PULEO Libertad, Igualdad, Sostenibilidad
PULEO Libertad, Igualdad, Sostenibilidad
PULEO Libertad, Igualdad, Sostenibilidad
RESUMEN. En este artículo se presenta la pro- ABSTRACT. This article presents the proposal of
puesta de un ecofeminismo ilustrado entendi- an enlightened Ecofeminism and defines it as
do como reflexión ético-política sobre las re- an ethic-political thinking about human rela-
laciones de los humanos con la Naturaleza. tions to Nature. It aims at ecojustice and
Orientado a la ecojusticia y la sostenibilidad, sustainability, which are characterized through
el ecofeminismo ilustrado se caracterizaría the criticism of prejudice, through the princi-
por la crítica al prejuicio, la defensa de los ples of equality and autonomy, and through the
principios de igualdad y autonomía, la con- nominalist conceptualization of gender,
ceptualización nominalista del género, el diá- intercultural dialogue and the sensible accep-
logo intercultural, la aceptación prudente de tance of science and technique. The enlight-
la ciencia y la técnica, la universalización de ened Ecofeminism universalizes virtues such
las virtudes del cuidado aplicadas a los huma- as caring for the human and non-human Na-
nos y al resto de la Naturaleza, y una moral ture, and defends a compassionate moral to-
de la compasión frente a la radical finitud del wards the radical finitude of the world.
mundo.
Palabras clave: libertad, igualdad, sostenibi- Key words: liberty, equality, sustainability,
lidad, ecofeminismo. ecofeminism.
1 De las numerosas publicaciones dedicadas a esta tarea y realizadas por el grupo investi-
gador reunido desde finales de los años ochenta en torno al Seminario Permanente Feminismo
e Ilustración que fuera creado por Celia Amorós en la Universidad Complutense de Madrid,
pueden consultarse, entre otras, las siguientes obras: Celia Amorós y Ana de Miguel (eds.),
Historia de la teoría feminista. De la Ilustración a la globalización, 3 volúmenes, ed. Minerva,
Madrid, 2005; C. Amorós (dir.), Actas del Seminario Feminismo e Ilustración, Instituto de
Investigaciones Feministas, Universidad Complutense de Madrid, 1992; C. Amorós (dir.), 10
palabras clave sobre Mujer, Ed. Verbo Divino, Estela, 1995; Neus Campillo, Crítica, libertad
y feminismo. La conceptualización del sujeto, Episteme, Valencia, 1995; Rosa Cobo, Funda-
mentos del patriarcado moderno. Jean-Jacques Rousseau, Cátedra, Madrid, 1995; Ana de Mi-
guel, Cómo leer a John Stuart Mill, ed. Júcar, Gijón-Madrid, 1994; Cristina Molina Petit, Dia-
léctica feminista de la Ilustración. Anthropos, Barcelona, 1994; Luisa Posada Kubissa,
«Cuando la razón práctica no es tan pura. (Aportaciones de la hermenéutica feminista alemana
actual: a propósito de Kant)», en C. Amorós (ed.): «Feminismo y ética», en Isegoría. Revista
de Filosofía Moral y Política n.º 6, CSIC, Instituto de Filosofía. Madrid (noviembre 1992),
pp. 17-36; Alicia H. Puleo (ed.), Condorcet, De Gouges, De Lambert. La Ilustración olvidada.
La polémica de los sexos en el siglo XVIII, Presentación de Celia Amorós, Anthropos, Barcelo-
na, 1993; Concha Roldán, «El reino de los fines y su gineceo: las limitaciones del universalis-
mo kantiano a la luz de sus concepciones antropológicas», en Roberto Aramayo, Javier Mu-
guerza y Antonio Valdecantos (comp.), El individuo y la historia. Antinomias de la herencia
moderna, ed. Paidós, Barcelona, 1995.
