Kenzie Kelly - Monstrous Guardians 1. Held by A Monster
Kenzie Kelly - Monstrous Guardians 1. Held by A Monster
Kenzie Kelly - Monstrous Guardians 1. Held by A Monster
1. uno
2. dos
3. tres
4. cuatro
5. cinco
6. Seis
7. Siete
8. Ocho
9. Nueve
10. Diez
11. once
12. Doce
13. trece
14. Catorce
15. Quince
16. dieciséis
17. diecisiete
18. Dieciocho
19. diecinueve
20. Veinte
21. veintiuno
22. veintidó s
23. veintitrés
24. veinticuatro
25. veinticinco
26. veintiséis
27. veintisiete
28. veintiocho
29. veintinueve
30. treinta
31. treinta y uno
32. Treinta y dos
33. Treinta y tres
34. Treinta y cuatro
35. Treinta y cinco
36. treinta y seis
37. Treinta y siete
38. Treinta y ocho
39. treinta y nueve
40. cuarenta
41. cuarenta y uno
42. cuarenta y dos
43. cuarenta y tres
44. Cuarenta y cuatro
45. cuarenta y cinco
46. cuarenta y seis
47. Cuarenta y siete
La presente traducción fue realizada por y para fans. Baeshita realiza esta
actividad sin ánimo de lucro y tiene como objetivo fomentar la lectura de autores
cuyas obras no son traducidas al idioma español. El siguiente material no
pertenece a ninguna editorial y al estar realizado por diversión y amor a la
literatura, puede contener errores.
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Esperamos que este trabajo sea de tu agrado y disfrutes de la lectura
Advertencias de contenido
Mis historias pretenden alejarte de la vida cotidiana. Lo ú ltimo que
quiero es que mi historia incomode a alguien. Hago lo mejor que puedo
para incluir todo lo que pueda causar una mala experiencia de lectura,
pero esta lista no es de ninguna manera exhaustiva. Por favor tenga
cuidado.
Advertencias de contenido: secuestro, ansiedad, agresió n, sangre,
muerte, abuso emocional, rehenes, trata de personas, secuestro,
misoginia, asesinato, abuso físico, trastorno de estrés postraumá tico,
agresió n sexual, acoso sexual, trauma seguido de intimidad con un
extrañ o, tortura, violencia.
uno
Mi pie se enganchó una raíz y mi tobillo se doblo hacia la izquierda. Caí
con fuerza, demasiado rá pido para levantar las manos y frenar la caída.
La tierra estaba fría en mi mejilla y por un momento pensé que podría
quedarme allí. Podía oírlos detrá s de mí, pisando fuerte por el bosque y
sus perros ladrando. Me arrodillé, ignoré las punzadas de dolor en mis
manos y me arrastré hacia adelante. Sabía que me atraparían, pero no
podía dejar de luchar.
Un sollozo salió de mi garganta y me tragué a sus amigos.
Necesitaba seguir moviéndome. Mi tobillo se arrastró detrá s de mí, el
dolor se perdió entre muchos otros.
Dijeron que si llegaba al cable, sería libre. Realmente no lo creía, pero
me aferré a las pocas esperanzas que había. El suelo cedió debajo de mí
y caí. Debería haber gritado mientras rodaba por un terraplén
empinado, pero mi voz se negó . Dejé que la oscuridad me llevara y mis
ojos se cerraron mientras giraba.
Las ramas me arrancaron el pelo y la fina camisa que me habían dado.
Recogí nuevos rasguñ os y magulladuras de rocas y raíces. Me detuve
repentinamente cuando mi estó mago chocó contra un á rbol y mi
cuerpo se dobló alrededor de él. El tronco era cá lido y suave...
Y se movió .
Luché por abrir los ojos. Quería ver en qué me apoyaba, pero mis
pá rpados estaban muy pesados. Dejé de correr y sin impulso me
detuve. Mis mú sculos ya no querían trabajar.
Unos brazos cá lidos y fuertes se deslizaron debajo de mí y se
levantaron. Mi cabeza colgaba y mi cuello se negaba a funcionar. El
brazo se movió bajo mis hombros y acunó mi cabeza. No podía
entender qué se hizo cargo de mi cuello. Demasiado grande para ser
una mano, demasiado ancho para ser un codo.
Los perros ladraron y gemí.
Un gruñ ido como nunca antes había oído floreció a mi lado.
Debería tener miedo.
El pensamiento vagaba por mi cerebro como un espectro. Fugaz y sin
sustancia. Lo que la vibració n me hizo sentir no fue miedo, sino
seguridad. De alguna manera, supe que el gruñ ido no era para mí.
Sentí que el aire corría sobre la piel desnuda de mis piernas y brazos.
No me importaba adó nde me llevara, siempre y cuando estuviera lejos
de los perros. Lejos de los hombres que me acechaban entre los á rboles.
Lejos del mal que me esperaba cuando me atraparan.
El aire cambió y se volvió má s frío. El sudor de mi piel acalorada se
enfrió y me estremecí. Los brazos me rodearon con má s fuerza. Todavía
no sabía dó nde está bamos. Mis ojos se negaron a abrirse. Por el sonido,
está bamos en un espacio cerrado. ¿Quizá s una casa?
Afuera hacía un calor sofocante. Incluso en mitad de la noche hacía
calor.
Deseé poder apagar mi cerebro. Entregarme a la oscuridad y
desmayarme. No me importaba lo que me pasara ahora. No podría ser
peor que lo que me habían hecho.
Caímos de repente, mi estó mago voló hacia mi garganta. Chillé y logré
abrir un ojo. Oscuro. Nada má s que un negro implacable.
Después de aterrizar sin apenas una sacudida, una voz dijo: “Shh,
pequeñ a. Está s a salvo ahora”.
Una voz tan profunda que la sentí en mis huesos. Hombre, pero no me
avergoncé. Le creí.
Me cargó durante lo que parecieron millas, dando vueltas y vueltas.
Abría los ojos de vez en cuando, pero al no poder ver ni el má s mínimo
detalle, renuncié.
Escuché el chorrito del agua y tragué. Tenía la garganta tan seca que me
dolía. Quería pedirle que parara, que me dejara beber, pero no podía
formar las palabras. Saqué la lengua del paladar y abrí los labios con un
suspiro.
“Esa agua no es buena. Un poquito má s lejos”.
¿Estaba leyendo mi mente? ¿Me importó ?
Escuché el cambio de aire nuevamente, sonidos suaves resonando
alrededor de una gran cá mara. Abrí un ojo y parpadeé a contraluz. Mi
visió n se aclaró y me quedé mirando en estado de shock. Cinco
criaturas... bestias... monstruos... le devolvieron la mirada. Estaban
dispuestos alrededor de una mesa gruesa y de bordes crudos cubierta
de papeles y portá tiles abiertos.
Eran enormes. Fá cilmente mide dos metros de altura y tiene cabezas
como de lobo. De sus orejas puntiagudas y de la coronilla de sus
cabezas brotaban cuernos rizados que se elevaban hacia arriba y hacia
atrá s. Unos brazos largos terminaban en manos gigantescas, con los
dedos rematados en garras de cinco centímetros. Pechos anchos que se
estrechaban hasta cinturas que se dividían en muslos musculosos. Se
paraban sobre patas con garras má s largas que las de sus dedos.
Estaban cubiertos de pelo por todas partes excepto por el vientre. La
piel suave mostraba mú sculos tan definidos que avergonzaban a los
culturistas. Sus ojos parecían brillar dorados, rojos o azules. El color de
su pelaje variaba desde el negro má s oscuro hasta el gris claro y la
mayoría tenía la cabeza inclinada. Había extrañ as marcas blancas en
cada una de sus muñ ecas derechas.
Como uno solo, sus hocicos se levantaron para mirar al que me llevaba.
El que estaba centrado en el otro lado de la mesa rompió el silencio.
"¿Drym?"
Verlos fue confuso. Se parecían má s a bestias salvajes que a cualquier
cosa humana, y la poca adrenalina que me quedaba debería haber
bombeado por mis venas, impulsá ndome a correr. En cambio, me sentí
má s tranquila y segura acunada en los brazos de esta criatura de lo que
me había sentido en mucho tiempo.
“La encontré. ¿Ella es... mía?
“Bien, puedo ver eso. No te estoy pidiendo que la dejes, solo te pido
có mo la conseguiste. ¿La extrañ aran?
El que me llevaba se movió de un pie al otro. "No sé."
El otro suspiró y se pellizcó el hocico entre los ojos. Era algo muy
humano, pellizcarse la nariz mientras pensaba.
"¿Ella habla?"
“Ella es capaz, pero creo que ya lleva algú n tiempo corriendo. Necesita
agua, comida y descanso”.
Uno de los otros se movió entonces, uno de ojos azules, y caminó hacia
mí con la gracia de un gato. Los brazos que me rodeaban se apretaron y
retrocedieron un paso. Gruñ í cuando el aire fue sacado de mis
pulmones e inmediatamente se liberaron.
El de ojos azules se detuvo a varios metros de distancia. “Ella está
herida, Drym. Só lo busco prestar ayuda”.
"No toques".
El gruñ ido me sorprendió . Obviamente estos eran sus amigos o
familiares. ¿Por qué era tan protector conmigo? ¿Era como un regalo
que no quería compartir? ¿Me iba a comer?
Los latidos de mi corazó n se aceleraron, golpeando contra mi pecho. El
crujido de huesos sonó en mi mente y mi pá nico se salió de control.
Finalmente, la oscuridad se cerró y me succionó .
dos
"¡La asustaste, Cavi!" Gruñ í y le chasqueé los dientes a mi hermano. Si
esta hembra no estuviera en mis brazos, le hundiría los dientes en el
vientre.
"¡Drym!"
La voz aguda de Kragen me hizo girar la cabeza hacia él.
“No somos el enemigo. No lastimaremos a tu hembra. Está claro que
necesita cuidados. Déjanos ayudarte”.
Mis brazos palpitaron. Tenían razó n, por supuesto. Necesitaba dejarles
ayudar, pero algú n instinto quería mantenerlos alejados. Sacudí la
cabeza y mi cola se agitó detrá s de mí. Mis palabras salieron como un
quejido. “Sé que necesita ayuda. Simplemente no puedo. No puedo
dejarla.
Dejé caer la cabeza avergonzado. Esta mujer necesitaba ayuda y yo se lo
estaba impidiendo.
Siempre habíamos trabajado juntos, los seis. Nacimos al mismo tiempo
y crecimos al mismo ritmo. Aprendimos rá pidamente que cada uno de
nosotros tenía una habilidad que complementaba a las demá s. Como
equipo, éramos imparables.
Kragen asintió comprendiendo. "Está bien, trabajaremos con eso, pero
Cavi necesita acercarse para examinarla".
Gruñ í má s fuerte; El sonido rebota en las paredes de la cueva.
La paciencia de Kragen se acabó . "¡Su sangre cubre el aire, Drym!"
Mi gruñ ido se convirtió en un gemido.
Los ojos de Kragen se movieron por encima de mi hombro y bajó el
hocico. Sentí el pinchazo de una aguja y suspiré aliviado. Un sedante no
me afectaría por mucho tiempo (ningú n medicamento lo hizo), pero me
calmaría lo suficiente como para dejar que Cavi se ocupara de ella.
Cavi estuvo frente a mí en un abrir y cerrar de ojos y suavemente la
tomó de mis brazos. Mis extremidades pesaban pero seguí su má s
mínimo movimiento. La puso sobre la mesa, la escaneó rá pidamente y
luego ladró ó rdenes.
“Quin, toma un kit de sutura. Algunos de estos recortes son profundos.
Thurl, empieza a limpiarle los pies.
Kragen se quedó a mi lado. Dá ndome apoyo, pero también ahí en caso
de que necesitara que me sujetaran. Cavi comenzó por su cabeza y
limpió sus heridas a medida que se acercaba a ellas.
"Arañ azos, sobre todo."
“Ella estaba corriendo por el bosque, presa del pá nico”, les dije lo poco
que sabía. "Había hombres y perros tras ella".
Un gruñ ido colectivo llenó el aire mientras todos reaccionamos ante la
caza. A ninguno de nosotros le gustaba que una mujer sufriera algú n
dañ o.
Por supuesto, nos habían puesto hembras incluso antes de que
alcanzá ramos la madurez. Querían ver si las criaríamos o las
mataríamos. Nos negamos a hacer ninguna de las dos cosas.
Roul se volvió un poco loco por las pruebas. Las hembras que le
entregaban siempre estaban aterrorizadas, sin importar lo que hiciera
para calmarlas.
Era el má s grande de nosotros y sus ojos rojos revelaban su propó sito.
Agresió n. Fuerza. É l y Thurl eran verdaderas armas. La punta de la
espada. Kragen y yo éramos los portadores. Criados para la inteligencia
y la estrategia, lo planeamos. Vimos todas las avenidas y posibilidades
antes de encontrar la mejor manera de cumplir una misió n.
Cavi y Quin fueron nuestros sanadores. Cavi estuvo mejor en
emergencias y triaje de campo. Quin nos mantuvo sanos y se ocupó de
cualquier atenció n a largo plazo que fuera necesaria.
Eso no quiere decir que no fuéramos todos mortales. Lo eramos.
También nos hicieron pruebas para eso. Nos obligó a luchar por
nuestras vidas, o la de nuestros hermanos.
Quin le había limpiado el brazo izquierdo y le había administrado
anestesia local para poder coserle un corte profundo en el bíceps.
Quería arrancarle la cabeza.
“No entiendo, Kragen. ¿Por qué me siento así? Esto nunca sucedió con
las otras hembras”. Me tapé los ojos con la mano para bloquear la vista
de su dolor, pero no mirar era peor.
“No lo sé, Drym. Cuando esté estable, haremos que Quin le saque
sangre. Tal vez proporcione respuestas”.
"Deberíamos haber dejado con vida a uno de los científicos". El rojo
bordeó mi visió n y respiré profundamente. No podía perder el control.
No mientras ella estuviera cerca.
Roul se había movido a mi otro lado, por si acaso. "Lo hicimos", espetó .
Sí, pero ninguno de nosotros supo qué le pasó después de que
escapamos. A Roul le dolía incluso mencionarla. Normalmente no
habría sido tan descuidado. “¿Por qué crees que la estaban cazando?”
Kragen negó con la cabeza. "No sé."
"Roul", le acerqué la oreja pero no pude apartar la mirada de la mujer.
“¿Puedes rastrearlos? ¿Descubrir qué estaban haciendo?
Giró y oí sus garras raspar la roca bajo nuestros pies mientras
despegaba.
Kragen le gritó : "¡No te enfrentes!"
Todo lo que recibimos como respuesta fue un gruñ ido.
Cavi había terminado de limpiar la cara, el cuello, la parte superior del
pecho y el brazo derecho. Se acercó al dobladillo rasgado de la camisa
que ella llevaba y la levantó . Di un paso adelante. Kragen puso su brazo
delante de mí.
“Creo que deberíamos dejar que Drym revise su torso en privado. É l
puede limpiarla y si hay alguna herida que necesite cuidados má s allá
de lo que él puede brindar, nos lo hará saber”. Kragen me agarró el
hocico. "¿Bien?"
"Sí. Sí, eso sería mejor”. La tensió n desapareció cuando Cavi le quitó la
camisa y comenzó a limpiarle las piernas. No me gustaba nada que la
tocaran, pero mi control estaba mejorando.
Sus ojos se abrieron de golpe y su cabeza giró . Ella se retorció y los
demá s sujetaron sus extremidades. Mi visió n estaba en rojo y rompí el
agarre de Kragen y me acerqué a ella, apartando a Quin.
