Hume

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TEMA 8. EL EMPIRISMO: DAVID HUME (1711-1776).

* "Sé‚ filósofo; pero, en medio de toda tu filosofía, continúa siendo hombre"

* "Si, convencidos de estos principios, pasamos revista a las bibliotecas, ¿qué estragos será
necesario que hagamos? Si cogemos, por ejemplo, un volumen de teología o metafísica
escolástica, preguntémonos: ¿es que contiene algún razonamiento abstracto sobre la cantidad o el
número? No. ¿Es que contiene algún razonamiento empírico sobre los hechos y la existencia?
No. Confiadlo entonces a las llamas, ya que no puede contener más que sofistería e ilusión."

* "No pueden existir argumentos demostrativos para probar que esos casos de los que no hemos
tenido experiencia se asemejan a aquellos de los que hemos tenido experiencia".

Tema 8. David Hume. Profesor Juan Ramón Tirado Rozúa. Página 1


I. INTRODUCCION AL EMPIRISMO

Descartes proclamó la razón como única fuente de conocimiento seguro. Pues bien, el
empirismo (de la voz griega “empeiría”, experiencia) representa la oposición consciente a ese
racionalismo, aunque tampoco es poco lo que les aproxima.

Aparentemente, al menos, la oposición no puede ser más radical. Al igual que el


racionalismo, el empirismo es una actitud frente al origen del conocimiento. Pero mientras el
racionalismo pone ese origen en la razón, el empirismo lo pone en la experiencia, es decir, en
los datos que proceden de los sentidos. También la filosofía aristotélico-escolástica establecía
que todo conocimiento empieza por los sentidos, pero el empirismo no es sólo una actitud
respecto al origen del conocimiento; es además una toma de posición frente a los límites de éste.
En efecto, para el empirismo el conocimiento humano, que empieza inevitablemente por la
experiencia, no debe nunca rebasar los límites de ésta, pues sólo en ella se encuentra el
fundamento de su validez. No sólo la ciencia, también la ética, el derecho y hasta la religión se
verán forzados, violentados a constreñirse a los límites propios de la experiencia sensible. El que
unos autores, como Hume por ejemplo, sean consecuentes con esta postura y otros, como Locke
o Berkeley, también empiristas, lo sean menos, es sólo un problema de grado de aplicación de
los principios.

Entre lo mejor del empirismo podemos destacar su posición epistemológica que le


servirá para oponerse al dogmatismo presuntamente poseedor de verdades absolutas tan
frecuente en su tiempo, y para realzar los valores humanos de tolerancia y convivencia. En este
mundo, venía a afirmar, el más sabio logra saber muy poco, pues todo conocimiento se reduce a
ciertos fenómenos y es relativo a una situación y a unas condiciones particulares, es decir, no
podemos estar seguros (se entiende, absolutamente seguros) de nada, por tanto, seamos
prudentes y desterremos las posiciones dogmáticas, hagámonos tolerantes, aceptemos las
libertades y acostumbrémonos a respetar a los otros.

H. llevó hasta el extremo las consecuencias que se derivan de su radical empirismo.


Llevó a cabo una crítica demoledora contra las profundas aportaciones que la metafísica y
moral tradicionales habían hecho desde los griegos. Las aportaciones metafísicas, según H.,
lejos de reflejar la auténtica realidad, habían sido producto de la imaginación de los más
afamados pensadores, pero no poseían ningún significado objetivo y habían servido para sostener
toda una amplia corriente cultural plagada de supersticiones, fanatismos intransigentes y
creencias infundadas y dogmáticas causantes, entre otras cosas, de crueles guerras y
persecuciones en Europa. Frente a tal magnitud de abstracciones con consecuencias funestas, H.
nos invita a mantener una actitud escéptica, es decir, prudente, tolerante y antidogmática.

