Los Caminos de Santiago Arte Historia Literatura Ebook
Los Caminos de Santiago Arte Historia Literatura Ebook
Los Caminos de Santiago Arte Historia Literatura Ebook
COLECCINACTAS
ACTAS
COLECCIN
COLECCIN ACTAS
COORDINADORA
COLECCIN ACTAS
ARTE
Coordinadora
PUBLICACIN
NMERO
2.505
DE LA
FICHA CATALOGRFICA
LOS CAMINOS de Santiago. Ar te, Historia, Literatura /
Coordinadora: Mara del Carmen Lacarra Ducay. Zaragoza:
Institucin Fernando el Catlico, 2005
328 p.: il.; 24 cm.
ISBN: 84-7820-773-2
1. Arte., LACARRA DUCAY, Mara del Carmen, coord. II. Institucin
Fernando el Catlico, ed.
Los autores.
De la presente edicin, Institucin Fernando el Catlico.
ISBN: 84-7820-773-2
DEPSITO
LEGAL:
Z-530/2005
PRESENTACIN
PRESENTACIN
El curso finaliz el da 26 de marzo, a las 21 horas, con una sesin de clausura presidida por la diputada de Cultura, doa Cristina Palacn Canfranc, a
quien acompaaban la directora y la secretaria de la Ctedra Goya, doa Mara
del Carmen Lacarra Ducay y doa Cristina Gimnez Navarro, y el director del
Departamento de Historia del Arte, don Ernesto Arce Oliva.
Los trabajos que se incluyen en el presente volumen han sido elaborados
por los conferenciantes tomando como base el guin de sus disertaciones. Se
publican acompaados por ilustraciones, que ellos seleccionaron como enriquecimiento de los textos y recordatorio de las lecciones impartidas.
Deseo agradecer, un ao ms, a todos los participantes en el curso, profesores y alumnos, su colaboracin con la Ctedra Goya, as como tambin a la
secretaria de la Ctedra, doa Cristina Gimnez Navarro, su ayuda en las actividades acadmicas programadas.
Mara del Carmen LACARRA DUCAY
Directora de la Ctedra Goya
y de la Seccin de Estudios de Arte Aragons
[6]
Para avanzar en la comprensin de la peregrinacin a Santiago, es conveniente partir de la consideracin de este camino como uno de los hechos civilizadores ms importantes de la historia europea. Pero, adems es acertado el
admitir que, este camino civilizador, estuvo ntimamente ligado a la construccin poltica de los estados que vertebraron su itinerario. Por ello, cuando reflexionamos sobre el territorio aragons, debemos aceptar de partida que los avatares de los caminos jacobeos fueron consecuencia directa de la sucesin de
perodos en la historia de Aragn.
A estas consideraciones generales podemos sumar otras muchas, ampliamente formuladas por la literatura al uso, pero es positivo anotar algunas pinceladas que nos permitirn tener una visin ms real y menos idealizada de lo
que fue el Camino de Santiago. Quizs, por esta razn, haya que comenzar
planteando que el fenmeno de la peregrinacin no permaneci con igual
apogeo en el tiempo. Incluso hubo muchos perodos en los que ni siquiera
existi, al coincidir con momentos de crisis contexto de la reforma protestante y en especial del luteranismo o por haber desaparecido el objetivo final
de este itinerario espiritual. Ejemplo de lo cual puede ser la amplia etapa en la
que, debido a las amenazas de los corsarios ingleses, en el siglo XVI, se escondi el supuesto cuerpo del santo para ser encontrado a finales del siglo XIX, en
1879, por el inters del arzobispo Pay Rico.
En sintona con esto conviene recordar una curiosa ancdota que cuentan
los profesores Lacarra y Vzquez de Parga, haciendo alusin al ao 1932, al
momento en el que andaban el camino jacobeo. Despus de explicar que ningn prroco saba qu hacer con ellos, sealaban que lo peor fue la reaccin
de los cannigos de Compostela cuando asombrados ante el inslito hecho
de ver peregrinos improvisaron un ceremonial que, mientras dur su estancia en la capital gallega, tuvo sentados y desconcertados a los profesores en el
coro de la catedral.
[7]
Ver mi artculo sobre El camino de Santiago y la idea de Europa, en Trbede, 22, (Zaragoza, 1999).
Se puede consultar algunos apuntes interesantes sobre este tema en su libro pstumo Los Caminos de
Santiago en Aragn (Zaragoza, 1993).
3
J. Guerra Campos estudia estas cuestiones en su Exploraciones arqueolgicas en torno al sepulcro del
apstol Santiago, Santiago de Compostela, 1982.
[8]
por eso, si me permiten una nota de irona, deberemos criticar desde nuestros supuestos cientficos ese apasionamiento excntrico que lleva a ir buscando las piedras que han pisado los peregrinos. Bromas aparte, estamos ante
un proceso que se pone en marcha en los inicios del siglo IX y que se ir
difundiendo rpidamente hacia las tierras del Oriente.
Se tiene claro que no pas mucho tiempo, desde la invencin de las reliquias del apstol Santiago, hasta la difusin de la existencia de la segunda tumba apostlica en Occidente. Un hecho que vino muy bien a unos monarcas,
que entendieron rpidamente que estas reliquias los colocaban en situacin de
privilegio y de preeminencia frente a los dems. Por otra parte, los reyes alfonses asturianos tuvieron especial inters en divulgar este hecho hasta lejanas
cortes tan notables como la carolingia, nexo que sugiere la puesta en marcha
de este caminar ultrapirenaico hacia esa tumba, cuya fama estaba precedida de
sucesos milagrosos4.
E L C AMINO C HESO
Y EL
C ONDADO
DE
A RAGN
Cuando se va difundiendo la invencin de las reliquias jacobeas, en la primera mitad del siglo IX, el territorio aragons vive tensos momentos de enfrentamiento, protagonizados por los musulmanes que estn en las llanuras del
valle del Ebro y los gobernantes carolingios, que no perdonan la ofensa que la
ciudad de Zaragoza hizo al rey Carlomagno, en el verano del ao 778, cuando
los musulmanes se negaron a entregar la ciudad que haban ido a ofrecerle hasta su propia corte. En medio de estos dos poderes est la poblacin indgena
que, por ser ms proclive a pactar con los carolingios que con los musulmanes,
va haciendo posible que diferentes funcionarios de la corte imperial con rango militar de condes vayan establecindose en los territorios aragoneses,
especialmente en aquellos desde los que se pueden vigilar bien los caminos
por los que se mueven los musulmanes de Lrida y de Huesca5.
Pero, conforme avanza el siglo, los condes carolingios comienzan a tener
problemas con los lderes de esa poblacin indgena como ocurre en tierras
de Sobrarbe y los rectores francos deciden dos acciones concretas: primero
concentrar sus intereses en aquellas zonas que estn bien comunicadas por
pervivir en ellas las calzadas romanas que atraviesan el Pirineo, y despus
Para todo lo general remitimos a la obra de los profesores Vzquez de Parga, Lacarra de Miguel y Ura
Ru, sobre Las peregrinaciones a Santiago de Compostela, tres tomos (Madrid, 1949). Hay una edicin
(Asturias, 1981) patrocinada por la Excma. Diputacin Provincial de Oviedo.
Ver mi estudio sobre Los orgenes del Reino. Los condados de Aragn, Sobrarbe y Ribagorza (7781035) en el catlogo Aragn, reino y corona, (Zaragoza, 2000), en especial pp. 30 y ss.
[9]
crear verdaderos santuarios nacionalistas, en esos enclaves, que les sirvan para
controlar a esa ingente masa de poblacin agrcola-ganadera sobre la que pretenden imponer su autoridad.
Uno de los puntos elegidos fue el valle del ro Aragn Subordn, el valle en
el que hoy se asienta la poblacin de Echo, y lo fue por ser escenario de la
importante calzada romana que iba de Zaragoza a las tierras del Bearne, atravesando el Puerto de Palo que tiene 1.942 metros de altitud. Desde las tierras
de los francos entra, siguiendo esta calzada, el experimentado conde Galindo I
Aznrez. El funcionario palatino llega despus de haber estado destinado en
Urgell y Ribagorza, para poner en explotacin un valle y para construir un
monasterio que est llamado a convertirse en el nuevo santuario de estas
poblaciones6. Es la primavera del ao 833 y es el comienzo de la historia de
San Pedro de Siresa, monasterio que llegar a estar habitado por una centena
de monjes.
Pero estos monjes, aparte de poner en cultivo las tierras y atender a la poblacin del valle, asumen la atencin hospitalaria de los muchos viajeros que transitan la vieja calzada romana de carcter militar que mand arreglar el
emperador Mximo (el ao 382) y que tendra su gran mansin de Summo
Pyreneo 7 en las cercanas de la actual poblacin de Siresa, o incluso en ella.
Seguramente no lejos del enclave donde se levanta el monasterio, al que llegar
el ao 848 san Eulogio. La presencia de este mrtir cordobs es muy importante, puesto que adems de glosar8 las maravillas de la vida espiritual de estos
monjes y del valor de su biblioteca, depositaria de multitud de obras clsicas, se
ocupa tambin de alabar a sus cien monjes pues brillaban como estrellas
del cielo en el ejercicio de la virtud. Un ejercicio que tena especial relevancia
como seguidores de la regla de san Crodegando de Metz en lo relativo a la
hospitalidad. No debemos olvidar que lo que nos cuenta san Eulogio coincide
plenamente con el captulo 141 De institutione canonicarum, que forma parte de
las ordinaciones que rigen la vida cannica siresense, donde se explica que el
peregrino y el husped deben ser recibidos quasi delicanti Christi.
Ver mi obra sobre Los monasterios altoaragoneses en la Historia (Huesca, 2002), pp. 57 a 64.
Ver La red viaria en Aragn, pg. 32, de Mara de los ngeles Magalln (Zaragoza, 1987).
Durn Gudiol, Los condados de Aragn y Sobrarbe, Zaragoza, 1988, pp. 327-328. Es interesante anotar
que el monasterio de Siresa supuso un avance en Hispania de las reglas carolingias de vida en comn,
en concreto de las recomendaciones de la dieta sinodal de Aquisgrn, y ante todo la creacin de un
monasterio excepcionalmente grande para ese momento y ordenado en torno a la basilica de los apstoles San Pedro y San Pablo en la que se desarroll una liturgia en torno a la laus perennis, la veneracin de las reliquias y los desfiles procesionales. De ese templo que tenia once altares nos queda la
totalidad de su arquitectura, con algunas reformas posteriores, y del patrimonio litrgico del templo se
han salvado algunos cdices que conservamos y que nos hablan de ese ingenio de muchos que como
refiere el biogrfo Alvaro de Crdoba se custodiaba en este rincn perdido del Pirineo.
[ 10 ]
Es claro que los monjes de Siresa9 atienden a los peregrinos y que ellos pueden asumir el cuidado de la vieja va romana, especialmente en tiempos invernales. Atencin que va destinada a los caminantes que afluyen a Olorn, desde donde van subiendo a los montes Pirineos por Bedous, Accous y Lescun.
La preeminencia de esta va de peregrinacin y de comunicacin por el valle
cheso, era consecuencia de la situacin en la que estaban las otras dos grandes
calzadas que unan Burdeos con Astorga al Oeste y Narbona con Barcelona
al Este. La primera atravesaba el valle del Baztn que era una zona en manos
de paganos y que, en el siglo X, todava no estaba cristianizada, razn por la
que no era muy transitada. La segunda tena el inconveniente de encontrarse
cortada por el dominio musulmn en tierras de Lrida, ciudad que no se conquistara hasta el ao 1149.
Es lgico pensar que los primeros monjes de Siresa que fueron gentes en
su mayora de origen franco, bien pudieron atender a los peregrinos que
transitaron por este itinerario, que se mantuvo en perfectas condiciones y en el
que adems ellos constituan la total garanta de la hospitalidad, tras atravesar
el puerto. Nadie duda que hubo caminantes viajando por esta calzada romana,
razn por la que no entramos en cuestionar la existencia de peregrinos en
los finales del siglo IX y en el siglo X, mxime cuando se acepta que Luis
el Piadoso antes del ao 820 ya haba difundido en su corte carolingia el
inters por este nuevo culto al apstol Santiago. Pero adems, sabemos que
desde el reinado de Alfonso III (866-910) la peregrinacin se convierte en un
hecho generalizado y que l mismo atiende a la necesidad de acoger a pobres
y peregrinos, con ocasin de una donacin a Compostela hecha en el ao 899.
Por otra parte, la antigedad del itinerario est probada con los restos megalticos que se conservan en este agreste espacio, de praderas y selvas, al que
tambin se han adscrito algunas batallas como la de Roncesvalles. Una batalla
que se ha visto convertida en objeto de debate al plantearse la tesis del profesor Ubieto que la ubica en este valle, en concreto en la Corona de los Muertos
del valle cheso. Sin entrar en estas cuestiones, no est de ms traer como referencia la memoria de las excavaciones, en la cual hay constatacin de abundantes restos blicos propios de una batalla y de una seal para nosotros clave:
la existencia en esos yacimientos de algunas conchas de peregrino que nos
documentan el paso de gentes rumbo a Santiago desde el perodo altomedieval.
Esta va abre el camino que, despus de descender por el valle del Aragn,
va hacia Embn, Puente la Reina, Berdn, Tiermas y el monasterio de Leire,
camino de Sangesa y de la propia capital pamplonesa. Y sabemos que este
9
Ver el captulo I del libro El monasterio de San Pedro de Siresa, publicado por Antonio Durn Gudiol
(Zaragoza, 1989).
[ 11 ]
LA
El reino aragons, como todos ustedes saben, se cre por una disposicin
testamentaria de Sancho el Mayor que, en 1035, dejaba el conjunto de los territorios de los ros Aragn y Gllego a su hijo Ramiro I. Y a la muerte de este
primer rey, en cuyos dudosos testamentos12 se enuncian algunas donaciones
para este camino de peregrinaje, se ocupa del reino aragons su hijo Sancho
Ramrez que gobernar este territorio entre 1064 y 1094.
Sancho Ramrez ser el autor del proceso de modernizacin de estas tierras
montaosas, puesto que a l se deber la decisin de apostar por la europeizacin de Aragn. Con su gestin este reino se consolidar como un poderoso
ncleo vinculado al papado, respetado por los castellanos y configurado territorialmente con la unin de Aragn y Pamplona, en sus manos, a partir del ao
1076 tras la muerte de Sancho de Pealn.
En esta controlada y meditada construccin del nuevo estado13, el rey
Sancho tena que fijar un centro en el que residiera el poder. Y para ello, apos-
10
As lo anota Antonio Ubieto en su Los caminos de Santiago en Aragn (Zaragoza, 1993), p. 19. El mismo autor habla de cmo la puesta en funcionamiento de este camino de Ibaeta a Pamplona, por Erro,
supuso el relegar a segundo trmino el paso por el valle del Baztn
11
12
Si hacemos caso de las noticias de los documentos mencionados, Ramiro I de Aragn -en su primer
testamento fechado en el ao 1059- leg ciertos bienes a Santiago de Galicia al mismo tiempo que destinaba otros bienes para pagar la construccin de puentes y el arreglo de caminos, todo lo cual constituye un claro indicio del inters del monarca por la peregrinacin. Ver de Antonio Durn Gudiol su trabajo sobre Ramiro I de Aragn (Zaragoza, 1993), pp. 78 a 81.
13
Ver mi trabajo Sancho Ramrez, rey de aragoneses y pamploneses (1064-1094), (Zaragoza, 1996).
[ 12 ]
14
15
[ 13 ]
Ni que decir tiene, que la nueva opcin para atravesar el Pirineo le viene
excepcionalmente bien a la idea de potenciar el valle del ro Aragn como nuevo camino desde Jaca. Y desde luego como nuevo camino para los peregrinos
que van a Compostela.
En esta tarea el rey aragons va a contar con la colaboracin de muchas
personas que vern en esta ruta que se planifica de nuevo una fuente
segura para su propia prosperidad. Hay que arreglar caminos, es necesario
hacer puentes, se debe asegurar una infraestructura asistencial de ayuda y,
sobre todo, es indispensable imponer una paz augustea sobre ese camino en el
que conviene que convivan peregrinos y mercaderes.
La idea que tiene el aragons es compartida por otro gran monarca:
Alfonso VI de Castilla, el hombre que colaborar en hacer realidad ese trazado
de un camino jacobeo que vaya del Pirineo a Compostela. A los dos reyes les
interesa este itinerario en un momento clave que se extiende entre 1070 y 1090,
en un tiempo de apogeo econmico que provoca la percepcin de las parias
o impuestos que pagan los musulmanes para comprar la paz y asegurarse que
los cristianos no atacarn sus debilitados reinos de taifas. Los dos reyes quieren
trasmitir la idea de un camino seguro y bien trazado, compartido por comerciantes que pagan impuestos por usarlo y por peregrinos que aportan una imagen de universalidad a cambio de no pagar por lo que lleven.
Pero tambin es un camino que les permite abrir zonas de inversin en tierras francesas con la ganadera16 y, a la vez, atraer para las ciudades que ellos
van a crear o recuperar una masa especializada en actividades mercantiles que
conoceremos como francos y que se definieron como activos trabajadores. Y
esta cuestin es muy importante, puesto que provocar la decisin tomada por
el rey Sancho Ramrez de cambiar el itinerario de peregrinacin. Se haba construido un eje clave para el reino, el que iba desde el Somport pirenaico hasta la
ciudad de Jaca, y a ambos lados se desarrollaba un itinerario muy controlado.
El reajuste del camino en tierras francas ha sido sencillo pues el nico cambio ha consistido en que si antes desde Olorn se llegaba a Bedous y desde all
se desviaban por Lescun hasta el valle de Echo, ahora desde Bedous se segua el
camino recto por Borce y Urds rumbo a Somport. Pero si era sencillo el optar
por un trazado nuevo, era complicado el lograr que los viajeros cambiaran de
ruta. Esta cuestin form parte de un agresivo dispositivo propagandstico que
fue hecho por la red de albergues que se fue creando en torno al ao 110017.
16
Este nuevo camino est abriendo Aragn a un espacio en torno a Gabs y Urds que los gobernantes de ambos lados tienen voluntad de unir, para potenciar un claro auge de la ganadera.
17
No obstante hubo algunos pocos que prefirieron desde Olorn seguir el camino que les llevaba al
Valle de Tena y bajar por el ro Gllego rumbo a Jaca haciendo uso de un ramal secundario que conserva algunas iglesias dedicadas al apstol como la romnica de Orante.
[ 14 ]
EL
PODER DE
S ANTA C RISTINA
Como venimos viendo, el punto de acceso desde el Valle del Aspe a la pennsula era el puerto de Somport18, el lugar en el que se haba fundado el Real
Hospital de Santa Cristina de Sumo Puerto que se acabara convirtiendo en un hito
universal19, puesto que no debemos olvidar que el viajero Aimerico Picaud, cuando escribe en torno al ao 1140 su famosa Gua para peregrinos, afirma categricamente que Tres columnas en gran manera necesarias para sostener sus pobres
instituy el Seor en este mundo, a saber: el hospital de Jerusaln, el hospital de
Mont Joux y el hospital de Santa Cristina, que est en el puerto de Aspe. Son estos
hospitales, puestos en sitios adecuados, lugares santos, casas de Dios, reparacin
de los santos peregrinos, descanso de los necesitados, consuelo de los enfermos,
salud de los muertos, proteccin de los vivos. As, pues, quienquiera que haya
edificado estos lugares sacrosantos, sin duda alguna poseer el reino de Dios.
Sobre el Somport podemos recordar que desde muy temprano fue un
paso privilegiado, puesto que, a pesar de las frecuentes nieblas y de las temidas ventiscas de nieve, siempre se encontraba el camino abierto. Y eso era as
porque la villa de Canfranc estaba obligada a mantener transitable el camino, a
cambio del derecho de cobrar peajes a los que lo atravesaban. Desde fines del
siglo XI, cuando se fund la villa, hasta 1876 este encargo hizo que todos los
peregrinos que venan por la via Tolosana del sur de Francia entraran en tierras aragonesas pues, como escribi Lalana20 en el siglo XVIII aunque estos
puertos son tan horribles, con todo es muy frecuentado este passo, porque slo l
est transitable en tiempo de nieve.
18
Jos Mara Lacarra, Rutas de peregrinacin. Los pasos del Pirineo y el camino de Santa Cristina a
Puente la Reina, en Pirineos, 2 (Zaragoza, 1945)
19
La importancia del hospital fue creciendo y el rey Pedro II, cuyo cadver trajeron a velar a este
monasterio, despus de su muerte en la batalla de Muret en 1213, ya sealaba que su fama se extenda por toda la Tierra y el sonido de su Hospital alcanzaba hasta el fin de la Tierra.
20
Ver de fray Francisco Lalana su Historia de el monasterio real de santa Christina de Summo Portu de
Aspa del orden de Predicadores de la Ciudad de Jacca, escrito hacia 1770 y del que hay una edicin facsmil de Felipe Garca Dueas (Huesca, 1989).
[ 15 ]
21
Felipe Garca tiene un trabajo sobre El Real monasterio de Santa Cristina de Somport, publicado en
la revista Aragonia Sacra, II (Zaragoza, 1987).
22
Cuenta esta leyenda el Padre Ramn de Huesca, en el tomo VIII de su Teatro histrico de las iglesias
del reyno de Aragn (Pamplona, 1802), pp. 300 a 318.
23
Ya haba una potica tradicin, que adems el cronista bearns Pierre de Marca, que fue arzobispo
de Pars, incluso lleg a relacionarla con la fundacin de Constantinopla, pero los protagonistas quedaban algo difusos.
24
Sobre el cartulario ver la obra Cartulario de Santa Cristina de Somport (Helsinki, 1991) donde ha
publicado las regestas de sus documentos Jukka Kiviharju. Tambin debe verse el artculo de ngel
Canellas El cartulario de Santa Cristina del Somport en Homenaje al profesor Juan Torres Fontes, 1
(Murcia, 1987), pp. 199-220. Antonio Durn, en su citado El hospital de Somport, estudia el Cartulario de
Santa Cristina de Somport, conservado en el Archivo Histrico Nacional de Madrid, seccin de Clero, y
refiere algunos documentos que se incluyen en este manuscrito en pergamino de 46 folios. Por ejemplo
nos recuerda (ob. cit., pgina 21) que este cartulario incluye la rbrica que sealamos aqu y que hace
referencia al Santo Sepulcro.
[ 16 ]
25
Este documento del rey Pedro I que habla de la limosnera del Santo Sepulcro, lo public Antonio
Ubieto en su tesis sobre la Coleccin diplomtica de Pedro I de Aragn y Navarra (Zaragoza, 1951),
pgina 426.
26
Durn ha escrito sobre El hospital de Somport entre Aragn y Bearne (siglos XII y XIII), (Zaragoza,
1986).
[ 17 ]
No debemos olvidar que cuando hablamos de albergueras estamos hablando de establecimientos para romeros y caminantes. Cuando mencionamos
Hospitales nos referimos a espacios para enfermos y peregrinos, mientras que
hablamos de fondas para el resto de los viajeros, aunque muchas veces stos
aprovechen espacios caritativos para ahorrarse el pago. Ejemplo de ello es la
denuncia de las Cortes de Burgos (1315) contra los caballeros que suelen dormir en los hospitales echando de ellos a los pobres que mueren en las calles
por que no han do entrar.
Llegan los peregrinos y viajeros, los pobres caminantes, y son recibidos por
el portero con mucha caridad, se les dispone en salas que tienen chimeneas, se
alumbran los dormitorios de los enfermos toda la noche, se les lavan los pies
con aguas de buenas hierbas (modo de mostrar la humildad y hermandad cristiana), se les cuidan los zapatos con una mezcla de sebo de candela, aguardiente y aceite de oliva para darles elasticidad, se les ofrece lechos de madera
o de paja y se les da pan, vino, platos de verduras, carne o legumbre
Pero esto supone dinero y es necesario arbitrar su captacin. Los reyes dan
ciertas cantidades y los monjes se manejan tanto con sus actividades bancarias
(cambio de moneda) como con las ganaderas (bueyes, vacas, caballos, yeguas
ovejas o cabras), esperando concesiones reales que les permitan disfrutar de
buenos pastos de verano y de invierno. Pero todo este montaje econmico tambin les reporta enfrentamientos y as las gentes del valle de Canfranc, especialmente los barones del Campo Franco, no los quieren. Lo mismo que ocurre con
los ganaderos del valle de Aspe que se enfrentan a la concesin de Alfonso I,
en la que se autorizaba a los monjes a recoger el heno con que socorrer las bestias de los peregrinos y menesterosos durante el terrible invierno de 1125.
Al final, cuando avanzamos por los primeros aos del siglo XII, el rey acabar imponindose y manifestando que est sumamente irritado con los que
intentan atacar los bienes y privilegios de Santa Cristina de Somport, la fundacin y el sueo familiar de los Ramrez. Pero tanta oposicin denota que las
cosas no marchan bien y lo que ocurre es que el itinerario de Somport va perdiendo su exclusividad, para contemplar cmo se promociona otro camino
jacobeo: el de Roncesvalles, en el que en 1132 ya se ha levantado un Hospital
para peregrinos vinculado a Somport.
El itinerario navarro no es competencia de esta reflexin nuestra, aunque me
van a permitir explicar algunas cuestiones previas que hablan de la enorme
importancia que tiene la implicacin episcopal en la promocin y control del
camino jacobeo, a partir de la crisis del mundo cluniacense. Los ejemplos de la
accin promotora de los obispos son abundantes a lo largo de todo el Camino,
culminando en la propia actuacin del famoso obispo Diego Gelmrez de
Santiago de Compostela en el siglo XII. Y en este bloque hay que anotar que
[ 18 ]
los obispos de Pamplona comprendieron desde el primer momento la importancia de los fines asistenciales de Santa Cristina de Somport y, en consecuencia, favorecieron su implantacin en el Reino de Navarra desde finales del siglo XI
con Pedro de Rodez (1084-1115) o con Guillermo de Lafita que curiosamente haba sido el primer prior de Santa Cristina.
Todo ello sin olvidar el activo episcopado pamplons27 del aragons Sancho
de Larrosa oriundo del valle del Aragn y vecino de Somport que fund el
hospital navarro de Roncesvalles entre los aos 1127 y 1132. Nadie debe ignorar, como ha documentado el recordado maestro don Antonio Durn Gudiol28,
que en la Bula papal de 1151, dada por Eugenio III, se registraba entre las
posesiones del priorato de Somport a la iglesia de Roncesvalles con hospital y
sus apendicios. Por si no estuviera clara esta dependencia, vuelve a manifestarse en la Bula de Inocencio III fechada en 1216 al hablar de la dependiente ecclesiam de Roncisvalle cum hospitali.29
Estamos en el siglo XII y el Hospital de Somport contina cumpliendo su
papel, aunque cada vez con menos capacidad de respuesta. Hasta entonces, el
peregrino haba tenido muy claro que entrando por Somport tena asegurada la bonanza del camino y la buena hospitalidad con almuerzo, comida y
cena, compuestas por legumbres y carne con tres vasos de vino. Y por
supuesto una impecable atencin espiritual en la que no faltaba el papel benfico de las reliquias, que le aportaban el componente espiritual. De todo ello le
daban buena explicacin al peregrino, en los hospitales que el propio monasterio de Santa Cristina tena en tierras francesas, primero al hablar de las propias reliquias que custodiaba cada lugar y luego de las conservadas en otros
enclaves del trayecto30.
Pero, cada vez el hospital pierde influencia31 y no puede evitar que sus reliquias acaben desperdigadas por diversos pueblos y ciudades, lo cual fue en
27
Para el episcopologio pamplons ver la Historia de los obispos de Pamplona. Siglos IV al XIII, volumen I (Pamplona, 1979) de J. Goi Gaztambide.
28
Recuerdo que Durn Gudiol dedic a este tema un libro titulado El hospital de Somport entre Aragn
y Bearn (siglos XII y XIII), publicado en Zaragoza el ao 1986.
29
Las dos bulas las recoge Demetrio Mansilla en su trabajo sobre La documentacin pontificia hasta
Inocencio III (Roma, 1955), pginas 98 y 578.
30
De santa Cristina, martirizada en el siglo IV, tenan los monjes varios guesos grandes, la canilla del brazo, un tobillo y su lengua que el ao 1618 se conservaba fresca y que en 1632 ya haba desaparecido.
Todo ello adems de la consabida reliquia de la Santa Espina del Seor que est engastada en plata y con
un cristal hueco en donde, inclinndolo, aparece de color de sangre, y los huesos de san Juan Bautista
que trajo del monasterio de Sijena el propio rey Pedro II, a comienzos del siglo XIII, y que era una varilla con tres muelas que alcanz gran devocin y que a unos causaba ternura y, a muchos, temor.
31
El camino de la penuria econmica comenzaba y era necesario potenciar otros instrumentos de financiacin. Esos medios que no eran nuevos, aunque s que pasaban a ser cauce exclusivo para la recogi-
[ 19 ]
PRESTIGIO DE LA CIUDAD DE
J ACA
Jos Luis Ona ha escrito sobre Fulgor y ocaso del monasterio de Santa Cristina, Trbede, 24
(Zaragoza, 1999).
33
Nada poda arreglar ya la crisis y cuando, en 1550, el inquisidor escribe al rey lo que queda de este
lugar de tan grande autoridad y renta dice que ahora ya es una casa de poco aposento para monasterio de cannigos porque no tiene sino doce celdas y dos camas apartadas para los pobres en un aposento desabrigado, bien que en el Mesn tienen un cuarto reservado con cuatro camas cerradas para
pobres. Ocho aos despus los ejrcitos de Felipe II ordenan que en Santa Cristina de Somport slo
quede un clrigo francs para decir Misa y repartir limosna. Quince aos despus el papa Paulo V extinge la Orden de Cannigos regulares de san Agustn y llega al viejo enclave de Somport el nuevo rector
dominico. Era el 7 de diciembre de 1613.
[ 20 ]
de los documentos aragoneses) son los que asumen el protagonismo de la gestin poltica; los que imponen un nuevo sistema de colonizacin estructurado
en el castillo y en su seoro.
Los viejos monjes de tradicin hispanogoda vieron anulada su influencia,
mientras Sancho Ramrez decide decantarse por el papado de Roma y aceptar
su poltica de uniformidad en el pensamiento y en la liturgia. Los nuevos asesores sern los monjes cluniacenses, muchas veces elevados al episcopado, a
los cuales les sern encomendadas las grandes fundaciones monsticas que irn
englobando a viejos monasterios como simples prioratos y anexos. Ellos sern
los impulsores del romnico.
La pieza clave del romnico aragons es la catedral de Jaca36, dedicada a san
Pedro en testimonio del profundo vasallaje que tena el rey con el papado de
Roma, desde su viaje a la Ciudad Eterna en 1068. Esta excepcional obra de la
arquitectura europea del Camino de Santiago, se comenz a construir en torno
al ao 1080 y se concluy hacia 1139, despus de haber vivido aos de inactividad, primero provocados por la enemistad del rey con el obispo jacetano y
luego por el traslado de la capital del reino desde Jaca a Huesca. Al final,
levantada en dos grandes etapas y por el impulso del patrocinio de diferentes
miembros de la familia real, quedaba en pie un templo con tres naves, en las
que destacan sus estudiadas proporciones, y tres bsides esplndidamente
decorados con motivos de ajedrezado, que acabaran estando muy presentes en
el camino jacobeo.
La entrada principal la tiene por la Plaza de San Pedro, a travs del gran
porche que conocemos como Lonja Mayor y que est situado bajo la torre campanario. Se trata de un espacio abovedado que fue levantado, a fines del
siglo XI, como prtico penitencial para celebrar las ceremonias del Mircoles de
Ceniza con todos los penitentes reunidos ante la puerta principal del templo. A
este espacio, tambin usado por el concejo medieval para sus reuniones, se
abre la gran portada del templo que es el smbolo de la Jerusaln celestial,
sobre todo por ese tmpano de mrmol que la decora y que es una de las piezas ms notables del arte romnico europeo.
Esta elegante portada occidental la forman una serie de arcos que apoyan
en cuatro columnas con capiteles historiados, en los cuales se acenta ese sentido penitencial con pasajes del Libro de Daniel (cuando da muerte al dragn
que veneran los babilonios y cuando el profeta Habacuc le ofrece un pan con
el que alimentarse) en los capiteles del lado derecho. En el centro tiene un tm-
36
Sobre la catedral jaquesa ver mi estudio sobre La catedral de Jaca en Las catedrales de Aragn
(Zaragoza, 1987), pp. 53 y ss.; y el de M Carmen Lacarra Catedral y Museo Diocesano de Jaca
(Zaragoza, 1993).
[ 22 ]
huc splicando veni renvens fomenta veneri; cor vicis munda, pereas ne morte
secunda).
Pero, sobre todos los valores arquitectnicos que pueda tener, la catedral de
Jaca como hemos podido ver se fue convirtiendo en un punto clave para
entender la historia de la escultura romnica y las interesantes relaciones estilsticas que se ocasionaron entre las diversas canteras gracias al camino. Sobre
todo, en ese entorno del ao 1100, cuando en Jaca se detecta la presencia de
un canecillo del alero absidial que nos recuerda al escultor tolosano Bernard
Gilduin, al mismo tiempo que algn capitel de San Saturnino de Toulouse nos
confirma modos de hacer jaqueses.
En los ltimos aos del siglo XI y en las primeras dcadas del XII, (para
algunos antes de 1125), se puede entender que el protagonismo lo lleva el
conocido como Maestro de Jaca, un escultor que parece proceder de Frmista
y que est muy influenciado por los modelos clsicos, de poderoso relieve y
fino modelado en la talla segn anota Borrs, que nos remiten al conocimiento de la escultura antigua que debi tener al inspirarse en sarcfagos romanos
como el entonces conservado en Santa Mara de Husillos, dedicado a la
[ 23 ]
Ver en los Claustros romnicos hispanos (Len, 2003) mi trabajo sobre De los Pirineos al llano.
Claustros aragoneses en los siglos del romnico, pp. 247 a 269. A este trabajo remito para un reciente
estado de la cuestin sobre la escultura aragonesa romnica y sus influencias, as como a la bibliografa
que indico.
[ 24 ]
38
Jernimo Zurita escribe que por los acuerdos de Canfranc recuper la libertad el Prncipe de Salerno,
libertad que haba perdido en un combate naval celebrado ante las costas de Npoles. Este acuerdo,
consecuencia del de Olorn (1287) y antecedente del de Tarascn (1291), era el intento el rey Alfonso
III de Aragn de reconciliarse con el prncipe siciliano Carlos de Salerno ya que no poda llegar a un
acuerdo con el rey Felipe IV de Francia y con el pontfice Nicols IV. Un acuerdo en el que el nico
intermediario reconocido entre Aragn y Francia era el rey ingls Eduardo I, que actu como tal. Por
ello se entiende que, con ocasin de este pacto, se ajustara en Jaca la boda del rey aragons con
Leonor, hija del rey Eduardo I de Inglaterra. Tambin sabemos que el rey ingls lleg a Espaa y como
estaba con grande deseo de la concordia destos prncipes, sin parar en Campfranch se vino a Jaca y
entr en aquella ciudad un viernes a 10 del mes de setiembre a la tarde.
39
Ese mismo camino hizo Ramn Berenguer IV en 1161, al volver de entrevistarse con Enrique II de
Inglaterra, o el rey Pedro II cuando, en agosto de 1205, vuelve de entrevistarse con el Papa Inocencio III.
40
Es interesante acudir a su trabajo sobre Desarrollo urbano de Jaca en la Edad Media, Estudios de
Edad Media de la Corona de Aragn, IV (Zaragoza, 1950), pp. 139 y ss.
[ 26 ]
C OLOFN
Por ello, el apogeo del camino se mantendr mientras ese poder respalde
la estructura asistencial, pero antes que venga la decadencia de este enclave, la
historia le jugar una mala pasada.
La razn ser una decisin tomada por los cannigos de Santa Cristina, algunos de ellos elevados a la condicin episcopal, de potenciar una de sus fundaciones sitas en Roncesvalles. All, la monarqua entender que es buen recurso
vincular el literario recuerdo de Carlomagno a la realidad diaria del camino, y
con ello abrir una nueva etapa apasionante y tan maravillosa como la anterior,
que tuvo por protagonistas a estas tierras pirenaicas que siempre fueron ms un
lugar de encuentro que una barrera.
[ 28 ]
[ 29 ]
PAMPLONA
Ciertamente esta restauracin de la sede episcopal iruesa debe ser matizada con respecto a la
exagerada visin tradicional. Una interpretacin correcta y moderada de la misma, incluyendo un anlisis crtico de los documentos relativos a ella, en J. Goi Gaztambide, Historia de los obispos de
Pamplona, I, Siglos IV-XIII, Pamplona, 1979, 170-177 y L. J. Fortn, Leire, un seorio monstico en
Navarra (siglos IX-XIX), Pamplona, 1993, 92-97.
6
J. J. Martinena Ruiz, La Pamplona de los burgos y su evolucin urbana, siglos XII-XVI, Pamplona,
1974, 42-46.
7
Estudiado y publicado en J. M. Lacarra y A. Martn Duque, Fueros de Navarra I. Fueros derivados de Jaca, 2. Pamplona, Pamplona, 1975, 22-27 y 117-123, n 5 la clusula en cuestin est en
p. 118.
8
9
11
Los documentos fundamentales estn publicados y analizados en J. M. Lacarra, La catedral romnica de Pamplona. Nuevos documentos, Archivo Espaol de Arte y Arqueologa, VII (1931),73-86 y
J. Goi Gaztambide, La fecha de construccin y consagracin de la catedral romnica de Pamplona
(1100-1127), Prncipe de Viana, X (1949), 385-395. Tambin puede consultarse J. Goi Gaztambide,
Coleccin diplomtica de la catedral de Pamplona (829-1243), Pamplona, 1997, docs. n 66, 94, 95, 114,
125, 159 y 160. Un resumen reciente de los datos documentales en J. Martnez de Aguirre, Captulo 5.
