COMUNIDAD: ESTUDIOS DE TEORÍA SOCIOLÓGICA
Pablo de Marinis
(coordinador)
Comunidad: estudios de
teoría sociológica
ÍNDICE
Introducción: la comunidad en la teoría sociológica. Pablo de Marinis.......... 9
Primera Parte
Comunidad, sociedad y Estado en los escritos tempranos de Karl
Marx. Daniel Alvaro ....................................................................31
Comunidad, autoridad y orden social en Max Weber y Émile
Durkheim. Evangelina Geicsnek .......................................................67
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Segunda parte
Lazo social y metrópolis. La comunidad en los orígenes de la sociología
urbana: Georg Simmel y Robert E. Park. Emiliano Torterola .................. 109
Una “Comunidad de comunidades”: tras las huellas de una tradición
liberal y democrática de pensamiento acerca de la comunidad en las
obras de John Dewey y los sociólogos de la Escuela de Chicago.
Victoria Haidar ........................................................................ 141
La “comunidad” de Chicago. Cuestión social, cuestión urbana y
cambio social: una sociología de lo comunitario. Ana Lucía Grondona ....... 189
Tercera parte
La comunidad societal de Talcott Parsons, entre la pretensión científica
y el compromiso normativista. Pablo de Marinis................................. 231
La comunidad societal en la obra de Talcott Parsons: tensiones entre la
inclusión y la exclusión. Diego Sadrinas........................................... 265
Comunidad societal y cambio social: tensiones evolucionistas en la obra
de Parsons. Natalio Pagés y Nicolás Rubí........................................... 307
Cuarta parte
La comunidad de la diferencia. Reverberaciones de la sociología de
la comunidad en Niklas Luhmann. Mariano G. Sasín............................ 337
Representar la comunidad: la teoría sociológica clásica y la perspectiva
de Niklas Luhmann en la intersección de dos problemas fundantes.
Alejandro Bialakowsky................................................................. 369
Introducción: la comunidad en
la teoría sociológica
Sobre los autores .................................................................... 417
Pablo de Marinis
Sobre la comunidad, la teoría sociológica, los gigantes
y los enanos
Todos los trabajos que componen este libro se proponen abordar
grandes preguntas, se confrontan con enormes problemas, siendo el
de la comunidad el primero (y uno de los más complicados) de ellos.
Quienes los hemos escrito nos jugamos a veces por (o jugamos a) ensayar respuestas y soluciones más o menos osadas y ambiciosas. Aunque
también lo intentamos bajo la forma más prudente y modesta, a menudo
tediosa, de la reconstrucción conceptual de lo que algunos pensadores
afirmaron sobre esas mismas preguntas y sobre esos mismos problemas.
En ese sentido, aquí tendrá plena vigencia, una vez más, lo que se encierra en aquella famosa metáfora que afirma que “somos como enanos a
hombros de gigantes”. Allí se transmite la simplificadora idea de que hoy
podemos ver y comprender ciertas estructuras y procesos porque antes
de nosotros ha habido quienes nos han abierto el camino para que ello
nos resulte posible.1
1
La idea es simplificadora no sólo porque deja sin respuesta, sino porque directamente
no se plantea preguntas tan importantes como “qué es leer”, “qué se hace y cómo con
aquello que se lee”, y “qué son las tradiciones intelectuales y/o disciplinarias en las
que uno se inscribe para leer”. Pero de todos modos, como luego se comprenderá
mejor, resulta útil referirla en esta introducción. Por demás, en un libro evidentemente
9
Comunidad, sociedad y Estado
en los escritos tempranos de
Karl Marx
Daniel Alvaro
He aquí tres grandes nombres, tres figuras mayores del pensamiento
de Marx: comunidad, sociedad y Estado. Ninguna de ellas, sin embargo,
le pertenece. Con esto tampoco decimos ni damos a entender que pertenecen de hecho o de derecho a alguien más. No hay, en sentido estricto,
propietario o autor de las citadas figuras. Como es sabido, se trata de tres
nombres emblemáticos del léxico filosófico-político y científico-social de
Occidente, cuyos usos y significados han variado notablemente a lo largo
de la historia y continúan haciéndolo aún hoy. Aun sin pertenecerle, es
indudable que Marx ha dejado una huella profunda en estos nombres.
Cuando comenzó a utilizarlos cada uno de ellos remitía a una tradición
de pensamiento por entonces hegemónica en la cual ya aparecen entrelazados y formando parte de una misma constelación conceptual. Esta
tradición, de la que Marx es uno de los herederos más fieles y a su vez
más críticos, se corresponde con la filosofía hegeliana del derecho y con
las derivas filosóficas neohegelianas, en particular, con aquella vinculada
al pensamiento de Ludwig Feuerbach.
Aquí nos preguntaremos sobre el significado y sobre el valor específico
que Marx reasigna a cada una de estas tradicionales figuras y, asimismo,
sobre cómo esta resignificación y esta revalorización afecta al sistema
de relaciones lógicas y axiológicas que ellas mantienen entre sí. A tales
31
Comunidad, sociedad y Estado en los escritos tempranos de Karl Marx
Daniel Alvaro
fines, comenzaremos por analizar algunos de los textos tempranos de su
producción que mejor articulan las nociones en cuestión. Los textos a
los que haremos referencia fueron redactados entre 1843 y 1844, vale
decir, en una época signada por cambios profundos en el modo de hacer,
concebir y conjugar “teoría” y “práctica” en la Alemania de la Restauración.
Como se verá, estos primeros escritos afirman ya una fuerte crítica de la
abstracción, que por lo demás no se agota en lo que se suele identificar
como crítica materialista del idealismo hegeliano, sino que tiende a ser
una crítica general del modo en que la teoría se había relacionado hasta
entonces con la praxis y con la realidad histórica por la cual aquella se
encuentra condicionada y a la que a un mismo tiempo condiciona.
En este contexto podemos situar las primeras aproximaciones de Marx
a una serie de preguntas cuya importancia para el desarrollo de su proyecto
científico en particular y de la teoría social en general hoy está fuera de
discusión: ¿qué hay de la comunidad? ¿Cómo se enlaza esta noción con
la de sociedad, y más específicamente con la de sociedad civil o burguesa
(bürgerliche Gesellschaft)1, y en qué se diferencian? ¿Qué relación guarda
cada una de ellas con el Estado y con la vida política en general?
Paralelamente al planteamiento de estas preguntas, es preciso constatar
desde un comienzo la inutilidad y acaso la imposibilidad de abordarlas
aisladamente. Para Marx, comunidad, sociedad civil/burguesa y Estado
1
La expresión bürgerliche Gesellschaft es en extremo ambigua ya que hace referencia,
simultáneamente, tanto a lo que la tradición anglosajona entiende por “sociedad civil”
(civil society) como a lo que la tradición francesa entiende por “sociedad burguesa” (société
bourgeoise). Como veremos, Marx saca todo el partido posible de esta “pobreza léxica” de
la lengua alemana, que al no distinguir entre “civil” y “burgués” ni entre “ciudadano” y
“burgués” permite –en palabras de Niall Bond– “crear una amalgama entre las libertades
políticas que puede exigir el ciudadano y las libertades comerciales que aprovecha el
capitalista”, y así, “sembrar una confusión entre el republicano y el burgués” (2002, 109).
Según el contexto, los traductores de Marx optan por “sociedad civil” o por “sociedad
burguesa”. Si bien ambas traducciones son “correctas”, como suele decirse, desde el
momento en que elegimos una tendemos a borrar, voluntaria o involuntariamente, la
ambigüedad de la expresión alemana con la que deliberadamente juega Marx. Para no
tener que elegir, siempre que nos referimos a esta expresión en Marx hemos decidido
escribir “sociedad civil/burguesa”, y en muchos casos directamente hemos preferido
no traducirla.
32
son los nombres capitales y en sí mismos problemáticos de un mismo
y único problema que aparece claramente delineado en sus primeros
textos y no lo abandonaría jamás: el problema de la emancipación humana.
Creemos que tal es el punto de partida y el horizonte de pensamiento de
Marx, del “joven” y del “viejo” Marx, del “demócrata” y del “comunista”,
del “político”, del “científico” y, en general, de todo lo que se ha escrito
y firmado con el nombre de “Marx”. La emancipación del hombre sería,
pues, no solamente el hilo conductor de una obra inmensa y esencialmente heterogénea, sino el designio mismo de una vida dedicada a producir
acontecimientos tendientes a revolucionar el mundo humano en todos
los planos de la existencia. Ciertamente, el sentido de lo que Marx pudo
llamar emancipación humana o emancipación universal sufrió alteraciones
profundas a lo largo del tiempo, según las exigencias de cada momento
y los cambios experimentados en su propio pensamiento. Pero siempre
se mantuvo como un ideal al que Marx nunca habría renunciado y con el
cual nos topamos sistemáticamente, aunque formulado de maneras muy
diferentes, en muchos de sus escritos de todas las épocas.
A partir de Marx, con él y contra él, lo que en última instancia nos proponemos empezar a pensar aquí es aquello que en su discurso puede interpretarse como el privilegio de la noción de comunidad. Este privilegio,
al que hemos convenido en llamar comunocentrismo, consiste en hacer de la
comunidad, implícita o explícitamente, el modelo supuestamente auténtico
o verdadero de la socialidad en general.Tal como hemos intentado demostrar en otro lugar,2 la prevalencia de la noción de comunidad sobre otras
nociones que también evocan formas de vida en común, y muy en especial
la prevalencia de la “comunidad” sobre la “sociedad” burguesa-capitalista,
no comienza ni acaba con Marx. Varios lo precedieron y lo sucedieron
en ese mismo camino. El discurso comunocéntrico no es exclusivo de
un autor ni de una única corriente de pensamiento, si bien la historia del
surgimiento de este discurso está directamente vinculada al nacimiento
de las ciencias sociales en general y al de la sociología en particular. No
obstante, aquí nos ocuparemos exclusivamente de la teoría de Marx y
de un tramo muy acotado de la misma, lo que no impide imaginar un
2
Remitimos a nuestra tesis doctoral: Alvaro (2011).
33
Daniel Alvaro
análisis de este tipo extendido al resto de su obra e incluso a otras teorías
sociológicas sobre la comunidad3.
