La Literatura Medieval
La Literatura Medieval
La Literatura Medieval
Convencionalmente, se considera que la Edad Media se inicia en el año 476, con la caída del
Imperio Romano de Occidente, cuando Roma, su capital, es conquistada por los hérulos,
uno de los pueblos considerados bárbaros por los latinos.
Un milenio después, tres hitos históricos delimitan la frontera entre la Edad Media y el
Renacimiento: la caída de Constantinopla en manos del Imperio otomano (1453),
la invención de la imprenta por Johannes Gutenberg (h. 1400-1467) y el descubrimiento
de América (1492).
Durante este largo período, el latín se va fragmentando en las distintas lenguas románicas,
pero no es hasta finales del siglo X o principios del siglo XI cuando se documentan
los primeros textos escritos en romance peninsular: las llamadas Glosas
emilianenses y Glosas silenses, halladas, respectivamente, en los monasterios de San Millán
de la Cogolla (La Rioja) y Santo Domingo de Silos (Burgos). Se trata de un conjunto
de anotaciones, situadas entre las líneas o en los márgenes de textos latinos, que pretenden
aclarar el significado de algunos pasajes o palabras. Las Glosas confirman que la lengua
usada en la época se había distanciado ya notablemente del latín.
La literatura peninsular de este período está condicionada por tres importantes factores: las
particularidades de la sociedad medieval, la interculturalidad y la mentalidad teocéntrica. A
continuación nos detendremos en cada uno de ellos.
La sociedad medieval estaba organizada en tres estamentos, con los que es posible vincular
las distintas manifestaciones de la literatura de la época:
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El clero. Durante gran parte de la Edad Media, la Iglesia fue la depositaria única de
la cultura. Las órdenes monásticas (Cluni o el Císter) copiaban y guardaban los
manuscritos en los monasterios, donde surgirá el mester de clerecía.
A partir del siglo XIII aparecieron las primeras universidades españolas, vinculadas
inicialmente al clero: la de Palencia, entre 1204 y 1208; la de Salamanca, en 1218; y la
Complutense, en Alcalá de Henares, en 1293.
La nobleza. Desde finales del siglo XIII, las cortes reales o nobiliarias se convirtieron
también en centros de cultura. Obras literarias como El conde Lucanor, de don Juan
Manuel, perseguirán como objetivo la educación de los nobles; y la poesía
cancioneril, los libros de caballerías o la novela sentimental reflejarán la ideología
y los gustos de la nobleza cortesana del siglo xv.
1.2. LA INTERCULTURALIDAD
Los primeros siglos de la Edad Media europea están marcados por dos amplios movimientos
migratorios:
A partir del siglo III, los pueblos germánicos, procedentes de la Europa central y
septentrional, se desplazaron hacia el oeste y sur del continente. Durante los
siglos V y VI fundaron en estos territorios reinos que constituyen la semilla de los
modernos Estados europeos: los francos se establecen en la actual Francia;
los hérulos y los ostrogodos, en la península itálica; los visigodos, en la península
ibérica; y los anglos y sajones, en Gran Bretaña. Casi todos abrazan como religión
el cristianismo, y francos, ostrogodos y visigodos adoptan como lengua el latín.
Tras la muerte del profeta Mahoma (632), el islam se expande por Persia y por el
norte de África. En el año 711, se produce la invasión de la península por los árabes
y los bereberes, que llegan hasta los Pirineos, donde son detenidos por Carlos Martel,
abuelo del rey franco Carlomagno (742-814).
Pluralidad lingüística. Alrededor del siglo X, en los reinos cristianos del norte quedan
constituidos los primitivos romances peninsulares: el gallego-
portugués, el asturleonés, el castellano, el navarroaragonés y el catalán. A estas
manifestaciones habría que añadir el mozárabe, que era hablado por los cristianos de
al-Ándalus, y las lenguas no románicas de la península, como el vasco y el árabe.
