Hidro Socialcycles

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Configuración hidrosocial: ¿paisaje, territorio o espacio?

Article · August 2017


DOI: 10.5072/zenodo.167126

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1 author:

Antonio Rodriguez Sanchez


Autonomous University of Zacatecas
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ISSN 2056-4856 (Print)
ISSN 2056-4864 (Online)

WATERLAT GOBACIT
NETWORK

WORKING PAPERS

Hydro-social cycles and processes: theoretical and methodological


debates about basins, spaces, and territories

Vol. 4, Nº 3
(In Spanish and Portuguese)

Newcastle upon Tyne and Mexico City, August 2017.


Cover picture: Guadalquivir River, flowing by the city of Cordoba, Andalusia, Spain, 30
December 2013.

Source: WATERLAT-GOBACIT Flickr collection (Attribution-NonCommercial Creative


Commons)
ISSN 2056-4856 (Print)
ISSN 2056-4864 (Online)

WATERLAT-GOBACIT NETWORK
WORKING PAPERS

Vol. 4, Nº 3

Thematic Area Series


Thematic Area 6 - Hydrosocial Basins, Territories, and Spaces

“Hydro-social cycles and processes: theoretical and


methodological debates about basins, spaces, and territories”

Antonio Rodríguez Sánchez and Adriana Sandoval Moreno (Eds.)


Newcastle upon Tyne and México City, August 2017

WATERLATGOBACIT
WATERLAT-GOBACIT Research Network

5th Floor Claremont Bridge Building, NE1 7RU Newcastle upon Tyne, United Kingdom
E-mail: waterlat@ncl.ac.uk
Web page: www.waterlat.org

WATERLAT-GOBACIT NETWORK Working Papers

General Editor

Jose Esteban Castro

Emeritus Professor,
Newcastle University
Newcastle upon Tyne, United Kingdom
E-mail: esteban.castro@ncl.ac.uk

Editorial Commission: (click here)


ISSN 2056-4856 (Impreso)
ISSN 2056-4864 (En línea)

Cuadernos de Trabajo de la Red


WATERLAT-GOBACIT

Vol. 4, Nº 3

Serie Áreas Temáticas


Área Temática 6 - Cuencas, Territorios y Espacios Hidrosociales

“Ciclos y procesos hidrosociales: debates teóricos y


metodológicos sobre cuencas, espacios y territorios”

Antonio Rodríguez Sánchez y Adriana Sandoval Moreno (Eds.)


Newcastle upon Tyne y Ciudad de México, Agosto 2017

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Thematic Area Series - TA6 - Vol 4 Nº 3/ 2017

Thematic Area Series Serie Áreas Temáticas


TA 6 - Hydrosocial Basins, AT 6 - Cuencas, Territorios y
Territories, and Spaces Espacios Hidrosociales

Title: Hydro-social cycles and processes: Título: Ciclos y procesos hidrosociales:


theoretical and methodological debates debates teóricos y metodológicos sobre
about basins, spaces, and territories cuencas, espacios y territorios

Corresponding Editor: Editor Correspondiente:

Antonio Rodríguez Sánchez Antonio Rodríguez Sánchez

Instituto de Investigaciones Dr. José María Instituto de Investigaciones Dr. José María
Luis Mora Luis Mora
Plaza Valentín Gómez Farías # 12. Plaza Valentín Gómez Farías # 12.
Col. San Juan Mixcoac, Col. San Juan Mixcoac,
C.P.03730 Mexico City C.P.03730 Mexico City
Mexico Mexico
Telephone: +52 5598 3777 Telephone: +52 5598 3777
Fax: +52 5563 7162 Fax: +52 5563 7162
Email: arodriguezs@institutomora.edu.mx Email: arodriguezs@institutomora.edu.mx

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Tabla de Contenidos

Página

Presentation of the Thematic Area and the Working Paper 1

Presentación del Área Temática y del Cuaderno de Trabajo 2

Presentación del Editor Correspondiente 3

“Economía política y ecología política del ciclo hidro-social” 6


Erik Swyngedouw

“Exploración de las contribuciones del enfoque “hidro-social” a


los estudios de caso sobre agua” 15
Adriana Sandoval Moreno

“Configuración hidrosocial: ¿paisaje, territorio o espacio?” 27


Antonio Rodríguez Sánchez

“Territorios hidrosociales, cuencas hidrográficas y escalas en la


gestión del agua. El caso de la Península Ibérica” 42
Leandro Del Moral Ituarte, Nuria Hernández-Mora, Afonso do Ó

“A bacia hidrográfica como construção social: política e economia


no modelo francês de gestão das águas” 67
Rodrigo Constante Martins

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Presentation of the Thematic Area and the Working Paper

This issue of the Working Papers was developed by members of the WATERLAT-
GOBACIT Network’s Thematic Area 6, Hydrosocial Basins, Territories, and Spaces
(http://waterlat.org/thematic-areas/ta6/). This issue focuses on one of the main topics
addressed by TA6, which is the ongoing academic and political debate about the concept
of “basin”, which has become the object of severe criticism in several areas of public
policy related to water management. From different standpoints, the papers discuss the
commonalities and differences between the concepts of “hidrosocial” basins, territories,
spaces, and landscapes, a topic particularly debated in human and political geography
but also in the broader interdisciplinary field of political ecology. The last two papers
also offer an empirical discussion about the continued relevance of the concept of “river
basin” in the Iberian and French traditions of water management, and explore some of
the associated policy implications, contradictions, and conceptual cleavages.
The five papers compose the first contribution to this debate emerging from the
research activities of TA6 members. We wish our readers a fruitful experience.

