Laser Morrillo PDF
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CONCEPTO E INTRODUCCIÓN
Para la emisión de luz visible a partir de un foco, debe comunicarse a éste una energía
(térmica,eléctrica, química, etc.) que excite sus átomos. Generalmente se producirá una
desexcitación inmediata con emisión continua de radiaciones, que: a) son heterocromáticas
(de distinta longitud de onda), b) no son coherentes (no se encuentran en fase), y c) se
propagan en todas las direcciones del espacio.
La radiación láser posee todas las propiedades de la luz; sin embargo, se caracteriza por ser:
monocromática (todos sus fotones tienen igual longitud de onda),coherente (todos los
fotones se encuentran en fase temporal y espacial) y direccional (el haz de radiación
presenta escasa divergencia, fruto de las dos características anteriores). La principal utilidad
práctica de la radiación láser reside en que concentra un gran número de fotones por unidad
de superficie (fig. 20.1).
Monocromaticidad
La buena definición de la frecuencia de la luz emitida, esto es, la monocromaticidad, es una
de las principales características de la radiación láser. Permite aprovechar las características
físicas y biológicas que posee la radiación de una longitud de onda determinada.
Actualmente, existen láseres que emiten en el visible, infrarrojo, ultravioleta e, incluso, en
la banda espectral de los rayos X. Algunos láseres, como los de colorantes, permiten
sintonizar la emisión dentro de una gama de frecuencias.
Coherencia
En contraposición a la radiación luminosa convencional, de componentes desorganizados o
incoherente, la radiación coherente es aquella en la que todos sus fotones están en fase. Al
coincidir en una misma dirección de propagación, los estados vibracionales se suman. El
resultado es un efecto de amplificación en la intensidad luminosa emitida, característica de
la radiación láser (fig. 20.2).
Antes del advenimiento del láser, para obtener una luz coherente se utilizaban haces
estrechamente colimados, mediante aperturas diminutas deno minadas pin- hole, de una luz
lo más monocromática posible. Generalmente se utilizaban lámparas de sodio, que emiten
un doblete de longitudes de onda casi idénticas (589,0 y 589,6 nanómetros), con el
inconveniente de que la colimación mediante pin- hole limita seriamente la potencia de
salida del haz. Sin embargo, esta restricción no tiene lugar con el láser, cuya intensidad se
encuentra amplificada, lo que le proporciona su brillantez característica.
Direccionalidad
La disposición de una cavidad resonante, uno de los más importantes requisitos técnicos en
la construc ción de los sistemas láser, proporciona otra de las características de esta
radiación, su escasa divergencia. Dado que sólo se amplifican los fotones emitidos en el
sentido de un eje del material emisor, la radiación resultante posee una marcada
direccionalidad de emisión, lo cual la hace idónea para diversas aplicaciones prácticas, en
las que se requiere precisión en la iluminación.
Toda vez que se conocía la naturaleza de la luz y su mecanismo íntimo de producción desde
los esquemas teóricos desarrollados en el marco de la mecánica cuántica, una nueva
posibilidad teórica, la emisión estimulada de radiación, dio un nuevo impulso a las
investigaciones en el terreno de las ondas electromagnéticas.
Para que se produzca una emisión coherente, es necesario que los electrones corticales del
material emisor se desexciten al mismo tiempo y siempre entre los mismos niveles. El
fenómeno por el que puede alcanzarse esta situación fue descrito por Einstein en 1917,
quien lo denominó «emisión estimulada de radiación». Esta teoría para explicar el
equilibrio térmico de un gas, que simultáneamente estuviera absorbiendo y emitiendo
energía radiante, sugiere que sería necesario admitir la existencia de una cierta emisión de
radiación inducida, por lo que en el experimento estarían implicados tres procesos:
absorción, emisión espontánea y emisión estimulada. Walter Heitter recogió los resultados
de sus estudios sobre emisión estimulada, a la que denominó «emisión inducida», en su
libro The Quantum Theory of Radiation, publicado en 1954. La emisión estimulada es un
proceso en el que, al interaccionar con un átomo excitado un fotón cuya energía es idéntica
a la que este átomo emitiría al desexcitarse espontáneamente, se induce la inmediata
desexcitación y, con ello, la emisión de un fotón absolutamente idéntico al primero en
frecuencia, fase y dirección.
La creación del primer máser, a partir de las teorías de emisión estimulada de Einstein, se
consiguió gracias a los trabajos llevados a cabo simultáneamente por Townes, Gordon y
Zeiger, en Estados Unidos, y Basov y Prokhorov en la antigua Unión Soviética. En 1954,
éstos propusieron nuevos métodos para la gene ración y amplificación de las ondas de
radiofrecuencia (microondas), y se diseñó el primer máser que funcionaba utilizando la
radiación inducida de un haz de moléculas de amoníaco emitiendo microondas en una sola
frecuencia, con muy bajo factor de ruido y muy alta sensibilidad. En 1964, Basov y
Prokhorov, junto con Townes, consiguieron el premio Nobel.
Los máseres, gracias a sus características, se utilizan principalmente en radio,
comunicaciones espaciales, astronomía por radar, etc. Sin embargo, pese al gran avance
científico que supuso su desarrollo, no permitían obtener emisión estimulada en la región
del espectro electromagnético situada entre las microondas y el infrarrojo. Townes planteó,
entonces, la posibilidad de estudiar esa región de frecuencias desde la luz visible. Él y sus
colaboradores propusie ron, en 1958, construir máseres capaces de trabajar en la región
óptica, utilizando cavidades reflectoras como resonadores.
