Tema 10. Lorca y La Casa de Bernarda Alba

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Federico García Lorca.

Biografía
Nace en Fuentevaqueros (Granada) en 1898 y cursa la carrera de Derecho. Estudia
también música y en 1919 se instala en Madrid, en la Residencia de Estudiantes. Viaja
en 1929 a Nueva York y en 1933 funda el grupo teatral La Barraca con el quecon el que
alcanzó cierto éxito popular. Su fama y públicas simpatías por la República
contribuyeron a que en los primeros meses de la guerra civil fuera asesinado.

Obra dramática
El teatro de Federico García Lorca es un teatro esencialmente poético, aunque no en el
sentido dado al teatro de Marquina y sus seguidores: ambientación simbólica de muchas
escenas, el lenguaje de los personajes está lleno de imágenes y deliberadamente lejano
del habla cotidiana y coloquial, abundancia de soliloquios líricos, constante presencia
de canciones y fragmentos en verso, que, con frecuencia, retardan la acción para
condensar el tema central.
Los temas clave del teatro de Lorca giran en torno al conflicto entre realidad y deseo, en
torno al conflicto entre los impulsos de libertad y realización personal -casi siempre
eróticos, frente a las fuerzas externas que intentan ahogarlos -normas o tabúes. El
resultado es siempre la frustración, que recae sobre la mujer-protagonista en la mayoría
de los dramas. Pero en la mayoría de los casos el alcance es mucho más amplio que el
de un teatro feminista: se trata de la tragedia de la persona condenada a una frustración
vital.
Clasificación: En su juventud escribe dos obras que son muy bien recibidas por el
público: El maleficio de la mariposa (1920), de espíritu simbolista, en la que se expresa
la frustración amorosa; y Mariana Pineda (1925) -drama en verso siguiendo la corriente
modernista- en la que representa la historia de la heroína granadina que es condenada
a muerte por bordar una bandera liberal. Por lo que respecta al resto de su obra,
atendiendo a sus características formales, se pueden clasificar en tres grandes ciclos:
teatro menor (al que pertenecen las farsas), teatro de ensayo (surrealista) y teatro mayor
(dramas rurales).
∙ Farsas. Lorca se acercó varias veces al teatro popular e infantil, por el que sentía gran
fascinación. Escribe varias piezas breves de guiñol, como Los títeres de la cachiporra
(1923) y El retablillo de don Cristóbal (1931), que son representaciones para amigos
más que para el público en general. Otras farsas, pero estas de hombres y no de
muñecos, Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín (1931), La zapatera prodigiosa
(1933) y Doña Rosita la soltera o El lenguaje de las flores (1935) tratan de nuevo el tema
de la frustración amorosa.
∙ Teatro de ensayo (teatro vanguardista). Hay un grupo de obras teatrales de Lorca que
se relacionan con su profunda crisis personal y su encuentro con el Surrealismo, que le
hace cambiar de orientación en el teatro. Él mismo las ha llamado comedias imposibles.
Así que pasen cinco años (1930), obra en la que Lorca anula las convenciones
espaciales y temporales del teatro realista; aparecen elementos oníricos e ilógicos, y
expresa su obsesión por la infancia perdida y por los temas del amor y de la muerte. En
El público (1930) la complejidad técnica buscada conscientemente por Lorca le sirve
para mostrar la historia de un amor homosexual, de un hombre que busca el amor puro
y completo; la reivindicación de total libertad amorosa se
enfrenta con el público que la coarta por las normas de la moral tradicional.
∙ Dramas rurales. Constituyen la cima de su teatro. A él pertenecen Bodas de sangre
(1932), Yerma (1934) y La casa de Bernarda Alba (1936).
∙ Bodas de sangre escrita en prosa y verso, presenta el enfrentamiento entre dos
familias, la del Novio y la de Leonardo, antigua amante de la Novia. Desde el comienzo
de la obra una atmósfera de tragedia y violencia inunda la escena. El conflicto entre los
impulsos y las normas, encarnado en el personaje de la Novia, va aumentando a medida
que avanza la obra y la tragedia final se adivina irremediable. El simbolismo de la obra
es clave: el hombre, al igual que el toro, está destinado al sacrificio; la Madre representa
el culto a la tierra y a la procreación.
∙ Yerma, escrita también en prosa y verso, es, sobre todas las cosas, la imagen de
la fecundidad castigada a la esterilidad. La presencia de lo social en la obra es también
evidente: las normas sociales -la propia honra- impiden a la protagonista entregarse a
otro hombre.

