El Alma de Los Perros
El Alma de Los Perros
El Alma de Los Perros
A LOS PERROS
Y por eso
A vosotros, oh perros! que llevis sin quejaros el alma vanidosa
de Cristo, bajo el pellejo purulento de Job. A vosotros, que al igual que
los leones, ponis en vuestro apellido el lamento de los cisnes
agnicos. A vosotros, que podis disfrutar el supremo placer de la
hidrofobia. A vosotros, que sabis comprender toda la inteligencia de
un mordisco. A vosotros, que sents por la luna amores de Platn y
por los gatos odios de Zaratustra. Si. A vosotros, oh perros! dedico
este brevario de oraciones.
Es un libro de rezos prohibidos. No son rezos para goce de
labios. Son rezos para fruicin de aquellos corazones en cuyo fondo
viven, graznan y se inmortalizan los justicieros buitres del odio. El
odio es la nica virtud que ha inspirado este libro Afortunadamente,
la muchedumbre, con tajante ademn de guillotina, ha de
excomulgarlo por intil. Afortunadamente! Ese ser buen augurio de
sol El silencio de los bosques de carne har germinar el triunfo de
este libro infecto de blasfemias Blasfemias? S. Blasfemias
prohibidas por los muy ilustres monseores del abecedario, que
habiendo digerido leyesleyes de gramtica, de sentido comn, de
honestidad, vence obligados a defecar declogos de literatura, de
geometra moral y de opiniones... Sabios! Mis vrtebras no
aprendieron en la escuela de la vida ninguna genuflexin para esos
sabios.
Este libro debiera estar dedicado a los hombres. Pero no puedo.
Comprendis? No puedo Odio a la humanidad con el enorme, con
el terrible, con el formidable, con el espantoso, con el dulce, con el
melanclico, desprecio que ella merece. Por qu? No s. Ni me
importa. La odio porque s. nica razn de sabios y de locos. Yo no
he nacido para escribir libros que deleiten a las multitudes. Ni libros
que hagan rebosar de alfalfa los pesebres. Ni libros que llenen de
lgrimas los ojos y de risa las bocas.
***
Los virtuosos se persignarn. Las vrgenes tendrn fuertes,
raros, rojos ensueos. Los que puedan tirar la primera piedra, rugirn
diciendo que ste es un libro impdico. Tal vez Nunca he podido
practicar el pudor que legislan los cnones. Pero adivino que este
libro tiene el sacrosanto impudor de los cadveres que yacen
Y por ellos (y he aqu el nico bien que ellos me han hecho), por
ellos os dedico este libro.
Juan Jos de Soiza Reilly
Jesucristo
Od
Dijo la Scheherezada de los cuentos modernos. Y comenz su
cuento.
***
Habis visto alguna vez un perro triste, flaco, sucio? Un perro
de esos que al pasar los miran con gestos que tienen la actitud de
manos limosneras? Bueno. Pues ste era un perro as. Pero tan triste,
pero tan flaco, pero tan sucio, que ms que perro pareca hombre
Gracias, seora
S, s. Ms que perro pareca hombre. Todos los estragos de la
vida se haban acumulado sobre aquella piel llena de mugre, de
sarna, de insectos. Su desdicha era grande. El nombre le pesaba
como una montaa: se llamaba Judas. Su cuerpo era disforme. Haba
cometido algn delito para nacer con ese cuerpo refractario a los
mimos, a la esttica, a la higiene?Qu pecados atvicos expiaba? No
lo saba. Tampoco se preocupaba por saberlo. Viva. Y con la vida
tena de sobra, puesto que lo agobiaba como la fatiga de un trabajo
enorme. Nunca se haba mirado en los espejos, pero adivinaba su
fealdad en la repulsin de las perritas, encantadoras y coquetas, que
se alejaban de l como de la amenaza de una piedra Se hasti. Y el
cansancio de vivir engrandeci su pequeez. La repugnancia de la
vida trae consigo el desprecio de la muerte. Y esto eleva
***
Historia de un espritu
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***
Y yo, devotamente, narr la historia de mi pobre perro. Odla:
***
Mi perro estaba triste. Qu tena? Yo observaba en Luzbel una
vaga inquietud. Sufra? Esto para m resultaba un misterio. Sus ojos,
aunque antes eran tristes, de una nostalgia seca, estaban ahora
mucho ms tenebrosos. Parecan llorar con lgrimas internas una
pena mortal. Una brbara pena. Enflaqueca. Ya no era el perro de
antes Perro bueno, de una fealdad feliz, de una belleza gorda. Ahora
su flacura asombraba. Adems, su carcter, antiguamente cndido,
rebosaba de hostiles asperezas. Conmigo siempre haba sido manso.