Resumen de las características generales del empirismo

Con el empirismo, el problema del conocimiento -su origen y validez- pasa a ser el tema
previo e imprescindible antes de comenzar cualquier otra investigación. Las tesis fundamentales
del empirismo podrían resumirse como siguen:

- El origen del conocimiento es la experiencia y nuestra mente es como "una tabla rasa" antes
de tener experiencias.

- El conocimiento humano no es ilimitado sino que la misma experiencia es su límite. La


experiencia limita el conocimiento en su extensión (no puede ir más allá de la experiencia) y
en su certeza (sólo podemos estar ciertos de lo que entra dentro del límite de la experiencia).

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- Todo conocimiento es conocimiento de ideas. Por esta razón, los empiristas conceden gran
importancia a los análisis de los mecanismos psicológicos que explican las asociaciones de
ideas.

- En conclusión, el empirismo propone un nuevo concepto de razón: una razón dependiente y


limitada a la experiencia (conocimiento) y "esclava de las pasiones" (moral).

- Negación de las ideas innatas. Todas nuestras ideas provienen de la experiencia.

- Adopción del método científico inductivo (el punto de partida son los datos provenientes del
conocimiento sensible) frente al método deductivo que sedujo a los racionalistas.

- El prototipo de ciencia es la física, referida al mundo, frente al interés por las matemáticas
manifestado por los racionalistas.

- Dificultad o imposibilidad de una metafísica. A diferencia de los racionalistas, los


empiristas constatan las dificultades para obtener un conocimiento metafísico válido. Algunos
pensadores, como Hume, incluso niegan la posibilidad de conseguirlo.

- De Dios, como de cualquiera de las sustancias, será imposible conocer su existencia, sólo se
puede creer en ella, frente a la actitud racionalista que convierte a Dios en garantía de nuestro
conocimiento mediante la doctrina de la "veracidad divina".

Hume fue un filósofo de la naturaleza humana, su principal preocupación, considerando a


ésta como núcleo de las restantes ciencias, cuyas investigaciones "se ponen al servicio de la
moral práctica". Su radical teoría del conocimiento sólo es un preludio para iniciar en el ámbito
de las ciencias morales una revolución semejante a la que había producido Newton en la física y
las matemáticas.

De la síntesis de las dos corrientes de pensamiento que abren la Modernidad,


racionalismo y empirismo, va a surgir el idealismo trascendental concebido por uno de los
mayores filósofos de la historia: Kant.

Breves datos biográficos de David Hume

Nace en Edimburgo en 1711. En 1734 se retira a Francia, donde escribe su primera obra,
Tratado acerca de la naturaleza humana. Tres años más tarde vuelve a Londres a publicarla, pero
el fracaso fue total. En 1752 publica sus Discursos Políticos y crece su fama. Se le pide a la
Iglesia Anglicana que lo excomulgue por sus escritos “subversivos contra la religión y la
moral”. La Iglesia católica le incluye en el índice de los libros prohibidos.

Intenta repetidas veces hacerse con las cátedras de Ética y Lógica en la Universidad, pero
es rechazado “por sus ideas heréticas”. Otras obras importantes son: Investigación sobre los
principios de la moral, Diálogos sobre la religión natural, Investigación sobre el entendimiento
humano, etc.

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2. ORIGEN Y MODOS DE CONOCIMIENTO

2. 1. Origen del conocimiento.

El racionalismo había afirmado que en nuestro entendimiento había ideas innatas, y que a
partir de éstas se pueden deducir todos nuestros conocimientos de la realidad. Estas ideas las
tenemos sin recurrir a la experiencia. El empirismo se opone al racionalismo, al negar que en
nuestro entendimiento existan las ideas innatas. Para el empirismo todos nuestros conocimientos
proceden de la experiencia. Con anterioridad a la experiencia, nuestro entendimiento es como
una página en blanco donde no hay nada escrito, y es la experiencia la que nos va a proporcionar
el conocimiento.

