Este documento analiza la parábola del buen samaritano en el Evangelio de Lucas. Jesús cuenta esta parábola para responder a la pregunta de un legista sobre quién es considerado prójimo. A través de la historia, Jesús enseña que el prójimo es cualquier persona que necesite ayuda, no solo aquellos dentro de nuestro propio grupo. El samaritano muestra misericordia al hombre herido, aunque era de un grupo diferente, enseñando que debemos ayudar a todos los que sufren.
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Este documento analiza la parábola del buen samaritano en el Evangelio de Lucas. Jesús cuenta esta parábola para responder a la pregunta de un legista sobre quién es considerado prójimo. A través de la historia, Jesús enseña que el prójimo es cualquier persona que necesite ayuda, no solo aquellos dentro de nuestro propio grupo. El samaritano muestra misericordia al hombre herido, aunque era de un grupo diferente, enseñando que debemos ayudar a todos los que sufren.
Descripción original:
Presentación de ser misioneros en la pastoral de la salud
Este documento analiza la parábola del buen samaritano en el Evangelio de Lucas. Jesús cuenta esta parábola para responder a la pregunta de un legista sobre quién es considerado prójimo. A través de la historia, Jesús enseña que el prójimo es cualquier persona que necesite ayuda, no solo aquellos dentro de nuestro propio grupo. El samaritano muestra misericordia al hombre herido, aunque era de un grupo diferente, enseñando que debemos ayudar a todos los que sufren.
Este documento analiza la parábola del buen samaritano en el Evangelio de Lucas. Jesús cuenta esta parábola para responder a la pregunta de un legista sobre quién es considerado prójimo. A través de la historia, Jesús enseña que el prójimo es cualquier persona que necesite ayuda, no solo aquellos dentro de nuestro propio grupo. El samaritano muestra misericordia al hombre herido, aunque era de un grupo diferente, enseñando que debemos ayudar a todos los que sufren.
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Discípulos Misioneros en la Pastoral de la
Salud
“Vete y haz tú lo mismo”
(Lc 10,25-37) Elementos fundamentales para una pastoral samaritana La compasión ante el que sufre tendría que ser el punto de partida y de llegada de nuestro trabajo pastoral. La pastoral tiene que ser samaritana o no es pastoral. Esto exige que al Introducción plan de trabajo le imprimamos la mística de la compasión de tal manera que no sólo hablemos con precisión o hasta bonito, sino que vayamos construyendo una comunidad donde nadie se sienta solo en su sufrimiento; una comunidad en la que siempre hay algunos que pasan por los caminos dispuestos a compadecerse al estilo del buen samaritano, de Jesucristo. Vayamos al evangelio de Lucas. El buen samaritano 25 Se levantó entonces un experto en la ley y le dijo para —Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de tenderle una trampa: unos asaltantes que, después de despojarlo y golpearlo sin piedad, —Maestro, ¿qué debo hacer para obtener la vida eterna? se alejaron dejándolo medio muerto. 31 Un sacerdote bajaba 26 Jesús les contestó: casualmente por aquél camino y, al verlo, se desvió y pasó de largo. 32 Igualmente un levita que pasó por aquel lugar, al verlo, se desvió —¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella? y pasó de largo. 33 Pero un samaritano que iba de viaje, al llegar 27 El maestro de la ley respondió: junto a él y verlo, sintió lástima. 34 Se acercó y le vendó las heridas —Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu después de habérselas limpiado con aceite y vino; luego lo montó alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo en su cabalgadura, lo llevó a una posada y cuidó de él. 35 Al día como a ti mismo (Dt 6,5; Lv 19,18). siguiente, sacó unas monedas y se las dio al encargado, diciendo: “Cuida de él, y lo que gastes de más te lo pagaré a mi regreso”. 36 28 Jesús le dijo: ¿Quién de los tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos —Has respondido correctamente. Haz eso y vivirás. de los asaltantes? 