Guerrilla
Guerrilla
Guerrilla
Rodolfo Walsh
Quién fue Rodolfo Walsh? Un periodista, un escritor, un militante, un intelectual que fue más allá de ese
papel? "Fui lavacopas, limpiavidrios, comerciante de antigüedades y criptógrafo", decía él, queriendo
alivianar esa imagen deshumanizada con la que se mira a los grandes humanos.
Sin embargo, para entender la vida de Walsh es necesario dividirla en dos partes. " ´Operación Masacre`
cambió mi vida. Haciéndola descubrí, además de mis perplejidades íntimas, existía un amenazante
mundo exterior", dijo el hombre, refiriéndose al libro que inició el movimiento periodístico-literario de
la novela testimonial.
Después de la frustración por la impunidad de la que gozaron los autores de los fusilamientos, Walsh ya
no piensa en pedir justicia, sino observar que, además de permitir obtener datos y establecer la mecánica
de sucesión de ciertos hechos, la investigación se ocupa de hechos límites que movilizan y ponen en
cuestión compromisos, actos, ideas. La masacre de José León Suárez fue la perfecta culminación de un
sistema; el caso Rosendo García desnuda la esencia del vandorismo; el asesinato de Satanowsky
proyecta luz sobre el funcionamiento de los servicios de informaciones y su conexión con los grandes
diarios. Osvaldo Aguirre
Antes de "Operación Masacre" Walsh se había criado en el seno de una familia conservadora, de
ascendencia irlandesa. Estudió en un colegio de monjas irlandesas y estuvo interno en una congregación
de curas también irlandeses. "Tengo una hermana monja y dos hijas laicas", se reía. A los 17 años
comenzó a trabajar en la Editorial Hachette como traductor y como corrector de pruebas, y a los 20
comenzó a publicar sus primeros textos periodísticos. En 1953 publicó su primer libro de cuentos,
"Variaciones en rojo", con el que había ganado el Premio Municipal de Literatura de Buenos Aires.
Cuando se produjeron los fusilamientos de José León Suárez, Walsh estaba trabajando en la compilación
de cuentos de la Editorial Hachette. Una tarde de 1956, jugando al ajedrez en un bar de la Plata escuchó
la frase "Hay un fusilado que vive". Nunca se le fue de la mente. A fines de ese año, comenzó a
investigar el caso con la ayuda de la periodista Enriqueta Muñiz, y se encontró con un gigantesco
crimen organizado y ocultado por el Estado. Walsh decidió recluirse en una alejada isla del Tigre con el
seudónimo de Francisco Freyre, y con la única compañía de un revolver. El 23 de diciembre Leonidas
Barletta, director de Propósitos, denunció, a pedido de Walsh, la masacre de José León Suárez y la
1
existencia de un sobreviviente, Juan Carlos Livraga.
Walsh EN CUBA
Antes de partir a Cuba, publicó el Caso Satanowsky, en donde evidenció que matones de la SIDE
asesinaron al abogado Marcos Satanowsky debido a oscuros intereses en torno a la propiedad del diario
La Razón, y en cuya investigación da con los culpables.
En Cuba fundó la agencia Prensa Latina junto con su colega y compatriota Jorge Mascetti. Había
decidido que no sería nunca más un simple observador privilegiado del mundo, sino que quería formar
parte activamente de él: como jefe de Servicios Especiales en el Departamento de Informaciones de
Prensa Latina, usó sus conocimientos de criptógrafo aficionado para descubrir, a través de unos cables
comerciales, la invasión a Bahía de Cochinos, instrumentada por la CIA.
A Cuba fue Walsh a respirar un poco de aire libre. Sus experiencias amorosas con prostitutas cubanas
fueron para él también actos de liberación. "... Después de vestirnos le digo cuánto es?, porque ella tiene
que seguir trabajando, y ella dice "lo que quieras", pero cuando le doy cinco pesos se sonríe un poco y
dice "tan poco?". Entonces invento cualquier argumento, porque no estoy resuelto a darle más, porque
ahora no quiero ser engañado, ya la jauría del remordimiento y la vergüenza galopa a mis espaldas.
Apenas salimos me desahogo de ella lo más pronto que puedo, y es entonces cuando empiezo a
preguntarme si me habrán visto, si ella era linda o era un monstruo, y qué habrían dicho en la agencia si
me vieran con una muchacha tan negra. Sí, me siento culpable de este gran acto de liberación..."
Walsh ESCRITOR
Rodolfo Walsh tuvo una tortuosa relación con la literatura, luego de haberse definido como marxista.
(Soy lento, he tardado quince años de pasar del mero nacionalismo a la izquierda) Después de publicar
¿Quién mató a Rosendo? dijo: " las cosas cambiaron realmente en 1968, cuando la política lo ocupó
todo. Entonces empecé a ser un escritor político. Mis ideas sobre la novela han cambiado"
A Walsh le faltaba la novela para consagrarse como escritor. Pero después de Operación Masacre, y de
su estadía en Cuba, decidió que ya en Argentina no podía desvincularse la literatura de la política. El ya
había decidido. "Empiezo a asimilar lo básico del marxismo y mi ´nivel de conciencia` es hoy bastante
mayor. No aceptaría hoy incluir una cita de un bufón como Manucho (Manuel Mujica Láinez) en la
contratapa de un libro ( se refiere a Un kilo de oro), ni vacilaría en rechazar una beca en USA, etc."
La novela era, para Walsh, algo así como la representación de los hechos. " Yo prefiero su simple
presentación. (...) Eso quiere decir que la novela es lo difícil de decir, lo que se resiste a ser dicho? Lo
que me compromete más a fondo? Otra variante que he pensado es que la novela es la última forma del
arte burgués, y por eso ya no me satisface".
Ese mismo año, en Madrid Perón le presenta a Raimundo Ongaro, Secretario General de la CGT de los
Argentinos, y el 1 de mayo aparece el semanario CGT, que funda y dirige por expreso pedido de Perón..
En 1969 empieza a militar en el Peronismo de Base. "No le entiendo nada- dijo Ongaro luego de leer
unos escritos suyos- ¿Escribe para los burgueses?" " Me molestó porque sé que tiene razón" escribió
Walsh, luego de este hecho.
2
Walsh militante
Bajo el golpe de Estado encabezado por Jorge Videla, crea la Agencia Clandestina de Noticias
(ANCLA). "Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance: a mano, a
máquina, a mimeógrafo, oralmente. Mande copias a sus amigos: nueve de cada diez las estarán
esperando. Millones quieren ser informados. El terror se basa en la incomunicación. Rompa el
aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad. Derrote el terror. Haga circular
esta información."
El 29 de setiembre de 1976 muere en un enfrentamiento su hija Vicki. Tenía 26 años, una hija y era
militante de Montoneros. Muere también su amigo Paco Urondo en Mendoza, perseguido por fuerzas
militares conjuntas.
El 25 de marzo de 1977 asesinan al hombre que decidió para siempre ser "fiel al compromiso de dar
testimonios en tiempos difíciles"
Fuentes:
Ese hombre y otros papeles personales. Seix Barral. Edición a cargo de Daniel Link.
Textos de y sobre Rodolfo Walsh. Alianza Editorial. Edición a cargo de Jorge Lafforgue.
3
Continental Service, 1964
• Caso Satanowsky, Verdad, 1958. De la Flor agrega en 1986 un prólogo de Horacio Verbitsky .
• Los oficios terrestres, Jorge Alvarez, 1965
• Una granada. La batalla. Jorge Alvarez, 1965. de la Flor, 1988
• Un kilo de oro. Jorge Alvarez, 1967
• ¿Quién mató a Rosendo? Tiempo Contemporáneo, 1969
• Un oscuro día de Justicia. Siglo XXI, 1973
Recopilaciones póstumas
Rodolfo Walsh
El 24 de marzo de 1976 derrocaron ustedes a un gobierno del que formaban parte, a cuyo desprestigio
contribuyeron como ejecutores de su política represiva, y cuyo término estaba señalado por elecciones
4
convocadas para nueve meses más tarde. En esa perspectiva lo que ustedes liquidaron no fue el mandato
transitorio de Isabel Martínez sino la posibilidad de un proceso democrático donde el pueblo remediara
males que ustedes continuaron y agravaron.
Ilegítimo en su origen, el gobierno que ustedes ejercen pudo legitimarse en los hechos recuperando el
programa en que coincidieron en las elecciones de 1973 el ochenta por ciento de los argentinos y que
sigue en pie como expresión objetiva de la voluntad del pueblo, único significado posible de ese "ser
nacional" que ustedes invocan tan a menudo.
Invirtiendo ese camino han restaurado ustedes la corriente de ideas e intereses de minorías derrotadas que
traban el desarrollo de las fuerzas productivas, explotan al pueblo y disgregan la Nación. Una política
semejante sólo puede imponerse transitoriamente prohibiendo los partidos, interviniendo los sindicatos,
amordazando la prensa e implantando el terror más profundo que ha conocido la sociedad argentína.
2. Quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados son la
cifra desnuda de ese terror.
Colmadas las cárceles ordinarias, crearon ustedes en las principales guarniciones del país virtuales
campos de concentración donde no entra ningún juez, abogado, periodista, observador internacional. El
secreto militar de los procedimientos, invocado como necesidad de la investigación, convierte a la
mayoría de las detenciones en secuestros que permiten la tortura sin límite y el fusilamiento sin juicio.1
Más de siete mil recursos de hábeas corpus han sido contestados negativamente este último año. En otros
miles de casos de desaparición el recurso ni siquiera se ha presentado porque se conoce de antemano su
inutilidad o porque no se encuentra abogado que ose presentarlo después que los cincuenta o sesenta que
lo hacían fueron a su turno secuestrados.
De este modo han despojado ustedes a la tortura de su límite en el tiempo. Como el detenido no existe, no
hay posibilidad de presentarlo al juez en diez días según manda un ley que fue respetada aún en las
cumbres represivas de anteriores dictaduras.
La falta de límite en el tiempo ha sido complementada con la falta de límite en los métodos,
retrocediendo a épocas en que se operó directamente sobre las articulaciones y las vísceras de las
víctimas, ahora con auxiliares quirúrgicos y farmacológicos de que no dispusieron los antiguos verdugos.
El potro, el torno, el despellejamiento en vida, la sierra de los inquisidores medievales reaparecen en los
testimonios junto con la picana y el "submarino", el soplete de las actualizaciones contemporáneas.2
Mediante sucesivas concesiones al supuesto de que el fin de exterminar a la guerrilla justifica todos los
medios que usan, han llegado ustedes a la tortura absoluta, intemporal, metafísica en la medida que el fin
original de obtener información se extravía en las mentes perturbadas que la administran para ceder al
impulso de machacar la sustancia humana hasta quebrarla y hacerle perder la dignidad que perdió el
verdugo, que ustedes mismos han perdido.
3. La negativa de esa Junta a publicar los nombres de los prisioneros es asimismo la cobertura de una
sistemática ejecución de rehenes en lugares descampados y horas de la madrugada con el pretexto de
fraguados combates e imaginarias tentativas de fuga.
Extremistas que pan fletean el campo, pintan acequias o se amontonan de a diez en vehículos que se
incendian son los estereotipos de un libreto que no está hecho para ser creído sino para burlar la reacción
5
internacional ante ejecuciones en regla mientras en lo interno se subraya el carácter de represalias
desatadas en los mismos lugares y en fecha inmediata a las acciones guerrilleras.
Setenta fusilados tras la bomba en Seguridad Federal, 55 en respuesta a la voladura del Departamento de
Policía de La Plata, 30 por el atentado en el Ministerio de Defensa, 40 en la Masacre del Año Nuevo que
siguió a la muerte del coronel Castellanos, 19 tras la explosión que destruyó la comisaría de Ciudadela
forman parte de 1.200 ejecuciones en 300 supuestos combates donde el oponente no tuvo heridos y las
fuerzas a su mando no tuvieron muertos.
Depositarios de una culpa colectiva abolida en las normas civilizadas de justicia, incapaces de influir en
la política que dicta los hechos por los cuales son represaliados, muchos de esos rehenes son delegados
sindicales, intelectuales, familiares de guerrilleros, opositores no armados, simples sospechosos a los que
se mata para equilibrar la balanza de las bajas según la doctrina extranjera de "cuenta-cadáveres" que
usaron los SS en los países ocupados y los invasores en Vietnam.
El remate de guerrilleros heridos o capturados en combates reales es asimismo una evidencia que surge
de los comunicados militares que en un año atribuyeron a la guerrilla 600 muertos y sólo 10 ó 15 heridos,
proporción desconocida en los más encarnizados conflictos. Esta impresión es confirmada por un
muestreo periodístico de circulación clandestina que revela que entre el 18 de diciembre de 1976 y el 3
de febrero de 1977, en 40 acciones reales, las fuerzas legales tuvieron 23 muertos y 40 heridos, y la
guerrilla 63 muertos.3
Más de cien procesados han sido igualmente abatidos en tentativas de fuga cuyo relato oficial tampoco
está destinado a que alguien lo crea sino a prevenir a la guerrilla y los partidos de que aún los presos
reconocidos son la reserva estratégica de las represalias de que disponen los Comandantes de Cuerpo
según la marcha de los combates, la conveniencia didáctica o el humor del momento.
Así ha ganado sus laureles el general Benjamín Menéndez, jefe del Tercer Cuerpo de Ejército, antes del
24 de marzo con el asesinato de Marcos Osatinsky, detenido en Córdoba, después con la muerte de Hugo
Vaca Narvaja y otros cincuenta prisioneros en variadas aplicaciones de la ley de fuga ejecutadas sin
piedad y narradas sin pudor.4
El asesinato de Dardo Cabo, detenido en abril de 1975, fusilado el 6 de enero de 1977 con otros siete
prisioneros en jurisdicción del Primer Cuerpo de Ejército que manda el general Suárez Masson, revela
que estos episodios no son desbordes de algunos centuriones alucinados sino la política misma que
ustedes planifican en sus estados mayores, discuten en sus reuniones de gabinete, imponen como
comandantes en jefe de las 3 Armas y aprueban como miembros de la Junta de Gobierno.
4. Entre mil quinientas y tres mil personas han sido masacradas en secreto después que ustedes
prohibieron informar sobre hallazgos de cadáveres que en algunos casos han trascendido, sin embargo,
por afectar a otros países, por su magnitud genocida o por el espanto provocado entre sus propias
fuerzas.5
Veinticinco cuerpos mutilados afloraron entre marzo y octubre de 1976 en las costas uruguayas, pequeña
parte quizás del cargamento de torturados hasta la muerte en la Escuela de Mecánica de la Armada,
fondeados en el Río de la Plata por buques de esa fuerza, incluyendo el chico de 15 años, Floreal
Avellaneda, atado de pies y manos, "con lastimaduras en la región anal y fracturas visibles" según su
6
autopsia.
Un verdadero cementerio lacustre descubrió en agosto de 1976 un vecino que buceaba en el Lago San
Roque de Córdoba, acudió a la comisaría donde no le recibieron la denuncia y escribió a los diarios que
no la publicaron.6
Treinta y cuatro cadáveres en Buenos Aires entre el 3 y el 9 de abril de 1976, ocho en San Telmo el 4 de
julio, diez en el Río Luján el 9 de octubre, sirven de marco a las masacres del 20 de agosto que apilaron
30 muertos a 15 kilómetros de Campo de Mayo y 17 en Lomas de Zamora.
En esos enunciados se agota la ficción de bandas de derecha, presuntas herederas de las 3 A de López
Rega, capaces de atravesar la mayor guarnición del país en camiones militares, de alfombrar de muertos
el Río de la Plata o de arrojar prisioneros al mar desde los transportes de la Primera Brigada Aérea7, sin
que se enteren el general Videla, el almirante Massera o el brigadier Agosti. Las 3 A son hoy las 3 Armas,
y la Junta que ustedes presiden no es el fiel de la balanza entre "violencias de distintos signos" ni el
árbitro justo entre "dos terrorismos", sino la fuente misma del terror que ha perdido el rumbo y sólo
puede balbucear el discurso de la muerte.8
La misma continuidad histórica liga el asesinato del general Carlos Prats, durante el anterior gobierno,
con el secuestro y muerte del general Juan José Torres, Zelmar Michelini, Héctor Gutiérrez Ruíz y
decenas de asilados en quienes se ha querido asesinar la posibilidad de procesos democráticos en Chile,
Bolivia y Uruguay.9
La segura participación en esos crímenes del Departamento de Asuntos Extranjeros de la Policía Federal,
conducido por oficiales becados de la CIA a través de la AID, como los comisarios Juan Gattei y Antonio
Gettor, sometidos ellos mismos a la autoridad de Mr. Gardener Hathaway, Station Chief de la CIA en
Argentina, es semillero de futuras revelaciones como las que hoy sacuden a la comunidad internacional
que no han de agotarse siquiera cuando se esclarezcan el papel de esa agencia y de altos jefes del
Ejército, encabezados por el general Menéndez, en la creación de la Logia Libertadores de América, que
reemplazó a las 3 A hasta que su papel global fue asumido por esa Junta en nombre de las 3 Armas.
Este cuadro de exterminio no excluye siquiera el arreglo personal de cuentas como el asesinato del
capitán Horacio Gándara, quien desde hace una década investigaba los negociados de altos jefes de la
Marina, o del periodista de "Prensa Libre" Horacio Novillo apuñalado y calcinado, después que ese diario
denunció las conexiones del ministro Martínez de Hoz con monopolios internacionales.
A la luz de estos episodios cobra su significado final la definición de la guerra pronunciada por uno de
sus jefes: "La lucha que libramos no reconoce límites morales ni naturales, se realiza más allá del bien y
del mal".10
5. Estos hechos, que sacuden la conciencia del mundo civilizado, no son sin embargo los que mayores
sufrimientos han traído al pueblo argentino ni las peores violaciones de los derechos humanos en que
ustedes incurren. En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus
crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada.
En un año han reducido ustedes el salario real de los trabajadores al 40%, disminuido su participación en
el ingreso nacional al 30%, elevado de 6 a 18 horas la jornada de labor que necesita un obrero para pagar
la canasta familiar11, resucitando así formas de trabajo forzado que no persisten ni en los últimos reductos
7
coloniales.
Congelando salarios a culatazos mientras los precios suben en las puntas de las bayonetas, aboliendo toda
forma de reclamación colectiva, prohibiendo asambleas y comisiones internas, alargando horarios,
elevando la desocupación al récord del 9%12 prometiendo aumentarla con 300.000 nuevos despidos, han
retrotraído las relaciones de producción a los comienzos de la era industrial, y cuando los trabajadores
han querido protestar los han calificados de subversivos, secuestrando cuerpos enteros de delegados que
en algunos casos aparecieron muertos, y en otros no aparecieron.13
Los resultados de esa política han sido fulminantes. En este primer año de gobierno el consumo de
alimentos ha disminuido el 40%, el de ropa más del 50%, el de medicinas ha desaparecido prácticamente
en las capas populares.
Ya hay zonas del Gran Buenos Aires donde la mortalidad infantil supera el 30%, cifra que nos iguala con
Rhodesia, Dahomey o las Guayanas; enfermedades como la diarrea estival, las parasitosis y hasta la rabia
en que las cifras trepan hacia marcas mundiales o las superan. Como si esas fueran metas deseadas y
buscadas, han reducido ustedes el presupuesto de la salud pública a menos de un tercio de los gastos
militares, suprimiendo hasta los hospitales gratuitos mientras centenares de médicos, profesionales y
técnicos se suman al éxodo provocado por el terror, los bajos sueldos o la "racionalización".
Basta andar unas horas por el Gran Buenos Aires para comprobar la rapidez con que semejante política la
convirtió en una villa miseria de diez millones de habitantes. Ciudades a media luz, barrios enteros sin
agua porque las industrias monopólicas saquean las napas subterráneas, millares de cuadras convertidas
en un solo bache porque ustedes sólo pavimentan los barrios militares y adornan la Plaza de Mayo, el río
más grande del mundo contaminado en todas sus playas porque los socios del ministro Martínez de Hoz
arrojan en él sus residuos industriales, y la única medida de gobierno que ustedes han tomado es prohibir
a la gente que se bañe.
Tampoco en las metas abstractas de la economía, a las que suelen llamar "el país", han sido ustedes más
afortunados. Un descenso del producto bruto que orilla el 3%, una deuda exterior que alcanza a 600
dólares por habitante, una inflación anual del 400%, un aumento del circulante que en solo una semana
de diciembre llegó al 9%, una baja del 13% en la inversión externa constituyen también marcas
mundiales, raro fruto de la fría deliberación y la cruda inepcia.
Mientras todas las funciones creadoras y protectoras del Estado se atrofian hasta disolverse en la pura
anemia, una sola crece y se vuelve autónoma. Mil ochocientos millones de dólares que equivalen a la
mitad de las exportaciones argentinas presupuestados para Seguridad y Defensa en 1977, cuatro mil
nuevas plazas de agentes en la Policía Federal, doce mil en la provincia de Buenos Aires con sueldos que
duplican el de un obrero industrial y triplican el de un director de escuela, mientras en secreto se elevan
los propios sueldos militares a partir de febrero en un 120%, prueban que no hay congelación ni
desocupación en el reino de la tortura y de la muerte, único campo de la actividad argentína donde el
producto crece y donde la cotización por guerrillero abatido sube más rápido que el dólar.
6. Dictada por el Fondo Monetario Internacional según una receta que se aplica indistintamente al Zaire o
a Chile, a Uruguay o Indonesia, la política económica de esa Junta sólo reconoce como beneficiarios a la
vieja oligarquía ganadera, la nueva oligarquía especuladora y un grupo selecto de monopolios
internacionales encabezados por la ITT, la Esso, las automotrices, la U.S. Steel, la Siemens, al que están
ligados personalmente el ministro Martínez de Hoz y todos los miembros de su gabinete.
8
Un aumento del 722% en los precios de la producción animal en 1976 define la magnitud de la
restauración oligárquica emprendida por Martínez de Hoz en consonancia con el credo de la Sociedad
Rural expuesto por su presidente Celedonio Pereda: "Llena de asombro que ciertos grupos pequeños pero
activos sigan insistiendo en que los alimentos deben ser baratos".14
El espectáculo de una Bolsa de Comercio donde en una semana ha sido posible para algunos ganar sin
trabajar el cien y el doscientos por ciento, donde hay empresas que de la noche a la mañana duplicaron su
capital sin producir más que antes, la rueda loca de la especulación en dólares, letras, valores ajustables,
la usura simple que ya calcula el interés por hora, son hechos bien curiosos bajo un gobierno que venía a
acabar con el "festín de los corruptos".
Si una propaganda abrumadora, reflejo deforme de hechos malvados no pretendiera que esa Junta
procura la paz, que el general Videla defiende los derechos humanos o que el almirante Massera ama la
vida, aún cabría pedir a los señores Comandantes en Jefe de las 3 Armas que meditaran sobre el abismo
al que conducen al país tras la ilusión de ganar una guerra que, aún si mataran al último guerrillero, no
haría más que empezar bajo nuevas formas, porque las causas que hace más de veinte años mueven la
resistencia del pueblo argentino no estarán desaparecidas sino agravadas por el recuerdo del estrago
causado y la revelación de las atrocidades cometidas.
Estas son las reflexiones que en el primer aniversario de su infausto gobierno he querido hacer llegar a
los miembros de esa Junta, sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al
compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles.
1
Desde enero de 1977 la Junta empezó a publicar nóminas incompletas de nuevos detenidos y de
"liberados" que en su mayoría no son tales sino procesados que dejan de estar a su disposición pero
siguen presos. Los nombres de millares de prisioneros son aún secreto militar y las condiciones para su
tortura y posterior fusilamiento permanecen intactas.
2
El dirigente peronista Jorge Lizaso fue despellejado en vida, el ex diputado radical Mario Amaya
muerto a palos, el ex diputado Muñiz Barreto desnucado de un golpe. Testimonio de una sobreviviente:
"Picana en los brazos, las manos, los muslos, cerca de la boca cada vez que lloraba o rezaba... Cada
veinte minutos abrían la puerta y me decían que me iban hacer fiambre con la máquina de sierra que se
escuchaba".
3
"Cadena Informativa", mensaje Nro. 4, febrero de 1977.
4
Una versión exacta aparece en esta carta de los presos en la Cárcel de Encausados al obispo de Córdoba,
9
monseñor Primatesta: "El 17 de mayo son retirados con el engaño de ir a la enfermería seis compañeros
que luego son fusilados. Se trata de Miguel Angel Mosse, José Svagusa, Diana Fidelman, Luis Verón,
Ricardo Yung y Eduardo Hernández, de cuya muerte en un intento de fuga informó el Tercer Cuerpo de
Ejército. El 29 de mayo son retirados José Pucheta y Carlos Sgadurra. Este último había sido castigado al
punto de que no se podía mantener en pie sufriendo varias fracturas de miembros. Luego aparecen
también fusilados en un intento de fuga".
5
En los primeros 15 días de gobierno militar aparecieron 63 cadáveres, según los diarios. Una
proyección anual da la cifra de 1500. La presunción de que puede ascender al doble se funda en que
desde enero de 1976 la información periodística era incompleta y en el aumento global de la represión
después del golpe. Una estimación global verosímil de las muertes producidas por la Junta es la siguiente.
Muertos en combate: 600. Fusilados: 1.300. Ejecutados en secreto: 2.000. Varios. 100. Total: 4.000.
6
Carta de Isaías Zanotti, difundida por ANCLA, Agencia Clandestina de Noticias.
7
"Programa" dirigido entre julio y diciembre de 1976 por el brigadier Mariani, jefe de la Primera Brigada
Aérea del Palomar. Se usaron transportes Fokker F-27.
8
El canciller vicealmirante Guzzeti en reportaje publicado por "La Opinión" el 3-10-76 admitió que "el
terrorismo de derecha no es tal" sino "un anticuerpo".
9
El general Prats, último ministro de Ejército del presidente Allende, muerto por una bomba en
septiembre de 1974. Los ex parlamentarios uruguayos Michelini y Gutiérrez Ruiz aparecieron
acribillados el 2-5-76. El cadáver del general Torres, ex presidente de Bolivia, apareció el 2-6-76,
después que el ministro del Interior y ex jefe de Policía de Isabel Martínez, general Harguindeguy, lo
acusó de "simular" su secuestro.
10
Teniente Coronel Hugo Ildebrando Pascarelli según "La Razón" del 12-6-76. Jefe del Grupo I de
Artillería de Ciudadela. Pascarelli es el presunto responsable de 33 fusilamientos entre el 5 de enero y el
3 de febrero de 1977.
11
Unión de Bancos Suizos, dato correspondiente a junio de 1976. Después la situación se agravó aún
más.
12
Diario "Clarín".
13
Entre los dirigentes nacionales secuestrados se cuentan Mario Aguirre de ATE, Jorge Di Pasquale de
Farmacia, Oscar Smith de Luz y Fuerza. Los secuestros y asesinatos de delegados han sido
particularmente graves en metalúrgicos y navales.
14
Prensa Libre, 16-12-76.
Rodolfo Walsh
10
Entre 1960 y 1970 tuvo lugar un cambio cultural profundo en la Argentina, en cierto modo
contradictorio, porque si bien la sociedad se puso a tomo con las nuevas modalidades culturales de
liberalizar las costumbres, de informalidad e individualismo, por otra parte los movimientos de protesta
juvenil se tiñeron de autoritarismo. La juventud politizada despreciaba el consenso democrático y
intentaba a los gobernantes militares con métodos violentos que contribuían a generar más represión.
Alrededor de 1960 se consolida una etapa muy prolongada de bienestar y crecimiento económico a
escala mundial, “los años dorados”, la transformación social mayor, más intensa, rápida y universal de
la historia de la humanidad”, según Hobsbawm. Sus efectos llegaron también a la Argentina.
Líder de esta época fueron el presidente Kennedy con su tesis de “la nueva frontera”, que propuso a
la sociedad norteamericana alcanzar las regiones no exploradas de la ciencia y el espacio y ponerles fin a
la discriminación y la miseria; Martin Luther King, símbolo de la lucha contra la discriminación racial,
asesinado en 1968; el papa Juan XXIII quien convocó al Concilio Vaticano Segundo (1962-1965)
para "aggiornar" a la Iglesia Católica y comenzó el diálogo ecuménico con los hermanos cristianos
separados; el general Charles de Gaulle, expresión de la identidad de Francia.
Ésta fue asimismo la época en que los países del llamado Tercer Mundo, recientemente
descolonizados, se agruparon en el Movimiento de No Alineados (Conferencia de Bandung, 1955).
Sus dirigentes, Jawaharlal Nehru (India), Gamal Abdel Nasser (Egipto), Achmad Sukarno (Indonesia)
y el mariscal Tito (Yugoslavia), si bien simpatizaban con la URSS, pretendían acudir al bloque
capitalista o al comunista según sus necesidades de desarrollo y de defensa.
En 1969 Estados Unidos ganó la carrera espacial que corría con la URSS y en la que invirtió
ingentes recursos durante más de una década: con admirable precisión científica la nave Apolo XI
depositó al astronauta Neil Armstrong sobre la superficie lunar en un paseo espacial proyectado por
las pantallas de TV en todo el mundo. Pero la política exterior de Washington sufrió una dura derrota
en el sudeste asiático, en la guerra de Vietnam, donde el ejército del Viet-Gong (comunistas),
sostenido por la China de Mao Tse Tung, venció a las fuerzas de Vietnam del Sur, apoyadas por
EE.UU. Esto ocurrió en 1975, pero desde no menos de siete años antes las dificultades generadas por
el conflicto aceleraron una serie de cambios culturales e ideológicos.
Otra vertiente del estudiantado leía y asimilaba las consignas revolucionarias del Libro Rojo de
Mao y se identificaba con Ernesto “Che" Guevara, el argentino que murió en Bolivia en 1967 cuando
intentaba instalar un foco guerrillero en la selva. La suma de las rebeldías juveniles tuvo su emblema
en la movilización de los estudiantes y obreros de París, el Mayo francés, que en 1968 estuvo a punto
11
de derribar al presidente De Gaulle. Ese fue el punto de inflexión de una serie de creencias y
costumbres que colapsaron entonces, como la autoridad paterna y la obediencia a las normas de las
iglesias establecidas.
Pero en la Europa del Este, la “primavera de Praga” que buscó liberar a Checoslovaquia de la
dependencia de Moscú concluyó dramáticamente con la llegada de los tanques rusos para restablecer
el orden en los países del Pacto de Varsovia. En América latina, la protesta de los estudiantes
mexicanos en la plaza de Tlatelolco, en reclamo de cambios políticos, terminó en una masacre
ordenada por el gobierno. Por otra parte, las guerras tribales y las pavorosas hambrunas que azotaron
distintas zonas de África indicaban asimismo las dolorosas cuestiones que la descolonización había
dejado pendientes.
En la Argentina las costumbres se aflojaron en el curso de los años sesenta. La gente se adaptó
como pudo a los nuevos modelos. El cambio afectó especialmente a las mujeres y a los jóvenes de clase
media.
Los jóvenes tenían ahora sus modelos propios, tomados de sus pares y no de los adultos. Sus
padres los estaban educando apoyados en los consejos de los psicoanalistas para que no se les
coartara la libertad. Imitaban a las juventudes inconformistas del Primer Mundo, de ropa colorida y
pelo largo, y adoptaban la revolución musical y mediática de los Beatles ingleses (1962) y otros
conjuntos de rock. Se pensaba que los jóvenes nunca tenían la culpa, sus padres sí.
La pareja divorciada y vuelta a casar era la nueva realidad de las clases medias. En la
Argentina era impensable todavía una ley de divorcio, pero el artículo 67 bis del nuevo Código
Civil simplificaba el trámite, si bien no autorizaba legalmente una nueva unión.
La Argentina conservadora, anterior a 1943, había sido dominada por la clase alta tradicional
de estancieros y profesionales que impusieron su estilo y sus gustos. Prosperaba por debajo de ésta
una clase media cuya amplitud distinguió a la sociedad argentina de la latinoamericana, en la que la
brecha se abría entre una minoría de muy ricos y una mayoría de muy pobres. El peronismo (1943-
1955) exaltó a la clase obrera sindicalizada, cuyo nivel de vida mejoró proporcionalmente más que
el de los sectores medios. En los sesenta, el valor social de la gente de ingresos medios parece
interesar más al mercado.
12
Este sector tiene acceso entonces al simpático Citroén y al Fiat 600 (apodado "Fitito"), al
departamento en cuotas y al veraneo en Mar del Plata o en el balneario más informal de Villa
Gesell. Ya no viaja en tranvía, medio de transporte que se suprimió en 1962, sino en colectivo o
en auto particular. Los que vivían en Buenos Aires soñaban con mudarse al centro, en un proceso
inverso al de comienzos de siglo, cuando los inmigrantes se fueron de los conventillos a los
barrios.
La gente media se veía reflejada en la amplia oferta de consumos culturales, libros, revistas,
películas, espectáculos y programas de TV. Por una cuestión de identidad, estos sectores consumían
discos y casetes de música folklórica: la voz de Mercedes Sosa, el piano de Ariel Ramírez, la
guitarra de Falú, el charango de Jaime Torres y la poesía de Atahualpa Yupanqui.
En la televisión abundaban las peripecias del típico hogar de clase media baja que se reunía a
comer los ravioles caseros cada domingo. Hacia 1970, la audiencia de TV era masiva e incluía a los
sectores de bajos ingresos.
El libro argentino fue best-seller. Entre los más vendidos figuraban los que respondían ala
búsqueda de identidad cultural de los sectores medios: Buenos Aires, vida cotidiana y alineación,
de Juan José Sebreli (1964), Los que mandan, de José Luis de Imaz, el medio pelo en la sociedad
argentina, de Arturo Jauretche (1966) y las novelas de Manuel Puig, Beatriz Guido, Silvina Bullrich
y Marta Lynch, entre otros autores preferidos del público.
“Actualmente un buen escritor argentino se vende tanto o más que uno europeo o
norteamericano. No nos podemos quejar”, dice en 1964 Ernesto Sábato, autor de sobre héroes y
tumbas, uno de los libros más admirados en los 60. Por cierto que, como observa Andrés
Avellaneda, un rasgo maduro de la literatura argentina es que por primera vez los autores
nacionales -Borges, Cortázar- sustituyen a los extranjeros en la búsqueda de maestros y de
referencias.
Y quizás también por primera vez en la historia cultural argentina, estaban de moda los
escritores latinoamericanos. Se leían ficciones de Mario Vargas Llosa, Jorge Amado, Alejo
Carpentier. El primer suceso editorial del colombiano Gabriel García Márquez, Cien años de
soledad, fue publicado por una editorial argentina en Buenos aires. Autores nacionales como María
Granata. Los viernes de la eternidad, y Héctor Tizón, Fuego en Casabindo, se inscribieron en la
corriente literaria del “realismo mágico”.
13
La historia tenía públicos amplios siempre que se ocupara de temas polémicos y de hechos
contemporáneos. Félix Luna, uno de los historiadores más leídos, comenzó a editar la revista de
divulgación Todo es Historia (1967). En las Universidades y en centros como el Instituto Di Tella,
trabajaban investigadores formados en la corriente de la historia económica y social: Tulio Halperin
Donghi, Ezequiel Gallo, Roberto Cortés conde, Francis Korn y Carlos Sempat Assadourian, entre
otros.
Pero los libros de historia nacional que más contribuyeron a moldear a la sociedad, en el
marco de la teoría de la dependencia divulgada por Fernando Enrique Cardoso y E. Faletto, fueron
los textos de Juan J. Hernández Arregui, José María Rosa y Jorge Abelardo Ramos, estos últimos
en varios tomos accesibles a cualquier bolsillo.
Hubo asimismo una vertiente religiosa posconciliar de fuerte contenido social, orientada al
trabajo social y espiritual en las zonas marginales, misiones rurales y villas miseria del cinturón
industrial. Esto era consecuencia del Sínodo (reunión) de Obispos católicos en Medellín
(Colombia, 1967) donde se denunció al imperialismo y neocolonialismo de las ricas naciones
industriales de Occidente y se decidió que la Iglesia tomara la opción preferencial por los pobres,
es decir, que volviera a las enseñanzas del Evangelio y rechazara la asociación con las clases
adineradas.
Por otra parte, numerosos sacerdotes en desacuerdo con el celibato eclesiástico abandonaron
los hábitos y contrajeron matrimonio. Así, mientras la Iglesia ganaba prestigio en la nueva
izquierda, entre los trabajadores y en la juventud, perdía autoridad en los sectores conservadores.
14
LA CULTURA DEL CAMBIO
Los sesenta fueron los años en que la vanguardia artística pasó por el centro de artes
visuales del Instituto Di Tella en la calle Florida. Su director, Enrique Oteiza, se empeñó en reunir
allí teatro, música, plástica, expresiones audiovisuales y diseño. Los alegres happenings en que el
público era invitado a participar, la “Menesunda”, ideada por Marta Minujin, y otras expresiones,
trajeron a la Argentina el pop art de los anglosajones, rompieron jerarquías, mezclaron materiales,
incorporaron la tecnología y convirtieron el arte en “noticia” en las revistad de moda.
Pero la vanguardia, además de jugar con estas novedades, tuvo una visión artística de la
protesta social. Berni partía de los desechos del mundo industrial, chapas, restos de telas, para
mostrar la otra cara de la industrialización y de la cultura del consumo.
Muchos artistas pasaron a la acción directa en esos años, otros se volcaron a un perfil
inspirado en las fuentes del arte latinoamericano. Entre tanto se desvalorizada la obradle Instituto
Di Tella, acusado de “servilismo” a las modas internacionales. La prestigiosa institución cerró
sus puertas en 1970, sin haber podido insertar el arte argentino en el circuito internacional a pesar
de los esfuerzos realizados. Tampoco estaba en condiciones de sostenerse económicamente por la
mala situación de la empresa que lo financiaba.
Hacia 1970 el gradualismo había sido dejado de lado. La militancia antiimperialista pautaba
todos los aspectos de la vida cultural en el marco de la revolución del general Velasco Alvarado
en el Perú (1969), que realizó una profunda reforma agraria, de la llegada al poder en Chile de la
Unidad Popular, de la presidencia del general Torres en Bolivia, y del activismo de las
organizaciones subversivas argentinas y uruguayas.
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La militancia juvenil peronista condenaba a “los propietarios de la cultura, ‘los culturosos’
de la oligarquía y las clases medias que se consideraban los únicos capaces de comprender la
cultura”. Ahora los premios otorgados por la Casa de las Américas (La Habana) se seguían con el
mismo fervor con que poco antes interesaban los de las editoriales locales. Leer el suplemento del
diario La Opinión dirigido por Timerman (1971) era una definición cultural de progresismo,
aunque esta publicación respondiera al jefe del ejército, Lanusse. La revista Crisis (1973-1976),
dirigida por Galeano, consagró a los autores “nacionales”. En la facultad de Filosofía y Letras, un
grupo de sociólogos peronistas impulsó las “cátedras nacionales” contra la “colonización
cultural”.
Por su parte los escritores “proimperialistas” del grupo Sur, siempre vigentes por su calidad
literaria indiscutida, daban también prueba de un nuevo tono realista, como es el caso de Borges
(El informe de Brodie, 1970) y de Bioy Casarees (Diario de la guerra del cerdo). Los hechos de la
crónica política contemporánea aparecerían en las novelas de Juan José Manauta y Roger Plá,
entre otros autores de ficciones.
Hacia 1973, cuando el peronista Héctor Cámpora fue electo presidente de la República, el
pensamiento dominante calificaba a todo lo que no fuese militancia por la liberación nacional
como una frivolidad y una pérdida de tiempo. Decía el cura tercermundista Carlos Mugica: “Es
necesario socializar la cultura; los villeros deberán opinar por ejemplo sobre la marcha de la
Universidad”.
Julio Cortazar, quien admiraba a la Cuba de Fidel Castro y donaba sus derechos de autor a
las causas de la liberación, viajó de París a Buenos Aires para presentar su obra Libro de Manuel,
ambientada en el clima proguerrilla de esta época. En un reportaje publicado en Crisis, Cortázar
manifestó su preocupación porque la juventud “cree que el 25 de mayo de 1973 -día fijado para la
entrega del poder a Cámpora- v a entrar un una especie de Jauja”.
Consideraba que el escritor que habría un despertar bastante triste, porque la tendencia
argentina a delegar responsabilidades podía resurgir en cualquier momento, tanto como la de
culpar al gobierno de todos los males que ocurrían. Confiaba sin embargo ñeque se aprovechase
esta oportunidad única para conseguir lo que no se logró en 1946: que científicos e intelectuales
se decidieran finalmente al diálogo con la masa obrera, algo que no había sido posible ni siquiera
en el París de 1968 entre trabajadores y estudiantes.
“Los horrores de los años setenta se estaban incubando en la confusión inexplicable en que
se debatía la década del 60, cuando la revolución aparecía indisolublemente entremezclada con la
reacción (...)cuando la apertura hacía ideas renovadoras se combinaba con el nacionalismo más
anacrónico; cuando –en fin- entraban en bancarrota los valores de las décadas anteriores sin que
se consolidaran otros”, opina Sebreli, un intelectual interesado en la observación de los
fenómenos contemporáneos.
16
EL CORDOBAZO Y LA TRIPLE A
Cuando el régimen militar, al verse sin posibilidad de asegurar la paz interior, comenzó a retirarse.
Perón volvió a ocupar el primer lugar en el escenario político. Para evitar el fracaso de las Fuerzas
Armadas, el general Lanusse, el nuevo caudillo de la Revolución Argentina, desafió a Perón.
El general Levingston, designado presidente de facto en junio de 1970, debía gobernar de acuerdo al as
indicaciones de Lanusse, la figura dominante de la Junta Militar. Pero pretendió desarrollar su propio
proyecto, “argentinizar” el proceso de crecimiento económico y estimular la industria mediante la
consigna “compre nacional”, aplicada por las empresas estatales. Préstamos a bajo costo a la industria
y aumentos de salarios formaban y parte de un plan destinado a ganarse a las bases sociales y
popularizar al gobierno.
Entre tanto e titular de Interior intentó un acercamiento a los partidos políticos. Sólo encontró
respuesta favorable en algunas fuerzas provinciales. Las grandes fuerzas populares, todavía oficialmente
prohibidas, le dieron la espalda: radicales, peronistas, conservadores populares, socialistas,
democristianos y demoprogresistas prefirieron reunirse en un foro permanente. La Hora del pueblo, para
presionar al gobierno hacia una salida electoral. Jorge Paladino, delegado de Perón, impulsaba esta
iniciativa, de común acuerdo con Balbín.
La inflación recrudeció. Los capitales extranjeros que habían venido atraídos por la garantía que
representaba el Plan de Estabilización de Krieger Vasena se fueron del país temerosos del reverdecer del
nacionalismo y de la intranquilidad social: los 349 actos de violencia política cometidos en 1969,
sumaron 443 en 1970 y 619 en 1971. Esto era sólo el comienzo de una escalada dramática que convirtió
a la Argentina en un país de alto riesgo.
Cuando el gobierno normalizó la CGT, Perón logró que se eligiera para el estratégico cargo al
metalúrgico José Rucci, cuya lealtad descontaba. La central obrera puso entonces en marcha una serie de
pasos generales que afectaron no sólo el cordón industrial de las grandes ciudades sino también el
transporte, la educación y los servicios.
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La situación social empeoró. La larga huelga de los trabajadores de El Chocón-Cerros Colorados
fue apoyada por la población y por el obispo De Nevares, que era tercermundista. Hubo puebladas y
movilizaciones de obreros y estudiantes en Catamarca, Tucumán, Salta, Mendoza, Cipoletti. En tales
casos se declaraba zona de emergencia y el jefe militar local tomaba el control del área afectada.
Como el gobernador de Córdoba había afirmado que le cortaría la cabeza de un solo tajo “a la
serpiente marxista infiltrada entre los cordobeses”, el humor local denominó “Viborazo” a la movilización
popular que lo forzó a renunciar. Este “Cordobazo” a escala menor afectó al gobierno nacional. Pero
Levingston, aunque se veía desbordado, no aflojaba en sus planes de largo plazo. El 23 de marzo la Junta
de Comandantes le pidió la renuncia. Concluía así el segundo turno de la Revolución Argentina.
Alejandro Agustín Lanusse (1918-1996), si bien no tenía fortuna personal, pertenecía a la clase alta
tradicional. Era un antiperonista de toda la vida; pasó años preso en un penal de la patagonia por conspirar
en 1951; como jefe de granaderos participo de la conjura palaciega contra el general Lonardi; integró en
los sesenta el ala “liberal” del “ejército azúl” y cuando ocupó la jefatura del arma desplazó a los oficiales
nacionalistas. Se lo acusaba de haber reprimido tardíamente el Cordobazo a fin de desprestigiar a
Onganía. Lanusse compensaba ese historial de zancadillas e intrigas con un indiscutido arrojo personal.
Sabía dar órdenes y hacerse obedecer y tenía amistades tanto en la elite como entre los boxeadores y los
sindicalistas.
La designación como ministro del Interior de Arturo Mor Roig fue la señal de la apertura
favoreció al radicalismo, como esperaba el gobierno, sino a Perón. Éste se fortaleció a medida
Los generales Lanusse y Perón ocuparon la primera plana de la política. Observa Liliana de Riz
18
A fin de combatir el peso de los años, Perón hacia yoga y caminatas por Madrid.
Paulatinamente al deterioro de su salud y al deseo de que le solucionaran sus problemas
domésticos, dejó el control de la residencia de Puerta de Hierro en manos de su esposa y del
misterioso secretario privado, José López Rega, dueño de ciertos "poderes"'.
A mediados de 1971 Lanusse negoció la entrega del cadáver de Evita, secuestrado en 1955 y
desde entonces enterrado en un sitio desconocido. Este trato, dado a publicidad por Perón, provocó
un brote de rebeldía del sector más "gorila" del Ejército que afortunadamente no prosperó. Lanusse
pudo anunciar entonces que en 1973 habría elecciones nacionales sin proscripciones.
Entre tanto, con el objetivo de descomprimir la situación, el gobierno militar llevó adelante
una política económica permisiva y de corto plazo, ejecutada por un ministerio permeable a las
presiones de las fuerzas empresarias y sindicales: las huelgas salvajes terminaban en aumentos de
salarios que se trasladaban de inmediato a los precios; nada evitaba la caída del salario real; los
capitalistas, en lugar de invertir, sacaban ganancias aprovechando las diferencias entre la cotización
del dólar oficial y el dólar negro.
Pero contra viento y marea había actitudes renovadoras, por ejemplo la apertura comercial y
diplomática hacia los países del Tercer Mundo. Más discutible es el acuerdo con Chile para someter
al arbitraje inglés la cuestión de limites en el canal Beagle. Asimismo se pusieron en marcha dos
grandes emprendimientos de aporte estatal y privado: la planta de aluminio de ALUAR en Puerto Madryn
y la de Papel Prensa en Misiones. Fueron logros considerables, aunque en el caso de las obras de ALUAR
se denunciaron irregularidades.
El pensamiento en los setenta se había radicalizado merced a la prédica de los sindicatos “clasistas"
y del peronismo revolucionario de John William Cooke. Lo notable era ahora la apasionada inclinación
por los métodos violentos de los jóvenes de clase media, provenientes en muchos casos de familias
antiperonistas.
"El deber de todo cristiano es ser revolucionario y el deber de todo revolucionario es hacer la
revolución", sostenía Cristianismo y Revolución, periódico que preconizaba la "acción violenta" contra la
“violencia institucionalizada" y que se editó entre 1966 y 1969.
El Ejército Revolucionario del Pueblo, de raíces trotskistas, había sido fundado por Mario Roberto
Santucho, un profesional santiagueño que actuaba en la Universidad de Tucumán. La acción del ERP pasó
de los operativos de reparto a los villeros de alimentos confiscados a las multinacionales, a una serie de
graves atentados, como el secuestro y asesinato del director general de la empresa FIAT Argentina,
Oberdan Sallustro, y el asesinato del general Juan Carlos Sánchez, jefe del Segundo Cuerpo de Ejército
(Rosario).
19
El ERP contaba con el apoyo de los tupamaros uruguayos y el MIR chileno cuando acometió la
formación de un foco guerrillero en Tucumán, una provincia que se consideraba adecuada para seguir la
recomendación del Che Guevara: "Crear uno, diez, cien, mil Vietnam en América latina oprimida por el
imperialismo norteamericano".
Por otra parte estaban las "formaciones especiales" peronistas: las Fuerzas Armadas
Revolucionarias (FAR), fundadas por Roberto Quieto, admirador de Guevara; las Fuerzas Armadas
Peronistas (FAP) inspiradas en el pensamiento de Cooke. Montoneros terminó absorbiendo a las otras
organizaciones armadas del peronismo. Esta organización subversiva que se había propuesto devolver el
poder a Perón estaba integrada por jóvenes de clase media, católicos y nacionalistas. Fue aconsejada por
el padre Mugica antes de que éste rechazara la lucha armada como método político. El asesinato de
Aramburu resultó una suerte de prueba iniciática que consagró a Montoneros como a combatientes dignos
de respeto.
A mediados de 1972 Lanusse sabia que la vuelta del peronismo era la mejor solución posible a los
males argentinos, pero todavía imaginaba que podía condicionarla. Quería ahora acordar una candidatura
a presidente que no fuera ni la suya propia ni la de Perón. Con ese propósito convocó al Gran Acuerdo
Nacional (GAN), una iniciativa dirigida a los partidos, y a los sectores empresarios, financieros y
laborales. Perón se burló de la propuesta.
Lanusse informó entonces que todo aquel que estuviera radicado fuera del país después de agosto del
72 quedaría excluido como candidato al futuro gobierno. Desafió a Perón; en un recordado discurso;
diciendo que “no le daba el cuero" para volver y afrontar la compleja situación argentina.
Sin embargo, una vez transcurrida esa fecha, Perón anunció su regreso. Intuía que en la próxima
contienda electoral el partido que más se diferenciase de los militares tendría mejores perspectiva de
triunfar. Por eso designó secretario del movimiento justicialista a Juan Manuel Abal Medina, hermano del
fundador de Montoneros, incluyó al joven Rodolfo Galimberti, otro "duro", en el Consejo Superior y
utilizó al fiel Cámpora como delegado personal.
En agosto de 1972 el clima político había alcanzado un clímax de violencia a raíz de la fuga de los
jefes guerrilleros presos en la cárcel de Trelew. Santucho, Gorriarán Merlo, Quieto y otros más
lograron llegar a Chile; los complotados que no pudieron huir; entre ellos Ana María, la esposa de
Hay indicios de que las organizaciones armadas contaban con simpatías de una parte significativa
de la población muy sensibilizada por las denuncias sobre el uso de la tortura para reprimir a la guerrilla.
Entre tanto seguían los secuestros, los asaltos de bancos, las puebladas y los asesinatos de policías y de
oficiales de las Fuerzas Armadas: los almirantes Berisso y Quijada fueron ultimados para vengar a “los
muertos de Trelew”.
20
EL REGRESO DE PERÓN
Perón volvió al país en noviembre de 1972, diecisiete años después de su caída. Llegó en un vuelo
especial desde Roma, con Isabel, López Rega y un grupo de políticos, curas, deportistas y gente de la
cultura. Aunque no hubo multitudes para recibirlo, debido a las estrictas medidas de seguridad, la alegría
de sus partidarios fue inmensa.
una suerte de peregrinaje popular. Tenía 77 años. Con su pelo renegrido y engominado, envejecido,
No dialogó con el gobierno. Prefirió reunirse en la Asamblea de la Unidad Nacional con los
era ahora Balbín. Ambos habían entendido la necesidad de deponer los antiguos enconos en aras de la
pacificación nacional.
De regreso a España, visitó en Asunción del Paraguay a su amigo de siempre, el dictador Stroessner.
Antes de partir, definió la composición del Frejuli (Frente Justicialista de Liberación), integrado por el
peronismo, el frondicismo, el conservadurismo popular, los nacionalistas y una fracción socialista;
designó a los doctores Cámpora y Lima candidatos a presidente y vise, y aceptó la mayoría de los
nombres propuestos por la JP para los gobiernos de provincia. Entre ellos figuraba el riojano Carlos
Menem".
Héctor J. Cámpora (1912-1980), el candidato bendecido por el general, era un ejemplo de lealtad.
Nieto de genoveses afincados en Mercedes (Buenos Aires) y de profesión dentista, Cámpora fue reclutado
por la revolución del 43 y con el apoyo de, Evita llegó a presidir la Cámara de Diputados. Sabía negociar
y se honraba diciendo que era "el sirviente" de la Señora. Había estado preso después de 1955.
El viaje de Perón dejó al gobierno militar casi inerme. No se decidía a aplicar el proyecto "pateada
de tablero" propuesto por algunos generales, que consistía en suprimir el proceso electoral. Por lo tanto su
única esperanza radicaba en la posibilidad de que el Frejuli no ganara en una primera vuelta. En una
segunda opción el voto antiperonista podría triunfar. A ese efecto se había introducido una “enmienda
parcial” a la Constitución Nacional que incorporaba el sistema de ballottage y la elección directa de
presidente, senadores y diputados. Los mandatos se reducían a cuantro años.
La breve y ardorosa campaña del Frejuli en el verano de 1973 fue protagonizada por la Juventud
Peronista. Las con signas sangrientas reivindicaban el asesinato de Aramburu: “Ayer fue la Resistencia/
hoy Montoneros y FAR/ Y mañana será el pueblo/ en la lucha popular”.
Hasta el candidato a vicepresidente, Solano Lima, justificaba la guerrilla: “Nadie tiene derecho a
decir que son culpables aquellos que con inspiración patriótica van a la guerrilla (...) La violencia está
vigente en la Argentina por la fuerza que impone el Estado “ Pese a esas provocaciones, el programa del
21
Frejuli resultaba una propuesta moderada, sin reformas estructurales profundas. Los empresarios le
prestaron apoyo.
El 11 de marzo el Frejuli ganó por el 49.56% de los votos. Esa misma noche se informó que la
UCR, votaba por el 21.29% del electorado, desistía de la segunda vuelta. El nucleamiento de partidos
provinciales que encabezada Francisco Manrique, y la alianza Popular de Alende-Sueldo, en que parte de
la izquierda había puesto su expectativa, tenían respectivamente el 14.90% y el 7.43% de los sufragios.
Había triunfado la opción que más se diferenciaba del gobierno militar. Las primeras palabras de
Perón fueron un mensaje de paz. Se trataba ahora de restaurar la convivencia social y legitimar el poder.
Cuando Galimberti propuso crear milicias populares, Perón lo expulsó del cargo que ocupaba.
Pero lamentablemente muy pocos de los nuevos y de los viejos políticos del 73 creían sinceramente
en la democracia. Y los asesinatos políticos continuaban. Por eso cuando el historiador Robert A. Potash
dice que “la tragedia de la década del setenta domina la historia”, insiste en poner la fecha inicial no en
1976, cuando comenzó el proceso, sino antes, cuando la violencia empezó a ser utilizada indistintamente
por los bandos en pugna.
Las frases más coreadas en la campaña electoral habían sido: "Cámpora al gobierno, Perón al
poder"; "Perón, Evita, la patria socialista-. Estas y otras enfervorizadas consignas de las organizaciones
juveniles de la izquierda peronista revelaban un ideario antiimperialista y antioligárquico. La Tendencia,
como se denominaba al conjunto de las agrupaciones juveniles, se entendía bien con "el Tío” Cámpora. el
cual, a pesar de que formaba parte del sector político tradicional del justicialismo, se disponía a gobernar
con la Juventud con la que estaba relacionado a través de sus hijos.
El 25 de mayo de 1973, fecha fijada para el traspaso del poder resultó una prueba penosa para los
militares, quienes fueron abucheados por el público enardecido que colmaba la Plaza de Mayo y gritaba:
"¡Se van, se van, y nunca volverán!". Cámpora pronunció un discurso en el Congreso cuya idea central
era la de Liberación o Dependencia junto con la reivindicación histórica del justicialismo.
Esa noche una multitud se agolpó frente a la cárcel de Villa Devoto donde exigió y obtuvo la
liberación inmediata de los presos políticos. La amnistía que Lanusse había querido impedir, ratificada
luego por las Cámaras, resultó la primera señal de impunidad para quienes habían cometido crímenes
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políticos. Esta votación no sería perdonada por la derecha argentina a la clase política. El gobierno
estructuras profundas. Por otra parte su capacidad de acción era limitada. Contaba con los ministerios
de Interior, Relaciones Exteriores y Educación, los interventores de las universidades nacionales y seis
gobiernos de provincias.
En los cargos clave, Economía, Bienestar Social y Trabajo, Perón nombró respectivamente a José B.
Gelbard, titular de la CGE, José López Rega, su secretario privado, y a un sindicalista de confianza. Ellos
respaldarían el Pacto Social, firmado por la CGT y la CGE que agrupaba a los empresarios nacionales de
orientación justicialista. El objetivo era llevar la participación del salario en el PBI al récord histórico del
50% que tenía en 1954. Para lograr este objetivo en el plazo de cuatro años era preciso sostener la
inflación cero, suspender las paritarias y no aumentar los precios.
La vuelta definitiva de Perón, el 20 de junio de 1973, dio lugar al primer ajuste de cuentas entre la
derecha y la izquierda del justicialismo. Ese día, previsto como una gran fiesta nacional, con gente venida
de todo el país en transportes fletados especialmente, las columnas de Montoneros, FAR y JP que se
dirigían al aeropuerto de Ezeiza fueron atacadas a tiros desde el palco oficial. No hubo información
precisa sobre los hechos, ni se indicó con claridad el número de víctimas, estimado en no menos de cien.
La Tendencia responsabilizó a López Rega quien habría actuado con el acuerdo tácito de Perón; la
derecha del Movimiento argumentó que se temía un atentado izquierdista contra el líder. Éste habló al
país horas más tarde; su rostro, como tallado y sin luz, revelaba su enojo.
A partir de este hecho, Perón comenzó a adoctrinar a sus partidarios en las "veinte verdades" de la
doctrina justicialista. Tomaba ejemplo de los cambios ocurridos en Europa, donde había ahora una
"democracia integrada" a la que comparaba con la "tercera posición" del peronismo. Tales conceptos
desautorizaban a los que voceaban: "Vamos a hacer la patria peronista, pero la haremos montonera y
socialista". Por otra parte, con Perón en el país el presidente Cámpora resultaba un estorbo.
Entre tanto la ocupación de reparticiones públicas por la derecha o la izquierda del peronismo se
volvía una gimnasia cotidiana. Uno de los sitios más insalubres eran las universidades nacionales donde
las organizaciones estudiantiles de izquierda cuestionaban al cuerpo docente, fueran éstos profesores
eminentes o recién venidos a la cátedra. El rector de la Universidad de Buenos Aires, Rodolfo Puiggrós,
daba ejemplo de intolerancia: “Lo fundamental es que toda universidad, ya sea estatal o privada, refleje
en su enseñanza la doctrina nacional e impida la infiltración del liberalismo, del positivismo, del
historicismo, del utilitarismo, todas formas en que se disfraza la penetración ideológica en las casas de
estudios”.
Cámpora y Lima renunciaron a sus cargos el 13 de julio después de soportar una fuerte presión.
Entre las pocas voces que se opusieron a esta renuncia, estuvo la de Raúl Alfonsín, dirigente de una línea
interna del radicalismo contraria al balbinismo. Mientras se convocaba a nuevas elecciones, la presidencia
interina de la Nación fue ocupada por el presidente dela Cámara de Diputados, Raúl Lastriri, cuyo mérito
era ser yerno de López Rega. Para nombrarlo se dejó de lado al presidente provisional del Senado a quien
le correspondía legalmente asumir.
23
LA TERCERA PRESIDENCIA
La JP consideró casi como una ofensa que Isabel obtuviera sin esfuerzo lo que no había ganado en
su momento “la compañera Evita”. Pero tuvo que resignarse. Se conformó con denunciar que el “Brujo”
López Rega había establecido un “cerco” que aislaba al general de su pueblo y no cejó en sus acciones
subversivas: “¡Rucci, traidor, a vos te va a pasar lo que le pasó a Vandor!”, fue la amenaza tantas veces
coreada que se hizo realidad cuando el jefe de la CGT peronista fue asesinado por un comando
Montonero. Se dijo que era “un apriete” sobre Perón.
Una honda tristeza seguía a estos hechos de violencia. Y luego recomenzaban las bombas, los paros
generales, los robos a bancos y los asaltos a cuarteles. Todo contribuyó a convertir a Perón en la
esperanza de paz no solo para sus partidarios de siempre, sino también para buena parte de las Fuerzas
Armadas y de los sectores de poder económico. El ex presidente, según Julio Godio, temía que si
continuaba el activismo de izquierda, habría en la Argentina un “pinochetazo” similar al que por esos días
concluyó con el gobierno de Salvador Allende en Chile.
En los comicios nacionales de setiembre de 1973, la fórmula Perón-Perón fue plesbicitada con el
61.85% de los votos; el otro 24, 34% correspondió a la UCR que representó como candidato a Balbín
acompañado por Fernando de la Rúa, el joven senador por la Capital cuyo triunfo en abril del 73 levantó
el Ánimo de los radicales dentro de un panorama electoral decepcionante. La confederación de partidos
provinciales encabezada por Manrique Obtuvo el 12% de los votos.
La tercera presidencia de Perón comenzó en medio de una gran expectativa. Su objetivo era
pacificar los ánimos y desalentar los extremismos mediante el Pacto Social. Tenía un plazo de
cuatro años para cumplirlo.
La idea optimista que Perón siempre había tenido del país y de sus riquezas potenciales se
incrementó durante su larga residencia en Europa. Su proyecto "Argentina Potencia", que
reemplazó a la "Argentina de la Liberación", respondía al concepto de que en un mundo necesitado
de alimentos, pronto vendría la oportunidad argentina.
Gelbard, el ministro encargado de implementar el Plan económico, era un industrial exitoso. Estaba
vinculado al grupo oligopólico dueño de FATE (neumáticos) y ALUAR (aluminio) beneficiado por el
proteccionismo estatal. Su política se basaba en la alianza de clases más que en la confrontación. Tomó
medidas dentro de la tradición del justicialismo: nacionalizar los depósitos bancarios a fin de que todo
el crédito fuera orientado desde el Banco Central; dictar una ley de inversiones extranjeras más
limitativa que la entonces vigente; dar incentivos a las exportaciones industriales (que constituían el
24
20% del total de exportaciones) y nacionalizar el comercio exterior a fin de facilitar los intercambios
intersectoriales.
Al principio el gobierno contaba con recursos como para absorber las quejas y mantener fijo el
precio del dólar. Pero en 1974 el Mercado Común Europeo suspendió sus compras y el superávit
comercial desapareció. Por consiguiente el Pacto empezó a desmoronarse, atacado desde dos
flancos: de un lado actuaban los sindicalistas peronistas, obligados a moderar sus reclamos,
mientras los gremialistas marxistas (Tosco, Salamanca) conseguían aumentos de salarios en
negociaciones sindicales por rama de industria. Los peronistas soportaban a duras penas esta
situación.
Entre tanto los productos desaparecían de los comercios, se acumulaban fuera del alcance de
los consumidores y pasaban al mercado negro. Por otra parte, si bien las empresas se habían
comprometido a no mover los precios por dos años, los habían aumentado previamente en forma
desmedida. Esta práctica habitual desde 1972. denominada por O'Donnell "economía de saqueo",
contribuía a formar la mentalidad inflacionaria que afectaba a la sociedad en su conjunto.
Gelbard se propuso doblegar a los grandes productores agropecuarios mediante una nueva ley
agraria que aumentaba los impuestos a la tierra libre de mejoras y promovía las inversiones rurales.
La Sociedad Rural que firmó el Pacto Social en el 73, y Confederaciones Rurales que no lo
firmó, se movilizaron contra la ley Agraria. Tenían apoyo de la central obrera, la cual también
anhelaba, aunque por razones distintas, terminar con Gelbard. Éste dimitió a fines de 1974, cuando
Perón había muerto y el gobierno de Isabel soportaba presiones de toda índole.
A partir de allí se sucederían otros cinco ministros de Economía en sólo nueve meses, además
de devaluaciones, desabastecimiento, aumentos salariales, alta inflación, huelgas de obreros y lock-
out patronales.
25
Perón se encontró a fines del 73 con una situación muy diferente de la que marcó su ingreso
en la política nacional. Todo estaba en discusión y ni siquiera su liderazgo se aceptaba en silencio.
Los más dóciles eran los caciques cegetistas. La Tendencia no obedecía órdenes. Tampoco los
militares le respondían del todo, aunque por el momento no le hicieran "planteos" al gobierno civil.
Cámpora había designado jefe del Ejército al general Carcagno. Este oficial de t endencia
nacionalista se pronunció contra la política regional de Estados Unidos durante una conferencia
militar que tuvo lugar en Caracas y propició emprendimientos de ayuda social de los que
participaban el Ejército y las juventudes políticas argentinas, Como este modelo de
"profesionalismo integrado" ahora era inoportuno, Perón designó a otro jefe, prescindente en
política.
A comienzos del 74 se promulgó una legislación que agravaba las penas para los delincuentes
subversivos. Los diputados de la Tendencia reclamaron en vano contra esta medida. Perón los
ignoró. Luego, a raíz del ataque del ERP al cuartel de Azul, condenó severamente a la guerrilla, por
TV, vestido de general y rodeado de militares.
Las víctimas de estos ataques bien discriminados fueron, entre otros, Arturo Mor Roig (ex
ministro del Interior), Atilio López (ex vicegobernador de Córdoba), Julio Troxler (peronista
revolucio nario). Silvio Frondizi (profesor, trotskista), Rodolfo Ortega Peña (historiador, diputado
peronista), Bruno Genta (ideólogo derechista), Alberto Villar (jefe de la Policía Federal) y su
esposa; el bebé Laguzzi (hijo del rector de la UBA): Carlos Mugica (sacerdote villero); el general
chileno Carlos Prats y su esposa, También ejecutivos de empresas, policías rasos y militantes de
base perdieron la vida.
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ISABEL PERÓN Y EL BRUJO
María Estela "Isabel” Martínez de Perón recibía una pesada herencia. Nacida en 1931 en La
Rioja, en un hogar de clase media, bailarina mediocre, Isabel había conocido a Perón en el curso de
una gira artística en Panamá. Se quedó a vivir con él y se casaron más tarde en España. De rostro
inexpresivo, imitaba los peinados de Evita cuyo ejemplo parecía intimidarla. Era conservadora y
muy reservada.
Isabel pasó de ocuparse de los asuntos domésticos del ex presidente a desempeñar delicadas
misiones en su nombre. A partir de 1965, año en que conoció a López Rega, quedó bajo la
influenciar del ex comisario, cuyos poderes domésticos crecieron en la medida en que desmejoraba
la salud de Perón.
Como presidente y jefa del justicialismo, Isabel contaba con la buena voluntad de los
partidos, de los gremios, de la jerarquía eclesiástica y de las Fuerzas Armadas. Pero su consejero
áulica y responsable de su “entorno" sería el ministro López Rega. Por otra parte a pesar de la
tradición verticalista del peronismo, pronto quedó en claro que una cosa era Perón y otra muy
distinta su viuda.
En efecto, los burócratas gremiales ortodoxos no estaban dispuestos a aceptar que los
sindicalista clasistas y combativos ganaran posiciones frente a las bases obreras. A través de un
complicado procedimiento digitado desde el Ministerio de Trabajo, las conducciones nacionales de
los sindicatos recuperaron espacio. Lograron mejoras sustanciosas para los trabajadores. Así
reapareció la inflación".
Por su parte Montoneros anunció su pase a la clandestinidad. La "Orga", como la llamaban sus
adherentes, contaba con milicianos bien adiestrados. La JP y las organizaciones estudiantiles le
proporcionaban la gente necesaria para las operaciones de apoyo. Obtenía recursos económicos
mediante secuestros v rescates. El de los hermanos Juan y Jorge Born, dueños de una firma
exportadora de cereales, les dejó sesenta millones de pesos. Pero la lucha de Montoneros se vació de
sentido a medida que acentuaba sus contenidos militares y que se empeñaba incomprensiblemente en
destruir a un gobierno peronista legítimamente elegido.
Mientras tanto en las universidades nacionales se implantaba una política de extrema derecha,
mezcla de fascismo y peronismo. Y en la jerarquía católica, los prelados progresistas y los curas del
Tercer Mundo quedaban arrinconados por los obispos de orientación más conservadora y mejor
relacionados con los militares. Uno de estos prelados, el arzobispo de Paraná, monseñor Tortolo, fue
reelecto por sus pares Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina.
27
En junio de 1975, la situación económica había llegado a un punto sin retorno, con el peso
sobrevaluado, las exportaciones en descenso, un déficit fiscal del 12% y la inflación anual del 40%.
Las mejoras laborales negociadas por los gremios, licencias y vacaciones prolongadas, certificados
privados para faltar, despidos bien compensados, hicieron una verdadera Jauja del mundo del trabajo.
Por otra parte, se dieron casos de asesinatos de patrones de fábricas en conflicto.
Con el propósito de aplicar una corrección severa, el nuevo titular de Economía, Celestino
Rodrigo, que integraba el circulo esotérico del ministro López Rega, anunció una devaluación abrupta
del peso (habría un dólar financiero, uno comercial y otro turista). De la noche a la mañana la
población vio disminuir sus ingresos a la mitad y esfumarse sus ahorros. Los combustibles
aumentaron el 175%.
Se produjo entonces una pulseada entre el gobierno y los gremios. Estos últimos, encabezados por
Casildo Herreras y Lorenzo Miguel, decretaron la primera huelga general contra un gobierno
paritarias que estaban suspendidas desde hacía dos años. El proceso inflacionario que se desató a
raíz de estos hechos fue de una gravedad inédita: 34% en julio: 23% en agosto. La lógica sindical
El llamado "Rodrigazo" terminó con el sueño de la Argentina Potencia y puso al país frente a una
realidad durísima. Una serie de ministros se sucedieron en la cartera de Economía. El recurso
aplicado fue la indexación de precios y salarios de acuerdo al costo de vida.
A medida que se profundizaba el "vacío de poder", los militares volvían a ocupar el escenario. El
Operativo Independencia (febrero de 1975), autorizado por la presidente, tuvo como objetivo
"aniquilar" a la guerrilla en el monte tucumano. Dicho Operativo, encarado por el Ejército contra
poco más de un centenar de guerrilleros, desarticuló al ERP. Un segundo decreto dio la orden "de
aniquilar el accionar de los subversivos en todo el territorio del país". De este modo, las Fuerzas
Armadas actuando en forma coordinada detenían a los sospechosos y no informaban a la Justicia
sino tardíamente. Sin embargo, la pena de muerte por fusilamiento, autorizada por el Código
Penal, no se aplicó en ningún caso.
Las organizaciones subversivas estaban ya muy debilitadas a fines de 1975, como se puso de
manifiesto en el fallido intento del ERP de copar el arsenal militar de Monte Chingolo (Buenos
Aires), el 23 de diciembre de 1975. Este operativo le costó la vida a medio centenar de
combatientes, en su mayoría adolescentes recién incorporados a sus filas, y a numerosos vecinos
de barrios humildes de la zonal.
28
Era ahora evidente que los militares estaban decididos a volver y que el gobierno había entrado
en la cuenta regresiva. El discurso del nuevo comandante en jefe del Ejército, el general Jorge Rafael
Videla, pronunciado en Famaillá, Tucumán, el día de Navidad, indicó que la "paciencia" de los
militares había llegado a su límite, recomendó modificar rumbos y condenó la pasividad cómplice.
Por su parte, el arzobispo de Santa Fe, monseñor Vicente Zaspe, en sus homilías radiales,
enumeraba la serie de secuestros, torturas, bombas y asaltos que habían destrozado familias,
instituciones, partidos, sectores; muchachos, chicas, militares, marinos, sindicalistas, sacerdotes,
jueces, niños, gente pobre, rica, de la ciudad y del interior.
“Hemos probado todo, hemos experimentado la sangre y la muerte. ¿Y ahora qué? ¿Seguiremos
denunciando, matando, muriendo, rabiando, llorando?
“¿No podemos intentar una reflexión, un paréntesis; quizás una oración? Es necesario que la
Argentina se serene, porque debe reencontrarse consigo misma, identificarse, purificarse, salir del
atolladero”.
Pero al país le falta todavía experimentar lo peor. Esto vendría después del 24 de marzo de
1976, día en que Isabel Perón fue destituida por las Fuerzas Armadas, cuando faltaba un año para que
se cumpliera su mandato.
EL PROCESO GENOCIDA
Nacional (PRN). Los comandantes del Ejército (general Videla), la Armada (almirante
Massera) y la Aeronáutica (brigadier Agosti) se habían puesto de acuerdo a fines de 1975 para
instaurar una dictadura a largo plazo, con la idea de cerrar un ciclo histórico y abrir otro.
Massera exigió y obtuvo que la cuota de poder se repartiera por partes iguales entre las tres
armas, de modo que la responsabilidad principal no recayera en el Ejército como había sucedido
hasta entonces. Antes del golpe, la Junta aprobó el plan económico de José A. Martínez de Hoz.
29
En la madrugada del 24 de marzo, la viuda de Perón fue depuesta y quedó detenida en El
Messidor (Neuquén). La Junta de Comandantes juró ese mismo día en la Casa Rosada y el 29 de
marzo el general Videla asumió la presidencia de la Nación sin dejar el cargo de comandante del
Ejército. La necesidad de combatir a la guerrilla justificaba esta excepción a la regla que aconsejaba
separar ambos cargos.
Jorge Rafael Videla, un general de infantería sin actuación política conocida, nacido en
Mercedes (Buenos Aires) en una familia de militares, dirigía el Colegio Militar cuando Isabel Perón
lo designó comandante en jefe del Ejército, el escalón más alto antes de la presidencia de facto.
Retraído, puntilloso, muy católico y algo pusilánime, se sentía imbuido de una misión salvadora.
Siguiendo el ejemplo del golpe de 1966, la Constitución Nacional fue supeditada a un Estatuto. La
Junta de Comandantes absorbió la función legislativa y designó a una nueva Corte Suprema. El
Los ministerios se repartieron equitativamente: Interior y Trabajo para Ejército, Relaciones Exteriores
y Bienestar Social para la Armada, Justicia y Defensa para la Aeronáutica. Los únicos civiles del
gabinete eran los titulares de Educación y de Economía, pero incluso en esas reparticiones los militares
actuaban como veedores de los altos funcionarios. El mismo cupo se aplicó en los gobiernos
provinciales; en las intervenciones a los sindicatos y en los canales de televisión que habían sido
el Congreso, cada arma tenía poder de veto. Así se preparaba un proceso perverso de disgregación
social.
Los objetivos básicos del PRN eran exterminar la guerrilla, reordenar la economía y disciplinar
a la sociedad. Dichos objetivos tendían a impedir la reproducción de las condiciones socioculturales
que habían permitido el auge del populismo y de la subversión marxista y el saqueo del Estado por
sindicatos y empresarios peronistas'.
La persecución comenzó de inmediato con la muerte de los activistas más peligrosos y la detención
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La suerte de la dirigencia peronista fue dispar. Una larga lista de personalidades de la izquierda
y de la derecha, entre ellos Isabel Perón, López Rega, Abal Medina, Cámpora, Gelbard, Carlos Me
nem y Lorenzo Miguel, fueron privados de los derechos de ciudadanía y sus bienes colocados en
custodia. Algunos de los caciques sindicales, como Casildo llerreras, se "borraron" mediante un
oportuno exilio; otros, como el gobernador bonaerense Victorio Calabró, negociaron con las nuevas
autoridades. Miguel fue maltratado y detenido.
El esfuerzo se dirigió a eliminar a la dirigencia de los gremios clasistas: René Salamanca fue
uno de los primeros "trasladados", eufemismo para decir muerto; Tosco pasó a la clandestinidad y
Ongaro se exilió. Delegados obreros de fábrica y activistas de las Ligas agrarias del nordeste fueron a
parar a la cárcel o desaparecieron. Pero también desaparecieron dirigentes moderados como Oscar
Smith (Luz y Fuerza), que se empeñó en la defensa de su gremios.
Según estimaciones de la Junta, en setiembre del 77 estaban detenidos o abatidos unos 8.000
subversivos'°. Entre las bajas figuraban Santucho y Urteaga, los jefes del ERP. Había, aunque no se
dijo, 300 campos clandestinos de prisioneros. Los más importantes eran Campo de Mayo, la Escuela
de Mecánica de la Armada (ESMA) y la Perla (Córdoba).
El temible método de hacer "desaparecer" a personas sin dejar rastro fue adoptado por la Junta
vago, silencioso y eficaz. Dicho método facilitó la eliminación no sólo de los terroristas armados y
A pesar de que la jerarquía católica apoyaba en sus líneas generales al Proceso, obispos,
sacerdotes, religiosas y catequistas figuran entre las víctimas de la represión estatal. Monseñor
Angelelli, obispo de La Rioja, murió en un supuesto accidente de automóvil. El asesinato de cinco
religiosos de la parroquia de San Patricio (Buenos Aires) fue uno de los crímenes más
impresionantes. La muerte, la prisión o destierro castigaron a otros más".
"El terrorista -definía el presidente Videla- no sólo es considerado tal por matar con un arma o
colocar una bomba, son también por activar a través de ideas contrarias a nuestra civilización
occidental y cristiana."Y el interventor en la provincia de Buenos Aires, general Ibérico Saint Jean,
advirtió con franqueza (aunque después se desdijo): "Primero mataremos a todos los subversivos,
luego mataremos a sus colaboradores, después a sus simpatizantes, en seguida a aquellos que
permanezcan indiferentes, y finalmente mataremos a los tímidos''.
Para llevar adelante este proyecto siniestro, que alteraba profundamente los códigos morales de
la vida militar, se hizo un "pacto de sangre" entre oficiales y suboficiales. En Córdoba se obligó a los
oficiales a participar por turno rotativo en las distintas etapas de la represión, la tortura y el
fusilamiento. Impulsaba este procedimiento el general Luciano Benjamín Menéndez, jefe del Tercer
Cuerpo de Ejército, uno de los más poderosos "señores de la guerra" '4. Temibles fueron también el
general Ramón Camps, jefe de la Policía bonaerense, y el general Guillermo Suárez Mason, del
Primer Cuerpo de Ejército.
31
Hubo muertes violentas que respondían a pedidos de los "servicios" de las dictaduras de Chile y
Uruguay. Debido a esta complicidad, denominada Operativo Cóndor, murieron entre otros el ex
presidente de Bolivia, general Torres, y los legisladores uruguayos Zelmar Michelini y Héctor
Gutiérrez Ruiz.
El esquema de represión aplicado por la dictadura, pronto se mostró vulnerable a acciones que
respondían más que a las necesidades de la "seguridad nacional", a las "internas" militares, a
venganzas y al afán de lucro personal. Éste fue el caso de la desaparición del embajador argentino en
Venezuela, Héctor Hidalgo Solá, quien proponía una salida electoral que disgustó al jefe de la Armada;
de la muerte de Edgardo Sajón, ex vocero del general Lanusse. jefe de una facción moderada del
Ejército; de la bomba contra Juan Alemann en represalia porque como secretario de Hacienda se
oponía a los excesivos gastos del Mundial de Fútbol; de la destrucción del grupo económico Graiver,
dueño de Papel Prensa. Propiedades de presuntos guerrilleros fueron transferidas a integrantes de las
fuerzas de represión.
La tortura tiene una historia de larga data en el país. En el periodo hispánico colonial, el uso del
"potro de tormento" en los interrogatorios era legal, lo mismo que los azotes. Las disposiciones de la
Asamblea de 1813 que suprimieron la tortura se inscriben dentro del pensamiento humanitario de la
época. Pero el "potro" se restableció y si bien la Constitución de 1853 reiteró la prohibición, los
castigos del cepo, estaqueada y azotes continuaron como práctica habitual en el Ejército y en la
Marina de guerra hasta 1900.
Sólo a comienzos del siglo XX el sistema parece humanizarse. Hasta que con la revolución de
1930 se emplean la "picana eléctrica", el "submarino" y otros métodos crueles contra detenidos
políticos y gremiales que fueron denunciados e investigados. En el primer gobierno peronista fue
célebre el comisario Lombilla, torturador de estudiantes y opositores en general. Con la Revolución
libertadora y los planes represivos Conintes el método continuó, aunque más esporádicamente, para
recuperar intensidad entre 1970 y 1976, a medida que aumentaba la amenaza guerrillera. Pero
siempre había protestas, denuncias, información periodística".
A partir del 24 de marzo de 1976 se torturó y se reprimió en el más absoluto silencio. Muchos de
los muertos eran civiles no guerrilleros. Algunos no podían ser liberados debido a su estado físico
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calamitoso, otros porque "habían visto demasiado" o por ser considerados ideológicamente
"irrecuperables".
La organización Montoneros que, como observa Gillespie, no tenía previsto el volumen de caídas y
confesiones de sus cuadros, se veía asimismo afectada por la desmoralización que era el resultado
de la vaga conciencia de estar empeñados en una lucha absurda. Tales sentimientos se agudizaron
cuando en 1977 la conducción, encabezada por Mario Firmenich, se fue del país, guardó el dinero
habido en operativos de robo y secuestro en Cuba y desde el exilio dirigió nuevas acciones de
En 1978, cuando el país se preparaba para el Mundial de Fútbol, la opinión pública mundial,
movilizada por los organismos de derechos humanos, estaba mejor enterada de los efectos de la
"guerra sucia" que los propios argentinos. Esto se debía al riguroso control de los medios de
comunicación ejercido por el gobierno y al asesinato de los periodistas que no cumplían con las
reglas impuestas.
Se discute todavía hoy el número de víctimas de la "guerra sucia". Los organismos defensores de
derechos humanos -Madres de Plaza de Mayo, Asamblea Permanente por los Derechos Humanos,
Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS)- denunciaron la existencia de 30.000 desaparecidos.
El Informe de la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas (Conadep, 1984) comprobó
8.960 casos de personas secuestradas y desaparecidas y los de 1.898 más, muertas en
enfrentamientos con fuerzas del orden. Otras 889 que fueron secuestradas, sobrevivieron e
informaron de su reaparición. Se estima asimismo que los atentados de la derechista Triple A
mataron a alrededor de 900 personas. Sobre estas bases, un cuidadoso estudio del general español
Prudencio García propone una cifra que oscila entre 15.000 y 20.000 desaparecidos, porque, dice,
muchos nombres no fueron denunciados ante la Justicia.
En las Fuerzas Armadas y de seguridad, las víctimas de los atentados de la subversión fueron
687. Sus familiares se agruparon en FAMUS. Por consiguiente por cada uno de los caídos
gubernamentales habrían muerto más de veinte terroristas.
Los jefes del Proceso, sin amedrentarse, ratificaron su postura. "Argentina sólo se confiesa ante
Dios", afirmó el ministro del Interior, general Albano Harguindeguy. "Hicimos la guerra con la
33
doctrina en la mano, con las órdenes escritas de los Comandos Superiores; nunca necesitamos, como
se nos acusa, de organismos paramilitares" declaraba en 1980 el representante militar argentino en
Washington. Pero el esclarecimiento había comenzado.
EL NEOLIBERALISMO DICTATORIAL
La Junta había puesto la economía en las manos del ministro Martínez de Hoz. Este
El Plan Económico anunciado en abril del 76 tenia como prioridad favorecer el crecimiento
industrial y agropecuario sin las trabas que representaban los reclamos sindicales. Debía contener la
inflación, estimular la venida de capitales extranjeros, atacar el déficit fiscal y terminar con un
aparato burocrático estatal sobredimensionado. Para este fin se colocó a todos los empleados públicos
en disponibilidad y se expulsó sin más a los de antecedentes sospechosos.
El modelo de gobierno de derecha liberal a fines de los setenta era el de la primera ministra
británica, Margaret Thatcher, quien doblegó a los sindicatos laboristas, vendió las empresas del
Estado y disminuyó el gasto social. Pero en la dictadura militar argentina prevalecía la mentalidad
desarrollista y nacionalista, el deseo de armarse en previsión de nuevos conflictos externos e internos
y el temor de que el problema social de la desocupación se sumara al de la guerrilla. Por consiguiente
no se produjeron despidos masivos en la administración pública ni en las empresas del Estado; se
creó un nuevo y costoso emprendimiento estatal, Hierro Patagónico (Sierra Grande) y el gasto militar
pasó del 2,5% del Producto Bruto Interno al 4%.
La inflación se redujo del impresionante 444%, en 1976, al 150%, en 1977, para mantenerse
luego en niveles muy elevados. Las exportaciones se incrementaron y se logró el superávit de la
balanza comercial en 1976. El campo empezó su recuperación mediante nuevos cultivos como la soja;
la industria aceitera tuvo considerable auge.
Pasada la primera etapa, la política económica apuntó a los aspectos financieros más que a los
productivos. Una nueva ley de inversiones extranjeras procuró aprovechar la abundancia de crédito
externo relativamente barato. Vinieron, es cierto, muchos capitales, pero con carácter de
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"golondrinas", es decir, aprovechaban los plazos fijos bancarios a corto o mediano plazo y se
marchaban luego con sus ganancias sin hacer inversiones durables.
Esto tuvo que ver con el manejo del sistema cambiarlo. El peso se sobrevaluó y se estableció una
"tablita" que fijaba con anticipación las variaciones del dólar. La liberación de las tasas de interés y la
garantía plena de los depósitos estimularon la creación (le bancos y mesas de dinero cuyo número se
La llamada "patria financiera" deslumbraba al pequeño ahorrista tanto como a quienes hacían
uso de los abusivos autopréstamos bancarios, pero empobrecía a los productores y a los asalariados.
Después de 1978 la balanza comercial fue desfavorable y el déficit estatal se financió con el crédito
externo.
La quiebra del Banco de Intercambio Regional (BIR) en 1980 inició una serie de problemas
bancarios y puso en evidencia la vulnerabilidad del sistema financiero. Por otra parte los efectos del
Plan Martínez de Hoz se hicieron sentir era la desaparición de 33 de las 100 principales fábricas
existentes en 1975.
