Dolor y Política Marta Lamas
Dolor y Política Marta Lamas
Dolor y Política Marta Lamas
Marta Lamas
ISBN: 978-607-557-291-8
2. Pensar la época, 21
Los mandatos de género y el postfeminismo, 25
La Cuarta Ola, 28
El feminismo antisistema, 34
Las marchas, las protestas y las huelgas, 39
La diamantina y los destrozos, 43
La multitudinaria marcha de 2020, 49
3. Dolor y rabia, 55
Satanización o exaltación de las jóvenes, 58
El dolor en la rabia, 64
No es la primera vez, 72
Separatismo y resistencia, 77
La discusión en torno a la rabia, 80
La rabia, ¿“apropiada” o “contraproducente”?, 82
Notas, 173
Bibliografía, 191
Anexos
A. Determinación de las prácticas sociales individuales
según Pierre Bourdieu, 213
B. Movilización Nacional contra las Violencias Machistas, 214
C. Carta de las francesas, 220
D. Acciones inmediatas unam, 223
E. Cien gritos y consigas (Reforma), 224
F. Yo no soy Ayotzinapa, 228
G. Poema de María Teresa Priego, 230
H. Del amor a la necesidad, 235
I. Manifiesto desde los feminismos mexicanos sobre el acoso sexual
y otras formas de violencia contra las mujeres, 241
J. Declaración de Cambridge sobre la Conciencia, 247
K. Declaración de Toulon, 249
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Mantenemos el uso que hace la autora de lenguaje inclusivo en este y otros pasajes. (N. del e.)
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Nuestra época, que Guy Debord perfiló tempranamente como la de “la so-
ciedad del espectáculo” (1999), ha desarrollado “la cultura del narcisismo”
(Lasch 1979) y se ha convertido en “la era del vacío” (Lipovetsky 1983).
Los valores individualistas han derivado en una preocupación excesiva
por el Yo, y ha aparecido “la condición posmoderna” (Lyotard 1979). Más
recientemente Byung-Chul Han habla de La sociedad del cansancio (2012) y
de La agonía del Eros (2014), y reflexiona acerca de cómo se ha producido
una nueva subjetividad, tanto en lo individual como en lo social. En estas
páginas me interesa revisar aspectos de la subjetividad.
¿A qué me refiero con “subjetividad”? Las psicoanalistas Lucila
Edelman y Diana Kordon señalan:
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o neutro, sino mujeres, hombres, cis 7 y trans, así como personas con iden-
tidades no binarias, disidentes y queer que, a su vez, tienen edades y perte-
nencias étnicas diferentes, ocupan posiciones distintas (clase social) en
zonas geopolíticas diferentes y, además, las diferencias derivadas de sus
capitales sociales, económicos y culturales introducen fuertes distinciones
entre ellas (Bourdieu 1998). Desde esta perspectiva “interseccional” se
analiza cómo cada uno de dichos elementos impacta, y cómo se combi-
nan y entrelazan (intersectan) con los demás. Aunque existen cuestiones
que las jóvenes comparten generacionalmente, cada una encarna las mar-
cas de su clase social y su pertenencia étnica, y no viven lo mismo las de
bachillerato que las que ya trabajan como tampoco las que no estudian.
Las jóvenes urbanas a quienes el acceso a la educación superior junto con
la libertad sexual de los métodos anticonceptivos les abrieron un horizon-
te de potencialidades personales han sido las principales destinatarias del
fenómeno cultural que se expresa en una subjetividad que ha recibido el
nombre de postfeminista. Subrayo el término destinatarias porque hace ya
muchos años han sido el público objetivo de la mercadotecnia de las in-
dustrias culturales, y las de la moda y la belleza.8
El término postfeminismo transmite simultáneamente una idea de
superación del feminismo, pero también de que el feminismo ya llegó a
su fin, incluso que falló. Es ambiguo, pues denota tanto el agotamiento de
la política feminista como una expresión más avanzada del feminismo, y
se suele interpretar de distinta manera en la academia que en los medios
de comunicación (Genz y Brabon 2009).9 A finales de los años ochenta se
empieza a hablar de postfeminismo en los medios de comunicación de al-
gunos países europeos, Estados Unidos, Canadá y Australia, y su uso cobra
fuerza en los noventa. Varias autoras analizan el postfeminismo, y retomo la
interpretación de Angela McRobbie (2009), quien plantea que el repudio
al feminismo fue alentado por los medios masivos de comunicación, las
revistas femeninas, los programas de televisión y la literatura “chick lit”.10
Se calificaron de postfeministas las actitudes de muchas jóvenes que asu-
mían una imagen de feminidad sexy y se comportaban de manera aserti-
va, con frecuencia diciendo: “Yo no soy feminista”, aunque en la práctica
asumieran planteamientos feministas.
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La Cuarta Ola
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exhorta a las chicas y las mujeres a modelarse ellas mismas, sino que tam-
bién reconfigura las preocupaciones feministas.
Una versión anterior de esta “seguridad en una misma” fue el “em-
poderamiento”. Desde los años ochenta empezó a circular el mensaje de
que si las mujeres nos empoderábamos podríamos cambiar el mundo, en
especial, que podríamos convencer a los hombres de transformar las in-
justas y desiguales relaciones en que todes estamos inmerses. Pronto, la
problematización crítica que varias feministas hicieron al término lo resituó
dentro de la tendencia empresarial/liberal del feminismo.17 Las críticas se
centraron en si es posible que todas las mujeres (incluyendo a las indíge-
nas, las campesinas, las viejas, las que tienen una discapacidad, etcétera)
se “empoderen” o si para lograr tal “empoderamiento” se debe trabajar
para una emancipación colectiva. Las conferencias de corte empresarial
hablaban de empoderamiento de las mujeres para referirse a la promo-
ción de éstas en altos puestos de trabajo asalariado, de representación po-
lítica y de gestión pública y, sobre todo, como las nuevas consumidoras.
Obvio que tal empoderamiento político y económico de algunas mujeres
no llega a la inmensa mayoría que sigue inmersa en desigualdades sus-
tanciales, asociadas a su clase, sus orígenes étnicos y demás características
sociales. Y, aun en el caso de las privilegiadas que supuestamente estaban
“empoderadas”, muy pocas lograron emanciparse del mandato cultural
de la feminidad. Sí, de lo que incluso esas mujeres privilegiadas no se han
emancipado aún es de las prescripciones culturales que han internaliza-
do: ser buenas, obedientes, recatadas y hacerse cargo, “por amor”, del cui-
dado de los demás.
Mientras que en el Tercer Mundo el término empoderamiento se uti-
lizó por los grupos feministas para fortalecer a las mujeres que enfrenta-
ban distintas formas de opresión machista, en el Primer Mundo adquirió
una connotación negativa para ciertos sectores críticos del feminismo,
como algunos de izquierda, que lo analizaron desde lo que ahora se de-
nominan tecnologías del yo, siguiendo a Foucault.18 Las tecnologías del yo o
técnicas de sí mismo son mecanismos que permiten a los sujetos hacer, con
sus propios medios o con ayuda de otras personas, un cierto número de
operaciones sobre sus cuerpos y pensamientos, conducta y formas de ser,
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El feminismo antisistema
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Si hay algún tipo de violencia que no podemos aceptar es el que las uni-
versitarias sean acosadas o violentadas en su integridad. Con el Protoco-
lo para la Atención de Casos de Violencia de Género hemos avanzado; la
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discuten y disienten acerca de los límites de la protesta: ¿el fin justifica los
medios? Aunque no están en disputa los hechos, el marco interpretativo
varía. Unas consideran que con violencia no se combate a la violencia,
que existen otros cauces para vehicular el descontento, que los destro-
zos no sientan un precedente precisamente ejemplar para “dar la batalla”
en futuras causas. Sin embargo, otras recuerdan que para defender la li-
bertad, para luchar contra opresiones de todo tipo, para defenderse de
agresiones y para combatir por lo que se cree justo, ha sido indispensable
utilizar la violencia. A mí también me preocupa lo que dice Wendy Brown
respecto a no comprender adecuadamente lo que está pasando. Ella se-
ñala que nuestra época afronta un buen número de peligros políticos,
muchos de los cuales han sido potenciados “por una comprensión inade-
cuada de las formas de poder específicamente posmodernas” (1995:33).
Y claro, dudo y me pregunto si es adecuada la comprensión que tenemos
acerca de estas nuevas configuraciones políticas.
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Blair cita a Jacques Sémelin, quien señala que no existe una teoría capaz
de explicar todas las formas de la violencia, pues sus numerosas caras son
fruto de distintos procesos. En su búsqueda de una aproximación teóri-
ca al concepto, Blair encuentra una dimensión política (que remite al
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problema del Estado y los conflictos en las vidas de los seres humanos) y
una dimensión social, donde “el análisis de la violencia se hace más com-
plejo y es más difícil encontrar aproximaciones comunes sobre sus oríge-
nes, causas, manifestaciones y ‘soluciones’ y es más difícil, también, lograr
una conceptualización de la violencia” (2009:11). Ella recuerda que Jean-
Claude Chesnais sostiene que “la única violencia medible e incontesta-
ble es la violencia física” (Blair 2009:13), y de ahí desprende que “el más
pequeño denominador común a la medida global de violencia, a través
del tiempo y el espacio es, pues, la muerte violenta, que puede provenir
de tres fuentes: el crimen, el suicidio o el accidente” (2009:13). Chesnais
considera que hay “abuso del lenguaje al hablar de violencia contra los
bienes” (2009:13), y el otro autor, Sémelin, distingue las formas de violen-
cia y plantea distinguir:
Lo que voy a tratar en este capítulo cabe en los conceptos de violencia es-
tructural, violencia cotidiana y violencia espectáculo. Blair también cita a
Otto Klineberg quien, desde una perspectiva psicosociológica, recuerda
“la necesidad de la mirada histórica antes de pronunciarse sobre la violen-
cia en la época contemporánea” (2009:14). Cuando Blair analiza lo plan-
teado en relación con el vínculo entre violencia y agresividad, señala que
una de las mejores aproximaciones a la violencia y a su historia es apor-
tada por quienes hacen antropología, ya que por su perspectiva “insisten
en el carácter de los ritos, normas y símbolos que hacen posible la vida so-
cial, ‘domesticando’ la violencia” (2009:17). No es casualidad, pues, que
una de las interpretaciones más agudas acerca del horrorífico fenómeno
de “las muertas de Juárez” lo haya realizado la antropóloga argentina Rita
Laura Segato.2
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Ella registra que la participación femenina es muy baja, pues como “los
jóvenes adscritos a estos grupos encuentran en el patriarcado y el machis-
mo el principal mecanismo de dominación del sistema” (2012:85), lo re-
producen en sus relaciones con las chicas. Reguillo señala que las bandas
mixtas no duraban mucho pues llevaban internamente una lucha por el
derecho a “la posesión de las mejores chavas” (2012:85). También dice
que, en términos generales, para esas jóvenes (las artistas de la pared, las
escritoras, las grafiteras, las cantantes de rock o simplemente aquellas que
han buscado alternativas de identificación en el grupo de pares) no ha
habido demasiadas opciones: “o se resignaban a ser las mujeres de los ma-
chines o formaban sus propios grupos” (2012:85). La transgresión empie-
za cuando la conducta social no se corresponde a las expectativas sociales
(el mandato de la feminidad) que implica tener un cuerpo de mujer. Y
Reguillo relata un aspecto de lo que ocurrió con la formación de pandi-
llas exclusivamente de mujeres:
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El dolor en la rabia
Hartas de la impunidad que rodea las agresiones que desde hace mu-
cho tiempo viven las mujeres en un contexto de precarizaciones múltiples
(económicas, culturales, afectivas) y junto con las noticias de los atroces
feminicidios que no cesan, las activistas sienten dolor y sienten rabia, y
exigen un cambio político, no sólo de las autoridades sino también de la
sociedad. Como dijo Lucía Melgar en un breve y contundente artículo:
“Amplios sectores sociales reproducen la misoginia, la cosificación de las
mujeres, la sexualización de las niñas, en un afán de dominación que no
respeta edades, ni parentescos, ni lealtades de ningún tipo. Las historias
de acoso y abuso sexual, en casas y calles, desde los 3, 5, 6 años, forman
parte de obscuros secretos de familia, de hondos traumas personales”
(2016). Esta académica y activista feminista concluye: “Sí, algo está podri-
do en México y no sólo el Estado” (2016).
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El texto finaliza:
La autora de este texto escrito con mucha rabia es Dahlia de la Cerda, una
joven escritora feminista que se autocalifica de “feminazi enferma de ra-
bia”, y supongo que lo hace para “curarse en salud”, ya que el término fe-
minazi se usa contra las feministas que protestan.
Es ahora, recientemente, que las feministas asumen públicamen-
te su rabia. El primer documento colectivo que he encontrado, donde las
mujeres hablan de su rabia es el Pronunciamiento de la Ciudad de Méxi-
co de la Movilización Nacional contra las Violencias Machistas,12 esa que
se llevó a cabo el 24 de abril de 2016, y se llamó la Primavera Violeta. Vuel-
vo a citar este pasaje:
La rabia, en sí misma, puede ser muy sana, incluso creativa, pero está tan
fuera de lugar dentro del modelo de feminidad, con su estereotipo de
dulzura, que hay que esconderla detrás de una máscara (Crowley Jack
2001). Hoy en día, en lugar de preocuparse por ser calificadas de poco fe-
meninas, las jóvenes feministas transgreden el mandato de la feminidad
de maneras nuevas. En el cierre del XIV Encuentro Feminista Latinoame-
ricano y del Caribe (2017), al final del 8M (2020), saliendo del paro en
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¿De veras van a perseguir a las compañeras que rompieron unos vidrios?
En este país de mujeres rotas. Cuerpos rotos. Corazones rotos.
¿De veras?
Entonces, vengan por nosotras y somos muchísimas.
Yo también “vandalicé” los muros con consignas.
No eran sólo ellas, las 300 mujeres que acudieron a la marcha.
Somos miles y miles y miles.
Nueve niñas, adolescentes y mujeres asesinadas cada día.
Tras abuso sexual y tortura.
Yo también usé esa arma tan dañina y tan mortífera: la diamantina rosa.
Yo también me siento herida, furiosa, indignada.
Yo también siento miedo, sobre todo por las niñas y las mujeres muy
jóvenes.
Las mujeres muy jóvenes son —sobre todo— las víctimas de la violencia
misógina y feminicida.
“No nos cuidan, nos violan”.
La diamantina rosa como símbolo de la denuncia ante el horror.
Y de la impotencia.
Y del “Ni una menos”. (Priego 2019)
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El patriarcado es un juez
que nos juzga por nacer,
y nuestro castigo
es la violencia que no ves.
El patriarcado es un juez
que nos juzga por nacer,
y nuestro castigo
es la violencia que ya ves.
Es femicidio.
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verso del himno nacional y retoma la consigna “Si tocan a una, responde-
mos todas”:
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Fue un dolor el que nos movió y nos puso con toda la rabia […] esta
sensación de “¡cómo que la violaron!”, ¿no? Es una rabia milenaria…
entonces es también la sumatoria, la sumatoria de las rabias que crean
procesos políticos; o sea, la rabia es un impulsador increíble ¿no?, un
motor de la vida que yo apenas experimento hace poco sin tanta restric-
ción (2020:13).
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No es la primera vez
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bajos tan sólidos como la Historia de las mujeres, coordinada por Georges
Duby y Michelle Perrot, donde sólo en el tomo 4, dedicado al siglo xix,
Anne-Marie Käppeli alude de pasada a que: “Algunas sufragistas ingle-
sas practican la violencia física, el incendio voluntario y la destrucción,
formas extremas de militancia que su líder, Emmeline Pankhurst, debe
haber aprendido del movimiento nacionalista irlandés”13 (2000:546). Sin
embargo, la historiadora Karen Offen sí registra en su monumental inves-
tigación acerca de los feminismos europeos la forma impactante en que
un sector del feminismo británico decidió pasar “de las palabras, a los ac-
tos”. Guardando toda proporción con lo que ha pasado en México, vale la
pena recordarlo pues hay ciertas coincidencias interesantes.
Offen señala que en 1867: “Todo el mundo occidental fue testigo
del primer debate parlamentario sustancial sobre el sufragio femenino,
iniciado por John Stuart Mill y numerosas mujeres activistas…” (2015:218).
Mill, además, propuso un cambio en el vocabulario: cambiar la palabra
hombre por persona, o sea, justo lo que hoy se llama usar “lenguaje incluyen-
te”. Su propuesta acerca del sufragio femenino se retomó parcialmente, y
en 1869 el Parlamento inglés aprobó el derecho al voto de mujeres adultas
solteras en las elecciones municipales y escolares, para enseguida ser can-
celado en 1892 por el primer ministro Gladstone. Esto impulsó a Emme-
line Pankhurst y un grupo de feministas a fundar la Women’s Social and
Political Union (wspu) en 1903, que inició una lucha de forma pacífica y
tradicional por el voto femenino. Será en la medida en que persista la ce-
rrazón patriarcal que algunas sufragistas empezarán a recurrir a lo que se
consideraron “acciones violentas”, que ellas calificaron de autodefensa. Pa-
saron sesenta años de lucha entre el primer debate en 1867 y 1928, para que
finalmente las sufragistas inglesas lograsen el voto para todas las mujeres.