Sus ojos encontraron los míos y me agaché junto a ella. “Shh, pequeñ a.
Está s a salvo”.
“¿Eres real?”
No quería que ella me temiera. No quería que gritara, se tirara a un
rincó n y se hiciera lo má s pequeñ a posible.
Pero no podía mentirle. "Sí, somos reales".
Su pecho se elevó mientras inhalaba y sus ojos se cerraban al exhalar.
"Gracias a Dios."
Todos nos miramos en estado de shock. Esa no fue una reacció n que
hubiéramos tenido antes. Se relajó , así que Quin y Thurl la soltaron y
continuaron limpiando sus piernas.
“¿Puedes decirnos qué pasó ?” Kragen deslizó una botella de agua en mi
mano.
Giré la tapa y se la ofrecí. Ella luchaba por sentarse, así que puse mi
mano entre sus omó platos y la sostuve. Quería gritar de alegría cuando
ella se inclinó hacia mi toque. Apuró toda la botella.
"Gracias." Ella respiró hondo. “Me secuestraron después del trabajo, me
llevaron a una casa y me mantuvieron en un só tano con otras mujeres.
Los hombres nos persiguieron”.
"¿Por qué?" No pude evitar que la ira se reflejara en mi voz. Lo vi
reflejado en sus ojos.
"Deporte. Aburrimiento. Porque podrían. ¿Quién sabe por qué los
hombres ricos retorcidos hacen algo?
Ella nos miró a cada uno de nosotros antes de que sus ojos volvieran a
posarse en mí. "Ustedes realmente son enormes, ¿eh?"
Me reí entre dientes. "Sí. Soy Drym.
“Hola, Drym. Soy Kendal”.
Caminé de la misma manera que ella nos había estudiado a cada uno de
nosotros. “Estos son Kragen, Cavi, Thurl y Quin. Nuestro hermano Roul
está investigando a los hombres que os persiguieron.
"Bien." Sus rasgos se endurecieron. "Espero que los mate a todos".
tres
Estas bestias parecían que podrían matar toda la casa llena de
hombres sin sudar. Quise decir lo que dije. Los quería muertos.
La furia me atravesó , calentando mi piel y tensando mis mú sculos.
"Intenta relajarte". Un gris má s claro con ojos azules, este era Cavi. Solté
con los labios fruncidos e intenté hacer lo que me pedía. Fue má s fá cil
cuando miré a Drym. Sus ojos dorados me calmaron. Tal vez porque me
había salvado, o tal vez porque me miró como si fuera preciosa.
Me había llevado en sus brazos, sus manos tan suaves.
Apenas sentí un susurro cuando usó una de sus garras de aspecto
malvado para enganchar un mechó n de cabello que había caído en mi
cara y empujarlo hacia atrá s. Pasó el dorso de su dedo por mi mejilla y
esa pequeñ a amabilidad convirtió mi ira en alivio.
“Hueles triste. ¿Por qué?"
Las lá grimas brotaron de mis ojos y llevé mi mano a un lado de su cara
y enterré mis dedos en su pelaje. Estaba cá lido y suave. Las lá grimas
brotaron con má s fuerza. "Porque me siento seguro y mi mente está
lidiando con todo el miedo que he mantenido a raya".
É l asintió . "Sí, está s a salvo".
Inclinó la cabeza y enterré mis dedos má s en su gorguera.
“¿Quieres má s agua? ¿Tienes hambre?
"El agua estaría bien". No me retuvieron agua ni comida, pero había
estado corriendo mucho tiempo antes de encontrarme con Drym.
Otra botella apareció frente a mí, con la tapa ya quitada. Bebí este má s
lento. “No quiero ser grosera, pero ¿qué sois vosotros? Quiero decir, sin
los cuernos y la cola, diría que sois hombres lobo, pero no pensé que
existiera algo así. Supongo que eres una prueba viviente de que estaba
equivocado”.
“Nos llamaron wyrfangs, pero tienes razó n, no somos lobos, ni hombres
lobo, ni dragones. Somos todos ellos”.
Miré a cada uno de ellos nuevamente. “No te sigo. ¿Quiénes son 'ellos'?
¿Quieres decir que no eres ellos, pero lo eres? Y espera, ¿dragones? ¿En
realidad?"
La otra bestia de ojos dorados suspiró y asintió hacia Drym. “Sabíamos
que en algú n momento tendríamos que explicá rselo a alguien. Esto
adelanta nuestro cronograma, pero tal vez ella pueda ayudarnos con
cuá l debería ser nuestro pró ximo paso”.
"Sí, esas criaturas existen, y sospechamos que hay muchas má s".
“Santa mierda. Dragones”. Alucinado, sacudí la cabeza para volver a la
normalidad. "¿Quiénes son estos 'ellos'?"
“Ellos eran científicos. Ellos nos crearon, nos criaron, nos entrenaron”.
Drym miró a los demá s. “Nos torturaron”. Levantó su mano derecha y
giró el interior de su muñ eca hacia mí. “Nos marcaron”.
¿Lo que había en sus muñ ecas eran una marca? ¿Habían sido marcados
como ganado? Una sensació n de hundimiento de que su historia era
mucho peor de lo que podía imaginar me golpeó en el estó mago, pero
no lo interrumpí.
“Desde el momento en que nacimos de madres sustitutas, nos
enseñ aron a cazar y evadir. Nos enseñ aron a sobrevivir. Pusieron a
prueba nuestros límites. Somos una mezcla de criaturas, una mezcla de
ADN fusionado en un solo embrió n. Lo que pensaron que sería las
mejores armas, lo usaron. Dragó n y hombre lobo, principalmente, pero
honestamente no sabemos má s allá de eso”.
“¿Nadie los detuvo? Pensé que el gobierno supervisaba todos los
laboratorios que hacían modificació n genética. En realidad, pensé que
ese tipo de experimentos eran ilegales”.
La cabeza de Drym se inclinó hacia mí, con las orejas levantadas. “¿Es
legal cazar mujeres humanas?”
Me reí, el sonido era tan oxidado que me sobresaltó . "Tienes un
excelente punto."
Un enorme wyrfang entró en la cueva y, aunque me sentí có modo con
los demá s, éste era diferente. Má s amenazador, má s letal. Sus ojos rojos
brillaron y cuando se posaron en mí, se entrecerraron con ira. Me
encogí y Drym se movió para bloquearme de él.
"Informe." Ese era Kragen. Tenía un aire de confianza y control que lo
marcaba como el líder.
Su gruñ ido fue tan profundo que apenas pude entenderlo. “Los rastreé
hasta una casa. Se ve bien hasta que miras hacia el só tano. Una pequeñ a
ventana con rejas. Es una maldita prisió n ahí dentro”.
Asentí. "Sí, ahí es donde nos retuvieron".
"¿A nosotros? ¿Hay má s mujeres allí? Las orejas de Drym estaban
pegadas a su cabeza.
Parpadeé para contener má s lá grimas. "Había. Yo era el ú nica que
quedaba”.
De repente me sentí aplastada contra el suave pecho de Drym, su piel
como terciopelo sobre acero. Su pelaje era má s corto aquí, mostrando
los mú sculos esculpidos de su pecho. Me hundí en él.
Debería haber estado gritando y corriendo tan rá pido como mis piernas
me permitían, pero me sentí... segura. Por primera vez en mucho
tiempo. Eran armas, había dicho Drym. Ciertamente parecía que podían
partirme por la mitad sin sudar. Pero no les tenía miedo.
“¿Y los hombres?”
Los ojos de Roul oscuros parecieron brillar má s, má s brillantes, con un
brillo rojo sangre que lo hacía parecer aú n má s peligroso que antes. “La
casa estaba vacía”.
"Los malditos cobardes corrieron". Estaba enojado porque no estaban
todos muertos.
Quin dio la vuelta para quedar frente a mí. "¿Hay alguien a quien
podamos llamar?"
"No. Descubrimos que ninguno de nosotros tenía familias que
presentarían denuncias de personas desaparecidas. Fueron cuidadosos,
calculadores”.
"Oh, gracias a la mierda".
Los dos má s cercanos a él lo golpearon no muy suavemente en cada
brazo.
"¡Ay! ¿Por qué fue eso? Sabes tan bien como yo que habríamos tenido
que atar a Drym si ella hubiera querido irse. O eso, o descubrir muy
rá pidamente có mo íbamos a compartir nuestra existencia con toda la
població n humana”.
El gigantesco recién llegado le refunfuñ ó . "Cá llate, idiota".
"¿Qué? Al menos pregunté. A ninguno de ustedes, los demá s imbéciles,
se les ocurrió ver si había gente preocupada por ella.
"Sí, pero no tenías que sonar tan feliz que ella no lo hizo". Dijo Cavi
mientras guardaba su botiquín de primeros auxilios.
La voz de Kragen sobresalió del resto. "Drym, ¿tal vez deberías llevarla
a una habitació n y dejarla descansar?"
No podía decir si el ruido debajo de mi oído era humor o irritació n.
"Eso probablemente sea lo mejor".
Me tomó en sus brazos con facilidad, con mucho cuidado de no frotar
ninguno de mis rasguñ os o el vendaje que cubría el corte que me
habían suturado. La amabilidad y el cuidado que recibía de estas
bestias (esos wyrfangs) era má s de lo que había tenido en meses.
Golpeé su pecho, untando mis lá grimas sobre su piel. Se inclinó sobre
mí y sentí su hocico contra mi espalda. Su cuerpo me envolvió casi por
completo y nunca me había sentido má s querida o protegida.
cuatro
Encontramos esta cueva por casualidad. Y cuando digo casualidad,
me refiero a que Quin caminaba hacia atrá s mientras movía la boca y
cayó en un agujero cuando el suelo cedió debajo de él.
Era un sistema de cuevas extenso, con una cá mara grande en la que
todos podíamos acomodarnos có modamente y ramas má s pequeñ as
donde podíamos tener nuestro propio espacio.
Nunca antes habíamos tenido nuestro propio espacio. No hay
privacidad cuando las paredes son de cristal y los ojos de las cá maras
siempre te siguen.
Al principio todo estaba demasiado tranquilo. Está bamos
acostumbrados a los sonidos de los científicos yendo y viniendo, el
zumbido de la maquinaria del laboratorio, los movimientos de los
demá s y otros pequeñ os ruidos. Después de una semana, nos sentimos
má s có modos con nosotros mismos y pudimos pasar má s tiempo
separados.
La puse sobre el nido de mantas que había hecho en un rincó n y
encendí una lá mpara para que ella pudiera ver. No era mucho, pero
había rescatado varias gruesas lá minas de espuma que lo amortiguaban
del suelo de roca. Las mantas eran suaves y cá lidas.
"Me habría arreglado si hubiera sabido que tendría compañ ía".
Mantuve mi tono ligero, sintiendo que ella necesitaba sacar la
oscuridad de su mente. No podía imaginar por lo que había pasado.
Ella sonrió y yo sonreí.
Luego ella se rió . Un hermoso sonido que quería escuchar una y otra
vez. Espera, ¿se estaba riendo de mí? Mi cabeza se inclinó y mis orejas
cayeron.
"Lo siento, es só lo que..." Ella negó con la cabeza. “Sé que está s
sonriendo, pero a mí me parece como si estuvieras mostrando muchos
dientes. Debería asustarme muchísimo, pero lo encuentro adorable”.
Ella me encontró … ¿Adorable? Mi sonrisa creció y ella volvió a reír, pero
no me importó . Sonreiría lo má s que pudiera al escuchar ese sonido.
“¿Por qué no lo está s? Asustada de nosotros, quiero decir. Intentamos
con todas nuestras fuerzas no asustar a las mujeres, pero todas
gritaban y lloraban”.
“Drym, ¿está s diciendo que te metieron mujeres? ¿Por qué?"
Me agaché hasta que pude sentarme en el suelo. Me encogí de hombros.
“Para ver qué haríamos”.
Ella contuvo el aliento y se acercó a mí. Estiré el brazo y miré mientras
ella envolvía sus dedos alrededor de mi mano. Todo mi cuerpo se
iluminó como si estuviera só lo en la niebla, no estaba enojado. Sentí
algo, pero no estaba seguro de qué era. La ú nica otra vez que me sentí
tan feliz fue cuando supimos que habíamos escapado, cuando supimos
que los habíamos destruido.
"¿Qué hiciste?"
Resoplé. “Intentamos parecer lo má s pequeñ os posible. Lo má s
inofensivo posible. Puedes imaginar có mo funcionó”.
"Lo siento mucho. Eso suena horrible”.
Me quedé ató nito. ¿Ella acaba de escapar de una situació n aterradora y
me estaba consolando? Resoplé. "Me imagino que no es tan horrible
como ser cazada en el bosque".
Ella negó con la cabeza. “Eso fue horrible, pero me llevaron hace dos
semanas. Viviste toda tu vida en cautiverio. No puedo imaginar el
trauma que has experimentado”.
Nunca lo había pensado de esa manera. Trauma. Así eran las cosas. Era
todo lo que habíamos conocido. Sabíamos que queríamos salir,
queríamos libertad, queríamos control sobre nuestras vidas y nuestros
cuerpos.
Ella se aclaró la garganta. “¿Có mo… quiero decir, si no es demasiado
invasivo preguntar, có mo escapaste?”
“Aú n estaríamos allí si no fuera por uno de los científicos. Era nueva y
sospecho que no tenía idea de en qué se había apuntado. La primera
vez que la trajeron a nuestra ala casi se desmaya. Se burlaron de ella y
todos nos enojamos”. Me reí entre dientes. “Ella encontró su columna
vertebral muy pronto. No le gustaba lo que estaban haciendo, pero
dijeron que no era diferente de cualquier otro animal de laboratorio y
que sus experimentos eran para el bien de toda la humanidad.
“Isabellele les creyó al principio. Entonces se dio cuenta de que no
éramos bestias sin cerebro. Que éramos sensibles. Comenzó a hacer
planes y a pasarle notas a Roul, ya que era la persona que má s trabajaba
con él. En el transcurso de un mes, garabateando una nota a la vez,
formulamos un plan”.
Ella asintió . "Ella te ayudó a escapar".
"Sí. Le debemos todo”.
"¿Dó nde está ella?"
Bajé la cabeza. “No lo sabemos. La fuga se volvió ... complicada. Visiones
de hombres y mujeres con batas blancas gritando mientras los
destrozá bamos, la sangre cubría las paredes, el suelo, el techo... a
nosotros. Nuestras garras atravesaron equipos, computadoras y viales
de almacenamiento. No dejamos nada atrá s. Nada que pudiera recrear
el 'experimento' que nos hizo. “La perdimos en la confusió n. Ella
desapareció . Creo que ella se escondió , al igual que nosotros, y só lo está
tratando de descubrir qué hacer a continuació n”.
"Roul, él debe ser el que da miedo".
Me reí. “Sí, eso lo describe perfectamente. Nada le gusta má s que
destrozar cabezas, pero es tremendamente leal y protector hasta el
extremo”. Suspiré. "É l reaccionó ante ella, como yo reacciono ante ti".
Se acostó y se acurrucó entre las mantas y mi corazó n se aceleró al
verla có moda en mi cama. Bostezó tanto que oí crujir su mandíbula.
Ella tarareó . "Lo lamento. Estoy agotada."
"Te dejaré dormir".
Se sentó erguida, con el pá nico reflejado en su rostro. "¡No! Por favor, no
te vayas. No quiero estar sola”.
"Entonces me quedaré".
Se deslizó hacia el frente de la cama y dio unas palmaditas en el espacio
que había hecho detrá s de ella. Me acosté, teniendo cuidado con mis
garras, mis cuernos y las pú as de mi cola. Ella medio rodó hacia mí y me
agarró el antebrazo, arrastrá ndolo sobre su estó mago. La acerqué má s y
me acurruqué a su alrededor, haciéndole saber en silencio que la
protegería de cualquier amenaza.
