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Había una vez un príncipe al que le gustaba observar y recapacitar sobre todo lo que veía.
Y creía en todo, menos en las princesas, las islas y en Dios. Su padre le
había dicho que estas tres cosas no existían y él, como no había visto nunca princesas, islas ni a Dios, creía a su padre. Pero un día, el príncipe decidió salir del reino. Sentía grandes deseos de conocer otros mundos. Y después de cabalgar durante bastante tiempo, llegó hasta el mar. Y a lo lejos vio unos pedacitos de tierra que le parecieron islas, y en ellas, se movían con elegancia unas mujeres que lucían vestidos lujosos. Al príncipe le entró curiosidad y quiso acercarse a esa isla, y comenzó a buscar algún bote. Entonces, un hombre se le acercó y le preguntó: – ¿Qué buscas? – Oh, busco un bote, porque quiero acercarme a aquel lugar… – dijo señalando a la isla. – ¿A esa isla? – ¿Es una isla? Entonces… ¿existen las islas? – ¡Claro que existen! – Vaya… ¿y quiénes son esas mujeres de la isla? – Son princesas- respondió el hombre, que iba muy elegantemente vestido. – Así que existen las princesas… solo falta que me digas que existe Dios. – Claro que existe. Soy yo.- dijo entonces el hombre haciendo una reverencia. El príncipe y el mago: la realidad construida con la magia El Príncipe se quedó atónito, y decidió volver al castillo de su padre. Al llegar, le dijo muy enfadado: – ¡Me has mentido! ¡Me dijiste que no había islas, princesas ni Dios! ¡Y ahora sé que existe! Su padre contestó con calma: – ¿Y cómo sabes que existen? – ¡Los he visto! ¡También he conocido a Dios! – Y ese Dios… ¿vestía de forma elegante y llevaba las mangas recogidas? – Sí. – Te han engañado, hijo. Es un mago. Le conozco… – ¿Un mago? El príncipe, más enfadado aún, fue a buscar al mago y le dijo: – ¿Por qué me engañaste? Ahora sé que eres un mago y me has hecho ver lo que tú has querido que vea… Ahora sí creo más aún a mi padre. – ¿Tu padre? ¿Ese que dice ser rey? ¡Él también es un mago! El príncipe no supo qué decir. Regresó a casa de su padre y le preguntó: – ¿Es verdad que eres un mago? – Sí, es verdad… – ¡Me volviste a engañar! ¿Por qué me haces esto? Ahora mi vida no tiene sentido. Todo es mentira… ¡Prefiero morir! Entonces, el rey (mago) hizo aparecer a la muerte y ésta llamó al príncipe. Pero cuando el joven iba a ir hacia ella, le entró un escalofrío y dio marcha atrás. Recordó entonces las islas falsas pero hermosas y las princesas falsas pero bellas y dijo: – Está bien, padre, puedo aceptar que seas un mago. – Bien, hijo- contestó él- Tú también comienzas a serlo.