1. De la sociedad a la comunidad
Durante los años que habitualmente se identifican con su “período de
juventud” (1840-1848), Marx plantea la cuestión de la emancipación del
hombre en relación directa con el problema de la comunidad, la sociedad
civil/burguesa y el Estado.Y si bien es en “Sobre la cuestión judía” y en la
“Introducción a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel” donde todas
estas cuestiones aparecen desarrolladas conjuntamente por primera vez,
ya en las “Cartas cruzadas en 1843” encontramos un anticipo decisivo de
lo que será este desarrollo.4
En mayo de 1843 Marx cruza impresiones con A. Ruge sobre la
situación de Prusia y de Alemania en su conjunto, sobre el “hombre deshumanizado” que aquél identifica con el “principio de la monarquía”, y
sobre la esperanza de alcanzar de una buena vez el “mundo humano de la
democracia”. Una de sus principales críticas apunta al filisteísmo imperante en Prusia: “el filisteo es el material de la monarquía y el monarca no es
más que el rey de los filisteos; y no puede liberarse a sí mismo ni liberar a
sus gentes, hacer de ellos verdaderos hombres, mientras ambas partes sigan
siendo lo que son” (1976a; 1982b, 448; traducción ligeramente modificada; subrayado nuestro). Para Marx, la palabra “filisteo” es sinónimo
3
La cuestión de la comunidad en las teorías sociológicas clásicas y contemporáneas es
el tema, o más bien el problema, del que desde hace aproximadamente cinco años se
ocupa un equipo de investigación a cargo de Pablo de Marinis con sede en el Instituto de Investigaciones Gino Germani de la Universidad de Buenos Aires. El presente
trabajo y la investigación más amplia que lo contiene es, al menos en parte, resultado
de las discusiones con quienes forman parte de este equipo. Algunos de los artículos
producidos por sus miembros se pueden consultar en este volumen así como en el
número monográfico sobre “comunidad” de Papeles del CEIC, de marzo 2010, disponible
en http://www.identidadcolectiva.es/.
4
Los dos célebres ensayos y las cartas mencionadas aparecieron en febrero de 1844 en
los Anales franco-alemanes, revista cuyo primer y único número fue editado en París por
Arnold Ruge y el propio Marx. Bajo el título “Cartas cruzadas en 1843” se agrupan
ocho cartas, de las cuales tres están firmadas por Marx, tres por Ruge, una por Bakunin,
y otra por Feuerbach.
34
Comunidad, sociedad y Estado en los escritos tempranos de Karl Marx
de esclavo. Significa, en todo caso, algo menos que hombre. El filisteo
–dice– es una “bestia” (Tier), y el “el mundo de los filisteos”, es decir,
Prusia, “es el mundo político animal” (die politische Tierwelt) (ibid., 446). Allí
los hombres llevan una existencia perfectamente animal, y por ello hay
que entender una existencia perfectamente apolítica. La única “persona
política” en Prusia es el rey. De ahí que Marx le haga decir a un imaginario
“Aristóteles alemán que calcara su Política sobre nuestras realidades”: “El
hombre es un animal social, pero totalmente apolítico” (ibid.).
El mundo humano, y por tanto político en sentido estricto, es el mundo de la democracia. Aquel que había sido realizado por la Revolución
francesa y con respecto al cual Alemania había quedado ostensiblemente
rezagada. Aquí y allá, Marx se lamenta por este retraso y por las consecuencias que esta situación acarrea para los hombres de su pueblo. Hombres
a los que el Estado desprecia ya que, en principio y por principio, los
considera despreciables. “El principio de la monarquía es, en general, el
principio del hombre despreciado y despreciable, del hombre deshumanizado
[…] Allí donde el principio monárquico se halla en mayoría, se hallan
en minoría los hombres, y cuando no se lo pone en duda, el hombre ni
siquiera existe” (ibid., 447).
¿Qué hacer, pues? ¿Cómo accionar políticamente en esta Alemania que,
a decir de Marx, estaba “hundida en el bochorno”? En una carta fechada
en marzo de 1843, también dirigida a Ruge y publicada en los Anales,
Marx llega a decir que siente “vergüenza nacional”. Con todo, Marx no
pierde la esperanza de que la “carnavalada” en la que se ha transformado
el Estado sea razón de vergüenza para los alemanes, y la vergüenza, finalmente, un impulso para la revolución política. Mientras los hombres se
sientan a sí mismos como bestias y toleren ser tratados como tales por el
representante del Estado y sus señores, razona Marx, ninguna revolución
será posible o siquiera imaginable. A pesar de este oscuro diagnóstico,
en mayo de 1843 Marx cree fervientemente en un destino democrático
para Alemania, y cree también que este destino depende fundamentalmente de que ese “tropel de esclavos” que son los alemanes de su tiempo
encuentre en el fondo de su alma “el sentimiento humano de sí mismos,
el sentimiento de la libertad”:
35
Comunidad, sociedad y Estado en los escritos tempranos de Karl Marx
Daniel Alvaro
Habría que volver a despertar en el pecho de estos hombres, el sentimiento humano de sí mismos, el sentimiento de la libertad. Solamente
este sentimiento, que ha desaparecido del mundo con los griegos y que
el cristianismo hace perderse en el vapor azul del cielo, puede volver
a convertir la sociedad (Gesellschaft) en una comunidad de hombres
(Gemeinschaft der Menschen) con el más alto de los fines: un Estado democrático (ibid., 446; traducción ligeramente modificada).
Algunos de los problemas planteados al comienzo a modo de preguntas
se encuentran encerrados en este pasaje. Lo que hasta ahora no era más
que una serie de figuras sin relación evidente entre sí encuentra en la lógica argumentativa de este joven Marx una vinculación posible. Antes de
adentrarnos en dicha lógica quizás valga la pena detenernos un instante en
el fundamento antropológico de la vasta arquitectura conceptual que aquí
comienza a edificarse, y de la que este pasaje no es más que un boceto.
El antropologismo de Marx, vale decir, su humanismo, por lo menos tal
como se manifiesta aquí y en la mayoría de sus textos tempranos, por un
lado se hace eco de lo que suele considerarse un aspecto característico del
romanticismo alemán,5 y por otro forma parte de su innegable deuda con
el pensamiento de Feuerbach. Sin entrar en detalles diremos solamente
que hacia 1843 Marx estaba bastante familiarizado con el ateísmo antropológico de Feuerbach y con los postulados generales de su materialismo
tal como ya aparecían desarrollados en la que terminará siendo su obra
capital: La esencia del cristianismo (1841). Antes de convertirse en crítico
suyo, Marx le reconoce nada menos que el haber proporcionado “una
fundamentación filosófica al socialismo” al “concebir la unidad del hombre
con el hombre, basada en las diferencias reales entre ellos” (1975; 1982a,
679). Esta nueva y radical concepción del hombre se encuentra en la base
5
Entre otros comentaristas que han escrito sobre la influencia romántica en el pensamiento humanista del joven Marx vale la pena recordar a L. Dumont, quien comenta a
propósito de esta cuestión: “la actitud del joven Marx ofrece por una parte un ejemplo
de un fenómeno típico de nuestro mundo, la rebelión del adolescente cultivado, y se
halla por otra en continuidad con el romanticismo alemán en su más amplio sentido,
con esa ‘intensificación de la dignidad del hombre’ (Steigerung…) en la que Dilthey ve
el rasgo general del movimiento intelectual alemán en torno a 1800” (1982, 149). En
el mismo sentido, véase M. Löwy y R. Sayre (2008, 103-105).
36
del proyecto de Marx y al menos durante algún tiempo, como se verá a
continuación, va a condicionar su pensamiento.
En 1843, el humanismo de Marx todavía se revela de punta a punta
idealista. Y esto desde el momento en que hace depender el salto desde
el mundo apolítico (o monárquico) al mundo político (o democrático)
de la existencia en los hombres del sentimiento humano de sí mismos,
del sentimiento de la libertad. Ante la desidia política que reina entre los
alemanes, Marx declara que habría que volver a despertar este sentimiento
en el pecho de los hombres. Entendemos, pues, que la ausencia de dicho
sentimiento es una situación coyuntural y transitoria. Un sentimiento
semejante tuvo lugar y puede volver a tenerlo. La prueba está en que
los griegos lo experimentaron bajo la forma democrático-comunitaria
de la pólis hasta que el cristianismo acabó con todo.6 Marx parece estar
convencido de que si se pudiera volver a despertar el sentimiento humano
en los hombres, la “sociedad” dejaría de ser lo que es para volver a ser una
“comunidad” con el más alto de los fines, a saber, un “Estado democrático”.
Vemos que para Marx, en realidad, la ausencia del sentimiento humano
es tan circunstancial y provisoria como la propia ausencia de comunidad.
Antes de ser lo que es en la actualidad, la Gesellschaft fue una Gemeinschaft,
y precisamente porque lo fue puede volver a serlo. Aun si en su carta se
abstiene de definir estas nociones, Marx nos proporciona algunas pistas
para empezar a comprenderlas. Así, por ejemplo, resulta claro que únicamente en la comunidad, ya sea en una remota comunidad pasada o en
una inminente comunidad futura, los hombres aparecen reconciliados con
su sentimiento humano, mientras que en la sociedad, es decir, en el aquí
y ahora del presente inmediato, los hombres carecen de toda humanidad
y de toda libertad. Dicho de otra manera, la Gemeinschaft representa la
sociedad ideal, la sociedad humana y libre que en ese entonces Marx
todavía asocia al Estado democrático, contrariamente a la Gesellschaft que
representa lisa y llanamente la sociedad real.
Marx se sirve de la oposición de estas dos figuras para describir una
determinada secuencia histórica que reencontraremos afirmada una y
6
Sobre la “glorificación general de la pólis como forma social” en éste y en otros períodos
de la obra de Marx, véase P. Springborg (1986).
37
Daniel Alvaro
otra vez a lo largo de sus textos, y, a un mismo tiempo, para exponer la
situación contradictoria que atravesaba la sociedad alemana de su tiempo.
El anquilosamiento del Estado bajo la monarquía absoluta contrastaba
con el activismo de la naciente burguesía y con el auge económico que se
experimentaba en la Confederación Germánica (Deutscher Bund) desde la
creación de la Unión Aduanera (Zollverein) en 1834. Es esta contradicción,
justamente, la que alimentaba el deseo comunitario de Marx. En ella se
basa cuando prevé una ruptura definitiva al interior de la sociedad actual:
“el sistema del lucro y del comercio, de la propiedad y la explotación de
los hombres se encarga de conducir, más aprisa todavía que el aumento
de la población, a una ruptura dentro de la actual sociedad, ruptura que
el viejo sistema no puede remediar, sencillamente porque este sistema
no cura ni crea nada, sino que se limita a existir y a disfrutar” (1982b,
449-450).
