Sevilla Almohade B
Sevilla Almohade B
Sevilla Almohade B
( Almohade. 1248
Sevilla
Agua, T e rri tori o y Ciudad
Un ro, ms que cualquier otro rasgo de los que marcan la superficie de la Tierra, determina el destino de un pueblo, lo perfila como entidad propia con caractersticas especiales Pero este poder de creacin y diferenciacin es algo que no todos los ros poseen. El ro debe discurrir por una llanura inmensa, una planicie que no se encuentre en exceso dislocada una llanura que se preste al crecimiento de una poblacin abundante, a la facilidad de las comunicaciones, a un regado no demasiado difcil El valle del Tigris y Efrates alumbr toda una cultura e hizo historia, como los valles del Nilo, del Indo, del Ganges Hay un solo ro en toda Espaa que sea acreedor de estos atributos. Es el Guadalquivir. nicamente el Guadalquivir sigue tranquilamente su curso por una amplia, plana y frtil llanura Al observar un mapa de Espaa, a primera vista se aprecia que no hay nada ni siquiera remotamente similar a esta enorme planicie de Andaluca drenada por el Guadalquivir y sus numerosos afluentes. Es un vasto espacio continuo de frtil campia, y el Guadalquivir es el ro madre, que amamanta y nutre a un pueblo, creador de historia, de lenguaje y de arte
( Almohade. 1248
Sevilla
Ag ua, T e r r i tori o y Ci udad
a genialidad de Leonardo fue capaz de intuir hace ya cinco siglos la importancia del agua como medio de expresin de la Naturaleza. Y esto es as porque es el elemento que
ms condiciona la existencia de la vida en la Tierra y resulta, a la vez, el agente protagonista del modelado de sus paisajes mediante su labor de erosin, transporte y sedimentacin de materiales. Adems, es el disolvente universal, matriz de todo tipo de reacciones fsicas, qumicas y biolgicas que hacen posible los ciclos de la materia y la energa en nuestro planeta. Pero el agua es mucho ms. Tambin es factor clave determinante de la conformacin del territorio, del poblamiento y del desarrollo urbano. Tan es as que la historia de la Humanidad en sus diferentes culturas y civilizaciones sera impensable si obviamos el papel que ha jugado. Y sta es, precisamente, la razn de ser de la iniciativa Agua, Territorio y Ciudad. Ros de Historia que aqu presentamos: poner de manifiesto el valor del agua en la gnesis y configuracin del territorio, de sus paisajes y de la ocupacin humana en el mbito geogrfico de Andaluca. Este elemento se constituye as en el hilo conductor interpretativo que amalgama las complejas relaciones entre naturaleza, historia y cultura que tienen lugar en un mismo espacio fsico. Para ello se han seleccionado las ocho capitales andaluzas en las que se irn desgranando una serie de recreaciones figurativas correspondientes a diversas etapas de su desarrollo histrico. Todo el material editado de cada ciudad (lminas a vista de pjaro, libro interpretativo y edicin interactiva) constituir una poderosa herramienta didctica capaz de llamar la atencin a jvenes y adultos. Sirva de ejemplo esta Sevilla Almohade. 1248, obra de presentacin de la serie: bajo una aparente ingenuidad expositiva y de liviandad formal de contenidos desarrolla de manera amena y fcil la compleja historia del agua en un momento crucial de la ciudad. Aunar sencillez con rigor y lograr, al mismo tiempo, seducir al lector es un reto dificilsimo que slo se alcanza en contadas ocasiones. Pienso que aqu se ha logrado y es de justicia felicitar al amplio equipo participante que lo ha hecho posible. La iniciativa se lo merece, y el agua, que est en el origen de todas las cosas, tambin.
Consejera de Medio Ambiente: Cinta Castillo Jimnez Director Gerente de la Agencia Andaluza del Agua: Jaime Palop Piqueras Directora General del Instituto del Agua de Andaluca: Isabel Comas Rengifo Direccin Facultativa: Jos M. Fernndez-Palacios Carmona
PROYECTO AGUA, TERRITORIO Y CIUDAD. ROS DE HISTORIA Idea, concepcin y direccin: Jos M. Fernndez-Palacios Carmona
LIBRO E INTERACTIVO AGUA, TERRITORIO Y CIUDAD. Sevilla Almohade. 1248 Equipo editorial, documentacin: Jos M. Fernndez-Palacios Carmona, Fernando Sancho Royo, Pacho Garmendia, Jos Manuel Rodrguez Hidalgo, Sacramento Usero, Lnea de Sombra Proyectos Lminas de Sevilla: Pacho Garmendia Lminas de Cdiz.: Arturo Redondo Introduccin y comentarios: Fernando Sancho Royo, Jos M. Fernndez-Palacios Carmona, Lnea de Sombra Proyectos Artculos: Antonio Collantes de Tern, Manuel Gonzlez Jimnez, Jos Ramn Guzmn lvarez, Alfonso Jimnez Martn, Rafael Manzano Martos, Jos Antonio Mejas Gimeno, Jos Manuel Rodrguez Hidalgo, Fernando Sancho Royo, Rafael Valencia Rodrguez Diseo Grfico: Artefacto, Guillermo dOnofrio & Arturo Redondo Fotografa: J. Morn, Lnea de Sombra Proyectos Impresin y Encuadernacin: Escandn Impresores de la presente edicin: 2008, Agencia Andaluza del Agua, Consejera de Medio Ambiente, Junta de Andaluca. de los textos y fotografas: Sus autores.
Queda rigurosamente prohibida, sin la autorizacin expresa de los titulares del Copyright de la obra y bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproduccin total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografa y el tratamiento informtico, y la distribucin de ella mediante venta o alquiler.
Sumario
( (
Lmina: Localizaciones. 28
Acerca del dibujo, por el autor. Pacho Garmendia 31
1. Agua y Territorio. 33
La hija del agua. Rafael Valencia Rodrguez. 40
2. Agua y Naturaleza. 43
Agua y naturaleza en la Ixbilia de 1248. Fernando Sancho Royo. 50
3. Agua y Ciudad. 53
La construccin de Sevilla. Alfonso Jimnez Martn. 60 El jardn almohade. Jos Antonio Mejas Gimeno. 62
4. Agua y Economa. 65
La agricultura en la Sevilla almohade. Jos Ramn Guzmn lvarez. 72
Desde un punto de vista genrico, se considera que el agua es el elemento que ms condiciona la existencia de vida en la Tierra, constituyendo adems un agente fundamental del modelado de sus paisajes. En mbitos ya ms especficos, es uno de los principales factores de la formacin del territorio y una de las claves del poblamiento y del fenmeno urbano. Estos dos ltimos aspectos en relacin al agua son, bsicamente, aun sin excluir otros matices, el punto de partida de la iniciativa Agua, Territorio y Ciudad. Ros de Historia impulsada por la Agencia Andaluza del Agua de la Consejera de Medio Ambiente de la Junta de Andaluca, cuyo avance editorial se presenta en estas pginas con la primicia de una detallada representacin de la capital sevillana al final de su periodo almohade, a mediados del siglo XIII.
Una lectura interpretativa de las intensas y complejas relaciones entre territorio, naturaleza e historia del poblamiento humano aplicada a una serie de localidades andaluzas utilizando el agua como hilo conductor. El medio escogido para esta finalidad ha sido la realizacin de una coleccin de lminas de grandes ciudades andaluzas y sus respectivos entornos territoriales representadas en diversos estadios significativos de su desarrollo histrico. Esta coleccin de imgenes contempladas a vista de pjaro se plasmar en la edicin impresa a gran formato de las lminas de las ciudades en sus distintos momentos cronolgicos y la publicacin de sendos libros dedicados a cada ciudad, que, adems de contener sus correspondientes lminas, incorporan un amplio desglose de detalles con comentarios explicativos. Como complemento de esta
El objetivo primordial de este proyecto consiste en poner de manifiesto y transmitir de una manera asequible y atractiva para el pblico en general el decisivo papel desempeado por el agua a lo largo de la historia en la configuracin, sostenimiento y evolucin del medio natural, el territorio, los paisajes, las redes de asentamientos, las ciudades y la vida de las comunidades humanas en el marco geogrfico de Andaluca.
informacin interpretativa, se le aade un elenco de artculos adicionales sobre aspectos especficos elegidos por su inters, redactados por especialistas. En su planteamiento editorial, el proyecto se completa, por ltimo, con una edicin electrnica interactiva de la serie de lminas de cada ciudad con apartados informativos, explicativos y didcticos que potencian su componente educativa.
as ciudades seleccionadas para la coleccin son las ocho capitales de las provincias andaluzas. En su diversidad y contrastada evolucin, mues-
tran un amplio repertorio de relaciones y variantes en torno al eje temtico de Agua, Territorio y Ciudad, avalado por su importancia, dilatada historia y considerable entidad. Se hallan, por un lado, las ciudades interiores que, de uno u otro modo, caen en la rbita del Guadalquivir, el ro que, como una vigorosa arteria, estructura la ms extensa seccin de Andaluca.
Cdoba a vista de pjaro a mediados del siglo XIX, por A. Guesdon.
rdoba y Sevilla, las grandes capitales ribereas, asentadas en mitad de un valle modelado durante milenios por el ro, al que deben gran parte de su
razn de ser, de su prosperidad, y otras vicisitudes dignas de resea. Y Granada y Jan, tambin partcipes de la cuenca btica, pero con unos emplazamientos y unas connotaciones hidrolgicas muy diferentes: la primera enclavada entre colinas, surcada por cauces que bajan directamente de Sierra Nevada y vinculada por definicin a la vega del Genil, el principal tributario del Guadalquivir; y la segunda, asomada al borde del valle, junto a cursos de aguas superficiales menores, pero dependiente en toda su trayectoria de los caudalosos manantiales que alimentan las aguas subterrneas acumuladas en la serrana caliza a cuyo pie se ubica.
e otro lado, entre las ciudades elegidas para ser representadas en la coleccin Agua, Territorio y Ciudad se hallan otras cuatro en
las que confluyen tanto la vertiente fluvial como la martima, faceta sta indispensable para contemplar en su conjunto y entender en toda su complejidad el ciclo del agua, y asimismo con una notable repercusin en los mbitos territoriales y urbanos de numerosas poblaciones de la regin.
acutico en una indisoluble conexin entre las citadas vertientes fluvial y martima, puesto que la configuracin de sus respectivos entornos, la evolucin de los entramados urbanos y su propia fortuna y desarrollo como ciudades hasta llegar a ser las capitales que en la actualidad son no podran haberse dado sin esta presencia conjunta e interaccin mutua.
primera, ciudad pionera de las fundaciones urbanas de Occidente surgida hace tres mil aos a partir de un enclave insular luego transformado en istmo sobre una privilegiada baha a causa de los aportes del vecino ro Guadalete y la dinmica costera; y la segunda, remoto asentamiento establecido sobre unos cabezos al filo de la ra formada por la confluencia del Tinto y Odiel al desembocar en el Atlntico, dominando un vasto y cambiante panorama de aguazales, esteros e islas.
La ciudad y el puerto de Huelva en el siglo XIX.
cacin martima que en ambos casos se combina con el emplazamiento junto a la boca de ros, el Guadalmedina o ro de la ciudad que desagua a la altura de Mlaga, quedando tambin en sus proximidades la desembocadura del Guadalhorce tras regar su Hoya; y en el caso de Almera, el Andarax o ro de Almera, que configura una feraz vega y un amplio delta en su tramo final al lado de la capital almeriense.
La Alcazaba y la ciudad de Almera por N. Chapuy.
reas temticas
s intencin del proyecto Agua, Territorio y Ciudad elaborar las representaciones de las ciudades
ha potenciado la inclusin de ilustraciones con escenas, usos, actividades e infraestructuras vinculadas con el agua, a veces de una manera que pudiera parecer en exceso convencional. Una licencia que se justifica precisamente para reforzar su finalidad didctica y divulgativa.
mencionadas y de sus correspondientes entornos paisajsticos en sus diferentes momentos histricos con el mayor rigor y fidelidad posibles, recurriendo tanto a los datos documentales como arqueolgicos disponibles hasta el momento, con la gua y consejo de reconocidos especialistas y expertos conocedores del desarrollo territorial y urbano de las distintas poblaciones. Tarea que entraa no pocas dificultades, ya que en ocasiones la informacin sobre determinados lugares o etapas temporales puede presentar numerosas carencias y lagunas, obligando a una cuidadosa labor de restitucin hipottica, de reinterpretaciones o, en su caso, de recreaciones. Riesgos que en todo caso han de asumirse para ofrecer unas visiones de conjunto que permitan apreciar las grandes lneas de la secuencia evolutiva de cada ciudad, y por supuesto, sobre todo en relacin con el agua. Por otra parte, de modo intencionado se
As, en las lminas y las publicaciones basadas en las mismas se priman de manera especfica determinados aspectos temticos que, de manera constante, recibirn especial atencin a lo largo de la coleccin. Junto a las imprescindibles connotaciones histricas que enmarcan cada lmina en su contexto temporal valgan de ejemplos Crdoba como capital de la Btica romana o en su esplendor como metrpoli hispanomusulmana, Almera en su refundacin durante el califato omeya, Cdiz y Mlaga como colonias fenicias y bajo su auge mercantil del siglo XVIII, Huelva en la poca de las expediciones de Coln y durante la expansin de la minera en el siglo XIX, Granada en los momentos de su auge como capital del reino nazar o bajo la expansin urbana y agrcola del XIX, Jan en sus impulsos de crecimiento en los siglos XIII y XVI, Sevilla como cabecera del Nuevo Mundo y a las puertas de la Exposicin Universal, de modo recurrente en todas las series se desarrollan los siguientes bloques temticos: Agua y Territorio, Agua y Naturaleza, Agua y Ciudad, Agua y Economa y la Ciudad y sus Edificios. Cabe tambin, no obstante, la posibilidad de incluir otros aspectos monogrficos segn los casos, pues, en definitiva, se trata de resaltar las reas temticas que ms directamente entroncan con los contenidos y
orientacin del proyecto que aqu se presenta, bajo el ttulo Agua, Territorio y Ciudad. Ros de Historia.