Entendemos por experiencia la constatación de un hecho (siendo un hecho todo aquello


que pueda ser sentido o medido por un sujeto). Por tanto, la experiencia se da por medio de los
sentidos. Como la experiencia es la base del conocimiento, y los sentidos son la base de la
experiencia, los sentidos tienen que ser la base imprescindible del conocimiento.

2. 2. Elementos del conocimiento.

Mira este folio y cierra a continuación los ojos tratando de imaginarlo. En los dos casos lo
estarás percibiendo (o conociendo), si bien entre ambos existe una notable diferencia: la
percepción del folio es más viva cuando lo vemos que cuando lo recordamos. Hume considera
que las percepciones son los elementos del conocimiento. Pero distingue dos tipos de
percepciones: las impresiones (conocimiento que nos proporcionan los sentidos en el presente) y
las ideas (huellas o representaciones mentales de impresiones que hemos tenido en el pasado).
Por tanto, las ideas provienen de las impresiones, y a toda idea le corresponde una impresión de
la que procede.

El criterio para diferenciar impresiones e ideas es la vivacidad. Las impresiones son más
vivas, las ideas son más débiles, confusas e imprecisas. Las ideas no se encuentran sueltas en
nuestro entendimiento, sino asociadas unas a otras.

2. 3. Tipos de conocimiento.

Hume distingue dos tipos de conocimiento: el de relaciones existentes entre ideas y el


conocimiento factual, de hechos.

a) Relaciones de ideas: es el conocimiento que no se refiere a hechos, sino a la relación


existente entre ideas. Aunque estas ideas (como todas) procedan, en último término, de la
experiencia, la relación existente entre las mismas es, en cuanto tal, independiente de los
hechos. A este tipo de conocimiento pertenecen la lógica y las matemáticas. Sus
afirmaciones son ciertas de modo demostrativo, sin necesidad de referirse a hechos.

Si tomamos el caso de las matemáticas, sin negar su aplicabilidad a la ciencia, a los hechos,
insiste H. en que en sí mismas están vacías de contenido factual, empírico. Decir que “4 + 3
= 7” no es en sí mismo decir nada acerca de cosas existentes; la verdad de la conclusión
depende simplemente del significado de los términos y de si la relación entre ideas es
adecuada.

b) Conocimiento de hechos: es el conocimiento referido a impresiones que proceden de la


experiencia. Comprobamos su verdad recurriendo a la experiencia. Introduce H. un criterio
tajante para decidir acerca de la verdad de nuestras ideas: ¿Queremos saber si una idea

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cualquiera es verdadera? Muy sencillo: comprobemos si procede de alguna impresión. Si
podemos señalar la impresión correspondiente, estaremos ante una idea verdadera; en caso
contrario, estaremos ante una ficción. Nuestros conocimientos están, pues, limitados por las
impresiones.

3. CRÍTICA A LA IDEA DE CAUSA.

3. 1. El conocimiento de hechos y la idea de causa.

Aplicando el criterio anterior en sentido estricto, nuestro conocimiento de hechos queda


limitado a las impresiones actuales (lo que ahora vemos, oímos…) y a los recuerdos (ideas)
actuales de impresiones pasadas (lo que recordamos haber visto, oído,…), pero no puede haber
conocimiento de hechos futuros, ya que no poseemos impresión alguna de lo que sucederá en el
porvenir (es imposible tener impresiones de lo que aún no ha sucedido).
Ahora bien, aunque del futuro no tenemos experiencia, en nuestra vida contamos
constantemente con que en el futuro se producirán ciertos hechos. Por ejemplo, si ponemos un
recipiente de agua al fuego, contamos con que se calentará, pero, ¿cómo podemos estar seguros
de que el agua se va a calentar? Según Hume, estamos seguros de que el agua se va a calentar
porque el fuego es la causa de que el agua se caliente (efecto). Es decir, todos nuestros
conocimientos sobre cuestiones de hechos se basan en la relación causa-efecto.
3. 2. . Causalidad y “conexión necesaria”