No hay que olvidar ni por un momento que estamos aquí frente a un
boceto preliminar de lo que poco a poco se irá transformando en una
tesis acabada. Retrospectivamente, muchas de las contradicciones a las
que quedan librados los argumentos expuestos en estas cartas se deben,
entre otras razones, a que en ese momento Marx todavía no había trazado
la diferencia fundamental entre “emancipación política” y “emancipación
humana”. En las cartas citadas ambas formas de emancipación todavía
aparecen confundidas y yuxtapuestas. Como decíamos más arriba, es
recién en “Sobre la cuestión judía” y en la “Introducción…” donde Marx
plantea abiertamente esta diferencia, y con ella, una nueva perspectiva
para pensar los conceptos en cuestión.
El primero de estos ensayos, “Sobre la cuestión judía”, es presentado
como un comentario crítico de dos trabajos de Bruno Bauer sobre la
emancipación de los judíos alemanes. Allí, como resumirán Marx y Engels poco tiempo más tarde, “se pone de relieve el error fundamental de
éste [de Bauer], consistente en confundir la ‘emancipación política’ y la
‘emancipación humana’” (1972; 1958, 172-173). Más específicamente,
el equívoco de Bauer es concentrar su crítica en el carácter religioso del
Estado y no en el Estado sin más: “vemos que el error de Bauer reside,
por su parte, en que somete a crítica solamente al ‘Estado cristiano’, y no al
38
Comunidad, sociedad y Estado en los escritos tempranos de Karl Marx
‘Estado en general’” (1976c; 1982h, 466). Si Bauer no da con la respuesta
es, ante todo, porque plantea mal la pregunta. La emancipación política
de un Estado religioso, como era el Estado alemán en aquel momento,
no es condición suficiente para emancipar a los hombres pertenecientes
a ese Estado de la religión misma. La emancipación política tiene un
límite muy claro que se exterioriza “en el hecho de que el Estado puede
liberarse de una traba sin que el hombre se libere realmente de ella; en
que el Estado puede ser un Estado libre sin que el hombre sea un hombre
libre” (ibid., 468). La prueba está, dice Marx, en que incluso en Estados
constitucionales como Francia y Estados Unidos la religión no ha dejado
de existir por el hecho de que allí se la considere como parte de la vida
privada de los individuos. Al mismo tiempo, y dando un paso insospechado en su demostración, Marx profundiza su crítica de la emancipación
política definiendo al Estado como el rodeo (Umweg), el medio (Medium)
o el mediador (Mittler) del que se vale el hombre para reconocerse a sí
mismo en tanto hombre. En este sentido preciso, Estado y religión coinciden. “La religión es cabalmente eso, el reconocimiento del hombre
dando un rodeo. Su reconocimiento a través de un mediador. El Estado es
el mediador entre el hombre y la libertad del hombre”. A lo que agrega
de inmediato para ya no dejar ninguna duda acerca de la posición de
valor que desde ahora le cabe a la figura del Estado: “Así como Cristo es
el mediador sobre el que el hombre descarga toda su divinidad y toda
su servidumbre religiosa, el Estado es el mediador al que desplaza toda su
no-divinidad y toda su no-servidumbre humana” (ibid., 469).
No es necesario desmenuzar el argumento hasta el final para preguntarse dónde quedó el democratismo político con el que apenas unos
meses antes Marx aleccionaba al bueno de Ruge. El Estado democrático
que aquél se figuraba como el fin más alto de una comunidad de hombres libres, pasa a ser, en su réplica a Bauer, un simple mediador entre
el hombre y su libertad. Sospechamos que el error que Marx denuncia
en el razonamiento de Bauer lo había descubierto antes en su propio
razonamiento. Durante algún tiempo aquél también habría confundido
la “emancipación política” con la “emancipación humana”, al menos hasta
el momento en que asaltado por sus propias dudas resuelve aventurarse
39
Daniel Alvaro
en la tarea de revisar críticamente la filosofía del derecho y del Estado de
Hegel.7 Una de las primeras enseñanzas de la lectura en clave política que
hace de Hegel, le sirve ahora y en este texto en particular para construir
el principal argumento a favor de la crítica de la emancipación política
como fin último del hombre. Argumento según el cual allí donde existe
un Estado político plenamente desarrollado, allí donde el Estado se ha
emancipado políticamente, el hombre vive escindido en dos. Lo que
equivale a decir que el hombre vive tanto en su “pensamiento” como en
la “realidad” una “doble vida, una celestial y otra terrenal: la vida de la
comunidad política (politischen Gemeinwesen), en la que se considera como ser
colectivo (Gemeinwesen), y la vida de la sociedad civil (bürgerlichen Gesellschaft),
en la que obra como particular; ve en los otros hombres medios suyos, se
degrada a sí mismo como medio de los otros y se convierte en juguete
de poderes extraños” (1982h, 470).8
Lejos de reconciliar al hombre consigo mismo, a través de la emancipación política el hombre no hace más que confirmar la escisión de su
propia vida, por una parte como hombre público (en calidad de tal prevalece
su vida genérica en tanto miembro de la comunidad política), y por otra
como hombre privado (en calidad de tal prevalece su vida material en tanto
miembro de la sociedad civil/burguesa). Esta escisión del hombre en
citoyen y bourgeois expresa el “divorcio secular” entre su vida genérica y su
vida material. Dada la situación de Alemania y de muchos otros Estados
europeos que por entonces todavía se aferraban al Ancien Régime, Marx
7
Véase K. Marx (1982c).
La palabra Gemeinwesen, que en este pasaje el traductor –Wenceslao Roces– vierte
primero por “comunidad” y luego por “ser colectivo”, significa, literalmente, ser o
esencia (Wesen) común (gemein). De las varias expresiones que en los textos de Marx
suelen traducirse al castellano por “comunidad”, las que utiliza con mayor frecuencia
son por lejos Gemeinschaft y Gemeinwesen. A pesar de su evidente proximidad cada uno
de estos términos tiene una historia y una connotación singular. El primero es sin duda
más coloquial y remite, en época de Marx, a la vinculación entre personas sobre la base
de características o intereses compartidos, mientras que el segundo fue empleado originalmente para designar la ‘organización política’ en el sentido clásico, griego (politeía) o
latino (res publica) de la expresión, y más tarde para referirse al carácter esencialmente
social del hombre. Para el análisis que emprendemos aquí sobre todo importa saber que
Marx tiende a utilizarlos como sinónimos y a combinar sus significados históricos.
8
40
Comunidad, sociedad y Estado en los escritos tempranos de Karl Marx
no duda en calificar la emancipación política como “un gran progreso”,
“aunque no sea la forma más alta de la emancipación humana en general,
sí es la forma más alta de la emancipación humana dentro del orden del
mundo actual” (ibid., 471). Ahora bien, para afirmar la superioridad de
la emancipación humana en general, Marx necesita demostrar que, a
diferencia de lo que Bauer cree, la emancipación política de la religión
no emancipa a los hombres de su religiosidad:
El hombre se emancipa políticamente de la religión cuando la destierra del
derecho público al derecho privado. La religión ha dejado de ser el espíritu del Estado, donde el hombre –aunque sea de un modo limitado, bajo
una forma especial y dentro de una esfera especial– se comporta como
ser genérico (Gattungswesen), en comunidad con otros hombres (in
Gemeinschaft mit andern Menschen); ahora, la religión se ha convertido
en el espíritu de la sociedad burguesa (bürgerlichen Gesellschaft), en el
espíritu de la esfera del egoísmo, del bellum omnium contra omnes. No
es ya la esencia de la comunidad (Gemeinschaft), sino la esencia de la
diferencia (Unterschieds). Ha pasado a ser la expresión del divorcio entre
el hombre y su comunidad (Gemeinwesen), entre él mismo y los otros
hombres, lo que originariamente era. […] Pero, no hay que engañarse
acerca de las limitaciones de la emancipación política. La escisión
del hombre en dos, el hombre público y el hombre privado, la dislocación
de la religión con respecto al Estado, que la desplaza a la sociedad
burguesa, no constituye simplemente una fase, sino la cúspide de la
emancipación política, la cual, por tanto, no suprime ni pretende
suprimir la religiosidad real del hombre (ibid., 471-472).
Esto quiere decir que la democracia política no erradica definitivamente la religión, sino que la desplaza desde la esfera pública o general
a la esfera privada o particular. En ella el hombre no está emancipado
precisamente porque su humanidad sólo es reconocida en la esfera de la
bürgerliche Gesellschaft donde reina la más absoluta inhumanidad, no en la
esfera donde el hombre, en comunidad con otros hombres, actúa como
ser genérico, aunque sea –y la aclaración, como veremos más adelante,
no carece de importancia– de un modo limitado. En definitiva, Marx
hace un severo llamado de atención. Llama a analizar críticamente una
situación que puede resultar engañosa, incluso y sobre todo si uno cree
41
Daniel Alvaro
ser un crítico de buena fe: el estado de cosas descripto más arriba no
representaría la excepción sino la regla de los Estados políticamente emancipados; no sería un momento intermedio sino el momento culminante
de la emancipación política. Hasta tal punto el espíritu religioso continúa
siendo parte esencial de los Estados presuntamente secularizados que
solamente en ellos la creencia religiosa aparece reconocida y garantizada
como derecho humano.
