mi
padre solo para que nos dejara tranquilos?
Cuando llegamos a mi casa, ella siguió su camino para volver a la suya y yo me metí, como
siempre, en mi habitación. Últimamente no quería estar cerca de mis padres, se la pasaban
discutiendo a cada rato y me dolía demasiado verlos así, cada vez estaban peor y sabía que el fin
estaba cerca. Pasamos de estar unidos, a solo vernos en el desayuno y así sería a partir de ahora,
estaba segura de ello.
El día del cumpleaños de Eloy, iba a ir a desayunar con él, como siempre, pero mi padre se
negó alegando de que quería pasar más tiempo conmigo. Además, mi madre no estaba porque se
fue con mi tía Judith a comprar algunas cosas, justo después de que ella terminase de desayunar.
—¿Qué te ocurre? Llevas unos días muy seria y alejada de nosotros —se interesó mi padre,
pegándome un codazo cariñoso en el brazo.
—Nada, solo que en mi habitación es donde encuentro la tranquilidad que no sois capaz de
dar últimamente —le reproché casi sin pensar, no era mi intención soltarle de pronto lo que
pensaba.
—Hija, yo… lo siento. Sé que tu madre y yo hemos estado discutiendo mucho y…
—No, papá, no tienes que disculparte conmigo.
Sin decirle nada más, me levanté y me fui a mi habitación de nuevo. No es que me gustase
estar encerrada, claro que no, pero pasar el rato en la terraza, respirando aire puro, dejando la
mente en blanco o, al menos, intentándolo, era mejor que escuchar reproches todos los días, las
veinticuatro horas del día, porque no eran capaces de parar ni de noche.
Por la tarde, nos fuimos a casa de mi tía para esperar a Eloy que había ido a comer con su
amigo Mikel, me lo había dicho en un mensaje este para avisarme de que tendría que escaparme
después con Eva de la fiesta que le hacía mis tíos para irme a casa de Martín.
Cuando llegué, los saludé a todos y me quedé hablando con mi tío Jesús que era el único que
me entendía y al que podría decirle como me sentía, aunque no fuese el momento.
—¿Qué le pasa a la Luna de mi alma? —pregunté abrazándome.
—Ay, tito si yo te contara. —suspiré.
—Soy todo oídos, cielo. —me guiñó un ojo y cogí su brazo para llevarlo a la cocina donde
podríamos hablar sin que nadie nos escuchara.
—Es complicado. —volví a suspirar, últimamente lo hacía mucho.
—Nada lo es, solo nosotros nos complicamos la vida, mi niña. Dime que pasa, yo no te voy a
juzgar.
—Por eso te lo voy a contar a ti, porque sé que será el único que me entienda.
Comencé a dar vueltas de izquierda a derecha, retorciéndome los dedos de las manos, con
miedo, pero confianza a la vez. Una parte de mí sabía que pronto todo se sabría y que todo iba a
cambiar, era como un presentimiento.
—Estoy enamorada de Eloy —confesé.
Se quedó unos segundos en silencio, para luego sonreírme con cariño y abrazarme como si
fuese mi padre y en realidad, para mí es como si lo fuera, siempre ha sido conmigo amoroso y
compasivo. Siempre me ha escuchado y aconsejado. Mi tío Jesús, habría sido un buen padre y no
digo que mi padre no lo sea, es solo que son diferentes. El señor Hugo Castillo es más cabezón e
incluso un poco ogro, pero lo quería, más bien lo adoraba.
—¿Y cuál es el problema? —se sentó.
—Que somos primos.
—Eso no es un problema, al menos yo no lo veo así.
—Que está enamorado de mi amiga, o eso es lo que él le ha dicho a mi padre. —le imité y me
senté frente a él.
—Mira, Luna. No sé si es cierto que Eloy está enamorado de esa chica, lo que sí sé es que tú
eres muy importante para él y…
—Aquí estáis —dijo mi madre entrando en la cocina e interrumpiendo nuestra conversación
—. ¿De qué hablabais? Ya Eloy está a punto de llegar.
—De nada, mamá. Solo me ponía al día con mi tito. —besé su mejilla y me escabullí.
Unos minutos después, mi primo entraba en la casa. Saludo a todos y vino hasta mí para,
primero regañarme y luego besar mi mejilla.
Yo le miraba embobada, no sabía por qué no me di cuenta antes de lo que sentía por él, pero
estaba claro que mi corazón se estrujaba cuando lo tenía cerca y me quedaba sin aliento cuando
besaba mi mejilla. Eloy y yo éramos tal para cual, y seríamos la pareja perfecta de no ser familia,
porque eso siempre sería así, siempre seríamos primos.
Cuando sopló las velas y le intenté sonsacar el deseo que había pedido, esperé a que se
despistara para poder irme, debíamos preparar la otra fiesta.
Eva me esperaba afuera con su padre para llevarnos a casa de Martín, los saludé y en menos
de media hora estábamos entrando en el chalé de este y comenzamos a prepararlo todo, Mikel
había avisado de que llegaría en media hora más o menos, teníamos muy poco tiempo y ya me
estaba poniendo nerviosa. Además, no tenía el regalo de Eloy, lo había dejado en mi casa con las
prisas y tendría que dárselo mañana. Tampoco es que le haya comprado algo, comparado con el
cochazo que le ha comprado mi tío, mi regalo es nada. Pero sabía que le haría ilusión.
Al fin llegó y me dejó para la última, como siempre. Se iba acercando a mí lentamente y a
cada paso que daba, más nerviosa me ponía. Era como si, a partir de esta noche, todo fuese a
cambiar entre nosotros. Por algún motivo que desconocía, empecé a creer en lo que mi amiga
Eva me había dicho, eso de que en realidad estaba enamorado de mí y no de ella. Por primera
vez en mucho tiempo, tenía la certeza de que necesitaba confesarle mis sentimientos sin importar
las consecuencias. Eso solo lo conseguía él con una simple mirada.
—¿Se te ha cumplido tu deseo? —le pregunté en cuanto llegó a mí.
—No —respondió con una sonrisa.
—¿No era pasar tu cumpleaños conmigo?
—No.
—¿Me lo dirás algún día? —insistí sin sepárame de él, cada vez me costaba más alejarme de
sus brazos.
—Te lo diré cuando se cumple. —me guiñó un ojo.
Me dejó con la boca abierta y se fue con su amigo a prepararse una copa. Eva se acercó a mí y
me llevó hasta la cocina para coger la botella que habíamos comprado para nosotras, no éramos
de beber cosas fuertes, así que compramos amaretto, el licor es dulce y está tan rico que
empezabas a beber y no te dabas cuenta hasta que estabas borracha como una cuba.
De pronto y cuando ya había perdido la cuenta de las copas que me había bebido, estaba algo
achispada, todo había que decirlo, alguien grito que jugásemos a la botella. Inmediatamente unos
dijeron que sí y otros se negaron. Yo solo haría lo que mi primo eligiera y como él se colocó al
lado de Mikel, yo me senté al lado de Eva. Le tocó a ella primero y justamente besar a nuestro
amigo. Al principio pensé que se echaría atrás, pero nada más lejos de la realidad, por poco se lo
tragaba, ese beso fue demasiado y saltaban chipas entre ellos.
—Vamos, te toca —murmuró en mi oído mi amiga.
Puse la mano sobre la botella y la hice girar, con tanta fuerza, que comenzó a dar vueltas a
demasiada velocidad. No lo había hecho aposta, lo juraba. Entonces, como si el destino estuviese
de nuestro lado, se paró justo delante de Eloy. No me lo podía creer, tenía que besar a mi primo y
no sabía si era por el hecho de que estuviera loca e irremediablemente enamorada de él o el
alcohol, pero lo deseaba, deseaba besar sus labios.
A pesar de sus negativas por hacerlo, me acerqué a él intimidante, diciéndole que solo era un
juego. No lo dejé hablar, ¿para qué? Y lo besé, pegué mis labios en los de él, en su carnosa boca
que tantas ganas me moría por besar. No estaba previsto, nada de lo que pasó después lo estaba.
Eloy metió su lengua en mi boca y sentí como mis piernas temblaban, como se cerraban
buscando alivio en aquella zona que nunca había notado que estaba ahí, que podía sentir eso.
Estaba excitada, demasiado.
Escuchamos como se quejaban los demás y nos separamos. En principio nos quedamos
mirando a los ojos fijamente, ambos fruncimos el ceño sin entender lo que nos había pasado.
Bueno, yo sí sabía lo que me pasó a mí y es que lo necesitaba, necesitaba a mi primo. No, dejaré
de llamarle primo, no podía pensar en él como familia y morirme por estar con él.
CAPÍTULO 10
Luna
La fiesta siguió su curso, la música sonada tan fuerte y yo estaba tan borracha que ya no
coordinaba ni los pasos de baile. Eva tiró de mí para llevarme al baño y que me echara agua, ella
estaba también algo perjudicada, pero no tanto como yo. Dejó de beber en cuanto se besó con
Mikel con la intención de repetir ese beso. No como yo, que en cuanto besé a Eloy, necesitaba
más alcohol para soportar las miradas de todos, incluidas la suya. No sabía si me miraba porque
le había gustado o porque estaba avergonzado. Obviamente yo quería que fuese la primera
opción.
—Échate agua, anda —mencionó Eva acercándome al lavabo.
—No… estoy tan borracha —respondí arrastrando las palabras.
—No, que va. Venga, nos vamos a ir ya.
Necesitaba echar vomitar, se me revolvió el estómago tanto que como no me agachara pronto,
lo echaría en el primer lugar que se pusiera por delante. Con la ayuda de Eva me agaché y abracé
al váter como si fuese un osito de peluche.
