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Poesía Universal - María Romero
Diseño de tapas: Mirela Tomicic Petric.
e I.S.B.N.: 978-956-12-2794-1.
Gerente Editorial: José Manuel Zañartu B.
Subgerente editorial: Alejandra Schmidt U.
Asistente editorial: Camila Domínguez U.
Director de Arte y Diseño: Juan Manuel Neira L.
Diseñadora: Mirela Tomicic P
© 1949 por María Romero Cordero.
Inscripción Nº 12.799. Santiago de Chile.
Derechos de edición reservados por
Empresa Editora Zig-Zag, S.A.
Editado por
Empresa Editora Zig-Zag, S.A.
Los Conquistadores 1700. Piso 10. Providencia.
Teléfono +56 2 28107400. Fax +56 2 28107455.
www.zigzag.cl | Email: zigzag@zigzag.cl
Santiago de Chile.
El presente libro no puede ser reproducido ni en todo ni en parte,
ni archivado ni transmitido por ningún medio mecánico,
ni electrónico, de grabación, CDRom, fotocopia, microfilmación
u otra forma de reproducción, sin la autorización de su editor.
Índice
Nota preliminar 7
Amor 9
Ausencia 49
Arte 59
Bohemia 67
Buen Humor 79
Celos 97
Dolor y melancolía 109
Elogios y Retratos 135
Historias y Episodios 147
Ilusión y Fantasía 205
Muerte 235
Naturaleza y Paisaje 267
Olvido 297
Palabras Divinas 317
Pensamiento 339
Reminiscencias 381
Serenidad 421
Vivir Campesino y Popular 439
Índice alfabético de autores y poemas 461
Nota preliminar
Si de algo puede jactarse esta antología es de que ha sido elaborada sin ningún dogmatismo: antes que exclusiva, es ecléctica. Se buscaron las composiciones que el lector pide a este tipo de selecciones, o sea, que resulten adecuadas para la lectura en voz alta, en que la música y la armonía son indispensables. Se han preferido, pues, las poesías escritas directamente en lengua española como más aptas para ser gozadas por los lectores en general y utilizadas por los estudiantes en las clases. Si dejamos alguna traducción es porque conserva la fidelidad de la versión original.
El mismo criterio ecléctico ha dominado en la selección por escuelas o por épocas. Muchas composiciones modernas, aunque valiosas, carecen de interés para el lector normal de una antología. En la duda hemos preferido valores más permanentes: la emoción, la novedad de forma, las revelaciones de la sensibilidad que no siempre sobreviven cuando impera la innovación que dicta la moda. Las páginas de esta antología procuran conservar lo mejor de cada poeta en todos los géneros o especialidades literarias.
No se nos oculta que para lograr una antología completa, cual la concibe el crítico literario, sería preciso no un pequeño volumen como este, sino varias docenas. Para encuadrarnos en el presente número de páginas hemos debido podar mucho y aplicar una severidad que dista grandemente de nuestro ánimo. De allí también que el repertorio conservado pueda ser atendido como la quintaesencia de innumerables lecturas que hemos hecho con buena voluntad a lo largo de años, para nuestro propio deleite y también para el disfrute de los demás.
María Romero
Amor
Amo amor
Gabriela Mistral (chilena)
Anda libre el surco, bate el ala en el viento,
late vivo en el sol y se prende al pinar.
No te vale olvidarlo como al mal pensamiento:
¡le tendrás que escuchar!
Habla lengua de bronce y habla lengua de ave,
ruegos tímidos, imperativos de mar.
No te vale ponerle gesto audaz, ceño grave:
¡lo tendrás que hospedar!
Gasta trazas de dueño; no le ablandan excusas.
Rasga vasos de flor, hiende el hondo glaciar,
No te vale decirle que albergarlo rehúsas:
¡lo tendrás que hospedar!
Tiene argucias sutiles en la réplica fina,
argumentos de sabio, pero en voz de mujer.
