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394 pages, Paperback
First published May 1, 1980
“¡Qué falta de gusto y de decencia!” “¡Qué falta de teología y geometría!”A ver, que yo soy tan misántropo como el que más, el ser humano me da razones a diario para aumentar sin pausa el número de individuos e individuas a los que despreciar con toda el alma. Lo que inevitablemente me lleva a compartir con Ignatius Reilly, el egregio grandote con gorra de cazador protagonista de la novela, el pesimismo más atroz y para el que solo encuentro consuelo en la seguridad de que en pocos años todos estaremos comiendo mierda, y eso si hay para todos, como añade siempre mi primo con esa gracia que el diablo le dio. Si algo envidio de Ignatius Reilly es, sin duda, su desvergüenza en la falta de consideración que tiene con casi cualquier individuo o individua que se le cruza.
“Si un blanco de la clase media fuera lo bastante suicida como para sentarse a mi lado, imagino que lo golpearía sonoramente en la cabeza y en los hombros con una manaza, arrojando, con suma destreza, uno de mis cócteles molotov a un autobús en marcha atiborrado de blancos de clase media con la otra.”Pero aun así, me niego a ver a Ignatius Reilly como un ser tierno y entrañable malogrado por una sociedad decadente contra la que luchaba en una guerra desigual. Nadie va a convencerme de ello, ninguna conjura logrará tamaña majadería conmigo. ¿Un Don Quijote obeso? ¿Un Cristo moderno? Ignatius Reilly es un haragán, sexófobo, cobarde y pontificador de soberbia infinita y luces muy justitas que se comunica con el resto del mundo a través del desagrado y que despotrica contra todo lo que se mueve con una elegancia y una gracia, eso no se lo puedo negar, que en ocasiones nos divierte por su despropósito, que en otras nos indigna, sin dejar de divertirnos, por el reaccionario y casposo espíritu que lo inspira, y que en otras tantas más, aunque en mi criterio son las menos, nos asombra por la inesperada agudeza con la que saca los colores a la sociedad de su época, en realidad de cualquier época que sea posterior a la edad media.
Ignatius: “I suspect that beneath your offensively and vulgarly effeminate façade there may be a soul of sorts. Have you read widely in Boethius?"
N.O. Denizen: "Who? Oh, heavens no. I never even read newspapers."
Ignatius: "Then you must begin a reading program immediately so that you may understand the crises of our age," Ignatius said solemnly. "Begin with the late Romans, including Boethius, of course. Then you should dip rather extensively into early Medieval. You may skip the Renaissance and the Enlightenment. That is mostly dangerous propaganda. Now that I think of it, you had better skip the Romantics and the Victorians, too. For the contemporary period, you should study some selected comic books."
Denizen: "You're fantastic."
Ignatius: "I recommend Batman especially, for he tends to transcend the abysmal society in which he's found himself. His morality is rather rigid, also. I rather respect Batman.”
Mother Reilly: “It smells terrible in here.'
Ignatius: "Well, what do you expect? The human body, when confined, produces certain odors which we tend to forget in this age of deodorants and other perversions. Actually, I find the atmosphere of this room rather comforting. Schiller needed the scent of apples rotting in his desk in order to write. I, too, have my needs. You may remember that Mark Twain preferred to lie supinely in bed while composing those rather dated and boring efforts which contemporary scholars try to prove meaningful. Veneration of Mark Twain is one of the roots of our current intellectual stalemate.”
"Miniver cursed the commonplace
And eyed a khaki suit with loathing;
He missed the mediæval grace
Of iron clothing.
Miniver scorned the gold he sought,
But sore annoyed was he without it;
Miniver thought, and thought, and thought,
And thought about it.
Miniver Cheevy, born too late,
Scratched his head and kept on thinking;
Miniver coughed, and called it fate,
And kept on drinking."--Edward Arlington Robinson