In 0 I 3 U
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Les decía, hoy quedé por primera vez con alguien por
Tinder, a ver qué tal. Estoy nerviosa como una colegiala. Me
da un poco de pereza ponerme linda, y actuar encantadora.
No sé, hace mucho que no lo hago. Es como cuando no
entran clientes durante horas, y de repente entra uno. Te da
pereza. Pero luego resulta mejor: el tiempo se pasa más
rápido y hasta te lo pasas bien -casi siempre-. Estoy un poco
pendiente del móvil, la verdad. Aunque en la tienda
tenemos prohibido mirar el móvil, y estamos observadas por
cámaras todo el tiempo como en un Gran Hermano, me
tienta mirarlo y ver si ha escrito. Hemos quedado hoy a las
siete en el centro de la ciudad, en el paseo marítimo. En el
fondo creo que deseo que el chico Tinder cancele la cita,
que se invente una excusa; no sé si estoy preparada para
esto. Pero de momento, la cita sigue en pie.
El profe del gym, el profe del gym… Que me voy por las
ramas… Cuerpo esculpido, pero no inflado. Era el profe de
step, GAP y esas cosas. Gafas culo de botella - muy gruesas-,
con su cinta fluorescente para sujetarlas. Ropa multicolor y
zapatillas con rayas tipo cebra. Muy lejos del empleado de
banco de traje y corbata. Mantuve el romance oculto una
temporada, temiendo la reacción adversa de mi madre. Un
romance que empezó tímido, pero fue creciendo, y que
hacía que mi mente se tornara elástica. Mi cerebro
intentaba cuadrar la apariencia y originalidad de mi nuevo
novio, sin éxito. Yo sentía la lucha de mis neuronas por crear
nuevas conexiones. Me amigué bastante con el sexo gracias
a él, y, aunque no fue apoteósico, al menos fluía. Mi mente
no consiguió ir en sintonía con mi cuerpo y corazón, y, unos
diez meses más tarde, cortamos. Yo no estaba enamorada:
simplemente era bonito y divertido. Eso sí: ambos
estábamos muy en forma.
Tuve el polvo por pena, por no saber decir que no. Tuve
al amante extranjero, con el que jugué a ser mujer-
cosmopolita. Tuve al amante prohibido, ya que era casado.
El amante mayor, sólo para comprobar si estaba tallada
igual que mi madre y me gustaban los muy maduros. No.
Ninguno era mi tipo. Tampoco descubrí gran cosa de mí
como mujer en cuanto al placer se refiere. Más bien me
pareció todo normalito, nada apoteósico. Y agradezco a Dios
su protección durante el experimento. Era yo en una lucha
desesperada por conquistarme como mujer. Y aún me
quedarían muchas batallas.
Estoy ocupada en la tienda estas semanas, lo que es
muy bueno, así no pienso, y no aspiro tanto desinfectante.
He decidido no tirar la toalla y no acabar el año sin una cita
Tinder que se precie, así que, fuera del trabajo, miro el
Tinder a todas horas. Alguna cosa interesante aparece, pero
todavía nada espectacular.
Fin.