El primer tercio del siglo XII, en C. Fernndez-Ladreda, J. Martnez de Aguirre y C. Martnez lava, El
Arte Romnico en Navarra, Pamplona, 2003, 86-87.
[ 31 ]
12
Sobre la estructura de la catedral E. Aragons Estella, Epoca prerromnica y romnica, en La
catedral de Pamplona, Pamplona, 1994, I, 135-141, J. Martnez de Aguirre, Hacia la monumentalizacin
del Reino, en Signos de identidad histrica para Navarra, Pamplona, 1996, I, 283-285 e dem, Captulo
5. El primer, 87-90, sobre todo este ltimo.
[ 32 ]
13
90-95.
[ 33 ]
puestas en dos niveles, leones de largas patas y dorso arqueado (fig. 4). Las
mnsulas estn decoradas con sendas cabezas de leones andrfagos de rasgos
muy marcados (fig. 5), aunque una de ellas ha perdido la figura humana, precisamente la que recoge la inscripcin relativa al inicio de las obras, parcialmente conservada: ex incarnati de Virgine tempore Xpisti. Los relieves
representan respectivamente un pesebre con la mula y el buey probablemente, parte de una Natividad, un zapatero y una figura entronizada.
Todos estos motivos nacieron y se desarrollaron en Toulouse, pero pasaron
a Santiago de Compostela siendo empleados en Plateras, cuyas esculturas presentan muchos paralelos con las pamplonesas.
A partir de estas relaciones y de la cronologa de ambas obras, se ha deducido que en Pamplona trabaj un taller de formacin tolosana que haba colaborado en Plateras y que su intervencin en la seo iruesa puede datarse entre
1112 y 1127, ms probablemente entre 1117 y 1118. Podra seguir denominndose como tradicionalmente se ha hecho taller de Esteban, aunque en
sentido amplio, entendiendo como tal a todos los colaboradores de la fase
romnica iniciada bajo la direccin de dicho maestro, pero sin atribuirle a l
personalmente todas las piezas, pues adems se aprecian diferencias de calidad
que indican la intervencin de ms de un escultor.
La iglesia catedral no estaba aislada sino que, como es propio de la poca,
se complementaba con otras dependencias, entre las que destacaba el claustro14. Aunque iniciado quizs antes, recibi su impulso definitivo a partir de la
terminacin del templo catedralicio en 1127. Contamos con algunas noticias
documentales15 alusivas a su construccin, entre las que sobresale la concesin
de indulgencias otorgada, al parecer poco despus de 1127, por el obispo
Sancho Larrosa, su promotor, a quienes dieran limosnas para su conclusin y
una serie de donaciones de los aos 1141-1142, hechas precisamente con la
condicin de enterrarse en el claustro. Para entonces o quizs algo antes,
hacia 1137, estara terminado.
14
Sobre este claustro C. Fernndez-Ladreda, La arqueta de Leyre y otras esculturas medievales de
Navarra, Pamplona, 1983, 25-50, M. Melero Moneo, La escultura romnica en Navarra, Madrid, 1992,
6-12, dem, La sculpture du clotre de la cathedral de Pampelune et sa rpercussion sur lart roman
navarrais, Cahiers de Civilisation Mdival, XXXV (1992), 241-246, dem, Recintos claustrales para monjes y cannigos, en J. Yarza Luaces y G. Boto Varela (coordinadores), Claustros romnicos hispanos,
Len, 2003, 222-226 y 240-241, E. Aragons Estella, poca, 147-161 y J. Martnez de Aguirre, Captulo
6. El segundo tercio del siglo XII, en C. Fernndez-Ladreda, J. Martnez de Aguirre y C. Martnez lava,
El Arte Romnico, 117-129, al que bsicamente hemos seguido.
15
16
Aragons Estella, E., El capitel de los ros del Paraso en el claustro romnico de la catedral de
Pamplona, Revisin del Arte Medieval en Euskal Herria. Cuadernos de Seccin de Artes Plsticas y
Monumentales Eusko Ikaskuntza, n 15, 285-296.
17
G. Gaillard, El capitel de Job en los museos de Toulouse y de Pamplona, Prncipe de Viana, XXI
(1960), 237-240.
[ 35 ]
S ANGESA
18
Las consideraciones histricas sobre Sangesa estn tomadas de A. Martn Duque y otros, Camino
de Santiago en Navarra, Pamplona, 1991, 225-226 y J. C. Labeaga Mendiola, Sangesa en el Camino de
Santiago, Sangesa, 1993, 75-76 y 113-116.
19
Sobre esta primera fase C. Martnez lava, Del Romnico al Gtico en la Arquitectura navarra,
Pamplona, 1999 se trata de una tesis doctoral indita, por lo que agradezco al autor haberme permitido consultarla y J. Martnez de Aguirre, Captulo 6. El segundo , 134-139.
[ 37 ]
20
Tradicionalmente, apoyndose en sus caractersticas formales, se han atribuido a un nico taller, el del Maestro de Uncastillo, llamado as por su intervencin en la iglesia de Santa Mara de Uncastillo. Sobre la filiacin de este artfice, recientemente se ha planteado la hiptesis de que procediera de la catedral
pamplonesa, ponindolo en relacin con las realizaciones del denominado
taller de Esteban, en base a la coincidencia de ciertos motivos pencas hendidas, hojas lisas con bolas. A la hora de datar su intervencin en Sangesa
deben tenerse en cuenta las fechas que se han barajado para otras obras que
se le atribuyen, como las iglesias de Santa Mara de Uncastillo y San Martn de
Unx. En el caso de la primera se registra una donacin ad opus de 1135 y se
sabe que la consagracin tuvo lugar en 1155, en tanto que la segunda se consagr en 1156. Por estos aos habra que situar los capiteles sangesinos, aunque adelantndolos con relacin a los citados edificios, pues parecen ms cercanos al modelo pamplons que aquellos.
La arquitectura de la segunda fase 21 se fecha bsicamente dentro del ltimo
tercio del XII, apoyndose en el anlisis de sus elementos arquitectnicos y en
comparaciones con otros monumentos, cronologa que queda corroborada por
la de los dos talleres escultricos que intervinieron en ella, el de Leodegario y
el de Biota, como veremos ms adelante. En esta fase se culminan prcticamente los muros perimetrales. El cambio con relacin a la precedente se percibe en los soportes, pues en aquella se empleaban soportes con una nica
columna adosada en el frente pilares torales y pilastra ms oriental del muro
sur del cuerpo de naves, en tanto que en sta los soportes presentan columnas pareadas en los frentes, aunque todava no cuentan con codillos. Esta
carencia parece indicar que en esta fase se segua pensado an en una cubierta de bveda de can, puesto que no est previsto un elemento de apoyo
para los arcos cruzados. Pese al cambio de soportes, esta etapa parece muy
continuista respecto a la anterior.
Dentro de ella hay que colocar la portada 22 (fig. 16). La parte inferior est
constituida por una puerta de arco apuntado, integrado por una serie de arqui-
21
C. Martnez lava, Del Romnico al Gtico e dem, Captulo 7. El ltimo tercio del siglo XII y
las primeras dcadas del XIII, en C. Fernndez-Ladreda, J. Martnez de Aguirre y C. Martnez lava, El
Arte Romnico, 248-251.
22
A. K. Porter, La escultura romnica en Espaa, Barcelona, 1929, II, 43-45, J. Gudiol Ricart y
J. A. Gaya Nuo, Arquitectura y escultura romnicas, en Ars Hispaniae. Historia universal del arte hispnico, V, Madrid, 1948, 156, J. E. Uranga Galdiano, Las esculturas de Santa Mara la Real de
Sangesa, Primer Congreso Internacional del Pirineo del Instituto de Estudios pirinaicos, Zaragoza,
1951, 1-15, C. Milton Weber, La portada de Santa Mara de Sangesa, Prncipe de Viana XXX (1959),
139-186, R. CROZET, Recherches sur la sculpture romane en Navarre et en Aragon. VII. Sur la trace
dun sculpteur, Cahiers de civilisation mdivale, XI (1968), 51, dem, Recherches sur la sculpture
romane en Navarre et en Aragon. VIII. Quatre portails historis, Cahiers de civilisation mdivale, XII
[ 39 ]
voltas apeadas en columnas con sus correspondientes capiteles y estatuas, complementado por un tmpano. La superior se encuentra decorada por un ancho
friso dividido en dos niveles.
Iconogrficamente, la puerta ofrece un programa basado en la idea de la
Redencin y el Juicio Final. En los capiteles de las columnas encontramos episodios evanglicos relativos a la Infancia de Cristo, que anuncian la
Redencin, ms el tema veterotestamentario del Juicio de Salomn, prefigura
del Juicio Final. Las estatuas columnas de la derecha representan a San Pedro,
San Pablo y Judas (fig. 17) y las de la izquierda a las tres Maras, aquellas aludiendo a la Pasin y stas a la Resurreccin de Cristo, a travs de las cuales
nos consigui la Redencin. En el tmpano se desarrolla el Juicio Final
(fig. 18) y en las arquivoltas aparecen personajes representativos de los estamentos sociales sobre los que recae el Juicio y figuraciones de distintos pecados y sus castigos. El elemento ms inslito es quizs la figura de Judas con
su famosa inscripcin Iudas mercator a travs de la cual se establece un paralelo entre Judas y aquellos negociantes farsantes mesoneros, cambistas
establecidos a lo largo del Camino de Santiago que estafaban y engaaban a
los peregrinos, idea tomada precisamente de un sermn recogido en el famoso Liber Sancti Iacobi23.
En el friso se representa la Maiestas Domini con el Tetramorfos y el
Apostolado (fig. 19), que integran el tema de la Segunda Venida. Se trata de
otra versin del Juicio Final, pero ms arcaizante que la del tmpano, pues est
inspirada en el Apocalipsis de San Juan, en tanto que aqulla corresponda al
Evangelio de San Mateo. Finalmente las enjutas ofrecen una serie de figuras y
temas inconexos, que en ocasiones repiten lo visto en las partes anteriores.
En la realizacin de este conjunto escultrico intervinieron bsicamente dos
talleres. El primero sera el dirigido por el maestro Leodegario, cuya firma figura en el libro de la Mara central (fig. 20). Habra que atribuirle algunos capiteles del interior, las esculturas de la puerta propiamente dicha y parte de las de
las enjutas. Su importancia radica en su vinculacin con Francia, sobre todo con
(1969), 47-55, J. E. Uranga Galdiano y F. iguez Almech, Arte medieval navarro, Pamplona, 1973, III,
12-24, M. Melero Moneo, La escultura, 1992, 15-18, E. Aragons Estella, El Romnico en Sangesa,
en AA.VV., El Arte en Navarra, Pamplona, 1994, I, 68-73, M del C. Lacarra Ducay, El Arte y los
Caminos, en M. A. Mogolln (coord.), Caminos y comunicaciones en Aragn, Zaragoza, 1999, 145147 y C. Fernndez-Ladreda Aguad, El ltimo tercio del siglo XII y los comienzos del XIII. Escultura
monumental, en C. Fernndez-Ladreda, J. Martnez de Aguirre y C. Martnez lava, El Arte Romnico
en Navarra, 323-331.
23
24
M. Melero Moneo, El llamado taller de San Juan de la Pea, problemas planteados y nuevas teoras, Locus Amoenus, I (1995), 47-60.
25
[ 41 ]
E STELLA
26
Para la historia de Estella en sus momentos iniciales y su relacin con el Camino de Santiago
puede verse A. Martn Duque y otros, Camino de Santiago, 262-264 y F. Miranda Garca, Historia de
una ciudad, en J. R. Corpas Maulen y otros, Estella-Lizarra, Len, 2003, 40-46, en los que nos hemos
basado.
27
[ 42 ]
iniciarse las obras del edificio actual por la capilla mayor. En realidad parece
que por entonces la iglesia se proyectaba con un solo bside y su correspondiente nave nica.
Este plan inicial fue alterado, pues se decidi incorporarle sendos bsides
laterales con sus correspondientes naves. Se abre as una segunda fase de
obras, que comienza en la ltima dcada del XII o algo antes y se prolonga a
la primera mitad del XIII, en la que se hicieron los referidos bsides y los
muros perimetrales, primero el sur lindante con el claustro y luego el norte con la portada de acceso a la iglesia.
Finalmente, en una tercera etapa, que abarca la segunda mitad del XIII y los
primeros aos del XIV, se ejecutaron los pilares de separacin de naves, las
bvedas de las mismas y los dos grandes ventanales de compleja tracera de los
muros occidental y meridional.
En planta (fig. 24) el resultado es una iglesia con una cabecera con tres
bsides semicirculares casi de la misma profundidad, el central ms ancho y
dotado de tres absidiolos semicirculares dispuestos radialmente, que se abren
directamente a las naves, debido a la carencia de transepto. Por razones topogrficas la nave septentrional resulta asimtrica y algo irregular.
En el alzado lo ms notable son los profundos cambios que se aprecian de
unas partes a otras de la iglesia, en funcin de la fase a que pertenezcan.
En la cabecera destaca el bside central (fig. 25), construido en la primera
fase, por su complejidad y originalidad. Lo ms relevante es la organizacin del
muro con sus dos cuerpos: el inferior muestra cinco arcos apuntados, de los
que los dos extremos reformados posteriormente comunican con las capillas laterales y los tres centrales se abren a los bsidiolos, y el superior otras
tantas arqueras de medio punto, ciegas las extremas y perforadas por ventanas
las tres centrales. El arco triunfal asimismo apuntado apea en sendas columnas
nicas adosadas a pilastras. Este tipo de soportes anuncia una cubierta de
can y, en efecto, el tramo recto se cubre con bveda de can apuntado y
el bside con una bveda de horno tambin apuntado en la que se abren tres
estrechos vanos de medio punto. Planimetra y alzado responden a esquemas
puramente romnicos, pero la introduccin de arcos apuntados, particularmente en los accesos a los absidiolos, indica cierta renovacin y apunta a una cronologa tarda.
En el cuerpo de naves los soportes perimetrales, fruto de la segunda etapa,
acusan un cambio, pues se trata de pilastras con una semicolumna adosada en
el frente y sendas columnillas en los codillos, claramente previstas para sustentar bvedas de arcos cruzados, que no llegaron a hacerse por entonces, apeando en la semicolumna el fajn y en las columnillas los cruzados.
[ 43 ]
Finalmente, los soportes de separacin de naves, las bvedas y los ventanales occidental y meridional, correspondientes a la tercera etapa, son ya plenamente gticos. Los primeros estn muy alterados, pero parece que deban ser
todos pilares de ncleo cilndrico, aunque pertenecientes a distintas variantes.
Las bvedas, de las que solo se conservan las de las naves laterales, presentan
claves esculpidas y nervios de perfil triangular claramente gticos y los ventanales tienen complejas traceras del estilo del gtico radiante introducido en
Navarra a partir del ltimo cuarto del XIII.
Al exterior destaca de nuevo el bside central (fig. 26), que presenta en la
parte superior un friso de arquillos apuntados sobre canes esculpidos que sostiene el alero, relacionado con el de arquillos trilobulados de Irache, y en la
inferior tres contrafuertes que llegan solo a media altura y enmascaran los absidiolos. En el ngulo noroccidental sobresale la gran torre rectangular, que
comunicaba al conjunto un carcter de fortaleza.
Adosado al lado sur del templo se encuentra el claustro30. La existencia de
este mbito en una iglesia parroquial resulta inslita, pero adquiere sentido si
se tiene en cuenta que inicialmente San Pedro de la Ra fue sede de un priorato dependiente de la abada de San Juan de la Pea y en este contexto
monstico, por el contrario, la construccin de un claustro no es nada sorprendente. Ciertamente, como suele ser frecuente caso de claustro catedralicio de
Pamplona, tuvo tambin una funcin cementerial, lo que parece haber influido en su programa iconogrfico.
Actualmente ofrece un aspecto inslito (fig. 27), con solo dos alas, la septentrional y la occidental, pero primitivamente tena las cuatro pandas de rigor,
lo que ocurre es que las otras dos fueron destruidas a raz de la voladura
del castillo de Estella en 157231. Ambas galeras presentan cubierta plana y se
abren al espacio central por medio de arcos de medio punto apeados en columnas pareadas, excepto en los ngulos en los que se emplean pilares con columnas adosadas y en el centro del lado oeste marcado por un curioso soporte compuesto por cuatro columnas torsas.
29
Sobre estas reformas y sus visicitudes J. Goi Gaztambide, Historia, 111-114 y 232-237.
30
El anlisis de este claustro est basado fundamentalmente en R. Crozet, Recherches sur la sculpture romane en Navarre et en Aragon. V Estella. VI Puente la Reina, Cahiers de civilisation mdivale,
VII (1964), 316-322, C. Fernndez-Ladreda Aguad, El ltimo, 356-362 y 367 y M. Melero Moneo,
Recintos claustrales, 223-227 y 234-235, sobre todo los dos ltimos.
31
E. Aragons Estella, El claustro de San Pedro de la Ra en Estella: Estudio del problemtico capitel de San Pedro. Capiteles inditos del conjunto, Prncipe de Viana, LVII (1996), 463, nota 20, y 468,
apoyndose en noticias documentales publicadas por J. Goi Gaztambide, Historia, 271-272 y en
el examen de lo conservado, cree que los daos no fueron tan concentrados como se suele decir y como
parece deducirse del estado actual del claustro, destruyendo totalmente dos alas este y sur y dejando intactas las otras dos norte y oeste, sino que afectaron a todo el conjunto y que las dos galeras
que hoy vemos son fruto de un rearme. Su opinin parece lgica y est bien argumentada.
[ 44 ]
En cuanto a la iconografa de los capiteles, conviene advertir que la ordenacin actual no es probablemente la original, ya que el claustro fue reconstruido tras la voladura de 1572, y que sin duda faltan piezas, pues al menos en
el caso de los narrativos se advierten incongruencias y lagunas32.
Hoy en da en la galera septentrional predominan los temas historiados, que
pueden clasificarse en dos grupos. Por un lado, estaran los capiteles de carcter hagiogrfico, dedicados a santos mrtires de los primeros tiempos del
Cristianismo y centrados en el momento de su muerte: San Pedro, su hermano
San Andrs que cuenta con dos capiteles (fig. 28) y San Lorenzo, los dos
primeros muy vinculados a esta iglesia, pues San Pedro era el titular y en cuanto a San Andrs segn una tradicin legendaria33 el templo posea una
importante reliquia suya, descubierta adems de modo milagroso, cuyo culto
lleg a adquirir tal relevancia que se construy una capilla ex profeso para
albergarla adosada al costado norte de la iglesia. Por otro, los cristolgicos con
episodios de la Infancia de Cristo distribuidos en dos cestas, una con las
escenas de la Anunciacin, Visitacin, Natividad, Anuncio a los pastores y
Epifana, y otra con el Viaje de los Magos, los Magos ante Herodes y la Matanza
de los Inocentes, muy desarrollada esta ltima, y de su Pasin y Resurreccin
Entierro, Anstasis, Visita de las tres Maras al sepulcro y Noli me tangere.
Excepcionalmente se localiza tambin un capitel con temtica simblica: luchas
con armas iguales alusivas al pecado de la ira (fig. 29), combates de guerreros con monstruos posibles psychomachiae, ascensin de Alejandro
Magno smbolo de la soberbia y Sansn combatiendo con el len prefigura de la Resurreccin de Cristo y, por tanto, anuncio de la superacin de la
muerte, consecuencia del pecado.
Es posible, como se ha dicho, que el hilo conductor del programa sea la
exaltacin del martirio y de los mrtires: desde los Inocentes (fig. 30) hasta los
santos mrtires propiamente, culminando en el martirio de Cristo, es decir su
Pasin34. Se ofreca as a los fieles un modelo de muerte cristiana, a la par que
se solicitaba la mediacin de estos santos en beneficio de los difuntos all ente-
32
Vid. bibliografa citada en nota anterior. En realidad a partir del primer rearme, que parece remontarse a 1576, se llevaron a cabo constantes obras que se prolongaron hasta el XX, siendo la ltima la
restauracin promovida por la Institucin Prncipe de Viana en los aos 1959-60 J. Goi Gaztambide,
Historia, 272-276, todo lo cual contribuye a arrojar ms dudas sobre la validez de la ordenacin
actual de los capiteles.
33
Vid. bibliografa citada en nota 27. Hay que sealar sin embargo que los hechos relatados en la
citada tradicin se sitan en fecha posterior a la construccin del claustro, aunque, como seala Goi
Gaztambide, es posible que la leyenda haya ido incorporando a un fondo de verdad datos errneos,
entre ellos la fecha de los sucesos.
34
M. J. Quintana de Ua, Los ciclos de Infancia en la escultura monumental romnica de Navarra,
Prncipe de Viana, XLVIII (1987), 279-280.
[ 45 ]
rrados, y se recordaba la Pasin de Cristo, con la que nos abri las puertas de
la bienaventuranza eterna, y su Resurreccin, que es garanta de la nuestra. En
resumen, un programa muy adecuado para un claustro utilizado como lugar de
enterramiento.
En la panda occidental los capiteles son exclusivamente ornamentales, con
predominio de los animales fantsticos pjaros, leones alados, sirenas-ave
(fig. 31), dispuestos por parejas y afrontados, aunque hay alguno de tema vegetal.
La discrepancia iconogrfica entre ambas alas, ha dado pie para pensar en
la intervencin de dos escultores diferentes, pero un examen minucioso pone
de manifiesto, por el contrario, la existencia de coincidencias formales de detalle muy significativas profuso empleo del perlado, tipos vegetales idnticos (fig. 32), lo que permite atribuirlas, sino a un nico artfice, al menos a
un solo taller, cuyos componentes siguen directrices comunes establecidas por
el maestro principal. A su vez este taller sera el mismo que realiz la decoracin escultrica del vecino Palacio real. En cuanto a su filiacin se aprecia una
cierta vinculacin con obras silenses: concretamente en el caso de los capiteles
historiados con el relieve de Santo Domingo liberando a los cautivos, supuestamente procedente de la portada exterior del prtico norte de la iglesia de
Silos, y en el de los ornamentales con las cestas claustrales especialmente del
segundo taller.
A partir de la existencia de esta influencia silense, teniendo en cuenta adems que aparece como bastante lejana y elaborada, y de la ntima relacin con
la iglesia, concretamente con el muro sur, atribuido a los momentos iniciales de
la segunda fase de obras, parece que podra datarse el comienzo del claustro
ms o menos por esos aos o sea en torno al 1200.
[ 46 ]
Fig. 1. Pamplona. Catedral romnica (desaparecida). Iglesia. Mnsula de la portada con inscripcin.
[ 47 ]
Fig. 3. Pamplona. Catedral romnica (desaparecida). Iglesia. Capitel de la portada: pjaros picotendose las patas.
[ 48 ]
Fig. 6. Pamplona. Catedral romnica (desaparecida). Claustro. Presunto capitel de los Evangelistas.
[ 49 ]
[ 50 ]
[ 51 ]
Fig. 11. Pamplona. Catedral romnica (desaparecida). Claustro. Capitel de la Resurreccin: Santo Entierro.
[ 52 ]
[ 53 ]
[ 54 ]
[ 55 ]
Fig. 19. Sangesa. Iglesia de Santa Mara. Friso superior: Maiestas Domini con Tetramorfos y Apostolado.
[ 56 ]
Fig. 22. Sangesa. Iglesia de Santa Mara. Capitel del interior: Arpas.
[ 57 ]
[ 58 ]
[ 59 ]
[ 60 ]
[ 61 ]
Fig. 31. Estella. San Pedro de la Ra. Claustro. Galera occidental. Capitel de las sirenas-aves.
[ 62 ]
Este fue el primero que estableci en Oviedo el trono del reino. Tambin construy con obra admirable una baslica con la advocacin de Nuestro Redentor
Jesucristo, por lo que tambin se llama especialmente Iglesia de San Salvador,
aadiendo al altar principal, de uno y otro lado, doce altares con reliquias
guardadas de todos los apstoles1
El texto de la Crnica de Alfonso III en su versin A Sebastin no deja
dudas sobre el origen de la sede ovetense de San Salvador de Oviedo, cuya
fundacin atribuye al monarca Alfonso II. Y en similares trminos, aunque con
mayor parquedad de palabras, mencionan el acontecimiento las restantes crnicas asturianas2.
La fundacin de San Salvador de Oviedo es por tanto contempornea del
acontecimiento que est en el origen de la sede compostelana: el descubrimiento del sepulcro de Santiago por el obispo Teodomiro de Iria, partiendo
la edificacin de las primitivas fbricas de ambos templos de la iniciativa de
Alfonso II. El favor de este monarca a la iglesia de Compostela, emulado
posteriormente por Alfonso III, establece una primera relacin entre ambas
sedes que se estrecha en siglos posteriores cuando las vincula el fenmeno
peregrinatorio.
Hasta el siglo XII, cuando las referencias documentales comienzan a ser
ms explcitas, sabemos que el conjunto de la sede ovetense estaba integrado
por la mencionada baslica de San Salvador, su tesoro (Cmara Santa), el antiguo palacio del monarca, que debi de pasar a desempear las funciones de
Alfonso III. A Sebastin, Crnicas asturianas , ed. de J. Gil Fernndez, J. L. Moralejo y J. I. Ruiz de
la Pea, Oviedo, 1985, pp. 213, 215.
2
[ 63 ]
3
La construccin de un nuevo palacio por Alfonso III en las proximidades del conjunto primitivo puede ser indicio del cambio de funciones de la primitiva residencia regia, tal como argumenta E. Carrero en
El conjunto catedralicio de Oviedo durante la Edad Media, Oviedo, 2003, pp. 68-69.
4
Fernndez Conde, F. J., La obra del obispo ovetense Pelayo en la Historiografa espaola, BIDEA, 25
(1971), pp. 249-291; El obispo don Pelayo. Reorganizacin de la dicesis de Oviedo, Orgenes. Arte y cultura en Asturias, s. VII-XV, Oviedo, 1993, pp. 347-353; Fernndez Vallina, E., El obispo Pelayo de Oviedo.
Su vida y obra, Liber Testamentorum Ecclesiae Ovetensis, Barcelona, 1995, pp. 231-401.
8
lvarez Martnez, M .S., El romnico, p. 82; Carrero Santamara, E., El conjunto, p. 107.
De sobra conocido es el ambicioso programa historiogrfico que dio origen a la intensa actividad cultural y artstica desarrollada en el scriptorium de San Salvador durante su episcopado.
10
[ 64 ]
LA PEREGRINACIN, EL ARCA DE LAS RELIQUIAS Y SU INFLUENCIA ARTSTICA EN SAN SALVADOR DE OVIEDO EN EL SIGLO XII
E L A RCA
DE LAS
R ELIQUIAS
Y SUS INFLUENCIAS
Dada esa condicin privilegiada del Arca Santa dentro del relicario ovetense, no es de extraar que la primera intervencin artstica abordada en la sede
de San Salvador durante el periodo romnico se relacionase con ella. En efec11
Ura Ru, J. La peregrinacin a Oviedo en relacin con la compostelana, Las peregrinaciones a
Santiago de Compostela, II, Madrid, 1949, p. 458.
12
Garca Larragueta, S., Coleccin de documentos de la catedral de Oviedo, Oviedo, 1962, pp. 136140,
doc. 41.
13
Sobre el favor de los monarcas a la iglesia de Oviedo, vase Ura Ru, J., La peregrinacin;
Viayo, A., Caminos y peregrinos. Huellas de la peregrinacin jacobea, Len, 1991; VV.AA., Las peregrinaciones a San Salvador de Oviedo en la Edad Media, Oviedo, 1990.
[ 65 ]
14
La narracin de la traslacin del Arca de las Reliquias huyendo del Islam desde Jerusaln y a travs
del norte de frica hasta Toledo y finalmente a Asturias, primero al Monsacro y con Alfonso II a Oviedo
aparece recogida en el Libro de los Testamentos, escrito en Oviedo en la tercera dcada del siglo XII.
15
16
lvarez Martnez, M. S., El imaginario plstico del romnico asturiano, Gijn, en prensa.
[ 66 ]
LA PEREGRINACIN, EL ARCA DE LAS RELIQUIAS Y SU INFLUENCIA ARTSTICA EN SAN SALVADOR DE OVIEDO EN EL SIGLO XII
17
Yarza, J., Iconografa de la crucifixin en la miniatura espaola, ss. X al XII, Archivo Espaol de
Arte, XLVI (1974), p. 22.
[ 67 ]
18
[ 68 ]
lvarez Martnez, M. S., El romnico, pp. 271-272; Carrero Santamara, E., El conjunto, p. 71.
LA PEREGRINACIN, EL ARCA DE LAS RELIQUIAS Y SU INFLUENCIA ARTSTICA EN SAN SALVADOR DE OVIEDO EN EL SIGLO XII
L A C MARA S ANTA
Y SU MODELO ICONOGRFICO
20
I Re. 10,20.
21
En efecto, la cronologa de los trabajos romnicos en la Cmara Santa ha dado origen a un debate
relacionado con la existencia de rasgos estilsticos de diferente naturaleza, arcaizantes unos y muestra de
una renovacin prxima al gtico otros, que fue interpretada de diferente manera por los investigadores
que ven en ellos un exponente temprano de soluciones que anticipan el gtico o un producto arcaizante
de poca tarda. Vase al respecto lvarez Martnez, M. S. El romnico, p. 109, 308 (notas 51 y 52).
22
lvarez Martnez, M. S. y Torrente Fernndez, I., Consideraciones sobre algunos restos de la fbrica romnica del monasterio de San Pelayo y de la plstica monumental de Oviedo en el siglo XII, Scripta
II, Oviedo, 1998, p. 682.
23
Expendantur in edificium et restauracionem ecclesie Ouetensis, en Garca Larragueta, S., Coleccin,
doc. 172.
[ 69 ]
24
p. 15.
[ 70 ]
Cuesta, J. y Sandoval, A., Trabajos realizados en la Cmara Santa, 1919-1920, Oviedo, 1920,
LA PEREGRINACIN, EL ARCA DE LAS RELIQUIAS Y SU INFLUENCIA ARTSTICA EN SAN SALVADOR DE OVIEDO EN EL SIGLO XII
25
Azcrate, J. M., Las esculturas de la Cmara Santa de la Catedral de Oviedo, Oviedo, 1993, p. 61.
26
27
Considero ms acertada esta segunda interpretacin dada la existencia de una Teofana pintada,
hoy desaparecida, en el lugar ms destacado de la capilla: la bveda de su santuario. Otro argumento
para defender tal iconografa es la similitud existente con el Arca Santa que se comentar ms adelante.
28
Arias Pramo, L., La pintura mural en Asturias, Gijn, 1999, pp. 182-184.
[ 71 ]
acompaado por el Tetramorfos, parece haber presidido el conjunto de la capilla desde la bveda del santuario, segn la descripcin realizada por Ambrosio
de Morales tras su visita a la Cmara Santa29. La visin teofnica abarcara tambin los muros del santuario donde se encontraron restos de arcos pintados30
en los que siguiendo un recurso bastante habitual se debieron inscribir las figuras de las Apstoles.
Similar representacin de la victoria sobre la muerte material y espiritual se
recoge en el tema de la Bajada al Infierno de los justos en la escena de la
Anstasis, que aparece en el capitel de Santiago y Juan (fig. 14). Cristo clava su
larga cruz en las fauces de un dragn, repitiendo la actitud combativa del apstol Santiago, y salva a los justos, entre los que destacan Adn y Eva, una figura con corona que puede representar al rey David, y algunas otras, desnudas y
de ambos sexos, que se ven liberadas con su accin del acecho de dos horrendos seres demonacos.
La idea rectora del programa se complementa con otras escenas, como las
cinegticas y los combates entre hombres y fieras integradas en los restantes
capiteles y algunos cimacios donde figuran la montera del jabal, un combate
entre caballeros y leones y la lucha entre un guerrero y un oso. Dentro del
conjunto iconogrfico de la Cmara Santa, adems del sentido narrativo alusivo
a las ocupaciones de la nobleza feudal, estos temas han de entenderse dotados
de un valor simblico en relacin con el combate que es preciso sostener contra las fuerzas malficas para alcanzar la salvacin.
A la victoria sobre esas fuerzas malficas contribuye la palabra apostlica,
que vence a los seres fantsticos de naturaleza demonaca: Santiago aplasta
con los pies y clava su lanza en la serpiente, unos cuadrpedos son pisoteados
por los apstoles San Andrs y San Bartolom, lo mismo que un extrao pjaro con cabeza de len lo es por Santo Toms y sendas sirenas por San Simn
y San Judas Tadeo. El combate entre las fuerzas contrapuestas del bien y del
mal queda tambin representado en la lucha de la zorra y el gallo, bajo San
Pedro y San Pablo, donde al simbolismo positivo del gallo como animal vigilante que anuncia la llegada de la luz se opone la falsedad de la zorra31.
29
El insigne cronista de Felipe II describe en los siguientes trminos las pinturas que se adaptaban
a la cubierta del santuario de la Capilla de San Miguel: La bveda de la Capilla es lisa, y tiene pintado
en medio a nuestro Redentor, en medio de los cuatro Evangelistas, y la obra es tan antigua, que asegura bien ser del tiempo de su fundacin (Morales, A. de, Viaje a los reynos de Len, Galicia y Principado
de Asturias. 1572, Madrid, 1765 (reed. Oviedo, 1977).
30
31
Este tema fabulstico ha sido estudiado en el contexto de la miniatura mozrabe por el profesor
Cid Priego. Vase al respecto del citado autor A propsito de una miniatura del Beato de Girona, la
serie de la zorra y el gallo, Annals de lInstitut dEstudis Gironins, XXXIII (1994), pp. 237-260.
[ 72 ]
LA PEREGRINACIN, EL ARCA DE LAS RELIQUIAS Y SU INFLUENCIA ARTSTICA EN SAN SALVADOR DE OVIEDO EN EL SIGLO XII
A pesar de que su protagonismo es menor dentro del conjunto por ubicacin y tamao, no hay que olvidar las pequeas cabezas humanas emplazadas
en las basas de Santiago y San Juan, de Santiago el Menor y San Felipe y de
San Simn y San Judas, que pueden aludir a la humanidad resucitada que menciona el Evangelio de San Mateo: muchos cuerpos de santos que dorman,
resucitaron32. El grupo ms interesante se localiza en la basa de Santiago el
Mayor y San Juan, donde pequeos leones flanquean una cabeza masculina
ante otras dos que pertenecen a una mujer y a un hombre joven. Esta representacin ha sido relacionada con el Gilgamesh del Prtico de la Gloria33, pero
aqu la presencia de las otras dos figuras, que recuerdan las de la Virgen y San
Juan, apunta a otro significado: Mara y San Juan, testigos de la muerte de
Cristo, lo son tambin de la aparicin del hombre nuevo protegido por los
leones vigilantes, dotados aqu, como quiz tambin en la basa de San Andrs
y San Mateo, de un sentido cristolgico.
De lo expuesto se puede deducir la relacin existente entre el programa
desarrollado en el relicario monumental de piedra y el de plata que se guardaba en su santuario. Dada la funcin comn y la existencia dentro de la Cmara
Santa del Arca de las reliquias desde casi un siglo antes de llevarse a cabo la
reforma de su estructura parece lgico que la pieza ms antigua se tomara
como modelo34, lo que vienen a confirmar algunos otros aspectos iconogrficos
an no comentados.
En efecto, no slo el simbolismo salvfico general del programa coincide en
ambas obras, sino que la seleccin de temas e imgenes ofrece similitudes suficientes como para defender la posibilidad del prstamo iconogrfico. En ambos
casos se representa una visin teofnica en la que Cristo triunfante se rodea de
un Apostolado y a ese tema, que supone la culminacin del mensaje transmitido por el programa representado, se le da un emplazamiento jerrquico y priorizado: preside el frontal del Arca Santa y, a tenor de la descripcin de
Ambrosio de Morales, parece haber presidido tambin el conjunto monumental
de la Capilla de San Miguel desde el santuario, donde las pinturas reproduciran el Pantocrtor dentro de la mandorla, rodeado por el Tetramorfos y por
los apstoles bajo arcos, igual que en el frontal del Arca.
Similar coincidencia en la priorizacin temtica a travs del desarrollo narrativo y de la ubicacin de la escena ofrece la representacin del Calvario, al que
como puerta abierta a la salvacin del hombre se dedica el umbral de ambos
32
Mt. 27,52.
33
34
[ 73 ]
LA PEREGRINACIN, EL ARCA DE LAS RELIQUIAS Y SU INFLUENCIA ARTSTICA EN SAN SALVADOR DE OVIEDO EN EL SIGLO XII
EL
CLAUSTRO ROMNICO DE
S AN S ALVADOR
35
36
37
M. Risco recoge la intervencin del obispo en la reforma de los altares de San Salvador, de los
apstoles Pedro y Pablo, de San Juan Evangelista, de San Nicols obispo, de Santa Mara Virgen y de
los mrtires San Pelayo y San Vicente (Espaa Sagrada, XXXVIII, Madrid, 1793, p. 371)
38
39
40
Manzanares Rodrguez, J., Relieves romnicos del antiguo claustro de la catedral de Oviedo,
Oviedo, 1951; lvarez Martnez, M. S., El romnico, pp. 82-91; Carrero Santamara, E., El conjunto,
pp. 95-108.
[ 75 ]
ocupa, que trata de poner de relieve cmo buena parte de la actividad artstica desarrollada en San Salvador de Oviedo durante la etapa romnica se ve
favorecida en alguna medida por el culto a las reliquias, y cmo, adems, la
presencia del Arca Santa aporta soluciones para las obras abordadas en el contexto catedralicio durante el siglo XII.
La relacin de los trabajos del claustro con el culto a las reliquias ovetenses
ya queda constatada en su programa iconogrfico, en el que destacaron las
figuras de los santos titulares de los altares de San Salvador y de las iglesias de
Oviedo, que, inscritas en hornacinas, ocuparon un lugar priorizado dentro del
claustro romnico, segn se desprende de los 6 relieves que se han conservado. Aunque actualmente estn descontextualizadas y fragmentadas, esas seis
figuras por sus proporciones, su actitud y su composicin bajo arco debieron
adaptarse a los pilares angulares. Su identificacin no plantea dificultad en los
casos de San Pedro y San Pablo, que mantienen sus frmulas iconogrficas tradicionales al representarse como apstoles, descalzos y con largas tnicas, el
primero con las llaves y el segundo calvo y con una cartela en la mano.