En julio de 1960, Maimann, de la Hughes Aircraft Co., observó, al iluminar intensamente
un rubíespecialmente tallado, que éste emitía un haz casi paralelo de luz roja muy intensa y
casi perfectamente monocromática. Se trataba del primer sistema de emisión láser.
El láser de rubí diseñado por Maimann contiene un medio activo sólido (el cristal de rubí) y
proporcio na una emisión pulsátil de color rojo. En 1961, Javan, Bennett y Herdiot,
trabajando en la Bell Telephone Laboratories, consiguieron una emisión láser de forma
continua, al excitar una mezcla de gases (helio y neón) mediante un campo de alta
frecuencia. Posteriormente, se ha conseguido una gran variedad de sistemas de emisión
láser, en cuanto a sus componentes (medio activo, sistema de bombeo, etc.) y a las
características de la radiación emitida.
Las aplicaciones del láser en medicina se iniciaron poco después del descubrimiento de
Maimann. En 1961, en el Hospital Presbiteriano de Nueva York, se practicó con éxito la
primeraintervención quirúrgica con un láser de rubí. Se trataba de la extirpación de un
pequeño tumor retiniano, que impedía la visión.
El empleo de la radiación láser con fines quirúrgicos aprovecha una elevada concentración
de energía en una pequeña superficie, para destruir o volatilizar los tejidos. El efecto
térmico de la radiación láser de elevada potencia, la coherencia, precisión en diámetro y
tiempos de impacto del haz emitido, así como la posibilidad de transmisión por fibras
ópticas y sistemas microscópicos, son los fundamentos técnicos de gran parte de las
aplicaciones del láser en medicina. En la actualidad, existen indicaciones de su uso
perfectamente establecidas en oftalmología, ginecología, cirugía general, etc.
A mediados de los sesenta, se observaron efectos muy interesantes al utilizar radiación láser
a energías muy inferiores, que ni siquiera producen aumento de temperatura. En 1967, el
profesor Inyushin, de la Universidad de Alma Atta, dirigió los primeros estudios sobre
«efectos biológicos del láser» en animales. En la década siguiente, Mester, en Budapest,
practicó una serie de experiencias que ponen de manifiesto los efectos estimulantes del
láser de baja potencia, tanto en el ámbito clínico como celular.
Actualmente existen láseres que cubren desde el infrarrojo al ultravioleta, con una gran
variedad en potencia de salida y grado de monocromaticidad. Algunos tienen la posibilidad
de generar impulsos de duración inferior al picosegundo. Otros, como los de colorantes y
los de centros de color, permiten obtener una luz cuya longitud de onda puede variarse a
voluntad del experimentador. Esta diversidad de prestacio nes ofrece la posibilidad de
seleccionar el equipo adecuado a cada uso, quirúrgico y no quirúrgico.
EFECTO FOTOTÉRMICO
En los láseres de alta potencia, el efecto fototérmico es el responsable directo y principal de
la acción de corte del láser quirúrgico, algunas de cuyas implicaciones bioquímicas han
sido estudiadas. Los láseres de baja potencia, en cambio, no causan un aumento
significativo de temperatura en el tejido irradiado. Estas potencias suelen ser del orden de
varias decenas de mw y la mayoría de los autores coinciden en que las condiciones
habituales de su uso no hacen suponer que la temperatura desempeñe un papel importante
en la acción biológica.
¿Cuál es, entonces, la frontera en términos de potencia del efecto fototérmico? En este
sentido, Matsushita, en experiencias con Nd-YAG desfocalizado, señala que la irradiación a
100 mW no produce aumento de temperatura mensurable, mientras que a 300 mW se
aprecian incrementos de 3C y a 500 mW, en torno a la decena de grados. Aun sin tener
todos los datos para calcular la densidad de energía, pue de entenderse que en laserterapia
de baja potencia se está por debajo de esos niveles. Existen teorías interesantes (y
controvertidas), que señalan la posibilidad de que tan bajos niveles de energía constituyan
una forma de «mensajes» o energía utilizable por la propia célula, para la normalización de
las funciones alteradas. Se trataría de un efecto fotoenergético o bioenergético.
EFECTO FOTOQUÍMICO
La interacción de la radiación láser de baja potencia con los tejidos produce numerosos
fenómenos bioquímicos. Localmente, tienen lugar algunos, como la liberación de
sustancias autacoides (histamina, serotonina y bradicinina), así como el aumento de
producción de ATP intracelular y el estímulo de la síntesis de ADN, síntesis proteica y
enzimática.
EFECTO FOTOELÉCTRICO
Se produce normalización del potencial de membrana en las células irradiadas por dos
mecanismos: actuando, de forma directa, sobre la movilidad iónica y, de forma indirecta, al
incrementar el ATP producido por la célula, necesario para hacer funcionar la bomba
sodiopotasio.