Jose Esteban Castro


General Editor

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Presentación del Área Temática y del Cuaderno de Trabajo

Este número de los Cuadernos de Trabajo fue desarrollado por miembros del Área
Temática 6, Cuencas, Territorios y Espacios Hidrosociales (http://waterlat.org/es/areas-
tematicas/at6/) de la Red WATERLAT-GOBACIT. El número trata uno de los temas
principales del AT6: el debate académico y político que tiene lugar en torno al concepto
de “cuenca”, que ha pasado a ser objeto de importantes críticas en varias áreas de las
políticas públicas relacionadas con la gestión del agua. Desde diferentes posiciones, los
artículos discuten las similitudes y diferencias existentes entre los conceptos de cuencas,
territorios, espacios y paisajes “hidrosociales’, un tópico debatido particularmente en la
geografía humana y política y también en el campo interdisciplinario más amplio de
la ecología política. Los dos últimos trabajos también ofrecen una discusión empírica
sobre la continuada relevancia del concepto de “cuenca” en las tradiciones de gestión
del agua ibérica y francesa y examinan algunas de sus implicaciones para las políticas
públicas, indicando también ciertas contradicciones y especificidades conceptuales.
Los cinco trabajos componen la primera contribución a este debate que surge de las
tareas de investigación de los miembros del AT6. Deseamos a nuestros lectores una
experiencia fructífera.

José Esteban Castro
Editor General

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Presentación del Editor Correspondiente

La etapa actual del capitalismo se caracteriza por una dinámica de expansión


e intensificación, a nivel global, de los procesos de mercantilización de los bienes
comunes y de la naturaleza en general. Estos procesos, resultantes de la dinámica de
acumulación capitalista, tienen su expresión también en lo relacionado con el manejo,
la administración, el control y la apropiación del agua, dando lugar a una nueva etapa
de configuraciones hidrosociales, es decir, de interacción entre la sociedad y el agua.
Dentro del Área Temática 6 Cuencas, Territorios y Espacios Hidrosociales, se analizan
algunos de estos procesos en conexión con temas como la pesca artesanal y las
comunidades ribereñas, la gestión de las aguas subterráneas, las relaciones entre
actores sociales, agua, energía y territorio, el papel del conocimiento ecológico local
en la gestión ambiental, el activismo y la educación ambiental en torno a la defensa
de los paisajes del agua, la justicia ambiental en la gestión del agua y los procesos de
elitización paisaje, entre muchos otros tópicos.
Si bien estos temas han dado lugar a estudios que utilizan el concepto de espacios
o territorios “hidrosociales”, se hace necesario reflexionar, desde una perspectiva
crítica, sobre el propio concepto y sus diversas aplicaciones en estos estudios.
También es necesario reflexionar sobre las propuestas teórico-metodológicas que
puedan dar cuenta de la complejidad que caracteriza las relaciones y los procesos
socio-políticos y culturales, económicos y financieros, político-institucionales, socio-
espaciales, ambientales, considerando la integralidad entre los modos de vida humana
y el ambiente, con foco central en la cuestión del agua. Por lo anterior, en el presente
número de los Cuadernos de Trabajo de la Red WATERLAT-GOBACIT se presentan
cuatro artículos cuyo objetivo es exponer diferentes aspectos teórico-metodológicos
en torno al concepto de “hidrosocial” y su relación con los cambios espacio-territoriales,
enfatizando la transversalidad del tema y sugiriendo la amplia gama de posibilidades
de análisis que atiende.
El primer artículo es de Erik Swyngedouw, en el cual propone algunos de los temas
prioritarios en los estudios del agua, apoyado en el enfoque de la Ecología Política.
Explica la categoría de ciclo hidrosocial la cual es definida como la inseparable relación
establecida entre las transformaciones del –y en su interior– ciclo hidrológico a escala
local, regional y global, por un lado, y las relaciones de poder social, político, económico
y cultural, por el otro. A partir de esta definición el autor explica los temas que pueden
ser abordados, con la pretensión de que ofrezcan la posibilidad de transformar la
manera en que se piensan, formulan e implementan las políticas relacionadas a los
recursos hídricos. Con dicha finalidad propone que se estudien temas que expongan
el carácter conflictivo de los procesos y transformaciones hidro-sociales. Mismas que
están incrustadas e impregnadas por, las luchas de clase, de género, étnicas y otras
luchas de poder. En este sentido, propone poner especial atención al resultado de la
interacción entre las condiciones geográficas del territorio, las decisiones técnicas y
las disposiciones político-legales, debido a que de ellas depende y se fundamenta
la inequidad en el acceso al agua. Asimismo, menciona que se debe poner especial
atención a la incursión de empresas privadas en la administración del sistema de
suministro público del agua, lo cual habla de un gradual nexo entre el proceso de
circulación hidro-social y el financiero. En torno al uso de la tecnología apropiada para

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abastecer el agua, menciona que la implementación de esas decisiones es un proceso


claramente político y debe ser analizado como tal. Otro tema a tratar es la relación que
existe entre el régimen democrático, la gestión del agua y el poder social, debido a que
existen dudas en relación a la capacidad de los sistemas democráticos y otros sistemas
para enfrentar las crisis asociadas con sequías, inundaciones o enfermedades, entre
otras problemáticas. Por último, advierte que en la medida en que haya efectivamente
una relación estrecha entre el ordenamiento hidro-social y las configuraciones político-
económicas, todo proyecto hidro-social permitirá imaginar formas de organización
diferentes, más inclusivas, sustentables y equitativas, es decir, formas de organización
social diferentes, más eficaces y democráticas.
El segundo artículo fue elaborado por Adriana Sandoval Moreno, quien realizó la
exploración de posibles contribuciones a los estudios de caso sobre los temas de
agua, basados en la noción de espacios y territorios hidrosociales, planteando algunos
interrogantes: ¿por qué incluir el enfoque “hidrosocial” en análisis de los problemas
del agua? y ¿qué pistas podría arrojar este enfoque en territorios donde los recursos
naturales están en disputa? La autora sugiere posibles temas a investigar desde la
perspectiva holística e integral del enfoque “hidrosocial” y pone énfasis en el desarrollo
histórico que permite observar la forma en que los procesos ambientales y sociales
se afectan mutuamente. También enfatiza la necesidad de profundizar el análisis
de las transformaciones territoriales a partir de la intervención de actores sociales,
relaciones de poder y cambios institucionales y la importancia del análisis escalar de
las interacciones socio-ambientales.
El cuarto artículo, a cargo de Antonio Rodríguez Sánchez, tiene por objetivo identificar si
cuando se habla de “configuración hidrosocial” sería adecuado utilizar como sinónimos
los conceptos de “territorio”, “paisaje” o “espacio”. El trabajo se propone identificar
cómo se constituyen dichas categorías durante el proceso de producción espacial y
con base en ello proporcionar algunas bases para la construcción de un concepto que
permita analizar las “configuraciones hidrosociales” en profundidad. El autor discute
la histórica carga ideológica y política que caracteriza a estos conceptos, así como las
acepciones que adquieren de acuerdo al contexto y a los debates epistemológicos en
los cuales son utilizados, poniendo énfasis sobre las posturas críticas que contribuyeron
al rediseño de los conceptos de “territorio”, “paisaje” y “espacio”, particularmente las
corrientes humanista y crítica. El artículo finaliza con una propuesta de análisis de la
“configuración hidrosocial del espacio” basada en los postulados del Realismo Crítico,
que permita entender al “espacio” como una totalidad constituida por tres niveles de
conocimiento, en la cual el papel de la escala es fundamental.
El cuarto artículo está a cargo de Leandro del Moral Ituarte, Nuria Hernández-
Mora y Afonso do Ó, quienes analizan la operatividad de la “cuenca” como unidad de
planificación, gestión y gobernanza, como ejemplo el caso de la Península Ibérica en el
marco de la implementación de la Directiva Marco del Agua (DMA) europea a partir del
año 2000. Los autores examinan la noción de “hidrosocial” a la luz de conceptos como
las “políticas de escala” y el “ajuste espacial”, que permitan explicar la extensión de las
unidades espaciales (cuencas hidrográficas), el desarrollo de procesos y las respectivas
variaciones de escala que estos generan, dando lugar entre otras cuestiones a relaciones
de poder cambiantes. El artículo utiliza como ejemplo empírico la implementación de
la DMA europea, que define a las cuencas hidrográficas como unidad de gestión, lo
cual propició un cambio tanto en la política de escala, como en las relaciones entorno
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a la administración del agua a nivel nacional e internacional, renovando y reforzando


