Division 250 - Tomas Salvador
Division 250 - Tomas Salvador
Division 250 - Tomas Salvador
Los
alemanes acababan de atacar
Rusia. Desde aquel da hasta
marzo de 1944, cerca de 47 000
espaoles
marcharon
voluntariamente al frente ruso a
combatir el comunismo. Militares
profesionales, veteranos de la
Guerra Civil y jvenes ansiosos de
aventuras falangistas en su
mayora que, por el color de sus
camisas, dieron nombre a la
Divisin,
arriesgaron
y
sacrificaron sus vidas por su idea de
Europa. Casi 5000 quedaron all
enterrados.
Toms
Salvador
Toms Salvador
Divisin 250
ePub r1.0
Titivillus 11.06.16
Doce aos
despus
Invocacin.
Tiempo
Volvemos a los recuerdos porque
pretendemos enriquecernos con ellos, o,
por el contrario, porque deseamos ser
pobres, como entonces, como cuando
ramos unos pobres hombres, unos
pobres diablos, unos pobres y heroicos
soldados con una pobre palabra:
Europa, metida en los sesos hasta
sentirnos doblemente pobres? No lo s.
Han pasado quince aos y haba
olvidado muchas cosas. Y muchas
decepciones han ocupado el lugar de los
abandonados.
Tiempo pasado
En estos aos, malaventurados aos,
pasados entre conflictos posblicos, la
aventura de una Divisin de Infantera
que luch en los frentes de Rusia ha sido
objeto de muchos comentarios y
maniobras, haciendo subir y bajar la
presin de los hornos donde se cuecen
las habas polticas.
Me refiero a la DIVISIN 250,
unidad de la otrora poderosa
Wehrmacht, tambin llamada DIVISIN
ESPAOLA DE
VOLUNTARIOS,
DIVISIN AZUL, o, simplemente, la
Divisin, que a ningn espaol de
de clima y ambiente.
Lo grande y lo sencillo al mismo
tiempo, de esta amalgama, es que de ella
sali una unidad tpicamente espaola,
con todos los defectos y virtudes de la
raza.
Nada ms. En todo momento, a miles
de kilmetros de la patria, sin
retaguardia amable, en condiciones de
vida absolutamente inacostumbradas, los
voluntarios moldearon a su condicin
racial cuanto les rodeaba.
Este sentirse espaol en la bravura y
en la picaresca, ante el propio y el
extrao, fue la ms acusada faceta de la
Divisin 250 de la Wehrmacht,
primeramente
encuadrada
en el
Tiempo presente
Ahora, digo y repito, la Divisin 250
se ha quedado vieja en el recuerdo.
Ahora sentirse divisionario no es volver
al tiempo pasado. Las armas de nuestro
tiempo son otras. La amable presin de
muchos camaradas y el aperreado oficio
de escribir le colocan a uno ante la
disyuntiva de hacer algo, que dicen
ellos.
Uno, la verdad, no tiene competencia
ni talla para hacer la gran historia de la
Divisin Azul, unidad militar con
problemas
logsticos,
enseanzas
castrenses y ejemplo vivo de
defraudarles.
Es un jaleo, lo confieso, tener que
puntualizar tanto. Pero hay que perdonar
la luz por la claridad. Habiendo
empezado es preciso terminar de una
vez.
Eckmann-Chatrian, a travs de Un
quinto del 1808, ensearon cmo un
soldado puede ver una batalla. No
alcanzar a discernir las decisiones del
mando, ni siquiera las ms sencillas.
Pero en su retina se grabarn
indeleblemente
los
pequeos
acaecimientos; habr sido testigo del
golpe de mano, de la muerte del
camarada, del jbilo de la victoria o de
la amargura en la derrota. Sern las
1941
El Vagn
15 de julio
Estaba sudando. Era un sudor el suyo
parecido al de las calderas. El calor iba
por dentro y en las manos le vibraba la
tiritera del desconcierto. Se terciaba
gritar, y gritaba, que rer, y rea El
cantar no se tena en cuenta. Llevaban el
da entero cantando y la nica manera de
desatenderse de la cancin era gritar. Y
vuelta a empezar. Delirio, calor,
contagio del camarada vecino y un
discreto retirarse a un rincn para
Hasta la vista!.
Toda la simplicidad pueril y
convencional de las despedidas
asomaba en cada palabra, en cada
mirada. Suburbios; camiones, carros,
muchachos en bicicletas que se
apoyaban con un pie en tierra y se
quedaban absortos, mirando, quiz sin
ver. En un paso a nivel se arracimaban
unas mujerucas y tal que cual
zanquilargo. Deban de tener familiares
en los vagones porque empezaron a
mover los brazos como si fueran aspas y
a llorar como magdalenas. Todos se
miraron, dicindose: Yo no soy, que me
registren.
Llorar? Santo y bueno. Pero que
expansiones
soldadescas,
pero
insuflando una ntima ternura al trance
inevitable. All estaba la diferencia.
Aqullas eran las despedidas oficiales,
arrastrando el inconfundible tropel de
curiosos. Son voluntarios y marchan a
la guerra, decan. Y en los ojos de no
pocos se adivinaba, a poco que se
quisiera
adivinar,
la
curiosidad
impenitente de los que atisban el paso
de la caravana circense para disfrutar
gratis la presencia de las fieras.
Frontera
Julio, 15. En mi vagn duermen casi
todos. El da anterior ha sido de eterna
borrachera, con todos los alcaloides
capaces de trastornar al hombre. El
tren marcha muy despacio. Escribo diez
minutos cada dos horas, las mismas
que me paso sentado en la portezuela
contemplando
el
paisaje.
Necesitaremos dos das para atravesar
Espaa. Y me digo que esta patria
nuestra es muy larga, muy ancha y muy
abrupta. Todo lo larga, ancha y
empinada de sus caminos y nuestro
propio andar.
Tolosa
Decae la tarde. Un fondo neblinoso
en los valles, labrantines de quebrado
color, caseros en las laderas de las
montaas y un suave y dulce olor de
patria en despedida atravesando la
compacta muralla humana de las
portezuelas. Vamos despacio. Paradas
interminables.
Andoan,
Hernani,
Oyarzum, Rentera El mar!
Ante la mgica palabra por poco se
caen los hombres a docenas de los
vagones. Muchos de esos hombres son
de tierra adentro y no han visto el mar
en su vida. Miran ansiosamente y hasta
respiran con cmico entusiasmo. Orive
asegura que el mar huele igual que los
Francia
Por fin, gracias a Dios, descansaban! El
nuevo convoy no se parece en nada al
anterior. Bueno, quiz fuera una
exageracin afirmarlo, pues un tren se
parece a otro tren como un huevo a otro
huevo y es una misma su misin:
devorar kilmetros por la montaa y el
llano.
La diferencia consista en los
vagones. Los soldados iban ahora en
unos estupendos coches de tercera clase,
tercera francesa, y ellos en segunda. La
velocidad tambin era mayor.
En Hendaya haban permanecido tres
costado.
Ya est bien, hombre!
El qu?
De mujeres y todo eso
Y sonri contagiosamente. El capitn
Toribio estaba casado. Y tena dos hijos.
Bueno Y all estaba, sonriendo. La
procesin ira por dentro. Le pregunt:
Esto es el extranjero?
Creo que s respondi el
capitn, asombrado.
El extranjero! Siempre haba
pensado que el extranjero tendra una
forma fsica diferente. Y todo era
igual. Quiz fuera porque iban en un
tren, muy rpido, en busca de otras
emociones ms fuertes.
All ellos
Se despert cuando el tren
interrumpi su caminar. Orleans, ley o
le dijeron. Bueno Los soldados tenan
pocas ganas de bajar en busca de
aventuras. Estaban cansados, sin duda.
Anocheci lentamente. El tren
reanud la marcha hacia el Este. El
Este! Un destino como otro cualquiera.
Se encendieron las luces del
departamento, azules. Aun as, era
categrico bajar las persianas y negarse
a observar el mundo que circulaba.
Estamos en guerra, no lo olviden
dijo el comandante.
Aquella palabra, guerra, y la
impresin de que estaban adentrndose
asombro de lo desconocido.
El edificio era un viejo castillo,
hospital o cuartel alemn. Grandes
mesas,
rsticamente
dispuestas,
esperaban entre los rboles. All vieron
por primera vez oficiales de alta
graduacin. Coroneles, generales o algo
por el estilo. Habran de familiarizarse
con los entorchados germanos. Toribio,
que apenas se separaba de su lado,
calcul con mucho gracejo el
equivalente de sus tres estrellas. Los
alemanes, no menos asombrados, se
deshacan entre reverencias y taconazos.
Marcelo observ que el uniforme
espaol era ms elegante que el alemn.
Pero la gracia estaba en saber cul
resultaba ms prctico.
Brindis, discursos, felicitaciones,
prensa, chapoteos de los intrpretes,
canciones, msica alemana en su
salsa Todo ello en una ciudad
francesa. Bueno!
Vuelta al tren. De aquel da habra
Marcelo de conservar una impresin
muy confusa. Como todos, empezaba a
estar harto de tanto estar enchiquerado
en un departamento. Solamente las
seales de la guerra, en puentes
destruidos donde el convoy circulaba
pausadamente, los aerdromos, los
parques militares, atraan ya su atencin.
Cuarto da de viaje. No saban
dnde estaban. Carrasco apuntaba todos
Alemania
El nuevo da trajo la sorpresa. Las
pequeas estaciones se sucedan,
maravillosamente limpias y risueas,
pasando como si caminasen en puntillas,
para no despertar el sueo de los
voluntarios.
Ortega, el intelectual, fue el primero
que se dio cuenta. Apenas las luces del
alba dejaron sin sustancia a las
bombillas azules se despert, asomando
la gaita por la ventanilla. Algo haba
cambiado. No poda ser otra cosa que un
trastrueque de pases; Alemania en el
horizonte y una nueva msica en el aire.
los panecillos.
Por fin les dejaron sentarse. Encima
de las mesas ondeaba, amenazando
caerse, una pancarta repleta de hermosas
letras, gticas y tal. Pero lo interesante
estaba debajo. Se notaba que muchos
divisionarios coman por primera vez
mantequilla. Y las alemanitas se
asombraban de aquellas rebanadas con
la grasa ms gorda que la costra de pan.
Y las dulces mermeladas, y las rodajas
de salchicha, y los cigarrillos.
Vengan guerras! deca Olaso.
No creas que luego te van a poner
manteles en las estaciones.
Por eso me aprovecho ahora.
Y a fe de voluntario que se
Campamento
Fue al amanecer. Siempre un amanecer
en todas las llegadas. Haca un poco de
fro. Los soldados, formados, esperaban.
El capitn Hermoso haba llamado a
los oficiales y luego stos formaron
corro con los sargentos, como siempre.
De los oficiales de aquel batalln
nicamente
conoca
al
teniente
Campuzano, a los alfreces Diego y
Tortajada y al capitn Hermoso, todos
de su Regimiento. Los sargentos ya eran
ms; de su compaa tena con l a
Rubio, Panduro y Vilches Carrasco.
Algunos otros haba en las restantes
sangre
No
me
desampares!
Devulveme, Seor, las lgrimas que he
perdido en la dureza de esta vida! Soy
tan slo un hombre que est luchando y
sufriendo. Y slo quiero que me digas si
es llegada la hora de la tormenta y si mis
minutos han transcurrido. No me
olvides! Aparta la muerte de mis
manos, la soberbia de mi corazn y
devulveme la seal de tu camino, la
humildad de tu plegaria!.
Julio Serrano acab durmindose
con la hebilla del cinturn en la mano
apretada.
Juramento
31 de julio
El batalln de Donato haba pasado por
extraas vicisitudes. Vicisitudes, claro,
que para el Mando no seran extraas.
Pero el Mando no acostumbraba a contar
sus cuitas a los soldados. Y haca bien,
que algunos eran unos cotillas.
Donato, precisamente, no es que lo
fuera. Pero haba sido asistente y es
sabido lo que esta sufrida grey tiene de
comn con el no menos sufrido gremio
porteril. En fin, Donato saba algunas
formada:
Ya saben ustedes que sta es la
Compaa de Mano de Obra. Por lo
visto seremos algo as como peones de
albailes. Y les han mandado aqu
porque en ningn otro sitio caban
ustedes. Ni yo tampoco, por lo visto. No
somos infantes, ni especialistas, ni nada;
slo el residuo de la Divisin. No
iremos al frente ni cavaremos trincheras,
que para eso estn los zapadores. Quizs
nos dejen limpiar letrinas o descargar
los camiones de Municionamiento o
Intendencia. Muy bien. Yo estoy muy
orgulloso. Espero que ustedes tambin
lo estn. Y al avo. El que desee volver
a Espaa, que lo diga
estado comentando.
Se lleg a la explanada. La
compaa se detuvo cien metros antes de
llegar a la lnea marcada. Se form, se
aline; se volvi a formar y se volvi a
alinear, quedando, por fin, en su lugar
descanso. El casco segua pesando La
Divisin completaba poco a poco todos
sus huecos, formando una masa
compacta en forma de rectngulo roto,
pues uno de los lados quedaba sin
cubrir. Los Regimientos Vierna y
Pimentel, en bloque, formaban un lado;
Esparza, con el Batalln 250,
divisionario, formaba el otro, y el palo
grande lo ocupaban los exploradores,
Sanidad, Intendencia, Transportes y
Los hipomviles
La casi paradisaca paz que gozaba
Carlos Langarica en la 1. Batera del
2. Grupo artillero se rompi el da que
llegaron los caballos y los mulos. Si
todas las palabrotas que pronunciaron a
cuenta de los tales pudieran ser
reunidas Bah! Para qu hablar de lo
imposible!