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Coexistencia de las culturas cristiana, judía y musulmana. Las relaciones entre
ellas fueron a menudo conflictivas, como demuestran las luchas fronterizas entre
cristianos y musulmanes, o los frecuentes pogromos (episodios de violencia contra las
juderías), que desembocaron en el establecimiento de la Inquisición en 1478 y
la expulsión de la población hispano judía en 1492. Sin embargo, se produjo
también un fecundo intercambio cultural que favoreció el desarrollo de las
matemáticas, las ciencias naturales, la técnica, la literatura o el pensamiento filosófico.
Así, buena parte del arte y de la cultura de la época (el arte románico y el arte gótico;
el canto gregoriano; las Cantigas de Santa María, compuestas o compiladas por Alfonso X
el Sabio; las distintas manifestaciones de la polifonía religiosa medieval; el mester de
clerecía...) llevarán la impronta del cristianismo.
La religiosidad es, además, uno de los rasgos característicos de los personajes que, desde la
literatura, se proponen como modelos para la comunidad: es el caso del Cid o del caballero
Zifar, que estudiaremos en las próximas unidades.
Las peculiaridades del mundo medieval determinan una serie de rasgos compartidos que se
aprecian en buena parte de la literatura de este período:
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mester de clerecía o en los repertorios de cuentos vinculados a la predicación o a la
educación de nobles y príncipes.
4. Predominio del verso. Como hemos visto, las obras literarias medievales no se
destinan habitualmente a la lectura individual, sino al canto o a la recitación. Como
consecuencia de ello, se preferirá, en general, el verso a la prosa. El verso, dotado de
ritmo y rima, será el modo de expresión no solo de la lírica, sino de distintos
subgéneros narrativos (poemas épicos, romances, poemas narrativos del mester de
clerecía...).
2. La lírica popular
La lírica popular adopta en la Europa medieval distintas expresiones: las jarchas mozárabes,
las cantigas de amigo galaico-portuguesas y los villancicos castellanos en la península
ibérica; los refrains y las chansons de toile francesas, y las Frauenlider alemanas. Todas
ellas surgen entre los siglos xi y xiii a partir de un sustrato folclórico común, y constituyen
la llamada canción de mujer.
Todas ellas presentan rasgos comunes: son poemas líricos anónimos, cantados por el
pueblo, que se transmitían oralmente de generación en generación; en general, son de
temática amorosa y el yo poético es una joven enamorada.
Las canciones de mujer se recogieron por escrito tardíamente, cuando los autores cultos
comenzaron a valorar la poesía y la música tradicionales. Por ello, a menudo, no es posible
distinguir si los poemas que se conservan son cantares populares auténticos o
reelaboraciones de textos preexistentes realizadas por poetas cultos.
Los siguientes poemas son traducciones de dos canciones de mujer anónimas de los siglos
xii-xiii. El primero fue escrito originalmente en alemán; el segundo, en francés.
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general, la madre o las hermanas— para expresar su sufrimiento por la ausencia, la
enfermedad o la partida del amado. Este es designado con el arabismo habib (o habibi).
En general, se trata de poemas de tema amoroso; sin embargo, existen también villancicos
de trabajo, de fiesta, infantiles, humorísticos..., que acompañaban los distintos momentos
y actividades de la vida medieval.
La lírica culta
Los trovadores eran profesionales que actuaban en las cortes, bajo el mecenazgo de nobles o
de reyes. Componían tanto el texto —en provenzal o langue d'oc, con métrica regular y alta
exigencia formal— como la música de sus composiciones.
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Estos poetas cultivaron distintos subgéneros líricos: la cansó, de temática amorosa;
el planh, o lamento por la muerte de un personaje relevante; o el sirventés, utilizado para
criticar a los enemigos o satirizar conductas sociales.
Pronto surgieron en Europa escuelas poéticas que imitaron la lírica de los trovadores
provenzales. En la península ibérica se pueden distinguir tres focos:
La poesía cancioneril
6.1. LA CANCIÓN
6.2. EL DECIR
El decir es un poema extenso, concebido para ser leído, que sirve, en general, como cauce
para reflexiones morales, políticas o filosóficas sobre cuestiones diversas: el paso del
tiempo, la variabilidad de la fortuna, la muerte...
