ARQUEOLOGÍA PÚBLICA, O DE CÓMO TODO NOS AFECTA
Jaime Almansa Sánchez
University College London; almansasanchez@gmail.com
Resumen
Hasta ahora el problema de la subjetividad en la interpretación arqueológica era uno de los pocos aspectos que nos hacían conscientes de otro mundo más allá de la Arqueología. Si miramos hacia afuera nos encontraremos sin embargo toda una serie de implicaciones políticas, económicas y sociales que afectan de un modo directo a nuestro trabajo y que necesitan de una mayor atención por nuestra parte si queremos mejorar nuestra situación como colectivo en todos los aspectos. Por ello, este trabajo analizará la situación de que somos fruto y cómo desde la Arqueología Pública se puede y debe actuar para estudiar y mejorar la relación que la Arqueología guarda con todo lo que le rodea.
ABSTRACT
The interpretative subjectivity has been one of the only things that made us conscious of this real world beyond Archaeology. Looking forward we will be able to see a series of political, economical and social factors that affect directly our work. If we want to improve our situation as a social agent, these factors will need much more attention from our collective. That is why this paper will analyze this situation we come from and how Public Archaeology can and must be a way to study and improve the relations between Archaeology and everything else.
Palabras Clave: Arqueología. Patrimonio. Sociedad. Política. Economía.
Keywords: Archaeology. Heritage. Society. Politics. Economy.
¿Arqueología Pública?
Lo primero de todo antes de entrar en materia debe ser explicar qué es eso de Arqueología Pública, pues en España la Arqueología es pública por definición y la gente suele decir que hago Sociología.
El nombre viene del inglés Public Archaeology, pero ya se usa en su versión española desde hace tiempo en América. Precisamente allí (en EE.UU.) nació a principios de los años ´70 como consecuencia del CRM (Cultural Resource Management) para desarrollar una serie de iniciativas comunitarias en los Parques Naturales del país entero (McGimsey, 1972). A finales de los ´90 dio un giro conceptual en Inglaterra en relación al concepto de Público de Jürgen Habermas (Habermas, 1989) y dejó a la iniciativa comunitaria como una más de sus múltiples intereses que ahora se centrarían en el ámbito político, económico y social de la Arqueología.
1.1. ¿Qué es?
Resulta complicado dar una definición que no resulte demasiado difusa o demasiado concreta, pues si hubiera que decidir un modo rápido y conciso sería hablar de todo, o por extenderse un poco más, de la relación de la práctica arqueológica con su entorno (Schadla-Hall, 1999; Ascherson, 2000; Merriman, 2004). Esto quiere decir que el objeto de estudio de la Arqueología Pública es la Arqueología en sí como ente social y sus implicaciones políticas, económicas y sociales en ambas direcciones.
Aspectos como la imagen social que tiene nuestro trabajo, la difusión o la misma profesión están dentro de los objetivos de la Arqueología Pública. Desde los extraterrestres al turismo existe un amplísimo abanico de cuestiones que pese a parecer muy dispares, se encuentran interrelacionadas de tal modo que no se pueden concebir unas sin las otras.
1.2. ¿Para qué sirve?
El interés de la Arqueología Pública no pasa sólo por el mero estudio de las circunstancias que rodean a nuestro trabajo, sino que su máxima, como no podía ser de otro modo, es conocer para mejorar.
Partiendo de cuestiones como la Teoría de la Acción (Habermas, 2002) y con un compromiso que va desde las convicciones teóricas (Falquina, Marín y Rolland, 2006; McGuire, 2008) a la responsabilidad personal (Layton, Sheenan y Stone, 2006), el análisis crítico de la Arqueología como tal, más allá de yacimientos e interpretaciones nos lleva a una acción pública y muchas veces política.
En un momento en que nuestro trabajo a penas está valorado por la Sociedad, ni que decir tiene por la Administración. Un momento en que la Arqueología mira como siempre ha mirado para sí misma y en el que la creación de conocimiento ya no parece un objetivo prioritario porque nos hemos convertido en un trámite más de la ley del suelo. ¿Qué queremos? ¿A dónde vamos?