∙ La casa de Bernarda Alba, obra en la que domina la prosa, supone, dentro del
teatro de Lorca, la máxima depuración de los elementos líricos en beneficio de la acción
dramática. Bernarda, la madre que trata de impedir la satisfacción de los deseos de sus
hijas, representa la autoridad y, al mismo tiempo, la opresión. Adela, la hija menor,
encarna la lucha hasta la muerte contra las normas sociales. Josefa, madre de
Bernarda, ejemplifica una tercera reacción frente a las normas: la locura.
Las tres presentan rasgos comunes: tema de índole sexual, la mujer como
protagonista, la ambientación en el campo andaluz y el final trágico.
ESTUDIO DE LA CASA DE BERNARDA ALBA
GÉNESIS
La casa de Bernarda Alba fue escrita en la primavera de 1936 al parecer en pocos días.
En los dos últimos meses de vida, Lorca leyó la obra en varias ocasiones a amigos
suyos. No se estrenaría hasta 1945 en Buenos Aires, el mismo año en que tuvo lugar la
aparición de la primera edición.
La obra tuvo su punto de partida en figuras reales: una tal Frasquita Alba y sus hijas,
cuya casa era colindante de la que tenían los Lorca en Valderrubio (Granada).
La obra la titula el autor drama y no tragedia. Parece que para Lorca la tragedia
comportaba elementos míticos que aquí eestán ausentes. El realismo del lenguaje y
ciertas expresiones que cabría llamar “cómicas” (en boca de La Poncia, por ejemplo)
serían también rasgos de drama. Además tiene facetas del drama rural (como La
malquerida de Jacinto Benavente), pero Lorca se alza a un nivel incalculablemente
superior.
TEMÁTICA
El tema central de la obra entronca con la situación más personal y profunda del autor:
el enfrentamiento entre autoridad y libertad o el conflicto entre la realidad y el deseo.
Podría hablarse de rebeldía contra represión, de naturaleza contra tradición.
Frente a todo lo que representa Bernarda Alba –autoritarismo, represión- las hijas
encarnan una gama de actitudes que van de la más pasiva sumisión a la rebeldía más
abierta.
Pero si la sumisión es frustrante, se diría que la rebelión es imposible, o que está
abocada a la muerte. Nos hallamos, pues, ante una frustración irreparable.
Otros temas conexos con la temática central son: la moral tradicional y la presión social
sobre los individuos; las diferencias sociales, con lo que llamaremos el orgullo de casta;
la condición de la mujer en la sociedad española de la época.
ESPACIO
La acción transcurre en un espacio cerrado –la casa-, espacio propicio para las
“situaciones límite”. Es el mundo del luto, de la ocultación, del silencio. Se alude a la
casa con palabras como “convento”, “presidio”, “infierno”. Y es una atmósfera sofocante
en la que parece faltar el aire, el agua… Es evidente el alcance simbólico de todo ellos:
estamos en el mundo de la coerción, de la privación de la libertad; un mundo que pone
barreras a las fuerzas de la vida y en que se respira la muerte.

Frente a la casa, el mundo exterior. De él llegan ecos de pasiones elementales, de un


erotismo desatado: Paca la Roseta, los segadores y “la mujer vestida de lentejuelas”, la
hija de la Librada… Es el extremo opuesto de la represión en que viven las hijas de
Bernarda Alba.
Pero a la vez el mundo exterior es el mundo de qué dirán, un mundo regido por unas
convenciones implacables. La moral estricta en que se basan planea sobre los
personajes sin respiro. La reacción contra la hija de la Librada marca el extremo al que
puede llegar.
Un detalle cargado de intención simbólica son las referencias al pueblo: “este maldito
pueblo sin río, pueblo pozos donde siempre se bebe el agua con miedo de que esté
envenenada”. El río en Lorca es símbolo de fuerza vital, de erotismo; en cambio, el pozo
simboliza la muerte.
PERSONAJES
Bernarda es la encarnación hiperbólica de las fuerzas represivas. Ante todo representa
las convenciones morales (a los impulsos eróticos opone la decencia; la mayor rigidez
se exigirá a las mujeres; a los hombres “todo se les consiente”) y sociales. Tiene la
conciencia de pertenecer a una capa social superior (ella impidió un noviazgo de Martirio
por razones sociales, y a todas les recordará a qué obliga el “ser de su clase”, el haber
nacido “con posibles”) . La autoridad y el poder que representa lo indican el bastón que
siempre lleva en escena y el lenguaje prescriptivo (órdenes, prohibiciones)
Las cinco hijas de Bernarda encarnan un abanico de actitudes que van de la sumisión
o la resignación a la rebeldía, con grados intermedios. Viven todas ellas entre la
reclusión impuesta y el deseo del mundo exterior. Todas están más o menos
obsesionadas por lo erótico.
A ello alude Adela hablando de “lo que nos muerde”; pero refiriéndose precisamente a
Adela, Martirio dirá: “No tienen ni más ni menos que lo que tenemos todas”. Los anhelos
eróticos o de amor podrán aparecer unidos o no a la idea de matrimonio, único cauce
permitido para salir de aquel encierro.
∙ Angustias (39 años) tiene claro lo que supone el matrimonio: “Afortunadamente
pronto voy a salir de este infierno”. Pero no hay en ella algo que pueda llamarse pasión
o ilusión verdadera, lo que contrastará fuertemente con Adela, e incluso con Martirio.
∙ Magdalena (30 años) da muestras de sumisión, pero nos sorprende con amargas
protestas: hubiera preferido ser un hombre.
∙ Amelia (27 años) es el personaje más desdibujado. Se muestra resignada, medrosa,
tímida.
∙ Martirio (24 años) está resentida: su madre impidió su matrimonio. Arde en una pasión
que la lleva hasta una irreprimible y nefasta vileza.