relaciones de poder regionales y también ocasionando conflictos entre países, regiones,
autoridades locales, usuarios del agua y otros actores. Por ejemplo, en el caso de las
cuencas transfronterizas de la Península Ibérica, a pesar de la existencia de un acuerdo
de cooperación, cada país conserva las competencias clave y la total soberanía sobre
las aguas en su jurisdicción, lo cual ha provocado frecuentemente falta de cooperación,
conflictos institucionales y diplomáticos. El artículo enfatiza la necesidad de articular
formas flexibles y colaborativas, señalando que la gestión del agua por cuencas no
debe ser entendida como una “panacea”, sino más bien como una práctica de (co-)
gestión adaptativa, la cual, para producir resultados democráticos, debe involucrar, en
condiciones de igualdad, a un amplio espectro de actores relevantes que operan en
distintas escalas y contextos espaciales.
El quinto artículo, a cargo de Rodrigo Constante Martins, analiza en perspectiva
sociológica la relación entre los agentes e intereses sociales involucrados en la
consolidación de la noción de “cuenca hidrográfica” como unidad gestora, tomando
como ejemplo el modelo francés de gobernanza del agua. El autor explica en forma
sintética las características generales de la gobernanza francesa del agua y destaca
sus principales instrumentos e instituciones gestoras, particularmente la formulación
del instrumento económico de gestión, apuntando su relevancia y las contradicciones
que emergen en la práctica. También pone énfasis en la función de los grupos de interés
involucrados en la elaboración del nuevo marco gestor y en el desarrollo del mapa político
de las cuencas hidrográficas en el país. Entre sus principales conclusiones, el autor
destaca que la definición de los instrumentos de gestión ambiental como instrumentos
económicos revela, entre otros aspectos, la lectura hegemónica que la tecnociencia
sigue construyendo en relación al ambiente natural y, a nivel más complejo, su uso
como instrumento de poder legítimo.
En suma, los artículos que componen este número ofrecen una discusión conceptual
y empírica de la aplicación de conceptos clave para el abordaje de las interacciones
entre la sociedad y el agua, tomando como eje la noción de procesos “hidrosociales”. El
número forma parte de las tareas que realizan los investigadores del Área Temática 6 de
la Red, “Cuencas, Territorios y Espacios Hidrosociales”, y por lo tanto constituye lo que
consideramos una contribución a un debate que continuaremos en futuras entregas.

Antonio Rodríguez Sánchez


Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, Ciudad de México, México

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Artículo 3

Configuración hidrosocial: ¿paisaje, territorio o espacio?

Antonio Rodríguez Sánchez1


Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora

Resumen
El balance general de la revisión de algunas propuestas relacionadas con el análisis
de la configuración hidrosocial sugiere que abrevan de la teoría de la producción del
espacio, dado que se trata de un proceso histórico mediante el cual el agua es apropiada
a través del ejercicio de poder, la construcción de infraestructura y difusión de discursos
legitimadores, entre otros mecanismos. Desde esta perspectiva, el agua y la sociedad
establecen una relación dialéctica en la que se influyen mutuamente. Aunque el
análisis frecuentemente utiliza de manera indistinta categorías como: territorio, paisaje
o espacio, se puede sostener estos que no son sinónimos. Esta aseveración puede ser
examinada observando cómo se constituyen dichas categorías durante el proceso de
producción espacial, lo que puede proporcionar las bases para la construcción de un
concepto que permita analizar profundamente la Configuración Hidrosocial.

Palabras Clave: Configuración hidrosocial, producción del espacio, territorio, paisaje,


totalidad espacial, escala

Recibido: enero de 2017 Aceptado: mayo de 2017

1 E-Mail: arodriguezs@institutomora.edu.mx

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Abstract
The general balance of the review of some proposals related to the analysis of the
hydrosocial configuration suggests that they draw from space production theory,
given that it is a historical process by which water is appropriated through the exercise
of power, the construction of infrastructure, and the dissemination of legitimating
discourses, among other mechanisms. From this perspective, water and society establish
a dialectic relationship in which they influence each other. Although the analysis tends
to use indistinctly categories such as: territory, landscape or space, it can be argued
that they are not synonymous. This assertion can be examined by observing how these
categories are constituted during the process of spatial production, which can provide
the basis for the construction of a concept that may allow a thorough analysis of the
Hydrosocial Configuration.