2 C. Amorós, Tiempo de feminismo. Sobre feminismo, proyecto ilustrado y postmoderni-
se ocultan, las relaciones de subordinación de las mujeres en la Modernidad (cf. Carole Pate-
man, El contrato sexual, introducción de María-Xosé Agra, trad. M.ª Luisa Femenías, revisión
de M. X. Agra, Anthropos, Barcelona, 1995).
las reivindicaciones de las mujeres. Podemos hablar, pues, de más de dos si-
glos de teoría y praxis feministas. Se trata de una tarea colectiva 5, aún inaca-
bada, para acceder al rango de individuo y a una plena ciudadanía 6. En las
cuatro últimas décadas, el neofeminismo ha manifestado una extraordinaria
multiplicidad de intereses y marcos teóricos y ha sabido responder a los retos
de distintos debates emergentes con propuestas innovadoras y fecundos análi-
sis que no habrían podido ser elaborados desde una perspectiva ciega al enfo-
que crítico de género. Los enfoques de clase, raza y diversidad sexual, las
teorías sobre el sujeto, la ética y la filosofía política se han visto notablemente
enriquecidos por un pensamiento que da la voz a las mujeres en un impulso
emancipatorio inédito. En cuanto a la relación con la Naturaleza, podríamos
decir que la racionalidad moderna nos ha aportado, en su conjunto, grandes
cotas de bienestar pero también amenazas y problemas globales nuevos. En
los últimos años, a pesar de los interesados silencios en torno a los problemas
ambientales, sectores cada vez más amplios de la población mundial han ad-
quirido conciencia de la crisis ecológica. Ante una degradación de los ecosis-
temas que hace todavía más dura la vida cotidiana de los más pobres en los
países «en desarrollo», se ha comenzado a vincular los derechos humanos y
la protección ambiental; el ideal de justicia se ha ampliado a la ecojusticia.
Lo que era hasta ayer la convicción de unos pocos científicos y militantes
proteccionistas y ecologistas se convierte gradualmente en la certeza de una
asignatura pendiente ante un problema que afecta a nuestra salud, destruye la
biodiversidad y compromete seriamente el porvenir humano en la Tierra 7.
Esta nueva amenaza se hace patente en un ya largo período de desconcierto y
apatía ciudadana 8. Por otro lado, y más allá del riesgo, la ecoética implica
na, 1991.
6 Para las dimensiones de esta ciudadanía, ver Alicia Miyares, Democracia feminista, Cá-
co Fernández Buey, «Materiales para una ética de la resistencia» (en F. Fernández Buey y J.
Riechmann, Ni tribunos. Ideas y materiales para un programa ecosocialista, Siglo XXI, Ma-
drid, 1996, pp. 3-203).
sitivas y a las prácticas tendentes a la felicidad. Apelar sólo al temor tendría un efecto parali-
zante y no profundizaría en todas las posibilidades de la superación del antropocentrismo fuer-
te. Cf. Carmen Velayos, «Deberes y felicidad en la ecoética», Isegoría. Revista de Filosofía
Moral y Política, n.º 32, CSIC, Instituto de Filosofía. Madrid (junio 2005), pp. 145-156. En
otro registro, también cultiva esta idea Joaquín Araujo en Ecos... lógicos. Para entender la
Ecología, (MAEVA, Madrid, 2000).
10 Utilizaré el término ecofeminismo para referirme tanto a las teorías llamadas «clásicas»
como a las más recientes, deconstructivas, que se autodesignan como feminismo ecológico
para diferenciarse de las primeras.
11 María Xosé Agra, «Introducción», en M. X. Agra, Ecología y Feminismo, ed. Ecora-
un pensamiento poco conocido», en Celia Amorós y Ana de Miguel (eds.), Teoría feminista.
De la Ilustración a la globalización, ed. Minerva, Madrid, 2005, pp. 121-152; A. Puleo, «Gé-
nero, naturaleza y ética», editado en José María García Gómez-Heras y Carmen Velayos Cas-
telo, Tomarse en serio la naturaleza: ética ambiental desde una perspectiva multidisciplinar,
ed. Biblioteca Nueva, Madrid, 2004, pp. 97-114; A. Puleo, «Luces y sombras de la teoría y la
praxis ecofeminista», en María Luisa Cavana, Alicia Puleo y Cristina Segura, Mujeres y Eco-
logía. Historia, Pensamiento, Sociedad, ed. Almudayna, Madrid, 2004, pp. 21-34.
En una época marcada por cierta desafección con respecto al ejercicio reflexi-
vo y por el avance de integrismos religiosos de diverso signo, se hace más ne-
cesario que nunca inscribir nuestra teoría ecofeminista en la tradición ilustra-
da de irracionalización de las doctrinas y prácticas opresivas.