Un sector del movimiento sufragista inglés se caracterizó por su
posicionamiento teórico-político al desafiar una ley que consideraba in-
justa, y su campaña generó gran escándalo por el uso fuera de lo común
de la violencia por parte de mujeres. Esto se debió principalmente a la
decisión de Emmeline Pankhurst de abandonar la conducta femenina co-
rrecta o apropiada (proper) y alentar tácticas violentas, como el sabotaje,
pintarrajear paredes, encadenarse a las rejas de ciertos edificios, romper
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Ante las críticas sobre las acciones violentas durante la lucha por conse-
guir el derecho a votar y ser votadas que usó su grupo sufragista (y que llevó
a varias a la cárcel), Pankhurst alega que ellas nunca pusieron en peligro
la vida de ninguna persona, lo que sí hacen los gobiernos con las guerras.
Señala que como a los gobiernos les importan mucho más las propiedades
que las vidas humanas, ellas han optado llevar a cabo su lucha atacando
las propiedades del gobierno y de algunos funcionarios y políticos. Enton-
ces esta líder feminista hace una provocadora declaración, que las demás
mujeres que la siguen van a suscribir:
Nos tienen sin cuidado vuestras leyes, caballeros, nosotras situamos la li-
bertad y la dignidad de la mujer por encima de todas esas consideracio-
nes y vamos a continuar esa guerra como lo hicimos en el pasado; pero
no seremos responsables de la propiedad que sacrifiquemos o del per-
juicio que la propiedad sufra como resultado. De todo ello será culpable
el gobierno que, a pesar de admitir que nuestras peticiones son justas,
se niega a satisfacerlas (Pankhurst citada por Martín Gamero 1975: 177).
Offen señala que “la campaña por el voto de las mujeres británicas se
considera como el acontecimiento mediático más extraordinario del mo-
vimiento feminista y las medidas represivas iniciadas por el gobierno bri-
tánico contra las suffragettes despertó la indignación de mujeres y hombres
de todo el mundo” (2015:319). Un aspecto muy divertido fue la hábil
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muy clara al respecto y subraya, junto con José Manuel Valenzuela (2012),
que al poner atención en la llamada violencia juvenil una fuente primor-
dial que la engendra es la violencia social y cultural.
Lo que analiza Dorlin, con una atinada mirada teórica y política, va
más lejos que solamente recordar un evento histórico donde ciertas mu-
jeres politizaron sus cuerpos con la autodefensa. Esta filósofa escudriña el
vínculo que tiene la violencia con el ámbito íntimo, y captura en la trama
de esas acciones violentas aquello que tradicionalmente se piensa como
fuera del ámbito político: las emociones que están encerradas en la sole-
dad de violencias que se reciben continua y silenciosamente, y que “con-
ciernen a las experiencias de dominación vividas en la intimidad de una
habitación, a la vuelta de una entrada del metro, detrás de la aparente tran-
quilidad de una reunión familiar…” (2019:30). Estas violencias cotidianas
que ocurren en espacios domésticos o familiares gestan la depresión o la
rabia y, también, producen la politización de la subjetividad. Si es correcta
esta interpretación que plantean Dorlin y otras autoras como Lucía Mel-
gar, ¿cuál es la comprensión política que debemos desarrollar ante esas jó-
venes cuyas heridas estallan en el espacio público como violencia política?
Separatismo y resistencia
77
Si metes todas estas ideas en una licuadora, concluyes que las mujeres so-
mos oprimidas con base en nuestro sexo, que ese cuerpo sexuado produ-
ce una ontología (o un análisis existencial concreto) y que somos criadas
bajo ese yugo llamado género. En el lado antagónico están los varones,
quienes son socializados en la masculinidad —que siempre es tóxica—,
cuya toxicidad deviene en una construcción ontológica que los hace in-
capaces de no ser violentos: son educados desde el poder para cometer
abusos de poder y que, por más buena voluntad que tengan en decons-
truirse como antipatriarcales, siguen siendo beneficiarios del sistema
porque los privilegios no se tratan de cómo te beneficias de ellos sino
cómo el sistema te beneficia a ti.
Basándonos en este marco teórico, mantener cualquier tipo de re-
lación con ellos es seguir perpetuando sus privilegios y exponerse, o ex-
poner a otras, a sus violencias.
Entonces el separatismo es: con los varones NADA. El separatismo
significa apostar en la medida de lo posible, pero siempre como postura
política, por otras mujeres.
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la cena a tu novio o marido. Long Chu hace una aguda crítica acerca de
ciertos dilemas de las feministas de la segunda ola, pero prefiero el aná-
lisis de De la Cerda, que mezcla una crítica al “feminismo blanco” (de
ahí el provocador título de su ensayo; “Separatismo: la mayonesa feminis-
ta”) con una valiente autocrítica.17 Esta joven escritora argumenta que ni
la Colectiva del Río Combahee, la aldea africana Umoja ni los encuentros
para mujeres convocados por las compañeras zapatistas18 son ejemplo de
separatismo, sino que se trata de ciertos momentos de lucha que requie-
ren espacios no mixtos.
Desde una crítica del determinismo biológico como una base pe-
ligrosa y reaccionaria para construir una política feminista, De la Cerda
distingue la estrategia de tener reuniones exclusivamente de mujeres de
lo que sería de una política separatista. Ella da en el clavo cuando señala
la carga de las emociones en quienes siguen pensando que el separatismo
es la cúspide de la emancipación:
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Expresar la rabia ha tenido un alto costo para las mujeres, incluso cuando
se trata de figuras famosas. Eso le ocurrió a Virginia Woolf con Tres guineas
(1938), el largo ensayo donde denuncia la exclusión y discriminación de
las mujeres. A diferencia de Una habitación propia (1929), este otro ensayo
feminista ha tenido muchísimo menos éxito, supuestamente porque tras-
luce la rabia de Woolf. Aunque ella lo llamó “mi panfleto contra la gue-
rra”, se trata de una durísima crítica a las tenaces formas de sexismo que
veía cotidianamente. De manera irónica y erudita, Woolf da rienda suelta
a su indignación por la situación de sus contemporáneas en un mundo
dominado por los varones. Para documentar con detalle el sexismo, re-
úne en notas a pie de página una increíble cantidad de ejemplos que ha
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estado juntando a lo largo de los siete años que le tomó escribirlo. Citar
así de abundantemente fue su estrategia para legitimar una información
tan brutal que podría parecer provenir de la mente calenturienta de una
feminista rabiosa, y no de los dichos y hechos que ella quería mostrar.
Al exhibir el vínculo entre el machismo y la guerra, Woolf hace una
analogía entre el régimen patriarcal y el fascismo, y dice que lo que Hitler
encarna también está presente en Inglaterra en esas actitudes que ella ca-
lifica de “hitlerismo inconsciente”. Reivindica a las sufragistas y les dice a
los varones que ahora ellos sienten en sus propias personas lo que sintie-
ron sus madres cuando se las encerraba y se las hacía callar, por ser muje-
res. “Ahora a ustedes se les encierra y se les hace callar porque son judíos,
porque son demócratas, por su raza, por su religión.” Además, ella pone
en evidencia los aspectos abominables y ridículos de la masculinidad, en
especial el narcisismo grotesco de los hombres en el poder, para lo cual
reproduce cinco fotos de los atuendos fastuosos y absurdos del infantilis-
mo megalómano de los patriarcas: las capas de armiño y las pelucas posti-
zas de los jueces, los trajes púrpura de seda y los crucifijos enjoyados de los
obispos, los uniformes con charreteras, medallas y plumas de los milita-
res. También hace comparaciones que escandalizan, como la que estable-
ce entre san Pablo y Hitler. Critica duramente a la religión, en concreto
al cristianismo, al que caracteriza como un agente de la represión. Si to-
davía hoy en día es mal visto burlarse de la Iglesia y el ejército, en el am-
biente de preguerra de los años treinta lo fue aún más. No es extraña, pues,
la mala acogida que recibió Tres guineas; pocos críticos lo comentaron y la
prensa se centró con amarillismo en criticar lo que calificó de la ferocidad
de Woolf al denostar los ropajes de curas y militares. También hubo quien
dijo que Tres guineas era como el Manifiesto comunista de las feministas.20
Pero las críticas negativas no vinieron solamente de los conservadores; a
la mayoría de sus amigos no les gustó, en especial les molestó la rabia que
manifestaba.21 Sus lectoras entusiastas fueron las feministas del momento,
algunas escritoras y directoras de escuelas para jovencitas.
Tres guineas no es un panfleto político típico. No convoca a las mu-
jeres a juntarse para hacer la revolución, sino que las insta a hacerlo perma-
neciendo al margen, como lo que Woolf dice que son: outsiders (excluidas),
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les proponen a las mujeres “reinterpretar” su furia y usar ese poder para
generar un cambio “positivo”. Velozmente traducidos al español, resulta lla-
mativo que ambos traten de “matizar” la rabia: el de Rebecca Traister (2018)
Good and Mad se tradujo como Buenas y enfadadas. El poder revolucionario de
la ira de las mujeres. “Mad” es mucho más que “enojada”, y además, aunque
se enojen, las mujeres siguen siendo buenas, con lo cual el mandato de la
feminidad sale ileso de la explosión de rabia. El de Soraya Chemaly, Rage
Becomes Her. The Power of Women’s Anger (2019) primero se tradujo como
Enfurecidas. Reivindicar el poder de la ira femenina (Planeta) y un año después
apareció como Rabia somos todas. El poder del enojo femenino para cambiar el
mundo (Océano). El matiz es significativo, pues en la segunda versión la
emoción es altruista y cumple con el mandato femenino.
Casi simultáneamente a la publicación de los bestsellers, han surgi-
do análisis académicos en el campo de la filosofía política y la psicología
moral que abordan aspectos poco debatidos acerca de qué otorga o qui-
ta legitimidad a la rabia.24 La filósofa Amia Srinivasan (2018) reflexiona
sobre cómo la rabia puede ser una emoción “apropiada”25 e introduce el
concepto de injusticia afectiva.26 Este tipo de injusticia lo viven las perso-
nas forzadas a decidir si responden con rabia “apropiada” con el riesgo
de que empeoren sus propias condiciones de vida. Srinivasan opone lo
contraproducente que puede ser la rabia frente a la postura que consi-
dera útil y necesario expresarla. Ella retoma una larga tradición política
de pensamiento negro y feminista, y pone como ejemplo paradigmático
a la poeta negra Audre Lorde (1997), quien argumenta los usos de la ra-
bia de las mujeres en la lucha contra el racismo, y la considera una “fuen-
te de energía” y “de clarificación”. En ese texto, que es parte del canon
feminista,27 Lorde habla de “un arsenal bien provisto de rabia potencial-
mente útil contra esas opresiones, personales e institucionales, que la pro-
vocaron” (1997:280).
Srinivasan le debate a Nussbaum varias cuestiones, pues ésta coin-
cide en gran medida con los estoicos respecto a que la rabia involucra
constitutivamente un deseo de venganza y requiere ser contenida por ci-
vilidad. Nussbaum dice que hay muchas formas en que la rabia se puede
equivocar, pero que en otras puede resultar correcta: cuando ocurrió una
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empeoras las cosas”, pues ese tipo de frase sugiere que la mayor responsa-
bilidad para corregir el problema radica en la víctima y no en quien perpe-
tró el acto injusto o agresivo. Ella hace una analogía con los consejos que
se les da a las mujeres para que no las violen (abstente de beber alcohol,
de usar ropa sexy, de salir de noche, etcétera), consejos que sugieren que
la responsabilidad de minimizar las violaciones radica en las mujeres, en
lugar de ver las violaciones como una “contingencia por la cual los hom-
bres tienen una responsabilidad moral” (2018:133).
La lectura de las reflexiones de Nussbaum y de Srinivasan deja
planteadas varias preguntas acuciantes: ¿existe la rabia sin deseo de ven-
ganza? ¿Se puede sentir rabia sin que lo que la causa tenga una conexión
personal “apropiada”? ¿Deben las víctimas de una injusticia controlar su
rabia? ¿Qué hacer si expresar la rabia conduce a afectar a otras personas,
sean de la propia familia o comunidad? Si la rabia puede ser contraprodu-
cente, poniendo a la persona rabiosa en una situación peor de la que está
y exacerbando lo que la hizo rabiar, ¿no sería mejor que se aguantara la
rabia y expresara su reclamo de otra forma? ¿Existe una razón moral para
no expresar la rabia? Ése es en parte el sentido de la crítica de Nussbaum,
que plantea la importancia de la civilidad con las demás personas. ¿Cuál
es una respuesta de rabia “apropiada”? Para Srinivasan la rabia también es
una forma de comunicación, una manera de marcar públicamente una
falta de valor o una injusticia. ¿Nuestra rabia requiere reconocimiento pú-
blico, o lo mejor que nos puede pasar es deshacernos de la rabia? ¿Cómo
encauzar políticamente la rabia?
La narrativa de que la rabia es contraproducente le parece a Sri-
nivasan más un intento de control social que una manifestación de preo-
cupación legítima (2018:134). En México hay una larga tradición cultural
que plantea que no hay que enojarse porque es contraproducente: “el que
se enoja, pierde”. Sin embargo se olvida que, en ocasiones, expresar la
rabia conduce a mejorar la situación. La movilización de las estudiantes
de la unam, que culminó con el paro de cinco meses encabezado por las
moffyl, llevó a un cambio de actitud de muchas autoridades universita-
rias, a la inclusión de la violencia de género en el Estatuto general de la
unam como una conducta grave y a la creación de la Coordinación para
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Pese a todos los debates, todavía hoy gran parte de la política femi-
nista se construye haciendo un llamado a las mujeres en tanto mujeres. En
el mejor de los casos significa un llamado a la unidad de las mujeres. Pero
¿qué implica hablar de las mujeres como unidad política, con los mismos
problemas, intereses y deseos? En su análisis de las formas en que las muje-
res legitiman su lenguaje público, la crítica literaria e historiadora Cathe-
rine Gallagher nos recuerda que lo que sacó a las mujeres a las calles, lo
que las empujó a las distintas manifestaciones de la lucha feminista, des-
de las huelgas de hambre de las sufragistas hasta los enfrentamientos con
la policía, fue “su sentimiento de lealtad hacia una comunidad de com-
pañeras en el sufrimiento: en otras palabras, la solidaridad con un sujeto
colectivo” (1999:55). Ahora bien, admitir que se requiere de un supuesto
estratégico del cual partir, del tipo “todas las mujeres estamos oprimidas”,
para facilitar procesos de apertura y comunicación, no es lo mismo que
creer en una esencia compartida. En política se necesita una idealización
mínima para mover subjetividades y lograr cambios. De ahí que la utilidad
estratégica de promover llamados a una toma de conciencia con frecuen-
cia vista ropajes esencialistas, como la frase “tú, como mujer”. Pero pasado
ese primer momento, se requiere de un trabajo respecto al complejo dile-
ma de afirmar la importancia de la diferente sexuación sin esencializarla.
Esto se ha enriquecido con la perspectiva interseccional, que plantea que
una mujer no habla sólo como “mujer” sino también habla marcada por
una cultura, una clase social, una pertenencia étnica o “racial”, cierta se-
xualidad, una religión, en fin, una historia o posición determinada (Cren-
shaw 1995; Grabham et al. 2009; McCall 2005).
Una diferenciación muy provocadora e inteligente es la que con-
trapone “ser mujer” con “estar mujer”. Esto tiene que ver con esa “tempo-
ralidad afectiva” que en la actualidad asume la condición inacabada e
híbrida de todas las personas, que estamos troqueladas culturalmente hasta
lo más íntimo de nuestro psiquismo. Las palabras con las que expresamos
nuestros sentimientos y pensamientos son las de nuestra cultura, nuestra
clase social, nuestra pertenencia étnica, nuestro género, nuestra edad,
nuestra nacionalidad, etcétera. Indiscutiblemente el vocabulario tiene un
gran poder y el término mujer alude claramente a un sujeto colectivo. Ha-
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Cuando Brown critica “la fuerza retórica, la incoherencia teórica y los efec-
tos políticamente dañinos de la teoría social de género de MacKinnon”
(1995:xii), está criticando también su esencialismo y su mujerismo. Mac-
Kinnon sugiere —y muchas feministas coinciden con ella— que las mu-
jeres tienen mayor necesidad de igualdad social y de protección política
que de libertad. De ahí que proliferen los reclamos proteccionistas, así
como los que exigen sanciones legales. Esta postura se nutre, y vuelvo a
subrayarlo, de la tríada que señaló Halley (2006): inocencia de las muje-
res, daño a las mujeres e inmunidad de los hombres. La estrechez de mi-
ras que no visualiza las variedades humanas que existen, ni reconoce las
diferentes intersecciones que hay con la clase social, la condición étnica,
la edad, la orientación sexual y demás, reduce la complejidad y generaliza
al plantear que todas las mujeres viven el mismo daño/agravio. Así pro-
voca lo que señala Brown: “La protección legal de determinadas identida-
des consolida de manera vaga la misma conexión identidad-agravio que
denuncia” (1995:80).
