(Padre Pepe)

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- En la Ciudad Autónoma de

Buenos Aires, a los treinta y


un días del mes de mayo de
2018, a la hora 10 y 9:

Sr. Presidente (Lipoveztky).- Damos comienzo a la


decimoquinta reunión plenaria informativa conjunta de las
comisiones de Legislación General, de Legislación Penal, de
Familia, Mujer, Niñez y Adolescencia y de Acción Social y
Salud Pública de la Honorable Cámara de Diputados de la
Nación, para tratar los proyectos sobre despenalización y
legalización de la interrupción voluntaria del embarazo.
En primer término, quiero agradecer a las señoras
diputadas y los señores diputados presentes, así como
también a los expositores que vamos a escuchar en el día de
hoy, que es el último de desarrollo de estas jornadas que
vienen teniendo lugar desde el 10 de abril.
Se trata de un debate histórico en el cual han
participado 738 expositores -contando los invitados que
harán uso de la palabra en esta reunión-, quienes nos han
ilustrado con sus conocimientos y experiencias sobre un
tema tan importante como es la situación del aborto en la
Argentina.
Todos los diputados -particularmente las
autoridades de las cuatro comisiones que integran este
plenario- estamos muy contentos por el resultado de este
debate histórico.
Gracias al trabajo de todos hemos logrado tener
un debate respetuoso, con altura y con el suficiente nivel
para desarrollar un tema tan importante como el que estamos
tratando. Estamos muy agradecidos a todos. Es un día muy
importante para nosotros.
Cuando empezamos a programar estas jornadas, en
el mes de marzo, nos propusimos algunos objetivos y creo
que hoy, después de tantos días de trabajo, podemos decir
que estamos muy satisfechos por los resultados logrados.
Hemos podido oír a todas las voces.
En este marco voy a puntualizar una serie de
agradecimientos, porque todo esto se logró gracias al
trabajo de un equipo enorme que integra esta Cámara de
Diputados. Me refiero al personal de la casa y, por
supuesto, a los señores diputados miembros de las cuatro
comisiones que estuvieron aquí presentes, a sus autoridades
y a las autoridades de esta Cámara de Diputados.
A pesar de muchas cosas que han pasado y de las
presiones por algunas cuestiones ajenas a este tipo de
debates, hemos llegado a buen puerto. Sabemos que hay gente
a la que le hubiera gustado que este fuera un debate a los
gritos, tal como pasó en otros casos.
Nosotros trabajamos mucho para demostrar a la
sociedad que podemos debatir, con respeto y tolerancia, un
tema que la divide. Ese es nuestro mejor legado, a pesar de
que haya gente a la que no le guste y hayan buscado
mecanismos para tratar de ensuciar una situación en la que
estamos dando el ejemplo. Voy a empezar con los
agradecimientos. Después le voy a dar la palabra a cada una
de las presidentas de las tres comisiones que también
integran este plenario.
En primer término, quiero expresar mi
agradecimiento al presidente Macri, porque fue quien de
alguna manera apoyó la posibilidad de que este debate se
desarrollara tal como se realizó. Lo hizo en el lugar
institucional más importante. El 1° de marzo, en la
apertura de las sesiones ordinarias del Congreso de la
Nación, pronunció un discurso histórico por el que por
primera vez un presidente apoyó explícitamente que el
debate de la despenalización del aborto se llevara a cabo
en la Cámara de Diputados.
En segundo lugar, agradezco la lucha de las
mujeres que vienen presentando proyectos desde hace catorce
años y sostuvieron la Campaña Nacional por el Aborto Legal,
Seguro y Gratuito. Gracias a esa lucha hoy estamos donde
estamos.
En tercer término, voy a agradecer a todos los
invitados que vinieron aquí, se tomaron el tiempo para
realizar sus exposiciones, estudiaron y se prepararon.
Todos ellos defendieron sus ideas y valores con una gran
pasión. Esto realmente demuestra, por un lado, la seriedad
con que encararon el tema, y por el otro, que en la
Argentina tenemos grandes ciudadanos que se comprometen y
vienen a defender sus ideas con pasión y respeto.
También me gustaría agradecer a todos los que han
trabajado en la organización de esto. Nosotros somos la
cara visible en cuanto a esa tarea, pero aquí hay un gran
equipo de trabajadores y trabajadoras que lo hicieron
posible.
Antes de nombrarlos voy a expresar mi
agradecimiento, por supuesto, al señor presidente de la
Cámara de Diputados, doctor Emilio Monzó, que puso a
disposición todos los instrumentos disponibles de esta
institución para llevar a cabo este debate.
También voy a nombrar a las autoridades de las
cuatro comisiones que intervienen: a Guillermo Traintafilo
y a Martín Saade, secretario y jefe de la Comisión de
Legislación General, respectivamente; a Graciela Monteavaro
y a Fabián González, secretaria y jefe de la Comisión de
Familia, Mujer, Niñez y Adolescencia, respectivamente; a
Luis Cerri y a Luis Gaona Cifuentes, secretario y jefe de
la Comisión de Legislación Penal, respectivamente, y a las
licenciadas Analía Alzamora y Silvia Miranda, secretaria y
jefa de la Comisión de Acción Social y Salud Pública,
respectivamente. Todos trabajaron muy intensamente para que
este debate fuera posible.
Pero además hay una gran cantidad de trabajadores
de esta casa que todos los martes y jueves estuvieron acá,
al pie del cañón, trabajando divididos en dos turnos. Por
lo tanto, a continuación voy a nombrar a los que se
desempeñaron en el turno de la mañana. Seguramente por la
tarde vamos a nombrar a los que trabajaron en ese turno.
En primer término, voy a mencionar a los
trabajadores de Intendencia del Anexo: Jorge Komina, Miguel
Kolaric, Jorge Blanco, Marino Monteperto, Andrés Leiva,
Carlos Mansilla y Marcelo Ibarra. A todos ellos, muchísimas
gracias.
En segundo lugar quiero mencionar a todo el
personal de Seguridad. Son muchísimos y no solamente ayudan
con la seguridad, sino también con toda la organización
logística de estas reuniones. Ellos son Lucas Ansini,
Cristian Argüello, Juan Ignacio Auterio, Luis Francisco
Bazán, Matías Belmonte, Augusto Benítez, Eliana Bertelli,
Silvina Caghle Noffal, Mónica Castañeira, Sebastián Castro,
Viviana Bravo, Laura Martínez, Alejandro Dagrase -es el
subdirector de Seguridad-, Roberto Cavalcanti, Carlos
Duarte, Maximiliano Fanucchi, Mario Galván, Micaela Gómez,
Paula Gómez, Ariel Henault, Virginia Herrera, Ignacio
Lagalla, Soledad López, Verónica Luque, Arnedo Medina,
Miguel Morelli, Edgar Pérez, Karen Rojas, Mario Silva,
Micaela Sosa, Guillermo Thompson y Rubén Valdez. Quisimos
nombrarlos porque todas estas personas que ustedes ven acá
tienen nombre y apellido y creo que merecen ser parte de
esta lista. (Aplausos.)
En tercer término, quiero agradecer a todo el
personal de la Dirección de Sistemas Electrónicos. Ellos
son Luis Sassuolo –es el director del área-, Solange
Daniele, Ariel Pantano, Fernando Lucero, Fabio Ojeda,
Horacio Toloza, Nicolás Lomoro, Eduardo Maldonado, Nicolás
Tonelli, José Rocha, Carlos Campos, Santiago Questa,
Leandro Ottati, Sergio Nasso Bordín, Andrés Beis, Enrique
Gez y Sergio Igotnikov. Asimismo deseo expresar mi
agradecimiento al jefe del Departamento de Diputados TV
Digital, Daniel Berón; al jefe del Departamento Audio y
Video, Gabriel Conde, y al subdirector de la Subdirección
de Teledifusión y Servicios Audiovisuales, Eduardo Alegre.
En cuarto lugar, quiero agradecer a todos los
taquígrafos, que estuvieron aquí todos los días y realmente
han hecho un trabajo gigantesco, excepcional. (Aplausos.)
Vale la pena que sepamos quiénes son los que han
estado aquí todos los días elaborando la versión
taquigráfica para que posteriormente esté disponible y
quede en los anales de estas jornadas histórica. Ellos son
Silvana Pettinati, Marcela Pousa, Jorge Rivero, Carlos
Spector, Eleonora Franzetti, Valerio Rinaldi, Carlos
Brizuela, Alicia Cedrola, Daniel Rinaldi, Marisa Vega,
Silvina Mary, Eduardo Brizuela, Dolores Moscarelli, Marta
Rinaldi, Luis Echandi, Álvaro Susmel, Gabriela Lozano, Nora
Schiavoni, Pablo Gabriele, Guadalupe García Blesa, Verónica
Ortiz, Virginia Masce, Emiliano Jelicié, Edith Yagüe,
Andrea Viggiano, Dante Rinaldi, María Jimena Amodei, Carla
Pagura, Trinidad Romero, Darío Schiavoni y Débora
Fernández. Muchísimas gracias a todos los taquígrafos y a
la Dirección de Taquígrafos de la Cámara de Diputados.
(Aplausos.)
Por último, voy a nombrar al personal de la
Comisión de Legislación General que trabajó muchísimo, a
destajo, en la organización de estas jornadas, lo que
constituyó una tarea muy difícil. Seguramente después las
señoras diputadas que presidente las tres comisiones que
también forman parte de este plenario van a nombrar a los
integrantes de sus equipos. Pero no quiero dejar de nombrar
al personal del turno de la mañana de la Comisión de
Legislación General. Por la tarde haré lo propio con el
personal de ese turno.
En el turno de la mañana se han desempeñado
Lorena Valdez, Valeria Pantano, Adriana Galván, Marcelo
Charlón y Alejandro Michelini. A todos les damos un
agradecimiento enorme de parte de todos los diputados por
el trabajo que hicieron, por lo que se merecen un gran
aplauso. (Aplausos.)
Luego de los agradecimientos y antes de darle la
palabra a las señoras diputadas, quiero decir a los
expositores que van a disponer de siete minutos para hacer
uso de la palabra. Al cumplirse el sexto minuto les vamos a
avisar que les queda uno. Procuraremos intercalar las
exposiciones a favor y en contra de los proyectos que
estamos tratando. Pueden hacer referencia a una exposición
anterior, a fin de enriquecer de alguna manera el debate. Y
al finalizar el turno de la mañana, lo que tendrá lugar
aproximadamente a las 13, seguramente tendremos la
posibilidad de formular preguntas a los expositores, las
que podrán ser respondidas por todos aquellos que hayan
permanecido hasta ese momento.
Quiero recordar también que las reuniones son
trasmitidas a través de Diputados TV mediante streaming y
seguidas por muchísima gente de la sociedad y, por
supuesto, por los diputados que quizás no están presentes
aquí en la sala, pero también nos siguen por medios
digitales. Permanentemente nos cruzamos con los miembros de
esta Cámara en otras comisiones y nos comentan que pudieron
acceder a estos debates mediante los mecanismos que he
mencionado.
Creo que ha sido una muy buena alternativa para
que cuando tengamos jornadas tan largas los diputados
puedan seguirlas y estar presentes en otras reuniones de
comisión que requieren quórum, lo que no sucede en el caso
de estas jornadas porque son de carácter informativo.
Tiene la palabra la señora diputada Polledo.

Sra. Polledo.- Buenos días a todos los colegas diputados y


diputadas y a los expositores que nos acompañan en esta
última jornada.
Para mí es un día de gran emoción y, tal como
dijo el señor diputado Lipovetzky, quiero empezar
agradeciendo a nuestro presidente, porque fue este
presidente, Mauricio Macri, y no otro el que habilitó la
posibilidad de estar hoy acá. En consecuencia, creo que ese
es un hecho para destacar.
Siempre me ha gustado ser muy agradecida. Más
allá de agradecer a todas las personas de la casa que han
trabajado en esto y fueron mencionadas por el señor
diputado Lipovetzky, deseo expresar especialmente mi
agradecimiento a algunas personas sin las cuales créanme
que nosotros no hubiéramos podido llevar adelante la parte
que nos tocó en este debate.
En primer término, quiero agradecer a Analía
Alzamora, secretaria de la Comisión de Acción Social y
Salud Pública, y a su jefa, quienes han estado detrás
nuestro todos los días, coordinando las actividades.
También quiero expresar un agradecimiento muy
especial a Jimena González, Santiago Santulio, Matías Pérez
Alati, Andrés Suriani y Esteban Garrido, que son cinco
asesores de diputados que han colaborado mañana, tarde y
noche para poder coordinar esto, que a veces fluye y no nos
damos cuenta, pero hay miles de llamados y exposiciones de
gente que vive afuera, videoconferencias, personas que
viajan desde el interior y demás. Sin ellos, esto habría
sido muy difícil de llevar a cabo.
Quiero expresar también un agradecimiento muy
especial a mis colegas, las señoras diputadas Martínez y
Burgos y el señor diputado Lipovetzky. Me he sentido muy
cómoda con ellos. Hemos podido hablar de frente, tanto
cuando hubo días buenos como cuando hubo alguna otra
jornada no tan buena. Me siento privilegiada por haber
tenido compañeros tan solidarios como ellos, con los cuales
realmente hemos podido plantear nuestras diferencias y
congratularnos cuando las cosas salían bien.
Esta es la última jornada de debate con los
expositores, por lo que deseo que tengamos una mañana y una
tarde muy buenas, en que seguramente podremos escuchar
testimonios muy valiosos. Nuevamente, muchas gracias a
todos. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Adhiero, por supuesto, a lo


expresado por la señora diputada Polledo. Nuevamente me
gustaría destacar el ejercicio de democracia y diálogo que
ha habido aquí, del que seguramente todos hemos aprendido
mucho.
Me quedó pendiente nombrar al equipo de Prensa de
la Cámara, a todos los periodistas y a los jefes de prensa
que han venido a cubrir todas estas reuniones. A ellos
también quiero agradecerles muchísimo.
Asimismo me faltó nombrar a mi equipo
legislativo, que justamente merece un enorme reconocimiento
porque no solamente me ha acompañado durante el proceso de
este trabajo, que ha sido enorme, sino también porque me ha
apoyado en situaciones difíciles desde lo personal. Por eso
quiero agradecer muchísimo a Gabriel Vázquez Segovia,
Christian Papisca, Romina Reynoso y Cynthia Benítez por el
gran trabajo que han hecho.
Tiene la palabra la señora diputada Silvia
Alejandra Martínez, presidenta de la Comisión de Familia,
Mujer, Niñez y Adolescencia.

Sra. Martínez.- Muchísimas gracias. También quiero hacer


míos cada uno de los agradecimientos que se expresaron.
Siento que la de hoy es una jornada muy especial, por lo
que en verdad esto me genera una emoción muy particular.
Sin dudas, esta es una jornada especial para los
movimientos de mujeres que desde hace largos años luchan
por los derechos que los asisten, por la salud sexual y
reproductiva, por su cumplimiento y por alcanzar mayores
derechos en lo que hace a la representación política.
En este sentido, el año pasado conseguimos
establecer a través de una ley la paridad de representación
en listas electorales, hecho que fue muy trascendente.
Por supuesto que esas organizaciones también
luchan contra la violencia de género y por la
jerarquización de lo que en su momento fue el Consejo
Nacional de la Mujer y hoy es el Instituto Nacional de las
Mujeres. Además promueven modificaciones a la ley 26.485
para sumar otras conquistas a esa lucha que vienen llevando
a adelante.
El tema en debate también era una deuda
pendiente. Se trata de un reclamo de miles y miles de
mujeres de toda la Argentina, por lo que parece
verdaderamente extraordinario que podamos llevarlo a cabo.
Aquí se ha citado con toda corrección que sin
lugar a duda ha sido fundamental esta decisión del
presidente de la Nación de poner en agenda este tema para
que se pudiera debatir sobre una serie de derechos que
están vulnerados y por los que hay que trabajar mucho. De
manera que estoy muy satisfecha por eso.
Si bien en este sentido todavía queda un largo
camino por recorrer, me parece importante destacar tanto el
trabajo del movimiento de mujeres como el gesto que ha
tenido el presidente de la Nación de incluir el tema en la
agenda. Destaco esto porque las mujeres que militan por la
campaña nacional han presentado este proyecto
sistemáticamente desde 2005 sin que pudiera ser
considerado.
Por último, quisiera referirme a algunas otras
cuestiones. Cuando comenzamos este trabajo se decía que el
tema se iba a dilatar y seguramente iba a ir comisión por
comisión. Pero decidimos trabajar en conjunto, celebrar las
reuniones plenarias y coincidir en cuanto a la cantidad de
expositores. Hemos cumplido con cada uno de esos objetivos.
Primero se pensó que el grado de agresividad
entre quienes militaban por una u otra postura o el nivel
de intolerancia reinante harían que el debate tuviera que
ser dividido en diferentes jornadas. Sin embargo, han
quedado demostrados el respeto, la tolerancia y la
pluralidad de voces en un mismo contexto, lo cual nos deja
un enorme aprendizaje. Creo que esa es una gran muestra
democrática también. Así que en todo sentido estos debates
vienen a sumar.
Hemos tenido el privilegio de poder nombrar a la
gente que ha estado colaborando con nosotros -también lo
tendrá la señora diputada Burgos, por supuesto-, pero
quiero destacar que aquí hay muchas diputadas y diputados
con diferentes posturas que también han puesto a trabajar a
sus equipos, quienes lo han hecho en forma muy
comprometida. Así que vaya para todos ellos también un gran
agradecimiento.
Del mismo modo quiero distinguir el trabajo
plural entre diputados y diputadas de diferentes bloques.
Ha sido una tarea transversal que creo que se convierte en
un gran ejemplo y antecedente hacia adelante.
Quiero saludar a María Orsenigo, quien ha
trabajado con mucho compromiso, y agradecer muchísimo a
Horacio Baca. Reitero: deberíamos nombrar a todos y cada
uno de los asesores. No se imaginan la forma en que han
trabajado y el compromiso que han demostrado cada día.
Muchísimas gracias a todos.
Por último, deseo destacar la excelente labor de
mis colegas presidentes de las otras comisiones que
integran este plenario: las señoras diputadas María
Gabriela Burgos y Carmen Polledo y el señor diputado Daniel
Lipovetzky. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Adhiero a lo expresado por la


señora diputada Silvia Alejandra Martínez.
Tiene la palabra la señora diputada María
Gabriela Burgos, presidenta de la Comisión de Legislación
Penal.

Sra. Burgos.- Simplemente quiero expresar que adhiero a


todo lo dicho y hacer extensivo mi agradecimiento a todos
los que han colaborado en estas jornadas. Pienso que todos
aportamos nuestro granito de arena para que esto sea
posible.
Decir que este es un debate histórico no es solo
una frase, sino que realmente lo es. Estos temas debían ser
tratados, y qué mejor que hacerlo en la casa de la
democracia, donde se puede hablar y escuchar todas las
voces. Esta discusión, además, se llevó a cabo con todo el
respeto y profesionalismo que el tema merecía.
Sin lugar a duda, hay cosas que podríamos
mejorar. Pero eso es así porque pudimos hacerlas. Entonces,
a partir de eso uno puede mejorar en el futuro lo que ha
hecho.
Creo que dimos muestras de que a pesar de tener
posturas diferentes podemos dialogar y expresarnos. Eso
también debe reflejarse en toda la sociedad. Somos un país
democrático y la democracia se refleja también en la
capacidad de hablar y escuchar.
Como dije, hago extensivo el agradecimiento a
todos los que colaboraron en estas jornadas, porque detrás
de esto hay muchísima gente. Agradezco especialmente a
quienes trabajan con nosotros en la Comisión de Legislación
Penal: Juan, Silvia, Pablo, Laura, Pablo Del Valle, Fabián;
también al secretario, Luis Cerri, y a su jefe, Luis Gaona
Cifuentes.
Permítanme también saludar a mi equipo, que es el
que nos soporta cuando volvemos a la oficina, el que nos
hace bajar los decibeles cuando los tenemos muy elevados.
Así que muchas gracias a Ana, Pablo, Gloria -que está
embarazada de siete meses y ya está en reposo-, Nacho,
Lucas, José María, Héctor, Florencia y Julieta.
Creo que hemos demostrado que podemos hacer las
cosas bien y que los temas que nos separan también pueden
unirnos.
La próxima etapa consistirá en el debate con
todos los legisladores. En esa ocasión también tendremos la
posibilidad de dialogar, tal como ha sucedido a lo largo de
estas jornadas con todos los disertantes, en las que hemos
aprendido a escucharnos a pesar de las diferencias.
Por otra parte, saludo a todos los militantes de
ambas posturas que salieron a las calles y se hicieron
escuchar por todos los medios. Vayan mis saludos a todos
ellos.
Saludo también especialmente a los disertantes
que en la jornada anterior no pudieron hacerse presentes
porque sufrieron un accidente mientras viajaban hacia aquí.
Quiero decirles que ellos se encuentran bien y les
agradecemos mucho. (Aplausos.)
Vamos a concluir estas jornadas con el entusiasmo
que teníamos al principio y que después se fue diluyendo
por el tiempo y el cansancio normal que uno va arrastrando,
sin que por ello el debate perdiera intensidad.
Simplemente creo que todos nos merecemos un
aplauso por el esfuerzo realizado y estamos dando muestras
de que ¡sí, se puede! (Aplausos.)
Sr. Presidente (Lipovetzky).- Adhiero a lo expresado por la
señora diputada preopinante y aprovecho la ocasión para
enviar un saludo a los expositores de Concordia que
sufrieron ese accidente.
Tiene la palabra la señora diputada Austin, a
quien le pedimos brevedad en su discurso, a fin de poder
comenzar después con las exposiciones previstas para la
presente jornada.

Sra. Austin.- Señor presidente: le agradezco la posibilidad


de hacer uso de la palabra. Me expresaré en menos de un
minuto.
Simplemente quiero agregar en la lista de
agradecimientos a los cuatro presidentes de las comisiones
de estas reuniones conjuntas. Considero que se lo merecen,
porque han sido un ejemplo en este debate difícil y
complejo que necesitaba transitar la Argentina. Han sido un
ejemplo de tolerancia, de compromiso y, fundamentalmente,
en el sentido de escuchar.
Aprovecho este medio a fin de expresar, no
solamente para quienes estamos en esta sala sino también
para las personas que están afuera, ojalá podamos seguir
transitando el clima de respeto que tuvimos acá, dentro y
fuera del Congreso Nacional, tanto en la calle como en las
redes.
Me parece importante transmitir el mensaje de
entender que estamos frente a un debate democrático, que
tiene diferencias, que atraviesa matices y aristas que para
todos son importantes, desde distintas posiciones, y que lo
principal –que no tendríamos que perder de vista- es el
respeto que nos debemos cada uno de los diputados y
diputadas que integran esta Honorable Cámara, como así
también las miles de personas que desde afuera están
observando este debate. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Muchas gracias, señora


diputada. Justamente este es el principal legado que
tenemos que transmitir y creo que lo estamos logrando.
Considero que así tiene que ser todo en la vida. Es decir,
podemos tener diferencias, pero siempre debemos expresarlas
con diálogo y respeto, sin agresiones ni bajezas.
Me parece que esa es la clave y también la
reclamamos, porque seguramente en oportunidad del
tratamiento de los distintos proyectos que tendrá lugar en
las próximas semanas vamos a presenciar movilizaciones en
la calle. Queremos transitarlas con respeto, como
corresponde en una democracia, sabiendo que habrá gente que
participará con distintas posiciones, pero todos con la
idea en común de que seamos un país mejor.
Pido disculpas a todos los expositores por la
demora en esta introducción.
A continuación hará uso de la palabra el padre
José María Di Paola, el padre Pepe, párroco de las villas
de José León Suárez y coordinador de la Pastoral de
Adicciones de la Iglesia Argentina.

Sr. Di Paola.- Señor presidente y señores legisladores: el


presidente de la Nación, al inaugurar las sesiones
ordinarias, sorpresivamente dio luz verde al itinerario
legislativo de proyectos de ley que proponen distintos
grados de liberación de las prácticas abortivas.
Digo “sorpresivamente” porque este tema tan
importante no fue comunicado a sus votantes en la campaña
presidencial y menos aún en las recientes elecciones
legislativas de octubre de 2017. Se prefirió ocultar, y lo
mismo podemos decir de muchos que pertenecen a fuerzas
políticas importantes que velaron su opinión.
Por lo tanto, nadie les otorgó directamente el
acuerdo a tamaña decisión que atraviesa lo más preciado que
tiene todo ser humano, que es la vida. Sin la vida, ni
ustedes ni yo estaríamos acá.
Deberíamos recordar la defensa de la vida de
tantos argentinos, en particular, la de los débiles y
sojuzgados, haciendo un homenaje a las mujeres secuestradas
en la ESMA y otros lugares de detención clandestinos, por
resistirse a abortar y defender la vida aun en las
terribles condiciones que les tocó vivir.
Los curas villeros hemos expuesto nuestro parecer
en un documento donde queremos dejar bien en claro que la
sociedad genera una suerte de gran hipocresía, donde
aparece una clase burguesa que propone el aborto,
supuestamente en beneficio de los más pobres.
No es la primera vez que se esgrimen propuestas
utilizando a los pobres. Ese el criterio de los poderosos,
de los fuertes que deciden sobre los que menos
posibilidades tienen. Es la lógica dominante. Esto también
se traslada al niño por nacer.
Somos muchos los que trabajamos en el campo
popular y no dejamos pasar por alto dos hechos que, sin
duda, están íntimamente vinculados y han querido mostrarlos
como independientes e inconexos entre sí en campañas
mediáticas fuertes. No es inocente que este año se instale
el aborto desde la política para acercarse a aquel que lo
promueve en todo el mundo, que es el Fondo Monetario
Internacional.
Señores legisladores: a muchos de ustedes los veo
preocupados y manifestándose contra el FMI, pero al mismo
tiempo inclinándose a aprobar una de sus mayores
exigencias, que es el aborto. Se trata del control de quién
nace y quién no en los países que deben acatar sus
normativas. Les ruego no caer en la hipocresía.
Recordemos en este momento al ex secretario de
Defensa de los Estados Unidos, Robert Mc Namara, quien
siendo presidente del Banco Mundial planteó entre otros
puntos aumentar los caudales de préstamos a los países
pobres del Tercer Mundo bajo fuertes condicionamientos -uno
de ellos era nada más y nada menos que el aborto-, a los
que agregaba otros aspectos coloniales. Su plan era, en
todo sentido, un monumental atentado contra la vida.
Desde ese momento hasta hoy las campañas
siguieron su curso. No podemos dejar de mencionar a
Rockefeller, quien desde su fundación ha apoyado, promovido
y financiado las campañas pro aborto en el mundo entero,
incluyendo nuestro país.
Aborto es FMI y FMI es aborto. En los escritos de
su fundación encontramos los mismos argumentos que hoy se
utilizan en la Argentina. Aborto es sinónimo de FMI, le
guste o no al mundo conservador que no ve con malos ojos
que los pobres tengan la menor cantidad de hijos o que no
los tengan, y también al mundo pseudoprogresista que
levanta las banderas de una presunta libertad sabiendo que
este genocidio está inspirado y promovido por el Fondo
Monetario Internacional.
Hablar de aborto ahora es sorprendente, ya que en
2015 se sentó jurisprudencia sobre que hay persona desde la
concepción y en el embrión, mientras se aplaudía la
valiente decisión de extender la Asignación Universal por
Hijo al niño por nacer. No pueden olvidar esto, señores
diputados. Es verdad que no se hablaba del FMI.
Señores diputados: el presidente de Ecuador,
Rafael Correa, en 2013 amenazó con renunciar a su cargo si
prosperaba la propuesta de incluir en el Código Penal la
despenalización del aborto.
Por su parte, el presidente de Bolivia, Evo
Morales, expresó: “El aborto es un delito”.
Asimismo el comandante Hugo Chávez, en relación
con la despenalización del aborto, dijo lo siguiente: “En
otras partes aplican el aborto. Califíquenme de
conservador, pero no estoy de acuerdo con el aborto para
detener un parto. Sencillamente nació el niño y ahora hay
que darle amor”.
Aborto es sinónimo de muerte con receta. ¿Será
que muchos legisladores y funcionarios preocupados por el
tema social ya se han resignado y dejaron de buscar
soluciones reales para las mujeres pobres en la dura vida
que llevan, para los pequeños niños subsumidos o
abandonados por el narcotráfico, para los famosos “ni-ni”,
jóvenes que ni estudian ni trabajan? La receta indica que
así serán muchos menos a los que deberían dar respuesta.
Hemos visto hace poco un informe exhaustivo de TV
sobre Serbia y el Fondo Monetario Internacional. En 2009
Serbia pidió asistencia al FMI, que le otorgó créditos
stand by. Según estadísticas de salud pública de dicho
país, anualmente son 23 mil los niños que son víctimas del
aborto. Esta cifra es anecdótica y está muy por debajo de
las que documenta la Unión Europea, que refiere más del
triple. Esto hizo que Serbia tenga, gracias al FMI, un
promedio de nacimientos menor que el resto de Europa.
En América Latina resuena el famoso grito de “No
matarás” de monseñor Romero, obispo mártir de El Salvador,
cuando exhortaba a los militares a no reprimir a su propio
pueblo. Con el mismo fervor agregaba: “Si sentimos la
represión porque nos mata a jóvenes y gente que ya es
grande, lo mismo es quitar la vida en las entrañas de la
mujer. También el niño en las entrañas es un hombre, que
con el aborto es asesinado”.
Los planes del FMI y sus imposiciones terminaron
con la vida de monseñor Romero y con la de muchos niños en
nuestra América, especialmente en nuestra América más
profunda y silenciada.
El Fondo Monetario Internacional es aborto y hay
diputados que quieren lo que ya se da en nuestras Islas
Malvinas, usurpadas por el imperio británico, donde se
estableció una base de la OTAN. Quiero decir, aunque aquí
alguno se esté riendo, que bajé junto con Pérez Esquivel en
la base de la OTAN, que es el aeropuerto de las Islas
Malvinas.
Y allí el aborto es libre, seguro y gratuito.
A lo largo de cincuenta años este equipo de
sacerdotes de las villas ha sido testigo de muchas
propuestas de muerte. Han muerto catequistas, religiosos y
sacerdotes por la dictadura. También por el tráfico de
armas y drogas continúa la muerte de adolescentes y
jóvenes.
No necesitamos agregar más muertes. Nuestros
barrios necesitan propuestas de vida digna y una sociedad
que proteja a los más débiles, no que los descarte como
residuos patológicos.
Poco sabe el FMI del amor de las mujeres por el
hijo que llevan en sus entrañas, incluso en circunstancias
duras y difíciles como las que vivimos en las villas.
Concluyo invitando a los señores diputados a
seguir el ejemplo de dos grandes mujeres: la madre Teresa
de Calcuta y María Eva Duarte de Perón. Ambas defendían la
vida aun en los momentos más difíciles y nunca se apartaron
ni un centímetro de sus convicciones. Siguiendo ese camino
podemos ser más feministas cuando reivindicamos los
derechos de la mujer y cuidamos la vida. Gracias por la
atención de algunos y no de todos. (Aplausos.)

Sra. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra la señora


Edith Noemí Menicucci de Sórensen, quien va a exponer a
través de una videoconferencia.
Como no tengo aquí sus antecedentes, pido a la
señora Menicucci de Sórensen que antes de empezar su
exposición se presente.
Sra. Menicucci de Sórensen.- Agradezco a los legisladores
por esta oportunidad de expresarme en este último y gran
día del debate de la ley que nos está ocupando.
Por este medio, desde la ciudad de Mar del Plata,
me dirijo a todos ustedes. Soy una ciudadana común, madre
de cuatro hijos y abuela de doce nietos. He dedicado mi
vida a la enseñanza y formación de las nuevas generaciones.
Presido la ONG MCM Alfa, que ha sido fundada en
Mar del Plata y hoy se ha extendido por muchos lugares del
país y del exterior también, como Sudamérica y Europa.
Esta organización promueve políticas favorables a
la educación y formación de la familia y las futuras
generaciones. Y por sobre todas las cosas, como dijo la
revista Central, de aquí de Mar del Plata, soy,
sencillamente, una iluminada por la fe.
No lo hago en nombre propio, sino en el de miles
de mujeres que nos han pedido estos cinco minutos para
expresarnos con todo nuestro corazón y fervor patriótico.
Queremos pedirles, a través de este medio -disculpen que no
pude estar personalmente; he estado en otras oportunidades
en el recinto, pero hoy, por causas ajenas a mi voluntad,
no pude hacerlo- y en nombre de miles y miles y hasta me
atrevería a decir que de millones de mujeres, a cada uno de
aquellos que tienen la decisión de promulgar esta ley, que
piensen profundamente, que consulten con la almohada y con
su conciencia y que oigan sus mandatos interiores antes de
pronunciarse.
Por favor, no desoigan ni desatiendan esta
petición porque invoco la fe en Dios. Pero quiero decirles
que todos los argentinos heredamos una fe en Dios y una
convicción que viene de nuestros padres y abuelos, que
forjaron este país. Esta formación nos dice que nosotros no
somos quiénes para dar o quitar la vida. No somos Nerones
para subir o bajar el dedo y decidir quién vive muere.
La historia está llena de dictadores que
decidieron que había cierta etnia que no podía vivir y
practicaron terribles cosas. Por eso les quiero decir que
hemos heredado un mandamiento, el quinto, que dice “No
matarás”.
¿Por qué discriminar entre una vida y la otra?
¿Será nuestra conciencia que nos permitirá hacerlo?
¿Podremos enfrentarnos a la palabra “discriminación” aun en
este tema? ¿Quién sabe si esa vida que se está formando en
el vientre de su madre tendrá un futuro de talento, de
dones que ayudarán al progreso de nuestra Patria y al mundo
en un futuro? ¿No será que está predestinado para cosas
grandes y nosotros vamos a interrumpirlo? ¿No será eso un
símbolo de discriminación?
Creo que ya no hay tiempo para debatir. Las
posturas ya están planteadas y la decisión está en vuestras
manos, porque hay muchas cosas en juego y no son
precisamente los intereses mezquinos y las conveniencias
políticas o sociales las que se están legislando hoy. Hay
algo más profundo que tiene que ver con el interior del ser
humano.
Nosotras queremos más argentinos que pueblen
nuestra Patria; deseamos llenarla de pequeños cerebros que
se desarrollarán y será una nación reconocida mundialmente.
Por eso la procreación es un mandato biológico y divino,
que hace a la mujer cumplir uno de los roles más fabulosos
que existen en el mundo.
En un país donde queremos promocionar la igualdad
de posibilidades para todos es que levantamos nuestra voz
para pedirles, señores legisladores, que den la igualdad de
posibilidades a todos los niños por nacer, que también
tienen derecho a esas oportunidades.
Señores: con todo respeto, antes de decidir,
antes de emitir su voto, no solo oigan la voz de aquellos
que piden el aborto seguro, legal y gratuito, sino las
miles de voces -en mi opinión, mayoritarias- que dicen sí a
la vida, no a la muerte, salvemos las dos vidas, ni uno
menos y muchos eslóganes más.
Ustedes saben que hay soluciones alternativas,
que hay muchas familias -y me consta por mi trabajo
personal- dispuestas a dar amor, abrigo, crianza y
educación a los niños que otros quieren matar. Hay muchas
instituciones intermedias –me incluyo- que con menos
burocracia y simplificando la ley están dispuestas a
promover la adopción.
Señores diputados: ya no hay mucho para debatir.
Solo piensen que cuando regresan a sus hogares, tal vez
luego de una jornada difícil, son recibidos por el abrazo
de sus niños, de aquellos pequeños hijos y nietos. Eso nos
hace olvidar de todo, simplifica la vida y alegra nuestros
días.
Como dijo un gran ex presidente de nuestra
República, muy conocido, los únicos privilegiados en este
país deben ser los niños, aun los por nacer. Estamos
totalmente de acuerdo en que hay que cuidar las dos vidas:
la de la mamá, que es el presente, y la del bebé, que es el
futuro.
Para concluir, quiero decirles que miles de
mujeres, a lo largo y a lo ancho de este país, están orando
por ustedes y por la decisión que van a tomar. Queremos un
país bendecido. La muerte nunca bendice, siempre es dolor.
Derramar sangre inocente trae maldición. Miren
profundamente no solo sus pensamientos, sus conveniencias
políticas y su bolsillo, sino también los dictados de sus
conciencias como hombres y mujeres de bien que han sido
elegidos para gobernar con justicia y honestidad.
Pido que Dios y la fe ilumine a todos ustedes
para que puedan tomar la decisión correcta. Que Dios los
bendiga. (Aplausos.)
Sr. Presidente (Lipovetzky).- ¿Algún diputado o diputada
desea formular alguna pregunta a la señora Menicucci de
Sórensen?

- No se formulan preguntas.

Sr. Presidente (Lipovetzky).- No habiendo preguntas por


parte de los señores diputados, agradecemos a la señora
Menicucci de Sórensen por su exposición. Saludamos también
a toda la gente que la está acompañando y agradecemos su
participación en este histórico debate.

Sra. Menicucci de Sorensen.- Gracias a todos por haberme


escuchado. Les pido disculpas por no haber podido estar
presente. Les mando un gran beso a todos y los felicito por
lo que están haciendo.

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Muchísimas gracias.


Tiene la palabra la doctora Edurne Cárdenas,
abogada, quien expondrá en representación del CELS.

Sra. Cárdenas.- Buenos días. En primer término, quiero


sumarme a la celebración por el debate que está promoviendo
esta Cámara de Diputados. Es un honor para mí participar
hoy en esta jornada de cierre de exposiciones que han
tenido lugar por casi dos meses, con más de 650
presentaciones que han aportado argumentos desde la
ciencia, el derecho, la filosofía, las ciencias sociales y
la experiencia en carne propia de mujeres y varones trans
para alimentar una discusión parlamentaria que nos debemos
en estos treinta y cinco años de democracia.
Durante casi dos meses de debate han podido
plantearse distintos puntos de vista, muchos de ellos
alejados de la evidencia o el rigor científico. Todos han
sido escuchados en un ejercicio democrático, paciente, que
está siendo mirado y elogiado en otros países.
Como se ha dicho, el aborto existe, ha existido y
existirá. Entonces -y esto es lo que nos convoca-, aquí se
trata de discutir y plantear qué implica usar el derecho
penal para castigar una práctica de salud que sólo afecta a
las mujeres.
Hemos escuchado muy sólidas presentaciones acerca
de los estándares del derecho internacional de los derechos
humanos. Podemos afirmar con certeza que es totalmente
falso que se puede utilizar el derecho internacional de los
derechos humanos para criminalizar el aborto.
El 9 de mayo pasado el CELS, entidad que integro,
participó junto con otras organizaciones y representantes
del Estado Nacional de una audiencia celebrada por la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos en la que sus
miembros remarcaron que la Argentina debe asegurar el
acceso pleno y efectivo a los abortos que ya son legales e
incorporar en nuestra legislación los estándares e
instrumentos internacionales ratificados por el país.
La presidenta de dicha comisión y relatora de los
Derechos de las Mujeres, Margarette May Macaulay, expresó
en esa audiencia: "Los estándares son claros: las mujeres
tienen el derecho y la autonomía de decidir sobre sus
cuerpos y el Estado tiene que asegurar esos derechos a las
mujeres, y en particular a las niñas y a las personas
jóvenes."
Los órganos de derechos humanos, tanto del
sistema universal como del sistema interamericano, han
ponderado la protección incremental de la vida y han sido
coincidentes en señalar los distintos impactos negativos
que tiene la criminalización del aborto en los derechos
humanos de las personas con capacidad de gestar: mujeres,
niñas, adolescentes y varones trans.
El Comité CEDAW en su recomendación general 35,
específica sobre violencia de género, dejó en claro que el
embarazo forzado y la tipificación del aborto como delito,
además de constituir violaciones al derecho a la salud, son
formas de violencia de género que, según las
circunstancias, pueden constituir tortura o trato cruel,
inhumano o degradante.
Por su parte, el Comité DESC, en su Observación
General 22, que establece el alcance y el contenido de la
salud sexual y reproductiva, señaló que uno de los mayores
problemas que las mujeres enfrentan para el ejercicio pleno
de sus derechos son las diversas barreras, tanto prácticas
como legales, que obstaculizan esos derechos.
Hace menos de una semana el pueblo de Irlanda
decidió por abrumadora mayoría remover los obstáculos
constitucionales para poder modificar la estricta
legislación que prohíbe todos los abortos.
Acá estamos también ante un momento clave en
nuestra historia, aunque enfrentamos otra situación. Desde
hace casi cien años nuestro ordenamiento legal autoriza el
aborto bajo ciertas circunstancias en un modelo denominado
de indicaciones o causales. Durante años la interpretación
alrededor de esas causales generó controversias hasta que
en marzo de 2012 nuestra Corte se pronunció en el famoso
fallo F.A.L, que aclaró el alcance del derecho al aborto no
punible y estableció obligaciones estatales concretas para
garantizarlo.
La experiencia en estos seis años desde que se
dictara el citado fallo nos muestra que persisten las
barreras y los obstáculos, y que ese modelo de causales
vigente no es suficiente.
Esto se debe a que persisten en casi todas las
jurisdicciones los requerimientos dilatorios o arbitrarios,
la judicialización de la práctica por el temor del personal
sanitario ante una posible sanción penal, el abuso de la
objeción de conciencia con tolerancia estatal y la falta de
incorporación normativa expresa de las prestaciones
necesarias como prácticas esenciales de los sistemas de
salud.
Todo esto es un claro ejemplo de violencia
institucional, que es ejercida a través de obstáculos para
acceder a derechos y cuyos impactos se ven en los derechos
humanos vulnerados de las mujeres. Me refiero al derecho a
la vida, a la salud, a la integridad física, psíquica y
moral, a la autonomía, a la intimidad, a la dignidad y a
estar libre de tratos crueles, inhumanos y degradantes.
A pocos días del 3 de junio es importante poner
de relieve que el efecto de la penalización produce
violencia de género en los términos definidos por la ley
26.485.
La penalización del aborto ha servido para
fortalecer el estigma y empujar a la clandestinidad y la
muerte a las mujeres.
Soy tucumana, nací y crecí en mi provincia. Allí,
hace pocos días, la autoridad religiosa, en el Tedeum del
25 de mayo, mencionó con nombre y apellido a los diputados
y las diputadas, conminándolos a votar en contra de la
dignidad, la igualdad, la salud y la legalización del
aborto.
Señoras y señores diputados: hoy ustedes deben
considerar si las interrupciones voluntarias de embarazos
se harán en condiciones de seguridad, igualdad y dignidad,
o si las mantendrán en la ilegalidad. Tienen la oportunidad
de legislar para ampliar derechos, para que haya en nuestro
país una democracia más igualitaria y con más justicia
social. Tienen la obligación de legislar conforme a
derecho, observando respetuosamente los estándares del
derecho internacional de los derechos humanos. Este es un
llamado a fortalecer nuestra institucionalidad democrática.
La infinidad de pañuelos verdes en las calles, en
las carteras y en las mochilas escolares impresiona y
conmueve. Está en sus manos legislar de cara al futuro.
Tienen una oportunidad de hacer historia: el futuro llegó y
el tiempo es ahora. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Antes de seguir con el


próximo expositor, quisiera hacer una aclaración respecto
de una cuestión que no he mencionado al inicio de esta
reunión. Me refiero a que no se pueden hacer alusiones
personales a las posiciones o conductas de cada uno de los
diputados que integramos estas comisiones. Así que pedimos
por favor a los expositores que eviten hacer ese tipo de
referencias. Esta es una regla que hemos fijado hace ya
varias semanas y que siempre recordamos.
Tiene la palabra el señor Sebastián Salaber,
licenciado en Economía.
Sr. Salaber.- Buenos días, señoras diputadas y señores
diputados. Soy economista, y desde esa perspectiva voy a
tratar de mostrarles por qué lo más rentable que existe en
el planeta es la inversión en la vida.
Ahora bien, ¿tenemos que tomar posición en estos
temas basándonos en cuestiones económicas? Claramente no.
El sentido común y la ética nos dicen que no. Pero ustedes
ya han escuchado otras ponencias de otros expositores que
han hablado desde otros puntos de vista. Por eso debo
ceñirme a lo que es mi especialidad, es decir, la economía.
Vivimos en un mundo marcadamente materialista en
el que muchos sí toman posición respecto de la vida sobre
la base de cuestiones económicas que la cosifican. Así,
hacen números con ella y la toman como un comercio. Es a
ellos a quienes tengo que darles una gran noticia: la vida
es tremendamente rentable.

- Se proyectan filminas en la
pantalla.

Sr. Salaber.- Básicamente existen dos razones por las


cuales las políticas de control de natalidad como el aborto
son un pésimo negocio para la sociedad, ya que son
tremendamente deficitarias. La primera es el envejecimiento
demográfico, lo que se llama la bomba de los sistemas de
pensión. Es un tema complejo de explicar, pero voy a tratar
de ser muy simple.
Como pueden ver en el gráfico que se muestra en
la pantalla, nuestra población es cada vez más vieja, cada
vez tenemos menos jóvenes y cada vez hay menos trabajadores
por cada jubilado. Hemos pasado de 11,4 trabajadores por
jubilado en 1960, a 6,6 trabajadores en 2000. En la
actualidad hay 5,8 trabajadores para mantener a cada
jubilado, mientras que para 2060 se proyecta que esa cifra
descienda 2,7 trabajadores, es decir, a menos de la mitad
de los que tenemos hoy.
No hace falta ser economista para saber que vamos
al liso y llano quiebre del sistema de jubilaciones y
pensiones o a hacia una situación miserable para nuestros
jubilados. Ustedes se preguntarán los motivos por los
cuales ocurre esta situación. La razón también se encuentra
en políticas de control de natalidad tales como el aborto.
En la Argentina y en el mundo cada vez hay menos hijos por
mujer, tal como se puede observar en el segundo gráfico
proyectado en la diapositiva que estamos compartiendo.
En 1960, en la Argentina había 3,1 hijos por
mujer, en 2002 había 2,6 hijos y en 2016 teníamos 2,4
hijos. Los organismos especializados proyectan 1,9 hijos
por mujer para 2060, que es menor a la tasa de natalidad de
dos hijos por mujer, que es lo necesario para mantener la
población, porque implica un hijo para reemplazar a la
madre que lo engendró y otro hijo para reemplazar al padre.
Entonces, sin miedo a equivocarnos podemos decir que desde
1960 estamos en vías de ser un país en extinción.
En el mundo la situación no es menos dramática.
Les pido que en el mapamundi de esta filmina se focalicen
en los países que están graficados con tonalidades azules y
celestes, pues representan la mayor superficie del planeta.
Esos países hoy ya tienen una tasa de natalidad menor a dos
hijos por mujer, es decir, ya son países en extinción.
Estoy utilizando este aforismo porque es el mismo
que utilizan los biólogos y ecologistas cuando se refieren
a especies de animales que tienen más muertes que
nacimientos, que es algo que escandaliza a todos, pero
parecería ser que cuando es el ser humano el que se está
extinguiendo nadie se preocupa.
La segunda razón por la que las políticas de
control de natalidad como el aborto son un pésimo negocio
para la sociedad es muy simple. Para ello les voy a pedir
que me sigan con los números que citaré. Se trata de lo que
se deja de ganar por cada persona no nacida.
Según las fuentes proabortistas y varios estudios
que están circulando, la cantidad de abortos por año en la
Argentina es de 400 mil. Según el INDEC, el ingreso
promedio por año de un argentino es de 12 mil dólares.
Asimismo, según dicho organismo, el ahorro promedio de cada
argentino es del 16 por ciento. Esto significa que cada
argentino ahorra en promedio el 16 por ciento de esos 12
mil dólares. Eso representa un ahorro promedio anual por
argentino de 1.920 dólares, que es lo que le queda después
de lo que gasta.
Pero como hay 400 mil abortos por año, para saber
el ahorro nacional perdido tenemos que multiplicar ese
número por 1.920. El resultado de esa operación es la
electrificante cifra de 768 millones de dólares de ahorro
perdido por año. Aquí hago un paréntesis para quienes no
son economistas.
En Economía, ahorro es exactamente igual a
inversión, dado que el ahorro, tarde o temprano, se
transforma en inversión, porque se invierte en la cuota de
un departamento o un auto, o bien, se deposita en un banco
que, a su vez, lo presta a algún inversionista. Entonces,
esas son inversiones perdidas. Muchos de ustedes ya estarán
haciendo la cuenta y habrán advertido que esto es
acumulativo.
En esta otra diapositiva se puede observar que el
tema es alarmante porque la rentabilidad que hemos dejado
de tener por estas muertes es de 768 millones de dólares
durante el primer año, de 768 millones de dólares por dos
durante el segundo año, etcétera. Esta es la tasa
exponencial del negocio que hemos dejado de hacer: 1,3
billones de dólares, lo que equivale a dos veces y media
nuestro PBI.
Me puedo pasar horas diciéndoles lo que se podría
hacer con estos fondos. Les pido que se queden con esta
idea: sería suficiente para darle una vivienda digna y
alimentos a cada familia pobre de este país.
Señores diputados: en un mundo que ha manipulado
tanto los recursos naturales y que ahora está
preocupadísimo por tratar de preservarlos y de evitar que
se extingan el agua, los bosques, los minerales y las
poblaciones de ballenas, de elefantes y de jirafas, nos
estamos olvidando del recurso más importante que tenemos,
que como les he mostrado, también está en extinción. Se
trata de uno de los recursos más productivos y rentables
del planeta: el recurso humano.
Terminaré mi exposición con una frase de nuestro
presidente, Mauricio Macri, que me parece muy sabia y con
la cual coincido totalmente: no hay actividad más
gratificante, que haga más feliz al ser humano, que dar,
dar y dar.
Señores diputados y señoras diputadas: ¿hay algo
más grande que pueda dar el ser humano que la vida a otro
ser humano? (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra el doctor


Ricardo Gil Lavedra, abogado, ex juez y diputado nacional
mandato cumplido, entre una inmensa cantidad de
antecedentes que podríamos mencionar durante horas.

Sr. Gil Lavedra.- Señor presidente: la democracia se


legitima con la discusión de los asuntos públicos. Por eso,
le pido a usted y a la totalidad de los señores diputados y
de las señoras diputadas que me permitan felicitarlos
sinceramente por este formidable debate que han propiciado
respecto de un tema tan difícil, complejo y sensible para
la sociedad.
A esta altura es muy difícil decir cosas
originales. Creo que han habido muy buenos argumentos con
destacadas presentaciones, por lo cual, sin ánimo de querer
decir nada novedoso, me gustaría tratar de precisar y
enfatizar aquellos puntos que, en mi opinión, resultan
relevantes para decidir la cuestión.
El primero de ellos es qué estamos discutiendo.
Nadie está en desacuerdo con que el aborto es una
circunstancia no deseable. Pero lo que acá estamos tratando
es si se deja sin efecto o no la criminalización de la
mujer que se practica un aborto temprano y también,
consecuentemente, si se afirma el derecho de la mujer de
tener acceso a la salud pública. La despenalización y la
legalización son los dos ejes que se están debatiendo.
Por otro lado, no hay cepo constitucional ni
convencional, dado que ni la Constitución Nacional ni los
tratados internacionales en materia de derechos humanos
constituyen un obstáculo para la despenalización. Ninguno
manda criminalizar. Es más: el hecho de que la vida esté
protegida desde la concepción no significa que esa tutela
deba ser penal.
El derecho penal no interviene en primera
instancia en la tutela de los bienes jurídicos, sino que es
la última instancia. En consecuencia, puede haber formas de
tutela diferentes de la penal.
Por otra parte, la Constitución Nacional exige al
legislador muy pocos casos en los cuales eso se debe
establecer como conducta criminal. Me refiero a la
compraventa de personas, la rebelión, la sedición y la
corrupción, que son las únicas conductas que la
Constitución Nacional exige que sean criminalizadas. Por
ello, el resto es decisión del legislador, es decir,
compete a éste establecer qué conductas están prohibidas o
no. Para tomar esa decisión debe recurrirse a razones
objetivas de política criminal y no a creencias, dogmas o
prejuicios.
Delimitada así la cuestión, cabe señalar -y creo
que ha quedado demostrado en la audiencia- que hasta el
presente la criminalización ha fracasado, no ha tenido
efecto preventivo ni disuasorio y además ha producido un
fuerte impacto en la salud de las personas de menores
recursos.
En consecuencia, sobre esa base tenemos que
atender de qué modo encaramos la cuestión y tomamos la
decisión. Adelanto la mía, en el sentido de que
criminalizar a la mujer que se practica un aborto temprano
significa una grave violación a sus derechos y al derecho a
la salud.
Para avanzar en esta cuestión me gustaría decir
que detrás de aquellos que quieren obligar a la mujer a
proseguir un embarazo contra su voluntad hay una creencia
oculta y una razón escondida que muchas veces pasa
inadvertida o uno no llega a percibirla claramente.
Esto tiene que ver con cierto estereotipo
ancestral sobre qué significa la mujer dentro de la
sociedad. La traducción de esto es que de acuerdo con esta
creencia, la existencia de la mujer en la sociedad es para
reproducir la especie. Su función es la maternidad y debe
soportarla de modo estoico.
Simone de Beauvoir en su estupendo libro El
Segundo Sexo, publicado a mediados del siglo XX, decía:
“Mujer no se nace, mujer se hace, con los condicionamientos
culturales y sociales que la confinan a un puesto inferior,
a la reproducción, al cuidado doméstico y al servicio de la
casa. La mujer, entonces, consiste en un útero.”
De esta manera, si concebimos que la principal
función de la mujer es la reproducción, ¿cómo puede ella,
cuando entra en colisión con la protección de la libre
gestación, negarse a continuar el embarazo? Pero si esa es
su función. Está para eso. ¿Para que otra cosa está la
mujer que para tener hijos? En consecuencia, ¿cómo puede
negarse a tener hijos?
De esta forma, lo que se está haciendo es
mutilarle sus derechos sexuales y reproductivos. Y se está
trasformando a la mujer no en un sujeto, sino en un objeto,
que es un aparato de reproducción.
Quienes creemos que ha llegado la hora de
conceder a la mujer el carácter pleno de sujeto de derechos
entendemos que criminalizar el aborto temprano, obligarla a
continuar el embarazo contra su voluntad, viola varios
derechos. Voy a mencionar algunos.
El primero se relaciona con la cuestión atinente
a la inviolabilidad de la intimidad. Hay un principio
general que dice que nadie puede utilizar su cuerpo como
instrumento para conseguir otra finalidad. Una famosa
filósofa estadounidense, Judith Thomson, recurrió a un gran
ejemplo para decir que el derecho de la vida en gestación
no puede prevalecer sobre el derecho de la madre,
precisamente porque nadie tiene derecho a usar el cuerpo de
otro.
Por otro lado, sin duda está la autonomía, es
decir, la posibilidad de establecer su propio plan de vida,
el derecho de la mujer de ser madre o no. La maternidad es
una opción, no una obligación. En consecuencia, cada una de
las mujeres puede optar libremente en ese sentido.
Tengan en cuenta que nuestro derecho positivo
admite ya la autonomía en el caso de la violación. Comparen
el caso de la violación con cualquier aborto temprano. El
embrión es el mismo en los dos casos. La voluntad de la
mujer también es la misma: no continuar el embarazo. ¿En
qué difiere un caso de otro? En que en uno hay una relación
sexual consentida y en el otro una relación sexual forzada.
Esa es la única diferencia. En consecuencia, ¿qué estamos
castigando? La relación sexual. Por supuesto que de la
relación sexual consentida o forzada no puede surgir la
prohibición.
Se aproxima la hora de un debate histórico en
esta Honorable Cámara, como ocurrió hace pocos años con la
sanción de la ley de matrimonio igualitario. Por cierto,
los señores diputados y las señoras diputadas tendrán la
responsabilidad de mantener una prohibición que hasta el
presente ha demostrado su fracaso y es claramente
discriminatoria, o, por el contrario, de avanzar en tono a
la época, a los tiempos, dando a la mujer la posibilidad de
decidir sobre sus derechos reproductivos y sexuales, como
han hecho casi todas las naciones que defienden los
derechos humanos en el mundo. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra Dardo


Galarzo, presidente del Consejo Arquidiocesano de Laicos de
la Arquidiócesis de Salta.
Sr. Galarzo.- Muchas gracias por permitirme estar aquí y
compartir esta reflexión con ustedes.
La vida siempre fue un tema de mucho estudio,
respeto y hasta de admiración por parte de la Humanidad.
Nuestro mundo nos invita a vivir la vida, a disfrutarla, a
embelesarnos con el paisaje, la majestuosidad de la
naturaleza y las demostraciones de amor, de afecto y de
cariño.
Nos importa tanto la vida que cuando la vemos
atacada por el impacto ambiental, genocidios, guerras,
descuidos y acciones propias de nosotros mismos, grandes o
pequeñas, que la ponen en peligro, nos embarcamos en las
más descomunales campañas para guarnecerla, defenderla,
cuidarla, como ahora.
En este debate nos jugamos por la vida de la
madre y vaya que la campaña se hizo grande, por todo lo que
ella significa.
Ahora, no me quiero imaginar lo que sería si nos
jugamos también por la vida del bebé. En la contraposición
de los números la mirada es inobjetable. No la tenemos
puesta en el bebé, en ese ser humano, igual que como una
vez fuimos todos nosotros, en el seno de nuestras madres,
donde crecimos, evolucionamos y nos transformamos en lo que
hoy en día somos: padres y madres de familia,
profesionales, deportistas, ciudadanos, políticos.
Nuestras vidas no fueron interrumpidas. Nos
dieron la oportunidad de evolucionar, crecer y ser. Aún
podemos sentir como sociedad la pérdida de treinta mil
vidas desaparecidas hace unos años, en un proceso doloroso,
casi imposible de sanar. Esta misma sociedad no puede hoy
en día sentir un dolor similar por estas 500 mil vidas
también desaparecidas.
“Los niños son como las estrellas: nunca hay
demasiados”, decía la madre Teresa de Calcuta.
En este debate, los niños son el problema. A tal
punto que los negamos, les cambiamos de nombre –los
llamamos embrión, feto o manojo de células- y no los
reconocemos como seres humanos, capaces de sentir, crecer,
soñar, amar. Son seres inocentes que para nada esperan el
trato que les estamos dando.
Hoy se presenta el aborto como una solución a ese
problema y, de paso, a varios problemas que tenemos como
sociedad. Pretendemos cargar al Estado la responsabilidad
de legalizar una práctica que tiene como premisa terminar
por lo menos con una vida y, de paso, poner a la sociedad
entera en constante contradicción.
¿Es el bebé el problema? ¿Es esa nueva vida el
problema? ¿O acaso los problemas son la atención médica de
esa futura mamá, la pobreza, la futura juventud, el padre
que se fue, el violador o el crecimiento de ese ser humano
que se está gestando?
Mi esposa, Analía, y mis dos hijos, Joaquín y
Luciana, me acompañan en este camino de vivir mi vida.
Siempre fue mi gran deseo ser padre. Hasta era algo que me
preocupaba demasiado no tener ese privilegio.
Ellos hoy en día me enseñan lo que es apostar a
la vida, a desafiarme y a desafiarlos, a disfrutarlos. Con
mi esposa, previo a casarnos, nos planificamos una vida con
solo dos niños. Primero llegó Joaquín y después Luciana. A
partir de allí nos adecuamos para que fuera así. Con mi
esposa vivimos un matrimonio en el cual disfrutamos de una
sexualidad “segura, gratuita y feliz”. Les puedo asegurar
que si llegamos a quedar embarazados nuevamente, ese bebé
en camino será “no deseado”. Entonces, mi decisión, la de
mi esposa o la de ambos, ¿estará en adecuar nuestras vidas
para recibir a esa nueva vida o en terminar con ella y
seguir nosotros como si nada?
La vida es un don maravilloso de Dios y
compartirla tanto en lo material como en lo espiritual es,
más que un deber, un privilegio.
El mismo Jesucristo nos dice: "Les aseguro que
cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis
hermanos, lo hicieron conmigo". Este camino de decisión que
transitamos no finaliza acá, aunque la voluntad de ustedes
quizás marque que hasta aquí se ha llegado.
Este camino seguirá hasta el final de nuestras
vidas. Una y otra vez revisaremos la decisión que se tome
en este momento. Estará en manos del Dios de todos conocer
luego si la decisión que tomamos fue o no la correcta.
Mahatma Ghandi, Martin Luther King y el Padre
Angelleli vieron truncadas sus vidas por buscar el bien de
todos. Se arriesgaron y ofrecieron todo por una sociedad
mejor.
“No soy un negro, soy un hombre”, decía Martin
Luther King. Pues bien, el mismo Martin Kuther King habría
dicho en el vientre de su madre: “No soy un feto, soy un
ser humano”.
Estimados legisladores y legisladoras:
manifestarnos en contra de la vida, ya sea del bebé o de la
madre, nos degrada como sociedad, como seres humanos y
también como ciudadanos. En este tiempo de asumir aquello
que nos cuesta también debemos hacernos cargo de nuestros
verdaderos problemas.
Diputados y diputadas: juéguense, arriésguense,
los apoyamos. Queremos que vivan los dos. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra la señora


Stella Maris Manzano, médica especialista en
Tocoginecología y Medicina Legal.