Tambin est perfectamente individualizado por una inscripcin grabada en el
arco San Nicols de Bari, que llevaba el bculo episcopal como atributo. Las
tres figuras restantes resultan de identificacin ms compleja a causa de la fragmentacin que, como a la figura del obispo, priv de la cabeza a dos de ellas
una de mujer y de la mitad superior del cuerpo a la restante.
La integracin de estos santos titulares de los altares de San Salvador y de
las iglesias de Oviedo en los pilares del claustro viene a constituir un magnfico ejemplo de adecuacin topogrfica de las imgenes, que contaba con una
larga tradicin en Asturias. Como los evangelistas de las basas de San Miguel
de Lillo, estas imgenes dentro del emplazamiento comentado establecen una
analoga metafrica entre el pilar como soporte arquitectnico y los santos
patronos como soportes de la iglesia de Oviedo. Con esa idea, los elementos
elegidos como marco de las imgenes, los arcos, constituyen algo ms que un
elemento ordenador, y con todo lo que suponen de ritmo, medida y proporcin se convierten en un trasunto alegrico de la Jerusaln celestial, cuya visin
se ofrece como magnfica recompensa al fiel que cree en el carcter redentor
de las reliquias y a quien emprenda la peregrinacin como escala de salvacin.
La ubicacin bajo arcos es novedosa en las dependencias arquitectnicas de
San Salvador pero, como ya se ha visto, cuenta con precedentes no monumentales dentro del conjunto catedralicio en el Arca Santa. En su frontal el apostolado se ordenaba bajo arqueras, con una composicin que tambin se repiti
en la desaparecida pintura mural de la Cmara Santa y en una de las miniaturas del Liber Testamentorum.
[ 76 ]
LA PEREGRINACIN, EL ARCA DE LAS RELIQUIAS Y SU INFLUENCIA ARTSTICA EN SAN SALVADOR DE OVIEDO EN EL SIGLO XII
41
Yarza, J., El obispo Pelayo de Oviedo y el Liber Testamentorum, Vescovi artisti, vescovi committenti (Lucca, 1987), Actum Luce. Rivista di Studi Lucchesi, XVIII, 1-2 (1989), pp. 61-81.
43
[ 77 ]
Fig. 1. Arca Santa. Lateral izquierdo.. Fotografa M. G. Moreno, El Arca Santa Documentada.
[ 78 ]
LA PEREGRINACIN, EL ARCA DE LAS RELIQUIAS Y SU INFLUENCIA ARTSTICA EN SAN SALVADOR DE OVIEDO EN EL SIGLO XII
Fig. 3. Arca Santa. Lateral derecho. Fotografa M. G. Moreno, El Arca Santa Documentada.
[ 79 ]
[ 80 ]
LA PEREGRINACIN, EL ARCA DE LAS RELIQUIAS Y SU INFLUENCIA ARTSTICA EN SAN SALVADOR DE OVIEDO EN EL SIGLO XII
Fig. 8. Cmara Santa. Capitel de San Pedro y San Pablo. Fotografa L. Arias.
[ 81 ]
[ 82 ]
LA PEREGRINACIN, EL ARCA DE LAS RELIQUIAS Y SU INFLUENCIA ARTSTICA EN SAN SALVADOR DE OVIEDO EN EL SIGLO XII
Fig. 11. Cmara Santa. Grupo de Santiago y San Juan. Fotografa L. Arias.
Fig. 12. Cmara Santa. Capitel de Santiago y San Juan. Fotografa L. Arias.
[ 83 ]
Fig. 13. Cmara Santa. Capitel de San Andrs y San Mateo. Fotografa L. Arias.
Fig. 14. Cmara Santa. Capitel de Santiago y San Juan. Fotografa L. Arias.
[ 84 ]
LA PEREGRINACIN, EL ARCA DE LAS RELIQUIAS Y SU INFLUENCIA ARTSTICA EN SAN SALVADOR DE OVIEDO EN EL SIGLO XII
[ 85 ]
I NTRODUCCIN
Boloqui, Beln en: Los Caminos de Santiago en Aragn. Ruta del Camino Jacobeo del Ebro a su
paso por la provincia de Zaragoza, Zaragoza, Patronato de Turismo Diputacin Provincial, 2004. De los
cinco apartados que hemos desarrollado en la primera parte de la Gua, devocin, caminantes, ruta, hospitales y protectores, para estas pginas hemos seleccionado la ruta histrica, en la que me he basado
para este texto, si bien he introducido algunos datos nuevos. Todo ello representa, en suma, el esfuerzo de un trabajo colectivo en el que han participado la Asociacin del Camino Jacobeo del Ebro y la
Asociacin de Amigos del Camino de Santiago en Zaragoza, as como el grupo de investigadores que
forman parte del Proyecto de Investigacin I+D de la Diputacin General de Aragn que ha dirigido la
profesora Carmen Morte en los aos 2002-2003.
[ 87 ]
Quinto-Fuentes de Ebro y Zaragoza, tambin relacionada con las rutas martimas del Mediterrneo, especialmente desde los puertos de Italia y Baleares
hacia el de Alfaques (Amposta-Tortosa) y Tarragona.
La segunda ruta es el denominado Camino Cataln (Cam de Sant Jaume),
va Mompellier-Perpin-Figueras-Gerona-Matar-Barcelona-Montserrat-LridaFraga-Bujaraloz-Pina de Ebro-Zaragoza. En esta ruta hay un enclave mariano
importante que es la Virgen de Monserrat y su montaa de ermitas, reconocida
por Arturo Soria como lugar que fue visitado a menudo por los peregrinos que
se dirigan hacia Santiago.
Es evidente que estas rutas por Catalua (Montserrat y Tortosa), Aragn
(Zaragoza), Navarra (Tudela) y La Rioja (Calahorra-Logroo), giraron en torno
al antiqusimo culto de la conocida devocin a la Virgen del Pilar, pero es
imprescindible tener en cuenta que histricamente este culto ha estado
centrado en la Virgen del Pilar y su Aparicin a Santiago y sus compaeros, los
Convertidos, a orillas del Ebro en Zaragoza. As lo expresaba en el siglo XVII
Sebastin de Covarrubias en su conocido diccionario Tesoro de la Lengua
Castellana, en la voz, PILAR de Zaragoza. Santuario de los ms clebres de
mundo, por haber aparecido en l la sacratsima Reyna de los ngeles al
Apstol Santiago, y averle mandado edificase en aquel sitio una yglesia en honra suya (primera edicin 1611 y adiciones de 1674). En consecuencia, conviene afirmar con rotundidad que esta iconografa, insisto en el culto en paralelo
a la Virgen del Pilar y a Santiago, fue ingente hasta el siglo XX, como ya matizar en las conclusiones que he credo oportuno incluir para facilitarle al lector
una idea ms completa de este tema.
Estos caminos tuvieron en buena parte como eje vertebrador el ro Ebro,
ruta de navegacin en la Edad Antigua y Medieval, y tambin en la Edad
Moderna, pero hay que tener tambin en cuenta que en los siglos XVI y XVII
se hizo cada da ms difcil el trnsito por el ro, como consecuencia de la existencia de numerosos azudes, muros de piedra en su lecho, que favorecan los
intereses agrcolas frente a los fluviales. As lo ha documentado Canellas para el
ao 1279, cuando Pedro III de Aragn confirm lo dispuesto por Jaime I en
orden a facilitar la navegacin por el ro, evitando impedimentos de azudes y
caos (Coleccin Diplomtica del Concejo de Zaragoza, t II2). El ro Ebro fue
navegable, camino de sirga, y el valle tambin acogi a los caminantes que lo
recorran por tierra, fundamentalmente caminos carreteros y de herradura (caballeras). Datos concretos sobre la navegacin de los reyes de la Corona de
2
Doc. 103 ... Quare mandat dominus rex quod prohibant non fiant cannares vel azudes vel alia
impedimenta in dicto flumine que impediant navigantes ut pejus navigent...
[ 88 ]
LOS CAMINOS DE SANTIAGO EN ARAGN: LAS RUTAS POR EL VALLE DEL EBRO. EL CAMINO JACOBEO DEL EBRO
El sobrejuntero recibe el encargo de conservar la paz, oye causas y las sentencia tanto en lo civil
como en lo criminal; recauda en las villas y y aldeas de la demarcacin diez sueldos donde haya mercado y cinco sueldos donde no existe... (op. cit. tomo II, p. 22).
[ 89 ]
I NSIGNES
Z ARAGOZA
LOS CAMINOS DE SANTIAGO EN ARAGN: LAS RUTAS POR EL VALLE DEL EBRO. EL CAMINO JACOBEO DEL EBRO
L AS
DEL
E BRO .
Existen dos publicaciones que resultan bsicas a la hora de trabajar el camino de Santiago a su paso por Aragn. Una es el importante libro, ya citado, de
Vzquez de Parga, Lacarra y Ura Ru (1949), que consagra el Camino Francs
a su paso por Roncesvalles y Somport, y en definitiva analiza y documenta la
famosa Gua de Aimerico Picaud de hacia 1140. Bien es cierto que la citada
publicacin da otras referencias importantes, como el camino de Cantabria y las
rutas martimas del norte de Europa, especialmente las procedentes de
Inglaterra. Ms desapercibida ha pasado la documentacin que aportaron al
paso de peregrinos por la Corona de Aragn y el valle del Ebro, aadiendo
explcitamente Lacarra que sabemos que en el siglo XII haba tambin en algunos puntos toda una organizacin de Guas, como ya he recogido en el apartado anterior. Sealan tambin los autores las importantes investigaciones de
Jeanne Vielliard, de 1936, relacionadas con los salvoconductos concedidos a los
peregrinos jacobeos por la Corona de Aragn a finales del siglo XIV y comienzos del XV (1378-1422). Este estado de la cuestin, centrado bsicamente en el
Camino Francs de Santiago, fue ampliado para Aragn en el importante libro
pstumo de Antonio Ubieto, revisado y completado por Mara de los
Desamparados Cabanes e Isabel Falcn, Los Caminos de Santiago en Aragn
(1993), expresivo ttulo de la complejidad que en nuestras tierras aragonesas
lleg a alcanzar la red de caminos hacia Santiago de Compostela, pginas
imprescindibles de donde deben partir los futuros estudios de caminera jacobea aragonesa. En conclusin, creo que el olvido de los citados textos, aunque suene paradjico, ha contribuido a que en Aragn, al menos, slo se haya
reconocido el Camino Francs, un error estratgico en una poca de peregrinaciones, la actual, cuya mala gestin ha proyectado durante dcadas una
secuela negativa para el desarrollo de nuestro territorio. Es como la obra El
Retablo de las Maravillas de Cervantes o El Rey Desnudo de Andersen. No
neguemos lo que est ah, los caminos, pero hace falta recorrerlos, documentarlos y analizarlos. Nada ms que eso.
Ahora centrmonos un momento en la conquista por los reyes aragoneses
del valle del Ebro. Reconquistado en el siglo XII por Alfonso I el Batallador
(ZaragozaTudela), Ramn Berenguer IV (Tortosa), Alfonso II (Caspe), y creada la Corona de Aragn en la figura del rey Alfonso II de Aragn (I de
Catalua), entiendo que es bsico comprender que los reyes aragoneses potenciaron los Caminos de Santiago como elemento integrador de sus territorios y
en primer lugar de las tierras catalanoaragonesas. Tomar como ejemplo un
peregrino real de mediados del siglo XII, el rey Luis VII de Francia, que pas
por Zaragoza, Huesca y Jaca cuando retornaba de Santiago en 1155. Esta es
una prueba elocuente de que en fechas tan tempranas este trayecto ya no se
ajustaba al tradicional modelo francs (Miret y Sans y A. Ubieto). Hay muchos
[ 92 ]
LOS CAMINOS DE SANTIAGO EN ARAGN: LAS RUTAS POR EL VALLE DEL EBRO. EL CAMINO JACOBEO DEL EBRO
LOS CAMINOS DE SANTIAGO EN ARAGN: LAS RUTAS POR EL VALLE DEL EBRO. EL CAMINO JACOBEO DEL EBRO
confirmaron dos siglos ms tarde los ilustrados del siglo XVIII, pues estos caminos estaban hechos por el pisar andariego o por el trotar de las cabalgaduras,
escribe Isidoro Montiel en la presentacin de la edicin moderna del Villuga.
Eran caminos polvorientos y lodosos y fue slo a mediados del siglo XVI cuando comenzaron a funcionar las carrozas y coches. Los caminos eran sendas
estrechas y veredas dificultosas, mal trazadas por el paso de las bestias y carretas, opina Montiel. En el tramo Zaragoza-Caspe reconocemos varios alojamientos para alivio de caminantes y peregrinos: la antigua alfndiga entre
Quinto y Fuentes de Ebro, prxima a la ermita de la Virgen de Bonastre (o
Buen Astro); la Venta de Chiprana, prxima a la laguna endorreica de la
Salada, segn recoge Toms F. de Lezan en 1777, en su mapa basado en
Labaa (Album Geogrfico e Histrico el Reino de Aragn, de 1615) y, finalmente, la Venta de la Magdalena en Caspe a orillas del Ebro, a mitad de camino entre Caspe y Mequinenza, ahora aislada como consecuencia del pantano
de Mequinenza.
Algo de camino polvoriento y lodoso tena esta ruta Jacobea del Ebro, camino antiguo pblico documentado entre Tortosa y Zaragoza, tambin denominado Camino de Tortosa, como consta en el plano francs del permetro de
Zaragoza de 1711, Cheman de Tortosse; como topnimo camino de los catalanes se le conoce en la antigua ruta carretil entre Chiprana y Escatrn, y como
tal se recoge en los mapas y planos de la Evolucin Histrico Urbanstica de la
ciudad de Zaragoza, si bien el mencionado Villuga no cita la ruta. Es cierto
que se puede plantear que la originalidad y grandiosidad del Camino Jacobeo
estribaba en el propio ro, bien se navegase por l, especialmente en la Edad
Media, o se llevase a cabo andando o en caballera, pero tambin haba etapas
en las que haba que cruzar repetidamente el ro especialmente, en los
meandros de Sstago y eso entraaba un problema aadido al viaje, especialmente en ciertas pocas del ao.
Este camino que acabo de describir es el que se mantiene con pocas variantes a lo largo de los siglos y esto lo sabemos bien por el Proyecto Carretil
entre Zaragoza y Tortosa, de hacia 1780, defendido por D. Ramn de Pignatelli
y otros miembros de la Sociedad Econmica de Amigos del Pas, que apoyaban
a ultranza la navegacin por el ro Ebro, aprovechando las grandes posibilidades que abra, en paralelo, el nuevo Canal Imperial de Aragn y la apertura del
Puerto de los Alfaques en su comercio exterior con Amrica. Alude el prcer
aragons a la antigedad del camino Zaragoza-Caspe-Tortosa como prueba de
prioridad en el trazado, frente a la otra alternativa que era Alcaiz. Por esas
fechas, un texto manuscrito de finales del siglo XVIII nos seala cual era la
Ruta de la actual Carretera que va a la ciudad de Zaragoza, recorrido que el
documento tambin expresa en horas, dando como resultado treinta horas y
media: De Tortosa a Cherta, 3 horas; de Cherta a Pinel, 5; de Pinel a Corbera,
[ 95 ]
LOS CAMINOS DE SANTIAGO EN ARAGN: LAS RUTAS POR EL VALLE DEL EBRO. EL CAMINO JACOBEO DEL EBRO
segn cita Blas Ortiz. Veamos al autor cmo describi el paraje y el kilometraje desde Pina de Ebro a Tortosa: al da siguiente pasando por otros lugares
poco importantes, se dirigi a los pueblos de Caspe y de Fabara. Despus de
pernoctar, continu su viaje, atravesando pequeas aldeas y por caminos casi
inaccesibles, no sin gran fatiga, lleg a Tortosa la vigilia del Corpus Christi y por
un puente de madera entraba en la ciudad, baada por el caudaloso y varias
veces citado ro Ebro. Adriano de Utrech, que era obispo de Tortosa, entr
en su ciudad el da 18 de junio y permaneci en ella hasta el 8 de julio, fecha
en que parti en barco hacia Roma, siguiendo el periplo de la costa
Mediterrnea.
Barcas y vados eran el medio de pasar el ro Ebro porque durante siglos no
haba otros puentes de piedra que el de Zaragoza, Tudela y Logroo y a stos
habra que sumar el Puente de Tablas en Tortosa. Madoz cita con precisin los
vados y barcas que existan en el Ebro a mediados del siglo XIX y conviene
tenerlos presentes a la hora de valorar nuestra ruta. Los pasos a pie por el ro,
supongo que en poca de estiaje, cuando el curso del ro iba con poca agua,
los situ en Utebo y en Zaragoza, a la altura de la Aljafera, y las barcas en
Gallur, Remolinos, Cabaas, Alagn, Torres de Berrelln (se conserva un pontn en uso), Utebo, Zaragoza, Pina, Gelsa, Velilla, Cinco Olivas-Alborge,
Sstago, Escatrn y Caspe4. Adems, no est de ms precisar que en poca de
avenida del ro cruzarlo poda ser peligroso y de esto se conservan testimonios
de algunos viajeros, tal y como lo describe J. S. Champion en su Relato a pie
por Espaa, 1876-1877 (edicin de Marcos Castillo Monsegur). Champion cruz
en el mes de enero el Ebro por el pontn que haba entre Fuentes y Quinto,
para pasar a Pina, y con enrgico pulso de escritor record las aguas turbulentas del ro y sus recios vientos, de tal forma que en el intento casi murieron
ahogados el barquero y su hijo, el escritor y su perro.
Desde mi punto de vista este camino pblico coincide con los intereses de
los grandes propietarios de esta parte del Ebro, es decir, las rdenes religiosas
y militares Cistercienses y Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusaln y la
potente casa nobiliaria del Conde de Sstago y de los duques de Villahermosa,
de ah que Caspe y Chiprana estuviesen dominadas por los intereses de la
Orden de San Juan; Escatrn y Alborge por los cistercieneses; Sstago y Cinco
Olivas y Pina por el Conde de Sstago y Torres de Berrelln-Pedrola y Alcal
de Ebro por los duques de Villahermosa.
4
De uso pblico para cruzar el Ebro, las barcas desaparecieron sobre el ro definitivamente hacia
1970, sobreviviendo slo el pontn de Torres de Berrelln
[ 97 ]
C ONCLUSIONES
En la segunda mitad del siglo XX son diversas las circunstancias que han
favorecido la desaparicin reciente del paso de peregrinos jacobeos por el valle
del Ebro y por el Pilar de Zaragoza de ruta hacia Logroo, donde enlazaba con
el Camino Francs. La ltima Guerra Civil y el rgimen franquista con sus consignas, la vinculacin de la Virgen del Pilar con el da de la Hispanidad, una
iconografa ms centrada ahora en la talla de la Virgen y en la Columna, y las
investigaciones posteriores al libro de Vzquez de Parga, Lacarra y Ura, cen[ 98 ]
LOS CAMINOS DE SANTIAGO EN ARAGN: LAS RUTAS POR EL VALLE DEL EBRO. EL CAMINO JACOBEO DEL EBRO
tradas en el Camino Francs, han contribuido a que la tradicin jacobea tradicional haya sido sustituida en tiempos modernos por la exaltacin popular
mariolgica, casi exclusivamente de devocin a Nuestra Seora del Pilar. La
Fiesta de la Ofrenda en la fecha del 12 de octubre, expresa bien esta transformacin al recibir Columna e Imagen en la plaza del Pilar un inmenso homenaje popular de flores, ofrenda que en apretada fila aglutina durante largas
horas a devotos, familias, asociaciones, casas regionales, clubes, peas, comercios, cofradas, rdenes religiosas, etctera.
Hoy da se puede afirmar que existi el Camino Jacobeo del Ebro por cuanto en l se dieron al menos unos requisitos que se pueden considerar imprescindibles para que prosperase una tradicin peregrina:
1. Extraordinaria antigedad del culto a Santa Mara en Zaragoza ya documentado a mediados del siglo IX. No es posible precisar cundo se vincula este
culto a Santiago pero creo que es anterior a la reconquista cristiana de
Zaragoza en 1118. Por otro lado, la Columna Sagrada de jaspe, sobre la que se
apea la talla de la Virgen del Pilar, hay que relacionarla en sus remotos orgenes de culto con tradiciones seculares indgenas muy antiguas, posiblemente
iberas, como rbol de vida, pues es sabido que en los primeros aos del cristianismo la iglesia no tuvo mayor inconveniente en asimilar estos smbolos
paganos. En cualquier caso, la Virgen del Pilar, su Columna y Santiago son
reflejo de una devocin popular ancestral antiqusima, singularmente mantenida a lo largo de los siglos hasta hoy da.
2. Existencia de un importantsimo culto religioso mariano-jacobeo en
Zaragoza y en el Camino del Ebro, cuya expresin ms extraordinaria se halla
en la iconografa mariano-jacobea del propio templo de Nuestra Seora del
Pilar de Zaragoza, expresin sublime de la importancia de las diversas rutas
que alcanzaban la ciudad: Muro de los Altares de mrmol de Carrara de la
Santa Capilla, excelente obra del barroco acadmico donde se narra plsticamente el milagro de la Venida; Sargas gticas de la Sacrista Mayor (de finales
del siglo XV) e iconografa santiaguista del retablo mayor dedicado a la
Asuncin de la Virgen con dos figuras en alabastro de tamao natural representando a Santiago peregrino, extraordinaria obra en alabastro de Damin
Forment y su taller de comienzos del siglo XVI.
No es exagerado afirmar que son casi infinitas las imgenes que en el valle
del Ebro, y en Aragn, vinculan iconogrficamente a la Virgen del Pilar con el
Apstol Santiago, muchas veces acompaados por los Varones Apostlicos y
coros anglicos. Esta iconografa urge catalogarla en su totalidad, dndose el
caso curioso de que hay piezas importantes que todava hoy son prcticamente desconocidas. De entre todas stas, citar la ms antigua que conozco, y de
la que habla Sixto Ramn Parro en su conocida obra Toledo en la mano, la
[ 99 ]
LOS CAMINOS DE SANTIAGO EN ARAGN: LAS RUTAS POR EL VALLE DEL EBRO. EL CAMINO JACOBEO DEL EBRO
B IBLIOGRAFA 5
ADIEGO, P., y LAGUENS, M., Cartografa del Reino de Aragn. Siglos XVI al XIX. Prlogo
de ngel Canellas. Zaragoza, Librera General, 1986.
AGUAD, E. Els Camins Millenaris de Catalunya que seguien els pelegrins a Santiago. I
Camins actuals a Santiago de Compostela des de Catalunya. Arts Grafiques stel,
Reus, 1999.
ALTISENT, A. LAlmoina Reial a la Cort de Pere El Ceremonis. Estudi i edici dels manuscrits de lalmoiner Fra Guillem Deud monjo de Poblet (1378-1385). Abada de
Poblet, 1969.
ANSN, A. El urbanismo, la arquitectura y las artes en Zaragoza durante la poca de
Baltasar Gracin (1620-1660), en Zaragoza en la poca de Baltasar Gracin.
Ayuntamiento de Zaragoza, 2002.
ANSN, A. y BOLOQUI, B. La Santa Capilla del Pilar. Caja de Ahorros de la Inmaculada.
Zaragoza, 1998 (Coleccin CAI 100, n 2).
ANTORN, B. Escatrn en el Seoro del Monasterio de Rueda. Cometa. Zaragoza, 1997.
ARAMBURU DE LA CRUZ, M. V. Historia Chronolgica de la Santa Anglica y Apostlica
Capilla del Pilar de la ciudad de Zaragoza. Imprenta del Rey, Zaragoza, 1766.
ASSO, I. de. Historia de la Economa poltica de Aragn. Prlogo e ndices de Jos
Manuel Casas Torres. Francisco Magalln, Zaragoza, 1948.
BLASCO, C. Memorias de Zaragoza. Presentacin de Jos Luis Melero Rivas, Rolde de
Estudios Altoaragoneses. Zaragoza, 1995 (1 ed. 1890).
[ 101 ]
LOS CAMINOS DE SANTIAGO EN ARAGN: LAS RUTAS POR EL VALLE DEL EBRO. EL CAMINO JACOBEO DEL EBRO
[ 104 ]
LOS CAMINOS DE SANTIAGO EN ARAGN: LAS RUTAS POR EL VALLE DEL EBRO. EL CAMINO JACOBEO DEL EBRO
APNDICE
M ILAGRO DE S ANTIAGO ESCRITO POR EL PAPA C ALIXTO , EN L IBER S ANCTI J ACOBI
C ODEX C ALIXTINUS , TRADUCCIN POR LOS PROFESORES A. M ORALEJO , C. T ORRES Y
J. F EO , X UNTA DE G ALICIA , 1998, PP. 338-339.
la cruz, ofrecieron salida en honor del Apstol tan espontneas, que as que
hubieron salido restablecieron el rigor de su anterior unin. El apstol Santiago,
pasado largo tiempo despus de cantar el gallo y casi al asomar los rayos de la
aurora, lleg con ellos, yendo l delante a cierto castillo que estaba bajo guardia de cristianos, donde mandndoles tambin que le invocasen, subi visiblemente a los cielos, Y al invocarlo por su mandato con grandes voces, se abrieron las puertas y fueron recibidos dentro. Al da siguiente, saliendo de all,
tratan de volver as sus casas. Mas poco tiempo despus uno de ellos que vino
a la iglesia de Santiago en la festividad de la Traslacin del Apstol, que celebramos anualmente el da treinta de diciembre, cont a todos a que en todo
esto ocurri as como queda escrito, esto fue realizado por el Seor y es admirable a nuestro modo de ver. Sea, pues, para el Supremo Rey el honor y la gloria por los siglos de los siglos. As sea.
[ 106 ]
LOS CAMINOS DE SANTIAGO EN ARAGN: LAS RUTAS POR EL VALLE DEL EBRO. EL CAMINO JACOBEO DEL EBRO
Fig. 1. La Santa Capilla del Pilar, extramuros de la ciudad, y la Colegiata de Santa Mara intramuros [ms tarde
conocida como Nuestra Seora del Pilar]. Su desarrollo a lo largo de la Edad Media y Moderna, segn Lasabagaster.
Fig. 2. Muro de los Altares en la Santa Capilla de N S del Pilar de Zaragoza. Venida de la Virgen con sus coros
anglicos, Aparicin a Santiago y los Convertidos y la talla de Mara sobre la Sagrada Columna. Ventura Rodrguez,
arquitecto y Jos Ramrez de Arellano, escultor (1750-1765).
[ 107 ]
Fig. 4. Sarga tardogtica de la Venida de la Virgen sobre la columna con sus coros
anglicos y su Aparicin al Apstol Santiago el Mayor, a orillas del Ebro en Zaragoza,
1490. Sacrista Mayor de la catedral de Nuestra Seora del Pilar. Zaragoza.
[ 108 ]
LOS CAMINOS DE SANTIAGO EN ARAGN: LAS RUTAS POR EL VALLE DEL EBRO. EL CAMINO JACOBEO DEL EBRO
[ 109 ]
[ 110 ]
LOS CAMINOS DE SANTIAGO EN ARAGN: LAS RUTAS POR EL VALLE DEL EBRO. EL CAMINO JACOBEO DEL EBRO
Fig. 9. Vista reciente de la ciudad de Tortosa a orillas del Ebro con la catedral gtica en primer plano
y atravesando la ciudad el ro.
[ 111 ]
Fig. 12. Sealizacin reciente en Catalua del camino Jacobeo del Ebro, tramo Batea-Fabara,
en el lmite de las Comunidades Autnomas de Catalua y Aragn.
[ 112 ]
Fig. 12 bis. Peregrinos jacobeos receptores de la caridad de la Pa almoina. Pintura mural gtica. Originalmente en el refectorio
de la cannica catedral vieja de Lrida, en la actualidad en el Museo Diocesano de Lrida (siglo XIV).
LOS CAMINOS DE SANTIAGO EN ARAGN: LAS RUTAS POR EL VALLE DEL EBRO. EL CAMINO JACOBEO DEL EBRO
[ 113 ]
[ 114 ]
LOS CAMINOS DE SANTIAGO EN ARAGN: LAS RUTAS POR EL VALLE DEL EBRO. EL CAMINO JACOBEO DEL EBRO
[ 115 ]
Fig. 18. Vista general del azud en el ro Ebro desde el Monasterio cisterciense de Nuestra Seora de Rueda (s. XIII)
y al fondo la poblacin de Escatrn.
[ 116 ]
LOS CAMINOS DE SANTIAGO EN ARAGN: LAS RUTAS POR EL VALLE DEL EBRO. EL CAMINO JACOBEO DEL EBRO
Fig. 19. Detalle del azud visto desde Escatrn, a orillas del Ebro. Enfrente la torre mudjar del Monasterio de Nuestra
Seora de Rueda. A la izquierda de la imagen obsrvese una esclusa que permita a las barcas remontar el curso del
ro. Este lugar fue un punto vital en el trfico fluvial por el Ebro hasta, al menos, finales del siglo XIX.
Fig. 20. Camino Jacobeo del Ebro. Alborge, Zaragoza. Antiguo paso de la barca
entre Alborge y Cinco Olivas. (Barca documentada en el siglo XIV).
[ 117 ]
[ 118 ]
LOS CAMINOS DE SANTIAGO EN ARAGN: LAS RUTAS POR EL VALLE DEL EBRO. EL CAMINO JACOBEO DEL EBRO
Fig. 24. Puerta del Carmen de Zaragoza, finales del siglo XVIII. Inicio del Camino Real hacia Madrid. Hay referencia en sus
lpidas a los peregrinos que entraban en la ciudad. La ubicacin de la puerta est relacionada con el convento del Carmen
y el Hospital de Peregrinos del Carmen o de Santas Justa y Rufina (documentado desde el siglo XV hasta comienzos del XIX).
[ 119 ]
Fig. 25. Camino Jacobeo del Ebro. Ermita de N S de la Sagrada o de la Antigua (antiguo culto mozrabe).
Monzalbarba (Zaragoza).
Fig. 26. Camino Jacobeo del Ebro. Vista general de Sobradiel (Zaragoza).
Iglesia parroquial dedicada al Apstol Santiago el Mayor.
[ 120 ]
LOS CAMINOS DE SANTIAGO EN ARAGN: LAS RUTAS POR EL VALLE DEL EBRO. EL CAMINO JACOBEO DEL EBRO
Fig. 27. Camino Jacobeo del Ebro. Vista del pontn que cruza el Ebro hacia el Castellar, ayuntamiento de Torres de
Berrelln (Zaragoza). Este pontn tiene el mrito de ser el nico, pblico, que ha permanecido sin interrupcin en activo hasta
nuestros das.
Fig. 28. Camino Jacobeo del Ebro. Vista de la Ribera del Ebro y los farallones del Castellar
prximo a la desembocadura del ro Jaln, cerca de Alagn.
[ 121 ]
Fig. 29. Camino Jacobeo del Ebro, entrada en Cortes de Navarra y sealizacin comarcal
de la Diputacin General de Navarra.
Fig. 30. Los caminos de peregrinacin en la Edad Media, en Luce Pietri, La Edad Media (siglos
V al XV), Ed. Argos. Obsrvese como se incluye parte de la ruta del camino jacobeo del Ebro
por Barcelona-Tarragona-Zaragoza-Tudela-Calahorra y Logroo.
[ 122 ]
Fig. 31. Mapa de las Pregrinaciones a Santiago de Compostela en Europa, particular del valle del Ebro. Mediados del siglo XVII.
Obsrvese los diversos trazados de caminos jacobeos a su paso por Catalua y Aragn.
LOS CAMINOS DE SANTIAGO EN ARAGN: LAS RUTAS POR EL VALLE DEL EBRO. EL CAMINO JACOBEO DEL EBRO
[ 123 ]
Fig. 32. Mapa francs de Aragn y Catalua encargado por el Duque de Orleans, 1719.
Particular del recorrido del ro Ebro a su paso entre Luceni y Mequinenza.
[ 124 ]
Fig. 33. Plano con el entorno del Zaragoza, 1711. Obsrvese el arranque de los caminos, entre ellos, chemin de Tortosse y chemin de Tudelle.
LOS CAMINOS DE SANTIAGO EN ARAGN: LAS RUTAS POR EL VALLE DEL EBRO. EL CAMINO JACOBEO DEL EBRO
[ 125 ]
Fig. 34. Mapa de Aragn de Juan Bautista Labaa, corregido y aumentado por Toms Fermn de Lezan, 1777.
En este mapa figuran las ventas de Chiprana y de la Magdalena en Caspe.
[ 126 ]
Fig. 35. Mapa del Reino de Aragn dividido en obispados, arzobispados y corregimientos por Toms Lpez, 1816, particular del Valle del Ebro.
LOS CAMINOS DE SANTIAGO EN ARAGN: LAS RUTAS POR EL VALLE DEL EBRO. EL CAMINO JACOBEO DEL EBRO
[ 127 ]
Fig. 36. Los Caminos de Santiago de Compostela, edicin cartogrfica del Instituto Geogrfico Nacional de Espaa, IGN-CNIG de Espaa y Francia, bajo
la supervisin del Centro Europeo de Estudios Compostelanos y su presidente Ren de la Coste Messelieres (s. a. Se trata de una cartografa reciente). En esta
cartografa, a todo color, se vuelve a recoger los diversos caminos que recorran Aragn y Catalua de ida o vuelta a Santiago de Compostela.
[ 128 ]
Agradezco muy vivamente a la prof. Dra. Carmen Lacarra Ducay su amable invitacin a participar
en este ciclo de conferencias organizado por la Ctedra Goya de la que es Directora. El texto que presentamos forma parte de un trabajo de investigacin llevado a cabo sobre Los sepulcros de los Santos en
la Edad Media en Espaa, financiado por la UPV (cdigo del proyecto UPV/EHU 157.130-HA154/97).
1
Journal, P. Le culte des reliques et son influence sur lart chrtien en La Maison-Dieu, 170, 1987,
pp. 29-57, recogido en dem, Liturgie au multiples visages. Mlanges, Roma, 1993; Duchesne, L., Les origines au culte chrtienne, Paris, 1925 (5. ed.); Delahaye, H., Sanctus, essai sur le culte des saints dans
lantiquit, Bruselas, 1922; dem, Les origines du culte des martyrs, Bruselas, 1933 (2. ed.); Grabar, A.
Martyrium. Recherches sur le culte des reliques et lart chrtien antique, Pars, 1946; Lamberigts, M., Van
Denn, P. (eds.), Martyrium in multidisciplinary perspective. Memoriae L. Reekmans, Lovaina, 1995.
2
Silvan, P. L., La basilique difie sur le tombe en G. Morello (dir.), Pierre et Rome, vingt sicles dlan crateur, Roma, 1997; Saxer, V., Le culte des aptres Pierre et Paul Rome, en Les Cahiers de Saint
Michel de Cuix, XXIX, 1998, pp. 16-18; Ward-Perkins, J. B., The shrine of St. Peter and its twelve spiral columns en Studies in Roman and Early Christian Architecture, Roma, 1997.
[ 129 ]
ah podemos seguir la evolucin progresiva de su culto a travs de las sucesivas transformaciones que sufre este trofeo a lo largo de los siglos III y IV. As
en el siglo III, a causa de algn deterioro del muro rojo, por motivos que desconocemos, se procedi a su reparacin y embellecimiento. El trofeo qued
transformado en una especie de edculo por dos muros de sostenimiento perpendiculares al muro rojo y sobre l se dispuso una techumbre. El interior se
reviste de placas de mrmol gris y el suelo se cubre de mosaicos de cubos
blancos y negros. Sobre l construir Constantino en el siglo IV la primera baslica en honor del Apstol, procedindose tambin entonces a una nueva monumentalizacin del primitivo trofeo, ahora mediante la confessio, una construccin ornamental que lo encuadraba hacindolo ms ostensible. Sobre cuatro
columnas torsas se disponen dos arcos de medio punto que se cruzan en el
medio de donde colgaba la corona de oro que fue ofrecida por el Emperador
y su madre Santa Elena. Dos columnas ms se situaban detrs, una a cada lado,
y bellas cortinas colgaban de los espacios de los intercolumnios tal como reproduce el relicario Samager datado en el siglo V (Museo de Venecia). Los cuatro
lados se cerraban mediante una balaustrada baja de bronce, abierta por delante. Muchas otras reformas, todas ellas conducentes al embellecimiento de la
confessio constantiniana se llevaron a cabo a lo largo de la Edad Media, permaneciendo siempre la tumba apostlica en lugar inalterable, incluso tambin
cuando en el siglo XVI se procedi a la ereccin de la nueva baslica vaticana.
Un proceso similar lo encontramos en Santiago de Compostela donde tambin
las excavaciones arqueolgicas llevadas a cabo en el subsuelo de la catedral, a
fines del siglo XIX, sacaron a la luz los vestigios de un mausoleo romano del
siglo I, en el que haba sido depositada la supuesta tumba del apstol y los
fragmentos de un mosaico de pavimento de color blanco y negro, fechados
hacia el ao 200 y que formaran parte de las reformas emprendidas en esos
aos en la cmara sepulcral3. Ello unido al altar del siglo I erigido sobre la tumba apostlica y que afortunadamente ha llegado hasta nosotros evidencia todos
los sntomas de una temprana monumentalizacin del sepulcro del apstol,
siglos antes de su invencin. A raz de sta, a principios del siglo IX, Alfonso II
construir la primera baslica dedicada al apstol, incluyendo el edculo del
sepulcro en su cabecera el cual permanecer inalterable tambin a lo largo de
las sucesivas baslicas levantadas sobre este, la de Alfonso III el Magno, y la
romnica de fines de siglo XI, auspiciada por el obispo Diego Pelez. Lo mis-
3
Guerra Campos, J., Exploraciones arqueolgicas en torno al sepulcro del Apstol Santiago, SaintJacques de Compostellae, 1982, pp. 535-566; Milln Gonzlez-Pardo, I., El mosaico del pavimento superior del edculo de Santiago y su motivo floral, en Compostellanum, XXXVIII, 1983, pp. 73-371; dem,
en Santiago de Compostela 1000 ans de Plerinage Europen, Europalia, 1985, pp. 206-207; Carro Otero,
J., Gua del Museo de S. Payo de Antealtares, Saint-Jacques, 1974, pp. 41-45; dem, Autel primitif du tombeau de lAptre Saint Jacques, en Europalia 1985, pp. 207-208.