¿Cómo entendemos la relación causa-efecto cuando pensamos que el fuego es la causa y


el calor el efecto? H. observa que esta relación se concibe normalmente como una conexión
necesaria (que no puede no darse). Esto quiere decir que el tipo de relación que se establece
entre causa y efecto no puede ser ocasional sino necesaria. Así, cuando afirmamos que A es la
causa de B, es porque pensamos que siempre será y ha sido así. Por tanto, creemos saber cómo
serán los acontecimientos futuros porque entre causa y efecto existe una conexión necesaria, es
decir, dada la causa inevitablemente se producirá el efecto.

3. 3. Crítica de la idea de conexión necesaria.

Aparentemente el problema de conocer acontecimientos futuros está resuelto con la idea


de conexión necesaria entre causa y efecto. Pero si aplicamos el criterio de verdad de Hume,
observamos que no hay ninguna impresión de esta idea de conexión necesaria. De los fenómenos
sucesivos, uno de los cuales es causa del otro, sólo percibimos la sucesión de ambos, pero no
percibimos la conexión necesaria. Por ejemplo, lo que nosotros percibimos es el fuego por una
parte, y por otra que los objetos situados junto al fuego se calientan, pero nunca hemos
observado que haya una conexión necesaria entre estos dos hechos. La conexión entre ellos es
algo que suponemos, pero que no podemos comprobar.

La idea de conexión necesaria al no provenir de una impresión, no es una idea


verdadera. Esto significa que nunca vamos a saber lo que va a ocurrir en el futuro. Del futuro
no podemos tener certeza, sino solo creencia y suposición. Todos creemos que si ponemos algo
sobre el fuego se calentará. Sabemos esto por el hábito o costumbre de observar como siempre
que ocurre lo primero, ocurre lo segundo, es decir, el hábito se forma al observar repetidamente
la sucesión de dos fenómenos, pero que entre ambos exista una conexión necesaria es una
suposición incomprobable.

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4. LA CRÍTICA A LAS IDEAS DE SUSTANCIA (yo, Dios y mundo) DE HUME

Hemos visto que, según Hume, todo nuestro conocimiento se reduce a impresiones e
ideas; nuestro entendimiento al conocer está completamente limitado por las impresiones, de tal
modo que nos impide abordar cuestiones puramente abstractas; y entre las más abstractas está el
problema de la sustancia. La sustancia es un concepto fundamental para la filosofía tradicional
desde Aristóteles hasta el racionalismo (teoría de las tres sustancias), pero al que, según H., no
corresponde ninguna impresión.

H. no hace ninguna concesión, como otros empiristas menos coherentes (Locke,


Berkeley): a nuestra idea de sustancia: de Yo, de Mundo, de Dios no corresponde impresión
alguna. La palabra "sustancia" sólo designa un conjunto de percepciones particulares unidas por
la imaginación; por tanto, el concepto clave de la metafísica carece de valor. Ningún argumento
filosófico puede demostrar su existencia. En la práctica, piensa H., esto no es realmente grave
pues para vivir bastará con creer en su existencia.

4. 1. El mundo.

Locke justificaba la existencia del mundo distinta de la mente diciendo que la realidad
extramental es la causa de nuestras impresiones.