Ciencia humana te salva, menos ciencia divina:
¡le tendrás que creer!
Te echa venda de lino; tú la venda toleras.
Te ofrece el brazo cálido; no le sabes huir.
Echa a andar, tú le sigues hechizada aunque vieras
¡que eso para en morir!
Por una mirada, un mundo...
Gustavo Adolfo Bécquer (español)
Por una mirada, un mundo;
por una sonrisa, un cielo;
por un beso..., ¡yo no sé
qué te diera por un beso!
¿Conoce alguien el amor?
Francisco Villaespesa (español)
¿Conoce alguien el amor?
¡El amor es un sueño sin fin!
Es como un lánguido sopor
entre las flores de un jardín...
¿Conoce alguien el amor?
Es un anhelo misterioso
que al labio hace suspirar,
torna al cobarde en valeroso
y al más valiente hace temblar;
es un perfume embriagador
que deja pálida la faz;
es la palmera de la paz
en los desiertos del dolor...
¿Conoce alguien el amor?
Es una senda florecida,
es un licor que hace olvidar
todas las glorias de la vida,
menos la gloria del amar...
Es paz en medio de la guerra.
Fundirse en uno, siendo dos...
¡La única dicha que en la tierra
a los creyentes les da Dios!
Quedarse inmóvil y cerrar
los ojos para mejor ver;
y bajo un beso adormecer...
y bajo un beso despertar...
Es un fulgor que hace cegar.
¡es como un huerto todo en flor
que nos convida a reposar!
¿Conoce alguien el amor?
¡Todos conocen el amor!
El amor es como un jardín
envenenado de dolor...
donde el dolor no tiene fin.
¡Todos conocen el amor!
Es como un áspid venenoso
que siempre sabe emponzoñar
al noble pecho generoso
donde le quieren alentar.
Al más leal hace traidor,
es la ceguera del abismo
y la ilusión del espejismo...
en los desiertos del dolor.
¡Todos conocen el amor!
¡Es laberinto sin salida,
es una ola de pesar
que nos arroja de la vida
como a los náufragos el mar!
Provocación de toda guerra...
sufrir en uno las de dos...
¡La mayor pena que en la tierra
a los creyentes les da Dios!
Es un perpetuo agonizar,
un alarido, un estertor,
que hace al más santo blasfemar...
¡Todos conocen el amor!
Amor
Juan Ramón Jiménez (español)
El amor, ¿a qué huele? Parece, cuando se ama,
que el mundo entero tiene rumor de primavera.
Las hojas secas tornan y las ramas con nieve,
y él sigue ardiente y joven, oliendo a rosa eterna.
Por todas partes abre guirnaldas invisibles,
todos sus fondos son líricos –risa o pena–,
la mujer a su beso cobra un sentido mágico
que, como en los senderos, sin cesar se renueva...
Vienen al alma música de ideales conciertos,
palabras de una brisa liviana entre arboledas;
se suspira y se llora, y el suspiro y el llanto
dejan como un romántico frescor de madreselvas...
Ella dice:
Manuel Magallanes Moure (chileno)
Ella dice:
Sus ojos suplicantes me pidieron
una tierna mirada, y por piedad
mis ojos se posaron en los suyos...
Pero él me dijo: ¡más!
Sus ojos suplicantes me pidieron
una dulce sonrisa, y por piedad
mis labios sonrieron a sus ojos...
Pero él me dijo: ¡más!
Sus manos suplicantes me pidieron
que les diera las mías, y en mi afán
de contentarlo, le entregué mis manos...
Pero él me dijo: ¡más!
Sus labios suplicantes me pidieron
que les diera mi boca, y por gustar
sus besos, le entregué mi boca trémula...
Pero él me dijo: ¡más!
Su ser, en una súplica suprema,
me pidió toda, ¡toda! , y por saciar
mi devorante sed fui toda suya...
Pero él me dijo: ¡más!
