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El Primer Jesuita. Origen de las reducciones del Paraguay

2019, Posadas, Instituto Antonio Ruiz de Montoya

El primer jesuita Origen de las reducciones del Paraguay Carlos A. Page Page, Carlos Alberto El primer Jesuita : origen de las reducciones del Paraguay / Carlos Alberto Page. - 1a ed.- Posadas : Montoya, 2019. 224 p. ; 22 x 17 cm. ISBN 978-950-829-056-4 1. Misiones. 2. Historia Regional. 3. Guaraníes. I. Título. CDD 980 Ediciones Montoya Ayacucho 1962, Posadas (3300), Misiones, Argentina. Tel. (+54) 3764 440055 Diseño Gráfico: Marcos Luft © Carlos A. Page, 2019 Hecho el depósito de ley 11.723 Reservados todos los derechos. No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio(electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de dichos derechos puede constituir un delito contra la propiedad intelectual. Esta edición se terminó de imprimir en la imprenta “Gráfica Libertad” en el mes de agosto de 2019. Índice Pág. 5 11 11 18 23 23 27 33 Introducción al presente trabajo Capítulo 1 Los orígenes reduccionales en América y la región 1.1. La experiencia reduccional antes de la llegada de los jesuitas a América 1.2. Los franciscanos en el Paraguay Capítulo 2 Arribo y proyectos de los jesuitas en el continente 2.1. Los jesuitas del Brasil 2.2. El proyecto para llegar a Asunción 2.3. La experiencia de los aldeamentos jesuíticos Capítulo 3 El apóstol Santo Tomás en América 39 39 49 56 63 3.1. Acercándonos al tema 3.2. Los jesuitas y pay Zumé 3.3. Los cronistas del Siglo XVII 3.4. Del P. Lozano a los expulsos 67 67 71 78 83 86 4.1. Estudio biobibliográfico europeo 4.2. Vasconcellos y la iconografía de los mártires 4.3. Noticias preliminares: “o mehor lingua do Brasil” 4.4. El H. Correia como instrumento para llegar al Paraguay 4.5. El martirio: la hora de la “santa muerte” Capítulo 4 Los protomártires jesuitas de América Carlos A. Page 3 Pág. 89 89 94 96 98 102 Capítulo 5 Organización y llegada de los jesuitas al Paraguay 105 105 117 121 Capítulo 6 Creación de residencias y reducciones 125 125 130 140 149 152 155 158 159 5.1. La Congregación de 1583 y el obispo Vitoria 5.2. Los PP. Saloni, Ortega y Fields 5.3. El traslado promovido por el obispo Vitoria 5.4. Ida y vuelta de un azaroso viaje 5.5. De Buenos Aires a Asunción 6.1. Establecimiento de los jesuitas en Asunción y Villarrica 6.2. Los ybyrajáras o gualachos. Desde el H. Correia al P. Ruiz de Montoya 6.3. El P. Manuel Ortega y la primera reducción de ybyrajáras Capítulo 7 Indígenas y jesuitas en el Perú 7.1. El clero, la administración civil y las reducciones 7.2. La llegada de los jesuitas al Perú 7.3. Arribo y permanencia de los PP. Barzana y Lorenzana en Asunción 7.4. Los destinos de los P. Ortega y Fields 7.5. La visita del P. Esteban Páez y la Congregación de 1600 7.6. Hacia la creación de la viceprovincia de la Sierra 7.7. El P. Diego Álvarez Paz 7.8. Los acontecimientos desde 1603 hasta el arribo del P. Torres Capítulo 8 Progresos y fin de la evangelización en el Guayrá 167 167 178 182 190 8.1. El P. Torres llega a Asunción y envía misioneros al Guayrá 8.2. Las Ordenanzas de Alfaro (1612) y las nuevas reducciones 8.3. El Guayrá después de las Ordenanzas 8.4. Trece pueblos con un fin anunciado 203 Conclusiones 211 Referencias Bibliográficas Introducción al presente trabajo E n este libro procuramos referenciar el proceso de relaciones “interculturales” entre los jesuitas y el mundo indígena desde la llegada de los primeros religiosos a tierras americanas. Por cierto, el título alude metafóricamente a un individuo, pero la realidad es que fue un trabajo colectivo que se constituyó, renovó y perfeccionó en la medida que los impuestos intercambios culturales crecieron. Esta progresión en el conocimiento del otro, llevó a los jesuitas a definir regiones precisas para la evangelización. Los factores que interactuaron fueron varios, más teniendo en cuenta que se desenvolvieron en una “zona de conflicto permanente”, donde se interponían los intereses limítrofes de Portugal y España en un territorio ajeno, donde la mayoría de sus habitantes rechazaban ambas invasiones. Los