Anuario Iehs 2012 Completo
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27
2012
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ANUARIO IEHS
27
2012
ISSN 0326-9671
)
Anuario IEHS. Revista del Instituto de Estudios Histórico Sociales «Prof. Juan Carlos
Grosso». Es una
Anuario IEHSpublicación
- Instituto dededicada
Estudios aHistórico-Sociales
difundir los avances
«Prof.de la historia
Juan y de las ciencias
Carlos Grosso»
sociales centrada en las problemáticas de la historia argentina y americana.
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ANUARIO IEHS
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ANUARIO IEHS 27 (2012)
INDICE
Artículos
Hugo Vezzetti
El psicoanálisis en la cultura comunista. Buenos Aires y Paris 1949…………………………………..… 11
Adriana Petra
Intelectuales y política en el comunismo argentino: estructuras de participación
y demandas partidarias (1945-1950)……………………………………………………………………… 27
Alejandro Eujanian
La nación, la historia y sus usos en el estado de Buenos Aires, 1852-1861……………………………… 57
Alina Silveira
La comunidad escocesa y la educación étnica: algunas aproximaciones a partir del caso de la St.
Andrew´Scotch School (1820-1880)……………………………………………………………………. 85
Dossier
BIOGRAFÍA E HISTORIA. REFLEXIONES Y PERSPECTIVAS
Presentación: Paula Bruno…………………………………………………………………………… 113
Sabina Loriga
La escritura biográfica y la escritura histórica de los siglos XIX y XX ………………………………….. 121
Darío Roldán
La noción de la “obra virtual” y la historia del pensamiento político. A propósito de
Le Moment Guizot………………………………………………………………………………………... 145
Mónica Szurmuk
Rutas transnacionales de la biografía: Alberto Gerchunoff………………………………………………. 181
Sergio Pujol
Descifrando a Yupanqui. Diario de una biografía………………………………………………………… 197
Dossier
LA PAMPA, FLORA, FAUNA Y GENTE, SIGLOS XVIII Y XIX
Presentación: Marcelino Irianni……………………………………………………………..……. 205
)
Marcelino Irianni
Una visión borrosa de los vencidos... Los indígenas pampeanos y el medio ambiente………………... 239
Pablo Ormazábal
Arqueología Histórica en la llanura pampeana. Entre pasos y taperas de la frontera en el siglo XIX:
el caso de la localidad arqueológica El Perdido……………………………………………………….. 293
Dossier
NUEVOS OBJETOS DE LA HISTORIA: LOS ESTUDIOS TURÍSTICOS
EN UNA PERSPECTIVA COMPARADA
Presentación: Elisa Pastoriza…………………………………………………………………….. 323
Carlos Larrinaga
Orígenes del turismo en España. Las aguas de la vida……………………………………………….. 369
John K. Walton
La invención del turismo popular: Gran Bretaña, S. XVIII y XIX………………………………….. 417
Reseñas
María Liliana Da Orden y Julio César Melón Pirro (compiladores). Organización política y estado
en tiempo del peronismo. Rosario, Prohistoria Ediciones, 2011, 220 páginas, por Jorge Nahuel
437
Vassallo………………………………………………………………………………………………..
Miguel Ángel Asensio, Dos federalismos en los extremos: Argentina y Canadá en el siglo XIX.
Buenos Aires, Siglo XXI Editora Iberoamericana, 2010, por Damián Dolcera……………………… 442
Graciela Silvestri, El lugar común. Una historia de las figuras de paisaje en el Río de la Plata,
Buenos Aires, Edhasa, 2011, 412 páginas, por Ana Sánchez Trolliet……………………………..… 444
Pimenta, João Paulo, Estado y Nación hacia el final de los Imperios Ibéricos. Río de la Plata y
447
Brasil 1808-1828. Buenos Aires: Sudamericana, 2011; 416 páginas, por Malena Nigro.. …………
Canje/Distribución……………………………………………………………………………. 453
Hugo Vezzetti1
RESUMEN
En 1949, La Nouvelle Critique, la revista intelectual de los comunistas franceses, publicaba una dura crítica al
psicoanálisis, reproducida en Buenos Aires ese mismo año por Gregorio Bermann en Nueva Gaceta, una revista de la
constelación del Partido Comunista Argentino dirigida por Héctor Agosti. En el escenario de la Guerra fría, el
psicoanálisis quedaba ubicado entre las expresiones ideológicas del capitalismo y al servicio de la ofensiva mundial
norteamericana. En Francia esa cruzada duró pocos años. Hacia comienzos de los sesentaLouis Althusser renovaba el
pensamiento marxista y la lectura de Freud y en 1964 publicaba en la misma revista, La Nouvelle Critique, “Freud et
Lacan”. En Buenos Aires, en cambio, la guerra contra el freudismo por parte de los comunistas duró, por lo menos hasta
fines de los años sesenta. El artículo aborda el momento inaugural de esa historia y estudia las relaciones y
malentendidos de la recepción de esa polémica en las condiciones locales de la cultura comunista.
Palabras claves:
Psicoanálisis, cultura comunista, Buenos Aire, París
ABSTRACT
In 1949, Nouvelle Critique, the intellectual magazine of the French Communists published a harsh critique of
psychoanalysis, reproduced in Buenos Aires the same year by Gregorio Bermann in Nueva Gaceta, a journal belonging
to the constellation of the Argentine Communist Party and directed by Héctor Agosti. In the scene of the Cold War,
psychoanalysis was located among the ideological expressions of Capitalism and in the service of American world-wide
offensive. In France that crusade lasted a few years. Bytheearly sixties, Louis Althusser renewed the Marxist thought and
the reading of Freud, and in 1964, in the same magazine, La Nouvelle Critique, published “Freud et Lacan”. In Buenos
Aires, however, the war against Freudianism by the Communists lasted atleast until the endofthe sixties. The article
discusses the inaugural moment of that history and studies the relations and misunderstandings of the reception of this
controversy in the local conditions of the communist culture.
Key words:
Psychoanalysis, communist culture, Buenos Aires, Paris
Recibido: 06-06-2011
Aceptado: 01-12-2011
1
Profesor Consulto UBA/ Investigador Principal CONICET. Facultad de Psicología, Av. Independencia
3065, Ciudad de Buenos Aires (1225). Email: vezzetti@psi.uba.ar
11
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Paris, 1949
En Francia, esa coyuntura posee un doble foco: por un lado, el arrastre de los temas de
la inmediata posguerra (la derrota del nazismo, las promesas e incertidumbres de un
nuevo orden mundial), por otro, las amenazas y alineamientos comprendidos en los
conflictos de la Guerra fría. En 1947 los comunistas habían quedado excluidos del
gobierno de posguerra. Junto con el Plan Marshall estallaba, de un modo muy francés,
la lucha ideológica contra penetración norteamericana en la sociedad y la cultura
francesas.2Víctor Lafitte, psiquiatra comunista, se lanzaba al combate y enunciaba
algunos de los argumentos que iban a quedar incorporados a la impugnación del
freudismo.3 Lo hacía en La Pensée, una revista fundada por intelectuales comunistas en
1939, que reaparecía después de la Ocupación. En su primer número, Georges Politzer
había publicado “La fin de la psychanalyse”, una crítica teórica e ideológica de Freud
que iba a quedar como la referencia mayor para todos los que intervengan en la nueva
situación.4Sin embargo, hasta ese momento en la revista no se había condenado al
psicoanálisis de ese modo.
Lafitte no cuestionaba al psicoanálisis como disciplina clínica sino como
discurso sobre la sociedad. Se presentaba, decía, como una “ciencia de las ciencias”,
una “disciplina susceptible de proporcionar respuestas a todos los problemas del tiempo
presente”; y señalaba la integración de las teorías freudianas en la psiquiatría
norteamericana. En ese año se había realizado un coloquio en la abadía de Royaumont
sobre “El destino del hombre colectivo” en el que habían participado sacerdotes junto
con psicoanalistas e intelectuales. El evento le servía para denunciar una coalición de
Washington y el Vaticano, una vasta conspiración empeñada en enfrentar la causa del
comunismo en el mundo. De paso, descargaba un golpe contra el existencialismo al
denunciar la amistosa hospitalidad que Sartre había encontrado en los Estados Unidos.
2
Ver Michel Ciardi; Yves Gigou, «Le PCF et l’inconscient», VST- Vie sociale et traitements, 1988.
3
Víctor Lafitte, “Quand la psychanalyse nous arrive d’Amérique”, La Pensée, núm.16, enero-febrero 1948,
pp.107-108.
4
Sobre la historia de la revista ver Jacques Juilliard; Michel Winock, Dictionaire des intellectuels
français. Les personnes, les lieux, les moments, Paris, Seuil, 2002.G. Politzer [firmado Th. W. Morris],
«La fin de la psychanalyse», La Pensée, no 3, octobre-novembre-décembre 1939.
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S. Lebovici, « La psychanalyse est une thérapeutique », La Pensée, núm.21, nov-dic. 1948.
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higiene mental, de ninguna manera podría ser postulada como una concepción del
mundo.6
En su respuesta, publicada en el mismo número de La Pensée, Víctor Lafitte
también citaba a Politzer, pero no los mismos textos, para afirmar que así como Politzer
había enfrentado críticamente una inicial moda psicoanalítica en la primera posguerra,
se trataba ahora de hacer lo mismo con esta segunda oleada, sobre todo porque esta vez
no venía de Austria sino de los Estados Unidos; y reiteraba que el problema mayor
residía en que el freudismo desbordaba el campo médico para extenderse a la
sociología, la política, el arte y la literatura. Agregaba una consideración crítica más
detenida sobre la sexualidad, la teoría del inconsciente, la teoría de las neurosis y la
psicoterapia que anticipaban muchos de los tópicos que serán analizados en el
documento de 1949. Pavlov no figuraba todavía entre los autores consagrados en la
refutación del psicoanálisis.
Desde luego, la “americanización” del psicoanálisis no era sólo una proyección
nacida de las visiones conspirativas del círculo estalinista. En los Estados Unidos la
disciplina freudiana había encontrado condiciones de implantación y expansión muy
diferentes de las que dominaron en Francia y en Europa. Integrado a la higiene mental y
a la psicosomática, se había convertido en un componente fundamental de la llamada
“psiquiatría dinámica”.7En ese proceso, el freudismo se asimilaba a las visiones médico
sociales de higienización de las relaciones humanas. Paralelamente, en el movimiento
psicoanalítico, extirpado el freudismo de Alemania y de Europa central por la
dominación del nazismo, quedaba consagrada la hegemonía de Nueva York y de
Londres: el discurso freudiano se producía y se difundía en inglés. En el campo de la
cultura marxista, más allá de algunos intentos marginales (como los de Wilhelm Reich,
condenado parejamente por la dirección del movimiento psicoanalítico y por la
internacional comunista), pesaba, desde los treinta, la condena que la ortodoxia
estalinista había hecho recaer sobre la obra de Freud.8 Finalmente, la denuncia de la
penetración del psicoanálisis en Francia junto con los rasgos más conspicuos de la
cultura norteamericana encontraba sus evidencias en los medios. El psicoanálisis había
encontrado un público amplio, que excedía a los especialistas. Pero en Francia, en el
plano intelectual, la modernidad norteamericana que se arrojaba sobre Europa junto con
los dólares del Plan Marshall, no era sólo la cultura de masas; también incluía la
extraordinaria renovación y libertad creativa del cine y la literatura que cautivaron a
intelectuales de izquierda, como Sartre y Simone de Beavoir. En esas condiciones, dada
esa complejidad de actores y del movimiento de las ideas, la condena dogmática y sin
concesiones que pretendía imponer la dirección del PCF estaba destinada al fracaso.
6
S. Lebovici, cit.,pp.52-57.
7
Sobre la situación norteamericana del psicoanálisisver E. Roudinesco, La bataille de cent ans. Histoire
de la psychanalyse en France, Paris, Seuil, 1986, vol.2,pp.178-187. Ver también Nathan Hale, The Rise
and Crisis of Psychoanalysis in the United States: Freud and the Americans, 1917-1985, Oxford
University Press, 1995. Sobre la psicología y la guerra: Nikolas Rose, Governing the soul, London and N.
York, Routledge, 1990. Para una historia de la Tavistock Clinic: H.V. Dicks, Fifty Years of the Tavistock
Clinic, London, Routledge and Kegan Paul, 1970.
8
Sobre el psa en la URSS ver Alexander Etkind, Eros of the Impossible: The History of Psychoanalysis
in Russia, Westview Press, 1997. Martin Miller, Freud y los bolcheviques, Buenos Aires, Nueva Visión,
2005.
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Vale la pena repasar brevemente algunos de los pasos del proceso desplegado en
Francia para discernir las diferencias con las condiciones de la transposición a la
situación argentina.
La “autocrítica”
El proceso está bien fechado: se desata súbitamente y dura pocos años. Hacia fines de
1948, la visión del psicoanálisis que postulaba Lebovici ya no era aceptable para el
partido. A comienzos de diciembre la comisión ideológica del Comité Central del PCF
convocaba a una reunión con médicos y psiquiatras del partido. Jean Kanapa y Laurent
Casanova, en nombre del Comité Central, exigen que el grupo psiquiátrico firme una
condena pública; el encargado de proponer el documento y obtener las firmas es el
profesor de filosofía Víctor Leduc.9A partir de la decisión adoptada desde lo alto ya no
era posible debatir el tema pública y libremente; sometidos al «espíritu de partido»,
para el grupo de psiquiatras comunistas solo cabía acatar la resolución y pronunciar
públicamente la condena. La “autocrítica” así decidida se publicó en junio de 1949 en
La Nouvelle Critique.10No me detengo en las circunstancias de la redacción de ese
texto, que han sido expuestas por Elisabeth Roudinesco.11 Lo importante es advertir que
la cruzada antifreudiana (el término es de Roudinesco) formaba parte de un combate
ideológico más general que se profundizaba hacia dentro del partido.
“Responsabilidades del intelectual comunista” es un informe de Laurent Casanova, en
nombre de la dirección del partido, pronunciado en febrero de 1949, casi en paralelo
con las discusiones del grupo de psiquiatras. Las directivas a los intelectuales ya
encuadrados buscaban reforzar, en el clima de la Guerra fría, el “espíritu de partido” y
proponían la tesis de las “dos ciencias” y las “dos culturas”.12 Me detengo en esta
dimensión partidaria de las condiciones de un debate abortado y del anatema contra el
psicoanálisis para contrastar las condiciones de la recepción inicial de esa querella por
parte de los comunistas argentinos.
Los tiempos se aceleran. Al mismo tiempo que se desarrollaban las discusiones
que culminarían con la “autocrítica” se publicó un artículo firmado por Guy Leclerc en
L’Humanité que, desde su título, ponía de manifiesto el juicio lapidario y el tono
panfletario: “La psychanalyse, idéologie de basse police et d’espionnage”.13 Se
anticipaba al documento que iban a firmar los psiquiatras, ya que, claramente, los
destinatarios eran sobre todo los propios profesionales psi comunistas o los
“progresistas”, “defensores sinceros del psicoanálisis”. Dirigido a los que obraban “de
buena fe”, los que condenaban el psicoanálisis en general pero defendían su ejercicio en
9
Bernard Foutrier, L ídentité communiste.La psychanalyse, la psychiatrie, la psychologie, Paris,
L’Harmattan, 1994, p.341-342 y 384. E.Roudinesco, op. cit., II, p.196.
10
L. Bonnafé y otros, “Autocritique: la psychanalyse, idéologie réactionnaire”, La Nouvelle Critique, 7,
June 1949; reproducida en Ornicar?, «La scission de 1953», suplemento del núm. 7, 1976. FirmanLucien
Bonnafé, Sven Follin, Jean y Evelyne Kestemberg, Serge Lebovici, Louis Le Guilland, Emile Monnerot et
Salem Shentoub.
11
Elisabeth Roudinesco, cit., pp.196-199. También Michel Ciardi; Yves Gigou, cit.
12
Foutrier, cit., pp.342-343.
13
L’Humanité, 27 enero 1949. Ver Michel Ciardi; Yves Gigou. E. Roudinesco, op. cit, II, p. 195. B.
Foutrier, pp.371-372.
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14
El III Congreso Internacional de Higiene Mental, se reunió en Londres en agosto de 1948, organizado por
la British National Association for Mental Hygiene. Continuó como Primer Congreso Internacional de
Salud Mental; luego del congreso el International Committee on Mental Hygiene fue reemplazado por la
World Federation for Mental Health.José Bertolote, “The roots of the concept of mental health”, World
Psychiatry, 2008 June; 7(2): 113–116; en http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2408392/.
Ver Mental Health and World Citizenship, a statement prepared for the International Congress on
Mental Health London, 1948; disponible en www.americandeception.com. Para un abordaje del pasaje de
la higiene mental a la salud mental: Alejandro Dagfal, Entre Paris y Buenos Aires, Buenos Aires, Paidós,
2009, cap.1.
15
Tomo esta breve reseña histórica de la página de la American Psychiatric Association:
http://www.psych.org/pnews/98-01-19/hx.html.
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mientras los pacientes psiquiátricos de origen proletario eran mal tratados y relegados.
El juicio sobre el psicoanálisis se asentaba, además, sobre un diagnóstico acerca del
momento histórico, en una coyuntura clave en el proceso de la movilización mundial: la
“crisis del capitalismo”. La fórmula es conocida y ha sido repetida, desde la cultura
marxista, en diversas circunstancias a lo largo de los años, sobre todo en coyunturas
definidas por un auge (real o imaginado) de luchas colectivas. La mirada comunista
pretendía sobre todo juzgar el papel del psicoanálisis y sus efectos sobre el curso de ese
imaginado (y deseado) movimiento anticapitalista a nivel global. Y como arma
ideológica se pensaba que el freudismo podía servir para aplacar y deslegitimar
cualquier lucha en nombre de la culpa y de la elaboración de la agresividad.
Además, esa supuesta crisis tenía efectos, decían, sobre las condiciones del
“reclutamiento” y la formación de los psicoanalistas, provenientes de las capas medias
de la sociedad. Aquí, la interpretación se dirigía directamente a la conciencia de los
profesionales (de algunos al menos), a quienes imaginaba enfrentados a la exigencia de
una opción en un escenario de luchas sociales que tendría efectos sobre las condiciones
de la asistencia y el tratamiento de los pacientes psiquiátricos. Caducada la psiquiatría
clásica, decían, el freudismo podía presentarse como una alternativa, y era esa falsa
elección lo que se trataba de enfrentar. En síntesis, el psicoanálisis debía ser condenado
como una ideología burguesa, contraria al movimiento de transformación histórica,
justamente ante los profesionales disconformes con su situación y con el estado de la
disciplina que podían tomarlo como un camino de transformación. Así concebido,
como una cosmovisión a la vez personal, científica e ideológica, el psicoanálisis era
claramente incompatible con la “identidad” comunista.23
El documento acumulaba argumentos diversos en el proceso al psicoanálisis. La
disciplina freudiana era a la vez un arma ideológica del gran capital para justificar la
dominación y prevenir las luchas sociales y una tabla de salvación individual para
profesionales de clase media a los que se pensaba algo confundidos en medio de las
luchas sociales y políticas. Procuraba convencer a jóvenes profesionales atraídos por el
psicoanálisis que podían estar cerca de las posiciones políticas del PCF. La
organización de los comunistas había emergido de la guerra con un gran prestigio
político y moral, en la medida en que había sido uno de los pilares de la resistencia al
nazismo, pero también como un grupo que cumplía un papel decisivo en la vida
intelectual: “partido de la inteligencia”, una gran parte de la vida intelectual en la
posguerra giró alrededor de sus posiciones.24 Podía exhibir su panteón de mártires, que
incluía a Politzer entre sus figuras mayores; y procuraba trasponer ese prestigio a sus
combates intelectuales. La “autocrítica” de los psiquiatras comunistas predicaba con el
ejemplo y procuraba arrastrar a otros. Y los juicios sobre la posición de los
profesionales y la crisis de las capas medias frente al crecimiento de la lucha de clases
evocaba los estereotipos forjados en la tradición marxista sobre la pequeña burguesía:
vacilante y siempre dispuesta a sustraerse de compromisos y solidaridades colectivos en
el momento de las luchas. Emergía allí la idea del individualismo, que busca una salida
aislada respecto del movimiento de las masas; un argumento que se ha esgrimido contra
23
Es la tesis mayor de la obra citada de B. Foutrier.
24
Véase Pascal Ory; Jean-François Sirinelli, Les intellectuels en France. De l’affaire Dreyfus à nos
jours, Paris, Armand Colin, 2002.
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el psicoanálisis (y los saberes psi) desde las visiones totalitarias de la política, tanto en
la derecha como en la izquierda.
El documento sancionaba el irracionalismo de una “doctrina mistificadora”,
asentada en una filosofía “idealista”. Pero iba más allá, en la medida en que proponía
una teoría alternativa de las neurosis. Detrás de los síntomas, decía, subyacerían mitos
que “expresan y enmascaran a la vez los sufrimientos de esa sociedad”. La neurosis
sería, entonces, “un momento y un aspecto de la lucha de clases”. Apegado al “mito de
los instintos”, el psicoanálisis (remedo de la economía política burguesa analizada por
Marx) abordaría las relaciones sociales a partir de un “individuo aislado”. La
autorización provenía de Politzer: “busca explicar la historia por la psicología y no la
psicología por la historia”. A partir de este diagnóstico de situación, terminaban con una
propuesta general, un proyecto para un nueva línea de investigaciones que debía
conducir “más allá del análisis” hacia “un verdadero estudio psicosocial de la etiología
de las neurosis y, en cierta medida, de las psicosis: la elaboración de una verdadera
‘higiene mental’”.25
En síntesis, el texto publicado integraba tres núcleos que eran a la vez tres
interpretaciones. Primero, una condena política del papel del psicoanálisis de
inspiración norteamericana en la coyuntura: en una etapa de crisis del capitalismo,
serviría a la vez como una herramienta para desviar y desautorizar las luchas de los
pueblos y como un discurso justificatorio de una defensa de la democracia occidental
que en verdad daba sustento a la escalada del imperialismo hacia la guerra contra la
URSS. Segundo, una crítica ideológica de la posición de los psicoanalistas como
expresión de una crisis general de las capas medias de la sociedad. Tercero (lo más
importante), una crítica teórica e ideológica, inspirada en Politzer y en ciertas tópicos
del materialismo histórico, de la doctrina y la práctica psicoanalíticas, que culminaba en
el proyecto (nunca cumplido) de una nueva psicopatología materialista social. Pavlov
no era mencionado y nada en el texto dejaba adivinar que en poco tiempo el
pensamiento psi comunista iba a proclamarlo como el héroe alternativo de una nueva
ciencia psicológica y psiquiátrica.26En ese sentido, no cabe ver en el episodio contra el
psicoanálisis sólo un efecto inmediato del clima de la Guerra fría o una expresión
mecánica del zhdanovismo y el partidismo. Las directivas del partido, en el clima del
combate por la causa del comunismo y la supervivencia de la URSS, sirvieron para
forzar algunas adhesiones poco duraderas. Pero a ese motivo de corto plazo hay que
agregarle un factor de más largo alcance, filosófico si se quiere, que provenía de la
crítica politzeriana, a la que todos se remitían, que establecía fundadamente la
incompatibilidad de fondo entre el freudismo y la cosmovisión comunista. Roudinesco
da cuenta de los efectos casi nulos de esa declaración en Francia, ante todo sobre los
propios firmantes. Los que practicaban el psicoanálisis, como Lebovici, continuaron
haciéndolo y silenciosamente abandonaron el partido. Los psiquiatras reformistas, como
25
L. Bonnafé y otros, “Autocritique: la psychanalyse, idéologie réactionnaire”, op. cit., pp.23-27.
26
Eso llegará muy pronto. En 1950 se realizó una reunión de la Academia de Ciencias de la URSS
dedicada a él. Allí nace, puede decirse, el pavlovismo como una doctrina que no sólo proporcionaría una
base materialista a la psicología sino a una ciencia integral del hombre. Ver Luciano García,La recepción
de la psicología soviética en la Argentina, tesis de doctorado, Facultad de filosofía y Letras, UBA, 2012,
cap.1.
20
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B. Foutrier, cit., pp.425-426.
28
Las jornadas fueron impulsadas por L. Bonnafé, en ellas participan P. Becquart, B. Muldworf y otros. Ver
L. Bonnafé (ed.), 27 opinions sur la psychotherapie, Paris, Editions Sociales, 1961; traducción castellana:
Psicoterapia y materialismo dialéctivo, Buenos Aires, Ediciones Nuestro Tiempo, 1965, con prólogo de
José Itzigshon.
29
Ver L. Althusser, “Freud y Lacán”, Escritos sobre el psicoanálisis. Freud y Lacan, México, Siglo XXI,
1996. También Pascale Gillot, Althusser y el psicoanálisis, Buenos Aires, Nueva Visión, 2010.
30
J. Bleger, Psicoanálisis y dialéctica materialista, Buenos Aires, Paidós, 1958; los Cuadernos de
Psicología concreta salen 11 años después, en 1969, y sólo perduran hasta 1972. Sobre las polémicas
desatadas por el libro de Bleger, ver H. Vezzetti, “Psicoanálisis y cultura comunista: la querella de José
Bleger”, Buenos Aires, La Ciudad Futura, 27, 1991.
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francesa permite pensar que los planteos de Bleger siguen de cerca la dirección de los
debates y los cambios en la escena parisina. Se abre un pequeño drama de las
asincronías y malentendidos de la recepción: lo supiera o no, Bleger escribía para un
público que no era el que lo discutió y finalmente lo sancionó. En fin, se dirigía a
comunistas comprometidos con las disciplinas psi, interesados en el freudismo que no
podía encontrar en el menguado círculo argentino.
Lo primero es tratar de cernir las condiciones de esa primera recepción de la
crítica comunista, lo que exige una exploración del mundo intelectual, de las ideas y de
las publicaciones del PC local. Comienzo por lo más conocido, Gregorio Bermann
publicó en Nueva Gaceta, en Buenos Aires, en el mismo año de 1949, un artículo que
daba cuenta de la “autocrítica” publicada en La Nouvelle Critique.31Nueva Gaceta era
una revista de cultura, arte y literatura creada en 1949, que tuvo una muy corta
existencia. Estaba dirigida por Héctor Agosti, Enrique Policastro y Roger Pla;
integraban el consejo consultivo, entre otros, Antonio Berni, Estela Canto, María Rosa
Oliver, Juan L. Ortiz y José Pedroni. Es destacable la reunión de un conjunto intelectual
que incluía escritores, pintores, críticos de arte, además de la presencia de figuras del
interior, como Ortiz y Pedroni. Era expresión de la política cultural relativamente
abierta que el comunismo había desplegado en los años treinta y que había llevado, al
igual que en el resto del mundo, en las condiciones particulares de la Argentina, a la
formación de frentes antifascistas junto con intelectuales socialistas y liberales. Esto se
expresó en nuestro país sobre todo en la AIAPE (Agrupación de Intelectuales, Artistas,
Periodistas y Escritores), que había sido creado en julio de 1935, en Buenos Aires.
Aníbal Ponce fue su primer presidente; luego la entidad fue presidida por Emilio Troise
y, en 1940, por Gregorio Bermann, que había sido amigo y colaborador de Aníbal
Ponce. Nueva Gaceta retomaba el nombre de una revista publicada por la AIAPE.32 En
ese ámbito se había forjado, para los intelectuales comunistas, Agosti entre ellos, una
red de relaciones políticas e intelectuales que se afianzó durante la guerra. Cuando la
URSS entró en la contienda en 1942, superada la etapa de desconcierto y conflicto que
había producido el pacto Molotov-von Ribbentrop, al igual que había sucedido en
Francia, la organización de los comunistas argentinos ganó un prestigio nuevo entre los
intelectuales. En 1945, como una continuación de la política de alianza antifascista que
31
G. Bermann, “El psicoanálisis enjuiciado”, Nueva Gaceta, Buenos Aires, núm. 1, 6 de octubre de 1949.
Erróneamente, en un artículo anterior, consigné que se trataba de una revista cordobesa. Ver H. Vezzetti,
“Gregorio Bermann y la Revista Latinoamericana de Psiquiatría: psiquiatría de izquierda y
´partidismo´”, Frenia, Vol. VI 2006. El texto de Bermann recibió una respuesta de Arturo Capdevila en el
núm. 3 de la misma revista, 7 de noviembre de 1949. La polémica debía continuar con una nueva
intervención de Bermann, “Las falacias del psicoanálisis”, fechado en diciembre de ese año, que no se
publicó porque Nueva Gaceta dejó de salir ese mismo año. Todo el intercambio, incluido el texto inédito
de Bermann, fue nuevamente publicado, con el título general “Polémica sobre el psicoanálisis” en Revista
Latinoamericana de Psiquiatría, año I, núm.2, enero de 1952. Finalmente, ha sido incluido con el mismo
títuloen G. Bermann, Nuestra psiquiatría, Buenos Aires, Paidós, 1960. Ver A. Dagfal, cit., p.71-73.
32
Ricardo Pasolini, “Scribere in eos qui possunt proscribere. Consideraciones sobre intelectuales y prensa
antifascista en Buenos Aires y París durante el período de entreguerras”, Prismas. Revista de historia
intelectual, 12, 2008. Sobre ese período y la política de los comunistas ver también Adrián Celentano,
“Ideas e intelectuales en la formación de una red sudamericana antifascista”, Literatura y lingüística,
Santiago de Chile, núm. 17, 2006; en http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0716-
58112006000100013&script=sci_arttext
22
__________________________________________________________________________________________________________ Anuario IEHS 27 (2012)
33
Ver Laura Prado Acosta, “Concepciones culturales en pugna. Repercusiones del inicio de la Guerra Fría,
el zhdanovismo, y el peronismo en el Partido Comunista argentino”, Nuevo Mundo Mundos Nuevos.On
line: Cuestiones del tiempo presente, 2013. URL: http://nuevomundo.revues.org/64825
34
L. Prado Acosta, op.cit. Adriana Petra, “Cosmopolitismo y nación. Los intelectuales comunistas
argentinos en tiempos de la Guerra Fría (1947-1956)”.Contemporánea. Historia y problemas del siglo
XX,vol.1,Año 1,2010.En: http://www.geipar.udelar.edu.uy/wp-content/uploads /2012/05/05_Dossier03.pdf
35
Sobre la trayectoria de Bermann ver Horacio Tarcus (dir.), Diccionario biográfico de la izquierda
argentina, Buenos Aires, Emecé, 2007, pp.61-63.
36
p.88; cito por la versión publicada en Nuestra psiquiatría.
23
Anuario IEHS 27 (2012) )
37
Albert Deutsch fue un periodista neoyorquino que se ocupó de la salud mental y los establecimientos
psiquiátricos; miembro honorario de la APA (American Psychiatric Association). Escribía en The New
Masses, una publicación marxista norteamericana que salió entre 1926 y 1948. El trabajo de C. Moxon,
“Psychotherapy for progressives”, citado por Bermann, se había publicado en Science and Society, en
1948.
38
Arturo Capdevila, “El dios Freud”, Nueva Gaceta, núm.3, noviembre de 1949. La obra de A.
Capdevilaes Consumación de Sigmund Freud, 1946
24
__________________________________________________________________________________________________________ Anuario IEHS 27 (2012)
39
Ver H. Vezzetti, “Gregorio Bermann y la Revista Latinoamericana de Psiquiatría: psiquiatría de
izquierda y ´partidismo´”, Frenia. Revista de Historia de la Psiquiatría, Madrid, vol.VI, núm.2, 2006.
40
Ilya Ehrenburg, “Sartre habla de ‘Las manos sucias”: pero ¿cómo están las del autor?”, Nueva Gaceta,
núm.1, cit. Reproducía un artículo más discretamente titulado: “Les Mains sales," Les Lettres Françaises,
10 de febrero de 1949.
25
Anuario IEHS 27 (2012) )
26
_____________________________________________________________________________ Anuario IEHS 27 (2012), pp. 27-56
Adriana Petra1
Resumen: El estudio de las relaciones entre los inteletuales y el comunismo en la Argentina es aún un capítulo
pendiente de la historia de los vínculos entre el campo de la cultura y la política en el siglo XX. Mediante el análisis de
las modificaciones del espacio cultural comunista que se producen durante los primeros años de la Guerra Fría y el inicio
del primer gobierno peronista, este artículo pretende ser un aporte a la comprensión del proceso de profesionalización de
la actividad intelectual que se inicia desde entonces en dos dimensiones complementarias: por un lado, la promoción de
estructuras específicas de participación de los escritores, artistas y profesionales en el ámbito partidario así como la
expansión de la actividad editorial y de prensa; por otro, el intento de disciplinamiento del mundo de la cultura mediante
la exigencia de adopción local de las codificaciones estéticas, científicas y filosóficas soviéticas.
Palabras clave:
Intelectuales, comunismo, guerra fría, literatura
Abstract: Research on the relations between intellectuals and communism in Argentina is a non-developed chapter, in
the history of links between cultural field and politics in the 20th century. The present article contributes to the
understanding of the professionalization in the intellectual activity, started during the beginning of the Cold War and the
first Peronist government, in two complementary dimensions: on one hand, the promotion of specific structures for the
participation of writers, artist and professionals in the party domains as well as an expansion on the publisher and press
activity. In the other hand, the attempt to discipline the cultural field with the impose to adopt locally the soviet science,
aesthetics and philosophy.
Key Words:
Intellectuals, communism, cold war, literature
Recibido: 06-12-2012
Aprobado: 20-06-2013
1
(CEDINCI/UNSAM-IDES) E-mail: apetra@cedinci.org/ Pringles 168, CABA
27
Anuario IEHS 27 (2012) )
Hasta los años posteriores al fin de la Segunda Guerra Mundial, tanto en la Argentina
1
como en el resto del mundo los intelectuales comunistas y los oportunos compañeros de
ruta actuaron públicamente como herederos de la traición dreyffusard, es decir,
pusieron su nombre y capital cultural al servicio de la defensa de valores universales
que veían amenazados por la barbarie nazi. El movimiento comunista internacional no
les exigió lo contrario, sino que alentó y cortejó a los intelectuales para que se pusieran
al frente de las iniciativas antifascitas, sin importar los niveles de compromiso que
aquello suponía (a veces alcanzaba con firmar un manifiesto, aunque integrar o presidir
una organización ayudista o frentista era uno de los servicios más valorados). Aunque
muchos escritores, artistas y periodistas dispusieron no solo su nombre sino su propia
vida en los campos de batalla europeos o en la defensa de la república española, nunca
se les solicitó explícitamente extender su compromiso hacia el terreno de la creación, es
decir, escribir obras o pintar cuadros “comunistas”.
Luego de 1946, con el inicio de la Guerra Fría y sobre todo luego de las
codificaciones de Andrei Zhdanov sobre el arte, la literatura y la filosofía, esta situación
se modificó. En la URSS se inició un sistemático disciplinamiento de los intelectuales y
artistas, que fueron obligados a someterse al dogma ideológico impuesto por el partido.
En los países no comunistas, incapaces de lograr semejante sistema de coacción, se
buscó “profesionalizar” la participación de los intelectuales, esto es: combatir las
tendencias “obreristas” que llevaban a estos a sentirse más útiles a la causa comunista
realizando tareas no intelectuales (opción alentada muchas veces por las propias
organizaciones partidarias) y propiciar la idea de que el deber principal de los
intelectuales comunistas era la “creación intelectual”, aunque por tal cosa se entiendiera
el mero ejericio del periodismo polémico desde las páginas de los órganos partidarios.
Esta exigencia profesionalista se tradujo en el establecimiento de una nueva estructura
de participación que apuntó a crear comisiones y frentes por especialidad. Con esto se
cumplía un doble y paradójico objetivo: se admitía, al nivel de las estructuras, una
relativa autonomía de las profesiones intelectuales, y, al mismo tiempo, se deducía que
dado que los intelectuales cumplían una función esencial en la estrategia partidaria,
debían ser orientados y sometidos a la misma disciplina que alcanzaba al resto de los
militantes, fueran obreros o campesinos.2
La profesionalización de la actividad intelectual fue un fenómeno reconocible en
el comunismo argentino desde fines de 1945 y supuso una modificación importante de
su política intelectual. La política de absoluta sumisión de la vida cultural a los
mandatos político-partidarios que caracterizó a la Unión Soviética desde 1946
(codificados bajo las denominaciones de realismo socialista o ciencia proletaria),
impactó en el espacio comunista local, provocando polémicas y condenas internas y
reavivando, hacia el exterior, la certeza de que en el país del socialismo no existía
2
La bibliografía sobre la Guerra Fría y el comunismo es extensa. Para los aspectos propiamente culturales
e intelectuales se pueden consultar, para el caso francés, los pioneros trabajos de David Caute, 1968, 1973,
y Verdès-Leroux, 1983. Para el caso de Brasil se puede consultar la investigación de Moraes, 1994. Para un
análisis agudo y sintético sobre el cambio de la política cultural soviética después de la Segunda Guerra ver
Strada, 1983.
28
___________________________________________________________________________________________ Anuario IEHS 27 (2012)
El “giro cultural” de la Guerra Fría precedió al giro político que quedó oficializado en
la conferencia inaugural de la Cominform en setiembre de 1947. Este cambio se
produjo tanto en la manera de concebir la tarea del intelectual como en sus formas de
organización. En efecto, después de la Guerra, los más importantes partidos comunistas
occidentales tendieron a “profesionalizar” las formas de organización de sus
intelectuales, mediante la promoción de frentes por especialidad. En países como
Francia e Italia esta estructura se desarrolló desde el periodo de la Resistencia y estuvo
directamente relacionada con las condiciones de censura y clandestinidad. En ese
contexto, la concepción clásica que concebía la acción común de los intelectuales en
función de una intervención puramente política avalada por su capital simbólico (la
firma de manifiestos, la participación en organizaciones como la Liga de los Derechos
del Hombre), fue desplazada por una concepción profesionalista en la que el intelectual
debía comprometer su obra o sus prácticas y competencias profesionales en el combate
contra la amenaza nazifascista. La literatura clandestina fue el modelo más exitoso de
este nuevo modelo de intervención, dado que al ser una batalla presentada por medios
puramente literarios, demostraba que la literatura podía actuar como un vehículo eficaz
de difusión de un mensaje de oposición y resistencia.4
Este modelo de organización corporativa de los intelectuales no fue únicamente
una consecuencia de las condiciones impuestas por la guerra a la vida cultural, pues ya
desde 1934 regía los destinos de la Unión de Escritores Soviéticos, creada en el marco
3
Sobre los debates en torno a la herencia cultural en este periodo ver Petra, 2010: 51-74
4
Cfr. Sapiro, 2003: 168 y ss.
29
Anuario IEHS 27 (2012) )
del Primer Congreso de Escritores Soviéticos celebrado ese año y donde el “realismo
socialista” fue adoptado como estética oficial del mundo soviético.5 Se trataba de
promover estructuras formalmente autónomas de la organización del partido, aun
cuando fueran dirigidas por comunistas, que tuvieran como función primordial la
defensa de los intereses profesionales y gremiales de cada especialidad y, al mismo
tiempo, actuaran como vehículo de las políticas unitarias. Durante los primeros años de
la Guerra Fría, periodo en el cual los intelectuales comunistas se vieron obligados a
poner a prueba sus saberes a demandas tan estrictas como el realismo socialista, el arte
figurativo o la ciencia proletaria, intentando servir a la “verdad” detentada por el
partido, las organizaciones profesionales actuaron como un modo de evitar su total
aislamiento. A diferencia de la rigidez de la línea cultural zhdanovista, las estrategias
unitarias se basaron, como en la época del movimiento antifascista, en consignas
amplias como la defensa de la cultura nacional contra el avance del imperialismo
norteamericano y la lucha por la paz. El “humanismo”, a menudo filiado con una
tradición racionalista a la vez universal y local, sirvió como marco para lograr la
adhesión de los intelectuales no comunistas a los combates comunistas de la Guerra
Fría.6
En la Argentina, esta modificación de las estructuras del compromiso intelectual
con el comunismo se produjo en la misma época, en buena parte facilitada por el clima
de beligerancia que generó el peronismo entre los sectores profesionales y letrados. Uno
de los efectos inmediatos de la irrupción del peronismo en el campo intelectual fue,
como ha explicado Flavia Fiorucci, ralentizar la politización que se venía dando desde
la década del 30. A medida que la gestión cultural del peronismo reveló sus aristas más
censuradoras, los intelectuales optaron por sustraerse del debate público y concentrarse
en temas gremiales y estrictamente ligados a su campo de influencia.7 Esta estrategia de
supervivencia general coincidió con el cambio de política de los propios comunistas,
que desde entonces se concentraron en influir las instituciones culturales que agrupaban
a los intelectuales y artistas o, cuando esto no fue posible, crear organizaciones propias.
Desde la clausura de la Asociación de Intelectuales, Artistas, Periodistas y
Escritores (AIAPE) en 1943, el comunismo no alentó una organización frentista de
intelectuales y artistas hasta una década después, con el Congreso Argentino de Cultura,
organización creada en 1952 y que se constituyó en el primero de los sucesivos intentos
que los comunistas realizarán en pos de crear una entidad de intelectuales de carácter
nacional.8 Hasta fines de la década del 40, solo el Frente de la Solidaridad (que
canalizaba sus actividades a través de la Liga por los Derechos del Hombre) actuó
como un paraguas aglutinador de la participación de los intelectuales, aunque sus
objetivos no contemplaran ninguna acción específica en el campo cultural, sino más
bien la participación de los intelectuales en las acciones en contra de la represión
policial, la defensa de los presos políticos, el apoyo a las huelgas y las acciones
5
Sobre el papel de la literatura y, particularmente, de la Unión de Escritores Soviéticos en el campo
cultural soviético ver Baudin y Heller, 1993: 307-343.
6
Sobre el Movimiento por la Paz en la Argentina ver Petra, 2013: 99-130.
7
Fiorucci, 2011: 71.
8
Sobre la AIAPE se pueden consultar los trabajos de Pasolini, 2005, 2006, Celentano, 2006, Celentano y
Bisso, 2006 y Cane ,1997. Sobre el Congreso Argentino de la Cultura consultar Pasolini, ibíd. y 2010.
30
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9
“Los médicos se unen”, en Orientación, 29 de agosto de 1945.
10
“El teatro del P. Comunista”, en Orientación, 14 de agosto de 1946 y Álvaro Yunque “Teatro del
Partido Comunista”, en Orientación, 18 de setiembre de 1946.
11
“Constituyen el Instituto Cultural Argentino-Ruso”, en Orientación, 28 de agosto de 1946.
31
Anuario IEHS 27 (2012) )
12
Expresión publicó ocho números entre diciembre de 1946 y julio de 1947. Con un formato libro y bajo
una cuidada edición, la revista estaba dirigida por Héctor P. Agosti acompañado de un Consejo de
Dirección integrado por Enrique Amorim, Roberto Giusti, Leopoldo Hurtado y Emilio Troise. En su
primera nota editorial Expresión se presentó como una publicación argentina de vocación continental,
filiada en la tradición de racionalismo moderno y abierta a los valores de las nuevas generaciones. Su
programa de intervención intelectual se resumía en la siguiente fórmula: “ser tribuna de las inquietudes
nacionales y vehículo del mejor pensamiento europeo” (nº 1, p. 6). Expresión manifestó su vocación
americanista abriendo sus páginas a importantes autores latinoamericanos (Jorge Amado, David Alfaro
Siqueiros, Juan Antonio Correjter, Caio Prado, Juan Marinello, entre otros) y abordó en sus páginas
cuestiones como el folclore y las tradiciones culturales latinoamericanas, además de publicar cuento y
poesía. En todos los números se publicaban críticas de libros, un panorama de revistas europeas (sobre todo
francesas) y un epistolario. La revista tenía una importante cantidad de avisos, la mayoría de editoriales, y
durante varios números anunció la salida de los nuevos números de la revista Sur.
13
Los sellos eran: Anteo (editorial oficial dedicada a la difusión de la literatura teórico-doctrinal creada en
1942), Futuro (creada y dirigida por Raúl Larra en 1944, contaba con diversas colecciones dedicadas a la
pintura, la historia, la literatura, el ensayo y la biografía), Quetzal (dedicada sobre todo al ensayo y la
literatura de autores argentinos), Lautaro (fundada en 1942 por Sara Maglione de Jorge estaba dedicada al
ensayo filosófico y científico, la historia, la divulgación científica y en menor medida la literatura),
Procyón (dedicada al ensayo filosófico de autores argentinos y extranjeros, particularmente franceses, era
distribuida por la Editorial Lautaro) Amauta estaba ligada al sello Espiga, de efímera existencia, aunque
distribuía libros de otras editoriales como Siglo Veinte, dedicada a la literatura, particularmente en
traducciones de autores soviéticos y franceses y en ensayo. En este período aparecieron sellos como
32
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Argonauta y Elevación, que publicaron pocos títulos y a menudo eran creados solo para editar
determinadas obras y no con un plan editorial. Para esta investigación se realizó una reconstrucción parcial
(entre los años 1945 y 1965) de los catálogos de Lautaro, Problemas, Cartago, Anteo, Futuro, Procyón y
Quetzal.
14
En abril de 1948, mientras el Comité Central del PCUS hacía publica sus resoluciones en contra de la
música formalista y antipopular de Vanó Muradeli y la polémica acerca del rol de los intelectuales en los
partidos comunistas ocupaba buena parte de la página cultural de Orientación, el PCA organizó unas
jornadas de Educación Comunista con Victorio Codovilla como principal orador. A lo largo de nueve
conferencias, el dirigente máximo de los comunistas argentinos buscó complementar la labor de
“esclarecimiento ideológico” iniciada con la publicación del Esbozo..., explicando “magistralmente” los
principios esenciales del marxismo-leninismo-stalinismo y demostrando con “documentación irrefutable”
que los pueblos encabezados por la URSS y las democracias populares ya habían decidido a su favor la
lucha contra el imperialismo y la reacción y en favor del progreso, la libertad y la independencia nacional.
De cara a los grandes acontecimientos que se avecinaban, la asimilación de estas enseñanzas, se afirmaba,
evitarían las desviaciones y el espontaneísmo, pertrechando a los comunistas contra los vacilantes y los
reaccionarios. Cfr. José Morillas, “Las jornadas de educación comunista y el camarada Codovilla”, en
Orientación , 18 de agosto de 1948
15
Integraban la Biblioteca Marxista: Lenin, Vladimir Illich, Obras Escogidas (4 tomos, 1946), Engels,
Friedrich; Dialéctica de la Naturaleza (1947), Stalin, Joseph, J. V. Stalin: esbozo biográfico (1946), El
marxismo y el problema nacional y colonial: recopilación de artículos y discursos (1946) y Cuestiones
del leninismo (1947). Para una guía oficial de lectura de estas obras ver Juan José Real, “La edición de una
biblioteca marxista”, en Orientación, 28 de mayo de 1947.
16
El diario La Hora fue creado en 1940 bajo la dirección de Orestes Ghioldi, Benito Marianetti y Emilio
Troise, cumpliendo un viejo anhelo de los comunistas de contar con un cotidiano. En 1942, ya bajo la
dirección de Rodolfo Ghioldi y la subdirección de Julio Notta fue suspendido acusado de violar las
disposiciones vigentes para la prensa por el decreto de estado de sitio dispuesto por el gobierno de Roberto
Ortiz. Luego del golpe del 6 de junio fue clausurado, hasta 1945 que volvió aparecer para ser nuevamente
prohibido en 1950. Esta última clausura se extenderá hasta mayo de 1958, cuando al día siguiente de la
asunción de Arturo Frondizi vuelva a aparecer, rodeado de festejos, con Ernesto Giudici como secretario de
redacción. El logro será breve, pues en enero de 1959, en el medio de una feroz campaña anticomunista,
33
Anuario IEHS 27 (2012) )
dirección de Rodolfo Ghioldi los Cuadernos de Cultura Anteo, una serie de folletos
dedicados a difundir temas soviéticos y del movimiento comunista europeo en
momentos en que, como declaraba la presentación del primer número, “la artillería del
munichismo en decadencia concentra sus fuegos sobre Moscú”. La creación en abril de
1949 de la revista teórica Nueva Era, bajo la dirección del propio Codovilla, y al año
siguiente, de la revista Cuadernos de Cultura Democrática y Popular, dedicada a
difundir las tesis zhdanovistas para el arte y la ciencia, definirán con contornos más
nítidos la preocupación de la dirigencia comunista por los temas teóricos y culturales, a
la vez que la necesidad de encauzarlos en órganos especializados que hacían más
sencillo su control.
La primacía de la política en la definición de la empresa cultural comunista y sus
posicionamientos es evidente también en los nombres que encabezan o dirigen sus
productos: Ghioldi y Codovilla son los máximos dirigentes partidarios, pero su
prestigio en el campo intelectual es prácticamente nulo, aunque los comunistas insistan
en presentar al primero como un gran periodista. Los Cuadernos de Cultura, hasta la
llegada de Agosti en 1952, serán dirigidos Roberto Salama e Isidoro Flaumbaum, dos
jóvenes desconocidos, sin ningún capital propio excepto el acumulado al interior de la
institución partidaria por sus encarnizados ataques contra los filósofos y escritores
“burgueses”, entre los que se encontraban Francisco Romero, José Luis Romero,
Roberto Arlt, Eduardo Mallea y Ricardo Güiraldes.
dejó de publicarse definitivamente. En este lapso, La Hora albergó muchos jóvenes comunistas que luego
se alejarán del partido o serán expulsados: Andrés Rivera (encargado de las noticias gremiales), Juan
Gelman (nacionales), Manuel Mora y Araujo (universitarias) y Ezequiel Gallo (deportes). En ese breve
lapso, Nuestra palabra modificó su formato, se publicó a dos colores y abandonó su rol informativo para
convertirse en un semanario “ideológico y cultural” que se distribuía por suscripción. El director era Héctor
P. Agosti y Juan Carlos Portantiero se desempeñaba como secretario de redacción. Para un testimonio en
primer persona de la experiencia de Nuestra Palabra y La Hora entre 1958 y 1959 ver la entrevista de
Edgardo Mocca a Juan Carlos Portantiero (2012: 40-41).
17
“Nueva Era”, en Orientación, 30 de marzo de 1949
34
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público su ingreso al partido, siguiendo el ejemplo del célebre texto de Pablo Picasso
“Por qué me hice comunista”. Algunos de ellos eran ya activos como compañeros de
ruta, como el médico Emilio Troise (1886-1976), los psiquiatras Jorge Thénon (1902-
1885) y Julio Luis Peluffo (1901-1967) y los dibujantes Manuel Kantor (1911-1984) y
Bartolomé Mirabelli. Para ellos, formados generacionalmente en la cultura antifascista,
las razones del ingreso al partido se fundaban precisamente en la perseverante acción
antifascista que los comunistas habían desplegado desde 1930 y que, a partir de 1943,
había directamente trocado en una “resistencia heroica” al “nazifascismo” y sus acólitos
locales.18 Otros, como el músico Atahualpa Yupanqui (1908-1992) o los integrantes del
Grupo Arte-concreto Invención (Tomás Maldonado, Edgar Bayley, Manuel Espinosa,
Claudio Girola, Alfredo Hlito y Aldo Prior) cifraban su ingreso en razones más
estrictamente culturales, confiados en que el comunismo abría nuevas sentidos y
sensibilidades para la creatividad, el arte y la vida.19 Pero el círculo de adhesión al
partido se extendió mucho más allá de este puñado de nombres. El “Festival de la
Victoria” que realizó en el Luna Park el 25 de setiembre de ese mismo año y que reunió
a varios miles de personas, recibió el apoyo público de escritores e intelectuales
conocidos en los círculos de la amistad comunista, pero también de importantes artistas
populares como Delia Garcés, Aida Luz, Francisco Petrone, Roberto Galán, Ángel
Magaña, Libertad Lamarque, Narciso Ibáñez Menta y Zelmar Gueñol.20 La candidatura
de Héctor Agosti como diputado nacional por la Liga por la Libertad y la Resistencia en
las elecciones de 1946 recibió el apoyo de dos centenares de destacadas figuras
encabezadas por Eduardo Mallea, Raquel Forner, Horacio Butler y Jorge Luis Borges.21
En aquella conferencia de fines de 1945, el matemático Manuel Sadosky explicaba
las razones por las cuales tantos intelectuales, otrora indiferentes, se habían visto
obligados a participar en la vida política. El golpe del 4 de junio les había propinado no
solo agravios morales, sino que los había afectado en la posibilidad de ejercer su
profesión, exonerando a los profesores universitarios, apartando a los ingenieros de las
dependencias públicas, impidiendo a los arquitectos actuar en el ámbito privado,
encarcelando a los abogados y censurando a los periodistas, escritores y plásticos. A
este escenario había que agregar la sensibilidad que los sectores intelectuales tenían por
los acontecimientos internacionales. El papel de la URSS en la derrota final del
nazismo los había conmovido, tanto como impresionado el magnífico desarrollo de la
cultura soviética. El ingreso al partido de figuras intelectuales “de primer orden”
18
En el relato oficial de los comunistas, el periodo comprendido entre el golpe del cuatro de junio de 1943
y el 6 de agosto de 1945 se denominó de “resistencia clandestina”, de la cual el partido habría sido
abanderado. El paralelismo con la resistencia de los partidos comunistas europeos durante la Segunda
Guerra es clara y estuvo en el origen del ingreso de muchos intelectuales al partido. Cfr. “Páginas de
Historia”, en Orientación, 3 de octubre de 1945.
19
“El ingreso de los intelectuales al partido”, en Orientación, 5 de setiembre de 1945, “Artistas adhieren al
comunismo” en Orientación, 19 de setiembre de 1945, “Por qué ingreso al PC”, en Orientación, 5 de
setiembre de 1945 y 19 de setiembre de 1945.
20
La programación artística del acto estuvo a cargo de Atahualpa Yupanqui y contó con cuadros
folclóricos, orquestas de tango y jazz, coros, danzas españolas y poesía. Cfr. “El gran festival se realizará el
martes 25 en el Luna Park” y “Festival de la Victoria” en Orientación, 19 de setiembre de 1945 y 3 de
octubre de 1945.
21
“Escritores apoyan la candidatura de Agosti”, en Orientación, 2 de febrero de 1945
35
Anuario IEHS 27 (2012) )
merecía entonces toda la atención posible. En primer lugar, no debía olvidarse que la
actividad de los intelectuales en las organizaciones gremiales de cada especialidad era
un fin ineludible que la coyuntura, por más penosa que fuera, no debía desvirtuar. Dejar
de lado reivindicaciones gremiales largamente postergadas, como había sucedido con
los maestros, constituía un error político que facilitaba la estrategia de “cooptación” de
Perón. Por otra parte, la premisa de Juan José Real, expresada en la misma conferencia,
de que el intelectual debía realizar un trabajo creador en su especialidad, siendo
obligación del partido facilitar esa tarea y no interceptarla, no debía impedir que los
intelectuales se asimilaran a las formas de organización del partido incorporándose a
una célula y adquiriendo su ideología.
(...) en nuestro partido no hay más que un sola clase de afiliados (...) por lo tanto los
intelectuales deber asimilados para hacerles adquirir la ideología del partido, que
como dijo Stalin, es la ideología del obrero de la gran industria. 22
22
Manuel Sadosky, “Cuestiones del trabajo intelectual (intervención en la conferencia nacional del PC)”,
en Orientación, 2 de enero de 1946
23
Héctor P. Agosti, “Sobre algunos problemas de la cultura argentina (discurso pronunciado en la
conferencia nacional del Partido Comunista)”, en Orientación, febrero de 1946
36
___________________________________________________________________________________________ Anuario IEHS 27 (2012)
conciencia nacional, era menester que los intelectuales comunistas (escritores, artistas y
profesores) combatieran el desconocimiento y la calumnia que pesaba sobre el
materialismo dialéctico y lo difundieran en los centros de estudios, tal como lo había
hecho Aníbal Ponce o como lo hacían los comunistas francesas mediante las Maison de
Culture. Poco tiempo después, el proyecto de crear una “Casa de la Cultura” tomará
forma en el marco de la ruptura de los comunistas con los intelectuales liberales y, en
particular, con las autoridades del Colegio Libre de Estudios Superiores que Ponce
había fundado.24
Contra el “obrerismo”
24
La Casa de la Cultura argentina fue creada en setiembre de 1952 por un grupo de intelectuales
comunistas encabezado por Agosti, Thenon y María Rosa Oliver y pronto quedó envuelta en el conflicto
abierto por el acercamiento al peronismo gobernante propiciado por Juan José Real, secretario de
organización del PCA. Durante sus dos primeros años de existencia la Casa de la Cultura no pudo
desarrollar ninguna actividad, limitándose a ofrecer algunas muestras de arte que fueron prohibidas por la
policía. Recién luego del derrocamiento del gobierno del general Perón, se fijó un programa que incluía
cursos, seminarios, muestras y una prolífica labor de apoyo y asesoramiento a organizaciones barriales y
provinciales. Fue clausurada a fines de 1958 por el gobierno de Arturo Frondizi. Para una reconstrucción
del confuso episodio conocido como “Caso Real” ver Gilbert, 1994: 179-184.
37
Anuario IEHS 27 (2012) )
25
Roger Garaudy, “El marxismo y la cultura francesa”, en Orientación, 21 de agosto de 1946.
26
Sapiro, op. cit.: 176.
27
Bisso, 2006: 258-259.
28
Ernesto Giudici, “Frente cultural en la nueva realidad social”, en Orientación, 11 de diciembre de 1946
38
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29
La Unión Nacional de Intelectuales (UNI), fue creada en 1945 como una organización federativa que
agrupaba en su seno al Consejo Nacional de escritores, a la Unión de Artistas Plásticos, a la Unión
Francesa de Universitarios, a la Unión de Ingenieros y Técnicos y más de treinta asociaciones nacionales
organizadas por especialidad, numerosos centros intelectuales, círculos y clubes de provincia. Cfr. Virieux,
2003:133-153 y Sapiro, 2003: 155-176.
30
Pasolini, 2010: 9.
39
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31
aristocrática”. Las resoluciones sobre el arte y la literatura emitidas por el Comité
Central del PCUS entre los años 1946 y 1948 fueron el punto culminante del
dogmatismo y el normativismo que rigió la política artística soviética desde la década
del 30, cuando el conflicto entre las diversas tendencias artísticas se resolvió
administrativamente a favor del realismo socialista y las diversas organizaciones
literaturas y artísticas fueron disueltas para crear una entidad única, la Unión de
Escritores Soviéticos.32
Con ellas no solo se consumaba la ruptura total entre el realismo socialista y las
tendencias acusadas de decadentes y formalistas, sino que se rechazaba en bloque el
arte de occidente a la vez que se exaltaba en un sentido nacionalista la tradición
marxista rusa. Para asegurar la realización de los principios del realismo socialista
no solo se exigía una representación verídica que había que conjugar con la
exaltación de los “héroes positivos” velando los aspectos negativos (es decir, las
contradicciones y dificultades reales), sino que se establecía el alcance de la
comunicabilidad artística, y los medios de expresión adecuados para lograrla.
Partiendo, a su vez, de una concepción estética utilitaria- social, el partido se
convertía en guardián de la pureza ideológica del arte elevando para ello el criterio
político al rango de criterio fundamental, con la particularidad de que el criterio
político se convertía por ello en estético, consumando así una identificación que tan
justamente condenaba Gramsci.33
31
“Literatura y Arte al servicio del pueblo”, en Orientación, 8 de enero de 1947. Además de este artículo,
diversos tramos de las resoluciones soviética de 1946-1948 sobre la literatura y el arte fueron reproducidas
en la prensa comunista local: “La literatura soviética en pleno auge”, en Orientación, 5 de noviembre de
1947; “Sobre la opera “La Gran Amistad” de V. Muradeli (resolución del CC del PC (B) de febrero de
1948, en Orientación, 7 de abril de 1948; Cogniot, George. El informe Zhdánov sobre la historia de la
filosofía”, en Orientación, 12 de mayo de 1948, “Degeneración del arte burgués”, en Orientación, 4 de
agosto de 1948, “Las tradiciones de los clásicos”, en Orientación, 15 de octubre de 1948. El libro de
Zhdánov Historia de la filosofía fue publicado por la editorial comunista Anteo en 1948 y una
recopilación de las resoluciones fueron organizadas bajo el título Literatura y Filosofía a la luz del
marxismo por la editorial comunista uruguaya Pueblos Unidos (1948).
32
Sobre el realismo socialista se puede consultar Arvon, 1970: 83-98) y Robin, 1986.
33
Sánchez Vázquez, 1970: 66,
40
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organización del partido y la literatura del partido”. Si bien este artículo tenía una
motivación política inmediata y se refería, no sin ambigüedad, a la prensa o publicística
y no a la literatura artística, la idea allí expresada de que no podía existir una literatura
“no partidaria” se convirtió en el elemento fundamental del partinost (espíritu de
partido) aplicado al arte y la literatura, y en la justificación para la intervención extrema
del partido en estos asuntos.34
El endurecimiento del control partidario sobre las producciones culturales e
intelectuales fue la marca indeleble del periodo abierto en 1946. Todos los partidos
comunistas occidentales intentaron aplicar ese control en sus respectivos países y a sus
propias concepciones y tradiciones culturales, con grados dispares de eficacia y
resultados casi siempre gravosos. En términos generales, la reacción de los intelectuales
comunistas frente a la interferencia extrema e implacable del partido en asuntos
culturales fue variada y dependió de las posiciones que cada uno ocupaba tanto al
interior de la organización partidaria como en el campo intelectual más amplio. Aunque
durante el periodo de máximo apogeo del zdhanovismo, la autoridad partidaria
intervino en todos los ámbitos de la actividad intelectual, conquistando zonas antes
preservadas como la investigación cientítifica, fue en la literatura donde más se hizo
sentir la total indistinción entre cultura y política que lo caraterizó, y también el campo
donde más afectó el lugar que los comunistas habían conquistado en el espacio cultural
gracias a las políticas frentistas. La exigencia de conformar una literatura y un arte de
partido de acuerdo a los postulados del “realismo socialista” y el establecimiento de un
estilo crítico que buscaba replicar al interior de la tradición literaria local la condena al
“arte burgués”, lo que en la práctica se tradujo en la condena a “escritores burgueses”
como Roberto Arlt y Ricardo Güiraldes, escindió el espacio comunista. Aquellos que se
mostraron más dispuestos a erigirse en defensores y propulsores de la nueva política
cultural fueron algunos jóvenes que habían logrado hacerse un nombre en la prensa
partidaria a fuerza de la virulencia de sus anatemas contra los intelectuales no
comunistas, como Roberto Salama e Isidoro Flaumbaum. Escritores y artistas
provincianos que cultivaban alguna variante de poesía popular o de temática campesina,
también se mostraron receptivos, como fue el caso de Atahualpa Yupanqui, Amaro
Villanueva y Carlos Ruiz Daudet.35 Profesionales y dirigentes ajenos a la actividad
literaria pero que ocasionalmente incursionaba en el ensayo de ideas o tenían
responsabilidades en algún sector del trabajo cultural, como Julio Notta, Benito
Marianetti y, sobre todo, Rodolfo Ghioldi, asumieron la defensa del zhdanovismo bajo
34
Cfr. Strada, op. cit.: 431-477. Este texto de Lenin fue publicado en un volumen dedicado a reunir los
escritos de Lenin y Stalin sobre la literatura y el arte, el que, junto al que recoge las intervenciones sobre el
mismo tema de Marx y Engels, constituyen la primera sistematización de una “estética marxista-leninista”
tal como se la concibió en el mundo soviético desde su publicación a partir de 1933 al cuidado de Mijail
Lifshits. Ambas selecciones fueron publicados en la Argentina por la editorial Problemas, propiedad de
Carlos Dujovne, tomadas de la edición francesa organizada por Jean Freville y bajo la traducción de Alicia
Ortiz (Lenin y Stalin, 1942 y Marx y Engels, s/f. c. 1941).
35
Desde junio de 1948, Atahualpa Yupanqui se incorporó a Orientación como colaborador habitual a
través de una columna semanal que llevaba el nombre “Hombres y caminos”. Amaro Villanueva comenzó
ese mismo año a publicar cuentos sobre temas campesinos hasta que en el mes de octubre obtuvo una
columna semanal dedica a temas literarios. Cfr. “Frente y Perfil de Atahualpa Yupanqui”, en Orientación,
23 de junio de 1946
41
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la única convicción de que se trataba de una política legitimada por la URSS. Entre
tanto, escritores realistas de herencia boedista, como Raúl Larra y José Portogalo,
ensayistas críticos de formación ponceana como Héctor P. Agosti, y artistas y críticos
no realistas como Cayetano Córdova Iturburu y los “artistas concretos” que ingresaron
al partido en 1945 formaron el frente, de suerte dispar, que se enfrentó a las
disposiciones partidarias.
36
Frolin, 2007: 157.
37
Cfr. Longoni y Lucena, 2003/2004: 126.
38
Esta polémica fue comentada por Pedro Weill Patin en la revista Expresión (nº 3: 314-316; nº 4: 93-96;
nº 5: 187-188)
39
Laurent Casanova “La función creadora de los intelectuales”, en Orientación, 14 de abril de 1948
42
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40
“Vittorini y la función del escritor revolucionario”, en Orientación, 21 de abril de 1948
41
Ibíd.
42
Morin, 1976: 102
43
Sobre la experiencia de la revista La Nouvelle Critique es recomendable el libro de Matonti, 2005.
43
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El escritor y su obra
Ernesto Giudici fue quien realizó una de las primeras lecturas locales del informe
Zhdánov. En un artículo publicado en Orientación en abril de 1947 afirmaba que dado
que el intelectual no podía sino ser un hombre de izquierda, era esta posición vital la
que determinaba su capacidad de creación y el contenido de su obra
En toda obra interesa, pues, en primer lugar, el concepto que tiene de la vida y de sí
mismo. Eso es lo que vale y lo que lo define (...). El autor no es una cosa separada del
contenido de su obra. Su conducta es parte de su obra como su obra expresa su
44
conducta.
¿Qué es el partido sino la avanzada de la clase obrera, y qué es esto sino la fuerza
revolucionaria de la sociedad? ¿De qué otra ideología puede alimentarse el arte? En
el partido se concentra todo y a través del partido se expresa todo. Una literatura de
partido es, pues, sobre una fidelidad revolucionaria, la más amplia, la única, por otro
lado, revolucionaria (...) El intelectual que siente la vida del partido es el que mejor
podrá crear (...) Ocuparse de política no solo es realizar tareas políticas, es sentir la
política del partido, conociéndola en toda su proyección (...) Entiende mal su arte
quien crea poder alejarse de esa condición política para realizar obras no políticas.
El intelectual debe ser político, con la obligación de traducir lo político al lenguaje y
44
Ernesto Giudici, “Creación intelectual y militancia política”, en Orientación, 2 de abril de 1947
45
Ibíd.
44
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expresiones propias del arte. Su campo específico, integrante del todo social, es el de
las ideas, y con ellas debe operar. Su primera tarea, por lo tanto, es ser beligerante
contra las ideas enemigas o reaccionarias presentes en el campo de la cultura. Debe
estudiar sus formas y desenmascarar sus contenidos.46
Una de las primeras voces de alerta acerca de los efectos que podía acarrear la
adopción de la versión zhdanovista del realismo socialista en la literatura fue la de
escritor Enrique Wernicke (1915-1968). Con un perfil representativo de buena parte de
los escritores comunistas, Wernicke sostuvo su trabajo literario con el desempeño de los
más diversos oficios, entre ellos el de titiritero, publicitario, fabricante de soldaditos de
plomo y cultivador de orquídeas. Marginal respecto a los circuitos de consagración
literaria, incluido los cenáculos del comunismo, del que saldría expulsado, Wernicke
supo advertir con lucidez los límites que el partido le imponía a su proyecto literario.
En su monumental diario, gran parte del cual continúa inédito, anotaba en junio de
1947:
(...) sé cómo sería el libro que me gustaría escribir. Pero es indudable que,
aparentemente, mis gustos contradicen mi ideología. O será que no, que
48
profundamente, en lo más hondo de mí, están de acuerdo.
Para mí, trampa sería hablar de obreros que no “he vivido”, de miserias físicas que
49
no he conocido y de angustias económicas que hasta hoy no he probado).
46
Ibíd.
47
Ibíd.
48
Wernicke, 1975: 28. Extractos de los diarios de Wernicke fueron recuperados por Jorge Asís y
publicados en la revista Crisis. 1975: 28-35. Las citas pertenecen a esa edición.
49
Ibíd.
45
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50
Enrique Wernicke, “Respuesta a una crítica”, en Orientación, 19 de noviembre de 1947.
46
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En verdad, no hay una estética oficial del comunismo, no puede haberla. Hay, sí, una
ética comunista que el artista militante no puede de ningún modo desoir –no es
posible ser comunista y cantar a la desesperación, al nihilismo, al sueño o los parques
desolados- pero no una estética.51
En enero de 1948, el plástico Raúl Monsegur afirmaba desde las mismas páginas
que “negar la existencia de una estética (o de un juicio estético) comunista equivalía a
negar la existencia de una filosofía marxista-leninista y de un desarrollo leninista-
stalinista de la filosofía”, al mismo tiempo que advertía que los artistas comunistas no
debía vacilar en proclamar los principios estéticos del partido “por temor a alejar a
nuevos afiliados o de romper una unidad que no es tal; en el eclecticismo no puede
haber unidad”.52
Mientras los escritores comunistas se debatían en polémicas internas, los
intelectuales liberales no tardarán en reaccionar frente a las noticias que llegaban desde
la URSS. La revista Realidad, dirigida por Francisco Romero, comentó extensamente
las purgas artísticas y sus ecos europeos, rescatando de entre ellos la independencia de
Vittorini y su rechazo a las tendencias estéticas soviéticas.53 Desde las páginas de Sur el
poeta y crítico Eduardo González Lanuza, quien históricamente había colaborado con
algunos iniciativas impulsadas por intelectuales comunistas, publicó en febrero de 1948
un llamado “A los intelectuales comunistas de Hispanoamérica” solicitando que se
expidieran inmediatamente frente a las noticias que anunciaba las sanciones a Sergei
Prokofiev y Dimitri Shostakovich por su música “antidemocrática”. De ser cierto
semejante “absurdo delirante” y esa actitud “siniestra” para un partido político,
afirmaba Lanuza, los intelectuales que permanecieran en silencio debían entonces
abstenerse de “pronunciar jamás la palabra libertad”.54 Contra lo que podía esperarse, la
respuesta a Lanuza no provino de un comunista argentino, sino que para tal fin
Orientación se limitó a reproducir un artículo del francés Pierre Kaldar originalmente
publicado en Les Lettres françaises.55 Según el testimonio de Raúl Larra, ningún
intelectual del partido quiso responder las críticas de Lanuza porque ellos mismos no
estaban de acuerdo con los artículos publicados por el periódico a modo de postura
oficial.56 Algunos días después, sin embargo, el abogado mendocino Benito Marianetti
ensayó una larga y estereotipada respuesta, no sin advertir que lo hacía como militante
comunista y no como intelectual ni representante de la inteligencia. Allí argumentaba
que en la sociedad socialista la creación artística debía ser orientada del mismo que lo
era la agricultura o la construcción de diques, pues el arte no era una entidad separada
de la sociedad sino una entre otras actividades. La vinculación directa entre la sociedad
organizada y la “producción” artística constituía en la URSS un hecho inédito, pues
permitía la intervención del pueblo en todos los aspectos de la vida cultural mediante un
51
Tomas Maldonado, “Picasso, Matisse y la libertad de expresión”, en Orientación, 19 de noviembre de
1947
52
Raúl Monsegur “Sobre la estética comunista”, en Orientación, 6 de enero de 1948. Sobre el grupo Arte
Concreto Invención consultar Cristina Rossi, 2006.
53
Cfr. La sección “La caravana inmóvil”, en Realidad, nº 9, mayo/junio de 1948, pp. 412-418.
54
“A los intelectuales comunistas de Hispanoamérica”, en Sur 160, febrero de 1948, pp. 65-66.
55
“Formalismo e inspiración. Sobre la carta de Lanuza y otros”, en Orientación, 23 de junio de 1948.
56
Entrevista a Raúl Larra (1989). Gentileza de Alicia García Gilabert.
47
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sostenido ejercicio de discusión y crítica, luego del cual no había lugar para las
disidencias o las rebeldías individuales propias de las sociedades capitalistas, donde
eran necesarias e incluso revolucionarias. Sobre esta base, lo que resultaba absurdo y
delirante era juzgar que el Estado soviético ejercía una dictadura sobre los artistas y sus
obras, dado que, en tanto que el Estado era la sociedad soviética organizada en poder
político, no hacía otra cosa que codificar aquello que el pueblo y los propios
intelectuales habían debatido y resuelto.57
57
Benito Marianetti, “Respuesta a una invitación”, en Orientación, 7, 14 y 21 de julio de 1948.
58
Según Raúl Larra el propósito de Juan José Real era separar a Rodolfo Ghioldi de los intelectuales, sobre
los que tenía importante predicamento. Con la habitual indulgencia con la que los intelectuales comunistas
trataban a Ghioldi, Larra sostiene que Real pretendía “aislar” a Ghioldi, quien entró en el juego por el
sentido de absoluta solidaridad a URSS que lo caracterizaba. Larra señala, además, que Real tenía un
particular encono con Agosti desde los días en que lo visitaba en la pensión de la calle Callao que el
ensayista ocupó a su regreso del exilio montevideano. Interesado en conocer sus opiniones sobre la política
nacional, Real se habría encontrado con el terminante antiperonismo que caracterizaba a Agosti en esos
tiempos (Entrevista citada).
48
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pero sobre todo de Troise, quien era miembro del Comité Central, aparentemente lo
ponían a salvo de las sanciones, por lo que conseguir su apoyo era un modo de
ampararse. Expulsar a Troise no pareció ser un costo que Ghioldi y Real estuvieran
dispuestos a pagar y el grupo de escritores sobrevivió e incluso creyó haber derrotado al
Comité Central.
(…) el polémico debate partidario en tres sesiones en que so pretexto de discutir las
teorías de Zhdanov y el realismo socialista se buscaba descubrir una supuesta
fracción de intelectuales con Héctor a la cabeza para expulsar a sus integrantes.
Héctor no asistió a la primera pero si a la segunda y rechazó una absolución de
posiciones antes los prosélitos del Gran Inquisidor. Advertido de la maniobra
convenció a Emilio Troise y a Jorge Thénon a asistir a la sesión siguiente, que habría
de ser la última. Troise, el viejo soreliano, el amigo de Pepe Ingenieros, se puso a
repartir mandobles verbales a los dogmáticos, con el apoyo tácito de Thénon.
Entonces, en trance de sancionar también a ellos, clausuraron el debate y la reunión.
Salimos eufóricos y el meridional Pepe Portogalo no cesaba de vociferar alborozado:
derrotamos el comité central, lo derrotamos59
59
Larra, Raúl, “Héctor Agosti. Ausente y Presente”, 29 de julio de 1991, mimeo, gentileza de Alicia
Gilabert
49
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volver. Sin embargo, este gesto displicente no habilita a pensar que apoyara los
términos en que se pretendía encauzar la actividad literaria de los comunistas. Así, en
su discurso frente al Congreso Continental de la Cultura de 1953, mientras Pablo
Neruda enarbolaba la condena al “arte degenerado” de la burguesía, Tuñón reivindicó la
herencia modernista, la experiencia formativa de las vanguardias y la libertad y
amplitud de las formas en que se podía expresar el “contenido” social y realista, al
mismo tiempo que condenó el naturalismo, la copia fotográfica, la convención de la
realidad. Para Tuñón, el realismo socialista, tal como había sido definido en el Primer
Congreso de Escritores Soviéticos presidido por Máximo Gorki, no era una “teoría
restringida”, sino, una “guía” dentro de la cual era posible elegir formas, estilos y
géneros diversos, además de ser una fórmula impracticable en sus alcances plenos en
los países no socialistas
No es obligatorio escribir siempre poemas sociales o civiles o novelas sociales y
políticas (…) Siempre habrá una literatura de la realidad y siempre habrá una
literatura de la fantasía, y de ambas a la vez, que para mí es el armonioso equilibrio
¡Siempre habrá rosas! Pero esto no quiere decir que el poeta, el novelista, el artista,
cuando el destino le reclama y le exige el poema de actualidad palpitante y contenido
combativo, la novela con salida histórica implícita o explícita, etc., debe negarse a
ello, porque sería renunciar a otro acto de belleza y desvirtuar la propia esencia
humana del arte, negarse a la defensa de la vida (…)
Por eso entiendo que se impone ahora una poesía, una literatura en general, un arte,
en fin, que esté en la línea de la herencia cultural progresista de la humanidad –que
no está en el camino del artepurismo a outrance ni de la desviación sectaria. Es la
línea del nuevo realismo. Yo exalto una poesía, una literatura, un arte, que no rechaza
la gran imaginación creadora, ni el vuelo y la riqueza de la forma, pero que tiene sus
raíces en la tierra, consustanciándose con el hombre, el mundo y la rosa, con la
defensa de la cultura y la transformación de la vida. 60
60
“La batalla del espíritu” (discurso pronunciado en el Congreso Continental de la Cultura), en Cuadernos
de Cultura, nº 12, p. 16
61
Sobre Lenin y la herencia cultural ver el texto de Strada, op.cit.
50
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62
Carta de Héctor P. Agosti a Enrique Amorín, en Los infortunios de la realidad, s/d: 52
63
En el segundo número la revista se hizo eco de un debate en los medios comunistas franceses sobre
Colette, calificada por algunos críticos como el “testimonio de un mundo maloliente, vicioso y viciado”.
Reproduciendo la intervención de André Wurmser la revista declara: “Nosotros (aclara el autor) debemos
desear y propulsar una literatura cuya estética corresponda a nuestra lucha, a nuestras esperanzas; pero ¿qué
cretino ha pensado jamás en la eficacia de una crítica con carácter de ultimátum a los escritores y artistas?...
La crítica realista no juzga a ningún autor ni obra maestra fuera del tiempo y el espacio” (“Colette. El más
grande escritor viviente de Francia, Nueva Gaceta, nº 2, p. 6). Según el testimonio de Larra la adhesión de
la revista a las palabras de Wurmser no pasó inadvertida y mereció la reprimenda de Rodolfo Ghioldi y
Alfredo Varela (entrevista citada). Nueva Gaceta no alcanzó a publicar su quinto número, aparentemente
por dificultades con la imprenta.
64
Sobre el paso de Maldonado y los concretos por el Partido Comunista ver Longoni y Lucena, op. cit.
65
Seudónimo de Cayetano Córdova Iturburu. Carta de Héctor P. Agosti a Enrique Amorín, op. cit.
51
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Tú reclamas la plena libertad del artista, del escritor; piedra libre sin limitaciones.
Lenin no piensa así, ni Engels (...). Si libertad quiere decir que el creador pone lo
suyo, lo propiamente suyo, ¿qué duda cabe? Eso no se lo quita ni se lo da ningún
reglamento. Pero nosotros, hombres de vanguardia también en la cultura, ¿podemos
admitir que en nombre de la libertad se propague el irracionalismo, el
antihumanismo, la reacción?.67
Yo no me quejo -como pareces creerlo vos- del tratamiento injusto que los soviéticos
dan a los modernistas. Mi actitud es otra. Lamento ese tratamiento. Y lo lamento no
por los modernistas, sino porque pienso que no es posible un arte revolucionario,
nuestro, comunista, sin la utilización de los elementos estéticos y técnicos
proporcionados por la gran experiencia artística y literaria de nuestra época. Pienso,
en una palabra, que no podemos hablar válidamente, desde el punto de vista artístico
sino con el idioma artístico de nuestra edad. La sensibilidad del hombre moderno es
una consecuencia de los factores sociales, políticos, económicos y técnicos de nuestro
68
tiempo.
66
Carta de Rodolfo Ghioldi a Cayetano Córdova Iturburu, Buenos Aires, 23 de agosto de 1948 (CEDINCI,
Archivo Cayetano Córdova Iturburu). Reproducido en Tarcus y Longoni, 2001: 55-57.
67
Ibíd.
68
Carta de Cayetano Córdova Iturburu a Rodolfo Ghioldi, Buenos Aires, 16 de setiembre de 1948
(CEDINCI, Archivo Cayetano Córdova Iturburu). Reproducido en Tarcus y Longoni, ibíd.
52
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expresión formal que, en mi criterio, son positivos, esto es, utilizables para la
realización de un arte revolucionario”.
Poco tiempo después de este cruce en apariencia amistoso, Córdova Iturburu sería
expulsado del partido aduciendo su falta de compromiso con los trabajos en la célula en
la que militaba. La publicación de una carta en la que hacía pública las razones de su
separación dio lugar a las más diversas interpretaciones, algunas de claro regocijo y
contenido anticomunista que lo perturbaron profundamente. Los comunistas lo
acusaron, comparándolo con Víctor Kravchenko, de otorgar armas a la reacción, de
connivencia con el peronismo y de intentar inocular en el partido las concepciones
estéticas de la podredumbre burguesa. En abril de 1949, Córdova hizo circular una
nueva carta, donde se lamentaba con enorme pesadumbre de que sus declaraciones
hubieran sido recogidas por los “enemigos de clase” como un arma contra el Partido
Comunista y contra sus propias ideas. Reafirmando su fe en el comunismo, su fidelidad
a la URSS y a los valores de justicia social que lo habían llevado a acercarse al partido,
declaraba:
Nadie –ni enemigo ni amigo- espere, por eso, verme engrosar las filas de la reacción
o convertido en testigo de cargo contra la Unión Soviética, con el comunismo, contra
nuestro Partido Comunista o contra los comunistas mismos, sea cual sea el sentido o
el carácter de los ataques o halagos que se me dirijan (...) Sigo siendo comunista,
insisto en ello. Y si alguna idea concibo, por eso, relacionada con una futura
participación mía en política, es la de mi retorno a las filas en que viví, junto a
camaradas queridos, tantas felices e inolvidables jornadas de batalla. Pero,
entretanto, ni la incomprensión de unos ni el regocijo malevolente de otros, van a
empujarme a las turbias posiciones de la apostasía, a la abjuración de las
convicciones que animan mi esperanza y mi fe en el advenimiento de mejores días
para el hombre.69
69
CEDINCI, Archivo Cayetano Córdova Iturburu
53
Anuario IEHS 27 (2012) )
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_____________________________________________________________________________________________ Anuario IEHS 27 (2012, pp 57-83
Alejandro Eujanian1
Resumen
Existe una interpretación extendida en el campo historiográfico según la cual en Argentina se consolidó la idea de una
nación preexistente asociada al modelo de nación identitaria en la segunda mitad del siglo XIX en un proceso paralelo al
de la conformación del Estado-Nación. Nuestra intención es restituir el contexto del debate histórico y político en el que
se gestó la tesis de su preexistencia en los años inmediatamente posteriores al derrocamiento de Juan Manuel de Rosas,
durante la secesión del estado de Buenos Aires. Este enfoque nos permite identificar en las polémicas que provocaron el
rechazo del Acuerdo de San Nicolás, en 1852, y la sanción de la constitución bonaerense, en 1854, las interpretaciones
sobre una nación preexistente que, lejos de referir a una nación identitaria, remitían a los mismos criterios
contractualistas que habían dominado el debate sobre la cuestión de la soberanía desde 1810.
Palabras claves
Preexistencia de la Nación, contractualismo, Estado de Buenos Aires, Usos del pasado
NATION, HISTORY AND ITS USES IN THE STATE OF BUENOS AIRES, 1852-1861.
Abstract
Historians agree that it was in second half of the XIX Century, parallel to the process of construction of the State-Nation,
when the idea of a preexistent nation associated to the model of a national identity was formed. Our intention is not to
discuss the origin of nation again but to restore the context of historic and political debate in which the tesis of its
preexistence was developed, during the Buenos Aires state secession. During the controversy by the rejection of the
Acuerdo de San Nicolás and the sanction of the Buenos Aires Constitution in 1854, interpretations were formed about a
nation with the same criteria of a pact used during the debate about the sovereignty since 1810.
Keywords
Preexistent nation, contractualism, State of Buenos Aires, Uses of the past
Recibido: 06-06-2011
Aceptado: 01-12-2011
1
Facultad de Humanidades y Artes-Universidad Nacional de Rosario, Entre Ríos 758 - CP2000EKF,
Rosario. Santa Fe – Argentina. Email: aeuja@live.com.ar
57
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Introducción
En los últimos años, la cuestión sobre el origen de la nación ha sido una de las vías a
1
2
En este campo, el principal foco de atención ha sido el de la relación entre ciudadanía y nación, y a partir
de ese problema se ha concentrado sobre todo en dos cuestiones: prácticas electorales y lenguajes políticos.
Ver, por ejemplo: Hilda Sábato comp., Ciudadanía política y formación de naciones. Perspectivas
históricas para América latina, FCE, México, 1999; Mónica Quijada, Carmen Bernard y Arnd Sneider,
Homogeneidad y nación en un estudio de caso: Argentina, siglo XIX y XX, CSIC, Madrid, 2000;
Manuel Chust y Juan Marchena (eds.), Las armas de la Nación. Independencia y ciudadanía en
Hispanoamérica (1750-1850), Madrid/Fráncfort, Iberoamericana Vervuert, 2007; Marta Irurozqui, La
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XIX, FCE, Bs. As., 2001. Fernández Sebastián, Javier y Juan Francisco Fuentes (dirs.). Diccionario
político y social del siglo XIX español. Madrid: Alianza, 2002; Noemí Goldman: Lenguaje y revolución:
conceptos políticos clave en el Río de la Plata, Prometeo, Bs. As., 2008.
3
Palti, Elías, La nación como problema. Los historiadores y la cuestión nacional, FCE, Bs. As., 2003.
4
En este campo, los puntos de partida han estado señalados por la publicación a comienzos de la década de
1980 de los libros de Benedict Anderson, Comunidades imaginadas: reflexiones sobre el origen y la
difusión del nacionalismo, FCE, México, 1993 [1983]; Ernest Gellner, Naciones y nacionalismo,
Alianza, México, 1991 [1983]; Eric Hobsbawm y Terence Ranger, eds., La invención de la tradición,
Crítica, Barcelona, 2002, [1983]; Eric Hobsbawm, Naciones y nacionalismos desde 1780, Crítica,
Barcelona, 1992.
5
Chiaramonte, José Carlos: “Formas de identidad en el Río de la Plata después de 1810”, Boletín del
Instituto de Historia Argentina y Americana, 3ra. serie, Nª 1, Bs. As., 1989; y El mito de los orígenes
en la historiografía latinoamericana, Cuadernos del IHAyA “Dr. Emilio Ravignani”, Bs. As., mimeo,
1991.
6
Una perspectiva diferente de este problema sostiene Pilar González Bernaldo, “La ‘identidad nacional’ en
el Río de la Plata post-colonial. Continuidades y rupturas con el Antiguo Régimen”, Anuario del IHES, Nª
12, Tandil, UNCPBA, pp. 109-122. Para Confrontar ambas interpretaciones: Tulio Halperín Donghi,
“Orígenes de la nación argentina. Un tema que retorna”, Entrepasados, Nª 20-21, Bs. As., 2001, pp. 143-
160. Por nuestra parte hemos intentado revisar el rol omnipresente que se le atribuyó al Estado en la
construcción de una identidad nacional en: Cattaruzza, Alejandro y Alejandro Eujanian, “Héroes patricios y
gauchos rebeldes. Tradiciones en pugna”, Políticas de la historia, Alianza, Bs. As., 2003. Garavaglia, Juan
Carlos, Construir el estado, inventar la nación. El Río de la Plata, siglos XVIII y XIX, Prometeo, Bs.
As., 2007. Para un balance crítico de esas interpretaciones ver Palti, Elías, La nación como problema. Los
historiadores y la cuestión nacional, cit.
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una nación preexistente. Por nuestra parte, respecto a este punto, hemos señalado que la
interpretación de Bartolomé Mitre acerca de la existencia de un sentimiento nacional
que se despliega sin solución de continuidad desde el pasado colonial para emerger
durante las invasiones inglesas y, finalmente, tomar conciencia de su existencia con la
revolución, fue una construcción tardía que data de la tercera edición de la Historia de
Belgrano y de la independencia argentina, publicada en 1876-77.7
En este trabajo, nuestra intención no es volver a discutir el origen de la nación sino
restituir el contexto del debate histórico y político en el que se gestó la tesis de su
preexistencia en los años inmediatamente posteriores al derrocamiento de Juan Manuel
de Rosas. En aquellos años, la discusión sobre el pasado constituyó uno de los recursos
a los que se apeló en el debate político pos Caseros de la provincia de Buenos Aires,
durante las polémicas que rodearon el rechazo del Acuerdo de San Nicolás y la sanción
de la constitución bonaerense, en 1854. En esos debates legislativos se gestaron las
interpretaciones sobre una nación preexistente que lejos de referir a una noción
identitaria o de datar sus orígenes a las peculiaridades que rodearon el original
poblamiento rioplatense, remitían a los mismos criterios contractualistas que habían
dominado el debate sobre la cuestión de la soberanía desde 1810.
Enfocarnos en los contextos en los que se emiten los enunciados nos permite
restablecer las condiciones en las que se contraponen los diferentes sentidos que se
atribuyen a los mismos vocablos -como nación, provincia, federación o ciudadanía. No
se trata por nuestra parte de aclarar algún malentendido respecto del significado de los
conceptos utilizados, sino de conocer los sentidos que los actores les otorgaron de
acuerdo a la posición relativa que ocupaban en un momento concreto, en el marco de un
debate específico, y en un contexto institucional determinado, con sus códigos y marcos
normativos.8
Los gobernadores provinciales, entre los que se encontraba Vicente López por Buenos
Aires, firmaron el Acuerdo de San Nicolás el 31 de mayo de 1852. La Sala de
Representantes de la provincia debía reunirse para tratarlo el 21 de junio, aunque en los
días previos algunos anticipaban que su aprobación no sería sencilla. Bartolomé Mitre
había hecho pública su posición en el diario Los Debates del 19 de junio de 1852. Sus
7
Eujanian, Alejandro, “El surgimiento de la crítica” en op. cit., pp. 17-42. Eujanian, Alejandro, “Ficciones
en pugna. La construcción de relatos sobre los orígenes de la nación entre 1852 y 1864”, ponencia en las
Jornadas Inter-escuelas de Historia, UNT, set. 2007; Elias Palti, “La Historia de Belgrano de Mitre y la
problemática concepción de un pasado nacional”, Boletín del Instituto de Historia Argentina y
Americana “Dr. Emilio Ravignani”, Tercera serie, nº 21, 1er. Semestre de 2000, pp. 75-98.
8
El interés por el lenguaje político que ha manifestado la historiografía en los últimos años, ha servido a
los fines de precisar los significados de algunos conceptos fundamentales del debate político cultural del
siglo XIX. Eso nos ha permitido tener una mayor conciencia de esa diversidad de sentidos en pugna, que
aparecen muchas veces superpuestos en un mismo discurso. Nuestro interés es este uso de lenguaje, en el
que el malentendido es una condición misma del lenguaje que el historiador lejos de pretender aclarar debe
intentar comprender. De la bibliografía para el caso rioplatense, preocupada por explicar el uso de los
conceptos, uno de los esfuerzos más rigurosos se encuentra en Noemí Goldman, (ed.,) Lenguaje y
revolución. Conceptos políticos clave en el Río de la Plata, 1780-1850, Prometeo, Bs.As., 2008.
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argumentos para justificar el anticipado rechazo del Acuerdo referían a las facultades
que se le conferían al general Urquiza, constituido en Director provisorio de la
Confederación. A su juicio, esas facultades superaban las que la futura Constitución le
otorgaría al presidente de la Republica y a las que hasta el momento habían gozado las
autoridades en el Río de la Plata, incluyendo a Juan Manuel de Rosas, cuyas
atribuciones se habían limitado al encargo de las Relaciones Exteriores.
Dos días después, cuando se abrieron los debates en la Sala de Representantes de la
provincia, Mitre retomó y amplió estos argumentos. En primer lugar, descalificaba la
autoridad creada por el Acuerdo porque violaba el derecho natural al carecer de reglas,
leyes y límites para el cargo de Director que había recaído en Urquiza. También, según
Mitre, vulneraba el derecho escrito conforme al Pacto Federal firmado el 4 de enero de
1831, al conferirle al Director provisorio facultades superiores a las que por aquel
tratado se le habían otorgado a la Comisión Representativa.
En segundo lugar, como lo había hecho Vélez Sarsfield en El Nacional del 19 de
junio,9 Mitre cuestionaba la legitimidad de los gobernadores reunidos en San Nicolás
que firmaron el Acuerdo. De todos modos, mantenía una sutil diferencia con Vélez
Sarsfield, porque consideraba que el Acuerdo debía ser resistido aún si los gobernadores
fueran los genuinos representantes del pueblo soberano, porque el pueblo no podía dar
algo que no era suyo en virtud del derecho natural, el derecho escrito, la libertad y la
justicia.10
En las sesiones de la Sala de Representantes, la posición de Mitre contra el
Acuerdo fue acompañada por Vélez Sarsfield, Esteves Seguí, Gamboa y Ortiz Vélez,
entre otros. Por su parte, los ministros del poder ejecutivo provincial: Juan María
Gutiérrez y Vicente Fidel López, intervinieron para sostenerlo en un clima adverso,
promovido por la mayoría de los legisladores y la agitación de la barra, que en diversos
momentos hizo silenciar sus discursos.11 Dicha agitación era provocada no sólo por el
contenido de los argumentos jurídicos esgrimidos por los ministros en defensa del
Acuerdo sino, sobre todo, por el desplazamiento de la discusión a los antecedentes
históricos que justificaban la solución a la que habían arribado los gobernadores en San
Nicolás.
Tres cuestiones señaladas por los defensores del Acuerdo, que afectaban la
posición relativa de Buenos Aires respecto de las provincias y del gobierno nacional,
fueron las que impulsaron la polémica sobre el pasado. La primera, que ponía en duda
9
Vélez Sarsfield centraba su rechazo en la condena de la opinión pública a un acuerdo sellado por una
reunión de gobernadores que no reconocía como legítimos representantes de su soberanía. Vélez Sarsfield,
D., “El tratado de San Nicolás y la opinión pública”, en Asambleas Constituyentes, T. IV, pp. 311-312.
10
De este modo, Mitre creía en la supremacía de la política y la acción revolucionaria sobre la opinión.
Posición que sostuvo con motivo de otros debates y que se hallaba en la base no sólo de su práctica política
sino también, como ha demostrado Elías Palti, de su producción historiográfica. Elías Palti, “La Historia de
Belgrano de Mitre y la problemática concepción de un pasado nacional”, Boletín del Instituto de Historia
Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, Tercera serie, nº 21, 1er. Semestre de 2000, pp. 75-98.
11
Sobre la discusión en la Sala de Representantes del día 21 de junio, José Luís Bustamante describe el
clima de agitación popular que rodeo la discusión del Acuerdo y en el que desarrollaron las sesiones: “Las
galerías de aquel lugar y las calles adyacentes se hallaban llenas del inmenso pueblo que esperaba un
resultado. Las casas de comercio, las de los particulares, las de los artesanos, todas se hallaban cerradas,
habiéndose hecho un paréntesis al movimiento social y diario, para dedicarse completamente a la atención
que demandaba la cuestión del día”. En J. L. Bustamante, op. cit., p. 76.