ESTÍMULO DE LA MICROCIRCULACIÓN
La radiación láser, debido a su efecto fotoquímico, tiene una acción directa sobre el esfínter
precapilar. Las sustancias vasoactivas lo paralizan y producen vasodilatación capilar y
arteriolar, con dos consecuencias:
- El aumento de nutrientes y oxígeno, que, junto a la eliminación de catabolitos, contribuye
a mejorar el trofismo de la zona.
- El incremento de aporte de elementos defensivos, tanto humorales como celulares.
AUMENTO DEL TROFISMO Y LA REPARACIÓN
El estímulo de la microcirculación, junto a otros fenómenos producidos en las células,
favorece que se produzcan los procesos de reparación, lo que contribuye a la regeneración y
cicatrización de pérdidas de sustancia. Por otra parte, otros fenómenos celulares, como el
aumento de la producción de ATP celular, la síntesis proteica y la modulación de la síntesis
enzimática, junto a la activación de la multiplicación celular, favorecen la velocidad y
calidad de los fenómenos reparativos.
INSTRUMENTACIÓN Y EQUIPOS
Los equipos empleados principalmente en laserterapia de baja potencia son el láser de He-
Ne y el de semiconductores (As-Ga). Ambos se fabrican en unidades aisladas o
combinadas, en tamaño pequeño (portátil o consola) y tipo cañón.
Las unidades de He-Ne emiten una radiación roja (632,8 nm), que sale del equipo en forma
de un haz prácticamente lineal, con muy poca divergencia. La parte fundamental es el tubo
presurizado, en el que se encuentra la mezcla gaseosa de helio y neón. La potencia de salida
es fija, dependiente de la dimensión del tubo y de la densidad de gas utilizada. En las
unidades de consola oscila entre 1 y 15 mW. En las unidades tipo cañón, que permiten
emplear tubos más grandes, la potencia de salida puede superar los 30 mW. La radiación
láser sale al exterior del aparato por un orificio que suele tener acoplamiento para fibra
óptica.
Por lo general, estos equipos de He-Ne emiten de forma continua, aunque mediante un
simple dispositivo puede interrumpirse el haz para aplicarlo a impulsos con la frecuencia
deseada. Las unidades deben disponer de un temporizador para desconectar
automáticamente tras un tiempo prefijado.
En los equipos portátiles y consolas, la radiación se transmite por una fibra óptica que se
acopla al orificio de salida de la radiación láser y conduce ésta hacia el extremo opuesto,
que se utiliza como aplicador. Las fibras ópticas están constituidas por dos cuerpos
cilíndricos (interior y exterior) de cuarzo o plástico, transparentes, aunque de distinto índice
de refracción. Mediante una serie de reflexiones interio res, la luz que incide por un
extremo llega al otro, aunque con una pérdida de intensidad del 20% aproximadamente, con
las modernas fibras ópticas. Hay que tener la precaución de no doblar excesivamente la
fibra óptica ni su ensamblaje, pues ambos son frágiles. Asimismo, es preciso limpiar su
extremo periódicamente. La utilización de fibra óptica permite aplicaciones puntuales,
colocando su extremo en contacto con la piel.
Los equipos de He-Ne de mayor potencia se fabrican en forma de cañón. En estas unidades,
el tubo se dispone en el interior de una carcasa alargada, que se articula a una consola con
una base rodante, para facilitar su desplazamiento. La radiación láser se emite por un
extremo y puede aplicarse directamente o me diante fibra óptica. Algunos de estos equipos
llevan, en la salida, undispositivo de espejos, que se desplazan mediante un pequeño motor
eléctrico, en sentido longitudinal y transversal, de forma que puedan realizarse barridos
diversos sobre la zona que hay que tratar. Uno de los espejos tiene una vibración entre 30 y
50 Hz y hace que el haz describa un recorrido lineal. Esta línea es recogida por un segundo
espejo, que vibra a una frecuencia de 1 a 10 Hz y desplaza el trazado lineal cubriendo una
zona rectangular. Mediante unos dispositivos de control, puede modificarse la longitud de
la línea y su recorrido. También puede realizarse la irradiación de una zona mediante
barrido puntual, programando la distancia entre cada punto y entre las líneas de puntos que
hay que aplicar así como la irradiación en cada punto. El mecanismo es similar al anterior,
con la diferencia de que los espejos van a saltos. En las unidades de As-Ga, la emisión de la
radiación se produce desde el diodo, que está compuesto por dos capas semiconductoras,
cortadas con precisión. Al aplicar corriente eléctrica a cada lado, la radiación láser se
genera en la unión entre las dos capas (unión P-N). Estos láseres producen un haz de forma
elíptica, con una divergencia de 10 a 35 grados.
El diodo de As-Ga más comúnmente usado produce una radiación de 904 nm emitida a
impulsos. La alta intensidad que debe atravesar el diodo produce una gran cantidad de calor
mediante efecto Joule, lo que obliga a que el láser deba funcionar durante cortos períodos
de tiempo, seguido de largos períodos de enfriamiento (ciclo de trabajo muy corto). De
hecho, lo que controla la emisión es el ciclo de trabajo (duty cicle) que es el porcentaje de
tiempo que puede estar funcionando el diodo durante un período. Normalmente se emplean
valores del 0,1%. Hoy día se prefiere utilizar potencias de pico no muy elevadas, pero que
puedan trabajar con un ciclo de trabajo alto. Se dispone de diodos que pueden ofrecer
potencias medias elevadas (hasta 200 mw), y algunos de los cuales con la posibilidad de
emisión continúa (con potencias de 100 mw) a temperatura ambiente. Igualmente, la
posibilidad de emplear As-Ga dopado con diferentes materiales permite obtener diversas
longitudes de onda (635, 780, 810, 830 y 904 nm).