Son bien conocidos los pasajes de “Sobre la cuestión judía” en donde
se analizan los derechos del hombre a la luz de la Declaración de los derechos del
hombre y el ciudadano y de una serie de artículos constitucionales franceses y
norteamericanos. Con ello, Marx se propone demostrar, en primer lugar,
que lejos de la suposición de Bauer, el hombre no necesita renunciar a
la religión para adquirir los derechos del hombre, sino que, muy por el
contrario, el derecho a profesar una creencia religiosa aparece ya como
uno de estos derechos humanos. En segundo lugar, se propone explicitar
la distinción entre los droits de l’homme y los droits du citoyen, esto es, entre
los derechos propiamente “humanos” y los derechos “civiles”. Marx pregunta y Marx responde: “¿Cuál es el homme a quien aquí se distingue del
citoyen? Es sencillamente, el miembro de la sociedad burguesa” (ibid., 478). Al
examinar el modo en que los revolucionarios franceses concibieron los
derechos a la igualdad, la libertad, la seguridad y la propiedad, Marx corrobora que el hombre, “el hombre por antonomasia”, es el hombre asocial
de la sociedad capitalista. “Registremos, ante todo, el hecho de que los
llamados derechos humanos, los droits de l’homme, a diferencia de los droits
du citoyen, no son otra cosa que los derechos del miembro de la sociedad
civil, es decir, los derechos del hombre egoísta, del hombre que vive al
margen del hombre y de la comunidad” (ibid.). A primera vista, dice Marx,
puede resultar enigmático que el tipo de “hombre egoísta, disociado de
sus semejantes y de la comunidad” sea legitimado por los mismos movimientos revolucionarios que instauraron la comunidad política y, aún más
enigmático quizás, que los revolucionarios o “emancipadores políticos”
supediten la comunidad política a la sociedad civil/burguesa, invirtiendo así
la relación entre medio y fin. Pero bien miradas las cosas, no hay en ello
ningún enigma. La emancipación política representa la emancipación
42
Comunidad, sociedad y Estado en los escritos tempranos de Karl Marx
de la bürgerliche Gesellschaft respecto de la política. El hombre privado o
particular, “el hombre no político, aparece necesariamente como hombre
natural”, cuando en realidad, este hombre al que se le atribuyen derechos
naturales sólo llega a ser lo que es como resultado de la revolución que
instituye el Estado político. Lo que se creía enigmático no es más que una
“ilusión óptica” consustancial a la emancipación política misma, producto
de una inversión entre lo real y lo abstracto, lo verdadero y lo artificial, lo
inmediato y lo mediato, lo sensible y lo alegórico: “el hombre, en tanto que
como miembro de la sociedad burguesa, es considerado como el verdadero
hombre, como el homme, a diferencia del citoyen, por ser el hombre visto
en su inmediata existencia sensible e individual, mientras que el hombre
político es solamente el hombre abstracto y artificial, el hombre como
persona alegórica, moral. El hombre real sólo es reconocido, aquí, bajo la
forma del individuo egoísta; el verdadero hombre es reconocido solamente
bajo la forma del citoyen abstracto” (ibid., 483).
He aquí el argumento definitivo de la crítica de Marx a Bauer en torno
a la cuestión judía. Trazados los límites y expuestas las consecuencias de
la emancipación política desde el punto de vista del hombre, parecería el
momento oportuno para exponer cómo se diferencia y en qué consiste
la emancipación humana. Pero, curiosamente, en este texto Marx no
dedica a esta cuestión más que un breve párrafo donde se limita a indicar
que una emancipación de esa naturaleza sólo se lleva a cabo cuando el
hombre deja de ser un ser esencialmente dividido, esto es, cuando el
hombre recobra su unidad originaria siendo capaz de reconocerse en sus
relaciones sociales como hombre individual y ser genérico. La cuestión
de la emancipación humana o emancipación universal será desarrollada
en la “Introducción a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel”, el
segundo de los ensayos de Marx aparecido en los Anales.
En este texto, que en más de un sentido se puede considerar como
una continuación del anterior, Marx afirma que la emancipación política,
tal como se ha llevado a cabo de manera ejemplar en Francia, constituye
una “fase intermedia” y, consecuentemente, que la revolución que puso
en marcha dicha emancipación así como la emancipación misma son
de carácter “parcial”. Marx no duda de que este tipo de emancipación
43
Comunidad, sociedad y Estado en los escritos tempranos de Karl Marx
Daniel Alvaro
implique un “progreso” histórico para la humanidad, sobre todo si se
compara la situación de los Estados políticamente emancipados como
Francia con la de Estados que ni siquiera han alcanzado la emancipación
política, como es el caso de Alemania. No obstante, considera que desde
el punto de vista humano esta emancipación es todavía muy insuficiente.
Una emancipación “a la altura humana” no puede ser otra cosa que una
“emancipación humana general”, ya no una “revolución parcial” con vistas a una “liberación gradual”, sino una “revolución radical” con vistas a
una “libertad total”. Por paradójico que pudiera resultar a primera vista,
a juicio de Marx, en Alemania más que en cualquier otro lugar estaban
dadas las condiciones para una crítica radical de la religión: “Ser radical
es atacar el problema por la raíz.Y la raíz, para el hombre, es el hombre
mismo. La prueba evidente del radicalismo de la teoría alemana, y por
tanto de su energía práctica, está en saber partir de la decidida superación
positiva de la religión. La crítica de la religión desemboca en el postulado
de que el hombre es la esencia suprema para el hombre y, por consiguiente,
en el imperativo categórico de echar por tierra todas aquellas relaciones en que
el hombre es un ser humillado, sojuzgado, abandonado y despreciable”
(1976d; 1982d, 497). La crítica de la religión –Marx lo dice en la obertura
misma del ensayo– había llegado a su término en Alemania. De la mano
de Feuerbach la filosofía alemana había desenmascarado para siempre la
enajenación del hombre en Dios. De lo que se trataba a partir de entonces
era de avanzar en el sentido de la crítica de la política o, dicho a la manera
de Marx, de pasar de la crítica del cielo a la crítica de la tierra.Y la crítica
de la tierra, entendida a su vez como crítica del derecho y del Estado,
comienza a materializarse en la crítica de la bürgerliche Gesellschaft.
2. De la comunidad política a la comunidad humana
Las premisas generales para una crítica radical de la bürgerliche Gesellschaft aparecen desplegadas en la “Introducción…” pero no serán convenientemente desarrolladas sino en un artículo apenas posterior, titulado
“Glosas críticas al artículo ‘El rey de Prusia y la reforma social. Por un
prusiano’ (Vorwärts!, núm. 60)”. Dicho artículo, publicado en los números 63 y 64 del Vorwärts!, correspondientes a los días 7 y 10 de agosto de
44
1844 respectivamente, es una respuesta crítica a “El rey de Prusia…”,
aparecido poco tiempo antes en el mismo periódico y cuyo autor no era
otro que Arnold Ruge.9 El tema en discusión era el alcance político de
una sublevación de tejedores que había tenido lugar en Silesia entre los
días 4 y 6 de junio de ese mismo año. Al margen de las particularidades
de este debate y de sus razones de fondo, nos interesa el análisis de Marx
acerca de la relación entre comunidad, sociedad civil/burguesa y Estado
a la luz de estos hechos y de sus propios desplazamientos en el plano de
la teoría.
Conviene recordar que no es éste el primer escrito donde Marx
apela al proletariado como sujeto material de una revolución social (ya
lo había hecho en la “Introducción…”), pero sí es el primero donde esta
descripción del proletariado es puesta a prueba a partir del estudio de un
hecho concreto. Por su parte, Ruge había restado importancia a la sublevación de los tejedores silesianos. Según él, la revuelta carecía del “alma
política” necesaria para ser percibida como el síntoma de una verdadera
revolución social. A lo que Marx responde, volviendo contra Ruge los
argumentos antes esgrimidos contra Bauer en “Sobre la cuestión judía”,
que una revolución social no depende de la posesión de alma política. A
lo sumo, una revolución política necesita de alma política, pero no una
revolución social, cuyo fin precisamente es reafirmar la “esencia humana”
más allá de toda apariencia política. Así como Marx le reprochaba a Bauer
el confundir emancipación política con emancipación humana, aquí le
reprocha a Ruge confundir revolución política con revolución social. “La
revolución en general –el derrocamiento del poder existente y la disolución de
las viejas relaciones– es un acto político.Y sin revolución no puede realizarse
el socialismo. Este necesita de dicho acto político, en cuanto necesita de la
destrucción y la disolución. Pero, allí donde comienza su actividad organizadora, allí donde se manifiesta su fin en sí, su alma, el socialismo se despoja
de su envoltura política” (1976b; 1982f, 520). A la revolución más radical
9
El Vorwärts! fue un periódico bisemanal escrito en alemán que se publicó en París
entre enero y diciembre de 1844. En enero de 1845, a pedido del gobierno de Prusia,
Guizot ordenó la expulsión de los emigrados alemanes sospechados de haber escrito
en el periódico, Ruge y Marx entre ellos.
45
Daniel Alvaro
se la llama social pues la transformación que ella impulsa comienza por
identificar en la organización misma de la sociedad el origen de los males
colectivos. Esta es la primera publicación de Marx donde el Estado es
claramente presentado como la “expresión activa, consciente de sí misma
y oficial” de la organización material de la bürgerliche Gesellschaft. El Estado
–o la comunidad política– ya no aparece simplemente como uno de los
polos de la oposición entre vida genérica o comunitaria y vida material
o societaria. Ahora, Marx explica que el Estado se basa en esta contradicción. Y que la propia contradicción tiene su fundamento en el modo
de organización social. Por ello, para erradicar las miserias sociales que,
según Marx, desgarran, envilecen y esclavizan al individuo real, no basta
con la buena voluntad ni el entendimiento político como pregona Ruge,
ya que la comunidad política –o el Estado– no es meramente exterior
(außerhalb) a la sociedad que pretende administrar sino que en ella encuentra el principio (Prinzip) o la esencia (Wesen) de su propia vida. El Estado
moderno y la sociedad mercantil se hallan, según la metáfora de Marx,
estrechamente “fundidos entre sí”. Acabar con la esclavitud de la sociedad
mercantil equivale a acabar con el Estado moderno: “La existencia del
Estado y la existencia de la esclavitud son inseparables” (ibid., 513). Éste
y no otro es el sentido cabal de una soziale Revolution: abolición del orden
existente y hasta del fundamento mismo que lo sostiene.