60
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el honor de Buenos Aires, fue planteada por Juan María Gutiérrez con el objetivo de
legitimar la autoridad conferida a Urquiza y para cuestionar los argumentos de Mitre
respecto a que el Acuerdo era un acto que violaba la ley escrita. Para el ministro, hacía
tiempo que la provincia había renunciado a los derechos en cuya defensa pretendía
ahora fundar sus reclamos:
“Buenos Aires había abdicado de todos sus derechos hasta la llegada de Urquiza que
ha puesto a disposición los elementos para que la nación pueda constituirse ya que la
República Argentina no existía hasta Caseros. No existía por ningún cuerpo, ni por
12
ninguna ley escrita.”
Miguel Estévez Seguí, tomó la palabra para sostener que dicha ley escrita existía
y, al igual que Mitre, mencionaba el pacto Federal de 1831 y la ley del 30 de noviembre
de 1827. Este antecedente era importante para los que sostenían una posición localista,
ya que por aquella ley se reconocía el derecho de las provincias para revisar la
constitución que sancionara el Congreso.13 Pero más importante aún fue que frente a la
acusación de Gutiérrez, consideró necesario hacer una defensa del pasado porteño para
la que debió formular una interpretación histórica según la cual había sido la lucha
heroica de Buenos Aires frente a los enemigos de todas las provincias la que gestó
finalmente las condiciones para constituir una nación:
“Buenos Aires ha hecho constantes esfuerzos, con sus hombres, con sus luces, con su
poder y con sus riquezas: Buenos Aires, señores, que el año 6, el año 7 y el año 10,
ella sola se empeña en luchas sangrientas por sus demás hermanas. Soy argentino, y
quiero serlo antes que hijo de una sola provincia: como yo piensan todos mis
compatriotas, pero quiero serlo por la ley libre y espontánea, no por la fuerza
14
material de las bayonetas.”
12
Asambleas Constituyentes, p. 322.
13
La mención no significaba reivindicar el gobierno de Dorrego, ni aquella convocatoria a un Congreso
que la revolución de Lavalle, el 1º de diciembre, frustró. Pero servía para legitimar las pretensiones que en
este momento sostenía Buenos Aires contra un Acuerdo que no garantizaba su predominio. En los pactos
celebrado entre Buenos Aires y la Confederación el 9 de marzo de 1853, Buenos Aires logró que se
reconociera este antecedente en dos artículos: el 8º referido a la cantidad de diputados que correspondía a
cada provincia; y en el 9º por el que se reservaba el derecho de examinar y aceptar la Constitución que
sancionare el Congreso Nacional; cuya reserva está prescripta por la ley de 30 de Noviembre de 1827.
Tratado de paz entre el directorio provisorio de la Confederación y el gobierno de Buenos Aires,
Asambleas Constituyentes, T VI, 2º parte, p. 477 y sigs. Aprobado por Buenos Aires, el tratado fue
rechazado por el Congreso reunido en Santa Fe.
14
Ibíd., p. 325.
61
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15
la nacionalidad que se quiere robustecer.” López es aquí el que responde, señalando
que de hecho eso es lo que había hecho Buenos Aires en 1821 cuando retiró sus
diputados de la Convención de Córdoba, y agregaba una expresión que alentó el debate
sobre el pasado: “Lo que noto, decía V. F. López, es una profunda ignorancia de los
antecedentes legislativos de la República Argentina.”16
Finalmente, la tercera cuestión trataba sobre los obstáculos que habían trabado la
organización nacional hasta el momento y, por lo tanto, refería a la trama sobre la cual
debía edificarse la historia nacional. Mientras para Gutiérrez, Pico y Vicente F. López
esos obstáculos fueron producto de la anarquía, a su vez resultado de los excesos de
libertad y los excesos populares; para Mitre, dichos obstáculos fueron producto de los
excesos de tiranía y de la acción de los “caudillos sanguinarios”, contra los que se había
estrellado el Congreso de 1826.17
Estos asuntos referidos al pasado tuvieron un lugar central en los debates que se
desarrollaron en la sesión del martes 22 de junio, que se inició con un altercado que
obligó a un cuarto intermedio. El episodio se produjo cuando Juan María Gutiérrez,
dirigiéndose a la barra, rememoró la jornada del 1 de diciembre de 1828, cuando junto a
otros jóvenes había participado en el mismo recinto, como parte de la barra, de una
acción que ahora consideraba ejemplo de una opinión irresponsable que promovió la
destitución del gobernador Manuel Dorrego allanando el camino para la tiranía de
Rosas.
La revisión de aquel episodio, interpelaba no sólo a la barra que rodeaba a los
representantes en la legislatura sino que ponía en tela de juicio a la tradición política
unitaria y a Lavalle, uno de los héroes de la dirigencia política que reconocía a Valentín
Alsina como su líder. Expresaba, por otra parte, el escaso consenso que existía entre la
fracción de los emigrados de la dirigencia porteña.18 Respecto a las interpretaciones del
pasado, las diferencias surgían cada vez que era necesario explicar los motivos que
habían llevado en ocasiones anteriores a la crisis del poder central bajo la hegemonía
porteña, tanto en el caso de la caída del directorio como en el del fracaso del gobierno
de Rivadavia.
Tras el cuarto intermedio, obligado por los disturbios que se habían producido en
la legislatura tras la intervención del ministro Gutiérrez, Vélez Sarsfield tomó la palabra
y enunció, como no se había hecho hasta ese momento, cuales eran los derechos que le
serían usurpados a la provincia de Buenos Aires por los poderes otorgados a Urquiza,
15
Asambleas Constituyentes, T. IV, p. 330-331.
16
Ibíd., p. 330. Estévez Saguí, va a interpelar a López para que “instruya” a los miembros de la Sala a
quienes acusa de ignorancia histórica.
17
Ibíd., p. 335.
18 Los efectos personales de esta posición no serían menores para los ministros. En sus cartas a Alberdi,
Marquita Sánchez se lamentaba en varias ocasiones sobre las consecuencias que había tenido en Gutiérrez
la posición que asumió en el debate. El 24 de julio, le dice “¡Pobre Gutiérrez, que tantos disgustos tiene en
su posición! Le he encontrado muy envejecido, su salud también es débil”. El 15 de noviembre, vuelve a
insistir sobre los efectos que ha tenido el conflicto en Gutiérrez: “Nuestro Gutiérrez parece que sólo vino
para experimentar disgustos. Ha pasado por duras pruebas. Apenas he gozado de su sociedad. Todas las
furias se han venido a este pobre suelo. El otro día le han hecho duros ataques”. Y le sugiere a Alberdi que
no vuelva a Buenos Aires, ya que nadie es profeta en su tierra”. Mariquita Sánchez de Thompson,
Intimidad y política. Diarios, cartas y recuerdos, Adriana Hidalgo editora, Bs. As., 2010, p. 340 y 341.
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en el caso de aprobar el Acuerdo. Según el artículo 15º, decía Vélez Sarsfield, Buenos
Aires no podría cuidar sus fronteras porque no tendría ejército para hacerlo; no gozaría
de más rentas que las que le concediese Urquiza; y los poderes públicos provinciales no
podrían legislar sobre el comercio exterior. Finalmente, dando pie al largo alegato en el
que V. F. López va a exponer su tesis sobre la preexistencia de la nación, Vélez
Sarsfield le respondía a López que en 1821 la provincia de Buenos Aires no había
retirado sus diputados del Congreso como había afirmado el ministro, ya que al hallarse
la República en estado de “guerra civil”, provocada por las acciones desarrolladas por
Ramírez y Carreras, Rivadavia se vio obligado, en acuerdo con Santa Fe, a no enviar
sus diputados al frustrado Congreso de Córdoba.19
Esta última cuestión servía exclusivamente para rebatir la acusación de ignorancia
histórica que López había endilgado a los diputados que se oponían al Acuerdo. Ya que
Vélez Sarsfield era partidario, a diferencia de Mitre, no sólo de que los diputados
debían representar a las provincias sino que, tal como se había establecido por la Ley
Fundamental de 1825 y como había sucedido en Estados Unidos, sostenía que la
constitución sancionada debía ser revisada por los pueblos, para evitar que el Congreso
le otorgara a Urquiza un poder vitalicio como había sucedido en México con Iturbide,
con Bolívar en Perú y con Sucre en Bolivia.20 En estos puntos se hacían evidentes las
diferencias que mantenían los miembros de la Sala respecto a las atribuciones que le
correspondían a la nación y a las provincias. Diferencias que atravesaban a los bandos y
que incluían profundas discrepancias sobre los antecedentes históricos, aún cuando
transitoriamente podían ser aliados en la causa contra el Acuerdo de San Nicolás.
Éste fue el contexto en el que López propuso una amplia revisión del pasado que
concluía en la tesis sobre la preexistencia de la nación, en un clima en el que a las
frecuentes interrupciones de la barra se sumaba la convicción de que el Acuerdo no iba
a ser aprobado por la legislatura porteña.21 Esta conclusión era importante en ese
momento porque si la nación era anterior a las provincias y era ella la depositaria de la
soberanía, los legisladores que se oponían al Acuerdo estaban realizando un acto de
rebelión que, de acuerdo a la legalidad que emanaba de las Leyes de Partidas, entraba
dentro de lo que podía considerarse un delito de facción.
De acuerdo con el argumento de V. F. López, al firmar el Acuerdo de San Nicolás el
gobernador de la provincia no había hecho otra cosa que cumplir con la obligación a la
que lo comprometía el “pacto fundacional”: la de reestablecer el pacto que había sido
19
Asambleas Constituyentes, T. IV, cit. p. 363.
20
Ibíd., pp. 365-369.
21
Para Bustamante, interesado en destacar la actuación de Mitre en la Sala, que pronunció un discurso
“lleno de elocuencia y vigor”, en aquel momento el Acuerdo había quedado pulverizado, más allá de lo que
dijeran los Ministros que habían concurrido al recinto para sostenerlo: “Este discurso produjo una
sensación profunda en el recinto de la Sala y en las galerías llenas de un inmenso pueblo. El Acuerdo de
San Nicolás se hallaba pulverizado y no era ya posible sostenerlo con éxito…” El único diputado a favor
era Pico, “asesor del gobierno” que había concurrido a San Nicolás. Bustamante, J. L. op. cit., p. 82.
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roto por medio de una revolución social, buscando “…la conexión de sus partes y
reestablecer el pacto nacional.”22 Conforme con esa fórmula, el gobierno provincial no
habría firmado un tratado con el resto de los gobernadores, “como con malicia se ha
llamado al Acuerdo”, ya que un tratado, como un pacto, sólo podía ser firmado por dos
naciones independientes y soberanas y requería de una sanción legislativa, sino que
habían sellado un acuerdo mediante el cual los poderes locales reglamentaban el modo
de reanudar ese pacto previo: “Aquí no se trata de hacer ni de sancionar una ley pues
que esa ley existe.” 23
A lo largo del debate, López irá elaborando su versión de la preexistencia que, en
un primer momento, remitirá a la experiencia compartida por los pueblos que habían
conformado el Virreinato del Río de la Plata a lo largo de la lucha por la independencia,
cuando quedaron asociados por una misma historia. No se refería a una comunidad de
lengua, raza o religión sino que la nación a la que López hacía referencia había sido el
resultado de una experiencia compartida, que no era otra que la guerra revolucionaria:
“Nosotros hemos conservado una misma bandera, un mismo territorio nos alimenta y
da pábulo al desenvolvimiento de nuestra industria; una misma historia cuenta unas
mismas batallas y unas mismas glorias; y con sacrificios comunes, con la sangre
común hemos regado el suelo que habitamos, para hacerlo libre e independiente.
¿Qué quiere decir esto señores?...Que tenemos una misma nacionalidad…”
Pero a la vez, esa comunidad había sido el resultado de un pacto al que todos los
gobiernos estaban sujetos y se encontraban obligados a cumplir. Era eso lo que había
hecho el gobernador Vicente López, como el resto de los gobernadores provinciales en
San Nicolás:
“…que existe sobre todas nuestras provincias un mismo pacto fundamental, que ese
pacto es la ley suprema del Estado, que ninguno puede violar ni olvidar; y en fin, que
el gobierno de cada Provincia no bien esta instalado, lleva la obligación virtual de
hacer cuanto pueda por dar el debido cumplimiento a ese ley que le impone el
sentimiento de todos los pueblos argentinos. Niégueseme que somos argentinos,…y
esto no se puede negar, no se me niegue tampoco que hay una ley fundamental del
24
estado, y eso es buscar la conexión de sus partes y restablecer el pacto nacional.”
Con este argumento López realizaba al mismo tiempo varias acciones: ponía a los
opositores frente al delito de rebelión; defendía los atributos de los gobernadores para
reglamentar el cumplimiento de una ley nacional; y limitaba las atribuciones de la Sala
para discutir el Acuerdo, ya que no estaba en juego la sanción de una ley para la cual,
por otro lado, les recordaba que carecían de competencia por poseer una soberanía
22
Asambleas Constituyentes, cit., p. 370.
23
“El acuerdo de San Nicolás, es un reglamento del Ejecutivo por el que allana y consuma el cumplimiento
de un pacto fundamental que nos rige desde que fuimos nación; del pacto que ha sido siempre, que es hoy,
y que ha de ser nuestra ley nacional. Es decir, es un acto de la plena competencia del Gobierno, pues hasta
los niños saben que es al ejecutivo a quien compete dar decretos reglamentarios, para poner en ejecución
las leyes orgánicas de un país”. López, Vicente Fidel, Asambleas Constituyentes, p. 371.
24
Ibíd., p. 370.
64
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25
limitada, ya que en una nación “no hay más que una soberanía.” A pesar de ello, el
gobierno había decidido discutir el Acuerdo en la legislatura para sortear de ese modo
una crisis lamentable que a esa altura parecía inevitable, ya que a los legisladores “el
espíritu de cuerpo los ciega.”26
Por otra parte, la autoridad que se le confería a Urquiza tenía para López como fin
evitar, una vez más, que “las malas pasiones” amenacen la anhelada organización
nacional, que había fracasado desde 1810 no por obra de una dictadura sino por causa
de la anarquía de la que, a su vez, había emergido la tiranía de Rosas.27 Era por tanto la
experiencia histórica la que recomendaba la instalación de un poder ejecutivo fuerte que
garantice la reunión del congreso constituyente y la postergada organización nacional.
Contra ella se levantaba en la Sala de Representantes el mismo espíritu de cuerpo,
decía, las mismas pasiones mezquinas de localidad, la falta de respeto al orden común
propio de la anarquía, entendida como la subdivisión de los poderes públicos
administrativos con los que se alzó cada uno de los pueblos bajo la bandera de un
caudillo soberano.28
Según esta interpretación, fueron esos factores –el localismo, la anarquía y el
caudillismo- los que llevaron al fracaso los intentos de organización nacional en 1811,
en 1814 por la acción de Artigas, en 1819 en los campos de Cepeda.29 También habían
sido esos elementos propios de un localismo anarquizante contra los que se estrelló el
Congreso de Córdoba en 1821 y la Constitución de 1826. De la anarquía surgieron los
caudillos, Quiroga, Bustos y los Aldao que ejercieron en nombre del espíritu faccioso la
tiranía en sus respectivas provincias.30 Sobre ellos, a su vez, se había alzado en su
momento el despotismo de Rosas con la responsabilidad del pueblo de Buenos Aires
que lo había apoyado o tolerado. Vicente Fidel López formuló un juicio que dificultó a
partir de allí volver al núcleo central del debate que, por otro lado, desde el inicio había
sido evadido. Para Miguel Estévez Saguí, la siempre heroica Buenos Aires, desde las
25
“…Porque como en una nación no hay más que una sola soberanía, es preciso convenir en que si los
argentinos formamos nación, la Honorable Sala de Buenos Aires no es, ni para la provincia de este nombre
una soberanía completa sino sumamente limitada”. V. F López, Asambleas Constituyentes, p. 371-372.
En este aspecto coincidía con Vélez Sarsfield para quién, por el mismo motivo, no sólo el gobernador sino
tampoco la Sala tenían competencia para legislar sobre los puntos que tocaba el Acuerdo. Por su parte,
Mitre respondía a esta objeción señalando que era su condición de argentino, antes que la de legislador
porteño, la que lo autorizaba a intervenir en un debate cuyo interés era nacional.
26
Ibíd., p. 371.
27
Sobre la interpretación de López de la caída del directorio, ver: Natalio Botana, La libertad política y su
historia, cit. Respecto a las interpretaciones sobre el caudillismo en el siglo XIX, ver José Carlos
Chiaramonte y Pablo Buchbinder, “Provincias, caudillos, nación y la historiografía constitucionalista
argentina”, en Anuario 7, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos aires, Tandil, 1992;
Pablo Buchbinder, “Caudillos y caudillismo. Una perspectiva historiográfica”, en Noemí Goldman y
Ricardo Salvatore (comps.), Caudillismo rioplatenses. Nuevas miradas a un viejo problema, Eudeba,
Bs. As., 1998, pp. 31-50; Tulio Halperín Donghi, “Estudio preliminar” en Jorge Laforgue (ed.), Historia
de caudillos argentinos, Alfaguara, Bs. As., pp. 19-48.
28
López, Vicente Fidel Asambleas Constituyentes, p. 375.
29
Las posiciones de López y Mitre sobre las consecuencias del rechazo de la Constitución de 1819 y la
crisis del directorio, no iban a diferir de las que sostuvieron un cuarto de siglo después. Al respecto ver:
Botana, Natalio, "El debate sobre la guerra social", en La libertad política y su historia, Bs.As.,
Sudamericana, 1991.
30
Asambleas Constituyentes, cit., p. 376.
65
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invasiones inglesas había vertido su sangre y entregado sus recursos para defender los
intereses de todas las provincias. Para V. F. López, en cambio, era la ciudad que
durante años se había “arrastrado a las plantas de un dictador”.
La imagen de una ciudad ofendida en su honor, degradada y humillada, fue
utilizada como un modo de unir a los referentes de la proscripción con los ex
funcionarios y colaboradores de Rosas, aglutinados para resistir el agravio que suponía
hacer responsable al pueblo de Buenos Aires de los crímenes de la tiranía. Un tema no
resuelto pero siempre amenazante de las frágiles alianzas que se fueron tejiendo entre
las diversas fracciones de las elites dirigentes porteñas.31
En la sala confrontaron esos días dos representaciones antagónicas del rol que
había desempeñado la ciudad en el proceso revolucionario y, por ello, del lugar que le
correspondía en la dirección de la organización nacional. La heroica y sacrificada
Buenos Aires, que había puesto generosamente sus hombres y recursos al servicio de la
revolución y la independencia, contrastaba con el vil y humillado pueblo que había
sucumbido pasivo a la arbitrariedad del dictador durante casi veinte años y, por otro
lado, desconocía según López el servicio que prestaron las provincias para el éxito en la
guerra de la independencia:
“Se han ponderado, señores, los sacrificios hechos por Buenos Aires para la
regeneración y libertad del país, llamándolos exclusivos, y vuelvo a repetir, que los
que tal han dicho, ignoran completamente la historia de la República Argentina, o la
32
falsifican con una intensión siniestra.”
“…mientras que nosotros contribuimos solo con algunos pesos y algunos hombres
pero es preciso decirlo: el personal del ejército y sus pertrechos se debió a los duros
33
sudores de aquellas provincias.”
Del mismo modo, habían sido las provincias del norte las que sostuvieron durante
diez años la lucha en la frontera para detener con éxito el avance del ejército español.
Finalmente, contra el relato que se impuso en la Sala y que con los días se afianzó en la
opinión pública, fueron las provincias de Entre Ríos y Corrientes las que dieron la
libertad al “vil y humillado” pueblo de Buenos Aires en 1852, derrotando a Rosas en
Caseros:34
31
Analizamos es cuestión en nuestra tesis doctoral aún inédita: Eujanian, Alejandro, Los usos del pasado
en la formación de una elite dirigente en Buenos Aires, 1852-1861, cit.
32
Asambleas Constituyentes, cit., p. 379.
33
Ibíd., p. 379-380.
34
Ibíd., p. 380.
66
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que habían donado sus hijos y mujeres a la orfandad y al duelo, iniciaron libertar este
pueblo, que ya parecía que ni siquiera ser libertado quería y se hallaba muy bien con
35
la abyección y deshonor en que estaba.”
Sin duda las provincias eran un hecho, productos híbridos del descalabro
provocado por la revolución, que carecían de antecedentes y sustento jurídico. De qué
ley emanaba el Estado provincial, preguntaba López:
La respuesta del diputado Portela, que sostuvo que esa ley provenía del año 1810,
fue la que provocó que la interpretación de López, que hasta ese momento se había
centrado en la anarquía del año 1820, incluyera el momento revolucionario y los
debates que se produjeron en el Cabildo del 22 de mayo de 1810. Portela veía en las
palabras que aquel día pronunció el fiscal de la Real Audiencia de Buenos Aires,
Manuel Genaro Villota, el mejor argumento a favor de la preexistencia de las
provincias, ya que había sostenido en el Cabildo Abierto que Buenos Aires no podía
actuar por si sola en representación de los pueblos. De modo que la posición localista
no dudaba en apelar a los argumentos realistas antes que a los revolucionarios. En
cambio, López recuperaba la respuesta de Juan José Paso para sustentar su tesis de la
preexistencia de la nación. Porque al mismo tiempo que reconocía a Buenos Aires
como una parte del virreinato, dejaba en claro que actuaba en calidad de capital, en
beneficio de la causa común y en representación de todos los pueblos mientras se
encontrasen sometidos a las autoridades coloniales. Esa causa común era, para López,
la nación. Quedaba así, a su juicio, en aquellas palabras y en aquel acto, consagrada la
negación de todo derecho provincial.
“Esto queda refrendado en el primer acto del gobierno constituido que fue
mandar una expedición de 1500 hombres a las provincias con el objeto de
liberarlas de los mandones y que el virreinato entero quedase uniformado bajo
39
la ley orgánica de 1810.”
38
Ibíd., p. 386.
39
Ibíd., p. 387.
68
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ahora emanaba de las jornadas de mayo de 1810 que culminaron con la destitución del
Virrey, sustituido por un poder central que provisoriamente representaba al conjunto de
la nación.
En la discusión se opusieron dos alternativas sobre las que fundar la legalidad y la
legitimidad de las posiciones que ambas partes sustentaban. Tal como lo veía López, los
opositores al Acuerdo afirmaron sus argumentos sobre dos fuentes: la “práctica
forzada” que resultó de la anarquía del año ’20, y las teorías de derecho público de los
demás países. Pero si en el primer caso, eso significaba desconocer la existencia de un
acto fundacional previo; en el segundo, que tomaba el ejemplo de Norteamérica, se
desconocía que si bien la soberanía provincial era allí casi absoluta, nada reclamaban
las provincias respecto de los asuntos que eran nacionales: aduanas, postas, caminos y
fuerza militar.
Basados en ese ejemplo, las atribuciones que le fueron conferidas a Urquiza para
atender estos mismos asuntos, de ningún modo podían ser reclamadas para sí por
ninguna provincia. En cualquier caso, López consideraba que la propia experiencia
histórica debía servir como fuente de la que provenía la ley común antes que de la
utilización del modelo de la América del norte. Sobre todo, por los diferentes
antecedentes que nutrían ambos procesos emancipatorios. Mientras en las colonias
españolas había imperado el individualismo, la pasión y la falta de respeto a una regla
común; en las colonias anglosajonas, que se habían habituado a gobernarse a sí mismas
aún en el tiempo colonial, las pasiones y personalidades se habían sometido a una regla
general.40
En conclusión, al cuestionar López la legitimidad histórica de los estados
provinciales, para refutar su condición de estados soberanos con derecho para oponerse
a un pacto nacional, y presentarlos como una consecuencia no deseable pero inevitable
de la anarquía, se había visto llevado a reconocer un acto fundacional previo, cuyo
origen se hallaba en el Cabildo abierto del 22 de mayo de 1810. Aquí terminaba la
intervención de López en la sesión del día 22 de junio de 1852. Al día siguiente, cuando
debía continuar con el uso de la palabra, los ministros no concurrieron a la Sala de
Representantes. Según Emilio Ravignani, el motivo de su ausencia se debió a que
juzgaban que el Acuerdo no sería aprobado o porque temían las reacciones de un pueblo
que se hallaba demasiado exaltado.41
En efecto, ese estado era resultado de una puesta en escena que permitía a Buenos
Aires reivindicarse, una vez más, frente a un caudillo provinciano. Se desarrolló en una
Sala de Representantes que se transformó no el escenario de una transacción sino en
teatro de un simulacro de guerra, frente a un público que esperaba una reparación que
Vicente Fidel López, explícitamente, no estaba dispuesto a concederle. Ese teatro de la
opinión, en el que la deliberación aparecía como la antesala que el debate racional
ofrecía a la construcción del consenso, mudaba hacia otra escena en la que se
presentaba como campo de batalla en el que se dirimía la suerte trágica del enemigo. Al
frente los legisladores y detrás la barra aullando. El efecto era relativamente diferente al
uso para el que sus creadores lo habían dispuesto arquitectónicamente, en cuyas galerías
40
Ibíd., p. 390.
41
Ibíd., p. 395.
69
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el público se imaginó como espectador antes que como activo participante en las
deliberaciones que allí se desarrollaban.42
Durante las jornadas de junio, era la posición relativa de Buenos Aires con
respecto al resto de las provincias lo que estaba en juego, y la historia era el terreno en
el que provisoriamente se iba a dirimir esa batalla civil. Sin embargo, los argumentos de
López iban más allá, impugnando a la provincia y a sus representantes, ambos producto
de la crisis del año 1820 como efecto de la anarquía y resultado de un acto de
usurpación a la nación.
Si tanto López como Juan María Gutiérrez se animaron en ese recinto a provocar
ese sentimiento provincialista, era porque creían que el rechazo del Acuerdo no era más
que un episodio que, tal como sucedió, iba a ser borrado por la intervención de Urquiza.
En efecto, con los atributos que le habían sido conferidos en San Nicolás, Urquiza
disolvió la legislatura rebelde y repuso al gobernador Vicente López en el cargo al que
unos días antes había renunciado.43 Mientras tanto, los ministros pretendían poner en su
lugar a los jóvenes diputados, especialmente a Bartolomé Mitre y a la opinión a la que
lo creían vinculado por obra de la demagogia y la ignorancia. Juzgaban que, como
había sucedido en el pasado ese vínculo era una consecuencia indeseada pero inevitable
del voto universal que en 1821 había impulsado Rivadavia. Al menos esa era la
interpretación que hacía Alberdi del episodio en una carta a Juan María Gutiérrez:
“Los escándalos de junio en Buenos Aires, son resultado del sistema de 1821, que
Alsina y López, tuvieron el desacierto de restablecer en nombre de una libertad
malentendida. Ha dado esta vez, el fruto que entonces y que dará siempre: mientras la
ley llame a elegir al populacho, el populacho elegirá a niños que dicen lindas frases,
42
La construcción de la Sala de representantes fue terminada para el comienzo de las sesiones del año 1822
e incluía galerías en la que debía alojarse el público, cuya presencia se alentaba más en calidad de
espectador que de participante activo, tal como lo expresa el término barras que sería el más utilizado.
También lo que se discutía en las sesiones debía hacerse público a través de la prensa de modo tal de que a
través de la deliberación se transmitiera su resultado, el consenso. Ver “El teatro de la opinión. Proyecto
político y formalización arquitectónica. La Sala de Representantes de Buenos Aires”, en Fernando Aliata,
La ciudad regular. Arquitectura, programas e instituciones en el Buenos Aires post-revolucionario,
1821-1835, Prometeo, Bs. As., 2006. Marcela Ternavasio, “La visibilidad del consenso…”, en op. cit. p. 61
y 62. Sobre las ideas rivadavianas que inspiraron esa concepción que influyó en el diseño de la Sala de
Representantes, Klaus Gallo, “Jeremy Bentham y la ‘feliz experiencia’. Presencia del utilitarismo en
Buenos Aires, 1821-1824”, Prismas. Revista de historia intelectual, nº 6, UNQ, 2002.
43
Bustamante describe ese desenlace como un motín militar ejecutado contra las autoridades legales de la
provincia. En el tumulto provocado en la sala terminó la sesión del 22, los ministros tuvieron que esperar
horas para salir y siempre según Bustamante cuando lo hicieron con custodia, se dirigieron a Palermo,
donde se encontraba Urquiza. Resultado de esa sesión el día 23 de junio renunciaron los ministros y el
gobernador Vicente López. El mismo 23 la Sala nombró a su presidente, el general Manuel Guillermo
Pinto, en el cargo de gobernador provisorio. El mismo día, Urquiza intervino en la provincia conforme al
art. 14 del Acuerdo de San Nicolás y disolvió la Sala de Representantes. Se intimó a los dueños de las
imprentas para que no imprimiesen periódicos y se ordenó al jefe de policía el arresto Vélez Sarsfield, Díaz
Vélez, Mitre y Portela, y se intimaba a Valentín Alsina para que saliese del país con el argumento de que
era preciso “salvar a la patria de la demagogia después de haberlo salvado de la tiranía” Nota del Director
provisorio de la República Argentina al General don Manuel Guillermo Pinto, Palermo de San Benito,
Junio 23 de 1852). El día 24, la Sala se reunió y Pinto informó la orden de Urquiza. Mitre protestó
formalmente y se retiró a su casa “…fue acompañado de un inmenso gentío, manifestándole sus
simpatías…”. J. L. Bustamante, op. cit., pp. 116 y sigs.
70
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Dos años después, Cuando en 1854 Bartolomé Mitre formuló su tesis sobre la
“preexistencia de la nación” le otorgó un significado diferente al que le atribuyó en la
edición definitiva de la Historia de Belgrano y de la independencia argentina, de 1876 y
1877. También difería de la tesis que formuló Vicente Fidel López dos años antes,
respecto del acto que le había dado origen. Por otra parte, su discurso sobre el problema
de la soberanía, la ciudadanía y la representación, asociados al debate sobre la relación
entre el Estado nacional y las provincias, se hallaba en estos años más cercano a los
términos contractualistas que habían predominado en los debates que se produjeron en
torno al tema tras la ruptura con el orden colonial, que al sentido que tomaría en el
último cuarto del siglo XIX. Es decir, una nación cuyo origen se hallaba en un pacto. 47
La polémica que se produjo por la sanción de la constitución bonaerense, fue el
44
Carta de J. B. Alberdi a J. M. Gutiérrez. Valparaíso, agosto 15 de 1852, en J. B. Alberdi, Cartas inéditas
a J. M. Gutiérrez y Félix Frías, cit., p. 55.
45
Abordamos este tema en nuestra tesis, op. cit.
46
Halperín Donghi, Tulio, Una nación para el desierto argentino, CEAL, Bs. As., 1992, p. 61.
47
José Carlos Chiaramonte, “La cuestión de la soberanía en la génesis y constitución del Estado
Argentino”, en Revista Electrónica de Historia Constitucional, Nª 2, junio de 2001.
71
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contexto en el que al procurar una legitimidad histórica para sus argumentos jurídicos y
políticos precisó el momento en el que ese pacto dio nacimiento a la nación argentina.
En el momento que se producían los debates que analizamos, se podía representar
la nación de dos modos no necesariamente antagónicos en cuanto a su uso.48 En el
primer caso, la nación aparecía como una entidad que era el resultado de un pacto
voluntario entre individuos-ciudadanos, o entre pueblos. Ese pacto podía tener dos
sentidos, ya sea que se invocase el pacto federal de 1831, el acta de la independencia o
los debates en el Cabildo abierto del 22 de mayo. De acuerdo al primero de esos
sentidos, podía representar el compromiso de los pueblos a constituirse en cuerpo de
nación o, también, ser en si mismo un acto constitutivo de la nación. Sólo en este
segundo caso la nación era preexistente, tal como lo había planteado en su momento
Vicente Fidel López. En un segundo sentido, podía evocar una historia común que fue
el producto de una experiencia compartida durante la guerra y que simbólicamente se
expresaba en la sangre derramada. Este segundo sentido, podía estar combinado con el
territorio delimitado por esas batallas y bañado por esa sangre; los símbolos –bandera,
escudo, himnos- que acompañaron a esos ejércitos; o los héroes que llevaron a cabo esa
gesta, que la Galería de Celebridades o Julio Núñez, en la Introducción de las Noticias
históricas, presentaban en 1857 como los únicos lazos de la nacionalidad que quedaban
en pie.49
En cualquiera de los dos sentidos, la nación no tenía un origen legendario. Era un
hecho reciente que se podía datar con sumo detalle en la medida que algunos de los
protagonistas de aquellos acontecimientos seguían todavía vivos. El carácter no mítico
o ancestral de esa nación era un aspecto relevante en la construcción de cualquier
sentido de nación en la década de 1850, y era la condición de posibilidad en la
producción de casi cualquier discurso relativo a esa materia, porque permitía a los
poderes en pugna negociar las condiciones en las que se iban a integrar en términos
políticos, jurídicos y económicos.
Desde el punto de vista del lenguaje político, este es el mismo contexto en el que
Mitre formuló su tesis sobre la preexistencia de la nación mientras se discutía en
Buenos Aires la sanción de una constitución provincial, dos años después que lo hiciera
López durante los debates sobre el Acuerdo de San Nicolás. En ese debate legislativo,
logró articular el problema de la soberanía y el de la ciudadanía o de la representación
política con la cuestión relativa a los atributos del Estado nacional y de los estados
provinciales.
48
Esa diversidad de sentidos aparece en el discurso que en nombre de Urquiza lee el ministro Luís José de
la Peña, en la sesión inaugural del Congreso reunido en Santa Fe. En ese momento definía la situación de
Buenos Aires como un “accidente transitorio”: “Porque amo al pueblo de Buenos Aires, me duelo de la
ausencia de sus representantes en este recinto. Pero su ausencia no quiere significar un apartamiento para
siempre; es un accidente transitorio. La geografía, la historia, los pactos, vinculan a Buenos Aires al resto
de la Nación. Ni ella puede existir sin sus hermanas, ni sus hermanas sin ella. En la bandera argentina hay
espacio para más de catorce estrellas; pero no puede eclipsarse una sola”. Citado por Antonio Sagarna, “La
organización nacional. La constitución de 1853”, en Levene, Ricardo (dir.), Historia de la Nación
Argentina, T. VIII, tercera edición, Bs. As., 1962, p. 145.
49
Núñez, Julio, “Prólogo”, en Núñez, Ignacio, Noticias históricas de la República Argentina, Kraft, Bs.
As., 1898 (1ª ed. 1857).
72
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El tema de la constitución provincial era uno de los que más había dividido a la
dirigencia porteña, como hemos visto en el caso del debate entre Bartolomé Mitre y
José Mármol.50 La mayoría de los legisladores la apoyó, incluso quienes creían que
debía asignarse a la revolución del 11 de setiembre una orientación nacional, opuesta al
“aislacionismo” de Buenos Aires. De todos modos, desde aquel acontecimiento se venía
discutiendo la conveniencia de dictar una constitución. Durante un tiempo se impuso la
posición de Vélez Sarsfield, “Un tiempo de revolución, no es apto para dictar
constituciones”. Eso concluía al comprobar que era difícil conciliar las tres tendencias
que en ese momento dividían a los que promovían la necesidad de sancionar una
constitución provincial: los que la consideraban como un paso previo al aislamiento; la
mayoritaria, que entendía que la constitución provincial era la antesala necesaria para la
organización nacional; y la tercera, que veía la cuestión constitucional como un asunto
puramente interno de la provincia e independiente de lo que sucediese con la
organización nacional. Mitre, por su parte, sostenía que Buenos Aires ya tenía sus leyes
fundamentales y la Constitución no sólo era innecesaria sino que complicaría una futura
y anhelada integración de Buenos Aires a la Confederación, salvo que se quisiese
formar una nación independiente.51
El sector localista retomó la iniciativa 4 días después de la asunción de Pastor
Obligado como gobernador propietario. En la prensa, La Tribuna reclamaba la
soberanía plena para la provincia hasta que Urquiza, considerado el principal obstáculo
para la organización nacional, fuera destituido.52 Uno de los argumentos que se
utilizaron para impulsar el proyecto fue que los enviados franceses habían presentado
sus credenciales oficiales ante el gobierno de la provincia, acto que suponía su
reconocimiento de hecho como Estado soberano.53 Finalmente, se tomó como
antecedente la legislatura de 1821 para que la Sala de Representantes actuara como
poder constituyente y se eligieron siete legisladores para formar una comisión que debía
elaborar un proyecto.
Durante la sesión del 2 de marzo de 1854, cuando se discutió en general el
proyecto elaborado por la comisión, Mitre debatió acerca del derecho transitorio, es
decir, respecto de aquellos artículos que contemplaban temas cuya vigencia no debía ser
50
A fines de 1852, Mármol y Mitre protagonizaron una polémica sobre el carácter de la revolución y sus
objetivos inmediatos. Mármol sostenía que era un error empeñar el destino de Buenos Aires a la espera que
las provincias se sumaran a su causa por medio de levantamientos similares al que se había producido en
Buenos Aires. Provincialista más que “antinacional”, impulsaba la sanción de una constitución provincial
para consolidar así la revolución del 11 de setiembre y la soberanía provincial. El 2 de noviembre, Mitre
cerraba la polémica con un artículo titulado “El aislamiento ante la historia”, en el que oponía al
pragmatismo de Mármol la legitimidad histórica del carácter nacional de causa porteña.
51
El 21 de setiembre el diputado Albarracín había presentado una minuta aprobada por la sala; el 4 de
octubre volvió a insistir Estévez Saguí. El tema siguió pendiente hasta que el 20 de noviembre de 1852, al
asumir Nicolás Anchorena su cargo de representante, presentó un proyecto y argumentó que no asumiría
como diputado electo hasta que la provincia no tuviese una constitución. El proyecto de Anchorena se
aprobó y el mismo día se produjo el levantamiento de Lagos, el 1º de diciembre, lo que postergó el debate
que finalmente se produjo en 1854. Ver Carlos Heras, op. cit., p. 106.
52
Scobie, James, La lucha por la consolidación de la nacionalidad, argentina, 1852-1862, Hachette, Bs.
As., 1979, p. 125 y sigs.
53
Ibíd. p. 127.
73
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54
permanente. Señalaba que entre la variedad de cuestiones que trataba un texto
constitucional había algunas, como la ciudadanía, cuya definición no podía ser
transitoria. Por ese motivo, una constitución provincial como la que se debatía en
Buenos Aires no podía legislar acerca de cuestiones relativas a la ciudadanía, que era un
atributo de la nación. Para argumentar su posición tomaba el ejemplo de los Estados
Unidos, país que consideraba como la única nación federal en la que las partes
conservaban cierto grado de independencia pero quedaban subordinadas a reglas
fundamentales que correspondían al poder nacional,55 entre otras, la de que los estados
confederados no podían legislar en materia de ciudadanía. En el caso de hacerlo,
Buenos Aires quedaría aislada de la nación de la que reconocía formar parte:
Para Mitre, el problema era la confusión que había dominado a los miembros de la
Comisión responsable de la elaboración del proyecto constitucional, que no lograban
distinguir conceptualmente la diferencia que había entre una confederación y una
federación, sistema que él asociaba a nación.57 Sin embargo, no se trataba de ninguna
54
La Comisión que designó la legislatura de Buenos Aires para elaborar el proyecto constitucional estaba
formada por: Valentín Alsina, Miguel Estévez, Saguí, Nicolás Anchorena, Carlos Tejedor, Manuel
Escalada, Eustaquio Torres y Mariano Acosta. Fue debatido y aprobado por la propia legislatura entre el 2
de marzo y el 11 de abril de 1854.
55
“La única Nación federal que conocemos en el mundo, advierto que digo Nación, el único modelo que
puede citarse en este caso, la única República federal que puede hacer autoridad en esta materia, puesto que
todas las demás que así se llaman son confederaciones, son pueblos federados, no repúblicas federativas, la
única, repito, son los Estados Unidos de América, que a la vez de formar una verdadera Nación, en que las
partes conservan cierto grado de independencia, en medio del gran todo, el todo se subordina a ciertas
reglas fundamentales, que son del resorte exclusivo del poder Nacional” en B. Mitre, Asamblea
Constituyente, sesión de 2 de marzo de 1854, en Mitre, Bartolomé, Arengas de Bartolomé Mitre,
Imprenta y Librería de Mayo, Bs. As., 1889, p. 61.
56
Ibíd. pp.61-62. La cursiva es del autor.
57
Sobre el aspecto conceptual de este debate, sobre todo en confrontación con lo que denomina la “ficción
jurídica”, ver José Carlos Chiaramonte, “La cuestión de la soberanía en la génesis y constitución del Estado
Argentino”, en cit., p. 17 y sigs. En ese artículo, el autor coincide con B. Mitre en que se trata de una
confusión conceptual. De todos modos, en el uso era difícil de distinguir, aún para el documentado y
lamentablemente inacabado diccionario etimológico que Matías Calandrelli comenzó a publicar en la
década de 1880. En ese texto, definía dicho vocablo del siguiente modo: “CONFEDERA-CION: Cfr. etim.
confederar. Suf -cion. SIGN.—Alianza, liga, unión entre algunas personas. Más comúnmente se dice de la
que se hace entre príncipes ó repúblicas: Pues constaba que en la federación hecha en Soria poco antes
74
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quedó este punto asentado- Marian. Hist. Esp. lib. 13, cap. 16.; CONFEDERADO, da. m. y f. Cfr. etim.
CONFEDERAR. Suf. -do. SIGN.: El que entra ó está en alguna confederación: Al fin de ella los
confederados se prometían el uno al otro con obligación estrecha de fidelidad, jamás apartarse. Baren.
Guerr. Fl. pl. 25”. Matías Calandreli, Diccionario filológico comparado de la lengua castellana, T. V,
Imprenta de Biedma, Bs. As., 1882, p. 1415. “Federación: Cfr. Etim.: FEDERAL. Suf. –ción; SIGN.:
CONFEDERACIÓN; Quinto Pompeo, la federación Munintina y sus grandes thesoros denegó. Lucen. V.
beat. f. 3/Federal-ismo. m. Gfr. etim. FEDERAL; Suf. -ismo. SIGN.: Espíritu ó sistema de confederación
entre corporaciones ó estados/ Federa-t-ivo, iva. adj. Conf. etim. federal. Suf. -tivo. SIGN.: 1. Perteneciente
á la confederación; 2. Aplicase al sistema de varios estados que rigiéndose cada uno de ellos por leyes
propias, están sujetos en ciertos casos y circunstancias á las decisiones de un gobierno central”. Matías
Calandreli, Diccionario filológico comparado de la lengua castellana, T. IX, Imprenta de David Ferrari,
Bs. As., 1882, p. 2576 y 2577.
58
Mitre, Bartolomé, Arengas, cit., p. 86.
59
Ibíd., p. 85.
75
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60
Ibíd., p. 82.
76
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“Nación es aquella en que no hay más que una sola soberanía, porque no hay más
que un solo pueblo, sea que ese pueblo este regido por el sistema de unidad o por el
sistema federal, dividiendo su ejercicio en las autoridades locales y generales
instituidas al efecto[...]Nosotros, aunque no estemos constituidos, formamos una
nación, tan es así que, en el mismo proyecto de constitución nos reconocemos parte de
ella, de manera que esta distinción de soberanía interior y exterior, que tal vez
vendría bien en la confederación germánica, nada quiere decir en nuestro caso,
62
porque el principio preexistente, es decir, la nacionalidad, debe derribarlo todo.”
De este modo rebatía, sin éxito, a Nicolás Anchorena, que sostenía que Buenos
Aires no era un estado federal en tanto no existía un gobierno general que la represente.
Por ese motivo, consideraba contrario a los intereses de la provincia el calificativo de
federal, ya que dejaba a Buenos Aires maniatada a Urquiza y al Congreso. Anchorena
iba aún más allá al afirmar que Buenos Aires debía constituirse como un Estado libre e
independiente con todos los derechos propios de esa condición.
La cuestión federal le permitió a Mitre confrontar estos argumentos, sin que ello
significara contradecir las tendencias localistas que predominaban en ese momento en
la legislatura y, al mismo tiempo, disputar ya no sólo la bandera nacional al urquicismo,
sino también la bandera del federalismo. Por eso, su adhesión a los principios
federalistas provenía de la existencia de una tradición alternativa a la que representaron
los caudillos. Se trataba de un federalismo, decía, a la manera de Washington, Moreno,
Franklin:
61
“Los tratados con las naciones europeas además de ser una garantía constitucional de nuestro nuevo
orden de cosas, sirven para darlo a conocer en el mundo oficial por medio de los intereses y de las
empresas públicas, y son un medio de tomar posesión de la soberanía nacional con el consentimiento del
mundo”. Carta de Alberdi a Juan María Gutiérrez. París, 2 al 7 de setiembre de 1856, en Correspondencia
inédita de J. B. Alberdi con J. M. Gutiérrez y F. Frías, cit., p. 129.
62
Ibíd., p. 86 y 87.
77
Anuario IEHS 27 (2012) )
Reconstruía una tradición que podía percibirse federal, porque era porteña, y al
mismo tiempo nacional, por su tendencia centralizadora del poder, que reconocía no
sólo a Moreno como su “apóstol” sino a Bernardino Rivadavia como su organizador,
así como el iniciador del sistema democrático en el Plata. Rivadavia, como “padre de la
patria”, se encontraba en el origen de cualquiera de las orientaciones que en ese
momento se le pudiera dar a la política porteña. Incluso, la de origen de una genealogía
federal que desconocía a Manuel Dorrego. Tampoco la Confederación dejaba de apelar
al ex presidente unitario, cuyos restos retornaron a Buenos Aires en 1857, pero
reivindicaba a través de Alberdi otro Rivadavia, que representaba un ideal opuesto. El
que intentó concretar el deseo de organizar la nación bajo el sistema de unidad y al
fracasar él, se impuso en aquella ocasión la tendencia aislacionista, que se volvía a
imponer con la sanción de la Constitución de Buenos Aires como Estado libre y
soberano.
63
Ibíd. p. 97.
64
Ibíd., p. 111.
65
De este modo Alberdi pretendía poner en evidencia la continuidad que había entre los hombres que
habían dirigido Buenos Aires desde el año de 1820 hasta la década de 1850, incluyendo el gobierno de
Rosas: “Los vencidos en Monte Caseros, el 3 de febrero de 1852, que desde lo alto de su fortuna privada
conducen al Gobierno hoy en día, como lo han conducido y apoyado alternativamente por 30 años”. Ibíd.,
p. 180.
66
Ibíd., p. 181.
78
___________________________________________________________________________________________ Anuario IEHS 27 (2012)
“Buenos Aires no era una nación hasta que su constitución lo haya declarado,
aceptándola el mundo y conquistando su situación de tal. Todo lo que, pues, se diga
de los derechos de una nación, y del pueblo relativamente a Buenos Aires, parte del
pueblo argentino es tomar el efecto por la causa y alegar por razón para ejercer la
soberanía absoluta, que necesita o quiere hacerse estado independiente, único caso en
que la soberanía puede ejercerse en toda su latitud. Los razonamientos de ambos,
Anchorena, Montes de Oca, Pirán, Gamboa, adolecen de ese error de confundir
pueblo y nación, y las razones de derecho que alegan probarían lo contrario, si
69
hubiesen de atenerse a lo que se entiende por soberanía.”
Una vez más, no se trataba de errores conceptuales sino del uso de los argumentos
disponibles para sostener posiciones que políticamente ya estaban definidas. El mismo
Sarmiento, en la carta que hemos citado, explicaba el artículo 1º por la necesidad de
contener posiciones tan disímiles que hicieron de él una “charada”. Entre esas
tendencias, el mayor peligro era el localismo que creía peligroso alentar. Por eso, poco
después de la revolución del 11 de setiembre, le había escrito a Mitre para que evitara la
67
Domingo, F. Sarmiento, Derecho de ciudadanía en el Estado de Buenos Aires, Imprenta Julio Belín,
Santiago, 1854. Junto al texto de Sarmiento incluye el discurso de Mitre en la tumba del general paz, uno
de los que dieron su sangre por Buenos Aires que de acuerdo a su constitución no podrían ser nunca
gobernantes de ese pueblo.
68
Sarmiento respondía señalando que “Lo triste es que se ponga una condición animal, para ser gobernador
de Buenos Aires; porque acto animal es nacer; y ni la honradez, ni el patriotismo, ni la capacidad nacen en
parajes especiales”. Luego alegaba: “Cuando los Estados Unidos se dieron su constitución, para no parecer
ingratos a Lafayette y otros que los habían servido, pusieron es su constitución, que no sería presidente sino
un ciudadano nacido o un ciudadano legal, que estuviese allí al tiempo de darse la constitución, y los
comentadores explican y la historia revela el delicado motivo que les hizo obrar así”. D. F. Sarmiento,
“Carta a B. Mitre del 1-5-1854”, en op. cit., pp. 276 y 277.
69
Tras lo cual retomaba la postura de Mitre: “Habría sido, pues, necesario quitar, como usted lo pedía, y
había renunciado hacerlo en actos público Buenos Aires, soberanía exterior, que no era explicativo de
soberanía como lo presentía Alsina, sino una negación de formar parte de la República argentina, ni ser
estado federal, pues las partes integrantes de una nación ni los estados federales, ejercen soberanía exterior,
cada uno de por sí”. Ibíd., pp. 275-276. La cursiva es del autor
79
Anuario IEHS 27 (2012) )
sanción de una ley que le diera a Buenos Aires su propia moneda “porque una moneda
con el sello especial de Buenos Aires, crea nuevos elementos de nacionalismo
porteño.”70 Un mes antes, en octubre de 1852, desde Santiago de Chile y un tanto
desconcertado le preguntaba a Mitre ¿qué somos?: “¿qué hacen, qué piensan hacer?
Trasluzco de los diarios hasta septiembre que he visto, que vuelve a presentarse la
cuestión del año pasado ¿Somos argentinos? ¿Somos porteños?”71
De cualquier modo, la fe historicista de Bartolomé Mitre le permitía mantenerse
optimista respecto de los efectos que la sanción de la constitución a la que se había
opuesto, podía tener para la definitiva conformación de una nación, que creía un
resultado inevitable del proceso histórico:
“Pero el mundo es redondo, sea que se ponga la proa al sur o que se ponga al norte,
siempre se viene a parar al mismo punto de la tierra, sin poderlo evitar, aunque se
siga un camino diametralmente opuesto. Así es el punto que hoy ocupamos: cualquier
72
rumbo que tomemos nos ha de conducir a la nacionalidad.”
“Hay señores, un pacto, un derecho, una ley anterior y superior a toda Constitución,
a ésta Constitución, así como a cualquiera otra que nos demos más adelante. Hay
señores, una nación preexistente, y esa nación es nuestra patria, la patria de los
73
argentinos.”
Ahora bien, ese pacto fundacional, anterior y superior a toda ley, se había sellado
el 9 de julio de 1816 y lo habían firmado las Provincias Unidas en Congreso. Dicho
pacto podía ser disuelto sólo por medio de una revolución, que a su entender todavía no
se había producido ya que no era ese el sentido que había tenido la revolución del 11 de
setiembre.
70
Carta de Sarmiento a Mitre, Santiago, 15 de noviembre de 1852, en Sarmiento – Mitre.
Correspondencia 1846-1868, Imprenta de Coni Hermanos, Bs. As., 1911, p. 48.
71
Carta de Sarmiento a Mitre, Santiago, 1° de octubre de 1852. En ibíd., p. 14.
72
El Nacional, 27 de marzo de 1854, citado por Scobie, James cit., p. 129.
73
Mitre, Bartolomé, Arengas, cit., p. 80.
74
Ibíd. Cursiva en el original
80
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Esa asociación a la que denominaba nación argentina, era una constante histórica
cuya existencia había sobrevivido a la guerra civil, la tiranía y las posiciones del
momento, porque se hallaba en el corazón de los argentinos y se manifestaba
simbólicamente en el Acta de la Independencia. De ese modo, alternaba en su
argumentación la idea de que la nación era producto de un pacto, que podía ser roto y
que no era anterior a la independencia; con la interpretación que desarrollará más tarde
respecto a un sentimiento nacional que tenía como destino ineludible la constitución de
una nación.75 Por otro lado, de un modo aún más equívoco que si se tratara de una
nación definida en términos contractualistas o identitarios, la nación era definida como
una entidad previa a las provincias que, sin embargo, todavía debía ser constituida.
En las sesiones de los días 5 y 6 de marzo, Mitre insistió en la discusión sobre el
enunciado del artículo 1° de la constitución, porque la comisión redactora había quitado
la definición de “provincia” y de “federal” para el Estado de Buenos Aires con la
intención de llegar a un acuerdo. El artículo en cuestión quedaba formulado tal como
quedaría dispuesto en el texto aprobado por la legislatura: “Buenos Aires es un Estado
con el libre ejercicio de su soberanía interior y exterior”. Mientras que su posible
integración a la Confederación quedaba dispuesta en el artículo 171, que declaraba que
su reunión en un gobierno general sería “bajo forma federal, con la reserva de revisar y
aceptar libremente la Constitución general que se diese”.
En esta discusión, Mitre exponía algunos argumentos de la interpretación que
desarrollaría más tarde, en lo que se refiere a reconocer el año 1820 como un momento
de inflexión en la historia nacional. También justificaba la supremacía de Buenos Aires
sobre el resto de las provincias, porque en ella se habría fundado la tradición
republicana, democrática y federal, que era la base sobre la cual se edificaría el Estado
Nacional. Pero no reconocía en el origen de la nación un antecedente previo a la
declaración de la independencia sino, en cambio, una continuidad del sistema colonial
hasta 1820. Por ese motivo, antes que la tesis de la nación preexistente, era el
antecedente federativo el que servía para legitimar el rechazo al Acuerdo de San
Nicolás y al Congreso Constituyente al que Buenos Aires no envió diputados.
Precisamente porque todos ellos eran actos contra el pacto social que habían contraído
las provincias en 1816. Pacto social que daba origen a una nación cuya constitución era
previa a las provincias, que se establecieron a partir de la anarquía del año veinte, pero
que no encontraba aún sus raíces en el periodo colonial, ni tampoco en la Revolución de
Mayo de 1810:
75
Esa doble interpretación es sostenida por Mitre en el siguiente párrafo: “Señores: ese pacto escrito y
sellado con nuestra sangre y nuestras lágrimas, y que hemos sostenido a costa de esfuerzos inmensos, existe
y existirá á pesar de nuestros dolorosos infortunios, á pesar de la guerra civil, á pesar de la tiranía y de las
posiciones del momento, porque la nación argentina existe en el corazón de los argentinos, y con ella el
acta de la independencia que la simboliza”, ibíd. p. 80.
81
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en provincia, es decir, en estado federal, la primera que nombró sus tres poderes
provinciales, el Legislativo, el Ejecutivo, y el Judicial; y desde entonces y hasta aquí
no ha dejado de marchar en virtud de la ley federativa; así en lo que respecta a la
vida interna y puramente local, reconociendo la integridad nacional. En virtud de esa
ley misma es que hemos rechazado el acuerdo de San Nicolás; en virtud de eso es que
no hemos reconocido el Directorio y el Congreso formado sin nuestra concurrencia,
así como los tratados de julio, y hemos dicho que eran actos contra el pacto social,
que era contra el sistema federativo que reconocemos en el hecho y que reconocemos
en el derecho público provincial, y esta razón es de la que yo me valgo para probar
76
que somos en el hecho y el derecho un Estado federativo.”
Epílogo
Años después, cuando participaba de los debates que culminarían en la sanción en 1860
de la Constitución reformada, Mitre seguía sosteniendo los mismos términos
contractualistas para referirse a la nación. Allí señalaba que la nación, lejos de ser un
sentimiento innato en los ciudadanos, era una idea abstracta y elevada sostenida por
algunos de sus líderes políticos. A esa idea estaba dispuesto a consagrar su vida, pero
no la felicidad y libertad de Buenos Aires: “porque esto constituye hoy la esencia de la
vida local, donde se ha refugiado y se ha salvado el sentimiento nacional.”77 A los
pocos días volvía sobre el mismo tema, para apoyar la reforma de la constitución como
una cuestión de dignidad para Buenos Aires, en la medida que se trataba del acto por el
cual se integraba a la Nación Argentina, después de la declaración de la Independencia
en 1816.78
Unos meses después, aprobada la reforma, pronunció un discurso en la Plaza de la
Victoria para celebrar la integración definitiva de Buenos Aires. Señalaba que en ese
acto se había constituido la “nacionalidad argentina” y concluía un ciclo que se había
iniciado en aquel pacto fundacional simbolizado por el Acta de la Independencia, el 9
de julio de 1816. En ese proceso se inscribían, como momentos constitutivos de la
República Argentina, el congreso “unitario” de 1824-1827 y la Constitución de 1853,
“complementada y perfeccionada por la revolución de setiembre en que Buenos Aires
reivindicó sus derechos.”79
No debe sorprender entonces, que a lo largo de la década de 1850 predominara en
Mitre la definición de la nación en términos contractualistas. Tanto los defensores de la
autonomía porteña que impulsaban la sanción de la constitución provincial, como los
pocos opositores que tuvo ese proyecto, coincidían en la necesidad de preservar los
privilegios de Buenos Aires y garantizar su predominio antes de realizar cualquier
integración a la Confederación Argentina. Esto sólo podía ser así, si la nación era el
76
Ibíd. p. 98.
77
Mitre, Bartolomé, “La situación moral”, El Nacional, 16 de enero de 1860. En Bartolomé Mitre y
Francisco Seguí, Polémica sobre la Constitución, Instituto Histórico de la Organización Nacional, Bs.
As., 1982, pp. 97-104.
78
Mitre, Bartolomé, “La constitución debe ser reformada”, El Nacional, 21 de enero de 1860. En ibíd., pp.
104-115.
79
Mitre, Bartolomé ,“Discurso pronunciado en la Plaza de la Victoria como Gobernador de Buenos Aires
con motivo de la jura de la Constitución Nacional, 21 de octubre de 1860, en Arengas, cit., pp. 216-218.
82
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resultado de un acuerdo voluntario entre las provincias al que de hecho Buenos Aires
todavía no había adherido. Por ello, mientras frente al localismo porteño Mitre afirmaba
la existencia de una nación preexistente, ante la Confederación sostenía que esa nación
previa aún no se había constituido, ya que Buenos Aires no formaba parte de ella y, por
lo tanto, no podía ser aplicada en su contra ninguna acción punitiva que derivara de los
atributos conferidos a Urquiza por el Acuerdo de San Nicolás ni de los que la
Constitución Nacional de 1853 le otorgaba a la autoridad nacional.
En esa década no hay mito de origen ni nación identitaria, no porque esa
alternativa no estuviera disponible o porque no estuviera organizado ese relato sino
porque no era pertinente para el debate, de acuerdo a como se había construido el
conflicto con la Confederación y las diferentes alternativas que se enfrentaban al
interior de Buenos Aires. También, por ese motivo, episodios históricos como la
defensa de Buenos Aires frente a las invasiones inglesas y la Revolución de Mayo de
1810 quedaban preservados como antecedentes de la identidad porteña y como origen
de una tradición política que, finalmente, se había realizado plenamente con la
revolución del 11 de setiembre de 1852. En tanto que la nación había nacido unos años
después, con la declaración de la Independencia en 1816.
En cambio, como hemos visto en el debate del Acuerdo de San Nicolás en 1852, al
defender López su legitimidad, la de la autoridad que había creado y la de los
gobernadores que lo habían firmado, se retrotraía a las jornadas de mayo de 1810 como
origen de una nación que se impuso porque las provincias habían contribuido con la
sangre de sus hombres, y frente a la que Buenos Aires aparecía como su principal
antagonista.
A pesar de ello, López y Mitre coincidían en dos puntos importantes. En primer
lugar, que la nación era anterior a las provincias. En segundo Lugar, que las provincias
eran una consecuencia de la anarquía, es decir, de la disolución del poder central tras la
caída del directorio. Sin embargo, Vicente Fidel López iba más allá. Para él, eran el
resultado de un acto de usurpación de instituciones, como la aduana, que eran
nacionales. En cualquier caso, no parecía necesario imaginar una nación previa a la
revolución y a la crisis de la corona de España porque, en ese momento, eso hubiese
significado poner en duda la posición preeminente que Buenos Aires había adquirido y
aspiraba conservar.
83
____________________________________________________________________________ Anuario IEHS 27 (2012), pp. 85-109
Alina Silveira1
Resumen
El estudio de los inmigrantes en la Argentina ha sido un tema extensamente estudiado. No obstante, poco sabemos sobre
la presencia de extranjeros en Buenos Aires durante la primera mitad del siglo XIX y su inserción a la sociedad local.
Los escoceses han sido un grupo migratorio inexplorado hasta el momento por la historiografía. Sin embargo, estos
extranjeros emigraron en números para nada despreciables en la década de 1820. Su presencia en la ciudad de Buenos
Aires se evidenció en la década de 1830 cuando estos erigieron un templo donde profesar su religión y una escuela
propia, ambas bajo el control y supervisión de un ministro presbiteriano escocés. En el presente artículo se indagará
sobre la inserción de estos extranjeros al Buenos Aires de la primera mitad del siglo XIX a través del estudio del St.
Andrew’s Scotch School.
Palabras claves
Inmigración, Escocia, educación étnica
Abstract
Immigration to Argentina is a well-developed field of research. However, there is little information concerning
foreigners and their social insertion in Buenos Aires during the first half of the nineteenth century. The Scottish
immigrants have been a subject of little historical research until now, although they emigrated in significant numbers
during the 1820s. Their presence in the City of Buenos Aires acquires visibility in the 1830s with the building of a place
of worship and a school, under the control and supervision of a Scottish Presbyterian minister. This article will study the
incorporation of these foreigners into the social fabric of Buenos Aires during the first half of the nineteenth century,
through the case study of the St. Andrew’s Scotch School.
Key words
Inmigration, Scotland, ethnic education
Recibido: 06-06-2011
Aceptado: 01-12-2011
1
CONICET/UBA/UDESA. Maure 1601 14 “A”, 1426, CABA. E-mail: alinasilveira@hotmail.com
85
Anuario IEHS 27 (2012) )
Introducción
Los primeros escoceses que arribaron a Buenos Aires en los albores del siglo XIX eran
1
2
Para una descripción más detallada sobre la colonia y sus problemas véase: James Dodds, Records of the
Scottish Settlers in the River Plate and their Churches, Buenos Aires, Grant and Sylvester, 1897; Sergio
Bagú, El plan económico del grupo rivadaviano, 1811-1827, Santa Fe, Instituto de Investigaciones
Históricas, 1966; H. S. Ferns, Gran Bretaña y la Argentina en el siglo XIX, Buenos Aires, Solar-
Hachette, 1966; Maxine Hanon, Diccionario de británicos en Buenos Aires, Buenos Aires, Gutten Press,
2005; Andrew Graham-Yool, La colonia olvidada. Tres siglos de presencia británica en la Argentina.
Buenos Aires, Emecé, 2000.
3
Para un estudio sobre la inserción económica de los británicos durante la primera mitad del siglo XIX
véase: Alina Silveira, Los británicos en Buenos Aires: movimientos poblacionales, pautas
matrimoniales e inserción económica (1800-1850), Tesis de Maestría, Universidad de San Andrés, 2008
e “Inserción económica, trabajo y movilidad social de los británicos en Buenos Aires (1800-1850)” en
Estudios Migratorios Latinoamericanos, N° 65, año 22/23, Buenos Aires, Abril 2009, pp. 13-42.
4
James Dodds, op. cit.
86
____________________________________________________________________________________________ Anuario IEHS 27 (2012)
patria. Preocupado por el futuro de los hijos de los escoceses que estaban creciendo en
Buenos Aires, también se encargó de su educación. Tres años después de inaugurado el
templo, el Rev. Brown fundó una escuela que dependía directamente de la iglesia, la St.
Andrew’s Scotch School, en la cual los hijos de estos extranjeros recibirían una
educación acorde a las pautas y valores de la madre patria.
La cuestión de la educación étnica en la Argentina ha sido un tema frecuentado
por los estudios migratorios desde la década de 1980 a partir del trabajo pionero del
italiano Luigi Favero. En un estudio innovador Favero proponía estudiar las escuelas
mutuales como una forma de asociación étnica que buscaba responder a las necesidades
de los emigrados.5 Frid, Prislei y Bjerg continuaron esta línea de investigación e
indagaron sobre la educación y el mutualismo italiano en Santa Fe, la primera, y en
Belgrano la segunda.6 Bjerg, por su parte, concentró su atención en los colegios de la
comunidad danesa en la Pampa.7 El estudio de las escuelas étnicas permitió observar la
integración de los inmigrantes a la sociedad receptora, en tanto espacio en el cual la
segunda generación de inmigrantes socializaba e incorporaba prácticas y valores
culturales que les permitirían asimilarse o preservar la identidad étnica de los padres.
Si bien la problemática parecía prometer un campo fértil de estudio, como lo fue el
de las asociaciones mutuales, este cayó en el olvido. Los estudios migratorios
continuaron floreciendo, pero el tema de los emprendimientos educativos étnicos dejó
de formar parte de la agenda historiográfica. Recientemente, Otero ha retomado el tema
y se encuentra investigando las escuelas étnicas francesas.8
Desde los estudios de religión, Paula Seiguer, en su reciente tesis doctoral sobre la
Iglesia Anglicana en la Argentina, estudió las Escuelas Evangélicas Argentinas de
William Morris y los colegios surgidos bajo el amparo de la Iglesia Anglicana.9
Mientras que las primeras, fundadas para satisfacer las necesidades educativas de la
población, buscaban convertir a los niños al protestantismo, las segundas orientaron sus
5
Luiggi Favero, “Las escuelas de las sociedades italianas en la Argentina (1866-1914)” en Devoto,
Fernando y Rosoli, Gianfausto (ed.), La inmigración italiana en la Argentina, Buenos Aires, Biblos,
2000.
6
Carina Frid de Silberstein, “Mutualismo y educación en Rosario: las escuelas de la Unione e Benevolenza
y de la Sociedad Garibaldi (1874-1911)” en Estudios Migratorios Latinoamericanos, año 1, Nº 1,
diciembre 1985, pp. 77-97; Carina Frid de Silberstein, “Educación e identidad. Un análisis del caso italiano
en la provincia de Santa Fe (1880-1920)” en Devoto y Rosoli, op. cit.; Carina Frid de Silberstein, “Las
opciones educativas de la comunidad italiana en Rosario: las escuelas mutualistas y el colegio salesiano
(1880-1920)” en Fernando Devoto y Eduardo Míguez (comps.), Asociacionismo, trabajo e identidad
étnica. Los italianos en América Latina en una perspectiva comparada, Buenos Aires CEMLA, CSER,
IEHS, 1992; Leticia Prislei, “Inmigrantes y mutualismo. La sociedad italiana de Socorros Mutuos en
Belgrano (1879-1910)” en Estudios Migratorio Latinoamericanos, año 2, Nº 5, abril 1987, pp. 29-55.
7
María Bjerg, “Dinamarca bajo la Cruz del Sur. La preservación de la herencia cultural danesa en la Pampa
Argentina (1848-1930)” en Studi Emigrazioni, año XXVIII, Nº 102, junio 1991, pp. 218-232; María
Bjerg, Entre Sofie y Tovelille. Una historia de los inmigrantes daneses en la Argentina (1848-1930),
Buenos Aires, Biblos, 2001, María Bjerg, “Educación y etnicidad en una perspectiva comparada. Los
inmigrantes daneses en la pradera y en la pampa, 1860-1930” en Estudios Migratorios
Latinoamericanos, N° 36, año 12, agosto 1997, pp. 251-279.
8
Hernán Otero, “Las escuelas étnicas de la comunidad francesa de la Argentina, 1880-1950” en XXII
Jornadas de Historia Económica, Rio Cuarto, Córdoba, 2010.
9
Paula Seiguer, La iglesia anglicana en la Argentina y la colectividad inglesa. Identidad y estrategias
misionales, 1869-1930, Tesis de Doctorado, Universidad de Buenos Aires (inédita), 2009.
87
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El sistema educativo en Buenos Aires durante buena parte del siglo XIX fue un sistema
heterogéneo y descentralizado. Por un lado, estaban las escuelas públicas de varones
bajo la dirección del Estado. Por otro lado, la educación femenina, descentralizada y
corporativizada, estaba en manos de la Sociedad de Beneficencia. Estas instituciones
convivían, a su vez, con las escuelas conventuales y las privadas de laicos. Las primeras
orientaban sus esfuerzos a los niños más humildes (principalmente mulatos y mestizos),
eran gratuitas y obviamente católicas.14 En el sector privado había una gran diversidad
de escuelas. Los mejores establecimientos educativos, denominados colegios o liceos,
eran institutos exclusivos para varones donde se brindaba educación elemental y media.
Estos convivían con escuelas más pequeñas compuestas por un docente y un ayudante
12
Dado que los registros oficiales concebían a todo angloparlante como “inglés” sin diferenciar entre estos
a los escoceses, al momento de tomar datos estadísticos oficiales debemos incluir a los escoceses dentro del
grupo más amplio de británicos.
13
Sobre los flujos migratorios británicos véase: Silveira, op. cit., 2008.
14
Las escuelas conventuales desaparecieron en 1820 luego de la clausura de los conventos y volvieron a
surgir en la década de 1850.
89
Anuario IEHS 27 (2012) )
que impartían lecciones en una habitación de una casa. A su vez, las comunidades de
inmigrantes ofrecían educación a los miembros de su congregación donde se enseñaba
la religión y el idioma de la nacionalidad de origen. Por último, algunos niños se
educaban por fuera de las instituciones escolares, ya sea con un tutor (muchas veces de
origen extranjero) o con algún miembro de la familia. Sin embargo, contratar un
maestro particular era caro, sólo los más ricos podían brindar este tipo de educación no
formal a sus hijos.15
Este sistema educativo heterogéneo y descentralizado sufrió los embates de un
período político y económicamente inestable. Luego de la independencia, las reformas
rivadavianas buscaron establecer una educación pública, uniforme, gratuita y abierta y
se extendió una mayor libertad de enseñanza. Como consecuencia se fundaron y
desarrollaron una gran cantidad de escuelas públicas y privadas.16 En las décadas
siguientes, el cambio de gobierno acarreó modificaciones en la legislación rivadaviana.
En primer lugar, como consecuencia del ajuste de cuentas públicas bajo el gobierno de
Rosas se eliminó el financiamiento de los colegios estatales. Las escuelas públicas
gratuitas desaparecieron y los establecimientos privados florecieron al absorber los
alumnos que antes asistían a las escuelas del estado.17 En segundo lugar, el Estado
comenzó a ejercer un mayor control sobre las escuelas privadas. A partir de 1831 se
exigió a todos los directores que solicitaran un permiso al inspector escolar para abrir
sus puertas y se los obligó a presentar justificaciones sobre su moralidad, religión y
suficiencia. En 1844 el control se reforzó con un nuevo decreto que estableció la
necesidad de renovar el permiso anualmente y que prohibió que los extranjeros
educaran a los niños nativos y que los protestantes instruyeran a niños católicos. A
diferencia del decreto de 1831, el Ministerio de gobierno se hizo cargo directamente de
hacer cumplir la norma que hasta ese momento los funcionarios públicos poco habían
hecho para que se respetara. El control estatal se reforzó y muchas escuelas cayeron
bajo la vigilancia estatal. No obstante, el gobierno otorgó permisos a algunos colegios
que inflingían estas normas. A las escuelas de extranjeros protestantes, muchas de ellas
en manos de angloparlantes, se les permitió continuar funcionando si limitaban el
ingreso a niños de su misma fe religiosa, aunque esta medida también fue esquivada por
algunos maestros que continuaron recibiendo en sus instituciones alumnos nativos y
católicos.18
Con la caída de Rosas, los gobiernos posteriores anularon las normas restrictivas
del gobernador, se volvió a un período de mayor libertad para las escuelas particulares,
15
Carlos Newland, Buenos Aires no es pampa. La educación elemental porteña. 1820-1860, Buenos
Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1992; Carlos Newland, “Enseñanza elemental y superior (1810-
1862)” en Nueva historia de la nación argentina, Buenos Aires Planeta, 2001, tomo VI, pp. 261-275.
16
En 1824 había 95 escuelas en la ciudad de Buenos Aires, 80 eran privadas y 15 públicas. Estas escuelas
recibían unos 4.100 niños. Carlos Newland, op. cit. 1992.
17
En 1846 había 130 escuelas en la ciudad (sólo 5 eran públicas) a las cuales asistían 6.400 alumnos (el
90% concurría a los colegios particulares). Newland, op. cit., 1992.
18
Para un análisis más detallado sobre los decretos de Rosas véase: Antonio Salvadores, La instrucción
primaria desde 1810 hasta la sanción de la ley 1420, Buenos Aires, Talleres Gráficos, Consejo Nacional
de Educación, 1941; Antonio Salvadores, “El decreto del 26 de mayo de 1844, sobre las escuelas de la
provincia de Buenos Aires” en Boletín del Instituto de Investigaciones Históricas, Buenos Aires, año
VII, N° 39, enero-marzo 1929, pp. 41-63, Carlos Newland, op. cit., 1992.
90
____________________________________________________________________________________________ Anuario IEHS 27 (2012)
19
En 1846 había 127 escuelas particulares y en 1856 más de la mitad ya no estaban en funcionamiento.
Carlos Newland, op. cit., 1992.
20
Para 1860 había 176 escuelas (137 particulares, 37 públicas) a las cuales asistían 11.200 niños. En 1870
el total de colegios ascendió a 290 (el 55% estaban en manos privadas y el 44% eran del estado) a los
cuales concurrían 20.000 alumnos. Newland, op. cit., 1992 y Ramos, op. cit.
Sobre la educación en Buenos Aires durante la primera mitad del siglo XIX además de los textos ya citados
véase: Carlos Newland, “La educación primaria privada en la ciudad de Buenos Aires, 1820-1834” en
Revista Libertas, N° 4, mayo 1985, pp. 25-38; Carlos Newland, “La educación elemental en
Hispanoamérica: desde la independencia hasta la centralización de los sistema educativos nacionales” en
HAHR, vol. 71, N° 2, mayo 1991, pp. 335-364; José Bustamante Vismara, Las escuelas de primeras
letras en la campaña de Buenos Aires (1800-1860), Buenos Aires (La Plata), Asociación Amigos del
Archivo Histórico, 2007; Antonio Salvadores, “La enseñanza primaria y la universidad en la época de
Rosas” en Ricardo Levene (director), Historia de la nación Argentina (desde los orígenes hasta la
organización definitiva en 1862), Buenos Aires, El Ateneo, 1962, vol VIII, pp. 253-269; Mark D.
Szuchman, “Childhood Education and Politics in Nineteenth-Century Argentina: the Case of Buenos
Aires”, HAHR, N°1, vol. 70, febrero 1990, pp. 109-138; Marcelo Caruso, “Diverging meaning of the
‘popular’. Popular education in the city of Buenos Aires at the begin of the liberal era (1852-1872)” en 31
ISCHE Conference, Utrecht, 2009.
21
Por escuelas angloparlantes y/o inglesas nos referimos a las instituciones educativas dirigidas por
ingleses, escoceses, irlandeses y/o norteamericanos o que se promovían como tales.
22
La educación fue tomada por los disidentes y los metodistas como medio para difundir sus ideas
religiosas y conquistar fieles; ante esta situación los anglicanos fueron arrastrados y estimulados a imitar
este modelo y fomentar y difundir un cierto grado de educación entre las clases pobres. Lawrence Stone,
“Literacy and Education in England, 1640-1900” en Past & Present, N° 42, febrero 1969, pp. 69-139.
91
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del siglo XVIII y durante el siglo XIX se produjo una nueva expansión del sistema
educativo y de las tasas de alfabetización.23 Como consecuencia los ingleses y
escoceses que emigraron tenían una amplia experiencia educativa y estaban
acostumbrados a recibir algún tipo de instrucción si bien no fuera elemental.
Existían diversos tipos de establecimientos donde los ingleses y escoceses podían
recibir algún grado de instrucción en la madre patria. Por un lado, estaban las escuelas
dominicales, muy establecidas en las congregaciones puritanas y evangélicas, donde se
enseñaba principalmente la lectura de la Biblia, aunque algunas también brindaban
instrucción en escritura y aritmética. Este tipo de escuelas contaban con la ventaja de
encajar fácilmente en la rutina laboral de la clase trabajadora y no significaban un gasto
extraordinario: no requerían un edificio especial ni maestros pagos y no necesitaban un
capital inicial para fundarse. Por otro lado, estaban las escuelas diarias entre las cuales
se destacaban las denominadas grammar schools que dependían de la Iglesia Oficial
Anglicana. Allí se enseñaba latín, griego, inglés, aritmética y escritura. Por su parte, los
protestantes no conformistas, excluidos de estas escuelas, crearon sus propios
establecimientos educativos, donde, además de educación elemental, ofrecían otras
materias como idiomas modernos, literatura, matemática y ciencias naturales. Estos
emprendimientos eran solventados por medio de donaciones, suscripciones voluntarias
y cuotas pagadas por los padres. También estos colegios contaban con el apoyo
económico del terrateniente residente en la región así como del clero. No obstante, estas
no satisfacían las expectativas de aquellos que pretendían algo más que las habilidades
básicas. Para ellos estaban las denominadas public schools, instituciones educativas
inglesas de alta distinción, de las cuales las clases trabajadoras en su mayoría quedaban
excluidas.24
De este modo, las condiciones pre-migratorias influyeron en el deseo de estos
extranjeros por desarrollar rápidamente escuelas que atendieran sus necesidades
educativas. No obstante, no todos tenían en mente un mismo modelo. Por un lado, los
párrocos de las respetivas iglesias protestantes (metodistas, anglicanos, presbiterianos),
en muchos casos excedieron el ámbito religioso para abarcar la formación y
mantenimiento de la vida comunitaria entre los inmigrantes. En este sentido, buscaron
desarrollar entre los inmigrantes una identidad étnica y erigirse como refugios de
etnicidad.25 Por ello, una de las principales preocupaciones de los párrocos era el futuro
23
Para el 1900 las tasas de alfabetización eran del 98% en Escocia y del 97% en Inglaterra y Gales.
Lawrence Stone, op. cit.
24
Sobre la educación en Inglaterra y Escocia véase: Lawrence Stone, op. cit., Gillian Sutherland,
“Education” en F. M. L. Thompson, (ed.), The Cambridge Social History of Britain 1750-1950. Social
Agencies and institutions, Cambridge, Cambridge University Press, 1996, Vol. 3.
25
Entendemos la categoría de etnicidad como una categoría inventada, una construcción cultural lograda a
lo largo de un proceso histórico a través del cual la identidad étnica se construye y reconstruye
continuamente en respuesta a la realidad cambiante. Los grupos étnicos son formas de organización social
en tanto categorías de adscripción e identificación de los actores que organizan las relaciones entre
individuos. Sobre la categoría de etnicidad véase: Frederik Barth, “Introduction” en Frederik Barth (ed.),
Ethnic Groups and Boundaries: The Social Organization of Culture Difference, Boston, William
Little Yancey, Eugene P. Ericksen y Richard N Juliani, “Emergent Ethnicity: A Review and
Reformulation” en American Sociological Review, vol. 41, Nº 3, junio 1976, pp. 391-403, Brown and Co.,
1969 Katleen Neils Conzen,, David Gerber, Ewa Morawska, George Pozzetta y Rudolph Vecoli, “The
Invention of Ethnicity: A Perspective From the USA” en Altreitalia, Nº 3, abril 1990, pp. 37-63.
92
____________________________________________________________________________________________ Anuario IEHS 27 (2012)
de los más pequeños, en especial la influencia que sobre ellos podría ejercer el
catolicismo predominante en el país. A través de diversos medios procuraron que estos
recibieran una instrucción elemental que les permitiera ser buenos fieles según las
pautas y normas de la propia religión y desarrollar en ellos una identidad vinculada a
los valores y costumbres de la madre patria. Para ello se preocuparon por fundar
escuelas comunitarias de bajo costo para que todos los niños pudieran acceder a la
educación. Los padres de familia, por su parte, en general, sólo demandaban para sus
hijos una cierta educación. A muchos padres, como veremos en sus manifestaciones
públicas en el British Packet, sólo les importaba que sus hijos recibieran una cierta
educación elemental sin preocuparse específicamente por el carácter étnico de la
misma.
El futuro de las nuevas generaciones de ingleses y escoceses que crecían en el país
consternó a algunos, quienes alzaron su voz públicamente a través de la prensa. En el
periódico inglés British Packet entre mayo y julio de 1834 aparecieron una conjunto de
notas firmados por Benevolus, donde un escritor anónimo resaltaba la importancia de la
educación de los jóvenes, dado que en ella residía el futuro de la sociedad, era la base
de la religión, la felicidad y la libertad civil. A su juicio, sin embargo, en Buenos Aires
esta prioridad no estaba siendo ponderada. Los extranjeros en Buenos Aires eran
“indolentes ante la necesidad de ofrecer a los más pequeños una educación que les
permitiera afrontar el desafío de la vida con el éxito, el honor y las ventajas que les
brindaría la educación”.
“(…) A variety of causes have conspired in producing this deplorable result. Among
these, the heterogeneous elements of which our foreign society is composed, may be
26
British Packet 10/5/1834 p. 2.
93
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mentioned as one of the most prominent. Men of the most opposite views and
principles, from all quarters of the world, are blended together in one chaotic mass.
The restraint of relationship and neighborhood, the almost instinctive influence of
habit and custom, and that salutary deference to public opinions which operate so
extensively and so benignly in long established and well regulated societies, are here
wholly unknown. Broken and severed in the rude act of transplantation, these secret
but powerful auxiliaries of virtue, order, and patriotism, have ceased for ever.
Released from their artificial restraints, the Emigrant, in too many cases, becomes a
reckless adventurer; responsible only to those upon whom he is immediately
dependant in his daily avocation, and utterly regardless to every consideration of
character and reputation. In such circumstances, it is to be expected that many will
become remiss in the discharge of their social and relative duties; and that others will
plunge, as we daily see them, into all the excesses of intemperance and
licentiousness… They bequeath to the world, in their hapless offspring, a legacy of
ignorance and worthlessness, that must be removed and corrected by others, unless
they are prepared to hazard the many future evil consequences that will infallibly
result from them… Here, then, is the prolific source of evil; the culpable apathy, and
27
the still more culpable irreligion and immorality of Parents…”
Este defensor de la educación estimaba que había unos 350 hijos de británicos y
norteamericanos que estaban en edad de recibir instrucción. Sin embargo, sólo unos 150
niños recibían instrucción formal mientras que emprendimientos educativos como el de
la Buenos Ayrean British School Society fracasaban, ante la escasez de recursos y
alumnos.28
Para que la causa de la educación triunfase no sólo debía haber un mayor interés
por parte de los padres por instruir a sus hijos, sino también debía multiplicarse el
patronazgo público y mejorarse la educación ofrecida, contratando maestros calificados,
desarrollándose una infraestructura acorde al proyecto, invirtiéndose en la compra de
los materiales necesarios para impartir la instrucción localmente y administrando
correctamente los emprendimientos educativos.29
Sin embargo, la visión de este individuo no fue la única que circuló por la prensa
angloparlante. Por el contrario, otros sujetos resaltaron las virtudes y éxitos alcanzados
por diversos colegios angloparlantes en el período. Por ejemplo, fueron continuos los
elogios a algunos colegios dirigidos por ingleses y escoceses provenientes de diversas
personas involucradas en la educación de los niños angloparlantes (suscriptores de la
Buenos Ayrean British School Society, padres de alumnos, angloparlantes respetados).
Públicamente expresaron su satisfacción por los avances alcanzados en los colegios y
resaltaron el espíritu e inteligencia de los niños y su continuo progreso. La imagen de
los niños era completamente opuesta a la de Benevolus: mientras que el último los
describía como “ignorantes, desaliñados, bulliciosos, abandonados” un suscriptor de la
Buenos Ayrean British School Society encontraba a los alumnos de la escuela de
Ramsay, por ejemplo, “neat, healthy, cheerful lads, who went through the various
27
British Packet 17/5/1834 pp. 2 y 3.
28
British Packet 7/6/1834 p. 3.
29
British Packet 14/6/1834 p. 2.
94
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exercises of the day with a self-possession, accuracy, and precision, that met with the
unqualified approbation of the numerous and respectable attendance.”30
¿Por qué entonces esta visión negativa sobre la segunda generación de
inmigrantes, su futuro en la sociedad y el estado de las escuelas angloparlantes? Las
escuelas regenteadas por ingleses, escoceses, norteamericanos e irlandeses eran
concurridas por gran cantidad de alumnos ante una competencia que tendía a crecer,
diversificarse y complejizarse con el paso del tiempo.31 ¿Por qué el enfado de este
sujeto? ¿Por qué alzar la voz públicamente para llamar la atención sobre la educación
juvenil? Este tipo de discurso fue frecuente entre los líderes étnicos de varias
comunidades de extranjeros, e incluso el mismo reclamo, como ha estudiado Seiguer, se
encuentra entre los ingleses a principios del siglo XX.32 El malestar de este sujeto no
provenía de una crítica por la calidad de la enseñanza que estaban recibiendo estos
niños o por la escasez de escuelas. La insatisfacción de Benevolus pareciera haber
estado vinculada a un deseo por conformar una comunidad étnica por medio de la
educación. De ahí su constante reclamo por la pérdida de valores de la madre patria y el
individualismo de los compatriotas. La instrucción de los jóvenes le brindaría a la
población angloparlante un elemento de cohesión dado que permitiría inculcar los
valores, hábitos y principios religiosos de la madre patria y sobre estos se construiría la
comunidad angloparlante.
Había una cantidad significativa de colegios angloparlantes, muchos de ellos a
cargo de individuos de gran capacidad y prestigio. No obstante, el malestar de
Benevolus se debía a que la mayoría de estas escuelas no buscaban educar a los niños
étnicamente. Mientras que este tipo de colegios se multiplicaban, los primeros intentos
por construir emprendimientos educativos que reprodujeran y reconstruyeran valores y
costumbres de la madre patria fracasaban ante la escasez de alumnos y recursos como el
de la Buenos Ayrean British School Society. En especial, la crítica provenía del
“peligro” que muchos hijos de ingleses y escoceses enfrentaban al no poder acceder a
las costosas escuelas particulares angloparlantes. Si no accedían a estos colegios y no se
apoyaban los emprendimientos educativos comunitarios de bajo costo entonces estos
terminarían asimilándose a la sociedad receptora y perderían así los valores culturales y
morales de la madre patria.
30
British Packet, 3/1/1835.
31
Las escuelas inglesas han sido estudiadas por la autora en un trabajo inédito: “Las escuelas inglesas y
escocesas en Buenos Aires: entre la iniciativa particular y la educación étnica”.
32
Véase: Paula Seiguer, op. cit.
33
“Educating a City’s Children: British Immigrants and Primary Education in Buenos Aires (1820-1880)”
The Americas. 70:1, July 2013, pp. 33-62
95
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los emigrantes una cierta unidad re-creando ciertos valores, principios morales y
costumbres de la madre patria.
En 1826 un grupo heterogéneo de angloparlantes fundó la Buenos Ayrean British
School Society (BABSS). Esta Sociedad se planteó la necesidad de organizar la
educación de los niños extranjeros de habla inglesa residentes en la región. Su objetivo
era proveer educación a los hijos de las familias más modestas de la población
angloparlante que no pudieran acceder a las escuelas de particulares o contratar un
tutor. La escuela se solventó a través de una modesta cuota mensual34 y de los fondos
recaudados por medio de suscripciones voluntarias y donaciones entre los
angloparlantes residentes en Buenos Aires.
La BABSS tuvo unos cuantos años de efervescencia con gran cantidad de niños
que concurrían a sus colegios (llegó a contar en 1831 con 90 alumnos) y varios
individuos destacados de la población angloparlante local contribuyendo
económicamente a su sustento (en 1832 contaba con 84 suscriptores) y colaborando en
su administración. No obstante, para fines de la década de 1830 su decadencia era ya
inevitable. La iniciativa había surgido en 1826 cuando había pocos colegios (tanto
nativos como angloparlantes). Para la década de 1840 el panorama era otro. La oferta
había crecido y se había diversificado: surgieron gran cantidad de escuelas privadas
regenteadas por locales, por extranjeros y por angloparlantes y además emergieron
otros colegios dentro de la comunidad escocesa e inglesa que competían directamente
con los objetivos de los colegios de la BABSS (el colegio escocés St. Andrew’s Scotch
School y el inglés British Episcopal School). Este escenario dificultó crecientemente la
posibilidad de reunir fondos entre los angloparlantes (el colegio se solventaba
principalmente gracias a suscripciones voluntarias). Si bien inicialmente muchos
contribuyeron activamente, pocos continuaron su apoyo en el tiempo según se denunció
públicamente varias veces en el British Packet al punto que el colegio debió cerrar sus
puertas y con el dinero recaudado se envió a los niños más humildes a colegios
particulares dirigidos por ingleses. También en dicho periódico algunos angloparlantes
preocupados por el futuro de la BABSS denunciaron que el fracaso del emprendimiento
se debía la falta de experiencia y eficiencia de los docentes, la deficiente infraestructura
y la escasez de recursos materiales (libros, mapas, bancos, etc.).35
Por otra parte, la congregación angloparlante era muy heterogénea. El fracaso de
la BABSS se debió también a la dificultad de cohesionar elementos tan disímiles como
las identidades inglesas, escocesas, irlandesas y norteamericanas que a su vez
respondían a diversas confesiones religiosas. Unos eran anglicanos, otros
presbiterianos, católicos o metodistas. Las diferencias de un grupo tan heterogéneo al
poco tiempo entraron en conflicto; era difícil encontrar un punto en común, más allá de
la lengua, para unirse y formar una comunidad en la cual la educación cumpliera un
34
En 1826 la cuota mensual era de $1m/c con cuatro reales por niño (aunque si lo padres no podían pagar
se ofrecerían también becas), mientras que, por ejemplo, en 1822 la escuela particular de Mrs. Hyne
cobraba entre $4m/c y $6m/c por una educación muy similar. En la década de 1830 la cuota era de entre
unos $5m/c y $7m/c en la BABSS, mientras que en otro colegio privado, como el de Mr. Clark, la cuota era
de $30m/c.
35
“These causes may be classed under three general heads: - 1st. The want of experiences and efficient
teachers; -2d. Inadequate superintendence; - and 3d. imperfect accommodation, and defective apparatus.”
British Packet, 7/6/1834 p. 3.
96
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papel central. En especial, como veremos, las diferencias religiosas habían provocado
desacuerdos y discusiones entre los grupos dirigentes y fue sólo cuestión de tiempo
hasta que estas estallaran y la ilusión de crear una “comunidad angloparlante” se
disolviera.
Esto sucedió en 1838. El detonante fue la exclusión de los clérigos de la
administración de la BABSS quienes pasaron a ser considerados miembros honorarios.
Esto desató la furia del pastor presbiteriano William Brown, quien cumplía un rol
fundamental como líder étnico de la congregación escocesa desde el lugar que ocupaba
en el púlpito de su iglesia. El British Packet fue el canal a través del cual se hicieron
públicas las diferencias entre los líderes que componía la BABSS. El punto central que
obstaculizó el emprendimiento y terminó por desmoronarlo fue la instrucción religiosa.
En 1826, la población angloparlante residente en Buenos Aires era pequeña por lo cual
se erigió un proyecto educativo que uniera a ingleses, escoceses, irlandeses y
norteamericanos. De este modo, en un primer momento se buscó reconstruir una
identidad entre estos extranjeros vinculado principalmente a la lengua resignándose
otros elementos identitarios, como por ejemplo la religión. Sin embargo, este arreglo no
satisfacía a los pastores de las distintas confesiones, quienes desempeñaron un papel
central en este primer emprendimiento educativo. El ministro presbiteriano, el Rev.
Brown, al estallar el conflicto al interior de la BABSS, hizo pública su disconformidad
ante la ausencia de instrucción religiosa en los colegios de la Sociedad, llegando a
acusar al comité directivo de la Sociedad de llevar adelante una actitud hostil a la
religión al excluir a los ministros religiosos del emprendimiento:
“I always prefer some kind of education, though defective, to none at all. I was willing
to keep the peculiarities of religion in abeyance for the sake of the interest of general
education, imagining in my simplicity that the other friends of the Society were
actuated on their part by a similar spirit. It now appears however that their exclusion
36
of religion from the business of the Society arose… from actual hostility to religion.”
Ante la embestida del Rev. Brown, el Comité rechazó las denuncias del presbítero
y acusó a los ministros de las diferentes confesiones de ser los causantes de muchos de
los males que sufrió la Sociedad desde sus inicios. Los celos, las disputas y las medidas
frustradas fueron la consecuencia, denunció el Comité, de las diferencias sectarias entre
los clérigos:
“A very few months served to call into operation all the jealousies, bickerings, and
thwarting measures to which they have already alluded, an evil that continued with
progressive acrimony, till one Clergyman laid it down as the condition, sine qua non,
of his remaining in the Committee, that a brother Clergyman should be excluded nay
expelled from it. Nor were the interested and sectarian tendencies of which we have
also spoken dormant in the mean time. Did not a Rev. gentleman make public
overtures to the Committee that the Schools should be dubbed Episcopalian, and
connected with his congregation, and that he would guarantee the patronage of the
British Legation, and render other important services to the cause? Did not another
Rev. gentleman labour indirectly, but tenaciously and perseveringly, to render the
36
British Packet, 24/2/1838 p. 2.
97
Anuario IEHS 27 (2012) )
El enfrentamiento entre el Comité y el Rev. Brown hizo públicas de este modo las
diferencias y conflictos entre los líderes étnicos de los distintos grupos religiosos que
componían la sociedad educativa. Las denominaciones y sus líderes tenían intereses
diferentes y, hasta cierto punto, opuestos lo cual produjo constantes enfrentamientos.
Como estos no pudieron amalgamarse, la ruptura fue inevitable. Según los registros del
Consulado Británico cerca de 2.200 súbditos de la corona de Inglaterra habían
ingresado a la región antes de 1826, de los cuales unos 300 eran escoceses.38 Para 1838
el total de británicos ascendía a unos 3.500 individuos de los cuales unos 450 eran
escoceses. El crecimiento de la comunidad británica (y escocesa) hacía posible y viable
emprender un proyecto educativo independiente.39 Para mayo de ese mismo año la
unión de las diferentes confesiones para ofrecer educación a los niños más humildes
angloparlantes se quebró definitivamente y la iglesia episcopal anglicana así como la
presbiteriana escocesa volcaron sus esfuerzos en fundar colegios dependientes de las
respectivas Iglesias donde la educación religiosa pasaría a ser primordial en la
educación de los niños, mientras que la BABSS quedó en manos de laicos.
37
British Packet, 3/3/1838 p. 1 a 3.
38
Consulado Británico (CB), Register of British Subjects (RBS), tomo I.
39
Para un análisis sobre los flujos migratorios británicos durante la primera mitad del siglo XIX véase:
Alina Silveira, op. cit., 2008.
40
British Packet 20/4/1838. Sobre las escuelas danesas véanse los trabajos de María Bjerg y sobre las
alemanas: Carlos Newton. op. cit.