Ella estaba dormida en unos momentos.
Con su aroma en mi nariz, me tomó mucho má s tiempo.
cinco
Me desperté en poco a poco. Sabía que estaba en una cueva con una
bestia a mis espaldas, pero me sentí muy bien. No podía recordar un
momento en el que me hubiera sentido tan cá lida y segura. En realidad,
no había podido dormir en la jaula. Nos turná bamos para cuidarnos
unos a otros, pero ninguna de nosotras dormía bien ni por mucho
tiempo.
El pecho de Drym subía y bajaba contra mi espalda, el ritmo era
constante. Su brazo me enjauló a su lado, pero me sentí bien sabiendo
que cualquiera que viniera por mí tendría que atravesarlo.
Había una longitud dura presionada contra mi trasero. ¿Seguramente
no fue lo que pensé que era? Ayer no había visto genitales de ningú n
tipo en ninguno de ellos y no llevaban ropa. Aunque seguro que se
sentía como una polla. Uno muy largo y muy duro.
El deseo me dejó en silencio. Me excitaba pensar en la polla de un
monstruo. Me reí.
¿Y si no lo fuera? ¿Y si fuera só lo, no lo sabía, un hueso de la pierna o
algo así?
Lentamente rodé debajo de su brazo, tratando de no despertarlo pero
queriendo (necesitando) echar un vistazo a lo que me estaba picando.
Cuando finalmente apareció a la vista, jadeé.
Definitivamente la polla monstruosa de un monstruo. Se curvaba hacia
su ombligo y era má s largo que cualquier pene que hubiera visto jamá s,
incluso en el porno. Noté los lados de una hendidura que sostenía la
base. Debe ser por eso que no vi nada antes. Deben estar escondidos en
el interior cuando no estén duros. Era grueso en la base y se estrechaba
hasta formar una cabeza ligeramente en forma de pala, con pú as cortas
que formaban una espiral a lo largo de toda su longitud.
¿Eran duros o blandos? ¿Qué haría? ¿Cómo se sentiría dentro de mí?
¿Encajaría siquiera dentro de mí? Dios mío, ¿en qué estaba pensando?
Mis ojos volaron hacia arriba y su mirada me inmovilizó . Mis mejillas
ardieron. Me había pillado mirando su polla. ¿Qué carajo me pasó ? Tuve
que romper el incó modo silencio, pero no pensé: "oye, ¿puedo tocar tu
polla?". Sería un buen comienzo.
Tragué. "Buen día."
É l gruñ ó y se movió . En un minuto, estaba acostado de lado detrá s de
mí y al siguiente, todo su hocico estaba presionado contra mi coñ o y
estaba inhalando grandes bocanadas de aire.
Chillé y empujé sus cuernos. "¡Ey! ¡Ey! ¿Qué está s haciendo?"
“Huele bien. Delicioso."
Dejé los inú tiles intentos de mis manos de empujarlo y me cubrí la cara.
Se acercó má s. Prá cticamente tenía su nariz dentro de mí en este
momento. Estoy segura de que lo habría hecho si no estuviera usando
ropa interior.
"Tu coñ o es delicioso. Quiero lamerlo”.
Sus ojos brillaban cuando me miraron. Se me cortó el aliento y se me
secó la boca.
"¿Puedo lamerlo?"
Oh, qué diablos. ¿Cuá ntas veces en la vida de una niñ a una bestia pidió
lamerle el coñ o? Me habría reído, pero tan pronto como asentí, me bajó
la ropa interior por las piernas y acarició su lengua a través de mi raja.
Cuando golpeó mi clítoris, casi levité.
"Mmmm, muy bien".
Los cá lidos destellos de su lengua me abrieron los ojos para ver lo que
estaba sucediendo y, por todo lo santo, su lengua estaba ahorquillado.
Se comió mi coñ o como un hombre hambriento que había vagado por el
desierto durante meses. Su lengua entró y salió , se movió dentro de mí
como nunca antes había sentido y luego lamió con largos movimientos
de proa a popa. Cada vez que golpeaba mi clítoris, jadeaba y me
retorcía. No le llevó mucho tiempo descubrir có mo hacerme gritar.
Mis paredes se aferraron a su lengua y él gruñ ó , empujando mi orgasmo
casi hasta el punto del dolor. Oh, pero dolor se sintió bien.
Agotada y jadeando, me tapé los ojos con el antebrazo y gemí. Quizá s
me estaba desvinculando porque acababa de pasar por una experiencia
muy traumá tica. Tal vez estaba en coma y alucinaba con el hombre lobo
de dos metros de altura con cuernos y lengua bífida.
Pase lo que pase, sabía una cosa: quería follarme a este monstruo.
Tiré de sus cuernos hasta que se deslizó y se acostó a mi lado. Se lamió
los labios.
“Ninguna de los demá s olía como tú . Ninguno de los otros me hizo
querer probar. ¿Por qué hueles tan bien? ¿Por qué sabes a madreselva?
"Um... ¿probablemente porque estoy excitada y me acabas de dar un
orgasmo increíble?"
Su hocico se inclinó hacia abajo e inhaló . “Quiero hacerlo de nuevo”.
Agarré su oreja antes de que pudiera moverse. “Espera, grandulló n. Yo
también puedo jugar”.
Su cabeza se ladeó de la manera má s adorable, traicionando la porció n
canina de su ADN. Me deslicé hasta que mi mano rozó su polla y él se
sacudió . "Shh, está bien".
Observó lo que hice con ojos brillantes. Pasé mis dedos por su longitud,
la piel cá lida y suave sobre un nú cleo rígido. Las pú as eran flexibles,
pero no blandas. Se sentían como cartílago. Mi coñ o ya empapado se
inundó .
No fue fá cil agarrarlo bien con las pú as, pero descubrí có mo envolver
mis dedos entre ellas y apreté. No podía decir si su fuerte inhalació n era
placer o dolor, así que lo miré a los ojos y los encontré encapuchados.
"¿Sí?" Yo pregunté.
"Sí", gimió .
Giré y deslicé mi mano hacia su base antes de invertir el rumbo hacia la
cabeza. Estaba resbaladizo con líquido preseminal. Lo recogí en mi
palma y dejé que aliviara el movimiento de mi mano. La tercera vez que
llegué a la base sentí algo nuevo. El á rea alrededor de los bordes
superiores de la abertura de su hendidura era má s grande. Me acerqué
para ver mejor el bulto ahora pronunciado. Pasé mis dedos suavemente
alrededor de él y Drym jadeó .
"¿Qué es esto?"
“Mi apertura. Nuestras pollas permanecen escondidas, como las de un
dragó n”.
“Reuní todo eso. Quiero decir, ¿por qué esta parte se está haciendo má s
grande? Me quedé fascinada.
“Ese es mi nudo vestigial”.
Me quedé quieta. "¿Y ahora qué?"
É l se rió entre dientes. “Mi nudo vestigial. Los científicos hablaron
mucho sobre nuestra anatomía. Los lobos que usaron para nuestro ADN
anudan a sus parejas, manteniéndose unidos. No tenemos un verdadero
nudo, pero desarrollamos este bulto en la parte superior de nuestras
hendiduras”.
Después de un poco de cá lculo mental, tragué. Ese bulto estaría
aproximadamente al nivel del clítoris si tuvieran sexo con penetració n.
"¿Cuá nto tiempo permanecerá ?"
"No estoy seguro. Nunca me he corrido dentro de una pareja”.
seis
Su delicioso olor se intensificó y supe que má s líquido cubría su
coñ o. Su cuerpo me estaba facilitando el camino, y fue necesario
bloquear cada mú sculo para evitar chocar contra ella.
No pude evitar tocarla, pero cuando intenté nuevamente bajar el
hocico, ella me mantuvo quieto. Hice lo siguiente mejor y envolví mi
cola alrededor de su muslo, pinchando su manojo de nervios con la
punta sensible.
Ella se adelantó con un grito ahogado y giró la cabeza, tratando de ver
lo que estaba haciendo con los ojos muy abiertos. "¿Qué es eso?"
“Mi cola. Como no me dejará s lamer la madreselva y se me hará la boca
agua, me cubriré la cola con ella”.
Deslicé las suaves escamas inferiores a lo largo de ella; el calor
combinado con su mano en mi polla me obligó a cerrar los ojos en
éxtasis. Su mano se tensó cuando la empujé dentro, golpeando contra
sus paredes internas.
Ella gimió , su otra mano agarró mi hombro mientras se giraba hacia mí.
La nueva posició n le cerraba las piernas y eso no serviría. Agarré la
parte posterior de su rodilla y levanté su pierna sobre la mía,
abriéndola y dá ndome suficiente acceso. Su olor inundó la cueva y sorbí
la baba que inundaba mi boca.
Empujé mi cola má s profundamente y su mano tuvo un espasmo como
si hubiera perdido el control de sus movimientos. Debería parar. Había
estado traumatizada y enjaulada durante semanas. Empujé mi nariz
junto a su oreja, inhalando su aroma.
"Dime que pare ahora o te voy a follar". Me quedé quieto, esperando
que ella me detuviera.
Ella se meneó en mis brazos, en voz baja cuando finalmente dijo: "No
pares".
Le levanté la barbilla con un dedo y miré fijamente sus ojos nublados
por el deseo. “¿Está s segura?”
Ella tragó y asintió .
Agarré sus muñ ecas y se las pasé por la cabeza, asegurá ndolas con una
mano mientras la hacía rodar sobre su espalda y me acomodaba entre
sus muslos. Mi polla hizo muescas sin esfuerzo en su entrada y empujé
hacia adelante, yendo tan lento como pude. Sentí que cada uno de mis
picos cortos entraba en ella y fue todo lo que pude hacer para no abrirla
de un solo golpe.
Fue un deslizamiento lento y doloroso dentro de su apretada vaina.
Gemí cuando mi raja la golpeó . Mordí entre dientes: “Está s tan
apretada. Tan perfecto”.
“No puedo creer que encajes. Siento que un movimiento en falso me
destrozará s por dentro.
Salí hasta la mitad y empujé hacia adentro. Ambos gemimos. "No hay
movimientos equivocados".
Tomé la tarea de frotar su clítoris con mi nudo mientras pasaba mi
lengua por el costado de su cuello. Má s de su miel me inundó y entrar y
salir de ella fue má s fá cil entonces. Aceleré el ritmo. "Voy a llenarte con
mi semen".
Ella gimió y yo curvé mi columna para dejar espacio entre nosotros.
Solté sus manos y levanté su cabeza.
“Mira qué bien me tomas. Fuiste hecha para mí”.
Los temblores se apoderaron de mi polla y ella gritó . Su orgasmo me
impulsó y no pasó mucho tiempo antes de que la siguiera. Me enterré
profundamente dentro de ella y sentí que mi nudo se hinchaba aú n
má s, presioná ndose contra ella y dá ndole otra ola de éxtasis.
Ojalá hubiera durado má s. Quería hacer mucho má s con ella. Aprende
cada centímetro de su cuerpo. Má rcala como mía. Hubo mucho tiempo
para eso má s tarde. Nunca tuve la intenció n de dejarla ir.
Mientras su respiració n se hacía má s lenta y sus manos se clavaban en
el pelaje de mis brazos, gruñ í: "Mía".
“No pertenezco a nadie”.
Su voz estaba llena de veneno y mis oídos se aplastaron contra mi
cabeza. La sentí alejarse. Busqué en su rostro alguna pista de lo que
había hecho para molestarla. No pude evitar el gemido que silbó por mi
nariz.
"No." Ella volvió la cara.
"¿Qué debo hacer?" Sentí que mi pecho se estaba derrumbando.
"¿Có mo puedo hacerte suave y cá lido otra vez?"
Ella se rió entre dientes, pero no tenía humor. “No puedes. La cagaste
pensando que podrías reclamarme como si fuera una muñ eca de
porcelana, una posesió n. ¡No soy algo que deba poseerse!
Todo mi cuerpo se encogió . "No quise decir eso."
"¿Oh?" Ella me escupió sus palabras. “¿Có mo lo dijiste en serio?”
“Quise decir que eras mía porque yo soy tuyo. Tienes mi corazó n,
cuerpo y alma en tus manos para hacer lo que desees. Soy tuyo para
mandar. Tuyo para tocar. Tuyo para usar. Tuyo para herir.
Quería limpiarme de sus muslos, limpiarla y abrazarla, pero ella se alejó
de mí. Me senté en cuclillas y me acurruqué sobre mí.
Pídeme que mate a alguien y lo hice sin dudarlo. No saber qué hacer o
có mo actuar era extrañ o e incó modo. Ella me miró fijamente durante
un largo rato y pensé que podría invitarme a volver a sus brazos. Me
incliné hacia ella y ella hizo una mueca.
"Yo só lo..." Se pasó una mano por la cara y resopló . “¿Puedes irte? No
puedo mirarte ahora mismo”.
El dolor me atravesó . Su voz era pequeñ a, derrotada. En el poco tiempo
que la conocí, ella nunca se dio por vencida. Yo había hecho esto. La
había llevado a donde dos semanas de confinamiento y persecució n no
la habían llevado. Estrangulé el gemido que amenazaba con mi garganta
y me puse de pie.
Dudé antes de desaparecer por el tú nel. "No iré muy lejos... si necesitas
algo..." Mi garganta se cerró mientras caminaba de regreso hacia mis
hermanos, dá ndole el espacio que había pedido.
Siete
fue demasiado, demasiado rá pido y todo me atrapó . La realidad de
todo lo que pasó se estrelló sobre mí como un tsunami cuando lo
escuché gruñ ir que yo era suya. No podía deshacerme de la idea de que
pretendía poseerme, como una especie de premio. O el trofeo de un
cazador.
No era justo para él y lo sabía, pero no era capaz de ordenar mis
emociones en ese momento.
El miedo cuando me secuestraron, el pá nico cuando me arrojaron al
só tano y las otras mujeres me explicaron lo que los hombres habían
planeado para mí. La determinació n de sobrevivir, perdiendo la
esperanza ante eso mientras, una a una, sacaban a las mujeres y nunca
regresaron.
Sara, Gracia, Catalina. Recordaría sus nombres.
Evadiendo a los cazadores el tiempo suficiente para pensar que podría
llegar hasta el cable, y sabiendo que no importaba si lo hacía. Caer y ser
rescatada por una bestia. Un monstruo al que debería haber estado má s
aterrorizada que los cazadores, pero só lo me sentía seguro.
Las lá grimas corrieron por mi rostro y me entregué a todo a la vez.
Me tomó casi una hora calmarme lo suficiente como para pensar con
claridad sobre mi situació n. Los hombres se habían tomado muchas
molestias para secuestrarme. Habían gastado una fortuna preparando
la casa y el terreno para su enfermizo entretenimiento. Con ese tipo de
falacia de costos hundidos en pleno efecto, tenía que creer que querrían
que volviera.
Estaría má s segura si me quedara allí, con los monstruos que me
protegían. Con Drym.
Pero no podía hacer la vista gorda ante lo que esos hombres estaban
haciendo, lo que estaba claro que habían estado haciendo durante
mucho tiempo. La evidencia de que no habíamos sido los primeras
estaba en las celdas donde nos mantenían. Trozos rotos de uñ as
pintadas, toscas marcas de hash que marcaban el tiempo. Necesitaba
alertar a las autoridades. Lo volverían a hacer con otra mujer.
La idea me revolvió el estó mago.
Tuve que irme a casa. La idea me aterrorizó , pero la decisió n fortaleció
mi voluntad. Esos hombres no se saldrían con la suya. Me aseguraría de
eso.