Como en parte ya había hecho en la “Introducción…”, aquí Marx
elabora un diagnóstico sobre la situación alemana y la de su proletariado
en relación a la denominada revolución social. Desde su punto de vista,
la “desproporción” existente en Alemania “entre el desarrollo filosófico
y el desarrollo político” es una de las claves para entender por qué esta
nación estaría en mejores condiciones de llevar a cabo una revolución
social que una revolución política. Punto de vista que la revuelta de los
obreros silesianos no haría más que confirmar. Ruge, lo decíamos más
arriba, no había dado mayor importancia a esta insurrección y su balance
no era demasiado auspicioso, como lo demuestra esta sentencia extraída
de su artículo y citada por Marx: “Todas las revueltas que estallan en este
irremediable aislamiento de los hombres con respecto a la comunidad (Gemeinwesen) […] están condenadas a ser ahogadas en la sangre y la incomprensión”
46
Comunidad, sociedad y Estado en los escritos tempranos de Karl Marx
(ibid., 517-518). Marx va a comentar este pasaje como un nuevo error,
uno más en la “trama de errores escondidos” en el artículo de Ruge, no
sin antes hacer una aclaración cuya importancia descubrimos recién al
final del comentario:
Por comunidad (Gemeinwesen) hay que entender aquí la comunidad política,
el Estado (Staatwesen). Es la vieja canción de la Alemania apolítica.
¿Acaso todas las insurrecciones sin excepción no estallan en el irremediable aislamiento del hombre con respecto a la comunidad? ¿Acaso toda
insurrección no presupone necesariamente el aislamiento? ¿Habría
podido producirse la revolución de 1789 sin el irremediable aislamiento de los ciudadanos franceses con respecto a la comunidad? La
finalidad que dicha revolución perseguía era precisamente el romper
este aislamiento.
Ahora bien, la comunidad de la que se halla aislado el obrero es una comunidad de una realidad y una amplitud completamente diferentes a aquellas
de la comunidad política. Esta comunidad, de la que le separa su propio
trabajo, es la vida misma, la vida física y espiritual, la moral humana, la
actividad humana, el goce humano, la esencia humana. La esencia humana
es la verdadera comunidad de los hombres (Das menschliche Wesen ist das wahre
Gemeinwesen der Menschen). Y así como el irremediable aislamiento con
respecto a esta esencia es desproporcionadamente más total, más insoportable, más espantoso y más contradictorio que el aislamiento con respecto
a la comunidad política, así también la superación de este aislamiento, e
incluso una reacción parcial contra él, es una insurrección contra él mucho
más inmensa (más infinita, unendlicher), lo mismo que el hombre es más
inmenso que el ciudadano y la vida humana más inmensa que la vida política
(ibid., 519; traducción modificada).
Una vez más en el discurso del joven Marx, lo humano excede lo político. Lo excede infinitamente, lo revoluciona desde su fundamento. Como
hemos podido ver, se trata de dos naturalezas, de dos esencias inconmensurables, desproporcionadamente heterogéneas, tan heterogéneas como
pueden ser la emancipación política y la emancipación humana o, para el
caso, la revolución política y la revolución social.Y aunque teóricamente
de la comunidad política a la comunidad humana no hay más que un paso
–el paso al socialismo—, se trata, en la teoría y en la práctica, de un paso
abismal. Entre una y otra media el abismo infinito entre el individuo
47
Daniel Alvaro
abstracto y el individuo concreto, entre la existencia ideal del hombre y
su existencia real. Queda claro entonces que la esencia humana, definida
aquí como la verdadera comunidad de los hombres, es irreductible a la comunidad política, al Estado. Ahora bien, no por ello es menos cierto que
ambas comunidades son comunidades “de los hombres”, lo que equivale
a decir, siempre siguiendo el razonamiento de Marx, que tanto en una
como en otra comunidad el hombre se desenvuelve como ser genérico
(Gattungswesen). La diferencia infranqueable entre una y otra radica en lo
siguiente: mientras que en la comunidad política el hombre actúa como
ser genérico “de un modo limitado” como ya advertía Marx en “Sobre la
cuestión judía” (véase más arriba), de acuerdo a la “naturaleza limitada y
dual” propia de la esfera política, en la comunidad humana, por el contrario, la vida genérica del hombre ya no se diferenciaría de la vida en cuanto
tal, en toda su inmensidad y diversidad.
No es necesario afinar demasiado el oído para escuchar en este texto las
resonancias de algunas de las tesis fundamentales que Marx había dejado
plasmadas en los Manuscritos. Escritos entre abril y agosto de 1844 y publicados póstumamente, los Manuscritos de París marcan el punto más alto
del esencialismo humanista en la teoría de Marx y, al mismo tiempo, su
primer ajuste de cuentas con la economía burguesa. Se trata de un escrito
demasiado rico en ideas como para glosarlo aquí como quisiéramos. Por
el momento, nos contentamos con comentar brevemente algunas de las
tesis formuladas por Marx en el Tercer Manuscrito, en especial aquellas
que guardan relación con el recorrido conceptual que venimos efectuando. En este sentido, tal vez convenga comenzar por exponer la distinción
que allí se hace entre la comunidad del comunismo todavía inconcluso,
inacabado o imperfecto y la comunidad del comunismo consumado. El
primero de estos comunismos, escribe Marx, es un comunismo tosco e
irreflexivo (rohen und gedankenlosen Kommunismus), donde la situación de
los trabajadores antes bien que ser superada es extendida al resto de los
hombres, puesto que en lugar de superar la propiedad privada la perfecciona y generaliza. En la medida en que niega “la personalidad del hombre”
este comunismo es presentado como proyecto de equivalencia general
entre los hombres, como deseo de nivelación basado únicamente en los
48
Comunidad, sociedad y Estado en los escritos tempranos de Karl Marx
sentimientos de envidia y avaricia. La comunidad correspondiente a esta
forma burda de comunismo “es solamente una comunidad de trabajo y la
igualdad del salario, abonado por el capital común, por la comunidad como
el capitalista general. Ambos lados de la relación se elevan a una generalidad imaginaria, el trabajo como la determinación asignada a cada cual
y el capital como la generalidad reconocida y el poder de la comunidad”
(1968b; 1982g, 616). A este comunismo todavía basado en la propiedad
privada, contrapone un comunismo donde ésta es finalmente superada, un
comunismo donde se supera la propiedad privada en cuanto “autoenajenación humana”, un comunismo que es “real apropiación de la esencia humana
por y para el hombre”, y por ello “total retorno del hombre a sí mismo,
como hombre social, es decir, humano, retorno total, consciente y llevado
a cabo dentro de toda la riqueza del desarrollo anterior” (ibid., 617).
Si la esencia humana es la verdadera comunidad de los hombres (como
escribe Marx en las “Glosas críticas…” y como escribe también, por la
misma época y con casi idéntica sintaxis, en los “Extractos del libro de
James Mill…” (1968a; 1982e, 527)), el comunismo que reconcilia al
hombre con su esencia y con la naturaleza, entiéndase el verdadero comunismo, es la forma a través de la cual se realiza la verdadera comunidad. De
esta comunidad, como podíamos leer más arriba, lo separa al trabajador
su propio trabajo –y ahora agregamos– en cuanto trabajo enajenado. Justamente, la consecuencia más inmediata del trabajo enajenado es hacer
del hombre, de su ser genérico, un ser extraño para el propio hombre.
Recordemos que para Marx la enajenación es tanto la del hombre respecto
del hombre, respecto de su trabajo y de los productos de su trabajo, como
la del hombre respecto del otro, respecto del trabajo y de los productos
del trabajo del otro hombre. “En términos generales, la afirmación de que
al hombre se le enajena su ser genérico significa que un hombre se halla
enajenado para el otro, como cada uno de ellos con respecto a la naturaleza humana” (1982g, 601).
El comunismo consumado (vollendet) es aquel donde el hombre, enriquecido por la experiencia del desarrollo histórico que lo antecede, se
apropia de la esencia genérica o esencia humana hasta entonces enajenada.
Todo “comunismo” donde esto no suceda, ya se trate de un comunismo
49
Comunidad, sociedad y Estado en los escritos tempranos de Karl Marx
Daniel Alvaro
“de naturaleza todavía política, democrática o despótica”, o se trate de
un comunismo “con desaparición del Estado, pero, al mismo tiempo, de
esencia todavía imperfecta y afectado aún por la propiedad privada, es
decir, por la enajenación del hombre” (ibid., 617; subrayados nuestros),
será tachado de inconcluso o inacabado (unvollendet). En cierto modo,
se puede decir que entre este comunismo y el comunismo verdadero
existe una relación análoga a la que habíamos señalado más arriba entre
la comunidad política y la comunidad humana. El primer comunismo
descrito por Marx y la comunidad a la que está asociado (“la comunidad
como el capitalista general”) son de naturaleza limitada en comparación
con el comunismo y la comunidad verdaderos: mientras aquellos representan un tipo particular de emancipación política, éstos representan la
emancipación humana general. Aquí, sin embargo, la diferencia se explica
menos por la relación que cada uno de estos comunismos y sus respectivas comunidades guarda con la esfera política, esencialmente limitada
y dual, que por la relación que guardan con la propiedad privada. Este
es el punto auténticamente crítico de la diferencia entre uno y otro. De
hecho, ambos comunismos asumen por igual la exigencia ético-política
de superar la autoenajenación del hombre, sólo que para el comunismo
tosco resulta imposible llevar esta exigencia a la práctica ya que, como
“no ha captado aún la esencia positiva de la propiedad privada, y menos
aún ha comprendido la naturaleza humana de la necesidad, se ve captada
y afectada por ella. Ha captado, ciertamente, su concepto (Begriff), pero
no ha captado aún su esencia (Wesen)” (ibid.).
Así, al mismo tiempo que Marx distingue el comunismo tosco del que
no lo es, intenta distinguirse a sí mismo de los comunistas toscos (a quienes
por lo demás nunca llega a nombrar). Estos –piensa Marx– perfectamente
pueden haber entendido el concepto de propiedad privada, pero eso no
significa que hayan entendido su esencia, lo que en este contexto quiere
decir el carácter social y la necesidad histórica de la propiedad privada.
A diferencia de los llamados comunistas toscos que concebían la superación de la propiedad privada como una “negación abstracta del mundo
entero de la cultura y de la civilización”, y proyectaban al hombre del
futuro como un hombre “carente de necesidades, que, lejos de haberse
50
remontado sobre la propiedad privada, no ha llegado siquiera a ella”,
Marx postula un mundo donde la propiedad privada ha sido suprimida
y conservada según el doble sentido de la Aufhebung hegeliana. Esto es,
un mundo liberado de la enajenación, tanto de la que opera en el plano
de la “conciencia” (“enajenación religiosa”) como de aquella que lo hace
en el plano de la “vida real” (“enajenación económica”), y, a un mismo
tiempo, enriquecido por la avanzada cultural y civilizatoria que supone
efectivamente el modo de producción basado en la propiedad privada en
un momento determinado del devenir histórico.