Sra. Manzano.- Buenos días. Deseo agradecer a las diputadas


y diputados que pusieron tanto de su tiempo para que
pudiéramos estar debatiendo la necesidad de una ley de
aborto voluntario en el país.
Como médica quiero decirles que es imprescindible
que se apruebe este proyecto para evitar muertes de
mujeres, niñas y varones trans en los partos. Digo esto
porque el mayor riesgo de muerte para nosotras se da al
final del embarazo. En nuestro país y en todo el mundo el
80 por ciento de las muertes maternas ocurren durante los
embarazos de término, el parto y el puerperio, y la
medicina actual no tiene manera de evitarlo.
En cambio, en relación con el aborto seguro la
OMS dijo que es menos peligroso que colocarse una inyección
de penicilina. De manera que mientras el aborto debe ser
legal en la medida en que las mujeres sigan muriendo en los
partos. El mal mayor no es el aborto, sino provocar muertes
en mujeres y niñas, forzándolas a parir solo para traer una
nueva vida al mundo.
A ningún otro ser humano -ni mujeres ni varones-,
en otra circunstancia de la vida se lo obliga a arriesgar
la propia vida para salvar una que es ajena. No llamamos
asesino al padre que no dona médula ósea o un trozo de
hígado a su hijo moribundo. En cambio, quienes se oponen al
aborto tratan de asesinas a las mujeres solo por no
arriesgar su vida para salvar una ajena.
Dicen que hay que salvar las dos vidas, pero
saben que eso es imposible, porque hasta el día de hoy
-como dije- las mujeres en todo el mundo continuamos
muriendo en los partos.
Quienes se oponen a la despenalización del aborto
proponen en sus iniciativas optar siempre por la vida del
feto en contraposición con la vida de la madre. Pero la
realidad es que siempre existirá esa contraposición, ya que
las mujeres también podemos morir en los partos.
Si yo viera que un niño se está ahogando en un
río correntoso y profundo y me tirase a salvarlo, algunos
podrían decir que soy una heroína; otros, quizás no. En
cambio, si en esa misma situación yo arrojase al río a la
persona que tengo al lado al grito de “¡hay que salvar las
dos vidas!”, algunos dirían que soy una loca, y otros, que
soy una asesina. Pero tanto si la persona que tiré al río
se muriera como si viviera, nadie diría que mi acto fue
moral o ético.
Por otra parte, sabemos lo que Jesús opinaba
respecto de morir por el ejercicio de la sexualidad. Cierta
vez vio que un grupo de personas iban a apedrear a una
pareja de adúlteros. Pero él no se sumó a esa agresión y
tampoco siguió de largo, sino que simplemente dijo: “Aquel
de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera
piedra.”
Podrá parecernos que algunas mujeres fueron
descuidadas al embarazarse, pero sabemos que no merecen la
muerte. De hecho, ningún varón muere por no haber usado un
preservativo alguna vez.
Debido a que podemos morir como consecuencia de
los partos es que como médica sé que no tengo el derecho a
negarle el aborto a ninguna mujer.
En nuestro país las únicas leyes que han
permitido la objeción de conciencia, que es
inconstitucional en el caso de los médicos, son las que
tienen que ver con nuestra salud. En este sentido, las
médicas y los médicos hoy pueden negarse a recetar
anticonceptivos porque una ley lo ha permitido. También
pueden negarse a hacer ligaduras de trompas o a colocar
dispositivos intrauterinos por la misma razón. Además, aquí
no se atenta contra la vida de un recién nacido o de un
niño por nacer, sino que estas leyes directamente prohiben
los abortos.
Por otra parte, a los médicos se les ha permitido
creer que son morales y éticos por arriesgar vidas ajenas,
mientras que a quienes cuidamos y respetamos los derechos
de las mujeres nos han dejado del lado de la inmoralidad y
la falta de ética.
La CEDAW establece en su artículo 16 que las
mujeres debemos tener igualdad de acceso a los servicios de
salud, inclusive los de planificación familiar. Pero si de
quince ginecólogos solo uno receta anticonceptivos, hace
ligaduras de trompas y practica abortos, vemos que no
existe ninguna igualdad de acceso.
La Constitución Nacional establece en su artículo
19 que el tope de nuestros derechos está dado por la
vulneración de derechos ajenos. Pero a estos médicos les
han permitido la objeción de conciencia para negarse a
realizar estas prácticas.
Al respecto cabe señalar que ustedes, señores
diputados, cuando se debatió el proyecto de ley de
matrimonio igualitario no permitieron la objeción de
conciencia a los religiosos para casar a personas del mismo
sexo. Dijeron que eso era discriminatorio y que se trataba
de un derecho civil y no de una cuestión religiosa.
Entonces, ¿por qué han permitido que se vulneren nuestros
derechos a la salud y a la vida?
Si van a modificar el proyecto de ley que se
propone desde la campaña en favor de la despenalización del
aborto, que sea para impedir y castigar taxativamente la
objeción de conciencia, tal como lo establece la iniciativa
de la señora diputada Araceli Ferreyra.
Yo estoy a favor de la objeción de conciencia
respecto del servicio militar obligatorio, justamente
porque es obligatorio. Pero la Corte Suprema de Justicia ni
nadie permitirían que los militares de carrera hagan
objeción de conciencia, ya sea en forma individual o
grupal. Sabemos que si un solo miembro de un batallón
portara las armas, de nada serviría eso.
En mi provincia la ley de aborto no punible
sancionada en 2010 permitió la objeción de conciencia y
debido a esto muchos médicos hoy no practican abortos. Es
más: hace un mes los anestesistas de mi ciudad, diciendo
que eran pro vida, quisieron negarse a dar anestesia a una
mujer en la que había fallado el Misoprostol y a la que
había que hacerle una aspiración al vacío. Pero eso no es
ser pro vida, sino torturador de mujeres.
Se ha exhibido aquí una película llamada El grito
silencioso. Es horrorosa, porque nos obligaron a presenciar
una sesión de tortura a una embarazada. La anestesia
general no solo duerme a la mujer, sino también al embrión
o al feto. Así que si éste se movía era porque estaba
despierto. Los gritos de la mujer habrían resonado en los
pasillos.
También he visto cómo le practicaron un legrado
sin anestesia a una mujer, a la que había que sujetar entre
cuatro personas porque se movía y daba alaridos de dolor.
Ese video es terrible.
Ni Suiza, ni Suecia, ni Finlandia, ni Islandia,
ni Noruega aceptan la objeción de conciencia, porque es
inmoral permitir que una persona obligue a otra a arriesgar
su vida solo para traer una nueva vida contra su voluntad.
Cabe aclarar que estoy hablando de los países con la mayor
tasa de natalidad de Europa, ya que en ellos se han creado
guarderías y se ayuda a las mujeres y a los varones a poder
criar a sus hijos.
Entonces, les ruego que hagan con nosotras lo
mismo que hicieron con los gays y las lesbianas:
permítannos acceder a nuestros derechos supremos a la salud
y a la vida, y a la posibilidad de no arriesgar nuestras
vidas en contra de nuestra voluntad solo para traer vidas
nuevas. (Aplausos.)
Sr. Presidente (Lipoveztky).- Tiene la palabra la doctora
Carmen González, decana de la Facultad de Filosofía de la
Universidad Católica de Santa Fe.

Sra. González.- Señor presidente: para cualquier ciudadano


es un honor participar de este debate histórico para
nuestro país. No estamos acostumbrados a participar de
estos espacios porque, entre otras cosas, es tácito el
acuerdo por el cual ustedes, en representación legítima de
nuestras voluntades, discuten por nosotros.
Sin embargo, estamos atravesando una
circunstancia inimaginable para cualquier sociedad: la
oportunidad de que un acto de destrucción de la vida humana
se convierta en legal y deba ser asumido con
responsabilidad por el Estado.
Ninguna civilización debería poder asumir
impunemente la tarea de decidir a quiénes se les respeta el
derecho fundamental a la vida y a quiénes no. Ni siquiera
la discusión sobre la pena de muerte ha tenido en nuestro
país el lugar institucional que tiene hoy la discusión
sobre la legalidad del aborto.
Entonces, urge que ustedes escuchen a sus
representados y sepan discernir los criterios últimos que
sostienen nuestros actos como ciudadanos del pueblo
argentino.
Agradezco este espacio, el tiempo y la atención
que ustedes sepan concedernos en esta última jornada.
En primer lugar, quisiera distinguir algunas
cuestiones que en este debate han aparecido confundidas y
que oscurecen el tema. La realidad de la mortalidad materna
por abortos clandestinos es eso, real, pero será
responsabilidad de ustedes corroborar los datos y cifras
que aquí se mencionaron para conocer verazmente los niveles
y alcances de esas cifras.
Asimismo, el dolor de las mujeres que son
violadas y embarazadas de manera violenta es innegable, y
también es deber de ustedes discernir si quienes claman por
el derecho al aborto son realmente esas víctimas.
Considero que podría ser algo más discutible la
cuestión del derecho a la libertad de decidir tener o no un
hijo cuando ya ha comenzado a existir. Más discutible aún
el supuesto derecho a decidir sobre el propio cuerpo, pero
ninguna de estas cuestiones mencionadas -tan reales y
dolorosas como urgentes de resolver- ayudan a aclarar la
única cuestión que debería importar en este debate, que es
reflexionar sobre la vida humana -toda vida humana-, y el
deber de protegerla siempre.
Si bien mi formación disciplinar es en filosofía,
me permito tomar un dato que proviene de la biología y es
indiscutible. Coincido con alguna afirmación hecha aquí
mismo por un colega, también formado en filosofía, cuando
dijo que esta no es una cuestión metafísica; claro que no,
es meramente biológica.
La biología es la disciplina que puede
establecer, a partir de la información genética de las
células de cualquier ser vivo su pertenencia a una especie
u otra. Pues bien, está demostrado -y esto ha sido dicho
una y otra vez en esta sala- que la célula que resulta de
la unión del gameto masculino con el femenino posee en ese
instante primero de su existencia toda la información que
indica que se trata de un nuevo ser vivo perteneciente a la
especie humana.
Digo “nuevo” porque su información genética lo
distingue de lo masculino y lo femenino que le dio origen.
Se trata de un ser distinto al padre y a la madre. Es nuevo
y es humano, pues comparte el patrón genético de todos
nosotros: el genoma humano.
En relación con el terreno específicamente
filosófico, me permito recurrir a dos categorías que
utilizaba Aristóteles para explicar el movimiento de las
cosas: el acto y la potencia, perfectamente aplicables al
proceso de gestación o desarrollo madurativo de los seres
humanos. Podríamos decir con Aristóteles que nada puede ser
lo que es en acto si antes no tiene la posibilidad de
serlo, es decir, la potencia.
En el caso concreto que estamos pensando, estos
conceptos nos permitirían comprender que ningún bebé humano
nace humano sin haber tenido la posibilidad de serlo, es
decir, si no era ya un humano que estaba en potencia de
desarrollar todas sus propiedades en el seno materno.
Antes de desarrollar sus capacidades racionales,
afectivas, de lenguaje y todas las que queramos pensar como
propias de un ser humano, no fue un animal, no fue un
prehumano –si es que podemos concebir ese concepto-, no fue
una larva -como dijo algún conocido intelectual en este
mismo lugar-, sino que fue siempre y desde el comienzo un
ser humano que necesitaba desarrollar su cuerpo, sus
condiciones materiales para ejercer esas otras propiedades
que fácilmente describimos en un humano adulto.
También la filosofía, pero ahora en otros
contextos, inspiró los ideales de la Revolución Francesa,
entre cuyos logros se cuenta indirectamente la Declaración
de los Derechos Humanos, confirmada luego en 1948, en cuyo
preámbulo leemos que “hay una dignidad inherente a todos
los miembros de la familia humana”. Permítanme detenerme en
esto último.
Cuando a partir de 1945 el mundo conoció
espantado la existencia de los campos de concentración y
los actos de inhumanidad perpetrados bajo el manto de leyes
que algunos legisladores alemanes dictaron en contra de
algunos otros ciudadanos, urgió esta Declaración Universal
en la que se habla de proteger a todos los miembros de la
familia humana.
Entonces, me pregunto lo siguiente: ¿qué puede
estar moviendo a esta familia humana argentina al
fratricidio? ¿Desde qué lugar algunos seres humanos en sus
plenas facultades pueden negar los derechos fundamentales a
otros miembros de la familia humana, los recién concebidos?
¿Solo porque es un derecho de la mujer? ¿Puede alguien,
varón o mujer, sobreponer su derecho a decidir, sin más,
sobre el derecho a vivir de cualquier otro? ¿Puede un país
llamarse “desarrollado” sobre la base de la consideración
de que algunas vidas humanas valen más que otras?
También escuché a alguna diputada reconocer
efectivamente que no todas las vidas valen lo mismo. ¿No
abre esto una puerta a un estilo de vida política, en el
sentido pleno de la palabra, es decir, de vida común, de
vida social, que considera cualquier vida humana superflua?
¿No nos convierte esto en un pueblo temerario?
Hannah Arendt, filósofa alemana de origen judío,
decía que lo preocupante de los totalitarismos no es que
hayan inaugurado una forma de gobierno inimaginable, sino
que hayan instalado una nueva forma de hacer política en la
que las vidas humanas se vuelven superfluas. No vivimos,
claro está, en un régimen totalitario, pero sería prudente
revisar de qué modo estamos asumiendo la política. No sea
que lo estemos haciendo con esa irreflexión y superfluidad
con la que se gestaron y sostuvieron regímenes de gobierno
repudiables. No sea que los ciudadanos estemos revistiendo
de poder a los legisladores para decidir que cualquier vida
humana es superflua.

- Ocupa la Presidencia la señora


presidenta de la Comisión de
Acción Social y Salud Pública,
diputada Carmen Polledo.

Sra. González.- Señores diputados: los elegimos para que


nos representen en el gobierno y legislen para una familia
argentina plenamente humana. No queremos una sociedad que
esté amparada por leyes que atentan contra los derechos
humanos, pero de todos los humanos. En sus manos tienen la
posibilidad de decidir qué tipo de sociedad queremos
construir.
En el transcurso de estos dos meses he visto con
gran pesar que, lejos de ser una sociedad preparada para el
debate, somos un pueblo que alimenta permanentemente los
enfrentamientos desde la convicción de que cada una de las
partes está en lo cierto. No estamos preparados para
debatir porque no estamos decididos a comprometernos en
unir a la Nación.
Señores diputados: voten con plena conciencia de
haber sido elegidos por nosotros para garantizar la paz
social y el bienestar humano de esta familia argentina. No
permitan que nos convirtamos en un pueblo temerario.
(Aplausos.)

Sra. Presidenta (Polledo).- Tiene la palabra Luciana


Rached, presidenta de la Juventud Radical Nacional.

Sra. Rached.- Señora presidenta: en primer lugar, quiero


agradecer este espacio para que las y los jóvenes
expresemos nuestra voz. Lo que hoy estamos presenciando
aquí es un enorme avance y madurez política, pero por sobre
todo estamos fortaleciendo la democracia.
Gracias especialmente al activismo del movimiento
feminista por la lucha de todos estos años, a la sociedad
civil y a los y las militantes de cada uno de los partidos
políticos que han estado exponiendo en estos últimos días.
La realidad demuestra que se realizan cientos de
miles de abortos clandestinos por año. Es decir, mientras
estoy hablando y durante estos dos meses de debate
ocurrieron cientos de interrupciones voluntarias y
clandestinas de embarazos.
Algunas interrumpirán su embarazo con
Misoprostol, otras irán a una de las tantas clínicas
privadas que existen para realizarse un aborto seguro,
clandestino, pero seguro. Mientras otras tantas, mueren.
Las mujeres que mueren son las mujeres pobres,
las más vulnerables, las que no tienen recursos económicos
suficientes para recurrir a estos métodos que hoy ya
existen.
Aunque algunos de ustedes no lo quieran ver,
aunque algunos de ustedes lo quieran negar y aunque algunos
de ustedes quiera votar en contra de este proyecto de ley,
esto está ocurriendo, es una realidad y a todos los jóvenes
del país nos duele.
El aborto es un tema de salud pública, muchachos
y muchachas.
Aunque el marco legal actual de la República
Argentina sea punitivista, la primera causa de mortalidad
materna son las muertes por embarazos terminados en abortos
inseguros, según el Ministerio de Salud de la Nación y la
Organización Mundial de la Salud.
La mortalidad materna no es solo una estadística
que se muestra o se oculta, es un drama social con grandes
implicaciones familiares para quien la sufre.
Soy de Santiago del Estero, de la provincia en la
cual murió María Campos como consecuencia de un aborto
clandestino que, por cierto, tengo que decir y agradecer
que otras ya mencionaron aquí este caso. Presentó un cuadro
de infección generalizada dos semanas después de haberse
sometido a una interrupción del embarazo insegura.
Ante la falta de recursos para darle una atención
adecuada, fue derivada al hospital regional de la capital
provincial, a 300 kilómetros de donde ella vivía, donde
ingresó al servicio de terapia intensiva y murió luego de
unas horas.
María tenía 37 años y cinco hijas. Cinco hijas
que hoy se quedaron sin madre por una muerte que pudo haber
sido evitada. Esto demuestra también las dificultades de
acceso y lo que pasan y viven cientos de argentinas en cada
rincón de este país.
Quiero hacer énfasis en el lema de la campaña,
que nos une y nos convoca.
Cuando decimos "educación Sexual para decidir"
nos referimos a que es fundamental la real implementación
de la ley de la Educación Sexual Integral para que las
mujeres, como así también los varones, tengan un acceso
igualitario a la información y sobre todo para la libre
elección de métodos anticonceptivos seguros y efectivos.
También hay que decir que cada tres horas nace en
nuestro país un o una bebé de una niña de entre diez y
catorce años. Y seis de cada diez embarazos no son
intencionales entre las adolescentes de diez a diecinueve
años, según datos de UNICEF.
Tener más hijos de los deseados es reconocido
como una violación de los derechos reproductivos. Pensemos
en especial en la población adolescente. Obligar a una
mujer a parir es una violación a sus derechos.
Decimos "anticonceptivos para no abortar" porque
forma parte de las obligaciones del Estado proveer la
información adecuada respecto de métodos anticonceptivos,
como así también asegurar su acceso libre y gratuito. De
esta manera se previene la necesidad de que las mujeres
aborten en condiciones clandestinas y a través de
procedimientos riesgosos.
Evidencias científicas demuestran que la
legalización del aborto no induce a prácticas sexuales más
irresponsables, sino que, por el contrario, genera las
condiciones para una menor proporción de abortos.
Respetar hoy la voluntad de las personas como lo
hacen los países más desarrollados no solo es un acto de
tolerancia, sino también una manera de generar estrategias
más eficaces para evitar así los embarazos no deseados.
En esta sala se encuentran todos y todas las
representantes del pueblo argentino, que tienen hoy una
gran responsabilidad, que es la de representar los
intereses del bien común, del bien de todos y de todas.
Diputados y diputadas: con franqueza y mucha
humildad les quiero pedir que frente a esta realidad no
miren para un costado. Dejen de lado su conciencia moral y
no sean indiferentes ante esta realidad de miles de mujeres
en el país que nos duele a todos, porque lo que no queremos
es que se mueran más mujeres en este país.
Permítanme hablarles en especial a mis
legisladores radicales, a ese radicalismo defensor de los
derechos humanos, de los derechos de las mujeres. No puedo
dejar de nombrar al ex presidente Raúl Alfonsín, que por
aquellos años dijo que el aborto no tenía que ser resuelto
con penalización, sino con el acompañamiento del Estado, y
vaya que han pasado años después de eso.
Tampoco puedo dejar de mencionar a nuestra
querida Florentina Gómez Miranda, quien estuvo en el lugar
de cada uno de ustedes y fue una de las primeras en
presentar proyectos para ampliar los nuevos derechos.
La historia nunca fue fácil y eso ustedes lo
saben. Si no hubiesen existido estos y muchos valientes más
por delante, no hubiéramos logrado conquistar la solidez de
la democracia que tenemos hoy.

- Ocupa la Presidencia el señor


presidente de la Comisión de
Legislación General, diputado
Daniel Andrés Lipovetzky.

Sra. Rached.- Para terminar, hay un mandato generacional.


Las nuevas generaciones marcan un camino cuando vemos que
miles de adolescentes salen de las escuelas y en sus
mochilas vemos colgar un pañuelo verde. Estas generaciones
necesitan ser escuchadas, diputadas y diputados, aunque sea
con ese gesto simbólico, porque no se olviden de que los
jóvenes y los adolescentes el día de mañana vamos a
representar más del 40 por ciento del electorado nacional.
También, como parte de toda una generación,
quiero y pido a todas y todos los legisladores que escuchen
a los jóvenes y se hagan eco de ese llamado, que es por la
libertad, la igualdad y los derechos humanos.
Hagamos que la decisión que tomen este 13 de
junio nos haga sentir orgullosos, no solo de nuestra
democracia, sino también de nuestra patria.
Hoy más que nunca reflexionemos al lema que nos
convoca y nos une: educación sexual para decidir,
anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no
morir. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra Ignacio


Patrito, representante de la ONG Citizen Go y estudiante de
Abogacía en la Universidad Nacional de Córdoba.

Sr. Patrito.- Los que defendemos la vida sostenemos que al


abortar se está asesinando a una persona por nacer,
violando así el primer derecho constitucional.
Los que defienden el proyecto dicen que al negar
el acceso al aborto libre y seguro se empuja a las mujeres
a la muerte por abortos clandestinos. Parece una
encrucijada sin salida.
Lo que nos tiene que guiar es poder dar una
respuesta, una solución como sociedad, en la que no se
tenga que eliminar a un ser humano, en la que no tenga que
morir la mujer que está atravesando un embarazo inesperado
y tampoco el bebé en gestación.
La respuesta que debemos dar como sociedad ante
esta problemática es salvar las dos vidas.
Sobre esta tesis deberíamos trabajar en forma
mancomunada. No es una solución utópica o irreal. Es poner
todos los esfuerzos en defender la vida, tanto de los niños
por nacer como de las madres.
No puede ser que como sociedad la respuesta que
le damos a una mujer desesperada, angustiada porque se
encuentra ante un embarazo que no buscó, sea la de eliminar
la vida de su hijo.
La mujer no necesita un aborto, sino apoyo y
contención psicológica, social y económica. Necesita ayuda
para atravesar su embarazo con todo lo necesario.
La mujer necesita empoderarse, saber que ella
puede afrontar su embarazo. Y como sociedad tenemos que
brindarle las herramientas.
El aborto no es una solución a sus problemas. La
mujer es madre desde el momento de la concepción. Ella
decide si va a ser madre de un hijo muerto o de un hijo por
nacer.
¿Por qué digo que el aborto no es una solución
real? Porque no resuelve los problemas de fondo que puede
estar atravesando la mujer, tales como situaciones de
pobreza, abusos, presiones y demás. Además, la vida o la
muerte de una persona no debería depender del deseo o del
proyecto de vida de otra, aunque esta sea su madre.
Quisiera detenerme en algunos argumentos que
esgrimen quienes defienden el aborto como un supuesto
derecho de la mujer. Las estrategias para legalizar el
aborto en América Latina siguen los pasos fieles de las que
se utilizaron en los Estados Unidos: usar argumentos falsos
para sensibilizar a la población.
Dicen que mueren miles de mujeres en abortos
clandestinos. Si queremos dar un debate serio tenemos que
sostenernos en datos certeros y no en mitos ni mentiras
producto de la ideología.
No es verdad que mueren miles de mujeres por
abortos. Las estadísticas en nuestro país nos dicen que las
muertes por esa causa representan el 0,025 por ciento del
total de defunciones femeninas. En 2016, según el
Ministerio de Salud de la Nación, en todo el país hubo 43
muertes maternas por aborto y 31 por aborto provocado.
Lo que nadie menciona es que en el mismo año
murieron 525 mujeres por deficiencias nutricionales. Pero
como bien dice la licenciada Mónica del Río, esas muertes
no ocupan el mismo espacio ni en los medios de comunicación
ni en los reclamos del movimiento feminista.
Entonces, me pregunto: ¿en verdad les importan
las vidas de las mujeres? ¿Por qué no estamos trabajando
por erradicar la pobreza y la desnutrición?
Lamento de todo corazón que se use la muerte de
mujeres como caballito de batalla para legalizar una
práctica criminal. El aborto mata, claro que mata. Mediante
el aborto provocado se asesina a un ser humano en
gestación.
Por otra parte, el hecho de que personajes de la
farándula digan que mueren miles de mujeres en abortos
clandestinos es lamentable, no solo porque es mentira, sino
también porque sus aseveraciones influyen en personas
desinformadas. Pero mucho más lamentable es que lo repitan
los señores diputados, porque es su responsabilidad
informarse con datos certeros y, sobre todo, científicos.
También quiero poner de relieve otro argumento
que se usa falsamente, que es equiparar al aborto legal con
el aborto seguro, cuando sabemos que todo aborto es
trágico. En primer lugar, siempre es mortal para el bebé no
nacido. En segundo término, es dañino psicológica y
físicamente para la mujer. En algunos casos, es mortal
también para ella. ¿O nos hemos olvidado del caso de Keyla
Jones?
Recordamos todavía las palabras que pronunciara
el señor presidente de la Nación en el Congreso Eucarístico
de 2016, donde se comprometió a defender la vida. Por eso
le pedimos que cumpla con su palabra. No queremos que la
promesa de "pobreza cero" se cumpla eliminando a los
pobres.
Con respecto al proyecto de ley que se está
discutiendo, en su artículo 1º se establece el aborto libre
hasta la semana catorce de gestación. El comienzo de la
vida humana no es un concepto cultural -como dijo el doctor
Novaresio-, sino científico. La vida comienza en la
concepción, y desde ese momento no hay ningún salto
cualitativo que permita decidir que en otro momento del
embarazo comienza la vida humana. Abortar a un bebé en
gestación, aun antes de las catorce semanas, sigue siendo
un asesinato.
Por otro lado, el artículo 3º del proyecto
establece –y a mi juicio, se trata de algo gravísimo- la
posibilidad de abortar hasta el noveno mes en los
siguientes casos: cuando el embarazo fuera producto de una
violación, cuando estuviera en riesgo la vida o la salud
integral de la mujer o cuando existiesen malformaciones
fetales graves. ¿En qué nos quieren convertir?
Además, las causales de salud psíquica y social
son tan laxas que permitirían el aborto a petición.
Pienso existen soluciones posibles y que debemos
trabajar juntos en buscarlas. Al cerrar las puertas al
aborto no se está negando a las mujeres un derecho, porque
matar a los propios hijos no es un derecho. Como padres no
tenemos la potestad sobre la vida de nuestros hijos.
Escuchamos ponencias excelentes que nos mostraron
un camino posible de transitar para luchar por las dos
vidas. En este sentido puedo citar, entre otros, al
licenciado Pablo De La Torre en San Miguel, con el programa
Mil Días y a Evelyn Rodríguez, quien está trabajando en un
proyecto por una línea 0800 para articular la contención a
las mujeres embarazadas.
También son destacables el proyecto de la Red
Federal de Familias y las iniciativas del señor diputado
Juan Brügge. Además en Córdoba, provincia de la que
provengo, la Fundación Ambos está trabajando
incansablemente en este sentido.
Señores legisladores: en sus manos están hoy las
vidas de las madres y de los niños por nacer. Aquí les
traigo tres tomos con más de 50 mil firmas que juntó
Citizen Go en contra del proyecto en tratamiento. No caigan
en la trampa de creer que el aborto es una salida. No puede
ser esa la alternativa que demos como sociedad.
Les pido que no huyan de las responsabilidades y
no se eximan del esfuerzo. Los estamos invitando a trabajar
por las dos vidas y a hacer lo que debemos hacer.
Señor presidente Mauricio Macri, señores miembros
del gobierno, señores diputados y senadores, grupos
feministas y de izquierda, grupos provida: hagámonos cargo
de la situación. Apuntemos a lo más alto y noble para
nuestro país. Nos debemos a los indefensos, nos debemos a
los desprotegidos, nos debemos a la vida de los dos.
(Aplausos.)

Sra. Presidenta (Polledo).- Tiene la palabra el señor


Marcelo Romero Farías, quien hablará en representación de
la ONG Collage Recreando Realidades.

Sr. Romero Farías.- En primer lugar, quiero agradecer la


posibilidad de participar de este debate. El hecho de que
podamos estar discutiendo en la Argentina este tipo de
proyectos es un avance importante en materia de democracia
y pluralismo. Por otra parte, quiero felicitar a los
diputados y diputadas que han permitido esta instancia de
diálogo, discusión e intercambio de ideas.
Este proyecto que hoy nos convoca en realidad
trata sobre derechos humanos, principalmente sobre derechos
de las mujeres. Se refiere al derecho de la mujer a decidir
sobre su propio cuerpo, su autonomía y el proyecto de vida
que quiere realizar.
Lamentablemente estos derechos sexuales y
reproductivos son sistemáticamente violados y negados en la
Argentina de hoy. Vivimos en una sociedad machista y
heteropatriarcal en la cual la mujer es sometida
permanentemente a los mandatos sociales y culturales en los
que son violados sus derechos humanos.
Debatir el proyecto de ley sobre interrupción
voluntaria del embarazo abre una posibilidad para que miles
de mujeres en nuestro país dejen de morir a causa de la
clandestinidad del aborto y del negocio que implica para
algunos mantener esa práctica en forma ilegal.
En este sentido, quiero decir que nos debemos
esta discusión en la Argentina por lo menos desde hace
treinta años. Como bien dijo otra disertante, este tema ya
fue propuesto en 1983 por parte de la entonces legisladora
Florentina Gómez Miranda, y en 1994 fue planteado en la
Convención Constituyente. Lo cierto es que ahora, en 2018,
poder estar debatiendo por primera vez este tema es un
logro de todos los argentinos.
Como señalaba al comienzo de mi exposición, aquí
se trata de los derechos de las mujeres en materia de salud
sexual y reproductiva, que son derechos humanos y así están
plasmados en normas nacionales y en tratados
internacionales. Pero lamentablemente esos derechos no
están garantizados en la Argentina.
Por otra parte, me toca hablar de un sector de la
población que durante muchos años fue marginado, perseguido
y asesinado por el Estado argentino. Me refiero al sector
de las minorías sexuales. Durante largo tiempo muchas y
muchos de nosotros hemos luchado por la sanción de la ley
de matrimonio igualitario, por la ley de identidad de
género y por la igualdad de derechos. Por eso hoy no
podíamos no estar presentes para acompañar en su lucha a
las mujeres que han dado su vida por este país y que son
resignadas y expulsadas del sector público, que las reduce
al mero hecho de ser tratadas como incubadoras o madres de
familia. Para mí es una obligación moral y ética estar hoy
aquí.
Hay mucho que podría decir, pero la verdad es que
lo importante en esta discusión es plantear por dónde
debemos debatir. El aborto no se puede discutir respecto de
si es bueno, malo, moral o inmoral, porque esos son debates
internos, personales e individuales.
Considero que debemos discutir aquí si el aborto
debe ser legal o ilegal, seguro o inseguro, si las mujeres
van a morir por abortos clandestinos o van a poder
realizarlos en las condiciones que corresponden, de salud
pública. Creo que ese es el debate. El Estado no puede
legislar sobre la moral individual y tampoco obligar a las
personas a pensar de una manera.
Ustedes, como legisladores, deben dar el debate
oportuno, asumir la responsabilidad que les corresponde en
la historia y otorgar a las mujeres los derechos negados
sistemáticamente a lo largo de muchos años. Son ustedes,
los legisladores y las legisladoras, diputados y diputadas
nacionales, quienes deben asumir el compromiso con una
lucha justa e histórica, que comenzó no hace poco en la
Argentina y ha costado la vida a miles y miles de mujeres.
Es por eso que desde este humilde lugar de la
militancia social y política, exhorto a las diputadas y los
diputados a que acompañen con su voto el proyecto de
interrupción voluntaria del embarazo para poder terminar de
una vez por todas con la desigualdad y la injusticia en la
Argentina.
No puedo dejar pasar que se están cumpliendo cien
años de la Reforma Universitaria. También es cierto que es
una lucha que tiene que ver mucho con el feminismo, porque
habla de igualdad, derechos e inclusión. Precisamente eso
es lo que venimos a buscar, para que en la Argentina no
haya más dolores y tengamos más libertades.
Desde la ONG Collage, desde la militancia social
y política, quiero citar a un ex presidente y constituyente
nacional. Allá por 1994, Raúl Alfonsín, siendo
constituyente nacional, decía que en la Argentina se morían
mujeres pobres por causa del aborto clandestino y de la
falta de responsabilidad del Estado. Hoy, casi treinta años
después, el Congreso Nacional puede resolver ese problema y
brindar a las mujeres argentinas la posibilidad de tener
esos derechos.
También quiero aprovechar estos minutos que me
quedan para traer un mensaje de un grupo de mujeres de mi
provincia que no han podido hoy estar aquí, que no han
participado de estos debates, pero que merecían como yo
esta oportunidad. Me refiero a la Asociación por los
Derechos de las Mujeres (ADEM), que desde hace doce años
milita por los derechos de las mujeres y el aborto legal.
Quiero leer un mensaje que estas mujeres han
enviado. Dice así: “Desde ADEM -por los derechos de las
mujeres de San Luis respecto del derecho al aborto legal,
seguro y gratuito- queremos decir que en San Luis también
abortamos. Abortamos porque no hay embarazos no buscados,
porque esos embarazos son producto de abuso sexual, de sexo
sin consentimiento, de mandatos patriarcales, de presión
familiar para cumplir con el rol que esperan de nosotras,
de imposición de las parejas y hasta de métodos de
dominación y manipulación.
“Hablemos claro. El abusador, en el 85 por ciento
de los casos, es el padre, el padrastro, el tío o el
abuelo, y San Luis no es la excepción. Algunos opinan que
dos fetos son iguales, aunque uno sea fruto del amor y el
otro el fruto de una violación. Lo que no ven es que no son
dos cuerpos gestantes iguales. ¡Basta de fomentar la
cultura de la violación, de justificar la pedofilia y la
explotación para negar los derechos que nos pertenecen!
“En San Luis no hay comisaría de la mujer, no hay
educación sexual en las escuelas, no hay campañas de
prevención, no hay políticas públicas para la erradicación
de la violencia, no se aplica la ley 26.485, no hay
personal formado con perspectiva de género ni áreas que se
ocupen de las problemáticas de las mujeres.
“En San Luis inauguraron un Centro de Atención a
la Víctima que hoy está vacío. En San Luis no se aplica el
aborto no punible, las niñas son obligadas a parir,
torturadas por el producto de su propia violación.
“Las feministas no matamos personas; ayudamos a
las mujeres sin presupuesto, sin estructura y sin apoyo
institucional. Sin embargo, no andamos con fotos de bebés
ya nacidos o de madres pasando necesidades, aunque
deberíamos hacerlo para que los „pro nacimientos‟ sepan
cómo luce el dolor y la miseria. Por eso decimos ¡aborto
legal ya!”.

Sr. Presidente (Lipoveztky).- Tiene la palabra el señor


Aroldo Tonini, comerciante.

Sr. Tonini.- Señor presidente: no soy médico ni genetista


ni ecografista ni científico; tampoco soy abogado ni
diputado nacional. Soy casado, con cinco hijos, un
laburante argentino más, de oficio pintor y defensor de la
vida, de las dos vidas: la de la mamá, que seguramente
todos queremos defender, y la del bebé por nacer, a la que
muchos diputados nacionales, según parece, proponen quitar.
Hasta aquí se ha dicho todo lo necesario, lo
importante y mucho más para demostrar –y quedó totalmente
demostrado- que el feto, el bebé por nacer, el concebido en
la panza de mamá es un ser humano como cualquiera de
nosotros desde el momento de la concepción, con todos los
derechos de un ser humano, sobre todo, con el primer
derecho que tenemos todos los aquí presentes -como todos
los ciudadanos argentinos y hombres del mundo-, que es el
derecho a vivir.
Se ha demostrado todo. En primer término,
genéticamente. El código genético que posee cada uno surge
desde el momento de la concepción y se mantiene inalterable
hasta el día de la muerte. Nos vuelve únicos e
irrepetibles.
En segundo lugar, científicamente. La ciencia
ratifica categóricamente que cada uno de nosotros somos
seres humanos desde ese mismo momento de la concepción.
En tercer término, la misma medicina se basa hoy
en evidencias y contundencias genéticas y científicas para
asegurarnos que el aborto mata una vida humana, un ser
humano, una persona humana.
El ministro de Ciencia de la Nación dijo que el
embrión humano no es equiparable a vida humana y menos a
persona humana. Al respecto, le recomiendo que se instruya
en su propia área de Ciencia, porque la unanimidad
científica que él dirige le va a enseñar que la vida humana
existe desde el momento de la concepción.
Los médicos que quieren el aborto no pueden
aducir ignorancia científica, pues saben que el aborto
destruye una vida humana.
En cuarto lugar quiero decir que por eso nuestras
leyes vienen a cumplir con su deber, que es proteger y
promover la vida humana desde la concepción. Me refiero a
los tratados internacionales, la Constitución Nacional, el
Código Civil y las constituciones y leyes provinciales.
¡Qué paradoja que un proyecto de ley esté invitando y
promoviendo a matar gente!
En quinto término, desde la ética quiero señalar
que todos los códigos de bioética imperantes en numerosos
ámbitos de la vida profesional, laica, universitaria,
política, etcétera, nos indican que quitar la vida humana y
matar al ser humano en el vientre de su madre es atentar
directamente contra la dignidad humana.
En sexto lugar, desde la salud pública se
sostiene que la iniciativa en curso pretende evitar miles
de muertes en abortos. Pero al mismo tiempo se reconoce que
esas miles de muertes en realidad fueron cuarenta y tres en
2016 y cincuenta y cinco en 2015, según datos del propio
Ministerio de Salud del presidente Macri.
Si se invocan razones de salud, ellas mismas nos
deben llevar a diseñar políticas sociales y sanitarias para
defender las dos vidas humanas.
Señores diputados: el aborto no es una política
de salud porque el embarazo no es una enfermedad ni el
aborto una cura.
En séptimo lugar está la geoestrategia y el
desarrollo. Se ha demostrado que el aborto, impuesto por
muchos centros de poder, quiere mantener despobladas
grandes partes del planeta para la reserva de los recursos.
Lo incoherente en este punto es ver que los grandes
defensores de lo verde y de los recursos naturales son
agentes ideológicos manipulados por los centros financieros
de poder que los mismos defensores de lo verde critican y
defenestran.
¿Serán compañeros de ruta o socios de la misma mesa?
En octavo lugar, se sabe categóricamente que hay
una política verdaderamente antinatalista en el mundo y
también contra nuestra Patria y que está promovida,
auspiciada e impuesta por las Naciones Unidas, el Fondo de
Población, la OMS, la UNICEF, la UNESCO, la IPPF y sus
adláteres argentinos, como FUSA y Católicas por el Derecho
a Decidir, las que -entre paréntesis- reciben cuantiosos
millones de dólares para promover el asesinato del aborto.
El mismo Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial
con sus imposiciones duras e inflexibles, después del
crimen de los inocentes, ¿no vendrán por nuestros viejos?
Señores diputados nacionales: sabemos que el
aborto seguro no es seguro para la mujer porque corre el
riesgo de morir o quedar mutilada y tampoco para el bebé,
que es el que muere seguro.
Sabemos que tampoco es gratuito, porque si esto
se aprueba el Estado, a través de ustedes, diputados
nacionales, a fin de año deberá incluir muchos millones de
pesos en el presupuesto nacional para matar niños, siendo
el bebé aquel al que más caro le va a costar.
Sabemos que el aborto ilegal o legal mata igual;
si no lo quieren creer, tienen hermosos equipos para ver
miles de videos trágicos donde se despedaza al bebé y se lo
tira en una bolsa roja de basura.
Bien por mis siete diputados nacionales por Salta
y los de todo el país que han decidido votar a favor de la
vida -de la vida de los dos, la mamá y el bebé- y en contra
del proyecto de despenalización del aborto. Varios cientos
de miles de argentinos se lo agradecerán y verán la vida
gracias a ustedes.
Señores diputados que aún no han decidido su
voto: los invito a jugarse por la vida, por la vida de
todos: las de las mamás, las de los bebés y las de todos
los argentinos. El desafío no es matar chicos, sino diseñar
políticas de inclusión, familiar y social y de desarrollo
económico.
Señor gobernador de mi provincia: le pido con
humildad, respeto y firmeza que derogue el decreto 584 que
dictó la semana pasada adhiriendo al protocolo de la
muerte.
Finalmente, señores diputados nacionales que
quieren e insisten en aprobar el crimen del aborto sentados
cómodamente en el sillón de la vida: están muy a tiempo de
arrepentirse y retirar este y todos los proyectos que
promuevan y ejecuten el aborto en la Argentina.
Para ustedes y el presidente de la Nación: si
aprueban este verdadero genocidio, Dios, la Patria y la
sangre de miles de inocentes se los demanden. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra el doctor


Alberto Kornblihtt, biólogo.

Sr. Kornblihtt.- Agradezco mucho la invitación. Voy a


presentarme por si no me conocen. Soy doctor en Ciencias
Químicas y biólogo, investigador superior del Conicet y
profesor titular plenario de la Universidad de Buenos
Aires.
Mi exposición tendrá como eje los conocimientos
actuales en biología -en particular en bilogía molecular,
genética y epigenética-, que confirman que un embrión no es
lo mismo que un ser humano.
La unión del espermatozoide con el óvulo para
formar el cigoto es condición necesaria pero no suficiente
para generar un ser humano. La información genética
proveniente de los padres no es suficiente y es necesaria
otra información provista por la madre a través de la
placenta.
Los humanos somos mamíferos placentarios. Somos
mamíferos por tener pelo y producir leche, y placentarios
porque el desarrollo solamente puede completarse dentro del
útero. Durante los nueve meses de embarazo la madre no solo
aporta a través del intercambio placentario el oxígeno y
los alimentos necesarios para que el embrión progrese, sino
también anticuerpos fabricados por ella que protegen al
embrión de posibles infecciones. Además, las sustancias de
desecho y el anhídrido carbónico generados por el feto o
embrión pasan de su sangre a la de la madre a través de la
placenta, de modo tal que sin ese intercambio placentario
el feto no podría progresar porque se intoxicaría.
Más recientemente se ha descubierto que las
células y órganos del embrión, y más tarde del feto, sufren
durante el embarazo cambios epigenéticos que son
consecuencia de la íntima relación con la madre y sin los
cuales el nacido no progresaría.
La epigenética es la disciplina que estudia
aquellos cambios que ocurren en la expresión de los genes,
pero no en su información genética.
Cabe destacar que nadie ha logrado hasta el
presente en ningún laboratorio llevar un embrión mamífero
ni humano a término fuera del útero de una madre.
Todo esto indica que el embrión y el feto no son
seres independientes de la madre, sino que hasta el
nacimiento son casi como un órgano más de ella.
Para la mayor parte de las legislaciones, incluso
de los países donde está penalizado el aborto, la persona
humana comienza con el nacimiento con vida, es decir,
cuando el bebé se separa completamente de la madre.
Establecen que si el embarazo se interrumpe en forma
natural o provocada antes del nacimiento, la persona se
dará por no haber existido nunca jamás. No hay conflicto
entonces entre el concepto de persona y el de embrión o
feto. Incluso, no hay conflicto en concederle derechos
suspensivos al embrión, los que se hacen efectivos al nacer
con vida.
Donde hay conflicto es en lo que algunos
califican como “vida humana”, concepto que, como veremos,
no tiene una definición taxativa y responde más a creencias
que ha hechos.
La biología no define vida humana, sino vida. La
vida es la forma particular de organización de la materia
que cumple con dos condiciones esenciales: reproducción y
metabolismo. La definición de vida sensu stricto está
referida solo a las células. Una célula viva lo está porque
puede dividirse y metabolizar y están vivas tanto las
células del embrión como las del feto, del bebé o del
adulto. Pero también están vivos los espermatozoides que se
eyaculan fuera de la vagina, los óvulos que son eliminados
con cada menstruación y las células de la placenta que se
desecha en cada parto.
Además, las células de un humano que acaba de
morir siguen vivas por un tiempo no despreciable. Al
respecto, cabe preguntarse por qué para algunos es
aceptable concebir que después de la muerte legal de una
persona, definida su vida en función del cese de la
actividad cerebral o del latido del corazón, se admite que
sus células sigan vivas por un tiempo y resulta para esas
mismas personas difícil concebir que un embrión humano está
formado por células vivas pero no es todavía un ser humano.
Todo lo anterior nos lleva a considerar el
estatus del embrión. Para la biología, un embrión es un
embrión y no un ser humano. En todo caso, es un proyecto de
ser humano que necesita una serie de pasos que ocurren
dentro del útero para llegar a ser un ser humano. El
concepto de vida humana es una convención arbitraria que
responde a acuerdos sociales, jurídicos o religiosos, pero
que escapa al rigor del conocimiento científico.
Esta divergencia de criterios lleva a la
dificultad de ponerse de acuerdo sobre el estatus del
embrión. Pero deberíamos ponernos de acuerdo en que no es
un ser humano y que, por lo tanto, no sería un crimen
interrumpir el embarazo prematuramente. Prueba de ello –y
esto ya fue mencionado varias veces- es que la pena por
practicar un aborto es mucho menor que la pena por matar a
una persona. En definitiva, esa supuesta persona está
indefensa. Y ante el hecho de que esté permitido abortar en
casos de violación o de peligro de la vida de la madre, si
ese embrión o feto fueran seres humanos en un país donde no
es legal la pena de muerte, ¿qué categoría inferior tendría
un ser humano proveniente de una violación respecto de los
que no son resultado de ella como para que sea permitido
“matarlo”?
Resulta interesante recurrir a la definición de
aborto que figura en la sexta edición de Un Diccionario de
Genética, de King y Stanfield, de 2002. La primera acepción
es la siguiente: “Aborto: expulsión de un feto humano por
causas naturales antes de que sea capaz de vivir
independientemente”.
La segunda acepción es: “Aborto: terminación
deliberada de un embarazo humano muy a menudo realizada
durante las primeras veintiocho semanas de embarazo”. Como
se ve, en ninguna de las dos acepciones se menciona la vida
humana ni las palabras “matar” y “homicidio”.
Todo lo dicho no implica que no se deba proteger
a la mujer embarazada y a su embrión. Pero la primera debe
tener la opción y el derecho de interrumpir el embarazo
prematuramente.
De lo contrario, la mujer se convierte en una
especie de esclava de su embrión a causa de convenciones
sociales o religiosas que no se condicen con la gradualidad
del desarrollo intratuerino.
Los legisladores deben pensar en la cantidad de
mujeres que por hacerse abortos en lugares inadecuados
sufren infecciones; en la cantidad de adolescentes que por
no abortar tienen que llevar un embarazo a término y criar
un bebé cuando todavía son niñas o darlo en adopción en
condiciones muchas veces ilegales; en la cantidad de
genetistas que hacen diagnóstico prenatal, detectan en el
embrión una enfermedad no curable y se lavan las manos al
no garantizar la opción de la interrupción del embarazo, y
en la cantidad de situaciones en las que se sabe, aun sin
un diagnóstico genético, que el embrión tiene algún defecto
o puede ser inviable.
Pido a aquellos que tienen convicciones
filosóficas o religiosas respecto de lo que llaman
“comienzo de la vida humana” que respeten la racionalidad
de otros argumentos y diferencien evidencia de dogma y
hechos de creencias, porque no hay un concepto absoluto y
los legisladores deben legislar para todos. (Aplausos.)
Sr. Presidente (Lipovetzky).- Damos la bienvenida al señor
ministro de Salud de la Nación, doctor Adolfo Rubinstein.
Para nosotros es un inmenso placer recibirlo.
Tal como hemos acordado para los casos en que
intervengan funcionarios de su rango, dispondrá de treinta
minutos para efectuar su exposición.
Tiene la palabra el señor ministro de Salud de la
Nación.

