Poemas Modernismo
Poemas Modernismo
Poemas Modernismo
Es tu espejo la mar; mira, contempla tu alma en el vaivn sin fin de su oleada calma, y tan hondo tu espritu y amargo sentirs. Sumergirte en el fondo de tu imagen te dejas; con tus ojos y brazos la estrechas, y tu ardor se distrae por momentos de su propio rumor al salvaje e indomable resonar de sus quejas. Oscuros a la vez ambos sois y discretos: hombre, nadie sonde el fondo de tus simas, tus ntimas riquezas, oh mar, a nadie arrimas, con tan celoso afn callis vuestros secretos! Y en tanto van pasando los siglos incontables sin piedad ni afliccin vosotros os sitiis, de tal modo la muerte y la matanza amis, oh eternos combatientes, oh hermanos implacables! XXIV Te adoro como adoro la bveda nocturna, oh vaso de tristeza, oh grande taciturna! Y tanto ms te amo, cuanto ms me reproches, porque t sola eres el lujo de mis noches. Si pudiera aadir an, irnicamente, ms que hay de m a los cielos, aunque es irreverente. Al ataque me lanzo con furores insanos como sobre un cadver un coro de gusanos, y -oh mi cruel enemiga, oh mi bestia implacable!hasta esa frialdad te hace ms adorable. XXV El universo entero meters en tu alcoba, mujer impura. El tedio rinde tu alma de loba. Ejercitas tus dientes en juego singular y un corazn al da podras devorar. Tus ojos, cual nocturnas galas de joyera, o como deslumbrantes cohetes de romera, usan con insolencia de un poder usurpado cuya ley de belleza t siempre has ignorado. Mquina ciega y sorda que, con placer inmundo, eres gran bebedora de la sangre del mundo; monstruo, no te sonrojas, no ves en el espejo cada da tu rostro ms plido y ms viejo? La grandeza del mal de que te ufanas tanto, no te ha hecho alguna vez retroceder de espanto, cuando naturaleza, con designios sagrados, de ti puede servirse, reina de los pecados -de ti, vil animal- para un genio amasar? RIMBAUD Ofelia I En las aguas profundas que acunan las estrellas, blanca y cndida, Ofelia flota como un gran lirio,
flota tan lentamente, recostada en sus velos... cuando tocan a muerte en el bosque lejano. Hace ya miles de aos que la plida Ofelia pasa, fantasma blanco por el gran ro negro; ms de mil aos ya que su suave locura murmura su tonada en el aire nocturno. El viento, cual corola, sus senos acaricia y despliega, acunado, su velamen azul; los sauces temblorosos lloran contra sus hombros y por su frente en sueos, la espadaa se pliega. Los rizados nenfares suspiran a su lado, mientras ella despierta, en el dormido aliso, un nido del que surge un mnimo temblor... y un canto, en oros, cae del cielo misterioso. II Oh tristsima Ofelia, bella como la nieve, muerta cuando eras nia, llevada por el ro! Y es que los fros vientos que caen de Noruega te haban susurrado la adusta libertad. Y es que un arcano soplo, al blandir tu melena, en tu mente traspuesta meti voces extraas; y es que tu corazn escuchaba el lamento de la Naturaleza son de rboles y noches. Y es que la voz del mar, como inmenso jadeo rompi tu corazn manso y tierno de nia; y es que un da de abril, un bello infante plido, un loco miserioso, a tus pies se sent. Cielo, Amor, Libertad: qu sueo, oh pobre Loca! . Te fundas en l como nieve en el fuego; tus visiones, enormes, ahogaban tu palabra. Y el terrible Infinito espant tu ojo azul. III Y el poeta nos dice que en la noche estrellada vienes a recoger las flores que cortaste, y que ha visto en el agua, recostada en sus velos, a la cndida Ofelia flotar, como un gran lis. RUBN DARO SONATINA La princesa est triste... Qu tendr la princesa? Los suspiros se escapan de su boca de fresa, que ha perdido la risa, que ha perdido el color. La princesa est plida en su silla de oro, est mudo el teclado de su clave sonoro, y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor. El jardn puebla el triunfo de los pavos reales. Parlanchina, la duea dice cosas banales, y vestido de rojo piruetea el bufn. La princesa no re, la princesa no siente;
la princesa persigue por el cielo de Oriente la liblula vaga de una vaga ilusin. Piensa, acaso, en el prncipe de Golconda o de China, o en el que ha detenido su carroza argentina para ver de sus ojos la dulzura de luz? O en el rey de las islas de las rosas fragantes, o en el que es soberano de los claros diamantes, o en el dueo orgulloso de las perlas de Ormuz? Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa quiere ser golondrina, quiere ser mariposa, tener alas ligeras, bajo el cielo volar; ir al sol por la escala luminosa de un rayo, saludar a los lirios con los versos de mayo o perderse en el viento sobre el trueno del mar. Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata, ni el halcn encantado, ni el bufn escarlata, ni los cisnes unnimes en el lago de azur. Y estn tristes las flores por la flor de la corte, los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte, de Occidente las dalias y las rosas del Sur. Pobrecita princesa de los ojos azules! Est presa en sus oros, est presa en sus tules, en la jaula de mrmol del palacio real; el palacio soberbio que vigilan los guardas, que custodian cien negros con sus cien alabardas, un lebrel que no duerme y un dragn colosal. Oh, quin fuera hipsipila que dej la crislida! (La princesa est triste, la princesa est plida) Oh visin adorada de oro, rosa y marfil! Quin volara a la tierra donde un prncipe existe, la princesa est plida, la princesa est triste, ms brillante que el alba, ms hermoso que abril! Calla, calla, princesa dice el hada madrina; en caballo, con alas, hacia ac se encamina, en el cinto la espada y en la mano el azor, el feliz caballero que te adora sin verte, y que llega de lejos, vencedor de la Muerte, a encenderte los labios con un beso de amor. XLI LO FATAL Dichoso el rbol, que es apenas sensitivo, y ms la piedra dura porque esa ya no siente, pues no hay dolor ms grande que el dolor de ser vivo, ni mayor pesadumbre que la vida consciente. Ser y no saber nada, y ser sin rumbo cierto, y el temor de haber sido y un futuro terror... Y el espanto seguro de estar maana muerto, y sufrir por la vida y por la sombra y por
lo que no conocemos y apenas sospechamos, y la carne que tienta con sus frescos racimos, y la tumba que aguarda con sus fnebres ramos, y no saber adnde vamos, ni de dnde venimos!...