Agua y Territorio:
un anlisis de las relaciones bsicas entre agua, presencia humana y territorio, atendiendo a la geomorfologa, ordenacin del espacio rural, hbitat disperso, caractersticas y condiciones de la implantacin urbana, vas de comunicaciones, urbanismo, junto con cuestiones ms concretas segn cada lugar, como inundaciones o la erosin fluvial y marina.
Agua y Naturaleza:
el efecto de las condiciones climticas, fenmenos atmosfricos, caractersticas del terreno, regmenes y caudales fluviales, mareas, humedales, aguas subterrneas, manantiales, ecosistemas, vegetacin, fauna, grado de transformacin del entorno por la actividad y colonizacin humana, paisajes
Agua y Ciudad:
aspectos relativos a la gestin urbana del agua como condiciones generales del abastecimiento, captacin, almacenamiento, conduccin, potabilizacin, distribucin domiciliaria, usos, saneamiento, depuracin, niveles de consumo Agua y ocio, religin y sociedad, agua y cultura, agua, salud e higiene, la arquitectura del agua (acueductos, baos, fuentes).
Agua y Economa:
el agua como recurso econmico, usos y actividades econmicas relacionadas con el agua: agricultura, ganadera, industrias y manufacturas, pesca, comercio, transportes y navegacin, turismo. Espacios y edificaciones especializadas como huertas y jardines, molinos, batanes, alfares, norias, albercas, etc.
Entre los siglos XII y XIII, durante el dominio del imperio magreb de los almohades en el sur de la Pennsula, Sevilla se convirti en una de las mayores ciudades de Occidente. Baada por el ro Guadalquivir, adquiere entonces unas dimensiones y formas que, en lo esencial, van a caracterizar su conjunto urbano hasta bien entrado el siglo XIX.
Todava hoy, la mayor parte del casco histrico de Sevilla, uno de los ms extensos de Europa, corresponde a la urbe trazada por los almohades, al igual que algunos de sus monumentos ms representativos, como la famosa Giralda, la Torre del Oro, el acueducto de los Caos de Carmona o una buena porcin del Alczar. La huella de esta poca ha perdurado adems en muchos otros rasgos propios de la atmsfera sevillana, como el sutil ambiente de las callejas y adarves, la placidez de los patios y jardines urbanos, o el sosegado rumor de las fuentes.
En las pginas que siguen se presenta, bajo la mirada del agua, una artstica y rigurosa recreacin de la ciudad surgida en esta etapa fundamental de su historia, en los momentos cruciales del ao 1248 cuando, tras su brillante esplendor como capital de los califas almohades, estaba punto de ser conquistada por el rey castellano-leons Fernando III despus de quince largos meses de asedio.
Ag ua , T e r r i to ri o y C i u da d. R O S DE H I S TOR A : S e v illa A lm o h ad e. 1 2 4 8
3 4 7 11 9 10 8
12
9. Atarazanas 10. Torre del Oro 11. El Arenal 12. Barrio y Puente de Triana
Pacho Garmendia
La Sevilla )
clamaba independiente el caudillo andalus Ibn Hud. El ltimo gobernador almohade de Sevilla, Abu-l-Ul, abandonaba la ciudad para hacerse cargo del califato. Se cerraban as setenta aos de presencia almohade, mientras al-Andalus y la propia Sevilla se suman en una profunda crisis poltica.
Si la etapa almohade fue relativamente breve, la herencia que el califato magreb dej en Sevilla no pudo ser ms fastuosa. En efecto, la Sevilla de la que las huestes cristianas se aduearon a finales de 1248 debi ser realmente esplendorosa. A lo largo de los quince meses de asedio a los que Fernando III someti a la ciudad, los castellanos pudieron entrever desde sus campamentos la riqueza monumental que les aguardaba tras los muros y defensas de su bien
so I Henriques, el primer rey de Portugal, se preparaba a sitiar la ciudad de Lisboa al frente de un ejrcito en el que destacaba una nutrida hueste de cruzados ingleses y flamencos, un destacamento de guerreros almohades se haca con el control de Sevilla. Estaba a punto de iniciarse una de las etapas ms brillantes de la historia urbana de la ciudad del Guadalquivir. Tras superar la inicial hostilidad de los sevillanos, el califa Abd al-Mumin se hizo dueo de Sevilla, a la que su hijo y sucesor Abu Ysuf (1163-1168) dara el rango de capital de los dominios almohades en al-Andalus, sucedindole su hijo Abu Yqub (1168-1184), y a ste, a su vez, su hijo Abu Ysuf al-Mansur (11841199). Sus sucesores fueron incapaces de mantener el poder que el califato almohade haba alcanzado en los decenios precedentes. Uno de ellos, al-Nasir, sera derrotado en las Navas de Tolosa (1212). En 1224, tras el breve reinado de al-Wahid, depuesto y asesinado a poco de comenzar a reinar, estallara la crisis dinstica que acabara con el poder almohade, al menos en al-Andalus. En 1125 Fernando III iniciaba la conquista de Andaluca y dos aos ms tarde, en Murcia, se pro-
Toma de Sevilla por Fernando III el Santo, en un manuscrito del siglo XV.
S e v i l l a A l m o h ade . 1 2 4 8 [ 2 3 ]
El puerto de Sevilla, el Guadalquivir y el barrio de Triana, por A. Van den Wyngaerde, siglo XVI.
guarnecida cerca. Alfonso X, que como infante heredero particip en el asedio de Sevilla, nos dejara en sus obras el elogio entusiasmado de las bellezas de la urbe. Buena parte de esas maravillas fueron erigidas por los almohades entre 1150 y 1221, como sumariamente veremos a continuacin.
durante su mandato. Lo ms notable de esta remodelacin palaciega es el llamado Cuarto y Patio del Yeso, en el que destacan las delicadas celosas que cierran los arcos lobulados de los dos cuerpos laterales.
Sin embargo, su obra ms importante fue, sin duda, el inicio de la construccin de la nueva mezquita aljama,
En efecto, una de las primeras obras acometidas tras la llegada de los almohades a Sevilla fue la construccin o remodelacin de la alcazaba, para dar cobijo en ella a la guarnicin magreb, dotndola de una nueva muralla hecha a costa de la erigida por al-Mutamid a fines del siglo XI. Durante el califato de Abu Ysuf, que haba sido gobernador de Sevilla en sus aos juveniles, se rehizo la muralla que corra paralela al ro, que haba sido casi destruida por la riada de 1169. Y no contento con ello, acometi otras costosas obras pblicas como el puente de barcas, que unira Sevilla con Triana hasta mediados del siglo XIX, y el acueducto que desde los alrededores de Torreblanca traa a Sevilla el agua captada en la montaa de Alcal de Guadara, y que entraba en la ciudad por la Puerta de Carmona, de donde el nombre de Caos de Carmona con que se le conoci desde su construccin. Los textos hablan de la ereccin por orden de este califa de tres alcazabas en la ciudad, correspondientes a otros tantos recintos, pero parece que no todas estas fortificaciones llegaron a terminarse
[24] AGUA, TERRITORIO Y CIUDAD
que sera en buena parte demolida en el siglo XV para construir sobre su solar la catedral gtica actual. Hasta entonces la mezquita mayor sevillana haba sido la de Ibn Adabbs, en el emplazamiento de la posterior iglesia de San Salvador, que sera desde entonces en orden de importancia, como mezquita y luego colegiata, el segundo lugar de culto de Sevilla. Este desplazamiento hacia el Alczar del punto de gravedad religioso y poltico de la ciudad se completara con la construccin de la nueva alcaicera de la que apenas quedan restos de su traza, a travs de la cual se daba acceso al patio de abluciones o Patio de los Naranjos de la nueva mezquita.
La traza de la nueva mezquita aljama se debi a Ben Basso, el prncipe de los alarifes, quien dio comienzo a las obras de explanacin en 1172. Diez aos ms tarde estaba oficialmente concluida, a falta de la construccin del alminar. Las obras se iniciaron en 1184 y se finalizaron en 1198 con la colocacin de las bolas de bronce dorado del yamur. Sevilla acababa de
X La Sevilla
Nada tiene, pues, de extrao que desde el momento mismo de su conquista, Fernando III y, sobre todo, su hijo Alfonso X hiciesen del Alczar sevillano su principal residencia y la capital de un reino sin capital fija.
Miniatura de una batalla con la intervencin de musulmanes y cristianos de las Cantigas de Alfonso X el Sabio.
Fuentes )
Arqueolgicas
unto a la precisin e imprecisin de los textos que se refieren a Ixbilia, la incorporacin de la ciencia arqueolgica al estudio del pasado ha contribuido, en no poca
Murallas de la Macarena con la Torre Blanca, en una imagen de finales del siglo XIX.
en el siglo XIII que aqu y ahora se presenta. En los ltimos aos, desde la administracin cultural se ha instaurado la tutela del patrimonio arqueolgico. El Conjunto Histrico de Sevilla, dada sus dimensiones, disparidad y complejidad, se ha dividido en diversos sectores que han desarrollado normativas especficas de proteccin tanto para el patrimonio subyacente, como para el emergente. Desde las cotas ms profundas hasta las ms elevadas, la ciudad se ha convertido en un yacimiento susceptible de ser estudiado con metodologa arqueolgica. Cada vez que hurgamos en sus entraas o epidermis, para recuperar e informarnos del pasado que atesora, son mltiples y de diversa especializacin los investigadores que se asoman a este rico yacimiento, vidos por conocer, interpretar y diagnosticar sobre los restos exhumados. Son centenares las intervenciones arqueolgicas que en las ltimas dcadas se han realizado en Sevilla. Unas en su mayora de carcter preventivo, otras, vinculadas a investigaciones sistemticas de los grandes monumentos. El Alczar, la Catedral,
[26]
la Iglesia del Salvador, el solar de la Encarnacin, el Palacio de San Telmo, la Torre del Oro, distintos tramos de las murallas, el Mercado de Triana, son algunos de los inmuebles en los que se ha focalizado la investigacin arqueolgica, escudriando sus orgenes y transformaciones. A pesar de ello, es cierto que la ciudad adolece, para ste y otros momentos histricos, de un modelo de gestin que permita sintetizar y rentabilizar cientfica o socialmente lo mucho que se excava. No obstante, la proximidad y el conocimiento del da a da de cuanto se realiza en la ciudad permiten paliar en alguna medida esas carencias y, con lo que aportan las descripciones y crnicas de la poca, aventurar una sntesis interpretativa de Ixbilia en su mximo esplendor. Esta sntesis tampoco hubiera sido posible sin el desarrollo de estudios geo-arquelgicos, que, con mltiples mediciones, han permitido establecer el proceso de evolucin geogrfica y topogrfica de la llanura aluvial donde se asienta el yacimiento,
Arqueolgicas
y, por tanto, una aproximacin muy certera a los factores geomorfolgicos determinantes de la gnesis y evolucin urbana de Sevilla, como los relacionados con la terraza fluvial, el ro, su paleocauce y el rea de influencia del Tagarete. Quien vea por vez primera esta lmina de Ixbilia seguramente no podr sino admirarse. Admirarse por la calidad del dibujo, y an ms si se detiene en los detalles. Seguro que quien la contemple, curioso o estudioso, podr penetrar en el pasado almohade de la ciudad e imaginarse, por qu no, que pasea por sus angostas calles, o que otea a vuelo de pjaro el Guadalquivir, los palacios del califa, la gran aljama que mand construir, la antigua mezquita mayor de Ibn Adabbs, o los dems oratorios, palacios o baos dispersos por el abigarrado casero, entre huertas, campos y lagunas. La lmina incorpora, a da de hoy, los resultados que las ltimas intervenciones arqueolgicas han aportado y que la escala del dibujo permite. Muchos permanecen an inditos, como la situacin de la Maqbarat Bab Hamida, el Cementerio de los Alfareros descubierto durante las obras del tranva entre la plaza de San Francisco y la iglesia del Sagrario. Otra gran aportacin, debida a las ltimas obras de infraestructura en la calle San Fernando y Puerta de Jerez, es la constatacin de la construccin de un gran foso, inundado por la conexin entre el Tagarete y el Guadalquivir, que reforzaba la entidad defensiva del Alczar y lienzo sur de las murallas. Con este fin, se cercen una calzada y se arrasaron algunas casas romanas, cuyos fragmentados mosaicos pudieron extraerse y restaurarse. Foso que fuera dibujado por George Vivian hacia 1838 antes de ser cubierto y canalizado hasta el pie de la Torre del Oro. En fin, otra aportacin significativa de la lmina, que deber refrendar la arqueologa, es intuicin del dibujante, buen conocedor de la ciudad. En el Corral de las Herreras de la Casa de la Moneda, donde la historiografa haba situado las villas y casas para el gobierno del hermano del califa Abu Yqub, el sayyid Abu Hafs, ubica la drsena con sus atarazanas y astilleros. Junto a esta hiptesis, con grandes visos de verosimilitud, hay otras muchas que armonizan con viejas crnicas o datos arqueolgicos cuya enumeracin sera demasiado prolija. Considero que el autor de la lmina, Pacho Garmendia, ha realizado un trabajo encomiable, y que quien esto suscribe y ha colaborado con l facilitando el conocimiento que la arqueologa va ofreciendo, no puede por menos que verse satisfecho por un resultado que sin duda se convertir en un clsico de la iconografa de Sevilla.