Con la Ilustración se abandona la noción cartesiana de razón como con-
junto de ideas innatas para abrazar la concepción de la razón como fuerza crí-
tica que puede y debe aplicarse a todos los ámbitos 13. Creencias y costum-
bres habrán de presentarse ante el tribunal de la razón. El pensador (que, en
ocasiones, será pensadora), convertido en philosophe combativo, ya no escu-
cha el consejo cartesiano de limitar las audacias críticas al ámbito epistemo-
lógico para evitar conflictos con los poderes establecidos. El espíritu de la
Ilustración es analítico; reacio, por tanto, a toda palabra revelada y a toda
mística 14. El frontispicio de la Encyclopédie 15 lo ilustra en una alegoría:
mientras la Imaginación se apresta a adornar la Verdad con coronas de flores,
la Razón trata de apartar sus velos. Aunque nos recuerde las patriarcales e in-
fortunadas metáforas de Francis Bacon sobre el método científico 16, esta
imagen no deja de remitirnos a la voluntad ilustrada de conocer independien-
temente de los discursos mistificadores utilizados con harta frecuencia para
objetivos de dominación.
Es preciso señalar, no obstante, que aun las corrientes de pensamiento
más innovadoras y progresistas tienden a petrificarse y a convertirse, por ello
mismo, en opresivas y limitadoras del propio pensar. Para que no sufra ese
destino, la Ilustración ha de ser entendida como un proceso. Hay Ilustración
mientras el pensamiento conserva su dinamismo sin convertirse en cuerpo
doctrinal contrario a toda disidencia. Como señala Fernando Quesada, la ta-
rea de nuestro presente post-metafísico consistiría en «asumir el sentido pro-
13 Ernst Cassirer, Filosofía de la Ilustración, trad. E. Imaz, F.C.E., México, 1943, p. 26;
Georges Gusdorf, Les principes de la pensée au siècle des Lumières, vol. IV de Les sciences
humanines et la pensée occidentale, Payot, Paris, 1971.
14 Armando Plebe, ¿Qué es verdaderamente la Ilustración?, ed. Doncel, Madrid, 1971.
15 Se trata de un grabado realizado a partir de un dibujo de Cochin y que se obsequiaba a
Death of Nature: Woman, Ecology, and the Scientific Revolution (Harper and Row, San Fran-
cisco, 1981).
nouvel ordre écologique. L’arbre, l’animal et l’homme (Grasset, Paris, 1992). Sobre los límites
de la racionalidad dialógico-discursiva habermasiana con respecto al problema ecológico, ver
José María Gómez Heras, «Ética y medio ambiente. La descomposición y recomposición de la
razón práctica», en Isegoría. Revista de Filosofía Moral y Política, n.º 32, CSIC, Instituto de
Filosofía, Madrid (junio 2005), pp. 63-94.
19 Por otro lado, los verdes hablan «frecuentemente sotto voce en el idioma de la Ilustra-
ción», Andrew Dobson, Pensamiento político verde. Una nueva ideología para el siglo XXI,
Paidós, Barcelona, 1997, p. 33.
20 Cf. Celia Amorós, Tiempo de feminismo. Sobre feminismo, proyecto ilustrado y post-
trad. Instituto del Tercer Mundo de Montevideo [Uruguay], Cuadernos inacabados 18, ed. ho-
ras y HORAS, Madrid, 1995).
25 El concepto de mal desarrollo ha sido acuñado por Vandana Shiva para referirse a la
exportación interesada hacia países del Sur de formas de producción destructivas de la biodi-
versidad, centradas en el mercado y generadoras de graves desequilibrios sociales.
26 Este movimiento de mujeres rurales del Himalaya surgió como una defensa de los bos-
sa, Barcelona, ed. Obelisco, 2002, p. 139. Se trata de una actualización realizada por la autora
de la edición original en inglés de 1979.
28 Ibid.
29 Carga crítica que les vale una inserción muy difícil y precaria en los márgenes de sus
colectivos religiosos de pertenencia. Como señala la teóloga Mary Judith Ress (Ecofeminism
in Latin America, Orbis Books, New York, 2006), incluso en las filas de la Teología de la Libe-
ración, supuestamente más afín, las ecofeministas católicas apenas son escuchadas.
30 Sobre los rituales ecofeministas como forma de liderazgo compartido que trasciende la
diferencia entre sacerdotes y laicas/os, empoderando a las mujeres, ver «Rituales: creaciones y
poderes», monográfico de Con-spirando. Revista Latinoamericana de Ecofeminismo, Espiri-
tualidad y Teología, n.º 34, diciembre, 2000.
las observaciones de Simone de Beauvoir en su famoso y discutido artículo «Is Female to Male
as Nature is to Culture?» de 1972. En 1996, con «So, Is Female to Male as Nature Is to Cultu-
re?» revisa sus planteamientos y los matiza a la luz de la actual hegemonía post-estructuralista
de su disciplina. Sin embargo, aunque recorta las aspiraciones de explicación universal de su
primera hipótesis, se reafirma en sus líneas generales (Ambos artículos están recogidos en
Sherry Ortner, Making Gender: The Politics and Erotics of Culture, Beacon Press, Boston,
1996, pp. 21-42 y pp. 173-180 respectivamente).