Muchas feministas que hablan de “empoderamiento” lo plantean
como un objetivo a alcanzar vía la resistencia. Brown señala que “empo-
deramiento” es un “sustituto contemporáneo para hablar de libertad”
(1995:22), pero su uso tiene complicaciones pues “expresa la posibilidad
de generar las propias capacidades, la propia autoestima, el curso de vida
propio sin capitular a los constreñimientos de los regímenes de poder
particulares” (1995:22). Según esta politóloga, “los discursos contempo-
ráneos acerca del empoderamiento tienen una relación extrañamente
adaptativa y armoniosa con la dominación en la medida en que ubican
el sentimiento de valor y capacidad de una persona en el registro de sus
emociones individuales...” (1995:22). Los discursos sobre empoderamien-
to se arriesgan a crear una gran separación entre la experiencia del em-
poderamiento y una capacidad real de dar forma a los términos de la vida
política, social o económica. De hecho, la posibilidad de que alguien pue-
da “sentirse empoderada” sin estarlo conforma un importante elemen-
to de legitimidad para las dimensiones antidemocráticas del liberalismo
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respecto a las otras donde quiera que nos podamos encontrar, en cualquier
ocasión que sea posible. No doy poder, pero espero que la mujer que se
encuentra en situación de elegir, en una situación decisiva y significativa, en
un lugar en el que la diferencia sexual no habla, se norme según su pro-
pia experiencia. Esto es, interrogue a fondo su vida y decida” (1990:224).
Bocchetti afirma: “Un cuerpo de mujer no garantiza un pensamiento de mujer”, e
inmediatamente aclara: “Un pensamiento de mujer puede nacer solamen-
te de la conciencia de la necesidad de las otras mujeres. Este pensamiento
es producto de relaciones. Si se alcanza a comprender esto, todo el resto es
estrategia, también la pertenencia a un partido político” (1990:222).
Si bien la diversificación y proliferación de posiciones distintas
dentro del movimiento feminista vuelven imperativo hablar de muchos
feminismos, ¿acaso no existe la posibilidad de encontrar coincidencias
puntuales y avanzar en ciertas acciones comunes? ¿Qué es lo que obstacu-
liza la construcción de acuerdos? Hace tiempo Haydée Birgin, una femi-
nista argen-mex,11 reflexionó sobre los avances y tropiezos del movimiento
feminista en América Latina, exploró las causas que impiden una mayor y
mejor articulación de los distintos grupos que lo configuran y formuló va-
liosos señalamientos relativos a sus dinámicas internas. La gran preocupa-
ción de esta abogada fue la ausencia de debate político entre las diversas
feministas latinoamericanas, generalmente debido a fuertes emociones.
Los Encuentros Feministas Latinoamericanos y del Caribe son un paradig-
ma de lo que Boaventura de Sousa Santos (1998) denomina la globaliza-
ción contrahegemónica, que nombra el proceso de organización transnacional
surgido desde la base de grupos en defensa de sus intereses comunes. Los
Encuentros, que han venido celebrándose desde 1981 cada dos o tres
años, en diferentes países de la región, son un espacio al que asisten femi-
nistas de todos colores y sabores, y sus debates internos han propiciado
desde pactos políticos hasta violentas rupturas. En un ensayo titulado
“Vivencias del Encuentro de Chile: lo personal y lo político”, Birgin anali-
zó la polarización suscitada durante el VII Encuentro que se realizó en la
ciudad chilena de Cartagena, entre el 23 y el 26 de noviembre de 1996,
donde se produjo un “corte” respecto a la dinámica de los Encuentros an-
teriores. Ella lo atribuyó a la mecánica de funcionamiento impuesta por
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Más adelante, Hall hace una precisión más dirigida al campo de la política:
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otras”.19 ¿Hasta dónde es factible que los grupos y las colectivas anticapi-
talistas, antipatriarcales y antirracistas desatoren los obstáculos que siem-
bran de piedritas —y piedrotas— el camino hacia una transformación
democrática radical? Creo que un elemento indispensable para construir
una mirada crítica es el uso de la teoría feminista. Cuando digo “teoría
feminista” aludo, centralmente, a un cambio de paradigma que propone
una lectura nueva sobre la condición humana, pero obvio que hay mu-
chas teorías feministas. Sin duda debatir entre distintas posiciones a partir
de las propias experiencias representa algo muy atractivo, pero también
puede ser muy enriquecedor hacerlo tomando en consideración ciertos
debates teóricos que las feministas dan en las ciencias sociales, en la filo-
sofía política, en el psicoanálisis y en otras disciplinas. Si bien la teoría en
sí misma es valiosa, para quienes estamos en un movimiento político se
vuelve un recurso fundamental. La teoría no es un lujo, es una necesidad,
pues permite comprender asuntos que están en el ambiente, nombrar
cuestiones que están en el aire y articularlas políticamente. La capacidad
para percibir se potencia cuando hay una mirada teórica. Sin embargo,
hay feministas que rechazan la teoría, convencidas de que es elitista o irri-
tadas por cómo escriben algunas académicas. Además, valorar la teoría no
supone devaluar la práctica: necesitamos las dos. Así como es necesario
aprender de activistas cuyo criterio y agudeza política no se desprenden
de lecturas sino de su práctica, también lo es compartir un piso teórico
que vaya más allá que un intercambio de ideas. Con frecuencia las urgen-
cias políticas han relegado a un segundo plano la discusión de las teorías
que sostienen esas prácticas. También situarse en el extenso terreno del
debate teórico genera cierto rechazo a algunas feministas, pues temen
que el feminismo aparezca como algo subsumido, secundario o condicio-
nado por el pensamiento patriarcal. Pero contar con teoría para hacer
política es fundamental, pues si entramos a la arena del debate desarma-
das teóricamente, no será extraño que lo que primen sean los argumen-
tos personalizados.
Las feministas aliadas, que compartimos el proyecto de radicaliza-
ción de la democracia y las que aportamos desde diversas posiciones a las
metas del movimiento, en general tenemos que mejorar nuestra posición
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tienen lo que Pereda denomina sus blindajes teóricos, y él plantea que la re-
gla del sectarismo es: Siempre es bueno más de lo mismo (1999:14). Este filó-
sofo también advierte: “No olvides que cualquier tipo de querencia posee
un techo, un límite: más allá de él habita la aridez o la locura; en ambos
casos, poco a poco o de súbito, comienza el sinsentido” (Pereda 1999:17).
El mensaje es claro: persistir ciegamente en cualquier idea o “querencia”,
sin abrirse a otras, conduce a la infecundidad o al agotamiento. Sin em-
bargo, lo alentador es que esta actitud se puede modificar con autocrítica
e interlocución. Por eso el desafío feminista demanda algo que cada una
de nosotras puede hacer desde hoy, y sin mayores requerimientos que una
voluntad distinta: despojarnos de la “razón arrogante” que ha nutrido du-
rante ya demasiados años muchos de los encontronazos y desaires entre
feministas.
Todas las tendencias del feminismo hemos hecho demasiadas co-
sas buenas como para no poder dialogar y articularnos entre nosotras.
Desde nuestras organizaciones y redes hemos transformado la cultura y la
política, y hemos modificado el orden doméstico al introducir una nueva
perspectiva sobre las distintas relaciones entre los seres humanos. Hemos
cambiado leyes y establecido acciones antidiscriminatorias. Sin embargo,
con frecuencia permanecemos troqueladas por habitus que nos atan a for-
mas rudimentarias de rivalidad e, incluso, de agresión entre nosotras. En
este panorama, no hay que olvidar que una de las fortalezas más impre-
sionantes que genera el feminismo es el encuentro comprometido que
se logra establecer entre mujeres. Como dice Clare Hemmings, el afecto
“produce una cohesión comunitaria interna y externa que es difícil de re-
sistir” (2011:21). La capacidad de desarrollar relaciones de apoyo y víncu-
los de afecto transforma las vidas, las subjetividades y genera procesos de
politización. Eso lo encuentra la psicóloga social Araceli Mingo (2020),
que entrevistó a estudiantes de ffyl que hablan de cómo cambió su vida
por la presencia comprometida de sus compañeras. En una entrevista a
una joven apoyada por la Red No Estás Sola (rednes), la investigadora
consigna cómo la marcó la experiencia con el grupo de activistas:
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[Era] como saber de pronto que podía tener un respaldo con alguien si
me volvía a pasar algo. Era como eso, como justo eso, ¡no sentirse sola!,
¡no estar sola! Y eso fue… [Ellas] me dan fuerza… A veces [cuando las
busco] no sé qué decirles, pero… simplemente estar ahí… Creo que eso
es lo más importante que me han dado y que no se documentan más que
las protestas, pero… esa experiencia… y los vínculos (Mingo 2020:16).
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consideraran la violencia de género una falta grave, nos habla del nivel de
descomposición social y política que existe, y de lo acuciante que resulta
fortalecer una política feminista.
Si algo me queda claro es que así como los medios de comunica-
ción y las autoridades deberían hacerse una autocrítica por su ceguera y
sordera, también la izquierda y nosotras, las feministas, la tendríamos que
hacer. Y un punto que dejo planteado es el de hasta dónde la ardua la-
bor de construir estrategias feministas de intervención política requiere ir
más allá de la reivindicación identitaria. Wendy Brown argumenta que el
objetivo de un feminismo de izquierda es ir más lejos que la mera denun-
cia de las injusticias contingentes, y destaca especialmente la importancia
de asumir “posiciones limitadas temporalmente y plenamente refutables
sobre quiénes somos y cómo debemos vivir” (1995: 48). Dado que las emo-
ciones vinculadas a la identidad inciden con fuerza en la forma de hacer
política y en la dinámica de los grupos feministas, pues la identidad tiene
que ver con eso que se denomina subjetivación (o sea, con el proceso por el
cual las personas se convierten en sujetos de procesos sociales y, al mismo
tiempo, están sujetos a sus efectos), un desafío autocrítico sería el de dar-
le una pensada en serio a eso que Brown califica como “asumir posiciones
plenamente refutables sobre quiénes somos”.
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todos los intercambios sexuales fueran “expresivos”, que todas las relacio-
nes sexuales siempre fueran por deseo. Pero eso es una utopía o, al me-
nos, es imposible de realizarse a corto plazo por varias razones, entre la
que destaca la situación económica. Para erradicar las transacciones de
servicios sexuales por dinero habría que lograr que la propuesta de un
“ingreso mínimo vital” fuera una realidad o, si no, que al menos viviéra-
mos en un sistema social que garantizase a todo ser humano acceso a lo
que la Organización Internacional del Trabajo (oit) califica de empleos
“decentes”, término que no tiene nada que ver con el moralismo sino con
condiciones dignas de trabajo, seguridad social, horarios y vacaciones. Tal
vez esto reduciría la cantidad de personas que viven del trabajo sexual,
aunque seguramente habría otras que lo seguirían realizando no por ra-
zones de orden económico, sino como una decisión de otro orden.
El trabajo sexual es una actividad que llevan a cabo todo tipo de seres
humanos, con orientaciones heterosexuales, homosexuales y bisexuales,
y desde identidades de género cis, trans y disidentes. Desde finales de la
década de 1960 e inicios de la de 1970, la libertad sexual de las mujeres
fue una reivindicación sustantiva de las feministas, y desde muy temprano
surgieron en países del Primer Mundo profundas diferencias en la con-
ceptualización de la llamada prostitución: de un lado, unas feministas de-
nunciaban la brutal comercialización de los cuerpos de mujeres por el
patriarcado capitalista, mientras que otras denunciaban la hipocresía y
el puritanismo, y defendían los derechos de las trabajadoras sexuales.4 Ha
pasado medio siglo y ambas posturas se siguen confrontando en el marco
de lo que se llaman las guerras en torno a la sexualidad (Sex Wars),5 sin que se
hayan podido eliminar totalmente los claroscuros y ambigüedades de los
argumentos expuestos hasta ahora. En esta disputa feminista, que se lleva
a cabo en todo el mundo, se juegan concepciones ideológicas en el mar-
co de una política transnacional a cargo de un grupo de feministas de la
gobernanza (Halley et al. 2018) que comparten la visión de las dominance
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feminists y que, desde sus puestos de influencia como la onu y ciertos go-
biernos, intentan eliminar el comercio sexual. Un recurso utilizado en tal
política ha sido la fusión discursiva que se establece entre el trabajo sexual
y la trata, respaldada por una narrativa victimizante, como la de Kathleen
Barry6 y Catharine MacKinnon. Barry, fundadora de la Coalition Against
Trafficking in Women (catw), construyó una espiral de significación al
sostener que con el término comercio sexual se oculta la esclavitud sexual de
las “prostitutas”. MacKinnon dará sustento a este deslizamiento de senti-
do usando una retórica impactante: “las mujeres son prostituidas preci-
samente para ser degradadas y sometidas a un tratamiento cruel y brutal
sin límites humanos; eso es lo que se intercambia cuando las mujeres son
vendidas y compradas para tener sexo” (1993:13). Ella equipara la prosti-
tución con una “violación repetida” (repeated rape), y afirma: “Ninguna ins-
titución social la excede [a la prostitución] en violencia física” (1993:25).
De entonces a la fecha MacKinnon y sus seguidoras han ido desarrollan-
do una argumentación que asocia la “prostitución” con la violación y la
desigualdad social, y que ha sido retomada en todo el mundo por muchas
activistas que luchan contra la violencia hacia las mujeres. Esta perspecti-
va se califica de neoabolicionista pues originalmente el abolicionismo res-
pecto al comercio sexual significó la lucha contra el involucramiento del
Estado en el otorgamiento de permisos e inspección de las trabajadoras
sexuales (Day 2010).7
Las feministas neoabolicionistas han colaborado, sabiéndolo o no,
en el ascenso de las políticas de mano dura del proyecto económico del
capitalismo neoliberal, que avanza despiadadamente con un giro puniti-
vo y carcelario hacia la erosión de las libertades individuales y los dere-
chos laborales. Se han realizado investigaciones académicas que exploran
cómo el discurso incendiario de las neoabolicionistas es también parte de
una política xenófoba de “seguridad nacional” contra migrantes.8 Si bien
las neoabolicionistas manifiestan como objetivo el acabar con la violen-
cia hacia las mujeres, su proyecto de rescatar a las víctimas y castigar a los
hombres prostituyentes que “consumen” cuerpos de mujeres ha quedado
atrapado en el paradigma de la gobernanza neoliberal: castigar a los pobres
(Wacquant 2010). Esto es evidente en la forma en que, al criminalizar el
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¿Convicción o responsabilidad?
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cuenta propia” implica tanto pagar impuestos como recibir los beneficios
de la seguridad social. Georgina Orellano, secretaria general de la Asocia-
ción de Mujeres Meretrices de Argentina (Ammar), lamentó la clausura
de esa opción, luego que en menos de cinco horas se registraron 800 tra-
bajadoras, pues el no reconocimiento del trabajo sexual como trabajo a
cuenta propia les impide contar con la cobertura de la seguridad social
(Santoro 2020).
También en México hay una lucha en distintas entidades federati-
vas para que se acepte que el trabajo sexual es un trabajo y que tiene que
definirse legalmente así para garantizar los derechos laborales. En la Ciu-
dad de México, en 2014, un grupo de trabajadoras sexuales cis y trans lo-
gró, luego de una larga lucha, el reconocimiento de las personas que se
dedican al trabajo sexual con la figura de “trabajador no asalariado”, o
sea, quien trabaja vendiendo sus servicios de manera autónoma, sin pa-
trón. El litigio jurídico lo ganaron respaldadas y acompañadas por la or-
ganización civil Brigada Callejera.23 La resolución de una jueza federal
ordenó a la Secretaría de Trabajo y Fomento al Empleo del Gobierno del
Distrito Federal (hoy Ciudad de México) otorgar a las personas que traba-
jan en el comercio sexual callejero la licencia de trabajadores no asalariados.
El Reglamento para los Trabajadores No Asalariados del Distrito Federal
dice textualmente: “Artículo 2º. Para los efectos de este Reglamento, tra-
bajador no asalariado es la persona física que presta a otra física o moral,
un servicio personal en forma accidental u ocasional mediante una re-
muneración sin que exista entre este trabajador y quien requiera de sus
servicios, la relación obrero patronal que regula la Ley Federal del Traba-
jo”. Bajo esa categoría, que existe desde 1972, se registra a personas que
laboran en vía pública sin una relación patronal ni un salario fijo, como
los lustrabotas, los cuidacoches, los músicos callejeros, los vendedores de
billetes de lotería y diez oficios más. Lograr dicha resolución judicial que
reconoce al trabajo sexual como “trabajo no asalariado” les llevó más de
doce años, ya que con anterioridad el Gobierno del entonces Distrito Fe-
deral se había negado repetidamente a otorgarlo.24 Esto muestra que,
como señala Mouffe, “todo orden es la articulación temporaria y precaria
de prácticas contingentes” (2014:22), y como todo orden que se afirma en
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hay mujeres que “deciden”, sin duda muchas constreñidas por sus cir-
cunstancias, realizar dichos intercambios. Claro que “decidir” no siempre
implica que verdaderamente se pueda elegir. Como ya lo señaló Martha
Nussbaum (1999), “elegir” el trabajo sexual no es un problema cuando las
mujeres tienen otras opciones; el problema radica en que existen mujeres
para quienes ésa es la única alternativa económica. En este caso la lucha
debería encaminarse a abrir otras alternativas con un ingreso compara-
ble. Debería también escandalizar la situación de otras trabajadoras ya
que, aunque sus labores no tienen el estigma que la doble moral sexual le
ha adjudicado al trabajo sexual, están peor remuneradas. Para una obre-
ra o una empleada del hogar el problema radica igualmente en que esas
labores son su única posibilidad, sin olvidar que sus ingresos son mucho
menores y sin flexibilidad horaria. Me sigue asombrando que lo que más
preocupa y escandaliza es el sexo, mucho más que la explotación laboral.