Fuentes )
Cauce del Tagarete como foso de las murallas de Sevilla ante la Puerta de Jerez, detalle de una litografa de G. Vivian, hacia 1838.
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Localizaciones
Localizacin de diversos elementos citados en los cinco captulos en los que se comenta la vista de Sevilla en poca almohade. Junto a cada elemento se indica la referencia compuesta por una letra seguida de un nmero para poder situarlo con facilidad en la lmina.
Agua y Territorio Alcores Antiguos cauces Arroyo Tagarete Macarena Prado, Campo de los Mrtires Huertas Vias Bosques de galera Vegetacin palustre Alcantarillas Almunias, casas de campo Poblaciones Santiponce La Algaba Alcal del Ro Cantillana Tocina Alcolea del Ro Carmona Agua y Naturaleza Meandros Bancos de arena Islas Bosques de ribera reas de inundacin Fauna pisccola Avifauna Agua y Ciudad Caos de Carmona Depsito de agua Huertos y jardines urbanos rea de la actual plaza de la Alfalfa Madre vieja del ro Laguna de la Feria (Alameda) Laguna de la Pajera (Molviedro) Desages, alcantarillas Fuente de abluciones Baos Castillo de Triana Puente de barcas Foso de Triana (la Cava) Foso del Tagarete Agua y Economa rea portuaria El Arenal Atarazanas Naves Galeras Barcas Barcas de pesca Secaderos de pescado Carpintera de ribera Molinos hidrulicos Norias, albercas Hornos y alfares Actividades industriales Pastos intramuros Huertos, regados Campos de secanos Vias La Ciudad y sus Edificios Alczares, murallas y torres Alczares Alczar Viejo Torre del Agua Alcazabas Murallas y antemuro Torre del Oro Coracha Torre de la Plata Torre Blanca Castillo de Triana Puertas Puerta Real o de Goles Puerta de San Juan Puerta de Bibarragel o Barqueta Puerta de la Macarena Puerta de Crdoba Puerta del Sol Puerta Osario Puerta de Carmona Puerta de la Carne Puerta de Jerez Postigo del Carbn Puerta de los Barcos (Postigo del Aceite) Puerta del Arenal Puerta de Triana Sectores urbanos Macarena Arenal Triana Mezquitas, otras construcciones y espacios Aljama, mezquita mayor Patio de los Naranjos Alminar de la aljama (Giralda) Mezquita de Ibn Adabbs Otras mezquitas Puente de barcas Baos Baos de la Reina Mora Cementerios Alcaicera Vieja Alcaicera Nueva Caos de Carmona Alcantarilla de las Madejas La Buhaira Explanadas (musallas) Campamentos cristianos A3, A8, B10, C5, C8, D1 B1, D2 A6, C5, C8 C3-C5 A1-A7, B8-B9, B3-C3 A9-A10 B9-B10
A9-A10 A1-A2 A7, B8-B9, C8-C9, D7 A4-A5 A8 A4-A8 B9-B10 A1-A2, A7-A8 C10, D10 C10, D5 A2, A4, A7, A8, B1, D8 A2 A3 A4 A6 A6 A6 A9 A3-A4 B2-C2, C3-C6 B2-C2 A1-A4 A2-B2, C9-C10, D9-D10 D3 C10-D10 B8, A9-A10 B6 B3-C3, C4, C8-C9 B6 A4-B4, B5, C4-C5 A4-B4 C5 C4 C6 B4, B7, C8 D3 D3 D1 D7-C8-C9 D4-D7 C4-C7 C7 D4-D8 D6-D7 C3, D3-D6 B2, C3, D3 C3 C3 A10, B9
C7-C9 C7 B8 C7 A3-A7, C3-C9 D7 D7 C7-D7 A5 D3 B2 A3 A3 A4 A5 A6 A6 B7 B8 C8 C7 C6 C5 C4 A4-A5 C5 D1-D7 C6 C6 B7 B5 A4, A5, A6, B3, B4, B8, C4, C6, D5 D3 B3, B7, C8 B4 C5, C6, C8 B6 B6-C6 B8, A9-A10 B8 B10 A8, C9-D9 A5, A8, B9-B10
Entre los siglos XII y XIII, durante el dominio del imperio magreb de los almohades en el sur de la Pennsula, Sevilla se convirti en una de las mayores ciudades de Occidente. Baada por el ro Guadalquivir, adquiere entonces unas dimensiones y formas que, en lo esencial, van a caracterizar su conjunto urbano hasta bien entrado el siglo XIX.
Todava hoy, la mayor parte del casco histrico de Sevilla, uno de los ms extensos de Europa, corresponde a la urbe trazada por los almohades, al igual que algunos de sus monumentos ms representativos, como la famosa Giralda, la Torre del Oro, el acueducto de los Caos de Carmona o una buena porcin del Alczar. La huella de esta poca ha perdurado adems en muchos otros rasgos propios de la atmsfera sevillana, como el sutil ambiente de las callejas y adarves, la placidez de los patios y jardines urbanos, o el sosegado rumor de las fuentes.
En las pginas que siguen se presenta, bajo la mirada del agua, una artstica y rigurosa recreacin de la ciudad surgida en esta etapa fundamental de su historia, en los momentos cruciales del ao 1248 cuando, tras su brillante esplendor como capital de los califas almohades, estaba punto de ser conquistada por el rey castellano-leons Fernando III despus de quince largos meses de asedio.
Pacho Garmendia
La Algaba
Baos de la Reina Mora Puerta de Bibarragel o Barqueta Laguna de la Feria (Alameda) Alcal del Ro
Puerta de la Macarena
Cantillana Tocina Alcolea del Ro Miraflores Puerta del Sol Puerta Osario
7
Fuente del Arzobispo Puerta de Carmona Arroyo Tagarete Alcantarilla de las Madejas
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Localizaciones
Localizacin de diversos elementos citados en los cinco captulos en los que se comenta la vista de Sevilla en poca almohade. Junto a cada elemento se indica la referencia compuesta por una letra seguida de un nmero para poder situarlo con facilidad en la lmina.
Agua y Territorio Alcores Antiguos cauces Arroyo Tagarete Macarena Prado, Campo de los Mrtires Huertas Vias Bosques de galera Vegetacin palustre Alcantarillas Almunias, casas de campo Poblaciones Santiponce La Algaba Alcal del Ro Cantillana Tocina Alcolea del Ro Carmona Agua y Naturaleza Meandros Bancos de arena Islas Bosques de ribera reas de inundacin Fauna pisccola Avifauna Agua y Ciudad Caos de Carmona Depsito de agua Huertos y jardines urbanos rea de la actual plaza de la Alfalfa Madre vieja del ro Laguna de la Feria (Alameda) Laguna de la Pajera (Molviedro) Desages, alcantarillas Fuente de abluciones Baos Castillo de Triana Puente de barcas Foso de Triana (la Cava) Foso del Tagarete Agua y Economa rea portuaria El Arenal Atarazanas Naves Galeras Barcas Barcas de pesca Secaderos de pescado Carpintera de ribera Molinos hidrulicos Norias, albercas Hornos y alfares Actividades industriales Pastos intramuros Huertos, regados Campos de secanos Vias La Ciudad y sus Edificios Alczares, murallas y torres Alczares Alczar Viejo Torre del Agua Alcazabas Murallas y antemuro Torre del Oro Coracha Torre de la Plata Torre Blanca Castillo de Triana Puertas Puerta Real o de Goles Puerta de San Juan Puerta de Bibarragel o Barqueta Puerta de la Macarena Puerta de Crdoba Puerta del Sol Puerta Osario Puerta de Carmona Puerta de la Carne Puerta de Jerez Postigo del Carbn Puerta de los Barcos (Postigo del Aceite) Puerta del Arenal Puerta de Triana Sectores urbanos Macarena Arenal Triana Mezquitas, otras construcciones y espacios Aljama, mezquita mayor Patio de los Naranjos Alminar de la aljama (Giralda) Mezquita de Ibn Adabbs Otras mezquitas Puente de barcas Baos Baos de la Reina Mora Cementerios Alcaicera Vieja Alcaicera Nueva Caos de Carmona Alcantarilla de las Madejas La Buhaira Explanadas (musallas) Campamentos cristianos A3, A8, B10, C5, C8, D1 B1, D2 A6, C5, C8 C3-C5 A1-A7, B8-B9, B3-C3 A9-A10 B9-B10
Rivera de Huelva
Torre Blanca
10
S
A9-A10 A1-A2 A7, B8-B9, C8-C9, D7 A4-A5 A8 A4-A8 B9-B10 A1-A2, A7-A8 C10, D10 C10, D5 A2, A4, A7, A8, B1, D8 A2 A3 A4 A6 A6 A6 A9 A3-A4 B2-C2, C3-C6 B2-C2 A1-A4 A2-B2, C9-C10, D9D10 D3 C10-D10 B8, A9-A10 B6 B3-C3, C4, C8-C9 B6 A4-B4, B5, C4-C5 A4-B4 C5 C4 C6 B4, B7, C8 D3 D3 D1 D7-C8-C9 D4-D7 C4-C7 C7 D4-D8 D6-D7 C3, D3-D6 B2, C3, D3 C3 C3 A10, B9
Santiponce
M AC A REN A
C7-C9 C7 B8 C7 A3-A7, C3-C9 D7 D7 C7-D7 A5 D3 B2 A3 A3 A4 A5 A6 A6 B7 B8 C8 C7 C6 C5 C4 A4-A5 C5 D1-D7 C6 C6 B7 B5 A4, A5, A6, B3, B4, B8, C4, C6, D5 D3 B3, B7, C8 B4 C5, C6, C8 B6 B6-C6 B8, A9-A10 B8 B10 A8, C9-D9 A5, A8, B9-B10
Puerta de la Carne
Torre del Agua Madre vieja (Antiguo cauce) Alczar Viejo (Patio de banderas) Arroyo Tagarete
A LCZARE S
Q
D UA RO G
A
IV
IR
ARENAL
La Cava (foso)
TRIANA
D D
Muro de Triana
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Atarazanas
Arqueolgicas
y, por tanto, una aproximacin muy certera a los de las murallas. Con este fin, se cercen una calzada y se arrasaron algunas casas romanas, cuyos fragmentados mosaicos pudieron extraerse y restaurarse. Foso que fuera dibujado por George Vivian hacia 1838 antes de ser cubierto y canalizado hasta el pie de la Torre del Oro. En fin, otra aportacin significativa de la lmina, que deber refrendar la arqueologa, es intuicin del dibujante, buen conocedor de la ciudad. En el Corral de las Herreras de la Casa de la Moneda, donde la historiografa haba situado las villas y casas para el gobierno del hermano del califa Abu Yqub, el sayyid Abu Hafs, ubica la drsena con sus atarazanas y astilleros. Junto a esta hiptesis, con grandes visos de verosimilitud, hay otras muchas que armonizan con viejas crnicas o datos arqueolgicos cuya enumeracin sera demasiado prolija. Considero que el autor de la lmina, Pacho Garmendia, ha realizado un trabajo encomiable, y que quien esto suscribe y ha colaborado con l facilitando el conocimiento que la arqueologa va ofreciendo, no puede por menos que verse satisfecho por un resultado que sin duda se convertir en un clsico de la iconografa de Sevilla.