La intuición que Marx veía confirmarse durante los meses en que
escribía los Manuscritos era justamente que para develar los secretos de la
propiedad privada era necesario comprender de un modo más certero la
sociedad en cuyo seno se traman dichos secretos: la bürgerliche Gesellschaft.
Y que para ello era necesario entregarse de lleno al estudio de la ciencia
que tenía por objeto privilegiado a esta forma particular de sociedad: la
economía política. Entre los numerosos descubrimientos fruto de esta
primera aproximación por parte de Marx a los economistas clásicos,
nos interesa uno que en cierta forma comprende a todos los demás o
mejor dicho los presupone. Nos referimos a la concepción que éstos
tienen de la “sociedad”. Aunque tal vez pueda parecer una generalización
excesiva hablar de una concepción de la sociedad siendo tantos y tan
diversos los economistas en cuestión, no deja de ser cierto que tanto
en los Manuscritos de 1844 como en los “Cuadernos de lecturas” correspondientes a ese mismo año,10 Marx da cuenta de la cercanía existente
entre las aproximaciones de muchos de ellos en lo que a la “sociedad”
se refiere. Esta cuestión resulta de la mayor importancia pues a partir
de estas lecturas Marx va a diferenciar dos conceptos diametralmente
opuestos de sociedad, que al interior de su teoría cumplen cada uno a
su manera un rol fundamental y hasta cierto punto complementario.
10
A lo largo de su vida Marx completó cientos de cuadernos con reseñas y extractos
de los libros que leía. Las reseñas y extractos correspondientes a 1844 y principios
de 1845, agrupados bajo el nombre “Cuadernos de París”, remiten principalmente a
obras de Destutt de Tracy, J. R. McCulloch, J. Mill, D. Ricardo, J. B. Say, F. Skarbek,
y A. Smith.
51
Daniel Alvaro
Contrariamente a lo que ocurría en los textos escritos antes de 1844,
donde Marx rara vez utiliza el término Gesellschaft si no es acompañado
del adjetivo bürgerliche, y cuando lo hace es en la mayoría de los casos en
el sentido negativo que suele tener la expresión bürgerliche Gesellschaft bajo
su pluma11 –y que ya tenía, por cierto, bajo la pluma de Hegel12—, en los
Manuscritos, el término Gesellschaft tiene por lo general una connotación
positiva. Esta nueva percepción de la “sociedad”, que constituye además
uno de los pilares argumentativos básicos de los Manuscritos, viene a sumarse a la enorme deuda de pensamiento que por aquellos años Marx
había contraído con Feuerbach y de la que aquí venimos ofreciendo un
testimonio escalonado. Quizás la definición más simple y rigurosa del
“concepto de sociedad” que por entonces Marx tenía en mente sea aquella
que encontramos en una carta de éste a Feuerbach, enviada desde París y
fechada el 11 de agosto de 1844: “me es grato aprovechar la ocasión para
expresarle la alta estimación y –si me permite la palabra– el amor que
siento por usted. Su Filosofía del futuro [Grundsätze der Philosophie der Zukunft
(1843)] y su Esencia de la fe [DasWesen des Glaubens im Sinne Luther’s (1844)]
son, desde luego, a pesar de su volumen reducido, obras de mayor peso
que toda la literatura alemana actual junta. […] El concebir la unidad del
hombre con el hombre (Die Einheit der Menschen mit den Menschen), basada en las diferencias reales entre ellos, y el bajar el concepto de género
humano (Menschengattung) del cielo de la abstracción para situarlo en la
tierra real, ¿qué es todo eso más que el concepto de la sociedad?” (1982a,
679). A la zaga de Feuerbach, Marx concibe un concepto de sociedad
dominado por el principio de unidad: unidad del hombre con el hombre,
11
Es revelador de este uso negativo el hecho de que en algunas ocasiones en que Marx
hace referencia a la “sociedad” en su acepción más amplia, algunos quizás dirían “neutra”, no utiliza el término Gesellschaft sino un infrecuente término alemán proveniente
del latín: Sozietät. Por ejemplo, al comienzo de “En torno a la crítica de la filosofía del
derecho de Hegel. Introducción”: “el hombre no es un ser abstracto, agazapado fuera
del mundo. El hombre es el mundo de los hombres, es el Estado, la sociedad (Sozietät)”
(1982d, 491).
12
La bürgerliche Gesellschaft “ofrece […] el espectáculo del libertinaje y la miseria, con la
corrupción física y ética que es común a ambas” (Hegel 2004, 184). Sobre los “aspectos
negativos de la sociedad civil” en Hegel, véase J. Dotti (1983, 155 y ss.).
52
Comunidad, sociedad y Estado en los escritos tempranos de Karl Marx
como acabamos de constatar, y simultáneamente unidad del hombre con
la naturaleza. “La sociedad”, leemos en los Manuscritos, “es […] la cabal
unidad esencial del hombre con la naturaleza (die vollendete Wesenseinheit
des Menschen mit der Natur), la verdadera resurrección de la naturaleza, el
naturalismo consumado del hombre y el humanismo consumado de la
naturaleza” (1982g, 619).
En este punto quisiéramos llamar la atención sobre lo que intentamos
leer como un doble movimiento de asimilación y solapamiento entre, por
una parte, lo que Marx define como humano (menschlich) y, por otra, lo que
define como social (gesellschaftlich): por ejemplo, entre la “esencia humana”
y la “esencia social”, entre la “existencia humana” y la “existencia social”,
entre el “hombre humano” y el “hombre social”, etc. Movimiento de asimilación, ya que a lo largo de los Manuscritos ambos adjetivos funcionan
como sinónimos, al punto que se reemplazan mutuamente.Y movimiento
de solapamiento, pues, muy a menudo en el discurso de Marx lo “social”
se reviste del valor humanista con el que carga potencialmente el adjetivo
“humano”. Así, la sociedad humana no es simplemente la sociedad propia
o característica del hombre en cuanto ser diferenciado de las bestias y
los dioses, sino también, o sobre todo, la sociedad del hombre humano,
es decir, aquella donde el hombre es un fin en sí mismo para el hombre.
Para decirlo de manera breve y tajante: la “sociedad” es la unión esencial
del hombre con el hombre y con la naturaleza, con todo lo que ello implica desde un punto de vista ético y normativo, o bien es otra cosa y ese
nombre ya no le conviene.
Ahora bien, sería un error suponer que fórmulas como las de “sociedad
humana” u “hombre humano” constituyen meras tautologías. Si Marx las
utiliza es entre otras razones para evidenciar mejor el carácter inhumano,
y por tanto antinatural, de la sociedad moderna y del hombre moderno.
La sociedad de la que Marx es contemporáneo, aquella en la que vive y a
la cual critica como nadie, tiene poco o nada en común con la “sociedad”
cuya definición nos ofrece tomando prestado a Feuerbach buena parte
de su aparato conceptual. Una es la bürgerliche Gesellschaft, la otra es la
Gesellschaft a secas. Una es la expresión de la más absoluta separación
del hombre consigo mismo, con los otros hombres y con la naturaleza,
53
Daniel Alvaro
la otra, se habrá entendido, expresa exactamente lo contrario. Antes de
sacar cualquier conclusión al respecto es preciso comprender que para
Marx estos conceptos operan de manera complementaria. Como si la
imperfección y la indeseabilidad de la primera fueran adecuadas para
poner en evidencia la perfección y la deseabilidad de la segunda. O dicho
más concretamente, como si la “pobreza” que caracteriza a la bürgerliche
Gesellschaft en todos y cada uno de los aspectos de la existencia humana
(físicos y espirituales, individuales y colectivos) fuera adecuada o incluso
conveniente para patentizar la “riqueza” que en los mismos aspectos caracteriza a la Gesellschaft.
En 1844, Marx cuenta indudablemente con más herramientas teóricas
para profundizar la crítica de la bürgerliche Gesellschaft que había comenzado en textos anteriores. Si bien la enajenación no es un fenómeno exclusivo de la sociedad moderna, sino que hay enajenación desde que hay
división del trabajo y por tanto hombres atomizados, es en ella donde las
relaciones sociales enajenadas se manifiestan en su máxima expresión. Es
en la sociedad moderna ya industrializada donde la división del trabajo
alcanza su grado más alto de desarrollo, donde la producción de bienes
excedentes permite el intercambio de los mismos como mercancías, y
donde el trabajo enajenado y la propiedad privada estructuran el conjunto
de las relaciones sociales entre los hombres. Es, en suma, en la sociedad
capitalista más que en cualquier otra donde la valorización del mundo
de las cosas es directamente proporcional a la desvalorización del mundo
de los hombres.
La bürgerliche Gesellschaft es el piso social, vale decir humano, más bajo
de la historia de la humanidad. En ella es posible reconocer todos los
rasgos de lo que Marx llama “potencia inhumana” (unmenschliche Macht):
enajenación de los sentidos físicos (vista, oído, gusto, olfato, tacto) y
espirituales (voluntad, amor, etc.), reducción del ser cualitativo al ser
cuantitativo calculado en dinero, precarización de las condiciones de vida
más elementales, progresiva indistinción entre ser y tener, rebajamiento
de lo específicamente social, animalización y maquinización del hombre,
etc. Ahora bien, para percibir la complejidad de este pensamiento hay que
hacer algo más que dar cuenta del sistema de oposiciones binarias que or54
Comunidad, sociedad y Estado en los escritos tempranos de Karl Marx
ganiza de parte a parte el texto (sentidos enajenados / sentidos humanos,
cantidad / calidad, antinatural / natural, tener / ser, antisocial / social,
animal / hombre, etc.), con el fin de confirmar el carácter inhumano de
la sociedad capitalista. Hay que reparar, asimismo, en el carácter social
e históricamente necesario que Marx reconoce en la propiedad privada.
No debemos perder de vista que es “gracias al movimiento de la propiedad
privada” que la sociedad se produce, se forma y se consuma, produciendo
con ella al hombre social, es decir, humano, es decir, sensible. “Así como
la sociedad en gestación se encuentra con todos los materiales necesarios
para esta formación gracias al movimiento de la propiedad privada y de
su riqueza y su miseria –de la riqueza y la miseria materiales y espirituales—, así también la sociedad ya formada produce al hombre en toda
esta riqueza de su esencia, al hombre dotado de una riqueza profunda y total
de sentido, sensible a todo” (ibid., 622). No todo es miseria en la sociedad
basada en la propiedad privada. Ella también es productora de riquezas
materiales (progreso en general, desarrollo de las fuerzas productivas) y
riquezas espirituales (cultura y civilización en sentido amplio). Esta vía
de transformación de la vida humana, según Marx, allana “el camino para
la emancipación del hombre, aunque por este camino no tuviera más remedio que completarse directamente la deshumanización” (ibid., 623).