98
____________________________________________________________________________________________ Anuario IEHS 27 (2012)
contaba con tasas de alfabetización más elevadas que las de Inglaterra.41 Cuando
Escocia se unió a Inglaterra en 1707 contaba con una sociedad establecida, una historia
peculiar, una religión propia y un sistema político e institucional propio, en especial en
lo que respecta a la educación, el cual conservó tras la unión. El calvinismo escocés
creó un sistema educativo muy extenso que llegó a la mayoría de los escoceses. Cada
parroquia era responsable de las escuelas, las cuales eran solventadas por medio de un
impuesto obligatorio cobrado a los terratenientes y eran controladas por la Iglesia
Presbiteriana (el pastor supervisaba la escuela y evaluaba las calificaciones de los
maestros). Estos colegios ofrecían educación a los pobres y a los ricos por igual. La
currícula escolar en Escocia también era más ambiciosa que en Inglaterra, además de
las “tres R” (lectura, escritura y aritmética elemental), las escuelas parroquiales
enseñaban matemática, latín e incluso algo de griego.42
41
En 1855 las tasas de alfabetización en Escocia eran del 89% para los hombres y del 77% para las
mujeres, mientras que en Inglaterra estos valores eran del 70 y 59% respectivamente. Gillian Sutherland,
op. cit.
42
Para más información sobre la educación en Escocia véase: Lawrence Stone, op. cit., Gillian Sutherland,
op. cit., Eric Hobsbawm, Industria e imperio. Una historia económica de Gran Bretaña desde 1750,
Buenos Aires, Ariel, 1998.
43
Reglamento del colegio (1838). Las normas se encuentran transcriptas en Monteith J. Drysdale, One
hundred years old. 1838-1938, Buenos Aires, The English Printery, 1938.
44
Report of the Sub-Committee appointed at Committee meeting held 3rd. May 1861. Citado en Monteith
J. Drysdale, op. cit.
99
Anuario IEHS 27 (2012) )
El colegio se proponía, al igual que la BABSS, educar a los niños de las familias más
humildes de la comunidad, por ello la cuota mensual era baja y los niños vinculados a la
iglesia presbiteriana (no alcanzaba con ser escocés sino que también se debía estar
fuertemente vinculado a la iglesia presbiteriana escocesa) podían solicitar becas. 47
¿Eran estos niños quiénes concurrían a la escuela escocesa? No podemos contestar esta
pregunta porque carecemos de fuentes directas sobre el alumnado del colegio. No
obstante, Drysdale afirma que entre los alumnos de la década de 1840 se encontraban
los hijos de algunos miembros del Comité Directivo (Galbraith, McClymont, McLean)
y otros ingleses y escoceses destacados como Barton, Dowdall, Gowland o Lawson. Si
bien el colegio se fundó para garantizar a los niños más humildes educación a bajo
costo, también accedieron a este colegio los hijos de individuos respetados de la
comunidad, colaboradores de la iglesia y del colegio. El colegio entonces, no parece
haber sido, aunque sea en sus inicios, un colegio de caridad que organizaban los más
acaudalados para los menos afortunados. Probablemente también las familias más
acaudaladas enviaran a sus hijos a este colegio tanto por la instrucción impartida para
que sus niños fueran educados bajo los valores y pautas culturales de la madre patria a
45
Según el informe niños tenían conocimientos elementales y podían repetir de memoria algunas palabras
del libro y estaban “familiarizados” con la división de la superficie terrestre y podían señalar en el mapa
varios continentes.
46
Report of the Sub-Committee appointed at Committee meeting held 3rd. May 1861. Citado en Monteith
J. Drysdale, op. cit.
47
La cuota en 1838 era de entre $5m/c y $8m/c en función de los cursos tomados. Las cuotas mensuales de
los colegios privados angloparlantes eran mucho más elevadas, por ejemplo la escuela de Mr. Clark
cobraba en 1842 $30m/c.
100
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48
Para 1887 el censo municipal de la ciudad de Buenos Aires contabilizaba unos 4.200 “ingleses”. Dado
que, como vimos, los registros oficiales consideraban todo angloparlante inglés, entre estos se encontraban
los escoceses. Ahora bien, si a su vez consideramos los datos estadísticos porcentuales del Consulado
Británico (en cuyos registros se anotaban voluntariamente los súbditos de la corona británica,
principalmente los varones y padres de familia), el 26% de la población británica era escocesa. Entonces
podríamos suponer que unos 1.100 de los 4.200 “ingleses” censados en 1887 serían escoceses que
habitaban en la ciudad. Censo Municipal de 1887 y CB, RBS, tomos II y III.
49
Acta del comité, citado en Monteith J. Drysdale, op. cit., p. 77.
50
Drysdale, op. cit.
101
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51
mayor. Para aquellos que no pudieran afrontar este gasto, estaba la escuela pública
gratuita, la cual volvió a desarrollarse luego de la caída de Rosas y que ofrecía una
educación elemental (lectura, escritura, geografía y castellano) similar a la del colegio
escocés, aunque no incluía la enseñanza del inglés (que podía ser enseñado en el propio
hogar si la familia quería mantener la lengua de la patria de origen y no podía solventar
el gasto de una escuela particular) ni del dogma presbiteriano (que podía ser aprendido
en la escuela dominical).52
En suma, la St. Andrew’s Scotch School orientó sus esfuerzos a los niños más
humildes de la comunidad escocesa probablemente porque, como sugiere Seiguer para
los colegios ingleses de principios del siglo XX, estos niños fueran considerados más
susceptibles de perder las pautas y valores culturales de sus padres e integrarse más
rápidamente a la sociedad local dado que no podían acceder a tutores ni a escuelas
angloparlantes privadas por su alto costo.53 Por ello, el colegio escocés ofrecía tanto una
enseñanza elemental como una instrucción doctrinaria a través de la cual se esperaba
que los niños fueran educados en los principios morales de la madre patria, anclados en
el idioma y la religión. A su vez, la institución ofrecía un espacio de socialización para
la segunda generación de inmigrantes. Sin embargo, más allá de este objetivo
fundacional, no sólo los hijos de escoceses más humildes concurrieron a este
emprendimiento. Los sectores medios y más prósperos de la población angloparlante
residente en Buenos Aires así como algunos nativos enviaron a sus niños a esta escuela.
Era más importante el componente étnico que el socioeconómico, en especial en una
comunidad que era aún demasiado pequeña para solventar emprendimientos educativos
que segregaran a la congregación según su posición social y económica.
Durante los primeros cuarenta años de vida del colegio, el Comité Directivo estuvo
mayoritariamente bajo la dirección de escoceses (cuadro 1). Sin embargo, no sólo los
escoceses ocuparon cargos en él; también figuraron entre sus miembros dos ingleses, un
irlandés y dos argentinos-escoceses. No era necesario, entonces, ser escocés para
formar parte del cuerpo administrativo del colegio. Si bien fueron escasos los cargos
ocupados por no escoceses, estos existieron, lograron re-elecciones y ocuparon lugares
destacados en la asamblea, como tesorero y secretario honorario. Sin embargo, todos
los miembros del comité, sin excepción, eran presbiterianos y formaban parte de la
congregación de la St. Andrew’s Scotch Church. En suma, si bien no se especificaba en
el reglamento del colegio, probablemente fuera una condición excluyente que los
51
Por ejemplo, en 1866 el colegio escocés cobraba entre $50 y $70 por mes (según el niño formara parte de
la congregación escocesa o no) a los alumnos externos mientras que en el mismo año la cuota mensual del
Colegio San Jorge era de entre $100 y $300 y en el Seminario Anglofrancés entre $300 y $500 según los
cursos que se tomaran y la modalidad de cursada (pupilo, semi-pupilo o externo). Monteith J. Drysdale, op,
cit., The Standard.
52
Censo de la Educación de la República Argentina de 1872. Sobre las escuelas públicas en la década de
1850 véase: Carlos Newland, Op. Cit.
53
Paula Seiguer, op. cit.
102
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Cuadro 1
Miembros del Comité por nacionalidad (1838-1881)
%
Escocesa 74,42
Inglesa 6,98
Irlandesa 2,33
Argentina-escocesa 4,65
Sin datos 11,63
N= 43
Fuente: Drysdale, op. cit., Hanon, op. cit., http://www.argbrit.org/
En cuanto a la actividad ejercida por los miembros del comité estos eran en su
mayoría comerciantes y/o estancieros (en muchos casos eran ambos), aunque también
había un número importante de artesanos (cuadro 2). Aquellos que se pusieron al frente
del colegio fueron los individuos más prósperos de la comunidad y cuanto más
prósperos fueran, más importante era el cargo que ocuparon (tesorero o secretario
honorario) y más tiempo permanecieron en él.
Cuadro 2
Ocupación ejercida por miembros del Comité (1838-1881)54
Ocupación 1838-1881
Actividades comerciales (almaceneros,
comerciantes, dependientes, fonderos) 32,56
Artesanos (ebanistas, carpinteros, peineteros,
sombrereros, zapateros, 23,26
Estancieros 16,28
No calificado (sirviente) 2,33
Profesionales (doctor, maestro) 4,65
Otros (transportador, pastor) 6,98
Sin datos 13,95
N= 43
Fuente: Drysdale, op. cit., Hanon, op. cit., http://www.argbrit.org/
En relación a los Headmasters y maestros entre 1838 y 1881 el colegio tuvo seis
directores, quienes eran en su mayoría escoceses, y como mínimo unos cinco maestros
54
Para la elaboración del cuadro tomamos el listado de miembros del comité y lo cruzamos con la
información disponible en el diccionario de británicos en Buenos Aires elaborado por Hanon y la
información digitalizada de bautismos, matrimonios y defunciones de las iglesias protestantes de Buenos
Aires para obtener su ocupación. A su vez, dado que muchos individuos ocuparon varios cargos en
diferentes años, para evitar una sobre representación de esos individuos, solamente los contabilizamos para
los fines estadísticos. Monteith J. Drysdale, op. cit., Maxine Hanon, op. cit., http://www.argbrit.org/.
103
Anuario IEHS 27 (2012) )
55
Para que la iniciativa resultara atractiva para los posibles candidatos, se le garantizó al futuro director
unas 100/150 libras por año en concepto de salario más unas 40 libras al arribar. A su vez, las matrículas
escolares serían adjudicadas completamente al maestro y, en cuanto este aprendiera a hablar el castellano,
podría también encomendarse como profesor particular para los nativos y ganarse así un salario extra por
fuera del colegio. En comparación con los salarios en Gran Bretaña el sueldo ofrecido estaba dentro de los
estándares que podía ganar un docente del colegio de Oxford o Cambridge, lo cuales rondaban las 200
libras esterlinas anuales a mediados de siglo, en general con alojamiento y comida (David Newsome, El
mundo según los victorianos. Percepciones e introspecciones en una era de cambio, Barcelona, Andrés
Bello, 2001). A su vez, al ofrecerse la posibilidad de aumentar el salario en función de la cantidad de
alumnos y la posibilidad de dar clases por fuera del colegio, transformaba la oferta en una opción atractiva
para los más aventureros que decidieran aceptar el cargo y probar suerte en este destino sudamericano. El
sueldo ofrecido, entonces, podría haber sido atractivo, aunque sea para aquellos que estuvieran dispuesto a
asumir el riesgo y la aventura de buscar un puesto en una tierra alejada y desconocida. Sin embargo, el
salario no era muy elevado si se lo compara con el del capellán. El Rev. Armstrong ganaba unas 800 libras
anuales por su labor.
56
Informe del sub-comité al Comité escolar. Citado en Monteith J. Drysdale, op. cit.
104
____________________________________________________________________________________________ Anuario IEHS 27 (2012)
De este modo, Powell logró retener su cargo como Headmaster. Sin embargo, el
conflicto entre el director y aquellos miembros del Comité que buscaron reemplazarlo y
entre éstos y quienes apoyaron la moción de retenerlo generó una serie de tensiones que
afectaron directamente el funcionamiento del colegio. Los siguientes años el Comité
rechazó varias iniciativas de Powell y se le negaron fondos para la compra de útiles y
bienes escolares y para el aumento de los salarios docentes. El nivel de conflicto había
llegado a tal punto que obstaculizó el funcionamiento del colegio. La institución
educativa se había debilitado y el enfrentamiento entre el director y el Comité perjudicó
el funcionamiento de la escuela de modo tal que, para 1880 asistían al establecimiento
tan sólo 40 niños, de los cuales un tercio estaban becados, es decir no aportaban
ingresos para el sostenimiento de la escuela.
¿A qué se debió este enfrentamiento? Para mediados del siglo XIX la escuela
había caído en un período de decadencia. Mientras que el flujo migratorio procedente
de Escocia, impulsado por los proyectos colonizadores y las reformas rivadavianas,
había empujado el ingreso de cerca de unos 400 escoceses entre 1820 y 1835, el fracaso
de los mismos provocó una desaceleración del movimiento migratorio. En los
siguientes quince años el total de ingreso de estos extranjeros no superó los 100. Para la
década de 1860 el cambio en el escenario local (la caída de Rosas, un clima de mayor
libertad política y el mayor crecimiento económico) empujó nuevamente a cientos de
escoceses a estas tierras (en la década de 1860 ingresaron más de 600 escoceses y una
cifra similar en la década siguiente).57 Como consecuencia de esta reactivación del flujo
migratorio, algunos de líderes de la comunidad escocesa, concientes de la decadencia
en la cual había caído el colegio propusieron una serie de reformas para modernizar y
fortalecer la institución. Esto generó un enfrentamiento entre la dirigencia étnica por
cuál debía ser el papel ha desempeñar por la escuela que dependía de la Iglesia. Para
algunos esta ocupaba un lugar menor dentro de la congregación (el eje de la comunidad
escocés giraba para estos probablemente en torno a la Iglesia y la demanda de
educación para los hijos de escoceses podía en todo caso ser desviada a los múltiples
colegios angloparlantes existentes); para otros la escuela probablemente fuera
considerada de mayor importancia en el proceso de reconstrucción de una identidad
étnica. Los primeros granaron la pulseada esta vez y el colegio continuó funcionando
sin grandes modificaciones.
57
CB, RBS, tomos I, II y III.
105
Anuario IEHS 27 (2012) )
años, entre sus suscriptores se encontraban escoceses así como ingleses e irlandeses,
muchos de los cuales también habían contribuido a otros emprendimientos educativos
(BABSS). Por el contrario, pocos de los escoceses que apoyaron económicamente al
colegio, habían participado de otros proyectos similares. Al emprendimiento aportaron
voluntariamente por igual comerciantes, artesanos, estancieros y granjeros; aunque los
comerciantes aportaron mayor cantidad de dinero (unas 31 libras promedio por persona)
que los otros (unas 20 libras promedio).
Cuadro 3
Suscriptores de la St. Andrew’s Scotch School (1838-1839)58
Lugar de nacimiento %
Inglaterra 14,61
Escocia 69,66
Irlanda 6,74
Sin datos 8,99
N= 89
Ocupación
Comerciantes (almaceneros, comerciantes, dependientes) 28,09
Artesanos (carpinteros, ebanistas, herreros, sastres,
sombrereros, talabarteros, toneleros, torneros, zapateros) 26,97
Rural (estancieros, granjeros) 23,60
Otros (cargador, clérigo, carnicero, contador, diplomático,
hotelero, maestro, medico, sirviente) 11,24
Sin datos 10,11
N= 89
Fuente: British Packet 2/5/1840, Hanon, op. cit.
Durante los primeros años de vida del colegio las finanzas se mantuvieron
estables. Sin embargo, el descenso del alumnado como consecuencia del decreto de
1844 sumado a la devaluación de la moneda local empujó al Comité a aumentar la
matrícula escolar y renegociar el salario del Headmaster escocés, quien terminó
renunciando al poco tiempo al ver disminuido sus ingresos. Si bien se volvió a contratar
un sustituto en Escocia, este al poco tiempo renunció para ponerse al frente de la St.
Andrew’s Scotch Church cuando el Rev. Brown renunció a su cargo. Esta vez ya no se
buscó el reemplazo en Escocia sino que por razones de costos la mayoría del Comité (9
contra 4) votó a favor de buscar el reemplazo localmente. Las dificultades financieras
obligaron a la congregación a dejar de lado por el momento los objetivos iniciales del
colegio de buscar un Headmaster escocés teniendo que optar por contratar localmente
al director entre los candidatos angloparlantes residentes en la región.
58
En este caso, se ha tomado el listado de suscriptores publicados en el periódico inglés British Packet
(1838-1839) y se lo ha cruzado con información disponible en registros ya mencionados evitando la
sobrerrepresentación estadística. Cfr. Maxine Hanon, op. cit., http://www.argbrit.org
106
____________________________________________________________________________________________ Anuario IEHS 27 (2012)
59
CB, RBS, tomo I.
107
Anuario IEHS 27 (2012) )
108
____________________________________________________________________________________________ Anuario IEHS 27 (2012)
Fue la religión y también el idioma en un país católico que hablaba español los
pilares sobre los cuales estos extranjeros buscaron preservar su identidad étnica a través
de la educación de las jóvenes generaciones. Al igual que los pastores daneses en
Tandil analizados por Bjerg los pastores escoceses esperaban que la Iglesia se erigiera
en el centro de la vida religiosa, social y cultual de dichos extranjeros. En este sentido
podemos suponer que el colegio escocés buscó presentarse inicialmente como un
colegio étnico en tanto surgió como iniciativa al interior de la comunidad emigrada, se
orientó a la preservación de la cultura escocesa y contó con una proporción significativa
de alumnos escoceses o hijos de los mismos. 60 No obstante, si bien se buscó
inicialmente construir un espacio en el cual conservar y reproducir los valores y
prácticas culturales escocesas que hiciera menos traumático el trasplante migratorio, a
diferencia del caso danés, su objetivo se vio desviado. El colegio no se transformó en
un refugio de etnicidad sino que, por el contrario, fue concurrido por un grupo
heterogéneo de personas entre las cuales si bien se encontraban los escoceses
presbiterianos también incluía católicos, ingleses e irlandeses y hasta criollos. El
colegio pasó a ser tan solo uno más de los tantos colegios angloparlantes que
funcionaron en Buenos Aires entre 1820 y 1880 (que llegaron a sumar más de 100
establecimientos). Por otro lado, al considerar el rol desempeñado por el colegio
escocés como espacio reproductor de una identidad debemos tener en cuenta las
características del período en el cual se desarrolló este emprendimiento educativo y su
relación las características de la inmigración temprano. La inmigración escocesa a
Buenos Aires entre 1820 y 1880 no fue muy numerosa en relación a la población local.
Mientras que la población de la ciudad de Buenos Aires era de 62.236 individuos según
el censo de Rosas de 1836, de éstos sólo unos 4.000 eran extranjeros (representaban el
6,4% de la población de la ciudad de Buenos Aires). Esta situación tendió a favorecer
una mayor interacción entre la sociedad local y los extranjeros, lo cual facilitó el
ingreso de nativos al colegio escocés así como la inserción de los escoceses. De este
modo, la función de un colegio como refugio étnico perdió sentido y significado en
especial en una comunidad cuyos índices de integración social fueron bastante elevados
en relación a otros grupos inmigratorios.61
60
Tomamos la definición de escuela étnica de Hernán Otero, op. cit.
61
Por ejemplo en lo que respecta a las pautas matrimoniales y residenciales. Alina Silveira, op. cit., 2008.
109
DOSSIER
BIOGRAFÍA E HISTORIA. REFLEXIONES Y
PERSPECTIVAS
Anuario IEHS 27 (2012), pp. 113-119
Paula Bruno1
-Lo malo de Polión -dijo Livio- es que cuando escribe historia se cree obligado
a suprimir sus sentimientos más delicados y poéticos, y a hacer que sus personajes se comporten
con una vulgaridad concienzuda, y cuando los hace hablar les niega la menor capacidad oratoria.
-Si -replicó Polión-, la poesía es poesía, la oratoria oratoria, y la historia historia, y no es posible
mezclarlas.
-¿No se puede? Pues yo puedo -dijo Livio- ¿Quieres decir que no debo escribir una historia con tema
épico porque ésa es una prerrogativa de la poesía, ni poner en boca de mis generales dignos discursos,
en vísperas de las batallas, porque componer tales discursos es prerrogativa de la oratoria?
-Eso es precisamente lo que quiero decir. La historia es un registro veraz de lo que ha sucedido, de cómo
vivió y murió la gente, de lo que hizo y dijo. Un tema épico no hace más que deformar los hechos…
Robert Graves, Yo, Claudio
Este diálogo ficcional entre dos historiadores romanos plantea varias de las cuestiones
abordadas en este dossier. Historia y biografía, aspectos estéticos y éticos, la figura del
héroe frente al hombre medio, la historia política y la biografía de grandes hombres, los
individuos, sus acciones y obras, la historia como un género enemistado con la escritura
de rasgos biográficos, y otros aspectos sugeridos por Robert Graves en este pasaje,
abren un panorama rico a la hora de pensar en la frontera que, durante siglos, ha
mantenido enfrentados a partidarios de bandos opuestos: los defensores de la biografía
y los detractores de la misma.
Si bien la tensión entre biografía y relato histórico puede ser recorrida en un eje
cronológico que encuentra su fecha en un momento muy anterior al siglo XIX,2 es
desde que la Historia se consolidó como disciplina profesional que las discusiones se
tornaron más contundentes. Como se ha subrayado reiteradas veces que en la segunda
mitad del siglo XIX, ante la intención de la Historia de convertirse en una ciencia, los
rasgos individuales y humanos del pasado fueron puestos en tela de juicio. Se ha
repetido también que, posteriormente, la encarnizada batalla de Annales contra “el ídolo
individual” convirtió a la biografía en una forma estigmatizada y sospechada para
estudiar el pasado. Aunque con matices, esta sucesión de momentos es aceptada en
diferentes relatos historiográficos y un nuevo punto de inflexión se fecha hacia las
décadas de 1970 y 1980, cuando en el contexto francés (y con proyecciones
internacionales) comenzaron a proponerse una serie de “giros” historiográficos ante la
1
CONICET/Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, Instituto de Historia Argentina y
Americana “Dr. Emilio Ravignani”, 25 de mayo 221, 2º piso, CP: 1002, Ciudad Autónoma de Buenos
Aires. E-mail: paugrabru@hotmail.com
2
Una obra de referencia clásica para pensar el origen de la biografía, sus desafíos y problemas es la de
Arnoldo Momigliano: Génesis y desarrollo de la biografía en Grecia, México, Fondo de Cultura
Económica, 1986 (1968).
113
Anuario IEHS 27 (2012) )
frente a los desafíos propuestos por el “giro lingüístico”.3 A partir de estas décadas,
regresos, retornos, renovaciones y revisiones han sido palabras utilizadas ampliamente
en la historiografía europea y en las de otras latitudes.
En este marco, y no seguramente por casualidad, el año 1989 fue un año
especialmente prolífico en lo que se refiere a publicación de textos que se plantearon
como reto pensar los usos de la biografía (para retomar el feliz título de un artículo de
ese año escrito por Giovanni Levi y publicado en la revista Annales).4 En diferentes
aportes publicados desde fines de la década de 1980, entonces, la biografía ha sido
pensada como un género, como un método y como un recurso. Esta diferenciación entre
género, método y recurso es central, aunque no es usual que los autores que se han
explayado al respecto expliciten en cuál de las posibilidades están pensando y usen
simplemente la palabra “biografía”, como si ésta no generara equívocos.
Sin embargo, los argumentos esgrimidos por unas y otras contribuciones no se
sostienen en los mismos pilares. Por ejemplo, aquellos textos que abordan el género
biográfico y su validez pueden inscribirse en debates que trascienden el campo
disciplinar de la historia y se superponen con la literatura y la crítica literaria y que
están, quizás, más permeados por las polémicas suscitadas por el “giro lingüístico”.5
Complementariamente, pensar en el género en sí, permite sacar conclusiones sobre
formas de circulación y de consumo de la biografía, más ligadas a las dinámicas de
mercado que a las de la producción de saberes. En este marco, como destacó Marc
Ferro en un breve pero elocuente texto, la biografía nunca ha sido un tabú para el
público, aunque sí lo ha sido para los historiadores profesionales.6 Si se considera esta
premisa, es menester destacar que, mientras algunos tipos de biografías son renovadoras
y están a tono con las nuevas tendencias historiográficas, otros se han mantenido
siempre vigentes en los diferentes mercados editoriales más ligados a los circuitos de
divulgación histórica que a los de producción académica.7
En otro sentido, en los textos que predominan las consideraciones sobre el método
de la biografía se plantean discusiones de carácter epistemológico. Para formularlo de
manera sencilla, qué y en qué medida se puede conocer por medio del abordaje de una
vida son las preguntas que permiten pensar en el método biográfico. En esta dirección,
como ejemplo paradigmático, la microhistoria italiana ha sabido reposicionar la
centralidad de los individuos para pensar épocas y para entender, como señala Giovanni
1
2
3
La bibliografía sobre estas cuestiones es copiosa. Entre otros textos, pueden consultarse: Gerard Noiriel,
Sobre la crisis de la historia, Valencia, Universitat de València, 1997.
4
Cabe destacar que varios de los textos publicados en esta fecha respondieron, de alguna forma, al
conocido texto de Pierre Bourdieu: “L’illusion biograhique”, en Actes de la Recherche en Sciences
Sociales, núm. 62-63, 1986, pp. 69-72.
5
Puede verse al respecto, entre otros aportes: Jacques Le Goff, “Comment écrire una biographie historique
aujourd’hui?”, en Le Dèbat, núm. 54, 1989, pp. 48-53; Pudal Bernard, Du biographique entre “science” et
“fiction”. Quelques remarques programmatiques, en Politix, vol. 7, núm. 27, Troisième trimestre, 1994. pp.
5-24.
6
Marc Ferro, “La biographie, cette handicapee de l'histoire”, en Magazine litteraire, núm. 164, abril de
1989, pp. 85-86.
7
Cfr. Claude Arnaud, “Le retour de la biographie: d’un tabou à l’autre”, en Le Dèbat, núm. 54, 1989, pp.
40-47
122
114
Anuario IEHS 27 (2012)
8
Levi, las tensiones posibles entre individuo y estructura. A su vez, el método
relacionado con la biografía puede ser utilizado en diferentes sentidos: como una
herramienta de la prosopografía, con el objetivo de construir una biografía modal, para
poner de relieve casos excéntricos en determinado contexto histórico, entre otros usos.9
Por último, las contribuciones que estudian el recurso biográfico proponen pensar
la biografía como un medio más que como un fin. Es decir, el recurso biográfico, como
tal, es una de las posibilidades metodológicas –no única ni excluyente- puestas en juego
a la hora de aportar información y dinamizar explicaciones en el marco de un relato
histórico o sociológico. Desde esta perspectiva, como ha destacado Michael Halroyd:
“la sociología es en sí misma un rompecabezas hecho de mil piezas biográficas”. 10 O,
en idéntica dirección, como destaca Sabina Loriga, la biografía como recurso puede ser
útil para demostrar las repeticiones que refleja la estadística, en lugar de poner de
relieve los caracteres individuales.11
Ahora bien, la diferenciación entre género, método y recurso, aunque no siempre
explícita, es planteada y discutida en los textos de análisis teórico o historiográfico.12
En cambio, en las producciones historiográfica que se sirven de la biografía, no siempre
aparece como un imperativo el de tomar partido por una u otra opción. Y, de hecho, en
varios textos recurso, método y género conviven con felices resultados. Me atrevo, en
este sentido, a mencionar como ejemplo la obra de Natalie Zemon Davis titulada León
El Africano. Un viajero entre dos mundos.13 La historiadora muestra allí como, a la vez,
una vida poco conocida (la de al-Hasan al-Wassan, llamado León El Africano) puede
ser puerta de acceso, excusa y motivo principal para indagar el pasado, a la vez que
hace del método biográfico una forma de indagación específica y utiliza el recurso
biográfico en diálogo con tantas otras operaciones para pensar el pasaje del siglo XV al
XVI en el contexto de “dos mundos”, como reza el subtítulo, el de África y el de
Europa.
En suma, desde aportes teóricos y a partir de las prácticas historiográficas, en las
últimas décadas, distintas tendencias se delinearon en el universo de la biografía. Los
modelos y las posibilidades que hoy conviven son múltiples (es tentador decir aquí:
como las vidas mismas). En un esfuerzo de organización, se podría destacar que en los
últimos cuarenta años se produjo una revalorización de la biografía entendida como
vidas de hombres y mujeres ilustres, línea que algunas veces se asocia a la renovación
8
Véase Giovanni Levi, “Il piccolo, il grande, il piccolo”, en Meridiana, núm. 10, 1991, pp. 211-234 y
Giovanni Levi, “Sobre microhistoria”, en Peter Burke (ed.), Formas de hacer Historia, Madrid, Alianza,
1996, pp. 119-143.
9
Giovanni Levi, “Les usages de la biographie”, en Annales. ESC, núm. 6, 1989, p. 1325-1336.
10
Michael Holroyd, Cómo se escribe una vida. Ensayos sobre biografía, autobiografía y otras
aficiones literarias, Buenos Aires, La Bestia Equilátera,2011, p. 37.
11
Sabina Loriga, Le petit x: de la biographie à l'histoire, Paris, Seuil, 2010.
12
Véase al respecto Sabina Loriga, “La biographie comme problème”, en Jacques Revel (ed.), Jeux
d’echelles. La mycro-analyse à l’experience, París, Gallimard/Le Seuil, 1992, pp. 209-231. Existe una
versión de este artículo con algunas modificaciones en Italiano: “La biografia come problema”, en Jaques
Revel (a cura di), Giochi di scala. La microstoria alla prova dell’esperienza, Roma, Viella, 2006, pp.
201-226.
13
Natalie Zemon Davis, León El Africano. Un viajero entre dos mundos, Valencia, Universidad de
Valencia, 2006.
115
Anuario IEHS 27 (2012) )
14
de la historia política, se ensayaron estudios en los que desde una biografía no
representativa se explora una época15 y también se investigaron figuras que sí
condensaron un momento paradigmáticamente.16 Otras opciones, por su parte,
estudiaron varios itinerarios sobre un telón de fondo o una serie compartida. En este
sentido se abren también diferentes modalidades; mientras que algunas investigaciones
utilizaron varias trayectorias para estudiar tendencias diacrónicas encarnadas por
hombres y mujeres de distintas épocas,17 en otros se han puesto de relieve sincronías
entre biografías que dan cuenta dinámicamente de un momento histórico.18
Nuevamente, en el último sendero, los caminos se bifurcan: en algunos casos se centra
la atención en grandes personalidades históricas19 y en otros, en cambio, se les da lugar
a figuras consideradas “en los márgenes”.20
Se justifica, entonces, sostener que, así como en la actualidad no impera un único
paradigma válido ni una única fórmula para escribir textos de historia, tampoco existe
una sola forma de escribir biografías, ni hay un único manual que explique y resuelva
los problemas que la biografía genera a sus hacedores.
En lo que respecta de manera específica al dossier que aquí se presenta, un primer
punto destacable es que los autores y las autoras han sido convocados a participar por
su interés sostenido en lo que puede denominarse, para sintetizar una serie de
problemas diversos, como se ha señalado, las “cuestiones biográficas”. Por este motivo,
se ofrecen en los artículos recopilados distintas perspectivas y reflexiones para pensar
las relaciones entre los registros ligados a la biografía y la disciplina histórica que
surgen de las propias experiencias de trabajo de los especialistas que participan.21
14
Véanse Philippe Levillain, “Les protagonistes: de la biographie”, en René Rémond (dir.), Pour une
historire politique, París, Éditions du Seuil, 1988, pp. 121-159 y Patrice Gueniffey, “La biografía y la
renovación de la historia política”, en Id. La fuerza y el derecho. Estado, poder y legitimidad durante el
siglo XVII, México, Centro de Estudios Históricos/El Colegio de México, 2004, pp. 81-97.
15
El ejemplo descollante en esta dirección es Carlo Ginzburg, El queso y los gusanos. El cosmos según
un molinero del siglo XVI, Barcelona, Muchnik, 1997 (1976).
16
Véanse, entre otros: Pierre Rosanvallon, Le moment Guizot, París, Gallimard, 1985; John Greville Agard
Pocock, The Machiavelian Moment. Florentine Political Thought and the Atlantic Republican
Tradition, Princeton, Princeton University Press, 1975; Roldán, Darío, Charles de Rémusat: Certitudes
et impasses du libéralisme doctrinaire, París, L’Harmattan, 1999.
17
Piénsese en la obra de Mona Ozouf: Les mots des femmes. Essai sur la singularité française, Paris,
Fayard, 1995.
18
En este registro se pueden poner de relieve: Carl E. Schorske, Fin-de-siècle Vienna. Politics and
culture, Nueva York, Vintage Books, 1981; Chritophe Charle, Paris Fin-de-siècle.Culture et politique,
París, Éditions du Seuil, 1998; Luisa Mangoni, Una crisi fine secolo. La cultura italiana e la Francia fra
Otto e Novecento, Turín, Eunaudi, 1985; Wolf Lepenies, Las tres culturas. La sociología entre la
literatura y la ciencia, México, Fondo de Cultura Económica, 1994; Robert Darnton, Edition et sedition.
L’univers de la litterature clandestine au XVIIIe siecle, París, Gallimard, 1991.
19
Cfr. Benedetta Craveri, Amantes y reinas. El poder de las mujeres, México, Fondo de Cultura
Económica, 2006.
20
Cfr. Natalie Zemon Davis, Mujeres en los márgenes. Tres vidas del siglo XVII, Madrid, Ediciones
Cátedra/Universitat de València, 1995.
21
Aunque las contribuciones del dossier no ponen centralmente el foco en el ámbito local, no está de más
apuntar que en los últimos años se manifestó en la Argentina cierta inclinación a la escritura de biografías
de hombres del poder (piénsese en la Colección Los Nombres del Poder, editada por el Fondo de Cultura
Económica, la Colección de Biografías publicadas en la sección Historia Argentina de Planeta y la
Colección Grandes Protagonistas de la Historia Argentina, comandada por Félix Luna) y que, en la
116
Anuario IEHS 27 (2012)
actualidad, se ha lanzado una colección que pretende, según se destaca en la gacetilla de prensa de su
lanzamiento: “retratar y entender la vida de hombres y mujeres que desempeñaron un rol relevante en la
historia argentina. La colección se basará en investigaciones rigurosas, y las obras están escritas por
historiadores expertos en cada uno de los personajes seleccionados. Ilustran la vida pública y privada de los
individuos biografiados, y también analizan la época y las circunstancias en las que desarrollaron su acción.
La actividad política, las trayectorias económicas, sociales o culturales.”. Por su parte, pueden verse
algunas contribuciones locales al respecto -de características muy diferentes entre sí-: José Luis Romero
“La biografía como tipo historiográfico”, en Id., La vida histórica, Buenos Aires, Sudamericana, 1988, pp.
104-117; Tulio Halperin Donghi, “Intelectuales, sociedad y vida pública en Hispanoamérica a través de la
literatura autobiográfica”, en Id., El espejo de la historia, Buenos Aires, Sudamericana, 1998, pp. 41-63;
Susana Frías, “El método de la biografía colectiva”, en Clío, Comité Argentino de Ciencias Históricas,
Comité Internacional, núm. 1, 1993, pp. 21-29; Félix Luna, “La biografía individual”, en Clío, Comité
Argentino de Ciencias Históricas, Comité Internacional, núm. 1, 1993, pp. 17-20; Patricia Pasquali, “El
retorno de la biografía”, en Clío, Comité Argentino de Ciencias Históricas, Comité Internacional, núm.
5, 2000, pp. 137-154.
22
François Dosse, La apuesta biográfica: escribir una vida, Valencia, Universidad de Valencia, 2007.
23
François Dosse escribió biografías de Paul Ricouer y de Michel De Certeau. Véanse:François
Dosse,Paul Ricoeur: les sens d'une vie, Paris, La Découverte, 1997 y Michel de Certeau: le marcheur
blesse, Paris, La Decouverte, 2002. Hay traducción al español: Michel de Certeau: el caminante herido,
Traducción de Claudia Mascarua, México, Universidad Iberoamericana, 2003.
117
Anuario IEHS 27 (2012) )
24
estuvieran separadas por tabiques estancos, ni tampoco reducirse a un solo nivel”.
Este principio aparece como un supuesto compartido en los textos de Fuentes Codera y
Szurmuk a la hora de estudiara Eugenio D’Ors y Alberto Gerchunoff. En el artículo de
Roldán, por su parte, aparecen enunciados los “riesgos” de una apuesta que pretende
borrar las marcas biográficas para analizar las obras de un pensador determinado
(operación elegida por Pierre Rosanvallon al estudiar a Guizot). Pero si la relación entre
vida y obra de una figura elegida para biografiar es un eje problemático a la hora de
estudiar figuras ligadas al ámbito intelectual –por obvias razones-, a la vez, como
muestra la crónica de Sergio Pujol, obras culturales surgidas en otros registros –
canciones, en el caso particular de Atahualpa Yupanqui- plantean idénticos desafíos
para interpretar las torsiones de una vida.
Otro de los tópicos clásicos del terreno de las discusiones biográficas que surge en
los artículos aquí reunidos es el de las relaciones multidireccionales entre vida y
contexto –o contextos-. Como señala Sabina Loriga, de la mano de perspectivas filiadas
a la microhistoria italiana –y con ecos en diferentes propuestas historiográficas-, la
noción de contexto se dinamizó en los estudios históricos en las últimas décadas. La
contribución de Roldán es elocuente en este sentido, ya que muestra, en simultáneo, su
preocupación por encuadrar la noción de “obra virtual” en contextos políticos,
disciplinares e historiográficos, mientras que, paralelamente, muestra el escaso interés
que vida y contexto parecen haber tenido en la elección de Pierre Rosanvallon en
ocasión de encuadrar el pensamiento de Guizot. En el artículo de Szurmuk, por su parte,
se pluraliza la noción de contexto en dos sentidos: diacrónico y sincrónico. La autora
destaca cómo, si bien el largo plazo cronológico de la trayectoria de Alberto
Gerchunoff es fundamental para estudiar su vida, la multi-implantación en esferas
diferentes pero temporalmente concordantes es un dato central para poder dar relieve a
una biografía como la elegida. Por su parte, desde el título, Fuentes Codera destaca la
noción de contexto ya no solamente para encuadrar una vida, sino también para pensar
en las construcciones y las cargas de sentido que esa vida puede asumir en el largo
plazo y en los vaivenes de una historia nacional. Pujol, a su vez, muestra cómo los
contextos políticos y sociales de la Argentina condicionaron las interpretaciones sobre
Atahualpa Yupanqui y cómo su vida estuvo atravesada por las realidades políticas
nacionales.
Por último, la relación entre el biógrafo y figura biografiada es otro de los ejes que
aparecen reflejados en los textos aquí recopilados. Michael Holroyd destaca que la
figura del biógrafo ha sido comparada con perfiles de connotación positiva y hasta
pintoresca -el biógrafo como un detective, por ejemplo-, pero también con imágenes de
carga claramente descalificadora -el biógrafo como un caníbal que devora a un otro
para alimentar sus ansias escriturales, por mencionar la más contundente-. Más allá de
las distintas posibilidades para calificar a quienes se proponen estudiar vidas,
ciertamente, las relaciones entre los historiadores y las figuras que biografían suele ser
un nudo problemático. Entre la empatía, propuesta de manera sistemática por Wilhelm
Dilthey (figura que, como se verá en el primer artículo del dossier a cargo de Sabina
Loriga, puede ser una referencia orientadora a la hora de afrontar el trabajo biográfico)
24
François Dosse, La apuesta biográfica: escribir una vida, p. 387.
118
Anuario IEHS 27 (2012)
25
En este caso, el título es una ajustada elección de los editores del volumen, que recoge una selección de
ensayos de Holroyd muy reveladora de la suerte de la biografía en el contexto británico.
119
Anuario IEHS 27 (2012), pp. 121-143
LA ESCRITURA BIOGRÁFICA Y LA
ESCRITURA HISTÓRICA EN LOS SIGLOS
XIX Y XX
Sabina Loriga1
Resumen:
El presente texto propone un recorrido cronológico que permite conocer los momentos de encuentro y desencuentro
entre las formas de escritura biográfica y las de escritura histórica. Revisa, además, antecedentes de las tensiones
existentes entre Biografía e Historia en textos de antigua data (desde los clásicos griegos hasta Humboldt). Se detiene,
entonces, en distintos momentos de guerra y de paz que se sucedieron en la frontera caliente entre la Biografía y la
Historia. De este modo, las tensiones entre individuo y sociedad, genio y masa, héroe y hombre medio, por mencionar
las más destacadas, son analizadas en sus contextos de aparición históricos e historiográficos. En este sentido, se presta
especial atención a las corrientes historiográficas dominantes que tuvieron una voz destacada en Europa desde el siglo
XIX y a los diálogos entre éstas y los principios de otras disciplinas sociales y humanas. Atendiendo a las renovaciones
historiográficas de las últimas décadas, se presentan las formas en las que la Biografía ha sido recuperada, revalorizada y
criticada.
Palabras claves:
Biografía, Historia, historiografía, hermenéutica, ciencias sociales.
Abstract
The article proposes a chronological review that allows know the moments of agreement and disagreement between the
forms of biographical writing and the forms of historical writing. The article also reviews the trails of the existing
tensions between Biography and History in old texts (from the classic Greeks to Humboldt). The article focuses, then, in
different moments of war and peace that happened in the hot frontier between Biography and History. So, the article
analyses the tensions between the individual and society, genius and mass, hero and average man (to mention the most
prominent) in its historic and historiographical contexts. In this sense, the article focuses with special attention in the
historiographical tendencies prominent in Europe since XIX Century, and its dialogues with the social sciences and the
humanities. Attending to the historiographical renewals of the last decades, the article presents the forms through which
the Biography has been recovered, revalued and criticized.
Keywords:
Biography, History, Historiography, Hermeneutics, Social Sciences.
Recibido: 30-03-2011
Aprobado: 12-09-2011
1
École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS), Centre de Recherches Historiques, 190-198,
Avenue de France, Bureau 540, Paris. E-mail: loriga@ehess.fr.
121
Anuario IEHS 27 (2012) )
Durante1muchos años los historiadores creyeron que su trabajo era el de preservar del
olvido las acciones humanas.2 Esa idea radicaba en una imagen inmortal de la
naturaleza. Eternos, los elementos naturales no tienen necesidad de la memoria para
continuar existiendo; pero los seres humanos signados por la mortalidad (“sólo nosotros
pasamos por delante de todo como aire que cambia”, escribe Rainer María Rilke)3
pueden transformarse en casi iguales a la naturaleza gracias a la historia. Desde esta
perspectiva, el relato histórico tiene como eje indiscutido las grandes acciones y las
grandes obras de las cuales los mortales son capaces, como aquellas realizaciones
aterradoras de las que habla Sófocles.4
En los últimos doscientos años las cosas cambiaron. Después de finales del siglo
XVIII, los historiadores arrinconaron las acciones y los sufrimientos de los individuos
para tratar de descubrir el proceso invisible de la historia universal “aquel movimiento
evolutivo de nuestro género, que debe ser considerado como su propio contenido, como
su centro y como su esencia”.5Las razones que indujeron a los historiadores a
desinteresarse de los seres humanos en cuanto individuos, es decir a pasar de una
historia plural (die Geschichten) a una historia única (die Geschichte), son varias.6Sin
lugar a dudas, pesaron dos difíciles sorpresas de la modernidad: por un lado, el
descubrimiento de que también la naturaleza es mortal y por el otro, la progresiva
pérdida de confianza en la capacidad de nuestros sentidos para aprehender la verdad del
mundo (desde los tiempos de Copérnico, la ciencia no hace otra cosa que mostrarnos
los límites de la observación directa).7Paralelamente a estas transformaciones
profundas, que van mucho más allá de nuestros actos conscientes y que por momentos
se nos escapan, han influido tal vez algunas vicisitudes intelectuales menos trágicas, y
hasta más banales. Ante todo, la esperanza de dar a las ciencias humanas bases
científicas estables y objetivas. Se trató de un esfuerzo enorme de conocimiento, que
indujo a las disciplinas más variadas (de la Demografía a la Psicología, de la Historia a
la Sociología) a uniformar los fenómenos, muchas veces eliminando las diferencias, los
descartes, las idiosincrasias.
La tendencia a uniformizar el pasado tuvo consecuencias graves, como ha señalado
Hannah Arendt en una carta a Karl Jaspers del 4 de marzo de 1951. Volviendo, una vez
1
2
Cfr. François Châtelet, La naissance de l’histoire, Paris, Les Editions de Minuti 1962. Traducción al
español: México, Siglo XXI, 2009.
3
Rainer Maria Rilke, Duineser Elegien, Wiesbaden, Erschienen im Insel, 1950. Traducción al español:
Cátedra, 1993.
4
Cfr. Hannah Arendt, “The modern concept of history”, en Between Past and Futur: Six Exercises in
Political Thought, New York, Viking Press, 1958. Traducción al italiano: Firenze, Vallecchi 1970.
5
Wilhelm Dilthey, “Der Aufbau der geschichtlichen Welt in den Geisteswissenschaften”, en Gesammelte
Schriften, Stuttgart/Göttingen, Teubner/Vandenhoeck & Ruprecht, vol. VII, 1910. Traducción al italiano:
Critica della ragione storica, editado por Pietro Rossi, Torino, Einaudi 1954, p. 176.
6
Cfr. Reinhart Koselleck, Vergangene Zukunft. Zur Semantik geschichtlicher Zeiten, Frankfurt,
Suhrkamp,1979. Traducción al español:Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos
históricos,Barcelona, Paidós, 1993.
7
Sobre la consciencia de la vulnerabilidad de la naturaleza, cfr. también Hans Jonas, Philosophical Essays.
From Ancient Creed to Technological Man, Chicago, The University Chicago Press 1974. Traducción al
español: Barcelona, Herder, 1998.
122
Anuario IEHS 27 (2012)
más, sobre las tragedias políticas y sociales que han plagado el siglo XX, afirma que el
pensamiento moderno perdió el gusto por las diferencias:
“Que es hoy el mal en su dimensión real no lo sé, pero no me parece que éste en
cierta forma tenga que ver coneste fenómeno: la reducción de los hombres en cuanto
hombres, a seres absolutamente superfluos (...)En esta confusión, la Filosofía no está
totalmente exenta de culpas. Por supuesto, no en el sentido en el que Hitler tenga algo
que ver con Platón (...) pero sí en el sentido en el que la Filosofía occidental no ha
tenido nunca un concepto puro de la política, tampoco podía tenerlo porqué habló
siempre de necesidad, del Hombre y se ocupó siempre de la pluralidad sólo
accidentalmente”.8
Creo que las palabras de Berlín tienen actualidad. Muestran cómo el peligro del
relativismo, que corroe el principio de responsabilidad individual, no es una
característica exclusiva de la llamada historiografía post-moderna, inspirada en
Nietzsche, sino que también nace de una lectura impersonal del pasado que describe la
realidad a través de las relaciones anónimas de poder.Berlín precisa:
7
Hannah Arendt, Briefwechsel 1926-69, München, Piper 1985. Traducción al español: Barcelona, Herder,
2000.
9
Cfr. Philip Pomper, “Historians and Individual Agency”, en History and Theory, 1996, vol. 35, p. 281-
308.
10
Hans Magnus Enzensberger, “Letteratura come storiografia”, en Il Menabò, 1966, IX, p. 8.
11
Isaiah Berlin, “Historical Inevitability” (1953), in Four Essays on Liberty, Oxford, Oxford University
Press, 1969.
123
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“insultar y elogiar, considerar que una acción es preferible a otra, acusar o defender
figuras históricas por acciones que hacen o hicieron, resulta una actividad absurda.
La admiración y el desprecio por éste o aquél individuo puede de hecho perdurar,
12
pero se convierte en algo semejante a un juicio estético”.
¿Cómo y cuándo tuvo lugar este sacrificio de la dimensión individual? La frontera que
separa a la Historia de la Biografía fue siempre incierta y en absoluto pacífica. Ya en el
período antiguo, Tucídides expresó un absoluto desprecio por las biografías. En su
programa de una historiografía exacta, impersonal y universal hay poco espacio para un
género narrativo que busca cautivar a un público popular. Dos siglos más tarde, Polibio
escribe que la aproximación biográfica a la Historia, fundada sobre los métodos del
teatro trágico, da lugar a confusiones entre la Poética y la Historia propiamente dicha.
Sus consideraciones son parte de una discusión más vasta que se extiende en la
historiografía griega, en la que el ideal de lo “verdadero” se opone a lo “verosímil”
perseguido por el sofista Gorgias. Contrariamente a las concepciones de algunos
historiadores de los siglos IV y III A.C. (como Filarco o Dúridesde Samo), que tenían
como proyecto transformar la historia en representación dramática, fundado sobre una
imitación exacta o mímesis, Polibio consideraba correcto fijar y trasmitir la verdad
objetiva.13
La distinción entre Historia y Biografía, además, es confirmada desde la vereda
opuesta, es decir, desde el campo biográfico. En la edad imperial, Plutarco ostenta un
escaso interés por los factores estructurales y reivindica el primado de los signos del
alma sobre la Etiología política:
12
Arnaldo Momigliano, The Development of Greek Biography, Camb. Mass., Harvard University Press,
1971. Traducción al español: Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1986.
13
Plutarch, Greek Lives, Oxford-New York, Oxford University Press, 1998.
14
Plutarco, Vidas paralelas, México DF, Editorial Porrúa, p.213.
124
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Las palabras de los clásicos han tenido suerte dispar entre los historiadores
modernos. La desconfianza en la biografía es confirmada en 1599 por John Hayward, el
llamado Tácito inglés, que en su Life and reigne of King Henrie III, aconseja no
confundir “el gobierno de los Estados poderosos” con “las vidas y las obras de los
hombres ilustres”.15 Un siglo más tarde, Thomas Burnet, el capellán de Guillermo III,
atribuye una gran importancia a la Historia, pero reconoce sólo un valor accesorio y
ornamental a la reflexión biográfica:
“la vida de los filósofos, los nacimientos las muertes, los honores, los viajes, las
acciones buenas o malas y cosas de ese estilo integran y embellecen a la materia
abordada, pero son de menor importancia en la búsqueda de orígenes y progresos del
conocimiento humano o en la comprensión de la Providencia”16.
15
Cfr. John Garraty, The Nature of Biography, London. Knopf, 1957, p. 70.
16
Cfr. Mario Longo, Historiae philosophiae philosophica. Teorie e metodi della storia della filosofia
tra Seicento e Settecento, Milano 1986, p. 39.
17
Sobre la histriografia medieval y del Renacimiento cfr. Donald R. Kelley, Foundations of Modern
Historical Scholarship. Language, Law and History in the French Renaissance, New York-Londres,
Columbia University Press, 1970; Denis Hay, Annalists and Historians. Western Historiography from
the Eight to the Eighteenth Centuries, Londres, Methuen & Co., 1977, Traducción al italiano: Bari,
Laterza, 1981.
18
Sobre la hitoriografia iluminista, cfr. Friedrich Meinecke, Die Enstehung des Historismu, Munich, R.
Oldenbourg, 1965. Traducción al italiano: Firenze, Sansoni, 1954, caps. IV y V.
125
Anuario IEHS 27 (2012) )
Tal como se señaló, el primer ataque contra el individuo fue lanzado por la Filosofía.
En su breve ensayo sobre la finalidad de la historia escrito en 1784, Immanuel Kant
representa al hombre como un medio a través del cual la naturaleza realiza sus fines y
afirma que la Historia debe elevarse por encima del individuo y pensar en grandes
escalas, porque todo lo que en los individuos se revela confuso e irregular, constituye
una sucesión de eventos unitarios y sistemáticos, típicos de la totalidad de la especie:
“los individuos, pero también los pueblos enteros, piensan poco en el hecho de que
mientras persiguen sus propósitos, cada uno con su capacidad y muchas veces uno
contra otro, avanzan sin darse cuenta hacia el propósito de la naturaleza”.20
19
Cfr. Judith Schlanger, Les métaphores de l’organisme, Paris, Vrin 1971.
20
Immanuel Kant, Idee zu einer allgemeinen Geschichte in welt-bürgerlicher Absicht (1784), in Kants
Gesammelte Schriften, Berlin 1902. Traducción al italiano: Bari-Roma 1995, Filippo Gonnelli, pp. 29-30.
Sobre la peculiaridad del finalismo kantiano, cf. Ludwig Landgrebe, Phänomenologie und Geschichte,
Gütersloh, Gütersloher Verlagshaus Gerd Mohn, 1968, cap. III.
21
Karl Löwith, Meaning in History. The Theological Implications of the Philosophy of History,
Chicago, The University of Chicago Press 1949. Traducción al español: Madrid, Aguilar 1968.
126
Anuario IEHS 27 (2012)
Tal como lo observó Karl Löwith, sobre este punto el marxismo no representa una
fractura en lo que respecta a la Filosofía clásica alemana: “el principio fundamental de
Marx, expresado ya en La ideología alemana, mostraba ser el mismo que el de Hegel,
versaba sobre la confianza en la filosofía futura de realizar la unidad de la razón y de la
realidad, de la esencia y la existencia”.22
En esta concepción providencial del devenir, entendido como un esfuerzo gradual
a través del cual la humanidad realiza sus fines superiores, el individuo queda
completamente aplastado por la ley. Una ley dramática e implacable, porque es inmune
a los accidentes. El olvido de la persona coincide casi siempre con la negación del caso
o, al menos, con un su debilitamiento parcial, por ejemplo el resultado de la batalla de
Waterloo fue seguramente condicionado por la lluvia torrencial que cayó durante toda
la noche entre el 17 y el 18 de junio de 1815, pero aquellas gotas de agua fueron
enviadas por el dios de la historia. Víctor Hugo expresa poéticamente este tipo de causa
providencial. Después de haber contado que Oliver Cronwell habría querido partir hacia
Jamaica y Honoré Gabriel Mirabeu hacia Holanda, pero que los dos habían sido
detenidos por una prohibición del Rey, comenta:
En definitiva, detrás del caso y del evento humano está siempre la mano de Dios:
“Eh! Quien sólo sienta en este tumulto y en esta tempestad, en medio de este combate
de todos los sistemas y de todas las ambiciones que hacen tanto humo y tanto polvo,
bajo este velo que aún esconde a los ojos la resolución social y providencial a duras
penas esbozada, detrás de esta nube de teorías, de pasiones, de quimeras, que se
cruzan, se chocan, y se devoran entre sí en una especie de día sombrío que ellas
desgarran de sus destellos, a través de este ruido de la palabra humana que habla a la
vez todas las lenguas por todas las bocas, bajo este violento torbellino de cosas, de
hombres e ideas que se llama siglo XIX, algo grande se realiza! Dios permanece en
calma y hace su obra”.23
22
Karl Löwith, Meaning in History, opcit., p. 71.
23
Victor Hugo, “Sur Mirabeau” (1834), in Id,Littérature et Philosophie mêlées, Edition critique établie
par Anthony R.W. James, t. II, Paris, Editions Klincksieck 1976, pp. 285, 331. Traducción al español:
Fondo de Cultura Económica, 1993.
127
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24
Wilhelm von Humboldt,“Betrachtungen über die bewegenden Ursachenin der Weltgeschichte” (1818), in
Gesammelte Schriften, Berlin, Berh'Verlag, 1904, vol. 3, p. 350.Traducción al español: Madrid, Editorial
Tecnos, 1997.
25
Wilhelm von Humboldt,“Betrachtungen über die bewegenden Ursachenin der Weltgeschichte” (1818),
op cit., pp. 360 y ss.
26
Ibid.
128
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fundada sobre una ética en la medida que, según la fórmula de Leopold von Ranke que
data de 1860, la historia devela el drama de la libertad:
27
Wilhelm von Humboldt,“Über die Aufgabe des Geschichtsschreibers” (1821), in Gesammelte
Schriften, op cit.
28
Wilhelm von Humboldt, Briefe an Karl Gustav von Brinckmann, hrsg. von Albert Leitzmann,
Leipzig, Verlag Karl W. Hiersemann, 1939, p. 151 y ss.
29
Johann Gustav Droysen, Historik. Die Vorlesungen von 1857, hrgs. von P. Leyh, Stuttgart-Bad
Canstatt, 1977; Texte zur Geschichtstheorie. Mit ungedruckten Materialen zur ‘Historik’, hrgs. von G.
Birtsch u. J. Rüsen, Göttingen 1972. Traducción al italiano: Napoli, Guida 1994, p. 95.
129
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será, si se quiere, un ser ficticio para quien todas las cosas pasarán conformemente a
los resultados promedios obtenidos por la sociedad.”.
En el siglo XIX, muchos historiadores adhieren a esta nueva batalla contra la biografía
en nombre de la ciencia. Algunos de ellos se muestran hasta ansiosos por abandonar los
hábitos de la reflexión moral, para vestir aquellos más nuevos y vistosos de las ciencias
sociales, modelados sobre el ejemplo de las ciencias de la naturaleza. Por este motivo,
aun no apreciando el determinismo extremo de Buckle, de Spencer o de Bourdeau,
30
Adolphe Quételet, Sur l’homme et le développement de ses facultés ou Essai de physique sociale,
Paris, Bachelier 1835, pp. 51 y ss.
31
Henry Thomas Buckle, History of Civilization in England, London, John W. Parker and Son 1858;
Grant Allen, “Nation Making”, Gentleman’s Magazine, 1878 (rist. in Popular Science Monthly
Supplement, 1878, pp. 121-126); Grant Allen, “The Genesis of Genius”, Atlantic Monthly, march 1881,
XLVI, pp. 371-381; Louis Bourdeau, L’histoire et les historiens. Essai critique sur l’histoire considérée
comme science positive, Paris, F. Alcan, 1888.
32
Sobre esta cuestión, es importante subrayar la influencia del pensamiento racial sobre el proceso de
despersonalización de las ciencias sociales.
130
Anuario IEHS 27 (2012)
comparten la idea de afirmar de una vez y para siempre la impersonalidad como criterio
fundamental de la cientificidad.
John Fiske, por ejemplo, autor de numerosos textos de historia norteamericana
tuvo la esperanza, en cierto modo, de realizar una “gran revolución historiográfica”:
“Desde mediados del siglo XIX, la revolución que ha tenido lugar en el estudio de la
historia es tan grande y profunda como la revolución paralela que, bajo la guía de
Mr. Darwin, ha estado afectando el estudio de la biología. La brecha en el
conocimiento que separó a Edward Freeman [el historiador de los normandos] en
1880 de un Thomas Babington Macaulay en 1850 es tan grande como la brecha que
separó a John Dalton y Humphrey Davy de los creyentes en el flogisto. Aun así, en los
principales trabajos por los cuales estos inmensos cambios han tenido lugar –como
los de Henry Maine y William Stubbs, Numa Fustel de Coulanges y Maurer- la
biografía ha jugado un papel totalmente subordinado o no ha tenido importancia
alguna”.33
En Francia, Émile Durkheim reconoce a los grandes hombres una función política
importante: «una sociedad en la que el genio es sacrificado por la masa tiene un amor
ciego por la igualdad estéril, se condena ella misma a una quietud que no difiere de la
muerte».34Pero los considera un elemento de molestia para las ciencias sociales, que
deben estudiar los modos de pensar, de sentir y de actuar independientes de los
individuos. Deriva de esta convicción, la célebre comparación entre el hecho social y la
estadística:
“Como cada una de estas cifras comprende todos los casos particulares
indistintamente, las circunstancias individuales que pueden tener en alguna parte de
la producción del fenómeno se neutralizan allí mutuamente y, por ende, no
contribuyen a determinarlo”35
Esta idea es retomada, pocos años más tarde, por François Simiand partidario de
un proyecto de unificación de las ciencias sociales. Aun reconociendo el elemento
33
John Fiske, “Sociology and hero-worship”, Atlantic Monthly, January 1881, p. 81. En este sentido, es
interesante observar la doble imagen de Darwin. Fiske lo usa en clave autobiográfica: todo aquello que es
individual asume, para él, un aspecto superficial y demasiado veloz. Pero otros autores recurren a la teoría
de la evolución para redimensionar el determinismo geográfico. Es lo que hace William James en dos
breves ensayos en los que defiende la noción de gran hombre a través del concepto de variación
espontánea: “yo digo que, en su complejidad, la relación del ambiente visible y del hombre de genio es
precisamente la misma de aquella que es la variación darviniana. El ambiente lo acoge o lo expulsa, lo
conserva o lo destruye, a pocos lo elije”. William James, “Great men and their Environment”, Atlantic
Monthly, 1880, p. 295. Cfr. anche William James, “The Importance of Individuals”, Open Court, 1890.
Ambos textos fueron republicados enWill to Believe and Other Essays in Popular Philosophy, New
York-London, Longmans 1897. Una Posición análoga es sostenida por Henri Berr, “La méthode statistique
et la question des grands hommes”, Nouvelle Revue, 1 et 15 juin 1890.
34
Emile Durkheim, “Le rôle des grands hommes dans l’histoire” (1883), in Textes. 1. Eléments d’une
théorie sociale, Paris, Les éditions de Minuit 1975. Traducción al español: Madrid, Editorial Morata, 1993.
35
Emile Durkheim, Les règles de la méthode sociologique (1895), Paris, Puf 1963, p.10. Traducción al
español: México, Fondo de Cultura Económica, 1986.
131
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“La ley es aquí, como en las otras ciencias positivas, seguir las abstracciones felices,
es decir aquellas que conducen a establecer, aquellas que son apropiadas para poner
en evidencia, algunas regularidades”.
Y continúa:
“Sólo hay relación causal (…) si hay regularidad de conexión, si hay renovación
idéntica de la relación constatada; el caso único no tiene causa, no es científicamente
explicable”.36
36
François Simiand, “Méthode historique et science sociale”, Revue de synthèse historique, 1903,
republicado en Annales, 1967, 1, pp. 87, 91, 95, 105.
132
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las diferencias. El historiador puede, más aún debe, renunciar a recoger en las cosas
aquello que las separa para descubrir lo que las une. Por lo tanto, no debe considerar a
los individuos como a seres particulares, dotados de un carácter preciso, único,
irrepetible, mucho menos como a seres capaces de actuar sobre el curso de la historia,
sino como prototipos genéricos y equivalentes entre ellos, dominados únicamente por
las ideas, los sentimientos y los impulsos comunes al grupo de pertenencia.
Contrariamente a los historiadores marxistas, que privilegian la noción de clase, para
Lamprecht la unidad social determinante en condición de explicar la totalidad de los
procesos es la nación, entendida no en sentido jurídico y estatal sino en sentido
romántico, como organismo que evoluciona según leyes propias. Es un punto de
disenso interesante: el concepto de nación no representa más un elemento de
individualización del pasado, como lo era para muchos historiadores de las primeras
décadas del siglo XIX, sino una grandeza regular de la vida histórica.37
Claro que, también en este período, existen voces que no están de acuerdo en
sacrificar la dimensión concreta de la existencia humana en nombre de la ciencia. Pero,
lamentablemente, muchos de aquellos que defienden la naturaleza singular de la
historia continúan cultivando la retórica de la grandeza personal. A las fuerzas sociales
anónimas enarboladas por Simiand y por Lamprecht, son opuestos los grandes hombres
políticos, con capacidad de modelar la realidad. Hasta quien no cede a la ideología
heroica, sueña con individuos imposibles, totalmente intencionales y libres. Friedrich
Meinecke habla de un “indisoluble, unitario, apriorístico núcleo central del individuo”,
mientras que Eduard Meyer contrapone los individuos históricamente determinados a
los individuos indiferentes: “cuyos nombres pueden ser mencionados en la historia sólo
porque fueron por casualidad los vehículos de un proceso histórico particular, como
oficiales, diplomáticos, empleados, etc.; de éstos, entonces, tienen interés histórico en
este proceso sólo el nombre y la actividad, pero no sus caracteres”.38
Lo más grave es que la primacía del gran hombre va casi siempre de la mano de la
primacía de la política. Sólo el estado parece digno de consideración histórica. Tal
como escribe irónicamente el historiador alemán Eberhard Gothein, el leimotiv propone
reservar a los historiadores políticos, las acciones de gran importancia y los hechos del
estado, mientras que deja a los historiadores de la cultura, el recipiente de la basura y el
galpón de las cosas viejas (das Kehrichtfass und die Rumpelkammer).39En un período
signado por un fuerte crecimiento del poder estatal y por la afirmación de las masas
como sujeto político, los artículos de la Historische Zeitschrift ignoran los problemas
37
Cfr. Karl Lamprecht, “Was ist Kulturgeschichte? Beitrag zu einer historischen Empirik”, en Deutsche
Zeitschrift für Geschichtswissenschaft, 1896-97, I, pp. 75-150, tr. it.Archivio di storia della cultura,
1992, V, pp. 325-90. Sobre el nexo entre historia social y nacionalismo étnico, en las décadas sucesivas,
cfr. Jürgen Kocka, “Ideological repression and methodological Innovation: Historiography and the Social
Sciences in the 1930s and 1940s”, en History and Memory, 1990, 2, pp. 130-138.
38
Friedrich Meinecke, “Zum Streit und die kollektivische Geschichtsschreibung”, en Historische
Zeitschrift, 1896, 76. Traducción al italiano: Pagine di storiografia e filosofia della storia, Napoli 1984,
pp. 153-162; Eduard Meyer, “Zur Theorie und Methodik der Geschichte” (1902), in Kleine Schriften,
Halle, Niemeyer 1924 (seconda edizione), vol. I. Traducción al italiano: Napoli, Guida 1990, p. 110.
39
Eberhard Gothein, Die Aufgaben der Kulturgeschichte, Leipzig 1889.
133
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Durante el curso del siglo XX la imagen de la historia biográfica se deterioró. Tal vez la
desconfianza en la escritura biográfica estaba en su apogeo.43 La batalla contra la
historia historisante, comenzada en las páginas de la Revue de synthèse historique, es
ganada por los historiadores de los Annales que intentan recoger, más allá de los
sucesos individuales, el substrato profundo de la Historia: las estructuras sociales, las
representaciones mentales, los fenómenos de larga duración. En breve tiempo la
Biografía se convierte en el emblema de la historia tradicional, événementielle, más
atenta a la cronología que a las estructuras, a los grandes hombres que a las masas. Para
Marc Bloch y Lucien Febvre, el objeto de la Historia es el hombre “o mejor, los
hombres. A una ciencia de lo diverso se impone mejor que lo singular, favorable a la
40
Encontramos este tipo de planteo en History and Biography. Essays in Honour of Derek Beales,
edited by T.C.W. Blanning and David Cannadine, Cambridge, Cambridge University Press,1996.
41
Klaus Epstein, “Friedrich Meinecke, Ausgewählter Briefwechsel”, en History and Theory, 1965, p. 85.
42
La declaración de Bismarck, hecha el 16 de abril de 1869 en el Reichstag de la Germania del Norte, es
reportada por Gheorghi V. Plechanov, Über die Rolle der Persönlichkeit in der Geschichte (1898),
Berlin 1945. Traducción al italiano: Roma, Edizioni Rinascita 1956.
43
Cfr. Josef Konvitz, “Biography: The Missing Form en French Historical Studies”, en European Studies
Review, 1976, 6; Marc Ferro, “La biographie, cette handicapée de l’histoire”, en Le Magazine littéraire,
avril 1989.
134
Anuario IEHS 27 (2012)
Refugios de la singularidad
Durante algunas décadas, el gusto por lo singular sobrevive sólo en algunos rincones de
la historiografía. Ante todo, gracias al proyecto prosopográfico. Desconfiado respecto
de la Filosofía de la Historia y también de la historia de las ideas, Lewis Namier, piensa
que los hechos sociales pueden ser explicados sólo explorando científicamente las
raíces del comportamiento individual. Su método microscópico prevé la división de los
hechos sociales en un infinito de existencias particulares, para ser integradas
sucesivamente en conjuntos más vastos. El objetivo es “conseguir familiarizarse con la
vida de miles de individuos, con la completa multitud de hormigas, ver sus archivos
extenderse en diversas direcciones, comprender cómo están conectados y
44
Marc Bloch, Apologie pour l’histoire ou métier d’historien, Paris, Cahiers de Annales, 1949.
Traducción al español: México, Fondo de Cultura Económica, 1993.
45
Fernand Braudel, La Méditerranée et le monde méditerranéen à l’époque de Philippe II (1949),
Paris, Armand Colin 1990, vol. II, pp. 21-23, 512-520. Traducción al español: México, Fondo de Cultura
Económica, 1992. Cfr. Las observaciones críticas de Jacques Rancière, Les mots de l’histoire. Essai de
poétique du savoir, Paris, Seuil, 1992, pp. 26-27.
46
François Furet, “Pour une définition des classes inférieures à l’époque moderne”, en AnnalesE.S.C.,
1963, 18, pp. 459-474; Emmanuel Le Roy Ladurie, Le territoire de l’historien, Paris, Gallimard 1973,
parte IV; Jacques Le Goff, “Les mentalités”, en Jacques Le Goff-Pierre Nora (eds.), Faire de l’histoire,
Paris, Gallimard 1974, t. III, p. 80. Traducción al español: Barcelona, Laia, 1979
135
Anuario IEHS 27 (2012) )
El redescubrimiento de la biografía
47
Lewis B. Namier, “The Biography of Ordinary Men”, in Lewis B. Namier, Skyscrapers and other
Essays (1931), New York, MacMillan 1968, pp. 46-47.
48
Louis Bergeron et Guy Chaussinand-Nogaret (sous la direction de), Grands notables du premier
empire, Paris, Editions di CNRS 1978, p. VI.
49
William I. Thomas and Florian Znaniecki, The Polish Peasant in Europe and America, Chicago, The
University Chicago Press, 1918-20. Traducción al español: Madrid, Centro de Investigaciones
Sociológicas, 2006.
50
Cfr. Herbert Blumer, An Appraisal of Thomas and Znaniecki’s.“The Polish Peasant in Europe and
America”, New York, Social Science Research Council, 1939; Sobre el descrédito de los documentos
personales en la sociología americana, cfr. Howard S. Becker, The Life History and the Scientific
Mosaic, introducción a Clifford R. Shaw, “The Jack-Roller” (1930), Chicago 1966, rist. en Sociological
Work. Method and Substance, New Brunswick, N.J., Transaction Books 1970.
51
Cf. Richard Hoggart, The uses of literacy: changing patterns in English mass culture, Boston mass.,
Beacon Press 1961. Traducción al italiano: Roma, Officina 1970; Danilo Montaldi, Autobiografie alla
leggera, Torino, Einaudi 1961; Danilo Montaldi, Militanti politici di base, Torino, Einaudi 1971. Cfr.
También los trabajos de Rocco Scotellaro, Contadini del Sud, Bari, Laterza 1954; y de Oscar Lewis, The
136
Anuario IEHS 27 (2012)
children of Sanchez: autobiography of a Mexican family,New York, Random House 1961. Traducción
al italiano: Milano, Mondadori 1966.
52
Cfr. François Dosse, Le pari biographique. Ecrire une vie, Paris, La Découverte 2005. A este respecto,
numerosas revistas han consagrado recientemente un número monográfico a la biografía. Cfr., en orden
cronológico: New Literary History, 1977, IX, 1; Nouvelle revue de psychanalyse, 1979, 20; Cahiers
Internationaux de Sociologie, “Histoires de vie et vie sociale”, 1980, XLIX, 2; Revue des Sciences
Humaines, “Récits de vie”, 1983, 191; Sigma, “Vendere le vite: la biografia letteraria”, 1984, XVII, 1-2;
Poétique, “Le biographique”, 1985, 63; Sources, “Problèmes et méthodes de la biographie”, Actes du
Colloque, Paris, Sorbonne 3-4 mai 1985; Diogène, “La biographie”, 1987, 139; Social Research,
“Reflections on the Self”, 1987; Revue française de psychanalyse, “Des biographies”, 1988, 52; Enquête,
“Biographie et cycle de vie”, 1989; Cahiers de Philosophie, “Biographies. La vie comme elle se dit ...”,
1990, 10; Revue des Sciences Humaines, “Le Biographique”, 1991, 224; Politix, “La biographie. Usages
scientifiques et sociaux”, 1994, 27; Revue Pôle Sud, “Biographie et politique”, 1994, 1; Zeitschrift für
Geschichte. Revue d'histoire, “Biographie – Biographien-Biographie-Biographies”, 1995; Revue
d'Allemagne et des Pays de langue allemande, “Le genre biographique dans les historiographies
française et allemande contemporaines”, 2001, 33; Revue des sciences humaines, “Biographies”, 2001,
263; Littérature, “Biographiques”, 2002, 128. Desde 1978 existe también una revista dedicada
exclusivamente al género biográfico: Biography. An Interdisciplinary Quarterly.
53
Bernard Guenée, Entre l’Eglise et l’Etat. Quatre vies de prélats français à la fin du Moyen Age,
Paris, Gallimard 1987, p. 14; Jacques Le Goff, Saint-Louis, Paris, Gallimard 1996, p. 15. Cfr. también
Natalie Zemon Davis, The Return of Martin Guerre, Cambridge Mass., Harvard University Press 1983.
Traducción al español: Barcelona, Antonio Bosch Editor, 1984; Jacques-Louis Ménétra, Journal de ma
vie. Jacques-Louis Ménétra compagnon vitrier au 18e siècle, éd. par Daniel Roche, Paris, Montalba,
1982. El interés por la biografía fue después confirmado por Alain Corbin, Le monde retrouvé de Louis-
François Pinagot, sur les traces d’inconnu, 1798-1876, Paris, Flammarion 1998; Anne-Emmanuelle
Demartini, L’affaire Lacenaire, Paris, Aubier 2001; Philippe Artières et Dominique Kalifa, Vidal, le
tueur des femmes. Une biographie sociale, Paris, Perrin 2001.
54
Cfr. La editorial “Tentons l’expérience”, Annales E.S.C.,vol. 44, núm. 6, 1989.
137
Anuario IEHS 27 (2012) )
55
pasado y también como un instrumento de lucha para cambiar a la sociedad. . Por otro
lado, prevaleció generalmente una óptica resignada, minimalista, fundada sobre la
extraña convicción de que estudiar a un individuo es una empresa simple. Por este
motivo, Le Goff escribió:
“lo que me aflige de la actual proliferación de biografías es que muchas son puros y
simples retornos a la biografía tradicional superficial, anecdótica, llanamente
cronológica, que se sacrifica a una psicología anticuada, incapaz de mostrar la
significación histórica general de una vida individual. Es como el retorno de los
emigrados luego de la Revolución francesa y del Imperio que no habían ni aprendido,
ni olvidado nada”. 56
55
Daniel Bertaux, “From the Life-History Approach to the Transformation of Sociological Practice”, en
Biography and Society. The Life History Approach in the Social Sciences, Beverly Hills, Sage
Publications, 1981.
56
Jacques Le Goff, “Comment écrire une biographie historique aujourd’hui?”, Débat, 1989.
57
Hubert Bonin, “La biographie peut-elle jouer un rôle en histoire économique contemporaine?”, en
Problèmes et méthodes de la biographieop cit., p. 173; cf. también Felix Torres, “Du champ des Annales
à la biographie: réflexions sur le retour d’un genre”, ibid., pp. 141-148.
58
La expresión “técnica del sandwich” es del historiador inglés Charles Firth: cfr. Godfrey Davies,
“Biography and History”, en Modern Language Quarterly, 1940, 1, pp. 79-94.
59
Cfr.Bourdieu, Pierre, “L’illusion biograhique”, en Actes de la Recherche en Sciences Sociales, núm.
62-63, 1986, pp. 69-72.
138
Anuario IEHS 27 (2012)
escuela, la familia o las clases sociales, el capitalismo o tal vez que otra cosa más (el
ruido, la contaminación…)?60
Partiendo y propiciando estas preguntas se desplegó la microhistoria. Como la
historia de las mujeres y la historia de la cultura popular, también esta experiencia
historiográfica fundada sobre la experimentación, intentó restituir dignidad personal a
los vencidos de la historia, a las víctimas del pasado.61 En 1976, Carlo Ginzburg utilizó
la célebre pregunta de Bertolt Brecht (¿“Quién construyó Tebas de las siete puertas?”)
para dar la palabra a un molinero friulano del 1500. Y, en los años sucesivos, la puesta
en juego fue relanzada por Giovanni Levi. Si el molinero Menocchio lleva todavía
algún signo de heroísmo, Giambattista Chiesa es realmente un hombre cualquiera.62
En ambos casos, la pasión política de estos historiadores fue a la par del
compromiso metodológico. Los materiales biográficos fueron utilizados en modo
agresivo, para resquebrajar las homogeneidades ficticias (como la institución, la
comunidad o el grupo social) y, por lo tanto, para reflexionar más seriamente sobre el
equilibrio entre el destino personal y el sistema social.63 Hurgando en los intersticios de
los sistemas normativos, la microhistoria descubre que el contexto histórico se parece
más que a un conjunto compacto y uniforme, a un tejido conectivo con campos
eléctricos de diversa densidad.64
Es un paso extremadamente importante para la Historia y para la polis, que devela
toda la pobreza del concepto de pertenencia: la vida social aparece como un conjunto de
círculos o grados, cada uno de los cuales envía hacia otro, el centro de uno está en la
periferia de otro y así hasta el individuo. Cada individuo aparece como una entidad
híbrida, como un punto de intersección entre varias experiencias sociales.65 Esta
concepción contiene algo de vertiginoso en sus formulaciones, el trabajo de
contextualización aparece como algo inagotable (cada espacio y cada época envían
hacia otro espacio y otro época).No sé si en estos últimos años estuvimos en
condiciones de resolver este sentimiento de vértigo. Me pregunto si no hemos intentado
atenuarlo y hasta negarlo demasiado seguido. Hasta el punto de compensarlo con dos
utopías.
La primera utopía es aquella de la representatividad biográfica: ella promete
descubrir un punto que cierre todas las cualidades del conjunto. El historiador debería
60
Gregory Bateson, Steps to an Ecology of Mind, Chandler Publishing Company 1972, p. 475. Declara
que los sucesos más importantes de su vida fueron el Tratado de Versailles y la revolución cibernética y
comenta: “tal vez os sorprenderéis de que no haya recordado la bomba atómica y ni siquiera la segunda
guerra mundial. No recordé la difusión del automóvil o de la radio y de la televisión y muchos otros hechos
que sucedieron en los últimos sesenta años”.
61
Cfr. Carlo Ginzburg et Carlo Poni, “Il nome e il come. Mercato storiografico e scambio diseguale”, en
Quaderni storici, 1979, 40, pp. 181-90.
62
Cfr. Carlo Ginzburg, Il formaggio e i vermi, Torino, Einaudi, 1976. Traducción al español: Muchnik
Rditores, Barcelona, 1976; Giovanni Levi, L’eredità immateriale, Torino, Einaudi, 1985. Traducción al
español: Nerea, Madrid, 1990.
63
Cfr., entre otros, Maurizio Gribaudi, Itinéraires ouvriers. Espaces et groupes sociaux à Turin au
début du XX siècle, Paris, Editions de l’EHESS, 1987.
64
Cfr. Jacques Revel, Microanalyse et construction du social, introducción a Jeux d’échelles. La micro-
analyse à l’expérience, Paris, Gallimard 1996.
65
Cfr. Edoardo Grendi, “Microanalisi e storia sociale”, en Quaderni Storici, 1977, 35, que a este respecto,
formuló el oxímoron “excepcional normal”.
139
Anuario IEHS 27 (2012) )
66
Cfr. Michel Vovelle, L’irrésistible ascension de Joseph Sec, bourgeois d’Aix, Aix-en-Provence,
Edisud 1975; Joël Cornette, Un révolutionnaire ordinaire. Benoît Lacombe, négociant 1759-1819,
Paris, Champ Vallon 1986.
67
Sobre los riesgos implícitos en esta operación de tipificación cfr. Bernard Lepetit, De l’échelle en
histoire, in Jeux d’échelles, op. cit., p. 78; Alain Boureau, Histoires d’un historien. Kantorowicz, Paris,
Gallimard 1990, pp. 75-76.
68
Italo Calvino lo experimentó sobre sí mismo: “ahora debo resguardarme de otro error o costumbre de
quien escribe recuerdos autobiográficos: aquel de tender a configurar la propia experiencia como una
experiencia “media” de una generación y ambiente dados, resaltando los aspectos más comunes y dejando
en la sombra aquellos más particulares y personales. A diferencia de como hice otras veces, ahora querría
dejar a la luz los aspectos que se separan más de la “media” italiana, porqué me convencí de que se puede
encontrar siempre más verdad de la excepción que de la “media”. (trad. propia de la cita). Cf. Italo Calvino,
“Un’infanzia sotto il fascismo”, en Eremita a Parigi: pagine autobiografiche, Milano, Mondadori 1996.
Traducción al español: Madrid, Siruela editores, 2008.
69
Cfr. Giovanni Levi, “Les usages de la biographie”, en Annales ESC, 1989, 44, 6, p. 1325-1336.
70
Giovanni Levi, L’eredità immaterialeop cit., pp. 4-5.
140
Anuario IEHS 27 (2012)
cartógrafos evocados por Jorge Luis Borges, que, queriendo diseñar un mapa perfecto
del Imperio, realizan uno “que tenía el tamaño del Imperio y coincidía puntualmente
con él”.71 ¡Una empresa imposible! Pero que aún si fuera posible: ¿sería suficiente?
¿Nos permitiría restituir la realidad viviente de una época?
Frente a estas dos utopías, que presentan el riesgo de alejarse una vez más de la historia
biográfica, me parece importante hacer nuevamente un salto hacia atrás, volver al
Methodenstreit de hace mas de cien años. Dado que hoy estamos todos, en cuanto
sujetos políticos, obligados a interrogarnos sobre los límites del concepto de
pertenencia, estimo que tal vez también estamos más preparados para aceptar algunas
reflexiones de Wilhelm Dilthey que en su época fueron desestimadas, al menos por
parte de los historiadores. Toda su reflexión sugiere que el mundo histórico no es
comprensible en términos de pertenencia, aún menos todavía con ideas de propiedad o
de asimilación. Un individuo no puede explicar a un grupo, a una comunidad o a una
institución y viceversa, un grupo, una comunidad, o una institución no puede explicar a
un individuo. Entre los dos polos existe siempre un espacio que es inagotable. Por un
lado, las creaciones de la vida colectiva son sufridas, vividas y realizadas por los
individuos, pero escapan a su control cubriendo un espacio más amplio que el
biográfico. Existen desde antes de nosotros, continuarán después de nosotros: “estos
vínculos atraviesan a los individuos, existen dentro de ellos, pero también van más allá
de su vida y poseen una existencia independiente y un desarrollo propio que se
expresan a través del contenido, el valor y el objetivo que ellos producen”.72
Por otro lado, el individuo, cada individuo, es siempre un “nudo”: “un punto en el
que redes de relaciones se entrecruzan” (Kreuzungspunkt). Aunque un individuo se
encuentre modelado al extremo por las experiencias sociales, no es nunca reductible a
una de ellas. En este sentido, Dilthey da el ejemplo del juez, que además de cumplir con
su función en los tribunales, vive en varias otros “espacios dinámicos”
(Wirkungszusammenhang): se ocupa de su familia, cuida sus intereses económicos,
ejerce una función política, y a veces hasta goza escribiendo algunos versos.
Desde la perspectiva de Dilthey, ni siquiera la relación que existe entre una
comunidad o una institución y una época o una civilización, puede definirse en
términos de pertenencia. Sin dudas, cada época refleja una característica dominante,
unilateral y, en ciertos momentos, la armonía entre los distintos ámbitos de la vida es
particularmente intensa. Por ejemplo, el espíritu racional y mecanicista de siglo XVII
influyó sobre la poesía, la praxis política y la estrategia bélica. Pero se trata de
excepciones, porque los distintos ámbitos gozan de una cierta autonomía: “cada sistema
individual de interacciones (…) tiene, a través de la proposición de valores y de su
realización, su centro dentro de sí”.73 En este marco, una civilización no es una entidad
71
Jorge Luis Borges, El hacedor, Buenos Aires, Emecé 1960.
72
Wilhelm Dilthey, “Der Aufbau der geschichtlichen Welt in den Geisteswissenschaften” (1910), en
Gesammelte Schriften, Stuttgart/Göttingen, Teubner/Vandenhoeck & Ruprecht, vol. VII. Traducción al
ingles: Selected Writings, Cambridge University Press 1976, pp. 180-181.
73
Ibid., p. 183.
141
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“en la cual se expresa en los más diversos campos de la vida la dirección dominante
del Iluminismo alemán, no determina a todos los hombres que pertenecen en ese
tiempo, y también allí donde ella influye, encuentra a su lado otras fuerzas. Se hacen
valer las oposiciones de las épocas precedentes y particularmente, se demuestran
eficaces las fuerzas que se atan a situaciones y a ideas antiguas, buscando, sin
74
embargo, darles una nueva forma”.
74
Ibid., p. 282.
75
Siegfried Kracauer, The Last Things Before the Last, New York, Oxford University Press, 1969. Cfr.
También, Walter Benjamin, Ursprung des deutschen Trauerspiels (1928), Frankfurt am Main, Suhrkamp
Verlag 1963. Traducción al ingles: The Origin of German Tragic Drama, London, NLB, 1977.
76
Wilhelm Dilthey, “Der Aufbau der geschichtlichen Welt in den Geisteswissenschaften” (1910), pp. 196,
188.
77
Wilhelm Dilthey, “Der Aufbau der geschichtlichen Welt in den Geisteswissenschaften” (1910), p. 190.
142
Anuario IEHS 27 (2012)
inconveniente o una maldición. Se trata, tal vez, de una ocasión única para conocerla
riqueza humana.
Por supuesto, aceptar esta sugerencia, acoger positivamente a la naturaleza
incompleta de la Historia, no es en absoluto simple. Significa reconocer que cada
representación implica un arte hermenéutico y, por lo tanto, aceptar la importancia de la
imaginación histórica. De este modo, retornamos al punto de partida, y nos dirigimos a
una página olvidada del discurso sobre el deber del historiador pronunciado en 1821 por
Wilhem Humboldt, que nos recuerda que para encontrar la verdad del pasado, no basta:
“una enumeración y presentación de los eventos”. Para “conseguir reunir los
fragmentos en un todo” el historiador debe usar su imaginación. Lo que no significa en
absoluto que él pueda o deba inventar lo que sucedió. Sólo quiere decir que debe
ensanchar lo más posible su propia humanidad –una tarea en absoluto sencilla-, para
dejarse impregnar por las realidades pasadas. Como el artista, también él cumple una
obra de imitación, también él busca una verdad interior. Sin embrago, su objetivo es
bien diferente. Para construir una totalidad a partir de fragmentos, “el artista
simplemente quita de la realidad su apariencia efímera, simplemente toca la realidad
con el propósito de apartarse de ella; el historiador, en cambio, busca solamente de la
realidad y tiene que sumergirse profundamente en ella”. En lugar de suspenderse en el
aire por encima de la realidad, los historiadores subordinan su imaginación a la
investigación. “En esta subordinación, la imaginación no actúa como pura fantasía; más
apropiadamente, debe llamarse facultad intuitiva o habilidad conectiva”.78
78
Wilhelm Dilthey, “Der Aufbau der geschichtlichen Welt in den Geisteswissenschaften” (1910), pp.57-
60.
143
Anuario IEHS 27 (2012), pp 145-164
Darío Roldán1
Resumen
El presente artículo analiza la noción de “obra virtual” acuñada por Pierre Rosanvallon en Le moment Guizot. Con ese
objetivo principal, se revisan en estas páginas las principales líneas de renovación de historia política, de pensamiento
político y, en general, de historiografía francesa. En el recorrido propuesto, el contexto político francés asume una
presencia notable, dado que se explican giros ideológicos y propuestas historiográficas atendiendo de los escenarios
políticos de las últimas décadas. De este modo, contexto intelectual, climas políticos y renovaciones historiográficas son
puestas en diálogo para circunscribir el contexto de acuñación de la noción de “obra virtual”. Ésta noción, por su parte,
es analizada a la luz de las preguntas sobre “vida y obra” surgidas de las renovaciones en el campo de la biografía de las
últimas décadas.
Palabras clave:
“Obra virtual”, Pierre Rosanvallon, biografía, historia del pensamiento político, historiografía francesa
Abstract
The article analyses the notion of “virtual work” signed by Pierre Rosanvallon at Le moment Guizot. From that objective,
the article reviews the major lines of renewal in political history, the political thought, and, in general, French
historiography. In such inquiry, the ideological turns and the historiographical proposals are interpreted attending the
French political context of the last decades. So, intellectual context, political climates and historiographical renewals are
brought into dialogue with the objective of circumscribe the appearance context of the notion of “virtual work”. At the
same time, this notion is analyzed from the questions about “life and work” arising on the renewals in the field of
Biography of the last decades.
Keywords:
“Virtual Work”, Pierre Rosanvallon, Biography, History of Political Thought, French Historiography.
Recibido: 30-03-2011
Aprobado: 12-09-2011
1
Universidad Torcuato Di Tella/CONICET, Miñones 2177, Ciudad Autónoma de Buenos Aires. E-mail:
droldan@utdt.edu
145
Anuario IEHS 27 (2012) )
Introducción
2
Pierre Rosanvallon, Le Moment Guizot, Paris, Gallimard, 1985. En adelante, todas las traducciones me
pertenecen.
3
Véanse Pierre Rosanvallon, Pour une histoire conceptuelle du politique, Paris, Seuil, 2003.
146
Anuario IEHS 27 (2012)
misma de “obra virtual”, y la enorme potencialidad aún cuando ella sólo sea evidente en
algunas circunstancias específicas.
De todas formas, la comprensión adecuada de la emergencia de este intento no
puede agotarse en el solo comentario de Le Moment Guizot. Buena parte de sus
fundamentos y, sobre todo, algunos de sus principios fundadores requieren un examen
que se despliega en tres registros: la contextualización política de la que surge la
investigación, el interés por la primera mitad del siglo XIX (que explica buena parte del
interés por la figura de François Guizot), y la renovación de la historia política que
constituye el marco en el que reverdece el interés por la historia del pensamiento
político y, más adelante –como es evidente-, en relación con las preguntas e
interrogantes que plantea el vínculo entre la historia del pensamiento político y la
biografía.
El contexto político
4
Para esta rápida reconstrucción del conflicto político esencial de la V República, me baso en los
testimonios que F. Furet, P. Rosanvallon y J. Julliard han ofrecido en La République du Centre, Paris,
Hachette, 1989. Dicho de otro modo, no busco presentar una lectura de ese período sino reconstruir la
forma en que el grupo al que Rosanvallon pertenecía analizaba los desafíos políticos en el momento en que
Rosanvallon escribió Le Moment Guizot.
147
Anuario IEHS 27 (2012) )
5
François Furet, El pasado de una ilusión, Madrid, Fondo de Cultura Económica, 1995.
6
Pierre Rosanvallon, Le Sacre du Citoyen. Histoire du suffrage universel en France, Paris,
Gallimard,1992; Le Peuple
Introuvable. Histoire de la représentation démocratique en France, Paris, Gallimard,1998 y La
Démocratie
Inachevée. Histoire de la souveraineté du peuple en France, Paris, Gallimard, 2000.
7
François Furet , “Le XX siècle et l’intelligence du politique”, en Le Débat, núm° 1, 1980, pp. 120-125.
8
François Furet, “1789-1917: aller et retour”, Le Débat, núm. 57, 1989, pp. 4-15.
9
Para reforzar esta idea, basta examinar el entramado cronológico de la ya citada célebre trilogía que
Rosanvallon consagra a la democracia. Puede constatarse, allí, rápidamente el considerable espacio
dedicado a analizar los debates del siglo XIX que contrasta con el espacio consagrado a estudiar los
alcances y derivaciones de esos debates en el siglo XX.
148
Anuario IEHS 27 (2012)
10
Pierre Rosanvallon, Le Moment Guizot, op. cit., p. 375.
149
Anuario IEHS 27 (2012) )
estructuración que proporcionó, durante buena parte del siglo XX, la escuela de
Annales.
Las crisis y reformulaciones aludidas se inscriben así en el surco abierto por el ya
conocido “émiettement” de esa tradición que es el molde en el que se desenvuelven las
múltiples vías que la historiografía francesa exploró en estos años como de la cohesión
que el grupo marginal surgido en una pequeña universidad de frontera supo ofrecer para
la evolución de la disciplina histórica, a pesar de los embates sucesivos de la sociología,
de la antropología y de la economía.
La historiografía francesa protagonizó una serie de debates que se reflejaron en un
gran número de crisis o de “tournants” que, en rigor, expresaban más una tradición que
buscaba rehacer y resolver algunos problemas inherentes a lo que Furet llamó el
“legado de Annales” que a una notable vitalidad. Paradójicamente, su vitalidad fue la
expresión de su crisis y se reveló tanto en el “tournant critique” o el “tournant
linguistique”, entre otros. 11
Sea cual fuere el destino de esos giros y el porvenir que tuvo ese proceso de
interrogación y eventual renovación de una vieja disciplina, lo cierto es que en los años
’70 la historia política y, en especial, la historia de las ideas políticas o del pensamiento
político, gozaba de un muy modesto prestigio y, sin dudas, había dejado ya hacía
mucho tiempo de acaparar la atención de los historiadores. Entre los tantos ejemplos
que es posible evocar, baste una breve mención a una de las tantas recopilaciones
publicadas en la época: Aujourd’hui l’histoire.12 Allí se reunieron contribuciones de
más de veinte historiadores sin que la historia política o de las ideas políticas mereciera
ninguna mención. Este volumen colectivo, que reunía importantes contribuciones de
historiadores como Pierre Vilar, Robert Mandrou, Georges Duby, Pierre Francastel,
Jacques Le Goff, Albert Soboul, entre tantos otros, recoge las transformaciones
juzgadas más significativas en la producción histórica de esos años. En ella, la cuestión
de las fuentes y los métodos junto con los problemas teóricos y los nuevos campos
históricos alternan con los avances en la historia económica y social, la historia de las
mentalidades y, probablemente debido a la presencia de algunos notorios historiadores,
a los problemas de la Revolución francesa. Esta última parte está destinada a polemizar
con las contribuciones de A. Cobban13 y de F. Furet y D. Richet,14 que habían aparecido
pocos años antes. En cualquier caso, el volumen está claramente inspirado en la noción
de que los avances de la historiografía están centrados en la historia económico-social
y, en ese sentido, el volumen no registra ninguna intervención relativa a la historia
política –menos aún a la historia del pensamiento político-, lo que, por supuesto, revela
el status que se le atribuía a la disciplina a mediados de la década de 1970.15
11
Entre una enorme bibliografía y una aún más abultada cantidad de fuentes, cfr. para este punto, Gérard
Noiriel, Sur la crise de l’Histoire, Paris, Belin, 1996.
12
AA.VV, Aujourd’hui l’histoire, Paris, Éditions Sociales, 1974.
13
Alfred Cobban, The social interpretation of the French Revolution, Cambridge, Cambridge
University Press-Wiles lecture, 1962.
14
François Furet y Denis Richet, La Révolution Française, Paris, Hachette-Pluriel, 1965.
15
Este es un punto que merece una pequeña discusión puesto que algunos historiadores que en el período
estaban comprometidos con una historia económico-social habían dedicado algunos esfuerzos de gran
significación a temas vinculados tradicionalmente con la historia política. A mi modo de ver, el caso más
llamativo es el de François Furet quien, desde mediados de los años ’60, había comenzado a interesarse por
150
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la historia política de la revolución francesa. Sobre esta cuestión, véase Darío Roldán, “Le XIX siècle de F.
Furet et la tradition des Annales”, en La Revue Tocqueville, 2008, pp. 37-58.
16
Jacques Le Goff, Roger Chartier et Jacques Revel, La Nouvelle Histoire, Paris, CEPL, 1978.
17
John G. A. Poccock, The Machiavellian Moment: Florentine political thought and the Atlantic
republican tradition, Princeton University Press, 1975.