En las consolas y equipos portátiles (fig. 20.11), el diodo se encuentra situado en el extremo
del aplicador, pieza de metal o de plástico resistente en forma de cilindro alargado, que se
conecta a la consola mediante los cables que conducen la energía eléctrica hacia el diodo.
En el extremo del aplicador, suele colocarse una lente para corregir la divergencia de salida,
especialmente si la potencia media no es muy elevada. Es importante que el fabricante
aporte la superficie de depósito del aplicador. En cualquier caso, puede realizarse la
estimación del área de depósito mediante un visor de infrarrojos (aunque es caro y debe
efectuarse por personal experto).
Existen equipos mixtos, de consola o portátiles, que tienen la posibilidad de producir tanto
láser de He-Ne como de diodos. Igualmente, existen unidades tipo cañón para la aplicación
de un haz central de He-Ne y una corona de entre 4 y 6 diodos (fig. 20.12).
DOSIMETR1A
La aplicación del láser de baja potencia es relativamente simple, pero deben conocerse
ciertos principios de dosimetría para determinar la dosis depositada en cada tratamiento.
Ésta es la única forma de realizar estudios serios y poder comparar resultados con equipos
diferentes, tanto experimental como c1ínicamente.
Todo generador láser emitirá más o menos fotones por unidad de tiempo según cuál sea su
potencia de emisión. De esta forma, la energía es el producto de la potencia por el tiempo
que dura la aplicación:
E (J) = P x t (W x s)
Se denomina densidad de potencia a la relación entre la potencia de emisión y la superficie
de irradiación: jw = P/S (W/cm2 )
En las radiaciones ópticas, recibe el nombre de irradiancia y representa la concentración de
fotones sobre el punto o superficie irradiada por unidad de tiempo.
La densidad de energía (fluence energy), también denominada exposición radiante,
representa la densidad de potencia o irradiancia durante el tiempo de aplicación:
j? = jw x t (W x s/cm2) = (J/cm2)
En laserterapia se acostumbra establecer la dosis que hay que aplicar en términos de
densidades de energía, expresándola en (J/cm2). En todos los equipos, debe considerarse
para su cálculo la potencia de salida y el tipo de emisión: continua o pulsada.
Emisión continua
En este caso (láser de He-Ne y algunos láseres de semiconductores), la potencia de salida
coincide con la de emisión (fig. 20.13). Conociendo la superficie que abarca el haz y la
densidad de energía (j?) que quie re alcanzarse, puede calcularse el tiempo de duración del
tratamiento, según la expresión:
t = j? / jw = (j? x S) / P
Emisión pulsada
En este caso, la potencia de salida o potencia de pico no coincide con la potencia real de
emisión (potencia media). Este tipo de emisión es característica del lá ser de As-Ga y se
necesitan tres parámetros para definirla: a) potencia pico; b) duración del pulso, y c)
frecuencia de pulsos (fig. 20.14). La potencia media puede calcularse de la siguiente
manera:
Energía de un impulso Ei = Pp x ti
Potencia media Pm = Ei / (ti + tr)
Aunque se han publicado pocos ensayos clínicos, parece haber evidencia suficiente de que
el láser de baja potencia produce reducción del dolor y la inflamación, y acelera la
reparación de heridas y quemaduras. El mecanismo íntimo de estos efectos aún no está del
todo aclarado, pero son cada vez más numerosos los grupos de investigación que abordan
estas cuestiones desde aspectos básicos (bioquímicos, histológicos, etc.) y clínicos, tanto en
experimentación animal como en seres humanos.
Cicatrización de heridas
Las primeras evidencias de la capacidad del láser de baja potencia para contribuir a la
cicatrización de heridas provienen de experiencias in vitro, en las que se demostró la
proliferación de fibroblastos de características normales en cultivos irradiados. Estos
estudios fueron realizados por los equipos de Mester, con láseres de rubí (694,3 nm) y He-
Ne (632,8 nm). Abergel, empleando He-Ne y As-Ga (904 nm),demostró el aumento de
fibroblastos y la síntesis de procolágeno en cultivos. Además, descubrió que el efecto era
mayor a dosis bajas, del orden de ?J/cm2 de As-Ga y entre 0,05 y 1,5 J/cm2 de He-Ne,
aplicadas en 3-4 sesiones diarias.
Posteriormente, confirmó que el aumento en la síntesis de procolágeno se debe al
incremento de ARN mensajero en las células irradiadas.
Se han realizado múltiples estudios en animales para evaluar la cicatrización de heridas y
quemaduras provocadas experimentalmente con resultados dispares. Mester y sus
colaboradores, aun sin encontrar cambios histológicos, objetivaron mejoría clínica en
reparación de heridas irradiadas con láser de rubí (1 J/cm2), especialmente si se aplicaban
varias sesiones. Se han descrito experimentos en los que el grupo irradiado no presentaba
mejoría aparente y otros en los que la cicatrización se producía mucho más rápido que en el
grupo control.