estudios que se realizaron sobre este tiempo y espacio son innumerables. Como también lo son las fuentes editas e inéditas. Pero siempre hubo una tensión Carlos A. Page 5 por parte de los historiadores hispanos y portugueses, incluso jesuitas, que confrontaron en la determinación de los orígenes de la experiencia misionera guaraní. Sin embargo, no lo eran tanto los antiguos cronistas como Del Techo y Lozano, quienes escribieron con minucioso detalle los acontecimientos de los primeros tiempos, sobre todo este último que, para mediados del siglo XVIII, contaba no solo con la obra de Del Techo, del que era crítico, sino también con las de Jarque y las inéditas de Boroa y otros, además de un acceso a documentación favorecida por su condición de historiador de la provincia. Los escritores del periodo de la expulsión no alcanzaron a brindar mayores detalles de los orígenes, seguramente sustraídos del tiempo difícil que les tocó vivir. Pero, una vez Restaurada la Compañía de Jesús, y con la determinación de la Congregación General de 1892 que designó general al P. Luis Martín García, se dispuso el estudio histórico específico de cada Asistencia. Para la de España se encomendó al P. Antonio Astraín (1912-1925) y para la de Portugal al P. Francisco Rodríguez (1931-1950). Más tarde, y con la convicción de publicar los documentos inéditos, aparecieron los Monumentalistas, como el P. Antonio Egaña quien encaró la Monumenta del Perú, continuada por el P. Enrique Fernández (1954-1986) y Serafim Leite hizo lo propio con la Monumenta del Brasil (1956-1968). Sin embargo el P. Leonhardt no pudo completar su proyecto sobre la Monumenta del Paraguay, aunque la traducción y publicación en parte de las Cartas Anuas fue un trabajo de apreciable valor. A su vez, otros jesuitas contribuyeron con la labor de difusión de fuentes, como el P. Pablo Pastells con su colección de documentos del Archivo General de Indias, continuada por el P. Mateos (1912-1949). Aunque con una mínima selección, de acuerdo con las fichas de Pastells que se conservan en la residencia jesuítica de Granada. Muchos de esos documentos se encuentran hoy perdidos en el mencionado archivo. Toda esta intensa actividad fue acompañada por historiadores, también jesuitas, que fueron más específicos en sus temas como la trilogía de los PP. Hernández, Leonhardt y Furlong que concentraron sus trabajos bajo una mirada hispanista. Sobre todo el primero, quien no aceptó nunca que la experiencia misional del Paraguay se había iniciado entre los jesuitas de la Asistencia de Portugal. Teoría que sostuvo Robert Southey desde su clásica historia de 1819. Fue el mismo P. Hernández quien trajo como antecedente la experiencia de Juli, seguida por muchos historiadores, entre ellos el P. Mateos, que impusieron la teoría de que las misiones del Paraguay tuvieron la correlación inmediata de la experiencia misional del Perú, tanto en el régimen de vida, como en las estancias de comunidad y en el excluir por completo a los españoles del pueblo. Pero no fueron imposiciones dadas por los jesuitas de entonces sino por la larga experiencia americana acumulada por el clero regular. Hasta el momento, los jesuitas del Perú solo experimentaban el ministerio de las misiones volantes y, aunque no satisfechos, ejercieron su trabajo en las doctrinas como párrocos, sin control administrativo, 6 El Primer Jesuita y por imposición del virrey Toledo que les asignó esta modalidad vedada en sus Constituciones. Para ello, concentraron sus esfuerzos en colegios y residencias que actuaban como centros operacionales de aquel apostolado propio de la Compañía de Jesús que fue rasgo distintivo de la Contrarreforma. Aún no había llegado el tiempo de fundar las reducciones independientes de las que bregaban, convirtiéndose en estandartes de su historia. Otros reflexionaron sobre la influencia del franciscano andaluz Luis de Bolaños y sus reducciones cercanas a Asunción que, desde 1580, en realidad cumplían la función de agrupar poblacionales indígenas con fines a la explotación de la mano de obra. Tal lo había denunciado otro franciscano, fray Jerónimo de Mendieta, quien escribió que