Esta es la aparente paradoja que encierra el concepto de bürgerliche
Gesellschaft: la de ser un mal necesario. Sin esta “sociedad en gestación”
y sin todo lo que ella vehiculiza para bien y para mal se cierra el camino
que lleva hacia la “sociedad ya formada”, entiéndase hacia la Gesellschaft.
Su forma inhumana hace de ella un momento antinatural al interior de
un proceso histórico que tiende a la reconciliación del hombre con su
propia humanidad y con la naturaleza, y del que no obstante es un momento necesario. En cuanto mal necesario la bürgerliche Gesellschaft es eso
sin lo cual la Gesellschaft nunca llegaría a ser, y acaso nunca habrá sido. Pues
la sociedad a secas, aquella que Marx define como unidad del hombre
con el hombre y con la naturaleza, no representa solamente el futuro
inmediato de la sociedad comunista, sino también, aunque Marx nunca lo
diga literalmente, la condición originaria de toda organización social en
general. En realidad, lo dice sin decirlo desde el momento en que define
55
Daniel Alvaro
al comunismo como reintegración o retorno del hombre en sí (Reintegration
oder Rückkehr des Menschen in sich), como total retorno del hombre para sí
(ganzen… Rückkehr des Menschen für sich) o también como momento de
la emancipación y recuperación humanas (Moment der menschlichen Emanzipation undWiedergewinnung). Con ello da a entender muy claramente que
la esencia humana que en la sociedad actual se encuentra escindida o, si
se quiere, enajenada, en algún momento estuvo unida y por ello puede y
debe volver a estarlo. Desde un punto de vista formal al menos, el planteamiento de Marx no es demasiado original. Como es sabido, se trata
de una línea explicativa recurrente en los esquemas evolucionistas de la
época y en los programas de pensamiento teleológicos donde aparecen
vinculados el origen y el fin de la historia. Por lo demás, ya hemos visto a
Marx desplegar esta misma línea explicativa en su carta a Ruge de mayo
de 1843, justamente allí donde se trataba de volver a… (wieder) convertir
la sociedad actual en una comunidad de hombres.
Para concluir nuestra lectura del Tercer Manuscrito, echaremos luz
sobre otro aspecto importante de la diferencia que aquí nos ocupa entre
el concepto de Gesellschaft y el de bürgerliche Gesellschaft. Decíamos más
arriba que uno de los descubrimientos más significativos de esta primera aproximación de Marx a la economía política fue el hecho de haber
identificado la idea general que los representantes de esta ciencia tienen
de la “sociedad”. Siempre en el Tercer Manuscrito, Marx se sirve de una
serie de citas de los economistas más destacados de su tiempo (Smith,
Say, Skarbek y Mill entre otros) para poner en evidencia las contradicciones y los errores que serían comunes a todos ellos. Luego de analizar
autor por autor y cita por cita, Marx llega a esta interesante conclusión:
“División del trabajo y cambio son los dos fenómenos a que el economista se
remite en apoyo del carácter social de su ciencia y en los que se pone de
relieve la contradicción de una ciencia que en una sola fórmula expresa
inconscientemente la razón de ser de la sociedad mediante el interés
particular y antisocial” (ibid., 640). La objeción está dirigida tanto a los
economistas como a la ciencia de la que son representantes. Sobre todas
las cosas a Marx le interesa demostrar que tanto la división del trabajo
como el cambio, que son fenómenos de naturaleza social, son simultánea
56
Comunidad, sociedad y Estado en los escritos tempranos de Karl Marx
y contradictoriamente configuraciones de la propiedad privada, y, como
tales, expresiones enajenadas de la actividad social del hombre. El economista formula científicamente una contradicción de la que ni siquiera
es consciente. Esto es grave de por sí. Pero más grave aún –a esto apunta
la crítica de Marx– es el hecho de que estos mismos fenómenos de los
que parte efectivamente el economista para analizar la sociedad sean
presentados no como fenómenos propios de un tipo de sociedad históricamente determinado, sino como fenómenos que definen a la sociedad
en cuanto tal.
Marx no disimula su indignación ante afirmaciones como por ejemplo
ésta de Adam Smith en La riqueza de las naciones (1776): “todo hombre
vive mediante échanges, gracias al intercambio, y es hasta cierto punto un
comerciante, y la sociedad misma, acaba siendo, propiamente, una sociedad comercial”; o esta otra de Destutt de Tracy en Elementos de ideología
(1817-1818): “La sociedad es una serie de cambios recíprocos, toda la
esencia de la sociedad se cifra en el commerce” (ibid., 637; subrayados de
Marx). La gravedad del asunto reside entonces en que la economía política termina definiendo la sociedad a partir de lo que es esencialmente
extraño a su naturaleza, esto es, a partir del extrañamiento mismo. Tal
como escribe Marx en otro lugar: “la economía política plasma la forma
enajenada del intercambio social como la forma esencial y originaria (wesentliche und ursprüngliche), como la forma que corresponde al destino
humano (menschlichen Bestimmung)” (1982e, 528). Nada podría ser peor
para la comprensión cabal de los fenómenos sociales que la confusión
de la que es presa la economía política al postular el intercambio social
enajenado, es decir, el comercio, como esencia de la sociedad, es decir,
como origen y destino de la humanidad. Sólo partiendo de un grosero
error teórico pueden los economistas llegar a razonamientos de este
tipo. Este error, que en principio todos ellos habrían compartido, es ni
más ni menos el de haber confundido la sociedad con la sociedad burguesa.
Marx lo dice en varias ocasiones pero nunca tan claramente como en
el Tercer Manuscrito: “La sociedad (Gesellschaft) –tal y como se presenta
ante el economista– es la sociedad burguesa (bürgerliche Gesellschaft), en
la que cada individuo representa un conjunto de necesidades y existe
57
Comunidad, sociedad y Estado en los escritos tempranos de Karl Marx
Daniel Alvaro
para el otro solamente en tanto que el otro existe para él, en cuanto
ambos actúan mutuamente como medios” (1982g, 636).
Ahora bien, sucede que en su pretensión por historizar lo que los economistas burgueses habían naturalizado, Marx parece caer él también en
una suerte de naturalización pero de signo inverso. Para él, la “sociedad”
no es la “sociedad burguesa” como se imagina el economista, sino que la
“sociedad burguesa” es la manifestación enajenada de la “sociedad”. Lo que
es esencial y originario es la “relación social” entre el hombre y el hombre
en tanto hombres; así como la “sociedad”, entendida como unidad del
hombre con el hombre y con la naturaleza, es la verdadera forma del
destino humano. La “sociedad burguesa” no es un origen ni es un destino,
no tiene esencia ni, en consecuencia, verdad. La bürgerliche Gesellschaft es
una mera apariencia de la Gesellschaft. Es una manifestación de la verdad,
pero una manifestación enajenada, y por lo tanto una verdad a medias. Al
tomar la esencia por la apariencia, los economistas falsean la verdad, la
trastocan al punto de hacerla pasar por lo que no es o lo que es peor, al
punto de hacerla pasar por su radical opuesto. Lo cierto es que mientras los
hombres no se reconozcan a sí mismos como hombres que son, mientras
no reconozcan la esencia humana o social que es su verdadera comunidad,
ésta se manifiesta bajo su forma enajenada y caricaturesca:
En tanto que la esencia humana [es] la verdadera comunidad de los hombres,
éstos crean, producen, mediante la manifestación de su esencia, la comunidad humana, la esencia social, que no es un poder general abstracto
frente al individuo aislado, sino la esencia de cada individuo, su propia
actividad, su propia vida, su propio espíritu, su propia riqueza. Aquella
verdadera comunidad no nace, pues, de la reflexión, sino que es el resultado de la necesidad y el egoísmo de los individuos, es decir, se produce
directamente mediante la manifestación de su existencia. No depende
del hombre que esta comunidad sea o no; pero, mientras el hombre
no se reconozca como hombre y, por tanto, organice el mundo de un
modo humano, esta comunidad se manifiesta (erscheint) bajo la forma
de la enajenación. Porque su sujeto, el hombre, es en sí mismo un ser
enajenado. Los hombres, no como abstracción, sino como individuos
reales, vivientes y específicos, son esta esencia. Tal como ellos son, así es
ella misma. Tanto vale, pues, decir que el hombre se enajena a sí mismo
58
como decir que la sociedad (Gesellschaft) de este hombre enajenado es la
caricatura de su comunidad real (wirklichen Gemeinwesens), de su verdadera
vida genérica; que, por tanto, su actividad se manifiesta como un tormento, que su propia creación se convierte para él en una potencia extraña,
su riqueza en su pobreza, que el vínculo esencial (Wesensband) que le une al
otro hombre es para él un vínculo inesencial y que, en realidad, se manifiesta como su verdadera existencia su separación con respecto a los otros
hombres […] (1982e, 527; traducción ligeramente modificada).
En este pasaje de los “Extractos…” se observan numerosas, acaso demasiadas “verdades”. Algunas lo suficientemente trabajadas en algunos de
los textos de Marx que venimos leyendo y otras decididamente nuevas.
Que la esencia humana o social es la verdadera comunidad de los hombres
y que esta esencia lejos de ser abstracta es lo más concreto que alguien se
pueda imaginar, esto ya lo sabíamos pues Marx lo dice aproximadamente
con las mismas palabras en las “Glosas críticas…”. Lo que sí constituye
una novedad, incluso respecto de los Manuscritos, donde nunca se dice
explícitamente pero se insinúa más de una vez, es que la existencia de la
verdadera comunidad no depende del hombre por la sencilla razón de que
no es una invención del hombre. La comunidad humana no es posterior
ni anterior al hombre. Ella es lo que el hombre es en su existencia con los
otros hombres. Por comunidad humana hay que entender aquí comunidad
de la existencia, comunidad que se produce y se manifiesta mediante la
existencia social de los individuos. Otro modo de decir que la comunidad
es la relación social, o bien el conjunto de relaciones sociales de las que
participa cada individuo en su actividad productiva, espiritual y, para
decirlo todo, vital. Lo queramos o no y lo sepamos o no, parece decir
Marx, la existencia es comunitaria por esencia, por tanto, también cuando
los hombres se someten a esa forma individual y colectiva de existencia
enajenada que es el régimen capitalista.