La variabilidad de resultados hace pensar en la mediación de algún efecto sistémico. En
este sentido, Mester ha descrito heridas que cicatrizaban con rapidez sin irradiarlas
totalmente y Kana describió aumentos de cicatrización de segundas heridas irradiadas
presentes en el mismo animal durante irradiación de una primera. Algunos de los trabajos
que presentaban ausencia de resultados positivos utilizaban como control heridas en el
mismo animal irradiado, lo que podría atribuirse al efecto sistémico de forma similar a la
experiencia de Kana.
La experiencia clínica de la laserterapia de baja potencia en el tratamiento de heridas y
úlceras de cicatrización lenta comenzó a mediados de los años sesenta. Mester y sus
colaboradores cuentan con una amplia serie de pacientes con úlceras de difícil evolución,
habitua lmente en extremidades inferiores, a las que trataron con láser de argón
desfocalizado (488 nm) y de He-Ne (632,8 nm), a dosis de hasta 4 J/cm2 ; obtuvieron el
78% de curaciones, el 14% de mejorías y el 8% de ausencia de respuesta. Otros autores,
como Trelles y Gogia, han demostrado empíricamente la eficacia de láseres de He-Ne y As-
Ga en úlceras tórpidas, fracturas no consolidadas, heridas de difícil cicatrización y lesiones
herpéticas. Han aportado múltiples ideas y recomendaciones prácticas sobre las medidas de
limpieza e higiene y otros aspectos coadyuvantes al tratamiento con láser.
Nuestro equipo realizó un minucioso trabajo, también en el ámbito clínico, en el que se
estudió la aplicación del láser de He-He en odontoestomatología, concretamente en la
cicatrización tras las exodoncias. Se irradió la zona de extracción dentaria inmediatamente
después de la extracción
(fig. 20.15), en un grupo de 100 pacientes seleccionados aleatoriamente frente a otros 100,
que se utilizaron como control. El grado de dificultad de las extracciones fue similar en
ambos grupos; se encontraron diferencias significativas en el tiempo de cicatrización y en
el porcentaje de pacientes que presentaron hemorragia postexodoncia: 3,38 días de media y
89% en el grupo control, frente a 1,97 días y 12% en el grupo irradiado. Se utilizaron dosis
de 5.7 y 8.9 J/cm2, y no se encontraron diferencias entre ambas.
Los estudios sobre la calidad de la cicatriz en heridas irradiadas han demostrado
histológicamente mayor epitelización y menor cantidad de tejido exudativo. En general, el
examen macroscópico ha presentado mejor aspecto cosmético y menor tejido cicatricial.
Trelles ha constatado, en quemaduras experimentales en ratones, aumento de la vasculatura
neoformada en el centro de la herida y menor retracción en las lesiones irradiadas, lo que
sugiere la utilidad clínica del láser en el tratamiento de quemaduras o heridas en la mano o
cuello.
Al irradiar nervios de rata seccionados y posteriormente suturados, con láser de As-Ga y
He-Ne, se aprecia igualmente menor presencia de tejido fibroso y mayor tendencia a la
regeneración nerviosa, lo que sugiere la indicación en el tratamiento posquirúrgico de
accidentes que afecten a los nervios. En este sentido, Rockind y sus colaboradores han
demostrado que, tras realizar heridas contusas en el nervio ciático de ratas e irradiarlas con
láser de He-Ne (10 J/cm2) durante 20 días, el potencial de acción era el 43% mayor al final
del tratamiento y estaba completamente restablecido al año, mientras que los grupos
control, dejados a su evolución natural, no alcanzaron niveles normales ni al cabo de un
año.
Dolor
El dolor de tipo crónico ha sido tratado con láser de He-Ne y As-Ga con resultados
positivos, tanto en la práctica como en la investigación clínica. Numerosos estudios
informan de mejorías de la sintomatología dolorosa; la mayoría de ellos son revisiones de
series de pacientes tratados con resultados diversos. No existen muchos trabajos
prospectivos diseñados minuciosamente. Walker dirigió un estudio a doble ciego en el que
se trataban pacientes con dolor crónico con láser de He-Ne, comparado con un tratamiento
simulado. Cuando las zonas superficiales dolorosas se irradiaban con láser se producía una
disminución significativa del dolor, así como una menor necesidad de analgésicos, frente al
tratamiento placebo. Curiosamente, Palmgreen ha descrito en un estudio aleatorizado en
pacientes con artritis reumatoide, en los que se comparabaun grupo irradiado frente a otro
con falsa irradiación, mejoría del dolor en ambos grupos, superior en el grupo irradiado,
pero presente en el que la irradiación sólo actuaba como placebo.
En el estudio citado anteriormente sobre irradia ción con láser de He-Ne en las extracciones
dentarias, se encontró una diferencia importante en el porcentaje de pacientes que sentían
dolor posteriormente a la extracción: 81% en el grupo control y 8% en el grupo irradiado.
Los resultados fueron ligeramente superiores al emplear dosis de 8,9 J/cm2 que cuando se
irradió con 5,7 J/cm2.
Moore realizó un ensayo en 20 pacientes con neuralgia postherpética, empleando láser de
As-Ga-Al (830 nm), en el que todos los pacientes demostraron reducción en la intensidad
del dolor entre el 40 y el 90 %, y reducción del área dolorosa entre el 49 y el 84%.