No sabía el tiempo que llevaba ahí, pero ya no escuchaba ni la música. De pronto sentí como
alguien me cogía en brazos y me sacaba del baño. Sentí algo de frío, parecía que estábamos en la
calle. Quise abrir los ojos, de hecho, los abrí, pero se me cerraron enseguida, no pude ver quien
era la persona que me llevaba a no sabía dónde. Íbamos en un coche, de eso si estaba segura,
escuché como se cerraba la puerta y percibí el movimiento, pero nada más, me quedé dormida.
La luz se colaba por las cortinas y el frescor de la mañana me erizó la piel. Comencé a
removerme y abrí los ojos despacio, me costaba acostumbrarme a la claridad. Me incorporé
despacio y me cogí la cabeza, como se me fuera a caer.
—Eh, tranquila. Tomate esto —escuché la voz de Eloy, lo que me hizo abrir los ojos de golpe.
—¿Dónde estoy? —miré a mi alrededor—. ¿Qué hago en tu habitación Eloy? —me levanté
nerviosa, estaba semidesnuda, solo con una camiseta suya. Sí, era grande y me tapaba hasta
debajo del culo, pero igualmente me avergoncé.
—Tranquila, no te desvestí yo y no he dormido aquí, me fui al sofá —declaró con una sonrisa
daleada.
—¿Tu madre sabe que estoy aquí? —asintió—. ¿Y la mía? —volvió a asentir y yo solté el
aire que no sabía que estaba reteniendo.
Me senté en la cama y tapé mis piernas con la colcha, no es que no me hubiera visto en bikini
mil veces, pero después de todo me daba vergüenza. Se sentó a mi lado y cogió mis manos sin
dejar de mirarme a los ojos, estaba demasiado extraño.
—¿Te ocurre algo? —me interesé.
—¿No te acuerdas de nada? —rodé los ojos y me encogí de hombros—. ¿De verdad que no?
—¿Puedes ser más claro? Es que el alcohol todavía me tiene algo obnubilada. —volvió a
sonreír y juraría por Dios que, si volvía a hacerlo, lo besaba.
Y como si me hubiese escuchado, se acercó a mí y me besó. No me lo esperé y mucho menos
lo que yo misma hice después. Lo abracé, pegué mi cuerpo al suyo y el beso se volvió más
intenso, Eloy metió su lengua en mi boca y la mía lo recibió gustosa. No me podía creer lo que
estaba pasando, nos estábamos besando y esta vez había sido él quien inició el beso. ¿Sería
verdad que me quería, que era yo la chica de la que estaba enamorad? De ser así, no iba a poder
alejarme de él, yo lo amaba con toda mi alma y ahora sabía que podíamos estar juntos, luchar
porque nadie nos separase.
Despegó sus labios de los míos y rozó si nariz con la mía en un intento fallido de alejarse más,
no pudo, claro que no pudo y volvió a besarme, pero esta vez fue un casto beso.
—Te quiero, Luna, ya no puedo ocultártelo más —declaró, lo que me emocionó sobremanera.
—Yo también te quiero, no sabes cuando te quiero, Eloy. Esto, esto es como un sueño.
—Lo sé, me lo dijiste anoche. Me dijiste que estabas enamorada de mí y que te daba igual si
yo no te quería. Siento que creyeras que estaba enamorado de otra, pero no podía dejar que tu
padre se enterara de mis sentimientos hacia ti —me aclaró abrazándome.
—Yo siento haberte obligado a besarme anoche, no pretendía…
—¿Estás de broma? Me moría por besarte, pero pensé que lo hacías porque estabas borracha.
Además, estaban nuestros amigos y no quería empezaran a hablar mal. —asentí cogiendo su
mano y enroscando mis dedos con los suyos—. Luna. —me miró—. Ahora que sé lo que es
besarte, abrazarte. Ahora que sé que me quieres, no puedo alejarme de ti… no puedo y no quiero
hacerlo.
—No lo hagas, Eloy, no te alejes.
Escuchamos pasos acercarse y nos separamos de golpe. Volví a la cama y me tapé hasta arriba
mientras que Eloy hacía como que miraba algo en el portátil. Mi tía Judith entró sin avisar, como
siempre y nos miró de hito en hito y sonrió como si pensara que se iba a encontrar otra cosa.
—Buenos días, borrachina —me saludó—. Menos mal que Eloy te trajo aquí, porque si tu
padre te llegaba a ver en el estado que llegaste, te castiga hasta los treinta.
—Gracias por dejar que me quede aquí, tía. —me dio un beso en la frente.
—¿Quieres desayunar antes de irte a tu casa? Tu madre sabe que estás aquí, pero tu padre cree
que dormiste en casa de Eva.
—Sí, me muero de hambre. —iba a levantarme cuando ella me paró en seco.
—Espera, quieta ahí. —miró a Eloy—. Largo de aquí.
—¿Por qué?
—Tu prima está medio desnuda, así que largo para que pueda levantarse.
—Oh, cierto.
Eloy salió de la habitación y aproveché para vestirme y hablar con mi tía, estaba pensando
decirle a ella la verdad, no me gustaba tener secretos con las personas que quería, aunque al
único que no podía decirle fuese mi padre.
Mientras me vestía, ella se sentó en la cama y me miraba de una forma rara, como si, en el
fondo, supiese algo. Mi tía Judith siempre fue un poco bruja, eso o era una cotilla que nos ha
espiado detrás de la puerta.
—¿Te pasa algo tía Judi? —le pregunté solo para que empezara hablar, cosa que estaba loca
por hacer.
—¿No tienes nada que contarme? —alzó las cejas con una sonrisa pícara.
—No sé, dímelo tú.
—Venga, te daré la oportunidad de que me lo cuentes tú.
Me senté a su lado en cuanto terminé de vestirme, era todo un caso.
—Venga, si ya lo sabes para que me haces decírtelo, me muero de vergüenza. —me tapé la
cara con ambas manos.
—El amor no tiene que avergonzarte, cariño. —la miré de nuevo—. Sé que estáis enamorados
y lo sé desde antes de que vosotros os dierais cuenta, pero…
—Como siempre hay un, pero. —asintió pasando un brazo por encima de mis hombros.
—No será fácil, cielo. Tu padre hará lo posible por separarte de Eloy.
—Lo sé, pero no dejaré que lo consiga.
—Por mi parte y sé que por parte de tu tío también, tenéis mi aprobación. No creo que por ser
primos no podáis estar juntos, no hay nada de malo en eso. Además, no podemos hacer nada si
os queréis, peor sería que estuvierais juntos a escondidas, ¿no? —me encogí de hombros.
Abracé a mi tía agradeciéndole lo compresiva que siempre era conmigo, con nosotros.
Siempre vio el amor que Eloy y yo nos teníamos, lo que pasaría y dejó que el tiempo fuese el que
diese el paso a lo que ahora había pasado. Bajamos a desayunar y mi tío, al que no esperaba en
casa, estaba hablando con Eloy. Ambos lo sabían, mis tíos eran los mejores y teniendo su apoyo,
no todo iba a ser tan complicado.
Eloy y yo sabíamos que era muy pronto para ir publicando que nos queríamos, aunque aún no
habíamos hablado de sí éramos novios o no, no sabía si me lo pediría, aunque me moría por serlo
e ir con él agarrado de la mano, sentarme con él en el bus escolar, besarle en público sin miedo a
las habladurías.
Cuando terminamos de desayunar, Eloy me acompañó a mi casa y por el camino, quise coger
su mano, pero no lo hice. Él pasó su brazo por mis hombros, acto que siempre hacía cuando
íbamos caminando, no tenía nada de malo a ojos de los demás.
—Por cierto, ya se me cumplió el deseo —musitó nervioso.
—¿Sí? —asintió sonriendo.
—Era estar contigo, besarte y abrazarte. Era saber que me querías y poder decirte lo que
sentía. Eras tú mi deseo, Luna.
—Oh, que bonito. Ahora no puedo besarte, tonto. Me lo podrías haber dicho antes. —le guiñé
un ojo coqueta.
No sabía que tendríamos esta complicidad después de besarnos, de abrazarnos. No sabía que
sería tan fácil estar a su lado de un modo diferente a lo que solía.
—Guarda el beso para más tarde, cuando suba hasta tu habitación para ver las estrellas
contigo.
Le di un beso en la mejilla, rozando la comisura de sus labios y esperé a que se marchara para
entrar yo en mi casa. Entré sigilosa, no quería que mis padres supieran que había llegado hasta
que se me quitara la cara de tonta que sabía que traía, iba a ser muy sospechoso. Pero justo
cuando iba a subir las escaleras para irme a mi habitación, escuché como de nuevo mis padres
gritaban, pero está vez en el despacho de mi padre y a la que más se le escuchaba era a mi madre.
Me acerqué un poco para escuchar el motivo de la nueva pelea, no porque fuese una cotilla,
solo que esta vez se le escuchaba más alterada de lo normal a mi madre y me preocupaba que
hubiese pasado algo más grave.
—¡¿Cómo se te ocurre decirle a un niño pequeño que no es de tu familia, que no es un
Castillo?! ¿Estás loco? Sabía que eras un bocazas y que a veces no medías las palabras, pero de
ahí a despreciar a tu propio sobrino. Hugo, esta vez te has pasado.
—Fue hace mucho tiempo, no tienes por qué ponerte así ahora ¡Joder! Además, solo dije la
verdad, Eloy no es un Castillo y eso no lo va a cambiar nadie.
«Eloy no es un Castillo», me repetí mentalmente lo mismo que mi padre había dicho y no lo
podía creer.
—Vale que es adoptado, pero tu hermano le dio su apellido por lo cual es un Castillo te guste
o no. Además, ¿qué cojones te importa a ti que lo sea o no? Es su hijo, él lo ha criado, Hugo. Lo
siento, pero esto no te lo perdono ni yo, ni tu familia.
«Adoptado, Eloy es adoptado».
Escuché pasos acercándose a la puerta y salí corriendo para meterme en mi habitación.