Fuentes )
factores geomorfolgicos determinantes de la gnesis y evolucin urbana de Sevilla, como los relacionados con la terraza fluvial, el ro, su paleocauce y el rea de influencia del Tagarete. Quien vea por vez primera esta lmina de Ixbilia seguramente no podr sino admirarse. Admirarse por la calidad del dibujo, y an ms si se detiene en los detalles. Seguro que quien la contemple, curioso o estudioso, podr penetrar en el pasado almohade de la ciudad e imaginarse, por qu no, que pasea por sus angostas calles, o que otea a vuelo de pjaro el Guadalquivir, los palacios del califa, la gran aljama que mand construir, la antigua mezquita mayor de Ibn Adabbs, o los dems oratorios, palacios o baos dispersos por el abigarrado casero, entre huertas, campos y lagunas. La lmina incorpora, a da de hoy, los resultados que las ltimas intervenciones arqueolgicas han aportado y que la escala del dibujo permite. Muchos permanecen an inditos, como la situacin de la Maqbarat Bab Hamida, el Cementerio de los Alfareros descubierto durante las obras del tranva entre la plaza de San Francisco y la iglesia del Sagrario. Otra gran aportacin, debida a las ltimas obras de infraestructura en la calle San Fernando y Puerta de Jerez, es la constatacin de la construccin de un gran foso, inundado por la conexin entre el Tagarete y el Guadalquivir, que reforzaba la entidad defensiva del Alczar y lienzo sur
Cauce del Tagarete como foso de las murallas de Sevilla ante la Puerta de Jerez, detalle de una litografa de G. Vivian, hacia 1838.
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uando me propusieron plasmar en sucesivas lminas la evolucin en el tiempo de la ciudad de Sevilla y su ro desde su gnesis hasta la actualidad, no me lo pens dos veces y me dispuse a acometerlo con una combinacin de inocencia, entusiasmo y prepotencia. De haberlo calibrado con menos candor y ms sensatez, habra tenido muchas ms reservas, habra previsto que la complicada labor documental supondra necesariamente enfrentarse a una sucesin de obstculos para el desarrollo de un dibujo gil. Es frustrante no poder dejar que el dibujo fluya cuando cada lnea significa con frecuencia tomar una decisin arriesgada. Pero supongo que un exceso de prudencia puede ser un freno a la hora de meterse en tamaos berenjenales. Tambin es verdad que podra haberlo resuelto sin tanto celo, de forma ms sugerida, ms suelta. Pero una vez metido en faena, definido el grado de detalle, no haba marcha atrs. Y la densidad de la informacin invitaba a un dibujo denso. Esto respecto al acabado, a la parte artstica. Respecto al rigor documental, ya es harina de otro costal; no creo que hubiese manera de aligerar sensiblemente el proceso. La dificultad de este trabajo documental responde a una razn: y es que la extraordinaria complejidad de la evolucin morfolgica de la ciudad, modelado su solar por un ro salvaje y divagante, lo pobre y efmero de sus materiales constructivos y lo fragmentario de sus registros arqueolgicos, y lo laberntica y necesariamente vaga huella de la deriva del ro mal conocida hasta hace poco, no facilitan que los estudiosos de historia, arqueologa e hidrologa local se pongan de acuerdo en algo. Adems, buena parte de la informacin topogrfica y paisajstica la he obtenido yo mismo a pie de calle y de Google Earth. Para complicarlo todo ms todava, no pude resistir la tentacin de estudiarme a fondo toda la ingente cantidad de informacin que desinteresadamente me ha ido facilitando J. M. Rodrguez Hidalgo, quien no en vano conoce a todo el mundo. Si antes apuntaba que la deriva del ro hasta hace muy poco no era muy conocida, se puede decir que hoy por hoy sta y la naturaleza del sistema de terrazas y llanura aluvial estn siendo estudiadas con objetividad y suficiencia de medios tales que conocemos mejor la topografa antigua que la realidad urbana que se le asienta. Resulta que adems he tenido acceso prcticamente a toda la documentacin historiogrfica y arqueolgica con inters para el trabajo. La consecuencia de todo esto es que yo, que soy, digamos, profano en estas materias acadmicamente al menos me he visto en la tesitura de estar en ms favorables condiciones que los profesionales para cotejar un enorme cuerpo documental de distintas disciplinas desde una perspectiva por mi mismo carcter profano, menos lastrado por prejuicios. Adems, la propia naturaleza del trabajo implica que constantemente surjan problemas inevitables de enfrentar, problemas y lagunas que generalmente se rodean. Acaba uno encontrndose en una posicin que, aparte de suponer una responsabilidad, me obliga a aceptar que el ejercicio de la imaginacin, atada en corto por supuesto, es condicin sine qua non para poder rematar. Evidentemente, es imposible no ser considerado un intruso y estoy preparado para encajar una lluvia de crticas. Pero como bien dijo el hijo de Hispalis Cayo Lupulo: dissentio intelligentiam propitiat (el desacuerdo propicia el entendimiento). Al final, el panorama que se me ofrece tras hilvanar todo este compendio de datos es el de un casero encalomado en el pequeo otero donde termina la punta del espoln que forma el ltimo desarrollo del sistema de terrazas, alzndose sobre las cotas inmediatas como un animal tumbado que levantara la cabeza, superando la cota antigua de los ocho metros sobre el nivel del mar que garantiza quedar a salvo de las grandes crecidas del ro, como si fuera una isla en medio de la llanura aluvial inundada. Casero que se derrama y contrae al albur de las pulsiones del gran e inquieto ro sin que vuelva a encajar en s mismo por causa no slo del poder destructor de las aguas, sino tambin por el antagonismo de las culturas que tuvieron que reconstruir peridicamente la ciudad desde sus propias ruinas.
Un ltigo que golpea y se retira de la terraza va empezando a ser imagen recurrente de este ro viejo o brazo de ro? destructor y dador de vida, de sentido y de forma, que adquiere un carcter metafsico, escatolgico, siendo consustancial a las distintas ciudades que se han ido acomodando al estado que ste ha ido adoptando. Distintas ciudades difcilmente reconocibles unas en otras hasta la poca almohade, la lmina protagonista de este volumen, en que la ciudad y el ro se fosilizan . A partir de entonces el ro parece que se relaja, se encaja, se empieza a dejar domesticar, sin dejar de recordar peridicamente su carcter destructor, y la ciudad empieza un proceso de copiaje de s misma, a veces incluso a pesar de sus dueos. La evolucin de ese ro antiguo ha sido tan dinmica y los cambios tan dramticos que hara falta mostrar demasiadas secuencias para que pudiera ser perfectamente inteligible, por lo que me he permitido ciertas licencias poticas para que los dibujos se expliquen por s solos. Licencias que tambin me he tenido que permitir en la escala. Aunque la intencin es que no se note, o al menos no chirre, las dimensiones y distancias de los distintos elementos estn redimensionadas para que, por un lado, la vista pueda captar todos los detalles en un formato pequeo y, por otro, para dotar de mayor protagonismo a las partes ms sensibles, lo cual no esta exento de problemas porque este protagonismo cambia en cada poca y al sobredimensionar unas partes se pueden estrangular otras, que acabarn cobrando mayor importancia en pocas posteriores. Y los dibujos tienen que encajar unos con otros, con lo que la tarea acaba resultando un encaje de bolillos. Adems la perspectiva est trampeada para que entre el mayor territorio posible, dado el carcter interdependiente de ste y la ciudad. Respecto al formato de trabajo, el propsito inicial de que los originales funcionasen por s mismos, fuesen inteligibles en su tamao original, me privaron desde el principio de la ventaja de trabajar a una escala mayor y jugar con el efecto de precisin que te permite la reduccin, como tampoco pude contar con las prestaciones de programas informticos. Esta limitacin tiene, sin embargo, otra razn de ser y ha supuesto un beneficio; dada la enorme cantidad de informacin y detalle que contienen las lminas, la posibilidad de ser ms preciso implica dos riesgos: que el trabajo se dilatase en el tiempo y que se hiciera demasiado abigarrado, saturado y no pudiese soportar la reduccin a formatos pequeos. El formato elegido, por otro lado, aun estando en desventaja frente a un dibujo original a una escala mayor a la hora de las grandes ampliaciones, da un efecto muy enrgico y atractivo. Pasa tambin que durante el desarrollo del trabajo han salido a la luz nuevos datos que me han obligado a hacer rectificaciones sobre la marcha una vez tintado el dibujo, lo que ha supuesto complicaciones aadidas. Se da la paradoja de que buena parte de la informacin de la que he dispuesto para hacer un dibujo tcnicamente anacrnico se ha obtenido con la ayuda de medios tcnicos muy sofisticados. No obstante, el dibujo acabado en una primera fase para que funcione sin ms es susceptible y de hecho lo he concebido as, y en tal caso ahora s con la ayuda de la informtica de ser muy verstil a la hora de encajar distintos acabados: de detalle para ampliaciones o audiovisuales, de color, de texturas, de tratamiento del agua El resultado final creo que tiene mucha enjundia y resultar atractivo y espectacular para la mayora, y goloso para los entendidos. Las lminas cobrarn su sentido definitivo contempladas en conjunto, pero tambin funcionan por s solas. Para acabar quiero comentar que me ha sorprendido la calidad del trabajo que se est haciendo sobre Cdiz. Los problemas que a m me han abrumado creo que para ellos han sido ms livianos, pero seguro que tambin habrn tenido que superar su propia carrera de obstculos.
Pacho Garmendia
Agua
(
& Territorio
El agua construye territorio de dos formas: una directa,
trabajando incesantemente la superficie de la tierra con las escorrentas de las precipitaciones que erosionan unos lugares abriendo nuevos caminos y depositando lo arrastrado por sus corrientes; y otra, de forma indirecta, condicionando el asentamiento y usos por parte de las poblaciones humanas segn su disponibilidad. As permite la transformacin del espacio con la aparicin de cultivos, infraestructuras y actividades diversas.
Agua (
& Territorio
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& Territorio
Agua )
8. El Guadalquivir, un ro salvaje.
En poca almohade, el Guadalquivir es un ro indmito cuyo caudal vara desde cero hasta miles de metros cbicos por segundo, lo que significa que el nivel de las aguas puede subir hasta 10 m de altura y ms sobre el nivel habitual en muy pocas horas, provocando graves daos. La inundacin de 1200 fue, al decir de las crnicas, especialmente daina; en Sevilla el ro se llev por delante 6.000 casas y con la bajada de las aguas aparecieron ms de 700 cadveres. En esa fecha ya existe la muralla, que al parecer no resisti la fuerza de las aguas.
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Agua (
& Territorio
9. Un campo frtil.
Los depsitos trados por el ro con sus avenidas elevan poco a poco la llanura y garantizan su fertilidad
ao tras ao. Pero la proximidad de la capa de agua subterrnea dificulta el crecimiento de la vegetacin en las zonas ms deprimidas, que permanecen inundadas a veces durante meses. En las reas ms elevadas se
cultivan vias (en la vega del Tagarete) y huertas de frutales y hortalizas (desde la Puerta de la Macarena hasta la del Sol). El resto queda dominado por la vegetacin natural: restos del bosque de galera (tarajes, sauces, lamos, etc.) y de prados y zonas encharcadas con vegetacin palustre (eneas, juncos, carrizos, caas).
Guadalquivir, activos durante las grandes avenidas o incluso ya desconectados de la red hidrulica
pero an persistentes en el terreno, se inundan con las aguas de lluvia o las del ro. La proximidad de las aguas freticas en conexin directa con el ro
dificultan la infiltracin, y la ausencia de pendiente, la escorrenta. Los caminos o arrecifes deben ir sobreelevados y contar con alcantarillas o tajeas que salven los cursos de agua.
Ibn Hisn,
(
Oh, Sevilla!
[Oh, Sevilla!], te pareces, cuando el sol est en el ocaso, a una novia esculpida en la belleza! El ro es tu collar, la montaa tu diadema, que el sol corona como un jacinto.
La hija )
del agua
uando los primeros contingentes rabes llegan al rea de Sevilla al final del verano del 712, trajeron consigo todo el universo simblico de los
desiertos de Arabia donde surge el primer Islam. Los poetas y autores sevillanos de la Alta Edad Media harn una y otra vez referencia al paisaje de origen, en un al-Andalus donde el elemento rabe primitivo fue constitutivo de la elaboracin identitaria. Pero para ellos el paisaje ideal no es el desierto sino los oasis donde de refugiaban sus antepasados durante las etapas de sus marchas por las estepas de la Pennsula rabe. La idea de Sevilla-oasis, la idea de la antigua Ixbilia ligada al agua, podemos encontrarla en todos los aspectos de la vida ciudadana. Los autores rabes sevillanos nos dejan perfectamente localizada la situacin de la capital: el ltimo punto adonde llegan las mareas procedentes del mar. Este hecho da lugar a la constitucin de Sevilla como uno de los ms importantes puertos andaluses y hace surgir la necesidad de traer a la ciudad agua potable. Por ejemplo desde Alcal del Ro mediante los aguadores que recorran los mercados alrededor de la mezquita de Ibn Adabbs, el actual Salvador, o en los posteriores de la nueva mezquita mayor, al final del siglo XII. En esas fechas, el gobernador almohade, camino de Marrakech para convertirse en el Califa Abu Ysuf Yqub al-Mansur, ordena la obra pblica que completaba la red de
[40] AGUA, TERRITORIO Y CIUDAD
pozos urbanos: los Caos de Carmona que traern el agua desde Alcal de Guadara. Esta agua abasteca en sus necesidades a los habitantes de Sevilla, pero tambin a las huertas de los alrededores. Las faenas agrcolas del rea, una de sus seas, como actividad econmica y como esfuerzo de los autores ocupados en la experimentacin y el estudio de la tradicin anterior en este campo, abarcaban no slo los cultivos de secano sino los de regado. En huertas y jardines, que en ocasiones adornaban los recintos palaciegos, como los Palacios de la Laguna Grande, la Buhaira. La Laguna Chica se situaba en el mbito de la actual Alameda de Hrcules, como hija de un antiguo
Iglesia del Agua; o los jardines, que en el lenguaje rabe sevillano llevan el calificativo de Yanna o alguno de sus muchos derivados, que en rabe significa paraso. En uno de sus ltimos poemas, antes de morir en 1095, el rey al-Mutamid, condenado al destierro sin ver el Aljarafe, el Guadalquivir o los Alcores, denominaba a su familia, destrozada cuando no cubierta de luto, como los Hijos del agua del cielo. Su aoranza de Sevilla, en Agmat, cerca de Marrakech, con el seco Atlas de fondo, le haba hecho adoptar un calificativo propio de la capital del reino que haba perdido.
