Spivak, Gayatri (1988) - ¿Puede Hablar El Subalterno?
Spivak, Gayatri (1988) - ¿Puede Hablar El Subalterno?
Spivak, Gayatri (1988) - ¿Puede Hablar El Subalterno?
NOTA INTRODUCTORIA ,
R e v i s t a C o l o m b i a n a d e A n t r o p o l o g í a
en todos los tiempos, todas las sociedades y todos los lugares (Ibid:
185). Es por esta razón que la pregunta de Spivak en “¿Puede hablar
el subalterno?” sigue teniendo tanta vigencia hoy día como hace
dieciséis años cuando fue publicado por primera vez, en inglés ya
que nos fuerza a repensar nuestras presuposiciones analíticas y
nuestra posición política como intelectuales y académicos.
BIBLIOGRAFÍA ADICIONAL
DE G AYATRI C HAKRAVORTY SPIVAK
BIBLIOGRAFÍA CITADA
***
E
L TÍTULO ORIGINAL DE ESTE ENSAYO ERA “PODER, DESEO, INTERÉS”1. EN
efecto, cualquier poder que puedan tener estas meditaciones
ha sido ganado por medio de la negación políticamente intere-
sada de empujar hasta el límite las
1. Estoy agradecida con Khachig Tololyan por
presuposiciones fundamentales de su detallada primera lectura a este ensayo.
mis deseos, hasta el punto hasta don-
de están a mi alcance. Esta fórmula vulgar de tres golpes, aplica-
da igualmente al discurso más comprometido y al más irónico,
sigue lo que Althusser (1971: 66) de manera apropiada ha llamado
“filosofías de la negación”. He invocado mi posicionalidad de esta
manera incómoda para así acentuar el hecho que el cuestionar el
lugar del investigador es un acto de piedad sin sentido en muchas
de las críticas recientes al sujeto soberano. Así, aunque trataré de
hacer obvia la precariedad de mi posición a lo largo del texto, sé
que tales gestos nunca son suficientes.
Este texto se moverá, a lo largo de una ruta necesariamente
dilatada, de una crítica a los actuales esfuerzos en Occidente de
problematizar al sujeto hacia la pregunta de cómo es represen-
tado en el discurso occidental el sujeto del tercer mundo. A lo
largo del camino tendré la oportunidad de sugerir que un des-
centramiento aún más radical del sujeto está, de hecho, implíci-
to en Marx y Derrida. Y recurriré, quizá de manera sorprendente,
al argumento que la producción intelectual occidental es, de
muchas formas, cómplice de los intereses económicos interna-
cionales occidentales. Al final, ofreceré un análisis alternativo
de las relaciones entre los discursos de Occidente y la posibili-
dad de hablar de (o por) la mujer subalterna. Usaré ejemplos
específicos del caso de la India, discutiendo detalladamente el
estatus extraordinariamente paradójico de la abolición británica
del sacrificio de la viuda.
302 Gayatri Chakravorty Spivak
¿Puede hablar el subalterno?
P
ARTE DE LA CRÍTICA MÁS RADICAL QUE PROVIENE HOY DE OCCIDENTE
es el resultado de un deseo interesado en conservar al sujeto
de Occidente, o al Occidente como Sujeto. La teoría de “su-
jetos-efectos” pluralizados da la ilusión de socavar la soberanía
subjetiva mientras con frecuencia provee una cubierta para este
sujeto de conocimiento. Aunque la historia de Europa como
Sujeto es narrativizada por la ley, la economía política y la ideo-
logía de Occidente, este Sujeto encubierto pretende “no tener
determinaciones geopolíticas”. Y así, la muy publicitada crítica
del sujeto soberano inaugura en efecto un Sujeto. Argumentaré
esta conclusión considerando un texto de dos grandes practi-
cantes de la crítica: “Intelectuales y
2. Michel Foucault. Language, Counter- poder: conversación entre Michel
Memory, Practice: Selected essays and Foucault y Gilles Deleuze”2.