[ 130 ]
Vase al respecto el interesante trabajo de Hermann-Mascard, N., Les reliques des Saints. Formation
coutumire dun droit, Paris, 1975, pp. 82-100.
5
Sobre el papel del ornato en la decoracin de las tumbas santas vase Hahn, C., Seeing and
Believing: the Construction of Sanctity in Early-Medieval SaintsShrines, en Speculum, 72, 4, 1997, pp.
1079-1106; Lamia, S. and Valdez del lamo, E. (eds.), Decorations for the holy dead. Visual embellishments on tombs and Shrines of Saints, Brepols, Turnhout, 2002.
6
Serrano, L., Cartulario de San Milln de la Cogolla, Madrid, 1930, doc. 100, p. 113; doc. 101, pp.
114-116.
[ 131 ]
traslaciones de los cuerpos santos pierden el significado jurdico, pero no desaparecen7. Por el contrario siguieron celebrndose con toda solemnidad, generalmente inmediatamente despus de la canonizacin. En ocasiones la lleg a
presidir el mismo Papa como ocurri con San Francisco de Ass, cuya elevatio
corporis fue presidida por Gregorio IX, en 1228, poco despus de su canonizacin, si bien, normalmente el Romano Pontfice se haca representar por medio
de sus legados. Desde entonces la elevatio corporis sirvi como rito mediante
el cual el obispo permita el culto pblico de un nuevo santo, aunque limitado
a su dicesis, orden religiosa o a la iglesia que contena sus reliquias, y sin prejuzgar de su canonizacin que en ocasiones tendra lugar varios siglos despus8.
Estos ritos por otra parte no se limitaron exclusivamente a los reconocimientos de santidad de un fiel, es decir, a las canonizaciones medievales, sino
que podan celebrarse siempre que mediara una causa justa, como por ejemplo,
el deterioro del lugar o del receptculo donde descansaba el cuerpo santo, ya
fuera por humedad, ruina, abandono o cualquier otro motivo, y por supuesto
siempre que el decoro y la dignidad del santo lo requiriese. En general, hubo
una traslatio siempre que el deseo de honrar a un santo hiciera conveniente
trasladar sus restos a un sepulcro o relicario ms suntuoso del que reposaban
hasta entonces9. De todas estas motivaciones tenemos abundantes testimonios
en los documentos de la poca y ello nos explica la multiplicidad de sepulcrosrelicarios que ha tenido un mismo santo. Veremos, por ejemplo, el caso de San
Juan de Ortega que lleg a tener hasta cuatro sepulcros medievales, tres de
ellos suntuosamente adornados.
El culto al sepulcro del santo exiga en primer lugar la accesibilidad del
peregrino a la tumba. No olvidemos, que la finalidad principal de la visita a
una tumba santa, era religiosa, cualesquiera que fueren otra serie de motivaciones10. Imperaba ante todo el deseo de rezar ante el sepulcro del santo y la
esperanza de conseguir alguna gracia, ya fuera material para el cuerpo una
curacin por ejemplo o bien espiritual para el alma. El sepulcro deba estar
por tanto en lugar visible y tambin alcanzable al tacto11, ya que deba poder
ser tocado, palpado, besado y abrazado, pues fue idea extendida en la menta-
Ibidem, pp. 104-105; Vzquez, A., La saintet en Occident aux derniers sicles du Moyen Age.
Daprs les procs de canonisation of les documents hagiographiques, Roma, 1981.
9
10
[ 132 ]
lidad del hombre medieval, que los poderes taumatrgicos del santo se transmitan por contacto fsico, como testimonian las vidas de santos y los Libros
de los milagros, en los que la mayora de estos prodigios fueron obrados junto al sepulcro del santo12. Solo con el paso de los siglos se ir extendiendo la
costumbre de invocar a los santos a distancia, conforme se vaya desarrollando
el culto a las imgenes, y tambin a distancia se obrarn los milagros. No obstante nunca se eclipsar la autntica devocin sepulcral.
El contacto con la tumba santa impondr evidentemente unas caractersticas
fundamentales en la concepcin artstica del sepulcro, en cuanto a su tipologa
y disposicin, iconografa y ornamentacin. As se explica el xito del sarcfago y su posicin elevada, al disponerse sobre cuatro soportes, columnas o pilares, con el fin de que los fieles pudieran deambular en torno a l, pasar
por debajo, tocarlo y abrazarlo. El sepulcro aparece en ocasiones perforado por
huecos que permiten meter la mano para obtener reliquias por contacto (brandea, palliola) o incluso con fines teraputicos, por ejemplo la cabeza, aquejada
de alguna dolencia. Se cuid tambin por parte de sus comitentes la iconografa cuyo fin primordial iba dirigido a actualizar la presencia del santo en el
lugar, informando a los devotos de su santidad de vida, su muerte santa, su
eterna beatitud celestial y su poder de intercesin ante Dios plasmado en los
milagros obrados in situ, que adems constitua la mejor propaganda para
atraer a nuevos devotos y peregrinos. Un papel fundamental lo tuvo igualmente la ornamentacin, concebida como marco esencial de lo sagrado. Numerosos
textos se hacen eco de esta exuberancia ornamental de las tumbas y sepulcros
de los santos. La ornamentacin inclua todo lo que podemos llamar arte: la
escultura y la pintura, el mosaico, pero tambin los altares, las coronas, las lmparas, los libros, los vasos sagrados y las velas, la mayora de ellas donadas por
los poderosos de la tierra, pero tambin tradas por los devotos y peregrinos13.
Junto al sepulcro santo se amontonaban todas estas ofrendas, de naturaleza y
valor muy diverso que incluan, desde objetos preciosos, por ejemplo tejidos
orientales, de gran lujo, que se utilizaban para envolver los cuerpos de los santos o recubrir el sepulcro, a objetos de oro y plata, piedras preciosas y joyas
destinadas a su ornato, u ofrendas ms modestas, como las velas candelas, pero
no por ello nada despreciables ya que con su halo de luz contribuan al misterioso esplendor que inhalaba del sepulcro y que en cualquier caso testificaba
12
Dupront, A., Plerinages et lieux sacres en Mlanges F. Braudel, Paris, 1973, t. II, pp. 189-206;
Sigal, P. A., Lhomme et le miracle dans la France Mdival XI e-XII e sicles, Pars, 1985, pp. 35 y ss.;
Krtzl, Ch., Miracles au tombeaux-miracles distance: approches typologiques en Denise Aigle (ed.),
Miracle et Karma: Hagiographies mdivales compares, Brepols, Turnhout, 2000, pp. 557-76.
13
[ 133 ]
LA
PEREGRINACIN A
S ANTIAGO
DE
C OMPOSTELA : DE
(C ODEX C ALIXTINUS )
Que los sepulcros de los santos han sido el lugar primordial donde estos
han recibido culto queda testimoniado por las peregrinaciones, uno de los
acontecimientos de mayor magnitud por sus repercusiones en todos los campos
en la Europa Medieval. Recordemos que las tres ms importantes tenan precisamente como meta, el Santo Sepulcro de Cristo, la que se diriga a Jerusaln,
las tumbas de los apstoles Pedro y Pablo y de los primeros mrtires, la que
conduca a Roma, o bien el sepulcro del apstol, la que finalizaba en Santiago
de Compostela. Miles de peregrinos de toda clase y condicin han recorrido los
caminos del mundo para rezar ante estas tumbas santas. Pero no slo su desti-
14
Un interesante estudio sobre la reutilizacin de objetos artsticos musulmanes para uso cristiano,
en Shalem, A., Islam christianized. Islamic portable objects in the medieval church treasures of the Latin
West, Frankfort, 1996.
15
Braun, J., Die reliquiare des christlichen kultes und inre Entwicklung, Friburgo, 1940, Gauthier, M.,
Les routes de la foi: reliques et reliquaires de Jerusalen Compostelle, Fribugo, 1983.
16
Sobre el tema es esencial Duval, Y., Auprs des Saints corps et me. Linhumation ad sanctos
dans la chrtient dOrient et dOccident du III e au VII e sicles, Paris, 1988.
[ 134 ]
no final sino tambin el propio camino que conduce a ellas ha quedado convertido en un itinerario cultual sembrado por numerosos sepulcros de santos.
De ello conservamos elocuentes testimonios desde los primeros siglos del
Cristianismo. Puede servirnos de ejemplo el recorrido de la ilustre gallega
Eteria, quien en su peregrinacin a los santos lugares, a fines del siglo IV, adems de visitar el Santo Sepulcro, se detiene ante la tumba de Job en Samaria,
la del apstol Toms en Edessa, en Mesopotamia y la de Santa Tecla en Tarso,
y cuando escriba su Itinerarium en Constantinopla, la ciudad imperial, todava
tena proyectada una nueva peregrinacin a Asia, con el fin de orar ante el
sepulcro del apstol San Juan17.
El mismo espritu guiaba a su contemporneo, Prudencio de Calahorra, quien
a principios del siglo V, en su peregrinacin a Roma, se detiene en Foro
Cornelio (actual Imola) ante el sepulcro del mrtir Casiano, adornado con pinturas que representaban su martirio, y en Roma visita, adems de las tumbas de
San Pedro y San Pablo, la de Santa Ins, la de San Hiplito Romano y la de San
Lorenzo, dejndonos una preciosa informacin acerca de estos lugares de culto,
de gran inters tambin para el historiador de arte18. El testimonio ms elocuente al respecto nos lo brinda en plena Edad Media, el Codex Calixtinus, cuya gua
redactada por Aymeric Picaud ofreca al peregrino medieval una larga enumeracin de los sepulcros de los santos que descansan a lo largo del Camino de
Santiago, en las diferentes partes que conducan all, y que los peregrinos deban
visitar19. Estos son, en la va egidiana (Provenza) las tumbas de San Trfimo y
San Cesreo en Arls, en su cementerio las reliquias de San Honorato y en su
baslica homnima, el cuerpo de San Gins. En el cementerio de Aliscamps,
numerosos sepulcros de mrtires y confesores y despus el cuerpo de San Gil,
confesor y abad, custodiado en una magnfica arqueta de oro y piedras precio-
17
Itinerarium Egeriae, ed. P. Geyer, Corpus Scriptorum Ecclesiasticorum Latinorum, 39, 1898; Arce,
A., Itinerario de la Virgen Egeria (381-384), Madrid, 1980; Testini, P., Egeria e il sepolcro de
Gerusalenne, en Peregrinatio Aetheriae. Atti del Convengo Internazionale sulla. Peregrinatio Egeriae:
nel centenario della publicazione del Codex Aretinus 405 (Gia Aretinus VI, 3), Arezzo, 1990, p. 215.
18
Vase el interesante estudio de Palmer, A. M., Prudentius on the martyrs, Oxford, 1989, pp. 268277. Para las peregrinaciones a Roma y tierra santa en esta poca, Bardy, G., Plerinages Rome vers
la fin du IVe sicle, en Analecta Bollandiana, 57, 1949, pp. 224-235; Hunt, E. D., Holly Land Pilgrinage
in Later Roman Empire A.D. 313-460, Oxford, 1982; Brown, P., The cult of the saints. Its rise and function in Latin Christianity, The University Chicago Press, 1981, pp. 30-37; Maraval, P., Les plerinages
chrtiens au Proche-Orient des origines au VIIe sicle, en Les cahiers de Saint-Michel de Cuix, XXXI,
2000, pp. 37, 46.
19
Codex Calixtinus, Libro V, cap. III; Whitehill, W. H. (ed.), Liber Sancti Jacobi. Codex Calistinus. I.
Texto, Santiago de Compostela, 1944; Moralejo, A., Torres, C., Feo, J., (trad.), Liber Sancti Jacobi. Codex
Calixtinus, Santiago de Compostela, 1951, pp. 524-549; Vieillard, J. (ed. y trans.), La guide du plerin de
Saint-Jacques de Compostelle, Mcon, 1963; Bravo Lozano, M. (trans.), Gua del Peregrino Medieval
(Codex Calixtinus), Sahagn, 1989.
[ 135 ]
20
Liber Sancti Jacobi, (ed. y trad.) A. Moralejo, C. Torres y J. Feo, op. cit., pp. 524-549.
21
[ 136 ]
L OS S EPULCROS
DE LOS
S ANTOS C ONSTRUCTORES
DEL
C AMINO
23
Vase la nota 48. Tambin Moya Valgan, J. G., Etapas de construccin de la Catedral de Santo
Domingo de la Calzada, Logroo, 1991, p. 13; Bango, I. G., La cabecera de la Catedral de Santo
Domingo de la Calzada, Madrid, 2000, p. 12.
24
Calvo Espiga, A., Santo Domingo de la Calzada, pionero de la laicidad en Europa, en Scriptorium
Victoriense, XXXVIII, 1, 2, Vitoria, 1991, pp. 189-196.
25
Moralejo lvarez, S., El arte del Camino de Santiago en El Camino de Santiago, P. Martnez
(coord.), Lunwerg, 1991, p. 17.
26
Vita S. Raimundi Tolosani. Acta Sanctorum, Julii, I, Pars, 1867, p. 1867; Douais, C., La vie de
Saint-Raymond, chanoine, et la construction de lglise Saint-Sernin. 1080-1118, en Mlanges sur SaintSernin de Toulouse, fasc. I, Toulouse 1894, pp. 7-22; tambin publicada en Bulletin de la Socit
Archologique du Midi de la France, 1894, pp. 150-163.
[ 137 ]
27
Cazes, Q., Toulouse au XIe sicle: lmergence de la ville mdival, en Les Cahiers de SaintMichel de Cuix, XXXIII, 2002, pp. 27-43, especialmente pp. 33-37.
28
Vase Lyman, T. W., Raimond Gairard and Romanesque Building Campaigns at Saint-Sernin in
Toulouse en Journal of the society of Architetural Historians, XXXVII, 2, 1978, pp. 71-91; Durliat, M.,
Saint-Sernin de Toulouse, Toulouse, 1986; dem, Saint-Sernin travers le temps, en Saint-Sermin de
Toulouse. IX Centenaire Mlanges publis par lassociation du Neuvime Centenaire, Toulouse, 1996, pp.
25-45. Una opinin contraria en Cabau, P., Les donnes historiques relatives la reconstruction de SaintSernin de Toulouse (XIe-XIIe sicles). Reevaluation critique, Mmoires de la Socit Archologique du
Miidi de la France, LVIII, 1998, pp. 29-66.
29
Fecha dada por el necrologio de Saint-Sernin. Durliat, M., Saint-Sernin travers le temps, op. cit.,
p. 33, nota 29. Segn este autor a su muerte estaban ya levantadas las dobles naves colaterales y la nave
central se elevaba a la altura de las ventanas altas. Los ltimos tramos hacia el Este estaban ya completamente acabados, es decir, abovedados.
30
[ 138 ]
Es ms que probable que hacia 1135-1140, cuando escriba Aymeric su clebre gua, los peregrinos a los que invitaba a visitar la tumba de Santo Domingo,
contemplasen todava el primitivo sepulcro de piedra que haba acogido sus restos en 1109 hubiera sido o no realizado por el mismo santo como pretende la
tradicin. No sabemos con seguridad dnde fue depositado el sarcfago, pero lo
ms lgico es pensar, que habiendo construido Santo Domingo una iglesia en
este lugar que ya haba sido consagrada, como hemos dicho, en 1106, por el
obispo D. Pedro Nazar, se dispusiese en ella su sepultura, quizs en algn atrio
exterior como sugiere Bango Torviso33. Segn la ms antigua documentacin que
ha llegado hasta nosotros parece ser que pronto, a principios de la dcada de
los veinte, ya se haba establecido all una comunidad dplice para custodia y
proteccin del sepulcro, que acabara integrndose unos aos despus por slo
exclusivamente hombres. El templo que pronto adquiri el rango de colegiata
era gobernado por un abad bajo la tutela del Obispo de Calahorra.
El aumento del nmero de peregrinos que se detenan para visitar la tumba
del santo, unido a otros factores en los que ahora no entramos, llevara al obispo D. Rodrigo de Cascante a construir una nueva iglesia que acogiera en su
interior la tumba santa, y que segn los Anales Compostelanos se iniciara en
31
Agradezco vivamente a don Daniel Cazes, conservador jefe del Muse Saint Raymond, Muse des
Antiques de Toulouse y de la Basilique Saint-Sernin su amabilidad al haberme enviado varias reproducciones en Cd-rom de la caja relicario y del busto-relicario de San Raymond, actualmente conservados en
la Baslica.
32
Para la efigie sepulcral de Hugo Libergier en la Catedral de Reims, puede verse Simson, O. von,
La catedral Gtica. Los orgenes de la arquitectura gtica y el concepto medieval de orden, Madrid, 1982,
fig. 8, p. 274; Panofsky, E., Arquitectura gtica y pensamiento escolstico, Madrid, 1986, pp. 34-35, lam.
1; Inglis, E., Gothic Architecture and a Scholastic: Jean de Janduns tractatus de Laudibus Parisius
(1323), Gesta, XLII, 1, 2003, p. 77, fig. 6.
33
Bango Torviso, I., La cabecera de la Catedral calceatense y la arquitectura hispana de su poca
en La cabecera de la catedral calceatense y el tardorromnico hispano. Actas del Simposio en Santo
Domingo de la Calzada (29 al 31 de enero de 1998), Santo Domingo de la Calzada, 2000, p. 96; dem,
La cabecera de la Catedral de Santo Domingo de la Calzada, Madrid, 2000.
[ 139 ]
Un exhaustivo e interesante estudio apoyando esta hipottica ocupacin del sepulcro, Espaol, Fr.,
Santo Domingo de la Calzada: el cuerpo santo y los escenarios de su culto en La cabecera de la
Catedral Calceatense, op. cit., pp. 207-282.
35
ad opus ecclesie Sancti Dominici de Calzada, libi sanctissimun hbeas eius requiescit, per quem
Deus multa miracula operari dignatur. Cfr. Rodrguez de la Lama, I. Coleccin diplomtica medieval riojana, Logroo, 1979, vol. III, p. 94, doc. 315.
36
Gonzlez de Tejada, J., Historia de Santo Domingo de la Calzada, Abrahn de la Rioja, patrn de
los obispado de Calahorra y la Calzada y noticia de la fundacin y aumentos de la Santa Iglesia Catedral
[ 140 ]
Es lgico que por estos aos se concibiese trasladar el cuerpo del santo del
primitivo sepulcro a una nueva tumba bien dotada artsticamente acreedora de
su fama de santidad. De ella nos ha llegado la estatua yacente que data de los
primeros decenios del siglo XIII. El modelo se encuentra cerca de Santo
Domingo de la Calzada y nos lo proporciona otro sepulcro santo realizado unos
aos antes, el cenotafio de San Milln de la Cogolla ubicado en la cueva eremtica donde haba sido primitivamente sepultado, en el monasterio de Suso37.
La estatua del santo revestida de los ornamentos sacerdotales, sobre la losa
sepulcral, aviva a los ojos de los devotos y peregrinos su presencia en este
lugar, y la virtud que de ella se desprende se manifiesta en los milagros representados a sus pies, el de los dos ciegos que recuperan la vista y el de la nia
resucitada. En la cabecera una mujer triste representa a nuestro juicio el estado
emocional de los peregrinos que se acercan al lugar a solicitar un favor del santo una curacin por ejemplo y otra mujer alegre, el gozo recuperado por el
deseo obtenido por su intercesin de acuerdo con un tpico presente en la literatura hagiogrfica de la poca38. Un monje sentado ante un gran libro colocado
sobre un atril y acompaado por otros dos situados en el medio memorizan el
culto celebrado en su honor. A diferencia de ste, labrado en mrmol, el sepulcro de Santo Domingo fue realizado en piedra policromada. El santo yace recostado sobre la losa sepulcral con la cabeza apoyada sobre un almohadn que dos
aclitos, uno a cada lado, sujetan. Representa un hombre de edad avanzada, con
la frente surcada de arrugas, los ojos cerrados hundidos en dos grandes cuencas
oculares, nariz alargada y labios finos y apretados. Lleva barba, bigote y cabello
que cae en bucles rizados y viste hbito monstico con cogulla. Su cuerpo inerte aparece cubierto por un lienzo que otros dos personajes en el centro le colocan, quedando al descubierto de la cintura para arriba, con las manos cruzadas
sobre el pecho. Otros dos aclitos ms aparecen sentados a los pies, llevando
cada uno un libro en una mano y apoyando la otra sobre los pies del santo. Es
difcil precisar la identidad de estas seis figuras que rodean el cuerpo del santo.
La funcin que desempean en la escena las dos intermedias, al cubrir con un
lienzo el cuerpo del santo, sugiere en nuestra opinin la ceremonia de la elevatio corporis que equivala a la canonizacin y que inclua como hemos dicho
El sepulcro-cenotafio ha sido estudiado por Senz Rodrguez, M., El cenotafio de San Milln de
la Cogolla en el monasterio de Suso, Berceo, 133, 1997, pp. 51-84; Snchez Ameijeiras, R., Imagery and
interactivity ritual transaction at the Saints Tomb, en Decorations for the Hoy Dead, op. cit., pp. 21-28.
38
Esta interpretacin que encuentra su justificacin en la Vida de San Milln de Gonzalo de Berceo,
en Silva Verastegui, S., los sepulcros de los santos en la Edad Media en Espaa. Aportaciones de la
Iconografa a la literatura hagiogrfica, en Memoria Eclesiae (en prensa).
[ 141 ]
este rito. Aunque ningn dato ha llegado hasta nosotros, es muy probable que
una elevatio corporis hubiera acompaado el traslado del cuerpo santo del primitivo sepulcro a este otro en estos aos.
En cuanto al estilo la estatua es de buena calidad y revela la mano de un
maestro que trabaja dentro de los cnones estticos del primer gtico. S. Moralejo lo ha relacionado con el taller champans que labra entre 1215 y 1220 la
Puerta del Juicio de la Catedral de Tudela39. Efectivamente los rasgos fisonmicos de la estatua yacente, el modo de tallar el cabello y la barba y el diseo del
plegado de la indumentaria, anguloso y en forma de V presentan notables analogas con los de varios personajes esculpidos en la portada de la catedral navarra. Tambin el tipo de rostro de las seis figuras imberbes que lo rodean, lo mismo que la indumentaria y el tallaje del cabello encuentran sus parecidos con
otros tantos personajes de la portada. E incluso las actitudes movidas de los dos
que cubren el cuerpo del santo son muy semejantes a las posturas que adopta
uno de los resucitados en una dovela de las arquivoltas del templo navarro40.
Al mismo taller pertenece la imagen de Santo Domingo, con un cautivo liberado a sus pies, que se encuentra actualmente en la cripta moderna. Ignoramos
por el momento su procedencia. Se ha sugerido que la estatua formaba parte de la decoracin esculpida de la portada sur del crucero llamada del santo y
de los profetas y tambin de los apstoles, lo que encuentra justificacin en
la costumbre de la poca41. Desde principios del siglo XII comenzamos a ver
aparecer imgenes del santo cuyas reliquias se veneran en el interior, en las
portadas de los templos que acogen sus tumbas. Recurdese entre las hispanas
el caso de San Isidoro en su baslica homnima de Len, o el de Santiago en
el parteluz del prtico de la Gloria, las de los santos Vicente y Sabina de la
puerta del crucero sur de San Vicente de vila, o la de Santo Domingo de Silos
con un cautivo a los pies de la desaparecida portada exterior del prtico Norte
de la primitiva iglesia romnica42. Estas imgenes, en realidad, daban la bienve-
39
Moralejo, S., Sello insignia de peregrino de Santo Domingo de la Calzada, en Santiago, camino
de Europa. Culto y cultura en la peregrinacin a Compostela. Monasterio de San Martn Pinario,
Santiago, 1993. Catlogo n. 32, pp. 291-295.
40
41
Senz, M., Escultura romnica en la Rioja (siglos XI, XII y primera mitad del XIII), Tesis Doctoral,
indita, Logroo, vol. II, 1999, pp. 1127-1128.
42
Sabemos a travs del testimonio del padre Jernimo Nebreda, abad de Silos en el siglo XVI, que
una imagen de Santo Domingo con cautivos a sus pies, presida la portada de acceso al prtico de la
iglesia monstica, desde la calle principal por donde los peregrinos entraban a venerar su sepulcro. El
abad describi brevemente esta portada entre 1578 y 1580, De el monasterio de Santo Domingo de Silos,
sus principios y sucesos. Una copia manuscrita del original fue reproducida por Ferotin, M., en Historia
de lAbbaye de Silos, Pars, 1897, pp. 358-36 (el texto relativo a la puerta que nos ocupa). Vase Frontn
[ 142 ]
Simn, I. M., El Prtico de la iglesia romnica del Monasterio de Silos. Datos para la reconstruccin iconogrfica de su portada exterior en Boletn del Museo e Instituto Camn Aznar, LXIV, 1996, pp. 65-98,
especialmente las pp. 78-79; dem, Propaganda y autoafirmacin de una institucin monstica medieval:
aproximacin al programa iconogrfico del prtico de Silos, en Boletn del Museo e Instituto Camn
Aznar, LXXI, 1998, pp. 173-199.
43
Un magnfico estudio de portadas con la efigie del santo cuyas reliquias cobija la iglesia, en
Sauerlnder, W., Reliquien, Altre und Portale, en Kunst und Liturgie in Mittelalter, Akten des
Internationalen Kongress der Biblioteca Herziana un des Nederlands Institut de Rome, Rom, 28-30
September 1997, Sible de Blaaw, ed. 2000, pp. 121-134.
44
Vase Espaol, F., Santo Domingo de la Calzada, op. cit., pp. 273-275.
45
El trabajo fue expuesto oralmente por la autora en las VIII Jornadas de Arte y Patrimonio
Regional. Arte Medieval en la Rioja. Prerromnico y Romnico, Logroo, 29 y 30 de noviembre de 2002
(en prensa).
46
Para la iconografa de Santo Domingo, Rincn Garca, W., Aproximacin a la iconografa de los
santos del camino de peregrinacin: Santo Domingo de la Calzada y San Juan de Ortega, en El Camino
de Santiago, la hospitalidad monstica y las peregrinaciones, H. Santiago Otero, coord., S. L. 1992, pp.
221-226.
47
La miniatura aparece en la copia de la bula de indulgencias para los fieles que ayuden a construir la capilla sepulcral de Santo Domingo, en 1362. Lpez de Silanes, C.; Sanz Ripa, E., Coleccin
Diplomtica calceatense Archivo Catedral (1125-1397), Logroo, 1935, Doc. 109. El sello del Concejo y
la clave de la bveda la reproduce Fernndez Milln, J. M., Catedral de Santo Domingo de la Calzada,
Santo Domingo de la Calzada, 1992, en la contraportada y en la p. 15.
[ 143 ]
[ 144 ]
51
Sobre el tema, vase Gaiffier, B. de, Un thme hagiographique: le pendu miraculeusement sauv, en Etudes critiques dhagiographie et diconologie, Bruxelles, 1967, pp. 199-232; Fradejas, J., Leyenda
del gallo de Santo Domingo, en Cuadernos para la Investigacin de la Literatura Hispnica, 12, 1990,
pp. 7-60; Lacarra, M. J., El camino de Santiago y la literatura castellana medieval, en El camino de
Santiago y la articulacin del espacio hispnico, XX Semana de Estudios Medievales, Estella, 26 a 30 de
julio de 1993; Pamplona, 1994.
[ 145 ]
do y que ignoramos en qu momento se ha reaprovechado en el nuevo sepulcro. Es muy posible como ha sugerido Fr. Espaol, que como ocurri tambin
en el caso de San Juan de Ortega, el sepulcro gtico se hubiese proyectado con
una efigie yacente nueva que en algn momento determinado, quiz a causa de
su deterioro por el hundimiento de las bvedas en 1508, se hubiera sustituido
por el yacente primitivo52. A este respecto es sumamente significativo que unos
aos antes del derrumbe en 1501 se le pague a Felipe Virgany por limpiar y
aderezar el cuerpo de alabastro53 lo que sugiere la presencia de un yacente distinto del actual realizado exprofeso para el sepulcro gtico. El derrumbe de las
bvedas habra afectado a este sepulcro y por eso el cabildo encarg uno nuevo a Juan de Resines en 1513, pero que ignoramos por qu razones no se lleg a ejecutar54. Es posible que el problema del sepulcro del santo se resolviese
entonces restaurando el sepulcro gtico, acomodando de nuevo las escenas no
daadas lo que explicara su desorden actual y la efigie yacente de alabastro
quiz a causa de su mayor deterioro se sustituira por la del sepulcro del
siglo XIII, que entonces servira nicamente a modo de cenotafio. A estos
momentos, comienzos del siglo XVI, respondera tambin la restauracin de las
partes altas del baldaquino gtico que lo cubra desde el siglo XV.
Otro arquitecto santo del Camino fue San Juan de Ortega. Como en el caso de
Santo Domingo tampoco disponemos de una biografa cercana a su vida. La ms
antigua que conocemos se recoge en un ejemplar de las Vitae Sanctorum del
siglo XIV (B.H.A. cod. 103) procedente de Burgos, y si no contamos ya con la de
J. De Sigenza, en la Historia de la Orden de San Jernimo, Libro III, cap. X o la
de Enrique Flrez en la Espaa Sagrada, obras ya muy tardas55. La tradicin lo ha
considerado siempre discpulo de Santo Domingo de la Calzada y colaborador
suyo. Muerto ste y perdida la tranquilidad del reino a causa de los desmanes
cometidos por Alfonso el Batallador, decide en 1112 peregrinar a Jerusaln56. Al
regreso fue salvado de un naufragio por intercesin de San Nicols de Bari, pro-
52
53
54
55
Para el manuscrito de la Academia de la Historia puede verse Ruiz Garca, E., Catlogo de la
Seccin de Cdices, Madrid, 1997, pp. 491-492; De Sigenza, Fr. Jos, Historia de la Orden de San
Jernimo, Libro III, cap. X, ed. Bailly Baillire, 1907, tomo I; Flrez, E., Espaa Sagrada, vol. XXVII,
Madrid, 1772, pp. 353-383.
56
Tomamos los datos biogrficos de Lacarra, J. M. y otros, Las peregrinaciones a Santiago, op. cit.,
II, pp. 173-176.
[ 146 ]
metiendo edificar una iglesia en su honor. Despus se instala con dos sobrinos en
los Montes de Oca, zona asolada por malhechores que se dedicaban a asaltar a
los peregrinos del Camino. Ah mismo funda una comunidad de cannigos regulares de San Agustn que, en 1138, Inocencio II puso bajo su proteccin y dependencia de la Santa Sede. Los monarcas Alfonso VII y despus Sancho III le dispensaron tambin su ayuda, concedindole importantes donaciones que pondra
al servicio de los peregrinos. De su labor como ingeniero se le han atribuido la
construccin de varios puentes los de Logroo, Njera, Santo Domingo de la
Calzada y otro cerca de Cubo de la Bureba y los siguientes tramos del camino:
la calzada y puente entre Ags y Atapuerca y otra ms corta desde este lugar al
monasterio de Ortega. Construy tambin un hospital y sabemos por su testamento, redactado en el ao 1152, que edific all mismo una iglesia dedicada a
San Nicols, como haba prometido, in servitio pauperum in via Sancti Jacobi57. Su
muerte le sobrevino en la ciudad de Njera el 2 de junio de 1163 y de ah fue
trasladado, como era su voluntad, a Ortega, siendo enterrado en un modesto y
sencillo sarcfago de piedra en la iglesia de San Nicols. Pronto la fama de santidad y los milagros obrados por su intercesin junto a su tumba, atrajo a numerosos devotos y peregrinos, especialmente los que recorran el Camino a Santiago.
A fines del siglo XII se levanta una nueva y esplndida iglesia tardorromnica que
no se terminara hasta mediados del siglo XV y que ha llegado afortunadamente
a la actualidad58. De estos aos data la ejecucin de un nuevo sepulcro destinado a honrar mejor, por su calidad artstica, los restos del cuerpo santo, y que pensamos pudo haber sido encargado con motivo de su elevatio corporis.
Presenta forma de sarcfago domatoformo, decorado en tres de sus caras y
lisa la parte posterior sin duda pensada para estar apoyada junto a un muro. El
frente del arca lo ocupa la Maiestas Domini rodeada por una mandorla lobulada y acompaada como es habitual por el tetramorfos. La flanquean, a cada
lado, los doce apstoles dispuestos bajo arqueras sobremontadas por edificaciones torreadas. El parecido de esta iconografa con la del frontal de la urna
esmaltada de Santo Domingo de Silos realizada, hacia 1070, ha llevado a R.
Snchez Ameijeiras a considerarla como modelo iconogrfico de nuestro sepulcro59. El tema, al evocar claramente la Jerusaln Celeste, haba sido muy prodi-
57
El testamento fue publicado en el Apndice del Libro de Vzquez de Parga, L., Lacarra, J. M. y
Ura Riu, J., Las peregrinaciones a Santiago, op. cit., tomo III, p. 16, n. 4.
58
Vase Lpez Martnez, N., San Juan de Ortega, Burgos, 1963; Valdivieso Ausn, B., San Juan de
Ortega, hito vivo en el Camino de Santiago, Burgos, 1985; Andrs Ordax, S., San Juan de Ortega.
Santuario del Camino Jacobeo, Len, 1995.
59
Snchez Ameijeiras, R., Investigaciones iconogrficas sobre la escultura funeraria del siglo XIII en
Castilla y Len. Tesis Doctoral. Santiago de Compostela, 1993, pp. 150-151; dem, Una empresa olvidada del primer gtico hispano: la fachada de la Sala Capitular de la catedral de Len, en Archivo Espaol
de Arte, 276, 1996, p. 404.
[ 147 ]
gado en sepulcros de los santos, pues no cabe duda que una de las certezas
que conlleva el reconocimiento de la santidad de un individuo en su beatitud
celestial. El motivo lo encontramos en el sarcfago de San Martn de Dumio,
de fines del siglo XI y en el magnfico sepulcro de los santos Vicente, Sabina y
Cristeta en la iglesia de San Vicente de vila, de h. 120060. Es una temtica que
abunda tambin en numerosos relicarios de la poca. As aparece ya poco despus de mediados del siglo XI en la famosa arqueta de San Milln de la
Cogolla. Sobre la cubierta figura en la vertiente de este lado la muerte de San
Juan, tema la muerte del santo habitual de la hagiografa medieval y que aparece en la Pennsula representada tempranamente en la arqueta de San Milln.
El santo yace muerto tendido en el lecho cubierto con un lienzo que le llega
hasta la altura del cuello, mientras dos ngeles llevan su alma al cielo, en un
pao, a modo de la tradicional escena de la elevatio animae. Una lampara
situada encima y en el medio, sirve para evocar el interior de la habitacin
donde muere el santo y al mismo tiempo encierra tambin un profundo significado simblico, el lumen gloriae del que participa desde su trnsito al cielo.
A uno y otro lado, bajo arqueras, se disponen varios clrigos celebrando la
liturgia funeraria que preside un obispo situado junto a la cabecera acompaado por cuatro abades, que repiten el mismo gesto de absolucin. A los pies
vemos un acolito o dicono con estola sobre el hombro incensando con la
mano derecha mientras sostiene la naveta en la izquierda. Le acompaan otros
cuatro clrigos, el primero apuntando con el ndice el libro cerrado mientras los
otros tres los tienen abiertos, siguiendo las prescripciones del ritual. Un interesante documento medieval, el acta del reconocimiento del cuerpo del santo que
se llev a cabo el 1 de marzo de 1474, al describir el sepulcro identifica estas
figuras con los cannigos regulares de San Agustn, comunidad que el santo
haba fundado en este lugar y por tanto discpulos suyos61. Todos ellos llevan
sus cabezas tonsuradas, detalle que se repite en las efigies de los doce apstoles que flanquean la Maiestas Domini, que tambin visten hbito monstico.
Nos parece del todo acertado la interpretacin que ha sugerido R. Snchez
Ameijeiras, la intencin del comitente del sepulcro de querer mostrar la Vita
Apostlica, de acuerdo con un ideal de su tiempo, como modelo de santidad
de la Vita Communis propia de los cannigos regulares y que se materializ en
60
Hemos tratado el tema y sus variantes iconogrficas en Los sepulcros de los santos en la Edad
Media en Espaa: Aportaciones de la iconografa a la literatura hagiogrfica, Memoria Ecclesiae, XXII (en
prensa).
61
Tomado de Andrs Ordax, S., San Juan de Ortega, Santuario del Camino Jacobeo, Len, 1995, pp.
27-28. El documento ha sido publicado ntegro por Martnez Burgos, M., San Juan de Ortega, en Boletn
de la Comisin Provincial de monumentos y de la Institucin Fernn Gonzlez de la ciudad de Burgos,
114, 1951, pp. 360-378.
[ 148 ]
63
Hahn, C., Seeing and Believing, op. cit., p. 1081. Vase tambin Brown, P., The cult of the Saints,
op. cit., cap. 3.
64
[ 149 ]
cenefas todos los espacios libres de la cubierta. Esta ornamentacin se expande tambin en los dos tringulos de los lados menores de la misma, desarrollndose a ambos lados de un motivo central una cruz (zona de los pies) y un
vstago vegetal (cabecera) dentro de rleos. En cambio qued sin terminar la
decoracin de la otra vertiente de la tapa y liso el frente posterior, posiblemente este ltimo debido a su colocacin, adosado por ejemplo a la pared.