El desconcierto fue espantoso,
epopyico, digno de ser cantado por el
vate ms insigne. Fue todo un terremoto
de malas artes solpedas alborotando las
tranquilas aguas de un lago. Un lago
como aquel que haba en el centro del
epizootia.
Hubo, tambin, de renunciar a las
excursiones por los alrededores, donde
otros voluntarios aseguraban existan
planes de buten, con gachises romnticas
que se despepitaban por los soldaditos
morenos y nerviosos. Todo aquello,
desde luego, era puro cuento. Pero no
por eso Langarica se senta menos
desgraciado. No podra, cuando
volviera a Espaa, contar sus amores
con las Erikas, Hildas, Bertas y
Elfriedas que rean en bandadas,
alegrando las orillas del lago azul y las
tardes melanclicas de los heroicos
soldados prestos a ofrendar su vida en
los campos de batalla.
Tiempo
Era el tiempo. Tiempo para todo y para
nada. Tiempo alegre de juventud; tiempo
de cantar; tiempo de rer; tiempo de
adiestramiento, tiempo de aorar.
Paulino, qu piensas, hombre?
le preguntaban.
Y no saba qu responder. Sera un
empeo demasiado grande explicar todo
lo que senta. O, posiblemente,
demasiado ftil concretar cmo se
estaba vaciando su yo interior para dejar
paso a un hombre nuevo. Un hombre que
estaba aprendiendo un nuevo oficio: el
oficio de matar, de aprender el camino
trpodes
para
convertir
las
ametralladoras en antiareos; los
banderines de seales morse
Todo era complicado; todo exiga un
tiempo
que
se
escapaba
desesperadamente por todos los
requisitos; un tiempo que todos se
empeaban en acortar, desde el general
al simple soldado.
Por ser todo tan complicado, lo era
hasta la cocina. Paulino, desde un
principio, se sinti atrado por los
carros-cocina. Eran unos artilugios
parecidos a las antiguas locomotoras
tipo Comet; lustrosos de betn y
grasas, tenan dos ollas, una para el caf
o t, y otra para el plato caliente, nico,
Fil Temperament
La 11. Compaa del regimiento era la
ciclista. Pero haba tambin ciclistas en
el Grupo de Exploracin, en las planas
mayores del batalln y compaa.
Demasiados ciclistas la verdad
Haba, por decirlo as, demasiado
de todo. Gervasio Jurado saba que los
artilleros quejbanse de los muchos
caballos, los infantes de los muchos
carros, los especialistas del mucho
material. El caso era quejarse de todo
Gervasio perteneca a la 11.
Compaa y tena una bicicleta en
usufructo. Gervasio haba acogido
S
respondi
Gervasio,
suspirando.
Y volvi a suspirar. No poda hacer
otra cosa.
Cantinas
Las cantinas eran lugares de reunin,
refugio, descanso; goras de libre
discusin, mercadillos de variado
cambalache y templo de resonancia de
canciones no siempre edificantes. Haba
muchas; general del campamento y en
los comedores de tropa. En las horas
libres, que no eran muchas, los
voluntarios se reunan all, excepto los
que
buscaban
los
alicientes
extraoficiales, que slo podan hallar
fuera del campamento. Los tales
alicientes eran las sonrisas bobas de
algunas camareras y el placer de burlar
a la vigilancia.
Jacinto Casaas saba bien lo que
era una vigilancia. Desde su llegada al
campamento, y pronto se iba a cumplir
un mes, no haba hecho otra cosa que
vigilar. Casaas haba cruzado la
frontera como guardia civil, y ahora se
encontraba convertido en un imponente
Feldgendarm, siempre con el casco
atornillado en la cabeza, con la
imponente gola colgndole del pescuezo
como si fuera un escudo.
Empezaba a gustarle el empleo. Por
lo pronto, le haban convertido en un
importante personaje, un Unteroffizier,
que en el ejrcito alemn tena mucha
ms importancia que su equivalente en
Soldados al
frente
21 de agosto
A la unidad de Bartolom Moreno le
corresponda montar la vigilancia. Era
la 4. del dos-seis-tres y tena montadas
las ametralladoras, mquinas que se
deca, para abreviar. Unas mquinas que
iban dispuestas de modo que pudieran
servir para fuego de proteccin en tierra
y en el aire, colocndolas para lo ltimo
en su trpode porttil.
con su equipo.
Aquellos vagones iban muy bien
preparados. La parte destinada a la
tropa llevaba unos bancos de quita y pon
que con las cajas de herramientas de las
unidades se arreglaban enseguida; tenan
percheros y cajetines numerados donde
dejar las armas y montones de paja que
los soldados se apresuraban a hurtar de
las pacas destinadas al ganado, no para
comer ellos, como alguno insinuaba,
sino para que sirviera de colchn.
La carga se haca simultneamente,
extendido el tren a lo largo de un
apeadero. Haba pasarelas y tacos de
madera para facilitar las operaciones,
algunas pesadas, como llevar los
wagneriano.
Slo entonces, mientras el tren
arreciaba su seguro caminar, cuando las
sombras de la noche iban sumergiendo
los taludes en la masa gris de la
oscuridad sin fronteras, empezaba a
enterarse de que la guerra no tena en
sus pensamientos tanta importancia
como haba llegado a suponer. Todo lo
que iba quedando atrs le estaba
doliendo en el corazn. Un gigante
asqueroso y brutal le estaba hurgando en
el pecho, arrancndole la carne, los
recuerdos, las promesas olvidadas.
Hasta entonces no se haba dado cuenta
de que poda perder todo cuanto haba
significado algo para l y para cuantos
ltimas
fronteras
Lorenzo Barracuda, de la 1. de
Caones, iba apuntando en su diario el
nombre de las estaciones. Lorenzo
ocupaba, con toda su batera, un vagn.
Los caones iban aparte, en las bateas,
no faltara ms. Bueno hubiera sido que
hubiesen ido en los vagones, como los
caballos.
Haba transcurrido la noche sin
novedad. Y sin luz, pues estaba
completamente prohibido, aunque para
arreglar las yacijas encendan por unos
Polonia
La 7. del dos-seis-nueve desembarc en
Suwalki el da 26 de agosto. Todos
respiraron de contento. Ricardo Coronel
suspir como el que ms. Cuatro das de
tren, impacientes como estaban, eran
suficientes para cansar a cualquiera.
Bien estaba el descansar unos das.
Pero Ricardo, al igual que sus
camaradas, se habra de llevar una
profunda sorpresa. Haban credo en un
descanso oportuno. Pero el capitn les
dijo, en la formacin, que all se
acababa lo bueno. Y entonces, Ramn
Castilla, un empolln, haba dicho: Mi
de guerra.
Todo el da estuvieron ocupados
arreglando las barracas, que estaban
muy sucias. Nadie saba el tiempo que
se estara all; unos decan que una
semana y otros que dos das. Por la
tarde dejaron salir. Slo haba un local,
reservado a los soldados, donde se
poda beber cerveza. Ricardo, con
Albarrn, Nez y Abreu agotaron un
par de jarros en compaa de un cabo,
chfer de uno de los oficiales
aposentadores, que llevaba ocho das
all y estaba ambientado. El fulano les
dio dentera hablndoles de las mujeres
que, segn l, tragaban de lo lindo.
Tres das permanecieron all. Poco a
apeteca
gran
cosa
salir
del
campamento, donde se poda estar en
mangas de camisa, cortando lea por el
solo placer de manejar el hacha.
Aquello de cortar lea, que para
Ricardo y sus camaradas constitua una
novedad, pareca ser all una obligacin.
Se vean ac y acull grandes pilas de
estacas, trozos de pino y abeto
amontonados de cara al invierno. Los
prisioneros no hacan otra cosa que
cortar lea. Los inviernos deban ser
muy rigurosos en aquella regin. Los
divisionarios
contemplaban
los
montones de maderos como si
pertenecieran a un mundo aparte.
Preferan baarse en las aguas de un
A Mosc. Te gusta?
Pchts dijo, y al oficial le
entr una risa tremenda.
Cuando se le hubo pasado le propin
unos golpecitos en la espalda, diciendo:
As me gusta, muchacho. Si te
dejaran a ti solo
La marcha empez cantando. Y se
cant hasta que el sol estuvo ya muy alto
sobre los campos. Llevaban el fusil
terciado a la espalda. Algunos queran
imitar a los alemanes, que lo llevaban
colgando del pescuezo, sobre el pecho,
pero no podan aguantar mucho tiempo.
Sera cosa de acostumbrarse.
Harto de cantar y un poco cansado,
se abstrajo un poco. Algunas veces no
poco.
Comieron tumbados en las cunetas el
rancho servido por la cocina, si bien
casi todos tenan un suplemento en la
bolsita de costado: la mantequera llena,
queso y algn huevo endurecido al
rescoldo.
Se pernoct en Augustow Port, a las
orillas de un lago. Todava el sol estaba
alto cuando llegaron. Exista un palacio
por los alrededores y muchos edificios,
como si fuera aquello un lugar de
veraneo. Se las prometan muy felices;
pero hubo un trabajo extra: sacar los
carros que se haban atascado al
abandonar las carreteras. Por fin todo se
arregl y pudieron quitarse el polvo del
camino en el lago.
Hubo alojamiento para todos, bajo
techado. Ricardo, con los enlaces y la
escuadra del mortero, fue a parar a una
granja, donde slo haba mujeres.
Escogieron, de propio intento, el pajar y,
dejando all al sargento Codillero
cuidando del equipo, previamente
retirado del carretn de la Plana Mayor,
salieron en busca de los restantes
camaradas. Pronto se desgaj el grupo;
el sargento de los enlaces, Rejas, quera
hablar con el capitn; los dos cabos,
paisanos, procedentes de Milicias, se
largaron a otra compaa en busca de
unos amigos. Ricardo, con Bentez,
enlace, despus de husmear entre las
sucios,
miserables,
caminaban
apresuradamente, llenos de miedo, como
si fueran gusanos en busca de un
agujero. Se haca evidente que los
alemanes llevaban su antisemitismo ms
all de la verdad. Ricardo, con la mano
en el corazn, no poda por menos de
compadecer a aquellos infelices.
Volvieron
al
alojamiento
desengaados. All les esperaban con
las caras largas, miedosas, las mujeres.
Pero los pocos aos, las carantoas y
gritos de los soldados, aparte de los
escudos en las mangas, acaban por
convencerlas de que los espaoles no se
coman a la gente. Y, un poco
agradecidas, les agasajaron. Aquella
torreta.
Vaya tomate que hubo por aqu!
coment alguien.
Menudo! Y lo curioso era que no
haba ningn carro alemn; o no haban
tenido ninguna baja, o haban sido
retirados. Pas aquello. Grodno, como
se deca en la columna, apareca ante
ellos. De lejos semejaba una ciudad
blanca, brillante, acogedora. Todos
soaban con descansar all, donde
habra aventuras que buscar en las calles
apagadas por la guerra.
Se atraves un ro enorme, el
Niemen, como dijo la voz ignota que
todo lo saba, por un puente medio
desmochado. Empezaron a desfilar los
La marcha
Tienda de
campaa
En un lugar de Polonia
Ampliacin a mi diario de campaa.
He subrayado las anteriores
palabras para recordar lo que tienen
de divagatorias. Las otras, las de
verdad, son stas, que copio porque son
muy pocas, tan pocas en realidad que
estoy avergonzado.
Da 28 de agosto. Nos despiertan a
de
marcha.
Da 6. Descanso.
Y, amplo. Hoy, da de descanso,
despus de or misa, desesperado
porque no viene correo, escribo una
docena de cartas. Y echo un vistazo a
mi diario, que est, l pobre, ms seco
que un higo. Y me digo que debo
ampliarlo. Pero es ms fcil prometer
que hacer, y los infiernos estn llenos
de buenas intenciones.
Har un esfuerzo. Podra hablar, o
escribir, de los cuatro fusiles en
pabelln armados frente a nuestra
tienda de campaa; podra hablar, de
la MARCHA. As, con maysculas. No
est mal; por lo menos me ayudar a
Los Carreros
El Coronel haba pasado por la
compaa como un vendaval. Sus gritos
se escuchaban a medio kilmetro y el
capitn no saba dnde poner la manos.
Este Batalln es el que peor trata
a los caballos! Y de todo el Batalln
sta es la compaa que ms animales
me estropea!
Mi coronel
Qu coronel ni que ocho cuartos!
Al primer caballo que me aspen lo
sustituyo por los carreros!
Los carreros eran ellos: Francisco
Duez, Arturo Garca, Isabelo Pardo,
inminente
que
justificara
los
padecimientos.
Los carreros no tenan la culpa de
nada. Pero reciban las miradas
rencorosas de los aspeados, de los que
tenan que aguantar los chaparrones, las
solaneras, el polvo o el barro de los
caminos.