Una punzada de tristeza me golpeó cuando pensé en dejar atrá s a las
bestias. Kragen había dicho algo acerca de que yo podría ayudarlos.
Haría lo que pudiera para devolverles su amabilidad.
Iba a necesitar mucha terapia después de esto.
Me levanté y caminé hasta el borde de la luz. “¿Drym?” Mi voz estaba
entrecortada por el llanto, así que me aclaré la garganta para intentarlo
de nuevo. Antes de que pudiera, salió de la oscuridad. Retrocedí un
paso. É l se alzaba sobre mí y estiré el cuello para mirarlo.
“¿Qué necesitas, pequeñ a?”
Parecía tan ansioso, como un cachorro que acababa de escuchar su
primer "buen chico". Casi comencé a llorar de nuevo cuando recordé la
expresió n de su rostro cuando me enojé.
Me froté el pecho. “Quería disculparme. Estuvo mal por mi parte
arremeter contra ti”.
Estaba sacudiendo la cabeza antes de que terminara.
“Yo tengo la culpa. Nunca debí haberte presionado. Has pasado por
tantas cosas… merezco tu enfado”.
"No, no lo haces". Suspiré. “Pero estoy demasiado cansado para discutir
quién tiene la culpa. Necesito irme a casa”.
Se sobresaltó y luego lo vi desinflarse. Es difícil de explicar, pero fue
como si parte de su vida se le hubiera escapado.
"Por supuesto."
Desvió la mirada y tuve que tragar saliva para no retractarse. Decir que
me quedaría. Tenía que ser el trauma el que me hacía sentir así. ¿No es
así? Me aclaré la garganta de nuevo. “¿Kragen dijo algo acerca de que yo
podría ayudarte? Me gustaría intentarlo antes de irme”.
Las puntas de su lengua bífida se movieron entre sus dientes unas
cuantas veces y me pareció oír sus dientes chocar entre sí.
"Estaríamos agradecidos por la ayuda".
No tenía idea de qué ayuda podría ofrecerles, pero haría lo que pudiera.
No pasó mucho tiempo después de reunirse con los demá s para
comprender lo que necesitaban. Los habían mantenido como ratas de
laboratorio durante toda su vida. Solo tenían informació n vaga de que
el director del laboratorio seguía pró fugo y que existía toda una
segunda sociedad, una formada por criaturas sobrenaturales, incluidos
los hombres lobo y los dragones de los que habían sido creados.
Mi cabeza daba vueltas cuando Kragen repasó lo que sabían y lo que
necesitaban.
Isabellele, la bruja que había facilitado su fuga, parecía perturbada por
lo que estaba sucediendo. Tenían que esperar que esta sociedad secreta
de seres sobrenaturales no supiera de su existencia ni de los
experimentos que condujeron a ella. Que los protegerían, si tan só lo
pudieran establecer contacto.
Cuando terminó de contarme todo lo que sabían, negué con la cabeza
con tristeza. “Me temo que no podré ayudar a encontrarlos. Hasta que
tú , no tenía idea de que existían seres sobrenaturales fuera de los libros
y las películas. Vi todos sus hocicos caer hacia los papeles esparcidos
sobre la mesa. “Apuesto a que si pongo sondas, alguien me encontrará .
No puede ser accidental que el ser humano promedio no sepa acerca de
las criaturas que viven entre nosotros. Tiene que haber gente que
trabaje para asegurarse de que no se corra la voz”.
Drym negaba con la cabeza. "Si ese es el caso, hablar de nosotros para
sacarlos te pondría en peligro".
Capté sus ojos y los sostuve. "Es lo menos que puedo hacer después de
que me salvaste la vida".
Estaba parado frente a mí en la mesa, pero podía escuchar el gruñ ido
bajo retumbando a través de él. Quin le dio un puñ etazo en el brazo y el
ruido cesó .
“Podemos mirar desde las sombras. De esa manera, estará s a salvo y, si
alguien se revela, estaremos allí para pedir ayuda”.
Los demá s asintieron con la cabeza.
No fue una sorpresa cuando Drym habló . "Iré."
Kragen estaba negando con la cabeza. “Ya es bastante difícil esconderse
como lo hacemos nosotros. Tendrá que ser Cavi o Quin. Sus ojos son
má s fá ciles de ocultar”.
Drym gruñ ó , pero al final cedió . Antes de darme cuenta, Quin me estaba
guiando a la superficie. Cuando pasé junto a Drym, me rozó el brazo con
el dorso de la mano.
"Quédate a salvo."
No podía hablar má s allá del nudo en mi garganta, así que asentí. Tenía
que ser el trauma el que me hacía sentir como si me arrancaran el
corazó n del pecho a medida que me alejaba.
¿Correcto?
ocho
Kragen cedió el día Después de que ella se fue y me dejó seguirlos. Me
sentía miserable y escucharme quejarme hacía que mis hermanos se
sintieran miserables. Me ordenaron que fuera inteligente, y en el
momento en que pensé que ya no podía serlo, debía regresar a la cueva.
Habría aceptado arrancarme el brazo a mordiscos si eso significara
poder verla de nuevo.
Só lo verla me calmó . Pasé tres noches mirando su ventana. Vivía en el
cuarto piso de un edificio de apartamentos. Quin me dijo cuá l era el
suyo. Luego señ aló un roble que me ocultaría y me daría una vista casi
perfecta de ella.
É l dijo que no le diría que yo estaba allí, pero que cada noche, antes de
que ella apagara las luces, se paraba en esa ventana y miraba hacia
afuera.
Sabía por qué no podía acudir a ella. No podíamos arriesgarnos a
quedar expuestos. No hasta que supiéramos si los otros sobrenaturales
nos aceptarían. La empresa detrá s de nuestra creació n sabía que
éramos libres. Sabíamos que intentarían capturarnos nuevamente.
É ramos demasiado valiosos para ellos. El director estaría furioso de
que hubiéramos escapado antes de que realmente pudieran probar
nuestras habilidades.
Habían programado nuestra primera misió n real. Los científicos habían
traído a comandantes militares para que nos observaran durante un
ejercicio. Podíamos oírlos hablar de nosotros con un deleite tan
violento que nos revolvía el estó mago. Uno de ellos estaba tan excitado
que podíamos oler su excitació n.
Dijeron que nos iban a enviar a un lugar donde a nadie le importaría si
la gente moría. Debíamos matar inocentes, só lo para demostrar cuá n
efectivos éramos. Sabíamos que éramos armas, eso estaba claro incluso
antes de saber qué éramos. Aunque nuestro trato no fue suave ni
afectuoso, siempre pensamos que trabajaríamos para los buenos.
Apaciguamos nuestra conciencia diciéndonos que estaríamos matando
gente mala. Librar al mundo del mal.
Habíamos planeado nuestra fuga durante añ os, pero ese día quedó
claro que necesitá bamos obtener nuestra libertad antes de que nos
enviaran a esa misió n.
La niebla nubló mi visió n periférica y negué con la cabeza.
Respiré profundamente y lo dejé salir lentamente. Me concentré en la
ventana de Kendal, recordando la sensació n de sus suaves curvas bajo
mis manos y su cá lido coñ o agarrando mi polla.
La niebla retrocedió .
El viento cambió y un olor desconocido llamó mi atenció n. Escaneé el
á rea contra el viento hasta que capté movimiento. Algo se separó de las
sombras y se deslizó hacia el edificio. Algo que se movía con velocidad y
gracia sobrenaturales.
Cada noche aparecía una criatura diferente. Kendal llamó a la policía
tan pronto como llegó a casa. Quin estaba lo suficientemente cerca
como para escuchar su conversació n, y aunque se mantuvo para sí
misma la parte de los monstruos que la rescataban, dejó caer
suficientes pistas sobre sucesos inexplicables para llamar la atenció n de
cualquier monitoreo sobrenatural.
Al día siguiente, llamó a un terapeuta y le contó aú n má s detalles. Dijo
que sospechaba que sus secuestradores la habían drogado,
provocá ndole alucinaciones para explicar haber visto hombres lobo y
dragones. Claramente funcionó .
Quin estaba dentro, en un pequeñ o rincó n de mantenimiento en el
mismo piso que Kendal. Sabía que cualquier cosa que se acercara a ella
no lograría escapar de él.
Me bajé del á rbol de todos modos, mis movimientos eran má s rá pidos,
má s silenciosos y má s precisos de lo que habían sido. Me quedé a favor
del viento y lo suficientemente atrá s como para que nunca me viera.
Los demá s se habían dado vuelta y se habían ido después de
permanecer en el vestíbulo durante unos minutos.
É ste fue directamente a su piso. Esperé mientras se detenía frente a la
puerta de Kendal y le hice un gesto con la cabeza a Quin cuando
apareció a la vista.
La criatura era pequeñ a y aunque tenía velocidad y sus movimientos
eran fluidos, parecía poca amenaza. Sin garras, sin colmillos aparentes.
Si no fuera por el olor, parecería humano. Un humano de forma
bastante extrañ a, con brazos largos y piernas cortas, pero lo
suficientemente humano como para no llamar la atenció n indebida. Se
acercó a su puerta y golpeó dos veces con el puñ o.
Me incliné hacia adelante, equilibrando mi peso, lista para saltar si
fuera necesario.
La puerta se abrió y luego se detuvo, sujeta a una pequeñ a rendija por
un trozo de cadena. Mis fosas nasales se llenaron con el aroma de
Kendal y mi atenció n se redujo.
"¿Sí?"
Su voz era clara, fuerte. Sonaba mejor que antes y parecía má s
saludable por lo poco que pude ver.
“Entiendo que tienes preguntas sobre cosas que quizá s hayas visto.
Existen canales adecuados para obtener respuestas a estas preguntas.
Protocolos que se deben seguir. ¿Tú entiendes?"
Ella asintió y la criatura le ofreció un sobre blanco.
"Estoy aquí para extender una invitació n para reunirme con un
representante".
"Puedes dejarlo en el suelo, por favor".
El orgullo hinchó mi pecho. Mi hembra era inteligente.
La criatura hizo lo que le pidió e hizo una breve reverencia antes de
abandonar el camino por donde había venido. Quin y yo retrocedimos
hacia las sombras y observamos hasta que salimos del edificio. La
puerta de Kendal se cerró y oí el ruido de la cadena antes de que se
abriera de par en par. Ella entró por la abertura y sonrió .
“Entrad, vosotros dos. Lo arruinará s si los ven los vecinos”.
nueve
Sabía que Quin Estaba allí. Le ofrecí quedarse en el apartamento
conmigo, pero él se negó con tal vehemencia que me hizo pensar que
Drym también debía estar cerca. No me llevó mucho tiempo descubrir
dó nde se escondía.
Só lo saber que él estaba allí me hizo sentir mejor, lo cual era absurdo.
Mi terapeuta confirmó que mi apego a mi salvador “misterioso” fue una
respuesta al trauma. Intenté verlo de esa manera, pero no me parecía
bien.
No puedo imaginar que una respuesta al trauma haya provocado que
las personas tengan sueñ os increíblemente sucios y sexys cada vez que
cierran los ojos. Se estaban poniendo ridículos. Incluso le pregunté a
Quin si tenían poderes psíquicos, pensando que tal vez Drym estaba en
mi cabeza de alguna manera. Sus orejas habían caído hacia un lado
cuando dijo que no y eran tan condenadamente adorables que hubiera
querido alborotarle el pelaje de la cabeza.
Mi mundo entero había cambiado cuando Drym me recogió en el
bosque esa noche. Me alejé de todos los hombres con los que
necesitaba interactuar, buscando rostros a medida que avanzaba mi día,
muerta de miedo de ver a uno de los hombres que me retenía.
Luego llegué a casa y me sentí segura porque un monstruo de dos
metros de altura dormía en la sala de mantenimiento de mi piso y otro
observaba obsesivamente desde el roble afuera de mi ventana.
Debería haberme asustado muchísimo. Mi cerebro debería haberse
sentido confuso y equivocado. Debería haberme sentido avergonzada
cada vez que llegaba al orgasmo pensando en una polla gruesa con una
espiral de pú as a lo largo de su longitud empujá ndose hacia mí.
No sentí ninguna de esas cosas.
Lo que me hizo sentir rara fue estar en el mundo. No había necesitado
volver a trabajar todavía, pero mi apartamento se sentía vacío y
expuesto. Caminar por la acera me ponía ansiosa. Estaba paranoica en
el supermercado.
Todo lo que quería hacer era encontrar una cueva donde esconderme.
Una con un suave nido de mantas y un cuerpo caliente y peludo
acurrucado a mi alrededor.
Negué con la cabeza. No estaba seguro de lo que les deparaba el futuro
a los wyrfangs, pero no veía ninguna forma de encajar en él.
Di un paso atrá s para dejarlos entrar, riéndome entre dientes cuando
los cuernos de Quin golpearon la parte superior del marco de la puerta
y le llevaron la cabeza hacia atrá s. Drym lo empujó el resto del camino,
agachá ndose para no repetir el error.
Quin se frotó la base de los cuernos y se encogió de hombros.
"Normalmente rompemos puertas a cuatro patas".
Cerré la puerta y me giré para encontrar a Drym cerca, mirá ndome. Vi
sus manos agitarse a sus costados, como si quisiera alcanzarme, pero
decidió no hacerlo. El ligero movimiento me rompió el corazó n.
Me acerqué a él y hundí mis dedos en el pelaje de su espalda. Mi mejilla
presionada contra su pecho ahogó mi voz cuando dije: "Hola".
Sentí la parte inferior de su mandíbula presionar contra mi espalda y lo
escuché susurrar. "Hola."
Comenzó como un simple abrazo. Inspiré profundamente y mis
pezones rozaron su pecho a través de la tela de la fina camisa de
algodó n que llevaba y el calor inundó mi cuerpo. Mi excitació n fue
rá pida y tan completa que pude sentir lo mojada que estaba cuando
apreté mis muslos.
Un ruido sordo comenzó debajo de mi oreja y supe que podía oler lo
excitada que estaba.
Quin se aclaró la garganta y me aparté de Drym. Había olvidado que no
está bamos solos.
Me aclaré la garganta y deseé que el calor desapareciera de mis
mejillas. “¿Tienen hambre? ¿Sed?"
Quin se rió . “Estoy seguro de que mi hermano tiene hambre, pero
tendrá que esperar. Ahora mismo necesito satisfacer mi curiosidad
sobre lo que hay en esa nota”.
Ah, claro. La nota. El sobre era fino y estaba sellado con un círculo de
lá mina dorada en relieve. Saqué una sola hoja de papel que era tan
suave que supe que era cara. No había ningú n mensaje, só lo una hora y
una direcció n cerca del río.
Crucé hasta mi sofá y tomé mi computadora portá til. No había un
nombre comercial asociado con la direcció n, pero la imagen de satélite
mostraba un edificio de ladrillo con un paisaje muy cuidado en una
zona elegante del centro de Damruck.
Fijar la reunió n a las ocho de la noche significaba que mientras no
hubiera focos en el exterior del edificio, Drym y Kragen podían ir
conmigo. Só lo tenía que pensar có mo llevarlos allí sin que me
descubrieran.
Su tamañ o era un problema, pero había visto a Drym ponerse en
cuclillas y hacerse una bola que lo hacía parecer mucho má s pequeñ o.
Los cuernos eran má s difíciles de ocultar.
“Está bien, aquí está el plan. Quiero que Drym vaya conmigo y estoy
segura de que Kragen también quiere ir”. Hice una pausa para
asegurarme de que ambos me seguían.
Quin se dejó caer al suelo y alzó la nariz hacia el cielo. "Gracias a la
mierda que no me dijiste".