En estos momentos, por ejemplo, la situación laboral dentro de la Arqueología Comercial e incluso de la propia investigación es precaria. Desde los sueldos a la falta absoluta de dialogo entre las diferentes instituciones, los problemas que nos azotan revierten en los resultados de nuestro trabajo y en definitiva en el Patrimonio Arqueológico (Almansa, 2005). Abrir los ojos ante esta problemática y buscar estrategias para solucionarla es Arqueología Pública.
1.3. ¿Y qué?
Puede que todo esto no sea novedoso. Nos encontramos ante una actitud que necesita pasar de ser una afición residual de profesionales comprometidos a articularse como un programa de investigación que dada su amplitud puede abarcar diferentes temas.
En éste trabajo me centraré en uno de ellos, pero podremos ver como tirando del hilo aparecen inevitablemente otros.
Por cercanía y necesidad voy a exponer cómo nuestra situación en el mundo de la Arqueología española está coartada por multitud de factores que en ocasiones ni siquiera imaginaríamos, pero que determinan nuestro trabajo o la ausencia de él.
¿Cómo solucionarlo? No existe una receta magistral salvo empezar de cero, pero un poco de compromiso ayudaría mucho.
2.- El contexto social de la Arqueología
Cuando se busca algo sobre Arqueología en Internet, el abanico va desde páginas serias con diferentes recursos hasta teorías sobre la existencia de un “Dios” alienígena que nos dio la inteligencia. Por norma general es muy difícil encontrar una noticia que no se enmarque en los apartados de Cultura o Ciencia, porque al fin y al cabo la Arqueología es eso. De hecho, dentro de esas noticias y de otro tipo de reportajes relacionados, los temas a tratar suelen ser: los primeros homínidos (algo muy antiguo), que en España se encuentran monopolizados por Atapuerca; Egipto/Grecia/Roma (y sus equivalentes americanos los Incas, Mayas y Aztecas) con ciertos tintes de misterio y aventura, además de una fijación por los grandes edificios y los grandes personajes; y por último situaciones que por un motivo u otro levantan la expectación del público como la Reina de Saba y otras reseñas Bíblicas, la Atlántida (casi siempre que aparece algo extraño bajo el agua), o cualquier hallazgo con la más ligera referencia a lo desconocido e incluso a los tópicos extraterrestres (Almansa 2006).
La concepción que el común tiene de la Arqueología, salvo pocas excepciones, es precisamente esa, la que obtienen desde los medios de comunicación, ya que la educación no provee de una imagen mucho más diferente ni tan siquiera en el ámbito universitario (Almansa, 2006; Castillo, 2006).
Así pues, tenemos una idea popular de la Arqueología y por otro lado, una definición más o menos “científica” que va desde la clásica de Renfrew y Bahn (1991), a otras menos ortodoxas como la de Clive Gamble que define la Arqueología como aquello que cada uno quiera que sea (Gamble 2008).
En este marco es donde se han desarrollado toda una serie de “divulgadores de los desconocido” o periodistas entregados a los misterios del pasado que como apuntaba anteriormente copan el interés de los españoles (y del resto de público mundial).
Un simple paseo por YouTube nos muestra como la referencia más cercana a la Arqueología es una escena de los Monty Python o la canción Arqueología en mi jardín de Un Pingüino en mi Ascensor.
Mirando a libros de Arqueología es fácil encontrar las guías de los misterios de Egipto junto al manual de Víctor Fernández (2000) o recopilaciones para niños de la Historia de España con un contenido ya no decimonónico sino directamente fascista (Fernandez, 2008) de la Prehistoria.
¿Qué pasa? ¿Cómo hemos podido llegar a esto?
Las causas son sencillas y las apuntaba anteriormente; vivimos y aprendemos de los medios y más aún en disciplinas como la Prehistoria o la Arqueología que están prácticamente obviadas en los libros de texto.
Pero no hemos llegado sin más a esta situación. Es el resultado de una absoluta despreocupación que durante años ha existido desde el ámbito de la Arqueología hacia la sociedad.
¿Tenemos la culpa? Sí. Desde los inicios de la Arqueología española hasta hoy, el ámbito arqueológico ha sido, y continúa siendo en gran medida, un círculo cerrado donde arqueólogos y arqueólogas comparten conocimiento y los discuten sin tener en cuenta al resto de la sociedad, que sin embargo es dueña de esa Historia.