Cuando llegué, puse el pestillo para que nadie pudiese entrar, no estaba de ánimos de ver a nadie
y menos después de enterarme de este secreto. No me podía creer que mi primo… bueno, Eloy,
fuese adoptado y no se lo dijeran. ¿Qué pasará cuando se entere, cuando sepa que sus padres
realmente no lo son? Se iba a sentir como una mierda, de eso estaba segura. Solo una cosa tenía
clara y es que yo estaría con él.
CAPÍTULO 11
Eloy
No debí besarla, no cuando no podía esconder el amor que sentía por ella. No debí besarla
estando borracha. Apostaría mi vida a que mañana se iba a arrepentir.
Cuando nos separamos, nos quedamos mirando. Tenía el corazón en un puño y la respiración
entre cortada. Se veía tan preciosas con los labios rojos por mi beso, que me enamoré un poquito
más de ella, si podía.
Desperté de mi letargo y me separé de ella para irme con Mikel a tomar el aire, necesitaba
desahogarme con alguien. Mi amigo me miraba con extrañeza y, aunque sabía que lo que pasaba
por su cabeza no era nada bueno, le preguntaría.
—¿Qué piensas? Dime lo que sea, lo aceptaré todo.
—No sé, o sea. ¿Estás enamorado de Luna? —su pregunta fue directa, me lo esperaba.
—Sí, lo estoy, desde hace mucho.
—¿Por qué no me lo habías dicho? Habríamos evitado el beso de alguna manera. Aunque
déjame decirte que ella no se queda atrás, hasta un ciego se daría cuenta de que ese amor es
mutuo —expresó y lo miré con el ceño fruncido.
—No, no lo creo. —me encogí de hombros.
¿Sería así de verdad? Ese era mi deseo, tenerla a ella conmigo, que sea mía; poder besarla
cuando quisiera, decirle lo mucho que la amaba. Pero no, no tenía claro de que eso fuera así,
Luna no estaba enamorada de mí. Me quería, eso no era un secreto, pero de ahí a amarme, no lo
tenía claro.
—Yo creo que sí.
Dejamos de hablar cuando insistió en lo que pensaba y nos quedamos un rato en el jardín,
tomando el aire, mirando al cielo. Mientras Mikel se fumaba un cigarro, yo suspiraba a cada
calada suya.
Cuando terminó de fumarse el cigarro, entramos y nos encaminamos a la mesa de las bebidas
para prepararnos una copa. No era de beber mucho, de hecho, tampoco quería, tenía que vigilar a
Luna que sí estaba bebiendo bastante y no estaba demasiado acostumbrada, sabía que me iba a
tocar llevármela en brazos.
Lo que quedó de fiesta, no volví a acercarme a ella, aunque no dejábamos de mirarnos y eso
creaba una tensión que no podíamos controlar. De pronto la vi cómo se iba con Eva al baño, se
tambaleaba, estaba bastante mareada, así que la seguí por si me necesitaba. Esperé fuera durante
diez minutos en los que no se escuchaba nada en el interior. Cansado de esperar, abrí la puerta
sin tocar y vi como Luna abrazaba al váter mientras vomitaba hasta la primera papilla que le dio
su madre. Cabreado por verla así, eché a Eva y cuando ella terminó, la cogí en brazos y salí. Me
acerqué a Martín y le pedí, por favor, que nos llevara a casa en su coche. Este asintió y, aunque
no debería conducir, dado que había bebido, no me quedaba otra. Me despedí de los demás,
incluido mi amigo que se haría cargo de Eva, pues ella había llegado con mi prima y salimos.
No sabía cuándo tiempo tardamos en llegar a mi casa, me pasé el camino acariciando la
mejilla de Luna, estábamos en el asiento de atrás. Martín no dijo nada, iba concentrado en la
carretera. Cuando llegamos, salí del coche y volví a cargar con mi prima y nuestro amigo se fue.
En ese momento, Luna parecía estar algo más consciente porque me sostuvo en el muro, acto que
me ayudó a sacar las llaves para abrir.
—Estoy enamorada de ti, Eloy y me da igual que tú no me quieras —musitó despacio.
Me quedé estático al escucharla, no me esperaba que me confesara sus sentimientos. Me di la
vuelta y antes de responderle, volvió a cerrar los ojos, obligándome a cogerla en brazos y cargar
con ella de nuevo. Cuando conseguí abrir la puerta, mi madre venía hasta ella.
—¿Borracha? —me preguntó y asentí—. Vamos, llévala a tu habitación mientras te preparo el
sofá para que duermas ahí. —iba a subir, pero me habló de nuevo—. Ah, no se te ocurra
desnudarla tú, ahora subiré.
—No pensaba hacerlo, mamá —le aseguré.
—Bien.
Subí las escaleras y la llevé a mi habitación, donde, tras abrir la colcha, la dejé en mi cama.
Suspiré al verla tan frágil, pues ella no lo era, más bien era la chica más fuerte que conocía. Me
senté a orillas de esta y aparté un mechón de pelo que tapaba sus ojos. Era tan bonita y que me
quería, me quería a mí.
—Me quieres y te quiero —le dije, aunque sabía que no me escuchaba.
Mi madre entró y me vio sentado a su lado. Sonrió acercándose a mí para después abrazarme,
ella sabía lo que sentía por Luna, ella me apoyaba en todo lo que yo decidiera hacer.
—Claro que te quiere, Luna te quiere mucho —expresó con cariño.
—No, no lo entiendes, mamá. Luna está enamorada de mí, me lo ha dicho —respondí sin
poder borrar la sonrisa del rostro.
—Oh, eso no me lo esperaba.
—Nos hemos besado. —abrió los ojos desorbitadamente.
—Hijo, yo… no quiero que sufras y sé que cuando tu tío sepa esto, la va a liar.
—Lo sé, pero me da igual. ¿Por qué tengo que evitar estar con alguien que siente lo mismo
que yo? Sé que será difícil…
—Muy difícil —me interrumpió—. Yo estaré a tu lado, pase lo que pase y sé que tu padre
también. —besó mi cabeza—. Ahora largo de aquí, voy a desvestirla.
Le di un beso en la frente a Luna y me levanté para ir al sofá, no iba a dormir con ella, eso iba
a ser demasiado para un solo día y tenía que recordar que era menor de edad.
Me iba a costar mucho quedarme dormido sabiendo y recordando todo lo que había pasado en
pocas horas. Sin duda, había sido el mejor cumpleaños de toda mi vida y no importaba lo que
pasará mañana, era feliz.
Sobre las diez de la mañana, me levanté y lo primero que hice fue ir a verla. Entré en mi
habitación, aun dormía, así que fui a por un vaso de agua y una pastilla, sabía que se iba a
levantar con una resaca de las gordas. Regresé justo cuando se estaba incorporando, se puso las
manos en la cabeza y me acerqué a ella para que se tomara la pastilla.
—¿Dónde estoy? —le escuché decir mientras posaba sus ojos en mí—. ¿Qué hago en tu
habitación Eloy?
Se levantó nerviosa, estaba semidesnuda, solo con una de mis camisetas. Le quedaba bastante
grande, pero no lo suficiente. Al ser ella tan alta, solo le tapaba hasta debajo del culo. Se dio
cuenta de que la estaba mirando y se ruborizó.
—Tranquila, no te desvestí yo y no he dormido aquí, me fui al sofá —declaré con una sonrisa
daleada.
Me preguntó si nuestras madres sabían que ella estaba aquí y asentí, claro que lo sabían. Mi
madre se encargó de que mi tía Fernanda lo supiera. Se sentó en la cama y se tapó las piernas con
la colcha como si no la hubiese visto en bikini unas mil veces. Caminé hasta ella y me senté a su
lado, estaba nerviosa, aunque yo también lo estaba. Cogí sus manos sin dejar de mirar a sus ojos,
no podía dejar de hacerlo… solo quería besarla de nuevo.
—¿Te ocurre algo? —me preguntó.
—¿No te acuerdas de nada? —rodó los ojos y se encogió de hombros—. ¿De verdad que no?
—¿Puedes ser más claro? Es que el alcohol todavía me tiene algo obnubilada.
Sonreí, ¿qué más podía hacer? Entonces, no lo pensé y me acerqué a ella y la besé. No se lo
esperó, no yo mismo me lo esperaba, pero después ella reaccionó y me abrazó, pegando su
cuerpo al mío, provocándome de tal manera que el beso se volvió más intenso. Metí mi lengua
en su boca, rozando la suya que me recibió gustosa. No podía creer que estuviéramos
besándonos de nuevo, que esta vez fuese más real.
Despegué mis labios de los suyos y rocé mi nariz con la suya en un intento fallido de
alejarme, no pude, claro que no pude y volví a besarla, aunque esta vez solo un roce, dándole un
casto beso.
—Te quiero, Luna, ya no puedo ocultártelo más —declaré.
Pensé que me despertaría del sueño en cuanto le dijera que la quería, que ella me diría que ella
no. Sin embargo, mi pecho se infló al escuchar de sus labios que me quería, que ella también me
quería. Le conté que me lo había dicho anoche, la borrachera había sido la culpable de su
declaración y de que, en este momento, estuviéramos así.
Quería pasar todo el día con ella, de hecho, lo pasaría. Solo dejaría que se fuera y por la tarde
iría a su casa, subiría hasta su terraza y la besaría hasta el cansancio.
Mi madre estuvo hablando con ella mientras se vestía y después con los dos, nos apoyaba, yo
ya lo sabía.
Cuando se fue, almorcé con mis padres y hablamos de cómo íbamos a sobrellevar el tema de
Luna y yo, no era un problema para ellos, pero sí para mi tío Hugo.
—Mamá, ¿puedo hacerte una pregunta?
Era algo que rondaba mi cabeza desde que ella supo la verdad.
—Claro, cariño.
Estábamos sentados en el salón viendo la tele, mi padre estaba en su despacho trabajando,
tenía cosas pendientes.