H. no puede aceptar esta afirmación, porque la realidad no es una impresión más, sino
que está más allá de las impresiones. Yo lo único que puedo afirmar es que "tengo una
impresión", pero no puedo afirmar que a mi impresión corresponda una realidad exterior. La
realidad está más allá de las impresiones. Si la afirmo, estoy deduciendo una cosa de la cual yo
no tengo impresión alguna. Por tanto, lo único que podemos afirmar con rotundidad es que
tenemos impresiones, ...pero no podemos conocer más allá de éstas. Sobre la existencia de los
cuerpos en el mundo exterior, por tanto, lo más adecuado, ya que no podemos conocer con rigor
su existencia, será suponer su existencia. Para saber si las impresiones que tengo referidas al
mundo exterior se parecen a los objetos externos deberían presentarnos al mismo tiempo los
originales (mundo exterior) y las copias (impresiones que tengo del mundo exterior), lo cual es
inconcebible. Al ver la montaña en el horizonte podemos suponer que existe no sólo en nuestras
impresiones pero, en sentido estricto, sólo podemos suponer su existencia. Afirmarla, sería ir
más allá de nuestras impresiones, que son el límite del conocimiento humano. No podemos
concebir cómo son los cuerpos con independencia de nuestras impresiones. Todo lo que
conocemos está en nuestra mente, ¿cómo podemos saber lo que hay fuera de ella? Sólo podemos
suponerlo. Tal suposición es suficiente para vivir. La imposibilidad para conocer la existencia
del mundo exterior no conlleva su negación, sino la creencia en éste auspiciada por la constancia
y coherencia de las impresiones que tengo de éste.

4. 2. Dios.

No niega la existencia de Dios, pero sí la posibilidad de demostración de su existencia.


Las razones para oponerse a dicha posibilidad son dos:

1) La idea que tenemos de Dios es la de una sustancia infinita con todas las perfecciones.
Ahora bien, si aplicamos el criterio de validez de Hume, nos tenemos que preguntar de
qué impresión puede derivar esta idea de perfección infinita. Según H. es evidente que,
siendo nuestras impresiones puntuales y concretas, resulta difícil que podamos tener una
impresión de infinito, ya que ella misma habría de ser asimismo infinita. Por lo tanto, la
idea de sustancia infinitamente perfecta se queda sin impresión que la legitime, y hay que

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concluir que no existe ningún tipo de conocimiento de Dios. 2)
Tradicionalmente se ha intentado demostrar la existencia de Dios fundamentándose en el
principio de causalidad. Los acontecimientos en la naturaleza han sido concebidos como
efectos de una Causa Primera, que es Dios. Pero en dicho argumento descubre H. dos
puntos falaces: primero, ninguna percepción tenemos de la naturaleza y mucho menos de
su orden de funcionamiento; y segundo, carece de valor aplicar el principio de
causalidad más allá de nuestras impresiones y como Dios no es objeto de impresión
alguna, es imposible demostrar su existencia.

Ahora bien, si la existencia de un mundo distinto de nuestras impresiones y la existencia


de Dios no son racionalmente justificables, ¿de dónde vienen nuestras impresiones? Hume
responderá sencillamente que no lo sabemos ni podemos saberlo: pretender contestar esta
pregunta es querer ir más allá de nuestras impresiones y eso es imposible en el ámbito del
conocimiento. En religión es agnóstico.

4. 3. El yo.

Tanto Descartes como Locke habían afirmado la realidad del "yo" como sustancia. Su
existencia se intuye con evidencia. En el propio acto de pensar, de querer, de amar,... se capta de
manera indudable el propio yo. Ahora bien, esto no es así para H. Este pensador sigue fiel a sus
principios epistemológicos: todos nuestros contenidos cognoscitivos se reducen a impresiones e
ideas; por tanto, la cuestión será: ¿tenemos alguna impresión o alguna idea de nuestra identidad
personal, de nuestro yo? No. Luego el yo resulta imposible de conocer. El yo no es ninguna
impresión sino aquello que se supone como sujeto desde el que tienen lugar nuestras
impresiones.

Nuestras impresiones no son constantes, sino variables, sin embargo, tendemos a pensar
que el yo, la identidad personal es algo constante. Pero, sin embargo, una impresión sucede a
otra: siento dolor, después siento tristeza, después alegría,...Nunca existen todas al mismo
tiempo, sino que se suceden. Por tanto, no hay una impresión constante y permanente. Sin
embargo, nuestra identidad personal debería ser permanente. En consecuencia, no existe el yo
como sustancia distinta de las impresiones. El yo viene a ser como un conjunto de impresiones e
ideas en perpetuo flujo y movimiento que imaginamos unidas entre sí.