las reducciones, además de explotar a los indios, servían para apropiarse de las tierras que les hacían abandonar y ese desarraigo favorecía las epidemias. Su texto, concluido en 1596, fue prohibido y recién se publicó en 1870. Incluso la labor franciscana en la región se ve desproporcionadamente descripta en trabajos de marcada tendencia del anacrónico hispanismo. La región del Paraguay, en particular, tuvo sus propias características, pues fue colonizada por españoles a mediados del siglo XVI con la fundación de Asunción, estrechando vínculos de parentesco con los guaraníes, hasta que la relación se quebró con el sistema de encomiendas. Los primeros jesuitas llegados del Brasil actuaron como mediadores, aunque no por mucho tiempo, debido a los crecientes excesos que los ubicó claramente en defensa de los indígenas, es decir la “opción preferencial por los indios”. Pues, a falta de minerales, la mayor riqueza de estas tierras se constituyó en la mano de obra indígena que también fue explotada por los paulistas que comenzaron a ingresar en la región a la caza de indígenas para esclavizarlos en los emprendimientos agrícolas de San Pablo y azucareros del litoral. Retomando la trilogía de historiadores jesuitas mencionada, diremos que el P. Furlong, fue quizás más cauto, llegando a expresar que si bien “no hay ni remoto parentesco entre estas aldeas y las reducciones de Guaraníes” (…) “es de justicia reconocer que fueron antecedentes, más o menos embrionarios de aquellos maravillosos pueblos guaraníes”. Sin embargo, sostendremos a lo largo del presente relato que no fueron solo antecedentes, sino el claro inicio de un accionar que tuvo una manifiesta continuidad en el tiempo, sin cortes institucionales como la creación primero, de la viceprovincia de Charcas o de la Sierra y luego, de la provincia del Paraguay, que sirvió para consolidar lo ya iniciado. Otros muchos autores, especialmente brasileros, siguieron esta hipótesis revalidando al P. Leite y haciendo nuevos aportes. Los PP. Leonhardt y Furlong, quizás por su ascendencia, no cuestionaron mayormente lo que ya el P. Leite del Brasil daba por sentado en 1938, es decir, la influencia directa de los jesuitas de la Asistencia de Portugal en el Paraguay. Planteo que siguieron, como dijimos, todos los historiadores brasileros dedicados a estudiar su parte dentro de las misiones del Paraguay. Con la gran producción de los historiadores jesuitas, lejos de pensar que poco Carlos A. Page 7 habían dejado para investigar a los continuadores laicos, por el contrario, favorecieron la multiplicación de los estudios. Porque estos fueron en busca de más documentos, incluso de los innumerables papeles dispersos en casas jesuíticas, tanto en la central de Roma como en España. Y aún en archivos de los Estados nacionales y provinciales. También, manteniendo la publicación de fuentes como la Biblioteca Nacional de Brasil, con la colección dirigida por Jaime Cortesão, o bien digitalizando colecciones enteras como el Archivo de la Nación Argentina (Sala IX) y la de Chile, con la valiosa aunque diezmada colección del español Francisco J. Brabo. También en España con PARES, dedicado a la difusión de los fondos digitalizados de la red de archivos estatales. Pero las divergencias se acentuaron, aunque los menos dejaron alguna mínima mención de la labor jesuita antes de la creación de la Provincia del Paraguay. Incluso ignoraron la existencia y desarrollo de la previa viceprovincia de Charcas. La discusión pasó a centrarse en las “primeras” reducciones del Guayrá, Paraná y Guaycurúes gracias a la intervención del P. Diego de Torres Bollo. El provincial dictó unas instrucciones que todos los historiadores dieron por cumplidas sin el menor cuestionamiento de si fueron practicadas realmente. Se nos ocurre este interrogante por el solo hecho de que, por ejemplo, y en una cuestión mayor, el general Aquaviva ordenó que los jesuitas no tuvieran esclavos africanos, siendo un mandato que nunca se cumplió. Nosotros trazamos otro camino, un relato diferente que conduce al mismo sitio del Guayrá, pero que se inicia con la llegada de los jesuitas a Bahía en 1549. A partir