Yo no volver. Y la noche tibia, serena y callada, dormir el mundo, a los rayos de su luna solitaria. Mi cuerpo no estar all, y por la abierta ventana entrar una brisa fresca, preguntando por mi alma. No s si habr quien me aguarde de mi doble ausencia larga, o quien bese mi recuerdo, entre caricias y lgrimas. Pero habr estrellas y flores y suspiros y esperanzas, y amor en las avenidas, a la sombra de las ramas. Y sonar ese piano como en esta noche plcida, y no tendr quien lo escuche pensativo, en mi ventana.
Maana de la cruz (Baladas de primavera, 1907) Dios est azul. La flauta y el tambor anuncian ya la cruz de primavera. Vivan las rosas, las rosas del amor, entre el verdor con sol de la pradera!
Vmonos al campo por romero, vmonos, vmonos por romero y por amor Le pregunt: Me dejas que te quiera? Me respondi, radiante de pasin: Cuando florezca la cruz de primavera, yo te querr con todo el corazn. Vmonos al campo por romero, vmonos, vmonos por romero y por amor Ya floreci la cruz de primavera. Amor, la cruz, amor, ya floreci! Me respondi: T quieres que te quiera? Y la maana de luz me traspas! Vmonos al campo por romero, vmonos, vmonos por romero y por amor Alegran flauta y tambor nuestra bandera. La mariposa est aqu con la ilusin Mi novia es la virjen de la era y va a quererme con todo el corazn! El viaje definitivo (Poemas agrestes, 1910-1911) Y yo me ir. Y se quedarn los pjaros cantando; y se quedar mi huerto, con su verde rbol, y con su pozo blanco. Todas las tardes, el cielo ser azul y plcido; y tocarn, como esta tarde estn tocando, las campanas del campanario. Se morirn aquellos que me amaron; y el pueblo se har nuevo cada ao; y en el rincn aquel de mi huerto florido y encalado, mi espritu errar nostljico Y yo me ir; y estar solo, sin hogar, sin rbol verde, sin pozo blanco, sin cielo azul y plcido Y se quedarn los pjaros cantando. SOLEDAD (Diario de un poeta recin casado, 1916) En ti ests todo, mar, y sin embargo, qu sin ti ests, qu solo, qu lejos, siempre, de ti mismo! Abierto en mil heridas, cada instante, cual mi frente, tus olas van, como mis pensamientos, y vienen, van y vienen,
besndose, apartndose, en un eterno conocerse, mar, y desconocerse. Eres t, y no lo sabes, tu corazn te late, y no lo siente Qu plenitud de soledad, mar solo!
ETERNIDADES (1916-1917)
Intelijencia, dame el nombre exacto de las cosas! Que mi palabra sea la cosa misma creada por mi alma nuevamente. Que por m vayan todos los que no las conocen, a las cosas; que por m vayan todos los que ya las olvidan, a las cosas; que por m vayan todos los mismos que las aman, a las cosas Intelijencia, dame el nombre exacto, y tuyo, y suyo, y mo, de las cosas! Todas las nubes arden (Dios deseado y deseante, 1949) TODAS las nubes arden porque yo te he encontrado, dios deseante y deseado; antorchas altas crdenas (granas, azules, rojas, amarillas) en alto grito de rumor de luz. Del redondo horizonte vienen todas de congregacin flgida, a abrazarse con vueltas de esperanza a mi fe respondida. (Mar desierto, con dios en redonda conciencia que me habla y me canta, que me confa y me asegura; por ti yo paso en pie alerta, en m afirmado, conforme con que mi viaje es al hombre seguido, que me espera en puerto de llegada permanente, de encuentro repetido.) Todas las nubes que existieron, que existen y que existirn, me rodean con signos de evidencia; ellas son para m la afirmacin alzada de este hondo fondo de aire en que yo vivo; el subir verdadero del subir, el subir del hallazgo en lo alto profundo.