Mis incidentes
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Lo que pretendí que fuera un análisis cultural acerca del fenómeno #Me-
Too ahora había compañeras que lo leían como que yo legitimaba el aco-
so, el hostigamiento, la violación sexual y los feminicidios. Otra espiral de
significación. Hubo feministas que compartieron lo que dije en ese libro
y otras que no, pero no plantearon tales infundios. Por lo visto hubo quie-
nes no entendieron, y me di cuenta de que, de nuevo, faltaba discusión
incluso para disentir con base en un texto. Y quizá muchas de las feminis-
tas que firmaron ese manifiesto en mi contra ni siquiera leyeron el libro,
sino que suscribirlo fue asumir una postura dentro de las fronteras identi-
tarias, esas que separan a “nosotras” de “ellas”. Como muestra Mouffe, en
el campo de las identificaciones colectivas —donde se trata de la creación
de un “nosotras”— siempre habrá la posibilidad de que la relación noso-
tras/ellas se transforme en un antagonismo, en lugar de en un agonismo.
Ella señala:
Además de las distintas ideologías, las diferencias de todo tipo que existen
entre las feministas (clase social, pertenencia étnica, edad, orientación
sexual, identidad de género, etcétera) introducen conflictos que se exa-
cerban cuando se anula la escucha y se impulsa la censura. De eso trata
el tercer incidente, que ocurrió a principios de 2020. El 27 de febrero de
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Sé que no soy “monedita de oro para caerle bien a todas”, como diría
Cuco Sánchez, pero una cosa es caer mal, y otra muy distinta es que se
tergiverse mi postura, sea por la animadversión hacia mi defensa de las
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La política de la no-violencia
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que hay violencia solamente cuando se manifiesta en algo físico (una vio-
lación, una paliza), mientras que otras personas califican de violentas las
estructuras legales y económicas, y afirman que también éstas producen
daños y sufrimientos. Asimismo el medio social violento produce subje-
tividades que se acostumbran o adaptan a esa modalidad de los vínculos
sociales. En ocasiones la pasividad o la indiferencia son respuestas defensi-
vas a ese tipo de violencia que actúa sobre los seres humanos, incluso con
consecuencias físicas. También denuncia, y no es la primera en hacerlo,
que los Estados y las instituciones llaman violencia a expresiones de desa
cuerdo político o de oposición a la autoridad. Es un hecho que, en distin-
tos momentos, se han calificado fácilmente de “violentos” actos políticos
que son protestas, manifestaciones y huelgas, incluso cuando no llevan a
cabo actos de violencia física. Quien detenta el “monopolio legítimo” de la
violencia, y del poder en general, es quien suele calificar como “violencia”
expresiones de descontento, de lucha y de organización política.
Hay muchos debates acerca de cómo definir cuándo un acto es
violento o no lo es, o sobre si cierta persona o determinada actuación lo
es, o sobre los límites de la violencia “legítima del Estado”. Butler coin-
cide con otres autores en que no resulta fácil establecer con claridad la
distinción entre violencia y no violencia, pues ambos términos “llegan a
los campos del debate moral y al análisis político ya con interpretaciones,
muy trabajados por usos anteriores” (2020:6). Quiero recalcar que la vio-
lencia provoca emociones que limitan las posibilidades de reconocerla y
de valorarla. Las definiciones de violencia sirven a intereses políticos, y a
Butler le preocupa la justificación que hace la izquierda de las tácticas vio-
lentas. Recuerda que uno de los argumentos más frecuentes es el de que,
dado que la violencia está en todas partes, la lucha violenta con propósitos
revolucionarios o de resistencia es una forma de contraviolencia. ¿Puede
la violencia ser un instrumento para combatir la violencia estructural, sin
que desborde o rebase sus propios objetivos? Ella lo formula con mucho
cuidado, y el sentido de su texto es mostrar la complejidad del argumento
que justifica la violencia como autodefensa o resistencia.
Desde la perspectiva de vivir en México, al panorama de violencias
de las que habla Butler habría que sumar la violencia del Estado, no sólo
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de los animales así como a grupos que luchaban contra las corridas de to-
ros. Liliana Felipe y Jesusa Rodríguez han ampliado el debate acerca de la
crueldad hacia los animales y su sufrimiento, al incluir en su discurso po-
lítico el concepto de especismo, que consiste en la discriminación que ha-
cemos los seres humanos de los demás seres vivos por considerarnos una
especie superior.
Por lo pronto, y con el objetivo de darle más elementos a la cuestión
de la violencia hacia los animales como un tema a incluir en nuestra agen-
da feminista, incluyo en los anexos dos documentos fundamentales que
Liliana Felipe me hizo llegar y que es indispensable difundir: la Declara-
ción de Cambridge (Anexo J) y la Declaración de Toulon (Anexo K). La
Declaración de Cambridge sobre la Conciencia es un manifiesto suscrito
por un prominente grupo internacional de neurocientíficos, neurofarma-
cólogos, neurofisiólogos, neuroanatomistas y neurocientíficos de la compu-
tación. Trata acerca de los sustratos neurobiológicos de la experiencia
consciente y las características compartidas entre seres humanos y animales
no humanos que se revisaron durante una serie de conferencias realiza-
das en julio de 2012 en la Universidad de Cambridge en el Reino Unido.
Por otra parte, la Declaración de Toulon la hizo un grupo de juristas pre-
ocupados por que las leyes no hayan aprovechado los avances científicos
para modificar a fondo todo el cuerpo normativo relacionado con los ani-
males. En la mayoría de los sistemas legales, los animales aún se conside-
ran cosas y carecen de personalidad jurídica.8 Dado que la ley ya no puede
ignorar el progreso de la ciencia, los expertos jurídicos declararon el 29
de marzo de 2019, durante la solemne reunión del simposio sobre la per-
sonalidad jurídica del animal, que es necesario iniciar cambios legales
para tener en cuenta la sensibilidad y la inteligencia de los animales no
humanos.
Creo que el tema es mucho más profundo de lo que suele supo-
nerse a primera vista pues, además del dolor y la indignación que despier-
tan los maltratos y abusos hacia los animales no humanos, remite a una
cuestión más grave: la internalización de la crueldad en los seres huma-
nos. Este proceso se inicia en la infancia con un “entrenamiento” en la
crueldad que permite —y a veces alienta— a niños y niñas a que torturen
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a los animales, desde arrancarle las alas a una mariposa o cortarle la cola
a una lagartija hasta incluso golpear a sus mascotas, y quienes los rodean
consideran esas conductas como simples “travesuras”. Los seres humanos
que se acostumbran así a maltratar y a herir, aunque sea “jugando”, no
conciben sus actos como formas de violencia pues no se los califica como
tales. Esto, que acaba por naturalizar esas crueldades, vuelve a poner en
evidencia lo fundamental que resulta la manera con la cual hablamos
acerca de ciertos actos de violencia.
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idea de los artistas como una vanguardia que ofrece una crítica radical.
Sin embargo, señala que las prácticas artísticas críticas como intervencio-
nes contrahegemónicas contribuyen a “la creación de una multiplicidad
de lugares en los que la hegemonía dominante puede ser cuestionada”
(2014:109).10 Y esto lleva a desarrollar nuevos criterios de juicio político.
Tal vez sea necesario recordar la vieja idea del “enemigo principal”
y de sus representantes y operadores. Para mí, ese “enemigo principal” es
el capitalismo patriarcal y racista, y sus operadores son los funcionarios y
figuras políticas que siguen órdenes sin responsabilizarse de lo que pro-
ducen. Por otra parte, en nuestro espacio de la micropolítica, ¿quiénes
son nuestres adversaries y quiénes nuestres aliades? Construir una hege-
monía política diferente requiere definir con quiénes podemos aliarnos
para objetivos puntuales. Sumar para tener fuerza. No podemos pensar
en una transformación política del tamaño que implica enfrentar al ca-
pitalismo patriarcal y racista, y a sus operadores, sin alianzas con otros
movimientos. Mouffe señala lo complejo que es “articular una diversidad
de demandas heterogéneas que no solamente no confluyen necesaria-
mente sino que también pueden estar en conflicto las unas con las otras”
(2015:132). En ese sentido, ella insiste en la importancia de las “cadenas
de equivalencias” y recuerda que cuando Laclau y ella escribieron Hegemo-
nía y estrategia socialista:
161
162
Hablar de las feministas que hoy son parte de la Cuarta Ola en térmi-
nos de una temporalidad afectiva no implica ver como homogéneo el
accionar de los distintos grupos, sino solamente encontrar ciertas coinci-
dencias en las emociones que expresan sus actos y narrativas. Prudence
Chamberlain (2017), al explicar la “temporalidad afectiva” de la Cuarta
Ola, distingue entre la especificidad generacional que surge en el movi-
miento en la medida en que una generación más joven aparece y trata de
imprimirle un sentido más de acuerdo con sus necesidades y anhelos, y la
especificidad histórica, que implica que el feminismo, como movimiento
social, se adapta a los cambios recientes. Uno de estos cambios es el in-
creíble uso de las tic, con la velocidad de comunicación y relación que
ofrecen las redes sociales, lo cual también le ha dado gran velocidad a la
transmisión, no sólo de información, sino de emociones. De ahí que esta
feminista británica considere que en el momento cronológico del tiempo
en que vivimos, donde la innovación tecnológica es inevitable, las emocio-
nes resuenen más que antes.
En la cuidadosa lectura que Ana Sofía Rodríguez Everaert hizo de
mi primer borrador notó que, en la Primavera Violeta de 2016, las ma-
dres de las víctimas no tienen el protagonismo que adquieren luego, en el
8M de 2019, donde ya encabezan la marcha, al igual que ocurre en la de
2020. ¿Cómo se da este cambio? Según ella, parte de la explicación radi-
ca en el rumbo que ha tomado la protesta civil en su conjunto en el país
desde Ayotzinapa, donde los reclamos de madres y familiares cobraron
mucha importancia. Sí, pero también creo que la temporalidad afectiva
de la Cuarta Ola latinoamericana ha incidido en ello. Me explico. Cuando
en Ciudad Juárez empiezan a darse a conocer los espantosos feminicidios
surge, a mitad de los años noventa, la consigna “Ni Una Menos”, que se
le ha adjudicado a Susana Chávez Castillo, poeta y activista mexicana que
denunció los asesinatos de mujeres en esa ciudad y fue violada y asesina-
da en 2011. Sin embargo, quienes vuelven viral esa consigna y conmue-
ven con ella a toda la región son las feministas argentinas que en junio de
2015 salen masivamente a la calle a protestar por el feminicidio de una
163
164
165
166
Hacer una política que sea no sólo audaz sino también eficaz impone va-
rias cosas: procesos de deliberación colectiva, reflexión acerca de nuestras
teorías y prácticas, producción de narrativas creativas que den cuenta de
la complejidad, renovación de las formas de representación feminista. Pero
¿cómo escucharnos y hablar si hay conflictos ideológicos que parecen in-
superables? Pensar políticamente es ir más allá de las consignas, por muy
buenas que sean, y pensar también es interrogarnos sobre nuestros pun-
tos ciegos. Wendy Brown es implacable cuando señala que si tomamos la
convicción como principio, como la Verdad, no hay posibilidad de diálo-
go. Por ello, para Brown “la pregunta que expresa la quintaesencia de la
política no es ¿En qué crees?, sino ¿Qué hay que hacer, dado un cierto conjunto
167
168
Comparto todo, desde la precaución que debemos tener frente a los ale-
gatos neobiologistas y punitivos hasta el anhelo rebelde, solidario y poé-
tico que asume la importancia crucial de levantar la voz y hacer política
para alcanzar el objetivo de acabar con la precariedad. El punto es: ¿cómo
lograrlo? Otra feminista argentina, Mariana Palumbo, nos recuerda una
vía: interpretarnos y transformarnos, una y otra vez. Esta socióloga, que
está realizando una estancia posdoctoral en la unam, señala:
169
170
Ésa es, finalmente, la invitación que hago con este libro: a que con nues-
tra “capacidad pensante” reflexionemos acerca del papel que desempeña
la lucha feminista para avanzar una política de izquierda o, si se prefie-
re, para radicalizar la democracia. Y un tema que propongo analizar es
qué significa no poder hablar entre nosotras, y el costo político que eso tiene
para que el feminismo logre hegemonía cultural y política en nuestra iz-
quierda, tan fragmentada y vapuleada.
171
1
El término viene de agonía, que quiere decir lucha o combate. En lenguaje corriente se
usa para nombrar la lucha por la vida de una persona moribunda, pero el agonista es
una persona que lucha. Véase María Moliner 1983.
2
La obra de Brown es muy amplia. Aquí haré referencia principalmente a tres libros pu-
blicados en 1995, 2001 y 2015. Todas las citas de Brown son traducciones mías del inglés
de esos libros. Véanse Brown 1995, Brown 2001 y Brown 2015.
3
Rebasa mi objetivo plantear una definición de izquierda, pero asumo una de las varias
que propone Bolívar Echeverría: “La izquierda es sólo una de las vías por las que la vida
moderna ‘profunda’ resiste y se rebela contra el modo capitalista de la modernidad real-
mente existente” (2010:180). Véase Echeverría 2010.
4
En 2019 aparece el libro de clacso Dimensiones y perspectivas conceptuales. Activismos femi-
nistas jóvenes: emergencias, actrices y luchas en América Latina (clacso 2019) donde Marina
Larrondo y Camila Ponce encuadran con su artículo la compilación de otras diez autoras;
el caso de México no se aborda en esa compilación. Para México véase Álvarez Enríquez
2020, Cerva 2020 y Sefchovich 2020. También véanse el ensayo de Molyneux et al. (2020),
que hace un balance del activismo en los últimos 25 años; el de Eschle y Maiguashca
(2014), que aborda la cooptación y la política progresista feminista en el neoliberalismo,
y el de Dean y Aune (2015), que mapea los feminismos en Europa.
5
En 2002 la filósofa española Rosa María Rodríguez Magda fue de las primeras en men-
cionar una Cuarta Ola y vincularla al ciberfeminismo (Rodríguez Magda 2002). Otra
referencia temprana es el simposio convocado por la Sección III (Mujeres, Género y Psi-
coanálisis) de la American Psychological Association en 2006, que llevó por título The
Fourth Wave of Feminism: Psychoanalytical Perspectives (Wrye 2009 y Diamond 2009). Una
referencia muy citada, aunque posterior, es la británica Kira Cochrane (2013).
6
En Argentina nueve autoras publican La Cuarta Ola feminista (Altamirano et al. 2018).
También hay referencias en Larrondo y Ponce (2019). Véase también Díaz-Romero
2019.
7
En 2018 la escritora mexicana Gabriela Jáuregui coordinó una compilación de textos li-
terarios con el título Tsunami. Al año siguiente apareció otra compilación, coordinada
por la española Marta Sanz, con el mismo título de Tsunami. El artículo de la española
Nuria Varela (2020) titulado “El tsunami feminista” habla de la Cuarta Ola.
8
La feminista italiana Cinzia Arruzza plantea que todavía estamos en la tercera ola, con la
especificidad de que el rasgo actual es la gran participación de bases sociales precariza-
das, lo que lo marca como un movimiento de clase. Agradezco a Amneris Chaparro esta
referencia.
173
9
El término Tercer Mundo surge en la década de los cincuenta para designar a países de
América Latina, el Sureste Asiático y África que no pertenecían a ninguno de los dos
bloques que estaban enfrentados en la Guerra Fría, el occidental (con la hegemonía es-
tadunidense) y el comunista (con la soviética). Tras la caída del Muro de Berlín, y desde
los años noventa, el término designa el nivel de “desarrollo” de ciertos países comparan-
do las economías del Primer Mundo y centrándose en nuestra pobreza. Aunque hay un
debate acerca de si utilizar o no dichos términos actualmente, yo lo hago no desde una
perspectiva valorativa sino en aras de distinguir la situación en los países de Europa y Es-
tados Unidos de la de nuestra región latinoamericana.
10
En la actualidad se habla de perspectiva decolonial para nombrar las relaciones de saber-
poder resultantes de la ocupación de un determinado territorio por otro Estado y su
conversión en una “colonia”. En países como los de América Latina, que fueron colo-
nias, a pesar de sus procesos de independencia y del avance del capitalismo mundial, se
continúa reproduciendo una lógica cultural que sostiene una configuración colonial de
las relaciones sociales, uno de cuyos ejes es la caracterización —y discriminación— de las
personas con base en su aspecto físico. A esta práctica se la denomina racialización. Para
un panorama del feminismo decolonial véase Suárez y Hernández 2011. Para América
Latina véanse Mendoza 2014 y Gargallo 2015.