—¿Por qué no os importa que me haya enamorado de mi prima? Es decir, no me
malinterpretes, pero si mis tíos no lo aprueban por ser familia y vosotros sí, me parece extraño.
No es que mi a mi madre no le importara nada de lo que me pasara a mí, pero teníamos claros
que éramos primos y que estaba mal visto para muchos, aunque no para todos. Se levantó del
sillón y se puso a mi lado, estaba bastante nerviosa, lo notaba.
—No es que no me importe, pero tengo claro que el amor es así, no puedes no sentirlo, lo
haces y ya. ¿Qué más a quién? —respondió con sinceridad.
—Pero somos primos, familia. Nos hemos criado juntos, como hermanos.
—Hijo, hay algo que tienes que saber.
Justo cuando me iba a contar, sonó el timbre.
—Espera un momento.
Se levantó y fue a abrir, poco después regresó con mi tía Fernanda que venía echa un mar de
lágrimas. Enseguida me preocupé y pregunté por Luna, más no me respondió, las lágrimas no la
dejaban hablar. Mi madre me miró y me pidió que fuera a ver a mi prima y así lo hice, salí de mi
casa y caminé hasta la suya. Iba a tocar el timbre, pero no me atreví, así que directamente subí
por el árbol hasta su terraza y salté.
Luna estaba sentada en la cama mirando algo en el móvil, aun no se había dado cuenta de mi
presencia y yo solté el aire que retenía en cuanto comprobé que ella estaba bien. Así que estaba
claro de que mi tía estaba así por otra persona, llamada Hugo Castillo.
CAPÍTULO 12
Luna
Mi habitación se había convertido en mi lugar favorito, desde hacía tiempo solo me encerraba
aquí y pensaba en todo. En unos poquitos meses se había complicado todo tanto en mi hogar, en
mi familia; mis padres cada vez estaban peor, mi primo Eloy, ese chico con el que me había
criado, con el que tenía los mejores recuerdos de toda mi vida, no era mi primo, no era nada mío.
Bueno, algo sí, era el chico del cual estaba enamorada. Enterarme de que era adoptado había sido
un palo y no quería pensar en lo que iba a sentir él cuando se enterara, aun así, siempre había
algo bueno que sacar, nadie podía decirnos que no podíamos estar juntos por ser familia, no lo
éramos y, aunque me doliese saberlo, también me aliviaba.
Me senté en mi cama, reposando la espalda en el cabecero y cogí mi móvil para abrir el álbum
de fotos que tenía guardado en la nube, era todo momentos con Eloy, los mejores recuerdos
momentos de mi vida, eran con él. Vi cada foto, las mismas que había imprimido para crearle el
álbum como regalo de cumpleaños, aportando en cada foto una frase. Mis lágrimas se
derramaron por mis mejillas casi sin darme cuenta, no podía negar que me dolía, me dolía
mucho.
De pronto, escuché unos toques en la puerta de la terraza, miré, aunque sabía quién era. Eloy
estaba al otro lado con la mejor de las sonrisas, una sonrisa que se esfumó en cuanto se dio
cuenta de que estaba llorando. No quería que me viese así.
Me levanté y fui a abrirle. Lo primero que hizo fue abrazarme, encerrarme entre sus brazos,
escondiéndome de cualquier cosa que me hiciera daño. ¿Qué hacía ahora? ¿Cómo iba a mirarlo
sin poder decirle nada? Estaba claro que ese secreto no debía decirlo yo, si no sus padres.
Entonces, ¿Cómo haré para guardarlo? Me iba a costar mucho.
—Eh, pequeña, ¿por qué lloras? Pensé que ibas a estar feliz, igual que yo. —besó mi cabeza.
—Por nada, no lloro por nada.
—No mientas, Luna, te conozco demasiado bien y sé que esas lágrimas no son de felicidad
precisamente. —cogió mi barbilla con sus dedos para hacer mirarle a los ojos.
Quería dejar de llorar, lo juraba, más no podía. Los recuerdos de toda la vida me inundaron,
me estaba agobiando. Mi mente no dejaba de proyectar cada uno, con tanta rapidez, que me
estaba mareando.
—Mis padres cada vez están peor —era mejor decirle eso que el motivo por el que lloraba.
Igualmente era verdad que mis padres no estaban en su mejor momento y estaba segura de
que esa relación iba a acabar pronto y me dolía demasiado ver como mi familia se estaba
destrozando por momentos. ¿Qué pasaría después de eso? ¿Me iré con mi madre o mi padre? No
tenía ni que pensarlo, llegado el momento, me iría a vivir con mi madre.
Eloy me cogió de la mano y me llevó hasta la terraza para sentarnos. Me encantaba estar así
con él, tener esa complicidad que tanto nos unía. Le miré y besé sus labios, importándome muy
poco que alguien nos pudiera pillar. Lo necesitaba, necesitaba tenerle a él, besarle y que me
abrazara hasta que mis lágrimas cesaran.
—No, aquí no. No quiero que tu padre nos vea y me eche a patadas. —elevó la comisura de
sus labios en una perfecta y fina sonrisa.
—Me da igual que nos vea. Es más, voy a decirle que te quiero, que estamos juntos. Porque
estamos juntos, ¿verdad? —mi pregunta salió ahogada, tenía miedo de que me dijera que no.
—Es lo que más deseo, que seas mi novia. ¿Quieres ser mi novia? —me preguntó mirándome
a los ojos mientras se pasaba las manos por el cabello. Asentí con una sonrisa y me levanté para
luego sentarme sobre sus piernas y comérmelo a besos.
No me importaba, de verdad que no, ya no. Si mi padre entraba en mi habitación y nos veía,
que nos viera, no me importaba. Ahora solo necesitaba estar con él, lo que viniese después era
secundario. Lo que sí tenía claro era que tenía que hablar con mi tía Judith y obligarla a decirle la
verdad a Eloy, no podía dejar que viviese una mentira toda su vida. Además, no es nada malo ser
adoptado, al contrario, le dieron una familia, un hogar a un niño que no tenía nada.
Nuestros labios seguían unidos, no había manera de separarnos y tampoco queríamos. Sentía
como mi cuerpo se estremecía por el contacto de la yema de sus dedos entrando por debajo de mi
camiseta para acariciar mi espalda. Comenzó a dibujar círculos en mi cintura y un cosquilleo en
el centro de mi deseo me atenazó, solo una vez lo había notado antes y fue cuando nos besamos
en la fiesta.
—Luna —musitó con nuestros labios pegados—. Te quiero.
—Yo también te quiero, Eloy, mi Eloy.
Me miró a los ojos y pegó su frente a la mía y un suspiró se le escapó de entre sus labios.
Ambos estábamos muy excitados, pero no íbamos a llegar a nada más que unos cuantos besos y
caricias. Sabía que él me respetaría, pues yo aún era virgen y, aunque me moría por estar con él,
no estaba preparada.
Decidimos que era mejor parar antes de perder la poca cordura que nos quedaba y se fue a su
casa, sabía que la situación en la mía no estaba bien y no podíamos exponernos a que nos vieran
así. Sin embargo, eso era lo que él pensaba, pero yo, que ya sabía la verdad, tenía una
conversación pendiente con mis padres y hoy, esta misma noche se acabaría todo.
Cuando me quedé sola, tras un largo beso de despedida, salí de mi habitación para buscar a
mis padres, ya estaba decidida, hablaría con ellos, aunque primero con mi madre; al menos que
alguien me apoyara antes de entrar en la boca del lobo.
Cuando puse el pie en el último escalón, mi madre entraba, parecía estar más tranquila.
—¿Estás bien, mamá? —asintió y me dio un beso en la mejilla—. Necesito hablar contigo.
—¿Ha pasado algo? —se preocupó de inmediato. Primero negué, luego me encogí de
hombros—. Ven, vamos a la habitación de invitados, ahí tu padre no nos buscará.
Caminamos hasta esa habitación que nunca era utilizada, pues no teníamos invitados, nadie
aguantaba en mi casa más de media tare gracias al gracioso de mi padre. Entramos y mi madre
echó el pestillo para que nadie entrase y nos pillara infraganti. Luego nos sentamos en la cama y
me miró, aunque por su modo de mirarme, intuía que sabía lo que le iba a exponer y eso me
facilitaba las cosas. Iba a hablar, pero me paró.
—Antes de que digas nada, he decidido una cosa. —se quedó callada y le di un apretón en la
mano—. Voy a separarme de tu padre.
Me dolió, pero me lo esperaba, además era lo mejor para ambos. Mi padre no era malo, pero
su manera de ser hacía que nos alejáramos de él y eso, por mucho que lo evite, siempre acababa
metiendo la pata hasta el fondo.
—¿Estás segura? Es decir, yo te apoyo en la decisión que tomes, mamá. Me duele, no voy a
negártelo, os amo a los dos, pero…
—Pero sabes que nos estamos haciendo mucho daño. —asentí tras su interrupción.
Unas lágrimas involuntarias se derramaron por mis mejillas lo que provocó que mi madre
también se derrumbara y me abrazara.
—Los dos te queremos, cielo, te adoramos con el alma, eso no va a cambiar jamás.
—Lo sé, mamá, lo sé.
Nos quedamos ahí, abrazadas por unos largos minutos, desahogándonos por los
acontecimientos que se expondría pronto y ciertamente necesitábamos estar así, juntas, unidad,
llorando sin que nadie sienta la necesidad de regañarnos por quejarnos por tonterías. Mi madre y
yo éramos iguales, muy pasionales, intensas y sensibles.
—Ahora dime, ¿qué era eso que me querías decir? Aunque creo que ya lo sé —aseguró
secando mis lágrimas.
—Yo, Eloy… nos queremos, mamá. Estamos enamorados. —suspiró resignada.
—Me lo ha contado tu tía Judith y…
—Yo sé que no te hace gracias que esté enamorada de mi primo, aunque realmente no lo sea
—le solté de pronto, lo que la sorprendió sobremanera.