Cuando a fines del siglo XV se procedi como hemos dicho, al reconocimiento de los restos mortales del santo, este sepulcro estaba encubierto con
una tumba de tablas, fecha como atahud, muy grande, pintada; e tenia pintada fazia la mano derecha, commo el Sancto edificaba una puente, e all los canteros e maestros que lo fazian, a l otros y alli pintado. E de la otra parte non
se pudo saber qu estaba pintado65. Ignoramos por el momento la fecha en la
que fue realizado este tercer sepulcro del santo que, por desgracia, no conservamos. Es posible que se tratase ya de un ejemplar gtico, quiz del siglo XIV,
parecido al arca sepulcral tambin de madera pintada de San Isidro, santo contemporneo de San Juan de Ortega, y que como en el caso de este ltimo, la
pieza pintada es tambin el tercer sepulcro que dispuso el santo66.
No fueron stos los nicos sepulcros medievales relacionados con el santo.
Todava en el transcurso del siglo XV, en 1464, se emprendi un nuevo sepulcro-baldaquino patrocinado por los Fernndez de Velasco, obra de gran belleza realizada a escala monumental y decorada con la suntuosidad caracterstica
del gusto de la poca, cuya cronologa rebasa el mbito que tratamos67. El
sepulcro contiene numerosas escenas alusivas a la vida y milagros del santo
arquitecto de gran inters iconogrfico. Reproducimos la escena que representa a sus devotos y peregrinos enfermos junto a su tumba.
65
Hemos tomado el texto de Andrs Ordax, S., San Juan de Ortega, op. cit., p. 26.
66
San Isidro al parecer fue enterrado en el cementerio de la iglesia de San Andrs, en Madrid, en
una sencilla y modesta sepultura. Pero la fama de los milagros llev a Alfonso VIII a trasladar sus restos a un arca de piedra, dentro ya de la Iglesia, siendo sustituida en el siglo XIV por otro de madera
adornado con pinturas alusivas a su vida y milagros que es la que se conserva actualmente. Vase
Franco, A., Saber ver el Gtico, Legans, 1987, p. 32.
67
Adems de la bibliografa mencionada, vase Ara Gil, Cl. J., Escultura en Castilla y Len en la
poca de Gil de Silo. Estado de la cuestin, en Actas del Congreso Internacional sobre Gil Silo y la
Escultura de su poca, Burgos 13-16 de Octubre de 1999, Burgos, 2001, pp. 155-157.
[ 150 ]
famosa abada de la Chaise-Dieu, y venido a Espaa a requerimientos posiblemente de la esposa de Alfonso VI, D. Constanza. El rey lo coloc en 1091 al
frente del monasterio de San Juan Bautista que haba fundado a las puertas de
la ciudad de Burgos, para la atencin de su hospital anexo. A tal fin destinara
la capilla de San Juan Evangelista que haba mandado edificar para sepultura de
pobres y peregrinos. Su bigrafo Rodulfo le atribuye tambin la construccin de
un puente y la desecacin de lagunas68. A su muerte el 30 de enero de 1097
fue enterrado en la capilla de San Juan, atrayendo pronto los milagros efectuados en la tumba numerosos devotos. Afortunadamente conservamos su primitivo sepulcro, un sencillo sarcfago de piedra liso, sin ornamentacin, con
cubierta trapezoidal a doble vertiente, en suave pendiente, cuyos orgenes
remontan en la Pennsula a la tapa del sarcfago de Ithacio del siglo V, que
tuvo una notable descendencia en los siglos XI y XII, a juzgar por el gran
nmero de ejemplares, con o sin decoracin, que reproducen su tipologa y
han llegado hasta nosotros, desde Asturias a Aragn69. No fue infrecuente en la
Edad Media la utilizacin de este tipo de sepulcros, incluso entre la nobleza,
como fue el caso del sarcfago romano reutilizado en el siglo X por el Conde
de Castilla Fernn Gonzlez para ser enterrado, en el monasterio de San Pedro
de Arlanza completamente liso70. El tipo fue muy prodigado entre los primitivos
sepulcros de santos, por razones obvias de humildad. Los santos han preferido
para s enterramientos modestos71. Aunque es muy posible que en el siglo XII
se le hubiera elaborado un bello sepulcro artstico, como los de Santo Domingo
o San Juan ya vistos, hoy no conservamos ms que una efigie yacente del santo, perteneciente sin duda a otro sepulcro muy posterior que se labrara con
ocasin del traslado de sus restos a la nueva iglesia de San Lesmes levantada
en su honor en el siglo XV-XVI. Este yacente de San Lesmes que se venera
actualmente en la nave central, a los pies del presbiterio de la iglesia, ha sido
68
Sobre San Lesmes y el monasterio de San Juan vase los trabajos publicados en las Actas del
Simposio San Lesmes en su tiempo, Lpez Santidrin, S. (dir.), Burgos, 1997. Sobre su vida Valcrcel
Martnez, V., La Vita Adelelmi de Rodulfo: Historia del texto, autor, datacin y algunas cuestiones de
orden literario, op. cit., pp. 107-124.
69
Moralejo, S., The tomb of Alfonso Ansrez (1093): Its place and the role of Sahagn in the beginnings of Spanish Romanesque sculpture, en Santiago, Saint Denis and San Peter, the reception of the
roman liturgy in Leon-Castile in 1080, New York, 1985, p. 65.
70
[ 151 ]
De la lpida se deduce que este Pedro fue arquitecto de San Isidoro de len
y ponteador y que muri con fama de Santidad, por su vida de austeridad y
sus muchos milagros habiendo sido enterrado ah por disposicin de
Alfonso VII y la reina Sancha. Como ya observ el profesor S. Moralejo no
debemos confundirlo con el Pedro Peregrino, a quien la gua del Codex
Calixtinus rememora entre los viatores que repararon el Camino, entre Rabanal
y la Ribera del Mio y quien reconstruy el puente de Portomarin73. Los estudiosos de la arquitectura de la iglesia de San Isidoro han interpretado el superedificavit de la lpida funeraria alusiva a las bvedas de la cubierta, que es lo
que quedara por terminar de la baslica antes de la consagracin de 114974.
Su sepulcro representa la efigie del santo arquitecto grabada en la zona
superior de la tapa mientras dos ngeles le inciensan, motivo en el que hemos
de ver una clara alusin a su beatitud. Se realza de esta manera su muerte santa, tal como lo consideraron sus contemporneos, si bien an no ha sido canonizado por la Iglesia. En el chafln del borde da comienzo el largo epitafio al
que hemos aludido75. Sepulcros con la efigie del difunto grabada sobre la tapa
las encontramos tambin en otras sepulturas romnicas de la Colegiata, como la
72
Hernndez Redondo, J. I., En torno al Maestro de Cobarrubias, en Actas del Congreso
Internacional sobre Gil de Silo y la escultura de su poca, Burgos 13-16 de octubre de 1999; Burgos,
2001, pp. 258-260.
73
Liber Sancti Jacobi, Codex Calixtinus, trad. Moralejo, A., Torres, C., y Feo, J., Santiago de
Compostela, 1951, p. 509 y n. 10; Moralejo lvarez, S., Artistas, patronos y pblico..., op. cit., p. 399.
Los otros viatores que repararon el camino entre Rabanal y la Ribera del Mio: Andrs, Rogerio, Alvito,
Fortun, Arnaldo, Esteban y Pedro.
74
Whitehill, W. M., Spanish romanesque architeture of the eleventh century, Oxford, 1968, p. 153;
Williams, J., Leon, The Iconography of the capital, en Cultures of Power, Lordship, Status, and Process
in Twelfth-Century Europe, ed. Th. N. Bison, Pennsylvania, 1995, p. 257.
[ 152 ]
75
Gmez Moreno, M., Catlogo Monumental de Espaa. Provincia de Len, Madrid, 1925, p. 212;
dem, El arte romnico. Esquema de un libro, Madrid, 1934, p. 106; Viayo, A., Len y Asturias. La
Espaa Romnica, Madrid, 1979; p. 68.
76
77
Sobre el tema de la prohibicin de los enterramientos en el interior de las iglesias vase Bango
Torviso, I., El espacio para enterramientos privilegiados en la arquitectura medieval espaola en
Anuario del Departamento de Historia y Teora del Arte, IV, 1992, pp. 93-110.
78
Las siete partidas del Rey don Alfonso X el Sabio cotejadas con varios cdices antiguos por la Real
Academia de la Historia, Madrid, 1807, t. I, p. 188. El subrayado es nuestro.
[ 153 ]
monarcas desde el exterior al interior de la iglesia. Y l mismo sera enterrado en una capilla de la Catedral de Toledo, la vieja mezquita convertida en
templo cristiano, cuando muri en 115779.
79
80
Ribeiro da Cunha, A. de M., So Gonzalo historia ou lenda, Amarante, 1995, dem, So Gonalo
de Amarante un vulto en un culto, Vita Nora de Gaia, 1996.
81
De 1279 es el testamento de Maria Johannis en el que se menciona la iglesia de San Gonzalo de
Amarante. Citado por Ribeiro da Cunha, A. de M., So Gonalo.... un vulto, op. cit., p. 5.
[ 154 ]
82
Cardoso, A., S. Gonalo de Amarante. Lenda e Histria / o seu culto. Iconografa amarantina.
Exposiao Biblio-iconogrfica, Amarante, 1978, p. 41, cat. 8.
[ 155 ]
[ 156 ]
Fig. 4. Sepulcro de San Milln de la Cogolla. Monasterio de Suso. Fines del siglo XII.
Detalle. Dos peregrinos ciegos imploran ante la tumba del santo su curacin.
[ 157 ]
Fig. 6. Relicario de San Raymond Gairard. Toulouse. Baslica de Saint Sernin, siglo XIX.
Fotografa proporcionada por el Museo de Saint-Raymond, Toulouse.
[ 158 ]
[ 159 ]
[ 160 ]
[ 161 ]
Fig. 13. Sepulcro de San Juan de Ortega. Santuario de San Juan de Ortega, fines del siglo XII.
Fig. 14. Sepulcro de San Juan de Ortega, fines del siglo XII. Detalle Muerte santa de San Juan de Ortega.
[ 162 ]
Fig. 16. Sepulcro de San Juan de Ortega, fines del siglo XII.
San Martn compartiendo la capa con un pobre.
[ 163 ]
Fig. 17. Sepulcro-baldaquino de San Juan de Ortega. Santuario de San Juan de Ortega, siglo XV (1464).
Detalle Devotos y peregrinos rezando ante la tumba de San Juan de Ortega.
Fig. 18. Primitivo sepulcro de San Lesmes. Iglesia de San Lesmes de Burgos. Fines del siglo XI-principios del siglo XII.
[ 164 ]
Fig. 20. Sarcfago de San Eutropio. Cripta de la iglesia de Saint Eutrope en Saintes.
[ 165 ]
Fig. 21. Estatua yacente de San Lesmes. Sepulcro de San Lesmes. Iglesia de San Lesmes de Burgos.
Fines del siglo XV-principios del siglo XVI.
[ 166 ]
Fig. 24. Estatua yacente de San Gonzalo de Amarante. Sepulcro de San Gonzalo.
Convento de San Gonzalo de Amarante, siglo XIV.
[ 167 ]
La documentacin sobre el azabache compostelano no va ms all de comienzos del siglo XV. En este sentido el primer registro data de 1402 con motivo de
un inventario de las deudas contradas por el peleteiro Fernn Eans, donde figuran como acreedores dos azabacheros. Algo ms tarde, en 1418, se registran artesanos de esta especialidad con motivo de la creacin de la Hermandad y en 1443
se redactan las Hordenanzas biexas en tiempo de Don Lope de Mendoza de la
cofrada de azabacheros. Los expurgos de la documentacin proporcionan datos
de inters en cuanto a desterrar tpicos sobre los azabaches compostelanos. Es
sabido que se tallaba el azabache en otras provincias espaolas. Una de ellas, de
gran importancia, fue Len, donde se localizaba una calle con dicho apelativo. El
documento hallado recientemente por el archivero de la catedral de Orense desmiente que la cruz de azabache de dicho templo (fig. 1), que ha venido siendo
datada en torno a 1503 y relacionada con talleres compostelanos, fue obrada en
1497 en Len y sabemos adems que se pag por ella 8.500 maravedes. Documentos de este tipo son enormemente reveladores e importantes como elementos ilustrativos para el establecimiento de cronologas ms fidedignas del azabache, cuya labra proporciona figuras muy tradicionales y arcaizantes, lo que
dificulta la clasificacin. En La Corua se tallaba azabache de inferior calidad que
en Santiago, que se venda a los peregrinos que arribaban o embarcaban en su
puerto. Esto fue denunciado en 1488 por la Iglesia y Concejo de Santiago.
Protestas de la ciudad del Apstol son recogidas en las Cortes de Toledo en 1525
denunciando que en Castilla se labraba azabache falso.
No existen minas de azabache en Galicia, por ello resulta singular que el
azabache se haya convertido en uno de los emblemas de las peregrinaciones
jacobeas. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que su carcter mgico y profilctico viene de antiguo. Plinio design este carbn lignito petrificado
lapis gagates, del topnimo Gagas, en Licia (Asia Menor) y del hidrnimo del
mismo nombre en cuya desembocadura se encontraba dicho mineral. Ya este
autor valora como una de sus cualidades ms relevantes la referente a la calidad. Tambin Dioscrides y Aristteles documentan su uso. De este ltimo
[ 169 ]
Franco, ngela, Azabaches del MAN, Boletn del Museo Arqueolgico Nacional, IV, n. 2, Madrid,
1986, pp. 131-167.
2
Iohannis Aegidii Zamorensis, Liber contra venena et animalia venenosa, estudio preliminar, edicin
crtica y traduccin de Cndida Ferrero Hernndez, Departament de Ciencies de lAntiguitat i de lEdad
Mitjana, 2002, p. 215. Agradezco la informacin a mi buena amiga M del Carmen Alonso.
3
Morales, Gaspar de, De las virtudes y propiedades maravillosas de las piedras preciosas, prlogo,
introduccin y comentarios de Juan Carlos Ruiz Sierra, Madrid, Editora Nacional, 1977, pp. 338-342.
Agradezco la informacin a M del Carmen Alonso.
4
Osma y Scull, Guillermo de, Catlogo de azabaches compostelanos, precedido de Apuntes sobre:
Los amuletos contra el aojo, las imgenes del Apstol y la Cofrada de los azabacheros de Santiago,
Madrid, 1916, edicin facsimilar titulada Catlogo de azabaches compostelanos, Poio, Ara Solis Consorcio
de Santiago, 1999, Introduccin de Juan Juega Puig, p. 14. Vid tambin Salillas , Rafael, La fascinacin
en Espaa (Brujas-Brujeras-Amuletos), Madrid, 1905.
5
Convento de las Descalzas Reales, Madrid, ilustracin en Franco Mata, Valores artsticos y simblicos
del azabache en Espaa y Nuevo Mundo, Compostellanum, 36, Santiago de Compostela, 1991, p. 499.
[ 170 ]
Santa Teresa de Jess, Moradas del Castillo Interior, Obras Completas, Madrid, BAC, 1974 p. 431.
11
Ilustracin en Franco Mata, Los azabacheros asturianos del siglo XVI, cit. p. 218.
12
13
Osma, Catlogo de azabaches compostelanos, cit, n. 29, p. 209, n. 30, 31, p. 210. Vid. el clsico estudio a partir de la conferencia pronunciada en la Facultade de Medicina de Oporto el 26 de junio
de 1925, de Jos Leite de Vasconcelos, A figa. Estudo de etnografia comparativa, precedido de algumas
palabras a respeito do sobrenatural na medicina popular portuguesa, Oporto, Araujo & Sobrinho, 1925.
Agradeco la copia a mi buen amigo Antonio Simes do Rosario.
[ 171 ]
16
Monte Carreo, Valentn, Azabachera asturiana, Oviedo, Principado de Asturias, 1986, pp. 11-15;
Id. El azabache. Piedra mgica, joya, emblema jacobeo, Gijn, Ed. Picu Urriellu, 2004.
17
Franco Mata, Azabaches del M.A.N., cit. pp. 131-167; Id. El azabache en Espaa,
Compostellanum, 34, Santiago de Compostela, pp. 311-336; Id. Valores artsticos y simblicos del azabache en Espaa y Nuevo Mundo, Compostellanum, 36, Santiago de Compostela, 1991, pp. 467-531,
sobre todo pp. 469-470; id. Los azabacheros asturianos del siglo XVI, Boletn del Museo Arqueolgico
Nacional, 19, Madrid, 2001, pp. 211-225.
[ 172 ]
18
Osma, Catlogo de azabaches compostelanos, cit. p. 116, nota 3; Franco Mata, Azabaches del
M.A.N., cit. p. 137.
[ 173 ]
este mismo la figura del apstol, y eventualmente otros santos, como San
Antonio, que aparece en el sombrero de Stephan Praun III (fig. 5). Tambin
son encuadrables en este captulo otros objetos portados por los peregrinos,
como es el caso del rosario, como atributo de muchas figuras de Santiago y
como objeto devocional independiente. Otra figura jacobea, por hallarse involucrada directamente en la peregrinacin es la Quinta Angustia (fig. 6), tambin
llamada Nuestra Seora de Finisterre, que no es otra que la Virgen de Piedad
con Cristo muerto sobre su regazo, grupo acompaado en ocasiones por uno o
dos peregrinos.
La venera, pectem jacobeus en la clasificacin de Linneo, es uno de los objetos de la produccin de azabaches jacobeos y el primero desde el punto de vista cronolgico. De origen pagano, estuvo vinculada a las supersticiones y usada
en consecuencia contra el mal de ojo. Tal vez, como supone de J. Ura, la costumbre de los peregrinos de llevarlas cosidas a sus ropas tenga un lejano origen
supersticioso precristiano19. Se rastrean desde el siglo XI en multitud de tumbas
europeas de peregrinos. Sucesivas excavaciones practicadas en la ciudad vieja
de Schleswig han puesto al descubierto este tipo de insignias dos en una tumba, una en el antiguo cementerio de la iglesia de Saint-Clment, iglesia de San
Dionisio de Esslingen, abada de Keynsham (fundada en 1167), cerca de Bristol,
excavaciones de Lower Brook Street, en Winchester, Perth, Tayside, Escocia,
excavacin de Olofspoort, msterdam, iglesia de Saint-Pierre, Lovaina, Lyderslev,
departamento de Presto (Zelanda). En la propia ciudad del Apstol se hall una
concha venera en el sepulcro de un peregrino, conservada en el Museo de las
Peregrinaciones, provista de dos orificios, prueba de su uso como insignia. La
fecha ante quem de la sepultura es el ao 112020. Tambin se han encontrado
otras asimismo en sepulturas de peregrinos, en Eunate, conservadas en el Museo
de Navarra en Pamplona21. La venera se convierte en smbolo de la peregrinacin jacobea desde el siglo XI, y en el Liber Sancti Iacobi se menciona la venta
en la plaza de la fachada norte de la catedral, llamada del Paraso. Sin embargo,
los testimonios iconogrficos de la venera como smbolo de peregrinacin en
Espaa son posteriores. Los ms antiguos son el relieve de Cristo y los discpu19
Vzquez de Parga, Luis, Lacarra, Jos M y Ura Riu, Juan, Las peregrinaciones a Santiago de
Compostela, Madrid, C.S.I.C., 1949, 3 vols., edicin facsmil, Pamplona, gobierno de Navarra, 2 reimpr.
1993; Kster, Kurt, Les coquilles et enseignes de pellerinage de Saint-Jacques de Compostelle et des routes de Saint-Jacques en Occident, Santiago de Compostela. 1000 Ans de Plerinage Europen, Europalia
85, Gante, Crdit Communal, 1985, pp. 85-95.
20
J.G. y F.D.L.F., Coquille de plerin ou coquille Saint-Jacques, Santiago de Compostela. 1000 Ans
de Plerinage, p. 291, n. 170; M[oralejo], S[erafn], Concha de peregrino, catlogo exposicin Santiago
Camino de Europa. Culto y Cultura en la peregrinacin a Compostela, Santiago de Compostela, 1993, pp.
356-57, n. 75.
21
[ 174 ]
Gilman Proske, Beatrice, The use of jet in Spain, Homenaje al profesor Rodrguez Moino,
Madrid, 1966 (separata sin paginar).
25
[ 175 ]
iconografa estaba muy difundida por Europa en el siglo XV, y fue divulgada
por Jean Beleth (Rationale divinorum officiorum), escrito entre 1160 y 1164, y
por la ms tarda Leyenda Dorada de Jacopo de Vorgine (1298), cuyo original
latn fue traducido al francs por Teodor de Wyzewa, con el ttulo La lgende
dore traduite daprs les plus anciens manuscrits27. En el sermn Veneranda
dies del mismo libro se alude a la costumbre de coser a las capas la concha
natural, tras haber logrado el fin del viaje (fig. 7). Es interesante el paralelismo
establecido en el sermn en cuanto a que los peregrinos de regreso de
Jerusaln llevan palmas, siendo llamados palmeros, en tanto los peregrinos
jacobeos llevan conchas (crusillas); las primeras son smbolo de triunfo; las
segundas, de las buenas obras. Est clara, pues, la vinculacin de las conchas
con la peregrinacin, de las cuales posteriormente se trat de explicar la relacin con ella. Un milagro acaecido en Portugal durante el traslado de los restos del apstol por sus discpulos Atanasio y Teodoro es expresivo al respecto.
Al pasar la barca por las costas portuguesas, Cayo, un joven caballero, paseaba
el da de su boda jinete de un elegante corcel junto al mar. El animal se encabrit precipitndose en el mar. Tras caminar un tiempo bajo el agua, emergen
caballo y caballero junto a la barca, y cabalgando sobre las olas, arriban a la
playa. Las ropas de Cayo estn recubiertas de conchas, que le han salvado de
morir ahogado.
En las Ordenanzas de 1443 se detallan como objetos de azabache: ymagen
de Santiago, Crucifixo, conchas, contas [cuentas], sortellas [sortijas]. Junto a
ellos, hay que aadir la elaboracin de figuras de la Quinta Angustia, as como
objetos litrgicos, como cruces y pilas benditeras, entre otros. Nos hallamos,
pues, en un momento en que la figura por excelencia del santo apstol peregrino est consolidada en la escultura de azabache.
A la primera mitad del siglo XV deben de remontarse las primeras representaciones de Santiago como figura exenta, si nos atenemos a su cita en las mencionadas Ordenanzas. El estilo, en general arcaizante, dificulta su datacin. Sin
embargo, es posible establecer unas fechas en ocasiones ms o menos precisas
en base a diversos elementos iconogrficos, estilsticos y documentales, adems
del mtodo comparativo entre unos y otros ejemplares. La representacin no
vara apenas en el transcurso de setenta u ochenta aos, lapso de tiempo que
comprende grosso modo la serie de tales tallas.
Las primeras representaciones de Santiago estn asociadas a la concha venera (fig. 8), con la que comparte su figuracin. Se trata de veneras con la ima-
27
Es el texto manejado por Vzquez de Parga, Lacarra y Ura, Las Peregrinaciones a Santiago de
Compostela, cit. I, pp. 198-200. La Leyenda Dorada, 2 ed. de la versin castellana, Madrid, Alianza
Forma, 1984, I, pp. 279-287.
[ 176 ]
28
29
30
31
[ 177 ]
indicarse para la disposicin de Santiago y dos peregrinos en Santiago coronatio peregrinorum (100 x 49 x 26 cm.), del ltimo tercio del siglo XIII, en la
capilla de Santiago de Villingen33 (fig. 11). En mi opinin, debe de tomarse en
consideracin esta propuesta de la inspiracin de estos tipos iconogrficos para
las tallas jacobeas de azabache.
A fines del siglo XV conviven las dos modalidades de Santiago con tnica
rozagante y talar, e incluso perviven los dos tipos en la primera mitad del
siglo XVI, como la figurilla de la Hispanic Society de Nueva York34 (fig. 12). En
los inventarios del siglo XVI figuran contratos de Santiagos de manto o peana
[con vestidos largos], de pernas [traje por media pierna] (fig. 13), de mandiletes
[sobretnica]. Podan ir furados, es decir, agujereados para ser cosidos a una
prenda; los Santiaguios imgenes de reducido tamao, se cosan a los sombreros (fig. 5). Existen Santiagos de bulto redondo individuales (fig. 14), aunque lo ms frecuente es verlos acompaados de peregrinos, generalmente un
hombre y una mujer, es decir, un matrimonio (figs. 15-16), o un solo personaje (fig. 17). El manto tambin se acorta y deriva hacia el talar y con preferencia hacia la esclavina, ms en consonancia con el atuendo del peregrino, que
se repite insistentemente, remedo de capas conservadas, como el ejemplar del
Museo de Nrenberg (fig. 7). El bellsimo ejemplar del Museo Arqueolgico
Nacional es una obra de fines del siglo XV (fig. 18), procedente de una clausura de Toledo y perteneciente al tipo de pernas; recoge la saya en la cintura
por medio de un cngulo, y se cubre con un manto largo. Luce sombrero de
ala ancha y sujeta con la mano derecha el bordn. Ha desaparecido por rotura
la mano y la escarcela. Con la izquierda sostiene el libro cerrado, elemento
excepcional ya que lo usual era mantenerlo abierto. El rostro presenta facciones correctas, ojos rasgados que le prestan una expresin ensoadora, barba
rizada vista de frente y lisa contemplada lateralmente. La figura, ejecutada para
ser colgada, est taladrada por encima de la cintura. Es obra muy similar a otra
de dimensiones bastante notables, conservada en The Cloisters, de Nueva York
(fig. 19). En mi opinin, son obras de la misma mano35.
La influencia de la reconquista en la reaccin de Santiago Matamoros es evidente. Dejando aparte las representaciones medievales, muy sabiamente anali-
33
[ 178 ]
39
40
Gilman Proske, Catalogue of Sculpture (sixteenth ho eighteenth Centuries) in the Collection of the
Hispanic Society of America, cit. pp. 162-163.
41
[ 179 ]
Ibidem.
45
46
Jornada 1., escena 14, Comedias de Tirso, 2, Madrid, 1907, p. 396, cfr. Llompart, El sombrero de
peregrinacin, cit. pp. 122-123.
[ 180 ]
47
El Acathistos es cantado de pie. Est dividido en 24 ikos, cuyas las primeras letras de cada verso
corresponden a las letras del alfabeto griego. Fue compuesto siguiendo el modelo de los Kontakia del
clebre chantre bizantino Romanos de Mlode (s. 5-6), nacido en Emesa (Siria). Originariamente sera
una exposicin dogmtica, poetizada, sobre la Encarnacin. Posteriormente se le aadieron versculos de
glorificacin a la Virgen, donde, en el preludio es llamada General de las Armadas celestes, para agradecerle la liberacin de Constantinopla de los ejrcitos persas en 626. El conjunto tiene una gran unidad a nivel de contenido, presentado a travs de imgenes de conmovedora belleza. El Acathistos es
recitado el mircoles de la Semana Santa o en las vsperas del primer sbado de cada mes, siguiendo
una devocin especial a la Virgen, cfr. Labrecque-Pervouchine, Natalie, Liconostase: une volution historique en Russie, Montral, Bellarmin, 1982, p. 265.
48
Lacarra Ducay, M Carmen, El Retablo Mayor de la Seo de Zaragoza, Zaragoza, Gobierno de
Aragn, 1999, 24-33, 60-73; Lacarra Ducay, M Carmen, y Delgado Echevarra, Javier, El Retablo Mayor
de San Salvador de Zaragoza, Zaragoza, Gobierno de Aragn, 2000, pp. 36-48, fig. 53. Agradezco la ilustracin a mi buena amiga M. Carmen Lacarra.
49
50
Gmez Moreno, Manuel, Catlogo Monumental de Espaa. Provincia de Len, Madrid, 1925, (ed.
fac. Len, 1979), pp. 339-340; Grau Lobo, Luis, Noticia de una nueva pintura en el Museo de Len:
Peregrinos ante el altar de Santiago, Brigecio, 6, 1996, pp. 103-110; Grau Lobo, Ultreia, camino de
Santiago por el Museo de Len, catlogo exposicin, Len, 1999, pp. 30-32; Santiago de Compostela. 100
ans de plerinage europen, Europalia, 1985, Espaa, pieza n. 159.Grau Lobo, Peregrinos ante el altar
de Santiago, Luces de Peregrinacin, catlogo, ficha a cargo de Luis Grau Lobo, Madrid, Museo
Arqueolgico Nacional, Santiago de Compostela, Xunta de Galicia, 2003, pp. 341-343.
51
El Apstol Santiago en el arte zamorano, catlogo exposicin, Zamora, Obispado, 1999, no se
recoge ningn ejemplo.
[ 181 ]
52
Bermejo, Elisa, Juan de Flandes: Santiago peregrino, Las Tablas Flamencas en la Ruta Jacobea,
catlogo exposicin Logroo/Santo Domingo de la Calzada, San Sebastin, 1999, pp. 360-361.
53
54
Paul, Jacques, Historia intelectual del Occidente medieval, versin castellana del original francs
(1998), Madrid, Ctedra, 2003, p. 471.
55
Morte, Carmen, Retablo de Nuestra Seora del Rosario, El Espejo de Nuestra Historia. La dicesis
de Zaragoza a travs de los siglos, catlogo exposicin, Zaragoza, Caja de Ahorros de la Inmaculada,
1991, pp. 530-531.
56
Morte, Carmen, Retablo de Nuestra Seora del Rosario y los quince Misterios, Aragn y la pintura del Renacimiento, catlogo exposicin, Zaragoza, Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Zaragoza,
Aragn y Rioja, 1990. pp. 155-158.
[ 182 ]
57
58
62
63
[ 183 ]
64
65
[ 184 ]
Ilustracin en Franco Mata, Valores artsticos del azabache en Espaa y Nuevo Mundo, cit. p.
480.
67
N. Inv. 10385. Figur en las exposiciones Santiago de Compostela, catlogo, A.V. Rosaire, p. 300,
n. 208, y Santiago Camino de Europa, catlogo, V.A., Rosario con cuentas en forma de venera, p. 446,
n. 134.
68
69
70
Franco Mata, Azabaches del M.A.N., cit. p. 166, n. 6, fig. 21; ejemplar del Victoria & Albert, catlogo exposicin Santiago de Compostela, p. 306, n. 230.
[ 185 ]
71
Ilustraciones en Franco Mata, Los azabacheros asturianos del siglo XVI, cit. p. 213.
72
Dos ejemplares, uno incompleto, ilustraciones en V. Monte Carreo, El azabache. Piedra mgica,
joya, emblema jacobeo, cit., p. 148.
73
Panofsky, Erwin, Die deutsche Platik des XI. Bis XIII. Jahrhunderts, Munich, 1924, p. 65.
75
Mle, mile, Lart religieux de la fin du moyen ge en France, Pars, Colin, 1969, p. 123.
[ 186 ]
76
Gza de Francovich, Lorigine e la diffusione del Crocifisso gtico doloroso, Sonderheft aud dem
Kunstgeschichlichen Jahrbuch der Biblioteca Hertziana, II, Leipzig, 1938, p. 190, fig. 139.
77
Weise, Georg, Spanische Plastik aus sieben Jahrhunderten, Reutlingen, Griphius, 1925, pp. 41-42,
fig. 25.
78
Ara Gil, Clementina Julia, Escultura gtica en Valladolid y su provincia, Valladolid, Institucin
Simancas, 1977, pp. 184-188.
79
Ara Gil, Escultura gtica en Valladolid y su provincia, pp. 184-188. Vid adems para el grupo
toledano Franco Mata, Catlogo de la exposicin Piedras Vivas. La Catedral de Toledo 1492. Mendoza
y Cisneros. Dos legados artsticos y Culturales, Catedral Primada de Toledo, Toledo, Diputacin de
Toledo, Cabildo de la Santa Iglesia Catedral, Real Fundacin de Toledo, 1992, Grupo de la Piedad,
p. 139, n. 35, obra donada por el tesorero Alfonso Martnez (+ 1456).
80
San Bernardino de Siena, Oeuvres, t. I, Sermo 51, cfr. Mle, Lart religieux de la fin du moyen
ge, cit. p. 128.
81
82
[ 187 ]
B IBLIOGRAFA
83
Le Goff, Jacques, Un medioevo europeo, Il Medioevo europeo di Jacques Le Goff, a cargo de
Daniela Romagnoli, catlogo exposicin, Miln, 2003, pp. 21-30, sobre todo p. 21.
[ 188 ]
[ 189 ]
[ 190 ]
[ 191 ]
[ 192 ]
[ 193 ]
[ 194 ]
[ 195 ]
[ 196 ]
[ 197 ]
[ 198 ]
[ 199 ]
[ 200 ]
[ 201 ]
[ 202 ]
[ 203 ]
[ 204 ]
[ 205 ]
[ 206 ]
[ 207 ]
[ 208 ]
[ 209 ]
[ 210 ]
[ 211 ]
Fig. 46. Piedad, comienzos del siglo XV, iglesia de San Giovanni in Bragora, Venecia.
[ 212 ]
MANUEL CASTIEIRAS
UNIVERSIDADE DE SANTIAGO DE COMPOSTELA
Para facilitar la lectura del presente texto he optado por colocar la bibliografa de referencia al final
y reducir al mnimo las notas a pie de pgina. En ellas se recogen exclusivamente aportaciones muy
recientes, datos documentales de inters o las necesarias aclaraciones sobre una cuestin.
[ 213 ]
LA
2
R. A. Fletcher, A vida e o tempo de Diego Xelmrez, Vigo, 1993, pp. 129-135 (ed. ing. 1984); J.J.
Cebrin Franco, Obispos de Iria y Arzobispos de Santiago de Compostela, Santiago, 1997, pp. 87-88. Existe
tambin, entre otras publicaciones, una hermosa vida novelada del personaje escrita por D. Ramn
Otero Pedrayo, Xelmrez, xenio de romnico, Vigo, 1993 (1951).
[ 215 ]
5
V. Nodar Fernndez, El Bestiaro en la primera campaa de la Catedral de Santiago (1075-1088),
Santiago, 2004. Se trata de una Tesis de Licenciatura presentada bajo mi direccin que en el momento
de redactar estas lneas se encuentra ya en prensa, con el ttulo: Los inicios de la catedral romnica de
Santiago: el ambicioso programa iconogrfico de Diego Pelez, Santiago, 2004.
[ 219 ]
dem, Alejandro, Alfonso VI y Diego Pelez: una nueva lectura del programa iconogrfico de la
Capilla del Salvador de la Catedral de Santiago, Compostellanum, XLV, 3-4, 2000, pp. 617-648; dem, De
la Tierra Madre a la Lujuria, a propsito de un capitel de la girola de la Catedral de Santiago, en
Profano y pagano en el arte gallego, eds. M. Castieiras Gonzlez, F. Dez Platas, Santiago, 2003, pp. 335347 (Semata, 14, 2002).
7
Los resultados que siguen fueron por m recientemente presentados en la ponencia: Santiago, Bari
e Gerusalemme:sulle tracce di una cultura figurativa nelle vie di pellegrinaggio, La Puglia tra
Gerusalemme e Santiago di Compostella, III Convegno Internazionale di Studi, Bari-Brindisi, 4-7 dicembre 2002 (en prensa).
8
B. Respsher, The Rite of Church Dedication in the Early Medieval Era, New York, 1998, pp. 53,
73, 74.
9
Paris, Bibliothque Nationale, Ms. lat. 796, f. 235 v, vase el comentario en M. Guardia Pons,
Ioculatores et saltator. Las pinturas con escena de juglara de Sant Joan de Bo, Locus Amoenus, 5, 20002001, pp. 11-22, espec. 31. Sobre el manuscrito cf. W. Cahn, Romanesque Manuscripts. The Twelfth
Centuyr. I. Text & Illustration, London, 1996, fig. 173; Idem, II. Catalogue, pp. 90-91, cat. n. 73.
10
M. Stella Cal Mariani, Considerazioni sulla cultura artistica nel territorio sud-est di Bari tra XI e
XV secolo, Societ, cultura, economia nella Puglia medievale, a cura di Vito LAbbate (Atti del
Convegno di Studi Il Territorio a sud-est di Bari in et medievale, Conversano, 13-15 di maggio 1983),
pp. 385-428, espec. pp. 392-396. fig. 6.
[ 220 ]
11
se le concede diversas casas y vias en Pamplona, as como recursos suficientes para hacerse una casa. En otro documento del mismo ao, la pareja
vende unos bienes de Urraca Sendoa, madre de su esposa, cuyo apellido
indica que Esteban estaba casado con una navarra y que por lo tanto seguramente proceda originalmente de la zona navarro-aragonesa12. Por otra parte, en Pamplona habra que atribuirle tambin la construccin de la capilla
mayor de la catedral que, a la luz de la excavaciones, se ha visto que era
tambin poligonal13. No creo que volviese a Santiago, ya que en 1101 se inician en Compostela nuevos y ambiciosos trabajos: las obras de cimentacin
para la platea del palacio de Gelmrez en el lado sur de la Catedral y la consiguiente elevacin de la fachada de Plateras, comenzada en 1103, segn la
inscripcin de la jamba izquierda del ingreso derecho. Esteban habra sido
pues tan slo el responsable de completar los muros perimetrales de la girola, con sus capillas poligonales (Santa Fe y San Andrs), as como de gran
parte de los muros del transepto entre 1095 y 1101.
2. El origen navarro-aragons del personaje parece corroborado tambin por
la temtica y el estilo de los capiteles de algunas capillas de la cabecera de la
Catedral. Me refiero, en especial, a los dos que se localizan, en la girola, a
la entrada de la Capilla de Santa Fe (figs. 7-8). Aunque su composicin en
friso narrativo est inspirada en el clebre capitel con el tema del martirio
de Santa Fe de Agen de la nave del templo de la abada de Conques, realizado hacia 1075, el estilo jaqus de ambos capiteles compostelanos se trasluce perfectamente. Ello es visible tanto en los pitones de la cesta como en
las figuras, de rechonchos rostros esfricos enmarcados por el cabello en
casquete y de plsticos pliegues, en clmides y tnicas, que dejan entrever
la anatoma. Sus escenas simplifican con variaciones el modelo iconogrfico
del santuario francs, en el que se narraba el martirio de santa. En el capitel
de la derecha, los protagonistas se reconocen bien en la cara central (fig. 7):
santa Fe, con la cabeza velada, es agarrada y conducida por un sayn junto
al verdugo que la espera con la espada para decapitarla. Por el contrario, en
el capitel izquierdo (fig. 8), la mrtir, en el centro, dialoga con dos figuras
masculinas que sostienen sendos libros mientras un tercera figura reza juntando sus manos en el lado menor derecho. Se tratara quizs de una ins-
12
[ 222 ]
lita representacin conjunta de los mrtires de Agen, santa Fe, san Caprasio
y sus dos hermanos, Primo y Feliciano, todos ellos ajusticiados por
Daciano14. El tercer mrtir se sita en el lado menor izquierdo, ya que en mi
opinin la figura orante de la derecha actuara como mediador visual entre
los fieles del templo y los santos all venerados.