Sr. Ministro de Salud.- Buenos días a todos. Agradezco


muchísimo poder estar acá, ya que creo que este es un
debate histórico que atraviesa a toda la sociedad.
Entiendo que la perspectiva y el abordaje de la
salud pública tienen un rol fundamental en la discusión
sobre la despenalización del aborto en la Argentina.
También quiero decir que es extremadamente
auspicioso que se haya abierto este debate, ya que este es
un tema que ha estado largamente escondido, que ha sido
barrido bajo la alfombra desde el retorno de la democracia
-hace ya treinta y cinco años- y que por muchas razones
nunca pudo salir efectivamente a la luz.
Cabe señalar que el presidente de la Nación, aun
cuando sus convicciones personales son contrarias a la
despenalización del aborto, ha tenido un gran gesto al
abrir este debate. Lo hizo porque entendió que este es un
problema social que, como voy a comentarles, atraviesa una
enorme cantidad de dimensiones, además de la referida a la
salud pública, y que la sociedad estaba reclamando. De
manera que celebro que se esté llevando adelante esta
discusión.
La de hoy es la última de las jornadas de debate
que se han venido realizando en la Cámara de Diputados
desde hace ya dos meses, en las que se ha recibido a
cientos de expositores, por lo que espero que no estén
saturados al escucharme.
La presentación que les traigo va a focalizarse
básicamente en la salud pública, pero sin soslayar una
enorme cantidad de aspectos que también forman parte de
este debate.
La despenalización del aborto es hoy un tema
prioritario en la agenda pública. Es decir que aun en el
contexto y el escenario que tiene nuestro país, aun en
estos momentos tan difíciles, el aborto sigue siendo un
tema prioritario en la agenda pública, y uno tiene que
preguntarse por qué.
Esto es así porque la sociedad lo ha reconocido
como un problema que de alguna manera debe ser abordado y
al que hay que ofrecerle soluciones concretas. No solamente
se trata de identificar el problema como tal, sino también
de encontrar los instrumentos que puedan viabilizar la
solución de dicho problema. Me refiero a cuáles son las
políticas que se deben llevar adelante y el proceso de lo
que se llama “la política de las políticas”.
Esto último tiene que ver con lo que les
mencionaba acerca de poder viabilizar el tema y de darle
una solución en este debate, conciliando y procesando todas
las diferencias que existen.
También se trata de crear para todos los
componentes de estas tres corrientes una ventana de
oportunidad, como es la apertura del debate público para
que la sociedad en su conjunto apoye a quienes tienen que
tomar la decisión -que son nuestros legisladores-, para que
puedan informarlos y cuenten con la mejor evidencia
respecto del tema de la despenalización del aborto. Esto es
un poco lo que yo quiero ofrecerles desde la perspectiva de
la salud pública.
En estos dos meses en que ustedes han venido
discutiendo este tema se ha planteado una enorme cantidad
de dilemas sobre los que no voy a profundizar, pero que no
puedo soslayar. Ellos se relacionan con la cuestión de
cuándo empieza la vida o la existencia de la persona, los
juicios éticos que tienen que ver con las creencias, los
hechos fácticos vinculados con la ciencia –como así también
su conciliación y contraposición- y la forma en que ésta
debe o no corroborar o refutar los hechos que tienen que
ver con las creencias.
Este es un debate que se ha dado entre aquellos
que defienden la vida y aquellos que defienden la libertad
de decisión. Es como si se tratara de un partido de fútbol
entre River y Boca. En realidad, es claro que nadie que
defienda la vida no defienda también la libertad de
decidir, ni nadie que defienda la libertad de decidir pueda
no defender la vida. La vida es un valor implícito en
nuestra sociedad.
Se han planteado aquí todas las contraposiciones
que hay respecto de cuál debe ser el rol del Estado y el
del individuo.
También se ha hablado de las consecuencias del
aborto legal, en particular cuando existen restricciones en
la aplicación de la normativa vigente en la Argentina.
Asimismo se han mencionado las consecuencias del
aborto clandestino.
Por otra parte, se expresaron muchas de las
cuestiones que tienen que ver con cómo legislar respecto de
este tema. En algunos proyectos de ley se está proponiendo
legislar por plazos, hasta las doce o catorce semanas de
gestación, y que a partir de allí el aborto sea por
causales. Estas últimas tienen que ver con la salud o el
riesgo de vida de la madre.
En este sentido, la salud debe ser entendida de
manera más integral, incluyendo también a la salud mental.
Cabe aclarar que cuando uno habla de salud mental se
refiere a un concepto mucho más abarcativo que no tiene que
ver -como creo que erróneamente fue sobreinterpretado en
alguna noticia que salió últimamente- con la pérdida de un
empleo o la terminación de una relación sentimental. El
problema de la salud mental es algo mucho más integral que
requiere un abordaje profesional.
Estas son todas las razones por las que se ha
venido discutiendo. Pero reitero que quiero abordar la
problemática del aborto desde la perspectiva de la salud
pública, para lo cual definí cuatro puntos o preguntas que
quisiera responderles, a fin de que ustedes puedan tomar la
decisión sobre la base de la mejor evidencia disponible que
les podemos ofrecer desde el Ministerio de Salud.
La primera pregunta es la siguiente: ¿cuáles son
las consecuencias del aborto en condiciones inseguras para
la salud de las mujeres y las familias?”
La segunda es la siguiente: ¿qué sucedió con las
muertes maternas en los países donde el aborto se
despenalizó?
La tercera es la siguiente: ¿qué ocurrió con el
número de abortos en los países donde esta práctica se
despenalizó?
La última es la siguiente: ¿qué estamos haciendo
en el Ministerio de Salud para prevenir el aborto y
garantizar el acceso seguro a la interrupción legal del
embarazo en los casos que son actualmente exceptuados por
la normativa vigente?
En cuanto a la primera, referida a cuáles son las
consecuencias del aborto en condiciones inseguras para la
salud de las mujeres, puedo decirles que aquí podemos
construir una suerte de pirámide. En ella las muertes
maternas son el último emergente, pero entrañan además una
enorme cantidad de hospitalizaciones por complicaciones de
abortos en condiciones inseguras en general. Esto es así en
más del 90 por ciento de los casos. Además, existe un
universo del número de abortos que no están registrados
porque afortunadamente no han sufrido complicaciones y por
eso no han llegado a ser hospitalizados, al menos en
instituciones públicas.
Nosotros tenemos aquí diferentes estimaciones. Ya
se ha discutido hasta el cansancio acerca del número de
abortos. El estudio de Mario y Pantelides que se hizo en
2005 -es decir, hace más de diez años- muestra
estimaciones.
Éstas parten de datos más duros, proporcionados
por la Dirección de Estadísticas e Información de la Salud,
basados en los egresos hospitalarios, las tasas de
fecundidad y los nacidos vivos que se pueden estimar.
También hacemos estimaciones en salud pública -una práctica
muy común- acerca de las consecuencias o el impacto de
algunas enfermedades o condiciones, evaluaciones económicas
o, incluso, los economistas hacen sus estimaciones sobre
qué es lo que nos puede ocurrir en el futuro.
Entonces, si bien ese es un dato que no deja de
ser una estimación, tampoco está muy alejado de la
realidad, que habla de un rango entre 350.000 y 400.000
abortos en la Argentina. Me estoy refiriendo hace diez
años, cuando el número de nacidos vivos era un poco mayor.
Por otra parte, tenemos los datos que nos
proporciona la base de datos de egresos hospitalarios del
sector público, que tiene aproximadamente la mitad de las
camas hospitalarias en la Argentina. Probablemente, los
egresos hospitalarios por aborto tengan una proporción
mayor porque, en general, la morbilidad del aborto se
concentra más en los quintillos del nivel socioeconómico
más bajo de la población, que son los que utilizan el
hospital público.
Finalmente, tenemos las muertes maternas,
proporcionadas por las Estadísticas Vitales de la Deis. Los
últimos datos disponibles son de 2016.
Las cifras que hoy tenemos de hospitalizaciones
por aborto en la Argentina son del año 2014 y corresponden
a la última base que se terminó de procesar, aunque ya se
están procesando los años subsiguientes. Las mismas hablan
de 47.000 egresos hospitalarios por aborto.
Por supuesto, ese es un rango que en los últimos
cinco años ha oscilado entre 40.000 y 53.000 egresos
anuales y responde a todas las causales de aborto, que en
breve vamos a discriminar.
Tenemos enormes brechas de información. Esto
tiene que ver con que no conocemos la severidad y las
complicaciones, agudas y de largo plazo, de estas mujeres
que han tenido una hospitalización por aborto. Muchos de
los casos han tenido que tener cuidados intensivos, me
refiero a los llamados “casos casi fatales”.
Hay que tener en cuenta los costos que esto
implica para el sistema de salud, pero también para las
mujeres y sus familias. Me refiero a los costos de
bolsillo, sobre todo cuando el aborto clandestino hace
mucho más difícil el acceso a los servicios de salud
pública.
Por otra parte, también hay consecuencias
sociales.
Todo esto es un desconocido para nosotros. No
sabemos cuál es el impacto, las consecuencias, ni las
implicancias que tiene sobre la salud de las personas y
sobre muchas otras dimensiones.
En pantalla pueden ver el porcentaje de egresos
hospitalarios por embarazo terminado en aborto sobre el
total de egresos por embarazo, parto y puerperio. Este
porcentaje corresponde al sector público, durante los
últimos diez años.
Se ve una reducción de aproximadamente un 20 por
ciento entre el 2005 y el 2014. Tenemos diez años de
reducción de egresos hospitalarios, que son un claro
indicador de severidad, morbilidad y daño. Esto ha venido
disminuyendo en los últimos años, en parte gracias a las
políticas que se han emprendido de reducción de riesgos y
daños. Dichas políticas tienen que ver con la educación,
con la consejería y, sobre todo, con la prevención del
aborto y el uso más extendido de misoprostol, que es una de
las drogas que se utiliza para interrumpir un embarazo acá
en la Argentina.
En la diapositiva pueden ver cuáles son las
cifras que hoy tenemos de egresos hospitalarios por
embarazo terminado en aborto. Si vemos el total de egresos
por causales, podemos ver que la más importante es la
columna que se llama “otros abortos o abortos no
especificados”. Es la única que ha venido reduciéndose en
los últimos diez años, mientras que las demás columnas
continúan bastante aplanadas.
En pantalla podemos ver los grupos de causas de
muerte materna. Esto era antes egresos hospitalarios; hace
un tiempo era morbilidad y ahora tenemos mortalidad. Como
vimos un poco en la pirámide, estamos hablando de casos de
muerte materna, que ya sean 43 -como dice acá en pantalla-
o una, es una muerte evitable y nos tiene que
necesariamente preocupar. No es una cuestión de números.
Además, representa solo el emergente de un universo
muchísimo mayor.
En pantalla vemos el número 43, que representa
aproximadamente el 17,6 por ciento de la mortalidad materna
explicada por el aborto en el 2016. No me quiero detener
porque sé que ustedes han tenido bastante información al
respecto, pero vemos también que existen causas obstétricas
directas, que son las complicaciones del embarazo, parto o
puerperio, y causas obstétricas indirectas, que son
aquellas que vienen de enfermedades preexistentes al
embarazo o se complican en virtud de él, pero que no tienen
relación necesaria con el proceso reproductivo.
Respecto de la tasa de mortalidad por embarazo
terminado en aborto cada 100.000 nacidos vivos, con la
tendencia secular desde el 2017 al 2016, podemos ver lo
mismo que les mencionaba sobre los egresos hospitalarios:
existe una reducción de las muertes maternas por aborto en
estos últimos diez años que tiene que ver con las políticas
que se han emprendido de reducción de daños y riesgos, más
una mejora en la educación de nuestras mujeres en edad
reproductiva.
Seguimos teniendo cada 100.000 nacidos vivos,
seis muertes por aborto, prácticamente. Los países que
tienen el aborto irrestricto en condiciones seguras,
prácticamente no tienen muertes por aborto o las cifras son
extremadamente bajas.
Si ven la diapositiva de grupos de causas -esto
refleja lo que les mencionaba anteriormente-, pueden ver
que la que más viene bajando es la columna de los abortos
no especificados.
Ahora bien, ¿cuál es el problema que tiene el
aborto? Existe lo que se llama “subregistro”. ¿Qué quiere
decir esto? Que muchas veces la notificación o codificación
del aborto como causa de muerte o como causa de egreso
hospitalario está escondida en otros diagnósticos.
Esto sucede por muchas razones, entre ellas la
mala codificación u otras razones que tienen que ver con el
estatus legal del aborto en el sentido de que, considerando
que el aborto es ilegal -excepto algunas causales-, los
médicos o los codificadores muestran cierta reticencia a
codificar el aborto como tal por represalias, por temor a
acciones punibles.
Con lo cual, es posible que algunas de las
defunciones maternas hayan sido clasificadas como
“obstétricas directas”, por ejemplo, la sepsis, que es una
infección generalizada que complica el aborto
convirtiéndolo en un “aborto séptico”.
Asimismo, pueden existir problemas de calidad en
la certificación de la causa de defunción. Hay muertes
obstétricas que figuran como “causa desconocida” y no se
conoce, por ejemplo, si de estos siete casos que hubo en el
año 2016, no hubo alguno que hubiera sido por aborto.
Estudios realizados muestran que cuando la
paciente se agrava y se deriva a hospitales de mayor
complejidad, ya sea por sepsis o trastornos sistémicos muy
importantes, muchas veces la causa original, relacionada
con cuestiones obstétricas, se pierde y aparece como muerte
por otras razones.
Finalmente, en el caso de los egresos
hospitalarios, la información con la que contamos es solo
de los hospitales públicos. No sabemos qué es lo que sucede
en el sector privado, sin embargo, el cincuenta por ciento
de las camas en la Argentina corresponden a dicho sector.
Probablemente, se concentren mucho más en el sector
público, pero esto no quiere decir que no haya casos
subregistrados que provienen del sector privado.
El Ministerio de Salud estudió acerca de esto.
Hace dos años, la Dirección de Maternidad e Infancia
realizó una encuesta para ver si había omisión de registro
de causas de muerte en mujeres en edad reproductiva.
Se analizó una muestra aleatoria de las mujeres
en edad reproductiva: de 15 a 44 años, aproximadamente. Se
analizaron las historias clínicas de estas mujeres.
Efectivamente, se vio que había un total de un 14
por ciento más de muertes maternas que las que figuraban en
los datos de la Dirección de Estadística, pero que en el
caso de aborto era del 17,3 por ciento. Esto, claramente,
demuestra que existe un subregistro del aborto, como causa
de muerte en nuestras estadísticas.
Para finalizar esta parte, tenemos un sistema de
información perinatal que proporciona datos en general de
la marcha de los embarazos, en donde como ustedes pueden
ver, es un registro de trescientos mil nacidos vivos en 298
maternidades u hospitales públicos, que representan el 71
por ciento de las camas del sector público.
Aquí hay un dato que causa un poco de espanto.
Ustedes ya conocen -y hemos proporcionado datos en el
Ministerio- que el embarazo no intencional en la
adolescencia está en el orden del 70 por ciento. Lo que
resulta más preocupante es que –fíjense en la última fila
de embarazo no planificado en multíparas- el embarazo no
adolescente, no planificado en multíparas alcanza casi el
60 por ciento. Mujeres que ya tuvieron hijos, que tuvieron
acceso al servicio de salud, porque ustedes saben que el 98
por ciento de los partos en la Argentina son
institucionales, siguen reconociendo que su embarazo no fue
planificado.
Esto es verdaderamente preocupante y nos tiene
que hacer pensar en cuál es la estrategia que tenemos que
empezar a emprender de manera más activa.
El segundo problema es qué sucedió con la muerte
materna en los países en donde el aborto se despenalizó.
Este es un poco el mapa de los países en función de los
estatus legales del aborto. En verde son los países que no
tienen restricciones, habitualmente es el norte geográfico
y el norte económico, exceptuando Australia, Sudáfrica
-recientemente- y Uruguay.
En el resto está prohibido totalmente o tienen
severas restricciones, como el caso de Irlanda. Ustedes han
visto el referéndum con los resultados de la semana última,
donde probablemente esto haga cambiar su legislación.
Si vamos a lo que es aborto seguro y aborto
inseguro, porque lo que tiene que ver con las mayores o
menores restricciones son las condiciones en las que se
hace el aborto, porque el aborto está y existe. Ustedes
pueden observar -esto también sorprende en Latinoamérica,
afortunadamente no es tanto en la Argentina- que el aborto
inseguro o menos seguro, cuando no es conducido por un
profesional ni el tratamiento es el apropiado, supera el 90
por ciento. Estamos en Latinoamérica, que es una región
que, excepto Uruguay y Cuba, tiene muchísimas
restricciones. Latinoamérica está igual que África.
Claramente, la proporción de abortos inseguros y
la evidencia es contundente, aumenta en los países que
tienen leyes más restrictivas. Ustedes pueden ver en verde,
el aborto seguro; en azul, el aborto menos seguro; y el
inseguro, en rojo.
En los países que tienen leyes muy restrictivas o
prohibición total del aborto en cualquier circunstancia,
más del 30 por ciento es aborto totalmente inseguro. Este
es el que tiene las grandes complicaciones de morbilidad y
mortalidad. Si se los compara con los países que tienen
legislaciones menos restrictivas, se ve que prácticamente
este aborto en condiciones sumamente inseguras no existe.
Ahora veamos muerte por aborto, porque existe una
relación directamente proporcional entre la calidad y la
seguridad garantizada del aborto y las muertes. Podemos ver
de nuevo que –cada punto representa un país-, en general
uno puede ver una cierta tendencia a que los países que
tienen leyes menos restrictivas o no tienen restricción,
prácticamente no tengan mortalidad por aborto respecto a
los países que tienen restricciones o el aborto está
prohibido.
¿Qué ocurrió con el número de abortos en países
en donde dicha práctica se despenalizó? Acá ustedes pueden
ver en la tasa de aborto que cada mil mujeres de entre 15 y
44 años, en general en los países del norte, los países
desarrollados, la tasa de aborto cayó entre 1992 y 2014.
Prácticamente, no se modificó en el mismo período en los
países en desarrollo, que tienen leyes restrictivas para la
aplicación del aborto.
¿Qué pasó en algunos países? Acá pueden ver
algunos ejemplos de la década del 70, cuando se despenalizó
el aborto en Francia, o cuando se legalizó el aborto en
Italia o en Rumania, donde primero era legal, luego se
aplicaron leyes restrictivas a fines de los 80 y después se
despenalizó.
Observen cómo existe una relación clara entre la
despenalización y el número de abortos. Por supuesto que
muchas veces en los países que despenalizan se observa una
curva inicial ascendente, que tiene que ver con que se
comienza a registrar una condición que antes no se
registraba por los temores que mencioné. Esto pasa con las
hospitalizaciones y sobre todo con las muertes, que como
ustedes pudieron ver también pasa.
Esto es España, pero en general se observa la
misma tendencia en donde se aplicó la despenalización.
Finalmente, quiero comentarles lo que estamos
haciendo nosotros desde el Ministerio de Salud, porque
nuestra función acá –esto lo mencioné al principio del
debate y lo charlé con muchos diputados- es promover el
debate, porque es un debate que hace bien a la sociedad y
pone un tema de salud pública en la agenda, y eso es muy
importante.
El segundo punto es tratar de garantizar todos
los programas de prevención del aborto, que implican
educación, anticoncepción, y el cumplimiento del protocolo
de actuación en los casos en los que el Código Penal
exceptúa de penas al aborto.
Las acciones realizadas por el Ministerio de
Salud en todo este tiempo y las que estamos haciendo ahora,
tienen que ver con información, acceso a métodos
anticonceptivos, prevención del embarazo no intencional en
la adolescencia, acceso a interrupción legal del embarazo
según las causales, anticoncepción inmediata postevento
obstétrico. Esto es muy importante justamente porque lo que
hay que lograr es que las mujeres que tienen un aborto en
condiciones, o sea, donde hoy existen causales para poder
hacerlo legalmente, tienen que ser educadas y deben recibir
anticoncepción inmediata para que esto no se repita.
Asimismo, todo lo que tiene que ver con las
capacitaciones, tanto en educación sexual a las mujeres
usuarias como a los equipos de salud, sobre todo para la
prevención y la educación en la interrupción legal del
embarazo.
Estamos largando el Plan Nacional de Prevención y
Reducción del Embarazo no Intencional en la Adolescencia.
Esta es una de las principales estrategias para la
prevención del aborto en una población extremadamente
vulnerable, como la adolescente, que tiene cuatro
objetivos. Uno de los cuales, el cuarto, es tratar de
reforzar la aplicación del protocolo de interrupción legal
del embarazo cuando las circunstancias así lo dicen en la
normativa vigente.
Si vemos el estatus de las provincias, pueden ver
qué es lo que está pasando, porque ha habido un fuerte
debate con el caso de Salta y de Mendoza, cuál es el
estatus de las provincias hoy, en relación con la
adherencia del protocolo de actuación en la interrupción
legal del embarazo.
Diez provincias adhieren al protocolo nacional,
seis tienen protocolos propios, cuatro no se han adherido
al protocolo nacional pero lo utilizan y cuatro no tienen
protocolo ni se han adherido al nacional.
Nosotros justamente hoy y mañana estaremos
trabajando con los ministros en el Consejo Federal de
Salud, con los ministros de Salud de las provincias. Uno de
los temas que abordaremos es cómo reforzar y armonizar los
protocolos de actuación de la interrupción legal del
embarazo en los casos exceptuados por la normativa vigente.
En conclusión, el aborto existe, y es algo que no
podemos soslayar. Más allá de todos los dilemas éticos,
científicos, morales, económicos y espirituales, el aborto
existe y es un problema que tenemos que abordar. Ustedes
tienen que decidir porque son quienes tomarán las
decisiones y me dirán a mí, como organismo de aplicación,
qué debo hacer, qué debo garantizar y qué debo reforzar.
El aborto es un problema de salud pública porque
produce muertes y morbilidad evitable en la población joven
y sana. Es un problema de equidad de género, porque solo
afecta a las mujeres y a los adolescentes, y sus
complicaciones afectan -sobre todo y fundamentalmente- a
las mujeres pobres. Los países con marcos legales
restrictivos no han visto una reducción del número de
abortos sino un aumento de la proporción de abortos
inseguros.
Finalmente, quiero decir que la evidencia es muy
robusta y sólida respecto del hecho de que la
despenalización del aborto reduce la mortalidad materna,
las complicaciones graves y el número de abortos totales.
En definitiva, volviendo un poco a lo que había
dicho al principio, me parece que tal vez lo más
importante, independientemente de cuál sea el desenlace –y
esto también lo he dicho-, es que algunas cosas quedarán
consagradas. Una de ellas es que este debate público
claramente ha promovido la visibilidad social y sanitaria
de este problema. Este es un enorme facilitador para que
tanto nosotros, desde el Ministerio de Salud de la Nación,
como los ministerios de Salud de las provincias y todos los
sectores sociales, podamos realmente comenzar a hablar
seriamente de educación sexual integral en las escuelas y
educar en la anticoncepción y en la procreación responsable
para poder prevenir definitivamente el aborto.
El aborto no es una solución para nadie sino un
fracaso, pero debemos actuar de alguna manera.
Muchísimas gracias. (Aplausos.)

-Rodean y felicitan al orador.


Sr. Presidente (Lipovetzky).- Le agradecemos mucho su
exposición al señor ministro. Realmente ha sido un enorme
aporte para este debate, ya que ha brindado muchísima
información.
Si bien todos nosotros hemos tenido el enorme
placer de escucharlo aquí, el PowerPoint que acaba de
presentar lo distribuiremos y quedará a disposición de
todos los diputados. Creo que es una fuente de información
fundamental para la toma de decisión que tendremos que
realizar en estos próximos quince o veinte días.
A continuación, tiene la palabra María de la Paz
Rodríguez Coronel, acompañante terapéutica, asistente
geriátrica, maestra integradora y psicóloga social.

Sra. Rodríguez Coronel.- Buenos días. Soy María de la Paz.


Muchas gracias por recibirme en este recinto para debatir
sobre el proyecto de eliminación de los niños por nacer. Se
trata de un proyecto de muerte para los niños no deseados o
gestados en violación.
Soy hija adoptiva y he sido engendrada durante
una violación. Soy una privilegiada de la vida porque tuve
dos madres, una me dio la vida y otra, su vida. Siendo un
bebé no deseado, pude disfrutar de una vida plena. Estoy
casada y tengo dos hijas. Pude estudiar. Me han dado la
oportunidad de vivir. Mi madre eligió la vida.
Soy testigo viviente, prueba irrefutable de que
el amor sana heridas hasta del peor dolor. El aborto no es
una solución.
En caso de violación, se puede dar en adopción al
bebé. No es necesario abortar.
Humildemente les quiero preguntar a los señores
diputados cómo eliminarían a estos niños que consideran
como inferiores a los seres humanos y no merecen nacer por
ser fruto de una violación. ¿Deberían eliminarlos en las
primeras semanas de gestación, cuando la madre se hace el
Evatest y el corazón está latiendo, destruyendo su pequeño
corazón? ¿La tortura debiera ser más adelante, arrancando
al bebé en pedazos? ¿O cuando ya es viable, es decir, un
esclavo preso de los designios de cualquiera? Otra opción
sería matarlo con una solución salina, quemarlo por fuera y
por dentro.
Los proyectos no disponen un plazo. La última
oportunidad sería cortar la médula como para que el niño
naciera de piernas y después sacar la cabeza.

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Disculpame un segundo, María


de la Paz.
Entiendo que estamos en la última jornada, pero
les pido que, por favor, respetemos a la expositora.
Hagan silencio. Muchísimas gracias a todos.
Continuá, por favor, María de la Paz.

Sra. Rodríguez Coronel.- Con todo respeto me dirijo a


ustedes. Estamos debatiendo si un ser humano debe vivir o
no, si los niños no deseados deben ser exterminados,
dejando a las madres completamente desamparadas.
¿Por qué no les dan a los chicos la oportunidad
de nacer? Por favor, generen políticas para que los
trámites de adopción no sean tan burocráticos.
Soy felizmente adoptada. Invito en este mismo
ámbito a que algún legislador presente me explique por qué
yo tendría que haber muerto por ser producto de una
violación, dado que fui un bebé no deseado. ¿Cuál es el
crimen tan terrible que cometí por haber nacido, por haber
sido engendrada, ser el fruto de un delito tan aberrante
como es una violación?
Muchos niños no tienen la libertad de elegir, los
condenan por completo por un crimen que no cometieron, sin
juicio de por medio.
Por supuesto, si me hubiesen dado a elegir,
hubiese preferido ser concebida con amor y que mi mamá no
pasara por semejante atrocidad, pero estoy acá, vivo y nací
bajo esas circunstancias. Existo, elijo la vida, puedo
amar, no soy una abominación de la naturaleza. Soy una
persona desde el momento en que me concibieron, no importa
cómo.
Una vida vale. Mi vida vale, la de ustedes,
todas. El 4 por ciento votó plataformas proaborto y que
este debate y todos los proyectos de aborto significan
traicionar la voluntad del pueblo. De ser aprobado este
proyecto, será el Estado el que cubrirá los gastos de esta
ejecución de bebitos inocentes.
Honorables diputados, quienes fueron elegidos por
votación popular para que representen al pueblo frente al
gobierno, les quiero preguntar si seremos un país que
elimina a sus hijos más débiles o seremos un país que los
proteja. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra Gabriela


Diker, rectora de la Universidad Nacional de General
Sarmiento.

Sra. Diker.- Soy la rectora de la Universidad Nacional de


General Sarmiento. Vengo aquí representando la posición
institucional de mi Universidad, que desde hace muchos años
viene apoyando la Campaña Nacional por el Aborto Seguro,
Legal y Gratuito y que, en ocasión de la apertura de este
debate, aprobó por unanimidad en su máximo órgano de
gobierno un pronunciamiento en apoyo a la legalización.
Es este el último día de las audiencias y luego
de haber escuchado a las más de 700 personas que expusieron
en este recinto, es evidente que no quedan muchos más
argumentos que añadir.
Se han expuesto aquí perspectivas médicas,
jurídicas, pedagógicas, religiosas, filosóficas, políticas
y testimonios personales de todo tipo, que tenían la misión
de sostener posiciones a favor o en contra de los proyectos
de despenalización y legalización del aborto.
Sin embargo, y a pesar de lo que se esperaba que
ocurriera aquí, me temo que hemos estado la mayor parte del
tiempo ofreciendo argumentos sobre asuntos distintos, a
favor o en contra de cosas distintas. Mientras que de un
lado se ha argumentado a favor de la legalización del
aborto seguro, legal y gratuito, del otro se ha argumentado
más en contra del aborto que a favor de su penalización. La
cuestión no es menor. Lo que está en discusión aquí no es
si estamos a favor o en contra del aborto, sino la Justicia
y la eficacia de la legislación que lo regula, la
legalización o la criminalización.
No se ha escuchado a lo largo de estos días, de
parte de quienes defendemos la legalización, un solo
argumento a favor de la práctica del aborto. No vinimos
aquí a decir que queremos abortar. Vinimos a decir que de
tener que hacerlo, queremos que sea de forma legal, segura
y gratuita.
Se ha repetido una y otra vez que no defendemos
el aborto sino el derecho de todas las personas gestantes a
decidir voluntaria y autónomamente la interrupción de un
embarazo. Del otro lado, sin embargo, y con excepción
quizás de quienes han desarrollado argumentos de base
jurídica, la mayor parte de las exposiciones se han
pronunciado, lisa y llanamente, en contra del aborto, sin
hacer consideraciones serias sobre los efectos o
consecuencias de su penalización.
Realizar un balance de todo lo que se dijo hasta
aquí será difícil, básicamente, porque los argumentos que
se sostuvieron aquí no se han referido, al menos buena
parte de ellos, al mismo asunto. Unos se pronunciaron a
favor de la legalización y otros, en contra del aborto.
El límite claro es muy delgado y es comprensible
que se haya producido este deslizamiento, especialmente
para aquellos que, en relación con este tema, ven afectadas
sus convicciones religiosas o morales más personales y no
tienen, además, ninguna responsabilidad legislativa.
Sin embargo, asumo que las diputadas y los
diputados saben que las buenas leyes son aquellas que
producen efectos, las que son eficaces para regular las
prácticas objeto de esa ley. Si es así, entonces
compartirán conmigo que pronunciarse en contra del aborto
tiene sentido y es legítimo en cuanto a las convicciones
personales, pero no tiene ningún sentido legislativo dado
que es una posición que no puede traducirse en ninguna ley
eficaz para evitarlo o disminuirlo.
La penalización claramente no lo es. Al respecto,
ya ha sido ampliamente demostrado que la penalización no
evita que aun poniendo en riesgo la propia vida y a pesar
de la clandestinidad, las mujeres abortemos. Asimismo, son
los países que cuentan con legislación que garantiza aborto
seguro, legal y gratuito los que terminan disminuyendo esta
práctica.
El balance de lo dicho hasta aquí, muy
especialmente la deliberación y el debate que sostendrán
ustedes en la Comisión y luego en la sesión plenaria, solo
debería considerar argumentos sobre el rol de la Justicia y
eficacia de la legalización o penalización del aborto. Esto
es lo que está en discusión. No si se está a favor o en
contra del aborto. Como ya dijimos, en 700 exposiciones no
hubo una sola que se pronunciara a favor del aborto, pero
sí hubo muchísimas que se pronunciaron en contra. Propongo
aquí que ninguna de estas últimas sea considerada en el
balance que realicen los diputados y diputadas, básicamente
porque se trata de un posicionamiento irrelevante en
relación con lo que se está debatiendo.
Propongo que no se consideren los argumentos
contrafácticos del tipo: “Si mi madre hubiera interrumpido
su embarazo y el Estado la hubiera autorizado, no hubiese
sido niño, adolescente, padre o abuelo”.
Propongo que no se consideren los argumentos
basados en tesis conspirativas sin ningún sustento fáctico,
que se han escuchado aquí, tales como: “El debate es
impuesto por poderosos de naciones lejanas que quieren
imponernos el aborto para que así seamos menos y quedarse
con nuestros recursos naturales”; que “Con los niños
abortados se hacen experimentos y cosméticos”, o que
“Existe una agenda mundial que se quiere imponer y que da
letra sobre cómo matar argentinos”.
Les propongo que en el balance que vayan a hacer
a partir de hoy, no consideren los argumentos
pseudodemográficos, como aquel que se pregunta si un país
despoblado como el nuestro necesita una política que
elimine a nuestra población y que tenga que ser pagado por
nuestros propios impuestos, o como aquel que afirmó que
aparece en el debate la promoción del crimen del aborto que
funcionará, quieran o no los legisladores, como un sistema
de control demográfico en un país subpoblado.
También, propongo que no se consideren las
expresiones desmesuradas, irrespetuosas y poco serias que
se utilizaron aquí para calificar el aborto, tales como
“desaparición forzada de personas”, “tortura”, “mutilación”
o “esclavitud”; solo debería hablarse de aborto o de
interrupción voluntaria del embarazo.
Propongo que no se consideren comparaciones
inaceptables que han bastardeado tanto lo que estamos
discutiendo aquí como episodios tráficos de la historia,
como aquel que señaló que “el aborto es la peor tragedia
que hemos vivido en el siglo XX”, sin considerar –imagino
yo- la Primera y la Segunda Guerra Mundial, donde murieron
setenta millones de personas.
Propongo que no se consideren los argumentos que
le atribuyen forzadamente al embrión los mismos atributos
que a un ser humano nacido, como el que propuso hacer un
documento “pequeñito” para el embrión.
Principalmente, propongo que no se consideren las
referencias celebratorias de la maternidad de niñas que se
encuentran en situaciones escandalosas de vulneración de
derechos y que han sido expuestas aquí, incluso con su
foto, vulnerando en el Congreso de la Nación otro de sus
derechos. (Aplausos.)
Esas maternidades solo se celebran porque son de
niñas pobres. No debemos olvidar que como argumento en
contra del aborto, aquí, en el Congreso de la Nación, se
dijo que el embarazo le salvó la vida a una niña de 11 años
abusada por su padrastro, porque con eso frenó el abuso.
Propongo que no se considere ninguno de estos
argumentos, no solo porque son desmesurados, falaces,
ficcionales o absurdos, sino particularmente porque no son
pertinentes con la tarea legislativa que tienen por
delante.
Señoras diputadas, señores diputados: está claro
que la complejidad de este debate no radica en la letra de
la ley. Este es un debate complejo porque trata de la
sexualidad y la autodeterminación de las mujeres, porque
nos corre del lugar que el patriarcado nos reserva, porque
avanza en igualar nuestros derechos.
En la última audiencia se dijo que había que
pedirle al Estado cuidado, consuelo, protección y amor. Las
que defendemos la legalización no queremos que el Estado
nos proteja, queremos que el Estado proteja y garantice
nuestros derechos y haga justicia. No queremos ser
tuteladas, no queremos que hablen en nombre nuestro; lo que
queremos, lo que les pedimos como representantes del
pueblo, es que vuelvan propias nuestras necesidades y las
conviertan en ley. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra Diocles


Alfredo Revidatti, coordinador de políticas sanitarias del
Ministerio de Salud de la provincia de Corrientes y
profesor titular de la cátedra de Bioética de la Facultad
de Medicina de la Universidad Nacional del Nordeste.

Sr Revidatti.- El señor diputado me presentó, soy médico


nefrólogo, hace un mes dejé de ser director ejecutivo del
Hospital Escuela, un hospital universitario que tenemos en
Corrientes y pasé a tener funciones en el Ministerio de
Salud de mi provincia. Además soy jefe de la cátedra de
Bioética, como muy bien se dijo.
Vengo a contarles cómo vivimos esto en nuestra
provincia. Corrientes es una provincia que se ha declarado
provida en el año 2011 por el Ejecutivo y por el
Legislativo. Contamos con un médico en Corrientes que fue
el iniciador del día del niño por nacer, que se celebra el
25 de marzo en Argentina. Esta iniciativa se fue duplicando
en varios países y ahora existe en varios lugares.
En este hospital -que les cuento- llegamos a
tener 500 accidentes por mes, accidentes de tránsito en
adolescentes. Esta situación es muy común, es la más
frecuente, y se ha convertido en la mayor causa de
mortalidad en nuestra provincia.
El problema que tenemos con la mujer es el
siguiente: si en el país en 2004, hubo 295 muertes maternas
por todas las causas, estamos hablando desde el comienzo
del embarazo hasta 45 días del puerperio, 23 fueron en
Corrientes. En 2008, fueron 12, cuando había 296 en todo el
país, cada 10.000 nacidos vivos. En 2014, 290; en 2016
fueron 245 muertes maternas, con ocho muertes en la
provincia, cuando habíamos tenido 19.715 nacidos vivos. De
éstos, solamente ocho mujeres fallecieron y ninguna fue por
causa de aborto provocado.
Corrientes es una provincia chica, nos conocemos,
tenemos dos hospitales que son grandes y que poseen
maternidades. El último fallecimiento por aborto séptico
fue en 2012. Hemos tenido una chica que, en 2015, se hizo
el aborto séptico y no falleció, y otra en 2016. No hemos
tenido más causas. La mayor causa de muerte en adolescentes
y en adultos mayores en Corrientes, en este momento, es el
accidente de tránsito.
Tengo 57 años y ya hace bastantes años que
estamos con estos temas. Antes, cuando se hablaba del tema
del aborto recuerdo que se planteaba si era bebé o no lo
era, o si la vida comenzaba o no en el momento de la
concepción. Eso después se fue cambiando y ahora las
personas que están a favor del aborto, eso no lo plantean.
Se plantean estas cuestiones de cuatrocientos mil abortos,
que en realidad no son tan ciertos.
Entonces, si nos ponemos a ver cifras, la OMS en
un trabajo que ellos tomaron como propios de la Universidad
de Southampton en Inglaterra, entre el 4 y 13 por ciento de
los abortos clandestinos terminan con muerte materna. Si
hubiera 400.000 abortos en la Argentina por año, nosotros
tendríamos que registrar en este número que dice
“mortalidad materna”: 6.500 muertes maternas exclusivamente
por aborto séptico.
Hoy se hizo mención a todas las causas de aborto,
no solamente al aborto provocado. En esta cifra que da el
Ministerio de Salud de la Nación no están discriminados los
que son provocados de los que son por algún tipo de
patología. Estos 8 que yo les puse, de 2016, no están
discriminados. Nosotros los conocemos porque Maternidad e
Infancia va y los busca.
Lo que sí es una realidad es que hay abortos
provocados por la pastilla, por el misoprostol, y hay que
trabajar en base a eso. Pero si nosotros, cuando estudiamos
Medicina leímos en primer año, en un libro conocido por los
médicos, que la vida comienza con la concepción y muchos de
los grandes centros de investigación celular plantean que
la vida comienza en ese momento. cuando existe el
nacimiento en la concepción de un bebé no solo tenemos el
problema de la madre, sino también tenemos el problema del
bebé. No existe un solo problema, existen dos.
Les cuento algo: la última clase que tuve de
Bioética fue el martes con los alumnos, tengo 400 alumnos
en esa aula y me senté con ellos a hablar sobre este punto
y preguntarles porque me cuesta entender que no se pueda
hablar de las dos vidas. Es como que hubiera una negación a
plantearnos de que tenemos el problema de la mujer. La
mujer sufre una gran violencia en este momento.
En estos cinco años que estuve como director, han
muerto en mi hospital, seis mujeres por violencia familiar
y otras muchas más que han ingresado.
El protocolo que existe en el hospital escuela de
Corrientes es que cuando viene una mujer con sospecha de
haber sido golpeada se llama a los directores, y nos
hacemos personalmente cargo de este tipo de cuestiones.
Sabemos lo que significa la violencia en la mujer. Pero me
da la impresión de que se plantea el tema del aborto como
una respuesta y ese darle la posibilidad del aborto a la
mujer termina siendo otra forma de violentarla.
El varón no existe en ningún proyecto de ley. El
varón es el causante, junto con la mujer, de que quede
embarazada. ¿Por qué no se puede hacer un proyecto de ley
donde se incluya la defensa de la mujer y la defensa del
bebé, pero también plantear la responsabilidad que tiene el
hombre, de la misma forma que cuando se produce un divorcio
la jueza le llama al marido para que venga?
Les quiero dejar un mensaje, un nuevo paradigma,
la frase que ya conocemos con respecto a plantear
anticonceptivos y/o plantearnos la posibilidad del aborto.
Educar en valores para saber discernir, acompañarla en el
embarazo para que nazca, y para que nazca por amor.
(Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra la


licenciada Ada Galfré, diputada por la provincia de Jujuy,
mandato cumplido. Licenciada en Trabajo Social y promotora
de la ley de Salud Sexual y Reproductiva de la provincia de
Jujuy.

Sra. Galfré.- Buenos días a hombres y mujeres aquí


presentes. Me siento honrada de poder estar en este debate
histórico. Vengo a compartir con ustedes toda una
trayectoria con respecto a los derechos sexuales y
reproductivos dados en la provincia de Jujuy.
En el año 1995, en la provincia de Jujuy
discutíamos la ley 5.033, de Salud Sexual y Reproductiva,
que fuera vetada a pedido de la Iglesia Católica por
considerarla antiética e inmoral.
Claramente nos centramos en la insistencia, con
el fundamento puesto en los derechos sexuales y
reproductivos y en situaciones de desigualdad frente a un
embarazo no deseado que ponía en riesgo a las mujeres más
pobres.
Todo ese accionar, además, permitía continuar
descorriendo los velos que la sociedad patriarcal y
católica ponían para ocultar un problema grave y presente:
las mujeres utilizaban tallos de perejil y agujas de tejer
para interrumpir el embarazo, o viajaban a Bolivia en el
día para practicarse un aborto clandestino y a bajo costo.
Todo esto, en la mayoría de los casos, con las
consecuencias esperables para su salud: hemorragias,
infecciones, incluso a algunas debían extirparles el útero
para poder salvar sus vidas.
Visité la sala de ginecología, donde de
veintitrés camas, veinte estaban ocupadas por mujeres con
abortos complicados. En ese mismo hospital principal se
registraban más de 1.800 casos anuales, de los cuales se
tomaba conocimiento por el ingreso hospitalario debido a
las complicaciones.
Además de las desigualdades de género, donde la
vulnerabilidad y el riesgo lo sufrían las mujeres en su
cuerpo y en soledad, también las mismas mujeres tenían
desigualdad de trato frente a una misma situación en razón
de su condición socioeconómica. Las mujeres con recursos
económicos podían acceder a abortos seguros, en silencio y
sin que nadie se enterara, mientras que las mujeres sin
recursos económicos solo accedían a abortos inseguros, con
riesgo de muerte y condena social.
La prensa constituyó un elemento de ayuda muy
importante, y así, a pesar de ser tratadas de inmorales,
logramos silenciar las voces opositoras, y en 1999 se
sancionó por unanimidad la ley 5.133 -en el medio hubo cien
leyes- de Paternidad y Maternidad Responsable y Prevención
de ETS. Cambió el título, no el contenido.
Los índices de muertes maternas en nuestra
provincia fueron oscilando. Algunos años fueron menores, se
llegó a un pico extremo en 2015, cuando hubo un 30 por
ciento de muertes por aborto, y actualmente hay una
disminución equivalente a la media nacional.
Se aplica el protocolo de ILE, no sin que en
algunos casos se deban sortear los impedimentos de los
objetores de conciencia. Sin embargo, todo ello no quita
que se sigan practicando abortos inseguros, tanto en mi
provincia como en el resto del país, donde las mujeres
viven situaciones de riesgo obviamente en un contexto de
ilegalidad.
Estoy aquí para expresar que el derecho al aborto
es una demanda de justicia en una democracia laica.
Es esencialmente una cuestión de derechos humanos
y salud pública, focalizada en las libertades básicas.
Legalizar el aborto implica sostener el principio
de pluralismo, de libertad de pensamiento en nuestra
sociedad.
Describir el inicio de la vida humana en la
fecundación es una narrativa simbólica sobre el sentido de
la existencia, pero no es un hecho biológico e irrefutable.
En este caso sería el equivalente a sostener hoy, a 42 años
del proceso militar genocida, la teoría de los dos
demonios, cuando justamente estamos aquí en el ámbito
parlamentario -expresión tácita del sistema democrático-
para informarnos, para debatir y para solicitarles a los
señores y señoras diputadas que legislen pensando en el
derecho a la libertad de decidir, a la autonomía de la
voluntad, a la dignidad humana, a los derechos humanos
reproductivos y al derecho a la salud. Ello se fundamenta
en los siguientes puntos:
La decisión de tener un hijo es y debe ser
personal y no puede estar relegada a la decisión de otros.
La maternidad forzada, a nivel mundial, está
siendo investigada como un delito de tortura.
La pertenencia a una clase social no es
indicadora de mayor o menor cantidad de abortos, pero sí de
abortos más o menos seguros.
Todos tenemos que aceptar que la mujer, con ley o
sin ella, va a abortar si es esa su decisión.
Estar a favor de la legalización del aborto no
quiere decir que no se esté a favor de la vida, sino que se
reconoce una realidad y el derecho de la mujer a decidir
sobre su cuerpo, en las mismas condiciones y posibilidades.
La posición religiosa o ideológica no puede
interferir en el derecho humano de decidir en qué momento
se quiere tener un hijo.
Tengan en cuenta que la clandestinidad del aborto
afecta la dignidad de las mujeres. Consideren que la
posición ética es respetar el derecho de una mujer al
aborto seguro.
Tal como lo señala Simone de Beauvoir, “Estamos
condenados a ser libres”, porque no hay para el ser humano
otra manera de justificar su existencia que el quererse
libre. Por eso, si bien hoy cumplo una función pública,
estoy acá en mi condición de mujer feminista, madre y
abuela, insistiendo en la necesidad de la urgente sanción
de la ley de aborto legal, seguro y gratuito.
Para finalizar, quiero pedir a quienes tienen
dudas, porque las condiciones del patriarcado los invaden,
que piensen y reflexionen sobre lo que escribió Eduardo
Galeano: “Si Eva hubiera escrito el Génesis, ¿cómo sería la
primera noche de amor del género humano? Eva hubiera
empezado por aclarar que ella no nació de ninguna costilla,
ni conoció a ninguna serpiente, ni ofreció manzanas a
nadie, y que Dios nunca le dijo que parirás con dolor y tu
marido te dominará. Que todas esas historias son puras
mentiras que Adán contó a la prensa”.
Muchas gracias. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Muchas gracias, ministra.


Tiene la palabra Claudia Donalizio de Becerra,
docente de nivel secundario y terciario en instituciones
públicas y privadas de la ciudad de Orán, instructora en
métodos de planificación familiar.

Sra. Donalizio de Becerra.- Buenas tardes a todos. Es un


gusto y un honor para mí estar hoy aquí.
Soy Claudia Donalizio de Becerra. Hace 32 años
que vivo en Orán, en el norte de la provincia de Salta,
zona del chaco salteño, vecina de Bolivia, donde convivimos
con muchas personas pertenecientes a pueblos originarios.
Sin duda, es una zona de pobreza y mucha marginación.
Allí ejerzo mi profesión docente; comparto
alegrías, preocupaciones y sufrimientos con mi familia y la
sociedad. Trabajo en un colegio secundario al que concurren
muchos jóvenes de escasos recursos materiales con distintas
carencias de salud, educación y afecto. Sin embargo, en
estos años he visto cómo muchas chicas y chicos, aun
adolescentes, más allá del primer impacto, se ponen felices
ante un embarazo -la mayor parte de las veces no
planificados- y defienden esa vida que viene, aun a costa
de contrariar a veces a sus mayores.
La vida se valora y se cuida. Muchas jovencitas
manifiestan que ese niño es lo único que les pertenece de
verdad y arriesgan todo por tenerlo. Saben que ese hijo
puede representar la compañía y el seguro de vejez en el
futuro.
Muchas veces, como instructora en fertilidad
femenina, me ha tocado instruir a mujeres con dificultades
para embarazarse y pude compartir con ellas la enorme
alegría de ver engendrarse el bebé que con tantas ansias
esperaban en su hogar.
Si tanto queremos una sociedad donde las minorías
recuperen sus derechos, si queremos apoyar y ayudar a
tantas mujeres en situación de vulnerabilidad, no podemos
cometer la torpeza de legislar vulnerando un derecho
fundamental como es el derecho a la vida para otorgarle un
derecho a la mujer. Qué pena que a veces seamos tan
reduccionistas en algo que es tan esencial, porque eliminar
los obstáculos que nos preocupan e incomodan no siempre es
la única ni la mejor salida; menos aún, la más justa.
A veces, quisiéramos eliminar a todos los que
tienen mal carácter y nos hacen sufrir porque pensamos así
que estaríamos más tranquilos, pero no podemos. Algunos
tienen ideas absurdas, contrarias totalmente a las
nuestras. Desearíamos borrarlos de nuestra existencia para
que dejen de difundir ideologías injustas y tendenciosas,
pero reconocemos que no podemos.
El niño que fue gestado como resultado de una
violación representa una situación grave y desesperante.
Surge casi espontáneo el deseo de eliminarlo, como si de
ese modo se borrara la violencia por la que se pasó, pero
no podemos.
Asimismo, esa otra vida que aparece en un momento
inoportuno, inesperado, como cuando los padres son
adolescentes, o ya tienen varios hijos, o está en juego el
trabajo o porque, simplemente, había otros planes. Ese niño
perturba, incomoda y complica la existencia. Así, es
comprensible que brote el deseo de destruirlo, pero
simplemente no podemos porque es un ser humano
biológicamente distinto del óvulo y del espermatozoide. Ya
está vivo y está creciendo.
No es eliminando a otros como maduramos como
personas y como país. Por el contrario, es integrando a
niños desnutridos y madres, que a veces carecen de lo más
mínimo, con políticas de salud, de trabajo y de educación
sexual integral. Políticas que nos permitan ver que las
personas, especialmente los niños y adolescentes, que
necesitan escuchar otras voces -no las de la pornografía o
el erotismo incesante al que están sometidos, como tampoco
las del alcohol, las drogas o el uso de anticonceptivos,
muchos de los cuales son abortivos por el modo en que
funcionan- cuenten con herramientas para construir
relaciones sanas, plenas y en donde la sexualidad se viva
en forma integral, con lo físico, lo espiritual y lo
racional, en el marco del amor de una familia, que tantas y
tantas veces exige renuncias y sacrificios, respetos y
responsabilidades compartidas entre el varón y la mujer.
Cuando llegamos recién casados a Orán, con mi
esposo deseábamos tener hijos. No pudimos tenerlos. Fue un
golpe muy duro para nosotros, que teníamos 23 y 25 años,
pero la vida nos regaló la dicha de adoptar a nuestros
hijos: Gabriel, hoy de 31 años, y Luz María, de 28.
Gracias a nuestro esfuerzo y al de ellos, ambos
han podido estudiar. Cada día que pasa no me acuerdo que no
han estado en mi útero. Yo no los engendré, pero sí estoy
profundamente agradecida a esas dos mujeres, que no conozco
ni sé si alguna vez las conoceré, pero que han tenido la
valentía de parir a esos hijos, a pesar de la difícil
circunstancia en la que seguramente se encontraban, quizás
con algún hombre que no se jugó por ellas.
Públicamente, en este lugar en el que es un honor
estar, agradezco profundamente el sí a la vida que han dado
estas dos mujeres y también nuestro sí para poder recibir a
esos niños, que hoy son nuestros hijos.
La vida es generosa. No temamos apoyar a estos
bebés que merecen la oportunidad de vivir.
Señores diputados: aunque parezca algo menor,
quiero decirles que Dios los ama, más allá de todas las
decisiones que toman. A veces nos olvidamos de eso. En
nombre de todas las mamás adoptivas, muchas gracias a estas
mujeres que le han dicho sí a la vida. Algún día, mis hijos
tal vez las quieran conocer, eso dependerá de ellos. Nunca
les hemos dicho mentiras. En algún momento, cuando se les
ocurra buscarlas, tal vez hasta las puedan ayudar o
entender.
Digamos siempre sí a las dos vidas. Hay mucho
para trabajar. El trabajo de la prevención es mucho más
arduo que poder hacer una ley, porque implica trabajo
constante y continuo, pero creo que es lo que todos
queremos para este país para que sea mejor y más grande.
(Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra Soledad


Sosa, secretaria adjunta del CTA de Mendoza, trabajadora
judicial, diputada nacional mandato cumplido por Mendoza
por el Frente de Izquierda y de los Trabajadores, Partido
Obrero.

Sra. Sosa.- En primer lugar, quiero saludar al poderoso


movimiento de mujeres de la Argentina que ha logrado
instalar en el Congreso el debate sobre la legalización y
despenalización del aborto en términos populares, que se ha
visto no solo por la cantidad de disertantes que han
concurrido, sino también en la capacidad de instalar un
debate que ha calado profundamente en la sociedad, en los
lugares de trabajo, de estudio, en las casas.
Hoy se está cuestionando e incorporando un debate
que tiene que ver con cómo nos planteamos relacionarnos en
esta sociedad y cuál es el lugar y el trato que se le da a
la mujer.
Creo que esto lo ha ganado la movilización
independiente de las mujeres que lucha por Ni Una Menos.
Asimismo, también ha establecido las responsabilidades del
Estado y lo vimos hace unos minutos con el informe del
Ministro de Salud de la Nación, un logro realmente
importante porque son cifras que marcan una realidad que
desde hace décadas el movimiento de mujeres ha venido
poniendo en debate y reclamando, a fin de que el Estado
ponga, claro sobre oscuro, las cifras reales. Dichas
cifras, incluso, refieren solo a la mitad de los casos
porque hablan del 50 por ciento del sistema de salud
público.
No hay que comprar espejitos de colores: esto lo
han ganado las mujeres luchando.
Por supuesto, en este debate también han
participado los agentes del clericalismo. Hay que
definirlos así. Son quienes han venido a argumentar en
contra de la vida de las mujeres y de la autonomía de su
sexualidad frente a un régimen de opresión, el mismo que
condena a las mujeres a la pobreza y a las trabajadoras,
las niñas y las adolescentes a la precarización de la vida
en todos sus ámbitos. El atraso, la pobreza y el
oscurantismo medieval están sometiendo a niñas de 11 años
que están embarazadas producto de violación, como es el
caso escandaloso de Mendoza.
Al respecto, quiero decirle al gobernador de
Mendoza –mi provincia-, Alfredo Cornejo, que tiene ahora la
oportunidad de adherir y aplicar en este caso el Protocolo
de Aborto No Punible para preservar la integridad física de
esta niña, víctima de una violación, y también para
garantizar el desarrollo pleno de su infancia.
Nosotros asociamos la lucha contra el ajuste y la
vuelta al FMI -que se plantea como una supuesta salida a la
brutal crisis económica que se está viviendo en este país-
con la lucha por los derechos de las mujeres y por la
legalización y despenalización del aborto.
Acá vemos que la Iglesia está reclamando y se
está postulando como una gran contenedora social y esto se
expresó en el Tedeum, donde estuve el presidente, y el
propio Mario Poli le dijo –extorsivamente- al gobierno que
las penurias populares deben transitarse con una buna dosis
de religión.
Basta de ceder ante la extorsión clerical porque
se suma a la histórica postración del Estado argentino ante
el Vaticano, un Estado que configura como un Estado
extranjero, una nueva postración a la vuelta del FMI.
La lucha contra la crisis económica que descarga
sobre la clase trabajadora tiene que ir unida a la lucha
por la legalización y despenalización del aborto.
Nuevamente lo digo, es criminal la combinación de la
pobreza sobre las mujeres y niñas con la falta de
reconocimiento de sus derechos sexuales y reproductivos,
con la falta de la educación sexual, integral, laica y
científica en los colegios. Bajo el régimen capitalista la
mujer sufre una doble opresión: como trabajadora y como
mujer. No se le garantiza ni el derecho al aborto ni el
derecho a la maternidad.
Las trabajadoras bajo convenio, es decir,
aquellas que tienen derechos laborales, que tienen la
posibilidad de sindicalizarse en este país en 2018, no
tienen reconocido aun el pago de su salario por el cuidado
de sus hijos. Están ausentes las famosas guarderías, que
contempla la ley de contrato de trabajo. No existe la
ampliación de la licencias por maternidad y paternidad; una
de las más bajas de nuestro continente es la de la
Argentina. La brecha salarial sigue creciendo entre hombres
y mujeres y lo va seguir haciendo mientras nos impongan
techos salariales, como los que hemos tenido este año del
15 por ciento.
Además, están aplicando doble presentismo, como
es el caso del ítem aula en Mendoza, a las trabajadoras de
la educación. Esta medida perjudica económicamente a las
mujeres por un rol social impuesto de cuidadoras de todo
aquel que se enferme en la familia. Esto es así, cualquiera
que se enferma la mujer trabajadora es la que la tiene que
cuidar.
Otro capítulo merece el ajuste que se está dando
en el sistema de salud pública: las trabas para acceder a
la anticoncepción gratuita, a la ligadura de trompas, y no
son solamente trabas económicas –de ajuste, de recorte, de
vaciamiento-, sino que también por la predominancia
clerical en los cargos jerárquicos de los hospitales.
Estamos viendo que muchas mujeres –y los
registramos en los barrios y en la asambleas del Polo
Obrero- están poniendo las denuncias ante la trabas para
acceder a las ligaduras de trompas o a los requisitos, en
muchos casos, para que las jóvenes adolescentes puedan
acceder al chip intradérmico; se les requiere que por lo
menos tengan un hijo. ¿Cómo es, entonces? Si el método
anticonceptivo busca justamente no ser madre, desde el
propio Estado le está exigiendo que al menos tenga un hijo.
Queremos a los objetores de conciencia lejos de
las mujeres y de las adolescentes. Cuando juré como
diputada nacional lo hice por el derecho al aborto legal y
por la emancipación de la mujer, y desde el Frente de
Izquierda hemos llevado esta lucha consecuentemente y hemos
colaborado en todo para que esto avance.
Nosotras, las socialistas, tenemos un
antecedente: hace cien años la revolución Rusa fue el
primer país que legalizó y despenalizó el aborto y lo hizo
incluso con un criterio de salud pública y hasta incluso
económico.
Creo que hoy estamos en este aspecto democrático
en una instancia y en una oportunidad para las mujeres y
para la sociedad entera mucho mejor, porque estamos
buscando que la mujer se libere de los mecanismos de
disciplinamiento del Estado y de la Iglesia, el respeto y
el reconocimiento a la autonomía de la sexualidad de las
mujeres. Hoy estamos en vísperas de un momento decisivo,
vamos con todo al 4 de junio por Ni Una Menos, porque el
Estado es responsable; nos vamos a preparar para el 13 de
junio en esa sesión donde entendemos que tiene que votarse
este proyecto de ley, y más que nunca, vamos contra el
ajuste y contra el pacto con el FMI.
Por todos los derechos de las mujeres
trabajadoras, queremos a la Iglesia fuera de los hospitales
y de las escuelas. Dijimos “basta” y no vamos a parar hasta
conseguir nuestros derechos, es así de sencillo.
Señoras legisladoras, señores legisladores:
atiendan el reclamo del Movimiento de Mujeres en la
Argentina que ha logrado esta instancia. Vamos por la
conquista del aborto legal, que sea ley, separación de la
Iglesia del Estado. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra Horacio


Martínez, representante del Consejo Provincial de Pastores,
de la provincia de Misiones.

Sr. Martínez.- En la representación que me fuera anunciada


les agradezco esta oportunidad que nos dan para ser oídos.
Vengo de una provincia en donde más del 90 por
ciento se declara y asume religiosa, atravesada por
distintas corrientes migratorias que la tornan un auténtico
crisol, no solo de razas, sino también de culturas,
costumbres, tradiciones y religiones. En ese crisol la fe
evangélica ha dado sus frutos y hoy el pueblo evangélico
asciende a más del 20 por ciento de la población
provincial.
En esa multitud de creencias, la provincia de la
que provengo –Misiones-, desde siempre ha sido una
provincia inclusiva, tolerante, respetuosa de la opinión
ajena y en donde todos sus habitantes conviven en paz con
su prójimo, no nos interesa que ninguna voz y opinión quede
afuera de este debate; al contrario, queremos que todos
sean escuchados.
Misiones se sigue anunciando como esa “tierra sin
mal”, como la llamaban los pueblos originarios que la
habitaron y la siguen habitando. Sin embargo, es una
provincia con muchos problemas, que día a día son
enfrentados por distintos actores políticos y sociales. La
Iglesia Evangélica no les ha dado la espalda ni ha sido
ajena a estas situaciones: la discriminación de los pueblos
originarios, la violencia de género, las adicciones, el
trabajo infantil en áreas rurales, el analfabetismo, el
abandono o tráfico de menores, e incluso, aberrantes
situaciones de violación y de abuso sexual han sido
abordadas interdisciplinariamente por nuestra comunidad de
fe a lo largo de estas últimas décadas, con óptimos
resultados.
Por eso, desde ese contexto, entendemos que es
válida nuestra opinión, considerando la fe que
representamos y amparándonos en el artículo 16 de la
Constitución Nacional, en tratados internacionales y en
leyes que prohíben toda forma de discriminación, entre
ellas, en relación con las opiniones fundamentadas en
nuestra creencia.
Desde ese lugar, adelanto nuestra posición. Nos
oponemos categóricamente a la aprobación de una ley que,
disfrazada con un eufemismo en su enunciado, termina con la
vida de los indefensos.
La fe -lejos de ser una abstracción irracional-
es sencillamente asentir como veraz una proposición que se
nos formula. En ese sentido, el fundamento de nuestra fe es
la Biblia, con sus principios y valores que han
trascendido, idiomas, culturas, e incluso, el paso de los
siglos. Ella contiene la única metanarrativa que responde a
todas las necesidades del hombre y el propósito de Dios de
reconciliarse con él y dignificarlo en todos sus aspectos.
Rechazamos categóricamente toda
descontextualización que intenta reducir el valor de tales
principios, calificando a la Biblia de ser una fábula
misógina, esclavista, machista, sangrienta o caduca. Nada
más lejos de la realidad. Tal ha sido su valor y aporte que
así lo han entendido y destacado a la largo de la historia
de Occidente, personajes tan distintos entre sí y que han
influenciado en nuestra cultura, desde Goethe y Hegel,
hasta Tolstoi y Ricardo Rojas, entre muchos otros tantos.
Si bien es consecuente reconocer que en la
Argentina, la Biblia no tuvo una influencia decisiva en la
formación del pensamiento nacional, no menos cierto es que
sus valores han moldeado y permean nuestra legislación. El
propio preámbulo constitucional invoca a Dios como fuente
de toda razón y Justicia, ello no como una mera expresión
de deseos, sino como un fundamento para alcanzar esos fines
que allí se enumeran.
Nada más racional y más justo que principios
tales como la condena, la usura, la defensa de la propiedad
privada, la igualdad ante la ley, las libertades
individuales, el respeto a las autoridades, el resguardo de
la propiedad y la dignidad de las personas, el cuidado y la
atención de las personas en situación de vulnerabilidad, e
incluso, el debido proceso. Todos esos principios están
contenidos en la Biblia. Tratados internacionales y el
Código Civil, la Constitución Nacional, nuestra
Constitución Provincial, consideran a la persona por nacer
como sujeto de derecho y como tal es sujeto de protección,
al igual que la madre que lo contiene. Y la Biblia, por
supuesto, sobre todos esos valores jurídicos mencionados,
considera a la vida humana como el bien supremo que Dios
nos ha concedido.
El plexo normativo nacional y provincial es
consecuente con esos principios y valores consagrados por
las sagradas escrituras, que tienen mucho para decir y no
se pueden dejar de considerar al momento de legislar.
Creemos y asentimos que la vida comienza a partir
de la concepción misma. Cada vida, definitivamente, es un
milagro y no producto del azar.
Resaltamos que la Biblia nunca refiere a la vida
de un feto como a una mera actividad celular, sino que la
describe, con un lenguaje pictórico, como la actividad
personal de un Dios que diseña, forma, moldea y entrelaza
el feto en el vientre materno; por eso el aborto es una
violación al mandamiento de “no matarás”.
Consideramos que el aborto es un asalto a la vida
que está siendo formada por el mismo Dios en el vientre de
su madre. Sancionar una ley en los términos en los que está
redactado este proyecto, o de cualquier otro modo similar,
es una desobediencia al mandato de rescatar y proteger al
débil y al necesitado.
Consideramos que el aborto es una afrenta a la
autoridad divina que, como autora y dueña de la vida, es la
única que tiene el derecho de quitarla.
Este proyecto es un ataque a los valores y
principios ya mencionados, en un intento de redefinir lo
que es bueno o malo, lo que es justo o injusto. Se
tergiversa la verdad y se consagra una mentira, tal como lo
escribieron el profeta Isaías o el apóstol Pablo.
Señores legisladores: nosotros, los que amamos
los principios cristianos y sus enseñanzas, no podemos
quedar callados, ser pasivos. Asumimos que esta es una
cuestión conflictiva, pero nunca es tarde para reconocer
errores y desaciertos.
Como se ha dicho aquí, hemos fracasado en las
políticas de educación sexual, de salud reproductiva.
Debemos reconocer que hemos fracasado en legislar
adecuadamente en materia asistencial a fin de brindar una
protección integral a las madres en situación de
vulnerabilidad. Hemos fracasado en persuadir, en perseguir
y en castigar penalmente a violadores y a quienes hacen del
aborto clandestino un negocio, ignorando a las verdaderas
víctimas de tal masacre.
Hemos fracasado en reformular la legislación de
modo tal de agilizar los procesos de adopción para que las
familias que así lo desean reciban a los niños no queridos.
Estos trece artículos no van a traer la solución que se
espera.
Señores legisladores: Dios los puso en un lugar
de privilegio. Legislen conforme a derecho, legislen con un
criterio inclusivo, consideren por igual tanto al niño por
nacer como a sus madres y familias. Legislen rectamente
porque, un día, el Supremo Legislador nos pedirá cuentas no
solo por lo malo que pudimos haber hecho sino por todo lo
bueno, justo y recto que dejamos de hacer. (Aplausos.)