Keywords: Hydrosocial configuration, production of space, territory, landscape, spatial


totality, scale

Received: January 2017 Accepted: May 2017

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Introducción
La configuración hidrosocial se puede definir a partir de literatura relacionada con
conceptos como: “ciclo hidro-social” (Swyngedouw, 2009), “perfiles sociometabólicos”
(Zanuccoli, et. al., 2011), “flujos de agua y los flujos de poder” (Meerganz von Medeazza,
2006), “paisajes hídricos” (Budds, 2010) y “territorios hidrosociales” (Boelens et. al.,
2016). Estos autores tienen entre sus principales puntos de convergencia el análisis de
lo que llaman el “ejercicio de poder hídrico”, es decir, las diversas estrategias utilizadas
por diversos actores en relación al control del agua, ya sea el Estado, por medio de
sus respectivas instituciones, u otros actores sociales, utilizando para este fin la
construcción de infraestructura, la difusión de discursos legitimadores, como el de la
búsqueda de eficiencia en la gestión del líquido, políticas de “desarrollo” económico
y social, entre otros mecanismos. Otra afinidad a destacar es el análisis histórico de
la relación dialéctica establecida entre la sociedad y el agua. Visto como un proceso
complejo en el que las acciones humanas intervienen en el ciclo natural del agua y
viceversa (Swyngedouw, 2009; Linton, 2010). Asimismo, los autores utilizan nociones
espaciales como los paisajes, los territorios y, desde una óptica metodológico-
instrumental, la cuenca. A partir de estos conceptos explican las trasformaciones que la
relación hidrosocial realiza sobre la referencia espacial utilizada, la cual es vista como
un producto social e histórico (Lefebvre, 1984). En síntesis, se puede comentar que el
análisis se centra en el estudio del sustrato físico del espacio (incluyendo infraestructura
y sistemas hídricos), las relaciones sociales (definidas a partir del uso y manejo del agua
que los actores hacen), así como en las relaciones político-administrativas establecidas
a partir de los discursos de desarrollo económico regional y de gestión del agua, entre
otros aspectos.
A raíz de lo anterior, surge la pregunta: ¿pueden ser utilizados como sinónimos los
conceptos de Territorio, Paisaje y Espacio? El objetivo de este artículo es identificar cómo
se constituyen dichas categorías durante el proceso de producción espacial y con ello
proporcionar algunas bases para la construcción de un concepto que permita analizar
profundamente la Configuración Hidrosocial. Aportar al tema hidrosocial proponiendo
a la Configuración hidrosocial del espacio como un concepto de mayor alcance,
permite identificar la forma en que durante la producción espacial la construcción
de territorios y paisajes son representaciones de dicho proceso. Con ello, se podrán
distinguir las diferencias conceptuales, se abrirá un panorama que ayude a destacar las
virtudes teórico-epistemológicas de cada concepto, se profundizará en el análisis de
la configuración hidrosocial y se aclarará si lo que interesa analizar es un espacio, un
territorio o un paisaje.
Antes de continuar es necesario hacer un par de aclaraciones. La primera, es
mencionar que la categoría “cuenca” se utiliza frecuentemente en relación al tema
hidrosocial. No obstante, en este trabajo esta categoría no es incluida debido a que
(en el caso mexicano) ha sido utilizada en forma instrumental por la burocracia hídrica,
como un referente de localización que sirve para delimitar regiones, para la planeación
y manejo de los bienes naturales, para hacer estudios ecosistémicos y para establecer
supuestos programas de desarrollo económico y social. Asimismo, es incorporada al
análisis por algunos sectores de las ciencias sociales sin mayor discusión ontológica,
epistemológica y teórica, lo cual la hace incompatible con el objetivo de este trabajo.
No obstante, se reconoce que ha sido un referente espacial importante en el trabajo

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realizado en países como España y Francia, por citar algunos ejemplos. La segunda es
que, a pesar de en algunos pasajes mencionamos a la escala de análisis en una de sus
versiones convencionales (local, municipal, estatal y nacional), se hace únicamente para
dar claridad al argumento y para no extendernos más de lo permitido en este artículo. En
este sentido, aclaramos que por “escala de análisis” nos referimos a la extensión con la
cual se aborda un fenómeno o un estudio determinado, a la identificación del nivel en el
cual los procesos sociales relevantes se realizan y al lapso de tiempo que indica el nivel
de resolución de un proceso. Es decir, al producto de procesos y relaciones sociales
más amplias de ida y vuelta que nos permiten analizar a la configuración hidrosocial del
espacio como totalidad constituida por tres niveles de conocimiento.

La histórica carga ideológica y política de los conceptos


El territorio, el paisaje y el espacio a pesar de haber surgido en periodos y contextos
históricos diferentes tienen puntos en común que parecen contribuir a que sean
utilizados de manera indistinta:

Las distintas acepciones que han tenido [territorio, paisaje y espacio]


responden al contexto del período en el cual han sido usadas y al debate
epistemológico a partir del cual estas áreas se generaron. De esta forma,
lo mismo han servido para nombrar, describir, y estudiar porciones de
la superficie terrestre -que se consideran existentes en si mismas e
independientes del agente que las estudia- que surgido como resultado
de procesos de investigación organización o gestión (López Levi y
Ramírez, 2012: 21; corchetes propios).

Entre los principales puntos en común de estos conceptos, encontramos que


surgieron con una fuerte carga ideológica y política, por ejemplo los conceptos de
“paisaje” y “territorio”. Dentro de la tradición geográfica, estos conceptos surgen como
referentes empíricos al servicio de los intereses coloniales y expansionistas de los
estados europeos. En el caso de “paisaje”, el concepto mantiene actualmente un uso
institucional-burocrático, ya que es utilizado para realizar el llamado “ordenamiento
territorial” y el diseño de políticas de “desarrollo”, entre otras iniciativas gubernamentales.
Por su parte, el “territorio” tiene tal carga ideológico-política que hasta la fecha es visto
como un elemento que define al Estado, en conjunto con el pueblo y la soberanía (Lopes
de Souza, 2008).
El concepto de “espacio” no escapó del peso político-ideológico. Algunos ejemplos
son el “espacio vital” de Ratzel (1982), a través del cual se justificó el expansionismo
alemán antes de la segunda guerra mundial y el “espacio cuantitativo”, analizado
mediante la lógica científico-matemática durante la década de los años cincuenta
(Gómez Mendoza, et. al., 1982), a través del cual se trató de explicar el nuevo orden
mundial.
El surgimiento de los conceptos citados estuvo determinado por su uso político
y por concepciones ideológicas acordes con el contexto histórico en que surgieron.