11
Se ha escrito muchísimo respecto a las emociones en la dinámica de los movimientos
sociales. Un balance que resume los distintos aspectos que se investigan es el de Jasper
(2013).
12
Una visión sobre el arte feminista en México se encuentra en Abelleyra y González 2015.
Para América Latina véanse Elenes 2017 y Giunta 2019. Sobre el arte feminista decolo-
nial véase Bidaseca 2018. Para un panorama mundial del arte feminista ver el trabajo
colectivo coordinado por Reckitt 2018. Para cierto tipo de intervención cultural, véase
Guerrilla Girls 2020. En el campo de la música y el performance véase el trabajo de gran
influencia mundial de las Riot Grrrls, Pussy Riot, Femen y otros grupos feministas que,
vía sus performances y música, contagiaron a millones de jóvenes de su aspiración ra-
dical. Para las Riot Grrrls véase Marcus 2010; para Femen, Ackerman 2014 y para Pussy
Riot, Tolokonnikova 2019.
13
Emanuela Borzacchiello señala que estas feministas usan el concepto de constelaciones
como metáfora de su acción política, pues promueven una vinculación especial, como
la de las estrellas distintas que están agrupadas, y que incluso pueden estar en conflicto,
aunque siempre mantengan sus vínculos. Según Borzacchiello (2018) las constelaciones
feministas se desplazan por toda la ciudad con iniciativas diferentes, lo que permite que
más gente se pueda sumar.
14
No he entrevistado a las activistas de la Facultad de Filosofía y Letras de la unam. Quien
sí lo hizo fue la doctora Araceli Mingo. Su trabajo de investigación registra la voz de es-
tudiantes del último semestre de la carrera y de posgrado, en un rango que va de los 20
a los 35 años. Véase Mingo 2020.
174
2. Pensar la época
1
Además de publicar libros, Fraser colabora en periódicos. Su artículo en el periódico in-
glés The Guardian con el provocador título “De cómo el feminismo se convirtió en la
criada del capitalismo, y cómo rectificarlo” (2013b) generó una fuerte e importante
reacción.
2
Hester Eisenstein tiene una gran crítica al enfoque neoliberal del empoderamiento.
Véase Eisenstein 2017. Recientemente Sarah Banet-Weiser publicó un libro acerca del
empoderamiento, el feminismo popular y la misoginia. Véase Banet-Weiser 2018.
3
En nuestro país, muchas feministas han encauzado sus energías políticas e intelectuales
a investigar, denunciar y tratar de comprender la violencia hacia las mujeres cis, en espe-
cial su expresión más brutal que es el feminicidio (Gutiérrez 2004; Monárrez 2007, 2009
y 2011; Belausteguigoitia y Melgar 2007; Melgar 2011; Huacuz 2011; Saucedo y Huacuz
2011). Valenzuela (2012) acuñó el término juvenicidio para aludir a la vinculación que
existe entre el fenómeno del feminicidio, la situación de les jóvenes y la exclusión social.
Para otro tipo de violencia, considerada “doméstica” véanse autores como Torres Falcón
2001; Saucedo 2002, Castro y Casique 2008; Izquierdo 2011; Saucedo 2011 y Agoff et al.
2013. Entre los trabajos de carácter más documental acerca de la violencia generalizada
destaca el de Frida Guerrera 2018.
4
Retomo la propuesta con que Bourdieu trabaja el concepto, como esquemas de percep-
ción y acción que internalizamos. Para un esquema explicativo realizado por este autor
véase el Anexo A.
5
Hoy en día raza es un concepto cultural, no biológico. En las ciencias sociales se utiliza
el término racializar en el sentido de discriminar a una persona o caracterizarla a partir
de su aspecto físico.
6
Esto propone la perspectiva interseccional. Véanse Crenshaw 1995, Grabham et al. 2005
y McCall 2005.
7
El prefijo cis proviene del latín y nombra lo que está de este lado. Es el antónimo al pre-
fijo trans: del otro lado. Cis es un neologismo acuñado en los años noventa para nom-
brar a las personas que tienen una correspondencia entre su determinación biológica y
la identidad de género del marco binario. Se habla así de mujeres cis u hombres cis, para
diferenciarlos de mujeres trans u hombres trans.
8
Este fenómeno ha sido muy estudiado en países del llamado Primer Mundo. Véase
McRobbie 2009; Gill y Scharff 2011; Zeisler 2016.
9
Como el uso del término depende del contexto (la academia, los medios de comunica-
ción o la cultura popular), hay textos postfeministas que son conservadores, e incluso an-
tifeministas, mientras que otros tienen un potencial innovador y progresista. Véase Gill
2016, McRobbie 2009, Genz y Brabon 2009.
10
En argot angloamericano chick equivale a chica y lit hace referencia a literatura. Chick lit
es un tipo de narración cercana a la novela romántica, pero que no presenta a la mujer
175
como una víctima dependiente del criterio masculino para encontrar su propia valía. La
chick lit pretende mostrar la extensa gama de experiencias que atraviesa la mujer actual,
en especial respecto al amor y el trabajo, en las grandes urbes. La novela El diario de Brid-
get Jones, escrita por Helen Fielding, es el ejemplo paradigmático. Véase Gill y Herdiecker-
hoff 2006.
11
En ese sentido, es muy revelador lo que representa la figura de Madonna para las jóvenes
postfeministas, y un buen número de investigadoras del campo de los estudios cultura-
les y del feminismo ya lo ha analizado. El reciente libro de Cathy Schwichtenberg (2019)
es una fuente muy interesante de referencias.
12
El policía canadiense Michael Sanguinetti fue quien realizó el comentario durante un
seminario sobre agresión sexual en la Universidad de York, en Toronto: “Las mujeres de-
ben evitar vestirse como putas para no ser víctimas de la violencia sexual” (Women should
avoid dressing like sluts in order not to be victimized). Sanguinetti tuvo que ofrecer una dis-
culpa pública, diciendo que estaba “avergonzado” por su dicho y que éste no reflejaba
el compromiso de la Policía de Toronto con las víctimas de agresiones sexuales. Y la vo-
cera de la Policía de Toronto, Meaghan Ray, salió a declarar que los policías deben dar
una lista detallada de los lugares y los tiempos en los que ocurren las agresiones sexuales
para que las mujeres puedan adecuar su conducta, pero que no deben sugerirles cómo
vestirse. Un texto especialmente atinado es “Abuso sexual y vestimenta sexy” de un abo-
gado progresista quien, desde la postura del realismo jurídico, desmonta las excusas ma-
chistas. Véase Kennedy 2016.
13
En México Minerva Valenzuela fue una figura central en la marcha. Su texto dijo clara-
mente: “Aunque use medias de red y tacones de aguja: si digo no, significa no. Aunque la
apertura de mi falda suba hasta mi muslo: si digo no, significa no. Aunque en cualquier
momento decida no consumar el acto sexual: si digo no, significa no. Aunque me ponga
una borrachera marca diablo: si digo no, significa no. Aunque baile de forma sensual: si
digo no, significa no. Aunque el escote de mi vestido sea tentador: si digo no, significa
no”. Dato curioso: mi artículo en Proceso con el título “La marcha de las putas” no se pu-
blicó en la edición de papel, sino solamente en la electrónica ese mismo domingo 12 de
junio. Es la única vez que me ha pasado. Sin comentarios.
14
En relación con el feminismo de Beyoncé también se desató una polémica entre feminis-
tas. Véase “Our Beyoncé, Ourselves: Celebrity Feminism” (Zeisler 2016: 111-137).
15
La traducción de cool es complicada. Antiguamente aludía a algo fresco, pero poco a
poco se usó para nombrar a una persona, una actitud, una situación, alivianada, agrada-
ble, buena onda o, como se dice hoy en México, “chida”. Vale la pena seguir los desliza-
mientos de sentido que son performativos.
16
Rosalind Gill es una experta en medios de comunicación, y tiene una amplísima biblio-
grafía acerca de las formas en que se expresa y representa la feminidad en el postfemi-
nismo. Véanse sus varios trabajos citados en la bibliografía final, que no son ni la décima
parte de lo que ha publicado.
176
17
La crítica de Catherine Rottenberg para lo que ocurrió en Estados Unidos es muy atina-
da, y ofrece pistas acerca de lo que pasa en otras partes. Véase Rottenberg 2018.
18
Uno de los aciertos de Foucault fue mostrar que el poder disciplinario es el modo ge-
neralizado de poder en la modernidad: cuando los seres humanos deseamos nuestra
propia sujeción. El poder disciplinario es extraordinariamente eficaz cuando se trata de
“colonizar” sujetos supuestamente libres, pues se convierte en la materia de nuestros de-
seos. Aquellos sujetos altamente individualizados e interesados en sí mismos, que produ-
cen las culturas liberales y las economías políticas capitalistas, resultan ser los sujetos más
susceptibles al poder disciplinario, y su individuación es también su vulnerabilidad.
19
La nota salió en el periódico Reforma del 9 de agosto de 2003. Se puede consultar en in-
ternet al utilizar como términos de búsqueda “bulimia Ibero”. Agradezco a Leticia Cufré
el dato.
20
Una reciente publicación acerca de la problemática de la anorexia en México, que mues-
tra cómo se ha extendido a otras clases sociales, está en Tinat 2019.
21
En México, donde hay una gran cantidad de investigaciones acerca de la violencia hacia
los cuerpos de las mujeres, escasean investigaciones que arrojen información acerca de
las consecuencias negativas de esa exigencia cultural de la feminidad que se obsesiona
por cierto tipo de belleza y, en concreto, por la delgadez. La bibliografía anglófona es
Orbach 1979; Chernin 1981, 1986; Bordo 1985, 1989, 2004; Wolf 1991; Young 2005.
22
El makeover, que significa “volver a hacer”, consiste en una transformación del aspecto,
que implica desde cuestiones de maquillaje, peinado y vestido hasta dietas y cirugías. So-
bre el paradigma del makeover y la subjetividad véase Gill y Scharff 2011.
23
Esta fecha la fijamos las feministas que asistimos al Primer Encuentro Feminista de Amé-
rica Latina y el Caribe, que se llevó a cabo en Bogotá, en 1981. Elegimos ese día en
recuerdo de las Hermanas Mirabal. Posteriormente la onu retomaría la fecha y los go-
biernos la instrumentalizarían con el Día Naranja, que obliga a las dependencias guber-
namentales a hacer gestos institucionales en relación al combate a la violencia.
24
La aprobación se logró con la mayoría de 46 votos a favor (prd, pt, Convergencia, Alter-
nativa, pri y el Partido Nueva Alianza), 19 en contra (pan y pvem) y una abstención (pri)
del diputado Martín Olavarrieta. Para mi versión de los hechos sobre el proceso véase
Lamas 2015.
25
Se reproduce completo en el Anexo B.
26
El público objetivo fueron hombres de 20 a 50 años, de diversos niveles socioeconómi-
cos, que hacen uso del transporte público de forma cotidiana, con énfasis en el Metro
de la Ciudad de México. La campaña buscó “desnaturalizar” la violencia sexual hacia las
mujeres en el transporte público y generar empatía entre los hombres que podrían mo-
dificar sus prácticas si reconocen que sus conductas son una forma de violencia sexual y
que tienen un impacto en la vida de las mujeres.
27
En mi libro Acoso critiqué la reacción de Tamara de Anda (Plaqueta) al piropo de “gua-
pa” que le espetó un taxista. Hoy pienso que lo que ocurrió tuvo que ver con la campaña
177
178
morales y políticas como un todo, y concluye que ahí se hace explícita la doble moral.
Véase Caro Baroja 1968.
33
Toda la prensa se ocupó del caso; yo sólo revisé los cuatro periódicos a los que estoy
suscrita: El Universal, Milenio, Reforma y La Jornada. De esos, destaco a Sefchovich 2019 y
Silva-Herzog Márquez 2019. Los caricaturistas de La Jornada se expresaron agudamen-
te sobre la movilización. Las primeras planas fueron: en Reforma (17 agosto): “Protesta,
furia y vandalismo”. En El Universal (17 agosto): “Violencia tiñe marcha de las mujeres”.
En Milenio (17 agosto): “Marcha por equidad de género termina en vandalismo”. En La
Jornada (17 de agosto): “Estalla furia en marcha contra la violencia hacia las mujeres”.
34
Esto es un fenómeno general en América Latina, como documenta la revista Nómadas de
Colombia, en su número 51 (julio-diciembre de 2019), dedicado a Violencia de género
en las universidades. Véase Fuentes Vásquez et al. 2019.
35
Para una atinada explicación acerca de esta forma de operar del anarquismo insurreccio-
nal que es el “bloque negro” véase Illades 2019. Agradezco a Diana Fuentes la referencia.
36
Auyero y su equipo investigaron en Buenos Aires lo ocurrido durante 2001, cuando por
la crisis económica sectores de la población saquearon supermercados. La sorpresa en
los resultados de esa investigación fue que esas acciones no eran tan espontáneas, sino
que estaban coordinadas al punto que, en varios casos, la policía orientaba a la pobla-
ción a que escogieran ciertas cadenas de supermercado y dejaran indemne a otra. Y esos
policías actuaban invisibilizados por la “zona gris”. Véase Auyero 2007.
37
De estos alumnos, 90 fueron suspendidos y 18 expulsados.
38
De estos académicos, 48 recibieron amonestaciones, 65 suspensiones y 46 tuvieron resci-
sión de contrato.
39
De estos trabajadores 23 recibieron amonestaciones, 48 suspensiones y 28 tuvieron resci-
sión de contrato.
40
Véanse en el Anexo D.
41
El periódico Reforma registró cien gritos y consignas. Significativamente, no registró la
cantidad enorme de consignas acerca del aborto ni la presencia de contingentes que exi-
gían su despenalización. Véase la lista del Reforma en el Anexo E.
42
Copio parte del volante que se repartió: “La Red cannábica de Mujeres Forjando Porros, For-
jando Luchas, es un espacio de conversación, intercambio de conocimientos, aprendizaje
y sanación a través de la organización de mujeres usuarias de la planta de cannabis. Bus-
camos posicionar la lucha y acción de las mujeres dentro del movimiento cannábico y
la lucha cannábica dentro del movimiento feminista”. Denuncian la masculinización
que existe dentro de los espacios cannábicos, en donde hombres invisibilizan o minimi-
zan la lucha feminista y desean erradicar los estigmas y discriminación que les da la so-
ciedad por ser usuarias de la planta. Luchan para salir del clóset cannábico e inspirar la
sororidad a las feministas, quienes por desinformación y estigmatización las discriminan
por ser consumidoras. Decidieron impulsar una Contingenta Cannábica dentro de las ac-
ciones del #8M, pues sería la primea ocasión en que muchas mujeres participaban en la
179
marcha. Se coordinaron para garantizar en gran medida la seguridad de las mujeres asis-
tentes.
3. Dolor y rabia
1
No todas las feministas que se asumen anarquistas o “anarcas” son parte del “bloque ne-
gro” del anarquismo insurreccional que analiza Carlos Illades. Véase Illades 2019.
2
Su texto, titulado La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez, es una
interpretación sobre los aberrantes asesinatos como un rito mediante el cual la fratría de
varones establece pactos y se manda mensajes. Véase Segato 2006.
3
El cccs fue creado por Stuart Hall, considerado hoy el iniciador de los estudios cultu-
rales. El trabajo Resistance through Rituals primero apareció en Working Papers in Cultural
Studies, núms. 7-8, el journal anual del Centre for Contemporary Culture Studies. Tuvo
varias reimpresiones; en 1993 Routledge lo publicó por primera vez como libro con
Stuart Hall y Tony Jefferson como editores. En 2006 lo volvió a publicar con una nueva
introducción (ésta sin autoría), aunque también mantuvo la introducción original.
4
En la reimpresión de 2006 de Resistance through Rituals se incluye un texto introductorio
autocrítico muy interesante, “Once More around Resistance through Rituals”, que ofrece
una explicación acerca de la forma de funcionar del cccs así como del contexto intelec-
tual y político en que se realizaron los trabajos, además de plantear cuestiones metodoló-
gicas y conceptuales (2006:viii-xxxii). Ahí viene una sección titulada “Gender Blindness
and the ‘Missing Girls’” (Ceguera de género y las “chicas que faltan”) donde se reconoce
la importancia de una perspectiva feminista.
5
En la novela Foxfire. Confesiones de una pandilla de chicas, que muestra la creación de un
refugio de solidaridad entre chicas jóvenes, lo que les permite la construcción de una
identidad más allá del discurso hegemónico de la feminidad, Joyce Carol Oates ubica lo
ocurrido en los años cincuenta en Nueva York. Véase Oates 1993
6
El término en inglés es signification spiral. En el capítulo 2 del libro Resistance through Ri-
tuals, titulado “Algunas notas sobre la relación entre la cultura de control social y los
medios de comunicación, y la construcción de una campaña de ley y orden”, viene la de-
finición. Todas las traducciones de las citas de Hall y Jefferson, y del cccs, las hice de la
edición de 2006. Véase Hall y Jefferson 2006
7
Ésta es la tesis principal de Towards a Feminist Theory of the State. Véase MacKinnon 1989.