- Ocupa la Presidencia la
señora presidenta de la Comisión
de Acción Social y Salud
Pública, señora Carmen Polledo.

Sra. Presidenta (Polledo).- Muchas gracias.


Convocamos a continuación a Roxana Cabrera,
tocoginecóloga.

Sra. Cabrera.- Hola; buenos días.


En primer término, quiero celebrar la posibilidad
de sacar el tema del aborto de debajo de la alfombra y
ponerlo sobre la mesa. Por supuesto, esto permite
visibilizarlo. Este debate es histórico en nuestro país.
En segundo lugar, quiero agradecer la oportunidad
que me dio la señora diputada Claudia Najul, de la
provincia de Mendoza, para poder expresar mi opinión en
este ámbito.
No vengo a repetir lo que hasta el cansancio
hemos escuchado de todos los oradores desde el comienzo de
estos encuentros hasta la fecha. Sabemos que se mueren
millones de mujeres por abortos inseguros, sabemos que es
un problema de salud pública, sabemos que están en
inferioridad de condiciones quienes menos tienen y también
sabemos que la vida comienza desde el momento de la
concepción.
Tampoco vengo a dar una ponencia científica;
simplemente vengo a traer a este recinto la voz de muchas
mujeres a las que se les ha robado su posibilidad de
elegir, de decidir, de saber. Vengo a traer mi experiencia
y a poner en palabras actos de hipocresía a los que
asistimos todos los días. Vengo a hablar del ejercicio de
la libertad, del abuso de poder, del abuso de autoridad,
del derecho que nos asiste como personas a poder elegir.
Señores legisladores: vengo también a pedirles
una reflexión libre de hipocresía antes de que emitan su
voto sobre la legalización de la práctica del aborto
seguro, libre y gratuito en la Argentina, pero no una
reflexión desde su postura de legisladores.
Es necesario que cuando emitan su voto
reflexionen desde el lugar de funcionarios públicos que
deben garantizar el bien general de nuestras mujeres, niñas
y adolescentes.
Para comenzar, quiero definir lo que la Real
Academia Española dice acerca de lo que es la hipocresía.
Aclara que el hipócrita es aquel que actúa con actos de
hipocresía, fingiendo cualidades o sentimientos contrarios
a los que verdaderamente se tienen o experimentan. Es
decir, una persona hipócrita es aquella que pretende que se
vea la grandeza y bondad que construye con apariencias
sobre sí misma, propagándose como ejemplo y pretendiendo o
pidiendo que se actúe de la misma forma, además de que se
glorifique su accionar, aunque sus fines y logros estén
alejados de la realidad.
La hipocresía puede venir del deseo de esconder
de los demás motivos reales o sentimientos. La hipocresía
no es simplemente la inconsistencia entre aquello que se
defiende y aquello que se hace, sino también la falsedad
que demuestra una persona.
Entonces, señores legisladores, cuando
reflexionen antes de emitir su voto pregúntense qué es ser
provida, qué es estar a favor de la vida. Pregúntense de
qué vida hablamos, qué es la vida y a qué aludimos cuando
hablamos de vida.
¿Somos buenos por hacer marchas en favor de la
vida? Repito: ¿de qué vida? ¿Acaso no vale la vida de esa
mujer, niña o adolescente que pide acompañamiento y no
nuestro consejo? ¿Saben los que marchan en favor de la vida
cómo es la vida de esa mujer, de esa niña o de esa
adolescente a la que le hemos robado todos sus derechos?
¿Saben si puede abrir la boca para pedir ayuda cuando es
ultrajada y se han vulnerado todos sus derechos, a veces en
el seno familiar? ¿Pretenden que pida un método
anticonceptivo? ¿Qué la lleva a querer tomar la decisión de
abortar?
¿Se acercan y la ayudan? ¿Se acercan y la
orientan? ¿Se acercan y le informan? ¿Se acercan y la
acompañan? ¿O se acercan y la juzgan, o no se acercan y la
condenan, o no se acercan y la destruyen? ¿Quiénes son
mejores? ¿Nosotros, los promuerte, o ustedes, los provida?
Y hay varios ejemplos de actos de hipocresía,
donde se ven vulnerados todos los derechos. Vengo de
Mendoza. Les debe sonar el caso Próvolo. No vi a nadie
marchando en contra de todos esos actos de abuso y
aberraciones que se cometieron con gente que tiene una
discapacidad auditiva. No los vi. Constituyeron actos de
abuso de poder, de autoridad, de pedofilia, de maltrato
infantil, de vulneración de los derechos de niños, niñas,
adolescentes y mujeres. No los vi marchando en favor de la
vida.
Objeciones de conciencia, de servicios
generalizados. ¿Por qué? Porque hay que objetar. Hay
horarios de profesionales y obligaciones que no se cumplen,
pero sí estamos a la hora de condenar a la mujer que
tenemos frente a nosotros o a la niña que pide un
asesoramiento.
¿Y las marchas? ¿Y las condenas? ¿Y los juicios
de valor hacia esos actos repudiables? ¿Estas acciones
agradan a Dios? No he tenido la oportunidad, como algunos,
de hablar con Dios, y tal vez nunca la tenga.
¿Qué nos pasa como sociedad que repudiamos,
condenamos y crucificamos a una niña, niño, adolescente,
mujer que por distintas razones pide ayuda cuando se
vulneran sistemáticamente sus derechos y tiene un embarazo
no deseado? ¿Qué nos pasa como sociedad que no hacemos una
marcha en repudio a los curas pedófilos, a los actos de
vulneración extrema de derechos, a los actos de corrupción,
a hechos aberrantes como el de obligar a una persona, a una
mujer con un feto polimalformado en su vientre, a continuar
su embarazo? ¿Qué nos pasa?
¿Qué nos pasa que obligamos a una niña,
sistemáticamente abusada en el seno familiar, a parir?
¿Cómo es que estos hechos de extrema corrupción no nos
llaman la atención? ¿Qué nos pasa que hay gente sentada en
una banca en el Senado procesada y no decimos nada? ¿Qué
nos pasa?
¿No podemos escuchar? ¿Qué nos pasa que no
salimos a decir que marchamos por la vida ante todas estas
situaciones?
¿Por qué permitimos esto? Esto también es
vulnerar el derecho de nuestros niños, mujeres y
adolescentes a tener una Argentina mejor, con mejores
representantes y con una sociedad no hipócrita.
Señores legisladores: antes de emitir su voto a
favor o en contra del aborto libre, seguro y gratuito,
espero que puedan responderse y responderme a mí –como
también a millones de personas- estas preguntas.
Tenemos la oportunidad histórica de trascender
como sociedad. Por favor, no la desperdiciemos con actos de
hipocresía, anteponiendo nuestras necesidades. Seamos
grandes de una buena vez.
Mahatma Gandhi dijo que la diferencia entre lo
que hacemos y somos capaces de hacer, resolvería la mayoría
de los problemas del mundo. Por su parte, Nelson Mandela
dijo que ser libre no es solamente desamarrarse las propias
cadenas, sino vivir en una forma que respete y mejore la
libertad de los demás.
Porque mi Argentina se lo merece, señores
legisladores, respóndanse estas preguntas y emitan su voto
libre de hipocresía. (Aplausos.)
Sra. Presidenta (Polledo).- Tiene la palabra María Lucila
Colombo, secretaria general del Sindicato de Amas de Casa y
exsubsecretaria de Defensa del Consumidor.

Sra. Colombo.- Soy Pimpi Colombo. Por un lado, quiero


agradecer a todo el cuerpo de diputados y diputadas,
particularmente a las comisiones involucradas, por esta
posibilidad de participar en el debate con mi punto de
vista.
Cuando me anoté para exponer, me pregunté si me
colocarían como a favor o en contra del aborto. Me han
anotado en contra, ustedes dirán dónde me corresponde
estar.
Quiero agradecer a las compañeras que, más allá
de que no compartieran mi punto de vista, han hecho posible
que hoy esté aquí. También agradezco a mis compañeras del
Sindicato de Amas de Casa que a pesar de la diversidad de
sus opiniones, bancan que venga a aportar una reflexión en
un tema que nos involucra a todos: mundo adulto, mundo
adolescente, mujeres y varones.
No siempre es fácil discutir. En este momento, se
habla de legalización y despenalización del aborto como dos
conceptos intercambiables o iguales, cayendo en una especie
de confusión de matices que me dejan afuera. Por eso, me
interesaba poder venir a compartir con ustedes mi punto de
vista.
Tengo muchos años de militancia por los derechos
de las mujeres, particularmente, porque sea valorado el
trabajo que cada mujer, en cada hogar, hace todos los días
para sostener a su familia.
Muchas veces, para hablar de nuestra libertad y
de nuestros derechos, también se desvaloriza aquel lugar y
aquella tarea que hacemos todas las mujeres.
Empecé escribiendo una exposición de catorce
páginas, después fueron siete, luego tres y ahora es una
página y media. No sé si lo que diré será exactamente igual
a lo que traigo escrito, por lo tanto, me gustaría poder
enviar mi documento a las comisiones que integran esta
jornada.
El primer concepto que quiero compartir con
ustedes es que pienso que ninguna mujer debe ser penalizada
por practicarse un aborto. Creo que aborto y libertad no
son palabras que van juntas. Creo que las mujeres no nos
hacemos un aborto en el ejercicio de un derecho sobre
nuestro cuerpo. Cuando se trata de un embarazo, de un
aborto, de hijos o de relaciones, creo que las mujeres no
ponemos solo el cuerpo, sino nuestra vida y nuestra
integridad.
Creo que a veces se banalizan los debates. Se
extreman en posiciones ideológicas, que son importantes
porque iluminan dónde nos colocamos, pero a veces
deshumanizan el debate.
Creo que esta discusión merecería que nuestro
Congreso de la Nación trabaje el proyecto de ley con un
gran sentido de humanidad.
Creo que el hecho de que el aborto esté
penalizado no tiene como consecuencia que no se practique.
Por el contrario, quien lo practica sin tener recursos
económicos, relaciones o acceso a la información, tiene
mayores riesgos y vulnerabilidades.
No creo que el aborto sea un derecho, ni que las
mujeres lo vivamos como tal. Creo que el aborto nos
significa a las mujeres, en general, un dolor.
He escuchado muchas cosas en este debate, a veces
desde la televisión y hoy tengo el privilegio de
escucharlas en vivo y en directo.
A veces me río para mis adentros porque mientras
exponen a favor de una cosa o en contra de la otra, yo voy
cambiando de parecer. Pienso que uno tiene razón y luego
que el otro tiene razón. ¿Saben qué siento? Que lo que
sucede es que estamos tratando una temática que nos
involucra como personas. No hay una cuestión a rajatabla
sobre la cual discutir.
Ustedes, señores legisladores, van a tener que
escribir un dictamen para someter a la consideración del
cuerpo que diga cuál es la norma que va a regir a partir de
este debate sobre el aborto.
He leído y no estoy de acuerdo con los seis
proyectos propuestos por la campaña a favor de legalización
del aborto, aunque dicen que hay más. No estoy de acuerdo
con el sustrato de dichos proyectos, algo que ratifico
cuando escucho algunas exposiciones que muestran un punto
de vista que, en el fondo, no es más que individualista,
liberal, y que vuelve a instalar un anticlericalismo que ha
sido tan antinacional en nuestra historia. En el momento
más inoportuno de la historia de la humanidad -por lo menos
para nuestro país que tiene al Papa Francisco, quien está
expresando la voz de los pueblos humildes de todo el
mundo-, nosotros introdujimos esta cuestión a la discusión.
La misma nos atañe a todas las mujeres y debe
tener involucrados a los varones en su participación,
compromiso y responsabilidad. Sin embargo, ellos son muy
excluidos, no solo porque vienen poco a estos debates –no
los vamos a culpar porque no vengan-, sino porque somos el
resultado de una sociedad en la que estos asuntos han sido
poco considerados.
Voy a decir rápidamente lo que vengo a proponer.
Creo que el aborto no se trata de un derecho de las mujeres
sobre nuestro propio cuerpo. Creo que no debe ser
penalizado y que la resolución que el Congreso tome debería
contener dos aspectos centrales.
Por un lado, agregar un inciso en el Código Penal
que despenalice los casos de vulnerabilidad psicológica,
social o de salud. Ustedes me dirán que eso no garantiza
que se pondrá en marcha; ya lo sé. Trabajé por el parto
humanizado y todavía tenemos que batallar para que no nos
maltraten cuando vamos a tener un hijo, algo que, hasta
donde yo sé, no es ilegal. Todo lo que es construcción de
derechos implica una organización social para hacerla
efectiva.
Por otro lado, la segunda parte de la resolución
que este Congreso debería tomar es la creación de un
programa de prevención y asistencia en situación de
embarazo. No me refiero al término prevención en el sentido
de solamente hacer propuestas, tener ideas o repartir
folletos, sino que me refiero a una actuación concreta.
Rápidamente, leeré mis propuestas: compromiso con
la valoración social de la maternidad, que está en la base
de lo que discutimos y poco he escuchado decir aquí;
promoción de vínculos libres de discriminación y violencia;
incorporación de los varones en el compromiso en las
relaciones sexuales y de abordaje igualitario y de respeto
en las relaciones humanas; información y educación para una
sexualidad vivida como seres humanos íntegros; conocimiento
y acceso a los métodos anticonceptivos y de cuidado para
evitar enfermedades de trasmisión sexual, de manera
gratuita e informada; atención en el sistema de salud a la
solicitud de una práctica de interrupción del embarazo;
apoyo a las madres, tanto material como psicológico y
espiritual; contención y acompañamiento en situaciones de
embarazo no buscado que pueden convertirse en no deseado;
apoyo a las mujeres en situación de solicitar un aborto en
todas las etapas y posibilidad de realización en el sistema
público de salud; acompañamiento para prevenir nuevos
embarazos no deseados.
Por último, una regulación y control del efectivo
cumplimiento de las leyes por parte de los establecimientos
asistenciales. Los profesionales tienen derecho a la
objeción de conciencia, pero no los establecimientos. Deben
cumplirse los protocolos existentes y los futuros
protocolos, para los casos de aborto no punible.
La legislación tiene casi cien años, pero hay
obstáculos burocráticos. Ningún médico director de
hospital, ningún juez, ningún funcionario tiene derecho a
oponerse por encima de la ley y eso es lo que nuestros
funcionarios tienen que garantizarles a nuestras mujeres, a
nuestras familias, a las parejas y a esta sociedad que se
ha movilizado para discutir algo que a todos nos toca en
poco o en mucho. (Aplausos.)

Sra. Presidenta (Polledo).- Tiene la palabra Federico


Cánovas La Mattina, profesor en Filosofía, especialista en
Políticas Socioeducativas, diplomado en Bioética.
Sr. Cánovas La Mattina.- Estimados e ilustres miembros del
Honorable Congreso de la Nación, conciudadanos, colegas,
personal en general, buenas tardes.
En primer lugar, deseo dar las gracias por
haberme invitado a compartir la presente reflexión, esta
tarde con ustedes.
En segundo lugar, les cuento que vengo de un
lugar ubicado al oeste de nuestra Argentina, tierra donde
el sol y el viento queman, en donde el suelo se mueve, y a
veces mucho, y más de una vez esos movimientos se han
llevado la vida de muchos hermanos. Donde la vida no es
fácil, y por eso hemos aprendido a ganarle a la aridez de
la naturaleza la subsistencia de todos los días.
Por estas razones, que nos han implicado e
implican un gran sacrificio, hemos aprendido a valorar la
vida, a resaltar el milagro de un brote que germina y se
abre paso entre las piedras y da frutos. Son estas
experiencias, arraigadas en el tiempo, las que han llevado
a que la mayoría de nosotros, los sanjuaninos, aún más
consideremos a la vida humana dentro de esa valoración,
desde su punto más primigenio, desde su estado más inicial.
En este contexto es que me permito compartirles
las siguientes apreciaciones: he tenido la posibilidad de
escuchar algunos colegas disertantes en este recinto y no
dejo de preocuparme por las imprecisiones que se han
volcado de forma lisonjera. Por ejemplo: la persona es un
concepto político y no filosófico, o por otro lado, que la
filosofía no tiene cabida en este debate.
Permítanme, humildemente, recordarles que los
errores y problemas sobre la Modernidad justamente fueron
este tipo de aportes, inventando un conflicto entre
filosofía, ética, política, pragmatismo, etcétera, que en
realidad no existe, son diferentes aspecto de una misma
realidad. Todos deben tenerse en cuenta en el debate.
Entonces, si se trata de identificar cosas que no
ayudan, podríamos sugerir que no es lógicamente correcto ni
verazmente preciso, ni adecuado científicamente, hacerle
decir a la realidad algo que en sí no contiene. No debemos
disfrazar, ni manipular la realidad y por tanto, la verdad,
para que sea conveniente a mis intereses, ideas o
caprichos. Eso no es válido ni verdadero. En eso estaremos
de acuerdo.
La filosofía lejos de entorpecer, puede brindar
luz. Por ejemplo: mediante dos principios clásicos, el de
no contradicción y de identidad. Algo que no puede ser una
cosa y al mismo tiempo no serla, y bajo el mismo respecto,
y lo que define a algo o alguien son las evidencias que lo
identifican como tal.
Ser persona o no serlo, jamás puede depender de
las circunstancias socioeconómicas o afectivas o
psicológicas del entorno. No es lícito anclar la valoración
de la realidad por la percepción de bienestar que
experimentamos y, mucho menos, adueñarnos autoritariamente
de la vida ajena, solo por tener el poder de participar de
la conformación de dicha vida; al contrario, esto nos
implica más responsabilidades.
Ahora bien, a mí me gustaría que en estos puntos
seamos claros porque, en tal caso, estaríamos solicitando
licencia para comenzar con un plan de higiene y salud
poblacional en donde los que no son felices pueden eliminar
a los que consideran la causa de su infelicidad, lo cual es
complicado de sostener. Cada vez que evaluamos que algo o
alguien pone en riesgo mi felicidad o bienestar, debo tener
la autorización moral y legal de interrumpir su existencia
para detener el sufrimiento.
Algunos esgrimen que luego de la concepción, no
hay persona, sino un conjunto de células. Quizás es tiempo
de dar un paso más en este proceso de valorar la vida, de
cuidarnos. Avancemos reconociendo la dignidad desde la
concepción, como versa la Constitución y de esta forma, la
valoraremos en otros terrenos: la infancia, la pobreza, la
enfermedad, la ancianidad, la discapacidad, etcétera. Me
resisto a pensar que la aniquilación es la mejor solución
que podemos encontrar en el siglo XXI ante los problemas.
Unas líneas para las mujeres que luchan
sinceramente: no focalicen sus propias frustraciones en la
vida del inocente y del que es toda la posibilidad.
Redescubran el valor del amor, busquen ser amadas y amar de
verdad, cuiden su cuerpo y su corazón de los asaltantes de
la vida, de los usurpadores de su belleza, de su
privilegiada capacidad de donación y de amor. No tengan
miedo de abrazar la vida, aunque esto suponga sacrificio.
Justamente, lo implica por ser algo valioso. Por ustedes y
su capacidad de amar es que se transforma el mundo, y el
hombre se vuelve más humano. Ser mujer es sinónimo de
fecundidad, de alegría y de donación, en todas las culturas
del mundo. Sin lugar a dudas, el Estado tiene la
responsabilidad de apoyarlas en este tiempo y en la
maternidad de forma particular. Estas iniciativas, como la
que debatimos hoy, deben girar de paradigma y apuntar a
este objetivo primero: cuidar a la mujer embarazada es
responsabilidad de todos y al mismo tiempo, la vida que se
gesta. Cada niño que es concebido es un milagro, una
esperanza abierta para un mundo nuevo y mejor.
Para finalizar, un apartado que llamo
“contradicciones”. Una comunidad que abre las puertas al
capricho y al absurdo se sumerge en un aluvión de
incoherencias y sinsentidos, propios del relativismo: ¿con
qué criterio exigiré a un padre que obligatoriamente envíe
a sus hijos a la escuela? ¿Ellos podrán alegar que son
dueños de sus cuerpos, que se vayan solos? Me pregunto si
algún jurista se ha cuestionado sobre qué pasaría si el
progenitor de la criatura decide apelar o demandar al
Estado por interrumpir la vida de su hijo, contradiciendo
la misma Constitución.
Conclusiones: el saber, en cierta forma, es un
regalo peligroso porque implica una responsabilidad. Hoy
estoy dando respuesta por eso que sé y conozco. La muerte
espera por cada uno de nosotros, como decía Heidegger.
Llegará algún día lo verdaderamente trascendente, que
superará ese límite, nuestro propio límite, es lo que
dejamos en el mundo de los vivos, un legado de luz o un
legado de sombras. (Aplausos.)

Sra. Presidenta (Polledo).- Tiene la palabra Rosa Zacca,


directora del Instituto de la Familia y la Vida, de la
Universidad Católica de Salta, docente universitaria.

Sra. Zacca.- Vengo de Salta, “la linda”, la tierra de


Güemes, comprometida siempre con la libertad y la vida de
todo el pueblo argentino.
Tengo en mi bolsillo la ponencia que trabajé con
mucho detalle durante mucho tiempo, pero los últimos
acontecimientos en Salta me obligan a dar una vuelta de
página. Una niña de 11 años que ha sufrido reiteradas
violaciones por parte de su padrastro, se presenta en el
Hospital Público Materno Infantil y los médicos
diagnostican un embarazo de 16 semanas; hoy cursa un
embarazo de 22 semanas.
Tremenda situación que nos sorprende, nos sacude
y nos interpela a todos, pero también nos sorprende a todos
la capacidad de resiliencia de esa niña y de su familia:
tomaron la firme decisión de permitir vivir a ese niño.
(Aplausos.)
Esto pone de manifiesto que la adversidad, el
imprevisto, y la violencia –como lo muestra este caso- se
pueden superar y resignificar, sobre todo cuando se cuenta
con el apoyo adecuado.
Esta niña, con sus 11 años, nos muestra la
capacidad de resiliencia del ser humano, también de la
familia, la que ante una situación tan grave responde
apostando a la vida, a las dos vidas. Muestra la valentía
de hacer frente a las presiones que, desde que se conoció
el hecho, ejercieron distintas organizaciones y grupos
sobre esa familia.
Frente a este hecho, se dio la precipitada
decisión del señor gobernador de dejar de lado las normas
con las que se manejaba la provincia y adherir al protocolo
propuesto por el Ministerio de Salud de la Nación, que da
piedra libre al aborto por violación con la sola
declaración jurada de la mujer, dejando libre de culpa y
cargo al violador.
Las prontas y claras reacciones del pueblo de
Salta muestran que se ha visto atropellada en sus
convicciones y en su federalismo.
Hay algo más que me parece digno de ser tenido en
cuenta. Con posterioridad a este hecho, la Cámara de
Diputados de la Provincia de Salta tenía previsto tratar el
29 de mayo pasado un proyecto para convertir en ley el
Decreto N° 584/18, de adhesión al protocolo del Ministerio
de Salud de la Nación. Pero, según la expresión de un
periódico local, la falta de consenso para su aprobación
hizo que la sesión terminara de forma abrupta. ¿Qué pasó?
La mayoría de los diputados provinciales presentes estaba a
favor de la vida. Ellos supieron representar a su pueblo, a
su gente.
Esta es la Argentina profunda. No duden: este es
el sentir y el querer mayoritario del pueblo argentino.
Estas son nuestras raíces. Queremos las dos vidas.
Ninguna mujer va libre ni alegremente al aborto,
a pesar de las campañas orquestadas por quienes pintan
nuestras ciudades diciendo "Aborté y soy feliz". No es eso
lo que nos dicen tantas mujeres en situación de
vulnerabilidad o en situación de posaborto, a las que
recibimos, contenemos y acompañamos en Salta.
Con esto quiero responderle a la ginecóloga que
se refirió a la provincia de Mendoza –le pido disculpas
pero no recuerdo su nombre: sí acompañamos, sí estamos, sí
perdemos horas y tiempo, sí perdemos bienes y sueño
acompañando a nuestras mujeres en situación de
vulnerabilidad. Ninguna llega feliz. (Aplausos.)
Un gran porcentaje de mujeres sufre la presión de
su familia, de sus empleadores, ¡la misma presión mediática
e ideológica! Pero, sobre todo, sufre la presión de sus
parejas, momentáneas o estables.
Y esas madres, con una dignidad desconocida o
menospreciada, y una voluntad doblegada, ven como única
salida lo que en el fondo de su corazón no quieren hacer.
Esto, ante nuestra indiferencia como sociedad.
Y digo expresamente “madres”. Una mujer siempre
será madre, si su hijo nace o no, si lo inscribe o no como
tal. Y ese hijo siempre será eso: un hijo, no un producto
de una violación o de un embarazo no buscado.
Ante esto, me pregunto y les pregunto a todos:
¿nos preocupa de verdad trabajar juntos por una Argentina
que incluya a todos o por una Argentina que contraponga
derechos, voluntades y poderes?
No, no quiero; no queremos vivir en un país que
se dé el lujo de seleccionar quién cumple los parámetros
impuestos para poder nacer o no.
¡No quiero! No queremos vivir en un país que
descarte niños con discapacidad, niños que no pudieron
elegir la forma ni el momento en el que fueron concebidos,
niños que frente a un argumento de salud psíquica, social o
económica no podrán gozar del derecho a la vida.
No quiero, no queremos un país que se desentienda
de tantas mujeres que sufren por falta de atención personal
y pública, por falta de contención.
Deploramos y lloramos por quienes desaparecieron
en la década de los 70, por nuestros jóvenes que murieron
en la guerra de las Malvinas. Pedimos justicia por quienes
murieron en el atentado de la AMIA, en Cromañón, en la
tragedia de Once, en el ARA San Juan. ¿Por qué seguir
sembrando dolor y muerte en esta amada y bendita tierra
argentina?
¡Salvemos a nuestra Argentina! ¡Salvemos las dos
Vidas! (Aplausos.)

Sra. Presidenta (Polledo).- Tiene la palabra el doctor Juan


Antonio Mazzei, médico neumonólogo, integrante de la
Academia de Medicina.

Sr. Mazzei.- Buenas tardes. Soy Juan Antonio Mazzei,


académico, titular y secretario general de la Academia
Nacional de Medicina.
Quisiera referirme a algunos hechos puntuales que
se han tergiversado, utilizando parámetros estadísticos y
no opiniones personales.
En primer lugar, me referiré a la mortalidad
materna y sus distintas causas.
Según la Organización Mundial de la Salud se
considera mortalidad materna aquella que ocurre hasta 42
días después de la terminación del embarazo por parto,
puerperio o su manejo, pero no aquella que se produce por
causas accidentales.
Yendo a los datos del Ministerio de Salud, de la
Dirección de Estadística e Información de Salud, la
cantidad de mujeres que murieron en 2016 -la última
estadística disponible- fue de 245, de las cuales 41
murieron por embarazo terminado en aborto.
Las causas principales de mortalidad de las
madres fueron obstétricas directas o indirectas; las pueden
observar en el slide, donde ven también la mortalidad por
aborto. Murieron 43 madres.
Las causas más frecuentes son las obstétricas
directas; es el grupo que pueden observar acá. No me
detendré a enumerarlas.
En las causas obstétricas indirectas, y en
relación con las muertes por aborto, que fueron 43,
tenemos: embarazo ectópico, mola hidatiforme y otros
productos anormales de la concepción. Por último, tenemos
al aborto espontáneo, el aborto médico, el aborto no
especificado y el intento fallido de aborto.
Vemos entonces que no todos los abortos son
provocados, sino que algunos son debidos a patologías, como
el embarazo ectópico y la mola hidatiforme.
Las muertes maternas totales fueron 245, y el
total de muertes por aborto fue de 34, es decir, el 14 por
ciento, excluyendo el embarazo ectópico y otros productos
anómalos de la concepción. Entonces, la principal causa de
muerte materna no es el aborto, sino las causas obstétricas
directas e indirectas.
En segundo lugar, ¿cuál es la cifra real de
abortos que se practican en la Argentina? Hoy se ha hablado
del Protocolo para la Atención Integral del Ministerio de
Salud, donde se cita una cifra estimativa entre 370.000 y
522.000 abortos realizados por año, utilizando modelos
matemáticos.
Si consideramos algunos parámetros médicos, en
1981 se comunicó que la mortalidad en la apendicetomía
-considerada una de las cirugías más seguras- fue de 0,27
por ciento. Años más tarde, en el 2001, se comunicó que la
mortalidad de esta patología había disminuido a 0,8 por
ciento.
De existir 500.000 abortos por año, con 34 casos
de mortalidad, estaríamos frente a una mortalidad de 0,007
por ciento. Esto demuestra que el número de abortos por año
es significativamente menor y que la cifra de 500.000
abortos, citada reiteradamente, es absolutamente errónea.
Un punto importante es entender cuándo comienza
la vida. En pantalla vemos el trabajo de Jérôme Lejeune,
médico genetista francés y padre de la genética moderna,
que sostiene lo siguiente: “Al momento de la concepción
(crossover) ya hay un ser humano diferente.
Científicamente, la vida humana comienza desde mismo
momento”.
Es decir, la fusión del espermatozoide con el
óvulo en el proceso de fecundación determina la formación
de un cigoto, que contiene una combinación de ADN de ambos
progenitores. En la etapa inicial del desarrollo, eso da
origen a un embrión. A partir de la octava semana, el
embrión pasa a denominarse “feto”.
Todo el mundo está de acuerdo en sostener que hay
vida humana desde la fecundación del óvulo por el
espermatozoide y que esta nueva vida es de otro tipo que la
de ambos gametos. Las evidencias anatómicas muestran que no
es un conjunto de células ni un tejido que pertenezca a la
madre. Genéticamente, su ADN es diferente ya que posee
información genética derivada del padre y de la madre.
¿Qué sostiene la Academia Nacional de Medicina,
de la cual formo parte? Reitera los preceptos que ha
sostenido desde siempre, recordando los principios básicos
de la ciencia y la práctica médica, que obligan y vinculan
a todos los profesionales del país.
La salud pública argentina necesita de propuestas
que cuiden y protejan a la madre y a su hijo, a la vida de
la mujer y la del niño por nacer.
La obligación médica es salvar a los dos. Nada
bueno puede derivarse para la sociedad cuando se elige la
muerte como solución.
Si el aborto clandestino es un problema
sanitario, corresponde a las autoridades tomar las mejores
medidas preventivas y curativas, sin vulnerar el derecho
humano fundamental a la vida y el de los profesionales
médicos de respetar sus convicciones.
Por ello, la Academia Nacional de Medicina
considera que el niño por nacer, científica o
biológicamente, es un ser humano cuya existencia comienza
en el momento de la concepción.
Desde el punto de vista médico, es un sujeto de
derechos, tal como lo reconocen la Constitución Nacional y
los Tratados Internacionales anexos, como así también los
distintos códigos nacionales y provinciales de nuestro
país.
La Academia también considera que destruir a un
embrión humano significa impedir el nacimiento de un ser
humano y que el pensamiento médico, a partir de la ética
hipocrática, ha defendido la vida humana como condición
inalienable desde la concepción.
La Academia Nacional de Medicina hace un llamado
a todos los médicos del país a mantener la fidelidad a la
que un día se comprometieron bajo el juramento hipocrático,
que el derecho a la objeción de conciencia significa no ser
obligado a realizar acciones que contraríen las
convicciones éticas o religiosas del individuo –artículos
14, 19 y concordantes de la Constitución Nacional.
(Aplausos.)

Sra. Presidenta (Polledo).- Vuelvo a agradecer a todos y


nos reencontramos a las 15.

- Se pasa a cuarto
intermedio.

- Es la hora 13 y 41.
- En la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires, a los treinta y un
días del mes de mayo de 2018, a
la hora 15 y 24:

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Damos comienzo a la


decimoquinta reunión plenaria informativa de las comisiones
de Legislación General, de Legislación Penal, de Familia,
Mujer, Niñez y Adolescencia y de Acción Social y Salud
Pública de la Honorable Cámara de Diputados para tratar los
proyectos de ley sobre despenalización y legalización de la
interrupción voluntaria del embarazo.
Esta es la última jornada de este debate
histórico que se viene desarrollando desde el 10 de abril
pasado. Estamos todos muy satisfechos y muy contentos por
la forma en que se ha dado este debate y por la calidad de
las exposiciones que hemos recibido, que se han hecho con
mucha pasión y dedicación. Más allá de tener diferentes
posturas siempre se mantuvo un ámbito de respeto y
tolerancia, con altura y con nivel, que era justamente el
primer legado que había que dar a la sociedad en un debate
tan importante como este.
Quiero dejar un agradecimiento a los 758
expositores que habrán pasado cuando finalice la jornada de
hoy por esta sala de la Cámara de Diputados en un debate
que va a quedar en la historia como uno de los más
importantes desde el retorno de la democracia.
En ese marco quiero agradecer a las presidentas
de las tres comisiones que integran este plenario junto a
la Comisión de Legislación General: la señora diputada
Polledo, presidenta de la Comisión de Acción Social y Salud
Pública; la señora diputada Burgos, presidenta de la
Comisión de Legislación Penal, y la señora diputada
Martínez, presidenta de la Comisión de Familia, Mujer,
Niñez y Adolescencia. Entre los cuatro hemos armado un
equipo muy importante de trabajo, de discusión, de debate,
para ir resolviendo los temas que fueron surgiendo. En
estos meses y con la cantidad de expositores que han
participado fueron surgiendo cuestiones para resolver y
siempre lo hicimos con diálogo y con respeto, algo que
forma parte del gran trabajo que se vino haciendo.
También agradecerles a todos los diputados y
diputadas que han estado presentes y que han seguido la
transmisión de estas jornadas a través de los medios de
comunicación de la Cámara de Diputados -diputados.tv y en
YouTube-, en los cuales hay 106 horas de debate trasmitidas
hasta el momento, lo cual es una cantidad importante.
También quiero agradecer al presidente de esta
Honorable Cámara de Diputados, Emilio Monzó, porque ha
puesto a disposición todos los recursos disponibles, ya sea
personal e instrumentos de la Cámara, para poder organizar
este debate.
También me gustaría agradecer a los trabajadores
de la casa, que son todos los que formamos este gran equipo
y que si no fuera por ellos, seguramente no hubiéramos
podido concretar todo lo que hemos hecho. Voy a nombrarlos
porque muchas veces se les agradece, pero no se los nombra
a cada uno de ellos y creo que vale la pena que se sientan
partícipes de este debate y trabajo en conjunto que hemos
hecho.
En primer lugar, voy a nombrar a los taquígrafos,
que son realmente importantísimos para el trabajo que
hacemos y además son los que recogen todas las exposiciones
y nuestras expresiones que van a quedar en los anales y en
los registros de esta Cámara de Diputados para la
posteridad. Ellos son: Silvana Pettinati, Marcela Pousa,
Jorge Rivero, Carlos Spector, Eleonora Franzetti, Valerio
Rinaldi, Carlos Brizuela, Alicia Cedrola, Daniel Rinaldi,
Marisa Vega, Silvina Mary, Eduardo Brizuela, Dolores
Moscarelli, Marta Rinaldi, Luis Echandi, Álvaro Susmel,
Gabriela Lozano, Nora Schiavoni, Pablo Gabriele, Guadalupe
García Blesa, Verónica Ortiz, Virginia Masce, Emiliano
Jelicié, Edith Yagüe, Andrea Viggiano, Dante Rinaldi, María
Jimena Amodei, Carla Pagura, Trinidad Romero, Darío
Schiavoni y Débora Fernández. A todos los taquígrafos
muchísimas gracias por su disposición y la enorme tarea que
hicieron junto a nosotros. (Aplausos.)
También quiero agradecer al personal de cada una
de las cuatro comisiones, a los trabajadores de las cuatro
comisiones que han trabajado enormemente y en conjunto para
la realización de estos plenarios.
En primer lugar, al secretario de la Comisión de
Legislación General, Guillermo Triantafilo; al jefe de
comisión, Martín Saade, y a los trabajadores del turno
tarde –hoy a la mañana ya he nombrado a los trabajadores
del turno mañana de la Comisión de Legislación General-:
Mirta Cox, Melina Reboa, Ricardo Sposaro, Osvaldo Esperón y
Lucas Salim. Muchísimas gracias.
También quiero agradecer a las autoridades de las
otras tres comisiones: a la secretaria de la Comisión de
Familia, Mujer, Niñez y Adolescencia, Graciela Monteavaro,
y al jefe de la comisión, Fabián González; al secretario de
la Comisión de Legislación Penal, Luis Cerri, y al jefe de
la comisión, Luis Gaona Cifuentes; a la secretaria de la
Comisión de Acción Social y Salud Pública, licenciada
Analía Alzamora, y a su jefa de comisión, licenciada Silvia
Miranda.
Un agradecimiento enorme también para todos
ellos, porque a través de su responsabilidad como miembros
de las cuatro comisiones han puesto toda su disposición
para poder hacer realidad este debate.
Asimismo, quiero agradecer a mis asesores, a
quienes trabajan conmigo permanentemente: Gabriel Vázquez,
Cristian Papiska, Romina Reynoso y Cynthia, quienes
realmente forman un equipo de trabajo enorme. Sobre todo,
Gabriel y Cristian, quienes me hay ayudado no solamente en
ámbito laboral, sino también en el personal, con cuestiones
personales que se han mezclado con las laborales, como
sucedió en estos últimos días. De manera que,
especialmente, les quiero agradecer muchísimo a ellos dos.
También, por supuesto, agradezco al resto de los
trabajadores de la casa, a quienes voy a nombrar. Al
personal de Intendencia del Anexo, quienes trabajan en toda
la logística aquí en el salón: Jorge Komina, Miguel
Kolarik, Jorge Blanco, Mariano Monteperto, Andrés Leiva,
Carlos Mansilla y Marcelo Ibarra. (Aplausos.)
También agradezco a todo el personal de la
Dirección de Seguridad, cuya tarea no es solamente cuidar
la seguridad, sino también el ingreso y la organización,
que realmente es una tarea enorme. En primer lugar, voy a
agradecer al jefe de servicio, Martín Barone y también a
Daniel Acuña, Darío Arias, Juan Carlos Aguirre, Marisa
Albarracín, Rubén Arias, Sergio Atrio, Fabiana Avanzini,
Bruno Baille, Elisa Caputo, Adán Castro, Leandro Colloca,
Erica Courett, Noelia Cutillo, Ana Duhau, Eduardo
Domínguez, Juliana Erniaga, Fernando Escobar, Gastón
Esperón, Christian Florencio, Sebastián Fuertes, Georgina
Grassano, Luis González, Matías Kisiel, Santiago Labrousse,
Ezequiel Lauría, Rosa Lev, Germán Linares, Alejandra
Mercanti, Mara Miño, Dalila Moiansky, Élida Núñez, Lucila
Pacín, Luis Plaza, Verónica Pérez, Rubén Pouquet, Rubén
Sandoval, Natalia Schoen, Pablo Spano, Lilen Toro, Marcelo
Vallejos, Rodrigo Vázquez y Martín Yessi.
Muchísimas gracias; ellos son quienes han
trabajado en el turno tarde. (Aplausos.)
Por último, por supuesto, quiero agradecer a
todos los trabajadores de la Dirección de Sistemas
Electrónicos, quienes nos ayudan con toda la logística. No
se olviden que también hemos tenido teleconferencias que
realmente han sido muy importantes. Al director Luis Nasso
y también a Solange Daniele, Ariel Pantano, Fernando
Lucero, Fabio Ojeda, Horacio Toloza, Nicolás Lomoro,
Eduardo Maldonado, Nicolás Tonelli, José Rocha, Carlos
Campo, Santiago Questa, Leandro Ottati, Sergio Bodin Nasso,
Andrés Beis, Enrique Gez, Sergio Igolnikov, Daniel Berón
-jefe de departamento de Diputados TV Digital-, Gabriel
Conde -jefe de Departamento de Audio y Video-, y Eduardo
Alegre, subdirector de la Subdirección de Teledifusión y
Servicios Audiovisuales de la Cámara de Diputados.
Realmente quiero expresarles mi enorme
agradecimiento porque nos han ayudado a difundir este
debate histórico que pudo ser escuchado no solamente en
forma presencial, sino también a través de dichos canales
de comunicación, como lo hicieron día a día cientos de
miles de personas, de ciudadanos argentinos que fueron
siguiendo este debate.
Y también, por supuesto, quiero agradecer a todo
el personal de prensa de la Cámara de Diputados y a todos
los periodistas acreditados que han seguido este debate;
realmente ha sido un aporte enorme para su difusión.
(Aplausos.)
Les quiero agradecer realmente a todos, hablé del
jefe de los periodistas, pero no hablé de los fotógrafos;
también, por supuesto, un aplauso enorme para todos los
fotógrafos y para los reporteros gráficos. (Aplausos.)
A continuación, tiene la palabra la diputada
Carmen Polledo.

Sra. Polledo.- Agradezco a todos y a cada uno de ustedes


por estar acá. También quiero expresar un agradecimiento y
un reconocimiento muy grande al presidente Mauricio Macri,
porque fue este presidente, y no otro, quien habilitó este
debate histórico.
Como dijo el diputado Lipovetzky, también quiero
agradecer a todos los trabajadores de la casa que, con gran
generosidad y presencia, nos han acompañado en estos más de
cincuenta días.
Por supuesto, agradezco a mis compañeros, a la
diputada Martínez, a la diputada Burgos y a mi gran amigo
Daniel Lipovetzky, porque para mí ha sido un placer estar
rodeada de todos ellos y poder, entre los cuatro, pasar
días buenos, otros días no tan buenos, y sin embargo, haber
llegado en este marco de respeto, de amplitud y de gesto
democrático de escucha.
Una referencia especial a algunas personas que
trabajaron más que mucho para que esto fuera realidad.
Quiero agradecer a Jimena González, Santiago Santurio,
Matías Pérez Alati, Andrés Suriani, Esteban Garrido, cinco
jóvenes asesores de varios diputados, quienes trabajan en
varios despachos. Créanme que sin su ayuda esto no hubiera
sido posible, por lo menos, desde la coordinación que nos
tocó a nosotros.
También quiero agradecer a toda la militancia, y
cuando digo toda la militancia lo hago en el amplio sentido
de la palabra, a quienes de un lado, o del otro, apoyando
una u otra propuesta han acompañado y han estado presentes.
Realmente valoro muchísimo ese trabajo de presencia y lo
quiero destacar.
Asimismo, agradezco a la secretaria de la
Comisión de Acción Social y Salud Pública, Analía Alzamora,
y a Silvia Miranda, que siempre nos han dado una mano y nos
han ayudado muchísimo.
A mí me ha dado un enorme placer encontrarme a lo
largo de estos días con caras que conozco desde hace mucho
tiempo. La estoy mirando a Diana Maffía y me acuerdo de
cuando allá en el 2012 dimos aquella discusión.
De manera que para mí ha sido un honor, les
agradezco de todo corazón a mis compañeros de bloque, a mis
compañeros de interbloque y a todos los demás integrantes
de esta casa por este camino que hemos transitado.
Muchísimas gracias. (Aplausos.)
Sr. Presidente (Lipovetzky).- Me sumo a los
agradecimientos.
Hoy lo dije a la mañana, pero me quedó pendiente
agradecer en primer lugar al presidente Macri, porque fue
quien en un discurso histórico apoyó este debate
parlamentario en la apertura de las sesiones ordinarias del
1º de marzo. Creo que eso ayudó a que podamos concretar
este debate.
Por supuesto, agradezco también por toda la lucha
de las mujeres de la Campaña Nacional por el Aborto Legal,
Seguro y Gratuito (Aplausos.) Realmente gracias a su lucha
y a su persistencia, con la presentación de un proyecto
hace doce años, hemos llegado a poder concretar este debate
y, seguramente, vamos a poder firmar un dictamen en los
próximos días.
Tiene la palabra la diputada Alejandra Martínez.

Sra. Martínez.- Voy a reiterar muchas de las cuestiones que


se han planteado, porque creo que son muy trascendentes.
Este es un momento histórico. La verdad es que
costaba pensar que pudiéramos llegar a esta instancia.
Estamos en el último plenario de expositores, al que hemos
llegado gracias a los aportes de ambas posiciones. Las
ponencias que hemos escuchado han sido realizadas con tanta
convicción y con tanto argumento, que nos han dado la
posibilidad de fortalecer nuestras propias posturas; en
algunos casos habrá quienes las podrán modificar y en otros
casos, quienes las cambiarán.
También me parece trascendente porque son años y
años de lucha en los cuales muchas mujeres –me refiero a
las mujeres de la Campaña- en varias oportunidades las noté
un poco desanimadas, incluso desde el año pasado, porque
parecía que esta instancia no se iba a dar.
Eran reuniones en alguna que otra comisión y nada más. Eso
era todo lo que se lograba. En cambio, este año el
movimiento de mujeres de todo el país, con sus luchas
interminables, con sus aportes, ha sido el responsable
fundamental de que hayamos dado estas discusiones y
realizado estos plenarios.
Es justo reconocer también que en la Asamblea
Legislativa de este año el presidente Macri haya dicho que
este era un tema pendiente de discusión. Eso estuvo bueno,
y no solamente sumó esta cuestión: también sumó la cuestión
de la equidad salarial, la del embarazo adolescente, entre
otras. Todo esto forma parte de la agenda que hoy está en
el Congreso.
Creo que esto tiene que ver también con la
pluralidad de voces y con la construcción transversal.
Quiero agradecer a toda la gente que ha
colaborado en cada una de las comisiones, y a cada uno de
los diputados y diputadas que han puesto sus equipos a
trabajar. Entre ellos, quiero mencionar a María Orsenigo, a
quien quiero agradecer por su apoyo y aporte; a Horacio
Baca, Agustina Carmona, y muy especialmente a María Luisa
Storani, quien ha estado colaborando todo el tiempo, como
así también lo ha hecho Silvia Stuchlik.
Terminamos esta instancia de exposiciones. Lo que
vendrá serán las discusiones de los diputados y diputadas.
El 13 de junio, en el recinto, lo tenemos que lograr.
(Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).– Me quedó pendiente el


agradecimiento a un miembro del personal de Seguridad, el
amigo María.
La diputada Donda me ha solicitado la palabra. Le
pido que sea muy breve, así podemos empezar con las
exposiciones.
Tiene la palabra la señora diputada Donda Pérez.

Sra. Donda Pérez. – Muchas gracias.


Quiero decirles a mis compañeras de lucha, que
acá hay muchas, gracias. Si hoy estamos debatiendo este
derecho negado durante tantos años a las mujeres es gracias
a la pelea que dimos todos los días en la calle y al haber
sido siempre firmes.
Este debate, como dice el presidente de este
plenario cada martes y jueves cuando la reunión finaliza,
es histórico. Compañeras, compañeros: estamos haciendo
historia. Las mujeres nos estamos poniendo como
protagonistas de la democracia. En esta democracia los
derechos no se imploran. Nadie nos tiene que permitir
hablar porque para los derechos no se pide “por favor”; los
derechos se conquistan. (Aplausos.)
Este derecho lo vamos a conquistar en el
Congreso. El 13 de junio es el debate en el recinto de la
Cámara de Diputados. Vamos por la interrupción voluntaria
del embarazo, vamos por nuestra libertad y por nuestras
vidas. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).– Antes de presentar al primer


expositor, quiero comunicar lo que hemos acordado con las
presidentas de las tres comisiones intervinientes junto a
la Comisión de Legislación General respecto del cronograma
de trabajo que tenemos de aquí al 13 de junio, que es el
día que vamos a tratar este proyecto en el recinto.
En principio, vamos a convocar a una primera
reunión de la Comisión de Legislación General para el
próximo martes a la tarde. Todavía no hemos fijado la hora,
pero ya lo sabremos conforme a la disponibilidad de las
salas. Ese día empezaremos con el debate entre los
diputados, que seguramente llevará varias jornadas antes de
dictaminarlo. La condición es que se dictamine antes del 13
de junio.
Tiene la palabra la señora diputada Polledo.

Sra. Polledo.– Simplemente, quiero agregar que entre las


cuatro comisiones sumamos 105 señores y señoras diputadas.
Por lo tanto, es muy probable que haga falta más de una
reunión para que podamos escucharnos entre nosotros. Quería
compartir este dato: el número de legisladores es muy alto.

Sr. Presidente (Liovetzky).– Sí, claro. El martes es el


primer día, y allí iremos viendo la disposición de los
diputados a exponer y en qué cantidad. A partir de ahí,
vamos a organizar las reuniones subsiguientes, siempre con
el objetivo de dictaminar antes del 13 de junio, fecha que
ya está confirmada para el tratamiento en el recinto.
Tiene la palabra la señora María Florencia Nucci,
ingeniera en computación, máster en Administración de
Sistemas y Servicios de Salud de la Universidad de
Favaloro, y coordinadora del Observatorio de la Vida de
Tucumán.
Recuerdo que cada orador cuenta con siete minutos
para hablar, y que vamos a avisarle un minuto antes de
finalizar su discurso. No se pueden hacer alusiones
personales ni tampoco referir a las posiciones de cada uno
de los diputados. Las exposiciones a favor y en contra del
proyecto de ley, en lo posible, van a estar intercaladas.
Sra. Nucci.– Buenas tardes.
Pertenezco al Observatorio de la Vida de Tucumán,
cuya misión es la defensa de la vida desde la concepción
hasta la muerte natural, así como la promoción de la
cultura de la vida.
Estoy convencida de la obligación que tenemos de
mostrar y de enseñar, sobre todo a los niños y a los
jóvenes, la verdad acerca del inicio de la vida, del
desarrollo de la vida naciente, de los derechos del niño
por nacer, de las necesidades reales de la mujer embarazada
y de su familia, y de los deberes y obligaciones que
tenemos todos respecto del binomio inseparable del niño por
nacer y la mujer embarazada.
También estoy convencida de que aquí, en la casa
donde se hacen las leyes, se está intentando debatir sobre
algo innegociable: el derecho a la vida que tiene todo ser
humano, ya que no hay ninguna razón o excusa que justifique
su eliminación intencionada y directa.
He venido siguiendo cada martes y jueves lo que
se ha ido diciendo desde la postura abortista, y puedo
afirmar que las argumentaciones a favor del aborto son
simplemente fake news, o parte de la cultura de la
postverdad, para aquellos que no quieren que hablemos de la
falsedad de sus argumentos.
He participado en numerosos encuentros nacionales
de mujeres desde 2009, año en que se realizó en mi
provincia. Desde entonces, escucho repetidamente cada una
de las postverdades que se han difundido intensamente a
través de distintos medios y que ahora pretenden sostener
como verdades de fe. Voy a enumerar y refutar las más
usadas.
Dijeron que el aborto tiene que ver con el
derecho de la mujer a decidir. Esto es falso. Si una ley
permite a los adultos disponer del derecho a la vida del
niño por nacer, no se trata del derecho a decidir de la
mujer, sino de la negación del derecho a la vida del niño
por nacer, que es el ser más indefenso en estos casos.
Dijeron que habría dudas razonables sobre cuándo
se origina la vida humana. Esto es falso. Hay evidencia
científica sobre cuándo empieza la vida humana. No voy a
redundar sobre este tema, que ya fue muy bien explicado y
enseñado en esta sala. De todas formas, puedo decir que en
Tucumán, las mujeres que somos madres, aun las menos
ilustradas, podemos explicarle a quien tenga esa duda
razonable -en base a nuestro conocimiento empírico, que es
anterior al método científico- cuándo es el inicio de la
vida.
Dijeron que el aborto es una conquista feminista
a la que las mujeres no deberíamos renunciar. Pero es
evidente que alentar las políticas abortistas es la más
cruel de las caras del machismo. Así podría seguir
enumerando una por una las fake news sobre el aborto, pero
el tiempo del que dispongo no me alcanzaría. Prefiero
aprovecharlo para describir la realidad que experimentamos
respecto de la defensa de la vida en mi querido Tucumán.
En mi provincia, la mayoría de los tucumanos
estamos de acuerdo en esto: al niño por nacer se lo
defiende, y a la mujer embarazada se la cuida.
Tanto nuestro gobernador como nuestra ministra de
Salud Pública, que son médicos, como la mesa de conducción
de la Honorable Legislatura de Tucumán, el Honorable
Concejo Deliberante de San Miguel de Tucumán, los
honorables concejos deliberantes de las ciudades de Yerba
Buena, Concepción, Alderete, Aguilares, Las Talitas, y
tantas otras de mi querida provincia, han decidido defender
la vida del niño por nacer tucumano y de la mujer
embarazada, al igual que el propio Colegio Médico de la
provincia de Tucumán. Hemos decidido respetar y hacer
respetar tanto la Constitución de la Nación como la
Constitución de nuestra provincia. A esto se suma el aval
de 52.849 tucumanos que con su firma manifestaron su
repudio al aborto y su voluntad explícita de defender la
vida desde la concepción.
Sepan aquí, en Buenos Aires, que no podrán
decidir cuál tucumano va a nacer y cuál no. Menos aún
enseñar a nuestros niños y jóvenes que la vida puede
descartarse, porque no vamos a promover el descarte de
ningún niño por nacer. En Tucumán sabemos que el aborto no
impacta en la mortalidad materna, como sí lo hacen la
educación, el acceso a la salud y el agua potable, y es en
esa línea de acción que los ciudadanos queremos respuestas
de nuestros gobernantes.
En Tucumán sabemos que el aborto es violencia
contra la mujer, y las mujeres tucumanas decimos no a la
violencia. Porque en Tucumán, a pesar de estar lejos de las
grandes ciudades, sabemos que el incremento del costo
sanitario y el desvío de recursos para cubrir la demanda de
abortos a petición, reducirá los recursos para la atención
prenatal y obstétrica especializada, con un impacto
deletéreo sobre la salud materna y neonatal. Porque en
Tucumán sabemos que el respeto del derecho a la vida y la
defensa del niño por nacer es la garantía más elemental que
separa al Estado de derecho y la democracia de la tiranía y
la dictadura.
Porque en Tucumán, a pesar de que somos la
provincia más densamente poblada, no sobra ni sobrará
nadie. Al igual que en la Argentina no sobra ni sobrará
nadie. Somos la cuna de la independencia y seremos la cuna
del niño por nacer, porque no queremos la pena de muerte
para ningún niño en la Argentina; y sabemos que la vida de
ningún argentino está a merced de gobierno alguno.
No queremos que nadie se arrogue la facultad de
decidir quién vive y quién no. No queremos que nadie le
niegue el derecho a la vida al más indefenso, y no queremos
que obliguen a nadie a hacerlo. Porque sabemos que no
reconocer al niño por nacer en su naturaleza humana,
confirmada por la ciencia y reconocida por el derecho,
además de ser aberrante es un terrible acto de egoísmo.
Por último, quiero señalar que el Observatorio de
la Vida Tucumán solicita que se trate en las comisiones
correspondientes el proyecto de ley 324-D.-2018, de
protección de la mujer embarazada y niño por nacer, creado
e impulsado por la Red Federal de Familias. Además,
impulsamos en la provincia de Tucumán el proyecto de ley
provincial 375-P.L.-2017, de sistema integral de protección
del niño por nacer y la mujer embarazada.
Debemos romper las cadenas de cualquier política
abortista que quieran imponernos y sostener la defensa de
la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural.
Esa es la libertad que como generación del bicentenario
estamos llamados a defender y a conquistar. El ruido de
rotas cadenas que estamos produciendo entre todos desde
Tucumán, en este momento histórico, clama en cada rincón de
nuestro país que no queremos que en la Argentina tenga
lugar la esclavitud del aborto.
Argentinos: no pasemos a la historia como la
generación que pretendió arrogarse la facultad de decidir
quién vive y quién no. ¿Qué dureza de corazón tenemos, que
no nos sobrecoge la crueldad despiadada que se usa para
matar a un bebe y dañar a su madre?
Señores: termino con una frase de un reconocido
abogado tucumano, jurista, economista, político, estadista,
diplomático, escritor, músico y diputado: “No hay asamblea
que convierta en virtud lo que es un crimen”; Juan Bautista
Alberdi. Muchas gracias. (Aplausos.)

- Ocupa la Presidencia la
presidenta de la Comisión de
Acción Social y Salud Pública,
señora diputada Carmen Polledo.

Sra. Presidenta (Polledo).- Tiene la palabra Sonia Alesso,


dirigente sindical.