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Ahora bien, lo que interesa destacar aquí es la diferencia conceptual entre territorio,
paisaje y espacio, misma que se encuentra enmarcada en los postulados teóricos y
epistemológicos que se han desarrollado en el marco de los diferentes paradigmas, los
cuales no es posible mencionar completamente para no desviarnos de tema, aunque sí
podemos mencionar brevemente algunos de ellos.
El territorio, a partir de su definición clásica, se ha relacionado con la identidad
nacional debido a que es considerado como parte del Estado-Nación junto con el
pueblo y la soberanía. Tal vez a esto se deba que “[a] diferencia de las categorías de
espacio o región, la categoría de territorio no ha sido trabajada por la filosofía o a partir
de referencias de corte conceptual de importancia” (López Levi y Ramírez, 2012: 37).
En lo que respecta al paisaje, este concepto surge durante la primera mitad del
siglo XX como respuesta al determinismo natural y a la pretensión del positivismo de
formular leyes generales sobre la influencia del medio natural sobre el hombre. Tuvo
como objetivo analizar la influencia en la sociedad de un medio natural específico,
es decir, cambia la atención de lo general a lo localizado y a lo único: “[e]l paisaje se
identifica como el resultado de las relaciones hombre-medio y se manifiesta como la
expresión visual y sintética de la región, que sintetiza la realidad geográfica” (Ortega
Valcárcel, 2000: 287). Sin embargo, la introducción del concepto de paisaje en este
debate no permitió superar los problemas epistemológicos, ya que se continuó bajo
la influencia del determinismo natural, con la diferencia de que los estudios pasaron a
enfocarse en las particularidades que cada medio ecológico ofrecía, a lo que se le llamó
“Posibilismo”:
El problema estribaba en saber si existen las necesidades geográficas y si los
fenómenos naturales pueden actuar como causas necesarias sobre una h u m a n i d a d
puramente receptiva, independientemente de que sea una o varias las posibilidades
que la naturaleza imprime al hombre, el reino de lo posible no es el mismo que el
aleatorio, sino el de la conjunción de determinantes que juntas se realizan en un lugar
y tiempo determinado (Santos, 1990: 44).
De igual forma, la introducción de la noción de paisaje no dejó claro cuál era la
unidad de análisis adecuada, un problema fundamental para la época. En la práctica,
en el uso del concepto de paisaje se podía seleccionar una extensión tan grande que
no permitiera ver contrastes fundamentales o bien caer en una fragmentación excesiva
que evitara valorar el conjunto.
Para la segunda mitad del siglo XX, influido por el neopositivismo, surge la Nueva
Geografía y con ella la categoría de “espacio”, entendido como contenedor e inmerso en
la tradición geométrica griega. El espacio es constituido como el objeto de estudio de la
geografía. Bajo este enfoque se estudian las relaciones espaciales a través de métodos
matemáticos y, particularmente, estadísticos. Estos planteamientos se caracterizaron
por romper con la noción regional y del paisajista, debido a que se argumentó que el
análisis de lo específico, lo singular y lo único imposibilita llegar a establecer leyes
(Schaefer, 1980: 69-86). Postulados coherentes con las ideas positivistas. No obstante,
el uso del concepto de espacio, visto desde el enfoque cuantitativo, ocultó las relaciones
de poder que existen al interior de los espacios estudiados, debido a que postulaba
una supuesta neutralidad política y, por lo tanto, careció de un análisis social, crítico e
histórico. De esta forma, se puede decir que la introducción del concepto de “espacio” en

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aquel contexto no aportó gran cosa al estudio de la relación sociedad-naturaleza, pero


sí incorporó un nuevo tipo de determinismo en la Geografía, a saber, el determinismo
tecnológico.
Mencionar, brevemente, la historia del surgimiento de estos conceptos permite
identificar que los mismos tienen en común el hecho de haber sido creados a partir
de intereses político-ideológicos. Sus diferencias pueden comprenderse en función de
los contextos históricos en los que surgieron y de los debates teórico-epistemológicos
de los que abrevaron. Sin embargo, al final de la década de 1960 se consolidaron los
movimientos antipositivistas en las ciencias sociales y con ellos se dio el surgimiento
de las propuestas fenomenológicas y existencialistas, así como del materialismo
histórico geográfico. El objetivo de estos movimientos era el de reivindicar el carácter
social de la geografía y con ello los conceptos de territorio, paisaje y espacio pasaron a
ser rediseñados en el marco de los debates promovidos por la geografía radical.

Las posturas críticas y el rediseño de los conceptos


A fines de la década de 1970 surge la corriente denominada geografía radical,
movimiento que buscó replantear teóricamente a la disciplina, con el objetivo de darle
mayor amplitud de posiciones epistemológicas y a su vez integrarla al compromiso
social, aspecto soslayado por la geografía de corte cuantitativo. Con base en esta
corriente, hablaremos de dos de las corrientes que más contribuyeron al rediseño de
los conceptos de territorio, paisaje y espacio, a saber, la humanista y la crítica.
La corriente denominada humanista, tiene como base los postulados de la percepción
y del comportamiento. En el sentido epistemológico, esta corriente se define por su
carácter antinaturalista, valorando el vínculo emocional por encima del objetivo. Se
busca la comprensión de los valores, los símbolos y los significados y una vez más se
destaca la diferencia, lo singular y lo único. A través de estos fundamentos, el territorio, el
paisaje y el espacio son resignificados a partir de ideas relacionadas con la subjetividad
y la percepción.
El paisaje fue vinculado al enfoque humanista bajo la premisa de que se consideraba
que su proceso de formación dependía tanto de elementos físicos como culturales.
Desde una perspectiva holística se buscó encontrar el sentido entre lo observado y los
elementos edafológicos, geológicos, geomorfológicos, de flora y fauna, económicos,
demográficos, políticos y culturales (Tesser Obregón, 2000).
En la actualidad, [el concepto] ha sido rescatado por algunos autores en una doble
dimensión: la primera integrar elementos del paisaje como una forma de acercamiento
inicial al conocimiento y a la percepción de las condiciones por medio de las cuales
un lugar se identifica, lo que permite a su vez reconocer los procesos particulares
desarrollados en esos lugares. La segunda dimensión, trata de reconocer procesos que
difícilmente pueden ser identificados a través de la dimensión cultural-simbólica, este
enfoque considera al paisaje como un producto social, sólo que centra su atención
en la transformación que la sociedad hace de los paisajes pasando de lo natural a un
paisaje cultural. Por lo tanto, bajo esta concepción existen formas de paisajes múltiples
basados en una dimensión cultural importante y su objetivo es reconocer los paisajes