Resoplé y luego seguí adelante. “Quin, regresa y dile a Kragen que se
reú na con nosotros mañ ana a las siete cerca del borde del
estacionamiento. Iré por la mañ ana y alquilaré una furgoneta lo
suficientemente grande como para esconderlos. Miré a Drym. "Cuando
lleguemos a la direcció n, dependerá de ti y de él descubrir có mo
entrar".
"Buen plan".
Los elogios de Drym me levantaron el pecho y me negué a examinarlo
demasiado de cerca.
"Será mejor que nos vayamos antes de que anochezca demasiado".
Quin cruzó la puerta pero cuando Drym intentó seguirlo, lo detuve.
"Quédate. Por favor."
É l y Quin compartieron una mirada antes de que el otro wyrfang
cerrara la puerta detrá s de él con un suave clic.
Vi los hombros de Drym subir y bajar con una respiració n profunda.
“Puede que esto no sea prudente. No quiero invadir tu espacio. Debería
irme”.
Cuando alcanzó la manija de la puerta, lo detuve nuevamente. "No.
Quiero que te quedes”. Respiré profundamente por mi cuenta. "Te
deseo."
diez
Me di la vuelta así Rá pidamente mi cola golpeó la puerta. "No puedo
evitar tocarte".
Su mano se extendió y recorrió mi pecho. "No quiero que lo hagas".
El gruñ ido que surgió de mí fue primitivo. Me puse en cuclillas frente a
ella y la miré a los ojos mientras le levantaba la camisa del cuerpo. Mi
necesidad de desnudar su piel luchaba con la necesidad de asegurarme
de que ella quisiera lo que yo estaba haciendo.
Levantó los brazos, haciendo má s fá cil deshacerse de la camisa.
Enganché mis garras en la cintura de los pantalones del pijama que
llevaba, sin romper nunca el contacto visual. Se balanceó hacia mí y su
pezó n rozó mi nariz. Ambos nos quedamos sin aliento.
Mi lengua salió , ambas mitades se curvaron alrededor de la dura
protuberancia y tiraron. Su aroma, cá lido, terroso y dulce, me quemó
cuando probé su piel.
Sus manos cubrieron el dorso de mis dedos donde estaban
enganchados a su cintura y empujó . Sus pantalones cayeron formando
un charco a sus pies. Su ropa interior no hizo nada para disminuir el
olor a madreselva de su excitació n mientras me envolvía. Mis garras se
engancharon en los costados de sus bragas, conscientes de su suave
piel. Con apenas un tiró n, separé la tela y flotó hasta el suelo.
Ella no era una bruja, pero su olor, su sabor, los pequeñ os ruidos que
hacía mientras la lamía, eran una magia en sí misma. Uno que me unía
cada vez má s fuerte a ella. Cambié mi lengua al otro pezó n y ella se
balanceó hacia mí cuando tiré del apretado capullo. Sus manos
agarraron mis hombros para mantener el equilibrio y su espalda se
arqueó , presionando su pecho má s cerca.
El calor rodó por mi vientre y endurecí los lados de mi raja, obligando a
mi polla a permanecer oculta un rato má s. Mi trasero estaba duro como
una roca, mi cola se movía por el esfuerzo, pero estaba decidido a ver
só lo su placer.
Pasé mi lengua por su abdomen, golpeando su ombligo. Hice una pausa,
mi nariz rozó los rizos en la unió n de sus muslos.
"Por favor", gimió en un susurro.
"¿Quieres que te lama aquí?" Pregunté, cerrando los ojos cuando una
nueva ola de excitació n la atravesó .
"Sí."
Mi lengua salió disparada y se arrastró por sus pliegues, deteniéndose
para provocar su clítoris con un poco de presió n. Abrí má s la boca y me
metí en su apretado coñ o, gimiendo mientras me chupaba y apretaba
en señ al de bienvenida.
La sangre corrió a mi polla tan rá pido que no tenía esperanzas de
mantenerla contenida. Envolví mis manos alrededor de los globos de su
trasero y la acerqué, forzando sus piernas a ambos lados de las mías,
todo su peso sostenido por mis manos.
Ella agarró mis cuernos y gimió cuando llegó el orgasmo. Yo mismo
estuve a punto de correrme. La lamí hasta que su respiració n volvió a la
normalidad y cada parte de ella estuvo limpia. La tomé en mis brazos
mientras me levantaba y la llevaba a su cama.
Tenía la intenció n de dejarla y dormir en el suelo frente a la puerta de
su dormitorio. Kendal no quería saber nada de eso. Cuando intenté
levantarme, ella agarró mi polla y la apretó . Siseé cuando el dolor y el
placer me hicieron empujar su puñ o.
“¿Adó nde crees que vas?” Su voz ronca y llena de sexo me hizo gemir.
"Deberías descansar". Intenté alejarme pero ella me sostuvo con fuerza,
estirando mi piel hasta el punto de sentir dolor.
“Estoy cansada de que me digan qué hacer. Esta noche, aquí y ahora,
estoy a cargo”.
Gemí cuando el pre-semen se filtró de mi punta, el placer era tan
intenso que mis ojos se pusieron en blanco. Estaba seguro de que si ella
me soltaba, me correría má s fuerte que nunca. "Soy tuyo para
comandar".
Ella me soltó tan rá pido que me sobresalté. De rodillas, frente a mí en la
cama, estaba deslumbrante. Una determinació n feroz estaba grabada en
cada línea de su rostro. Parecía una reina guerrera.
"Acuéstate boca arriba".
Me apresuré a obedecer. Mis cuernos mantenían mi cabeza inclinada en
un á ngulo perfecto para observarla. Se sentó a horcajadas sobre mis
caderas y observé, fascinado, có mo su mano se deslizaba por su cuerpo,
atravesando sus pliegues y extendiéndolos ampliamente.
La alcancé y ella me apartó con la otra mano.
"No toques".
Gruñ í y hundí mis garras en la cama. Le daría el control que quería,
incluso si eso me matara. Podría morir feliz mirando su hermosa piel
brillando a la luz de la luna.
Ella se deslizó hacia adelante y colocó mi polla en el valle entre sus
labios, envolviendo su mano alrededor de ambos para mantenerse
cerrada a mi alrededor. Luego se balanceó hacia adelante y hacia atrá s,
arrastrá ndose a lo largo de mi dura longitud.
Mis pú as golpearon su clítoris y ambos gemimos. Su cabeza se inclinó
hacia adelante y sus rizos oscuros acariciaron mi estó mago mientras se
movía. Sus tetas se balancearon y no pude evitar arrastrar el dorso de
mis dedos por el costado de un globo suave.
Ella comenzó a sacudirse y retorcerse mientras se deslizaba hacia
arriba y hacia abajo y supe que estaba cerca. Envolví mi cola alrededor
de su tobillo y la deslicé hacia arriba, acariciando su pierna al mismo
tiempo que sus caricias en mi polla.
Lo dejé subir aú n má s, empujando su apertura.
“Mierda, Drym. Te sientes tan bien”.
Se detuvo y se elevó sobre mí y me hizo una muesca hasta el centro. Sus
ojos se posaron en los míos.
“Te necesito dentro de mí. Ahora."
Agarré sus caderas, con cuidado de no lastimarla con mis garras, y
empujé mis caderas hacia arriba mientras la bajaba. Siseé cuando toqué
fondo, mi raja golpeó el calor de ella. Me levanté y nos volteé,
sosteniendo sus hombros mientras entraba y salía de ella.
"Má s difícil. Má s rá pido."
Su aliento en mi pecho me instó a seguir, pero aun así me contuve.
Luego ella me mordió . Gruñ í y avancé, empujando mis caderas para
entrar lo má s profundo que pudiera. "¿Te gusta lo duro, pequeñ a?" Mis
dientes rasparon la cá scara de su oreja.
"Sí. Quiero sentir que pierdes el control”.
Ella consiguió lo que quería.
once
Drym gruñ ó y su ritmo aumentó . Me golpeó , lo ú nico que me impedía
alejarme de sus embestidas eran sus manos enjaulando mis hombros.
Podía sentirlo tocar fondo, el remolino de pú as raspando mis entrañ as
mientras se empujaba hacia mí a un ritmo implacable.
Era tan grande que era un milagro que no me lastimara má s que el
placentero escozor de mi piel estirá ndose a su alrededor. Jadeé cuando
él se retiró y me hizo girar, poniéndome de rodillas, con mi trasero en el
aire.
Mi coñ o estremeció y sacudió , la pérdida de él fue aguda cuando el aire
fresco corrió sobre mi carne expuesta. Gemí. "Por favor, Drym."
Casi llegué cuando su cá lido aliento sopló sobre mí.
"Tu coñ o es tan dulce, tan perfecto".
Su lengua se arrastró por mis pliegues, se sumergió en mí y luego
continuó hacia arriba, sondeando mi trasero. Intenté alejarme, pero sus
manos en mis caderas me atrajeron bruscamente hacia su lengua.
Salió de mí y lo escuché chasquear los labios. "Eres dulce en todas
partes".
No me dio tiempo para sentirme mortificada. Golpeó su polla contra mí
y el estiramiento me hizo suspirar de alivio.
"¡Sí!" Grité mientras sus caderas se movían, dá ndome tres golpes
rá pidos y fuertes antes de dos agonizantemente lentos. Estaba tan
excitada, tan mojada, que mis jugos corrían por mis piernas.
Pasó sus garras por mi columna y me agarró la nuca. Gemí cuando otra
ola de placer me invadió .
"Nunca dejaré que nadie te toque".
“Dios, Drym, estoy tan cerca. Por favor…” Ni siquiera estaba segura de lo
que estaba preguntando. Estaba al borde del abismo y necesitaba
liberarme. Deslicé mi mano hacia mi clítoris, pero él la atrapó y la
sostuvo por encima de mi cabeza.
“¿Quieres venir?”
"¡Sí! Lo necesito, Drym. Presioné mi frente contra el colchó n, tratando
de empujarme hacia él con má s fuerza.
"Entonces dilo".
"¿Decir qué?" Yo diría cualquier cosa en ese momento.
“Que entiendas que cualquier criatura que te toque morirá bajo mis
garras. Que sabes lo que significa dejar que un monstruo te folle.
"¡Entiendo!" Mi frustració n me tuvo al borde de las lá grimas.
“Necesito que realmente lo entiendas, Kendal. Soy un monstruo creado
para ser un arma. Destriparé a cualquiera que intente hacerte dañ o”.
Tragué, mi coñ o se inundó ante sus palabras. Debería preocuparme lo
atractiva que me pareció la idea de que él mataría por mí. Sus
movimientos se ralentizaron a un ritmo imposible, haciéndome sentir
cada una de sus pú as mientras salían y luego volvían a entrar en mí. En
un susurro exhalado, dije: "Entiendo".
Parecía estar en todas partes al mismo tiempo, avivando mi necesidad
má s de lo que creía posible. Soltó mi cuello y deslizó las puntas de sus
garras por mi espalda, su cola se deslizó por mi vientre y entre mis
pechos, enroscá ndose alrededor de uno y apretando.
Me estaba tocando en todas partes menos donde lo necesitaba
desesperadamente. Estaba tan frenético que apenas noté su cola
pellizcando mi pezó n antes de soltarlo. Luego empujó la punta con
fuerza contra mi clítoris y me hice añ icos.
Mis piernas se bloquearon y mis pulmones se paralizaron. Me agarró
del pelo y echó mi cabeza hacia atrá s, su lengua moviéndose dentro de
mi boca. Sentí el roce de sus caninos en mi mejilla y el calor de su pecho
contra mi espalda.
Cuando mi orgasmo disminuyó , frotó esa pecaminosa cola suya en
círculos y me hizo seguir adelante. No se detuvo hasta que me
desplomé.
É l rugió su propia liberació n y sentí su raja hincharse, casi dolorosa
donde presionaba contra mi trasero. Mis mú sculos temblaron con las
réplicas, tan agotados y débiles que no podía moverme.
Nos colocó de costado, acarició mi cabello y mi estó mago,
susurrá ndome al oído lo buena chica que era.
Se apartó y gemí, pero pronto regresó con un pañ o mojado. Limpió
cuidadosamente mis piernas y mi sexo, lo que me provocó má s
espasmos. Se acostó detrá s de mí y me tomó en sus brazos. Sus piernas
estaban dobladas detrá s de las mías, su cola cubría y rodeaba mi
estó mago.
Normalmente me sentía claustrofó bica cuando los amantes querían
abrazarse después del sexo. Querían sujetarme demasiado fuerte,
tenían demasiado calor, mi necesidad de moverme se volvió
insoportable.
No con Drym. Me hundí má s profundamente en la jaula que era él a mi
alrededor.
Estaba casi dormida cuando susurró por encima de mi cabeza.
“¿Está s… está s bien?”
Escuché la preocupació n en su voz. Intenté encontrar las palabras
adecuadas para lo que quería decir, pero me llevó un tiempo.
É l se quejó . "Lo lamento."
Pasé mis dedos por el pelaje de su antebrazo. "Está bien. Estoy bien”.
Sus mú sculos se flexionaron bajo mi mano y escuché el aliento soplar a
través de su hocico. “Nunca he sido posesivo. No como Roul. Incluso
cuando éramos jó venes no le gustaba compartir. Nunca me molestó .
Nunca he tenido algo que no le daría con gusto a uno de mis hermanos”.
No sabía qué decir, así que me quedé en silencio.
“Eres diferente. Amo a mis hermanos y me dolería, pero les arrancaría
los miembros del cuerpo si intentaran alejarte de mí. Lo digo de las
personas que amo. Con cualquier otra persona, no dudaría ni un
segundo”.
Sus palabras deberían asustarme muchísimo, pero no fue así. Mi
maldito corazó n en realidad se estaba desmayando ante la idea de que
él fuera un asesino por mí. Eso fue una mierda, pero por el momento no
me importaba.
“Soy un monstruo, Kendal. Si fueras inteligente, huirías muy lejos de
mí”.
Me rodé en sus brazos y lo miré, pero él me abrazó tan cerca que todo
lo que pude ver fue la parte inferior de su mandíbula. Enrosqué mi
mano alrededor de su hocico y bajé su nariz para poder mirarlo a los
ojos. "Entonces soy la persona má s tonta del mundo, porque te quiero a
mi lado".
Sus ojos se cerraron y se estremeció .
Besé el costado de su hocico y él pasó su nariz por el costado de mi
cuello, colocá ndose encima de mi cabeza. Bostecé y froté mi mejilla
sobre la piel aterciopelada de su pecho, maravillá ndome de lo suave
que era la piel y de lo duro que estaba el mú sculo debajo. “Duerme
ahora. Gran día mañ ana”.
Me dio un breve apretó n y nos cubrió a ambos con una manta.
Dormí mejor que en un añ o.
doce
mis orejas estaban planas contra mi cabeza, mis pies plantados en la
puerta.
Kendal gruñ ó por el esfuerzo de intentar moverme, sus manos
alrededor de mi muñ eca.
Ella se rió y me puso los ojos en blanco. "No puedo creer que estés
siendo un bebé con esto". Ella se soltó y saludó mi cuerpo, haciendo un
círculo adicional sobre mi raja. “Estamos sucios. Cubierto de semen. ¡El
pelo alrededor de tu raja está crujiente, por el amor de Dios!
"Lo cepillaré". Estaba siendo hosco.
Ella se rió y sacudió la cabeza. “No va a ser suficiente. Métete en la
ducha”.
Me quejé pero la dejé moverme un centímetro cuando dio la vuelta y
empujó mi espalda con todas sus fuerzas.