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Agua
(
& Naturaleza
Se dice que el agua es fuente de vida, y el paisaje en que se asienta Sevilla est profundamente ligado al agua. En el pasado reciente fue fondo de un amplio golfo interior, un espacio anfibio que ha ido emergiendo paulatinamente por los aportes del propio ro y que slo con las grandes crecidas recupera su antiguo carcter acutico. La presencia de agua posibilita el desarrollo de ecosistemas estuarios, humedales o sotos de ribera de una gran riqueza y productividad biolgica. El proceso de emersin ha continuado hasta nuestros das, de modo que la ciudad se ha independizado en la prctica de un ro que fue causa directa de su existencia.
Agua (
& Naturaleza
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6. Aguas ocultas.
En los sedimentos que componen la llanura aluvial generada por el ro se acumulan limos, arenas, gravas y cantos rodados. Son elementos detrticos ms o menos groseros con elevada permeabilidad y capacidad de almacenar agua, por lo que dan lugar al desarrollo de un extenso nivel de aguas freticas en conexin directa con el ro. Esta presencia de agua subterrnea a escasa profundidad permite el crecimiento de una vegetacin que la aprovecha gracias a sus races, a la vez que facilita su explotacin por el hombre mediante pozos.
& Naturaleza
Agua )
8. La fauna terrestre.
La abundancia de agua y vegetacin junto con las temperaturas suaves o calurosas originan una explosin de formas de vida en toda la llanura aluvial. Los insectos se multiplican y sustentan una variada poblacin de aves insectvoras, as como de ranas, sapos y otros anfibios. En el agua, los patos y aves zancudas como esptulas, garzas, martinetes, moritos o calamones aprovechan los variados hbitats determinados por la presencia y profundidad de la lmina de agua. A las aves se suman nutrias, ratas de agua, zorros, lobos y otros mamferos depredadores atrados por la abundancia de presas.
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Agua (
& Naturaleza
9. Islas en el ro.
Adems de las dos extensas islas del curso bajo del Guadalquivir, Isla Mayor e Isla Menor, conocidas desde antiguo por ser zonas de cra de caballos y de grandes rebaos de ovejas, el ro presenta numerosas islas e islotes ms o menos temporales, testigos de la fuerte deposicin que caracteriza a su rgimen espasmdico. En poca de estiaje los ganados aprovechan tambin los pastos de estas islas.
) Ixbilia
Agua y Naturaleza en la
de
1248
a ciudad amurallada es un espacio del hombre y para el hombre que se enfrenta al campo, a lo no construido, al espacio indmito y lleno de peligros regido
pera su carcter anfibio y se convierte en un cenagal somero en el que asoman grandes vetas de tierras destinadas al cultivo, a salvo de la humedad que todo lo empapa e inunda. En estas condiciones la vegetacin predominante es de carcter herbceo y arbustivo, toda ella resistente a largos periodos de encharcamiento: juncos, castauelas, caas, carrizos, eneas, manzanilla de agua tapizan el suelo y ocultan a la vista pequeas depresiones, restos de antiguos cauces. Si los cauces abandonados pertenecieron al Guadalquivir, las lagunas no pueden ocultarse por la vegetacin y quedan como testigos permanentes del antiguo curso de las aguas. Las hay dentro de la ciudad la Alameda y la Pajera y fuera de sus muros, como la de los Patos frente a la Macarena, ms otras muchas que se secan al final del verano. En las pequeas vetas e islas del cauce a salvo de las inundaciones anuales se desarrolla una vegetacin estable con grandes manchas de regaliz y pequeos
por leyes que los humanos no alcanzan a comprender ni a controlar, ante el que slo cabe resistir y soportar sus numerosas adversidades si no hay otro remedio. Este territorio extramuros prximo a la ciudad est dominado por la abundancia del agua que surge desde numerosos manantiales situados en el contacto de los distintos niveles de terrazas con la llanura aluvial como la Fuente del Arzobispo, la Fuente del Rey, donde se asent el primer campamento del Rey Santo en el sitio a la ciudad, etc., o de la misma tierra a causa de la proximidad del ro. La extrema horizontalidad de la llanura en la que se sita la ciudad, generada por los sedimentos que el ro deja con cada inundacin, dificulta sobremanera la evacuacin de las aguas ya sean procedentes de las lluvias, o la de los ros y arroyos que la cruzan con cauces sinuosos y corrientes lentas que, en muchos casos, se ven retardadas por el ascenso y descenso de las mareas. En ellos al igual que ocurre en el Ro Grande, la corriente invierte su direccin aproximadamente cada seis horas, y en vez de ir hacia el mar, va hacia tierra adentro. Con fuertes lluvias locales o en poca invernal con las crecidas ordinarias del ro, la gran llanura recuRepresentacin de una garza, miniatura del manuscrito conocido como Livro das Aves, fechado en 1183, cuando Sevilla era la capital andalus del califato almohade. Se custodia en el archivo portugus de la Torre do Tombo.
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La ciudad amurallada de Sevilla, en medio de la llanura surcada por el ro Guadalquivir, en un dibujo del siglo XVI de A. Van den Wyngaerde.
bosquetes de sauces y mimbreras con zarzas y plantas trepadoras. Ms ocasionalmente an destacan algunos restos de la vegetacin original ms desarrollada que han sobrevivido a las razzias de los cristianos, con ejemplares de chopos, lamos, fresnos y tarajes. Este bosque ligado al agua slo se mantiene en las orillas de los ros, pero a distancia de la ciudad, entre otras razones debido a las talas por sus habitantes para aprovechar la madera. En estas condiciones la fauna est, tambin, determinada por la presencia del agua. Miles de millones de larvas de mosquitos y otros insectos constituyen el alimento bsico para una amplia comunidad de aves insectvoras. La vegetacin enraizada y sumergida representa lo propio para otra comunidad de aves no menos compleja de alimentacin vegetariana, en la que dominan las antidas. Anfibios, reptiles y otros pequeos vertebrados, entre los que no hay que descartar pequeos peces, soportan la depredacin de garzas, martinetes, cigeas, y sobre todas ellas, de las rapaces, grandes y pequeas. Entre tanta vida natural y en las proximidades de la ciudad se entremezcla con la fauna silvestre el ganado
vacuno, lanar y caballar, que pasta en semicautividad en los prados de Tablada (Talyata). En el ro se produce anualmente el ascenso de los peces para desovar aguas arriba de la desembocadura en los playazos arenosos, donde el agua es ms fresca, limpia y oxigenada. Destaca entre todos el gran esturin o sollo, al que acompaan anguilas, sabogas, sbalos, lisas y toda una suerte de otros peces que sirven de alimento a las nutrias, zorros y jabales cuando al avanzar el verano se quedan atrapados en charcas cada vez ms reducidas. Lejos de la ciudad y de la llanura fluvial, en las tierras a salvo de las grandes avenidas, la vegetacin cambia sustancialmente. Aqu el problema no es el exceso de agua sino su escasez en el largo periodo estival. Es el dominio de la encina y el acebuche como elementos arbreos y de los lentiscos, coscojas, olivillas, mirtos, jaras como especies del sotobosque. La fauna tambin cambia y no es raro encontrar lobos prximos a la ciudad o incluso osos ro arriba en los sotos de parajes que con el tiempo sern las poblaciones de Cantillana y Villanueva del Ro. Pero eso es otra historia
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Agua
(
& Ciudad
El desarrollo y el futuro de una ciudad es estrictamente dependiente de la presencia de agua potable en cantidad suficiente durante todo el ao y durante todos los aos. Su demanda, aunque no muy exigente en caudales, s lo es en trminos de regularidad y calidad. Tradicionalmente, las ciudades han distinguido diversos tipos de agua en funcin del uso a que se destinaban. Y en Sevilla, paradjicamente, a pesar de ser una ciudad fluvial, el agua potable de calidad ha sido un recurso limitado cuyo suministro ha exigido un considerable esfuerzo, en contraste con la abundancia de aguas no tan saludables para otras demandas.
Agua (
& Ciudad
1. El abastecimiento cotidiano.
En la Sevilla almohade hay infinidad de pozos de agua de escasa calidad, suministro bsico que se complementa con la que acarrean los aguadores y la de algunas fuentes de los contornos. La gran novedad de la poca es la puesta en servicio en 1172 de los Caos de Carmona, obra de origen romano que trae excelentes aguas de manantial desde la vecina Alcal de Guadara, a unos 17 km. A partir de diversas ramificaciones y depsitos, suministra agua potable corriente a edificios pblicos, palacios de la realeza, residencias de las clases altas y a algunos depsitos y pilares para el consumo de la poblacin.
4. La madre vieja.
Por el interior del recinto urbano an discurre un antiguo brazo, o madre, del Guadalquivir que se perpeta en un reguero de lagunas y hondonadas cenagosas que van desde el noroeste de la ciudad hasta las inmediaciones del puerto. Un cauce que vuelve a llenarse cuando las aguas inundan la ciudad en las grandes riadas. Con el paso del tiempo, el propio viario urbano hereda el trazado de este viejo curso fluvial a lo largo de una sinuosa secuencia de calles y ensanches.
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6. Fuentes de abluciones.
Las mezquitas requieren de un aporte continuo de agua para satisfacer las necesidades del ritual religioso. El buen musulmn debe pasar por el lavatorio de manos y rganos de los sentidos para estar en condiciones de orar. Con este propsito, junto al oratorio de la gran mezquita mayor se levanta un amplio patio ajardinado con una fuente central, abastecida por las aguas de un gran aljibe subterrneo.
7. Lagunas interiores.
Como vestigio del antiguo cauce del ro, dentro de la ciudad se extienden varias lagunas. Las de mayor tamao se hallan en la actual Alameda de Hrcules y hacia la plaza de Molviedro (laguna de la Pajera). Estas aguas estancadas y la ausencia de medidas higinicas provocan un ambiente malsano plagado de insectos y otros patgenos que contribuyen a que las epidemias, el paludismo y diversos procesos infecciosos sean una amenaza constante que causa una elevada mortalidad.
& Ciudad
8. Paseos por el ro.
Los sevillanos encuentran en el ro un espacio abierto donde se respira una brisa limpia, lejos del aire espeso y pestilente que tantas veces impregna las calles y casas de la ciudad. Gustan de pasear en barcas con un enramado que les da una agradable sombra y de organizar en las orillas reuniones con amigos en las que corre el vino, la poesa y la msica.
Agua )
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Agua (
& Ciudad
10. Triana, el castillo y el puente.
En la margen derecha del ro, enfrente de Ixbilia, se asienta el arrabal de Triana, ceido por un muro y un foso hacia la campia y abierto al Guadalquivir. Este ncleo ribereo especialmente ligado a la vida y actividades del ro est amparado por un poderoso castillo. A su sombra se tiende bajo el gobierno almohade un puente sobre barcazas que es la primera va de paso estable entre las dos orillas del ro de Sevilla, una pieza clave para las comunicaciones con el frtil Aljarafe y el Occidente de la Pennsula.
11. El Tagarete.
Este pequeo arroyo que nace en los Alcores contornea la ciudad por el este. Aunque vadeable en verano, en invierno hacen falta pequeos puentes o alcantarillas para cruzarlo. Su presencia no slo supone una defensa
aadida para la ciudad (su curso se desva para que haga las veces de foso), sino que en su amplio valle prosperan adems viedos y huertas de frutales.
Ja
El jardn de al-Andalus
I afach
Nada ms bello, andaluces, jardines, bosques y ros, que vuestras huertas frondosas, y claras fuentes sonoras. Edn de los elegidos es vuestra tierra dichosa: no vivira yo en otra. si a mi arbitrio lo dejasen, El infierno no temis, ni sus penas espantosas; que no es posible el infierno cuando se vive en la gloria.