Al llegar la noche no terminaban las
dificultades. Se impona buscar
acomodos. Aquellas regiones que se
sucedan,
montonamente,
eran
eminentemente agrcolas; los pueblos,
dedicados a la labranza, tenan muchos
edificios destinados a cuadras. Pero
haba pasado la guerra por all. En
algunos lugares, especialmente en los
En realidad: un punto ms
reconquistado, una dificultad vencida.
Estaban en Rusia. Pronto se llegara al
frente.
Suministros
En Minsk se detuvo cinco das el
escaln avanzado de Intendencia.
Tambin estaba el de Estado Mayor;
pero aqul no contaba para Juan
Villarn. Villarn slo saba que por una
chiripa colosal, parte de su compaa,
que perteneca a Transportes, haba sido
agregada a Intendencia. Y all estaba l,
trabajando como un burro, pero llenando
la barriga de mantequilla, durmiendo
bajo techo todas las noches y viajando
en camin.
No comprenda gran cosa del asunto.
Ni deseaba comprender. Estaba bien lo
hara igual.
Qu tal va eso? decan los
veteranos de Intendencia.
No est mal respondan los
agregados, Villarn entre ellos.
No estaba mal, desde luego.
Trabajar, se trabajaba; pero se coma.
Todos los que acudan a suministrar se
quejaban. Pasamos hambre decan
. No podra mejorar el suministro?.
Y el sargento Bueno responda, siempre
igual: Son los alemanes, chicos. Nos
dan la misma comida que comen ellos.
Y los furrieles suspiraban por la
grasaza, la carnaza y las judiazas de los
ranchos
espaoles.
Paciencia,
hermanos, recomendaba el alfrez
Huertas.
En Minsk se reorganiz un poco la
Divisin, que marchaba bastante
aspeada. Se pusieron al da los
suministros y se repararon en lo posible
las averas. Intendencia reparti all la
cantina, que era un suministro adicional
que se tena que pagar: cigarrillos y
puros, hojas de afeitar, cepillos y crema
para los dientes, betn para el calzado,
papel de escribir, caramelos y otras
baratijas.
De Minsk, capital de la Rusia
Blanca, poca cosa poda contar Villarn.
Una ciudad muy grande, con edificios
modernos y barracas, con mujeres,
rusas, desde luego, que no estaban mal,
ltima etapa
2 de octubre
El Batalln 42, que haba salido de
Lrida, era en aquellos momentos el 3.
de Vierna. Magri perteneca a la
12. Compaa de mquinas. Lejos ya,
los das de aprendizaje de Grafenwr y
no tan lejos los penosos de la marcha, el
3. Batalln esperaba en las cercanas
de Vitebsk el momento oportuno para
embarcar con destino a un nuevo frente.
Decan que la marcha poda darse por
terminada, aunque Magri no estaba
muy seguro.
Haca fro, francamente fro. Estaban
acampados en un patatar y gracias a ello
se iban reponiendo de las fatigas
pasadas. En la cocina siempre haba un
saco de patatas cocidas. Se poda ir en
cualquier momento y llenar la marmita.
Luego, con un puado de sal en las
entraas de los tubrculos, se
improvisaban las grandes comilonas,
aunque faltaba la cerveza.
Vitebsk era un punto en la distancia.
No tena prdida. Una niebla muy espesa
lo cubra siempre. Deba de haber un
campo de aviacin all, pues el
mosconeo de los trimotores era
continuo, as como las alarmas areas.
buscar un trpode.
Lo mismo dijo a los dems
centinelas. Se refera, naturalmente, al
de las ametralladoras, un artilugio que
pesaba treinta kilos.
Magri y los restantes culpables
hubieron de permanecer impasibles
mientras el cabo Turmo les amarraba el
tres pies a las costillas.
Listos? Paso ligero ar!
Magri aguant dos horas. El cabo,
que proceda de La Legin, igual que el
teniente, se encargaba de activarle a
verdascazo limpio. Se desplom al lado
de un montn de desperdicios. Le
quitaron sus arreos y fue conducido a su
vagn.
trfico.
Haba
otros
camaradas
deambulando por all.
Dnde est el frente?
All.
Y sealaban un punto al otro lado de
la carretera. No se vea nada. Si acaso,
por decir la verdad, una zona oscura
entre campos nevados. Pero era
suficiente porque de all llegaban
unos tremendos sonidos. Y los ruidos
del frente son inconfundibles.
El frente
La Casa del Seor
Los alemanes haban dicho que aquella
posicin se llamaba Herren Haus. Y los
espaoles se apoderaron del nombre del
mismo modo que se apropiaban las
trincheras. Pero espaolizndolo. La
Casa del Seor. Estupendamente. Un
nombre magnfico. Un nombre que
habra de entrar por la puerta grande en
la historia chica del sargento Domingo.
Aunque, pensndolo bien, el nombre
tena algo de irreverente. El Seor, para
Comienza la
ofensiva
18 de Octubre. Posicin
Navarro
La ofensiva propiamente dicha empezara
al atardecer del da 18, por el sector del
2. Batalln. El cabo Elaspe lo saba
mejor que nadie, excepto los jefes,
naturalmente. Cuidando su radio porttil,
en la orilla del Wolchow, haba
observado las maniobras de la seccin
de Asalto cuidando los botes de goma y
la zona del
desembarco. Era
exactamente lo que estaba haciendo
entonces, mientras la seccin del
teniente Escobedo se parta el pecho en
la altura aquella noche donde se
estableciera la cabeza de puente.
Un soldado de transmisiones, con
slo tener cabeza para ir ordenando los
tremendos partes que pasaban por sus
manos camino del PC, tena ms que
suficiente para tener el miedo en mayor
cantidad que el soldado de primera
lnea. Elaspe no era ninguna excepcin.
Escuchaba el tremendo fragor de la
batalla y empezaba a dudar de todo. La
operacin fracasara, el desastre no
tardara en producirse y ya podran
Adelante
Smeiko, Sitno, Russa
El jaleo haba sido intenso y el
desenlace rpido. Smeiko acab por ser
ocupado a las cinco de la tarde del da
20, cuando ya la noche llegaba, como
los enemigos del Este, trayendo consigo,
adems de la oscuridad, un bajn de la
temperatura.
Ardan dos casas en las afueras del
poblado, llenando el claro donde se
esconda Smeiko de un agradable olor a
resina. El pelotn de Armengol, segundo
patrullas, en previsin de un
contraataque. La primera guardia qued
montada enseguida. Armengol pech con
la ltima.
Solventados los asuntos de guerra,
Vaquero quiso saber si aquella noche se
comera.
El que tenga una lata en la
mochila, s contest el sargento
Lorenzo, frunciendo el hocico.
Nadie la tena, naturalmente. La
requisa en las casas del poblado haba
demostrado que los rusos coman berzas
crudas. Los prisioneros, por lo que se
vea, no tenan aspecto de estar
demasiado
nutridos.
Demasiado
mohnos para gruir apenas los hombres
Tigoda y los
Cuarteles
Ser oficial de rdenes no siempre
resultaba llevadero. El coronel,
pequeo, rechoncho, enrgico quiz
demasiado enrgico algunas veces,
pareca incansable y presto a estallar
como una carga de dinamita. Nunca se
saba cmo reaccionara ante cualquier
pega que se le presentase. Conservaba
la calma en los follones, cuando el
fragor del combate asustaba a los
mandamases del Estado Mayor, y se
enfureca ante cualquier equivocacin.
Nitlikino
Da 31 de octubre.
No s ni cmo tengo humor para
escribir. Supongo que ser para verter
en el papel las barbaridades que
dichas en alta voz me expondran a ser
devuelto a Espaa como indeseable.
Pero como no es cosa de manchar un
diario con palabrotas, stas las escribo
aparte y luego me las trago. Tragar,
tragar mecha, como decimos por ac,
es lo que estamos haciendo desde que
estamos aqu. Y este aqu no s hasta
cundo llega. Puestos a sacar la
cuenta con los dedos, mi compaa, la
1 de noviembre.
La noche pasada fue de apa. Y
dicen que esta que asoma lo ser peor.
Est bien. Hemos pasado el da
fortificando. No hubo manera de
descansar, salvo pequeas escapadas
para calentarse un poco. Pero
enseguida vienen los que mandan
arreando tortazos. Estoy aborregado.
La tierra est tan dura que los picos
saltan por el aire y hubo dos heridos
del rebote. Una herida poco honrosa,
pero que sirve para rebajarse. Tenemos
prisioneros trabajando. No acabo de
entender a estos ruskis. Es imposible
odiarlos. Me refiero a los prisioneros.
Da 2 de noviembre.
Hemos tenido jaleo. Estoy en Sitno,
donde he bajado con unos heridos. Me
quedar aqu hasta que se forme una
seccin para Tigoda.
El enemigo atac a las nueve de la
maana, cuando mejor dormamos,
despus de una noche de abrigo.
Montamos la ametralladora en la
misma casa que ocupamos. Algunos
han
corrido
a
ocupar
las
fortificaciones que tenemos a medio
construir. He visto dar la voltereta a
varios hasta acomodarse en la
trinchera, una trinchera que no llega a
un metro de profundidad. Nosotros
endemoniadamente. El doctor, o
sanitario, o lo que fuera, sudaba
copiosamente.
Los que presentaban congelaciones
eran retirados. Los practicantes pedan
ayuda. Se necesitaban brazos fuertes que
golpearan aquellos miembros ateridos.
Como el combate pareca haber cesado,
no faltaban camaradas que acudan, unos
en busca del hermano, otros de los
amigos o componentes de su pelotn.
Galo esper su hora entre las nieblas
de la fiebre. Escuchaba al oficial
preguntar a los heridos la causa de su
herida y haca esfuerzos para recordar
cmo fuera lo suyo. Debi de ser
aquella misma maana del da 12 de
hostilizando
la
carretera,
las
infiltraciones enemigas. Se imaginaban
estar en sus pozos de tirador, llenos de
carne espaola, sucia, miserable,
doliente y magnfica.
Algunos camaradas acompaaban a
los heridos. Venan tan agotados que
casi parecan ellos los heridos.
Descansaremos un poco decan.
Slo un poco. Y se acurrucaban entre
dos cuerpos. Se quedaban dormidos. Un
impacto fuerte los despertaba. Aquello
sucedi despus de un modo menos
espontneo. Venan y se quedaban.
Estaban agotados, era la verdad. Y
afuera, despus de combatir, se tena que
fortificar, que cavar tumbas, que abrir
del instante.
Esto lo haba aprendido de un
camarada de la vieja Falange madrilea,
en una celda de la Modelo, esperando la
muerte de un momento a otro. Matas
Alonso, que as se llamaba el camarada,
deca, deca siempre: Nunca cierres
los ojos. Es preciso mirar, ser testigo.
En lo ms tremendo, en lo ms terrible,
encontrars un hecho de que puedas dar
fe. Aunque ests muerto, porque morir,
camarada, es slo la ocasin de volver a
empezar.
Ahora lo comprenda muy bien. La
muerte era el comienzo de una nueva
vida. La semilla est muerta cuando se
arroja al surco; la crnea muerta reviva
Otensky
La batera estaba instalada en lo que
fuera el jardn del monasterio. El cuerpo
del edificio quedaba atrs, a la derecha,
con sus murallas y sus torreones. El
bosque Bueno, el bosque estaba en
todas partes, rodendolo todo. Cerca,
pasaba el camino a Possad. Y al otro
lado, la carretera a Schewelevo.
En aquellos momentos acababa de
detenerse en la explanada de la puerta
principal un camin de Intendencia. En
los stanos de una isba que haba
delante, y que por casualidad estaba
intacta, se almacenaban los vveres.
plumas.
Lo peor de todo eran aquellas noche
tremendas, con una luna enorme encima
de los rboles. Noche interminable que
empezaba a las cuatro de la tarde y
duraba dieciocho horas. Se vea como si
fuera de da. El humo de las chimeneas,
o mejor, el aire caliente de los infinitos
rescoldos que ardan en el monasterio,
vibraba en el espacio. Se le vea se
poda jurar que se le vea ascender
lenta, temblorosamente, hasta la copa de
los
abedules.
La
noche
era
maravillosamente bella, sonora en el
silencio y vital en su muerte escondida.
Una rama rota chascaba como un trueno
y los disparos geman como si el fro se
quejara, herido.
De pronto, toda la belleza, la calma
de la noche blanca y helada, se perda.
Un rafagazo desde el bosque, un
morterazo, una bala trazadora buscando
el emplazamiento del antitanque Se
encenda la alarma: gritos, denuestos,
rdenes,
confusin
Sombras
arrastrndose por los suelos, bengalas
mecindose suavsimamente, salidas
lejanas de proyectiles enemigos
Cuando todo terminaba, los nervios
estaban ya en tensin y poco se poda
dormir. Precisamente entonces es
cuando se poda casi asegurar que no
habra ms novedad.
Hacia Possad, como siempre, el
Hospitales
En el cruce del Grigorowo, el camin
alemn de Zapadores se detuvo. El
chfer se ape de su cabina y les ayud
a bajar. El camin era un Renault,
chato, francs, con el motor dentro de la
cabina. Levantando un poco el cap y
colocando un ladrillo para que no se
cerrara, un estupendo calor haca
innecesario el capote. Pero all, con el
chfer y su ayudante, slo podan ir, con
muchas apreturas, dos personas ms.