Sra. Alesso.- Buenos tardes, señores diputados y diputadas,


compañeras con quienes compartimos la lucha en defensa de
los derechos de las mujeres.
Quiero comenzar planteando que estamos aquí dando
este debate tan importante gracias a la histórica lucha de
miles de mujeres a lo largo y ancho del país. Y también por
la valentía, el compromiso y la convicción de las mujeres
de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto, Legal,
Seguro y Gratuito, que de forma transversal y plural hemos
construido consensos y posibilitado este debate en todos
los sectores de la sociedad.
Desde los primeros encuentros nacionales de
mujeres, muchos de los temas de la agenda feminista se han
incorporado a la agenda legislativa y se han consolidado en
leyes. Hablo en nombre de la CTERA, de los trabajadores y
trabajadoras de la CTA y de la Internacional de la
Educación que agrupa a más de 170 países y 33 millones de
docentes. Señalamos aquí alguna de las declaraciones que
hemos consolidado a lo largo de nuestros congresos: “Las
mujeres tenemos el derecho inalienable a decidir de acuerdo
con nuestros valores y creencias sobre nuestro cuerpo y
nuestras vidas como parte de los derechos humanos que son
universales, indivisibles e interdependientes. Que es un
tema de derechos humanos la libertad de decidir cuándo,
cuántos y con quiénes tener o no hijos, construyendo una
democracia laica e inclusiva.”
Como mujeres trabajadoras reafirmamos que la
pelea por los derechos de las mujeres, son parte de la
lucha por la justicia social.
Por representar a un colectivo mayoritariamente
femenino, quiero plantear dos ejes para el aporte a este
debate. El primero es su perspectiva histórica y el segundo
es un abordaje sobre la Educación Sexual Integral.
Desde el comienzo de los tiempos las mujeres
hemos defendido nuestros derechos en contra de la tutela
ejercida por los Estados, las iglesias y el patriarcado. No
puedo dejar de mencionar aquí el derecho romano, donde las
mujeres teníamos menos derechos que los menores púberes
varones. Tampoco puedo dejar de mencionar a la Iglesia
Católica que por cientos de años nos consideró seres
inferiores; a las legislaciones de muchos países que a lo
largo de los años dijeron que las mujeres no teníamos
derechos civiles ni ciudadanos y, mucho menos, de disponer
sobre nuestros cuerpos.
A lo largo de la historia fuimos perseguidas,
quemadas, desaparecidas, llamadas inferiores, brujas y
locas. En el mundo y en nuestro país, cada derecho
conquistado ha sido parte de una larga lucha de las mujeres
por la justicia social. En la Argentina, las mujeres fuimos
consideradas inferiores durante décadas para disponer de
nuestro dinero, tener un salario justo, elegir y ser
elegidas, para tener derecho al divorcio, a la ley de
identidad de género y para defender la autonomía sobre
nuestros cuerpos. Pero también para vivir una sexualidad en
forma plena de acuerdo con nuestras creencias.
A lo largo de la historia siempre fuimos mujeres
tuteladas; siempre peleamos contra ello. No puedo dejar de
nombrar la lucha de mujeres como: Julieta Lanteri, Alicia
Moreau de Justo y Eva Perón. Lucharon las mujeres médicas y
las mujeres curanderas en la edad media, las mujeres
consideradas inferiores por la iglesia, las sufragistas en
todo el mundo y las educadoras que se negaron a ser
consideradas apóstoles y debatieron su condición de
trabajadoras intelectuales. También lo hicieron las
trabajadoras que pelearon por la jornada laboral, la
jubilación, las vacaciones pagas y para tener una vida
plena y un salario justo.
Desde la CTERA y la CTA resaltamos la importancia
que le damos a la lucha que llevamos adelante por la
sanción de la ley nacional de educación sexual integral y
los contenidos curriculares desarrollados que representan,
con nuestro aporte y con nuestra lucha, un avance con
respecto a la mirada sobre la sexualidad, la prevención del
abuso y las violencias de género. Apoyamos también el
Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación
Responsable.
A lo largo de este debate en el Congreso hemos
visto que muchos de los que estuvieron en contra de la
educación sexual integral también se opusieron al
matrimonio igualitario y a la ley de identidad de género.
T.8
Schiavoni, D.
El presupuesto previsto para la ley de ESI y los
programas han sido desmantelados y sus trabajadores y
trabajadoras despedidos. Aquí les voy a dejar a los
diputados y diputadas un estudio que hicimos sobre el
presupuesto que el gobierno nacional destina para la ley de
Educación Sexual Integral.

- Ocupa la Presidencia, el
señor presidente de la Comisión
de Legislación General, señor
diputado Lipovetzky.
Sra. Alesso.- Para nosotras “Educación sexual para decidir,
anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no
morir” no son exigencias suficientes por sí mismas, sino
que cada una, y en conjunto, son una condición necesaria
para la protección de la vida y la salud de las mujeres.
No podemos ser hipócritas. Los mismos sectores
que durante años nos negaron la educación sexual integral
hoy se niegan al debate sobre la interrupción voluntaria
del embarazo. Hablo como mujer, como feminista, como
sindicalista, como madre y como trabajadora. Hablo desde
una Central que promueve activamente, en todo el país, las
leyes en defensa de los derechos de las mujeres.
Vengo de una Central a la que no le son
indiferentes las miles de mujeres que mueren por violencia
doméstica o por abortos clandestinos. Sostenemos que el
derecho a la interrupción voluntaria del embarazo es un
problema de justicia social, porque a pesar de que todas
estamos criminalizadas, quienes mueren o se enferman son
las más pobres, las más jóvenes, las jóvenes y niñas de los
sectores vulnerables.
Sostenemos que la clandestinidad no es un
problema moral, es un problema de salud pública. Soy parte
de un colectivo que lucha junto a otras mujeres por el “Ni
Una Menos”. Hay un cambio cultural inmenso que se ve en las
calles, en las escuelas, en las universidades. Señoras
diputadas y señores diputados: ese cambio no se detendrá.
No aceptamos tutelas; ya conquistamos el voto, la
participación política y ciudadana, el matrimonio
igualitario, la identidad de género, los derechos
reproductivos, y junto a miles de mujeres vamos a
conquistar el derecho al aborto legal, seguro y gratuito.
No admitimos tutelas; el Estado debe garantizar
nuestro derecho, las mujeres tenemos derecho a decidir. De
ustedes depende. (Aplausos.)
Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra la doctora
Clelia Mirta Ávila, escribana pública, del movimiento
Unidos por la Vida y la Familia de la provincia del Chaco.

Sra. Ávila.- Agradezco al señor presidente y a los señores


legisladores por este espacio que nos brindan. Ya que
mencionó los títulos, quiero dejar en claro que mi mayor
título es ser hija de Dios y ser mamá de una niña adoptiva
que hoy tiene trece años. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Un segundo, discúlpeme, el


material no se reparte a los diputados directamente, sino
que lo tienen que dejar por Secretaría y queda a
disposición de los diputados. Como hemos hecho desde un
principio, todo el material que traigan los expositores
queda en la comisión y cualquier diputado que esté
interesado puede solicitarlo libremente. Continúe,
discúlpeme.

Sra. Ávila.- En este recinto ya se han vertido un sinnúmero


de fundamentos, diría hasta magistrales, en cuanto a la
defensa de la vida, con argumentos científicos y jurídicos.
Asimismo, los expositores se han explayado acerca
de las implicancias sociales que podría tener si se
legalizara la práctica del aborto en nuestro país. Pero yo
quiero reflexionar brevemente acerca de un punto que por
allí también se lo mencionó que tiene que ver con los
organismos internacionales que están muy interesados en que
en nuestro país se legalice el aborto.
Son aquellas organizaciones transnacionales que
impulsan y que manejan muchísimo dinero y bancan las
campañas pro aborto a lo largo y a lo ancho de todo el
planeta. Me estoy refiriendo, en este caso, a la conocida
IPPF, a las multinacionales dirigidas por Rockefeller y a
muchas otras que podría mencionar, pero quiero dejar en
claro que todas ellas avanzan en tanto y en cuanto en los
países se les permita.
Ellos traen como premisa la teoría de Thomas
Malthus, a quien un día se le ocurrió decir que en el mundo
iba a escasear el alimento y el agua, y por lo tanto, había
que controlar demográficamente a todos los países y
especialmente a los subdesarrollados.
Es así que tanto el Consejo de Población como la
IPPF han lo grado seducir a la ONU para que, en el año
1992, el Banco Mundial le ordene a los países
latinoamericanos que legalizaran el aborto y que hicieran
de ello el centro de los programas de salud materno-
infantil.
Voy a leer la orden que fue titulada “Conferencia
Centroamericana para una Maternidad sin Riesgos” durante la
cual la funcionaria del Banco Mundial, Anne Tinker, exigió
que los gobiernos proporcionaran abortos seguros en los
programas de salud materno-infantil.
Y hoy pareciera que nuestro país está queriendo
aceptar esas recetas, digo por los proyectos que estamos
debatiendo. Tengan en cuenta que yo soy femenina, no
feminista -así como rechazo el machismo rechazo el
feminismo-, pero entiendo que la conquista de los derechos
de las mujeres no tiene que llevarse encima la muerte del
ser más indefenso que puede haber, que es aquel que está en
el seno de la madre.
Y tal como lo expuso uno de los grandes
abortistas en Estados Unidos, Bernard Nathanson, en este
país, como en los otros, se utilizan campañas donde se
falsean las encuestas, donde se desacredita a aquellos
militantes pro vida, apareciendo la opinión pública con
mensajes efectistas para jugar con las emociones, negando
toda evidencia científica, negando las barreras jurídicas,
negando, en definitiva, la verdad.
Gracias a Dios, este abortista que les mencioné
recién, Bernard Nathanson, en un momento llegó a
arrepentirse, cuando a través de una ecografía pudo ver
realmente lo que estaba haciendo.
Nosotros hoy tenemos aquí, delante de los
legisladores, los proyectos que estamos tratando y les
quiero pedir algo: no permitan que en nuestro país se abra
la puerta a una legislación que traerá derramamiento de
sangre inocente sobre nuestra tierra.
El pueblo argentino no quiere leyes injustas,
esperamos todos que no se dejen manipular por un lenguaje
seductor que usa cifras falsas de muertes maternas. La vida
de la madre no tiene más valor que la vida del hijo, ambas
son valiosas y debemos trabajar entre todos para evitar más
muertes por el motivo que fuere, tanto de la madre como del
niño. Pero quiero destacar algo, este proyecto de aborto
evidencia una enorme contradicción en la que incurrirían
nuestros legisladores, porque por un lado, en esta casa se
han sancionado leyes para contrarrestar la violencia, pero
por otro lado, se permite legalizar el aborto siendo éste
el acto más violento y cruel que exista.
Los argentinos no queremos que muera ninguna
mujer, pero tampoco queremos que muera ningún niño en el
seno de su madre.
También se ha legislado y se legisla siempre,
como corresponde, proponiendo leyes contra la
discriminación. Pero el proyecto en tratamiento discrimina
al niño por nacer, porque le niegan el derecho humano a
vivir, así como le niegan ese derecho a quienes tienen
alguna malformación o deficiencia. Hay muchas otras
contradicciones que, por lo corto del tiempo, no puedo
continuar describiendo. Pero sí quiero recordarles, señores
diputados, que si queremos ser creíbles debemos ser
coherentes.
Finalmente, me queda decirles lo siguiente. Es
muy cierto, como ya se dijo en varias oportunidades, que la
cuestión que aquí estamos tratando no tiene que ver con una
cuestión religiosa. Yo agregaría también que tampoco se
trata de una cuestión de derecha ni de izquierda. Se trata
de una cuestión social, de cómo estamos las mujeres y los
hombres en la Argentina. ¿Hasta qué punto nos importa
realmente la vida del otro? Recordemos que nuestra Carta
Magna protege al niño por nacer desde la concepción.
Espero que no se apruebe este proyecto de ley,
porque hay que impedir que los poderes lucren con el
aborto. Cuando nos pregunten por qué en este país no se ha
legalizado el aborto, diremos que porque la Argentina es un
país que respeta su Constitución, así como respeta la
ciencia. Además, tiene suficiente tierra, con recursos
naturales para todo aquel que quiera habitar su suelo, y un
corazón grande capaz de albergar a todos los hijos que
puedan tener nuestras mujeres.
Finalmente, pido a nuestro señor presidente que
no nos arrodillemos ante los poderosos. Nuestro país saldrá
adelante. Necesita tener principios divinos, eternos, que
nada tienen que ver con la religión; necesita respetar
nuestra Constitución, así como la vida desde la concepción.
(Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).– Tiene la palabra la señora


Dolores Fonzi, actriz.

Sra. Fonzi.– Hola. Soy Dolores Fonzi. Soy actriz y madre de


dos hijos. Nunca aborté. Antes de ser madre no me gustaban
los chicos. Ahora siento que puedo ser madre de cualquier
niño.
Han pasado dos meses de debate y han desfilado
por este recinto personas a las que admiro muchísimo por su
valentía -en el caso de los relatos en primera persona- o
por el valor teórico que le dieron a esta ley. Aprendí
mucho. Gracias.
Otras personas, en cambio, amparadas en la
desesperación que les da lo inminente, expusieron discursos
disparatados sin argumentación científica ni legal, con tal
de impedirnos ser libres.
Hoy voy a hablar desde mí, porque en general
represento a muchas. Soy actriz, ya lo dije. Hoy estoy acá
porque un día, una amiga, actriz también, me preguntó:
“¿Qué hacemos? Algo hay que hacer”. En menos de dos semanas
éramos un colectivo de más de 500 mujeres actrices
argentinas. (Aplausos.) En menos de un mes hubo 70.000
cartas firmadas por mujeres de todas las disciplinas que se
comprometieron a seguir el trámite parlamentario hasta que
el proyecto fuera ley. Y si esto sigue así, vamos a ser
cada vez más. Nos vamos a unir más. No solo es necesario;
es inevitable.
Durante los dos meses que duró el debate, todos
los martes y jueves la Plaza del Congreso se vistió de
verde y se llenó de mujeres que trabajan duro por esta ley
desde hace tiempo. A esas mujeres se les sumaron otras más
jóvenes –incluyendo también adolescentes-, todas con
conciencia de sus derechos.
Las mochilas en los colegios llevan este pañuelo.
Aprendimos que la palabra feminista es inclusiva. Se habla
de aborto y de igualdad en las mesas familiares. Hemos
crecido mucho como sociedad. Y ya no hay vuelta atrás. Todo
esto, ¿por qué? Porque somos muchas, muchísimas las que
hacemos el mismo pedido, que no va a parar de crecer,
porque este es un movimiento natural y va a seguir el curso
natural de las cosas. Cuando uno oprime, comprime en menos
espacio lo que debería ocupar el doble. Así no aguanta
mucho tiempo: explota.
Niñas violadas por sus padrastros, madres
desesperadas que golpean puertas de Tribunales que se
declaran incompetentes, jueces que se desentienden de las
personas para ocuparse de ejercer la moral opresora. Y
claro, también, mujeres, como sus amigas, como sus hijas, o
como sus hermanas, que simplemente deciden que no es el
momento de ser madres.
Este sistema niega, invisibiliza, menosprecia,
penaliza y condena a las mujeres. Como si nuestros derechos
no nos correspondiesen.
En la búsqueda de qué decir hoy, se me cruzaron
las peores pesadillas. De alguna manera para mí estar acá
es enfrentarme con los monstruos que atacan a nuestra
sociedad, lamentablemente. Una vez escuché a una chica
contar algo que me pareció monstruoso: era una adolescente
que contaba que estaba amamantando a su bebé en un
colectivo y que podía imaginar, o escuchar la mente de los
que la miraban con desprecio. Escuchaba: “Negra de mierda,
puta, abriste las piernas, te hubieras cuidado, pobre ese
hijo, lo hacen por un plan”. Esa chica había sido abusada,
pero la culpable era ella.
Recordé también el caso FAL, que tanto nombraron
en este debate, un caso que cambió la ley de su provincia.
Me acordé de Belén, la chica de Tucumán que llegó a un
hospital con un aborto espontáneo y la metieron presa. Me
acordé de una amiga a la que le diagnosticaron aborto
porque estaba en riesgo su salud pero le prohibieron
abortar, no tenía como hacerlo. Todas condenadas por la
indiferencia, por la hipocresía, por la doble moral.
Tenemos un Estado que decide transformar a niñas y mujeres
en detenidas en libertad.
Esto me conduce directamente a uno de los
momentos más aberrantes de nuestra historia. Hace poco vino
a la Argentina Margaret Antwood, autora de El cuento de la
criada, y cuando le preguntaron en qué se había inspirado
para escribir su libro, dijo que en parte en la apropiación
de niños durante la dictadura en la Argentina. En el mundo
somos conocidos por eso: matar mujeres, robar niños.
Mujeres esclavas, utilizadas como recipiente, cuyas vidas
no tienen ningún valor. Y encima hemos tenido que aguantar
que en este debate se use ese horror para defender el
aborto clandestino. No nos vamos a meter ahí, pero algo de
lo que digo tiene que ver con lo que planteamos hoy, ¿no?
También quiero recordarles que en el artículo 1º
de la Convención de las Naciones Unidas se considera
tortura obligar a una mujer a gestar, parir y maternar si
ella no lo desea. Ningún legislador o funcionario público
puede legislar en contra de estos derechos.
Hace una semana en Salta el gobernador resolvió
adherirse al protocolo de la ley legislada en 2012 por la
presión social. Ojalá lo cumpla. Recordemos también que hay
muchas provincias que aún no lo aprueban como Formosa,
Santiago del Estero, Tucumán, etcétera. No sé que están
esperando. Es urgente señalar a esos gobernadores y poner
un tope a la impunidad que les confiere su machismo y
racismo. Pero ya nos vamos a ocupar de eso.
Está claro que lo que estamos debatiendo tiene
que ver con la libertad. Yo estoy acá porque soy libre. Soy
libre por mi condición social y económica, por la educación
que recibí y por el camino que me forjé. Otras no gozan de
esos beneficios. Estoy acá, otras ya no están.
No estoy sola, me abraza una enorme horda de
mujeres y yo las abrazo a ellas. Como me dijo una compañera
hoy antes de venir, el amor y la construcción colectiva nos
sostiene. No es un pedido personal, aunque lo personal sea
político. No podría estar en otro lugar ahora, y ustedes
tampoco.
A los que están indecisos o en contra, les pido
que se permitan desconfiar de sus creencias. Desconfíen de
sus creencias. Es cierto que pueden hacer de la Argentina
un país más justo, un país mejor. Tan cierto como que tal
vez nunca vayan a ocupar un lugar de mayor relevancia que
este.
Es ahora, es esta ley, son ustedes y es la
historia, la de todo un país y sus mujeres. Y si es una
cuestión de fe, las mujeres somos la religión en la que
tienen que creer. ¡Créannos! Somos mujeres luchando por
nuestros derechos, por nuestra libertad. Somos mujeres
encaminadas hacia la igualdad. Somos mujeres pariendo una
ley y vamos a hacer que nazca. Muchas gracias. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra Guillermo


Kerz, médico gineco osbtetra de la Universidad Católica de
Santa Fe.

Sr. Kerz.- Antes de empezar mi exposición quiero agradecer


a la diputada nacional Gisela Escala, quien me ha invitado
a participar de este debate.
Estimados representantes del pueblo de la Nación
Argentina: desde mi perfil profesional de médico
tocoginecólogo, traigo ante ustedes algunos ejes de
reflexiones sobre un tema que ocupa y preocupa a la
sociedad argentina: el problema del aborto de una vida
humana bajo la figura de su despenalización. Ustedes son
nuestros representantes y es también en calidad de
representado que las comunico y las propongo.
No vengo con el objetivo de imponer nada, no
encuentro en las obediencias irreflexivas ningún atisbo de
libertad; respeto la libertad y su ineludible
identificación con la conciencia de cada uno; sería, pues,
un error imperdonable querer imponer mis razonamientos
sobre la interrupción voluntaria del embarazo. Solo les
solicito que les presten atención.
La primera reflexión es la estrategia de atención
primaria de la salud. El Estado tiene una responsabilidad
indeclinable con respecto a garantizar el derecho a la
salud. Su responsabilidad es colectiva, su principio es
solidario y su finalidad es dar a todos los que habitan o
transitan el territorio argentino posibilidades reales para
que el derecho a la salud sea una política pública y no una
petición de principios. El primer nivel de atención es el
ser humano, con dignidad intrínseca por tener vida humana
junto a su familia y su entorno.
La vida humana comienza desde el mismo día de la
unión del óvulo con el espermatozoide, sin dejar a dudas,
como se demuestra a través de la trasferencia embrionaria
que se realiza a las 48 horas de la fertilización in vitro
en el útero materno. Si el médico que transfiere ese
embrión de apenas 48 horas de vida, tuviera la menor duda
de que transfiere un mineral, vegetal o un híbrido, estaría
cometiendo experimentación de lesa humanidad. Es decir,
están convencidos de que transfieren vida humana.
La segunda reflexión se cita el nuevo Código
Civil que sostiene que hay persona humana desde la
concepción, comienza el continuo, concepto que significa
que algo que va cambiando gradualmente o en etapas muy
leves, sin ningún punto divisorio clave. Todo está en
desarrollo y no hay un punto tal o cual para la
interrupción. Un embarazo de 14 semanas se lo llama feto, y
hoy en día se multiplican los congresos del feto como
paciente. Uno de los temas del Congreso Nacional de
Ginecología y Obstetricia, a realizarse en setiembre en la
ciudad de Córdoba, será “El Feto como Paciente”,
apareciendo una nueva ciencia, que es la anestesiología de
estos pacientes, a fin de otorgar la dosis necesaria para
poder operarlo intrautero sin producir dolor. Ya ha habido
numerosas operaciones y están en continuo desarrollo.
Cuando se niega la dignidad de la vida humana al
ser humano desde la concepción, se le niega su protección y
promoción, y se crean monstruos conceptuales, de
racionalidad despojada de afectividad, como lo demuestra la
historia de la humanidad: untermensch, infrahumanos durante
el nazismo; no humanos, para los pueblos originarios en la
conquista; seres inferiormente en dignidad, como en la
esclavitud. En todos hay un resultado común: la vida
interrumpida violentamente. El hombre lobo del hombre.
La tercera reflexión es el aborto selectivo
practicado en países como la India, Vietnam y China. Esto
es posible por un análisis de sangre, de la cual se
obtienen células del embrión feto que circula por la sangre
materna, se depuran y se analiza su ADN. Si el embrión es
femenino, se lo aborta. “Son prácticas nocivas de raíz
cultural que valoran más a los niños sobre las niñas”,
explicó en un encuentro en Ginebra Isha Dyfan, responsable
de género y derechos de las mujeres de la Oficina del Alto
Comisionado de la ONU, junto a la Organización Mundial de
la Salud, Unicef, el Fondo de Población de las Naciones
Unidas, y ONU-Mujeres. Hay niñas intrautero en esos países,
por eso el grito: paren el aborto selectivo.
Pareciera que las niñas por nacer en la India
tienen entidad como seres humanos para estos organismos, no
así los embriones femeninos en la Argentina cuando se
proponen leyes que pretenden privilegiar la vida de unos y
la muerte de otros.
La cuarta reflexión es que se puede disminuir la
muerta materna en general y la muerte por aborto en
particular. En los últimos veinte años ha disminuido la
muerte materna en la República Argentina en más del 50 por
ciento, como también ha sucedido en la provincia de Santa
Fe. Igual reducción tuvo la muerte materna por aborto.
Medidas de alto impacto desde la salud pública como ser la
educación y acceso a la salud sexual y procreación
responsable, el control prenatal, la atención adecuada del
parto, la recepción del recién nacido, como las
asignaciones universales por embarazo y por hijo colaboran
en disminuir el flagelo de la muerte materna.
Para continuar avanzando en la reducción de la
muerte materna, esta Honorable Cámara de Diputados podría
promulgar una ley de promoción y protección integral de la
embarazada en conflicto con su embarazo, evitando la muerte
por aborto y otras causas, promoviendo y protegiendo ambas
vidas. Esta ley, presentada hace más de diez años por la
actual diputada nacional Silvina Frana en la Legislatura de
la Provincia de Santa Fe, expresa en algunos de sus
articulados: “Entiéndase por mujer en conflicto con su
embarazo a toda mujer embarazada que por cualquier causa
sufra un disturbio emocional o cualquier tipo de violencia,
que pudiera poner en peligro la salud o vida de ella o de
su hija.” “La protección se dará con absoluta independencia
de la causa que haya dado origen al conflicto.” “En el
articulado 8 el Estado deberá garantizar la asistencia y
asesoramiento gratuito para realizar todos los
procedimientos legalmente establecidos para la adopción de
la hija o hijo nacido vivo a la mujer que lo solicite desde
la concepción.”
Quinta y última reflexión: el Estado debe
garantizar la salud, que está sustentada en el primer
derecho que es el derecho a la vida de todos los habitantes
de la Argentina. Las políticas de salud activas deben
continuar a fin de disminuir la muerte materna y acortar la
brecha en salud, desigualdades que muestran un norte
argentino más injusto y comunidades rurales con escaso
acceso a la salud con respecto a provincias centrales o de
mayores recursos económicos. Ningún legislador puede
descansar sin sentir este sufrimiento en lo más íntimo de
cada uno, sobre todo aquellos que representan a provincias
de mayores recursos económicos.
La promoción de la salud necesita de políticas
activas, de mayor presupuesto para que los determinantes de
la salud no sean el factor que lleve a decidir una vida
sobre la otra.
Conclusión: la vida humana comienza desde el
mismo momento de la unión del óvulo y el espermatozoide. El
feto como paciente es una realidad en el mundo de la
ciencia. La disminución de las tasas de muerte materna y de
muerte infantil son indicadores de desarrollo de los
pueblos. Las brechas en salud reflejan un país que no cuida
y protege la vida humana, refleja un país poco solidario.
Benito Quinquela Martín fue abandonado a los dos
meses de nacer en un orfanato de la Boca hasta que fue
adoptado a los seis años por la familia conformada por
Manuel Quinquela y Justina Molina; su madre lo abandonó,
pero le dio la vida y pudo vivir. Quizá en ese tiempo le
hubieran ofrecido a esa madre misoprostol en lugar de un
orfanato.
Concluyo con la reflexión de quien fue el primer
ministro de salud de la República Argentina, cuando se
formó por primera vez el Ministerio de Salud; sí había
ministerio de Ganadería, porque se cuidaban mejor las vacas
y los animales que los hombres. Le hago la propuesta a cada
legislador para su conciencia. Ramón Carrillo decía que no
hay política de salud sin políticas sociales, todos los
hombres tiene igual derecho a la vida y a la salud.
Estimados representantes del pueblo argentino:
solo en su conciencia estarán aprobando una ley que permita
la eliminación de la vida humana en forma violenta, que no
me cabe la menor duda afectará tanto a nuestra generación
como a la siguiente. El Estado debe garantizar el derecho a
la vida, no quitarlo. Espero que mi propuesta pueda ser
tenida en cuenta a la hora de la votación. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra el doctor


Ginés González García, ex ministro de Salud y ex embajador
argentino en la República de Chile. (Aplausos.)
Sr. González García.- Me encanta el tema de este debate. En
realidad, es un debate que a veces parece un combate –por
lo que yo he visto, no solo en el rato que estoy acá, sino
por lo que he oído y por lo que se ha tratado de imponer-,
pero es un debate entre la ficción, la ciencia y las
creencias, entre los resultados y los no resultados.
Hoy estuve viendo por televisión al ministro de
Salud actual, y creo que fue tan contundente que ustedes no
necesitan ninguna cifra, ni yo las traje, y de ninguna
manera voy a apoyarme en un PowerPoint.
El hecho es concreto y cualquiera que esté en
esto sabe que es un problema grave. Me emocionó mucho
encontrar unos cuantos amigos y amigas con los cuales hemos
peleado juntos, desde distintos lugares y desde distintos
partidos, en lo que respecta a los temas de la salud.
Yo pedí la primera encuesta para saber la
magnitud del tema en el año 2002 -aunque no me gusta ser
auto referente- que algunos objetan, pero en realidad, a
partir de ahí -para hablar de lo que en parte se escucha en
este debate- siempre hubo algunos diciendo que no y otros
preguntando por qué no seguimos al mundo, por qué no vamos
al primer mundo, por qué no vamos a la evidencia, por qué
no vamos a los resultados y por qué no hacemos las cosas
que probadamente se hacen –aquí, en América, en pocos
lugares- desde hace muchos años en el mundo, en la OCDE y
en el Mercado Común Europeo. Sobre todo, en un país que
tuvo además una legislación de avanzada desde hace casi un
siglo.
Si ustedes vieran las cosas que decían de esa
legislación cuando se aprobó; que se terminaba el país, que
era la destrucción de la familia, que tendría un impacto
demográfico o que la Argentina nunca más crecería, algunos
de esos argumentos también se escuchan ahora. La verdad que
en estos casi cien años, en realidad, esa ley sirvió como
un testimonio de avanzada y quizá la pregunta sea: ¿por qué
no la cambiamos en tantos años? Yo creo que como está hoy
no sirve para nada.
Y si ustedes quieren, sí sirve, sirve para que
tengamos muertes maternas evitables, sirve para que
tengamos miles de internaciones, no importa si el año
pasado fueron un poco menos que en el anterior, pero son
muchísimas, son miles, son 150 internaciones por día. Hoy
hay 150 internaciones por consecuencias postaborto.
Entonces, cuando uno tiene una realidad de ese
tipo tiene que cambiarla, para eso está sentado y para eso
tiene el honor que tuve yo en algún momento de mi vida y
que tienen ustedes en este momento.
Por ejemplo, el Programa de Salud Reproductiva,
¿ustedes se acuerdan que habíamos creado el programa de
Medicamentos Genéricos? Tuve bastante combate ahí y nada
menos que con gente que es poderosa. (Aplausos.)
Tuve muchos más problemas -lo digo realmente- con
el Programa de Procreación Responsable y Salud
Reproductiva. ¿Ustedes se acuerdan el lío que hubo con la
Iglesia en nuestro gobierno? No fue por el tema de la
despenalización del aborto, sino por difundir el uso del
profiláctico. ¿Ustedes se acuerdan que cuando hicimos el
programa en muchas provincias no había forma de que se
distribuyera? Tuvimos que incluirlo en una cajita
específica, después se incorporó en el programa Remediar,
que era una caja más grande, para que llegara directamente
a los centros de salud porque si no, en muchas provincias
no los distribuían. Y no los distribuían por cuestiones que
tenían que ver con los poderosos del lugar.
Y además, como siempre, los valores morales los
usaban sobre los más débiles, porque no iban a la Iglesia a
predicar que no se vendieran anticonceptivos; no dejaban
que hubiera un programa público de acceso para los más
débiles –económica, social y culturalmente-, en primer
lugar, a la información y en segundo lugar, a todos los
insumos.
Entonces, realmente creo que una ley puede
cambiar mucho la realidad; esto se lo digo a los diputados,
esa es la verdad y creo que todos ustedes tienen tiempo y
experiencia política. Créanme que en este caso ustedes
están tratando de cambiar la realidad, y no es que cambia
porque de un día para otro se modifique todo, sino porque
deja de ser un delito, que es la causa fundamental por la
cual se producen las muertes, las internaciones, las
consecuencias y los negocios.
Todo eso es porque es un delito; si dejara de ser
un delito, como sucede en la mayor parte de los países del
mundo -más allá de los acotamientos o los tiempos que se
establezcan, yo sé que están trabajando en eso-, se
llevaría a cabo con métodos modernos como los que se usan
en todo el mundo, con más medicamentos que intervenciones;
además de todos los derechos de las mujeres y todo lo que
ello significa.
Realmente, créanme que no lo digo con ninguna
demagogia, sino porque creo que pocas veces se da esta
oportunidad de que una ley cambie la historia. Y esta
historia, al desaparecer el miedo, o al minimizarlo, o al
dejar que exista lo delictivo, que es el mecanismo
fundamental de la represión que se ejercita, va a cambiar
sustancialmente.
Por último, me gustaría dirigirme más
especialmente a algunos de mis compañeros de ideología
política. El peronismo no fue hecho para mantener las cosas
como están; el origen del peronismo es para cambiar la
historia, el origen del peronismo no es para defender a los
poderosos ni para tenerle miedo a los poderosos del pueblo
que puedan sancionarlo.
El origen del peronismo es, justamente, para
defender a los débiles. En el origen del peronismo siempre
ha habido aprietes, y estoy seguro de que ustedes tienen
aprietes. Todos hemos tenido aprietes en distintos momentos
de nuestra vida en la función pública. Pero una cosa son
los aprietes que podamos aguantar y hacer las cosas como
deben ser y otra cosa son los aprietes que hacen que las
mujeres hasta a veces sean embarazadas por esos aprietes y
después tengan todas las consecuencias que tienen.
En la Argentina, además –como ustedes lo saben y
lo vieron en muchas provincias-, ni siquiera se cumple la
ley, ni siquiera se cumple el aborto legal y todo eso es
por el miedo. Una vez desaparecido el miedo se volverá a
las cuestiones centrales que debemos considerar: defender a
los más débiles. En la Argentina hay muchos abortos pero
también hay dos clases de abortos: abortos de pobres y
abortos de ricos; no son iguales ni tienen las mismas
consecuencias. Entonces, nuestra obligación política es
defender a los más débiles que son las mujeres, que son las
jóvenes y que son las que tienen menos capacidades
culturales, económicas y sociales. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra la doctora


María Inés Brogin, abogada de la UBA, diplomada en Derechos
Humanos, directora de Relaciones Institucionales en el
Frente Joven.

Sra. Brogin.- Buenas tardes, les agradezco a todos por la


invitación. Hoy vengo en representación de la organización
a la que pertenezco, por una problemática que nos preocupa
y atendemos hace más de diez años.
Para comenzar, quiero que todos hagamos un
esfuerzo estos siete minutos, sé que vienen escuchando hace
mucho tiempo pero tratemos de escuchar y tratemos de ser
empáticos, de tener esa capacidad de percibir, compartir y
comprender lo que otro vive, padece o sufre.
Para ello los invito a todos a hacer el siguiente
ejercicio: ¿qué dirían si ahora mismo, en este instante,
alguien tiene que tomar alguna decisión acerca de sus
vidas?, cualquier decisión.
Tomamos muchas decisiones desde que nos
levantamos; elegimos qué desayunar, qué medios de
transporte tomamos, qué almorzar. ¿Qué dirían si a partir
de ahora alguien más decidiera sobre eso? ¿Qué dirían si
esa decisión es sobre si vas a vivir o vas a morir, más
allá de lo que hayas hecho o puedas llegar a hacer? ¿Y qué
dirías respecto a esa decisión si no hay nada,
absolutamente nada que puedas hacer al respecto?
Señores diputados: miles de niños están ahora en
esa situación. Alguien decide sin que ellos sepan si
morirán o vivirán. Ese alguien es su madre y esa decisión
es el aborto.
Nos quieren hacer creer que este es un debate
dialéctico: a favor o en contra. Nos quieren embellecer
este debate para que suene poético, para que los dos
términos en los que se fundamentan los derechos humanos se
enfrenten a muerte: la vida y la libertad.
Nos quieren hacer creer que está en debate cuándo
comienza la vida humana. La ciencia moderna brinda
argumentos genéticos, biológicos y embriológicos que
demuestran con claridad que las personas humanas por nacer
son tales desde el momento de la concepción.
Los proyectos de ley presentados postulan la
completa legalización del aborto hasta la semana catorce
sin expresión de causa y, luego de ese plazo, por amplias
causales. Esto implica una legalización encubierta de
aborto irrestricto, ya que hace del aborto algo a petición
y sin plazos, de manera absoluta y arbitraria.
Desconociendo el derecho internacional, estos
proyectos pretenden legislar sobre un supuesto derecho al
aborto. No existe ningún instrumento internacional que
obligue a nuestro país a consagrar el pretendido derecho,
sino al contrario: los instrumentos internacionales han
podido ser ratificados por la Argentina porque no han
colisionado con las normas. Ante los riesgos de entrar en
conflicto, la Argentina ha hecho reservas aclarando la
situación dada. Eso es lo que ocurrió en el caso de la
Convención sobre los Derechos del Niño, cuando el artículo
2º de la ley 23.849, dice: “Al ratificar la convención,
deberán formularse las siguientes reservas y
declaraciones”, y en el segundo párrafo, expresa: “Con
relación al artículo 1º de la Convención sobre los Derechos
del Niño, la República Argentina declara que el mismo debe
interpretarse en el sentido que se entiende por niño todo
ser humano desde el momento de su concepción y hasta los 18
años de edad”.
Por lo tanto, en virtud de estas disposiciones,
la Argentina no puede estar obligada a algo que no se
consideró problemático cuando fueron ratificados estos
tratados. Si algunos organismos internacionales han
recomendado a la Argentina la regulación de la práctica de
los abortos en determinadas circunstancias, lo han hecho
yendo más allá de lo que los tratados establecen, es decir,
más allá de lo que nosotros mismos hemos firmado.
En conclusión, deberíamos dejar de debatir cuándo
comienza la vida humana. La vida comienza en la concepción
y se encuentra protegida en nuestro bloque constitucional,
por el principio de progresividad. No se puede retrotraer
ese derecho por la prohibición de no regresividad, si es
que tenemos una adecuada concepción del sistema de derechos
humanos.
Es importante que tengamos en claro que esa
protección existe ante los ataques que ya se han esgrimido
en este debate, cuando se habló de que el deseo de la madre
tiene que ser preexistente para que un ser humano sea
considerado persona. Tal consideración, efectuada por una
corriente materialista, conduce a la abolición de la noción
de derechos humanos. La independencia de la persona tiene
que ver con que a ningún hombre o mujer le corresponde
juzgar si otro hombre o mujer posee o no los rasgos
fundamentales de la personalidad. Los derechos humanos
dependen del hecho de que nadie tiene la prerrogativa de
definir el círculo de aquellos a los que les corresponde o
no corresponde vivir.
En definitiva, si la calificación de persona
dependiera de la voluntad de un hombre, de algunos hombres,
o de las convenciones humanas, librados a las veleidades de
los poderosos ocasionales, no podría afirmarse tal
constitutivo esencial de la persona humana, puesto que
quedaría librado a cualquier decisión arbitraria
desprovista de racionalidad. En efecto, en tal caso se
consolidaría una tiranía sin límites de aquel que tuviera
la facultad de definir quién es persona o no. Y ello, claro
está, no es admisible dentro de un Estado de derecho que no
se cansa de pregonar estar a la vanguardia de los derechos
humanos fundamentales.
Por otra parte, nos quieren hacer creer que se
propone legalizar el aborto para salvar la vida de la
mujer, que se vería obligada a recurrir a abortos en
condiciones muy riesgosas para su salud. Así, se afirma
nuevamente otra dialéctica. Nos quieren hacer creer que se
encuentra en disputa el derecho a la vida de dos personas:
el de la madre y el de su hijo por nacer. De esta manera,
quienes propugnan la legalización del aborto ya no
necesariamente niegan que el ser humano exista, pero
sostienen que su derecho a la vida debe ceder ante el
riesgo que significa todo aborto ilegal.
Como fundadora de una organización que hace años
intenta combatir la mortalidad materna en nuestro país, soy
totalmente consciente de que existe un problema grave de
muertes maternas, que podemos y debemos encarar y
solucionar. Se trata de muertes maternas que se pueden
evitar. Los estudios en la materia son vastos, y es así
como nació nuestro programa Defensores de Mamás.
Hay problemas estructurales detrás de la
maternidad vulnerable que no se solucionan a partir del
aborto y que son invisibilizados cuando se liberaliza el
aborto. De hecho, es muy común que la gente crea que la
principal causa de mortalidad materna en la Argentina es el
aborto, cuando no lo es. Primero, están las causas
obstétricas directas, que son el 47 por ciento. Este último
problema, el más grave que enfrentamos, nadie lo menciona.
¿O acaso no nos importa la vida de las mujeres?
El aborto libre no ataca las causas que llevan a
las madres vulnerables a considerar el aborto, sino que lo
colocan en el riesgo de vida, como ocurrió en el caso de
Keyla Jones, que murió a causa de un aborto provocado en un
hospital.
Miles de historias dolorosas se esconden detrás
del aborto. Es una tragedia personal y un fracaso social
que nos interpela a todos. Este debate exige una gran
responsabilidad, ya que da una oportunidad para enfrentar
un problema profundo y complejo.
Ninguna mujer quiere abortar. La obligación
médica es salvar las dos vidas; la obligación de ustedes,
nuestros representantes, es legislar y decidir en ese
sentido.
Nada bueno puede darse en la sociedad cuando se
elige la muerte como solución. Una profesora amiga siempre
nos decía: “¿Por qué poner una „o‟ donde podemos poner una
„y‟? Existen estrategias de fondo para prevenir tanto las
muertes maternas -me refiero a todas las muertes maternas-
como los abortos, salvando tanto a la mujer como al niño.
Estamos ante el desafío de encontrar las opciones
más humanas para que los derechos sean efectivos de un modo
más pleno y para más personas. Para que nadie deba morir ni
sufrir por un aborto en la Argentina, salvemos las dos
vidas. (Aplausos.)
Sr. Presidente (Lipovetzky).– Tiene la palabra la señora
Diana Maffía, doctora en Filosofía, docente de grado y
postgrado de la UBA y de distintas universidades nacionales
e internacionales, e investigadora del Instituto
Interdisciplinario de Estudios de Género. Ha sido compañera
de varios diputados y diputadas en la Legislatura de la
Ciudad de Buenos Aires, y tiene muchísimos antecedentes más
que no vamos a alcanzar a nombrar en este momento.

Sra. Maffía.– Quiero manifestar mi agradecimiento por la


oportunidad que me han dado de expresar mi opinión
ciudadana ante los diputados y diputadas nacionales, en
este debate legislativo histórico, donde esperamos que se
salde una deuda democrática, ya que estamos en una
institución que expresa la pluralidad de las ideas
políticas de una sociedad.
Es un debate histórico porque estamos discutiendo
el aborto, que es algo que impacta en la vida de todas las
mujeres, y porque esta vez estamos nosotras para que se
consideren nuestras razones, nuestros testimonios y
nuestras experiencias.
Hoy vamos a concluir una extraordinaria tarea. Si
bien hemos tenido la oportunidad de presenciar una serie de
audiencias públicas en las que hubo muchos desvíos y mucha
falta de pertinencia, también quedó en claro que lo que se
está por decidir no es si las mujeres deben abortar o no,
sino en qué condiciones lo harán. Las mujeres abortamos. La
cifra es elocuente. El movimiento de mujeres, a través del
socorrismo, ha tomado en sus manos acompañar a las mujeres
a abortar de modo seguro. El que está ausente es el Estado,
y sobre eso se debe legislar. Lo que estamos tratando de
subsanar es el desencuentro entre el Estado y las mujeres.
Este Congreso deberá demostrar con su voto si nos considera
o no ciudadanas capaces para que tal encuentro se realice.
Todos queremos que haya menos abortos. Hay que
buscar el mejor camino para eso, dado que la
criminalización no ha resultado eficaz para bajar su
número. En cambio, sí ha resultado eficaz para amenazar la
vida, la salud y la autonomía de todas: las que parimos y
las que abortamos.
En 1921, cuando se redactó el artículo que hoy
intentamos cambiar, las mujeres éramos consideradas
incapaces, pasábamos del dominio del padre al del marido,
no votábamos, no legislábamos, no administrábamos nuestros
bienes, no ejercíamos profesiones ni patria potestad sobre
nuestros hijos, nuestra palabra no valía nada y ni siquiera
podíamos ser testigos en un juicio. En nuestro sistema
normativo no fuimos representadas, sino sustituidas. No
fuimos protegidas, sino tuteladas.
Se trata de una paradoja ética: la dignidad que
se ha insistido en otorgar a un embrión, a un ser en
gestación potencialmente humano, se nos niega a las mujeres
desde hace siglos. Se desconoce nuestra condición de
sujetos morales, se obstruye nuestra autonomía y se
debilita el reconocimiento de nuestra ciudadanía.
La exclusión y la invisibilidad de las mujeres y
otras personas gestantes en un asunto que nos impacta de un
modo en que ninguna ley ni prohibición afecta a los
varones, tiene su ícono en un feto gigante que tomó el
espacio público y en pequeños fetos en primorosas cajitas,
obsequiados a los legisladores y legisladoras de esta casa.
Allí nos dicen qué somos y dónde estamos las mujeres: nada.
Un feto de nadie, con un cordón umbilical que no
se conecta a ningún cuerpo de persona humana, un feto wifi
cuyo centro de operaciones son instituciones confesionales
y misóginas, religiosas y académicas que aquí han hablado
por nosotros. Y no nos engañemos, los mismos que hoy
argumentan en contra del derecho al aborto legal,
estuvieron en contra del divorcio vincular, de la patria
potestad compartida, de la educación sexual, del acceso a
la anticoncepción, del matrimonio igualitario, siempre con
argumentos tremendistas que fueron desmentidos por la
sociedad, porque somos perfectamente capaces de hacer un
uso racional de la ley.
El aborto constituye una demanda permanente del
movimiento de mujeres desde el retorno de la democracia.
Desde entonces, nos hemos ocupado de desarmar muchas
falacias, recolectar datos y evidencias genuinas y refinar
nuestras razones. Muchas de esas razones han sido expuestas
aquí: los derechos de toda persona en relación a su
sexualidad pueden ser reproductivos o no reproductivos, y
el Estado debe garantizar ambos tipos de derechos con
políticas adecuadas.
Las mujeres somos capaces de gestar, de parir, de
amamantar, pero esa capacidad no puede transformarse en una
obligación. Tenemos el derecho a una maternidad deseada y
no el deber de una maternidad forzada. Un embarazo deseado
coincide con la voluntad procreacional, y el Estado está
obligado a garantizar el respeto a ese proyecto vida. Un
embarazo forzado es cuando no hay voluntad procreacional o
cuando hay un obstáculo que nos daña y se evalúa entonces
su continuidad o su interrupción. La persona gestante es
quien debe tomar la decisión y quien debe evaluar, y
debería tener derecho a interrumpirlo respaldada por el
Estado.
Recordemos que el Código Civil establece la
prioridad de la voluntad procreacional sobre la maternidad
o paternidad biológica, pero las objeciones a la
interrupción del embarazo pretenden que la mera condición
de gestación obligue a la maternidad, aunque sea
involuntaria o amenace con un daño o sea expresamente
contradictoria con la voluntad de la persona gestante, y
esto afecta su libertad y su dignidad. Se nos obliga a una
conducta heroica, supererogatoria, y eso no es exigible
moralmente.
El punto es quién toma la decisión. Esta es la
cuestión política, porque involucra relaciones de poder, y
porque forma parte de la construcción de ciudadanía. En
este debate se decide si se reconoce el estatus moral de
las mujeres para tomar decisiones autónomas sobre sus
propias vidas o continuamos bajo tutela. La autonomía sobre
el propio cuerpo gestante es un derecho inalienable, por
ende la clandestinización, la criminalización y las muertes
por abortos inseguros no deberían ser nunca más una
política de Estado.
Lo que se discute es si una mujer que aborta debe
ir presa o no, y si hacerlo de modo seguro o inseguro debe
depender de su estatus económico, eso es lo que se discute:
aborto legal, seguro y gratuito. Quienes estamos a favor de
la ley de interrupción voluntaria del embarazo no
intentamos imponer nuestras decisiones a quienes están en
contra del aborto. Y nos hemos asegurado de que ninguna
mujer sea obligada a abortar, porque su consentimiento debe
ser explícito. Pero quienes objetan la ley pretenden
imponer sus preferencias morales e impedir que el resto de
la sociedad pueda planificar su vida con otras convicciones
éticas. La ética es racional, la ética no es dogmática,
el dogma es religioso. Quienes sigan un dogma podrán no
abortar.
Que la interrupción voluntaria del embarazo se
legalice es un hecho político que repara la desigualdad de
poder en la apropiación de las decisiones sobre los cuerpos
gestantes. Que no se legalice y se perpetúen los abortos
clandestinos y riesgosos también es una acción política,
esta vez a favor de la apropiación de los cuerpos gestantes
como medios para fines que no son propios de su decisión
autónoma. Y no considerar a las mujeres un fin en sí mismas
es un hecho inmoral que nos obliga a un sometimiento
indigno de la condición humana.
Por otra parte, se puede defender el derecho a la
vida de las personas nacidas y en etapas gestacionales sin
penalizar el aborto. La vida se defiende positivamente y no
mediante prohibiciones, nosotras defendemos la vida. La
legalización disminuye las muertes maternas y también
disminuye el número de abortos. Si quieren salvar las dos
vidas, como dicen, aprueben la ley de interrupción
voluntaria del embarazo. Gracias. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky>).- Tiene la palabra Rocco


Buttiglione, ex ministro y ex diputado de Italia, ex
vicepresidente de la Cámara de Diputados de la República
Italiana por el partido Unión de los Demócratas Cristianos
y del Centro, director de la Cátedra Juan Pablo Segundo de
filosofía e historia de las instituciones europeas.

Sr. Buttiglione.- Señores diputados y diputadas, señoras y


señores, amigos: es muy difícil hoy hablar de aborto en la
Argentina. En todo el mundo se va llevando sobre este tema
una lucha tan encarnizada, que se ha perdido el deseo de
entender a las razones de los otros, lo que es necesario
para que haya un verdadero dialogo y no solo un intercambio
de monólogos en el que cada uno quiere solo escuchar su voz
y no entender las razones del otro.
Mi ubicación personal es bien conocida y todos
saben que sobre este asunto tengo convicciones muy
enraizadas, por las cuales he pagado también precios
elevados en el curso de mi vida política. Yo les ruego, sin
embargo, volver a empezar conmigo una investigación sin
prejuicios sobre este tema en la tentativa de considerar
todos los lados de un problema tan impactante.
El primer punto es que es difícil negar que el
fruto de la concepción sea un individuo de la especie
humana. Científicamente entre el momento de la concepción y
el momento de la muerte hay una evolución continua en la
cual no es posible encontrar momentos de fractura o de
transformación cualitativa.
Lo que identifica al ser humano es la posesión de
una forma única e irrepetible. En el interior de la ciencia
biológica la posesión de una forma única e irrepetible se
refleja en la posesión de un ADN igualmente único e
irrepetible. El ADN del cigoto es diferente del de la
madre. El cigoto es un individuo distinto de la madre.
Algunos afirmaron que el momento de la
individuación es sucesivo a la concepción y lo colocaron en
la segunda semana de embarazo, que es el período en que es
posible la diferenciación de un cigoto en dos gemelos
idénticos. Ellos dicen que en esta etapa hay materia humana
viviente y no individuos de la especie humana. Esta
objeción no me parece conveniente.
La diferenciación de gemelos idénticos es una
ocurrencia muy rara, se dan 4 cada 1.000 casos
aproximadamente, y aún no entendemos exactamente sus
causas. En esos pocos casos el cigoto contiene, no uno sino
dos individuos de la especie humana, no cabe duda que el
proceso natural del embarazo va a generar individuos de la
especie humana.
Esta individuación está presente desde el
comienzo aunque en muy pocos casos pueda duplicarse
generando dos niños. Imaginemos que tienen razón los que
dicen que en las primeras dos semanas no hay un individuo
de la especie humana, sino materia humana viviente aún no
individualizada. Es una disputa científica y yo no soy
científico como para juzgar sobre esto, pero como político
tengo que aplicar el principio de precaución. El principio
de precaución dice que si hay una duda razonable que una
acción haga daño a la salud o a la vida del hombre, esta
acción es ilícita. Aún si no fuese cierto, y lo es, que la
individuación tiene lugar desde la fecundación, el
principio de precaución nos impide destruir al cigoto. El
principio de precaución es una piedra angular de la
consciencia y de la legislación ecologista.
El problema del momento de la individuación es
importante por el asunto de la llamada píldora del día
después. Algunos defensores de este tipo de píldora dicen
que la misma interviene en un momento en que aún no existe
un individuo de la especie humana, sino materia humana
viviente. Es imposible negar que haya en este caso al menos
una duda razonable que justifica la aplicación del
principio de precaución.
Muchos defensores del aborto no niegan que el
cigoto sea un individuo de la especie humana. Ellos
diferencian entre individuo de la especie humana y persona
humana y dicen que el cigoto o el feto es un individuo de
la especie humana pero no una persona humana. El concepto
de individuo de la especie humana pertenece a la ciencia
biológica, el de persona, a la filosofía. Ellos dicen que
para ser personas es necesario estar en relación con otras
personas humanas, ser acogidos en una comunidad humana.
Otros dicen que ser persona depende de la capacidad de
estar en relación con otros. Realmente, la capacidad de
estar en relación con otros es una característica
fundamental del ser persona.
El niño no nacido -desde ahora no hablamos más
del cigoto, que es una palabra de la biología, sino de niño
no nacido, que es el lenguaje de la filosofía y también del
sentido común- está en relación con otros y está, por
supuesto, en relación con la madre. El problema es
exactamente si es lícito rechazar e interrumpir una
relación que ya existe.
Algunos ligan la relación con la capacidad de
hablar, pero las relaciones no son solo relaciones
verbales. Otros argumentan que la persona debe estar
consciente de la relación, pero hay una infinita graduación
de no estar consciente y lo decisivo no es que el niño esté
consciente de la relación, sino que nosotros estamos
conscientes de nuestra relación con el niño.
Otros piensan que el aborto es lícito hasta el
momento en que el niño tenga un sistema nervioso bastante
desarrollado para sufrir dolor, eso tampoco es muy
concluyente. Sería como decir que matar a un hombre es
lícito si lo hacemos de manera tal que no sufra. Además, se
plantea aquí una cuestión política muy importante. Todos
los individuos de la especie humana son personas. ¿Hay
individuos de la especie humana que no son personas? En el
mundo clásico los esclavos no eran personas, tampoco los
niños eran personas. Al nacimiento la mujer ponía al niño
en el hogar, si el dueño de casa lo levantaba en sus brazos
el niño era hijo y ciudadano, si no, lo dejaban morir, o a
lo mejor, tenía una suerte de esclavo. En la Alemania nazi
no todos eran personas, los pertenecientes a las razas que
se consideraban inferiores no eran personas. Igualmente en
la Rusia comunista, los que se oponían al curso de la
historia no eran personas y no tenían libre derechos. En la
mentalidad colonialista e imperialista, lo que el sistema
no necesita, los marginales, los que nos producen, no son
personas.
Un filósofo, Spinoza, ha escrito que todos tienen
tanto derecho como poder, los que no tienen ningún poder no
tienen ningún derecho. El progreso de la civilización
jurídica, por el contrario, coincide con la decisión de
poner el poder colectivo al servicio del derecho de cada
uno y especialmente del más débil, del que por sí mismo no
puede defender su derecho. Se habló de defender a los más
débiles, el más débil aquí, evidentemente, es el niño.
Hasta ahora hemos considerado las razones en
contra de la legalización del aborto. Está claro que yo
comparto estas razones, que se pueden condensar en una
afirmación: el niño no nacido es una persona humana y como
tal tiene el derecho a la vida. Esa posición yo la comparto
enteramente, pero no creo haber convencido a todos los que
luchan por la despenalización del aborto. ¿Por qué ellos no
ven una cosa tan evidente como el hecho de que el niño no
nacido tiene el derecho a la vida y el Estado tiene que
proteger ese derecho a la vida? ¿Por qué no lo ven?
Intentaré ahora entender las razones de los
partidarios de la despenalización. Ellos ven otra verdad
con tanta intensidad, que no les permite ver esta verdad, y
no consiguen colocar su propia verdad en el organismo
exhaustivo de la verdad total. ¿Cuál es la verdad que ven
los partidarios de la despenalización? Podemos formularla
así: Dios confía el niño a la madre de una manera tan
íntima y particular, que es muy difícil defender el derecho
del niño contra la madre.
Hay que hacer todo lo posible para consolidar o
reconstruir la alianza entre el niño y la madre. Es mucho
más natural y también más fácil defender los derechos del
niño con la madre y no contra la madre.
Para la mujer el embarazo puede presentarse como
una intrusión no deseada en su proyecto de vida personal,
una intrusión intolerable que provoca una reacción de
defensa desesperada.
El niño vive en el cuerpo de la madre, altera su
metabolismo, interfiere con su capacidad de trabajo, con su
vida sexual, con sus proyectos de futuro y con su destino.
Aún más, el niño interfiere con la autoconciencia de la
madre, no solamente con la manera en que ella piensa su
futuro, sino también con la manera en que ella piensa su
presente y su pasado, la esencia de su personalidad. Por
eso, el embarazo puede ser experimentado subjetivamente
como una injusta agresión.
El embarazo cuestiona íntimamente la capacidad y
voluntad de la mujer de ser madre, porque afecta
directamente su autoconciencia. Por eso, muchas veces
algunas mujeres dicen que los varones no pueden entender
qué es el drama del aborto.
Si yo hablo de estas cosas no es solo porque soy
un profesor, he leído muchos libros, sino también –soy un
varón, no puedo negarlo- soy el padre de cuatro mujeres y
el abuelo de doce niños, he asistido y participado a los
embarazos de mi mujer y de nuestras hijas y he vivido con
ellas este camino.
Nuestra sociedad no prepara a las mujeres para
asumir el destino de la maternidad, nuestra sociedad pide
que las mujeres trabajen y tengan éxito profesional en una
sociedad competitiva; de eso depende la estima social.
Mientras que la maternidad, el ser una buena madre, es cosa
de manual. Mucha literatura feminista, no toda, ha
asimilado este juicio y propone modelos de feminidad sin
maternidad, o por lo menos, modelos de feminidad en que la
maternidad tiene un papel eventual y secundario.
Se hace coincidir la liberación femenina con la
liberación de la maternidad. Cuando se presenta el
embarazo, la mujer no está preparada para acogerlo, su
horizonte de vida y de expectativas no lo contempla.
Tenemos la tarea cultural urgente de definir un
modelo de feminidad que contemple el éxito profesional con
la maternidad. Esa es una tarea cultural pero también
social y jurídica. Hoy la maternidad es un obstáculo para
el éxito profesional y la cultura dominante aprecia mucho
el éxito profesional y poco el ser una buena madre. Hay que
cambiar la cultura dominante y hay que facilitarles a las
mujeres que puedan tener éxito profesional y también ser
buenas madres. Eso implica una política de la educación, de
la cultura y una política del trabajo.
La maternidad no es solo un asunto individual,
sino también un asunto social. El embarazo es un tiempo
particular en la vida de la mujer. El niño no nacido es
para la mujer un papel en blanco en el cual ella proyecta
sus esperanzas, pero también sus temores y los conflictos
que viven en su inconsciente. Ella necesita en este tiempo
no quedarse sola, tener el apoyo de un contexto amigo,
necesita tener el apoyo del padre del niño, que le diga que
la ama y que las modificaciones de la forma de su cuerpo
que el embarazo conlleva no le hacen perder su atractivo
femenino, sino que lo incrementan y la hacen más preciosa a
sus ojos.
Necesita también tener la presencia de su propia
madre que le diga que tiene la capacidad de ser una buena
madre y que, en caso de necesitarlo, tendrá un respaldo en
la familia de origen.
Es importante solucionar los conflictos que
inevitablemente hay en la pareja y entre las generaciones,
y que la mujer tenga la sensación de tener el respaldo de
una familia, que sea una especie de útero espiritual que la
contiene y la apoya en su misión de dar la vida. Si eso no
acontece, la mujer proyecta los temores y los conflictos no
resueltos sobre el niño no nacido y lo vive como una
amenaza.
Es necesario animar a la familia de origen para
que dé a la mujer este indispensable respaldo. Donde no hay
familia de origen, o si es que esta se disolvió, o si el
padre no acepta cumplir con su tarea, o cuando falta -por
las más diversas razones- la madre de la madre, es
necesario animar el sistema de los consultorios familiares
y del voluntariado para que una comunidad de amigos
sustituya el servicio que la familia de origen no está en
condición de brindar.
Esa tarea interpela especialmente a los
movimientos y las asociaciones contra el aborto, estar
contra el aborto no es suficiente, es necesario estar a
favor de la vida y actuar para crear el ambiente propicio
para acoger la vida.
En Europa, la mayoría de los abortos no tiene una
razón económica sino psicológica y cultural. Un porcentaje
significativo de abortos tiene una motivación
fundamentalmente económica. Muchas de esas mujeres son
inmigrantes. La ayuda del Estado o de particulares puede
desvirtuar en estos casos la motivación de abortar.
Necesitamos políticas para la familia.
Los que favorecen la legislación de aborto hablan
muchas veces en nombre de la libertad de la mujer. La
mujer, según dicen, quiere abortar, y no se debe
obstaculizar su deseo. Dejemos de lado, por el momento, el
derecho a la vida del niño, que es totalmente independiente
de los deseos de la madre. Consideremos ahora el problema
exclusivamente desde el punto de vista de la libertad de la
mujer. ¿Hay que tomar como voluntad válida de una persona
cualquier cosa que ella diga? Los romanos, en el derecho
civil, aceptaban como válida una expresión de la voluntad a
condición de que no estuviese en una contradicción directa
y excesiva con el interés objetivo del sujeto. Este último
caso lo denominaban “laesio enormis”, es decir, daño
exagerado, y en estos casos presumían que la voluntad podía
ser falseada por la violencia o el engaño.
El Papa León XIII extendió esta presunción al
derecho laboral. Si un trabajador acepta un salario
inferior al mínimo de subsistencia -dijo el Papa,
anticipando el desarrollo sucesivo del derecho laboral-,
está claro que lo hace porque padece la violencia o el
engaño.
Creo que hoy debemos plantearnos las siguientes
preguntas: ¿podemos aceptar sin reservas la declaración de
una mujer que dice que quiere abortar? ¿No será que esta
mujer se encuentra en una situación de dificultad que
parece no tener salida, y por eso pide el aborto? ¿Acaso no
será más auténtico declarar “no puedo ser madre en esta
situación”? De este modo, entonces, habría que ayudar a
crear otra situación para permitirle ser madre.
Tomar la solicitud de un aborto en un sentido
literal, consentir el aborto y cargar con la
responsabilidad a la mujer es por supuesto la salida más
fácil. Entender que la mujer se encuentra sola frente a una
tarea, la maternidad, que por naturaleza requiere de
solidaridad social, es por supuesto más difícil. Se
necesita de una asunción de responsabilidad para cambiar
las estructuras sociales y culturales que fuerzan a la
mujer a abortar. ¿Es la solicitud de abortar el fruto de la
libertad de la mujer, o más bien lo es de la coerción
social en que ella se encuentra?
En conclusión, el niño no nacido tiene derecho a
la protección jurídica de su vida. Es muy difícil negar que
sea un individuo de la especie humana, esto es, una persona
humana. Aun si hubiese dudas sobre este asunto, el
principio de precaución nos obligaría a mantener la
prohibición legal del aborto. Por otro lado, no podemos
ignorar la condición subjetiva en que se encuentran muchas
mujeres, que les dificulta el reconocimiento de la verdad
objetiva sobre la situación. Por este motivo se pueden
considerar atenuantes o eximentes específicos, que
reconocen el estado de necesitad en que se encuentran
muchas mujeres. La sanción penal es debido al niño no
nacido, por causa de justicia. ¿Qué diríamos si alguien
dijera que, debido a que en su país las penas criminales no
consiguen reducir el número de los asesinatos, no debería
usarse más la sanción criminal? Diríamos que no debe ser
así, porque la víctima tiene derecho a que la sociedad
ejecute la sanción criminal.
De todos modos, la solución del problema del
aborto no es la sanción penal, sino un cambio cultural y
estructural que ponga a la madre, al hijo y a la familia en
el centro de la construcción social, reconociendo el
embarazo y el nacimiento como hechos sociales que implican
una asunción de responsabilidad social. El elemento de
verdad de las posiciones en favor del aborto es que muchas
veces la mujer se queda sola frente al embarazo y a la
necesidad de criar a un niño. Al pedir el aborto para salir
de una situación que le parece un callejón sin salida se la
culpa como la única responsable, cuando en realidad es
también una víctima. A tal punto es una víctima que la
presión social de la llamada cultura del descarte puede
convencerla de que la violencia que está sufriendo es un
acto de su propia libertad.
Antes de concluir, es necesario considerar otro
enfoque. Las campañas en favor del aborto se desarrollaron
en Occidente en paralelo con un esfuerzo de gran
envergadura para convencer a las diferentes opiniones
públicas de que sobre la Tierra hay demasiados hombres, y
de que dentro de poco tiempo no tendremos más espacio ni
recursos para alimentar a la creciente población. Para
ello, nos dijeron que es necesario reducir con todos los
medios posibles el número de nacimientos. Se hablaba de una
“ética de bote salvavidas”. Era una alusión a la historia
de la balsa de la Medusa, y a otras semejantes. Los
náufragos de la Medusa, en julio de 1816, mataron y
comieron a algunos de sus propios compañeros a causa del
hambre. Esa tendencia neomalthusiana decía -y dice- que,
por causa del crecimiento demográfico, pronto no habrá
espacio en la Tierra para todos los habitantes y estaremos
condenados a la muerte por hambre. La única manera de
evitar este terrible destino sería reducir, con todos los
instrumentos posibles, el número de nacimientos. Cosas que
serían inmorales y absolutamente condenables en una
situación normal, se tornarían necesarias en un estado de
necesitad.
¿Es cierto que las perspectivas futuras de la
humanidad son tan inquietantes? Parece que no, por tres
razones. La primera es que los avances de la ciencia y de
la técnica nos permiten producir más eficazmente alimentos
y energía, y al mismo tiempo reducir la cantidad de energía
no renovable que se consume por unidad de producto. La
Tierra alimenta sin dificultad a un número de personas
mucho mayor que en el pasado. Según los profetas
neomalthusianos, ya deberíamos estar inmersos en una crisis
terrible desde la mitad de los años ochenta. Pero eso no
pasó y sigue no pasando.
La segunda razón es que la tasa de crecimiento de
la población mundial disminuyó rápidamente. Ahora tenemos
un promedio de dos niños y medio por cada mujer. La tasa de
substitución de la población es de poco más que dos. El
crecimiento de la población se detendrá en los próximos
años. Las madres -y los padres- de familia adaptan
naturalmente el número de los partos a la situación en que
se encuentran. Algunos países –tengo la sospecha de que la
Argentina es uno de ellos- ya están debajo de la tasa de
substitución. En los próximos años no solo va a frenarse el
crecimiento demográfico, sino que va a comenzar un declive.
Un número cada vez menor de jóvenes deberá cuidar un número
creciente de ancianos, mientras que no va a haber recursos
suficientes para pagar pensiones adecuadas y darles a los
ancianos la asistencia sanitaria necesaria.
Estos son los problemas dramáticos a los cuales
se enfrentan países como Italia, que se adelantó en el
camino del declive demográfico.
La tercera razón por la cual los neomalthusianos
se equivocan es que la Tierra produce mucho más de lo
necesario para sustentar a la población: mucho más en
relación con la población actual y también con la del
futuro previsible. Si hay hambre en el mundo no es porque
la Tierra no sea lo suficientemente generosa, sino por el
nivel escandaloso del desperdicio de alimentos, de agua, de
energía y de consumo por parte de los países más ricos.
Sin ningún aumento de recursos, la producción
agrícola actual, bien distribuida, sería suficiente como
para alimentar a una población mucho mayor de la que
podemos prever en el futuro próximo. No hay ética de bote
salvavidas que justifique el aborto.
En conclusión, el legislador tiene la tarea de
defender el derecho primario a la vida del niño no nacido,
pero también debe considerar la situación de la mujer que
no cree tener otra salida que el aborto, sea considerando
la posibilidad de reducir la responsabilidad sobre el
hecho, sea con una política de la familia, de la maternidad
y de la condición femenina que haga posible la libertad de
no abortar.
Cualquiera sea el vencedor en la pelea política
de hoy, debe tener cuidado de no vencer demasiado y de
considerar también, en su actuación legislativa, las
razones de sus oponentes.
La defensa más eficaz de la vida y de la libertad
de la mujer pasa por la reconstrucción de la alianza entre
la madre y su hijo. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).– Tiene la palabra la señora


Paz Ferreyra -alias Miss Bolivia-, artista.