¿Era la Argentina a fines de los años setenta un mundo feliz, domesticado y conformista? Si no
lo era, al menos lo parecía. "Los argentinos somos derechos y humanos" decían las obleas repartidas
por iniciativa oficial como respuesta a las criticas venidas del exterior.
La gente se había retraído en sus casas; muchos guardaba silencio respecto a las experiencias
personales dolorosas, prisiones, muerte de seres queridos, de compañeros de trabajo, episodios
luctuosos ocurridos en la vecindad. Las ilusiones se habían derrumbado.
El espacio público estaba desierto. Era riesgoso mostrarse, salir hasta altas horas de la noche,
circular por parajes alejados por temor a ser confundido con un extremista. "Centinela hará fuego"
advertían carteles puestos cerca de los cuarteles. Estas advertencias habían dejado de ser necesarias
como lo fueron sin duda en época de la guerrilla, pero quedaron allí para prevenir e inspirar miedo.
En las aulas universitarias imperaba el orden. En 1980 se aplicó el arancel y el cupo de ingreso
se sumó al sinfín de prohibiciones que incluían los textos de los autores que no respondían a la
ortodoxia oficial, por famosos que fuesen.
La mentalidad de los católicos que tenían a su cargo el área educativa era negadora de la
condición pluralista de la cultura argentina. Así lo denunció la revista católica Criterio, mientras la
DAlA, nucleamiento de entidades israelitas, protestaba formalmente por el carácter confesional de la
nueva asignatura Formación Cívica y Moral, sucesora de las materias Cultura Ciudadana (1953),
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Educación Democrática (1956) y ERSA (1973), que también habían procurado a su turno ideologizar
la educación en la escuela media.
Quienes tenían en su poder libros sospechosos de izquierdismo, fueran éstos científicos o de los
desaprensivos tiempos de las "cátedras nacionales", los escondían o los destruían para evitarse
problemas. En Córdoba, bajo la influencia del general Menéndez, se prohibió la enseñanza de la
matemática moderna. Ésta ingresó en la lista de los prohibidos a escala provincial o nacional, junto
a libros, canciones, películas, series de TV y artistas nacionales o extranjeros.
Era en cierto modo una sociedad infantilizada. Así lo percibia la escritora María Elena Walsh, una
creadora precisamente en literatura para chicos. "Hace rato que somos como niños, pero no nos
damos cuenta", opinó en un artículo escrito en 1979”.
Porque en el triste lapso que va de 1976 a 1980, cuando algo empezó a movilizarse tras la dura
apariencia del régimen militar, la única expresión sincera de alegría colectiva, tolerada y alentada
por la Junta fue el Mundial de Fútbol de 1978, preparado sin mezquinar los recursos públicos y
coronado por el triunfo del Seleccionado argentino. Los goles en el partido contra Holanda que
definieron el título fueron festejados por el Gobierno en pleno y por la multitud que se volcó a las
calles.
Envalentonado por estas circunstancia y con la mira puesta en el conflicto con Chile, afirmó el
almirante Massera: “Vamos a terminar con la mentalidad perdedora; vamos a terminar con esa especie
de resignación total y conformista (...) Aquí ha terminado la decadencia. Para esta conquista las
fuerzas Armadas llaman a todos. Pero llamamos muy especialmente a la gente joven, la que integra
una Argentina cachorra, porque creemos que está esperando el desafío”.
La década de 1980 comenzó en la Argentina con los interrogantes propios de una Nación que
todavía no había resuelto el problema de la legitimidad política. Exterminada la guerrilla subversiva
la Junta militar, que se había adueñado del destino nacional con el justificativo de la represión,
carecía de un proyecto de futuro.
Por otra parte, el fin de la guerra interna agudizó las fricciones entre los altos fejes militares
que integraban la Junta. A esto se sumaron las dificultades económicas y el inocultable malestar
social que ya no podía atribuirse a la guerrilla.
En 1978, el general Videla pasó a retiro como comandante en feje del Ejército, pero siguió
como presidente. Su mandato concluiría en 1981. Era ahora el “cuarto hombre”, con su cuota de
poder recortada en relación a la que había tenido inicialmente. El puesto de comandante en jefe fue
ocupado por el general Viola. Ambos se entendían bien.
Videla y Viola debieron ocuparse en 1978 de la conflictiva relación con Chile. En efecto, a
raíz del acuerdo de arbitraje firmado en 1971 por el gobierno de Lanusse, la solución de la disputa
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por la posesión de las islas en el canal Beagle quedó en manos de una corte Arbitral integrada por
cinco jueces del Tribunal Internacional de La Haya, presididos por Su Majestad Británica. En 1977,
esta Corte adjudicó a Chile las islas Picton, Lennox y Nueva, debido a sus mejores títulos de posesión
y al hecho de que Chile ocupa las islas desde 1900 aproximadamente.
En ese clima se desarrolló el conflicto por el Beagle. Entre los militares, la simpatía respetuosa
y la complicidad con el régimen del presidente chileno Pinochet se trocarían en un odio profundo.
Pronto se definieron dos actitudes con respecto a los pasos a dar: palomas (blandos) y halcones
(duros). Los primeros eran partidarios de defender los derechos argentinos sobre el Océano Atlántico
que quedaban vulnerados por el fallo, declarar la nulidad de éste y continuar armándose para inspirar
respeto, pero en ningún caso consideraban conveniente una guerra con el país vecino. Los halcones
querían no sólo no aflojar, sino que consideraban beneficiosa la guerra en sí misma.
El sector blando estaba encabezado por los generales Viola y Videla quienes contaban con
apoyo del personal de carrera de la Cancillería y de la jerarquía de la Iglesia Católica. Los duros eran
Massera (ya retirado del servicio activo), la cúpula de la Marina que le respondía y los jefes del
Primer Cuerpo de Ejército, general Suárez Mason, y del Tercer Cuerpo, general Menéndez, quien
afirmaba que era una pérdida de tiempo seguir charlando con los chilenos.
La arrogancia de los jefes de los halcones tenía al presidente Videla a maltraer. Su entrevista
con Pinochet en Puerto Montt (febrero del 78) fue considerada por éstos como una señal de debilidad
del dictador argentino frente a su colega chileno. "¡Se acabó el tiempo de las palabras!" advirtió
Massera, vigilante, desde una ciudad del sur.
Las tensiones fronterizas se prolongaron a lo largo del año. También en Chile había halcones y
palomas, pero el mando estaba unificado en Pinochet. Por otra parte, el Laudo Arbitral conformaba a
las expectativas nacionales.
Entre tanto de un lado y del otro de la cordillera se compraban armamentos e insumos militares
que incluían las bolsas de plástico destinadas a los muertos en combate. Se preveían alrededor de
20.000 bajas en las primeras acciones bélicas. Con las costas y los campos fronterizos minados y el
oscurecimiento preventivo de las ciudades, argentinos y chilenos se preparaban para "una buena
guerra".
Este anuncio era el fruto de una serie de angustiosas gestiones del nuncio papal en Buenos
Aires, monseñor Pío Laghi, del embajador norteamericano y del personal de la cancillería
argentina. El presidente de los Estados Unidos James Carter y el Papa fueron impuestos de la
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gravedad de la situación con el aval de Videla, contrario a la guerra pero temeroso de que si cedía
sus camaradas lo desplazarían del poder. Poco después ambas partes se reunieron en Montevideo y
aceptaron la mediación.
Sin embargo no se llegó a una solución definitiva de la cuestión del Beagle. Todo quedó en
suspenso debido a que la propuesta papal, anunciada en 1980, entregaba a Chile las islas en disputa
y frustraba nuevamente las expectativas argentinas. La resolución del conflicto se postergó y el
clima probélico se reinstaló, junto con los inevitables incidentes fronterizos y las compras de armas
efectuadas al margen de lo estipulado en el Acta de Montevideo.
El almirante Eduardo Emilio Massera dependía para su proyecto político del lugar de la
Armada en el esquema de poder de la Junta Militar. Desde que ocupó la jefatura del arma todavía
en vida de Perón (1973) se había empeñado en lograr más presupuesto para la Marina y en
asegurarse la división tripartita del mando en 1976. Esperaba la oportunidad propicia para ser
presidente constitucional: como Perón en el 46, heredaría al Proceso.
Una vez retirado de la fuerza, en 1978, Massera desplegó una estrategia novedosa: propuso
una amnistía y que se dieran a conocer las listas de desaparecidos y criticó la política económica de
Martínez de Hoz por ineficaz y elitista. Entre sus colaboradores había oficiales de la Armada,
políticos y ex Montoneros.
El aniquilamiento de esta organización subversiva había sido obra de la Marina que formó a
ese efecto sus tristemente célebres grupos de tareas, a cargo del Jorge "El Tigre" Acosta, Alfredo
Astiz y otros más. Ellos detectaban a los guerrilleros moralmente "quebrados" y dispuestos a
colaborar para salvar la vida y poder marcharse al exterior. Las propuestas de raíz nacionalista que
defendió la Marina hacia 1980 provenían en parte de esa extraña mezcla de ideologías y de
personas gestada en las cárceles clandestinas. La guerra con Chile era uno de sus posibles objetivos
y, cuando este proyecto fracasó, se apuntó a la recuperación de las Malvinas.
lograr su objetivo, como en los casos de Hidalgo Solá, de las bombas contra los funcionarios de
Videla que preparaban una salida política y de la diplomática Elena Holmberg; cuyo cadáver
El caso Holmberg ocurrió en diciembre del 78; cuando la diplomática, destinada en París, se
aprestaba a denunciar a la prensa francesa las intrigas entre Massera y un sector de Montoneros. El
crimen de quien pertenecía a las familias de la clase alta tradicional se adjudicó a los esbirros del
almirante y contribuyó a desprestigiarlo.
El general Roberto Viola ofrecía una imagen más civil que la de su antecesor, acorde con
cierto clima de distensión que se percibía hacia 1980. Ojeroso; de voz ronca, parco en sus
declaraciones, vestía ropa de calle, hablaba de fútbol y conversaba con políticos. Viola nombró
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civiles con un lejano compromiso político partidario en su gabinete y en seis gobiernos
provinciales. Pero en las empresas del Estado y en los entes autárquicos eran mayoría los generales.
Esta nueva realidad financiera contribuyó a desgastar al débil gobierno de Viola. Que Sigaut
anunciara "el que apuesta al dólar pierde”, poco antes de una importante devaluación, fue
ridiculizado hasta el cansancio. La "corrida" hacia el dólar resultó imparable. La moneda argentina
perdió en un año el 80% de su valor. Desgastado, con problemas cardíacos v sin apoyo del jefe del
Ejército, Viola se internó en el Hospital Militar. Su imagen pública no difería mucho de la de
Isabelita, y en el mejor de los casos de la de Levingston cuando se enfrentó a Lanusse.
Hacia 1981, en plena crisis económica y con una pésima imagen en el exterior, la dictadura
argentina había perdido toda oportunidad de hacer una propuesta política exitosa. Es cierto que
abrigó en su momento el proyecto de formar un Movimiento de Opinión Nacional (MON) que le
asegurara la sucesión. Si los deberes estaban bien hechos, como suponía este análisis, cabría ir
dando participación progresiva a los civiles en el gobierno tal como lo hacía la dictadura brasileña
con apreciable éxito. Se pensaba en dos turnos presidenciales más y en que la institucionalización
se haría lentamente: primero las intendencias, luego las provincias y por último el gobierno
nacional. Habría un nuevo partido, el MON, y elites que se entrenarían de a poco, como lo proponía
el analista Mariano Grondona.
Debates internos, pasividad y, lo que es más probable, la conciencia íntima de que el esquema
propuesto no tenía justificación histórica, dejó para otra oportunidad al MON. Y en su lugar
reaparecieron los políticos radicales, peronistas, midistas, intransigentes, democristianos y
socialistas que se nuclearon en la Multipartidaria y reclamaron que se llamara a elecciones. Poco
después, en setiembre de 1981. falleció BaIbín. El presidente de la UCR moría respetado por todo
el espectro político; incluidos los frondicistas con quienes se había reconciliado poco antes.
En ese marco inquietante para el futuro del Proceso, el jefe del Ejército maniobró para
desplazar a Viola. Galtieri, un general "de figura majestuosa" (así lo describieron en Washington),
buen bebedor, bastante rudimentario e impulsivo pero con cierto carisma marcial, ofrecía una
imagen más fuerte que la del debilitado Viola. Advirtió con claridad que no se daría un "salto al
vacío" mediante una apertura política indiscriminada y que no se revisaría lo actuado durante el
Proceso.
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Los grupos de poder económico disconformes con Viola se sumaron al plan. El compromiso
era designar a un economista ortodoxo, Roberto Alemann, para retomar la política de "achicar el
Estado para agrandar la Nación", como decía un difundido slogan de aquellos años".
Galtieri conservó la jefatura del arma. Contaba con la buena voluntad del jefe de la Armada,
almirante Jorge Isaac Anaya, quien era un nacionalista fervoroso. Ambos querían revertir el rumbo
decadente del Proceso mediante una acción de guerra. Galtieri prefería retomar el proyecto del
Beagle, para lo cual se había mostrado agresivo en relación con Chile y postergado la respuesta a la
mediación papal. Pero para congraciarse con el almirante Anaya, se ofreció a poner en marcha el
proyecto de recuperación de las islas Malvinas que era prioridad para la Marina de Guerra.
Desde la escuela primaria; el niño argentino aprende la historia de la pérdida de las islas
Malvinas a manos de los ingleses. El ejemplo de la toma de las Malvinas resulta el símbolo más
simple y claro de los agravios infligidos a la soberanía nacional.
Así lo entendió el comando peronista encabezado por Dardo Cabo que en 1966 aterrizó en
Puerto Stanley, capital de las "Falkland" en una "mini" invasión que fue mirada con simpatía en la
Argentina. Pero en 1976 Dardo Cabo había muerto a manos de los militares. Sin embargo su
proyecto respecto de Malvinas tuvo una sorprendente continuidad.
El plan elaborado por la Armada consistía en presionar a los británicos para salir de una
negociación diplomática que se arrastraba desde hacía años. En 1971 el gobierno argentino fue
autoriza do a mantener un servicio de vuelos a las islas, pero sin que se avanzara en materia de
soberanía. Explica Virginia Gamba que una de las razones del interés de la Armada en el Operativo
Malvinas era el deseo de ampliar la esfera de influencia argentina hacia la Antártida, elemento
fundamental en su enfoque geopolítico.
Había que compensar el giro negativo de la mediación papal en el Beagle con un hecho
brillante: una ocupación pacífica que no diera lugar a derramamiento de sangre ni a protestas de los
británicos. Notas periodísticas publicadas en Buenos Aires, marzo del 82, adelantaban los detalles
del Operativo Malvinas. Pero los ingleses no entendieron estas "señales de guerra"".
Quienes analizaban la estrategia a seguir partían de dos supuestos. Uno era que contarían con
la protección norteamericana como retribución a la política anticomunista de la Junta, la cual
colaboraba con Estados Unidos en Centroamérica contra el gobierno izquierdista nicaragüense".
Esto había permitido que se reanudara la asistencia de Washington a las Fuerzas Armadas
argentinas, interrumpida por la administración Carter en 1977 debido a las denuncias sobre
violaciones a los derechos humanos. Se creyó incluso que el secretario para Asuntos
Latinoamericanos del presidente Reagan ofrecía a la Cancillería una suerte de "luz verde" en caso
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de invasión". El otro supuesto era que Londres no tenía verdadero interés en las Malvinas. De modo
que en ningún caso se previó una reacción militar.
Un confuso incidente se produjo en marzo del 82 en las islas Georgias del Sur, donde hay una
base militar británica. La presencia; con pretextos banales, de un destacamento argentino de
infantería de Marina dio lugar a nerviosas gestiones diplomáticas; declaraciones y, pedidos de
informes en la Cámara de los Comunes de Londres.
Entre tanto la opinión argentina estaba pendiente de otras cuestiones. El salario había caído en
un 25% como consecuencia de las duras medidas de ajuste adoptadas para frenar la inflación y la
gente comenzaba a protestar con menos miedo. El 30 de marzo una manifestación convocada por el
sindicalista Ubaldini y la CGT, que se dirigía a la Plaza de Mayo, fue reprimida por la policía.
Hubo heridos, corridas y un clima de alta tensión, además de un muerto en los disturbios ocurridos
en Mendoza.
Algunos suponían que si la ocupación se resolvía en forma favorable al país; los militares, una
vez cumplida su misión redentora, dejarían el poder a los civiles. Otros más pesimistas imaginaban
lo contrario: el éxito llevaría al partido militar a quedarse o a condicionar a su gusto la sucesión.
Pero otros observadores consideraban atase la victoria argentina era imposible y que los militares
habían firmado la sentencia de muerte del Proceso con una decisión estratégica errónea que era
fruto de su aislamiento con relación al resto del inundo.
Washington apoyó a Londres en esta emergencia porque era su aliado más firme en la OTAN.
Hubo en Washington sólo unos pocos defensores de la Junta argentina, basados en criterios
anticomunistas y anticolonialistas. Prevaleció en cambio el disgusto contra Galtieri, quien había
rechazado la gestión personal del presidente Reagan para que suspendiera el Operativo. En Francia
y en otros países europeos; la Junta se encontraba tan desacreditada por las violaciones a los
derechos humanos que nadie estaba dispuesto a defenderla ni a entenderla.
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territorio ocupado. El gobierno se conformó con difundir mediante la propaganda oficial que un
desembarco masivo inglés en las islas era imposible y apeló a la solidaridad popular para vestir y
alimentar a los 12.000 soldados que durante el mes de abril fueron llegando al {archipiélago. Un
destacamento de la Armada ocupó las Georgias del Sur.
Entre tanto, Gran Bretaña se preparaba para devolver el golpe. Una fuerza de tareas
compuesta por 18.000 hombres, portaaviones, transportes y hasta submarinos atómicos, partió
rumbo al Atlántico Sur. Gracias a la Junta Militar. Margaret Thatcher recuperaba su popularidad que
estaba en retroceso.
Sólo los países latinoamericanos y los del Tercer Mundo justificaron la acción argentina. Por
su parte Chile comenzó a brindar apoyo logístico secreto a los ingleses.
Las primeras acciones bélicas tuvieron lugar en mayo con el bombardeo de Puerto Argentino
por la flota británica. El hundimiento del crucero General Belgrano en aguas del Atlántico Sur,
fuera de la zona de exclusión reconocida por los ingleses, provocó 329 muertes: la "dama de
hierro" no había vacilado en dar orden de torpedearlo para demostrar su voluntad de triunfar.
Por otra parte la presencia del canciller Costa Méndez en La Habana, para una reunión del
Movimiento de los Países No Alineados, de tendencia tercermundista, dividió a la opinión militar
argentina. La Fuerza Aérea temía que como consecuencia de la guerra con los ingleses, la Argentina
ingresara en el bloque de países prosoviéticos. Ésta era la amenaza que formulaba Galtieri a quien
quisiera escucharlo. Ratificaba asimismo que no se rendiría:
"Tengo 400 muertos y si es necesario para salvaguardar el orgullo razonable (...) Argentina
está dispuesta a ofrecer 40.000 o más muertos (...) vio va a arriar la bandera, ni a levantar bandera
blanca"".
El 14 de junio, diez semanas después de la toma de las islas, el general Menéndez se rendía al
general Moore, mientras en Buenos Aires, Galtieri, ajeno a las órdenes insensatas que había dado,
pretendía seguir la lucha y, de ser posible, mantenerse también en la presidencia.
La derrota implicó un ajuste de cuenta para los militares. Manifestantes enfurecidos tiraron
monedas e insultaron a la Junta frente a la Casa de Gobierno al grito de "los chicos murieron, los
jefes los vendieron" y "se va a acabar, se va acabar, la dictadura militar".
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Durante la guerra de Malvinas empezó a manejarse el término kelper, aplicado al habitante
nativo de las islas Falklands que era legalmente un ciudadano de segunda con relación a los
ingleses de las islas británicas. Cuando los conscriptos argentinos que fueron convocados a servir
en el escenario de la lucha volvieron a casa, se los desembarcó en forma silenciosa en previsión de
disturbios. Empezó entonces a difundirse en la población civil la idea de que los verdaderos kelpers
eran los ciudadanos argentinos, sin derechos cívicos, víctimas de la ilegalidad, llevados como niños
a una guerra insensata aunque su objetivo fuera justo.
En las ciudades y en los pueblos alejados, en los remotos ranchos de donde provenían la
mayoría de los "chicos de la guerra", cuya edad promedio era de 18 años, la gente empezó a
dialogar y, a compartir experiencias. Estas experiencias que iban del entusiasmo inicial al miedo; la
desolación y el dolor, se mezclaban con las de los oficiales y soldados que se sentían defraudados
luego de haber cumplido gallardamente con su deber en el lejano escenario austral.
La visita del papa Juan Pablo 11 a la Argentina, en la víspera de la rendición, resultó un nuevo
vínculo entre el país y el mundo y una forma de recuperar la noción de paz. Había mejor
disposición ahora para entender el absurdo de la guerra. Borges expresó ese sentimiento en "Juan
López y, John Ward", poema publicado en el sórdido invierno del 82, cuando a la derrota militar se
agregó la crisis de la deuda externa.
Al dolor por las consecuencias de esta guerra externa se sumó el de miles de familias
argentinas que lloraban en silencio a las víctimas de la represión ilegal. Desde 1977, un grupo de
madres dedetenidos y desaparecidos, cansadas de reclamar en oficinas y cuarteles por la suerte de
sus seres queridos, decidió protestar todos los . jueves alrededor de la pirámide de la Plaza de
Mayo. Desfilaban dando vueltas en silencio, con la cabeza cubierta por un pañuelo blanco. Las
Madres de Plaza de Mayo se convirtieron en el emblema de los kelpers argentinos privados de sus
derechos cívicos. Por su parte, las Abuelas de Plaza de Mayo centraban su labor en el
esclarecimiento de los casos de hijos de desaparecidos nacidos en el cautiverio y entregados en
adopción con su documentación cambiada. A ese respecto, cabe consignar que a mediados del año
2000 se encontraban abiertos procesos judiciales por la apropiación de dichos menores, bajo la
interpretación de que tales hechos no fueron incluidos en las leyes de Punto Final y Obediencia
Debida (1987) ni en los indultos (1990).
REGRESO A LA DEMOCRACIA
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Armadas resultaba tanto o más inoperante que la supuesta debilidad de las democracias para resolver
los problemas nacionales.
En el balance positivo del Proceso había sin duda una serie de grandes obras públicas", pero en
ningún caso las nuevas autopistas o las represas atenuaban la gravedad del caos institucional y el mar
de sangre en que se encontraba inmerso el país, a lo que se sumaba el aislamiento internacional que
se profundizó a consecuencia de la guerra. Este conflicto, con el mando feudalizado también, y las
discusiones entre las tres armas; era el triste reflejo de la forma compartimentada, retorcida y secreta
en que se organizó la represión estatal.
Bignone; el cuarto y último presidente del Proceso; formaba parte del ala del Ejército moderada
(violista) que fue desplazada por Galtieri. Su política tendió a restablecer el diálogo con la
Multipartidaria y, a preparar una salida electoral que preservara la unidad del Ejército y la
intangibilidad de lo actuado en la época del Proceso. Debió sortear las amenazas del golpismo militar,
mientras crecía la inflación v la deuda externa alcanzaba los 44.000 millones de dólares.
Para evitar que los militares afrontaran las responsabilidades por la represión ilegal, el gobierno
dictó una ley- de amnistía cuya justificación arrancaba del decreto de Isabel Perón que dio la orden de
"aniquilar a la guerrilla". La ley fue muy mal recibida, no sólo por los organismos de derechos
humanos. que ahora gozaban de credibilidad, sino también por la Justicia que empezaba a
movilizarse. Después de la guerra de Malvinas la catarata de denuncias acerca de violaciones a los
derechos humanos cometidas por la represión estatal, difundida por la prensa escrita y- radial, puso a
la ciudadanía frente a la evidencia de la tragedia ocurrida en las sombras.
En julio del 83, el almirante Massera fue enviado a p r i s i ó n preventiva, acusado por la
desaparición del comerciante Fernando Branca ocurrida en 1977. Así quedó fuera del proceso
electoral un "presidenciable" militar que aspiraba a ganar los comicios con el voto peronista y que a
ese efecto había cultivado la amistad de Isabel Perón. Por otra parte, desde Italia, donde se inició el
proceso contra la Propaganda Due, una organización secreta para el tráfico de influencias, se informó
que Massera, Suárez Mason y López Rega pertenecían a esta Logia.
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Restablecer las instituciones republicanas y la convivencia democrática y pluralista fue la
gran tarea nacional a partir de 1983. Raúl Alfonsín, jefe del radicalismo y titular del Ejecutivo
entre 1983 y 1989, lideró esta etapa de "transición a la democracia" que resultó más compleja,
más larga y más frustrante que lo imaginado.
Porque en el curso de la tragedia (le 1970, la sociedad había adquirido rasgos muy negativos
en materia de pobreza y desigualdad. Esto, sumado a la multimillonaria deuda externa, contribuyó
a que la década de 1980 fuera una década perdida por la Argentina en cuanto a su producción y
desarrollo. El producto per cápita era inferior al de los años setenta. Lo mismo sucedió en los
otros países latinoamericanos.
Apenas finalizó la guerra de Malvinas comenzó la lucha interna radical por definir quién tendría la
conducción partidaria luego de la muerte de Balbín (1981). El fallecimiento de Illia (enero del 83) dejó
Raúl Ricardo Alfonsín, nacido en 1927 en Chascomús (Buenos Aires) en un hogar de clase media,
descendía de gallegos por el lado paterno y de angloargentinos por la parte materna. Estudió el secundario
en el Liceo Militar y abogacía en la UBA; encolumnado con el balbinismo integró la Legislatura
provincial en 1958 y fue diputado nacional en 1963. En tiempos de Onganía, cuando la política estaba
excluida, dirigió la revista Inédito en la que defendió el ideal de la democracia.
En 1973, con un discurso democrático de izquierda nacional, Alfonsín perdió la interna presidencial
frente a Balbín, a quien criticaría luego su condescendencia con el peronismo y sus indefiniciones durante
el Proceso. Algunos de sus correligionarios, como Hipólito Solari Yrigoyen, Sergio Karakachoff y Mario
Amaya fueron víctimas de la represión ilegal. En esos años de plomo. Alfonsín tuvo una presencia activa
en la defensa de la legalidad como cofundador de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos.
Fue además uno de los pocos que entendió de inmediato que la guerra de Malvinas significaba el final del
Proceso.
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La campaña presidencial de Alfonsín comenzó en julio de 1982 con una convocatoria moderada que
se fue ampliando progresivamente hasta que en sus tramos finales los actos en el interior, el conurbano
bonaerense y la capital federal reunieron a centenares de miles de personas.
"Con la democracia se come, se educa y se cura", decía Alfonsín en sus discursos que concluían con
el "rezo laico" del Preámbulo de la Constitución Nacional. Colocaba así a las instituciones en el lugar
central de la recuperación de la democracia. En sus apariciones públicas y en sus presentaciones por
televisión, la sonrisa cálida y el saludo peculiar del candidato; con las manos unidas, enfervorizaban a sus
seguidores. Por otra parte su equipo recurrió a las técnicas modernas de publicidad y a las encuestas. Una
oportuna gira de Alfonsín a Venezuela y- a los países europeos, gobernados por la socialdemocracia,
demostró la posibilidad de que el país retomara contacto con el mundo.
El candidato radical fue categórico respecto al tema más duro a resolver, el de las responsabilidades
en la "guerra sucia". Se comprometió a anular la ley de amnistía y afirmó que habría tres niveles de
responsabilidades en la justicia, los que impartieron las órdenes, los que las cumplieron con exceso y los
que se limitaron a cumplirlas.
Su propuesta se fortaleció gracias a la denuncia del "pacto militar-sindical", la cual reconocía lo que
era un secreto a voces: el partido militar en retirada prefería una victoria del peronismo que le asegurara
la no revisión de los crímenes de la represión y la supervivencia de la cúpula militar. El jefe del Ejército,
el general Cristino Nicolaides, conversaba a ese efecto con Lorenzo Miguel y otros caciques sindicales.
Esta relación, acota Halperin Donghi, venía de lejos, de la época en clase el general Aramburu envió
interventores militares a los gremios que terminaron forjando una buena amistad con aquellos a quienes
debían desplazar.
Entre tanto crecía el voto alfonsinista. Alcanzaba ahorra a sectores de clase baja hasta entonces
"cautivos" del peronismo. Esto se debía en parte a que las estructuras sindicales se habían
debilitado luego de siete años de Proceso en los que avanzó el cuentapropismo y entraron en
crisis la industria metalúrgica y textil, bastiones del sindicalismo: si en 1973 había un obrero
sindicalizado cada ocho votos, en 1983 la proporción era de uno por cada catorce votos. Las
Con todo, a mediados del 83 el peronismo anunció que tenía 3 millones de afiliados. Los
radicales llegaban solamente a la mitad. El peronismo, cuya formidable maquinaria electoral
demoró más en ponerse en movimiento, reconocía el liderazgo verticalista de Isabel Perón. La
lucha interna se llevó adelante con la preponderancia del sindicalismo, la "columna vertebral" del
Movimiento. El doctor ítalo Argentino Lúder, quien presidió el Senado en el gobierno de Isabel
Perón, resultó electo por el congreso partidario para encabezar la fórmula, acompañado por el
dirigente chaqueño Deolindo Bittel. El candidato a gobernador de Buenos Aires, un gremialista
ortodoxo, Herminio Iglesias, daba la nota con sus declaraciones, propaganda e insultos al
radicalismo.
En la última semana de esta reñida campaña, tanto la fórmula del PJ como la de la UCR
llenaron de gente la plaza del Obelisco. Pero el acto del peronismo concluyó mal, porque Herminio
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empañó la alegría colectiva al quemar un ataúd con una leyenda que decía "Alfonsín". Esta imagen
proyectada por la televisión a todo el país terminó por convencer a los indecisos. El electorado
estaba harto de violencia, bajo cualquiera de sus formas.
El PJ obtuvo la mayoría del Senado. Tal como le había ocurrido a Yrigoyen en sus dos
presidencias, Alfonsín tendría que gobernar con la Cámara alta en contra, lo que recortaba
considerable mente su poder. Pero por esa misma razón, el federalismo tendría la oportunidad de
funcionar adecuadamente: por primera vez en la historia institucional del país, el Ejecutivo no haría
uso de la intervención federal para someter a las provincias al oficialismo.
La asunción del nuevo presidente el 10 de diciembre de 1983 dio lugar a una verdadera fiesta
popular con bailes en todos los barrios porteños. Se abría una expectativa de libertad Y tolerancia después
de años de violencia y de autoritarismo. La gente recuperó de golpe el espacio público del que había sido
excluida. "No tendremos miedo, nunca más", la canción de los negros norteamericanos, fue entonada
entonces como expresión del profundo cambio cultural que estaba ocurriendo.
Una larga serie de visitantes extranjeros, entre ellos los primeros ministros de la socialdemocracia
española, francesa e italiana, se hicieron presentes para dar el espaldarazo a la transición democrática en
la Argentina. Ésta fue la primera transición del Cono Sur; luego vendría la del Uruguay y la de Brasil.
Chile se incorporó en 1990 a este proceso democrático.
La presencia de Isabel Perón en las ceremonias expresó la nueva modalidad política de respeto
mutuo y pluralismo. También se ensayaron Actas de Coincidencia con los partidos.
Para disminuir la conflictividad social; el gobierno recurrió a la concertación con las corporaciones
económicas, un mecanismo cuyo uso excesivo critica el politólogo Marcelo Acuñas. En cuanto a las
movilizaciones populares masivas, en las que el presidente, excelente orador, tomaba contacto directo con
el pueblo, constituían una forma efectiva de participar, aunque a la larga disminuyó su importancia por
cansancio y desencanto.
Los artistas y los intelectuales aplaudieron el cumplimiento del compromiso electoral de eliminar la
censura para libros y espectáculos. Signo de las nuevas formas participativas fue el programa cultural en
los barrios porteños que logró combinar la excelencia con lo popular. Y para realzar los ánimos, una
película argentina, La historia oficial, dirigida por Luis Puenzo, ganó el Oscar de Hollywood a la mejor
producción extranjera. La trama tenía relación con la adopción ilegal de hijos de desaparecidos nacidos en
cautiverio.
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Alfonsín se abocó desde el primer momento a cerrar el conflicto de límites con Chile. Esto le
permitiría eliminar una hipótesis de guerra y mejorar el vínculo con el Vaticano y la jerarquía eclesiástica
argentina, siempre más reacia al diálogo con los "laicistas" radicales que con el peronismo.
El presidente sorteó con éxito esta prueba. Se trataba de admitir que los títulos chilenos a las islas del
Beagle eran mejores y que por esa razón -y no por una conjura antiargentina- habían sido preferidos
por la Corte Arbitral y por el Vaticano. Pero también la cancillería se preocupó por preservar los
Debido a la oposición del justicialismo a ratificar el Tratado, el Ejecutivo convocó a una consulta
popular no vinculante que dejaba la decisión última al Senado donde el PJ era mayoría. Otros partidarios
del No fueron el almirante Rojas y el general Luciano Menéndez para quienes el Tratado no era más que
un "atropello a la soberanía". El canciller Caputo debatió el tema por televisión con el senador
catamarqueño Vicente Leonidas Saadi, justicialista de ideología nacionalista. La confrontación favoreció
al canciller. Días después, la consulta arrojó un 81% de votos favorables al gobierno. El Tratado de Paz y
Amistad con Chile fue ratificado (1984).
Esto abrió el camino a nuevas formas de cooperación pacífica con los países vecinos. Una vez que
Brasil se democratizó, los presidentes Alfonsín y José Sarney convinieron en la inspección mutua de los
centros de energía atómica y firmaron los primeros acuerdos con miras al Mercosur en 1986. Dicho
acuerdo, sostienen Gerchunoff y Llach, constituye la obra más positiva en materia económica adoptada
por Alfonsín y continuada por Menem.
La relación con Estados Unidos fue de amistad pero no de alineamiento sin límites. El gobierno
radical obtuvo el respaldo de EE.UU. a la restauración de la democracia en la Argentina, pero desarrolló
una política independiente en relación con Centroamérica contraria a la mano dura de Reagan que
favorecía a los regímenes de ultraderecha en la región. Sobre este tema Alfonsín desafió a Reagan en la
mismísima Casa Blanca. Tampoco aceptó presiones para desarmar el proyecto misilístico Cóndor 11,
emprendido por el gobierno militar y con tecnología europea. Tal actitud, que en plena "guerra de las
galaxias" implicaba ciertos riesgos; no generó represalias. Aunque la Argentina se negó a ratificar el
Tratado de Tlatelolco de no proliferación de armas nucleares, Alfonsín siguió siendo bien considerado en
Washington.
En sus primeros cien días, el gobierno intentó hacer aprobar una nueva ley sindical que despojaba a
las conducciones sindicales de sus privilegios y. permitía el ingreso de las minorías. Los jerarcas
sindicales; sintiéndose acosados, unificaron el discurso de las dos centrales obreras que existían desde
finales del Proceso, la "combativa" de Saúl Ubaldini con sede en la calle Brasil, y la "dialoguista" de
Jorge Triacca ubicada en Azopardo.
El ministro Mucci contaba con el respaldo de los sobrevivientes de las antiguas conducciones
clasistas para llevar adelante el cambio. Pero como la mayoría peronista en el Senado impidió la
aprobación de esta ley, el gobierno terminó por concertar con los gremios cuya normalización se produjo
en beneficio de la dirigencia tradicional.
Mientras la rama política elaboraba la derrota del 83 la rama sindical del peronismo tomó el papel
de cabeza de la oposición. La CGT se opuso a todas las políticas económicas de Alfonsín. Ubaldini
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convocó a trece paros generales, varios de ellos con movilización activa. En ese clima, muchos
recordaron los pronósticos del gremialista Taccone ("Si ganan los radicales, en tres meses los
desestabilizamos) y. del secretario de 1 Hacienda riel Proceso, Juan Alemann ("en 1985 habrá golpe
militar").
Pero lo cierto es que no hubo golpe aunque el tema militar representó un problema gravísimo.
Alfonsín derogó la ley de amnistía apenas asumió y anunció que las tres primeras Juntas militares
del Proceso serían sometidas a juicio por sus responsabilidades en la represión. A fin de que se indagara
lo ocurrido, el Ejecutivo creó la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep),
integrada por personalidades (intelectuales; religiosos, periodistas) y presidida por Ernesto Sabato. La
investigación de la Conadep fue sintetizarla en el libro Nunca Más (Eudeba, 1984) y contribuyó, junto a
otras publicaciones muy difundidas, a la toma de conciencia sobre lo sucedido.
Pero el Consejo General de las Fuerzas Armadas al cual se encomendó el juicio se limitó a
dictaminar que la guerra antisubversiva había sido legítima y que no habrá nada que castigar. El juicio
pasó entonces a una nueva instancia oral, la Cámara Federal de Apelaciones; integrada por jueces de
prestigio pero que habían formado parte del Poder Judicial durante el Proceso.
Los militares acusados tuvieron oportunidad de defenderse. Sus abogados argumentaron que se
habían limitado a cumplir las órdenes dadas por Isabel Perón para aniquilar la subversión y destacaron el
estado de necesidad que se vivía en la Argentina impuesto por la guerra revolucionaria.
Ratificaron que se trataba de una guerra justa contra el terrorismo. Massera afirmó que esta
guerra se había ganado con las armas pero perdido en lo psicológico y que si todos estaban allí,
en los Tribunales nacionales, jueces y acusados; era gracias a la actuación de la Junta que había
permitido la continuidad de las instituciones republicanas.
Los testigos propuestos por la acusación narraron puntualmente las atrocidades cometidas.
Los casos de abusos evidentes eran unos 700; dentro de los 9.000 casos constatados por la
Conadep. En la acusación, el fiscal Strassera se preguntó qué clase de guerra fue esa limpieza de
opositores, muchos de ellos inermes, que incluyó a adolescentes y a niños.
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Así concluía un capítulo de la recuperación de la democracia en la Argentina. Sin embargo
el problema militar siguió. Con el presupuesto reducido a la mitad y una larga experiencia de
autoritarismo, la jefatura del Ejército tenía dificultad para ejercer el mando en democracia. Se
sucedían los desplantes en todos los niveles. Raúl Borrás y Roque Carranza, dos de los "hombres del
presidente" que ocuparon sucesivamente el Ministerio de Defensa, murieron en el ejercicio de sus
funciones.
A lo largo de 1986, numerosos oficiales fueron convocados a los Tribunales. La situación en los
cuarteles se volvió insostenible. El presidente hubiera preferido mantener las citaciones en los niveles más
altos de responsabilidades pero la marea era incontenible. La Ley de Punto Final (febrero del 87) intentó
ponerle coto a estos procesos; fijaba sesenta días de plazo a partir de los cuales no podría haber nuevos
enjuiciamientos. Pero las citaciones se multiplicaron en vísperas de esa fecha.
La rebelión militar estalló en la Semana Santa de abril de 1987 en Campo de Mayo y en otros
regimientos del interior. Los oficiales rebeldes que se pintaron la cara con betún, de ahí el mote
carapintadas; comandos que respondían al coronel Aldo Rico, exigían la renuncia del jefe del Ejército, el
reconocimiento de lo actuado en la represión y que los medios masivos respetaran a las Fuerzas Armadas.
Decían no tener intenciones golpistas y criticaban a sus jefes, los generales burócratas que habían perdido
la guerra.
Este final feliz de las tensiones acumuladas en cuatro días despertó suspicacias de que se había
negociado con los carapintadas, sobre todo cuando renunció el jefe del Ejército y el Congreso aprobó la
ley de Obediencia Debida. Esta reconocía un argumento militar por excelencia: en las Fuerzas Armadas
se cumplen órdenes sean éstas bien o mal dadas. En consecuencia se eximía de responsabilidades a los
jefes y oficiales. Las actuaciones continuarían para los generales que habían sido "jefes de zona" y para
los casos de menores desaparecidos en cautiverio, una búsqueda encarada con frutos positivos por las
Abuelas de Plaza de Mayo.
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Las agrupaciones de izquierda condenaron las leyes de la "impunidad" que el presidente justificó
como una "razón de Estado" El reclamo de justicia siguió. También prosiguieron su acción los
"carapintadas" empeñados en recuperar la dignidad perdida. Y el prestigio personal de Alfonsín
declinó.
Las cajas del Plan Alimentario Nacional (PAN) se destinaron a aliviar el hambre de la población
marginal. Reemplazaban a las ollas populares que se multiplicaron hacia 1982. Pero la necesidad de
concertar con los gremios; de actualizar los salarios y de dar crédito barato, agravaron el déficit. del
Estado y el emisionismo. Esto no era sino una parte del problema de fondo que consistía en el
excesivo peso de las funciones que absorbe el Estado de Bienestar. Dicho Estado, formado en la
década de 1940. y cuyo ideal se expresó en la Constitución justicialista de 1949, aspira a asegurar la
educación en sus tres niveles, la salud, la vivienda y, el pleno empleo. A esto se fueron sumando
funciones relativas a la producción y a lo que se denomina el "capitalismo asistido": reintegros a las
exportaciones, exenciones impositivas para armar fábricas y protección aduanera.
En la Argentina de la democracia ningún sector estaba dispuesto a resignar privilegios, más aún,
se suponía que el deber del Estado era mejorarlos a todos. Entre esos "todos" se encontraban los
denominados "capitanes de la industria”, grandes empresarios nacionales que eran contratistas del
Estado; los dueños de Bridas, Techint, Loma Negra, Pescarmona, Terrabusi y Macri (Sevel) para citar
a los más poderosos.
HIPERINFLACION
En tales condiciones la inflación, que en 1983 era de 343%, superó el 600% en 1984 y 1985.
Entonces el secretario de Planeamiento; Juan Vital Sourrouille, le aconsejó a Alfonsín revertir la
situación y no desperdiciar la buena imagen externa del gobierno democrático argentino con posturas
anticuadas contrarias al Fondo". Sourrouille, designado titular de Economía, diseñó "el plan Austral'".
Éste se basaba en una nueva moneda que reemplazaba al peso en una relación de 80 centavos de
austral por dólar. Para sostener la divisa argentina el gobierno se comprometía a no emitir y a pagar la
deuda y proponía una aperturas moderada de las economía. Los resultados inmediatos de estas
medidas fueron beneficiosos. La economía se serenó porque disminuyeron las expectativas
51
inflacionarias que se expresaban en la indexación (aumento preventivo de salarios y de precios). Otra
novedad fue el anuncio del plan Houston para la explotación del petróleo y del gas por compañías
extranjeras; que revertía la doctrina radical; nacionalistas en matería de hidrocarburos.
Los éxitos iniciales del plan Austral ratificaron la popularidad del gobierno que ganó con
amplitud los comicios nacionales de renovación de diputados en 1985. Con la coalición alfonsinista
consolidada, el presidente se abocó a fortalecer su imágen.
Balbín presidía el Comité Nacional, Alfonsín conservó para sí la conducción de la UCR. Ahora
se proponía impulsar el proyecto del Tercer Movimiento Histórico. Lo acompañaban los jóvenes
radicales de la Junta Coordinadora y los intelectuales del Consejo de la Consolidación de la
Democracia (Juan Carlos Portantiero V Carlos Nino).
El Tercer Movimiento, conjunción de las fuerzas políticas del país vagamente inspirada en el
PRI, el partido gobernante en México, aseguraría el futuro de la democracia. Para afirmarlo era
necesaria una reforma constitucional que permitiera la reelección presidencial, acortara a cuatro años
los mandatos y creara la figura de jefe de Gabinete, sobre el modelo de las democracias
parlamentarias europeas pero sin dejar de lado el presidencialismo argentino. Formó parte del
proyecto el traslado de la Capital Federal de Buenos Aires al área de Viedma/Patagones, sobre el río
Negro.
El traslado de la capital "al sur, al frío y al mar" fue la propuesta más original de Alfonsín
(1987). El presidente quiso hacer un replanteo territorial que concluyera con el predominio de Buenos
Aires y valorizara la Patagonia. La UCeDé, el partido de derecha liberal que lideraba Álvaro
Alsogaray, calificó el traslado de innecesario y costoso". El Congreso lo aprobó.
En ese mismo año 1987 en que decayó el prestigio del presidente, la conflictividad social seguía
siendo muy alta. A los paros obreros y a los desbordes militares se sumaba una relación difícil con la
Iglesia Católica. El gobierno no sólo había aprobado la nueva ley de divorcio vincular que autorizaba a
contraer nuevo matrimonio y otra que equiparaba a los hijos legítimos con los ilegítimos, sino que había
convocado a un Congreso Pedagógico que decidiría el rumbo a seguir por la educación en la Argentina.
La Iglesia, que es contraria al divorcio porque considera que afecta a la constitución de la familia
cristiana, temía ahora que se le recortaran los subsidios a la enseñanza privada. A tales roces se sumaban,
desde otros ángulos, las acusaciones contra la jerarquía eclesiástica por tolerancia con la dictadura.
Entre tanto, el plan Austral perdió efectividad en medio de concesiones a los sindicatos
nucleados en "el Grupo de los 15". Uno de sus referentes ocupó la cartera de Trabajo. Los
riojano Carlos Menem, recibieron ayuda. Los créditos baratos del Banco Central seguían su
52
curso, lo mismo que los préstamos a los bancos provinciales que resultaban incobrables y las
Las elecciones de setiembre del 87 favorecieron al peronismo liderado ahora por los
Renovadores. El PJ ganó por el 41% y obtuvo la mayoría de las provincias y de las bancas en
juego. La UCR, con el 37% de los votos, conservó sólo los gobiernos de Córdoba y Río
Negro y quedó en minoría en Diputados. A partir de allí gobernar se volvió muy difícil.
El plan Primavera (setiembre de 1988) se elaboró para devolver la salud a la economía que
había recuperado su ímpetu inflacionario. Debía asimismo asegurar la estabilidad antes de las
elecciones. El plan contó con el apoyo de los "capitanes de industria" nucleados en la UIA,
quienes se comprometieron a no aumentar los precios de las mercaderías. Pero para
conformarlos se redujeron el IVA y las retenciones agropecuarias. El déficit. de los servicios
públicos, cuyas tarifas se encontraban congeladas, recayó sobre el tesoro y éste gastaba dólares
para sostener el valor del peso mientras dejaba de pagar los intereses de la deuda externa. Los
grandes gremios pactaron aumentos generosos con sus empleadores.
Una tercera rebelión militar tuvo como protagonista al coronel Mohamed Alí Seineldín,
oficial nacionalista v ultracatólico. Este confuso operativo enturbió el clima preelectoral y logró
la renuncia del jefe del Ejército. Aumentó la incertidumbre el copamiento del cuartel de La
Tablada por militantes de izquierda, acto inexplicable y cruento que provocó muchas muertes.
Entre tanto el país se preparaba para las elecciones que debían celebrarse en mayo del 89.
Eduardo Angeloz, el gobernador de Córdoba reelecto, era el candidato del oficialismo,
acompañado por el dirigente bonaerense Juan Manuel Casella. La fórmula del PJ estaba compuesta por
Carlos Menem, gobernador de La Rioja, también reelecto, y por el intendente de Lomas de Zamora,
Eduardo Duhalde.
Cuando se difundió la noticia de que los organismos internacionales de crédito no le prestarían más
dinero a la Argentina, el austral se desmoronó. La disparada del dólar, en febrero del 89. sembró de
rumores la City porteña, que si bien dejaron intacto el nombre del presidente y de Sourrouille, afectaron a
algunos de sus colaboradores.
Durante la gestión de Juan Carlos Pugliese, el nuevo titular de Economía, el grupo de "los capitanes
de la industria" reclamó y obtuvo la liberación del mercado de cambios. Pero cuando dejó de haber un
cambio preferencial que evitaba el alza de los productos básicos, la inflación trepó al 193% (abril). En la
City los "arbolitos" proveían de dólares a los empleados que querían preservar el sueldo.
En ese clima de angustia por la crisis económica, el 14 de mayo de 1989 se realizaron los comicios
nacionales. Menem ganó por el 47%. Pero la victoria de la oposición no calmó la economía. Con la
población desesperada porque el salario no alcanzaba para comer, el día 23 comenzaron los saqueos a los
supermercados de las zonas suburbanas más humildes. Gente desesperada era la protagonista de estos
tristes hechos cuyos puntos álgidos fueron la localidad de San Miguel y el Gran Rosario y en los que
hubo 15 muertos. Mientras el gobierno decretaba el estado de sitio, las empresas prosiguieron impávidas
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las remarcaciones de precios. Procuraban resarcirse de las pérdidas sufridas a raíz de la disparada del
dólar.
Alfonsín había perdido la capacidad de gobernar. Por eso decidió irse antes del 10 de diciembre,
fecha en que cumplía su mandato de seis años. La crisis había barrido con el Estado Benefactor,
abrumado por el exceso de demandas y de expectativas que la restauración de la democracia había
vigorizado más que nunca.
A consecuencia de estos hechos Alfonsín, el presidente que había confiado en la democracia como
solución al problema argentino, se iba arrastrado por la vorágine. Pero la democracia, que no es quizás la
panacea que cura todos los males, sigue siendo el mejor camino posible. Y la pedagogía de la "vida en
democracia" le sería reconocida a Alfonsín cuando le entregó la banda a otro presidenta electo por el
pueblo y de un signo político opuesto. Era la primera vez en el siglo que se daba este hecho histórico.
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*.- Operación Masacre. Walsh, Rodolfo - CONTINENTAL
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aniquilada; nos faltan muchas caras, muchos rostros amigos, sin embargo, siempre le pedí a Dios que no
me quedaran resentimientos , señaló. Poco antes del acto, el gobernador volvió a criticar a Bonafini. Esa
señora está totalmente equivocada; ella no vive en democracia , dijo De la Sota. Y agregó: Yo, en mi
provincia, soy gobernador de todos, de los civiles y de los militares de hoy, y si yo viviera lleno de
resentimientos, no podría representar a todos los que gobierno ". (La voz del interior, 25-03-04)
Las Madres replican al gobernador de Córdoba ese mismo día, al término de la marcha del jueves 25 de
marzo de 2004. Lo hacen a través de la vicepresidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo,
Mercedes de Meroño (Porota). "Recién me acaba de contar un compañero, y lo tengo que decir acá porq
ue para mí fue una sorpresa, que De la Sota habló por radio Mitre con el periodista Néstor Ibarra y dijo
que todos tenemos algo de lo que arrepentirnos: los militares de lo que hicieron, ellos porque no actuaron,
y las Madres por no saber criar a nuestros hijos. Este es el hijo de puta que ayer se quería ir a blanquear
con nosotros en la ESMA, ese que dice que nosotras no supimos criar a nuestros hijos. Para que quede
claro quién es quién", señala.
Paralelamente, también ciertas figuras estelares del sector político denominado "progresismo" sale a
cuestionar el rumbo elegido por el presidente Kirchner en materia de acción estatal sobre el terrorismo de
la última dictadura. Tal es el caso de la escritora Beatriz Sarlo, directora de la revista académica Punto de
vista. Unos meses antes de la expropiación de la ESMA, la ensayista Sarlo manifiesta que "es probable
que Kirchner le agregue un énfasis fuerte en la cuestión de los derechos humanos. Hubo algunas frases
que a mí no me gustaron, pero que quizás marquen esa diferencia cultural, ese tono. Por ejemplo, cuando
dijo que todos somos hijos de las Madres de Plaza de Mayo. Pienso que un presidente no le tiene que
decir al pueblo argentino cuál es su linaje. No es su función ni su derecho" (diario Página 12, 23-11-03).
La explicación de sus reservas ante el camino que sugiere Kirchner, ocurrirá más adelante, en la misma
entrevista, cuando agrega: "Yo no siento nostalgia ni personal ni política por aquellos años [los años 70].
La nostalgia es un obstáculo para entender bien aquello que uno fue. Es no aceptar que es Argentina
murió y nosotros, en lo que éramos ideológicamente, morimos con esa Argentina".
Desde hace muchos años las Madres de Plaza de Mayo exigen el fin del pago de la deuda externa. Las
Marchas de la Resistencia de los años 2002 y 2003 tuvieron como lema convocante esa demanda. En No
al pago de la deuda configura un reclamo esencial de las fuerzas populares y de izquierda, que desnuda el
íntimo objetivo de la dictadura genocida de marzo de 1976: imponer un plan económico de miseria y
subordinación al gran capital financiero, en beneficio del imperialismo norteamericano y sus socios
locales, mandantes de los dictadores militares. Para las Madres, "nosotros no debemos nada, ellos nos
deben a nosotros, y nos deben vidas que alguna vez nos cobraremos".
El 24 de febrero de 2004 la presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo realiza una
presentación ante la Corte Suprema de Justicia en reclamo de que se declare la nulidad e
inconstitucionalidad de los actos por los que la Nación Argentina, bajo anteriores gobiernos, hizo
renuncia a la inmunidad soberana del Estado, como así también aceptó la competencia de tribunales
extranjeros para los reclamos judiciales referidos a la deuda externa, resignando la soberanía
jurisdiccional argentina.
En la presentación, Hebe de Bonafini solicita a la Corte el examen de validez de los actos de contratación
y renegociación de la deuda externa.
La presidenta de las Madres cuenta en la oportunidad con la asistencia técnica de los doctores Eduardo
Barcesat y Roberto Boico.
La presentación tiene por objeto el contralor de validez de todos los actos de contratación y renegociación
de la duda externa argentina, poniendo de resalto que sólo el Congreso de la Nación (art. 75, incs. 4º y 7º
de la Constitución Nacional) tiene la competencia constitucional para contraer empréstitos sobre el
crédito de la Nación y para proceder al arreglo de su deuda pública.
En la presentación se alude a países que han repudiado la deuda externa, mencionándose el precedente de
EE.UU., que desconoció tras la guerra de secesión la deuda contraída por los estados sureños, dando
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Mario se arrepiente de haber tomado esta ruta a esta hora de la noche. En lugar de un
atajo, resulta un desvío. Se da cuenta de que está perdido. Putea contra los bancos de
niebla que se le vienen encima. Más allá de los faros aparece la sombra de un puente
sobre la ruta. Quisiera ver si hay algún cartel de vialidad. Pero la niebla le impide la
visión. Y no puede bajar la velocidad.
El parabrisas estalla con un impacto. La noche es un viento que se mete con estruendo
en el auto y lo devora. Mario siente los vidrios clavados en la cara. Con los ojos
entrecerrados atina a sujetar el volante y conserva la dirección. Cuando logra frenar en
la banquina se toca la cara ensangrentada. Hay un boquete en el parabrisas astillado.
Ya sé que llegás tarde por un caso, le dice siempre Betina. Pero mientras tanto yo me
angustio. Y también: No será la primera vez que te amenazan, pero igual estoy
aterrada. Con una mezcla de sobresalto y aturdimiento, parado junto al auto, Mario
vuelve a tocarse la cara. Y aparta las manos con un temblor. La sangre le chorrea por el
cuello. Entreabre la boca y se pasa la lengua por los labios. Justo hoy Betina y él
cumplen seis meses de estar juntos. Pero también justo hoy, a última hora, los testigos
de la causa que viene peleando se animaron a prestar declaración.
Cuando se conocieron, Mario pensó que Betina iba a comprenderlo más que su ex. A
Betina le despertaba admiración este abogado penalista, que se había separado de
cuatro años de matrimonio quedándose solo con su hija y un Renault 12 destartalado.
Betina es abogada y trabaja en el Juzgado de Morón, especializada en temas de
familia, relacionados con la violencia doméstica. Cuando Betina compara a Mario con
su ex marido se avergüenza pensando en los nueve años que sufrió con él, pensando en
lo poco que ve a sus hijos, pensando en el dinero que le escatima. Más de una vez le
dice a Mario que le gustaría que él y no el otro fuera el padre de sus chicos. Quizá esto
es lo que más la enamoraba. Y no como él puede suponer, por su ética de penalista que
agarra siempre casos perdidos, reemplazando su militancia universitaria por el
seguimiento de causas que cualquier colega despreciaría, similares a la que lo retrasó
esta noche.
A fines de mayo, en la madrugada de un sábado, una patrulla policial había fusilado a
tres rateros contra los paredones de un depósito de chacinados en La Matanza. Los
testigos de la causa eran el sereno del depósito y su amante, que pasaba algunas
madrugadas con él. Al sereno no le atemorizaban tanto las amenazas policiales como
que sus patrones descubrieran que él entraba una mujer al depósito y,
fundamentalmente, que su esposa pudiera enterarse. Por eso tardó en animarse a
declarar. Por fin, esta tarde, el sereno y su amante se habían presentado en el estudio de
Mario. Explicarle a Betina que no pudo desperdiciar esta oportunidad no iba a servir
de nada frente a las velas, el vino blanco y la comida especial que ella seguro había
preparado. Siempre tenés una excusa, le escucha decir a Betina mientras sigue en el
costado de la ruta, limpiándose la sangre que le chorrea por el cuello. Y así como el
sereno que vio los asesinatos estaba más intimidado por las reacciones posibles de sus
patrones y su mujer, Mario está más preocupado por la rabia de Betina que por sus
heridas.
No tendría que haber parado, se dice. Y piensa en un truco conocido. Un fierro o un
ladrillo cuelgan del puente sobre la ruta. Cuando el automovilista con el parabrisas
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destrozado frena y se baja, lo ataca una patota. A pesar de que muchas veces le
recomendaron llevar un arma, Mario siempre se resistió. No le gustan las armas. Mira
alrededor. De este lado de la ruta, un basural. Del otro, una villa. La noche y el silencio
forman una misma masa compacta. Los únicos sonidos que escucha son de su corazón.
La cara le hierve. Betina, piensa.
Está por subir al auto cuando ve a los pibes. Levanta un brazo para protegerse de los
golpes. Se defiende a ciegas, jadeando. Le pegan con algo duro en la espalda y en la
nuca. Pierde el equilibrio. Y cae rodando hacia una zanja. Los pibes se ríen. Mario oye
el motor del auto. Y se arrastra como puede.
En el amanecer, su cuerpo sin vida, encogido sobre el asfalto, llama la atención de un
fletero que pasa con su pick up. Pero el hombre no se detiene. En esta zona, piensa, es
mejor no meterse en problemas.
Bueno Taringueros... Aqui aporto este escrito del excelentisimo Rodolfo Walsh...
Es una carta que escribio, para los amigos, para que se supiera, como fue la muerte de su hija Victoria
Walsh (Hilda su nombre de guerra en Montoneros)el 29 de septiembre de 1976. Muchos que lo han leido
como escritor, no conocen esta perla... Se las dejo, para que la disfruten y la sufran.
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uno de esos fugaces encuentros iba a ser el último, y nos despedimos simulando valor, consolándonos de
la anticipada pérdida.
Mi hija estaba dispuesta a no entregarse con vida. Era una decisión madurada, razonada. Conocía, por
infinidad de testimonios, el trato que dispensan los militares y marinos a quienes tienen la desgracia de
caer prisioneros: el despellejamiento en vida, la mutilación de miembros, la tortura sin límite en el tiempo
ni en el método, que procura al mismo tiempo la degradación moral, la delación. Sabía perfectamente que
en una guerra de esas características, el pecado no era hablar, sino caer. Llevaba siempre encima la
pastilla de cianuro -la misma con la que se mató nuestro amigo Paco Urondo-, con la que tantos otros han
obtenido una última victoria sobre la barbarie.
El 28 de septiembre, cuando entró en la casa de la calle Corro, cumplía 26 años. Llevaba en sus brazos a
su hija porque en último momento no encontró con quién dejarla. Se acostó con ella, en camisón. Usaba
unos absurdos camisones largos que siempre le quedaban grandes.
A las siete del 29 la despertaron los altavoces del Ejército, los primeros tiros. Siguiendo el plan de defensa
acordado, subió a la terraza con el secretario político Molina, mientras Coronel, Salame y Beltrán
respondían al fuego desde la planta baja. He visto la escena con sus ojos: la terraza sobre las casas bajas,
el cielo amaneciendo, y el cerco. El cerco de 150 hombres, los FAP emplazados, el tanque. Me ha llegado
el testimonio de uno de esos hombres, un conscripto: "El combate duró más de una hora y media. Un
hombre y una muchacha tiraban desde arriba, nos llamó la atención porque cada vez que tiraban una
ráfaga y nosotros nos zambullíamos, ella se reía."
He tratado de entender esa risa. La metralleta era una Halcón y mi hija nunca había tirado con ella,
aunque conociera su manejo, por las clases de instrucción. Las cosas nuevas, sorprendentes, siempre la
hicieron reír. Sin duda era nuevo y sorprendente para ella que ante una simple pulsación del dedo brotara
una ráfaga y que ante esa ráfaga 150 hombres se zambulleran sobre los adoquines, empezando por el
coronel Roualdes, jefe del operativo.
A los camiones y el tanque se sumó un helicóptero que giraba alrededor de la terraza, contenido por el
fuego.
"De pronto -dice el soldado- hubo un silencio. La muchacha dejó la metralleta, se asomó de pie sobre el
parapeto y abrió los brazos. Dejamos de tirar sin que nadie lo ordenara y pudimos verla bien. Era flaquita,
tenía el pelo corto y estaba en camisón. Empezó a hablarnos en voz alta pero muy tranquila. No recuerdo
todo lo que dijo. Pero recuerdo la última frase, en realidad no me deja dormir. -Ustedes no nos matan
-dijo-, nosotros elegimos morir. Entonces ella y el hombre se llevaron una pistola a la sien y se mataron
enfrente de todos nosotros."
Abajo ya no había resistencia. El coronel abrió la puerta y tiró una granada. Después entraron los
oficiales. Encontraron una nena de algo más de un año, sentadita en una cama, y cinco cadáveres.
En el tiempo transcurrido he reflexionada sobre esa muerte. Me he preguntado si mi hija, si todos los que
mueren como ella, tenían otro camino. La respuesta brota desde lo más profundo de mi corazón y quiero
que mis amigos la conozcan. Vicki pudo elegir otros caminos que eran distintos sin ser deshonrosos, pero
el que eligió era el más justo, el más generoso, el más razonado. Su lúcida muerte es una síntesis de su
corta, hermosa vida. No vivió para ella, vivió para otros, y esos otros son millones. Su muerte sí, su
muerte fue gloriosamente suya, y en ese orgullo me afirmo y soy quien renace de ella.
Esto es lo que quería decirle a mis amigos y lo que desearían que ellos transmitieran a otros por los
medios que su bondad les dicte.
El 29 de mayo pasado se cumplió un nuevo aniversario del Cordobazo, esa gran movilización obrera y
estudiantil que en el 69 abrió una etapa de lucha política y sindical en nuestro país. La generación de
activistas revolucionarios que surgieron durante la primera década de los años 70 fue la que nutrió de
60
militantes a las distintas organizaciones de izquierda, fundamentalmente, durante la primera mitad de esa
década hasta que, en marzo del 76, el golpe militar llevó adelante la represión y la masacre de decenas de
miles de estos luchadores. A esta generación de activistas políticos y sindicales se le fue dando el nombre
de “setentistas”. Término que no sólo busca ubicar en el tiempo este proceso, sino también definir las
características políticas de aquellos luchadores. Desde hace algunos años se vienen escribiendo libros,
folletos y revistas, y se hacen conferencias y foros sobre los “setentistas”, sobre todo en base al testimonio
de aquellos que lograron sobrevivir a la dictadura.
Desde las páginas de SOB hemos planteado permanentemente la necesidad de sacar las conclusiones
necesarias del rico proceso de los 70 para fortalecer la lucha actual de los trabajadores y los sectores
populares. Y afirmamos que estas conclusiones no solo deben servir para la lucha sindical, sino,
fundamentalmente, para la recomposición política del movimiento obrero sobre nuevas bases clasistas y
socialistas.
La década del 70
La década del 70, en términos políticos, significó esencialmente el surgimiento de sectores obreros y
estudiantiles que tuvieron como objetivo terminar con el capitalismo e imponer un cambio revolucionario
en la sociedad. “Eso nuevo que emerge se manifiesta en corrientes clasistas y antiburocráticas,
radicalización de la juventud y acercamiento de ésta a los sectores obreros, en donde se intenta una
lectura en clave socialista del peronismo, la irrupción de organizaciones armadas y la emergencia de
semi-insurreciones populares como el citado Cordobazo de 1969, que se reiterará hacia 1971 junto a otros
«azos» provinciales. El último gobierno peronista fue el intento de contener y desviar este proceso, antes
de recurrir a la salida pinochetista” (Guillermo Pessoa, SOB 74)
En cuanto a las organizaciones políticas surgidas bajo el impulso del Cordobazo, la izquierda peronista
nucleada mayoritariamente en la organización guerrillera Montoneros fue, sin dudas, la corriente de
mayor peso.[1]
Por su parte, otras corrientes de la izquierda no peronista, planteaban, entre otras cosas, la necesidad de
construir un partido obrero revolucionario, independiente de Perón u de otro dirigente burgués y que
levantara las banderas de la independencia de clase y el socialismo internacionalista. El Partido
Comunista, en esa época, trató siempre de ser furgón de cola del peronismo montonero. En las elecciones
de 1973 formó un frente electoral con Oscar Alende y Horacio Sueldo, pero en las elecciones que llevaron
a la presidencia por tercera vez a Perón, el PC apoyó su candidatura.
Podemos decir, entonces, que hablar de “setentistas” significa definir un proceso político que, con sus
diferencias metodológicas y de orientación, tuvo fuertes rasgos clasistas, antiburocráticos y socialistas.
Pero esto que es parte de la historia y la experiencia de la clase obrera está siendo tergiversado por el
propio gobierno de Kirchner, que se apropia del rótulo “setentista” buscando usufructuar la lucha que en
aquel entonces dieran miles y miles de honestos luchadores, quienes, más allá de las diferencias, dieron
sus vidas por un cambio revolucionario de la sociedad.
61
Los genuinos setentistas plantearon la ruptura con el imperialismo y aplaudieron a Salvador Allende,
presidente de Chile, cuando en 1973 desconoció la deuda externa y dejó de pagarla. Ahora Kirchner
quiere que lo aplaudamos porque la pagó toda (lo cual tampoco es cierto) Mientras que los activistas de
los 70 proponían una profunda reforma agraria y la expropiación de la oligarquía ganadera y terrateniente,
nuestro Presidente negocia con los ganaderos mientras éstos hacen fortuna con la exportación de carnes.
Las empresas de servicios que fueron privatizadas por Menem (política que Kirchner apoyó siendo
gobernador de Santa Cruz) se llenaron de plata y muchas de ellas lo siguen haciendo, como Telefónica o
Metrovías, a tres años de haber asumido Kirchner. ¿Cuándo los setentistas hablaron de “regular las
privatizaciones”? ¿O acaso le pasó por la cabeza a algún militante de la ex Tendencia Revolucionaria la
cooperación con el imperialismo yanqui, como lo hace K mandando tropas a Haití? ¿Aquellos
“setentistas” planteaban negociar el techo salarial como hoy lo hace el gobierno peronista?
Pero para vendernos la imagen de “setentista” Kirchner no sólo se sirve de las palabras: coloca hombres y
mujeres de carne y hueso con un pasado “setentista”.
En gran parte la base del actual gobierno peronista está conformada por ex militantes de la ex Juventud
Peronista (Tendencia Revolucionaria); por ejemplo, la actual ministra de Defensa, Nilda Garré, el
canciller Jorge Taiana o el importante funcionario que es hoy Carlos Kunkel.
También Juan Carlos Dante Gullo, “el Canca”, unos de los principales dirigentes de la “gloriosa JP”,
quien sufriera la cárcel y la desaparición de su madre y su hermano a manos de los genocidas de la
dictadura, vende su pasado a la “nueva política” de Kirchner. El ex montonero Pérsico organizó un acto
en el Luna Park unos días antes del 25 de mayo para aportar a la concurrencia del mismo. A Miguel
Bonasso, hoy diputado kirchnerista, ex secretario de Prensa del presidente Cámpora y luego miembro del
Consejo Superior del Movimiento Peronista Montonero en el exilio, habría que preguntarle que pensarían
el Negrito Amarilla o el Petiso Croatto [3] sobre el envío de la Gendarmería por parte del gobierno
nacional a Las Heras para reprimir a los petroleros en lucha.
Así un racimo de ex militantes del “peronismo de izquierda” de los 70 se presta a la farsa que tiene a
Néstor Kirchner como director del elenco. Lo hicieron el 24 de marzo cuando buscaron transformar esa
fecha en un acto de la “democracia de ricos” que vivimos hace años. Y volvieron a montar la escena el 25
de mayo con la Plaza del Sí, con Kirchner en el palco agitando la “vuelta a la Plaza”. Por supuesto,
haciendo referencia que también es la Plaza de las Madres y las Abuelas, que hace tiempo se asociaron a
esta nefasta comedia política.
Por último, el presidente Kirchner y la primera dama Cristina también tuvieron su paso por aquellos
“setentistas”. Claro que su foja de servicios nos muestra que su participación fue de poca envergadura en
aquel momento. Y que el camino por el que se fueron de La Plata hacia las acogedoras tierras
patagónicas los vería volver para recomponer la maltrecha estantería capitalista luego del Argentinazo.
Una tarea que el peronismo siempre trató de cumplir eficientemente.
Por eso, a 37 años del Cordobazo, debemos denunciar la estafa política de estos supuestos “setentistas”
peleando contra Kirchner y su gobierno y llevando a los nuevos activistas obreros y estudiantiles las
verdaderas banderas de la independencia de clase y el socialismo.
Notas:
1. Montoneros fue la confluencia de distintos núcleos y grupos peronistas, que expresaron la
radicalización de un amplio sector de la juventud, provenientes de la Democracia Cristiana, la Agrupación
Peronista Revolucionaria y otros, como el Movimiento Nacionalista Tacuara. También confluyeron en
una organización única la organización Descamisados, las Fuerzas Armadas Peronistas, las Fuerzas
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Armadas Revolucionarias y el primer grupo montonero de Luis Abal Medina. La llamada Tendencia
Revolucionaria (línea Galimberti) conformó la Juventud Peronista a nivel nacional, que era el
denominado “frente de masas”, orientado centralmente por la conducción de la Organización Político-
militar Montoneros (OPM). Posteriormente toda la organización se estructurará como una organización
netamente militar, con rangos militares similares al ejercito burgués.
2. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) surgieron de una escisión del Partido Comunista a fines
de los 60. Sus principales dirigentes fueron Roberto Quieto y Osatinsky.
3. El “Negrito” Amarilla y el “Petiso” Armando Croatto fueron cuadros políticos montoneros caídos en
1979 durante la fracasada “contraofensiva” montonera contra la dictadura militar.
Estrella roja con la inscripción ERP, emblema del movimientoEl Ejército Revolucionario del Pueblo fue
el brazo armado del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), un movimiento guerrillero
liderado por Mario Roberto Santucho en la Argentina durante los años 1970. Hacia 1976 había sido
desarticulado por las fuerzas armadas como consecuencia, inicialmente del denominado Operativo
Independencia ordenado por la vicepresidenta María Estela Martínez de Perón, y posteriormente por la
represión ejercida por la dictadura militar que la derrocó.
Fundación [editar]En el Vº Congreso del PRT realizado en junio de 1970 y por iniciativa de Mario
Roberto Santucho, su esposa Ana María Villarreal, Enrique Gorriarán Merlo, Benito Urteaga, Domingo
Menna, José Joe Baxter y Carlos Molina, se decide conformar el brazo militar del PRT y llamarlo
"Ejército Revolucionario del Pueblo", planteándose el objetivo de "encarar la guerra revolucionaria desde
una visión latinoamericanista, obrera y socialista".
El ERP sostuvo una estrategia de guerrilla prolongada, entendiendo el foco como parte de la guerra, así
como las insurrecciones y puebladas como puntos de esta misma. A partir de estos iniciales
enfrentamientos, se iniciaría -teóricamente- una Guerra Civil Revolucionaria que entraría en una etapa
posterior de Guerra Nacional Revolucionaria, previendo también la intervención de tropas imperialistas
que se produciría a partir del crecimiento de la lucha revolucionaria en la Argentina
Si bien los miembros del buró político del PRT siempre bregaron por la necesidad del desarrollo
cualitativo y cuantitativo como estructura política, el ERP, su estructura armada, acrecentó su
representatividad en virtud de la repercusión de las acciones militares desplegadas, logrando ampliar
considerablemente su convocatoria de militantes y cuadros desde esta nueva perspectiva, desplegando su
máxima actividad entre los años 1970 y 1973.
Objetivo [editar]Los objetivos declarados por el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT),
conducción política del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) eran lograr, mediante la lucha armada,
la instauración de un sistema socialista de gobierno en la República Argentina, y posteriormente extender
ese proceso revolucionario a toda América Latina.
Operaciones [editar]El primer acto guerrillero ocurrió en septiembre de 1970, cuando asaltaron una
comisaria de Rosario. Su ultima acción relevante fue el frustrado copamiento del regimiento de Viejo
Bueno poco antes de la Navidad de 1975. Al año siguiente, cuando las Fuerzas Armadas derrocaron al
gobierno de Isabel Peron, el ERP ya había perdido toda capacidad de combate, y había muerto la mayoría
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de sus miembros activos, cuya edad promedio no superaba los 25 años.
Una de las operaciones más criticadas del ERP fue la ejecución del capitán (ascendido post mortem al
grado de mayor) Viola. Dicha operación se realiza en el marco de una campaña de represalia desarrollada
por el ERP a raíz de la Masacre de Capilla del Rosario. Viola, que formaba parte del Destacamento 142 de
Inteligencia del Ejército Argentino, fue caracterizado por el ERP como miembro del grupo de tareas que,
entre otras acciones, asesino al líder sindicalista Juan de la Cruz Olmos. Según consta en los partes de
guerra publicados por el ERP, "Al frenar el automóvil operativo disparan el primer escopetazo que da en
el parante delantero izquierdo del parabrisas, el sujeto (Viola) se agacha en ese momento y los balines dan
de rebote sobre la hija de tres años que estaba atrás". La muerte de la pequeña María Cristina (y las graves
heridas sufridas por su hermana María Fernanda), fueron duramente criticados por la opinión pública y
obligaron al ERP a replantear su estrategia y dar por finalizada su campaña de asesinato indiscriminado
de personal militar.
Declive [editar]El 23 de diciembre de 1975 el ERP intenta el copamiento del Batallón 601 Depósito de
Arsenales del Ejército "Domingo Viejobueno" ubicado en la localidad de Monte Chingolo, conurbano sur
del Gran Buenos Aires, de la provincia de Buenos Aires. El Ejército había sido avisado de la operación
por medio de un espía infiltrado en el ERP, y las defensas estaban perfectamente organizadas.
En el hecho, el ERP pierde no solo varias decenas de sus más experimentados guerrilleros, sino también
se derrumba completamente su moral, ya que ese espectacular operativo había sido planeado como un
gran golpe para recobrar el ya decadente protagonismo.
Pasados seis meses de la derrota de Monte Chingolo, una patrulla del Ejército al mando del capitán Juan
Carlos Leonetti descubre el paradero del principal jefe del ERP, Mario Roberto Santucho, y éste resulta
muerto junto a casi toda la jefatura del PRT-ERP, en un domicilio ocupado por Domingo Menna, en Villa
Martelli, localidad cercana a la ciudad de Buenos Aires. A partir de allí asume de hecho la Secretaría
General del PRT Arnold Kremer, cuyo nombre de clandestinidad era Luis Mattini.
Entre 1976 y 1977 los escasos dirigentes del PRT-ERP que aún se mantenían activos, se radicaron en el
exterior del país. Desde el exilio, la nueva conducción dispuso entre otras cosas la disolución del ERP,
decisión que fue discutida y desobedecida por algunos militantes que se habían quedado en el país,
generándose varias divisiones del partido en fracciones minoritarias atomizadas.
La mayoría de sus cuadros de militantes y guerrilleros integraron las extensas listas de muertos y
desaparecidos en la Argentina de los años 1970.
La familia Coldman, bien conocida en Córdoba, sufrió en un solo operativo la desaparición de tres de sus
cuatro integrantes:
«En la madrugada del 21 de setiembre de 1976, fueron arrancados de su hogar violentamente David
Coldman, su mujer y la hija de ambos. El grupo robó elementos de trabajo y otras cosas. Dejaron
durmiendo solo el hijo menor de la familia que tenía 11 años Al despertar, tras llamor a sus padres, sólo
encontro desorden en toda la casa, luces prendidas y las puertas abiertas de par en par». (Testimonio de
Perla Wainstein sobre la desaparición de su hermana, su cuñado y su sobrina, Legajo N° 2250)».
«El 21 de setiembre de 1976, a las 4 de la madrugada, personal militar con uniforme de fajina movilizado
en tres o cuatro vehículos particulares, sin chapas identificatorias, entre los que se encontraban dos Falcon
y un Dodge 1500, tomaron por asalto la vivienda de los Coldman, en el barrio Suipacha, de Córdoba.
Luego de saquear la casa, se llevaron detenidos -mejor dicho secuestrados- a David Coldman, a su esposa
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Eva y a su hija Marina, de 18 años de edad, dejando solamente a su hijo menor, Rubén, de 11 años». (De
la denuncia por privación ilegítima de la libertad presentada ante la Justicia Federal de Córdoba, sobre el
caso de la familia Coldman y otros, legajo N° 2249).
Rehenes y «ratonera»
En los casos que los efectivos intervinientes no encontraban a la víctima en su domicilio se armaba lo que
denominaban una «ratonera», permaneciendo en su casa hasta que éste cayera en la trampa.
En tales situaciones, el operativo de secuestro o «chupada» se extendía varias horas o días, renovando las
guardias. En todos los casos los familiares eran tomados como rehenes, siendo sometidos a brutales
presiones y atropellos. Los secuestradores usaban todo lo que podían para proveerse de comidas y
bebidas. A esto se sumaba naturalmente la requisa del inmueble y el posterior y casi seguro saqueo de los
bienes.
Si accidentalmente alguien se hacía presente en el domicilio, era también retenido en calidad de rehén. En
el caso de que la víctima principal no apareciera, los secuestradores podían llevarse a su objetivo
secundario (parientes o moradores de la vivienda).
"Para nosotros Marx es un propulsor. Ya he dicho que vemos en el a un jefe de ruta que equivocó el
camino, pero jefe al fin. Como conductor del movimiento obrero internacional, los pueblos del mundo le
deben que les haya hecho entender que los trabajadores deben unirse. Es interesante destacar que Marx,
como conductor de las primeras organizaciones obreras, interpretó el sentir de las masas, y por este hecho
le debemos considerar como un precursor en el mundo. Su doctrina, en cambio, es totalmente contraria al
sentimiento popular. Solamente por desesperación o desconocimiento de la doctrina marxista pudo el
comunismo difundirse tanto en el mundo; se difundió más por lo que iba a construir que por lo que
prometía construir."
Eva Perón, Historia del Peronismo, Buenos Aires, Presidencia de la Nación, Subsecretaría de
Informaciones, 1953.
1975 Ir
Arriba
- En Marzo se inicia una huelga en Villa Constitución conducida por los sectores clasistas y el
peronismo combativo.
- En junio estalla el Rodrigazo: una movilización popular, espontánea y masiva, que logra frenar
la política de ajuste del ministro de Economía, Celestino Rodrigo, hombre del equipo de López
Rega.
- El ministro López Rega pierde apoyo de la burocracia sindical y debe renunciar.
- El 5 de septiembre, en el estadio Luna Park, se realiza el concierto de despedida del grupo Sui
Generis.
- Inicio del genocidio. A instancias del gobierno, las Fuerzas Armadas y de Seguridad asumen
una operación integral de represión, planificada y supervisada por los altos mandos castrenses y
ejecutada por los Grupos de Tareas.
- Se lanza en Tucumán el Operativo Independencia con el objetivo de "aniquilar la subversión".
La escalada represiva llevó a la tortura, el asesinato y la desaparición de cientos de militantes y
dirigentes sociales y políticos.
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- La denominada Guerra Antisubversiva se extiende a todo el territorio nacional.
- El general Jorge Rafael Videla en la XI Conferencia de Ejércitos Americanos, realizada en
Montevideo en octubre de 1975, afirma: "Deberán morir todas las personas necesarias para
lograr la seguridad del país".
- La noche del 23 de diciembre, el ERP fracasa en su intento por copar el Batallón de Arsenales
Domingo Viejobueno, en Monte Chingolo, en el Gran Buenos Aires.
- Ricardo Balbín, líder de la Unión Cívica Radical (UCR), se refiere a las luchas sindicales
antipatronales y antiburocráticas con el término "guerrilla industrial".
- La nueva Ley de Asociaciones Profesionales desplaza al sindicalismo combativo: Agustín
Tosco, René Salamanca y Raimundo Ongaro pierden sus sindicatos. Las luchas sindicales
continúan con un gran protagonismo de las bases y sus Comisiones Internas de fábrica.
- A fin de año la Deuda Externa Bruta llega a 7.875 millones de dólares.
1976 Ir
Arriba
- El 16 de febrero la Asamblea Permanente de Entidades Gremiales Empresariales (APEGE)
realiza un lock - out patronal.
- El 24 de marzo se produce el Golpe de Estado. Asume el gobierno una Junta Militar presidida
por el general Jorge Rafael Videla (Ejército) e integrada por Emilio Massera (Marina) y Ramón
Agosti (Fuerza Aérea).
- Se prohíbe
Simultáneamente Uruguay y Chile, dos países reconocidos por el respeto de la institucionalidad
democrática, sobre todo el primero, sufrieron golpes de estado, conformando una situación
subregional en el Cono Sur, donde Argentina aparecía como el único país en el que persistían las
instituciones democráticas. Primero, el 27 de junio, se instaló una dictadura cívico-militar en
Uruguay que parmanecería en el poder hasta 1985. Luego, el 11 de setiembre de 1973 se produjo
un sangriento golpe militar en Chile en el cual asumiría el poder el General Augusto Pinochet,
quien se mantendría en el poder hasta 1990. Existieron conexiones estrechas entre las dictaduras
militares establecidas en aquellos años en el Cono Sur, que se expresaron en el llamado Plan
Cóndor y que en 1974 se manifestaron con el asesinato en Buenos Aires del ex Vicepresidente
de Chile y ex Comandante en Jefe del Ejército chileno, General Carlos Prats, por haber sido
colaborador del derrocado Presidente Salvador Allende.
1974 [editar]
En 1974 fueron asesinados, entre otros, el dirigente sindical Rogelio Coria, secretario general de
la Unión Obrera de la Construcción de la República Argentina (UOCRA); el alto dirigente
radical Arturo Mor Roig; el director del diario El Día de La Plata, David Kraiselburd; el
dirigente sindical petrolero Carlos Pierini; el dirigente sindical y ex-gobernador justicialista de
Córdoba, Atilio López; el abogado Silvio Frondizi; el jefe de la Policía Federal Alberto Villar y
su esposa; elCapitán Humberto Viola y su pequeña hija; el sacerdote Carlos Mugica; el abogado
Rodolfo Ortega Peña.
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1975 [editar]
1973 [editar]
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El Decreto 187/83 del Poder Ejecutivo Nacional, que creó la Comisión Nacional Sobre la Desaparición de
Personas, señala en sus considerandos la necesidad de satisfacer el «interés legítimo» de la sociedad civil
de intervenir activamente en el esclarecimiento de los hechos en los que desaparecieron miles de personas
«sin que esa intervención interfiriera con la actuación de los órganos constitucionales competentes para
investigar o penar estos hechos, o sea los jueces». En cumplimiento de ese propósito central, la
Delegación Córdoba de esa Comisión, adoptó desde el momento en que comenzó su actividad una
metodología destinada a procurar la recepción de denuncias, testimonios y otros elementos probatorios de
los hechos de detención o secuestro seguidos de la desaparición de las víctimas, con la mayor precisión
posible respecto de la materialidad de los acontecimientos en sí y sus circunstancias, así como de sus
presuntos autores y elementos materiales utilizados. Este requerimiento de precisión, tendiente por una
parte a evitar un innecesario desgaste jurisdiccional en casos de denuncias carentes de verosimilitud o
seriedad y, por otra, a facilitar la acción de los órganos judiciales competentes, hizo que la tarea de la
Delegación no se limitara a la recepción pasiva de denuncias, si no que, por el contrario, debiera ser
complementada por procedimientos de verificación, desarrollados en el marco de sus facultades. Para esta
actividad se contó con la colaboración de la población en general, la de distintas instituciones
representativas- en particular los organismos defensores de derechos humanos - y la de los poderes
públicos, materializada en los decretos del Poder Ejecutivo Provincial, del Departamento Ejecutivo
Municipal y la Universidad Nacional de Córdoba, que pusieron a disposición de la Comisión la
documentación y dependencias de sus respectivas jurisdicciones.
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Fue así como, en cada caso, individualizados los hechos y reunida la prueba documental y testimonial que
acreditaba su existencia y circunstancia, se procedió a elevar a la justicia las correspondientes denuncias
con miras a su investigación por el poder constitucional. De esta manera se logró avanzar en el
esclarecimiento de numerosos episodios de notoria repercusión. Entre ellos, a título de ejemplo, pueden
señalarse: la denuncia sobre la muerte de Amelia Nélida Insaurralde en la Prisión Militar del Campo de
La Ribera, que en su momento se pretendió presentar como resultado de un suicidio; el reconocimiento de
la existencia de los centros clandestinos de detención, tortura, muerte y enterramientos de La Perla,
Malagueño, o «La Perla Chica» y Campo de la Ribera; y la comprobación de detenciones en condiciones
de virtual secuestro, con aplicación sistemática de tormentos y resultados de muertes por tortura o
fusilamiento en la Cárcel Penitenciaria (U.P.1) de la Ciudad de Córdoba y en el Departamento de
Inteligencia (D-2, ex Informaciones) de la Policía de la Provincia.
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A la vez, en los numerosos casos aún no elevados a la Justicia por no haberse completado la recopilación
de elementos probatorios, circunstancia debida tanto a los límites impuestos por el tiempo como la
complejidad de las causas y el deliberado ocultamiento o destrucción de documentación por parte de los
responsables de este verdadero genocidio, el material reunido hasta el presente ha sido remitido a la
Comisión Nacional para su entrega al Poder Ejecutivo Nacional, que conforme se ha informado
públicamente ya, determinará los mecanismos a seguir para la continuidad de la tarea iniciada por este
organismo.