Fulgencio, por aquello de padecer
congelamiento en las manos, haba
obtenido un puesto. Otro fuera para
Qu
hacemos?
pregunt
Alguaza.
Fulgencio se encogi de hombros.
Podan ir andando. O esperar a que
pasara un trineo o un camin. Pero una
troika o un carro con esques
significaban mucho fro. Era preferible
caminar. Ya, en el instante que llevaban
all, indecisos, los tantos y tantos bajo
cero empezaban a morder. Acababa de
empezar diciembre y un termmetro
colocado en la parte de afuera del PC
sealaba treinta y dos grados bajo cero.
Una broma, desde luego. Llevaban la
media aquella que haba suministrado
Vestuario enrollada por toda la cara.
Junto a los hocicos el aliento se iba
kilmetros.
Fulgencio saba que tres kilmetros
por la nieve, por una carretera batida
por la cellisca, resbaladiza como un
demonio, no eran tres kilmetros
normales. Pero en peores se las haba
visto. Digenes refunfu un poco, pero
se conform y tir para delante,
caminando lo mismo que Charlot.
Fulgencio saba que en el botiqun le
haban destrozado el pantaln por atrs
y que llevaba el culo poco menos que al
aire. Menos mal que el capote salvaba
las apariencias
Mnica no deca nada. No
acostumbraba a ser muy locuaz. Tena el
hgado hecho migas. En Espaa le
convena
exagerar.
El
samovar
requisado por Pirulo estara chiflando
suavemente
Volvi a su alojamiento. Los
auxiliares rusos se movan por los
pasillos, recogiendo basuras. Fulgencio
vio a cuatro o cinco hombres tirados por
los rincones, sobre un colchn. Se
acerc. Eran rusos. Llevaban los
vendajes muy sucios, los pies y manos
envueltos en trapos y se acurrucaban
bajo un capote color tierra, el mismo
capote que Fulgencio viera a ruskis,
vivos o prisioneros. No eran
prisioneros. Eran pasados, rusos
amigos, y por eso tenan derecho a estar
en un hospital espaol. A permanecer
unos
pasos
arrastrndose;
una
respiracin nerviosa Un ruso Se
haba adentrado en la estancia
Llevaba en la mano un naranjero Se
acercaba!
Se incorpor. El ruso murmur unas
palabras incomprensibles y sonri. Se
acerc a la estufa y dej caer el
naranjero. No; era un manojo de troncos.
El ruso limpi el fuego y se acerc a
Fulgencio.
Ruski prillatiel dijo.
Da, da. Panimaio.
Volvi a dormirse. Al amanecer le
despert un alarido. Algn herido que se
quejaba. Pero el lamento, muy agudo y
sostenido, estaba mezclado con sollozos
lo bajaban a la entrepierna. La
temperatura exterior haba bajado algo.
Estaba nevando. Fulgencio se recost en
su camastro, con las mantas sobre las
piernas, sintiendo cmo las manos le
latan dolorosamente.
Un piquete solt una descarga al
aire. Era en el cementerio. Estaban
enterrando al oficial y los soldados. Se
asom. Un capelln murmuraba unas
oraciones y dos rusos arrojaban tierra
sobre las fosas, de prisa, porque haca
fro y manejando la pala se entraba en
calor. Un grupo de espaoles, heridos
leves, contemplaban la escena.
Se evacuaban heridos. Cada
ambulancia se llevaba cuatro en las
rechazados.
A Fulgencio le empez a rondar una
idea desesperada. Nadie le haca caso;
nadie le hara caso nunca. Pasaran los
das, uno tras otro y siempre
permanecera igual, escuchando por la
noche los pasos del ruso encargado de
las estufas, oyendo las salvas a los
muertos, los ruidos de las ambulancias,
las malhumoradas respuestas de los
sanitarios. No tendra amigos. Los que
hiciera durante la noche se los llevaran
al da siguiente. Le despreciaran porque
se haba dejado morder por el hielo.
La tarde y la noche fue una
repeticin de la anterior. Se respiraba un
acre olor de humanidad gangrenada,
Retirada
8 de diciembre
Los tres ltimos das de Possad haban
sido igual que los primeros. Un ataque
constante y una posicin que se mantena
por encima de todo. En Otensky haba
aumentado la presin enemiga. El
monasterio estaba destruido totalmente,
lo mismo que las isbas de los
alrededores y la casa donde se
guardaban los suministros, alcanzada
por una bomba de aviacin. Los ataques
rusos se hacan ahora de da y de noche.
Olmos.
Asintieron. El rumor aumentaba.
Eran tres, por lo menos, los aparatos.
Los crculos de cada pasada se
acercaban a veces hasta casi
envolverlos. Uno de los aviones se
destac hasta Schewelevo. Aguantaron
sin moverse. Una bomba cay cerca, por
el lugar donde un camin volado por una
mina yaca junto al sendero. Ms
bombas sobre el monasterio
Y los de Possad? Habrn
llegado ya?
Llegado al monasterio, se entenda.
Seguramente. Y buen recibimiento
tenan. Sin embargo, nada se escuchaba
sobre el pueblo. El telfono llamaba
regresara
Emeterio,
pas
una
motocicleta. Barahona, desde el puesto
avanzado, dio el alto. Salieron todos.
Era un teniente de la Plana Mayor
regimental. El sargento dio la novedad.
Cuidado ahora dijo el oficial
. Los de Possad ya han salido y han
llegado a Otensky. Pasarn en camiones
los heridos y la impedimenta que se
pueda. Ustedes cubrirn los flancos.
El teniente se fue. Mientras, haba
cesado el bombardeo y las bengalas.
Estaban tiritando. Nadie saba qu
hacer. Nio dej dos hombres junto al
puente: Dionisio y Gasa.
A los diez minutos, con los faros
apagados, pasaron cinco camiones que
Fuera!
Fuera!
Nada
quede
adentro!
Yo
con
vosotros!
Camaradas! Aaaahhh! Camaradas!
Dejad que los que vivirn con vuestra
muerte os olviden! Os olvidarn, os
digo, despus de haber prendido una
medalla en los pechos de vuestras
madres! Hans, Manuel, Vhasa,
Giulio, John, Henri, Igor
Muertos todos bajo los rboles!
Poneos en pie!.
El esperpento termin ponindose de
rodillas. Dionisio vio cmo agitaba los
hombros, como si su esqueleto fuera
sacudido por los sollozos. Musitaba
palabras tan dbiles que no alcanzaba a
entenderlas. Las bengalas ardan
Nochebuena
Los intendentes haban repartido un
pavo para cuatro y una botella de
champaa para dos. Tambin la cantina
haba dejado el regalo de varias botellas
de coac, un coac infame con tres
estrellas, lo que le sirvi a Buitrago
para ironizar: Capitn tenas que ser,
hijo mo. El chisme se lo sirvieron
al capi los chivatos de costumbre, y
ste, despus de probar el tal, lo
degrad por completo arrancando la
etiqueta.
La Nochebuena, aparentemente, se
presentaba con ciertos visos de
cabeza
El resultado de la operacin, para
los que en ella haban tomado parte, fue
que, por no haber tenido tiempo para
comer, se les junt el almuerzo con la
cena. Se saba por la prensa que llegaba,
y por las cartas, que en Espaa se haba
recogido un importantsimo regalo para
los divisionarios. Pero lo cierto era que
del dichoso aguinaldo nadie saba nada.
Lo que s haba llegado era el regalo del
Jefe del Estado espaol, consistente en
tabaco y coac, que se reparti a toda
marcha.
En Witka, en Teremetz, en Miasnoi
Bor, en Koljzy, en todos los lugares
donde haba espaoles, enracimados en
Udarnik y
posicin
Intermedia
27 de diciembre
Eran las tres de la maana. Ramn
dorma, con el sabor de un buen latigazo
de coac entre pecho y espalda. La isba
era un refugio grato y apetecible en
contraste con la baja temperatura del
exterior. Udarnik dorma lleno de
espaoles del 2. Batalln del
dos-seis-nueve, siendo el pivote de
comentarios
sin
comprenderlos
enteramente. Slo saba que horas antes
Radio Macuto haba anunciado el
inmediato relevo por un batalln
alemn. Y, por lo visto, en vez de
alemanes venan los rusos. Una
sorpresa. Pero una sorpresa que poda
considerarse fracasada desde el
momento en que ellos estaban alerta. Lo
dems ya poda venir. Peor que
Possad no poda ser aquello.
Vaya suerte! comentaban.
Era verdad. Todos los golpes iban a
la mano enferma. Y la mano enferma de
la Divisin era entonces el Regimiento
Esparza. Por qu no atacaban los
malditos en otra direccin?
infiltrado.
Pocos minutos despus haba ya
cinco bajas entre los espaoles, heridos
ms o menos graves, que no estaba la
ocasin para hacer averiguaciones.
El teniente dio orden de replegarse.
Se
iban
escapando
a
saltos,
aprovechando las vaguadas y algunos
caminos cubiertos. El enemigo se daba
cuenta algunas veces y otras no. Ramn
sudaba copiosamente. Al saltar junto a
un montn de madera cortada una
granizada de balas levant la nieve a su
derredor. Los rusos seguan sus pasos,
pero sin atreverse sin duda a rodear. Y
atacaban siguiendo el camino. Cay
herido Beltrn, del fusil ametrallador.
1942
Lago Ilmen
Haba bajado mucho la temperatura. El
fro era algo absorbente, total. Que
flotaba en el aire como el aire mismo.
Esto, desde luego, era una tontera y
Pedro lo saba. El fro era el aire mismo
que se haba helado. Lo milagroso era
que no se condensara, lo mismo que el
hielo, que el aliento, que los orines.
Milagro puro todo.
En Kurawistchino, donde estaba el
PC del Batalln y la compaa de Plana
Mayor, la guerra apenas se notaba. Los
combates quedaban mucho ms al Norte,
donde el Regimiento Esparza estaba
plantillas.
Pronto hubo que sesgar camino.
Grietas profundas aparecan en el hielo,
no muy anchas, pero imposible de salvar
con los animales. Los trineos eran, en
realidad, los que retardaban la marcha.
Pero en ellos iban los equipos y las
armas.
La costa amiga quedaba atrs, un
poco a la derecha. No se vea. La
ventisca no lo permita. Bajando a una
hondonada volc un carromato. Se
recogieron todas las cosas. Un soldado
empez a gritar que haba perdido un
guante. No se encontr nada. Vuelta a
caminar con los ojos cerrados. En
cabeza de la columna, el capitn agitaba
aquello.
Pedro no recordaba el nombre de los
lugares que iba dejando atrs. Se
incorporaron alemanes y un capitn de
esta nacionalidad tom el mando del
grupo. No era raro encontrar a rusos
civiles escondidos en el bosque,
esperando a que se aclarara la situacin.
No faltaban chozas aisladas que era
preciso ir reconociendo. Excepto las
ocupadas por la poblacin civil
refugiada, las dems ofrecan el aspecto
de haber sido ocupadas de noche y
abandonadas durante el da.
A las doce se lleg a un pueblo
pequeo, sobre una carretera. Estaba
ocupado por los rusos que creyndose
puntos
elevados,
colocando
los
ametralladores entre grupos de fusileros.
El ataque ruso no se hizo esperar.
Cay primero una lluvia de metralla.
Los antitancazos llegaban rasantes,
susurrando como demonios. Uno de
ellos dio de lleno en la cocina
abandonada y la revent entre chirridos
de vapor. Pedro estaba junto a la
mquina, en un recodo del camino a
Penjkowo. Eran las dos de la tarde y
reinaba un ambiente opresivo, difcil,
indigerible. Por la carretera, casi
trinchera,
comenzaron
a
saltar
incontables siluetas. Estaban demasiado
lejos para que el fuego de fusilera fuese
eficaz y era necesario esperar. El viento
menos.
Enseguida se supo el porqu de la
mquina barrenieve. Tres tanquetas
empezaron a resoplar, acomodndose en
una altura. Desde all hostigaban la
posicin, disparando su caoncito poco
menos que a mansalva. El mortero
espaol del cincuenta comenz a
sembrar
sus
chinitas
alrededor,
dispersando los grupitos que buscaban
el amparo del blindado. Se fue
generalizando la lucha. El sargento que
asuma el mando en aquella parte orden
que se prepararan las balas antitanques,
un tambor de cincuenta perforadoras
asignado a cada ametrallador que hasta
entonces no haban tenido razones para
utilizar.
Los rusos completaron el cerco
rpidamente. Un fuego graneado de toda
clase de armas comenz a caer sobre
Shiloj. Pedro se encontr corriendo de
casa en casa, disparando donde
encontraba un hueco. Una bala explosiva
cal en la espalda de un sargento y le
abri en el pecho un tremendo boquete.
La refriega impeda que llegaran
informaciones.
