Taller Del Texto II - Cuento
Taller Del Texto II - Cuento
Taller Del Texto II - Cuento
Andrs caminaba todas las tardes en los jardines de su vecindario, en busca de inspiracin con la cual elaborar sus obras, pues era pintor. Cada maana despertaba feliz y siempre mantena una sonrisa que alegraba a quienes conoca. Su casa era una especie de cabaa, rstica y acogedora, tpica de los artistas. Tena 25 aos, era alto, de cabello rizado color negro, los ojos del mismo color, lo cual haca su mirada penetrante; todo el vecindario lo conoca y respetaba por la calidad de su trabajo y por ser una persona ejemplar. Todo comenz un viernes por la maana, da en que Andrs compraba materiales para hacer las pinturas que le encargaban personas adineradas de la ciudad vecina. Lleg a su tienda habitual y al pagar, not que la joven que lo atenda era nueva y se present. Ella le dijo -tienes ojos lindos, de seguro son iguales a los de tu padre-, Andrs no respondi, jams le haban preguntado sobre su familia; desde ese instante, la duda qued sembrada en su alma. De regreso a casa no pudo evitar sentir nostalgia al ver a las familias en el parque donde caminaba todas las tardes, las vio felices, sin preocupaciones, ajenas al sufrimiento de su alma atormentada por no saber de dnde vena. Lleg a casa, dej el material en el cuarto donde pintaba y se sent en un sof frente a la chimenea para intentar recordar. Se qued dormido y so que no era nadie, que no tena pasado ni futuro y su presente era resultado de su imaginacin, de la imaginacin de un ser irreal. Era ya muy noche cuando despert, por eso decidi no salir a dar sus paseos diarios y quedarse en casa para seguir pensando. Pas una semana, los habitantes del vecindario se preocuparon al no verlo salir y decidieron visitarlo. El primero en llegar fue don Gaspar, dueo de una tienda de abarrotes con quien Andrs platicaba los lunes y mircoles, despus de sus largas caminatas. El joven pintor tard en abrir y cuando lo hizo su aspecto asombr al seor, pues estaba plido, no se haba rasurado y en su mirada se poda notar un gran sentimiento de angustia. Ya dentro de la casa don Gaspar interrog al joven con la delicadeza de un amigo preocupado y ste le explic que no saba quines eran sus padres y nunca se lo pregunt hasta el da en que la chica de la tienda de pinturas lo hizo. Don Gaspar, menos alarmado, le dijo que a lo mejor era estrs lo que tena y que no deba preocuparse ni estar encerrado; antes de marcharse lo convenci para que saliera de nuevo. Despus de esta visita Andrs supo que no estara en paz hasta averiguar por qu haba olvidado a sus padres y no recordaba nada sobre su infancia. Aunque iba en contra de
sus costumbres no recibi ninguna visita. Empac un poco de ropa y tom el tren que iba a la ciudad. No se despidi de nadie ni dej ninguna explicacin, los habitantes del pequeo pueblo se enteraron de la situacin hasta que Don Gaspar les cont la pltica que tuvieron das antes; las personas se consternaron pero despus de una horas volvieron a su rutina habitual sin preguntar nada ms. Andrs tard un da en llegar a la ciudad, porque el tren se descompuso a medio camino y tuvo que esperar a que lo arreglaran, lo cual llev varias horas. Al llegar, eran las cinco de la maana, la mayora de los pasajeros dorma, Andrs era el nico despierto; las ganas de saber de su pasado eran las que lo mantenan vivo, pues haba dejado atrs su vida como pintor y estaba decidido a no continuarla hasta saber quin era. Durante meses estuvo encerrado en los archiveros de la ciudad buscando informacin. Revis papeles, peridicos, y slo encontr a una persona con el mismo apellido que el suyo, un hombre de 70 aos que viva solo al extremo de la ciudad y era sastre. Cuando lleg a la casa de este hombre llamado Alberto se sinti muy cmodo y al instante de poner los pies en la entrada respir un aire hogareo que lo estremeci. Para Andrs era como si todo el mundo hubiera desaparecido y slo se encontraran l y ese anciano, puestos en un mismo lugar por el destino para entender su origen. Alberto lo estaba esperando, -por qu tardaste tanto?- dijo, despus entr a un cuarto, tard unos minutos y sali con un cuadro en la mano. Andrs no comprendi las palabras del hombre, aun as recibi el cuadro y se march. No se dijeron nada ms, pero Alberto lo despidi con la tristeza con la que un amigo se despide de otro que est a punto de morir. Decidi no investigar ms, supona que en el cuadro que le haba dado Alberto estaba la respuesta a todas sus preguntas, -tal vez detrs del lienzo estn algunos papeles mos o de mi familia-, pens despus de abordar el tren. El cuadro estaba envuelto con varias capas de papel, por lo que Andrs no pudo, o ms bien, no quiso ver hasta llegar a su cabaa. El pueblo no pareca muy sorprendido al verlo de regreso, pero se alegraron de que volviera a ser el mismo de antes. Durante el trayecto que hizo a pie desde la estacin a su casa, salud a todos con una familiaridad mundana. Lleg a casa, desenvolvi el cuadro y qued pasmado al ver la imagen: una familia, compuesta por el padre, madre e hijo estaba parada en un lugar irreconocible. La imagen del padre era la ms borrosa, la del hijo un poco menos, la que se poda observar mejor era la de la madre. Confundido, pens que se trataba de una broma que le haba jugado el seor Alberto, pero con la idea de continuar con su carrera de pintor decidi terminar la obra para devolvrsela al anciano. Estaba decidido a no investigar nada ms acerca de su vida, pens que tal vez se accident cuando era joven, se golpe la cabeza o algo parecido y por eso no recordaba su
pasado; un poco decepcionado se fue a dormir. Al da siguiente tom el cuadro y lo llev a su cuarto de pintura para terminarlo. El trabajo le iba quedando bien hasta que sinti que cada pincelada que daba para terminar la figura del nio le iba quitando el aliento. En ese instante, todo cobr sentido: l no era real, era parte de una irrealidad llamada pintura, era un bosquejo, una creacin que alguien no pudo detener cundo sta quiso salir del lienzo y sentirse libre en un mundo al cual no perteneca. Andrs sonri al comprenderlo; le faltaba una sola pincelada para terminar la obra, pero esa pincelada significaba su cautiverio. Comprendi que esa era la nica manera de regresar a casa, entonces lo hizo: termin la pintura, y el pincel, sin nada que lo sostuviera, cay al suelo. Nadie en el pueblo volvi a saber nada de aquel gran pintor, aunque francamente a nadie le import averiguarlo porque en esa poca comenz un gran auge en el comercio y todas las personas se ocuparon en enriquecerse a costa de la naturaleza. Nadie supo el pasado de Andrs, como tampoco se enteraron de su final, un final, que para l era un comienzo. FIN