En algunos decires se hace evidente la influencia de la poesía italiana del siglo XIV,
centuria en la que Italia tomó el relevo a Francia como centro de la lírica en lengua
vernácula. Especialmente significativo es el influjo de la Divina comedia, de Dante.
Entre los más de ochocientos poetas cancioneriles conocidos, destacan tres autores:
el marqués de Santillana, Juan de Mena y, sobre todo, Jorge Manrique.
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Íñigo López de Mendoza, marqués de Santillana (1398-1458), impulsó la renovación de la
poesía castellana, introduciendo estructuras métricas y motivos de la poesía
del Trecento italiano. En su producción, se distinguen distintos subgéneros poéticos.
Subgéneros poéticos
Las dieciséis canciones conservadas no presentan novedades
Canciones significativas; constituyen, por tanto, la parte más convencional
de su obra.
Destacan los plantos o elegías fúnebres (Planto de la reina
Margarida, Defunción de don Enrique de Villena) y otros
Decires
decires narrativos más extensos de influencia italiana, como El
infierno de los enamorados.
Se trata de ocho composiciones (existen dos más escritas en
colaboración) en las que un caballero narra en primera persona
Serranillas
su encuentro con una pastora o serrana, a la que intenta
conquistar.
Santillana escribió cuarenta y dos sonetos «fechos al itálico
modo», que constituyen la primera tentativa de aclimatación
Sonetos
del soneto en lengua castellana y convierten al autor en
precursor de Juan Boscán y Garcilaso de la Vega (Unidad 17).
En este extenso poema, conocido también como Las trescientas, el emisor es conducido por
una doncella (la Providencia) al palacio de Fortuna. Allí contempla las ruedas del tiempo: las
del pasado y el futuro están quietas, mientras la del presente gira sin cesar. La voz poética
examina las virtudes y defectos de los personajes históricos o contemporáneos situados en
las ruedas.
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El Laberinto de Fortuna consta de trescientas coplas de arte mayor, cada una de las cuales
está formada por ocho versos dodecasílabos con rima consonante según el esquema 12A
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12B 12B 12A 12A 12C 12C 12A.
Jorge Manrique escribió medio centenar de canciones amorosas dentro de las convenciones
de la poesía cancioneril. Sin embargo, su obra más importante —considerada una de las
cimas de la poesía española— es la elegía Coplas a la muerte de su padre, compuesta entre
1476 y 1479.
El planto (del latín plantum, «llanto») o elegía funeral había sido cultivado previamente por
los trovadores provenzales y, ya en castellano, por Gonzalo de Berceo (Duelo que fizo la
Virgen María el día de la Pasión de su fijo Jesucristo), por Juan Ruiz (el dedicado a
Trotaconventos en el Libro de buen amor —Unidad 15—) o por el marqués de Santillana.
La obra está formada por cuarenta coplas manriqueñas, cada una de las cuales consta
de dos sextillas de pie quebrado. En ellas se combinan versos octosílabos y tetrasílabos(o
pentasílabos) con rima consonante, según el siguiente esquema: 8a 8b 4c 8a 8b 4c.
Estructura y temas
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Apuntes básicos. La lírica medieval
La lírica medieval
1. La Edad Media y su literatura. La Edad Media se desarrolla entre 476 (caída del
Imperio romano de Occidente) y 1492 (descubrimiento de América). Los primeros
textos escritos en romance peninsular son las Glosas silenses y las Glosas
emilianenses. Literariamente, el periodo se abre con las jarchas y alcanza hasta La
Celestina.
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5. La lírica culta peninsular. Los principales focos que imitaron la lírica provenzal son
la poesía trovadoresca catalana (Ausiàs March), las cantigas de amor galaico-
portuguesas y la poesía cancioneril castellana.
6. La poesía cancioneril. Recogida en cancioneros durante los siglos xv y xvi, sus
principales subgéneros son los siguientes:
7. Los grandes poetas cancioneriles. Entre los poetas de cancionero, destacan tres
nombres:
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