del arribo de los primeros informes del Paraguay, su evangelización se convirtió en una casi obsesiva línea de trabajo del P. Manuel de Nóbrega, primer provincial del Brasil. De él nos ocupamos en el segundo capítulo, donde señalamos los motivos que lo llevaron a enviar al P. Nunes a São Vicente, y los informes que este le elevó dando noticias del Paraguay. No solo sobre el mal trato que recibían los indígenas de parte de los españoles, sino de la existencia de elementos testimoniales, físicos y orales que daban cuenta de la presencia del Apóstol Santo Tomás en América. Cuestión, esta última, que interesó de sobremanera al P. Nóbrega y se encargó de difundir en Europa. Pero el acercamiento a Asunción era otra meta, que fue cumpliendo, acercándose al aldeamento indígena de Piratininga (hoy San Pablo), desde donde envió una avanzada misional que concluyó con la vida de los primeros mártires jesuitas de América, los HH. Correia y Souza, quienes intentaban ingresar al Paraguay por el Atlántico. De estas dos cuestiones, es decir Santo Tomás y los protomártires, nos ocupamos en los capítulos 3 y 4. En el capítulo 5 nos abocamos a la llegada de los primeros jesuitas a Asunción y, más específicamente, a la evangelización del Guayrá. Justamente de los jesuitas que ingresaron por el Paraná desde la Asistencia de Portugal. Los PP. Saloni, Ortega y Fields, cumplieron -por más de una década- una labor pastoral inspirada en las 8 El Primer Jesuita misiones volantes ignacianas y sus propias experiencias en el Brasil con la cultura tupí-guaraní. Para poder expandirse en la misión entre los indígenas necesitaban crear dos residencias, en Asunción y Villa Rica, para extender desde allí su trabajo pastoral de reconocimiento de la región a través -justamente- del apostolado de las misiones volantes o itinerantes. No solo eso, sino que avanzaron en Villa Rica creando, al menos, dos núcleos poblacionales de indígenas cristianos tutelados de los que nos referimos en el capítulo 6. En el capítulo 7 avanzamos con la llegada de los jesuitas de la Asistencia de España a Asunción. Allí es donde aparece la figura del P. Lorenzana como bisagra fundamental que unirá el mismo proyecto. Pero las desavenencias por parte de los superiores, que incluso rozan al general Aquaviva, hicieron frustrar un intento de avance donde, si bien el P. Torres fracasa en la ocupación de la provincia del Paraguay en 1604, se crea una viceprovincia que devolverá al P. Lorenzana a Asunción, llevando como discípulo al P. Cataldini, de quien aprenderá la cultura y lengua guaraní, así como él lo había hecho con el P. Saloni. Esa experiencia, recogida antes de la llegada a Asunción del P. Torres, fue fundamental a la hora de ejecutar la evangelización en el Guayrá, sitio preferido por las autoridades civiles y eclesiásticas para que los jesuitas comenzaran su trabajo con el conocimiento pleno de la lengua guaraní. De allí que pudieron pasar a una etapa superadora, creando poblados de indígenas cristianizados bajo la tutela de los jesuitas y sin intervención de los españoles, aunque estos poblados sirvieran a los españoles para tener un mayor control y concentración poblacional sometida a la encomienda. Solo después de la consolidación de estas estructuras sociales, los jesuitas abrieron su tarea misional hacia el pleno Guayrá y Tayaoba, regiones aún prácticamente sin explorar, entre indígenas con escaso contacto con el europeo, pero con plena conciencia de quiénes eran y qué querían. Se desarrolló -a partir de entonces- una trama dramática que tuvo un final casi anunciado, previsto por el P. Ruiz de Montoya, quien no dejó de denunciar en todos los foros que pudo, la hecatombe que finalmente sobrevino y costó la vida a decenas de miles de guaraníes. Sin duda víctimas de la codicia del invasor. El fracaso de la mediación jesuita, entre indios, encomenderos y la corona, ni la tensión que estos generaban, fue obstáculo para volver a intentar hacer viva la incompatible utopía misionera de simplemente crear un mundo mejor para quienes fueron los más vulnerables en su tiempo. Carlos A. Page 9
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