interviews. Traducción de Donald F. Bouchard
y Sherry Simon. Cornell University Press. He escogido este intercambio
Ithaca, N.Y. 1977: 205-17 (de aquí en adelante amigable entre dos filósofos activis-
citado como FD). He modificado la versión tas de la historia porque deshace la
inglesa de estas y otras traducciones, donde
lo demanda la fidelidad al original. oposición entre producción teórica
Es importante observar que la “influencia” autoritaria y la práctica despreveni-
más importante de los intelectuales de Eu- da de la conversación, permitiendo
ropa occidental sobre profesores y estu-
diantes de Estados Unidos se da más por
vislumbrar el rumbo de la ideología.
medio de colecciones de ensayos que Los participantes de esta conversa-
mediante libros extensos traducidos. Y, en ción enfatizan las contribuciones
estas colecciones, es comprensible que los
trabajos de interés actual sean los que más
más importantes de la teoría poses-
circulan –es el caso de “Structure, sign and tructuralista francesa: primero, que
play” de Derrida–. En consecuencia, desde las redes de poder/deseo/interés son
la perspectiva de la producción teórica y de
la reproducción ideológica, la conversa- tan heterogéneas, que su reducción
ción considerada no ha sido necesariamen- a una narrativa coherente es contra-
te sustituida. producente –se necesita una crítica
persistente–; y segundo, que los in-
telectuales deben tratar de dejar al descubierto y conocer el dis-
curso del Otro de la sociedad. No obstante, los dos ignoran
sistemáticamente la cuestión de la ideología y su propia impli-
cación en la historia intelectual y económica.
Aunque uno de sus presupuestos principales es la crítica del
sujeto soberano, la conversación entre Foucault y Deleuze está
enmarcada por dos sujetos-en-revolución monolíticos y anónimos:
“Un maoísta” (FD: 205) y “la lucha obrera” (FD: 217). Los intelec-
tuales, sin embargo, son nombrados y diferenciados; además, un
Revista Colombiana
de Antropología 303
Volumen 39, enero-diciembre 2003
II
E
L MÁS CLARO EJEMPLO DISPONIBLE DE TAL VIOLENCIA EPISTÉMICA ES
el remotamente orquestado, extendido, y heterogéneo proyec-
to de constituir el sujeto colonial como Otro. Este proyecto
es también la obliteración asimétrica de la huella de ese Otro en
su precaria Subje-tividad. Es bien sabido que Foucault localiza
la violencia epistémica, una completa revisión de la episteme,
en la redefinición de la salud mental a finales del siglo diecio-
cho (véase Foucault, 1965: 251, 262, 269). ¿Pero qué si esa redefini-
ción particular era únicamente una parte de la narrativa de la
historia en Europa al igual que en las colonias? ¿Qué si los dos
proyectos de revisión epistémica trabajaban como partes dislo-
cadas y desconocidas de una vasta máquina operada a dos ma-
nos? Tal vez no es más que pedir que el subtexto de la narrativa
palimpséstica del imperialismo sea reconocido como “conoci-
miento subyugado”, un conjunto total de conocimientos que
han sido descalificados como inadecuados para su tarea o insu-
ficientemente elaborados: conocimientos ingenuos, localizados
en la parte baja de la jerarquía, por debajo del nivel requerido
de cognición o cientificidad (PK: 82).
Esto no es describir “la forma en 15. Este argumento es desarrollado más ade-
que realmente fueron las cosas” o lante en Spivak, “Scattered speculations”. Una
vez más, el Anti-Oedipus no ignora el texto
privilegiar la narrativa de la historia económico, aunque el tratamiento fue tal vez
como imperialismo como la mejor muy alegórico. A este respecto, el movimien-
to de esquizo- a rizo-análisis en Mille Plateaux.
versión de la historia16. Es, más bien, Seuil. París. 1980, no ha sido saludable.
ofrecer una relación de cómo una 16. Aunque considero que Political Unconscious:
explicación y una narrativa de la rea- Narrative as a socially simbolic act, de Fredric
Jameson, Cornell University Press. Nueva York.
lidad fueron establecidas como las 1981, es un texto de gran peso crítico, o tal vez
normativas. Sobre esto, considere- porque yo lo pienso, me gustaría que mi pro-
mos brevemente los apuntalamien- grama aquí se distinguiera de una restauración
de las reliquias de una narrativa privilegiada: “Es
tos de la codificación británica de en la detección de las huellas de esas narrati-
la ley hindú. vas ininterrumpidas, en el reabrir a la superficie
del texto la realidad reprimida y enterrada de esta
Primero, unas cuantas aclaracio- historia fundamental, que la doctrina de una
nes: en los Estados Unidos el tercer- política inconsciente encuentra su función y su
mundismo circulante actualmente necesidad” (p. 20).