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que no son observables, es decir, paisajes que no han sido reconocidos ni vistos (López
Levi y Ramírez, 2012).
El territorio, también fue incorporado al humanismo y bajo este enfoque este
concepto se entiende como un espacio definido y delimitado por relaciones de poder,
los recursos naturales de una cierta área, qué se produce y quién produce, o cuales
son las relaciones afectivas y de identidad entre un grupo social y su espacio (Lopes
de Souza, 2008: 78). La apropiación del territorio ha sido otra característica importante
para el enfoque humanista y a partir de este concepto se ha dado mayor importancia
a la cuestión cultural, es decir, la apropiación no sólo tiene que ver con lo material,
puesto que también puede ser inmaterial. El territorio, “es el espacio apropiado por un
grupo social para asegurar su reproducción y la satisfacción de sus necesidades vitales
que pueden ser materiales o simbólicas” (Giménez, 2001: 6). Otros temas importantes
tratados desde el humanismo son: territorios contiguos, redes, territorialidades,
desterritorialidades (Lopes de Souza, 2008), entre otros.
El espacio también es analizado en el marco de la corriente humanista y la forma
de hacerlo no es muy diferente a lo que se ha mencionado en relación al paisaje y al
territorio. En este enfoque surgen categorías como las de “espacio vivido” y “espacio
percibido”, por citar algunas, las cuales son modeladas a través de las experiencias de
los individuos, por lo cual el espacio no es el mismo para todos. Como señala Capel,
“el desafío último, precioso pero costoso, es desarrollar un tipo de conocimiento
verdaderamente personal, que permita tanto la emoción como el pensamiento, tanto la
razón como la razón y que conduzca a una comprensión del mundo” (Capel, 1988: 447).
Con base en lo expuesto, podemos sostener que, en el marco de la corriente de
pensamiento geográfico humanista, el territorio, el paisaje y el espacio tienen variables
de análisis que permanecen constantes, entre ellas, la cultura, la percepción y el
comportamiento. Los postulados del humanismo geográfico ofrecen aportes al análisis
de nuestros conceptos, mismos que en la actualidad gozan de prestigio y vigencia
dentro de las ciencias sociales, ya que según sus defensores ayudarían a deslindar
los conceptos de territorio, paisaje y espacio de los determinismos. Sin embargo,
este enfoque aleja el análisis de estos conceptos del mundo material concreto y de
su totalidad al destacar y valorar la percepción personal e individual. Por lo tanto, los
conceptos son visualizados en la lógica de recortes espaciales, limitando con ello
la escala de estudio, con lo cual se corre el riesgo de realizar un análisis aislado y
desvinculado de una problemática más amplia.
Por su parte, la corriente de la geografía crítica tiene entre sus principales postulados
la propuesta de Henri Lefebvre, quien, basado en el materialismo histórico y dialéctico,
argumentó que el espacio no es un contenedor o una mera construcción subjetiva, y
que por el contrario es una producción social material concreta, que se entiende bajo la
lógica de que es un elemento más en la estructura de la totalidad social. Como señaló:

[...] es posible que el espacio desempeñe un papel o una función


decisiva en la estructuración de una totalidad, de una lógica, de un
sistema: entonces no se le puede deducir de ese sistema, de esa lógica,
de esa totalidad. Se tiene, muy al contrario, que poner de manifiesto su
función en dicha intención (práctica y estratégica) (Lefebvre, 1976: 25).

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En seguida, Lefebvre complementa: “[el] espacio no sería ni un punto de partida


(mental y social a la vez, como en la hipótesis filosófica), ni un punto de llegada (un
producto social o el punto de reunión de los productos), sino un intermediario en todas
las acepciones de ese vocablo, es decir, un procedimiento y un instrumento, un medio
y una mediación” (Lefebvre, 1976: 30-31).
Con tales planteamientos, Lefebvre se deslinda de la idea de que el espacio debe ser
analizado bajo la lógica de las matemáticas (idea vigente en la denominada geografía
analítica), utilizando elementos como conjuntos, matrices, redes, etc.; analizando
únicamente el espacio formal, con lo que se le resta el elemento social y el análisis
se realiza como si éste fuera neutro, inmóvil y homogéneo (Lefebvre, 1976). Al mismo
tiempo, Lefebvre comenta que el espacio no permanece formal (estático), de ahí la
importancia de un análisis crítico en el que se exponga en qué forma y siguiendo qué
estrategia se produjo un espacio específico. Igualmente, deben tomarse en cuenta
las confrontaciones sociales resultantes de la resistencia a las formas y estrategias
utilizadas por ciertos grupos para apoderarse del espacio (Lefebvre, 1976). En este
sentido,

El espacio viene a ser un instrumento político intencionalmente


manipulado, incluso si la intención se oculta bajo las apariencias
coherentes de la figura espacial. Es un procedimiento en manos “de
alguien”, individuo o colectividad, es decir, de un poder (por ejemplo, un
Estado), de una clase dominante (la burguesía) o de un grupo que puede
en ciertas ocasiones representar la sociedad global y, en otras, tener sus
objetivos propios, por ejemplo, los tecnócratas (Lefebvre, 1976: 31).