Sra. Ferreyra.- Diputadas y diputados: mi nombre es Paz


Ferreyra, soy psicóloga, comunicadora y también cantante,
con el seudónimo “Miss Bolivia”.
Soy mujer, ciudadana argentina y potencial
persona gestante. Me acerco a esta audiencia pública con la
intención de aportar, de primera mano, mi punto de vista y
experiencia personal en este debate en torno a la
legalización de la interrupción voluntaria del embarazo.
Muchas gracias por recibirme y escucharme.
En 1996, yo aborté porque pude, porque tuve la
suerte de tener a mi alcance los recursos económicos,
simbólicos y los privilegios de clase que me permitieron
acceder al proceso de interrumpir un embarazo cuando yo
decidí que no podía y no quería ser madre. No por eso dejó
de ser un aborto exprés, clandestino, inseguro y abandonado
al azar de los planetas de turno en un consultorio
improvisado del barrio de Flores.
A pesar de las lagunas, recuerdo una escalera
hacia un primer piso, una habitación sórdida con techo
húmedo, un tacho con gasas y olor a sangre. Recuerdo la
sensación de haber estado allí sólo cinco minutos, de haber
llegado, y en un abrir y cerrar de ojos, estar sentada de
nuevo en la camilla, tambaleante, con mareos y todavía con
la fuerte presencia de anestesia en mi cuerpo. Ni bien me
desperté entraron dos personas, me llamaron un taxi, y me
sacaron del consultorio como abrazada, porque si me llegaba
a pasar algo era mejor que sucediera afuera.
Sentí miedo e incertidumbre, antes, durante y
después. Cuando llegué a mi casa, además de miedo sentí
dolor, un dolor fuerte en todo el cuerpo, pero sobre todo
en la espalda, por llevar encima el peso de la mochila de
la prohibición y la clandestinidad, la culpa y la
desinformación, agravado por las secuelas de una educación
formal amalgamada a una moral religiosa, retrógrada y
patriarcal que nos formateó como sociedad.
No les conté a mis viejos porque pensaba que sola
podía, aunque sola no estaba. Me ayudaron mis hermanos, mi
pareja y mis amigos. No les conté, porque la ecuación en mi
universo de significaciones era aborto igual a malo, aborto
igual a ilegal, aborto igual a pecado, aborto igual a
prohibido, clandestino, sucio, y muchas otras denotaciones
bizarras y negativas que ya conocemos.
Esa ecuación es el producto de una educación
formal sesgada por la moral y un sistema de creencias
parciales, que generaron una grave privación de la
información en educación sexual que yo, como ciudadana
argentina, merecía porque es mi derecho básico.
Puedo decir en primera persona -a raíz de esa
distorsión de la información que todavía circula muchas
veces en las currículas de las escuelas argentinas- que
cuando no se aplica el protocolo de educación sexual
integral, esa educación es además de desmoralizante,
damnificante y perjudicial, porque supone un gesto de
abandono e irresponsabilidad por parte del Estado y otros
actores sociales que diseñan y ejecutan las políticas
públicas y administran los mecanismos de control social.
Cuando un sistema educacional, un corpus
legislativo y un sistema sanitario se entrelazan, hacen
bloque y se construyen en base a una batería de creencias
parciales y a un concepto de verdad con mayúscula, de corte
metafísico, también apoyado en la mitología religiosa de
corte patriarcal, cuando eso pasa, se vulneran en nombre de
la moral, los derechos individuales de la ciudadanía. En
este caso son los derechos de las personas gestantes los
que se vulneran, al decidir sobre la soberanía de los
propios cuerpos e identidades. También se vulnera el
derecho al acceso regulado, gratuito e inclusivo de los
recursos preventivos y paliativos de un embarazo no
deseado, y se escatima, por no decir que se encanuta,
información empoderante y autonomizante con una educación
sexual diezmada y hasta a veces, inexistente. Eso no es
ético.
En 1996 yo aborté porque pude. Hay muchas que no
pueden y cursan embarazos no deseados como parte del combo
flagelante que el patriarcado supone con todas sus
consecuencias. Hay muchas que lo intentan y mueren día a
día por la práctica de abortos clandestinos, inseguros e
inapropiados. Hoy, en 2018, 22 años después, si esto
volviera a pasarme a mí, me entristece saber que contaría
la misma historia, salvo con algún cambio de decorado
quizá; eso es damnificante. Es damnificante la desidia por
parte de un Estado que en vez de garantizar nuestros
derechos básicos, se obstina y recae en narrativas arcaicas
y de fantasía, en un loop pendular, entre la vagancia
legislativa, el compromiso con sectores dominantes y el
abuso de poder, convirtiéndose también en cómplice, garante
e ideólogo de miles de asesinatos de personas gestantes en
situaciones de clandestinidad.
Diputadas y diputados: es posible un Estado
garante de mis derechos. Creo en esa posibilidad y por eso
estoy acá, creo que ustedes pueden reescribir junto a
nosotras y “nosotres” la historia de esta sociedad. Estamos
en un momento clave donde tenemos la oportunidad de
comenzar a restablecer la justicia social; aprovechémoslo.
En el fondo de este debate, todas y todos somos pro aborto.
Algunos son pro aborto clandestino y otros pro aborto
legal, seguro y gratuito, porque el aborto existió, existe
y existirá. (Aplausos.)
La pregunta responsable es qué hacemos con eso:
si seguimos en el camino del negacionismo y la moral, o si
damos un paso al frente, nos arremangamos como sociedad, y
nos ponemos manos a la obra hacia el camino de la ética y
la justicia social. Muchas gracias. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra Verónica


Camargo, mamá de Chiara Páez.
Sra. Camargo.- Buenas tardes, soy Verónica Camargo, la mamá
de Chiara Páez, la adolescente de 14 años que fue asesinada
en Rufino el 10 de mayo de 2015. Crimen cuya repercusión
dio origen a las manifestaciones del “Ni una menos”. El
femicidio fue cometido por el novio, Manuel Mansilla, con
la complicidad de su familia y es recordado por la frialdad
con la que actuaron. La víctima no era Chiara sola; llevaba
un bebé de ocho semanas en su vientre. Cuando me enteré de
que Chiara estaba embarazada, el deseo expreso de la
familia del novio era que ella abortara. El tema la
asustaba. Yo tampoco esperaba que ella tuviera un hijo a
los 14 años. Pero pasó y había que hacerse cargo, aunque en
ese momento doliera y no supiéramos qué hacer.
Una nena no está preparada para tomar una
decisión así sola; lo puedo decir porque lo vi en mi hija,
y vi todas las cosas que la presionaban. Yo como madre
también estaba asustada, pero en ese momento ella
necesitaba contención y discernimiento para entender lo que
estaba pasando. Cuando se acercó a hablarlo conmigo se
empezó a tranquilizar y fue entendiendo que algunas cosas
podían cambiar, que por el bebé no iba a tener que dejar
hockey o todas las actividades que a ella le gustaban
hacer. Aunque a Chiara le encantaban los bebés, no continuó
el embarazo porque fuera su deseo ser madre a los 14 años.
No creo que haya chicas de esa edad que lo deseen, pero
entiendo que esa vida que llevaba en su vientre también
valía y había que respetarla. Cuando vio que yo la iba a
ayudar y apoyar, se sintió aliviada.
Por lo que me tocó vivir, puedo afirmar que las
chicas sufren presiones y violencias de los hombres que
eligen no hacerse cargo y prefieren no reconocer la vida
del niño por nacer, y que ese sentimiento puede trasladarse
a la vida de la madre. Ese fue el caso de Chiara y su bebé,
pese a que no íbamos a obligar al chico a que se hiciera
cargo.
En los últimos días y con estos debates, escucho
cosas como que el feto no es un ser humano, que no tiene
derechos y que se puede descartar.
Con pena veo a muchas chicas que mezclan el “Ni
una menos” con los pañuelos verdes y me lleva a pensar si
tendrán conciencia del sentido de lo que significa cada
cosa.
A todas nos duelen las muertes y todas
comprendemos la carga que implica un embarazo no deseado,
pero lo que se llevó la vida de Chiara no fue solo el bebé
que crecía en su vientre, fue el egoísmo de sus asesinos,
quienes creyeron que ninguno de los dos merecía vivir. Fue
el convencimiento de que cuando una persona es un obstáculo
es condición suficiente para no reconocer la humanidad del
otro.
Los problemas deben solucionarse por sus
verdaderas causas: una buena educación pública, evitar que
haya pobreza y generar fuentes de trabajo, mejorar la salud
pública, un buen sistema judicial que imponga penas severas
en casos de abusos y maltrato y que defienda la vida
siempre, y no solamente los derechos de los criminales.
También las familias nos debemos ocupar.
¿Cuántos políticos pueden hacerse los distraídos
de estas responsabilidades y defender el aborto para
pretender un compromiso que no asumen? Cuando dicen que lo
hacen por la vida de las mujeres, ¿contemplaron la vida de
todas las personas? ¿Escucharon todas las voces o solamente
los incomodan las que gritan más fuerte?
Yo siempre digo que me siento parte del primer
“Ni una menos” del 2015; ahí me sentí acompañada por
Marcela Ojeda, las organizadoras y por la sociedad. Sentí
que todas estábamos atrás de lo mismo: defender la vida.
Aún hoy sigo en contacto, aunque pensemos muy diferente en
algunas cosas con muchas de ellas de aquel 2015. Pero
cuando veo que en las marchas hay tanta violencia y se
utiliza para revindicar el aborto, ya no me siento parte.
En Rufino, el grito de “Ni una menos” lo llevamos
todavía de un modo distinto; es un pedido de justicia, de
educación, de responsabilidad y compromiso a los políticos,
a los jueces y a todos. Todos como ciudadanos, como
familia.
Yo sé que no represento a todas las mujeres, pero
sé que represento a una buena parte de las que no nos
identificamos con el odio, con la agresión, con el rencor.
Creo que el camino siempre tiene que ser la paz, y cuando
hay un crimen horrendo tiene que haber justicia, lo que no
significa la muerte del asesino. Porque la vida debe
respetarse siempre, incluso la de quienes mataron
brutalmente a mi hija, a quienes no les deseo el mal, pero
sí me gustaría que estén en la cárcel de por vida.
Por eso les pido que no utilicen los sentimientos
de bronca para actuar con agresividad, que tampoco nos
divida a los hombres y mujeres, sino que sea un llamado
para comprometernos todos a reclamar juntos.
El “Ni una menos” no es de nadie, tampoco mío, es
de todas, por eso les pido que ese grito sea inclusivo y
que no nos excluya a quienes no estamos de acuerdo con todo
lo que piensan algunas mujeres que llevan hoy en día el
movimiento. Que también se contemple el respeto a la vida
de los niños que no nacieron, porque en definitiva, el “Ni
una menos” también comenzó con la muerte de mi nieto, que
es la razón por la que mataron a Chiara, por defender a su
bebé y eso nadie me lo puede quitar de la cabeza.
Debemos defender las dos vidas, la de la mamá y
la del bebé. (Aplausos.)
Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra Myriam
Bregman, diputada nacional mandato cumplido, actual
legisladora de la Ciudad de Buenos Aires.

Sra. Bregman.- Buenas tardes. Llegaron a su fin estas


audiencias y podemos decir que prácticamente todos los
argumentos han sido expuestos.
Hacemos nuestras muchas de las manifestaciones
que se han vertido a favor de nuestro reclamo por las vidas
de las que ya no están, por Ana María Acevedo, que murió
porque le negaron la posibilidad de un aborto para
realizarse un tratamiento de quimioterapia. (Aplausos.)
También por Belén, por Juana, esa niña wichi y por todas
esas niñas cuyas terribles historias de violación y de
desamparo estatal recorren los diarios hoy.
Llegaron a su fin y lo paradójico es que los que
dicen que han cambiado o decidido su voto, lo hacen porque
sus hijos los convencieron de estar a favor. Y se nos
hincha el pecho de alegría, de orgullo, de ver esa juventud
que enarbola el pañuelo verde como bandera.
Y los que se definen en contra lo hacen por fríos
cálculos electorales, o presionados por poderes fácticos
como la jerarquía de la Iglesia, pero esa institución no
actúa en el vacío. Aprovecharon el Tedeum del Día de la
Patria para manifestarse en cadena nacional contra el
derecho al aborto. Tienen, a su vez, su correa de
transmisión en los gobernadores, que usan como prenda de
negociación los derechos de las mujeres.
Gobernadores que se resisten, incluso, al aborto
no punible, legal desde 1921, como ocurre en este momento
en Salta o en Mendoza. Por eso, o se está con ellos y el
oscuro poder que representan sobre los derechos de las
mujeres, o se los denuncia.
Tampoco sé si es verdad que Macri ni sabe hacerse
bien la señal de la cruz, como dice monseñor Aguer; pero sí
sé que muchas mujeres conocemos a Aguer desde hace años, y
recordamos el rol que, según contaban, cumplió durante el
juicio al cura genocida Christian Federico Von Wernich, un
rol en las sombras.
En ese juicio fui abogada de las víctimas y
recuerdo cómo a Adriana Calvo -sobreviviente que parió en
cautiverio, primera testigo en sentarse en el Juicio a las
Juntas- la desvelaba acusar a Von Wernich y a sus jefes,
Etchecolatz y Camps, porque con su picana y con sus golpes
provocaron decenas de abortos en detenidas desaparecidas
que llegaban embarazadas a la sala de torturas. Nunca,
nunca se escuchó a Aguer, ni a ninguno de ellos, levantar
las voces por esas vidas, por esos casos, por esas mujeres.
En las grandes crisis, en los momentos críticos,
las mujeres siempre hemos estado al frente, a la
vanguardia, especialmente las mujeres trabajadoras y de los
sectores populares. Podemos poner muchos ejemplos
históricos, por ejemplo, en la Revolución Francesa ellas
marcharon al centro del poder a Versalles; o en la
Revolución Rusa, que no solo fueron vanguardia, sino que
hace más de cien años conquistaron el derecho al aborto; la
lucha de las sufragistas; la huelga de los inquilinos en
1907 nos encontró unidas resistiendo los desalojos. Mucho
más cerca en el tiempo, las Madres y Abuelas de Plaza de
Mayo resistiendo a la dictadura. (Aplausos.) Así como
también, en el año 2001, aquellas mujeres piqueteras que se
pusieron a la cabeza de salir a la calle a luchar por el
pan para sus hijos; o las obreras de la textil Brukman,
cuyo ejemplo recorrió el mundo, encabezando la lucha por
recuperar los puestos de trabajo, a quienes tuve el honor
de acompañar. Enfrentamos brutales desalojos, la represión
y una carpa durante meses frente a la fábrica. Hemos
luchado aun cuando la que nos negaba nuestro derecho a
decidir era una mujer.
No es raro, entonces, que ante la crisis a la que
este gobierno de ricos y para los ricos está llevando al
país, las mujeres estemos en la calle, quizá en forma
anticipatoria de lo que será la reacción obrera y popular a
sus políticas.
Macri, que usando su monárquico poder nos atacó
al vetar el aborto no punible en la Ciudad, hoy volvió a
utilizar ese instrumento para garantizar el tarifazo.
Mujeres trabajadoras, mujeres desocupadas, mujeres jóvenes,
mujeres jubiladas, mujeres sostenes de hogar: sobre esas
mujeres intentarán cargar las consecuencias del ajuste que
manda el Fondo Monetario Internacional.
Porque para nosotras nuestras vidas valen más que
sus ganancias, venimos a decirles que este 13 de junio,
cuando la Cámara de Diputados trate este proyecto de ley,
vamos a desarrollar una fuerza imparable en la calle, como
lo hicimos al grito de “Ni una menos”, como lo hicimos el 8
de marzo último, como lo hicimos esta semana con los
pañuelazos en todas las provincias, como lo haremos con
fuerza cuando la ley llegue al Senado. No vamos a dejar
nuestras vidas en esas manos.
Quiero destacar que el Frente de Izquierda es el
único partido que tiene el derecho al aborto en su
plataforma política. Todos los diputados y diputadas hemos
firmado el proyecto de la Campaña Nacional por el Derecho
al Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Sin doble discurso, lo
dijimos claramente incluso en la campaña electoral junto a
mi compañero Nicolás Del Caño.
Somos orgullosamente feministas-socialistas,
porque la lucha por la emancipación de las mujeres es parte
de la lucha de la clase trabajadora. Peleamos contra todos
los prejuicios que nos imponen para dividirnos y mantener
este sistema capitalista que sostiene al patriarcado.
La conclusión es que la amenaza penal no ha
persuadido a nadie de no interrumpir embarazos no deseados,
pero ha funcionado como una pena de muerte de hecho y de
clase.
Porque lucho por la vida, porque la vida es
hermosa, porque queremos que las futuras generaciones
puedan vivirla libres de todo mal, opresión y violencia, y
porque queremos la disfruten plenamente, lucho por el
derecho al aborto legal, seguro y gratuito, así como
peleamos por transformar este sistema de raíz. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra la señora


Claudia Cian de Payer, en representación de la asociación
civil Vida y Esperanza.

Sra. de Payer.- Buenas tardes.


Es un gusto estar aquí con ustedes, compartiendo
este tema que nos convoca como Nación, como patria. En esta
oportunidad que nos da la democracia, tenemos que
charlarlo, discutirlo, debatirlo.
En esta tarde, todos hablamos sobre lo que se
puede o no se puede hacer, y sobre lo que la mujer puede o
no puede hacer. Pero no debemos olvidarnos de algo que
muchos no recuerdan. Cuando una mujer se realiza un aborto,
no se nos informa acerca de las consecuencias emocionales
que esto le acarrea, que son difíciles de sobrellevar. Lo
único que se le dice a la mujer es que va a tener alivio.
Sacarse ese niño, interrumpir su vida, traería alivio para
la mujer.
Muchas de ellas ya vienen pasando por situaciones
difíciles y dolorosas de violencia, marginalidad, pobreza,
falta de formación, soledad y abandono. El aborto no es la
solución, sino que agrava el problema. Los posibles efectos
incluyen arrepentimiento, sentimiento de culpa, vergüenza,
sentimiento de soledad o aislamiento, pérdida de confianza
en sí misma, insomnio, pesadillas, problemas de relación,
pensamientos de suicidio, trastornos en la alimentación,
depresión, ansiedad y ataques de pánico.
Esos son algunos de los efectos que yo sufrí
cuando me hice un aborto en mi adolescencia. Los motivos
que me llevaron a realizarlo fue el temor de tener que
hacerme cargo de un hijo que no había buscado. No lo
esperaba, y yo tenía por delante proyectos, sueños, una
profesión, etcétera. De manera que tomé la decisión de
interrumpir el embarazo.
Todo salió bien desde el punto de vista físico,
pero la angustia empezó a apoderarse de mí. Sentía
remordimiento por lo que había hecho, aunque tenía la
esperanza de que el futuro iba a ser mejor. Pero el
sentimiento de culpa se profundizó. La depresión se hacía
cada vez más evidente, y no podía hablar, porque de eso no
se hablaba.
Llegué al punto de pensar en quitarme la vida. Ya
había planeado cómo realizarlo. Quería aliviar esa carga
que torturaba mi mente. Quería poder encontrar paz y
libertad.
Hasta que un día, de esos que consideraba uno los
últimos, una joven, observando mi estado, me habló del
poder sanador que desata el perdón. Tenía que perdonarme a
mí misma. Pude experimentar el amor de Dios. A partir de
ese momento, ya no fui la misma. Comencé a salir de la
angustia, de la depresión. Todo volvió a cobrar sentido.
Ese vacío que tenía ya no estaba. Dios sanó mi alma y mi
espíritu.
Después de haber logrado restablecerme emocional
y espiritualmente, comencé a trabajar en la ONG que hoy me
convoca, Vida y Esperanza, colaborando junto a un equipo en
la contención de mujeres que han pasado por una situación
similar a la mía, a través de charlas y consejerías.
Asistimos a mujeres que llegan muy angustiadas por lo que
les ha tocado vivir. Ellas llegan no habiendo encontrado la
contención ni el sabio consejo.
Por tales motivos, cuidemos las dos vidas.
Debemos defender al niño por nacer y cuidar la vida de la
madre. Ese niño posee el derecho inalienable de la vida, y
no se lo puede quitar para salvar otra.
Hay que asegurar que la educación sexual integral
sea dada efectivamente en los establecimientos educativos.
Si bien rige una ley obligatoria para la enseñanza del ESI,
no se cumple en toda su extensión. Se debe dar regularmente
en las instituciones educativas.
También hay que reforzar las partidas
presupuestarias en los hospitales y centros de salud para
que los programas de planificación familiar brinden los
métodos anticonceptivos adecuados, con el fin de que las
mujeres puedan tener una sexualidad responsable y de que se
difundan campañas sobre paternidad y maternidad
responsables.
Hay que promover una ley nacional de adopción, a
partir de la cual los padres adoptantes en corto tiempo
puedan disfrutar de su tan anhelado sueño. Hay que lograr
también que las madres que no quieren o no pueden criar a
sus hijos no encuentren obstáculos para entregarlos en
adopción.
Insto a los señores legisladores a que no
aprueben el proyecto de ley de despenalización del aborto.
Están contradiciendo lo que se ha defendido en estas tres
décadas de democracia, que es la vida. Hemos vivido el
tiempo de muerte y oscuridad de la dictadura militar, donde
la vida no se respetaba, donde miles de argentinos fueron
asesinados. Ahora, ya en democracia, estamos debatiendo si
estamos a favor de la vida o a favor del aborto.
El doctor Ginés González García dijo que el
peronismo defiende a los más débiles. La mujer no es lo más
débil. El niño por nacer es el más débil. Las mujeres que
estamos aquí no somos débiles. Estamos aquí con un
propósito y con un fin, y ninguna de nosotras somos
débiles, porque tenemos voz y tenemos voto.
¿Dónde están los derechos humanos en este
momento? ¿Por qué no alzan sus voces los que luchan a favor
de esos derechos? ¿Quién escuchará a esos inocentes a los
que se les niega la vida? Me refiero a los que no pueden
defenderse, no pueden hacer una marcha, no pueden hacer un
piquete, no pueden realizar un paro, no pueden gritar: “¡No
me maten, soy inocente!”; “¡no me maten, soy inocente!”.
(Aplausos.)

Sr Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra la doctora


Analía Aucía. Es abogada, docente e investigadora de la
Universidad Nacional de Rosario.

Sra. Aucía.- Señor presidente: en primer lugar quiero


expresarle que, tal como usted lo indicó, he dejado en
Secretaría material que utilizaré en mi exposición sumado a
algunos libros para que la Cámara pueda profundizar en el
debate en los próximos días.

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Muchas gracias.

Sra. Aucía.- Voy a hablar como integrante del Comité de


América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos
de las Mujeres. Pertenezco también a la Red
Interuniversitaria por la Igualdad de Género y contra las
Violencias.
Celebro la posibilidad de este debate y agradezco
la invitación que me realizara la Campaña Nacional por el
Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito y la diputada
por la provincia de Santa Fe Alejandra Rodenas.
Quiero saludar a las mujeres de Irlanda por el
logro obtenido, que permitirá enmendar su Constitución y
ampliar los supuestos de legalización del aborto.
(Aplausos.)
Si bien voy a incurrir en algunas reiteraciones,
considero que en este caso son absolutamente necesarias.
Voy a reforzar algunos argumentos que fueron dándose a lo
largo de estos dos meses.
Uno de los argumentos que quiero retomar y
profundizar –más allá de que fueron muy bien desarrollados
por otros expositores y expositoras- es de carácter
estrictamente jurídico. Hace instantes escuchamos una
exposición en la cual se seguía negando el carácter
constitucional de la legalización de la interrupción
voluntaria del embarazo.
Se ha dicho que una ley que legalice el aborto
debería ser declarada inconstitucional, que sería contraria
al derecho internacional de los derechos humanos y otros
planteos por el estilo. Desde mi punto de vista, estos
argumentos son malintencionados ya que ocultan y
tergiversan lo que el derecho expresa con extrema claridad.
Legalizar el aborto voluntario no solo es
absolutamente constitucional sino que no hacerlo coloca al
Estado argentino en una condición de incumplimiento de las
obligaciones internacionales. He seleccionado, a modo de
ejemplo, algunas de las observaciones que le han hecho a la
Argentina en estos últimos años.
Por ejemplo, en 2016 el Comité para la
Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Contra la
Mujer le ha señalado al Estado lo siguiente: “El Comité
insta al Estado para que vele a fin de que las mujeres
tengan acceso a servicios de aborto legal, acelere la
aprobación del proyecto de ley relativo a la interrupción
voluntaria del embarazo aumentando el acceso legal al
aborto en los casos de incesto y riesgo de graves
malformaciones al feto”.
Asimismo, el Comité de Derechos Humanos, en el
año 2016, señaló lo siguiente: “El Estado debe revisar su
legislación sobre el aborto. El Estado debe asegurar que
todas las mujeres y niñas…” –nótese que dice "todas las
mujeres" y no solamente las que puedan pagar- “…puedan
acceder a los servicios de salud reproductiva en todas las
regiones y no obliguen a las mujeres a recurrir al aborto
clandestino que pone en riesgo su vida y salud”.
De la misma manera, el tan discutido -y citado
aquí- Comité de los Derechos del Niño, que monitorea el
cumplimiento de la convención de dichos derechos le ha
expresado a la Argentina que “adopte medidas urgentes para
reducir la mortalidad materna relacionadas con el aborto,
en particular velando por que la profesión médica conozca y
practique el aborto no punible, especialmente en el caso de
las niñas y mujeres víctimas de violación, sin intervención
de los tribunales y a petición de ellas”.
No hay que modificar la Constitución Nacional
sencillamente porque estos tratados –y lo que se desprende
de ellos- integran la Carta Magna. Se puede no estar de
acuerdo con la posición tomada por Naciones Unidas. Lo que
no se puede hacer es incumplirlos. Lo único que faltaría
ahora es que digan que Naciones Unidas es genocida y
promueve el holocausto.
El segundo argumento que quiero refutar se
refiere a una concepción acerca de la maternidad que ha
estado circulando bastante por estos ámbitos.
Se ha sostenido que la maternidad responde a una
esencia femenina, que es un regalo de Dios, que es el bien
más preciado que la naturaleza le puede brindar a la
humanidad. Para sostener esto se han citado pasajes de la
Biblia y distintos discursos de carácter religioso. Pero,
¿cómo se explica entonces que, si la maternidad es propia
de la esencia femenina y un regalo de Dios hacia las
mujeres, la misma Iglesia que lo afirma admite en su seno
el voto de castidad que aplica para las monjas, lo cual
conlleva –ineludiblemente- la decisión de no procrear?
¿Desde qué criterio de racionalidad –si es que lo hubiere-
puede explicarse este doble estándar moral para las
mujeres?
La explicación de esto sería larga, pero por
cuestiones de tiempo la resumo en una sola palabra:
hipocresía.
El jurista Luigi Ferrajoli sostiene que la
prohibición del aborto, a diferencia de cualquier otra
prohibición penal, equivale a una obligación, la de
convertirse en madre, soportar un embarazo, parir y criar
un hijo. Esto va en contraste –sigue señalando este
jurista- con todos los principios liberales del derecho
penal. La imposición de la maternidad, que anula la
autodeterminación de las mujeres y las somete a intereses
ajenos, lesiona el imperativo ético kantiano, según el cual
ninguna persona puede ser tratada como un medio o un
instrumento, aunque sea de procreación, para fines no
propios.
Las personas debemos ser tratadas y consideradas
como un fin en sí mismo y no como un instrumento en
beneficio de otras personas o de la sociedad.
La punición del aborto es el único caso en que se
penaliza una opción de vida: la que consiste en no querer
convertirse en madre. La prohibición penal no solo prohíbe
abortar sino que obliga a las mujeres a la maternidad. El
derecho penal puede únicamente imponer un no hacer, es
decir, el derecho penal solo puede prohibir
comportamientos, no imponer conductas y, todavía menos,
opciones de vida.
Las mujeres no podemos elegir nuestra
constitución física. Los y las profesionales de la salud sí
pueden elegir la especialidad médica a la cual dedicarse.
Un profesional de la medicina que no está a favor de la
interrupción del embarazo puede elegir dedicarse a una
especialidad que no lo ponga en conflictos ni con su
conciencia ni con sus valores religiosos. Sin embargo, se
pretende que le sea garantizado el derecho a la objeción de
conciencia. Las mujeres no podemos elegir nuestro aparato
reproductor y, como consecuencia de ello, somos quienes
quedamos embarazadas aunque no lo busquemos y no lo
queramos. Pero se nos niega absolutamente todo y cualquier
derecho a decidir sobre el curso del embarazo. Todos los
privilegios para unos, ningún derecho para nosotras. Esto
es violencia y discriminación.
El cuerpo físico de las mujeres, en particular su
capacidad de gestación, no puede seguir siendo tratado como
un campo de disputa de discursos religiosos dogmáticos,
médicos biologicistas, jurídicos conservadores. No hubo ni
hay en la historia occidental ninguna polémica científica,
religiosa o jurídica de envergadura semejante respecto de
algún proceso reproductivo que incumba a los varones o a
sus órganos reproductores como lo hay respecto del aborto.
Esto también es violencia y discriminación.
Finalmente, quiero recordar las palabras de una
filósofa feminista que ha sido una referente en la lucha
por las mujeres. Me refiero a Simone de Beauvoir, quien
dijo lo siguiente: “Nada hay en la naturaleza que
justifique un orden social discriminatorio”.
Este Congreso tiene hoy la posibilidad de
sancionar una ley que permita disminuir las condiciones de
este orden social discriminatorio que atenta contra la
dignidad de las mujeres. Nosotras sabemos que en este
debate los argumentos feministas ya han ganado. Muchas
gracias por su atención. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra Alejandro


Geyer, organizador y coordinador nacional de la Marcha por
la Vida.

Sr. Geyer.- Buenas tardes a todos. Soy Alejandro Geyer,


coordinador de las marchas por la vida que se han realizado
en nuestro país el año pasado y este año.
La Argentina se encuentra en uno de sus momentos
históricos más dramáticos. Dentro de pocos días los señores
diputados deberán votar para elegir entre la vida y la
muerte; nos guste o no, ese es el tema, la muerte de los
niños por nacer.
Son los legisladores quienes podrán levantar o
bajar el dedo, tal como se hacía en la antigua Roma. En el
Coliseo había dos puertas, una de la vida, por donde salían
los gladiadores vencedores, y la otra, de la muerte, por
donde sacaban a los que habían muerto; nosotros estamos en
esta situación.
Desde que el presidente Macri autorizó el debate
en el Congreso, estoy presente no por un gusto mío sino por
el "matriarcado". En efecto, me lo pidieron mi mujer, mi
suegra, mi hija, las chicas y mujeres del interior -el
matriarcado-, insistiéndome para que viniera a hablar, y
acá estamos.
Desde que se planteó este debate, en la sociedad
argentina estamos en presencia de una nueva y terrible
grieta, es decir, una división entre los ciudadanos que
están a favor de la vida o de la muerte. Esta grieta no es
meramente social, política o económica sino que es
cultural: entre la cultura de la vida y la cultura de la
muerte.
El que vence en este duelo –que se está
organizando- decide el futuro del país y el de los próximos
millones de niños por nacer. Si vence el aborto, se abren
las puertas y podríamos decir que valdrá todo.
Si se puede matar a un niño inocente en el
vientre materno, ¿qué impedirá la eutanasia el día de
mañana?
Con el aborto se puede decidir quién vive y quién
no. El que tiene salud, se salva, y el que no goza de buena
salud, puede ser descartado; así lo proponen los proyectos
de ley. Nos guste o no, niños con malformaciones o síndrome
de Down podrán ser condenados a muerte, del mismo modo que
el niño engendrado como fruto de una violación.
Quisiera preguntar a todos los aquí presentes
¿desde cuándo en la Argentina, en nuestra sociedad, los
hijos pagan la culpa de los padres? No hay derecho. Si los
padres se equivocan, los hijos no pueden pagar, y menos
aun, hacerlo con su vida.
No hay límites para la cultura de la muerte. Lo
hemos visto en Inglaterra con el caso Alfie Evans, en donde
los “doctores de la ley” decidieron que no puede seguir
viviendo porque su pecado fue haber nacido con una
enfermedad; hay que desconectarlo y condenarlo a muerte.
Aquí también se mencionó el caso de Keyla Jones,
por quien quisiera guardar un momento de silencio; ella
murió y también su hija. ¿Qué mal habían hecho? Ninguno.
Me pregunto quién, en este momento, tiene
autoridad para decidir quién vive y quién nace. ¿Ser
diputado o senador permite esto? Por eso les hablo a ellos
y les pido: a quienes están a favor que sean firmes; a
quienes están indecisos, que decidan por la vida; y a
quienes están a favor del aborto, que lo repiensen y tomen
conciencia.
Me pregunto por qué un diputado tiene el poder
sobre la vida o la muerte.
Todos los aquí presentes sostenemos que la vida
es un bien -nos guste o no- y me pregunto por qué se le
puede negar o quitar a un niño ese bien que ya tiene en el
vientre materno, y también, por qué queremos sancionar esta
ley que autoriza –no obliga- a quien lo quiera hacer.
Por otra parte, sabemos que por el orden jurídico
argentino, este proyecto que tratamos es totalmente
anticonstitucional.
Me quiero detener un instante para decir a los
señores diputados que están a favor del aborto que nosotros
no hablamos ni de miles ni de muchos o muchas sino de
millones. ¡Millones de argentinos salieron a la calle a
decir: “Sí a la vida, no a la muerte, sí a la madre y a la
protección integral de la mujer que la necesita”! Estos son
los argentinos que caminaron acompañando a muchos diputados
y senadores que salieron con nosotros. (Aplausos.)
¡No hablamos ni de miles ni de muchos ni de
muchas sino de millones, porque más de 3 millones y medio
de personas salieron a la calle en estos últimos meses y
días!
Ha sido un plebiscito a cielo abor… (Aplausos.)
- Manifestaciones en la sala.

Sr. Geyer.- Perdón, a cielo abierto. Veo que me aplauden


las verdes, ¡gracias!
Ha sido un plebiscito…

- Manifestaciones en la sala.

Sr. Geyer.- Ha cielo aborto… Sí, terrible.


La gente me preguntaba en las marchas a quién voy
a votar. Ahora votan ustedes; el año que viene vota la
gente.

- Manifestaciones en la sala.

Sr. Geyer.- Las cartas se están repartiendo. Hay que ver


quién tiene el as de espadas. No está todo dicho.

- Manifestaciones en la sala.

Sr. Geyer.- No queremos concesiones porque, legal o ilegal,


el aborto mata igual. Aunque permitan la objeción de
conciencia, el aborto es un delito; aunque la niña de 13
años vaya con sus padres, el aborto mata igual; aunque se
permita el aborto solamente hasta las catorce semanas de
gestación, el aborto mata igual.
El año que viene vota la gente. Gracias.
(Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra José Miguel


Vivanco, director de la División de las Américas de Human
Rights Watch. Ha venido del extranjero especialmente a
exponer, y por lo tanto, tiene veinte minutos.

Sr. Vivanco.- Muchísimas gracias. Es un honor para mí


participar en esta sesión ante el Congreso argentino.
El propósito de mi exposición es presentar una
reseña de los estándares internacionales de derechos
humanos y derecho comparado, que esperamos que el Congreso
argentino tome en consideración en este debate.
Human Rights Watch es una organización
internacional dedicada a la defensa de los derechos humanos
a nivel global desde 1978. La organización es independiente
e imparcial respecto de organizaciones o movimientos
políticos, religiosos o económicos. Nuestra sede central se
encuentra en Nueva York y contamos con oficinas en
múltiples capitales del mundo.
Human Rights Watch considera que la
despenalización del aborto constituye un avance clave y
necesario para que la Argentina cumpla con sus obligaciones
jurídicas del derecho internacional de los derechos
humanos.
En primer lugar, quisiera explicar por qué no
existe ningún obstáculo desde el punto de vista del derecho
internacional para que la Argentina despenalice el aborto.

- Asume la Presidencia la
señora presidenta de la Comisión
de Familia, Mujer, Niñez y
Adolescencia, diputada Silvia
Alejandra Martínez.

Sr. Vivanco.- En segundo lugar, explicaré que, por el


contrario, desde el punto de vista del derecho
internacional, la Argentina debería aprobar estas
propuestas legislativas.
Por último, quisiera abordar una perspectiva de
derecho comparado para señalar que existe una tendencia a
nivel global hacia la despenalización del aborto.
Sin duda existen desacuerdos éticos y biológicos
sobre el comienzo de la vida humana. Sin embargo, en
términos jurídicos, la despenalización del aborto no es
incompatible con la protección del derecho a la vida.
Quienes se oponen a esta iniciativa han invocado
tres argumentos para sostener que la despenalización del
aborto sería incompatible con el derecho a la vida.
Explicaré por qué los tres argumentos son jurídicamente
errados.
En primer lugar, han apelado al artículo 4.1 de
la Convención Americana sobre Derechos Humanos, que
establece que “Toda persona tiene derecho a que se respete
su vida. Este derecho deberá ser protegido legalmente y, en
general, desde el momento de la concepción.” No obstante,
esta disposición no establece una regla categórica y los
órganos interpretativos del sistema interamericano de
derechos humanos han sostenido que el artículo mencionado
no reconoce un derecho absoluto a la vida antes del
nacimiento.
En 1981, en el caso "Baby Boy contra Estados
Unidos", la Comisión Interamericana de Derechos Humanos
concluyó que las disposiciones sobre el derecho a la vida
contempladas en la Convención Americana sobre Derechos
Humanos y la Declaración Americana de los Derechos y
Deberes del Hombre eran compatibles con el aborto. De forma
similar, en el caso "Artavia Murillo contra Costa Rica", la
Corte Interamericana de Derechos Humanos concluyó que no
puede entenderse que los embriones sean personas a los
efectos del artículo 4.1 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos.
En segundo lugar, los opositores a la
despenalización del aborto han invocado la Convención sobre
los Derechos del Niño, cuyo artículo 1° define como niño a
“todo ser humano menor de 18 años de edad”. Emplean dos
interpretaciones sobre este artículo, pero ambas carecen de
solidez jurídica. Primero, interpretan el artículo 6° de la
Convención a la luz del Preámbulo, que señala que “el niño
necesita protección y cuidados especiales, incluso la
debida protección legal, tanto antes como después del
nacimiento”. Sin embargo, el Comité sobre Derechos del
Niño, el máximo organismo autorizado para interpretar la
Convención de los Derechos del Niño, ha señalado de forma
reiterada y categórica que la despenalización del aborto no
es incompatible con la Convención. Por el contrario, el
Comité, en reiteradas oportunidades, ha llamado a los
Estados a despenalizar el aborto para proteger los derechos
humanos de las adolescentes. Por ejemplo, en una reciente
observación de febrero de este año, el Comité de los
Derechos del Niño exhortó a Guatemala a que: “Despenalice
el aborto en todas las circunstancias y garantice el acceso
de las adolescentes al aborto”.
Otra interpretación de quienes se oponen a la
despenalización del aborto sostiene que debe tenerse en
cuenta la declaración interpretativa que hizo el Estado
argentino al ratificar la Convención sobre los Derechos del
Niño en 1990, según la cual el Estado declara, respecto del
artículo 1°, que “debe interpretarse en el sentido que se
entiende por niño todo ser humano desde el momento de su
concepción y hasta los 18 años de edad.”
Sin embargo, este argumento confunde dos
conceptos básicos de derecho internacional: reservas y
declaraciones interpretativas. Las reservas modifican las
obligaciones jurídicas de los Estados al momento de
ratificar un tratado. En cambio, las declaraciones
interpretativas, como la que hizo el Estado argentino
frente a la Convención sobre los Derechos del Niño,
solamente señalan cómo el Estado entiende que debería
interpretarse una disposición. En otras palabras, la
declaración interpretativa de la Argentina no tiene ninguna
consecuencia sobre sus obligaciones legales en tanto
propone una interpretación incorrecta de la Convención
sobre los Derechos del Niño.
En tercer lugar, algunos opositores a la
despenalización del aborto han sostenido que sería
incompatible con el artículo 75 inciso 23 de la
Constitución Nacional, que exige al Congreso “dictar un
régimen de seguridad social especial e integral en
protección del niño en situación de desamparo, desde el
embarazo hasta la finalización del período de enseñanza
elemental”. Así dice la Constitución Nacional.
Me remito a las interpretaciones de juristas
argentinos sobre los alcances de esta disposición. Sin
embargo, quisiera aclarar dos puntos que me parecen de la
mayor relevancia.
Primero, que cualquier interpretación
constitucional debe ser compatible y consistente con las
obligaciones jurídicas internacionales de los Estados,
incluyendo los derechos humanos de las mujeres a la vida y
a la salud. Segundo, que aun si concediéramos que esta
disposición no se refiere únicamente a la seguridad social
y establece una obligación amplia de proteger la vida desde
el embarazo, ello no haría que la despenalización del
aborto sea necesariamente incompatible con la Constitución
Nacional argentina.
De hecho, incluso en países en los que las
constituciones nacionales protegen de forma explícita la
vida prenatal desde el momento de la concepción, el derecho
comparado ha reconocido que esta protección no es
incompatible con la despenalización del aborto.
Por ejemplo, el Tribunal Constitucional alemán
determinó en 1992 que si bien la Constitución alemana
protege el derecho a la vida del feto, dicha protección no
es inconsistente con la despenalización del aborto. En
efecto, los derechos -como el derecho a la vida- pueden
protegerse de diversas maneras. Perseguir penalmente a
quienes presuntamente los violan es apenas una de esas.
Pero hay muchas otras y lo cierto es que amenazar con
encarcelar a las mujeres que interrumpen sus embarazos es
una pésima manera de proteger la vida, pues no contribuye a
reducir la cantidad de abortos. Por el contrario, la
penalización del aborto pone en riesgo los derechos de las
mujeres, incluyendo su derecho a la vida, lo cual me lleva
al segundo punto de esta exposición.
La despenalización del aborto constituye un
avance para los derechos humanos de las mujeres. Quisiera
presentar dos motivos fundamentales por los cuales
despenalizar el aborto sería un avance primordial para los
derechos humanos de las mujeres en la Argentina.
En primer lugar, la penalización del aborto lleva
a las mujeres a someterse a abortos inseguros, lo cual
afecta su derecho a la vida y a la salud. En efecto, estas
normas obligan a muchas mujeres a utilizar métodos
inseguros para abortar e impiden la atención posaborto.
En segundo término, la despenalización del aborto
permite garantizar el acceso al aborto en situaciones en
las que el feto es inviable o el embarazo es producto de
una violación. En esos casos, obligar a una mujer a llevar
adelante un embarazo, es una afrenta a su dignidad y
constituye un trato cruel, inhumano y degradante.
En efecto, utilizar el derecho penal para forzar
a las mujeres, en circunstancias como estas, a completar un
embarazo, les impone deberes insoportables y abrumadores
que no son exigibles y que nunca deben serlo en una
sociedad democrática.
Por estas y otras razones, los organismos
internacionales encargados de interpretar los tratados
internacionales ratificados por la Argentina –incluyendo el
Comité de Derechos Humanos y el Comité contra la Tortura-
han sostenido desde hace tiempo que penalizar el aborto y
restringir su acceso viola los derechos humanos de mujeres
y de niñas, incluidos sus derechos a la vida, a la salud y
a no sufrir un trato cruel, inhumano y degradante.
Finalmente, quisiera señalar que a nivel global,
existe una tendencia a expandir los supuestos en los cuales
las mujeres pueden abortar. Desde el año 2000, 28 países
han reformado su legislación sobre aborto. Todos ellos,
salvo Nicaragua, ampliaron las causales por las cuales las
mujeres pueden abortar legalmente; por ejemplo, para
proteger su salud o permitirles abortar durante un período
específico del embarazo.
Hace pocos días, el 26 de mayo, los irlandeses
votaron de forma abrumadora en un referéndum para derogar
una disposición constitucional que impedía una prohibición
al aborto y permitir así que el Parlamento regule el acceso
al aborto legal en el país.
Actualmente, casi todos los países europeos
cuentan con legislación que reflejan fielmente los
estándares internacionales en materia de derechos humanos.
Por ello, les permiten a las mujeres terminar sus embarazos
en diversas circunstancias. Mientras tanto, los pocos
países donde todavía hay leyes restrictivas en materia de
aborto son naciones en desarrollo. En Latinoamérica, por
ejemplo, el Distrito Federal de México reformó su
legislación en 2007 para que las mujeres puedan someterse a
abortos durante las primeras doce semanas de embarazo.
Por su parte, Uruguay aprobó una legislación
similar en el año 2012. En el año 2017, Chile puso fin a la
prohibición total al aborto y lo despenalizó en tres
supuestos, a pesar de la oposición de la élite de ese país,
que es mayoritariamente conservadora.
En países donde se prohíbe el aborto o solo se
permite para salvar la vida de la mujer embarazada, la tasa
de abortos es mayor respecto de aquellos en donde el aborto
está permitido.
Por su parte, en los países que han despenalizado
el aborto, la cantidad de abortos y las tasas de mortalidad
materna disminuyeron. Por ejemplo, en España, la cantidad
total de abortos disminuyó de 113.000, en 2010, cuando fue
despenalizado, a 93.000 en 2016. En Uruguay, las tasas de
mortalidad materna asociadas con abortos se redujeron del
37 por ciento en el período 2001-2005 al 8 por ciento en el
período 2011-2015. Esto se dio en gran parte debido a la
implementación de diversas políticas públicas, sociales y
de salud para proteger a las mujeres, incluida la
despenalización del aborto.
Finalmente, quisiera resaltar que la Argentina se
encuentra ante la oportunidad histórica de abandonar el
status quo de la penalización del aborto, que le impone una
carga enorme, innecesaria y discriminatoria a las mujeres y
niñas del país y vulnera sus derechos humanos más
fundamentales. (Aplausos.)

Sra. Presidenta (Martínez).- Tiene la palabra la señora


Giselle Carino, directora regional de la Federación
Internacional de Planificación de la Familia-Región del
Hemisferio Occidental.
Dado que es una expositora extranjera, le vamos a
otorgar diez minutos para que realice su exposición.