Por otra parte, el culto a santa Fe ha de relacionarse con el xito que ste
entonces gozaba en el reino de Navarra y Aragn, y en particular, con el obispo francs de Pamplona, D. Pedro de Rodez (1083-1115), hijo de D. Didon
dAndouque y antiguo monje de Sainte-Foy de Conques15. La promocin de
dicho culto se constata en el pacto de hermandad espiritual entre Pamplona y
la abada de Conques, as como en el compromiso de Pedro I de donar una
mezquita de Barbastro al abad Bgon III en 1099, promesa cumplida tras su
conquista en 1102. Tambin sabemos a travs de la documentacin de la existencia en 1101 de una calle dedicada a Santa Fe en Huesca, donde haba una
numerosa y prspera colonia de gallegos, o de la donacin a la abada francesa de la iglesia y del hospital de la villa de Roncesvalles entre 1101 y 1107 por
el conde Sancho de Erro16. Finalmente el propio Pedro de Rodez participa en
1105 en el consagracin de la capilla de Santa Fe de la Catedral de Santiago
con motivo de la dedicacin de todas las capillas de la girola y el transepto (a
excepcin de la de san Nicols)17.
3. El estilo jaqus y el culto a los mrtires de Agen se constata igualmente en
un tercer capitel, el primero del brazo sur del transepto de la Catedral de
Santiago (figs. 9-10). En l se emplea la frmula de varios personajes retratados en un ambiente acutico, la cual tiene su origen en uno de los capiteles interiores de la Catedral de Jaca. All varias figuras dialogan en un esce-
14
Cf. la leyenda en Acta sanctorum octobris. Tomus VIII, Bruselas, 1970 (1853), pp. 815-816 (S.
Caprasio: Die vigesima octobris); A. Amore, Caprasio, en Biblioteca Sanctorum, III, Istituto Giovanni
XXIII della Pontificia Universit Lateranense, Roma, 1964, p. 768. Sobre la iconografa del martirio de San
Caprasio en los capiteles de la Catedral de Agen y en la iglesia gerundense de Sant Pere de Galligants,
vase: P. Beseran i Ramon, Alguns capitells de Sant Pere de Galligants i el Mestre de Cabestany, Girona
revisitada. Estudis dArt Medieval i Modern, 10, 1990, pp. 17-44, espec. pp. 26-31, figs. 1-7.
15
A. Durn Gudiol, La Iglesia en Aragn durante los reinados de Sancho Ramrez y Pedro I (10621104), Roma, 1962, p. 48.
16
A. Ubieto Arteta, Coleccin diplomtica de Pedro I de Aragn y Navarra, CSIC, Zaragoza, 1951,
docs. n 64 , 95 y 117, pp. 302, 342 y 376. Sobre Roncesvalles, cf. J. M. Lacarra, Las peregrinaciones a
Santiago de Compostela, II, Madrid, 1948, p. 94. Para un estado de la cuestin sobre las relaciones del
reino navarro-aragons y Santa Fe de Conques en tiempos de Pedro I, vase: C. Laliena Corbera, Pedro
I de Aragn y de Navarra (1094-1104), Burgos, 2000, pp. 174, 299 y 333-334.
17
J. Goi Gaztambide, Historia de los obispos de Pamplona, I, siglos IV-XIII, Pamplona, 1979, pp. 281283, 298-299; M. C. Larcarra Ducay, El Arte y los Caminos, en Caminos y comunicaciones en Aragn,
coord. M. A. Magalln, Institucin Fernando el Catlico (CSIC), Zaragoza, 1999, pp. 135-150.
[ 223 ]
21
Hoc ergo spritiualibus oculis cernes Caprasius, jam de victoria praesumens, rupem, sub qua manserat, dextera percussit et fons protimus erumpens, meritis sancti Caprasii omnibus infirmis usque nunc
remedium salutis impendit, ibidem, p. 816.
22
[ 224 ]
Ibidem.
San Caprasio, mientras que los cuatro personajes aluden a los mrtires de Agen
vivificados por el agua de la salvacin. De hecho, en la Passio de Santa Fe y San
Caprasio, fechada en el siglo X, el eremita explica ante Daciano su regeneracin
simblica a travs del bautismo, en clara alusin al milagro de la fuente:
In primis quod pleclarum est christianus sum et regeneratus in baptismo a sacerdote confirmato nomine Caprasius nuncupor23.
23
Paris, Bibliothque Nationale, Ms. Lat. 5301, fols. 328r-329v, en M. lAbb Servires, Sainte Foy.
Vierge et Martyre, II, Rodez, 1900, p. 709.
24
A. Canellas Lpez, A. San Vicente, Aragn, La Espaa Romnica, Madrid, 1979, 239.
25
[ 225 ]
[ 226 ]
enlazan con los atributos propios de los moros Pedro I firmaba en rabe,
as como con las caractersticas somticas que la fisiognmica atribua a la
crueldad y a la lascivia28. Los sentimientos de Gelmrez hacia dicho monarca no
podan presentar menos virulencia, pues en las dos donaciones que el rey aragons otorga a Deo e Sancto Iacobo apostolo de Gallicia, por una clusula el
prelado desterrado illo episcopo don Didaco se convierte en usufructuario
de tales bienes hasta su muerte29. El miedo hacia ambos personajes se refleja en
la propia Historia Compostelana, en la que se narra que el electo Gelmrez no
pudo atravesar el reino de Aragn para ser consagrado en Roma como obispo
en 1101:
Pues el que haba sido obispo, Diego Pelez, y sus parientes viva con el
rey de Aragn, don Pedro, por cuyo reino el electo deba atravesar, y por ello
el glorioso Alfonso y la iglesia de Santiago de ninguna manera permitan que
l fuera a Roma para su consagracin, pues teman que fuera capturado por
los referidos enemigos30.
Una vez elegido obispo, Gelmrez impulsa una nueva etapa en el desarrollo
de la obras, jalonada de una serie de hitos artsticos bien documentados: inicio de
las fachadas del transepto en 1103, consagracin en 1105 del altar mayor y
de todas las capillas de la girola incluida la de San Miguel en las tribunas
y transepto excepto la de San Nicols, demolicin de la baslica de
Alfonso III en 1112 y elevacin de la fuente del Paradisus en 1122 por el tesorero Bernardo. Se trata adems de una campaa constructiva en la que no pueden perderse de vista los importantes xitos polticos la catedral compostelana
en su autoafirmacin como sede apostlica y centro de poder: el traslado de la
titularidad de la dicesis de Iria a Compostela en 1095, el nombramiento de
Gelmrez como obispo en 1100, el Po Latronicio en 1102, la concesin del privilegio del Palio en 1105, el derecho de acuacin de moneda en 1107, la coronacin del nio Alfonso VII como rey de Galicia en 1111 y la adquisicin de
dignidad arzobispal en 1120 a costa de Mrida. El derribo hacia 1120 de la torre
de defensa de Cresconio perteneciente a la primera muralla y situada al occidente, marca el lmite de las obras gelmirianas, que no pasaron del sptimo
tramo de la nave pero que seguramente se perpetuaron en las parte altas hasta la muerte del arzobispo en 1140.
28
M. A. Castieiras Gonzlez, Poder, memoria y olvido: la galera de retratos regios en el Tumbo A
de la Catedral de Santiago, Quintana, 1, 2002, pp. 187-196.
29
A. Ubieto Arteta, El destierro del obispo compostelano Diego Pelez en Aragn, en Cuadernos
de Estudios Gallegos, VI, 18, 1951,pp. 43-51, espec.pp. 48-51.
30
Historia Compostelana, I, 9, 1, p. 86. Cfr. L. Vones, Die Historia Compostellana und di Kirchenpolitik
des Nordwestspanischen Raumes. Ein Beitrag zur Geschichte der Beziehungen zwischen Spanien und
Papsttum zu Beginn des 12. Jahrhundersts, Colonia-Viena, 1980, p. 119; Fletcher, op.cit.,, p. 49.
[ 227 ]
31
Ecos de la escultura de la iglesia superior del Castillo de Loarre se constatan igualmente en los
capiteles de la nave de San Zoilo de Carrin (Palencia), realizados en la primera dcada del siglo XII,
J. L. Senra Gabriel y Galn, Nuevos hallazgos romnicos en el monasterio de San Zoilo de Carrin de
los Condes (Palencia), Archivo Espaol de Arte, 293, 2001, pp. 88-95.
32
Resulta sin duda apasionante el tema de los capiteles de la cripta de Sos del Rey Catlico en relacin con los talleres escultricos activos en el transepto de la catedral compostelana. A la espera de una
puesta al da de la investigacin sobre el citado conjunto aragons remito a: F. Abbad Ros, San Esteban
de Sos del Rey Catlico., Archivo Espaol de Arte, 54, 1942, pp. 163-170; dem, El Romnico en Cinco
Villas, Zaragoza, 1979, pp. 16-19, 53-54, 70; Canellas, San Vicente, op. cit., pp. 239-246
[ 228 ]
activo econmica y culturalmente como entonces. Sirva como ejemplo la colonia gallega establecida y enriquecida en Huesca desde fines del siglo XI, seguramente a la sombra de Diego Pelez. En el testamento de uno de ellos, el exiliado magnate Froila Vimaraz, fechado en 1105, se cita entre los posibles
beneficiarios de sus bienes a la iglesia de Santa Mara de Lugo33. A estas conexiones aragonesas habra que aadir la magnfica leccin de escultura transpirenaica que converge tambin en el transepto de la catedral compostelana. En l
encontramos temas propios de Conques, como el castigo del avaro, o citas
explcitas Saint-Sernin de Toulouse, con capiteles de grandes hojas.
En esa distribucin interior de los capiteles historiados, K. Mathews ha
observado un uso selectivo de los mismos, cuya calidad y concentracin es
mayor en el extremo de los brazos del crucero, es decir, en la prtico interior
de las fachadas monumentales. Esa misma preocupacin se observa, en menor
medida, en los capiteles que conforman el paramento oriental del transepto,
pues all se sitan las capillas de culto y el paso hacia la confessio de la
Magdalena, se atena en el lado occidental, exento de altares, y se pierde prcticamente en las naves y tribunas de la iglesia. Recientemente V. Nodar y S.
Fernndez han planteado la posibilidad de que la decoracin de este inmenso
transepto compostelano haya podido funcionar como una continuacin o glosa
del programa iconogrfico de los grandes portales historiados de la Catedral: la
Porta Francigena y Plateras34.
A este momento, y a los aos sucesivos, habra tambin que adscribir el uso
del modilln lobulado, visible en los aleros de la capilla de San Pedro y del testero, que tiene su precedente en los canes de las cornisas del alero de la torre
de Saint-Hilaire-le-Grand de Poitiers (ca. 1050), en la puerta sur de Sainte-Foy
de Conques (ca. 1070), en la propia Porte des Comtes (ca. 1080) o en la
Catedral de Jaca (1090-1100). Comparece tambin el arco polilobulado en toda
la decoracin exterior de las partes altas: en los hastiales y ventanas del primer
piso de la fachadas del crucero, en la cruz dos farrapos sobre el testero, y en
los paramentos externos de la tribuna del deambulatorio y de la capilla del
Salvador. Dicho motivo se ha querido ver como fruto de la influencia islmica,
lo cual no resultara extrao en una poca en la que el contacto con lo musulmn no slo era habitual sino que incluso se utilizaba como cita en edificios
palatinos, como era el caso de la cercana iglesia romnica de San Isidoro de
33
Durn Gudiol, Iglesia, p. 99; dem, Coleccin diplomtica de la catedral de Huesca, I, Zaragoza,
1965, pp. 118-119 (doc. n. 93).
34
S. Fernndez Prez, V. Nodar Fernndez, Vita Peregrinatio est: reflexins sobre o capitel historiado no transepto norde da Catedral de Santiago, en Actas del Cam de Sant Jaume i Catalunya,
Barcelona-Cervera-Lleida, 16-18 octubre, 2003 (en prensa).
[ 229 ]
Len, que conserva una puerta interior de muro occidental y un arco del crucero polilobulados35. No obstante, a la mayora de los autores les ha seducido
ms la idea de que su presencia, como la del arco en mitra, es fruto ms bien
de una continuada influencia del arte de Auvergne, el Velay, el Nivernais y
Conques, cuya impronta se constataba ya en la primera campaa tanto en la
utilizacin del dintel pentagonal como en los modelos escultricos.
Muy posiblemente el uso de estos arcos polilobulados no es anterior a 1120.
De hecho, stos aparecen enmarcando excepcionalmente el retrato de Raimundo
de Borgoa en el Tumbo A, en el que se prescinde de las estereotipadas arquitecturas. Dicho motivo se inspira, segn S. Moralejo, en los repertorios decorativos de la segunda campaa de la baslica jacobea, visibles tanto en el exterior
del testero, realizado en la dcada de 1120, como en el retablo argnteo fechado en 1135. Se trata, por lo tanto, de un signo de actualidad, contemporneo a
la elaboracin del Tumbo A, con el que quiz se quiera sealar la vinculacin
del fallecido Conde Raimundo, enterrado en la baslica, a la figura y al proyecto catedralicio de Gelmrez, el cual haba sido en su juventud su secretario.
LA
35
T. Martin, Un nuevo contexto para el tmpano de la portada del Cordero de San Isidoro de Len,
El tmpano romnico. Imgenes, estructuras y audiencias, R. Snchez, J. L. Senra (eds.), Santiago de
Compostela, 2003, pp. 183-205, espec. pp. 195-197.
[ 230 ]
E L PARASO
DE LA PORTA FRANCIGENA
36
Ubicacin recientemente propuesta por V. Nodar (El Bestiario), que rectifica la vieja propuesta de
J. Carro Garca.
[ 231 ]
diferencias con esta ltima. En esta zona el terreno tena una elevacin de
1,50 m con respecto al lado sur, por lo que el alzado de la fachada norte hubo
de presentar un aspecto menos esbelto y ms abigarrado. Recientemente, Alberto
Fernndez ha rescatado un plano del arquitecto Simn Rodrguez, del ao 1735,
guardado en el Archivo de la Catedral de Santiago, que permite entender mejor
su primitiva configuracin romnica. De l se extrae su similitud con la Porte des
Comtes en Saint-Sernin de Toulouse (ca. 1080-1090), pues se trataba de una
puerta bfora con un pilar-contrafuerte en el machn central que separaba los
dos ingresos. Cada vano se organizaba en un sistema de dos arquivoltas abocinadas, la primera, externa, sobre sendas columnas, la segunda, interna, sobre un
sistema de columnas pareadas. Esta reduccin del abocinamiento con respecto a
Plateras permitan una anchura similar de los ingresos de ambas37.
Para el alzado, hemos de seguir recurriendo a la descripcin del Calixtino
(V, 9), el cual permite reconstruir de forma aproximada la estructura general de
la fachada y algunos detalles de su decoracin (fig. 18)38. A su estructura geminada de puerta se aada un sinfn de relieves esculpidos, principalmente de
los denominados Maestros de Plateras y del Cordero, que cubran como en
Plateras todas las partes del edificio: jambas con Apstoles, mochetas con
cabezas de buey, las enjutas extremas con leones, el tmpano del ingreso
izquierdo con la Anunciacin, as como un frontispicio profusamente decorado.
En l se incluan, directamente sobre los arcos de las puertas, sendos frisos de
pequeas lastras con los Meses del Ao (izquierda) y personificaciones profanas del pecado (derecha): Centauro, Sirena, Ballestero, y Hombre que cabalga
un gallo. Un eco de esta configuracin de series de lastras sobre arquivoltas de
la Puerta Francgena incluso con los temas del Centauro o el Ballestero se
encuentra en la puerta norte de la abacial de San Quirce de Burgos, 1125-1150
(fig. 19). El frontispicio compostelano estaba presidido por un gran friso historiado compuesto por multitud de piezas que narraba la historia de la Cada de
Adn y Eva y cuyo centro era la figura del Pantocrtor con los cuatro smbolos
de los Evangelistas. Muy posiblemente a ambos lados de este gran ciclo bblico se situaban lastras relativas a la promesa de redencin (David msico vence
al demonio, Sacrificio de Isaac, Mujer del Len, Mujer de las Uvas). Si la asociacin entre un ciclo del Gnesis y de los Meses ofreca la posibilidad de la
redencin del pecado a travs del trabajo, la esperanza en la prxima venida
del Mesas se expresaba a travs de su prefiguracin en las figuras de David e
37
[ 232 ]
Isaac, as como en los atributos femeninos del Len de Jud y de la Vid del
sacrificio eucarstico. Por ltimo, el contenido de este mensaje se haca explcito en el relieve de la Anunciacin.
Como si se tratase de un gran decorado, el programa iconogrfico de la primitiva puerta norte participaba plenamente del carcter funcional y simblico
del espacio urbano que defina. La plaza, denominada paradisus, no slo era
una emulacin del Paraso del antiguo San Pedro del Vaticano, sino que adems
intentaba evocar el Edn bblico. Dicho locus amoenus se significaba a travs de
una fuente la fons vitae coronada por cuatro leones, a la manera de los Ros
del Paraso, as como por el empleo en el frontispicio de la fachada de hermosas
lastras con decoracin vegetal junto a relieves historiados con el ciclo de la Cada
de Adn y Eva. Todo ello compona un perfecto teln de fondo para la celebracin de los ritos penitenciales del Mircoles de Ceniza, propios de un centro
de peregrinacin. A ello cabe aadir la novedosa adhesin reformista que se
haca patente en el programa iconogrfico de la fachada, pues en ella se asociaban por primera vez los frisos del Gnesis y de los Meses en toda una visin
optimista de la historia de la humanidad a travs de la redencin del trabajo.
De la ornamentacin de esta primitiva porta francigena, destruida en 17571758, han llegado hasta nosotros numerosas piezas, algunas conservadas en el
Museo de la Catedral (Columnas entorchadas, Mes de Febrero, Mujer del
Racimo de Uvas, Reprensin de Adn y Eva), y otras tantas reaprovechadas en
el frontispicio (Anunciacin, Signo de Mateo, Expulsin de Adn y Eva, Eva
amamantando a Can), jambas (Ballestero, Mujer del Len) y contrafuertes
(David, Creacin de Adn, Creacin de Eva, Sacrificio de Isaac) de Plateras. De
todas ellas merece la pena comentar, por su excepcional calidad, seis columnas
entorchadas de mrmol, tradicionalmente atribuidas al denominado Maestro de
Plateras y conservadas en el Museo de la Catedral de Santiago. Originariamente
todas ellas formaban parte de la decoracin de la bifora de la fachada que se
asomaba a la plaza denominada Paradisus. Con gran acierto S. Moralejo vio en
la sistematizacin de este espacio urbanstico una evocacin del antiguo San
Pedro del Vaticano, donde exista tambin un Paradisus delante de la baslica
as como una pergola apostlica en el altar mayor con fustes helicoidales decorados con putti vendimiadores (fig. 20).
Sin embargo, los motivos de los fustes compostelanos con esta temtica remiten ms bien a las interpretaciones contemporneas de las columnas de San
Pedro realizadas a fines del siglo XI por los marmolistas romanos Santa Trinit
dei Monti, San Carlo a Cave y no tanto al modelo vaticano39. De hecho, las
39
Internazionale di Studi di Parma, Palazzo Sanvitale 23-27 settembre 2002 (en prensa); Fragmento de
fuste con putti vendimiadores, Luces de Peregrinacin, pp. 150-154 (con bibliografa). Paralelamente C.
Claussen ha publicado en el homenaje a S. Moralejo un interesante artculo en el que trata con amplitud sobre las columnas medievales romanas de Trinit dei Monti y Cave (Rmische Skulptur aus der zeiten Hlfte des 11. Jahrhunderts), Patrimonio artstico de Galicia y otros estudios, III, pp. 71-80).
40
Liber sancti Iacobi Codex Calixtinus, I, 6, trad. A. Moralejo, C. Torres y J. Feo, Santiago, 1992
(1951), p. 76.
[ 234 ]
P LATERAS :
LA PUERTA DE LOS
J UICIOS
A pesar de todos los cambios y alteraciones sufridas por el ingreso sur del
transepto, al que vinieron a parar gran parte de las lastras de la primitiva puerta norte tras su destruccin en 1757, todava hoy es posible rastrear en este confuso pero turbador palimpsesto en piedra algunas de las trazas originales del
proyecto de Gelmrez. A l le debemos, de hecho, su concepcin urbanstica
como fachada de una plaza pblica, cuya funcin estaba cargada de un alto
valor representativo. Prueba de ello es que en la documentacin de la Edad
Moderna dicho espacio se denomina lugar sagrado, que, como tal, estaba cercado por unas cadenas de hierro (1537) y en el cual las personas podan acogerse a la inmunidad eclesistica (1739). Dicha funcin constituye sin duda una
clara herencia del papel que se le asignaba en la Edad Media a ciertas entradas
de las iglesias, las cuales, por estar eximidas de jurisdiccin laica, no slo ofrecan el refugio de la Paz de Dios tan reivindicado por la reforma gregoriana,
sino que eran tambin espacios privilegiados para la celebracin de juicios y
apelaciones a la autoridad eclesistica. Es cierto que la condicin sagrada de
Plateras derivaba, sin duda, del hecho de que dicha plaza estuviera situada dentro de la primitiva muralla del locus sanctus apostlico elevada por el obispo
Sisnando II (952-968). Se trataba de un terreno bendecido y acotado en torno al
templo que todava hoy se denomina en la Galicia rural sagrado o adro.
Cuando Gelmrez decide elevar su primer palacio en 1101, adyacente a lo
que ser la Puerta de Plateras (1103-1111), dicho espacio o platea adquirir
una significacin muy especial. Con l el obispo compostelano pretenda urbanizar toda esta zona con el objeto de cimentar la fachada del transepto sur, iniciada tal y como recuerda la inscripcin de la jamba del ingreso oriental el 11
41
Ibidem, p. 70.
[ 235 ]
de julio de 1103: Era ICXLI/ V IDVS I(V)LII M(agister) Q(ui) F(ecit) O(pus).
Segn la Historia Compostelana (I, 96, 14), los viernes de cada semana, abiertas las puertas del palacio pontifical Pontificali palatii januis referatis,
expnganse las querellas e injurias que hubiese, en presencia del pontfice, de
los jueces y de los cannigos, y resulvanse. As en esta platea del primitivo
palacio episcopal, Gelmrez sola celebrar las audiencias pblicas, donde oira
las ms diversas causas. El trmino latino platea serva para designar la va
pblica pero tambin se empleaba en la Edad Media para referirse al lugar de
la justicia, sobre todo cuando se trataba de una plataforma ancha y elevada. De
hecho, es bien sabido lo habitual que era en las catedrales medievales utilizar
el espacio situado delante de una puerta para realizar juicios. Para ello dichas
entradas solan decorarse con leones alusivos al trono de Salomn, juez bblico
por excelencia, como sucede en la Porta dei Mesi de la Catedral de Ferrara o
en el prtico de la Catedral de Sessa Aurunca (Campania). En este sentido
habra que interpretar los tres feroces leones que todava hoy flanquean las
dos entradas de Plateras, en origen cuatro, segn se describe en la Gua del
Calixtino. Estos leones de la justicia terrena adquieren incluso una resonancia
escatolgica al son de las trompetas apocalpticas de los cuatro ngeles del
Juicio Final representados en las enjutas de los arcos.
Como ya he repetido en ms de una ocasin, en la estructuracin del lado sur
de la catedral Gelmrez posiblemente quiso seguir una vez ms un modelo prestigioso y romano, el del Patriarchium, la sede episcopal romana situada precisamente junto a la puerta norte de la baslica de San Juan de Letrn, ante la que
igualmente se extenda una platea de justicia. Gelmrez se inspira, copia y adapta usos romanos a su sede para construirse un inmenso aparato representativo de
poder digno de un lugar donde descansaba el cuerpo de un apstol. Pues, segn
la Historia Compostelana (II, 3) con esas condiciones exista o el Papado o un
patriarcado o al menos un arzobispado, excepto en la iglesia de Santiago. Por
ello, una vez conseguido el arzobispado y la legaca papal en 1120, Gelmrez no
ocultar la satisfaccin de su xito, lo que provocar que sus rivales le acusen
ante Roma de que se comportaba imprudentemente como un Papa.
Tal y como seala F. Lpez Alsina, no debe por ello extraar que en la
revuelta compostelana de 1116-1117 los ciudadanos asediasen, saqueasen y
prendiese fuego al escenario de Plateras, pues ste era por antonomasia la
expresin del poder feudal. Tendra la fachada del palacio algn tipo de decoracin escultrica en consonancia con la puerta meridional de la catedral? No
podemos responder, pero quizs alguna de las piezas que hoy ornan Plateras,
en origen formaron parte de los muros de la residencia del obispo. La memoria
del lugar del primer palacio todava substista en la segunda mitad del siglo XV,
pues la Crnica de Santa Mara de Iria (post. 1468) se refiere a ste como os
paaos vellos.
[ 236 ]
Como la primitiva puerta norte, la estructura de la portada de Plateras constitua el fruto ms maduro de la suma de experiencias llevadas a cabo en el arte
del Camino de Santiago en las dos ltimas dcadas del siglo XI. Se trata de una
estructura bfora que comporta todos sus elementos historiados: capiteles, tmpanos, frisos, placas de enjuta y de jamba, y cornisa con canes como enmarque
superior (fig. 22). Su antecedente estara en la estructura bfora, pero sin tmpanos figurados, de la Porte des Comtes de Saint-Sernin de Toulouse (ca. 10801090). En esa misma lnea tipolgica de profusa ornamentacin han de situarse
la primitiva Puerta Occidental de Saint-Sernin de Toulouse (1115-1118) o la
Puerta del Cordero de San Isidoro de Len (ca. 1115), la cual, sin embargo,
presenta una estructura monfora. Problemtica resulta en Plateras la comprensin de la estructuracin original del frontispicio. Se trataba probablemente de un Apostolado en friso, del cual todava se conservan la mayora de las
figuras, removidas a fines del siglo XVIII para dar cabida a las piezas reaprovechadas de la destruida puerta norte, y repartidas ahora en tres grupos. Dicho
colegio apostlico estaba presidido por el actual grupo central de la
Transfiguracin, el cual, aunque pensado en un primer momento para la Puerta
Occidental, fue instalado all en una fecha muy temprana: 1111. Dicha datacin
ha sido sugerida por J. Williams a partir de la presencia en la lastra del Santiago
entre cipreses, perteneciente a este conjunto de relieves, de una inscripcin,
ANF(us) REX, que aludira a la coronacin en ese ao de Alfonso Raimndez
en la catedral compostelana. Si en la puerta norte se expona la Cada y la
promesa de redencin, en la sur se desarrollaba el tema del cumplimiento de
esa promesa a travs de la Vida de Cristo en los tmpanos (Encarnacin, Vida
Pblica y Pasin) y de los Apstoles en el friso.
Once columnas flaquean los ingresos: cinco en la entrada a la derecha, cinco en la izquierda, una en el centro. Cada grupo se compone a partir de la
siguiente alternancia: columna de granito lisa; columna de granito entorchada,
ornada en la banda espiral con margaritas, perlas o roleos de palmetas asimtricas; columna de mrmol con el fuste esculpido en cuatro registros con figuras de los apstoles (extremos) o de las Tribus de Israel (centro). El empleo
simultneo de mrmol y granito local, visible igualmente en el frontispicio,
parece ser caracterstico de la decoracin compostelana en una efectista bsqueda del colorismo que se encuentra en otros ejemplos del Camino, como en
la Puerta del Cordero de San Isidoro de Len.
Para definir a los cuatro maestros principales que participaron en ambas portadas del transepto resultan fundamentales los trabajos pioneros de A. K. Porter
as como las atinadas aportaciones de S. Moralejo y M. Durliat. El denominado
Maestro de Plateras, heredero del gusto por la Antigedad del Maestro de
Frmista-Jaca, se caracteriza por sus figuras de rostros de carrillos hinchados,
con vigorosa anatoma y modelado (Mujer del Crneo, Creacin de Adn,
[ 237 ]
David, fustes entorchados, Mujer de las Uvas, Mes de Febrero, Hombre que
cabalga el gallo). Su discpulo es el Maestro de la Puerta del Cordero, de volmenes geomtricos, de superficie muy pulimentada, rostros intemporales, ojos
abultados y tendencia a la frontalidad (Pantocrtor del contrafuerte izquierdo de
Plateras, Signo de Mateo, Creacin de Eva).
Por el contrario, el Maestro de la Traicin, que anuncia el estilo de la Puerta
del Perdn de San Isidoro de Len, es muy narrativo, de rostros ingenuos, con
pliegues gruesos que se cien a la parte inferior del cuerpo y tendencia al bulto redondo en las figuras en tres cuartos (Curacin del Ciego). Algunas figuras
presentan las pupilas excavadas rellenas de pasta vtrea y grandes bigotes
(Reprensin de Adn y Expulsin de Adn y Eva, Prendimiento de Cristo) que
denotan la influencia del Maestro de las Tentaciones o de Conques. Este ltimo, que adems se caracteriza por las cabezas cbicas, el pelo a la taza, la
nariz ancha, el canon corto, pliegues planchados, el uso del perfil y el tres
cuartos con tendencia al bulto redondo, y una extensa variacin en la posicin
de los pies (Tentaciones de Cristo, Coronacin de Espinas, Flagelacin y
Epifana), recoge el estilo de Conques de la poca del abad Bgon III, pero a
la vez anuncia lo que ser el estilo del gran portal de la abada francesa.
Un misterioso y genial quinto maestro, denominado el Maestro de la
Transfiguracin, parece ser un alumno aventajado del Maestro de Plateras, pues
partiendo de todos sus estilemas los exagera en un rebuscado manierismo que
tiene su paralelo en los logros de las mejores figuras de la Porte Migeville (ca.
1110-1115) y de la Puerta Occidental de Saint-Sernin de Toulouse (ca. 11151118). Sus relieves gozan de un fuerte contraste de claroscuro en el modelado
de los rostros, de cabellos muy plsticos y pliegues pinzados sobre una superficie de aspecto acerado. A l pertenecen las figuras ms hermosas y audaces
del conjunto: el Santiago entre cipreses o el Abrahn surgiendo del tmulo.
B IBLIOGRAFA :
AZCRATE, J. M., La Portada de Plateras y el programa iconogrfico de la catedral de
Santiago, Archivo Espaol de Arte, 36, 1963, pp. 1-20
BANGO TORVISO, I., Galicia romnica, Vigo, 1991.
, Las llamadas iglesias de peregrinacin o el arquetipo de un estilo, El Camino de
Santiago, Camino de Estrellas..., Madrid, 1994, pp. 11-75.
CASTILLO, A. del, Inscripciones inditas de la Catedral de Santiago, Boletn de la Real
Academia Gallega, XV, 1926, pp. 314-320.
CARRO GARCA, J., La escritura de concordia entre don Diego Pelez, obispo de Santiago,
y san Fagildo, abad del monasterio de Antealtares, Cuadernos de Estudios Gallegos,
IV, 1949, pp. 111-122.
[ 238 ]
CASTELL FERRER, M., Historia del Apstol de Iesus Christo Sanctiago Zebedeo, Patrn y
Capitn General de las Espaas, intro. J. M Daz Fernndez, Santiago, 2000 (1 ed.
Madrid, 1610).
CASTIEIRAS GONZLEZ, M. A., Un adro para un bispo: modelos e intencins na fachada
de Prateras, en Cultura, poder y mecenazgo, coord. A. Vigo Trasancos, Santiago,
pp. 231-264, Semata, 10, 1998.
, La catedral romnica: tipologa arquitectnica y narracin visual, Santiago, la
Catedral y la memoria del arte, ed. Manuel Nez Rodrguez, Santiago, 2000, pp. 3996.
, Plateras: funcin y decoracin de un lugar sagrado, en Santiago de Compostela:
ciudad y peregrino, Actas del V Congreso Internacional de Estudios Jacobeos, Xunta
de Galicia, 2001, pp. 289-331.
, Topographie sacre, liturgie pascale et reliques dans les grands centres de plerinage:
Saint-Jacques de Compostelle, Saint Isidore de Lon et Saint Etienne de Ribas de Sil,
Les Cahiers de Saint-Michel de Cuxa, 34, 2003, pp. 27-49.
, A potica das marxes: Bestiario, fbulas e mundo revs, en Pagano y profano en
el arte gallego, coord. M. Castieiras y F. Dez Platas, Santiago, 2003, pp. 293-334
(Semata, 12, 2002).
, Roma e il programma riformatore di Gelmrez nella cattedrale di Santiago, Medievo:
immagini e ideologie, V Convegno Internazionale di Studi. Parma, 23-27 settembre
2002, ed. A. C. Quintavalle (en prensa).
, Santiago, Bari e Gerusalemme: sulle tracce di una cultura figurativa nelle vie di
pellegrinaggio, La Puglia tra Gerusalemme e Santiago di Compostella, III Convegno
Internazionale di Studi, Bari-Brindisi, 4-7 dicembre 2002. (en prensa).
, Los espacios arquitectnicos en funcin de las reliquias, En olor de santidad.
Reliquias y relicarios en Galicia, Catlogo de la Exposicin del Xacobeo 2004,
eds. J. M. Garca Iglesias y Miguel ngel Gonzlez, Santiago-Ourense, 2004, pp.
65-80.
CONANT, K. J., Arquitectura romnica da catedral de Santiago de Compostela, Santiago,
1983 (1 ed. ing. Harvard, 1926).
, Arquitectura carolingia y romnica, 800-1200, Madrid, 1991.
Coronica de Santa Maria de Iria (cdice gallego del siglo XV), ed., J. Carro Garca,
Santiago, 1951.
CHAMOSO LAMAS, M., Gonzlez, V., Regal, B., Galicia, La Espaa Romnica 2, Madrid,
1989, p. 122 (1 ed. fr. St. Lger Vauban, 1973).
DEMILIO, J., Tradicin local y aportaciones forneas en la escultura romnica tarda:
Compostela, Lugo y Carrin, O Prtico da Gloria e a arte do seu tempo (Santiago de
Compostela 3-8 octubre 1991), A Corua, 1991, pp. 83-101.
DESCHAMPS, P., tudes sur les sculptures de Sainte-Foy de Conques et Saint-Sernin de
Tolouse et leurs relations avec celles de Saint-Isidore de Len et de Saint-Jacques
de Compostelle, Bulletin Monumentale, 1941, pp. 239-264.
[ 239 ]
WARD, M., Studies on the Prtico de la Gloria at the Cathedral of Santiago de Compostela,
Nueva York, 1978.
WILLIAMS, J., Spain or Tolouse a Half Century Later Observations on the Chronology of
Santiago de Compostela, Actas del XXIII Congreso Internacional de Historia del Arte,
I, Granada, 1976, pp. 557-567.
, La arquitectura del Camino de Santiago, Compostellanum, XXIX, 3-4, 1984, pp. 267290.
YARZA, J., Arte y arquitectura en Espaa 500/1250, Madrid, 1985.
YZQUIERDO PERRN, R., La construccin de la catedral romnica de Santiago, en La meta
del Camino de Santiago. La transformacin de la catedral a travs de los tiempos, ed.
F. Singul, Santiago, 1995, pp. 59-82.
, Arte medieval I.Galicia. Arte. X, A Corua, 1995, 218-219.
ZEPEDANO Y CARNERO, Historia y descripcin arqueolgica de la baslica compostelana,
intro. J. M Daz Fernndez, Santiago, 1999 (1870).
[ 242 ]
[ 243 ]
[ 244 ]
[ 245 ]
Fig. 7.Catedral de Santiago, girola, al lado derecho de la entrada de la capilla de Santa Fe, capitel.
Fig. 8. Catedral de Santiago, girola, al lado izquierdo de la entrada de la capilla de Santa Fe, capitel.
[ 246 ]
Fig. 9. Catedral de Santiago, brazo sur del transepto, muro este, capitel.
Fig. 10. Catedral de Santiago, brazo sur del transepto, muro este, capitel.
[ 247 ]
[ 248 ]
Fig. 13. Santiago, Museo das Peregrinacins, cabeza de personaje femenino (n inv. 436).
Fig. 14. Catedral de Jaca, prtico sur, capitel con David y sus msicos. Hoy en el claustro.
[ 249 ]
[ 250 ]
[ 251 ]
[ 252 ]
B IOGRAFA
DEL MAESTRO
M ATEO
1
Cen Bermdez, J., Diccionario histrico de los ms ilustres profesores de las Bellas Artes en Espaa,
t. III. Madrid, 1800, facsmile 1965, p. 97.
2
Llaguno y Amirola, E., Noticias de los arquitectos y arquitectura de Espaa desde su restauracin,
t. I. Madrid, 1829, pp. 32 y 252.
3
Neira de Mosquera, A., Historia de una cabeza. En Monografas de Santiago y dispersos de temas
compostelanos (1844-1852). Edicin de Biblifilos Gallegos. Santiago, 1950, pp. 27-42.
4
Fernndez Snchez, J. M. y Freire Barreiro, F., Santiago, Jerusalen, Roma. Diario de una peregrinacin, t. I. Santiago, 1880, p. 71. dem., Gua de Santiago y sus alrededores. Santiago, 1885, p. 105.
5
Murgua, M., El arte en Santiago durante el siglo XVIII. Madrid, 1884, pp. 20-22, nota 1. dem,
Galicia. Barcelona, 1888, p. 1094.