8
Ella dedica todo un capítulo y varias páginas de States of Injury a esta labor. Véase Brown
1995, cap. 4, de la página 77 a la 95, y también de la página 128 a la 134.
9
Ése es el término que usa MacKinnon: “fuck”.
10
Todo el capítulo 4 de Brown trata la pornografía, cuestión que no comentaré aquí. Véase
Brown 1995.
11
El texto completo está en el Anexo F.
180
12
Texto completo en el Anexo B.
13
Offen explica a qué se debe la alusión al movimiento nacionalista irlandés: “En los años
1910-1914 el destino del sufragio femenino en el Parlamento británico estuvo estrecha-
mente ligado al destino del gobierno autónomo para los irlandeses”. Véase Offen 2015:319.
14
Edith y su marido aprendieron jiu-jitsu y fundaron en Londres The School of Japanese
Self-Defense. Véase Dorlin 2019.
15
Necropolítica es un término utilizado para nombrar la política que define quiénes pueden
vivir y quiénes deben morir. Véase Mbembe 2003. Para México, véase Valenzuela 2019.
16
Apareció publicado en Tierra Adentro, revista digital de la Secretaría de Cultura. Véase De
la Cerda 2020.
17
Ella reconoce que le dolió que la criticaran por sus posturas “más blancas que la leche” y
“en Feministlán es peor que te digan blanca a que te digan patriarcal”. Tal vez sería muy
útil distinguir lo que Bolívar Echeverría denomina blanquitud, un fenómeno de subjetiva-
ción que alude a la internalización que ciertos sujetos hacen del modo de vida capitalista.
La blanquitud es un rasgo civilizatorio de la modernidad, con el cual se puede no ser una
persona blanca de piel pero estar perfectamente blanqueado. Véase Echeverría 2010.
18
Supongo que alude al Primer Encuentro Internacional, Político, Artístico, Deportivo y
Cultural de Mujeres que Luchan, que organizaron las zapatistas entre el 8 y el 10 de mar-
zo de 2018 en el Caracol Morelia de la zona Tzotz Choj en Chiapas.
19
Las citas de Nussbaum las he traducido de la edición en inglés. Véase Nussbaum 2016.
20
Queenie Leavis, cuya reseña del libro se tituló “Gusanos del Reino Unido, uníos”. Véase
Marcus 2006.
21
Leonard Woolf lo consideró su peor libro, Keynes lo calificó de “tonto”, a Vita Sackville-
West le desagradó y a su sobrino y biógrafo Quentin Bell le irritó de tal forma que lo cri-
ticó abiertamente.
22
Anne Campbell, quien antes investigó las pandillas de chicas, posteriormente hizo un es-
tudio comparativo entre mujeres y hombres en sus formas de agresión. Véase Campbell
1993.
23
Véase el número de Feminist Media Studies (2019), en especial la introducción de Boyce
Kay y el artículo de ella con Banet-Weiser.
24
Véase el número de la revista Feminist Media Studies, en especial el artículo de Boyce Kay
y Banet-Weiser 2019, y el de Wood 2019.
25
El término que usa es aptness, que traduzco como la condición de ser apropiada o adecuada.
Todas las citas de Srinivasan las he traducido yo.
26
Srinivasan reconoce la similitud de su concepto con el de injusticia epistémica de Miranda
Fricker.
27
Srinivasan cita a las filósofas Frye, Narayan y Jaggar como seguidoras de Lorde en subra-
yar la productividad epistémica de la rabia. Véanse las referencias en la bibliografía.
28
Sara Ahmed reivindica la figura de la aguafiestas feminista (killjoy). Véase Ahmed 2010.
181
1
Algo así se lo leí al filósofo Daniel Innerarity: “Una sociedad es democráticamente ma-
dura cuando ha asimilado la experiencia de que la política es siempre decepcionante y
eso no le impide ser políticamente exigente” (2011:23).
2
Desde finales de los ochenta el antropólogo Néstor García Canclini analizó las culturas
híbridas de nuestra posmodernidad. Véase García Canclini 1989. En 2012 un homenaje
a su obra llevó el título Voces híbridas. Véase Nivón 2012.
3
El Diccionario de la lengua española define “psíquico” como “Perteneciente o relativo al
alma” (en oposición a lo físico o material) y define “psiquismo” como “Conjunto de los
caracteres y funciones de orden psíquico” (1992:1196). Curiosamente María Moliner,
siempre tan atinada, sólo remite al mito de Psique y habla de “el alma”. Los diccionarios
de psicoanálisis (Laplanche y Pontalis 1971, Evans 1997 y Chemama 1998) no traen la
entrada de “psíquico”, ni de “psiquismo”.
4
El término antropología no formaba parte del vocabulario de Freud, que utilizaba Geistes-
wissenschaften, que quiere decir literalmente “ciencias de la mente” o “del espíritu”.
5
Las reflexiones de Freud sobre la cultura y la política las retomaron los filósofos y politó-
logos asociados a la Escuela de Frankfurt: Theodor W. Adorno, Herbert Marcuse, Erich
Fromm, entre otros.
6
Éstos son: a) el interés para las ciencias del lenguaje; b) el interés filosófico; c) el interés
biológico; d ) el interés para la psicología evolutiva; e) el interés para la historia de la cul-
tura; f ) el interés para la ciencia del arte; g) el interés sociológico y h) el interés pedagó-
gico.
7
Agradezco a Leticia Cufré haberme recordado que a inicios de la década de 1970 mu-
chos psicoanalistas argentinos cuestionaron esta separación y se salieron de la Asociación
Psicoanalítica Argentina, lo que también dividió a la Asociación Psicoanalítica Interna-
cional. Marie Langer, feminista, marxista y psicoanalista, jugó un papel decisivo en dicho
proceso. Véase Langer 1971.
8
El simposio Une anthropologie psychanalytique est-elle possible? no sólo dio la palabra a antro-
pólogos que han usado conceptos del psicoanálisis en sus investigaciones sino que invi-
tó a psicoanalistas a comentar las exposiciones de los etnólogos. Una decena de ensayos
se publicaron en L’Homme, la revista de antropología de la École des Hautes Études en
Sciences Sociales de Francia. También ahí se incluye una aportación del psicoanalista
André Green sobre la diferencia de interpretación del psiquismo entre los antropólogos
y los psicoanalistas. Ver L’Homme 1999.
9
Trans es un prefijo que significa “del otro lado”. Se empezó a usar el término transexual
para nombrar a personas que se asumían “del otro sexo” y que cambiaban su aspecto
exterior vía hormonación, incluso algunes se hacían la llamada cirugía de reasignación de
sexo. Luego surgió el término transgénero, que nombra a quienes van más allá de los es-
quemas tradicionales de mujer u hombre, por ejemplo, un macho biológico, que se viste
182
de mujer, se maquilla y tiene el pelo largo, pero también se deja la barba y no utiliza
hormonas. Las combinaciones de distintos marcadores y emblemas masculinos y feme-
ninos, y cierto desinterés por hormonarse o hacerse cirugía, es lo distintivo de las per-
sonas transgénero. Sobre este fenómeno cada vez más común, que pone en evidencia la
maleabilidad humana y la potencia del psiquismo, una reflexión es la de Pons Rabasa y
Guerrero McManus 2018.
10
La cita “strategic use of a positivist essentialism in a scrupulously visible political interest”
se comenta en la entrevista con Rooney. Véase Spivak, 1989, p. 126.
11
Así se autonombran las personas argentinas que llegaron exiliadas a México, y vivieron
muchos años aquí, o se quedaron definitivamente. Con ese término hablan de su doble
pertenencia.
12
El documento fue elaborado colectivamente durante las tres mañanas que se reunió el
grupo para reflexionar sobre “La política feminista en América Latina hoy”. Participa-
ron en la discusión: Haydée Birgin (Argentina), Celeste Cambría (Perú), Fresia Carrasco
(Perú), Viviana Erazo (Chile), Marta Lamas (México), Margarita Pisano (Chile), Adria-
na Santacruz (Chile), Estela Suárez (México), Virginia Vargas (Perú) y Victoria Villanue-
va (Perú). La redacción estuvo a cargo de Viviana Erazo, Marta Lamas y Estela Suárez. Lo
suscribieron Elena Tapia (México), Virginia Haurie (Argentina), Verónica Matus (Chi-
le), Ximena Bedregal (Bolivia), Cecilia Torres (Ecuador) y Dolores Padilla (Ecuador).
Se reproduce en el Anexo H.
13
Lamentablemente Birgin, que fue una figura política muy destacada, escribió muy poco.
El Equipo Latinoamericano de Justicia y Género publicó un libro con escritos de varias
autoras en homenaje a ella, donde se recuperan algunos de sus análisis y logros. Véase
Equipo Latinoamericano de Justicia y Género 2012.
14
Antes se las calificaba con una connotación negativa: “femócratas”, mezcla de feminista y
burócrata. Después se empezó a utilizar el apelativo de governance feminists. Véase Halley
et al. 2018.
15
Muchas son militantes en partidos políticos que, convencidas de la importancia de que
haya más mujeres en los lugares de toma de decisiones, han cabildeado, primero, el
tema de las cuotas de mujeres en la representación política y luego el de la paridad. Al
margen de sus diferencias políticas piensan que se requieren más mujeres en puestos
políticos, y esto favorece las alianzas en una lucha para corregir la carencia numérica
existente. Para un panorama del proceso en la Ciudad de México de 1985 a 2014 véase
Lamas 2017.
16
Al proceso de institucionalización de activistas feministas (principalmente feministas so-
cialistas, mujeres cristianas y exmilitantes de partidos de izquierda) en organizaciones
no gubernamentales Sonia Álvarez lo calificó de “la ongización del feminismo”. Véase
Álvarez 1998.
17
En su artículo “Ruptura de acuerdos de feministas autónomas”, Ximena Bedregal habla
de la crítica a “la tecnocratización y suavizamiento [sic] que ha atravesado al feminismo
183
1
Rechazo utilizar el término prostitución por su connotación negativa, así que lo pondré
en comillas cuando lo deba mencionar. Hablo de comercio sexual, y aunque personas de
distintas identidades y orientaciones sexuales realizan trabajo sexual, a lo largo del texto
hablo más de las mujeres cis, ya que, por un lado, la disputa feminista se centra en la for-
ma heterosexual de comercio sexual y, por el otro, mi trabajo de investigación y acompa-
ñamiento político lo he hecho con trabajadoras sexuales cis y trans. Véase Lamas 2016.
2
El modelo heteronormativo no visualiza la homosexualidad más que como algo margi-
nal. Dentro de los diversos feminismos existe una amplia variedad de relaciones lésbi-
cas, pero el lesbianismo no es el tema central en la discusión feminista acerca del trabajo
sexual. El trabajo sexual masculino, mayoritariamente homosexual, ha sido materia de
reflexión principalmente en el campo de la salud pública, debido al vih-sida. Existe tam-
bién un trabajo sexual de hombres que venden sus servicios a mujeres heterosexuales,
pero eso tampoco es tema de discusión en el movimiento. Para bibliografía al respecto
véase Meisch 1995; Sánchez Taylor 2001; Carr y Poria 2010; Frohlick 2016.
3
Con el apelativo de “puto” se alude a la conducta homosexual de un hombre, pero no a
la promiscuidad heterosexual de los varones.
4
Un panorama de los primeros debates y confrontaciones se encuentra en Lamas 2016.
Para Estados Unidos véase Chateuvert 2013.
5
Al respecto véase Duggan 1995. Para una mirada desde España véase De Lora 2019.
184
6
Autora de Female Sexual Slavery (1979), funda en 1988 la organización Coalition Against
Trafficking in Women (catw). Su libro The Prostitution of Sexuality. Global Exploitation of
Women (1995) es la biblia de las neoabolicionistas.
7
Por eso Lázaro Cárdenas suscribió el tratado abolicionista que entró en vigor en 1940,
pues se refería a ese tipo de intervención gubernamental. A partir de ese momento el
gobierno dejó de registrar a las trabajadoras sexuales. Véase Bliss 2001.
8
Véase en especial los trabajos de Kulick 2003, Farley 2003, Agustín 2007, Scoular 2010,
Weitzer 2010, Kempadoo et al. 2012 y Bernstein 2018.
9
En Ecuador se crea la Asociación de Mujeres Trabajadoras Autónomas de Ecuador en
1982 en la provincia de El Oro. En Uruguay en 1985 se crea la Asociación de Meretri-
ces Profesionales del Uruguay (amepu) y logra su reconocimiento jurídico en 1988. En
1987, en Brasil, Gabriela Leite funda la Asociación Nacional de Prostitutas, con sede en
Río de Janeiro, y lleva a cabo la Primera Conferencia de Prostitutas; en octubre de ese
mismo 1987, en San José Costa Rica se establece la Red de Mujeres Trabajadoras Sexua-
les de Latinoamérica y el Caribe (RedTraSex) donde hoy participan organizaciones de
trabajadoras sexuales de quince países. A lo largo de la década de 1990 surgirán más gru-
pos organizados, como la Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina (Ammar) en
1994; en 1997 se crea la Red de Trabajadoras Sexuales de Latinoamérica y el Caribe. En
República Dominicana, el Movimiento de Mujeres Unidas (modemu) nació en noviem-
bre de 1997; en México, la Organización Mujer Libertad de Querétaro, en 1997, y en
1998 mujeres de dieciocho estados de la república fundan la Red Mexicana de Trabajo
Sexual; en Chile la fundación Margen aparece en 1998.
10
La antropóloga Laura Agustín, quien critica “la industria del rescate”, hace una reflexión
distinta sobre las migrantes a partir de sus investigaciones y las caracteriza como protago-
nistas valientes. Véase Agustín 2013.
11
La definición de trata en el Protocolo implica tres cuestiones: 1) conductas (captación,
transporte, traslado, acogida o recepción de la persona); 2) medios (amenaza, uso de la
fuerza, engaño); y 3) fines (explotación) (onu 2000).
12
En México faltan datos al respecto, pero muchas investigaciones de otros países, que tie-
nen estimaciones del número de personas que se dedican al comercio y las que están en
situación de trata, señalan la gran brecha que existe: hay muchísimas menos víctimas de
trata que trabajadoras sexuales. Véanse los clásicos estudios de Weitzer (2005 y 2010),
producto de rigurosa investigación estadística, así como el libro de Van den Anker y Doo-
mernik 2006. Para un panorama sobre México, véase la compilación de investigaciones
hechas en Chiapas, Oaxaca, Campeche y Ciudad de México en Lamas (coord.) 2018.
13
Véase los trabajos de Kapur 2005; Agustín 2007; Cheng 2010; Parreñas 2011; Kempadoo
et al. 2012; Chang 2013; Bernstein 2018. Para México véase Maldonado 2018.
14
Hay investigaciones sobre la dinámica económica del comercio sexual que documen-
tan esto. Véase Cameron et al. (1999); Della Giusta et al. (2008). En 2016 se publicó The
Oxford Handbook of the Economics of Prostitution, con artículos de economistas que exploran
185
186
187
30
Con el concepto de blanquitud Echeverría alude a la internalización que ciertos sujetos
hacen del modo de vida capitalista, al asumir una identidad que sirve para mantener al
sistema. La blanquitud es, pues, un rasgo civilizatorio de la modernidad, con el cual se
puede no ser una persona blanca de piel pero estar perfectamente blanqueado. “Los
negros, los orientales o los latinos que dan muestras de ‘buen comportamiento’ en tér-
minos de la modernidad capitalista estadounidense pasan a participar de la blanquitud”
(Echeverría 2010:65).
1
Se entiende por “desmentida” cuando se niega un hecho externo evidente y, por lo tanto,
se cuestiona en ese mismo acto la capacidad o la percepción de la persona que lo vivió.
2
Con la epidemia de covid hemos comprobado que el internet es una necesidad de pri-
mer orden, y no contar con este servicio afecta cuestiones básicas como el acceso de la
niñez y la juventud a la educación.
3
Su libro The Force of Non Violence apareció en 2020. A la fecha en que escribo todavía no
se publica en español, por lo que las citas las he traducido yo.
4
Las feministas mexicanas han señalado que el feminicidio funciona para establecer un
clima de miedo en el cual cualquier mujer siente que puede ser asesinada. Véase Hua-
cuz 2011; Melgar 2011. Esto también queda claro en las consignas de la movilización del
8M. Véase Anexo E.
5
También la registra la lista del Reforma con el número 23. Véase Anexo E.
6
Creo que todas las feministas estamos en contra de la violencia, pero no todas partici-
pamos en los grupos que se dedican prioritariamente a intervenir al respecto, sea en el
litigio jurídico o en el apoyo directo a las víctimas. Aunque existen otros campos de in-
tervención política feminista, la expertise la tienen esos grupos y tal vez ellos podrían ini-
ciar el debate, al que nos sumaríamos quienes trabajamos en otros temas.
7
Hay muchos trabajos acerca de la relación entre el pensamiento feminista y la crítica a
la violencia hacia los animales. En México está el de Hilda Nely Lucano Ramírez; véase
Lucano 2020 y 2017. Un clásico es Adams 2015. Agradezco a Liliana Felipe ambas refe-
rencias.