Aunque se tienen evidencias del efecto analgésico del láser de baja potencia, es difícil
medir objetivamente la modulación del dolor y el mecanismo interno de actuación no es
muy bien conocido. Se piensa que puede deberse a:
1. Fenómenos locales, que favorecen la reabsorción de sustancias algógenas, al mejorar la
microcirculación local, y elevan el umbral del dolor en los nervios periféricos, al interferir
el mensaje eléctrico durante la transmisión del estímulo.
2. Fenómenos sistémicos, que estimulan la producción de opiáceos endógenos del tipo de
las betaendorfinas.
Se ha observado que la irradiación láser tiene actividad sobre los nervios periféricos: por
ejemplo, en las experiencias de Nissan Rockind y sus colaboradores, sobre el
restablecimiento del
potencial de acción en nervios dañados. En seres humanos se ha demostrado, en un estudio
a doble ciego, que la exposición del nervio radial superficial a dosis bajas de láser producía
una disminución de la velocidad de conducción nerviosa. Esta disminución podría estar en
relación con el mecanismo de analgesia inducida por la radiación láser, la cual ayudaría a
mantener el potencial de membrana, lo que dificultaría la trans misión dolorosa focal.
Benedicenti atribuye la acción analgésica inmediata y de poca duración, principalmente, a
efectos sobre la polarización de la membrana de la terminación nerviosa, mientras que la
analgesia de aparición más tardía, pero más duradera, se debe a un aumento de las
endorfinas.
Ciertamente, una de las hipótesis que se emplean para justificar el efecto antiálgico de la
radiación lá ser de baja potencia es la posibilidad de que ésta produzca un aumento de los
niveles séricos de betaendorfinas (NSBE). En este sentido, se comentan, a continuación,
algunos estudios de nuestro grupo de investigación, que demuestran la inducción de mo
dificaciones de dichos niveles en experimentación animal, así como la dependencia de la
dosis y el tipo de láser empleado.
Los primeros estudios se realizaron en conejo vulgar; se irradió la pata delantera derecha y
se extrajo sangre para las determinaciones a los 15, 30 y 60 minutos (fig. 20.16). En
ausencia de estímulo doloroso, se observó un aumento significativo de los NSBE al irradiar
con He-Ne (1,8 J/cm2), mientras que con As-Ga (2,3 J/cm2) los niveles séricos sólo
experimentaron un ligero incremento. Posteriormente, se estudió un grupo de animales
sometido a estímulo doloroso, mediante pinzamiento de la pata derecha delantera, sin que
se obtuvieran resultados significativos, frente a un grupo sometido a estímulo doloroso más
irradiación con He-Ne. Este grupo experimentó un aumento de los NSBE entre 3 y 4 veces
superior al nivel basal. Tras estas primeras experiencias, se comprobó el efecto del láser de
As-Ga a dosis superiores y la reproductibilidad del método en otro animal de
experimentación, la rata Wistar. Se emplearon densidades de energía de 2,3 J/cm2, 4,7
J/cm2 y 7 J/cm2, y tiempos de extracción sanguínea de 10, 20, 30 y 60 minutos. Los
resultados, tanto en condiciones basales como con estímulo doloroso, solamente mostraron
respuesta significativa con dosis de 7 J/cm2, que presentan un aumento de los NSBE del
orden de 12 veces los valores basales (fig. 20.17).
Inflamación
Durante la inflamación, las prostaglandinas producen vasodilatación, lo que contribuye a la
salida de plasma en el espacio intersticial y a la formación del edema. Tras examinar
biopsias de heridas experimentales en animales, se ha comprobado que la producción de
prostaglandinas se altera por la irradiación con láser de He-Ne a 1 J/cm2. Concretamente la
PG E2 y la PG E? aumentan, con una duración de respuesta de 4 y más de 8 días,
respectivamente. Este fenómeno, junto al estímulo de la microcirculación, se ha
interpretado como parte de las causas que favorecen la resolución
del proceso inflamatorio agudo.
La eliminación de la éstasis local contribuye a la resolución de la reacción inflamatoria más
rápidamente de lo que el organismo haría por sus propios medios. Manhoffer en un estudio
controlado sobre tres modelos experimentales de inflamación, evaluó el efecto del láser de
He-Ne frente a luz difusa roja de longitud de onda comparable; concluyó que, aunque en
algunos casos hubo cambios respecto al grupo control, el efecto del láser y la luz roja
resultaron comparables.
Estos resultados subrayan la importancia de la luz de determinada longitud de onda como
factor desencadenante de efectos terapéuticos, aunque sería deseable un estudio en
profundidad de aspectos dosimétricos y espectrales de las observaciones de Manhoffer,
para evaluar adecuadamente los resultados.
El deporte ocupa un lugar cada vez más importante en nuestra sociedad, orientada hacia el
desarrollo del ocio y el tiempo libre, el culto a la estética corporal o la alta competición.
Una parte importante de la patología del deporte tiene como protagonistas los músculos y
tendones, y es consecuencia directa de traumatismos accidentales o microtraumatismos,
impuestos por la actividad forzada y repetida, que pueden verse favorecidos por la
existencia de un terreno predispuesto y por las secuelas de eventuales lesiones físicas. La
patología deportiva, por tanto, se centra en el dolor y la inflamación producidos,
fundamentalmente, por estímulos suprafuncionales, sobresolicitación o sobrecarga. Otro
problema diferente es el traumatismo o accidente deportivo.