) de Sevilla
La construccin
a forma urbis de la Sevilla anterior al siglo XII es un yermo de contornos imprecisos en el que slo destacan con nitidez la primera mezquita aljama, el
sas que habitaron los primeros musulmanes, incluso el lugar que usaron como mezquita durante ciento veinte aos, han quedado reducidos, en el mejor de los casos, a inexpresivos fragmentos, soterrados bajo varios metros de escombros. En los ltimos aos el profesor Borja Barrera ha certificado el mecanismo de tanta destruccin y que no es otro que el secular movimiento del ro que, como un ltigo imparable, como una tuneladora al aire libre, ha triturado cuanto se ha opuesto a su paso; consta que a comienzos del siglo XI ya estaba encajado en el lugar actual, por lo que la ciudad consolid su expansin hacia poniente en terrenos que, como certifican las crnicas, an planteaban problemas en poca almohade y que, en realidad, siempre estuvieron a merced de la riadas, como acredita la de 1961, que atac la ciudad por la espalda. El ro ha sido, por lo tanto, el vehculo de una continua e inslita reencarnacin urbana. Este proceso, que es la prolongacin de los tiempos geolgicos hasta la poca de San Fernando, tiene su correlato en el plano de la ciudad actual, cuyo casco histrico no slo refleja bien el trazado de su nico circuito de murallas conocido, sino que, por la formalizacin de su viario y parcelario, sugiere varia etapas en su constitucin. Hasta hace bien poco, y salvo excepciones dispersas, los analistas slo disponan de la lectura formal de la forma urbis presente en
ms antiguo de los recintos alcazareos y un cementerio situado en el extremo meridional de la Alameda; el resto de la informacin disponible lo constituyen fragmentos de crnicas y poemas, cuyas referencias topogrficas no sabemos dnde ubicar, excavaciones poco extensas, incapaces de proporcionar imgenes fiables, y mucha extrapolacin. Cuando se inici el siglo XIII, a los tres aos de la inauguracin de la torre que con el tiempo sera la Giralda, lo que conocemos y podemos dibujar de la ciudad, en sitio y forma precisos, conforman un panorama radicalmente distinto, pues muchos elementos urbanos, desde la nueva aljama a la alcaicera, pasando por el puente y el acueducto, no slo estaban ya en uso, sino que han pervivido en lo esencial hasta poca muy reciente. Incluso tenemos datos, cada vez ms ntidos, del trazado de un nuevo barrio, tan extenso como regular. El urbanismo de la ciudad pas, por lo tanto, de un periodo prehistrico, cuyo estudio est dominado por fillogos y arquelogos, a otro, plenamente histrico, que analistas diferentes, historiadores y arquitectos, podemos investigar sobre bases materiales ciertas, pues los edificios romanos que sirvieron a Hispalis, incluidas las murallas y los templos, las iglesias que contemplaron la llegada y romanizacin de los pueblos germnicos y sus luchas dinsticas, las ca-
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La construccin
de Sevilla )
la que, mediante meritorios ejercicios de voluntarismo metodolgico, se identificaban procesos histricos concretos, alcanzado a veces patinazos monumentales, como cuando se identific el trazado del cuadrante noroeste de la ciudad, con el reflujo, ya en el siglo XVII, del urbanismo americano. El elemento que mayores dudas ha suscitado es el que se refiere al momento en que se construy la muralla, la etapa en que su contorno qued fijado, pues de una hiptesis romana se pas a otra almohade, se retrocedi luego al momento almoravid y, en un cierre tan dogmtico como infundado, se ha pretendido volver a la almohade por los siglos de los siglos, incluido el amn. Los textos ofrecen un panorama muy explcito sobre cmo era la ciudad en el trnsito del siglo XI al XII, mostrando una medina saturada y desbordada, que argumenta contra una ampliacin reciente del recinto amurallado. Poco despus los datos literarios de poca almoravid acreditan la construccin de la nueva muralla entre 1118 y 1125. En la segunda mitad del siglo XII y en la primera del XIII los muy abundantes y detallados textos almohades permiten fechar diversas obras de ampliacin, reforma, refuerzo y recrecido del recinto anterior. La arqueologa ha aadido un nuevo dato, pues una reciente excavacin del profesor Tabales Rodrguez en la Puerta del Agua, justo bajo el trazado del recinto que an podemos contemplar en toda su altura, ha detectado un muro que ha fechado en la etapa almoravid, demostrando que, al menos en un sector clave de la ciudad, la ampliacin se haba producido cuando las crnicas atestiguan. En ninguna otra zona se ha excavado la cimentacin del muro histrico, y en ningn otro lugar ste puede mostrar los estratos, bien datados e indudables, que garantizan la cronologa de los tramos emergentes, ya que en ninguno de ellos los atanores del acueducto inaugurado el 13 de febrero de 1172 proporcionan un terminus post quem cierto.
La abundancia de datos explcitos y detallados demuestra que en un momento muy concreto la ciudad culmin por entonces la ms espectacular de sus fases constituyentes, pues adems de inaugurar la trada de agua aquel invierno de 1172, se recreci el muro sobre su conduccin y se tendi el puente, cosa que haba sucedido el 9 de octubre del ao precedente. Estas inauguraciones de infraestructuras bsicas, cuyos detalles son dignos de un peridico actual, dieron paso a la creacin de un segundo, o tercero, centro urbano, religioso y comercial, velando entre todas ellas otros procesos ms difusos, pero no por ello menos interesantes, como fue la consolidacin y creacin de nuevas extensiones del hbitat vecinal amurallado. En algunas partes, desbordadas de antiguo, la nueva cerca se limitara a incluir bajo su proteccin barrios completos, como el que el tiempo constituira la collacin de Santa Luca, que seguramente empez como ncleo suburbano diferenciado, convertido en un arrabal sin cerca a causa del desbordamiento citado. En otras convertira en urbanas zonas poco o nada construidas, entre las que destaca la urbanizacin del sector noroeste del recinto, que en el futuro se dividira en las extensas parroquias de San Lorenzo y San Vicente, pues sus 50 ha muestran un trazado regulador de calles rectas y paralelas, con manzanas rectangulares, tan claras, tan poco islmicas, que unos las han tenido por las de la colonia romana y otros las han tomado por renacentistas; pues bien, las excavaciones demuestran que en poca almohade muchas de sus alineaciones y manzanas estaban bien definidas, aunque probablemente grandes extensiones an seran agrcolas. Como todos estos elementos son visibles, y en gran parte operativos, podemos decir que la historia urbana de Sevilla comienza en el siglo XII.
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) Almohade
El Jardn
l impulso creador en jardinera de la civilizacin hispano-musulmana se nutre de la sabia conjuncin de conocimiento agronmico e ingenio hidruPrticos de yesera y alberca, en el jardn almohade del Patio del Yeso del Alczar de Sevilla.
lico, combinados con una tradicin arquitectnica antigua que entronca, sobre todo, con la civilizacin persa. El resultado son jardines de una sencillez sofisticada, cerrados e ntimos, creados para el disfrute de su dueo, que tratan de dar satisfaccin a los sentidos: vista, olfato, odo, gusto y en los que el hombre encuentra refugio frente al mundo exterior primariamente hostil. Esta concepcin resulta evidente en la preocupacin de algunos autores de tratados agronmicos como Ibn al-Awwam (ciudadano de la Sevilla almohade, siglo XII) o Ibn Luyun (Almera, 1282-1349) por el diseo de las plantaciones, no slo para facilitar su mejor rendimiento sino tambin para procurar el mayor bienestar de su dueo. Podemos imaginar la atraccin de las creaciones andaluses sobre la sociedad cristiana, menos refinada, que se vera incrementada por la introduccin de nuevas especies (jazmines, limoneros, naranjos amargos, posiblemente rosas de flor amarilla, etc.) o la popularidad de frutales raros en el mundo cristiano. La pujante Ixbilia, capital andalus del Imperio Almohade, fue fiel a la tradicin islmica creando y remodelando interesantes jardines, algunos de los cuales han permanecido hasta nuestros das con transformaciones de diverso calado. Podemos
sistematizar en tres las formas de la jardinera almohade, que son las propias del jardn hispanomusulmn: patios de mezquitas, jardines-patio y fincas periurbanas. El primer grupo est bien representado por el actual Patio de los Naranjos de la catedral de Sevilla que se cre como patio de abluciones de la gran mezquita mayor mandada construir por el califa Abu Yqub Ysuf e inaugurada en 1198 (594 H.). En gran medida conserva la planta original, de esquema muy simple, pero su fisonoma est modificada por la impresionante mole de la catedral y la eliminacin de la nave de poniente, ocupada por la Parroquia del Sagrario. Sabemos que la vegetacin original debi ser ms variada que la actual; al menos en el siglo XV contaba con naranjos, limoneros, cidros, cipreses y palmeras, posiblemente datileras, de acuerdo con el viajero germano J. Mnzer. La actual solera, en estilo neo-mudjar, es obra de mediados del siglo XX. La existencia de patios ajardinados era habitual en las casas de al-Andalus y, por supuesto, en las almohades. Estos jardines-patio constituan
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Almohade
elementos principales en la articulacin de la residencia al organizarse las estancias alrededor. Al menos en los palacios y casas principales se pueden sealar dos formas bsicas: el patio de crucero y el patio con estanque. El primero es un espacio rectangular con andenes perimetrales ms otros dos que se cruzaban en el centro, delimitndose cuatro cuarteles o parterres. Su originalidad reside en la posicin rehundida de los parterres, cuya profundidad dependera de la vegetacin: algunos metros en el caso de frutales u otras leosas y una profundidad menor para herbceas, aromticas, etc. Podemos imaginar el efecto de cosechar frutos al alcance de la mano, o de una alfombra de plantas a nuestros pies. Dos ejemplos han perdurado del Alczar almohade, siendo el Patio de la Casa de Contratacin el que mejor conserva su fisonoma original, aunque investigaciones recientes indican intervenciones cristianas importantes. Otro patio de crucero es el de Doa Mara de Padilla, el ms complejo de los patios almohades, que contaba con parterres de ms de 4 m de profundidad y andenes a dos niveles. Los daos sufridos por el terremoto de Lisboa en 1755 determinaron su macizado, perdiendo la disposicin en niveles. Probablemente la vegetacin original de estos dos patios consista bsicamente en frutales. Los patios con estanque estn representados por el Patio del Yeso, precursor del de los Arrayanes en la Alhambra. Aqu se concede protagonismo fundamental al agua, como elemento que domina el espacio y cuyo rumor acaricia los odos gracias a la factura de los canalillos por donde fluye hasta la alberca central desde la sala contigua. La importancia de la vegetacin es reducida pero, al menos en la Alhambra, contaba con alineaciones de mirto o arrayn que acentuaban la estructura del jardn.
Estanque y galeras de los Baos de Doa Mara de Padilla, antiguo jardn de crucero del Alczar.
El Jardn X
Es en las fincas periurbanas donde la habilidad agronmica y de uso del agua se hace ms evidente. Solan rodearse de muros en cuyo interior se cultivaban plantas hortcolas, frutales, emparrados, rboles de sombra, rosales trepadores y otras especies puramente ornamentales, y eran regadas gracias a una alberca localizada en la zona ms elevada. El tratado de Ibn Luyun nos permite hacernos idea de la feliz conjuncin entre espacio productivo y jardn de placer, donde no habr ms que pedir, que podan llegar a constituir estas propiedades. En la Sevilla almohade estaban bien representadas por las huertas que rodeaban el Alczar y los palacios de la Buhaira, ambas alimentadas por la antigua trada romana de los Caos de Carmona que mand reconstruir el califa. Las del Alczar se fueron transformando en jardines a partir del siglo XVI, con la conversin de la alberca en el Estanque de Mercurio. De las huertas de la Buhaira poco ms que la alberca queda, pero la pormenorizada crnica de su construccin por Ibn Sahib al-Sala nos relata cmo se llen de perales, ciruelos, manzanos y decenas de millares de pies de olivos transplantados desde el Aljarafe, dejando muestra patente de las habilidades agronmicas de los almohades sevillanos.
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Agua
(
& Economa
Es lgico que un bien tan primordial como el agua no haya quedado al margen de la actividad econmica y que, ms bien, le sea fundamental. Aunque tradicionalmente las aguas superficiales corrientes se han considerado como un bien bsico de libre disposicin no as las subterrneas, su aprovechamiento, distribucin y manejo s han sido materia de transacciones econmicas, dando lugar a una variada y compleja malla de relaciones sociales ligadas a su amplia variedad de usos.
Agua (
2. Las atarazanas.
& Economa
La presencia del ro foment desde antiguo la construccin de embarcaciones. En la Sevilla almohade, el poder instituido racionaliz esta necesidad localizndola en una serie de espacios y edificaciones (drsena o atarazanas) junto al ro, al exterior de la muralla. Dada la escasez de madera apropiada en las cercanas de la ciudad para el desarrollo de la construccin naval a gran escala, por el Guadalquivir se bajan almadas de troncos desde las zonas boscosas de la cabecera del ro.