Se levantó de la cama y me dio la espalda unos segundos, parecía estar avergonzada por
habernos ocultado ese secreto.
—Lo siento, no sabía que nos escuchaba a tu padre y a mí cuando discutíamos eso. —se dio la
vuelta—. No, Eloy no es tu primo de sangre, pero os habéis criado juntos, es como tu hermano.
¿De verdad estás enamorada de él? —asentí, ahora levantándome yo para acercarme a ella.
—Lo amo demasiado, mamá y él también a mí y no quiero esconderlo, no quiero esconderme.
Se lo diré a papá.
—¡¿Estás loca?! Tu padre pondrá el grito en el cielo. —me encogí de hombros, me importaba
bien poco—. Luna, haz las cosas bien, por favor. —negué—. Por mí.
—No, mamá, se acabó. Ya no voy a esconder más lo que siento y si a mi padre le molesta me
da igual, Eloy no es mi primo y aunque lo fuera, nos queremos y eso no malo. —me acerqué a la
puerta y antes de salir la miré—. Puedo hacer esto sola o con tu apoyo, aun así, lo haré.
Sopesó unos segundos lo que le había dicho y al final se acercó a mí y asintió dándome ese
apoyo que necesitaba, me ayudaría. Por un momento creí que se negaría, pero conocía a mi
madre y sabía que al final estaría a mi lado en esta decisión.
Salimos de la habitación y fuimos hasta el despacho de mi padre, donde llevaba encerrado
desde que discutió con mi madre, ni siquiera había comido. Di unos toques en la puerta y tras un
pase, entramos las dos. Cuando nos vio se levantó de inmediato, dándose cuenta de que esa
conversación era de las que traían problemas, al menos para él.
—¿Pasa algo? —preguntó.
—Tu hija tiene que decirte algo —respondió mi madre antes de que yo hablase.
Estaba nerviosa, no lo iba a negar y sabía que después de esta conversación las cosas iban a
cambiar. Podría ser para bien o para mal, pero iban a cambiar.
—Papá, estoy enamorada —dije en principio.
—Ah, no esperaba eso. ¿Quién es el afortunado? —se interesó sentándose de nuevo en su
silla.
—Eloy, Eloy es el afortunado.
No esperó ni a que lo repitiera cuando se levantó dando un manotazo en la mesa y
mirándonos, a ambas, con los ojos inyectados en sangre. No le gustó saberlo y menos que yo se
lo dijera.
—¿Estás de coña? No voy a permitirlo, no te lo permito —sentenció más yo no me iba a
quedar callada.
—Me da igual, es mi vida y la persona a la que quiero —la voz me temblaba, las piernas me
temblaban, toda yo lo hacía.
Mi madre, por el momento, se mantenía al margen, pero apretándome la mano.
—Me importa una mierda que sea tu vida, eres menor, estas bajo mi techo y es tu primo. ¿Qué
parte no has entendido para que te haga un puto croquis? —iba a responderle, pero no me dejó
—. No quiero oír ni una estupidez más, tú te olvidas de tu primo…
—¡No es mi primo! —grité agotada, interrumpiéndole—. Eloy no es mi primo, ya lo sé todo.
—¿Se lo has dicho tú? —miró a mi madre de mala manera, ella no le respondió—. No sé qué
cojones te está pasando, Fernanda, pero esto no lo voy a permitir.
Ella seguí sin responder, solo le miraba. No me gustaba como se miraban, no me gustaba
darme cuenta de que mis padres ya no se querían. Para mí siempre fueron un ejemplo a seguir,
como sobrepasaron las barreras que la vida les puso y mira cómo llegaron, mal, muy mal.
Entonces, se levantó como un resorte y se puso frente a él con los ojos vidriosos, estaba a
punto de echarse a llorar. Ella sí lo quería, aun lo quería, pero todo acababa.
—Se acabó.
—¿Qué se acabó?
—Esto, lo nuestro, se acabó. Quiero el divorcio, Hugo. —mi padre palideció.
—No, no… Fernanda, morenita, por favor.
Hacía muchísimo que no escuchaba a mi padre decirle morenita, hacía muchísimo que no lo
veía como un niño asustado. Bueno, nunca lo había visto así y me dio pena. Me senté, ahora no
podía inmiscuirme en su conversación.
—Lo siento, pero no ha sido una decisión fácil, pero es la que hay. Estoy harta, cansada de tu
actitud. Has cambiado, Hugo y o no te das cuenta o no quieres, pero has hecho que nos alejemos
de ti —le temblaba la voz, no aguantaba más.
—Luna, ¿nos puedes dejar a solas? —me pidió él.
Me levanté para salir, pero mi madre se negó.
—No, quédate. No quiero que te vayas.
—Por favor, Fernanda.
Mi madre se alejó de él antes de que la cogiera de las manos y caminó hasta mía para irnos
hacia la puerta.
—No lo hagas, Fernanda. No quiero, no puedo vivir sin vosotras.
—Has tenido mucho tiempo para pensar en la solución a tus problemas, porque son tuyos y de
nadie más. Ahora ya no hay marcha atrás y esta es una decisión que solo me implica a mí, a tu
hija no la perderás, pero a mí sí.
Y sin más, salimos del despacho con el alma destrozada, los ojos anegados en lágrimas y el
corazón en un puño. Las separaciones no eran plato de buen gusto para nadie y menos después
de tantos años de unión.
CAPÍTULO 13
Eloy
No quería irme y dejarla sola sabiendo que estaba mal, pero tenía que respetar su soledad,
ahora la necesitaba más que nunca. Volví a mi casa y me encontré con mi tía Fernanda que
regresaba a la suya.
—¿Tía, estás bien? —me preocupé, tenía los ojos hinchados de tanto llorar.
—Sí, cielo, no te preocupes.
—Pase lo que pase, me tienes aquí, ¿vale? —asintió y me abrazó con cariño.
Esperé a que entrase a su casa y seguí mi camino, iba a hablar con mi madre para preguntarle
que ocurría. La verdad es que no me gustaba ver a las personas que quería mal y mi tía y Luna,
estaba entre esas personas.
Cunando llegué, busqué a mi madre, pero no la vi por ningún lado. Entonces pensé que podría
estar en el despacho con mi padre, así que me acerqué hasta la puerta para abrirla, pero estaba
abierta. Iba a entrar cuando escuché algo que no debía haber escuchado. Escuché algo que me
dejó anclado al suelo.
—Tenemos que decirle la verdad a Eloy, Héctor.
—No podemos, nos odiará.
—No puede seguir creyendo que somos sus padres, tiene que saber que es adoptado.
No podía reaccionar, me quedé congelado. Quería entrar y gritarles porque me habían
engañado durante tanto tiempo, más no pude. Las lágrimas se desbordaron y un dolor en el pecho
me hizo reaccionar. Me habían hecho daño, no era ningún niño para tenerme engañado de este
modo. Me di la vuelta para escapar y esconderme, ahora no podía ponerme frente a ellos. Sin
embargo, antes de siquiera poner un píe fuera de la casa, mi madre me vio y me llamó. Yo estaba
de espaldas, no podía mirarla a la cara, no ahora. Sentí su mano agarrar mi brazo, obligándome a
darme la vuelta y comprobó mi estado lo que hizo que pusiera una de sus manos en sus labios,
hundiéndose al ver que los había escuchado.
—Eloy, yo…
Me solté de su agarre y salí corriendo para no tener que hablar con ella, no en este momento
que no podía ni mirarla a la cara. Escapé, aunque sin saber muy bien a donde ir. Caminé por los
alrededores y, en un parque cercano a la casa de Eva, me senté para pensar, aunque no había
dejado de hacerlo desde que salí de mi casa. Suspiré unas cinco veces, buscando la calma, la que
no llegó y menos después de que empezara a recibir llamadas de mi madre… bueno, no era mi
madre. Dejé el móvil en el banco donde me había sentado con anterioridad, dejándolo boca abajo
para no tener que ver las notificaciones. Estuve horas ahí sentado, mirando a la nada, la cabeza
me daba vueltas, muchas vueltas, proyectando todos los recuerdos que había vivido con mi
familia,
—¿Eloy? —escuché que alguien me llamaba. Miré, era Eva—. ¿Qué haces aquí?
Sin invitarla, pues no estaba para hablar con nadie, se sentó a mi lado.
—No me lo tomes a mal, pero quisiera estar solo —le pedí en tono conciliador, más me
ignoró.
—No pasa nada, lo entiendo. No quieres hablar conmigo. —se levantó alzando las manos—.
Es normal, nadie quiere hablar nunca con Eva.
—No, no es eso.
—No, de verdad, no pasa nada.
Iba a irse, pero la cogí del brazo para que no lo hiciera y le pedí que se sentase de nuevo. Al
menos me desahogaría con alguien que no tenía nada que ver con mi familia, solo era la amiga
de la chica de la que estaba enamorado.
—Lo siento, no estoy pasando por un buen momento. —asintió poniendo su mano en mi
hombro—. ¿No tienes a veces la sensación de que la vida puede cambiar en un segundo? —
volvió a asentí, pero esta vez suspirando.
—¿Sabes? Siempre estuve enamorada de ti. —la miré abriendo los ojos exageradamente—.
No, no te preocupes, ya no lo estoy. Me di cuenta de que, en realidad, no era de ti de quien estaba
enamorada, si no, de Mikel. Así como tú has dicho, en un segundo cambió todo.
—Vaya, no me lo esperaba. Siempre os habéis tratado… mal. —sonrió encogiéndose de
hombros.
—Puede que tengas razón, pero era porque me negaba a lo que sentía, sin darme cuenta de
que siempre sale a la luz lo que más queremos esconder… y eso no quiere decir que sea malo,
solo que no estábamos preparados para saberlo antes.