8
Un caso que saltó a los medios es el de la orangutana Sandra. Nacida en Alemania, pasó
por varios lugares de encierro hasta llegar al zoológico de Argentina. Vivía inactiva y se
escondía. Un médico veterinario le diagnosticó depresión por estar sola y encerrada, y
la Asociación de Funcionarios por los Derechos de los Animales (afada) logró que un
tribunal le concediera personalidad jurídica y a partir de ahí su defensa logró que se le
permitiera ser trasladada al santuario Center for Great Apes en Florida. Esto es parte de
la campaña por la liberación de los animales que se encuentran en zoológicos. Véase:
https://proyectogransimio.org/noticias/noticias-destacadas/sandra-la-orangutana-de
188
clarada-judicialmente-201cpersona-no-humana201d-abandona-el-zoologico-proxima
mente-con-destino-a-un-santuario-de-orangutantes-en-estados-unidos
9
Los habitus son los esquemas de acción y percepción que los seres humanos internaliza-
mos. Ver Anexo A.
10
Ya lo señalé muy al inicio, pero vuelvo a insistir en el papel que han desempeñado gru-
pos contraculturales como Riot Grrrls, Guerrilla Girls, Pussy Riot o Femen. Para las refe-
rencias, véase la nota número 12 de la Introducción.
11
En Chihuahua la feminista Esther Chávez Cano desempeñó un papel fundamental
abriendo Casa Amiga en 1998. Luego Católicas por el Derecho a Decidir (cdd) tuvo un
mayor involucramiento en la problemática de la violencia contra las mujeres y en el año
2003 impulsó la conformación del Observatorio Ciudadano para Monitorear la Imparti-
ción de Justicia en los casos de feminicidios en Ciudad Juárez y Chihuahua, que se inte-
gró por ocho organizaciones: Católicas por el Derecho a Decidir, la Comisión Mexicana
de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos, Equidad de Género, Ciudadanía,
Trabajo y Familia, Justicia para Nuestras Hijas, Nuestras Hijas de Regreso a Casa, la Red
Nacional contra la Violencia hacia las Mujeres y los Hombres Jóvenes y la Red Mujer Si-
glo XXI. Esta articulación de organizaciones consolidó los primeros pasos para la exigen-
cia de rendición de cuentas al Estado mexicano en procuración e impartición de justicia
a esos espantosos crímenes de mujeres. El Observatorio se ha ido transformando y hoy se
llama Observatorio Ciudadano Nacional de Feminicidio, cuenta con cuarenta organiza-
ciones de veintidós estados del país y ha logrado importantes triunfos en los litigios que
ha llevado, en especial, la resolución de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
12
A Marisela Escobedo le asesinan a su hija Rubí Marisol Frayre Escobedo de dieciséis
años, en Ciudad Juárez, el año 2008. Convencida de que la pareja de Rubí, un tipo llama-
do Sergio Rafael Barraza, era el asesino, Marisela inicia una investigación por su cuenta
y logra encontrarlo en el estado de Zacatecas. El asesino es trasladado a Ciudad Juárez,
confiesa la autoría del feminicidio y señala el lugar donde yacen los restos de Rubí. Para
escándalo de toda la sociedad, los jueces lo declaran inocente por falta de pruebas y lo
ponen en libertad. A partir de entonces Marisela Escobedo desarrolla todo tipo de pro-
testas en contra de dicha resolución contra las autoridades del estado de Chihuahua. Un
tribunal de circuito revoca la sentencia absolutoria y condena por asesinato a Barraza,
que se da a la fuga. Marisela se instala en una protesta frente al palacio de gobierno, sede
del gobernador, y en este sitio, el 16 de diciembre de 2010, un sicario la asesina. Dos años
después Barraza es abatido por militares. Acaba de salir el desgarrador documental Las
tres muertes de Marisela Escobedo en Netflix.
13
El bloque negro, como ya comenté más arriba, es una de las tácticas de lucha de los anar-
quistas insurreccionalistas. Véase Illades 2019.
14
Agradezco a Mariana Palumbo habérmelo dado a conocer.
15
Agradezco a la doctora Leticia Cufré habérmelo dado a conocer.
189
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211
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Historia individual
Presencia activa de las experiencias pasadas
Interiorización
de la exterioridad
Lógica específica
Actualidad
Hábitus
Esquema de percepción Coyuntura
de pensamiento
de acción
Individuo
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Hoy 24 de abril del 2016 nosotras, mujeres feministas, mujeres sin partido, mujeres
de todas las diversidades, estamos aquí frente a la historia reciente de México para
gritar, exigir, denunciar que estamos hartas de todos los tipos de violencia machista
a los que sobrevivimos día a día, desde la más directa, hasta la que proviene de las
partes más obscuras de este sistema económico, político y cultural heteropatriarcal
capitalista; de este Estado fallido e indolentemente feminicida, que nos reconoce
como sujetas fiscales, como mano de obra, como capital intelectual y manual para
acrecentar su riqueza, pero nos desconoce como personas, que nos quita la identi-
dad en todos los sentidos, condenándonos a una fosa común en la historia.
Hoy mujeres obreras, campesinas, indígenas, mestizas, estudiantas, mi-
litantes, maestras, activistas, trabajadoras sexuales y trabajadoras del hogar, ar-
tistas, cocineras, lesbianas, bisexuales, heterosexuales, mujeres trans, disidentas
sexogenéricas, mujeres de todas las corporalidades, mujeres con discapacidades,
mujeres de todas las clases, profesionistas, analfabetas, encarceladas, guerrilleras,
presas políticas, parteras, chamanas, mujeres en situación de calle…, tenemos un
propósito común: manifestar nuestro absoluto hartazgo, nuestra rabia acumu-
lada en contra de la violencia estructural, cultural e institucional que creciente-
mente provoca cifras alarmantes de feminicidios, el extremo más grave de estas
violencias, que convierten las desapariciones forzadas y asesinatos de mujeres en
manifestaciones brutales de odio y amarillismo.
Hoy nos manifestarnos multitudinariamente para visibilizar estas violen-
cias machistas, pero no queremos dejar esta movilización como un mero acto de
rechazo y condena sino que es nuestra vía para DENUNCIAR Y EXIGIR.
En esta movilización contra las violencias machistas, buscamos que la de-
nuncia y la exigencia se conviertan en un inmenso, hondo y duradero grito colec-
tivo que haga temblar las instituciones gubernamentales y privadas, económicas,
culturales, de medios de comunicación. Un grito que fracture las columnas sobre
la que descansa el heteropatriarcado capitalista que nos domina, oprime, explo-
ta y violenta.
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de que son propiedad de los padres. Exigimos al gobierno mexicano que se pon-
gan en marcha mecanismos no sólo de castigo sino pedagógicos para combatir
el machismo existente en el país, porque es evidente que es necesaria la reeduca-
ción social, que se enseñe a los hombres a no acosar, a no violentar, a no golpear,
a no amenazar, a no violar, a no esclavizar, a no abusar y a no matar a las mujeres
y niñas. Exigimos el cese de los mensajes de odio, que se castigue a quien difunda
estereotipos sexistas que promuevan la violencia de género y la misoginia.
Exigimos que se pongan en marcha todos los mecanismos necesarios
para detener los feminicidios y encarcelar a los responsables; exigimos la liber-
tad de las mujeres presas por abortar, la libertad de las mujeres que en defensa
propia han herido o matado a sus atacantes y la libertad de las presas políticas.
Exigimos se incorporen a la normativa nacional y a la primera Constitución de
la Ciudad de México, en la definición de la discriminación, el sexismo, la miso-
ginia, el machismo, la lesbofobia, la bifobia, la transfobia y la intersexfobia; así
como tipificar penalmente los lesbofeminicidios, los bifeminicidios y los transfe-
minicidios, como crímenes de odio. Exigimos el acceso de las mujeres a los es-
pacios de participación política y pública y el sistema de paridad y condiciones
efectivas de equidad.
Exigimos el cese al acoso y hostigamiento sexuales en las escuelas públicas
y privadas, que no se encubra a maestros y empleados agresores y que se le deje
de exigir a las niñas el uso obligatorio de la falda como uniforme, ya que eso es
discriminación sexual. Exigimos que se castigue a los pederastas de la iglesia cató-
lica y que ésta deje de entrometerse en materia legislativa, en temas de derechos
reproductivos de las mujeres. Exigimos también educación sexual laica y libre de
prejuicios y estereotipos sexistas para todas las mexicanas y mexicanos; el acceso
a los métodos anticonceptivos y la despenalización del aborto a nivel nacional de
manera que éste sea seguro y gratuito, en nombre de nuestra autonomía corporal
y nuestros derechos reproductivos. Exigimos derechos laborales para las trabaja-
doras sexuales porque viven en la vulneración extrema. Exigimos un alto a la trata
de mujeres e infantes, que es el segundo negocio ilegal más redituable del mundo,
así como la encarcelación inmediata de toda la gente involucrada en las redes de
trata, desde proxenetas hasta policías y autoridades corruptas. Por último deman-
damos un alto a la invasión y depredación de las comunidades indígenas y nos
unimos a las exigencias de las compañeras que resisten en los pueblos originarios.
218
219
*
“Nous défendons une liberté d’importuner, indispensable à la liberté sexuelle”, Le Monde,
9 de enero de 2018, consultado en http://www.lemonde.fr/idees/article/2018/01/09/
nous-defendonsune-liberte-d-importuner-indispensable-a-la-liberte-sexuelle_523
9134_3232.html, el 2 de mayo de 2018.
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y gozar de ser el objeto sexual de un hombre, sin ser una “zorra” ni una vil cóm-
plice del patriarcado. Puede cuidar de que su salario sea igual al de un hombre,
pero no sentirse traumatizada para siempre por un frotador en el metro, aun si
eso es considerado un delito. Puede hasta encararlo como la expresión de una
gran miseria sexual, incluso como un no acontecimiento.
En tanto que mujeres, no nos reconocemos en ese feminismo que, más
allá de la denuncia de los abusos de poder, toma el rostro de un odio a los hom-
bres y a la sexualidad. Nosotras pensamos que la libertad de decir no a una pro-
puesta sexual no sucede sin la libertad de importunar.
Consideramos que es necesario saber responder a esa libertad de impor-
tunar de otra manera que encerrándose en el rol de la presa.
Para aquellas de entre nosotras que han elegido tener hijos, estimamos
que es más juicioso educar a nuestras hijas de manera que estén lo suficientemen-
te informadas y conscientes para poder vivir plenamente su vida sin dejarse inti-
midar ni culpabilizar.
Los accidentes que pueden tocar el cuerpo de una mujer no necesaria-
mente alcanzan su dignidad y no deben, tan duros como sean algunas veces, ha-
cer necesariamente de ella una víctima perpetua. Porque no somos reductibles a
nuestro cuerpo. Nuestra libertad interior es inviolable. Y esa libertad que atesora-
mos no va sin riesgos ni sin responsabilidades.
Las autoras de este texto son: Sarah Chiche (escritora, psicóloga clínica y
psicoanalista), Catherine Millet (crítica de arte, escritora), Catherine Robbe-Gri-
llet (actriz y escritora), Peggy Sastre (autora, periodista y traductora), Abnousse
Shalmani (escritora y periodista).
Adheridas también a esta tribuna: Kathy Alliou (curadora), Marie-Laure
Bernadac (curadora general honoraria), Stephanie Blake (autora de libros in-
fantiles), Ingrid Caven (actriz y cantante), Catherine Deneuve (actriz), Gloria
Friedmann (artista plástica), Cécile Guilbert (escritora), Brigitte Jacques-Waje-
man (directora de teatro), Claudine Junien (genetista), Brigitte Lahaie (actriz y
presentadora de radio), Elisabeth Lévy (directora de redacción de Causeur), Joë-
lle Losfeld (editora), Sophie de Menthon (presidenta del movimiento Ethic),
Marie Sellier (autora, presidenta de la Société des gens de lettres).
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65. ¿Y cómo se llama cuando a una mujer le arrancan del pecho el corazón?
66. Cuando nos dejen de matar, regreso a limpiar tu monumento.
67. Ninguna es libre hasta que todas seamos libres.
68. Nosotras somos la cosecha.
69. Si ser libre es ser puta, yo soy reputa.
70. A quemar, a gritar, a pintar, que el machismo se va a acabar.
71. Poder elegir para no morir.
72. Mujer, ésta es tu lucha.
73. Ya no nos van a parar.
74. Hasta que la dignidad se haga costumbre.
75. ¿Puede el maquillaje cubrir las heridas de nuestra opresión?
76. Seríamos más si no nos hubieran matado.
77. 10 mujeres asesinadas diarias en tu México lindo y querido.
78. Nos llaman feminazis, pero somos las perseguidas, torturadas y asesinadas.
79. Luchar hoy para no verte morir mañana.
80. Patriarcado es impunidad.
81. Somos la voz de nuestras hermanas y no seremos nunca más invisibles porque
estamos unidas.
82. Soy una mujer, soy tu madre, soy tu hija, soy tu hermana.
83. Ni una menos.
84. No me mates.
85. Marcho con mis hijas para no marchar por ellas.
86. El 8 no se felicita, se lucha.
87. Tranquila, ésta es tu manada.
88. Desde la tumba no se puede gritar.
89. No nací mujer para morir por serlo.
90. Estamos juntas, somos una.
91. Nos van a ver juntas.
92. El miedo ya cambió de bando.
93. Somos el grito de las que ya no tienen voz.
94. Los machos no matan.
95. Sólo estamos exigiendo nuestro derecho a vivir sin miedo.
96. Vulva la revolución.
97. Ni calladitas ni bonitas.
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A nosotras nos venden, nos violan y nos matan todos los días, de a poco a
poco. También somos terrorismo y crímenes de Estado. Nosotras también somos
pobres, racializadas, estudiantes y símbolo de rebeldía porque ser mujer y sobre-
vivir en México es un acto de resistencia y no he mirado al socialismo exigiendo
la presentación con vida de las desaparecidas.
Sin feminismos no hay socialismo, el capitalismo no caerá sino cae el
patriarcado primero. No he visto al ezln marchando para exigir que paren los
asesinatos de mujeres; sin feminismos no hay otro mundo posible, ni un mundo
donde quepan muchos mundos.
Nosotras no somos Ayotzinapa. Nosotras somos Juárez, Estado de Méxi-
co, Chiapas y Guanajuato.
No todos somos Ayotzi. Ayotzinapa son ellos. Yo no soy Ayotzinapa. Noso-
tras no somos Ayotzinapa y no creo que sea necesario universalizar desde nuestra
lógica inclusiva para compartir la rabia y el clamor de justicia. Sin embargo ¿qué
es necesario para que ustedes se sumen a nuestra causa?
Dahlia
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Anexo G
Poema de María Teresa Priego
“Vamos a hacer/ azúcar con vidrios”, escribió el poeta José Carlos Becerra.
Yo también pateé esa puerta.
Yo también quería/quiero que los cristales estallaran/estallen.
Es un Acto.
Un grito.
Un sollozo muy largo.
En una patrulla, violación tumultuaria.
Violación en el baño de mujeres en un museo.
¡Escuchen!
¿De veras van a perseguir a las compañeras que rompieron unos vidrios?
En este país de mujeres rotas. Cuerpos rotos. Corazones rotos.
¿De veras?
Entonces, vengan por nosotras y somos muchísimas.
Yo también “vandalicé” los muros con consignas.
No eran sólo ellas, las 300 mujeres que acudieron a la marcha.
Somos miles y miles y miles.
Nueve niñas, adolescentes y mujeres asesinadas cada día.
Tras abuso sexual y tortura.
Yo también usé esa arma tan dañina y tan mortífera: la diamantina rosa.
Yo también me siento herida, furiosa indignada.
Yo también siento miedo, sobre todo por las niñas y las mujeres muy jóvenes.
Las mujeres muy jóvenes son —sobre todo— las víctimas de la violencia
misógina y feminicida.
“No nos cuida, nos violan”.
La diamantina rosa como símbolo de la denuncia ante el horror.
Y de la impotencia.
Y del “Ni una menos”.
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Las cámaras siguen con meticulosidad las roturas en la estación del Metrobús.
“Las feministas, vandalizan...”
Son destrozos. Sí.
Imaginemos que es una mujer. Que es de noche. Que es su cuerpo.
Así sucede.
Los feminicidas vandalizan los cuerpos femeninos.
Los destruyen. Los escrituran.
Un pezón arrancado a dentelladas.
La escritura de la más feroz de las violencias.
Y caminan las calles de las ciudades ensangrentadas.
Los feminicidas. Los violadores.
Como si nada.
“Objeto punzo-cortante. Treinta y cinco puñaladas. Introducción objetos.
Cortes transversales. Irreconocible por quemaduras”.
“Están rompiendo los vidrios con un extinguidor”, nos informa el reportero
esta noche.
Nota roja pan nuestro de cada día: “Violación tumultuaria”.
“Vandalizan los muros”, nos informa el reportero esta noche.
Nota roja pan nuestro de cada día: “Cuerpo femenino. 20 años. Fragmentado”.
“Fragmentado”, quiere decir, que después de violación, tortura, feminicidio,
cortaron el cuerpo en pedazos.
Ajá, con una sierra, por ejemplo.
O, con cuchillo, ¿verdad? Sí, es laborioso.
Y, luego, hay que ir al supermercado, ¿verdad? Por las bolsas negras de basura.