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De esta manera, de los numerosos testimonios y denuncias receptados, de los procedimientos practicados
y de las investigaciones realizadas por la Justicia en su consecuencia, surge la convicción de que el drama
de los desaparecidos en la Argentina -y en Córdoba en particular- fue el resultado de una política
sistemáticamente aplicada y no de presuntos «excesos» individuales cometidos por elementos fuera de
control.
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Por ello es que, en la mayoría de los casos, la desaparición forzada de personas ha respondido a la misma
secuencia. Esta comienza por la detención -regular o irregular, pero practicada por personal dependiente
del Estado- transformada luego en secuestro por el confinamiento de la víctima en un centro clandestino;
continúa con la aplicación de tormentos; en gran número de ellos, culmina con la muerte y la inhumación
clandestina; y termina, finalmente, con la destrucción de toda documentación probatoria. Cuando se
conozcan en su totalidad las normas -de las que recién una mínima parte ha tomado estado público- que
revelan la actividad terrorista del Estado, el país podrá tener la evidencia completa y definitiva de esta
planificación, a la vez que reconocerá su identidad y estirpe en el decreto nazi de «noche y niebla» cuya
instrumentación explicaba Hoffmann en 1942 escribiendo en sus instrucciones:
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«Puesto que la finalidad de este decreto es dejar a los familiares, amigos, y conocidos del preso en la
incertidumbre acerca de su paradero, no se les permitirá ningún contacto con el exterior; por la misma
razón no podrán escribir cartas, ni recibir visitas o paquetes, etcétera».
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O en el más sintético bando del mariscal Keittel, jefe del alto mando alemán:
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«a) los presos desaparecerán sin dejar rastro; b) No podrá brindarse ninguna información sobre el lugar
dónde se encuentran, ni sobre su destino».
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A todo este accionar tenebroso, que no sólo buscó el aniquilamiento psíquico y físico de las víctimas, sino
también extender sus consecuencias a la angustia e incertidumbre de los familiares - de las madres,
esposas, hijos, que vanamente recurrieron a todos los organismos del Estado en búsqueda de una
respuesta - se sumaban los actos de pillaje de sus ejecutantes: sustrayendo cuanto objeto de valor
encontraran en las viviendas de donde se llevaban los detenidos; extorsionando a los familiares para que
pagaran rescates por los secuestrados; violando mujeres y robando vehículos, que utilizaban en sus
andanzas.
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Es por ello que la invocación de una «guerra», como justificadora de este horror, resulta un eufemismo
que groseramente pretendió ocultar el verdadero rostro del accionar terrorista del Estado. Dejamos librado
al juicio de la opinión pública si todos los hechos que pasamos a describir pueden quedar comprendidos
en el marco del concepto que supone una confrontación bélica o si, por el contrario, se trata de una mera
actividad represiva, aunque además ilegal, organizada por organismos estatales y con características de
«banda» o asociación ilícita dada la modalidad operativa.
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A los efectos de sistematizar mejor el presente Informe, se la ha dividido en los siguientes capítulos:
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I-Secuestros
II-Torturas
III-Muertes
IV-Inhumaciones clandenstinas
V-Menores
VI-Saqueos
VII-Anexos
Reflexiones Finales
I-Secuestros
El secuestro de personas, como método de detención, surge en nuestra provincia un año antes del 24 de
marzo de 1976; se desarrolla en forma progresiva y sistemática, a partir del pronunciamiento militar. En
efecto, los meses de diciembre de 1975, enero y febrero de 1976, concentran la mayoría de las 52
denuncias de secuestro correspondientes al período anterior a la instauración del gobierno militar. Dichas
denuncias, unidas a otros testimonios y elementos documentales reunidos por esta Delegación,
proporcionan indicios ciertos de que dichos actos fueron ejecutados con idéntica metodología a la
instaurada como política represiva a partir del llamado Proceso de Reorganización Nacional. A
continuación mencionaremos algunos casos particulares que se refieren a procedimientos que tuvieron
distintas modalidades. Unos se cumplieron en establecimientos militares, otros en lugares de trabajo de
las víctimas, en sus domicilios, en la vía pública.
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A 30 AÑOS DE LA MUERTE DE AGUSTÍN TOSCO.
El Gringo Vive.
El “Gringo” vive. Aunque los autoeregidos en dueños absolutos de la palabra hayan
pasado 30 años sembrando olvido . El “Gringo” vive. Aunque su imagen no haya
sido traficada en pósteres, postales y remeras. Coherente y digno como el CHE.
Decía lo que pensaba y obraba en consecuencia.
El “Gringo” vive. A pesar de los cobardes asesinos. A pesar de los traidores. De los
carceleros. De la hipocresía. De los dobles discursos. De los temores inculcados.
El “Gringo” vive en cada trabajador que se reconoce en sus compañeros. En cada
gesto solidario. En cada intento. En la dignidad y unidad de los obreros. En cada
combate contra el capitalismo. En cada sueño y proyecto igualitario.
En tiempos cómplices de la entrega, de burócratas asaltantes sobran motivos para
recordarlo. Para rescatarlo. El “Gringo” vive y su legado se agiganta en cada nuevo
luchador que se brinda, y del brazo, hombro con hombro, marcha junto a sus
compañeros.
Agencia Rodolfo Walsh
LA ÚLTIMA BATALLA DE AGUSTÍN TOSCO
Por Vicente Zito Lema
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Para unos era de la estirpe de Icaro, o de Prometeo. A otros les parecía la versión
laica de Juan el Bautista y, al igual que éste, halló la muerte bajo el reinado de una
oscura bailarina. Esto aconteció el 4 de noviembre de 1975, hacen ya veinticinco
años cuando, estando en la clandestinidad, fue víctima de una dolencia que en
circunstancias normales hubiera sido fácil de tratar. Entonces la persecución, las
calumnias, los intentos de asesinato cedieron paso a algo peor: el olvido.
Hoy, cuando la tierra de promisión parece más lejana que nunca y el pueblo
argentino busca a los tumbos su perdido camino en el desierto, resultan necesarias
las voces de aquellos que, como Agustín Tosco, nunca callaron. El Gringo, como lo
llamaban sus compañeros, había nacido en el sur de Córdoba, Coronel Moldes, el
22 de mayo de 1930.
El mismo y con palabra clara contará su historia inicial: "Mis padres eran campesinos
y yo trabajé junto a ellos desde chico una parcela de tierra. Después de cursar el
colegio primario me trasladé a la ciudad e ingresé como interno en una escuela de
artes y oficios. Allí se discutía mucho y el diálogo permanente me incitaba a
profundizar la lectura. Siempre me gustó leer... En mi propia casa con piso de tierra y
sin luz eléctrica me había construido una pequeña biblioteca precaria pero accesible.
Corría la liebre.
Tan sólo al cumplir la mayoría de edad conseguí incorporarme a Luz y Fuerza como
ayudante electricista. Por aquella época ya había adquirido conciencia de los
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conflictos sociales y había decidido también tomar partido de mi clase. A los 19 años
había sido elegido subdelegado y a los 20 ascendí a delegado".
De ahí en más no habrá peligros, horarios ni claudicaciones. Vestido siempre con su
mameluco azul de trabajo escribirá las mejores páginas de la lucha sindical en la
Argentina, haciendo de la honestidad un culto, de la ética una guía para la acción y
de la humildad su modo natural de vida.
Símbolo del Cordobazo una de las mayores gestas populares del siglo, prisionero
de las dictaduras, ejemplo aun en el cansancio, en la desorientación o en la peor
desventura, colocando al servicio de los demás un enorme coraje personal y esa
férrea voluntad con que se transforma la realidad. Veía el socialismo como un
camino para la construcción del hombre nuevo y la nueva sociedad. Como pocos
luchó para que así fuera.
Tuvo la pasión de los convencidos, la fraternidad de los justos y alcanzó, sin dejar de
ser nunca un trabajador, el más alto grado de conciencia crítica que en su tiempo se
pudo lograr. Mirándonos en él, nadie se animará a pensar que la clase obrera
argentina come vidrio.
La conversación había entrado en lo personal y dio pie a la última pregunta,
pertinente para aquellos tiempos donde los destinos trágicos se habían convertido
en una cotidianeidad: ¿cómo quisiera morir y cómo no quisiera?
Contestó casi sin respirar, pareció que las palabras las tenía siempre en la punta de
la lengua: "El marxismo dice que la muerte es necesaria. Yo no me planteo cómo
tendré que morir, creo que mi fin será consecuente con mi lucha, no sé en qué
circunstancia. Lo importante es morir con los ideales de uno. Ahora, no me gustaría
morir habiendo traicionado a mi clase".
Nos despedimos en el viejo bar de la calle Córdoba sin decir más, bastaba el
apretón de manos. Me dejó una vez más la impresión de que nunca moriría. Y
mientras caminaba hacia mi casa, yo por entonces vivía en el Bajo, recordé lo que
me había contado un compañero. De todas las historias sobre Tosco era la más
hermosa y acaso la que lo retrataba de cuerpo entero, justificando con creces esa
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sensación de respeto que sentía por él, y que nunca había sentido, así tan profunda,
por nadie.
El compañero había contado: "Yo estaba preso en Trelew, cuando los fusilamientos
del 22 de agosto... fue algo terrible, de no creer... habían matado a los dieciséis a
sangre fría... en la cárcel empezamos a golpear las puertas, estrellábamos los jarros
contra las rejas, gritábamos, puteábamos... Al fin me encontré tirado sobre la cama,
sin saber qué hacer... Cada vez era más profundo el silencio en los calabozos... Nos
fue ganando la tristeza más grande del mundo y, de pronto, de a poquito, alguien por
la ventana comenzó: Compañeros... compañeros... compañeros... los quiero
escuchar... compañeros no se caigan, porque si ustedes se caen ellos están
muertos, pero está en ustedes que los hagan vivir... Y esa tonadita cordobesa fue la
del Gringo Tosco, que estuvo más de veinte minutos arengándonos y diciéndonos
que salgamos y ahí salimos todos de nuestro encierro y yo creo que fue por primera
vez que se empezó a mencionar cada uno de los nombres de los caídos y todo el
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grupo gritaba bien fuerte ¡Presente! ... El Gringo me enseñó algo muy grande, que la
voz de los sin voz surge naturalmente... El, que no quiso fugarse, aunque se lo
ofrecieron, porque sentía que un dirigente obrero tiene que vivir en la luz, se hizo
cargo del dolor de todos y nos marcó el camino."
Tras el esperanzado y corto paso por la Casa Rosada de Héctor Cámpora -rápidos y
embriagadores serían esos meses; "un alazán en las pampas", habría dicho
Marechal y ocurrido el fallecimiento del general Perón -para muchos el duelo por el
padre; para otros, la sonrisa casi en rictus de un antiguo odio reverdecido, y todos
bajo un cielo color de cuervo, con tormentas y presagios, se suceden gobiernos que
bajo el manto protector de la herencia peronista cumplen a fondo su misión, ya sin
contradicciones: frenar el ascenso popular, entretenerlo y desviarlo, llevándolo a una
encrucijada sin salida.
La confusión, el desaliento y hasta el miedo cundirán en sectores que hasta ayer
mismo habían soñado tocar el cielo con las manos.
Algunos por cansancio, otros acosados y de espaldas contra la pared comienzan a
imaginar el exilio.
Susana, ¿Tosco pensó en irse del país al menos por un tiempo?
La compañera de Tosco me mira, luego baja los ojos hacia el mate y habla, serena,
sin rencores, pero la voz denota que la herida aún quema.
Pudo haberlo hecho, prefirió sin embargo esperar aquí... y aquí lo alcanzaron la
enfermedad y la muerte dice y vacía muy rápido el mate.
Será un tiempo difícil, también confuso. Unos resisten y hasta redoblan la apuesta
del combate; otros muchos comienzan a practicar el silencio. Los rumores de un
golpe militar se escucharán cada vez más fuertes. Si bien se vivía bajo un régimen
cerrado y represivo, con la Triple A paseando la muerte a su antojo, la proximidad de
las elecciones permitía abrigar alguna esperanza.
Agustín Tosco decide librar la que sería su última batalla: frenar el asalto al gobierno
por los sectores más reaccionarios de las Fuerzas Armadas, día a día más
hegemónicos y abiertamente agresivos.
En condiciones de extremo peligro se traslada a Buenos Aires. Allí se entrevista en
secreto con dirigentes de distintas procedencias, Raúl Alfonsín y Oscar Alende entre
otros. Su intención es formar un frente patriótico y democrático, lo suficientemente
amplio como para incluir a las organizaciones armadas, con el fin de aislar a los
sectores golpistas. Es entonces que siente los primeros síntomas de su enfermedad:
terribles dolores de cabeza que no calman las fuerte dosis de aspirinas ni las
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ampollas bebibles de analgésicos, a los que se agregan las pérdidas del equilibrio y
por último los desvanecimientos.
El frente no se puede concretar: las diferencias son insalvables. El campo popular
tendrá que sufrir la embestida de sus verdugos debilitado por sus gruesas divisiones.
Acaso por primera vez abatido, Tosco regresa a Córdoba. Como una metáfora del
país, su organismo se deteriora rápidamente.
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"Lo hicimos ver por médicos amigos. Pero hacía falta internarlo y hacerle estudios.
No podíamos por su clandestinidad. No conseguíamos dónde. Cuando al final
encontramos un lugar, ya era tarde; las cosas habían pasado a un punto sin retorno.
El Gringo fue una víctima más de la represión." Me lo dirá Arnaldo Murúa, uno de
sus abogados defensores, mientras caminamos por las calles de Córdoba y
recordamos caminatas y charlas similares junto a los canales de Amsterdam, cuando
el exilio.
Más enfermo y aún más debilitado, Agustín Tosco que ahora oculta su apariencia
tras un bigote, un peluquín y un "blanqueo" de esos dientes que lo delatan por sus
caries es llevado de escondite en escondite.
La Triple A lo ha condenado a muerte y el propio jefe de policía de Córdoba lo tilda
públicamente de "criminal terrorista". Come mal, pan y queso suele ser el menú
diario y, a pesar de los esfuerzos, no hay manera de cuidarlo mejor.
Sin embargo su leyenda va en alza (algunos dicen que vive en un tanque de agua,
otros cuentan de sus amores con una monja que lo protege en un convento y hasta
hay quien cuenta que lo vio tomando café en un bar frente al cuartel de policía); lo
cierto es que el deterioro crece y crece. Le cuesta hablar. Sufre mucho. Siguen las
angustiosas mudanzas de madrugada (sus compañeros más de una vez lo ayudan a
guardar en una sábana o en diarios sus pocas ropas, sus papeles y su inseparable
máquina de escribir).
Tosco manuscribe sus últimas cartas con dificultad. Una de ellas está dirigida a sus
padres, fechada supuestamente en La Plata, con letra vacilante dice: "Desde hace
tiempo no les escribo por la situación de clandestinidad que padezco. Pero la mala
suerte me embromó bastante y desde hace un mes y medio estoy internado en un
hospital de La Plata. La pasé muy mal, estuvieron a punto de operarme de la
cabeza; pero paulatinamente pude ir recuperándome. Hoy, como ven, les puedo
escribir a mano. Pienso que para fin de mes estaré bien y podré reintegrarme a mis
actividades.
Son muchísimas las cosas para hacer y todo el que pueda debe aportar. Como es el
Día de la Madre, le envió un obsequio a Mamá. (...) Pese a todas las dificultades
seguiremos adelante. Esperamos que la suerte nos ayude. Cariños y besos a Lucy y
Papá. Será hasta la próxima. (...). Ya en grave estado sus compañeros deciden
trasladarlo secretamente a Buenos Aires. Han conseguido un lugar y lo internan con
un nombre falso. Al fin es tratado por un equipo médico.
... La última vez que lo vi fue tres días antes de su muerte. No estuve en los últimos
momentos porque mi presencia no era necesaria y había que moverse con mucha
discreción dado lo peligroso del momento. En un principio pensamos que podía
tratarse de un tumor, pero consultamos con neurocirujanos, se hicieron estudios y se
descartó esa posibilidad. Se trataba de una encefalitis.
¿Cuáles fueron los síntomas?
Malestar general, fuertes dolores de cabeza y fiebre.
¿Mantenía el conocimiento?
Sí. Se trataba de una enfermedad que ataca al cerebro, como podría atacar otro
94
órgano.
5
¿Tenía origen virósico?
No. Era una infección simple, por gérmenes; incluso hicimos un antibiograma para
determinar el tipo de antibióticos necesarios. Yo participé en el diagnóstico en el
aspecto neurológico, que es mi especialidad. El resto lo hicieron otros médicos que
eran muy capaces y tenían mucha experiencia en infecciones.
¿Estaba desahuciado?
No. Se trataba de una enfermedad subaguda que en condiciones normales sería
previsiblemente manejable. El problema es que él estaba muy deteriorado
físicamente. Yo lo había conocido antes y pude ver la diferencia. Estaba muy
demacrado y había perdido mucho peso.
¿Era por la enfermedad?
La enfermedad había hecho lo suyo. El estuvo internado con nosotros algunas
semanas. Calculo que cuando llegó estaba enfermo desde hacía aproximadamente
un mes. Pero fundamentalmente pienso que era la situación que estaba atravesando
la culpable de ese deterioro.
¿Piensa que fue mal atendido en Córdoba?
No. Pienso que la persecución de que era objeto y las privaciones que sufrió lo
habían deteriorado mucho. El era un hombre muy fuerte, que llevaba una vida muy
sana. Incluso con el tratamiento empezó a repuntar, mejoró notablemente. La última
vez que lo vi ya caminaba y hablaba con fluidez. Ante esa evolución se consideró
que había superado la zona de peligro. Se decidió suspender los antibióticos y allí
fue que tuvo una recaída de la que ya no pudo salir.
¿Cuál fue el origen de la infección?
No se pudo determinar, al menos yo no recuerdo... pasaron algunos años. No sé si
los que manejaron la parte clínica llegaron a saberlo.
¿Hay algún registro?
No. Por razones obvias no se levantó historia clínica.
El médico Juan Ascoaga nos despide con la misma seriedad con que nos recibió.
Descubro o acaso imagino que sus ojos en el fondo brillan.
Agustín Tosco muere en Buenos Aires el 4 de noviembre de 1975. Corriendo otra
vez toda clase de riesgos, un grupo de compañeros que se habían juramentado a
defenderlo aun a costa de sus vidas, deciden trasladar su cuerpo para que pueda
ser enterrado en su provincia natal.
En un viejo bar de Villa María uno de aquellos compañeros me da detalles de la
historia: -Lo llevábamos en una ambulancia, sentado en el lugar del acompañante.
Algunos podrán decir que fue una locura o que no tiene sentido político, puede ser,
para nosotros era otra cosa, se trataba de una cuestión de honor.
Oficialmente Tosco muere en Córdoba, el 5 de noviembre de 1975.
La noticia de su deceso circula de boca en boca con la velocidad de las malas
nuevas. Los medios de comunicación guardan silencio o retacean la información
6
todo lo posible. Sin embargo, el hecho es conocido, se declara un paro y numerosos
trabajadores abandonan sus tareas para unirse a las exequias. Vuelvo a
encontrarme con Susana Funes.
¿Tosco tuvo una última voluntad?
Sí, varias veces me había dicho: "Susana, si me pasa algo quiero que me velen en
el sindicato".
¿Fue así?
95
No, no pudo ser. El sindicato estaba en manos de los fascistas y no podíamos
arriesgarnos a perder su cuerpo.
(Han pasado muchos años desde el día de la muerte. En la voz de la mujer ese día
fue ayer.)
Agustín Tosco es velado en la Asociación Redes Cordobesas. Se organiza una
colecta popular para enfrentar los gastos del sepelio.
Durante la noche del 6 de noviembre, un desfile incesante de trabajadores se
aproxima para darle su adiós. También se hacen presentes dirigentes políticos,
como el ex presidente Arturo Illia, gente de los barrios, estudiantes, militantes
sindicales y de las organizaciones guerrilleras.
Nadie quiere esquivar el cuerpo en la despedida al dirigente obrero perseguido.
Nadie acepta quedarse con un dolor sin respuesta a solas.
El mal estado del tiempo no arredró a la gente que creció en su número, que se
mantuvo firme. Antes tuvieron que vencer el estupor: sí, el Gringo había muerto.
Una docena de oradores se suceden ante sus restos. Pálidos, consternados,
fumando a más no poder.
Cuando alrededor de los cinco de la tarde mengua por instantes la lluvia, sus
compañeros deciden iniciar la marcha hacia el cementerio de San Jerónimo.
Unas seis mil personas participan en los primeros tramos del cortejo fúnebre que
avanza por las calles Roma y Sarmiento; se suman a la columna varios centenares
más. Son muchos los que observan desde las veredas, son también muchos los que
bajan la cabeza. Desde los balcones de los edificios caen flores. Al llegar al puente
Sarmiento la multitud supera las diez mil personas. Hay banderas argentinas y
también algunas rojas. Flamean juntas, sobre el silencio.
En tanto, el dispositivo represivo se hace cada vez más evidente. Allí están los
inconfundibles matones armados sobre los techos del Automóvil Club Argentino.
Tampoco faltan los patrulleros, la policía montada, las cuadrillas con perros, ni los
autos verdes con policías de civil que ostentan sus itakas. Se ven hasta helicópteros
sobrevolando el cortejo en clara actitud de intimidar.
Pero la marcha continúa y se sigue sumando gente. Siguen cayendo claveles rojos
y de pronto la lluvia. La columna ya ocupa todo el ancho de la avenida y tiene varias
cuadras de largo. Son más de veinte mil los que están presentes, a pesar de las
amenazas y la lluvia, cada vez más intensa, de primavera.
7
Se escuchan consignas: "Se va a acabar, se va a acabar, la burocracia Sindical" es
acaso la cantada con más rabia.
La policía y los matones del gobierno aumentan su provocación. Los testigos
recuerdan risas, burlas, gestos obscenos y las armas que ahora no sólo se llevan
sino también se ostentan con ruido, con movimientos gruesos.
El cortejo dobla por la calle Zanni para cubrir las últimas cuadras que conducen al
cementerio. En la plaza que está a su frente, aguardan otros tres mil militantes.
Quienes estuvieron presentes cuentan que, pese a la multitud, en el lugar el silencio
era abrumador. "Las palabras ya no valían nada", dice ahora, con voz entrecortada
un viejo luchador sindical. La idea es trasladar el féretro hacia el panteón de la Unión
Eléctrica. Frente a sus restos los oradores se aprestan a concluir el acto. Después
de la dignidad del silencio, la dignidad de la palabra para despedir a un hombre
digno. Habla en primer término una maestra, después un estudiante, con la misma
claridad, con igual emoción. Más de uno llora sin darse cuenta, tal vez crea que es la
lluvia que no cesa. Finalmente es el turno del secretario de la Unión Obrera Gráfica
de Córdoba. En ese momento la policía y los matones inician el ataque. Golpes,
96
culatazos, ráfagas de ametralladoras. Es el desbande. Muchos corren. Otros buscan
seguridad tirándose cuerpo a tierra. Se ven mujeres con criaturas refugiándose
detrás de las bóvedas. Hay heridos. Hay impotencia en la gente desarmada. Se
impide trabajar a periodistas y fotógrafos. Se practican decenas de detenciones. En
medio del desconcierto, una pareja busca con desesperación al hijo que se soltó de
su mano. Es cuando un obrero de Luz y Fuerza, desafiante, grita: "Todos somos
Tosco". "El Gringo vive." Habrá un silencio. Y luego, como un eco, como una tromba
marina, el grito de todos: "El Gringo vive". Hay momentos que marcan la realidad, la
convierten en símbolo y en historia. Este será uno de ellos.
¿Por qué durante tantos años en la lápida no se puso una placa con su nombre y
apellido?
Pienso que fue una medida tomada por sus amigos para proteger sus restos, más
de uno se la tenía jurada y esos tipos son capaces de cualquier barbaridad
responde el cuidador del panteón que guarda los restos de Agustín Tosco.
Es bueno recordar que cuando nos íbamos, habríamos dado unos cincuenta pasos,
aquel hombre moreno y bajo, de pelo bravío, se acercó corriendo y agitado dijo:
"Tengo un trabajo de mierda, de estar todo el día con la muerte mi vida se volvió una
mierda... Pero yo tuve mi mejor momento y no lo olvido".
Prende un cigarrillo, y dice, y se desahoga. "Había una huelga general, los
muchachos del cementerio también fuimos. Nos dispersaron a palos, la policía nos
daba duro, de pronto me vi cerca de Tosco, era un gigante, me puse detrás y sin que
él lo supiera le cuidé la espalda. Era un tipo hermoso, el Gringo.
En esa media hora de palos y palos me olvidé de la muerte y yo, que soy un cagón,
no tuve miedo. Esta historia es lo mejor que tengo. ¿Qué cosa, no?".
8
Se volvió corriendo a su trabajo, pero de pronto se paró y casi a los gritos dijo: "Me
llamo Justo, y a mi hijo le puse Agustín...".
No era el mejor lugar, pero lo vi reír.
Y después en un solo movimiento que fue lento en el inicio y decidido al final levantó
su puño cerrado hacia el cielo.
"Lo hicimos ver por médicos amigos. Pero hacía falta internarlo y hacerle estudios.
No podíamos por su clandestinidad. No conseguíamos dónde. Cuando al final
encontramos un lugar, ya era tarde; las cosas habían pasado a un punto sin retorno.
El Gringo fue una víctima más de la represión." Me lo dirá Arnaldo Murúa, uno de
sus abogados defensores, mientras caminamos por las calles de Córdoba y
recordamos caminatas y charlas similares junto a los canales de Amsterdam, cuando
el exilio.
Más enfermo y aún más debilitado, Agustín Tosco que ahora oculta su apariencia
tras un bigote, un peluquín y un "blanqueo" de esos dientes que lo delatan por sus
caries es llevado de escondite en escondite.
La Triple A lo ha condenado a muerte y el propio jefe de policía de Córdoba lo tilda
públicamente de "criminal terrorista". Come mal, pan y queso suele ser el menú
diario y, a pesar de los esfuerzos, no hay manera de cuidarlo mejor.
Sin embargo su leyenda va en alza (algunos dicen que vive en un tanque de agua,
otros cuentan de sus amores con una monja que lo protege en un convento y hasta
hay quien cuenta que lo vio tomando café en un bar frente al cuartel de policía); lo
cierto es que el deterioro crece y crece. Le cuesta hablar. Sufre mucho. Siguen las
angustiosas mudanzas de madrugada (sus compañeros más de una vez lo ayudan a
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guardar en una sábana o en diarios sus pocas ropas, sus papeles y su inseparable
máquina de escribir).
Tosco manuscribe sus últimas cartas con dificultad. Una de ellas está dirigida a sus
padres, fechada supuestamente en La Plata, con letra vacilante dice: "Desde hace
tiempo no les escribo por la situación de clandestinidad que padezco. Pero la mala
suerte me embromó bastante y desde hace un mes y medio estoy internado en un
hospital de La Plata. La pasé muy mal, estuvieron a punto de operarme de la
cabeza; pero paulatinamente pude ir recuperándome. Hoy, como ven, les puedo
escribir a mano. Pienso que para fin de mes estaré bien y podré reintegrarme a mis
actividades.
Son muchísimas las cosas para hacer y todo el que pueda debe aportar. Como es el
Día de la Madre, le envió un obsequio a Mamá. (...) Pese a todas las dificultades
seguiremos adelante. Esperamos que la suerte nos ayude. Cariños y besos a Lucy y
Papá. Será hasta la próxima. (...). Ya en grave estado sus compañeros deciden
trasladarlo secretamente a Buenos Aires. Han conseguido un lugar y lo internan con
un nombre falso. Al fin es tratado por un equipo médico.
... La última vez que lo vi fue tres días antes de su muerte. No estuve en los últimos
momentos porque mi presencia no era necesaria y había que moverse con mucha
discreción dado lo peligroso del momento. En un principio pensamos que podía
tratarse de un tumor, pero consultamos con neurocirujanos, se hicieron estudios y se
descartó esa posibilidad. Se trataba de una encefalitis.
¿Cuáles fueron los síntomas?
Malestar general, fuertes dolores de cabeza y fiebre.
¿Mantenía el conocimiento?
Sí. Se trataba de una enfermedad que ataca al cerebro, como podría atacar otro
órgano.
5
¿Tenía origen virósico?
No. Era una infección simple, por gérmenes; incluso hicimos un antibiograma para
determinar el tipo de antibióticos necesarios. Yo participé en el diagnóstico en el
aspecto neurológico, que es mi especialidad. El resto lo hicieron otros médicos que
eran muy capaces y tenían mucha experiencia en infecciones.
¿Estaba desahuciado?
No. Se trataba de una enfermedad subaguda que en condiciones normales sería
previsiblemente manejable. El problema es que él estaba muy deteriorado
físicamente. Yo lo había conocido antes y pude ver la diferencia. Estaba muy
demacrado y había perdido mucho peso.
¿Era por la enfermedad?
La enfermedad había hecho lo suyo. El estuvo internado con nosotros algunas
semanas. Calculo que cuando llegó estaba enfermo desde hacía aproximadamente
un mes. Pero fundamentalmente pienso que era la situación que estaba atravesando
la culpable de ese deterioro.
¿Piensa que fue mal atendido en Córdoba?
No. Pienso que la persecución de que era objeto y las privaciones que sufrió lo
habían deteriorado mucho. El era un hombre muy fuerte, que llevaba una vida muy
sana. Incluso con el tratamiento empezó a repuntar, mejoró notablemente. La última
vez que lo vi ya caminaba y hablaba con fluidez. Ante esa evolución se consideró
que había superado la zona de peligro. Se decidió suspender los antibióticos y allí
fue que tuvo una recaída de la que ya no pudo salir.
¿Cuál fue el origen de la infección?
98
No se pudo determinar, al menos yo no recuerdo... pasaron algunos años. No sé si
los que manejaron la parte clínica llegaron a saberlo.
¿Hay algún registro?
No. Por razones obvias no se levantó historia clínica.
El médico Juan Ascoaga nos despide con la misma seriedad con que nos recibió.
Descubro o acaso imagino que sus ojos en el fondo brillan.
Agustín Tosco muere en Buenos Aires el 4 de noviembre de 1975. Corriendo otra
vez toda clase de riesgos, un grupo de compañeros que se habían juramentado a
defenderlo aun a costa de sus vidas, deciden trasladar su cuerpo para que pueda
ser enterrado en su provincia natal.
En un viejo bar de Villa María uno de aquellos compañeros me da detalles de la
historia: -Lo llevábamos en una ambulancia, sentado en el lugar del acompañante.
Algunos podrán decir que fue una locura o que no tiene sentido político, puede ser,
para nosotros era otra cosa, se trataba de una cuestión de honor.
Oficialmente Tosco muere en Córdoba, el 5 de noviembre de 1975.
La noticia de su deceso circula de boca en boca con la velocidad de las malas
nuevas. Los medios de comunicación guardan silencio o retacean la información
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todo lo posible. Sin embargo, el hecho es conocido, se declara un paro y numerosos
trabajadores abandonan sus tareas para unirse a las exequias. Vuelvo a
encontrarme con Susana Funes.
¿Tosco tuvo una última voluntad?
Sí, varias veces me había dicho: "Susana, si me pasa algo quiero que me velen en
el sindicato".
¿Fue así?
No, no pudo ser. El sindicato estaba en manos de los fascistas y no podíamos
arriesgarnos a perder su cuerpo.
(Han pasado muchos años desde el día de la muerte. En la voz de la mujer ese día
fue ayer.)
Agustín Tosco es velado en la Asociación Redes Cordobesas. Se organiza una
colecta popular para enfrentar los gastos del sepelio.
Durante la noche del 6 de noviembre, un desfile incesante de trabajadores se
aproxima para darle su adiós. También se hacen presentes dirigentes políticos,
como el ex presidente Arturo Illia, gente de los barrios, estudiantes, militantes
sindicales y de las organizaciones guerrilleras.
Nadie quiere esquivar el cuerpo en la despedida al dirigente obrero perseguido.
Nadie acepta quedarse con un dolor sin respuesta a solas.
El mal estado del tiempo no arredró a la gente que creció en su número, que se
mantuvo firme. Antes tuvieron que vencer el estupor: sí, el Gringo había muerto.
Una docena de oradores se suceden ante sus restos. Pálidos, consternados,
fumando a más no poder.
Cuando alrededor de los cinco de la tarde mengua por instantes la lluvia, sus
compañeros deciden iniciar la marcha hacia el cementerio de San Jerónimo.
Unas seis mil personas participan en los primeros tramos del cortejo fúnebre que
avanza por las calles Roma y Sarmiento; se suman a la columna varios centenares
más. Son muchos los que observan desde las veredas, son también muchos los que
bajan la cabeza. Desde los balcones de los edificios caen flores. Al llegar al puente
Sarmiento la multitud supera las diez mil personas. Hay banderas argentinas y
también algunas rojas. Flamean juntas, sobre el silencio.
En tanto, el dispositivo represivo se hace cada vez más evidente. Allí están los
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inconfundibles matones armados sobre los techos del Automóvil Club Argentino.
Tampoco faltan los patrulleros, la policía montada, las cuadrillas con perros, ni los
autos verdes con policías de civil que ostentan sus itakas. Se ven hasta helicópteros
sobrevolando el cortejo en clara actitud de intimidar.
Pero la marcha continúa y se sigue sumando gente. Siguen cayendo claveles rojos
y de pronto la lluvia. La columna ya ocupa todo el ancho de la avenida y tiene varias
cuadras de largo. Son más de veinte mil los que están presentes, a pesar de las
amenazas y la lluvia, cada vez más intensa, de primavera.
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Se escuchan consignas: "Se va a acabar, se va a acabar, la burocracia Sindical" es
acaso la cantada con más rabia.
La policía y los matones del gobierno aumentan su provocación. Los testigos
recuerdan risas, burlas, gestos obscenos y las armas que ahora no sólo se llevan
sino también se ostentan con ruido, con movimientos gruesos.
El cortejo dobla por la calle Zanni para cubrir las últimas cuadras que conducen al
cementerio. En la plaza que está a su frente, aguardan otros tres mil militantes.
Quienes estuvieron presentes cuentan que, pese a la multitud, en el lugar el silencio
era abrumador. "Las palabras ya no valían nada", dice ahora, con voz entrecortada
un viejo luchador sindical. La idea es trasladar el féretro hacia el panteón de la Unión
Eléctrica. Frente a sus restos los oradores se aprestan a concluir el acto. Después
de la dignidad del silencio, la dignidad de la palabra para despedir a un hombre
digno. Habla en primer término una maestra, después un estudiante, con la misma
claridad, con igual emoción. Más de uno llora sin darse cuenta, tal vez crea que es la
lluvia que no cesa. Finalmente es el turno del secretario de la Unión Obrera Gráfica
de Córdoba. En ese momento la policía y los matones inician el ataque. Golpes,
culatazos, ráfagas de ametralladoras. Es el desbande. Muchos corren. Otros buscan
seguridad tirándose cuerpo a tierra. Se ven mujeres con criaturas refugiándose
detrás de las bóvedas. Hay heridos. Hay impotencia en la gente desarmada. Se
impide trabajar a periodistas y fotógrafos. Se practican decenas de detenciones. En
medio del desconcierto, una pareja busca con desesperación al hijo que se soltó de
su mano. Es cuando un obrero de Luz y Fuerza, desafiante, grita: "Todos somos
Tosco". "El Gringo vive." Habrá un silencio. Y luego, como un eco, como una tromba
marina, el grito de todos: "El Gringo vive". Hay momentos que marcan la realidad, la
convierten en símbolo y en historia. Este será uno de ellos.
¿Por qué durante tantos años en la lápida no se puso una placa con su nombre y
apellido?
Pienso que fue una medida tomada por sus amigos para proteger sus restos, más
de uno se la tenía jurada y esos tipos son capaces de cualquier barbaridad
responde el cuidador del panteón que guarda los restos de Agustín Tosco.
Es bueno recordar que cuando nos íbamos, habríamos dado unos cincuenta pasos,
aquel hombre moreno y bajo, de pelo bravío, se acercó corriendo y agitado dijo:
"Tengo un trabajo de mierda, de estar todo el día con la muerte mi vida se volvió una
mierda... Pero yo tuve mi mejor momento y no lo olvido".
Prende un cigarrillo, y dice, y se desahoga. "Había una huelga general, los
muchachos del cementerio también fuimos. Nos dispersaron a palos, la policía nos
daba duro, de pronto me vi cerca de Tosco, era un gigante, me puse detrás y sin que
él lo supiera le cuidé la espalda. Era un tipo hermoso, el Gringo.
En esa media hora de palos y palos me olvidé de la muerte y yo, que soy un cagón,
no tuve miedo. Esta historia es lo mejor que tengo. ¿Qué cosa, no?".
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Se volvió corriendo a su trabajo, pero de pronto se paró y casi a los gritos dijo: "Me
llamo Justo, y a mi hijo le puse Agustín...".
No era el mejor lugar, pero lo vi reír.
Y después en un solo movimiento que fue lento en el inicio y decidido al final levantó
su puño cerrado hacia el cielo.
NO TEMEMOS VOLVER A RECORRER EL MISMO CAMINO
(...) Aquellos que hoy usurpan la representación del movimiento obrero, a aquellos
que como CORIA e IZETTA esperan de las concesiones de la dictadura los puestos
de la C.G.T. va nuestro enérgico repudio. Los representantes obrero, deben esperar
la voluntad de los trabajadores para ejercer las representaciones sindicales. No
esperar de las concesiones de la dictadura.
No representan al pueblo, representan la instrumentación y el propósito de
manipulación del movimiento obrero por los reaccionarios esquemas del
comunitarismo y del neo – corporativismo, que pretende una estratificación social
para mantenernos sometidos a las fuerzas de la reacción y del privilegio nacional e
internacional. Ellos son aliados de los explotadores, ellos son aliados de quienes
condenan todos los días al pueblo argentino. Ellos representan la vergüenza del
movimiento obrero. En cambio el pueblo que lucha, es el único que inexorablemente
ha de darse la representación auténtica en el seno de la C.G.T.
Y hemos salido de esta ignominiosa prisión, dispuestos más firmes que antes a
continuar la lucha contra la dictadura. Y queremos aclarar por si nos toca recorrer
nuevamente el mismo camino que no lo tememos. Que se nos acusó de violentos,
se nos acusó de subversivos, se nos llegó a acusar por parte de Onganía y del
ministro del interior, de enemigos de la Nación. No titubearon en usar el lenguaje
nsivo
101
102
entín Céspedes lo conocí y lo entrevisté por primera vez en 1970. Casi un cuarto de siglo después, en
el año 1995, volví a buscar al ya viejo hachero. Estaba vivo de cuerpo y vivo de conciencia. Vivo, en este país
nuestro cada vez más sembrado de hambre,deanalfabetismo, de in–solidaridad.
En 1970 lo encontré en medio del obraje chaqueño, en Pampa Juanita. Céspedes – un hombre que jamás había
pisado una escuela– respiraba sabiduría. Por fin un personaje que no era de plástico posmoderno. Por fin una
zancadilla a la frivolidad y a la hipocresía. Por entonces el hachero buscaba desesperadamente un maestro para
arrancar a sus hijos de la condena del analfabetismo. Decía: “No más que un maestro pido. La escuela la hacemos
nosotros. Estos troncos tumbados ya son los asientos, y el techo, pues señor, ya lo tenemos allá arriba en el puro
cielo”.
(Dicen que el tiempo pasa. Pero, frente a lo que vamos a ver, uno se preguntará: el tiempo, ¿realmente
pasa? Prestemos atención a lo que decía Valentín Céspedes hace 25 años, y después a lo que decía en 1995. Nos
daremos cuenta que a cuatro años del siglo 21, en esta patria se ha consolidado, se ha agravado la desvergüenza.
Si es cierto que estamos en el Primer Mundo, estamos para ser los sirvientes y el inodoro nuclear.
Avión hasta Resistencia. Auto por la ruta 16. Llegamos a la medianoche a Pampa del Infierno. Aquí no hay
electricidad, y el cielo cerrado nos impide la luna. Un alero, un fueguito, una silueta. Ahí viene don Valentín. Nos
adivinamos casi y de pronto estamos abrazados. Después de 25 años, abrazados sin una palabra. El flash del
fotógrafo Santiago Turienzo me permite ver al viejo hachero: don Valentín tiene ahora el pelo blanco, pero la
sonrisa plena de siempre. En la noche, el flash me dice que Valentín Céspedes todavía es cierto.
Acordamos juntarnos mañana temprano... Me voy a dormir, pero me desvelo. Cuatro horas para el alba. Me
pongo a recordar aquel lejano primer encuentro con el hachero Valentín... Usted, lector, ¿sabe lo que significa la
palabra pan, la palabra azúcar? Yo creía saberlo. Pero en realidad lo aprendí cuando conocí a Céspedes. Ahora,
desvelado, rememoro aquel primer encuentro. Año 1970...: Llegamos al rancho de don Valentín. Con el sudor de
la jornada puesto, nos extiende la mano:)
–En este buen día, Valentín Céspedes tiene el gusto de conocerlos... Estos son mis padrecitos, siete.
Están tiernos mis gajos, pero qué le vamos a hacer, dos de ellos ya tienen que trabajar porque juntando las tres
hachas agregamos un poco más de azúcar al mate cocido.
–¿Le alcanza para vivir, don Valentín?
–Alcanza para no morir. Alcanza para vivir un día más. Cuando nos va mejor, arrimamos carne a la olla y le
ponemos pilas a la radio.
–¿Y su salud, don Valentín?
–Yo firme. Sabe el Señor que no me puedo enfermar todavía. Eso sería sumar otra injusticia más.
–¿Cuáles son las otras injusticias?
–Injusto es vivir sin poder enfermarse. Injusto es tener que aceptar, sin estar presente nunca, el conteo de troncos
que hace el patrón. Injusto es no tener escuela, ni maestro siquiera, para mis padrecitos. Injusto es estar
condenado a la injusticia. Nadie nos escucha... Pero uno aprende a vivir, sabe. Cuando escasea la comida primero
comen los niños más chicos, los que no comprenden por qué la olla está tan floja; después comen los padrecitos
que están creciendo para el hacha; después come la madre. Al final, si queda en el fondo, como yo... Verlos comer
a ellos no engorda, pero es como el azúcar que necesita el cuerpo de todo hachero. Al otro día uno se acuerda del
comer de sus padrecitos y el aliento le dura un sol más.
–¿Qué quiere para sus hijos?
–Escuela.
–¿Nada más que escuela?
–Eso es lo primero principal. Porque no sólo de pan y azúcar vive el hombre. Hace años que pido y pido aunque
más no sea dos meses de enseñanza de palabras y números para mis hijos... Pero para nosotros, gobierne quien
gobierne, es igual. Antes de las elecciones nos verán y después ni la hora nos darán. Pero yo no pierdo la fe en la
esperanza.
(Al final de aquel primer encuentro, Céspedes se puso a talar con el mayor de sus hijos. Cuando me
acerqué, me dijo: “Lo invito a escuchar nuestra conversación. Las hachas dicen palabras. Mi hacha dice «pan». El
hacha de mi padrecito dice «azúcar»... ¿Escucha?... Arrímese amigo... escuche: pan... azúcar... pan... azúcar...
103
pan... azúcar…)
(Y el tiempo, con sus días, fue pasando. Y la década del setenta quedó atrás. Y la del ochenta también. Y promedia
ya la década del noventa. Ahora, en este minuto de la eternidad –26 de julio de 1995– con las primeras luces
estamos en el rancho de don Valentín. Allí nos está espera con su familia, con sus docenas de nietos. Sigue con su
sonrisa enarbolada, pero con la cintura algo quebrada. Me dice:)
–Sabía que un día nos volveríamos a ver. Uno tiene fe. Y gua en donde hay bichos?» Yo le contesté:
«Mire el agua que tomamos. Verá los bichos». Y me dijo: «Céspedes, ¿por qué anda diciendo que los
hacheros duermen en el suelo?». Y yo le contesté: «Mire donde dormimos. Verá que es en el mismo
suelo». Y me dijo: «¿Por qué no pide permiso, Céspedes, para andar hablando lo que habla con
extraños?». Y yo le contesté: «El opinar de mi cabeza es el que dicta mis palabras. A mi
entendimiento le pedí permiso. Y mi entendimiento me dijo que dijera lo que dije».
–¿Y después qué pasó?
–Después me fui del obraje y tuve que buscar un patrón de mejor corazón...
–¿Sigue hachando, don Valentín?
–Poco y nada. Pero voy al monte a ayudarles a mis hijos.
–¿Y cuánto cobra como jubilado?
–Ni para un vaso de agua.
–¿Menos de cien pesos por mes?
–No, menos no. Nada. No pude jubilarme. En el obraje uno va de patrón en patrón, de mano en
mano. Error mío fue no exigir. Pero la desesperación me hizo cometer ese error. Tenía que mantener
a mis padrecitos... Pero no todo ha de ser lamento en la vida. Cosas gratas tengo para contarle.
–Cuénteme.
–Tengo todos mis hijos y mi patrona con salud y mis cuarenta y cinco gajos... Todos vivos. ¿Vio?
debemos estar por todo esto muy agradecidos a Dios.
–¿Todos sus hijos trabajan en el obraje?
–Casi todos. Cada uno gana 5 pesos por día. Cuando hay trabajo. El mayor, Ricardo, ya no puede
trabajar. Enfermó de los pulmones. Y lo tenemos quieto. Entre todos hacemos por él... Si los pobres
no nos arreglamos con el amor, no nos queda otra cosa que morirnos. O la botella.
–¿Usted sigue sin beber vino?
–Sí. Eso he preferido. Para tener más aliento... Ay, esta hernia...
–¿Y qué espera para operarse?
–Por aquí no tenemos tiempo para enfermarnos. No le conviene al hachero acostarse y caer en cama.
No estamos para semejantes lujos, sabe.
–¿Y qué me cuenta del maestro que hace 25 años usted buscaba para que les enseñara a sus hijos y a
los chicos cercanos? ¿Al fin lo consiguió?
–Nunca llegó a Pampa Juana ese maestro. Nunca me oyeron, aunque sabemos que hay tantos
maestros sin trabajo... La ignorancia es peor que el hambre.
–¿Dijo Don Valentín?
104
–Dije que la ignorancia es peor que el hambre... porque la ignorancia nos acostumbra al hambre.
_¿Usted pudo estudiar en alguna escuela?
_Estudié las letras y las palabras seis meses... Yo me crié solo. Mi padre murió muy pronto y yo
crecí de mano en mano... A los 9 años ya estaba abandonado y me encontré con el hacha, y desde
entonces a hoy ésa ha sido la vida. Mucho me hubiera gustado tener dos o tres años de escuela. Con
dos o tres años de escuela uno puede encontrar más justicia en el mundo.
–Si pudiera, ¿se pondría a estudiar ahora?
–Eso sería como recibir muchos panes y azúcar para tantos y tantos días.
–Alguien que responde así, como usted, está para vivir muchos años.
–Tengo mis setenta y dos. Con tres más ya está bien. Este cuerpo no se halla en el último cansancio,
pero tiene dolores que no lo dejan hacer los trabajos. Yo le pongo a mi vida tres años más.
–Pero don Valentín, déjese de embromar y déle un par de décadas más.
–No. Está bien así.
–¿No ve que si usted pasa los noventa, dentro de veinte años yo le hago otro reportaje? Así me
aseguro yo también.
–No está mala su ocurrencia, Rodolfo. No está mala. Pero con tres años más me considero bien
cumplido. Y ya puedo dejarle mi lugar a otro.
–¿Le gustaría hacer un viajecito a Buenos Aires?
–Si fuera para conseguir maestro para los niños que están más lejos, adentro del obraje; si fuera para
que los que son muy leídos se opongan contra la injusticia de toda injusticia, si fuera para eso, iría.
–¿Qué opina de Buenos Aires?
–Buenos Aires... Tengo entendido que allí no se ata perro con chorizos.
–¿Cómo es esto de atar perros con chorizos?
–Si al perro uno lo ata con chorizos, enseguida el perro se los va a comer y va a estar suelto. No hay
perros inocentes, sabe.
–¿Y hay personas inocentes, don Valentín?
–Si me deja, le cuento la historia de un hombre inocente: aquí, el año pasado, mi hijo encontró un
hombre perdido en el monte. Estaba extraviado, sediento. Y ya andaba en cuatro patas,
arrastrándose, cuando mi hijo lo vio y se dio cuenta que era un cristiano. Lo trajo a su rancho, le
habló bien, le hizo té primero y le dio mate después. Al rato le dio agua y algunas cosas mascadas,
porque el hombre estaba hambriento. El hombre no era peligroso, no era mano ligera; por el mirar de
su mirada no podía ser robón. Y bueno, el hombre agarró fuerzas. Al tiempo rumbeó para el norte, en
busca de otro trabajo... Pero otra vez se perdió en el monte, se quedó sin comida, sin agua... así llegó
hasta una estancia, en cuatro patas, y desesperado se arrojó a un bebedero de esos que usan para los
animales de hacienda... Allí estaba tendido, bebiendo, cuando supo venir el patrón del campo y le
pegó un tiro con la escopeta y lo mató. Después, el poderoso se defendió diciendo que el sediento
había querido violar a su hija. Pero el hombre no tenía capacidad para eso. Era un indefenso. Era un
hombre inocente que tenía sed... Sabe, Rodolfo, ese hombre fue matado por tener sed.
–Don Valentín, esto de ser hachero, talador de árboles, ¿le ha dolido?
–Y cómo no iba a dolerme. Sé que el mundo se va quedando sin árboles. El desierto es más grande a
cada nuevo día... Por donde mire alrededor hay bosques violados.
–¿Violados por quién?
–Por los violadores de bosques. Que eso son. Gente prepotente que tiene máquinas, topadoras. Gente
que tiene razón porque tiene plata.
–Perdón, ¿cómo dijo?
105
hijos... Entre los dos dolores he tenido que elegir. Triste eligimiento, sabe... Pero haciendo lo que
hacía he sentido siempre el dolor de cada árbol.
–¿Los árboles sienten dolor?
–Pero tal cual. Como las personas. Porque a un árbol cuando uno le pega un tajo, si se fija bien, ve
que le sale lágrima. Yo sé del dolor de los árboles. Tanto me gustaría terminar mis días
defendiéndolos, siendo guarda–árboles. Pero no sé si podré hacer esto... No sé, no sé cómo se hace
justicia con la injusticia.
–Don Valentín, ¿puedo preguntarle si alguna vez fue feliz?
–Feliz vengo siendo. Muy feliz en la vida... no me ha faltado, como dice la canción, un vasito de
agua fría, un beso de la boca de ella, y tengo mis hijitos y mis gajitos. He criado a mis hijos con
sacrificio, pero me han salido buenos y amables. Y me siento dichoso por eso. Pero cuánto me
hubiera gustado darles escuela, un maestro... Hay que cuidarse de la ignorancia, sabe. Porque la
ignorancia termina por embrutecer el cuerpo, y embrutecer el alma y hasta embrutecer el corazón.
–Me gustaría oír otra vez lo que acaba de decir.
–Porque la ignorancia termina por embrutecer el cuerpo y embrutecer el alma y hasta embrutecer el
corazón.
–Vuelta a vuelta se toma la cintura, don.
–Es que no deja de doler. Uno se acostumbra a todo. Y se acostumbra al dolor. Será que ahora lo que
me duele es la costumbre.
un momento para darle una mano a sus hijos que están subiendo un pesado tronco al carro... Y pienso en nosotros, en lo
eríamos detener el vértigo que nos lleva a ninguna parte, hacer una pausa en la obscena frivolidad nuestra de cada día; deber
n a Valentín Céspedes y alfabetización a los miles de miles que, como él, lo dieron todo pero siguen a merced de la inte
Faltan menos de cinco años para el siglo 21. Algo que no sea discurso tenemos que hacer. No es posible que hayamos ex
.. ¿Acaso vamos a cambiar el mundo? Aunque es imposible, damas y caballeros, sí, tenemos que cambiar el mundo... Pero vo
Valentín, usted quería d
cirle que hice cuanto pude... y cuanto pude es tan poco, tan poco. Mis padrecitos siguen agarrados por la pobreza... ay..
, repentinamente se quiebra. Ha apoyado su cabeza en el mango del hacha. Inclinado, llora en voz alta. Llora como sólo se a
para otra. Con la espalda doblada está don Valentín... No sé qué hacer. Me quedo sin palabras. Apenas si le pongo la man
Un lobo más
Música: Osvaldo Avena
Letra: Héctor Negro
106
La calle me clavó
la punta de su cruz.
La calle me apretó
el hueco de la luz.
Un lobo más
que tuvo que vivir.
Tibieza y pan
me puse a perseguir.
Un lobo más
que tuvo que aprender
a no llorar
y a saberse vender.
Por no aflojar
de adentro me arrugué
Por no entregar
lo poco que salvé.
La calle me enseñó
sus dientes y su ley
y lo que quise yo
qué caro lo pagué.
arriba
Un momento
Música: Héctor Stamponi
Letra: Héctor Stamponi
(1951)
Adiós...
Qué raro fue tu adiós!
de espina y de jazmín,
como una cruz y una caricia.
Tal vez... no presentí,
ni comprendí,
que las estrellas tienen que morir
107
con los rayos del sol...
Yo fui... un pájaro cantor,
y tú la mariposa
que buscó quemar sus alas.
Después... la soledad,
la realidad,
la noche cruel que pronto me envolvió...
fatal...
Yo sé...
que un día encontraré
en la aventura eterna
de mis pasos por la vida,
tu voz que llamará,
que gritará,
que pedirá por mi regreso en vano,
y tal vez llorarás...
Verás... qué triste es el papel
de mendigar amor
donde no queda nada, nada...
Después... la soledad,
la realidad,
la noche cruel que ya te envolverá...
fatal...
arriba
Un placer
Música: Vicente Romeo
Letra: Juan Andrés Caruso
(vals)
Linda mariposa
tú eres mi alegría
y tus colores de rosa
te hacen tan hermosa
que en el alma mía
tu imagen quedó.
108
hoy vengo a cantarte,
para decirte, mi diosa,
que eres muy hermosa
y no puedo olvidarte
que antes de dejarte
prefiero la muerte
que sólo con verte
es para mí un placer.
Sale a tu ventana
que quiero admirarte.
Sale mi rosa temprana,
hermosa galana,
que yo quiero hablarte
y quiero robarte
tu querer que es santo
porque te amo tanto
que no puedo más.
Y si el destino
de ti me separa
nunca podre ser feliz
y antes prefiero morir.
Porque tu cariño
es mi vida entera.
Tu has de ser la postrera,
la dulce compañera que ayer soñé.
arriba
Un sábado más
Música: Chico Novarro
Letra: Chico Novarro
La boca del subte bosteza mi andar
rumbo a la salida de la Diagonal.
Cuando el obelisco le tira un mordisco
109
a una nube flaca que intenta pasar,
es un viejo Apolo que nunca despega
parado en la tarde de un sábado más.
arriba
Un tropezón
Música: Raúl de los Hoyos
Letra: Luis Bayón Herrera
¡Por favor, lárgueme agente!
No me haga pasar vergüenza.
Yo soy un hombre decente,
se lo puedo garantir.
He tenido un mal momento
al toparme a esa malvada,
mas no pienso hacerle nada,
¡Para qué! Ya se ha muerto para mí.
Un tropezón
cualquiera da en la vida,
y el corazón
aprende así a vivir.
110
Lléveme nomás agente,
es mejor que no me largue.
No quiera Dios que me amargue
recordando su traición.
Y olvidándome de todo
a mi corazón me entregue
y al volverla a ver me ciegue,
y ahí nomás...
¡Lléveme, será mejor!
arriba
Una canción
Música: Aníbal Troilo
Letra: Cátulo Castillo
La copa de alcohol hasta el final
y en el final tu niebla, bodegón...
Monótono y fatal
me envuelve el acordeón
con un vapor de tango que me hace mal...
¡A ver, mujer! Repite tu canción
con esa voz gangosa de metal,
que tiene olor a ron
tu bata de percal
y tiene gusto a miel
tu corazón...
Una canción
que me mate la tristeza,
que me duerma, que me aturda
y en el frío de esta mesa
vos y yo: los dos en curda...
Los dos en curda
y en la pena sensiblera
que me da la borrachera
yo te pido, cariñito,
que me cantes como antes,
despacito, despacito,
tu canción una vez más...
111
temblando al escuchar
esa canción...
arriba
Una carta
Música: Miguel Bucino
Letra: Miguel Bucino
(recitado)
Lloró el malevo esa noche sobre el piso de cemento
y un gesto imponente y fiero en su cara se pintó.
Tomó la pluma con rabia, mientras ahogaba un lamento
a su madre inolvidable esta carta le escribió:
(cantado)
Vieja:
Una duda cruel me aqueja
y es más fuerte que esta reja
que me sirve de prisión.
No es que me amargue
la tristeza de mi encierro
y tirado corno perro
arrumbao en un rincón
quiero,
que me diga con franqueza
si es verdad que de mi pieza
se hizo dueño otro varón.
Vieja:
Vos que nunca me mentiste,
vos que todo me lo diste,
no me tengas compasión
que, aunque me duela,
la verdad quiero saberla...
No es el miedo de perderla
ni es el miedo a la traición.
Pero,
cuando pienso en el pebete
siento que se me hace un siete
donde tengo el corazón.
arriba
112
Una emoción
Música: Raúl Kaplún
Letra: José María Suñé
Vengan a ver que traigo yo
en esta unión de notas y palabras,
es la canción que me inspiró
la evocación que anoche me acunaba.
Es voz de tango modulado en cada esquina,
por el que vive una emoción que lo domina,
quiero cantar por este son
que es cada vez más dulce y seductor.
arriba
Una historia como tantas
Música: Armando Pontier
Letra: Héctor Marcó
Total... una historia como tantas...
¿Mi amor... hoy qué pecho ha de golpear?...
Sigue el mundo con su farsa
por las calles de la vida,
como siguen encendidas
tus pupilas en mi afán...
Con tus labios en los míos
me implorabas tantas cosas...
¡Esas cosas que se dicen
cuando el alma va a estallar!
Total... ese mismo juramento...
Tu amor... ¡Y otro amor para llorar!
113
Mentiste, ¿Lo recuerdas?...
Tu boca se hizo llama...
Tus ojos, frenesí...
Y el aire puso un canto
de amor sobre la tierra
y el mundo fue más mío
que el beso que te di...
Tus manos hoy son duendes
que ahogan mi garganta...
¡Tus frases son cuchillos
clavándome a traición!...
¡Qué ley la del cariño,
hoy soy el vil que llora...
y tú, la pecadora!
Te ríes del amor...
arriba
Una lágrima
Música: Nicolás Verona
Letra: Eugenio Cárdenas
Cuando rodó, cual gota cristalina,
sobre su faz, la lágrima de amor,
me pareció su cara tan divina
un lirio azul besado por el sol.
Y recordé que aquella muchachita
guardaba en su alma ya muerta la ilusión,
porque el galán después de tantas citas
le hizo morir de angustia el corazón.
114
El hombre aquel a quién adoró tanto
y le entregó su vida virginal
le hizo empapar su juventud de llanto
¡la hizo vivir cien noches de ansiedad!
Y al recordar la dicha que soñara
mira esa carta que un día él le mandó
pidiéndole que ella lo perdonara
si nunca más volvía... y no volvió...
arriba
Una lágrima tuya
Música: Mariano Mores
Letra: Homero Manzi
Una lágrima tuya
me moja el alma,
mientras rueda la luna
por la montaña.
Yo no sé si has llorado
sobre un pañuelo
nombrándome,
nombrándome,
con desconsuelo.
La voz de tu canción
que en el temblor de las campanas
me hace evocar el cielo azul
de tus mañanas llenas de sol.
115
lo que te quiero.
arriba
Uno
Música: Mariano Mores
Letra: Enrique Santos Discépolo
Uno busca lleno de esperanzas
el camino que los sueños
prometieron a sus ansias.
Sabe que la lucha es cruel
y es mucha pero lucha y se desangra
por la fe que lo empecina...
Uno va arrastrándose entre espinas
y en su afán de dar su amor,
sufre y se destroza hasta entender
que uno se ha quedao sin corazón...
Precio de castigo que uno entrega
por un beso que no llega
a un amor que lo engañó...
¡Vacío ya de amar y de llorar
tanta traición!
Si yo tuviera el corazón...
(El corazón que di...)
Si yo pudiera como ayer
querer sin presentir...
Es posible que a tus ojos
que me gritan tu cariño
los cerrara con mis besos...
Sin pensar que eran como esos
otros ojos, los perversos,
los que hundieron mi vivir.
Si yo tuviera el corazón...
(El mismo que perdí...)
Si olvidara a la que ayer
lo destrozó y... pudiera amarte..
me abrazaría a tu ilusión
para llorar tu amor...
116
la tortura de llorar su propia muerte...
Pura como sos, habrías salvado
mi esperanza con tu amor...
Uno está tan solo en su dolor...
Uno está tan ciego en su penar....
Pero un frío cruel
que es peor que el odio
-punto muerto de las almas,
tumba horrenda de mi amor-
maldijo para siempre y me robó...
toda ilusión...
arriba
Uno y uno
Música: Julio Pollero
Letra: Lorenzo Juan Traverso
Hace rato que te juno
que sos un gil a la gurda,
pretencioso cuando curda,
engrupido y charlatán.
Se te dio vuelta la taba,
hoy andás hecho un andrajo;
has descendido tan bajo
que ni bolilla te dan.
117
En suelas que gasté.
En tanto andar detrás.
Un lobo más
que tuvo que vivir.
Tibieza y pan
me puse a perseguir.
Un lobo más
que tuvo que aprender
a no llorar
y a saberse vender.
Por no aflojar
de adentro me arrugué
Por no entregar
lo poco que salvé.
La calle me enseñó
sus dientes y su ley
y lo que quise yo
qué caro lo pagué.
arriba
Un momento
Música: Héctor Stamponi
Letra: Héctor Stamponi
(1951)
Adiós...
Qué raro fue tu adiós!
de espina y de jazmín,
como una cruz y una caricia.
Tal vez... no presentí,
ni comprendí,
que las estrellas tienen que morir
con los rayos del sol...
Yo fui... un pájaro cantor,
y tú la mariposa
que buscó quemar sus alas.
Después... la soledad,
118
la realidad,
la noche cruel que pronto me envolvió...
fatal...
Yo sé...
que un día encontraré
en la aventura eterna
de mis pasos por la vida,
tu voz que llamará,
que gritará,
que pedirá por mi regreso en vano,
y tal vez llorarás...
Verás... qué triste es el papel
de mendigar amor
donde no queda nada, nada...
Después... la soledad,
la realidad,
la noche cruel que ya te envolverá...
fatal...
arriba
Un placer
Música: Vicente Romeo
Letra: Juan Andrés Caruso
(vals)
Linda mariposa
tú eres mi alegría
y tus colores de rosa
te hacen tan hermosa
que en el alma mía
tu imagen quedó.
119
prefiero la muerte
que sólo con verte
es para mí un placer.
Sale a tu ventana
que quiero admirarte.
Sale mi rosa temprana,
hermosa galana,
que yo quiero hablarte
y quiero robarte
tu querer que es santo
porque te amo tanto
que no puedo más.
Y si el destino
de ti me separa
nunca podre ser feliz
y antes prefiero morir.
Porque tu cariño
es mi vida entera.
Tu has de ser la postrera,
la dulce compañera que ayer soñé.
arriba
Un sábado más
Música: Chico Novarro
Letra: Chico Novarro
La boca del subte bosteza mi andar
rumbo a la salida de la Diagonal.
Cuando el obelisco le tira un mordisco
a una nube flaca que intenta pasar,
es un viejo Apolo que nunca despega
parado en la tarde de un sábado más.
120
sobre Buenos Aires un sábado más.
arriba
Un tropezón
Música: Raúl de los Hoyos
Letra: Luis Bayón Herrera
¡Por favor, lárgueme agente!
No me haga pasar vergüenza.
Yo soy un hombre decente,
se lo puedo garantir.
He tenido un mal momento
al toparme a esa malvada,
mas no pienso hacerle nada,
¡Para qué! Ya se ha muerto para mí.
Un tropezón
cualquiera da en la vida,
y el corazón
aprende así a vivir.
121
Y olvidándome de todo
a mi corazón me entregue
y al volverla a ver me ciegue,
y ahí nomás...
¡Lléveme, será mejor!
arriba
Una canción
Música: Aníbal Troilo
Letra: Cátulo Castillo
La copa de alcohol hasta el final
y en el final tu niebla, bodegón...
Monótono y fatal
me envuelve el acordeón
con un vapor de tango que me hace mal...
¡A ver, mujer! Repite tu canción
con esa voz gangosa de metal,
que tiene olor a ron
tu bata de percal
y tiene gusto a miel
tu corazón...
Una canción
que me mate la tristeza,
que me duerma, que me aturda
y en el frío de esta mesa
vos y yo: los dos en curda...
Los dos en curda
y en la pena sensiblera
que me da la borrachera
yo te pido, cariñito,
que me cantes como antes,
despacito, despacito,
tu canción una vez más...
arriba
Una carta
122
Música: Miguel Bucino
Letra: Miguel Bucino
(recitado)
Lloró el malevo esa noche sobre el piso de cemento
y un gesto imponente y fiero en su cara se pintó.
Tomó la pluma con rabia, mientras ahogaba un lamento
a su madre inolvidable esta carta le escribió:
(cantado)
Vieja:
Una duda cruel me aqueja
y es más fuerte que esta reja
que me sirve de prisión.
No es que me amargue
la tristeza de mi encierro
y tirado corno perro
arrumbao en un rincón
quiero,
que me diga con franqueza
si es verdad que de mi pieza
se hizo dueño otro varón.
Vieja:
Vos que nunca me mentiste,
vos que todo me lo diste,
no me tengas compasión
que, aunque me duela,
la verdad quiero saberla...
No es el miedo de perderla
ni es el miedo a la traición.
Pero,
cuando pienso en el pebete
siento que se me hace un siete
donde tengo el corazón.
arriba
Una emoción
Música: Raúl Kaplún
Letra: José María Suñé
Vengan a ver que traigo yo
en esta unión de notas y palabras,
123
es la canción que me inspiró
la evocación que anoche me acunaba.
Es voz de tango modulado en cada esquina,
por el que vive una emoción que lo domina,
quiero cantar por este son
que es cada vez más dulce y seductor.
arriba
Una historia como tantas
Música: Armando Pontier
Letra: Héctor Marcó
Total... una historia como tantas...
¿Mi amor... hoy qué pecho ha de golpear?...
Sigue el mundo con su farsa
por las calles de la vida,
como siguen encendidas
tus pupilas en mi afán...
Con tus labios en los míos
me implorabas tantas cosas...
¡Esas cosas que se dicen
cuando el alma va a estallar!
Total... ese mismo juramento...
Tu amor... ¡Y otro amor para llorar!
124
y el mundo fue más mío
que el beso que te di...
Tus manos hoy son duendes
que ahogan mi garganta...
¡Tus frases son cuchillos
clavándome a traición!...
¡Qué ley la del cariño,
hoy soy el vil que llora...
y tú, la pecadora!
Te ríes del amor...
arriba
Una lágrima
Música: Nicolás Verona
Letra: Eugenio Cárdenas
Cuando rodó, cual gota cristalina,
sobre su faz, la lágrima de amor,
me pareció su cara tan divina
un lirio azul besado por el sol.
Y recordé que aquella muchachita
guardaba en su alma ya muerta la ilusión,
porque el galán después de tantas citas
le hizo morir de angustia el corazón.
125
Y al recordar la dicha que soñara
mira esa carta que un día él le mandó
pidiéndole que ella lo perdonara
si nunca más volvía... y no volvió...
arriba
Una lágrima tuya
Música: Mariano Mores
Letra: Homero Manzi
Una lágrima tuya
me moja el alma,
mientras rueda la luna
por la montaña.
Yo no sé si has llorado
sobre un pañuelo
nombrándome,
nombrándome,
con desconsuelo.
La voz de tu canción
que en el temblor de las campanas
me hace evocar el cielo azul
de tus mañanas llenas de sol.
126
no me olvidé,
no me olvidé.
arriba
Uno
Música: Mariano Mores
Letra: Enrique Santos Discépolo
Uno busca lleno de esperanzas
el camino que los sueños
prometieron a sus ansias.
Sabe que la lucha es cruel
y es mucha pero lucha y se desangra
por la fe que lo empecina...
Uno va arrastrándose entre espinas
y en su afán de dar su amor,
sufre y se destroza hasta entender
que uno se ha quedao sin corazón...
Precio de castigo que uno entrega
por un beso que no llega
a un amor que lo engañó...
¡Vacío ya de amar y de llorar
tanta traición!
Si yo tuviera el corazón...
(El corazón que di...)
Si yo pudiera como ayer
querer sin presentir...
Es posible que a tus ojos
que me gritan tu cariño
los cerrara con mis besos...
Sin pensar que eran como esos
otros ojos, los perversos,
los que hundieron mi vivir.
Si yo tuviera el corazón...
(El mismo que perdí...)
Si olvidara a la que ayer
lo destrozó y... pudiera amarte..
me abrazaría a tu ilusión
para llorar tu amor...
127
Pero un frío cruel
que es peor que el odio
-punto muerto de las almas,
tumba horrenda de mi amor-
maldijo para siempre y me robó...
toda ilusión...
arriba
Uno y uno
Música: Julio Pollero
Letra: Lorenzo Juan Traverso
Hace rato que te juno
que sos un gil a la gurda,
pretencioso cuando curda,
engrupido y charlatán.
Se te dio vuelta la taba,
hoy andás hecho un andrajo;
has descendido tan bajo
que ni bolilla te dan.
No nos
veremos
más
Tango
128
De pronto ya todo quedó sin paisaje,
la nube que vuela, el tiempo de amar.
Y supimos tarde cual es el mensaje
para dos que tarde quisieron soñar.
Tu luz de verano me soñó en otoño
y yo te agradezco la felicidad.
No puedo engañarte, mi adiós es sincero,
tu estás en Enero, mi Abril ya se va.
¡Adiós!
Es la manera de decir ya nunca.
¡Adiós!
Es la palabra que quedó temblando.
¡Ay!,
en el corazón de la partida.
¡Adiós!,
Espina fina de la despedida.
¡Adiós, amor!
¡No nos veremos más!
129
“Braceli es un gaucho. Leal y honesto hasta las lágrimas, pero también pícaro, suspicaz, e
irresistiblemente taimado: ninguno de sus entrevistados sale indemne. Lo veo acercándose
cautelosamente al caballo, dando vueltas alrededor suyo, acariciándolo, convenciéndolo con
monosílabos y montándolo cuando menos se lo espera.
Y me consta que Braceli va desnudo a esa faena. No lleva cuestionarios, ni notas de archivo,
nunca pacta nada, y le cuesta resignarse al grabador. Quizá porque, sin criticar a algunos de
sus colegas, los critica de hecho cuando dice: “No soy un grabador. Eso es fácil: cincuenta
dólares, un casete y dos pilas”.
“El Gaucho es un adivinador. Siempre les saca a sus entrevistados de la punta de la lengua
los sentimientos que ocultan. Se los queda mirando, les dedica una interjección, los incomoda
con ese uso desesperante de los silencios, y deja que pisen el palito. Cuando lo pisan, los
deshilvana, los conduce, los ametralla. Practica una suerte de psicoanálisis campero. Y tiene
por máximo objetivo retratar el alma. Sus reportajes son entonces la utopía de asir lo inasible.
Deja, a menudo, que el azar meta la cola. Y el azar, en las entrevistas de Braceli como en las
novelas de Paul Auster, siempre es socio del Diablo.
“Trajiné muchas redacciones, conocí entrevistadores de toda calaña y periodistas más o
menos geniales pero siempre esforzados. Con Braceli me di cuenta de que la inspiración en
periodismo es posible. Las musas nunca le fallaron. Tiene la maravillosa impudicia de haber
escrito unos veinte libros, y de haber practicado con idéntica suerte e impunidad el teatro, la
poesía, el cuento, la novela y el cine.
“Walsh se anticipó a Capote, a Mailer y a todos los teóricos de la non fiction cuando aseguró
que la realidad y la ficción podían ser sometidas, con igual profundidad y validez, a los
rigores de la literatura. Braceli, uno de los entrevistadores más originales y sensibles que ha
dado el periodismo argentino, lleva a la práctica ese postulado, convirtiendo el simple
reportaje de coyuntura en género literario. Cada entrevista suya tiene un montaje teatral y un
diálogo novelístico lleno de claves secretas. (…) Me doy cuenta de que (éstas) forman una
gran novela sobre el ser nacional. Es sorprendente que, en medio de esta globalidad
triunfante, cuando nos quieren sustituir la memoria y transformarnos en híbridos pobres del
mundo, un gaucho devenido intelectual pueda hacernos reflexionar sobre esa condición tan
pasada de moda. La condición de argentinos.”
130
CRISTINA CASTELLO (periodista)
“Rodolfo Braceli es un voyeur. Con gula por la vida y ojos hambrientos de luz, se pone de
puntillas y escarba en el alma de sus entrevistados. Pero hace trampas: porque no va solo.
Está siempre con la poesía. Ella le revela, le devela, le enciende y le hace encender las
hogueras: es su arma celeste. Y así acorazado, tira semillas –pues eso y no otra cosa son sus
preguntas– con las que hurga en los personajes. (…)Entonces, como todas las semillas que
este fisgón tira están llenas de su alma, los entrevistados emergen en la cosecha llenos del
alma suya. De un alma donde arde la vida como estética y fraternidad, como travesura y
curiosidad. Así es la primera parte de su trabajo: el diálogo. Y la segunda es tanto o más
compleja. Porque con el material que tiene y la siempre austera cantidad de líneas del
periodismo, él escribe una ficción que –paradójicamente– refleja la verdad más honda de
cada personaje. Por eso cada uno parece un calidoscopio y muestra caras –sin máscaras– que
jamás se hubieran conocido, sin su mediación. Me honra -y me alboroza- decir que Rodolfo
Braceli es el mejor entrevistador de la Argentina.”
131
Uno, por obtener alguna de aquellas intimidades que él frecuentó, entregaría el mundo; pero
él lo cuenta de una manera inusitada. Te da un pedacito de su universo impredecible como
souvenir. No es raro: ha domesticado a lo cotidiano hasta hacerlo poesía. Su madre es a la
Historia más que Marguerite Duras; su madre supo notar que un lavarropas es un “jabón de
lujo”, y es heroica como tantas otras en Madre argentina hay una sola. Y después los
intelectuales teorizan sobre la razón por la que el Rodolfo consigue que sus entrevistados se
“confiesen”. Es más simple de lo que parece: cuando se acerca a alguien va, no en calidad de
periodista estrella, y un pedacito suyo queda pegoteado a las preguntas. No le interesan los
ojitos de neón: quiere saber, como un niño, qué hay detrás. Y sabe cómo encontrarlo sin
imposturas. Es de esos tipos que tienen la peculiar cualidad de conseguir un equilibrio entre
el oxímoron y lo mundano, ese camino, ese sendero que se abre entre dos extremos y que es,
en definitiva, el espacio en el que existimos. Me atrevo a decir, con perdón de su humildad,
que su más grande virtud es la de interpretar la subjetividad ajena y no en el chisme barato,
lograr que los demás le compartan su visión del mundo y, mucho más importante, no
deformarla sino, bajo estrictas y personales medidas éticas, respetarla. El Rodolfo podría
escribir una biografía de Napoleón en la que la condición de emperador pasaría a ser un dato
anecdótico. Por eso lo quise desde sus Pautas eneras, y no me equivoqué. Aquella noche
había aprendido más durante una cena con él que en un mes de clases. De la misma manera
que aprendí de literatura y de amor al mismo tiempo leyendo El último padre; de la misma
manera que casi muero de un coma erótico leyendo Cuerpos abraSados.
“El Rodolfo no es relativo: es de los pocos que aceptan que todos tenemos una pizca de
ternura y de cinismo; su Borges y Perón son a la vez niños y monstruos, déspotas y mascotas.
El Rodolfo creatura no reniega de su propia criatura, de la criatura que componen su pasado
provinciano, y sus libros quemados, y su poesía convertida en tesis de doctorado. ¿Y todo
eso, qué? El Rodolfo está feliz porque sueña una película, está feliz porque se va una semana
a ver el mar, está feliz porque Noemí por fin conoce las acequias. Es un ser humano, qué lo
parió, es un ser humano con todas las letras y con la capacidad para hacerlas vibrar en una
página; con la capacidad de que las palabras tengan, por una vez en la vida, la oportunidad de
vivir, de latir un poquito. Es un dador de vida, una creatura, responsable de tantas
resurrecciones: justo él que no sueña con la eternidad, justo él a quien la perpetuidad lo tiene
sin cuidado. Justo él, que ha sabido dibujarnos, hacer el mapa de nuestros cuerpos y nuestras
almas con precisos trazos que nos recordarán como especie.”
III. Autorretrato
Si no hubiese sido por mis padres yo no hubiera nacido. Y si no hubiera sido por mí. Por mí,
que quería ver cómo era afuera. Con los años aprendí que afuera es adentro. Ya era tarde.
Tomando por cierto que nací, eso me pasó en el Luján de Cuyo de Mendoza, Argentina, al
oeste del paraíso, una hora después de concluido el 12 de octubre de 1940. Sí, el 13. El trece.
Soy el segundo de tres hermanos varones. Nací de padre y madre, porque ellos y porque sus
anteriores también. Hasta donde sé, por mis cuatro costados vengo de españoles, la mayoría
de Valencia y del País Vasco.
Mi padre, Andrés Braceli, vino solo, a sus catorce años, con la mudanza primordial de
cualquier inmigrante. En el puerto de Buenos Aires lo esperaba nadie. En Mendoza ya estaba
su padre, también Andrés, que a lo bestia abría zanjas para las primeras cloacas del Luján de
Cuyo. En España, mi abuela Paca aguardaba, con los otros hijos, los dineros para viajar ellos
132
después.
Mi padre no fue jamás a la escuela. Mi abuelo, el bestial, consideraba sin atenuantes que eso
del estudio era cosa de vagos y de atorrantes. Cuando ya había cumplido sus veintiún años mi
padre empezó a tomar lecciones particulares con un maestro. Clases de castellano, gramática
y contabilidad. Y algo de caligrafía. Guardo los recibos por el pago de esas lecciones
clandestinas: las recibía en horarios imposibles, a escondidas, temeroso de las furias
contundentes de su padre. Temeroso y respetuoso. Nunca dejó de comprenderlo: El viejo es
así, nos decía con los ojos a punto de lágrimas.
No había mi padre cumplido los veinte años de su edad, cuando fue alcanzado por esa
enfermedad devastadora que hacia 1930 se nombraba parálisis infantil, después conocida
como poliomielitis. Más que de la terrible enfermedad hubo que salvarlo de las furias
explícitas de mi abuelo: la consideraba mañas para no trabajar. Pero siguiendo los extremos
consejos de un médico naturista alemán (baños de agua helada en pleno invierno y mucha
gimnasia en barras) doblegó a la polio. Que sólo le dejó una pierna muy flaquita, pero tan
caminadora como la sana.
A mi madre, Juana Zarategui, la describo en un capítulo del libro Madre Argentina hay una
sola. Ella sí pudo ir a la escuela, pero apenas llegó al tercer grado. Al contrario de mi padre,
ella no leyó jamás un libro entero. Ni los de su hijo ni los de nadie. Su ignorancia no tenía
grietas. Pero eso sí, usaba el primordial castellano como si tuviera los códigos de otros tres o
cuatro idiomas secretos. Quiero decir que hablaba todo el tiempo con doble intención, y con
triple también. Las palabras estaban al servicio de la adivinación y de la indirecta.
Paradójicamente, cuando se calentaba –cosa demasiado frecuente– era muy frontal.
Una vez mi madre me dijo: “Cortáte ese pelo, parecés poeta”. “Mamá, si soy poeta”. “¿Ah
sí? ¡Cortáte ese pelo te digo!”
Me corté el pelo, por supuesto. No perdí la fuerza. Perdí la poesía. Hasta que me creció de
nuevo, la poesía.
Madremía.
Yo vengo a ser un amasijo de la aguda malicia de mi madre y del irreparable candor de mi
padre. Mi madre era pesimista porque contaba con el optimismo de él. Mi padre era optimista
porque contaba con el pesimismo de ella.
Los dos, desde que se casaron vivieron absolutamente siempre juntos. No dejaron de verse un
solo día. No los separó ni la horrible terapia intensiva. Ellos trabajaron juntos, hicieron
juntos, criaron juntos, sufrieron juntos, juntos soñaron. Trabajaban, como tantos, todos los
días del año; las primeras vacaciones las tomaron cuando estaban rumbo a sus setenta. El
trabajo como sacrificio, como mandato, como celebración, como única religión, como
talismán; siempre el trabajo.
Mis padres.
Decir que ellos me escriben suena a pavote lugar común. Si es preciso que jure por la sangre
del aire, lo juro: no es frase de ocasión: ellos me escriben lo que escribo. Cada mañana me
alzan. Y adelante. A meterle.
Algunas credenciales
Soy agnóstico los días pares y ateo los días impares. Eso creo.
A la palabra Dios la considero finalmente eso, una palabra. A algunos les sirve como
coartada, a otros como talismán de talismanes, a otros para cancelar el vértigo de las eternas
preguntas eternas. A otros no sé, no sé. Cada uno dispone de la palabra como quiere y/o como
puede.
Yo la he dejado en paz y en silencio; bastante la he trajinado, con decir que la escribí de tres
maneras: Dios con mayúscula, dios con minúscula y Diós, con acento, desesperadamente.
133
Después de eso, adiós Dios.
Soy argentino. Sumamente argentino. Consumí tres, casi cuatro décadas de mi vida en darme
cuenta de que ser argentino no es nada del otro mundo: es algo que le puede pasar a
cualquiera.
No consigo encontrar diferencia, para mí, entre respirar y escribir. Ya sé que no dejaré nunca
de aprender, a respirar.
Misas. Mi madre iba a misa una vez por año, por si acaso, porque uno nunca sabe. Mi padre,
nunca. Mi padre, un raro socialista romántico, elemental, que pagaba doble aguinaldo a sus
empleados cuando aquí ni se conocía la palabra aguinaldo, quiso que yo tuviera algunos años
de colegios de curas. Por eso fui al San Luis Gonzaga; allí los docentes eran maestras
dirigidas por jesuitas. A continuación, tres años con los salesianos de Don Bosco. Muchos
años después escribí La misa humana, una misa, pero al revés, en la que los antiguos
mandamientos son los nuevos pecados y los antiguos pecados son los nuevos mandamientos.
Mandato. En cuanto al viejo mandato de “tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro”,
lo cumplí, y sobradamente. Hijos, dos; árboles, tres; libros, van para treinta. Pero.Pero no sé
bailar. Y peor todavía: aunque sé, no me animo a silbar del umbral de mi casa para afuera.
Soy un discapacitado imperdonable, entonces.
Escena con madre. Éste que soy para los demás (los demás vendrían a ser los que respiran
afuera de mi cuerpo y de mi mirada), éste que vengo siendo, en su primer atisbo de libro,
Pautas eneras (el que fue prohibido y al tercer día quemado) éste, debajo de una foto que
134
iniciaba las páginas de aquel librito, escribió (naturalmente, sin darse cuenta) una variante del
“mientras más conozco a los hombres, más quiero a mi perro”. La variante decía: “Mi perro
es la persona con la que más converso”.
Madremía, la que jamás leyó un libro, ni medio ni una página ni una contratapa, madremía
leyó aquello tal vez inducida por la foto de su hijo. Leyó aquello y me llamó y me
cagóapedos mientras me servía la comida de ese día:
–¿Así que nosotros somos menos que el perro ése? Ganas me dan a veces de agarrarme del
cable pelado de la plancha y terminar con tanta herejía… Comé de una vez, hereje, que se te
va enfriar la sopa ¡y vas a llegar tarde a la facultad!”
Si yo hubiera sido madre de mí, y hubiera leído que mi hijo escribió en la primera página de
su primer libro “Mi perro es la persona con la que más converso”, a mi hijo levescritor lo
hubiera insultado mucho, y le hubiera servido nomás la comida antes de que se le enfriara,
mientras el corazón me estrujaba la garganta y un puñal interminable me atravesaba el pecho
y el cuerpo del alma y el mismo corazón y todo.
Mientras tejo y destejo las eternas, las desfondadas preguntas de siempre, cumplo con
algunos requisitos: estoy persuadido de que al Sol, desde encima de aquí abajo, hay que darle
una mano. Porque el Sol no puede hacerlo todo solo. Como quien dice: no dejemos, no
dejemos que el sol nos pierda la memoria.
Acuso algunas taras ortográficas: tengo que hacer un esfuerzo de hernia para no escribir abrir
con V corta. Y me parece una picardía no escribir escuende en vez de esconde. Esa U de
escuende es, en sí, un escondite. Por favor.
Soy del parecer que se es alguien cuando se es testigo. Sin jactancia, me precio de ser alguien
por haber sido testigo de sucesos singulares. Refiero uno que merece memoria:
Estando yo, uno más, en un enorme trasatlántico, vi y escuché:
–“¡Saltó de la pecera! ¡Pronto, al capitán, avisen al capitán!! ¡El pez ha caído al mar / al mar /
al mar / el pez!”
Estoy en condiciones de avisar a la población: Abel las mataba callando. No era tan bueno
como se insiste. Ni Caín tan malo.
En la adolescencia de ambos, cierta noche Caín se subió a una escalera para atrapar una
estrella que esta ahí, ahí nomás.
Abel le arrancó la escalera. Después, con el tiempo, pasó lo que pasó.
Padezco el karma de Adán y Eva, en cuanto a las expulsiones. En realidad, quien más quien
menos, puede narrar su vida al compás de las expulsiones.
