Introducción, DIOS ENTRA EN LA HISTORIA

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DIOS ENTRA EN LA

HISTORIA
LA REVELACIÓN
1. LA REVELACIÓN DE DIOS
La revelación progresiva de Dios, Uno y
Trino.
Revelación de Dios y salvación de los
hombres.
Las etapas de la historia de la salvación.
Cristo, culmen y plenitud de la Revelación
La Iglesia, continuadora de la misión de
Cristo.
La revelación progresiva de Dios

“En diversos momentos y de muchos


modos habló Dios en el pasado a
nuestro padres por medio de los
profetas. En estos últimos días nos ha
hablado por medio de su Hijo, a quien
instituyó heredero de todas las cosas
y por quien hizo también los siglos”
(Hb 1,1-2).
a) Dios habla en la historia “en diversos
momentos” y “de muchos modos”.

b) La Revelación de Dios culmina con la


Encarnación, cuando nos habla por
su Hijo.

c) La Revelación del Hijo es la


culminación de algo que empezó en
la creación.
Dios no quiso revelarse a Sí mismo ni
manifestar sus designios eternos de una
vez, en solo instante, sino que siguió un
plan pedagógico, manifestando nuevas
verdades cuando los hombres estaba
preparados para aceptarlas. Cfr. Dei
Verbum 2

Dios se ha manifestado con palabras, a través


de los profetas y otros escritores sagrados,
pero también con hechos que respondían a
las palabras y las ilustraban. Y viceversa.
Revelación de Dios y salvación de los
hombres.
La Revelación tiene una dimensión
histórica. Dimensión que no es lineal,
de progreso indefinido, sino que
posee un centro, en relación con el
cual se mide un antes y un después.
Este centro y culmen es Cristo. Por eso
no crece ilimitadamente, sino que ya
está cerrada desde la constitución del
canon bíblico.
Esta dimensión histórica de la
salvación obedece a un plan de
Dios, más concretamente es una
parte del plan salvador de Dios,
que se realiza en la historia de la
salvación.
Las etapas de la historia de la
salvación
La salvación tiene una naturaleza
histórica, en el sentido que la
misericordia de Dios gobierna y
dirige los acontecimientos.
Primero, para preparar la venida
del Redentor, y después para
aplicar los frutos de la Redención
realizada en la Cruz.
La vocación inicial del hombre: estado de
justicia y santidad originales.

Dios creó al hombre racional y libre, dotado


de un alma inmortal, hecho a “imagen y
semejanza” de su Creador.

También le elevó gratuitamente a la


participación de la vida íntima de Dios, a
gozar de la visión beatífica, que excede las
fuerzas de toda naturaleza creada.
El pecado:

En la caída, el hombre perdió los


dones sobrenaturales (gracia,
virtudes, dones, mérito) y los
preternaturales (inmortalidad,
impasibilidad, integridad, ciencia),
quedando herido hasta en su
naturaleza (el fomes peccati, la
concupiscencia).
Promesa de salvación:

Pero Dios no lo abandonó, sino


que quiso restaurar los dones
perdidos, por lo menos los
sobrenaturales, a través de la
Encarnación.
La historia de la salvación es la
historia de las sucesivas alianzas
que Dios quiso establecer con los
hombres después de la caída:
Noé, Abraham, Moisés…, y la
Nueva y definitiva Alianza en
Jesucristo.
Cristo, culmen y plenitud de la
Revelación
“Al llegar la plenitud de los tiempos el
Verbo se hizo carne y habito entre
nosotros lleno de gracia y de verdad.
Cristo instauro el Reino de Dios en la
tierra, manifestó a su Padre y a Si
mismo con obras y palabras y
completo su obra con la muerte,
resurrección y gloriosa ascensión, y
con la misión del Espíritu Santo” (DV
17).
En la historia humana hubo una
larga preparación a la venida del
Salvador: tanto en el pueblo
elegido como en el mundo
pagano (Tertuliano habló de una
naturaliter christiana).
Cristo da cumplimiento a todas estas
aspiraciones, superándolas en una medida
impensable para la razón humana. En
efecto, su misterio es el de una Persona
Divina que une a sí, sin cambio, sin
confusión, sin separación, sin división, una
naturaleza humana perfecta y completa,
haciéndose hombre en todo igual que
nosotros, menos en el pecado…
…y en esta forma de hombre,
humillándose en la obediencia
hasta la muerte de Cruz. Esta
humildad y esta obediencia
repararon de modo
sobreabundante la ofensa original
y todos los pecados de los
hombres.
Cristo obró la Redención de una vez
por todas y su Sacrificio no sólo es
suficiente sino sobreabundante para
expiar, reparar y satisfacer por los
pecados de los hombres.