35 Ver Evelyn Fox Keller, Reflexiones sobre género y ciencia, Valencia, trad. Ana Sán-
gía guerrera occidental que nos es propia y que el cine americano de masas se
ocupa diligentemente de renovar, recordaré que la antropología nos enseña
que los varones de los pueblos melanésicos que practicaban la caza tribal de
cabezas se autodesignaban con orgullo como dadores de Muerte frente a las
mujeres a las que calificaban de dadoras de Vida 36. La maternidad como des-
tino, denunciada por Simone de Beauvoir, y la división sexual del trabajo pe-
san demasiado todavía sobre las vidas de muchas mujeres como para no te-
mer el elogio a las capacidades de cuidado femeninas. La exaltación de la
«gran diferencia» 37 de los sexos de los ecofeminismos clásicos tiene escaso o
nulo poder de transformación en el sistema estratificado de género.
Frente a posiciones diferencialistas que han ontologizado la bipolariza-
ción sexual patriarcal, el ecofeminismo ilustrado sólo reconocerá individuos.
Esto no significa que pretenda ignorar los efectos que tiene sobre la indivi-
duación el locus en el sistema social de relaciones entre los sexos. En pala-
bras de Celia Amorós, «ser nominalista moderada o no radical significa ha-
cerse cargo de este tipo peculiar de entidad que los genéricos connotan
negándose al mismo tiempo a esencializarla» 38.
Roles, identidad sexuada, estereotipos, normas, sanciones y status son
elementos constitutivos del sistema de género en el que todo self se incardi-
na. Como sujetos, contribuimos a mantenerlo y, eventualmente, a transfor-
marlo. El feminismo ha mostrado la posición subordinada del colectivo feme-
nino y su deficitario acceso a los recursos y al reconocimiento en todas las
sociedades conocidas. El ecofeminismo ha llamado la atención sobre los
efectos negativos que el desarrollo destructor del medio natural ha tenido so-
bre numerosas mujeres rurales del Sur y ha dado a conocer internacionalmen-
te su organización en movimientos de resistencia que, en ocasiones, han sido
exitosos 39. También ha señalado los distintos efectos nocivos de la sociedad
química en consumidoras y productoras según su clase social y otros condi-
cionantes tales como la raza.
Ante estos nuevos problemas, un ecofeminismo ilustrado debe reafirmar
la tradicional sororidad internacional feminista, en este caso frente a la conta-
minación, la destrucción y la pobreza. Se trata, en otras palabras, de atender
las demandas de ecojusticia del llamado ecologismo de los pobres, denun-
ciando el mal desarrollo. No ha de pedir un nuevo sacrificio de las mujeres,
esta vez para salvar el planeta y sus habitantes, plegándose a un nuevo movi-
36 Gilbert Herdt (ed.), Homosexualidad ritual en Melanesia, trad. José Lisón Arcal, Fun-
(Cátedra, Madrid, 2005), obra que le ha valido el Premio Nacional de Ensayo, Celia Amorós
desarrolla la tesis de que el énfasis en la diferencia sexual, vía elegida por algunas pensadoras
como una posibilidad feminista, arroja deficientes resultados emancipatorios para las mujeres.
38 C. Amorós, La gran diferencia..., ed. cit., p. 113.
39 V. Shiva, op. cit.
cooperación para el desarrollo, ver Marta Carballo de la Riva (coord.), Género y desarrollo. El
camino hacia la equidad, Instituto Universitario de Desarrollo y Cooperación, ed. Los Libros
de la Catarata, 2006. Sobre las limitaciones del enfoque GED, ver María José Guerra y
Aránzazu Hernández, «Mujeres, desarrollo y medio ambiente: Hacia una teoría ecofeminista
de la justicia», en Isegoría. Revista de Filosofía Moral y Política, n.º 32, CSIC, Instituto de Fi-
losofía, Madrid, junio 2005, pp. 185-200.