∙ Adela (20 años) es la encarnación de la abierta rebeldía. El momento cumbre es aquel


en el que rompe el bastón de mando de Bernarda.
Mª Josefa es un genial hallazgo de Lorca. En sus palabras se mezclan locura, verdad
y poesía. Sus intervenciones tienen como efecto agrandar líricamente los problemas
centrales: la frustración de las mujeres, el anhelo de matrimonio y de maternidad, el
ansia de libertad, de espacios abiertos…
La Poncia asume su condición de criada pero está llena de un rencor contenido que se
manifiesta con toda su fuerza en la primera escena y se percibe sutilmente después.
La Criada tiene menor relieve. Participa del rencor hacia el ama y el difunto marido, que
la acosaba, aunque se muestre sumisa e hipócrita. Obedece a La Poncia, pero es
altanera y ruda con la mendiga. Muestra un mundo rígidamente jerarquizado.
Pepe el Romano no aparece en escena, pero está omnipresente. Es la encarnación del
Hombre, del “oscuro objeto del deseo”. Todo lo que de él se va diciendo compone un
retrato suficientemente perfilado. Se destaca su doblez: va a por el dinero de Angustias
pero enamora a Adela. Pero su papel es el de causante de las fuerzas latentes. De ahí
su fuerza, que es ponderada hiperbólicamente por diversas voces (es “un gigante”, “un
león”).
Las vecinas: esas mujeres de luto que asisten al duelo y que son como un coro con
sus rezos y con sus habladurías. O Prudencia, que visita a Bernarda.
ESTRUCTURA
El desarrollo de la acción muestra el sentido de la progresión dramática. Lorca plantea
el conflicto y lo va llevando “in crescendo” con momentos de máxima tensión y con algún
instante de aparente distensión hábilmente dispuesto. El encadenamiento de la acción
viene reforzado por el hecho de que los actos no se subdividen en escenas. Las
entradas y salidas dotan a la obra de fluidez y naturalidad.
ESTILO
La obra hay que enmarcarla dentro del tipo de realismo. Es extraordinario el número de
veces que se hace alusión a elementos de la realidad. Nos ponemos en contacto con la
vida de un pueblo, con sus incidentes y sus comadreaos, con las faenas del campo o
las labores domésticas; se nos habla de las gallinas, del caballo en celo que cocea, de
los perros que ladran; vemos tradiciones peculiares como las que conciernen al duelo y
al luto, a la herencia con sus “particiones”, o al noviazgo aldeano con la “petición”, las
entrevistas a través de la reja de la ventana, la confección del ajuar… El mismo ambiente
de la casa está perfectamente sugerido: las habitaciones de paredes blancas, el patio,
el pozo. Y el calor sofocante. Pero este realismo es compatible con la desmesura, con
la exasperación, desde el planteamiento hasta la intensidad de las pasiones, pasando
por la hiperbólica figura de la misma Bernarda. Por otra parte las realidades aparecen
cargadas de una fuerte dimensión simbólica: río/pozo, mar o campo/casa, olivar
(encuentros eróticos), agua, sed (anhelos y vida), caballo garañón (Adela),
etc. En suma, la realidad aparece trasfigurada; por eso se ha dado en referirse a esta
obra como realismo poético.
Respecto al lenguaje, tenemos que observar la maestría del diálogo: su fluidez, su
intensidad, el predominio de réplicas cortas y rápidas, y, a veces, la sentenciosidad.

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