Ella se rindió y suspiró . "¿Por qué tienes tanto miedo a la ducha?"
Me estremecí y bajé la cabeza. "No nos permitían bañ arnos".
"Oh, Drym." La sentí moverse y luego su rostro me miró con los ojos
vidriosos. “¿Qué hicieron?”
Negué con la cabeza. "No importa."
Me agarró la nariz con fuerza. “Es importante. Lo que te hicieron estuvo
mal. Traumá tico. Y si no se habla de ello, dejará cicatrices duraderas”.
Pasó sus manos por los lados de mi hocico y ahuecó mis orejas. "Nunca
estará bien, pero hablar de ello lo mejorará".
Ella me dio una sonrisa iró nica. "Créame, mi terapeuta me dice eso cada
vez que la veo".
Tragué. Quizá s ella tenía razó n. “Nos rociaron con una manguera. Era
potente y el agua picaba. Nos tiraban cubos de jabó n en escamas. Si
éramos buenos y nos enjaboná bamos tan bien como ellos creían que
debíamos, nos enjuagaban inmediatamente. Si pensaban que nos
habíamos perdido una mancha, dejaban que el jabó n se secara en
nuestra piel y pelaje, repetían todo el proceso”.
Me arriesgué a mirarla. Necesitaba ver su reacció n y al mismo tiempo,
temía ver el disgusto en su rostro.
En cambio, vi ira. "¡Esos cabrones!"
Envolvió sus pequeñ as manos alrededor de una de las mías y me miró a
los ojos. “¿Confías en mí?”
No debería. Mi confianza debería romperse irreparablemente después
del laboratorio. Todos todavía desconfiá bamos de los forasteros y
hacíamos todo lo posible para mantener nuestra existencia en secreto.
"Sí." Mi voz era fuerte y segura. Quizá s fui un tonto, pero confié en ella.
Caminó lentamente hacia atrá s, entrando primero en el gran recinto
cuadrado. La habitació n se había llenado de vapor y mi pelaje se pegaba
a mi piel. Mis ojos se dirigieron a la pared, donde fluía un chorro
constante de agua.
Dirigió mi mano hacia su pecho, aplastando mi palma contra su pecho.
Mis dedos se apretaron y ella inhaló bruscamente. Me concentré en ella,
preocupada de que mis garras hubieran cortado su piel. Mientras
miraba, ella deslizó mi mano hacia su costado y hacia su cadera, a
través de su vientre hasta la otra cadera.
Luego abrió las piernas. Se me hizo la boca agua y chasqueé los labios.
Me estremecí cuando el agua golpeó mi brazo. No me di cuenta de que
ella se había metido lo suficiente en la ducha como para estar
completamente bajo el chorro.
Bajó mis dedos y los deslizó entre sus pliegues. Caminó má s atrá s, hasta
presionarse contra la pared. Con la cabeza echada hacia atrá s, gimió
mientras usaba mi mano para darse placer.
El agua me golpeaba el pecho. Era cá lido y suave. Calmante, no
doloroso. Vi caer las gotas y levanté la otra mano, pasando los dedos de
un lado a otro por el agua.
Sacó mi mano de entre sus piernas y me frotó el antebrazo. Me di
cuenta de que me estaba lavando. El jabó n que tenía en la mano dejó
burbujas. La ducha se llenó del aroma de las flores.
Me quedé estupefacto mientras ella subía por mi brazo, cruzaba mi
pecho y bajaba por mi otro brazo. Ella tiró de mis hombros y me puse
en cuclillas. Me lavó la cara y el cuello, con cuidado de protegerme los
ojos del jabó n. Incluso pasó sus suaves dedos por las curvas de mis
cuernos.
Ninguna parte de mí quedó intacta. Ni siquiera debajo de mi cola o en el
pliegue de mi raja. Mi polla empujó contra su mano pero mantuve el
control. Só lo porque era eficiente en sus movimientos y no se demoraba
má s de lo necesario. Eso me alivió y me decepcionó al mismo tiempo.
Ella debió saberlo porque se rió entre dientes. "Podemos jugar má s
tarde".
Me movió de un lado a otro bajo el spray, lavando y enjuagando cada
centímetro de mí hasta que mi pelaje chirrió y las escamas de mi cola
brillaron.
Mis dedos picaban por darle el mismo trato, pero mis garras estaban
afiladas y tenía que tener cuidado de no lastimarla. Los miré y gruñ í.
"Debería sacar mis garras".
Ella jadeó . “¡No te atrevas! ¿Por qué dirías algo así?
"Quiero tocarte, frotar tu piel, de la misma manera que tú puedes
tocarme".
Se mordió el labio inferior y besó mi pecho. “Podemos resolver algo.
Algo que no implique mutilar tu cuerpo”.
Me reí. Si ella pensara que hay una manera, le daría tiempo para
investigar. Pero no esperaría para siempre. Si su camino no funcionó ,
siempre estuvo el mío. Estaba seguro de que Cavi podría quitarme las
garras.
Ella se bañ ó . Me maravillé de su belleza. No podía creer que esta
criatura me permitiera tocarla. Cuando terminó , mi polla se tensó
detrá s de mi raja.
Se giró y me sorprendió empujando mi ingle, tratando de contenerla.
Ella se rió . "Má s tarde. Tengo que alquilar una camioneta y luego
debemos prepararnos para encontrarnos con este misterioso
representante”.
Cerró el agua y salió , envolviendo su cuerpo con un pañ o grande. Salí
tras ella y la sacudí.
Ella chilló y levantó los brazos, sosteniendo la tela frente a ella.
El calor inundó mi piel cuando me di cuenta de lo que había hecho. La
habitació n ahora estaba empapada. Bajé la cabeza. "Lo lamento."
Ella simplemente se rió y sacudió la cabeza. "Está bien." Se inclinó hacia
mí y olió mi pecho.
Me tambaleé hacia atrá s confundido.
Ella me sonrió . "Hueles tierra y limpio".
Mis cejas se fruncieron aú n má s confundidas. “¿A qué má s olería?
Lavaste cada parte de mí”.
Ella volvió a reír. "Pensé que podrías oler a perro mojado".
Gruñ í y ella huyó de la habitació n con una risita.
trece
Me estaba frustrando y no en el buen sentido. Golpeé con las uñ as el
mostrador. La anciana empleada del mostrador de alquiler buscaba y
picoteaba cada letra mientras escribía mi nombre.
“Tengo reserva para una furgoneta de trabajo”, repetí por tercera vez.
Intenté ser amable con los trabajadores. Lo consideré como un poco de
buen karma que me impedía tener que realizar trabajos ingratos.
Ella me sonrió . “Sí, señ ora. Lo veo aquí. ¿Le gustaría agregar un seguro
adicional?
"No, gracias." No quería un seguro caro que cubriera las mismas cosas
que manejaba mi pó liza razonable. Só lo quería las malditas llaves. Eran
las cuatro. El atardecer era a las siete y mis nervios comenzaron a
aumentar.
Si queríamos llegar a tiempo a la reunió n, tenía que darme prisa.
"Tendré que hacer una copia de su licencia de conducir".
Pareció sorprendida cuando lo saqué de mi bolsillo y lo deslicé sobre el
mostrador. Lo recogió y asintió , volviéndose hacia la pared del fondo y
una fotocopiadora que parecía haber visto días mejores durante la era
Reagan.
La má quina gimió y golpeó escuchando cada engranaje mientras
recogía un trozo de papel de la bandeja. Tenía que esperar que la
impresora no tuviera problemas similares. En algú n momento, tendría
que imprimir el contrato de alquiler.
Mis dedos volvieron a tamborilear. Lancé mi mirada preocupanda hacia
afuera, los morados y naranjas que ya iluminaban el cielo.
Cuando regresó a su computadora, le di mi mejor sonrisa suplicante y
amable. “¿Puedo ayudar a acelerar el proceso? Mi jefe es muy estricto
con la puntualidad y me espera a las seis”.
“Umm”, miró a su alrededor como si hubiera alguna posibilidad de que
hubiera otro trabajador presente, “se supone que no debo hacer esto,
pero puedes seguir adelante y firmar el acuerdo. Completaré los
detalles má s tarde y nos saltaremos la caminata si te parece bien”.
Mi sonrisa creció . "Eso es perfecto. Muchas gracias."
Ella me hizo un guiñ o conspirador. “He tenido jefes así. Insista en seguir
las reglas, pero haga lo que le plazca. Es frustrante, pero un cheque de
pago es un cheque de pago, ¿sabes?
Seguí el juego y refunfuñ é: "Só lo desearía que fueran má s grandes".
Compartimos una risa afable y en diez minutos tenía las llaves en la
mano y me subía a una camioneta sin ventanas. Yo era un conductora
nerviosa, pero fue algo reciente. Mi terapeuta pensó que era el hecho de
que me agarraron en un estacionamiento mientras caminaba hacia mi
auto.
Me preguntaba si alguno de los wyrfangs podría conducir. No puedo
imaginar que los científicos les enseñ en. Me reí ante la imagen de Drym
doblado en un sedá n. Sí, eso no funcionaría muy bien.
Tendría que comprarme una furgoneta como esta.
¿Qué? No. No podía retenerlo. É ramos de mundos diferentes. No es
como si pudiera caminar por la calle tomando su mano como un novio
normal. La gente se asustaría. Y todavía existía la amenaza de la
empresa detrá s de los científicos.
No estarían realmente seguros hasta que todos los responsables
estuvieran en la cá rcel o muertos. Esta noche fue el primer paso y
esperaba que la comunidad sobrenatural los ayudara. Sería má s difícil
si no lo hicieran, pero no se rendirían. Sus vidas dependían de que
erradicaran a todas las personas asociadas con su creació n.
Respiré hondo y relajé el agarre del volante. Intenté bajar los hombros,
pero sabía que volverían a subir en poco tiempo.
Había solo un par de cuadras hasta el edificio de mi departamento y
unas pocas millas hasta el edificio en el centro de Damruck. Había
conducido por las carreteras cientos de veces. No fue gran cosa.
Retrocedí hasta un espacio de estacionamiento lo má s cerca que pude
del bosque, quitando los dedos del volante uno a la vez. Salté con las
piernas temblorosas. Tan pronto como abrí de par en par ambas
puertas traseras, dos manchas borrosas se movieron en mi visió n
periférica.
Chillé y me alejé, perdiendo el equilibrio cuando mi pie golpeó la acera.
Me preparé para caer al suelo, pero eso nunca sucedió . Me agarraron
con brazos poderosos y me encontré en la parte trasera de la
camioneta, frente a Kragen.
La voz de Drym retumbó debajo de mi oído. "¿Está s bien?"
“Estoy bien, simplemente me asustaste, eso es todo. Eres tan rá pido.
Saliste de la nada”.
"Lo siento, Kendal, no quisimos asustarte". Las orejas de Kragen se
movían de un lado a otro.
Ambos parecían nerviosos. “De verdad, está bien. ¿Está s nervioso?
Drym me soltó y me incliné para caminar hacia el frente. Ambos
negaron con la cabeza.
"Es un poco confinado aquí". La voz de Drym era suave, pero tenía un
matiz.
Me golpeó como una tonelada de ladrillos. ¿De qué otra manera fueron
transportados sino en camionetas como ésta? “Así te trasladaron, ¿no?
¿Te llevó a misiones?
“Normalmente en camiones de carga. Pero las paredes metá licas son
bastante similares”.
"Bien." Me apresuré a ocupar el asiento del conductor. "Cierra la parte
trasera y llegaremos allí lo má s rá pido posible".
La preocupació n por ellos superó mi ansiedad y pude conducir con
competencia. Llegamos con unos minutos de sobra, así que di la vuelta
a la manzana buscando el mejor lugar para estacionar. Kragen y Drym
necesitaban cobertura para llegar desde la camioneta al edificio sin ser
vistos.
Encontré una entrada a un estacionamiento subterrá neo en la parte
trasera y me acerqué a la puerta. Un altavoz cobró vida cuando bajé la
ventanilla.
"Esto no es un estacionamiento pú blico". La voz era profunda y
claramente molesta.
Me imaginé que eso sucedía a menudo.
“Bien, lo sé. Tengo una cita”.
"Hay espacios en el frente del edificio".
"Mi... um..." Me devané el cerebro buscando có mo llamarlos. No pensé
que a los monstruos les iría bien. “Los compañ eros tienen una tez
sensible… uh…”.
Me golpeé la cara con la palma de la mano. No sabían que traería a
nadie conmigo. Esperaba que mi tonto movimiento de arruinar la
sorpresa no nos mordiera el trasero.
La pausa del orador fue tan larga que pensé que nos diría que
estacioná ramos en el frente nuevamente. Me sorprendió cuando la
puerta de metal se levantó .
SUV negros casi idénticos llenaban la mayoría de los espacios. Algunos
otros autos al azar estaban cuidadosamente alineados a un lado.
Estacioné la camioneta grande en un espacio cerca de ellos, choqué los
cinco cuando salí y vi que había hecho un trabajo decente. Nadie
querría estacionar a mi lado, pero yo estaba en las filas. Principalmente.
Tenía mi mano en la manija de la puerta trasera cuando una voz baja
me hizo jadear y darme vuelta.
Tres hombres grandes e intimidantes estaban frente a mí.
Supuse que era algo universal que los seres sobrenaturales pudieran
aparecer de la nada.
catorce
El plan ERA ESPERAR en la camioneta hasta el ú ltimo momento posible y
luego unirnos a Kendal mientras entra al edificio.
Tan pronto como la escuché jadear y olí tres aromas desconocidos, salí
por la puerta y frente a ella, se me erizaron los pelos de punta. Kragen
estaba pisá ndome los talones, adoptando una posició n similar al otro
lado.
"¿Qué carajo?"
Las criaturas retrocedieron y sacaron armas de dondequiera que
estuvieran escondidas. Verlos me puso en mayor alerta. Gruñ í en voz
baja. Nuestro ADN híbrido nos hizo inmunes a la mayoría de las armas.
Las heridas de bala sanarían, pero todavía duelen.
Antes de que supiera lo que estaba haciendo, Kendal se deslizó entre
nosotros y caminó hacia los otros tres.
"¡Ey! Deja esa mierda a un lado. ¡Me invitaron!”
El que estaba en el medio esbozó una sonrisa. “Lo estas. ¿Kendal
McPherson, supongo?
Ella cruzó los brazos sobre el pecho y asintió . No me gustaba que
estuviera tan cerca de ellos, así que pasé una mano por su cintura y la
tiré hacia atrá s. La criatura siguió hablando.
“Mi nombre es Reinar Hilbertson. Soy dueñ o de Seguridad
Sobrehumana”. Hizo un gesto con la mano para indicar el edificio.
“También soy un hombre lobo. Estos son mis colegas”, giró la mano
hacia la izquierda, “Vital Benoit, hombre oso”, giró la mano hacia la
derecha, “y Alexi Makarovich, también un hombre oso. La mayoría de
las veces usamos nuestros nombres en clave”. Se señ aló a sí mismo y
luego a cada oso por turno. "Zeus, Behemoth y Rusia".
Mis orejas se clavaron en mi cabeza y mi gruñ ido se hizo má s fuerte.
Empujé a Kendal detrá s de mí a pesar de su protesta.
Kragen se movió frente a nosotros dos, acortando la mitad de la
distancia entre nosotros y los demá s. "Kragen y Drym, wyrfangs."
“¿wyrfangs? Nunca he oído hablar de tu especie”.
Kragen bajó la cabeza. "Somos nuevos".
El llamado Behemoth ladeó la cabeza. "¿Híbrido?"
“Creado”, respondió Kragen.
Los tres se miraron sorprendidos.
“¿Debería preocuparme por la seguridad de mi gente?”