[ 253 ]
Me refiero al cannigo de la catedral de Lugo Juan Pallares y Gaioso, autor de Argos Divina.
Sancta Mara de Lugo de los Ojos Grandes, editada en Santiago en 1700 y, de nuevo, en Lugo en 1903.
7
Lpez Ferreiro, A., El Prtico de la Gloria. Reedicin. Santiago, 1975, pp. 95-96.
Bertaux, E., La sculpture chretinne en Espagne des origines au XIVe. Sicle. Paris, 1906, p. 268.
Vidal Rodrguez, M., El Prtico de la Gloria de la Catedral de Santiago. Santiago, 1926, p. 133.
10
Filgueira Valverde, J., Datos y conjeturas para la biografa del Maestro Mateo. En C.E.G., t. III.
Santiago, 1948, pp. 58 y ss. Reeditado en dem, Historias de Compostela. Santiago, 1970. Pp. 61-78.
12
13
14
15
Bouza Brey, F., El Maestro Mateo en la tradicin popular de Galicia, Compostellanum. V. IV.
Santiago, 1959, p. 183.
[ 254 ]
16
Llaguno y Amirola, E., Ob. y t. I. cits., p. 33, nota 2. Lpez Ferreiro, A., Ob. y edic. cits., p. 97.
17
Manso Porto, C. El documento de 1161 relativo a la supuesta intervencin del maestro Mateo en
la construccin del puente de Cesures. En Actas del Simposio Internacional sobre O Prtico da Gloria e
a Arte do seu Tempo. Santiago, 1991, pp. 105. El testamento de Odoario Alfonso est en las pp. 107-108.
18
Liber Sancti Iacobi. Codex Calixtinus. Traduccin de Moralejo, Torres y Feo. Santiago, 1951, p. 509.
19
21
Lpez Ferreiro, A., Ob. y edic. cits., p. 99. Silva, R. y Barreiro Fernndez, J. R., El Prtico de la
Gloria. Autor e interpretacin. Santiago, 1965, pp. 8 y ss.
[ 255 ]
una casa; en 1192, se quiere ver su firma entre los testigos de una donacin al
arzobispo don Pedro Surez de Deza. En 1200 firma como maestro Pedro Mateo
quien podra ser un hijo suyo, lo que lleva a pensar que muri antes de culminarse su proyecto, que completaran los artistas de su taller. La biografa del
maestro Mateo sigue siendo hoy desconocida y enigmtica casi en su totalidad.
F ORMACIN
DEL MAESTRO
M ATEO
22
23
Gmez Moreno, M., Prlogo. Garca Guinea, M. A., El arte romnico en Palencia. Palencia. 1961,
p. XXXVII.
24
Moralejo lvarez, S., Esculturas compostelanas del ltimo tercio del siglo XII. C.E.G. T. XXVIII.
Santiago, 1973, pp. 297 y ss. Reeditado en Patrimonio artstico de Galicia y otros estudios. Homenaje al
Prof. Dr. Serafn Moralejo lvarez, t. I. Xunta de Galicia, 2004, pp. 50-51. Yzquierdo Perrn, R., Figura
masculina mutilada. En Galicia no tempo. Santiago, 1991, pp. 193-194.
25
Stratford, N., Compostela and Burgundy? Thoughts on the Westerm Cryp of the Cathedral of
Santiago. En Actas del Simposio Internacional sobre O Prtico da Gloria e a Arte do seu Tempo. Santiago,
1991. P. 64.
26
Lambert, E., El arte gtico en Espaa. Siglos XII y XIII. Madrid, 1977, pp. 46-50.
27
28
Azcrate29 no dudaba de que el maestro Mateo ha de ser considerado desde el punto de vista de su doble condicin de arquitecto y escultor, sin
embargo Ward30 estima que sera posiblemente ms un arquitecto-gestor o
superintendente de obras que el escultor que en l siempre se ha querido
ver. Moralejo31, por su parte, opina que hay razn para preguntarse si el
nombre de Mateo, constante del principio al fin de la empresa, no habr de
ligarse ms al proyecto arquitectnico o a su gestin que a una o varias de
las maneras escultricas que en ella se revelan. Con anterioridad el profesor
Otero32 haba advertido diferencias al estudiar la concepcin plstica y la ejecucin tcnica de sus distintas y mltiples figuras. Tal anlisis muestra enseguida que no todo es all obra de Mateo, lo que le llev a investigar su taller.
CONCLUSIN
29
30
31
Moralejo lvarez, S., Notas para una revisin de la obra de K. J. Conant. En Conant, K. J.,
Arquitectura romnica da catedral de Santiago de Compostela. Santiago, 1983, p. 231. Reeditado en
Patrimonio Artstico... cit., t. I., p. 261.
32
34
Lpez Ferreiro, A., Historia de la Santa A. M. Iglesia de Santiago, t. V, Santiago, 1902, pp. 54-58 y
Apndice IX, pp. 27-30.
35
Guerra Campos, J., Exploraciones arqueolgicas en torno al sepulcro del apstol Santiago. Santiago,
1982, pp. 383-389, y 411, fig. 111. Moralejo lvarez, S., Notas... cit., p. 230. Reeditado en Patrimonio
artstico... cit., t. I, p. 260. dem, Le lieu Saint: Le tombeau et les basiliques mdivales. En Santiago de
Compostela. 1000 Ans de Plerinage Europen. Gante, 1985, p. 52. Reeditado en Patrimonio artstico
cit., t. II, p. 19. Lpez Alsina, F., La ciudad de Santiago de Compostela en la Alta Edad Media. Santiago,
1988, pp. 256-258.
[ 257 ]
36
Conant, K. J., Arquitectura romnica da Catedral de Santiago de Compostela. Santiago, 1983, pp.
197-202.
37
Caamao Martnez, J. M., Contribucin al estudio del gtico en Galicia. (Dicesis de Santiago).
Valladolid, 1962, p. 60.
38
Zepedano y Carnero, J. M., Historia y descripcin arqueolgica de la baslica compostelana. Lugo,
1870, p. 174. Existe edicin facsmil. Xunta de Galicia, 1999.
39
Yzquierdo Perrn, R., Las tribunas de las naves de la catedral de Santiago: Sus muros y los capiteles del triforio norte. En Homenaje al Profesor Dr. D. Jos Mara de Azcrate y Ristori. Anales de historia del arte. N. 4. Madrid, 1993-1994, pp, 309-319.
40
Ward, M. L., El Prtico de la Gloria y la conclusin de la catedral de Santiago de Compostela. En
Actas del Simposio Internacional sobre O Prtico da Gloria e a Arte do seu Tempo. Santiago, 1991, p. 45.
41
Caamao Martnez, J. M., Ob. cit. P. 60. Moralejo lvarez, S., Notas... cit. P. 231. Reeditado en
Patrimonio Artstico... cit. T. I. P. 261. Ward, M. L., Art. cit., pp. 44-45. Yzquierdo Perrn, R., El Maestro
Mateo. Cuadernos de Arte Espaol, n. 23. Madrid, 1992, pp. 5-7.
[ 258 ]
cadencia de los formeros, y el del tmpano, visto desde la nave central, tampoco provoca impacto visual, compositivo ni esttico. El triforio, con la misma
organizacin que en las naves, atempera este cierre que tiene como novedades
el culo y cuadrifolios que eliminan la mayor parte del muro de la zona superior y permitan que la luz del espejo de la antigua fachada occidental iluminara
la nave central. El cierre de sta resulta tan acompasado a la arquitectura y proporciones de la catedral romnica que slo al fijarse se perciben las diferencias,
quiz ms espectaculares al observar la parte del ltimo pilar de las naves que
mira hacia stas y hacia el prtico, cada una con un desarrollo muy diferente.
Entre los ltimos capiteles de las naves y los de la cripta del prtico42 se aprecian ciertas relaciones. Predominan los vegetales con tratamientos que revelan
talleres diferentes43 y, a veces, sorprendentemente parecidos a modelos cistercienses44. En las esquinas de algunos capiteles compostelanos se ven personajes desnudos, imberbes y con ensortijados cabellos que saltan sobre las hojas, tipo que
se repiti en la catedral de Ourense e, incluso, en el hospital de san Nicols de
Barcelona45. Mayor complejidad tienen los que presentan tallos entrelazados con
sirenas pjaro en diferentes actitudes. Finalmente, en otro dos leones luchan
con dragones, tema que se reitera en un doselete del coro ptreo de la catedral.
Por su parte algunos capiteles de la bveda de la nave central repiten las hojas
de col, quiz menos cuidadas en su labra, y el ltimo del lado sur presenta dos
posibles lobos que devoran un cuadrpedo que parece un caballo. Los motivos
y tcnicas del taller del maestro Mateo en los capiteles de la bveda de la nave
central evidencian su tarda ejecucin y corroboran el relato de la Historia
Compostelana46 de que las naves estaban cubiertas, en buena medida, por
tablas y pajas.
42
Stratford, N., Art. cit., pp. 53 y ss. DEmilio, J., Tradicin local y aportaciones forneas en la escultura romnica tarda: Compostela, Lugo y Carrin. En Actas del Simposio Internacional sobre O Prtico
da Gloria e a Arte do seu Tempo. Santiago, 1991, pp. 83 y ss.
43
Estas diferencias han permitido a DEmilio [art. cit., p. 84] hablar de capiteles Gudesteo, por el
epgrafe del cimacio de uno de ellos, y para distinguirlos de otros.
44
Sobre la contemporaneidad del maestro Mateo y la construccin de Moreruela vanse Lambert, E.,
Ob. cit. Pp. 85-87. Torres Balbas, L., Arquitectura gtica. Ars Hispaniae. V. VII. Madrid, 1952, pp. 17,
20 y 23. Otro capitel de este tipo, aunque con ligeras diferencias, se encuentra en el pilar occidental de
la cripta del Prtico de la Gloria. Vase Stratford, N., art. cit., p. 58, y Plate I y 4.
45
Este capitel, hoy en la sala 31 del Museo de Arte de Catalua, tiene el n 14202 y lo reproduce
Ainaud de Lasarte, J., Arte Romnico. Gua. Barcelona, 1973, p. 209.
46
Cuando en 1117 los compostelanos se sublevaron contra la reina Urraca y el obispo Gelmrez
prendieron fuego a la catedral al refugiarse ambos en ella, su propagacin fue fcil ya que gran parte...
estaba cubierta con tablas y tamariscos. No estaba, pues, cubierta con tejas y plomo, como dice el
Calixtino, aunque aclara que no todo estaba terminado. Historia Compostelana. Ediciones espaolas:
Surez, M. y Campelo, J. Santiago, 1950, p. 220. Falque, E. Madrid, 1994, p. 273. Liber Sancti Iacobi.
Edic. cit., p. 563.
[ 259 ]
C RIPTA
DEL
P RTICO
DE LA
G LORIA
47
Caamao Martnez J. M., Pervivencia y ecos del Prtico de la Gloria en el gtico gallego. Actas
Simposio Internacional sobre O Prtico da Gloria e a Arte do seu Tempo. Santiago, 1991, pp. 53 y ss.
Ward, M.L. Art. cit., pp. 43-46. Stratford, N., art. cit., pp. 53 y ss.
48
49
50
Pita Andrade, J. M., Varias notas para la filiacin artstica de Maestre Mateo. C.E.G., T. X. Santiago,
1955, pp. 378-387. dem., Notas sobre la primitiva estructura del Prtico de la Gloria. En Miscelnea de
arte. Madrid, 1982, pp. 16-18. Stratford, N., Art. cit., p. 56 y Plate I, II y III.
51
52
Moralejo lvarez, S. Esculturas compostelanas... cit., pp. 300-301; vanse tambin las notas 18 y
19. Reimpreso en Patrimonio artstico... cit., t. I., p. 51.
[ 260 ]
do maestro de los paos mojados, as como su valor iconogrfico ya que el sistema simblico no es cometido exclusivo de las figuraciones, sino tambin del
total organismo arquitectnico que las soporta, que se convierte as l mismo en
estructura figurativa de carcter csmico y escatolgico basado en el Apocalipsis.
La cripta, pues, representa al mundo material iluminado por astros, de los que
la Nueva Jerusaln no haba menester de sol ni de luna que la iluminasen, porque la gloria de Dios la iluminaba y su lumbrera era el Cordero53. Desde los extremos del crucero unas angostas escaleras permitan acceder a las naves de la catedral, lo que hoy slo es posible desde el lado norte al haberse macizado la del sur
por problemas de estabilidad de la torre de las campanas. Los capiteles, en cuya
talla intervinieron diferentes talleres, han sido tratados por diversos estudiosos54.
La articulacin del transepto determina una doble portada hacia el oeste, que
evoca las fachadas de la iglesia superior. Destaca su rica ornamentacin y el virtuosismo de la labra, en especial de las jambas, en cuyas rosetas y medallones se
han visto modelos de Avallon y Vezelay55. Ante esta portada se construy un sencillo prtico abovedado en el siglo XIII que se extenda, al menos, hasta el eje de
las torres. Tanto este prtico como la fachada de la cripta fueron alterados al edificarse, a comienzos del XVII, la escalinata del Obradoiro56. Se ha polemizado
acerca de la supuesta fachada de la cripta, a la que se atribuyeron varias esculturas mutiladas. Una la supuso Gmez Moreno obra de Mateo joven, quien se
habra formado con Fruchel; otra, la asign Moralejo al maestro de los paos
mojados. Es dudoso, sin embargo, que procedan de tal fachada que pudo no
recibir un tratamiento significativo, en opinin de algunos otros estudiosos57.
Con la fachada de la cripta suele relacionarse el acceso a la lonja de la catedral. Algunos58 creen que haba unas escaleras que desembocaban ante las
53
54
Moralejo lvarez, S., Esculturas compostelanas... cit., pp. 303-304. Reimpreso en Patrimonio artstico... cit., t. I, pp. 52-53. Stratford, N., art. cit., pp. 58 y ss. DEmilio, J., art. cit., pp. 83-85.
55
56
Vanse los dibujos publicados en Soraluce Blond, J.R. y Fernndez Fernndez, X., Arquitecturas
da provincia da Corua. V. XI. Santiago de Compostela. A Corua, 1999, pp. 74-75.
57
Gmez Moreno, M., Prlogo cit., pp. XI-XII. Pita Andrade, J. M., Visin actual del romnico de
Galicia. C.E.G. T. XVII. Santiago, 1962, pp. 145 y ss. Otero Tez, R., art. cit., p. 976. Chamoso Lamas,
M., Esculturas del desaparecido prtico occidental de la catedral de Santiago. C.E.G. T. XIV. Santiago,
1959, pp. 202-208. Moralejo lvarez, S., Esculturas compostelanas... cit., pp. 294-300. Reimpreso en
Patrimonio artstico... cit., t. I, pp. 47-50. Stratford, N., Art. cit. P. 64. Yzquierdo Perrn, R., Figura masculina mutilada. En Galicia no Tempo. Santiago, 1991, p. 193.
58
Puente Mguez, J. A., La fachada exterior del Prtico de la Gloria y el problema de sus accesos.
Actas del Simposio Internacional sobre O Prtico da Gloria e a Arte do seu Tempo. Santiago, 1991, pp.
117-127. En particular las figs. 8 y 9. Yarza Luaces, J., ob. cit., pp. 30-31.
[ 261 ]
puertas laterales del hastial y dejaban libre la portada de la propia cripta. Es lstima que la intervencin realizada en la terraza del Obradoiro59 en 1978 no
estudiara esta hiptesis con detenimiento, aunque tampoco ha de olvidarse
que, hasta hace pocos aos, la fachada principal de la catedral de Ourense
careca de acceso y que lo mismo ocurre en San Esteban de Ribas de Mio60.
E L P RTICO
DE LA
G LORIA
Lambert61 escribi: Por la amplitud pica de su concepcin y por la grandiosidad de la escultura, el Prtico de la Gloria es evidentemente una obra nica que supera a todas las contemporneas, juicio fcil de compartir. Sin embargo se corre el riesgo de contemplarlo como una pantalla que pone ante los
ojos del visitante una completa visin apocalptica, sin percatarse de que lo
creado por el maestro Mateo es un espacio sagrado que nos envuelve con su
arquitectura y con los ngeles y serafines que, desde la contraportada del
Obradoiro, adoran al Cristo que, en el tmpano, exhibe las llagas de su Pasin.
Tal espacio es un amplio nrtex que se aloja entre las torres de la fachada, lo
que podra tener influencia borgoona, y obliga a que los arcos laterales sean
un poco ms estrechos que las naves, que queden descentrados62 con respecto
a ellas y que la anchura del nrtex sea ligeramente menor a la de las naves
catedralicias.
Las innovaciones que el maestro Mateo introdujo en el Prtico de la Gloria
fueron numerosas. En los basamentos de los pilares labr animales fantsticos,
monstruosas cabezas con enormes picos, leones, escenas de lucha; en el del
parteluz un hombre, quiz Sansn, abre las fauces a dos leones. Recuerdan frmulas italianas o francesas aunque tambin se han relacionado con interpretaciones bizantinas del Juicio Final. Suelen considerarse, de manera global, como
59
60
Pita Andrade, J. M., La Catedral de Orense en la encrucijada del arte protogtico. Orense, 1988,
pp. 82 y 84. Reeditado en Arte y ciudad. mbitos medieval, moderno y contemporneo. Santiago, 2000,
pp. 131-132. Yzquierdo Perrn, R., La expansin del arte del Maestro Mateo: San Esteban de Ribas de
Mio. En Jubilatio, t. II. Santiago, 1987, pp. 578 y ss. Vase en la p. 587 la Lam. I.
61
62
Vase el alzado desde las naves de la catedral publicado en Soraluce Blond, J. R. y Fernndez
Fernndez, X., ob. y v. cits., p. 70.
63
Lpez Ferreiro, A., El Prtico... cit., pp. 67-72. Lambert, E., ob. cit., pp, 45-50. Gaillard, G., Le
Porche de la Gloire a Saint-Jacques de Compostelle et ses origines espagnoles. En tudes dArt Roman.
Paris, 1972, pp. 320-332. Pita Andrade, J. M., Varias notas para la filiacin artstica de Maestre Mateo.
C.E.G. T. X. Santiago, 1955, pp. 377 y ss.; Otero Tez, R., art. cit., pp. 618 y ss. Yarza Luaces, J., Ob.
cit., pp. 11 y ss. y 32-33. Moralejo lvarez, S., Le Porche de la Gloire de la Cathdrale de Compostelle:
problmes de sources et dinterprtation. Les Cahiers de Saint-Michel de Cuxa, n 16. 1985, pp. 94-107.
[ 262 ]
Reimpreso en Patrimonio artstico... cit., t. I, p. 309-317. Castieiras Gonzlez, M. A:, A potica das marxes no romnico galego: bestiario, fbulas e mundo revs. En Profano y pagano en el arte gallego.
Semata, n 14. Santiago, 2003, pp. 294-297.
64
Pita Andrade, J. M., Un captulo para el estudio de la formacin artstica de Maestre Mateo. La huella de Saint-Denis. C.E.G., t. VII. Santiago, 1952, p. 380. Yarza Luaces, J., ob. cit., p. 24.
65
Para Germn de Pamplona el conjunto del fuste y capitel forman un excepcional rbol de Jess
trinitario que junto con el del claustro de Silos constituyen dos ejemplares nicos por m conocidos en
el romnico europeo. Pamplona, G. de, Iconografa de la Santsima Trinidad en el arte medieval espaol. Madrid, 1970, pp. 75-76 y 89, fig. 32.
66
Moralejo lvarez, S., Le Porche de la Gloire... cit., p. 106. Reimpreso en Patrimonio artstico...
cit., t. I, p. 316.
[ 263 ]
67
Lpez Ferreiro, A., El Prtico... cit., p. 56. Castillo, A. del, El Prtico de la Gloria. Santiago, 1949,
p. 30. Lpez Campos, A., El Prtico de la Gloria del maestro Mateo. Santiago, 1989, p. 36. Otero Tnez,
R., Los apstoles de la arcada derecha del Prtico de la Gloria. Homenaje al Profesor Dr. D. Jos Mara
de Azcrate y Ristori. Anales de historia del arte. n 4. Madrid, 1993-1994, pp, 466-468. Vanse en las pp.
463-466 las identificaciones que se han hecho de estas figuras
68
Lpez Ferreiro, A., El Prtico... cit., pp. 57 y 59-60. Moralejo lvarez, S., O Prtico da Gloria contado a mozos e nenos. Santiago, 1988. Dptico.
69
Esta imagen parece hacer realidad lo escrito por el Papa Calixto en el sermn para la festividad
del traslado de los restos de Santiago: mereci sentarse ms cerca de Cristo que todos los dems apstoles, en elevadsimo trono. Liber Sancti Iacobi. Edic. cit., p. 243.
70
Castro, Rosala de, Follas Novas. Obras completas. Recopilacin de Garca Mart, V. Madrid, 1972,
p. 427. Cunqueiro, A., Visitando a Santiago apstol. En O reino da chuvia. Artigos esquencidos.
Recopilacin de Mabel Mato. Lugo, 1992, p. 176.
71
Castillo, A. del, Ob. cit. Pp. 17-18, 25, y 27-28. Moralejo lvarez, S., Le Porche... cit. P. 95 y Fig. 4.
Reimpreso en Patrimonio artstico... cit., t. I, p. 309 y fig. 4.
72
En 1993 se limpi y consolid parte de la policroma del prtico, poniendo de manifiesto las
numerossimas capas pictricas acumuladas a lo largo de los siglos.
73
Vase un singular estudio de sus proporciones en Soraluce Blond, J. R. y Fernndez Fernndez,
X., ob. y v. cits., pp. 76-77. Castieiras Gonzlez, M. A., La persuasin como motivo central del discur[ 264 ]
so: La boca del infierno de Santiago de Barbadelo y el Cristo enseando las llagas del Prtico de la
Gloria. En El tmpano romnico. Imgenes, estructuras y audiencias. Santiago, 2003, pp. 245-248.
74
Moralejo lvarez, S., El 1 de abril de 1188. Marco histrico y contexto litrgico en la obra del
Prtico de la Gloria. En El Prtico de la Gloria: Msica, arte y pensamiento. Santiago, 1988, p. 24.
Reimpreso en Patrimonio artstico... cit., t. II, p. 115.
75
Klein, P. K., Les Vingt-quatre vieillards aux portails eschatologiques du XIIe sicle.(Autun, SaintDenis, Santiago). En Actas Simposio Internacional sobre O Prtico da Gloria e a Arte do seu Tempo.
Santiago, 1991, pp. 355-359. Pita Andrade, J.M., Las redomas que sostienen los ancianos del Prtico de la
Gloria. C.E.G. T. IV. Santiago, 1948, pp. 213 y ss
76
Ap. 7.14.
77
Lpez Ferreiro, A., El Prtico... cit., pp. 42 y ss. Otero Tnez, R., Problemas... cit., pp. 613 y ss.
Silva, R., ob. cit., pp. 95-101. Moralejo lvarez, S., Le Porche... cit., pp. 98-103. Reimpreso en Patrimonio
artstico... cit., t. I, pp. 311-314.
[ 265 ]
78
Lpez Ferreiro, A., El Prtico... cit., pp. 45 y ss. Otero Tnez, R., Problemas...cit., p. 616. Silva, R.,
ob. cit., pp. 101-107. Yarza Luaces, J., ob. cit., pp. 41-43. Moralejo lvarez, S., Le Porche... cit., pp. 9495. Reimpreso en Patrimonio artstico... cit., t. I,. p. 309.
79
Mario, B., El infierno del Prtico de la Gloria. Actas del Simposio Internacional sobre O Prtico
da Gloria e a Arte do seu Tempo. Santiago, 1991, pp. 383-386.
80
Otero Tez, R., Problemas... cit., pp. 620-623. dem., Los apstoles... cit., pp. 466-468. Yarza
Luaces, J., ob. cit., pp. 48-50. Otero Tez, R. e Yzquierdo Perrn, R., El coro del maestro Mateo. A
Corua, 1990, pp. 144-145.
[ 266 ]
T RIBUNA
DEL
P RTICO
DE LA
G LORIA
Remata la visin apocalptica del Prtico de la Gloria con el Agnus Dei que
campea en la clave de la bveda de la tribuna, apoyada en ngeles turiferarios.
Rebasa la altura de la cubierta de las naves, lo que permite abrir rosetones hacia
los cuatro puntos cardinales y que reciba luz durante todo el da, haciendo realidad lo dicho en el Apocalipsis de la Jerusaln celeste: La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna pues la gloria de Dios la ilumina y su lmpara es el
Cordero81. Sobre el triforio se abren dos vanos tetralobulados y un gran culo
que permita que la luz que entraba por el rosetn de la fachada llegara a la
nave, lo que revela que Mateo la valoraba con una mentalidad ms gtica que
romnica. Tensin entre innovacin y tradicin que, de nuevo, se percibe en los
arcos apuntados perfilados por billetes que articulan los tramos de la tribuna.
FACHADA
PRINCIPAL DE LA CATEDRAL DE
S ANTIAGO
82
Liber Sancti Iacobi... ed. cit., pp. 556-563. Lpez Ferreiro, A., El Prtico... cit., pp. 13-14. Vidal
Rodrguez, M., ob. cit., p. 12. Caamao Martnez, J.M., Contribucin... cit., pp. 53-61. Otero Tez, R.,
Problemas... cit., p. 620 y nota 80. Yzquierdo Perrn, R., La fachada exterior del Prtico de la Gloria:
Nuevos hallazgos y reflexiones. Abrente, n 19-20. A Corua, 1987-1988, pp. 7-8 y nota 2.
83
Hasta entonces la catedral no se cerraba, circunstancia destacada en el sermn del papa Calixto
para la festividad jacobea del 30 de diciembre: Las puertas de esta baslica nunca se cierran, ni de da
ni de noche Liber Sancti Iacobi... ed. cit., pp. 200-201.
84
85
Yzquierdo Perrn, R., La fachada exterior... cit., pp. 8-14 y Lam. V, figs. 1 y 2. dem., El Maestro
Mateo... cit., pp. 17-19.
[ 267 ]
86
87
88
Moralejo lvarez, S., El 1 de abril cit., p. 27. Reimpreso en Patrimonio artstico... cit., t. II, pp.
116-117. Valle Prez, J. C., Sobre o Rei Bblico. Pontemaceira. En Galicia no Tempo. 1991.
Conferencias/ Outros estudios. Santiago, 1991, p. 437.
89
Yzquierdo Perrn, R., La fachada exterior... cit., pp. 19-21, y lms II, III y IV.
90
Yzquierdo Perrn, R., La fachada exterior... cit., pp. 27-30, y Lm. VI, Fig. 1, 2 y 3.
[ 268 ]
C ORO
PTREO
El Maestro Mateo y su taller construyeron un coro ptreo en los primeros tramos de la nave central de la catedral, en la que permaneci hasta 1604. Castell
Ferrer93, que alcanz a conocerlo, lament su derribo: Se ha deshecho el ms
lindo Coro antiguo que ava en Espaa. Su organizacin arquitectnica en dos
sectores era idnea para la salmodia dialogada que el cabildo practicaba en l.
Se acceda al recinto del coro por una puerta abierta en el centro de la
cabecera y la sillera la formaban asientos altos y bajos. Las sillas altas, reservadas a los clrigos de mayor dignidad en el cabildo, eran treinta y seis: quince
a cada lado de los tres primeros tramos de la nave central; y seis, en la cabecera, con la puerta en medio. Otros tantos asientos correspondan a la sillera
baja, destinada al clero de menor categora, que no era ms que un sencillo
banco, mientras las sillas altas eran como tronos con temas iconogrfcos y rica
91
92
Caamao Martnez, J. M., Contribucin al estudio... cit., pp. 59-60. Yzquierdo Perrn, R., La fachada exterior... cit., pp. 39-42.
93
Castell Ferrer, M., Historia del Apstol de Jesu Christo Santiago Zebedeo, Patrn y Capitn General
de las Espaas. Libro IV. Santiago, 1610, fol. 475.
[ 269 ]
Otero Tez, R. e Yzquierdo Perrn, R., El coro del maestro Mateo. A Corua, 1990, pp. 35-59, y
196.
95
Filgueira Valverde, F. y Ramn y Fernndez Oxea, J., Baldaquinos gallegos. A Corua, 1987, pp.
17-19. Pita Andrade, J. M., El arte de Mateo en las tierras de Zamora y Salamanca. C.E.G., t. VIII.
Santiago, 1953, pp. 216-221, vanse tambin los dibujos de la p. 220. dem, El coro ptreo de Maestre
Mateo en la catedral de Santiago. En Actas del XXIII Congreso Internacional de Historia del Arte. V. I.
Granada, 1976, p. 449. Cachoso Lamas, M., La Exposicin de Arte Romnico. Compostellanum. V. VII.
Santiago, 1962, p. 231. dem., Galice Roman. La Pierre-qui-Vire, 1973, p. 406, fig. 168. Otero Tez, R.
e Yzquierdo Perrn, R. Reconstruction de trois stalles de choeur. Santiago de Compostelle. 1000 ans de
Plerinage Europen. Gante, 1985, pp. 219-224, ficha 26. dem, El coro del Maestro Mateo. A Corua,
1990, pp. 69 y ss.
96
Yzquierdo Perrn, R., Reconstruccin del coro ptreo del Maestro Mateo. A Corua, 1999. Existe CD
interactivo.
[ 270 ]
tienen los plafones y doseletes. Es posible que algunos fustes estuvieran decorados y en los capiteles se ven hojas y, a veces, sirenas-pjaro. En ellos se apoyan unos dinteles, que funcionan como vigas ptreas, entre los que encajan los
plafones. En stos un crculo encierra una composicin floral con botn. En el
borde delantero de los sofitos se apoyan los doseletes que alternan con figuras
de nios y remata una rica cornisa. Esta hermosa crestera es de gran valor
escultrico e iconogrfico.
En los doseletes unos arcos trebolados cobijan una variopinta fauna inspirada en los bestiarios que alude a los vicios: sirenas de diverso tipo y disposicin,
centauros prestos a disparar sus arcos, temibles dragones, basiliscos y grifos,
fieros leones y otros animales. La mayora se dispone formando parejas afrontadas, aunque en algunos se representan combates entre una sirena o un len
con una serpiente; slo en uno se ve a unos hombres que estrangulan sirenas.
Sobre el arco trebolado se desarrolla un torren y, en los extremos, se levantan columnas que rematan en castilletes. En estas arquitecturas se rasgan estrechas ventanas caladas. Sobre las columnas se sitan figuras infantiles en pie,
con largas cartelas en sus manos. Representan la inocencia de quienes cantan
las alabanzas del Creador, en contraposicin a los vicios simbolizados por los
animales. Una cornisa con hojas y bolas remata esta magnfica crestera, a la
que la policroma a base de rojo, blanco, negro, azul y oro, de la que quedan
restos, daba mayor realce.
La cerca del coro presenta, hasta la altura de los plafones del interior, una
elegante y sobria arquera ciega, salvo bajo el leedoiro. Sobre una imposta van
las figuras sedentes de profetas, apstoles y reyes de Israel que alternan con
torreones poligonales de cuidada labra que representan las murallas de la
Jerusaln celeste a la que se accede a travs de la doctrina del Antiguo y Nuevo
Testamentos. Una cornisa con palmetas anilladas remata este magnfico cierre.
El trascoro lo presida una Epifana que aluda a la redencin de Cristo, pero
de ella slo queda una pieza con un torren con las cabezas de los caballos de
los magos.
El coro ptreo lo concibi el maestro Mateo y en su ejecucin particip l
y otros artfices de su taller. Su iconografa se basa en el Apocalipsis97, ya que
la Jerusaln celeste: Tiene un muro grande y elevado, con doce puertas, y
encima los nombres de los doce apstoles del Cordero. La terminacin del
Prtico de la Gloria y del coro ptreo permitieron que se consagrase la catedral
en abril de 1211.
97
[ 271 ]
[ 272 ]
Fig. 3. ltimos tramos del muro norte de la catedral en cuyos canecillos intervino el taller del maestro Mateo.
A la derecha muro de la torre medieval, hoy Torre de la Carraca. (Archivo Yzquierdo).
[ 273 ]
Fig. 5. Capitel con dragones y leones afrontados. Nave norte. (Archivo Yzquierdo).
Fig. 6. Interior de la cripta del Prtico de la Gloria desde su portada: al fondo la girola con sus
capillas; a la izquierda, puerta del acceso a la nave norte. (Archivo Yzquierdo).
[ 274 ]
Fig. 7. Prtico de la Gloria. Dibujo de ngel Bar, de 1892, grabado por E. Mayer.
[ 275 ]
[ 276 ]
Fig. 11. El tmpano del Prtico de la Gloria visto a su altura. (Archivo Yzquierdo).
[ 277 ]
[ 278 ]
[ 279 ]
Fig. 17. Clave de la tribuna del Prtico de la Gloria: La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna...
pues la gloria de Dios la ilumina y su lmpara es el Cordero (Ap. 21.23). (Archivo Yzquierdo).
Fig. 18. Dibujo de 1657 del cannigo Vega y Verdugo que muestra cmo quedara la fachada medieval
de realizarse las modificaciones que propona. Archivo de la Catedral de Santiago. (Archivo Yzquierdo).
[ 280 ]
Fig. 19. Reconstruccin de una parte del arco central de la fachada occidental medieval.
Museo de la Catedral de Santiago. (Archivo Yzquierdo).
[ 281 ]
Fig. 22. Cuerpo romnico de la torre medieval en la de las Campanas. (Archivo Yzquierdo).
Fig. 23. Sillas del coro ptreo reconstruidas en el Museo de la Catedral de Santiago. (Archivo Yzquierdo).
[ 282 ]
Fig. 25. Detalle de la crestera de las sillas del coro ptreo. Museo de la Catedral de Santiago. (Archivo Yzquierdo).
[ 283 ]
Fig. 26. Detalle del remate del muro exterior del coro ptreo. Museo de la Catedral de Santiago. (Archivo Yzquierdo).
[ 284 ]
Para la realizacin de este trabajo he contado con la ayuda del Programa de Investigacin BFF
2002-00903.
1
Cito el texto latino por la siguiente edicin: Liber Sancti Jacobi, Codex Calixtinus, ed. K. Herbers y M.
Santos Noia, Santiago de Compostela, Xunta de Galicia, 1998; sigo la traduccin de A. Moralejo, C. Torres
y J. Feo, Liber Sancti Jacobi. Codex Calixtinus, Santiago de Compostela, CSIC (Instituto Padre Sarmiento de
Estudios Gallegos), 1951 (reed. por X. Carro Otero, Xunta de Galicia, 1992). Para su estudio, vase Manuel
Daz y Daz, con la colaboracin de M. A. Araceli Garca Pieiro y Pilar del Oro Trigo, El Cdice Calixtino
de la catedral de Santiago: estudio codicolgico y de contenido, Santiago, Centro de Estudios Jacobeos, 1988.
2
Uda Ebel, Das altromanische Mirakel. Ursprung und Geschichte einer literarischen Gattung,
Heidelberg, Carl Winter, 1965; Jess Montoya, Las colecciones de milagros de la Virgen en la Edad Media
(El milagro literario), Granada, Universidad, 1981; Mercedes Brea y Elvira Fidalgo, Hacia una tipologa
del milagro literario, Crisol, 4 (2000),111-133.
[ 285 ]
autnomo y, en cierto modo, diferente a los relatos milagrosos que acompaaban las vidas de los santos en los legendarios primitivos. El prodigio no se opera ahora para sealar al santo sino para beneficiar a su devoto que pasa por
una grave crisis, y se cierra con su gratitud y el anuncio pblico de lo ocurrido. A esta categora de milagros de auxilio o perdn, se aaden otras en las
que el santo castiga a quienes incumplen sus deberes o premia a quienes han
llevado una vida intachable.
La gran mayora de los recogidos en el Liber Sancti Jacobi pertenecen a esta
primera categora. Santiago ayuda y protege a sus peregrinos cuando sufren percances en el transcurso del viaje, debidos a la enfermedad o a la maldad de
muchos posaderos, modelo al que pertenecen, por ejemplo, los nmeros 3, 5, 6,
17, etc.; les salva de sus enemigos, bien sea en las batallas, como en 9, 15, 19,
bien liberndoles del cautiverio, como en 1, 11, 14 20. A diferencia de lo que
ocurre en otras tradiciones, en la compilacin del Liber escasean los milagros de
castigo, salvo que incluyamos en ese apartado el 9, en el que inicialmente
Santiago proporciona una grave dolencia a un caballero francs que incumpli
su promesa de viajar hasta su sepulcro, o el 13, en el que retuerce el brazo del
agresor de un campesino. Por ltimo, solo en una ocasin, milagro 19, estamos
cerca de un milagro de glorificacin, destinado a provocar la admiracin hacia
el Santo. La aparicin de Santiago ante el obispo de Grecia, armado y resplandeciente y con las llaves de la ciudad de Coimbra, contribuye a reforzar su
doble imagen, como protector y caballero. El objetivo de esta inclinacin del
Liber Sancti Jacobi por los milagros de auxilio hay que verlo en su condicin
propagandstica del santuario y en el intento de convencer a sus peregrinos de
que contarn con la proteccin del Santo para superar los peligros del camino.
Si atendemos a la ubicacin de los milagros, observamos que un porcentaje
reducido se producen en Compostela (2, 15, 16, 18, 21), en un nuevo contraste con otras colecciones, en las que se vincula el prodigio al lugar sagrado donde reposan los restos del santo. Santiago responde a las peticiones de ayuda de
sus devotos, aunque estn muy lejos de su santuario, rompiendo las cadenas
de su cautiverio o salvndolos de la muerte; un caso extremo lo encontramos
en los cuatro milagros que transcurren durante una travesa en barco (7-10),
que forman un bloque homogneo, posible indicio de un origen independiente. De esa manera se pone de manifiesto el gran poder del Santo y su universalidad que le lleva a operar milagros en cualquier lugar, bastando para ello
que se implore su ayuda. Los beneficiarios agradecen, sin embargo, su intervencin prometiendo realizar la peregrinacin jacobea.