Lo anterior, proporciona elementos para sostener que estamos ante procesos de


reconfiguración espacial eternos. Debido a que la condición cambiante de contextos
históricos, políticos y económicos provoca que los actores sociales desarrollen planes
y estrategias que les permitan adaptarse a dichos cambios con el objeto de apropiarse,
entre otras cosas, del sustrato natural para administrarlo, utilizarlo y explotarlo. En
palabras de Lefebvre, “[s]emejante espacio se va poblando atendiendo a los decretos
del poder, con cierta arbitrariedad; en su condición de instrumento, puede ejercer
su acción sobre las poblaciones preexistentes, a saber, las poblaciones históricas”
(Lefebvre, 1976: 31).
Estas ideas rompen con las nociones espaciales antes mencionadas (neopositivistas
y humanistas), por cuanto ahora el espacio se entiende como un elemento de la
totalidad social. Estos planteamientos son la base de la construcción de una teoría
social del espacio. Se transita de la idea de espacio social a la de producción social del
espacio y, por consiguiente, la elaboración teórica del concepto comienza a definirse y
a construirse desde el enfoque del materialismo histórico.
Ahora bien, cuando Lefebvre habla del espacio como una totalidad social también
se refiere a la global, debido a que argumenta que cuando se habla de espacio o de la
producción del espacio se hace referencia a conceptos globales (1984: 224). Por lo tanto,
se trata de una totalidad construida por relaciones sociales de producción, las cuales se
establecen a escala mundial y se manifiestan por medio de la expansión, intensificación
y transformación de las actividades económicas (Harvey, 2001: 256), cuya particularidad

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en la forma de impactar a cada uno de los países construye y reconstruye territorios y


paisajes específicos.
El espacio pensado como una totalidad a través del enfoque del materialismo
histórico y dialéctico, ofrece la posibilidad de reflexionar de manera diferente el manejo
de los conceptos de paisaje, territorio y espacio:

El paisaje es el conjunto de cosas que perciben directamente nuestros


sentidos; la configuración territorial es el conjunto total, integral de
todas las cosas que forman la naturaleza en su aspecto artificial y
visible; y el espacio es el resultado de un matrimonio o un encuentro
sagrado, mientras dura, entre la configuración territorial, el paisaje y la
sociedad. El espacio es la totalidad verdadera porque es dinámico, es la
geografización de la sociedad sobre la configuración territorial
(Santos, 1996: 74).

El análisis del paisaje requiere una escala reducida, tanto relativamente temporal como
física, debido a que los paisajes son la expresión momentánea de las transformaciones
espaciales: “[c]omo consecuencia, podemos esperar ser testigos de una lucha perpetua
en la que el capitalismo construye un paisaje físico adecuado para su propia condición
en un momento determinado del tiempo, sólo para tener que destruirlo, normalmente
en el trascurso de una crisis, en un momento posterior del mismo” (Harvey, 2001: 266).
El territorio, puede ser analizado mediante escalas temporales y físicas más amplias,
debido a que es la suma de una variedad de paisajes cuya dinámica de transformación
es diferenciada. Además, los cambios no son necesariamente físicos, ya que pueden
ser políticos, laborales y culturales, entre otros:

En la fase actual de profunda agitación de estos procesos


geográficos, la “globalización” se invoca rápidamente para resumir la
desterritorialización y la reterritorialización, pero de manera tal que se
las convierte en procesos igualmente a-espaciales o a-geográficos y,
por ende, profundamente debilitantes. Con frecuencia se olvida que,
mientras el capital expande su alcance geográfico y atraviesa toda
clase de barrera geográfica, se crean nuevos límites, y los anteriores se
derriban o se hacen más porosos (Swyngedouw, 2010: 53).

Ante esto, se puede sostener que el espacio se estructura de acuerdo a realidades y


particularidades específicas de cada país, pero siempre relacionadas con la dinámica y
escala internacional, nacional, estatal y local. Por lo tanto, el espacio está fragmentado
por la propiedad y por los intereses privados en una forma en que cada fragmento
tiene su propietario (Lefebvre, 1984). Estos procesos delinean la división del espacio en
territorios y paisajes, y por lo tanto estos conceptos no se refieren a hechos aislados
sino más bien complementarios. En este sentido, la producción del espacio se puede
manifestar de diversas formas, lo cual convierte a este fenómeno en un proceso
complejo con una gran variedad de escalas, dimensiones y aspectos a reflexionar.
En resumen, podemos argumentar que el enfoque de la geografía crítica proporciona
elementos para incorporar en el análisis de una forma estructurada a los conceptos

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de territorio, paisaje y espacio, entendiéndolos como formando parte de una totalidad


que se materializa de diversas formas. El paisaje es lo visible, lo que alcanza a ver el
espectador: las construcciones, infraestructuras, la naturaleza modificada y humanizada.
El territorio comprende los mismos atributos más la interacción social que impacta en
diferentes áreas de influencia. El espacio es la suma de ambos, pero con una dimensión
total que incluye contextos históricos, procesos de acumulación económica, relaciones
laborales, políticas, uso y transformación de la naturaleza y una escala de análisis más
amplia, por mencionar algunas. Es decir, la totalidad en todas sus acepciones.

Tabla Nº 1: Acepciones conceptuales según paradigma y debate epistemológico.

Paradigmas Positivismo Neopositivismo Tendencias Radicales

Epistemología Realidad Realidad medible Realidad construida Realidad construida


definida visible y tangible socialmente socialmente
y observable
Noción espacio- Espacio como Espacio como Espacio Espacio como
territorial contenedor contenedor socioculturalmente producción social
construido
Objeto de Territorios Espacio absoluto Territorio- Territorio-
Estudio y paisajes territorialidad desterritorialidad
naturales
Paisaje sociocultural Paisaje construido
por medio de
Espacio vivido infraestructura
Elementos que Fracción Relaciones y Interaccionismo División espacial
definen la escala representativa conexiones simbólico del trabajo
espaciales
Rutina espacial Articulación
de modos de
agentes producción

Políticas de control
de la naturaleza

Movimientos de
resistencia

Fuente: Elaboración propia con base en López Levi y Ramírez (2012).