¿Verdad? De ésas de plástico.
Es difícil que las madres encuentren el cuerpo de sus hijas.
Los familiares buscan.
Cuerpos desmembrados.
Daniela en ese taxi que desviaba la ruta.
Sola. Desamparada. La chamaca más infinitamente sola del mundo.
Somos esa sociedad, que no supo y no pudo proteger a Daniela.
“¡Ayúdame!”
“Ya no se ve nada”.
Una niña, una adolescente, una mujer.
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A Julieta Kirkwood
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mujeres somos todas iguales”. Negar la disparidad entre mujeres, negar las di-
ferencias intelectuales, en habilidades, sensibilidades, etcétera, nos ha llevado a
una práctica paralizante, que ha restado efectividad y presencia política al mo-
vimiento. Este mito de la igualdad se engancha con otra creencia que dominó
nuestra práctica, la idea de un “ser mujer” más allá de la clase, raza, edad o nacio-
nalidad y, por ende, de la unidad natural desde la esencia del ser mujer.
Todas sabemos que no existen sujetos a priori, sino que son construc-
ciones sociales. El sujeto político mujer también es construido social y política-
mente. Esta idea de la unidad natural de las mujeres —el mujerismo— ha sido el
fantasma que recorre el feminismo y que se traduce en el quinto mito:
“El feminismo sólo existe como una política de mujeres hacia mujeres.”
Esto es contradictorio con la idea del feminismo como fuerza transformadora.
La creencia de un “ser mujer”, de la unidad natural de las mujeres, de una polí-
tica de y para mujeres tiene su expresión más cabal en confundir el grupo femi-
nista con el movimiento. Esto no es sino pensar que los espacios de mujeres en
sí mismos garantizan y producen efectos transformadores. Se ha llegado a idea-
lizar este “mujerismo”, olvidando que en infinidad de ocasiones los espacios de
mujeres se vuelven ghettos asfixiantes donde la autocomplacencia frena la crítica
y el desarrollo, o negando la frecuencia con que las feministas tomamos lo que
ocurre en nuestro grupo como si eso fuera el movimiento. La permanencia en
un mismo grupo cerrado impide la confrontación con otras mujeres, con otras
ideas, con otros feminismos.
Este “mujerismo” se acentúa en el siguiente mito: “Porque yo mujer lo
siento, vale”, que significa no reconocer que los sentimientos están teñidos ideo-
lógicamente. Pensar que por tener un cuerpo de mujer lo que se piensa o siente
es válido o feminista, es el nivel más arbitrario del feminismo.
El noveno mito: “Lo personal es automáticamente político”, lleva hasta
el absurdo el lema distintivo del feminismo de que lo personal es político. Si bien
este lema concreta toda una crítica legítima a la división artificial entre lo domés-
tico y lo público, plantear que todo lo personal es automáticamente político vuel-
ve lo político automáticamente arbitrario. Hay cuestiones personales que no son
políticas, y hay cuestiones personales que son patológicas. Un ejemplo concreto
de esta política arbitraria es la idea de que “El consenso es expresión de demo-
cracia”. Esto es confundir el consenso con la unanimidad, y no analizar que el
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fuerza y nos valoramos como mujeres. La fuerza de una mujer es la fuerza de las
mujeres. Así, rechazamos la seguridad aparente que da sentirnos todas iguales.
No se trata de buscar el reflejo de igual a igual para confirmarnos en algo que
de hecho no es valorado. Se trata de acabar con la autocomplacencia, de romper
con el discurso de las víctimas.
Queremos que el deseo de hacer cosas —el deseo de crear— de una mu-
jer encuentre su fuerza en la relación con el deseo, con el querer de las otras. No
neguemos los conflictos, las contradicciones y las diferencias. Seamos capaces de
establecer una ética de las reglas de juego del feminismo, logrando un pacto en-
tre nosotras, que nos permita avanzar en nuestra utopía de desarrollar en profun-
didad y extensión el feminismo en América Latina.
La democracia es el reconocimiento de la pluralidad.
En la fuerza de cada feminista esta la fuerza del movimiento feminista.
Este documento fue elaborado colectivamente durante las tres mañanas que se reunió el
grupo para reflexionar sobre “La política feminista en América Latina hoy”. Participaron
en la discusión:
239
Lo suscribieron:
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A las personas preocupadas por la violencia contra las mujeres y las niñas.
A las feministas que luchan en contra de la violencia de género contra las mujeres
y las niñas.
A la opinión pública:
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mujeres por revelar los actos de violencia y exoneran, protegen y solapan a las
personas que cometen agresiones y delitos.
Las ideas promovidas en el texto abren puertas peligrosas que legitiman
la pervivencia de usos y costumbres mexicanas patriarcales sobre acoso, hostiga-
miento y violación, que infringen daños a niñas, jóvenes y adultas. Dichas ideas
se enmarcan en una nueva cara del conservadurismo patriarcal que ha sobrevi-
vido a pesar de tantas décadas de luchas feministas mexicanas. Estas luchas han
promovido un cambio cultural que trata de erradicar el sexismo, en aras de al-
canzar una vida libre de violencia para las mujeres de todas las edades y los estra-
tos sociales.
Las afirmaciones del libro cometen injusticia epistémica porque se ad-
vierte ausencia del contexto estructural mexicano y la vulnerabilidad que existe
para las mujeres. No reconocen los numerosos testimonios de las víctimas sobre
las diferentes formas de violencia experimentada, en relaciones de poder asi-
métricas entre mujeres y hombres, que aseguran la reproducción cotidiana del
maltrato, acoso, abuso, violación sexual y feminicidios, así como la violencia ins-
titucional. Y en este sentido también, revelan un gran desconocimiento de los
avances sobre la jurisprudencia mexicana para analizar los casos de violencia se-
xual con perspectiva de género, y con esto el reconocimiento de un estándar de
valoración probatoria de especial naturaleza en casos de violencia sexual, debido
a la falta de pruebas físicas, documentales, como en cualquier otro delito.
Estamos preocupadas porque vivimos en México. Todas somos vulnera-
bles y estamos expuestas a la violencia; por ese motivo, hemos luchado desde los
diversos feminismos para romper el pacto del silencio patriarcal, de manera más
visible desde el 2016 con la articulación del movimiento #PrimaveraVioleta y #Mi-
PrimerAcoso, porque apelamos al principio de credibilidad del testimonio de las
denunciantes y víctimas de violencia.
Es importante señalar que las afirmaciones de Marta Lamas sobre las de-
nuncias falsas no se fundamentan en datos ni estadísticas. Ella menciona que se
entera por medio de una colega sobre la baja frecuencia de éstas, pero a lo largo
del texto sigue insistiendo en defender: “la presunción de inocencia y se pone
en evidencia nefastas prácticas, como acusaciones falsas o exageradas”. Sabemos
que las denuncias falsas son la excepción a la norma, los únicos datos reales que
existen nos dicen que el número es mínimo. En el caso de la unam, los propios
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las mujeres como sujetos pasivos y a los hombres como seductores activos con el
supuesto “derecho” a incomodar e importunar.
El pánico moral o sexual al que se alude no lo detentamos nosotras, sino
los y las agresores, quienes los respaldan y solapan, manteniendo los privilegios
de acosar y violentar impunemente, incluso en espacios en los que se vanagloria
contar con igualdad de género y respeto para todas las personas, como sucede en
muchas universidades.
Nosotras manifestamos con preocupación la articulación de una nueva
oleada de ideas conservadoras que estigmatizan y tratan de reforzar el pacto de
silencio al banalizar la violencia que nos vulnera, y que señala a ciertas manifesta-
ciones feministas en las universidades como “enardecidas”, “irracionales” y hasta
“terroristas”, criminalizando las diferentes formas de lucha. Calificar como “lin-
chamientos” a los escraches es atribuirles un falso carácter de estar fuera de la ley
ya que éstos no implican violencia física contra ningún ser humano. Señalar pú-
blicamente el acoso no busca poner propiamente en riesgo físico al perpetrador,
sino que se trata de un recurso válido para la denuncia social, ante la inoperancia
de la justicia legal y ante la situación generalizada de que a las mujeres no se nos
cree, por el contrario, se nos ridiculiza, culpabiliza o revictimiza; y los hombres
suelen tener privilegio de mantenerse en el poder pese a ser abusadores.
Reivindicamos el giro afectivo feminista desde lo psicológico, lo filosófico
y lo social, que parte de validar pensares, sentires y emociones, para fundamentar
la base de la empatía entre mujeres que se oponen a la violencia estructural. Pro-
movemos desde las luchas feministas la interdisciplina en la academia y en este
sentido la jerarquización dicotómica de toda generación de conocimiento. Lo
emocional es tan importante como lo racional.
Nuestra noción del feminismo, en sus variadas formas, no refuerza el vic-
timismo, porque al protestar y nombrar las diferentes violencias resistimos y ac-
tuamos para transformar el mundo e imaginamos un horizonte donde quepan
muchas voces que impugnan al heteropatriarcado y al capitalismo para trastocar
los cimientos civilizatorios. #AcosoNoEsVictimismo.
Nuestros feminismos son parte de un movimiento global interconectado
en Red, que está respondiendo a demandas que no se resolvieron en los años se-
tenta en Latinoamérica y estamos rompiendo la noción del sujeto femenino in-
dividual. Las mujeres mexicanas tenemos derechos universales, pero sufrimos los
245
feminicidios que nos arrebatan la vida. Nueve mujeres al día son asesinadas en
México, como país ocupamos el primer lugar en feminicidios en Latinoamérica.
Hemos gritado #NiUnaMenos tantas veces hasta desgarrar el alma. #SiMeMatan
es una pesadilla que muchas nos dimos a la tarea de imaginar. Nuestro movimien-
to clama desde cuerpo, mente y corazón #¡VivasyLibresNosQueremos!
Hacemos un llamado a no abonar al terreno conservador, a no fragmen-
tar las luchas contra el pacto del silencio, a no fortalecer el pacto de derecha pa-
triarcal del machismo mexicano, y a no promover ideas sexistas sobre el acoso y
las violencias contras las mujeres en México y en todo lugar del mundo.
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(La Declaración de Cambridge sobre la Conciencia fue escrita por Philip Low y edita-
da por Jaak Panksepp, Diana Reiss, David Edelman, Bruno Van Swinderen, Philip Low y
Christof Koch. La Declaración fue proclamada públicamente en Cambridge, Reino Uni-
do, el 7 de julio, 2012, durante la Conferencia Francis Crick sobre Conciencia en Animales
Humanos y no Humanos, en el Colegio Churchill, Universidad de Cambridge, por Low,
Edelman y Koch. La Declaración fue firmada por los participantes de la conferencia esa
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preámbulo
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De esa manera, más allá de las obligaciones impuestas a los seres huma-
nos, los animales tendrán sus propios derechos, permitiendo que sus intereses
sean tomados en cuenta.
Que los animales deben ser considerados como personas físicas no hu-
manas.
Que los derechos de las personas físicas no humanas serán diferentes de
los derechos de los individuos humanos.
Que el reconocimiento de la personalidad jurídica al animal se presente
como un paso esencial para la coherencia de los sistemas del derecho.
Que esta dinámica es parte de una lógica jurídica tanto nacional como
internacional.
Que sólo el camino de la personificación jurídica es capaz de aportar so-
luciones satisfactorias y favorables para todos.
Que las reflexiones sobre la biodiversidad y el futuro del planeta deben
integrar a personas físicas no humanas.
Se enfatizará el vínculo con la comunidad de los vivos que puede y debe
encontrar una traducción legal.
Que a los ojos de la ley, la posición legal del animal cambiará por su ele-
vación al rango de sujeto de derecho.
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253
D’Antonio, Débora, 168 Echeverría, Bolívar, 61, 100, 143, 173, 181,
Daich, Deborah, 187 188
Day, Sophie, 124 Edelman, Lucila, 24
De Lora, Pablo, 184 Eisenstein, Hester, 175
Dean, Jonathan, 173 Elenes, Evelyn, 174
Debarbieux, Eric, 76 emancipación, 11, 13, 22, 31, 79, 156, 170
debate feminista (publicación), 19, 184 empoderamiento, 22, 31, 58, 102
Debayle, Martha, 33 Encuentros Feministas Latinoamericanos
Debord, Guy, 24 y del Caribe, 105, 108
Declaración de Cambridge, 157 equidad de género, 47, 48
Declaración de Toulon, 157 Equidad de Género: Ciudadanía, Trabajo
Della Giusta, Marina, 185 y Familia, 19, 189
Derrida, Jacques, 145 Equipo Latinoamericano de Justicia y
deslizamiento de sentido, 12, 43, 124, 133, Género, El
155, 176 Erazo, Viviana, 183
Devereux, George, 17, 18 Eschle, Catherine, 173
Día Internacional de la Eliminación de Escobedo, Marisela, 164, 189
la Violencia contra la Mujer, véase escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas
marchas en Ciudad Juárez, La (Segato), 180
Día Internacional de la Mujer, véase esencialismo, 91-94, 98, 100, 101
marchas, 8M especismo, 157
diamantina, 43, 44, 53, 67, 75, 118, 230 Espinosa Damián, Gisela, 184
Diamond, Diana, 173 espiral de significación, 60-64, 124, 130,
diario de Bridget Jones, El (Fielding), 176 133, 139, 140, 166, 178, 180
Díaz Valverde, Mariela Vanessa, 45 Evans, Dylan, 182
Díaz-Romero, Pamela, 173
Dimensiones y perspectivas conceptuales. Farley, Melissa, 185
Activismos feministas jóvenes: Federici, Silvia, 133-135
emergencias, actrices y luchas en América Felipe, Liliana, 157, 188
Latina (clacso), 173 Female Sexual Slavery (Barry), 185
doble moral sexual, 43, 122, 130, 131, Femen, 174, 189
138, 146 Feminaria (publicación), 106
Doezema, Jo, 187 feminazi, 66, 226, 228
dominance feminism, 61, 62, 64, 123, 124, feminicidio, véase violencias machistas
127 feminismo(s)
Doomernik, Jeroen, 185 affidamento, 102, 104
Dorlin, Elsa, 75-77, 181 crítico, 19, 166, 168
Duby, Georges, 73 de izquierda, 119, 133, 135
Duggan, Lisa, 184 de la dominación, véase dominance
feminism
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257
258
259
psiquismo, 22, 27, 94-99, 182, 183 Resistance through Rituals (Hall y
Pulido, Sonia, 45 Jefferson), 57, 180
puritanismo, 43, 123, 220 Revista de la Universidad de México
Pussy Riot, 174, 189 (publicación), 45, 48
Riley, Denise, 98
rabia, 15-19, 22, 35, 37, 38, 50, 51, 53, 55- Riot Grrrls, 174, 189
88, 139, 149, 155, 160, 163-166, 180, rivalidad, 107, 108, 114, 117
181, 214, 228, 229, 234 Rodríguez, Gabriela, 126
“apropiada”, 13, 82-88 Rodríguez, Jesusa, 157
contraproducente, 13, 66, 82-88 Rodríguez Everaert, Ana Sofía, 20, 130, 163
controlada, 82 Rodríguez Magda, Rosa María, 173
racismo, 32-34, 53, 85, 143, 146, 161 Rooney, Ellen, 183
antirracismo, 34, 115, 121, 145, 162, Rose, Jacqueline, 146
168 Rose, Nikolas, 32
crímenes por, 65, 83, 228 Rottenberg, Catherine, 34, 177
Rage Becomes Her. The Power of Women’s Rozitchner, León, 22
Anger (Chemaly), 85
Ramos, Rebeca, 19 Sackville-West, Vita, 181
Ramos Saavedra, Patricia, 20 Salguero, Friné, 19
Rancière, Jacques, 89, 90 San Martín, Neldy, 45
Ray, Meaghan, 176 San Pablo, 83
razón arrogante, véase arrogancia Sánchez Díaz, Sergio G., 178
Reckitt, Helena, 174 Sánchez Felipe, Ofelia, 20
Red Cannábica de Mujeres Forjando Sánchez Felipe, Vicenta, 20
Porros, Forjando Luchas, 179 Sánchez Taylor, Jacqueline, 184
Red de Mujeres Trabajadoras Sexuales Sanguinetti, Michael, 176
de Latinoamérica y el Caribe Santacruz, Adriana, 183
(RedTraSex), 185 Santacruz Giralt, María, 60
Red Latinoamericana y del Caribe contra Santoro, Sonia, 135, 136
la Trata de Personas (redlac), 187 Sanz, Marta, 173
Red Mexicana de Feministas Diversas, Satz, Debra, 131, 132
139, 140 Saucedo, Irma, 175
Red Mexicana de Trabajo Sexual, 185 Scharff, Christina, 175, 177
Red Mujer Siglo XXI, 189 Schwichtenberg, Cathy, 176
Red Nacional contra la Violencia hacia Scoular, Jane, 185
las Mujeres y los Hombres Jóvenes, Secretaría de Trabajo y Fomento al
189 Empleo del Gobierno del Distrito
Red No Estás Sola (rednes), 117 Federal, 136
Reforma (publicación), 177, 179, 188 Sefchovich, Sara, 20, 155, 173, 179
Reguillo, Rossana, 59, 60, 76 Segato, Rita Laura, 56, 68, 135, 180
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