Hemos sido testigos de innumerables atropellos contra el Patrimonio y contra la Arqueología que pocas veces han levantado nuestra voz y menos aún con alguna repercusión pública. Es tal el desinterés hacia todo lo que ocurre a nuestro alrededor que no hay la mínima preocupación, ni mucho menos crítica, ante nada que no afecte nuestra economía o prestigio personal.
¿No nos damos cuenta de que este desinterés nos desprestigia y nos quita dinero?
3.- De cómo todo nos afecta
Como apuntaba al principio la Arqueología es una disciplina profundamente política, económica y social (McGuire, 2008). Nos guste o no estamos integrados en un sistema donde todo guarda relación. Es famoso el proverbio sobre el aleteo de una mariposa en Hong Kong desatando un huracán en Nueva York. A menor escala y con diferentes actores resulta totalmente cierto en nuestra sociedad, pero en definitiva podría verse como un ejemplo más de la Teoría del Caos (ver García Raso, 2008).
Usando un ejemplo más cinematográfico que real, un ganadero jugándose una finca al póker con un amigo empresario de la construcción tiene fuertes repercusiones en cientos de personas y muy seguramente también para la Arqueología (sobre todo si el ganadero pierde la mano). Así, un hecho tan nimio como una partida de cartas entre dos amigos acaba teniendo mucho que ver con nuestro trabajo.
Con esto no quiero decir que el póker es Arqueología. Lo que quiero decir es que las relaciones sociales, políticas y económicas que se crean en nuestra sociedad postindustrial y capitalista, son tan profundas que no se puede dejar de lado a la Sociedad a la hora de hacer Arqueología. La subjetividad en la interpretación es una mera anécdota en este contexto, pues a lo que me refiero es a las causas y consecuencias de nuestro trabajo (McGuire, 2008).
¿Por qué hacemos lo que hacemos? ¿Para qué? ¿Por cuánto? ¿Para quién? ¿Dónde? Todas estas cuestiones y muchas otras, nos muestran la puerta a un mundo paralelo a nuestro trabajo que es la causa de que la Arqueología exista y donde en ocasiones jugamos un papel más importante del que pensamos. Además, nos damos cuenta de que la sociedad guarda una relación con nuestro trabajo mucho más profunda de lo que se cree y practica hoy en día.
Fig 1. A dos columnas al final de esta página. El texto es: “Modos de relación entre arqueología y sociedad según nuestros sistemas de gestión”.
Como se ve en el gráfico, los sistemas actuales de gestión patrimonial a penas guardan una relación con la sociedad más allá de lo que creemos difusión y algunas iniciativas particulares. Para mucha gente dentro de la Arqueología un mal museo o la publicación de una memoria de excavación que pocas personas podrían entender es más que suficiente. La puesta en valor de yacimientos arqueológicos se ve además no como un medio de difusión y formación sino como un atractivo más del turismo y en definitiva de la economía. ¿Es tan difícil conjugar ambas cosas?
Cuando nos acercamos al ámbito británico el volumen de publicaciones y museos verdaderamente didácticos es atronador. ¿Están más interesados los ingleses que nosotros en el patrimonio arqueológico? Tan solo las personas más “cultas” eran las que demostraban ese interés (Stone y MacKenzie, 1994). Tal vez sea la tradición, con programas de televisión desde los inicios de la BBC o el sistema tan abierto de investigación que tienen, pero son capaces de explotar su patrimonio (en términos de difusión pública) muchas veces hasta en exceso.
¿Es esto una cuestión cultural? Desde aquí comenzaré el análisis.
La situación de la Arqueología en la Educación pública es un tema que se ha tratado varias veces (Santacana y Hernández, 1999; Jimeno y Ruiz Zapatero, 2005). Si podemos sacar alguna conclusión rápida, es que los contenidos sobre Prehistoria y Arqueología están bastante anticuados cuando aparecen, y como siempre se reducen al mundo romano y Atapuerca (hoy que está de moda). Sin embargo la Arqueología es una materia que encajaría de un modo excepcional en los planes de estudio por su carácter interdisciplinar y práctico (Corbishley, 1982). ¿Por qué no aparece? Es la pescadilla que se muerde la cola.