18
Quentin Skinner, The Foundations of Modern Political Thought, Cambridge, Cambridge University
Press, 1978.
19
Skinner recopiló sus artículos metodológicos más importantes en Quentin Skinner, Visions of Politics,
Cambridge, Cambridge University Press, 2002, Vol. I, Regarding Politics.
151
Anuario IEHS 27 (2012) )
20
Jacques Julliard, “La política”, en Jacques Le Goff y Pierre Nora, Hacer la historia, Barcelona, Laia,
1979, Vol. II, p. 237.
21
Jacques Julliard, “La política”, en Jacques Le Goff y Pierre Nora, Hacer la historia, op. cit., p. 240.
22
Ibid., p. 243.
23
Jacques Julliard, op. cit., p. 243.
152
Anuario IEHS 27 (2012)
24
Pierre Leveque, “Politique (Histoire)”, en André Burguiere, Dictionnaire des Sciences Historiques,
Paris, PUF, 1986, p. 519.
25
Pierre Leveque, op. cit., p. 520.
26
Ibid., p. 521.
153
Anuario IEHS 27 (2012) )
27
Este texto esencial de la lectura de Tocqueville puede encontrarse en Darío Roldán (ed.), Lecturas de
Tocqueville, Madrid, Siglo XXI, 2006.
28
He presentado las razones que condujeron a Aron, Lefort y Furet a interesarse por la obra de Tocqueville
en Lecturas de Tocqueville, op. cit.
154
Anuario IEHS 27 (2012)
29
Pierre Rosanvallon ha dejado un testimonio de este aspecto en “Le Politique”, en Une école pour les
sciencies sociales, Paris, EHESS, 1996.
155
Anuario IEHS 27 (2012) )
el Terror tal como él había ocurrido durante el verano de 1793. Se trata más bien de
pensar la problematicidad del vínculo entre 1789 y 1793, como parte de una reflexión
más general sobre el Terror; en realidad, sobre el despotismo revolucionario. Dicho de
otro modo, uno de los temas esenciales que vertebran la discusión intelectual se cierne
en torno de la potencialidad liberticida de la revolución y de los efectos que ello había
producido en la formación de la cultura política francesa. Le Moment Guizot, como
veremos enseguida, se inscribe plenamente en esa interrogación.
El retorno al siglo XIX no se agota, sin embargo, en esta exploración que ofrece
Furet. Otros miembros del grupo –como se indicó- también lo harán. Es el caso, por
ejemplo, de Rosanvallon y su Le Moment Guizot o, desde otra perspectiva, los estudios
que Gauchet consagró a los historiadores de la Restauración, en particular a Thierry (a
propósito de la idea de la Nación), a Barante y la cuestión de la narración, a Mignet y a
Guizot para explorar la conceptualización revolucionaria y a Guizot finalmente, en
relación con la utilización del concepto de Civilización que también dio lugar a un
importante artículo de Pierre Manent comparando el uso de la dupla Arte-Civilización
en Guizot y Aristocracia y Democracia en Tocqueville.30 Todos ellos, en fin, interesan a
Gauchet en la medida en que, es en esas décadas de 1820 y 1830 cuando se constituyen
en artífices de una síntesis entre el récit y el système, entre la erudición y la filosofía,
que hizo posible abrir el campo a una nueva historia.
El interés de Rosanvallon por Guizot es de otra naturaleza. Inscripto en una
preocupación que insiste en hacer de la tensión entre el liberalismo y la democracia una
tensión estructurante de la política francesa, Guizot ofrece, cronológicamente antes de
la opción democrática liberal (que se instalará luego de 1848) una opción liberal no
democrática. El propósito de Rosanvallon es así el de analizar el modo en que los
doctrinarios elaboran una respuesta al imperativo de terminar la revolución, construir
un gobierno estable y fundar ese régimen en la idea de la Razón. Luego de los
ideólogos y del fracaso termidoriano de integrar el momento democrático y liberal y
antes del momento democrático post-1848, los doctrinarios ofrecen una de las primeras
realizaciones políticas que vertebran el siglo XIX y que luego infiltrarán la
estabilización republicana. En su intento de pensar la política contra el voluntarismo
contractual de Rousseau y la utopía del mercado, Guizot construye una teoría que no
sólo se inspira de la soberanía de la Razón –argumento a la vez contra el contrato y
contra la libertad individual- sino que construye una noción inédita de poder social que
exige una reelaboración de la noción de representación. Estamos aquí, en el desarrollo
que Guizot ofrece de ella, en el centro del interés de Rosanvallon, en la medida en que
Guizot insiste sobre en que la representación debe comprenderse como un proceso
dinámico de deliberación y publicidad –un “operador social dinámico” permanente y
nunca completado, idea inspiradora para pensar la cuestión de la representación
moderna.
30
Existe una versión en español de ese importante artículo en Darío Roldán (ed.), Lecturas de
Tocqueville, op. cit.
156
Anuario IEHS 27 (2012)
Reunir los escritos dispersos y conjugarlos con la acción constituye el punto nodal de la
idea de “obra virtual”. La “obra virtual” se deslinda de una concepción en la cual la
vida del autor se constituye por una sucesión discontinua de acontecimientos que
adquieren unidad en el sujeto o en la mente de los testigos, o de un conjunto
discontinuo de eventos cuya unidad sólo puede ser reconstruida a partir de la
fragmentación o el desdoblamiento.
La noción de obra no remite sólo a los textos producidos, en este caso por Guizot,
sino también al intento de examinar indisociablemente tanto su obra pública como sus
escritos políticos. Las biografías clásicas de los hombres políticos del siglo XIX, que
también se ocuparon de la política (y es de destacar que fue el caso de un gran número
de personajes), separaron, aunque fuera para “decir” que había una unidad entre ambas,
la figura del hombre de acción y la del hombre de gabinete. Este aspecto, en el que las
figuras aparecían separadas pero en las que los biógrafos percibían claramente que
alguna unidad debía reunirlas como formas indistinguibles constituyó siempre un
problema para el ensayo biográfico y en muchos casos concluyó en el sacrificio de uno
sobre otro o una incómoda simbiosis. Siempre estuvo presente la exigencia de asociar la
vida con la obra pero también la de comprender la obra independientemente de las
particularidades de la vida privada. Como observa P. Gueniffey, la “filosofía de
Rousseau debe entenderse con independencia de su vida y su paranoia, así como el
pensamiento de Nietzsche, de su locura”.32
La propuesta de proceder a una férrea asociación entre la obra y la vida pública a
la que alude la noción de “obra virtual” intenta resolver aquél problema; pero también
es cierto que, al mismo tiempo, discrepa de la otra forma de la disociación que aqueja a
las biografías: la que distingue entre la vida privada y la vida pública de los
protagonistas. Si Le Moment Guizot resuelve aquella cuestión, lo hace de un modo un
tanto brutal puesto que en lugar de asociar las formas de la vida privada con la obra,
funde la acción y la reflexión (es decir, dos aspectos centrales de la vida pública) de un
modo completamente disociados de los aspectos privados. Ni en el cuerpo del texto, ni
en la semblanza rápida que figura en el anexo, se considera ningún aspecto privado de
la vida de Guizot. Podría decirse que la “obra virtual” recorta, desde el principio, una
dimensión –la pública- operando una ablación completa de la dimensión privada. La
indistinción que Rosanvallon propone no se hace, no obstante, sin sacrificios. A lo largo
de todo el texto, encontramos referencias a la obra de Guizot y menos a la acción. Sin
31
Pierre Rosanvallon, Le Moment Guizot, op. cit., p. 31. El subrayado en “obra virtual” es de Rosavallon.
32
Patrice Gueniffey, “La biografía y la renovación de la historia política”, en La fuerza y el Derecho,
México, Centro de Estudios Históricos. El Colegio de México, 2004, p. 85.
157
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33
Charles Pouthas, Guizot pendant la Restauration, préparation de l’homme d’Etat, Paris, 1923; Le
Jeunesse de Guizot (1787-1814), Paris, 1936, etc. ; Douglas W. J. Johnson, Guizot. Aspects of French
History (1787-1874), London, Routledge & K. Paul, 1963.
158
Anuario IEHS 27 (2012)
34
Sin duda, este es un punto en el que puede observarse una cierta sintonía entre Le Moment Guizot y la
noción de historia conceptual de lo político que Rosanvallon desarrollará más tarde.
35
Este es un aspecto central sobre el que volveré más adelante. Quisiera adelantar, por ahora, que ésta es
una de las dimensiones específicamente “políticas” de la “obra virtual” a reconstruir.
36
Pierre Rosanvallon, Le Moment Guizot, op. cit., p. 13.
37
Rosanvallon, P. Le Moment Guizot, op. cit., p. 13.
38
Aprovecho esta noción que Rosanvallon avanzará un poco más adelante (cfr. Pierre Rosanvallon, Pour
une histoire conceptuelle du politique, op. cit) pero que, siendo conocida, permite ser más preciso
conceptualmente.
159
Anuario IEHS 27 (2012) )
39
Pierre Rosanvallon, Le Moment Guizot, op. cit., p. 14.
40
Pierre Rosanvallon, Le Moment Guizot, op. cit., p. 30.
160
Anuario IEHS 27 (2012)
41
Dejemos de lado el análisis de la estructura profunda de la organización de su contenido pues llevaría
más espacio del que se dispone.
42
Como puede advertirse, este es un punto esencial que también será incorporado a la noción de “historia
conceptual de lo político”.
161
Anuario IEHS 27 (2012) )
para señalar la prevalencia de lo social por sobre lo político (“el poder no hace la
sociedad, la encuentra”, es la frase célebre de Guizot) para luego analizar las
condiciones de reemplazo de la soberanía popular por la soberanía de la razón, única
forma de superar el riesgo de la disolución social que, para Guizot, conlleva la
soberanía popular. Este reemplazo, no obstante, exige que la propuesta de soberanía de
la razón sea articulada en una teoría de la ciudadanía, que es el tema central del capítulo
siguiente. Este esquema, en el que la sociedad “precede” al poder y en el que es preciso
construir una justificación teórica que al mismo tiempo muestre las debilidades de la
soberanía popular y la fortaleza de la soberanía de la razón para luego construir una
teoría de la ciudadanía, da cuenta perfectamente de la reflexión política de Guizot y de
los distintos contextos mencionados en los que ella se inscribe y en el que Guizot
despliega su acción política. Siendo inobjetable desde este punto de vista, no obstante,
se trata de una forma de organización y presentación de los argumentos que no se
encuentran, por así decir, ni ordenados ni presentados de este modo en la obra, por otro
lado, dispersa, de Guizot. La “obra virtual” también se funda en la impronta
organizativa y clasificadora de quien se encomendó la tarea de su construcción.
A esta dislocación en la cronología se suma una desjerarquización de las fuentes.
Este aspecto es, probablemente, el que más une a Rosanvallon con la escuela de
Cambridge. Rosanvallon aborda esta cuestión en un capítulo del libro cuya centralidad
deriva más de las consideraciones metodológicas pero que se inscribe, al mismo
tiempo, en un debate acerca de cómo comprender la obra de Guizot y los doctrinarios y
del liberalismo más en general. “Era preciso, hasta ahora –afirma- hacer como si
existiera un pensamiento político de Guizot claramente inscripto en una obra que hemos
recorrido en todos los sentidos. Pero hemos llegado a un punto en el que la
productividad de esta facilidad metodológica se agota”.”43 El agotamiento de esta
exploración se inscribe en la necesidad ya comentada de asociar los intelectuales con
los hombres de acción y superar los “límites estrechos de la historia de las ideas”, y de
tratar la relación de su teoría y de su práctica. Rosanvallon sugiere entonces dos
caminos alternativos aunque complementarios. En primer lugar, considerar una obra
situada en un “campo problemático” y rechazar la separación entre el mundo y la
representación que se hace de él. Es aquí que Rosanvallon reivindica las contribuciones
de Skinner de quien recupera el imperativo de no distinguir entre grandes textos que
deben ser leídos como teóricos y textos menos conocidos que serían más inmediatos
con la práctica. En esta indistinción entre grandes y pequeños textos se encuentra una
de las primeras formas de la asociación entre teoría y práctica pero, sobre todo, la
imperiosa necesidad de desjerarquizar las fuentes sobre las que se funda el trabajo. Le
Moment Guizot es sólo parcialmente fiel a esta desjerarquización. Si bien no se funda
sólo en los grandes textos de Guizot e incluye referencias a todo tipo de textos, e
indiscriminadamente a todos los textos del universo “doctrinario” cualquiera fuese su
origen, el libro no considera, por ejemplo, el gran universo de panfletos de la época. Es
imprescindible, no obstante, señalar que aquí reside un problema de fondo que separa
las visiones de Rosanvallon y de Skinner: el universo del siglo XVI y de los orígenes
del mundo moderno exige una compulsa mucho más variada en la medida en que esa
43
Pierre Rosanvallon, Le Moment Guizot, op. cit., p. 6
162
Anuario IEHS 27 (2012)
44
Sobre estas conocidas cuestiones, me permito remitir al lector a Quentin Skinner, Visions of Politics, op.
cit. Para las diferencias entre Skinner y Rosanvallon, cfr., Jeremy Jennings, “Pierre Rosanvallon and a
conceptual history of the political: or how to study the history of political ideas in contemporary France”,
Paper for Workshop 2, The History of Political Concepts, ECPR Joint Sessions, Copenhagen, 14-19 April,
2000. Agradezco a J. Jennings haberme comunicado el manuscrito de este trabajo.
45
Pierre Rosanvallon, Le Moment Guizot, op. cit., p. 374.
163
Anuario IEHS 27 (2012) )
Reflexión final
La noción de “obra virtual” no tuvo un gran destino. De hecho, no conozco ningún otro
texto que la haya recuperado. El propio Rosanvallon no volvió a utilizarla y prefirió
continuar su reflexión metodológica y epistemológica hacia lo que se constituyó como
la historia conceptual de lo político. Es probable que ello se deba a que el encuentro
entre un personaje, un autor, un interrogante contemporáneo y un período clave pero
descuidado no pueda repetirse muy a menudo. No obstante, estimo que la noción de
“obra virtual” merece ser explorada para otros contextos en los que probablemente
revele su potencialidad como un estímulo para superar algunas de las dificultades más
considerables que presenta lo que podríamos llamar una suerte de trampa en los trabajos
que, en relación con la historia del pensamiento político, deben necesariamente partir de
una biografía o, al menos, de la obra de un autor. En este sentido, la necesidad de
responder a un desafío político y, al mismo tiempo a un imperativo conceptual que,
como vimos, construye un trípode entre biografía, desafío político e imperativo
conceptual me parece especialmente productivo. En segundo lugar, la posibilidad de
privilegiar la construcción argumentativa por sobre la progresividad cronológica, o sea,
proceder a una suerte de dislocación cronológica “controlada” puede responder a
muchas de las dificultades en las que han encallado muchas biografías, excesivamente
atadas a la noción según la cual la secuencia cronológica confiere siempre más sentido
que las exigencias de la coherencia lógica. Por último, la noción de “obra virtual”
permite explicitar un aspecto siempre presente en los trabajos sobre historia del
pensamiento político, se basen en personajes o no, que es la voluntad de reflexionar
indisociablemente sobre el pasado y sobre el presente.
164
Anuario IEHS 27 (2012), pp. 165-179
Resumen: Eugenio d’Ors (1881-1954) fue unos de los intelectuales más importantes de la primera mitad del siglo
pasado en Cataluña y unos de los autores más prolíficos, polifacéticos y controvertidos de la España del mismo período.
No obstante, sólo se cuenta en la actualidad con una biografía que data de 1967 y, a pesar de que se han llevado adelante
una amplia variedad de estudios sobre los diferentes aspectos de su vida y de su producción, los trabajos centrados en su
trayectoria vital y su pensamiento político-cultural han destacado por haber asumido acríticamente, al menos en parte,
dos procesos que desarrollaron simultáneamente: la propia reconstrucción (auto)biográfica realizada por Eugenio d’Ors
y las percepciones de aquellos grupos políticos y culturales con los cuales éste confrontó a lo largo de su vida.
Con este marco de referencia, este artículo propone revisar la recepción de su obra en los contextos en que ésta se
produjo y su relación con los textos en los cuales el intelectual catalán intentó (re)construir su biografía. Desde esta
perspectiva, se pretende finalmente aportar un conjunto de interrogantes sobre el enfoque de las biografías intelectuales
que pueden trascender al propio personaje en cuestión.
Palabras clave:
Biografía, Eugenio d’Ors, Cataluña, España, intelectuales.
Abstract: Eugenio d’Ors (1881-1954) was one of the most important intellectuals of the first half of last century in
Catalonia and one of the most prolific, versatile and controversial of Spain in the same period. However, nowadays
there’s only one biography, published in 1967 and, although a wide variety of studies on different aspects of their life
and production have been carried out, works focused on his life and his political and cultural thought have stood out for
having assumed uncritically, at least partly, two simultaneous processes: the own reconstruction (auto)biography done by
Eugenio d’Ors and the perceptions of those cultural and political groups with which he confronted throughout his life.
Within this framework, this text seeks to review the reception of his work in the contexts in which it took place and the
relationship with the texts in which the Catalan intellectual tried to (re) construct his biography. From this perspective,
finally, the author intends to present some questions about the focus of intellectual biographies that can transcend the
analyzed character.
Keywords:
Biography, Eugenio d’Ors, Catalonia, Spain, intellectuals.
Recibido: 30-03-2011
Aprobado: 12-09-2011
1
Universitat de Girona. Plaza Ferrater Mora, 1, Código Postal 17071, Girona, España. E-mail:
maximiliano.fuentes@udg.edu
165
Anuario IEHS 27 (2012) )
Como ha planteado François Dosse en una de sus obras más importantes, escribir una
1
2
Veáse, en este sentido, el trabajo de Isabel Burdiel, “La dama de blanco. Notas sobre la biografía
histórica”, Isabel Burdiel y Manuel Pérez Ledesma (coords.), Liberales, agitadores y conspiradores.
Biografías heterodoxas del siglo XIX, Madrid, Espasa Calpe, 2000, pp. 17- 47.
3
François Dosse, La apuesta biográfica. Escribir una vida, Valencia, PUV, 2007, p. 11.
4
Sabina Loriga, Le petit X. De la biographie à l’histoire, París, Seuil, 2010, pp. 255-259.
5
Ada Suárez, El género biográfico en la obra de Eugenio d’Ors, Barcelona, Anthropos, 1988, p. 13.
Este libro es un interesante estudio sobre la escritura biográfica en D’Ors, un género al cual fue
especialmente afecto durante toda su vida.
6
Enric Jardí, Eugeni d’Ors. Obra i vida, Barcelona, Quaderns Crema, 1990 [1967].
166
Anuario IEHS 27 (2012)
Eugenio d’Ors (1881-1954) se inició como intelectual durante los años del nacimiento
del catalanismo político en medio de la crisis de fin de siglo española, la conocida crisis
del 988, que acabó abriendo la puerta al proceso que puso en jaque el sistema de
partidos dominante en la España de la Restauración.9 Apareció como un joven
inicialmente vinculado al modernismo estético y al republicanismo que estaba cobrando
fuerza en oposición a la alternancia partidaria entre conservadores y liberales. No
obstante, el año 1906 se convirtió en un punto de inflexión a nivel personal y del
desarrollo de la cultura y el nacionalismo catalanes porque en pocos meses
convergieron dos procesos: la constitución de Solidaritat Catalana –una conjunción de
partidos catalanes de diversas tendencias que enfrentaron triunfalmente a los partidos
tradicionales– y el inicio del “Glosari” de Eugeni d’Ors en La Veu de Catalunya,
momento considerado por los especialistas como el punto de partida del novecentismo
catalán (noucentisme).10 El primer partido moderno de Cataluña y España, la Lliga
Regionalista, fue central en el desarrollo de ambos procesos y D’Ors se convirtió en el
columnista estrella del diario oficial del partido con un breve texto diario en forma de
glosa que se publicó con algunas breves interrupciones hasta 1920.
Durante este período se produjo el despegue y la consolidación del proyecto de
nacionalismo catalán encabezado por la Lliga Regionalista, una fuerza conservadora en
lo social y modernizadora en lo político, que fue decisiva en la triple crisis de 1917 en
España y en los años inmediatamente posteriores. En este escenario, Xènius –así
firmaba sus textos diarios D’Ors– se convirtió en el intelectual y en el organizador
7
Vicente Cacho Viu, Revisión de Eugenio d’Ors (1902-1930). Seguida de un epistolario inédito,
Barcelona, Quaderns Crema - Publicaciones de la Residencia de Estudiantes, 1997.
8
Octavio Ruiz Manjón y Alicia Langa (eds.), Los significados del 98. La sociedad española en la génesis
del siglo XX, Madrid, Biblioteca Nueva - UCM, 1999; Juan Pan-Montojo (coord.), Más se perdió en
Cuba. España, 1898 y la crisis de fin de siglo, Madrid, Alianza, 1998.
9
Sobre el desarrollo de este complejo proceso, véase una reciente aproximación de carácter general en
Ramón Villares y Javier Moreno Luzón, Historia de España. Volumen 7. Restauración y dictadura,
Barcelona, Marcial Pons – Crítica, 2009.
10
Antoni Marí (ed.), La imaginació noucentista, Barcelona, Angle, 2009; Carlos D’Ors, El Noucentisme.
Presupuestos ideológicos, estéticos y artísticos, Madrid, Cátedra, 2000.
167
Anuario IEHS 27 (2012) )
11
Albert Balcells (con Enric Pujol y Jordi Sabater), La Mancomunitat de Catalunya i l’autonomia,
Barcelona, Institut d’Estudis Catalans - Proa, 1996.
12
Enric Ucelay-Da Cal, El imperialismo catalán. Prat de la Riba, Cambó y D’Ors a la conquista
moral de España, Barcelona, Edhasa, 2003.
13
Jaume Vallcorba, Noucentisme, mediterraneisme i classicisme. Apunts per a la història d’una
estètica, Barcelona, Quaderns Crema, 1994; Eduardo González Calleja, “Noucentisme, catalanisme et arc
latin”, La Pensée de Midi, núm. 1, Marsella, 2000, pp. 44-51.
14
Isabel Pascual Sastre, “La idea de Europa en el pensamiento de Eugenio d’Ors. Etapa barcelonesa, 1906-
1920”, Hispania, núm. 180, Madrid, 1992, pp. 225-260.
15
Zeev Sternhell, La droite révolutionnaire, 1885-1914. Les origines françaises du fascisme, París,
Seuil, 1978; Zeev Sternhell, Mario Sznajder y Maia Asheri, El nacimiento de la ideología fascista,
Madrid, Siglo XXI, 1994.
168
Anuario IEHS 27 (2012)
16
democráticas– y una estética clasicista . Sin embargo, pensaba que mientras que el
nacionalismo exaltaba las diferencias de cada pueblo, el imperialismo aspiraba a unirlos
en un Estado. Este elemento, y el positivismo comtiano del que bebía Action Française,
le distanciaba del escritor provenzal. Georges Sorel también fue una influencia
importante. En el proceso de construcción del clasicismo mediterráneo, D’Ors, pasando
a través de Nietzsche,17 alcanzó la idea de un “individualismo colectivo” en la cual la
invención de los mitos políticos y culturales fueron capitales. Pero lo que le atraía de la
ideología sindicalista revolucionaria no era su componente clasista sino la fuerza del
sentido intervencionista que infundía en todo militante, la potencia de lo que Sorel
entendía como un producto intelectual que debía ser aceptado en su totalidad como
expresión de las convicciones irrefutables de un colectivo.18
La Gran Guerra fue un momento central en la trayectoria de su etapa catalana.
Durante el desarrollo de la contienda, D’Ors entró en contacto con círculos pacifistas
europeos y recibió duras críticas por su posicionamiento neutralista y europeísta de
parte de la gran mayoría de los intelectuales españoles y europeos.19 Pero también
durante estos años creció su poder institucional ya que en 1917 fue nombrado director
de Instrucción Pública del gobierno mancomunal y pasó a responsabilizarse de las
enseñanzas superiores que dependían directamente de Cataluña. Además, D’Ors
mantenía su cargo como secretario general del Institut d’Estudis Catalans –que había
asumido en 1911–, del que se derivaba la dirección de la publicación Arxius de l’Institut
de Ciències y del Seminario de Filosofía y Psicología, que se crearía en 1918. También
era el director del Consejo de Pedagogía de la Diputación de Barcelona desde 1913,
centrado en la investigación pedagógica y el asesoramiento en la aplicación de los
progresos pedagógicos en las instituciones mancomunales. Por último, en esta
importante acumulación de cargos institucionales y poder en los organismos culturales,
de él dependían también una red de bibliotecas populares iniciada en 1915, la Escuela
de Bibliotecarias, así como diferentes publicaciones y colecciones de libros de
divulgación cultural y científica.
Como es sabido, con el final de la guerra se inició una ola de reivindicaciones de
las naciones sin Estado en Europa. También el conflicto social recrudeció bajo la
influencia de la revolución bolchevique. En ambos procesos, Cataluña y España no
fueron excepcionales. En el primer caso, después de una cierta euforia experimentada
bajo una manifiesta simpatía francófila, las expectativas nacionalistas catalanas se
16
Victor Nguyen, Aux origines de l’Action Française. Intelligence et politique vers 1900, París, Fayard,
1991. Sobre las influencias del pensamiento maurrasiano fuera de Francia: Olivier Dard y Michel
Grunewald, Charles Maurras et l’étranger. L’étranger et Charles Maurras, Berna, Peter Lang, 2009
(especialmente el capítulo de Pedro González Cuevas dedicado a España).
17
Enric Ucelay-Da Cal, El imperialismo catalán, op. cit., p. 570; Gonzalo Sobejano, Nietzsche en
España, Madrid, Gredos, 2004, pp. 565-574.
18
Pietro Accame, Georges Sorel. Le mutazioni del sindicalismo revolucionario, Roma, Prospettiva,
2009, pp. 71-74.
19
Maximiliano Fuentes Codera, El campo de fuerzas europeo en Cataluña. Eugeni d’Ors en los
primeros años de la Gran Guerra, Lleida, Pagès Editors, 2009.
169
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20
vieron frustradas con cierta rapidez. Posteriormente, Barcelona se convirtió en uno de
los centros de las luchas sociales españolas que, enfrentando socialistas, comunistas y
anarquistas contra el ejército, la policía y el recientemente (re)creado Somatén –una
fuerza paramilitar vinculada a los sectores patronales que contaba con el beneplácito de
la Lliga Regionalista– marcó el desarrollo de la política hasta el golpe de Estado de
Miguel Primo de Rivera en 1923.21 En estos años, D’Ors experimentó un acercamiento
a los sectores de la izquierda catalana y española. El final de la Gran Guerra abrió una
nueva etapa –que Enric Jardí caracterizó como la del “tercer Xènius”–22 en la biografía
y en el desarrollo de las ideas que expuso tanto desde el “Glosari” como desde las
diferentes tribunas públicas en las que participó. A pesar de mantener su independencia
intelectual, una de sus señas características a lo largo de la mayor parte de su vida,
comenzó a mostrar simpatías por la revolución bolchevique –siempre con reservas– y
llegó a reivindicar la figura de Lenin como líder antiliberal en un sentido similar al que
lo hacía Sorel en sus últimos años de vida.23 Sus textos y sus manifestaciones públicas,
que se multiplicaron, junto con su importancia institucional, comenzaron a entrar en
tensión con sus compañeros de periódico y, sobre todo, con los principales dirigentes de
la Lliga Regionalista, que hacían cada vez más evidentes sus críticas a un D’Ors que
había perdido la protección de su principal mentor político, Enric Prat de la Riba,
primer presidente de la Mancomunitat de Cataluña, fallecido el 1 de agosto de 1917.
Para D’Ors se había abierto la época de la “Marsellesa de l’Autoritat”.24 Esta situación
acabó explotando en enero de 1920 cuando, con el argumento de una supuesta
irregularidad administrativa en la gestión de las bibliotecas populares, se inició un
proceso –que tuvo su puesta en escena institucional en unas jornadas en las que se
discutió el caso en la Asamblea de la Mancomunitat de Cataluña– que tuvo como
resultado, primero, la pérdida de todos los cargos que ostentaba y, luego, su alejamiento
definitivo del catalanismo.25 Este proceso y estos años resultarían fundamentales para
entender la manera en que sería (es) analizada su figura en el conjunto de España.
A partir de entonces, después de un viaje a Argentina durante la segunda mitad de
1921,26 Eugenio d’Ors comenzó a manifestar –primero tímidamente, después con más
20
Xosé Manoel Nuñez Seixas, Internacionalitzant el nacionalisme. El catalanisme polític i la qüestió
de les minories nacionals a Europa (1914-1936), Catarroja - Valencia, Afers - Universitat de València,
2010.
21
Eduardo González Calleja, El Máuser y el sufragio. Orden público, subversión y violencia política en
la crisis de la Restauración (1917-1931), Madrid, CSIC, 1999; a nivel más general: Ángeles Barrio
Alonso, La modernización de España (1917-1939), Madrid, Síntesis, 2004. Sobre la dictadura de Primo
de Rivera, véase la reciente síntesis de Eduardo González Calleja, La España de Primo de Rivera. La
modernización autoritaria, 1923-1930, Madrid, Alianza, 2005.
22
Enric Jardí, Tres diguem-ne desarrelats. Pijoan-Ors-Gaziel, Barcelona, Selecta, 1966, pp. 92-93.
23
Véase “Grandeza y servidumbre de la inteligencia (1919)”, en Eugenio d’Ors, Trilogía de la
“Residencia de Estudiantes”, Pamplona, EUNSA, 2000. Sobre Sorel: Maria Malatesta, “Georges Sorel
devant la guerre et le bolchevisme”, en Jacques Julliard y Shlomo Sand (dirs.), Georges Sorel en son
temps, París, Seuil, 1985, pp. 101-122.
24
Eugenio d’Ors, “Encara serveixen”, La Veu de Catalunya (edición de la tarde), Barcelona, 19 de marzo
de 1919, p. 8.
25
Guillermo Díaz-Plaja, La defenestració de Xènius, Andorra La Vieja, Andorra, 1967.
26
Véase Maximiliano Fuentes Codera, “"El Colegio Novecentista. Un espacio de sociabilidad en la crisis
de posguerra”, en Paula Bruno (dir.), Sociabilidades intelectuales. Buenos Aires, 1850-1930 (titulo
tentativo), Bernal, Universidad Nacional de Quilmes (en prensa).
170
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27
Genoveva García Queipo de Llano, Los intelectuales y la dictadura de Primo de Rivera, Madrid,
Alianza, 1988.
28
“Las opiniones extranjeras sobre lo de España”, en Eugenio d’Ors, Nuevo Glosario. Volumen I,
Madrid, Aguilar, 1946, p. 724.
29
“Nueve en nueve”, “Política y Misión” y “Espíritu de Ginebra y espíritu de Roma”, en Eugenio d’Ors,
Nuevo Glosario. Volumen II, Madrid, Aguilar, 1947, pp. 695-697, 707-710 y 711-712.
171
Anuario IEHS 27 (2012) )
30
Ginebra durante la guerra civil. Sin embargo, como había pasado en Cataluña, sus
siempre difíciles relaciones personales con las instituciones provocaron que el 25 de
agosto del año siguiente fuese cesado de este último cargo. Con el triunfo franquista en
la guerra civil regresó a Madrid y en los últimos años de su vida se dedicó al estudio y
la producción filosófica –El secreto de la filosofía, su obra más destacada en este
sentido, es de 1947– y a la crítica de arte.
En líneas generales, como afirmó Javier Varela,31 su pensamiento nacionalista-
imperialista sólo sufrió un ejercicio de reescritura a partir de 1923. A pesar de que la
potencialidad imperialista de la Cataluña mediterránea desapareció, su legado clásico e
imperial no se perdió sino que fue resignificado para (re)construir la grandeza imperial
española. Desde los años treinta, la Cataluña nacionalista había quedado del lado de lo
irregular y España, mirando al fascismo italiano,32 se había incorporado a la corriente
de lo eterno-europeo y muchas de sus características se habían convertido en
universales.33 Pero la idea del Imperio seguía siendo la misma:
30
Arturo Colorado, El Museo del Prado y la Guerra Civil. Figueras-Ginebra, 1939, Madrid, Museo del
Prado, 1991, p. 205.
31
Javier Varela, “El sueño imperial de Eugenio D’Ors”, Historia y Política, núm. 2, Madrid, 1999, p. 70.
32
“Facies del Fascio”, Eugenio d’Ors, Nuevo Glosario. Volumen II, op. cit., pp. 976-978.
33
“Nacionalismos en América”, “Un escritor regional”, “Sacudida”, en Eugenio d’Ors, Nuevo Glosario.
Volumen II, op. cit., pp. 27-29, 603-604 y 717-718.
34
“Comercio epistolar”, en Eugenio d’Ors, Nuevo Glosario. Volumen III, Madrid, Aguilar, 1949, p. 625.
Véase, como texto representativo de esta época, su La vie de Ferdinand et Isabelle (1934), actualmente en
Eugenio d’Ors, Vida de Fernando e Isabel, Barcelona, Juventud, 1982.
172
Anuario IEHS 27 (2012)
35
Como ejemplo: “Las noches de la trasguerra”, ABC, Madrid,16 de mayo de 1923, pp. 3-4; en Eugenio
d’Ors, Nuevo Glosario, Volumen I, op. cit., pp. 623-624; la misma idea aparece en “Ensor resucitado I-
VII”, Nuevo Mundo, 23 de febrero de 1923; en Eugenio d’Ors, Nuevo Glosario, Volumen I, op. cit., pp.
636-641.
173
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36
Sobre la “apropiación” de Mussolini de las ideas de Sorel y las relaciones conflictivas de este último con
el líder italiano, véase Robert Vivarelli, “Georges Sorel et le fascisme”, en Jacques Julliard y Shlomo Sand
(dirs.), Georges Sorel en son temps, op. cit., pp. 123-133.
37
Mónica y Pablo Carbajosa, La corte literaria de José Antonio. La primera generación cultural de la
Falange, Barcelona, Crítica, 2003.
38
Hermes, núm. 1, 1 de enero de 1917.
39
Ismael Saz Campos, España contra España Los nacionalismos franquistas, Madrid, Marcial Pons,
2003, p. 85.
40
“Dos generaciones en Vizcaya”, en Eugenio d’Ors, Nuevo Glosario, Volumen I, op. cit., p. 783.
41
“Comercio epistolar”, en Eugenio d’Ors, Nuevo Glosario, Volumen III, op. cit., p. 625.
42
Eugeni d’Ors, L’Alerta de Castelló d’Empúries, Barcelona, Publicacions Empordà, 1923.
43
Como ejemplo, véanse: Lluís Nicolau d’Olwer, “Ni il·lusos ni derrotistes”, La Publicitat, Barcelona, 20
de octubre de 1922; citado en Enric Jardí, Eugeni d’Ors..., op. cit., pp. 220-221; “Ecos”, El Día Gráfico,
174
Anuario IEHS 27 (2012)
Barcelona, 21 de octubre de 1922, p. 3; y, sobre todo, Josep Maria Junoy, “El singular arúspex de Castelló
d’Empúries”, El Vilanoví. Setmanari d’interessos locals, núm. 180, Vilanova, 22 de diciembre1922.
44
Como ejemplo: Xenius. La nova promoció catalana davant la campanya de descrèdit orsià.
Conferència llegida a l’Ateneu Enciclopèdic Popular en la nit del 14 d’octubre de 1926 per S. Sarrà
Serravinyals, Barcelona, Editorial Lux, 1927.
45
Joan Sales, “Els òrsides”, Quaderns de l’Exili, núm. 12, 1945, pp. 8-10 y 12.
46
Jordi Arquer, “Notes sobre l’orsisme”, Germanor, núm. 500, 1945, pp. 19-25.
47
Salvador Sarrà i Serravinyals, “Xènius, experiència nacional catalana”, Germanor, núm. 502, 1945, pp.
27-30. El mismo Sarrà había tenido la “osadía” de pronunciar una conferencia desde el Ateneu
Enciclopèdic Popular de Barcelona en 1927 defendiendo al ídolo caído, que había sido publicada en
Salvador Sarrà, La nova promoció catalana davant la campanya de descrèdit orsià, Barcelona, 1927.
48
Josep Ferrater Mora, “Eugeni d’Ors o esquema d’una filosofia”, Germanor, núm. 503, 1946, pp. 24-27.
49
Albert Manent, “Els retorns d’Eugeni d’Ors”, en Albert Manent, Del Noucentisme a l’exili. Sobre
cultura catalana del nou-cents, Barcelona, Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 1997, pp. 97-111.
50
Xavier Pla, “El destiempo de Eugeni d’Ors. (Algunas consideraciones sobre su recepción literaria en
Cataluña)”, en Carlos Ardavín, Eloy Merino y Xavier Pla (eds.), Oceanografía de Xènius. Estudios
críticos en torno a Eugenio d’Ors, Kassel, Edition Reichenberger, 2005, pp. 23-42.
51
Joan Fuster, “Els inèdits d’en Pla”, Serra d’Or, núm. 261, Barcelona, 1981, p. 44.
175
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Hay varios elementos que se derivan del análisis de la biografía intelectual de Eugenio
d’Ors que merecen ser comentados en estas últimas páginas. A nivel más elemental, en
el caso de D’Ors es fácilmente detectable un problema de orden documental, sobre los
papeles con los que han trabajado los investigadores y, sobre todo, con la información
que han intentado encontrar en ellos, o, por decirlo parafraseando a Marc Bloch, con las
preguntas que les han hecho. En cierta medida impregnados por prejuicios y por la
recepción de sus ideas, es fácilmente detectable que hay períodos y temas sobre los
cuales los ensayos biográficos han pasado casi sin detenerse. En este sentido, por
ejemplo, el período transcurrido entre la Gran Guerra y la llegada de la Segunda
República a España se ha trabajado con poca profundidad en unos casos o se han
obviado algunos elementos determinantes en otros. Lo mismo sucede con algunos
procesos posteriores, directamente vinculados al período de adhesión al franquismo,
que aparecen escasamente analizados en la biografía de Enric Jardí ya comentada. Las
razones son diferentes para cada caso, pero ambos evidencian los potenciales problemas
de los estudios de biografía intelectual, vinculados con la percepción sobre la vida y la
recepción de las ideas del personaje en cuestión.
El segundo elemento reviste un carácter eminentemente metodológico y está
relacionado con la tensión existente entre biografía y autobiografía.52 ¿Hasta qué punto
el investigador debe asumir la (re)construcción hecha por el biografiado de su propia
52
Un resumen de esta cuestión en Barbara Caine, Biography and theory. Theory and history, Hants,
Palgrave Macmillan, 2010, pp. 66-84.
176
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“Don Eugenio d’Ors ha sido, por ahora, todo lo que hay que ser, y desde luego
seguirá siendo todo lo que le convenga ser. En el curso de su vida –el Sr. D’Ors
empieza a envejecer y engordar horrorosamente– ha sido: iberista, nacionalista
catalán, sindicalista, comunista, republicano del grupo de Marcelino Domingo,
Gabriel Alomar y Francisco Layret, albista, ciervista, monárquico-dictatorialista,
fascista sentimental en tiempos de Berenguer, radical a los dos días del 14 de abril, en
que apresuradamente se hizo retratar al lado del Sr. Lerroux y solicitó del ministro Sr.
Domingo un alto cargo en Instrucción Pública, y al ver que apenas le llamaban
53
Eugenio d’Ors, “Prólogo”, en Benito Mussolini, El espíritu de la revolución fascista, Buenos Aires,
Editorial Temas Contemporáneos, 1984 [1940], pp. 7-8.
177
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54
“Para contarlo en voz baja”, La Voz, Madrid, 10 de julio de 1934, p. 2.
55
“Rien n’est écrit dans la petite enfance d’un individu de ce qu’il deviendra plus tard. Rien n’est dit dans
ses premiers succès ou ses premières défaites de ses futurs accomplissements ou renoncements. L’avenir
n’éclaire en rien le passé et si le passé contribue à guider le présent, il ne pèse pas de façon simple sur la
réalisation de futur” ; Christophe Prochasson, L’empire des emotions. Les historiens dans la mêlée,
París, Demopolis, 2008, p. 93 (traducción del autor).
56
François Dosse, La marcha de las ideas. Historia de los intelectuales. Historia intelectual, Valencia,
Universitat de Valencia, 2007, pp. 269-271.
178
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57
Véase para una reciente revisión del tema, Enzo Traverso, A sangre y fuego. De la guerra civil
europea, 1914-1945, Valencia, Universitat de Valencia, 2009.
58
Ismael Saz, España contra España..., op. cit.
59
Véase, entre otros: Robert Wohl, “French Fascism, Both Right and Left: Reflections on the Sternhell
Controversy”, Journal of Modern History, Chicago, núm. 63, 1991, pp. 91-98
60
Michel Winock, “Fascisme à la française ou fascisme introuvable?”, en Michel Winock, Nationalisme,
antisémitisme et fascisme en France, París, Seuil, 1994, p. 245.
179
Anuario IEHS 27 (2012), pp. 181-196
Resumen
Este artículo enfatiza la necesidad de realizar estudios transnacionales en biografías de intelectuales judíos del cambio
del siglo diecinueve a veinte enfocándose concretamente en el caso del escritor y periodista argentino Alberto
Gerchunoff. Nacido en la zona de residencia del Imperio Ruso en 1884 y fallecido en Buenos Aires en 1950, Gerchunoff
tuvo una participación muy activa en el mundo cultural latinoamericano. Fue periodista del diario La Nación y escribió
novelas, cuentos, biografías y libros de crítica literaria. Tuvo una militancia política activa tanto en la política partidista
argentina como en las instituciones judías organizadas. La cuestión judía, que fue un tema que lo preocupó durante toda
su vida, se transformó en central después de la década del treinta cuando la militancia antifascista, primero y la gestión
por la creación del Estado de Israel después lo llevaron a involucrarse en la política internacional. Puente entre varias
tradiciones, figura multilingüe y multicultural, Gerchunoff se entiende mejor si se lo ubica en el cruce entre esas
diferentes culturas y lenguas. Propongo releer toda la obra de Gerchunoff y resituarlo dentro del entramado intelectual en
el que participó que incluye tanto el mundo cultural de Buenos Aires como redes internacionales cosmopolitas de
publicación y difusión literarias en castellano, ídish e inglés. Me interesa utilizar la vida de Gerchunoff como una
ventana para analizar el mundo cultural argentino de la primera mitad del siglo veinte, los intercambios culturales entre
la Argentina y otros países del continente y de Europa, y también los puntos de inflexión (poéticos, artísticos, históricos)
que marcaron a los intelectuales de la época.
Palabras clave:
Biografías judías, Alberto Gerchunoff, cosmopolitismo, literatura e historia
Abstract
This article emphasizes the importance of a transnational emphasis when writing biographies of Jewish intellectuals at
the turn of the twentieth century focusing on the case of the Argentinean writer and journalist Alberto Gerchunoff. Born
in the Russian Pale in 1884, Gerchunoff, who died in Buenos Aires in 1950, had a very active participation in the Latin
American cultural world. He was a journalist in the reputed newspaper La Nación and he wrote novels, short stories,
biographies, and literary criticism. He was active in national politics in Argentina as well as in the organized Jewish
institutions of the country. The Jewish question was a central concern throughout his whole life, and it became his
obsession after the 1930s when antifascist militancy first, and direct involvement in the campaign for the creation of the
State of Israel later, threw him into the international political arena. A bridge figure between different traditions,
Gerchunoff was multilingual and multicultural and hence can be better understood if studied at the intersections of these
different languages and cultures. I study Gerchunoff’s complete oeuvre hoping to resituate him within his intellectual
milieu that includes the cultural world of Buenos Aires as well as international cosmopolitan networks of publication and
literary endeavors in Spanish, English, and Yiddish. Gerchunoff’s life is a vantage point from which to analyze the
Argentinean cultural world of the first half of the twentieth century, the cultural exchanges between Argentina and other
countries in the Americas, and also the poetic, artistic and historic turning points that defined the intellectuals of the
period.
Keywords:
Jewish biography, Alberto Gerchunoff, cosmopolitism, literature e history
Recibido: 30-03-2011
Aprobado: 12-09-2011
1
Mónica Szurmuk, Investigadora CONICET, Instituto de Literatura Hispanoamericana, Universidad de
Buenos Aires, 25 de Mayo 221, 3er Piso, (1002) Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Email:
monicaszurmuk@yahoo.com
181
Anuario IEHS 27 (2012) 1
En 1914, durante una estadía en París que formaba parte de una misión diplomática en
Europa, Alberto Gerchunoff, que acababa de cumplir treinta años, escribió una
autobiografía que se publicaría póstumamente. En una veintena de páginas escritas en
apretada tinta azul, Gerchunoff reflexionaba sobre su propia vida como modelo y
ejemplo para la vida de los judíos en la Argentina y se dirigía a sus lectores
directamente, dándoles a los intelectuales de la élite argentina claves para entender a la
incipiente inmigración judía. El texto es una intervención en el debate sobre la cuestión
judía y las democracias multiculturales pensado en clave pública.4
Gerchunoff creía que su vida personal podía usarse para escribir la historia de los
judíos en la Argentina y también para narrar a la Argentina como país moderno. En su
primer libro, Los gauchos judíos,5 publicado en 1910 en celebración del Centenario de
la Revolución de Mayo de 1810, había apelado al “yo autobiográfico” para contar su
infancia en las comunidades agrícolas judías del litoral. El éxito de adaptación de los
colonos reflejaba las bondades y la promesa del país. Antes de partir a Europa en 1913,
ya había publicado varias reseñas biográficas de autores tan diversos como Marcel
Proust y Émile Zola. A lo largo de su vida, cultivó el género biográfico y publicó tres
biografías (de Roberto J. Payró, Heinrich Heine y Baruj Spinoza) y cientos de reseñas
biográficas, muchas de ellas como notas necrológicas aparecidas en el diario La
Nación. Para pensar la herencia intelectual, política y literaria de Gerchunoff, uso la
biografía intelectual como género retomando la impronta de Gerchunoff de leer la obra
en el contexto de la vida y la vida en el contexto de la obra.
En su autobiografía, Gerchunoff volvía a lo que había contado en Los gauchos
judíos: su nacimiento en la zona de residencia del Imperio Ruso,6 el asesinato de su
padre a poco de llegar a la colonia agrícola de Moisés Ville en la provincia de Santa Fe,
1
2
Alberto Gerchunoff, Enrique Heine. El poeta de nuestra intimidad, Buenos Aires, 1929, p. 32.
3
Alberto Gerchunoff, Los amores de Baruj Spinoza, Buenos Aires, Babel, 1932, p.34.
4
Alberto Gerchunoff, “Autobiografía,” En Ricardo Feierstein (ed.), Alberto Gerchunoff: Judío y
argentino, Buenos Aires, Milá, 2000, pps. 129-147. Utilizo esta versión de la autobiografía que reproduce
fielmente el manuscrito conservado en el Archivo Gerchunoff de la biblioteca del Instituto de Historia
Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos
Aires.
5
Alberto Gerchunoff, Los gauchos judíos, La Plata, Talleres Gráficos Joaquín Sesé, 1910.
6
La zona de residencia del Imperio Ruso fue creada por la Reina Catalina de Rusia en 1791 y cubría la
mayor parte del territorio de las provincias de Volynia, Podillia, Kiev (con excepción de la ciudad de Kiev
misma), Chernihiv y Poltava, y en el sur Bessarabia, Kherson, Ekaterinoslav y Tauris. Según“las leyes de
mayo” que fueron establecidas en 1882 y estuvieron en efecto hasta 1914, se prohibía a los judíos
establecerse fuera de la zona. Visto en Herman Rosenthal, "Jewish Encyclopedia-May Laws".
JewishEncyclopedia.com<http://www.jewishencyclopedia.com/view.jsp?artid=289&letter=M> el 10 enero
2012. Ver también Richard Pipes, “Catherine II and the Jews: The Origins of the Pale of Settlement,”
Soviet Jewish Affairs, 1975, p. 5.
182
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la vida rural, el aprendizaje del castellano, las primeras lecturas, el amor a la literatura,
el trabajo manual, la infancia proletaria y la entrada a La Nación. Si bien su
autobiografía se inscribe en la tradición autobiográfica argentina, también participa de
la tradición de la literatura judía postiluminista. Como la mayoría de las autobiografías
judías de la época, la de Gerchunoff se caracteriza por una tensión entre presentar al
sujeto autobiográfico como excepcional o como miembro de una comunidad en la que
todos son iguales, “hormigas en el mismo hormiguero,” en términos de uno de los más
reconocidos autobiógrafos de la época.7 La autobiografía de Gerchunoff, que se puede
leer desde ambas tradiciones con igual disfrute pero diferentes contextos, es
paradigmática de la producción literaria y también de la vida misma de su autor. Puente
entre varias tradiciones, figura multilingüe y multicultural, Gerchunoff se entiende
mejor si se lo ubica en el cruce entre esas diferentes culturas y lenguas. Al hacerlo se
iluminan además estas diferentes tradiciones culturales que lo formaron y en las que
participó.
Llego a la escritura de la biografía intelectual de Gerchunoff deseando contestar
una serie de preguntas a las que no hallé respuesta desde mi tarea como crítica literaria.8
Apuesto a recuperar una época y su promesa y también a mostrar las contradicciones de
esa promesa. La vida de Gerchunoff ejemplifica las posibilidades abiertas a los judíos
de Europa Oriental en el cambio de siglo y también la particular coyuntura que permitió
que la Argentina fuera un escenario ideal para que esas nuevas promesas se cumplieran.
Quizá el análisis de sus textos no le puede hacer justicia a la figura de Gerchunoff
porque la literatura fue para él siempre más anhelo que realidad, un espacio utópico,
siempre postergado. Por eso cada libro que publica anticipa libros que no aparecerían
sino que darían lugar a otros, quizá más urgentes, quizá escritos a pedido. Si la
literatura lo eludía no era el caso de la escritura practicada con pasión desde el
periodismo, la tribuna política y la conferencia. En sus primeros años, la literatura fue
postergada por motivos económicos, en los últimos por las urgencias políticas. La
literatura era una actividad de a ratos, la escritura era el modo de vida y de sustento, una
urgencia existencial.
Aunque veo a Gerchunoff como paradigmático (quizá en el mismo sentido en que
él se propuso como modelo), también lo rescato como excepcional e indago en los
aspectos que lo hicieron excepcional, los modos en que determinados aspectos de su
vida personal se conjugaron para que pudiera ocupar el lugar que ocupó como escritor,
como político, como periodista, en sus tareas diplomáticas y en su campaña por la
creación del estado de Israel. Me hago eco en ese sentido de la propuesta de Erik
Erikson:
7
La frase proviene de la autobiografía Shloyme reb khayims de Sholem Yankev Abramovich. El período
posiluminista de la cultura judía que comienza a fines del siglo dieciocho y en el que se introdujeron
elementos culturales seculares en la práctica educativa y editorial propició una explosión en el género
autobiográfico. Ver Marcus Moseley, Being for Myself Alone: Origins of Jewish Autobiography,
Stanford,Stanford University Press, 2006. Gerchunoff seguramente había leído en ídish las autobiografías
de Itzak Peretz y Sholem Aleijem, dos de sus autores favoritos y de los que escribió a menudo. Es muy
posible que también hubiera leído la de Abramovich.
8
Actualmente preparo una biografía intelectual de Alberto Gerchunoff de próxima aparición.
183
Anuario IEHS 27 (2012) )
Desde la vida de Gerchunoff, intento escrudiñar la primera mitad del siglo veinte,
el surgimiento del nazismo y del fascismo en Europa y sus ecos en la Argentina. Para
entender la vida de Gerchunoff es indispensable acompañarlo en el sinfín de viajes
realizados, en el repertorio de lecturas, de idiomas y de encuentros. Gerchunoff es en la
Argentina un caso paradigmático de alguien que se define como judío cultural pero no
religiosamente y al que le interesa reflexionar sobre lo espiritual sin acudir a la
religiosidad. Su utilización de un idioma anacrónico, su selección de temas y autores y
los cruces entre idiomas lo definen como un autor diferente. Al producir una literatura
que integra elementos de diferentes tradiciones y acudir a una biblioteca diferente
inscribe un nuevo modelo de cosmopolitismo en la literatura argentina, aún desde una
presentación inicial como nativista.10
Gerchunoff ha sido estudiado siempre en relación con la generación del primer
Centenario de la Revolución de Mayo de 1810 y en su optimismo inicial con respecto a
la posibilidad de integración de los judíos en la sociedad argentina. Se lo ha leído
alternativamente como el escritor inmigrante que se alió a los sectores más
reaccionarios11 o como un escritor judío que logró visibilizar a la inmigración judía en
el país.12 La crítica Edna Aizenberg ha analizado los puntos de contacto entre la obra de
Gerchunoff y la de Borges. En los últimos años se ha comenzado a releer a Gerchunoff
desde nuevos enfoques teóricos enfatizando lo híbrido13 y su rol como precursor de
9
Erik H. Erickson, Life History and the Historical Moment: Diverse Presentations, Nueva York, 1975,
pág. 20, citado en Eric Van Young, “’Life History and the Historical Moment’: Lucas Alamán as an
Economic Actor,” conferencia presentada en el Seminario Interinstitucional de Historia Económica, El
Colegio de México, 18 de enero 2010, pp. 4-5, la traducción es mía.
10
En su análisis de Los gauchos judíos, Diego José Chein muestra cómo Gerchunoff espera que se lo
interprete en clave nativista aun cuando critica las bases del nativismo y postula a la Argentina como crisol
de razas. “Génesis de una identidad: Martiniano Leguizamón y el discurso de la entrerrianidad”, A
contracorriente: Una revista de historia social y literatura de América Latina
(http://www.ncsu.edu/acontracorriente), en prensa.
11
Viñas, David, “Gerchunoff, gauchos judíos y xenofobia,” en Literatura argentina y realidad política:
apogeo de la oligarquía, Buenos Aires, Siglo Veinte, 1975, pp. 163-185.
12
Onega, Gladys, La inmigración en la literatura argentina, Santa Fe, Universidad Central del Litoral,
1965; Senkman, Leonardo, “Los gauchos judíos: una lectura desde Israel,” Estudios interdisciplinarios
de América Latina 10.1, 1999, pp. 141-152; Sosnowski, Saúl, La orilla inminente: escritores judíos
argentinos, Buenos Aires, Legasa, 1987; Verbitsky, Bernardo, “Premio Alberto Gerchunoff,” Comentario
12.44, 1965, pp. 85-87.
13
De Giovanni, Fernando, “Inmigración, nacionalismo cultural, campo intelectual: El proyecto creador de
Alberto Gerchunoff,” Revista Iberoamericana 66, pps. 367-381; Huberman, Ariana, “Glosarios culturales
o aclaraciones que (des)articulan la identidad,” en Álvaro Fernández Bravo, Florencia Garramuño y Saúl
Sosnowski, eds. Sujetos en Tránsito: (In)migración, exilio y diáspora en la cultura latinoamericana,
Buenos Aires, Alianza, 2003, pp. 271-295; Szurmuk, Mónica, “Diversidad, multiculturalismo y diferencia
en la Argentina del Centenario: Los gauchos judíos de Alberto Gerchunoff,” En Mabel Moraña y María
184
Anuario IEHS 27 (2012)
muchos autores centrales de la literatura argentina de los siglos XX y XXI como Mario
Goloboff y Sergio Chejfec.14. Se incorporó además recientemente a la lista de textos
estudiados del autor su autobiografía, sus textos sobre el yrigoyenismo15 y sobre el
Holocausto.16Sin embargo, el resto de la producción de Gerchunoff permanece sin
estudiar.
En la biografía en curso, me propongo releer el total de la obra de Gerchunoff y
resituarlo dentro del entramado intelectual en el que participó que incluye tanto el
mundo cultural de Buenos Aires como redes internacionales cosmopolitas de
publicación y difusión literarias en castellano, ídish e inglés. A pesar de que Gerchunoff
es una figura reconocida en el mundo cultural argentino, la única obra que ha recibido
atención crítica es Los gauchos judíos y se ha perdido de vista su rol de puente entre las
elites intelectuales argentinas y el mundo de la cultura judía y también el de su
trascendencia latinoamericana. Me interesa utilizar la vida de Gerchunoff como una
ventana para analizar el mundo cultural argentino de la primera mitad del siglo veinte,
los intercambios culturales entre la Argentina y otros países del continente y de Europa,
y también los puntos de inflexión (poéticos, artísticos, históricos) que marcaron a los
intelectuales de la época. Si bien la biografía da cuenta de una época, deseo indagar
también en lo personal. Leo a Gerchunoff entonces desde el trauma de la muerte de su
padre, trauma que relató con distancia periodística en sus dos tempranos textos
autobiográficos.
No asciendo al género desde la historia política sino que entro a él desde el
entramado representado por el texto, la vida, la política, la función pública. Sobre todo,
me inserto en el campo minado de las identidades y veo la oscilación entre esos
espacios identitarios que funcionan como puntos de fuga, como espacios inestables,
metáforas que aparecen como series. La Argentina puede ser Rusia, el litoral es
Palestina, la calle Corrientes es Varsovia. Aunque ubico a Gerchunoff en el contexto de
la literatura y la política argentina, doy cuenta también de los recorridos transnacionales
del autor, su compromiso ético con luchas en varios continentes. Centrar a Gerchunoff
como sujeto biográfico ilumina los variados contextos en que se movió. Si bien
Gerchunoff parece ser una figura marginal en todos los ámbitos – la historia judía, la
historia argentina, la literatura, la política –al centrarlo se pueden observar los canales
comunicantes entre los diferentes campos y la importancia que tienen estos corredores
simbólicos, sociales, intelectuales y políticos.
Por consiguiente, presento a Gerchunoff como una figura puente que funcionó
como traductor cultural para la primera generación de intelectuales y profesionales
judíos nacidos en el país y también para la élite intelectual argentina que a través de
Gerchunoff conoció un amplio corpus de literatura europea judía (que incluía textos de
Europa oriental y central y de la península ibérica). Desplazando el eje de atención
hacia lo que en la primera mitad del siglo veinte se consideraba “literatura judía” y que
incluía figuras tan diferentes como Sholem Aleijem, Shalom Ash, Heinrich Heine, Max
Nordau y Marcel Proust, se puede elaborar una nueva cartografía del cosmopolitismo
argentino. Indago además en la incorporación de Gerchunoff al corpus internacional de
“literatura judía” a través de tempranas traducciones de su obra al ídish y al inglés.
Analizo la producción de Gerchunoff como periodista y escritor. Me interesa resaltar
también los modos en que esta actividad política se transforma en texto en sus múltiples
colaboraciones en revistas y diarios de todo el continente. Su responsabilidad ética y su
vocación transnacional se evidencia en relaciones de colaboración intelectual en redes
internacionales a través del dictado de conferencias, la publicación en periódicos de
todo el continente y la correspondencia fluida con personajes del mundo político y
cultural internacional de la talla de Rubén Darío, Miguel de Unamuno, Gabriela Mistral
y Alfonso Reyes.
No hay que descartar tampoco el rol fundamental que ejerció Gerchunoff como
una figura híbrida que tuvo acceso a los espacios más privilegiados de la cultura
argentina dominante (el diario La Nación, las revistas Martín Fierro, Ideasy Nosotros)
pero sin abandonar nunca la participación comunitaria y la actividad cultural judía
como lo evidencian, entre otras cosas, su rol de miembro fundador de la “Asociación
Hebraica Argentina” en 1923 y de la Sociedad Hebraica Argentina en 1926. Sin duda,
para Gerchunoff la marca de lo judío era la integración y la participación en la vida
laica de las naciones occidentales. Desconfiaba de la religiosidad y de la piedad,
eligiendo por el contrario el modelo de la independencia religiosa, la participación en
las asociaciones civiles.
Gerchunoff fue una presencia fundamental en el mundo social, cultural y político
de la Argentina de la primera mitad del siglo XX. Nacido en la zona de residencia del
Imperio Ruso en 1884, llegó al país en 1889, vivió su infancia en las colonias del litoral
argentino y pasó su adolescencia en Buenos Aires, donde asistió al prestigioso Colegio
Nacional de Buenos Aires. Antes de los veinte años ya dirigía el diario El Censor de la
ciudad de Rosario y trabajaba como profesor en escuelas secundarias. Fue redactor
durante más de treinta años del diario La Nación, y uno de los fundadores y primer
director del diario El Mundo. Trabajó en publicaciones de todo el país y colaboró
asiduamente con revistas literarias y políticas de América Latina, los Estados Unidos y
Europa. Viajó por América Latina y Europa representando a La Nación y al gobierno
argentino como diplomático durante el gobierno de Roque Sáenz Peña.17 Militó en el
Partido Socialista y en la Democracia Progresista, defendió a los cristeros durante la
Revolución Mexicana, a la República Española y se pronunció públicamente en ciclos
de conferencias contra la segregación en los Estados Unidos. Durante las últimas dos
17
Sus obras completas incluyen Los gauchos judíos (1910), Nuestro señor Don Quijote (1913), El
nuevo régimen (1918), La jofaina maravillosa: agenda cervantina (1922), El cristianismo precristiano
(1924), La asamblea de la bohardilla (1925), Nuestros escritores: Roberto J. Payró (1925), Historias y
proezas de amor (1926), El hombre que habló en la Sorbona(1926), Pequeñas prosas (1927), Enrique
Heine. El poeta de nuestra intimidad (1929), Las imágenes del país (1931), Los amores de Baruj
Spinoza(1932), El hombre importante(1934), La clínica del doctor Mefistófeles (1937), El problema
judío (1945). Se publicaron póstumamente sus obras Retorno a Don Quijote (1951, con prólogo de
Borges), Argentina, país de advenimiento (1952), El pino y la palmera(1952) y Buenos Aires, la
metrópoli de mañana(1960).
186
Anuario IEHS 27 (2012)
décadas de su vida fue un luchador incansable contra el nazismo y después del final de
la Segunda Guerra Mundial recorrió América Latina para conseguir el voto de los
países latinoamericanos en apoyo de la partición de Palestina.18 La literatura fue su gran
pasión y debió postergarla repetidamente, en los primeros años por la necesidad
económica, y en los últimos por su compromiso con la lucha contra el nazismo y por la
creación del Estado de Israel.
En la investigación que sustenta la biografía en preparación considero el trabajo de
Gerchunoff en la intersección entre corrientes culturales y literarias nacionales e
internacionales. Me interesa ubicar su obra y su participación pública dentro de los
desarrollos culturales argentinos de la primera mitad del siglo veinte, período que
corresponde a la consolidación de los procesos de modernización, al surgimiento del
fascismo europeo, al crecimiento de los movimientos de derecha en el país, y también a
la integración de los inmigrantes judíos en las capas medias. Deseo echar luz sobre la
inclusión de los inmigrantes en el campo intelectual, la relación entre el periodismo y la
literatura, y la profesionalización de ambas. Asimismo resalto la presencia del escritor
inmigrante en los espacios privilegiados de la cultura argentina dado que hay múltiples
lugares de encuentro entre Gerchunoff y los escritores más prestigiosos de la cultura
argentina del momento como Jorge Luis Borges, Manuel Mujica Laínez y Victoria
Ocampo, con quienes además compartió el fervor antifascista. Centrando la figura de
Gerchunoff aparecen en el campo intelectual una serie de escritores importantísimos en
la época que han pasado al olvido como Olegario Víctor Andrade, Emilio Bécher,
Samuel Glusberg y Álvaro Melián Lafinur, entre otros, con quienes compartió las
veladas literarias, el trabajo en el diario La Nacióny proyectos editoriales.
Pienso la figura y la obra de Gerchunoff según los siguientes nudos de problemas:
el multilingüismo, la relación entre política, periodismo y literatura y las relaciones
entre la cultura central en castellano y la cultura judía en ídish. Es importante señalar en
este sentido que Gerchunoff ha sido una figura señera en la comunidad judía argentina
y también por extensión en la latinoamericana. Este rol central ha sido un arma de doble
filo porque si ha asegurado la reedición casi continua de Los gauchos judíos y de
algunos de sus ensayos de temas judíos, lo ha transformado en un escritor comunitario
leído solamente en términos de lo judío y ha ocultado su rol de mediador o puente entre
diferentes actores de la cultura y la política.
Me enfoco en el rol de figura puente que ejerció Gerchunoff entre las élites
intelectuales argentinas y el mundo de la cultura judía en la Argentina. Se podría decir
en este sentido de él lo que el filósofo Yirmiyahu Yovel escribió sobre Freud y Spinoza:
“al abandonar su tradición ortodoxa sin integrarse al mundo cristiano, desarrolla un ojo
18
Aunque se ha celebrado la lucha antifascista de Gerchunoff y su militancia en pos de la creación del
estado de Israel, no hay todavía estudios académicos sobre estos temas. En los últimos años se han
publicado trabajos muy ricos sobre la participación de otros intelectuales (principalmente de los
relacionados con la revista Sur) en la lucha antifascista. Ver, por ejemplo, Annick Louis, Borges, face au
fascisme. Les causes du présent, La Courneuve, Aux Lieux D´Être, 2006; Nora Pasternac, Sur: Una
revista en la tormenta, Buenos Aires, Paradiso, 2002 y Rosalie Sitman, Victoria Ocampo y Sur. Entre
Europa y América, Buenos Aires: Lumiere, 2003. Federico Finchelstein demuestra la importancia de
estudiar el fascismo (y el antifascismo) en una perspectiva transatlántica es su reciente libro Fascismo
transatlántico. Ideología, violencia y sacralidad en Argentina y en Italia, 1919-1945, Buenos Aires,
Fondo de Cultura Económica, 2010.
187
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19
penetrante para ambos mundos y la capacidad de liberarse de sus convenciones”. Era
un escritor multilingüe que hablaba y leía alemán, castellano, francés, hebreo, ídish e
inglés. Escribió a menudo sobre cómo su argentinidad estaba basada en su relación con
el castellano pero también lamentaba la pérdida del ídish como idioma literario. La suya
era una identidad gestada en la relación misma con la lengua castellana que aprendió
como adolescente. Las otras lenguas y las otras culturas lo habilitaban a ser
precisamente una figura puente que conectaba redes, introducía corrientes políticas y
literarias e intervenía en el escenario político y cultural internacional.
Gerchunoff creó una genealogía de la literatura judía en español que remite a la
España medieval, introdujo autores poco conocidos en el mundo intelectual argentino y
fungió como traductor, tanto en el aspecto más concreto de traducir obras del ídish al
español como en su rol como traductor cultural, haciendo conocer obras de la cultura
europea judía en el ambiente argentino. Como consecuencia de su ecléctica formación
intelectual privilegió figuras tan diferentes como Sholem Aleijem, Miguel de Cervantes
Saavedra, Yehuda Halevi, Heinrich Heine, Max Nordau,Roberto Payró, Itzak Peretz,
Marcel Proust, Estanislao Przibiszwesky (a quien tradujo del ídisch), Baruj Spinoza y
Stefan Zweig. Para el presente texto interesa ver el flujo de ciertos textos escritos por
estos autores en la traducción cultural de Gerchunoff.
Cartografías transnacionales
En años recientes los historiadores del judaísmo han resaltado la importancia de realizar
estudios transnacionales de la historia judía moderna, una historia definida por cruces
de fronteras. Como afirma Sarah Abrevaya Stein estos cruces transnacionales son
especialmente relevantes en estudios sobre producciones culturales y artísticas.20 Los
lazos transfronterizos establecidos por los grupos inmigrantes en general, y por los
judíos en particular permiten leer de manera mucho más relevante y completa
fenómenos culturales, políticos y estéticos. En el caso de Gerchunoff, enmarco esta
transnacionalidad en dos momentos específicos de su vida. Por un lado me ocupo de su
cultura de origen comenzando en Europa oriental antes de la partida hacia la Argentina.
Por otro lado, analizo su activa participación en las gestiones para conseguir el voto de
los países latinoamericanos para la partición de Palestina y la creación del Estado de
Israel. Sin embargo, y cómo mostraré más adelante su preocupación por lo judío estuvo
presente en toda su trayectoria. Me concentro en este artículo en los modos más sutiles
en que Gerchunoff articuló los cruces transnacionales en la primera mitad de su carrera,
antes del acceso del nazismo al poder en Alemania a principios de la década del 1930.
Gran parte de los estudios sobre intelectuales judíos de primera generación en
América Latina, Estados Unidos y Canadá han obviado el estudio de la cultura y
anterior al cruce al Atlántico. Esto ha obedecido a un deseo de resaltar la pertenencia de
estos intelectuales a los países de los que fueron ciudadanos y no al origen anterior
desechado como premoderno, pre-republicano, atávico y violento. La consecuencia es
19
Yovel, Yirmiyahu, The Marrano of Reason. Spinoza and Other Heretics, Princeton, Princeton
University Press, 1989, p. xviii (la traducción es mía).
20
Ver Sarah Abrevaya Stein, Making Jews Modern. The Yiddish and Ladino Press in the Russian and
Ottoman Empires, Bloomington, Indiana University Press, 2004, p. 19.
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que se han ignorado los cruces transnacionales que este pasado permitía. Por un lado, se
le quita importancia a todo un fenómeno cultural anterior que sigue teniendo
importancia para los intelectuales después del cruce. Por otro lado, no se ven las redes
establecidas por esos grupos étnicos de este lado del Atlántico.
A diferencia de muchos escritores inmigrantes que obviaron ese aspecto de su
historia personal, Gerchunoff dejó constancia en numerosos textos de los caminos por
la patria anterior. Los nombres de los lugares que transitó de pequeño: Proskurov,
Tulchin, Graevo, Postdam, Berlín que aparecen en la autobiografía- me guían en el
trabajo de reconstrucción y me ayudan a entender la vida de Gerchunoff desde ese
pasado y también a contextualizar su tarea política de los últimos años. Si para muchos
intelectuales argentinos la lucha antifascista se emprendía desde ideales políticos y
éticos, para Gerchunoff significaba salvaguardar lo que se pudiera de ese mundo en el
que nació y que quedaría destrozado por el nazismo. En su lucha antifascista y su
campaña por la creación del estado de Israel, estaba sin duda intentando restaurar ese
lugar de infancia, y el ídish, ese idioma al que renunció como idioma literario en una
pérdida que lamentaría a menudo. Tenía Gerchunoffen sus últimos años una certeza: la
travesía dolorosa y final de sus padres a través del Atlántico había salvado a los cinco
hijos que habían nacido del otro lado de la muerte segura durante el Holocausto y de
vivir bajo un régimen político que Gerchunoff despreciaba. La zona fronteriza entre
Polonia, Ucrania y Alemania, que al momento de su nacimiento, albergaba florecientes
centros de erudición judía y cientos de pequeñas aldeas habitadas por judíos, se había
transformado hacia finales de la segunda guerra mundial en un espacio completamente
vacío de judíos y de cultura judía.21 Este vacío, abstracto para muchos intelectuales, era
concreto para Gerchunoff cuyos escritos sobre la zona son siempre precisos y
geográficamente correctos y cuya experiencia de duelo y despojo eran personales.
Según su propio relato, Gerchunoff nació en 1883 aunque según su madre había
nacido en 1884 en Proskurof, un pueblo de la zona de residencia del Imperio Ruso, el
quinto y último hijo de un estudioso de la Biblia. El dato del nacimiento será
fundamental para Gerchunoff que pasará su vida afirmando su argentinidad. A los
dieciséis años instado por Joaquín V. González, su profesor de castellano en el Colegio
Nacional de Buenos Aires, se hizo ciudadano argentino. Aunque legalmente no quedaba
duda de que fuera argentino, a menudo de cuestionó su argentinidad, a veces por
desconfianza, otras por una simple confusión sobre detalles de su vida. Las notas
necrológicas de todo el mundo que documentaron su muerte, por ejemplo, apuntaron
una lista insólita de lugares de nacimiento: Concordia, Moisés Ville, Rajil, Entre Ríos.
Gerchunoff mismo en su foja de servicios del diario La Nación anotó como lugar de
nacimiento Villaguay.22 Los biógrafos de Gerchunoff que más se acercaron a la realidad
se confundieron con el mapa, la proliferación de nombres, la embestida de consonantes.
Interrogar el mapa de la Europa oriental a fines del siglo diecinueve es un desafío. El
Imperio Ruso era enorme, abrazaba porciones de Europa y de Asia y fagocitaba
21
Mi guía para entender la zona donde nació Gerchunoff, que corresponde básicamente a lo que ahora es el
centro de Ucrania es el exhaustivo estudio de Kate Brown, A Biography of No Place. From Ethnic
Borderland to Soviet Heartland, Cambridge, Harvard University Press, 2004.
22
Archivo del diario La Nación, caja Gerchunoff. Hay varias copias facsimilares de este documento en el
Archivo del Instituto Ravignani.
189
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La mayoría de los judíos del Imperio residían en shtetls, pueblos en los que la
población judía era mayoritaria. El no poder poseer tierra los restringía a tareas
artesanales y comerciales. El idioma del shtetl, el ídish, era hablado por el 98% de los
judíos de la zona de residencia. Los judíos vivían en comunidades separadas como
también lo hacían los miembros de otras minorías étnicas como los polacos, los
ucranianos y los alemanes. Los shtetls tenían administraciones propias pero estaban
gobernados por el Imperio que cobraba impuestos. Eran además vigilados por la policía
imperial. En el siglo diecinueve surgió una abundante literatura y una prensa copiosa en
ídish estimulados ambos proyectos por un espíritu moderno, que desafiaba a la tradición
y ofrecía nuevos horizontes de vida a los judíos de la zona entre ellos la inmigración.26
La definición de judío que se podía aplicar a la familia de Gerchunoff en el
momento de salir de Rusia estaba basada en datos muy concretos: regían su vida por el
calendario judío, practicaban la religión judía, vivían en comunidades judías cerradas en
pueblos judíos y hablaban una lengua judía. Con la modernización y asimilación que
sucedieron en la Argentina y que estuvieron caracterizadas por la secularización, la
urbanización y el abandono de las tradiciones, la definición de judío se fue haciendo
23
Brown, op. cit, p. 4.
24
En el censo de 1900, se registraban 550.000 judíos en Alemania incluyendo Alsacia-Lorena, 115.000 en
Francia y 2 millones en el Imperio Austro-Húngaro.Benjamin Nathans, Beyond the Pale. The Jewish
Encounter with Late Imperial Russia, Berkeley, University of California Press, 2002, p. 4.
25
Benjamin Nathans, Beyond the Pale. The Jewish Encounter with Late Imperial Russia, Berkeley,
University of California Press, 2002, p. 5 (la traducción es mía).
26
Sarah Abrevaya Stein, Making Jews Modern. The Yiddish and Ladino Press in the Russian and
Ottoman Empires, Bloomington. Indiana University Press, 2004, Capítulo 1.
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27
más endeble y más confusa. Gerchunoff presenta un caso ideal para estudiar la
modernización judía y también la modernidad argentina. Ninguno de los escritores
modernistas, sin ninguna duda, debía tanto a la modernización como Gerchunoff. Como
ha señalado, Susana Rotker,28 los escritores modernistas tuvieron que lidiar con el peso
de la mercantilización de la palabra escrita representada principalmente por el
periodismo como modo de sustento. En el caso de Gerchunoff, esta mercantilización
significaba la posibilidad del acceso a la vida cultural en reemplazo del trabajo manual.
Si bien las críticas esgrimidas contra la mercantilización servían a otros escritores para
diferenciarse de la burguesía, para Gerchunoff el acceso a la vida letrada secular era una
novedad. No es casual, por consiguiente, que haya probado absolutamente todos los
caminos posibles de sobrevivencia a través de la rentabilidad acordada a ciertas tareas:
trabajó entonces como periodista, como reporter, como profesor y director de escuela,
como funcionario público.
Gerchunoff, de hecho, dedica gran parte de su autobiografía a explicar el empeño
y el entusiasmo de los judíos por participar en la vida pública de las sociedades
modernas. Concluye el texto con estas palabras: “En realidad el israelita carece de
preocupaciones religiosas. Es místico sin ser dogmático, es decir a la inversa de lo que
suponen los antisemitas. En un ambiente de libertad, se asimila al país, se funde en su
esencia.”29
En esos años optimistas de integración, Gerchunoff afirmaba que la Argentina era Sión
para el israelita:“Por primera vez, en la colonia de Moisés Ville, en el año 1891 de la
era cristiana en la República Argentina, el pueblo elegido se sintió en tierra
hospitalaria, en tierra materna y no elevó a Jehová la oración milenaria de su
esclavitud.”30
Después del Holocausto, sin embargo, vio la necesidad y la urgencia de la creación del
estado judío y dedicó los últimos años de su vida a capitalizar su relación con
intelectuales de toda América Latina para obtener votos a favor de la partición de
Palestina y la creación del Estado de Israel empleado por la Agencia Judía.
27
Para un excelente análisis de los diferentes modos en que se dio este proceso ver Sandra McGee Deutsch,
Crossing Borders, Claiming a Nation: a History of Argentine Jewish Women, Durham: Duke
University Press, 2010.
28
Susana Rotker, La invención de la crónica, México, Fondo de Cultura Económica, 2005.
29
Alberto Gerchunoff, “Autobiografía,” p. 146.
30
Alberto Gerchunoff, “Autobiografía,” p. 137.
31
Sylvia Molloy, Acto de presencia: La escritura autobiográfica en Hispanoamérica, México, Fondo
de Cultura Económica, 1996, p. 28.
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32
la Argentina. El texto literario fundamental es, sin lugar a dudas, el Quijote. La lectura
del Quijote es rememorada y recreada en decenas de textos de Gerchunoff. Sobresale
entre ellas, la de la infancia: un obrero asturiano le regala al joven Gerchunoff, una
versión vieja y ajada del libro de Cervantes que lo enrola en lo que llamará a lo largo de
su vida, “las quimeras.” Gerchunoff era en ese entonces Gerchunoff, según sus propias
palabras un “niño proletario” primero trabajador agrícola luego aprendiz y obrero en
Buenos Aires (donde fue mecánico, pasamanero, truhonero, cigarrero) al que la lectura
le cambia la vida:
“Desde muy temprana edad vengo leyendo el Quijote. Empecé su lectura siendo niño
aún. Trabajaba entonces en una fábrica y comprendí, por primera vez, que la justicia
del mundo, a juzgar por los golpes que recibía y lo duro de mi pan cotidiano, ganado
en tal forma, no era un dechado, y en mi sentir infantil, soñaba con improbables
redenciones.”33
Los actos de lectura de Gerchunoff auspician siempre la lucha por las “causas
justas” y el reconocimiento de la marginación de ciertos grupos, las rutas
transnacionales de lo ético y de lo vil, las sendas del heroísmo y la traición. Contra el
gran telón de la historia se juegan historias pequeñas que ponen en escena siempre el
conflicto entre lo justo y lo injusto. A Gerchunoff le intrigaban las figuras que como él
vivían en el cruce de varias culturas y varias tradiciones y que personificaban los
momentos de cambio. Por eso eligió escribir biografías de dos intelectuales que como él
se enfrentaron a la vida secular después de ser criados en la tradición judía ortodoxa:
Heinrich Heine y Baruj Spinoza. Creía que algo se escondía en la vida de las personas y
que reconstruyendo la vida se podía reconstruir una época.
En sus relatos, Gerchunoff incluye fragmentos que describen un momento en el
que el tiempo y el espacio se conjugan para crear una condensación simbólica. Estos
32
“En aquellas reuniones, he oído por primera vez hablar de América…Mi padre era de los que tenían más
noticias sobre el particular. Las había leído en un periódico, que circulaba con sigilo…” (Autobiografía,
131)
33
Este texto, leído por primera vez en el Ateneo de Madrid con el título “De nuestro señor Don Quijote” en
1914, fue publicado en 1924 en La jofaina maravillosa. Agenda cervantina, Buenos Aires, Babel, 1922,
pp. 16-17.
34
Citado en el libro de José Barchilón, Gerchunoff-Bufano, San Juan, Editorial Sanjuanina, 1973, p. 42.
192
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“Allí, ante la perspectiva sin fin de nieve, nació un varón y su nacimiento fue señalado
sobre el camino todo blanco por un sendero de sangre. La caravana épica se detuvo
practicaron las curas necesarias y el viejo afirmó —Así nació un hijo de Lavroff.
35
Andreas Huyssen, “Modernist Miniatures: Literary Snapshots of Urban Spaces”,PMLA, volumen 122,
núm. 1, enero 2007, pp. 27-42.
36
Alberto Gerchunoff, ¨El ciclo heroico,” en Cuentos de ayer, Buenos Aires, Ediciones Selectas América,
1919, pp. 247-255.
193
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Conclusión
37
Alberto Gerchunoff, Cuentos de ayer, Buenos Aires, Ediciones selectas América, 1919, p. 255.
38
Gerchunoff, Los gauchos judíos, p. 63.
39
Entrevista con Gabriel Kantor, Buenos Aires, 1 de julio, 2011.
194
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Sarmiento? ¿por qué su fascinación con el catolicismo en los primeros años? ¿por qué
abandonó el socialismo? ¿por qué no fue vanguardista? ¿fue sionista? La vida y la obra
de Gerchunoff dificultan contestar de un modo certero a estas preguntas. La
inestabilidad económica lo llevó a la tarea periodística diaria, remunerada en algunos
medios; como parte de una militancia política en otros como La Vanguardia, Antinazi y
Argentina Libre. Sería riesgoso pintar la vida de una figura tan compleja y tan dinámica
como la de Gerchunoff con una serie de trazos gruesos y abstractos. Intento, por
consiguiente, hilvanar los diferentes escenarios de la vida de Gerchunoff tal como él la
propuso. Una vida intersticial pero cosmopolita, donde la lectura permitía el acceso
voraz a otros mundos. Escribir la vida de Gerchunoff es recorrer con él esos mundos, es
negarse a las fronteras nacionales y proponer lo ético como disciplina.
En una carta escrita poco tiempo antes de su muerte, Gerchunoff agradecía al presidente
uruguayo Luis Battle las gestiones realizadas en apoyo de la creación del Estado de
Israel y solicitaba la continuación de este apoyo:
Gerchunoff escribe este documento desde dos ejes identitarios – como argentino,
rioplatense y latinoamericano – y como judío. Sin embargo no se autodefine como judío
sino que pone en juego lo judío como una preocupación ética como argentino, como
periodista, como escritor. Esta falta de autodefinición no oculta, ya que Gerchunoff
siempre se definió públicamente como judío, sino que es una estrategia para
transformar lo judío en una lucha por lo ético y lo quimérico. La mirada del autor todo
lo abarca: la Argentina, el Uruguay, los debates en las Naciones Unidas, la historia del
destierro judío, la posibilidad de redención.
Las notas necrológicas de Gerchunoff comenzaban siempre en medias res en un
momento crítico de la vida del recién fallecido y terminaban con la fórmula “nació en
…” o “había nacido en…” Pareciera que Gerchunoff quería mostrar los transcursos
públicos de la vida y regresar luego a ese lugar del comienzo, la escena fundacional, ese
sitio donde se iniciaba el recorrido; ese acto en final tan privado e individual como el de
la muerte. Los personajes preferidos de Gerchunoff eran los que habían recorrido el
mundo, los que habían llevado cambios, los que se habían movido en varias culturas.
Sin embargo el incluir al final el lugar del nacimiento reubicaba a estos personajes en su
lugar de origen, planteaba un recorrido de vuelta. Así lo hago yo también: Alberto
40
Carta de Alberto Gerchunoff a Luis Batlle Berres, sin fecha. HPIM2407, The Central Zionist Archives,
Jerusalem.
195
Anuario IEHS 27 (2012) )
196
Anuario IEHS 27 (2012), pp. 197-202
Sergio Pujol1
Resumen
Nacido como Héctor Roberto Chavero (Pergamino, 1908- Nimes, 1992), Atahualpa Yupanqui es la figura máxima de la
canción argentina de raíz folclórica. Su obra se extiende a lo largo de casi 6 décadas de historia argentina y ocupa un
sitio central en la producción cultural del país. Su influencia se expande más allá del género en el que el cantautor e
intérprete inscribió su nombre apócrifo, y ha ganado un importante reconocimiento en otros países, especialmente en los
latinoamericanos y en Francia, país en el que supo vivir durante más de 20 años. El autor de estas notas reflexiona en
torno a las dificultades y los desafíos que debió enfrentar a la hora de escribir la biografía de un personaje
extremadamente “público” pero a la vez escurridizo; canónico pero también un poco secreto. Contra la afirmación del
propio Yupanqui de que “un poeta no tiene biografía. Su vida entera está en su obra”, el artículo que sigue se propone
cuestionar el proceso de construcción autobiográfico implícito en la obra, los textos y los dichos de quién terminó
cantando en nombre del folclore argentino.
Palabras clave:
Biografía, Atahualpa Yupanqui, folclore argentino, música popular.
Abstract
Born like Héctor Roberto Chavero (Pergamino, 1908-Nimes,1992), Atahualpa Yupanqui was the greatest musician and
poet of the argentine folk song. The corpus ofhis artistic production occupies a central place of the XX Century ´s
argentine culture, and is well known in other countries of Latin America and in France, where he used to live during
more than 20 years. The author of these notes reflects about the difficulties and challenges that he had to overcome when
he decided to write a biography of a character so “public” but also a little secret; iconic and evasive in the same time.
Against the popular sentence of Yupanqui about de art of biography – “a poet has no biography; his entire life lives in
his works -, this paper tries to decipher Yupanqui ´s process of construction an implicit autobiography in his songs and
oral and written texts.
Keywords:
Biography, Atahualpa Yupanqui, Argentine folklore, popular music.
Recibido: 30-03-2011
Aprobado: 12-09-2011
1
CONICET/Facultad de Periodismo y Comunicación, Universidad Nacional de La Plata, Email:
sepujol@perio.unlp.edu.ar.
197
Anuario IEHS 27 (2012) )
Hasta no hace mucho, quienes nos dedicábamos –al menos de vez en cuando- a escribir
1
biografías, ese género “minusválido de la Historia”, como alguna vez lo llamó Marc
Ferro2, nos veíamos obligados a disfrazar nuestro trabajo con prendas más prestigiosas
del vestuario de las ciencias sociales. Cada vez que nos presentábamos a congresos y
jornadas académicas sabíamos que la biografía no era bien vista. Que debía remontar
una situación epistemológica cuanto menos desfavorable. Como ha escrito François
Dosse: “durante mucho tiempo, un muro ha mantenido la distancia entre lo biográfico y
lo histórico, como elemento parásito que puede venir a perturbar los objetivos de la
cientificidad”.3
Pero ese muro que describe el investigador francés no sólo puso distancia entre la
biografía y la historia. Similar prejuicio podíamos verificar en otras disciplinas. En la
crítica literaria, desde luego, con la tan mentada “muerte del autor” y el boom del
estructuralismo y aun del posestructuralismo; en la musicología, allí donde un exceso
de relato romántico –recordemos la biografía que Romain Rolland le dedicó a
Beethoven y una extensísima serie de libros en esa línea– había espantado a los
musicólogos, orientándolos de manera excluyente hacia los análisis de la materia
sonora.
En la actualidad estamos en un momento claramente diferente: lo biográfico ha
vuelto a los estudios históricos, a la crítica literaria, a la musicología, estatuyéndose, a
su vez, como género literario. Señalo estos tres campos disciplinares porque son los que
me permitieron establecer el estado de cuestión sobre Atahualpa Yupanqui. En fin, todo
parece indicar que la vieja reticencia al sujeto biografiado ha cedido, o que al menos
está en aras de hacerlo. Justo cuando en 2008 publiqué el libro En nombre del folclore.
Biografía de Atahualpa Yupanqui,4 en una entrevista periodística, Tulio Halperin
Donghi definió a la biografía –no a la que yo escribí, desde ya– como un tipo de
historia “sin problemas”.5 Obviamente, no creí tener la talla suficiente para polemizar
con este destacado historiador argentino. Pero no pude dejar de pensar en los
abundantes problemas teóricos, metodológicos, conceptuales, etc.– por los que acababa
de pasar en mi intento de desciframiento de Yupanqui. Puedo decir, sin dubitación
alguna, que la biografía es un tipo de historia lleno de problemas.
En las páginas que siguen comentaré algunos de esos problemas que fueron
apareciendo en el camino hacia Yupanqui. Son problemas específicos del objeto de
estudio, pero quizá una parte de ellos pueda considerarse en términos más amplios, sin
por eso pretender hacer una teoría general de la biografía.
El primer problema con el que me topé tenía que ver con la idea que el propio
Yupanqui tenía de la biografía, justamente: “un poeta no tiene biografía; su vida entera
2
Marc Ferro, “La biographie, cettehandicapee de l'histoire”, en Magazine litteraire, núm. 164, abril de
1989, pp. 85-86.
3
FrançoisDosse, El arte de la biografía, México, Universidad Iberoamericana, 2007, p. 21.
4
Sergio Pujol, En nombre del folclore. Biografía de Atahualpa Yupanqui, Buenos Aires, Emecé
Planeta, 2008.
5
“Entrevista a Tulio HalperínDonghi. Historia íntima de un historiador”, Revista Ñ/Clarín, 23 de febrero
de 2008, p. 4.
198
Anuario IEHS 27 (2012)
6
está en su obra”. ¿Limitación o desafío? ¿Advertencia de alguien que celosamente
había cuidado su vida de miradas indiscretas o convite a encontrar una voz
autobiográfica allí donde las formas parecían estar despojadas de marcas autorales
demasiado definidas?
Desde luego, la frase de Yupanqui resultaba coherente con lo que podríamos
llamar la filosofía yupanquiana. Por lo pronto, sobresalía la autodefinición de poeta,
cuando en verdad su nombre finalmente quedó asociado a la música popular argentina. 7
Luego, estaba ahí la idea de que la potestad sobre la obra musical y poética no tenía
demasiado valor. El verdadero poeta –o al menos el poeta que Yupanqui quería ser–
debía cultivar un perfil bajo, hasta que su nombre, por efecto transitivo, fuera
desvaneciéndose tras la estela de la obra. Esta, a su vez, debía fundirse en un pasado
colectivo. El canto terminaba así convertido en “hilachitas del viento”, como tan
poéticamente Yupanqui imaginaba el futuro de sus canciones. Nada personal externo a
esa obra tenía valor para Yupanqui.Obviamente, esto no sucedió, no todavía al menos.
La obra de Yupanqui sigue teniendo fuertes marcas autorales. Sobre esto volveré
enseguida.
Pero aquella aseveración también se podía interpretar como una clave
hermenéutica. Había entonces que delinear a Yupanqui desde las fuentes primarias de
su producción: los registros de su voz y su canto; el ritmo de sus palabras gauchas y la
melodía de sus coplas recopiladas; los detalles etnográficos apuntados en sus libros, etc.
Yupanqui habría sido entonces como Flaubert respecto a Madame Bovary: si el escritor
francés había reconocido, quizá para escandalizar un poco a sus contemporáneos, que la
mujer insatisfecha de su gran novela no era otra que él mismo, tal vez yo debía buscar a
mi biografiado en los “personajes” de sus grandes canciones. En el trabajador rural de
“El arriero”. En el gaucho meditabundo de “Los ejes de mi carreta”. En el exiliado
político de “Adiós Tucumán”. En el filósofo melancólico de “La añera”. En el
romántico resentido de “Le tengo rabia al silencio”. E incluso, por qué no, en el minero
boliviano de “Minero soy” (Yupanqui decía haber trabajado alguna vez en una mina de
carbón). ¡Qué tentación la de escribir una biografía descifrando las pistas
autobiográficas dejada a lo largo de un extenso cancionero! Tentación hacia el error,
podríamos agregar. O hacia el error parcial: aquello que las canciones de Yupanqui
dicen de Yupanqui debía ser cotejado con otras informaciones.
Si comúnmente todo biógrafo utiliza el registro biográfico como pertinencia
explicativa de una obra, la frase ya citada de Yupanqui (“un poeta no tiene biografía; su
vida entera está en su obra”) me invitaba a transitar el camino en sentido inverso: ir de
las obras al sujeto. En el fondo un artista romántico, Yupanqui era un apologeta de la
experiencia, de la vida como maestra de la canción. Esto explica sus innumerables
mudanzas, sus exploraciones de etnomusicólogo y de recopilador de folclore, sus fallas
–si podemos decirlo de esta manera– en el desempeño de sus responsabilidades
6
“Un poeta no tiene biografía. Su vida entera está en su obra”, Folklore, Buenos Aires, agosto de 1976,
número 260, p. 34.
7
Sobre este punto, me parece muy justa la inclusión de Yupanqui en la reciente antología 200 años de
poesía argentina seleccionada por Jorge Monteleone, Buenos Aires, Alfaguara, 2010. Monteleone elige las
letras de “Luna tucumana”, “El arriero”,” “La pobrecita” y “Le tengo rabia al silencio”, pp. 280-283.
199
Anuario IEHS 27 (2012) )
familiares. Hay en la vida de Yupanqui una clara opción por el trajinar vivencial: la
sabiduría de los caminos.
Sin embargo, muchos de sus dichos parecieron contradecir esta verdadera
condición de existencia de su música y su poesía. Por ende, su itinerario artístico estuvo
atravesado por una fuerte tensión entre el principio de individuación romántico –una
conciencia hiperactiva que sale a conocer el mundo y luego encuentra las maneras de
comunicar su saber- y la idea del músico como vector de memoria de una comunidad –
algo así como un médium entre remotas tradiciones y el oyente moderno.
En otras palabras, Atahualpa Yupanqui fue a la vez figura sagrada (patriarcal) de
todo un género de música y parte anónima del mismo; un creador original –de hecho,
ninguno de los músicos anónimos que él admiraba tenía su técnica de guitarra clásica–
y un calificado agente de transmisión oral, toda vez que en sus interpretaciones sabía
crear la atmósfera de una vivencia folclórica de primer grado.
Por más que Yupanqui me advirtiera, a través del tiempo, que la biografía de un
artista está en su obra, los itinerarios de una investigación nunca son impuestos por el
biografiado. En todo caso, me interesaban ambos términos de la ecuación: la obra de
Yupanqui, que sin duda ocupó un lugar central en la configuración de eso que llamamos
música folclórica argentina, y la figura del propio Atahualpa, quien, como es sabido,
tuvo algún grado de participación en las luchas políticas del siglo XX argentino. Por
añadidura, estaba seguro de que transitando la dirección obra-Yupanqui en ambos
sentidos podía llegar a entender algo más sobre la historia argentina moderna. Esta
aspiración cognitiva siempre es el propósito de máxima de una biografía.
Como primera medida, me propuse explorar el relato de su vida, eso que Paul
Ricoeur llamó, críticamente, “unidad narrativa de una vida”.8 Esa “unidad narrativa” se
había forjado a lo largo del tiempo con la contribución no menor, y no desinteresada,
del propio Yupanqui. De incontables entrevistas y especialmente del libro del sacerdote
Fernando Boasso, Tierra que anda. Historia de un trovador,9 había decantado un relato
con estatus de “verdad”. Más tarde, otros libros, como el de Norberto Galasso10 y los
que recopiló Víctor Pintos (uno a partir de cartas de Atahualpa a su mujer, Nenette, y
otro con los apuntes de la autobiografía que Yupanqui dejó inconclusa)11, terminaron de
redondear ese relato, refinándolo y haciéndolo más erudito, pero sin poner bajo una
mirada crítica los elementos axiales de la versión “oficial”.