En cuarto grado me expulsaron del San Luis Gonzaga por insultar durante más de dos
minutos a una maestra que rompió mi examen recién aprobado (al margen de la injusticia,
debo decir que la maestra estaba buenísima, de organismo.)
Al comenzar el tercer año de Filosofía y Letras me expulsé yo, entre otras cosas, porque
salvo un par de profesores y tres o cuatro estudiantes allí no había nadie a quien tenerle
envidia. Se confundía vocabulario académico con lenguaje. La chatura con el nivel del mar.
135
Rajes, despidos de diarios y revistas tuve varios. Las indemnizaciones las usé para hacer cine
y más teatro y libros.
Seis, casi siete años, estuve sin poder escribir en mi patria idolatrada: desde el 75, cuando la
Triple A le abría camino a la dictadura del 76, hasta entrado el 81. Entonces me las rebusqué
escribiendo para Ameuropress, una agencia que producía y repartía por más de 25 países
reportajes latinoamericanos.
Digamos que así me exilié sin necesidad de irme. Tuve la incalculable fortuna de estar
impedido de escribir en la Argentina de aquellos años, en los que en nombre de la patria y la
familia y las buenas costumbres se violaba la vida y se violaba la muerte. Digamos, la fortuna
de desaparecer antes de ser un desaparecido. Aquello, ni heroísmo ni cobardía. Para tantos no
había más remedio que tener coraje, para irse. Y para otros tantos no había más remedio que
tener coraje, para quedarse.
¿Dónde estoy, dónde estamos parados? Habitante de aquí, siento como si estuviésemos
adentro de un inmenso lavarropas. Tantas veces decimos que hemos tocado fondo queriendo
convencernos de que, en adelante, nada peor puede pasarnos y que en adelante, por la simple
casualidad de ser argentinos, mágicamente todo ha de ser mejor. A veces creemos hacer pie.
Pero. Resulta que estamos sobre la tapa del lavarropas, cabeza abajo. Aquí entre nosotros la
historia es una fervorosa licuadora que tanto sirve para darle la razón a Discépolo como para
distraernos de nuestras negligencias, agachadas, complicidades, indiferencias. El caso es que
la fervorosa licuadora hace un ruido –coyuntural– que nos impide lo esencial: escuchar los
latidos del corazón y por quién han venido doblando las campanas.
Cuidado, mucho cuidado con absolvernos ligerito.
Puntos cardinales. Pregunta: ¿Al rumbo lo hemos extraviado o el rumbo nos ha extraviado a
nosotros? Ya entrados en el tercer milenio, otra preguntita: Aquí en la Argentina, ¿cuántos
son los puntos cardinales?
Don Vicente Huidobro nos diría que los cuatro puntos cardinales son tres: el norte y el sur.
Qué optimista el grandísimo poeta chileno. O, tal vez, qué piadoso… Seguramente no quiso
descorazonarnos: no quiso anticiparnos que aquí, en la Argentina consumada en los años
noventa, los 4 puntos cardinales iban a ser reducidos a dos: el Norte.
Aquí, en esta patria idolatrada que de pura casualidad se sigue llamando Argentina, aquí, el
que no es campeón mundial de algo es un pelotudo.
Si yo fuera un pez y si los peces escribieran, diría que soy un pez afligido y fascinado por una
suerte-desgracia de ambigüedad. Sucedo en una zona imprecisa, en el límite siempre
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cambiante y borroso entre el río y el mar. Entre el agua dulce y el agua salada. Considerado
por los habitadores del río soy un extranjero, ya habitante del mar. Considerado por los
habitadores del mar, soy un extranjero todavía habitante del río. Esa perpetua transición es mi
mochila, mi karma, la razón de que tenga tan poco calce en los benditos suplementos
literarios. Con denuedo trato de saber cómo se llama esa franja en la que el río empieza a ser
mar y en la que el mar no ha terminado de ser río. Pero no hay caso: esa franja no tiene
nombre, es una patria sin bandera, es un agua de nadie. Una maldición cercana a la pesadilla.
Por favor, no vayan a creer que me estoy quejando: resulta fascinante, así en la vida como en
la escritura, suceder entre las últimas aguas del río y las primeras aguas del mar.
Nunca le demos más de dos patadas al perro. En una de ésas el perro existe.
Atención al cruzar la calle. Mucha atención. La lata con velocidad hace dolor.
Novela larvada. Pocos saben que desde hace un rato que atraviesa tres, cuatro décadas, con
mis reportajes-conversaciones-reportajes estoy escribiendo una novela subcutánea. Cómo
decirlo: estoy jugando a las escondidas, reflexionando, elucubrando y soñando a través de
sucesivos personajes.
Yo busco que los demás se distraigan con los famosos apellidos. Pero a la vez me enoja que
los demás se distraigan con los famosos apellidos.
Soy un entusiasta ratón que fabrica trampas para cazar ratones.
Y bueno. Cada uno juega a su modo durante el tránsito de este eternamente inexplicable
pestañeo de eternidad.
Hago esa novela larvada, secreta y a la vista. Mientras la tejo –insisto– me desconsuela que
tantos miren la punta de mi dedo y no la hormiga y no el elefante que mi dedo está
señalando.
Qués la Vida. Aludimos a la desoladora fugacidad y/o brevedad de la vida, con magras
pobres palabras gastadas. Palabras nacidas de la extenuación de tanta eterna pregunta sin
respuesta ni retorno.
Esas magras pobres palabras gastadas terminan diciendo que la vida es un pestañeo. Mientras
pronunciamos pestañeo el pestañeo ya sucedió. Era en vez de es. Pestañeo incorregible.
Irreparable pestañeo. Un relámpago dura más porque queda un instante en la retina de la
inmensa noche.
Sea como sea, nos aferramos al pestañeo compuesto de días, noches y siestas. Cumplimos
años inocentemente. Siendo temerariamente optimista podría uno balbucear que, después de
todo, uno crece. Crece en la medida en que va soltando el lastre de sus magras certezas. Uno
cree que crece. Al menos.
Posdata: Cuando no hay en nosotros más lastre, cuando no nos queda ni siquiera la viruta de
la más remota certeza, sucede que uno está listo para dar el paso a través del umbral.
¿Qué hay del otro lado?
¿Tiene olor a algo el sucesivo silencio?
¿Olor a qué, tendrá la nada?
Quiero suponer: debe haber algún dios que no se nos cague de la risa. Algún dios que nos
perdone decir esperanza.
Después de tanto y tanto merodear por las vanas palabras, al final de algunos días una
pregunta me cae sobre la mollera: ¿Y la Vida, qué?
137
No tengo el coraje de hacer silencio. Caigo en la tentación, y enhebro nomás una respuesta:
–¿La vida? Una fascinación que no cesa.
La vida, nos haga lo que nos haga, no está para perdérsela.
La vida, ¡joder! nos tiene emputecidos.
La vida, no hay caso, no podemos vivir sin ella.
Y ella, la Vida, ¿podría vivir sin nosotros?
Capaz que sí, la muy perra.
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Pedro y el Capitán: creí que era una novela y terminó como una
obra de teatro que marchó muy bien, se representó en no sé cuántos
países. Creo que funcionó porque tiene nada más que dos
personajes; yo con tres personajes en teatro no doy.. Es un género
muy difícil.
¿Y las novelas?
Me cuestan menos que los cuentos, aunque para escribir una
novela se necesita un tiempo libre, porque no se pueden escribir
diez páginas hoy y veinte a los dos años. La novela es un mundo
que uno inventa y hay que sumergirse en ese mundo, en sus
personajes... Si a mí me dejaran tranquilo podría escribir más
novelas.
¿Cómo es eso?
Mire, Andamios, que es la última novela que publiqué el año
pasado, demoré tanto en terminarla porque he tenido que hacer
tantos viajes, cumplir con tantos compromisos y obligaciones, que
me costó mucho mantener el ritmo. Hace como cuatro años que
quiero tomarme un año sabático y no puedo No me dejan.
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(Estos textos (con opiniones, ocurrencias, pensamientos, fragmentos de ensayos, columnas y
poemas de RB), fueron reunidos por alumnos de la escuela de periodismo TEA, de Buenos
Aires. Son el resultado de una serie de entrevistas y búsquedas grupales, realizadas entre
agosto y setiembre del 2005.)
Conocidos
Conocí a un cura que era mujer.
Conocí a otro cura que se sacaba la cera del oído con el dedo meñique.
Conocí a otro cura que no se bañaba jamás... Dejad, dejad que los niños vengan a mí… Y los
niños no le venían.
Conocí a un cura que amenazaba a los que comían manzanas. (Digo, por la fruta prohibida.
¡Pero tengo que explicarlo todo?)
Conocí a un cura que nunca soñó con ser papa. Ni papá.
Pero, lo más extraordinario de todo: conocí a un cura que creía en Dios.
Pero no vaya a creerse que sólo he conocido intermediarios de los altos cielos en la tierra.
Entre los humanos singulares que recuerdo, me viene ahora un poeta que se debatía en una
desgarrante disyuntiva: amanecía días en los que para nombrar al mar decía el mar. Otros
amanecía pronunciando la mar. Aparte de no saber dedóndevenimos y de no saber
adóndevamos, el poeta cargaba con esa desasosegante cruz. Atravesaba las horas, los meses,
los años sobre el botecito de esa ambivalencia: el mar… la mar… el mar… la mar… el
mar…
Cuando cumplió los cincuenta años de su edad, el lírico ambivalente amaneció, ya en ayunas,
diciendo la mar el mar... la mar el mar… Entonces el tipo afrontó un espejo y en voz alta, sin
contemplaciones soltó la tremenda pregunta: ¿Será que soy bisexual?
Ah, me lo olvidaba:conocí a un hombre sin mujer, con los hijos demasiado lejos, que en la
mitad de las noches más frías iba a la iglesia y golpeaba con sus nudillos. La sola vez que fue
atendido por un cura bostezante, le preguntó:
–¿Queda Dios?
Una brindería
Más por la edad que por otra cosa, uno se encuentra con que empiezan a decirle maestro. Lo
invitan a dar conferencias y recitales y cursos y seminarios. Uno se deja. Porque nada es más
tentador que la tentación. En uno de mis seminarios algunos alumnos inquietantes me
apretaron fiero y sin darme respiro me preguntaron cómo me las arreglaría yo, para ganarme
la vida, si no fuera con el periodismo y la literatura y sus efectos colaterales.
Me arrinconaron de tal modo que al final intenté escaparme con una salida ingeniosa. Les
dije que, perdido por perdido, me ganaría la vida abriendo un pequeño negocio, una
brindería. Tuve que explicarles qué es una brindería. Recurrí a ejemplos: así como en las
jugueterías se venden juguetes, y en las verdulerías verduras, y en las pinturerías pinturas, en
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la brinderías se venden brindis para toda ocasión.
El ingenio es un modo de mentir, y tiene patas cortas. Los alumnos me conminaron a que les
dijera algunos de los brindis que yo tenía en stock. No muchos, un par de docenas. Y me
dijeron que debían ser brindis propicios para usar en la cena del 31 de diciembre de 1999,
saludando al nuevo milenio que venía a caballo del siglo veintiuno. Me salvó el gong. Les
prometí llevar los brindis en el encuentro de la semana próxima. Las venitas del cerebro que
sirven para las ocurrencias, esa semana se acurrucaron, se acuclillaron, enmudecieron. Ante
eso decidí robarlas a alguien que no me denunciaría: fui a un par de libros míos y de allí
saqué una punta de brindis, todos a partir del luminoso vino oscuro. Estos fueron:
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¡salivas y lenguas y sales y tajos y vigas a la obra! ¡corazones y sangres y sueños a la
obra!
De limón a corazón
Jean Baudrillard, el francés pensador de la modernidad posterior –también llamada
posmodernidad–, opinaba que “menos mal que nada está presente ni es idéntico a sí mismo.
Menos mal que la realidad no existe…”
Creo que el hombre tiene razón. Justamente, mientras le doy la razón a su hallazgo, abro mi
ventana y veo lo siguiente:
Un limón da un salto, gira en el aire y cae
¡y se convierte en naranja!
Y la naranja rueda por el aire en otro salto y cae
¡y se convierte en tomate!
Y el tomate saca pecho, no quiere ser menos, da otro salto memorable y cae
¡y se convierte en corazón!
((No es para menos lo que le ocurre al modesto limón que se recibe de corazón. Es para más.
Porque tiene la originalidad de estar despierto. Eso es: la realidad no existe porque existe
demasiado. Ante esto optamos por la coartada de desmayar, hasta la amnesia, el pulso de
cada uno de los cinco sentidos.))
Democracia, insomnio
Me llevó años, décadas, comprender que en países saqueados (desde afuera y desde adentro),
en países así de azotados y así de desalmados como el nuestro, la mentada democracia es
siempre un delgado hilo que se puede cortar en cualquier momento. Cumplir años, sumar
edad, no siempre significa crecer. Por eso entiendo la democracia como un insomnio. Porque
entre nosotros nunca termina de coagular –estamos lejos de eso. Porque no es ni joven ni
adolescente ni niña, apenas si gatea con la mollera sin cerrar del todo, nuestra democracia.
Aquello de que la democracia es el menos malo entre los sistemas conocidos se ha
convertido en una penosa comodidad. Dejémonos de joder: la democracia es lo que somos, lo
que hacemos y no hacemos con ella: un espejo que nos espeja. Como pasa con el fútbol, el
espejo no tiene la culpa. Enojarse con el espejo es una pueril coartada. Crucial güevada. O
una güevada nomás.
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Eso dicen.
Pero, ¿quién sabe?
–Prescindiendo de su Teoría del Aire, ¿dónde piensa que van los muertos queridos?
–Creo que están respirando de otra manera.
Teoría de la Resurrección
–En varios de sus libros y obras teatrales, usted utiliza la “resurrección” no como metáfora
sino como herramienta concreta. ¿Qué explicación tiene para ese desembozado afán
resucitador?
–Los que matan a los vivos y esconden y traspapelan a los muertos, ellos, para la asesinación,
para la violar primero a la vida y violar después a la muerte, no nos piden permiso. Ellos se
conceden la posibilidad de matar, sin asco.
Uno puede (y debe), sin pedir permiso, concederse la posibilidad de resucitar, a rajacincha.
Toooodas las veces que haga falta.
Es que, compatriotas como somos en esta arenita que flota perpleja en el cosmos, sin andar
resucitando la vida no tiene sentido. Y la muerte tampoco. Ante semejante evidencia,
tenemos la obligación de ser más absurdos que la absurda muerte.
Entonces, propongo una manera para eso: resucitar. Resucitar a quienes queremos. A quienes
fueron desgajados de los días y de las noches. Resucitarlos, pero sin gestión, sin
intermediarios celestiales, sin incienso, sin dogma mediante. Resucitarlos sin metáfora.
Ahora y no después. Resucitar aquí.
Entiendo la resurrección como la más extrema de las utopías. Como la más recomendable.
Como la más imperiosa.
Por otra parte, muchas veces, sin darnos cuenta, hacemos resurrecciones.
–¿Por ejemplo?
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–Ahí tenemos a mano un libro del tan asesinado Federico García Lorca. Lo alzamos, lo
abrimos en cualquier página, empezamos a leerlo en voz alta… Estamos resucitando a García
Lorca. ¿Quién se animaría a negarlo? Ahí está, Federico, con su pulso latiendo. Y si lo
leemos en vos baja o en silencio también lo resucitamos. El silencio, sobre todo el silencio,
tiene pulso.
Pero atención: no sólo con poetas es la cosa. También podemos hacer resucitar a seres que no
escribieron ningún libro, ni pintaron nunca un cuadro, ni inventaron ninguna canción. A la
carga entonces: resucitemos, ya mismo, a quien nuestro corazón mande. ¿Qué cómo lo
haremos?
Así: ……………. ¡¡¡!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
No era tan difícil.
Corrupción
La corrupción tiene su costado plausible:
nada hay más ni mejor repartido.
El ser nacional
Dios no es argentino, lamentablemente y por suerte.
Resulta que antes de ayer se le cayó el documento, y ahí nos enteramos.
¿Y ahora?
Joder, tendremos que aprender el más difícil de los corajes: la humildad.
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fondo nos estábamos desfondando. Tocamos abismo.
( Ma´sí, el cosmos puede prescindir de vos y hasta del planeta, mierdita de país.)
Posibilidad de lo imposible
Si los argentinos hemos sido capaces de lo imposible,
destruir a la Argentina,
¿cómo no vamos a ser capaces de lo imposible:
hacer que nazca de una vez?
(Sepan disculpar la esperanza.)
La censura, la distracción
Sí, ya sabemos que la censura es una mierda sin siquiera olor. Y que no se justifica ni aun
alzando aquel concepto de don Borges, según el cual las prohibiciones desafían y agudizan la
imaginación para darle otra vuelta de tuerca al lenguaje.
Pero hay una devastadora censura de la que no se habla, aparte de la autocensura por razones
de sobrevivencia… Y es la de la distracción. A ver si me explico: los autodenominados
periodistas, intelectuales, escritores, artistas… de los cinco sentidos, ¿cuántos usamos? Y
entre los sentidos que usamos, ¿en qué proporción los desplegamos?
Dicho de otro modo menos cordial: ¿Hasta qué punto estamos despiertos? Estar despiertos,
en el pleno uso de los cinco sentidos es por lo menos imprescindible. Si no lo estamos
incurrimos en sordera, en inodorez, en ceguera, en insipidez, en desmayo de piel. Este uso
tan limitado de los cinco sentidos nos distrae, nos distrae del entorno, de la esencia de los
acontecimientos; nos distrae de la realidad explícita y de la realidad subterránea.
Y a este punto quería llegar: la distracción es hermana de la indiferencia. Y la indiferencia es
la forma más fácil y menos riesgosa de la complicidad.
A esta altura de la reflexión podríamos decir, sin exagerar, que la distracción es peor que la
censura.
Lo obvio ya no es obvio
Cuando la comunidad de un país hace de la decadencia una forma de vida y de la
desesperanza una comodidad, cuando la expectativa es reemplazada por la histeria, cuando
soñar es cosa de ingenuos, cuando la reconciliación se utiliza como coartada para la
desmemoria, cuando la desmemoria convalida los crímenes, cuando los mea culpa se
convierten en un recurso tan frecuentado como la aspirina, cuando el diluvio ya no es de agua
sino del extendido caldo de la indiferencia y/o banalidad... cuando todo eso sucede, nosotros,
los habitantes de esta aglomeración invertebrada ya no sabemos dónde estamos parados. Ya
ni sabemos que no sabemos. Entonces, necesariamente hay que transitar y nombrar lo obvio,
lo que se cae por maduro, lo que está más acá de nuestras narices. Tan extraviados, tan
insolados por la confusión estamos, que el relevamiento de lo obvio empieza a resultar el
relevamiento de lo primordial.
Aquí estamos, con la ilusión de que somos dueños del mapa por gracia recibido. Rebasados
de historia no digerida, masticamos el pan de la confusión. Expertos en nosotros,
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encantadísimos de ser los más inexplicables, ya que por fin no los mejores del mundo, aquí,
así estamos.
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Antes que enemistarnos y descalificar al espejo, mejor sería que tomáramos nota de lo que
nos pone en evidencia, a saber: nuestra muy cultivada intolerancia, nuestro muy cultivado
exitismo y derrotismo, nuestra muy cultivada sed de sangre del insoportable diferente,
nuestro muy cultivado nacional-pedantismo, nuestra muy cultivada propensión a confundir
coraje con impunidad, nuestra muy cultivada tendencia a degenerar el genuino amor por lo
propio en carnicero amor propio, nuestra muy cultivada asociación ilícita con la religión y/o
superstición para violentar sobornando el juego limpio, el curso natural del vivir.
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tipo de violencia, mucho más que peligrosa porque no se ve.
La religión que degenera en superstición, o la superstición camuflada de religión, es una
forma de violencia que irriga nuestra cotidianeidad. Violencia sorda, subterránea, en la que el
fútbol abreva. Actividades que el fútbol no genera, sino que el fútbol evidencia.
Pero, ¿por qué la superstición es violencia? Porque significa un intento de forzar, de
manipular la realidad. Mediante el ejercicio de la superstición, las naturales reglas del juego,
intentan ser violadas a favor de quien las practica.
En el caso concreto del fútbol, las supersticiones, las cábalas, solicitan una ayuda extra, una
ayuda solapada, bajo cuerda, al más allá, para influir sobre el más acá. El ejercicio de la
superstición también supone una verdadera asociación ilícita para conseguir el éxito sin que
el adversario-enemigo se entere.
Estamos hablando de coima. De coima celestial.
Se pone en funcionamiento un trámite espurio para conseguir una ventaja extra, una invisible
ayuda adicional que viene del más allá para beneficio del gestor. Con la superstición el gestor
hace un guiño, pide una excepción, supone que tendrá desde los altos cielos un trato
preferencial. Trampea. Y toda trampa es violencia.
Coima celestial
Esta ayuda, digamos espiritual, es equivalente al impulso, a la energía adicional que ciertos
procedimientos –doping, pichicata– suelen proporcionar en el terreno físico. Es así: el
jugador que se estimula tomando algo especial antes del partido juega, ocasionalmente, con
ventaja. Trata, con el doping, con la pichicata, de corromper el equilibro natural. Violenta las
reglas del juego. El jugador o el equipo que se estimulan creyendo que serán celestialmente
ayudados, también con ventaja creen jugar. Redondamente: el doping muscular por un lado y
el doping espiritual por el otro. Sí, las cosas por su nombre: coima celestial.
Esta forma de violencia sin sangre a la vista sucede con tal frecuencia que ha entrado en el
reino de la normalidad. Nada más impune que la normalidad. La coima celestial es un hábito
cultural. Quienes desde el clero favorecen esta degeneración de la fe, ingresan sin más en la
categoría de traficantes de drogas. Para esto no hay por el momento legislación que enjuicie y
castigue, así en la tierra como en el cielo. Rige el así sea. Es decir: amén.
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humano, que se niega a una entrevista, tiene una cerradura. Y vuelta: no hay cerradura que no
tenga su llave.
–Esto que usted explica, ¿lo puede traducir en un ejemplo?
–Entre varias imposibles, elijo mi entrevista a Woody Allen. La hice para una remota revista
femenina. Todo se originó en una propuesta mía en broma. Había que tirar ideas para el
próximo número. Me apretaron. Dije: “Entrevista a Woody Allen”. Caramba, me tomaron la
palabra y ordenaron conseguirlo vía telefónica. Cuando fui con el pedido ante la encargada
de prensa de la distribuidora de las películas de Woody en Buenos Aires, casi estalla en un
infarto por reprimir la risa. Crujiendo risa disimulada me dijo que le trajera una solicitud
formal para enviarla a Estados Unidos; debía explicar el perfil de los lectores de la revista y
quién haría la nota. Entonces escribí una carta. Woody Allen concedió la entrevista telefónica
de más de una hora, tres días después, el 14 de 0ctubre de 1990. Y la carta fue la siguiente:
“Me llamo Rodolfo Braceli. Aprendí a respirar hace casi 50 años. Tengo entendido que sé
leer y escribir. Me gustan las películas de Bergman y Wajda y Resnais y Fellini y, usted no va
a creerme, las suyas… Bajito de estatura, podríamos decir que soy un enano bastante alto.
Tengo pies planos, para desgracia de las hormigas. He perdido casi todo el pelo; y no lo
encuentro. Soy miope, y más bien narigón. Sin mis anteojos, mi vida no tiene sentido… Soy
un desguarnecido, un auténtico desgraciado, las mujeres que se acercan a mí se transforman
en mis madres. Yo soy, entonces, un bebé de pechoS, y muy hambriento. Si hay una baldosa
floja en la vereda es seguro que la piso. Si hay una evacuación canina también la piso, con
exactitud. Mi timidez es colosal; aunque no sé si lo mío es timidez o es alergia.
Probablemente sea alergia, porque que cuando encuentro con gente alegre y feliz empiezo a
estornudar como loco. Con Dios tengo mi rollo: a veces lo escribo con minúscula, a veces
con mayúscula, a veces con acento. Creo en Dios cuando duermo y me vuelvo ateo cuando
despierto. Siempre duermo con la luz prendida. Y mi magro sueldo se me va en pagar la
cuenta de la electricidad. Creo que la razón fundamental de los grandes fracasos es el mal
aliento. ¿Le dije Woody que soy un desgraciado? Me quedé corto: nunca gané en nada,
nunca. Una vez corrí una carrera de cien metros yo solo: salí tercero segundo. Me ganó mi
sombra, porque tenía el sol atrás. Soy un extraordinario perdedor. Un fracasado nato. Escribo
poesías en los días impares pero tengo la amabilidad y la decencia de quemarlas en los días
pares. Algo más: una vez tuve una idea... tuve una idea ¡y perdí el conocimiento! Pese a mis
abundantes imperfecciones y carencias, señor Woody Allen, yo quisiera hacerle una
entrevista.”
La tentación
Vengo, por parte de padre y madre, de Adán y Eva. Y eso se nota: una de mis especialidades
en este suceder es caer en la tentación. Tentación, sinónimo de curiosidad. Curiosidad,
sinónimo de respiración. Respiración, sinónimo de pulso. Pulso, sinónimo de vida. Vida,
sinónimo de tentación. Y así sucesivamente sigue sucediéndome el absurdo y prodigioso
suceder.
Durar, durar
En realidad el pecado no existe. Pero, si hay que nombrar uno, pecado es enfriarse, pecado es
durar. Dejarse durar.
Para verificar si una persona está viva o ha dejado de eso, no hace falta tomarle el pulso ni
ponerle un espejito para ver si lo alienta. Si la persona se limita a durar, viva no está.
Esos, que ya están muertos, no necesitan morirse. Allá ellos. No nos ensañemos con los que
viven durando, no seamos impiadosos.
149
Por lo demás, reconozcamos que vivir es una ilusión demasiado comprometedora.
Estar o ser
Podríamos decir, con reflexionada esperanza, que estamos subdesarrollados. Pero eso no
significa fatalmente que seamos subdesarrollados. Claro, pero si insistimos lo vamos a
conseguir.
150
Escribió Susana Sontag: Se nos ha enseñado a olvidar perfectamente. Y ésa es la base de
nuestro optimismo. Basta mirar hacia atrás y a los costados para advertir la lucidez de tales
palabras. Pero este concepto, que es tan desgraciadamente cierto, se desactiva por completo a
propósito de las madres. Las madres pueden ser optimistas porque no olvidan. Porque no nos
dejan olvidar. Ellas, las madres abuelas, nos inventaron el optimismo de la memoria.
La siesta y la ética
–¿Cómo fue su llegada a Buenos Aires?
–Fue viniendo de Mendoza, a mis 30 años, en 1970, en la revista Gente que por entonces
enarbolaba un tiraje de hasta 400 mil ejemplares. A las dos semanas era uno de los cuatro
redactores especiales, ganaba un sueldo con el que podía mantener cinco familias. Digamos
que el éxito me había estallado en la mollera.
–En una revista tan acomodada a los gobernantes de turno y tan inclinada a la frivolidad,
¿cómo se las arregló?
–Justamente esto era lo apasionante. Dar sermones en la iglesia es fácil; meterse a decir lo
mismo en un medio en el que prevalecía lo frívolo y el acomodo a los gobiernos de turno, se
volvía muy difícil pero no imposible. Ése fue mi desafío personal. Pero lo más difícil de todo
resultó sobreponerme, vadear los vértigos del éxito.
–¿Cómo hizo para superar el mareo?
–Por empezar me las arreglé para seguir durmiendo la siesta. La siesta sirve entre cosas para
bajarnos del caballo, para avisarnos que el caballo al que estamos subidos es de cartón
pintado, de calesita. Y la calesita gira sólo un ratito; el que gira es el mundo. (Y vaya a saber
hasta cuándo…)
151
Ojo al piojo ocho: Despertar cada uno de los cinco sentidos. Mirar con el olfato, mirar con el
tacto, mirar con los oídos, mirar con la lengua, y tocaaar con la mirada.
Ojo al piojo nueve: Al salir de nuestra casa, cada día, no dejar olvidado el corazón. El
corazón es un músculo inteligente, sabio.
Ojo al piojo diez: La ética de la sintaxis no quita lo caliente.
Ojo al piojo once: Ya que estamos, escribamos en castellano. Qué cuesta.
Ojo al piojo doce: La ética es un insomnio que no sólo hay que exigirle a los políticos, y a los
demás.
Ojo al piojo trece: Cuidado con servir de mero partenaire. En la entrevista el periodista debe
ser algo más que un grabador sumiso.
Ojo al piojo catorce: En este preciso minuto y en cada uno de los minutos que vienen, en este
mundo hay gente no sabe ni sabrá leer. Y de tanta hambre, ni se caga de hambre. Algo hay
que tener en las tripas, para eso.
Ojo al piojo catorce: La chatura no es el nivel del mar y la mediocridad es más contagiosa
que el bostezo.
Ojo al piojo quince: En las entrevistas importan las opiniones de los entrevistados, pero antes
que eso importa la respiración. De ellos, y entonces de la entrevista.
Ojo al piojo dieciséis: Si no hay nada que decir, no lo digamos.
Ojo al piojo diecisiete: Usar calzoncillos bien holgados. En la garganta, sólo las amígdalas.
Ojo al piojo dieciocho: A las palabras se las lleva el viento. Sobre todo a las vacías.
Ojo al piojo diecinueve: Con lo que escribamos, al mundo no lo vamos a cambiar. Pero hay
que cambiar al mundo.
Ojo al piojo veinte: Andrés y Juana.
(Andrés y Juana se llamaban, se llaman mis padres. Me están mirando desde su candor.)
152
que tenemos las narices despiertas.
Algo más: las preguntas “inteligentes” se siembran en el silencio escuchador. Como el
humor, como la poesía, el silencio es otra llavecita que abre luminosas zonas impensadas.
Estoy proponiendo, para el reportaje, la poética de la adivinación. Por qué no.
No seamos impiadosos,
no imitemos a lo que se nombra Dios.
Pobre ser, el Hombre, tan soberbio, pero con nuca.
No lo juzguemos por nada.
Consideremos que los siglos de su historia
sólo han servido para dejarle
el cuerpo sin alma, es decir sin cuerpo.
No lo juzguemos por nada.
Seamos dioses para abrigarlo
ahora que es un hueso,
un hueso solo,
que no da sombra.
Un hueso sin sol
desolado.
No lo juzguemos por nada.
Depongamos la impiedad del dios inalcanzable.
Que no se nos olvide:
el Hombre es tan sólo el hombre,
un magro latido que piensa.
Seamos nosotros dioses, para cuidarlo.
¡Soplemos juntos!
¡Soplemos todos!
¡Soplemos
para que el cuerpo descarriado vuelva a su alma!
¡Soplemos
para que el alma descarriada vuelva a su cuerpo!
Seamos un buen viento que avecina lo desgajado
hasta que lo desgajado se aventoce.
Y el cuerpo se encuentre con el cuerpo
con el alma
¡como el varón con la hembra!
153
Esta entrada es pura nostalgia. Les dejo acá una entrevista que tuve el honor de realizarle al
gran escritor argentino Abelardo Castillo, en su residencia de Hipólito Irigoyen, donde vive
con la escritora Sylvia Iparaguirre.
Salió publicada en la revista chilena ''Cultura y Tendencias'', un proyecto por el que sigo
teniendo mucho cariño, que sigue con vida, y que es dirigido por mi amigazo Claudio Pereda.
Si mal no recuerdo la hice en el 2004, durante una estadía en Buenos Aires, en la que también
tuve la oportunidad de entrevistar a los escritores Juan Sasturain y Juan Martini.
La entrevista a Castillo me la consiguió otro escritor, Vicente Battista, un buen amigo del
que, lamentablemente, hace tiempo no sé nada. Llegué a la casa de Castillo con algo de
temor, teniendo demasiado presente que me enfrentaba a un tipo del que algunos hablaban
horrores, como si hubiera sido la reencarnación argentina de Jekyll y Mr. Jyde.
“Recomiendo que se sientan escritores lo más pronto posible y que acepten la literatura como
destino”
154
Considerado uno de los mejores escritores vivos de Argentina, Castillo posee una
metodología de trabajo muy anhelada por los narradores jóvenes, quienes año a año forman
parte del ritual creativo y literario que organiza en su propio hogar. CyT conversó en la
propia casa del autor de la novela de culto “El que tiene sed’’, para saber más detalles en
torno a los consejos que entrega a sus alumnos.
Calle Hipólito Irigoyen, en la ciudad capital trasandina. Una casa de dos pisos, con la
columna vertebral de mármol, por la que desciende Abelardo Castillo, ese ogro escritor del
que todos cuentan historias de temer. Tiene los ojos achinados, un bigote a lo Fu Man Chu.
Invita a sentarse y luego de estar frente a frente, su mirada insiste en caminar por el piso de
parquet, incapaz de detenerse con decisión sobre los ojos de su interlocutor.
Los devaneos de la mirada hacen recordar su propia reflexión, aparecida en “Ser escritor’’
(Perfil Libros, 1997): “El único lugar donde se comunica un hombre que escribe es en sus
libros y son sus personajes quienes hablan por él. Los escritores, en general, son grandes
tímidos. Tal vez porque saben que los sentimientos más profundos sólo pueden manifestarse
con palabras triviales’’.
Aunque aún no entra en confianza, se siente que los excesos de este “gigante egoísta” no
dejarán verse en la tarde que sirve de entorno para el encuentro, cuando las nubes de Baires
ya son parte de la noche anterior, el aire refresca afuera y la escritora Sylvia Iparaguirre, su
esposa de blondos cabellos, aparece en escena, dejando claro que la salvación está en
encontrarse una tímida a la medida.
Abelardo Castillo (1935), nacido en San Pedro, provincia de Buenos Aires, escribe como
siempre: haciendo día la noche. Trabaja en una nueva novela que, como ha sido habitual en
su vida, lo dejará contento a medias: “Nadie escribió nunca un libro. Sólo se escriben
borradores. Un gran escritor es el que escribe el borrador más hermoso’’, comenta.
Y vaya que sus borradores lo han sido. Comenzando por “Las otras puertas’’ (Premio Casa de
las Américas, 1960), el libro de cuentos con el que se consagró con la crítica argentina, la que
por estos días lo califica entre los tres escritores vivos más descollantes, junto a Juan José
Saer (fallecido después de la aparición de esta entrevista) y Ricardo Piglia. De sus novelas,
dos se constituyen en esenciales: “El que tiene sed’’ (1985) y “Crónica de un iniciado’’
(1991), en la que su alter ego Esteban Espósito intenta canjear su vida por la literatura.
155
En ensayo cabe anotar su iluminador libro “Las palabras y los días’’, y en teatro las no
menores obras “Israfel’’ y “El otro Judas’’. Pero pese a todos los reconocimientos de la crítica
(Premio Municipal de Novela, Premio Internacional de Autores Contemporáneos, Premio
Konex de Platino y Nacional de Literatura, entre muchos otros), y de su gran legión de
lectores, Castillo sigue comentándole a su fiel pipa, con la que juega con sus peludas manos,
que él sólo es un aprendiz, que seguirá aborreciendo de los que se consideran profesionales
de la literatura.
Ese sello de humildad y de ética creadora es la primera lección con la que se encuentran los
nóveles escritores que deciden ingresar a la Escuela Castillo (del cual han salido creadores de
la talla de Juan Forn y Marcelo Caruso), una mesa que juega a crear el mundo hasta altas
horas de la noche, que discute y ríe como si no hubiera más certezas de que una historia
puede salvar al mundo. Porque como lo dice el mismo literato, “un escritor es, tal vez, un
hombre que establece su lugar en la utopía’’.
Los que llegan a su taller son jóvenes. Lo más probable es que sean
autocomplacientes con sus primeros trabajos. ¿Cómo maneja la decepción?
- Prefiero a los que no han pasado por otros talleres. Y si han estado, les digo de inmediato
que se olviden de lo que vieron. Hay que partir de cero. Porque de lo contrario, se crea una
discusión que es abstracta. Si tú tienes un taller y vos le dijiste que tal cuento es malo, y yo
digo después que es bueno, ya no se discutirá más del cuento, sino que los que comienzan a
discutir somos vos y yo. Luego, lo primero que les doy a leer son “Las cartas a un joven
poeta’’, donde Rilke dice “no le preguntes más a nadie cómo son tus textos”. Y donde
aparece esa frase que fue fundamental para mí en la preadolescencia: “En la hora más
profunda de su noche, pregúntese si debe escribir. Si la respuesta es sí, entonces siga
adelante’’.
156
alguien le gusta la arquitectura, que comente las descripciones de la Casa Usher, de Poe. Al
mismo tiempo, que logren saber por qué Balzac describía a sus personajes del modo en que
lo hacía. Porque quería representar una clase, una cultura; una cantidad de cosas que hoy no
significan nada. Los pobres y ricos se visten igual, por ejemplo. Por lo tanto, hoy hay es más
útil describir la posición de un pie, como se tira el pelo hacia atrás, etcétera.
¿Mantiene el equilibrio entre las mujeres y hombres que conforman su taller? Lo pregunto
debido al antiguo tema de la defensa de la literatura femenina.
- Me da lo mismo. Es cierto que las mujeres repararán en cosas que los hombres no, pero uno
debería leer un texto sin sexo. La literatura es buena o mala. El húngaro, redescubierto,
Sandor Maray, escribió “La herencia de Esther’’, que está narrada por una mujer. Si tú no
sabes que la escribió un hombre, pensarías perfectamente que la escribió una mujer. Vale
decir, que la literatura no tiene sexo. Si no, no existiría el teatro.
Se le conoce más como cuentista que como novelista, dramaturgo o ensayista. ¿Es necesario
que los que vienen a su taller tengan claro a qué género abocarán todos sus esfuerzos?
- Así como no creo en el sexo de la literatura, como tampoco en lo moral o inmoral de un
texto, no creo demasiado en los géneros, en cuanto al proyecto esencial de un escritor.
Escribo lo que puedo y no lo que quiero. Porque hay historias, temas, que nacen con la forma
ya puesta. Se te ocurre una historia y es un cuento; muy difícilmente sería una novela. O
determinada situación y sientes que es un poema. Es cierto que hay escritores de género,
como Neruda, quien prácticamente no sabía escribir en prosa, pero hay otros que se pasean
por diversos géneros con cierta calidad. Sin embargo, en el taller paso lo que es un cuento,
pero después les digo que lo olviden.
¿Cómo controla el ego de estos jóvenes? A su juicio, ¿cuándo deben considerarse escritores?
- Les recomiendo que se sientan escritores lo más pronto posible. Vale decir, que acepten que
son escritores sin caer en la locura. Porque una cosa es creerse escritor y otra un gran escritor.
Lo importante es que acepten la literatura como destino. Sin embargo, te diría que luego de
las conversaciones que tengo con ellos, antes del taller, es normal encontrar que el noventa
por ciento ya se considera escritor.
157
me autocalifico como escritor, simplemente soy un hombre que, además, escribo. Es decir,
vivo, tengo problemas, pago cuentas, me interesa la política. Nunca me pondré el giro
escritor profesional. Detesto esa definición. Creo que un abogado es un profesional, un
farmacéutico o un médico. Pero un escritor siempre será un amateur.
Sin embargo, hay autores que recomiendan la distancia afectiva con los hechos que se
quieren narrar. Dejar pasar un tiempo. ¿La autorreferencia de los jóvenes no contradice ese
consejo?
- Casi todos los escritores lo han dicho. Pero eso no quiere decir que no uses tu vida. Yo he
escrito unos sesenta cuentos publicados y muy pocos son autoreferenciales. Sin embargo,
tengo una novela, “El que tiene sed’’, que parece muy autobiográfica, porque yo fui
alcohólico y técnicamente lo sigo siendo, aunque no beba. Para mí el yo es un punto de vista
que te permite mentir mucho más. Porque cuando el autor dice yo, provoca de inmediato que
el lector crea que esa experiencia le pasó al autor. Te diría que el famoso “yo” de Henry
Miller es setenta por ciento invención pura. Si Miller hubiera vivido como dice en sus libros
que vivió, no habría tenido tiempo para escribir. Se lo habría pasado en la cama. Pero por otra
158
parte, creo que toda la literatura es autobiográfica. Porque es tu autobiografía espiritual o
real. En la literatura de Borges, que parece tan distanciada de su vida, está él de punta a
punta. Hablar con Borges o leer ciertos cuentos suyos es la misma cosa.
Para finalizar, me gustaría saber si luego de estar unido bastantes años con Sylvia
Iparaguirre, ¿considera que unirse con un par es la manera más segura del amor para un
escritor?
- No sé si la más segura. Pero da la impresión de ser bastante perdurable. Los escritores
tienen tendencia a durar bastante y, en algunos casos, a llevarse muy bien. Esa unión nos
permite hablar tu propio tema. De ahí que también tus principales amigos sean escritores,
aunque para mí ellos son esencialmente mis amigos y luego escritores.
(RECUADRO)
El falso realismo
Actualmente se está hablando mucho de los autores para escritores, como se decía de
Faulkner, Onetti. ¿Qué opinión tiene de ese resurgimiento?
- Creo que la literatura puede ser muy “culturosa”. Pero a mí no me interesa escribir para
159
escritores, ni para profesores. Menos para profesores. Sí para la gente. Para mí la literatura
debe contarme historias. No creo en la literatura que habla de literatura.
Esto de que la literatura hable de sí misma, ¿no pasará por creer que el escritor es más
importante que ser carnicero o taxista?
- Es probable. Lamentablemente, un libro para muchos escritores no es una cosa sustantiva,
que pertenece al ser. Sino que es un adjetivo. Dicen: “Escribí una novela y soy novelista’’.
Como si dijeran soy libro, soy alto, soy sincero.
Ante la salida de sus cuentos completos, el escritor revisa la tradición y el estado del género
hoy. Dice que Cortázar y Borges eran, sobre todo, cuentistas.
Hay humo esta noche en el balcón de Abelardo Castillo. El escritor se asoma entre las
brumas y admite que son humos sampedrinos, de la ciudad de su infancia. Con olor a pasto
quemado con reminiscencias juveniles de fondo, entonces, Castillo conversa sobre la
publicación de su obra cuentística titulada Cuentos completos. Los mundos reales, que acaba
de editar Alfaguara.
Castillo ha revisado esos cuentos, agregó nuevos y se sorprendió al leerse joven y distinto.
"Está bastante bien", dice y sonríe sincero.
De modo que ahora se sienta a hablar del cuento y del mapa literario que lo contiene.
-¿Qué virtudes, o defectos tal vez, le encuentra al cuento en relación con los otros géneros
literarios?
-Hay un mundo que el cuento puede contar con mucha más facilidad que la novela. Por
ejemplo, Dostoievsky se preguntó cómo se hace para contar a la gente sencilla, simple,
normal. Y yo creo que se lo preguntó porque era novelista. En una novela, la gente sencilla
prácticamente no existe.
-No es que no se la pueda contar, como quería Dostoievsky, pero en el cuento se toma un
sector recortado de la realidad. Y ahí sí se puede hallar al personaje simple.
-¿Se puede hablar del cuento argentino como una entidad reconocible?
-Sí. Yo creo que no sólo se puede, sino que se debe. La literatura argentina arranca con un
cuento: El matadero, de Esteban Echeverría. Y si leés con atención Facundo, de Sarmiento, te
das cuenta de que varios de los mejores momentos son narraciones cuentísticas. No ha
habido escritores argentinos importantes que no hayan sido cuentistas. Leopoldo Lugones,
160
como prosista, es autor de un libro de cuentos memorable como Las fuerzas extrañas. Es el
fundador de una corriente del cuento nacional previa a la obra de Horacio Quiroga. Quiroga
es esencialmente un cuentista. ¿Pero Cortázar qué es? ¿Y Borges? Toda obra de ficción de
Borges está basada en el cuento. A menos que aceptes que era sólo poeta.
-Alguna vez usted dijo que escribir es una fatalidad... ¿Hoy lo sigue sosteniendo?
-En algún sentido, sí. En la medida en que cuando sentís por primera vez la necesidad de
escribir, lo sentís como algo irrevocable. Para algunos, escribir puede ser un hobby. Es decir,
cada vez que uno hace una afirmación general acerca de literatura o de lo que sea, en realidad
está hablando de sí mismo. Para mí, dibujar o pintar puede ser un hobby, un entretenimiento;
para Carlos Alonso, una fatalidad, una elección.
-¿Sí?
-Es el mismo debate que sucedía cuando yo era chico y que cuando tenía veinte años.
Cuando empecé a escribir, la narración también estaba en crisis. La muerte del teatro, del
personaje, la imposibilidad de narrar, todo eso viene recorriendo la historia de la literatura
desde el siglo XIX.
-Cuántas veces se dijo: "Ya no se puede escribir como Balzac". Y no, no se puede escribir
como Balzac, por la sencilla razón de que Balzac ya existió. Y escribir a la manera de Balzac
no tendría ningún sentido. Lo que pasa es que no se puede ser Balzac. Creer que hay una
forma "novela" y que la agota un grupo de escritores es una ingenuidad. Me parece que de
esto ya venían discutiendo Hesíodo y Homero y debían decir también que la poesía estaba en
crisis.
-¿Nota en los narradores de hoy una actitud parricida contra escritores como usted?
-Es probable, pero suelo enterarme muy tardíamente de esas cosas. De todas maneras, esa
palabra, "parricida", es la que se le atribuyó a la generación de David Viñas y del grupo
Contorno, que es anterior a la mía. Ellos fueron los primeros "parricidas" para la crítica
literaria. Estamos repitiendo una cosa que ya apareció en la literatura argentina hace
cincuenta años. Todas las generaciones están en disputa con las anteriores y en deuda con
ellas. Cuando uno quiere estar únicamente en polémica con la generación anterior en general
no es un buen escritor: es alguien que quiere ser notorio. Si querés ser realmente llamativo,
no hay necesidad de escribir: salí desnudo a la calle y se terminó; eso es un rasgo de rareza
que comentarán todos.
161
?Yo todavía tiendo a creer que la literatura puede servir para algo?Su más reciente libro es un
apasionante y relajado recorrido por las letras de Argentina y el mundo, evocaciones de
charlas con escritores, rescates de plumas olvidadas, un imperdible relato de su primer taller
literario y más de un momento filoso. Pero Castillo no pretende agitar las aguas suscitando
polémicas y remarca que ?me molesta el circo intelectual, no me interesa intervenir en foros
y en discusiones absurdas?.
Castillo acaba de publicar Ser escritor (Seix Barral), un libro que reúne textos breves,
fragmentos de ensayos, notas y artículos sobre el oficio de escribir, reflexiones sobre ética
literaria y política, sobre la crítica y los críticos, evocaciones de sus encuentros con Nicolás
Guillén, Leopoldo Marechal, Julio Cortázar y Jorge Luis Borges, y rescates de autores
olvidadísimos, como Benito Lynch con su novela El inglés de los güesos, Arturo Cancela y
su ?extraordinario y desopilante? Historia funambulesca del profesor Landormy (?sin
Cancela, Bioy Casares y Cortázar serían un poco más difíciles de explicar?), ?la prosa
lacónica y espléndida? de Rafael Barret; Eduardo Wilde, el autor de ?Tini? (no haberlo leído
en la adolescencia siendo argentino, asegura Castillo, ?es una especie de grave defecto
162
moral?) y Bernardo Kordon, que ?forma parte de un numeroso capítulo no escrito sobre la
ingratitud literaria nacional?, entre otros.
Al igual que Paul Válery, Castillo considera que ?corregir es una empresa espiritual de
rectificación de uno mismo?, y recuerda que Borges, una noche de 1983, le contó que
detestaba ?Hombre de la esquina rosada? porque en ese cuento había escrito la palabra ?
cuchillón?. Aunque afirma que no cree en los géneros literarios, señala que el cuento ?es una
forma estética nada casual?, sospecha que ?no cualquier escritor es cuentista?, y revela una
de sus convicciones: ?un buen cuento es una historia contada de la única manera posible?. El
nuevo libro de Castillo se deja devorar con fruición. El escritor, a pesar de que se toma en
serio la literatura, se mofa de la altanería de ese adolescente de diecisiete años que creía que
había escrito un cuento extraordinario (ver ?Textual?). ?El argentino no se ríe de contento, se
ríe por instinto de conservación. Si dejara de tomarse la realidad en broma sería un perfecto
amargado, cosa que suele pasarle en cuanto se descuida un poco?, observa en El humor de
los argentinos.
?¿Por qué siente que no tiene tantas certezas respecto de la literatura como cuando era
adolescente?
163
escribía teatro en mi vida.
?Es absolutamente necesaria y tiendo a promoverla. Lo que les recomiendo a los escritores
muy jóvenes es que escriban, no importa si ya escribió Shakespeare, porque si no no te sentás
a escribir una obra de teatro en tu vida. No importa que ya escribieron Cervantes, Tolstoi o
Dante. Cada libro que estás escribiendo es la primera vez que sucede en el mundo. Esto,
cuando sos muy joven, lo podés sentir con naturalidad, pero cuando sos mayor,
probablemente aparezca el peso de la literatura.
?Usted dice que desconfía de los escritores que no empezaron haciendo versos, que la poesía
es un modo de vivir, de percibir el mundo. ¿Le hubiera gustado ser poeta?
?Secretamente escribo versos, tengo un libro de poemas que alguna vez se publicará, La
fiesta secreta, que justamente se llama así porque para mí escribir poemas es una fiesta
personal. No asumo la poesía del mismo modo que la prosa, no es tanto una tarea de
comunicación, como cuando escribo un cuento, un drama o una novela, sino que es la pura
expresión, es el acto personal y egoísta de escribir. Sin duda, debe haber algún poema que se
comunique con los demás, pero no es mi intención. Escribí muchísimos poemas en la
adolescencia, un día los quemé todos, dejé tres o cuatro y cada tanto voy agregando nuevos.
Siempre me propongo escribir poemas, pero tiendo a eliminarlos y dejar sólo aquellos que
siento que me representan. Por supuesto que no me siento poeta en el sentido tradicional o
eminente de la palabra, pero para mí la poesía no es una forma de escribir sino un modo de
ver la realidad, un modo de estar en el mundo. Y en ese sentido creo que un prosista
necesariamente tiene que contener a un poeta. Es lo que decía por otra parte Aristóteles,
citado frecuentemente por Marechal, que todos los géneros son géneros de la poesía, y como
también digo en Ser escritor, Ray Bradbury les aconseja a los prosistas leer un poema antes
de sentarse a escribir un cuento o una novela.
?¿Este consejo estará relacionado con el nivel de condensación que tiene la poesía?
?No sé por qué, pero creo que la poesía te instala en una zona de la palabra que no es
meramente la indicativa sino en una zona un poco más mágica, que se advierte mucho en los
propios cuentos de Bradbury, cuando la palabra no es sólo aquello que significa sino aquello
que significa más aquello que sonoramente te mueve por alguna razón. Hay palabras que
164
tienen color, forma, peso; leyendo un poema te instalás tal vez en esa zona de la literatura que
pertenece también a la prosa de ficción.
?A propósito del título del libro, ¿qué significaba ser escritor en los sesenta y qué significa
ahora?
?Quizá los jóvenes tengan una mirada más escéptica respecto de la política...
?Creo que les tocó un mundo que es demasiado distinto al que nos tocó en los ?60. Cuando
en los ?60 vos te sentabas a escribir, lo hacías en un contexto donde estaba la Revolución
Cubana y el despertar de los pueblos del Africa. Las palabras despertar o nacimiento eran las
más comunes. Al mismo tiempo, las crisis eran realmente dramáticas, como en el ?62,
cuando estuvimos a punto de quedar inmersos en una guerra nuclear entre los Estados Unidos
y la Unión Soviética por la cuestión de los misiles. Tenías de pronto la idea de la muerte en la
puerta de tu casa. Pero eso también te daba la certidumbre de que había que hacer algo.
Entonces escribir un libro, irse a la cama con una mujer, ir al cine, eran una cuestión de ?
hagámoslo ya?. Hoy también los jóvenes tienen la idea del carpe diem, pero por
desesperanza. Porque lo que cambió, y eso lo veo en el lenguaje, es la situación del hombre
en el mundo. Hoy se habla y se sigue hablando de la muerte de las ideologías, del fin de la
historia, del fin de las ilusiones, es como si hubieran fracasado los grandes pensamientos
religiosos, filosóficos e ideológicos y no se supiera qué hacer. Vivimos en un mundo donde
165
parece que lo negativo fuera lo esencial, muy distinto al mundo aquel de los ?60 donde la
palabra esperanza, nacer, vida, revolución, cambio, era el plato literario y espiritual de cada
día. Con esto no quiero decir que los jóvenes sean escépticos, sino que creo que tienen
muchas más razones que nosotros para ser escépticos. Y en algún sentido tal vez la
responsabilidad sea de mi generación porque a fin de cuentas éste es el mundo que les
dejamos.
?En un momento del libro, recuerda su primera y única experiencia en un taller literario,
cuando ese viejo y misterioso profesor de San Pedro le dijo que ?antes de tener estilo, hay
que aprender a escribir?.
?Fue la lección más dura, pero más eficaz que recibí. Me domesticó el ego, yo creía que
había escrito una cosa extraordinaria, pero además no podía concebir que se cometieran
tantos errores en una sola frase (risas).
?Después de tantos años de dar talleres literarios, ¿qué balance hace? ¿Son ámbitos de
formación de escritores?
?A todos los que vienen a mis talleres suelo decirles lo mismo: ?Miren que los talleres
literarios no sirven para nada?. Le sirven únicamente a aquel que va a ser escritor, vaya o no
a un taller literario. Los talleres son útiles para que se encuentre un grupo más o menos de la
misma generación; para que discutan, se critiquen y se lean, se intercambien libros y hagan lo
mismo que hacíamos de alguna manera en las revistas literarias del ?60. La única diferencia
que hay entre las revistas literarias y un taller literario es que en las revistas literarias los
textos, fueran cuentos o poemas, que nos parecían buenos se publicaban. Un escritor puede
llegar a ser un escritor sin necesidad de un taller literario. El mejor taller literario de un
escritor es su propia biblioteca y sus propios textos sobre los que tiene que trabajar. A los que
asisten a mis talleres los juzgo como pares, no me interesa que tengan veinte o treinta años y
yo setenta. Si no siento que son mis pares, al punto de que pueda poner en discusión un texto
mío, no hay posibilidades de que pueda dar un taller.
?A partir de los ?60, empecé a pagar mis deudas con mi propia biblioteca. Nunca fui un
devoto lector de autores contemporáneos, como decía el doctor Johnson, al que solía citar
Borges, porque nadie quiere deberles nada a sus contemporáneos. Y a eso le agregaría que
166
nadie quiere ni siquiera que sus contemporáneos existan. A mí me vinculan con el mundo mis
alumnos más jóvenes o Sylvia, que como es una generación detrás de la mía, tiene una
literatura más reciente que me obliga a leer ciertas cosas que por principio no leería, no
porque las rechace sino porque las desconozco. Siento que tengo todavía deudas muy grandes
con mi propia biblioteca. Además de estar leyendo a Akutagawa, que no es ningún
jovenzuelo, y a Kawabata, al mismo tiempo estoy leyendo la trilogía dramática Orestíada
para compararla con otras formas literarias, que me llevó luego a leer a Sófocles y a
Eurípides.
?A veces sí, como a Pablo Ramos, Alan Pauls, Romina Doval y Samanta Schweblin, pero no
tengo una información total sobre el asunto, ni quiero tenerla ni tengo tiempo para tenerla.
?Si mis contemporáneos me aseguran que son excelentes, los leo. No es que los rechazo por
principio, sino que los selecciono mucho más. No se olvide que a los 72 años prefiero pagarle
a mi espíritu las deudas que tengo con aquellos libros que no he leído.
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No hay banda »
167
Pasada la medianoche atiende un contestador automático, sin embargo del otro lado Abelardo
Castillo trabaja como reconocido noctámbulo. “Usted empiece a hablar igual”, advierte
Silvia Iparraguirre su mujer, días antes de concretar la charla. En efecto, listo para disparar,
Abelardo responde.
Habla de sus comienzos, hace referencia a Kafka, Sartre, y cuenta una anécdota imperdible
sobre Pío Baroja. Es uno de los escritores vivos más importantes del país. Recibió el Premio
Internacional de Autores Contemporáneos de la UNESCO en París, el Premio Casa de las
Américas de Cuba, Municipal de Novela, Nacional Esteban Echeverría y un Konex de
Platino. Trabaja casi siempre durante la madrugada y aconseja a los inéditos poner la libido
en el acto de escribir.
Es la relación de alguien que asiste a un taller y yo, hasta que pasan un número de meses o
hasta de años y se transforma en una especie de relación de pares. No creo demasiado en la
relación discípulo-maestro, aunque he tenido innumerables maestros. En la relación personal
cuando trato con un escritor, aunque tenga veinte años, y estoy seguro que se toma la
literatura en serio, se transforma en una relación de pares.
¿Qué consejo le daría a los jóvenes escritores acerca de la ansiedad por publicar?
Les diría que posterguen esa ansia de publicar un libro y la ubiquen en la necesidad de
escribir. El escritor fundamentalmente lo que siente es necesidad de escribir, la necesidad de
publicar se da bastante más tarde cuando uno siente que puede comunicar. Cuando es mera
necesidad de publicar, muchas veces es pura vanidad y no tiene nada que ver con la literatura.
Basta ver los diarios de Kafka para darse cuenta que todo su poder literario lo había puesto
en la escritura y casi terminó desdeñando la publicación al punto que pidió que sus obras
fueran quemadas. No es el único caso donde se nota evidentemente lo que desde el punto de
168
vista psicoanalítico llamaríamos la libido, esta puesta en el acto creador y no en el acto de
publicación.
¿Cree que si alguien empieza a trabajar sobre un texto a sabiendas de que será publicado, le
quita rigor artístico?
Hay dos maneras de ver ese “saber que se va a publicar”. Uno puede tener la certidumbre
secreta de que su obra a la larga se va a publicar que es lo que siempre ocurre con las obras
que verdaderamente importan. Y también puede tener un contrato editorial; en este segundo
caso evidentemente no significa nada. La certidumbre interna, personal y a veces
intransmisible, eso sin duda está en el deseo secreto de todo escritor, aun cuando, citando
nuevamente a Kafka, decida quemarla. Pero cuando él decide que su obra no debe ser
publicada es porque no la considera publicable, porque él cree que era una obra frustrada;
afortunadamente Max Brod -que fue su albacea testamentario- no creyó lo mismo y para
felicidad de todos nos legó su obra.
Mandé a un concurso literario que para mí era muy importante, porque no tenía quién me
juzgara, porque yo había venido de San Pedro a Buenos Aires y mi obra no lo conocía
prácticamente nadie salvo mi novia y un amigo. La única manera de probarme a mí mismo
que yo tenia razón literaria cuando escribía, era ponerme a prueba con ese concurso, que para
mí era importantísimo, aunque no lo fuera. Los concursos son relativamente importantes, eso
uno lo aprende con el tiempo, pero el premio que gané finalmente con El otro Judas -la
primera obra de teatro que escribí- era la publicación y el montaje de la obra. Me pasó lo
mismo cuando se publicó el que diría objetivamente es mi primer libro Las otras puertas. Se
publica porque gana el premio “Casa de las Américas” en la Habana, Cuba.
En Ser escritor destaca el valor de los pueblos como generadores de personajes. ¿Se debe a
su pasado en San Pedro?
Tiene que ver con eso -aunque yo no nací en San Pedro- me crié y toda mi familia es de allí;
y con la experiencia dentro de la literatura argentina: los grandes escritores en su vasta
mayoría son hombres del interior. Al ser criado en un pueblo o en un lugar chico, puede ser
en un barrio muy particular o en una ciudad grande, pero muy acotada históricamente como
fue Buenos Aires al principio de siglo que era todavía una especie de gran aldea que fue el
lugar de nacimiento de Borges, esas especies de cornotopos (sic) te dan una mirada muy
particular. En un pueblo el loco es “el loco de pueblo”, es una entidad en sí mismo, el
comisario es “el comisario” yo diría platónico, la prostituta es la “mala mujer del pueblo” a la
que todo el mundo conoce, los personajes se arquetipan. En cambio en una ciudad vasta
como Buenos Aires o Rosario es mucho mas difícil encontrar esos personajes arquetípicos.
Para un escritor a veces es favorable haber nacido en un lugar pequeño y estar lejos de la
cosa multitudinaria y a veces mareante que es una metrópoli.
Un escritor encuentra material en todo, y no precisa encontrarlo con la mirada. Newton era
ciego, Borges era ciego y si no me equivoco José Mármol también. El escritor ve reflejados
personajes del exterior en su interioridad. Lo que encuentra un escritor es difícil de
169
generalizarlo y establecerlo como una especie de norma, porque es distinto en cada uno.
No es lo mismo un escritor de literatura fantástica como Poe, que un realista como John Dos
Pasos, que escribe Manhattan Tranfer o Paralelo 42 que son las visiones más completas que
se han dado de la gran metrópoli. Un escritor como un músico o un artista de cualquier
orden, nacen donde sea y se dan en cualquier lugar.
Daría la impresión de que me expreso con más comodidad en el cuento que en la novela. Sin
embargo las primeras obras conocidas mías son de teatro. No creo en los géneros literarios,
creo que un escritor escribe lo que puede. Donde me siento más cómodo probablemente sea
en el cuento breve, lo que no impide que escriba una novela como Crónica de un iniciado o
que haya escrito tres novelas. Los géneros no siempre son accesibles a un escritor, un gran
poeta puede ser nada más que poeta y eso le basta para cifrar el mundo, es el caso de Neruda.
Otros necesitan también la prosa y el ensayo, como el gran escritor Machado, un formidable
prosista que si uno no supiera que clase de poeta era se podría pensar que eran dos personas
distintas las que escribían los versos y la prosa. Se da el caso también de Poe y Borges, hay
otros que pueden escribir casi cualquier género, como el caso de Sartre. Hay otros que son
exclusivamente cuentistas como Mauppasant, uno de los grandes escritores que ha dado
Francia y el mundo entero. Me considero un escritor que escribe no lo que quiere sino lo que
puede.
Un escritor siempre está escribiendo, hace muchísimos años nos hicieron un reportaje a una
serie de escritores para una antología. El escritor mayor -en todo sentido- era Borges y el
menor –también probablemente en todo sentido- era yo; me preguntaron cuándo escribía. Yo
puse que escribía de noche, di una serie de explicaciones poéticas y hasta metafísicas para
justificar mi imposibilidad de dormir a la noche, y pregunte por curiosidad qué había
contestado Borges y él dijo: “siempre”. Y hacía como 20 años que no publicaba un cuento.
Si un escritor es realmente un escritor escribe hasta cuando no escribe. Hay una anécdota
famosa: alguien pasa por la casa de Pío Baroja y lo encuentra en la ventana con sus cuartillas
escribiendo a mano y le dice: “¿trabajando don Pío? -no descansando -responde”. Luego,
cuando vuelve a la tarde lo encuentra bajo un árbol y le dice: “¿descansando don Pío? –No,
trabajando.”
Lúcido y preciso en sus palabras; tiene 72 años pero su voz transmite la energía propia de los
grandes creadores. No se cansa de citar autores y termina la charla diciendo que las más
grandes novelas son: El Quijote de Cervantes, y Guerra y Paz de Tolstoi.
En plena época de posmodernidad, supongo que mencionar a Unamuno, a Sartre, insistir con
Poe o Kierkegaard, es quizá empecinarse en hablar para casi nadie, ante una especie de teatro
vacío…Hablo siempre de mí mismo, decía Unamuno, porque soy el hombre que tengo más a
mano
La palabra y los días
170
Publicada el 16/07/08. Archivada bajo 'Entrevistas, Gervasio Monchietti'. Pueden seguirse los
comen
Esteban Espósito es, en algún sentido, mi alter ego. Y digo en algún sentido porque ningún
personaje en un autor, es precisamente él mismo, es más o menos él mismo. Y yo he
descubierto que cuando se escribe en primera persona es cuando se puede inventar y mentir
más, porque la primera persona es muy atractiva para el lector y sobre todo, muy
convincente. Esa misma convicción que tiene sólo la primera persona es lo que nos permite
hacerle hacer a los personajes cosas que de ninguna manera pertenecen a nuestra realidad
En el caso de Esteban Espósito, mentiría si dijera que no es de algún modo mi alter ego.
Porque en El que tiene sed, por ejemplo, que es donde aparece por primera vez Esteban
Espósito (aunque apareció por primera vez como personaje de un cuento, que hoy es un
capítulo de El que tiene sed). El de El que tiene sed, es sin duda alguien bastante parecido a
mí, o bastante parecido al que yo era unos años antes de escribir ese libro y, de alguna
manera, me representa. Hablo del Esteban Espósito de El que tiene sed. El Esteban Espósito
de Crónica de un iniciado, disputa la cercanía con el autor con otros dos personajes: uno de
ellos es Santiago y otro es Bastián, al que Esteban Espósito detesta y odia en el mismo
momento en el que es bueno. Entre esos tres personajes, Esteban, Santiago y Bastián, se hace
una cosa más o menos cercana a lo que podría ser Abelardo Castillo. Sospecho yo. Sin duda
también me debo parecer al doctor Cantilo, a Verónica, a Graciela, y a todos los personajes
que aparecen en el libro.
- ¿Aún a los personajes femeninos?
Sí, por supuesto. Si un escritor no tiene algo de femenino no podría inventar un personaje
femenino. Es decir, no se podría inventar realmente una mujer si no pusiéramos en acción, en
el momento de escribirla, todo aquello femenino que hay en nosotros. En el momento de
escribir, un autor no tiene sexo; es un híbrido. Es tanto mujer como hombre; es tanto ángel
como demonio, para decirlo con otras palabras. Y también es un chico. De lo contrario, no
podríamos escribir con verosimilitud a un chico, o un anciano. Abarca un registro muy
grande. Pero, en lo sexual, yo diría que es una especie de hermafrodita. Cuando está
escribiendo el personaje de una mujer, en ese momento, es una mujer. En teatro eso se siente
mucho. ¿Quién era Shakespeare?, ¿era Ofelia o era Hamlet? ¿era Macbeth o Lady Macbeth?
171
172
Poder Judicial de la Nación
1
USO OFICIAL
//la ciudad de Córdoba, a los catorce días del mes de Noviembre del año dos mil ocho.
Y VISTOS:
Estos autos caratulados “ALSINA, Gustavo Adolfo; PEREZ, Miguel
Angel; D’ALOIA, Francisco Pablo; PAREDES, José Antonio; LUCERO, Alberto Luis;
GOMEZ, Miguel Angel; TISSERA, Juan Antonio; LUNA, Marcelo; MOLINA, Juan
Eduardo R.; PINO, Víctor; QUIROGA, Osvaldo César; LÓPEZ, Luis Alberto;
GOMEZ, Miguel Ángel; TORRES, Armando Luis; RODRÍGUEZ, Louis Alberto;
JABOUR, Yamil; ANTÓN, Herminio; RIVAS SARAVIA, Benjamín; MONES RUIZ,
Enrique Pedro; MELI, Vicente; PEREZ, Carlos Hibar; TAVIP, José Felipe; VAZQUEZ,
Luis Eduardo; ROCHA, Ricardo Cayetano; YANICELLI, Carlos Alfredo; FLORES,
Calixto Luis; MENÉNDEZ, Luciano Benjamín pss.aa. imposición de tormentos
agravados y homicidio calificado” Expte. 17.468, venidos a despacho a fin de resolver la
situación procesal de los siguientes imputados: Jorge Rafael Videla, D.N.I. 4.765.426,
argentino, nacido en la ciudad de Mercedes, Provincia de Buenos Aires, hijo de Rafael
Eugenio y de Marìa Olga Redondo, casado, domiciliado en Avda Cabildo 639 5º piso dpto
“A”, Capital Federal, de profesión ex oficial del Ejército Argentino; de Vicente Meli, L.E.
4.789.944, argentino, nacido en la ciudad de Rosario, Provincia de Santa Fe el 10 de enero de
1929, hijo de Nuncio y de Enunciaciòn Corallio, viudo, domiciliado en Laprida 1828 piso 7ª,
Dpto “A” del Barrio de Recoleta de Capital Federal, de profesión militar (retirado) con el
grado de General de Brigada; de Mauricio Carlos Poncet, L.E. 4.073.986, argentino, nacido
en Capital Federal el 29 de julio de 1931, hijo de Luis Enrique y de Irene Josefina Herber,
casado, comiciliado en calle José Hernàndez 2162, 6º piso, dpto B de Barrio Belgrano de
Capital Federal, de profesión militar (retirado) con el grado de Teniente Coronel, de Raúl
Eduardo Fierro, D.N.I. 4.803.256, argentino, nacido en González Chavez, Provincia de
Buenos Aires el 14 de febrero de 1931, hijo de Antonio Eduardo y de Blanca Julia Herrero,
viudo, domiciliado en calle Clemenceau 1268 Dpto 1 de Barrio Rogelio Martìnez, de Jorge
González Navarro, D.N.I. 4.803.256, argentino, nacido el 3 de febrero de 1930 en Capital
Federal, hijo de Augusto Gonzàlez Figueroa y de Marìa Justina Navarro, casado, domiciliado
en calle Sucre 246 Bº Centro de profesión militar retirado con el grado de Teniente Coronel,
de Juan Emilio Huber, D.N.I. 6.483.129, argentino, ncido el día 14 de agosto de 1933 en Isla
Verde. Provincia de Córdoba, hijo de Emilio y de Ida Elisa Wingueyer, viudo, domiciliado en
calle Luis Braile 2719 de Bª Rivadavia de profesión militar retirado con el grado de Teniente
Coronel, y de Víctor Pino Cano, argentino, D.N.I. 4.813.491, nacido el día 26 de diciembre
de 1931 en la ciudad de Buenos Aires, hijo de Luis y de Blanca Fernández, casado,
domiciliado en Km 37 y ½ camino a Pilar, Country las tortugas, provincia de Buenos Aires, de
actividad militar retirado con el grado de General de Brigada, de los que
RESULTA:
I- Que conforme se desprende de los requerimientos de instrucción de
fs. 67/74 y 230/7 y del dictamen de fs. 319 del presente “para agregar” , la Sra. Fiscal Federal
n° 3, Dra. Graciela López de Filoñuk, promueve acción penal en contra de Vicente Meli, Jorge
2
González Navarro, Raúl Eduardo Fierro, Mauricio Carlos Poncet, Emilio Juan Huber y Jorge
173
Rafael Videla, por los hechos que se detallan a continuación.
A fin de aportar mayor claridad, se identificará cada uno de los hechos
con la misma numeración que se utilizara en el auto interlocutorio de fecha 13 de mayo del
corriente:
Primer Hecho
En el Departamento Informaciones Policiales (D2) de la Policía de la
Provincia de Córdoba, sito en Pasaje Santa Catalina del centro de esta ciudad, los policías
Marcelo Luna, Calixto Luis Flores, Yamil Jabour, Carlos Alfredo Yanicelli, Juan Eduardo
Molina, Miguel Ángel Gómez, Alberto Luis Lucero, Luis Alberto Rodríguez y Ricardo
Cayetano Rocha, habrían sometido a los detenidos Diana Beatriz Fidelman – desde el 22 de
abril de 1976 hasta los primeros días de mayo del mismo año -, a Eduardo Daniel Bártoli –
entre el 22 y el 30 de abril de 1976 -, a María Eugenia Irazusta – entre el 26 y el 30 de abril
de 1976 – y a Víctor Hugo Chiavarini – en un lapso de tiempo no determinado con precisión
que habría comenzado durante el transcurso del mes de abril de 1976 hasta el 30 del mismo
mes y año - a condiciones de vida infrahumanas, manteniéndolos continuamente
incomunicados, maniatados, con sus ojos vendados, desaseados, privados de adecuada
atención médica y sanitaria; y les habrían aplicado tormentos tales como: golpes de puños,
puntapiés o con objetos contundentes en el cuerpo, particularmente en las zonas más sensibles
– como los genitales -; sometiéndolos a torturas tales como la colocación de una bolsa de
nylon en la cabeza del detenido, de forma que le provocara sensación de asfixia; el introducir
la cabeza del detenido en un recipiente con líquido, provocándole ahogo – práctica
vulgarmente denominada “submarino”- ; tapar la boca y la nariz del detenido con trapos,
mientras le echaban agua en la cara, provocándole también ahogo – experiencia conocida
como “mojarrita” - ; quemaduras de cigarrillos en todas partes del cuerpo; aplicación de
picana eléctrica; vejaciones sexuales; y sufrimientos síquicos tales como amenazas de muerte
al detenido y/o su familia, simulacros de fusilamiento, entre otros.
Segundo Hecho:
El día 30 de Abril de 1976, en el interior de las dependencias del
Departamento de Informaciones Policiales (D2), de la Policía de la Provincia de Córdoba,
ubicado en Pasaje Santa Catalina de esta ciudad de Córdoba - luego de reacomodar a los
demás detenidos y ubicarlos en distintos patios y pasillos a fin de despejar el lugar elegido
para el hecho - los efectivos policiales Marcelo Luna, Calixto Luís Flores, Yamil Jabour,
Carlos Alfredo Yanicelli, Juan Eduardo Ramón Molina, Miguel Ángel Gómez, Alberto Luís
Lucero, Luís Alberto Rodríguez y Ricardo Cayetano Rocha, simulando un intento de fuga y el
desacato a los custodios, habrían dado muerte, mediante la utilización de armas de fuego, a los
detenidos María Eugenia Irazusta, Daniel Eduardo Bártoli y Víctor Hugo Ramón Chiavarini,
difundiéndose oficialmente la falsa noticia de que los tres nombrados habrían resultado
abatidos al intentar fugarse de aquel lugar, desacatando la autoridad de quienes los
custodiaban..
Tercer Hecho:
Poder Judicial de la Nación
3
USO OFICIAL
Desde el día 2 de abril de 1976, en la Unidad Penitenciaria nº 1 ubicada
sobre calle Colombres 1300 de esta ciudad de Córdoba, efectivos de la Compañía de Policía
Militar 141 – con conocimiento y bajo las órdenes de su jefe Emilio Juan Huber -y del
Regimiento de Infantería Aerotransportada 2 – con el conocimiento y bajo las órdenes de su
jefe, Teniente Coronel Víctor Pino- a saber: Teniente Gustavo Adolfo Alsina Teniente
Enrique Pedro Mones Ruiz, Cabo Miguel Ángel Pérez, Sargento Carlos Hibar Pérez, Cabo 1º
José Antonio Paredes y Cabo 1º Miguel Ángel Gómez habrían sometido a Raúl Augusto
174
Bauducco – hasta el 5 de julio de 1976 - José René Moukarsel - hasta el 15 de julio de 1976 - a
Diana Beatriz Fidelman, Miguel Ángel Moze, Luís Ricardo Veron, Ricardo Yung, Eduardo
Alberto Hernández y José Alberto Svagusa – hasta el 17 de mayo de 1976 – a Carlos Alberto
Sgandurra y José Ángel Pucheta - hasta el 28 de mayo de 1976 – a Claudio Aníbal Zorrilla,
Miguel Ángel Barrera, Mirta Noemí Abdón de Maggi y Esther María Barberis - hasta el 19 de
junio de 1976 – a Marta del Carmen Rossetti de Arquiola y José Cristian Funes - hasta el 30
de junio de 1976 - a Gustavo Adolfo de Breuil, Miguel Hugo Vaca Narvaja y Arnaldo Higinio
Toranzo - hasta el 12 de agosto de 1976 - a Eduardo Alfredo de Breuil - hasta el 12 de agosto
de 1976 – a Liliana Felisa Paez de Rinaldi y Ricardo Alberto Tramontini - hasta el 20 de
agosto de 1976 -; y a Florencio Esteban Díaz, Pablo Alberto Balustra, Jorge Omar García,
Oscar Hugo Hubert, Miguel Ángel Ceballos y Marta Juana González de Baronetto - hasta el
11 de Octubre de 1976 -, todos considerados “detenidos especiales”, a condiciones
infrahumanas de detención: absoluta incomunicación - prohibición de visitas, de
esparcimiento, de todo tipo de contacto extramuros - a deficiente alimentación, y asistencia
médica, a inexistentes condiciones de higiene (habrían sido obligados a efectuar sus
necesidades fisiológicas en recipientes de lata y dentro de las mismas celdas donde estaban
alojados), etc. Asimismo les habrían aplicado, en forma continua y sistemática, torturas físicas
y psíquicas consistentes en golpes con palos, culatazos de armas de fuego, en algunos casos
cortes con arma blanca, trompadas, puntapiés, pisotones, descargas eléctricas de picanas a
batería, vejámenes sexuales y quemaduras de cigarrillo. También habrían propinado a los
mencionados detenidos tormentos psicológicos consistentes en encierro sin poder ver la luz
natural, improperios e insultos indignantes, amenazas de sufrir malestares físicos e incluso de
muerte, entre otros.
Cuarto Hecho:
Con fecha 17 de Mayo de 1976, siendo aproximadamente las 20.00 hs.,
por orden del Inspector Mayor Raúl Telleldín - por entonces Jefe del Departamento de
Informaciones Policiales (D2) de la Policía de la Provincia de Córdoba - se habría presentado
ante las autoridades de la Unidad Penitenciaria n° 1 (UP 1) una comisión policial proveniente
de dicha dependencia, la que habría estado integrada por los efectivos Carlos Alfredo
Yanicelli, Yamil Jabour, Calixto Luís Flores, Alberto Luís Lucero, Marcelo Luna, Miguel
Ángel Gómez, Juan Eduardo Raúl Molina y Ricardo Cayetano Rocha, portando una orden
emitida por el Juzgado Federal n° 1 de Córdoba para el traslado –desde el establecimiento
penitenciario al D2- de los “detenidos especiales” Diana Beatriz Fidelman, Miguel Ángel
Moze, Luís Ricardo Verón y Ricardo Alberto Young; y otra orden emanada del Juzgado
4
Federal n° 2 de esta ciudad para el traslado a igual lugar de los “detenidos especiales”
Eduardo Alberto Hernández y José Alberto Svagusa. Los detenidos habrían sido entregados a
la comisión policial por personal del Servicio Penitenciario contra recibo firmado por el cabo
1º Luís Eduardo Vásquez (credencial 65.816), y habrían sido retirados de su lugar de
detención en tres vehículos sin identificación policial amordazados, atados y encapuchados.
Con posterioridad, el personal policial anteriormente mencionado, simulando un intento de
fuga, habría dado muerte - utilizando armas de fuego - a los ya mencionados Fidelman, Moze,
Verón, Youg, Svagusa y Hernández en la vía pública, presumiblemente en la calle Neuquén a
la altura del 900 de esta ciudad.
Quinto Hecho:
Con fecha 28 de Mayo de 1976, siendo aproximadamente las 20.00 hs.,
se habría presentado ante las autoridades de la Unidad Penitenciaria 1 (UP1) el Subteniente
Luis Alberto López, del Regimiento de Infantería Aerotransportada II - con conocimiento y
bajo las órdenes del jefe de dicho regimiento, el por entonces Teniente Coronel Víctor Pino –
portando una orden suscripta por el General de Brigada Juan Bautista Sasiaiñ, en su carácter
175
de Comandante de la Brigada de Infantería Aerotransportada IV, -a su vez, Jefe de Estado
Mayor del Area de Defensa 311- en la que se ordenaba a la autoridad penitenciara la entrega
de los detenidos José Ángel Pucheta y Carlos Alberto Sgandurra. Posteriormente Luis Alberto
López, habiendo recibido los detenidos Pucheta y Sgandurra, los habría entregado a una
comisión del Departamento de Informaciones Policiales (D2) de la Policía de la Provincia de
Córdoba, integrada por los efectivos Carlos Alfredo Yanicelli, Yamil Jabour, Calixto Luís
Flores, Alberto Luís Lucero, Marcelo Luna, Miguel Ángel Gómez, Juan Eduardo Raúl Molina
y Ricardo Cayetano Rocha, quienes habrían retirado amordazados, atados y encapuchados a
los detenidos antes nombrados del Establecimiento Penitenciario en cuestión, y los habrían
trasladado a un vehículo sin identificación policial. Luego, los referidos policías, junto a un
grupo de apoyo integrado por militares, simulando un intento de fuga, habrían dado muerte a
los nombrados Pucheta y Sgandurra en la vía pública en un lugar no determinado con
exactitud hasta el momento. En el mismo contexto habría sido muerto José Osvaldo Villada.
Sexto Hecho:
Con fecha 19 de Junio de 1976, en horas de la madrugada, personal de la
Unidad Penitenciaria nº 1 (UP 1) emplazada en calle Colombres 1300 de esta Ciudad de
Córdoba, habría entregado a personal militar no identificado, presumiblemente perteneciente
al Regimiento de Infantería Aerotransportada II, con conocimiento y bajo las órdenes de su
Jefe Víctor Pino - a los “detenidos especiales” Miguel Ángel Barrera, Claudio Anibal Zorrilla,
Mirta Noemí Abdón de Maggi y Estela María Barberis, en virtud de una orden de entrega
suscripta por el General de Brigada Juan Bautista Sasiaiñ, en su carácter de Comandante de la
Brigada de Infantería Aerotransportada IV. Inmediatamente, personal integrante del
mencionado regimiento, habrían retirado a los nombrados de su lugar de detención,
amordazados, atados y encapuchados, en vehículos militares, procediendo luego, durante el
traslado fuera del establecimiento penitenciario, a darles muerte a Barrera, Zorilla, Abdón de
Maggi y Barberis, en las inmediaciones al Parque Sarmiento, habiéndose difundido
Poder Judicial de la Nación
5
USO OFICIAL
oficialmente que estos habían resultado abatidos en un supuesto intento de fuga, o en un
supuesto ataque al Hospital Militar o al Destacamento de Inteligencia 141, ambas emplazados
en cercanías del Parque Sarmiento.
Séptimo Hecho:
Con fecha 30 de Junio de 1976, en horas de la mañana, personal del
Establecimiento Penitenciario Nº 1 emplazado en calle Colombres al 1300 de esta ciudad (UP
1) y en virtud de una orden de entrega suscripta por el General de División Luciano Benjamín
Menéndez, en su carácter de comandante del IIIº Cuerpo de Ejército y, a la vez, Jefe del Area
de Defensa 311 –organizada para lo que dió en llamarse “lucha contra la subversión”-, habría
entregado a los “detenidos especiales” Marta del Carmen Rosetti de Arquiola y José Cristian
Funes; a personal militar que se identificó como Jorge López Leconte, LE 8.252.841. Con
posterioridad, tal sujeto habría entregado a Rosetti de Arquiola y Fúnes a una comisión
especial del Departamento de Informaciones (D2) de la Policía de la provincia de Córdoba,
integrada por los efectivos Carlos Alfredo Yanicelli, Yamil Jabour, Calixto Luís Flores,
Alberto Luís Lucero, Marcelo Luna, Miguel Ángel Gómez, Juan Eduardo Raúl Molina y
Ricardo Cayetano Rocha, quienes habrían retirado en un vehículo sin identificación policial -
amordazados, atados y encapuchados - a los detenidos antes nombrados del Establecimiento
Penitenciario en cuestión para luego, junto a un gr upo de apoyo integrado por militares,
simulando un intento de fuga, habrían dado muerte a Rosetti de Arquiola y Funes en la vía
pública de esta ciudad de Córdoba, en lugar no determinado con exactitud hasta el momento.
Octavo Hecho:
176
El 5 de Julio de 1976, en horas de la mañana, personal militar del
Regimiento de Infantería Aerotransportada II, con conocimiento y bajo las ordenes de su jefe,
el por entonces teniente coronel Víctor Pino, habría trasladado a los “detenidos especiales”
alojados en el Pabellón Nº 6 de la Unidad Penitenciaria 1 de Córdoba (UP1), sita en calle
Colombres al 1300 de esta ciudad, hacia el patio de recreo a los fines de realizarles un requisa.
Allí les habrían ordenado desvestirse y colocarse parados frente a la pared, con los brazos en
alto apoyados en el muro. En tales circunstancias el cabo Miguel Ángel Pérez, habría recorrido
la fila de internos golpeándolos con un bastón de goma. Al llegar al detenido Raúl Augusto
Bauducco le habría propinado un fuerte golpe con el bastón en su cabeza, lo que habría
ocasionado que Bauducco cayera al suelo, casi desvanecido. Seguidamente Pérez habría
ordenado repetidamente a Bauducco que se levantara del suelo, sin que éste pudiera cumplir
con la orden pese a sus intentos. Luego de varias órdenes en el mismo sentido y ante la
imposibilidad física de Bauducco para pararse, Pérez lo habría amenazado, reiteradamente y a
viva voz, indicándole que si no se paraba lo mataría. Ante la falta de respuesta positiva de
Bauducco, Pérez se habría acercado a su superior, teniente Enrique Pedro Mones Ruiz, quien
estaba a cargo del procedimiento ese día- el que habría asentido con un movimiento de cabeza
a la consulta que le hiciera Pérez. Seguidamente el cabo Pérez habría regresado donde yacía
Bauducco, repitie ndo la orden de levantarse y su amenaza de muerte. Finalmente, ante la
desobediencia del interno, le habría disparado el arma que llevaba apuntando hacia la cabeza
del interno, dándole muerte instantáneamente.
6
Noveno Hecho:
El 14 de Julio de 1976, pasado el mediodía, el “detenido especial” José
Rene Moukarzel se encontraba limpiando el pasillo del pabellón 8 de la Unidad Penitenciaria
Nº 1 de Córdoba (UP1), oportunidad en la que se habría acercado a un preso común de
apellido González con el que habría mantenido un breve diálogo. Tal circunstancia - al ser
advertida por el Teniente Gustavo Adolfo Alsina de la Compañía Policía Militar 141 - habría
motivado que el nombrado Alsina – con el conocimiento y consentimiento de su superior,
Emilio Juan Huber -, junto con personal del Ejército no identificado hasta el momento,
trasladara al interno a un patio conocido como el “patio de la mosaiquería”, que se encontraba
a la intemperie y daba el pabellón nº 8. Una vez allí y habiendo desnudado a Moukarzel, lo
habrían atado de pies y manos a cuatro estacas en el suelo. Seguidamente Alsina habría
arrojado agua fría sobre el cuerpo de Moukarzel y le habría propinado golpes de puño, patadas
y colocado piedras debajo de su cuerpo. Luego, al romperse una de las estacas, Moukarzel
habría sido trasladado a otro patio descubierto que daba al pabellón nº 14 de mujeres. Allí el
Teniente Alsina junto a otra persona - aún no identificada - lo habrían estaqueado nuevamente
de pies y manos, le habrían colocado piedras y cascotes bajo la espalda, a la altura de los
riñones; le habrían propinado reiteradamente golpes y echado agua fría, pese a las bajas
temperaturas que se registraban. Aproximadamente a las 23.00 hs., encontrándose Moukarzel
inconsciente, Alsina junto a un grupo de efectivos a su cargo, lo habrían retirado en una
camilla hacia el Hospital Penitenciario, lugar donde finalmente, siendo aproximadamente la
01.00 hs. del día 15 de Julio de 1976, habría fallecido como consecuencia de los tormentos
ante descriptos.