Los protagonistas pertenecen a distintos estamentos sociales, desde artesanos, como el peletero del milagro 17, mercaderes (14, 22) o religiosos (8, 19),
[ 286 ]
3
Para el estudio de los milagros del Cdice Calixtino sigue siendo muy til el trabajo clsico de
Pierre David, tudes sur le Livre de Saint-Jacques, Bulletin des tudes Portugaises, 10 (1945), 1-41; 11
(1947), 113-185; 12 (1948), 70-223 y 13 (1949), 52-104; con una perspectiva ms actual, vanse los trabajos de Klaus Herbers, The Miracles of St. James, en The Codex Calixtinus and the Shrine of St. James,
ed. John Williams y Alison Stones,Tbingen, Gunter Narr, 1992, pp. 11-35; Milagro y aventura, en
Pensamiento, arte y literatura en el Camino de Santiago, coord. ngel lvarez Gmez, Vigo, Xunta de
Galicia. Consellera de Educacin e Ordenacin Universitaria, 1993, pp. 73-99; y la clasificacin de Andr
Moisan, en Le Livre de Saint Jacques ou Codex Calixtinus de Compostelle. tude critique et littraire,
Ginebra, Slatkine, 1992, pp. 133-148; muy desigual es el volumen de Marie de Menaca, Histoire de Saint
Jacques et de ses miracles au Moyen Age, Nantes, Presses de lUniversit, 1987.
[ 287 ]
mos con todos los ingredientes para considerar que el Libro II constituye una
coleccin estructurada y bastante homognea4.
Su repercusin fue enorme a partir del siglo XIII, a lo que contribuyeron los
dominicos y su nueva concepcin de la hagiografa, aunque se perdi la unidad formal. Vicente de Beauvais reuni en el libro 26 de su Speculum historiale, redactado hacia 1257-1270, treinta milagros atribuidos a Santiago, de los que
slo dieciocho coinciden con el ncleo primitivo del Cdice Calixtino, y les
asign una nueva ordenacin. A esto hay que sumar su insercin en el legendario ms clebre de la Edad Media, la Legenda aurea del dominico Jacobo de
Vorgine (1298). La obra, compuesta entre 1261-1266, sigue el orden del calendario litrgico y asigna para cada da un resumen de la vida del santo y de sus
milagros. Vorgine incluy en ella doce milagros jacobeos, once retomados de
la obra de Beauvais, ms uno (El incendiario salvado), localizado en Italia en
1238 que pudo conocer por tradicin local5. Esta obra sirvi para suministrar a
los predicadores unos relatos hagiogrficos breves y preparados ya para ser utilizados en el sermn. En gran medida la popularidad medieval de los milagros
de Santiago pasa por estos dos textos, por lo que al trazar un cuadro de su
difusin hispnica nos ha parecido conveniente incluirlos. En l hemos tratado
de reflejar la pervivencia en la tradicin medieval hispnica de los milagros que
constituyen el libro segundo del Cdice Calixtino. Este corpus de 22 milagros
se ver incrementado con el paso del tiempo, bien sea por la adicin de nuevas tradiciones locales o bien por la atribucin a Santiago de prodigios operados por otros santos, y modificado con el olvido de algunos de ellos6; sin
embargo, en el grfico slo se rastrea la huella del ncleo original. La incorporacin en la ltima columna de las referencias correspondientes al Index
Exemplorum de F. Tubach permite comprobar cmo algunos de los milagros
4
A ello cabra aadir el posible simbolismo numrico que llev a su compilador a recoger slo 22
milagros, los mismos que tena la coleccin de San Gil, con la que guarda algunos paralelismos; vase
Pierre David, art. cit., pg. 182.
5
[ 288 ]
El texto castellano ha sido editado por Jane E. Connolly, Los Miraglos de Santiago (Biblioteca
Nacional de Madrid MS 10252), Salamanca, Universidad, 1991, y el gallego, Miragres de Santiago, por
Jos L. Pensado, Madrid, Anejos de la Revista de Filologa Espaola, 1958.
9
Para la compilacin A me he servido del impreso de Gonzalo de Ocaa y Pedro de la Vega, revisado por fray Martn de Lilio, Flos Sanctorum, Alcal de Henares, Juan de Brocar, 1558 (BNM R-8029).
De la compilacin B he consultado tres manuscritos inditos: el ms. 15001 de la Fundacin Lzaro
Galdiano y los dos testimonios escurialenses h-I-14 y k-II-12, as como el ms. 8 de la Biblioteca
Menndez Pelayo, editado por Fernando Baos e Isabel Ura, Santander, Asociacin Cultural Ao Jubilar
Lebaniego/Sociedad Menndez Pelayo, 2000. Los testimonios impresos utilizados, titulados Leyenda de
los santos, han sido el incunable probablemente editado en Burgos por Juan de Burgos hacia 1499
(British Library IB 53312) y el impreso en Salamanca en 1520. He podido consultar estos materiales gracias a la generosidad del profesor Jos Arags.
[ 289 ]
[ 290 ]
aquel que no haba firmado el acuerdo permanece con l hasta su muerte. Pasa
entonces por un mal momento, lleno de angustia, soledad y miedo, hasta que
se le aparece Santiago resplandeciente y se lleva a ambos en su caballo hasta
Compostela. Tras enterrar all al peregrino muerto, su amigo emprende el camino de regreso y en Len se encuentra con sus compaeros quienes escuchan
atnitos el relato de su peregrinacin.
En el Espculo de los legos, 285, tenemos una versin muy prxima a este
milagro, con referencia expresa al Apstol:
En an en los miraglos de Santiago el Mayor se lee que unos peregrinos que ivan en romera a visitar el su sepulcro, prometieron de non se
dexar los unos a los otros e de se servir e ayudar en qualquier nesesidat.
E commo despus de algunos das enfermase el uno dellos, e lo troxiesen
quinze das los compaeros con mucho trabajo e afn, cansados de servirle e acompaarle, dexronle e furonse a su romeraje. E uno dellos, que
non le prometiera la fe, nin era obligado a quedar con l, qued con l a
lo servir fasta que muriese. E commo el enfermo muriese en el monte de
Sant Miguel, e comenase a anocheer, ava muy grand temor el bivo de
dormir all con l e comen a llamar en su ayuda llorando al bienaventurado Santiago. E vino luego un cavallero enima de un cavallo e preguntole porqu llorava, e l respondi e dixo que porque era muerto su compaero e vena la noche e non ava logar de lo enterrar e tema mucho de
quedar all con l. E dxole el cavallero que vena en el cavallo que le diese el muerto e l lo levara delante s e que cavalgase l a las ancas. E commo el bivo lo fiziese as, anduvieron aquella noche doze jornadas e al alva
llegaron a media legua de la eglesia de Santiago, e el cavallero puso all el
muerto e dixo al conpaero: Ve e di a los cannigos de la eglesia de
Santiago que Santiago les manda que vengan a enterrar este muerto. E di a
tus conpaeros que perdieron el meresimiento de la su romera por el
quebrantamiento de la fe que le avan prometido, e sabe que t as avido
grand meresimiento delante Dios e del Apstol Santiago por la caridad
que feziste a este su romero enfermo.
Los estudiosos del Cdice Calixtino ya sealaron que una de las versiones
ms antiguas de esta milagro se atribua a San Gil, quien habra borrado as los
graves pecados de Carlomagno, en concreto sus relaciones incestuosas, fruto de
las cuales habra sido el nacimiento de Roldn12. Junto al milagro hagiogrfico,
11
Para el tema de la amistad forjada en la peregrinacin, vase Luis Vzquez de Parga, Jos Mara
Lacarra, Juan Ura Riu, Las peregrinaciones a Santiago de Compostela, Madrid, CSIC, 1948 (facsmil
Pamplona, Iberdrola-Gobierno de Navarra, 1992), vol. I, pp. 519-525.
12
Rita Lejeune, Le pch de Charlemagne et la Chanson de Roland, Studia Philologica. Homenaje
ofrecido a Dmaso Alonso, Madrid, Gredos, 1961, pp. 339-371; Jean-Charles Payen, Le motif du repentir
dans la littrature franaise mdivale (des origines 1230), Genve, Droz, 1968, esp. pp. 132 y ss.; P.
David, art. cit.
[ 292 ]
Mara amonest a los demonios y les orden que aquella alma fuese devuelta
a su cuerpo, accin de la que se encarg el mismo Apstol. El relato concluye
contando cmo los testigos de su vuelta a la vida retuvieron varios das a
Giraldo y curaron sus heridas y cmo ste enseaba sus cicatrices. Una vez
recuperado, continu el viaje y se encontr en el camino a los antiguos compaeros que regresaban y les cont lo ocurrido para que ellos a su vez difundieran la noticia en su tierra.
En el Cdice Calixtino es el nico relato que merece el calificativo de milagro grande, lo que no nos sorprende dada la espectacularidad de la historia, y
se indica que se tom como motivo principal para la institucin de una fiesta
conmemorativa de los milagros. Como estableci Abelardo Moralejo, circulaban
ya dos versiones anteriores a sta, con ligeras variaciones: un asunto similar se
trataba en un poema de Guaiferio de Benevento del siglo XI, sin especificar el
tipo de pecado y, por tanto, sin castracin, y en la autobiografa de Guiberto
de Nogent, de finales del XI o comienzos del XII, donde el peregrino haca el
camino con el cinturn de la mujer para recordarla13. En la literatura peninsular
lo recogen numerosos testimonios, entre los que hay que incluir el milagro 8
de Gonzalo de Berceo, y la cantiga 26 de Alfonso X14. La popularidad de esta
historia reside en la reunin de una serie de motivos, esencialmente dramticos,
en un solo milagro. A los ingredientes de sexo y violencia, se aaden en este
caso el suicidio y la resurreccin, factores todos ellos que explican ese calificativo de milagro grande, ya mencionado.
Entre las habituales atribuciones diablicas no es rara su transformacin en
joven doncella, ngel, monje, etc., para engaar mejor a los humanos. En este
caso el diablo, llevado de una gran osada, se aparece al peregrino bajo la apariencia del mismo Santiago, invitndole a cometer uno de los peores pecados
que puede llevar nunca a cabo el cristiano: el quitarse a s mismo la vida. La
invitacin al suicidio realizada por el diablo implicaba la muerte en pecado
13
Abelardo Moralejo, Tres versiones del milagro XVII del Libro II del Calixtino, Cuadernos de
Estudios Gallegos, VI (1951), 337-352, con trascripcin y traduccin de los textos. Posiblemente las tres
versiones, Guaiferio, Guiberto y la incluida en el Cdice Calixtino, derivan de una fuente comn, aunque despus dan de nuevo lugar a dos milagros de Santiago: uno, con el relato de la castracin, y otro,
slo con suicidio inducido por el diablo, pero sin especificar el pecado, como ocurra en Guaiferio. Esa
doble versin llega a la Pennsula a travs de las traducciones del Flos sanctorum.
14
Entre los estudios sobre las versiones hispanas, vase B. Varela Jcome, Un milagro jacobeo en
Berceo y Alfonso X, Compostellanum, 6 (1961), pp. 49-56; Rameline Marsan, Itinraire espagnol du conte mdival (VIII-XV sicles), Pars, Librairie C. Klincksieck, 1974, pp. 253-259; J. E. Connolly, Three
Peninsular Versions of a Miracle of St. James, en Saints and their Authors: Studies in Medieval Hispanic
Hagiography in Honor of John K. Walsh, ed. A. D. Jane, J. E. Connolly, A. Deyermond y B. Dutton,
Madison, Hispanic Seminary of Medieval Studies, 1990, pp. 37-46 y Mercedes Brea, Santiago y Mara: el
milagro del peregrino engaado por el diablo, en Sub luce florentis calami. Homenaje a Manuel C. Daz
y Daz, Universidade de Santiago de Compostela, 2002, pp. 591-607.
[ 294 ]
15
Sobre el suicidio en la Edad Media, vanse las interesantes precisiones de J-C. Schmitt, Le suicide au Moyen Age, Annales. E. S. C. , 311 (1976), 3-19.
[ 295 ]
siento ahora ms a gusto que jams en toda mi vida pasada. Porque el muy
bienaventurado Santiago, sostenindome con sus manos, me consuela con toda
clase de dulzuras (pg. 348). Una vez conocido el suceso extraordinario, decidieron colgar al posadero.
Esta versin, difundida a travs del Cdice Calixtino y sus traducciones,
gira en torno a un motivo muy popular en la tradicin literaria y folclrica, la
acusacin falsa de un inocente. Unas veces, puede ser culpado de un robo no
cometido, al igual que sucede en la Biblia cuando Jos ordena a su mayordomo que oculte una copa de plata en el saco de Benjamn (Gnesis, 44, 113)16; otras veces un personaje fracasa en sus intentos de seduccin y se venga acusando al contrario de violacin, lo que de nuevo nos recuerda la
historia de Jos y Putifar, la mujer del Faran, aunque los paralelos son muy
numerosos (Gnesis, 39, 7-20)17. El milagro se produce cuando el joven sobrevive felizmente en la horca, gracias a que Santiago lo est sosteniendo con
sus manos. De nuevo estamos ante un tema muy popular en la literatura religiosa medieval, con numerosas variaciones: en unos casos, el ahorcado es un
ladrn, culpable del delito cometido, pero a su vez muy devoto de algn santo o de la Virgen, quienes se encargarn de sostenerle; en otras, se trata,
como aqu, de un inocente, injustamente condenado, y milagrosamente salvado. En los Milagros de Nuestra Seora de Gonzalo de Berceo, un ladrn
devoto (mil. 6) es salvado milagrosamente de la horca gracias a que la Virgen
metioli so los piedes do estava colgado /las sus manos preciosas (estrofa
150ab), tema que tambin recrea Alfonso X en la cantiga n. 13, y encontramos en varios ejemplarios18. Por el contrario, la cantiga 175 parece una versin del milagro jacobeo, aunque desde un principio Alfonso X se encarga de
indicar que l sobre todas las cousas amava Santa Mara. La historia coincide en sus rasgos esenciales con el relato del Cdice Calixtino, pero con una
16
De acuerdo con la clasificacin folclrica, corresponde al motivo H 151.4.: Reconocido por hallar
una copa en su saco.
17
18
19
Las Cantigas contienen con mucha frecuencia una cierta antipropaganda del camino de Santiago,
al destacar el poder taumatrgico de otros santuarios, como el de Villalczar de la Sirga en Palencia.
Para este aspecto, vanse, entre otros, los estudios de J. E. Keller, King Alfonsos Virgin of Villa-Sirga:
Rival of St. James of Compostela, en Collectanea hispanica: Folklore and Brief Narrative Studies, ed.
Dennis P. Seniff, Delaware, Juan de la Cuesta, 1987, pp. 61-68 y More on the Rivalry between Santa
Mara and Santiago de Compostela, Ibidem, pp. 69-76; Paule Bterous, Limage du plerin dans les
miracles de Notre-Dame au XIII sicle. Principalement dans les Cantigas de Santa Mara dAlphonse le
Sage, roi de Castille, 1221-1285, en Limage du plerin au Moyen ge et sous lAncien Rgime, sous la
dir. de Pierre Andr Sigal, Toulouse, Association des Amis de Rocamadour, 1994, pp. 12-23; Mercedes
Brea, art. cit.
20
El testimonio ms antiguo conocido se encuentra en el relato del viaje a Compostela del seor de
Caumont, fechado en 1417, cuya traduccin se recoge en Luis Vzquez de Parga, ob. cit., vol. I, pp. 578579. Son numerossimos los trabajos que estudian este milagro desde distintas perspectivas: Rodolf
Llorens i Jordana, Sobre una llegenda popular medieval. Un penjat preservat de morir miraculosament.
Un gall i gallina ressuscitats miraculosament, Arxiu de tradicions populars, dir. Valeri Serra i Boldu, fasc.
IV, 1928, pp. 20-210 y fasc. V, 1929, pp. 266-274 (facsmil, Barcelona, Olaeta, 1980), rastrea el tema desde el Cdice Calixtino hasta el folclore cataln; Rameline Marsan, ob. cit., pp. 427-430, atiende a las versiones peninsulares medievales; J. Fradejas, Leyenda del gallo de Santo Domingo, Cuadernos para la
Investigacin de la Literatura Hispnica, 12 (1990), 7-60, realiza el estudio ms completo hasta la fecha,
con trascripcin de numerosas versiones paralelas; Javier Prez Escohotado, El portento del gallo y la
gallina y su recepcin en la literatura culta espaola, en Javier Prez Escohotado (coord.), Literatura y
milagro en Santo Domingo de la Calzada, Logroo, IER, 2002, pp. 29-56, menciona la bula de Clemente
VI; Luis Calvo Salgado, Milagros y mendigas en Burgos y La Rioja (1554-1559), Logroo, Instituto de
Estudios Riojanos, 2002, pg. 90, cita otros testimonios latinos de la versin completa del milagro.
[ 297 ]
cin del Spill de Jaume Roig, en cuyo libro segundo narra el protagonista su
peregrinacin a Compostela. Al llegar a Santo Domingo de la Calzada cuenta el
milagro, con la resurreccin de dos aves asadas, como un suceso que l hubiera presenciado directamente21.
Esta versin amalgama junto a los motivos ya comentados, uno nuevo, el
del animal asado que resucita, tambin con amplia difusin en la tradicin literaria y folclrica22. Como un motivo profano, el animal asado, o simplemente
muerto, vuelve a la vida para mostrar la inocencia de un acusado o para sealar los poderes sobrenaturales de alguien, en muchas ocasiones puestos en
duda por los incrdulos. En la tradicin oral hispnica estn atestiguadas ambas
posibilidades; para la primera podemos recordar este cuento, recogido en 1987
por Antonio Lorenzo, que mantiene interesantes paralelismos con el relato
hagiogrfico:
Otra vez llegaron Cristo y San Pedro (les pasaban muchos achaques) a
una casa y eran incrdulos; y fue el posadero y mat el gallo y se lo
meti en las alforjas de ellos. Ya iban por su camino alante a pedir y en el
camino fue el posadero y dio cuenta a la Guardia Civil y en el camino los
cogieron: Ustedes, vuelvan pa ac! y los pobres no saban que llevaban en el ste el gallo.
Si nosotros no hemos hecho nada!
Nada, nada, vuelvan ustedes pa atrs.
Vuelven pa atrs y le dice: Ustedes le han robado el gallo a la
posadera.
Nosotros no hemos robado el gallo por nada.
Les llevan a declarar y eso, y dice el Seor: Yo no necesito ningn
testigo; yo el testigo que necesito lo llevo.
Cogi el gallo, lo sac de las alforjas y lo puso as, encima de la mesa
de la Audiencia, con su cabeza. Y entonces va y le dice: Gallo, quin te
ha muerto?
Mi amo el tuerto! Mi amo el tuerto!dijo el gallo.
Y es que era tuerto el posadero. Mire usted qu milagro tan hermoso
que hizo el Seor!23.
21
Jaume Roig, Espejo, prl. y notas Jaume Vidal, Madrid-Barcelona, Alianza Editorial-Enciclopedia
Catalana, 1987, pg. 39.
22
Motivo E 168: Animales asados recuperan la vida. Una tradicin similar est arraigada en la villa
portuguesa de Barcelos. Vase, F. de Castro Pires de Lima, A Lenda do Senhor do Galo de Barcelos e o
Milagre do enforcado, Lisboa, Fundao Nacional para a Alegria no Trabalho, 1965.
23
Julio Camarena y Maxime Chevalier, Catlogo tipolgico del cuento folklrico espaol. Cuentos religiosos, Alcal de Henares, Centro de Estudios Cervantinos, 2003, pg. 149.
[ 298 ]
La segunda opcin se refleja en este otro cuento, recogido por Julio Caro
Baroja, donde el canto del gallo confirma las dotes adivinatorias del seor de
la casa:
En la casa A. de Vera haba, hace ya bastantes aos, un seor que
saba mucho. Dicen que tena trato con el demonio. Saba leer unos libros
de hechiceras, que ms tarde quem el vicario. Una noche estaban asando un capn en la cocina de la casa, cuando l lleg. Era una noche muy
fra de invierno. Dicen que al sentarse el seor a la orilla del fuego dijo:
Uf! Qu fro hace! En los montes de Jaca est nevando.
Una que estaba all le respondi: Bastante sabe usted, ni nadie de
Vera, de lo que pasa tan lejos.
l dijo: Tan seguro es que en los montes de Jaca est nevando como
que este capn que est en el asador va a hacer ahora mismo cucurruc.
No haba terminado de decir estas palabras, cuando el capn empez a
cantar fuertemente, ante el espanto de los que en la cocina se hallaban24.
La resurreccin del gallo tambin puede ser un motivo hagiogrfico atribuido a distintos santos, como San Pedro Damin, San Nicols de Tolentino o
Santo Domingo de la Calzada; se trata en todos los casos de santos medievales, cuyos milagros se van configurando a veces a partir de una suma de tradiciones folclricas y asignndoles prodigios previamente atribuidos a otros santos. Especialmente interesante para el caso que nos ocupa es la relacin de los
milagros operados por este ltimo, aunque para conocerlos hay que recurrir a
las versiones hispanas tardas del Flos sanctorum, en las que se ampla el corpus original de Vorgine, enriquecindolo con un santoral propio, como ocurre,
ya en el XVI, con la recopilacin de Gonzalo de Ocaa y Pedro de la Vega.
Entre los numerosos milagros realizado por el Santo tras su muerte, se cuentan
varios en los que se destaca su capacidad para liberar a los cristianos cautivos.
As un da, cuando uno de ellos se encomendaba al Santo:
mand matar un gallo para comer el moro que lo tena preso y llam
a las guardas que comiessen all con l. Y dijo uno de los que lo guardavan: Mucho temo que ha de librar a este cristiano Sancto Domingo de
la Calzada.
Y djole el moro, su seor: Ass como es cosa que no puede ser que
cante aqueste gallo que tengo en este assador, ass es cosa que no puede
ser que libre Santo Domingo a este cristiano que yo tengo captivo.
E comen luego a cantar25.
24
Julio Caro Baroja, Augurium ex pullis, en Corona de estudios, Madrid, CSIC, 1941, pgs. 63-76
(p.76); tambin citado por J. Fradejas, art. cit., pg. 16.
25
Gonzalo de Ocaa, La vida y passin de Nuestro Seor Jesucristo y las historias de las festividades
de su Sanctssima Madre, con las de los santos apstoles, mrtires, confessores y vrgines, Zaragoza, Jorge
[ 299 ]
Cocci, 1516, fol. CXCVIIv (BNM R-23859). Un milagro bastante prximo, que tambin incluye el motivo
de los animales resucitados, se atribuye a Santo Domingo de Silos, en hagiografas tardas, por lo que
quiz se deba a influencia del Santo de la Calzada y no a la inversa, como haba sugerido Ana Galilea
Antn, Un frontal navarro, dedicado a Santo Domingo de Silos, en el Museo de Bellas Artes de Bilbao,
en Revisin del Arte Medieval en Euskal Herra, Donostia, Eusko Ikaskuntza, 1996, pp. 449-459.
26
Curiosamente en el artculo dedicado a Santo Domingo de la Calzada en la Enciclopedia universal ilustrada europeo-americana, Madrid, Espasa, 1908, vol. 54, p. 376, se vincula la presencia de las
aves en la catedral slo al milagro del cautivo y se indica que se sustituyen cada 12 de mayo.
27
Los viajeros supersticiosos crean que si estas aves se coman unas migajas de pan llegaran sin
contratiempo a Compostela y, en caso contrario, moriran por el camino. El dato lo recoge J. Caro
Baroja, art. cit., pp. 67-68, como un eco de la tradicin romana de sacar augurios de los pollos.
[ 300 ]
28
[ 301 ]
[ 302 ]
7
8
2. Se borra un pergamino
con los pecados de
un peregrino.
5. Un joven es ahorcado
injustamente; Santiago
lo sostiene.
7. Santiago rescata a un
marinero cado al mar.
6
frag.
22
frag.
falta
Traduccin Traduccin
castellana
gallega
1. Santiago libera a
veinte cristianos cautivos
en Zaragoza.
Codex Calixtinus
34b
34a
33b
33a
32
36c
31b
31a
Vicente de
Beauvais
falta
falta
falta
falta
Jacobo de
Vorgine
falta
falta
falta
falta
Flos
Sanctorum
falta
falta
falta
falta
Flos
Sanctorum
Exemplos, 38, 48
var. y 270 var.;
Recull, 325; Spill,
II, 2; Cessoles,
III, 6, Cantigas,
175 y 13, var.;
Berceo, 6, var.
Espculo, 285;
Recull, 324
Exemplos, 72,
var.; Recull 85
y 174, var.
Versiones
hispanas med.
3790
2236,
3796,
2234
3783
1202a
Tubach
10
11
12
13
14
15
16
17
18
17. Un peregrino se
automutila engaado
por el diablo.
18
17
frag.
16
15
14
13
12
11
10
Traduccin Traduccin
castellana
gallega
Codex Calixtinus
40a
38
37
36b
36a
falta
falta
35b
35a
falta
Vicente de
Beauvais
falta
falta
falta
falta
falta
falta
Jacobo de
Vorgine
falta
falta
falta
falta
falta
falta
falta
falta
Flos
Sanctorum
falta
falta
falta
falta
falta
falta
Flos
Sanctorum
Berceo, 8:
Cantiga, 26;
Recull, 327
Versiones
hispanas med.
3788
3795
2768
4932
Tubach
[ 303 ]
[ 304 ]
19
20
21
falta
falta
21
20
19
Traduccin Traduccin
castellana
gallega
Codex Calixtinus
39a
falta
40c
40b
Vicente de
Beauvais
11
falta
falta
falta
Jacobo de
Vorgine
10
falta
falta
Flos
Sanctorum
11
falta
falta
falta
Flos
Sanctorum
Silense
PCG, 807
Versiones
hispanas med.
Tubach
[ 305 ]
Milagro del peregrino, la horca y los gallos en una xilografa alemana de alrededor de
1460. De arriba a abajo y de izquierda a derecha: los peregrinos, padres e hijo, cenan en
un albergue; el hostelero oculta una jarra de plata en el equipaje del peregrino dormido; es
descubierto el fingido robo; el peregrino joven es ahorcado; el padre y la madre del peregrino ajusticiado siguen su viaje hacia Compostela; al regreso visitan a su hijo que crean
muerto y se encuentran con que Santigo lo ha mantenido vivo; el milagro de los gallos; el
hostelero y su hijo son castigados en la horca.
[ 306 ]
Los grabados reproducidos en las pginas 307-312 han sido tomados del libro Les chemins
de Saint Jacques, publicado por Zodiaque en 1970. Segn los dibujos de Yves.
[ 307 ]
Ruta de Tours
[ 308 ]
Ruta de Vzelay
[ 309 ]
Ruta de le Puy
[ 310 ]
Ruta de Arls
[ 311 ]
Ruta espaola
[ 312 ]
MSICA Y MSICOS
EN EL CAMINO DE SANTIAGO
CARLOS VILLANUEVA
UNIVERSIDAD DE SANTIAGO
P LANTEAMIENTO
CARLOS VILLANUEVA
[ 314 ]
CARLOS VILLANUEVA
EL
MSICO AFINANDO
CARLOS VILLANUEVA
Por otro lado, el contenido simblico de la afinacin que representa el cambio espiritual que se opera en el pecador arrepentido, que ya se prepara para
entonar el Cntico Nuevo: somos instrumentos en las manos del Creador
(CONNOLLY, 1992). Todo peregrinaje lleva implcito la preparacin, el sacrificio y
el arrepentimiento. Una buena imago para intentar mostrar lo invisible a travs
de lo invisible, como lo expresaba Regino de Prum.
No es casual que desde la poca medieval hasta el siglo XVIII, el aprendizaje musical se representase como una escalara ascendente, angosta y quebrada, que se va haciendo ms intransitable conforme progresamos en el aprendizaje del sistema de solfeo exacordal hasta alcanzar una meta: una
peregrinacin intelectual, no exenta de esfuerzo y de sacrificio, que en ciertas
representaciones aparece indicado como la Nueva Jerusaln (A. MEDINA, 1998).
[ 318 ]
CARLOS VILLANUEVA
propio en una Nueva Jerusaln). All estaba David con sus levitas cantando y
acompaando los salmos. Las referencias a la recreacin ideal del Templo de
Jerusaln mediante la msica davdica la tenemos en las diferentes representaciones de los 15 escalones del Templo, en donde David se reuna con los
Levitas para cantar los Salmos Graduales (o de la subida al Templo). No es difcil seguir este razonamiento si nos molestamos en contar los 15 escalones que
preceden a la puerta de las Plateras de Santiago de Compostela en donde, precisamente y no de manera casual, se representa a David taendo una viola,
imagen que se repite en otras iglesias del Camino (en la Catedral de Jaca, en
Santo Domingo de la Calzada, o en Agero, entre otras). La puerta de las
Plateras de la catedral compostelana, precedida de 15 escalones, acoge, a su
lado izquierdo, la imagen de David taendo una viola (Villanueva, 2000).
c) Del mismo modo, en el Cdice Calixtino una treintena de aos anterior
a la realizacin del Prtico de la Gloria se nos narra la entrada de peregrinos
repletos de instrumentos propios de cada pas, como se dice en el sermn
Veneranda Dies:
Causa alegra y admiracin contemplar los coros de peregrinos al pie del
altar del venerable Santiago en perpetua vigilancia: los teutones a un lado, los
[ 320 ]
francos a otro, los italianos a otro; estn en grupos, tienen cirios ardiendo en
sus manos; por ello toda la iglesia se ilumina como el sol en un da claro. Cada
uno con sus compatriotas cumple individualmente con maestra las guardias.
Unos tocan ctaras, otros liras, otros tmpanos, otros flautas, caramillos, trompetas, arpas, violas, rottas britnicas o galas, otros cantando con ctaras, acompaados de diversos instrumentos, pasan la noche en vela; otros lloran sus pecados, otros leen los salmos, otros dan limosna a los ciegos.
Mas que una estampa descriptiva de la realidad, se nos presenta como una
idealizacin de los peregrinos en el templo de Jerusaln:
Pues como se indica en el Seudo-Calixto la sagrada virtud del Apstol
trasladada desde la regin de Jerusaln, brilla en Galicia con los milagros divinos. Pues junto a la baslica con frecuencia hace Dios milagros por su mediacin. Vienen los enfermos y son curados, los ciegos ven la luz, los tullidos se
levantan, los mudos hablan, los endemoniados se libran de la posesin del dia[ 321 ]
CARLOS VILLANUEVA
blo, los tristes son consolados, y lo que es mayor portento, son odas las oraciones de los fieles, y all se dejan las cargas pesadas de los delitos y se rompen las
cadenas de los pecados (del Sermn Veneranda dies) (COD. CALIXTINO, 1992)
Pienso que no se trata de un relato realista (como opina LPEZ-CALO, 1982),
sino de una referencia al Templo de Jerusaln. El canto y el uso de instrumentos, su representacin en imgenes, se convertir, pues, en un tpico de constante reflexin que, como veremos, guarda ntima relacin con la tipologa ms
ntima del peregrino: la penitencia, el arrepentimiento y el perdn.
Ad allegoriam y ad moralitatem
No podemos entretenernos en describir, por falta de oportunidad y tiempo,
otros pretextos ms sutiles para traer y justificar el icono musical a los templos;
me limitar a recordar alguno de ellos:
a) La presencia activa de personajes de algunos dramas medievales, para
reforzar el plan iconogrfico: como la aparicin como testigos del los personajes del Ordo Profetarum que, como estudi Serafn Moralejo, justifica la presencia en el Prtico de la Gloria: Moiss, Isaas, Daniel, Balaam, Juan Bautista,
la Reina de Saba, La Sibila, Virgilio, que pueden ser llamados a declarar en
cualquier momento en el llamado juicio/procesin de los profetas.
[ 322 ]
b) El valor del instrumento musical como elemento pedaggico para la enseanza en los claustros de los conventos. Tengo abierta una lnea de investigacin que en algn momento tendr que cerrar con soluciones sobre las figuras
musicales del Abad Joaqun de Fiore que, usando el principio del paso de lo
material a lo inmaterial, dej escrita una teologa de las formas realmente
excepcional: sobre el organistrum, el salterio de diez cuerdas y otras formas
musicales (VILLANUEVA, 2000).
c) Finalmente, a partir de la lectura de determinados textos bblicos Th.
Connolly (1993) detecta un elemento exegtico que justifica la presencia de instrumentos en un contexto penitencial y de peregrinacin, lo que refiere como
el paso de la alegra a la tristeza. El profesor australiano sugiere que, precisamente cuando empiezan a surgir las rdenes mendicantes, al tocar el tema del
arrepentimiento, fue muy socorrida en los sermones medievales y en la iconografa la imagen bblica que describe, por medio de los instrumentos musicales,
el paso de la tristeza a la alegra; este cambio de actitud conecta directamente
con los Salmos Penitenciales y con la propia visin idlica del Cntico Nuevo.
Sugiero, pues, que la popularidad de estos textos, que encierran una alusin
musical/penitencial tan rica, provienen de la actitud fundamental antigua y
medieval que he descrito: un cambio interior y espiritual, causado mediante la
gracia, implica necesariamente la afluencia de las pasiones, sobre todo, de las
pasiones principales de tristeza y alegra, que operan de acuerdo con las leyes
musicales de proporcin.
En sntesis, con referencia peregrina, podramos destacar, como ya indicbamos lneas ms arriba, los tres elementos primordiales de estas descripciones
bblicas de contenido penitencial y peregrino:
[ 323 ]
CARLOS VILLANUEVA
En primer lugar, el cambio de la tristeza a la alegra, implcito en todo caminante que vislumbra el fin de una etapa.
En segundo trmino, la entrada por el portal, una postura activa a la que se
accede tras subir los 15 escalones cantando los Salmos Graduales, y que
precede a la entonacin del Cntico Nuevo.
Finalmente, el cambio expresivo en el canto que se entona: del sentido de
duelo, de la Antigua Ley, se pasa al canto de alegra de la Nueva Ley. Los
instrumentos prefiguran este estado de cosas.
El Antiguo Testamento usa constantemente el pretexto del uso de los instrumentos, del cambio de la cancin, para ejemplificar el paso del estado de tristeza, de sombra, al de alegra, de gracia (CONNOLLY, 1993):
Junto a los ros de Babilonia nos sentbamos y llorbamos acordndonos de
Sin. De los sauces que hay all colgbamos nuestras ctaras, porque los que nos
tenan cautivos nos pedan canciones, los que nos haban llevado atados nos,
demandaban alegra: Cantadnos algunos cnticos de Sin Pero cmo vamos
a cantar las canciones de Yav en tierra extranjera? (Ps. 132)
[ 324 ]
Recordemos este mismo referente en la descripcin de David, que abandona el arpa para hacer penitencia:
Mi arpa se troc en duelo, y mi flauta en voz de plaideras.
El Camino de Santiago, por causas conocidas, y otras por investigar, potencia
y favorece de manera muy notable la temtica musical en sus prticos ptreos,
bien mediante los ancianos del Apocalipsis, el rey David, o con otros motivos
temticos referentes al Cntico Nuevo, a la penitencia o a los vicios y las virtudes, hechos que hay que relacionarlos con el trasiego ideolgico en el que se
entremezclan la teologa, la patrstica y la filosofa clsica con otras fuentes judaicas o rabes, religiosas o profanas, para dar vida con ello a una especial didctica musical de gran trascendencia en los estudios tericos de la Edad Media:
enseanza que se trasladar de los conventos a las universidades con lenguaje
ms sofisticado. El instrumento musical se convierte en una referencia, en un
icono, en un objeto mediante el cual el escultor medieval, el telogo, el terico,
trata de llegar a lo inmaterial por el significado de las cosas terrestres Y nada
ms carnal, terrenal, cotidiano y funcional que un instrumento de msica.
B IBLIOGRAFA
DE REFERENCIA
Liber Sancti Iacobi. Cdice Calixtino. Traduccin A. Moralejo y otros. Xunta de Galicia.
Santiago, 1992.
M. CASTIEIRAS, A potica das marxes no romnico galego: bestiario, fbulas e mundo
revs, Semata. Ciencias Sociais e Humanidades, 14 (2002) 293.
Th. CONNOLLY, Entrando por la alegra del Seor, Los instrumentos del Prtico de la
Gloria y la msica de su tiempo. Lpez-Calo (ed.), Fundacin Barri de la Maza, A
Corua, 1992, p. 51.
M. GERBERT, Scriptores ecclesiastici de musica sacra. St. Blasien 1794. Georg Olm Verlag,
Bodenheim, Reed. 1990.
J. LPEZ-CALO, La msica medieval en Galicia. Fundacin Barri de la Maza, A Corua,
1982.
A. MEDINA, Notas sobre la simblica musical del Camino, Romeras y peregrinaciones.
Cuadernos del CEMYR n 6(1998) 63.
S. MORALEJO. Artistas, patronos y pblico en el Arte del Camino de Santiago,
Compostellanum, vol. XXX, nos. 3-4 (1985) 419.
C. VILLANUEVA, La imago musicae del Prtico de la Gloria, Los instrumentos del Prtico
de la Gloria y la msica de su tiempo. Lpez-Calo (ed.), Fundacin Barri de la
Maza, A Corua, 1992, p. 113.
, Msica y peregrinacin: imagen en piedra para una catequesis. El Maestro Mateo y
Joaqun de Fiore, Santiago de Compostela: Ciudad y Peregrino. Actas de V congreso
internacional de Estudios Xacobeos. Santiago, 2000, p. 333.
[ 325 ]
NDICE GENERAL
Presentacin.
M. del Carmen LACARRA DUCAY ................................................................
29
63
Los caminos de Santiago en Aragn: las rutas por el valle del Ebro.
El Camino jacobeo del Ebro
Beln BOLOQUI LARRAYA ..............................
87
129
169
213
El maestro Mateo
Ramn YZQUERDO PERRN .......................................................
253
285
313
[ 327 ]
CTEDRA GOYA
LTIMAS PUBLICACIONES
I N ST I T UC I N
FERNANDO
E L C AT L I C O