Generalmente, el tratamiento se realiza en tres períodos: cese de la actividad, reeducación
funcional y readaptación al entrenamiento. El dolor constituye una señal de alarma, que en
ocasiones es soportable y permite la práctica deportiva, lo que agrava y aumenta la
sobresolicitación; ello provoca un aumento del dolor. Los agentes físicos desempeñan su
papel más importante en el primer período, esencialmente para control del dolor y de la
respuesta inflamatoria.
La verdadera eficacia del láser en medicina deportiva aún no está claramente establecida,
aunque parece centrarse en lesiones de partes blandas (tendino sas, insercionales,
musculares), buscando los efectos analgésicos, antinflamatorios y tróficos. Entre sus
aplicaciones se incluye favorecer la cicatrización de heridas y laceraciones, así como el
tratamiento de síndromes dolorosos que acompañan a diferentes patologías (síndrome del
dolor miofascial, radiculalgias, condromalacia rotuliana, fascitis plantar, bursitis). Sin
embargo, el láser por sí solo no es suficiente; es un medio más que debe utilizarse racio
nalmente junto a otros tratamientos, dentro de un correcto plan terapéutico.
Una vez más, aunque muchos hallazgos clínicos muestran resultados prometedores, es
necesaria la realización de más estudios controlados para determinar los tipos de láser y las
dosis necesarias para obtener resultados reproducibles. Su empleo indiscriminado, sin un
diagnóstico adecuado, en manos de personas no cualificadas hace que deje de ser un
método científico y caiga en el desprestigio que éste y otros agentes tienen para muchos
médicos.
METODOLOGÍA DE APLICACIÓN
Definiremos como aplicación el acto de irradiar un solo punto o una zona concreta del
organismo. Denominaremos sesión al conjunto de aplicaciones que se realizan en un acto
de tratamiento. Así, por ejemplo, si irradiamos una zona mediante cuatro depósitos
puntuales que la rodeen, habremos efectuado cuatro aplicaciones, pero constituirán en
conjunto una sesión. El número total de sesiones que se realizan constituyen un ciclo de
tratamiento.
En laserterapia de baja potencia, las modalidades fundamentales de aplicación son la
puntual y la zonal.
APLICACIÓN PUNTUAL
Consiste en la aplicación del haz láser sobre diversos puntos anatómicos de la zona. En el
caso del He-Ne, puede efectuarse a distancia y directamente desde el equipo, o mediante
fibra óptica, en contacto con la zona. En el caso del láser de IR (As-Ga), el tratamiento se
realiza con el puntal en contacto con la zona (fig. 20. 18).
Se recomienda respetar una distancia entre puntos de 1 a 3 cm y que el aplicador esté en
contacto con la piel y perpendicular a la zona, para aprove char al máximo el rendimiento
del haz.
Mediante este método, también se realiza la irradiación de puntos gatillo o de acupuntura
(«láserpuntura»). La aplicación puntual no debe realizarse cuando la zona es muy dolorosa
o se requiere una técnica aséptica, como ocurre en las heridas abiertas. En estos casos, es
necesario situar el puntal o la fibra a 0.5-1 cm de la superficie.
Cuando se trate de superficies irregulares, como una articulación, debe procurarse que ésta
quede abierta para permitir una mayor transmisión de energía a las zonas intrarticulares.
Los puntales y los extremos de las fibras deben limpiarse y desinfectarse, introduciéndolos
en desinfectantes no abrasivos el tiempo adecuado; hay que tener la precaución de lavarlos
posteriormente con suero fisiológico. Como medida adicional, los puntales pueden
protegerse con plástico o con un tubo de pirex ajustable a la boca del puntal.
APLICACIÓN ZONAL
En este caso, la zona se abarca de forma más amplia, no por puntos. La terapia zonal puede
hacerse con láser de He-Ne, adaptando lentes divergentes para incluir áreas determinadas.
También pueden utilizarse láseres de cañón, en cuyo extremo suele haber varios diodos de
As-Ga. Estos diodos están dispuestos de forma circular y próximos entre sí, de modo que, a
una pequeña distancia, se produce un área circular completa de irradiación. El mejor
método para estimar la superficie de irradiación es mediante un visor de infrarrojos o
fotografía infrarroja.
Estos láseres permiten la emisión de una irradiancia considerable, con tiempos de
aplicación más bajos. Por otro lado, presentan la ventaja de no tener que permanecer
sosteniendo el puntal sobre la zona durante todo el tratamiento (fig. 20.19).
Para estimar la superficie de tratamiento, lo más práctico es hacer una silueta de la zona en
papel milimetrado. No deben dibujarse líneas o puntos sobre la piel, ya que pueden
absorber parte de la energía luminosa. En caso de que vayan a tratarse zonas con heridas
abiertas, puede colocarse una sábana esterilizada o plástico transparente sobre la herida.
Conviene diferenciar la técnica zonal de la de barrido, en la que el láser se aplica de forma
oscilante, manual o automática, barriendo una zona rectangular (fig. 20.20). El problema
que presenta esta técnica es que resulta difícil calcular la dosis.
Por último, recordemos que la zona que hay que irradiar debe estar completamente desnuda
y limpia, con ausencia de sustancias reflectantes (cremas, pomadas, linimentos, etc.).