Decimoprimer Hecho:
Con fecha 12 de Agosto de 1976, en virtud de una orden de entrega
suscripta por el General de Brigada Juan Bautista Sasiaiñ, en su carácter de Jefe de Estado
Mayor del Área de Defensa 311 –organizada para lo que dió en llamarse “lucha contra la
subversión”- y, a la vez, Comandante de la Brigada de Infantería Aerotransportada IV,
personal de la Unidad Penitenciaria Nº1 habría entregado a los “detenidos especiales” Miguel
Hugo Vaca Narvaja, Gustavo Adolfo de Breuil, Alfredo Eduardo de Breuil y Arnaldo Higinio
177
Toranzo al Teniente Osvaldo César Quiroga del Regimiento de Infantería Aerotransportada II,
con conocimiento y bajo las órdenes del jefe del mismo, el por entonces Teniente Coronel
Víctor Pino. Con posterioridad, personal integrante del mencionado Regimiento, habría
trasladado - amordazados, atados y encapuchados - a los detenidos antes nombrados fuera del
Establecimiento Penitenciario en cuestión, en dos camionetas militares (Gustavo Adolfo de
Breuil junto a Toranzo en una, y Vaca Narvaja junto a Eduardo Alfredo de Breuil en otra).
Luego de realizado un trayecto los vehículos se habrían detenido en un lugar no determinado
con exactitud hasta el momento, pero que pudo haber sido alguna dependencia del IIIº Cuerpo
de Ejército, ubicada sobre Camino a la Calera. En dicho lugar el personal militar referido,
habría hecho descender de las camionetas a los detenidos, dejándolos encerrados en una
habitación, boca abajo, en el piso, por un lapso aproximado de media hora. Luego, le habrían
quitado las esposas a Alfredo Eduardo de Breuil, atando sus manos con trapos para luego
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subirlo nuevamente a un vehículo - amordazado-, haciendo lo propio con Gustavo Adolfo de
Breuil, Vaca Narvaja y Toranzo, quienes habrían abordado otro móvil. En estas condiciones
habrían sido trasladados hacia otro lugar no determinado con exactitud hasta el momento pero
que pudo ser en las cercanías del estadio Chateau Carreras, en predios correspondientes al
ahora Parque General San Martín de esta ciudad de Córdoba, donde el personal militar
referido, habría hecho descender a Gustavo Adolfo de Breuil, Vaca Narvaja y Toranzo, y les
habrían dado muerte disparando sus armas de fuego. Tras ello, luego de quitarle las vendas,
habrían obligado a Alfredo Eduardo de Breuil a descender del vehículo y observar los cuerpos
sin vida de Vaca Narvaja, Toranzo y su hermano. Posteriormente desde el Comando del III°
Cuerpo se habría difundido de manera oficial la falsa noticia de que Vaca Narvaja, Toranzo y
Gustavo de Breuil, habrían resultado abatidos como consecuencia de un intento de fuga
supuestamente producido durante el fingido traslado de esos detenidos en dirección al Consejo
de Guerra para ser interrogados por un juez de instrucción militar.
Decimosegundo Hecho:
Con fecha 20 de Agosto de 1976, siendo aproximadamente las 22.00 hs.,
personal de la Unidad Penitenciaria n° 1 (UP 1) habría entregado los “detenidos especiales”
Ricardo Daniel Tramontini y Liliana Felisa Paez de Rinaldi a personal de la Brigada de
Infantería Aerotransportada IV, que se identificó como Capitán Juan Carlos Hernández
(instituto n° 15918), en virtud de una orden de traslado suscripta por el Coronel Vicente Meli,
en su carácter de Jefe del Estado Mayor de dicha Brigada. Seguidamente, efectivos integrantes
del Regimiento de Infantería Aerotransportada II, habrían retirado - amordazados, atados y
encapuchados - a los detenidos antes nombrados del Establecimiento Penitenciario en
cuestión, para trasladarlos en vehículos militares. Luego los nombrados, simulando un intento
de fuga, habrían dado muerte a Tramontini y Paez de Rinaldi en la vía pública de esta ciudad
de Córdoba, en un lugar que no ha podido ser precisado hasta la fecha.
Decimotercer hecho:
Con fecha 11 de Octubre de 1976, siendo aproximadamente las 19:40
hs., personal de la Unidad Penitenciaria n° 1 (UP 1) habría entregado los “detenidos
especiales” Pablo Alberto Balustra, Jorge Oscar García, Oscar Hugo Hubert, Miguel Ángel
Ceballos, Florencio Esteban Díaz y Marta Juana González de Baronetto a personal del
Ejército que se habría identificado como Teniente Primero Nicolás Neme, en virtud de una
orden de traslado suscripta por el general de Brigada Juan Bautista Sasiaiñ, en su carácter de
Jefe de Estado Mayor del Área de Defensa 311 –organizada para lo que dió en llamarse “lucha
contra la subversión”- y, a la vez, Comandante de la Brigada de Infantería Aerotransportada
IV. Inmediatamente, personal militar habría retirado - amordazados, atados y encapuchados - a
178
los detenidos antes nombrados del Establecimiento Penitenciario en cuestión y los habría
trasladado en vehículos de la repartición militar. Luego, los efectivos militares - junto a un
grupo de pares aun no identificados - simulando un intento de fuga, habrían dado muerte a
Balustra, García, Hubert, Ceballos, Díaz y González de Baronetto, presumiblemente en un
lugar descampado de esta ciudad de Córdoba, carente de precisión a la fecha.
8
Las acciones descriptas en los hechos primero a noveno y undécimo a
décimo tercero habrían tenido lugar en el marco del plan diseñado e implementado con el
alegado propósito de la llamada “lucha contra la subversión”, por las autoridades del Ejército
Argentino, en particular en este caso por su Comandante en Jefe Teniente General Jorge
Rafael Videla y por quienes – siguiendo la cadena de mando - dirigían y supervisaban el
funcionamiento del Área 311 - especialmente organizada para esa “lucha” -, concretamente
por el Comandante del III° Cuerpo de Ejército y a su vez Comandante del Área, General de
División Luciano Benjamín Menéndez; por el Comandante de la IV° Brigada de Infantería
Aerotransportada y a la vez Jefe de Estado Mayor General del Área 311, General Juan
Bautista Sasiaiñ – actualmente fallecido –; por el Estado Mayor General de la IV° Brigada de
Infantería Aerotransportada, integrado al tiempo de los hechos por: el Coronel Vicente Meli
– Jefe de Estado Mayor desde el 21 de junio de 1976 - con funciones de dirección y
supervisión del Estado Mayor; el Teniente Coronel Mauricio Carlos Poncet – Jefe de la
División Personal (G1)- con función asignada en todo lo concerniente a la custodia y trato de
los prisioneros de guerra, Teniente Coronel Raúl Eduardo Fierro – Jefe de la División
Inteligencia (G2)- con responsabilidad en el ámbito operacional, el enemigo y la dirección de
todas las acciones especiales de inteligencia y contrainteligencia y Teniente Coronel Jorge
González Navarro – Jefe de Asuntos Civiles (G5)- con intervención asignada en los traslados
de detenidos; Estado Mayor que en su conjunto cubría las responsabilidades del Comandante
de la Brigada y se hallaba compenetrado con éste, asesorándolo, preparando el detalle de sus
planes, transformando sus resoluciones en órdenes, haciendo que las mismas se transmitan a
los demás integrantes de la fuerza y sean ejecutadas tanto por militares como por personal de
la Policía de la Provincia de Córdoba – ésta última actuando bajo control operacional del
Ejército.
II- Que Vicente Meli prestó declaración indagatoria a fs. 349/51 del
presente “para agregar”, ampliando luego a fs. 747, asistido por el Defensor Oficial en
relación al delito de tormentos agravados (art. 144 ter 1º párrafo con el agravante dispuesto en
el segundo párrafo ley 11.179 modificada por ley 14.616) en calidad de coautor en relación a
las víctimas Raúl Augusto Bauducco, José René Moukarsel, Marta del Carmen Rossetti de
Arquiola,y José Cristian Funes, Gustavo Adolfo de Breuil, Miguel Hugo Vaca Narvaja,
Arnaldo Higinio Toranzo, Liliana Felisa Paez de Rinaldi, Ricardo Alberto Tramontin,
Florencio Esteban Díaz, Pablo Alberto Balustra, Jorge Omar García, Oscar Hugo Hubert,
Miguel Ángel Ceballos y Marta Juana González de Baronetto; homicidio calificado (art. 80
inc. 2 y 6 del C.P.) en calidad de coautor, de las víctimas, Funes, Rosetti de Arquiola,
Bauducco, Vaca Narvaja, de Breuil, Toranzo, Balustra, García, Hubert, Ceballos, Díaz y
González de Baronetto, doce hechos en concurso real (hechos descriptos como séptimo,
octavo, décimo primero y décimo tercero); “Imposición de tormento seguido de muerte” en
carácter de coautor (art. 144 ter, 1° y 3° párrafo) un hecho, del que habría resultado víctima
José René Moukarsel (hecho noveno), oportunidad en la que hizo uso de su derecho de
abstenerse de declarar.
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USO OFICIAL
Que Mauricio Carlos Poncet, prestó declaración indagatoria a fs. 344/8
179
del presente “para agregar”, con la asistencia de los Dres. Hugo Segura y Ramón Jesús Pérez
Sequeira , en relación al delito de homicidio calificado (art. 80 inc. 2 y 6 del C.P.) en calidad
de coautor, de las víctimas Bartoli, Irazusta, Chiavarini, Funes, Rosetti de Arquiola, Moze,
Fidelman, Verón, Young, Hernández, Svagusa, Pucheta, Sgandurra, Villada, Barrera,
Zorrilla, Abdón de Maggi, Barberis, Bauducco, Tramontini, Paez de Rinaldi, Vaca Narvaja,
de Breuil, Toranzo, Balustra, García, Hubert, Ceballos, Díaz y González de Baronetto, treinta
hechos en concurso real (hechos descriptos como segundo, cuarto, quinto, sexto, séptimo,
octavo, décimo primero, décimo segundo y décimo tercero), al delito de “imposición de
tormentos agravados” – treinta y un hechos en calidad de coautor (art. 144 ter, 1° y 2° párrafo)
-, en relación a los tormentos sufridos por: Fidelman (en el D2, y en la UP1), Bartoli, Irazusta,
Chiavarini, Moukarsel, Bauducco, Moze, Verón, Yung, Hernández, Svaguza, Sgandurra,
Pucheta, Zorrilla, Abdón de Maggi, Barrera, Barberis, Rosettti de Arquiola, Funes, Gustavo
Adolfo De Breuil, Vaca Narvaja, Toranzo, Paez de Rinaldi, Tramontini, Díaz, Balustra,
Garcìa, Hubert, Ceballos, y González de Baronetto (hechos primero y tercero); “Imposición
de tormento seguido de muerte” en carácter de coautor (art. 144 ter, 1° y 3° párrafo) un hecho,
del que habría resultado víctima José René Moukarsel (hecho noveno), oportunidad en la que
manifestó que cumplía funciones como Jefe de la División Personal, que desconocía los
hechos que se le han dado lectura, que su actividad se limitaba a la Cuarta Brigada,a las tareas
normales de tiempo de paz, que no se ha apartado de las tareas que realizaba en tiempos de
paz. Que desconoce qué es el área 311. Que recibía órdenes directamente del Comandante.
Que no tenían ninguna intervención en lo concerniente a subversivos.
Que Raúl Eduardo Fierro, prestó declaración indagatoria a fs. 269/72,
con la asistencia de la Sra. Defensora Oficial, Dra. Mercedes Crespi, en relación al delito de
homicidio calificado (art. 80 inc. 2 y 6 del C.P.) en calidad de coautor, de las víctimas Bartoli,
Irazusta, Chiavarini, Funes, Rosetti de Arquiola, Moze, Fidelman, Verón, Young, Hernández,
Svagusa, Pucheta, Sgandurra, Villada, Barrera, Zorrilla, Abdón de Maggi, Barberis,
Bauducco, Tramontini, Paez de Rinaldi, Vaca Narvaja, de Breuil, Toranzo, Balustra, García,
Hubert, Ceballos, Díaz y González de Baronetto, treinta hechos en concurso real (hechos
descriptos como segundo, cuarto, quinto, sexto, séptimo, octavo, décimo primero, décimo
segundo y décimo tercero), al delito de “imposición de tormentos agravados” – treinta y un
hechos en calidad de coautor (art. 144 ter, 1° y 2° párrafo) -, en relación a los tormentos
sufridos por: Fidelman (en el D2, y en la UP1), Bartoli, Irazusta, Chiavarini, Moukarsel,
Bauducco, Moze, Verón, Yung, Hernández, Svaguza, Sgandurra, Pucheta, Zorrilla, Abdón de
Maggi, Barrera, Barberis, Rosettti de Arquiola, Funes, Gustavo Adolfo De Breuil, Vaca
Narvaja, Toranzo, Paez de Rinaldi, Tramontini, Díaz, Balustra, Garcìa, Hubert, Ceballos, y
González de Baronetto (hechos primero y tercero); “Imposición de tormento seguido de
muerte” en carácter de coautor (art. 144 ter, 1° y 3° párrafo) un hecho, del que habría
resultado víctima José René Moukarsel (hecho noveno), oportunidad en la que hizo uso de su
derecho de abstenerse de declarar.
10
Que Jorge González Navarro, prestó declaración indagatoria a fs.
260/63 del presente “para agregar”, ampliando luego a fs.401/4, con la asistencia de la Sra.
Defensora Oficial, Dra. Mercedes Crespi , en relación al delito de homicidio calificado (art.
80 inc. 2 y 6 del C.P.) en calidad de coautor, de las víctimas Bartoli, Irazusta, Chiavarini,
Funes, Rosetti de Arquiola, Moze, Fidelman, Verón, Young, Hernández, Svagusa, Pucheta,
Sgandurra, Villada, Barrera, Zorrilla, Abdón de Maggi, Barberis, Bauducco, Tramontini,
Paez de Rinaldi, Vaca Narvaja, de Breuil, Toranzo, Balustra, García, Hubert, Ceballos, Díaz
y González de Baronetto, treinta hechos en concurso real (hechos descriptos como segundo,
cuarto, quinto, sexto, séptimo, octavo, décimo primero, décimo segundo y décimo tercero), al
delito de “imposición de tormentos agravados” – treinta y un hechos en calidad de coautor
180
(art. 144 ter, 1° y 2° párrafo) -, en relación a los tormentos sufridos por: Fidelman (en el D2, y
en la UP1), Bartoli, Irazusta, Chiavarini, Moukarsel, Bauducco, Moze, Verón, Yung,
Hernández, Svaguza, Sgandurra, Pucheta, Zorrilla, Abdón de Maggi, Barrera, Barberis,
Rosettti de Arquiola, Funes, Gustavo Adolfo De Breuil, Vaca Narvaja, Toranzo, Paez de
Rinaldi, Tramontini, Díaz, Balustra, Garcìa, Hubert, Ceballos, y González de Baronetto
(hechos primero y tercero); “Imposición de torme nto seguido de muerte” en carácter de
coautor (art. 144 ter, 1° y 3° párrafo) un hecho, del que habría resultado víctima José René
Moukarsel (hecho noveno), oportunidad en la que manifiesta en su descargo que sus funciones
como Jefe de la División Asuntos Civiles del Estado Mayor eran las relaciones con la
comuidad, atender requerimientos de distintos tipos para reparticiones, escuelas, etc. Que se le
agregaron tareas como la de recibir a personas que se acercaban a preguntar por la situación de
detenidos en la UP 1, como así también la entrega de certificados de detención a quienes ya
habían sido puestos en libertad. Que en relación a los oficios de traslados, sólo intervino en la
confección de éstos por orden del Comandante, que desconocía la finalidad de estos traslados
como así también quien debía ejecutar la orden.
Que Emilio Juan Huber, prestó declaración indagatoria a fs. 253/4 del
“para agregar”, con la asistencia de la Sra. Defensora Oficial, Dra. Mercedes Crespi, en
relación al delito de “imposición de tormentos agravados” – veintisiete hechos en calidad de
coautor (art. 144 ter, 1° y 2° párrafo) -, en relación a los tormentos sufridos por: Fidelman (en
la UP1), Moukarsel, Bauducco, Moze, Verón, Yung, Hernández, Svaguza, Sgandurra,
Pucheta, Zorrilla, Abdón de Maggi, Barrera, Barberis, Rosettti de Arquiola, Funes, Gustavo
Adolfo De Breuil, Vaca Narvaja, Toranzo, Paez de Rinaldi, Tramontini, Díaz, Balustra,
Garcìa, Hubert, Ceballos, y González de Baronetto (hecho tercero); e “Imposición de
tormento seguido de muerte” en carácter de coautor (art. 144 ter, 1° y 3° párrafo) un hecho,
del que habría resultado víctima José René Moukarsel (hecho noveno), oportunidad en la que
manifestó que nunca envió personal a la Penitenciaría. Que en ocasiones la Brigada le
solicitaba que pusiera a su disposición pesonal a su cargo y desde allí se les asignaban las
diferentes misiones. Que comenzó su jefatura con cinco oficiales y que finalizó con uno solo,
el Teniente Ramos Monzo, que los demás se los había pedido la Brigada, cumplían funciones
allí y no volvían más a su compañía.
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Que Jorge Rafael Videla, prestó declaración indagatoria a fs. 340/43,
con la asistencia del Sr. Defensor Oficial, en relación al delito de homicidio calificado (art. 80
inc. 2 y 6 del C.P.) en calidad de coautor, de las víctimas Bartoli, Irazusta, Chiavarini, Funes,
Rosetti de Arquiola, Moze, Fidelman, Verón, Young, Hernández, Svagusa, Pucheta,
Sgandurra, Villada, Barrera, Zorrilla, Abdón de Maggi, Barberis, Bauducco, Tramontini,
Paez de Rinaldi, Vaca Narvaja, de Breuil, Toranzo, Balustra, García, Hubert, Ceballos, Díaz
y González de Baronetto, treinta hechos en concurso real (hechos descriptos como segundo,
cuarto, quinto, sexto, séptimo, octavo, décimo primero, décimo segundo y décimo tercero), al
delito de “imposición de tormentos agravados” – treinta y un hechos en calidad de coautor
(art. 144 ter, 1° y 2° párrafo) -, en relación a los tormentos sufridos por: Fidelman (en el D2, y
en la UP1), Bartoli, Irazusta, Chiavarini, Moukarsel, Bauducco, Moze, Verón, Yung,
Hernández, Svaguza, Sgandurra, Pucheta, Zorrilla, Abdón de Maggi, Barrera, Barberis,
Rosettti de Arquiola, Funes, Gustavo Adolfo De Breuil, Vaca Narvaja, Toranzo, Paez de
Rinaldi, Tramontini, Díaz, Balustra, Garcìa, Hubert, Ceballos, y González de Baronetto
(hechos primero y tercero); “Imposición de tormento seguido de muerte” en carácter de
coautor (art. 144 ter, 1° y 3° párrafo) un hecho, del que habría resultado víctima José René
Moukarsel (hecho noveno), oportunidad en la que manifestó que desconoce la jurisdicción de
181
este Tribunal para juzgar los hechos acontecidos mientras se desempeñó como Comandante
del Ejército en lo que llama la guerra interna contra el terrorismo subversivo. Señala también
que la Cámara Federal de la capital, a través de 700 casos “paradigmáticos” juzgó su caso,
condenándolo por algunos de esos hechos y por los restantes – que no fueron objeto de
condena – resolvió absolverlo por lo que estima que los hechos objeto de la presente causa
constituyen cosa juzgada. Sin perjuicio de ello agrega que asume en plenitud sus
responsabilidades castrenses respecto a lo actuado por el Ejército en esa época, descargando
de toda responsabilidad a quienes se limitaron a cumplir sus órdenes, reconociendo la autoría
de todas las directivas que impartió como Comandante en Jefe.
A fs. 5549 el imputado Víctor Pino Cano prestó declaración
indagatoria con la asistencia del Dr. Gonzalo Echenique Frías, en orden al delito de homicidio
calificado (art. 80 inc. 2 y 4 del C.P.) por las muertes de Tramontini y Páez de Rinaldi (hecho
duodécimo), oportunidad en la que negó los hechos a él imputados y se abstuvo de continuar
declarando.
III- Que los elementos de prueba hasta el momento colectado en autos se
componen de los siguientes: Testimonial: 1) RIVERA, Fermín (fs.23/24, 26/31,
257/262,1931/1935. fs. 1/4, 5/10, 46/50, 196/97 vta. del Anexo1 cuerpo 1º); 2) PICCOLO,
Gustavo Angel (fs. 72/ 72vta.); 3) RAVE, Guillermo Bernardo (fs. 73/73vta, 13/vta. del
Anexo 1 cuerpo 1º ); 4) ACQUAVIVA, Raúl Eduardo (fs. 74/74vta.); 5) BRONTES, José
Demetrio (fs. 75/75vta.); 6) CABEZAS, Daniel Vicente (fs. 76/76vta.); 7) PAREDES, Mario
Angel (fs. 77/79 vta., fs.14/16 vta., Anexo 1 cuerpo1º ); 8) ZARATE, Antonio Eduardo (fs.
80/80vta.); 9) AREVALO, Rubén Carlos (fs. 82/82vta.); 10) PEREZ RIZZO, Carlos Enrique
(fs. 83/83vta.); 11) JUEZ, Daniel Roberto (fs.125/127vta., 3391/3394, 17/19 vta. del Anexo 1
cuerpo 1º); 12) DIAZ, Roberto Eduardo (fs.128/131, fs. 20/23 del Anexo 1 cuerpo 1º ); 13)
12
LOPEZ, Héctor Jerónimo Enrique (fs.132/134, 24/26 del Anexo 1 cuerpo 1º); 14)
BARONETTO, Luís Miguel (fs.175/176vta., 2945/2953 vta., 27/28 vta. del Anexo 1 cuerpo
1º, fs. 614/15 del Anexo 1 cuerpo 3º ); 15) CANIZZO, José Luís (fs.177/178, 1148/1184vta.,
fs. 29/31 del Anexo 1 cuerpo 1º; fs. 599/601 del Anexo 1 cuerpo 3º ); 16) OTTO, Gerardo
Ricardo ( fs. 179/180, 32/33 del Anexo 1 cuerpo 1º); 17) CAMINO, Misemio Santos (fs.
264/264vta., 565/566vta, 1948/1949, 2140/41vta., fs. 52/vta., 105/106 vta. del Anexo 1 cuerpo
1º, fs. 610/vta. del Anexo 1 cuerpo 3º, fs. 731/vta. Anexo 1 cuerpo 4º); 18) AVILA, Carlos
Manuel (fs. 265/266vta., fs. 53/54 del Anexo 1 cuerpo 1º); 19) PACHECO, Víctor Ricardo
(fs.343/344, fs. 67/68 del Anexo 1 cuerpo 1º); 20) FIORAMONTI, Luís Antonio (fs.520/524,
fs. 95/99 del Anexo 1 cuerpo 1º); 21) ARIZA, Ramón (fs. 567/568,
1959/1962vta.2142/43vta., fs. 107 del Anexo 1 cuerpo 1º, fs. 668/69 del Anexo 1 cuerpo 4º);
22) MOORE, Carlos Raimundo (fs. 768/786); 23) DE BREUIL, Eduardo Alfredo (fs.
825/828vta, 1880/1883vta., fs.2/5 del Expediente de Breuil Eduardo Alfredo obrante en el
Anexo 2 cuerpo 2º de la presente causa); 24) NIZTZSCHMANN, José Martín
(fs.1062/1062vta, 4394/95, 4398/4400, fs. 19/20, 46 del Anexo 2 cuerpo 2º); 25) SALIS de
FERREYRA, Elia ( fs. 1085/1086, fs.638/9 Anexo 1 Cuerpo 3º, fs. 711/12 del Anexo 1 cuerpo
4º); 26) FUENTES de SOLIS, Irma (fs.1154/1155 vta., 636/37 Anexo1 Cpo. 3, fs. 636/37 del
Anexo 1 cuerpo 3º, 713/14 del Anexo 1 cuerpo 4º); 27) SAYAGO, Pedro Nicolás (
fs.1170/1171); 28) LACIAR, Eduardo Argentino (fs. 1269/1269vta., fs. 708/09 vta. del Anexo
1 cuerpo 4º); 29) BIRT, Guillermo Alberto (fs. 1312/1312vta.); 30) GOMEZ, Hugo Antonio
(fs. 4513/14); 31) SOSA, Eduardo Samuel (fs. 4515/16); 32) GONZALES, Armando Abel (fs.
1427/1427vta.); 33) GARAY, Santos Antonio (fs.1428/1428vta.); 34) GARCIA de
CARRANZA, Jesús Ramona (fs. 1441/1441vta.); 35) SACALZADORA de GONZALES,
Amanda Rosana ( fs. 1442/vta.); 36) QUIROGA, Juan Facundo ( fs. 1471/1472); 37)
REINAUDI, Luís Artemio (fs. 1899/901, 1902/1903); 38) AVALLE, Roberto Hugo ( fs.
182
2030/2032); 39) MAGRINI, José Cesar ( fs. 2083/2085); 40) TORRES, José Alberto (fs.
2483/2491del Expte. ppal.; Fs. 156/159 del Anexo 1 cuerpo 1º, 298/314 del Anexo 1 cuerpo
2º, fs. 746/vta. del Anexo 1 cuerpo 4º); 41) WIELAND, Alicia Beatriz ( fs. 2636/2644); 42)
CAFFIERI, Dora Isabel ( fs. 2903/2909); 43) WAIMAN, Ingrid Mara ( fs. 2940/2942); 44)
LAGO, Jorge Rubén ( fs. 2955/2962); 45) SAN NICOLAS, Norma Susana (fs.
2966/2972vta.); 46) GARCIA, Soledad Edelvis (fs. 2976/2984); 47) SERRANO, Marta Elena
(fs. 3084/3086vta.); 48) MONTES, Ramón (fs. 3160/3162vta.); 49) PERAZOLO, Ricardo (
fs. 3215/3218); 50) MARTINI, Dilma Gladis ( fs. 3227/3229vta.); 51) CARRANZA, Félix
Jesús (fs. 3280/3282vta.); 52) ASBERT, Enrique Mario ( fs. 3320/3328); 53) DE BREUIL,
Jorge Enrique ( fs. 3408/3412); 54) CONTRERAS, Julián Ricardo ( fs. 3445/3448, fs. 739/vta
del Anexo 1 cuerpo 4º); 55) CACOPARDO, Alberto José (fs. 3516/3519vta.); 56) PERALTA
ARIAS, Graciela Manuela (fs. 3895/3895vta.); 57) VILLADA, Carlos Alberto ( fs.
3939/3941); 58) RIOS BARRERA, Marta Elena (fs. 4030/4038vta.); 59) BAEZ, Adolfo (fs.
4220/4225); 60) ESCOBAR, Adolfo (fs. 4267/4269); 61) ALVARES, Benjamín (fs.
4286/4288); 62) RUANI, Ángel Florindo (fs. 85/vta.); 63) LUCHESSE, Francisco (fs. 269/70
del Anexo 1 cuerpo 1º); 64) FONSECA, Julio Eduardo (271/272, 1207/vta., 2145/46, fs.
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595/96, 608/vta del Anexo 1 cuerpo 3º); 65) CRAVERO, Jorge Enrique (fs.381/383vta, fs.
70/72 vta. del Anexo 1 cuerpo 1º ); 66) BRIGNARDELO, Luís Alberto (fs.1302/03); 67)
GOMEZ, Eduardo Héctor (1468/69); 68) MENDIOLAZA Alfredo Vicente (fs. 1517/vta.); 69)
CHILO, Walter Valentino (fs. 1518/19); 70) CHALUB, Justo Yamil (fs.1523/vta., fs. 74/75
vta. del Expediente por Privación Ilegítima de la Libertad de Claudio Aníbal Zorrilla, Anexo 2
cuerpo 3º); 71) RODOLFO, Pedro Silvestre (fs. 1530/vta.); 72) GONZALEZ, Maria Susana
(fs.3008/3009); 73) CHIAVARINI, Hugo Antonio (fs. 3234/3235); 74) DI RIENZO, Gloria
(fs. 5516/5520); 75) SÁNCHEZ, María Teresa (fs. 5589/5591); 76) BOZZANO, Daniel
Eduardo (fs. 5640/5641); 77) BASSO, Atilio Fernando (fs. 5642/5643); 78) BAZÁN, Federico
Víctor (fs. 5647/5651); 79) COMPANY, Carlos Eliseo 5923/5929; 80) VILLAGRA, Manuel
Bernardino (fs. 5930), 81) GALARRAGA, Graciela Silva 352/56 del “para agregar”; 82)
PAILLALEF, Ernesto Vicente, fs. 358/60 del “para agregar”, 82) de Gustavo Ignacio
TISSERA (fs. 495/99 del “para agregar”), 83) de José María Cardozo (fs. 618/21 del “para
agregar”), de Marta del Valle Quiroga (fs. 622/6 del “para agregar”), 84) de María del Rosario
Miguel Muñoz (fs. 724/8 del “para agregar”); 85) CAREO entre las testigos Miguel Muñoz y
Galarraga (fs. 739/40 del “para agregar”); 86) de Héctor Rodolfo Francisetti (fs. 748/51 del
“para agregar”). Documental: 1) Fotocopias certificadas de órdenes y recibos de detenidos
(fs. 985/1002, 3362/3366, 17/18 del Anexo 2 cuerpo 3º, fs. 1/21 del Legajo de prueba
agregado al Anexo 3 cuerpo 1º); 2) Denuncia ante CONADEP formulada por José Martín
Niztchman y Hugo Alberto Pujol (fs.1058/1061, 1063/1066); 3) Presentación realizada por
detenidos de la Unidad nº 6 de Rawson (fs. 36/43, 45/46); 4) Presentación efectuada por
Carlos Raimundo Moore (fs. 768/786); 5) Fotocopias certificadas del memorandun emitido
por la Policía Federal Argentina (fs. 1891/1892, 3256/3258, 3293/3297, 3333/3346); 6)
Presentación realizada por Luís Miguel Baronetto ante el Juzgado Federal Nº3 (fs. 1918/19,
1921/26); 7) Diversos legajos personales remitidos por la Policía de la Provincia de Córdoba
(fs. 1965, 2715/2716, 4275, 4297, 4109/4110); 8) Diversos legajos remitidos por la Secretaría
General del Ejército (fs. 2070, 2723, 3242); 9) Certificado de nacimiento de Lucas Ariel
Baronetto (fs. 2240); 10) Fotocopias del recorte del diario La Voz del Interior (fs. 2398/2399);
11) Expedientes remitidos por el Juzgado Federal Nº 1 de Córdoba (fs. 2631, 2848, 2851,
3266, 3402/3404); 12) Fotocopias certificadas sobre retiro de internos del Establecimiento
Penitenciario (fs. 2767/2780); 13) Expedientes remitidos por el Juzgado Federal Nº 2 (fs.
183
2878); 14) Fotocopia de declaración testimonial prestada por Héctor Daniel Lerner ante la
Co.Na.Dep. (fs. 3156/3157); 15) Fotocopias certificadas remitidas por el Servicio
Penitenciario Provincial (fs. 3211/3212, 3289/3290, 3418/3419, 442/483, 492/495, 513/521,
691/693 del Anexo 1 cuerpo 4º, 3/12 del Anexo 2); 16)Legajo remitido por la Gendarmería
Nacional (fs. 3530); 17) Fotocopia certificada de retiro de detenidos (fs. 3665/3669); 18)
Fotocopia certificada de declaración testimonial prestada por Carlos Hugo Basso (fs.
3671/3675), 19) Fotocopia certificada del memorandum de la Policía Federal Argentina (fs.
3719/3721, 3722/3735, 3966/3987, 4308/4324 y 4179/4191); 20) Fotocopia del legajo
penitenciario perteneciente a Raúl Augusto Bauducco (fs. 278/291, fs. 62/63 del Anexo 1
cuerpo 1º); 21) Fotocopia del legajo penitenciario perteneciente a José René Muokarzel (fs.
14
291 bis/325, fs. 64/66 del Anexo 1 cuerpo 1º); 22) Fotocopia certificada de la historia clínica
perteneciente a Miguel Angel Pérez (fs. 536/546); 23) Fotocopia del expediente de hábeas
corpus a favor de Díaz Florencio tramitado ante el Juzgado Federal Nº 2 de esta ciudad (fs.
1114/1153); 24) Fotocopias certificadas de declaración testimonial de Pedro Nicolás Sayago
(fs. 1170/1171) y fotocopia de la denuncia formulada por el mismo ante la CONADEP
(fs.1168/ 69), 25) Copias certificadas de las distintas partidas de defunción correspondientes a
los 30 muertos objeto de investigación de la presente causa (fs. 1272/1292, 372/373 vta., fs.
678 del Anexo 1 cuerpo 4, fs. 2 del Anexo 2 cuerpo 3º sobre obrante en Anexo 3 cuerpo 1º);
26) Fotocopias certificadas remitidas por el Servicio Penitenciario de Córdoba en relación a la
historia clínica de Pablo Ba lustra (fs. 1401/1405vta. y 4377/4382); 27) Fotocopia certificada
remitida por el Juzgado Federal de la ciudad de Bell Ville en relación a Claudio Aníbal
Zorrilla (fs. 1411); 28) Diversas fotocopias certificadas correspondientes a legajos
penitenciarios remitidas por el Servicio Penitenciario Provincial (fs. 1421/1426); 29)
Fotocopias certificadas remitidas por el Departamento Criminalística de la Policía de la
Provincia de Córdoba (fs. 1762/1766); 30) Fotocopias certificadas del certificado médico de
Fermín Rivera remitido por el Juez Federal de Bell Ville (fs. 339/340 del Anexo I); 31) Planos
remitidos por el Servicio Penitenciario Provincial (fs. 352/355 del Anexo I); 32) Fotocopias
certificadas de la Historia Clínica perteneciente a Fermín Rivera en el Hospital del Penal (fs.
356/361 del Anexo I y 4388/4392); 33) Diversas fotocopias remitidas por el Juzgado Federal
Nº 1 en relación a Hernández Eduardo Alberto (fs. 47/183 del Anexo II); 34) Denuncia ante el
Juez Federal Nº 2 de María Cristina Barrera de Egea (fs. 1/3 del Anexo II Cuerpo III); 35)
Fotocopia certificada del Certificado de Defunción de José René Moukarzel (fs. 727, fs. 678
del Anexo 1 cuerpo 4); 36) Fotocopia certificada del Certificado de Defunción de Ricardo
Daniel Tramontini (fs.1378/vta.); 37) Fotocopias certificadas de las partidas de defunción
pertenecientes a Esther María Barberis, Mirta Abdón de Maggi y Claudio Aníbal Zorrilla (fs.
79/81 del Anexo II Cuerpo III); 38) Lista de personal policial del Departamento de
Informaciones (fs. 4028/4029 y 4214/4215); 39) Libros de guardia de distintas seccionales de
la Policía de la Provincia de Córdoba (fs. 4005, 4253, 4085/4100); 40) Fotocopias certificadas
de parte de la causa seguida contra Oscar Hugo Hubert (fs. 4346/4358); 41) Fotocopia
certificada perteneciente a los autos “Compañy Carlos Eliseo S/ Denuncia” –Legajo 7567
Libro 248, el que se encuentra reservado en Secretaría (fs. 4420/4426); 42) Fotocopias
certificadas pertenecientes a extractos de diferentes legajos remitidos por el Servicio
Penitenciario Provincial (fs. 4431/4436); 43) Fotocopias certificadas de partes de los legajos
personales pertenecientes a Mario Rómulo Neme, Roberto Juan Neme, Nadin Neme y
Francisco Alberto Lacube (fs. 4452/4457); 44) Fotocopia certificada del legajo remitido por el
Servicio Penitenciario Provincial correspondiente al interno especial José Martín Niztzschman
(fs. 4459/4468); 45) Fotocopias certificadas pertenecientes al expediente “Hernández Eduardo
Alberto y Svagusa José Alberto” (fs. 4475/4478); 46) Fotocopias certificadas correspondientes
al libro de guardia de prevención de la seccional tercera de la Policía de la Provincia de
184
Córdoba (fs. 4485/4487); 47) Fotocopias certificadas correspondientes a los planos 9, 10 y 11
publicados en el nomenclador cartográfico de comercio y Justicia –15º Edición- (fs.
Poder Judicial de la Nación
15
USO OFICIAL
4488/4490); 48) Diversas fotocopias certificadas pertenecientes a distintos legajos remitidos
por el Servicio Penitenciario Provincial de los detenidos especiales y de otras causas judiciales
(fs. 4502/4529); 49) Fotocopias certificadas correspondientes a parte del legajo de Miguel
Hugo Vaca Narvaja (h) (fs. 4563/4565); 50) Fotocopia certificada de Legajo Conadep F15 (fs.
3033/37); 51) Constancia de fs. 4577/4581; 52) Certificados de autopsia realizadas a Maria
Eugenia Irazusta y Víctor Hugo Ramón Chiavarini (fs. 4582 y 4585); 53) Planos de la Unidad
Penitenciaria Nº1 (fs. 353/55); 54) Expediente “Rivera Fermín s/ Denuncia” Expte. 1-R-83
agregado a la presente causa; 55) Expediente caratulado Rivas de Rave, Maria Juana s/
Denuncia Nº 4529 agregado a la presente causa. (fs. 1/188 del Anexo 2 cuerpo 1º); 56)
Expediente caratulado Horr Raúl s/ denuncia Nº 7814, Sumario Nº 275 agregado a la presente
causa (fs. 1/20 del Anexo 2 cuerpo 1º); 57) Expediente Niztschmann José Martín s/ Denuncia
Legajo 7597, agregado a la presente causa (fs. 1/91 del Anexo 2 cuerpo 1º); 58) Expediente
Lerner Daniel s/ Denuncia agregado a la presente causa ( Anexo 2 cuerpo 2º); 59) Expediente
De Breuil Eduardo Alfredo s/ Denuncia Legajo Nº 7824 agregado a la presente causa; 60)
Expediente Barrera de Egea Maria Cristina s/ Denuncia Expediente 12-B-84 agregado a la
presente causa ( fs. 1/113, Anexo 2 cuerpo 3º); 61) Expediente Toranzo, Rodolfo s/ Denuncia
por Homicidio agregado a la presente causa (Anexo 2 cuerpo 3º); 62) Expediente Denuncia
por Privación Ilegitima de la Libertad y Homicidio de Claudio Aníbal Zorrilla, agregado a la
presente causa (Anexo 2 cuerpo 3º)- , 63) copia de fs. 23 del legajo penitenciario n° 02080 del
interno MOSSÉ, Miguel Ángel (fs. 3 para agregar); 64) copia de fs. 24 del legajo penitenciario
n° 02375 de VACA NARVAJA, Miguel Hugo (fs. 4 para agregar); 65) copia de fs. 18 del
legajo penitenciario n° 02163 de VEGA, Miguel Ángel (fs. 5 del para agregar); 66) copia de
fs. 14 del legajo penitenciario n° 02333 de PAEZ DE RINALDI, Liliana Felisa (fs. 6 del para
agregar). 67) copia de fs. 28 del legajo penitenciario DE n° 00153 de BARRERA, Miguel
Ángel (fs. 7 del para agregar); 68) copia de la declaración indagatoria de Carlos Enrique
Villanueva vertida a fs. 3033/42 de autos “BRUNO LABORDA, Guillermo Enrique y otros
p.ss.aa. privación ilegítima de la libertad agravada y homicidio calificado“ Expte 14.573 (fs.
8/20); 69) ficha de antecedentes personales de Raúl Eduardo Fierro (fs. 21 del para agregar);
70) copia de fs. 17 del legajo penitenciario n° 259 de Lucio Guillermo Jarab (fs. 22 del para
agregar); 71) copia de fs. 25 del legajo 2238 de Hugo Victorino Hernández (fs. 23 del para
agregar); 72) copia de fs. 7 del legajo 2514 de Claudio Waibord (fs. 24 del para agregar); 73)
copia de fs. 6 del legajo 3295 de Guillermo Edgardo Yulitta (fs. 25 del para agregar); 74)
copia de fs. 17 del legajo n° 37 de Julio Alberto Guemes (fs. 26 del para agregar); 75) copia de
fs. 8 del legajo 2800 de José Carlos Ferreyra (fs. 27 del para agregar); 76) copia de fs. 10 del
legajo 2913 de Viviana Virginia Venturuzzi (fs. 28 del para agregar); 77) copia de fs. 6 del
legajo 2951 de Carlos Hugo Dutto (fs. 29 del para agregar); 78) copia de fs. 16 del legajo 201
de Carlos Alberto Ferreyra (fs. 30 del para agregar); 79) copia de fs. 11 del legajo 2353 de
Gerardo Barrero (fs. 31 del para agregar); 80) copia de fs. 3 del legajo n° 5 de Daniel
Armando Arias (fs. 32 del para agregar); 81) copia de fs. 7 del legajo 2862 de Jaime Lokman
(fs. 33 del para agregar); 82) copia de fs. 13 del legajo 2020 de Federico Víctor Bazán (fs. 34
del para agregar); 83) copia de fs. 19 del legajo 2126 de Jorge Enrique De Breuil (fs. 35 del
16
para agregar); 84) reglamento RC-9-1 “operaciones contra elementos subversivos”; 85)
reglamento RE-9-51 “instrucciones de Lucha contra elementos subversivos” 85) copia de los
partes diarios del Servicio Penitenciario de Córdoba, Detenidos Especiales, correspondientes a
185
los días 19/01/76, 27/01/76, 20/02/76, 04/03/76, 09/04/76, 29/04/76, 04/05/76, 08/05/76,
12/05/76, 18/05/76, 25/05/76, 27/05/76, 29/05/76, 29/05/76, 12/06/76, 15/06/76, 20/06/76,
01/07/76, 06/07/76, 13/08/76, 08/09/7612/10/76, y el 01/11/76 (fs. 86/107 del para agregar);
86) copia de la nota de fecha 24 de noviembre de 1975 remitida por el Tte Crnel Gutiérrez al
Jefe de la Cárcel de Encausados de Rio Cuarto (fs. 108 del para agregar); 87) copia de la nota
suscripta por el General de Brigada Luciano Benjamín Menéndez de fecha 21 de noviembre de
1975 dirigida al Subdirector del Servicio Penitenciario Provincial, glosadas a la carpeta
“comunicaciones 1973-1980” (fs. 109 del para agregar), 88) copia de fs. 84 a 159 del volumen
RC-9-1 “Operaciones contra elementos subversivos” (fs. 110/128 del para agregar) 89) copia
de los reglamentos R-C-1 y el RE-C-51; 89) copia del cuaderno de códigos de encubrimiento
de la IV Brigada de Infantería (fs. 130/43 del para agregar); 90) origina del cuadaerno de
códigos de encubrimiento (reservado en Secretaría), 91) copia certificada de una carta
suscripta por Raúl Francisco Primatesta a Jorge Rafael Videla (fs. 511 y 569/71 del “para
agregar”); 92) fotocopia certificada de las fojas correspondientes a las calificaciones del año
75/76 y 76/77 obrantes en el legajo de Raúl Eduardo Fierro (fs. 515/33 del “para agregar”) 93)
copia del libro histórico de la Policía Militar correspondiente al año 1976; 94) copia
certificada de documentación obrante en el archivo del Servicio Penitenciario Provinc ial
suscripta por Vicente Meli (fs. 560/1 y 563 del “para agregar”) por González Navarro (fs. 562
del “para agregar”); 95) Memorando producido por el Segundo Comandante y Jefe de Estado
Mayor del Área 311 dirigido al personal superior y subalterno, suscrip to por el Coronel
Sasiaiñ (fs. 564/6 del “para agregar”) 96) Expediente 9-G-1975 “GALARRAGA, Graciela
Silvia p.s.a. tenencia de material subversivo” del Juzgado Federal de Río Cuarto (reservado en
Secretaría), 97) fotocopia del legajo penitenciario de María del Rosario Miguel Muñoz (fs.
586/606 del “para agregar”), 98) copia de resoluciones y decretos suscriptos por Miguel Angel
Marini desde 24 de marzo de 1976 a 25 de junio de 1976 (reservados en Secretaría) 99)
fotocopia del legajo penitenciario de Ana María Pizarro (fs. 665/9 del “para agregar”); 100)
certificado sobre contenido de la causa 13 en relación a las víctimas de estas actuaciones (fs.
752 del “para agregar”). Informativa: 1) Informe realizado por la Secretaría del Juzgado
Federal Nº 3 respecto del Personal que prestó servicios en la División Informaciones de la
Policía de la Provincia de Córdoba (fs. 3422/vta.); 2) Informes remitido por el Tercer Cuerpo
del Ejército (fs. 1195/1199, 1465, 1532, 1839, 2001, 2400, 2788, 379 del Anexo I, 36/41 del
Anexo II, 16 del Anexo II Cuerpo II); 3) Informes remitido por la Policía de la Provincia de
Córdoba (fs. 1039/1044, 1315, 1436, 1753/1754, 1849/vta., 2606/2615, 2807/2810, 3274/327,
4196 y 33/35 del Anexo II, 22/23 y 31/34 del Anexo II Cuerpo II, 52/56 Anexo II Cuerpo II,
14 vta. del Anexo II Cuerpo II, 109/110 del Anexo II Cuerpo III); 3) Informe remitido por el
diario La Voz del Interior (fs. 1863, 2049); 4) Informe remitido por la Secretaría de Asuntos
Militares –dependiente del Ministerio de Defensa de la Nación- (fs. 1950/1951); 5) Informe
remitido por el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (fs. 1952, 1252 y 4365); 6) Informe
Poder Judicial de la Nación
17
USO OFICIAL
remitido por la Secretaría General del Ejército (fs. 1953, 2062/2063, 2443, 2500, 2570/2572,
2737, 2744/2745, 2786/2787, 2797/2798, 2799/2800, 2856, 2894/2902, 3634,
4245/4247,4368/69, 5248/5249, 531/533, del Anexo I, 31/32 del Anexo II Cuerpo II); 7)
Informe realizado por la Secretaria del Juzgado Federal Nº 1 sobre personal del Ejercito de
nombre Juan Carlos Hernández (fs. 2738); 8) Informe remitido por el Registro Nacional de las
Personas (fs. 1993, 2574/2575, 3113/3114, 3153, 3570, 3643, 3749/3750, 3752, 3765, 3801,
4069, 4472, 1491, 1497, 1513, 703 del Anexo I, 19/20 del Anexo II Cuerpo I); 9) Informe
remitido por el Sr. Juez Federal de la ciudad de Bell Ville (fs. 2037/2048, 2623/7); 10)
Informe realizado por la Secretaria del Juzgado Federal Nº 3 respecto del Cabo Luís Vázquez
186
numero de afiliado 65816. (fs. 2652/2653); 11) Informe realizado por la Secretaria del
Juzgado Federal Nº 3 respecto del Agente policial Sixto Rodolfo Contreras LE 6.515.167 (fs.
2720); 12) Informe remitido por el Servicio Penitenciario de la Provincia de Córdoba (fs.
2056, 3143/3144, 345/357, 362/5, 378, 429/431, 587/605, 982/3, 1072/1074, 1082, 1089,
1230, 1253/1254, 1270, 1392, 1431, 1493, fs. 131 del Anexo 1 cuerpo 1º; Fs. 378 del Anexo I,
fs. 410/438 del Anexo I, 534/537 del Anexo I, 629/635 del Anexo I, fs. 717 vta. del Anexo I,
12/13 del Anexo II Cuerpo II, 8/21 del Anexo II cuerpo III, 33 del Anexo II Cuerpo III, 62 y
vta. y 68 ambos del Anexo II Cuerpo III, 108 del Anexo II Cuerpo III); 13) Informe remitido
por el Registro Civil de la ciudad de Córdoba (fs. 2073), de la Secretaría Electoral (fs. 2258,
2423, 2766, 3989612 del Anexo I, 675 del Anexo I y fs. 725/727del Anexo I, fs. 733 del
Anexo I, 18 del Anexo II Cuerpo II); 14) Informe realizado en Secretaría sobre el supuesto
soldado Olegario Barrios (fs. 2597); 15) Informe realizado por el Sr. Juez Federal Nº 7 de
Capital Federal –Dr. Adolfo Luís Bagnasco- (fs. 2727, 2790, 2986/2990); 16) Informe
realizado por el Sr. Juez Federal Nº 1 (fs. 2734); 17) Informes del Registro Nacional de
Reincidencias (fs. 2815/2824, 2854/2855, 2858/2859, fs. 5932 en relación a Pérez, 5934 en
relación a Quiroga, 5936 en relación a Mones Ruiz, 5938 en relación a Alsina, 5940 en
relación a M.A. Gómez DNI 10.212.608, 5942 en relación a Pino Cano, 5944 en relación a
Tavip, 5945 en relación a D´aloia, 5947 en relación a Paredes, 5948 en relación a M.A.
Gómez, DNI 6.659.250, 5951 en relación a López, 5952 en relación a Rodríguez, 5954 en
relación a C.H. Pérez, en relación a Calixto Luis Flores a fs. 6423, en relación a Alberto Luis
Lucero a fs. 6424, en relación a Yamil Jabour a fs. 6425, en relación a Ricardo Cayetano
Rocha a fs. 6426, en relación a Marcelo Luna a fs. 6427, en relación a Juan Eduardo Ramón
Molina a fs. 6428 y en relación a Carlos Alfredo Yanicelli a fs. 6429; de Vicente Meli (fs.
5633); 18) Informe remitido por la Subsecretaría de Derechos Humanos del Gobierno de la
Provincia de Córdoba (fs. 2999); 19) Informe realizado en Secretaría sobre libro de entradas
del Juzgado Federal Nº 1 y 2 en relación a causas ingresadas en los años 1975, 1976, 1977 y
1978 por hechos relativos a apremios ilegales, revisaciones médicas, amenazas, etc.
(2576/2584, 2682/2709, 3010/3013, 3014/3016); 20) Informe remitido por la Cámara Federal
de Apelaciones de la ciudad de Bahía Blanca (fs. 3427/3431); 21) Informe realizado por el
médico Dr. Miguel Eduardo Colazo (fs. 717/718); 22) Informe del Servicio Meteorológico
Nacional de la Fuerza Aérea Argentina (fs. 1317); 23) Sobre conteniendo fotografías de
publicaciones del diario La Voz del Interior (fs. 1323); 24) Fotografía aérea de la UP1 y plano
18
de la misma (fs. 360/361); 25) Fotocopias certificadas de distintas actuaciones tramitadas por
ante el Juzgado Federal Nº 1 de esta ciudad (fs. 1363/1382); 26) Informe de la Secretaría
Electoral de Córdoba (fs. 1440,60vta. del Anexo II Cuerpo III); 27) Informe realizado por
personal de medicina forense de Tribunales Provinciales de Córdoba (fs. 1455/1457); 28)
Informe realizado por el Estado Mayor General del Ejército en relación al Teniente Francisco
Pablo D`aloia (fs. 1534/1535); 29) Informe realizado por el Juzgado de Instrucción Militar Nº
72 (fs. 1755, 72 del Anexo II Cuerpo III); 30) Informe remitido por el Registro Civil de la
localidad de Cintra (fs. 1768); 31) Informe remitido por el Registro Civil de la ciudad de
Córdoba (fs. 1775/1776); 32) Informe remitido por el Hospital Militar Córdoba 141 (fs. 336
del Anexo I); 33) Informe remitido por el Servicio Penitenciario Provincial (fs. 362/365); 34)
Informe realizado por el cuerpo médico forense en relación a Bauducco y Muokarzel (fs. 382
y 783 respectivamente del Anexo I; 35) Informe realizado por el juez de instrucción militar de
la Fuerza Aérea Argentina (fs. 385/6 del Anexo I); 36) Informe realizado por Gendarmería
Nacional (fs. 487); 37) Informe realizado por el Juzgado de Instrucción Militar Nº 69 (fs. 541
del Anexo I, 572 del Anexo I); 38) Informe remitido por la Fuerza Aérea Argentina (fs. 577
del Anexo I); 39) Informe del cuerpo de medicina forense en relación a Eduardo Alberto
Hernández, Pucheta y Sgandurra (fs. 29 y 18 respectivamente del Anexo II Cuerpo I); 40)
187
Decreto del P. E. N. (fs. 44 del Anexo II, 58/76 de Anexo II Cuerpo II y 112/7 del Anexo II
Cuerpo III); 41) Informe de la Policía Federal Argentina (fs. 4159/4160, 187 del Anexo II);
42) Informe del Hospital San Roque (fs. 17 del Anexo II Cuerpo I) ; 43) Informe realizado por
Secretaría sobre las distintas causas penales de cada uno de los treinta detenidos (fs.
4326/4345 vta.); 44) Informe del Consejo de Guerra Permanente (fs. 4360); 45) Informe de la
Dirección General de Bienestar del Ejército Argentino (fs. 4361/4363); 46) Informe de la
Secretaría del Juzgado Nº 3 respecto del legajo del policía Carlos Daniel Gómez (fs. 3964/5);
47) Informe del Hospital Militar Córdoba (fs. 4001); 48) Informe del Hospital Córdoba (fs.
4066); 49) Informe del Ministerio de Salud del Gobierno de la Provincia de Córdoba (fs.
4201); 50) Informe realizado por Secretaría en relación a los autos “Siriani Bruno Ernesto Su
Denuncia” que tramitaron por ante el Juzgado Federal Nº 1 de esta ciudad (fs. 4407/4411); 51)
Certificado sobre los legajos personales de los policías que prestaron servicios en el
Departamento de Informaciones de la Policía de la Provincia de Córdoba (fs. 4550/4552 vta.);
52) Certificado del libro de la Morgue Judicial en relación a José René Muokarzel (fs. 4553)
Fotocopias certificadas de fs 4525/29 en relación a Moukarzel; 53) Informe de Secretaría
sobre legajos del personal de la D 2 (fs. 4562); 54) Informes realizados por la Secretaria del
Juzgado Federal Nº 3 (fs. 3159 y fs.3177); 55) Fotocopias certificadas de los legajos
pertenecientes a Bauducco y Muokarzel, ( fs. 415/439 Anexo 1 cuerpo 2º, fs. 442/482 del
Anexo 1 cuerpo 3º); 56) Fotocopia certificada de la orden impartida por Sasiaiñ con fecha 2 de
Abril de 1976 (fs. 493/94); 57) informe elevado por el Coronel Edgardo Benjamín Carloni (fs.
144/203). .Pericial: Pericia realizada por el Inspector Rolando Horacio Sor, perteneciente al
Gabinete Pericial de la Policía de la Provincia de Córdoba (fs. 1217/1219). Pericia caligráfica
elaborada por el perito Ernesto S. Fernández de la Policía Judicial de la Provincia de Córdoba
(fs. 6371/74).
Poder Judicial de la Nación
19
USO OFICIAL
Y CONSIDERANDO
I-. Análisis de los hechos.
PRIMER Y SEGUNDO HECHO:
En razón de que los hechos descriptos bajo el título “Primer y Segundo
Hecho” habrían acontecido en idéntico espacio y en secuencias temporales casi inmediatas, y a
los fines de obtener mayor claridad expositiva, entiendo útil abordar su tratamiento en forma
conjunta.
Es el caso, entonces, de indagar si existen elementos probatorios que
den cuenta que – en las fechas mencionadas al describir los hechos - Diana Beatriz Fidelman,
Eduardo Daniel Bártoli, María Eugenia Irazusta y Víctor Hugo Ramón Chiavarini habrían sido
sometidos a algún tipo de tormento mientras se encontraban detenidos en el Departamento
Informaciones de la Policía de la Provincia de Córdoba. De igual modo analizaremos las
causas por las que se habría producido el deceso de Bartoli, Irazusta y Chiavarini el 30 de
abril de 1976 en el interior del Departamento de Informaciones de la Policía de Córdoba.
A tales fines, entiendo útil reseñar cuestiones atinentes al
funcionamiento del Departamento de Informaciones de la Policía de la Provincia de Córdoba
(en adelante “D2”). Las constancias de autos acreditan – con el grado de probabilidad
requerido en esta etapa – la existencia de un claro procedimiento para el tratamiento de los
detenidos por hechos de subversión. Estos detenidos – previo a su alojamiento en la Unidad
Penitenciara Nº1 – eran alojados en el D2 a los fines de su interrogación. Los testimonios
también abundan en la metodología utilizada a tal fin, y señalan que los tormentos fueron la
herramienta esencial en tal tarea. El voluminoso cuadro de testimonios recabados en el
proceso, en su mayoría proveniente de ex detenidos en el D2, da cuenta de ello, y del
188
inequívoco propósito perseguido con la referida metodología, a saber: devastar, doblegar,
quebrantar psíquica y físicamente a los denominados “delincuentes subversivos”, a fin de
obtener datos de las organizaciones clandestinas a las que les endilgaban pertenecer.
Las declaraciones de muchas víctimas de estos procedimientos, como
así también valiosa prueba documental, describen pormenorizadamente las técnicas tortuosas
aplicadas, indicando que los tormentos consistían en violentos golpes en el cuerpo,
particularmente en las zonas más sensibles como los genitales; diversos métodos de asfixia:
como sumergir la cabeza en un recipiente con líquido (“submarino”); cubrir la cabeza con una
bolsa de nylon en la cabeza (“submarino seco”); tapar boca y nariz con trapos mientras se
echaba agua en la cara (“mojarrita”); inmersión de la cabeza en un inodoro; quemaduras con
cigarrillos en todas partes del cuerpo; descargas de electricidad con picana; vejaciones
sexuales de todo tipo: manoseos, introducción de dedos y manos en vagina y ano, violaciones,
simulacros de fusilamientos, entre otros métodos rutinarios de singular crueldad (ver al
respecto declaraciones de José Martín Niztzchmann fs. 19/20 del Anexo II Cuerpo II, Hugo
Alberto Pujol de fs. 1063/7, Pedro Nicolás Sayago fs. 1168/71, Eduardo Alfredo De Breuil fs.
1880, Alicia Beatríz Wieland fs. 2636/44, Dora Isabel Caffieri fs. 2903/10, Luis Miguel
Baronetto fs. 2945/53, Ingrid María Waisman fs. 2940, Jorge Rubén Lagos fs. 2955, Soledad
Edelveis García fs. 2976/84, Raúl Ángel Ferreyra fs. 3033, Héctor Daniel Lerner fs. 3156,
20
Dilma Martini fs. 3277/9, Alberto José Caccopardo fs. 3516/19 vta., Ana Isabel Glineur Berne
fs. 90/94 de los autos “Faraig, Salvador Enrique …”, n° 45-F/75, reservado en Secretaría,
Carlos Alberto Tosco fs. 112/113, Susana Edit Bregoglio de Tosco fs. 139/140 y Lucía Ángela
Valfré fs. 166/168, todos estos de las nombradas actuaciones.
A lo expuesto se suman varios relatos que las personas detenidas en el
D2 entre 1975 y 1976, brindaron al ser indagadas en las causas judiciales en las que se
hallaban imputadas por aquellos años por infracciones a la ley 20.840. En tal sentido, de las
dieciséis causas penales de aquella época –tramitadas ante los Juzgados Federales Nº 1 o 2 de
la Ciudad de Córdoba-, cuyas constancias fueron examinadas en este proceso, surge que
fueron cuarenta y seis los detenidos que pusieron de manifiesto ante los entonces magistrados
intervinientes, haber recibido por parte del personal del D2, toda clase de apremios, como por
ejemplo: cachetadas, trompadas, patadas, golpes en la cabeza con elementos contundentes –
como armas de fuego, gomas, palos, etc.-, golpes en los oídos con ambas manos a la vez, ser
obligados a desnudarse para continuar los golpes en ese estado, ser objeto de manoseos,
simulacros de fusilamiento y ahorcamiento, haberles arrancado el cabello a tirones,
introducirles pañuelos en la boca para callarlos, sumergir sus cabezas en un recipiente con
agua reiteradamente, ser obligados a permanecer de pie de cara a una pared durante muchas
horas recibiendo golpes de cada uno de los policías que pasaban por el lugar, privados durante
varios días de recibir alimento, bebida y de ir al baño, golpes en la cabeza contra la pared,
colocarles una capucha y retorcérsela a la altura del cuello mientras les echaban agua en la
cara, quemaduras con cigarrillos que fueron exhibidas durante las indagatorias ante los
tribunales, aplicación de la picana eléctrica, amenazas de matar a cónyuges e hijos pequeños, o
de mutilarlos, de golpear a la esposa hasta hacerle perder el embarazo, de dejarlos inútiles para
toda la vida, o de secuestrar y maltratar a los padres. En varios casos las mujeres manifestaron
haber sufrido violaciones, manoseos y la introducción de manos, el caño de armas, líquidos u
otros elementos en la vagina (v. fs. 4326/45).
Algunas de las personas cuyos relatos se mencionan precedentemente,
por decisión de la propia Policía fueron hospitalizados en razón del estado crítico en el que
habían quedado después de las torturas. Tales son los casos –que surgen de las dieciséis causas
penales a que se hizo alusión- de Lucía Ángela Valfre, Marta Teresita Mera, Esther María
Barberis –quien sindicó al comisario Fernando Esteban como aquel que dirigía la golpiza de la
189
que fuera objeto, de Luis Miguel Baronetto y de José Antonio Pettiti (ver fs. 4326/45).
En algunos casos esto se corrobora con informes médicos del Dr. Lucio
Toribio Aguerre, a la sazón médico forense de los Tribunales Federales que era enviado por la
justicia al D2 a fin de verificar el estado de salud de los detenidos ante el requerimiento de
algún allegado o pariente que presentaba habeas corpus en los juzgados. En esos documentos
el galeno dejó constancia de haber revisado a Diana Fidelman, presentando al 09/08/1975
varios hematomas en el lado izquierdo del abdomen y estado diarreico (fs. 4 del expte.
“Fidelman, Diana Beatriz habeas corpus”, n° 48-F-75). Por su parte, del informe médico de
fs. 19 del legajo penitenciario n° 02111 perteneciente a Diana Beatriz Fidelman, surge que la
nombrada al momento de la revisación médica efectuada al ingreso de la UP1 -proveniente de
Poder Judicial de la Nación
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USO OFICIAL
la D2- con fecha 11/08/1975, presentaba hematomas de forma y dimensiones diversas en el
muslo izquierdo, parte superior del maléolo externo derecho, espina ilíaca ántero superior
izquierdo y mama derecha por debajo de la aréola; además dolor a la palpación en la región
esternal de la nuca y de los rectos anterior al abdomen. Resta destacar que de fs. 6416/19 de
autos obran copias del legajo penitenciario de Eduardo Daniel Bartoli (n° 00329) de las que se
desprenden expresamente que Diana Beatriz Fidelman fue retirada de la Penitenciaría y
conducida al Departamento Informaciones Policiales (D2) el 22 de abril de 1976. A partir de
esta fecha que debió probablemente soportar las crueles torturas que habrían dejado, entre
otras secuelas no tan visibles, los diversos hematomas a que hace referencia el médico
penitenciario. Cabe tener en cuenta asimismo, en relación a Fidelman, que de las constancias
de la causa caratulada “Fidelman, Diana Beatriz y otros p.ss.aa. Asociación Ilícita
calificada; tenencia de armas y munición de guerra, tenencia de explosivos e infracción
ley 20.840” Expte 53-F-75, tramitadas ante el Juzgado Federal n° 1 surge que al prestar
declaración indagatoria con fecha 25/09/1976, “(...) Que el día siete de agosto, siendo las
ocho y media de la mañana, llega como de costumbre a Maestro Vidal 1010; que ingresó a la
casa, cuya puerta se encontraba sin llave, cosa que no le extrañó ya que la dicente no tenía
llave de la misma, y fue empujada de la nuca por una persona que se encontraba a sus
espaldas y ve a un individuo al frente suyo que le apunta con un arma; de inmediato la
despojan de todos sus efectos personales, cartera – que contenía documentación personal,
elementos de maquillaje, una aguja, etc. – un reloj, anillos, el abriogo, gamulán, le vendan los
ojos y atan las manos hacia atrás, pegándole hasta atontarla. Que pasado cierto tiempo se da
cuenta que es trasladada en un automóvil y la lleban a un lugar que después se enteró era el
Departamento Informaciones, en la Jefatura. Que la dejaron sola cierto tiempo y luego la
llevaron a una habitación donde es levantada en viloentre varias personas y comienzan a
pegarle violentamente en el abdomen; que luego le sueltal las piernas y uno de ellos le aplica
un golpe en la boca del estómago que la arroja contra la pared, quedando semi desvanecida;
que oye que entonces lo traen a De Breuil y a la dicente la llevan nuevamente a la habitaci{on
anterior,; que luego la llevaban y traían permenentemente de la habitaci{on a un patio, le
pegaban y la manoseaban; que ala noche del jueves la llevan a una ofician, siempre vendada
y con las manos atrás, la sientan a una silla, la que es sacada imprevistamente, por lo que la
declarante cae al suelo; que allí se siente encima de ella a la altura del estómago un individuo
muy pesado y empieza a saltar, mientras otro, u otros, procedían al mismo tiempo que le
apretaban rudamente el cuello, a echarle agua en la boca hasta ahogarla; que la dicente
empezó a ver estrellas alrededor; que se suspendió por unos momentos la tortura,
comenzando luego más violentamente lo que provocó que la compareciente fuera de cuerpo
con las consecuencias previsibles; que este hecho causó gran hilaridaed a las personas que la
rodeaban, pero, al mismo tiempo la dejaron en paz. Que poco después es arrastrada a otra
190
habitación y luego en andas a un patio, donde escucha que comentan “ a esta no la vamos a
violar porque está muy sucia”. Que la devuelven a la habitación y pasado cierto tiempo llega
un individuo que la manosea y pone en sus manos el miembro, la besuquea y luego la empuja
contra la pared. Que no puede precisar con seguridad los horarios y el orden en que
22
sucedieron los hechos por obvias razones, pero piensa que luego es llevada a un lugar donde
le toman una declaración que firma sin saber qué contenía. Que esa noche es llevada al patio
y le hacen cerrar los ojos, le quitan la venda y le ponen en la cabeza un trapo de piso sucio de
orina, al que le obligan a morder; luego la llevan nuevamente a la habitación y poco después
llega un individuo que le quita el trapo y la venda nuevamente. Que toda la noche simulaban
que la ibana llevar a torturarla hasta que en una ocasión en que hacían dicho comentario
adviertieron que la dicente respiraba con dificultad, por lo que desistieron. (...)”(fs. 6413/15).
De igual manera, preciso es considerar los testimonios concordantes de Ingrid Waisman (fs.
2940), Norma San Nicolás (fs. 2966) y Soledad García (fs. 2976/84), en tanto refieren que, al
regresar a la cárcel procedente del D2 en abril de 1976, Fidelman comentó a sus compañeras
de celda que la policía la había hostigado por su condición de judía y que, en virtud de los
tormentos y amenazas que le habían efectuado, tenía el convencimiento que finalmente la
matarían. Coincidentemente, y en referencia a los tormentos psíquicos a que Fidelman habría
sido sometida, Raul Angel Ferreyra –detenido en el D2 durante algunos días del mes de abril
de 1976 y luego liberado- afirma que en ese Departamento se hallaba también detenida Diana
Fidelman, en relación a la cual recuerda que la misma era mantenida en carácter de rehen y se
la consideraba una condenada a muerte (fs. 3033).
Ahora bien, aunque no forman parte del universo fáctico que abordamos
en la presente, y simplemente con el objeto de dar cuenta de lo que ocurría en los
interrogatorios desplegados en la D2, resulta de utilidad indicar que el Dr. Aguerre también
revisó a Miguel Ángel Moze el día 04/08/75 –13 días después de haber sido detenido en la
D2- constatando dolor bien localizado en ambos lados (línea axilar) del tórax, en cintura,
zonas renales y muslos, observando ligeras excoriaciones en estos (conforme fs. 45 de los
autos “MOZE, Miguel A. y otro…” “69-M-75”). Ello puede ser corroborado con el
diagnóstico y tratamiento prescripto por el médico que lo atendió a pocos días de su ingreso a
la UP1 (Dr. Montbrun), quien le detectó dolores en el tórax con los movimientos respiratorios
espontáneos y dolor a la presión en el tórax (fs. 21 del legajo penitenciario n° 00132
perteneciente a Miguel A. Moze).
El facultativo forense también examinó a Marta del Carmen Rossetti de
Arquiola a 17 días de haber sido detenida en la D2, verificando que la misma presentaba
grandes equimosis abarcativas de la mitad inferior de ambas mamas, en proceso de
reabsorción (8 a 10 días de producidos) (v. fs. 4340/vta.). Este cuadro se corrobora con el
diagnóstico y tratamiento indicado por el Dr. Bustos del Hospital Penitenciario (UP1), quien
revisó a la nombrada el 07/11/1975, observando dolor en zonas toráxico, lumbar, coxígea y
hematomas en ambas mamas, dolor y sordera en oído derecho (v. ficha médica a fs. 19 del
legajo penitenciario 00160 de Rossetti de Arquiola).
El mismo galeno constató que Luis Ricardo Verón, también detenido en
el D2 antes de ser trasladado a la UP1, se hallaba en estado estuporoso o conmocionado, no
respondía a las preguntas ni aun al golpearle la cara, consiguiendo sólo que balbuceara para
pedir agua; constató además múltiples hematomas y equimosis en tórax, abdomen y también
en bajo vientre y sobre las crestas ilíacas. Tan penoso era el estado de salud de Verón,
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USO OFICIAL
agravado aún con el mal asmático que padecía, que el director de la UP1 se negó a recibirlo en
191
esas condiciones (ver conforme al respecto fs. 4 y 9 de los autos “VERÓN, Luis Ricardo –
Revisación médica a su favor” n° 13-V-75). Desde su ingreso al penal el día 31/10/1975, en
la ficha de asistencia médica correspondiente a su legajo penitenciario n° 00174, puede
observarse el registro de un intenso y periódico cuidado de su salud (v. fs. 19/20).
La lista de personas vejadas, ultrajadas y torturadas en el D2, que luego
siguieron su derrotero hacia la UP1 es extensa. Puede citarse el caso de Ricardo Alberto Yung,
a quien el médico forense venido en citas, constituido en el D2 el 10/08/75, verificó en su
cuerpo traumatismos múltiples de carácter leve en región lumbar, comprendiendo ambas zonas
renales (fs. 6 de los autos “YOUNG, Ricardo Alberto – habeas corpus y revisación médica
a su favor” n° 1-Y-76). En tanto que su ficha médica penitenciaria registra a su primer
chequeo “manos sudorancia fría e hipotención” (cfrme. fs. 18 del legajo penitenciario n°
00018).
También Eduardo Hernández y José Alberto Svagusa manifestaron ser
objeto de apremios ilegales en el D2 mientras estuvieron allí detenidos. Tal surge de la
declaración que Hernández efectuó al momento de ser indagado en sede judicial en autos
“HERNANDEZ, Eduardo Alberto y SVAGUSA, José Alberto pss.aa. asociación ilícita,
etc.”, n° 9-H-75, donde refirió ser objeto de los métodos de tortura asfixiante llamados
“mojarrita” y “submarino”; asimismo de haber sido pisoteado en su mano izquierda en razón
de ser su mano “diestra” (v. informe a fs. 4334 y fs. 126/131 del Anexo II, cuerpo I). Dichas
lesiones pueden constatarse en la ficha de asistencia médica en la UP1, donde fue llevado tras
nueve días de estar detenido en el D2. En este sentido, a fs. 21 de legajo penitenciario n°
00137 surge que Hernández presentó diversas lesiones en sus dedos, como impotencia en
dedos de mano izquierda, flexión parcial, sensibilidad, entre otras.
Lo propio cabe decir respecto de José Alberto Svagusa, cuyo legajo
penitenciario n° 00099, en la ficha de asistencia médica (fs. 28) iniciada a tan solo un día de su
arribo desde el D2, da cuenta de una fractura de costilla. Esta lesión podría tener vinculación
con los tormentos de los que dijo ser objeto mientras estuvo detenido en el Departamento de
Informaciones, según su declaración indagatoria en los autos antes mencionados (v. fs. 137 del
Anexo II, cuerpo I).
Según el testimonio de Luis Artemio Reinaudi, quien asistió como
letrado defensor a José Cristian Funes durante el año 1976, éste le manifestó en la cárcel que
había sido torturado y picaneado en el D2 (v. fs. 1902/3).
Cabe aclarar que las personas alojadas en el D2 permanecían
absolutamente incomunicadas, no pudiendo tener ningún contacto con abogados ni familiares,
los que con frecuencia ignoraban si el detenido se hallaba o no en esas dependencias, hasta
que transcurridos varios días la Policía recién proporcionaba información. Por tal razón, el
recurso de habeas corpus interpuesto ante la Justicia –al menos durante los últimos meses de
1975 y primeros de 1976- se tranformó en el instrumento esencial mediante el cual la familia
lograba –no en todos los casos- enterarse del lugar en que se hallaba el detenido, procurando –
en los supuestos en que confirmaban que estaba en el D2- que fuera cuanto antes revisado por
24
un médico y trasladado a alguna Unidad carcelaria, a los efectos de evitar que continuaran las
torturas que generalizadamente se sabía aplicaban en esa dependencia.
En cuanto a este último propósito, los habeas corpus fueron efectivos en
varias oportunidades; sin embargo, las lesiones que repetidamente observó el médico forense,
no condujeron al inicio de actuación alguna tendiente a averiguar sus causas y responsables
(Luis Artemio Reinaudi fs. 1899/1903, Enrique Mario Asbert fs. 3320/8, certificado de fs.
4326/45).
También el Servicio Médico de la UP1, además de los casos referidos,
pudo constatar lesiones en otros detenidos procedentes del D2. Así en el caso de René
192
Muokarzel, a quien se le detectó una deformación de la pared costal –hemitorax izquierdoprobablemente
producida por quebradura de costillas y una posterior mala “afrontación” de los
extremos óseos. Moukarsel aseveró al Tribunal que debido a los golpes que le propinó el
personal del D2 cuando estuvo allí detenido, tenía fracturadas tres o cuatro costillas y que por
no recibir una adecuada y oportuna atención médica, las fracturas derivaron en una
deformación que debía apoyar en uno de sus órganos puesto que le causaba mucho dolor y le
impedía hacer movimientos (fs. 4326/45).
Una muestra más de la desmedida crueldad y violencia con que trataban
a los detenidos en aquel departamento policial, es lo ocurrido a Horacio Américo Siriani,
joven arrestado en Cruz del Eje el 9/4/75 y conducido al D2 en la madrugada del día siguiente.
Habiendo permanecido en esa repartición por poco más de un día y en momentos en que la
fuerza policial todavía no proporcionaba ningún informe a la familia sobre su paradero, el
nombrado dejó de existir como consecuencia de contusión cerebral. Los médicos forenses que
examinaron el cuerpo pudieron constatar que presentaba: 1) herida puntiforme a la altura de la
10ª dorsal; 2) escoriaciones superficiales en ambas escápulas; 3) seis escoriaciones
puntiformes en la cara interna del brazo izquierdo y otras dos en cara dorsal de ambas manos;
4) escoriación de dos por un centímetro en brazo derecho; 5) quemadura surco ungeal en el
dedo mayor de la mano derecha; 6) escoriaciones de tres por dos centímetros en el dorso de
ambos pies; 7) escoriación de un centímetro en el tercio medio de la pierna derecha; 8)
lesiones erosivas múltiples que parecían quemaduras, en el glande; 9) lesiones erosivas que
podían ser quemaduras de cigarrillos en el testículo izquierdo; 10) hematomas en ambos
párpados inferiores; 11) marcada inyección conjuntival; 12) escoriación de cuatro por tres
centímetros en ángulo externo del ojo derecho; 13) restos de tejido de color celeste –pelusas
probablemente de la capucha que se le había colocado- en las caras anterolateral izquierda y
derecha del cuello. Las heridas externas se correspondían con grandes hematomas y coágulos
internos, producidos dentro de las 24 o 48 últimas horas de vida, deduciendo del cuadro
observado que la causa eficiente de la muerte había sido insuficiencia cardio-circulatoria
producida por traumatismos cráneo-encefálicos que databan de tres o cuatro horas antes del
deceso (fs. 4407/11).
Iniciado en sede judicial el sumario para investigar lo sucedido, las diez
personas que habían sido detenidas en distintos lugares de Cruz del Eje y traídos a Córdoba
junto a Siriani, coincidieron en que una vez en el Departamento Informaciones fueron
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encapuchados y colocados contra una pared, esposados, con las manos en la nuca, abriendo los
pies, sin apoyarse, debiendo permanecer inmóviles hasta el día siguiente, posición esa que sólo
pudieron abandonar una vez en todo ese lapso, cuando les tomaron fotografías y las huellas
dactilares y los interrogaron sobre los datos personales; durante esos dos días no se les
permitió beber ni ingerir alimento alguno, ni ir al baño, haciéndoles escuchar continuos
comentarios intimidatorios. En esas horas Siriani reclamó reiterada e infructuosamente que le
dieran agua, percibiendo los declarantes -por los ruidos y expresiones escuchadas- que el
nombrado cayó en un momento al suelo como desvanecido, oportunidad en que los policías lo
instaron a levantarse propinándole golpes; más tarde Siriani volvió a reclamar insistentemente
por agua y para que lo lleven a un baño, contestándoles los policías que abriera más las
piernas, volviendo nuevamente a golpearlo, ante lo cual Siriani –encapuchado como todosreaccionó
intentando atropellar a los guardias para irse al baño, golpeando con el pie a uno de
los custodios, quienes a partir de ese momento aplicaron al detenido reiterados y duros
castigos, más virulentos cada vez, en razón de que continuaba aquejado. Que todo policía que
llegaba, se acercaba a aquel detenido y le propinaba algún golpe por haberle pegado a un
193
centinela; siendo luego sacado del lugar para regresarlo después de un lapso más o menos
prolongado, lo traían agachado sosteniéndolo fuertemente de la capucha como si quisieran
asfixiarlo; ya siendo la mañana del día 11/4, Siriani comenzó a hacer afirmaciones
incoherentes, como desvaríos o alucinaciones. Nuevamente fue castigado por los policías y
tratando de defenderse trabándose en un forcejeo con los guardias, llegaron más policías que
lo continuaron castigando por unos pocos minutos puesto que se escuchan dos go lpes con un
objeto contundente –al parecer una tabla de madera- en virtud de los cuales Siriani ya dejaría
de quejarse, cayendo al piso, por lo que fue extraído del lugar a la rastra (fs. 4235).
Existen otros numerosos elementos de juicio que dan cuenta de los
apremios de los que fueron víctimas las personas detenidas en el D2, entre los cuales deben
mencionarse las cartas secuestradas en octubre de 1975 por los propios integrantes del D2, en
un domicilio que presumiblemente habría sido utilizado por una de las organizaciones
declaradas ilegales, cuyo accionar era perseguido penalmente en aquella época. Dichas cartas
fueron agregadas a la causa criminal seguida contra los ocupantes de aquel domicilio –entre
otros imputados- como prueba de la vinculación que supuestamente ellos tenían con la
organización declarada ilícita, puesto que tales escritos contenían informes proporcionados por
integrantes de esa asociación, detenidos en las cárceles, en los que relataban todos los
pormenores de su aprehensión, las razones por las que habían “caído” y sus experiencias a
partir de ese momento, entre las que incluían claras referencias a las torturas sufridas en el D2.
Merece destacarse que no se trata de escritos preparados para ser presentados ante un Juez en
ejercicio del derecho de defensa o a los fines de radicar denuncia alguna, sino –por el
contrario- correspondencia interna que nunca hubiera llegado a manos de la Justicia, a no ser
por el allanamiento y secuestro efectuado por los preventores, razón por la cual aparece
desprovista de toda otra intencionalidad que no sea la de dar a conocer las circunstancias
vividas. En tales misivas, personas identificadas como Luciano, Ricardo, Sebastián, son
contestes en relatar los tormentos que habrían sufrido en el D2, coincidiendo con los
26
testimonios primeramente referidos, en cuanto a los golpes de puño, puntapiés, submarino –
con agua mezclada con nafta, o “seco” con sal gruesa-, varios días ininterrumpidos de plantón
en posiciones difíciles, encapuchados, con las manos esposadas hacia atrás, sin agua, sin
comida, descargas eléctricas, amenazas de darle muerte a los parientes, de castrarlos, golpes en
los testículos, o provocándoles quemaduras con ácido, simulacros de fusilamiento, la
introducción de un palo en el ano, tormentos estos de los que solo podían descansar cuando se
desmayaban (fs. 4041/9).
Los sistemáticos tormentos se encuentran entonces acreditados por los
testimonios aludidos y confirmados por los informes médico-forenses del Dr. Lucio Toribio
Aguerre. A su vez, también (re)confirmados con los informes médicos efectuados por los
galenos de la UP1 que revisaban a los detenidos “especiales” a su ingreso al establecimiento, y
en particular a los provenientes del D2, tal como consta en los legajos penitenciarios supra
consignados, entre los cuales hemos visto los de personas que resultaron objeto de los delitos
que en el presente proceso se investigan.
Acreditadas de tal modo las circunstancias y condiciones en que se
hallaban las personas detenidas en dependencias del D2 al momento de los hechos -entre las
cuales, como hemos visto se encontraba Diana Beatriz Fidelman- cabe ahora referirse a las
torturas presuntamente sufridas por Daniel Eduardo Bártoli, María Eugenia Irazusta y Víctor
Hugo Ramón Chiavarini, y posterior deceso de los mismos, todo lo cual habría ocurrido en el
interior del Departamento de Informaciones, el día 30 de abril de 1976.
Del comunicado emanado del Tercer Cuerpo del Ejército difundido en el
diario “La Voz del Interior” de esta Ciudad el día 02 de mayo de 1976, surge que el 30 de abril
de ese mismo año, en horas de la mañana se produjo un intento de fuga en el interior de la
194
Jefatura de la Policía Provincial, en ocasión en que a la detenida María Eugenia Irazusta se le
quitaron las esposas para ir al baño, abalanzándose sobre el guardia, momento en el cual
concurren también otros dos detenidos, Chiavarini y Bártoli, produciéndose un forcejeo,
logrando los detenidos arrebatarle el arma al custodio; ante lo cual y al acudir el resto del
personal policial que se encontraba en el lugar, se abrió fuego, dándole muerte a los tres
detenidos aludidos (fs. 1323).
En términos similares se expresa el memorando de fecha 04 de Mayo de
1976 de la Policía Federal Argentina, en base a datos proporcionados por la Policía Provincial,
a través del cual se informa que el hecho no aconteció en la Jefatura de esa Policía, sino en
dependencias del Departamento 2 de Informaciones Policiales (fs. 3333/5).
Por su parte, el Comisario Américo Romano, oficial jefe del D2 a cargo
de la División Investigación de la Información –que en 1976 ostentaba el contralor directo de
las secciones: inteligencia, explotación, actividades extremistas, apoyo técnico, delitos
comunes y brigadas antisubversivas (fs. 4550/2)-, agregó en sede del juzgado de instrucción
militar Nº 69, en relación a éste hecho, que como resultado del “intenso tiroteo” fue
“malamente herido un Sargento de apellido Luna”, relatando –a diferencia de lo indicado por
los comunicados previamente aludidos- que el que arrebató el arma e intentó abrirse camino
para fugarse era Bártoli y no Irazusta (fs. 4567/8).
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Expuesta así la explicación proporcionada oficialmente, sin embargo, en
base a numerosas circunstancias resultantes de la prueba reunida en la causa, puede concluirse
rigurosamente en que aquel episodio no habría acontecido de acuerdo a lo informado por las
Fuerzas Armadas y de Seguridad.
Cabe apuntar a este respecto en primer lugar que los detenidos en
dependencias del D2 permanecían vendados –o encapuchados- y maniatados (además de los
testimonios arriba analizados, ver los de Dilma Martini a fs. 3227/9, Ingrid Waisman a fs.
2949, del policía Edgardo Ernesto Lucero a fs. 3793 vta., e inspección ocular efectuada en
autos “Siriani Bruno Ernesto Su Denuncia” [nº 20-S-75] que tramitaron ante el Juzgado
Federal Nº 1 de esta ciudad –fs. 4371-), lo cual permite colegir fundadamente que Chiavarini,
Irazusta y Bártoli se encontraban en las mismas condiciones, por tanto, imposibilitados
absolutamente de intentar escapar. Además debe ponderarse especialmente el entorno en el
que se encontraban: una dependencia policial, varios efectivos armados, y demás condiciones
propias a la función de una fuerza de seguridad.
Ello, de acuerdo a parámetros de racionalidad, nos conduce a pensar que
eran mínimas -por no decir inexistentes- las posibilidades de que, no uno, sino tres detenidos,
sin coordinación alguna, sin medios, de manera espontánea y simultáneamente, pudieran
deshacerse de vendas y esposas para atacar a los guardias en un intento de fuga. Debe
advertirse al respecto que, tal como lo relata una de las mujeres que permaneció alojada en
esas dependencias, la circunstancia de haber tenido puestas las vendas por un período
prolongado, provocaba mareos al momento de sacárselas, cayendo con frecuencia las pestañas
(fs. 4030/49), por lo que más dudoso resulta que en esas condiciones alguien intentara
insubordinarse, menos aún atacar a los custodios, cuyo número, armamento y organización no
se había tenido oportunidad de observar –justamente por la imposibilidad de visión- e intentar
escapar a través de instalaciones edilicias a las que tampoco se había podido ver.
