lecciòn 1 Alquimia Espiritual

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Centro de Armonizaciòn Integral

Prof.: Gustavo Fernández


Curso: Inicial de Alquimia Espiritual

Solo es cuestión de ordenar el caos de tu Universo para que La Magia del Cosmos
actúe.. Pero como ocurre con todo Orden, se precisa un Método para
lograrlo. Ese Método es la Densificaciòn de tu Pensamiento. Es transformar tu psiquis en
un "láser mental". Todo láser no es distinto en naturaleza de la luz ordinaria que desde el
foco eléctrico ilumina tu habitaciòn. Pero mientras ésta sólo disipa la oscuridad, aquél
puede atravesar paredes. Y esa diferencia es de Organizaciòn.

Lección nº 1:

No seré yo quien proponga que éste no es un curso de Autoayuda más. Por el


mero hecho que, en términos editoriales, el rubro “autoayuda” suele quedar
relegado a la categoría del desván de las aspiraciones literarias. Mirado con
desprecio tanto por los profesionales de la salud mental como por los críticos
de las buenas maneras al escribir, la Autoayuda ha pasado, perversamente, de
transformarse –a la vista de la “opinión publicada” que no es la opinión
pública- de un compendio de recursos para la superaciòn personal en poco
más que la infusión embotante y adictiva con que ocupan su tiempo aquellos
que no buscan los caminos esperables y “normales” para el crecimiento
individual.
Por este motivo (quizás sólo por éste) prefiero proponer este texto
como un Manual de Alquimia Espiritual. Suena a divagación seudometafísica;
adscribe, no obstante, al mayor purismo etimológico.
Pues en mayor o menor grado todos sabemos que la Alquimia era (es,
pues aún son muchos sus cultores) aquella disciplina que buscaba la
transmutación, entendiéndose como tal transformar algo de orden inferior
en algo de orden superior. Superficialmente, pensamos en la “transmutación
de los metales”, esto es, transformar el plomo en oro, cosas así. Y casi de la
mano, alcanzar el Elixir de la eterna Juventud y la Piedra Filosofal. Por cierto,
muchos lo hacían. Pero lo que al moderno pensamiento académico (que no
“científico”, pues lo científico pasa por otra parte) se le escapa es que sólo
algunos de esos alquimistas perseguían ese objetivo, o cuando menos, sólo
ese objetivo. Los otros, todos los demás, estaban detrás de otra cosa: la
transmutación espiritual. Que es nada más –pero también, nada menos-
que transformarse espiritualmente de un nivel inferior a un nivel superior. Y
de hecho, todos estos alquimistas miraban a aquellos casi con desdén,
tratándoles de meros “sopladores”.
¿Quieres aprender Alquimia Espiritual sencillamente?. Toma una pizca
de la envidia que te tienen, un puñado de mediocridad ajena, dos chorritos de
la estrechez de miras de quienes te observan desde la acera de enfrente,
agítalos y déjalos fermentar en el crisol de tu Voluntad. Espera que la mezcla
se enfríe y arrójala con determinación al rostro del Destino.
Llegados a este punto es posible que el lector se pregunte qué tiene que
ver esta Introducciòn con el fin del libro que es, se supone, mejorar en todos
los órdenes de su vida. Pues bien, tiene todo que ver. Craso error
cometeríamos si creyésemos que “mejorar” compete estrictamente al
ámbito donde se desea hacerlo, olvidando que el ser humano es un todo
holístico donde la evoluciòn y crecimiento no puede afectar a una de
sus partes independientemente de las demás.
Rescatar la Alquimia Espiritual no significa transformar esto en un
enjundioso texto de metáforas oscuras y crípticas, ni proponer esotéricos
rituales a la luz de las velas y entre vaharadas de inciensos (que si tiene eso
valor o no, ameritaría todo otro trabajo). Se trata de comprender que si no
entendemos la naturaleza humana como inextricablemente maridada entre lo
Material y lo Espiritual todo crecimiento, toda evoluciòn, toda mejora, será
apenas un “parche”, una improvisación circunstancial y quizás condenada al
fracaso. Y es aquí donde nos imponemos esta pregunta: ¿cuántas personas de
buena fe que han acudido a libros de Autoayuda realmente han mejorado?.
Romperé otras lanzas. ¿Cuántas personas de buena fe que han acudido
a gurúes o analistas realmente han evolucionado (que no es lo mismo)?.
Estrategias provenientes del “coaching” o la motivación empresarial,
análisis e interpretación de sueños, monólogos profundos en el silencio del
gabinete del psicoanalista, talleres de psicodramatizaciòn, lecturas
estimulantes: todo ello tiene poco más que el efecto momentáneo de una
bebida energizante si no aceptamos que solamente cuando el espíritu se
fortalece las modificaciones conductuales son permanentes.
De manera que puedo sintetizar la idea, con esta gráfica:

Cuando las personas tratan de mejorar, generalmente orientan sus


esfuerzos en direcciòn de modificar sus Comportamientos para que ello
redunde en el Entorno, suponiendo que, si funcionan –es decir, si se
producen los resultados esperados- terminarán por aceptar “creer” que han
hecho lo correcto. Como se ve claramente en el gráfico, si las Creencias y las
Ideas son las mismas, los cambios de Comportamiento sólo serán una pátina
superficial que no llegará a la médula emocional del individuo. Ni hablemos de
quienes esperan que el Entorno cambie, para entonces cambiar su
Comportamiento (y con el tiempo, sus Creencias e Ideas) ellos. Un poco –
pero sólo un poco- más fortalecidos están quienes tienen las Creencias
adecuadas (adecuadas en funciòn de sus intereses), si bien éstas pueden
transformarse en una membrana inviolable para nuevas ideas. En
consecuencia, si bien esas Creencias, en un momento convenientes, irrigan y
actúan sobre Comportamientos y Entorno, con el tiempo, ante la inmovilidad
e las Ideas, terminan revirtiendo negativamente. Y esto porque la Vida es
Movimiento y Mutaciòn, y las Creencias suelen ser lo que menos motilidad
tiene en la naturaleza humana. Sin ir más lejos, la devociòn “transitoria” de
mucha pobre gente que cree encontrar alivio y respuestas a sus penurias en
una creencia durante un tiempo pero luego, desilusionada, se traslada a otra,
prueba esta afirmación. A veces es la Luz, no la Oscuridad, lo que asusta.
Quizás prematuramente doy por aceptado que el lector, cuando
hablamos de “lo espiritual” entiende la diferencia con “lo religioso”. Y si bien
las Creencias –para continuar referenciando el cuadro anterior- de mucha
gente pasa sólo por las instituciones eclesiásticas, llamamos “espiritual” a ese
amplio Universo, coexistente con el material, donde los planos sutiles de
nuestra naturaleza son impresionados sensiblemente por Ideas y experiencias.
En ese contexto, obsérvese que son precisamente aquellas, las Ideas, las que
generan y modifican las Creencias. Por lo tanto, todo cambio, toda mutaciòn y
evoluciòn sostenida en el tiempo debe comenzar por las Ideas para que
éstas se consoliden en Creencias que modelen nuestro Comportamiento y así,
modificar nuestro Entorno.