La navegacin musulmana conjuga la tradicin romana y bizantina con otras aportaciones de Oriente. Se usan remos, aparejos de velas cuadradas, para navegar con vientos de popa, y la vela latina o triangular, que permite aprovechar vientos de direccin variable. En el ro concurren panzudas naves mercantes de vela cuadrada, galeras de carga y de guerra de velamen triangular y remos, as como falas, barcas y multitud de embarcaciones menores a remo y vela para el transporte y la pesca. El trfico estrictamente fluvial es privativo de los barcos ms pequeos y de almadas o balsas.
4. Molinos hidrulicos.
Por su caudal y dimensiones cerca de Sevilla, el Guadalquivir se resiste a la construccin de molinos y otros ingenios en sus mrgenes. No ocurre lo mismo con sus afluentes, como el Tagarete o el Guadara, ms manejables. En sus cauces, pequeas azudas o presas retienen y canalizan las aguas hacia las ruedas hidrulicas que mueven las piedras de los molinos para producir harina o aceite.
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5. El ro y el comercio.
El ro es la arteria que comunica Sevilla y las comarcas del valle con las tierras ms lejanas. Va del comercio interior y exterior, canaliza el transporte a granel de aceite, cereales, lana, pieles, minerales y manufacturas, y de valiosas mercancas como especias y metales preciosos, conectando la Pennsula con los mercados del norte de frica, el Mediterrneo y el Oriente islmico. Es tambin la ruta de entrada y salida de ejrcitos, personas e ideas.
& Economa
Agua )
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Agua (
& Economa
a b G
La agricultura
en la Sevilla almohade
a Sevilla extramuros era la de los huertos, la de los paseos enyerbados y arboledas y la del campo. La de un territorio que tena como funcin principal abasteHacienda de la Torre de Doa Mara, heredera de la antigua alquera de los Banu Jaldn o Torre de Benagalbn en los alrededores de Sevilla.
cer a los entre 60 y 100.000 habitantes con que contaba la ciudad almohade. El privilegiado emplazamiento de la ciudad le permita disponer de una amplia variedad de terrenos, lo que junto a la benignidad del clima y las abundantes aguas del Guadalquivir y sus afluentes hizo posible que al-Udri afirmara que todo cuanto en los campos de Sevilla se sembraba o plantaba, creca y fructificaba. Y no deba andar muy desencaminado en su aserto, habida cuenta de la ingente cantidad de cultivos que el agrnomo sevillano del siglo XIII Ibn al-Awwam cit en su magna enciclopedia de agricultura: en torno a cuatrocientas especies, de las cuales ms de cincuenta eran arbreas. Campo y ciudad estaban intmamente relacionados, hasta el punto de que el terreno de labor entraba a formar parte del paisaje urbano en los emparrados y las pequeas huertas de los patios traseros de las casas, o en los huertos que se disponan junto al Guadalquivir, en la vecina Triana. Tras las puertas de la ciudad, comenzaba el paisaje rural propiamente dicho, aunque con una diversidad de usos que hoy nos sorprendera. En las cercanas, y aprovechando las mrgenes del ro, se disponan amenas praderas, algunas arboladas con olmedas y otros rboles, que deleitaban los paseos de los sevillanos; los viedos y las higueras abundaran por doquier, como en las tierras aledaas al arroyo Tagarete, hoy cubierto; los
frutales se cuidaran meticulosamente para obtener granadas, albaricoques, priscos, ciruelas, peras, manzanas y otras deliciosas frutas; los cereales, como el trigo, la cebada y la espelta, se sembraban en la campia, pero tambin lentejas, garbanzos, alubias, altramuces, guisantes, ssamo, sorgo, panizo Ro abajo, se criaban desde la Antigedad reputados caballos en las marismas; tambin se sembraba arroz, como se sigue haciendo en la actualidad. Cultivos como el algodn y el lino eran objeto de exportacin al resto de al-Andalus y al norte de frica. En la Sevilla almohade, marinera de vocacin, el comercio impuls stos y otros cultivos comerciales, de los cuales el olivo era uno de los ms destacados: el Aljarafe, el otero rojizo que domina el valle, la diadema de Sevilla, como era calificado, era un autntico mar de olivos salpicado por centenares de alqueras. Las estaciones marcaban el calendario agrcola: en marzo se podaban las vias; en abril y mayo espigaban las mieses; las frutas maduraban entre junio y septiembre; en julio se cosechaba el trigo y la cebada; los higos, las uvas y las nueces, en septiembre; y en octubre, comenzaba de nuevo el ao con la siembra de los cereales. Todo ello supona un constante trasiego en los campos que bullan de vida y presencia humana en una poca en la que la siega se realizaba
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La agricultura
en la Sevilla almohade
con hoz y la siembra exiga el concurso de una muchedumbre de yuntas de bueyes, mulas y burros. Era necesario restituir la fertilidad a la tierra, por lo que se practicaba la rotacin de las tierras, el barbecho, el pastoreo de las rastrojeras y el estercolado. Las fincas posiblemente estaran cerradas con bardas o cercas vegetales, rboles y arbustos que delimitaban la propiedad y que suponan una fuente adicional de alimento para el ganado y de combustible para los hogares. El ganado estara omnipresente: pequeos rebaos de cabras y ovejas, vacas y bueyes para la labor y la alimentacin, caballos, asnos Campos cultivados, pero tambin bosques de ribera y montes de encinas y jaras. As lo delatan topnimos como La Algaba, que significa el bosque, en las proximidades de la ciudad; la lea de la sierra, por su parte, alimentaba hornos, chimeneas y braseros. No se dispona de la tecnologa actual, pero no debemos desdear la capacidad de crear nuevos paisajes agrcolas y transformar la naturaleza en aquel tiempo: las gentes de Sevilla acarrearon tierra frtil de sus propiedades para construir la huerta de la Buhaira y se arrancaron decenas de miles de pies de olivos en el Ajarafe, seleccionados para satisfacer los gustos del califa. El conocimiento de la agricultura era muy avanzado. Ibn al-Awwam recopil el saber de multitud de
fuentes procedentes de las tradiciones geopnicas orientales, bizantinas, romanas y griegas, de las obras de agrnomos hispanomusulmanes anteriores como los sevillanos Ibn Hayyay y Abu-l-Jayr, el toledano Ibn Bassal o el granadino al-Tignari. Todo ello lo aderez con una dilatada experiencia propia: para darnos una idea de la agricultura de primor que se llevaba a cabo, relacionemos las plantas hortcolas que sembr directamente en sus propiedades sevillanas: habichuelas de secano, alhea, lechuga, endivia, espinacas, berza, coliflor, acelga, nabos, zanahoria, rbanos, ajos, melones, calabazas, berenjenas, alcaravea, hinojo, cilantro El campo era, adems, un campo ocupado por infinidad de construcciones: molinos para moler los granos; norias de traccin animal para extraer el agua de los acuferos y aceas sobre el ro; el acueducto de los Caos de Carmona, que traa agua para abastecer la ciudad y regar la Buhaira; albercas y acequias; cortijos y alqueras; casas para fabricar jabn, palomares, almacenes para la cosecha, hornos para fabricar el pan En definitiva, todo lo necesario para asegurar la prctica de una agricultura que Ibn Abdun, un siglo antes, a principios del siglo XII, defini como la base de la civilizacin: de ella depende la vida entera y sus principales ventajas. Por los cereales se pierden existencias y riquezas, y por ellos cambian de dueo las ciudades y los hombres.
Variedades de la vid comn en Andaluca, en una lmina de Simn de Rojas Clemente de 1807, y lminas con la hoja, flor y fruto del granado y del naranjo, de F. P. Chaumenton, 1814.
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la Ciudad
y sus edificios
La ciudad es urbs (espacio fsico edificado), es civitas (espacio de convivencia y socializacin) y polis (espacio de organizacin y poder). Estas tres realidades inseparables son producto, y a la vez causa, de la humanidad tal como la conocemos. La ciudad es, y as la entendemos, como se ve en el caso de Sevilla, un espacio construido por las generaciones que nos han precedido que est en continuo proceso de revisin.
la Ciudad (
y sus edificios
2. El alminar.
Terminada la aljama almohade, el califa ordena erigir un gran alminar. Desde su ereccin, es el hito y smbolo de Sevilla. Sigue el modelo del alminar de la Kutubiyya de Marrakech, al igual que lo har la torre Hassn en Rabat. Comenzadas las obras y tras varias interrupciones provocadas entre otros motivos por la muerte del califa, en 1198 la torre es terminada e inaugurada con gran pompa por su hijo y sucesor, despus de su victoria en Alarcos sobre Alfonso VIII. Se remata con cuatro grandes bolas, o manzanas, de tamao decreciente recubiertas de lminas de oro, insertas en un espign de hierro.
3. Otras mezquitas.
La mezquita es el centro de la vida religiosa e intelectual de la sociedad musulmana. Numerosas mezquitas se reparten por la ciudad y sus arrabales. Se las conoce por el nombre de algn santo varn, el barrio a que pertenecen, u otras designaciones. Hay una mezquita principal o mayor la aljama para la oracin del viernes, que adems marca el foco central de la vida y de la trama urbanas. La primera aljama de Sevilla fue la mezquita de Ibn Adabbs, edificada en el siglo IX, donde posteriormente se levant la iglesia del Salvador.
4. Los alczares.
Al sur de la ciudad y defendido por un sistema de murallas se localiza el conjunto palaciego que fue asiento del poder desde la construccin del alczar viejo (Dar al-Imara) hacia el ao 913 y su acrecentamiento por la dinasta taifa Banu Abbad en el siglo XI. Cuando los almohades hacen de Sevilla la capital de sus dominios en la Pennsula, acometen una gran ampliacin del recinto para convertirlo en sede del gobierno y la corte califal. Trazan nuevos palacios y extensos jardines y huertas abastecidos por un ramal de los Caos de Carmona que discurre a lo largo de la muralla hasta la Torre del Agua de los alczares. Dos complejos militares (alcazabas) aseguran su defensa y los conectan con la medina, la mezquita mayor y el rea portuaria.
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5. La cerca.
En el mundo islmico una ciudad slo adquiere tal categora cuando est cercada y protegida del exterior. Las murallas crean y definen un nuevo mbito la medina en contraposicin con el espacio no defendido ni delimitado. La historia de las de Sevilla es accidentada: concebidas para defenderse de enemigos y riadas, se levantan y destruyen varias veces, en unas ocasiones por el hombre y en otras por el ro, el tiempo y la desidia. Los almorvides las levantan en la primera mitad del siglo XII y despus las recrecen los almohades, que le aaden un foso y antemuro. Con un permetro que supera los 7 km y ms de un centenar y medio de torres, encierran una superficie inmensa, de 287 hectreas.
la Ciudad )
y sus edificios
7. Las puertas.
Una ciudad defendida por una muralla es tambin una ciudad aislada. Las puertas son los lugares obligados por los que se relaciona con el exterior, se cierran de noche y se abren temprano, se recaudan tributos, se impide la entrada o se expulsa al indeseable, y durante las crecidas del Guadalquivir, se ciegan con tablones y cascotes para tratar de impedir el paso de la riada En la Sevilla almohade se cuentan una docena de puertas principales, varios postigos, y otras en el interior de la ciudad. Varias se han localizado e identificado con su nombre rabe, que a veces se ha mantenido: Puerta de la Macarena (bab Maqarana), de Crdoba (bab Qurtuba), del Sol (bab al-Sams?), del Osario (bab al-Maqbara?), de Carmona (bab Qarmuna), de la Carne (bab Yahwar), de Jerez (bab al-Faray), del Alcohol o Postigo del Carbn o los Azacanes (bab al-Kuhl), Puerta de los Barcos (bab al-Qatay) o Postigo del Aceite, del Arenal, de Triana (bab Taryana), de Goles o Real (bab al-Muaddin), de San Juan y de Bibarragel o Barqueta (bab al-Ragwal).
8. El puente de barcas.
En su programa de engrandecimiento de Ixbilia, el califa Abu Yacb Ysuf decide salvar la frontera del ro con un paso permanente construido con barcas atadas entre s y fijadas a sendos malecones en ambas orillas mediante gruesas cadenas. Sorprende que en un mes se diera solucin a un problema que duraba siglos. Este puente deba ser suficientemente flexible para soportar las corrientes de las mareas y los cambios de nivel del caudal del ro. Desde entonces hasta mediados del XIX, cuando fue sustituido por el actual Puente de Hierro, el puente de barcas dio servicio, aunque a menudo tuvo que ser reparado despus de las crecidas.
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la Ciudad (
y sus edificios
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la Ciudad (
y sus edificios
13. La Buhaira
A las afueras de la ciudad, frente a la puerta de la Carne y pasado el arroyo Tagarete, el califa manda levantar en 1171 un palacio de recreo con una gigantesca alberca en la que reflejarse, elemento que le da el nombre: la Buhaira o Laguna Grande. Para esta obra no se escatiman recursos: se traen rboles de todas clases, grandes plantones de olivos del Aljarafe y de otras especies que se trasladan incluso desde Guadix y otros lugares del reino de Granada. El aporte de agua estaba asegurado por una conduccin derivada de los Caos de Carmona antes de entrar en la ciudad.