Sumado a ello, el desprecio que sistemáticamente ponían de manifiesto
los policías de ese Departamento, respecto a la dignidad y a los más elementales derechos de
las personas detenidas, a través de terribles y generalizados tormentos –a los que se aludió
precedentemente- y las permanentes demostraciones del escaso valor que le asignaban a sus
195
vidas, muestran de manera contundente la irracional violencia y animosidad de la que los
integrantes de aquella repartición estaban acostumbrados a esgrimir y que tornaban
evidentemente suicida cualquier intento de burlar los límites impuestos por dicha autoridad,
resultando pues sumamente dudoso el que se hubiere procurado desafiar tan adversas
perspectivas de aseguramiento.
Las probanzas reseñadas permiten además descartar la hipótesis de una
desesperada y absurda tentativa de escape. En efecto, coinciden distintos testimonios en que
justamente Bartoli, Irazusta y Chiavarini se hallaban, como consecuencia de las torturas
sufridas, prácticamente inertes. Así, Luis Miguel Baronetto y Jorge Rubén Lagos, aseguran
haber conversado en la UP1 con el detenido Raúl Guevara, quien estuviera en el D2 al tiempo
de ocurrir los hechos en examen, narrándoles que Bartoli estaba muy torturado y dolorido, que
ya casi no se movía ni se quejaba (fs. 2945 y 2955).
28
Por su parte, Héctor Daniel Lerner declaró haber sido testigo “ciego” –
en razón de las vendas- de las torturas sufridas por una madre y su hijo de apellido Ciavarelli –
en clara alusión a Hugo Chiavarini, quienes fueran privados de libertad juntos y mantenidos
ambos en el D2 en un mismo espacio físico durante tres días, en tiempo coincidente con la
detención de Lerner (fs. 3227/9)-, aclarando este testigo que recordaba muy bien ese episodio
puesto que el hijo “murió” en la tortura y la madre lloró sobre su hombro –es claro que, de no
haber fallecido en esos mo mentos, la percepción de Lerner respecto a la muerte de Chiavarini
obedecía sin duda, a que éste se hallaba inconsciente e inmóvil- (fs. 3156).
Conteste con Lerner, Alberto Cacopardo –también detenido en el D2 al
tiempo de los hechos- manifiesta respecto a Chiavarini que pudo enterarse de que llevaba
varios días de tortura, encontrándose prácticamente sin vida, recordando que no había hablado
ni en presencia de su madre en aquel lugar (fs. 3516/19).
Del mismo modo, Raúl Ángel Ferreyra, igualmente detenido en el D2 al
momento de estos hechos, afirma haber escuchado que Irazusta era interrogada, y que esta
negaba totalmente las actividades subversivas que le enrostraban, para luego ser duramente
torturada, no pudiendo percibir nada más hasta que en un momento siente que arrojan en el
suelo al cuerpo de una persona, mientras que los policías que la traían comentaban que se
habían excedido en el uso de la corriente eléctrica y que por tal motivo se encontraba en grave
estado y al parecer –debido a su respiración y gemidos- era víctima de un fuerte shock, casi
agonizante (fs. 3033).
Concordantemente, Graciela Peralta Arias afirma que durante el
velatorio de María Eugenia Irazusta –llevado a cabo al día siguiente del supuesto intento de
fuga-, pudo ver que el cuerpo de la occisa presentaba signos de haber sido torturada, la mitad
izquierda de su rostro estaba negra, como con un gran moretón y tenía además las muñecas y
los dedos de las manos quebrados, habiéndole contado la madre de Irazusta que al encargarse
de vestir a su hija fallecida, observó que sus talones estaban totalmente lastimados y que en las
piernas tenía marcas como de latigazos, presentando una única perforación a la altura de su
seno izquierdo (fs. 3895/6).
Así pues, es posible concluir que la muerte de aquellos tres detenidos no
obedeció de manera alguna a un “intercambio” de disparos motivado por la intentona de
apoderarse uno de ellos del arma de un policía. Por el contrario, de no haberse producido las
muertes directamente como consecuencia de la tortura, resulta claro que integrantes del D2 los
ultimaron, dado el grave estado en que se hallaban.
Corrobora lo expuesto, el relato de Carlos Company sobre la experiencia
vivida personalmente en dependencias del D2, apenas unos días después de acontecido el
hecho objeto de análisis. En efecto, encontrándose también privado de libertad en aquel
departamento policial, Company detalla pormenorizadamente las torturas a las que fue
196
sometido –a las que ya se hizo referencia-, para luego contar que en momentos en que lo
habían dejado sentado en un banco de cemento pudo escuchar claramente que los policías
discutían respecto al destino que habrían de darle, recordando que mientras unos proponían
liquidarlo, otros insistían “... en comunicarse con la Jefatura de Policía. Por fin se comunican
Poder Judicial de la Nación
29
USO OFICIAL
con ella, alguien desde el otro extremo de la línea telefónica, prohíbe que me saquen, aduce
que no hay pruebas contra mí y que se me puede dejar en libertad. Se reanudan las discusiones
entre ellos, algunos no aceptan la orden e insisten en liquidarme porque soy un peligro y voy a
hablar afuera. Nuevas llamadas telefónicas a la Jefatura. Pero la Jefatura se mantiene firme ...
deben dejarme en libertad ...”. Los torturadores aceptan a regañadientes lo inevitable, pero
argumentan que estaba muy golpeado y que en esas condiciones no podían dejarlo ir.
Company continúa escuchando luego conversaciones aisladas, relativas a la posibilidad de
liquidarlo cuando salga. Finalmente, pasado un día más, lo dejan en libertad (fs. 3671/4).
Así pues, no resulta forzada la conclusión de que las ráfagas y disparos
escuchados en el D2 el día 30/4/76 fueron sólo parte de un simulado enfrentamiento tendiente
a justificar las muertes de los tres detenidos que se encontraban ya muy torturados, y que es
posible que se produjeran justamente para encubrir las aberrantes atrocidades que practicaban
sobre los cuerpos de los detenidos, dando en el caso de estos tres, los “tiros de gracia” con los
que fueron ultimados.
Obra en autos, asimismo, la fotocopia de un relato mecanografiado en
Brasil, en noviembre de 1980, por el que dice ser “Carlos Raimundo Moore” –quien,
supuestamente permaneció detenido en dependencias del D2 desde 11/74 a 11/80, prestándose
a colaborar con las fuerzas policiales durante ese período (“quebrado”)-, en el que se hace
expresa referencia a la muerte de Bartoli, Irazusta y Chiavarini. Moore, narra que a las 10.45
hs. de un día soleado y despejado, pero fresco, tras un gran movimiento y reacomodamiento de
detenidos en los patios, pasillos y oficinas de Informaciones, se escucharon ráfagas de
ametralladora y disparos aislados de pistolas en el patio y pasillo del baño. Inmediatamente
pudo ver a “Piruchin” destrabando una pistola ametralladora Halcón 9 mm. que pertenecía a la
Guardia, también al “Chato” (Calixto Luis) Flores con otra ametralladora Halcón 9 mm., a
“Sérpico” (José Raúl) Buceta con una pistola Ballester Molina 11.25 mm –posiblemente
ilegal, es decir, no provista por la repartición- y a “Boxer” Antón con una escopeta de fábrica
marca Batán 12 mm, que estaba trabada y de la cual no podía extraer la vaina servida –
deduciendo que este último debió haber hecho un solo disparo puesto que la recámara estaba
completa. Inmediatamente después, siempre según sus dichos, Moore fue llevado al lugar para
limpiar el piso, pudiendo ver los cadáveres de los asesinados Bartoli, Irazusta y Chiavarini, en
momentos en que los empleados “operativos de la brigada” se ocupaban de acomodar los
cuerpos de acuerdo a la conveniencia de la trayectoria de las balas a los fines de disfrazar el
fusilamiento como un intento de fuga.
Relata, asimismo, que el Comisario Tissera le adelantó que iba a tener
que comparecer a declarar como testigo de la tentativa de escape de los tres muertos, en caso
que la Justicia lo solicitara (fs. 768/786).
En relación al escrito citado, debe aclararse que si bien se trata de una
fotocopia, cuyo contenido no pudo hacerse ratificar o rectificar por quien dice ser su autor -
teniendo en cuenta que Moore registra como último domicilio en la ciudad, uno que data del
año 1970 (conforme extracción del Padrón Nación Electoral de fs. 6047, y que es de público
conocimiento que se encuentra exiliado en el exterior, desconociéndose su actual paradero- lo
30
cierto es que aquel extenso relato de todas las vicisitudes que el nombrado vivió en el período
197
en el que estuvo detenido, el reconocimiento llano de haber optado por cooperar con la policía
“traicionando” a la organización en la que hasta el momento de su detenc ión había militado,
sumados a la narración de los numerosos hechos delictivos perpetrados por el personal del D2,
cuyas circunstancias Moore pudo conocer no sólo por haber escuchado los comentarios de los
propios policías implicados con los cuales alternaba, sino también por haber presenciado
personalmente en algunos casos las conductas ilícitas que se describen, me llevan a la
convicción que no pudo ser otro más que él quién redactara el escrito en cuestión.
Apoyan tal convicción el hecho que numerosas pruebas independientes,
corroboran la circunstancia de la permanencia de Carlos Raimundo Moore (a) “Charly
Moore” en el D2 durante los años 1974 a 1980; la situación privilegiada que, como persona
privada de libertad, ostentaba dentro de esas dependencias -en comparación al trato denigrante
que recibía la generalidad de los detenidos-; su intervención –como un integrante más de la
brigada policial- en los interrogatorios practicados a otros detenidos; su situación procesal en
las dos causas en las que estuvo imputado; las circunstancias en que fue indagado y el
contenido de sus declaraciones en sede judicial; sus temporarios traslados a los centros de
detención La Rivera y La Perla; como también su fuga a Brasil en 1980, junto a su compañera
Mónica Elina Cáceres. En efecto, basta relacionar las declaraciones testimoniales de los
detenidos Alicia Wieland (fs. 2636), Luis Miguel Baronetto (fs. 2940), Marta Elena Ríos
Barrera (fs. 4030/40), de Edgardo Ernesto Lucero (fs. 3793/5), con las constancias resultantes
del sumario policial instruido en la Dirección General de Operaciones de la Policía de la
Provincia de Córdoba identificado bajo el Nº 01/97 por la infracción al régimen disciplinario
de dicha institución (reservado en Secretaría), de la causa “Waisbord Claudio, Zorrilla Claudio
Aníbal, Sarmiento Juan Domingo” (Expte. Nº1-W-72) –fs. 1459/64 y expediente reservado-,
del informe de Secretaría obrante a fs. 4326/45, de la documental de fs. 4375 y del legajo de
antecedentes que la Policía Federal –Delegación Córdoba- posee de Moore, para advertir con
claridad que sólo él, dadas las circunstancias de tiempo, lugar, personas y modo en que vivió
desde 1974 a 1980, pudo volcar en un escrito, toda la información que las fotocopias en
examen contienen, en la forma, época y con el sentido en que esos datos se encuentran
detallados.
A ello se suma que las firmas que aparecen estampadas en cada una de
las hojas, poseen rasgos caligráficos muy similares a las que figuran puestas en original por
Carlos Moore en los diversos actos procesales en los que intervino en la causa “Zorrilla
Claudio Aníbal y otros pss.aa. participación en robo calificado y asociación ilícita” (Expte. Nº
6-Z-74) tramitado ante el Juzgado Federal de la ciudad de Bell Ville; sumado a que el escrito
dice ser realizado en San Pablo, Brasil en Noviembre de 1980, surgiendo de autos que
efectivamente Moore y su pareja Mónica Elina Cáceres, se encontraban exilados en ese país
desde pocos días antes al inicio de tal narración (fs. 4030/4049 –declaración testimonial de
Marta Elena Ríos Barrera- y legajo con antecedentes de la Policía Federal Argentina, relativos
a Carlos Moore, reservado en Secretaría). Asimismo, a fs. 6420/21 obra copia de la
declaración testimonial de María Cristina Tobares, que relata que – encontrándose en Brasil, y
Poder Judicial de la Nación
31
USO OFICIAL
habiendo solicitado protección del ACNUR (Alto Comisionado de Naciones Unidas para
Refugiados Políticos), se enteró que por las oficinas de San Pablo del ACNUR pasó Charlie
Moore. Que si bien ella no lo conoció escuchhó que esta persona había pasado por la oficina y
que en dos días lo habían sacado a otro país, que había llegado vía Paraguay y lo habían
llevado a Suecia. Que también allí se enteró que Moore vivía en un departamente en el
Cabildo con su pareja, en Córdoba.
Todos estos elementos permiten confirmar de manera coherente y
198
concordante, el valor meramente indiciario que tiene en si mismo el escrito de fs. 768/786,
valor que adquiere fuerza probatoria justamente porque se encuentra respaldado por las
constancias referidas.
Ahora bien, persuadida de que el contenido del escrito pertenece a
Carlos Raimundo Moore, no debe perderse de vista también que –salvo los previsibles y
entendibles errores o diferencias respecto a datos secundarios que bien pudo por el paso del
tiempo olvidar o confundir al efectuar su informe, más aún teniendo en cuenta la multiplicidad
de circunstancias a las que alude- el relato básico de los hechos materia de este proceso sobre
los que se explaya, resulta ajustado a la realidad. Ello así por cuanto, la existencia de tales
acontecimientos y gran parte de sus circunstancias se encuentran esclarecidas, como se dijo,
por otras probanzas coincidentes con el escrito en cuestión –algunas de las cuales ya fueron
ponderadas-, concurriendo el informe de Moore a completar coherentemente la descripción de
lo sucedido, con datos que sólo podían obtenerse desde las filas de la policía, o bien, en las
dependencias en que éstas operaban.
Existe un dato aportado por Carlos Moore de especial significación en
cuanto patentiza que el episodio de la muerte de los tres detenidos fue previa y fríamente
preparado. El dato refiere a que minutos antes de escucharse los disparos de armas de fuego,
los policías efectuaron un gran movimiento de los detenidos, reacomodándolos en los distintos
patios y pasillos del Departamento Informaciones, obviamente para despejar el área en que
habría de tener lugar el disfrazado “intento de fuga”. Tal circunstancia fue recordada por el
testigo Alberto Cacopardo, quien señala que la mayoría de los detenidos fueron trasladados a
otras instalaciones dentro del predio, escuchando movimiento extraños, distintos de los
habituales, sumados a algunas risas y comentarios jocosos de los policías que anunciaban
“parece que se quieren escapar”, para luego escuchar los disparos, sin recibir ninguna
explicación por parte del personal que los custodiaba (fs. 3516/19). También Daniel Roberto
Juez recuerda que a él y a otros detenidos que se hallaban sentados en un banco, los hicieron
cambiar de lugar, luego de lo cual se sintió mucho ruido y gritos diciendo “se escapan”,
escuchándose tiros en la zona de los baños (fs. 3391).
En plena correspondencia con tales testigos, apenas reintegrado a la
UP1, el interno Raúl Guevara relató a Luis Baronetto, que habiendo sido llevado al D2, fue
colocado en un mismo recinto con Daniel Bártoli y otros detenidos, siendo tanto Guevara
como Bártoli duramente torturados a lo largo de varios días, recordando que cuando Bártoli
dejó de moverse y quejarse de dolor, lo sacaron y lo pusieron al lado de otro detenido que no
procedía de la cárcel –seguramente Chiavarini- en una habitación cercana al baño (fs.
32
2945/53), no siendo extraño que ya en ese momento, el destino de aquellos dos inertes
prisioneros hubiese estado signado. Guevara agregó que luego de la balacera, se produjo un
silencio total y que durante varias horas no permitieron a ningún detenido concurrir al baño y
que, finalmente, cuando lo llevaron al sanitario, pudo observar que la habitación lindera tenía
manchas de sangre y que no quedaba allí ninguna persona (fs. 2945/53) .
Otra de las circunstancias narradas por “Charly” Moore, que pudo ser
confirmada por este Tribunal, es el hecho -comentado entre los policías- que de Chiavarini se
ignoraba si había integrado alguna agrupación, organización o partido político, trascendiendo
que su muerte había obedecido a un error o confusión. Si bien entiende la suscripta que el
nombrado no fue “elegido” erróneamente para ser fusilado, sino que –como se dijo- fue tan
torturado, que el grave estado en que se hallaba, determinó que fuera él uno de los supuestos
“fugados”, lo cierto es que resultan concordantes con la incertidumbre o ignorancia de los
antecedentes de Chiavarini a las que Moore se refiere, la circunstancia mencionada por
Cacopardo, respecto a que, pese a la tortura, Chiavarini no proporcionó información alguna en
los interrogatorios (fs. 3516/19), el que en la partida de defunción hicieran consignar mal el
199
nombre de la víctima (fs. 3228), sumado al hecho que los antecedentes que finalmente el IIIº
Cuerpo del Ejército termina atribuyéndole –en forma potencial- al comunicar su muerte, son
inexactos (fs. 3227/9, 3234/5), lo cual indica, que efectivamente, las fuerzas de seguridad
desconocían –más allá de sus datos filiatorios- quién era la víctima.
Debe ponderarse especialmente, tal como se enunciara más arriba, lo
que constituyó una modalidad en el accionar de las fuerzas represoras, esto es, el ocultamiento
de cualquier rastro documental donde pudieran quedar asentados registros para comprobar la
actividad que se desarrollaba con los detenidos calificados como “subversivos” (especial
análisis mereció este tópico en la conocida sentencia recaída en la “Causa 13/84” -también
llamada “Juicio a las Juntas”- dictada por la CNACyCF el 09/12/85).
Este accionar no fue ajeno al D2. Pese a las diligencias efectuadas por el
tribunal para dar con los sumarios instruidos en dicha dependencia, en especial con relación a
Chiavarini, Bártoli e Irazusta, todos los esfuerzos resultaron inútiles. Obsérvese a fs. 1040
donde obra un informe remitido por el Director General de Inteligencia de la policía provincial
dando cuenta que con respecto a las muertes de los tres nombrados, se cuenta (al año 1986)
solamente con antecedentes de índole “informativa”, y que de haber existido antecedentes
documentales, posiblemente los haya destruido el fuego en un incendio ocurrido el día
15/11/83, cuyas actuaciones investigativas se elevaron al Juzgado de Instrucción 1ª Nom.
Solicitadas que fueran dichas actuaciones al Archivo General del Poder
Judicial (v. fs. 6275), pudo constatarse que efectivamente hubo un incendio el día 15/11/1983,
pero que recién se puso en conocimiento de la justicia dos días más tarde, brindando el
entonces subcomisario –ahora imputado- Yamil Jabour una fútil explicación para justificar la
demora: que no se ponían de acuerdo con los Bomberos acerca de qué institución iba a
comunicar el hecho a la Justicia. Asimismo surge que se constituyó el Tribunal y el Ministerio
Público en las dependencias del D2 (que por entonces funcionaba en la calle Mariano Moreno)
y se confeccionó un inventario con la documentación salvada y a medio quemar. Se trataba de
Poder Judicial de la Nación
33
USO OFICIAL
sumarios y libros de guardia correspondientes a los años 1966/1983, relacionados algunos, a
detenidos por causas políticas (infracción a la ley 20.840). También surge que dicha
documentación quedó bajo resguardo. Todo ello consta en las actuaciones caratuladas:
“Policía de la provincia- Direc. Gral. de Inteligencia Co munica Principio de Incendio
Ocurrido en Archivo del mismo” (n° 80 del 17/11/1983), que en copias certificadas
remitiera a este tribunal el archivo del Poder Judicial de la Provincia (v. dichas actuaciones
reservadas en Secretaría).
Sin embargo, solicitadas que fueran recientemente a la Policía de la
Provincia documentación perteneciente a la D2, correspondiente a los años 1975/1976, se
informó que no cuentan con antecedentes al respecto (v. fs. 6131/6135), lo que hace presumir
fundadamente que aquella valiosa documentación, fue ocultada o destruida, imposibilitando su
utilización como elemento de prueba.
Con el análisis que antecede, entiendo que queda suficientemente
acreditado, con el grado de certeza propia de esta etapa procesal, que Diana Beatriz Fidelman,
Víctor Hugo Ramón Chiavarini, Eduardo Daniel Bártoli, María Eugenia Irazusta, mientras
estuvieron alojados en el D2, habrían sido víctimas de tormentos por parte de personal policial
en servicio en el Departamento Informaciones (D2) de la Policía de la Provincia de Córdoba y
que el 30 de abril de 1976, Chiavarini, Bartoli e Irazusta habrían sido muertos por disparos de
armas de fuego, también por personal de dicha dependencia, en las circunstancias que se
describen en los hechos nominados como primero y segundo.
TERCER HECHO:
200
Al describir la plataforma fáctica de la presente, se detalló en tercer
lugar los tormentos que desde el día 2 de abril de 1976 - y mientras duró su estadía en la UP 1
- habrían sufrido los llamados “detenidos especia les” Raúl Augusto Bauducco, José René
Moukarzel, Diana Beatriz Fidelman, Miguel Ángel Moze, Luís Ricardo Veron, Ricardo Yung,
Eduardo Alberto Hernández, José Alberto Svagusa, Carlos Alberto Sgandurra, José Ángel
Pucheta, Claudio Aníbal Zorrilla, Miguel Ángel Barrera, Mirta Noemí Abdón de Maggi,
Esther María Barberis, Marta del Carmen Rossetti de Arquiola, José Cristian Funes, Gustavo
Adolfo de Breuil, Miguel Hugo Vaca Narvaja, Arnaldo Higinio Toranzo, Eduardo Alfredo de
Breuil, Liliana Felisa Paez de Rinaldi, Ricardo Alberto Tramontini, Florencio Esteban Díaz,
Pablo Alberto Balustra, Jorge Omar García, Oscar Hugo Hubert, Miguel Ángel Ceballos y
Marta Juana González de Baronetto.
A este respecto, debo señalar que analizando la cuestión desde el tipo
penal consagrado en el art. 144 ter del C.P., puede distinguirse en el régimen impuesto a partir
de marzo/abril de 1976 claramente dos metodologías tendientes a producir - ambas -
sufrimientos físicos y psíquicos a quienes se encontraban alojados en los pabellones
destinados a “presos especiales”.
La primera metodología que consideraremos atañe a las condiciones de
detención a las que se sometió a estos presos. Al respecto se encuentra plenamente acreditado
que se les impusieron condiciones de habitación, higiene, régimen de visita, iluminación,
esparcimiento, asistencia espiritual, etc., absolutamente impropias para el tratamiento de
34
cualquier ser humano. Las probanzas en este sentido la aportan no sólo los testimonios de
víctimas directas de estos maltratos, sino que a ello se suman los dichos de los empleados
penitenciarios, las expresiones de alguno de los propios imputados en autos en su declaración
indagatoria, como así también constancias documentales.
Multitud de pruebas colectadas a lo largo del expediente demuestran
concordantemente, que a partir del régimen de facto instituido el 24 de marzo de 1976 las
personas alojadas en la Unidad Penitenciaria Nº 1, por suponerlas integrantes de
organizaciones subversivas, - tanto aquellos detenidos a disposición de un Juzgado Federal en
razón de encontrarse imputados penalmente por infracciones tipificadas por el ordenamiento
jurídico vigente, como los que, no obstante la inexistencia de causa penal seguida a su
respecto, se hallaban privados de libertad a disposición del Poder Ejecutivo Nacional, a los
que genéricamente se aludía como “presos políticos”, personas todas clasificadas por el
Servicio Penitenciario como “detenidos especiales” en contraposición a los detenidos por
delitos “comunes”-, habrían sido víctimas de un trato cruel y aberrante, totalmente violatorio
de los más elementales derechos del ser humano.
A partir de aquella fecha habría sido el personal militar el que asumió el
control y la seguridad interna, como también el manejo y la custodia de aquellos detenidos,
desplazando de tales tareas al Servicio Penitenciario. En todos los casos, las dotaciones del
Ejército destacadas en la Penitenciaría, habrían actuado a las órdenes y bajo control de la
Cuarta Brigada de Infantería Aerotransportada a cargo del General de Brigada Juan Bautista
Sassiaíñ (fs. 2030 del principal y fs. 147 y 259/268 del Anexo I).
Se encuentra documentalmente acreditado que es este último quien - por
entonces Coronel -, desempeñándose además como Jefe de Estado Mayor del Area 311 –por
debajo del Comandante del Área, General Luciano Benjamín Menéndez-, habría establecido
pocos días después de producido el golpe de Estado, el régimen interno para los presos
políticos, a través de una directiva de carácter “reservada” fechada el 02 de abril de 1976, que
- entre otras restricciones- disponía retirar todo tipo de elementos de confort (como radios,
calentadores y colchonetas) y de lectura, prohibiendo toda visita o contacto con personas
ajenas al Servicio Penitenciario – ni siquiera con los abogados defensores –el subrayado
201
pertenece a la suscripta-, o entre los detenidos masculinos con los femeninos, impidiéndoles
conservar consigo cualquier elemento que pudiera ser útil para mantener comunicación escrita
- tales como papel, lápices, etc.-; también prohibía todo tipo de entretenimientos, el ingreso de
encomiendas y paquetes, suprimiendo las comidas especiales y las audiencias con el personal
jerárquico de la institución. Asimismo, el reglamento disponía la censura de toda
correspondencia que recibiera el interno, tarea ésta a cargo de personal idóneo que –
obviamente - debía realizarse en forma previa a la entrega; restringiendo además las
posibilidades de recibir atención médica, limitándola a la proporcionada dentro del penal. Las
internas mujeres, por otra parte, debían optar por mantener consigo a sus hijos – en las penosas
condiciones del régimen carcelario al que se hallaban sometidos- o bien enviarlos a vivir con
sus familiares “en la inteligencia de que una vez separados no podrán reclamar la devolución
Poder Judicial de la Nación
35
USO OFICIAL
de los mismos mientras dure su cautiverio, debiendo tener en cuenta que no podrán recibir
visitas” (fs. 4503/5).
Cabe al respecto citar los testimonios de José Luis Cannizzo (fs. 177/8),
de Luis Miguel Baronetto (fs. 175/6), de Gerardo Ricardo Otto (fs. 179/80), de Daniel Roberto
Juez (fs. 125/7), de Roberto Díaz (fs. 128/31), de Norma Susana San Nicolás (fs. 2966/73), de
Jorge Rubén Lago (fs. 2955/62), de Dora Isabel Caffieri (fs. 2903/09), de Alicia Beatriz
Wieland (fs. 2636), de Félix Jesús Carranza (fs. 3280/2), de Fidel Antonio Alcazar (fs.
5506/7), de Gloria de Rienzo (fs. 5516/8), de María Teresa Sánchez (fs. 5589/91) todos
coincidentes al señalar que durante los siguientes meses de 1976, esas restricciones se hicieron
cumplir rigurosamente, imponiéndose además una serie de limitaciones que tornaron las
condiciones de vida en la celda, gravemente insalubres y contrarias a las más elementales
necesidades físicas y psíquicas de toda persona, flagrantemente atentatorias de la dignidad
humana, transformándose a los pabellones de los detenidos “especiales” en verdaderos campos
de concentración. Así por ejemplo, se taparon las ventanas que permitían el paso de la luz
natural, dejándose encendida la iluminación artificial todo el día y la noche, de manera tal que
se perdía la noción del tiempo. A los detenidos se les proporcionaba un jarro de mate cocido
en el día, siendo esta la única ración de líquido que recibían, razón por la cual experimentaban
una continua sensación de malestar debido a la deshidratación. La porción de comida que se
les brindaba diariamente, carecía de los nutrientes esenciales, no permitiéndoles recibir los
alimentos enviados por familiares, ni tener dinero consigo para hacerse comprar comida, ni
acceder a la cantina, ni disponer de cocinas en los pabellones. Asimismo, se les denegó el
acceso a los baños afuera de las celdas, careciendo de instalaciones sanitarias en las mismas –
a excepción de un tarro de lata -, se suprimieron los recreos y se les impidió salir a espacios
más amplios o abiertos, siendo sacados al patio únicamente para las vejatorias requisas que
regularmente se practicaban en busca de elementos cuya tenencia se hallaba prohibida.
Merece un párrafo aparte el análisis propiamente dicho de la
implementación de este tipo de medidas, en especial a lo que refiere a sus propósitos y
objetivos. El análisis del memorandum reservado del 02 de abril de 1976 suscripto por el
Coronel Juan Bautista Sasiaiñ permite varias reflexiones. Si bien - realizando un esfuerzo por
interpretar el clima político que se vivía por aquellos años y la peligrosidad que desde el
Estado se le atribuía a quienes se les endilgaba integrar las organizaciones denominadas
subversivas – puede comprenderse que se intentara evitar la comunicación de los internos con
sus respectivos grupos de base, y con ello podría resultar comprensible que se les impidiera
poseer elementos útiles a la escritura. Sin embargo, no hay esfuerzo interpretativo que lleve a
entender medidas tales como: retirar heladera, estufas, calentadores, material de lectura (de
cualquier índole – incluso el material literario sin contenido político o ideológico), elementos
202
para realizar gimnasia (colchonetas), la prohibición de todo tipo de entretenimiento (cine,
juego de ajedrez, deportes) o prohibir el contacto de los internos con el personal jerárquico del
establecimiento. Va de suyo que las prohibiciones que aludimos apuntan a precarizar al
máximo las condiciones de vida de los detenidos, no sólo desde las mínimas necesidades de
“confort”- como la posibilidad de calefacción, de refrigerar un alimento, etc.- sino
36
esencialmente para desbastarlos anímica y espiritualmente. Ninguna razón de seguridad puede
invocarse para justificar la prohibición de que los internos puedan jugar ajedrez, leer, realizar
actividad física, gozar de espacios de esparcimiento al aire libre o de luz natural dentro de las
celdas.
La segunda modalidad a la que aludiéramos indica que, a más de
aquellas severas restricciones reglamentarias y condiciones denigrantes que les fueron
impuestas, los “detenidos políticos” fueron, reiteradamente, víctimas de amenazas y malos
tratos por parte del personal militar destacado en la prisión.
En tal sentido, son numerosos los internos que hacen alusión a las
distintas torturas - tanto físicas como psíquicas - a que eran sometidos. Tal es el caso de golpes
con bastones, puñetazos, simulacros de fusilamientos, amenazas de muertes generalizadas,
requisas degradantes, ofensivas y totalmente violatorias del derecho a la intimidad de los
detenidos. Especial relevancia adquiría la modalidad de obligar a los detenidos a realizar lo
que en la jerga militar se denomina “movimientos vivos” o “bailes”, esto es: salto de rana,
flexiones, carrera, marcha, saltar, etc., actividad que se les imponía por espacios de tiempo
prolongados – nunca menos de media hora – al decir de los testigos. Todo ello se desprende de
las distintas declaraciones vertidas por Fermín Rivera a fs. 26/31, 358 del Anexo I y 1931/5,
Daniel Roberto Juez a fs. 125/7, Eduardo Héctor Gómez a fs. 1468 /9, Luis Miguel Baronetto
a fs. 175/6 y 2945/53 vta., Alicia Beatriz Wieland a fs. 2636/2644, Dora Isabel Caffieri a fs.
2903/2910, Jorge Rubén Lagos a fs. 2955/62, Norma Susana San Nicolás a fs. 2966/2973,
Soledad Edelveis García a fs. 2976/2984, Héctor Daniel Lerner a fs. 3156/7, Guillermo
Alberto Birt –fs. 4510/2-, Hugo Antonio Gómez –fs. 4513/4, Eduardo Samuel Sosa –fs.
4515/6-, Manuel Canizzo - fs. 4521/4-, entre otros.
Especial referencia debe hacerse a las declaraciones vertidas en sede
judicial por aquellos testigos que – no siendo detenidos - de una u otra forma pudieron
acceder y corroborar de manera directa lo relatado precedentemente.
Así, uno de los médicos que se desempeñaba en ese entonces en el
Hospital de la Penitenciaría, recuerda que tuvo que atender en diversas oportunidades a presos
políticos que estaban muy golpeados, recordando especialmente haber atendido a una persona
imposibilitada de mover los miembros inferiores (ver fs. 2083/5 y vta.).
Asimismo, el Prefecto José Alberto Torres – quien se desempeñara
como Director del Establecimiento Penitenciario Nº 1 de esta ciudad - confirma que los presos
políticos eran golpeados con los bastones por el propio Ejército (ver fs. 2483/91), en tanto que
el soldado Avalle manifestó que se comentaba que a algunos internos los sometían a “bailes”
(fs. 2030/2).
Ahora bien, los testimonios son coincidentes en cuanto aseveran que los
golpes y maltratos se repetían periódica e indiscriminadamente. Esto es, acontecían casi a
diario y los padecían todos los internos. Probablemente en razón de esta generalidad, los
testimonios dan cuenta de algunos golpes recibidos personalmente – los que no son objeto de
la presente causa – pero no se refieren específicamente, a excepción de algunos casos, a los
maltratos sufridos por los detenidos que mencionáramos al describir el hecho tercero.
Poder Judicial de la Nación
37
USO OFICIAL
203
En consecuencia, sí encontramos huellas de los tormentos aplicados en
los primeros días de mayo de 1976 a Pablo Alberto Balustra, quien sufrió tantos golpes por
parte del personal militar que quedó con hemiparálisis, debiendo ser atendido en el Hospital
del Penal para luego trasladarlo al Hospital de Urgencias en razón de la gravedad de su estado,
permaneciendo internado en uno y otro establecimiento durante más de tres meses, no
habiendo podido recuperar su capacidad de movimiento (fs. 128/31, 1312/13, 2940, 1411). Al
respecto debo rescatar los dichos de Enrique Asbert cuando recuerda que el personal militar
ingresaba al pabellón a golpear a los detenidos por el sólo hecho de mortificarlos, sin ninguna
razón o motivo valedero. Que fue en una de esas golpizas en las que, cesados los golpes y
ordenado que fue que entraran nuevamente a las celdas, Balustra quedó tendido en el piso,
paralizada la mitad de su cuerpo y el deponente y otro interno debieron rápidamente arrastrarlo
para que los militares no continuaran pegándole por desobedecer. Lo acostaron en un camastro
y no pudo reincorporarse más. Un Sargento que no había estado en las golpizas, al verlo con
posterioridad, preguntó qué le pasaba y se apiadó de él, haciéndolo trasladar al hospital del
Penal (fs. 3320/8). Coinciden con Asbert, los internos Guillermo Alberto Birt –fs. 4512-,
Eduardo Samuel Sosa –fs 4515-, entre otros. Corrobora asimismo lo ocurrido a Balustra, el
informe del Dr. Francisco Nores Martínez –glosado a fs. 4517-, del que surge claramente que
aquel detenido –internado en el Hospital de Urgencia- el día 7/5/76 presentaba un estado de
omnibulación, cuadriplejía, con pronóstico reservado, de difícil recuperación, pudiendo ser
trasladado a otro nosocomio similar para contar con cuidado de enfermería –alimento, higiene,
etc- ya que no se valía por sí mismo (fs. 4517).
Al mismo tiempo que Ba lustra, Carlos Alberto Sgandurra también sufrió
duros golpes propinados por el personal militar, que le ocasionaron – entre otras cosas - la
fractura de un dedo (5to metacarpiano mano izquierda según constancia del legajo
penitenciario reservado en Secretaría), debiendo permanecer, como consecuencia de la
golpiza, internado durante 14 días en el Hospital del Penal para recuperarse de su estado
clínico. Coinciden los detenidos Paredes (fs. 77/79), Juez (fs. 3391), Baronetto (fs. 2945),
Jorge R. Lagos (fs. 2955), Horr (fs. 1 Anexo 2 bis –cuerpo I-) y Eduardo Samuel Sosa (fs.
4515), en cuanto a que Sgandurra no pudo levantarse luego de la penosa golpiza sufrida,
quedando tendido en el piso y que no sólo estaba golpeado, sino que además lo habían tajeado
con un cuchillo de los que provee el Ejército.
Ahora bien, no obstante no contar con pruebas que señalen en todos los
casos las lesiones o secuelas físicas que podrían haber sufrido a raíz de las golpizas y demás
agresiones a que habrían sido sometidos, o por las sesiones de ejercicios físicos a cuya práctica
se los habría obligado, lo cierto es que tales circunstancias son sólo indicativas y su ausencia,
no excluye de manera alguna, los probables tormentos que, conforme los elementos de juicio
precedentemente examinados, habrían debido soportar sistemáticamente las restantes víctimas
de este tercer hecho -Raúl Augusto Bauducco, José René Moukarzel, Diana Beatriz Fidelman,
Miguel Ángel Moze, Luís Ricardo Veron, Ricardo Yung, Eduardo Alberto Hernández, José
Alberto Svagusa, José Ángel Pucheta, Claudio Aníbal Zorrilla, Miguel Ángel Barrera, Mirta
Noemí Abdón de Maggi, Esther María Barberis, Marta del Carmen Rossetti de Arquiola, José
38
Cristian Funes, Gustavo Adolfo de Breuil, Miguel Hugo Vaca Narvaja, Arnaldo Higinio
Toranzo, Eduardo Alfredo de Breuil, Liliana Felisa Paez de Rinaldi, Ricardo Alberto
Tramontini, Florencio Esteban Díaz, Jorge Omar García, Oscar Hugo Hubert, Miguel Ángel
Ceballos y Marta Juana González de Baronetto-, al igual que los demás internos “especiales”
alojados por entonces en la Unidad Penitenciaria Nº 1.
CUARTO HECHO
Luego de analizar las constancias de autos, puedo afirmar – con el grado
de probabilidad que requiere esta estapa procesal – que se han incorporado elementos
204
suficientes para tener por acreditada la existencia de los hechos que describiéramos bajo el
título “cuarto hecho”, relacionado a las muertes de seis detenidos “especiales” en la UP1, a
saber Fidelman, Moze, Verón, Young, Hernández y Svagusa.
Respecto al hecho que nos convoca obra a fs. 1323 una fotografía de la
edición del diario La Voz del Interior del 18 de mayo de 1976 donde se halla publicado un
“Comunicado del III° Cuerpo” que textualmente reza: “El Comandante del Tercer Cuerpo de
Ejército comunica que el día 17 de mayo siendo las 22.30 hs., en circunstancias que una
comisión policial trasladaba a seis delincuentes subversivos y mientras transitaba por calle
Neuquen al 700 fue atacada por otros delincuentes que ocupaban 2 ó 3 automóviles con el
evidente propósito de rescatarlos, abriendo el fuego contra la comisión policial la que
reaccionó de inmediato. En la apertura inicial del fuego y antes de que los efectivos policiales
respondieran al mismo, dos delincuentes que se encontraban en el vehículo policial fueron
alcanzados por varios disparos pereciendo en el acto. Un agente resultó levemente herido en
un brazo. Los otros detenidos, tratando de aprovechar esta situación intentaron huir en
distintas direcciones. Dos de ellos se cruzaron en la línea de fuego cayendo heridos
mortalmente y los dos restantes, al no acatar la intimación policial, fueron abatidos por las
fuerzas del orden al intentar alcanzar un vehículo de apoyo. Ante este hecho los atacantes
ascendieron a sus automóviles y huyeron precipitadamente favorecidos por la imposibilidad
de una inmediata persecución en razón de los desperfectos sufridos por los vehículos
policiales a causa del fuego (...)”.
A su vez, el informe ampliatorio emitido al día siguiente aclaraba que
“...el ataque perpetrado por los delincuentes subversivos contra los patrulleros de la comisión
policial que trasladaba a seis detenidos, procurándoles su liberación, se produjo desde un
vehículo Peugeot 404 color amarillo, un Chevy color verde, un Renault Dauphine color claro,
otro automóvil color oscuro no identificada su marca y presumiblemente un camión Fiat que
iba a ser exportado a la República de Cuba, como así también accionaron francotiradores
ubicados en la zona. Que se presume que algún o algunos de estos delincuentes pueden estar
heridos por haberse encontrado manchas de sangre en el lugar donde se parapetaron, así
como por haber hallado abandonado en el lugar dos pistolas calibre 11,24 y una pistola Pam
calibre 9 mm. Que los automóviles policiales sufrieron serios daños en sus carrocerías,
vidrios y neumáticos como consecuencia de impactos de balas y clavos miguelitos arrojados a
su paso, causas por las cuales se vieron imposibilitados de perseguir a los delincuentes
subversivos que huyeron de inmediato al fracasar su intentona. Que del hecho sólo resultó
Poder Judicial de la Nación
39
USO OFICIAL
con herida en el brazo el agente de policía Sixto Contreras, pese a que las fuerzas policiales
enfrentaron el sorpresivo ataque en inferioridad numérica. Que todos los delincuentes
subversivos abatidos pertenecían a la organización declarada ilegal en 1973 ... eran
trasladados desde la Cárcel Penitenciaria al Departamento de Informaciones Policiales, a
efectos de continuar con los interrogatorios de los hechos que se les investigaba” (diario La
Voz del Interior del 19/5/76, v. fs. 1323).
Ahora bien, este Tribunal pudo constatar –conforme surge del pertinente
legajo- que Sixto Contreras, agente del Comando Radioeléctrico, no sufrió herida alguna, ni en
el brazo ni en otra parte de su cuerpo, no se ausentó, ni tomó licencia, ni interrumpió la
prestación de servicios por razones de salud durante el mes de mayo de 1976, no habiéndose
consignado nada en su legajo en relación a su supuesta participación en un enfrentamiento
armado con “delincuentes subversivos” (fs. 2720), lo que resulta altamente sugestivo. Digo
ello pues ninguna referencia posee el legajo de Contreras respecto a la meritoria actuación que
supuestamente debieron tener él y los policías que “aun en inferioridad numérica” enfrentaron
205
a los agresores, frustrando el intento de rescate y los propósitos de fuga de los trasladados.
Ello es así, toda vez que circunstancias similares y aún de menor trascendencia, aparecen
habitualmente en los legajos del personal policial, citadas como sustento de honrosas
felicitaciones e incluso de ascensos por mérito extraordinario en servicio, lo cual permite
sospechar de su efectiva intervención en aquella oportunidad.
Además hay otras circunstancias que permiten descartar fundadamente
la coartada oficial de que la comisión policial haya sido víctima de un sorpresivo ataque. Por
caso suscita razonables dudas el que los supuestos interesados en la liberación de aquellos
detenidos hayan podido enterarse del viaje que los presos harían y –específicamente- del
recorrido y horario en que serían trasladados, con la anticipación suficiente como para
preparar un asalto con el notable despliegue de medios y personas que, según la información
publicada, habría tenido en definitiva el presunto ataque.
En tal sentido, debe ponderarse que el personal penitenciario tenía
prohibido suministrar información sobre el lugar donde se hallaban alojados los presos
especiales y/o cualquier otro dato referido a ellos; en tanto que los detenidos tenían prohibido
todo contacto con sus familiares, amigos y conocidos en el exterior de la Penitenciaría –
abogados defensores y médicos particulares también-, e incluso no podían contactarse con los
presos de los demás pabellones (ver fs. 4503/5, ver asimismo la orden emitida por el
comandante Sasiaiñ, en la documentación remitida por el Servicio Penitenciario relativa a los
“detenidos especiales”, reservada en Secretaría) y que si bien, esa incomunicación pudo en
muy limitadas ocasiones burlarse, mediante mensajes enviados a través del personal
penitenciario o de los médicos o de los presos comunes, lo cierto es que ni el personal de la
cárcel ni los propios presos sabían que se realizaría un traslado, hasta el momento mismo en
que arribaba la comisión a tal efecto (al respecto Armando González, fs. 1427).
Debe acotarse que –a diferencia de todos los otros supuestos- en la causa
penal seguida contra Hernández y Svagusa, la autorización para el traslado había sido
40
solicitada en el Juzgado Nº 1 cinco días antes –como ya se expuso. Ahora bien, considerando
hipotéticamente que la presentación de esa solicitud policial hubiera trascendido el ámbito
judicial, lo cierto es que el día 13/5/76 el Juzgado ya había autorizado el viaje y librado los
pertinentes oficios –sin indicar en qué día y hora se efectivizaría la medida- pudiendo pues
concretarse el transporte a partir de esa fecha.
No resulta razonable entonces conjeturar que los supuestos atacantes –
enterados el 13/5/76- hayan estado parapetados en automóviles, en los techos de viviendas y/o
en otros puntos estratégicos de la calle Neuquen al 700 durante cuatro días a la espera del paso
de la comitiva policial, sin despertar sospechas de ningún vecino del lugar. Menos asidero
tiene la justificación oficial, si se toma en cuenta que en las arterias que rodeaban la
Penitenciaría no podía estacionarse ni detenerse ningún auto y que el perímetro externo de la
cárcel constantemente se hallaba custodiado por personal penitenciario y de gendarmería (fs.
2483/91). Es que resultaría dudoso que alguien pudiera desde las inmediaciones de ese
establecimiento divisar la salida de la comitiva policial y dar el necesario aviso a los supuestos
pacientes francotiradores de Neuquén al 700.
No debe dejar de mencionarse que los móviles que utilizaba Inteligencia
Policial no se hallaban identificados externamente como vehículos de la policía (Adolfo
Escobar fs. 4268 vta., declaraciones del policía Carlos Villarruel conf. certificado de fs.
4326/45, Edgardo Ernesto Lucero fs. 3793/5), lo que haría sumamente difícil la tarea de
aquellos virtuales tiradores. Además, los detenidos conducidos por las fuerzas de seguridad
difícilmente podrían ser vistos desde el exterior de los autos, puesto que generalmente se los
hacía agachar, o acostarse en el suelo de los vehículos, cuando no introducidos directamente
en sus baúles, resultando imposible identificarlos al paso, que al menos no sería lento, de la
206
comitiva; sobre todo considerando que –como se dijo- se los trasladaba vendados o
encapuchados (testimonios de Luis Baronetto -fs. 2945/53-, José Alberto Torres 2483/91,
entre otros).
También debe señalarse que, aún en el improbable supuesto que se
hubieren percatado de la salida de los móviles del establecimiento penitenciario, mal podían
los atacantes haber esperado el paso de la comitiva policial en un lugar determinado, puesto
que justamente los preventores no seguían siempre el mismo recorrido, a los fines de evitar
eventuales emboscadas (fs. 3710/7, 3678/84). Y concretamente el camino elegido aquel
17/05/76 no fue ni el más directo, ni el más rápido, ni el más transitado de los que unen Barrio
San Martín y el centro de esta Ciudad, hacia donde supuestamente debían dirigirse los móviles
policiales.
Debe acotarse también, que a diferencia del anticipado pedido de
Hernández y Svagusa, el retiro de los otros cuatro detenidos se hizo a solicitud del General de
Brigada Juan Bautista Sasiaiñ, mediante nota presentada directamente en la Penitenciaría por
la comitiva policial, al tiempo de solicitar la entrega de los seis presos (fs. 2 del Anexo de
prueba –órdenes y recibos de traslado de detenidos-). De allí que, con mayor razón resulte
inconcebible que en esos escasos minutos haya podido organizarse el ataque con vistas a
Poder Judicial de la Nación
41
USO OFICIAL
liberar a Fidelman, Verón, Yung o Moze, ubicando cinco vehículos –incluido el camión del
comunicado-, francotiradores en los techos y hasta “miguelitos” en la calzada, a efectos de
entorpecer el tránsito de las unidades de la Policía.
Resulta un dato decididamente indicativo en lo que refiere a la
mendacidad de la versión publicada en el comunicado, en cuanto refiere que - comenzado el
supuesto intercambio de disparos - cuatro de los seis detenidos lograran escapar del interior de
los vehículos, el hecho de que los trasladados se encontraban vendados, esposados y
custodiados. Así lo recuerdan Juez, Baronetto y Lagos al señalar que los varones trasladados
en este caso, fueron maniatados y encapuchados al retirarlos del pabellón –fs. 125/9, 175/6 y
2945/53-, en tanto que Norma San Nicolás pudo observar como ataron y encapucharon a
Diana Fidelman al llevársela (fs. 2966).
Tampoco resulta verosímil que mientras los presos –dos adentro de un
móvil y los otros cuatro afuera- recibían mortales impactos de bala y los automóviles
policiales resultaban con serios daños en la carrocería, vidrios y neumáticos, ningún perjuicio
sufrieran en cambio los policías que supuestamente habrían estado en una misma línea de
fuego, incluyendo al virtual herido -en realidad ileso- Sixto Contreras, como así tampoco
sufrieran desperfectos de consideración los automóviles de los atacantes, en los que, sin
problemas, emprendieron la fuga. Al respecto, y como un dato ilustrativo más, llama también
la atención el pueril reparto de las bajas, las que se distribuyen “equitativamente”: dos a causa
de los disparos de los atacantes; dos como consecuencias de los disparos de los policías y los
dos restantes, casi fruto del azar, encontraron la muerte al cruzarse en la línea de fuego.
Se puede acotar además, según constancias del libro de novedades de la
guardia de la Comisaría Seccional 9ª, y de acuerdo a la información brindada por las
autoridades presentes en el lugar del hecho, que en un primer momento se afirmó que habían
sido dos los policías que resultaron heridos de gravedad, un agente del Comando
Radioeléctrico y un empleado de Informaciones, los que culminado el episodio se dijo que
habían sido trasladados a la clínica Stucker para su atención (fs. 4097). Indicador de la
mendacidad de tales aseveraciones, constituye por un lado el que nunca haya trascendido el
nombre del empleado del D2 herido y además la falta de toda constancia en el legajo de
Contreras al respecto; y por el otro, que luego de que personal de este Juzgado revisara la casi
207
totalidad de los legajos de la dotación del Departamento Informaciones de aquella época, pudo
corroborarse la falta de registros en ellos de alguna observación relativa a las “graves” heridas
sufridas por personal policial aquel día 17/5/76 (fs. 4562).
Por lo demás, despierta fundadas sospechas el argumento oficial, cuando
expone que habiendo podido abatir a dos de los detenidos que “intentaban alcanzar un
vehículo de apoyo”, los policías no lograran evitar la fuga de ese vehículo ni de ninguno de los
otros cuatro que supuestamente tomaron parte en el ataque, ni siquiera del camión del que
sorprendentemente pudieron en tales circunstancias enterarse los preventores que “iba a ser
exportado a la República de Cuba”. Repárese que un camión es un vehículo de gran porte y
marcha lenta, que fácilmente puede ser alcanzado por el tipo de vehículos que utilizaba la
42
policía en las comisiones de traslado, teniendo en cuenta su potencia y velocidad (Torino,
Falcon, etc.). El sentido común y los datos extraídos de la realidad, controvierten sin esfuerzos
al comunicado oficial, el que no resiste el menor análisis.
También resulta sugestivo que, pese a la “inferioridad numérica” y
demás adversas condiciones que debió enfrentar –supuestamente- el personal policial en
aquellas instancias, no se recurrió a la colaboración y apoyo del personal de la comisaría
seccional 9º ubicada a tan solo 100 metros -aproximadamente- del lugar del ataque.
Resulta entonces a todas luces evidente que ni la situación de la
comitiva policial estaba tan comprometida, ni sus vidas corrían peligro, ni los trasladados
tenían posibilidad de escapar, ni había atacantes, ni francotiradores que debieran ser detenidos,
puesto que la participación de los efectivos de la Secc. 9ª, en pocos segundos pudo haberse
concretado en el lugar y brindar una ayuda esenc ial. Sin embargo, al parecer, no resultó
necesaria.
En efecto, conforme surge del libro de novedades de la guardia de esa
dependencia, escuchado que fue un intenso tiroteo a la 21.00 hs. aproximadamente de aquel
17/05/76, en la comisaría se procedió a evacuar del lugar a los civiles, apagar las luces y
ubicar al personal en lugares estratégicos del inmueble, haciéndose presente en esos mismos
momentos personal militar para apoyar la guardia, “ante un posible atentado” contra la sede
policial “y en razó n que el tiroteo proseguía” (fs. 4095/6). Es decir que a escasos minutos de
haber comenzado los disparos, tanto los policías de la seccional como el personal militar
“providencialmente” arribado al lugar en esas circunstancias, se limitó a cuidar la Comisaría
en vez de recorrer 100 metros y prestar apoyo a los móviles “sorpresivamente” atacados, no
obstante escuchar que el tiroteo continuaba.
Al respecto, quien a la fecha se desempeñaba como Oficial Superior de
Turno en aquella seccional, Adolfo Escobar, corrobora que dio inmediato aviso de los disparos
de armas de fuego a la Unidad Regional 1 Córdoba, recibiendo de allí la orden de reforzar la
guardia de prevención, acotando que la orden genérica en casos de esa naturaleza, era la de
permanecer en la seccional; que en tales supuestos sólo participaba el personal militar y el del
Departamento Informaciones, por lo que nadie de la Comisaría debía ir al lugar del hecho.
Agrega Escobar que en esos momentos pudo divisar un automóvil que había girado por
Avenida Castro Barros en dirección al centro y que al topar con la valla que impedía el paso
de vehículos frente a la comisaría, tomó velozmente por la calle perpendicular, circunstancias
estas en las que el policía –lejos de intentar detener al vehículo- procedió a efectuar disparos
intimidatorios al aire frente a la dependencia. Aclara que no pudo establecer si el automóvil en
cuestión había efectuado la maniobra para crear más confusión o si, por el contrario, era un
vehículo particular que para protegerse, trataba de alejarse rápidamente del sector. Que en la
oportunidad intervinieron autoridades militares y que el personal de Informaciones tomó a su
cargo las actuaciones sumariales posteriores, por lo que ninguna intervención le cupo al
personal de la seccional 9º en la investigación del suceso (fs. 4267/8). Concordantemente con
208
el testimonio de Escobar, el Subcomisario Benjamín Pedro Alvarez, encargado del área
Poder Judicial de la Nación
43
USO OFICIAL
operativa de la seccional, relata haber concurrido al lugar del supuesto enfrentamiento recién
después de concluido, refiriendo que las autoridades que intervenían en ese momento no lo
dejaron pasar y le solicitaron que se retirara, puesto que nada había por hacerse ya, no
pudiendo ver ni los cadáveres, ni los autos baleados, ni manchas de sangre, ni otra cosa por el
estilo, recordando haber podido observar solamente que en el lugar había muchos autos y
personas y, entre ellas, autoridades militares (fs. 4286/7).
Cabe puntualizar que ninguna mención hace el comunicado del Tercer
Cuerpo de Ejército respecto a la presencia de personal militar en las inmediaciones, silencio
éste que por sí solo suscita aún mayores sospechas. Evidentemente, el Ejército conocía el
operativo que se estaba ejecutando y, de no haber tenido directa intervención en el mismo, es
claro que contribuyó a asegurar que el accionar se desarrollara sin una imprevista intromisión
del personal de la Comisaría 9º.
El cúmulo de elementos hasta aquí ponderados, no deja lugar a dudas
respecto a la inexistencia del invocado ataque sorpresivo, resultando –por el contrarioampliamente
corroborado el relato de Carlos Raimundo Moore en cuanto a la simulación de
un enfrentamiento entre los automóviles “legales” y los de los supuestos agresores –también
policías-, del cual no hubo que lamentar ninguna otra víctima más que los seis detenidos
muertos, en realidad asesinados (fs. 768/86).
Así, tal como reza la plataforma fáctica del presente hecho – ha quedado
acreditado con el grado de probabilidad necesario para esta instancia - que el día 17 de mayo
de 1976, alrededor de las 20 hs. los detenidos especiales Fidelman, Hernández, Moze,
Svagusa, Verón y Yung fueron solicitados ante las autoridades de la Unidad Penitenciaria n°1
para ser conducidos al Departamento Informaciones Policiales (D2), con el objeto de
investigar “otros hechos de carácter subversivo” que no se explicitan, distintos de los que
habían motivado las causas penales que se les seguía – y que durante este traslado, y
simulando un enfrentamiento con atacantes subversivos, el personal policial habría dado
muerte a los nombrados.
QUINTO HECHO
Las razones largamente expresadas en el apartado anterior aportan lo
suyo a la valoración del hecho que describiéramos en quinto lugar y que da cuenta de las
muertes de los detenidos especiales José Ángel Pucheta y Carlos Alberto Sgandurra, que
acontecieran el 28 de mayo de 1976 en el mismo contexto que el hecho anterior, esto es, en
oportunidad en que eran trasladados desde el Establecimiento Penitenciario UP 1 en el que se
encontraban alojados, en otro supuesto enfrentamiento armado.
En cuanto a las amenazas individuales dirigidas a quienes finalmente
resultaron muertos en este traslado, recuerda Fermín Rivera que el comandante Juan Bautista
Sasiaiñ concurrió a la Penitenciaría en abril de 1976 advirtiéndole a los presos “especiales”
que si salían vivos de allí, no lo harían enteros; anunciando que, concretamente, los dos
reclusos que habían estado reclamando en los días anteriores un trato más humano y que
habían gritado “criminales” y “asesinos” al personal militar, ya tendrían noticias de él. Sasiaiñ
44
aludía en esa oportunidad a José Angel Pucheta y Carlos Alberto Sgandurra (también se
identificaba este como Carlos Alberto Vega), quienes – cumpliendo la profecía - algunos días
después de aquel anuncio - resultaron muertos en otro supuesto “enfrentamiento armado” (fs.
27).
Conforme surge del testimonio de José Martín Niztzchmann, detenido
209
también en el D2 desde el día 13 de mayo de 1976, aquellos internos no fueron trasladados
directamente desde la UP1 hacia el Consejo de Guerra Especial Estable –tal como rezaba la
orden suscripta por el General Sasiaiñ.
En efecto, Niztzchmann recuerda que el 28 de aquel mes y año lo
hicieron abordar un automóvil con rumbo a la Penitenciaría, pudiendo advertir mediante los
ruidos y conversaciones que escuchaba – puesto que estaba vendado en la oportunidad- que
junto a él, iban en el coche unos cuatro policías y que, además, eran varios los autos que se
movilizaban en igual sentido. En el ínterin, Niztzchmann oyó a los policías comentar que
tenían a Vega y a Pucheta en el baúl –sin precisar a cuál de los autos de la comitiva se
referían- y que los iban a matar.
Entiendo que debe otorgase crédito al testimonio de Niztzchmann, aún
considerando que existe en su relato cierta inconsistencia ya que indica que escuchó que Vega
y Pucheta estaban en el baúl cuando lo conducían a la Penitenciaría, cuando la lógica nos da a
suponer que, luego de dejar a Niztzchmann en la UP1, los policías habrían recogido a los
detenidos en el viaje de regreso -. Aún así, entiendo que este testimonio debe valorarse en el
sentido de que - probablemente durante su traslado tuvo ocasión de escuchar conversaciones
entre los efectivos policiales que aludían a lo que iba a suceder, confundiendo algunas
cuestiones menores. Por ello, estimo de suma relevancia sus dichos ya que relatan cuestiones
acontecidas el mismo día de los hechos, y probablemente escaso tiempo antes de que
ocurrieran las ejecuciones. Entiendo, también, que son circunstancias que confirman la
veracidad de los dichos del testigo, el hecho de que no conocía hasta entonces ni a Pucheta ni
a “Vega”, no los había visto, ni había escuchado hablar de ellos con anterioridad; enterándose
recién después de haber permanecido en la Penitenciaría tres o más días –a raíz de comentarios
que le hicieron sus compañeros del pabellón-, que efectivamente se trataba de dos internos de
ese establecimiento carcelario que habían sido sacados de allí justamente aquel 28 de mayo;
que el apellido Vega era sólo el seudónimo de uno de ellos, siendo su verdadero nombre
Carlos Alberto Sgandurra y que ambos habían muerto “por aplicación de la ley de fuga”
(fs.4398/400).
Corrobora lo relatado por aquel testigo, el legajo que del mismo remitió
el Servicio Penitenciario (reservado en Secretaría), del que surge acreditado que el ingreso de
Niztzchmann a la UP1 –procedente del D2- se produjo el 28/5/76, como también el informe de
fs. 4326/45 relativo a las constancias de la causa “Rudnik, Isaac, etc. s/lesiones, homicidio,
robo, inf. ley 20840, etc.” (Expte. Nº 24-R-75) reservada en Secretaría, de las que resulta que
Sgandurra había sido erróneamente identificado por la Policía al momento de su detención,
Poder Judicial de la Nación
45
USO OFICIAL
como “Vega Miguel Angel”, siendo llamado por ese nombre a partir de entonces, pese a
conocerse con posterioridad su verdadera filiación.
También en el legajo del Servicio Penitenciario (reservado en
Secretaría), Sgandurra se encuentra individualizado como Vega Miguel Angel y la propia
orden de entrega impartida por el General de Brigada Sasiaiñ a la Penitenciaría, aclara que el
alias de Sgandurra era Vega Miguel Ángel (fs. 18 del Anexo 3 Cuerpo I).
Ahora bien, según las constancias emitidas a los fines de ser trasladados,
resulta claro que José Ángel Pucheta y Carlos Alberto Sgandurra fueron retirados el día
28/05/76 de la Unidad Penitenciaria Nº 1, por el entonces subteniente Luis Alberto López. De
lo que sucedió después, daremos cuenta en los párrafos que siguen.
El comunicado oficial publicado en el diario La Voz del Interior
informaba que José Angel Pucheta y Carlos Alberto Sgandurra fueron retirados de la cárcel el
28/5/76 para llevarlos “a la Jefatura del IIIº Cuerpo” “para completar investigaciones”.
210
Versión discordante, con la información asentada en el recibo firmado en la Penitenciaría por
el militar López que retiró a los detenidos, relativa a que aquellos internos serían trasladados al
Consejo de Guerra Especial Estable, diferencia esta que suscita de por sí justificadas dudas, las
que ineludiblemente se acrecientan y profundizan al continuar el análisis del comunicado
objeto de publicación.
En efecto, según la noticia difundida por el matutino, el vehículo militar
que transportaba a Pucheta y Sgandurra se desplazaba por el camino que une Villa Belgrano
con el Tropezón, en la zona del Chateau Carreras, oportunidad en la cual fue interceptado por
un grupo de unos siete delincuentes subversivos que intentaron rescatar a los detenidos,
estableciéndose un “intenso” tiroteo del que resultaron muertos los dos trasladados y uno de
los individuos del grupo atacante –no identificado aún, al tiempo de dar a conocer el
comunicado-, logrando huir del lugar el resto de los agresores (fs. 1323).
Cabe reiterar en relación a esa historia, las mismas consideraciones
efectuadas en torno al supuesto enfrentamiento del 17/5/76, relativas a las casi nulas
probabilidades de enterarse con anticipación suficiente del traslado que se iba a realizar y las
específicas modalidades con que habría de concretarse (lugar, hora, cantidad de vehículos y
custodias, recorrido a seguir, etc.), a los fines de planificar adecuadamente un ataque –en el
caso de Pucheta y Sgandurra no hubo pedido previo al Juzgado y la nota del General Sasiaiñ
fue presentada en la Penitenciaría por la comitiva que haría el traslado, al mismo tiempo en
que solicitaba la entrega de los detenidos (fs. 5 del legajo de prueba –órdenes y recibos de
traslado de detenidos-), no dejando pues, intervalo en el cual los “rescatadores” pudieran haber
sido avisados-; siendo factible también descartar un ataque improvisado en el momento, para
liberar a quienes difícilmente podrían haber sido vistos desde el exterior del vehículo, menos
aún reconocidos, a raíz de las vendas y las posiciones en que eran trasladados (testimonios de
Luis Baronetto -fs. 2945/53-, José Alberto Torres 2483/91 entre otros).
46
Asímismo, resulta sugestiva la falta de mayores precisiones del
comunicado, respecto al lugar exacto en que se habría producido el enfrentamiento –adviértase
que el tramo desde Villa Belgrano al Tropezón es largo y la zona del Chateau Carreras es
amplia-; tampoco se menciona la hora en que sucedió, los medios en que se movilizaban los
aludidos “atacantes” y la forma en que lograron huir.
A más de ello, no pasa desapercibido el hecho que aquella misma y por
entonces despoblada zona del Chateau Carreras, fue también la elegida para la ejecución de
Vaca Narvaja, De Breuil y Toranzo dos meses y medio más tarde.
A la escasa verosimilitud que ofrece la versión del “enfrentamiento” y
el significativo relato antes mencionado de José Martín Niztzchmamn –en tanto escuchó que
personal policial se jactaba aquel 28/5/76 de llevar en el baúl a Pucheta y Sgandurra para
matarlos- (fs. 2840/5 y 4398/400), cabe además sumar que el Ejército nunca dio a conocer la
identidad de la tercera persona que –conforme lo indicaba el comunicado oficial- integraba el
supuesto grupo atacante y había muerto como consecuencia de aquel “intenso tiroteo”.
En efecto, no sólo la noticia publicada el 29/5/76 no difundió la filiación
de esa tercer persona supuestamente fallecida en aquel enfrentamiento, sino que incluso once
años después, en 1987, al requerirle información sobre los hechos con víctimas, el Comando
del Tercer Cuerpo proporcionó una planilla en la que aquella supuesta tercera víctima
continuaba sin identificar.
Ahora bien, consultado que fueron las constancias del libro de entradas
y salidas de la Morgue Judicial correspondientes al 28/5/76, pudo verificarse que los cadáveres
de Pucheta y Sgandurra fueron llevados a la morgue por personal de las “fuerzas armadas”
junto al cuerpo de un tercer muerto, figurando los tres fallecidos a causa de “enfrentamiento
armado” y por “heridas de bala”. El tercer cadáver figura reconocido el mismo día 28 de mayo
211
de 1976 como perteneciente a Villada José Osvaldo, recién retirado de la morgue por su
hermano dieciocho días después (15/6/76) (fs. 3939/41), quien llamado a prestar declaración
testimonial, relató que el fallecido Villada vivía junto al deponente y sus padres, manteniendo
una muy buena relación familiar y la confianza suficiente como para contarse cualquier tipo de
problema o situación que pudiera afectarlos, no ocultándose entre ellos las circunstancias de
sus respectivas vidas, ni los lugares a los que concurrían o las actividades que efectuaban; que
era modalidad de la familia avisar siempre cuando uno iba a ausentarse y que, extrañamente
una tarde, sin ningún tipo de comentario, sin especificar a dónde iba ni mencionar nada en
especial, José salió de la vivienda “como para comprar cigarrillos” y no volvieron a saber más
de él, hasta encontrar su cuerpo en la morgue un mes y medio más tarde. Acota el testigo que
en ese ínterin la madre formuló denuncias ante la Comisaría de la Seccional 11 de Policía, en
la Jefatura e incluso realizó averiguaciones en el Tercer Cuerpo de Ejército, pero no obtuvo
dato alguno relativo al paradero de su hijo, habiéndole recomendado amenazantemente la
Policía que no preguntara más nada. Recuerda también que fueron dos personas de civil -que
dijeron ser policías y podrían pertenecer a la seccional 11-, las que concurrieron a su hogar y
avisaron a la familia para que se dirigieran a la morgue; que el cuerpo de Villada presentaba
Poder Judicial de la Nación
47
USO OFICIAL
impactos de balas por todos lados, incluso una herida en la base de la nuca y el rostro como
quemado, teniendo el testigo la convicción de que su hermano había sido asesinado; que
sospechosamente no le permitieron observar con cuidado y en detalle el cadáver, el
reconocimiento se hizo en pocos segundos y luego no lo dejaron acercarse ni vestirlo,
haciéndole entrega del ataud cerrado y soldado, de manera tal que no pudo volver a fijarse en
las heridas.
Especial significación detenta la narración de ese testigo en lo relativo a
que el domicilio particular de Villada nunca fue allanado y el que su privación de libertad y
posterior muerte nunca fue objeto de investigación alguna, pese a las denuncias efectuadas y
en las que la familia no continuó insistiendo en razón de las amenazas recibidas (fs. 3939/41) .
Evidentemente, de haber siquiera sospechado de Villada como miembro
de una asociación ilícita, el registro de su domicilio habría constituido una de las primeras
diligencias que de rutina y sin demora las fuerzas “antiguerrilla” habrían cumplido,
interrogando además a la familia en busca de los nombres de los restantes integrantes del
supuesto grupo atacante que –según el comunicado oficial- habrían sido “alrededor de seis
delincuentes ... que al formalizarse el combate ... lograron escapar del lugar de los
acontecimientos” (fs. 1323). El que no adoptara ni esas, ni ninguna otra medida investigativa
del caso de Villada, eludiendo mencionar su nombre en el comunicado difundido masivamente
por la prensa y en los posteriores informes proporcionados, demuestra que la Policía y el
Ejército sabían que el nombrado no había integrado ningún grupo interesado en el rescate de
Pucheta y Sgandurra, que no mantenía con éllos cualquier otro tipo de relación y que, por
ende, les conve nía mantener en el anonimato a aquél supuesto atacante abatido.
Corrobora tal conclusión el hecho que el nombre de José Osvaldo
Villada no figura en los archivos ni en los legajos que la Delegación Córdoba de la Policía
Federal detentaba en aquella época en relación a “delincuentes subversivos” o a personas con
antecedentes “políticos” (fs. 4566), que el mismo tampoco aparece mencionado en las causas
penales que se le seguían a Pucheta y a Sgandurra (fs. 4326/45), ni figura como imputado en
alguna de las causas penales seguidas en aquella época por infracciones a la ley 20.840 (fs.
2576/2584 y 2682/2709), no concurriendo ninguna otra circunstancia que permita relacionarlo
a esos dos detenidos, excepto el hecho que su cuerpo fue llevado a la morgue junto al de
aquellos, también muerto por heridas de bala.
212
Al respecto, cabe acotar que los tres cadáveres fueron conducidos a la
morgue, tal como ocurriera en los restantes casos bajo análisis, sin dar previa intervención en
el lugar del hecho al personal de la División Criminalística de la Policía Provincial, encargado
de tomar fotografías, realizar croquis y colectar la información concerniente a las
circunstancias en que las muertes se produjeron, elementos esenciales para la investigación de
los decesos, cuya prescindencia no sugiere otra cosa más que el desinterés por esclarecer lo
que se sabía simulado y falso.
SEXTO HECHO
48
En este punto indagaremos sobre lo sucedido el 19 de junio de 1976, en
relación a los hechos que determinaron la muerte de Miguel Ángel Barrera, Claudio Anibal
Zorrilla, Mirta Noemí Abdón de Maggi, y Estela María Barberis, en similares circunstancias
que los hechos anteriores, esto es, mientras eran trasladados desde dicha institución carcelaria
hacia otros destinos del III° Cuerpo con la excusa de ser interrogados.
Al igual que en el caso de Pucheta y Sgandurra, el Tercer Cuerpo de
Ejército informó, para justificar la muerte de los trasladados, que tres vehículos en el que se
conducían elementos de la organización E.R.P. junto con otros autos no identificados, habían
tratado de rescatar a los detenidos, produciéndose en ese momento un enfrentamiento con
fuerzas del Ejército, que duró varios minutos y a consecuencia del cual fallecieron los cuatro
presos, en tanto que los atacantes se dieron a la fuga, sin poder detenerlos (fs. 4180/3).
Resulta de relevancia mencionar que en una nota de fecha 21/6/76 -
mediante la cual el Jefe de la Policía de la Provincia, Ernesto Cesario, remitía al Juez Militar
en Turno los certificados de defunción de las cuatro víctimas-, la máxima autoridad policial
señala que aquellos cuatro habían sido abatidos por personal militar en la madrugada del día
20 de ese mes y año “al pretender atentar en contra del Hospital Militar de esta Ciudad” (fs. 73
Anexo 2, Cuerpo III). Esta nueva explicación, diferente a la proporcionada inmediatamente
después del hecho, no hace más que corroborar la displicencia con que se afirmaba una u otra
historia y, por ende, la escasa confianza que cualquiera de ellas genera.
A más de ello, y al igual que en los dos hechos examinados
precedentemente, resulta pueril el solo conjeturar que en los escasos minutos transcurridos
para el retiro de los detenidos –tomando en cuenta que no hubo un trámite ni aviso previo,
excepto la presentación de la orden del general Sasiaiñ y la firma del pertinente recibo- (fs.
1232), un numeroso grupo de individuos movilizados en por los menos cuatro vehículos, haya
podido siquiera reunirse y, menos aún, organizarse para el rescate de detenidos de los que no
pudieron enterarse que serían trasladados y en relación a los cuales difícilmente pudieron
conocer la dirección hacia la cual eran llevados, desde el momento que ni las propias
autoridades coincidían acerca de si se dirigían hacia el Destacamento de Inteligencia 141 (fs.
1411), o hacia el Hospital Militar (fs. 4180/3) o bien hacia el Consejo de Guerra Especial
Estable –según el recibo confeccionado en la Penitenciaría (fs. 108 del expte 7-D-86 en Anexo
2 Cuerpo 3, fs. 986 y 2840/3)- o en dirección al Comando del Tercer Cuerpo (fs. 1369).
De igual manera, no puede dejar de observarse que resulta por demás
indicativo que - no obstante a que se conducían presos y policías en un mismo vehículo - sólo
los detenidos hayan sufrido el impacto de las balas disparadas por el supuesto grupo agresor,
no padeciendo ninguno de los militares –en cambio- herida, golpe o rasguño de algún tipo,
pese a que justamente como custodios, debían haber sido éstos -por lógica- los más expuestos
a los disparos. Absurdo resulta, también, que aquellos supuestos atacantes apuntaran sus armas
en contra de los detenidos a los que precisamente intentaban rescatar y les dieran muerte a
todos ellos, sin excepción, dejando indemnes a los adversarios.
Poder Judicial de la Nación
49
213
USO OFICIAL
Ahora bien, al margen de tales reflexiones, lo concreto es que la sola
modalidad conforme a la cual los detenidos fueron buscados y retirados de la Penitenciaría,
sumado al horario en que aquel traslado se hizo –en la medianoche de un día sábado- y los ya
conocidos destinos de los ocho presos que en los últimos 35 días habían sido también llevados
de la cárcel para ser “interrogados”, permitía vislumbrar cuál era el propósito para el cual los
cuatro internos eran esta vez sacados de aquel establecimiento.
No otra fue la percepción de Barberis, quien al presentarse en su celda
personal militar que le solicitaba se vistiera y los acompañara, preguntó insistentemente por
qué la buscaban a esa hora de la noche y a dónde la llevaban, afirmando que el mes anterior
habían llevado a Diana Fidelman y la habían matado, a lo cual el personal militar sólo replicó
que cumplía órdenes y que no hiciera más difíciles las cosas, sin dar respuesta específica a
aquellas preguntas. La detenida Norma San Nicolás, no sólo pudo observar el retiro de
Barberis de su celda, sino además vio cuando por el callejón lateral del pabellón, un grupo de
aproximadamente siete efectivos armados conducían a Barberis y a Abdón de Maggi hacia la
entrada del establecimiento, observando que a Abdón la llevaban a la rastra entre dos personas
(fs. 49 del expediente 7-D-86 agregado al cuerpo III del Anexo 2). Al respecto, la
guardiacárcel Marta Serrano narró que en aquella oportunidad, la “chica Maggi” –
coincidiendo lógicamente con Barberis- se negó a levantarse, puesto que en aquella época “el
comentario era que los sacaban y los mataban”; debiendo pues la testigo ingresar a la celda y
pedirle a la detenida que no se resistiera (fs. 3084).
También resulta interesante destacar que – quien retirara a estos cuatro
detenidos de la UP1, presumiblemente personal militar ya que la orden de entrega estaba
suscripta por el comandante Sasiaiñ, evitó indentificarse, circunstancia que claramente indica
que éste conocía acabadamente los hechos que ocurrirían. De ello dan cuenta los recibos
firmados por los detenidos Barrera, Zorrilla, Abdon y Barberis, suscriptos por quien evitó
identificarse nominalmente, insertando una firma ilegible y consignando en el lugar que el
formulario asigna para la aclaración de firma, la abreviatura “Cap” sin ninguna otra precisión
que permitiera individualizarlo (fs. 9 Anexo 3, cuerpo I y fs. 4431/2). Resulta un aspecto a
destacar que en la Penitenciaría le hicieron suscribir a esta persona dos ejemplares del mismo
recibo, a fin de agregarlos a los distintos legajos de los internos retirados, siendo dable
observar que – a diferencia de la abreviatura Cap que presenta iguales características
caligráficas- las firmas insertas en cada ejemplar –ambas ilegibles- difieren notoriamente una
de otra, en cuanto a las letras dibujadas – al menos, las que pueden individualizarse no
coinciden - y también en los trazos cinegenéticos, resultando evidente que el que suscribió
tales formularios no reparó en simular una misma firma en todos los ejemplares.
Finalmente, también debe puntualizarse que tampoco en este caso se dio
intervención a los médicos forenses antes de retirar los cuerpos del lugar en que aquellos
cuatro detenidos resultaron muertos, lo cual demuestra –una vez más- que no había interés
alguno por parte de los supuestos “atacados” de dejar constancia documentada, ni de sumar
testigos de las concretas y específicas circunstancias del supuesto enfrentamiento. Así, en el
50
acta de defunción de Miguel Ángel Barrera consta que el lugar de la muerte se ignora. De
igual modo, los certificados de defunción expedidos por el Dr. Justo Llamil Chalub, relativos a
la muerte de Zorrilla y Abón de Maggi, también consignan la palabra “ignoro” en relación al
lugar y demás circunstancias en que esos decesos acaecieron (fs. 7, 16 y 18 del citado expte 7-
D-86). Al respecto, el Dr. Chalub depuso a fs. 74/6 del mismo expediente, coincidiendo con
otros médicos forenses de la policía, respecto a que, habitualmente, al recibir el llamado de la
superioridad relativo a que había ocurrido un hecho, debía constituirse en el lugar del
acontecimiento, inspeccionando lo sucedido y asentando en un acta, el lugar, la hora y demás
214
detalles. Que en caso de cadáveres, examinaba cómo estaban situados, en qué posición, luego
procedía a desnudarlos para ver si había lesiones, golpes o heridas, describiendo esas
circunstancias en el acta, como también el sexo, edad aproximada, causa probable de muerte,
etc.. Que además de esa acta, luego llenaba el Certificado de Defunción. Que en el caso de
Abdón, Barbera, Zorrilla y Barberis –si bien no lo recuerda concretamente- consignó en los
certificados que ignoraba el lugar y circunstancias de las muertes, debido a que probablemente
fue llamado por la superioridad cuando los cadáveres ya estaban en la morgue.
No cabe sino concluir –al igual que en los hechos analizados
precedentemente- que no existió ataque sorpresivo, ni enfrentamiento alguno, sino que –por el
contrario- los cuatro trasladados fueron premeditamente asesinados.
Existen asimismo, a más de las amenazas de muerte, anuncios de
represalia y mendaces datos consignados en los recibos, numerosos elementos de convicción
que evidencian que los motivos alegados para justificar el traslado de los detenidos afuera de
la Penitenciaría en el episodio en examen, no fueron más que falsas excusas invocadas para
posibilitar una vez en el exterior de aquel establecimiento, la ejecución de los internos.
En tal sentido, el General de Brigada Juan Bautista Sasiaiñ solicitó al
Director de la UP1 la entrega de los detenidos Barrera, Zorrilla, Abdón y Barberis el día
19/6/76 “a efectos de diligenciar interrogatorios” sin aclarar en qué lugar habrían de cumplirse
tales actos, como tampoco en qué actuaciones o en relación a qué episodios resultaba precisa
la declaración de los nombrados. Una orden militar redactada con semejante vaguedad, suscita
justificadas dudas teniendo en cuenta la circunstancia de que los cuatro trasladados fueron
detenidos en diferentes oportunidades y por hechos independientes –salvo Barrera y Barberis,
imputados en una misma causa penal-, privados de su libertad desde hacía ya bastante tiempo,
en cuyo transcurso ni los servicios de Inteligencia ni la Justicia Militar habían estimado
necesario formularles pregunta alguna. Abdon, Barrera y Barberis estaban detenidos
justamente desde hacía un año (el 17/6/75 la primera y 23/6/75 los dos últimos) y Zorrilla
desde diecinueve meses anteriores, encontrándose los cuatro sometidos a causas que
tramitaban ante la Justicia Federal y no en sede militar (v. fs. 985 e informe de fs. 4326/45).
Si bien Sasiaiñ no indica en qué lugar serían interrogados los cuatro
presos, la constancia de entrega de los mismos al personal militar comisionado para
trasladarlos, reza que iban a ser llevados ante el Consejo de Guerra Especial Estable que
funcionaba en dependencias del Ejército ubicadas en el camino a La Calera (fs. 986).
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51
USO OFICIAL
Ahora bien, producida la muerte de los cuatro trasladados, el Ejército
informó con fecha 23/6/76, que los mismos habían resultado abatidos el día sábado 19/6/76 en
horas de la madrugada, en adyacencias del parque Sarmiento –es decir, en dirección al
extremo opuesto de la Ciudad-, cuando eran llevados al Hospital Militar Córdoba (fs. 4180/3).
Es por tal razón que, o la excusa de los interroga torios ante el Consejo de Guerra Especial, o la
versión oficial expuesta en el comunicado, no halla explicación racional posible, sobre todo
teniendo en cuenta que el día del hecho fue un sábado por la madrugada.
Casi un año y medio después (en noviembre de 1977), el Coronel Luis
Santiago Martella invocó nuevamente la necesidad de diligenciar un interrogatorio, para
explicar al Juez Federal de Bell Ville la muerte de Claudio Zorrilla (informe requerido en la
causa 6-Z-1974), oportunidad en la cual el informante justificó el lugar en que se produjo el
enfrentamiento, aduciendo que los cuatro presos eran conducidos, ya no al Consejo de Guerra
Especial Estable ni al Hospital Militar, sino al Destacamento de Inteligencia 141 en las
inmediaciones del parque Sarmiento (ver fs. 1411).
Ahora bien, el Coronel Martella no mencionó en su informe que el
215
episodio había sucedido un día sábado en horas de la madrugada, como tampoco explicó al
Juzgado a cuya disposición se hallaba detenido Zorrilla -Juzgado Federal de Bell Ville- los
motivos por los que aquellas estrictas razones de seguridad que habían obligado a los
magistrados en ese entonces, a abandonar sus despachos, en comitiva, junto a Secretario,
Auxiliar, Defensores y Fiscal, para constituirse en las dependenc ias de la UP1 -no obstante
estar ubicadas en extraña jurisdicción y a doscientos kilómetros de distancia del Tribunal- a
los efectos de indagar a los encausados allí alojados -evitando movilizarlos fuera de la
Penitenciaría-, no imperaban –en cambio- en los casos en que era el personal de Inteligencia el
que estimaba necesario formularle alguna pregunta a los presos, pese a que les hubiera
resultado bastante más sencillo a tales agentes trasladarse hasta el establecimiento carcelario,
dado la corta distancia de no más de cinco kilómetros que debían recorrer hasta ese edificio, el
hecho que no necesitaban ni procuraban la presencia de otros funcionarios en el cumplimiento
de sus tareas y el que –a diferencia de los magistrados y por la propia naturaleza de sus
funciones- no era extraño que se desempeñaran “en la calle”, buscando la información en el
lugar en que se hallaban las fuentes. Claro es que, ninguna mención al respecto incluye aquel
informe, puesto que muy difícil hubiera resultado esbozar una explicación plausible para tal
absurda situación.
La falta de asidero se torna aún más evidente si se tiene en cuenta que en
los treinta y tres días inmediatos anteriores a aquel traslado –llevado a cabo el 19/6/76-, ya se
habían producido dos “enfrentamientos” de iguales características y en similares
circunstancias, con el saldo de ocho presos muertos, pues en tales condiciones, quedaba fuera
de toda lógica continuar exponiendo –tanto al personal militar y/o policial, como a los propios
detenidos a los que supuestamente se procuraba interrogar- al innecesario “riesgo” de transitar
por las calles de esta Ciudad.
SÉPTIMO HECHO
52
Pasando ahora al examen del hecho 7º, en que perdieran la vida José
Cristian Funes y Marta del Carmen Rosetti de Arquiola, corresponde señalar que el intento de
huir, aprovechando el desperfecto del móvil en que eran trasladados, también fue invocado en
la versión emanada del III° Cuerpo como causa de la muerte de los mismos.
En tal sentido, el diario La Voz del Interior del 1 de Julio de 1976 dio a
conocer que “El Comandante del III Cuerpo de Ejército comunica que el día 30 de junio,
siendo aproximadamente las 11.30 horas, en circunstancias que los delincuentes subversivos
Marta del Carmen Rosetti de Arquiola y José Cristian Funes eran trasladados a fin de prestar
declaración, aprovechando un desperfecto mecánico del vehículo que los transportaba,
intentaron darse a la fuga luego de herir a uno de los custodias y apoderarse del arma
reglamentaria del mismo. Iniciada la persecución y luego de resistirse por el fuego y no
acatar las órdenes impartidas por el personal de custodia, fueron abatidos” (fs. 1323 y
2399).
Respecto a este episodio, se pueden reeditar las mismas consideraciones
vertidas con relación a los hechos analizados precedentemente, referidas a las escasas, por no
decir nulas, posibilidades de escapar que tenían los trasladados, dada las dificultades de
movimiento provocada por esposas, vendas y ataduras en los pies (fs. 2966). La sospechosa
falta de mención en el comunicado oficial de los pormenores del “intento de fuga”, tales como
el específico lugar en que sucedió –Funes y Rossetti también eran supuestamente
transportados en dirección al Consejo de Guerra Estable- o el nombre del custodio que resultó
herido en la oportunidad (fs. 1323 y 2399); las relativas al escaso crédito que merece la
alegada circunstancia de no haber podido los efectivos militares detener a los supuestos
fugados, sin darles muerte; y las atinentes a la pronta remoción de los cadáveres y su traslado
al Hospital Militar, sin que los médicos forenses se apersonaran en el lugar del hecho para
216
examinar a las víctimas en el mismo escenario y entorno en que resultaron muertas (fs. 1518 y
1764/5); consideraciones todas a las cuales me remito en razón de brevedad.
