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de versos y leía en voz alta, es cuchando el ritmo, sin hacer ningún esfuerzo intelectual para comprender el sentido de la estrofa.
—Pareces aburrida —le decía Margot—. Nada te entusiasma, nada te excita, nada provoca tus deseos antes en constante alerta. ¿Estás enferma? Después de Ernesto Gramont, ningún hombre te ha interesado. ¿No hay misterios en tu vida?
—No. ¿Por qué quieres que haya misterios? Pero me siento cansada, y tus amigos, los chicos decaden tes, me producen náuseas.
—Sin embargo, cuando Gramont se marchó me hablaste de atletas y de luchadores