Es más que probable que la apatía hacia la cultura en general de la que pecamos en nuestra sociedad sea el resultado de una educación insuficiente o excesivamente apática y acrítica.
Pero esto es solo el principio de una enrevesada trama de actores e intereses que han llevado a nuestra profesión a ser lo que hoy es. Cogiendo cualquier Historia de la Arqueología (por ejemplo el clásico de Daniel, 1986) podemos ver cómo empezó todo. Ya a principios del siglo XX se hicieron visibles algunas de las consecuencias políticas de nuestras investigaciones, a través de un uso politizado de las interpretaciones que se hacían del pasado desde la Arqueología. Por no salir de España, la relación entre Celtas e Íberos (bárbaros y civilizados) o los restos de sapiens hallados en el norte de África son ejemplos que se pueden rastrear en este sentido.
Tras la caída del régimen franquista, la nueva ley de Patrimonio (16/1985) y la descentralización de las competencias en cultura, se volvió a politizar la Arqueología incluso al nivel de la propia legislación, como muestra del más puro nacionalismo (Diaz-Andreu y Mora, 1995; Querol y Martínez, 1996; Smith, 2004). Identidad y Política fueron en estos años compañeros inseparables del Patrimonio Cultural y marcarían la faceta más visible de esa Arqueología fuera de la Arqueología.
Pero la promulgación de la nueva ley de Patrimonio en 1985 trajo consigo el inicio de otro fenómeno que ha marcado la situación de la Arqueología actual. La Arqueología mal llamada “profesional” y a la que me referiré como Arqueología Comercial.
Más allá, el modelo general de propiedad pública de los bienes ha resultado ser más bien un modelo de propiedad “privada” entendiendo como tal a la Administración. Salvo en contadas ocasiones y gracias a iniciativas particulares o la excepcional importancia de un yacimiento, ese Patrimonio que debería pertenecer a toda la Sociedad acaba siendo el feudo particular de una Administración o un investigador que guarda celosamente todo.
Una de las ventajas de la descentralización en la gestión del Patrimonio Cultural es precisamente la convivencia de 17 formas diferentes de entender esa gestión. Los hay de todo tipo; cerrados y eficientes, abiertos pero poco eficientes, cerrados a cal y canto o en vías de apertura. Son unos modelos de gestión en continuo cambio y marcados por el vaivén político de la Administración.
Con esto voy a pasar el segundo nivel dentro de la política, el de la política pura y dura, esa que va más allá del nacionalismo y que es la que de verdad marca la agenda en todo el mundo. ¿Por qué? Cultura ha estado siempre controlada por políticos “profesionales” que varían con suerte cada cuatro años y cuyo interés por la Arqueología es variable y normalmente escaso. Esto repercute en cuestiones económicas (financiación) pero también en el propio desarrollo de los trabajos. ¿Cuánta gente hace falta para gestionar de un modo eficiente la Arqueología de, por ejemplo, Madrid? Para algunos políticos la respuesta sería “¿Arqueología en Madrid?” Es muy difícil que el mundo político comprenda lo que pasa en Arqueología, al igual que pasaba con la educación aquí es de nuevo un problema circular. La Administración es la encargada de difundir el Patrimonio, lo cual fomenta el interés de la sociedad y el conocimiento. Si la Sociedad no conoce, tampoco se interesa y si el político de turno forma parte del común de esa sociedad, tampoco le importa demasiado… ¿Se puede forzar un cambio en la situación?
Es complicado intervenir en la vida política española si no existe una verdadera repercusión mediática o económica. Precisamente en el apartado económico, existe una fuerte repercusión derivada de la Arqueología Comercial, pero se trata de una repercusión negativa.
Durante los últimos años, el motor económico de nuestro país ha sido la construcción y la Arqueología, por razones obvias, ha sido un continuo obstáculo para el desarrollo de obras públicas y privadas. En ocasiones, el Patrimonio Arqueológico ha sido un arma política en la lucha entre la Administración Regional y Nacional (Autovía Ávila-Salamanca) y en otras, la propia Administración encargada de velar por la conservación del Patrimonio ha sido expoliadora por acción (y no por omisión como suele serlo).