Muy esquemáticamente, de todo esto se deduce que el problema de
la comunidad humana articula múltiples dimensiones de análisis, entre
las cuales es preciso contar una dimensión ontológica.13 En paralelo y a
13
Esta cuestión la abordamos conjuntamente con Ana Grondona en “Las comunidades
de Marx”, ponencia pronunciada en las 5 Jornadas de Jóvenes Investigadores, Instituto
59
Daniel Alvaro
veces superpuesta a la clásica perspectiva económico-política sobre la
comunidad, detectamos otra perspectiva, bastante menos reconocida,
que prioriza la pregunta por el ser o la esencia de la comunidad. Puede
discutirse largamente acerca de cuál de estas perspectivas prevalece en
el conjunto de la obra marxiana y ciertamente con buenos argumentos
en ambos sentidos. Lo que a esta altura nos parece indiscutible es que el
problema de la comunidad tal como lo hemos heredado del joven Marx
expone una ontología. En otro lugar intentaremos analizar los rasgos
fundamentales de la ontología comunitaria que se anuncia a través de
este pensamiento. De momento, y para empezar a concluir, haremos una
somera recapitulación de las principales ideas y los conceptos desplegados
hasta aquí.
3. El privilegio de la comunidad
Como se recordará, comenzamos nuestro recorrido con una interpretación de la temprana oposición entre el mundo político de la
democracia y el mundo apolítico de la monarquía. En el mismo sentido
diferenciamos las ideas, todavía por entonces muy poco desarrolladas
por Marx, de comunidad (pasada y futura) y sociedad (presente). Luego pasamos a considerar la diferencia conceptual entre emancipación
política y emancipación humana, y estrechamente ligada a ésta, aquella
otra entre revolución política y revolución social. También en ese apartado comentamos la distinción entre comunidad política (o Estado) y
comunidad humana, esto es, entre vida política y vida humana. Después
abordamos las convergencias y divergencias entre el comunismo tosco
y el comunismo verdadero. Al comentar esos pasajes notamos al pasar
la analogía estructural entre, por una parte, la comunidad política y la
comunidad del comunismo imperfecto y, por otra, entre la comunidad
humana general y la comunidad del comunismo consumado. Se trataba,
en un caso, de comunidades con o sin Estado pero todavía afectadas por
la propiedad privada y, en el otro, de comunidades ya desembarazadas de
la propiedad privada y, lógicamente, de las instituciones asociadas a ella.
de Investigaciones Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos
Aires, en noviembre de 2009.
60
Comunidad, sociedad y Estado en los escritos tempranos de Karl Marx
En todos los casos, los contrastes se explicaban por la mayor o menor
distancia que media entre cada una de estas comunidades y la sociedad
de la propiedad privada. Asimismo, subrayamos la distinción oposicional
entre el concepto feuerbachiano de sociedad y el concepto más general
de bürgerliche Gesellschaft. Por último, y tomando en consideración esta
última distinción vimos que en el texto de Marx se impone una poderosa
jerarquía de acuerdo a la cual se ordenan, por un lado, la sociedad como
unidad esencial, que en este sentido no se diferencia en nada de la verdadera comunidad, y por otro, la sociedad como diferencia y separación
inesencial.
A modo de corolario y conclusión de estas lecturas diremos que la
sociedad (Gesellschaft) coincide con la comunidad (Gemeinschaft, Gemeinwesen) en la medida en que ambas figuras gozan de un privilegio metafísico
idéntico y todavía impensado frente a la bürgerliche Gesellschaft, en la medida, pues, en que ambas funcionan como su otro conceptual. Existe, de
hecho, una relación jerárquica muy determinada entre los conceptos
que hemos sometido a revisión, y no sólo en estos escritos tempranos
sino también en algunos muy posteriores (Alvaro 2011). Lo hemos
registrado en cada uno de los textos analizados: para Marx, la “comunidad” tiene invariablemente una connotación positiva, incluso
cuando se trata de la llamada comunidad política, de esa comunidad
sólo en parte verdadera que pese a todo designa el punto más alto de
humanidad en los límites del mundo actual. Mientras que la “sociedad”,
cuando es calificada de “civil” o “burguesa”, arrastra consigo una connotación manifiestamente negativa: es el emblema de la humillación
física y moral del hombre, de la explotación y la esclavitud moderna,
es la esfera de la anarquía, la guerra y la diferencia, en una palabra,
es la esfera de lo inhumano.
Para comprender cabalmente lo que hemos llamado el privilegio de la
comunidad en Marx, que por cierto no se deja explicar como una simple
preferencia, fue necesario mostrar el lugar subordinado de la bürgerliche
Gesellschaft en su discurso. Desde luego, esta constatación no excluye que
en ciertos momentos, casi siempre aislados y por ende fácilmente identificables, el tono de Marx se vuelva crítico respecto de algunos aspectos
61
Daniel Alvaro
de la comunidad del pasado y, muy a menudo de manera simultánea,
celebratorio de las fuerzas materiales y espirituales desplegadas por la
sociedad capitalista. Así lo confirman conocidos pasajes del Manifiesto
del Partido Comunista y algunos de los artículos sobre el dominio colonial
inglés en la India que escribe para el New-York Daily Tribune en 1853. Al
margen de estos ejemplos puntuales difícilmente se encuentre en Marx
un retrato negativo de la comunidad.
En cualquier caso, no puede pasar desapercibido al lector que la
axiología que domina a los conceptos de comunidad y sociedad civil/
burguesa resiste a los cambios más radicales, incluidos los cambios que
supone la incipiente transición del idealismo al materialismo y del liberalismo democrático al socialismo. Tanto en el Marx que sueña con
volver a hacer de la sociedad de filisteos una comunidad de hombres o
un Estado, como en el Marx que traza un hiato infinito entre ese mismo
Estado (transfigurado en la expresión más acabada de una organización
social inhumana) y la verdadera comunidad de los hombres, tanto en
uno como en otro, la Gemeinschaft o Gemeinwesen y la bürgerliche Gesellschaft
mantienen, por así decirlo, sus atributos esenciales. En ambos contextos
filosófico-políticos, sus cualidades permanecen intactas. En la figura de
la comunidad aparece proyectado el pasado humano de un modo de
organización social completamente deshumanizado y el futuro donde el
hombre aparece reconciliado consigo mismo, con los otros hombres y
con la naturaleza. En cambio, la figura de la sociedad capitalista funciona
como el recordatorio permanente de la degradación a la que el hombre
se somete al someter el mundo humano de las relaciones genéricas al
mundo inhumano de las relaciones egoístas.Y entre una y otra, entre lo
humano-comunitario y lo inhumano-societario, oscila la figura del Estado. A diferencia de lo que ocurre con la comunidad y la sociedad civil/
burguesa, el concepto de Estado cambia radicalmente de valor. En muy
poco tiempo, el Estado pasa de ser el fin más alto de una comunidad de
hombres libres a ser la manifestación oficial de la esclavitud reinante en
la sociedad capitalista. Dicho esto, todavía hay que subrayar lo siguiente:
incluso si las relaciones que cada uno de ellos mantiene con el otro son
cualitativamente diferentes, los tres conceptos en cuestión están de62
Comunidad, sociedad y Estado en los escritos tempranos de Karl Marx
terminados por un mismo humanismo metafísico, aquel que distingue,
justamente, entre lo “humano” y lo “inhumano”.
El privilegio de la comunidad en el discurso de Marx depende de esta
adecuación difícil de nombrar, de este vínculo estrecho y presuntamente
natural entre la comunidad y la humanidad del hombre. Nada más natural
y sin embargo nada menos evidente que la adecuación entre estos valores
–lo común y lo humano– y sus respectivos opuestos. Precisamente porque el
discurso de Marx ha contribuido en gran medida a naturalizar un vínculo
que ha tenido consecuencias enormes y aún hoy insospechadas para el
pensamiento filosófico y social posterior, creímos necesario comenzar por
leer aquellos pasajes de su obra temprana donde el mentado privilegio se
puede entrever con mayor facilidad que en otras partes.
La crítica incesante de la potencia inhumana enraizada en la sociedad
capitalista se hace en nombre de la humanidad del hombre y, no lo olvidemos, en nombre de la “verdad”. El pensamiento de la comunidad es
inseparable del pensamiento de la verdad. La comunidad nombra la verdad
del vínculo social y determina su sentido. La determinación del vínculo
comunitario como verdad, en la medida en que se tiene por cosa dada o
evidente, permanece impensada en su raíz. Como efecto de lo cual tienden
a pasar desapercibidas muchas de las consecuencias teóricas y prácticas
que esta determinación conlleva, y de las cuales quizás la más inmediata
es la deposición de cualquier otro vínculo pensado, imaginado o sentido
como distinto y, en el caso límite, como contrario.
Desenredar la compleja red de relaciones lógicas y axiológicas entre
los conceptos de comunidad, sociedad civil/burguesa y Estado en Marx,
supone algo más que presentar el problema, que es básicamente lo que
hemos hecho aquí. Ello supone empezar por reconocer el extendido privilegio que Marx acuerda a la comunidad en el resto de sus escritos (en
los de juventud y en los de madurez, en los que firma solo y en los que
firma junto a Engels), profundizar el análisis de la oposición detectada
entre comunidad y sociedad (civil, burguesa, capitalista), y ponerla en
línea con otras oposiciones conceptuales presentes en su obra y no menos
sujetas al esquematismo metafísico que orienta a este pensamiento en
muchas de sus derivas fundamentales.Todo esto sin olvidar que la crítica,
63
Daniel Alvaro
por radical que sea o pretenda ser, no puede ni debe prescindir de Marx.
Sin olvidar, pues, ni por un instante, que la exigencia crítica que hoy nos
conduce a preguntarnos por nuevos modos de pensar la socialidad nos
llega, entre otros, pero más que otros, del propio Marx. Allí reside buena
parte de la riqueza de un pensador que posee la extraordinaria virtud de
promover la sublevación, a partir de él, con él y contra él.
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