Sra. Carino.- Es un honor para mí estar aquí. Agradezco


profundamente a quienes me invitaron a formar parte de esta
jornada.
Nací en Rosario, pero crecí en la localidad de
Brinkmann, ubicada al nordeste de la provincia de Córdoba.
Hace más de quince años que vivo en Nueva York.
Estoy aquí como argentina, como mujer, como mamá
y en mi capacidad de directora regional para la Federación
Internacional de Planificación de la Familia para las
Américas.
Para quienes no nos conocen, nuestra organización
es sin fines de lucro y lucha por la igualdad y los
derechos sexuales y reproductivos en el contexto de los
derechos humanos.
Trabajamos, a nivel global, con 170
organizaciones no gubernamentales que son autónomas,
independientes y se asocian a la federación porque
comparten esta lucha. Muchas de ellas prestan servicios
directos de salud a las mujeres. En las Américas trabajamos
con 45 socios y tenemos presencia tanto en Latinoamérica
como en el Caribe. Atendemos a alrededor de siete millones
de personas en salud sexual y reproductiva cada año, el 95
por ciento de esa cifra son mujeres, y alrededor de la
mitad tienen menos de 25 años de edad.
Nos desempeñamos en lo relativo a la atención
integral de la salud sexual y reproductiva. Prestamos
servicios de anticoncepción, diagnóstico, prevención y
tratamiento de la violencia y cáncer cervical. En dos
sitios ubicados en esta región prestamos servicios de
fertilización asistida. En varios lugares atendemos partos
y brindamos servicios de aborto legal y seguro cuando la
ley lo permite. Esto representa alrededor del 6 por ciento
de los servicios que el organismo presta en la región.
El eje conductor de nuestro trabajo se centra en
el reconocimiento del derecho de las mujeres a tomar
decisiones libres, responsables e independientes sobre sus
vidas y su salud. Nuestro rol y el de nuestros equipos es
el de acompañar esas decisiones y ser garantes de derechos.
También quisiera decir que me da mucho gusto
estar aquí en este momento, no solo porque considero que
efectivamente es una oportunidad histórica que se da en mi
país, la Argentina, sino porque, como todos saben, Irlanda
acaba de aprobar -el sábado pasado- un referéndum por el
que se deroga la enmienda constitucional que limitaba la
posibilidad de tener una ley de interrupción del embarazo y
mandaba a sus mujeres al sufrimiento o a la clandestinidad,
y a las que podían, a concretarlo en otros países. Irlanda
esta haciendo historia y nos muestra que eso es posible.
Irlanda es un país en el que el 80 por ciento de
su población se autodenomina católica y acaba de votar, con
una mayoría abrumadora del 66 por ciento en cada distrito
electoral, a favor del aborto legal y seguro.
En el contexto global está claro que los países
con legislaciones liberales sobre el aborto tienden a ser
los más desarrollados, mientras que aquellos con
legislaciones más restrictivas no lo son.
En la Argentina, como lo dije, este debate abre
una oportunidad histórica de saldar esta deuda con sus
mujeres. Todo el mundo mira a la Argentina –está en todos
los diarios- para ver en qué lugar de la historia se para.
La marea verde es abrumadora y su voz clara y contundente;
solo toca escucharla.
Estoy aquí por tres razones fundamentales: en
primer lugar, porque estamos a favor de la vida y de la
salud. Como organización –para quienes no nos conocen-
hemos sido pioneros en impulsar la anticoncepción hace más
de sesenta años, para que las mujeres puedan decidir si
tener hijos o no tenerlos y con qué frecuencia.
Si como dicen los estudios de The Lancet y la
Universidad John Hopkins, la anticoncepción es responsable
por evitar aproximadamente el 40 por ciento de las muertes
maternas, hemos hecho gran parte de esta tarea en la región
y en el mundo entero.
Para estar a favor de la vida no solo hay que
decirlo; hay que demostrarlo con hechos. Hemos respaldado
la educación integral en sexualidad, que sabemos es clave
para terminar con los mitos y con las normas sociales que
son la base del machismo y de la violencia, es decir, una
educación en sexualidad basada en la evidencia, que hable
de consentimiento, de poder y de igualdad.
Tenemos datos concretos que demuestran que este
tipo de educación integral en sexualidad es cinco veces más
efectiva para la reducción de los embarazos no deseados y
también para la prevención de las infecciones de trasmisión
sexual. Es decir, las intervenciones que desarrollamos
producen más y mejor vida.
En segundo lugar, creemos firmemente que el
aborto debe ser legal y seguro, porque la evidencia global
nos muestra que disminuye la muerte materna. No se puede
tapar el sol con la mano ni esconderlo detrás de dogmas.
Las cifras globales son claras, y ustedes pueden chequear
cada uno de los puntos que traigo a colación con la
evidencia científica que indica que donde el aborto es
legal y seguro la mortalidad materna ha disminuido
drásticamente.
El 97 por ciento de los abortos inseguros están
concentrados en países en vías de desarrollo, según el
último informe del Alan Guttmacher Institute de hace
exactamente un mes.
Los invito a mirar la experiencia de todos los
países que despenalizaron el aborto, pero en particular
quiero enfocar nuestra atención en el caso de Uruguay, en
donde luego del cambio de la ley, en 2012, la mortalidad
materna baja siendo el país que le sigue a Canadá, ni más
ni menos. Asimismo, de acuerdo con las cifras recién
publicadas por el Ministerio de Salud, baja la mortalidad
infantil después de cinco años de implementación de la ley
de interrupción del embarazo.
Esto tiene mucho sentido porque cuando se mueren
las mamás ¿quiénes cuidan de los hijos? Ya lo dijo la
Organización Mundial de la Salud en 2012. Cuando las mamás
mueren, los hijos mueren y las hijas perecen mucho más.
Esta evidencia fue documentada por la Organización Mundial
de la Salud en 2012 y está disponible para quien quiera
verla.
La doctora Raffaela Schiavon ha presentado aquí
la experiencia de México, cuyo proceso y cifras son
similares a los de Uruguay: baja la mortalidad materna,
casi ninguna complicación, reporte de alta satisfacción por
parte de las usuarias e incremento del acceso a la
anticoncepción.
Me hubiera encantado ver aquí al doctor Patricio
Sanhueza, a quien considero el artífice que ha liderado el
proceso de implementación de la ley en la ciudad de México
en trece clínicas; como saben, la ciudad de México es
grande como un país.
También estoy aquí porque para nosotros este es
un tema de justicia social. Como institución peleamos por
este derecho como parte del paquete de atención básica de
la cobertura universal en salud; esto es absolutamente
clave.
El informe relacionado con este tema, que acaba
de publicar la Comisión Lancet, dice que con el cambio de
la ley no es suficiente, que el sistema de salud debe
integrar el servicio y las mujeres deben conocer sus
derechos.
Este no es un debate teórico. Han escuchado aquí
miles de historias y muchos tuvimos la suerte de poder
seguirlas virtualmente. Para mí, una de las más
conmovedoras fue la de la mamá de Ana María Acevedo. Estas
historias son el claro producto de una sociedad que nos ha
fallado y nos ha abandonado en el momento más vulnerable de
nuestras vidas. En este sentido, es importante mencionar la
perversidad de la penalización, que afecta mayormente a las
mujeres pobres.
La realidad que vemos implica pensar en la
experiencia vivida por las 3.000 niñas menores de 15 años
que dan a luz cada año en la Argentina, según las cifras de
Unicef, y también reconocer que estos números son
alarmantes, porque sabemos que un embarazo a temprana edad
tiene un impacto fortísimo en la salud y en los proyectos
de vida.
Existe una campaña regional, llamada “Niñas, no
Madres”, que muestra este problema en la región y
visibiliza las consecuencias de la maternidad forzada. ¿Se
imaginan la tristeza de la maternidad forzada? ¿Se la
imaginan en una niña de 10 años?
La realidad que vemos implica entender que los
absolutos morales no toman tu mano mientras estás esperando
en una sala rogando que tu violador no te haya dejado
embarazada. La realidad significa que es absurdo, cruel y
medieval que el Estado fuerce a una mujer a poner en
peligro su vida y a llevar a cabo un embarazo que
simplemente no desea. La gran mayoría de nosotros –me
atrevo a decir- no aceptaría esto para nuestras hijas.
La realidad es que estas leyes restrictivas no
conducen a la disminución de los abortos sino que los
vuelven absolutamente inseguros.
Tengo dos hijos chicos y todas las noches, cuando
los duermo, les hablo de la Argentina y de lo que me
enorgullece: de Cortázar, de Astor Piazzola, del dulce de
leche. Quiero poder contarles algún día -ojalá que pronto-
que este país, que también es su país, ha decido tratar a
las mujeres como a iguales.
No existe igualdad sin una ley que respete la
autonomía reproductiva de las mujeres. La autonomía
reproductiva no existe sin el aborto legal y seguro. No
podremos ser ciudadanas plenas sin este reconocimiento y si
no hay plena ciudadanía, no hay democracia ni tampoco
desarrollo.
Concluyo diciendo que tienen una oportunidad
única. Si votan en favor de las mujeres, estoy convencida
de que el mundo todo celebrará esta victoria.
La sociedad argentina está preparada para saldar
esta deuda y la opinión pública los respalda. Es una
responsabilidad mostrar que el progreso es para adelante y
que nos incluye a todas. (Aplausos.)

Sra. Presidenta (Martínez).- Tiene la palabra Ana Belén


Marmora, abogada y periodista, coordinadora de Frente
Joven.

Sra. Marmora.- Hace ya más de un mes y medio que estamos


debatiendo estos proyectos que intentan legalizar el
aborto. Hoy debemos hacer un balance de qué es lo que este
debate nos deja como sociedad.
En primer lugar, hemos podido conocer más de
cerca la tragedia del aborto. Porque es así: el aborto es
una tragedia. Ninguna mujer quiere ni debe pasar por un
aborto. Y lo que durante estas semanas estuvimos debatiendo
no es otra cosa que la legalización completa del aborto
hasta el último momento del embarazo, con fundamentos
discriminatorios, como el caso de malformación, y absurdos
como una solución facilista para la mujer pobre que no
puede criar un hijo.
Por favor, diputados, no se dejen engañar. Acá no
estamos tratando los casos de violación; estamos hablando
del aborto que permite que se termine la vida de chicos
hasta el noveno mes de gestación.
En este sentido, sigue siendo necesario
recordarles, señores diputados, que hay evidencias claras y
un amplio consenso de que desde la fecundación no existe
otra cosa que un ser humano que tiene derechos y que el
aborto es un flagelo para la mujer; no queremos pasar por
un aborto, no queremos ese trauma. Ninguna de nosotras se
merece pasar por un aborto porque sí. Incluso quienes hoy
quieren que el aborto sea legal, que se pueda terminar con
la vida de chicos y que se deje solas a las mujeres,
admiten que ninguna mujer quiere abortar y que el aborto en
sí mismo es una tragedia que debemos y podemos evitar.
Este proyecto se basa en mitos y en una
concepción ideológica que desconoce la ciencia y el
derecho. El derecho protege y consagra el derecho a vivir
de todos y, por tanto, no se les puede negar a los seres
humanos más vulnerables: las embarazadas y los niños y
niñas por nacer.
No podemos caer en el absurdo de plantear una
dialéctica sobre a quién de los dos salvamos. Es
discriminatorio y retrógrado que hoy estemos hablando sobre
quién puede o no puede vivir, y que sea arbitrario y por
deseos. El aborto es eso: una solución falsa y retrógrada
que solo nos desvía de los verdaderos problemas que hoy
tenemos las mujeres y que aquí ya se han expuesto. Porque
hay una realidad: nos estamos muriendo. Nos están dejando
morir. Pero es mentira que mueren miles de mujeres por
aborto. Y esa falacia –porque cualquier muerte es
importante y nos importan todas las vidas- está silenciando
que nos estamos muriendo al querer tener a nuestros hijos,
que mueren miles de mujeres recién nacidas –más de 2.000-,
pero de ellas no se habla, ocultándose así una verdadera
prioridad: necesitamos un sistema de salud digno para dejar
de morirnos mientras parimos o apenas nacemos en el
hospital.
La sociedad está movilizada, porque todos en esta
sala queremos terminar con la mortalidad materna.
¿Qué nos deja este debate, entonces? El despertar
de una sociedad -y de ustedes principalmente, señores
diputados, porque son los que van a legislar porque es su
deber-, para entender que es hora de trabajar todos juntos
y proponer políticas de salud que mejoren la salud materna
y protejan especialmente la maternidad vulnerable.
Podemos y debemos proponer soluciones que salven
las dos vidas. Y por eso no podemos desconocer ni silenciar
que detrás de una mujer que aborta hay una pareja que la
obligó, una familia que le dio la espalda, un jefe que
presionó y un Estado que no acompañó. El aborto también es
la victoria de una sociedad machista que nos abandona, que
nos da la espalda, que nos deja solas frente a un embarazo
no planificado y que no nos da otra opción.
El aborto es un fracaso social y también es una
nueva forma de violencia contra las mujeres. Quienes
trabajamos con las mujeres que viven en situación de
vulnerabilidad en la Argentina -principalmente en Buenos
Aires, como es mi caso, que en Frente Joven hace más de
ocho años que trabajamos en distintos barrios-, sabemos
cuáles son las necesidades de esas mujeres. Ellas no
quieren el aborto, pero sí necesitan llegar a un hospital
donde las atiendan y las traten con respeto y
profesionalismo, donde cuiden sus vidas para que ellas
también puedan cuidar las de sus hijos. Las mujeres pobres
rechazan incluso la idea del aborto que en los hospitales
les sugieren.
Necesitamos menos “Abortá porque no vas a poder
mantenerlo” y más políticas efectivas y acompañamiento.
Porque ellas, en su vulnerabilidad, son quienes abrazan la
vida y son ejemplo porque valoran y conocen que lo que
llevan en sus vientres no es un conjunto de células, sino
que es un hijo. (Aplausos.) Las mujeres pobres, señores
diputados, necesitan salir de la pobreza.
La sociedad se manifestó en contra de una visión
ideológica y minoritaria que nos intenta imponer el aborto
como una solución con campañas millonarias que impulsan
este proyecto de ley como política de descarte. Es
arbitrario y discriminatorio que legislen sobre deseos y
sobre el desecho selectivo de personas. El aborto es una
discriminación que mata a un niño y nos lastima a las
mujeres para siempre.
Quienes trabajamos en los barrios carenciados nos
sentimos acompañados por esos más de 3 millones de
argentinos que se manifestaron sin banderas políticas ni
ideologías para exigir a ustedes, diputados, que promuevan
políticas efectivas a favor de las dos vidas. Fuimos
millones y volveremos a serlo.
Necesitamos terminar con esta dialéctica
hipócrita de decidir arbitrariamente quién se salva y quién
vive. Hoy podemos ser una sociedad más humana.
Diputados: hoy la mayoría de ustedes –porque son
mayoría los que defienden la vida- está buscando que en
este debate podamos empezar a trabajar en las soluciones
reales. Pero algunos de ustedes aún no han manifestado lo
que piensan o no han definido cuál es el futuro que quieren
para la vida de mujeres y los niños amenazados por este
proyecto de ley.
Necesitamos que nos representen y que sepan que
cada una de las provincias también se ha expresado a favor
de las dos vidas, que las últimas encuestas reflejan que el
60 por ciento de los argentinos quiere políticas de salud y
no aborto legal, y que incluso en las encuestas también se
muestra que quienes quieren el aborto son los hombres. Los
que quieren el aborto son en su mayoría hombres, porque es
la victoria de una sociedad machista. No tengan miedo,
porque el miedo proviene de la violencia y de la presión
política e ideológica que hay detrás del aborto. El miedo
proviene de que muchas de nosotras estamos siendo agredidas
e insultadas solo por pensar distinto.
No silencien su compromiso con el pueblo. Tienen
que legislar a favor de la vida de todos y hacerse eco del
reclamo que estamos haciendo. Hoy como sociedad estamos
pidiendo leyes que no excluyan a nadie. El debate termina
hoy pero el desafío existe desde hace años. Y es hora de
que nos pongamos a trabajar.
Señores diputados: les pedimos que hoy -y
siempre- salvemos las dos vidas. (Aplausos.)

Sra. Presidenta (Martínez).- Tiene la palabra el señor Jon


O‟Brian, presidente de Católicas por Decidir, organización
reconocida a nivel mundial como defensora de los derechos y
la salud reproductiva desde la perspectiva de la cultura,
fe y moralidad católica. Es una de las organizaciones que
lideró el plebiscito en Irlanda y viene a contarnos la
experiencia. (Aplausos.) Contará con veinte minutos para
hacer su exposición.

Sr. O’Brian (Interpretación del inglés).- Queridos colegas,


presidentes, compañeras y compañeros: estoy muy agradecido
por el enorme privilegio de haber sido invitado a compartir
mi experiencia en este tema.
Déjenme decirles primero que el aborto puede ser
una pregunta difícil para mucha gente. El tema del aborto
no es algo que se nos presente en blanco y negro; es mucho
más importante traer luz que calor al debate. Reconozco
que, en el interior de nuestras familias, nuestros trabajos
y nuestros espacios hay visiones diversas sobre el tema, y
lo que debemos traer es un esfuerzo compasivo de
comprendernos.
La justicia social es un tema importante para los
católicos y católicas alrededor del mundo. Sabemos
perfectamente que los ricos pueden darle la vuelta a
cualquier legislación que exista sobre el aborto en
cualquier parte del mundo. Sabemos también que son las
pobres las que sufren las consecuencias.
Les voy a contar una pequeña historia de un país
de Europa, que es Irlanda, mi nación. Luego de una lucha de
varios años, los irlandeses e irlandesas ganaron su
independencia sobre el Imperio Británico en el año 1922. En
el año 1949, nuestro país fue declarado como república. La
pregunta era qué tipo de política iba a llevar adelante
este nuevo país. Un político solía decir que estábamos
creando un país católico para gente católica. El problema
era que no les preguntaron a los católicos qué tipo de país
querían. La jerarquía católica, al igual que el poder
político dominante, se sentía atraída y buscada por todo
tipo de poderes. Los políticos abdicaron en su
responsabilidad de hacer un país para todos. En cambio,
este país pasó a ser una teocracia, es decir, una nación
para los católicos.
Ahora les voy a contar un pequeño secreto: las
católicas irlandesas usan la anticoncepción.
Desgraciadamente, las irlandesas e irlandeses también se
separan y divorcian. ¿Quieren adivinar algo? Los irlandeses
e irlandesas también son gays y transgénero. Pero nuestras
leyes –como Alicia en el país de las maravillas- nos
contaban que no se podía ser gay ni tener acceso a la
anticoncepción.
Entonces, los irlandeses e irlandesas tuvieron
otra pelea: la pelea por la libertad. Me refiero a la pelea
que se da cuando un matrimonio se termina y entonces hay
que disolverlo. También me refiero a la pelea por acceder a
la anticoncepción.
Esta lucha nos permitió visibilizar a los gays y
lesbianas de nuestro país cuando se sancionó la ley del
matrimonio igualitario en Irlanda.
En 1980, aquellos que estaban en contra de la
legalización del aborto vieron venir este cambio. O sea,
algo estaba pasando en la sociedad. Por esa razón
realizaron un referéndum, mediante el cual se insertó una
enmienda en la Constitución que decía que el Estado debía
proteger la vida desde la concepción.
En ese momento, la gran mayoría de las personas
no llegaba a comprender cómo esta enmienda iba a afectar la
vida concreta de las personas y cómo se iban a cerrar los
centros de atención para las mujeres que tenían dudas sobre
su embarazo. Había dudas acerca de cómo esta enmienda iba a
censurar la información que llegaba al país. ¿Se terminó el
aborto en Irlanda? No. Solamente generó que 4.000 mujeres
irlandesas dejaran cada año su país, sus familias y sus
trabajos para buscar un servicio de aborto en otro lugar.
Esa injusticia hizo que muchas mujeres irlandesas sufrieran
de una manera enorme.
Les cuento el caso de una niña de 14 años que fue
violada y que tuvo que pasar por muchísimos procesos
judiciales ya que un juez, que creía defender el Estado,
pensaba que esa niña debía llevar su embarazo a término, a
pesar de su voluntad.
La atención en salud de los profesionales de la
medicina fue tan inhibida por esta enmienda que causó
muertes. Está el caso paradigmático de una mujer llamada
Savita, que terminó muriendo por no haber recibido la
atención médica necesaria para tratar su caso. Esto
significó para los irlandeses e irlandesas la motivación
que necesitaban para volverse a posicionar frente a este
tema.

-Ocupa la Presidencia el
señor Presidente de la
Comisión de Legislación
General, doctor Daniel
Lipovetzky.

Sr. O’Brian (Interpretación del inglés).- El 25 de mayo de


este año los irlandeses e irlandesas tuvieron la
oportunidad de votar. El 66 por ciento de los votos fueron
a favor de la eliminación de esa enmienda constitucional.
La gente votó por el “sí” en el área rural. Las mujeres no
estaban solas, pues los hombres se unieron a esta lucha.
Hubo un 65,9 por ciento de hombres que votaron. Un 87 por
ciento de los jóvenes menores de 24 años votaron para
terminar con esta enmienda.
Ahora Irlanda dio vía libre a sus diputados para
legislar sobre el aborto legal y seguro. Aclaro que no
solamente los protestantes votaron; estaban también los
católicos. En el centro de la enseñanza católica está la
idea de la conciencia. No es que deberías seguir los
dictados de tu conciencia como católico, sino que, como
católico, debes seguir a tu conciencia. Incluso si
tomáramos en cuenta lo que dicta nuestra conciencia, nos
pondría en conflicto con la jerarquía de la Iglesia
Católica.
Tanto Santo Tomás de Aquino como San Agustín
pensaban que el feto, en las etapas iniciales de la
gestación, no era una persona.
Incluso cuando se refiere al divorcio, a la
anticoncepción y otros temas, hay un principio que los
católicos resumen, que es el de si esta enseñanza se recibe
o no. Los católicos y católicas irlandeses siguen sus
conciencias con el entendimiento de que el feto no es una
persona y ello no significa desde ningún punto de vista que
no tienen respeto por la vida en el útero. Simplemente
significa que no la confunden con la autonomía y la
conciencia de las mujeres.
Entonces, ¿cómo hacemos leyes o cómo legislamos
cuando tenemos tantas diferencias en relación con el
aborto? El Concilio Vaticano II refuerza la idea de que
como católicos tenemos que respetar las creencias de las
personas de otra fe. No necesitamos que las leyes sigan la
enseñanza de la jerarquía católica sino que respeten las
conciencias individuales.
Se imaginan que la mayoría de la gente que votó
en Irlanda a favor de que se legisle sobre el tema piensa
que quizás no necesite nunca un aborto. Incluso si creen
que lo necesitan, es posible que continúen con ese embarazo
porque para ellos es lo que deben hacer. Aquí el punto es
respetar que cada uno tiene que poder tomar esa decisión en
sus propios términos, en su propio país y en su propia
forma.
En la Argentina, como saben, medio millón de
abortos ocurren cada año; alrededor del 40 por ciento de
los embarazos. El aborto constituye una de las primeras
causas de muerte materna, y cerca del 30 por ciento de la
mortalidad materna se debe al aborto clandestino e
inseguro.
La pregunta es: ¿qué tipo de sociedad queremos
crear en Irlanda o en la Argentina? Creo en un Estado
secular, que no es un Estado no religioso sino que es aquel
que permite la libertad de religión y también la libertad
de no tenerla. Creo que es fundamental que nos preguntemos
sobre el otro, si tiene la capacidad y la posibilidad de
escribir su propio destino.
Les deseo la mayor de las suertes en sus
deliberaciones en este tema tan complejo. Es fantástico ver
a la democracia en acción. Gracias. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Muchas gracias, Jon, y


también a la traductora.
Tiene la palabra Damasia Méndez Trongé, abogada
mediadora familiar.

Sra. Méndez Trongé.- Buenas tardes a todos y gracias por


invitarme para esta exposición.
Hoy quiero hablar desde mi experiencia
profesional como abogada pero también desde mi experiencia
personal, como madre adoptiva de los tres hijos que tenemos
con mi marido.
Estoy convencida de que ninguna mujer embarazada
tiene la obligación de ejercer la maternidad. También creo
que muchas mujeres ejercen la maternidad y son madres sin
haber estado nunca embarazadas. Yo soy una de ellas.
Entiendo que haya niñas, adolescentes y mujeres
que no puedan o no desean ejercer su maternidad ante un
embarazo no deseado. En estos casos, ellas tienen la
posibilidad de elegir libremente dar a su hijo en adopción,
que es la opción vigente en el Código Civil y Comercial de
la Nación y que respeta la Convención de los Derechos del
Nino y la Constitución de la Nación Argentina.
Quiero contarles la historia de Johana, que a sus
17 años, siendo estudiante universitaria, se enteró de que
estaba embarazada y todas sus ilusiones se vinieron
abajo. En ese momento de su vida no podía pensar en un hijo
y mucho menos hacerse cargo de él. Lloró muchísimo; estaba
con su novio, que no sabía cómo ayudarla. Los dos se
sentían muy solos y desamparados frente a un posible aborto
que, hasta ese momento, era la única opción que tenían.
Ellos pidieron ayuda y encontraron respuestas,
información, acompañamiento y mucha contención. Con una
ecografía Johana descubrió que ese bebé ya tenía un corazón
que latía con fuerza y con muchas ganas de vivir.
Decidida por la adopción, antes del nacimiento
avisó al servicio social de su deseo, y a los pocos días
esa beba fue adoptada judicialmente por una familia.
Johana me escribió esto, para ustedes: “Tomar el
camino rápido puede llegar a parecer muy fácil, pero no lo
es. Cuando recibís a tu bebé en brazos y lo ves a los ojos
solo querés que siempre esté bien y se te hace ilógico el
haber pensado alguna vez en no darle la oportunidad de
vivir.
“Hay otras alternativas; lamentablemente no hay
mucha información al respecto y es necesario que todos
sepamos qué opciones tenemos.
“No tuve ningún tipo de daño físico, psíquico o
social y nunca me sentí obligada a seguir con mi
embarazo. Nosotros quisimos darla en adopción porque
sabemos que existen muchas familias que no pueden tener
hijos y tienen mucho amor para ofrecer.
“Ahora, cinco años después, nosotros seguimos
estudiando, madurando y construyendo nuestro futuro,
sabiendo que hicimos bien”.
Quiero compartir con ustedes también el
testimonio de mi hijo, el mayor, que tiene 17 años y es
estudiante de secundario. Cuando comenzó este debate,
escribió en su red social: “Hace varios años para una mujer
yo fui un problema. Soy y vivo consciente de que fui un
error o que para ella no era el momento indicado de mi
llegada.
"Sé también que ella decidió que darme en
adopción era lo mejor para mí. Y gracias a eso, vivo y soy
feliz.”
Como ven, las palabras de mi hijo me conmueven
profundamente.
Por eso también me duele cuando se estigmatiza
como abandónicas a las mujeres que quieren dar a su bebé en
adopción. Las maltratan y las tildan de irresponsables, y
por eso huyen en el intento, porque les dicen que esa
opción no existe.
Las mujeres que dan voluntariamente a su hijo en
adopción buscan lo mejor que les pueden dar en ese momento;
son mujeres valientes, heroicas y merecen el más profundo y
sincero de nuestros respetos, como es el caso de Johana,
que les conté recién.
Es cierto que hay mucho para trabajar, hacer,
corregir y aprender sobre la adopción. Hay muchos proyectos
que estudiar, como los que buscan la posibilidad de dar en
adopción desde el embarazo o el 0800 nacional y público que
propone Evelyn Rodríguez para orientar y acompañar a las
mujeres con embarazos no deseados. Incluso es necesaria la
creación de juzgados exclusivos de niños, niñas,
adolescentes y de adopción con jueces, asistentes sociales,
psicólogos, tutores y defensores de menores capacitados en
esta tan delicada tarea, que es siempre urgente, y
necesitan en todos los casos su resolución inmediata. Pero
no es necesario crear nuevas leyes para dar alternativas a
las mujeres vulnerables con embarazos no deseados. Ya
existen esas leyes. Lo que pasa es que la política de
protección de derechos ante estos casos impone a la mujer o
su familia de origen o ampliada que se haga cargo de ese
niño o niña nacido en cualquier caso o situación. Con esta
política se omite deliberadamente dar a conocer u ofrecer
la opción de la adopción que ella pudiera desear o
manifestar voluntariamente, como se estipula en la ley de
adopción vigente en el Código Civil y Comercial, en sus
artículos 607 inciso b) y 625 inciso c).
Es necesario ofrecer esa opción en todos los
casos y que la mujer, su familia y toda la sociedad la
conozcan, ya que esta posibilidad les va a dar la fortaleza
para ejercer la maternidad o la libertad para dar a su hijo
en adopción con la convicción de que están haciendo lo
mejor para ese menor.
Finalmente, y en caso de optar y concretar la
adopción, el Estado solo deberá ayudar a la mujer a
realizar un trabajo de reparación, ya que la adopción no
tiene las terribles consecuencias físicas, psíquicas o
emocionales de un aborto provocado. Y así tendrán la
posibilidad tal vez algún día de recibir a un niño o niña
ya adulto que las buscará para decirles “Gracias por
haberme dejado vivir”, como lo sienten mis hijos y como lo
hago yo, como madre adoptiva, que agradezco profundamente a
esas tres mujeres que tuvieron a mis hijos, y a su entorno,
que las ayudó a seguir adelante con el embarazo dándoles la
posibilidad de crecer en familia.
Para finalizar les digo: señor presidente de la
Nación, señoras y señores diputados y senadores: no es
suficiente decir que están a favor de la vida; todos lo
estamos. Yo creo sinceramente que ninguna mujer desea
abortar. Debemos dar todas las soluciones y opciones
vigentes, no sumar más problemas como el aborto, que no es
una solución; en cambio, sí lo es la adopción, que es
legal, segura y gratuita.
Cuidemos todas las vidas, durante toda la vida.
Muchas gracias. (Aplausos.)
Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra Daniel
Gollán, ex ministro de Salud de la Nación.

Sr. Gollán.- Buenas tardes a todos y a todas. Gracias por


la invitación.
Creo que hoy es el último día; estamos llegando
al final de dos meses de escuchar muchas opiniones en este
recinto, que me han dicho que fueron más de 700.
Considero que es hora de ponerse a pensar qué es
lo que van a hacer como diputados de la Nación. En ese
sentido, yo creo que cualquier diputado o diputada pretende
siempre que las leyes que puedan aprobarse en este
Parlamento modifiquen una realidad. Creo que lo que siempre
se procura es modificar la realidad, y por supuesto,
modificarla para mejor.
Voy a dejar documentación por Secretaría, pero
seguramente ya escucharon más de una vez -y acá se dijo
hace un rato- acerca de la enorme cantidad de evidencia
científica que hay en el mundo y en nuestro país para tener
la plena convicción de que, voten lo que voten, las mujeres
que decidan hacerse un aborto lo van a seguir haciendo, y
voten lo que voten ustedes, las mujeres que decidan seguir
adelante con su embarazo -ese es el derecho a decidir y,
por supuesto, también es plausible-, lo van a hacer así.
Esto es importante tenerlo en cuenta porque si no
estamos hablando de cosas que son puramente cuestiones
voluntaristas, pero que no van a suceder. No va a suceder
que si ustedes votan una ley por la cual se legaliza el
aborto todas las mujeres van a salir corriendo hacerse un
aborto. No va a suceder. Y si votan una ley que legalice el
aborto, las mujeres que deciden seguir adelante con su
embarazo, también lo van a poder hacer.
Digo esto porque entonces podemos preguntarnos
qué es lo que podemos modificar. Hay un punto que creo que
no tiene demasiadas discusiones y así ha quedado expresado
aquí, por lo menos lo formal, porque en otros ámbitos no ha
sido tan así. Hay un punto en el que todos estaríamos de
acuerdo, que es que podemos sancionar una ley que ponga
muchísima potencia en la educación, en la prevención, en la
promoción y en todo lo que el Estado debe hacer para
garantizar eso. Esto seguramente hará que en el mediano o
largo plazo podamos tener una disminución de la cantidad de
embarazos no planificados, porque si hay mucha educación,
quien no quiera tener un embarazo podrá evitarlo. Creo que
en eso estamos de acuerdo todos, por lo menos en la
formalidad.
Ahora, ¿qué otra cosa podemos modificar? ¿Qué
otra cosa es modificable? Que las mujeres pobres que no
pueden acceder a un aborto seguro se sigan muriendo.
Entonces, cuando se vote este proyecto, si sale
en forma negativa, el año que viene o el siguiente los
legisladores van a seguir recibiendo información de
investigaciones y de estudios que les van a decir que en
realidad las mujeres siguen haciendo abortos. Yo pienso que
en ese momento deberían sentir algún tipo de frustración
porque, como decía al principio, uno vota una ley para
mejorar la situación. Eso no va a pasar. Si ustedes no
votan afirmativamente esta ley, las cosas van a seguir como
ahora, y ahí habrá un sentido de frustración.
Pero también, y paralelamente, ustedes van a ir
recibiendo datos precisos -no ya de investigaciones- de que
hay mujeres que se siguen muriendo por no haber aprobado
esta ley. Pienso que, en ese momento, más que una sensación
de frustración puede instalarse una sensación de angustia
por no haber evitado lo que es evitable. Esto es muy
importante que lo tengan presente porque es lo que les va a
pasar. Si esta ley no se aprueba las mujeres seguirán
haciendo abortos, porque toda la evidencia científica y los
datos en el mundo lo demuestran. Pero van a tener que
cargar –en cierta manera- con la responsabilidad de no
haber actuado para evitar lo que sí es evitable, o sea, que
las mujeres pobres, las que no pueden acceder a un aborto
seguro, se sigan muriendo.
Recién se habló mucho de lo que ocurrió en
Irlanda. Creo que es un ejemplo maravilloso porque, en un
país donde el 78 por ciento está compuesto por población
católica, más del 66 por ciento pudo discernir y separar la
paja del trigo. El hecho de haber podido discernir esto es
lo que los llevó a evitar muchas inequidades. También evitó
que 170.000 irlandesas, como en los últimos años treinta y
cinco años, deban irse a Inglaterra u otros países para
practicarse un aborto. A partir de ahora lo van a poder
hacer en Irlanda.
Este es el punto de discusión. Si quieren aprobar
una ley que cambie la realidad para mejor –la evidencia
científica así lo demuestra-, la única manera es votar la
norma que les garantice a todas las mujeres que pueden
acceder a un aborto seguro. Eso no es otra cosa que el
aborto legal. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra la


licenciada Ruth Penachini. Es psicóloga y representa a la
Asociación Civil Hay Vida en Jesús-Centro Familiar.

Sra. Penachini.- Antes de comenzar mi exposición quiero


hacer mención a algo que expresó quien me antecedió en el
uso de la palabra. Según el criterio del doctor Gollán
tendríamos que derogar el Código Penal porque siguen
habiendo delitos de todo tipo y color. Creo que hay muchas
cosas que se pueden hacer para mejorar la situación actual
y no necesariamente legalizar el aborto. Se han propuesto
muchas ideas en cuanto a la educación sexual, a la
anticoncepción y sobre la ley de adopción. Todos estos
aspectos se pueden mejorar para bajar los niveles de aborto
sin necesidad de legalizarlo.
A lo largo de este debate se han rebatido
científica, técnica, legal y filosóficamente concepciones
erróneas tales como “es mi cuerpo”, “no hay vida todavía”,
“no es una persona”, “tengo derecho a elegir”, comprobando
que desde el momento mismo de la concepción hay un ser
humano distinto al cuerpo de su madre, con el mismo derecho
que ella a ser tratado como persona y que el derecho de la
madre a elegir termina cuando comienza el derecho del hijo
a vivir.
Ahora queda, sobre la base de las evidencias,
tomar una decisión y sobre eso quiero reflexionar. He
escuchado demasiadas veces en el debate, dentro y fuera de
este lugar, que en este tema hay que dejar las convicciones
personales y los principios a un lado. Eso es imposible.
Somos seres éticos por naturaleza. La dimensión ética es
inherente al ser humano y atraviesa cada área y aspecto del
individuo. Siempre que tomamos una decisión lo hacemos
desde una posición éticamente definida. Si no lo hacemos
sobre la base de nuestros valores, entonces quiere decir
que otros nos están imponiendo los suyos.
Cada individuo forma su sistema de valores, que
podrá diferir de los demás. Pero también hay normas y
principios generales que conforman el sistema axiológico
colectivo: los valores de la sociedad. Sin estos valores
nuestra convivencia sería caótica y difícilmente
sostenible.
Estos valores sociales son aquellos derechos que
se encuentran amparados por nuestra Constitución Nacional y
por todo nuestro sistema jurídico; entre ellos, el derecho
a que la vida sea protegida desde el momento mismo de la
concepción.
Por eso mismo, va en contra de nuestra propia
naturaleza sostener que una decisión tan trascendente como
ésta debe ser tomada dejando fuera los principios. La
dimensión valorativa no puede ser aislada para tomar una
decisión que afecta no solo el presente sino también el
futuro de nuestro país.
Esto atenta contra nuestra identidad como
comunidad y nos aleja de nuestros objetivos como nación:
afianzar la justicia, promover el bienestar general y
asegurar los beneficios de la libertad para nosotros y para
nuestra posteridad, tal como lo señala el Preámbulo de
nuestra Constitución.
¿De qué sirven los valores y principios si no se
ponen en práctica a la hora de tomar decisiones que afecten
a muchos? Los abrazamos y sostenemos en nuestro discurso,
¿pero debemos soltarlos al momento de decidir por la vida
de los más indefensos? Los principios nos marcan el camino,
nos identifican y nos llevan hacia el tipo de personas y de
nación que queremos ser. La brújula de este Honorable
Congreso de la Nación es la Constitución Nacional y por
ella debe ser guiado.
El aborto provocado, aunque no parezca, es la
salida rápida a una problemática sumamente compleja. Solo
elimina una consecuencia indeseada de un acto en la mayoría
de las veces impulsivo, no meditado, dejando a la mujer que
lo realiza en las mismas condiciones en las que se
encontraba antes, sumándole una tremenda carga cuyas
secuelas se pueden conocer en los numerosos estudios del
síndrome posaborto. La falta de educación, la pobreza, la
marginalidad, la falta de trabajo y de una red de
contención no se borran con dicha práctica.
La despenalización tampoco cambia ninguna de
estas condiciones. Por eso debemos trabajar como sociedad
en la búsqueda de soluciones superadoras que vayan al
centro de la problemática, que resguarden la vida de todos,
evitando en primer lugar los embarazos no deseados, por
medio de la educación y la anticoncepción y que contengan
tanto a los padres como a la persona por nacer cuando el
embarazo ya se produjo. Eso se hará mediante planes
efectivos de sostén social y económico para la familia
afectada. Trabajar en un sistema de adopción dinámico y
eficiente también es fundamental.
Los valores no son entes aislados, sino que se
ubican en una jerarquía que establece una escala de
prioridades. Por eso, al tomar una decisión es importante
evaluar que el valor implicado en ellas es coherente con
los demás. En cualquier escala de valores aun
implícitamente aparece la vida humana. No es posible que
haya otro valor que lo supere en importancia.
Como sociedad argentina sostenemos muchos
valores: la solidaridad, la igualdad, la justicia social.
Como comunidad no podemos ser indiferentes e incoherentes
descuidando la vida misma.
También podemos comparar el valor de dos vidas
humanas. ¿Alguna vida vale más que otra? ¿El supuesto
derecho a decidir de la mujer es más importante que la vida
misma de su hijo? ¿Cómo un ser humano, a quien la vida le
fue dada desde fuera –ya que no fue él mismo quien
determinó su existencia-, puede juzgar sobre la vida de
otro ser humano? Nuestra ley suprema sostiene que está
abolida la pena de muerte en nuestro país. ¿No es el aborto
la pena de muerte más injustificada de todas?
Señores diputados: cada uno de ustedes hizo un
juramento al comenzar su mandato, comprometiéndose a
desempeñar fielmente su cargo y, literalmente, obrar en
todo de conformidad con lo que prescribe la Constitución
Nacional. Cada uno eligió sus testigos, aquellos ante
quienes van a responder por el cumplimiento de su función.
Algunos eligieron hacerlo ante la Patria, otros ante Dios.
No es un mero formalismo. El mensaje simbólico detrás de
ese juramento es “me hago cargo de mis acciones y respondo
por ellas ante los demás, sabiendo que tienen
consecuencias”.
Somos millones de argentinos que reclamamos que
legislen fundamentados en valores, que no dejen a un lado
sus convicciones. Millones de argentinos elegimos y
elegiremos nuestros representantes de acuerdo a esos
valores.
Hoy, la Patria y Dios, que son los testigos que
eligieron, están delante de ustedes y saben que tienen para
elegir la vida de todos o la muerte de muchos. Les pedimos
y demandamos a ustedes que elijan la vida, por la Argentina
de hoy y por la vida de las generaciones que vienen.
(Aplausos.)
Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra la
licenciada Liliana Hendel, periodista, psicóloga y
coordinadora de la Red Internacional de Periodistas con
Visión de Género.

Sra. Hendel.- Me siento honrada por ser parte del grupo que
desde este atril defiende los derechos básicos de las
personas que eligen vivir en democracia: el derecho a
la autonomía, a la intimidad y a la libertad para decidir
acerca de la propia vida.
También pasó por aquí el grupo que se opone a
esta premisa definiéndose en contra del aborto legal. A
diferencia de otras personas que buscaron puntos en común
entre ambos grupos, debo decir que no encuentro acuerdos
posibles, por lo que el desafío de quienes legislan será
generar derechos que incluyan ambas posiciones; de eso se
trata la democracia.
La aprobación del proyecto de la Campaña no
obligará a ninguna mujer a abortar. Nadie debería obligar a
ninguna mujer –a mi hija o a mis nietas- a ser madres si no
lo desean.
Ni mi hija ni mis nietas están en el grupo de las
que corren el riesgo de morir. Sin embargo, estoy aquí para
reivindicar su derecho a desear, a gozar y a decidir lo que
consideren mejor en cada momento de sus vidas. Así lo han
hecho los varones desde el inicio de los tiempos. La
paternidad obligatoria no existe como concepto, pero un
embrión requiere de un varón y de una mujer para
producirse. Este es un tema de género.
No estoy sola en este lugar; me anteceden "las
ancestras" que lucharon por la libertad y los derechos de
las mujeres, pero además me acompañan mis compañeras y
compañeros de la Red Internacional de Periodistas con
Visión de Género en Argentina. Hablo de y desde el
periodismo, a pesar de los despidos, de la precarización y
de los cierres de medios (Aplausos.)
Hablo desde ese periodismo que sostiene una
agenda donde los derechos de las personas están por encima
de todas las otras noticias.
El derecho a la información -lo sabemos- nos es
retaceado. Son demasiadas las mujeres y niñas que,
violentadas, desconocen que las asisten derechos que el
Estado debe cumplir.
La gran mayoría de las tradiciones culturales
ubica a las mujeres en un lugar de inferioridad, que es
precisamente, el lugar de donde decidimos irnos. El sistema
patriarcal insiste desde hace siglos, utiliza su fuerza
imponiendo su ideología en los discursos, en los medios de
comunicación y en las escuelas, para generar una pretendida
mística de la feminidad, de la maternidad, de la
heterosexualidad obligatoria, negando o desautorizando las
palabras y los deseos que se generan por fuera de los
pactos heteronormativos.
Los fundamentalismos religiosos son, como hemos
visto en estos días, una pieza ineludible para sostener el
sistema de opresión.
Dice el titular de La Nación del 28 de
mayo: “Aborto. El debate entra en la recta final y
denuncian presiones de la Iglesia”. En el mismo texto dice:
“La presión más clara se produjo en Tucumán, donde e1
obispo Carlos Sánchez mencionó por su nombre de pila a los
diputados nacionales de esa provincia y les pidió que voten
„a favor de la Vida‟”. En mi barrio, eso se llama
apretada. (Aplausos.)
La militancia activa de las mujeres organizadas y
el feminismo, con todas sus diferencias, han logrado hoy
hacer pública la autonomía que ya ejercíamos privadamente.
Ya no es en secreto que abortamos, ya no es en voz baja que
nos pasamos datos. Hoy decimos “yo aborté” y encontramos en
la web los datos del misoprostol. Cambiamos nuestro lugar
en el curso de la historia; tomen nota, por favor,
diputadas y diputados.
Sin embargo, como ya lo hemos visto aquí en este
tiempo, no todo cambió. Las fuerzas sobrevivientes de la
Inquisición, que hoy se oponen a la legalización del
aborto, son las mismas que alientan que en las escuelas se
imparta catequesis en vez de educación sexual integral.
También se opusieron al divorcio, a la patria potestad
compartida y, por supuesto, al matrimonio igualitario y a
la ley de identidad de género.
Somos las nietas de las brujas que no pudieron
quemar y ese grupo es nieto de quienes nos quemaban. Los
dos grupos existen desde siempre. El poder siempre lo
tuvieron ellos; prueba de ello es que se invisibiliza
nuestra existencia. Sin embargo, está claro que un grupo
intenta mejorar 1a condición de vida y asegurar la calidad
democrática de un Estado que se proclama laico; el otro no.
Los llamamos con corrección “los antiderechos”.
El intento de imposición autoritaria se expresó en este
recinto y también en la presencia de estos grupos en las
habitaciones de los hospitales, donde las niñas esperan que
se les haga una práctica, la del aborto, contemplada por la
ley.
Desde el lugar de los antiderechos hemos
escuchado hablar de asesinato, pero vamos hablando mejor:
ya no nos llaman asesinas. No parece muy posible que alguna
de nosotras sea detenida por instigación a violencia ni
tampoco que las muchas expositoras que relataron sus
abortos paguen el precio penal de la tal acción.
Nadie podría imaginar un recinto en el que tantas
mujeres pasaran para decir: “Yo asesiné, yo asesiné” y no
pasara nada.
Poner en contexto es lo que los antiderechos no
hacen. Escuchamos la voz del patriarcado, hablamos del
reclamo de la legalización del aborto pero no nos dejemos
engatusar; ubiquémoslo en el escenario correcto: fuera de
los ámbitos morales y confesionales.
Señalemos el permanente obstáculo para acceder a
justicia, educación y salud. Hemos escuchado aquí una
enorme cantidad de propuestas que deberían ser tomadas en
cuenta y les pregunto por qué no lo hicieron hasta ahora.
¿O las ideas maravillosas aparecieron en este último mes?
Como muy bien lo ha señalado Rita Segato, ninguna
sociedad trata a sus mujeres tan bien como trata a sus
varones.
El verdadero delito invisibilizado no es la
práctica de la interrupción del embarazo, sino el
incumplimiento del Estado de la debida diligencia. El
aborto por causales es legal en la Argentina desde 1921 y
el sistema obstaculiza su acceso al desconocer la
obligación de atención y protección.
Nos mienten con descaro, mirándonos a los ojos y
nos dicen la frase preferida del patriarcado: “Es por tu
propio bien, te lo decimos porque estás confundida.” Lo
escuchamos durante toda la mañana y la tarde de hoy: "las
mujeres están confundidas, necesitan que les expliquemos y
que las acompañemos". Eso le dijeron a Ana María Acevedo
mientras le negaban los medicamentos que le hubieran
salvado la vida.
Nos mienten cuando dicen “cuidamos las dos
vidas”. Nos mienten cuando nos hablan de ética y dignidad.
No necesitamos que nos tutelen; tomamos nuestras propias
decisiones.
Cuando la abstracción deviene caso concreto, los
defensores del feto desaparecen. Son inventores de
síndromes, como el síndrome de alienación parental, por el
que se saca los hijos a las madres protectoras y se los
entrega a los abusadores.
El síndrome posaborto no existe. He acompañado a
cientos de mujeres, he revisado todos los datos y les
aseguro que no lo he visto jamás.
También soy psicóloga, igual que ustedes y puedo
decir que el trauma se produce en cada persona de manera
particular. Nos mienten y son profundamente
antidemocráticos.
Por último, solo quiero hablarles a quienes
tienen que decidir, a quienes tienen miedo de asumir el
costo y están contando porotos, a pesar de tener decidido
para su vida personal que se ha legalizado el aborto desde
hace tiempo.
¡Miren a las chicas en las plazas! ¡Miren los
pañuelos verdes! Son los que van a votar: chicas y chicos
que quieren un mundo con derechos. El aborto debe ser una
realidad porque es un tema de derechos. Las mujeres ya
ganamos. Es bueno que las diputadas y los diputados que van
a votar se den cuenta y no se queden afuera de esto.
(Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra Adela


Segarra, diputada nacional mandato cumplido y trabajadora
social.

Sra. Segarra.- Es un orgullo estar en esta audiencia. Me


conmueve estar en estos momentos finales de este próximo
debate en la Cámara, que estimo será el 13 de junio.
Pensé mucho -y pienso- esto que a veces nos
atribuyen a las mujeres, que somos dispersas y que no
podemos concentrarnos; es una forma de subestimarnos. Creo
que las mujeres asumimos múltiples roles y que esos
múltiples roles nos permiten ver la realidad de una manera
distinta y analizar los problemas también de una manera
diferente. Pienso que esa multiplicidad de roles
fundamentalmente nos permite articular lo público con lo
privado de una manera distintiva. Considero que cuando
hablamos de aborto también hablamos de cómo articular lo
público con lo privado.
Por supuesto, estoy totalmente convencida de que
es una falsa dicotomía enfrentar el aborto a la vida. No se
trata de aborto versus vida, porque ya se ha dicho acá que
desde 1921 se plantearon causales que permiten el aborto en
nuestro país. Y en 2012 la Corte Suprema reafirmó y volvió
a interpretar el artículo 86 del Código Penal especificando
los causales de abortos no punibles. Por eso esta no es una
contradicción.
Yo creo que no podemos ser hipócritas frente al
aborto y que el aborto atravesó a todas nuestras
generaciones: nuestras abuelas se hicieron abortos,
nuestras madres, nuestras tías, nosotras y nuestras amigas.
¿Quién de nosotros no acompañó o asistió frente a una
situación de aborto? Lo hicimos muchísimas veces y creo que
no podemos ser hipócritas frente a eso.
Creo que el aborto también atraviesa distintos
sectores sociales; las mujeres de alta clase alta, de clase
media y las pobres se realizan abortos. Pero son las
mujeres pobres las que sufren por los abortos clandestinos,
son las mujeres pobres las que mueren en los abortos
clandestinos y también son ellas las que incrementan el
índice de mortalidad materna, que es uno de los más altos
por motivo de aborto.
Entonces, frente a eso creo que debemos tener
claro que la decisión de una mujer respecto de continuar o
no con un embarazo no es una decisión de índole personal.
Acá es donde nuevamente las mujeres entendemos que lo
privado y lo público se articula; no es un problema de
conciencia individual. Que una mujer pueda decidir acerca
de continuar o no su embarazo tiene que ver con un tema que
el Estado debe contemplar; es un hecho que tiene que
referir a esa decisión y a esa mujer a la salud pública.
Estoy convencida de que la mujer tiene que ser el
eje central del sistema de atención primaria de salud. En
ese lugar es donde tiene que estar cuidada para que pueda
decidir libremente.
Las mujeres estamos formateadas para cuidar a
nuestros hijos, para cuidar a nuestros nietos, para cuidar
a nuestras parejas, pero no ejercitamos el derecho de
cuidarnos a nosotras mismas. Es el Estado responsable de
garantizar ese cuidado; es el Estado el que debe permitir
que ese derecho se consagre. Estoy convencida de que es
así.
Sin embargo, tenemos un sistema de salud que
sigue estigmatizando a las mujeres pobres y que aun es
hipócrita frente a aquellos médicos que son objetores de
conciencia y que practican abortos clandestinos en clínicas
privadas, porque eso existe en todas las ciudades y está
ocurriendo.
El sistema de salud no puede seguir invirtiendo
sus prioridades, tanto en lo económico como en lo
académico. La atención primaria tiene que fortalecerse. No
puede seguir existiendo aún en nuestro sistema de salud
violencia obstétrica. Eso también hay que revertirlo.
Yo me pregunto si alguna de estas cuestiones que
aún prevalecen en el sistema de salud no son más
traumáticas que un aborto. Porque se habla mucho del trauma
posaborto, pero en realidad en nuestro sistema de salud
siguen prevaleciendo situaciones que hacen vulnerable a la
mujer y que le generan situaciones de conflicto personal y
situaciones aun más traumáticas que poder decidir acerca de
continuar o no con un embarazo.
En esta multiplicidad de roles como trabajadora
social y como ex diputada quiero decir que acompañé durante
ocho años el proyecto de la Campaña, y que en dos
oportunidades me tocó ser la primera firmante que
encabezaba ese proyecto. A lo largo de los años hemos ido
avanzando en el debate sobre el aborto y en la cantidad de
firmas; y si avanzamos en ese debate es porque aumentó la
participación de todas las mujeres.
Para finalizar, quiero contarles que, como mujer,
decidí ser madre adolescente, en plena dictadura militar.
Tenía 17 años cuando decidí tener un hijo; tuve mi primer
hijo a esa edad. Lo decidí y siento orgullo de mi
generación, que se comprometió con la lucha por los
derechos de igualdad y justicia de todo nuestro pueblo.
Sin embargo, quiero decir que en esta última
década el movimiento de mujeres ha avanzado y nos ha
permitido a nosotras, las mujeres, ser cada vez más
protagonistas de los derechos que tienen que ver con
denunciar el patriarcado, con la justicia y con la igualdad
de todas las mujeres. Incluso este movimiento de mujeres ha
permitido que nosotras, mujeres militantes de otra
generación, podamos desterrar algunos de nuestros viejos
dogmas.
Así que quiero agradecer al movimiento de
mujeres, y por supuesto, a la Campaña, por ser parte y por
permitirme ser protagonista de estas luchas. Muchísimas
gracias. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra Benjamín


Richards, profesor en Filosofía.

Sr. Richards.- Pertenecemos a una generación que se


caracteriza por la búsqueda de la inclusión. Esta
característica es lo que en latín se conoce como “et-et”.
“Et” en latín significa “y”, pero cuando en una oración
aparece dos veces, significa “no solo, sino también”. Es
decir, “no solo esto, sino también aquello”. Es la forma de
unir dos ideas que se reclaman: es inclusión.
Esto se contrapone a la fórmula, también en
latín, “aut-aut” que significa “esto o lo otro, pero no las
dos a la vez”. Esta forma no es inclusiva, sino exclusiva.
Afirma una y niega la otra. Por ejemplo, estar dormido o
estar despierto. Son dos estados que se excluyen
mutuamente.
Les hablo de esto porque me llamó la atención que
en este debate algunas voces manifestaron que debemos
separar la política de la verdad, que debemos excluirlas,
no incluirlas, es decir, o política o verdad, pero no las
dos a la vez, como si fueran dos realidades que se excluyen
mutuamente.
Creo que esta separación es perjudicial para la
política. Más que elegir por dejar una de lado, debemos
incluir todas las visiones para tener una mirada más
amplia; no solo política sino también verdad.
Esta inclusión es fundamental para la vida en
democracia. Pensemos en valores que son importantes para
nuestra generación. Tomemos, por ejemplo, la libertad.
Somos libres, podemos elegir y esto es verdad. Para afirmar
que la libertad es un derecho fundamental de la democracia,
necesitamos la verdad. Porque si no fuese verdad que somos
libres, no tendríamos libertad.
Podríamos objetar que toda verdad es relativa,
pero si fuese así, entonces mi libertad también sería
relativa. Pero la realidad de que somos libres es una
verdad. Por eso, sin verdad, no hay libertad.
Lo mismo sucede con la tolerancia. Si no fuese
verdad que debemos respetar a los demás, no tendríamos que
ser tolerantes. Si excluimos la verdad de la política
obtenemos una sociedad sin libertad y sin tolerancia.
Si pedimos políticas que garanticen estos
valores, es evidente que la política necesita de la verdad.
Necesitamos incluirlas, no excluirlas. Necesitamos política
y verdad.
En este debate se hace mención a muchas verdades.
Es verdad que hay mujeres que abortan, mujeres que mueren
sin atención médica, mujeres embarazadas en situaciones
vulnerables y de riesgo. Todo esto es verdad.
Pero también es verdad la realidad de la niña o
niño en el vientre de su madre. Es verdad que desde el
momento de la concepción posee una carga genética única y
distinta a la de la madre y que desde la concepción hasta
el nacimiento no hay cambios cualitativos en el feto; solo
hay cambios cuantitativos. Es decir, es el desarrollo del
mismo sujeto de principio a fin del embarazo. Todo esto
también es verdad.
Estas verdades que acabamos de mencionar no se
excluyen sino que son verdades que se incluyen porque están
unidas en la misma realidad. La verdad no es parcial,
porque no sería toda la verdad. La verdad es completa.
Una generación inclusiva requiere de la inclusión
de todas las partes y necesita toda la verdad. Entonces,
para legislar acerca de estas situaciones de vulnerabilidad
y de riesgo es necesario unir la política y la verdad. No
hay que separarlas sino unirlas.
El proyecto de ley de interrupción voluntaria del
embarazo no incluye toda la verdad porque no considera la
verdad del niño por nacer. Hace muy bien en contemplar el
drama de la mujer, pero no contempla la totalidad del
drama.
El Estado debería promover políticas públicas de
salud que contemplen la verdad completa y no parcializada.
Seamos inclusivos, no exclusivos. Necesitamos una
política tolerante e inclusiva que no mire a una de las
partes del problema dejando a la otra de lado y contemple
el drama en toda su complejidad. Necesitamos una política
que no solo considere la libertad sino también la vida y la
verdad. No hay libertad sin vida y no hay política sin
verdad. Necesitamos política y verdad. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra la señora


Julieta Bosch. Es licenciada en Historia, master en
Educación, especialista en Planificación y Gestión de
Proyectos Educativos. Representa a la Fundación Más Vida de
la localidad de Tandil.

Sra. Bosch.- También soy madre de cinco hijos.


A principios de 2016 comenzó a funcionar en el
Hospital Santamarina, de Tandil, el servicio de consejería
e interrupción legal del embarazo (ILE).
Esta consejería funcionaba sin médicos obstetra
ya que todos en el hospital son objetores de conciencia.
Por mi trabajo como voluntaria tuve la
oportunidad de conocer cómo se desempeñaba dicha
consejería. Melina tiene una historia de abusos y
abandonos. Por eso tiene problemas de depresión.
En el año 2016 Melina queda embarazada y ante lo
inesperado tiene una fuerte recaída en su salud mental. No
se siente capaz de enfrentar ese embarazo. Está tan
deprimida que queda internada en el área de Salud Mental
del hospital. La aíslan de sus parientes, nadie puede ir a
visitarla. Pero hasta allí sí se acercan los miembros de la
consejería. Sabiendo del estado de vulnerabilidad y soledad
en la que se encontraba, le dicen que lo mejor para ella
era un aborto. Aunque estaba internada en Salud Mental, es
decir, sin capacidad para poder tomar una decisión tan
trascendental, la instan a firmar el consentimiento
informado. No lo hace enseguida; espera. La madre,
desesperada, acude a nosotros. Quiere ver a Melina y no se
lo permiten, y sabe que su hija está siendo presionada para
abortar.
Un llamado al director del hospital arregla las
cosas, y al día siguiente Melina es dada de alta. Ella nos
recibió, hablamos un largo rato y le ofrecimos contención y
apoyo. Lloró mucho, pero decidió continuar con su embarazo.
Ya en su casa recibió un llamado telefónico desde
la consejería mediante el cual le ofrecían llevarla a
Buenos Aires a practicarse el aborto. Pero ella lo rechazó.
Desde nuestra institución se la acompañó durante todo el
embarazo y se la sigue acompañando hasta hoy.
A continuación voy a leer una frase de ella:
“Cuando lo miro pienso qué sería de mi si no lo tuviera.
Estaría deprimida, tirada en la cama”.
Aislarla, aprovecharse de su estado anímico,
llamarla por teléfono, ejercer presión para que aborte. Eso
es lo que hizo la consejería. ¿A quién le importa la mujer
y su salud mental? Todo lo que buscan es lograr el trofeo
sangriento del aborto y después la dejan sola.
Si esto son capaces de hacer cuando el aborto no
es legal en la Argentina, ¿cuánto más harán el día que se
legalice? Estas consejerías invocan el artículo 86 del
Código Penal como su encuadre legal, pero olvidan la última
parte de ese mismo artículo, que dice que el aborto no será
punible si se ha hecho con el fin de evitar un peligro para
la vida o la salud de la madre y si este peligro no puede
ser evitado por otros medios. Quisiera saber qué otros
medios le ofrecieron a Melina.
Nosotros solo le ofrecimos un abrazo y un poco de
contención y ella decidió continuar con el embarazo. Era
eso lo que necesitaba; no un aborto.
En mayo de 2017 las integrantes de la consejería
ILE son entrevistadas por un portal de noticias de Tandil.
Celebrando los más de cien abortos, entre otras cosas dicen
lo siguiente: “El hospital es un espacio hostil porque el
servicio de Ginecología y Obstetricia es objetor de
conciencia”. Ante la pregunta acerca de si el caso no
encuadra dentro lo que define la ley para intervenir,
responden lo siguiente: “Lo que pasa es que la salud es una
definición muy amplia. En general, encuadran casi todas, ya
sea por su cuestión socioeconómica, su situación familiar o
por su proyecto de vida. Por todo”. Y, orgullosamente,
declaran: “El número de interrupciones realizadas es de
bastante más de cien”.
Estas declaraciones nos adelantan lo que será la
realidad una vez aprobada esta ley: presiones a los médicos
hostiles, ya que se dicen objetores de conciencia; abortos
hasta el último mes por cualquier causal; aumentos en el
número de abortos, etcétera.
Alarmados por esta situación, Más Vida Tandil
realizó múltiples acciones, entre las que se destaca un
proyecto que presentamos en el Concejo Deliberante, que
tiene un dictamen favorable de la Comisión de Salud y que
debe seguir su curso para transformarse en ordenanza.
Este proyecto bien puede ser tomado a nivel nacional y
convertirse en una alternativa frente al embarazo
vulnerable.
Proponemos la creación de la unidad de atención a
la mujer embarazada, la UAME. Esta unidad deberá funcionar
en los hospitales públicos, y estará constituida por un
equipo interdisciplinario y miembros de ONG en calidad de
voluntarios, comprometidos en la defensa de la vida de la
madre y del niño por nacer. Entre otras tareas, deberá:
realizar los exámenes y ecografías necesarios para
establecer la existencia de un embarazo y la buena salud
fetal; brindar información completa y veraz sobre las
consecuencias físicas y psíquicas del aborto; ofrecer apoyo
material, afectivo, acompañamiento familiar y medidas de
prevención de posible violencia doméstica; plantear a la
madre la posibilidad de la adopción y asesorarla sobre esta
alternativa.
En definitiva, la UAME será uno de esos otros
medios que el Código Penal pide y le dará toda la
información necesaria para tomar una decisión realmente
libre e intentará solucionar los verdaderos problemas de
esa mujer. El aborto no le solucionará ninguno.
Me vienen ahora a la cabeza las palabras de Milan
Kundera: “¿Es culpable el ignorante?”
En estos días hemos escuchado cientos de
ponencias y lamentablemente la asistencia de los diputados
fue muy escasa. Se habló sobre el origen de la vida humana
y la maravilla del desarrollo fetal, pero siguen repitiendo
que el aborto solo se trata del cuerpo de la mujer. ¿Acaso
este que aparece en la pantalla es el cuerpo de la mujer?
¿No es un pequeño miembro de la familia humana? ¿Quién es
el que niega la evidencia? ¿Quién el que se maneja por
creencias? ¿Nosotros?
Se analizaron cifras sobre el aumento exponencial
de los abortos en los países que lo legalizaron, pero
siguen repitiendo que la legalización disminuye la cantidad
de abortos.
Felicitaciones al ministro de Salud, porque
encontró los únicos dos países en los que disminuye. Pero
olvidó la enorme mayoría en donde ocurrió lo inverso.
No se olviden, hoy la información está al alcance
de todos y la podemos chequear. Nosotros, simples
ciudadanos, sin asesores ni sueldo de diputados, accedimos
a los datos de ministerios de muchísimos países e hicimos
una presentación que queda a su disposición.
Se escucharon testimonios e investigaciones sobre
los daños que produce el aborto en un alto porcentaje de
mujeres, pero siguen insistiendo en que es necesario para
su salud psíquica. No existe ni un solo trabajo científico
que demuestre los beneficios del aborto para la salud
psíquica y, en cambio, existen decenas que demuestran lo
contrario.
Se ha demostrado la inconstitucionalidad de estos
proyectos pero invocan recomendaciones de organismos
internacionales, como si no fuéramos una nación soberana, y
se olvidan de la protección al no nacido que garantizan
nuestras leyes.
Entonces, ¿es culpable el ignorante? Señores
diputados: es su responsabilidad escuchar e investigar. Su
ignorancia será la causa de muerte de millones de
argentinos. Por eso les digo: sí, es culpable el ignorante,
y que Dios y la patria se lo demanden. Muchas gracias.
(Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra la


licenciada Sonia Tessa, licenciada en Comunicación de la
Universidad Nacional de Rosario y periodista. Actualmente
es secretaria de redacción de Rosario 12.