La cuestión, entonces es: ¿Cómo podemos explicar la conciencia que tenemos todos de
nuestra propia identidad? Por ejemplo, yo soy el mismo que esta mañana estaba en casa, que
ahora estoy en clase, que mañana iré al fútbol,... H. lo explica con la memoria: gracias a ella
conocemos la conexión existente entre las diferentes impresiones que se suceden; el error
consiste en que confundimos sucesión con identidad.

Termina comparando al yo con un teatro en el que las distintas percepciones (los distintos
actores) se suceden unos a otros, entran, salen y se mueven de mil maneras diferentes, pero con
la peculiaridad de que no sabemos exactamente en qué lugar se representa, es decir, sin
escenario.

Esta concepción del yo es coherente con sus principios radicales sobre el conocimiento,
pero el propio H. se dio cuenta de que su explicación no es plenamente satisfactoria, lo que le
llevó a una actitud resignadamente escéptica.

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5. EL EMOTIVISMO MORAL EN HUME

El sentido práctico que Hume quiso dar a su pensamiento hizo que concibiera la teoría del
conocimiento como "instrumento" adecuado para el planteamiento de su teoría moral.

¿Qué es lo que permite que a una acción particular pueda aplicársele el calificativo de
buena o mala? Unos creen que lo bueno y lo malo están en los juicios de la razón, otros que en
las acciones. Luego, se trataría de una relación de ideas o una cuestión de hecho, según la teoría
del conocimiento de nuestro autor ya vista. Hume, por el contrario, cree que no son ni una ni
otra cosa.

En general, podemos decir que un código moral es un conjunto de juicios a través de los
cuales se expresa la aprobación o reprobación de ciertas conductas y actitudes: así aprobamos
la generosidad y benevolencia, reprobamos el crimen y la opresión. La mayoría de los filósofos
se han preguntado en qué se fundamenta nuestra aprobación de la benevolencia, por ejemplo, y
nuestra reprobación o rechazo del crimen y la opresión.

Una respuesta a esta cuestión, extendida desde los griegos, es que la distinción entre lo
bueno y lo malo moralmente, entre las conductas viciosas y virtuosas, se basa en la razón: ésta
puede conocer lo que se adapta óptimamente a la naturaleza humana y a partir de este
conocimiento, determinar qué conductas y actitudes son acordes con ella; el conocimiento de la
concordancia o discordancia de la conducta humana con el orden natural es, pues, el
fundamento del que emanan nuestros juicios morales.

Hume, por el contrario, considera que el conocimiento intelectual no es ni puede ser el


fundamento de nuestros juicios morales. Su principal argumento es el siguiente: la razón no
puede impedir ni impulsar nuestro comportamiento (según la teoría del conocimiento de Hume
el conocimiento puede ser de relaciones entre ideas -matemáticas y lógica, en sí mismas inútiles
para la vida si no se aplican, es decir, no nos impulsan por sí solas a la acción- o de hechos,
limitándose este último a mostrarnos hechos y no a enjuiciarlos moralmente), ahora bien, los
juicios morales impulsan e impiden nuestro comportamiento, luego, los juicios morales no
provienen de la razón.

La moralidad, por otra parte, no es una cuestión de hecho, una simple enumeración de
fenómenos. Las acciones en sí mismas no son ni buenas ni malas. Para comprender mejor esta
conclusión a la que llega Hume, puede ponerse como ejemplo algo que seguramente nadie
dejará de rechazar: el asesinato intencionado. "Examinalo desde todos los puntos de vista y mira
si puedes encontrar un hecho, una existencia real que corresponda a lo que llamas vicio. En
cualquier modo que lo tomes sólo encontrarás ciertas pasiones, motivos, voliciones y
pensamientos. No hay ningún hecho más en este caso. Mientras dirijas tu atención al objeto, el
vicio no aparecerá por ninguna parte. No lo encontrarás nunca hasta que dirijas tu reflexión
hasta tu propio corazón y encuentres un sentimiento de reprobación, que brota en ti mismo,
respecto de tal acción. He aquí un hecho, pero un hecho que es objeto del sentimiento, no de la
razón. Está en ti mismo, no en el objeto". Los juicios morales, por tanto, tienen su origen en los
sentimientos que nos provocan determinadas acciones. El hecho físico de matar es o puede ser el
mismo en el caso de un asesinato, de un homicidio en defensa propia o de una ejecución que
cumpla una sentencia judicial, sin embargo, ¿por qué a veces lo valoramos de modo diferente?