42 Ana Sabaté, introductora de la perspectiva ecofeminista en los estudios de Geografía
realizados en nuestro país, muestra la agricultura ecológica en España como un sector fuerte-
mente feminizado con problemas de abastecimiento en insumos y escasas redes de comerciali-
zación [ver Ana Sabaté y Magali Martínez, «Género y medio ambiente en el desarrollo rural»,
en Nieves López Estébanez, Emilia Martínez Garrido y Ester Sáez Pombo (eds.), Mujeres, me-
dio ambiente y desarrollo rural, Ediciones de la Universidad Autónoma de Madrid, 2004,
pp. 81-109].
43 Sobre el desarrollo de la autonomía y el liderazgo de las mujeres, ver Marcela Lagarde,
pesticidas al debate público, es una de las más recordadas (María José Guerra, «¿Un vínculo
privilegiado mujer-naturaleza? Rachel Carson y el tránsito de la sensibilidad naturalista a la
conciencia ecológica», en María Luisa Cavana, Alicia Puleo y Cristina Segura, op. cit.,
pp. 119-127. Es menos conocida la escritora sueca Elin Wägner, temprana iniciadora del pen-
samiento ecofeminista (Katarina Leppänen, «En paz con la Tierra», en María Luisa Cavana,
Alicia Puleo y Cristina Segura, op. cit., pp. 109-118.
46 Françoise D’Eaubonne, «La época del ecofeminismo», en María Xosé Agra (comp.),
ción, trad. Mireia Bofill y Daniel Aguilar, Icaria, Barcelona, 1998. De manera similar, la ecofe-
minista Susanne Kappeler califica a P. Singer y O. Kushe de especistas y legitimadores de si-
niestras operaciones eugenésicas. «Speciesism, Racism, Nationalism... or the Power of
Scientific Subjectivity», in Carol Adams, Josephine C. Donovan (ed.), Animals & Women. Fe-
minist Theoretical Explorations, Duke University Press, Durham and London, 1995, p. 333.
49 J. Martínez Alier, El ecologismo de los pobres. Conflictos ambientales y lenguajes de
do», en Isegoría. Revista de Filosofía Moral y Política, n.º 6, CSIC, Instituto de Filosofía, Ma-
drid, noviembre 1992, pp. 113-128.
Por otro lado, la especie humana no puede seguir multiplicándose sin in-
vadir y saquear los escasos territorios salvajes que restan. Sheri Tepper, en
esa fábula de tintes ecologistas que es Beauty 51, asocia la política involutiva
de la derecha norteamericana con respecto a los derechos sexuales y repro-
ductivos de las mujeres con la «apropiación humana de la producción prima-
ria neta de biomasa (HANNPP)». La heroína de esta distopía termina por des-
cubrir que la extraña ciudad del futuro llamada Feedepoor a la que se
canalizan todos los alimentos en un mundo devastado por la técnica y cubier-
to de hormigón, debe su nombre a la aparentemente bienintencionada consig-
na feed the poor que, en realidad, perseguía la extensión sin límites de la pro-
ducción y el consumo 52. Curiosamente, una simple novela de ciencia ficción
popular se atreve a mencionar un tema que, a menudo, parece tabú para el
ecofeminismo.
Lucile Desblache, «Las pasiones ecológicas de Sheri Tepper», en Carmen Velayos, Olga Ba-
rrios, Ángela Figueruelo y Teresa López de la Vieja (eds.), Feminismo ecológico, Estudios
multidisciplinares de género, ed. Universidad de Salamanca, 2007, pp. 53-70.
52 Observemos que, actualmente, las multinacionales de los transgénicos buscan conven-
cer a la opinión pública de que han encontrado «la solución» al hambre en el mundo y presen-
tan a los ecologistas como un obstáculo para aplicarla.
ed. Los libros de la Catarata, Madrid, 2005, pp. 283-310. Del mismo autor, Tiempo para la
vida. La crisis ecológica en su dimensión temporal, ed. del Genal, Málaga, 2003.
55 Puesto que las sustancias químicas tóxicas se fijan en la grasa y el cuerpo femenino tie-
ne una mayor proporción de tejido graso y más inestabilidad hormonal, la contaminación afec-
ta más a las mujeres. Esto explica que presenten más frecuentemente que los hombres el sín-
drome de hipersensibilidad química múltiple (SHQM) y otras patologías resultantes del
deterioro ambiental (The Boston Women’s Health Book Collective, 2000, pp. 477-478). Distin-
tas organizaciones, entre ellas la Red Medioambiental de Mujeres, han señalado que el alar-
mante aumento del cáncer de mama de los últimos cincuenta años está causado principalmente
por la exposición a xenoestrógenos, término que designa a las sustancias químicamente simila-
res a las hormonas femeninas (pesticidas organoclorados, dioxinas de las incineradoras, resinas
sintéticas, y otras sustancias contenidas en productos de limpieza, envoltorios de plástico, pin-
turas, etc.). La exposición puede ser directa (por ejemplo, en zonas cercanas a cultivos fumiga-
dos) o a través de la ingestión de alimentos contaminados (observándose gran concentración
de estos productos en las grasas animales).