Pero cada hombre tiene que asociarse


libremente a la Redención de Cristo.
Dios Padre envió al Hijo a redimir y
salvar a los hombres con una
misión universal y permanente,
que durará hasta el fin de los
tiempos. Cristo llevó a cabo su
misión durante su vida en la
tierra…
…pero, para que la Redención llegara
efectivamente a todos los hombres de
todos los tiempos, encargó a los
Apóstoles que fueran testigos suyos,
de su Muerte y Resurrección, que
predicaran el Evangelio a todas las
criaturas, hicieran discípulos y los
bautizaran en el nombre del Padre y
del Hijo y del Espíritu Santo (cfr. Mt
28,18-29; Mc 16,15).
“De ahí proviene el deber de la Iglesia
de propagar la fe y la salvación de
Cristo. [...] La misión, pues, de la
Iglesia se realiza mediante la actividad
por la cual, obediente al mandato de
Cristo y movida por la caridad del
Espíritu Santo, se hace plena y
actualmente presente a todos los
hombres y pueblos para conducirlos a
la fe, la libertad y a la paz de Cristo”
(AG 5).
2. Revelación, historia y Biblia
La historia: los hechos y su
interpretación.
Historia profana e “historia de la
salvación”.
La narración de la historia en la Biblia.
La Biblia como fuente histórica.
La historia, los hechos y su
interpretación
Conviene recordar que en el principio
de la historia están los hechos.
Después, algunos de ellos quedaron
consignados en documentos.
Por último, la tarea del historiador es
dar razón de lo acontecido, con
frecuencia mediante un texto escrito.
Los hechos son transeúntes aunque
pueden tener algunos efectos
duraderos. No siempre es posible
conocer sus causas, y en el momento de
acontecer es difícil calibrar la plenitud
de su alcance. La vida ordinaria está
llena de hechos normales que pasan
inadvertidos.
Los documentos y monumentos son
ilustraciones acerca de algunos hechos
que han pervivido.
El historiador se interesa por los
acontecimientos sucedidos. Pero
normalmente trabaja sobre
documentos, ya sean escritos y orales,
costumbres u objetos.

No puede abarcar todo lo sucedido,


por lo que sólo se ocupa de los
acontecimientos, esto es, de los hechos
relevantes.
Y de éstos no sólo se interesa por la
verdad de su acontecer, sino, sobre
todo, por la explicación de sus
motivaciones o causas y la de sus
consecuencias e implicaciones
posteriores en otros hechos.
En su labor de búsqueda, el historiador
quiere conocer y transmitir la verdad.
Sin embargo, la verdad del texto que
elabora está marcada necesariamente
por la impronta de su personalidad,
por los criterios que él mismo se ha
impuesto en su tarea, por su
metodología, por las limitaciones
inherentes a la documentación
utilizada, y por la finalidad con la que
se ha compuesto su historia.
En la antigüedad el objetivo ordinario
del escritor no era dejar un "documento"
para testimoniar ante la posteridad lo
que sucedió en los tiempos pretéritos,
sino recordar el pasado a sus
contemporáneos para darles razón de
su situación en ese preciso momento y
proporcionarles unos elementos de
reflexión y orientación para la toma de
decisiones y para la acción.
Historia profana e “historia de la
salvación”

Es necesaria, pues, la selección de


acontecimientos a los que se haya
podido acceder.
Además, hay que tomar en cuenta el
objetivo y/o la perspectiva del
historiador.
En la interpretación de estos hechos
hay un dato que conviene valorar, el
testimonio de una interpretación muy
antigua que ha llegado hasta nosotros:
la historia bíblica, que es una valoración
de la historia desde el punto de vista de
la fe de Israel y la fe cristiana.
Se trata de una clave de interpretación
interesante para todos: a quien tenga fe
le descubrirá el verdadero sentido de lo
ocurrido, a quien no la tenga le ofrecerá
una explicación plausible de los
sucesos, interesante de conocer por lo
que ha influido en la configuración de
las bases de la cultura actual.
La narración de la historia en la Biblia
Los relatos bíblicos no son como una
“fotografía” de los acontecimientos de la
historia en los que Dios intervino, sino
más bien como el “retrato pintado por
un gran pintor”.
La Biblia no ofrece la simple visión
superficial que aparece a simple vista,
sino que dibuja los caracteres de las
personas y resalta matices en los
acontecimientos.
La Biblia es como un cuadro: transmite, a
partir de unos signos más o menos
figurativos, una información más real de los
acontecimientos que la que obtuvieron los
testigos presenciales.