La respuesta obtenida con diferentes tipos de láser y distintas dosis varía considerablemente
de unos estudios a otros. Aunque por el momento no se dispone de una dosificación precisa
y específica para cada tipo de proceso, la gama de densidades de energía utilizada oscila
entre menos de 1 y 30 J/cm2 ; entre 1 y 12 J/cm2 es la gama que más se cita en los estudios
al respecto.
En las afecciones de partes blandas, que interesan especialmente en traumatología y
medicina deportiva, los estudios actuales vienen preconizando en procesos agudos (dentro
de las 72-96 horas de producido el daño) densidades de energía bajas, del orden de 4-6
J/cm2 por sesión, en 1- 2 sesiones diarias. En afecciones crónicas o conforme el proceso
agudo va resolviéndose, la recomendación es ele var las densidades energéticas; incluso
puede llegarse a 30 J/cm2 y puede reducirse el número de sesiones a una sesión diaria o
sesiones a días alternos.
En general, los tratamientos de principios de los ochenta solían indicarse con dosis por
sesión inferiores a la decena de J/cm2. Actualmente, lo habitual es que la superen. Ello
puede estar en relación con la obtención de láseres de He-Ne con más potencia media,
láseres de diodos que soportan potencias de pico y frecuencias elevadas, incluso el trabajo
en modo continuo, y –sobre todo- el empleo de láseres de alta potencia desfocalizados
(aunque siguen siendo equipos costosos).
Algunos aspectos poco estudiados, en los que merecería la pena profundizar, pues no hay
datos concluyentes, son: la longitud de onda más eficaz para cada proceso, la eficacia
terapéutica de tratamientos a impulsos o continuos y la importancia de la frecuencia de los
pulsos.
Otro factor que debe considerarse a fin de mejorar la eficacia terapéutica es el tipo de piel
del paciente, sus características fisiológicas y su grosor. Esta importante variable, no
estudiada en la clínica, debe ser objeto de atención, para optimizar las dosis y disponer de
factores correctivos en función de la piel del paciente.
CONTRAINDICACIONES Y PRECAUCIONES
Una de las cuestiones que suelen plantearse es la capacidad del láser de inducir la aparición
de cáncer. Es conveniente diferenciar entre dos fenómenos distintos, la oncogénesis
(producción de cáncer) y la estimulación de un cáncer ya existente en su crecimiento.
Aunque se trata de radiaciones sin capacidad ionizante, que no han demostrado efectos
mutagénicos ni transformaciones neoplásicas, sin embargo, exis ten estudios en los que se
ha observado la proliferación de células neoplásicas cuando son estimuladas. No obstante,
hemos podido comprobar que no se observan modificaciones en las fases del ciclo de
células tumorales (de adenocarcinoma de colon humano) irradiadas in vitro con láser de
He-Ne, con dosis únicas entre 0.042 y 1.68 J/cm2, aunque dejamos la puerta abierta a
investigaciones con dosis más elevadas e irradiaciones con dosis múltiples. En cualquier
caso, como medida preventiva, no debe utilizarse el láser de baja potencia, agente
potencialmente bioestimulativo, sobre pacientes con carcinoma activo o sobre ciertas
lesiones con potencial malignidad (leucoplasia, ciertos nevos, etc).
Debe evitarse la exposición directa en los ojos, por la posibilidad de daño en la retina. Este
es el mayor riesgo de la irradiación con este tipo de láseres. La retina es una estructura muy
sensible a la luz, sobre la que el cristalino focaliza y concentra aún más la energía. El láser
puede producir lesiones iniciales reversibles o, si la intensidad es suficiente y la exposición
continuada, una lesión más o menos definitiva. Por ello deben utilizarse gafas protectoras,
tanto para el paciente como para el terapeuta.
Aunque no se han publicado reacciones teratógenas, teniendo en cuenta que de forma
natural aparece cierto número de malformaciones en recién nacidos, no se recomienda la
irradiación sobre el abdomen de embarazadas, especialmente en el primer trimestre, como
medida de prudencia (al igual que en otras modalidades de electroterapia).
Una contraindicación formal es la irradiación en zonas con tendenc ia a la hemorragia
(p.ej., en pacientes hemofílicos), debido a la posibilidad de que el láser induzca una
vasodilatación de la zona.
Dentro de las precauciones, se incluyen las siguientes:
1. Parece ser que el láser puede estimular algunos agentes infecciosos, como E. coli, por lo
que es aconsejable tener cuidado en la aplicación de laserterapia de baja potencia en tejidos
infectados (p. ej., heridas abiertas infectadas).
2. La irradiación sobre el cuello y región precordial en pacientes con cardiopatía podría
producir modificaciones de la función cardíaca. En este sentido, se recomienda no irradiar
el tiroides. En estudios bioquímicos y de microscopía electrónica, se ha comprobado que el
lá ser ocasiona ligeros efectos degenerativos sobre las células foliculares, aunque no lo
suficientemente importantes como para generar sintomatología.
3. La irradiación sobre zonas fotosensibles, en pacientes fotosensibles o procesos que
cursan con fotosensibilidad, puede hacer aconsejable una pequeña exposición de prueba,
aunque hay autores que consideran estas situaciones como una contraindicación formal.