Nos quedamos en silencio unos segundos en los que me ayudó a pensar en lo que había dicho
y tenía razón. No podía cabrearme porque no me dijeran que no era su hijo, porque nunca he
sentido que no lo fuera. Si no me lo dijeron, fue porque era mejor para mí. De haberlo sabido
antes, me habría enfadado también, porque siempre buscamos la mínima para quejarnos en vez
de aceptar que lo que esas personas me habían dado durante toda mi vida, era más de lo que
merecía.
No podía juzgar a mis padres, eran mis padres y siempre lo serán.
Me levanté rápidamente para volver a mi casa y Eva me agarró preocupada.
—Eh, ¿qué pasa?
—Tengo que irme. —sonrió arrugando la frente extrañada—. Tengo que ir con mi familia. —
me iba a ir, pero antes le hablé de nuevo—. Gracias, Eva. No sabía que serías tú quien me
abriese los ojos y que lo harías con una simple frasecita. Eres buena amiga. —le di un beso en la
mejilla y ella me abrazó.
Cuando me soltó y me deseó suerte, corrí de vuelta a mi casa para hablar con mis padres,
estaba seguro de que, en este momento, estarían muy preocupados por mí.
El camino se me hizo más largo que cuando salí de casa, eso o las ganas que tenía de llegar.
Tardé como unos quince minutos y cuando llegué, mi madre estaba sentada en el porche, en una
de las escaleras, con la cabeza gacha. El coche de mi padre no estaba, entonces supuse que habría
salido a buscarme. No le dije nada, solo me senté a su lado y agarré su mano para que me mirase.
Cuando lo hizo, cuando mi madre me miró, sus ojos se llenaron de lágrimas y la abracé. ¿Qué
otra podría hacer? Era mi madre y su dolor era el mío.
—Perdóname, cariño. No quería engañarte… yo, no quería… —puse mi mano en su boca, no
quería escuchar más.
—Perdóname tú, mamá. Tendría que haberte escuchado y no lo hice.
—¿Qué te hizo cambiar de opinión? Yo pensé que no me hablarías más y mira, aquí estás —
le tembló la voz, casi no podía hablar.
—Solo pensé que… —hice una pausa—. Me di cuenta de que yo soy muy importante para
vosotros, que, si estoy aquí, fue gracias a vosotros y eso, por mucho que me duela saber que no
sois mis padres, es lo que cuenta. Me habéis dado una familia, amor, todo lo que un niño
necesitaba, lo que sigo necesitando. No puedo odiaros porque os adoro, mamá.
Me apretó tan fuerte que me hizo daño, con lo que pequeña que era y la fuerza que tenía. Mi
madre era una guerrera, siempre lo fue y siempre lo será. Me enorgullezco de tenerla conmigo,
de que sea mi madre.
El coche de mi padre aparcó frente a nosotros, casi derrapando y salió a toda prisa, él y Luna
que, al parecer, lo acompañó. Cuando me vieron, ambos vinieron hasta mí. Luna dejó que mi
padre me estrechara entre sus brazos y me apretase, casi metiéndome en su pecho. No sabía que
se podía querer tanto hasta ahora. Me di cuenta de que mis padres darían la vida por mí.
—¿Dónde has estado? Te hemos buscado por todas partes. No vuelvas a hacernos esto, por
favor —decía sin parar—, no vuelvas a alejarte —me pidió entre lágrimas.
—Lo siento, lo siento mucho.
Cuando estuvimos más calmados, íbamos a entrar, pero me di cuenta de que Luna se quedaba
atrás. Le pedí a mi padre unos minutos y nos dejaron solos. Me acerqué a ella y la abracé y besé,
ya estaba cansado de esconderme de todos, incluido su padre. No se esperó ese beso y tampoco
lo rechazó, todo lo contrario, se pegó más a mi cuerpo, subió sus brazos y me rodeó el cuello.
Sus manos agarraban mi pelo y yo seguía perdiéndome en su boca, en esa boca que me iba a
volver loco en cualquier momento. Nos separamos unos milímetros y la vi sonreír con los ojos
aun cerrados.
—Siento no haberte asustado —me disculpé y abrió los ojos.
—Sí, me has dado un buen susto. —me pegó en el brazo—. Eva me ha dicho que estuvo
hablando contigo. —asentí.
—Es una buena amiga —le aclaré—. Nunca pensé que sería ella la que me aclararía, pero lo
hizo y me alegro.
Cogí su mano para entrar, pero se negó.
—Eh, ¿por qué no vienes?
—Creo que ahora necesitáis estar solos —su voz sonó apagada, triste.
—¿Estás bien? Sabes que puedes contar conmigo para lo que sea, te quiero.
—Ya se me pasará… Ahora entra, tus padres te están esperando. —besé sus labios de nuevo y
la solté.
Me quedé mirándola y se dio la vuelta, justo en el momento en el que su padre salía de su casa
y nos veía en pleno beso. Tragué saliva, nervioso, pues nos miró con asco y… ¿odio? No, no
creía que mi tío nos odiara por amarnos. Luna caminó hasta su casa y su padre antes de que
entrara, la agarró del brazo, más ella se soltó sin decirle ni media palabra.
Sin más, me di la vuelta y entré en mi casa, no me importaba nada más en este momento que
no fuera estar con mi familia. Pensé que mi tío me llamaría o pararía, pero no lo hizo y lo
agradecí.
Mis padres me esperaban en el salón y me senté al lado de mi madre. Vi que tenía algo entre
las manos y me lo enseñó; era una foto mía, una que no había visto nunca, de niño. Estaba algo
demacrado, con ropa vieja. Subí la cabeza para mirarla y suspiró.
—Soy estéril y deseaba con todas mis fuerzas ser madre. Cuando conocí a tu padre, no quería
estar con él porque me negaba a atar a mi lado a alguien que no tendría nunca la dicha de tener
un hijo… —quise callarla, más no me dejó—. Nos casamos y decidimos que podíamos adoptar
y, aunque al principio queríamos un bebé, no pude cuando te vi. —se quedó en silencio, aún
seguía llorando—. Me enamoré de ti y le dije a tu padre que tú eras nuestro, que tenías que ser
nuestro hijo. Tenías tres años.
—Eras el niño más risueño que habíamos visto jamás, hasta tus ojos sonreían —comentó mi
padre con la voz entre cortada.
—Entonces nos dimos cuenta de que era tú —terminó por decir mi madre.
No sabía desde cuándo, pero estaba llorando. Mis padres me eligieron, decidieron que yo sería
su hijo y me dieron todo el amor que sentían y yo solo debía estar agradecido, porque si ellos me
eligieron cuando otros no, ¿por qué yo no los elegiría a ellos siendo lo mejor que tenía en mi
vida? Los abracé con fuerza, importándome muy poco parecer frágil, en este momento
necesitaba a mis padres más que nunca, necesitaba que supieran que yo también los amaba,
aunque estaba seguro de que lo sabían. Tantos momentos vividos juntos, tantos años a su lado y
tanto que nos faltaba aún.
—Os quiero muchísimo —declaré con la voz cargada de emoción.
—Nosotros a ti te amamos, mi cielo —respondió mi madre.
CAPÍTULO 14
Luna
Había estado muy preocupada por lo que pudiese pensar Eloy de ser adoptado, pero viendo
como mis tíos se desvivían por él, no tenía ningún motivo para ello. Nada más que mi tío se
enteró de que se había marchado, fue en mi busca para ir a buscarlo, creyendo que yo le sería de
ayuda, más no fue así, no lo encontramos y si no fuera porque mi amiga Eva me dijo que había
estado con él y que ya se hubo marchado, aun estaríamos buscándolo.
Cuando me besó, me puse nerviosa, no porque me besara, todo lo contrario… no quería que
mi padre nos viera, aunque se suponía que yo me había hecho la valiente y le confesé que estaba
enamorada de mi primo. Entonces, ¿por qué tenía tanto miedo a lo que pudiese hacer?
Quiso hablar conmigo, aunque no era el momento y lo dejé con la palabra en la boca. Cuando
entré en casa, vi a mi madre guardando cosas del salón en un par de cajas. No me lo esperaba, no
que fuese tan rápido. Me acerqué a ella y le quité el marco de la foto familia, donde estábamos lo
tres una de las navidades en las que mi abuela trajo un jersey a juego.
—Es mi favorita —le dije—. ¿Te acuerdas la que lio papá? Decía que le picaba todo. —sonreí
y pensé que ella lo haría también, pero su seriedad me mataba.
—Quédatela tú, si quieres —respondió.
El silencio que se instaló en unos segundos fue aterrador, tanto que por un momento fue como
si la casa estuviera vacía. En realidad, así se quedaría en unos días.
—¿Estás segura de que es esto lo que quieres hacer, mamá? —pregunté en un hilo de voz—.
Es decir, sé que mi padre la ha cagado, pero…
—Pero nada, Luna. He pasado por mucho con tu padre y siempre lo caga, no es nada nuevo.
Lo peor de todo es que siempre acabo perdonándole para que después vuelva a cagarla, ya estoy
cansada.
Sus duras palabras me hirieron, aunque tenía razón, seguía siendo mi padre y no era
consciente de lo que necesitaba tenerle a mi lado hasta que vi el amor que se tenía Eloy con los
suyos. Yo quería algo así, yo tenía algo así… ya no y se me partía el alma. Solo me quedaba
acostumbrarme o hacer que se perdonaran, cosa que estaba demasiado complicado. Al menos,
podría intentar que tuviesen una buena relación por mí.
Se me ocurrió hacer un encuentro entre ambos y preparar algo que les recuerde el motivo por
el que empezaron su relación. Iba a ser complicado, no imposible.
—Está bien, si necesitas algo llámame. Iré a ver a Eloy. —le di un beso y la dejé en su tarea.
No sabía lo que haría, ni cuando, pero algo haría. Mis padres no podían separarse de este
modo, no así. Tenían que hablar tranquilamente, escucharse, cosa que nunca hacían.
Salí de mi casa y me fui a casa de mi tía, aunque no para ver a Eloy, necesitaba hablar con mis
tíos, ellos eran los únicos que podrían ayudarme en este momento.