56 Sobre el ciberfeminismo social y activismo feminista, ver Boix, Montserrat, Hackean-
do el patriarcado en la lucha contra la violencia hacia las mujeres. Filosofía y práctica de mu-
jeres en red desde el ciberfeminismo social, en Labrys (www.unb.br/ ih//his/gefem). También
puede consultarse Ana de Miguel y Montserrat Boix, Los géneros en la red: los ciberfeminis-
mos (http://www.nodo50.org/mujeresred/cyberfeminismo.html) y Remedios Zafra, Habitar en
(punto) net, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Córdoba, 2004.
57 Se trata, manifiestamente, de acción ciudadana en los tres entornos definidos por Javier
María Luisa Cavana, «La relación instrumentalizadora con la Naturaleza», en María Luisa Ca-
vana, Alicia Puleo y Cristina Segura, op. cit., pp. 11-20.
61 Celia Amorós, La gran diferencia..., ed. cit., p. 372.
62 La expresión es de Celia Amorós y su tratamiento puede consultarse en su obra Tiempo
de feminismo. Sobre feminismo, proyecto ilustrado y postmodernidad, ed. cit., pp. 21-22.
do como contrato sexual transcultural, pierden una herramienta fundamental para el proyecto
político feminista (Rosa Cobo, «Ellas y nosotras en el diálogo intercultural», en Rosa Cobo
(ed.), Interculturalidad, feminismo y educación, Epílogo de Celia Amorós, Secretaría General
Técnica del Ministerio de Educación y Ciencia y Ediciones de la Catarata, 2006, pp. 11-33).
68 Aldo Leopold, Una ética de la tierra, ed. de Jorge Riechmann, trad. Isabel Lucio-Ville-
(ed.), Ecological Feminist Philosophies, Indiana University Press, Hypatia Book, Blooming-
ton & Indianapolis, 1999, pp. 35-36.
70 Cf. Iustitia Interrupta, trad. M. Holguín, I. C. Jaramillo, Universidad de los Andes, Bo-
gotá, 1997.
chazan la división entre ciencia y religión y niegan la existencia del cambio climático. Se opo-
nen a la teoría de la evolución de Darwin, lo que ha dado lugar a diversos conflictos en centros
educativos. Sostienen que las verdades han de ser buscadas en la lectura literal de la Biblia. Se
están implantando en Europa a través del Discovery Institut, fundación estadounidense desti-
nada a la difusión y captación de adeptos. Ejercen gran atracción entre numerosos jóvenes en
busca de normas y certidumbres absolutas. Preconizan el retorno a una moral sexual y a unos
roles de género extremadamente rígidos y tradicionales en los que el lugar natural de las muje-
res es el hogar y su función exclusiva, además del proselitismo neocreacionista, es el ser espo-
sas y madres.
que se van reemplazando como los monjes de un convento, con la teoría de Lynn Margulis de
los organismos como comunidades de células auto-organizadas y con potencial evolutivo. El
materialismo energetista del autor de Le Rêve de D’Alembert plantea también la hipótesis de
los híbridos interespecies (que, por supuesto, no son todavía las bacterias de la simbiogénesis
de Margulis).
75 La idea de responsabilidad ecológica puede ser de procedencia ilustrada o de raigam-
Warren, Irene Klaver y John Clark, Environmental Philosophy. From Animal Rights to Radical
Ecology, Pearson, Fourth edition, New York, 2005, pp. 5-15.
77 Marta Tafalla, «Por una estética de la naturaleza: la belleza natural como argumento
ecologista», en Isegoría. Revista de Filosofía Moral y Política, n.º 32, CSIC, Instituto de Filo-
sofía, Madrid, junio 2005, pp. 215-226. Ver también Ana Patricia Noguera, El reencantamien-
to del mundo, Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente. PNUMA-Oficina
Regional para América Latina y el Caribe, Universidad Nacional de Colombia, 2004.
78 Celia Amorós, La gran diferencia..., ed. cit.