Qu fue de Crdoba? Y dnde est Sevilla con los placeres que alberga, y con su delicioso ro
pletrico y rebosante?
puede sostenerse.
Esas capitales eran los pilares de una tierra que, al haberlos perdido, ya no
Imperio Almohade
Torre de la Giralda, antiguo alminar de la mezquita almohade.
a nueva Sevilla, tan bellamente ampliada y convertida de ciudad segundona de alAndalus en capital andaluza del imperio almohade, tan puntualmente descrita por Alfonso Jimnez, iba a adquirir de inmediato un alzado coherente con la nueva planta urbana. Es cierto que Sevilla haba sido ya modesta capital del lrico reino de los Abbades, pero construida con una escala menor, como corresponda a aquella etapa de atomizacin y desintegracin del mundo Omeya. El naciente Califato Almohade tena que dotarla de mayores espacios pblicos y de edificios simblicos del nuevo poder establecido. En primer lugar, de obras pblicas de infraestructura, que hoy diramos: la trada de agua, la reconstruccin del acueducto romano desde las tomas Alcal de Guadara hasta la ciudad. Si algo caracteriza a los nuevos mdulos de su arquera es su noble sentido clsico, su neorromanismo, expresado en su tanda de arcos a montacaballo sobre sus arcuaciones de medio punto inferiores, similares a los de la estructura interna del Panten. El resultado es novedossimo, pero al mismo tiempo cargado de sentido clsico. Ya se ha hablado de la cerca urbana y de sus sucesivas reconstrucciones desde la etapa almorvide hasta la que nos ocupa. Pero la verdadera remodelacin almohade, aparte de una pequea serie de esplndidas torres singulares, es la de todo el reborde meridional de la ciudad que engarza entre s los diversos recintos militares palatinos, huertas reales, y sus conexiones con la Puerta de Jerez; y con el recinto de la ceca, que se prolongara protegiendo el Arenal sobre el foso natural del Tagarete en larga coracha que culminara sobre el ro en la famossima Torre del Oro, reina de las torres albarranas espaolas, obra ya tarda, de los das en que la ciudad se aprestaba ante una posible invasin cristiana.
[84] AGUA, TERRITORIO Y CIUDAD
Todo este conjunto de los Reales Alczares y de su barrio inmediato, que sera luego judera en poca cristiana, aprisionaban unos espacios interiores, que siguen siendo todava los ms bellos y ricos de la ciudad, y que iban a servir de asiento a la nueva mezquita mayor almohade. Las obras de infraestructura se iban a completar con la construccin de un puente de barcas uniendo las dos orillas del gran ro, as como unas atarazanas y una ceca o casa de moneda. Tambin es la poca en que se lleva a la perfeccin la otra fortaleza dominante de la orilla derecha del Guadalquivir, ya iniciada en siglos anteriores, Hisn alFaray, el miradero, seguramente construida en los das de al-Mutadid. Nos quedan restos significativos de aquellos alczares y palacios urbanos y de otros exteriores, como los llamados de la Buhaira, que fueron ocasin para la reconstruccin del ya citado acueducto, y que se elevaban sobre una colosal alberca o reservorio, que les daba nombre, e irrigaba escogidas plantaciones de la todava hoy denominada Huerta del Rey. Pero la obra ms significativa de los almohades en Sevilla iba a ser la construccin de la nueva mezquita mayor, y de su famossimo alminar. Tanto la arquitectura palatina, como la religiosa de los primeros califas de la dinasta, estuvo marcada por el ms riguroso ascetismo y severidad decorativa. El espritu de la predicacin del Mahdi a sus discpulos, los almohades los unitarios, se iba a plasmar en su profunda austeridad en todos los aspectos de la vida, y en la propia arquitectura, como
el
Imperio Almohade
una lucha contra toda manifestacin de lujo, tanto en la decoracin como en la utilizacin de materiales ricos, como el mrmol. El pilar de ladrillo sustituira a la columna, si bien esta frmula, de origen mesopotmico, ya vena siendo ley en la era de los almorvides. Pero la decoracin vegetal iba a sustituir las digitadas palmas del ataurique taifa y almorvide, inspiradas en los marfiles califales de Halaf, por otras palmas de hoja lisa, marcando tan slo su simple silueta. Todo se va a convertir en silueta en esta arquitectura, desde los arcos de mocrabes a los de palmas, de nueva invencin, o a los de herradura que adoptan la forma ms elegante de perfil apuntado. Pero esta dictadura decorativa no sera duradera. Es cierto que en Sevilla la arquitectura oficial del Califato estara ms marcada por la imposicin de la secta, frente a regiones como el Shark al-Andalus, donde perviviran los viejos moldes decorativos. Pero, como siempre sucede en la historia de la arquitectura, la supresin de la decoracin siempre acarrea una mayor monumentalidad, una utilizacin ms segura de los puros recursos arquitectnicos, y una mayor calidad en la tcnica constructiva. El gran intrprete de esta teora es el arquitecto palatino Ahmad ibn-Baso, jefe de los alarifes, y su obra magna es la gran mezquita de Sevilla, que sintetiza la nueva tradicin norteafricana, tanto almorvide como almohade, con viejos recuerdos cordobeses. Como novedades, las primeras bvedas de mocrabe, muy simples, que encontramos tanto en los Alczares como en la Mezquita, y que, de lejana procedencia irania llegaron a travs de Egipto al norte de frica almorvide, donde fueron interpretados e hispanizados por yeseros andaluses. La otra novedad importante, las cubiertas de las naves de la Mezquita mediante largas armaduras de par y nudillo con pareados tirantes, consecuencia de una trascendental mutacin de la armadura clsica producida por carpinteros andaluses en las mezquitas, tambin almorvides, de Tlemcen y Qarawiyyin de Fez, y que iban a tener largos siglos de xito en la Espaa mudjar. En los palacios, triunfa la tradicin, tambin irania, pero heredada a travs de la Crdoba Omeya del patio con jardn de crucero, que pronto se iba a convertir en una cons-
tante de la arquitectura sevillana hasta poca mudjar. Pero este largo periodo de sobriedad, como hemos dicho, iba a quebrar pronto hacia un periodo de barroquizacin de las formas que, en breve tiempo iban a evolucionar por nuevos derroteros, los del mudejarismo y los del arte nazar. Todo ello suceda en el cambio de reinado de Abu-Yqub Ysuf a Abu-Ysuf Yqub alMansur, el vencedor de Alarcos, y en coincidencia con un cambio de maestro mayor. El nuevo jeque de los alarifes sera un africano, Ali al-Gumar. La relajacin lgica de la disciplina almohade iba a cuajar tras un viaje a Crdoba del joven califa con su nuevo arquitecto. All entre las ruinas de la gran ciudad palatina de Medina Azahara meditaran sobre la grandeza y diversidad arquitectnica de aquel otro califato, el de los Omeyas, y ensoaran una nueva arquitectura para su dinasta. De los arcos entrecruzados de la Mezquita, llevados geomtricamente ad infinitum iba a nacer la tsebka, o red de rombos entrecruzados, que iba pronto a universalizarse a partir de la Giralda, y a triunfar sobre los viejos temas decorativos iniciales del arte almohade: la palma lisa, el epgrafe y el encintado de lacera geomtrica. La consecuencia artstica inmediata en el Alczar sevillano son los patios del Yeso y de Contratacin, tal vez inspirados en las arqueras interiores de la Dar al-Yund de Medina Azahara, que trasladados a ordenacin mural, iban a generar la prodigiosa decoracin de la caa de la Giralda, nombre cristiano del gran alminar elevado por Al de Gomara sobre la infraestructura ptrea iniciada por Almad ibn-Baso. La Giralda iba a crear un antes y un despus en la historia de los alminares hispano-musulmanes, tanto en al-Andalus como en el Magreb. Junto a estos prototipos, las pequeas qubbas funerarias con bvedas octogonales de paos sobre trompas de semibvedas de aristas, iban a crear un modelo perpetuado luego en las capillas funerarias de nuestras iglesias mudjares. Esta trascendental invencin de la Sevilla almohade sigue siendo la base estructural de esa Sevilla Eterna, que sigue girando entorno a su tambin eterno hito de la Giralda.
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De la a la
que la ocuparon, no necesitaron realizar obras de reconstruccin. Esto quiere decir que se instalaron en una ciudad de caractersticas urbanas andaluses y en casas adaptadas a la cultura mediterrnea. Ya que los nuevos pobladores traan consigo un modelo distinto de ciudad, a partir de ese momento se inici un doble proceso: por un lado, esa ciudad heredada fue experimentando ciertos cambios; por otro, en las zonas de nueva urbanizacin se fue implantando un modelo europeo. Por lo que se refiere a los cambios, hay que distinguir entre la forma urbana, es decir, sus calles y espacios abiertos y las funciones de centralidad. Por lo que afecta a las primeras, poco a poco se fueron abriendo plazas; primero, con funcin de cementerio parroquial; luego, como mbitos de representacin y espacios de ennoblecimiento. As, junto a numerosas plazas ante iglesias, casas nobiliarias y aristocrticas, surgi una plaza mayor o principal de la ciudad, la de San Francisco. Tambin fueron desapareciendo numerosos adarves o callejones sin salida, que haban sido uno de los rasgos de la ciudad andalus. Paralelamente, se procur que las calles fuesen ms higinicas y adaptadas a la esttica occidental, con trazados ms rectos, menos hmedas, para lo que se derribaron arquillos, ajimeces, plantas altas de las casas que volaban sobre el espacio de la calle, etc.;
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puede identificar en la parte antigua del barrio de Triana y en la zona norte del casco antiguo, especialmente, en los barrios de San Lorenzo y San Vicente. Por tanto, desde la perspectiva de la morfologa urbana se podra hablar de dos ciudades con rasgos diferenciales cada una: la heredada de la etapa precedente en la que predomin el urbanismo andalus, y la que se conform en los siglos de expansin, que respondi al modelo europeo. La citada dualidad se puede detectar tambin en la distribucin de las funciones urbanas. Las funciones de centralidad tendieron a concentrarse en los mismos espacios en los que estuvieron en el perodo andalus; es decir, en torno a las que haban sido las dos mezquitas mayores de Ixbilia, la primitiva de Adobas y la nueva construida por los almohades. En torno a la primera, convertida en Colegiata del Salvador, se ubic el mercado local, en especial el de abastecimiento. Todos los artculos de primera necesidad se instalaron desde la Alfalfa hasta la plaza de San Francisco, entremezclndose con los puestos y tiendas de distintos artesanos y pequeos comercios especializados, como perfumistas y especieros, chapineros, cereros, cordoneros, etc. En torno a la mezquita almohade, consagrada como catedral cristiana, se instalaron los distintos poderes radicados en la ciudad: el real en el inmediato Alczar, el episcopal, el municipal en dependencias de la Catedral, hasta que en el siglo XVI se traslad a la plaza de San Francisco. Pero tambin centros econmicos, como el mercado del aceite, la Aduana, las lonjas de comerciantes extranjeros (genoveses, placentinos y catalanes); las gradas de la Catedral se convirtieron en un gran centro de contratacin, donde acudan los grandes mercaderes internacionales para realizar sus operaciones comerciales; por eso, en dicho entorno se encontraban los cambiadores y banqueros, as como algunos notarios. Todos este sector se comunicaba con el puerto la razn de ser de Sevilla a travs de la actual calle Garca de Vinuesa,
que, en aquellos siglos, se denomin calle de la Mar. Por todo ello, en el entorno haba numerosos almacenes, especialmente de aceite, y se observa una creciente presencia de mercaderes. La ubicacin de todas estas funciones entre las dos collaciones (Salvador y Catedral) potenci la concentracin en ellas, a fines de la Edad Media, de actividades econmicas inicialmente dispersas por otras zonas urbanas y que, en consecuencia, de nuevo se pueda hablar de dos ciudades separadas, por una lnea imaginaria que iba desde la Puerta Osario a la Puerta Real. Al sur de la citada lnea se ubicaron todos los centros de poder y de la administracin, las actividades vinculadas al gran comercio de exportacin e importacin y los principales mercados de abasto, as como la residencia de financieros y grandes mercaderes. Los barrios al norte de dicha lnea se caracterizaron, por una parte, por su funcin eminentemente residencial, incluida la de la nobleza, y la concentracin de conventos, y, por otra, por una actividad artesanal muy diversificada, si bien, en los barrios ms prximos al ro, como los de San Lorenzo y San Vicente, y en Triana, tendieron a concentrarse los relacionados con las actividades marineras. Al servicio de estos barrios ms perifricos surgieron mercados de abasto secundarios. La nica actividad econmica que afect al conjunto de la ciudad situada en este sector fue el mercado semanal de los jueves, que dio nombre a la calle de la Feria.
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Alberca del Alczar de Sevilla, leo sobre lienzo de Joaqun Sorolla, 1918. Museo Sorolla, Madrid.
ROS DE HISTORIA