Mi tía Judith estaba en la cocina preparando un picoteo, por lo visto tenían pensado ver una
película juntos y me sentí un poco intrusa cuando me invitó a quedarme, se suponía que quería
pasar tiempo los tres juntos y yo había llegado para traerle otro problema.
—¿Te pasa algo, mi vida? —se interesó mi tía.
Estaba ayudándola a cortar un poco de queso, pero me vio cabizbaja.
—Desde que has llegado no has dicho nada.
—No, no es nada —mentí.
—Ya sé que tu madre le ha pedido el divorcio a tu padre, cariño. —se acercó a mí y me
abrazó.
En ese momento, en el que sentía que alguien se preocupaba por mí, me eché a llorar. Mi
madre estaba tan metida en guardar las cosas, que no se daba cuenta de que me estaba haciendo
daño toda esta situación.
—Ya mi niña, tranquila, todo pasará —me dijo al oído mientras me acariciaba la espalda.
—No, eso no será así. Mis padres se van a separar y todo por mi culpa, porque yo me
enamoré de Eloy. —ella negó separándose.
—Eso no es así, sabes que no es así. Es cierto que, si no hubiese pasado eso, a lo mejor ahora
no estarían en esta situación, pero hubiese sido pan para hoy y hambre para mañana. —cogió mi
mano y me llevó a sentarme con ella—. Luna, tu padre es un hombre terco, malhumorado y
obsesivo, pero os ama a las dos con su vida y eso, aunque me joda porque sabes que no lo trago,
es una realidad. Aun así, es tu madre la que ha tomado la decisión, está cansada de que tu padre
le prometa un cambio que no llega. Aquí es él quien tiene que luchar por su familia, no tú, mi
niña y mucho menos echarte la culpa.
—Pero algo hay que hacer, si tú misma dices que mi padre ama a mi madre, tenemos que
conseguir que se den una última oportunidad. No podemos dejar que esto acaba sin más.
Mi tía se quedó en silencio unos minutos y eso solo me decía que estaba pensando en algo,
por eso sabía que venir a hablar con ella era la mejor idea que podía tener. Un instante después se
levantó y salió de la cocina. No sabía a donde había ido, solo que me esperase ahí un momento.
Llegó Eloy para ayudarte y nos pusimos a preparar todo. Ese rato con él hizo que me olvidase un
poco de todo, pues vino el chico que me hacía reír, el que conseguía que me carcajeara por una
simple tontería.
Me abrazó por la espalda y besó la nuca mientras que yo emplataba el queso. Poco después, él
comenzó a llevar platos al jardín, hacía una noche muy bonita y llegó mi tía con una sonrisa que
me auguraba buenas noticias.
—Ya está, esta noche intentamos que hablen —anunció.
—Gracias tía.
—No hay de qué, mi cielo. Sabes que me tienes aquí para lo que necesites.
Me dio un abrazo y cuando terminamos de preparar todo, salimos para sentarnos al aire libre,
a ver las estrellas y pasar una noche fantástica. Mi tío Héctor vino por después con bebida y se
sentó al lado de mi tía. Le dijo algo al oído y ella sonrió complacida, fuera lo que fuera que le
dijo, le gustó y a mí también, pues me miró y guiñó un ojo, así que era algo de mis padres.
Entre risas y música de fondo, pasamos una hora que se me fue volando. Tocaron al timbre y
mi tío fue a abrir, segundos después llegó con los dos, mis padres habían llegado a la misma hora
y, aunque mi madre no tenía intención de quedarse, no le haría el feo a mi tía Judith que, por otro
lado, los obligó a sentarse.
Mis padres se miraron, pero no se dirigieron la palabra, mi tío Héctor nos pidió a Eloy y a mí
que nos fuéramos y los dejáramos solos con mi tía, que era la que iba a hablar con ellos. Yo
quería quedarme para escucharlo todo, pero no me iba a ser fácil. Sin embargo y sin que se
enterasen mis padres, lo escucharíamos todo porque mi tía iba a llamar a mi tío y tendría el
teléfono en el bolsillo, para que ellos nos supieran que lo íbamos a escuchar todo.
—Ahora tenéis que quedaros callados, ¿vale? —nos pidió mi tío y asentimos.
—Quiero pediros disculpas por haberos traído a los dos, sé que ahora no queréis ni miraros a
la cara o eso parece —empezó a decir mi tía.
—No sé a qué viene esto, Robles, pero mejor me…
—Tú no te mueves de aquí, capullo.
Miré a Eloy y a mi tío y este sonrió orgulloso, mi tía era mi heroína y de mayor quería ser
como ella, al menos tener las agallas que poseía.
—Ahora me vais a oír los dos. —silencio—. Hugo, no me puedo creer que no seas capaz de
reconocer lo estúpido que has sido siempre…
—Empiezas bien, Judith.
Se estaban llamando por su nombre y eso era un gran paso.
—Es que me parece una estupidez que ahora, a estas alturas tengáis pensado separaros y todo
porque nuestros hijos se han enamorado, venga ya. Sí, se han criado como primos, pero no lo son
y, aunque lo fueran, no le veo el problema.
—Pero es que yo no le he pedido el divorcio por eso, vale que ha influido y más que él no lo
acepta, pero ha sido un cumulo de cosas y tú mejor que nadie lo sabes Judith, sabes toda mi vida
y lo que… —se quedó callada.
Por un momento sentí la necesidad de salir y gritarles a los dos que eran unos egoístas, que
solo miraban por su bienestar, pero no lo hice, no podía hacerlo, no aún.
—Lo sé, Fer, pero a veces hay que hablar las cosas, no gritarlas. ¿Habéis hablado alguna vez?
Y no me refiero a lo que vosotros hacéis, me refiero a escucharse de verdad. Yo creo que no, que
no lo habéis hecho y eso es lo primero que tenéis que arreglar antes de tomar una decisión
definitiva. Por otro lado, si os vais a separar, al menos terminar bien, vuestra hija os lo
agradecerá.
Segundos después, mi tía colgó y no escuchamos nada más. Me senté frustrada en el sofá y
Eloy me abrazó.
—Tranquila, verás que todo se arregla. —besó mi cabeza.
Mi tía llegó y se sentó conmigo para después pedir que nos dejaran solas.
Sabía que nada se iba a arreglar, que la decisión estaba tomada y mis padres se iban a separar.
Yo había pedido, en mis pensamientos, una vez que se separaran, que sería mejor para ambos,
pero ahora que eso era una realidad me arrepentía de recordarlo siquiera.
—Cielo, sé que te dije que te iba a ayudar, pero solo ellos tienen la última palabra. Ahí los he
dejado a ver si son capaces de hablar entre ellos, aunque no lo creo. He visto a tu madre muy
segura y a él, pues como siempre… Hugo, siempre será Hugo.
—Gracias, tía. Sé que lo hiciste con buena intención.
Un rato después, mis padres vinieron al salón y me pidieron que fuera con ellos a la casa,
querían hablar conmigo. Abatida, me levanté y tras despedirme de Eloy con un beso, fui con
ellos.
Caminamos en silencio hasta nuestro hogar y entramos directos al salón. Yo me senté, ellos se
quedaron de pie, uno a cada lado, como si estuvieran esperando al otro para comenzar. Yo no los
podía mirar, con lo que tenía la cabeza gacha, con los ojos clavados en mis zapatos, era mejor
mirar eso. Escuché un carraspeo y alcé la mirada, mi padre estaba llorando delante de mí.
—Perdóname, Luna. No he sido el mejor padre y he hecho cosas que no te gustaban, que no
os gustaba a ninguna de las dos. Sé que soy insufrible y hasta algo gilipollas, ahora es cuando
entiendo a tu tía Judith por llamarme así tantas veces, pero no lo sabía hasta que me he dado
cuenta de que os perdía. —cogió mis manos y le pidió a mi madre que se sentara a mi lado. Nos
miró a ambas—. Sé que no puedo borrar todo en un momento y tampoco puedo pedir que lo
olvidéis… —suspiró—. Me iré, solo un tiempo, dejaré que tengáis vuestro espacio.
—Pero…
—Es lo mejor, cariño —murmuró mi madre—. Tu padre y yo necesitamos echarnos de
menos, saber si nos queremos tanto para afrontar todo.
—¿Os vais a separar? —negaron lo que me alivió—. ¿Entonces?
—Iré a llevar las empresas de Londres y volveré antes de que te des cuenta. Solo espero que
cuando eso pase, no sea tarde. —soltó mis manos para coger las de mi madre—. ¿Me esperarás?
—se encogió de hombros—. Al menos dime que pensarás en lo nuestro.
—Eso sí lo haré.
Ambos sonrieron y se acercaron para darse un beso, un casto beso que duró más de lo que
ambos esperaban. Cuando se separaron, me abrazaron y cobijaron entre sus brazos. No los
perdería, al menos quedaba una pequeña esperanza de reconciliación y eso hacía que mi corazón
dejara de sufrir como lo hacía.
Seguimos hablando un rato más, mi padre se iría esa misma noche y quería pasar con nosotros
el máximo tiempo posible, mayormente conmigo. Hubo un momento en el que nos quedamos a
solas y me pidió perdón por haber sido tan duro conmigo y con Eloy, más con él. Recordó lo que
le dijo cuando era niño y se avergonzó por haber hecho eso después de lo que su hermano y mi
tía habían sufrido por no poder ser padres. A veces, había que ser más empático y no tan cabrón.
Me sorprendió que aceptara que me había enamorado, alegando que tenía edad de cometer
locuras y cometer errores, aunque este no fuese el caso, pues yo sabía que el amor que sentía por
Eloy era tan fuerte, que duraría toda la vida.
Tras cenar juntos en familia, cosa que últimamente no hacíamos, se marchó. Mi madre me
consoló por horas, quedándose incluso conmigo en mi habitación, esperando a que me durmiera,
pero luego se fue y volví a despertarme con la sensación de vacío.