Resultaba
complicadsimo cruzar la carretera,
donde se estaba ms resguardado por las
casas que daban al bosque. Cinco rusos
lograron infiltrarse hasta un barracn y
disparando por sorpresa causaron tres
bajas. Pedro y dos espaoles ms
Nowgorod
Si acaso hubiera que tomar algn da un
paisaje tipo sobre el cual situar la
guerra en el invierno de 1941-1942,
ninguno mejor que la ciudad de
Nowgorod. Nowgorod era una sntesis
de la tierra rusa; de las heladas
planicies, de las agrupaciones de
casuchas, del ro convertido en llanura,
del paisaje martirizado. Nowgorod era
tambin
humanidad,
historia,
sufrimiento
No es que Casto Heredero
acostumbrara a filosofar demasiado, ni
siquiera regular Pero algo se quedaba
Cruz de Hierro
El nuevo frente arda intermitentemente.
Si algo nuevo haba en todo aquello, en
verdad, pasaba desapercibido para
Conrado Venturn. Los ltimos meses
haban estado demasiado cargados de
acontecimientos. Le quedaba un estupor
perenne en las pupilas y una
conformidad fatalista en todos los
ademanes.
Pero Conrado tena una cinta en el
segundo ojal de la guerrera. Los
alemanes llamaban aquello con uno de
sus clsicos nombres compuestos que no
haba Dios que entendiera. Algo as
un smbolo. En su interior, en su ro
ntimo, era un cuerpo extrao arrojado
violentamente. Haba apartado el caudal
y bajado al fondo, haba removido o
sacudido las tranquilas aguas de su
caudal; haba, incluso, levantado el
cieno del fondo. Deber suyo, en lo
sucesivo, era cerrar las aguas sobre el
cuerpo extrao, dejarlo alojado en las
profundidades sin que desde la
superficie se notara su existencia,
aunque sintiendo, eso s, el tremendo
peso en las entraas.
Toda conmocin psquica vena a
suponer lo mismo: una sacudida del
alma y un desfallecer del cuerpo, como
la alegra, como el miedo, como el dolor
Correo de
campaa
El cabo Gmez habase acercado al
puesto de mando del batalln y volva
con el correo. Haba mochas cartas.
Algunos ansiosos se llevaban una
docena de ellas, y peridicos, y
paquetes de madrinazgo; otros, se
quedaban con las ganas.
Antonio Pardo tena la suya. Eran
dos, por decir verdad; una de un amigo y
otra que le escriba su madre. Su madre
le escriba mucho. Tena poco que decir,
pero escriba mucho. Antonio se saba
nuevos herosmos.
El familiar paisaje lo tena Antonio
metido en los entresijos del alma. Le
hubiera sido fcil decrselo a su madre.
Algn da se lo dira, claro, si volva
vivo y no haba por qu pensar en que
poda volver muerto. Poda describir,
con ms o menos palabras, su horizonte
cotidiano. Palabras, palabras, palabras.
Y encima, debajo, en medio, nieve,
siempre nieve. Un palmo de nieve, un
metro de nieve, la blanca nieve, la
helada nieve
Antonio tena un rinconcito familiar,
una revuelta en la posicin, de cara a los
bosques enemigos, donde, en la hora
escasa en que el sol de aquellos das
Madre, qu me mandaste en el
paquete? Dmelo. Hijo, te mand los
polvos blancos para los zapatos. Pap
me dijo que seran para teirte las
botas.
Bueno Aquello era por su parte,
eran sus secretos. Los de all tambin
tenan los suyos. Mejor dicho, un solo
secreto a voces, un tremendo problema,
una asfixiante angustia: la preocupacin,
el dolor del ausente. Cada letra,
temblorosamente trazada, cada giro de
la idea estampada en el papel lo deca:
Hijo, hijo, cudate.
Antonio estaba ahora en su rincn.
Tena la carta de su madre en las manos,
que le temblaban, pudiera ser de fro,
innecesariamente.
Cudate, hijo mo, cudate.
Riga
En la cama, a su lado, Jarassa dorma,
despus de haber llorado un poquito, un
poquito tan slo, la verdad. En la
oscuridad y el silencio, Juan escuchaba
el ruido aterciopelado de su respiracin
y se embriagaba con el olor joven de la
muchacha.
Juan haba tomado una decisin
trascendental: haba desertado. Aqulla,
ciertamente, no era la primera noche que
pasaba lejos de la Casa-Descanso,
donde reparaban los nervios un puado
de oficiales y soldados espaoles; pero
s era la primera en que lo haca
de sus camaradas.
No tardaran en llegar al frente, en
sumergirse otra vez en la marea
sangrienta de la guerra. Riga, la misma
Riga, que se haba redo con la aventura
del espaol metido a barbero, quedaba
atrs, con sus viejas calles del Mercado,
con sus canales, con su estatua desnuda
de la Libertad, con sus muchachas
patinando, con sus cafs y sus circos,
como un sueo, como una pausa en la
suciedad y el fro.
Suspir. Despus de todo, haba
tenido mucha suerte, mucha suerte
Deshielo
A mediados de marzo haba subido la
temperatura y todo haca presagiar que
el terrible invierno haba concluido.
Mentira. En los ltimos das y en los
primeros de marzo, un fro intenssimo
sopl de nuevo sobre las chabolas y
cay mucha nieve, acompaada de un
aire violento que cegaba los caminos y
las trincheras. Fro, ms fro,
congelados, ventisca y oftalma.
Los das se iban haciendo ms
largos, perceptiblemente ms largos y
todo anunciaba un cambio en la
naturaleza. El viento iba cambiando de
Nikolayeskaya
era
una
colonia
relativamente moderna, con campos de
cultivo y serreras en abundancia. La
facilidad del ataque demostr que los
rusos, por lo menos en aquel sector, no
tenan montado ningn dispositivo
especial de ataque. Buena seal, pues
aquella parte era la ms favorable.
Incluso la artillera tard en reaccionar,
seal de que estaba colocada hacia los
bosques de Gubarew y Wischerkaya.
Se destruyeron cuantas instalaciones
se pudo y cuando el contraataque
enemigo se anunciaba desde RadioNowo y Savod, se repas el ro.
Pamparacuatro vio entonces dos grupos
que llevaban sendos heridos. En su
padre.
Lleg un sujeto con barro hasta las
cejas. Barrionuevo apost por Mir, un
camarada de Barcelona; Pamparacuatro
dijo que era Rivadavia, de Bilbao. Que
s, que no; que no, que s Y para
aclarar el asunto se lanzaron sobre el
infeliz, restregndole la cara con un
saco. Result ser el teniente Montano,
que se enfad en todos los estilos y solt
palabrotas para parar un tren.
Y tena razn, hombre, claro
Jueves Santo
Un ametralladora estaba cantando a la
derecha. Era espaola, desde luego; ni
los alemanes ni los rusos saban el
secreto del date el bote, caradura. El
cabo Jos Santiago tena apostado su
mortero en una cuneta del camino a
Sentizy. Estaba preocupado porque slo
tena cuatro cajas con diez granadas
cada una. Hubo un tiempo en que, como
los grandes de la Artillera, tambin l
tena un depsito particular de
municiones. Pero eso era antes, antes de
que los condenados esfuerzos de los
ruskis por agrandar la brecha obligaran
molesto.
Antes de que empezaran a hacer la
digestin, empez el jaleo. Un pepinazo
del doce cuarenta hizo explosin
doscientos metros a la derecha, sin
hacer carne, pero apresurando la
preparacin de refugios. Enseguida
comenz a brotar fuego. Caonazos
haba que venan el otro lado del ro,
otros de la bolsa propiamente, y
chimpunes asquerosos del antitanque,
stos casi frontales.
Los rumores se fueron extendiendo.
Los hombres se agazapaban en las
cunetas, con los fusiles entre las piernas.
Enfrente, en el espacio ocupado por el
enemigo, una niebla baja ocultaba
molesto;
soplaba
racheado,
pulverizando las gotas heladas contra el
tubo del mortero. Bangg! Un pepinazo
del veinte coma tres levant un barrizal,
no muy lejos. Por lo visto, alargaban el
tiro. Otro! Y otros ms; rboles que se
desmochan, surtidores de barro
Preparacin de diez minutos. Hubo una
pausa de intenso silencio. Varios
camilleros salieron corriendo. Gritos.
Un ulular lejano. Fuego a discrecin de
la infantera, especialmente por la
derecha. Un intenso humazo y el
caracterstico olor de la plvora
subiendo del bosque. El paisaje se
torturaba.
Orden: Disparar a setecientos
marchaban Se marchaban! La
despedida fue la traca final y despus
slo se escuch el clamoreo de las
campanas.
Santiago se encontr de pie,
gritando. Todos gritaban. Fantasmas
embarrados salan de los embudos, del
bosque, de las cunetas. Se haba
acabado el juego de las cuatro esquinas.
Lleg una seccin saltando y saltando;
eran alemanes. Y salieron enlaces
propios. Los heridos que podan andar
se reunieron. Comenz nuevamente la
artillera con sus bromas. Pero entonces
no importaba. Santiago sali en busca de
sus hombres. Escanciano, record,
estaba muerto, deba estar muerto Y
Eutiquio
Eutiquio?
Dnde
diablos
estara
Relevo
Mayo, da 6.
Ayer por la tarde sal con el
teniente de la 2., Grau. Fuimos al
lago.
Un
tiempo
estupendo.
Llevbamos un par de bombas de mano
para pescar un poco. Pero nos
olvidamos de ellas. Grau es un
magnfico charlatn, demasiado, quiz,
pues casi no me deja meter baza. Pero
no importaba demasiado, pues quien
tena cosas importantes que decir era
l. Ha venido de Espaa en el batalln
de cubrir bajas. Ganados por la belleza
de la tarde nos sentamos entre unos
nuestros,
tan
irremediablemente
enemigos. Me gustara.
Bah! Grau conserva todava el
pelo de la dehesa. Yo creo que toda esta
belleza es cosa efmera y que debemos
apresurarnos a gozarla. Volvern los
das crudos y, como cantan los
soldados, Despstate a Riga o
Knigsberg / o preprate a ver helado
el Wolchow / pues te pasars por lila /
otro invierno en Nowgorod. Es
preciso gozar del brote tierno de la
rama; de la brisa acariciando nuestras
cabezas descubiertas; de la tierra
desprovista de su fealdad, de sus
muertos, esos muertos que nos hemos
visto obligados a enterrar a toda prisa,
La Bolsa
Los das se haban vuelto tan
increblemente dilatados como antes lo
fueran las noches. A las doce de la
noche terminaba el crepsculo. A las
tres, amaneca; mi amanecer lento,
sonrosado como trasero de querubn. El
sol no tardaba en llegar y entonces
empezaba lo bueno. Los marjales se
llenaban de bruma. Casi poda asistirse
a la evaporacin lenta de la humedad, de
la asquerosa humedad que todo lo
manchaba.
Al lado de la carretera, en los
pueblos del lago, el deshielo haba
excepto
la
divina.
Como,
indudablemente, no se trataba de formar
una lnea defensiva, sino hostigar a los
grupos enemigos, aquello no podra
durar mucho. Pero el ms lerdo
comprenda que sera muy dura la tarea.
La seccin de Asalto se improvis
unos refugios con ramas, unos
centenares de metros ms atrs, cerca
del PC del Batalln. Se escuchaba un
tiroteo intermitente, sin que se divisara
el enemigo. Los morteros buscaban
blancos entre los rboles y un ruido
lejano de aviacin colmaba de chirridos
el caliginoso aire de la tarde.
Se comi lo que se pudo. Los
soldados llevaban rancho para dos das
Dejadme
Marcelo apart a los soldados y
arrim su pistola ametralladora a la
cabeza del animal. Pero el arma estaba
sucia y se atranc. Alguien le tendi un
subfusil. Apunt a una oreja. Pero la
rfaga de cinco tiros le encontr
desprevenido y las balas salpicaron la
cabeza del ruano, destrozndosela.
Plido, cansado, devolvi el arma,
retirndose a un lado para vomitar.
Una hora despus llegaban a las
posiciones. Los carros tenan que
volver, y volvieron al pueblo, del cual
habran de salir al da siguiente. Un
infierno, infierno de barro, pero infierno
al fin. Ms caballos muertos, soldados
Prisioneros
Pese
a
haberse
lavado
concienzudamente, crea sentir en cada
uno de los poros del cuerpo el
infrahumano olor de los prisioneros. No
es que l, Simn lvarez, alfrez de
Estado Mayor, adscrito a la segunda
seccin del Cuartel General, tuviera el
cutis delicado, ni mucho menos.
Tena la cabeza como un bombo. Por
un lado crea estar escuchando a los
prisioneros, con su voz apagada y
montona; y al intrprete, excitndose a
veces hasta pegar aullidos. Escuchaba
muchas veces distrado, pensando en
haban
estado
terraplenando
y
ensanchando algunos caminos, al norte
del lago Kakomka, junto al ro Msta,
ms abajo de Nowgorod, entre los
marjales inmediatos a la costa oriental
del lago Ilmen. Alexis, que haba sido
artillero, mova la cabeza al explicar lo
que era un organillo. No le gustaba, al
parecer. Deca que eran tubos
lanzallamas y lanzagases, que estaban
preparados por si se haca guerra txica.
Y que hacan ms ruido que dao. Eran
proyectiles huecos, destinados a
contener mucho gas a presin, sin
verdadero poder mortfero, pues slo
tenan aire
Aquello tena aire de ser verdad.