Dice él:
Le pedí una mirada, y al mirarme
brillaba en sus pupilas la piedad,
y sus ojos parece que decían:
¡no puedo darte más!
Le pedí una sonrisa. Al sonreírme
sonreía en sus labios la piedad,
y sus ojos parece que decían:
¡no puedo darte más!
Le pedí un beso, ¡un beso!, y al dejarme
sobre sus labios el amor gustar,
me decía su boca toda trémula:
¡no puedo darte más!
Le pedí, en una súplica suprema,
que me diera su ser... y al estrechar
su cuerpo contra el mío, me decía:
¡no puedo darte más!
Soneto
Alexis-Félix Arvers (francés)
Hay en mi alma un misterio y un secreto en mi vida;
una pasión eterna, de súbito formada.
Oculta llevo en mi alma la irremediable herida,
y aquella que la hizo nunca ha sabido nada.
Inadvertido paso junto a la bien amada,
siempre a su lado y siempre solitario. Cumplida
veré sobre la tierra mi sombría jornada
sin pedir ni alcanzar la dicha apetecida.
Ella, a quien Dios ha hecho dulce y buena, su senda
prosigue distraída, sin que su oído atienda
el murmullo amoroso que en pos dejando va.
Fiel al deber austero y apegada a su huella,
dirá al ver estos versos inspirados por ella:
–¿Qué mujer será ésa?–. Y no comprenderá...
(Traducción de Manuel Magallanes Moure)
Salmo de amor
Eduardo Marquina (español)
¡Dios te bendiga, amor, porque eres bella!
¡Dios te bendiga, amor, porque eres mía!
¡Dios te bendiga, amor, cuando te miro!
¡Dios te bendiga, amor, cuando me miras!
¡Dios te bendiga si me guardas fe;
si no me guardas fe, ¡Dios te bendiga!
¡Hoy, que me haces vivir, bendita seas;
cuando me hagas morir, seas bendita!
¡Bendiga Dios tus pasos hacia el bien;
tus pasos hacia el mal, Dios los bendiga!
¡Bendiciones a ti cuando me acoges;
bendiciones a ti cuando me esquivas!
¡Bendígate la luz de la mañana,
que al despertarte hiere tus pupilas;
bendígate la sombra de la noche,
que en su regazo te hallará dormida!
¡Abra los ojos para bendecirte,
antes de sucumbir, el que agoniza!
¡Si al herir te bendice el asesino,
que por su bendición Dios le bendiga!
¡Bendígate el humilde a quien socorras!
¡Bendígante, al nombrarte, tus amigas!
¡Bendígante los siervos de tu casa!
¡Los complacidos deudos te bendigan!
¡Te dé la tierra bendición de flores,
y el tiempo en copia de apacibles días,
y el mar se aquiete para bendecirte,
y el dolor se eche atrás y te bendiga!
¡Vuelva a tocar con el nevado lirio
Gabriel tu frente, y la declare ungida!
¡Dé el cielo a tu piedad don de milagro,
y sanen los enfermos a tu vista!
¡Oh, querida mujer!... ¡Hoy que me adoras,
todo de bendiciones es el día!
¡Yo te bendigo, y quiero que conmigo
Dios y el cielo y la tierra te bendigan!
La hora
Juana de Ibarbourou (uruguaya)
Tómame ahora que aún es temprano
y que llevo dalias nuevas en la mano.
Tómame ahora que aún es sombría
esta taciturna cabellera mía.
Ahora que tengo la carne olorosa
y los ojos limpios y la piel de rosa.
Ahora que calza mi planta ligera
la sandalia viva de la primavera.
Ahora que en mis labios repica la risa
como una campana sacudida a prisa.
Después..., ¡ah, yo sé
que ya nada de eso más tarde tendré!
Que entonces inútil será tu deseo,
como ofrenda puesta sobre un mausoleo.
¡Tómame ahora que aún es temprano
y que tengo rica de nardos la mano!
Hoy, y no más tarde. Antes que anochezca
y se vuelva mustia la corola fresca.