Desde luego, ese relato traía algunas verdades incontrastables. El hombre había
nacido como Héctor Roberto Chavero, en los campos de Pergamino en 1908. Hijo de
ferroviario criollo de Santiago del Estero – en su casa se hablaba quechua a la par del
castellano –y de empleada doméstica de origen vasco, el joven Chavero decidió un
buen día adoptar como nombre literario la sumatoria anacrónica del Inca último y del
Inca primero. Así nació Atahualpa Yupanqui, de un proceso consciente de
identificación con la genealogía de los pueblos originarios del noroeste, cruzándola de
8
Ricoeur, Paul, Sí mismo como otro, México, Siglo XXI, 2006, p. 38.
9
Boasso, Fernando, Tierra que Anda. Historia de un trovador, Buenos Aires, Corregidor, 1993.
10
Galasso, Norberto, Atahualpa Yupanqui. El canto de la patria profunda, Buenos Aires, Ediciones del
Pensamiento Nacional, 1992.
11
Víctor Pintos (comp.), Atahualpa Yupanqui. Cartas a Nenette, Buenos Aires, Sudamericana, 2001 y
Este largo camino: memorias (rescate de Víctor Pintos), Buenos Aires, Cántaro, 2008.
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Anuario IEHS 27 (2012)
manera muy personal con la matriz cultural de la gauchesca. Puede pensarse que, en un
gesto de gran contundencia política, Yupanqui sintetizó al gaucho con el indio, aquello
que jamás hubiera hecho José Hernández, no obstante la admiración profunda que
Atahualpa siempre profesaría por el Martín Fierro y la gauchesca.
En esa representación de dos sujetos históricos postergados pero no
necesariamente solidarios entre sí, Yupanqui se inventó a sí mismo, planteándoles a
futuros biógrafos el muy literario problema de la distinción entre autor y narrador.
Chavero detrás de Yupanqui; la voz de un bonaerense culto, que hubiera podido ser
muchas otras cosas, detrás de las voces de copleras y vallitos anónimos. Ahí ya se
dibuja un problema, sin necesidad de abandonar o poner en dudas los datos “duros” del
relato biográfico canónico.
Por supuesto, a medida que fui profundizando en la consulta de fuentes pude, por
un lado, darle más precisión a ese relato. Y, a la vez, empezar a llenar lagunas e incluso
desmontar algunos mitos o verdades a medias. Así procedí alargo de toda la “unidad
narrativa vital”. Por ejemplo, era sabido que, entre 1945 y 1953, Yupanqui había
militado en el Partido Comunista, y que con su aval había emprendido su primer viaje a
Europa, actuando en los países del “socialismo real”. (Hungría, Rumania,
Checoslovaquia, etc.). Luego sobrevino el alejamiento, que según contaría Yupanqui se
produjo por el profundo desencanto que lo embargó cuando pudo observar la falta de
libertad con la que los europeos del este sobrellevaban sus vidas, así como la rigidez
disciplinaria que el Partido le imponía a sus afiliados.
Pero muchas cosas de ese tramo de su vida fueron omitidas o distorsionadas en sus
referencias autobiográficas. No dijo, por ejemplo –y esto solo lo sabían los militantes
veteranos– que fue un activo colaborador periodístico de los órganos del partido,
Orientación y Nuestra palabra. Consultando esas colaboraciones y los contextos en los
que fueron publicadas, para luego cruzarlas con otras fuentes, intenté aclarar un poco
más las razones de la ruptura de don Ata con el Partido Comunista. Un tipo de ruptura
bastante habitual para la época, por cierto, pero confusamente explicitada en el “relato
Yupanqui” de Yupanqui.
¿Y la obra? ¿Qué problemas me planteaba como biógrafo? ¿Cuáles eran los
principales puntos de articulación entre la unidad narrativa vital y un vasto corpus de
zambas, milongas y vidalas “de autor”? Desechando las teorías esencialistas tan
arraigadas en el imaginario del folclore, traté de examinar el modo en que Yupanqui
reelaboró determinadas tradiciones anónimas y las puso a circular en un mercado de
música popular más bien incipiente cuando él empezó a grabar discos, allá por 1936.
En ese entonces, el folclore que se conocía en Buenos Aires con algún detalle era
el bonaerense y, en menor medida, el de Santiago del Estero. En algunas entrevistas que
por entonces se le hicieron a Yupanqui, este era presentado como un genuino exponente
de la música andina. Una calificación sin duda equivocada, pero nunca desmentida por
el propio Atahualpa, quién, para decirlo en términos actorales, daba con el physique du
rol de los coyas.
Buena parte de su repertorio de aquel tiempo –“Caminito del indio”, “Paso de los
Andes”, “Noche en los cerros”, “Hui jojojo”, etc.- parecía convalidar su identidad
étnico-cultural, si bien en sus presentaciones no escatimaba milongas, estilos y huellas,
especies estas muy alejadas de las tradiciones del NOA. En suma, Yupanqui se estaba
201
Anuario IEHS 27 (2012) )
construyendo un lugar propio –un lugar central, sin duda- en el mercado de las músicas
nativas a partir de un conjunto de saberes que prácticamente ningún otro músico
popular tenía en esas proporciones.
En este sentido, los trabajos de Ricardo Kaliman –especialmente su análisis del
proceso de acumulación de saberes mediante el cual Yupanqui logró destacar en el
campo cultural–12 y algunas otras aproximaciones críticas al significado de su obra
(pienso en el musicólogo Pablo Kohan13 y en el sociólogo Pablo Vila14) me orientaron
hacia un terreno que aun presentaba –y sigue presentando, desde luego– varios puntos
inexplorados. ¿Cómo hizo este criollo bonaerense para convertirse en el emblema de un
género de música popular tan complejo y heterogéneo, en el que conviven expresiones
de áreas geográficas diferentes? En otras palabras: ¿cómo hizo Atahualpa para que su
capital simbólico terminara siendo la trasnominación de todo el folclore?
Como se sabe, Yupanqui reafirmó la figura del intérprete solista, un poco en la
línea de los payadores que había conocido en su infancia. Y en esa línea desarrolló un
modelo de cantor solista, así como un tipo de repertorio que, vagamente, ha sido
llamado “canción de protesta” o “canción testimonial”. Pero también es cierto que el
corpus de sus grandes creaciones fue grabado por innumerables intérpretes a lo largo
del tiempo. Más aun: algunos de sus grandes éxitos se consolidaron cuando pesaba
sobre él la censura durante el primer gobierno de Juan Domingo Perón. “Luna
tucumana” y “Los ejes de mi carreta” se hicieron ampliamente conocidos a través de las
versiones de Los Chalchaleros y Aníbal Troilo con Edmundo Rivero, respectivamente.
Me pregunté entonces qué tenían de particular esas canciones, tan yupanquianas y tan
de todos. ¿Por qué son bienes públicos de los argentinos? ¿Por qué extraña forma de
delegación cultural los argentinos escuchamos en las canciones de don Ata el latido de
todo el folclore argentino?
En suma, no se me ocurrió otro camino que el de la biografía para despejar estas
dudas y muchas otras. Porque en verdad es la biografía, con su ecléctico aparato crítico
y su indagación del sujeto en el mundo, la herramienta epistemológica capacitada ya no
solo para dar respuestas a este tipo de problemas, sino para la formulación de los
mismos. Finalmente, Atahualpa Yupanqui ha empezado a ser narrado desde
perspectivas biográficas sobre las que él no ha tenido injerencia. Ojalá próximos
trabajos ayuden a seguir pensando Yupanqui. Y a seguir descifrando una obra tan bella
como culturalmente compleja.
12
Ricardo Kaliman, Alhajita es tu canto. El capital simbólico de Atahualpa Yupanqui, Córdoba,
Comunicarte editorial, 2004.
13
Pablo Kohan y Eduardo Romano, “Yupanqui, Atahualpa”, Diccionario de la música española e
hispanoamericana, Madrid, SGAE, 2000,vol X, p. 1065-1068.
14
Pablo Vila "Atahualpa Yupanqui”, The New Grove Dictionary of Music and Musicians, New York-
Londres, Mcmillan Publishers, 2000, vol XXVII, p. 698.
202
DOSSIER
LA PAMPA, FLORA, FAUNA Y GENTE, SIGLOS
XVIII Y XIX
Anuario IEHS 27 (2012), pp. 205-207
Marcelino Irianni
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Anuario IEHS 27 (2012) 1
aún unos pocos pasos. En el ámbito castrense, los Otamendi, Rivas, Machado y otros
comandantes, dejaron el bronce para rodearse de las desgracias cotidianas y vitales de
su milicada, tomar decisiones políticas no siempre acertadas y trazar redes sociales con
comerciantes, caciques y ganaderos.
En el viraje hacia un nuevo tipo de biografía, más social, junto a reconstrucciones
sobre la vida cotidiana y la vida privada, tomaron fuerza con nuevos documentos y
enfoques distintos. Los expedientes judiciales y los informes de jueces de Paz, son
algunos de ellos; periódicos y diarios de vida, junto a una excelente recuperación y
reedición de recuerdos de viajeros y comandantes de frontera, no han sido menos
importantes. La arqueología de fortínes y tolderías, principalmente en manos de la
gente del Incuapa, se sumaron a los avances de la arqueología histórica y de rescate en
muchos sitios amenazados por el avance de infraestructura edilicia o vial.
Sin embargo, el trabajo interdisciplinario y el préstamo mutuo de conceptos y
marcos teóricos entre disciplinas como la antropología, la arqueología, la etnohistoria,
la demografía, la geografía, la biología, entre otras, se han convertido en verdaderos
pilares para avanzar en la reconstrucción de una historia más acabada, que tome en
cuenta el mayor número de variables y actores posibles. Conceptos que trascienden las
etapas históricas, acomodaticios, como revolución, frontera, clientelismo, jefaturas,
entre otros, terminaron de romper unos diques que lejos de permitirnos hilvanar el
devenir histórico nos ubicaban delante de lagos estancados, de tanto en tanto unidos por
algún riacho de caudal escaso. La prehistoria se ha unido definitivamente a la historia y
en ello también se ha zanjeado un muro que separaba y mutilaba procesos, tradiciones,
sociedades idénticas.
El presente dossier, reúne algunos resultados de las múltiples investigaciones que
se suceden a lo largo y lo ancho de la pampa húmeda, acaso el ámbito rioplatense. El
medio ambiente, las tolderías, los fortines y los primeros núcleos sociales, reclaman
nuestra atención en toda su magnitud. La descripción romántica de una pampa bucólica
y salvaje que inunda las páginas de los relatos de viajeros no es desterrada por las
nuevas interpretaciones de paisajes construídos por los nativos, apuntalando lo
simbólico. En aquellas páginas se esconden pistas para la reconstrucción de las
variaciones climáticas, a la vez que la menciones de ojos de agua y recursos que
señalan los sitios habitables y corredores para los pobladores, viajeros y el ganado. Una
pincelada en un descanso de aquellos viajeros, mitad científicos y mitad aventureros,
como la descripción de una planta o un animal, resultan actualmente determinantes para
reconstruir la alimentación, la medicina natural de los habitantes, no solo indígenas,
pero también avanzar en pos de fenómenos más profundos como el curanderismo o el
chamanismo. Las referencias y los silencios sobre aquellos recursos, nos indican la
dinámica de la geografía pampeana, vertiginosa, con desplazamientos de especies
nativas por la llegada de exóticas, y con ello cambios dramáticos en la dieta y hasta en
las creencias de los nativos. El medio ambiente se transforma, en menos de dos
décadas, de telón de fondo a tablado que marca los sitios a ocupar por los actores.
Las formas de vida de los fortines, que congelara en el tiempo José Hernández,
son revisadas desde los documentos estatales, los diarios de viajeros y las excavaciones
de fortines. Una vez más, el nicho donde se instalara el cantón o el fortín, como así
también la coyuntura económica y política del país, la disponibilidad de mano de obra y
206
Anuario IEHS 27 (2012)
207
Anuario IEHS 27 (2012), pp. 209-221
Resumen
Se discuten algunas de las características arqueológicas presentes en contextos arqueológicos del Holoceno tardío-final.
Se enfatiza en el registro zooarqueológico de la Localidad Arqueológica Amalia por contener evidencias materiales sobre
aspectos diversos de los modos de vida de las jefaturas indígenas del período tardo colonial. Se atenderá especialmente
al uso antrópico de la fauna serrana, a la introducción de fauna exótica y a los problemas ocasionados por eventos
climáticos globales que afectaron los recursos naturales. En tanto que la disponibilidad de recursos faunísticos silvestres
en la época colonial es consecuencia de procesos ambientales previos que condicionaron la presencia o abundancia de
especies se hace una referencia al modelo prehispánico de subsistencia. Esto permite dimensionar comparativamente las
características diferenciales entre esos registros diacrónicos obtenidos en sitios arqueológicos localizados en las sierras
de Tandilia oriental.
Palabras clave
Período tardío, Holoceno tardío, fauna exótica, subsistencia indígena, cambio climático.
Abstract
We discuss some of the archaeological features present in the end of the Late Holocene archaeological contexts. It
emphasizes the zooarchaeological record of Localidad Arqueológica Amalia because contain material evidence on
various aspects of the lifestyles of indigenous headquarters late colonial period. Its emphasized in the anthropic use of
hills fauna, the introduction of exotic fauna and problems caused by global climatic events that affected natural
resources. While the availability of wild animal resources in the colonial era is the result of previous environmental
processes that determined the presence or abundance of species is a reference to the model prehispanic subsistence. This
allows comparative dimensions differential characteristics between those records obtained diachronic archaeological
sites located in the mountains of eastern Tandilia.
Key Words
Late Holocene, exotic fauna, climate change, Indigenous subsistence.
Recibido: 18-03-2011
Aprobado: 12-09-2011
1
Laboratorio de Arqueología - Universidad Nacional de Mar del Plata. E-mail: arqueolab@gmail.com
209
Anuario IEHS 27 (2012) 1
Introducción
Abra (ca. 10.200 AP), cuyos análisis zooarqueológico indica que en el espectro de
presas incorporado a la subsistencia, no hubo una preferencia por alguna especie o por
un grupo de especies en particular (Quintana y Mazzanti 2001). Fueron capturados
guanacos, venados, armadillos, vizcachas, ñandúes y recolectados huevos de ñandú.
Entre los armadillos se destaca el consumo de una especie pleistocénica extinguida de
gran tamaño (Eutatus seguini). Este registro serrano coincide con la estrategia
generalista planteada para el mismo período en el Área Interserrana (Martínez y
Gutiérrez 2004, entre otros), pero se diferencia porque en los sitios arqueológicos de
Tandilia oriental, hasta el momento, no se hallaron evidencias de la captura de
ejemplares de megafauna extinguida como gliptodontes, caballos o megaterios.
En cambio, durante el Holoceno medio y gran parte del Holoceno tardío las
sociedades indígenas de este sector serrano desplegaron una estrategia de especialistas
en la captura de los ungulados (guanaco y venado) presentes en el paisaje (Quintana y
Mazzanti 2001). Durante este largo proceso (ca. 5.000 a 3.000 AP) la caza estuvo
dirigida a esos grupos de mamíferos caracterizados por su masa y tipo de ciclo
reproductivo. Esta dieta de ungulados no fue excluyente, ya que las especies pequeñas
cazadas durante el período anterior también fueron parte de la subsistencia, aunque con
un rol de menor importancia. Una situación similar, pero centralizada en la caza del
guanaco, se propuso para el Holoceno medio en el área Interserrana (Martínez y
Gutiérrez, 2004).
Durante los últimos dos mil años antes del presente ocurrió un cambio
significativo en toda la región caracterizado por una intensificación en el uso del
ambiente con características propias en cada área, a estos patrones se los denomina
“economías areales de diversificación e intensificación” (Martínez 1999, Martínez et al.
2005, Martínez y Gutiérrez 2004, González 2005). En esta zona serrana, este cambio
ocurrió hacia los ca. 1.000 AP (Quintana y Mazzanti 2001), observándose que el rol
protagónico anterior de la caza de ungulados fue desplazado hacia una estrategia
económica de mayor diversificación. Como consecuencia tuvieron más relevancia las
especies pequeñas con ciclos de vida más cortos. Estos cambios ocurrieron en un
contexto social de gran complejidad en cuanto a las estructuras organizativas (sociales,
políticas y económicas) de las sociedades de cazadores-recolectores (Quintana, et al.,
2002). Las ocupaciones tardías de los sitios Cueva El Abra (Componente Superior),
Cueva Tixi (Nivel Arqueológico 4) y Lobería I (Ocupación Superior) se distribuyen
durante el Holoceno tardío final en rangos de edades que se solapan entre los 600 y los
1.000 AP. El registro faunístico es muy similar en todos estos sitios, indicando un
mismo tipo de estrategia de subsistencia que se plantea como característico de esta
microrregión serrana (Quintana y Mazzanti 2011). En este período prehispánico se
mantuvo la caza de ungulados pero se aumentó proporcionalmente la cantidad de
ejemplares de especies pequeñas y se contempló la incorporación de otras nuevas
presas a la dieta. Junto a los armadillos (cuatro especies), vizcachas, coypos y ñandúes
también se aprovecharon dos especies de cuises, lagartos overos, peces y varias
especies de aves. A diferencia del período anterior, las especies pequeñas tomaron
relevancia y denotan una mayor profundización en los procesamientos para el uso de
carne, pieles y hueso. Las evidencias arqueológicas indican una producción intensa de
herramientas estandarizadas para la caza (puntas de proyectil apedunculadas,
211
Anuario IEHS 27 (2012) 1
de vaca (Bos taurus) y de caballo (Equus caballus) utilizados por indígenas (Mazzanti
2007) (Figura 1).
En los diversos sectores que componen este gran campamento indígena (cerrito,
arroyo y lomada adyacentes) se hallaron indicadores del uso doméstico de fauna
europea (vaca, caballo y perro), además de construcciones arquitectónicas destinadas al
control y cuidado de ganado (Mazzanti 2007, Mazzanti y Quintana 2010). Una de ellas
es un corral (Sitio 1) sobre la pendiente del cerrito pequeño, dentro del cual se procesó
un ejemplar juvenil de vaca. En tanto, en el extremo norte de ese mismo afloramiento
rocoso (Sitio 3) se faenó un caballo, y en las márgenes del Arroyo Chocorí (el Sitio 4)
se efectuaron acciones más complejas. Este último sitio presenta dos sectores
adyacentes y claramente diferenciados. Uno donde se despostaron dos caballos y el otro
donde fueron consumidos estos animales junto a otras especies de fauna silvestre. El
primer sector tiene numerosos huesos de caballo semi articulados (Figura 1), casi todos
enteros, con escasas fracturas y sin exposición al fuego correspondiendo a un
procesamiento primario.
En el área lindera, a escasos metros, los huesos de caballo están fracturados,
fueron expuestos a altas temperaturas, están asociados a pequeñas áreas de combustión
y hay numerosas astillas de hueso. Estos restos fueron trasladados parcialmente desde el
otro sector (se hallaron huesos de un mismo individuo en ambas áreas). Esta área
registra en asociación huesos procesados de: coypo (Myocastor coypus), vizcacha
(Lagostomus maximus), peludo (Chaetophractus villosus), ñandú y diversas aves
pequeñas. Es importante señalar, que los restos óseos de éste último sector se
encuentran espacial y estratigráficamente en una lente compuesta por miles de cáscaras
de huevos de ñandú (correspondientes al menos a 50 huevos) (Quintana 2008). Los
restos culturales asociados son artefactos líticos y fragmentos de cerámica. El análisis
de las superficies de los huesos del Sitio 4 indicó evidencias claras del modo del
procesamiento de estos animales como del tipo de instrumental utilizado, artefactos de
metal y líticos (Mazzanti y Quintana 2010).
214
Anuario IEHS 27 (2012)
Discusión
Los dos fenómenos climáticos citados arriba para el período tardío final de Tandilia
oriental fueron cambios sustantivos y relativamente rápidos que condicionaron la
habitabilidad y disponibilidad de recursos de la región (Figura 2). Tanto el Óptico
Climático Medieval como la Pequeña Edad de Hielo son procesos mejor estudiados en
el hemisferio Norte y, si bien la evidencia indica que su influencia impactó en el
hemisferio Sur (Kreutz et al. 1997), todavía existen muchos interrogantes vinculados a
la extensión, grado de incidencia y principalmente a la cronología precisa de estos
fenómenos.
Hasta hace pocos años el lapso comprendido entre los siglos XV a mediados del
XIX carecía de evidencias arqueológicas confiables en el área de estudio. Durante este
período ocurrieron fenómenos naturales y culturales de relevancia ya que se manifiestan
modificaciones importantes en la secuencia faunística, estratigráfica y ambiental.
Además, ocurrió un cambio sustancial en la secuencia cultural. Las sociedades
cazadoras recolectoras intensificaron cambios socio-económicos y políticos hasta
constituirse en nuevos grupos sociales tras el proceso de etnogénesis (Mazzanti 2007).
Con la nueva evidencia de la localidad arqueológica Amalia ese período quedó dividido
en dos hiatos (Figura 2).
El primer hiato se corresponde casi totalmente con el desarrollo de la Pequeña
Edad de Hielo. Durante este lapso se dejan de registrar los modos de vida cazadores
recolectores que se desarrollaron durante 11.000 años y que habían operado un cambio
sustancial durante el último milenio previo a la conquista. La arqueología posconquista
brinda información que, pese a la diferente naturaleza de las fuentes (materiales y
documentales), presenta aspectos concordantes con datos que ofrecen las crónicas sobre
las sociedades pastoriles a la región Pampeana (Mazzanti 2007).
El paisaje también sufrió transformaciones por la desaparición de 7 especies
silvestres y por la extinción de una especie endémica de cuis (Quintana 2001). La
consecuencia más conspicua fue la total ausencia de mamíferos silvestres grandes
(guanaco y venado) lo cual es consistente con diversos análisis sobre la distribución del
guanaco en el Este de la región Pampeana durante Holoceno tardío (Tonni y Politis
1980, Politis y Pedrotta 2006, Politis et al. 2011). En Tandilia oriental no hay evidencias
que convaliden la coexistencia de guanacos con especies domésticas en tiempos de
contacto hispano indígena. Fuera de esta área serrana otros sitios posconquista
bonaerenses con contextos confiables atribuidos al siglo XIX (Pedrotta 2005) tampoco
presentan registros de guanaco o venado. Esta deficiencia en la oferta de recursos
215
Anuario IEHS 27 (2012) 1
Figura 2. Registro fósil de los últimos mil años en Tandilia oriental en relación con el Óptimo Climático
Medieval y la Pequeña Edad de Hielo. Todas las fechas deben tomarse como aproximaciones debido a que
provienen de fuentes fácticas diversas y porque las extensiones de las anomalías climáticas no son
precisas.
216
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el siglo XV e inicios del siglo XVIII se gestó un cambio sustancial de los modos de
vida indígena y del medio ambiente serrano. Los cambios ambientales y faunísticos
gestados desde centurias anteriores condicionaron la disponibilidad de grandes
mamíferos que permitan la subsistencia a poblaciones numerosas. Las especies exóticas
se convirtieron en las principales fuentes de alimento disponibles en el paisaje las
cuales fueron incorporadas secuencialmente. La evidencia de la localidad arqueológica
Amalia indica que las vacas y los caballos tienen una presencia temprana (mediados del
Siglo XVIII y principios del XIX). Mientras que las ovejas y liebres recién se registran
en las capas superficiales de las cuevas y aleros sin asociación con elementos indígenas
(segunda mitad del Siglo XIX) (Mazzanti 2007) (Figura 1). Si bien el ingreso de
especies exóticas no fue simultáneo, la separación temporal entre los dos grupos difiere
con la información histórica debido a la falta de información ambos hiatos (Figura 2).
Por ello, la mayor precisión cronológica de la desaparición de las especies silvestres y
la introducción de las domesticadas en Tandilia oriental y sus consecuencias en la
subsistencia indígena deberá ser completada con el hallazgo de nuevas secuencias
estratigráficas.
218
Anuario IEHS 27 (2012)
Bibliografía
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221
1
Anuario IEHS 27 (2012), pp. 223-237
Resumen
Por medio del análisis formal del paisaje se pudo reconocer en el área de estudio una complejidad estructural vinculada,
por un lado, con la presencia de un borde con efecto de ecotono y por otro, con una organización en mosaico del espacio.
Este análisis permitió identificar diferentes unidades geomorfológicas, reconocer sus características, límites y predefinir
potenciales usos arqueológicos de las mismas. La construcción social del paisaje ha permitido visualizar y considerar al
contexto arqueológico del área como parte de un territorio mayor con el cual estaría relacionado.
Palabras claves:
Paisaje, arqueología, ecotono
Abstract
Using the formal analysis of landscape it was possible to recognize in the area of study a complex organization
associated with the existence of a border with ecotonal effect and also a ‘mosaic’ landscape. This analysis has permitted
the identification of different geomorfological unites, recognizing its dimensions, main characteristics, boundaries and
also predefining the potential archaeological uses. The social construction of landscape has allowed view and considers
the archaeological context of the area as part of one larger territory with which it is related to.
Keys words:
Landscape, archaeology, ecotone
Recibido: 18-03-2011
Aprobado: 12-09-2011
1
Conicet, Facultad de Ciencias Sociales, Avda. del Valle 5737 (7400) Olavarría, E-mail: :rcurtoni@soc.unicen.edu.ar
2
Facultad de Ciencias Sociales, Avda. del Valle 5737 (7400) Olavarría, E-mail: vanegiaco05@gmail.com
223
Anuario IEHS 27 (2012) 1
Introducción
A partir de las aproximaciones teóricas y metodológicas de la ecología del paisaje y los
procedimientos derivados de la arqueología del paisaje (e.g. Forman y Godron 1981,
1986, Criado 1999, Wiens 1993, 1995, Lamachia y Bartlett 2003, López Barrera 2004),
se realiza un análisis formal del área centro-este de la provincia de La Pampa, sector
que corresponde a la parte occidental de la región pampeana Argentina (Soriano et al.
1992). La región pampeana es una extensa llanura localizada en el sector centro este de
Argentina, Uruguay y sur de Brasil. En nuestro país esta región ha sido dividida
teniendo en cuenta la ubicación de la línea de isohieta de 600 mm, en subregiones
Pampa Húmeda o pampa oriental y Pampa Seca o pampa occidental (Difrieri 1958,
Cabrera 1976). Esta división marca el límite entre la estepa o pseudoestepa,
denominada fitogeográficamente como Provincia Pampeana, y el monte del espinal,
perteneciente a la Provincia del Espinal (Cabrera y Willink 1973). La región
biogeográfica de nuestro interés es la neotropical, que a su vez está compuesta de cinco
grandes dominios (Caribe, Amazónico, Guayano, Chaqueño y Andino-Patagónico). A
su vez el dominio que aquí importa es el Chaqueño, conformado por la Provincia de la
Caatinga, Provincia Chaqueña, Provincia del Espinal, Provincia Prepuneña, Provincia
del Monte y Provincia Pampeana. El clima del Dominio Chaqueño es variado, pero con
predominio del tipo continental, con lluvias entre moderadas y escasas, inviernos
suaves y veranos cálidos. La vegetación es polimorfa, variando desde bosques xerófilos
caducifolios; matorrales y estepas herbáceas. Con relación a la fauna, este dominio
posee algunos animales típicos y muy pocos endémicos. Entre los primeros destaca el
aguará-guazú, variedades de armadillos, quirópteros, roedores, comadreja overa,
marmosa, murciélagos, zorros, zorrinos, gato montés, yaguarondí, puma, huroncito
patagónico, mara, vizcachas, cuises, guanaco, etc. y muy pocos monos. Las provincias
de interés para el área de estudio y para definir los límites de la región pampeana, son la
Provincia del Espinal, la Provincia Pampeana y la Provincia del Monte (Cabrera y
Wilink 1980).
Nuestro análisis se desarrolla considerando las características fisiográficas
estructurales del ambiente y reconociendo los usos arqueológicos del mismo. Para esto,
se toma como punto de partida la descripción de los aspectos biogeográficos y
geomorfológicos más relevantes que identifican a este espacio. El medioambiente se
caracteriza por ser un complejo ambiental, dado que la zona noreste del área se
corresponde con un borde con efecto de ecotono entre bosque abierto de caldén y estepa
de gramíneas. La otra parte, representa un paisaje tipo “mosaico” (sensu Wiens 1995)
en el cual además del bosque de caldén se han podido reconocer diferentes parches que
lo conforman, como valles, mesetas, médanos y bajos.
Ecotono y bordes
la ecología del paisaje se han analizado y discutido las implicancias de estos conceptos
y otros asociados como borde (edge) y límite (boundarie), considerando la complejidad
y dinamismo de los paisajes. El concepto de “límite” es caracterizado como un filtro o
membrana que regula el intercambio de materia y energía entre hábitat. Es decir, más
que una entidad física posee un sentido funcional (Wiens 1995). Las definiciones de
borde, efecto de borde y efecto de ecotono han sido generadas desde la ecología del
paisaje teniendo en cuenta los procesos de interacción entre plantas y animales y el
intercambio de materia y organismos entre dos hábitats adyacentes. Asimismo, a pesar
de que se han realizado diversos estudios, la definición y medición del borde depende
de las variables seleccionadas, de las especies en cuestión y de la escala espacial de
estudio. Por ello los bordes pueden ser específicos de una especie y más aún estar
relacionados con el sexo o edad de los animales dentro de la misma especie (López
Barrera 2004). De esa forma, queda claro que el problema de la definición de bordes,
efecto de borde y ecotono es dependiente, en parte, de la escala espacial involucrada.
En una escala espacial amplia la interacción entre ecosistemas o hábitat adyacentes
puede generar una zona nueva que es denominada borde (López Barrera 2004). Este es
un emergente de ecosistemas distintos pues se origina por un amplio espectro de
procesos, influencias mutuas y flujos ecológicos que pueden resultar en cambios en la
estructura y composición de los bordes y de los hábitats adyacentes. Estas interacciones
producen resultados o generan cambios en la distribución de variables propias de los
hábitats. Este hecho se conoce como el efecto de borde. Se han propuesto dos tipos
generales de efectos de borde: el efecto de matriz y el efecto de ecotono (Figura 1).
***
225
Anuario IEHS 27 (2012) 1
mayor es el flujo de organismos y menor el flujo de variables físicas (ver López Barrera
2004). La medida en la que el borde incrementa o disminuye los flujos de materia o
energía se ha denominado permeabilidad de bordes. La permeabilidad del borde influye
en los intercambios de materia y energía entre los hábitats adyacentes y en los
movimientos de la fauna. Los bordes abruptos (hard edges) o impermeables actúan
como una barrera que nunca es cruzada por organismos especializados en un hábitat o
con mayor riesgo de ser consumidos en el hábitat adyacente. Los bordes suaves (soft
edges) funcionan como membranas permeables a los organismos emigrantes (Lamachia
y Bartlett 2003, López Barrera 2004), generándose un intercambio y/o flujo de energía
entre los hábitat que se encuentran y conformando a su vez un espacio emergente
propio y distinto, aunque relacionado genéticamente a los ambientes intervinientes.
1
2
3
Considerar el área de estudio dentro de la subregión Pampa Seca es un hecho que tiende a homogeneizar
las características del ambiente y simplificar su estructuración. Lo remarcable es que esta área no posee
características definidas por las cuales pueda ser incluida en una subregión u otra de manera categórica. Por
ello, una franja de esta área constituye un borde con efecto de ecotono y el resto está conformado por una
variedad de elementos estructurales que constituyen un complejo ambiental, teniendo elementos tanto de
Pampa Húmeda como de Pampa Seca.
228
Anuario IEHS 27 (2012)
229
Anuario IEHS 27 (2012) 1
231
Anuario IEHS 27 (2012) 1
génesis de tales geoformas residuales. La fuerte evaporación que sufren algunas lagunas
del área debido a la elevada sequedad atmosférica y la gran cantidad de sales,
originadas por el lavado de los terrenos circundantes, hacen que las aguas adquieran
una alta concentración salina y precipiten las sales generando salares o sebkhas
(Carballo et al. 1998). Por último, la acción hídrica también genera grandes
carcavamientos y torrentes en el paisaje relacionados con los grados de las pendientes y
el volumen de agua precipitada. Estas geoformas erosivas afectan de manera
significativa la fisonomía de las topografías locales, sobre todo del sector de pendientes
medias y altas, pudiendo también impactar negativamente sobre los potenciales
contextos arqueológicos que se encuentren contenidos en las mismas.
En relación al modelado eólico también posee una representación areal y genera
diversidad de geoformas acumulativas, como distintos tipos de formaciones medanosas
y geoformas erosivas como las cubetas de deflación (Visconti 1988, Carballo et al.
1998). Entre las formas generadas por los procesos acumulativos se encuentran
médanos longitudinales, médanos transversales, médanos parabólicos y ondulaciones
medanosas convexas recubiertas de suelos. Estas formaciones se han originado en
épocas anteriores a la actual, produciendo espesas capas medanosas de origen alóctono
y producidas cuando se dieron determinadas condiciones mesológicas como la
disponibilidad de material arenoso, la acción de fuertes vientos de dirección
predominante y un clima de características generales áridas y semiáridas (Visconti
2002). La mayor parte de los médanos del área son longitudinales, orientados en forma
paralela a la dirección de los valles y se encuentran por lo general parcialmente fijados.
También se encuentran algunos cuerpos de médanos activos, de formación actual y
generalmente relacionados con un inadecuado manejo antrópico de los suelos (Visconti
1988, Carballo et al. 2002). En otro orden, dentro de las geoformas generadas por
eoloerosión se encuentran algunas cubetas de deflación, representadas por antiguas
depresiones que se han cubierto de vegetación y que se encuentran por lo general
asociadas a los cuerpos lagunares, en los salares y en aquellos sectores del paisaje que
presentan escasa cubierta vegetal.
En síntesis, diferentes procesos y agentes actúan en las distintas geoformas del
área de estudio generando tanto modificaciones fisiográficas en las topografías locales
como también impactando en la integridad y representación de los restos arqueológicos.
Desde el punto de vista geomorfológico el área se encuentra en un estadio rexistásico,
en el cual el desarrollo de la cubierta vegetal y de los suelos (pedogénesis) está
superado por la importancia que asume la morfogénesis (Carballo et al. 1998). Es decir,
predominan los procesos erosivos y acumulativos en contraposición a los procesos
formadores de suelo, situación que puede desencadenar eventos catastróficos para la
conservación del paisaje y atentar en consecuencia contra la representación de los
contextos arqueológicos.
232
Anuario IEHS 27 (2012)
Comentarios finales
El análisis formal del paisaje del área de estudio permitió discriminar la forma básica
del ambiente, es decir identificar cuáles son los componentes elementales y
estructurales del mismo. Por otro lado y de manera complementaria permite determinar
la forma específica del paisaje, la cual se relaciona con la identificación de los lugares
significativos o con la determinación de puntos básicos de organización del espacio
(Criado 1999). Entre las formas básicas del paisaje del área se encuentran las
estructuras geomorfológicas mayores del relieve como los valles, mesetas y pendientes.
Estas geoformas no solo tienen la mayor representación porcentual en superficie del
área sino también intersectan y contienen a las demás unidades fisiográficas
reconocidas. Algunos elementos topográficos importantes que componen estas
estructuras mayores del ambiente y definen el paisaje mosaico son los diferentes
cuerpos lagunares, bosques de caldén, cordones medanosos y grandes bajos. Las
prospecciones realizadas han permitido reconocer las diferentes geoformas
mencionadas y las particularidades de las expresiones arqueológicas en las mismas
(Curtoni 2007). Asimismo, se ha definido un borde con efecto de ecotono caracterizado
por la confluencia de los ecosistemas de estepa de gramíneas y bosque de caldén, lo
cual conforma un hábitat emergente con entidad propia.
En cuanto a la forma específica del paisaje, tanto las características fisiográficas
como los usos arqueológicos permiten identificar a las pendientes medias y bajas como
las geoformas principales a partir de las cuales se organiza el espacio. En los sectores
de pendientes se han registrado los lugares arqueológicos relacionados con actividades
generalizadas (e.g. Manantial Naicó, Laguna de Paisani) y períodos de ocupación más
prolongadas y/o redundantes. Por el contrario, las geoformas más bajas y de estructuras
topográficas distintas (valles, médanos) se asocian con sitios de actividades específicas
(Laguna del Fondo, Laguna de Montoya, Médano Solo, Laguna de Chapalcó) y tiempos
de ocupación breves. Asimismo, las geoformas de los médanos han actuado como
referentes espaciales de la disponibilidad de agua, siendo puntos básicos en el proceso
de vivir y residir en el paisaje. En las mesetas las evidencias arqueológicas son
prácticamente nulas y están relacionadas con la presencia de locus específicos donde,
en un caso, se han relevado pinturas rupestres y en otro se recuperaron restos óseos
humanos (e.g. sitios Cueva Salamanca y Loma de Chapalcó). Ello insinúa una posible
jerarquización del paisaje en la cual estos espacios de mayor altitud podrían
relacionarse con lugares sacralizados y/o con sentidos especiales como el entierro de los
muertos (ver Curtoni 2007). La distribución de distintos tipos de asentamientos en el
espacio refleja la construcción y conceptualización social del mismo relacionado tanto
con la estructura topográfica y las condiciones que ofrece cada geoforma, como
también con los sentidos, valoraciones y relaciones que los grupos humanos generaron
en el proceso de vivir y residir en y con el paisaje.
Por último, el área aquí seleccionada presenta una complejidad fisiográfica y
ecológica definida a partir del reconocimiento por un lado, de una estructuración en
mosaico y por otro de un borde con efecto de ecotono. Se estima que los sitios
arqueológicos del área representarían una parte de comportamientos sociales que se
desarrollaron en un espacio mucho más amplio. Es decir, el área de estudio pudo haber
sido un sector de un territorio mayor orientado y organizado en relación al bosque
233
Anuario IEHS 27 (2012) 1
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Anuario IEHS 27 (2012), pp. 239-253
Marcelino Irianni1
Resumen:
La relación de los indígenas pampeanos con el medio ambiente moldeaba todos los aspectos de su devenir, incluyendo la
identidad. Por ello, la ocupación del espacio y la incorporación de especies exóticas por parte de la sociedad blanca
durante el siglo XIX, debió influenciar en la pérdida y mutación de la identidad de algunas parcialidades, principalmente
aquellas que adquieren el estatus de tribus amigas. Nos interesa avanzar en aspectos ligados a las creencias y la
simbología de las parcialidades indígenas pampeanas y sus cambios a partir de la llegada de los europeos y criollos a sus
territorios.
Palabras claves:
Medio ambiente, identidad, cultura.
Abstract:
The relationship of the Pampas Indians to the environment molded all aspects of its evolution, including the identity.
Therefore, the use of space and the incorporation of alien species by white society during the nineteenth century, had lost
influence and mutation of the identity of some bias, especially those who acquire the status of friendly tribes. We want
progress in aspects related to the beliefs and symbols of indigenous groups in Pampa and its changes since the arrival of
Europeans and natives to their lands.
Key words:
Enviromental, identity, culture
Recibido: 18-03-2011
Aprobado: 12-09-2011
1
Marcelino Irianni, Conicet, Iehs. Facultad de Ciencias Humanas, UNICEN, E-mail:
marcelino_iriani@yahoo.com.ar
239
Anuario IEHS 27 (2012) 1
“...la derrota posee un alcance religioso y cósmico para los vencidos; significa que los
dioses antiguos perdieron su potencia sobrenatural.” (Nathan Wachtel)
Introducción
Partiendo del presupuesto -poco original2- que la relación de los indígenas pampeanos
1
con el medio ambiente moldeaba fuertemente todos los aspectos de su devenir, incluso
la identidad, creemos que la ocupación del espacio por parte de la población euro
criolla y la atomización de las parcialidades confinándolas a nichos marginales y
dificultando la relación entre ellas, debió influenciar decididamente en la pérdida y
mutación de la identidad de algunos grupos, principalmente en aquellos que adquieren
durante el siglo XIX el estatus de parcialidades amigas3. Una cuestión compleja de
resolver, sabiendo en parte lo que sucedió con los líderes étnicos, radica en ¿cómo
impactó tal proceso en la autoestima del grueso de los indígenas? ¿Perdieron la
esperanza, si volvemos a la idea de Nathan Wachtel, en el favor de sus dioses frente al
avance de la religiosidad euro criolla4? ¿Acaso pudieron conciliar las nuevas creencias
que llegaban, tan distanciadas desde el punto de vista del entorno, con lo anterior?
¿Podemos ponderar si la religiosidad en pampa fue lo que aceleró el final de las
parcialidades amistosas? Estas cuestiones se presentan como incentivos interesantes
para analizar aspectos ligados a las creencias de las parcialidades pampeanas. Ello nos
dará, aunque estamos más cerca de conceptos como encuentro e intercambio, una visión
más acabada del verdadero impacto de la sociedad criolla, de alguna manera una visión
complementaria desde los mismos aborígenes5 y acaso motivos de peso para la
comprensión de ese final largamente anunciado de los “dueños de la tierra”6.
2
La mayoría de los viajeros, naturalistas y comandantes que visitan tolderías en pampa, dejan entrever ese
matrimonio casi indisociable entre aquellas sociedades -como probablemente cualquier otra en estado
tribal- y el mundo que los rodeaba, ya para el consumo diario de sus productos alimenticios o
medicamentos, ya para explicar o intentar paliar aspectos extraordinarios como la creación del mundo, una
sequía prolongada o escoger un lugar sagrado para los muertos. Ver, entre otros, Darwin, Ch.[: Un
naturalista en El Plata. Editorial Arca. Montevideo, Uruguay, 1968; Zeballos, E.[1890]: Callvucurá y la
dinastía de los Piedra. Editorial Hachette. Bs. As.,1981, citados más adelante.
3
Para una clasificación de parcialidades amigas o amistosas, consultar Ratto, Silvia: “El negocio pacífico
de los indios: La frontera bonaerense durante el gobierno de Rosas” en Siglo XIX. Revista de Historia nº
15 México, Instituto Mora, 1994. También Ratto, Silvia: Indios y cristianos. Entre la guerra y la paz en
las fronteras, Buenos Aires, Sudamericana, 2007.
4
Esta pregunta hace alusión, de alguna manera, a la cuestión que trabaja Wachtel en su obra La visión de
los vencidos, donde analiza el mundo andino al momento del encuentro con los hispanos. Wachtel, N.: La
vision des vaincus. Les Indiens du Pérou devant la Conquête espagnole; Paris: Éditions Gallimard,
1971.
5
Aunque no es este el sitio adecuado para discutir cuál es el término más ajustado a la realidad histórica
cuando nos referimos a aquellos que avanzaron sobre el territorio habitado por indígenas, sugiero, por
ahora, tomemos en cuenta los distintos conceptos con los que el indígena los mencionaban, términos que
mutaban de un sitio a otro y a través del tiempo. Ver Irurtia, María Paula: “La visión de los indios respecto
de los “cristianos” y “huincas” en el norte de la Patagonia, siglos XVIII y XIX” en Lidia Nacuzzi (compil.)
Funcionarios, diplomáticos, guerreros. Miradas hacia el otro en las fronteras de pampa y patagonia
(siglos XVIII y XIX), Bs.As., Ed. De la SAA, 2002.
6
Este concepto, tan repetido como polémico, fue discutido y repensado en el Simposio El liderazgo
indígena en los espacios fronterizos americanos (siglos XVIII-XIX) Seminario de Investigaciones de las
240
Anuario IEHS 27 (2012)
La frase que abre estas páginas, alude y contrasta al mismo tiempo al clásico
trabajo de Nathan Wachtel, a quién la documentación le permitió recuperar las
consecuencias profundas, (aquellas que se encuentran detrás del desastre económico,
ecológico, demográfico) ocasionado por el accionar de los conquistadores hispanos en
el espíritu de los nativos. La tomamos, en principio, como punto de partida, como
ejercicio analítico, para discutir un proceso `similar´ en otro punto de América. Según el
autor, el impacto ubicó a los nativos en un escenario andino desprovisto de dioses y
creencias, vacío de esperanzas, en medio de una desolación ambiental y espiritual. No
tenemos dudas, aún aceptando las diferencias que ocasionan este tipo de traumas en
estructuras imperiales frente a sociedades segmentarias o tribales, que los nativos que
habitaban la pampa debieron sentir un impacto en cierta manera comparable, aún en
aquellos que mutaron hacia el estatus de tribus amigas. ¿Tenemos documentación para
comprobarlo? Poca. ¿Cuán homogéneas eran aquellas sociedades indígenas, en sus
conformaciones, para sostener un impacto global? Escaso. Creemos, de todos modos,
que al igual que en los ayllus, en parcialidades como la catrielera la base social
compartiría ciertas creencias con la élite, pero preservaría -en la medida que aquellos
mutaban sus ideas básicas- una comunidad de creencias asociadas a las fuerzas
naturales y los lugares sagrados más allá de la disolución como tribu. Adherimos, en
este sentido, a los enfoques de la conquista que no omiten la idea de que los incas eran
un imperio que había `unificado´-en muchas ocasiones por la fuerza- el paisaje andino,
principalmente en el nivel religioso7.
Pensar en los resultados diferenciales de la relación con la sociedad criolla
pampeana de la cúpula étnica y de la base social, se presenta como un elemento tan
válido como el probable entre un kuraka y la gente de su ayllu. A manera de ejercicio, y
debido al tamaño de este artículo, analizaremos el caso de una parcialidad amiga como
la catrielera; apriori, parece correcto imaginar que los efectos encontrados por Wachtel,
tenían un epicentro en el corazón geográfico del encuentro de ambas culturas, que
naturalmente perdía fuerza hacia los márgenes del Estado Inka. Pensamos que las
parcialidades periféricas que tardaron en ensamblarse con europeos y criollos -pese a
observarlos e incluso contactarse en forma esporádica-, mantuvieron, acaso pudieron
mutar sus creencias animistas hacia algo más parecido a lo que proponía la Iglesia
Católica. Lo que rastreamos, en definitiva, es sopesar el papel de las creencias -en
comparación con lo económico, lo político y lo social- en el derrumbe de los `vencidos´
en la pampa. Todo hace suponer, para el caso catrielero, que la posibilidad real de
mantenimiento de dos mundos simbólicos y culturales paralelos por parte de los
caciques8, creó la ilusión en sus bases sociales (incluyendo a los capitanejos) de
fronteras americanas-SIFRA, UBA, agosto de 2007. Ver Marcelino Irianni: “Heredarás el viento” La
dinastía Catriel (1825-1875) en Actas IX Encuentro Regional de Historia y de Arqueología Post-
conquista de los pueblos del sur del Río Salado, Olavarría, 2006. Del mismo autor, “Pensando a los
indígenas pampeanos decimonónicos. Algunas reflexiones.” Revista Latinoamericana de Ciencias
Sociales nº 6, Año 2. Nº ILLAPA, Lima / Bs. As., 2009. pp.75 a 98..
7
Ver, por ejemplo, Lumbreras, Luis, Aranibar, Carlos y otros. Nueva Historia General del Perú, Lima,
Mosca Azul editores, 1985.
8
Ver Irianni, Marcelino: “Una dinastía de medio siglo. Los Catriel” en Mandrini, Raúl (Director) Vivir
entre dos mundos. Las fronteras del sur de la Argentina. Siglos XVIII y XIX. Buenos Aires, Taurus
/Alfaguara, 2006. (Nueva Dimensión Argentina). Págs. 137/170; "Indios e inmigrantes, ¿Actores de un
241
Anuario IEHS 27 (2012) 1
mismo drama? La movilidad de españoles, franceses y vascos desde el puerto hasta Tandil" en Anuario
iehs nº 12, Tandil, IEHS, 1997. pp.327-346; “¿Cacique, general y hacendado?. Transformaciones en la
dinastía Catriel, Argentina.” En Anuario de Estudios Americanos, vol. 62, nº 1, Escuela de Estudios
Hispano americanos, CSIC, Sevilla, 2005, pp. 209-233.
9
Frase utilizada por Ruggiero Romano en sus trabajos referidos al mundo andino y sus conquistadores.
Romano, Ruggiero. Mecanismo y elementos del sistema económico colonial americano, México, Fondo
de Cultura Económica/El Colegio de México, 2004
10
Es interesante, como ejemplo, ver la entrevista a la última descendiente catrielera residente en Azul, a
principios del siglo XX que se cita páginas más adelante.
242
Anuario IEHS 27 (2012)
agrícolas-, en la pampa los religiosos tuvieron un accionar más individual, huérfano del
poder de un Estado liberal que se gestaba bajo la influencia de la masonería instalada en
la pampa. Al sur del Salado, mientras Catriel reducía el tamaño de ese espacio
geográfico en pos de beneficios personales, su gente soportaba una vida cotidiana
miserable producto del recorte que la separaba de los recursos tradicionales de consumo
(guanaco, ñandú, yeguas, etc) y sobrevivía espiritualmente observando fuerzas
imposibles de conquistar, como el agua, las estrellas, la luna o el sol. Idénticas fuerzas y
misterios en los que creía el estrato criollo más bajo, con el que mayormente
interactuaba el indígena en la frontera. El paisaje social, con menos capillas que
pueblos, se conformaba básicamente con rioplatenses y provincianos, tan mimetizados
con el ambiente y su cosmología como los propios nativos, sin que ello les impida la
adquisición de elementos católicos básicos, incorporados ya en un saludo como en los
actos frente a la muerte. Los escasos sacerdotes vagaban por la campaña, cuaderno en
mano, anotando nacimientos y defunciones, alejados de la tarea evangelizadora; es
probable que les preocupase más mantener unido un rebaño heterogéneo de católicos -
inmigrantes y criollos- frente a la llegada de daneses, luteranos, irlandeses y los temidos
masones. Junto a la falta de documentación, la heterogeneidad y los grises de los
submundos que cohabitan la pampa húmeda son los dilemas principales con los que nos
topamos para desplegar la frase de Wachtel en el espacio y el tiempo que nos ocupan. Si
los indígenas pampeanos confiaban más en fuerzas naturales y ancestros, e incluso en el
bien y el mal sin la figura necesaria de un Dios como es frecuente en buena parte del
planeta, es un tema no menor al momento de medir el impacto de la llegada del
catolicismo.
11
Binford, L.: En busca del pasado., Barcelona, Crítica, 1984.
12
Siempre pensando en la temática que aquí nos interesa, podemos citar trabajos como los de Carlos
Aschero: “El poblamiento del territorio” y Gustavo Politis: “Los cazadores de la llanura”, ambos
publicados como capítulos en Myriam Tarragó (Dirección) Nueva Historia Argentina. Los pueblos
originarios y la conquista, Bs. As. Editorial Sudamericana, 2000. En cuanto a la alfarería, otro indicador
clave de la cosmovisión, el trabajo de C. Cigliano: “La cerámica temprana en América del sur. El
yacimiento de palo blanco (Partido de Berisso, Bs. As., Argentina)” en Ampurias nº 28, Barcelona, 1966.
El trabajo de Patricia Madrid: “Análisis petrológicos y alfarería pampeana” en XI Congreso Nacional de
Arqueología Argentina, San Rafael, Mendoza, 1995 y el de Gustavo Politis, G. Martínez y M.
Bonomo:”Alfarería temprana en sitios de cazadores recolectores de la región pampeana, en Latin
American Antiquity, s/d. El arte rupestre pampeano puede ampliarse en trabajos como el de Patricia
243
Anuario IEHS 27 (2012) 1
“El río está distante, pero corren aquí arroyos, es decir, zanjas. En los matorrales a
orillas del río crece zarzaparrilla. Los indios la conocen y la usan como remedio. Los
pampas la llaman ‘tschicaipa’ y los chilenos, ‘kenéo’. Hierven sus ramas como té.
Usan la cocción como refrigerante y, por vía interna, contra la viruela y ataques
febriles.”14
Al igual que Claraz, el padre Salvaire señala el uso de algunas plantas para
prácticas medicinales; al enfermarse un miembro de su expedición, “una de las cautivas
fue a pedir yerbas medicinales para curarle la descompostura, y no sé si me trajo paico,
yerba del pollo o qué cosa, pero a la tarde ya lo teníamos sanado”15 El nicho ecológico
desde donde planificar una estrategia alimenticia, se convierte entonces en una especie
de almacén de ramos generales, ampliando sus rubros a botica; los nativos y criollos lo
sabían, lo tenían en mente para cuando llegase el momento oportuno. La medicina
entendida como arte de curar, en manos de curanderos o médicos en el fortín, no evitaba
que todo aquél que supiese y se animara a enfrentar una enfermedad ajena o propia,
tomara partido; “..la viejita Pilar, mujer del cabo Martínez era buena médica, cuando el
General Teodoro García estuvo enfermo en Puan antes de la expedición del año 1879,
fue ella quien con sus tisanas, ungüentos y trapos calientes lo levantó de la cama.
Asistió siempre a jefes y oficiales...”16 El medio no sólo brindaba alimento y
Madrid y Fernando Oliva: “Análisis preliminar de las representaciones rupestres presentes en cuatro sitios
del sistema de Ventania, provincia de Buenos Aires” en Revista del Museo de La Plata (Nueva Serie)
Tomo IX, Antropología nº 73, 1994. Resultan imprescindibles la información e ilustraciones del libro
Patagonia, 13.000 años de Historia, Buenos Aires, Museo Leleque, EMECE editores, 2001.
13
Ver Llamazares, A. y Martínez Sarasola, C. (editores) El lenguaje de los Dioses. Arte, chamanismo y
cosmovisión indígena en sudamérica, Bs. As. Editorial Biblos, 2011 (2ª edición)
14
Claraz, J [1865-1866]. Diario de viaje de exploración al Chubut, 1865-1866. Buenos Aires, Editorial
Marymar, 1988, pág. 55.
15
Hux, M.: Una excursión apostólica del padre Salvaire a Salinas Grandes, según su esbozo del diario
completado por el Padre. Bs. As. Mtrio. De Cultura y Educación. Ediciones Culturales Argentinas, 1979.
p.106.
16
Pechman, G.: El campamento. Lucha de fronteras con el indio. Buenos Aires, Eudeba, 1980.
244
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“La risa siempre pronta de los indios descubre, por lo general, buenos dientes, a los
que conservan blancos y limpios mascando maki, una goma que exuda del arbusto del
incienso y que las mujeres y las criaturas recogen con cuidado. […] tiene un sabor
más bien agradable, y es un dentífrico excelente.”17.
Es probable que este nivel de utilización de elementos del medio, fuese el menos
traumático al momento de un traslado a otro nicho en el que aquellos no apareciesen,
por ejemplo el tipo de vegetales para armar el mobiliario. “Las cunas para los bebes se
hacen de varas de mimbres entrelazadas con tiras de cuero..”18 El resguardo de los
pequeños, la sanidad dental, la preparación de las vestimentas y hasta la belleza física,
debieron ocupar un rol fundamental en sus vidas y la naturaleza pampeano patagónica
no brindaba homogeneidad para su continuidad, principalmente en traslados este/oeste
o viceversa. “La ocupación más importante de las mujeres era la fabricación de mantas
de piel, trabajo que merece una descripción detallada. Se empieza por secar al sol las
pieles, estaquillándolas con espinas de algarrobo. Una vez secas se las recoge para
rascarlas con un pedazo de pedernal...”19 En tolderías de Mariano Rosas, un observador
meticuloso como Mansilla, ve que “un grupo de chinas de varias edades se peinaban
con escobitas de paja brava”20
El medio ambiente donde habitaban les brindaba los recursos necesarios para
vivir; pero era un espacio poblado por fuerzas naturales y espíritus con los que tenían
que lograr una convivencia que a veces se quebraba. Según Williams Yates, “después
del entierro, la tribu levanta sus tiendas y se marchan en busca de un lugar más
hospitalario”21 Frente a semejante observación, no es difícil aseverar que el espacio era
mucho más que una alacena o luego un potrero para el ganado de los caciques. En un
ámbito donde la relación con lo exterior no está construida por el raciocinio sino por
conocimientos ancestrales transmitidos de generación en generación, el medio
ambiente, la naturaleza en su conjunto, era el escenario que moldeaba sus creencias y
debió contenerlos espiritualmente.22 Un universo místico, sobrenatural23, que pesaba en
17
Musters, G. Ch., [1869]. Vida entre Patagones: Un año de excursiones por tierras no frecuentadas
desde el Estrecho de Magallanes hasta el Río Negro. Buenos Aires, Ed. El elefante blanco, 1997, pág.
191
18
Ibidem, pág. 195
19
Ibidem, pág. 203
20
Mansilla, L.[1870] : Una excursión a los indios ranqueles. Centro Editor de Latinoamérica S.A.
Buenos Aires. 1980,t. pág. 227
21
Yates, William: José Miguel Carrera, 1820-1821, Buenos Aires, 1941. Pág. 103
22
Bernardo González Arrili, uno de los autores más torpes en el intento de esconder su parcialidad en
cuanto a la visión de los indígenas reconoce en uno de los capítulos de su libro estas creencias y
espiritualidad compleja por parte de las parcialidades pampeanas. González Arrili, Bernardo: Los indios
pampas. Bandoleros a medio vestir, Bs. As., Stilcograf, 1960 (Pág. 61 y ss)
23
En la cosmología de los tehuelches septentrionales (Gununa Kena) el padre generador de la raza es el
Ellengassum, ser que no tiene una identidad material única, sino más bien diversa, ser habitante de cuevas,
caldenes, algarrobo, monte y en especial de las sierras o cordillera. Otro ser espiritual muy importante de la
cosmología de los pueblos de pampa-patagonia es un ser maligno conocido como gualicho. Es el causante
245
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de todos los males que sufren –enfermedades, muertes, desgracias. Se le debe realizar ofrecimientos
materiales para agraciarlo. Casamiquela, R. En Pos del Gualicho. Buenos Aires, Eudeba, 1988. (Págs. 24
y ss.)
24
Service, Elman: Los cazadores, Barcelona, Ediciones Labor, 1979 (Pág. 82/83). Pese a que el texto
refiere a las bandas, sus reflexiones son claramente extensibles al resto de los niveles culturales previos a
las jefaturas o señoríos, como es el caso de las tribus pampeanas.
25
Hux, M.: Una excursión apostólica del Padre Salvaire a Salinas Grandes, según su esbozo de diario
Bs. As. Mtrio. De Cultura y Educación. Ediciones Culturales Argentinas, 1979. Págs. 121/122
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andinos que nos relatara Wachtel, de sustitución de un Dios poderoso sobre otro que ha
huido, que los ha abandonado. De cualquier modo, un bautismo grupal, con las
características que ubica Hux durante una fiesta, parece tener mucho de complacencia
política con los anfitriones; el acto del bautismo, descontextualizado de la parafernalia y
el catequismo católicos, difícilmente haya desplazado alegrías y temores psíquicos de
los nativos respecto a las fuerzas naturales y espíritus. No es casual que Cipriano
Catriel, cuarenta años más tarde de lo que observara Hux, le informa al padre Salvaire
que le entrega sus hijos para el bautizo, pero no a la gente de la toldería. En este
sentido, parecería que la individualidad de la relación con las fuerzas del cosmos de que
nos habla Service, debió amortiguar la penetración de evangelizadores e ideas religiosas
distintas, que debieron ser tomadas como un aspecto más de la cultura del blanco. Silvia
Ratto opina que “del lado del gobierno existió una gran cautela por no forzar la
modificación de prácticas indígenas, aún cuando éstas fuesen contrarias a las
costumbres criollas. Los cambios debían ser trabajados con una gran dosis de
persuasión por parte de las autoridades fronterizas y se esperaba que fuera el indígena el
que mostrara interés por las prácticas criollas y de esa manera fuera abandonando
lentamente las suyas. Una estrategia utilizada por el gobierno para lograr la conversión
de los indígenas era la selección de determinados actores con el propósito de que se
convirtieran en una suerte de ejemplo a ser imitado por el resto de los indios. Otra
estrategia a la que apeló el gobierno fue la captación de los hijos de los caciques
mediante su educación en la ciudad”26 Esta manipulación ajedrecista del tema aborigen
que Ratto supone en el gobierno, debió ser tardío, toda vez que los sucesos militares
hasta la década del `70 indican más bien un trato de división para reinar, que para
aclimatar.
Se puede pensar que en vistas de una perspectiva criolla de la ocupación de ese
espacio habitado por los nativos para fines económicos, las diferencias entre ambas
sociedades eran un escalón interesante en el que apoyarse para justificar su
desplazamiento antes que una incómoda asimilación. Pero, la realidad nos muestra que
más allá de la absorción de algunas prácticas de la sociedad euro criolla por parte de los
líderes, las bases de la tribu siguieron apoyándose en las fuerzas naturales y
demandando a sus intermediarios los rituales necesarios para obtener sus beneficios o
aplacar sus iras. La luna y el sol seguían rigiendo la vida cotidiana de los indígenas; los
árboles sagrados, al igual que algunos animales, eran espíritus que podían aplacar o
seducir a las fuerzas naturales sin que estas relaciones se viesen alteradas por la
vestimenta exótica del cacique o algunas costumbres novedosas. La descripción de
Armaignac de una de aquellas reuniones místicas en la toldería de Cipriano Catriel en
una fecha tan tardía como 1872 -que por su extensión recortaremos en esta oportunidad-
, es un claro ejemplo de la comunión de los indígenas con el universo.
“El día 15 de setiembre, quise asistir a la fiesta de los pampas; pero Avendaño me
dijo que era mejor no ir hasta el tercer día, porque los dos primeros eran iguales al
26
Ratto, Silvia: “Prácticas indígenas mestizas en un área de frontera. La campaña bonaerense entre 1830 y
1850” Raúl Mandrini y otros (editores): Anuario del Iehs, suplemento 1, Sociedades en movimiento.
Los pueblos indígenas de América Latina en el siglo XIX. IEHS, UNICEN, Tandil, 2007. Págs. 33 y s.s.
247
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Cuando los escuadrones estuvieron formados y en orden, el cacique hizo una señal
con su sable y, al instante, un alarido formidable salió del pecho de mil quinientos
indios. La tropa se puso en marcha y dio tres veces la vuelta al campamento a galope
tendido, siempre gritando y golpeándose la boca con la mano. El objeto de ese salvaje
clamor era el de echar fuera el gualicho del campamento, si es que allí se encontraba.
Después de la tercera vuelta cesaron los gritos, y Catriel declaró solemnemente que la
fiesta había terminado”27.
A diferencia del mundo euro criollo, aquellos estaban convencidos que el sol, el
viento o el agua eran algo más parecido a seres que fuerzas de la naturaleza y por tanto
con derecho a enojarse abandonando transitoriamente el lugar. Agraciarse con un astro,
fenómeno usual desde fines de la prehistoria en muchos lugares del planeta, no dista
mucho -como si se tratase de una reacción instintiva del ser humano- del rezo o la
confesión de un cristiano que busca “congraciarse” con el ser que considera supremo.28
Cabe agregar que buena parte de los criollos que avanzaban en forma de colonos,
soldados o trabajadores, depositaban su confianza en elementos del clima, la flora y la
fauna para su salud, vaticinar augurios e incluso temían a elementos tan vagos como el
gualicho y la luz mala. Aquél avance poblacional, lejos de convertirse en un choque de
dos mundos, tenía -en ese aspecto- forma de refuerzo. Darwin, en la década de 1830, ya
había observado algunos indicios sobrenaturales en las cercanías del Río Colorado.
27
Armaignac, H. [1883] Viajes por las pampas argentinas. Cacerías en el Quequén Grande.
1869/1874. Buenos Aires, Eudeba. 1976.
28
Las ideas y creencias que cruzaban esa frontera cultural y simbólica imaginaria entre criollos y nativos,
eran aceptadas luego de un reacomodamiento y ajustes a las realidades propias de cada grupo. Para ampliar
ver Faron, Luis: Antupaiñamko. Moral y ritual mapuche. Santiago, Editorial Nuevo Extremo, 1997;
también Boccara, Guillaume “Antropología diacrónica” en Boccara y Galindo (edits.) Lógica mestiza en
América. Instituto de de Estudios Indígenas, Universidad de la Frontera, Chile, 1999.
248
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[…]“nos vimos frente a un famoso árbol que los indios veneran como el altar del
Gualicho. Se halla en un lugar elevado de la llanura, por lo cual constituye un punto
destacado visible a gran distancia. Cuando las bandas de los indios llegan a divisarlo,
le ofrecen su adoración a grandes voces. Es un árbol bajo, espinoso y con abundante
ramaje … está completamente solo […] no tenía follaje, y en su lugar había un
sinnúmero de hilos, de los cuales prendían las ofrendas [… ] completan el cuadro los
huesos que rodean el árbol blanqueados ya por el tiempo de los caballos sacrificados
al Dios. Todos los indios […] le rinden tributos creyendo así que sus caballos no se
cansarán y que ellos mismos gozarán de toda prosperidad”29
Una planta menos destacada, pero no menos importante para los indígenas como
las totoras, son visualizadas en el relato del Padre Salvaire, naturalmente atento a
cuanta manifestación espiritual se le presentase.
[...]“los carrizos o totoras con sus raíces nudosas y arrañadas son plantas `de virtud´
para el indígena. (Uno de sus acompañantes). José, puso sus raíces sobre su cabeza
para apartar de sí cualquier influjo maléfico [...] los mismos indios usan las plumas
de avestruz más lindas como adornos fijadas en sus vinchas, y aún en los tobillos y en
las puntas de sus lanzas”30.
El uso del espacio está íntimamente ligado al aprovechamiento del medio que
venimos desarrollando, a tal punto que hay autores que sostienen que los indígenas
modelaban con fines sociales el paisaje en el que habitaban. Rafael Curtoni31,
trabajando el fenómeno de las rastrilladas, encuentra claras connotaciones sociales que
complementan y desbordan lo económico, presentándose como un típico ordenamiento
del paisaje. De esta manera, las rastrilladas constituyen un tipo especial de
manifestación arqueológica regional conformando una red de conexiones que definen y
preestablecen los sentidos del tránsito y la permeabilidad del paisaje. Evidencian no
solo la preocupación de los indígenas por seleccionar los espacios más aptos desde el
punto de vista topográfico para la transitabilidad humana, sino también el evitar
determinados sectores cerrados del monte a los cuales consideraban peligrosos o
residencia de espíritus malignos. El avance de la frontera desintegraba las rastrilladas y
senderos que hilvanaban el paisaje simbólico de los indígenas; azarosamente, los
alejaba o acercaba a nudos geográficos que aquellos evitaban, al mismo tiempo que
impedía escoger con libertades ancestrales la cercanía de una laguna o una sierra. Visto
así, el universo indígena pampeano, los vencidos a los que alude a manera de
disparador el título del texto, sufrieron en forma más directa la ocupación de sus nichos
tradicionales y la desarticulación de unos “espacios construidos” que los contenían
espiritual e identitariamente, que el insignificante avance sobre sus ideas propiamente
dichas, fenómeno tardío y a cuenta gotas en manos de sacerdotes que tenían que sortear
el muro de los caciques y capitanejos para llegar a la base social de las tolderías.
29
Darwin. Op. Cit. págs. 36 y 37.
30
Hux. Op. Cit. pág. 41 (subrayado nuestro)
31
Curtoni, Rafael: “Territorios y territorialidad en movimiento: la dimensión social del paisaje” en Etnia
46/47, Olavarría, 2004.
249
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Abrir un tema para cerrar este trabajo, es una manera de presentar un problema con la
solución al pie de página, pero que nos enfrenta con una cuestión mayor y compleja
como desafío. Hemos expuesto, a propósito de la parcialidad amiga que mayormente
ilustra estas páginas, la idea de verticalidad social, de pirámide muy clara en su cúspide
aunque difusa en la base. Esto funcionó claramente, a manera de cascada de poder, en
lo económico, lo político e incluso lo social; sin embargo, es probable que en los
aspectos simbólicos y religiosos no respondieran de manera tan clara, pudiendo
conformarse -y mantenerse- con la suma de las creencias de los individuos, fortalecidos
en los rituales colectivos. Esto no impide pensar que los líderes intentasen manipular,
zarandear las ideas foráneas para no dañar el conjunto y otros mecanismos similares.
Pese a que buena parte de las referencias políticas, económicas y sociales que nos han
legado los viajeros apuntalan la idea de la verticalidad y aparente sumisión de las bases,
cuando las memorias refieren a la simbiosis de aquellas sociedades con el medio
ambiente o las creencias, refieren a los indios, dando una impresión de indiferencia
social.
“Cuando andan en guerra, o sufren pestes, sequías u otras calamidades, las mujeres
hacen una danza religiosa en honor del sol y también observan una costumbre por la
que se ve que, originariamente, han ofrecido sacrificios a alguna deidad: toman el
corazón de un animal –una vaca, un potro o un ternero- y lo rellenan con frutas
(manzanas, peras, sandias y melones), hierbas, acaso tabaco, arrojándolo después en
alguna laguna o río, como acto propiciatorio”32
Así, no solo actividades con una alta carga simbólica (la muerte) estarían
íntimamente relacionadas con las sierras sino que también actividades que bajo el sesgo
32
Mac Cann, W. [1853] Viaje a caballo por las provincias argentinas. Bs. As., Hyspamerica, 1986
33
Falkner, T. [1774] Descripción de la Patagonia y de las Partes Contiguas de la America del Sur. Bs.
As. Nueva Dimensión Argentina. 2003, pág. 187
34
Orbigny, Alcide d'.[1847]: Viaje por la América meridional. Buenos Aires, Emecé. 1999, pág 314
35
González, M. H.: Catrie Mapu. Monografía sobre los Catriel. Olavarría, Museo Etnográfico de
Olavarría, 1967. Págs 28 y 29
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“Jamás bebe o come un indio sin haber rogado previamente a Dios que le
acuerde todas las cosas necesarias a la vida, ni sin ofrecerle la primera parte […]”40
“Es así como los indios descubren la deidad en todas las cosas extrañas, en
los cerros y en los árboles; pero también donde hay peligro, como en las travesías”41
36
Ibidem pág. 38
37
Orbigny, d´Op. Cit. pág. 507 .
38
Silveira, J.M. “Etnohistoria y Arqueología en Pampa Interserrana (Provincia de Buenos Aires, República
Argentina)”. Bs. As., Palimsesto nº 2. 1992, pág 29-50; Ferrer, E. y Pedrotta, V.: Los Corrales de
Piedra. Comercio y Asentamientos Aborígenes en las Sierras de Tandil, Azul y Olavarria. Tandil,
Crecer Ediciones. 2006
39
Ferrer y Pedrotta: (Op. cit).
40
Guinnard, M. [1858]: Tres años de cautividad entre los patagones (relato de mí cautiverio). Bs.As.
México, Espasa-Calpe, 1947, pág.74.
41
Claraz, J.: [1865]Diario de Viaje de exploración al Chubut (1865-1866). Bs. As. Marymar, 1988, pág.
78.
42
Acerca de la tradición activa de los cazadores recolectores con el mundo que los rodea y la constitución
de los paisajes y territorios, ver Mazzanti, Diana: “La Constitución de los Territorios Sociales Durante el
Holoceno Tardío. El Caso de las Sierras de Tandilia, Argentina”. Relaciones XXXI. Bs. As., Sociedad
Argentina de Antropología, 2006, pág 277/300
251
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que los grupos andinos `vencidos´ por los españoles, previamente `vencidos´ por los
incas, los serranos y pampeanos -de conformación étnica heterogénea a mediados del
XIX- no sólo hundían sus raíces simbólicas en procesos antiguos, sino que se trató de
procesos inmersos en una dinámica permanente, producto de la movilidad geográfica y
re acomodamientos socio políticos, identitarios, demográficos, de un paisaje que se
cercenaba, de una flora y fauna acorraladas por la llegada de especies exóticas y porque
no, de un espacio al que llegaban ideas y prácticas novedosas, no siempre bienvenidas
o al menos indiferentes para el conjunto.
Conclusiones.
Los indígenas pampeanos hacían un uso `racional´ del medio en el que habitaban,
lo que incluía prácticas de movilidad y manipulación, llegando incluso a moldear
espacios acotados (orillas de arroyos y lagunas, rastrilladas) por medio de sus prácticas
pastoriles; nos referimos a la construcción de los paisajes que habitaban. Estamos
convencidos, aunque los límites razonables de este texto nos impida avanzar más allá
de una mera presentación del problema, que el empuje territorial de los criollos y
europeos que acorraló a las distintas parcialidades en los márgenes de territorios que
anteriormente utilizaban en su amplitud, empobreció el mundo simbólico que regía sus
vidas y como consecuencia aceleró el proceso de debilitamiento de la identidad grupal
de algunas dinastías, especialmente las que se convirtieron en tribus amigas como la
catrielera43. Los viajeros y comandantes de frontera plasmaron en sus escritos un
abanico interesante -aunque insuficiente- de indicios que nos permiten acercarnos a la
relación de los indios con el medio, ya por los nombres de las dinastías, por el uso del
mismo, como por la simbología que construyeron para explicar las fuerzas naturales.
Sabemos de iniciativas, a manera de kurakas andinos, con que los caciques amigos
buscaban mantenerse a mitad de camino del mundo blanco y su propia etnia. En esos
intentos, principalmente por medio de tratados que los obligaban a cambiar de lugar sus
asentamientos, debieron subestimar las consecuencias traumáticas de separar a su gente
de las especies sagradas y de los sitios donde habían enterrado sus parientes. Cuando
alguien muere se le da un lugar a un cuerpo sin vida, pero además se le da lugar al
ritual, a las ideas y emociones socialmente compartidas que origina la muerte. En
aparente paradoja, aquellos mismos caciques frenaban los impulsos evangelizadores al
interior de la tribu retomando -en momentos críticos- rituales ancestrales como el que
tuvo ocasión de observar Armaignac cuando Cipriano Catriel invocaba las lluvias. Es
probable que de la misma manera que los pueblos y ayllus sometidos al imperio inca
mantuvieron creencias y ceremonias paralelas a las impuestas de Viracocha44, los
43
Para ampliar acerca de las problemáticas fisícas, espirituales, simbólicas, etc, que acarreaban los
desplazamientos territoriales de los indígenas hace 150 años y que siguen siendo los mismos que en el
presente, ver Martínez Sarasola, C.:” El círculo de la conciencia. Una introducción a la cosmovisión
indígena americana” en Llamazares A. y Martínez Sarasola, op.cit. (pág. 49 y ss) .
44
En México, luego de la conquista, la gente también continuó sus rituales y ceremonias en cuevas.
Johanna Broda, relata como “el culto y cosmovisión prehispánicas quedaron relegados a la milpa, los
cerros y bosques, y a los ritos privados de la casa. Por su naturaleza ya no pudieron ser públicos de la
misma manera. Sin embargo, al mismo tiempo estos ritos adquirieron una importancia nueva como
vehículo para expresar la identidad étnica que fue relegada a la clandestinidad. Los adoratorios en las
252
Anuario IEHS 27 (2012)
montañas y cuevas configuraron un paisaje sagrado alrededor de las comunidades donde la resistencia
étnica se mantuvo viva. Broda, J: “Etnohistoria y metodología inter disciplinaria: reflexiones, experiencias
y propuestas para el futuro” Actas de la XX Mesa Redonda de la Sociedad Mexicana de Antropología.
UNAM, México, 1988.
45
Gustavo Politis habla de “persistencia ritual entre los cazadores recolectores de la llanura pampeana”
desde momentos prehispánicos a momentos post-hispánicos en un sector del paisaje noroccidental del
Sistema Serrano de Tandilia. Politis, G. P. Messineo, C. Kaufmann, P. Barros, M. Alvarez, V. Di Prado y R.
Scalise. “Persistencia Ritual entre Cazadores Recolectores de la Llanura Pampeana”. En Encuentros:
Identidad, Poder y Agencia de Espacios Públicos, editado por P. Kaulicke y T. Dillehay. Boletín de
Arqueología PUCP 9. Lima, 2005.
253
1
Anuario IEHS 27 (2012), pp. 255-272
Resumen
Mediante el análisis de los materiales arqueológicos obtenidos en trabajos de campo podemos realizar aproximaciones, al
modo de alimentación de los habitantes de la Frontera Sur de la provincia de Buenos Aires, durante gran parte del siglo
XIX (1820 -1880). Atendiendo a este propósito, se analizan las evidencias arqueofaunísticas recuperadas en la zona
donde se instalaron puestos fortificados, cercanos a una antigua rastrillada denominada “Camino de los Indios a Salinas”,
posteriormente llamado “Camino del Hilo” Barros (1975 [1872]) actualmente ruta 60. Las investigaciones se realizan en
el Fuerte Blanca Grande, Fuerte Lavalle, y la Localidad Arqueológica El Perdido, en Olavarría, el Fortín La Parva, en
General Alvear y el Fuerte San Martín, en Coronel Suárez. El análisis de su representación taxonómica, especies
consumidas y su relación con la identidad de los pueblos originarios y de los euro-criollos, permitirá interpretar distintos
aprovechamientos y uso de los recursos faunísticos.
Palabras clave:
Frontera sur, fuertes, fortines, siglo XIX, arqueofauna
Abstract
We can make approximations about the inhabitants´ feed mode in the south frontier of province Buenos Aires province,
during most of the XIX century (1820 -1880) by analyzing archaeological materials obtained in fieldworks. Following
this purpose, we analyze archaeofaunal evidence recovered in the area where settled fortified were established, near an
old raked called "Camino de los Indios a Salinas," later known as "Camino del Hilo" Barros (1975 [1872]) nowadays
route 60. The investigations are performed in the Blanca Grande fort, Lavalle fort, and archaeological city “The Lost”, in
Olavarria, La Parva fortlet, General Alvear and San Martin fort, in Coronel Suárez. The analysis of taxonomic
representation, species consumed and its relation to the identity of indigenous people and Euro-creole, will help us to
interpret different uses and exploitation of wildlife resources.
Keywords:
Frontier soth, forts, fortlets, century XIX, archaeofaunal
Recibido: 18-03-2011
Aprobado: 12-09-2011
1
INCUAPA. Departamento de Arqueología. Facultad de Ciencias Sociales Olavarría. (UNCPBA). Avda.
del Valle 5737. (7400) Olavarría. Buenos Aires, Argentina. E-mail: jmerlo@soc.unicen.edu.ar ;
jfm2004jfm@yahoo.com.ar
255
Anuario IEHS 27 (2012) 1
Introducción
En este trabajo se presentan una síntesis de las investigaciones holística que se están
desarrollando desde 1997 hasta la actualidad en torno al camino de los indios a Salinas,
durante la mayor parte del siglo XIX, y el avance ofensivo del euro-criollo sobre las
comunidades originarias. La instalación de colonos, viajeros, terratenientes, soldados
que interactuaron en situaciones conflictivas y pacíficas en la región pampeana,
modificando el paisaje, su fauna y flora.
En publicaciones anteriores (Langiano, et al. 2002; 2007; 2008ª; 2008b; Merlo,
1997; 1999; 2006; 2007; Merlo et al., 2008; Ormazabal, 2006; Langiano et al., 2009), se
ha desarrollado el concepto de frontera como una zona compleja, dinámica y diversa en
cuanto a la estructuración del espacio, y la distribución demográfica a través de los
diferentes modelos de asentamiento. El complejo sistema de relaciones interétnicas
asimétricas, donde se practicaba la subordinación y dominación entre los grupos
originarios y los euro-criollos, produjeron situaciones de equilibrio inestable, “con
aparición de conflictos y episodios de fricción” (Cardoso de Oliveira, 1977: 282-340)
generando diferentes estrategias de movilidad que implicaba el abandono y la creación
de nuevos puestos fortificados, produciendo una alta variabilidad intersitio y diversidad
en la explotación, de los recursos económicos y naturales.
El propósito especifico de este artículo es realizar una aporte desde el registro
arqueofaunístico, para poder interpretar aspectos del pasado y de las diferentes
comunidades que habitaban la frontera sur bonaerense durante el siglo XIX, enfatizando
los procesos de cambio y transformaciones que se dieron en sus modos de alimentación.
El enfoque regional y multidisciplinario permite una evaluación continua de las
diferentes causas que afectan al registro arqueológico, de este modo, se obtiene
información proveniente de la arqueofauna y de los datos aportados por la etnohistoria.
Es importante destacar que este último punto es desarrollado de forma somera, ya que en
esta misma publicación María del Carmen Langiano presenta una investigación basado
en el análisis de fuentes (ver Habitus y formas de vida en la Frontera sur del siglo XIX:
prácticas sociales de consumo alimenticio).
Desde la zooarqueología, se ha indagado en una serie de análisis específicos para
verificar los cambios en las especies locales e introducidas por la manipulación,
explotación y consumo; producido por el crecimiento poblacional que generó la
ocupación de nuevos pobladores, la reubicación de comunidades originarias y la
repartición de tierras durante gran parte del siglo XIX. En cuanto al desarrollo de las
modificaciones que se realizaron sobre la flora, se está en las etapas iníciales de
investigación, limitando el desarrollo de resultados detallados sobre cómo fue
cambiando la vegetación a lo largo del tiempo.
Con la finalidad de obtener una muestra regional de la franja que comprende la
frontera sur, dentro del área interserrana y que abarque temporalmente gran parte del
siglo XIX, se investigan los primeros asentamientos fortificados y de colonos, desde
1820 hasta 1880, momento en que los comienzos de la “campaña al desierto” deja sin
efecto militar a la mayoría de los puestos fortificados. Se presenta y discute la
representación taxonómica de las especies registradas en cinco sitios, relacionadas con
la rastrillada denominada “Camino de los Indios a Salinas” (Barros, 1975 [1872]),
256
Anuario IEHS 27 (2012)
Figura 1. Mapa con la localización de los sitios arqueológicos citados en este trabajo. Elaborado sobre el
"Plano General de la Nueva Línea de Fronteras sobre la Pampa" del Sgto. Mayor J. Wysoki
(1877).Referencias: 1) Fuerte Blanca Grande , 2) Fortín La Parva, 3) Fortín El Perdido, 4) Fuerte San
Quilcó o Lavalle y 5) Fuerte San Martín.
Merlo et al., 2006), y su incidencia como práctica social, que produjo y recreó las
técnicas de procesamiento de los alimentos aportada por los pueblos originarios a los
hábitos culinarios en el paisaje fronterizo durante el siglo XIX.
Metodología
La evidencia arqueofaunística
Se encuentra ubicado, a 36º 29´ 992¨ de latitud Sur y a 60º 53´ 087¨ de longitud Oeste.
Posee una extensión de 454,23m por 229,13m que comprende el área del fuerte, rodeada
por un foso y dos estructuras en sus laterales, de forma triangular, que probablemente
funcionaron como corrales. Como consecuencia de los trabajos de campo se obtuvo
información sobre el fuerte: su potencialidad arqueológica, identificándose diferentes
usos espaciales (Merlo, 1999). Se realizaron sondeos y transectas teniendo en cuenta
presencia de zonas construidas, no construidas y áreas de descarte ubicadas
generalmente, en la margen interna de la Fosa Oeste (FO), denominada Basurero I y en
la Fosa Este (FE), connotada como Basurero II. Se procedió a la ampliación del
muestreo, mediante excavaciones sistemáticas de 4 cuadrículas en la FE y 4 en la FO.
En el análisis del registro arqueofaunístico recuperado, se determinaron especies tanto
introducidas como silvestres. La muestra se compone de 3763 huesos, de los cuales
pudieron ser identificados anatómicamente y taxonómicamente 533 especímenes, debido
258
Anuario IEHS 27 (2012)
corte en huesos largos del esqueleto apendicular (30%). También se registraron huesos
de armadillos que corresponden a las especies Chaetophractus villosus (peludo) y
Dasypus hybridus (mulita) que no presentan importantes modificaciones óseas
producidas por agentes naturales, pero se observa la presencia de adherencias
inorgánicas atribuidas a precipitaciones de óxido de manganeso y de hierro. En el caso
de Dasypus hybridus se registraron placas alteradas térmicamente (e.g. quemado y
calcinado) y no hay evidencias de marcas de corte. Este tipo de armadillo era frecuente
cocinarlo sobre las brazas, apoyando la coraza (posición dorsal) sobre el fuego
(D´Orbigny, [1833] 1999: 252).
Con respecto a roedores, sólo se registro la presencia de Ctenomys sp. (tucu tuco,
MNI=1). Comparando este taxón con la muestra en general, puede decirse que se
encuentra bien conservado, no observándose evidencias de deterioro de las superficies
óseas (exfoliaciones, agrietamientos, alteración por raíces, pisoteo, marcas producidas
por carnívoros, etc.); ni modificaciones antrópicas.
Hasta el momento no se han podido determinar las especies a las que pertenecen
los huesos de las aves silvestres recuperadas (NISP=15), que presentan alteraciones por
la presencia de adherencias inorgánicas, marcas de pisoteo y en menor proporción,
huellas de corte que evidencian su consumo (10%). Cabe aclarar que también se
registraron dos metapodios del Orden Carnivora, si bien este taxón no presenta ningún
tipo de alteración ósea, hay que tener en cuenta que su representación es muy baja.
En cuanto a las unidades óseas de peces (NISP=24), aún se están analizando para
poder determinar a qué especie pertenecen. Poseen un buen estado de conservación y
óxido manganeso, en algunos de sus huesos, producto de la humedad del sedimento
donde se encontraban depositados. En un análisis preliminar, no se ha observado ningún
tipo de marca (al menos con lupa de 10x, bajo aumento). Los especímenes están
completos y no muestran signos de haber sido digeridos por carnívoros o humanos
(Merlo, 1999). También se registraron bivalvos de agua dulce Anodontites
(Anodontites) trapesialis (Lamarck, 1819).
Ubicado a 10km del arroyo de Las Flores, en el Municipio de General Alvear a 35º 53'
57.49” de latitud Sur y 60º 05' 02.45” de longitud Oeste, a 54m sobre el nivel del mar.
La visibilidad arqueológica permite observar el foso perimetral del montículo central,
que es cuadrangular, de 89 x 74m de lado; abarca una superficie de 6586m², con un
contrafoso completo en el lado Sur y Oeste de 80m de largo cada uno y de
aproximadamente de 6m de ancho, por 1,20m de profundidad en relación a la superficie
actual de la estructura principal del fortín. El montículo secundario, se encuentra
ubicado en el sector Sureste y posee una superficie de 5876m², delimitado por un foso
de 118m de largo por 9m de ancho y 1,60m de profundidad. El sitio se encuentra a
1.000m de una laguna, única fuente de agua más próxima en la actualidad.
El sitio fue definido por la presencia de estructuras y atendiendo tanto a la
concentración de materiales como a los hallazgos aislados. Cabe aclarar que en la
actualidad, en la zona que rodea al fortín, se practica una intensa actividad agrícola, y
ante la evidencia de materiales arqueológicos en superficie se decidió realizar 10
260
Anuario IEHS 27 (2012)
sondeos estratigráficos de 0,25 x 0,25m, cada 20m, tanto en el montículo como en todo
el entorno de la estructura del fortín.
En una primera etapa, se planteó una recolección superficial sistemática
mediante un trazado de 46 transectas. Las mismas fueron orientadas desde el centro del
fortín hacia los cuatro puntos cardinales, cubriendo una superficie total de 629km². Cada
una se inició en la parte externa del contrafoso del fortín y finalizó donde culminaba el
terreno arado. Simultáneamente, se excavaron tres cuadrículas de 1 x 1m: una en el
montículo central y dos en el lado interno de la fosa Noreste del fortín. Posteriormente,
se realizó una serie de sondeos sistemáticos de Norte a Sur y de Este a Oeste, cada 5m,
sobre el montículo y sondeos lineales, manteniendo la misma distancia sobre la fosa
perimetral. En una segunda etapa, se procedió a la apertura de 7 cuadrículas en el centro
del montículo central y se realizaron tres sondeos de 0,50 x 0,50m, sobre la barranca
interna de la fosa del montículo secundario en el sector Noreste, donde se registraron
hallazgos superficiales. Dada la densidad de elementos registrados, se lo denominó
sector de descarte y se procedió a excavar seis cuadrículas de 1 x 1m, en dirección
Oeste-Este. En las transectas orientadas hacia el Norte se detectó una mayor
concentración de materiales arqueológicos (artefactos de vidrios, gres, metales, etc.), en
las correspondientes al Este, Sur y Oeste sólo se registraron elementos aislados. En el
montículo central se observó la presencia de materiales óseos, artefactos de procedencia
europea y una alta concentración de ladrillos en ocho cuadrículas. En la zona de descarte
(basural), se recuperó una densa concentración de materiales donde primaron los restos
óseos. A estos conjuntos se sumaron en menor proporción vidrio, metal, loza, cueros,
etc. Cabe aclarar que la extracción de los materiales fue dificultosa dada la densidad del
material que además, estaba muy mezclado. Se retiró en forma de bloques, previamente
consolidados con Resina de Acetato de Polivinilo (PVAC), al 1%, con el objeto de ser
trasladarlo, para su posterior análisis en laboratorio.
Los restos de fauna recuperados evidencian un predominio de especies introducidas
sobre las silvestres. La muestra analizada, hasta el momento, está constituida por 43622
fragmentos óseos, de los cuales 1066 pudieron ser identificados anatómicamente y
taxonómicamente, debido al alto grado de fragmentación, por alteración térmica (84%,
Ver Figura3). La presencia de fauna doméstica está representada por Equus caballus
(MNI=1), Bos taurus (MNI=2) y Ovis aries (MNI=1). En cuanto a especies silvestres se
recuperaron elementos óseos de Dasypus hybridus (MNI=1) y Chaetophractus villosus
(MNI=1), representados en su mayoría por placas dérmicas, con evidencias de alteración
térmica y escasa presencia de huesos de ave.
***
261
Anuario IEHS 27 (2012) 1
Está ubicado en la intersección del Arroyo San Quilco y el "Camino de los Indios a
Salinas o Camino de Los Chilenos", a 37º01’51.9” de latitud Sur y 61º05’54.8” de
longitud Oeste. Sus estructuras arquitectónicas están desdibujadas por el intenso trabajo
agrícola, por lo que no se puede ver claramente el trazado de los fosos (Langiano et al.,
2002, Langiano et al., 2009).
Durante los trabajos de campo se concretaron tareas de recolección superficial en campo
arado, se trazaron 12 transectas paralelas al camino de servidumbre y dos cuadrículas de
1 x 1m, cercanas al alambrado que atraviesa el fuerte.
En cuanto a las especies recuperadas durante el rescate arqueológico se puede
mencionar la presencia de especies domésticas y silvestres. La muestra analizada
corresponde a un total de 74 fragmentos óseos, de los cuales 24 especimenes óseos
pudieron ser identificados a que hueso correspondía y especie que representa: Equus
caballus (MNI=1); Bos taurus (MNI=2) y Ovis aries (MNI=1). Se considera importante
el registro de fauna autóctona, representada por huesos de Ozotoceros bezoarticus
(MNI=2) además de otras especies como Lagostomus maximus (MNI=1),
Chaetophractus villosus (MNI=2), con presencia de adherencias inorgánicas, marcas
producidas por raíces y pisoteo, pero sin huellas antrópicas. También se recupero en
transectas de recolección superficial, sobre la margen derecha del Arroyo Quilcó, 1
bivalvo de aguas dulce, Anodontites (Anodontites) trapesialis (Lamarck, 1819). Similar al
recuperado en excavaciones realizadas en el FBG.
En cuanto al taxón Bos taurus no presenta huellas de corte, sí modificaciones por
pisoteo y raíces. Con respecto a Ovis aries, posee marcas de raíces, de adherencias
inorgánicas y modificaciones culturales de desposte (25%).
265
Anuario IEHS 27 (2012) 1
Otro gran inconveniente que debían afrontar los habitantes de la pampa era la
escasez de leña, debido a la carencia arbórea en el área, agravado por las dificultades
para transportar la madera que en algunos casos, se utilizaba para la confección de
empalizadas, techos o estructuras habitacionales (Merlo, 1999). Una de las
consecuencias de la falta de leña es su reemplazo por otros elementos de combustión,
por lo tanto se registra en diversas fuentes escritas la utilización de huesos frescos,
huesos secos, sebo, guano ("leña de oveja"), paja, etc. El uso del hueso como
combustible principal está reiteradamente presente en el testimonio de Pedro Zizur en
1781, quien debido a la ausencia de leña en todo el trayecto de Buenos Aires a las
Sierras de Tandilia, utiliza osamentas de animales que abundan en el camino: "...Por la
mañana se hallava alguna leña de unas baritas llamadas durasnillo. pero por la tarde
ninguna por lo que hizimos fuego con huesos y sevo..." (Zizur, 1781: 70).
Armaignac, en 1860-1874, viaja como médico de frontera hacia el Fuerte Lavalle,
y comenta que debían utilizar huesos, sebo, guano, paja, etc., para el procesamiento de
los alimentos:
266
Anuario IEHS 27 (2012)
"...En medio de la pieza ardía un fuego bastante fuerte que despedía mucho humo y un
olor desagradable. Me acerqué y vi que el fogón estaba alimentado por una mezcla de
osamentas de animales y de sebo. Ardían también unos como ladrillo de leño de oveja
[...]. Echaron otros huesos al fuego, lo regaron luego con un poco de sebo y pronto
una hermosa llama amarilla y ardiente empezó a brillar en el fogón..." (Armaignac,
1974[1860-1874]: 62).
Cabe aclarar que tanto Parchappe, García, Armaignac y Zizur recorrieron el área
interserrana bonaerense viviendo en muchos casos en condiciones similares a los
pobladores de zonas fronterizas.
Analizadas las citas precedentes extraídas de los documentos escritos consultados,
se desprende que en el contexto de la sociedad de frontera había una variabilidad y
complejidad de especies, tanto autóctonas como exóticas, que conformaban parte de la
dieta compartida por nativos y euro-criollos. Es importante destacar que a través de las
descripciones de los viajeros, se puede inferir que los distintos actores sociales
registraron el consumo y el uso de la fauna local e introducida disponible.
Consideraciones finales
Los distintos procesos sociales y las prácticas de alimentación ejercen un rol central en
la formación de identidades sociales y culturales. La selección, preparación y consumo
de alimentos, en forma consciente o inconsciente, es asumida como culturalmente
construida (Gifford Gonzalez y Sunseri, 2007). Esto constituye y distingue
individualidades, tales como grupos etarios, de género, de clase, étnicos u otros, que
llevan a cabo experiencias nuevas en modos de alimentación, producción y distribución
de recursos que pudieron producir una mezcla única de economía y tecnología de
subsistencia, además de adquirir otras prácticas culturales. Es decir tanto los pueblos
nativos como los gauchos, fortineros e inmigrantes, entre otros, se adaptan a lo que les
brinda el paisaje fronterizo y lo que pueden obtener a través de los tratados con el
gobierno, en las pulperías, en los mercados y en las estancias. En la frontera sur las
elecciones culturales referidas a qué animales debían ser consumidos sufrieron
modificaciones. Las relaciones sociales fronterizas que en principio se reglaban en
términos de intercambios simétricos tuvieron también momentos asimétricos, que se
acentuaron a medida que se concentraba las tierras en pocas manos, donde
anteriormente se ubicaban los puestos fronterizos que ejercían las relaciones
interétnicas (Langiano et al., 2002).
Los indicadores arqueofaunísticos y la lectura de documentos escritos relacionados
con los fuertes y fortines de la frontera sur de la provincia de Buenos Aires durante el
período 1820 -1880, permiten interpretar ciertos modos de alimentación habituales de la
época que van variando a lo largo del tiempo. Durante los primeros avances de los euro-
criollos hacia los territorios de los pueblos originarios y el análisis de los datos, dan
cuenta de un aprovechamiento de la fauna silvestre y algunas introducidas,
fundamentalmente Equus caballus y Bos taurus, y en menor proporción Ovis aries. Este
tipo de consumo, se modifica, especialmente en el último cuarto del siglo XIX, donde
se registra una tendencia al consumo de especies domésticas (Merlo, 2007) y una
267
Anuario IEHS 27 (2012) 1
Tabla 1. Distribución de especies representadas en los sitios FBG, FLP, LAEP, FL y FSM.