Cambio de Frente
Agosto, 1942
La vida de Wiritza era maravillosa. Se
deca que la Divisin estara all lo
menos un mes. Carlos Ruiz echaba sus
cuentas. Haban abandonado las
posiciones y acantonamientos de
Schinoga el da 19 de agosto Hasta el
19 de septiembre faltaban, faltaban
quince das justos. El viaje por el
conocido
ferrocarril
de
LugaNowgorod, describiendo un ngulo
recto, les haba dejado en las
por tu teniente!
No, no, te lo juro. Es por la cesta.
Te aseguro que es por la cesta.
Es tu teniente. Me jugara el
pescuezo que es tu teniente. Te voy a
dar una patada en el culo!
No seas as, David
No ves cmo llora?
Djale, David No seas as.
Ya con las sombras de los abedules
lamiendo los suelos, Carlos no pudo
resistir ms y se escabull. No pudo
encontrar la casa. Anduvo tres horas
revisando casas, escuchando los ruidos,
las msicas, las canciones que se
escapaban por las ventanas. No pudo
encontrar la casa. Debi acompaarse
Frente a
Leningrado
Lus Forcada haba llegado con el
13. Batalln de marcha, con el
comandante
Palazn,
y
casi
inmediatamente, sin tiempo para llenar
los ojos o el alma, o la experiencia,
como decan algunos, se encontraba en
el frente. Unos pocos das, muy pocos,
de instruccin y de acoplamiento y
enseguida al frente, destinado al
1. Batalln del Regimiento dos-seisnueve.
La necesidad de espabilar le haca
mojadura.
Detrs de la primera lnea haba
algunas zanjas antitanques y unos
ramales grandes de trincheras para
enlazar los subsectores. Los PC de las
compaas estaban sobre la misma lnea,
rodeados de minas antitanques, y
siempre con un observatorio cerca. Los
caones antitanques de la Catorce, ms
dos secciones de los antitanques
divisionarios andaban tambin por all,
pegndose la gran vida. A Forcada le
gustaban los antitanques. Le hubiera
seducido mucho manejar uno de
aquellos pequeos caones. Todo se
andara
Los trozos de trinchera enseguida se
Doce de Octubre
Tena fro. Y estaba temblando. Lo
disimulaba como poda, que era mal,
igual que Jabonero, que tiritaba a su
lado, con tanto o mayor disimulo que el
suyo. Muoz, en un rincn, con la
maldita bomba llena de sangre, pareca
tener fiebre.
No, miedo no era; no tena miedo, la
verdad. Ni tampoco Jabonero. Ni
Muoz Deja ya de mirarte la mano,
cabestro!. La situacin no haba
quien la entendiera; los tiros tan pronto
sonaban a la derecha como a la
izquierda. Pero no tenan miedo. La
Eh, Jabonero!
Y cuando volva la cabeza, ellos
torcan, as, la diestra mano:
Aqu, aqu, Jabonero!
Y luego las indirectas: Es un
jabonero estupendo, yo creo que dar
buen juego, porque en la noble lid
de
la
guerra
los
soldados
predestinados.
Y el otro, tragando mecha. Sinti
deseos de disculparse, por l, por todos.
La guerra
Hola,
muchacho!
Fro,
verdad? dijo.
No, miedo respondi.
Caramba! Muoz se acerc un poco
y se levant para asomar la cabeza por
Puschkin
Los alemanes de la Kompaa con K
de Propaganda vendan fotografas de
Puschkin, del palacio de Puschkin, del
parque, de los estanques. Bueno, los
alemanes siempre estaban vendiendo o
cambiando fotografas, ya fueran de
Puschkin o de Gattschina, llamada por
los rusos Krasnogvardeysk que
significaba Guardia Roja, donde el
palacio circular de Catalina la Grande
tena unos frescos y unas tallas de lo
ms sugerente.
Barahona estaba en aquellos
momentos
acordndose
de
las
Golpe de mano
El sector que ocupaba la Sexta
compaa del dos-seis-dos, dentro del
que a su vez ocupaba el Regimiento
toda el ala derecha era uno de los ms
peliagudos. El peligroso saliente de
Krassnyj Bor, peligroso para el
enemigo, naturalmente, avanzaba hacia
Kolpino, saltando sobre los terrenos
ondulados de Torfs y los dos Ishorka,
salvando los bosques de Krassnyj Bor y
Sablino.
Diciembre estaba dando las
boqueadas. Detrs, apenas unos das,
quedaban las alegres jornadas de
adelantados Se refugiaron en el
embudo de una granada. En las
trincheras de enfrente los rusos
comenzaban a disparar sus mquinas y
sus morteros; pero sin atreverse a salir.
Por lo menos, no todava
Tena a la vista las dos posiciones.
Entre las cortinas de humo se vean
siluetas saltando y cayendo. Los
fragores de las cargas comenzaron a
sonar: eran los Zapadores. Un grupo se
destac y comenz a correr. Eran rusos,
que escapaban. Marcos intent disparar
su fusil y encontr sin municiones la
recmara. Maldijo como un brbaro y
busc nerviosamente en las cartucheras.
Lleg a tiempo para ver cmo los rusos,
El
golpe
haba
destrozado
completamente la posicin y no deba
tener reservas importantes en dicho
sector. Ni siquiera su artillera se pona
a tono. No por lo menos mientras
Marcos se vea a campo descubierto. Lo
que hiciera despus, cuando llegaran a
las trincheras, al refugio, tendra menos
importancia, ms o menos la misma del
bombardeo cotidiano.
Marcos salt a la trinchera, cayendo
encima de un cabo casi aplastndole, al
pobre. Pero aquello no tena importancia
al lado de las eternas horas pasadas en
el
ataque
Horas?
Marcos,
hambriento y todo, al consultar su reloj
vio que slo haban pasado cuarenta y
1943
Dios en el
frente
Algunos le llamaban Pter, otros Curita
y los ms, don Manuel. Con todos se
entenda, aunque su violn slo tuviera
una cuerda.
Los soldados, lo reconoca, eran
nios grandes con un terrible juego entre
las manos y con ellos no caban
sutilezas: grano gordo y la ternura
escondida.
Proceda
de
las
Organizaciones Juveniles, donde fuera
asesor religioso de campamentos. Era
joven y llevaba gafas, unas gafas que
Y al da siguiente, en el hospitalillo, le
dijo, cuando ya no se acordaba de l:
Pter, hoy he sacado a cinco. Cinco
qu, hijo?. Cinco nimas, caramba, no
me desanime usted. Y desde aquel da,
siempre que se encontraban, Odn
deca: Hoy cayeron cuatro, Pter. O
bien: Hoy, ni pum. No tuve tiempo.
As las cosas marchaban en la
guerra. Era intil enfadarse. La ruda
religiosidad de aquellos hombres rozaba
lo irreverente. Slo la ntima ternura
escondida en su corazn, y la seguridad
absoluta que tenan en Dios, un Dios
miope para sus andanzas de soldados,
les salvaban de ser lo que no eran. Y la
solucin, maana.
Segundo Batalln
del Regimiento
Dos-Seis-Nueve
Posselok
El 16 de enero baj de un modo tan
sensible la temperatura que algunos de
los veteranos, de los cincuenta o sesenta
que
quedaban,
reconocan,
a
regaadientes, que haca tanto fro
como cuando Possad y Otensky, lo que
era mucho reconocer. Manuel Villada,
que slo llevaba cinco meses, no poda
o
puestos
fortificados.
El
desconocimiento mismo del terreno
haca que se descuidara la vigilancia en
algunos puntos. Y las patrullas rusas,
fuertemente armadas, irrumpan y luego
costaba Dios y ayuda arrojarlas de un
cacho de bosque. Hubo muertos, heridos
y prisioneros. Se contaba que los ruskis
haban sorprendido a un pelotn entero y
se lo haban llevado, y a varios heridos.
Empezaron a dar quehacer los
congelados.
Pese a todo, se mantuvieron las
posiciones, incluso un poco adelantadas
hasta el lmite del bosque, desde las
cuales se vean las onduladas llanuras
que llegaban hasta el Ladoga, con un
Diez de Febrero
en Krassnyj Bor
En todas las compaas haba siempre
un peque, un malenki, un pequeo,
vamos, un menor de edad o escaso de
talla. Y ste, que puede ser o no un
chiquillo, pasa a ser el Peque con todos
los honores inherentes al cargo. Si es un
poco espabilado se lo lleva el capitn
de asistente si lo es mucho, ni hablar
y si es tonto se queda de machacante
con los sargentos. Pero, y aqu est la
muestra de la sabia Naturaleza, pocos
pequeos son tontos del todo.
de Ametralladoras de su Batalln y
ambas replegado sobre el Trinchern.
Todo esto era asombroso. Vena a
significar que el frente estaba
destrozado y que nicamente quedaba
como ncleo de resistencia el que
formaban estas unidades, sobre la
carretera a Leningrado. Es decir, una
brecha limpia, directamente sobre
Krassnyj Bor. Si a esto se aada lo que
ya se saba, que los rusos haban
aplastado el sector del ferrocarril,
media docena de kilmetros ms al Este,
resultaba que toda el ala derecha
espaola estaba destrozada, quedando
los flancos al aire, el que se tena con
los otros regimientos espaoles, sobre
Qu dices?
Me han disparado! Desde la
casa de ladrillo! Le digo que han
disparado!
Est bien, hombre Son unos
mamones, pero debes reconocer que
tienen derecho a dispararte.
Con lo cual el Peque se qued sin
habla. El teniente hizo un gesto a unos
cuantos y abandonaron el bnker, con las
precauciones de rigor, tumbndose
frente al lugar de la agresin. El oficial
reclam la presencia del agredido.
Desde all?
S
Y el teniente orden a dos que
llevaban subfusiles:
Mirad,
camaradas.
Tenemos
muchas ganas de fumar. Necesitamos
fumar. Vosotros no lo necesitis. Es una
mala suerte, desde luego. Y nosotros lo
sentimos mucho mucho, ms de lo que
parece. Pero as son las cosas y as hay
que tomarlas. Mirad, camaradas; os
pagaremos el tabaco. Que nadie diga
que os robamos nada
Y entre un silencio muy grande, muy
asombrado, Gonzalo sac de un bolsillo
dos billetes de diez marcos.
Ayer se pagaban las cajetillas a
cinco pavos, ya lo sabis. Pero hoy,
segn estn las cosas, yo creo que bien
pueden pagarse al doble. Debemos ser
honrados con vosotros. Os compramos
Once de febrero
en el Ishora
El da 11 amaneci lleno de
pesadumbre. Los combates del da
anterior haban supuesto un tremendo
esfuerzo. Y los esfuerzos en la guerra se
pagan caros. Se hablaba de ms de dos
mil
bajas,
y algunos
heridos
recuperables, enviados desde el
hospitalillo de Mestelevo por la noche,
no paraban de contar las calamidades
sufridas, aunque muchas de las
vicisitudes fueran exageradas. Pero
como otras eran paliadas, base lo uno
por lo otro.
La 4. Compaa del 1. Batalln del
dos-seis-tres, de ametralladoras, haba
visto transcurrir el da 10 de febrero
entre las casas de Federowskoye y los
bosquecillos de Raikolovo, cerca del
Cuartel General, como inmediata
reserva. El tremendo desgaste de la
batalla les haba llegado de rechazo, por
efectos del bombardeo maanero. El
sector habitual del Regimiento 263
estaba en el ala izquierda del
dispositivo divisionario, lindando con la
Divisin 215. All, entre las rotaciones
normales de primera y segunda lnea,
haban ido transcurriendo cuatro meses.
Fue necesaria la pregonada amenaza
Marcelino
tena
montada
la
ametralladora entre unas ruinas; dos
secciones de fusileros haban cavado un
poco entre la nieve para conseguir, ms
que otra cosa, un lugar donde ocultarse.
La lnea espaola estaba en desventaja
respecto a la enemiga. Bueno; el
enemigo, por lo menos basta entonces,
no tena una lnea determinada. Se
entenda que el terreno espaol estaba
ms bajo, ya que toda la parte del
Krassnyj Bor era una meseta cuyos
contrafuertes eran los terrenos de
aluvin del Ishora, llenos de pedruscos
en verano y de engaosas hondonadas en
invierno.
Los primeros ataques enemigos
madero
de
entibar
trincheras,
calefaccin y dems menesteres que
haban
producido
una
merma
considerable, y por otra, la misma
circunstancia haba desordenado el
resto, de modo que el cercado era un
puro caos de troncos helados,
atravesados, astillados, quemados en
parte
El antiguo frente estaba muy cerca,
tan cerca que en realidad por all
nicamente se haba modificado en unos
metros, los suficientes para permitir a
los rusos enfilar con sus mquinas todos
los rincones, produciendo muchas bajas.
El 3. Batalln del dos-seis-dos haba
rechazado el 10 de febrero muy fuertes
ataques,
conservando
todas
las
posiciones. nicamente por el sector del
Batalln 250, atacado por quince
tanques primeramente rechazados y
despus no, especialmente por haber
sido cogido de revs, se haba
modificado la lnea. No obstante,
continuaba el saliente sobre Kolpino,
apoyado sobre la misma carretera, el
camino a la fbrica y el puente
destrozado
sobre
el
Ishora,
obstaculizando todos los movimientos
enemigos.