Hoy, y no mañana. ¡Oh, amante!, ¿no ves
que la enredadera crecerá ciprés?
Definición del amor
Lope de Vega (español)
Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde, animoso;
no hallar fuera del bien centro y reposo
mostrarse alegre, triste, humilde y altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;
huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor suave,
olvidar el provecho, amar el daño,
creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño,
esto es amor; quien lo probó, lo sabe.
El soneto de catorce años
Gerardo Diego (español)
Está la noche limpia y clara.
Entra la luna en tu aposento.
¡Oh, si el espejo reflejara
tu atolondrado pensamiento!
Están abiertos los balcones
para aspirar el aire puro.
La brisa trae insinuaciones
para tu cuerpo prematuro.
Estás alegre y triste y rara.
Algo en tu carne va a nacer.
(Bien te podrías llamar Sara,
tal vez Judit, quizás Ester.)
Y hay un misterio que se aclara
entre la luna y la mujer.
Madrigal
José María Souvirón (español)
Si al sol llamo sol, no es a él,
sino a ti que sol te llamo.
Si llamo luna a la luna,
es que a ti te esoy llamando.
Si llamo a la rosa rosa,
es que en la rosa te hallo.
Si llamo amor al amor,
es solo porque te amo.
La misa del amor
Anónimo español (romancero)
Mañanita de San Juan,
mañanita de primor,
cuando damas y galanes
van a oír misa mayor.
Allá va la mi señora,
entre todas la mejor;
viste saya sobre saya,
mantellín de tornasol,
camisa de oro y perlas
bordada en el cabezón.
En la su boca muy linda
lleva un poco de dulzor;
en la su cara tan blanca,
un poquito de arrebol,
y en los sus ojuelos garzos
lleva un poco de alcohol;
así entraba por la iglesia
relumbrando como el sol.
Las damas mueren de envidia
y los galanes de amor.
El que cantaba en el coro,
en el credo se perdió;
el abad que dice misa
ha trocado la lición;
monaguillos que le ayudan,
no aciertan a responder, non:
por decir amén, amén,
decían amor, amor.
Sonatina
Rubén Darío (nicaragüense)
La princesa está triste... ¿qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro.
Está mudo el teclado de su clave sonoro,
y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor.
El jardín puebla el triunfo de los pavos reales.
Parlanchina, la dueña dice cosas banales,
y, vestido de rojo, piruetea el bufón.
La princesa no ríe, la princesa no siente;
la princesa persigue por el cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión.
¿Piensa acaso en el príncipe de Golconda o de China,
o en el que ha detenido su carroza argentina
para ver de sus ojos la dulzura de luz?
¿O en el rey de las islas de las rosas fragantes,
o en el que es soberano de los claros diamantes,
o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?
¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa,
tener alas ligeras, bajo el cielo volar,
ir al sol por la escala luminosa de un rayo,
saludar a los lirios con los versos de mayo
o perderse en el viento sobre el trueno del mar.
Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata,
ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
ni los cisnes unánimes en el lago de azur.
Y están tristes las flores por la flor de la corte:
los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte,
de Occidente las dalias y las rosas del Sur.
¡Pobrecita princesa de los ojos azules!
Está presa en sus oros, está presa en sus tules,
en la jaula de mármol del palacio real;
el palacio soberbio que vigilan los guardas,
que custodian cien negros con sus cien alabardas,
un lebrel que no duerme y un dragón colosal.
¡Oh, quién fuera hipsipila que dejó la crisálida!
(La princesa está triste, la princesa está pálida).
¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!
¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe
(La princesa está pálida, la princesa está triste),
más brillante que el alba, más hermoso que abril!
–Calla, calla, princesa –dice el hada madrina– :
en caballo con alas, hacia aquí se encamina,
en el cinto la espada y en la mano el azor,
el feliz caballero que te adora sin verte,
y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
a encenderte los labios con su beso de amor.
Los invisibles átomos del aire...
Gustavo Adolfo Bécquer (español)
Los invisibles átomos del aire
en derredor palpitan y se inflaman;
el cielo se deshace en rayos de oro;
la tierra se estremece alborozada;
oigo flotando en olas de armonía
rumor de besos y batir de alas;
mis párpados se cierran... ¿Qué sucede?
–¡Es el amor que pasa!
El día que me quieras
Amado Nervo (mexicano)
El día que me quieras tendrá más luz que junio;
la noche que me quieras será de plenilunio,
con notas de Beethoven vibrando en cada rayo
sus inefables cosas,
y habrá juntas más rosas
que en todo el mes de mayo.
Las fuentes cristalinas
irán por las laderas
saltando cantarinas
el día que me quieras.
El día que me quieras, los sotos escondidos
resonarán arpegios nunca jamás oídos.
Éxtasis de tus ojos, todas las primaveras
que hubo y habrá en el mundo serán cuando me quieras.
Cogidas de la mano cual rubias hermanitas,
luciendo golas cándidas, irán las margaritas
por montes y praderas,
delante de tus pasos, el día que me quieras...
y si deshojas una, te dirá su inocente
postrer pétalo blanco: ¡Apasionadamente!
Al reventar el alba del día que me quieras,
tendrán todos los tréboles cuatro hojas agoreras,
y en el estanque, nido de gérmenes ignotos,
florecerán las místicas corolas de los lotos.
El día que me quieras será cada celaje
ala maravillosa, cada arrebol miraje
de Las mil y una noches
, cada brisa un cantar,
cada árbol una lira, cada monte un altar.
El día que me quieras, para nosotros dos
cabrá en un solo beso la beatitud de Dios.
Alma venturosa
Leopoldo Lugones (argentino)
Al promediar la tarde de aquel día,
cuando iba mi habitual adiós a darte,
fue una vaga congoja de dejarte
lo que me hizo saber que te quería.
Tu alma, sin comprenderlo, ya sabía...,
con tu rubor me iluminó al hablarte,
y al separarnos te pusiste aparte
del grupo, amedrentada todavía.
Fue silencio y temblor nuestra sorpresa,
mas ya la plenitud de la promesa
nos infundía un júbilo tan blando,
que nuestros labios suspiraron quedos...
y tu alma estremecíase en tus dedos
como si se estuviera deshojando.
El amor unitivo
Francisco Luis Bernárdez (argentino)
Tan unidas están nuestras cabezas
y tan atados nuestros corazones,
ya concertadas las inclinaciones
y confundidas las naturalezas,
que nuestros argumentos y razones,
y nuestras alegrías y tristezas
están jugando al ajedrez con piezas
iguales en color proporciones.
En el tablero de la vida vemos
empeñados a dos que conocemos,
a pesar de que no diferenciamos,
en un juego amoroso que sabemos,
sin ganador, porque los dos perdemos,
sin perdedor, porque los dos ganamos.
Romance de la niña enamorada
Luis Cané (argentino)
–Desde que quieres a ese hombre,
tus palabras son el eco
de sus engañosas frases
que están vibrando en tu pecho.
–Desde que le quiero, madre,
mi vida es un dulce sueño.
–Como en palabras sagradas
crees en sus juramentos,
sin ver que en cada promesa
está el demonio al acecho.
–Déjeme tranquila, madre;
que si de amarle padezco,
no hacen falta reproches
para acrecentar mi duelo.
–Si de tanto amarle sufres,
hija, tu amor no comprendo;
que en mis tiempos de muchacha
no era el amor tan complejo.
–Usted no lo habrá sentido,
madre, como yo lo siento;
que el dolor de los amantes
es dolor de todo tiempo.
–Cuando más quiero entenderte,
tu inquietud comprendo menos;
echas el alma en suspiros,
duermes en lecho de fuego,
y tanto ríes o cantas
como lloras en silencio.
–Cada minuto que pasa,
mi amor parece más nuevo
y yo me siento más bella,
para darle más contento;
qué alegre estoy de ser casta,
de los veinte años que tengo
y de que amor tan profundo
se albergue en tan lindo cuerpo.
–¡Ay, hija, qué poco valen
a tu pasión mis consejos!...
(Pero la niña no atiende
más que a su encendido anhelo;
que la razón es poca agua
cuando es de amor tanto fuego).
Vergüenza
Gabriela Mistral (chilena)
Si tú me miras, yo me vuelvo hermosa
como la hierba a que bajó el rocío
y desconocerán mi faz gloriosa
las altas cañas cuando baje al río.
Tengo vergüenza de mi boca triste,
de mi voz rota y mis rodillas rudas;
ahora que me miraste y que viniste,
me encontré pobre y me palpé desnuda.
Ninguna piedra en el camino hallaste
más desnuda de luz en la alborada
que esta mujer a la que levantaste,
porque oíste su canto, la mirada.
Yo callaré para que no conozcan
mi dicha los que pasan por el llano
en el fulgor que da mi frente tosca
y en la tremolación que hay en mi mano...
Es noche y baja a la hierba el rocío:
mírame largo y habla con ternura,
¡que ya mañana al descender al río
la que besaste llevará hermosura!
El dulce milagro
Juana de Ibarbourou (uruguaya)
¿Qué es esto? ¡Prodigio! Mis manos florecen.
Rosas, rosas, rosas a mis dedos crecen.
Mi amante besome las manos, y en ellas,
¡oh gracia!, brotaron rosas como estrellas.
Y voy por la senda voceando el encanto
y de dicha alterno sonrisa con llanto
y bajo el milagro de mi encantamiento
se aroman de rosas las alas del viento.
Y murmura al verme la gente que pasa:
"¿No veis que está loca? Tornadla a su casa.
¡Dice que en las manos le han crecido rosas
y las va agitando como mariposas!".
¡Ah, pobre la gente que nunca comprende
un milagro de éstos y que solo entiende
que no nacen rosas más que en los rosales
y que no hay más trigo que el de los trigales!
Que requiere líneas y color y forma,
y que solo admite realidad por norma.
Que cuando uno dice: Voy con la dulzura
,
de inmediato buscan a la criatura.
Que me digan loca, que en celda me encierren,
que con siete llaves la puerta me cierren,
que junto a la puerta pongan un lebrel,
carcelero rudo, carcelero fiel.
Cantaré lo mismo: "Mis manos florecen.
Rosas, rosas, rosas a mis dedos crecen".
¡Y toda mi celda tendrá la fragancia
de un inmenso ramo de rosas de Francia!
El pozo
Juana de Ibarbourou (uruguaya)
Asiento de musgo florido
sobre el viejo brocal derruido.
Sitio que elegimos para hablar de amor,
bajo el enorme paraíso en flor.
¡Ay, pobre del agua que del fondo mira,
tal vez envidiosa, quizás dolorida!
¡Tan triste la pobre, tan muda, tan quieta
bajo esta nerviosa ramazón violeta!
–Vámonos. No quiero que el agua nos vea
cuando me acaricies. Tal vez eso sea
darle una tortura. ¿Quién la ama a ella?
–¡Tonta! ¡Si de noche la besa una estrella!
El beso
Luis G. Urbina (mexicano)
Era un cautivo beso enamorado
de una mano de nieve, que tenía
la apariencia de un lirio desmayado
y el palpitar de un ave en agonía.
Y sucedió que un día,
aquella mano suave,
de palidez de cielo,
de languidez de lirio,
de palpitar de ave...,
se acercó tanto a la prisión del beso,
que ya no pudo más el pobre preso
y se escapó; mas, con voluble giro,
huyó la mano hasta un confín lejano,
y el beso, que volaba tras la mano,
rompiendo el aire, se volvió suspiro.
Oda a una muchacha desconocida...
José Luis Cano (español)
No. Tú no eres para mí como un ser