318 Gayatri Chakravorty Spivak
¿Puede hablar el subalterno?
Elite
III
A
L NIVEL GENERAL EN EL QUE LOS ACADÉMICOS Y ESTUDIANTES DE ESTA-
dos Unidos toman la “influencia” de Francia, uno encuentra
la siguiente comprensión: Foucault trata con la historia real,
con política real y problemas sociales reales; Derrida es inaccesi-
ble, esotérico y textualista. El lector probablemente está bien fa-
miliarizado con esta idea. “Que el trabajo personal (de Derrida)”,
escribe Terry Eagleton, “ha sido bastante ahistórico, políticamen-
te evasivo y no se puede negar que en la práctica, inconsciente
del lenguaje como “discurso” [lenguaje en función]” (Eagleton,
1983: 205). Eagleton continúa recomendando el estudio de Foucault
sobre las “prácticas discursivas”. Perry Anderson construye una
historia parecida: “Con Derrida, la auto-cancelación del estructu-
ralismo latente en el recurso a la música o a la locura en Lévi-
Strauss o Foucault es consumado. Sin ningún compromiso con la
exploración de las realidades sociales, Derrida tuvo poco remor-
dimiento al deshacer las construcciones de estos dos, condenán-
dolos a ambos de una “nostalgia de los orígenes” –rousseauniana
o pre-socrática, respectivamente– y preguntando qué derecho tie-
ne cualquiera de los dos para asumir, en sus propias premisas, la
validez de sus discursos” (Anderson, 1983: 53).
Este artículo está comprometido con la noción de que, tanto
en defensa de Derrida como no, una nostalgia por los orígenes
perdidos puede estar en detrimento de la exploración de las rea-
lidades sociales dentro de la crítica del imperialismo. Ciertamen-
te, la brillantez de la mala lectura de Anderson no lo previene
de ver precisamente el problema que yo enfatizo en Foucault:
“Foucault pulsó la nota característicamente profética cuando
declaró en 1966: ‘El hombre está en proceso de sucumbir mien-
tras que el ser del lenguaje continúa fulgurando con más brillo
aún sobre nuestro horizonte’. ¿Pero quiénes son los “nosotros”
que perciben o poseen tal horizonte?”. Anderson no ve la usur-
pación del Sujeto no reconocido de Occidente en el último
Foucault, un Sujeto que preside por desaprobación. Él ve la ac-
titud de Foucault de la forma usual, como la desaparición del
Sujeto conocedor como tal; y además ve en Derrida el desarro-
llo final de esa tendencia: ‘”En la oquedad del pronombre [noso-
tros] yace la aporía del programa” (Anderson, 1983: 52).
Consideremos, finalmente, el aforismo plañidero de Said, el cual
delata un profundo malentendido de la noción de “textualidad”:
Revista Colombiana
de Antropología 335
Volumen 39, enero-diciembre 2003
IV
¿
PUEDE HABLAR EL SUBALTERNO? ¿QUÉ DEBE HACER LA ELITE PARA TE-
ner cuidado de la continua construcción del subalterno? La
cuestión de “la mujer” parece más problemática en este con-
texto. Claramente, si usted es pobre, negra y mujer está metida
en el problema en tres formas. Si, no obstante, esta formulación
Revista Colombiana
de Antropología 339
Volumen 39, enero-diciembre 2003
que de todo esto no hay nada que decir, que ver o conocer” (Foucault,
1980: 4). El caso del suttee como ejemplo de la mujer-en-el-impe-
rialismo podría desafiar y reconstruir esta oposición entre sujeto
–ley– y objeto de conocimiento –represión– y marcar el lugar de la
“desaparición” con algo más que el silencio y la no-existencia, una
violenta aporía entre el estatus del sujeto y del objeto.