Párrafo aparte merece el hecho que en relación a José Cristian Funes, el
magistrado a cuya exclusiva disposición figuraba anotado en la Penitenciaría ese detenido –
Adolfo Zamboni Ledesma, entonces Juez Federal n°1-, advertido que fue telefónicamente por
el General de Brigada Juan Bautista Sassiaiñ respecto a un nuevo “traslado” del que sería
objeto ese preso – tan sólo 19 días atrás Funes no había podido ser retirado de la cárcel por el
personal militar, sin contar previamente el Prefecto José Torres con la anuencia del Tribunalno
quiso en esta segunda oportunidad -a diferencia de lo acontecido en aquella- proporcionar
directamente su consentimiento, requiriendo que en su lugar fuera el General quien
manifestara por escrito su interés y aprobación del pretendido movimiento, ordenando –una
vez munido de la respectiva nota escrita de Sasiaiñ- que Funes fuera anotado en la
Penitenciaría a disposición conjunta con el Area 311 (fs. 1367/8).
Tal diligencia se concretó el mismo día 30/6/76, resultando obvio que el
magistrado procuró y obtuvo, minutos antes de que Funes fuera efectivamente retirado de la
cárcel, una constancia escrita respecto a que el traslado se hacía a instancia y bajo
Poder Judicial de la Nación
53
USO OFICIAL
responsabilidad del Ejército. Las precauciones así tomadas, no hacen más que evidenciar que
no sólo el Prefecto Torres, sino también el propio Juez dudaron en aquellas circunstancias, de
la necesidad de practicar los interrogatorios a que aludía la autoridad militar y del verdadero
objetivo del viaje para el cual retiraban a Funes.
A tales indicios y los demás elementos de convicción valorados para
todos los traslados en general, cabe agregar particularmente en este caso, las circunstancias
relatadas en el antes mencionado escrito de Carlos Raymundo Moore. Este refiere que una
detenida de nombre Arquiola fue retirada de la Penitenciaría y asesinada por intentar “huir”,
en razón que con anterioridad –en la primavera de 1975- había sido publicada en los diarios
una solicitada referida a la desaparición forzada de un joven de apellido Chabrol, en relación
al cual se mencionaba que Arquiola, en su paso por el Departamento Informaciones de la
Policía de la Provincia, había visto inscripto en la pared de un calabozo, el nombre del joven
Chabrol y la fecha de su detención. Moore agrega que la ejecución de Arquiola fue concretada
mediante el accionar combinado del Ejército y de la Policía (fs. 768/786).
Rosetti de Arquiola estaba en la celda contigua a la de la testigo Gloria
di Rienzo. La nombrada ilustró al tribunal sobre la oportunidad en que aquella fue sacada una
primera vez, pudiendo escuchar los ruidos de la puerta que se habría y los gritos que le decían
nombrando a Rosetti de Arquiola, que eran de “judiciales” o “traslados”. Que
aproximadamente una hora después la regresan, oportunidad en que le comenta a la dicente
que la habían llevado a una oficina junto a Funes, que los habían tenido contra la pared, sin
poder comunicarse. Recuerda también di Rienzo que el día “30/07/76” (el día del hecho fue
el 30 de junio, por lo que evidentemente la testigo confundió el mes), la misma persona que
antes había amenazado a Rosetti y a la propia Di Rienzo, sacó a la nombrada el día en que fue
ejecutada. Ese día, cuenta que había estado junto a Rosetti en el comedor conversando, cuando
la celadora las hace ir a las celdas, tras lo cual personal militar se llevó a Marta (Rosetti), y
que ésta la miró sonriendo. Agrega además que cuando la nombrada llegó a la UP1 procedente
de la D2, leyó que los nombres de los hermanos Chabrol estaban escritos en la pared, inserto
por uno de ellos en señal de que los iban a matar. Finalmente menciona que Marta Rosetti hizo
llegar a la prensa y al juez Zamboni Ledesma una carta denunciando el tema. (fs. 5517 y vta.).
Corrobora ese relato, coincidente con el de Moore, un memorando de la
Policía Federal Argentina de fecha 17 de noviembre de 1975 (fs.4313), en cuanto confirma
217
que en el matutino “La Voz del Interior” de la víspera había sido publicada una solicitada
refrendada por Marta Rosetti de Arquiola, bajo el título “La Tortura y La Muerte al Pueblo
Argentino”, en la que se transcribe una carta de aquella detenida –fechada el 10/11/75- escrita
desde la Penitenciaría, denunciando haber visto las palabras “Oscar Chabrol, me quieren
matar, 18/10/75” raspadas con algún elemento filoso, sobre la pintura verde de la pared de un
calabozo del Departamento Informaciones Policiales (D2).
Al margen de lo concerniente al destino de aquel joven Chabrol
(accionar que no es materia de investigación en la presente causa), lo cierto es que “Charly”
Moore supo y recordó claramente -lo propio cabe postular de Di Rienzo- que aquella
54
“detenida de apellido Arquiola” no murió al pretender escapar cuando era trasladada para ser
interrogada por un Consejo de Guerra, sino que –por el contrario- fue retirada de la cárcel para
ser asesinada mediante un simulado intento de fuga, en represalia de la denuncia que se había
atrevido a formular públicamente. Merece destacarse que la denuncia de Arquiola no sólo se
refería al joven Chabrol, sino también a las salvajes torturas que ella misma había sufrido y las
continuas amenazas de darle muerte a su pequeña hija a quien los policías habían hecho
permanecer en el D2 durante los dos primeros días de su detención, obligándola a presenciar
los tormentos a que la denunciante era sometida.
Estos elementos permiten tener por acreditado, con el grado de certeza
exigido en la presente etapa del proceso, la existencia del hecho bajo examen.
HECHO OCTAVO
Las constancias documentales recabadas en autos indican que el 5 de
julio de 1976 Raúl Agusto Bauducco se encontraba alojado en dependencias de la Unidad
Penitenciaría Nº 1 de Córdoba, detenido a disposición del Juzgado Federal Nº 1 de esta Ciudad
y del Poder Ejecutivo Nacio nal mediante Decreto Nº 4075 de fecha 24 de diciembre de 1975
(fs. 291), circunstancias estas en las que resultó muerto por una herida de bala (v. partida de
defunción de fs. 372).
En cuanto a las circunstancias de modo y lugar en que este hecho
aconteciera, puedo decir que, coinciden plenamente los relatos de los testigos directos del
hecho aquí investigado: Jorge Enrique Cravero, Fermín Rivera, Carlos Manuel Avila, Héctor
Gerónimo Enrique López, José Martín Niztzchmann, y Pedro Nicolás Sayazo en que el día
05/07/76, el personal militar destacado en la UP1 se encontraba requisando en el patio de
recreo, a los internos alojados en el pabellón 6, haciéndolos permanecer –como era de rutinaparados
frente a la pared, con las manos hacia arriba, apoyándolas en el muro y abriendo las
piernas; uno a uno se los hacía desvestir y eran revisados. Que aquel día el procedimiento se
había prolongado por casi dos horas, los internos no podían cambiar de posición y eran
golpeados con bastones de goma en caso de moverse; en tales circunstancias, Bauducco fue
objeto de golpes propinados por uno de los custodios, cayendo como desvanecido al suelo,
quedando embotado o semi inconciente. Que tras ello, el suboficial le ordena a gritos que se
pare; que Bauduco intenta erguirse pero vuelve a caer, que el suboficial repite la orden y
Bauducco no se levanta, y que entonces cambia los términos en que se le dirigía y
amenazándolo de viva voz le dice: “parate o te mato”, reiterando esta orden en varias
oportunidades sin éxito. Los testigos coinciden al indicar que el suboficial a cargo se acerca al
militar que se hallaba al mando del operativo, le efectúa una consulta ante la cual el superior
hace un movimiento afirmativo con la cabeza, que el cabo retorna junto a Bauducco, empuña
su arma reglamentaria e insiste dos o tres veces más gritando al interno que si no se levanta lo
mataría, luego de ello y en razón que Bauducco no atinaba a moverse, le dispara en la cabeza
dándole muerte (fs. 381/3 y vta., 257/262, 265/6 y vta., 132/4, 1058/62 vta., 1168/71,
respectivamente).
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USO OFICIAL
La coincidencia entre los relatos de los diferentes testigos, me permiten
afirmar – con el grado de probabilidad propio de este estadio – que José René Bauducco
habría muerto asesinado por el personal militar que en ese momento llevaba adelante la
requisa.
HECHO NOVENO
Abordaremos, a continuación, el análisis del hecho descripto en noveno
lugar en los vistos, el que da cuenta de un hecho de las torturas que sufriera José René
Moukarzel, las que finalmente terminaron con su vida.
Al respecto, y en lo que concierne a la existencia de tal hecho entiendo
que las constancias de autos permiten afirmar – con el grado de probabilidad requerido en esta
instancia – que el 15 de Julio de 1976 José René Moukarsel habría dejado de existir a
consecuencia de los tormentos que le impusiera personal militar a cargo de la custodia de la
unidad Penitenciaria en la que se encontraba alojado.
En efecto, da cuenta su legajo – agregado en copia a fs. 291 bis/327 y
reservado en original en Secretaría – que José René Moukarsel se hallaba detenido a
disposición del Juzgado Federal Nº 2 de esta ciudad y del Poder Ejecutivo Nacional, desde el
23 de enero de 1975, alojado en dependencias de la Unidad Penitenciaria Nº 1 de Córdoba,
circunstancias en las cuales se produjo su fallecimiento el día 15 de julio de 1976 (ver fs. 291
bis). Asimismo, de tal legajo se desprende que José René Moukarsel falleció como
consecuencia de un paro cardiorrespiratorio producido alrededor de la 01.00 hs. de ese día (fs.
320, 322 y 722). Ahora bien, los informes aludidos no aclaran si tal suceso obedeció a causas
naturales o si, por el contrario, el desenlace fatal fue provocado por causas externas, ajenas al
estado de salud del detenido.
En pos de determinar tal circunstancia debe traerse a consideración la
versión oficial de lo sucedido, que nos llega esencialmente a través del relato de imputado
Alsina, oficial a cargo de la guardia militar del penal ese día. Así , el Teniente Gustavo
Adolfo Alsina señala que sorprendió a Moukarsel mientras se comunicaba con un preso
común, conducta que estaba prohibida, entendiendo necesario separarlo y mantenerlo aislado
hasta ser interrogado por personal de Inteligencia respecto a los motivos y contenido de
aquella comunicación. Alsina dijo confiar a Cohelo la custodia del detenido en espera de los
interrogadores, manteniéndolo - por razones de seguridad - esposado a una columna al borde
de una galería ubicada en el sector en donde se hallaba el Comedor de Oficiales,
circunstancias en las cuales, siendo aproximadamente las 22.00 ó 23.00 hs. de aquella jornada,
el detenido Moukarsel se quejó de un dolor en el pecho y de inmediato fue trasladado a la
enfermería del penal, produciéndose allí su muerte ( ver declaración de Alsina en el marco de
la instrucción ante la Justicia Militar - ratificada en la declaraciòn indagatoria que brindara
ante esta sede - que obra en el Anexo I).
La extensa prueba recabada, me permiten señalar que tales dichos no se
condicen con lo sucedido entre el mediodía del día 14 y la madrugada del 15 de julio de 1976.
El relato resultaría veraz en cuanto refiere a que Moukarsel habría sido sorprendido por
personal militar en una conducta “prohibida”, ya que habría entablado un contacto con un
56
detenido “común” apellidado González, probablemente éste le habría entregado un paquete
con sal. En tal sentido son múltiples y coincidentes las referencias de los distintos testigos,
pero mencionaremos en este caso los dichos vertidos por Jorge Lago, quien en su declaración
de fs. 2955/62 relata que el día 14 de julio de 1976 se encontraba limpiando el pasillo del
pabellón junto a Moukarsel, y que a éste lo llamó un tal González, “detenido común”, y le
entregó un paquete con sal. Señala que en esta acción fue sorprendido por un militar,
219
probablemente Cohelo, que lo retiró de Pabellón para ser sancionado. Hasta este punto todos
los testimonios coinciden - en líneas generales - con la versión oficial. A partir de aquí el
relato de los testigos de los hechos que motivaron el fatal desenlace se desprende
sustancialmente de tal versión.
Viene al caso aclarar que la columna al borde de una galería ubicada en
el sector en donde se hallaba el Comedor de Oficiales, que se menciona en el relato
provenient e del personal militar, se encuentra apenas cruzando el ingreso principal y la
guardia externa del establecimiento, hacia la derecha, antes de ingresar al área penitenciaria
propiamente dicha (conforme al plano de fs. 692/3 del Anexo I), lugar éste cuya ub icación
también es dable observar en la lámina fotográfica Nº 18/20 de la pericia GTPC Nº98/86 y en
el extremo inferior derecho de la fotografía aérea del edificio, visto desde la entrada principal
(fs. 1217/9 y 361 respectivamente).
Ahora bien, la prueba colectada permite afirmar que el relato referido
precedentemente no es verídico y que sólo procuró ocultar lo realmente sucedido, y así
garantizar la impunidad de sus responsables.
Tal conclusión se apoya, en primer lugar, en las declaraciones
testimoniales de los – por entonces - detenidos José Martín Niztschmamn, Luis Miguel
Baronetto y José Luis Cannizo, de las que se desprende que, retirado del pabellón por el
Teniente Alsina, en hora cercana al mediodía, lejos de ser conducido al ingreso de la
Penitenciaría y esposado a la columna de una galería cubierta, Moukarsel fue estaqueado a la
intemperie, en el suelo del patio al que daba el pabellón 8 -conocido como el “patio de la
mosaiquería”-, que allí fue atado de manos y pies con cuatro estacas, arrojándosele agua fría
sobre su cuerpo. Específicamente el testigo Canizzo pudo observar con posterioridad, que al
romperse una estaca, Moukarsel era sacado de ese patio, enterándose que fue llevado a otro
espacio descubierto que da al pabellón 14 de las mujeres – callejón ubicado entre ese pabellón
y la mimbrería del penal -, en el cual fue nuevamente estaqueado hasta la noche (fs. 1058/62,
2945/53 y vta. y 1184 y vta.). Luego de realizar la inspección judicial en la UP1 en día 4 de
noviembre del corriente (ver expediente “Actuaciones labradas a los fines de la inspección
judicial de la Penitenciaría Capital en autos Alsina...”), pudo determinarse que el tramo final
del episodio que analizamos - que culminó con la muerte de Moukarsel - no tuvo lugar en el
callejón que divide el pabellón con la mimbrería, sino exactamente en el costado opuesto del
pabellón 14 (actualmente funcionan allí los pabellones 13, 14 y 15) en el patio de recreo de las
mujeres.
Concordantemente, las detenidas del pabellón 14, Elia Salis de
Ferreyra, Irma Fuentes de Salis, Alicia Beatríz Wieland, Norma Susana San Nicolás y Soledad
Poder Judicial de la Nación
57
USO OFICIAL
Edelveis García, afirmaron por igual que, aproximadamente desde las 18 hs. de aquel día 14
de julio de 1976, vieron - algunas - y escucharon – todas - a Moukarsel, atado de manos y pies
a cuatro estacas en el suelo; recordando que estaba semidesnudo, que le tiraban agua y que se
quejó en forma continua hasta aproximadamente las 23.00 hs. de aquella noche invernal en la
que hacía mucho frío. Todas son contestes en que el que dirigía la operación era el Teniente
Alsina, quien a los fines de provocar un efecto ejemplificador entre las detenidas, hizo que se
abrieran las ventanas de aquel pabellón 14 en la que se hallaban alojadas, para que pudieran
percibir con mayor claridad los lamentos del estaqueado. Incluso varios detenidos recuerdan
que Alsina ya había sometido unos días antes a la interna María del Rosario Miguel Muñoz a
igual tormento, aunque por menos tiempo y en una jornada en la que no hacía tanto frío (ver
fs. 1085/6, 1154/5 y vta., 2636/44, 2966/73 y 2976/80 y vta.).
Las declaraciones de los detenidos se encuentran respaldadas por la
220
pericia practicada por el perito oficial Rolando H. Sor – perteneciente al Gabinete Científico
Pericial de la Policía Federal Argentina Delegación Córdoba - quien dictamina que desde las
celdas del pabellón 8 –lugar de alojamiento de varones- y desde el pabellón 14 – lugar de
alojamiento de mujeres - era posible acceder visualmente a los dos sitios en que,
sucesivamente, fue estaqueado Moukarsel. Asimismo, las vistas fotográficas evidencian que,
aun no pudiéndose observar la escena completa desde todas las ventanas, la inmediatez de los
patios en cuestión, permitió sin duda alguna, escuchar a los internos alojados en los pabellones
8 y 14, los gritos de Moukarsel (ver láminas fotográficas 2/20 a 7/20 de la Pericia GTPC
98/86 y láminas fotográficas 12/20, 13/20, 14/20, 15/20 y 17/20 de la Pericia GTPC 98/86
obrantes a fs. 749/752 y el dictamen pericial obrante a fs. 1217/9).
Preciso es resaltar que los patios en los que permaneció Moukarsel se
hallaban ubicados en la parte posterior del Penal, es decir en el extremo opuesto al que los
integrantes de la guardia militar adujeron haber llevado al detenido, evidenc iándose así la
mendacidad de lo alegado por éstos.
Incluso, Enrique Mario Asbert, detenido alojado en el Hospital del
Penal, pudo escuchar gritos de dolor entrecortados por la dificultad para respirar,
comentándole un enfermero que “tenían a uno estaqueado” y que le habían echado varias
veces agua, siendo que se trataba de un día sumamente frío. Los quejidos se hicieron cada vez
más esporádicos y luego no se escuchó más nada, enterándose después que se trataba del
interno Moukarsel y que éste había muerto (fs. 3324). Otro de los presos hospitalizados -
Guillermo Birt - pudo observar como introdujeron a Moukarsel al hospital, recordando que se
trataba de una noche de pleno invierno y que Moukarsel estaba desnudo y mojado, sumamente
golpeado y amoratado por el frío, sufriendo allí un paro cardíaco que le ocasionó la muerte (fs.
4511/2).
Resultan de especial relevancia los testimonios de diversos empleados
del Servicio Penitenciario de Córdoba. Al respecto, es clara la exposición formulada por la
agente penitenciaria Marta Elena Serrano quien afirma que se encontraba de guardia una
noche de julio de 1976 en la que pudo ver estaqueado en la patio de las internas al detenido
Moukarsel - adviértase que esta testigo se hallaba en el Pabellón 14 y que de ninguna manera
58
podría haber visto desde ese lugar el patio al que el Teniente Alsina y sus subordinados
afirmaron haber llevado al detenido-, indica que su cuerpo estaba desnudo y mojado,
aclarando que era una noche muy fría y que lo custodiaba un militar, quien aproximadamente
a la una de la mañana le pide que abra la puerta para llevarlo al Hospital del Penal ya que se
estaba muriendo (ver fs. 3084/6 y vta.).
Concordantemente declara el guardiacárcel Santos Misemio Caminos
afirmando haber visto trasladar el cuerpo de Moukarsel desnudo hacia la enfermería del penal,
como también el enfermero del hospital del Establecimiento Penitenciario –Julio Eduardo
Fonseca- quien asegura que aproximadamente a la medianoche dos o tres militares trajeron el
cuerpo de Moukarsel a la enfermería, que el detenido estaba con el torso desnudo y casi
muerto, que no le explicaron por qué causa se hallaba en ese estado y que pocos minutos
después falleció, resultando infructuosos los intentos de resucitarlo (ver fs. 271/2, 608, 1207 y
fs. 264 respectivamente), manifestaciones totalmente coincidentes con las vertidas por los
detenidos antes aludidos.
A mayor abundamiento, resulta ilustrativo el informe brindado por el
Servicio Meteorológico Nacional del que se desprende que el día 14 de julio de 1976 la
temperatura máxima registrada fue de 15.7 º C a las 16.00 hs., mientras que a las 00.00 hs. del
día 15 había descendido a 6,1º C (ver fs. 1317). Tan bajas temperaturas sumado al hecho que
Moukarsel tenía el torso desnudo, que le tiraban agua y que así debió permanecer
inmovilizado en el suelo, a la intemperie, durante más de diez horas, tornaban por demás
221
previsible que el episodio finalizara de la manera en que acabó; o - al menos – y en el caso de
que el interno padeciera alguna deficiencia o dolencia cardíaca previa (de la que no existe
constancia alguna en su Historia Clínica obrante en su legajo, en el que sí surge a fs. 308 que,
por ejemplo, Moukarsel practicaba deportes, fútbol) resulta por demás lógico asumir que las
extremísimas y severísimas condiciones del castigo que se le impusiera, introdujeron un
elemento desencadenante de un proceso causal que culminó con su muerte.
Continuando con el análisis de la perspectiva del personal penitenciario
frente a este hecho, resulta por demás indicativa de la patente ilicitud del proceder de la
custodia militar, la circunstancia que relata el testigo médico Dr. Víctor Ricardo Pacheco en
cuanto sostiene que el director del Penal - Prefecto José Torres - le pidió que confeccionara un
certificado médico en el que hiciera constar el fallecimiento de Moukarsel, insertando como
causa eficiente de la muerte simplemente “paro cardio respiratorio”, entendiendo el testigo que
previo a expedir ese certificado era necesario la realización de una autopsia, negándose - por
ende - a confeccionar el documento peticionado; negativa ante la cual, el Teniente Primero
Alsina que se encontraba presente en el lugar manifestó “no importa, a eso lo arreglo en el
Hospital Militar”, procediendo pues a trasladar el cuerpo del occiso a ese nosocomio, en el que
se llamó a otro facultativo para que expidiera la constancia (ver fs. 343/4, 65 del Anexo 1, 291
bis/325, 727).
En el legajo penitenciario de Moukarsel, consta que efectivamente quien
atendió al moribundo en sus últimos minutos de vida fue el Dr. José Bazán, quien dejó sentado
por escrito que personal militar internó a Moukarsel a la 01.05 hs. aproximadamente del día
Poder Judicial de la Nación
59
USO OFICIAL
15/7/76, que el paciente ingresó “shocado” y falleció por paro respiratorio diez minutos
después, antes de suministrarle medicación alguna”. El Dr. Victor Pacheco arribó
posteriormente, a pedido del Director del Penal José Alberto Torres, revisando a Moukarsel a
las 2.30 hs. de aquella noche, constatando la muerte clínica del nombrado, luego de lo cual, el
Teniente Alsina retiró el cadáver para trasladarlo al Hospital Militar (fs. 4525/9),
evidentemente a los fines de munirse del certificado que Pacheco se había negado a expedir, el
que finalmente fue suscripto por el médico forense José Felipe Tavip del Departamento
Criminalística de la Policía (fs. 727), quien aclaró en esta causa que en los casos en que era
llamado al Hospital Militar para retirar el cadáver y trasladarlo a la morgue, libraba el
correspondiente certificado con la duda de cuá l había sido la causa de muerte, en razón de no
haber podido conocer ni examinar las circunstancias de tiempo, lugar y modo en que el
fallecimiento se había producido (fs. 3461). Conforme constancias del registro de entradas y
salidas de la Morgue Judicial, el cadáver de Moukarsel no fue sometido a autopsia (fs. 4553).
Resulta de relevancia a los fines de demostrar la existencia de un
accionar destinado a ocultar el gravísimo hecho acontecido, citar un memorandum
confeccionado por la Delegación Córdoba de la Policía Federal Argentina pocos días después
- el 20/7/76 - en el que se señalaba –en base a supuestas informaciones reunidas por dicho
organismo- que efectivos pertenecientes al IIIº Cuerpo del Ejército habían mantenido un
enfrentamiento en Cno. a la Calera Km. 12 de ésta provincia, ocasión en la cual habían muerto
tres “elementos sediciosos”, en relación a los cuales personal de la Sección Dactiloscopía de la
Policía de la Provincia de Córdoba, había logrado determinar que uno de ellos era José René
Moukarsel (ver fs. 3294).
Todo lo expuesto, en especial la mendacidad de la versión vertida por
personal militar, sumado al hecho de no haberse practicado de inmediato ninguna diligencia
probatoria a efectos de constatar las causas de la muerte - no se hizo autopsia y no se labró
sumario ni en la Unidad Penitenciaria, ni en el Ejército tendiente a deslindar responsabilidades
222
- nos permiten señalar – con el grado de probabilidad requerido en esta etapa procesal - que
existió una maniobra conjunta de los directos implicados y de sus superiores destinada a
ocultar el accionar delictivo, pretendiendo invocar causas naturales o accidentales para
justificar lo que en realidad fue simple y llanamente una impiadosa sesión de terribles
tormentos que habrían ocasionado, en definitiva, la muerte de quien en vida fuera José René
Moukarsel.
HECHO DECIMO PRIMERO
Este hecho refiere a la muerte de los detenidos especiales Miguel Hugo
Vaca Narvaja, Gustavo Adolfo De Breuil e Higinio Toranzo, también en el contexto de un
traslado desde la UP1 hacia otro destino militar.
Este hecho destaca de los demás en razón de que cuenta con un testigo
presencial, el que – si bien se vio privado del sentido de la vista durante gran parte de periplo
criminal – sí pudo ofrecer a este Tribunal valiosísimos datos respecto a lo sucedido ese 12 de
agosto de 1976.
60
Al rendir su testimonio, Eduardo Alfredo De Breuil relató
pormenorizadamente al Tribunal cómo el personal militar, en forma previa a comenzar el
viaje, los esposó – a él y a los otros tres presos que resultaron muertos en ese operativo: su
hermano Gustavo Adolfo De Breuil, Miguel Hugo Vaca Narvaja y Arnaldo Higinio Toranzo-,
les vendó los ojos y los acomodó en dos camionetas –dos detenidos en cada una- acostados
debajo de los asientos traseros, con sus pies atados y tapados con mantas. Recuerda que el
personal militar iba sentado en dichos asientos, con instrucciones de disparar sus armas ante el
más mínimo problema. Señala que, luego de efectuado un trayecto en las camionetas, habrían
ingresado probablemente en dependencias del Tercer Cuerpo de Ejército en el camino a La
Calera, y que allí el personal militar bajó a los detenidos y los dejó en una habitación, tendidos
en el piso, boca abajo, por espacio de una media hora. Indica que, posteriormente le quitaron
las esposas al testigo, reemplazándolas por trapos y que lo amordazaron. Que luego lo
hicieron subir nuevamente en una camioneta, pero esta vez separado de los otros tres
detenidos, los que abordaron un segundo vehículo. Recuerda que el militar que estaba a cargo
del operativo –al que llamaban “el capitán”- comentaba reiteradamente que “era un mal día”
para ellos, y que los condujo durante varios minutos en probable dirección a la zona del
Chateau Carreras. Que no obstante encontrarse vendado, pudo percatarse – por el movimiento
- que los vehículos ingresaron por un camino de tierra, deteniéndose poco después en un
descampado en el que, previo fijarse que no hubiera “moros en la costa” los hicieron bajar.
Que el “capitán” que comandaba la operación ordenó a los efectivos militares que disparen,
escuchándose varias detonaciones de armas de fuego, sintiendo además que alguien intentaba
gritar pero sólo emitía sonidos guturales por la mordaza que tenía en la boca. Que el capitán
ordenó, entonces, que desaten a los muertos y recojan las vainas, cuidando de que no quedara
ninguna. También da cuenta en su relato que los subordinados se quejaban, diciendo que – por
ser tenientes, les tocaba hacer ese trabajo sucio, a lo que el capitán les contestó que se
tranquilicen, que así es la guerra y “que se las aguantaran”. Indica que le quitaron la venda, le
desataron los pies y lo condujeron caminando hasta donde se encontraban los tres cuerpos sin
vida, observando uno por uno. Que el oficial que lo conducía le dijo que cuando vuelva a la
cárcel cuente todo a los otros presos, que les diga que si seguían matando militares les iba a
pasar lo mismo y que él mismo iba a ser el próximo, que ese día se había salvado entre los
indios pero que la próxima vez no contaría el cuento. Que lo vuelven a atar, vendar y
amordazar y lo subieron a la camioneta, ubicándolo nuevamente bajo el asiento. Que el
capitán avisa por radio que el operativo ya estaba cumplido y que podía venir el vehículo
convenido, con lo pasados cinco minutos llegó al lugar otro móvil, ordenando el recién llegado
que sacaran fotos y recogieran los cuerpos. Después de eso el testigo es llevado de regreso a la
223
Penitenciaría (fs. 825/8).
Sin lugar a dudas, el relato de Eduardo De Breuil es un elemento
probatorio clave, pues constituye el único testigo directo que declaró haber presenciado la
ejecución llevada a cabo aquel día 12/8/76, desmintiendo por completo la versión oficial que
hablaba de la huída de “tres guerrilleros” que, aprovechando la rotura de la dirección y un
Poder Judicial de la Nación
61
USO OFICIAL
principio de incendio del automóvil en que eran trasladados, habían procurado ocultarse tras
arbustos, resultando abatidos al no acatar la orden de rendición (fs. 1323).
Si bien podría especularse con la parcia lidad de aquel deponente, dado
que entre las víctimas fatales se hallaba su propio hermano, lo cierto es que su versión de lo
acontecido resulta absolutamente verosímil, a la luz de las demás probanzas reunidas en el
presente proceso.
En tal sentido, según lo recuerdan coincidentemente Jorge Cravero (fs.
381/3), Héctor López (fs. 132/4), Roberto Díaz (fs. 131/2), José M. Niztzchmamn (fs. 37
Anexo 1 Cuerpo 2), Héctor Lerner (fs. 3156), Luis Miguel Baronetto (fs. 2945/53) y Pedro
Nicolás Sayago (fs. 1168/71), al regresar al penal Eduardo De Breuil, les narró conmocionado
lo que ese día había vivido, cumpliendo así con la misión que el Ejército le había
encomendado, cual era la de prevenir a los demás internos, acerca de lo que podía llegar a
sucederles. No existen al respecto, motivos razonables que induzcan a pensar que en aquella
oportunidad De Breuil intentó engañar a sus compañeros del pabellón, perturbándolos
psíquicamente con historias inventadas, para contribuir desinteresadamente a agravar el clima
de incertidumbre y miedo en el que las Fuerzas de Seguridad procuraban mantener a aquellos
presidiarios.
A más de ello, concurren otras circunstancias que ponen al descubierto
la mendacidad de la noticia propagada por el Tercer Cuerpo de Ejército, la que –para mayor
claridad- se transcribe a continuación: “El comandante del IIIº Cuerpo comunica que en el día
de la fecha, siendo aproximadamente las 13.45 horas, en circunstancias en que un vehículo
militar transportaba desde la Unidad Carcelaria Nº Uno hacia el Consejo de Guerra a tres
delincuentes subversivos para ser interrogados por un juez de instrucción militar, el vehículo
en que eran transportados sufrió una rotura de dirección, precipitándose a una banquina y
originándose un principio de incendio. Aprovechando la situación, los delincuentes intentaron
huir ocultándose en los arbustos, siendo perseguidos de inmediato por tropas de custodia, las
que les intimaron rendición que no fue acatada, por lo que se debió abrir fuego, dándose
muerte a Miguel Hugo Vaca Narvaja, Gustavo Adolfo De Breuil e Higinio Arnaldo Toranzo.
Con heridas leves resultó un suboficial, al sufrir principios de quemadura” (-nota en La Voz
del Interior del 13/8/76 referida a un comunicado hecho conocer en la víspera- fs. 1323).
Con relación a dicha versión, dable es destacar que mal podrían haber
intentado escapar, desacatarse, o revelarse de cualquier otro modo contra los efectivos
militares, quienes se hallaban con los ojos vendados, esposadas sus manos y atados sus pies,
acostados boca abajo en el suelo de los vehículos, con numerosos custodios que los vigilaban
(conf. relato de Eduardo De Breuil ya citado). En esas condiciones, el argumento oficial
relativo a que intentaron huir y ocultarse tras los arbustos del lugar, resulta trivial.
Al respecto, no sólo Eduardo De Breuil sostuvo haber sido trasladado
con vendas, esposas y ataduras, sino también numerosos internos que durante su detención
fueron conducidos a otras dependencias policiales, militares o penitenciarias: Jorge Enrique
De Breuil (fs. 3408/12), Daniel Roberto Juez (fs. 175/6, 3391), Jorge R. Lagos (fs. 2955),
62
Norma Susana San Nicolás –recuerda cómo a Barberis y a Abdón las vendaron y ataron atrás
224
sus manos, en la puerta del pabellón, habiendo observado también cómo ataban y vendaban a
Rossetti de Arqueola al retirarla de la celda- fs. 2966), Soledad García (fs. 2976/84), Alicia
Wieland (fs. 2636), Enrique Asbert (fs. 3220/8), coincidiendo en que no había posibilidad de
evadirse o fugarse durante un traslado.
Incluso el personal penitenciario que prestaba servicios en la UP1
recuerda que al retirar del establecimiento a los detenidos “especiales”, invariablemente se les
colocaba esposas –o se les ataba las manos a la espalda con cables o sogas- y se les vendaba
los ojos: Julián Ricardo Contreras (fs. 3445/8), Ramón Ariza (fs. 1959/62), Felix Jesús
Carranza –quien afirma que con las medidas de seguridad adoptadas, era imposible una fuga
(fs. 3280) y Jose Pascual Castillo, quien concretamente recuerda que al sacar a los detenidos
De Breuil y Toranzo de sus pabellones, éstos fueron esposados (fs. 29 Anexo 2, Cuerpo 2). El
propio director de la Penitenciaría, Prefecto José Alberto Torres, recordó que desde mayo del
76’ los militares amordazaban, ataban las manos con cables y tabicaban a los presos que serían
trasladados, antes de sacarlos de la cárcel, acotando que también los que ingresaban al Penal,
venían atados, tabicados y amordazados (fs. 2483/91).
Cabe tener en cuenta además, que los detenidos “especiales” eran
incluso esposados dentro de la misma Penitenciaría, cada vez que se los conducía fuera de los
pabellones, a otras instalaciones del establecimiento. Aún más, en ciertas oportunidades la
custodia militar armada obligó al detenido a permanecer con las esposas durante todo el acto
procesal del que debía participar, dentro de la misma cárcel (fs. 1063/6). Así las cosas, no
cabe sino concluir que, en consonancia con tan estrictas medidas de seguridad, la capacidad de
movimiento de los detenidos era rigurosamente restringida al tiempo de sacarlos de la
Penitenciaría y conducirlos por la vía pública.
Conviene destacar que, aún en el hipotético e improbable supuesto que,
no uno, sino los tres detenidos hubieran logrado zafar por completo de las esposas, vendas y
ataduras que les impedía moverse con rapidez, resulta inverosímil que profesionales
entrenados para tareas de esa índole, no hubieran podido alcanzar a los presos y aprehenderlos
nuevamente, sin necesidad de dispararles con sus armas de fuego, sobre todo en circunstancias
en las que no necesitaban contrarrestar ataque alguno de quienes estaban desprovistos de todo
armamento. Así las cosas, la “necesaria” muerte de los detenidos aparece como una
consecuencia inusitada y –por ende- escasamente creíble.
También, llama poderosamente la atención que el comunicado nada diga
del camino por el cuál supuestamente transitaba el vehículo militar, o del específico lugar del
recorrido en que concretamente se produjo el supuesto incendio, como también que no haga
mención a las características del móvil, ni a la identidad del suboficial que supuestamente
sufrió heridas leves por quemadura en esa ocasión. En tal sentido, las omisiones señaladas no
hacen más que denotar la inexistencia de datos ciertos y constatables y el consecuente
propósito de no consignar información fácilmente rebatible.
Poder Judicial de la Nación
63
USO OFICIAL
En tercer lugar, nada dice la publicación respecto al otro vehículo que
participaba del operativo. Obviamente, mencionar la presencia de más efectivos militares
provistos de otro móvil, tornaba inconcebible la “necesidad” de abatir a los supuestos
prófugos, en lugar de perseguirlos y capturarlos nuevamente –como ya se expuso-.
Por último, resulta sugestivo que en la versión propagada por el
Comandante del Tercer Cuerpo, no se haya mencionado al cuarto detenido que era trasladado
en esa oportunidad y que sobrevivió al episodio, precaviéndose así de propagar la identidad de
quien probablemente no habría de avalar la historia publicada.
Es también indicativo de la falta de veracidad de las circunstancias
225
invocadas para explicar la muerte de los tres detenidos, el hecho que sus cuerpos fueran
prontamente retirados del lugar y conducidos al Hospital Militar, sin dar previamente, la
debida participación a los médicos forenses.
Al respecto, de la fotocopia obrante a fs. 1766 que corresponde al libro
de novedades de la guardia de la División Medicina y Química Legal del Departamento
Criminalística de la Policía de la Provincia, resulta que a las 16.00 hs. de aquel 12/8/76 fue
llamado un médico forense a los efectos de producir el correspondiente informe, cuando los
cuerpos ya se encontraban en el Hospital Militar.
El Dr. José Tavip comisionado a tales efectos, recuerda que en aquel
nosocomio le entregaron los tres cuerpos y las fichas con las huellas dactilares, indicándole la
identidad de cada uno; agrega que se ocuparon de trasladar los cuerpos a la morgue y
personalmente expidió los certificados de defunción, suponiendo que la causa de muerte había
sido la hemorragia provocada por las múltiples heridas de bala que los cuerpos presentaban.
Tavip, remarcó que, a diferencia de lo que ocurría en los casos de muertos comunes en que el
personal de Criminalística –los médicos incluidos- debían constituirse en el lugar del hecho y
antes de mover el cadáver debían practicar una serie de diligencias, tales como sacar fotos,
efectuar mediciones, recoger huellas, observar y llenar una ficha con los datos surgidos de la
observación; tratándose de muertos en enfrentamientos con las fuerzas armadas o de
seguridad, los militares recién solicitaban la intervención de los forenses después que los
cadáveres ya habían sido trasladados al Hospital Militar, careciendo pues –a los fines de los
correspondientes informes- de aquellos valiosos datos (fs. 3461).
HECHO DÉCIMO SEGUNDO
En lo que concierne a la muerte de Liliana Felisa Paez y Ricardo Daniel
Tramontini, el comunicado del Comandante del Tercer Cuerpo sostuvo que el día 20/8/76 a las
20.00 hs., el camión militar que los transportaba a la altura de avenida Caraffa, fue
sobrepasado por dos vehículos (un Torino rojo y un Peugeot 404 claro) que abrieron fuego con
armas automáticas provocando heridas al soldado conscripto Olegario Barrio y la muerte
instantánea de los detenidos que eran trasladados. Al abrir fuego el personal militar, los dos
automóviles emprendieron una veloz huída. Uno de los vehículos fue alcanzado por los
64
disparos, chocando contra un árbol, fugándose a pie los delincuentes subversivos que en él se
conducían (fs. 1323 y 3256/7).
Al respecto, debe señalarse en primer lugar que el incidente al que hace
mención aquel comunicado no pudo producirse a las 20.00 hs, puesto que todavía Paez y
Tramontini no habían salido aún de la Penitenciaría.
En efecto, Alicia Wieland recuerda que Liliana Paez recién fue sacada
de su celda alrededor de las 22.00 hs. (fs. 2636) y conforme surge de los legajos de aquellos
detenidos, el prefecto José Alberto Torres recién pudo comunicarse telefónicamente con el
Jefe del Servicio Penitenciario, Prefecto Héctor C. Gastaldi, a las 21.30 hs. de aquel 20/8/76 a
los efectos de requerir el visto bueno de ese funcionario para la salida de los internos,
permitiendo –por ende- después de aquella hora el egreso de los detenidos solicitados por
Sasiaiñ.
Resulta significativo que, al igual que con Funes y Rossetti, el prefecto
Torres se negara a aprobar la salida de los detenidos, en tanto no contara con la expresa
autorización de un superior –en este caso el Jefe Gastaldi que, telefónicamente, le manifestó
estar en conocimiento del operativo-, dejando debida constancia escrita de la misma en los
legajos, para resguardarse –evidentemente- de cualquier grave consecuencia que pudiera
sobrevenir y que es obvio, ya presumía en aquel momento. En tal sentido, se expuso antes
que el propio Torres reconoció haber estado conciente que el verdadero propósito de estos
operativos no era el de “interrogar” a los detenidos (fs. 2483/91).
226
A más de esa circunstancia, la noticia del supuesto ataque incurre en
otra probada falsedad. No había en aquel entonces ningún soldado llamado Olegario Barrios
que se hallara cumpliendo el servicio militar. Efectivamente, examinadas que fueron las listas
correspondientes a los soldados clase 1954 y 1955 –los que fueron incorporados en el año
1975 y 1976 respectivamente-, que cumplieron el servicio militar obligatorio en el Liceo
Militar General Paz, en el Comando de Cuerpo Ejército III, Comando de Brigada de Infantería
Aerotransportada IV, Regimiento de Infantería Aerotransportada 14º, Regimiento de Infantería
Aerotransportada 2º, Grupo de Artillería Aerotransportada 4º, Compañía de Ingenieros
Aerotransportada 4º –solo clase 1955-, Compañía de Comunicaciones Aerotransportada 4º,
Compañía de Arsenales Aerotransportada 4º, Compañía de Apoyo y Lanzamiento
Aerotransportada 4º, Sec. Int. Aerotransportada 4º, Escuadrón Exploración Aerotransportada
4º, Batallón de Comunicaciones 141, Batallón de Arsenales 141, Compañía Int. 141, Hospital
Evacuación 141, Destacamento de Inteligencia 141, Compañía Policía Militar 141, Prisión
Militar Encausados Córdoba, Distrito Militar Córdoba, Sastrería Militar Sucursal Córdoba –
solo clase 1955-, C. G. P. P. S. E. Córdoba, Fábrica Militar de Cartuchos San Francisco,
Fábrica Militar Río Tercero, Fábrica Militar Villa María y Ec. Pol. Provincia de Córdoba –
solo clase 1954-, incluso los soldados que fallecieron durante el cumplimiento del servicio
militar correspondientes a esas dos clases, posible fue corroborar que no consta en tales
listados ninguno con el nombre Olegario Barrios (ver fs. 2597).
Poder Judicial de la Nación
65
USO OFICIAL
A lo expuesto, resta agregar las sospechas que –al igual que en los casos
anteriores- despierta la imprecisión del comunicado en relación al lugar en que el hecho habría
ocurrido. Basta advertir que textualmente dice que el enfrentamiento tuvo lugar “a la altura de
Avenida Caraffa” sin aportar otro dato, sin aclarar si el camión se dirigía por esa larga avenida
o si, por el contrario, se conducía por una de las tantas calles que la atraviesan (fs. 3256/8);
resultando pues que el supuesto enfrentamiento podría haberse producido en un sinnúmero de
lugares dentro de una amplia zona, vagamente definida, logrando así evitar que cualquier
eventual transeúnte o residente pudiera extrañarse al leer la noticia, de no haber presenciado el
incidente.
Sumado a ello, la fecha elegida para el traslado -al cumplirse
exactamente un año de producido el ataque a la Jefatura de Policía, dependencias vecinas del
D2, sedes del Comando Radioeléctrico y Guardia de Infantería, en el que tanto Paez como
Tramontini se hallaban sospechados de haber intervenido, torna evidente que, lejos de haber
sido víctimas de un imprevisto enfrentamiento, ambos habrían sido asesinados en obvia e
implacable venganza.
HECHO DECIMOTERCERO
En lo concerniente al último de los hechos investigados, esto es la
muerte de Pablo Alberto Balustra, Miguel Angel Ceballos, Florencio Díaz, Jorge Omar
García, Marta Juana Gonzalez y Oscar Hugo Hubert; el Coronel Vicente Meli –perteneciente
al Comando de Brigada I Aerotransportada IV- informó, el 18/10/76 al Sr. Juez Federal Nº 1
Dr. Adolfo Zamboni Ledesma en la causa identificada “C/ Baronetto Luis Miguel y Otros P.
ss. aa. Asociación Ilícita calificada e Infracción Ley 20.840” (Expte. 19-B-75), que el día 11
de ese mismo mes y año, aproximadamente a las 16,45 hs. cuando una patrulla motorizada del
Ejército Argentino trasladaba a seis detenidos subversivos desde la Penitenciaría, al llegar a
calle General Guido entre Amado Nervo y 6 de Septiembre de esta ciudad, fue interceptada
por vehículos civiles que abrieron fuego contra los móviles militares, motivo por el cual
resultó un intenso tiroteo que arrojó como resultado la muerte de los 6 detenidos que eran
trasladados. A posteriori –continúa relatando el Cnel. Meli- se remitieron los cadáveres al
227
Hospital Militar Córdoba siendo identificados como Jorge Oscar o Jorge Omar García, Oscar
Hugo Hubert, Marta Juana González de Baronetto, Miguel Angel Ceballos, Florencio Díaz y
Pablo Alberto Balustra (ver fs. 1372). El día 22 de octubre de 1976, el secretario de Juzgado
Federal Nº 2 –Dr. Manuel González Pizarro- dejó constancia en la causa identificada como “3-
D-76” de haber recibido una comunicación telefónica de la Brigada de Infantería
Aerotransportada IV, mediante la cual se le hizo saber el hecho precedentemente descripto, en
términos muy similares, anoticiando al Tribunal que uno de los muertos era Florencio Díaz L.
E. Nº 4.663.971, imputado en el citado proceso (ver fs. 1147 vta.).
Ahora bien, respecto a ese relato posib le es señalar –conforme lo ha
advertido Luis Baronetto y se pudo constatar mediante inspección ocular (fs. 2945, 3000)- que
no existe intersección entre las calles General Guido y 6 de Septiembre –actual Constituyente
Salguero- y que la segunda de esas arterias concluye una cuadra antes de poder unirse con la
66
primera, en una abrupta barranca, que en aquella época carecía de construcciones y se hallaba
lo suficientemente desolada como para proceder sin testigos, a la ejecución de los presos.
Llama la atención, en tal sentido, que la patrulla militar hubiera optado –
si es que en realidad lo hizo- por internarse en un barrio como es el de Lomas de San Martín,
con arterias escasamente transitadas, con relieve irregular por el que a menudo se entrecortan o
interrumpen, debiendo realizar obligadamente una serie de vueltas que hubieran resultado
innecesarias de tomar por otras calles y avenidas aledañas–tales como Soldado Ruiz y
Boulevard Los Granaderos, o Quizquizacate y Avda. Monseñor Pablo Cabrera, por ejemploque
lo conducían directa y rápidamente hacia el Comando del Tercer Cuerpo de Ejército (fs.
4488).
Pero aún considerando como hipótesis que razones de seguridad u otros
motivos hubieran aconsejado seguir ese recorrido, lo cierto es que –tal como se dijo en los
hechos precedentemente tratados- resulta inaudito que en los pocos minutos transcurridos
desde la llegada de la comitiva militar a la Penitenciaría, hasta la efectiva entrega de detenidos
para su traslado, personas que se conducían en diversos vehículos, hubieran tomado
conocimiento del repentino egreso de los presos, urdiendo y concretando aceleradamente el
ataque, a sólo unas pocas cuadras de salir el móvil de la Penitenciaría.
Conviene reiterar, al respecto, que las órdenes de traslado de los presos
especiales, emanadas de autoridades militares, no se transmitían por adelantado a la cárcel,
sino que se presentaban al tiempo de solicitar la inmediata entrega de los internos, tomando
conocimiento de las mismas solamente el encargado de la oficina de trámites judiciales y el
director del establecimiento (fs. 2483/91).
Adviértase, en tal sentido, que ni los propios trasladados tenían
conocimiento en aquellos momentos de que serían sacados y con qué objeto, tal como lo
demuestra la incertidumbre de Marta Juana González de Baronetto, quien al ser retirada,
prefirió partir de manera optimista, comentando a sus compañeras de celda que probablemente
la llevaban a anotar el reciente nacimiento de su hijo Lucas, en el Registro Civil (fs. 2966,
2976/84).
En este caso, al igual que en los precedentes, no deja de extrañar que el
intenso tiroteo a que hace alusión el comunicado del Coronel Vicente Meli, solo hubiera
afectado a los presos trasladados y no así al personal militar que los transportaba, puesto que
se hallaban junto a ellos en la misma patrulla. En tal sentido, la información brindada por Meli
no menciona si los detenidos habrían alcanzado a salir del móvil en que eran llevados e
intentado huir –tal como rezaban otras noticias previamente examinadas-, pero lo cierto es que
al menos uno de los transportados mal hubiera podido descender del vehículo por sí solo, lo
cual pone en duda cualquier intento de fuga que pueda alegarse a su respecto.
En efecto, Pablo Balustra se hallaba semiparalizado desde abril de
228
1976, en razón de los golpes propinados por el personal militar en una de las golpizas
generalizadas a que fueron sometidos los detenidos especiales. No podía por sí mismo
Poder Judicial de la Nación
67
USO OFICIAL
movilizarse de un lugar a otro. En setiembre de ese año fue incluído en la nómina de los
internos que debían ser trasladados al establecimiento penal de Sierra Chica. Varios de los
detenidos que eran también objeto de traslado, pudieron ver a Balustra preparado para el viaje,
recostado en una camilla, al costado de la fila (fs. 3226/7), sin embargo a último momento los
militares decidieron dejarlo debido a que, por sus condiciones físicas, resultaba
“impresentable” ante el Servicio Penitenciario Federal (fs. 2945/53). Roberto Eduardo Díaz
concuerda al señalar que en aque llas circunstancias, un oficial del Ejercito que los iba
revisando, le dijo a Balustra que si no podía irse por sus propios medios, se tendría que
quedar; los demás temiendo lo peor, se ofrecieron a llevarlo en andas pero no se les permitió,
enterándose por los diarios, pocos días depués cuando ya estaban en Sierra Chica que esos
temores no habían sido infundados y que Balustra efectivamente fue ultimado, tal como lo
presumían (fs. 128/31).
También es posible destacar que el comunicado de Meli es falso en lo
atinente a la hora en que los detenidos fueron retirados de la Penitenciaría y el momento en
que se produjo el supuesto enfrentamiento –16.45 hs. aprox.-. Uno de los empleados de la
cárcel a cargo de la División Judiciales –Vicente Francisco Arce- recordó que estos presos
fueron retirados por una comisión formada por oficiales del Ejército, aproximadamente a las
19.40 hs. (fs. 1232) y la interna Norma San Nicolás afirma –coincidentemente- que cuando
retiraron de la celda a Baronetto, ya había atardecido, habiendo podido escuchar luego los
disparos de las armas de fuego, desde la misma Penitenciaría (fs. 2966).
Cabe resaltar asimismo, que en relación a lo ocurrido con estos seis
detenidos en octubre de 1976, la Policía Federal difundió una información distinta –obtenida
por “medios propios”- según la cual el incidente habría tenido lugar el día 13 -y no el 11-, en
el camino Chateau Carreras –no en Lomas de San Martín-, tratándose de un ataque por parte
de un grupo de diez personas que tenían por finalidad liberar a los detenidos, situación en la
cual, aprovechando la confusión, los presos fueron abatidos por la patrulla militar al intentar
fugarse (fs. 3179/20).
Más allá de las reflexiones relativas a las naturales dudas que genera la
existencia de versiones distintas, necesario es señalar que también esta última historia es
merecedora de numerosos reparos que la tornan insostenible. Al margen de la fecha inexacta,
la sóla alusión a la zona del Chateau Carreras, ya torna sospechosa la versión. A ello posible
es agregar lo expuesto respecto a la hemiplegia que afectaba a Balustra, resultando pues
absurdo que los seis detenidos debieron ser abatidos para evitar que se fugaran, tal como lo
afirma el memorando; siendo además indicativo de la mendacidad de dicha historia, en lo
relativo a que los detenidos hayan resultado abatidos por la comitiva militar cuando pretendían
huir, la circunstancia de haber fallecido Oscar Hubert –única víctima de la cual fue posible
encontrar el informe médico confeccionado por el forense- en virtud de proyectiles de arma
de fuego que penetraron por las regiones supra clavicular derecha, pectoral derecha, esternal
media, umbilical e inginal derecha y salieron por las regiones escapular derecha, escapular
izquierda y sub escapular izquierda (fs. 4348), es decir en virtud de disparos que fueron
68
efectuados de frente y no a su espalda como debiera haber ocurrido si aquél hubiera estado
huyendo.
Así pues, obvio es concluir –tal como en los casos analizados
anteriormente- que aquellos seis detenidos también habrían sido ejecutados.
229
Cabe acotar que, de las registraciones efectuadas en el libro de entradas
de la morgue judicial, surge que los seis cadáveres habrían sido previamente llevados al
Hospital Militar, es decir que al igual que en los casos anteriores, los forenses –
sospechosamente- no fueron llamados al lugar del hecho, lo cual resulta corroborado por el
informe médico aludido en el párrafo precedente (fs. 4348) y en las partidas de defunción de
Florencio Díaz y Miguel Angel Ceballos en las que figura que la hora y lugar del deceso se
ignoran, habiéndose consignado en las restantes partidas como lugar del fallecimiento el
Hospital Córdoba, no consistiendo éste el lugar del hecho sino el nosocomio en que se hallaba
instalada la Morgue (fs. 1288/92). Otra constancia del libro de la Morgue Judicial que reviste
particular significación, es la referida a la causa de ingreso de los cadáveres, puesto que,
abandonando las leyendas utilizadas anteriormente en relación a hechos similares –tales como
“enfrentamiento Jefatura, fuga”, o “enfrentamiento con policía”, o “enfrentamiento armado” o
“enfrentamiento fuerza militar”-, a partir del hecho en que resultaron muertos De Breuil, Vaca
Narvaja y Toranzo, como también en relación a los cuerpos de Tramontini y Paez y al de los
seis detenidos ingresados el día 11/10/76, el personal de la morgue optó por no seguir
haciéndose eco de las explicaciones brindadas por las autoridades militares o policiales y
consignar como causa de la entrada, solamente las palabras “fuerzas armadas”, sin mencionar
la existencia de un enfrentamiento; cambio este que deja traslucir que a los ojos de los
“morgueros” no habría pasado desapercibido que las heridas de aquellos cadáveres
dudosamente habían sido producto de un enfrentamiento.
No puede, asimismo, soslayarse el que a la fecha del “traslado” de
Hubert, González, Ceballos, Balustra, García y Díaz, ya se habían producido –supuestamentecinco
sorpresivos ataques o intentos de fuga similares en el transcurso de menos de cinco
meses, por lo que dable es concluir que a esa altura, el Ejército se hallaba lo suficientemente
prevenido como para adoptar todos los recaudos que resultaren necesarios a los fines de evitar
que incidentes como esos siguieran aconteciendo. Resulta pues inverosímil, que la comitiva
militar haya nuevamente sido sorprendida de manera tal que no pudiera eludir el encuentro
con los “sediciosos”, ni repeler su ataque, ni evitar que los detenidos –que se hallaban
vendados y esposados- permanecieran quietos en el móvil sin necesidad de abatirlos.
Al respecto, resta señalar que, conforme surge del testimonio de María
Susana González - hermana de la fallecida Marta-, el cuerpo de ésta tenía arena y tierra pegado
en el cabello, lo cual demuestra que no fue herida fatalmente en el mismo móvil en el que era
conducida, ni en una superficie embaldosada o asfaltada como la de la arteria o de las veredas
por las cuales supuestamente habría intentado huir, sino en un sitio baldío o descampado (fs.
3008/9).
II- Contexto Histórico
Poder Judicial de la Nación
69
USO OFICIAL
Luego de haber acreditado – con el grado de probabilidad que requiere
esta instancia - la existencia histórica de los hechos que nos ocupan, es el momento de abordar
el análisis de la intervención que les habría cabido a los encartados en estos acontecimientos.
En este empeño – y en virtud del destacado papel en el marco institucional que algunos de
estos imputados jugaban al momento por el año 1976 - resulta necesario contextualizar los
hechos investigados en las peculiares circunstancias históricas y políticas que imperaban en la
Argentina en la década de los años 70.
Estas circunstancias, si bien no han sido objeto particular de prueba en
estos actuados, subyacen en múltiples referencias testimoniales y documentales agregadas a la
causa, se desprenden tanto de los reglamentos y directivas del Ejército dictadas en ese tiempo
como así también de las publicaciones periodísticas y las referencias expresadas por
230
imputados y testigos a lo largo de esta extensa instrucción. La particular situación política que
aludimos fue motivo de un exhaustivo análisis por parte de los jueces que intervinieron en el
juzgamiento de los “Comandantes” en la causa 13/84, resultando útil volcar al presente
algunas de las consideraciones allí consignadas.
La década del setenta encontró al país inmerso en un clima político
sumamente convulsionado en el que el “fenómeno terrorista” - como se lo define en la
sentencia 13/85 recaída en el juicio a “los Comandantes” - impactó con fuerza en la sociedad
toda. Este fenómeno, evidenciado en una considerable pluralidad de agrupaciones,
caracterizadas por el aumento de la violencia con que se manifestaban, su diversificación, su
organización interna de tipo celular y militarizada cada vez más compleja y eficaz, el poder
ofensivo que le proporcionaba el armamento del que disponían, sus abundantes recursos
económicos -en gran parte fruto de la actividad delictiva desplegada-; fue generando como
reacción en las autoridades gubernamentales de entonces, una legislación especial para
prevención y represión de la subversión, también complementada a través de
reglamentaciones militares.
En 1975 el gobierno constitucional, alegando la incapacidad de las
fuerzas policiales para controlar el fenómeno, dictó los decretos 261/75, 2770/75, 2771/75 y
2772/75 que involucraron a los Comandantes Generales de las Fuerzas Armadas en esta lucha.
Decretos que fueron complementados por regulación emanada de las propias Fuerzas
Armadas, como lo fue la Directiva 1/75 del Consejo de Defensa que estableció la intervención
de las fuerzas armadas, de seguridad y policiales, y demás organismos puestos a su disposición
para la lucha antisubversiva, de modo tal de optimizar la utilización simultánea de todos los
medios disponibles, coordinando los niveles nacional ( a cargo del Consejo de Seguridad
Interna), conjunto ( a cargo del Consejo de Defensa con asistencia del Estado Mayor
Conjunto) y específico (a cargo de cada fuerza), tomando como zonas prioritarias las de
Tucumán, Córdoba, Santa Fe, Rosario, Capital Federal y La Plata. Si bien esta directiva
dispuso que la acción de todas las fuerzas debía ser conjunta - para lo cual debían firmarse los
respectivos convenios - adjudicó al Ejército la responsabilidad primaria en la dirección
de las operaciones contra la subversión en todo el territorio de la Nación, la conducción de
la comunidad informativa y el control operacional sobre la Policía Federal, Servicio
70
Penitenciario Federal y policías provinciales. Asimismo, asignó funcione s a la Armada y la
Fuerza Aérea, disponiendo la colaboración de ambas en los requerimientos que podría
formularle el Ejército.
En uso de tales facultades, el Comandante General del Ejército, Jorge
Rafael Videla, emitió la directiva n° 404/75 que, entre sus conceptos estratégicos, estableció
las zonas prioritarias para direccionar la ofensiva, destacando en este punto a Córdoba dentro
de los grandes centros urbanos. Planteó fases sucesivas y mantuvo la organización territorial -
conformada por cuatro zo nas de defensa: 1, 2, 3 y 5. La Provincia de Córdoba, junto a otras
provincias del Norte del País, se encontraba territorialmente encuadrada en la Zona de
Defensa 3.
Por su parte el gobierno constitucional de entonces sancionó la ley
20.642 - que introdujo distintas reformas al Código Penal – creando nuevas figuras y
agravando las escalas penales de otras ya existentes, en relación a delitos de connotación
subversiva; la ley 20.840 que estableció un régimen de penalidades para distintas actividades
terroristas, y los decretos 807/75, 642/76 y 1078/76 reglamentando el trámite de la opción para
salir del país durante el estado de sitio.
Con estas herramientas los delitos de contenido subversivo fueron
objeto de investigación por parte de la Justicia Federal. Tan es así que gran parte del acervo
probatorio de estos actuados lo componen las constancias de los expedientes penales
231
tramitados en contra de quienes revisten en esta causa el carácter de víctimas, causas en su
gran mayoría iniciadas por infracción a la ley 20.840, o por el delito de asociación ilícita.
Con estas nuevas herramientas legales, y dada la intervención de las
Fuerzas Armadas en el conflicto con la subversión, el Gobierno Constitucional contaba a
principios de 1976 con medios suficientes para combatir al terrorismo, el que ya para esa
fecha había sufrido derrotas de envergadura en muchas de las acciones que emprendiera. Si
bien su presencia en el devenir cotidiano no había sido “aniquilado” –conforme los objetivos
fijados por las “fuerzas legales” – se había avanzado significativamente en este sentido. Sin
embargo, para marzo de 1976, los Comandantes de las tres Fuerzas Armadas, Generales Jorge
Rafael Videla, Emilio Eduardo Massera y Orlando Ramón Agosti – formando la “Junta
Militar” usurparon el poder político, derrocando las autoridades constitucionales e iniciaron lo
que dieron en llamar el “Proceso de Reorganización Nacional”. El papel del Ejército en este
proceso fue por demás protagónico, al punto tal que fue su Comandante en Jefe, General
Videla – hoy imputado en estos actuados -, el elegido para asumir la Presidencia de la Nación.
La instalación del gobierno de facto no implicó – en lo que a la lucha
contra la subversión se refiere -un cambio sustancial explícito en las directivas, planes
generales, órdenes o disposiciones de cada una de las fuerzas, sino que la política al respecto
implicó una continuación de la ya implementada durante el período de gobierno
constitucional.
Poder Judicial de la Nación
71
USO OFICIAL
Hechas estas consideraciones, que pretenden contextualizar brevemente
los hechos que forman el objeto procesal de estas actuaciones, ingresaremos al análisis en
particular de la situación procesal de los imputados:
III- Cuestiones Previas
Previo a ingresar al análisis de las responsabilidades de cada uno de los
imputados y de la existencia de vinculaciones con estos hechos, corresponde realizar algunas
consideraciones en torno a las manifestaciones vertidas por Jorge Rafael Videla como parte de
su defensa material en el marco su declaración indagatoria.
En dicha oportunidad – entre otras manifestaciones – el imputado
Videla expresó la falta de jurisdicción y competencia de este Tribunal para juzgarlo por estos
hechos, entendiendo que tal jurisdicción le corresponde al Consejo Supremo de las Fuerzas
Armadas. Asimismo indicó que en la causa 13/84 la Cámara Federal de la Capital lo juzgó en
su oportunidad por setecientos casos que denominó “paradigmáticos”, condenándolo por
algunos de ellos y absolviéndolo por los restantes y por todos los otros que no fueron objeto
de expresa condena, por lo que entiende que cabe en este caso el principio de “cosa juzgada”.
a) En relación al primero de sus planteos, esto es su alusión a que el
presente proceso implica una violación al principio de “juez natural”, la suscripta debe señalar
que esta cuestión ha sido abordada reiteradamente por la jurisprudencia.
Al respecto, resulta útil citar los conceptos de la Corte Suprema de
Justicia de la Nación vertidos en los autos caratulados “RECURSO de hecho deducido por el
Defensor Oficial ante la Cámara Federal de Apelaciones y Juzgados Federales de Primera
Instancia de la Ciudad de Córdoba en la causa -Menéndez Luciano B. y otros, p.ss.aa. de
Delitos Cometidos en la Represión de la Subversión-” (Causa 31-M-87), que, a su vez,
remiten a un precedente del mismo tenor, concretamente, los autos “Incidente de excepción de
competencia planteado por Abel Teodoro Catuzzi en autos -Acumulación causas art. 10 Ley
23.049 S/Área Paraná” (Causa 11.439). Allí, la jurisprud encia del más elevado Tribunal de la
República dejó claramente establecido que “las leyes modificatorias de la jurisdicción y
competencia, aún en los casos de silencio de ellas, se aplican de inmediato a causas
232
pendientes. La facultad de cambiar las leyes procesales es un derecho que pertenece a la
soberanía. No existe derecho adquirido a ser juzgado por un determinado procedimiento, pues
las leyes sobre procedimiento y jurisdicción son de orden público, especialmente cuando
estatuyen acerca de la manera de descubrir y perseguir los delitos [...]. El objeto del art. 18 de
la Constitución ha sido proscribir las leyes “ex post ipso”, y los juicios por comisiones
nombradas especialmente para el caso, sacando al acusado de la jurisdicción permanente de
los jueces naturales, para someterlos a tribunales o jueces accidentales o de circunstancias. Las
garantías constitucionales que proscriben las leyes “ex post ipso” y los juicios por comisiones
nombradas especialmente para el caso no sufren menoscabo alguno cuando a consecuencia de
reformas introducidas por la ley en la administración de la justicia criminal, ocurre alguna
alteración en las jurisdicciones establecidas, atribuyendo a nuevos Tribunales Permanentes
cierto género de causas en que antes conocían otros que se suprimen cuyas atribuciones
restringen; la interpretación contraria, serviría muchas veces de obstáculo a toda mejora,
72
obligando a conservar magistraturas o jurisdicciones dignas de supresión o reformas. La
declaración de que ningún habitante de la Nación puede ser sacado de los jueces designados
por la ley antes del hecho de la causa presupone que esos jueces siguen conservando la
jurisdicción en cuya virtud estaban llamados a conocer de una determinada causa. Si los
jueces han dejado de serlo, o su jurisdicción ha sido restringida por obra de la ley, no puede
afirmarse que sigan teniendo poder para juzgar las causas de que se trate, por donde resulta
evidente que cuando otros tribunales permanentes asumen el poder jurisdiccional que a ellos
correspondía, no les quitan o sacan algo que siguiera estando dentro de sus atribuciones. Lo
inadmisible —lo que la Constitución repudia—, es el intento de privar a un juez de su
jurisdicción en un caso concreto y determinado para conferírsela a otro juez que no la tiene, en
forma tal que por esta vía indirecta se llegue a constituir una verdadera comisión especial
disimulada bajo la calidad de juez permanente investido por ese magistrado de ocasión. La
facultad de ejecutar reformas debe ser siempre facultad de la legislatura, y se crearía una
interminable confusión de los procedimientos si cada caso debiera ser solamente sustanciado
de acuerdo con las reglas procesales vigentes cuando los hechos ocurrieron y sólo por los
tribunales entonces existentes [...]”.
Asimismo, la Cámara Federal de Apelaciones de Córdoba, ya en autos
caratulados “PEREZ ESQUIVEL, Adolfo, MARTINEZ María Elba S/Presentación” (Expte. N°
1-P-98), con fecha 10.06.98, señaló también que “ [...] las leyes de procedimiento penal
revisten la característica de ser de orden público, de conformidad a la naturaleza de los
derechos que consagra y protege. En este sentido, Raúl W. Abalos afirma que el derecho
procesal penal tiene naturaleza pública no sólo por los intereses públicos que protege y por el
fin a que está dirigido, sino también porque está dispuesto en forma obligatoria en relación a
los órganos encargados de administrar justicia en pos de dichos fines, más aún cuando el
derecho penal sustantivo, que posee un indudable carácter público, está destinado a ser
realizado en la faz práctica por intermedio de las normas de rito que resulten vigentes al
momento de su investigación (Derecho Procesal Penal, Tomo I, Cuestiones Fundamentales,
Ediciones Jurídicas Cuyo, pp. 14 y 62, año 1993) [...]. Las leyes de forma que regulan la
actividad del Estado en el campo que nos ocupa, obedecen al principio general que las leyes
rigen para el futuro —salvo en materia penal cuando en relación a los intereses tutelados
resultasen más beneficiosas para el imputado— (art. 3 del CC. y 2 del CP.). En coincidencia
con este concepto, Clariá Olmedo, al tratar la cuestión de la eficacia temporal en materia de
sucesión de leyes procesales-penales, ha afirmado que “la regla de la irretroactividad significa
que la nueva ley regirá para todo proceso a iniciarse y para la continuación de todo proceso ya
iniciado. Las posibles excepciones deben ser expresas [...] la nueva ley no puede empeorar la
situación ya adquirida; en cambio, sí se aplicará si favorece al contemplado en la norma por
233
otorgarle una situación más beneficiosa que la adquirida por la aplicación de la ley anterior”
(Derecho Procesal Penal, Tomo I, Ed. Marcos Lerner, pág. 103/105, año 1984) [...]”
(Resolución protocolizada al L° 182 F° 173); y finalmente agrega en una resolución
aclaratoria que “[...] el Tribunal consideró necesario aclarar en este aspecto, que cuando se
resolvió declarar la incompetencia de esta Alzada se lo hizo dejando sentado que las causas
Poder Judicial de la Nación
73
USO OFICIAL
debían bajar al Juzgado Federal de Instrucción que se encontrara de turno a la fecha de dicho
pronunciamiento, para ello, el funcionario judicial que le correspondiera actuar, lo debe hacer
de conformidad a los considerandos [...] 5, 6 y 7, de los que surge la aplicación “in totum” del
Código Procesal Pena l de la Nación creado por la ley 23.984 [...]” (Resolución de fecha
24.06.98, protocolizada al L° 184 F° 50).
Por último, en autos caratulados “CAFFARATTI Mariana Valentina
S/Querella” (Expte. 16.257), la misma Cámara Federal de Apelaciones ha ind icado —sobre la
cuestión del Juez Federal de Instrucción que debe asumir la investigación de estos delitos
considerados de lesa humanidad— que la elección del juez competente debe hacerse conforme
a lo que resulte más conveniente, atendiendo a la eficacia de la investigación y a la
salvaguarda del derecho de defensa. Resaltó que sólo ante este Juzgado se podría meritar la
totalidad de las pruebas colectadas en relación a este tipo de hechos, siendo que muchas de
ellas serían comunes, y resultando indudable que la concentración de la prueba privilegia el
esclarecimiento de los hechos, a los fines de obtener el esclarecimiento de la verdad de los
hechos estudiados, según es el fin de todo proceso penal (Resolución de fecha 17.06.05,
protocolizada al L° 244, F° 4).
b) En lo que concierne a los planteos de “cosa juzgada” el imputado
alude a las expresiones que bajo el título “los límites de esta sentencia”, formuló el Tribunal al
sentenciar en la llamada “causa de los Comandantes” n° 13/84. En este apartado los jueces
manifestaron textualmente: “Está claro que el pronunciamiento de este Tribunal ha de versar
sobre los 700 casos que escogiera la fiscalía para formular la acusación; ésta y las
correspondientes defensas señalan los límites de conocimiento en el juzgamiento,
constituyendo los que la doctrina procesal denomina el “thema decidendum” de la sentencia
(...). Tal acotamiento de los objetos del proceso efectuado por el Fiscal ha de tener como
consecuencia, en modo congruente con las argumentaciones que se vienen de dar, que no
pueda renovarse la persecución penal en contra de los nueve enjuiciados por los hechos
susceptibles de serles atribuidos en su calidad de comandantes en jefe de sus respectivas
fuerzas e involucrados en el decreto 158/83”.
Ahora bien, es necesario encuadrar aquellas expresiones de la Cámara
en la Sentencia 13/85 en su necesario contexto. Los jueces sostienen allí que no podrá
renovarse la persecución penal en relación a los hechos por los que los comandantes fueron
oportunamente indagados, pero respecto de los cuales el Fiscal no formuló acusación en la
sustanciación del juicio.
Otorgar un significado diferente como pretende el imputado al señalar
haber sido enjuiciado por setecientos “casos paradigmáticos” y absuelto genéricamente por
todos los demás hechos, implicaría la aplicación por parte del citado Tribunal del principio de
oportunidad – el que no se halla de ninguna manera reconocido por nuestra legislación ritual –
en lugar del principio de legalidad, que sí nos rige y obliga al Ministerio Público Fiscal a
perseguir penalmente todos aquellos hechos que llegaran a su conocimiento y pudieran
encuadrar en alguna de las conductas reprimidas por la ley penal.
74
Este criterio ha sido el elegido por nuestro Máximo Tribunal al resolver
234
idéntico planteo formulado también por la defensa de Jorge Rafael Videla en el fallo
326:2805. En dicha causa, en la que se perseguía al nombrado por hechos de sustracción de
menores el Alto Tribunal señaló: “En efecto, la causa 13 – en cuanto al caso resulta
relevante – sobre la apropiación de otros menores allí individualizados (por lo menos esto
puede afirmarse respecto de dos de ellos, en atención a la subsistente falta de determinación
de la identidad de las restantes víctimas de los hechos perseguidos en la presente causa.). No
se juzgó en ella el comportamiento genérico del inculpado, pues “nunca constituye su vida
entera el objeto procesal... por el contrario, cada proceso se refiere sólo a un determinado
acontecimiento de su vida: a un hecho determinado”. (conf. Beling. Ernest, “Derecho
Procesal Penal” trad. del alemán or Miguel Fenech, 1943, Ed. Labor, Barcelona, p. 84). Es
así como en la causa 13 no se investigó si el imputado había cometido delitos en un
determinado período de su vida, ni siquiera si había cometido “genéricamente” el delito de
sustracción de menores, sino si determinados hechos podrían serle imputados como delitos
por él cometidos – en lo que aquí interesa: la sustracción de varios menores individualizados
de manera concreta. Y ello es así, porque una imputación respetuosa de las garantías del
procesado no puede consistir en una abstracción, sino que debe tratarse de una afirmación
clara, precisa y circunstanciada de un “hecho concreto y singular” de la vida de una
persona, atribuido como existente. (...) El imputado no podría defenderse si el juicio penal no
reposara en una acusación formal que describa el hecho delictuoso que se le atribuye. Nadie
puede defenderse debidamente de algo que ignora” (conf. Vélez Mariconde, “Derecho
Procesal Penal, T.II, 1969. Ed. Lerner, p. 126).
El dogma procesal “No hay juicio sin acusación” es un corolario del
principio que impone la inviolabilidad de la defensa; para que alguien pueda defenderse –
juicio contradictorio – es imprescindible que exista “algo” de qué defenderse ; una “hipótesis
fáctica” contra una persona determinada con significado en el mundo jurídico. En la causa
13 esos hechos fueron descriptos en ocasión de tomarse declaración indagatoria a los
imputados, consignándose – como tuvo oportunidad de comprobarse en las decisiones infra
citadas- “la fecha de ocurrencia del hecho, el lugar donde se consumó, el resultado principal
y, a veces, otro secundarios, el sitio donde fue conducida la víctima y aquellos a los que fue
trasladada, así como la fecha de liberación en caso de haber tenido lugar” (dictamen del
procurador general en fallos 307:1615), tratándose, por lo tanto, de “hechos precisos,
exactos y definidos” (fallos 307:2348 in re “Videla”, voto de la mayoría y voto concurrente
del Dr. Fayt)”.
Así las cosas, sólo podríamos encontrarnos ante el escollo de la “cosa
juzgada” si los hechos que se investigan en estos actuados se encontraran incluidos entre
aquellos por los que el imputado fue indagado en tal oportunidad.
Al respecto debe señalarse, en primer lugar, que no existe constancia
alguna en la presente causa de remisión parcial o total de prueba o documentación de los
hechos que componen su plataforma fáctica a la Cámara Federal de Apelaciones que se avocó
al enjuiciamiento de los comandantes. De igual manera, las víctimas de los hechos que aquí se
Poder Judicial de la Nación
75
USO OFICIAL
investigan no figuran entre las que le fueran endilgadas a Videla en la causa 13/84 (ver fs. 752
del “para agregar” y - en consecuencia – tampoco fueron objeto de expresa acusación,
condena o absolución.
En segundo término vale también indicar que las particularidades de los
hechos aquí investigados, si bien eventualmente podrían encontrar ciertos puntos de contacto
en circunstancias y modalidades con otros que sí fueron objeto de la causa 13/84, presentan
particularidades propias que los diferencian sustancialmente. En este sentido, no puede
235
soslayarse que las víctimas de tormentos y homicidio aquí investigados se encontraban
detenidas legalmente y puestas a disposición del Poder Ejecutivo Nacional y/o de la Justicia
Federal. Es decir, no se trata de detenciones ilegales en centros clandestinos, sino del
homicidio y la imposición de tormentos de quienes estaban legalmente reconocidos en su
situación de detención, alojados en un establecimiento penitenciario y bajo la tutela del Estado
Nacional.
c) Corresponde pues rechazar el planteo de falta de jurisdicción y
competencia y el de cosa juzgada, formulados por Jorge Rafael Videla al tiempo de ejercer su
defensa material.
IV - Situación Procesal de los imputados Jorge Rafael Videla,
Vicente Meli, Mauricio Carlos Poncet, Raúl Eduardo Fierro y Jorge González Navarro.
En el auto de procesamiento de fecha 13 de mayo del corriente
abordamos el análisis de la situación procesal de quienes se encuentran imputados en autos
como ejecutores directos o partícipes necesarios de los hechos que componen la plataforma
fáctica de estos actuados, como así también la situación de otros imputados, con posiciones
más encumbradas dentro de la institución castrense, con responsabilidades sobre tales hechos
por generar o retransmitir las órdenes que derivaron en los lamentables sucesos que nos
convocan, entre estos últimos incluimos los casos de los imputados Luciano Benjamín
Menéndez, Vicente Meli y Víctor Pino.
Ahora bien, en este momento corresponde someter a análisis a los
imputados Videla, Meli, Poncet, Fierro y González Navarro, también en este caso en virtud de
su participación en la gestación y/o retransmisión de aque llas órdenes de indudable índole
ilegal, que ocasionaron los tormentos y homicidios descriptos en los hechos primero a noveno
y undécimo a décimo tercero.
A modo de formular una primera y sencilla ubicación, debo indicar que
en el año 1976 Jorge Rafael Videla era el Comandante en Jefe del Ejército; que el imputado
Vicente Meli fue designado el 21 de junio de 1976 Jefe del Estado Mayor de la Cuarta Brigada
de Infantería Aerotransportada; y que en dicho año los entonces Tenientes Coroneles
Mauricio Poncet, Raúl Eduardo Fierro y Jorge González Navarro, con funciones –
respectivamente – de Jefes de Personal (G1), de Inteligencia (G2) y de Asuntos Civiles (G5)
componían junto a los fallecidos (ver fs. 366 y 365 del presente para agregar) Antonio Comba
y Aldo José Barufaldi, el Estado Mayor de la Cuarta Brigada de Infantería Aerotransportada.
Profundizando este análisis, dable es señalar que el decreto presidencial
n° 2770/1975 dictado el 6 de Octubre de 1975 creó el Consejo de Seguridad Interna, órgano
76
compuesto por el Presidente de la Nación e integrado por todos los Ministros del Poder
Ejecutivo Nacional y los Comandantes de las Fuerzas Armadas. Este Consejo tenía la
dirección de la lucha contra la subversión: asesorando, proponiendo, coordinando,
conduciendo y planeando todo el accionar de las fuerzas afectadas a la misma. En este
contexto, apenas días más tarde - el 28 de Octubre de 1975 - el Comandante General del
Ejército, General Jorge Rafael Videla, dictó la Directiva 404/75 a fin de poner en ejecución
inmediata las medidas y acciones previstas por dicho Consejo en su primera normativa
(Directiva 1/75).
La Directiva 404/75 de Videla planteó la “situación” determinando cuál
era el “enemigo” y describiendo las “fuerzas amigas”, entre las que inc luyó la Armada y la
Fuerza Aérea – cada una en el ámbito de su jurisdicción. Asimismo previó que el Consejo de
Defensa mantuviera una reserva estratégica compuesta por una Brigada de Infantería en
diferentes zonas de prioridad: Tucumán (prioridad 1), Capital Federal/La Plata (prioridad 2),
Córdoba (Prioridad 3) y Rosario/Santa Fe (Prioridad 4) (ver punto 2.b.3 de la Directiva
404/75).
236
Tal previsión se cumplimentó – en lo que a la ciudad de Córdoba se
refiere - a través de la única Brigada del Ejército con asiento en esta Ciudad, esto es la IV°
Brigada de Infantería Aerotransportada, la que se afectó específicamente a la lucha contra la
Subversión. Así lo grafica la propia Directiva 404/75 que presenta un organigrama de la Zona
de Defensa 3, designando en Córdoba, a la IVº Brigada (ver fs. 201 y 557 del presente para
agregar).
En igual sentido debe interpretarse el documento titulado “Acciones de
Guerra – Hechos de repercusión Nacional” al reseñar la modalidad implementada en el
“período 23 mar/31 dic 76”, que describe de la siguiente manera: “El Cte Br I Aerot IV como
JEM/Área 311 ordna que el 232300 Mar 76 se encuentre en el COT/Cdo Br I Aerot IV un
oficial de ´`ordenes, de las Un(s) y Elem(s) de la Subárea 3111 del Área 311. Es en este
momento cuando se imparte la orden del Plan de movimiento que pone en ejecución la Fase 2
de la 00 Nro 2/76 (Relevo de Autoridades Nacionales, Provinciales y Municipales). A partir
de esa fecha la Brigada conduce, como 2da Jef y EM/Área 311 operaciones en su
jurisdicción, fijándose como misión: “Incrementar la ejecución de operaciones ofensivas
contra la subversión a fin de preservar el orden y la seguridad de personas, de los bienes
y del Estado, con la finalidad de normalizar la situación interna del país y encauzarlos
dentro de un marco de democracia, hacia sus grandes destinos”.” (ver fs. 198). Con lo
dicho, ninguna duda cabe respecto de que el Estado Mayor de la IV Brigada conformaba
también el Estado Mayor del Área 311.
En consecuencia, de los dichos anteriores y como así también de la
lectura de los legajos personales de los encartados, se desprende claramente la estructura
jerárquica en la que se hallaban insertos los imputados. En esta estructura el entonces General
Videla se hallaba en lo más alto, ocupando el cargo de Comandante en Jefe del Ejército.
Saltando desde ese estrato a la Zona de Defensa 3 – en la que se ubica la Provincia de Córdoba
junto a otras diez provincias – nos encontramos con el General Luciano Benjamín Menéndez
Poder Judicial de la Nación
77
USO OFICIAL
como Comandante de la citada Zona. A su vez, dentro de la Zona 3, el Área 3.1 correspondía
específicamente a la Provincia de Córdoba y el Área 3.11 a la ciudad de Córdoba. El accionar
del Área 3.11 se coordinó a través de la IV° Brigada de Infantería Aerotransportada, siendo su
Comandante el General Sasiaiñ – con funciones también de segundo comandante -por debajo
de Menéndez- y Jefe de Estado Mayor del Área 3.11 – quien actuaba junto a su órgano asesor:
el Estado Mayor de la IV° Brigada, compuesto por el Coronel Vicente Meli - jefe de este
último órgano a partir de junio de 1976 – y los Coroneles Mauricio Poncet (Jefe de Personal),
Eduardo Raúl Fierro (Jefe de Inteligencia), Aldo José Barufaldi (Jefe de operaciones),
Antonio Comba (Jefe de Logística) y Jorge González Navarro (Jefe de Asuntos Civiles).
Ahora bien, previo a avanzar en el análisis resulta indispensable indagar
particularmente en la naturaleza y funciones del órgano castrense “Estado Mayor”, el que ha
merecido un amplio desarrollo y reglamentación.
Resulta de gran utilidad a estos fines el estudio del Reglamento RC-3-1
titulado “Organización y Funcionamiento de los Estados Mayores ” que nos permite ubicar la
función y responsabilidad del “Estado Mayor” dentro de la unidad denominada “Comando”.
El reglamento que citamos define que “el comando es la autoridad militar para ejercer el
mando sobre una organización militar, aún coercitivamente”. También señala que “para
ejercer las funciones de comando, el comandante será asistido por un segundo comandante
(eventualmente ejecutivo) y un estado mayor de acuerdo con lo que determinen los respectivos
cuadros de organización y equipo”.
Al caracterizar al “Estado Mayor” la publicación sub examine señala:
237
“El comandante y su estado mayor constituyen una sola entidad militar que tendrá un
único propósito: el exitoso cumplimiento de la misión que ha recibido del comandante. El
estado mayor deberá organizarse para que cumpla dicha finalidad proporcionándole al
comandante la colaboración más efectiva. Entre el comandante y su estado mayor deberá
existir la compenetración más profunda. Sus relaciones tendrán como base la confianza del
comandante en su estado mayor y la disciplina y la franqueza intelectual del estado mayor
hacia su comandante” (El destacado me pertenece).
En cuanto al funcionamiento del Estado Mayor, el Reglamento RC-3-1
indica que normalmente contará con cinco miembros principales, que se denominarán jefes y
estarán a cargo de cada uno de los amplios campos de interés: Jefe de Personal (G1), Jefe de
Inteligencia (G2), Jefe de Operaciones (G3), Jefe de Logística (G4) y Jefe de Asuntos Civiles
(G5). Serán funciones de estos jefes la integración de los planes, actividades y operaciones de
todos los elementos componentes de la fuerza, y la coordinación de sus actividades, para
asegurar el empleo más eficiente de las fuerzas en su conjunto.
Proyectando estos conceptos a la situación política e institucional de la
Provincia de Córdoba en el año 1976, fácilmente podemos señalar que la misión asignada al
Comandante del Área 311 – General Menéndez – fue la lucha contra la subversión. Misión
claramente descripta por el Comandante en Jefe del Ejército, Jorge Rafael Videla, en la
Directiva 404/75 y descripta en el punto 4: “MISIÓN DEL EJÉRCITO: operar ofensivamente
a partir de la recepción de la presente Directiva, contra la subversión en el ámbito de su
78
jurisdicción y fuera de ella en apoyo de las otras FFAA, para detectar y aniquilar las
organizaciones subversivas a fin de preservar el orden y la seguridad de los bienes, de las
personas y del Estado”. Consecuentemente, cabía al Segundo Comandante del Area 311 –
Sasiaiñ, quien a era el Comandante de la IV Brigada de Infantería Aerotransportada- y a los
miembros del Estado Mayor de esa Brigada, la mayor compenetració n en el cumplimiento de
dicha misión, integrando los planes, actividades y operaciones, y coordinando a los demás
elementos de la fuerza para ello.
En la presente investigación hemos establecido con grado de
probabilidad – conforme lo señaláramos en el auto de procesamiento del 13 de mayo del
corriente – que existieron “planes, actividades y operaciones” que se instrumentaron a través
de órdenes de índole netamente ilegal. Es decir que la estructura legal montada para la lucha
contra la subversión había elegido utilizar en ciertos casos metodologías reñidas con el orden,
la ley y los derechos individuales para el cumplimiento de la misión asignada.