Los rusos bombardeaban mucho los
caminos de acceso. En cuanto llegaba el
da, la fbrica se converta en un coto
cerrado. nicamente de noche, y
El da de San
Jos
El observatorio se levantaba detrs de
Kattolowo, en un montculo, en un lugar
estupendo. Desde all se vea
perfectamente el sector. El sector ms
comprometido en aquellos das de toda
la Divisin. El saliente sobre la
carretera Mosc-Leningrado, hasta
Kolpino, el mismo que los ataques del
10 de febrero no haban conseguido
reducir porque los del 3. del dos-seisdos se haban negado a dejarse
convencer. Haban hecho bien, desde
No, deja. Ir yo
Marugn saba que en otras
circunstancias hubiera salido l pitando.
Pero entonces el sargento estaba
nervioso. l tambin estaba nervioso.
Siempre estaban nerviosos los que
deban permanecer en un puesto de
observacin mientras se combata cerca,
mientras les llegaba el rumor del jaleo.
La impresin era parecida a la de
permanecer en una jaula, aislados y
mudos, mientras en derredor una
invisible araa teja sus hilos. Se
necesitaba tragar mucha saliva para
permanecer impasible. Apeteca ms
salir corriendo, aunque fuera en
direccin al jaleo; pisar tierra firme;
a toda marcha.
El sargento Vadillo regres una hora
ms tarde. La lnea estaba reparada.
Traa buenas noticias. El 3. Batalln
haba
resistido
bien.
Algunas
infiltraciones haban molestado bastante
y hasta se haban llevado prisioneros.
Los rusos atacaban nada ms por el
saliente de la carretera. No se haba
terminado el jaleo, desde luego, pero ya
era bastante que la primera embestida
hubiera sido desarticulada. Los heridos
contaban que el jaleo haba sido bueno;
que fulano se haba puesto de pie en el
parapeto tirando bombas de mano
Cosas, en fin: su versin del instante
En la batera se estaba gastando
Minas
Aunque le hubieran dado todo el oro del
mundo no se hubiera movido. No poda
moverse, para ser ms exactos. Senta
unas ganas inmensas de gritar, de llorar,
de cerrar los ojos y dejarse caer para
aliviar el dolor en los costados que
senta.
Pero no se atreva. El instinto no le
dejaba. Senta enredados en los pies los
malditos alambres y saba que un tirn
significara una nube de humo, un grito
desgarrador y un soldado, lvaro del
Templo, saltando por los aires. Y aun en
el supuesto de que no resultara
de transporte y el de clavija.
S, aquello deca el teniente
Arroyo Se deca mucho de las minas.
A todo el mundo le haba entrado la
fiebre de las minas: minas de la T; minas
magnticas; minas de tres y un kilo;
minas de palo; minas deslizadoras
Las minas eran el terror. Muchsimas de
las bajas sufridas por la Divisin, se
deban a las minas. Minas ante el
Wolchow, minas en la bolsa, minas ante
Leningrado. Sobre todo all, ante
Leningrado, las minas se encontraban
hasta en la sopa. S deca que los rusos
hacan minas hasta de cajas de cerillas.
No se poda tocar nada que estuviera
abandonado
frente
No tena monedas, no tena nada
que le ayudara! Se sinti tan
enormemente desgraciado que se puso a
llorar como un becerro Todo estaba
en contra suya, hasta el silencio, un
silencio desacostumbrado que le dejaba
en solitario con sus pensamientos Tan
acostumbrado estaba a no encontrarse
nunca solo que ahora, de verdad de
verdad, se pona malo.
Se consol Al fin y al cabo, no
era preciso atornillar inmediatamente el
seguro. Basta con hacer girar la clavija
del segundo seguro de modo que el
punto encarnado coincidiera con la raya
blanca Lo hara; buscara las minas y
Diario
ltimas pginas del
diario de un veterano
26 de marzo.
A las diez de la noche una patrulla
roja se acerca a la alambrada, frente al
grupo mo. Al descubrirles abrimos
fuego con todas las armas automticas
y los fusiles individuales. Se arma un
gran folln. Las bengalas se disparan
una tras otra, iluminndolo todo
perfectamente. Se ve a los rojos huir.
Poco despus salimos para reconocer
27 de marzo.
Al atardecer, llueve y ms tarde
nieva. Ha llegado, segn se dice, el
21. Batalln de marcha. Los oficiales
ya estn en la compaa. Buena seal.
Seal de que no tardaremos en salir
nosotros, los ltimos veteranos.
28 de marzo.
No hemos salido. Quiz lo hagamos
la prxima madrugada. Nos acostamos
y apenas puedo dormir. Es la
excitacin y el miedo. Miedo a que en
estas ltimas horas pase algo. He
debido dormir porque me despierta el
sargento Len para decirme que el
30 de marzo.
Nos lavamos. Nos juntamos con los
de la Sexta y preparamos juntos la
comida. Compramos dos botellas de
vodka a los alemanes. No salimos. Por
lo visto pasaremos aqu todo el da.
Jugamos a las cartas. Charlamos,
Bebemos. Hacemos caf y a las nueve
de la noche nos acostamos.
31 de marzo.
Sigue la buena vida. Continan
llegando
camaradas
de
otros
regimientos. Ya somos doce espaoles
en la casa, todos con el humor
consiguiente. Cada uno cuenta lo suyo.
etctera.
Estn
organizando
el
batalln, que ser el 11. de
Repatriacin. Nada de particular en
todo el da. Al pajar.
2 de abril.
Al levantarnos nos sorprenden con
la orden de prepararse rpidamente.
Marchita
tenemos.
Son
veinte
kilmetros. Hasta Krasnogvardeysk,
que los alemanes llaman Gattschina,
antiguo nombre. Nos meten en unos
barracones
y
nos
duchamos.
Desinfectan la ropa. Luego vamos a la
estacin, muy importante y con muchas
ruinas. Nos alojamos en unos cuarteles
muy grandes. Hay un campo de
despus
de
un
camarada.
Al
atardecer
preparamos el equipo y salimos para la
estacin. No hubo registro. El tren est
preparado, con vagones de carga.
Salimos a las siete.
13 de abril.
En el tren se est bastante bien. A
la
una
pasamos
por
Worms.
Seguramente maana estaremos en
Espaa. Vamos a tirones por esta
Europa que hace ao y medio
atravesamos a la inversa. En realidad,
no nos damos cuenta de nada. Slo
deseamos llegar. Veinte meses! La
gente, en las estaciones, no es tampoco
como antes. La guerra va mal para
Alemania.
14 de abril.
Amanecemos en Francia. A las once
llegamos a Troyes y comemos en la
estacin. Viaje lento. No tengo ganas
de escribir. Cenamos a las nueve en
Ardenes de Orleans. A las diez pasamos
por Orleans.
15 de abril.
Despierto a las nueve de la
maana. Estamos en Angulema. Hace
un tiempo magnfico. Comemos en
Burdeos, donde paramos ms de tres
horas. Compro una torre Eiffel y un
Arco de Triunfo con marcos de
Un da
cualquiera
Verano, 1943
La primavera haba cubierto los campos
de arbustos y hierbas que el verano
estaba agostando rpidamente, despus
de dejarlos crecer hasta un metro de
altura, o ms, pues sobre todo en la
tierra de nadie los yerbajos ofrecan un
aspecto salvaje. Cuando haca viento, la
extraa mies se inclinaba y susurraba
una msica suave, nunca escuchada
anteriormente.
Las trincheras y zanjas de drenaje se
llenaban con una maleza corta y de
fuertes races que era preciso arrancar o
segar. Tambin haba sido necesario
segar un poco de terreno delante de los
glacis defensivos, para evitar las
sorpresas. Los alemanes solan aplicar
sus lanzallamas para estos menesteres.
El frente haba entrado en una
tranquilidad relativa, si se poda llamar,
relativa a una tranquilidad que produca
de 300 a 400 bajas al mes, entre
muertos, heridos y enfermos. De todas
formas, el calor, el verano, haba trado
un asentamiento de las posiciones. Se
sufran los acostumbrados golpes de
la cena?
Est la cena. Pero no comprendo
cmo tiene usted hambre. Si por lo
menos trabajara!
Ya trabajo, no se haga usted el
gracioso. Precisamente
No! Cuentos, no, pter! No, por
lo menos, estando en ayunas.
Pues vamos
Vamos
Cinco de octubre
Constitua una nueva experiencia. Una
experiencia rara, mezcla de ansiedad y
aburrimiento. La palabra aburrimiento le
sonaba a cosa sacrlega. Un sacrilegio
de tipo militar. Pueden aburrirse unos
hombres que esperan, enterrados en sus
bnkeres, que termine una preparacin
artillera, preludio sin duda de un
ataque?
Podan No se deca, claro, porque
el miedo tambin jugaba su partida.
Nada estaba demasiado claro. Le
preguntaban: Mi capitn, qu le
parece?. Qu le iba a parecer?
La 9. Compaa tena su PC en el
centro mismo de la posicin. Desde all
se estaba equidistante de todas las ramas
y ramales. Pero en algunas ocasiones el
lugar se pona imposible, perfectamente
batido. Entonces se trasladaba ms a la
izquierda, sobre el ramal secundario que
envolva la posicin Puschkingky, cerca
del observatorio y del PC del Batalln,
impresionante fortaleza bien defendida
por la seccin de Asalto, una de
mquinas, otra de morteros pesados y un
grupo de antitanques. El terreno estaba
ligeramente elevado y la humedad era
menor, lo cual no era pequeo consuelo.
Si no le engaaban sus sentidos, la
preparacin pareca alejarse hacia
otra
patrulla?
S,
las
haba,
desagradables. Otra mina, otra mina y
un morterazo. El morterazo haba herido
al alfrez Malaguida; la mina, pisada
por el sargento Paradela, le haba herido
grave a l, y leve a los soldados Viera y
Rodrguez Socorro.
Pero el reconocimiento se haba
llevado a cabo. No haba rusos
agazapados Muchos muertos El
enemigo se haba llevado los heridos
Barro
Fuego
de
morteros
Armamento abandonado.
Enlaces del comandante. Tena que
preparar el parte, de cualquier forma, en
cualquier papel Ataque enemigo
rechazado. Buen comportamiento de la
Relevo
Lo difcil haba sido despedirse. Lo
difcil y fcil al mismo tiempo, porque
todo haba pasado en cinco das
escasos.
En cinco das haban abandonado
unas posiciones en las que llevaban ms
de un ao. Decan que la Divisin entera
pasaba a retaguardia para descansar y
reorganizarse. Todo aquello estaba muy
bien y no haba ninguno que no saltase
de alegra. Pero entonces, cmo se
explicaba el tono oficial de la despedida
en el cementerio de Slutz, donde hileras
de cruces sealaban el lugar de
all descansaban.
El pter dijo algunas cosas que ni
escucharon.
Sus
palabras
eran
nicamente un fondo sonoro de lo que
ellos mismos estaban pensando. Alguien
trajo una corona, todo verdura, sin rosas
ni colores. Se alzaron los brazos para
saludar cantando. Se estremecieron las
filas. Pacheco aseguraba despus, y los
dems le dieron la razn, que tambin
las tumbas se movieron.
Comenz
a
llover,
desesperadamente, como si los cielos
quisieran envolver a la tierra en una
capa de barro, de agua sucia volcada
precipitadamente. Y bajo la lluvia las
compaas desfilaron y se marcharon.
de su perdida belleza.
Pero all todo era diferente. La
poblacin civil pareca atemorizada,
sometida a la ruda disciplina alemana,
muy tensa por tener la bolsa de
Oraniembaum a las espaldas. Y adems,
empezaba a hacer fro.
Haba alemanes en el pueblo.
Pertenecan a una divisin de Aviacin y
tenan como misin vigilar la llamada
bolsa de Oraniembaum. Las muchachas,
casi todas acaparadas ya por los
germanos, vean llenas de sorpresa la
llegada de los nuevos soldados, a los
que les importaba un pepino los
supuestos derechos de prelacin que
hubieran adquirido los alemanes.
frenado,
caracoleando,
levantando
nubecillas de nieve. El capitn,
ponindose de pie en los estribos,
pronunci una arenga, una sencilla y
tremenda arenga. Vena a decir que
sobre los acontecimientos, los cabildeos
polticos, los espaoles tenan derecho a
permanecer junto a sus muertos, que
peda voluntarios, voluntarios sin
remisin, sin posible relevo, dispuestos
a morir.
Cuando quisieron darse cuenta, el
capitn ya haba apretado los estribos y
corra camino adelante, en busca de una
unidad. Reaccionaron a gritos unos, en
silencio otros. Aquello de que se
necesitaban hombres para morir estaba
La Legin
Sin idea de relevo y a extinguir en el
frente.
Cuarteles de
Jamburg
Los cuarteles de Jamburg eran
estupendos. Nunca haban estado
alojados tan bien los espaoles, excepto
en los das de Grafenwr. Eran cuarteles
rusos, en la frontera de Letonia, regin
de Kinpuisepp, frontera de paz. Ya no
haba fronteras y de la paz no quedaba ni
el recuerdo. Pero los cuarteles seguan
existiendo. All estaban los espaoles,
mil quinientos espaoles de la Legin.