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El espacio y su anclaje con la configuración hidrosocial


El espacio es una totalidad que está en constante transformación, dada su dimensión
temporal, y su principal motor de cambio son las relaciones sociales de producción,
políticas y económicas, las cuales siguen una lógica mundial que impacta también
sobre la cultura, expresándose por medio de la configuración y reconfiguración de
paisajes y territorios. Sin embargo, la totalidad espacial es fragmentada mediante
relaciones de poder marcadas por el objetivo de usufructuar a la naturaleza, que implica
por ejemplo la implementación de mecanismos de mercado, la formulación de leyes y
reglamentos o la construcción de infraestructura, entre otros procesos de acumulación.
Al mismo tiempo, esta fragmentación tiende a ser rearticulada en torno al proyecto de
acumulación mundial dominante.
Partimos de las ideas expuestas para explicar la configuración hidrosocial del
espacio, entendido como un proceso que inicia con la apropiación del agua. Este
proceso es parte de la fragmentación que se hace de la naturaleza al convertirla en
recursos naturales, nombre que adquieren cuando la sociedad los utiliza como materias
primas. Dicha fragmentación se lleva a cabo mediante la administración y la legislación,
que en su forma más extrema consolida la entrega de dichos recursos, incluyendo
al agua, a inversionistas privados, un proceso garantizado por medio de esquemas
jurídicos e institucionales que favorecen su monopolización y explotación con fines
de acumulación privada de ganancia. De esta forma, la apropiación del agua genera
cambios en la dinámica social debido a que, una vez separada de la naturaleza, los actores
políticos y económicos realizan un proceso de intensificación de los usos del agua, ya
sea para consumos urbanos, industriales, agrícolas u otros. Por lo tanto, se incrementa
su exploración, explotación, traslado y transformación, entre otros procedimientos, lo
que conlleva el desarrollo de infraestructuras, ya sea presas, acueductos o sistemas de
irrigación, por mencionar algunos ejemplos. El proceso de apropiación de las fuentes
de agua se encuentra en expansión permanente, lo que se aprecia por ejemplo en los
proyectos de transferencias hídricas a diferentes escalas, municipales, regionales,
interestatales e internacionales y por la intervención de empresas multinacionales, un
proceso dinamizado por los requerimientos de las actividades económicas orientadas
a la acumulación privada de ganancias.
Evidentemente, la intensificación y expansión referidas y las consecuentes
reconfiguraciones hidrosociales, son el resultado de las relaciones de poder, relaciones
que se expresan también a través de discursos y argumentos, así como de sus
correlatos jurídico-institucionales, que buscan legitimar las estrategias dirigidas a la
apropiación del control del agua por parte de los grupos dominantes. Con frecuencia,
esta expansión de la monopolización del control del agua entra en contradicción con
los reclamos de los sectores populares, que demandan un abasto de agua equitativo
y para todos, reclamos que son generalmente contrarrestados con la defensa de
derechos de propiedad privada y de uso exclusivo, que restringen el uso del agua como
un bien público (Swyngedouw, 2009). Por ejemplo, nuestra investigación indica que la
prerrogativa en el control y uso del agua tiende a concentrarse en las manos de aquellos
actores sociales con grados de capacidad económica y política que les permiten influir
en la toma de decisiones, incluso decisiones técnicas, y en la institucionalización de los
arreglos políticos y legales que producen reconfiguraciones hidrosociales orientadas a
consolidar el control del proceso.

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Con base en lo anterior, el agua es vista como parte de la totalidad espacial, lo que
implica entender que la sociedad establece una relación dialéctica con el recurso
hídrico en la que inicia un proceso en el que se construye una intrincada relación entre
las formas de gobierno, administración y ejercicio del poder. Esta relación es mediada
por las características de los diferentes contextos históricos que determinan el tipo de
intensificación y expansión de los usos del agua a través de la generación de valor, de las
formas de uso, de los impactos de la contaminación, de la cantidad de agua disponible,
entre otros factores. En el proceso, los derechos comunes al agua pública tienden a
ser transformados económica, política y socialmente en derechos de propiedad privada
cuya distribución está determinada por mecanismos de mercado, provocando tensiones
y conflictos sociales.
La comprensión de los procesos que producen configuraciones hidrosociales
requiere entender que se están analizando procesos de fragmentación y rearticulación
de del espacio que corresponden a una estrategia integral y global de apropiación y uso
privados del agua. Siguiendo a Lefebvre,
Precisemos debidamente y hagamos hincapié sobre este análisis de un espacio
homogéneo y desarticulado. Se trata de la producción en el más amplio sentido de la
palabra: producción de las relaciones sociales y reproducción de determinadas relaciones.
En este sentido la totalidad del espacio se convierte en el lugar de esa reproducción,
incluido el espacio urbano, los espacios de ocios, los espacios denominados educativos,
etc. Esa reproducción se realiza a través de un esquema relativo a la sociedad
existente que tiene como característica esencial la de ser unida-desunida, disociada y,
manteniendo una unidad, la de la fuerza dentro de la fragmentación (Lefebvre, 1976: 34).
Ahora bien, el proceso de apropiación del agua sigue una lógica global pero el papel
de los Estados es fundamental en la forma en que impacta al interior de los países
y entre naciones vecinas. Por esta causa, los territorios y paisajes hidrosociales se
construyen a través de lógicas diferentes. A partir de lo expuesto, se puede sostener
que la configuración hidrosocial del espacio es el proceso de apropiación, usufructo
y transformación del agua que lleva a cabo la sociedad en diferentes momentos
históricos, en los que consolida su respectiva estructura espacial. Dicho proceso de
integración social del agua está condicionado por la interacción de dinámicas políticas,
económicas y sociales, que denominamos la producción del espacio hidrocial.

A manera de conclusión
El concepto configuración hidrosocial del espacio abreva de la teoría de la producción
del espacio. Queda claro que esta corriente teórica ha sido objeto de numerosas críticas,
que no es posible considerar adecuadamente en este breve texto, aunque deberán
ser tratadas en futuros trabajos. En diálogo con dichas críticas, por ejemplo, aquellas
provenientes de las corrientes fenomenológicas, existencialistas y positivistas, y con
otras tradiciones de pensamiento, como el realismo crítico, será posible refinar nuestro
marco conceptual, sobre todo en lo que respecta a la relación dialéctica establecida
entre la sociedad y el agua y la consecuente configuración hidrosocial del espacio.

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En este sentido, definimos la configuración hidrosocial del espacio como un proceso


de apropiación, usufructo y transformación del agua llevado a cabo por la sociedad
en diferentes momentos históricos, en los que se construyen expresiones espaciales
particulares, como paisajes o territorios. La totalidad espacial incluye diversas
dimensiones, por el cual el análisis de la configuración hidrosocial del espacio, incluyendo
su diferenciación en paisajes y territorios específicos, aborda las relaciones sociales y
sus aspectos temporales, territoriales, escalares, económicos, políticos y culturales, lo
cual permite hacer visibles más observables correspondientes a la relación dialéctica
entre la sociedad y el agua, que es nuestro objeto de interés central.

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