Agradecimientos
269
Anuario IEHS 27 (2012) 1
Bibliografía citada
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Magneres. 39 hojas. AGN IX 16-3-6.
272
Anuario IEHS 27 (2012), pp. 273-291
Resumen
Los modos de alimentación y la diversidad cultural en la frontera sur bonaerense (siglo XIX) fueron descriptos por
viajeros, sacerdotes, científicos y militares entre otros. En ese paisaje fronterizo, con múltiples y complejas relaciones
interétnicas, los diferentes grupos otorgaron sentidos a su alimentación en una relación social intercultural que significó
intercambio, aculturación recíproca, persistencia o modificaciones en sus formas de vida ante la presencia del otro
cultural. Se interpretan estilos de procesamiento, preparación de comidas y especies consumidas tanto por los pueblos
nativos como por los euro criollos a través de la triangulación de datos etnohistóricos, el concepto antropológico de
habitus y la evidencia arqueo faunística recuperada en sitios cercanos al “Camino de los Indios a Salinas”. Estas
alteraridades sociales colectivas fueron modificadas y adecuaron sus prácticas sociales y conductas alimenticias a la
situación de contacto, produciéndose, según Bechis (2005), un cambio endógeno en un proceso histórico de interacción
dialéctica.
Palabras clave:
Modos de alimentación, frontera, habitus, cambio endógeno.
Abstract
Columnists, travelers, religious, scientifics and soldiers told us about the feeding ways and the cultural diversity in the
south border of Buenos Aires province (XIX century). In that boundary landscape, with multiple and complex interethnic
relationships, the different groups granted senses to its feeding in intercultural association that meant exchange,
reciprocal acculturation, persistence or modifications in their forms of life because the cultural presence of the others.
Process styles, preparation of foods and consumed species are interpreted so much by the native towns as for the
“eurocriollos” through the triangulation of ethnohistory data, the anthropological concept of habitus and the
archaeofaunistic evidence recovered in near places to the “Indians road to Salinas". These collective social different
groups was modified and they adapted their social practices and nutritious behaviors to the contact situation, taking
place, according to Bechis (2005), an endogenous change in a historical process of dialectical interaction.
Key words:
Feeding ways, frontier, habitus, endogenous change
Recibido: 18-03-2011
Aprobado: 12-09-2011
1
INCUAPA. Departamento de Arqueología. Facultad de Ciencias Sociales Olavarría. (UNCPBA). Avda.
del Valle 5737. (7400) Olavarría. Buenos Aires, Argentina. E-mail mlangian@soc.unicen.edu.ar
273
Anuario IEHS 27 (2012) 1
Introducción
274
Anuario IEHS 27 (2012)
La frontera
La región de la frontera sur bonaerense de finales del siglo XIX, se caracteriza por una
variedad de paisajes y de ámbitos ecológicos que dista mucho de ser una extensa y
monótona llanura abierta y plana. Los que la recorrieron describieron ese extenso
territorio habitado por una importante población de indígenas, criollos, gauchos,
militares, sacerdotes, estancieros e inmigrantes vascos, italianos, franceses, escoceses,
alemanes, entre otros. Estos extranjeros compartieron ese espacio y las crónicas
existentes refieren a momentos de violencia y de largos períodos de convivencia o
tolerancia. Los inmigrantes “tenían plena conciencia de la presencia indígena, pero ésta
-aunque respetada- no representaba más que otro obstáculo a salvar” (Iriani, 1997:329).
Parece clara la situación de desigualdad de los pueblos originarios, en cuanto a
peligrosidad o importancia comercial. Resulta ilustrativo comentar que los estancieros
comenzaron a propulsar la mejora de pastos y el cercado de los campos, la construcción
de galpones para la esquila, corrales para la majada, puestos para los pastores y
depósitos para la lana, la limpieza de aguadas y la apertura de pozos. La falta de mano
de obra pasó a primer plano en las preocupaciones de los productores, pero los vascos,
franceses e irlandeses llegaron oportunamente con sus conocimientos y familias. Con la
salazón de cueros y carnes, la cría ovina, los fortines y nuevos pueblos ganaban terrenos
hacia el sur y junto a ellos se movilizaban extranjeros. Araya y Ferrer (1988)
investigaron sobre el avance de las relaciones políticas y comerciales entre las
sociedades aborígenes y criollo-española, dando paso a un nuevo escenario de
coexistencia pacífica. La manifiesta imposibilidad de control de la frontera sur por parte
de las autoridades metropolitanas favoreció la instalación en territorio bonaerense, de
un importante centro de tráfico comercial entre los nativos: la feria de Chapaleufú,
donde el intercambio era intenso y uno de los elementos más preciados era la sal
mineral extraída de las Salinas Grandes. Un factor “que debe haber influido en la
estratégica ubicación de esta feria fue su proximidad al Camino de los indios a Salinas”
(Araya y Ferrer, 1988:28).
En trabajos anteriores (Langiano, et al. 2002, 2007, 2008; Ormazabal, 2006;
Merlo, 2007; Merlo et al. 2008; Langiano, et al. 2009) se ha desarrollado el concepto de
frontera atendiendo a su complejidad, sus momentos de conflicto y de control político y
de los recursos económicos y naturales. La categoría complejidad, puede ser
identificada, para el período 1850-1880, por la presencia de un sistema de relación
interétnica asimétrica donde la existencia de relaciones de subordinación–dominación
entre los grupos originarios y los eurocriollos producen una situación de equilibrio
inestable, “con aparición de conflictos y episodios de fricción” (Cardoso de Oliveira,
1977:282-340) ante la instalación de una serie de puestos fortificados, con una alta
movilidad y variabilidad en sus estrategias de asentamiento, (Langiano, et al. 2002). La
situación de equilibrio inestable se puede ejemplificar con el siguiente comentario:
Las complejas relaciones que los grupos originarios establecieron con la sociedad
eurocriolla tuvieron una incidencia fundamental: alteraron las relaciones acentuado la
interdependencia entre ellos, modificaron las estructuras básicas de su economía,
generaron procesos de cambio social y político y contribuyeron al desarrollo de nuevos
patrones culturales. Esto incidió sobre las relaciones fronterizas, cuyas modificaciones
fueron a su vez gestoras de nuevos cambios en la sociedad indígena. Coexistían en la
región varios grupos o parcialidades que pueden corresponderse con diversas etnías o
sub-etnías, por lo tanto el panorama político, económico y étnico fue muy complejo
“donde las subunidades étnicas que al parecer tenían un carácter autónomo” (Bechis,
1989, 2005). A pesar de esto, en algunos textos históricos se produjo una falsa
homogeneización o simplificación del mundo indígena pampeano que fue acentuada a
través del tiempo.
Para completar este cuadro de situación, Curtoni (2000) plantea un modelo de
espacialidad territorial: sostiene que las rastrilladas fueron la expresión de un amplio
sistema de control social y político de los grupos indígenas, extensiones del poder
central tendientes a reafirmar y asegurar la posesión y manejo de un territorio. Esta
descripción muestra cómo era una toldería:”Su toldo y cinco toldos de sus mujeres y
servidumbre ocupaban un área de media manzana y diez cuadras de superficie a la
redonda estaban desocupadas, sirviendo de plaza de armas en torno al palacio real unas
veces, y diariamente, de campo y pastoreo para los caballos preferidos, las ovejas
negras y las lecheras de Painé” (Zeballos, 1928[1878]:18).
Dado que no todas las fuentes documentales tienen el mismo valor testimonial se
recurre a la intertextualidad o dialogía. Se trata de reconocer en los textos e imágenes
consultadas, los silencios y lo silenciado y se usan los recursos que ofrece la moderna
deconstrucción del discurso (Foucault, 1970). Asimismo, al analizar los testimonios del
pasado se intenta “no proyectar nuestros propios esquemas presentes sobre la materia
de estudio” (del Pino Díaz, (1997:152). Se agudiza la mirada sobre las fuentes
documentales y las representaciones pictóricas (Viana y Fernandez Montes, 1997) para
tratar de detectar lo subyacente, analizar la calidad y cantidad de los datos, la
coherencia interna del discurso, y la presencia de ambigüedades, de auto represión, de
errores de transcripción y corroborar la veracidad del texto o la iconografía.
Los trabajos de Schaposchnik (1991); Lorandi y del Río (1992); Ratto (1994,
1999); de Jong (2004) y Bechis (2005) han enfatizado la apreciación de cada contexto,
la atención a la región, a sus actores sociales y la importancia del cruce y confrontación
de informaciones, sugiriendo la importancia de la mirada crítica de los datos al interior
del corpus documental, evitando sesgos y teniendo como meta la optimización de la
información. Otro punto a considerar es que generalmente han sido los representantes
de los sectores dominantes los que han plasmado su visión de la época para el futuro, la
que, como toda idiosincrasia particular, se encontrará viciada con intereses,
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para evitar las antinomias clásicas. Constituye la respuesta esencial a una serie de
cuestiones tales como ¿Cuál es el principio que rige la lógica de las prácticas sociales?;
¿Qué es lo que explica la unidad, la regularidad y la homogeneidad de los grupos
sociales? y ¿Cómo se reproducen las formas de la existencia colectiva en las diversas
formaciones sociales? El citado autor enunció que “El habitus como sistema de
disposiciones en vista de la práctica, constituye el fundamento objetivo de conductas
regulares y, por lo mismo, de la regularidad de las conductas. Podemos prever las
prácticas [...] precisamente porque el habitus es aquello que hace que los agentes
dotados del mismo se comporten de cierta manera en ciertas circunstancias” (Bourdieu,
1987: 40). Esto le permitió postularlo como principio generador de las prácticas, con
una intencionalidad sin intención, una regularidad sin sumisión consciente a una regla,
una racionalidad sin cálculo y una causalidad no mecanicista. Trató de descartar no sólo
la explicación mecanicista por la determinación de estructuras inconscientes u
objetivas, sino también el modelo consensual de la sumisión a reglas, normas y valores
que se impondrían desde el exterior, o, a la inversa, el principio de agregación de
decisiones individuales y racionales postulado por el individualismo metodológico.
Para aclarar esta categoría enunció que: “Los condicionamientos asociados a una clase
particular de condiciones de existencia producen habitus, sistemas de disposiciones
duraderas y transferibles, estructuras […] como principios generadores, organizadores
de prácticas y representaciones que pueden estar objetivamente adaptadas a su fin […]
sin ser el producto de la obediencia a reglas y a la vez […] colectivamente orquestadas
sin ser el producto de la acción organizada de un director de orquesta” (Bordieu, 1991:
92).
Como consecuencia se define al habitus como un sistema de disposiciones
adquiridas por medio del aprendizaje implícito o explícito que funciona como un
sistema de esquemas generadores, donde cada sujeto, con su historia, se ubica en un
punto del espacio social y actúa. Se lo considera un generador de comportamientos, que
se establece en el campo de las prácticas sociales y se opone al simple hábito que se
caracteriza por ser reproductivo, espontáneo, repetitivo, mecánico, automático. A través
del habitus los sujetos pueden construir su propia realidad social y hacen su historia a
partir de las tradiciones anteriores y de las experiencias pasadas, “Es un sistema de
reproducción de prácticas y un sistema de esquemas de percepción y de apreciación de
las prácticas.” (Bordieu, 1987: 134). Los sujetos como actores sociales son también
susceptibles de ser situados en determinados puntos del espacio o paisajes sociales y en
el caso específico de la frontera sur de finales del siglo XIX, las personas en iguales
condiciones de existencia pudieron generar prácticas sociales específicas en
determinados campos (i.e. elecciones matrimoniales, formas de clasificar y clasificarse,
de alimentarse, conductas consumistas cotidianas, etc.).
todos las fuentes, esto nos lleva a pensar que los que escribieron estos documentos no
estaban interesados en el tema o no lo consideraron atractivo para los lectores de la época.
Elementos de combustión
Se consideran materiales de combustión a aquellas sustancias que arden con el aire, con
rapidez suficiente para producir calor o energía, capaz de ser utilizada económicamente.
Éstos permiten, entonces, mantener hogueras con elementos orgánicos tales como leña,
ramas, pastos secos, huesos, cáscaras, bosta seca de animales, etc. Viajeros, hombres de
ciencia, religiosos y militares documentaron y diversificaron sus miradas de este modo, al
escribir sobre la región pampeana: en cercanías del Fuerte Cruz de Guerra, actual partido
de 25 de Mayo, Parchappe describe actividades cotidianas e informa que “[...] mientras se
faenaban los animales que debía suministrarnos nuestra comida, los soldados recogieron
[…] grandes brazadas de cardos para hacer fuego […] que habían producido quemando
huesos y pasto medio verde [...]” (Parchappe, 1977[1828]: 52-57).
Como parte de su misión de reconocimiento Azara nota la insuficiencia de leña y el
uso de grasa de yegua: “En algunos lugares, muy próximos a nuestra frontera, se
encuentran biznagas y cardos, que se reúnen para encender fuego; pero como no hay
bastantes, se queman también los huesos y el sebo de los animales y la grasa de las
yeguas.” (Azara, 1969[1781]: 124). El viajero inglés Miers observó en la posta de Rojas
cómo carneaban a los animales y pudo apreciar que los huesos no siempre eran
descartados sino que se los utilizaba para mantener el fuego: “[...] cuando matan a un buey
[...] los huesos se dejan juntamente con las entrañas, para que los devoren las aves de
rapiña o se pudran en el suelo, o bien se los utiliza como combustible.”(Miers, 1978[1819-
1824]: 44). A mitad del siglo XIX, Mac Cann recorre la zona y describe que “[...] en la
mitad del piso había un espacio cuadrado, como de cuatro pies, formado por huesos de
patas de oveja hundidos en el suelo. Allí ardía un fuego que se alimentaba con leña, yuyos,
hueso y grasa [...] nos hicieron entrar a una cocina donde ardía un fuego alimentado con
huesos y una cabeza de buey [...]. Dentro del rancho había un fogón, el combustible usado
era -como de costumbre- huesos, ramas y sebo [...]” (Mac Cann, 1939[1848]: 530-538).
Después de más de un siglo de viajes y exploraciones científicas, naturalistas y
militares, las menciones sobre la escasez de leña y el uso de hueso y otros materiales como
el sebo y la bosta como combustible, siguen estando presentes en las observaciones,
Aguirre en su trabajo de demarcación de fronteras escribe en su diario que: “[...] la falta de
leña la remedian con huesos, sebo y bosta [...]” (Aguirre, 1949[1905]: 336).
Es evidente que estos cronistas, viajeros y militares habían logrado conocer cómo la
población nativa y los eurocriollos utilizaban los recursos vegetales disponibles en la
frontera sur bonaerense. Ante la ausencia de árboles y de otros recursos energéticos en la
zona, y debido a las dificultades de transporte de maderas, utilizan material óseo como
recurso alternativo para producir el calor necesario, tanto para la cocción de alimentos y de
cerámica, como para calefacción o trabajar metales (Lyman, 1994; Merlo, 2006; Merlo, et
al. 2008; Langiano, 2006).
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“Caniupan me dijo con aire imperioso:-Dame un caballo gordo para comer [...]. El
pedido tenía todo el aire de una imposición, me negué rotundamente...Creí prudente
aflojar un poco la cuerda y como haciendo una transacción, ordené con muy mal modo
que le dieran una yegua [...]. Le entregaron la yegua, la carnearon en un santiamén y se
la comieron cruda, chupando hasta la sangre caliente del suelo. En el sitio del banquete
no quedaron más residuos que las panzas, en las que se cebaron después algunos
caranchos famélicos [...]” (Mansilla, 1967[1879] T.1: 100-106).
Al visitar por primera vez una toldería, Mansilla detalla la diversidad de alimentos
ofrecidos:
“Entraron varios cautivos y cautivas- una de éstas había sido sirvienta de Rosas-
trayendo grandes y cóncavos platos de madera, hechos por los mismos indios, rebosando
carne cocida y caldo aderezado con cebolla, ají y harina de maíz. [...] Se acabó el primer
plato y trajeron otro, [...] lleno de asado de vaca, riquísimo. [...].Después del asado nos
sirvieron algarroba pisada, maíz tostado y molido, a manera de postre [...]. Se acabó la
comida y empezó el turno de la bebida” (Mansilla, 1967[1879]. T.1: 165). Y más tarde
agrega: “[...] trayéndome una olla de mazamorra, una caldera, yerba y azúcar, hizo ella
misma fuego en el suelo, calentó agua y me cebó mate [...]. Me puse a tomar café.
Gradualmente fueron desapareciendo los efectos narcóticos del aguardiente” (Mansilla,
1967[1879]. T.1: 186-222).
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“[...].-esa vaca gorda es para usted, hermano - me dijo. Y de súbito, reboleó el lazo. [...].
Enlazada y pialada la res, cayó en tierra. Creí que iban a matarla como lo hacemos lo
cristianos, clavándole primero e cuchillo repetidas veces en el pecho, y degollándola en
medio de bramidos desgarradores [...]. Hicieron otra cosa. Un indio le dio un bolazo en
la frente dejándola sin sentido. En seguida la degollaron [...]-¿Para qué es ese bolazo
hermano? - le pregunté a Mariano. -Para que no brame hermano- me contestó. -¿No ve
que da lastima matarla así?”(Mansilla, 1967[1879].T.1: 225).
Pero en esa frontera no todas las especies eran consumidas por los eurocriollos.
Armainac observa que, en oportunidades, la tierra parecía removida y cavada por
madrigueras, dice que: “Eran vizcachas (Lagostomus tichodactylus [...]. La carne de la
vizcacha tiene el mismo gusto que la del conejo; sin embargo, los habitantes de la
comarca y hasta los extranjeros no la comen casi nunca [...] (Armainac, 1974[1860-
1874]: 54-55). Con relación a la diversidad de alimentos ofrecidos en las pulperías
comenta:
“[...] habíamos entrado en una pulpería para almorzar [...] sardinas en aceite, asado
de vaca, bifes a la plancha, queso de Gruyere, pasas de uva, almendras y vino [...].
Pusieron la mesa en la trastienda [...] la carne era abundante [...] pero el pan era
escaso [...] se contentaban con el asado. Después de éste se sirvió la carne hervida
con el arroz y las papas y luego trajeron el caldo en tacitas de latón, el postre fue lo
último [...].En lugar de café en taza se lo sirvió en una calabaza como la yerba y cada
cual tuvo que chupar por turno la bombilla [...]” (Armainac, 1974[1860-1874]: 60-
63).
En ocasión de observar la matanza de una vaquillona de dos o tres años vio cómo
la cortaban en cuatro cuartos, sin sacarle el cuero y que la cocinaban en una gran
hoguera con osamentas viejas con las que se encendía el fuego. Luego se enterraba la
carne bajo la capa de ceniza ardiente y de huesos encendido y allí se dejaba, hasta que
el fuego se consumía. Cuando el asado estaba frío se limpiaban los trozos de carne,
comenzaba el festín y acota:
“Claro está que la gente no se contenta con ese único plato; hay también asado
caliente, pasteles, empanadas, queso, frutas en aguardiente, vino, licores y sobre todo
mate [...]. Los pasteles de que hablo no son tampoco muy finos que digamos. La
harina y los huevos. A los que se añade sebo de carnero en lugar de manteca, sirven
para hacer una pasta de hojaldre que se corta en trozos de diversas formas, se
rellenas con huevos duros y carne picada y luego se ponen a freir en grasa de vaca
como los buñuelos” (Armainac, 1974[1860-1874]: 82-108).
Al llegar a los toldos del cacique Catriel comenta que vio: “[...] estaban afanadas
asando un trozo de vaca y unos alones de avestruz. Eran las mujeres del cacique [...] un
gran número de indios que volvían de una cacería llevando ñandúes, gamos, corzos,
tatús y peludos [...]” (Armainac, 1974[1860-1874]: 122-125). Más tarde, asiste un
festejo de los indios pampas y describe con marcado etnocentrismo parte de una
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Figura 2. C. Morel. Descanso en el camino. Figura 3.C. Morel. Gaucho y sus armas
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la dieta de los diversos habitantes de la frontera sur bonaerense (ver Cuadro 1).
Cuadro I. Presencia de grupos étnicos y modos de alimentación.
Grupos étnicos Modos de alimentación
Caballo, vaca, víbora, lagarto, zorro, ñandú, mulita
Grupos originarios, gauchos, criollos, y peludo, peces. Alones de ñandú. Carne cruda de
afrodescendientes, mestizos, militares, sacerdotes, yegua (predilección por el hígado, bazo y
estancieros e inmigrantes españoles diversos por su pulmones, sangre), tema que horrorizaba a los
etnicidad (vascos), italianos, franceses, escoceses, eurocriollos, que sólo incorporaron carne de caballo
alemanes, entre otros. cocida. Charqui. Albóndigas de carne, grasa y sal.
Caldo aderezado con cebolla y ají. Harina de maíz,
mazamorra, algarroba pisada, maíz tostado y
Grupos heterogéneos por su género, edad, idioma, molido, carne asada. Sandías, melones y el zapallo.
clase concepción del espacio y prácticas culturales. Fuerte continuidad cultural de las prácticas de los
pueblos originarios a pesar del contacto.
(Incorporación de azúcar y de bebidas alcohólicas
Tolderías de grupos originarios, fuertes y fortines en su dieta).
militares, asentamientos de pobladores, estancias, Churrasco de guanaco, de yegua, de gama, gato
postas y pulperías. Presencia de corrales para montés, de vaca, de avestruz. Liebre, peludo,
caballos y ganado. mulita. Harina de mandioca, tortilla de huevos,
pasteles, empanadas, frutas en aguardiente. Puchero
(carne hervida). Asado con cuero, bifes a la
plancha. Incorporación de otros tipos de carne y del
charqui, la mazamorra, el maíz tostado y molido,
por parte de los eurocriollos. Continuación del
consumo de productos importados (sardinas,
almendras, etc.).
Comentarios finales
Se visualiza al área del Camino de los indios a Salinas Grandes, ligada a un proceso
dialéctico de cambio, propio de un mundo de frontera que significó contacto,
intercambio, aculturación recíproca, modificaciones de unos por la presencia de otros.
En un proceso histórico de interacción dialéctica, los miembros de las diferentes etnías
que vivían en la frontera sur bonaerense a finales del siglo XIX le otorgaron sentido a la
alimentación en una relación social intercultural. Las interacciones entre eurocriollos,
pueblos originarios y mestizos debieron provocar continuos esfuerzos de adaptación e
integración por parte de esos sujetos sociales. En este paisaje “el análisis de la
economía indígena puso de manifiesto su complejidad” (Mandrini, 1992: 71), ya que
abarcaba un amplio y variado espectro de actividades: pastoreo en diversas escalas,
caza, agricultura recolección, producción artesanal (Mandrini, 1994). Un complejo
sistema de intercambios vinculaba a las distintas unidades del mundo indígena y a éste
con la sociedad eurocriolla. Los animales domésticos introducidos cambiaron la
economía y la forma de vida de los pueblos nativos que aportaron sus productos
artesanales al mercado, principalmente mantas, plumas y cueros e incorporaron otros
elementos a su dieta como el azúcar, alcohol, carne de animales introducidos, etc.
En el complejo mundo de la frontera de finales del siglo XIX la práctica común de
alimentación analizada a través del concepto antropológico de habitus aunado a los
estudios realizados por Gifford Gonzalez y Sunseri (2007) y Bechis (2005) permite
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Agradecimientos
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Pablo Ormazabal1
Resumen
Este plan de investigación arqueológica se circunscribe al ambiente de llanura, en la pampa húmeda del centro de la
provincia de Buenos Aires y especialmente en la “Localidad arqueológica El Perdido” (LAEP).Analiza una distribución
de “pasos y taperas” como posible vía de transito, "rastrillada" o puntos de permeabilidad del paisaje originados en una
supuesta comunicación con las salinas que limitan con la pampa seca. La localización temporal abarca desde el
poblamiento tardío de las sociedades originarias y su interacción con los grupos sociales posconquista, hasta los momentos de
consolidación de los asentamientos de la frontera y del Estado Nacional, en la segunda mitad del Siglo XIX. Se plantea,
además del alcance perceptivo del ambiente, la ocupación territorial de “pasos y taperas” como paisaje propuesto como
ocupado o “desierto”/vacío (en la denominada “conquista del desierto” por la sociedad originaria y la "eurocriolla"). Se
evalúa, de manera introductoria, el grado de correlación y proximidad de la dispersión del material lítico y europeo
arqueológico.
Palabras claves:
Arqueología histórica, paisaje, frontera, correlación de materias primas.
Abstract
This plan of archaeological investigation is bounded to the plain atmosphere, in the humid pampas of the center of the
county of Buenos Aires and especially in the "archaeological location El Peredido" (LAEP). We analyze the distribution
of "steps and taperas" as possible road of traffic, "raked" or points of permeability of the landscape originated in a
supposed communication with the salines that limit with the dry pampas. The temporary localization embraces from the
late inhabitants of the original societies an theirs interaction with the social posconquista groups, until the moments of
consolidation of the establishments of the frontier and of the National State, in the second half of the XIX Century. We
thinks about the perceptive reach of the atmosphere, the territorial occupation of "steps and taperas" as alandscape
proposed as busy or "desert"/empty (in the time denominated "the conquers of the desert" for the original and the
"eurocriolla"society).We evaluate, in an introductory way, the degree of correlation and vicinity of the dispersion of the
lithic and european archaeological material.
Key words:
Historical archaeology, landscape, frontier, correlation of raw materials
Recibido: 18-03-2011
Aprobado: 12-09-2011
1
Facultad de Ciencias Sociales Olavarría. (UNCPBA), Av. Del Valle 5737, (B 7400 WI), Olavarría,
Buenos Aires, Argentina, E-mail: pablo.ormazabal@yahoo.com.ar
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superficial, tanto sobre campo arado como en los diversos sondeos, transectas y
excavaciones en LAEP. Se entiende por “pasos” o pasos de piedra, los afloramientos de
planchas de tosca característicos en los arroyos de la Región. Se los considera
inicialmente como una posible vía de transito, "rastrillada" o punto de permeabilidad
del paisaje (Criado, 1999). El “paso de piedra” del arroyo El Perdido en LAEP, se le da
el significado como geoforma local en el sentido de “pasos naturales” (Madrid et al.,
2002: 341) y se recupera la significatividad amplia de la conceptualización hidráulica
como control o regulación de fondo del arroyo. En este sentido, se pretende analizar la
‘socialización en conflicto’ (Funari, 2003) de los pasos y la apropiación del espacio de
“taperas” a través de las diferentes dimensiones de la arqueología de los diversos
paisajes (tanto ambiental como simbólica y actual).
La dimensión ambiental hace referencia al espacio material, físico y sus
manifestaciones topográficas (geoformas), con sus diversos componentes biológicos,
posibles a ser modificados por la acción humana y que sus rastros pueden ser
estudiados desde una mirada amplia de la arqueología en colaboración con disciplinas
afines de las Ciencias Sociales como la etnohistoria. El caso del área de estudio, abarca
una superficie de llanura de baja pendiente, con alta horizontalidad, sierras y cauce de
arroyos lentos y ondulantes, entre afloramientos de recursos líticos y aglomeraciones
calcáreas de “tosca” formando dichos “pasos de piedra” del arroyo que en un sentido
hidráulico se comportan como control de fondo del arroyo.
La descripción en los documentos escritos desde una mirada con características
positivistas propias de la época, del mismo paisaje ambiental en el año 1879,
corresponde al informe de la comisión científica del diario de los miembros de la
“conquista del desierto” de Doering y Lorentz, y habla de: “[…] ese carácter cenagoso
de un gran número de los charcos no era pasajero” (Doering y Lorenz, 1939: 23). El
punto de referencia denominado “paso de piedra” como rastrillada secundaria, se
visualiza por ser parte articuladora de la percepción del grupo como sociedad en lucha,
para el control de accesos y control de "pasos y rastrilladas". Los pasos y accesos de los
arroyos se definen por su grado de facilidad o dificultad en el cruce a la otra orilla,
como también registra la comisión científica en 1879 cuando “[…] tuvo además la mala
suerte de rodar con el caballo al atravesar el arroyo” (Doering, 1939: 26).
Las “taperas” son referencias arquitectónicas visualizadas por denominaciones
lingüísticas locales y como lugares con restos de construcciones rurales o de los
primeros asentamientos europeos o desechos de antiguas habitaciones de adobe,
indicadas por sus estructuras en forma de montículos y fosos con añosos árboles,
modificados por actuales cultivos rurales. Se recupera el sentido de puesto ruinoso y
abandonado derivado de la voz guaraní como vivienda de población que fue, aislada y
en ruina.
Al paisaje social o espacio simbólico, desde la antropología, se lo propone como
espacio en esta oportunidad, de pasos y taperas que implica el soporte de
significaciones construido y modificado por la ocupación de los grupos humanos y a
través del cual se desarrolla la acción social y las relaciones entre los individuos
integrando aspectos que se conjugan en la práctica social de inclusión/exclusión
(Tamagno, 1988, Ormazabal, 1999, 2006). Este paisaje ocupado o desierto resulta de la
297
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2008).
Otro antecedente del tratamiento y discusión de la presencia de material lítico en
arqueología en momentos históricos es el caso del informe de la excavación de una
fortificación en Puerto Deseado presuntamente de un sitio fundacional de 1780
(Schavelzon et al., 2008) donde se informa sobre el material lítico como “de posible
asignación indígena”, “nódulo silicio” y otro “como piedra de chispa de importación
inglesa en el siglo XIX” (Schavelzon et al., 2008:191).
En la presente propuesta introductoria sobre la correlación del material lítico y el
europeo se discute que además de ser posibles indicadores de características
tecnofuncionales, y de modos de vida, pueden ser indicadores de relaciones interétnicas
y de diferentes capacidades perceptivas del poblamiento y sus materialidades con
relación a la construcción social y simbólica del paisaje. En segunda instancia y a partir
de la información obtenida en los análisis previos de LAEP, se efectúa una selección de
espacios por los diferentes grados de correlación. Ello permitió obtener una primera
aproximación de la distribución espacial de lugares y/o asentamientos arqueológicos
potenciales (Curtoni, 2000). En estos lugares se llevaron a cabo prospecciones con el
fin de evaluar la potencialidad y relevancia arqueológica de las mismas. Las
prospecciones tuvieron el carácter de ser dirigidas hacia lugares específicos que
constituyen ‘asentamientos arqueológicos potenciales’, pero que deben ser evaluados
con mayor profundidad. Estos trabajos de campo también tuvieron por finalidad
analizar las condiciones de emplazamiento de los sitios arqueológicos y las relaciones
topográficas con el paisaje. Para esto se siguieron los procedimientos delineados por
Criado (1999) y fueron adecuados a la problemática local como en el caso de la
subregión pampa seca (Curtoni, 2000) para estudiar la relación entre los sitios
arqueológicos, su distribución y localización topográfica (Stafford y Hajic, 1992).
En la etapa del análisis se discutió sobre la caracterización de las condiciones de
visibilidad ocasionada entre otras, por las prácticas de laboreo del espacio rural,
resultantes del actual proceso de transformación del paisaje como significa el efecto
"campo arado", “siembra directa”, las canalizaciones y el diverso movimientos de suelo
de actividades agropecuarias o distintas tareas de preparado del suelo para el cultivo
(Gómez Romero. 1994; Langiano et al., 2004, Ormazabal, 1987). También se procedió
a la identificación de los bajos y totorales, los accesos, al relevamiento de cruces del
arroyo o "pasos de piedra", que se propone denominar "rastrilladas secundarias" o
puntos permeables del paisaje (Criado, 1999). Son vías de tránsito, monumentos de
memoria y desplazamiento que facilitan y preestablecen el sentido de los movimientos.
Estas prácticas de movilidad favorecen el condicionamiento de la definición de los
lugares como más o menos adecuados, prohibidos o aceptados para la ocupación
humana; y originan un establecimiento de jerarquías teniendo en cuenta los puntos
anteriores, y los del análisis topográfico-topónimos para establecer mapas locales de
suelos, pendientes, etc. de los distintos lugares.
299
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Conclusión
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301
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Anuario IEHS 27 (2012), pp. 307-320
Resumen
Este artículo esta orientado hacia el análisis y la descripción de las transformaciones ecológicas que tuvieron lugar en
las llanuras pampeanas del sudoeste de Buenos Aires, por el desarrollo de actividades ganaderas por parte de las
sociedades indígenas durante la segunda mitad del siglo XVIII y principios del siglo XIX . El análisis, esta centrado
principalmente en ver cómo los nativos construyeron el medio natural haciéndolo más productivo para el desarrollo de
actividades cría y mantenimiento del ganado. El desarrollo de este proceso de construcción, requirió de la aplicación de
distintas técnicas de selección y manipulación de especies, junto al de control del medio físico.
Palabras clave:
Transformaciones, ecológicas, sociedades indígenas
Summary
This article deals with the analysis and description of the ecological transformations which took place at the Pampa
prairies of the SW of Buenos Aires province due to the development of the cattle raising activities carried out by the
native Indians during the 2nd half of the XVIII and the beginning of the XIX centuries. The analysis focuses mainly on
how the native Indians modified the environment to make it more productive for the development of the cattle raising
and keeping activities. The development of this process required the application of several species selection and
manipulation techniques, together with the control of the physical environment.
Key words:
Transformations, ecological, societies indigenes
Recibido: 18-03-2011
Aprobado: 12-09-2011
1
Grupo Arqueología Regional Bonaerense, U.N.M.de.P., I.S.F.DyT N° 70, Rauch. E-mail:
Luissoria158@yahoo.com.ar.
307
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Introducción
En el año 2010 tres aventureros hicieron 2.600 kilómetros en kayak para alertar sobre el
1
2
Clarín: 20 de agosto de 2010, pág.2.
3
Sobre la modificación del medio por parte de los cazadores recolectores ver Politis, Gustavo Nukak,
Colombia, SINCHI, Instituto amazónico de investigaciones científicas,1993.
308
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4
Mandrini, Raúl José: “Desarrollo de una sociedad indígena pastoril en el área interserrana
bonaerense”, en Anuario del I.E.H.S, Tandil, UNCPBA, 1987, pp 71 a 98. Esta movilidad queda bien
expresada en las fuentes “... encontramos la misma laguna reconocida el día 30. En ella encontramos lo
mismo que se describió con la diferencia que se habían aumentado los toldos o ranchos en la orilla de la
laguna, cuyos dueños, escasos de agua, se habían venido a alojar a ella. Esto es muy general, y
continuamente los lagos, y los habitantes tienen que cargar sus viviendas y arrear sus tropas de ganado... En
la estación del estío tienen que abandonar todas sus campañas y abrigarse en las faldas de la Sierra de la
Ventana, en donde hallan buenas aguadas...” extraído de García, Pedro Andrés: “Diario de la expedición
de 1822 á los campos del sur de Buenos Aires desde Morón hasta la Sierra de la Ventana” en De
Angelis, Pedro Colección de obras y documentos relativos a la historia antigua y moderna de las provincias
del Río de la Plata, [en adelante Colección...] Buenos Aires, Plus Ultra 1969a tomo IV, p 575.
309
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Los rodeos modificaron la estructura de los ecosistemas pampeanos, sin embargo los
indígenas ayudaron u orientaron esta transformación al considerar la toma de
decisiones productivas.
Los viajeros europeos que recorrieron la región de estudio durante el siglo XIX
observaron como se habían producido cambios en la variedad de las especies vegetales
provocadas por el pastoreo de ganados en territorios antiguamente ocupados por
indígenas. Charles Darwin, que recorre la región circundante a las cierras de la Ventana
en el año 1833, observa:
“Los innumerables rebaños de caballos, de ganado vacuno y de carneros han
modificado no solamente el carácter de la vegetación, sino que han expulsado en
todas partes, y lo han hecho desaparecer, al guanaco, al ciervo y al avestruz.
Asimismo han tenido lugar otros cambios; el cerdo montaraz reemplaza
5
probablemente al pecarí en muchos lugares...”
“No soy bastante botánico para pretender decir si la transformación proviene de la
introducción de nuevas especies, de modificaciones en el crecimiento de las mismas
hierbas o de disminución en su número proporcional.” “... hay que atribuir ese
6
cambio a la presencia de ganados.”
Algunas décadas después, en 1878, cuando ya los indígenas habían sido
expulsados fuera de los valles interserranos, el viajero francés Armaignac observa que
“La vegetación se ha modificado profundamente, ciertas plantas aborígenes que antes
reinaban soberanas han ido desapareciendo poco a poco, destruidas por el hombre o sofocadas
7
por otras plantas aborígenes o exóticas.”
Estas impresiones sobre la transformación del medio pueden ser más específicas
5
Darwin, Charles: Viaje de un naturalista alrededor del mundo. Buenos Aires, El Ateneo.1951, p 141.
El naturalista ingles Charles Darwin recorre las sierras de la Ventanía y sus zonas aledañas, donde hace
pocos años atrás funcionaban como potreros de los ganados indígenas.
6
Darwin, Charles: op cit, p140.
7
Armaignac, H: Viaje por las pampas argentinas 1869-1874, Buenos Aires, Eudeba, 1976.p 69.
310
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en cuanto a los lugares que son objeto de este proceso. Esto se debe principalmente a
que toda la región no era apta para el desarrollo de actividades ganaderas. Como hemos
dicho anteriormente, los indígenas mantenían sus rebaños en constante, recurrente y
organizado traslado en busca de aguadas y pasturas. Por lo tanto, los espacios que
fueron más propensos a la transformación se ubicaban en los terrenos cercanos arroyos,
rios y valles interserranos. Alcide d´Orbigny señala a fines de la década de 1820 que
“...siguiendo siempre el curso del río[Naposta], observando que las orillas estaban
cubiertas de osamentas, algunas reunidas en grandes depósitos, y que todo el valle,
cortado de senderos abiertos en diversas direcciones, producía en abundancia
cardones o alcachofas silvestres, especie de crucíferos, parecidos a la mostaza y,
generalmente, todas las plantas que, en esas comarcas, son las compañeras
inseparables del hombre. Llegamos a la conclusión de que en todo tiempo los
indígenas habitaron en gran número esos lugares y que poseyeron grandes
8
rebaños...”
Durante sus campañas militares Juan Manuel de Rosas también aporta datos
sobre lugares donde nuevas especies vegetales se habían desarrollado, justamente en la
orilla de un arroyo para la zona de las sierras del Volcán:
“El campo de este reconocimiento es por lo general llano y muy bueno para el
pastoreo. Es abundante en pastos tiernos, como son cebadilla, cola de zorro, gramilla,
trébol de olor y otros varios. En los bajos tiene algún duraznillo, achira, y lengua de
vaca, que suple la falta de leña y en las orillas de los arroyos se encuentra algún
9
cardo.”
Para casi los mismos años el comandante Pedro Andrés García describe en su
viaje a la sierra de La Ventana cómo las orillas de las lagunas que regularmente ocupan
los indígenas con sus rodeos se han llenado de cardos:
“...se encontró una pequeña laguna sobre la derecha de la ruta, con tres
ranchos o toldos en sus orillas, que disfrutaban de la buena agua y de los pastizales
de sus cercanías, para sus pequeños rodeos de ganados... ... llena de junco en su
10
centro y abundante de leña de cardo en sus alrededores”
En su viaje destinado a fundar el fuerte Cruz de la Guerra en 1828, Parchappe
8
Orbigny, Alcide D’: Viaje por la América meridional, Buenos Aires, Emece, 1999, Tomo II, p 205.
El cardo es una especie introducida que no encontró gran competencia en una pradera donde pocas especies
podían sobrepasar su altura en la mayor captación de la luz solar, además de ser resistente a períodos de
sequía. Sobre la difusión y expansión de esta especie adventicia ver Amaral, Samuel “Auge y decadencia
del cardo", en Anales de la Sociedad Rural Argentina, Buenos Aires. Año CXXIII, nº 113, 1989.
9
Rosas, Juan Manuel: “Diario de la comisión nombrada para establecer la nueva línea de frontera al sur
de Buenos Aires” en De Angelis, Pedro: Colección..., tomo VIII. 1969, p 192. Rosas hace mención a
plantas como el cardo y el trébol de olor ambas son especies exógenas.
10
García, Pedro Andrés: “Diario de la expedición de 1822 á los campos del sur de Buenos Aires desde
Morón hasta la Sierra de la Ventana”, en De Angelis, Pedro: Colección... 1969, p 559.
311
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“La vista de la laguna nos produjo un momento de placer, presentaba una hermosa
balsa de agua, dos veces por lo menos más extensa que la de Cruz de Guerra, y a las
alturas que la rodeaban al sur y al este mostraban un llano bastante espacioso
cubiertos de cardos, de hinojos y de biznaga, plantas que indicaban, sin duda, que
12
esos lugares habían sido frecuentados por los indios... ”
11
Orbigny, Alcide D’: Viaje por la América meridional, Buenos Aires, Emece, 1999, Tomo II, p 105.
12
Orbigny, Alcide D’: op cit, p 120
13
Los ganados no solo modificaron la estructura poblacional y constitutiva del pastizal, sino también la
composición de la microfauna del humus. Ver Garavaglia, Juan Carlos: “Ecosistemas y tecnología agraria:
elementos para una historia social de los ecosistemas agrarios rioplatenses (1700-1830)”, en Desarrollo
Económico, 1989,Vol. 28, nº p.112.
14
25) Salvaire: Una excursión apostólica del Padre Salvaire a Salinas Grandes, según su esbozo de
diario completado por el Padre ..........”en HUX, M: Buenos Aires, Ministerio de Cultura y Educación.
Secretaria de Estado y Cultura. Ediciones Culturales Argentinas, 1979: p 42 y 43.
312
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“Las lagunas de la pampa son generalmente saladas, porque las aguas disuelven los
depósitos salinos del terreno, pero las aguadas potables no son escasas en ciertas
zonas, que los indios han cruzado de anchos caminos, siguiendo las líneas naturales de
15
las aguadas.”
15
Zeballos, Estanislo: La conquista de quince mil leguas. Buenos Aires, Circulo Militar, 1931, Tomo I, p
221
16
Los excrementos del animal que pasta puede actuar de la siguiente manera: 1) influencia directa
(quemadura por orina); 2) aporte de minerales al suelo; 3) aporte al suelo de elementos orgánicos que
favorecen el enriquecimiento en humus; 4) los excrementos modifican la vida de la microfauna y la
microflora, las que a su vez favorecen, especialmente, el desarrollo de los gusanos de tierra. La actuación
favorable de los excrementos no sólo es proporcional a rendimiento y calidad de la hierba que los animales
ingieren y convierten en abono orgánico, sino que debe ser una acción acumulativa por el hecho que las
plantas de pastoreo son particularmente sensibles al estado de fertilidad del suelo que asciende
progresivamente con los aportes de excrementos. Ver Voisin, Andre: Dinámica de los pastos Madrid,
Tecnos 1962, p 214 y 216.
313
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Los procesos de cambió que se operaron sobre los ecosistemas de la región se deben
principalmente a la adopción de prácticas ganaderas a por parte de los indígenas
pampéanos. Pero, además de la acción de los rodeos debemos sumarle la actividad
transformadora del hombre en su intento por hacer el medio más productivo. Como
hemos venido diciendo hasta el momento, toda sociedad humana participa activamente
en la composición del paisaje que habita y explota.
Las fuentes nos dan cuenta de algunas prácticas que podríamos considerar de
manipulación de especies para aumentar la productividad de un recurso sin llegar a una
transformación de tipo genotípica o fenotípica de las poblaciones de animales y
vegetales que intervienen. Es decir, aumentar o restringir el número de una población
animal o vegetal en beneficio propio. Así, el jesuita Sánchez Labrador describe cómo
los indígenas reducían por medio de la caza las poblaciones de pumas para que no se
comieran las crías de sus ganados.
“El lugar que se fundo la Reducción de Nuestra Señora del Pilar, estaba muy
infestado de feroces Tigres, y Leones americanos, son estos Leones como una casta de
Lobos, aunque en la cabeza se parecen á los Tigres y Gatos, los havia con tanto
exceso, que quitaban la vida, y se comían quantos Potrillos tenian los Indios. Un
estrago tal los tenia muy desabridos, y no se hallaban en aquel sitio, en que tantos
daños recibían. Peró como en distancia de mas de 100. Leguas no se hallaba
comodidad de leña para el fuego, fue preciso permanecer en el. Viendo los Indios la
Constancia de los Misioneros, se dieron á perseguir los Tigres , y limpiar el terreno de
bestias tan voraces y atrevidas. Hicieron tal estrago en ellos que en poco tiempo,
huyendose los que escapaban de las manos de los Indios, y muertos innumerables, se
17
vio el sitio libre de la plaga.”
Este dato, a nuestro entender, ésta dando un importante panorama de cómo las
sociedades indígenas están controlando el medio y lo construyen para que este sea más
productivo. Con la práctica de cazar pumas, sé esta reduciendo su población para
favorecer la reproducción de los vacunos y equinos, sé esta construyendo un espacio,
donde la biodiversidad animal es controlada. Seguramente, otras especies predadoras
como zorros y gatos monteses debieron sufrir reducciones poblacionales, porque
aunque no representen peligro para los animales de rodeo adulto, para las crías lo
siguen siendo hasta tiempos actuales. Como hemos dicho anteriormente, el ganado
europeo encontró en la región pocos predadores que pusieran en riesgo su
supervivencia, sin embargo además de los pumas, las jaurías de perros que andaban en
estado salvaje por la pampa presentaban un serio problema. El padre Sánchez describe
como los perros se han reproducido por toda la región:
17
Sánchez Labrador, José: Los indios pampas –puelches-patagones Buenos Aires, Viau y Zona Editores,
1936, p 105 y 106.
314
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“Los perros son sin numero, y estos se originan de los que tenían los españoles. Al
presente andan como manadas de Lobos, y viven en las cuevas de las Viscachas, que
son como Conejos, y de ellas salen a hacer destrozo de Terneras, Potrillos, y en los
18
Puercos.”
En tanto, las fuentes son más importantes cuando se habla de las prácticas tendientes a
aumentar la productividad de las pasturas para los animales de rodeo. Entre estas
actividades tendientes a mejorar la productividad de la hierba de la pradera,
encontramos la quema de pastizales. El fuego tiene un efecto modelador importante al
modificar la composición del pastizal. Esta actividad tiene como fin eliminar los pastos
secos y los matorrales improductivos para la ganadería. Los nutrientes que aporta las
cenizas favorecen a los nuevos brotes de hiervas tiernas y el fuego la reduce las
condiciones de competencia con otras hiervas y matorrales. Estos brotes nuevos son un
mejor alimento para el ganado que los digiere con mayor facilidad. Esta práctica es
bien documentada por Pedro Andrés García en su viaje a la Sierra de la Ventana:
“Este telégrafo, adoptado entre todas las tribus, es útil para ellos por la facilidad con
que se comunicaban, y al mismo tiempo para los campos que continuamente queman.
Además de disminuir las maciegas elevadas que cubren el horizonte al observador,
aumenta la salubridad de la tierra y de los pastos que vuelven a criarse,
desparramándose todas aquellas partículas o cenizas, llevadas por el viento en toda la
campaña vecina a la quemazón. Ellas aumentan con sus cales la feracidad del
19
terreno, y el ganado que allí se cría disfruta de esta ventaja prodigiosamente.”
Más datos, aporta Alcide d’Orbigny mostrando que es una actividad común entre
blancos e indios y la época del año en que es más beneficioso hacerlo:
“La costumbre de quemar los campos es en general en las provincias del Río de la
Plata. Tiene por objeto destruir la vegetación seca y facilitar el crecimiento de la
nueva; por eso se la realiza, generalmente al principio de la primavera pues en otra
época, es más perjudicial que ventajosa”
“Nuestros guías tenían la costumbre en todas nuestras paradas y como lo practican
siempre los indios, de incendiar los campos, a fin de limpiarlos y destruir las altas
20
hiervas que los cubren...”
18
Sánchez Labrador, José: op cit, p 168.
19
García Andrés: op cit, p 503.
20
Orbigny, Alcide D’: op cit, p 153.
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En su viaje por las pampas, Armaignac describe como se podía aprovechar pastos
duros por medio de la práctica de la quema en los momentos adecuados:
“...y otra variedad de gramínea llamada en esos lugares paja brava. Esta última
planta, desde que alcanza cierto punto de crecimiento no sirve ya para pastoreo, pues
es muy dura y sus hojas están guarnecidas de espinas, pero cuando recién esta
brotando resulta un pasto utilizable aunque mediocre. De ahí viene la costumbre de
incendiar de cuando en cuando los campos, en cuanto la lluvia empieza a favorecer la
21
vegetación, a fin de lograr pasto tierno para la hacienda”
La quema de pastos debe hacerse a fines del verano en los meses de marzo y abril
o a fines del invierno cuando hay mayor posibilidad de lluvias. Esto se debe a que si no
llueve pronto en la zona incendiada, esta puede quedar sin cobertura vegetal por un
largo tiempo. Los cardales que se desarrollaban en las distintas explotaciones
agropecuarias de los blancos, no se produjeron en esta región posiblemente debido a las
quemas que realizaban los indígenas. Esta modificación de la cubierta vegetal de la
pradera se realizaba seguramente en los mismos sitios donde recurrentemente pastaban
ganados. Esta suma de intervenciones recurrentes sobre los ecosistemas pastoriles debió
favorecer el desarrollo de una cubierta vegetal muy apta para el pastoreo.22
Los rodeos necesitan de constante cuidado, y requieren de un manejo adecuado
de los recursos que los sustentan: el agua y las pasturas. La movilidad de los grupos con
sus rodeos por el paisaje es posiblemente una de las formas más simples para optimizar
los recursos naturales y no sobrecargar de pastoreo los ecosistemas. La disgregación de
grupos reducidos sobre el paisaje fue con seguridad una estrategia tendiente a
aprovechar los recursos naturales de manera más eficiente.
En sus expediciones contra los indígenas Manuel Pueyrredon describe la dificultad
de encontrar en las pampas toda una tribu reunida:
“Igual inconveniente tocan para establecer sus tolderías, muy rara vez puede unirse
una tribu entera en un lugar, por lo regular se establecen a grandes distancias unos de
otros, tienen que consultar no solo las aguadas, sino la calidad de los pastos, que sólo
23
se encuentra bueno en las costas de los arroyos o algunas lagunas al interior”
21
Armaignac, H: Viaje por las pampas argentinas 1869-1874, Buenos Aires, Eudeba, 1976.p 113.
22 Odum, Eugene: Ecología. Bases científicas para un nuevo paradigma Barcelona, Ediciones
Vedra.1993, p 136 y137.
23 Pueyrredón, Manuel: Escritos históricos sobre la guerra de los indios Buenos Aires, Editorial Julio
Suárez, 1929, p 325
316
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Existieron prácticas tendientes a mejorar las razas de ganados que formaban parte de su
economía. Esto se lograba, seguramente, dejando y eligiendo los mejores ejemplares de
cada especie como reproductores. Era sabido que el tamaño y la calidad de la lana de
las ovejas pampas superaban ampliamente a los animales de los rodeos que poseía la
sociedad blanca (45). Así comenta Manuel Pueyrredón cómo son las ovejas pampas
“Sus crías de ovejas son mucho mayores que las nuestras, lo mismo sucede con las
24
gallinas que son de un tamaño asombroso”
“... porque el indio tiene sus caballos propios, que cuida como tal, que ejercita
vareándolo, y en largas corridas de avestruces y venados y de estos elige el mejor
25
para tenerlo de reserva en la pelea”
“Los indios hacen hacer ejercicio y dan riendas casi todos los días á sus caballos de
reserva un rato menos. Así los tienen ágiles y vigorosos. No hacen otra cosa que
ocuparse de adiestrar a sus caballadas. Fuera de esto y aun que destruyan muchas
caballadas en sus largas correrías como las reponen con lo que nos roban y lo que
26
crían, siempre tienen caballos en buen estado para invadirnos”
“El primer cuidado que se toma un indio al volver de una expedición,... ...es apartar
su lote de caballos e instalarlos en un buen pastizal para que se repongan. Pronto
podrá poner encima de cada uno un peso equivalente al apero y el jinete y obligarlo a
cruzar a todo galope, hasta agotarlo de fatiga, hondonadas fangosas, en donde las
bestias se hunden hasta la panza. Así el indio aparta con seguridad a los más
vigorosos. El resto es comido, y esta original manera de poner la hipofagia al servicio
de la selección, le permite adiestrar solamente caballos superiores, a los cuales no
tarda en volver tan dóciles como infatigables, por medio de sabios procedimientos de
27
ejercitación”
24
Pueyrredón, Manuel: op cit; p 310
25
Pueyrredón, Manuel: op cit, p 302.
26
Anales de la Sociedad Rural Argentina: Buenos Aires, volumen X- nº 6,1876, p 173
27
Ébélot Alfred: Relatos de frontera. Buenos Aires, Solar / Hachette,1979 p28
317
Anuario IEHS 27 (2012) 1
controlar y arrear los ganados en sus circuitos anuales, facilitaba la caza y el transporte
de personas y productos para comerciar, como la sal.
Todas las actividades anteriormente mencionadas dejaron su impronta sobre los
ecosistemas. Cuando los ganaderos blancos se establecieron en la región ésta ya estaba
transformada o, por lo menos, construida en buena parte para mantener amplios rodeos
de ganado. Los pastos duros, o una parte de ellos, habían sido sustituidos por otros más
blandos de mayor consistencia nutricional. Los agricultores encontraron que la tierra
estaba ya abonada por las deposiciones de los ganados, lo que seguramente favoreció
las primeras siembras y las actividades de labranza.
Conclusiones
muchos aspectos sin considerar como los relativos al impacto ecológico diferencial que
deben haber provocado los distintos grupos indígenas que no eran completamente
homogéneos en cuanto al tipo de producción, ni al espacio que ocupaban. Además, la
composición de los rodeos indígenas debió variar en el tiempo, vasta con considerar el
dato ya rebelado por diversos autores de que hacia fines del siglo XVIII y principios del
XIX, las ovejas cobran mayor importancia dentro de los rodeos indígena.
319
Anuario IEHS 27 (2012) 1
Bibliografía
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1989 “Auge y decadencia del cardo", en Anales de la Sociedad Rural Argentina, Buenos
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1979 Relatos de frontera. Buenos Aires, Solar / Hachette.
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320
DOSSIER
NUEVOS OBJETOS DE LA HISTORIA: LOS
ESTUDIOS TURÍSTICOS EN UNA PERSPECTIVA
COMPARADA
Anuario IEHS 27 (2012), pp. 323-330
Elisa Pastoriza1
1
Docente e investigadora del CEHIS, Facultad de Humanidades, UNMDP. Funes 3350, Mar del Plata
(7600), Argentina. Email: elisapastoriza@gmail.com
2
Walton, John K. “Consuming the Beach. Seaside Resorts and Culture of Tourism in England and Spain
from the 1840s to the 1930s”, in Shelley Baranowski y Ellen Furlough (eds.), Being Elsewhere. Tourism,
Consumer Culture, and Identity in Modern Europe and North America, The University of Michigan
Press, 2001, pág.272.
323
Anuario IEHS 27 (2012) .
hedonistas comienzan a prevalecer sobre los terapéuticos (1835) y, con la llegada del
1
masificación, como bien advierten los importantes textos de Alain Corbin, John Urry y
John Walton3. Estas investigaciones también han destacado la aparición, en el cruce de
los siglos XVII y XVIII, de las frías aguas marinas como contraste de las placenteras
termales reñidas con la moral cristiana. El temor al mar, un sentimiento predominante
hasta entonces, empezó a ser progresivamente sustituido por la seducción de las riberas.
Este giro cultural estimuló los estudios sobre el poder salutífero de las aguas marinas,
que pasaron a tener propiedades curativas hasta entonces desconocidas y los médicos
comenzaron a señalar dichas virtudes y recomendar los baños marítimos. En este lento
proceso, los centros serranos y termales ceden su lugar casi único para compartirlo con
las nuevas estaciones junto al mar.4
Asociada con estas problemáticas, y en la línea de la historia social-cultural, los
historiadores que han articulado los fenómenos de la ‘industria del ocio’ con la historia
urbana, concentrando sus esfuerzos en las grandes ciudades balnearias, como Brighton
y Blackpool (Inglaterra), Trouville, Deauville, Niza, Cannes (Francia), San Sebastián
(España), Rimini (Italia), Atlantic City y Coney Island (Estados Unidos), Mar del Plata
(Argentina), los balnearios de la costa uruguaya (en especial Montevideo), Viña del
Mar (Chile), Acapulco (México), o las ciudades de menor extensión pero muy ‘de
moda’ como Biarritz (Francia) o Newport (Estados Unidos). Algunas de estas
cuestiones se abordarán en el presente Dossier.
Dentro de las señaladas características generales, nos detendremos en algunos de los
problemas en debate de este campo historiográfico.
Una primera problemática apunta al contrapunto entre la organización de la
recreación como forma de disciplinar y civilizar a las clases bajas y el significado del
ocio como placer en sí mismo. Esto es, la tensión entre el modelo del ocio racional
(elaborado en el siglo XIX) y del ocio de masas basado en el deseo, placer y distracción
(una reflexión que aportan los norteamericanos en los años treinta). Estados Unidos
constituye el principal laboratorio del ocio de masas contemporáneo, donde también se
percibió la tensión de Gran Bretaña en su lucha contra los malos placeres. Sin embargo,
pudieron revertir la antigua obsesión por lo perverso elaborando una nueva idea de tiempo
libre: no ya un tiempo perdido sino ganado al trabajo, una riqueza conquistada por el
sistema democrático de la sociedad. En este sentido, se quiebra con la connotación del
1
2
3
Alain Corbin. El territorio del vacío. Occidente y la invención de la playa (1750-1840). Barcelona,
Mondadori (Grijalvo), 1993 y L'Avenement des Loisirs, 1850-1960. París, Aubier, 1995; John K. Walton:
“Aproximación a la historia del turismo en el Reino Unido, siglos XVIII-XX”, Historia Contemporánea 25,
2002, pp. 65-82.
4
También véanse: Peter Borsay, « Le développement des villes balnéaires dans l’Angleterre géorgienne »,
en Yves Perret-Gentil; Alain Lottin et Jean-Pierre Poussou (dir.), Les villes balnéaires d’Europe
occidentale du XVIIIe siècle à nos jours, PUPS, Paris, 2008, pp. 13-14. Marc Boyer, “El turismo en
Europa, de la Edad Moderna al siglo XX”, Historia Contemporánea, nº 5, 2002, p. 18; para el caso
español: Carlos Larrinaga, “Le tourisme thermal dans l’Espagne de la Restauration, 1875-1914”, en
Laurent TISSOT (dir.), Construction d’une industrie touristique, XIX-XXe siècles. Perspectives
internationales, Alphil, Neuchâtel (Suiza), 2003, p. 98.
324
Anuario IEHS 27 (2012)
5
. John Kasson. Amusing the million. Coney Island at the turn of the century. American Century Series.
Hill & Wang, New York, 1988.
6
Charles E. Funnell. By the beautiful sea. The rise and high times af that great American Resort, Atlantic
City. Rutgers University Press, New Brunswick, New Jersey, 1985.
7
John Walton and James Walvin (editors). Leisure in Britain, 1788-1939. Manchester University Press,
Oxford Road, Manchester, 1983; John Walton. The British Seaside: holidays and resorts in the twentieth
century. Manchester: Manchester University Press, 2000.
8
Roy Porter. "Les Anglais et les loisirs", en Alain Corbin. L'Avenement des Loisirs.., Op. Cit., pp.21-54.
325
Anuario IEHS 27 (2012) .
9
Gareth Stedman Jones, Lenguajes de Clase. Estudios sobre la clase obrera inglesa. Madrid, SXXI, 1989.
En especial: "¿Expresión de clase o control social? Crítica de las últimas tendencias de la historia social de
'ocio'", pp.72-86, y "Cultura y políticas obreras en Londres, 1870-1900: Notas sobre la reconstrucción de
una clase obrera", pp.175-236.
10
John K. Walton. Blackpool. Edinburgh, Keele Edinburgh University Press, 1998.
11
John Urry. La mirada del turista. Perú, Universidad San Martín de Porres, p.20.
12
Para el caso de Blackpool, véase John Walton. The Blackpool Landlady. Manchester, Manchester
University Press, 1978; para Morecambe, John Urry, La Mirada…, Op. Cit, pp. 32-38. Los balnearios
concurridos por las clases medias (e especial Brighton en la costa sur y Birchington en Kent) han sido
analizados por John Urry, La Mirada…, Op. Cit., pp. 84-95; A. King. The bungalow. London, Routlege,
1984.
13
Alain Corbin. L'Avenement des Loisirs…, Op. Cit. , “la fatigue, le repos et la coquete du temps”,
pp.276-298.
326
Anuario IEHS 27 (2012)
14
Pierre Bourdieu. Cosas dichas. Bs.As., Gedisa, 1988 y La distinción. Criterio y bases sociales del
gusto. Madrid, Taurus, 1988; Norbert Elias. La sociedad cortesana, México, FCE, 1992 y El proceso de
la civilización. Investigaciones sociogenéticas y sicogenéticas, México, FCE, 1993.
15
Eugen Weber. Francia, fin de siglo. Madrid, Editorial Debate, 1989. En especial el capítulo "Curistas y
turistas", pp.231-254; George Duby y Philippe Aries. Historia de la vida privada. La Revolución Francesa
y el asentamiento de la sociedad burguesa. Bs.As., Taurus, 1991, T.7, pp. 236-242.
16
Louis Turner y John Ash. The golden hordes. New York. St. Martin´s Press, 1976. Hay una versión en
castellano: La horda dorada, Madrid, Endymion, 1991; Marc Boyer. L´inventión de la cote d´azur.
L´hiver dans le midi. Francia, éditions de L’aube, 2002; Lencek Lena & Gideon Bosker. The beach. New
York, USA, Peguin Books, 1999, en especial, el capítulo 6, “Los discretos encantos de la playa burguesa”;
Orvar Löfren. On holiday: A history of vacacioning. U.S.A., University of California Press, 1999.
Véanse también: Nathalie Rymond. “Los interrogantes que plantea América Latina al estudio del fenómeno
del turismo”. Revista Trace N* 45, México, 2004, pp. 11-31; John K. Walton (Ed.). Histories of
Tourism. Representation, Identidy and conflict. Channel View Publications, Clevedon, England, 2005.
327
Anuario IEHS 27 (2012) .
17
Véanse: Pascal Ory. La belle illusion. Culture et politique sous le signe du Front populaire, 1935-
1938. París, Plon, 1994. En especial el capítulo12, "Sports et loisirs", pp.713-785 y, "Les vacances et la
nature revisitée (1830-1939), Jean-Claude Richez et León Strauss : « Un temps nouveau pour les ouvriers :
les congés payés (1930-1960) », en Alain Corbin, L'Avenement .... Op. Cit., pp. 376-412.
; Ellen Furlough. “ Making Mass Vacations: Tourism and Consumer Culture in France, 1930s to 1970s”.
Cambridge University Press. Comparative Studies in Society and History, Vol. 40, No. 2 (Apr., 1998),
pp. 247-286; para el caso alemán se puede consultar: George L. Mosse. La cultura europea del siglo XX.
Barcelona, Ariel, 1998, capítulos 9 y 10: "Fascismo" y "EL nacionalismo y la despersonalización del
hombre"; La cultura nazi. Barcelona, Grijalbo, 1973; También véanse los artículos del reciente libro
editado por John K. Walton: Histories of Tourism. Representation…, Op. Cit.
18
Raúl Jacob. Modelo Batllista ¿Variación sobre un viejo tema? Montevideo, Ed. Proyección, 1988 y
José P. Barrán. Historia de la sensibilidad en el Uruguay. T.1: La cultura 'bárbara'(1800-1860) y T.2: El
disciplinamiento (1860-1920), Montevideo, Ed. Banda Oriental, 1990.
328
Anuario IEHS 27 (2012)
terminales), el Estado (que impulsa una gran remodelación urbana de Montevideo, con los
parques y ramblas junto a la construcción de la principal hotelería y el permiso para el
funcionamiento de los Casinos, en 1911) y a los intereses privados, abarcando desde
individuos aislados, el rematador Francisco Piria, por ejemplo, hasta la banca, dedicada
especialmente al negocio de valorización-venta de tierras. Las élites fueron recorriendo el
camino hacia el este, hasta asentarse en 1940 en Punta del Este. Asimismo, en esta
perspectiva comparada es interesante mencionar los estudios referidos a los balnearios
chilenos. El fenómeno de la popularización del balneario llegaba a una sociedad más
jerarquizada que la Argentina, obligada a mantener su intimidad elitista recluyéndose
en playas de difícil acceso. 19
La aventura del ascenso, entonces, no se presenta como una excepcionalidad
argentina sino como el impulso de sociedades que intentan aprovechar los intersticios
igualitarios que permite el sistema. Sin duda existen diferencias entre estas sociedades:
la magnitud mostrada por el fenómeno Mar del Plata resulta poco comparable con la
ofrecida por Viña del Mar. Pero aún así, Chile mostraba signos democratizadores
ausentes en otros lugares de América Latina, como argumenta Nathalie Raymond,
cuando habla de las sociedades segregadas, en las que están cerradas las posibilidades
de trasmisiones culturales.20 Los casos de México –en especial Acapulco que estudia
Barry Carr- y de Brasil incorporan una mayor complejidad.
En este contexto historiográfico y siguiendo un orden cronológico, Carlos
Larrinaga Rodríguez, analiza, recurriendo a una interesante selección de fuentes
bibliográficas, los orígenes del turismo termal en España en el cruce de los siglos XVIII
y XIX. En parte por las ventajas brindadas por la geografía - un extenso número de
aguas termales existentes-, se considera el relevante aporte del termalismo a los
orígenes del turismo español y su articulación con el posterior fenómeno turismo de
ola, de la mano del paradigma higienista predominante en la época.
Por su parte, John K. Walton, aborda, como parte del desarrollo del consumo
popular fruto de la primera revolución industrial en Gran Bretaña, la historia del
turismo popular, desde el mediodía del siglo XIX, cuando se generalizaron las
excursiones a la costa de la clase obrera industrial, especialmente los obreros (y las
obreras) de las fábricas del noroeste de Inglaterra, que viajaban cada verano a
Blackpool, el primer balneario del mundo que sacaba provecho y divisas de las
vacaciones populares, con inversiones enormes en casas de huéspedes y
entretenimientos populares. El artículo presenta una historia muy poco difundida fuera
19
Cfr. Mariano Arana. "Paisaje y medio ambiente: algunas consideraciones sobre las áreas costeras en el
Uruguay", con el comentario de Jorge E. Hardoy. AA.VV. Medio Ambiente y Turismo. Bs.As.,
CLACSO, 1983, pp.123-155; Nelly Da Cunha. “Gestión municipal y tiempo libre en Montevideo, 1900-
1940”, en Elisa Pastoriza (ed). Las puertas al mar. Bs.As., Biblos, 2002; Gonzalo Cáceres Quiero,
Francisco Sabatini y Rodrigo Booth: “Viña del mar, de suburbio ferroviario a ciudad balneario: momentos
de un itinerario (1860-1935)”, en Ibidem; R. Booth: “La autosegregación estival y la construcción de la
identidad social: Zapallar y Rocas de Santo Domingo en el proceso de la modernización del ocio en Chile
(1892-1950)”. Revista Trace. Turistas y Turismo. N° 45, México, 2004, pp. 81-92.
20
Cfr. Nathalie Raymond. “Los interrogantes que plantea América Latina al estudio del fenómeno
turístico”, En Revista Trace, Op. Cit., pp.11-31; Fernando Rocchi: Prólogo. Elisa Pastoriza (ed). Las
puertas al mar…, Op. Cit., pp. 4-7.
329
Anuario IEHS 27 (2012) .
330
Anuario IEHS 27 (2012), pp. 331-367
Resumen:
El objeto de estudio es la evolución del turismo en Uruguay en el contexto regional mediante una síntesis de análisis más
profundos que tuvieron en cuenta zonas del territorio determinadas por una trayectoria significativa. Este abordaje que
permitió analizar el rol del Estado central y de algunos gobiernos locales así como de los agentes privados, parte de la
visualización de ese proceso localizado en las costas rioplatense y atlántica con los balnearios como ámbito de veraneo y
de prácticas sociales. Se trató de responder la pregunta de cómo se expandió el modelo vacacional basado en la
construcción de balnearios como ámbitos de sociabilidad a imitación de lo acontecido en Europa. Posteriormente, se da
cuenta de la apertura hacia otras modalidades en base al análisis de la construcción de la imagen de país turístico a partir
de 1930.
Palabras claves:
Turismo, prácticas sociales, imagen
Abstract:
Summary:
The object of study is the evolution of tourism in Uruguay in the regional context through a synthesis of further analysis
that took into account areas of the territory determined by a significant career. This approach with which is possible to
analyze the role of central government and some local governments and private agents, part of the display of the process
located in the River Plate and Atlantic coasts with spas and resorts and scope of social practices. He tried to answer the
question of how the vacation model was expanded based on the resort spas building as areas of sociability in imitation
of what happened in Europe. Later, relates about the openness to other modalities, based on the analysis of the
construction of tourist country's image since 1930.
Keywords:
Tourism, social practices, image.
Recibido: 28-06-2012
Aprobado: 25-10-2012
1
Área de Estudios Turísticos de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación – Universidad de
la República – ndacunha@netgate.com.uy – Magallanes 1577, CP.11.100 Montevideo
2
Área de Estudios Turísticos de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación – Universidad de
la República –campodon@gmail.com – Magallanes 1577, CP.11.100 Montevideo
331
Anuario IEHS 27 (2012) .
Introducción
332
Anuario IEHS 27 (2012)
económico y social iniciado a fines del S. XIX. Su economía con un fuerte perfil agro
exportador había comenzado su lento proceso diversificador en el que se ubica la
expansión del turismo, cuyo principal atractivo fue el área costera sobre el Río de la
Plata y luego, la del Océano Atlántico. Los agentes comerciales no fueron los únicos
protagonistas ya que poco más tarde el Estado, intervino en diferentes áreas
económicas, por ejemplo, en la financiera con la apertura de bancos estatales, y
además. proveyó de infraestructura, servicios y espacios públicos adecuados para el
esparcimiento teniendo una activa participación en la instalación de hoteles y
paradores.
Se inauguró, entonces, un proceso que está signado desde los orígenes por una
problemática compuesta por dos vertientes que aún perduran: por un lado, el turismo
estacional -el de veraneo- al que se le asocia la sobre explotación del recurso y, por
otro, la dependencia del mercado turístico argentino, con un perfil excesivamente
regional en cuanto al mercado emisor. La primera cuestión aún se confirma
plenamente ya que en el anuario estadístico del Ministerio de Turismo y Deporte el
período estival se mantiene de manera constante como el de mayor afluencia.
A grandes rasgos son notables las diferencias de Uruguay con Argentina y Europa.
Con una profunda vocación de veraneo, los centros serranos pero sobre todo los
termales emergieron tardíamente si se tiene presente que, como bien lo analiza Elisa
Pastoriza, las serranías de Córdoba desde fines del S. XIX estaban siendo
acondicionadas por empresas de ferrocarril con hotelería adecuada inicialmente a fines
terapéuticos y que en los años treinta el escenario turístico avanzaba sobre el curativo.
Con respecto a las aguas termales señala que a mediados de ese siglo atraían visitantes
las ubicadas en los Andes de Mendoza en las que luego colaboraron los ingleses de las
empresas del ferrocarril que poseían gran experiencia en crear ámbitos vacacionales
curativos y placenteros. 3 Si se considera cualquier sitio termal de Europa basta para
corroborar esa tendencia del mundo occidental en el S. XIX en la que esas cálidas y
mineralizadas aguas anteceden al baño de mar ya fuese como curativas o simplemente
1
2
3
Pastoriza, 2011: 86-91.
333
Anuario IEHS 27 (2012) .
siguiendo la moda marcada por la realeza y la alta burguesía. Así lo concluyen las
investigaciones de Carlos Larrinaga sobre el origen del turismo en España. 4
La importancia de la ciudad de Montevideo dado su desarrollo en turismo de
veraneo desde fines del S. XIX, ha merecido por nuestra parte un análisis específico.
Sin perjuicio de lo cual, es necesario señalar que se originaron procesos simultáneos
en el resto de la costa los que se produjeron a diferente ritmo como se observa en
los departamentos de Maldonado, Canelones y Rocha.
El proceso de construcción del paisaje costero transcurrió por diferentes etapas
generando diversos paisajes balnearios que respondieron al contexto cultural y social.
En este sentido, se entiende que el atractivo turístico es una construcción cultural,
producto del sistema de valores sociales referidos a los atractivos naturales y culturales
de una localidad o región que dan cuenta de cuestiones que pueden parecer tan banales
como las vacaciones o el esparcimiento pero que sin embargo funcionan como
disparadores de intervenciones e inversiones de muy variado porte.
Es posible descubrir peculiaridades en las instalaciones de uso social si se
comparan las diferentes instalaciones balnearias para baño de mar, paseo y hospedaje
en las playas de Montevideo. La historiografía ha interpretado ese proceso como la
formación y consolidación de “la ciudad balnearia y la ciudad jardín”, en referencia
esta última al profuso diseño de parques y barrios jardines. 5 Ese “despertar costero”
cuyos primeros pasos fueron la forestación ornamental y la expansión hotelera tuvo
como período clave las dos primeras décadas del S.XX con la construcción y
apertura de los primeros hoteles en Montevideo, Atlántida, Piriápolis y Punta del Este.
La simultaneidad observada en los orígenes de los balnearios de Montevideo,
Canelones y Maldonado conduce a considerar de desarrollo temprano estos
emprendimientos balnearios de características similares en sus orígenes: forestación,
hoteles balnearios en su mayoría con casino, y luego, loteo de tierras. Lo que contrasta
con el inicio un poco más tardío de los balnearios de Rocha –a partir de la década del
treinta- cuyas características difieren de los departamentos mencionados por sus
balnearios “rurales” de aspecto rústico, con visitantes locales, de lento crecimiento
hotelero y con el único balneario de diseño planificado: La Paloma. Circunstancia que
se explica por la escasez de medios de transporte por tierra, fue recién a partir de la
década del treinta que la construcción de carreteras comenzó a facilitar los viajes más
allá de Maldonado, departamento que ya contaba por esos años con el ferrocarril para
comunicarse con Montevideo y un incipiente sistema de carreteras, mientras que La
Paloma sólo se comunicaba con la capital del departamento de Rocha.
La popularización del gusto por el veraneo y los consecuentes cambios de
comportamientos sociales pueden ser enmarcados en el planteo realizado por Lash y
Urry donde la modalidad turística predominante es aquella que permanece a través del
devenir histórico. 6
El cambio en el gusto por el veraneo dejó sus huellas constatables en la
reorganización de los balnearios que van tomando diferentes significados. Los
4
Larrinaga, 2007: 111.
5
Jacob, 1988: 97.
6
Lash y Urry, 1998:21.
334
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7
Urry, 2004:121.
335
Anuario IEHS 27 (2012) .
8
IMM, 1911:97.
9
Ver un listado más exhaustivo en da Cunha, 2010.
336
Anuario IEHS 27 (2012)
de Azúcar y Urca y en los años treinta el Cristo del Corcovado, entre otros espacios
recreativos y turísticos.10
Los paseos marítimos (popularmente conocidos como ramblas) tienen un
significado muy relevante en el imaginario uruguayo, la vinculación con la costa fue
parte del proceso de crecimiento de la ciudad, el cual los habitantes lo fueron
asimilando paulatinamente apropiándose de ese espacio. La relación entre el
ciudadano y el mar se asocia de manera sostenida con la sociabilidad, el paseo y el
disfrute.
A partir de la primera década del S.XX, las ramblas fueron construidas por
tramos y se comenzaron a rodear de nuevos barrios y grandes arterias de
comunicación entre la ciudad y la costa. La obsesión por la cercanía al mar - propia de
la burguesía desde fines del S. XVIII- muy en boga en este período, fue interpretada a
la perfección por los empresarios privados y del gobierno municipal generando
además, determinados comportamientos sociales.11 Las pautas culturales, el control
social y sus cambios acelerados a partir de la década del treinta exigieron en su
momento una complicada infraestructura para tomar brisas y baños de mar. Por lo cual
del libre uso de la costa se transitó a la extrema regulación por parte del Municipio y de
ésta a la flexibilización de formalismos sociales para su disfrute. Este racional y
ordenado acercamiento al mar fue compartido por Mar del Plata y Río de Janeiro. En la
primera, en continua adaptación de estilos a los nuevos gustos generando extensos
debates entre la municipalidad y empresarios / usuarios que habían iniciado estas
instalaciones.
En cuanto a las actividades recreativas y de esparcimiento cultural en la ciudad de
Montevideo, se señala en primer término al carnaval debido a la importancia que tuvo
en la ciudad desde los inicios de la actividad turística. Este tuvo distintas modalidades
y escenarios que iban desde los desfiles callejeros hasta los bailes de carnaval en los
más prestigiosos clubs y hoteles de Montevideo. Fue presentado por medios de
comunicación escrita como una de los principales atractivos para los turistas y en cierta
medida conformó un rasgo identitario exclusivo de lo uruguayo.
A este principal atractivo debe sumársele los espectáculos de fuegos artificiales y
los que se desarrollaban en el Teatro de Verano, las fiestas sociales, la doma de potros o
criollas, las carreras de caballos, las competencias deportivas y el ballet acuático en
piscinas.
Sin lugar a dudas, una de las actividades que se va consolidando en el período y
que se identifica claramente con la Semana de Turismo es la criolla término por el cual
se conocen los espectáculos tradicionales de doma de potros que se llevaban a cabo en
El Prado y que ponían en valor las tareas gauchescas y las costumbres típicas del
campo. En este sentido, la revista Turismo en el Uruguay sostenía que: “[…]
acrecientan año tras año el interés del público uruguayo y de los turistas por estas
reuniones de auténtico criollismo.”12
10
Von Der Weid, 1994: 81 - 92.
11
Ver en Corbin, 1993.
12
Turismo en Uruguay, 1948: s/p.
337
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13
Jacob, 2000:293.
339
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14
Pastoriza, 20 11:90.
15
Mac Cannell, 2003.
340
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por cambios sociales en cierta forma democratizadores, por comportamientos que las
vacaciones incorporaban y a la vez impulsaban.
Este enfoque propuso otra explicación del proceso de expansión de la ciudad de
Montevideo, la del turismo como motor de urbanización y crecimiento y la
simultaneidad de ese proceso de características similares en países vecinos.
En el análisis comparativo es importante también señalar el proceso de
consolidación y permanencia de la imagen turística de las dos ciudades balnearias
más paradigmáticas de la región: Mar del Plata y Punta del Este. Ambas han
mantenido su imagen de ciudad balneario durante décadas asumiendo las
transformaciones históricas y aceptando los cambios para dar lugar a construcciones
sociales significativas.16 En el caso de Mar del Plata, formó parte de procesos
democráticos por los cuales se abrieron sus puertas a nuevas clases sociales argentinas.
En otra modalidad, Punta del Este acogiendo extranjeros que por diversas razones
políticas y económicas recalaron en sus costas. Si bien en ambas se da un proceso de
continuo cambio, de adecuación a los nuevos tiempos y nuevas prácticas sociales en
cuanto a cultura y consumo, no se puede desconocer que permanecieron fieles a sí
mismas, a la esencia de la imagen original. Esta renovación de la imagen implica un
valor diferencial que contribuye necesariamente a mantener su validez y por tanto, a la
permanencia.
En esos procesos, las prácticas sociales y las intervenciones en el paisaje
conformaron productos turísticos e imágenes perdurables e inconfundibles, reconocidas
siempre por el turista, por los que regresaban habitualmente pero también por el
rechazo de los que no concebían sus vacaciones en alguna ciudad. De acuerdo a la
evolución de estas ciudades balnearias, el turismo ha provocado profundas
transformaciones en las sucesivas y diferentes ocupaciones del entorno costero y a la
vieja concepción de vacaciones junto al mar a las que inicialmente se le agrega el juego
de azar, se le fueron sumando otros escenarios de neto corte cultural, social y político.
Un interesante ejemplo de la impronta cultural que comienza a establecerse - sobre todo
a partir de la década del 50- se manifestó en el montaje del Primer Festival
Internacional de Cine que se llevó a cabo en Punta del Este en 1951 y que tiene su
paralelismo en una edición en Mar del Plata del también denominado Primer Festival
Internacional de Cine en 1954 aunque en este caso significó, además de las
características generales de este tipo de eventos, un impulso importante al cine nacional
argentino.17 En ambos casos la coincidencia se debe ver en la participación del jet set
internacional y a las expectativas que generaron como instrumentos propagandísticos
que combinaba los placeres estivales con la excelencia del séptimo arte.
16
Campodónico y da Cunha, 2009.
17
Pastoriza, 2011:228.
341
Anuario IEHS 27 (2012) .
342
Anuario IEHS 27 (2012)
publicada en 1941 que refleja en esencia lo manifestado en cada uno de los años
analizados en el período.
“Gran actividad en todos los balnearios: Nuestros balnearios y hoteles viven en estos
momentos la agitación febril de otra temporada veraniega, e inician con vibrante
impulso una nueva etapa de su evolución ascendente.
Zonas de turismo por excelencia, ha bastado que el rigor veraniego hiciera presente
su temperatura canicular, para que millares de familias argentinas se apresuraran a
reservar alojamientos en los distintos establecimientos hoteleros que circundan las
prestigiosas playas uruguayas.
Es así que muy pronto se sucederá el espectáculo magnífico que brindan las
interminables caravanas de viajeros dirigiéndose a esas zonas privilegiadas, ávidas
de la frescura de su clima y ansiosas de la contemplación de sus innumerables
bellezas.
La hermosa ribera uruguaya, su grandeza panorámica, su triple conjunción de mar,
bosques y sierras, en un marco de indescriptible belleza, como así también su
capacidad para atender dentro de las normas del más exigente confort moderno las
grandes corrientes turísticas que se desplazan hacia sus playas, han hecho del
Uruguay, un lugar preferido e insustituible para los que en realidad anhelan pasar un
verano placentero.”19
18
El Día, 7 de diciembre de 1941: 2- 3.
19
El Día, 8 de diciembre: 5.
343
Anuario IEHS 27 (2012) .
ensenadas, puntas y playas adornadas de sierras y bosques […]” que se había equipado
con balnearios “para todos los gustos y todas las fortunas.” 20
Esa vista panorámica admitió la construcción de un perfil bien definido sobre
ambos pilares -lo natural y lo social- que borraba la idea de costa homogénea, muy por
el contrario, tanto la prensa como folletos y guías turísticas no dejaban de destacar
factores diferenciadores entre estos, los que a la larga demarcaron fronteras sociales que
sólo el turismo de masas de la segunda mitad del S. XX apenas desdibujaron. Las
“playas urbanas” eran las de Montevideo, “playas rodeadas de bosques” las de
Atlántida y la Floresta, “playas rodeadas de bosques y de sierras” las de Piriápolis y
Solís, destacándose Punta del Este por su “vida social” y las “playas atlánticas” que
alcanzaban la frontera con Brasil, las de La Paloma y La Pedrera.
La variedad de actividades articuladas a la riqueza natural aportaba y definía sus
principales características y los espacios para la sociabilidad - específicamente
veraniegos- no solo proporcionaban esparcimiento sino que demarcaban el lugar para
determinados tipos de veraneantes y la exclusión de otros que no dejaron de tener el
derecho al descanso y la diversión. Lo que se constata es que si Punta del Este se
distinguió por su perfil elitista, también los trabajadores estatales encontrarían sus
vacaciones ideales en las instalaciones del Parque de Vacaciones de UTE21 enclavado
en las serranías del departamento de Lavalleja cercanas a Maldonado. En cualquier
caso, la extensa costa en relación al tamaño y población del país, merced a los
numerosos loteos de terrenos, permitió a la clase media nacional contar con su rincón
de playa, parque y de tradicional asado.
Por lo tanto, el veraneo -si bien representaba en los primeros cincuenta años del S.
XX descanso y reposo- no impidió la práctica de una extensa gama de actividades
adecuadas al marco natural, social y cultural que en algunos casos se fueron
configurando como prácticas turísticas.
“El baño de mar, fresco y reparador de energías, cuenta con millares y millares de
devotos que se renuevan en forma constante.
A tal atractivo debe agregarse la comodidad de la indumentaria que permite el
empleo de sobrantes energías en los juegos de playa, en el ejercicio muscular
22
moderado, beneficioso para la salud del cuerpo y tonificación del espíritu […].”
20
Federación Uruguaya de Turismo, 1954:72.
21
Empresa pública de electricidad “Usinas y Teléfonos del Estado”
22
Turismo en el Uruguay, noviembre de 1935: s/p.
344
Anuario IEHS 27 (2012)
como lo son los diarios de tiraje nacional y el Almanaque del Banco de Seguros del
Estado.
Un abanico de opciones se abría en la costa contigua a Montevideo y justamente
merced a esa cercanía se fueron desarrollando pequeños balnearios que desde la década
del cuarenta al menos fueron denominados como “Costa de Oro” en el departamento
de Canelones. Las excursiones por el día y una publicitada venta de terrenos los
convirtió rápidamente en una opción de vivienda permanente lo que no fue traba para
que se los promocionara como hermosos sitios veraniegos. San José de Carrasco, El
Pinar, Marindia, Fortín de Santa Rosa, Atlántida, Las Toscas, Parque del Plata, La
Floresta, Costa Azul, San Luis, Los Titanes, La Tuna y Santa Lucía del Este aparecían
en los medios unidos por el mar –el Río de la Plata- las arenas y los bosques, todos
igualmente apropiados para el descanso, el deporte y el encuentro familiar.
Dos balnearios fueron privilegiados por las inversiones en equipamiento e
infraestructura y consecuentemente fueron portadas de revistas y extensos artículos en
la prensa. Atlántida y La Floresta contaban en los años treinta con los servicios propios
de una urbanización madura.
El primero de estos, Atlántida, se presentaba como “el primer gran balneario de
rango social en la costa después de Carrasco.” 23 En pocos años Atlántida contaba con
todos los servicios propios de una urbanización balnearia de jerarquía: electricidad,
agua potable, destacada hotelería con casino que ahondaba las diferencias con los otros
centros de veraneo más rústicos del departamento y que favorecían la concentración
de esparcimientos y todo tipo de eventos (pesca, paseos a caballo, fiestas animadas por
prestigiosas orquestas, elecciones de Miss Uruguay) todo lo cual propiciaba su
promoción como sitio ideal para visitar aún en el otoño. En 1913 se inauguró el primer
hotel, el Atlántida Hotel, de arquitectura innovadora, el art decó, con dos plantas y
situado frente al mar al que pronto se le unieron otros. Con lo cual siguió el patrón
dominante detectado en la ocupación costera más exitosa en la medida que pretendía
captar turistas provenientes de la región. Forestación en los extensos arenales,
instalación de un hotel de relevancia social, paseo marítimo, casino y deportes elitistas.
Esta temprana urbanización turística la diferenció de los otros balnearios de esa zona
que se mantuvieron con un estilo rústico y familiar, no obstante los medios la
destacaban por su ambiente natural, por sus médanos y espesos bosques, “de serenas
aguas con atardeceres maravillosos de colorido. “ 24
La Floresta en cambio se lo mostraba con un matiz diferenciador: “el oasis de
paz, […] el viejo centro de veraneo de todas las familias católicas montevideanas, que
prefieren pasar a la antigua sus vacaciones, en comunión con la naturaleza […]” 25 Pese
a estas afirmaciones igual dispuso de un exclusivo hotel con casino, clubes sociales,
paseo marítimo, todo lo cual le permitió conseguir prestigio entre las familias más
tradicionales.
El chalet en la costa con parrillero, muelles pesqueros, alquiler de botes y caballos
o la instalación de ranchos y carpas por parte de entidades deportivas y sociales,
23
Federación Uruguaya de Turismo, 1954: 72-75.
24
El Día, 23 de febrero de 1941:6.
25
Turismo en el Uruguay, 1942: s/p.
345
Anuario IEHS 27 (2012) .
Fuente: Turismo en el Uruguay, Año III, n°7, [1937] Rio Santa Lucía.
“Cerros y montes, valles y arroyos, mar y playas, abarcados por un cielo apacible,
descubren el delicado y pintoresco paisaje, con el más compuesto despliegue de
formas y matices, en que se ubican, en la costa sureste, Piriápolis y Solís.” 26
Pese a esa unidad paisajista fue posible detectar factores diferenciadores en sus
inicios que determinarán perfiles bien diferentes. Solís fue fundado por la familia
Barrera poseedora de una estancia cercana al mar. Desde 1916 conformaron la
Compañía Parque Balneario Solís que sumando integrantes aprovecharon su prestigio
social atrayendo veraneantes e inversores, entre estos a la colectividad inglesa que
dirigían empresas de ferrocarril, frigoríficos, bancos y aseguradoras. El casco de
estancia fue el primer hotel – Hotel Balneario Solís- al que le siguieron algunos pocos
más. A los promocionados loteos de extensos terrenos que albergaron casas que
evocaban un estilo rústico europeo consecuentemente no le faltaron las canchas de golf
y de tenis para recrear un distinguido veraneo familiar y de buenos modales.
La crónica, en este caso de una descendiente de la familia fundadora, resulta
sumamente ilustrativa.
26
Turismo en el Uruguay, 1948: s/p.
27
Barreira, 2003: 74.
347
Anuario IEHS 27 (2012) .
28
da Cunha y Campodónico, 2011:12.
29
Turismo en el Uruguay, 1948: s/p.
348
Anuario IEHS 27 (2012)
instaló en el que fuera el primer alojamiento del balneario, el Hotel Piriápolis de 1905,
siendo concebida como “una realización plena de generosa solidaridad hacia el niño.” 30
La costa de Maldonado simbolizó el veraneo y las vacaciones junto al mar por la
rápida concentración y especialización social de sus balnearios. Punta del Este fue y
es el símbolo del turismo elitista, al analizar su proceso de construcción ha sido posible
diferenciar dos etapas: la primera, en la que la vida veraniega estuvo concentrada en la
península con los primeros hoteles, pautada por una vida social sencilla de cabalgatas
por sus extensos bosques artificiales, playa, pesca y encuentro social. El cambio se hizo
evidente en el transcurso de la década del cuarenta, el Club de Golf de San Rafael, con
el europeo hotel del mismo nombre y los proyectos de urbanización con extensos
terrenos perfilaron la profundización de esa vocación elitista inicial. El Cantegril
Country Club concentró a partir de 1947 parte de la vida social, deportiva y cultural,
reuniones bailables, desfiles de alta costura, canchas de polo, de golf, de tenis, de
básquetbol, jardines, piscinas y en su interior, canchas de bowling, espacios para
juegos de cartas y bingos y boite. El Primer Festival de Cine Internacional de 1951 con
el apoyo del gobierno pero impulsado por al argentino Mauricio Litman - que contaba
con años de trayectoria en los negocios inmobiliarios- corrobora el supuesto que el
virtual cierre de frontera de Juan Domingo Perón terminó por impulsar aún más el
crecimiento del balneario e incentivó de hecho, la ostentosa sociabilidad rioplatense.
Precisamente en esos años comenzó a ganar el título de capital balnearia,
indicativo seguramente de la plena sustitución de Montevideo como centro veraniego.
La revista Turismo en el Uruguay –publicación de la Comisión Nacional de Turismo-
no sólo publicaba elogiosos artículos con hermosas fotografías sino que en 1942 le
dedicó un ejemplar en que relataba la vida puntaesteña.
Atributos de índole geográfica y la valoración de la acelerada transformación del
paisaje se asociaban de manera intrínsecamente vinculante a la intensa y animada vida
social de las elites montevideana y porteña.
Los “barrios residenciales” fueron tomados como referentes del veraneo elitista, la
necesidad de llamar la atención a inversores generó profusas narraciones publicadas en
la prensa y revistas especializadas. De esta expansión fuera de la península se
destacaban las urbanizaciones a medida que iban surgiendo.
De algunos ejemplares de prensa se presenta una síntesis de estos
emprendimientos. Estas narraciones a la larga fueron formando la imagen de Punta del
Este en las que mar, bosque y serranías entretejían sabiamente colores, sonidos y
aromas con el fin de despertar sensaciones.
30
El Día, 3 de marzo de 1946: 2, 3.
31
Turismo en el Uruguay, 1946: s/p.
349
Anuario IEHS 27 (2012) .
32
El Día, 31 de enero de 1937: 2- 3. 21 de marzo de 1937: 2- 3. 25 de febrero de 1940: 2-3. 27 de febrero
de 1944: 9.
350
Anuario IEHS 27 (2012)
33
Instituto Cultural del Anglo, del Ballet del SODRE y de intérpretes extranjeros.
Tampoco faltaron las exposiciones de pintura que incluían conferencias dictadas por
intelectuales ni se dejó de lado el distinguido gusto por el automovilismo.
Resulta evidente entonces, que para alcanzar jerarquía turística no bastaba con
bellezas naturalmente panorámicas. Esa intensa vida social necesitó de los hoteles
vacacionales que al albergarla y a su vez promocionarla los convirtieron en atractivos
en sí. En Punta del Este, los clubes sociales /deportivos y los paradores junto al mar
amplificaron esa capacidad de concentrar una gran variedad de esparcimientos.
En este artículo sólo se hará referencia a hoteles que se convirtieron en referentes
al contribuir en la formación de esa imagen socialmente exclusiva, algunos de los que
funcionaron precisamente como atractivos en sí. El año 1907 marca su inicio con el
Hotel Biarritz de la Sociedad Balneario Punta del Este, luego el Nogaró, el Miguez,
Las Delicias y el Playa, todos sedes de casinos, pasaron a sintetizar la idea de balneario
ideal para las clases altas.
***
33
Servicio Oficial de Difusión Radio Eléctrica, organismo estatal.
34
Turismo en el Uruguay, 1946:s/p.
35
Arredondo, 1943: 21.
351
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Un panorama costero turístico muy diferente a los que se han planteado lo fue el
de las playas del departamento de Rocha, cuestión constada en el análisis de las más
variadas fuentes de información: prensa, revistas, crónicas, folletería y guías turísticas.
La conjunción de ámbito rural y océano al que en los años cuarenta se le sumó la
valorización del patrimonio histórico local creó un inconfundible espacio veraniego
construido inicialmente por los habitantes de las ciudades y pueblos más cercanos. La
relativa lejanía con los lugares receptores tradicionales de turistas – Colonia y
Montevideo- así como de los turistas nacionales por las deficientes vías de
comunicación, permitió la conservación de sus extensos arenales oceánicos pese a los
proyectos de forestación estatal de los años cuarenta.
Superada la barrera de la distancia con la expansión de las vías de comunicación
terrestres, fundamentalmente con nuevas carreteras, ese espacio costero no perdió las
características mencionadas sino que en un proceso de reafirmación identitaria elaboró
un perfil propio que lo distinguiría claramente de los demás. Uno de sus balnearios,
producto de una íntegra planificación a partir de 1936, La Paloma, contrasta con los
352
Anuario IEHS 27 (2012)
“Las playas de arenas caldeadas y agua de intensa salinidad, ofrecían el atractivo del
deporte marino, de la pesca entre los murallones del puerto o de la pesca en las aguas
dulces de la laguna de Rocha, a unos siete kilómetros, y las excursiones a caballo por
36
el inmenso bosque de pinos que la circundan.”