Propondremos entonces un verdadero Trabajo Interior que tendrá, por


lo dicho, tanto el valor de una Autoiniciaciòn como el de una Gimnasia del
Carácter, siendo absolutamente consecuentes con la idea que no podemos ni
debemos depender de las circunstancias exteriores para mejorar. Y que esa
mejora comienza cuando nos “inoculamos” Ideas suficientemente fuertes y
consistentes para derramar luego su efecto benéfico en las otras “capas” de
nuestra naturaleza. Comenzando, lógicamente, con las Creencias. Y en primer
lugar, la más importante: la Creencia en Uno mismo.
Hay dos clases de Creencia en Uno Mismo: la creencia o presunciòn del
tonto que cree en sus supuestas aptitudes, de quien piensa que es competente
para hacer cosas que están enteramente más allá de su capacidad; los egoístas
superficiales de este tipo creen en sus yoes y están tan engreídos en su orgullo
que no pueden ver sus propias limitaciones. Pero está también la fe del ser
humano fuerte y capaz que cree, no tanto en sus aptitudes como en su fuerza
interna, que es más grande que sus poderes finitos. Éste se da cuenta de sus
propias limitaciones y confía en algo que tal vez él no comprenda, pero que
sabe que está allí y puede confiar en ello. Esta creencia en un poder interno, lo
que yo llamo “el fuego sagrado” para vencer es realmente el verdadero
secreto de una persona de recursos para triunfar. Es lo que lo distingue del
individuo ordinario que nunca puede elevarse sobre el nivel de la mediocridad.
Tus sueños, en tanto estén vivos, son el único Paraíso del que no podrán
expulsarte.

Reflexionando el “para qué” haremos esto

Una publicidad, ora racional, ora sensacionalista nos bombardea, de


unos años al presente, con la promoción de distintos sistemas de Autoayuda.
Esas publicaciones nos prometen desde métodos de superación personal
hasta “caminos fáciles y veloces para triunfar en los negocios y la vida”.
Estos dos extremos incluyen todas las expectativas, todas las respuestas,
todas las escaleras para progresar.
Pero estos dos extremos incluyen, también, las lógicas preguntas:
¿Qué es, concretamente, “autoayudarse”?. Y, sobre todo, ¿qué podemos
esperar de ello?. Por explorar las razones más íntimas del Cambio que nos
proponemos, es que entendemos que lo necesario no es “ayudarse”, sino
“transmutar alquímicamente”.

Vivimos en una época de autoexcusas: las complicadas situaciones de la


vida –personal y del entorno-, las inseguridades, ambiciones o carencias de los
demás, la popular pero mentirosa “lucha por la supervivencia” (porque el
concepto que vivir en estos tiempos modernos se parece a sobrevivir en la
jungla es de lo que tratan de convencernos, no una definiciòn de la Realidad),
todo eso lleva al hombre y la mujer comùn, la que convive con nosotros o nos
cruza en la calle a dar por sentado que mejorar la calidad es algo que depende
del “afuera”, de otros. Y que no hay nada más importante que la acumulación
material.
Casi nadando en contra de esta corriente (pero ya saben; sólo los peces
muertos se dejan arrastrar por la corriente) un número creciente de personas
están convencidas que empleando adecuadamente el poder de su mente la
prosperidad, el crecimiento, la felicidad (si es que existe) es posible. Así, desde
filosofías orientales devenidas en prácticas de “coaching” hasta técnicas de
“pensamiento positivo” nos enseñan que el peor enemigo de nuestros
objetivos es tan hábil y astuto que duerme dentro e nosotros mismos.

“Tanto si crees que puedes como si crees que no puedes, en


cualquier caso estarás en lo cierto” era una de las frases predilectas de
Henry Ford. Un personaje que puede resultarles simpático o no pero de cuya
capacidad y visión de futuro nada puede decirse. Esa frase, devenida en norma
de conducta, es una de las llaves creativas de lo que los especialistas en estos
campos llaman la Ley de Atracciòn: lo que se considera una Ley Universal,
una “fuerza” imanente de la Naturaleza, pero de índole espiritual que afirma
que lo semejante atrae lo semejante.
Todo sucede en el Universo. Por eso, nada “nos” sucede. El fracaso y
el éxito no son más tuyos que las estrellas, las tempestades y los amaneceres.
Es tu Yo mental el que cree ser centro del Cosmos y por ello, cree también
que todo pasa por, para, hacia y desde él. Y como lo cree, así lo vive.
Caminemos dejando que el corazón guíe, que la mente observe y reflexione y
que el espíritu aprenda, y siempre encontraremos abiertas las puertas que
necesitemos.

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