29 Pero él, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: 37 El otro contestó: —¿Y quién es mi prójimo? —El que tuvo compasión de él. 30 Jesús le respondió: Jesús le dijo: —Vete y haz tú lo mismo. Pongamos atención al diálogo entre el legista y Jesús. ¿En dónde está el énfasis de la pregunta del legista?, ¿en el qué o en el cómo? ¿Sobre qué pregunta? ¿Esta pregunta está de alguna manera en relación con la respuesta de Jesús en el v. 28? Sospechemos un poco desde la economía o la administración correcta del lenguaje: ¿podrían las características del amor a Dios (“con todo tu corazón, con toda tu alma…”) aplicarse también al prójimo como a uno mismo? Pasemos ahora a lo que es propiamente la parábola (vv. 29-37). ¿Qué indicación proporciona el narrador para que el lector sospeche que la pregunta no viene con buenas intenciones? ¿Qué pregunta? Recordemos que había preguntado sobre el qué, ahora lo hace sobre quién es su prójimo. ¿Quién bajaba de Jerusalén a Jericó? ¿Quiénes otros van a hacer la misma ruta? (vv. 31-32) De acuerdo a lo que dice el texto en el v. 33, ¿podría suponerse la misma ruta para el samaritano? ¿Por qué? ¿En manos de quiénes cayó el hombre que bajaba de Jerusalén a Jericó? ¿Qué le hicieron? ¿Cómo lo dejaron? Pongamos también atención en los personajes. ¿Quiénes de los personajes que aparecen ahí pueden ser identificados con cierto detalle? ¿Podría tener el mismo significado la parábola si el narrador hubiera identificado con detalle al hombre que bajaba de Jerusalén a Jericó? Comparemos las acciones del sacerdote y el levita con las del samaritano: ¿por qué bajaba por el camino el sacerdote? ¿Y el levita? ¿Qué hicieron ambos? En el caso del samaritano, ¿también bajaba por casualidad? ¿Qué indicación da el narrador? Señalemos el itinerario de sus acciones (son entre 9 y 10 acciones determinantes). Recordemos la pregunta que le había hecho el legista a Jesús en el v. 29. ¿Cuál era? Ahora en el v. 36 ¿qué pregunta Jesús? ¿Qué hubiera tenido que responder el legista? ¿De qué manera responde? Si leemos del mismo evangelio de Lucas las siguientes citas: 1,50.54.58.72.78, nos damos cuenta que el único que tiene misericordia (en griego: ἔλεος) es Dios. Volvamos al samaritano, ¿qué sentimiento tuvo cuando vio a aquel hombre caído (v. 33)? Si rastreamos en el evangelio el verbo compadecerse (en griego: σπλαγχνίζομαι) nos damos cuenta, aparte de esta cita, sólo aparece en 7,13 y 15,20, atribuidos al Señor cuando se compadece de la viuda y al padre ante el hijo que vuelve. Y lo más sorprendente en los tres casos es que siempre tiene antes la acción de ver. Ya leímos el texto con mucha atención, con fe e inteligentemente. Ahora retomemos algunos elementos adicionales que probablemente nos ayuden a profundizarlo mejor. La ocasión de la parábola es la pregunta del legista sobre lo que hay que hacer para heredar la vida eterna. La pregunta del legista no sólo es legítima y correcta; además es fundamental. Él no pregunta por lo que tiene que hacer para ir al cielo; se cuestiona sobre lo que debe hacer para vivir con sentido. De ahí que Jesús mismo diga que si ama a Dios, al prójimo y a sí mismo, vivirá (v. 28). Al leer el evangelio con atención nos damos cuenta que el legista pregunta por algo que ya sabía; y lo sabía con cierta precisión. Sin embargo, es insuficiente la precisión pues al final Jesús no le preguntará si ha entendido correctamente sino sobre quién tuvo misericordia, y le pedirá que haga lo mismo. Quizás el evangelio esté precisando que el experto en religión no es el que sabe, sino el que practica al Dios de Jesús. De ahí que lo que va a querer aclarar el evangelio es qué tipo de acción le da sentido a la vida. En el fondo, la pregunta que quiere responder este evangelio es qué debemos hacer para vivir con sentido. Pero si se quiere vivir con sentido la aclaración inmediata es quién es el prójimo. El legista una vez más pregunta por una cosa que ya sabía. Para la mayoría de los judíos prójimo era el ‘próximo’, el de su grupo religioso, el de su etnia, el judío. Se podía despreciar o maltratar a un extranjero y no necesariamente atentar contra este mandamiento. En ciertos ambientes judíos del tiempo de Jesús excluían del círculo de prójimos a extranjeros, samaritanos o residentes en Israel que, tras un año de convivencia, no se hubieran convertido al judaísmo. Incluso los fariseos no consideraban prójimos a la gente del pueblo; o los esenios a los que consideraban hijos de las tinieblas. Además, las necesidades de los demás estaban supeditadas a la búsqueda de pureza; por eso, en realidad el sacerdote y el levita hicieron legalmente lo correcto: no se detuvieron porque hubieran quedado impuros, pues aquel hombre parecía muerto. Sin embargo, el evangelio modifica este concepto de ‘prójimo’: prójimo no es primeramente el próximo, sino el necesitado. Más aún, prójimo puede ser cualquiera; de ahí que el único personaje que es presentado de manera anónima sea el asaltado y medio muerto. Pareciera que Lucas quiere dejar claro también que prójimo no es el que uno busca sino el necesitado que sale al encuentro. No es mera coincidencia que cuando se hable del sacerdote y del levita se diga que casualmente bajaba por el mismo camino (vv. 31.32); aquel hombre caído no entraba en sus planes; tampoco en el del samaritano, pero éste modificó su itinerario, su tiempo y sus recursos para poder acercarse a quien lo necesitaba. Pero el evangelio va más allá todavía, pareciera que desea presentar un itinerario para la misericordia. No es casualidad que las tres ocasiones en que Lucas habla de la misericordia la relacione con el verbo ver (7,13; 10,33; 15,20). La misericordia, es decir, la compasión hasta las entrañas (en griego: σπλαγχνίζομαι) a causa del sufrimiento de otro, tiene detrás una buena vista; ver —no divisar— implica la cercanía. Por eso, la misericordia más que una acción es una reacción; la acción generalmente es cuando uno percibe, puede y quiere; la reacción va más allá: es ante lo que otros están necesitando, pide más de lo que pensábamos que podíamos y hasta cosas que en otro momento no hubiéramos querido realizar. Por eso la pregunta con la que cierra el evangelio no es quién es mi prójimo, sino quién se comportó como prójimo (v. 36). Es casi seguro que el auditorio de Jesús haya esperado que después del sacerdote y el levita se mencionara uno del pueblo, pues hay muchos textos en el antiguo Testamento que presentan esta tríada y era muy común mencionarlos en ese orden. Sin embargo, Jesús los sorprende mencionando a un samaritano. De ahí que cuando Jesús le pregunta al legista sobre quién fue el prójimo, el legista evita mencionar al samaritano por su nombre; hubiera preferido decir ‘hereje’ o ‘perro’. Pero termina mencionándolo diciendo: “el que practicó la compasión con él”. ¡Cayó en la trampa! Lucas sólo utiliza estos términos para referirse al comportamiento de Dios. Al final, hace una catequesis finísima para dar a entender que el que practica la misericordia, sea quien sea, se asemeja a Dios, se comporta como el mismo dios lo hubiera hecho. Y el final: “vete y haz tú lo mismo” (v. 37) podría malentenderse si no se recuerda lo que hizo el samaritano. Se es prójimo no sólo si se ayuda a otro sino si se hace de esta manera. De ahí que no cualquier ayuda nos asemeje a Dios; sólo la que tiene estas características y otras que desarrollará posteriormente el evangelio. Por eso, quizás tengan razón quienes dicen que para practicar la compasión no sólo hay que tener buen corazón sino también rodillas flexibles para inclinarse permanentemente. Necesitamos del necesitado para darle sentido a nuestra vida personal y comunitaria. Es decir, el que sufre se convierte en una oportunidad para darle sentido a la vida pues no es posible vivir realmente sin hacer algo por los hermanos necesitados. ¿En qué nos hace reflexionar esto respecto a las personas necesitadas que vamos encontrando diariamente?
Prójimo es el que más necesita; por eso, es el que nos
sale al encuentro. El prójimo modifica nuestro plan, nuestro tiempo, nuestro itinerario, determina nuestra pastoral. ¿En qué nos hace reflexionar este aspecto del evangelio? Prójimo (el necesitado) puede ser cualquiera… Y prójimo (el que se compadece) debemos ser todos. ¿Qué alcance podría o debería tener nuestro servicio pastoral?
No toda acción buena nos asemeja en la
misma intensidad a Dios… Hay unas que funcionan más y no deben faltar a nuestra pastoral: con seguridad las más importantes son la compasión y la misericordia. ¿En qué nos hace reflexionar esto? Podríamos pedirle perdón a Dios por las ocasiones en que hemos tratado a los hermanos enfermos como necesitados y no como hermanos que, al tener la oportunidad de servirlos, le dan sentido a nuestro ministerio, a nuestra vida, a nuestro trabajo pastoral. Podríamos darle gracias a Dios por la posibilidad, cada vez practicamos la misericordia y la compasión, de asemejarnos a Él. Pidámosle que lo que hagamos genere sensibilidad sobre quién es el prójimo… pero sobre todo suscite conciencia de que todos debemos hacernos prójimos. Podríamos rogarle que nuestro servicio no sea una acción, sino una reacción; que no hagamos sólo un plan pastoral sino sobre todo un proyecto de vida. ¿Qué comportamientos o maneras de pensar debemos modificar o cambiar para ser mejores prójimos de los más necesitados? ¿Qué podemos hacer para reflejar todavía más el rostro misericordioso de Dios a través de lo que decimos, pensamos y hacemos en nuestras comunidades parroquiales y en nuestra familia? ¿Qué tendríamos que hacer para realmente ver a quienes necesitan de nosotros como una bendición para darle sentido a nuestra vida?