Fue inteligente al preguntar.
“No, a menos que planees atacarnos. Só lo buscamos respuestas, no
derramamiento de sangre”.
"Correcto", dijo el hombre lobo. "Creo que deberíamos llevar esto
arriba, donde podamos sentarnos".
Nos condujo a través de una gruesa puerta de acero y mi ansiedad
aumentó . Kragen y yo probablemente podríamos atravesarlo, pero el
esfuerzo dejaría a Kendal abierto al ataque. Me sentí mucho mejor
cuando entramos en un espacio abierto.
Uno de los osos caminó hacia otra puerta de metal, pero el lobo,
claramente el líder, lo detuvo con una risa. Miró nuestros cuernos. "Creo
que sería mejor si subiéramos las escaleras".
Una serie de escalones trazaron un arco y nos llevaron a un nivel
superior. Las paredes estaban hechas de abundante vidrio, y Kragen y
yo nos presionamos contra la ú nica pared só lida. Las probabilidades de
que un humano que pasara por allí nos viera en el segundo piso eran
bajas, pero no nulas.
Las criaturas se habían mudado a otra habitació n de cristal. É ste
contenía una mesa larga y grandes biombos en dos paredes. Cuando se
dio cuenta de que no lo habíamos seguido, se volvió .
"Es vidrio unidireccional". Señ aló con la cabeza hacia las paredes
exteriores. "Podemos ver hacia afuera, pero nadie puede ver hacia
adentro. Es necesario cuando se trabaja con clientes de la Sociedad".
Regresó a la habitació n. “Por favor, tome asiento. Tengo muchas
preguntas”.
Kragen se movió cautelosamente hasta el otro extremo de la mesa y lo
seguí, manteniendo a Kendal detrá s de mí a pesar de sus bufidos de
protesta. Logré sentarme en la silla ofrecida. Era lujoso y el respaldo no
llegaba al asiento, lo que me daba un lugar para poner la cola. Rodó y
hundí mis garras en el suelo para anclarme.
Puse a Kendal en mi regazo y me acurruqué a su alrededor lo mejor que
pude.
Kragen hizo lo mismo y se sentó en la silla junto a la mía. "También
tenemos preguntas".
"¡Yo también!" Gritó Kendal, su voz apagada detrá s de mis brazos.
El lobo miró al oso a su derecha y dijo: “Tal vez deberías pedirle a
Gaelynn que venga. Ver có mo protegemos a todos nuestros compañ eros
podría hacerlos sentir má s tranquilos”.
"¿Compañ ero?" La voz de Kendal era aguda y comenzó a empujarme
con fuerza.
Cedí y aflojé los brazos lo suficiente como para que ella pudiera asomar
la cabeza antes de lastimarse.
Escuché al oso murmurar: "Joder, no", en respuesta a su superior.
Si incluso estas criaturas no veían má s que monstruos cuando nos
miraban, ¿a dó nde pertenecíamos? ¿Seremos rechazados por todas las
sociedades, tanto humanas como sobrenaturales? Sobreviviríamos,
pero Kendal no merecía una vida así.
Su voz me devolvió al presente.
"¿Qué quieres decir, amigo?"
Kragen chasqueó los dientes y el ruido llamó su atenció n. “¿Quizá s tus
preguntas puedan esperar?”
Un rubor subió por sus mejillas. “Bien, bien. Lo siento."
Durante un largo momento, simplemente nos miramos el uno al otro.
No vi ninguna hostilidad en su lenguaje corporal y sus olores eran
neutrales, pero la renuencia del oso a traer a su hembra me inquietó .
Kragen rompió el silencio. “¿Eres el representante de lo sobrenatural,
Reinar?”
“Llá mame Zeus, los demá s lo hacen. Y sí, soy el representante del
consejo de la Sociedad para esta regió n”.
“¿Consejo de sociedad? ¿También representas a la sociedad humana?
“Ah, no. La sociedad incluye a todos los individuos sobrenaturales.
Llamamos a los humanos “normales”. Se encogió de hombros.
"Terminología que cada vez es má s fá cil de decir que 'individuos
sobrenaturales', ya que nuestro nú mero es enorme y nuestras formas
varían".
Kragen asintió . "Entiendo. ¿Este consejo actú a como un ó rgano de
gobierno sobre los de nuestra especie? ¿Separado del gobierno normal?
“Eso es correcto. Só lo... —Inclinó la cabeza y se pasó los dedos por el
pelo. “Nunca he oído hablar de su especie. ¿Wirfang, dijiste?
“No me sorprende que no hayas oído hablar de nosotros. Nuestro
nú mero es pequeñ o. Le pedimos a Kendal que preguntara sobre otra
Sociedad con la esperanza de que pudiera ayudarnos”.
Zeus asentía. “Haré lo mejor que pueda. ¿Con qué necesitas ayuda?
La ira surgió de Kragen como un calor opresivo. Encontré el mío
uniéndome a él.
“Encontrar a los miembros restantes de la empresa que nos creó . Y
destruirlos”.
quince
El shock recorrió las tres caras de los hombres. Tuve que
recordarme que no eran humanos.
El jefe, Zeus, se recuperó primero. "Creo que deberías empezar desde el
principio".
Sentí que tanto Kragen como Drym se pusieron rígidos. No los conocía
desde hacía mucho tiempo, pero había pasado suficiente tiempo para
saber que hablar sobre el laboratorio y lo que sucedió durante su fuga
no era algo que les gustara.
Extendí la mano y puse mi mano sobre el antebrazo de Kragen. "No me
atreveré de hablar por ti, pero si me resultaría má s fá cil exponer los
conceptos bá sicos, lo haré con mucho gusto".
Los brazos de Drym me rodearon y Kragen se relajó visiblemente.
"Gracias, Kendal."
Asentí. "Interrumpeme si me pierdo algo o me equivoco en detalles
importantes".
Su nariz se hundió en reconocimiento.
Pasé un momento luchando con los brazos de Drym para ganar má s
libertad. Sabía que estaba tratando de protegerme, pero no quería
hablar con estos miembros de la Sociedad mientras estaba envuelto
detrá s de un enorme antebrazo peludo. Respiré profundamente cuando
cedió y dejó caer sus manos en mis caderas.
“Supongo que debería presentarme. Como supusiste, soy Kendal
McPherson y conocí a los wyrfangs cuando uno de ellos me ayudó a
escapar de una mala situació n”. Me reí entre dientes ante mi
eufemismo. “No los conozco desde hace mucho tiempo, pero puedo
decirles que son honorables, pero, sobre todo, son dignos de su ayuda.
“Los wyrfangs fueron creados en un laboratorio. Son un híbrido de ADN
de hombre lobo y dragó n”.
Uno de ellos jadeó y el otro se puso rígido. El rostro de Zeus se volvió
atronador.
"Es ilegal y poco ético combinar el ADN de la sociedad de esa manera".
"Sí, bueno", saludé a Kragen y Drym, "obviamente que ser ilegal no los
detuvo".
"El consejo nunca toleraría tal cosa". Zeus cortó el aire con las manos
mientras hablaba.
"Es bueno saberlo, pero nuestra existencia es una prueba de que el
alcance del consejo no es infinito", gruñ ó Kragen y luego me hizo un
gesto para que continuara.
“Fueron creados y criados para ser armas: una unidad de combate de
élite. Fueron mantenidos en cautiverio y torturados rutinariamente en
nombre de la ciencia o la formació n”. Me estremecí. “Te dejaré llenar los
espacios en blanco sobre su trauma. Cualquier cosa que imagines
probablemente sea mejor que lo que soportaron”.
“¿Có mo se llama este laboratorio? ¿Quiénes son estas personas?
Aprecié que Zeus pareciera que los iba a destrozar si estuvieran frente a
él.
“El nombre de la empresa era BioSynth Defense Solutions, pero si son
inteligentes, no lo usará n má s. Los hermanos no saben quién estaba a
cargo de las instalaciones o de la investigació n. Siempre usaron
representantes, pero por el nivel de vigilancia del que hablan, imagino
que los peces gordos siempre estaban observando”.
Zeus asintió . “¿Dó nde está este laboratorio? ¿Conocen a alguien que
haya trabajado allí?
Respondió Kragen. "Desaparecida. Só lo una empleada sobrevivió : la
que nos ayudó a escapar”.
El oso a quien le habían pedido que trajera a su pareja dijo: "Bien".
Los demá s asintieron. Me relajé cuando no gritaron asesinato ni
parecieron horrorizados por la cantidad de muertos.
Zeus se pasó los dedos por el pelo. “Kendal, tienes razó n. Si son
inteligentes, abandonará n el nombre de la empresa y empezará n de
nuevo. Sin embargo, algunas entidades gubernamentales no son
inteligentes, por lo que comenzaremos nuestra bú squeda allí. Tendré
que comunicarme con el consejo sobre esto”. Suspiró y los miró a los
ojos.
“Seré honesto contigo. Esto es un desastre. Seguramente el consejo te
incorporará al redil, pero no puedo decir qué hará n contigo. Ni los
hombres lobo ni los dragones poseen magia nativa para que aprendas a
ocultar tu apariencia, y dado que nuestra existencia sigue siendo en
gran medida un secreto para los normales, eso es motivo de
preocupació n.
“Hay otras especies con problemas similares que viven en á reas
protegidas, así que esa es una opció n. También hay brujas que pueden
crear un hechizo para ocultarte, pero los hechizos no alteran la altura e
incluso eso te hará destacar entre los normales.
"Lo ideal sería que te dieran un terreno cercano para un á rea protegida,
identidades para usar en línea y cuentas bancarias para que puedas
comenzar con lo que necesites".
Agitó una mano delante de él. “Pero esa es una discusió n para otro
momento. La prioridad es encontrar a las personas detrá s de BioSynth
y hacerles pagar”.
Kragen negó con la cabeza. "Estamos má s interesados en garantizar que
no puedan repetir sus experimentos que en vengarnos".
Sentí a Drym retumbar detrá s de mí y Kragen sonrió en su direcció n.
"Aunque no se rechazaría la oportunidad de vengarse".
Zeus asintió . "Entiendo. ¿Dó nde te alojas ahora? ¿Có mo puedo ponerme
en contacto?
Hablé antes de que cualquiera de los wyrfangs pudiera hacerlo. “A
través de mí. No creo que sea prudente revelar su ubicació n todavía. Me
imagino que BioSynth gastó una gran cantidad de recursos en su
creació n y capacitació n, y dudo seriamente que se vayan sin intentar
recuperarlos”.
El hombre lobo asintió . “Buen punto. Entonces necesitaré tu
informació n de contacto. Organizaremos má s reuniones y pasaremos
informació n a través de Kendal”. Miró a Drym. “¿Si eso te parece
aceptable?”
Drym pareció sorprendido de que le preguntaran. Su largo silencio se
prolongó antes de que finalmente respondiera.
"Si le sucede algú n dañ o, te arrepentirá s".
Zeus ladeó la cabeza. “Hay mucha historia de la sociedad que no
conoces y ayudaremos a llenar ese vacío. Tanto los hombres lobo como
los dragones histó ricamente han tenido parejas predestinadas. La
forma en que eres con ella me hace sospechar que ella”—asintió en mi
direcció n—“es tuya. Una cosa que puedo asegurarles es que todos los
cambiaformas de la sociedad ven a sus compañ eros predestinados
como sagrados y cualquiera de nosotros daría nuestra vida para
protegerlos. No só lo el nuestro, claro está , sino cualquier compañero
predestinado del cambiaformas. Son raros y preciosos. Kendal nunca
sufrirá ningú n dañ o si podemos evitarlo”.
Oh, vaya, eso estuvo realmente sexy. No só lo tenía mi propio monstruo
(no debajo de mi cama, sino dentro de ella, gracias), sino que cualquiera
de estas otras poderosas bestias me protegería con sus vidas.
No pude evitar la sonrisa que se dibujó en mi rostro. "Me encantaría
conocer a los otros compañ eros predestinados".
Reinar se rió , un gran sonido retumbante que resonó en la sala de
conferencias. "Dios nos ayude cuando Virginia y Gaelynn te conozcan".
dieciséis
El viaje de regreso a el estacionamiento del apartamento de Kendal
fue en silencio, cada uno de nosotros perdido en nuestros propios
pensamientos. Kendal era mi compañ era. Me sentí bien, pero quería
saber má s. ¿Estaban los compañ eros predestinados unidos de alguna
manera? ¿Podría ella rechazarme?
Mi pecho se retorció ante el pensamiento.
Má s allá de la cuestió n de que Kendal fuera mi compañ era, estaba toda
la Sociedad para que mis hermanos y yo entendiéramos. Aunque Zeus
parecía dispuesto a aceptarnos, ¿sería igual de abierta la comunidad
sobrenatural en general? Zeus dijo que había otros como nosotros, que
no podían esconderse entre los humanos, así que al menos había
precedentes para nuestra situació n. Eso no garantizaba que nos
trataran como a los demá s.
No éramos naturales. Fuimos creados. Incluso nosotros sabíamos que
eso significaba que nos tratarían de manera diferente. No nos habían
educado formalmente sobre la sociedad o la normalidad, má s allá de
enseñ arnos a leer y escribir. Recordé el debate entre los científicos
sobre si incluso esa educació n era sabia. Al final, decidieron que si no
sabíamos leer ni escribir, entonces nuestra funcionalidad como armas
disminuía.
No podríamos infiltrarnos en una instalació n si no pudiéramos leer qué
puerta era la entrada y qué salidas existían.
La poca historia, cultura y modales que aprendimos fueron
autodidactas. Escuchamos atentamente a nuestros captores y
observamos. Compartimos nuestras observaciones y así construimos
una educació n má s allá de los límites que marcaban los científicos.
Kendal estacionó la camioneta al borde del bosque y nos abrió las
puertas traseras. Kragen no dudó y desapareció en el bosque oscuro.
Incliné el hocico para mirar a Kendal a los ojos. “Quiero quedarme
contigo”.
Pasé de una pata a otra, nervioso mientras ella pensaba. Ella no apartó
la mirada y mi corazó n se hinchó .
"No creo que sea prudente".
Mis orejas se aplanaron. “¿Puedo preguntar por qué?”
“Por supuesto que puedes. Siempre puedes hacer preguntas. Hay dos
razones principales. La primera es que no creo que seas feliz encerrado
solo en mi departamento todo el día. Tengo que volver a trabajar
mañ ana, así que estarías solo la mayor parte del tiempo. Y la segunda
razó n es que creo que tus hermanos te necesitan. Ahora mismo todo
está inestable. Hasta que haya un camino claro para los wyrfangs,
deberíais estar juntos.
Toda mi cabeza se hundió , el peso del rechazo no disminuyó por su
ló gica sensata.
Su mano debajo de mi barbilla levantó mis ojos hacia los de ella. "Eso
no quiere decir que no vaya a visitarte o que no puedas venir aquí a
veces".
El mundo se levantó y mis ojos brillaron intensamente. Si me
permitieran visitarla, podría admitir que tenía razó n. "Ambas razones
tienen mucho sentido". Miré por encima del hombro y vi a Kragen
esperando pacientemente en la oscuridad. “¿Conoces el camino a las
cuevas? ¿Para cuando las criaturas-hombre te contacten? ¿O debería
venir todas las noches?
Ella sonrió . "Conozco el camino, pero si quieres pasar, te avisaré cuando
sea seguro subir".
Apoyé la nariz en su ventana. "¿Có mo?"
“Umm”, pensó por un momento, “encenderé la luz. El que está al lado de
la ventana. Eso te permitirá saber que puedes entrar”.
Asentí y pasé la nariz por el costado de su cuello, me detuve por una
fracció n de segundo, luego me giré y alcancé a Kragen.