“La Pedrera ha tenido tres épocas; cuando nos saludábamos aún en plena
noche porque todos nos conocíamos, cuando comenzamos a preguntarnos quiénes
eran los que paseaban por la rambla, y cuando ellos se preguntaron quiénes éramos
estos viejos que estábamos en las casas […].”37
36
El Día, 9 de marzo de 1941: 2- 3.
37
Ferrer, 1998: texto de contratapa.
353
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“[…] Parque casi reciente repentino, arrancado a la maraña que durante años y años
quiso devorar el paraje y la sólida piedra de la hermosa fábrica militar. […] Aquí
tiene el turista, surgiendo de la espontaneidad de la naturaleza, un parque de
ensueño, en que llegan a alternarse panoramas de todas las latitudes, en que los
perfumes alcanzan su más dilatada eficacia y el canto de millones de pájaros llena el
aire de inagotables melodías. Parque con edificios para albergue de empleados, con
acquariums, con un sombráculo que es orgullo para el país, donde germinan y
alcanzan lozanía, resguardadas de los soles intensos y los feroces vientos del este, la
más completa colección botánica subtropical, parque con piscinas, con
impresionantes y bellísimos desniveles, con una pajarera enloquecida de revoloteos y
trinos…
Parque de más de dos millones de árboles, provenientes de las cinco partes del
mundo; parque habitado por una fauna de innumerable variación; […] caro en el
recuerdo de los excursionistas, valorizado por su extensión en el que pacen manadas
de ciervos, llamas, alpacas […] Parque de Santa Teresa, llenos de misterio y poesía,
como de poesía y misterio está construido el poderoso aliento de nuestra zona del
este.” 38
***
38
Turismo en el Uruguay, 1947: s/p.
354
Anuario IEHS 27 (2012)
39
Turismo en el Uruguay, 1947: s/p.
355
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356
Anuario IEHS 27 (2012)
el año toda la población del país pueda distraerse y tomarse un merecido descanso.”40
Esta fundamentación se mantiene como sustento de las actividades y desplazamientos
que se realizaban en esta época del año en todo el período de análisis y significaba más
que el simple veraneo pues además de los componentes de descanso y relax, contenía
el agregado de una búsqueda de nuevos lugares dentro del territorio nacional y el
conocimiento que de ellos se podría inferir.
Artículos periodísticos a inicios de la década del 30 ya remarcaban la
característica principal de la ciudad de Montevideo en esta semana, donde se producía
el despoblamiento de la misma, siendo una práctica habitual que los montevideanos
realizaran excursiones al interior. Esta particularidad se va consolidando de tal manera
que a comienzos de la década del 50 la prensa nacional sostenía
“El pueblo uruguayo revive en estos momentos la renovada y saludable inquietud de
Su Semana de Turismo. La inquietud es colectiva: una enorme masa de población se
desplaza a través del territorio nacional buscando la satisfacción del viaje, de los
nuevos panoramas, de la aventura tonificante, del optimismo de vivir. […] Felizmente,
el territorio uruguayo se presta a la renovación de programas y destinos turísticos:
hay abundancia de playas, de sierras, de valles pintorescos, de bosques naturales
acogedores. Sin contar las visitas a las estancias o a las ciudades donde moran
amigos y parientes.”41
40
Diario de Sesiones de la Cámara de Representantes, l 9 de octubre de 1919: 238.
41
El Día, 29 de marzo de 1953: 3.
42
El Día, 3 de mayo de 1942: 6- 7.
357
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“[…] nuestra revista […] viene bregando con el mayor entusiasmo patriótico por el
fomento del turismo en estos litorales de ambas márgenes del río Uruguay,
Argentina, Uruguay y Brasil, los organismos oficiales de turismo no obstante las
facilidades que el Estado les acuerda para este fin ¿qué hacen para encauzar y
fomentar el turismo hacia estas ricas y pintorescas zonas tan propicias no solo para el
turismo veraniego sino también para el otoñal por sus benéficas propiedades
climatéricas …..?”43
Para adecuar al litoral oeste fue necesario en primera instancia acondicionar la red
carretera, mejorar los servicios de transporte de pasajeros y generar la infraestructura
necesaria para el alojamiento de los turistas.
En cuanto a la red carretera, existen en este período hitos fundamentales que
posibilitaron una mejor comunicación con la totalidad del país partiendo en todos los
casos de la centralidad de Montevideo como punto referencial del sistema de
comunicaciones. Estos se encuentran en los planes estatales de 1928, 1935 y 1944, por
medio de los cuales el Estado invirtió grandes sumas de dinero en la construcción del
sistema carretero nacional. En este contexto se considera que el primer hito fue la
construcción de la Ruta 1 en 1934 que posibilitó la conexión de Colonia con
Montevideo y la subsiguiente con los balnearios de la región del Este del país. Esta ruta
además permitía mejorar las conexiones con Argentina ya que este era uno de los
principales puntos de entrada al país. La construcción de esta ruta tiene como claro
antecedente que propicia la conectividad la inauguración del puente sobre el Río
Santa Lucía en 1925 que conectaba los litorales de los ríos de la Plata y Uruguay
Las posibilidades de recorrer el país en autobús y en automóvil se ampliaron
con la construcción de carreteras y puentes que representaron la incorporación del
territorio más allá del Río Negro a partir de 1933, lográndose superar la barrera
geográfica más importante que tenía el país en ese momento que dividía claramente al
territorio en dos, el sur próximo y el lejano norte. Este proceso altamente significativo
comenzó con la inauguración del primer puente sobre el río Negro en 1929 en la
ciudad de Pasos de los Toros. En posteriores décadas la construcción de la Ruta 3 que
conecta Montevideo con los departamentos de Paysandú, Salto y Artigas (hasta la
ciudad de Bella Unión como punto más al norte) logró una real integración de esta
región a la visión de país. Hacia 1949 se habían construido cerca de 7 mil kilómetros
de caminos.
En lo que hace a la mejora de servicios de transporte de pasajeros, se debe resaltar
la política empresarial llevada adelante por ONDA (Organización Nacional de
Autobuses) que con la fusión de pequeñas empresas locales de 1935 y con sus
43
Revista Turismo del Litoral y Actualidades Gráficas, Octubre –Diciembre de 1947: s/p.
358
Anuario IEHS 27 (2012)
hotelería por parte del Banco de Seguros del Estado (BSE) en las ciudades de Fray
Bentos, Paysandú y Salto. Más allá del valor en sí de las obras y del uso que de las
mismas se hizo, son relevantes por el significado que tuvieron para el Estado y de cómo
concebía este al turismo. De ello es representativa la tapa del Almanaque del BSE de
1951 donde luce un gran título que alude a los hoteles y a la política que se venía
llevando “En la economía del país por el bienestar nacional”44.
Estos hoteles construidos por el BSE, pronto cumplieron una doble finalidad:
ofrecer un confortable alojamiento a viajeros y turistas, y a su vez, representaron
atractivos en sí mismos, como ámbitos de sociabilidad para la población residente,
privilegiando de esta forma la vida social de la ciudad.
El Gran hotel Paysandú era resaltado por su confort pero también por la sobriedad
y modernidad de la construcción así como la amplitud de sus instalaciones que
promovían la realización de eventos sociales y en ese sentido era publicitado por la
revista Turismo en el Uruguay en 194645 y por el Almanaque del BSE46
En el caso del Gran Hotel Salto, inaugurado en 1946, la percepción del mismo era
muy similar al de Paysandú. Importa destacar aquí la funcionalidad que el mismo
cumplía para la sociedad salteña para lo cual es necesario recurrir a un artículo del
Almanaque del BSE donde se lo posiciona dentro de la vida social y económica de la
ciudad al afirmar:
“La Semana de Turismo, con sus grandes desplazamientos de la población
montevideana hacia las regiones del interior, muestran de año en año al paso de su
creciente arraigo y tradición, las ventajas de mantener un intercambio de esta
naturaleza entre la capital de la República y el resto del país. Además Salto, gran
ciudad, emplazada río por medio de una poblada y progresista región argentina, se
encontrará no sólo en la temporada turística, sino durante todo el año en condiciones
de acoger dignamente al movimiento de viajeros, ofreciéndole comodidades similares
a la de cualquier gran capital. Vale decir, este Hotel contribuirá a que Salto
mantenga en ese terreno el prestigio que la caracteriza en otras actividades.” 47
Sin perjuicio de estas inversiones de rango estatal se debe entender que los
hoteles ya venían cumpliendo un rol diferencial entre la vocación de ser un servicio
para el turista y viajero al tiempo de representar ámbitos de sociabilidad importantes
para las sociedades litoraleñas. Esto se puede ejemplificar claramente en la trayectoria
del Hotel Concordia de la ciudad de Salto. Símbolo y emblema de la hotelería salteña,
comenzó a funcionar en la segunda mitad del siglo XIX y sigue funcionando como tal
en la actualidad. De ahí el reconocimiento ofrecido por la Comisión Nacional de
Patrimonio cuando lo declaró en 2005 como Monumento Histórico, siendo parte de los
fundamentos que llevaron a este acto el reconocer el involucramiento del hotel en la
vida cultural y social de Salto. La presentación de diferentes actividades culturales en
su larga trayectoria así como el valor simbólico de haber recibido visitantes ilustres
44
Almanaque del Banco de Seguros del Estado, 1951:.201. Entrada 04/ 03/09.
45
Turismo en el Uruguay, 1945: s/p.
46
Almanaque del Banco de Seguros, 1944:76. Entrada el 25/02/09.
47
Almanaque del Banco de Seguros del Estado, 1946:. 355-358. Entrada el 10/04/09.
360
Anuario IEHS 27 (2012)
como lo fue Carlos Gardel, pasaron a formar parte del imaginario turístico de la
ciudad.
Si bien hasta el momento se reseñaron las condiciones materiales que fueron
posibilitando la integración de algunas zonas del país como lo fue la del Litoral Oeste,
se ha prestado atención a los componentes inmateriales que también sustentaron esta
apertura del país al sector turístico.
En primer lugar, la vinculación con el rio Uruguay implica ese sentimiento dual,
complementario y a veces antagónico, de unión y de diferencia que ha pautado las
trayectorias de las sociedades litoraleñas. A su vez ha generado sociedades con un
desarrollo comercial diferencial como lo fueron Paysandú y Salto, en otros casos un
desarrollo industrial incipiente como se puede ver en Paysandú y Fray Bentos. Por otra
parte, los departamentos de Colonia y Soriano -dependiendo de los períodos de
análisis- representaron puntos de entrada importantes de los turistas procedentes de
Argentina. Este proceso de movilidad en primera instancia no turística fue creando una
serie de connotaciones cognitivo –afectivas de los desplazamientos y contribuyeron de
manera directa al posterior proceso de confirmación de imagen turística de la región.
Pues se fueron sumando otras posibilidades por fuera del viaje habitual por razones
profesionales o comerciales.
En segundo lugar, la apropiación de conceptos como hospitalidad y descanso,
alejarse de la gran ciudad como lo era Montevideo implicaba necesariamente un retorno
a la naturaleza, una búsqueda de evasión pero también una predisposición a conocer
nuevos lugares del territorio nacional. Entre ellos cabe señalar las capitales
departamentales y algunas ciudades destacadas como lo fue el caso de Carmelo pero
también los espacios rurales y productivos con los que se intentaba conformar una
nueva imagen del país.
En cuanto a las modalidades turísticas que se trataban de impulsar - y las cuales a
su vez tenían un correlato natural con la región- se señalan los deportes náuticos, las
actividades en las playas de río, la pesca y la caza. Las dos últimas tenían una fuerte
vinculación con las prácticas habituales del hombre del medio rural y como actividades
turísticas en sí no requerían de instalaciones ni organizaciones específicas, la gran
variedad de la fauna autóctona hacía aún más atractiva la propuesta.
Complementariamente se ponía énfasis en las actividades de camping a la vera de los
ríos y arroyos como un elemento que se integraba perfectamente al entorno natural y en
otros casos, en versiones más institucionalizadas como las actividades desarrolladas por
la Asociación Cristina de Jóvenes en el departamento de Colonia.
Por otra parte, la presentación de la región del litoral oeste también contenía
esparcimientos culturales muchas veces vinculadas a lo propio de cada localidad así
como deportes hípicos y carreras automovilísticas. Los juegos de azar tampoco faltaron
entre las propuestas de esparcimientos como se puede apreciar en la ciudad de Carmelo
con la instalación del hotel casino en la década del 40.
Las descripciones de las fuentes del periodo analizado, las fotografías de
distintos lugares y el uso adecuado de las palabras en cada texto de la prensa de alcance
nacional intentaban poner en evidencia sensaciones que podrían percibirse en estas
zonas. Juego de luces y colores de las ciudades litoraleñas eran usados en los medios de
prensa, de ahí las representaciones de la ciudad de Mercedes con su rambla o la
361
Anuario IEHS 27 (2012) .
valoración de la costanera salteña, son solo algunos ejemplos. Esos atributos naturales
mezclados de historia, de trayectorias diferentes pero básicamente la posibilidad de
poder ser disfrutados a lo largo de todo el año representaba una fuerte contraposición a
la estacionalidad balnearia. Por tanto significaba la puesta en valor no solo de lo
natural y de sus transformaciones en sí, sino de un rico pasado histórico, del disfrute de
ámbitos de sociabilidad ya instalados que se podían vivir en los parques, ramblas y
hoteles en un contexto distinto de las zonas típicamente turísticas del país.
Reflexiones finales
La historia del turismo en Uruguay transcurre por una primera etapa que parte del final
del siglo XIX y cuya característica primordial es la construcción del paisaje balneario
362
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363
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Los años cuarenta trajeron consigo otras novedades también vinculadas al rescate
de lo tradicional pero en este caso significaron la renovación del costero país del Este.
Las ruinas coloniales aparecían como objetos a rescatar del olvido antes que el avance
de las dunas las hiciera desaparecer.
Este proceso, que ha sido objeto de más detallados análisis y que en esta ocasión
se presenta en sus rasgos sustanciales, no fue espontáneo como quizá se pueda
considerar al origen de los primeros balnearios en Montevideo. El avance del gobierno
municipal montevideano a partir de la primera década del S. XX apropiándose del
espacio costero luego que emprendimientos privados de los transportistas y de
arriesgados inversores en hotelería habían realizado las primeras transformaciones,
precedió la institucionalidad del turismo con un organismo estatal. La Comisión
Nacional de Turismo -a partir de la década del treinta- representó el cambio
proyectando nuevos lugares y modalidades por un lado, al tiempo que mantenía el
apoyo a la consolidación del veraneo facilitando créditos para la hotelería, instalando
paradores, promocionándolo a través de la publicación Turismo en el Uruguay,
folletería y documentales. Esta doble dimensión de la política turística que pretendía
instaurarse le generaría agudas críticas por parte de diversos actores que solicitaban
una gestión más equitativa de los fondos si se pretendía conformar un país turístico.
La década del 40, plena de contradicciones significó para Uruguay – y para los
uruguayos- haber conquistado el auge económico y la democracia perfecta, condiciones
que derivaron en la noción de Suiza de América con la que se aspiraba mostrar un país
más cercano a la admirada Europa que al continente que pertenecía. Los principales
atributos que sostenía esa autocomplacencia fueron hospitalidad, justicia social,
tolerancia, neutralidad y excepcionalidad respecto a los hermanos países americanos.
En la segunda posguerra la imagen de Uruguay feliz ocultaba los nubarrones que se
acercaban ante la nueva coyuntura internacional con el quiebre de la competitividad de
las exportaciones y a raíz de las políticas peronistas que cortaron momentáneamente la
fluidez del intercambio comercial y turístico entre Argentina y Uruguay.
Uno de los avances sustanciales y en el que se debe continuar, es la generación de
un corpus de historia regional del turismo pues como se ha manifestado en este artículo
la historia comparativa de los procesos ocurridos en Argentina, Brasil y Uruguay va
más allá de las peculiaridades de cada uno de los casos. Estos denotan similitudes más
que interesantes que trascienden los orígenes manteniéndose en la consolidación del
veraneo como práctica social. Así mismo, las diferencias son notables en modalidades
tradicionales en Argentina –serranías y aguas termales- a las que Uruguay alcanzará
tardíamente. Los acontecimientos producidos tienen como década fermental la del
treinta, la consolidación posterior se comienza a esbozar con el empuje de políticas
estatales que buscaban la diversificación económica en un mundo que se había
complejizado a partir de la crisis de 1929. Como someramente se ha planteado, los
años cuarenta y cincuenta pondrían nuevamente a prueba la creatividad y el ingenio en
la conformación de ese país turístico que mantuvo profundos lazos regionales en un
doble sentido: por la movilidad intrarregional y en procesos de consolidación en
sintonía.
364
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Resumen
El objetivo de este artículo es analizar cuáles fueron los orígenes del turismo en España entre finales del siglo XVIII y
buena parte del siglo XIX, procurando hacer una revisión bibliográfica que atienda a las aportaciones que diferentes
especialistas han hecho en los últimos años. En concreto, se pretende abordar el fenómeno del termalismo, tratando de
reflexionar sobre su aportación a dichos orígenes, dado el número de aguas termales existentes en España y cómo, a
partir de ellas, se fue articulando una incipiente industria termal. Al mismo tiempo, hay que prestar atención al
surgimiento del turismo de ola, centrándonos en la promoción de destinos costeros tales como San Sebastián o
Santander. A partir de estos postulados se procura hacer una reflexión final sobre lo que han sido dichos orígenes con
vistas a tener una mejor comprensión de lo que luego fue el desarrollo turístico en la España de la segunda mitad del
siglo XX.
Palabras clave:
Turismo, orígenes, termalismo, turismo de ola, España.
Abstract
The aim of this paper is to analyse what were the origins of tourism in Spain between the end of the 18th Century and
much of the 19th Century, seeking to do a literature review which satisfies the contributions made by various specialists
in recent years. In particular, it aims to address the phenomenon of thermalism, trying to reflect on its contribution to
these origins, given the number of hot springs in Spain and how, from them, was articulating an incipient thermal
industry. At the same time, it should pay attention to the emergence of tourism of wave, focusing on the promotion of
coastal destinations such as San Sebastián and Santander. From these postulates do a final reflection on what have been
such origins in order to have a better understanding of what then it was the development of tourism in the Spain of the
second half of the 20th Century.
Key words:
Tourism, origins, thermalism, tourism of wave, Spain.
Recibido: 28-06-2012
Aprobado: 25-10-2012
1
Este trabajo forma parte del proyecto de investigación HAR2011-23214, “Orígenes, consolidación y
evolución del turismo en España”, financiado por el Ministerio de Economía. La primera versión del
mismo fue defendida en el I Taller Internacional Historia y Turismo, celebrado los días 15 y 16 de marzo
de 2012 en Mar del Plata (Argentina).
2
Universidad de Granada, Facultad de CC Económicas y Empresariales, Campus de la Cartuja 18071
Granada (España) E-mail: larrinag67@hotmail.com
369
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1.- Introducción
Los orígenes del termalismo formal en España son ciertamente antiguos, entendiendo
por termalismo formal aquél mínimamente estructurado desde un punto de vista de
1
2
3
Para una visión general del fenómeno en la España del siglo XIX, véase Larrinaga, 2002.
4
Sobre Francia, véanse Grenier (dir.), 1984 y Penez, 2004, por ejemplo. Sobre Suiza, véanse Tissot, 2000 y
2002 y Humair y Tissot (dirs.), 2011.
5
Sobre el término distinción, véase Bourdieu, 1988.
6
Exitoso término empleado por Pack, 2009.
7
Buena parte de lo contenido en este epígrafe ha sido ya analizado más ampliamente en sendos trabajos
míos, Larrinaga, 2003 y 2011b.
370
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8
infraestructura balnearia. De hecho, en muchos centros termales del país hay
constancia de que sus aguas ya fueron usadas en tiempos de los romanos, ya que
cuentan entre sus muros con restos de construcciones más antiguas, constatándose así la
idea de que muchas de estas aguas ya fueron utilizadas entonces. Es más, existen
incluso referencias a una tradición no sólo de aquella época, sino incluso anterior,9
puesto que tenemos noticias de una toma de aguas informal de corte popular, la cual
pudo posiblemente perdurar en el tiempo, aunque, evidentemente, por sus propias
características, resulta bastante difícil de estudiar y de cuantificar. De ahí que no
tengamos más remedio que centrarnos en el termalismo formal, el cual, según la
tradición, entró en una grave crisis y decadencia con la implantación del cristianismo.
En efecto, reiteradamente se ha venido señalando que la Iglesia no vio con
buenos ojos la práctica termal y que la imposición de este discurso fue una de las
principales causas de la decadencia del termalismo durante la Edad Media. Se ha
argumentado que, al hacer hincapié en la idea del cultivo del espíritu y de la
mortificación de la carne, todo lo que tuviera que ver con el cuidado del cuerpo o con el
propio mito de la belleza estaba mal visto. Con lo cual el termalismo fue desechado
como práctica social moralmente aceptada, sobre todo, porque algunas de esas termas
lograron sobrevivir reconvirtiéndose en centros de prostitución, lo que no hacía sino
incidir aún más en la mala fama de estos balnearios.10 Hoy en día, sin embargo,
contamos con nuevos estudios que parecen matizar estas afirmaciones, insistiendo en la
idea de que realmente el termalismo, pese a un descenso considerable, se siguió
practicando en numerosas estaciones termales europeas, en especial, a partir del siglo
XII. A este respecto, cabe mencionar dos trabajos de sendos autores italianos que
parecen ponernos en la pista de esta otra realidad hasta ahora poco estudiada y
conocida. Se trataría de De Balneis Puteolanis, escrito entre 1212 y 1221 por Petrus de
Ebulo, sobre las fuentes termales de la Campania (Italia), y el Tratado de Baños de
Poretta de 1345.11 A mayor abundamiento, Karlsbad, en Bohemia, conocida por sus
aguas desde tiempos de los romanos, fue escogida en 1347 por el emperador Carlos IV
para construirse un castillo y en 1416 el humanista italiano Poggio Bracciolini se alojó
en el balneario suizo de Baden.12 Desde luego, son testimonios que constatan la
existencia de una cierta actividad termal cuando menos en la Baja Edad Media y que,
por lo tanto, vienen a rebajar la idea imperante hasta hace bien poco de la práctica
desaparición del termalismo en Europa durante esos siglos.
En España, por desgracia, no tenemos signos tan evidentes de semejante actividad,
pero no por ello cabe descartarla. Más bien al contrario. Sobre todo, porque la propia
Iglesia terminó por aceptar el baño como signo de purificación del alma y de expiación
de los pecados. No sólo el rito por inmersión para los bautizados es una prueba de ello,
sino que muchas fuentes termales fueron directamente cristianizadas, construyendo
ermitas, por ejemplo, con advocaciones que en muchas ocasiones tenían que ver con la
8
Sobre la construcción de un producto o destino turístico, véase el interesante análisis de Chadefaud, 1987:
16-21 para la localidad francesa de Pau y los países del Adour.
9
Oró, 1996: 127-128. A este respecto, véase también Haba y Rodrigo, 1998.
10
Battilani, 2001: 59.
11
Authier, 1997: 27.
12
Battilani, 2001: 91-92.
371
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13 14
salud o las aguas, o haciéndose algunos monasterios con algunas de estas fuentes.
Desde luego, son indicios tenues, pero quizás merecería la pena indagar en esta
dirección, toda vez que, en muchos casos, existió una tradición popular sobre las
propiedades curativas de determinados veneros de aguas minerales que muy
posiblemente no debió desaparecer.
En cualquier caso, lo que sí tenemos en España para la Edad Media es la tradición
de los baños árabes. Aquí las evidencias escritas y materiales son muy numerosas.
Hasta tal punto que la presencia musulmana en la Península Ibérica y su afición por el
baño pudieran constituir una especie de continuación de la toma de baños de la época
romana. En este sentido, sobresalen los numerosos vestigios de baños árabes por buena
parte de la geografía española. Es más, el propio término Alhama, que deriva del árabe,
significa los baños, pudiéndolo localizar en Alhama de Almería, Alhama de Aragón
(Zaragoza), Alhama de Granada o Alhama de Murcia, haciendo alusión en todos los
casos a aguas termales en las cuales perviven aún o bien restos arqueológicos de
entonces o bien la tradición de los antiguos baños árabes. Por eso, al menos en algunas
zonas de España, es factible suponer una cierta superposición de la práctica termal
desde cuando menos la época romana hasta, por lo menos, finales de la Edad Media. Y,
desde luego, todo parece indicar que a ambas tradiciones no tardaría en sumarse esa
tercera ya mencionada, más popular, esencialmente rural, y que Jérôme Penez ha
denominado como termalismo “de proximidad”.15
En cualquier caso, la realidad es que los orígenes del turismo en España, por lo
que a su vinculación a la actividad termal se refiere,16 los podemos situar en el siglo
XVIII. Observando el fenómeno con perspectiva y en largo plazo, se podría hablar de
un auténtico turismo de salud.17 En efecto, no fue hasta esa centuria cuando realmente
se produjo en España una verdadera expansión de la actividad termal. En este sentido,
sabemos que en el siglo XVII y principios del XVIII las fuentes minerales en España se
encontraban en una situación de claro abandono.18 De suerte que fueron los Borbones
quienes impulsaron y practicaron esa tradición de otros monarcas europeos de pasar
largas temporadas en estaciones termales. Ésta fue la causa de que, ante semejante
13
En la provincia de Guipúzcoa tenemos tres ejemplos claros de fuente, ermita y balneario, a saber:
Nuestra Señora de los Remedios en Atáun, San Juan en Azcoitia y San Juan en Cestona.
14
Authier, 1997: 25, señala algunos casos para Francia y, por ejemplo, Aguado Pintor, 2002: 232, se refiere
al monasterio de Monsalud, en la provincia de Guadalajara. También en Gran Bretaña habría que vincular
las aguas de Bath, por ejemplo, a la existencia de la abadía de dicha localidad.
15
Penez 2005: 69. Para el caso español, Alonso Álvarez, Lindoso Tato y Vilar Rodríguez, 2011: 20.
16
Sobre la controversia existente entre termalismo y turismo, sobre si realmente el termalismo debe ser
considerado una parte de la actividad turística del siglo XIX o sobre su contribución al mismo, véase la
interesante aportación de Penez 2005: 219-225. Brevemente, aun a pesar de calificar de ambigua la relación
entre termalismo y turismo, a la pregunta de si existen “verdaderos” turistas en los centros termales Penez
responde afirmativamente. En su opinión había huéspedes que se desplazaban a los establecimientos
balnearios porque éstos ofrecían posibilidades de alojamiento y de infraestructura imposibles de encontrar
fuera de los mismos, además de permitir hacer turismo por sus alrededores. De forma que, aunque el
termalismo fue algo previo al turismo, al menos en su definición desde el siglo XIX, para este autor, el
termalismo se adaptó e incorporó el fenómeno turístico. Es por ello que el termalismo ha sido un factor
clave del desarrollo del turismo al proporcionar razones para viajar a una parte de las elites.
Sobre la relación entre termalismo y turismo, véanse también Jarrassé (2002) y Molina Villar (2008).
17
Alonso Álvarez, 2010.
18
Alonso Álvarez, Lindoso Tato y Vilar Rodríguez (2009), p. 6.
372
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19
Alonso Álvarez, Lindoso Tato y Vilar Rodríguez (2009), pp. 6-9.
20
Mercado Blanco et al. (2003), p. 75.
21
Boyer, 2002: 18.
22
Complétese esta visión con las teorías de Elias (1989).
373
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libre.23 Las villas termales entrarían, sin duda, en esta categoría. De forma que el
establecimiento termal se configuró como un espacio de trasgresión ritualizada del
orden de la ciudad y, al mismo tiempo, de búsqueda de intimidad con la naturaleza, de
vuelta, siquiera temporal, a su seno. Los balnearios, pues, serían ámbitos sagrados,
contrapuestos al orden productivo.24 En segundo lugar, los avances que se produjeron
en el campo de la química contribuyeron igualmente a esa nueva valoración de las
aguas minerales, gracias, sobre todo, a los análisis de las mismas. Dichos análisis
posibilitaron la valoración de la calidad de las aguas y contribuyeron al conocimiento
de las mismas con vistas a la curación de una u otra enfermedad. En España, por
ejemplo, el papel del Protomedicato a finales del siglo XVIII en este terreno fue
determinante. Por eso, Jerónimo Bouza ha afirmado que el desarrollo de la química
produjo el mayor avance en el conocimiento de las aguas y sus efectos sobre el
organismo.25 En consecuencia, durante la primera mitad del siglo XIX se observa en
toda Europa, y España no fue una excepción, una mayor confianza en las propiedades
curativas de las aguas termales. En este sentido, los escritos de los médicos higienistas
animaron a esas capas altas de la sociedad a frecuentar las termas españolas, cada vez
más abundantes y repartidas por casi todo el país.
Desde luego, esta afluencia de visitantes a los centros balnearios desde la segunda
mitad del siglo XVIII hizo que pronto se pensara en su regulación. Así, pues, mediante
el Decreto de 29 de junio de 1816, las fuentes minerales quedaron sujetas a legislación,
estableciéndose que en cada sitio termal importante del reino hubiese un médico
director, ordenándose asimismo el análisis de las aguas de cada fuente, atendiendo a las
premisas más arriba comentadas. Unos años después vendría el primer Reglamento de
Baños (1817) y más tarde un segundo (1828), debiendo esperar, sin embrago, a 1834
para ver establecidas las bases fundamentales de la organización termal en España.
Efectivamente, a partir de ese momento el Estado empezó a intervenir en la
conservación y explotación de las fuentes. El gobierno se reservaba la competencia de
la inspección de los establecimientos en materia de salubridad, de buen orden y de
policía sanitaria. Ahora bien, los turbulentos acontecimientos políticos de las décadas
centrales del siglo XIX generaron importantes deficiencias en el buen funcionamiento
de las termas españolas, por lo que hubo que esperar a un nuevo reglamento, el de 1874,
para poner coto a las mismas. Así, este nuevo reglamento insistía en la declaración de
utilidad pública de los establecimientos, con el propósito de poner freno a los abusos
cometidos en décadas anteriores. De carácter claramente restrictivo, dicho reglamento
fijaba unas condiciones muy rigurosas para la obtención de la condición de utilidad
pública. En definitiva, mediante la intensificación del intervencionismo estatal el
gobierno pretendía ejercer un control estricto en un terreno tan importante como era
éste para la salud pública. De hecho, este reglamento, con algunas modificaciones, se
mantuvo hasta 1931.
Esta legislación sirvió para dar forma a lo que podemos denominar la oferta de
establecimientos termales en España. Por eso, lo primero que hay que hacer constar es
23
Sica, 1981: I, pp. 905-906 y II, pp. 980-981.
24
Del Caz, 2000, pp. 13 y 15-16.
25
Bouza, 2000: 4.
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26
que éste es un país bien dotado en este tipo de fuentes. En 1877, por ejemplo, estaban
registradas en la España peninsular 1.865 fuentes minerales, lo que suponía una fuente
por cada 262,36 km2. Desde luego, la distribución de estas fuentes era muy desigual por
las distintas provincias, hasta tal punto que 16 de ellas estaban por debajo de esa media.
Entre todas ellas destacaban, sin embargo, Guipúzcoa y Vizcaya, con una fuente por
cada 18,83 km2 y una por cada 32,77 km2, respectivamente. También con un importante
número de fuentes termales figuraban en ese año Galicia, Cataluña (excepto
Tarragona), Álava, Navarra, Oviedo y Logroño. De manera que la España atlántica
septentrional y los Pirineos concentraban la mayor parte de las fuentes minerales de la
España peninsular.27 Con el tiempo el número de fuentes termales fue a más,
manteniéndose, no obstante, una distribución parecida.
Pero una cosa es la oferta natural del recurso, abundante, como se ha podido
comprobar, y otra la transformación de esa oferta natural en oferta efectiva con vistas al
disfrute de los usuarios, es decir, con las infraestructuras necesarias para la práctica de
las aguas. Pues bien, la privatización de las mismas, llevada a cabo por las Cortes de
Cádiz a principios del siglo XIX, y su legislación pueden ser consideradas como los dos
primeros elementos a tener en cuenta a la hora de definir la oferta de las aguas termales
en España. Alonso Álvarez, Lindoso y Vilar (2009) han reconstruido la evolución de las
casas de baños oficiales a lo largo de la centuria. Pues bien, en 1816 se identifican por
primera vez 31 balnearios oficiales que contarían con 29 directores-médicos. Sin duda,
se trataba de las casas de baños más destacadas de España, lo que no quiere decir que
no existieran otros establecimientos que ofrecieran sus servicios, aunque cabe pensar
que en condiciones mucho más precarias. Unos años más tarde, en 1833, el número de
establecimientos oficiales, con sus directores médicos y su temporada de apertura de
baños, ascendía ya a 35 y en 1840 a 38, lo que significa que prácticamente en un cuarto
de siglo el número de casas de baños oficiales sólo había aumentado en siete, una cifra
aún muy corta en comparación con la expansión del termalismo que se estaba dando en
otros países europeos.28 En realidad, sólo a partir de los años cuarenta empezó a
aumentar de forma significativa el número de establecimientos de baños. De manera
que cuando Pedro María Rubio publicó en 1853 su conocido Tratado completo de las
fuentes minerales de España hablaba de la existencia en 1852 de hasta 90 fuentes con
dirección facultativa y de 80 directores entre propietarios e interinos. Posiblemente una
mayor seguridad jurídica debió estimular la creación de nuevos establecimientos y la
reforma de los antiguos.29
En cualquier caso, el hecho de que contaran con un director médico y que fueran
oficiales no significa que sus condiciones fueran en todos los casos las más apropiadas.
En el mencionado tratado de aguas del Doctor Rubio hay una vaga, pero significativa,
clasificación, distinguiendo entre 20 centros excelentes, 27 buenos, 27 medianos y los
demás serían sólo fuentes para la bebida o habría que calificarlos “muy
26
En Francia, por ejemplo, el número de fuentes reconocidas por el Estado alcanzó la cifra de 1.300 en
1898 (Grenier y Duboy, 1984: 33).
27
Anuario, 1877: 258.
28
Hembry, 1980 y 1997; Grenier (dir.), 1984; Porter (ed.), 1990; Moldovean et alii, 1999; Borsay, 2000 ;
Jarrassé, 2002 ; Penez, 2004, y Cossic & Galliou (2006).
29
Alonso Álvarez, Lindoso Tato y Vilar Rodríguez, 2009: 47.
375
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30
desventajosamente”. Lo que significa que a mediados del siglo XIX sólo
prácticamente el 55% de los establecimientos termales españoles contaban con unas
condiciones idóneas para los visitantes. Pese a lo cual, parece intuirse que se habían
producido mejoras notables en dichos centros termales, apuntando a un cierto aumento
de las inversiones. Así parece deducirse de las palabras del propio Doctor Rubio (1853:
619), quien afirmaba que el fomento y la mejora de los establecimientos de baños
españoles había comenzado tras la creación de la figura de los médicos directores en
1817, habiéndose dado los mayores avances desde 1840, hasta tal punto que los centros
calificados como excelentes habían sido creados o mejorados en esa última etapa. De
todos modos, no debemos olvidar el propio contexto español en que se desenvolvió el
termalismo en esos años. Un contexto caracterizado por numerosos obstáculos que se
opusieron a la modernización del sector balneario español. Las turbulencias políticas
que asolaron el país durante prácticamente siete décadas no deben ser desdeñadas, así
como tampoco las propias condiciones económicas del periodo.
Sin embargo, y pese al importante número de fuentes termales existentes por casi
todo su territorio, en España no hubo grandes ciudades termales; más bien algunos
hoteles o casas de huéspedes alrededor de pequeñas poblaciones. Lo cual no fue óbice
para que, sobre todo, desde el Reglamento de 1874, las inversiones en los balnearios
españoles aumentaran notablemente, algunos llegando a ser auténticos establecimientos
de lujo. Aunque esto no fue suficiente, ya que ninguno de ellos llegó a tener verdadera
fama internacional. En efecto, en el último tercio del siglo XIX parece que aumentaron
dichas inversiones y se puede hablar de un despegue definitivo del termalismo
español.31 El apaciguamiento político que trajo consigo la Restauración y las mejoras
en los transportes gracias al ferrocarril debieron desempeñar un papel a tener en
cuenta.32 Aun y todo, es necesario seguir avanzando en esa línea de análisis, tratando
de obtener más datos empíricos sobre los primeros inversores en baños termales, sobre
los capitales invertidos, sobre las mejoras técnicas introducidas en ellos, etc.33 De
forma que, aunque en los últimos años la historiografía española ha avanzado mucho en
este terreno, aún queda demasiado por hacer.
Ante semejante realidad, cabe afirmar que la demanda de los centros termales
españoles fue, fundamentalmente, nacional, pudiendo sospechar que el porcentaje de
agüistas y acompañantes extranjeros debió ser más bien escaso.34 Es posible que esa
visión romántica y exótica de España reflejada por los viajeros extranjeros de la época
no contribuyera demasiado a la promoción de estos establecimientos. España era vista
como un país más atrasado y, por consiguiente, carente de las innovaciones técnicas
demandadas por los turistas.35 Con todo, avanzando el siglo destacaría la publicación
30
Rubio, 1853: 620-621.
31
Véanse Del Caz, 2000, para Cantabria y el País Vasco; Molina Villar, 2008: 163-172, para Cataluña;
Vilar y Lindoso, 2010, y Alonso Álvarez, Lindoso Tato y Vilar Rodríguez, 2011, para Galicia; y Larrinaga,
2011, para Guipúzcoa.
32
Para la vinculación entre turismo y ferrocarril en España, véase Barquín, 2011.
33
Sobre inversión de capital en los balnearios guipuzcoanos, véase Larrinaga, 2011a.
34
Un análisis muy interesante sobre un sector tan importante de esa clientela como fue la clase política
puede verse en Vilar Rodríguez (2011). Para el estudio del caso catalán, véase Molina Villar, 2008: 239-
266.
35
Humair y Tissot (dirs.), 2011.
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de importantes guías, tales como Baedeker -en 1898 se publicó la Guía de España y
Portugal (en alemán)-, Joanne, Murray y Hachette. Junto a ellas, sobresaldrían también
las guías publicadas por las compañías de ferrocarriles, las guías indicadores de
poblaciones, de balnearios, locales, artísticas o los anuarios de clubes (ciclismo,
automovilismo, alpinismo...), editándose algunas de ellas en diferentes idiomas.36
Todo ello con el objeto de atraer nuevos turistas a un país cuya clientela seguía siendo
básicamente nacional.
Además, no debemos olvidar que las grandes villes d’eaux europeas siempre
fueron un foco de atención para la clientela más exquisita y exigente del país,37 donde
muchas veces esperaban encontrar novedades o atracciones inexistentes en los
establecimientos españoles, atendiendo a esos modelos de distinción mencionados más
arriba.38 Dicho esto, las estimaciones más recientes sobre la asistencia de clientes a los
balnearios españoles han sido realizadas por Alonso Álvarez, Lindoso Tato y Vilar
Rodríguez (2009), que matizan y completan más las cifras ofrecidas en su momento por
Octavio Montserrat Zapater (1998:15). Mientras éste se centraba inicialmente en los
enfermos, los primeros tratan de estimar la afluencia total, incluyendo todo tipo de
clientes. Atendiendo a este último criterio, para el periodo que va de 1847 a 1851, el
número de bañistas pasó de 39.000 a 46.000 en los 78 establecimientos que disponían
de facultativo. A estos enfermos registrados según la normativa al uso habría que sumar
los que acudían sin prescripción facultativa y los que lo hacían por afición, además de
los acompañantes, familiares y sirvientes. Las cifras entonces podrían elevarse a 77.000
y 89.000, respectivamente, lo que supone un aumento del 15,8%, en unos años de
importante inestabilidad política por el levantamiento carlista de 1846 a 1849. 39 A
partir de entonces se fue produciendo un incremento progresivo de visitantes, hasta tal
punto que, para 1877, en los 141 establecimientos con facultativo, los bañistas
ascendieron a 80.647, mientras que la afluencia total superó los 133.000, lo que
significa un aumento de casi el 50% respecto de 1851.40 Esta cifra estaría, en verdad,
muy próxima a la dada por Montserrat Zapater (1998:16), quien, para el último tercio
del siglo, habla de unos 135.000 afluentes, distinguiendo entre unos 80.000 bañistas de
pago, unos 14.000 gratuitos y 40.000 acompañantes. Una cifra en cualquier caso
modesta, si la comparamos con la estimación de 300.000 clientes, enfermos y
acompañantes, de los balnearios franceses al final del Segundo Imperio.41
36
González Morales, en prensa: 2.
37
Grenier (dir.), 1984, y Moldoveanu et alii, 1999. En este sentido llama la atención que en una fecha tan
temprana como 1841 Granville insistiera en el atractivo que tenía los centros termales alemanes frente a los
ingleses. Véase también Hembry, 1997: 148, quien sostiene que la aristocracia británica se sintió más
atraída por las grandes ciudades termales continentales que por las de su propio país, cada vez más
frecuentadas por las clases medias e incluso por las clases trabajadoras mediante excursiones.
38
Pueden encontrarse interesantes ejemplos de esta realidad para un destino tan de excelencia como el
suizo en Humair y Tissot (dirs.), 2011, donde se insiste precisamente en la importancia de los adelantos
técnicos para la conformación de un producto turístico de calidad.
39
Alonso Álvarez, Lindoso Tato y Vilar Rodríguez, 2009: 64-65. Montserrat Zapater,1998: 15, habla de un
total de 51.485 enfermos que visitaron los balnearios españoles en 1847 y de 66.790 en 1850, tal como se
observa en la tabla adjunta.
40
Alonso Álvarez, Lindoso Tato y Vilar Rodríguez, 2009: 87.
41
Wallon, 1985: 176.
377
Anuario IEHS 27 (2012) .
Cuadro 1
Estimación de enfermos en los establecimientos de baños españoles
entre 1847 y 1930
Pese a que los datos no son espectaculares y que España nunca jugó un papel
determinante dentro del termalismo europeo del siglo XIX, la trascendencia de éste en
el desarrollo histórico del turismo español parece innegable, como lo es para otras
realidades históricas próximas, como, por ejemplo, Italia o Portugal.45 Tal es así que,
como fenómeno, se ha sostenido que hizo dos aportaciones fundamentales a la historia
del turismo moderno. Por un lado, le transmitió su marcada estacionalidad; por otro,
favoreció la aparición en torno a la propia terapia médica de toda una serie de
42
Anuario, 1883: 459. Para este mismo año, Alonso Álvarez, Lindoso Tato y Vilar Rodríguez, 2009: 103,
dan la cifra de 96.194 bañistas registrados y 158.721 afluentes.
43
Reseña, 1903: 20.
44
Larrinaga, 2005.
45
Para el caso de Italia, véanse Battilani, 2001, y Berrino, 2011; para Portugal, véase Gonçalves y
Mangorrinha, 2009.
378
Anuario IEHS 27 (2012)
46
actividades complementarias o de ocio. Es más, la propia clientela que atrajo fue la
misma que en poco tiempo se lanzarían a las prácticas meramente turísticas con el ocio,
el descanso y el divertimento como único objetivo, abandonando progresivamente el
paradigma higienista. Un paradigma que, por otro lado, entró en crisis a finales del siglo
XIX y principios del siguiente, en gran parte, porque las determinaciones tomadas por
las autoridades y los médicos fracasaron ante la elevada mortalidad originada a
consecuencia de las enfermedades infecciosas. La fiebre amarilla y el cólera, que
afectaron a Europa durante todo el siglo XIX, demostraron que las teorías existentes
sobre las enfermedades contagiosas eran inadecuadas y las medidas profilácticas
propuestas eran poco eficaces. Al mismo tiempo, los adelantos que se habían producido
desde el último cuarto del siglo XIX en la bacteriología y en la inmunología, gracias,
principalmente, a los descubrimientos de Pasteur y de Koch, pusieron en un
compromiso a la balneoterapia.47 Por ello, y entre otras razones, las motivaciones
medicinales para asistir a los centros termales fueron perdiendo fuerza poco a poco,
haciéndose cada vez más presente la idea del ocio y de la diversión.48 Fue entonces
cuando la asistencia a los balnearios empezó a descender a favor de los centros playeros
en los que además de los baños de ola se ofrecían cada vez más y mejores
entretenimientos.49 Todo parece indicar, pues, que los centros costeros fueron capaces
de ofertar formas de ocio más diversificadas y atractivas que los establecimientos o las
ciudades termales, algunas de las cuales, por otro lado, para la segunda mitad del siglo
XIX se estaban convirtiendo en localidades residenciales o para la tercera edad (Para el
caso británico, véase Hembry, 1997:146). Desde luego, durante el siglo XIX, los
centros termales españoles carecieron de las posibilidades de ocio y diversión que por
entonces ofrecían esa villes d’euax tales como Baden-Baden, Wiesbaden, Vichy o
Karlsbad, ciudades que desde mediados del siglo XIX eran ya visitadas no sólo para
tomar las aguas, sino también para divertirse.
El acudir a las localidades costeras a tomar baños de mar como actividad turística fue
una práctica que se fue consolidando a lo largo del siglo XIX, en especial durante su
segunda mitad, si bien cogió más auge en los años finales de esa centuria y principios
del siglo XX. Tal como sucediera con el termalismo, igualmente aquí fueron las capas
altas de la sociedad las que trataron de beneficiarse de las virtudes salutíferas del mar.
Aunque también es verdad que existían ciertas tradiciones ancestrales vinculadas al mar
46
Moreno, 2007: 25. Algunos de estos aspectos ya fueron puestos de manifiesto en su día para el caso
británico por Walvin, 1978: cap.1. Por lo demás, sobresale, a modo de comparación, el caso de Suiza.
Véanse, por ejemplo, Narindal, 2011; Sulmoni, 2011, y Gigase, 2011.
47
Montserrat Zapater, 1998: 231.
48
Corbin, 1995 y Fisher (ed.), 1997. Para el caso británico, Walton, 1983, y Travis, 1993, han llegado a
señalar, incluso, que, para después de 1850, los centros turísticos de playa empezaron a impulsar cada vez
más el ocio y el entretenimiento, dejando en segundo lugar los aspectos curativos.
49
Para el caso español, véase Valero, 1994. Sobre la construcción de estos espacios marítimos en general,
véase Gray, 2006, y sobre el desarrollo del ocio en los centros playeros británicos, Walvin, 1978: cap.4.
Para la historia del ocio en general, véase Borsay, 2006.
379
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50
en determinadas zonas de España, tradiciones populares de carácter bien distinto a lo
que se fue constituyendo como una actividad turística estructurada con infraestructuras
de todo tipo. A este respecto, es importante señalar que si antes se ha hecho alusión al
paradigma higienista para la puesta en valor de las aguas termales, otro tanto se podría
decir para las aguas marinas, toda vez que muchos médicos vieron en los baños de mar
un poderoso agente para la conservación de la salud y un recurso terapéutico para
recuperar, en determinadas circunstancias, la salud perdida.51
De todos modos, no estaríamos hablando de cualquier tipo de aguas, sino de las
aguas de mar frías. A las aguas cálidas del Mediterráneo todavía les quedaba un tiempo
para su revalorización. En este sentido, hay que resaltar el cambio que se produjo
respecto de la concepción del mar. Como señalara en su día Alain Corbin (1993), la
literatura antigua había presentado el mar como un lugar enigmático por excelencia y
tradicionalmente se había mantenido una imagen de miedo y repulsión a lo largo de los
siglos. Sin embargo, entre 1690 y 1730 se desplegó en Occidente lo que desde el siglo
XVII se denominaba en Francia la teología natural y en Inglaterra la físico-teología, de
suerte que la belleza de la naturaleza mostraba el poder y la bondad del Creador. Se
descubrió, por lo tanto, el placer, hasta entonces desconocido, de un entorno convertido
en espectáculo. Esto implicaba, como acabo de mencionar, un cambio de actitud
respecto del océano y del agua marina. Los estudios y las teorías sobre el poder
salutífero del agua del mar se multiplicaron y numerosos médicos empezaron a
recomendar los baños de ola. Así, la obra del doctor Richard Russell resulta de especial
trascendencia, ya que, en su entusiasmo por los beneficios del agua marina, llegaba a
recomendar que el paciente se bañase una vez al día, bebiera media pinta de agua de
mar por la mañana y un vaso al salir del baño y, si llegara el caso, se hiciera friccionar
con algas recientemente recogidas en las rocas y se duchara con agua de mar fría
previamente calentada.52 En definitiva, como ha afirmado Corbin, del mar se esperaba
que remediase los males de la civilización urbana.53
De esta forma, si aceptamos que hubo, en efecto, una Revolución de Bath, con
nacimiento como práctica social en Inglaterra, John K. Walton ha defendido, por su
parte, que las vacaciones a la orilla del mar fueron una invención inglesa del XVIII que
se convirtió en una norma cultural que progresivamente se expandió desde Gran
Bretaña a la mayor parte de la Europa occidental.54 De manera que las dos invenciones
más importantes para el desarrollo del turismo contemporáneo nacieron en Inglaterra,
extendiéndose como práctica social por otros territorios. Si volviéramos al símil de la
Revolución Industrial invocado por Boyer, con la invención del turismo hecha en
Inglaterra podríamos hablar también de una “conquista pacífica”, tal como definió a la
industrialización europea Sydney Pollard en su conocido libro. Una conquista,
evidentemente, a la que no fue ajena España. Aunque, en el terreno de la toma de aguas
50
Por ejemplo, para el litoral atlántico de Andalucía, véase Valero, 1994: 301-302, y para San Sebastián,
Corbin, 2005: 70-71.
51
Por comparación, la bibliografía en el caso británico es muy abundante. Véanse, entre otros, Walton,
1983; Borsay, 2000; Hassan, 2003, caps. 2-4; Durie, 2006; y Brodie & Winter, 2007.
52
Corbin, 1993: 99.
53
Ibídem: 94.
54
Walton, 2001: 272.
380
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marinas, su desarrollo fue más tardío que en otros países de Europa. En efecto, según
Walton y Smith, aquél se dio con casi un siglo de retraso con respecto a Inglaterra, unos
cincuenta años si lo comparamos con Francia (Boulogne) y algo menos si hacemos lo
propio con Bélgica (Ostende). Las diferencias serían menores al relacionarlo con
Holanda o Alemania.55
Así, para los años veinte del siglo XIX los primeros bañistas buscaron disfrutar de
las brisas marinas y de los baños de ola. De hecho, hay constancia de estos primeros
visitantes en San Sebastián, a orillas del Mar Cantábrico, durante esos años. En
concreto, es posible citar un par de libros de esa época que parecen confirmar este
hecho. Se trataría de Hand-Book de 1831 de Samuel Edward Cook y de Sketches of
Scenary in the Basque Provinces of Spain de 1838 de Henry Wilkinson.56
Recientemente Alain Corbin (2005:70-71) ha sostenido que en San Sebastián, como en
Bayona (en el Pays Basque), conocían desde hacía tiempo el placer del baño del mar,
defendiendo en este caso la existencia de un modelo distinto al de la “invención del
mar” del Dr. Russell en Brighton. En el caso donostiarra, se trataría de un baño menos
codificado, de un baño colectivo cargado de hedonismo y de sexualidad en el que
ambos sexos se mezclaban y con un componente lúdico semejante al de otras zonas del
Mediterráneo. Lamentablemente Corbin no sustenta esta afirmación en fuente alguna.
Como en otras zonas costeras, no es de extrañar que pudiese haber en el litoral vasco
prácticas de este tipo, si bien todo hace pensar que pronto se superpuso a ellas el
modelo de Brighton, que fue el que finalmente logró imponerse.57
Siendo esto así, San Sebastián habría empezado a ser frecuentada en el decenio de
1820 a 1830, años en que se constituyeron, según Alain Corbin, los grandes centros de
turismo marítimo en la Europa del Norte.58 Aunque en este caso su consolidación no se
produjo hasta los años cuarenta, una vez superados los perjuicios ocasionados por la
Primera Guerra Carlista. De hecho, en el verano de 1845, como consecuencia de una
afección cutánea, la reina Isabel II acudió a San Sebastián a tomar los baños marinos.
En verdad, no era la primera vez que un miembro de la familia real se acercaba a la
playa de La Concha, ya que un tío suyo, el infante don Francisco de Paula Antonio ya
lo había hecho en dos ocasiones anteriores, en 1830 y en 1833. Por lo tanto, San
Sebastián empezaba a convertirse en el punto de destino del veraneo real, algo que se
iría consolidando en las décadas sucesivas, hasta el punto que la reina María Cristina,
asidua veraneante en la ciudad desde 1887, se hizo construir un palacio en uno de los
extremos de La Concha. Para mucho antes, 1848, siguiendo a un testigo de la época, la
playa de la capital donostiarra era sin disputa una de las mejores y más cómodas de
España.59 En consecuencia, la presencia de la familia real primero y la mejora de los
transportes terrestres (ferrocarril) después sirvieron para afianzar la posición
predominante de San Sebastián en el panorama turístico español del siglo XIX 60.
55
Walton & Smith, 1996: 36. Véase también Valero, 1994: 299-300.
56
Aguirre, 1995: 88-89.
57
Así parece derivarse del libro de Madrzo, publicado en 1849.
58
Corbin, 1993: 342.
59
Madrazo, 1849: 126.
60
Larrinaga, 1999: cap.6. Sobre la relevancia del ferrocarril en el caso de San Sebastián, véase Valero,
1991, y Aguirre, 1995: 107 y 108.
381
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Semejante afluencia de visitantes hizo que en la segunda mitad del siglo XIX y
principios del XX San Sebastián se fuese dotando de las infraestructuras necesarias,
tanto de transporte como de hotelería y de servicios urbanos, como para ofertarse como
el destino turístico más importante de la España de esa época.61 Otro tanto se podría
decir de la oferta de ocio, cada vez mayor y de carácter más internacional con vistas a
atraer no sólo al mercado nacional, sino también la internacional, que ya gozaba de los
placeres del veraneo en una localidad tan próxima como Biarritz.62
Cuadro 2
Veraneantes en San Sebastián a finales del siglo XIX
1876 1890
Mayo 11.000 46.000
Junio 13.000 56.000
Julio 34.000 94.000
Agosto 43.000 140.000
Septiembre 37.000 136.000
La puesta en valor de las aguas frías atlánticas hizo que San Sebastián no fuese el
único centro de veraneo de baños de ola que surgió en el siglo XIX. En realidad, todo el
Cantábrico oriental conformó el primer espacio turístico costero de España, el de las
denominadas “playas del Norte”.63 Dejando a un lado San Sebastián, la localidad más
notable de todas ellas fue Santander, que pronto se convirtió en uno de los centros
turísticos más importantes de la España del siglo XIX y principios del XX. La presencia
de varios miembros de la realeza y de la nobleza madrileña y castellana afianzó su
posición entre las playas norteñas, llegando a hacer la competencia a la misma San
Sebastián64. Incluso, durante la Segunda Guerra Carlista se convirtió en el principal
lugar de veraneo de España, desbancando a San Sebastián de su primera posición.
Aunque una vez concluida la contienda, la Bella Easo volvió a recuperar su puesto, lo
que no fue óbice para que Santander se consolidara como gran centro turístico y
desarrollara, gracias principalmente a la familia Pombo, uno de los espacios turísticos
más característicos de España, El Sardinero.65 Además, en su impulso turístico, hay que
recordar que a principios del siglo XX, el propio rey Alfonso XIII fue obsequiado con
el palacio de la Magdalena con el fin de que distribuyera sus vacaciones entre San
Sebastián y Santander.66
61
Larrinaga, 2007.
62
Valero, 1994: 321. Sobre la construcción de los espacios de ocio en San Sebastián, véase el interesante
libro de Gómez Beldarrain, 2005.
63
Walton & Smith, 1996. Véase también Larrinaga, 2005.
64
Sobre la presencia de la familia real en Santander, en concreto, de la reina Isabel II, véase Casado
Cimiano y Crespo López, 2007: caps.3 y 4.
65
Gil de Arriba, 1992, y Sazatornil, 1994.
66
Larrinaga, 2005.
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Siendo cierto que las playas del Cantábrico fueron las más visitadas y apreciadas a
lo largo de todas estas décadas, también en Andalucía se desarrollaron algunos centros
turísticos en su parte atlántica. Fueron los casos, por ejemplo, de los núcleos costeros de
la provincia de Cádiz, sobresaliendo Sanlúcar de Barrameda, que fue escogida como
lugar de asueto por los duques de Montpensier, llegándose a convertir en centro de
atracción de aristócratas, políticos y familias burguesas de la Andalucía oriental
fundamentalmente.67 Es más, la propia capital gaditana contaba ya para 1879 con una
considerable afluencia de visitantes a la búsqueda del gratificante baño y de las veladas
nocturnas.68 Aunque, sin duda, uno de los casos más representativos fue el de Málaga -
en la costa mediterránea de Andalucía-, que trató de explotar su playa y su cálido clima
desde finales del siglo XIX mediante la creación en 1897 de la Sociedad Propagandista
del Clima y Embellecimiento. La idea era emular a Niza o Cannes y convertirse en la
capital de una supuesta “Riviera española” a la que los turistas pudiesen acudir en los
meses menos cálidos del año.69 Se trataba de fomentar una estación climática atractiva
para las elites de los países fríos del norte y del este de Europa, ofertando el sol de
invierno.70 A este respeto, es preciso tener en cuenta que desde finales del siglo XIX y
más claramente desde 1900 la costa mediterránea francesa ejercía un cada vez mayor
atractivo. Sin duda, un interés nuevo por la natación favoreció las aguas más templadas
del Mediterráneo71 y España contaba con muchos kilómetros de costa templada que
con los años se pondrían en valor, dando lugar a un tipo de oferta que, avanzado el
tiempo, terminaría consolidándose como de sol y playa, desbancando, en gran medida,
a las playas frías del norte.
4. Conclusiones
Aguas termales y aguas marinas fueron, por tanto, los dos recursos por excelencia para
sentar las bases del turismo español en el siglo XIX. En un principio, centros termales y
playas frías fueron las dos caras de una misma moneda. De hecho, hasta cierto punto se
podría decir que eran complementarios, ya que ambos fenómenos respondían al mismo
paradigma, al higienista.72 Un paradigma que comenzó a resquebrajarse a finales del
siglo XIX y, sobre todo, al doblar el siglo XX, tal como ya se ha mencionado. De
hecho, progresivamente el fenómeno termal fue perdiendo peso en favor del turismo de
playa, más adaptado a un nuevo paradigma emergente en el que la diversión fue
ganando terreno frente a unas aguas minerales cuyas propiedades salutíferas estaban
cada vez más en entredicho. En definitiva, las playas podían resultar más divertidas,
baratas y acordes con una demanda en alza derivada de una mayor participación de las
masas en todos los ámbitos de la vida social, incluido el turismo. Si bien es preciso
67
Valero, 1993: 217 y ss. y Valero, 1994: 301-313.
68
Marchena, 1996, págs. 147-167.
69
Sobre la invención del invierno en la zona de Hyères y Niza (incorporada a Francia en 1860), ya para
finales del siglo XVIII, véase Boyer, 2005: 163-180. Sobre la invención de la Costa Azul como destino de
invierno, véase Boyer, 2009.
70
Arcas Cubero y García Sánchez , 1980. Véase también Pellejero, 1995.
71
Boyer, 2002: 25-26.
72
Una obra de mediados del siglo XIX así parece constatarlo, Madrazo, 1849.
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decir que todavía se estaba lejos del turismo de masas, fenómeno propio de la segunda
mitad del siglo XX, sectores cada vez más amplios de la burguesía se fueron
incorporando al fenómeno turístico acorde con esa capilarización de la que habla Marc
Boyer (2002:27).
Por otro lado, también hay que decir que, además de las aguas, pronto se
observó lo beneficioso que resultaba el pasear por el campo, el ejercicio al aire libre e
incluso el pasar temporadas en pleno entorno natural. Por tanto, el gusto romántico por
la naturaleza fue el marco que dio origen a otras formas de actividad turística como fue
el caso del excursionismo, poniéndose de moda en España, desde mediados del siglo
XIX, las altas cumbres y sus ascensiones. Precisamente, uno de los primeros focos del
excursionismo español estuvo en Cataluña, debiéndose tanto a razones propiamente
geográficas (los Pirineos), como al incipiente romanticismo y nacionalismo. Por su
parte, en Madrid surgió el otro gran centro del excursionismo español, esta vez ligado a
la Institución Libre de Enseñanza, destacando en este caso las salidas a la Sierra de
Guadarrama. Ahora bien, con el excursionismo llegaron asimismo los deportes de
montaña, el alpinismo y el esquí. Aunque dentro del excursionismo tampoco deben
olvidarse las excursiones artísticas, tan prolíficas desde finales del siglo XIX y que
deben considerarse como un claro antecedente del turismo cultural en España.73
En definitiva, al doblar el siglo XX se puede decir que en España se habían
sentado ya las bases de la posterior expansión turística que el país conoció en el siglo
XX. No es de extrañar, por tanto, que a partir de ese momento la Administración
empezase a jugar un papel cada vez mayor,74 si bien es verdad que, salvo en el tema de
las aguas termales ya mencionado, todo hace pensar que fue la iniciativa privada la que
llevó la voz cantante en esta materia. Desde luego, aún estamos lejos de contar con
datos sólidos para cuantificar las inversiones, para tratar de averiguar cuánto pudo
suponer el turismo en el PIB español del siglo XIX o para saber quiénes fueron los
pioneros en inversiones relacionadas con el turismo, pero lo que parece intuirse es que
en estos orígenes lejanos del turismo actual español se fueron sentando unos sólidos
pilares en lo referente a la actividad turística y al know how turístico que pudo ser
aprovechado en las décadas posteriores para levantar una industria capaz de representar
hoy en día cerca del 11% del PIB español.
73
Moreno, 2007: 36-41.
74
Pellejero, 1994 y 2002.
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Resumen:
El presente trabajo apunta a contribuir desde la perspectiva de la historia social, al conocimiento de la emergencia del
turismo nacional en el cruce entre tres dimensiones: la incipiente política estatal turística, las intervenciones de las
entidades civiles y el mundo de los negocios y el consumo en torno del turismo. Nos proponemos trazar una síntesis de
las principales líneas que caracterizaron al turismo en la Argentina durante la primera mitad del siglo XX atendiendo a
las transformaciones en los elencos sociales de turistas, sus prácticas y consumos, como también a los cambios en los
medios de transporte y las formas de viajar y al surgimiento de los distintos destinos que compusieron finalmente el
mapa turístico argentino.
Palabras claves:
Turismo, historia, turismo social, políticas públicas, prácticas sociales.
Abstract:
This paper aims to contribute to this field in formation from the perspective of social history, from an overall view of the
emergence of domestic tourism at the intersection of three dimensions: the emerging tourism state policy interventions of
the entities civilians and the world of business and consumption around tourism. We intend to draw a summary of the
main lines that marked tourism in Argentina during the first half of the twentieth century in response to changes in the
social casts of tourists, their practices and consumption, as well as changes in transportation and forms of travel and the
emergence, over the period, the various destinations that made ultimately the tourist map of Argentina.
Keywords:
Tourism, history, social tourism, public policies, social practices
Recibido: 28-06-2012
Aprobado: 25-10-2012
1
Elisa Pastoriza (Universidad Nacional de Mar del Plata, E-mail: elisapastoriza@gmail.com); Melina
Piglia (Universidad Nacional de Mar del Plata, CONICET, E-mail: pigliamelina@gmail.com)
393
Anuario IEHS 27 (2012) .
Introducción
Durante el transcurso del el siglo XX, el modelo de ocio aristocrático cede paso al de
masas, en un proceso de democratización social que implicó, a la par de una igualación,
una mayor diferenciación de la sociedad en el acceso y consumo de estos bienes y
beneficios. Nuevos temas son abordados: la obtención de las conquistas sociales, la
disminución horas laborables semanales y las vacaciones pagas junto a la invención de
nuevas prácticas y accesos al tiempo libre –en el que jugarán un importante papel los
modernos medios de transporte- que tendieron a una homogeneización social. En dicho
proceso fueron desempeñando un creciente rol las clases medias.
En la Argentina el turismo se está constituyendo en campo de indagación para la
historia solo recientemente. Una de las líneas abordadas ha sido, en el cruce con la
historia urbana y la historia cultural y social, el estudio de localidades turísticas. Las
transformaciones materiales, la sociabilidad, las prácticas del ocio, las representaciones
e imágenes que construyeron la “mirada turística”, los mercados de tierra y de trabajo,
las interacciones entre turistas y residentes, han sido objeto de atención por parte de
distintos autores. En esta dirección se ha analizado con mayor profundidad el caso de
Mar del Plata y en menor grado otros lugares turísticos como Bariloche o las sierras
cordobesas.2 Otra línea de investigación recientemente explorada ha sido la de las
políticas públicas en relación con el turismo. Aquí el turismo social peronista ha
capturado la mayor parte del interés, aunque otros trabajos han avanzado sobre los años
veinte y treinta, atendiendo en particular a la política vial y a la participación del Estado
en la producción de atractivos turísticos, mediante la obra pública de la Dirección de
Parques Nacionales, la construcción de hoteles estatales y la restauración de
monumentos históricos.3 El presente trabajo apunta a contribuir a este campo en
2
Véanse: Bertoncello, Rodolfo, "Configuración socio-espacial de los balnearios del Partido de la Costa
(Provincia de Buenos Aires)", En Territorio, Nº5, Instituto de Geografía, FFyL, UBA, 1993; Bruno, Perla,
“La humanización del paisaje”, en Bruno, Perla y Mazza, Carlos, Construcción de paisajes.
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las vacaciones. Breve historia del turismo en la Argentina, Edhasa, Buenos Aires, 2011; Piglia, Melina,
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“turismo popular” en Argentina (1943-1955), en Entrepasados, Nº 14, comienzos de 1998; Zuppa,
Graciela (Ed.), Prácticas de sociabilidad en un escenario Argentino, Mar del Plata, UNMDP, 2004.
3
Véase por ejemplo Ballent, Anahí, “Kilómetro Cero: la construcción del universo simbólico del camino
en la Argentina de los años treinta”, Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr.
Emilio Ravignani”, Tercera serie, Nº 27, Buenos Aires, 1er semestre 2005; y “Monumentos, turismo e
historia: imágenes del noroeste en la arquitectura promovida por el estado, 1935-1945”, en Jornadas
Perspectivas históricas sobre el estado argentino; Universidad Nacional de Quilmes, Bernal, 2003;
Pastoriza, La conquista de las vacaciones, op.cit y Turismo social y acceso al ocio: el arribo a la ciudad
balnearia durante las décadas peronistas”, en Pastoriza (ed.), Las puertas al mar, Biblos, Buenos Aires,
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vacaciones y los nuevos rituales obreros, 1943-1955”, Nuevo Mundo Mundos Nuevos, 2008
http://nuevomundo.revues.org/index36592.html; “Estado, gremios y hoteles. Mar del Plata y el
394
Anuario IEHS 27 (2012)
Diversos escenarios y paisajes –playas, sierras, lagos y montañas- formaron parte del
surgimiento del turismo en la Argentina y la emergencia de una nueva cultura del ocio y
el tiempo libre, de intensa significación social.
Dos coordenadas acompañaron este nuevo recorrido: las razones de carácter
terapéutico y la tendencia hacia un ocio placentero. En épocas en que la creciente
población urbana estaba amenazada periódicamente por enfermedades epidémicas, las
familias pudientes procuraron el traslado de sus lugares de residencia y el alejamiento
estacional hacia las quintas aledañas y las estancias. Gradualmente, también las zonas
termales, las serranías de Córdoba y de los sistemas de Ventania y Tandilia o los
balnearios atlánticos, fueron vistos como espacios propicios para la cura o la profilaxis.4
En forma paralela, también crecía la tendencia que buscaba el placer y el ocio: los
paseos en los bosques de Palermo o en El Tigre en las aguas del Paraná, que fue
rápidamente engalanado con grandes palacetes y lujosas casas quintas, y que, para 1890,
contaba con el Tigre Hotel.
Para la misma época la playa y el mar irrumpieron como espacios curativos, de
recreo y descanso. La playa, en un sentido amplio, se incorporó a la cultura de toda la
nación y el turismo pasó, paulatinamente, a formar parte del proyecto modernizador.
Dicho proceso comenzó en los primeros pueblos balnearios del sudeste de la provincia
bonaerense (Mar del Plata, Miramar y Necochea). La instalación de Mar del Plata en la
escena social, entró rápidamente en contraste con la tranquilidad y la soledad de las
estancias, el descanso saludable serrano y cordillerano y paulatinamente esa
sociabilidad agitada se tornó en objeto deseable. El estudio de su itinerario permite
visualizar en forma concentrada el proceso de conquista del ocio en la Argentina,
Peronismo”, en Estudios Sociales, Nº34, 2008;; Piglia, Melina, “The Awakening of Tourism: The Origins
of Tourism Policy in Argentina, 1930-1943”, Journal of Tourism History, vol. 3, Nº 1, enero-abril 2011,
pp. 57-74 y Automóviles, Turismo y carreteras como problemas públicos: los clubes de automovilistas
y la configuración de las políticas turísticas y viales en la Argentina (1918-1943),Tesis doctoral en
Historia, UBA, Buenos Aires, 2009; Scarzanella, Eugenia, “Las bellezas naturales y la nación: los parques
nacionales en la Argentina en la primera mitad del siglo XX”, en Revista Europea de Estudios
Latinoamericanos y del Caribe, Nº 73, Ámsterdam, 2002.
4
En las sierras cordobesas, el clima creaba el ambiente óptimo, para las terapias de las enfermedades
respiratorias. Véase. Armus, Diego, La ciudad impura, Buenos Aires, Edhasa, 2006.
395
Anuario IEHS 27 (2012) .
5
Para el concepto de democratización social véase Torre, Juan Carlos y Pastoriza, Elisa, “La
democratización del bienestar”, en Torre, Juan Carlos (Director), Los años peronistas. Colección Nueva
Historia Argentina, Buenos Aires, Sudamericana, 2002.
6
En 1888 fue inaugurado el Bristol Hotel, a cargo de una Sociedad Anónima integrada por José Luro,
Delfín Gallo, José D. Gibson, Julio Lacroze, Jacinto Peralta Ramos y Simón G. Sansinena. Se sumaron
luego E. Tornquist y Miles A. Pasman. Pastoriza, Elisa, “La presentación de la Villa balnearia: la
inauguración del Bristol Hotel. Mar del Plata en el fin de siglo”, AUDHE. III Jornadas de Historia
Económica. Montevideo, 2003.
7
Tornquist participó en la sociedad del Bristol Hotel, construyó el edificio del Torreón del Monje y presidió la
comisión que contrató el proyecto de reformas presentado por Carlos Thays para realizar el Paseo General Paz y
la Plaza Colón. Véase Groussac, Paul, Los que pasaban. Buenos Aires, Taurus, 2001, pp. 283-284;
Fernando M. Moreno “Ernesto Torquist”, en G. Ferrari y E. Gallo (comp.), La Argentina del ochenta al
Centenario, Buenos Aires, Sudamericana, 1980, pp. 627-635.
8
En la playa Bristol en casi 70 años continuados hubieron tres ramblas de madera y dos de mampostería.
La primera, la Primitiva, fue arrasada por una sudestada en 1890. Rápidamente, el Presidente Carlos
Pellegrini la reemplazó por una nueva (Rambla Pellegrini), destruida por un voraz incendio en 1905;
entonces el principal empresario del juego, José Lassalle, financió la reconstrucción de la última rambla de
madera, mucho más lujosa y nutrida de negocios y restaurantes. Véanse entre otros: AA.VV., Las Viejas
Ramblas, Buenos Aires, Fundación Boston, 1990.
9
Ley 3229 (4/4/1910) y Ley del 13 de marzo de 1913. Véase fotografías de la construcción en Álbum
Rambla Bristol, Archivo-Museo Histórico MGP.
396
Anuario IEHS 27 (2012)
Rambla y el usufructo de la renta del casino y de los locales y playas, pasó a nuevas
manos.10
Los veraneantes crecieron en gran número y construyeron elegantes mansiones,
generando un dinámico negocio inmobiliario. Las terapias corporales fueron
velozmente eclipsadas por la moda, el glamour y la figuración, mostrando un mundo ni
puramente público ni enteramente privado. Se paseaba, se bajaba a la playa, las
personas se exhibían y bailaban en las fiestas y reuniones de los hoteles y los clubes,
donde también se jugaba a la ruleta. El propósito era encontrarse con amigos, parientes
o conocidos del mismo grupo selecto en el que se sentían resguardados, protegidos y
unidos en sus aspiraciones, gustos estéticos y sensaciones.11
Esta seguridad fue fugaz y pronto el reducto selecto comenzó a abrirse a nuevos
grupos sociales que modificaron las viejas rutinas y hábitos. Para sorpresa y alarma de los
veraneantes, en 1920 los socialistas accedieron a la conducción del municipio y
cuestionaron el carácter exclusivo del balneario12 Este planteo sintonizaba con una
tendencia social que comenzó a insinuarse y que instalaba el juego entre la igualación y la
distinción, en el que los recién llegados portaban una tendencia igualitaria mientras los
que ya estaban trazaban nuevas barreras.13
En los treinta la confluencia de las iniciativas de las gestiones conservadoras y de los
sectores privados locales –liderados por una entidad vecinal, la Asociación de
Propaganda y Fomento de Mar del Plata (en adelante APYF) -, pusieron en marcha el
diseño de una ciudad balnearia en la que nuevos sujetos sociales pudieran acceder al goce
del tiempo libre.14 Esta particular coincidencia entre asociaciones civiles y gobierno
detrás de la consigna de "Democratizar el balneario, no estuvo exenta de tensiones y
conflictos.15
10
Como respuesta se formó en 1919 la Comisión Pro-Mar del Plata, presidida por Tomás Sojo, integrada por
ex-gobernadores bonaerenses, diputados y senadores nacionales, directores de los diarios nacionales,
propietarios rurales, constructores, comerciantes y locatarios de la Rambla Bristol. Rápidamente el Congreso
Nacional -a propuesta del Senador Vicente Gallo- sancionó subsidios, lo mismo que el de la legislatura
provincial, que se sumaron a los aportes de los clubes Mar del Plata y Pueyrredón y de los empresarios y
particulares, en especial los del juego. Se implementó entonces, un ambicioso programa de obras. Véase
Intervención Nacional de la Provincia de Bs.As..Informe de José Luis Cantilo. La Plata, Impr. Of.,
1918, art.14, pp. 354-358; Comisión Pro Mar del Plata, Memorias; La Prensa, 26-27/2/1919.
11
Véase entre otros: “Vida social en el balneario”, Album Argentino, Buenos Aires, 1910.
12
Véase “Programa del Centro Socialista de Mar del Plata para las elecciones municipales de 1918”, La
Capital, 9/11/1918.
13
Cfr.: Bourdieu, Pierre, La distinción. Criterios y bases sociales del gusto, Taurus, Madrid, 1988; Elias,
Norbert, El proceso de civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas, FCE, México, 1993
14
La gestiones adversas a las Intendencias socialistas de los veinte de la Comisión Pro-Mar del Plata, las
malas temporadas provocadas por las prohibiciones del juego desde 1927 y la necesidad de estimular el
comercio, estimularon el florecimiento de asociaciones locales destinadas a promocionar el balneario. La
más destacada, la APYF.
15
Uno de los principales temas de conflicto fue la cuestión del juego. El decreto del gobierno de Fresco de
1936 prohibiendo el juego de los casinos y modificando el aporte a la municipalidad, generó una extensa
controversia. Véase Carta de Asociaciones locales contra el Decreto firmada por Cámara Industrial y
Comercial, Sociedad Rural, Rotary Club, Sociedades de Socorros Mutuos, Sociedad de Hoteleros,
Sociedad de Beneficencia de MDP, Sociedad de Panaderos. Cfr. APYF. Memoria/Balance, 9° Ejercicio,
1936/37.
397
Anuario IEHS 27 (2012) .
El paisaje urbano fue el primero en registrar estos cambios. El proyecto público para
Mar del Plata estuvo enmarcado en un plan provincial basado esencialmente tres
aspectos: caminos, urbanización de ciudades y urbanización de playas y costas. Uno de
los resultados más visibles fueron las construcciones de los complejos turísticos de Playa
Bristol (Casino-Hotel Provincial) y Playa Grande, las dos urbanizaciones costeras
argentinas más importantes de la primera mitad de siglo XX.16 Asimismo se
emprendieron el Paseo Costanero del Sud (que la unía con la ciudad balnearia de
Miramar), la pavimentación de la ruta nacional Número Dos (1938) y la creación del
Balneario Popular; fueron también promulgados decretos municipales conformando
instituciones pro-turismo y se regularon los precios del transporte y el hospedaje. Este
singular experimento social constituyó la representación simbólica de los nuevos tiempos
políticos y sociales que se manifestaban en la Argentina, en los que la restricción política y
el reformismo social no marcharon por vías contrapuestas. 17
Estas transformaciones generaron tensiones entre las viejas élites y las nuevas, al
incorporar diferentes usos sociales y abrir oportunidades a las dirigencias locales para el
gerenciamiento del turismo en Mar del Plata. La APYF no solamente exhibió un amplio
espectro de la élite local (grandes y medianos comerciantes, hoteleros, concesionarios de
playas, hacendados, propietarios de las prósperas empresas constructoras), sino que
también incluyó en sus comisiones directivas a políticos profesionales de diferentes
inclinaciones -conservadores, socialistas y radicales.18 Sus objetivos apuntaban
explícitamente a abrir el balneario a nuevos contingentes. Una de sus iniciativas más
exitosas fue la venta de boletos combinados: quien los compraba accedía a una tarifa más
conveniente de ferrocarril junto a una estadía en hoteles modestos, multiplicados en esos
años. Asimismo, se implementaron por primera vez los viajes en ómnibus19 y los planes de
turismo a crédito para los maestros de escuela y docentes dependientes del Consejo
Nacional de Educación y las colonias vacacionales recibieron estímulos para su apertura y
funcionamiento. Por añadidura, anualmente se desarrollaba un amplio Plan de fiestas
públicas y Deportivas, cuyo objetivo era organizar el ocio del público fuera del horario de
concurrencia a las playas y ampliar el radio del balneario hasta las sierras, con carreras
automovilísticas, de motocicletas y certámenes de pesca, tenis y natación, bailes y
16
Fresco, Manuel. Cuatro años de Gobierno 1936-1940, La Plata, 1940, 7 volúmenes. Un análisis
comparativo: Cacopardo, F., Pastoriza Elisa y Sáez, Javier, “Artefactos y prácticas junto al mar. Mar del
Plata: el camino de apropiación del sur, 1880-1940”, en Gilmar Arruda, David Velazquez Torres y Graciela
Zuppa (Orgs.) Naturaleza na América Latina. apropriaçoes e representaçoes. Ed. UEL, Londrina.
2001/ 2004.
17
Para las intendencias conservadoras y la gobernación de Manuel Fresco: AA.VV., Mar del Plata una
historia urbana, Buenos Aires, Fundación Boston, 1990, cap. IV; Pastoriza, Elisa, "Restricción politica y
reforma social en la Provincia de Buenos Aires: la gobernación bonaerense de Manuel Fresco (1936-1940)".
Buenos Aires, en Academia Nacional de la Historia, 1999. Béjar, María Dolores, El régimen fraudulento.
La política en la provincia de Buenos Aires. 1930-1943, Siglo XXI, Buenos Aires, 2005 (en especial
Introducción y cap.VI).
18
A pesar del pluralismo político, la entidad fue identificada como filo-socialista; el protagonismo del
Diputado Nacional Rufino Inda como Secretario permanente y sus proyectos parecían confirmar dicho
sesgo. Cfr.: APYF. Memoria/Balance. 9º Ejercicio, período 1938-39, pp. 33-37.
19
La primera empresa, “El Cóndor”, fundada por Carlos P. Cavallini, en 1933, unía MDP con Buenos. Para
1944 extiende el servicio a Miramar, contando con un capital de 56 unidades. Suárez Menendez, Santos,
Historia de Mar del Plata. Buenos Aires, Porter Hnos., 1944, pp. 116/121.
398
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20
espectáculos teatrales. Estas actividades pueden ser consideradas como ensayos del
turismo social puesto en práctica una decena de años después.
El conjunto de estos planes canalizaron la presencia de nuevos grupos veraneantes
de menores recursos. En la temporada 1940-41, se registraron 351.807 turistas, cuando
diez años antes habían sido 60.000.21 Todavía restaba la llegada del peronismo, cuando el
balneario adquirió definitivamente su perfil de masas.
20
APYF. Memorias-Balance. Ejercicios 1930/1943. Mar del Plata, Talleres De Falco.
21
Elaboración propia en base a estadísticas municipales y nacionales.
22
Véase Tiempo Libre y Colonias de Vacaciones. Ministerio de Trabajo y Previsión, 1956, Cap. III. La
FACE también organizaba paseos en los bonaerenses Tigre, San Fernando, Quilmes y Punta Lara. En 1941
se coloca la piedra fundamental de la Casa de Descanso de la Empleada en Punta Mogotes en Mar del Plata,
con la presencia del Obispo, Manuel Fresco y autoridades municipales. La Capital, 11/3/1941.
399
Anuario IEHS 27 (2012) .
23
Aires al Pacífico disfrutaban del propio en Piedra Pintada, muy cerca de Villa Dolores.
Estas iniciativas seguían una tradición de las empresas ferroviarias que, tempranamente,
habían estimulado la radicación de colonias de vacaciones: tanto Ferrocarriles
Argentinos (1912), como Ferrocarril Central (1921) y Ferrocarril Oeste (1928) donaron
terrenos en diversas localidades cordobesas para la instalación de colonias para sus
empleados. Otros gremios siguieron el ejemplo: los obreros municipales de la ciudad de
Buenos Aires abrieron un hogar-granja en Salsipuedes (1935), la Federación de Agentes
de Viaje adquirió 139 hectáreas en San Antonio (1936), los actores y gente del teatro
construyeron una Casa de Descanso cercana a Huerta Grande, mientras que los
periodistas hicieron lo propio con el Hogar del Periodista, en Valle Hermoso en 1940.24
Sin lugar a dudas, el emprendimiento más destacado fue la Colonia de vacaciones en
Embalse de Río III, inaugurada en 1937 para los empleados estatales nacionales a partir
de la construcción del dique del Río III. El complejo, ampliado a partir de 1944, formaría
parte, junto a Chapadmalal, de los modernos emplazamientos vacacionales emblemas del
peronismo.
En paralelo, también se registraron avances en el plano institucional. En 1937 el
PEN creó la Comisión Nacional de Colonias de Vacaciones para Empleados Nacionales
(Decreto 119.739), a los efectos de facilitar el descanso de los trabajadores, propender al
otorgamiento de vacaciones y posibilitar la concesión de créditos y subvenciones.25 Se
procuró también, organizar el fomento del turismo, incluido el turismo popular, a través
de la creación de una fugaz Dirección Nacional de Turismo (1938), reiterada con algo
más de éxito en 1941, mientras prosperaron intentos similares en varias provincias. Por
otro lado, desde 1940, el gobierno nacional encaró la construcción de hoteles en el
interior.26
Como se ha mostrado, este complejo proceso democratizador no estuvo exento de
tensiones y conflictos. Por un lado, si bien se emprendieron acciones orientadas a ampliar
el espectro social del consumo recreativo, no se olvidó a la vez estimular el turismo de
elite. Esto puede verse en forma concentrada en Mar del Plata con los proyectos
simultáneos del complejo Bristol-Casino (popular) y Playa Grande (exclusivo), como
también en la invención de espacios alternativos a la popularización de Mar del Plata.
La construcción de Bariloche y el Nahuel Huapi como centros jerarquizados, por
parte de la Dirección de Parques Nacionales, mientras Córdoba y Mar del Plata se
abríana las clases medias, es uno de los ejemplos más representativos. Exequiel Bustillo
y su equipo pensaron en un turismo calificado para estas regiones, con el entorno del
23
Véase Desmarás, Carlos R., Tiempo Libre de los Trabajadores. Vacaciones y Centros de Descanso.
Buenos Aires, Ed. Jurídica Argentina, 1942. Cap. VI, pp. 191-278.
24
Véase Tiempo Libre y Colonias de Vacaciones…, Op. Cit.. Varios de estos emprendimientos fueron
financiados por el gobierno cordobés y el nacional.
25
Véase Pastoriza, Elisa, La conquista de las vacaciones…Op. Cit. Conclusiones.
26
Durante la presidencia de Castillo se construyó el hotel de turismo de Catamarca, y se proyectaron otros
en Ancasti, Aldalgalá, Chilecito, San Luis y La Rioja. Retomados los proyectos por el gobierno peronista,
las obras se terminaron entre 1947 y 1948 junto a la contrucción de otros hoteles estatales fuera del plan
original.
400
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27
lago embellecido por elegantes residencias estivales. La obra pública encarada en el
sur, transformó el retrato de la ciudad de Bariloche, procurando acercarla a los estilos
asociados internacionalmente al turismo de montaña, con la radicación de casas alpinas
y una variedad de edificios públicos diseñados por los arquitectos Alejandro Bustillo y
Ernesto Estrada, un estilo extendido a las nuevas “villas” fundadas por la Dirección de
Parques en Llao Llao, Angostura y Traful. Se dotó a la ciudad de una avenida
costanera, jerarquizando los ejes circulatorios que conectaban el Ferrocarril, la ruta a
Buenos Aires y el lujoso Hotel Llao-Llao, diseñado, al igual que el Provincial de Mar
del Plata, por Alejandro Bustillo y una de las primeras obras impulsadas por su
hermano Exequiel para garantizar el estímulo al turismo de élite.28
Este cuadro constituyó el telón de fondo en las vísperas de un nuevo giro en la
historia del ocio en la Argentina, de la mano del primer peronismo.
27
Respecto a la problemática más general, véase el interesante artículo de Roy Hora y Leandro Losada
“Clases altas y medias en la Argentina, 1880-1930. Notas para una agenda de investigación”, Desarrollo
Económico N° 200, v.50, enero-marzo 2011, pp. 611-630.
28
Véase por ejemplo Crónica histórica del lago Nahuel Huapí. Bs.As., Emecé, 1990; Bustillo, Exequiel. El
despertar de Bariloche, Bs.As., Goncourt, 1968; Pastoriza, Elisa, La conquista de las vacaciones…, Op. Cit.
Parte III; Piglia, Melina, “En torno a los Parques Nacionales…”, op.cit. En 1936 solo 2300 turistas visitaron el
parque; en 1942 eran más de 12.000 y cerca de 26.000 en 1947. Un crecimiento relativo impresionante, aunque
un volumen de pasajeros muy escaso, comparándolo con Córdoba o Mar del Plata. Durante el período, el
turismo invernal en Nahuel Huapi, osciló entre 1000 y 2000 viajeros anuales.
29
El estudio de las vacaciones populares tiene su propio peso y no debe ser considerado como una mera
reinterpretación de las costumbres de las elites Véase por ejemplo Walton, John (1983); Funnell, Charles E
(1983); Walton, J. y Walvin, J. (Eds.), Leisure In Britain 1780-1939, Manchester University Press,
Oxford Road, Manchester, 1983; Funnell, C. By The Beautiful Sea. The Rise And High Times Of That
Great American Resort, Atlantic City, Rutgers University Press, New Brunswick (New Jersey), 1986.
); Corbin, Alain ((1995); Ory, Pascal (1994); Cunha, Nelly (2010); Pastoriza E.(2003, 2011).
30
Torre y Pastoriza, “La democratización del bienestar”, op.cit.
401
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31
“El Turismo social”, Revista Continente, Nº 23,1949, p. 18.
32
Véase Pastoriza, Estado, gremios y hoteles. Mar del Plata y el peronismo”. Estudios Sociales. Revista
Universidad Nacional del Litoral, Nº34, 2008.
33
Véase Pastoriza, La conquista de las vacaciones…., op. cit, , parte III.
402
Anuario IEHS 27 (2012)
en el balneario llegaría, sin embargo, en las décadas siguientes con las concesiones a los
sindicatos por el gobierno de Onganía y en paralelo con el boom de los departamentos
de veraneo para los sectores medios34.
Hasta 1950 el turismo de los trabajadores se canalizó en buena medida a través de
la colaboración de la CGT con planes provinciales de promoción del turismo social,
como los que la provincia de Buenos Aires emprendió a partir de 1948. La provincia
funcionó como un laboratorio del turismo social y mucho de lo ensayado allí fue luego
apropiado por el gobierno nacional, que, en general de la mano de la FEP, lo transformó
en una estrategia más amplia, de gran impacto político. Así sucedería con la algunas de
las propuestas ensayadas por Mercante durante su gobernación, como el plan “Usted se
paga el viaje, la provincia el hospedaje” o los paquetes de viajes baratos con boletos
con descuento.35 Entre 1948 y 1955 unas 220.000 personas viajaron durante diez días con
los planes de Turismo provincial de verano para Mar del Plata, Necochea, Sierra de la
Ventana, Carhué y Tandil y de Turismo interprovincial de invierno, dirigido a las
provincias de Mendoza, Catamarca, San Luis, Santiago del Estero y Córdoba.36 Para Mar
del Plata, en los cincuenta, comenzaron además a correr los servicios de trenes rápidos y
se lanzó la tarifa ferroviaria Turista, con un precio promocional y la inclusión de
beneficios para los consumidores (rebajas en los precios en los restaurantes, balnearios
y lugares de esparcimientos).
Junto al turismo sindical y a los planes provinciales, se desplegó la política nacional
de turismo social, que entre 1947 y 1950 estuvo a cargo de la AGPT. Desde 1947 se
construyeron hoteles estatales en Cuyo, la Mesopotamia y la Patagonia y se adquirieron
otros, para destinarlos a un turismo más económico, una política que se reforzó con la
ley de crédito hotelero que permitió el surgimiento de hoteles más modestos37. Se
organizaron excursiones colectivas económicas a los parques Nahuel Huapi e Iguazú y
luego a otros destinos como Córdoba, Mendoza y San Juan y Tucumán, Salta y Jujuy.38
Pese a que se insistía en lo módico de las tarifas, estos viajes tenían un costo similar a
los ofrecidos por el circuito comercial, lo cual mantuvo relativamente bajo el número de
obreros que participaban de ellos: en 1948, solo 1020 asistieron a los viajes
colectivos39. La envergadura concreta del turismo social de la AGPT también resulta
muy limitada si la comparamos con los ya mencionados programas bonaerenses.
En una segunda etapa, desde 1951, la dirección de la política nacional de turismo
social pasó a la FEP, aunque las organizaciones sindicales mantuvieron las facilidades
para la adquisición, alquiler y uso del hospedaje. La FEP controlaba la Colonia de Río III,
34
Véase Pastoriza, Estado, gremios y hoteles…”, op.cit.
35
Véase Ibídem.; Pastoriza, La conquista de las vacaciones…., op. cit, , parte III..
36
Véase Tiempo Libre y Colonias de Vacaciones (1956). Ministerio de Trabajo y Previsión, Bs. As.
37
Siguiendo la misma política ensayada con el Hotel Llao Llao y el hotel de Catamarca, los hoteles se
otorgaron en concesión a empresarios privados para su explotación, aunque por supuesto el Estado se
reservó la prioridad del uso y la capacidad de controlar las tarifas. También en la provincia bonaerense
rigió una ley hotelera.
38
Véase Memoria AGPT de 1947, 1948, p.22; Ibidem de 1948, 1949, p.12; Ibidem de 1949, 1950,
p.11; Véase “Reseña de la labor ministerial 1-4-1949 al 31-3-1950, Ministerio de Obras Públicas de la
Nación”, AGN, Fondo de asuntos técnicos, expediente 664.
39
Véase Scarzanella, “El ocio peronista…”, op. cit, p.74.
403
Anuario IEHS 27 (2012) .
40
el nuevo complejo de Chapadmalal y otras colonias en Necochea, Mendoza y Córdoba .
Miles de turistas las visitaron mediante una variedad de planes, el más extendido de los
cuales era el de catorce días a un precio muy barato que incluía el pasaje de ida y vuelta
en primera clase, estadía, excursiones, comidas y servicio médico.
Con el II Plan Quinquenal, el turismo social quedó definitivamente normalizado.
El Estado fijaba su interés en que la población conociera y se apropiara (se “sientan
dueños”) de la República mediante el acceso a las regiones turísticas. Se apostaba al
turismo social y escolar, por un lado, y al internacional por el otro, facilitando la
construcción de hoteles, hosterías y colonias, efectuando y alentando inversiones en
lugares turísticos, realizando convenios internacionales y fomentando los deportes. En
este sentido, las aspiraciones para el quinquenio 1953-57 concebían una consolidada
organización nacional turística con la creación de una escuela de capacitación hotelera
y turística, una nueva clasificación y sistema tarifario hotelero, la elaboración de una
ley nacional de turismo y un sistema de inversiones e incentivos destinados a la
industria privada.41
Espacios simbólicos
40
La colonia Chapadmalal, a 30 km de Mar del Plata, en un hermoso paisaje en cuyas riberas se combinan
grandes acantilados, amplias playas con médanos y forestación. En 1944 el Ministerio de Obras Públicas
edificó los tres primeros hoteles para empleados estatales, luego durante la presidencia de Perón se
expropiaron 650 hectáreas de la estancia Santa Isabel a Eduardo Martínez de Hoz (Decreto (Nº 34.950/47)
con el propósito de constituir una “ciudad-balnearia” para los trabajadores. En 1950, el complejo estaba
conformado por 9 hoteles y 19 bungalows, no muy diferente al cordobés.
41
El turismo en el II Plan Quinquenal. Presidencia de la Nación, Subsecretaría de Informaciones.
Buenos Aires, 1953.
404
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de las clases medias, a quienes también convocaba a hacer uso de las conquistas
nacionales en materia turística.42
Otros de los ámbitos de fuerte carga simbólica fueron los Clubes de Turismo
Social, una suerte de unidades básicas recreativas diseminadas en diversos centros
turísticos bonaerenses. Se apuntaba a fomentar el turismo regional para los obreros,
empleados, maestros y estudiantes y atender la protección de los derechos del turista
como consumidor, aspirando también a convertirlos en centros de formación de la
cultura nacional y popular. El Boletín de Turismo Social, la publicación oficial
bonaerense, informaba su localización de acuerdo a los valores patrimoniales y
culturales. Mar del Plata (ciudad turística), San Antonio de Areco (pueblo tradicional),
Tandil (por su historia), Luján (por su valor religioso) y la República de los Niños en La
Plata (por su valor arquitectónico). El primero fue inauguró en 1949 en Playa Grande,
en el Restaurante Normandie. El gobierno y las direcciones sindicales se esforzaron en
facilitar la sociabilidad, esparcimiento y el encuentro entre los recientes y tímidos
turistas. Festividades artísticas, presentaciones de conjuntos nativos, proyecciones de
películas, documentales, dibujos animados; por las noches había bailes en los que
confraternizaban trabajadores procedentes de distintos lugares del país. De esta forma,
Playa Grande, la más exclusiva de la Argentina se tornó en la sede de los turistas
obreros. Y devino en un inesperado símbolo de la pregonada conciliación de clases, lo
que cosechó animosas adhesiones y rotundos repudios.