Póngase como ejemplo un cuadro de la


Crucifixión y una fotografía de un hombre
crucificado: para el creyente, es Quien es;
para los soldados, un ajusticiado; para los
judíos: un hereje; para los romanos: un
revoltoso.
La Biblia no es un libro convencional de
historia, sino algo mucho más
importante: una obra literaria que
ofrece un “retrato de la historia”
realizado bajo la inspiración del
Espíritu Santo.
La Revelación divina es un proceso de
“comunicación” entre Dios y el hombre. Y
como en todos los procesos humanos de
comunicación para captar lo esencial, esto
es, el mensaje transmitido, no sólo hay
que atender a la materialidad de las
palabras, sino a aquellos elementos que
hay en el que comunica o en el que recibe
el mensaje que hacen que unos signos
meramente convencionales (las palabras
que constituyen los textos) hagan llegar
una información precisa al receptor.
Por lo tanto, no sería lógico que el estudio de
la historia bíblica se ciñera unilateralmente
a una investigación literaria exhaustiva, al
estudio de lo que son meros signos para la
comunicación de verdades superiores. Para
captar a fondo el mensaje que Dios
transmite en los Libros Sagrados hay que
estar en sintonía con él mediante la fe y el
amor.
…Sin embargo, en la lectura de la Biblia, tan
grave como ese exceso sería para el teólogo
el extremo opuesto: prescindir de una
investigación científica rigurosa desde el
punto de vista de la crítica literaria e
histórica. No caer en los reduccionismos.

Ciertamente, la Biblia es un libro divino y


sagrado, y su mensaje es espiritual, pero no
cabe leerla acríticamente, como si nada
nuevo aportaran a la Doctrina acerca de
Dios y sus relaciones con los hombres.
La Biblia como fuente histórica
El valor de la Biblia como fuente
histórica es incalculable si se tiene en
cuenta el enorme cúmulo de noticas que
puede ofrecer al historiador.
Sin embargo, la finalidad que guió a
los autores de esos textos es más bien
de carácter didáctico.
Su principal objetivo consistía en
señalar la dependencia y relación entre
el hombre y Dios.
El pueblo de Israel fue escogido por
Dios de entre los pueblos para ir
manifestándose a él paulatinamente y
llevando a la práctica esas relaciones
con los hombres que tienen valor
universal.
Por eso las enseñanzas, formas de
conducta, normas morales y éticas que
se incluyen en la Biblia no sólo afectan a
Israel, sino que, salvadas las debidas
distancias temporales y culturales,
tienen valor permanente para todos los
pueblos.
La finalidad didáctica de la revelación,
esa pedagogía divina, ha dejado su
impronta indeleble en toda la Biblia y
también en los libros que tratan más
directamente de temas históricos.
Los textos que se contienen en estos
libros tienen como objeto proporcionar
ejemplos y enseñanzas para el
comportamiento, así como transmitir
una normativa adecuada para regir las
relaciones entre Dios y su pueblo.
La impronta de la Inspiración es
fundamental para entender lo que
está escrito en las páginas de la
Biblia.
Los autores, utilizando sus
facultades y talentos, escribieron
todo y sólo lo que Dios quería, con
el fin de llevarnos a la salvación.
Los autores escribieron utilizando sus
facultades y talentos, los elementos
literarios que tuvieron a su alcance y se
han expresado de acuerdo con las
formas culturales de su tiempo; dejaron
en los libros sagrados su impronta
personal y la huella del momento
histórico en el que vivieron.
Los textos de la Biblia no pueden
reducirse a la evolución del
sentimiento religioso de Israel o
de la Iglesia primitiva. Pero sí
testimonian el desarrollo
progresivo de la Revelación.
La lectura cristiana de la SE no puede
prescindir de estudiar el sentido del
texto sagrado en su contexto histórico y
literario, atendiendo a su proceso de
composición.
Prescindir de la dimensión humana en
el acceso a la Palabra de Dios contenida
en la SE sería una desvirtuación de la fe
cristiana análoga a la de prescindir de
que Jesús era hombre al estudiar el
misterio de la Encarnación del Verbo.

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