"¿Todo bien?"
Asentí. "Todo está bien".
É l gruñ ó en respuesta. “Bien, porque necesito mi segundo. Aunque no
sabemos có mo reaccionará la sociedad, ni qué dictaminará n en nuestro
caso, necesitamos un plan. No quiero esperar su decisió n de seguir a
BioSynth”.
“Yo tampoco. Tenemos las computadoras portá tiles del laboratorio.
Podemos empezar a revisar los datos y recopilar cualquier informació n
que encontremos”.
É l asintió . "Ese es un buen comienzo, pero necesitamos integrarnos a
una red má s amplia".
Me golpeé el hocico con una garra. “Kendal podría conocer una manera.
Regresaré mañ ana por la noche y le pediré ayuda”.
Está bamos casi en la entrada de la cueva cuando lo detuve. "Necesito
encontrar a los hombres que se la llevaron y asegurarme de que nunca
má s la lastimen".
Kragen se lamió el hocico. “Los consideraremos una prueba para
enfrentarnos al resto de BioSynth. Será bueno emprender una cacería
de nuestra propia elecció n”.
Esperamos hasta que entramos a la caverna principal y fuimos
rodeados por nuestros hermanos para diseñ ar nuestros planes
iniciales. Kragen, siempre líder, tomó inmediatamente el control.
“Esta noche nos encontramos con tres criaturas sobrenaturales y su
líder accedió a ayudarnos. Llevará nuestro caso al consejo de gobierno
e informará a través de Kendal. Mientras esperamos, avanzaremos con
dos objetivos principales. El primero es encontrar a los hombres que
mantuvieron cautivo a Kendal. Drym liderará este esfuerzo y cuando
tenga un plan de trabajo en marcha, usaremos a esos hombres como
una cacería de prueba.
“El segundo es encontrar lo que queda de BioSynth y garantizar que se
destruyan los datos de wyrfang. Cavi y Quin, me ayudará n a revisar las
computadoras portá tiles que tomamos y organizar lo que encontremos.
Roul y Thurl, nos prepararéis para la caza inicial. Vístenos como mejor
te parezca. Ayudaremos con los recursos a medida que los
encontremos”.
Hizo una pausa y sus ojos dorados recorrieron a cada uno de nosotros.
“¿Alguien tiene algo que agregar en este momento?”
Nuestros hermanos negaron con la cabeza.
"Bien. Entonces atrapemos a estos cabrones y asegurémonos de que no
puedan volver a hacer esto”.
Me uní al coro de aullidos que resonaron en las cuevas.
Agarré mis cuernos y dejé escapar un gruñ ido de frustració n. Nunca me
di cuenta de lo complicado que podía ser el mundo humano. Parecía
muy fá cil cuando los científicos les trajeron un archivo con informació n
sobre el objetivo. La direcció n, las entradas, las salidas, las debilidades y
fortalezas, todo ello presentado en pá ginas cuidadosamente
mecanografiadas.
Había ido a la mansió n donde retenían a Kendal, con la esperanza de
encontrar los nombres de los hombres que la habían perseguido.
Busqué por toda la casa, de arriba a abajo, y no encontré nada. La casa
era simplemente un escenario. No hay cuadros personales en las
paredes, todos los toques decorativos son genéricos. La ú nica
habitació n que parecía utilizada era la que albergaba varias sillas de
cuero y una gran chimenea.
Sobre la repisa de la chimenea había un expositor con armas y, a un
lado, una barra con relucientes vasos de cristal y varias jarras de
alcohol.
Las sillas estaban desgastadas y lisas donde se sentaba un hombre, lo
que atestigua su uso prolongado.
Aparte de eso, la casa estaba limpia. Estéril. No había papeles en los
cajones de los escritorios, ni cajones llenos de objetos al azar. Incluso
caminé por el camino sinuoso para revisar el buzó n. Vacío.
La ú ltima zona que busqué fue el só tano. La rabia corrió por mi sangre
mientras estaba parado en medio de las jaulas. Jaulas donde Kendal y
otras mujeres habían sido mantenidas como animales.
Como si nos hubieran retenido.
Las barras de metal no eran rival para mi fuerza. Arranqué las puertas
de sus bisagras. A diferencia del piso de arriba, cada una de estas celdas
contenía recuerdos. Reuní cuidadosamente lo que encontré. Kendal
querría contactar a cualquiera que pudiera extrañ ar a estas mujeres.
Sabía que no tenían familia, pero podría haber amigos, compañ eros de
trabajo, alguien.
Al menos los recordaría.
Un relicario con la imagen de una mujer sonriente en su interior. Una
pinza para el cabello que brillaba en la penumbra. Una piedra en forma
de corazó n, desgastada y lisa en el medio. Una moneda, con un borde
desgastado por haber sido usado para raspar líneas en el muro de
piedra.
Una pequeñ a bolsa contenía los tesoros de estas mujeres mientras
regresaba a las cuevas. Cada paso aumentaba mi ira, la niebla empujaba
los bordes de mi visió n. Respiré profundamente y conté hasta diez
mientras exhalaba. Perderme no ayudaría a Kendal.
Sus suaves curvas y su embriagador aroma llenaron mi mente. En el
ú ltimo momento giré a la derecha, bordeé la entrada de la cueva y me
dirigí hacia su apartamento. Era tarde y no tenía intenció n de correrme
tan pronto, pero no pude evitar que mis patas se giraran en su
direcció n.
Me quedé mirando al suelo durante mucho tiempo antes de reunir el
coraje para mirar hacia arriba. Quería que la luz estuviera encendida.
Quería que ella me invitara a pasar. Mis ojos escalaron el ladrillo beige
del edificio centímetro a centímetro hasta que el brillo de la ventana los
levantó de golpe.
Me dirigí hacia la puerta, só lo para retirarme cuando una pareja
riéndose se abrió paso hacia afuera. Pensé en esperar hasta que
subieran a su auto y se fueran, pero se quedaron junto a él besá ndose
durante tanto tiempo que dije que se jodiera y pasé de largo. Estaban
demasiado absortos el uno en el otro para notarme.
Llamé a la puerta de Kendal tan suavemente como pude, pero el sonido
aú n resonaba por el pasillo. Tres cerraduras se giraron antes de que la
puerta se abriera y ella se lanzara a mis brazos. Enrosque mi cuerpo
alrededor de ella, haciéndola retroceder hacia la habitació n antes de
que un movimiento de mi cola cerrara la puerta.
Sus manos se cerraron en puñ os en el pelaje de mi espalda y presionó
su nariz contra mi pecho, inhalando. Mi polla amenazaba detrá s de mi
costura, pero logré mantenerla contenida. “Shh, está s a salvo. Te tengo ".
Ella asintió , pero no la soltó ni aflojó su agarre.
"¿Qué pasó ?"
Ella negó con la cabeza, así que la levanté y crucé hacia el sofá . La
acomodé en mi regazo, guiando sus piernas a los lados de mis caderas.
Se apretó má s, como si necesitara arrastrarse debajo de mi pelaje.
Nos sentamos así durante mucho tiempo hasta que finalmente sus
dedos se relajaron y se recostó para mirarme.
"Regresé a trabajar hoy".
Mis brazos la apretaron para animarla.
“Pensé que estaría bien. Me sentí fuerte, confiada. Entonces mis
compañ eros de trabajo seguían preguntando có mo estaba, qué pasó .
Cada vez que hacían una pregunta, imá genes pasaban por mi mente.
Las otras mujeres, el sonido de los gritos de los hombres, los ladridos
de los perros”.
Apoyé mi mandíbula inferior contra su espalda y la abracé.
Ella se estremeció . “Empecé a pensar cosas… cosas paranoicas. Só lo
tenían curiosidad, tal vez incluso un poco preocupados por mí, pero era
como estar en alerta má xima todo el día. Fue agotador. Lo ú nico en lo
que podía pensar era en volver aquí, encender la lá mpara y esperar
contra toda esperanza que vieras la luz y me abrazaras.
“Nunca estoy lejos. Siempre puedes venir a verme”.
"Lo sé, pero..." ella giró la cara y miró al suelo. Ella susurró : "Tengo
miedo de ir al bosque".
Metí mi garra en la palma de mi mano y le levanté la barbilla con la
palma de mi dedo. "Es un miedo razonable".
“Tu y tus hermanos tienen sus propios problemas con los que lidiar.
Odio pedirte algo má s.
"Pide el mundo, Kendal, y te lo daré". Mi corazó n se partió cuando ella
me miró . Sus ojos se llenaron de lá grimas y parpadeó rá pidamente
antes de que se derramaran por su mejilla.
“¿Vendrá s todas las noches? Quizá s algú n día tenga el valor de dejar la
luz apagada, pero hasta entonces, ¿puedes venir?
Pasé mis dedos por los sedosos mechones de su cabello, observando la
luz jugar en los mechones oscuros. Quería decirle que no podía
mantenerme alejado. Quería decirle que la amaba, pero sabía que era
demasiado pronto. Necesitaba esperarla. Para avanzar a su ritmo. "Sí.
Vendré todas las noches”.
Ella suspiró y se relajó en mis brazos, y se sintió como el paraíso.
diecisiete
Despué s de varios minutos mientras estaba detenido, me armé de
valor para preguntarle: "¿Có mo es que no tienes pesadillas?".
“¿Quién dijo que no?”
“Entonces, ¿có mo los afrontas? El ú nico momento en el que me siento
seguro es cuando estoy en tus brazos. No pude concentrarme en
absoluto hoy en el trabajo. Seguí mirando a mi alrededor, esperando
que alguien me sacara de mi cubículo. Decirme que mi fuga fue só lo un
sueñ o y que todavía estaba atrapada en ese só tano”.
Sus brazos me rodearon con má s fuerza y me hundí má s
profundamente en su pecho.
“Podríamos haberlo tenido má s fá cil porque hasta hace muy poco no
sabíamos que había otra forma de existir. Pasamos toda nuestra vida en
cautiverio, y cada uno de nuestros movimientos estaba dictado por los
caprichos de científicos y militantes.
"Solo desde que escapamos hemos experimentado amabilidad y
consuelo".
Me senté y le metí los dedos en la gorguera, luego pasé las palmas por
sus orejas. “Cuando pienso en lo que debes haber pasado, mi propia
experiencia palidece en comparació n”.
Sacudió la cabeza. "No. Tu trauma no es menos traumá tico”.
Enterró su nariz en mi cabello y nos sentamos en silencio durante
varios minutos.
"¿Sería ú til contarme qué pasó ?"
Resoplé. “Mi terapeuta quiere que me sincere al respecto. Ella dice que
hablar de ello en voz alta lo hará má s concreto y menos parecido al
hombre del saco. Que me ayudará a seguir adelante”.
“¿Le crees?”
Respiré profundamente. En voz baja respondí: "Sí, quiero".
“¿Me lo dirías? Me han dicho que soy un buen oyente”.
Había cierta vulnerabilidad en la forma en que preguntó . Como si
quisiera que le confiara mis demonios, pero tampoco quería presionar
demasiado. Mi corazó n se abrió de par en par y todo mi trauma y miedo
salieron a borbotones.
“Estaba caminando hacia mi auto después del trabajo y una camioneta
se detuvo a mi lado. Al principio no pensé en nada de eso. Es un
aparcamiento pú blico, por lo que a menudo hay coches extrañ os
aparcados allí. Solo miré cuando escuché que se abría la puerta lateral.
“Salieron dos hombres. Llevaban mascarillas y guantes. Recuerdo haber
pensado que tenía que luchar, pero nunca tuve la oportunidad. Eran
demasiado fuertes. Me pusieron algo en la cara y todo se oscureció”.
Tragué fuerte. Creo que si Drym hubiera hecho el má s mínimo sonido,
no habría podido continuar. Pero no lo hizo.
“Cuando desperté, estaba en el só tano. Las demá s (Sarah, Grace y
Catherine) estaban de pie en sus jaulas mirá ndome. Catalina estaba en
silencio. Ella había estado allí por má s tiempo. Grace me saludó con una
sonrisa y dijo: "¡Bienvenida al infierno!" con voz alegre incluso mientras
las lá grimas corrían por su rostro.
“Les pregunté qué estaba pasando, pero antes de que pudieran
responder entraron tres hombres. Dos de ellos eran obviamente
poderosos. Caminaban como si fueran dueñ os del mundo. El tercero
llevaba una carpeta y tomaba notas mientras los otros dos hablaban.
"Ellos eran…"
Me atraganté con un sollozo y los brazos de Drym me rodearon con má s
fuerza.
“Nos estaban dando nú meros. No me di cuenta hasta má s tarde que era
la orden en que nos cazarían. Catalina lo sabía. Se apretó contra los
barrotes y los escupió , lanzó maldiciones e incluso extendió un brazo
para intentar agarrarlos.
“Sarah se encogió de miedo en la parte trasera de su celda, con las
rodillas pegadas al pecho y la cabeza gacha”. Negué con la cabeza. “Ella
no presentó ningú n desafío. Eso es lo que decían de ella”.
La mano de Drym acarició mi espalda de arriba a abajo y traté de
relajar mis hombros y puñ os.
“Se la llevaron primero. Seguía pensando que simplemente la iban a
violar y que ella volvería. Que encontraríamos una manera de escapar
juntos.
“Se llevaron a Grace tres días después. Salió con la cabeza en alto. No
creo que ella haya jugado su juego. Podíamos oír a los perros justo
afuera. La oí gritarles, diciendo que se negaba a correr”.
Respiré profundamente.
"El estallido del disparo fue muy fuerte".
Pasé mis mejillas mojadas por el pecho de Drym.
“Después de eso, nos dijeron las reglas del juego. Si llegá ramos al
perímetro de su zona de caza, seríamos libres. Ninguno de nosotros
pensó que eso fuera cierto. Catherine les dijo rotundamente que era
una tontería, pero ellos insistieron. Nos dijo que el perímetro estaba
marcado con cinta plá stica atada alrededor de los á rboles.
“Ambos sabíamos que no querían una repetició n de Grace. No sería
divertido para ellos si no corriéramos. ¿Qué es una cacería en la que la
presa se da por vencida? Resoplé.
“Eso no significaba que no iba a intentarlo. Esperaba ser el siguiente,
pero en su lugar se llevaron a Catherine. Antes de cruzar la puerta, me
miró . La determinació n estaba grabada en cada uno de sus mú sculos.
Nos saludamos con la cabeza y luego ella se fue.
“Creo que esa fue la peor parte. Viendo como uno por uno fueron
sacados y nunca regresaron. Ver có mo nuestro nú mero disminuía y
saber que no había nada que pudiera hacer para detenerlo.
“Lo intentamos. Cavamos en los marcos de las ventanas, pero eran de
metal incrustado en piedra. Intentamos atraer a los guardias lo
suficientemente cerca como para agarrarlos. Intentamos encontrar
cualquier cosa que pudiéramos usar como arma.
“Cada vez que un pensamiento no funcionó o un plan falló , nuestra
esperanza se atenuó . Cuando vinieron a sacarme, no miré atrá s. Tan
pronto como mis pies tocaron el suelo afuera, despegué. Corrí lo má s
rá pido que pude, sabiendo que no sería lo suficientemente rá pido”.
Rodeé el cuello de Drym con mis brazos.
“Mi mente sabía que era inú til, pero mi cuerpo no se daba por vencido.
Estaría muerta si no fuera por ti. El premio de algú n imbécil rico del
que presumir ante otros imbéciles ricos.
"Me alegro muchísimo de que me hayas encontrado, Kendal".
Miré a mi monstruo a los ojos y dije: "No me alegro tanto de que me
hayas encontrado".
También de Kenzie: