Autoconocimiento
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E FRAN L AZOS
Instituto de Investigaciones Filosficas
Universidad Nacional Autnoma de Mxico
eflazos@unam.mx
Resumen: En este ensayo se explora la idea de autoconocimiento y algunas
otras asociadas a ella (autoconciencia, autoatribucin, autoridad personal).
La conjetura central es que la de autoconocimiento es una idea tensa en
cuanto que contiene dos exigencias en competencia: el desapego y el involucramiento. La primera pide vernos a nosotros mismos imparcialmente, o
al menos como nos vera cualquier otra persona; la segunda, vernos como
nunca podra hacerlo cualquier otro. Apelando a modelos y autores de la tradicin filosfica moderna y contempornea, se muestran distintas maneras
en las que, al favorecer cualquiera de estas demandas sobre la otra, resulta
distorsionado algn aspecto de la subjetividad humana. En las secciones finales, y siguiendo una idea de R. Moran (2001), se sugiere que es posible
hacer justicia a ambas demandas si se adopta una perspectiva deliberativa de
la autoridad que tienen las personas sobre su propia vida mental.
Palabras clave: autoconciencia, autoatribucin, transparencia, autoridad
Abstract: This essay explores self-knowledge and some related ideas (selfconsciousness, self-attribution, personal authority). Its main conjecture is
that self-knowledge is a tense idea, in so far as it contains two competing
demands, namely detachment and involvement. The former asks that we
see ourselves impartially, or at least like any other person might see us. The
latter requires that we see ourselves like no one else could. Having in view
models and authors from the modern and contemporary philosophical traditions, the essay shows various ways in which, when one demand is favored
over the other, some aspect of human subjectivity is distorted. In the final
parts of the essay, and following an idea of R. Moran (2001), the author
suggests that it is possible to do justice to both demands if we adopt a deliberative perspective on the authority that persons have over their own inner
lives.
Key words: self-consciousness, self-attribution, transparency, authority
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El desprecio por los hechos es una forma de arrogancia. Cfr. Pereda 1999,
pp. 5657.
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Ambas demandas hacen eco de la distincin entre facticidad y libertad en
Sartre 1943, pp. 561637, y entre el espectador y el agente en Moran 2001, pp. 51
55, y en el Kant del prlogo a la Antropologa en sentido pragmtico.
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Traigo a colacin este pasaje de Heidegger con el propsito de iluminar la situacin filosfica que queremos capturar en nuestra idea de
autoconocimiento. En primer lugar, una domesticacin de la retrica
heideggeriana nos sugiere la idea de que no contamos con una nocin
adecuada, ya no digamos clara, del fenmeno en cuestin.5 De modo
que debe intentarse arrojar alguna luz sobre tal idea a partir de su
propio carcter problemtico. Por ello, en nuestros trminos, cualquier
intento que resulte en la cancelacin de las tensiones internas que caracterizan nuestra idea de autoconocimiento est destinado a distorsionarla. Ms an, el pasaje indica que una distorsin ha ocurrido ya, y
que sus efectos sobre lo que pensamos acerca de nosotros mismos son
irreversibles. Este ltimo calificativo puede parecer excesivo; recordemos, sin embargo, cun duro han trabajado los filsofos en contra de
esos efectos al considerar tales joyas del escaparate filosfico como son
los problemas del mundo externo, de las otras mentes, de la identidad
personal, y otros.
La objecin recin considerada (en el pargrafo 3) a nuestro planteamiento inicial representa la distorsin cartesiana que Heidegger y
muchos otros ansan evitar y exponer, como el hombre civilizado quiere evitar los mitos. No es fcil, sin embargo, aceptar plenamente las
alternativas, como tampoco lo es ver por qu estn ellas mismas libres
de distorsiones.
Considrese la idea clave de que, normalmente, cuando cada cual
sabe lo que piensa, desea, siente, lo hace sin usar, e incluso sin necesitar, evidencias. Esto es lo que cierta tradicin moderna llama autoconciencia inmediata de nuestros propios estados mentales. Los casos de
autoconciencia inmediata parecen exhibir el peculiar rasgo epistmico
de que la mera posesin de la creencia de que uno tiene determinado
pensamiento (o de que uno piensa tal y tal sobre tal y tal) es suficiente
para justificar esa creencia. Puesto que normalmente sabemos lo que
pensamos, deseamos o sentimos sin necesitar evidencias (no importa
cun relevantes y disponibles), nuestros pensamientos, deseos y emociones inmediatamente autoconscientes no parecen estar abiertos a las
debilidades de aquellos estados o condiciones, psicolgicos o de otro
tipo, a los que logramos tener acceso recabando evidencia. Es tentador concluir de ah que la autoconciencia inmediata goza de un grado
maysculo de aceptabilidad epistmica; no solamente ms all de la
duda razonable, sino ms all de toda duda posible; en otros trmi5
Segn Heidegger (2000, pp. 213 ss.), sta es una leccin que se extrae de la
crtica kantiana de la ilusin racional en los paralogismos de la razn pura.
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una meloda suave; ste es un placer que es todo lo que puede ser, dada
la conciencia con la que se tiene. Dicho de otro modo, hay conciencia de
placeres dbiles, o de placeres totales, o de placeres parciales; pero no
hay una conciencia parcial de placeres. De ah que la medida del placer
es la conciencia con la que se est teniendo. Por otro lado, el placer no
es nada sin la conciencia del placer. No hay un placer previo, que posteriormente asuma la conciencia como una de sus cualidades; pues el placer
inconsciente es un absurdo. Tampoco hay conciencia que subsecuentemente adquiera la coloracin del placer; pues una conciencia que en s misma
no fuera conciencia de algo sera una conciencia sin sentido. Dicho de otro
modo, la conciencia del placer y el placer son una y la misma cosa, o, si se
prefiere, el placer tiene a la conciencia como modo particular de ser.12
Este pasaje sartreano nos sirve para ilustrar cmo puede entenderse el
carcter inmediato de la autoconciencia en trminos no epistmicos.
Si extendemos la observacin sartreana a otros estados psicolgicos de
un sujeto, manteniendo las diferencias relevantes, arribamos a la idea
de que no podemos tener los sentimientos, las creencias y los deseos
que tenemos si no somos de hecho conscientes de ellos. No es como
si pudiera haber sentimientos, creencias o deseos flotando por all en
la mente de una persona que pudieran ser captados despus, por ella
misma, como los sentimientos, creencias o deseos que son. No hay
creencias ni deseos preexistentes a la conciencia, y no hay conciencia
que no sea ya conciencia de algo (psquico). Se trata de la idea de
que el ser (e.g., un placer intenso o una firme creencia) se mide por
la conciencia (de un placer intenso, de una firme creencia). A veces
Sartre parece referirse a este rasgo de lo psicolgico, o de los dados
psquicos [donnes psychiques], como su ser para s. Yo creo que esto se
podra traducir en trminos de la nocin de inmediatez antes esbozada;
i.e., que normalmente accedemos a nuestros propios estados subjetivos
sin recurrir a las evidencias.
Lo que es importante destacar es que, en trminos de la descripcin sartreana de la autoconciencia, el carcter de inmediatez es ms
primordial, ms originario, que lo que la tradicin moderna denomina reflexin. Baste aqu entender la reflexin como una forma de
consideracin explcita de lo que pensamos, deseamos o sentimos, que
involucra una capacidad para preguntarse si se ha de continuar pensando, creyendo, deseando, sintiendo tal y cual. En este aspecto, Sartre
se ubica en una tradicin que considera prerreflexiva la autoconciencia
12
J.P. Sartre, Conscience de soi et connaissance de soi, citado por Frank 1997,
p. 5.
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inmediata y que se remonta a los primeros romnticos.13 Si un sentimiento particular (e.g., de placer) o, para el caso, una creencia particular, no es sino la conciencia de ese sentimiento o creencia, parece haber
una dimensin de tales dados psquicos o tems mentales en el que
todava no estn abiertos, por as decirlo, a consideraciones de ningn
tipo, una dimensin en la que no pueden plantearse cuestiones sobre si,
e.g., un determinado sentimiento de placer (o dolor) ha de continuar
o no, sobre si continuar creyendo o deseando tal y cual.14 Tales preguntas son inteligibles en el contexto de la estructura sujeto-objeto,
donde las propias creencias, deseos y emociones se vuelven objetos
para la conciencia. Dada esa estructura, es perfectamente lcito hablar
de creencias (o emociones, o deseos) de segundo orden que necesitan
ser justificadas; o, para el caso, que se justifican de un modo especial.
Pero, para Sartre, no hay tal estructura en nuestros estados subjetivos
inmediatos. As que, ante la concepcin de que nuestros estados subjetivos autoconscientes gozan de una condicin epistmica especial, en
cuanto que estn justificados por el mero hecho de tenerlos, y de que,
por ello, constituyen el autoconocimiento propiamente dicho, se puede
replicar, si seguimos las sugerencias de Sartre, que el carcter inmediato
de nuestros estados subjetivos significa que de suyo no estn sujetos a
las consideraciones propias de la reflexin, y, por lo tanto, el mero de
hecho encontrarse en un determinado estado subjetivo no representa,
para quien lo tiene o se lo adjudica, ninguna ventaja epistmica, ningn
acceso privilegiado, en relacin con lo que otras personas puedan hacer
para adjudicrselo. No hay suficiente distancia, por as decirlo, entre la
persona y sus propios estados subjetivos para contar stos como casos
genuinos de autoconocimiento.
Pero, entonces, hay algn sentido en el que el mero tener la creencia de que uno tiene tal y tal pensamiento es suficiente para justificar
dicha creencia? Si adoptamos una perspectiva no epistmica como las
delineadas recin, se podra contestar: si hay acaso tal sentido, no es
el sentido en el que se dice que la autoconciencia es inmediata. Sera
tentador en esta situacin abandonar por completo la nocin de autoconciencia como una puerta falsa hacia la idea de autoconocimiento.
Dicho de otro modo, si seguimos concentrados slo en los pensamientos, deseos, creencias autoconscientes, perderemos las condiciones en
las que tiene sentido, por ejemplo, descubrir cosas acerca de uno mis13
Me refiero a la reaccin contrailustrada conocida como expresivismo. Vase
Frank 1997, pp. 67; y tambin Berlin 2000, p. 199.
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Vase e.g., los Sokratische Denkwrdigkeiten de J.G. Hamann, en OFlaherty
1967.
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Observemos, no obstante, que hay un peligro tanto filosficamente como para la salud mental de la persona en la respuesta de Vladimir. Porque si bien su recordatorio de que nadie puede creer sus creencias en su lugar es perfectamente correcto, no debe de ah concluir que
otros, en este caso Estragn, no estn de ninguna manera autorizados
a hablar acerca de sus creencias (i.e., las de Vladimir). Y el peligro es,
desde luego, deformar la idea de la autoridad de la primera persona. El
peligro filosfico es imponer sobre esa idea el vocabulario demasiadopuramente-epistmico del acceso especial a la propia vida mental; el
peligro psicolgico, a su vez, puede describirse como el peligro del narcisismo desbordado. En su respuesta, Vladimir se est privando de una
fuente valiosa de conocimiento de s mismo: la que representan otras
personas. Estragn bien podra replicar:
Estragn: Por supuesto que puedo decirte lo que crees. Observo lo
que haces, y si realmente creyeras tal y tal, no te comportaras como lo haces.
Vladimir tiene varias posibilidades para responder esta observacin.
Dos se vislumbran: puede ignorarla y conducirse como si nadie sino l
mismo pudiera saber lo que cree; o bien puede disputar la observacin
presentando descripciones alternativas de la situacin, as como otras
explicaciones de su conducta. Las razones para adoptar una u otra va
pueden ser mltiples. Si adopta la primera, es probable que la conversacin llegue a su fin. Pero si adopta la segunda, y la disputa es sobre
descripciones de la situacin en cuestin o sobre explicaciones de su
conducta, Vladimir ha abandonado la nocin de que otras personas no
pueden decirle cules son sus creencias. Y una vez que ha concedido
esto, tiene que reconocer que su autoridad sobre sus propias creencias
no es absoluta ni est libre de huecos y fisuras, y que otras personas
pueden tener alguna, o tal vez mucha, autoridad sobre su propia vida
mental.
Si Vladimir se percata de esto y se pone filosfico, debe darse cuenta
de que su autoridad sobre sus propias creencias no puede explicarse
aduciendo que l tiene un acceso especial a su propia vida mental, de
modo que sus creencias autoconscientes tienen el grado ms alto de justificacin. Y me parece, adems, que est ya psicolgicamente preparado para aceptar que, en muchos casos y reas, otras personas pueden
conocerlo mejor de lo que l mismo se conoce.
6. Este dilogo ficticio ilustra los peligros que hay en el camino de satisfacer las prerrogativas de la primera persona sin extenderlas, al mismo
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Vase Moran 2001, ss. 3.3. El nfasis de los argumentos de Moran en pasajes
clave de su texto radica en mostrar que esta conclusin es incorrecta.
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cualquier otra, pues no se trata de un cumplido epistmico que le damos a nuestra creencia (de que tengo un pensamiento). Por ello, hay
que tomar la idea de que, en este contexto y en la mayora de los casos,
la posesin es suficiente para la justificacin como una expresin de la
autoridad del sujeto sobre sus propios pensamientos y creencias autoconscientes, una autoridad que es tambin una condicin para tener los
pensamientos y creencias que otros pueden, eventualmente, atribuir a
la misma persona sobre la base de evidencias.
Una vez que las creencias autoconscientes ocupan su lugar como una
va irremplazable hacia nuestra propia vida mental, la autoatribucin
puede encontrar, a su vez, su sitio como una fuente valiosa para el
autoconocimiento, pues es por la ruta de las atribuciones que podemos
dar sentido a la idea de que hay muchas cosas incluyendo creencias,
emociones y deseos que ignoramos acerca de nosotros mismos. Y, con
ello, creo que podemos vislumbrar cmo podemos alcanzar el difcil
equilibrio impuesto sobre nuestra idea de autoconocimiento por las
exigencias del involucramiento y del desapego.16
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Recibido el 16 de marzo de 2007; aceptado el 16 de junio de 2008.