La moralidad está en el sentimiento. Así pues, la moralidad no está en los hechos ni en


la razón. La razón nos permite discernir la verdad de la falsedad, pero no es por si misma
motivo para que nuestra voluntad actúe. Nuestras acciones se producen debido a pasiones que

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sentimos y que nos impulsan a hacerlas. Y están orientadas a la consecución de fines no
propuestos por la razón, sino por el sentimiento. La bondad o maldad de tales acciones depende
del sentimiento de agrado o desagrado que provoca en nosotros, y el papel que la razón
desempeña en ellas no pasa de ser el de proporcionarnos conocimiento de la situación y sobre la
adecuación o no de los medios para conseguir los fines propuestos por el deseo. Por eso afirma
Hume: “la razón es y sólo debe ser la esclava de las pasiones, y no puede aspirar a ninguna
otra función que la de servir y obedecerlas”.

Al afirmar la subordinación de la razón a los sentimientos, Hume adopta una posición


antirracionalista. La razón juega un papel importante en la vida activa del hombre, pero como
instrumento de los sentimientos indicándonos qué debemos hacer para lograr un determinado fin
y en ningún caso como causa suficiente y única de la acción. La moral se siente más que se
juzga. Son los sentimientos, por tanto, los que nos guían en moral.

Los sentimientos de aprobación y desaprobación inscritos en la naturaleza humana son


el origen de las virtudes y los vicios, pues nos indican qué clase de cualidades suscitan, por
encima de cualesquiera otras, la estima propia y la de los demás. También nos indican qué clase
de defectos son rechazables. Dichos sentimientos son la medida de lo que es agradable y útil,
para nosotros mismos como para los demás:

1. Son agradables para uno mismo: alegría, grandeza de alma, dignidad de carácter,
valor, sosiego, bondad,...

2. Agradables para los demás: modestia, buena conducta, cortesía, ingenio,...

3. Son útiles para uno mismo: fuerza de voluntad, diligencia, frugalidad, vigor corporal,
inteligencia,...

4. Son útiles para los demás: justicia, benevolencia,...

Ética utilitarista. En el agrado y la utilidad coinciden todas las acciones que originan los
sentimientos de aceptación, y los de repulsa en lo contrario, por lo que es legítimo concluir que
ellos son el fundamento último de la moralidad y que, por tanto, la ética de Hume es utilitarista.
Lo cual no significa una vuelta al utilitarismo egoísta que Hobbes veía como única ética posible,
porque, según él creía, el hombre es asocial. Hume piensa, por el contrario, que la utilidad ha de
referirse a los demás en no menor medida que a sí mismo. Tomemos como ejemplo el
sentimiento de la justicia. Este nace en unas condiciones particulares de la existencia humana. Si
como sucede con el aire del que cada persona puede disponer según sus necesidades, sucediera
con todos los demás bienes, de manera que nadie careciera de nada ni tuviera que preocuparse
por el futuro, entonces no podría siquiera brotar en el corazón de los hombres ese sentido de
distribución y uso equitativo de los bienes que solemos llamar justicia. En consecuencia, la
justicia existe con vistas a algo útil, que es mantener la sociedad de los seres humanos en unas
circunstancias que sean aceptables para todos, aunque no sea siempre fácil.

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