Me buscaba. Ahora, no en las noches de luna, alzando el hocico en
direccin al cielo, ladraba. Ladraba quizs alguna histrica cancin de
perro bblico. (De esas que oy San Pablo) Despus dej de ladrar.
Un silencio de fsil lo envolva, cual si fuera su sombra. Me inquiet.
Qu era? Qu dolor le morda las entraas?... Y lo espi. As pude
saber. Vi
***
Vi que estaba enamorado de una gatita blanca. Una gata gentil.
Bella? Oh s! Muy bella. Era algo ms que bella. Era bellsima
naturalmente, mi perro, al verla se enamor con ingenua pasin. Era
tan linda! Tan coqueta! Todas las tardes Luzbel se echaba en un
rincn del patio para verla pasar. Ella viva en la casa vecina. Al
atardecer pasebase por el pretil de la azotea, mirando hacia el patio
de mi casa, donde Luzbel estaba Yo presenci muchas veces aqul
espectculo platnico y salvaje. Mi pobre perro, nervioso, febril,
echado sobre sus patas, vea pasar a la gatita como quien mira
fulgurar una estrella. La contemplaba con un amor muy hondo que le
haca temblar todo el pellejo, y ella divinamente celestial! lo miraba
tambin desde la altura con venenosa languidez de vbora. En sus
ojos las ironas brotaban como risas...
***
Mi perro era, en tamao, un poco, muy poco ms grande que la
gata. Yo, al verlos as tan alejados, senta una impaciencia de
asesino. Hubiera querido matarlos. Hubiera deseado unirlos en una
pualada feroz. Mas la gatita no bajaba Y Luzbel por su parte no
poda subir Ella continuaba paseando por el pretil sus tentadoras
arrogancias. En cambio l senta crecer su pena melanclica. Hasta
dej de comer. Las horas pasaban por su vida con lentitud de siglos.
Exttico en su rincn con los ojos clavados en el pretil de la azotea,
esperaba Quera verla. Quera adorarla siempre. Siempre!... Mas
ella, impasible, no bajaba. Era gata Pobre Luzbel!
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***
Por fin una maana su escualidez le impidi caminar. Estaba en
la cocina. Atado por la parlisis, no pudo ni moverse. Tuvo que estar
all, inmvil. Era un muerto con alma! A la hora en que tena la
costumbre de salir, para contemplar desde el patio a la gatita, sinti
un dolor enorme. No pudo levantarse. Hizo un esfuerzo. Fue un
arranque de vigor estril. Quiso elevarse sobre su propio estmago.
Quera arrastrarse para verla triunfar. Para verla, all arriba, por vez
ltima. Para verla triunfar en su belleza serena de gata, sobre la
belleza tempestuosa de su amor de perro. No pudo. Y fue tal el
formidable dolor que debi sentir el alma de Luzbel, que su garganta
lanz un espantoso ladrido. Un ladrido de rabia, de pasin, de amor,
de odio, en el que se condensaron los lamentos de toda una
generacin de perros enloquecidos y rabiosos
Lo mir. No haba muerto. Aun en los ojos le brillaba el dolor.