Sati como nombre propio de mujer es de uso muy extendido
hoy en la India. Llamar a una niña “una buena esposa” tiene su
propia ironía profética, y la ironía se hace más grande porque
este sentido de sustantivo común no es el operador primario en
el nombre propio42. Tras el nombramiento de la niña está el Sati
de la mitología hindú, Durga en su manifestación como buena
esposa43. En una parte de la historia, Sati –ya es llamada así–
llega a la corte de su padre sin ser invitada, en ausencia, incluso,
de una invitación para su divino es-
poso Siva. Su padre empieza a ul- 42. El hecho de que la palabra también fue
trajar a Siva y Sati muere de dolor. usada como forma de señalar a una mujer
Siva llega furioso y baila sobre el uni- de buena cuna –”una dama”– complica el
asunto.
verso con el cuerpo de Sati sobre su
43. Debería recordarse que esta relación
hombro. Vishnu descuartiza el cuer- no agota sus muchas manifestaciones den-
po y las partes son esparcidas sobre tro del panteón.
la tierra. Alrededor de cada parte
como reliquia hay un gran lugar de peregrinación.
Figuras como la diosa Atenea –“hijas del padre auto-declara-
damente no contaminadas por el útero”– son útiles para esta-
blecer el autoenvilecimiento ideológico de las mujeres, lo cual
debe ser diferenciado de una actitud deconstructiva hacia el
sujeto esencialista. La historia de la mítica Sati, invirtiendo cada
narratema del rito, realiza una función similar: el esposo vivien-
te venga la muerte de la esposa, una transacción entre grandes
dioses masculinos ejecuta la destrucción del cuerpo femenino y
lo inscribe así a la tierra como una geografía sagrada. Ver esto
como una prueba de feminismo del hinduismo clásico o de una
cultura india centrada en diosas y por lo tanto feminista es una
posición tan ideológicamente contaminada de nativismo o et-
nocentrismo inverso como fue imperialista borrar la imagen de
la luminosa luchadora Madre Durga y revestir el nombre propio
Sati sin otro significado distinto que el del ardiente ritual de la
indefensa viuda como ofrenda de sacrificio que puede entonces
ser salvada. No hay espacio desde el cual pueda hablar el sujeto
subalterno sexuado.
360 Gayatri Chakravorty Spivak
¿Puede hablar el subalterno?
46. No había leído “Power and subjectivity puede hacer la influencia de ellos más
in Foucault” de Peter Dews. 1984. New Left peligrosa para la academia de Estados
Review. 144, hasta cuando terminé este en-
sayo. He examinado su libro sobre el mis-
Unidos como entusiasta radical. De-
mo tema [Peter Dews. The Logics of rrida marca la crítica radical con el pe-
Disintegration: Post-structuralist thought and ligro de apropiarse del otro por
the claims of critical theory. 1987. Verso.
Londres]. Hay muchos puntos en común asimilación. Él lee la catacresis en el
entre su crítica y la mía. No obstante, has- origen. Él reclama una reescritura del
ta donde puedo decir a partir del breve utópico impulso estructural como “re-
ensayo, él escribe desde una perspectiva
acrítica de la teoría crítica y de la norma producir delirante esa voz interior que
intersubjetiva que puede cambiar del todo es la voz del otro en nosotros”. Debo
muy fácilmente “individuo” o “sujeto” en
su enclave de “sujeto epistémico”. La lec-
reconocer aquí la utilidad a largo pla-
tura de Dews de la conexión entre la “tra- zo en Jacques Derrida que ya no en-
dición marxista” y el “sujeto autónomo” cuentro en los autores de La historia
no es la mía. Además, su relación del
“impasse del posestructuralismo en su se- de la sexualidad y Mil mesetas46.
gunda fase como un todo” está viciada El subalterno no puede hablar. No
por no considerar a Derrida, quien ha es-
tado contra el privilegiamiento del lengua- hay virtud en las listas globales de la-
je desde su trabajo más temprano, la vandería con “mujer” como un artí-
“Introducción” en The Origin of Geometry
de Edmund Husserl, traducción de John
culo piadoso. La representación no se
Leavy, Nicholas Hays, Stony Brook, NY, ha marchitado. La intelectual feme-
1978. Lo que aparta su excelente análisis nina como intelectual tiene una tarea
de mi problemática es, por supuesto, que
el Sujeto dentro del cual ubica el trabajo circunscrita que no debe rechazar con
de Foucault es el Sujeto de la tradición una rúbrica.
europea (pp. 87-94).
REFERENCIAS