Para el Patrimonio, no parece haber sido la mejor forma de hacer las cosas. Para la Prehistoria ha resultado un duro golpe (que aun no se ha asestado) con hallazgos que cuestionan lo tradicionalmente aceptado como nuestro pasado. Para la sociedad ha sido otra promesa incumplida. Y para la Profesión fue una oportunidad que no sólo hemos desaprovechado, sino que hemos convertido en un calvario.
Con una inflación acumulada de más del 25% desde que llegó el Euro, los sueldos en Arqueología Comercial siguen exactamente igual. Curiosamente, los precios por un trabajo obligado han bajado en vez de subir y la competencia desleal en un campo donde se multiplicó sin control el número de trabajadores y empresas ha acabado con nuevas (y no muy buenas) repercusiones para el Patrimonio.
Así pues hoy tenemos políticos en cierto modo negligentes, una sociedad desinteresada y un colectivo de arqueólogas y arqueólogos cada vez más cansado y descontento.
Todo esto no viene de una tipología sobre las fíbulas de Numancia, ni de las estrategias de captación de recursos en la Edad del Bronce. Tampoco tiene nada que ver con las técnicas de excavación en contextos con fases múltiples o con las nuevas tecnologías para el análisis de fitolitos.
Esto es Sociología, es Economía, es Patrimonio, es Política, es Arqueología Pública.
4-. ¿Qué hacemos?
Contestar a esta pregunta es simple, y salvo algunas iniciativas que han surgido en los últimos años, la respuesta sería… NADA.
Como en cualquier terapia psicológica, el primer paso es ser consciente de los problemas que nos afectan y de cómo muchos de ellos vienen de nosotros mismos y de nuestra despreocupación por la sociedad. Para mucha gente dentro de la Arqueología, estos problemas no existen y entierran la cabeza en sus yacimientos como un avestruz cuando ve el peligro.
Además, el fenómeno de la Pseudo-arqueología o lo que los anglosajones llaman “Arqueología Alternativa” absorbe a un público potencial que termina rechazando los pocos “ataques” que llegan desde la Ciencia.
La difusión arqueológica en el ámbito español está cambiando a grandes pasos gracias al desarrollo de los estudios en Patrimonio y a las posibilidades económicas de un sector en continuo progreso que ya mucha gente reconoce como futuro.
El principal problema aquí lo apuntaba anteriormente y es que a pesar de este crecimiento en el sector patrimonial de la Arqueología, pecamos de dos fallos: un excesivo carácter economicista en el que desarrollo es igual a dinero y difusión… también. Y el carácter amateur de la mayoría de la gente que se dedica a ello, caída de rebote por las circunstancias de la vida académica en nuestro país.
Desde hace algunos años ha habido de todos modos muchas iniciativas loables que ayudan a una mejor gestión y difusión de la Arqueología y que poco a poco se van abriendo paso dentro del colectivo.
5-. Conclusión
A pesar de que todo lo que hay fuera nos afecta de un modo u otro, la solución pasa por una simple palabra: concienciación.
Primero dentro de nuestro colectivo, siendo conscientes de la importancia que tiene la esfera pública, y después hacia afuera a través de una acción social que de veras interactúe con la gente y ofrezca un conocimiento lleno de beneficios más allá del propio saber.
Ser conscientes de la importancia de la sociedad y actuar en consecuencia nos llevaría a difundir con propiedad y eficiencia así como a hacer partícipe al público de su pasado y de nuestro presente. La Arqueología es una disciplina apasionante y por ello captar al público sería relativamente sencillo.
Una sociedad interesada es el único medio para llegar a una verdadera valoración de lo que hacemos, la única forma de conseguir que la política se interese también por el pasado y que para un constructor participar de una excavación sea un prestigio y no un lastre. La única forma de que se reclame más Arqueología en el colegio y más Gestión en la Universidad.
Obviamente esto no depende a un 100% de nuestra actitud, pero desde luego ayudaría mucho a cambiar las cosas y a conseguir que la presencia de la Arqueología en nuestro entorno tuviera una implicación activa y positiva en lugar de lo que tenemos ahora.
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I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, septiembre de 2008
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