El Casino fue otra de las “tomas” peronistas. En 1950 el carnet exclusivo y
personal, exigido a las personas para entrar a su edificio, es reemplazado por el sistema
de entradas. También las antiguas fichas de hueso y las de nácar, usadas desde
principios del siglo, son suplantadas por las de plástico. Y, como forma de incentivar
una mayor asistencia de jugadores, se prohibieron las apuestas directas con dinero
intentando que el público desparramara sus fichas sobre las mesas, sin dimensionar
tanto su valor.43 El peronismo ensanchó la apertura de sus puertas y las noches de enero
y febrero, las salas de juego lucían colmadas.
42
Véase Torre, Juan Carlos, “La ciudad y los obreros”, en Romero José Luis y Romero, Luis Alberto
(dirs.), Buenos Aires. Historia de cuatro siglos, Editorial Altamira, Buenos Aires, 2000, Tomo II.
43
Pedetta, Marcelo, “Los Casinos en la Costa Atlántica entre la Nación y la provincia. Disputas por el
botín, 1944 - 1950”, en Panella, Claudio (dir.), El Gobierno de Domingo A. Mercante en Buenos Aires
(1946 - 1952). Un caso de peronismo provincial, Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires, La
Plata, 2007, Tomo III.
405
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Hace diez años visité Mar del Plata y en ese entonces era un lugar de privilegio,
donde los pudientes del país venían a descansar los ocios de toda la vida y de todo el
año. Han pasado diez años. Durante ellos esta maravillosa síntesis de toda nuestra
patria, aglutina en sus maravillosas playas y lugares de descanso al pueblo argentino
y, en especial, a sus hombres de trabajo que necesitan descansar de sus sacrificios.
Nuestro lema fue cumplir también acá. Nosotros no quisimos una Argentina
disfrutada por un grupo de privilegiados, sino una Argentina para el pueblo argentino
[…] En cuanto a la situación social bastaría decir que aquí el noventa por ciento de
los que veranean en esta ciudad de maravilla son obreros y empleados de toda la
44
patria.
44
La Mañana, 10/3/1954.
45
Véase fotografía de pescadores en la Playa Bristol. Pastoriza Elisa (Dir.), Un mar de memoria…; Op.
Cit., p. 142.
46
Véase Pastoriza Elisa, “Estado, gremios y hoteles, op.cit.
406
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deportes. La playa, teatro diurno privilegiado, reflejó claramente los cambios del
público y la nueva sociabilidad y consumo. Paulatinamente el bronceado se fue
instalando como símbolo de prestigio, a la vez que modas menos estrictas en
vestimentas y usos del cuerpo invadían las playas: aunque todavía en 1940 estaba
prohibido circular por la rambla en malla, para los años cincuenta las jóvenes adoptaban
rápidamente las mallas de dos piezas y algunas se animaban con la bikini. Sucesivas
imágenes fotográficas y del humor gráfico publicado en las revistas y periódicos, como
las famosas ilustraciones de Guillermo Divito en la Revista Rico Tipo dan cuenta del
fenómeno.
2.1. El tren
47
Véase Alió, Enrique, Historia completa de esta hermosa ciudad veraniega, Mar del Plata, s/ed, 1920,
p.120.
48
Véase Rogind, William, Historia del gran Ferrocarril del Sud, Establecimiento Gráfico Argentino,
Buenos Aires, 1937.
407
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La concreción de la conexión ferroviaria fue clave para el éxito de Mar del Plata y
de su gran hotel, el Bristol. No obtener los beneficios que aportaba el ferrocarril
condenó en cambio a otros emprendimientos balnearios y hoteleros al fracaso: así, el
monumental Gran Hotel Boulevard Atlantic, en Mar del Sur (1890) y que aspiraba a
convertirse en un sofisticado centro de atracción para la élite, languideció mientras
esperaba en vano la llegada del tren. Algo semejante le sucedió a la ciudad de Miramar:
fueron muchos los años que pasaron para el arribo -recién en 1911- del ferrocarril a
aquel balneario pampeano.49
En segundo lugar, las empresas ferroviarias británicas buscaron participar de
manera más directa en el negocio turístico, a través de la construcción de hoteles en
ciertos puntos de los trayectos de sus líneas, con lo que esperaban, además, aumentar el
caudal de pasajeros. La inversión de los ferrocarriles en la construcción de grandes
hoteles (y por ende en la producción de lugares turísticos) era ya frecuente en Europa y
Norteamérica especialmente desde el último cuarto del siglo XIX 50. En Latinoamérica,
el caso argentino está entre los más precoces con la financiación en la construcción de
lujosos hoteles desde la primera década del siglo XX, enclavados en alejados paisajes,
escenario del descanso y de una exclusiva sociabilidad, a los que solo se accedía por
ferrocarril.51 Nos interesa destacar dos casos de emprendimientos hoteleros a los que se
llegaba solamente en ferrocarril: en primer lugar, el Club Hotel inaugurado en 1911 por
el Ferrocarril Sud en las proximidades de la Sierra de la Ventana, un magnífico edificio
estilo Tudor enclavado en un amplísimo parque, con 181 habitaciones, que los
exclusivos establecimientos de turismo termal que el Ferrocarril Buenos Aires al
Pacífico inauguró en Mendoza en los años veinte y treinta: Puente del Inca (1903),
Uspallata (1936) y El Sosneado (1938)52. contaba con casino, cine, piscina y canchas de
tenis, de golf y fútbol53 . Los ferrocarriles tuvieron también exitosos hoteles en
Córdoba, como el Sierras Hotel, inaugurado en Alta Gracia en 1908 y adquirido en
1911 por el Ferrocarril Central Argentino inicialmente para sus ejecutivos, que se
49
Véase Pastoriza, Elisa, La conquista de las vacaciones…, op.cit, pp. 75-77.
50
Véase por ejemplo Pope, Rex, “Railway companies and resort hotels between the wars”, Journal of
Transport History, vol. 22, Nº1, 2001.
http://www.manchesteruniversitypress.co.uk/uploads/docs/220062.pdf (consultado12-1-2012).
51
En Chile, en cambio, recién en los años veinte la empresa de los Ferrocarriles del Estado se volcó a la
promoción del turismo, construyendo grandes hoteles vinculados a ramales del ferrocarril en zonas remotas
como el Lago Villarrica. En Brasil o en Uruguay los grandes hoteles no fueron construidos por los
ferrocarriles.Véase Booth, Rodrigo, “Turismo y representación del paisaje. La invención del sur de Chile
en la mirada de la Guía del Veraneante (1932-1962)”, Revista electrónica Nuevo Mundo Mundos
Nuevos, 2008. http://nuevomundo.revues.org/index25052.html (consultado 20-05-2008).
52
También existía un Gran Hotel Termal en otro de los ramales del ferrocarril Trasandino, en Cacheuta.
Había sido construido en etapas, con capitales privados y estatales. Vease Lacoste, Pablo, “El Ferrocarril
Trasandino y la invención de la montaña como espacio social”, Entrepasados, Nº 24-25, Buenos Aires,
2004.
53
Construido con la misma lógica que sustentaba otros grandes hoteles, el edificio contaba con usina,
granja y huerta propias y buena parte de los que se consumía se elaboraba en sus dependencias. Desde 1914
el hotel tuvo incluso su propio tren: el FCS construyó un ferrocarril de trocha angosta vinculándolo con la
estación más cercana. El hotel tuvo una vida breve, cerrando sus puertas en 1920. Véase Rodríguez, Stella
y Rodríguez, Sergio, Club Hotel de la Ventana. La historia de un gigante, Municipalidad de Tornquist,
2001.
408
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54
convertiría en un elegante hotel para la elite . Muchos de estos proyectos fueron en un
comienzo motorizados por empresarios locales con otros intereses en la zona y se
llevaron adelante a través de sociedades subsidiarias de los ferrocarriles que integraban
a esos otros socios privados: es el caso de la participación del grupo empresario dirigido
por Ernesto Tornquist en la construcción del hotel de Sierra de la Ventana o del
comerciante Guillermo Franchini en el de Alta Gracia55.
Finalmente, el ferrocarril también puso en juego estrategias promocionales que
apuntaban a fomentar el turismo y a aumentar el caudal de pasajeros, como los “boletos
combinados” a Mar del Plata o las tarifas para viajes de fin de semana. En realidad los
Ferrocarriles del Estado habían sido pioneros en este tipo de políticas, implementadas
sobre todo al Norte del país. En 1922 la empresa estatal ensayó la venta de “boletos
kilométricos” para los viajes al Norte, más económicos, y en el invierno de 1923
organizó una excursión colectiva a Tucumán y Salta56. Los ensayos se repitieron en la
década siguiente: en 1934, por ejemplo, se pusieron en venta boletos de turismo a
precios reducidos y boletos especiales para docentes y estudiantes para los ferrocarriles
Central Norte Argentino y del Este57. Esta política de la empresa estatal buscaba, por
supuesto, aumentar el número de pasajeros y los beneficios para la compañía; pero
respondía, sobre todo, a un imaginario en gestación en los años veinte, que veía en el
turismo la clave para el despegue de áreas atrasadas y pobres.
A finales de los años treinta el ferrocarril se enfrentó por primera vez, claramente,
a la competencia del automóvil. El gobierno de Agustín P. Justo emprendió de manera
decidida la construcción de un sistema de caminos nacionales que siguió, en general, la
traza de la red ferroviaria: con nuevos recursos y una gestión centralizada los caminos
transitables todo el año pasaron de 2000 km en 1932 a cerca de 30.000 en algo más de
diez años58. Los ferrocarriles procuraron ganarle la pulseada al automóvil con un sinfín
de estrategias comerciales, usando una profusa folletería y propaganda en torno a las
ventajas del viaje en tren59. En el mediano plazo, los ferrocarriles fueron desplazados
por los automotores, aunque durante la mayor parte de las décadas del treinta y el
cuarenta el tren continuó siendo el medio más rápido, seguro y confortable de traslado y
conservaría por muchos años más un papel muy importante60. Esto era particularmente
54
Unos años más tarde, en 1922, el Ferrocarril Trasandino inauguró el Hotel Yacanto, sobre el ramal a
Villa Dolores, también inicialmente destinado a los directivos de la empresa.
55
En el proyecto de la Sociedad del Club Hotel de Sierra de la Ventana participó además del FCS, el
propietario de las tierras, Manuel Laínez.
56
Véase “Turismo Argentino”, en Revista del Touring Club Argentino (en adelante TCA), julio de 1923,
pp. 5218-5220. La excursión costaba $600, lo que equivalía, por esos años a casi el triple de los ingresos
mensuales de un empleado raso del municipio porteño.
57
Véase “Zona de turismo invernal en Catamarca y La Rioja”, en TCA, octubre de 1931, pp. 295-296;
“Boletos de turismo por los Ferrocarriles del Estado”, en TCA, agosto de 1934, p. 234
58
Ballent, Anahí y Gorelik, Adrián, “País urbano o país rural: la modernización territorial y su crisis”, en
Cataruzza, Alejandro (dir.). Nueva Historia Argentina, tomo VII, Los años treinta, Sudamericana,
Buenos Aires, 2002 p. 159.
59
Véase Pastoriza, La conquista de las vacaciones…, op.cit, pp. 119-120.
60
El viaje en tren a Bariloche, por ejemplo, demoraba en 1938, gracias los nuevos coches diesel, unas 30
horas, mientras el viaje en automóvil llevaba entre dos y tres días; los caminos fuera de la provincia de
Buenos Aires no estaban pavimentados y era muy difícil reabastecerse de combustible o repuestos. Aún así
resultaba mucho más costoso el viaje en ferrocarril que en automóvil. Véase Memoria de la Dirección de
409
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cierto sobre todo en destinos más alejados de la ciudad de Buenos Aires como
Mendoza, los lagos del Sur o incluso las sierras de Córdoba. Quienes podían afrontar el
gasto, preferían en muchos casos enviar sus vehículos por ferrocarril, y utilizarlos
solamente para pasear por los pintorescos caminos turísticos provinciales.
El descenso de las tarifas ferroviarias tras la estatización de los ferrocarriles
durante el peronismo, modificó el perfil de sus usuarios y le garantizó un estable
segundo puesto como medio de transporte durante algunas décadas más. También
implicó la adquisición de los hoteles de las compañías ferroviarias, que se destinaron al
turismo social; algunos de los hoteles, como Puente del Inca, pasaron a ser
administrados por la FEP; otros, como el de Uspallata, fueron traspasados o vendidos a
los sindicatos.
2.2. El auto
Parques Nacionales de 1938, 1939, p. 88. En la temporada 1937-8 llegaron alrededor de 550 turistas en
automóvil, mientras 1600 lo hicieron en ferrocarril; la temporada siguiente las cifras fueron de 3.200 y
2900 respectivamente. Véase Ibíd., p. 90.
61
A mediados de los años veinte, la proporción entre habitantes y vehículos en la Argentina era similar a la
imperante en Francia y Alemania. El desarrollo vial era, sin embargo, muy pobre, aún comparado con otros
países latinoamericanos. Así, por ejemplo, en 1926 Argentina contaba con 1200 km de camino “posible”,
unos 0,008 kilómetros por cada vehículo a motor que circulaba en el país; Chile en cambio, que tenía
menos del 8% del volumen de automotores de la Argentina, contaba con más del doble de la extensión de
caminos en buen estado, lo que daba una proporción de 0,35 kilómetros de camino por vehículo. Véase
“Estadística Mundial de Automóviles”, en revista Caminos y turismo, 46, Santiago de Chile, marzo de
1927, p. 864.
410
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62
diera solución a la cuestión vial . El gobierno de Alvear se preocupó por el asunto y
comenzó a invertir en la mejora de algunas rutas. También las provincias procuraron
construir o mejorar sus caminos internos: Córdoba, por ejemplo, contaba para finales de
la década del veinte con numerosos circuitos para paseos en automóvil en muy buen
estado.
Los clubes de automovilistas colaboraron de manera crucial en la mejora de los
caminos. El relevamiento de los caminos, la información sobre su estado de
transitabilidad y la instalación de señales camineras quedó en manos del ACA y el
TCA. La cooperación práctica de los clubes funcionó, en algunos casos, incluso como
un reemplazo de la acción estatal: desde 1926 el ACA, con el aporte económico de los
importadores de automóviles y neumáticos, se encargó del mantenimiento permanente
de algunos caminos. Esta labor de los clubes desempeñó un papel fundamental en
volver realmente practicable el temprano turismo en automóvil en la Argentina.
Tomemos por ejemplo el caso del camino directo de Buenos Aires a Mar del Plata (la
futura Ruta Nacional Dos); construido a partir de una serie de caminos y huellas
locales, siguiendo el recorrido del ferrocarril y atravesando estancias, el camino a Mar
del Plata adquirió su entidad como tal en buena parte a través de las acciones del ACA.
En 1922 dirigentes del club lo recorrieron en automóvil, en un “raid” en el que
simultáneamente se instalaron algunas precarias señales y se recogieron los datos para
levantar el primer plano del camino, consagrando así su existencia como ruta. Para fines
de la década del veinte, el club tenía montada toda una infraestructura para el viaje en
automóvil al balneario: casillas camineras que proveían de combustible, repuestos y
refugio los viajeros, una estación de descanso en la localidad de Maipú, una pasarela
para el cruce del río Samborombón y el servicio de un coche “piloto” que salía y
regresaba todas las semanas durante la temporada estival guiando a caravanas de
veraneantes. La existencia de casillas camineras era un elemento particularmente
sensible, ya que los automóviles tenían todavía una autonomía muy limitada y era
frecuente (sobre todo en caminos de tierra) que requirieran reparaciones menores o
cambios de neumáticos a lo largo de la travesía.
Como vimos, los años treinta inauguraron una etapa de desarrollo de una política
vial mucho más decidida y sistemática63. Si bien la malla de los caminos nacionales
reproducía, con sus insuficiencias, el trazado de las vías férreas, la construcción
simultánea de las provinciales financiados con ayuda federal, densificó la trama vial.
Para finales de la década el automóvil se había convertido en una alternativa al
ferrocarril para el viaje a destinos turísticos tradicionales y también había permitido el
62
En 1931 uno de cada 7 automovilistas eran socios de alguno de los dos clubes. Véase Piglia, Melina,
“Asociaciones civiles y Estado en los años veinte: las intervenciones públicas del Automóvil Club
Argentino y del Touring Club Argentino en materia de vialidad y turismo.”, Revista de Estudios
Interdisciplinarios de America Latina y el Caribe, Universidad de Tel Aviv, Israel, volumen 19, Nº 2,
diciembre de 2008.
63
La cuestión caminera fue un tema central en la agenda de los gobiernos surgidos tras el golpe de 1930.
La decisión de emprender una activa política caminera se enmarcaba en las dificultades de la economía
agroexportadora y en su respuesta, la ampliación de la intervención del Estado en la economía y la
sociedad. Véase García Heras, Raúl, Automotores norteamericanos, caminos y modernización urbana
en la Argentina, 1918-1939, Libros de Hispanoamérica, Buenos Aires, 1985.
411
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“El domingo ha dejado de ser el día del Señor para mudarse en el del automóvil”
64
Las estaciones dentro del parque se construyeron entre 1940 y 1943. Las del camino Bahía Blanca-
Bariloche, recién a finales de los años cuarenta y principios de los cincuenta.
65
Véase Cancela, Arturo, “Definición del turismo y del turista”, El Hogar, 30 noviembre de 1933, p.13
66
Véase Piglia, Melina, “Ciudades de lona: el ACA y la construcción de los campings como lugares
turísticos en la entreguerra (1926-1940), en Lois, Carla y Zusman, Perla (coord.), Viajes y geografías.
Turismo, migraciones y exploraciones en la construcción de lugares, Ed. Prometeo, Buenos Aires,
2008.
67
Véase Ballent, Anahí, “Monumentos, turismo e historia: imágenes del noroeste en la arquitectura
promovida por el estado, 1935-1945”, en Jornadas Perspectivas históricas sobre el estado argentino;
Universidad Nacional de Quilmes, Bernal, 2003.
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el ferrocarril no llegaba, como los balnearios al norte o al sur de Mar del Plata, en los
que florecieron campamentos y pequeños hoteles y hosterías. Finalmente, el acceso en
automóvil a los destinos turísticos ya consagrados, impactó en las propias prácticas
recreativas en ellos, alentando las excursiones por los alrededores como un elemento
importante de los hábitos de los turistas. En el caso de Mar del Plata, por ejemplo, la
motorización de una buena parte de los turistas que llegaban cada temporada al
balneario (52% en la temporada 1940-41) y que realizaban excursiones a los barrancos
al sur del faro, impulsó la construcción por parte del gobierno provincial del camino a
Miramar, concebido como un “park-way”, con espacios para pic-nic, confiterías y pesca
deportiva, que se inauguró en 194068. Motivó también a las asociaciones de fomento de
Mar del Plata y de localidades turísticas (o que aspiraban a serlo) a procurar convertir al
gran balneario en un nudo dinamizador de un circuito turístico más amplio, “Mar y
Sierras” y a pensar estrategias conjuntas para publicitarlo69. El proyecto se apoyaba a su
vez en las posibilidades abiertas por la extensa obra pública del gobernador Fresco (,
con las nuevas rutas provinciales que unían los balnearios de Mar del Plata, Miramar y
Necochea y las localidades serranas de Azul, Tandil y Balcarce, y las obras de mejora y
embellecimiento emprendidas en todas esas ciudades.
Si bien las elites, más cosmopolitas, estaban familiarizadas con el turismo en
automóvil y otras formas modernas de recreación, la difusión de esta práctica entre los
nuevos automovilistas implicó una labor pedagógica. Era necesario, en primer lugar,
convencer a los potenciales turistas de que el viaje por placer en automóvil era posible
y, sobre todo, deseable. El automóvil, se insistía, permitía el viaje “libre”, individual o
familiar; participaba, en ese sentido, del ideal de domesticidad de los sectores medios,
marcado por el énfasis en la privacidad y la centralidad de la familia70. Los planos,
mapas y guías editados por los clubes de automovilistas, los relatos de viajes, los
artículos informativos en revistas y periódicos, pero también las carreras en carreteras,
organizadas por el ACA y otros clubes y que se volvieron muy populares en los años
treinta y cuarenta, fueron elementos centrales en la construcción de las nuevas
representaciones sobre el viaje en automóvil. A la vez, estos dispositivos, contribuyeron
decisivamente a canonizar a una serie de destinos como paisajes nacionales, a integrar
desde el punto de vista simbólico al territorio nacional y a construir y fijar los modos de
ver y de gozar de los atractivos turísticos y de enlazarlos para montar recorridos
patrióticos71.
68
Véase Pastoriza, La conquista de las vacaciones…, op.cit, pp 117-118.
69
Las acciones emprendidas por la “Asociación Mar y Sierras” no parecen haber tenido gran impacto más
allá de la organización, desde 1942, de una popular carrera a lo largo del circuito.
70
Véase Giucci, Guillermo, La vida cultural del automóvil. Rutas de la modernidad cinética,
Universidad nacional de Quilmes Editorial y Prometeo 3010, Bernal, 2007; Liernur, J. Francisco, “Casas y
Jardines. La construcción del dispositivo doméstico argentino, 1870-1930”, en: Devoto, F. y Madero, M.,
Historia de la vida privada en Argentina, tomo 2, Buenos Aires, Taurus, 1999
71
Sobre las postales y la circulación de imágenes “sublimes” de la patria, véase Silvestri, Graciela,
“Postales argentinas”, en Altamirano, Carlos (ed.), La Argentina en el siglo XX, Ariel-UNQui, Buenos
Aires, 1999.
413
Anuario IEHS 27 (2012) .
3. A modo de cierre.
La perspectiva escogida nos ha permitido recorrer, sucintamente, los orígenes del
turismo nacional, siguiendo los procesos de democratización del turismo, de
transformación de la infraestructura y los medios de transporte, como también el
surgimiento de nuevos lugares turísticos y novedosas prácticas. Del veraneo de la elite
al turismo de los sectores medios y los comienzos del turismo social, de los viajes en
tren al turismo en automóvil, de la temporada en Mar del Plata y Córdoba, al desarrollo
de nuevos destinos como los lagos del Sur, el noroeste o las Cataratas del Iguazú. A lo
largo de la primera mitad del siglo XX la Argentina se transformó en un país de turismo
y, cada vez más, en un país de turistas. El turismo nacional se afirmó como una práctica
masiva y estandarizada, un consumo disponible para un número creciente de actores
sociales, y Estado, empresas y asociaciones civiles vieron en él una industria, una
opción de desarrollo para las regiones “atrasadas” y una práctica cuya difusión prometía
estimular el patriotismo, la integración nacional, la concordia social y la salud pública.
En este marco su desarrollo fue así el resultado de múltiples transformaciones
sociales, económicas, tecnológicas y culturales, en la Argentina y en el mundo: la
movilidad social ascendente y las lógicas de la emulación social, el gusto por el aire
libre y las preocupaciones por las enfermedades asociadas a la vida urbana, las
transformaciones de los medios de transporte o los conflictos mundiales que alejaron a
las elites locales del viaje a Europa, también constituyeron factores importantes. A la
vez el turismo interno, fue moldeado –como se ha mostrado- por políticas públicas,
directas o indirectamente dirigidas a fomentarlo, y por las acciones de empresarios
privados y asociaciones, que contribuyeron a construir los lugares turísticos como tales
y a darle forma a las nuevas prácticas recreativas.
Esta construcción no fue solo material; en los años que van de 1920 a 1950,
paisajes, balnearios, ciudades, sitios históricos se fueron construyendo como lugares
turísticos y como parte del inventario de las riquezas argentinas también en un sentido
simbólico. La propaganda turística, las postales, las películas, las radioconferencias, las
exposiciones, las imágenes en diarios y revistas, construyeron nuevas imágenes del
territorio nacional y de sus potencialidades económicas. Esta construcción cristalizó en
torno a dos dispositivos de representación, el mapa y el calendario turístico, que se
articularon entre sí en función de las estaciones, los climas y su posible efecto en el
confort y la salud de los turistas: así la propaganda turística planteaba un menú de
turismo estival, con sus opciones de mar, sierra o montaña y otro de turismo de
invierno, con sus recorridos histórico-culturales por el Norte o Cuyo, los paisajes
sublimes de las Cataratas del Iguazú o la exclusiva –y todavía poco frecuentada-
práctica de los deportes de nieve en el parque Nahuel Huapi72. El imperativo de conocer
72
Inventariar y establecer estos mapas y calendarios, fue uno de los objetivos principales de todos los
organismos públicos creados entre 1938 y 1946 para ocuparse de la organización y promoción del turismo.
Un buen ejemplo al respecto es la obra de propaganda Visión de la Argentina (1950), publicada por la
AGPT. Véase Lois, Carla y Troncoso, Claudia, “Políticas turísticas y peronismo. Los atractivos turísticos
promocionados en Visión de la Argentina (1950)”, Revista PASOS, vol. 2, Nº 2, 2004. Véase también
Silvestri, Graciela, El lugar común: Una historia de las figuras del paisaje en el Río de la Plata. Buenos
Aires, EDHASA, 2011.
-
414
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415
Anuario IEHS 27 (2012), pp. 417-433
John K. Walton1
Resumen
El Reino Unido (sobre todo Inglaterra) fue el país pionero del turismo moderno durante los SS. XVIII y XIX. En este
artículo investigamos la emergencia del turismo popular de las clases medias inferiores y de la clase obrera en Inglaterra,
dentro del contexto de las revoluciones industrial y del consumidor que tuvieron lugar durante este periodo, y de los
mejoramientos del nivel de vida y sistema de transportes de la segunda mitad del S. XIX. Prestamos atención especial al
tema de los baños de mar y el desarrollo de las redes de balnearios populares, especialmente cerca de Londres y de los
distritos dinámicos industriales, y a los entretenimientos comerciales distintivos que abrían sus puertas en tales sitios. El
turismo de la clase obrera se fundó en fiestas tradicionales locales que se convirtieron en vacaciones costeras. Tales
cambios se posibilitaron por parte de varios tipos de organizaciones de la clase obrera, sobre todo los clubes de ahorros
vacacionales que se basaban en las fábricas, los vecindarios y las sociedades cooperativas, para cubrir los gastos de las
vacaciones anuales no pagadas. Por eso el mercado de vacaciones populares se desarrollaba sin apoyo significativo del
‘turismo social’ por parte del estado, de las iglesias, ni de los sindicatos laborales. Por la naturaleza doméstica de sus
mercados este fenómeno impresionante del turismo popular ha quedado casi invisible fuera de Gran Bretaña. Aquí, y
sobre todo en las ciudades ‘algodoneras’ del noroeste de Inglaterra, encontramos los orígenes históricos del turismo
moderno de la clase obrera.
Palabras clave
Turismo, historia, vacaciones populares, balnearios marítimos, clase obrera, Gran Bretaña
Abstract
The United Kingdom, and particularly England, pioneered the development of many aspects of modern tourism during
the eighteenth and nineteenth century. This article examines the rise of popular tourism among the English lower middle
and working classes, placing it firmly in the context of the industrial and consumer revolutions of the period, and of
rising living standards and the increasing availability of cheap transport for the urban working class during the second
half of the nineteenth century. It focuses particularly on sea-bathing and the development of networks of popular coastal
resorts, especially within reach of London and the rapidly-expanding industrial districts, with distinctive commercial
entertainment facilities such as the seaside pier which complemented and enhanced the attractions associated with health
and coastal scenery. This kind of popular tourism grew out of traditional local holidays which were adapted to form a
basis for visits to coastal resorts. Such developments were enabled by working-class organizations such as savings clubs,
which were based in the workplace, the neighbourhood or the co-operative society, and enabled holidaymakers to cover
the cost of unpaid holidays. It took place without significant support from ‘social tourism’ initiatives, whether from the
state, churches or trade unions. The domestic nature of its markets has left it almost invisible outside the United
Kingdom; but it was here, and especially in the cotton textile manufacturing districts of north-west England, that the
origins of working-class commercial holidaymaking are to be found.
Keywords
Tourism, history, popular holidays, seaside resorts, working class, Great Britain
Recibido: 28-06-2012
Aprobado: 25-10-2012
1
IKERBASQUE, Departamento de Historia Contemporánea, Universidad del País Vasco, 48940 Leoia,
Bilbao, España. E-mail: john_walton@ehu.es
417
Anuario IEHS 27 (2012) .
Introducción
Los orígenes del turismo popular, es decir, de las vacaciones estivales de la pequeña
1
2
John K. Walton, “Aproximación a la historia del turismo en el Reino Unido, siglos XVIII-XX”, Historia
Contemporánea 25 (2002), pp. 65-82.
3
Alain Corbin, El Territorio del Vacio (Barcelona, Mondadori, 1993), p. 269; A.B. Granville, The Spas
of England, and Principal Sea-Bathing Places, Bath: Adams and Dart, 2 vols, 1971; publicación original
en 1841, I, p. 350 .
4
John K. Walton, “Understanding social tourism over time and across cultures: an international historical
perspective”, ESRC, programa NET-STaR, National Media Museum, Bradford, 21 de febrero de 2012.
Texto entero en https://www.westminster.ac.uk/_data/assets.pdf_file/0009/129447/J-Walton-Sem3-
presentation.pdf
418
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(incluso, como se ve, el mismísimo autor del artículo) han incluido los censos
nacionales, periódicos locales y nacionales de la época, guías comerciales y de
orientación para viajeros y visitantes, libros de viaje, y archivos del Estado, de los
ayuntamientos y de los ferrocarriles.5 Presentamos aquí un resumen bastante extenso de
los hechos y comentarios claves, a modo de introducción: para hallar referencias
directas a las fuentes, se necesita acudir a las obras citadas en las notas pie de página.
Orígenes
5
John K. Walton y P.R. McGloin, “Holiday resorts and their visitors: some sources for the local historian”,
Local Historian 13 (1979), pp. 323-31.
6
Hartmut Berghoff, Barbara Korte, Ralf Schneider y Christopher Harvie (coords.), The Making of
Modern Tourism: the Cultural History of the British Experience, 1600-2000, Londres, Palgrave, 2002.
7
Laurent Tissot, “How did the British conquer Switzerland? Guidebooks, railways, travel agencies: 1850-
1914”, Journal of Transport History 16 (1995), pp. 21-54 ; Laurent Tissot, Naissance d’une industrie
touristique: les Anglais et la Suisse au XIX siècle, Lausanne: Payot, 2000.
8
Edición especial, “International histories of mineral springs resorts”, Journal of Tourism History 4 (1-
2), 2012.
419
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editorial británica John Murray no tardó mucho en empezar a publicar una serie de
libros cuyo contenido era muy parecido.9
En los casos ya mencionados se trataba de turismo de elites o de la clase media
acomodada. La aportación británica, e especialmente inglesa, a la incepción y
expansión del turismo moderno, comercial y popular se destacó sobre todo por la
democratización del turismo de mar y playa, un fenómeno que ya había comenzado en
este país hacia fines del siglo XVIII y que se ha evolucionado de manera masiva
durante la segunda mitad del siglo XIX, algo novedoso a través del mundo entero.
Los antecedentes tradicionales del turismo de mar y playa eran populares, tanto en
Inglaterra como en varias localidades costeras de Europa del norte, del oeste y del
Mediterráneo. Las costumbres populares de bañarse al mar de manera colectiva e
informal, generalmente durante las mareas altas de mediados del mes de agosto, eran
evidentes por partes de las costas de Inglaterra, Irlanda, Francia, España, Portugal y
hasta los países árabes del Mediterráneo. Se exportaron a las costas norestes de Estados
Unidos, especialmente por medio de los emigrantes irlandeses.10 No se trataba del
turismo, en el sentido comercial, sino de costumbres asociadas con fechas específicas
del calendario. A veces la gente – por la mayoría agricultores pequeños y obreros
cualificados - se puso a viajar hasta cuarenta o cincuenta kilómetros, a pie u en carro,
para tomar parte en tales festividades marítimas.11 He aquí los orígenes de la moda
medicinal de bañarse al mar: la profesión médica emergente observaba tales prácticas
tradicionales para adoptarlas, recomendarlas a sus clientes de la aristocracia y clase
media, controlarlas y comercializarlas. Durante más de un siglo las tradiciones
populares persistían al lado de las nuevas prácticas ‘respetables’ y comerciales, hasta
(en Inglaterra) la llegada de los ferrocarriles a las orillas del mar y la emergencia del
nuevo turismo popular de mar y playa desde los años cuarenta del siglo XIX. Antes de
los cambios acusados que coincidían con la ‘época del ferrocarril’, se notaba en las
costas del sureste de Inglaterra, cerca de la creciente capital nacional de Londres, la
llegada de gente de la pequeña burguesía metropolitana, tenderos y propietarios de
pequeñas empresas, viajando con sus familias a los balnearios marítimos más
accesibles, desde hacia fines del siglo XVIII. Esta aparición temprana del turismo
popular (pero no de la clase obrera, entidad que todavía casi no existía como tal) era
especialmente visible en el balneario de Margate, situado en la ría derecha del Támesis,
condado de Kent, donde se podía viajar en buque de vela desde Londres pagando
precios baratísimos.12 He aquí las primeras indicaciones de la demanda popular para el
turismo comercial, buscando a la vez la salud, por medio de bañarse en aguas del mar y
respirar los aires saludables de la costa, y la moda, intentando compartir y gozar de los
9
John M. Mackenzie, “Empires of travel: British guide books and cultural imperialism in the nineteenth
and twentieth century”, en John K. Walton (coord.), Histories of Tourism; Clevedon, Channel View,
2005, pp.19-38.
10
John K. Walton, “The world's first working-class seaside resort? Blackpool revisited, 1840-1974”,
Transactions of the Lancashire and Cheshire Antiquarian Society 88 (1992), pp. 1-30.
11
John K. Walton, The English Seaside Resort: a Social History 1750-1914, Leicester, Leicester
University Press, 1983, pp. 10-11.
12
John Whyman, Aspects of Holidaymaking and Resort Development within the Isle of Thanet, New
York, Arno Press, 1981; John Whyman, “Water communications to Margate and Gravesend as coastal
resorts before 1840”, Southern History 3 (1981), pp. 111-38.
420
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espacios de placer y ocio de las clases más altas. Las bromas y chistes de los medios de
comunicación de las clases acomodadas señalaron su rechazo al encuentro con este
fenómeno preocupante; y durante la primera mitad del siglo XIX la presencia visible de
las clases medias y populares en los sitios privilegiados de la aristocracia y de la alta
burguesía seguía aumentándose. La extensión temprana de la red de ferrocarriles
británicas por las costas, y la popularidad de los trenes botijos (‘excursion trains’) desde
los años cuarenta, contribuyeron de manera muy importante a la transformación del
perfil social de los ‘turistas’ de la época victoriana, hacia la comprensión de mucha
gente de la clase obrera cualificada.13 El papel de varias empresarios y organizaciones
eclesiásticas/ educativas en la provisión de las primeras excursiones baratas a la costa
era importante, pero se trataba únicamente de trenes especiales y viajes de ida y vuelta
el mismo día. El desarrollo de las vacaciones, como tal, era otra cosa. Hay que destacar
que los ferrocarriles británicos victorianos (y durante la mayoría del siglo XX)
mostraban un grado de voluntad para ofrecer tales trenes baratos al público que
sobrepasó la actividad comercial de este tipo en todos los otros países de Europa. Fue
por supuesto una respuesta a la demanda por parte del público popular, y también un
reconocimiento por parte de las empresas de la necesidad casi moral de ayudar a los de
la clase obrera que querían viajar al mar (y a otros sitios atrativos también, incluso
Londres, a otras ciudades como Liverpool, y a ciertos paisajes monta ñosos). Lo
importante fue que no sabían los gerentes de los ferrocarriles cuales aspectos de sus
actividades generaban las divisas, y por esto hacían de todo un poco.14 Sin embargo, el
amanecer de la ‘edad de vapor’ en el sistema británico de transportes públicos forma
parte de una historia más complicada. Antes de investigar el juego de causalidades y
consecuencias, empezamos por dibujar el desarrollo de la red muy extensa de
balnearios marítimos que se articulaba durante el siglo XIX y llegó a presentarse como
la más completa del mundo.
El sistema urbano de los balnearios marítimos en el Reino Unido empezó una carrera
muy larga de expansión y extensión desde principios del siglo XVIII, en las costas este
e oeste del norte de Inglaterra (Liverpool, Scarborough), y en el sureste del país, sobre
todo en los condados costeros de Kent y Sussex.15 La influencia temprana de la capital
se destacaba: el poder económico y social de Londres, con el crecimiento rapidísimo de
su población, y la concentración de riqueza disponible, aportó la demanda necesaria
para fomentar el nacimiento de la nueva economía de las temporadas de baños por un
13
Douglas A. Reid, “The ‘iron roads’ and ‘the happiness of the working classes’: the early development
and social significance of the railway excursion’, Journal of Transport History 17 (1996), pp. 51-73.
14
Jack Simmons, The Railway in Town and Country, 1830-1914; Newton Abbot: David and Charles,
1986; Jack Simmons, “Excursion train”, en Jack Simmons y Gordon Biddle (cords.), The Oxford
Companion to British Railway History; Oxford; Oxford University Press, 1997, pp.149-52.
15
Allan Brodie y Gary Winter, England’s Seaside Resorts, Swindon: English Heritage, 2007; Allan
Brodie, “Towns of ‘Health and Mirth’: the first seaside resorts, 1730-1769”, en Peter Borsay y John K.
Walton (coords.), Resorts and Ports: European Seaside Towns since 1700, Bristol, Channel View, 2011,
pp. 18-32.
421
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amplio abanico de puertos del sureste, desde Southend (condado de Essex) hasta
Weymouth (Dorset).16
La prosperidad creciente de las clases medias nuevas de la Revolución Industrial
en las provincias inglesas, sobre todo en el Centro y Norte de Inglaterra, aseguró pronto
que cada costa accesible tendría sus balnearios locales. Por razones climáticas y de la
distribución de la población, el desarrollo de la red de balnearions en Escocia e Irlanda
fue menos acusado y empezó más tarde que en Inglaterra y Gales.17 Ya en 1801, el año
del primer censo nacional, se podía identificar a 68 balnearios marítimos en Inglaterra y
Gales; y en 1851 el total había alcanzado a 91.18 La única ‘ciudad balnearia’
especializada de gran tamaño era Brighton, con más de 65.000 habitantes; y la mayoría
de las demás eran puertos con playas, con economías complejas que incluyeron al
turismo sin haber llegado a ser dominadas por las nuevas actividades.19 El informe de
Censo nacional de 1851 señaló que los balnearios marítimos y termales constituyeron la
categoría más dinámica, en términos de crecimiento de población, entre todas las
ciudades británicas durante el medio siglo anterior, la época de plena revolución
industrial. No fueron las ciudades manufactureras ni mineras las que más crecimento
mostraron, sino un puñado de balnearios urbanos, por su gran mayoría marítimos. Hay
que subrayar que ‘la industria del ocio’ y del turismo formó parte esencial de la primera
revolución industrial desde sus orígenes. Se nota también que el autor del informe hizo
su cálculo basándolo en las carreras demográficas de una docena de los balnearios más
exitosos de 1851, y que resultó fácil mostrar crecimientos porcentuales elevados
empezando con los pequeñitos pueblos pesqueros de 1801. Sin embargo, una estadística
extraordinaria (elaboración propia sacada de los censos decenales que empezaron a
tomarse en 1801) demuestra que durante la década de los años veinte del siglo XIX, la
más dinámica del siglo en términos de crecimiento urbano porcentual, las ciudades
líderes en expansión urbana fueron la manufacturera (textil, de lana) de Bradford, en el
norte de Inglaterra, y... el balneario ‘metropolitano’ de Brighton.20
Durante el siglo XIX la mayoría aplastante de los turistas de mar y playa en Gran
Bretaña era de la clase media, con sus niños y criadas. Digo ‘mar y playa’ porque el sol
todavía no formó parte de los discursos de tales vacaciones: eran tiempos de parasoles,
y la piel bronceada todavía no era percibida ni como saludable ni de moda. Lo que
importaba era bañarse (y poner los pies en el agua), pasar tiempo en la playa (la
construcción de castillos de arena, el paseo a burro, y otros entretenimientos al aire
libre), pasearse (y ostentarse) por orillas del mar y por los embarcaderos de hierro tipo
16
John A.R. Pimlott, The Englishman’s Holiday: a Social History, Londres, Faber and Faber, 1947;
Walton, English Seaside Resort, pp. 48-50.
17
Alastair J. Durie, Scotland for the Holidays: a History of Tourism in Scotland, 1780-1939, East
Linton, Tuckwell Press, 2003; Tricia Cusack, “’Enlightened Protestants”: the improved shorescape, order
and liminality in early seaside resorts in Ireland”, Journal of Tourism History 2 (2010), pp. 165-85.
18
Walton, English Seaside Resort, pp. 53-7.
19
Ver nota 17
20
Walton, English Seaside Resort, p. 52; Edmund W. Gilbert, Brighton: Old Ocean’s Bauble, Brighton,
Flare Books, 1975; Theodore Koditschek, Class Formation and Urban-industrial Society: Bradford
1750-1850, Cambridge, Cambridge University Press.
422
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21
inglés (‘piers’), y acudir por la tarde al teatro u al concierto. Así se construyeron las
convenciones y costumbres de las vacaciones playeras de las familias de la burguesía,
desde empleados y tenderos hasta profesionales, industriales y altos funcionarios
públicos. La extensión muy amplia de las costas de las Islas permitió el florecimiento
de gran variedad de balnearios marítimos, desde aldeas costeras y pueblos pescadores
hasta los centros veraniegos elegantes y planificados de la alta sociedad, pasando por
las varias encarnaciones de la numerosísima burguesía británica de la capital y de las
provincias. Fue por medio, sobre todo, del crecimiento de esta burguesía y de su poder
codicioso que la ‘industria playera’ mantenía su dinamismo hacia la primera guerra
mundial. En 1911 se puede enumerar aproximadamente (por problemas de definiciones
y fronteras locales) 145 balnearios marítimos en Inglaterra y Gales, con 1,6 millones de
habitantes fuera de la temporada alta. He aquí una industria, e un sistema urbano, única
e impresionante.22
Dentro de esta amplia panorama de crecimiento urbano costero, concentrado en las
costas del suroeste, de Gales del Norte, y de los condados norteños de Lancashire y
Yorkshire, pero evidente por todas partes, surgía desde los años setenta del siglo XIX
un fenómeno nuevo, el turismo comercial de la clase obrera, que pasó de las visitas a la
costa de un día solo u un fin de semana para extenderse durante tres o cuatro días y,
hacia fines del siglo, hasta una semana entera. Así se convirtieron tales bañistas
plebeyos en ‘turistas’ según las definiciones oficiales que iban a crearse muchos a ños
después. Estas prácticas tuvieron su lugar de nacimiento, cómo tal, en algunos
balnearios marítimos de la costa de los condados de Lancashire (sobre todo) y
Yorkshire, y en la Isla de Man, en el mar Irlandés, accessible en buque a vapor desde
Liverpool y Glasgow. El papel de la clase obrera como ‘turistas de playa’ antes de la
Gran Guerra fue de aportar corrientes adicionales de la demanda popular a una muestra
de balnearios marítimos existentes (Margate, Southend, Great Yarmouth, Blackpool,
Scarborough, Rhyl...). En determinados sitios, especialmente en Blackpool, el balneario
popular inglés por excelencia, el impacto de la demanda iba más lejos y hacia fines del
siglo XIX la cultura popular de la clase obrera empezaba a dominar los barrios y playas
centrales de algunos de las ciudades costeras emergentes que se encontraban cerca de
las conurbaciones industriales.23 ¿Cómo explicar tal fenómeno tan nuevo y
sorprendente?
21
John Travis, “Continuity and change in English sea-bathing, 1730-1900”, en Stephen Fisher (coord.),
Recreation and the Sea; Exeter, University of Exeter Press, 1997, pp. 8-35.
22
Walton, English Seaside Resort, pp. 65-8; John K. Walton, “The seaside resorts of England and Wales,
1900-1950: growth, diffusion and the emergence of new forms of coastal tourism”, en A. Williams y G.
Shaw (coords.), The Rise and Fall of British Coastal Resorts; Londres, Cassell, 1997, pp. 21-48.
23
John K. Walton, “The demand for working-class seaside holidays in Victorian England”, Economic
History Review 34 (1981), pp. 249-65.
423
Anuario IEHS 27 (2012) .
424
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24
John K. Walton, Lancashire: a Social History 1558-1939, Manchester, Manchester University Press,
1987, cap. 13; Trevor Griffiths,The Lancashire Working Classes, c. 1880s-1930s; Oxford: Oxford
University Press, 2001.
25
Susan Barton, Working-class Organisations and Popular Tourism, 1840-1970, Manchester,
Manchester University Press, 2005; Walton, “Demand for working-class seaside holidays”; Walton,
“Understanding social tourism”.
26
Ver nota 24.
27
Robert Poole, The Lancashire Wakes Holidays, Preston, Lancashire County Books, 1994; Robert
Poole, “Oldham Wakes”, en John K. Walton y James Walvin (coords.), Leisure in Britain, 1780-1939,
425
Anuario IEHS 27 (2012) .
He aquí, quizás, un ejemplar nunca apreciado del apretón de manos invisible propuesto
por el economista Michael Huberman, a quien al parecer nunca hubiera ocurrido
extender el concepto fuera de la fábrica.28 Además, una consecuencia muy importante
del papel de las fiestas tradicionales en la construcción de las primeras vacaciones
obreras fue la creación espontánea de una temporada estival de baños de mar populares,
empezando a fines de junio y principios de julio con las fiestas de Bolton y Burnley,
terminando a principios de septiembre con las de Oldham, y proporcionando una
demanda regular y sostenida durante tres meses, suficiente para sostener la
infraestructura de una industria costera del ocio popular en el norte de Inglaterra.29
Para cubrir, y anticipar, los gastos del viaje a la costa, y de una estancia de hasta
una semana en un balneario marítimo, los trabajadores se ponían a organizar sus clubes
informales para ahorrar cada semana algunos peniques ante las necesidades de la
vacación. La necesidad de dedicar tales recursos a la protección y previsión social, los
seguros medicales y la adhesión a los sindicatos era muy bien establecida y reconocida
en esta sociedad desde (especialmente) los años de crisis recurrente del segundo cuarto
del siglo XIX, y entidades voluntarias como las ‘friendly societies’ (sociedades
amistosas para el arreglo de seguros mutuos) ya contaban sus socios por cientos de
miles de personas durante los años setenta. La cultura de previsión y planificación
domésticas ya era muy fuerte, incluso para cubrir los gastos de las fiestas de Navidad,
Pascuas y Pentecostés, y organizar romerías por el campo en verano. La extensión de
tales recursos para disfrutar de las vacaciones era una respuesta obvia a la nueva
oportunidad. Los clubes de vacaciones (‘going-off clubs’) se multiplicaban por todo el
distrito industrial, con sus sedes en bares (los famosos ‘pubs’ ingleses), iglesias,
cooperativas, clubes de fútbol y cricket, y cada parte del abanico extenso de
organizaciones populares que florecieran dentro del tejido intenso institucional de esta
primera sociedad industrial. En la ciudad de Oldham a principios de los años ochenta
los desembolsos de los clubes que los anunciaron a la prensa local (que no fueron
todos) alcanzaron el equivalente de dos sueldos básicos semanales por cada habitante,
incluso bebés, pobres, ancianos y la clase media. Lo que sorprende, visto desde fuera y
a través de más de un siglo, será la voluntad y la capacidad organizadora de esta clase
tan trabajadora para identificar lo que más le importaba y construir, a base de relaciones
de vecindario, lugar de trabajo, iglesia y familia, un sistema que facilitara el desarrollo
independiente de las vacaciones a la vez comerciales, colectivas y populares.30
Algunos historiadores han notado la magnitud de este fenómeno, que en este caso
constituye realmente el ejemplar original del verdadero ‘turismo de masas’, una
etiqueta demasiado sencilla cuya adopción en otros contextos a veces no resulta
convincente. El ejemplo más problemático será probablemente su adopción para
describir o clasificar los grupos pequeños de turistas de la clase media conducidos por
Manchester, Manchester University Press, 1983, pp. 71-98; John K. Walton y Robert Poole, “The
Lancashire Wakes in the nineteenth century”, en Robert Storch (coord.), Popular Culture and Custom in
Nineteenth-Century England; Londres, Croom Helm, 1982, pp. 100-24; Douglas A. Reid, “The decline
of St Monday, 1766-1876”, Past and Present 71 (1976), pp. 76-101.
28
M. Huberman, “Invisible handshakes in Lancashire cotton spinning in the first half of the nineteenth
century”, Journal of Economic History 46 (1986), pp. 987-98.
29
Ver nota 23.
30
Ver notas 24 y 23.
426
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los Alpes o hasta Tierra Santa por la pionera empresa internacional de viajes Thomas
Cook desde mediados del siglo XIX. Tales actividades no tenían nada que ver con las
imaginadas ‘masas’; pero la identificación Cook/ ‘masas’ parece haber influido al
profesor de estudios culturales Fred Inglis hasta el punto de informar a sus lectores, tres
veces, que fue Cook ‘que ha traído la gente popular a Blackpool’, sin citar a ninguna
fuente de cualquier tipo. En realidad tal fuente no existe, y Inglis tuvo la autoconfianza
de inventar sus ‘datos’.31 He comentado en otro sitio la inflación de la importancia de la
empresa Cook en la historiografía del turismo; pero aquí queda suficiente subrayar que
nunca ha traído la clase obrera a Blackpool. Los trabajadores lo hicieron por su propia
cuenta.32 No necesitaban tampoco la ayuda de la ley de trenes baratos de 1844, cuyas
consecuencias fueron escasas por proporcionar pocos servicios y muy lentos, mientras
que los trenes botijos comerciales eran más asequibles, más cómodos, más rápidos y
más baratos.33
Por fin, abordamos la leyenda más persistente en lo que se trata de este tema: la
cuestión del papel de la ley de fiestas públicas (‘Bank Holidays’) del año 1871. Se
puede encontrar en Gran Bretaña algunas historias generales y populares que presentan
esta Ley como el punto de nacimiento de las vacaciones costeras populares. En realidad
el único día festivo nuevo que añadió al calendario fue el primer lunes de agosto, que se
adoptó con rapidez durante la década como una fiesta popular por parte de la clase
obrera de Londres y algunas ciudades del sureste de Inglaterra. Hacia fines del siglo
empezó a extenderse para construir cortas vacaciones en los balnearios marítimos de la
región; pero no se podía fundar una economía de turismo popular en vacaciones de sólo
una semana del año. Por eso, en el sureste de Inglaterra el desarrollo de las vacaciones
extendidas de la clase obrera tuvo lugar décadas más tarde que en el distrito algodonero
de Lancashire, y la moda dominante se quedaba con las visitas de sólo un día (‘day-
trips’) o de fines de semana. Lo que más importaba fue la combinación de fiestas
tradicionales y buenos y fiables ingresos familiares, algo que se encontraba por muchos
distritos industriales del norte y centro de Inglaterra y en el centro de Escocia (sobre
todo alrededor de Glasgow); y por estas partes se seguían el modelo establecido por los
obreros algodoneros y sus vecinos del condado de Lancashire.34
Para confirmar y sostener los balnearios marítimos como los destinos preferidos de la
clase obrera, se necesitaba una inversión continúa en infraestructuras e atracciones. He
aquí la otra historia de las vacaciones de los trabajadores, la de la oferta en los destinos
31
Piers Brendon, Thomas Cook: 150 Years of Popular Tourism; Londres, Secker and Warburg, 1991;
Fred Inglis,
The Delicious History of the Holiday, Londres, Routledge, 2001.
32
John K. Walton, “Thomas Cook: image and reality”, en Richard Butler y Roslyn Russell (coords.),
Giants of Tourism, Wallingford, CABI, 2010, pp. 81-92; Barton, Working-class Organisations.
33
David Norman Smith, The Railway and its Passengers: a Social History, Newton Abbot, David and
Charles, 1988.
34
Pimlott, Englishman’s Holiday; Walton, “Demand for working-class seaside holidays”; Mark Patton,
Science, Politics and Business in the Work of Sir John Lubbock; Aldershot, Ashgate, 2007, pp. 97-8,
101.
427
Anuario IEHS 27 (2012) .
turísticos. A principios del siglo XX Blackpool ya contaba con casi 3.500 casas de
huéspedes, casi todas de modesto tamaño, empresas familiares organizadas por
empresarias cuyos raíces se encontraban en esta misma clase obrera, entendiendo y
compartiendo los valores culturales de sus visitantes, y imponiendo con vigilancia su
régimen de respetabilidad. Algo parecido ocurrió en las casas imponentes de primera
línea en Douglas, Isla de Man.35 A las inversiones inmensas municipales en murallones,
paseos marítimos, parques, tranvías, etc., amenidades que compartían los visitantes (y
los vecinos) de todas clases, se sumaron las empresas privadas de pequeños accionistas
constructores y operadores de embarcaderos; ‘palacios’ de entretenimientos, circos,
bailes públicos, parques de atracciones, jardines de invierno, y en el caso más
emblemático, la Torre de Blackpool (1894), una Torre Eiffel de tamaño medio con un
edificio cuadrado de ladrillo rojo a sus pies, ofreciendo un abanico de entretenimientos
y espectáculos (circo, acuario, salón lujoso de bailes...).36 Tales espacios comerciales
daban el bienvenido a gente de todas las clases sociales (insistiendo básicamente en
caras limpias y cuerpos buen vestidos); y los resultados de tal ejercicio en la
democracia de los espacios públicos pueden contemplarse desde principios del siglo
XX en las películas primitivas de la empresa Mitchell and Kenyon.37 A la mayoría de
los socialistas del norte de Inglaterra no le gustaban esta versión comercial y vulgar de
la democracia cultural: preferían buscar vacaciones alternativas no comerciales,
practicando senderismo por las colinas del Distrito de los Lagos inglés.38 Los
trabajadores que pasaron sus vacaciones a orillas del mar, por su aplastante mayoría
socios de los sindicatos industriales, constituían una colectividad proletaria disfrutando,
juntos, de una escapada capitalista mientras comprando las necesidades diarias de las
tiendas cooperativas de las sociedades locales de Blackpool, Southport o Scarborough.
Pero muchos de ellos habían invertido su dinero en las empresas privadas, las
‘democracias de accionistas’ que proporcionaban el entretenimiento popular,
aumentando las divisas de sus acciones por sus propios gastos. El papel de los
municipios en las economías de los balnearios populares era también imprevisible; y su
color político casi siempre era el azul de los conservadores. ¿Un municipio socialista en
un balneario marítimo inglés? Impensable, en muchos casos hasta un sólo concejal, por
lo menos hasta hacia fines del siglo XX.39
35
John K. Walton, The Blackpool Landlady: a Social History, Manchester, Manchester Universty Press,
1978; John K. Walton, “The Blackpool Landlady Revisited”, Manchester Region History Review 8
(1994), pp. 23-31; John Beckerson, Holiday Isle: the Golden Era of the Manx Boarding-House,
Douglas, Manx Heritage Foundation, 2007.
36
Lynn C.F. Pearson, The People’s Palaces: the Story of the Seaside Pleasure Buildings of 1870-1914,
Buckingham, Barracuda, 1991; F. Gray, Designing the Seaside, Londres, Reaktion, 2006.
37
John K. Walton,“The seaside and the holiday crowd”, en Vanessa Toulmin, Patrick Russell y Simon
Popple (coords.), The Lost World of Mitchell and Kenyon: Edwardian Britain on Film; Londres, bfi
Publishing, 2004, pp. 158-68.
38
Harvey Taylor, A Claim on the Countryside, Edinburgh, Keele University Press, 1997; Keith Hanley y
John K. Walton, Constructing Cultural Tourism: John Ruskin and the Tourist Gaze, Bristol, Channel
View, 2010, cap. 6; John K. Walton y Clifford O’Neill, “Tourism and the Lake District: social and cultural
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District, Sunderland, Business Education Publishers, 2004, pp. 19-47.
39
John K. Walton, The British Seaside: Holidays and Resorts in the Twentieth Century, Manchester,
Manchester University Press, 2000, pp. 174-6.
428
Anuario IEHS 27 (2012)
El turismo popular británico se fundó en los esfuerzos de la clase obrera. Algo que
se destacó es la casi ausencia del ‘turismo social’, este fenómeno complejo y variable
que ha resultado tan importante tanto en la Argentina como en otros países de América
Latina y Europa.40 (Walton, 2012) El modelo pionero británico de la autogestión
proletaria ha sido distinto, sin paralelo en ningún otro sitio. Por resultar a la vez pionero
y único, merece la pena de recuperar esta historia escondida para comunicarla a los ‘de
fuera’. He aquí la razón de este artículo.
40
Ver nota 4.
429
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RESEÑAS
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436
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27 (2012), pp. 27 (2012)
437-449
del accionar guerrillero, propone para el PPA un rol que excedía la mera manifestación electoral
de la agrupación guerrillera. El partido habría sido un intento fallido de la izquierda peronista
para asumir la representación del pueblo, así como de trazar un sendero alternativo al de la
guerrilla. Claro que el carácter irrenunciable de esta última, descartaría dicha posibilidad.
En la segunda sección del libro, el trabajo de José Antonio Sánchez Román aborda la
estructura impositiva del primer peronismo, para poner en cuestión la relación entre justicia
social e imposición progresiva. El problema, según el autor, se hallaría en la concepción misma
de la imposición fiscal estatal como una herramienta de conciliación social antes que un
mecanismo de distribución del ingreso, por lo que el recurso a imposiciones regresivas no se
habría tratado de una nota excepcional, aunque las mismas pudieran representar una
contradicción.
En la misma línea, el trabajo de María Liliana Da Orden explica el recurso a la imposición
regresiva durante las gobernaciones peronistas en la provincia de Buenos Aires. Sin embargo, en
este caso, la autora pondera más aún la derivación de dichos recursos, al entender que esta
política impositiva, no obstante, habría ido de la mano de un significativo cambio en la
distribución y el bienestar general de los habitantes de la provincia.
Para el mismo espacio provincial, Eva Mara Petitti aborda la dimensión educativa de la
primera gestión peronista, desde una óptica que se aleja del clásico enfoque doctrinario, para
poner el acento en la dimensión institucional-organizativa, cuya mayor expresión es la creación
del Ministerio de Educación provincial. Estas medidas, conjugadas con la inclusión de nuevas
especialidades, la ampliación del personal técnico y docente y el aumento de recursos
económicos y edilicios, habrían redundado en un estado más efectivo en su accionar educativo.
Finalmente, Silvana Ferreyra pone la lupa sobre las tensiones entre los municipios
peronistas y antiperonistas de la provincia bonaerense hasta 1946. En este sentido, intenta
discutir la idea que sostiene el recorte de las atribuciones y los recursos municipales durante y
después del primer peronismo. Haciendo un interesante aporte desde el punto de vista teórico, en
tanto discute las facultades y funciones de los municipios desde su concepción, la autora
remarca la imposibilidad de establecer políticas claramente anti o pro municipalistas durante el
gobierno de Perón y luego del golpe, aunque dando claras muestras de fricciones constantes en
las que no estuvo ajeno el componente partidario.
En síntesis, se trata de un libro en el que confluyen diversas líneas de trabajo y aún
distintos objetos de estudio en el que, sin embargo, no se desatienden los ejes trazados y en
donde se indaga la constitución misma de la identidad peronista. En esta dirección, se discute la
dimensión institucional-organizativa y, de la misma manera, se contribuye al análisis histórico
de la construcción y desarrollo del Estado argentino en un período clave.
438
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«Sea a favor o sea en contra no hay historia argentina sin indios de frontera» (p. 18). Esa
afirmación de Mónica Quijada en la introducción del libro De Los Cacicazgos a La Ciudadanía.
Sistemas políticos en la frontera, Río de La Plata, siglos XVIII-XX pone de manifiesto la
perspectiva teórica que une los cuatro trabajos que componen este libro. Con el objetivo de
restituir a los indios de frontera sus papeles de sujetos históricos en los procesos de formación de
las sociedades coloniales y pos coloniales en el Río de la Plata en los siglos XVIII, XIX y XX,
este libro se incluye en una línea de investigación interdisciplinaria que, desde las últimas
décadas, ha repensado las relaciones de contacto y las actuaciones de los indios en los procesos
históricos de las Américas. Etnicidad, cultura, relaciones interétnicas e intraétnicas, mestizajes,
cacicazgos, fronteras, cultura política indígena y ciudadanía indígena son algunos de los
conceptos y temas que, complejizados e historizados a partir de los crecientes diálogos entre
historiadores y antropólogos, se abordan ampliamente en este libro. Se abandona la idea
esencialista para entender cultura y etnicidad: vistas en dimensión histórica, dinámica y flexible,
esas últimas categorías permiten notar que los pueblos indígenas en contactos intensos o
esporádicos con sociedades coloniales y postcoloniales se transformaron bastante sin abandonar,
necesariamente, sus identidades indígenas, como lo muestran los textos aquí reunidos. Los
conceptos de frontera y mestizaje también se han complejizado. Numerosos estudios revelan la
circulación intensa de grupos e individuos indígenas y no indígenas entre espacios físicos,
culturales y sociales en varias regiones de América, lo que demuestra la fluidez y la porosidad
de las fronteras. Se desmontan ideas dualistas que establecían demarcaciones nítidas entre los
espacios considerados como civilizados y las tierras adentro, los indios y los no indios, los
indios salvajes y los indios mansos, los indios puros y los indios “aculturados”. Una importante
consecuencia de esa nueva tendencia historiográfica es la desconstrucción de la idea de bloques
monolíticos para el análisis de la actuación de los grupos sociales, como se puede observar en
las cuatro partes de este libro.
Al abordar los indios de frontera en el Río de la Plata como agentes históricos, poniendo
de manifiesto las numerosas y variadas estrategias políticas que ellos desarrollaron para hacer
frente a las continuas invasiones de sus territorios, desde mediados del siglo XVIII hasta el siglo
XX, este libro se alinea en la perspectiva teórica referida anteriormente y contribuye a reforzarla.
Coordinada por Mónica Quijada, la obra reúne cuatro sólidas e instigadoras investigaciones de
dos antropólogas, Lidia Nacuzzi e Ingrid de Jong, y de dos historiadoras, Mónica Quijada y
María Argeri. Sus análisis se fundamentan en amplia y diversificada documentación, cuyo
contenido es problematizado e interpretado de forma articulada a las cuestiones teóricas aquí
señaladas y a los respectivos contextos históricos en los cuales se sitúan las diferentes
problemáticas abordadas. Sus textos hacen resurgir pueblos que, considerados extintos o
mezclados a la masa de la población, fueron descuidados por un largo período de tiempo “…
tanto por la memoria colectiva como por la investigación científica”, como lo afirma Quijada (p.
9).
Las cuatro partes del libro dialogan entre sí al priorizar la actuación política de los
indígenas y analizar de forma compleja las variadas estrategias y negociaciones que llevan a
cabo con los demás actores. Además, procuran identificar sus motivaciones e intereses políticos,
enfocando, especialmente, los caciques y la dinámica de sus relaciones, que se modificaban
continuamente de acuerdo al devenir de los contextos históricos y del juego de fuerzas entre las
partes involucradas. En los análisis de las autoras, que comprenden dos siglos y períodos
históricos muy distintos, aparecen variadas estrategias diplomáticas ampliamente utilizadas por
439
Anuario IEHS 27 (2012) )
los indios en defensa de sus territorios amenazados. Dichos períodos históricos se extienden
desde la época borbónica, en el período colonial, pasan por la construcción del Estado nacional
argentino y por el período posterior a la conquista del desierto y llegan hasta la época peronista.
Ese análisis de larga duración permite observar cambios y continuidades en las prácticas
políticas desplegadas por los indios en diferentes tiempos. La valorización del mérito y del
reconocimiento, sobre todo por medio de servicios militares, para obtener beneficios de los
poderes constituidos, señalada por Lidia Nacuzzi en el siglo XVIII, consta en todas las partes del
libro. De la cultura política del antiguo régimen a la del peronismo, pasando por las propuestas
liberales y nacionalistas del siglo XIX, las estrategias políticas de los caciques indígenas incluían
la prestación de servicios, como valor de cambio para la obtención de ganancias con los más
diversos agentes. Sus negociaciones con esos últimos eran diversas y variaban de acuerdo a las
posibilidades y circunstancias. Las estrategias diplomáticas y las negociaciones políticas
caminaban junto a las acciones armadas y se modificaban con el devenir de las relaciones
políticas, sociales y económicas entre las partes involucradas, incluyendo el interior de los
cacicazgos y las poblaciones de frontera, de acuerdo a los diferentes contextos históricos. Los
cacicazgos y las culturas políticas indígenas y no indígenas son temas priorizados por las cuatro
autoras, que analizan las relaciones de poder en el interior de los cacicazgos; las disputas y los
acuerdos entre los caciques de diferentes grupos, que se modificaban continuamente, las
relaciones de ajuste de los grupos indígenas a los poderes externos, en sus diferentes instancias,
tanto locales, como centrales (metropolitanos en el siglo XVIII y nacionales en los siglos XIX y
XX), y sus formas de adecuación a las diferentes condiciones sociojurídicas que se les fueron
atribuyendo entre los siglos XVIII y XX. Las culturas políticas indígenas se fueron adecuando a
las nuevas demandas y a los principios políticos que el Estado nacional iba proponiendo en
diferentes momentos del proceso de su construcción y consolidación, incluyendo la ciudadanía y
la justicia social, como lo demuestran Quijada y Argeri en las partes III y IV, respectivamente.
En la primera parte del libro, “Los Cacicazgos del siglo XVIII en ámbitos de frontera de
Pampa-Patagonia y el Chaco”, Lidia Nacuzzi caracteriza los cacicazgos de las dos regiones,
comparándolos y resaltando los cambios provocados por los contactos con los europeos. Una
amplia investigación documental le permite a la autora analizar detalladamente las complejas
actuaciones de diferentes caciques. Desconstruye ideas equivocadas sobre el aislamiento de los
indios de frontera y sobre la simplificación de sus sociedades, revelando su complejidad y la
interacción de los caciques con misioneros y funcionarios españoles desde el siglo anterior.
Problematiza las identidades étnicas y pone de manifiesto su carácter plural, demostrando, así,
cómo se podían accionar diferentes formas de identificación de acuerdo a las circunstancias y a
los intereses de los actores. Revela las numerosas y diversificadas estrategias políticas de los
caciques en sus relaciones con sus propios pares, con sus subordinados y con los poderes
externos, enfocando los varios tratados de paz entre el Estado nacional argentino y los indígenas.
Esos tratados constituyen el foco de análisis de Ingrid de Jong, en “Las Alianzas Políticas
indígenas en el período de la Organización Nacional: una visión desde la Política de tratados de
Paz (Pampa y Patagonia 1852-1880)”. Los acuerdos, conflictos y negociaciones se analizan
minuciosamente en los diferentes contextos de los desafíos políticos para la consolidación del
Estado argentino, poniendo de manifiesto las diferencias de intereses entre los indios de regiones
diversas y las numerosas estrategias desarrolladas por los caciques y autoridades en la política de
tratados que se modificaban de acuerdo a los grupos en cuestión y las diferentes coyunturas
políticas y económicas, en los ámbitos locales y nacional. De Jong revela como, a partir de la
segunda mitad del siglo XIX, el Estado procuró, por medio de la acción diplomática y de la
negociación, romper las posibilidades de construcción de una unidad indígena de oposición. La
autora identifica un cambio significativo tras la caída de Rosas, cuando los indios se vuelven
más dependientes y sumisos a las propuestas del Estado. A partir de allí, los tratados se van
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haciendo más centralizados y van obedeciendo a una política más volcada a la fragmentación de
las alianzas indígenas, sobre todo entre los grupos considerados más amenazadores.
En “La lenta configuración de una ‘Ciudadanía cívica’ de frontera. Los indios amigos de
Buenos Aires, 1820-1879) (con un estudio comparativo Estados Unidos-Argentina)”, Mónica
Quijada reflexiona sobre las posibilidades de inserción de los indios de frontera como
ciudadanos en el Estado argentino. En un abordaje comparativo con Estados Unidos, observa
como las culturas políticas para caracterizar la ciudadanía -diferenciadas en los dos Estados
(allegiance, en Estados Unidos, y vecindad, en Argentina)- orientaron diferentes propuestas para
los indios: exclusión de la sociedad mayoritaria en las reservas de Estados Unidos e inserción
con posibilidad de hacerse ciudadanos en Argentina. Basándose en las ideas de vecindad
desarrolladas por Tamar Herzog1 y en las propuestas teóricas de Marta Irurozqui2 sobre
ciudadanía cívica y ciudadanía civil, Quijada demuestra, por medio de una amplia investigación
documental, cómo los indios se interesaron por desplegar prácticas que los conducían a la
ciudadanía, de acuerdo con las posibilidades planteadas por el Estado. Enfoca una fase inicial de
la construcción republicana en la cual era posible adquirir méritos para la ciudadanía cívica por
un acto de voluntad. Pone de manifiesto las numerosas estrategias políticas de los caciques para
acumular méritos cívicos, sobre todo por medio de proezas militares, con el fin de obtener
ganancias y la posible condición de ciudadanía, cuyo reconocimiento, no obstante, fue bastante
limitado, tanto por parte de Rosas como de Mitre. La autora concluye su análisis apuntando la
decadencia del principio de reconocimiento de méritos y de vecindad para el alcance de la
ciudadanía cívica, que dio lugar a la ciudadanía civil, cuando, tras la conquista del desierto, pasó
a aplicarse el principio jurídico de ius solis. Eso incentivó el proceso de invisibilización de las
identidades de muchos grupos e individuos indígenas obligados, a partir de entonces, a
abandonar sus identidades indígenas para volverse ciudadanos. Sin embargo, en vez de
desaparecer, como solía sugerirlo la historiografía, respondieron a las nuevas políticas de formas
diferenciadas, como se desprende de la cuarta parte del libro.
En “La desestructuración de los cacicazgos. Política, justicia e institucionalidad. Pampa y
Patagonia (1870-1955)”, María Argeri finaliza la obra abordando los procesos de adaptación
enfrentados por los últimos cacicazgos en el sur de las Pampas y en el norte de la Patagonia tras
haber sido sometidos a la Campaña del Desierto. Analiza, en diferentes momentos históricos, las
diversas actuaciones de los caciques en situaciones distintas de cara a los poderes constituidos.
Mientras el Estado liberal proponía una ciudadanía basada en la igualdad ante la ley, que daba
condiciones políticas igualitarias a los vencidos, considerándolos ciudadanos argentinos sin
distinción en relación a los demás, el peronismo, décadas después, redefiniría la situación
indígena en el marco de sus políticas de justicia social, identificando a los indígenas argentinos
como carenciados, pobres e indigentes. Resulta inspirador observar cómo el bagaje político
anterior orientó las múltiples estrategias políticas de los dirigentes indígenas ante las situaciones
diversas que enfrentaban en los diferentes períodos. El juego político entre los actores y la
habilidad de varios caciques para aprovechar las posibilidades de acuerdos con poderes locales o
con el poder nacional que podían garantizarles ganancias o amenizar pérdidas es hábilmente
construido por Argeri. Tras la conquista del desierto, los indios siguieron existiendo y actuando
políticamente para obtener mejores condiciones de vida, asumiendo o no la condición indígena,
como lo pone de manifiesto la autora.
1
Tamar Herzog, Vecinos y extranjeros. Hacerse español en la Edad Moderna, Madrid, Alianza
Editorial, 2006.
2
Marta Irurozqui, “Sobre el tributo y otros atributos ciudadanos. Sufragio censitario, fiscalidad y
comunidades indígenas en Bolivia, 1825-1839”, en Bicentenario. Revista de Historia y Ciencias
Sociales, 26, 2006.
441
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De acuerdo con Quijada, las cuatro partes de la obra se unifican en torno a la idea de
Bechis3 (p. 10) con respecto a la conciencia de los indios de frontera sobre su territorio y sobre el
espacio político y social. Las cuatro autoras tratan de los indios en las fronteras del Chaco, la
Pampa y la Patagonia, enfocando, sobre todo, sus actuaciones políticas, analizadas de forma
compleja y articulada a las diversas políticas indigenistas trazadas para ellos, tomando en cuenta
sus interacciones y cambios, de acuerdo a la dinámica de los acontecimientos y de las relaciones
entre los actores. Recortan e investigan de forma innovadora, competente y detallada
problemáticas específicas en tiempos y lugares bien definidos y, grosso modo, poco visitados
por la historiografía. De Los Cacicazgos a la Ciudadanía es una obra que realiza un aporte
inestimable, no solo para la historia indígena y regional, sino para la propia historia de
Argentina, pues desarma estereotipos sobre los indios de frontera, pone de manifiesto su
significativa actuación en los procesos de construcción de la nación y demuestra la falacia del
exterminio de los indios tras la campaña del desierto.
***
En las últimas décadas, procesos de larga duración como la formación de los estados han sido
revisados desde nuevas perspectivas analíticas y enriquecidas por otros disciplinas sociales, así
como por nuevos marcos metodológicos. Los estudios comparativos son un recurso útil para
problematizar ciertos hechos, ya que pueden ampliar el marco temporal y espacial, así como
también sugerir pistas desde otras experiencias históricas. Más allá de la obligada comparación
con otros países latinoamericanos, se han realizado investigaciones en relación a Estados que
surgieron en territorios de soberanía británica. 4 En Dos federalismos en los extremos, Miguel
Ángel Asensio utiliza este recurso con el fin de profundizar los estudios sobre el federalismo
argentino, comparándolo con el canadiense.
Ambos países comparten ciertas similitudes que los hacen, a priori, comparables.
Nacieron en el siglo XIX y sancionaron sus Cartas Constitucionales (cuyas médulas siguen
3
Martha Bechis, “La organización nacional y las tribus pampeanas em Argentina durante el siglo XIX”, en
Piezas de Etnohistoria y de Antropología histórica, Buenos Aires, Sociedad Argentina de Antropología,
2010, PP. 179-203.
4
En las comparaciones con Canadá y Australia han primado los análisis de historia económica. Entre ellos
es importante destacar Gallo, E., Fogarty, J., y Diéguez, H.; Argentina y Australia. Su desarrollo
comparado, Editorial del Instituto Di Tella, Buenos Aires, 1975. Gerchunoff, P. y Fajgelbaum, P.; ¿Por
qué Argentina no fue Australia?, Siglo XXI, Buenos Aires, 2005. Di Tella, G. y Platt, D. C. M.; Argentina,
Australia and Canada. Studies in Comparative Development, 1870-1965, Oxford, St. Martin’s Press, 1985.
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Anuario IEHS 27 (2012)
vigentes hasta el día de hoy) al comienzo de la segunda mitad de ese siglo. En cuanto a lo
estrictamente territorial, ambos están de este lado del atlántico, se caracterizaban por la
extensión y la escasez de su población al momento de su desarrollo como países independientes,
y eran fundamentalmente productores de materias primas. Estas similitudes son las que dan pie a
la problemática que aborda el autor. La necesidad de implantar la soberanía a un territorio poco
poblado, donde se dan desigualdades de todo tipo, fue un desafío para los estados que por
entonces estaban surgiendo. La forma federal que adoptaron ambos países fue, entones, el
resultado de un proceso histórico que buscó resolver esas vicisitudes. Todas estas semejanzas
abren la expectativa de que de la comparación puedan surgir conclusiones reveladoras, o al
menos que confirmen impresiones ya existentes.
En primer lugar el autor repasa los principales hechos históricos, que funcionaron como
antecedentes y condicionantes de las Constituciones que se sancionaron a principios de la
segunda mitad del siglo XIX. Entre ellos, hace especial hincapié en los cambios institucionales.
En el caso argentino, se presta atención a los procesos que desembocaron en la Confederación
Rosista y el acuerdo que marcará el precedente más importante: el Pacto Federal de 1831. En el
país del norte resaltan los casos de la Confederación de Nueva Inglaterra y el Congreso de
Albany, ambos antecedentes que influyeron de una manera u otra en el diseño final de la
Constitución de 1867.
En segundo lugar, a partir de la información estudiada, intenta categorizar los diseños que
tuvieron lugar en ambos países. Aquí se hace visible nuevamente su elección de llevar a cabo un
análisis que prioriza el factor institucional. Una novedad que introduce es la utilización de nueva
terminología, que es un elemento importante y del cual se vale para marcar las diferencias entre
uno y otro país. De esta forma, se ve claramente como en ambos casos, son las enmiendas, a
través del ensayo y el error, las que priman.
De esta manera, hay una característica que se refuerza: en ninguno de ambos casos existió
una influencia exclusiva, sino que fueron resultado de combinaciones de diferente origen. En el
ejemplo argentino la fórmula alberdiana se nutre no solo de modelos federalistas
contemporáneos, como el suizo o el germánico (por no hablar del norteamericano), sino también
de la experiencia chilena y la propia argentina. En el caso canadiense sucede lo mismo: más allá
de la referencia obligada a Estados Unidos e Inglaterra, también se introducen otras novedades
locales.
El estudio está estructurado de manera tal que al lector le sea tarea sencilla comprender la
comparación. En primer lugar se hace un repaso bastante exhaustivo sobre los antecedentes
históricos de aquellos lugares y estados que se organizaron con algún diseño federalista, y a su
vez desarrolla un tratamiento acerca de las diferentes utilizaciones y significados del término.
Con esto el autor pretende situar los fenómenos y los problemas en una escala universal.
A continuación se avoca a la tarea de describir ambos casos, siguiendo una estructura
similar: dedica dos capítulos a cada país. En el primero describe sus recorridos históricos y en el
segundo se inmiscuye en los distintos proyectos. En el caso canadiense en particular es
minucioso en los hechos, lo que responde a la obvia necesidad del lector de tener más
información.
Finalmente se avoca a la comparación entre ambos países, desde donde emergen una serie
de conclusiones importantes: en primer lugar se remarca como gran cantidad de las diferencias
se basan en sus respectivas experiencias coloniales. En el aspecto cultural, en el país
septentrional primaba una tradición de discusión y debate, mientras que en la Argentina lo
hacían la ‘militarización’ y la resolución violenta. Sin embargo, según el autor, las amenazas
externas fueron mucho más influyentes para el diseño federal en el caso canadiense. Esto es así
en parte porque al momento de la sanción de la Constitución la influencia inglesa seguía vigente,
lo que se une a otra herencia colonial: la división social y territorial entre los francófonos y
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Graciela Silvestri, El lugar común. Una historia de las figuras de paisaje en el Río
de la Plata, Buenos Aires, Edhasa, 2011, 412 páginas.
A propósito de la Breve Historia de los Colores de Michel Pastoureau, Graciela Silvestri nos
recuerda en su último libro que “el verde no representaba, en el mundo medieval, lo natural: la
naturaleza es roja, gris, parda, blanca. El mundo mineral casi excluye el verde, y de él existen
pocos testimonios en el mundo animal. El verde no significaba, como hoy, placer, aire, salud,
armonía y bondad (un rostro verde de enfermedad o de envidia todavía resultan elocuentes de lo
contrario)” (p. 383).
Es en esta posibilidad de escribir una historia de los modos siempre cambiantes de
interpretación de la naturaleza en la que se funda El lugar común. Una historia de las figuras de
paisaje en el Río de la Plata. Se trata de una novedosa perspectiva dentro del campo local de la
historiografía urbano-territorial, pues aquí el interés está puesto no tanto en la ciudad, sino en
aquellos ámbitos supuestamente ajenos a la intervención y la transformación técnica y humana.
En esta obra, Silvestri evidencia la variada trama de sentidos enhebrados entre fines del siglo
XVIII y las primeras décadas del siglo XX en torno a los espacios naturales rioplatenses leídos
en clave de paisaje, es decir, a partir de sus figuraciones icónicas, literarias, políticas y técnicas.
Con edición a cargo de Juan Suriano, en El lugar común, se recupera un tema
extensamente tratado por la historiografía argentina desde una perspectiva poco usual. Se indaga
en la construcción de la identidad nacional a partir de las diversas figuras -en términos de Erich
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Anuario IEHS 27 (2012)
Auerbach- que dieron “forma a la patria”. De este modo, un extenso y variado corpus que
incluye diarios de viajes, mapas, reconstrucciones paleontológicas, manuales escolares de
geografía, revistas, ensayos, novelas literarias, litografías, pinturas, postales, fotografías,
maquetas militares, proyectos y obras arquitectónicas, entre otros, da cuenta de las múltiples
disciplinas involucradas en la construcción física y simbólica del espacio nacional como también
de una convivencia no siempre pacífica en la voluntad por “representar no lo que es, sino el ideal
que la patria exige” (p.100).
La idea del lugar común se funda en una doble significación que remite, por un lado, a la
noción del espacio compartido y por otro, a los clisés que constituyen los marcos de sentido
cristalizados y poco problematizados por la sociedad. El título condensa entonces las
preocupaciones que constituyen el eje de interés del libro: figuraciones y espacio físico
compartido. Pendulando entre estas dos acepciones, Silvestri traza un recorrido en la larga
duración que escapa a las periodizaciones más tradicionales de la historia política para
aprehender las cadencias particulares de la espacialidad a partir de las transformaciones
materiales del territorio y de los cambios de sensibilidad que las enmarcan. Su objetivo también
es el de deconstruir la figura de la Argentina como el país de los múltiples paisajes y climas,
cuestión que ha “salido indemne de la sospecha arrojada sobre la historia oficial” (p.20).
Retomando preocupaciones ya advertidas en algunas de sus producciones previas como El
paisaje como cifra de armonía (2001) escrito junto a Fernando Aliata o El color del río. Historia
cultural del paisaje del Riachuelo (2003), la especificidad de El lugar común radica en su interés
por vincular las mutaciones del género paisaje con la cuestión nacional. Resulta sugerente
entonces que el libro esté enfocado en la historia del Río de la Plata y su expresión territorial
más recurrente, la pampa. Esto es así, pues este paisaje ha cumplido un rol fundamental y
hegemónico como sinécdoque de lo nacional: durante los siglos XIX y XX se trató de una región
preponderante en la definición de lo que se entiende por nación argentina. En función de esta
asimilación entre la pampa y la totalidad del territorio nacional, a lo largo de su obra, Silvestri
desanda las controversias planteadas en torno a cómo construir una imagen de nación a partir de
un territorio interpretado frecuentemente en términos negativos por su vacuidad y extensión. El
derrotero culmina con la tardía integración al canon nacional de algunos paisajes regionales.
Las tres partes en que el libro se organiza remiten a los cambios de sensibilidad que
permiten trazar una ruta del gusto, posible de ser recorrida a través de las variantes locales de las
concepciones clásicas de la belleza natural, del gusto pintoresco y del paisaje sublime. Para la
autora, se trata de imágenes que, en el ámbito local, siempre estuvieron tensionadas por el
predominio de la cultura textual y letrada, y por las dificultades que esta hegemonía impuso
sobre las posibilidades de representación visual.
En la primera parte, “La belleza natural”, que abarca desde fines del siglo XVIII hasta los
años de la formación del estado nación a fines del siglo XIX, Silvestri analiza las escasas
representaciones visuales que configuraron las primeras imágenes de Buenos Aires y su
territorio. Para esto repara en los trabajos de los pintores viajeros partícipes de las expediciones
científicas y políticas trasatlánticas que en el cambio del siglo XVIII al XIX combinaron la
investigación científica con el arte y el placer estético. Estas producciones (vistas, dibujos,
estampas) son integradas a la investigación por su cualidad descriptiva de un territorio hasta ese
entonces poco conocido para el ojo europeo. Aquí Silvestri destaca los rodeos con los que
Emeric Essex Vidal, Fernando de Brambilla, Carlos E. Pellegrini o Johann Moritz Rugendas se
enfrentaron ante una pampa que no se ajustaba a la variedad colorística y topográfica que las
convenciones representativas de la época demandaban. Esta falta de “precisión”, nos advierte
Silvestri, también permeó las producciones cartográficas durante este período. En función de la
interpretación de la pampa como un mar (por su ausencia de accidentes geográficos que
permitieran la orientación en el territorio) se privilegió en los mapas la representación de las
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Anuario IEHS 27 (2012) )
zonas navegables. Recién cuando la política criolla interpretó el conocimiento del territorio
como proyección estratégica y las influencias cartográficas se trasladaron de Inglaterra a
Alemania, los mapas incluyeron descripciones territoriales más fiables. Silvestri asocia este
cambio con la consolidación del ejército argentino y con la ampliación de la imagen de la pampa
hacia la Patagonia. La expansión de la frontera sur supuso una renovación en las estrategias de
conformación territorial y una redefinición de la noción de “vacío” entendido ahora como bolsón
de primitivismo. En la última sección, Silvestri analiza las aplicaciones técnicas y científicas a la
estrategia de la guerra. La llamada campaña al “desierto” es estudiada a partir de las conexiones
entre ciencia, técnica y guerra. Aquí la autora se detiene en dos modelos de expansión territorial
bien disímiles: el del avance gradual y “civilizatorio” liderado por Alsina, quien con su zanja
emprendió la obra de ingeniería más vasta del siglo XIX en el Plata, y la solución final de Roca
para quien el terreno solo podía ser limpiado con la “espada”.
En la segunda parte, “La oscilación de la sensibilidad”, se avanza sobre los cambios
producidos en el gusto y la nueva interpretación de la pampa ofrecida por la evolución del
género pintoresco. Se trata de una nueva visión de la naturaleza que abandona la fijeza de la
belleza natural y que prefiere, en cambio, la innovación tecnológica y la mezcla de estilos. En el
ámbito local, este ideal se ajustaba a la voluntad sarmientina de tecnificar el extenso territorio
pampeano para trastocar el destino de la nación y encauzarla hacia la civilización. Esto incluyó
no solo los parques y jardines de la ciudad como moldeadores de la civilidad urbana, sino
también la conversión de la pampa húmeda decimonónica en un laboratorio de experimentación
social a través de la inauguración de diversas variantes de la vivienda rural. En esta sección se
destacan los análisis de los “palacios de la pampa”, las quintas suburbanas y las estancias rurales
que combinaban funciones productivas con la experimentación estética, moldeados muchos de
ellos por la sensibilidad bucólica de las colonias inglesas, cuya producción de ganado ovino se
proponía como modelo reformista de vida en la campaña. Sin embargo, remarca Silvestri, la
pampa construida en sede literaria transitó por senderos diferentes al de esta pampa
transformada materialmente. Si el gaucho (y no ya el indio) se convirtió en el protagonista
predilecto de una literatura que lo entronizó como símbolo de la identidad nacional, su espacio
natural, la pampa, también debía acompañar este cometido. Y es aquí donde la hipótesis de la
autora sobre la determinación de las imágenes a las letras se prueba con extrema lucidez, al
indagar en las formas en que el arte nacional tuvo que traducir unas metáforas sobre la pampa no
siempre posibles de resolver visualmente: “la pampa no podía ser desierto o lodazal si se
presumía como origen y futuro de la argentinidad” (p.204). En el último apartado de esta
sección, Silvestri remite al ocaso del género pintoresco en las primeras décadas del siglo XX,
cuando la circulación de los paisajes (no solo los pampeanos) se reproduce exponencialmente
tras las nuevas posibilidades que inaugura la fotografía a través de un móvil formato: la tarjeta
postal. Y si bien su difusión había logrado democratizar las visiones del país, entre la élite
cultural del Centenario esta expansión no tardó en ser asociada con un gusto vulgarizado y
afeminado, poco adecuado a los viriles destinos a los que la patria estaba destinada.
A comienzos del siglo XX, las formas previas en que la pampa había sido tratada
resultaron insatisfactorias. Así, en la última parte del libro, “El destino de la patria”, Silvestri
sigue los rastros del paisaje sublime, aquel que por su intensidad es capaz de poner en suspenso
el pensamiento reflexivo y de activar resortes emotivos posibles de ser explotados en clave
política. Las formas negativas con las que antes se había pensado la pampa, como un vacío,
como un mar, son ahora resignificadas en clave estética y positiva. A partir de las evidencias de
restos paleontológicos (gliptodontes y megaterios) la nación de escaso pasado logra insertarse a
través de la pampa en el relato del origen común de la vida. El vacío se reconvierte en
atemporalidad y la llanura se vuelve universal y abstracta. El pasado se vuelve clave de lectura y
las vanguardias modernistas encuentran a lo moderno en un difuso y ecléctico recuerdo de los
tiempos pretéritos. Estos motivos se repiten tanto en la literatura de Borges como en las
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Anuario IEHS 27 (2012)
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Pimenta, João Paulo, Estado y Nación hacia el final de los Imperios Ibéricos. Río de
la Plata y Brasil 1808-1828. Buenos Aires: Sudamericana, 2011, 416 páginas.
La conformación de identidades nacionales a lo largo del siglo XIX ha sido uno de los temas de
mayor renovación historiográfica de los últimos treinta años. Hoy es parte del sentido común
académico que la idea moderna de nación es el fruto de una construcción que surgió como parte
de un proceso de transformación de la soberanía política cuyo resultado final fueron los Estados
nacionales. El libro de Pimenta -parte de la colección “Historia Argentina” de alta divulgación,
dirigida por Chiaramonte- acerca estos debates a un público amplio y aporta asimismo su
perspectiva original.
El estudio procede a partir de un doble movimiento, señala el autor, de “deconstrucción” y
“reconstrucción”. La primera parte consta de un capítulo historiográfico dedicado a repasar, por
un lado, cómo se constituyó en Brasil, Argentina y Uruguay el “mito de los orígenes” según el
cual los procesos independentistas habrían sido la manifestación primigenia de las nuevas
naciones americanas; por otro, el modo en que distintos autores han cuestionado ese mito y han
demostrado la coexistencia, ante el quiebre del lazo colonial, de identidades fluidas y de una
profunda incertidumbre sobre el futuro orden político de estas regiones. En el segundo capítulo,
el autor profundiza la crítica, deteniéndose en una de las principales incongruencias del “mito de
los orígenes”: la de considerar a los territorios coloniales como un antecedente de los de los
estados nacionales. Esta afirmación entraña no sólo un error empírico -las fronteras entre las
jurisdicciones variaron a lo largo del período colonial y no se corresponden con las de los
estados actuales- sino también uno de índole conceptual, en tanto el modo de entender el
territorio en las monarquías de Antiguo Régimen -como posesiones dispersas del rey, con
fronteras imprecisas- no puede ser equiparado con el de los estados nacionales, que reconocen su
propia existencia en el dominio de un territorio con límites precisos.
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Anuario IEHS 27 (2012) )
identidades. Quizás la claridad expositiva de la primera parte y del relato de los acontecimientos
políticos no sea tal en el caso de la historia de los conceptos que esboza el autor y que, sin
embargo, al principio se presenta como una de las apuestas centrales de la obra. Se trata, sin
embargo, de un aspecto menor, que no opaca el aporte de Pimenta a la historia de las
independencias latinoamericanas.
Malena Nigro
Universidad Torcuato Di Tella
449
TESIS DOCTORALES DEFENDIDAS EN EL AÑO
ACADEMICO 2012
Doctorado en Historia, Categoría “A”, Resol. CONEAU N°357/07
Facultad de Ciencias Humanas, UNCPBA
Resumen
En la historiografía reciente predominan las regionalizaciones sobre el peronismo. Una
de las aristas novedosas en los estudios sobre este fenómeno de la Argentina
contemporánea consiste en indagar las realidades provinciales o para los territorios
nacionales, su transformación en provincias en la primera mitad de la década de 1950.
Asimismo analizar dicho fenómeno desde lugares donde la industrialización no tuvo
lugar y contribuir a explicar su compleja naturaleza. El tema central de esta tesis es
abordar una de esas manifestaciones: la cuestión del origen y su desarrollo en La Pampa
entre 1945 y 1955, con dos etapas: la territoriana, con un fuerte proceso de extensión en
procura de la homogeneidad ideológica y partidaria; y la provincial, cuando se creó una
organización estatal afín con sus pretensiones de hegemonía nacional. La hipótesis
principal sostiene que en un espacio con ciertas particularidades sociales, económicas y
sin tradiciones políticas fuertes, el peronismo desarrolló un doble proceso de
constitución partidaria y construcción estatal, con marcadas interdependencias. Las
pretensiones inclusivas inauguraron formas de hacer política con una dirigencia
procedente de distintas fuentes y otra en formación, con un grado de permeabilidad al
poder central tal que, el rango de provincia fue consistente con una clara subordinación
política. El eje peronismo y provincialización estructura la historia del período. Por
tratarse de una coalición populista con una agenda transformadora, uno de los pilares
fue el partido. Así, se indagaron los modos en que se consolidó como institución y se
articuló con la sociedad. La dinámica política marcó varios momentos de tensiones y
conflictos con la oposición e internamente. Nos ocupamos de los actores intervinientes,
los que estaban en la acción política y adoptaron el rumbo peronista y los nuevos que
ingresaron al escenario político. Al mismo tiempo, el gobierno nacional resolvió la
provincialización aunque con una gran debilidad al ser impuesta unilateralmente y
contener elementos inadmisibles para los sectores no peronistas. La antinomia se
profundizará y marcará el proceso que contribuirá al golpe de estado de 1955.
451
Título: El contacto entre galeses, pampas y tehuelches: la conformación de un
modelo de convivencia pacífica en la Patagonia central (1865-1885)
Tesista: Marcelo Gavirati
Jurados: Dres. Eduardo Míguez, Susana Bandieri y Daniel Villar.
Director: Prof. Raúl Mandrini
Fecha de defensa: 18 de mayo de 2012
Resumen
La relación entre “galeses y tehuelches” aparece en la tradición oral y la historiografía
regionales como una convivencia absolutamente armoniosa, surgida de la generosa
ayuda brindada por los pacíficos tehuelches y del trato humanitario de los colonos. Más
allá del relato clásico, dicha relación presenta elementos y características que la ubican
como un caso atípico con respecto al modo relacional que imperara en la frontera
pampeano patagónica: 1) un establecimiento promovido por un grupo colonizador
extranjero con objetivos propios que trascendían los del Estado nacional, 2) su
ubicación en pleno territorio indígena sin protección militar estatal, 3) la ausencia de
enfrentamientos violentos durante las dos décadas de convivencia en relativo
aislamiento.
El objetivo central es explicar las bases constitutivas (políticas, económicas y
socioculturales) de esta singular experiencia; en particular: a) identificar los actores
sociales subyacentes bajo los indefinidos rótulos de “galeses y tehuelches”, b)
determinar la composición cualitativa y cuantitativa de los intercambios comerciales y
culturales producidos, c) detectar las transformaciones operadas en sus respectivos
espacios y los posibles cambios en la visión del “otro” como consecuencia de la
interacción.
Descartados los extremos relacionales compuestos por una utópica ausencia
absoluta de conflicto y la inexorabilidad de su ocurrencia propuesta por el modelo de la
“fricción interétnica”, la detección de una importante complementariedad económica y
de balance o —incluso— predomino de las sociedades indígenas en el poderío bélico-
económico, brindan las herramientas necesarias para diseñar un modelo explicativo
alternativo, denominado “modelo de convivencia interétnica pacífica”. Según éste,
galeses, pampas y tehuelches, fueron capaces de articular sus respectivos intereses
mediante la negociación y el intercambio pacífico de bienes como modos relacionales
predominantes, lo que les permitió superar de forma duradera la potencial
conflictividad inherente a toda interrelación social y configurar un espacio social,
económico y cultural, con características propias e irrepetibles que lo distinguen de
otras experiencias fronterizas.
452
ANUARIO IEHS
Instituto de Estudios Histórico-Sociales “Prof. Juan Carlos Grosso”
Facultad de Ciencias Humanas
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453
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1990 El cambio de planes en la cita de autor, Córdoba, Planeta Tierra, 2 tomos.
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