Escuché unos toques en la puerta de la terraza y mi salvador, el chico que hacía que mis días y
mis noches fueran mejores, estaba al otro lado. Abrí la puerta y me abalancé sobre él.
—Hola, pequeña —me saludó con un beso en los labios.
Me sentía completa cuando él estaba a mi lado, sentía que era la persona que me ayudaría a
ser mejor en la vida, que lograría que yo fuera mejor para mí. Salimos y nos sentamos, ya era
tarde, pero las estrellas aun brillaban, incluso más que antes.
—¿Estás bien? —se interesó.
—Ahora sí. —me acurruqué en su pecho.
—Sé que lo estás pasando mal, pero estoy aquí, siempre estaré aquí.
—Lo sé
Puso sus dedos en mi barbilla, obligándome a subir la cabeza y rozó sus labios con los míos,
pero con un solo roce ya necesitábamos más. Porque nosotros no podíamos parar cuando
estábamos juntos, porque su piel y la mía estaban unidas en una sola. Su corazón era mío y el
mío suyo. Pensé que me vería buscando su piel, sin saber que siempre había sido mía.
EPÍLOGO
Luna
Dos años después
Había pasado demasiado tiempo desde que mis padres pensaron que lo mejor era separarse y
la verdad, tras pensarlo fríamente, creo que había sido lo mejor para ellos. Sin embargo, desde
hacía meses, mi madre fue en busca de mi padre a Londres, estuvo un año entero sin venir y ese
tiempo lo habíamos extrañado demasiado. Ahora, parecía que todo iba bien entre ellos, estaban
yendo despacio y eso era un punto a favor.
Solo faltaba un día para mi dieciocho cumpleaños, ya iba a ser mayor de edad y estaba loca
porque llegase. Habíamos planeado una vida juntos, Eloy y yo, pues yo empezaría la universidad
y mi intención era irme a vivir con él.
Estos dos años de relación habían sido lo mejor de mi vida, jamás pensé que podría llegar a
amar a nadie tanto como lo amaba a él y no creía que fuese capaz de dejar de sentir este
sentimiento que día a día iba a más, mucho más.
Desde que mi madre se fue a Londres, mi abuela vino para estar conmigo, pues me quedaba
sola.
Sobre las doce de la noche, estaba en mi terraza, como siempre, esperando a que mi príncipe
viniera para estar conmigo, era nuestro momento. Sin embargo, pronto eso no sería así, porque
despertaríamos juntos cada día. Eloy llegó con su sonrisa a corromper mi corazón aniñado y me
volvió completamente loca por él.
—Buenas noches, princesa —me saludó acercándose a mí para después besarme.
—Buenas noches, príncipe. —le guiñe un ojo.
—¿Sabes que ya es tu cumpleaños? —preguntó sin borrar la sonrisa.
—No soy de las que piensan que a las doce ya es el siguiente día, aún faltan muchas horas.
—Pues yo ya te traje mi regalo —anunció sacando una cajita del bolsillo del pantalón.
—No hacía falta, yo llevo dos años sin regalarte nada, incluso creo que aun tengo en el cajón
tu regalo de los dieciocho. Ese año fue un poco caótico.
—Ese año es mi favorito —replicó pasándome un mecho tras la oreja.
—¿Por qué?
—Porque fue cuando pude besarte por primera vez, cuando nos dijimos te quiero. Sé que fue
malo en muchos aspectos, pero también nos ayudó a crecer. —asentí dándole la razón.
Sin esperar respuesta, me dio la cajita. Estaba un poco nerviosa, los regalos siempre me
ponían así, no me gustaba mucho las sorpresas. La abrí despacio, como si con eso pudiese
retrasar el momento de su marcha. Cuanto más tiempo juntos, mejor.
Cuando le quité la tapa y vi lo que había en su interior, no pude más que echarme a llorar. Era
algo simbólico y un recuerdo para toda la vida; era un llavero con la primera foto que nos
hicimos siendo novios, le di la vuelta y había algo escrito: “Me vi buscando tu piel sin saber que
ya era mía”. Le abracé y besé con todo el amor que podía sentir por él. Me senté a horcajadas
sobre él sin separar mis labios de los suyos, sintiendo que el momento de sentirnos piel con piel
había llegado. Eloy me alzó para entrar en la habitación y depositarme despacio sobre la cama.
Sus ojos echaban fuego y mi cuerpo ardía por su mirada que me recorrió entera.
Poco a poco fuimos despojándonos de nuestra ropa, ansiosos de quedarnos desnudos, así
como antes nos desnudamos el alma, ahora necesitábamos estarlo al completo. No dudé, no
podía hacerlo más, él era el elegido.
Dibujó piel con sus labios, con sus caricias, mientras me deshacía debajo de él, debajo de su
fibroso cuerpo. Eloy ya no era ese niño que sonreía y hacía que se me cayera la baba, ahora era
un hombre con deseos, los mismos deseos que tenía yo y era hacer el amor, unirnos por
completo.
Nunca en mi vida había sentido algo tan fuerte como cuando Eloy me hizo el amor por
primera vez. Si alguna vez creí que iba ser un error elegirle, me había equivocado.
«Como puede ser que algo que no puedo tocar sea mas real que lo que puedo tocar», resonó
en mi mente esta frase de una canción de Evaluna Montaner y ahora era cuando más cobraba
sentido.
Por la mañana, desperté sola en mi habitación y por un momento creí que lo que había pasado
fue un sueño. La nota de Eloy me despejó esa duda.
Buenos días, princesa. Quise despertar a tu lado, pero si hacía eso no podría separarme de ti
y tengo que preparar una fiesta de cumpleaños. Te lo digo porque sé que no te gustan las
sorpresas. Te espero en mi casa a las dos.
Te ama, tu Eloy.
Suspirando como una tonta, me levanté para darme una ducha y desayunar con mi abuela.
Sabía que hoy iba a ser un día especial, muy especial.
Cuando me arreglé, bajé y mi abuela ya me esperaba con un plato lleno de tortitas con miel,
quería cebarme, de eso estaba segura. Le di un sonoro beso en el moflete y me felicitó por mi
cumpleaños, asegurándome de que mi regalo me lo daba más tarde.
Desayunamos con tranquilidad, aunque por dentro estaba ansiosa porque llegasen las dos de
la tarde para ir a casa de mis tíos y ver que me habían preparado. Que no me gustasen las
sorpresas no significaba que no las disfrutara.
Miraba el reloj cada cinco minutos y cuando llegaron las dos menos cinco, salí de mi casa con
mi abuela y prácticamente la llevaba a rastras porque llegamos en menos de dos minutos. Mi tía,
sin hacernos esperar demasiado, nos abrió, pero antes de dejarme pasar, me puso un pañuelo en
los ojos para que no viese nada.
—No, no me hagas esto, tía Judi —le imploré.
—Shh, te callas.
Me carcajeé y con su ayuda y la de mi abuela, caminamos y por el calor que hacía, estábamos
saliendo al jardín. No podía esperar más, necesitaba que me quitara el pañuelo de una vez.
—¿Preparada? —escuché la voz de Eloy en mi oído y después me besó. Asentí sonriendo
como una tonta.
Me quitaron el pañuelo de los ojos y tras parpadear unos segundos para poder acostumbrarme
a la luz, miré al frente y mis ojos se llenaron de lágrimas en cuanto vi a mis padres juntos. No
podía creer que esto podía ser real. Corrí hasta ellos y me abrazaron y besaron orgullosos. Yo
también lo estaba de ellos, los amaba con todo mi corazón.
—No puedo creer que estéis aquí, juntos. —los miré—. Juntos —repetí, aunque parecía más
una pregunta que una aclaración. Ambos asintieron y por fin mi corazón se llenó de dicha, de
completa dicha.
Era una suerte tener una familia tan unida como la mía. Era una suerte estar rodeada de las
personas que más amaba en la vida y aceptar que siempre estaremos así, unidos para siempre.
Una vez me sentí sola, igual que seguramente mi madre y mi tía, alguna vez en su vida, se
habrían sentido como yo, pero llegaron los hermanos Castillo a poner sus mundos patas arriba.
Ahora me quedaba vivir la mía junto al chico de mis sueños, junto a mi Eloy, porque era mío
y de nadie más. Me acerqué a él y besé sus labios sin pena, sin miedo y con todo mi amor.
FIN
Judith
Años han pasado desde que comenzó esta historia… Años de vivencias e historias que
contarles a nuestros nietos. Una vez tuve miedo a dar pasos a ciegas, pero llegó Héctor y me
abrió los ojos, me ayudó a seguir adelante a su lado. Me regaló una familia y me hizo feliz, tal y
como me prometió un día. Por eso tengo que darle las gracias, por todo lo que me ha dado y me
sigue dando.
Y a ti, lector, persona que está al otro lado, gracias por seguir esta serie, esta historia de una
familia que empezó siendo pequeña y se convirtió en todo mi mundo. Gracias por enamoraros de
la familia Castillo, aunque sé que me amáis más a mí. Lo sé, soy la puta ama.

No te pierdas el primer y segundo libro: Cuestión de segundos (La historia donde


comenzó todo) y Solo nosotros dos.
Agradecimientos
Decir gracias parece fácil y, aunque sé exactamente a quienes tengo que nombrar, no deja de
ser algo que me cuesta hacer siempre.
Gracias a Fanny y Rocío (Scarlett) por ser mi apoyo siempre, no sé qué haría sin nuestras
charlas diarias. Jenny (Paseandoentrelibros), Anabel (Tesorodeletras), y muchas más. Gracias
por estar y darme tanto cariño siempre.
A mi familia, que los amo con todo mi corazón.
Por último, pero no menos importante, a mis lectores que siempre, siempre, están ahí
esperando mis historias. Sin todos ellos, esto no sería lo mismo.

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