Antes, distribuidas las unidades en
algunos
pueblos,
como
Witino,
Operacin Kruti
Rutssji
Toda la Bandera estaba en danza. Por lo
menos as lo pareca, por lo menos la
Compaa
estaba
danzando
ya.
Danzaban, por decirlo as, los camiones,
patinando y rechinando sobre los
helados caminos. Francisco Ventall se
estremeca de pies a cabeza cada vez
que el vehculo saltaba sobre un bache.
Esto es la guerra, muchachos!
gritaba Garitona, uno que haba llegado
con el 27 Batalln y que estaba in albis.
La guerra ir en camiones? S,
fastidiara
Pronto comprendi Cepeda que tena
muy poco que envidiar a sus
compaeros. En el poblado flotaba un
aire de miedo y opresin que llegaba a
gravitar fsicamente. Se orden un
registro rpido, sin contemplaciones,
con las armas dispuestas, mientras el
estarosta y otras personas quedaban en
rehenes.
No comprendiendo enteramente,
Cepeda y su grupo entraban en las casas
con las armas preparadas, s, pero
guiando los ojos y saludando.
Dobre utra, mamuska Quin
hay por aqu?
No les respondan, claro. Haba
poblado
Esto no es para nosotros
Calla, hombre, calla Nosotros
somos soldados. Estamos cumpliendo
rdenes. Nosotros, los espaoles, los
que hemos sabido hacernos querer de
los rusos. Ahora destruiremos estas
casas. Nosotros tambin nos vemos
involucrados por el miedo, nos vemos
arrastrados por la tormenta. Es la
cadena del odio, de las represalias.
Europa que se destruye
Que nos dejen de estas cosas!
Nosotros
Bueno,
hombre;
quera decirte que nosotros somos
buenos para el frente, para morir, para
buscar mujeres con majeza. Somos
empezando a destruirse.
Nadie, en los camiones, tena ganas
de cantar. Los del bosque haban pasado
mucho fro, los dems, estaban
cansados. El asturiano repeta, por
ensima vez:
Esto no es para nosotros
Y pareca que le escuchaban por
primera vez.
El orinal de los
frentes
Diciembre, 1943
Ya estaba la Legin en el frente, como
siempre haban deseado. Despus de
celebrar la fiesta de la patrona de la
Infantera en los cuarteles de Jamburg
con comida extraordinaria, torneos
medievales, combates de boxeo y
carreras de sacos, se preparaban ahora
para celebrar las Navidades en el frente.
El frente era Se deca, que los
ro yo de las trincheras.
Adems de rerse dijo muchas
palabrotas. Bueno, en el mismo instante
no, porque llegaron a las tres de la
noche, y tras la caminata del da con
encontrar un bnker y un puado de paja
donde reposaran los riones se estaba
satisfecho. Pero al da siguiente fue ella.
Los alemanes pertenecan a la
7. Compaa del Regimiento de
Granaderos 405, Divisin 125 y se
retiraron a Winjagolowo la mar de
contentos.
Los puestos estaban numerados, y de
ellos la 2. Compaa tena del 124 al
148, aunque no todos tenan la misma
importancia ni estaban igualmente
grandeza:
inacabables,
lentas,
fantasmales, blancas, con una luna
enorme y esplendorosa asomando
encima de los abedules, tenan casi la
claridad del da. Sin embargo los rusos,
como si les faltara luz, trajeron unos
proyectores
de
una
asquerosa
luminosidad amarilla.
El da de Navidad le estall el fusil
a un legionario, estropendose el fusil y
las narices del dueo. Luego result que
le haba hecho explosin la bala en la
recmara. Lo mismo sucedi dos das
despus, con Manolo Cendn, por lo
cual el capitn Morn se enfad por
todo lo alto y oblig a que se limpiasen
los fusiles desde el punto de mira a la
chapa de la culata.
Para la Nochebuena hubo suministro
extraordinario. El aguinaldo de Espaa
se anunciaba, pero como siempre,
vendra en febrero. Y mejor que no
venga, deca el capitn, pues siempre es
anuncio de desgracias: El pasado ao
lleg a primeros de febrero, y hubo lo
de Krassnyj Bor. Yo creo que los rusos
lo huelen y vienen por las botellas.
Tena mucha razn el capitn, mucha
ms de la que crea. El aguinaldo
alemn fue puntual. Mortadela, coac,
cigarros, pasta de los dientes y afeitar,
caramelos, etctera; ms una tarjeta con
una leyenda: Ein kleiner Dank des
Fhrers an seine Soldaten, que alguien
indisposicin.
La indisposicin hizo crisis a las
dos horas. Julio se despert con una sed
tremenda. Senta la lengua pegada al
paladar, y el calor algo inenarrable,
propio del lugar en el que estaban: la
vaguada frente a Belchite, cuando la
ofensiva Tena que beber o morira.
Estaba dispuesto a beber aunque fuera
agua. Pero el agua, recordaba, haba que
buscarla en un pozo, situado en plena
tierra de nadie, donde los malditos rojos
asaban a tiros al que se acercaba.
Matar a tiros esos cabritos? Al
legionario
Julio
Hernndez?
Inaaarguendi!
Se meti tres bombas de mano al
Armas a la
funerala
Los cuarteles de Janeda no eran los de
Jamburg. Y era que Janeda ya no era
Rusia. El cambio era tan evidente que a
Cosme Costafreda le pareca mentira.
No acababa de acostumbrarse, pese a
llevar quince das en aquella situacin.
Estaban en Estonia, cerca de Narva;
la poblacin civil, el ambiente, la
comida, la situacin en general, era lo
mejor que haba conocido la Divisin
primero, la Legin despus. Un resumen
pintoresco de la situacin lo poda
Soneto final
Soneto de amor con
estrambote
Me lo encontr en la calle, un da
estupendo. Se alboroz por lo grande y
me abraz aparatosamente. Igual que
siempre, con las mismas palabras:
Caramba, Tomasito, cunto me alegro!
Ests asquerosamente gordo!. l sabe
que me disgusta ser llamado Tomasito y
gordo por aadidura. Pero le gustan as
las cosas.
Uno est harto de leer que los
sabamos.
Yo mismo le cort el cabello,
mientras ella rea como si estuviramos
jugando. Me volv loco buscando las
botas ms pequeas, el uniforme ms
estrecho, la camisa ms holgada. Le dije
que se ensuciara la cara.
El da que salimos de Janeda para
tomar el tren en Lehtse, la introduje en
filas. Te juro que era mi novia, no mi
amante. La haba respetado.
Fuiste un tonto le dije,
crudamente.
No me escuchaba. Tan abstrado se
encontraba que me hubiera podido
marchar sin que se diera cuenta. No s
por qu no lo hice.
facilidades. En el campamento de
Wilmehoff permanecimos una semana.
All, los alemanes descubrieron ms
mujeres. Se rean, pero nos las quitaban.
Nos las quitaban nuestros jefes, que ante
la denuncia alemana no podan seguir
ignorndolas. Las muchachas eran
detenidas y devueltas al lugar de origen.
Eso decan. Nuevamente en tren. No
quisiera cansarte con el relato de
aquellas horas, cuando ella y yo nos
sentbamos juntos en el vagn y
temblbamos de miedo cada vez que en
una estacin se anunciaba una
formacin, una requisitoria oficial.
Hubo otra descubierta en Francia, en
Metz. De mi compaa cayeron tres.
Slo
quedaba
Hanna,
que
milagrosamente
segua
librando.
Sobamos con Espaa, bebamos
Espaa cuando soplaba el viento. Dos
de las mujeres intentaron suicidarse,
arrojarse al paso de un tren. Pudieron
ser sujetadas y lloraban a lgrima viva.
Qu pena, Salvador, qu pena!
En Hendaya cay Hanna, cuando ya
el aire era verdaderamente espaol,
cuando ya tenamos insensible el
corazn a fuerza de pasar de la alegra
al miedo. Yo, que si tena miedo en el
frente me lo aguantaba, no poda
aguantarlo cuando estaba junto a Hanna.
Un gendarme alemn la sostena del
brazo, desnuda. Ella no se daba cuenta
el amor?
S. Por qu no te dejaron traer el
amor?
Por qu no pudimos volver con
el amor? Contesta! Mi hermano es una
sombra; las heridas me duelen algunas
veces; los recuerdos son ya historia
pura. Solamente Hanna me duele
permanentemente.
Me
duele
mi
cobarda, me duele mi frustracin.
Dime, dnde estar Hanna?
Tena que contestar con tacto, con
cuidado. As lo hice.
Cmo quieres que lo sepa?
Posiblemente en un prostbulo de
Marsella o Pars; posiblemente la
mataran los rusos despus de violarla.
tiempo?
Por qu no pudimos volver con
el amor?
Los soldados aliados s pudieron
volver con el amor. Las novias de
guerra, decan, recuerda. Corrompieron
mucho, con sus cigarros, con sus
chocolates, con su sonrisa de nios
buenos; pero encontraron y defendieron
su amor.
Y por qu nosotros no volvimos
con nuestro amor?
Calla ya! Me duele la cabeza
de escucharte lo mismo. Nosotros no
tenamos derecho al amor. Fuimos
vencidos. Han pasado diez aos y es
hora de que te enteres.
no digas mi nombre.
No, no dir tu nombre. Qu
importan los nombres?
Retirada
En el Cabaret haba un mercado
negro. Campesinas rusas, que venan de
Konduja, de Makarjewskaya, Pustyn y
hasta de Winjagolowo. Llevaban pollos,
huevos y leche. Por una pastilla de jabn
se adquira un pollo o dieciocho huevos;
una gallina poda adquirirse por diez
paquetes de caramelos; un carnero, por
veinte rollos de caramelos y dos
pastillas de jabn; por un librillo de
papel de fumar y por tabaco Bueno, lo
que se quisiera.
Cipriano Olmedo bajaba algunas
veces. Por ser asistente tena mucho
despiste,
que
aprovechaba
y
aprovechaban todos. En el mercadillo se
adquiran raciones extras y se consegua
que le lavaran a uno la ropa. El capitn
Crespo le amenazaba con cortarle las
orejas. Le amenazaba los ratos que tena
libres en su ocupacin favorita de matar
a tiros a los sapos y ratas que invadan
los bnkeres. Pero era preciso
aprovechar aquellos ratos. El aguinaldo
de Espaa haba llegado y algunos
decan que traa mala suerte. Por si
acaso, era preciso aprovechar el tiempo.
No eran excesivas, la verdad, las
diversiones del frente.
En las posiciones no se pasaba mal.
Llevaban un mes justo en lnea, sobre el
conocerse
todos;
dos
Banderas
equivalan a tres compaas de fusileros
y una de mquinas; la mixta se llevaba
todos los servicios; eran un mundo, una
unidad compleja. Pero todos se
conocan. Por lo menos eso le pasaba a
Cipriano:
Lago
Romn,
capitn
ayudante; Esteban Nuevo, capitn de la
1.; Vallespn, de la 7.; Carlier, de
Antitanques; Deno, pagador Y as,
hasta la totalidad. Y lo mismo suceda
con los sargentos, con muchos guripas.
Eran las seis de la tarde, de la
noche, para ms verdad. Llevaba dos
bultos de ropa limpia y media cesta de
huevos. Esperaba ser recibido con
aplausos.
organizacin
casi
perfecta,
con
feldgendarmes en los cruces y cocinas
en las cunetas. Del enemigo, ni
seales.
La tierra era tan miserable, tan
desolada, que sufra el cuerpo la fatiga y
sufra el alma la soledad y la pobreza.
Especialmente el trozo de camino, unos
veinte kilmetros para los cuales
necesitaron da y medio, desde el
Cabaret a Werigowschtchina, era un
desierto de nieve y horrores. No existan
alojamientos. Se dorma donde se poda,
en chozas abandonadas o al aire libre,
encendiendo grandes hogueras. La
temperatura amenazaba descender.
Desde Werigowschtchina se entr en
varios
espaoles
muertos.
Al
recuperarse las posiciones la Segunda
se haba encontrado con que los
cadveres tenan prendidas al uniforme
hojas de propaganda rusa, hojas de
colores, propus, como decan ellos,
mariposas de la muerte posadas en
cadveres.
No se durmi. No se poda dormir.
Cipriano ya no era asistente ni era nada;
apenas un soldado aterido de fro y
achicado el nimo por el desconcierto
de las retiradas. Mediada la noche
pasaron aviones, seguramente de
reconocimiento, que arrojaron bengalas
sobre Ljuban. A las seis de la maana,
un enlace enviado a la ciudad, vino todo
TOMS
SALVADOR
(Villada,
Palencia, 1921 - Barcelona, 1984)
escritor y periodista espaol. A los ocho
aos su familia se traslad a Madrid y l
fue internado en la Fundacin Caldeiro.
Durante la Guerra Civil permaneci en
Madrid, donde se form de manera
autodidacta, frecuentando las bibliotecas
Notas
[1]
[2]
[3]
[4]
[5]
[6]
Los
divisionarios
llamaban,
coloquialmente, Villarrelevo a la
poblacin de Wyarlevo, por su similitud
fontica y por tener lugar all, en su
estacin, la llegada de batallones de
refresco desde Espaa, y la partida de
otros que eran repatriados tras haber
cumplido su periodo de servicio. (Nota
del E. D.) <<