Dentro de la institución castrense las “órdenes” tienen un rol
preponderante, ya que constituyen la vía a través de la cual los planes, actividades y
operaciones se materializan. Éstos encuentran en los estratos superiores de conducción de la
fuerza – Comandante y Estado Mayor – su fuente de inspiración y creación, se verbalizan a
través de una orden que desciende por la cadena de mando y trascienden al mundo de los
hechos a través del cumplimiento de dicha orden por quienes se encuentran ubicados en los
últimos estratos del escalafón castrense. En la resolución del 13 de mayo abordamos las
responsabilidades de quienes – en cada caso – ejecutaron dichas órdenes. En el presente
indagaremos en las responsabilidades de aquellos que – alejados del escenario de los hechos –
las elaboraron y le dieron impulso a través de la estructura correspondiente.
El problema de las “órdenes” lo aborda el Reglamento RC-9-1 titulado
“operaciones Contra elementos subversivos”. Si bien este Reglamento fue aprobado el 17 de
diciembre de 1976, sus conceptos bien pueden evaluarse a fin de interpretar la situación
imperante en el país al momento de los hechos. Ello así principalmente, en virtud de dos
cuestiones: en primer lugar del propio reglamento se desprende que ya desde el año 1975 el
proyecto del Reglamento RC-9-1 se había distribuido entre las diferentes dependencias del
238
Ejército (ver punto 7° de la orden suscripta por el Jefe de EMGE en las primeras fojas de la
publicación), y en segundo lugar en razón de lo señalado en las primeras páginas del mismo,
en cuanto manifiesta que la redacción del Reglamento encontró fundamentación en “las
experiencias recogidas en episodios nacionales que han obligado al empleo operacional de la
Fuerza en distintas zonas del territorio nacional” (fs. 1 del RC-9-1), con lo cual queda
plasmado que el contenido de este reglamento se apoya en las prácticas ya implementadas por
el Ejército en la lucha contra la subversión. Por estas razones, entiendo prudente utilizar esta
publicación para abordar el presente análisis.
El Reglamento RC-9-1 trata particularmente el tema de las órdenes,
indicando: “Para preparar órdenes con escaso tiempo, que serán la norma en el ambiente
operacional subversivo, los estados mayores y planas mayores deben apreciar por
adelantado. Lo importante en este sentido, será que toda orden sea impartida oportunamente.
Poder Judicial de la Nación
79
USO OFICIAL
Las órdenes verbales serán también normales, sobre todo en los niveles de ejecución. La
impartición de éstas debe ser muy precisa y clara, siguiendo el esquema de los cinco puntos,
aunque no se mencionen expresamente y frecuentemente no se cubran todos. En ningún caso
debe faltar la situación, mencionando lo importante referido al oponente y a la propia tropa;
la misión debe incluir, sin dejar lugar a dudas qué se debe hacer, sobre todo e
indefectiblemente, para qué, es decir, debe contener en todos los casos la finalidad, la
intención o lo que busca con su cumplimiento, el superior que la imparte; por último, la orden
verbal debe contener los aspectos necesarios de puesto de comando y comunicaciones. Como
las acciones normalmente estarán a cargo de las menores fracciones, este tipo de órdenes no
debe imponer a los que las reciben responsabilidades que excedan su nivel y jerarquía; por
ello no pueden quedar librados al criterio del subordinado, aspectos de ejecución, que hacen
a esa responsabilidad. Por ejemplo; si se detiene a todos o algunos, si en caso de resistencia
pasiva se los aniquila o se los detiene, si se destruyen bienes, o se procura preservarlos, etc.”.
El Reglamento nos aporta valiosísimos conceptos ya que por un lado
confirma que es el Estado Mayor el órgano de gestación de las órdenes. En segundo término
también introduce la validez y existencia de las órdenes verbales, respecto de las cuales indica
que serán “normales”. Esto último resulta por demás relevante, ya que – obviamente – las
órdenes ilegales que analizamos no encontraron forma escrita, pero sí resulta evidente que
existieron en su modalidad verbal, y que llegaron en tal formato a quienes debían ejecutarlas.
Finalmente, no puede dejar de analizarse el ejemplo propuesto en el Reglamento que sugiere
que tales órdenes verbales deberán incluir la indicación precisa del temperamento a seguir por
quien la ejecuta ante un caso de “resistencia pasiva”, indicándole si debe “aniquilarlos” o
“detenerlos”. El ejemplo nos libra de mayores comentarios y deja traslucir las verdaderas
intenciones de los redactores del reglamento, quienes contemplan como opciones igualitarias
la posibilidad de “aniquilar” – haciendo clara referencia a matar – o detener, aún cuando la
resistencia sea “pasiva”, es decir sin que tal resistencia implique peligro para el personal
militar.
En lo que nos convoca no puedo dejar de resaltar que, conforme lo
detalláramos, las órdenes incluían todas y cada una de las acciones que debían ejecutarse. Es
decir que – también en el caso de las órdenes verbales ilegales que nos ocupan – todo nos lleva
a concluir – con el grado de probabilidad que caracteriza a esta etapa – que desde quienes las
gestaron se impartieron con el detalle de cada una de las acciones ilegales a cumplir por el
ejecutor.
En la planificación de estas órdenes los miembros del Estado Mayor –
en su función de asesoramiento al Comandante – aportaban cada uno según la órbita de su
239
conocimiento de acuerdo a su área de competencia.
Como Jefe del Estado Mayor, Vicente Meli era el responsable de todas
las tareas que ejecutaba el Estado Mayor, para lo que debía preparar e impartir las normas y
procedimientos para su funcionamiento, dirigir e integrar el trabajo del cuerpo, mantener
informado al comandante de la Brigada Sasiaiñ –a la vez Segundo Comandante del Area 311-,
distribuir y ordenar el trabajo de preparación de planes, órdenes, informes y otras tareas del
80
Estado Mayor, fiscalizar que las órdenes se impartan de acuerdo a las normas y planes fijados
por Sasiaiñ y controlar su cumplimiento (Conf. Capítulo III Sección II del Reglamento R-C-
1).
Correspondía a Mauricio Carlos Poncet, Jefe de Personal (G1),
asesorar al General Sasiaiñ en relación a “todos los aspectos relacionados con los individuos
bajo control militar directo, tanto amigos, como enemigos, militares y civiles”. Esto es: eran
asuntos de su competencia el estado de los efectivos de la fuerza, los registros e informes de
personal, distribución de reemplazos, traslados, incorporaciones, etc. También el “estudio y
aprovechamiento del material humano”, es decir la determinación de los aspectos positivos y
negativos de los grupos humanos (propios y enemigos) a fin de orientar los esfuerzos y
explotar en beneficio propio las debilidades del enemigo. Eran igualmente de su competencia
múltiples cuestiones relativas a los “prisioneros de guerra”, su “reunión y procesamiento
(clasificación; internación; separación; evacuación; régimen interno: disciplina, empleo,
seguridad y custodia, reeducación, tratamiento, liberación y repatriación)” (Conf. Capítulo III
Sección III del Reglamento R-C-1).
Por su parte, Raúl Eduardo Fierro, en su carácter de Jefe de
Inteligencia (G2) era el principal miembro del Estado Mayor con responsabilidad primaria
sobre el “enemigo”. Sus funciones incluían la “producción de inteligencia”, esto es la reunión
de la información y su procesamiento para transformarla en inteligencia, la preparación de los
planes y órdenes para la reunión de la información, la adquisición de blancos, la proposición a
Sasiaiñ de los elementos esenciales de la información. También se encontraban dentro de la
esfera de su competencia la “utilización de la información e inteligencia”: distribuir
inteligencia e información a su Superior y a aquellos otros que la necesiten en la oportunidad
más conveniente para su aprovechamiento, incluyendo la apreciación de las capacidades
enemigas y sus vulnerabilidades, y la “contrainteligencia”, esto es la dirección de los esfuerzos
destinados a destruir la eficacia de las actividades de inteligencia del enemigo (actuales y
probables), la protección de la información contra el espionaje, del personal contra la
subversión y de las instalaciones y materiales contra el sabotaje, para lo cual le correspondía el
planeamiento en coordinación con otros miembros de Estado Mayor, de los métodos y
procedimientos a utilizar para engañar al enemigo (Conf. Capítulo III Sección IV del
Reglamento R-C-1).
Tanto al relevar las obligaciones de Poncet (G1), como las de Fierro
(G2) se repiten conceptos como “enemigo” o “prisioneros de guerra”, ambos merecen un
análisis en el contexto imperante en el año 1976. Al respecto, documentación reunida en la
causa señala claramente, que a la fecha de los hechos que nos ocupan, el Ejército había
encarado la ofensiva contra la subversión como si fuera una “guerra”, por lo que la expresión
“enemigo” registrada en el reglamento RC-3-1 se identifica en tal contexto con las
organizaciones o agrupaciones consideradas “subversivas”. En tal sentido es más que
ilustrativo el memorando glosado a fs. …, incautado de los archivos de la Policía Federal
Argentina –Delegación Córdoba- por este Juzgado Federal Nº 3, en tanto transcribe las
conclusiones a que arribara la Comunidad Informativa en la reunión del día 13/04/76 presidida
Poder Judicial de la Nación
81
240
USO OFICIAL
por el Comandante del Area 311 y en presencia del 2do Comandante, pues es en dicha ocasión
en la que los representantes de los diversos servicios de inteligencia que operaban en el Área
–tanto de las fuerzas armadas, como de las fuerzas de segur idad- expresamente dejan
establecido para el futuro, a quiénes debe considerarse “enemigos”: …. Consecuentemente son
“prisioneros de guerra” aquellas personas detenidas – legal o ilegalmente – pertenecientes a
estas organizaciones o agrupaciones proscriptas.
Estas distinciones adquieren especial relevancia al examinar los hechos
que nos convocan, ya que en todos los casos refieren al tratamiento sufrido por quienes
revestían la calidad de detenidos “especiales” – lo que en la jerga del reglamento pueden
señalarse como “prisioneros de guerra” - en razón de su presunta participación en hechos
descriptos en la ley 20.840 o su supuesta pertenencia a aquellas agrupaciones u
organizaciones.
En lo que concierne a Jorge González Navarro, sus responsabilidades
como Jefe de Asuntos Civiles (G5) lo posicionan como el principal miembro del estado mayor
con responsabilidad primaria sobre todos los asuntos relacionados con la población civil, su
gobierno, su economía y sus instituciones. Respecto a los asuntos de “gobierno” debía
colaborar para asegurar la eficiencia del Servicio de Justicia civil y “recibir, investigar,
informar y proponer la acción a seguir en las demandas, alegatos y quejas que le presenten a la
fuerza, las autoridades y población civil. También sus obligaciones incluían proponer las
medidas para restaurar y controlar los medios de difusión públicos (Conf. Capítulo III Sección
VII del Reglamento R-C-1).
A la descripción de funciones que cabían a cada uno de los miembros
del Estado Mayor, deben sumarse otras funciones especialmente asignadas en el marco
concreto de las acciones emprendidas en la ofensiva contra la subversión, con funciones que
podemos señalar como “asignadas” para este tipo de conflicto. A estas funciones se refiere
Carlos Enrique Villanueva en el marco de la declaración indagatoria que prestara en la causa
“Bruno Laborda...” cuando señala que el Jefe de Personal (G1) era el responsable de la
administración de personal de la Brigada y tenía como función asignada el reglamento de los
prisioneros de guerra, todo lo concerniente al manejo de prisioneros de guerra o detenidos.
Respecto del jefe de inteligencia (G2) señala que tenía responsabilidad sobre el terreno y
ámbito operacional, el enemigo y la dirección de todas las actividades de inteligencia y
contrainteligencia. En cuanto al jefe de Asuntos Civiles (G5) señala – mencionando
expresamente a González Navarro - que sus funciones en este tipo de conflictos eran las
relaciones con la población, con intervención también en el traslado de detenidos (ver fs.
13/17 del presente para agregar).
Ahora bien, hasta aquí hemos realizado una descripción teórica del
funcionamiento del Estado Mayor y de las funciones que competían a sus miembros. Resta
vislumbrar si estos conceptos teóricos fueron plasmados en el correr del año 1976 en acciones
concretas por parte de los imputados.
A este respecto entiendo que si bien no existe un registro documental
concreto de las actividades desplegadas por los miembros del Estado Mayor como cuerpo de
82
asesoramiento del General Sasiaiñ, sí pueden rescatarse múltiples probanzas que – valoradas
conjuntamente – nos llevan a sostener con el grado de probabilidad requerido en esta etapa
que los imputados Meli, Poncet, Fierro y González Navarro emprendieron, cada uno en el
marco de las responsabilidades propias de su cargo, ya sea por reglamento o por asignación,
las diversas conductas que a cada uno les cabía en el contexto de lo que dieron en llamar
“represión de la subversión” y particularmente en lo atinente al trato impuesto a las personas
calificadas en aquel entonces como “delincuentes subversivos” o “detenidos especiales” que
241
permanecían alojados en dependencias del Departamento Informaciones (D2) de la Policía de
la Provincia o en la Unidad Penitenciaria 1, los “prisioneros de guerra” en el léxico empleado
por los reglamentos. Las pruebas indican también que, desde dichas funciones, los nombrados
gestaron las órdenes ilegales que derivaron en los lamentables hechos que componen la
plataforma fáctica de estos actuados y les dieron impulso a través de la cadena de mando
propia del Ejército hasta llegar a quienes, finalmente, las ejecutaron.
Así pues, la labor de coordinación y dirección de los demás miembros
del Estado Mayor que le cabía a Vicente Meli – en relación a los hechos séptimo a noveno y
undécimo a décimo tercero - se devela no sólo de las obligaciones reglamentarias de su cargo
sino que también se vislumbra de algunos registros documentales. Era su función suplantar a
Sassiaiñ y suscribir la documentación en su nombre (ver fs. 6, 23, 25, 30, 35, 560, 561, 562 y
563 del para agregar), documentación referida a los detenidos alojados en la UP1, que se halla
intervenida con el código y firma de otros miembros del Estado Mayor.
Respecto a Carlos Poncet valga señalar que los detenidos estaban
directamente vinculados a su Área, ya que le competían las cuestiones atinentes al reglamento
y régimen de detenidos. Por ende, se desprende su intervención en la elaboración y
canalización de la orden impartida el 2 de abril de 1976 dirigida al Director de Institutos
Penales y suscripta por el Coronel Sasiaiñ en su carácter de Segundo Comandante y Jefe del
Estado Mayor del Área 311, en el que se establece severísimas restricciones en el régimen de
vida de los detenidos y en sus posibilidades de comunicación interna y externa. Merece
destacarse específicamente este documento por cuanto surge consignado en forma explicita,
las diversas motivaciones a que obedecen aquellas extremas restricciones impuestas a partir de
la fecha a los hombres y mujeres alojados en la Penitenciaria: evitar el adoctrinamiento
ideológico y adiestramiento físico dentro del Penal, privarlos de todos los elementos de
confort que no condicen con la situación de reclusos y - lo que llama la atención en tanto
traduce claramente un ánimo revanchista al que se hará alusión más adelante- someterlos a
condiciones de cautiverio similares a las sufridas por los Tenientes Coroneles Igarzabal y
Larrabure y demás víctimas de secuestro por parte de las organizaciones delictivas
consideradas subversivas (fs.564). Entiendo corresponde resaltar este documento, pues es
justamente en el mismo, en donde ha quedado asentada la intervención del Departamento
Personal (G1) a cargo, por entonces, de Mauricio Carlos Poncet. En este punto viene al caso
traer los dichos expresados por Poncet al ejercer su defensa material. En dicha oportunidad
destacó “… yo desconozco qué era el Área 311, mi actividad se limitaba exclusivamente a la
Cuarta Brigada, a las tareas norma les de tiempo de paz, no me he apartado de mis tareas
Poder Judicial de la Nación
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USO OFICIAL
específicas de tiempo de paz…”. Sin embargo sus dichos se ven controvertidos por la
documentación que analizamos, ya que este documento (fs. 564 del presente para agregar)
producido por el Segundo Comandante y Jefe de Estado Mayor del Área 311 para
conocimiento de “Personal Superior y Subalterno del Área 311” exhibe en el sello escalera
que lleva impreso la constancia de la intervención del departamento a cargo de Poncet
(Departamento I, Personal de la IV Brigada).
Al nombrado le correspondía también, como G1, realizar las previsiones
del personal a cumplir servicio dentro de la Unidad Penitenciaria 1 – a la que, como ya se
mencionara al analizar la existencia de los hechos – concurrían distintas unidades integrantes
del Área 311, principalmente una sección del Regimiento de Infantería 2 y otra sección de la
Policía Militar.
En lo que concierne a Raúl Eduardo Fierro, su rol dentro de la lucha
contra la subversión fue decididamente protagónico. Su condición de Jefe de Inteligencia lo
242
posiciona decididamente al frente del diseño de las estrategias a seguir en esta empresa. En
primer lugar es indudable - en razón de su rol de coordinador de inteligencia de los
departamentos de este tipo de las demá s fuerzas de seguridad y de reunión de la información –
su interés e intervención en las actividades de interrogación desplegadas por el personal
policial afectado a la D2. De ello también debe inferirse que la tortura utilizada como
metodología para la obtención de información habría sido no sólo consentida por este nivel de
conducción sino que obedecía a una clara política instaurada en tal sentido. Va de suyo
también que los fusilamientos acontecidos en ese escenario - que en el caso de Chiavarini,
Irazusta y Bártoli habrían implicado, prácticamente, la aplicación del tiro de gracia en razón
de su lamentable estado a causa de la tortura - fueron también producto de un accionar
previsto y aprobado.
También encontramos abundante documentación que registra la
intervención de Jorge González Navarro en cuestiones atinentes directamente a los detenidos
por cuestiones políticas. El propio imputado indica en su declaración indagatoria (ver fs. 404)
que se le agregaron tareas, como recibir y atender a personas que se acercan a preguntar por la
situación de detenidos en el Unidad Penitenciaria nº 1 que estaban a disposición del PEN o de
la Justicia Federal y que respondía a dichas inquietudes cuando se encontraba la información.
También sus responsabilidades en relación a los detenidos se desprende de la documentación
elaborada por el imputado en algunos casos – circunstancia que se evidencia por su firma y
código en el sello escalera impreso – y suscripta en por el propio González Navarro en otros
casos. Así podemos afirmar que le cabía responsabilidades en lo concerniente al traslado de
detenidos para ser interrogados (ver fs. 22, 23, 24, 25, 27, 29, 30, 32, 35), u ordenar al Servicio
Penitenciario que otorgue la libertad concedida a un preso (ver fs. 26), en este caso
dirigiéndose al titular del Servicio Penitenciario en su nombre y con su rúbrica; o comunicarse
con el Sr. Juez Federal Dr. Zamboni Ledesma para gestionar la autorización de trasladar
detenidos (ver fs. 34) a disposición de la Justicia Federal.
84
Continuaremos el análisis abordando específicamente las
responsabilidades que cabrían a los nombrados en la producción de los resultados dañosos que
analizamos.
En primer lugar, nos referiremos a los hechos calificados como
tormentos agravados y homicidio calificado descriptos bajo el título “hechos primero y
segundo”, acontecidos dentro del Departamento Informaciones (D2) de la Policía de la
Provincia de Córdoba a manos de personal de dicha repartición.
Al relevar la prueba que acredita la existencia histórica de los hechos de
tormento que habrían sufrido Bártoli, Irazusta, Chiavarini y Fidelman, y el homicidio
calificado de los tres primeros, mencionamos circunstancias atinentes a las responsabilidades
asignadas al Departamento Informaciones en la lucha contra la subversión.
Las constancias de autos dan cuenta que fue este Departamento, el
ámbito policial en el que se centraron, incluso antes del golpe de Estado del 24 de marzo de
1976, las actividades de inteligencia y operativas del accionar policial destinado a lo que se
dio en llamar la “represión de la subversión”. Tan es así que allí se labraron las actuaciones de
prevención de los sumarios judiciales que se iniciaban con motivo de los hechos de índole
“subversiva” (tipificados por la ley 20.840) con intervención de los Juzgados Federales de
esta Ciudad. De ello dan cuenta todas las constancias registradas en los expedientes penales
labrados en contra de las víctimas cuyas muertes componen el objeto procesal de las presentes.
Las funciones del Departamento Informaciones en la lucha
antisubversiva, lejos de constituir un accionar aislado, eran ejercidas por el D2 en forma
coordinada con los demás servicios de inteligencia que funcionaban con idénticos fines en esta
ciudad –Ejército, Fuerza Aérea, Gendarmería, Policía Federal, y sendos organismos de los
243
Estados Nacional y Provincial- , y reglamentariamente subordinada al control operacional del
Área de Defensa 311.
Esta situación de subordinación funcional y operacional se reglamentó a
través del decreto PEN n° 2271, del 4 de noviembre de 1975 que en su único artículo reza “El
Consejo de Defensa, a través del Ministerio del Interior, suscribirá con los gobiernos de las
Provincias, convenios que coloquen bajo su control operacional al personal y a los medios
policiales y penitenciarios que les sean requeridos por el citado Consejo para su empleo
inmediato en la lucha contra la subversión”.
La existencia de la coordinación y subordinación de la Policía de la
Provincia de Córdoba – a través del Departamento Informaciones – al Área de Defensa 311 se
desprende también de los registros de las reuniones de la llamada “Comunidad Informativa”
integrada por los organismos de inteligencia ya sea de índole policial o militar con la finalidad
de coordinar las tareas en pos de lo que se llamó la “lucha contra la subversión”. En estas
reuniones - en ocasiones presididas por el mismo comandante del IIIº Cuerpo de Ejército y
jefe del Área 311, Luciano Benjamín Menéndez, o por el segundo jefe del Área 311 y
comandante de la IV°Brigada de Infantería Aerotransportada, Juan B. Sasiaiñ, o por altos
oficiales de diferentes fracciones del III° Cuerpo de Ejército o de la mencionada Brigada,
como el imputado Vicente Meli, a la sazón coronel y jefe del Estado Mayor de la Brigada de
Poder Judicial de la Nación
85
USO OFICIAL
Infantería Aerotransportada IV, entre otros (v. fs. 3722/3724 y 3969/3986) - en las que se
definían políticas y estrategias a tales fines, participaban invariablemente elementos de
inteligencia de la Policía de la Provincia de Córdoba.
El control operacional del Ejército y la subordinación a sus planes y
estrategias de la Policía de la Provincia se desprende también de la Directiva 404/75 del
Ejército emanada por el General de Brigada y Comandante General del Ejército – hoy
imputado en autos – Jorge Rafael Videla. Esta directiva que según expresa en su punto 1,
titulado “Finalidad”, tiene por objeto “poner en ejecución inmediata las medidas y acciones
previstas por el Consejo de Defensa en la Directiva 1/75 para la lucha contra la sub versión”.
En el punto 3 define la organización, incluyendo como “elementos bajo control operacional”
los elementos de policías y penitenciarios provinciales. Asimismo la directiva asigna como
“misión general de un Comando de Zona de Defensa” (Córdoba correspondía a la Zona de
Defensa 3) operar ofensivamente contra la subversión en el ámbito de su jurisdicción y - entre
otros - ejercer el control operacional de las policías y penitenciarios de las provincias de su
jurisdicción”.
La existencia de esta estructura se halla también acreditada a través del
Reglamento RC-9-1 del Ejército Argentino denominado “Operaciones contra elementos
subversivos”, en su capítulo VI, Sección III se refiere a la Participación de las fuerzas
policiales (foja 150 y ss), señalando en relación a las Policías Provinciales: “La eficacia de
esas policías en las operaciones contra la subversión dependerá de sus características (...)
Elementos de estas policías participarán en operaciones de seguridad y excepcionalmente lo
harán en operaciones militares. Cuando exista un Comando militar, normalmente los
elementos de la Policía Provincial se encontrarán bajo el comando o control operacional del
mismo. Sus elementos de inteligencia participarán de las operaciones a través de la
Comunidad Informativa. Para la realización de operaciones, los elementos de las Policías
Provinciales, normalmente requerirán apoyo logístico (armamento, munición y equipos) de la
Fuerza Ejército...”.
En consecuencia, de lo dicho se desprende fácilmente que los tormentos
impuestos a Bártoli, Chiavarini, Irazusta y Fidelman y el homicidio de los tres primeros,
244
presuntamente sucedidos dentro del Departamento Informaciones de la Policía de Córdoba,
lugar en el que se encontraban detenidos, habrían sido perpetrados bajo las órdenes y el
control del Comando del Área 311 que – como lo reseñáramos anteriormente – desplegaba su
accionar a través de la IV° Brigada de Infantería.
En conclusión, las probanzas de autos nos permiten acreditar con el
grado de probabilidad requerido en esta etapa, que el Ejército delegó en las policías
provinciales (en el caso de Córdoba la delegación se materializó en el Departamento
Informaciones (D2) de la Policía de la Provincia de Córdoba) parte de la ejecución del plan
diseñado para la lucha contra la subversión, instruyendo en forma específica a los miembros
de esta fuerza de seguridad, en relación a los métodos abiertamente ilegales que debían
utilizarse en dicha empresa, y que hoy analizamos al abordar los desgraciados hechos que
pusieron fin – luego de la experiencia extrema de la tortura – a la vida de los nombrados.
86
La brutalidad utilizada por los policías en estos hechos no constituyó
una excepción o un caso aislado. Se ha acreditado extensamente - al analizar la existencia
histórica de los hechos motivo del presente que describiéramos en primer y segundo lugar –
que estas tareas se habrían practicado con regularidad en esta dependencia. La reiteración en la
actividad le había permitido al personal que prestaba servicios en la misma, alcanzar cierto
grado de “especialización” en la tarea, principalmente de interrogación por medio de la tortura.
La multiplicidad de episodios que mencionamos al analizar la existencia de los hechos, habla
de la ejecución de un prolijo plan, pla n que preveía al detalle los métodos de ejecución por
parte de todos sus elementos. Razonable es deducir pues, que la policía actuaba como brazo
ejecutor de ese plan, materializando las órdenes emanadas de lo más alto de la autoridad
del Ejército, órdenes que a su vez eran pormenorizadas y detalladas con la
individualización de acciones y víctimas por el Estado Mayor de la IV° Brigada de
Infantería Aerotransportada y retransmitidas al órgano policial.
Ninguna otra interpretación resulta plausible. En este sentido valga
recordar que ha quedado evidenciado a través de las múltiples constancias que expusimos en
el punto I, que muchos de los detenidos que sufrieron en manos del personal del D2
interrogatorios bajo crueles torturas, fueron luego alojados en la Unidad Penitenciaria n° 1.
Unidad que se encontraba también operacionalmente a cargo del Ejército, pero que - a
diferencia de la dependencia policial – contaba con personal militar presente en la misma y -
como lo expondremos en próximos párrafos – a cargo de los llamados “detenidos especiales”.
El estado lamentable en el que ingresaron algunos internos no fue nunca motivo de reproche
alguno por parte de los miembros del Ejército, plenamente concientes de lo sucedido. Por el
contrario fue admitido con toda naturalidad revelando que tales conductas eran no sólo
consentidas sino también esperadas del personal policial afectado a tareas vinculadas a la
lucha contra la subversión.
Siguiendo con el análisis de las intervenciones de los imputados en los
hechos de autos, continuaremos con los hechos tercero a noveno y undécimo a décimo tercero,
los que refieren a acontecimientos vinculados a la Unidad Penitenciaria n° 1.
El hecho tercero relata los tormentos sufridos por los “detenidos
especiales” – eufemismo con el que se mencionaba a quienes se encontraban detenidos por
delitos contemplados en la ley de Seguridad Nacional 20.840 o puestos a disposición del
Poder Ejecutivo Nacional en razón del Estado de Sitio -. Al abordar el punto “I- Análisis de
los hechos” referimos a dos modalidades diferenciadas en lo que a imposición de tormentos
se refiere. Por un lado señalamos el recrudecimiento en el régimen de vida impuesto en el
penal y por otro aludimos a los golpes y maltratos que componían también una rutina en el
acontecer diario de un preso “especial”. De lo que sigue, indagaremos si existen referencias
concretas que nos permitan atribuir ambas condiciones al Comandante en Jefe del Ejército y a
245
quienes componían el Estado Mayor de la IV Brigada.
En lo que concierne a las restricciones en el régimen de vida dentro del
penal, indicamos en el punto I que el momento de quiebre se dio precisamente luego del golpe
de estado del 24 de marzo de 1976. En tal oportunidad analizamos un comunicado suscripto
Poder Judicial de la Nación
87
USO OFICIAL
por Juan Bautista Sasiaiñ fechado el 2 de abril de 1976 que prescribía gran parte de estas
restricciones.
A fs. 564 de este Para agregar se encuentra glosada un memorando
producido por el Coronel Juan Bautista Sasiaiñ en su carácter de 2° Comandante del Área 311,
también fechado el 2 de abril de 1976 con el objeto de poner en conocimiento del personal
superior y subalterno del Área 311 del agravamiento de las condiciones de detención, y
explicitando los motivos. En este memorando el Coronel Sasiaiñ describe: “- Los delincuentes
gozaban de absoluta inmunidad e impunidad, - Dentro de los establecimientos carcelarios se
hacía y se hace adoctrinamiento y actividades concurrentes para el mantenimiento de la
actitud combativa de esta delincuencia (adiestramiento físico, artes marciales, etc.), - con
exageración estos individuos disponen de medios de confort (heladeras, televisores, etc.), que
no condicen con su situación de reclusos, - entre los mismos circula en forma permanente,
profusa y abundante documentación bibliográfica de carácter ideológico, -y teniendo
especialmente en cuenta que el Tcnl Igarzabal y Larrabure y tantos otros civiles y militares no
tuvieron igual trato, a partir del día de la fecha, dentro del ámbito del Área 311 se observará
con los reclusos subversivos el temperamento que se señala en la orden adjunta”.
De la lectura de ambos documentos se desprenden los obvios motivos
que los inspiraron. Lejos de maximizar las cuestiones atinentes a la seguridad de los detenidos,
o a evitar probables fugas, el Ejército buscó someter a quienes se encontraban detenidos por
causas políticas a un régimen extremo que los quebrara física y moralmente. El último párrafo
da cuenta especialmente del ánimo de revancha que inspiró la orden intentando someter a
quienes se encontraban detenidos, a condiciones similares a las sufridas por parte de sus
camaradas Igarzabal y Larrabure, al caer en manos de grupos calificados como subversivos.
Resulta más que evidente que estos detenidos “especiales” tenían un
valor adicional para las fuerzas en el poder. En primer lugar porque se trataba de detenidos
“legales” - esto es a disposición de la Justicia o del PEN – y por tanto – a diferencia de quienes
se encontraban “desaparecidos”, es decir, subrepticiamente cautivos – su supervivencia y lugar
de alojamiento era conocida por sus familiares y compañeros de militancia. También,
entonces, eran conocidas las penosísimas condiciones de detención, la situación de aislamiento
y el temor constante por su supervivencia.
Desde este punto de vista, resulta obvio el valor agregado que tenían
estos detenidos, que – conforme surgen de múltiples constancias – asumían virtualmente el
carácter de “rehenes”, de “garantes”, con su propia vida, de que las organizaciones de base
evitaran acciones violentas en contra de las fuerzas militares, policiales o de blancos civiles.
Esta afirmación se sostiene a través de variadas referencias que aluden a su situación de
“rehenes” con motivo de viajes del imputado Videla a la ciudad de Córdoba, o – mucho
después- en ocasión del Mundial de Fútbol en 1978 (fs. 128/31, 2955/62)
Al régimen carcelario extremo se le sumó la política diaria de golpes y
maltratos, de reducción de los detenidos a un estado infra humano. Los testigos son
coincidentes al afirmar que los golpes se producían – en especial en los primeros meses del
gobierno de facto – todos los días, varias veces al día. Resulta claro que la violencia y el
88
maltrato no obedecían a la idea solitaria de algún responsable, sino que respondían al
246
cumplimiento de una orden expresa, ya que se avocaban a la tarea todas y cada una de las
unidades responsables de la guardia, que alternaban semanal o quincenalmente y acantonaban
en la UP 1. Si analizamos la estructura militar a la que estaban sujetos quienes ejecutaban
estas medidas, necesariamente debemos superar este estrato para subir por la cadena de mando
hasta órganos de mayor poder de análisis y decisión.
Va de suyo que la directiva desciende desde la cúspide misma de la
Jerarquía del Ejército, ejercida en el año 1976 por Jorge Rafael Videla, encuentra su
instrumentación y pormenorización en el Comando del Área 311 – a través de su Comandante
General Luciano Benjamín Menéndez, su Segundo Comandante Juan Bautista Sassiaiñ y su
órgano asesor, el Estado Mayor de la IV° Brigada – y recae finalmente en las secciones
acantonadas en el penal para su cumplimiento.
Esta situación revela el carácter decididamente “fungible” de quien
finalmente cumplía la orden de atormentar. Desde este extremo se caracteriza completamente
el diseño del “aparato de poder” que dominaba el curso de las acciones. El plan ya estaba
diseñado, su “cumplimiento” había sido garantizado al instrumentarse la orden. Su ejecutor
ocupaba un segundo plano, podía tratarse de Alsina, de Mones Ruiz, del Cabo Pérez o de
cualquier otro militar afectado a la Penitenciaría; a los ojos del autor de la orden, este aspecto
no reviste ninguna relevancia. No existe “participación criminal” entre éstos y quienes
deciden, no hay acuerdo ent re ellos, probablemente no cruzaron nunca palabra alguna. Los
ejecutores – más allá de las responsabilidades penales que les cabrían y que ya fueron
abordadas en el auto de fecha 14/05/76 - sólo ocupan el último tramo del proceso de
ejecución, que encuentra su génesis en una decisión que corresponde a un estrato superior.
Un análisis similar le cabe a los hechos denominados “octavo” – en el
que se produce la muerte de Bauducco – y “noveno” - que pone fin a la vida de Moukarsel -.
Ambos casos, sucedidos en el seno de la cárcel y con intervención del personal militar
afectado al lugar, presentan nuevas consecuencias a acciones inspiradas en idénticas
directivas. Resulta claro que quienes tenían a su cargo, en forma alternada, la vigilancia y
tratamiento de los “detenidos especiales” practicaban una política definida al detalle,
destinada a fracturarlos completamente – en sus aspectos físicos, psíquicos, morales y
emocionales - despojándolos de toda dignidad, de todo rastro de “humanidad”, reduciéndolos
a un estado semi animal.
A mi entender esta “deshumanización” buscaba un doble propósito: por
un lado quebrar al detenido en toda su estructura personal, y por otro el vaciamiento del “ser”,
la ausencia de vestigios de “humanidad” en la víctima – que desde su ingreso había perdido
sus condiciones de ser humano para transformarse en un “enemigo” derrotado, despreciado,
vulnerable e indemne -, lo que permitía al victimario vencer cualquier instinto moral, natural o
de contenido religioso que pudiera refrenar su accionar.
En definitiva, entiendo que – también en estos casos – nos encontramos
con aquel mismo plan diseñado desde las autoridades del Ejército que indicáramos en los
Poder Judicial de la Nación
89
USO OFICIAL
párrafos precedentes, que en los casos que abordamos acarrearon consecuencias aún más
gravosas, conllevando la muerte de los detenidos.
Resta considerar los hechos cuarto, quinto, sexto, séptimo, undécimo,
duodécimo y décimo tercero, todos producidos en la vía pública, que culminaron con las
ejecuciones de los detenidos. A fin de comprender cabalmente estos hechos, corresponde
elevar la mirada, sortear los pormenores de la materialización de estas acciones – cuestiones
ya abordadas al punto I y en el pronunciamiento del 13 de mayo del corriente – para evaluarlas
desde una óptica con perspectiva, con el objeto de captar las finalidades perseguidas al
247
ordenarlas.
Nuevamente debemos superar la esfera de ejecución para situarnos en
estratos del escalafón castrense con capacidades de decisión, lo que nos ubica en el Comando
del Área 311 (compuesto por su Comandante, su Segundo Comandante y su Estado Mayor)
cumplimentando y dando contenido específico (individualizando las víctimas, el lugar del
hecho, fijando el asignado al mismo, etc.) a directivas emanadas desde el Comandante en
Jefe del Ejército.
Este tipo de hechos encuadran en lo que las reglamentaciones del
Ejército llama “Operaciones Sicológicas” o “Acciones Sicológicas”. Podemos definir estas
operaciones señalando que se materializaron en hechos – destinados claramente a adquirir
publicidad a través de medios masivos de comunicación – prolijamente planeados a fin de
producir el impacto “sicológico” esperado en un destinatario que ha sido debidamente
individualizado. En los hechos sub examine resulta posible individualizar claramente dos
destinatarios diferenciados.
Los primeros destinatarios de estos “mensajes” fueron los miembros de
las agrupaciones calificadas como subversivas que aún se encontraban en libertad, incluidos
dentro del concepto de “enemigo”. Su contenido también resulta obvio: demostrar el poder
ofensivo de las fuerzas armadas y de seguridad, su disposición a actuar hasta las últimas
consecuencias y provocarles el suficiente daño como para desalentarlos de emprender
acciones. De igual manera, el modo de comunicar lo sucedido por parte del III° Cuerpo -
tergiversando los hechos y presentando una versión mendaz – al publicar en medios gráficos
masivos la noticia, envía a la población civil no comprometida con las organizaciones o
agrupaciones proscriptas, señales de alerta al mostrar la supuesta peligrosidad de estos grupos,
su temeridad al atacar blancos militares y contribuir a generar en el ciudadano común una
constante sensación de inseguridad. Todo esto con el claro objetivo de atemorizar a la
población en general y desde allí justificar la permanencia de las fuerzas armadas en el poder
político y legitimar sus métodos de actuación.
La importancia de la utilización de este tipo de operaciones se describe
en la Directiva 1/75 del Consejo de Defensa, en la que se establece la “estructura del régimen
funcional de Acción sicológica” para la lucha contra la subversión. En el Anexo 2 se despliega
un organigrama de tal estructura, en la que se vinculan en este esfuerzo de “acción
psicológica” al comando General del Ejército – para el año 1976 a cargo del imputado Videla
90
– y a cada Zona de Defensa – en el caso de Córdoba, Zona 3, a cargo de Luciano B. Menéndez
y la Brigada IV de Infantería Aerotransportada, a cargo de Sasiaiñ y su Estado Mayor.
La Directiva 1/75 del Consejo de Defensa presenta las ideas rectoras del
accionar sicológico, estableciendo que éste será “netamente ofensivo e implica el empleo de
todos los métodos, procedimientos y técnicas de comunicación social para el logro de los
objetivos fijados”. Los objetivos de este tipo de comunicación se definen señalando
“contribuir a quebrar la voluntad de lucha del oponente a fin de facilitar su
aniquilamiento”. Señala también que el esfuerzo principal se desarrollará en el ámbito de
todo el país, pero con énfasis especial en los grandes centros urbanos, mencionando en esta
prioridad a la ciudad de Córdoba en segundo lugar.
La Directiva 404/75 suscripta por el Comandante General del Ejército
Jorge Rafael Videla, recepta los contenidos de la Directiva 1/75 del Consejo de Defensa,
reproduciendo prácticamente todos sus conceptos. Como se trata de una directiva dirigida
específicamente a sus subordinados, esto es a quienes conforman el Ejército, asigna al
Comando General del Ejército la misión de “orientar a los Comandantes de jurisdicciones
territoriales sobre la Acción Sicológica a desarrollar”, e indica que corresponde e los
Comandos de Zona de Defensa “planear, ejecutar y evaluar la Acción Sicológica a desarrollar
248
en todos los públicos de sus jur isdicciones”. La directiva en su anexo 3, apéndice 1 describe en
un gráfico los “públicos blancos” de las operaciones sicológicas. Respecto del oponente en su
esfera nacional, identifica como “público blanco” de estas acciones a las organizaciones “ERP,
PRT, Montoneros, PPA, Organizaciones políticas pro-marxistas, instituciones nacionales,
provinciales y municipales infiltradas, organizaciones infiltradas”.
Por su parte, también el Reglamento RC-9-1 indica que “Las
operaciones psicológicas deberán ser consideradas como una importante parte de la
planificación. Los principales objetivos de las operaciones psicológicas serán 1) públicos
internos; 2) la población civil; 3) los elementos subversivos. Todos los comandos, cuenten o
no con personal especializado, deberán realizar permanentemente acción psicológica sobre el
público interno (...). Las operaciones sicológicas a realizar sobre la población civil deberán
ser planificadas y dirigidas por el mayor nivel de comando que opere y aún en el nivel
nacional, no sólo por disponer de personal y medios necesarios y especializados, sino por la
necesidad de responder a la orientación nacional e institucional . Respecto de los elementos
subversivos, interesará esclarecer la falsedad de las motivaciones que esgrime la
organización para convocarlos (...)”.
Las citas relevadas en los párrafos que anteceden indican claramente
que el diseño pormenorizado de las acciones sicológicas correspondía al mayor nivel de
comando, y que se ajustaba a una clara orientación nacional. El Reglamento RC-3-1
“Organización y funcionamiento de los Estados Mayores” asigna la responsabilidad primaria
de estas operaciones al Jefe de Operaciones (G3) que al momento de los hechos encarnaba el
fallecido Barufaldi. Sin perjuicio de ello, el propio reglamento prevé que el plan de estas
operaciones lo desarrollará el jefe de operaciones “coordinadamente con los miembros del
estado mayor que correspondan, teniendo especialmente en cuenta los planes u órdenes que
Poder Judicial de la Nación
91
USO OFICIAL
al respecto haya impartido el Comando superior, las normas e instrucciones del comandante
y las características positivas y negativas de los grupos humanos a los cuales se dirigirá la
acción”(ver fs. 250).
La coordinación para la planificación y ejecución de este tipo de
operaciones entre los miembros del Estado Mayor resulta por demás evidente. En primer lugar
porque en acciones como las que nos ocupan, resulta necesario realizar una labor previa de
inteligencia a fin de individualizar el destinatario de la acción, elegir las víctimas y el terrero
para el hecho, etc. – responsabilidades del Jefe de Inteligencia
G2, Raúl E. Fierro - . También resultan indispensable disponer de personal suficiente y
adecuado para su ejecución – responsabilidad de Poncet en su carácter de G1 - , la provisión
de vehículos, armas, combustible, etc. para materializar el hecho – responsabilidad del jefe de
logística G4, Antonio Comba (también fallecido)- y la instrumentación de las labores
administrativas para posibilitar el retiro de los detenidos a ejecutar por parte de personal
militar o policial – tarea a cargo del Jefe de Asuntos Civiles, Jorge González Navarro.
Actividades estas coordinadas por el Jefe del Estado Mayor, Vicente Meli.
De la intervención de González Navarro, han quedado – incluso -
incuestionables vestigios documentales ya que él mismo participó en la confección de los
oficios remitidos por la autoridad castrense a la autoridad penitenciaria para el retiro de
alguno de los detenidos cuyas muertes hoy nos ocupan. A fs. 3, 4 y 6 lucen los oficios
autorizando el retiro de los detenidos Mossé, Fidelman, Verón y Yung (hecho cuarto), Vaca
Narvaja, Gustavo Adolfo De Breuil, Toranzo y Eduardo de Breuil (hecho undécimo),
Tramontini y Páez de Rinaldi (hecho duodécimo) suscriptos los primeros por Juan Bautista
Sasiaiñ y el tercero por Vicente Meli, En todos ellos, junto a la firma encontramos un sello
249
escalera con la inscripción D V (Departamento 5) asuntos civiles, una media firma y el
número “321”. Conforme el propio Gonzalez Navarro lo indicara el sello escalera tiene por
función indicar las personas que hayan intervenido en su diligenciamiento (ver fs. 404, 406 y
407). El código “321” es el asignado a Jorge González Navarro conforme se desprende del
informe de fs. 130 del presente para agregar, el que da cuenta de los registros de “Códigos de
encubrimiento” de fs. 133 en el que se observa la asignación del código 321 al nombrado y el
registro de su media firma. Esta información despeja cualquier duda sobre la intervención
directa del Jefe de Asuntos Civiles en el diseño y la ejecución del plan que analizamos. Sus
afirmaciones en el marco de la indagatoria al respecto, en la que reconoce su intervención en
la confección de estos documentos y manifiesta que recibía la orden de Sasiaiñ de
confecciona r el oficio, sin referencia alguno a su finalidad o modo de ejecución, no puede ser
admitida en lo que concierne a esta última reseña. El rol que se le asignaba excedía largamente
a la de un simple secretario. No se trataba de un empleado, sino de un Jefe realmente
jerarquizado, personalmente a cargo de un importante Área de interés. Su intervención en este
tipo de documentos da cuenta de su real vinculación en las acciones programadas para la lucha
contra la subversión y de que sus funciones de asesoría excedían – o al menos abarcaban
asuntos de mayor importancia y responsabilidad - que las relaciones con la comunidad que
92
manifestara en su declaraciones, al señalar que por ejemplo gestionaba un chocolate caliente
para alguna escuela.
Subyace a estos siete hechos un claro hilo conductor, que indica la
presencia de una misma inteligencia detrás de todos ellos. Todo refiere a la existencia de un
único órgano planificador. Las coincidencias y puntos de contacto entre estos hechos no dejan
lugar a dudas en este sentido: en todos los casos los detenidos son retirados del penal para ser
trasladados a sedes castrenses para su interrogatorio; en todos los casos en medio del traslado
se produce un “episodio de fuga” o un intento de “rescate” por parte de supuestos camaradas;
en todos los casos, todos los detenidos trasladados – a excepción de Eduardo de Breuil a quien
se le asigna una especial “misión” (que analizaremos más adelante) – mueren a causa del
tiroteo, ya sea por obra de los militares o policías a cargo del traslado o por las balas de sus
propios compañeros; en todos los casos los cuerpos son retirados sin comunicar la novedad a
la Justicia ni dar intervención a los equipos técnicos de investigación; en todos los casos y
pese a las múltiples muertes nos encontramos con la ausencia de actuaciones administrativas o
judiciales para el esclarecimiento de lo sucedido; en todos los casos se produce
inmediatamente un comunicado del IIIº Cuerpo que informa sobre lo sucedido y caracteriza
los hechos como “intentos de fuga”.
Estos comunicados dan cabal cuenta que desde el nivel de Comando –
entendiendo por tal al Comandante y Segundo Comandante del Área y su Estado Mayor - se
tomaron las decisiones para la ejecución de estos hechos y se procuró también su impunidad.
Es la autoridad máxima del Área la que comunica las muertes y presenta con falsedad las
circunstancias en que ocurrieron. Es por ende este estrato también el principal responsable,
que no sólo diseñó y planificó los hechos, sino que les dio curso instrumentando los medios y
las órdenes pertinentes y luego de ejecutados los comunicó a la población – según su mendaz
versión – a fin de producir en ésta en general y en las organizaciones subversivas en particular,
un impacto moral y psicológico cuidadosamente calculado, y a su entender útil a la lucha que
emprendía.
El “mensaje” dirigido a las organizaciones calificadas como subversivas
agregó – en algunos casos – connotaciones propias de la venganza. Esto surge con evidencia al
analizar los pormenores del hecho quinto, acontecido al día siguiente del asesinato de un
policía de la comisaría Secc. 3ª, el agente de guardia Héctor Arrieta, quien –conforme el
resumen de Inteligencia 4/76 elaborado por el Ejército Argentino y firmado por el Jefe de
250
inteligenc ia y hoy imputado en autos Teniente Coronel Raúl Eduardo Fierro- perdió la vida a
consecuencia de dos balazos efectuados por dos individuos que gritando “Viva Montoneros”
se dieron a la fuga (fs. 3966). Evidentemente, la represalia por tal hecho se dejó en manos de
personal policial pocas horas después de concluido el sepelio de aquel policía (v. al respecto
constancias del libro de novedades de la mencionada comisaría, reservado en Secretaría cuyas
copias certificadas lucen a fs. 4554/9).
Similares características se advierten en las ejecuciones de Páez de
Rinaldi y Tramontini (hecho duodécimo) que aconteciera el 20 de agosto de 1976, esto es
exactamente un año después del ataque a la Jefatura de Policía, en el que tanto Paez como
Poder Judicial de la Nación
93
USO OFICIAL
Tramontini se hallaban sospechados de haber intervenido. En su testimonio, Gustavo Ignacio
Tissera relata que el 20 de agosto de 1976 vio a Tramontini momentos antes de su traslado y
que le preguntó a éste en qué pensaba, a lo que le contestó que entendía que lo iban a matar,
que ese día se cumplía el aniversario del ataque al Cabildo y que su causa era por la toma del
Cabildo (fs. 497 vta). Como se advierte, la “operación psicológica” se encontraba
adecuadamente planificada y el mensaje oculto en la noticia que pronto se difundiría llegaría
con claridad a sus últimos destinatarios.
También en el caso de las muertes relatadas en el hecho duodécimo
(Vaca Narvaja, De Breuil y Toranzo) tuvieron un mensaje con un claro destinatario, y se
utilizó en esta oportunidad un nuevo medio de difusión. Eduardo de Breuil, quien presenció a
ciegas lo sucedido fue expresamente comisionado por el personal que lo trasladaba a fin de
comunicar a los demás detenidos de la Penitenciaría, lo que había ocurrido, llevando de esta
manera nuevos motivos de temor y angustia a sus compañeros.
Finalmente entiendo corresponde analizar algunos documentos que
confirman la íntima relación existente entre lo que sucedía en el Área 311, especialmente en la
Unidad Penitenciaria n° 1, y el más alto estrato de conducción del Ejército, esto es su
Comandante Jorge Rafael Videla.
A fs. 511 obra una carta suscripta por el Arzobispo de Córdoba y
Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, Cardenal Raúl Francisco Primatesta en la
que se aboga por la situación de quienes se hallan detenidos diciendo: “La Comisión
Permanente del Episcopado Argentino se dirige con el mayor respeto y consideración al
Excmo Señor Presidente Jorge Rafael Videla, con motivo de las próximas fiestas navideñas,
para expresar sus férvidos y cordiales votos de una felicísima Navidad, llena de las gracias
divinas que brotan a raudales de la Cuna de Belén. Por ello solicita a su Excelencia quiera
disponer, en tal sagrada celebración, se agilicen los trámites pertinentes, a fin de que
obtengan la libertad, quienes fueren acreedores a ella; o se disminuyan las penas, a las que
fueren merecedores de tal gracia. Reitera, así, las inquietudes que, en mayo pasado, le hiciera
llegar el Episcopado sobre la situación de los detenidos que, desde hace meses, aguardan una
sentencia o la libertad; así como un pedido por quienes purgan delitos comunes. Esta
comisión permanente se permite, además, implorar su benevolencia para con aquellos que
deben cumplir con la justicia que ha dictado ya su sentencia, a fin de que también hasta ellos
llegue un efluvio de aquella paz anunciada en Belén, y que sientan y vivan la hermandad que
Dios nos trajo por medio de la Virgen María, quien, desde la cuna hasta el Calvario y la
Resurrección acompañó a Cristo que nos hizo sus hermanos (...). Quiere igualmente impetrar
medidas que permitan mayor acceso a los familiares de quienes, en estos días de alegría
cristiana, desean encontrarse con sus seres queridos (...) ”. Resulta evidente que el pedido del
titular de la Conferencia Episcopal Argentina motivó la liberación de un importante número de
detenidos y algunas flexibilidades en la situación de los detenidos “especiales”. Esta
251
circunstancia se advierte de la carta también dirigida a Videla por el propio Primatesta (ver fs.
94
571) en la que agradece a su vez otra misiva de Videla en la que le anuncia libertades y el
inicio de trámites para reducción de penas.
Asimismo, entre la documentación del propio Servicio Penitenciario de
la Provincia de Córdoba (ver fs. 560) obra copia de una nota de fecha 21 de diciembre de 1976
suscripta por Vicente Meli – confeccionada por Jorge González Navarro a estar a las
constancias del sello escalera – en la que comunica al Director del Servicio Penitenciario que
se ha dispuesto la libertad de las personas mencionadas en los Anexos 1 y 2 (fs. 561 y 562).
Similar tenor se desprende de la comunicación del día siguiente, el 22 de diciembre de 1976,
nuevamente suscripta por Meli – con la intervención de González Navarro – en la que
comunica que “el 24 de diciembre del corriente año a las 14.00 horas se faculta a todo el
personal de internos por actividades subversivas (adviértase que nuevamente se trata a los
detenidos como “personal”) a recibir visitas por el lapso de una hora y en una cantidad de
familiares directos no mayor a tres”. Estas constancias acreditan el grado de dependencia
existente entre el Comandante en Jefe de la Fuerza, y el personal del Área 311, revelando una
estrecha comunión de objetivos, procedimientos, órdenes y acciones.
Por todo lo expuesto, entiendo que existen elementos suficientes
para atribuir a; Jorge Rafael Videla, en su carácter de Comandante en Jefe del Ejército
– máxima autoridad de dicha institución - ; y a quienes conformaban el Estado Mayor de
la Cuarta Brigada de Infantería Aerotransportada: Vicente Meli (por los hechos 7, 11 y
13), en su carácter de Jefe de Estado Mayor, Mauricio Carlos Poncet, como Jefe del
Departamento Personal; Raúl Eduardo Fierro, como Jefe de inteligencia y Jorge
González Navarro, como Jefe de Asuntos Civiles, como coautores por dominio del curso
de la acción al elaborar las órdenes destinadas a personal militar y/o policial para la
comisión de los hechos delictivos – calificados como tormentos agravados, tormentos
seguidos de muerte y homicidio calificado – cuyo análisis aquí abordamos.
V- Situación Procesal de Emilio Juan Huber
Conforme lo señalara la Sra. Fiscal al promover acción penal en contra
de Emilio Juan Huber (ver fs. 70/1), la función de Jefe de la Compañía Policía Militar 141 que
ocupaba el imputado al momento de los hechos, hicieron inferir que éste habría intervenido en
los hechos descriptos como tercero y noveno, retransmitiendo las órdenes ilegales referidas al
trato que debía dispensarse a quienes revestían la calidad de “presos especiales” – órdenes a
las que ya nos referimos precedentemente – a sus subordinados acantonados en la Unidad
Penitenciaria nº 1.
Ahora bien, esta hipótesis que encontró fundamento en la estructura
jerárquica del Ejército, fue cuestionada por el imputado Huber al ejercer su defensa material
indicando que dependía jerárquicamente directamente del Comando del IIIº Cuerpo. Señala
que en un determinado momento, aunque no recuerda la fecha, el Comando de Cuerpo lo
asignó a la Cuarta Brigada. Que sus funciones eran hacer patrullajes, dar seguridad al
Comandante, hacer guardia en el barrio militar General Deheza, participar en la guardia del
cuartel en el que funcionaba su Compañía y ocasionalmente darle seguridad a columnas
Poder Judicial de la Nación
95
USO OFICIAL
militares que se desplazaban hacia otros lugares. Señala que en relación a los hechos
acontecidos en la Penitenciaría que nunca mandó personal a dicha unidad carcelaria. Relata
que en ocasiones la Brigada le solicitaba que pusiera a disposición de la Brigada personal a su
cargo, y desde allí se les asignaban las diferentes misiones, que comenzó su jefatura con cinco
oficiales y al finalizar le quedó sólo el Teniente Ramos Monzo ya que a los demás se los había
252
solicitado la Brigada, cumplían funciones allí y no volvían a su Compañía, que en esta
particular situación se encontraba Alsina. Avala sus dichos señalando en particular el caso de
la muerte de Moukarsel, indicando que cuando aconteció el hecho la noticia de lo sucedido se
reportó directamente a la Brigada, a través del COT, y que se enteró con posterioridad a través
del Comando.
Los dichos de Huber encuentran respaldo en las manifestaciones
vertidas por el imputado Gustavo Adolfo Alsina quien en su declaración indagatoria del 14 de
abril del corriente describió las misiones que se le asignaron en la UP 1, la sección que tenía a
cargo y los grupos que formaban su sección, resaltando que de los tres grupos de su sección
uno patrullaba, otros estaban en la cárcel, indicando: “ocurre que uno lo iba recibiendo del
Comando de la Brigada de acuerdo a la importancia de la misión uno podía llevar uno o dos
grupos para una misión de recorrido por ejemplo, y lo importante es que así saliera uno, dos
o tres grupos, tiene que estar presente el jefe de la sección, por eso yo estaba todo el tiempo
en la calle”. En lo que nos convoca, resulta importante señalar que en esta declaración Alsina
resalta que recibía las órdenes directamente del Comando de la Brigada. Revistiendo especial
valor estos dichos ya que se produjeron mucho antes de que Huber resultara imputado por
estos hechos.
En su última declaración indagatoria (ver fs. 464/8), al ser interrogado
puntualmente en relación a estas cuestiones el imputado Alsina se explayó al describir: “(…).
El Ejército funciona de la siguiente forma, la Ca de PM 141 es una subunidad independiente
que forma parte del orden de batalla del Comando del IIIº Cuerpo de Ejército. Para la lucha
contra el terrorismo esa Ca fue destacada como fuerza agregada a otro Comando, que era el
Comando de la IVº Brigada de Infantería Aerotransportada. En realidad tengo que hacer una
salvedad, no fue la Ca agregada al Comando, porque ello implicaría que la totalidad de la
Compañía – desde el Jefe hasta el último soldado – estaba agregada al Comando. A la Ca se
le imparte la orden de agregar una sección al Comando de la Brigada. Una sección rotativa,
esto es en una oportunidad, una semana por ejemplo va la sección del Teniente Alsina, en la
siguiente oportunidad va la sección de, por ejemplo, el teniente Gómez. Preguntado por S.S. a
través de quien recibió la orden o directiva de la misión que debía cumplir en la UP 1, a lo
que dijo: del Comando de la Brigada. Mi jefe de Compañía, en entonces Mayor Huber, a mí
me llama y a todos los tenientes de la Compañía y nos dice: Yo he recibido una orden del
Comando de Cuerpo de agregar una sección rotativa al Comando de la IV Brigada. Esta
orden se les dio a todos los jefes de sección, el contenido de la orden era el siguiente, por
ejemplo: usted Teniente Alsina – suponiendo que me hubiera tocado en primer término – se va
a constituir en el Comando de la Brigada con una sección compuesta por tres grupos de
tiradores (esto es un suboficial jefe cada uno con ocho o nueve soldados). En el Comando
96
recibí las directivas de un Jefe, que puede ser un Mayor u un Teniente Coronel.
Operacionalmente no dependía del jefe de mi unidad, sí tenía una dependencia
administrativa. Tan es así, que todas las novedades ocurridas en relación a la misión que se
me había impuesto, tanto ocurridas dentro del penal como en la calle durante un patrullaje se
comunicaban al COT del a Cuarta Brigada. Preguntado por S.S. si este procedimiento fue el
que se siguió en el caso de la muerte de Moukarsel, a lo que dijo: exactamente, comuniqué lo
sucedido al COT, que funciona las 24 horas (…)”.
Como se observa los dichos de Alsina coinciden plenamente con lo
afirmado por Huber en su exposición defensiva, y nos permiten inferir que en este caso,
excepcionalmente, la cadena de mando cursó por un derrotero distinto al que naturalmente
hubiera correspondido. Esta situación está reglamentariamente prevista para el tipo de lucha
que analizamos. En el Reglamento R-C-9 “Operaciones contra elementos subversivos”, en su
punto 4.012 (ver fs. 88) indica: “(…) La Brigada podrá ser reforzada con elementos de
253
comunicaciones, inteligencia, policía militar, aviación de Ejército y operaciones sicológicas
de la propia fuerza; con elementos de las Fuerzas Armadas, Fuerzas de Seguridad y Fuerzas
Policiales y personal y medios provenientes de organismos civiles, en particular para la
ejecución de operaciones sicológicas y asuntos civiles”. Esta disposición encuadra
legalmente la situación de hecho descripta por el imputado, de modo que refuerza sus dichos
al defenderse, le dan un marco no rmativo y nos permiten afirmar que situaciones como las que
afirma no eran descabelladas, sino especialmente previstas.
Por otro lado, entiendo que la situación planteada por el imputado y
confirmada por Alsina, responde a cierta lógica. Está acreditado en autos que secciones de la
Ca Policía Militar 141 alternaban en la UP 1 con otras secciones del Regimiento 2 de
Infantería, cumpliendo todos idéntica misión dentro del establecimiento carcelario, lo que nos
indicaría la existencia de una misma direcció n de tales actividades desde las autoridades de la
IVº Brigada.
Así las cosas, en un momento preliminar – y dada la superioridad
funcional que ejercía el imputado Huber respecto de Alsina – se fundamentó la sospecha de
que el imputado Huber había intervenido retransmitiendo a sus subalternos apostados en la
UP1 las órdenes ilegales que habrían derivado en los tormentos sufridos por los detenidos
especiales (hecho tercero), y en los tormentos que habrían causado la muerte de José René
Moukarsel (hecho no veno). Luego de avanzada la investigación, se han introducido en estos
actuados conceptos que cuestionan tal hipótesis, planteando un real estado de duda en el
ánimo de esta juzgadora.
En consecuencia, entiendo prudente declarar que no existen méritos para
ordenar el procesamiento o el sobreseimiento del imputado Emilio Juan Huber,
correspondiendo profundizar la investigación a fin de lograr despejar el estado de duda
existente (art. 309 del C.P.P.N.).
VI- Consideraciones respecto a las circunstancias calificantes
mencionadas en relación a los tormentos (art. 144 ter del C.P.) y homicidio (art. 80 inc. 2 y 4
del C.P.).
Poder Judicial de la Nación
97
USO OFICIAL
En lo que concierne a las torturas inflingidas a los detenidos alojados en
el D2, o en la UP1, debo decir que los sufrimientos físicos y psíquicos que los llamados
“detenidos especiales” debieron soportar en tales dependencias – tormentos ordenados y
ejecutados por los funcionarios públicos allí apostados- configuran hechos de imposición de
tormentos en los términos del art. 144 ter, 1° párrafo del C.P., con la agravante - en razón de
tratarse, en todos los casos, de personas perseguidas políticamente – prevista en el 2° párrafo
del mismo precepto, ambos del Código Penal vigente al tiempo del accionar ley 11.179
modificada por ley 14.616. Se entienden comprendidas en el concepto de “tormentos” -
conforme la definición que contiene el art. 2 de la Convención Interamericana para la
Prevención y Sanción de la Tortura – todos los actos realizados intencionalmente y que causen
sufrimientos físicos o mentales, ya sea con fines de investigación criminal y/o como medio
intimidatorio y/o como castigo personal y/o como medida preventiva y/o como pena o con
cualquier otro fin, así como también la aplicación de métodos tendientes a anular la
personalidad de los detenidos o a disminuir su capacidad física o mental, aunque no causen
dolor ni angustia. En sentido similar – igualmente abarcativo de los hechos que aquí
abordamos – el art. 2 de la Convención contra la tortura y otros tratos o penas crueles,
inhumanos o degrandantes suscripta por los Estados Parte de la ONU y que, a tenor de lo
dispuesto por el art. 75 inc. 22 de nuestra Carta Magna, reviste jerarquía constitucional, define
a la tortura como “todo acto por el cual se inflija intencionalmente a una persona dolores o
254
sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o de un tercero
información o una confesión, o de castigarla por un acto que haya cometido o se sospeche que
ha cometido, o de intimidar o coaccionar a esa persona o a otras, o por cualquier razón basada
en cualquier tipo de discriminación, cuando dichos dolores o sufrimientos sean inflingidos por
un funcionario público y otra persona en el ejercicio de funciones públicas, a instigación suya,
o con su consentimiento o aquiescencia”
De igual manera, y en lo que concierne a las circunstancias que califican
los homicidios ya analizados, entiendo que concurren en todos los casos las agravantes
detalladas en los incisos 2 – ensañamiento y alevosía - y 4 - con el concurso premeditado de
dos o más personas - . Esta última no requiere mayores explicaciones. En lo que concierne al
“ensañamiento y alevosía”. Núñez nos enseña que la agravante “alevosía” requiere la
existencia de “una víctima que no está en condiciones de defenderse”, encarna una acción
“preordenada para matar sin peligro para el autor, proveniente de la reacción de la víctima o de
un tercero”, en cuanto al “ensañamiento” refiere a un modo cruel de matar, procurándole a la
víctima innecesarios sufrimientos (Ricardo C. Núñez, Tratado de Derecho Penal, T. III, Vol. I
y II, Ed. Lerner,1977). Resulta obvio que en los hechos ya analizados concurren ampliamente
ambas circunstancias, las víctimas fueron asesinadas – en todos los casos – encontrándose
absolutamente indemnes –. A excepción de Bauducco, que fue severamente golpeado
momentos antes del disparo – todos se encontraban con sus ojos vendados, maniatados,
desamparados. Todas estas muertes – que ningún riesgo presentaron en el escernario de los
hechos para los victimarios – fueron consecuencia de actos cobardes y crueles.
98
VII- Aspectos doctrinarios aplicables a las especiales circunstancias
que rodean estos hechos
Preciso es apuntar que los elementos de prueba ponderados
precedentemente – especialmente en el presente en el que analizamos las responsabilidades de
quienes se encontraban ocupando funciones jerárquicas dentro de la estructura del Ejército –
me permiten advertir que en la especie concurren los presupuestos de lo que se ha dado en
llamar “Doctrina del dominio del hecho por dominio de la voluntad en un aparato de poder
organizado”. Esto es, podemos afirmar la existencia de un grupo de poder organizado de modo
jerárquicamente estratificado, desde cuya cúspide se imparten las órdenes en pos del
cumplimiento de los objetivos, órdenes que se retransmiten a través de las instancias
intermedias hasta llegar a los brazos ejecutores, quienes en cumplimiento de tales órdenes y de
propia mano, consuman las acciones punibles en el contexto del plan general y de sus
objetivos.
VI- Como lo expresara al abordar individualmente la situación de cada
uno de los imputados entiendo necesario ordenar la prisión preventiva de Jorge Rafael
Videla, Vicente Meli, Mauricio Carlos Poncet, Raúl Eduardo Fierro y Jorge González
Navarro.
Así, si bien se impone por principio la interpretación restrictiva de toda
disposición que coarte la libertad personal, sea de origen legal (art. 2 del C.P.P.N.) o
constitucional (art. 18 C.N.) y, además, a partir de la reforma de la Constitución en 1994, de
fuente internacional con jerarquía constitucional (V. los Tratados de Derechos Humanos
mencionados en el art. 75 inc. 22 C.N., en especial la Convención Americana de Derechos
Humanos, art. 7.5; Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos art. 9.3 y Declaración
Americana de Derechos y Deberes del Hombre, art. 25), la doctrina y la jurisprudencia han
determinado los alcances de dicha excepción, y así se ha justificado en tanto que, como
excepción, se oriente a la efectiva realización del proceso penal y se encuentre fundada en
graves presunciones de entorpecimiento procesal por parte del reo.
Juegan en este caso presunciones que se extraen de la expectativa de
255
pena aplicable al hecho imputado (ver autos “Acosta” Sala II, C.N.A.C.y C.Federal, Sentencia
del 19/06/2007). En base a esta última consideración, tanto nuestra CSJN (fallos 321:3660),
como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, han justificado el encierro
preventivo (Cfr. Informes 12/96, 2/97 y posteriores). Por lo demás, son estas mismas pautas
las que han venido siguiendo los jueces instructores en causas por hechos cometidos en el
contexto del último gobierno militar de facto, como la que ahora nos ocupa (ver entre otros
“Suáres Mason” resolución de fecha 23/06/06 Juzgado Criminal y Correccional Federal III de
Buenos Aires).
A lo expuesto corresponde agregar que el encierro cautelar se justifica
igualmente por la naturaleza y gravedad de los hechos motivo de estas actuaciones, pues en
atención a las circunstancias de tiempo, modo, personas y lugar en que habrían sido
perpetrados y contexto en el que habrían sido llevados a cabo, tales conductas constituyen
graves violaciones a derechos humanos que integran la categoría de aquellos delitos a los que
Poder Judicial de la Nación
99
USO OFICIAL
específicamente se califica – desde antaño- como “crímenes contra la humanidad”, categoría
esta que comprende todas las conductas atentatorias de la condición humana en sí misma y,
por ende, lesivas del orden jurídico universal, entre las que resultan indudablemente incluídas
la tortura y el homicidio – a más de otros actos inhumanos – cometidos como parte de un
ataque generalizado o sistemático contra una población civil.
Ahora bien, tratándose de delitos contra la humanidad, es la comunidad
internacio nal toda, inspirada en la noción misma de Justicia, la interesada en reprimirlas,
existiendo un conjunto de normas básicas y principios que integran el derecho internacional
general y resultan de aplicación imperativa para todos los Estados (varias de las cuales tienen
en nuestro país jerarquía constitucional –art. 75 inc. 22-), destinadas a asegurar el
enjuiciamiento y castigo de las personas supuestamente responsables, principios todos que
derivan del axioma de inexorabilidad de juicio y sanción, del que obviamente se desprende la
obligación del Estado de garantizar el sometimiento a proceso de los imputados, adoptando las
previsiones indispensables para evitar todo intento de eludir el accionar de la Justicia que
aquellos pudieran procurar.
Por todo lo dicho en los párrafos que anteceden, entiendo que resulta
apropiado en los casos que enumerara al iniciar este apartado, dictar una medida de coerción
de la libertad de los imputados. Así, la gravedad de los hechos que se le atribuyen, la
multiplicidad de éstos, y especialmente las abultadas penas que deberán afrontar en caso de ser
condenados, me llevan a entender que resulta probable que intenten eludir el accionar judicial.
Por todo lo expuesto,
VII- Finalmente, corresponde dar cumplimiento a lo ordenado por la
Excelentísima Cámara Federal de Apelaciones en la resolución de fecha 21 de Octubre de
2008.
a) En primer lugar, y cumplimentando con lo ordenado en el punto 39
del tal decisorio, corresponde subsanar el error material en que se incurrió al dictar el auto de
fs. 6451/6530 y ordenar el procesamiento y prisión preventiva de Víctor Pino en relación al
hecho denominado duodécimo concerniente a los homicidios de Ricardo Daniel Tramontini y
Liliana Felisa Páez de Rinaldi.
Al respecto, y conforme lo señaláramos en la resolución del trece de
mayo del corriente, debe indicarse que Pino se encontraba – materialmente – alejado del lugar
y del momento de ejecución de los hechos que se le endilgan. No existe constancia alguna de
que hubiera integrado la comitiva asignada al traslado en el que resultaron muertos Tramontini
y Páez de Rinaldi. Sin embargo, su responsabilidad por este hecho resulta – al menos con el
256
grado de probabilidad que requiere esta etapa procesal - evidente.
Baste para ello recordar que el personal militar – a estar a las
constancias del comunicado del Tercer Cuerpo - y/o policial que habría ejecutado a los
nombrados respondía jerárquicamente a la unidad a su cargo, y que operaba en virtud de las
órdenes que desde allí se transmitían o – probablemente - se retransmitían de instancias
superiores.
100
Existen múltiples elementos que nos permiten sostener la afirmación
precedente. En primer lugar puede advertirse un claro patrón en el accionar desplegado en
cada uno de los traslados que terminaran con el fusilamiento de los detenidos. También se
advierten patrones comunes en las excusas brindadas en estos últimos, en el intento de ocultar
lo sucedido y lograr la impunidad de sus ejecutores.
Como dijéramos, la coincidencia entre todas estas conductas no obedece
al azar, ni a la voluntad individual de alguno de los sujetos que les tocó ubicarse en el último
tramo – de ejecución directa – de los crímenes sub examine. Por el contrario, el patrón
expuesto da cuenta de una política cuidadosamente diseñada para la situación vital y política
del país, y para la consecución de los objetivos que las Fuerzas Armadas se impusieron por
aquellas épocas.
Pino, como Jefe del Regimiento de Infantería Aerotransportada n° 2,
respondía a su vez al entonces Coronel Sasiain, Jefe de la IV Brigada Aerotransportada y Jefe
del Estado Mayor del Area de Defensa 311 – ya fallecido -, y éste a su vez, dependía
directamente del Comandante del III° Cuerpo de Ejército y Comandante del Area de Defensa
311, Luciano Benjamín Menéndez.
La participación de Pino en los hechos que se le atribuyen lo sitúan
como un esencial engranaje en la cadena de mando, que en una clara estructura organizada de
poder – como sin ninguna duda lo fueron las Fuerzas Armadas que usurparon el poder
constitucional en marzo de 1976 - , hace descender claras órdenes – abiertamente ilegales – a
sus subordinados, procurando su cumplimiento.
La estructura jerárquica, que retransmitiendo órdenes consigue el
cumplimiento efectivo del cometido criminal lucubrado por “el hombre de atrás”, funciona
también en el marco de las acciones desplegadas por la estructura a fin de lograr la impunidad
tanto de los ejecutores directos, como de toda la cadena de mando.
El celo en destruir cualquier evidencia de cada uno de los hechos, la
política de conducir a las víctimas siempre con sus ojos vendados – evitando el contacto visual
directo – las mentiras esgrimidas luego de cada muerte, la carencia de cualquier actividad
prevencional o jurisdiccional que exigía necesariamente cada caso de los que examinamos,
demuestran claramente la existencia de todo un aparato puesto en marcha tanto para la puntual
ejecución de la política de persecución y muerte elegida, como para procurar la impunidad de
sus partícipes.
b) En segundo término, cumplimentando lo dispuesto por el Superior en
el punto 40 del resolución citada, debe suplirse la omisión en la que incurriera en el auto de
procesamiento del 13 de mayo y el auto aclaratorio del 16 de mayo del corrie nte y ordenar
traba embargo sobre los bienes del imputado Luis Alberto Rodríguez (art. 518 del C.P.P.N.)
por la suma de pesos doscientos mil (doscientos mil) o en su defecto inhibirlo de la libre
disposición de los mismos.
c) Por último, y en virtud de lo señalado por la Excelentísima Cámara en
los puntos 41 y 42 de la mentada resolución, corresponde trabar embargo sobre los bienes de
Poder Judicial de la Nación
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USO OFICIAL
257
los imputados José Felipe Tavip y Francisco Pablo D’Aloia por la suma de pesos doscientos
mil por cada uno o, en su defecto, inhibirlos de la libre disposición de los mismos.
Por todo lo expuesto,
RESUELVO:
1- Rechazar los planteos de falta de jurisdicción y cosa juzgada
esgrimidos por el imputado Jorge Rafael Videla en su declaración indagatoria.
2-Ordenar el procesamiento de Jorge Rafael Videla, ya filiado, en
orden al delito de tormentos agravados (art. 144 ter 1º párrafo con el agravante dispuesto en el
segundo párrafo ley 11.179 modificada por ley 14.616) en relación a los hechos denominados
primero y tercero, por los que fuera oportunamente indagado conforme lo dispone el art. 306
del C.P.P.N.
3- Ordenar el procesamiento y prisión preventiva de Jorge Rafael
Videla, ya filiado, en orden a los delitos de tormentos seguidos de muerte (artículo 144 ter del
C.P. en su 1° párrafo con la agravante prevista en el 3° párrafo del mismo artículo), hecho
noveno, y homicidio calificado (art. 80 inc. 2 y 4 del C.P. según ley 11.179 con
modificaciones ley 20.509 y 20.642), hechos segundo, cuarto, quinto, sexto, séptimo, octavo,
undécimo, duodécimo y décimo tercero, por los que fuera oportunamente indagado conforme
lo dispone los arts. 306 y 312 del C.P.P.N.
4- Ordenar el procesamiento de Vicente Meli, ya filiado, en orden a
los delitos de tormentos agravados (art. 144 ter 1º párrafo con el agravante dispuesto en el
segundo párrafo ley 11.179 modificada por ley 14.616) en relación al hecho denominado
tercero en relación a las víctimas Raúl Augusto Bauducco, José René Moukarsel, Marta del
Carmen Rossetti de Arquiola,y José Cristian Funes, Gustavo Adolfo de Breuil, Miguel Hugo
Vaca Narvaja, Arnaldo Higinio Toranzo, Liliana Felisa Paez de Rinaldi, Ricardo Alberto
Tramontin, Florencio Esteban Díaz, Pablo Alberto Balustra, Jorge Omar García, Oscar
Hugo Hubert, Miguel Ángel Ceballos y Marta Juana González de Baronetto, por los que fuera
oportunamente indagado conforme lo dispone el art. 306 del C.P.P.N.
5- Ordenar el procesamiento y prisión preventiva de Vicente Meli,
ya filiado, en orden al delito de tormentos seguidos de muerte (artículo 144 ter del C.P. en su
1° párrafo con la agravante prevista en el 3° párrafo del mismo artículo), hecho noveno, y
homicidio calificado (art. 80 inc. 2 y 4 del C.P. según ley 11.179 con modificaciones ley
20.509 y 20.642)– hechos séptimo, octavo, undécimo y décimo tercero – por los que fuera
oportunamente indagado conforme lo dispuesto en el art. 306 y 312 del C.P.P.N.
6- Ordenar el procesamiento de Mauricio Carlos Poncet, ya filiado,
en orden a los delitos de tormentos agravados (art. 144 ter 1º párrafo con el agravante
dispuesto en el segundo párrafo ley 11.179 modificada por ley 14.616) en relación a los
hechos denominados primero y tercero, por los que fuera oportunamente indagado conforme
lo dispone el art. 306 del C.P.P.N.
7- Ordenar el procesamiento y prisión preventiva de Mauricio
Carlos Poncet, ya filiado, en orden a los delitos de tormentos seguidos de muerte (artículo
144 ter del C.P. en su 1° párrafo con la agravante prevista en el 3° párrafo del mismo artículo),
102
hecho noveno, y homicidio calificado (art. 80 inc. 2 y 4 del C.P. según ley 11.179 con
modificaciones ley 20.509 y 20.642) hechos segundo, cuarto, quinto, sexto, séptimo, octavo,
undécimo, duodécimo y décimo tercero, por los que fuera oportunamente indagado conforme
lo dispone los arts. 306 y 312 del C.P.P.N.
8- Ordenar el procesamiento de Raúl Eduardo Fierro, ya filiado, en
orden a los delitos de tormentos agravados (art. 144 ter 1º párrafo con el agravante dispuesto
en el segundo párrafo ley 11.179 modificada por ley 14.616) en relación a los hechos
denominados primero y tercero, por los que fuera oportunamente indagado conforme lo
258
dispone el art. 306 del C.P.P.N.
9- Ordenar el procesamiento y prisión preventiva de Raúl Eduardo
Fierro ya filiado, en orden a los delitos de tormentos seguidos de muerte (artículo 144 ter del
C.P. en su 1° párrafo con la agravante prevista en el 3° párrafo del mismo artículo), hecho
noveno, y homicidio calificado (art. 80 inc. 2 y 4 del C.P. según ley 11.179 con
modificaciones ley 20.509 y 20.642) hechos segundo, cuarto, quinto, sexto, séptimo, octavo,
undécimo, duodécimo y décimo tercero, por los que fuera oportunamente indagado conforme
lo dispone los arts. 306 y 312 del C.P.P.N.
10- Ordenar el procesamiento de Jorge González Navarro, ya
filiado, en orden al delito de tormentos agravados (art. 144 ter 1º párrafo con el agravante
dispuesto en el segundo párrafo ley 11.179 modificada por ley 14.616) en relación a los
hechos denominados primero y tercero, por los que fuera oportunamente indagado conforme
lo dispone el art. 306 del C.P.P.N.
11- Ordenar el procesamiento y prisión preventiva de Jorge
González Navarro, ya filiado, en orden a los delitos de tormentos seguidos de muerte
(artículo 144 ter del C.P. en su 1° párrafo con la agravante prevista en el 3° párrafo del mismo
artículo), hecho noveno, y homicidio calificado (art. 80 inc. 2 y 4 del C.P. según ley 11.179
con modificaciones ley 20.509 y 20.642) hechos segundo, cuarto, quinto, sexto, séptimo,
octavo, undécimo, duodécimo y décimo tercero, por los que fuera oportunamente indagado
conforme lo dispone los arts. 306 y 312 del C.P.P.N.
12- Ordenar el embargo de los bienes de los nombrados Videla, Meli,
Poncet, Fierro, González Navarro por la suma de doscientos mil pesos o en su defecto
inhibirlos de la libre disposición de los mismos.
13- Declarar que no existe méritos para ordenar el procesamiento o
el sobreseimiento de Emilio Juan Huber, ya filiado, en orden a los delitos de tormentos
agravados (art. 144 ter 1º párrafo con el agravante dispuesto en el segundo párrafo ley 11.179
modificada por ley 14.616) – hecho tercero - y tormentos seguidos de muerte (artículo 144 ter
del C.P. en su 1° párrafo con la agravante prevista en el 3° párrafo del mismo artículo) - hecho
noveno – por los que fuera oportunamente indagado (art. 309 del C.P.P.N.), debiendo
ordenarse su inmediata libertad.
14- Ordenar el procesamiento y prisión preventiva de Víctor Pino,
ya filiado, en relación al hecho denominado duodécimo concerniente a los homicidios de
Ricardo Daniel Tramontini y Liliana Felisa Páez de Rinaldi por el delito de homicidio
Poder Judicial de la Nación
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USO OFICIAL
calificado (art. 80 inc. 2 y 4 del C.P. según ley 11.179 con modificaciones ley 20.509 y
20.642), por el que fuera portunamente indagado conforme lo dispone los arts. 306 y 312 del
C.P.P.N
15- trabar embargo sobre los bienes de Luis Alberto Rodríguez, José
Felipe Tavip y Francisco Pablo D’Aloia por la suma de doscientos mil pesos ($200.000) o, en
su defecto, inhibirlos de la libre disposición de los mismos.
16- Protocolícese y hágase saber.
Ante mi..-
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Las “obsesiones” represivas de Menéndez. La prohibición de libros y cómo los militantes políticos
escondían obras o compraban las de tinte nacionalsocialista para distraer. ¿Recordás algún libro que
haya sido prohibido? Dejá tu comentario.
Federico Noguera
De nuestra Redacción
fnoguera@lavozdelinterior.com.ar
Al igual que ocurrió durante el nazismo con la quema de miles de libros en la Bebelplatz de Berlín el 10
de mayo de 1933, el Tercer Cuerpo del Ejército incineró el 29 de abril de 1976 cientos de textos
censurados durante la última dictadura militar en Córdoba.
La medida fue ordenada por el entonces jefe del Cuerpo, Luciano Benjamín Menéndez (ver Un hombre
violento y que nunca se arrepintió , 26/05/08), quien entendió que los materiales resultaban "perniciosos"
para el intelecto.
"La dictadura militar tuvo una profunda política de censura sobre lo que podíamos hacer, leer y pensar",
afirma la titular del Archivo, Ludmila da Silva Catela, quien agrega que los militares "prohibían un autor
y su obra".
Por eso, el Archivo Provincial de la Memoria, ex Departamento de Inteligencia de la Policía (D2), creó la
"Biblioteca de Libros Prohibidos", un espacio que desde 2007 intenta recordar, recuperar y difundir los
materiales censurados como sus historias. Y que pretende, además, incentivar la reflexión sobre una época
nefasta y oscura. También hay un archivo de la historia oral en el cual los sobrevivientes y familiares de
desaparecidos relatan el horror de esos años.
Durante la represión de Menéndez en Córdoba la censura fue implacable. "El Tercer Cuerpo del Ejército
tenía una obsesión por la represión cultural. Fue uno de los que más énfasis puso", relata la también
investigadora del Conicet .
En el período de facto se censuraron más de 100 obras de autores locales y extranjeros de las que se
tengan conocimiento y se intervinieron varias bibliotecas, entre ellas la Córdoba y la de Filosofía , de la
Universidad Nacional de Córdoba (UNC).
Para unas de las colaboradoras de la Comisión Provincial de la Memoria, Eliana Lacombe, "no sólo había
una política de represión sistemática a militantes, sino también persecución ideológica llevada a muchos
extremos: los libros infantiles, por ejemplo".
Es conocido el caso del libro La torre de cubos, de Laura Devetach, prohibido por el Ministerio de
Cultura y Educación de Córdoba por su "ilimitada fantasía". Pero los infantiles no fueron los únicos libros
censurados: muchas obras ligadas al movimiento tercermundista también fueron secuestradas por el
Tercer Cuerpo.
De cualquier forma, las prohibiciones alcanzaron pero vigentes en otras provincias. La censura podía ser a
nivel nacional, provincial y municipal.
"Estaba la preponderancia de decir: ‘Las Fuerzas Armadas prohibían cualquier cosa’. Pero si uno de pone
a ver era unos grandes estudiosos. Estaban preocupados con qué se transmitía en la escuela", dice Da
Silva Catela.
Revistas. Asimismo, la revistas culturales y políticas locales también sufrieron la represión cultural. Sin
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embargo, Lacombe y Da Silva Catela dicen desconocer los mecanismos previos de los censores al
momento de editar las revistas. En tal sentido, Da Silva Catela revela que en Buenos Aires, "los de la
revista Humor, muchas veces, se sentaban con los censores a discutir sobre algunas cuestiones".
Autocensura. "Muchos militantes lo que hacían era enterrar o quemar buena parte de su biblioteca
porque pensaban que podía ser peligroso. La autocensura tiene que ver con eso: cómo se ejecuta la
‘cultura del miedo’", afirma la responsable del Archivo.
Los militantes también utilizaron mecanismos de distracción. Da Silva Catela comenta que algunos
compraban "muchos libros que hagan la biblioteca de un nacionalsocialista" y de esa forma "mezclaban"
sus propios libros "con esos, los forraban, los llevaban a casas que no podían ser sospechosas".
Una historia de horror. El Archivo Provincial de la Memoria de Córdoba (Pasaje Santa Catalina 66), ex
D2, permaneció en poder de la Policía hasta 2006.
Lo que muchos no saben es que esos terrenos, que inicialmente fueron propiedad del Cabildo, luego
pasaron a ser casas de familia durante los siglos 18 y 19, y posteriormente sede de la empresa de alfajores
Chamás.
"Desde el origen siempre se utilizó para asesinar personas. Desde 1577 se utilizaba para el fusilamiento
de los reos y se conocía como El Corral", cuenta Da Silva Catela.
ARCHIVO PROVINCIAL DE LA MEMORIA. Sobre el Pasaje Santa Catalina (Gentileza Día a Día).
“La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con
ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como
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por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que
puede venir a los hombres”
Don Quijote
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