***
La gata oy el ladrido. Quin sabe qu fibras le temblaron en el
fondo de su espritu! Sabe Cristo qu enigma se le aclar en la
sangre! Quin sabe qu tutano le corri por los huesos! Lo cierto es
que al or aquel ladrido, la gatita baj por la pared, arrastrndose
Era amor? Era piedad? Era placer de presenciar el ltimo martirio
de Luzbel?... Lo cierto es que baj. Penetr en la cocina. Aproximse a
mi perro. Lo mir. Lo mir dulcemente con sabidura de mujer
histrica. Y
***
Luzbel ni se movi. Pero en sus ojos, las ansias del amor le
reventaron en tempestad de mar. Lo que haba en las pupilas de mi
perro era como una muda y solemne lucha de elefantes La gata
encantadora, al verlo moribundo, intent acariciarlo con las patas. E
iba a darle tal vez el ltimo veneno, haciendo ms feliz su espasmo
agnico, cuando ocurri algo humano. Demasiado vulgar. Un ratn
pas frente a la gatita blanca. El instinto de la progenie hizole hervir
la mdula. Al sentir en el olfato la sabrosa fragancia del ratn, la gata
corri tras el roedor. Corri saltando. Lo atrap.
Y luego, con
sencillez, con arte, quebrle los huesitos. Y de un bocado lo devor.
S; lo comi. Los chillidos del ratn amenizaron con su dulce msica
sensual el banquete felino
***
En seguida, la gatita dise vuelta. Y cuando relamindose volva
hasta donde mi pobre perro estaba inmvil, olvidado, rgido, cadver,
yo, con odio y con justicia, la mat de un balazo. La bala, despus de
atravesar el cuerpo de la gata, se incrust en el vientre de mi perro.
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Ella. Y junto a ella, yo. Era antes del pecado. El patio estaba
alegre porque estbamos solos Mientas Dora lea las noticias del
diario, yo, sin mirarla y para torcer el rumbo de mis propias ideas,
observaba el vuelo de las moscas. De pronto la mir Y vi que
entonces sus lindos ojos claros, tan azules, tan bellos y tan malos!...
irradiaban un gracioso furor de muequita rubia. Sus manos
estrujaron el diario y lo tiraron lejos.
Qu tonto! exclam.
Tembl. Supuse que hubiera odo lo que yo me deca
internamente acerca de su inconquistable corazn. Y tuve miedo.
Qu tonto! repiti sin ver que yo la contemplaba.
Quin?
Ese diario No trae ninguna noticia policial de inters. Ningn
crimen salvaje. Ningn suicidio que llame la atencin. Nada!... Puras
tonteras
Es posible? No puede ser
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Tartarn Moreira
(Psicologa Latinoamericana)
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Todas las cosas piensan. Todas las cosas sienten. Todas las
cosas hablan. Pero desemejantes a los hombres, que estudian para
expresar lo que no piensan y que piensan para poder manifestar lo
que no sienten, todas las cosas del universo inanimado hablan un
idioma el cual saben decir sinceramente su modo de pensar y de
sentir.
Y para que el lenguaje de ese idioma pueda ser comprensible a
nuestra mente, slo basta la perspicacia de los ojos.
***
Sentado a una mesa de un caf del bulevar, la cabeza
oblicuamente inclinada hacia el suelo, veo pasar por la vereda, en
sucesin continua, los pies de los transentes. Desfile sin final de pies
que van y vienen, persiguindose los unos a los otros, en un
cruzamiento de saltitos, arrastres y deslices, ya dbiles, ya briosos, ya
lentos o acelerados, que simulan la epilptica marcha de un disperso
batalln de ranas y de sapos.
Y el calzado de todos esos pies, habla. Mis pupilas traducen.
***
Pasa un plebeyo. Anciano botn de cuero de becerro. Calvo. Sin
lustre, sembrado de jorobas y remiendos. Al pasar relata la historia de
su extenso vivir. Botn inmenso. Amplio. Deforme. Flor de la
teratologa zapateril. Parece una canoa. Va contando su vida de dolor.
Y como un hombre, la cuenta para consolar su desventura. Pobre
botn! Ha caminado mucho. Su tacn, carcomido por el cncer de las
piedras, siente desmayos de claudicacin. Su vida eternamente ha
sido una vida de perro. Ha vagado por las ms pobres calles del
suburbio y ha soado bajo lonas de catres que sirvieron de lecho a la
miseria y al vicio. Varias veces ha perdido la suela, y si todava no
descendi a la tumba de la quema, es debido a la habilidad de manos
remendonas. Nunca conoci el encanto de las caricias de la alfombra.
Slo una tarde le acicalaron con betn y le sobaron con cepillo. Y dice
qu el recuerdo del cepillo laborioso y de aquel betn amable perdura
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Los dedos
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Carnaval
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