Sra. Tessa.- Quisiera agradecer a la diputada Lucila de


Ponti por invitarme a participar en estas jornadas
históricas, en las que el Poder Legislativo empieza a
saldar una deuda con las mujeres y con todas las personas
con capacidad de gestar.
También quiero agradecer a la Campaña Nacional
por el Derecho al Aborto. Esta articulación es un orgullo
porque demostró que la heterogeneidad fue una fortaleza
para lograr la despenalización social.
Es emocionante ver a las pibas que llevan sus
pañuelos verdes como una insignia con la que suben al
colectivo, andan en bicicleta y multiplican la demanda por
el derecho a decidir.
Vengo de Rosario, una ciudad donde no mueren
mujeres por aborto desde 2012. Eso no fue un milagro, sino
el resultado de políticas públicas que impulsaron y
reclamaron organizaciones de mujeres.
Antes, hubo muertas. Todavía las hay en todo el
país, porque más allá del esfuerzo para relativizar los
datos que vienen haciendo los sectores que quieren mantener
la penalización, las estadísticas demuestran que hay entre
350.000 y 500.000 abortos por año. Es una evidencia: todas
y todos conocemos y hemos acompañado a alguien que abortó.
Es cierto que el número de fallecidas descendió.
Como ya se ha dicho, fue consecuencia de la activa
movilización de las mujeres para que se cumpla el aborto
legal por causales vigente desde 1921 y también del uso del
misoprostol, del que nos apropiamos las mujeres para salvar
nuestras vidas.
Cada muerta por aborto clandestino, cada una con
su historia y sus proyectos truncos, es una vergüenza para
la democracia argentina y demuestra que la mitad de la
población es tutelada solo como aparatos reproductivos y no
como ciudadanas, porque legalizar el aborto es reconocernos
como personas autónomas, libres y deseantes.
Es especialmente conmovedor que acá, en este
ámbito y esta misma tarde, muchas mujeres hayan podido
decir “yo aborté”. Es la experiencia que se escuchó en
estas audiencias lo que retumba por encima de los sólidos
argumentos científicos que también se escucharon.
Lo hemos dicho actrices, académicas, militantes
de barrios populares, políticas, estudiantes, obreras,
periodistas e intelectuales. Las mujeres abortamos aun a
riesgo de nuestra vida, nuestra libertad y nuestra salud.
Tener un hijo es un acontecimiento demasiado
importante en la vida de una mujer para hacerlo de
cualquier manera, en cualquier condición.
Yo también aborté, cuando tenía 16 años. Olvidé
algunos detalles, pero no a mi padre diciendo: “Yo me muero
si a esta nena le pasa algo”, mientras recorríamos clínicas
clandestinas al alcance del bolsillo de dos docentes; fui
una privilegiada.
No lo fue Soledad, una chica de 19 años que vivía
en Puerto General San Martín, cerca de Rosario, que se
gastó el plan social para interrumpir el embarazo y ni
siquiera le pudo contar a su mamá que lo había hecho,
inmersa en la vergüenza que impone la penalización y
entonces también la sanción social. Conté su historia en
2003, cuando entrevisté a Julia, su mamá.
No fue ninguna privilegiada Silvia Suppo. Estaba
secuestrada cuando quedó embarazada de múltiples
violaciones de genocidas. Juan Calixto Perizzotti, titular
del centro clandestino de detención donde ella estaba, dijo
que se debía subsanar el “error”. Años después entrevisté a
Silvia, quien me contó que hubiera sido mucho peor que la
obligaran a continuar con ese embarazo. Silvia fue víctima
de un asesinato político en 2010.
No fue privilegiada Carina, de Rosario. Tenía 30
años, estaba llena de proyectos, vivía en una casilla con
sus tres hijos, Matías, Flavio y Emilse. Carina trabajaba
como niñera y su marido la violentaba. Ella tampoco pudo
decirle a nadie que se había hecho un aborto. Fue al
hospital, después del aborto le recetaron ibuprofeno y
volvió a su casa. Dos días después llegó a otro hospital
con una infección generalizada. Murió el 20 de febrero de
2009. Entrevisté a sus hermanas Verónica y Marta pocos días
después y querían justificar lo hecho por Carina; presumían
la mirada sancionatoria, aunque también reconocían que “a
veces, cuando te enterás de que estás embarazada, te querés
matar”.
Por estas historias, en las que se sumó la
vergüenza al dolor, saludamos que la Campaña haya logrado
sacar del clóset esta práctica y reconocemos a las
compañeras de la línea “Aborto, más información, menos
riesgos” y a Socorristas en Red, que le pusieron el cuerpo
a difundir el uso del misoprostol. (Aplausos.)
Como consecuencia del activismo, muchas pudieron
abortar más acompañadas, no solo por sus íntimas, y así
salir del estigma. Porque razones para abortar hay
infinitas. Y eso se puede leer, por ejemplo, en un libro
fundamental que se llama Código Rosa. Relatos sobre
abortos, de Dahiana Belfiori. Ese es el agradecimiento
eterno que tenemos muchas mujeres al activismo: que el
aborto haya dejado de ser tabú y que ya no signifique sobre
todo contar muertas.
Si para los antiderechos, 43 fallecidas en 2016,
por una causa absolutamente evitable, es un número
reducido, para nosotras son compañeras que deberían estar
vivas. Porque cuando hablan de salvar dos vidas, lo que
esconde su argumento es que están dispuestos a priorizar
una -la del feto, que no existe fuera de la otra- sobre la
de la mujer, que tiene su propia vida. Nos sacrifican en el
altar de la supremacía del poder de la jerarquía
eclesiástica como rectora moral del Estado.
Si estas jornadas son tan importantes es porque
al llegar acá nuestras experiencias de aborto pueden lograr
un estatuto de legalidad que nos permita tomar decisiones a
todas las personas gestantes, más allá de las
circunstancias en las que nos embarazamos, sin miedo,
vergüenza ni culpa.
La clandestinidad es un negocio: lo es para el
laboratorio que comercializa el misoprostol en una
presentación que no es adecuada y aun así establece precios
siderales, porque sabe para qué se usa. Es también un
negocio para una corporación médica que resistió la
aplicación del misoprostol que las mujeres venimos haciendo
por prepotencia de derechos.
Somos un país mirado con atención por el mundo
por su movimiento de mujeres, lesbianas, trans y travestis,
potente, diverso y movilizado. El rechazo a la violencia
machista se plasmó en 2015 en “Ni una menos”, que se
apropia de la calle y está cambiando la vida cotidiana.
Como ocurre con las revoluciones, tiene sus detractores
activos. Hemos recorrido treinta y dos encuentros
nacionales de mujeres en los que pudimos transversalizar
nuestros reclamos a lo largo y ancho del país.
Señoras diputadas, señores diputados: esperamos
de ustedes que puedan entender el valor que tiene para una
mujer la decisión sobre su vida. Así como el Código Penal
no le pide a una persona que está en riesgo que priorice la
vida del otro por sobre la propia, porque existe la figura
de la legítima defensa, los convoco a entender que, cuando
nos enteramos de que estamos embarazadas, muchas de
nosotras tenemos que elegir entre el aborto y nuestra vida.
Como en cualquier ley que amplía derechos,
legalizar el aborto es una apuesta a la libertad. Se ha
dicho hasta el cansancio: nadie obligará a nadie a abortar.
La ley, en un Estado laico, es para todas. No nos obliguen
a las personas con capacidad de gestar a vivir en la
clandestinidad. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra la doctora


Marina Gil, abogada en representación de la institución
Abrazo por Dar Vida.

Sra. Gil.- Antes que nada, quiero aclarar que soy abogada y
asesoro en asociaciones civiles, y si bien una de las
asociaciones es la que nombró el presidente, no significa
que la represente. Quiero dejarlo aclarado porque esta es
una posición tomada como abogada y como diplomada en
Gestión Pública.

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Gracias por la aclaración.

Sra. Gil.- En esta exposición lo que voy a intentar dejar


sentado es que nos enfoquemos en la protección de la vida.
Para ello me voy a remitir al doctor Gustavo Botti,
presidente de la Sociedad Argentina de Medicina
Reproductiva, sobre cuándo se considera que comienza la
vida humana.
Si nosotros queremos aprobar una ley sobre el
aborto, necesariamente tenemos que saber cuándo comienza la
vida humana para luego remitir al concepto de persona
sujeto de derecho.
Para el doctor Botti la vida empieza desde el
momento de la identificación de los pronúcleos masculino y
femenino, o sea, al segundo día de la fecundación. Allí ya
hay un nuevo genoma y esa ya es una vida potencial, que si
se le dan las condiciones apropiadas puede darnos un nacido
vivo.
Alude también dicho profesional a que existe otra
postura que dice que la vida comienza desde el día catorce,
en que se produce la primera actividad neuronal; por eso se
lo llama “conceptus” o “pre embrión” a los catorce días
previos a esta actividad neuronal. Es decir que el comienzo
de la vida, citando ese criterio de la actividad neuronal,
sería desde los catorce días desde la fertilización, que
sería el resultante en ese mismo momento de la beta
positiva, o sea, cuando la mujer conoce su estado de
embarazo. Y entonces, por analogía, si una persona muere
cuando cesa la actividad neurológica, también empieza a
vivir cuando esta comienza. Coincidiría así con la primera
subunidad beta positiva que es medible en sangre materna,
que como vida, según el doctor Botti y mi opinión, merece
ser respetada y tratada con todo el cuidado que por la
ética y la bioética corresponde.
Así, la ciencia médica muestra que el embrión,
por más que dependa transitoriamente, aunque de modo
decisivo, del organismo de la mujer para sobrevivir,
resulta una vida humana y con identidad genética propia,
con independencia de esta y no como una forma de
dependencia de la cual se pueda fundar un derecho absoluto
de la mujer para decidir sobre la vida o muerte del niño o
niña por nacer.
Dicho esto, no hay duda de que las células del
hombre y la mujer se unen para dar vida y no son células de
la madre ni las del padre ni una yuxtaposición de los dos,
sino que estamos hablando de una constitución genética
única.
Entonces, jurídicamente, ¿cuándo comienza de la
existencia la persona humana? Nadie hoy en día duda cuándo
comienza la persona humana. El artículo 19 del Código Civil
y Comercial de la Nación, con tan solo tres años de
vigencia, establece el comienzo de la vida humana y afirma
que se es persona desde el momento de la concepción. Uno
puede discutir en cuanto al término “concepción”, si
comienza con la implantación del embrión en el útero de la
mujer o con la simple fecundación del óvulo por el
espermatozoide, pero lo que no se puede discutir es que la
fecundación principia a la personalidad.
No hay una postura ni consenso científico médico
que hoy determine que el comienzo de la persona sea en la
semana doce o catorce desde la concepción en el seno
materno o a posteriori de esas catorce semanas.
Por otro lado, me pregunto si un embrión de doce
semanas acaso no posee características de humanidad; es
persona.
También podríamos relacionar esto con el artículo
24 del Código Civil, porque nuestro ordenamiento es
coherente. No se pueden tener normas aisladas, sino que
tenemos una pirámide jurídica y derechos que resultan
prioritarios a los demás. Entonces, esto lo relacionamos
también con el artículo 24 del Código Civil, donde se toma
al niño por nacer como una persona incapaz y sujeto también
de tutela jurídica.
No debemos olvidar el artículo 75 inciso 22 de la
Constitución Nacional, que establece que el niño, por su
falta de madurez física y mental, necesita protección legal
tanto antes como después de su nacimiento. A su vez, la
Convención sobre los Derechos del Niño, que nuestro derecho
argentino ratifica, entiende por niño a todo ser humano
desde la concepción.
Ahora bien, no se puede adoptar un criterio de
permisión absoluta del aborto, como se pretende, y que el
embrión sea considerado parte del cuerpo de la madre como
si fuese una vesícula o un hígado, que se puede separar. No
se puede considerar que no sea persona.
Por otra parte -y adhiero a las palabras del
doctor Sagüés- la Convención Americana sobre Derechos
Humanos dispone en el primer párrafo de su artículo 4° que
toda persona tiene derecho a que se le respete su vida.
¿Cuál sería el debate? El debate es la mortalidad
materna. En la protección de las dos vidas, está claro que
la mortalidad materna es un problema de salud y de derechos
humanos.
Ahora bien, esa mortalidad materna se encuentra
caracterizada por injustas asimetrías sociales en el
derecho a la salud sexual y reproductiva de la mujer, a
vulneraciones de derechos económicos, sociales y
culturales. De modo tal que existe una obligación política
de enfrentar ese desafío, obligando a diseñar estrategias
de intervención social mediante un sistema
multidisciplinario y multisectorial orientado a reducir esa
mortalidad materna.
La mortalidad materna es la resultante de una
cadena de eventos, y muchos de ellos pueden ser
prenunciados, previsibles y evitables.
Solicito a este Congreso que tenga en cuenta que
necesitamos políticas públicas de causas y no de efectos.
Existen fallas en el acceso a la información sobre salud
reproductiva de la mujer, baja calidad de vida de los
grupos vulnerables y postergados, una situación de pobreza
que crece día a día y la imposibilidad de que, en la
actualidad, las mujeres cuenten en los servicios
asistenciales con los distintos medios anticonceptivos. No
podemos tener una ley de aborto cuando existen
circunstancias excepcionales que están contempladas en el
Código Penal, las cuales no se están cumpliendo. Entonces,
deberíamos poner el énfasis en que realmente la ley no sea
letra muerta y se pueda ejecutar.
De esa manera cumpliríamos con lo que expresa el
artículo 75 inciso 23 de la Constitución Nacional, en
cuanto a poder respetar a los grupos vulnerables y que
tengan la misma posibilidad de ejercer de manera material
los derechos que contempla nuestra Carta Magna. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra la señorita


Sofía Zibecchi, estudiante y presidenta del Centro de
Estudiantes del Colegio “Federico García Lorca”.

Sra. Zibecchi.- Nosotros, los estudiantes, vemos día a día,


en nuestros lugares de estudio, cómo se vulneran los
derechos de las personas con capacidad gestante. Vemos cómo
no se cumple con la Ley de Educación Sexual Integral.
Además, se nos niega información fundamental para poder
decidir sobre nuestros propios cuerpos.
Se les pide a las pibas que no queden embarazadas
cuando en la gran mayoría de los colegios jamás se habló de
métodos anticonceptivos. A su vez, con el desfinanciamiento
de la salud pública, los anticonceptivos no alcanzan y es
cada vez más complicado conseguirlos.
Se intenta sacar a las adolescentes de este
debate; nos dicen que pensamos con la bombacha, que estamos
siendo manipuladas y coaccionadas. Pero somos nosotras las
que acompañamos a nuestras amigas y compañeras a abortar.
Somos nosotras las que vimos el terror en sus caras cuando
se enteraron de que estaban embarazadas y las que también
las vimos arriesgar sus vidas para poder terminar con ese
embarazo.
Uno de los puntos fundamentales de este proyecto
es la autonomía progresiva, que dice que todas las personas
con capacidad gestante, a partir de los 13 años, pueden
decidir sobre su propio cuerpo. Vimos a madres y padres
preocupados diciendo que no querían que sus hijas tengan la
posibilidad de abortar solas. Abortar sola es abortar en la
clandestinidad; es sentir vergüenza, es sentir culpa. Las
pibas de 13, 14 y 15 años hoy en día abortan. Y se ven
obligadas a hacerlo realmente solas. Por miedo a terminar
presas, como Belén, o criminalizadas, humilladas o
marginadas, como tantas otras. Eso es algo que las pone en
riesgo.
Dejar a las pibas menores fuera del marco legal
no solamente es absurdo sino que es peligroso. Nosotras
también sufrimos el machismo, las relaciones violentas, los
golpes, el acoso. No estamos exentas del sistema; estamos
luchando contra él.
Desde chicas se nos viene imponiendo que tener
sexo siendo mujer es razón para ser castigada, que es algo
que no nos pertenece y que jamás vamos a disfrutar. Nos
enseñan a ser mamás, a limpiar, a cocinar y hoy nos
enseñamos entre todas a romper con cada uno de esos
mandatos; a entender que el sexo es consentido y seguro o
no es; a recuperar y a reclamar el goce de nuestros propios
cuerpos, y a comprender que nada ni nadie puede imponernos
algo que no deseamos. Un embarazo no es la excepción.
Estamos cansadas de tanta hipocresía. Se plantea
que toda vida es sagrada, menos la nuestra, menos las de
las pibas que mueren intentando decidir sobre sus propios
cuerpos.
En la Capital Federal hay 2.200 adolescentes
madres y padres intentando terminar el secundario. Porque
eso es a lo que nos vemos forzadas las pibas, o sea, a
intentar. No tenemos nada garantizado, ni nuestra educación
ni nuestro título secundario ni nuestra salud, ni siquiera
nuestra propia autonomía.
Se practican alrededor de 500.000 abortos
clandestinos por año, de los cuales 60.000 terminan con
complicaciones e internaciones en hospitales públicos.
Los abortos ocurren y van a seguir ocurriendo.
Dejemos de mencionarlos como un problema. El problema real
es la clandestinidad en las que nos vemos obligadas a
practicarlos.
La culpabilización que sufren las mujeres que
abortan es similar –si no idéntica- a la que sufrimos todas
cada vez que nos dicen que el señor que nos manoseó en el
colectivo lo hizo por nuestra pollera o cada vez que nos
dicen que el golpe que recibimos fue porque no éramos
buenas novias. El sistema siempre nos culpa a nosotras. No
fuimos lo suficientemente cuidadosas, buenas, sumisas,
ubicadas. Se castiga a toda mujer que plantee que su placer
está por fuera del sistema y de lo establecido; a todas las
que deciden no conformarse ni quedarse quietas; a las que
hacen política y a las que disputan poder.
Es por ello que no caben dudas de que el aborto
seguro, legal y gratuito es un hecho de justicia social.
En los colegios, el pañuelo verde es nuestra
bandera y los argumentos son claros. Durante tanto tiempo
se nos hizo creer que las decisiones sobre nuestros cuerpos
nos eran ajenas y que teníamos que conformarnos con eso.
Hoy luchamos por nuestra libertad; luchamos para cambiar la
historia.
Las adolescentes –a las que se suele tildar de
“chiquitas” e incapaces- nos organizamos para luchar.
Formamos comisiones de género en cada centro de estudiantes
donde pudimos, por fin, expresarnos, contar nuestras
problemáticas, nuestros miedos. En cada encuentro de esas
comisiones de género se repetía lo mismo y los testimonios
eran similares: “No sabía que podía decirle que no”; “me
dijo que si nos cuidábamos era porque no lo quería”;
“fuimos a lo de una vecina y lo solucionamos, pero me
infecté y terminé internada”. Y así puedo seguir contando
relatos por horas. Como también puedo contar las historias
de mis compañeras madres que se enfrentaron a un sistema
que no quería incluirlas y que las revictimizaba una y otra
vez. Les decían que eran putas, trolas, que se lo habían
buscado y se lo merecían, y que tenían que bancársela.
Se trata de hacer creer que las escuelas y las
estudiantes estamos exentas del sistema, cuando nosotras
-que sabemos que estamos más inmersas que nunca- nos
ocupamos de transformarlo.
Escribimos un protocolo de violencia de género,
dimos talleres de educación sexual integral, y recorrimos
hospitales enteros en busca de anticonceptivos. Hace años
que las estudiantes venimos haciendo lo que le corresponde
al Estado.
Es por eso que no estamos acá para pedirles
permiso para tener sexo ni para decidir sobre nuestros
propios cuerpos y ni siquiera para abortar. Estamos acá
para pedirles a los diputados y diputadas que legislen para
que hacerlo no nos cueste la vida. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra la señora


Julia Richards, madre de tres hijos.

Sra. Richards.- ¿Cómo me enteré de que tenía cáncer? Volvía


caminando a mi casa y en una esquina aproveché el semáforo
para abrir el sobre con un resultado médico: “tumores
malignos”, “metástasis”.
Instantáneamente me toqué la panza. Estaba
embarazada de pocas semanas. En ese momento el mundo se
detuvo, dejé de escuchar el ruido de la calle y solo sentía
mi corazón latiendo fortísimo; estaba petrificada. Créanme
que eso es miedo, es mucho miedo.
En eso alguien me avisa que el semáforo ya estaba
en verde. Era mi hijo Rafa, de dos años y medio, que junto
con mi hijo Agustín, de un año, miraban perplejos mi cara.
Si el miedo que tenía era real, tanto más lo fue
el desagarro de angustia que me atravesó cuando los vi
mirarme así. Rafa seguía mirando a mis ojos y yo solo podía
pensar que por nada del mundo los quería dejar sin madre.
Nunca se me cruzó, ni siquiera por un segundo, abortar. Yo
tenía tres hijos vivos, iba a cuidar a los tres y también
me iba a cuidar.
Mi cáncer es hormonodependiente, con lo cual, las
hormonas que aumentaban durante el embarazo también
aceleraban la enfermedad. Tenía muy claro que el bebé
dentro de mi panza no me causaba el cáncer ni tenía que
pagar por ello.
Tuve la suerte de tener dos médicos excepcionales
que, haciendo honor a su profesión y vocación, cuidaron mi
salud y la salud de mi bebé. El doctor Gonzalo Recondo fue
el oncólogo que dirigió mi tratamiento, siguiendo todas las
recomendaciones médicas internacionales para casos como el
mío. Se puede tratar el cáncer estando embarazada; es
mentira que sí o sí haya que abortar para curarse.
Aun estando embarazada me operaron para extraer
los tumores e incluso recibí las quimioterapias más fuertes
sin nunca tener que suspender el tratamiento. Mi obstetra,
el doctor Ernesto Beruti, cuidó siempre la salud de mi bebé
y cuando vio que Helena estaba lista, adelantaron el parto.
Helena nació prematura, pero completamente sana y
solo pasó un tiempo en el servicio de Neonatología para
subir de peso. Incluso nació con pelo, siendo que yo estaba
toda pelada; ni el cáncer ni la quimioterapia le causaron
daño.
Gracias al avance de la medicina los bebés se
pueden sacar antes cuando la vida de la madre corre algún
riesgo. ¿No es mucho más lógico, sano y humano sacar al
bebé vivo con una cesárea que matarlo ahí dentro y luego
sacarlo a pedazos?
Yo continué luego con más quimioterapias y
operaciones y aún continúo con tratamiento. Helena es una
chica sana y feliz, que disfruta de la vida.
Publicaron mi historia y comenzaron a escribirme
mujeres en la misma situación. A algunas les habían
aconsejado abortar, pero al leer mi historia cambiaron de
médico y, como yo, hicieron el tratamiento embarazadas;
ellas y sus hijos están muy bien.
Es impresionante que con el avance de la ciencia
médica la vida de una persona inocente dependa del temor de
algunos médicos. Por más que cada caso tenga su
complejidad, siempre se debe procurar proteger las dos
vidas.
Abel Albino dijo aquí: “Matar no tiene nada que
ver con la medicina, que es el arte de curar” y también
sostuvo: “Mucha gente habla del aborto pero pocos han visto
uno”.
El periodismo, sobre todo de la televisión, se
alegró porque se diera este debate, pero casi ningún medio
se animó a mostrar un aborto ¿Por qué? Si es lo que vamos a
debatir, es lo primero que deberían mostrar. Si para
algunos no se trata de una persona sino que es solo la
extracción de un conjunto de células ¿Por qué no lo
muestran?
Quien quiera debatir con la verdad debe tener el
coraje de verlo y mostrarlo. Para los impresionables no es
necesario ver sangre, pueden verlo a través de un ecógrafo.
En Internet, el doctor Nathanson mostró algunos abortos a
través de ecografías.
Se escuchan argumentos diciendo que es una vida
humana y otros diciendo que no lo es; mírenlo ustedes
mismos y fíjense qué es lo que ven.
Cuando se habla de aborto se utilizan eufemismos,
pero la realidad es que en un aborto lo más importante es
que el bebé nazca muerto. Como el bebé está vivo, hay que
matarlo, pero adentro.
Como lo han visto en ecografías, un bebé de 12
semanas ya se mueve y cuando se lo aborta con misoprostol
puede incluso nacer con vida. Cuando después de las 12
semanas introducen una aspiradora y lo matan
despedazándolo, el bebé siente todo; está vivo mientras lo
hacen. Si llega al tercer trimestre y se lo aborta quitando
el líquido amniótico e introduciendo solución salina, lo
queman vivo. ¿No creen que se retuerce de dolor? No les dan
anestesia antes. Si lo hacen nacer de nalgas y antes de
sacar la cabeza le cortan la médula, ¿no creen que eso es
tortura?
Si no quieren ver estas imágenes, por lo menos
miren una ecografía cualquiera de algún embarazo y piensen
qué hará ese bebé cuando el aborto comience. Es solo
sentido común.
Los niños gritan durante el aborto. No se pueden
escuchar pero sí se puede ver en ecografías cómo se alejan
de la aspiradora. Muchos se han arrepentido al verlo.
¿Por qué solo le dan esta opción tan cruel a una
mujer angustiada? ¿Por qué no darle contención y ayuda? Les
aseguro que yo tenía mucho miedo y angustia, pero elegí la
vida y ahora tengo paz y tranquilidad.
Escuché decir muchísimo que el aborto es un
asunto personal y que otros no deberían meterse. ¿En serio
dejarías a una persona que mate a un bebé y no harías nada?
¿Qué clase de personas seríamos si no los defendiéramos?
Cuando ocurrieron horrores en la historia se
cuestionó la inacción y la indiferencia del resto de la
sociedad. En una sociedad que se dice ser más inclusiva y
humana duele ver que le den a una madre licencia para matar
a su propio hijo por una malformación; parece ciencia
ficción.
¿Qué tipo de sociedad somos o queremos ser si no
somos capaces de defender a los más inocentes y
vulnerables? Todos tenemos la obligación de proteger a
estos bebés, cada uno desde su lugar, no solo los médicos
en los hospitales sino todos.
Me siento orgullosa de todos los argentinos que
defendieron públicamente la vida y de otros argentinos que
no se ven pero existen y están vivos.
Diputados, presidente Macri, tengan el coraje de
defender a los más inocentes, salven las dos vidas…

- Manifestaciones en la sala.

Sra. Richards.- …porque toda vida vale. Helena también


valía.
Sr. Presidente (Lipovetzky).- Pido silencio, por favor.
Respetemos a los expositores. La próxima interrupción haré
desalojar a quien interrumpa.

Sra. Richards.- Salven las dos vidas. Porque la vida de


Helena vale, toda vida vale. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Muchas gracias, Julia.


Tiene la palabra Cecilia Merchán, diputada
mandato cumplido y actualmente diputada del Parlasur.
(Aplausos.)

Sr. Merchán.- Buenas noches a todas y todos los presentes.


Estoy muy feliz de estar aquí, en primer lugar,
como mujer que abortó pero que también fue madre. Ambas
experiencias y decisiones mostraron en mi vida qué era el
patriarcado para las mujeres.
Fundamentalmente estoy muy feliz de estar aquí
por ser una partícula de ese mar enorme de mujeres que
salimos a la calle y que, como todo mar, es diverso,
profundo y está lleno de vida.
Estoy acá porque, dentro de todas las actividades
a la que este mar me fue llevando, fui diputada de 2007 al
2011. Uno de los objetivos que nos planteamos fue utilizar
esa banca para ingresar dentro de esta Cámara todas las
discusiones que dábamos desde los feminismos populares en
el conjunto de la sociedad.
Por eso, durante esos años realizamos actividades
muy intensas aquí dentro, como por ejemplo, un Parlamento
de mujeres que se manifestó por el aborto legal, seguro y
gratuito; un hábeas corpus colectivo, donde más de mil
quinientas mujeres dijimos que teníamos temor de que algo
pudiera pasarnos por el hecho de estar en una edad
gestante.
Asimismo, trabajamos aquí una actividad que se
llamó “La salud de las mujeres no es pecado ni delito”, en
la que más de ocho representantes de distintos credos se
manifestaron a favor de la legalización del aborto.
También hicimos una audiencia pública sobre el
uso de misoprostol, donde invitamos a integrantes del
sistema médico uruguayo y a las organizaciones de mujeres y
lesbianas que recién comenzaban a trabajar en las
consejerías pre y posaborto.
Como parte de la instalación de ese debate, y
siendo en ese momento diputada, conté mi propia historia, y
la relaté una, dos, tres y mil veces. Esa historia de mi
aborto clandestino generó como respuesta cientos de cartas
llamándome “asesina serial”, “asesina”, y los medios de
comunicación decían: “La diputada Merchán confesó un
aborto”; “confesó”, como pecado o como delito. También en
ese tiempo nos llegaban miles de cartas de mujeres de
distintas edades y de todo el país contando sus propias
historias y muchas de ellas era la primera vez que lo
hacían, porque empezamos a instalar más fuerte el debate
dentro de esta Cámara.
Por muchas acciones como estas que llevamos
adelante desde distintas organizaciones logramos que por
primera vez en 2011 el proyecto de ley sobre el aborto
fuera discutido en las comisiones dentro del Congreso.
Hemos logrado mucho en todo este tiempo, y es
maravilloso poder ver y asistir a un debate tan masivo y
profundo, con riquísimos argumentos desde diferentes
perspectivas. Es darnos cuenta también de que ese mar hizo
olas muy fuertes, porque es extenso y está fortalecido. Es
emocionante ver que en este contexto de gran retroceso
neoliberal, el movimiento de los feminismos y de la lucha
por nuestra soberanía -la de nuestros cuerpos y de nuestros
deseos- enamora a nuevas generaciones, y que en este
contexto de retrocesos puede dar batallas como esta y
ganarlas.
En todas las épocas de la historia argentina hubo
debates muy interesantes e intensos que tienen que ver con
las demandas sociales y la ampliación de derechos. Y hay
cosas que ya no se pueden discutir. Yo creo que en este
Congreso nadie podría discutir que las mujeres no tienen
los mismos derechos políticos que los hombres.
Imaginar ese debate nos parecería bastante
ridículo. Por ejemplo, cuando esta concepción de igualdad
política se dio en esta casa de la democracia, que fue hace
más de setenta años, se utilizaron argumentos que es
importante ver y analizar. Parecían muy rígidos, difíciles
y complejos, y presionaban al conjunto de los diputados y
diputadas; sin embargo, hoy nos resultan absolutamente
ridículos. Les voy a leer algunos.
Por ejemplo, un diputado en esa sesión dijo:
“Señores, como legislador y como médico, quiero dejar bien
establecido que el hombre y la mujer no son iguales. Yo me
pregunto, entonces, ¿para qué otorgar igualdad política a
dos seres que no lo son?” Y agregó: “Es una verdad de la
ciencia que el cerebro de la mujer pesa menos que el
cerebro del hombre”.
Otro diputado, por ejemplo, dijo: “Se atentaría
contra la unidad de la familia argentina, ya que las
pasiones que vienen implícitas en la actividad política
producirán que el hombre y la mujer se peleen, teniendo
como únicos testigos a los niños”.
Muchas de otras leyes ganadas durante todo este
tiempo tienen debates que hoy nos parecen totalmente
absurdos, totalmente ridículos y fuera de lugar. Sin
embargo, a veces vemos también cómo en este contexto hay un
montón de debates que se parecen, y muchos planteos que
tienen algunos de esos elementos. Creo que hoy nadie se
atrevería a legislar en algún tema que tenga relación con
la participación política de las mujeres desde esos
argumentos basados en tremendas mentiras y prejuicios
planteados como una verdad por aquel médico legislador.
La cultura y la sociedad van sedimentando
transformaciones que después avanzan por saltos. Creemos
que eso es lo que tienen que revisar los diputados y
diputadas. En este sentido la sociedad avanza por el lado
de correr las hipocresías y las historias de culpas e
injusticias.
El aborto, como dijeron muchas de mis compañeras,
ya está despenalizado socialmente porque no se puede juzgar
ni culpar a las mujeres por sus decisiones. ¿O no tienen
todas y todos una hija, una hermana, una amante, una
compañera, una tía, una abuela que haya abortado alguna
vez? ¿Merecemos terminar presas o muertas por eso? No.
Entonces creo que el debate ya está ganado en la
sociedad. Ahora falta asumir la responsabilidad de los
diputados y diputadas de que este proyecto sea tratado con
toda seriedad. Los derechos no pueden ser a medias, y desde
esta Cámara existe la responsabilidad de tomar todos los
aportes de estas audiencias y de la propia historia.
Revisando nuestra historia, y si bien a nadie se
le ocurriría decir que las mujeres no tienen derecho a
votar, recién logramos la paridad setenta años después, y
acá, no en todos los lugares ni en todas las legislaturas.
Entonces, no solo queremos discutir que sea legal
y que se despenalice sino cómo, cuándo y dónde vamos a
realizarlo porque el control patriarcal de nuestros cuerpos
se da en todos los ámbitos: se da en la política y también
en el sistema hegemónico de salud donde somos maltratadas
por cualquiera de nuestras decisiones.
Por eso creemos que en este debate hay que tener
en cuenta todos los proyectos que incorporan el uso del
misoprostol, su producción nacional, y la incorporación de
la experiencia de las consejerías pre y posaborto como un
aporte de mujeres y lesbianas, y de muchos municipios que
venimos desarrollando territorialmente.
No pueden pasar otros setenta años para que este
derecho sea garantizado en su totalidad. Hoy todas salimos
del clóset, no importa la edad que tengamos ni cómo vivimos
nuestra experiencia. Sabemos que como ciudadanas plenas no
somos culpables de desear la libertad y la justicia.
Señoras y señores diputados: no teman a la
reacción ni a las amenazas de los grupos medievales. Voten
libremente utilizando todos los argumentos que están
puestos sobre la mesa; ustedes tienen la responsabilidad de
no retroceder. Así que les pedimos suban a la ola de este
feminismo que hace avanzar la historia. Gracias.
(Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra la doctora


Soledad Saravia, médica clínica, miembro de la Sociedad
Argentina de Diabetes, profesora de Neurociencias en el
ISFD número 166 y madre de cuatro chicos.

Sra. Saravia.- Soy Soledad Saravia, médica clínica, trabajo


en el hospital público hace dieciocho años. Soy madre de
cuatro chicos. Esa joven preciosa, con síndrome de Down,
que está en la foto que ven en pantalla, es mi segunda
hija: Simona.
Simona tiene 13 años y yo vengo a hablar en
nombre de ella, no porque ella no pueda hacerlo, sino
porque no sabe que hoy en este Congreso se debate una ley
en donde muchos diputados piensan que su vida no vale la
pena.
Escribí algunas partes de este texto con ella.
“Cuando nacemos, el médico la mayoría de las veces, en vez
felicitar a los padres, les dan el pésame. La familia al
principio está un poco apagada hasta que encuentra otra
familia „Down‟ llena de sonrisas, con un chinito igual que
vos. Mientras te esforzás en levantar la cabeza y sonreír,
ya está, a tu mamá y a tu papá ya se le achinaron los ojos
y empezaron a tener un poco de síndrome de Down. El mundo
ya no es igual, es mejor.
“El tema escolar, ¡qué difícil que es! Algunas
inspectoras de Educación Especial creen que soy un
angelito, y como tal no debo recibir educación. Por suerte
el juez de Menores hizo valer mis derechos como persona con
discapacidad.
“Voy desde chiquita a un colegio normal, al mismo
que mis hermanos. Todo cuesta más, hay que estudiar y
esforzarse mucho. Empecé el programa de lectoescritura a
los 3 años para poder leer fluido los cuentos que me gustan
en primer grado. Todo lo que sé lo comparto, y cuando me
explican a mí todos mis compañeros entienden.
“A la mañana voy al colegio y a la tarde estudio
con el equipo de profesionales. La primera que entró con
Síndrome de Down a mi colegio fui yo. Fue tanto lo que
aprendimos todos, que después entraron cinco más como yo.
Ahora estoy en el secundario. Yo sé que hay mucha gente que
me ayuda y yo, todos los días, lo agradezco.
“Hace unas semanas en la materia de Ciudadanía me
tocó explicar a mis compañeros qué es tener derechos y
hablé de los derechos y de las obligaciones de las personas
con discapacidad. Un día mi abuela me dijo: „Mi chinita
linda‟. Yo le contesté: „Abuela, yo no soy de China, tengo
Síndrome de Down y me gusta tenerlo‟.”
Lo que leeré está extraído de un artículo de
Emilio Ruiz, licenciado en Psicología de la Fundación
Cantabria: “¿Qué nos enseñan las personas con Síndrome de
Down? Lo que sigue podría ser una guía de autoayuda, pero
se trata de un artículo de reflexión. Ese cromosoma que
tienen de más viene acompañado de una serie de
peculiaridades que hacen especiales a quienes lo portan. Lo
cierto es que los demás no lo tenemos en forma natural:
aceptan a cada uno cómo es y respetan a quien es diferente,
aman la vida, disfrutan lo cotidiano, aman en forma
desinteresada, sintonizan con los sentimientos de los
demás, viven el presente, andan despacio, no tienen prisa,
tienen paciencia, son constantes, disfrutan de la música y
bailan, aprecian el silencio, valoran los pequeños logros,
no compiten sino que colaboran, agradecen lo que tienen y
sonríen. Entonces, a modo de conclusión: nos enseñan
capacidad de sorpresa ante el milagro de lo cotidiano en un
mundo en que solamente lo excepcional llama la atención y
en el que son precisos hechos extravagantes o catastróficos
para que alguien se detenga a contemplarlos; nos enseñan
paciencia en un mundo que rinde pleitesía a la velocidad;
nos enseñan constancia en un mundo que premia la
superficialidad y la tarea rápida y poco cuidadosa; nos
enseñan tranquilidad en un mundo prisionero del reloj; nos
enseñan amor desinteresado en un mundo de intereses; nos
enseñan a vivir el ahora en un mundo preso del ayer y del
mañana; nos enseñan amor por la vida en un mundo violento y
agresivo; nos enseñan entusiasmo por lo natural en un mundo
en el que todos están de vuelta de todo y se lo saben todo;
nos enseñan a estar pendientes de los sentimientos de los
demás en un mundo en que cada uno va en lo suyo; nos
enseñan a valorar los pequeños logros en un mundo en el que
solamente unos pocos, los números 1, son valorados y
admirados; nos enseñan a agradecer en un mundo
permanentemente insatisfecho”.
Las personas con Síndrome de Down constituyen un
colectivo en vías de extinción ya que, en los países
autodenominados desarrollados, cada vez nacen en menor
proporción, en función del mal llamado aborto terapéutico.
Si ese colectivo de seres humanos desaparece, corremos el
serio peligro de que muchos de los valores, de las
actitudes, de los principios que ellos representan, y de
los que son modelo viviente, se extingan también con ellos.
Si faltan, el mundo saldrá perdiendo.
En Holanda, la tasa de abortos a chicos con
Síndrome de Down, es de cerca del 90 por ciento. Un estudio
que hizo Korenberg en 2007, les preguntó a las madres por
qué habían abortado. El 73 por ciento dijo que lo había
hecho para no dejarles una carga a sus hermanos. En base a
este trabajo, Skotko difundió un trabajo en 2011 y fue a
preguntar qué piensan y sienten los hermanos de la persona
con Síndrome de Down. La mayoría, con independencia de
edad, expresó su amor y orgullo por sus hermanos. ¿Qué
responden las personas con Síndrome de Down? Que se sienten
felices, les gusta su aspecto y que les gusta cómo son.
Un día, Pierina, mi hija pequeña, y Simona fueron
a jugar con unos vecinos. Los vecinos empezaron a reírse
sutilmente de las palabras que Simona pronunciaba mal.
Pierina la mandó a Simo a buscar las galletitas del bolso y
la sacó del lugar. Les dijo a los chicos que Simona tiene
Síndrome de Down y que hay que ayudarla porque hay cosas
que le cuestan más. Cuando llegó Simona los chicos le
pidieron perdón y siguieron jugando normalmente. Quiero
contarles que este relato me lo hizo ella unos días
después. Pierina tenía en ese momento cinco años. Camilo,
mi hijo, cuando algo le costaba, me decía que tenía un poco
de Síndrome de Down con inglés y que tenía que esforzarse
más. Renata, mi hija, es una adolescente hermosa, que le
apasiona tanto las neurociencias como a mí para entender un
poco más la frescura de Simona.
Para terminar, señores diputados, les ruego que
sean responsables a la hora de decidir qué camino quieren
que tome la Argentina. No sirve lo del facilismo y el
aborto. Entonces, los invito y desafío a tener un poco de
Síndrome de Down para trabajar a fondo en la educación y el
acompañamiento amoroso de la mujer embarazada de un niño
con discapacidad. Déjenlos vivir, por favor. (Aplausos.)

Sra. Presidenta (Burgos).- Tiene la palabra la señora Elsa


Schvartzman. Es socióloga y docente de la Facultad de
Ciencias Sociales de la UBA; integrante de la Campaña por
el Aborto Legal, Seguro y Gratuito.

Sra. Schvartzman.- Agradezco la invitación y la paciencia


de todas las personas que están acá y de todas las
compañeras que están aguantando en la otra sala con muchas
ganas y fuerzas, como siempre.
Participo en estas jornadas como integrante de la
Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y
Gratuito. (Aplausos.) Agradezco a mis compañeras, con
quienes comparto el haber logrado que se abran por fin las
puertas del Congreso de la Nación. Ellas son también
protagonistas y hacedoras de lo que quiero compartir.
Soy feminista, socióloga, docente e investigadora
de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de
Buenos Aires en la cátedra Sociología de la Salud. Muchas
de mis maestras han pasado por estas audiencias
compartiendo saberes y experiencias. Muchas de mis alumnas
esperan afuera sosteniendo y difundiendo con sus fuerzas
estos debates.
En nuestras clases, por los años 2000, el derecho
al aborto era abordado con las limitaciones que imponía un
tema ocultado en la sociedad y poco trabajado en la mayoría
de los ámbitos académicos. Desde entonces, el tratamiento
del aborto desde las ciencias sociales como tema de salud,
de derechos humanos, de reconocimiento de autonomía y
ejercicio de ciudadanía tiene un recorrido más visible y
difundido.
Uno de nuestros objetivos fue estudiar, difundir,
promover los derechos sexuales y reproductivos, incluido el
aborto, compartiendo información y analizando textos
críticamente. A través de los años, las nuevas leyes que
garantizaron derechos conseguidas por el ejercicio político
de la militancia permitieron también una mejor y mayor
participación y discusión teórica.
Lo que se desconocía se hacía visible y las
preguntas y exigencias aumentaban. Las y los jóvenes se
preguntaban y nos interpelaban académicamente y como
personas políticamente comprometidas. Se pasó del
comentario titubeante –como pidiendo permiso- al
requerimiento ineludible de tratar el aborto como un tema
que se imponía, por su vivencia, como un problema de salud
pública y de derechos humanos.
Aporta al debate explicitar la importancia que
tiene la información, la apropiación participativa y el
ejercicio de prácticas de exigibilidad de derechos sobre la
autonomía y el poder de decisión, en especial en las
adolescentes y jóvenes.
Al analizar los testimonios recuperados en las
investigaciones se pueden recorrer los cambios y avances
con relación al derecho al aborto, desde el relato de lo
vivido por otras hasta reconocerlo como una experiencia
propia y poder contarlo en primera persona y compartirlo
sin censura. De definir al aborto como feo, malo, pecado,
hasta poder decir, en un reclamo explícito, que habrían
abortado pero tenían miedo de morirse.
Así se manifestaban las adolescentes y también
las madres entrevistadas cuando hablaban de los embarazos
de sus hijas, es decir, embarazos que cuando terminan en
maternidades forzadas por el miedo desenmascaran otra de
las consecuencias de una ley ya vieja, que contempla solo
causales, que tampoco se cumplen en todo el país y que
solamente logra controlar, estigmatizar y atemorizar.
Contaban que no tenían educación sexual en sus
colegios; nada o errónea información sobre métodos
anticonceptivos, leyes y derechos. En las escuelas no se
hablaba y en las familias tampoco. Muchas jóvenes nos
contaron que muchas de estas cosas siguen sucediendo.
También registramos importantes cambios en la
práctica activista como integrantes de la Campaña desde
2005, cuando salimos con nuestra declaración inaugural y
dijimos: “El derecho al aborto es un tema de salud pública,
de justicia social y derechos humanos”, ante el estupor de
quienes trataban de convencernos de que no era tiempo de
hablar de la legalización del aborto.
Las planillas para firmar la adhesión a la
Campaña se pensaron como una estrategia de visibilización y
llegaron a instancias solo imaginadas por el entusiasmo.
Las llevamos a esquinas de muchas ciudades, a sindicatos y
movimientos sociales, a colegios, a universidades, a
centros culturales y a los encuentros nacionales de
mujeres.
Cuando comenzamos, la adhesión no era masiva como
ahora, y cada firma podía implicar una larga explicación
sobre qué pedíamos y por qué. Muchas veces quienes se
acercaban se iban sin adherir porque querían pensarlo y de
eso se trataba. Promovió el debate, que fue y es uno de
nuestros objetivos. Lo hemos conseguido: del aborto se
habla, se discute, está en la agenda política, social, y
ahora, legislativa. Como afirmamos, hemos logrado la
despenalización social del aborto.
De la conjunción de estas pertenencias valoro
especialmente cuando me encuentro con las jóvenes alumnas y
me saludan con un “qué bueno verla en la calle luchando,
profe”. “Qué emoción me da verte”, logro decir a veces.
Muchos argumentos se han tratado a lo largo de
todas estas semanas. Se habló de salud, de derechos, de
leyes, de autonomía y de educación. ¿Hablamos de lo mismo?
En el ejercicio del poder que otorga la fuerza,
algunas personas sacralizan a la mujer congelando su
voluntad, a condición de que cumpla los mandatos
patriarcales, bajo variadas amenazas, concreciones de
castigo y discriminación estigmatizante. Esos sectores
antiderechos consideran que necesitamos ser tuteladas, que
no podemos decidir sobre nuestras vidas; nos restan
autonomía y capacidad de decisión; no nos creen cuando
denunciamos violencias; no responden a nuestras demandas de
atención en salud.
En ese escenario, no se cumple cabalmente con la
educación sexual, los métodos anticonceptivos escasean y
las prácticas médicas legales, como las ligaduras tubarias
y las interrupciones legales del embarazo, se niegan en
muchos lugares.
Esos mismos sectores que sistemáticamente se
opusieron a la educación sexual en las escuelas desde el
año 2006, ahora esgrimen la necesidad de impartirla,
descubriendo y apropiándose de banderas con las que
intentan impedir que se avance en nuevas leyes. Basta ya de
hipocresía, hablamos de cosas diferentes.
Nosotras proponemos una ESI para conocer y poder
disfrutar, una formación integral para decidir y tratar de
alcanzar una vida con posibilidad de goce, con defensa ante
las violencias, respeto por la dignidad propia y de los
semejantes, sin binarismo de género estereotipado y
estigmatizante, que difunda, promueva y garantice los
derechos sexuales y reproductivos, incluidos el derecho al
aborto. No queremos una educación sexual centrada en la
reproducción y que apunte a controlar la sexualidad como
otro ejercicio del poder patriarcal.
También demostramos que es necesaria una ley que
garantice el derecho al aborto voluntario, seguro y
gratuito. La exigimos porque la actual no alcanza para
garantizar el derecho a decidir nuestros planes de vida.
Existe evidencia que implica discriminación, violencia,
enfermedad, injusticias, muertes e imposición del poder
punitivo sobre el cuerpo de las personas gestantes.
Por eso, señoras diputadas y señores diputados,
las y los convoco a asomarse para mirar y escuchar lo que
en estos días se vive. Desde allí afuera logramos que las
tan custodiadas puertas del Congreso Nacional se abrieran y
de este impacto no se retrocede.
Nuestras jóvenes nos enseñaron a llevar siempre
visible nuestro pañuelo verde. Aunadas saludamos desde acá
a nuestras hermanas de Irlanda que nos dicen: “No más
estigma, ni secreto, ni vergüenza”. Saludamos a las que
esperan en cada ciudad, en cada pueblo de este país, para
que podamos entre todas lograr una vida digna de ser vivida
en un mundo que pretendemos sea cada vez mejor.
Estamos apostando a un cambio profundo en lo que
hace a los derechos en toda la región. De esto deben dar
cuenta sus votos.
Señoras y señores, escuchen lo que cantamos:
“Nosotras parimos, nosotras decidimos y ahora que sí nos
ven... seguimos en campaña para que 2018 sea el año del
aborto legal en Argentina”. (Aplausos.)
¡Educación sexual para decidir, anticonceptivos
para no abortar y aborto legal para no morir! (Aplausos.)

Sra. Presidenta (Burgos).- Tiene la palabra Melina Troilo,


médica especialista en Medicina General y Familiar;
voluntaria de la Asociación Esperanza, Abrazar la Vida.

Sra. Troilo.- La participación en discusiones con colegas y


en capacitaciones en la temática del aborto por parte de
instituciones feministas o estatales que poseen esa
ideología me permitieron comprender que quienes impulsan la
legalización del aborto con plena conciencia, y por otra
parte, quienes repudiamos esa medida, hablamos dos
lenguajes completamente distintos.
¿Desde cuándo comunicarse en la temática que nos
compete exige un esfuerzo tan grande y la necesidad de
significar cada palabra? ¿Desde cuándo al aborto se lo
considera un derecho? ¿Desde cuándo hay un “feto” y no un
“niño por nacer”? ¿Desde cuándo la vida comienza con el
deseo de la mujer de ser madre, por lo cual, hasta entonces
está permitido omitir que en su vientre hay vida humana
para que pueda decidir libre y sin culpas?
¿Desde cuándo la medicina se basa en
sentimentalismos y no en buscar el bien común? ¿Desde
cuándo la medicina capacita para abortar y no para adoptar?
¿Desde cuando hay equipos multidisciplinarios para
acompañar a las mujeres que aborten y no hay equipos
multidisciplinarios para ayudarlas a no abortar?

- Manifestaciones en la sala.
Sra. Presidenta (Burgos).- Pido respeto, estamos
terminando. Ha sido una jornada sumamente larga y creo que
debemos terminarla de la misma manera en que la hemos
comenzado: con respeto.

Sra. Troilo.- ¿Quién es el culpable de esta manipulación


del lenguaje?
Soy testigo de que la medicina en la actualidad,
en el ámbito de la salud sexual y reproductiva, se
encuentra mal guiada por organizaciones como la OMS, la
ONU, Unicef y organizaciones gubernamentales feministas que
se encuentran cargadas de conflictos ideológicos y que son
financiadas por organismos multinacionales millonarios que
tienen conflictos ideológicos y económicos, como el Banco
Mundial, el Fondo Monetario Internacional y Planned
Parenthood. Basta entrar a su página de Internet –pido a
los diputados que lo hagan-, en la sección de
financiamientos, para verlo.
Lo mismo que sucede con la medicina pasa con
otras disciplinas del ambiente social. Es sabido que en la
medicina, lamentablemente hay conflictos de intereses por
parte de la industria farmacéutica y los médicos somos la
puerta para que su marketing funcione.
Aprecio con todo el corazón a mis compañeros
médicos generalistas que trabajan por empoderar a su
población en salud, gestionando programas para su cuidado y
generando relaciones médico-paciente de suma confianza y
longitudinalidad en el marco de la atención primaria de la
salud.
Los médicos generalistas estamos formados para
ver las problemáticas de forma integral, permitiéndonos ver
su contexto macro y micro. Esto nos permite tratar las
causas principales de los problemas de salud. Por ejemplo,
al tratar a un paciente con diabetes no tratamos la
hiperglucemia, lo que sería poner un parche, sino que
combatimos la obesidad, la malnutrición, el tabaco, el
sedentarismo, la digitalización, la falta de acompañamiento
familiar y la falta de autocuidado.
Es muy difícil, pero sentimos una enorme gratitud
cuando vemos a un paciente con diabetes –enfermedad que no
podemos curar- pero sin sufrimiento porque pudo descubrir
que es posible vivir con calidad a pesar de la enfermedad.
¡Y qué orgullo cuando eso fue posible en gran
medida porque nosotros pudimos acompañarlo y empoderarlo!
¡Qué gratitud cuando se gestionan programas para el cuidado
de los pacientes –que los hay, y muy buenos- que alivian su
sufrimiento y con los cuales, además, se gasta menos!
¿Cuál es el conflicto principal de estos
ejemplos? El conflicto principal es que los médicos no
estamos siendo capacitados coherentemente para abordar las
problemáticas en profundidad. Y siempre hay alguien que lo
aprovecha o incentiva.
¿Acaso no se beneficia la industria del
clonazepam de que los médicos no sepamos tratar el
sufrimiento mental? Seguramente muchos de ustedes toman
clonazepam.
Estimados diputados: no permitamos que al
embarazo inesperado –y evito decir “no deseado”, porque
todo niño es deseado por alguien- se le ponga un parche. No
lo permitamos. Hasta hay evidencia científica de que un
aborto aumenta el riesgo de abortos futuros. Por favor,
también comprueben estas estadísticas. ¿Por qué? Porque no
tratamos la causa. Porque desconocemos o porque decidimos
no hacerlo.
Tratémoslo en cambio de forma integral; tratemos
la ineficaz educación sexual, la falta de educación en
respeto a la vida, la falta de involucramiento en los
sufrimientos del paciente, la falta de hogares de calidad
para niños y embarazadas, la falta de gestión en la pre
adopción, o sea, en la adopción cuando el niño se está
gestando, y también en la adopción posnatal.
Pensemos también en las familias que desean
adoptar, en los niños que quieren ser cuidados por una
familia y en las implicancias geopolíticas médicas del
aborto, todo demostrado científicamente.
También pensemos en la falta de penas para
quienes abandonan y despiden a las embarazadas, para
quienes venden el misoprostol de forma ilegal y para
quienes hacen abortos clandestinos. ¿A alguien se le
ocurriría legalizar el robo para que haya cero asesinatos?
¿No es lógico, en cambio, tratar las causas de la
delincuencia? También veamos nuestros valores como nación.
Diputados: el delito del aborto lastimosamente
viene sucediendo en nuestro sistema de salud hace varios
años con un tinte ideológico de legalidad posterior a la
publicación del protocolo por parte del Ministerio de
Salud.
En 2015 el Ministerio de Salud publicó el
“Protocolo para la atención integral de las personas con
derecho a la interrupción legal del embarazo”. Ya el título
demuestra la manipulación del lenguaje. No soy experta en
derecho pero que alguien me explique qué tiene de integral
si lo único que se enseña es a realizar abortos, y el
aborto es un parche para la salud de las mujeres y una
violencia fatal para los niños por nacer.
Los médicos estamos ofreciendo el misoprostol
hace tiempo. De Guatemala a “guatepeor”, ahora quieren que
directamente lo entreguemos como un trámite administrativo,
que hiere lo más profundo de la relación médico paciente y
al consentimiento informado. Viene la paciente y nos dice:
“Quiero abortar” y entonces, ¿se lo entregamos
directamente? Ni siquiera deberíamos ofrecerlo.
¿Está bien ofrecer de por vida ibuprofeno a un
paciente con dolor de rodillas? ¿Acaso lo va a curar y sin
ningún efecto adverso? Si le ofrezco ibuprofeno es porque
desconozco el manejo de esa patología, porque desconozco su
causa. Entonces, lo mínimo que puedo ofrecerle al paciente
es decirle: “Yo no puedo ayudarte con este dolor de
rodillas, no puedo ofrecerte nada que cure la causa; ni
siquiera sé cuál es la causa porque hay un gran
desconocimiento en el tema del dolor y porque cada persona
es particular, pero si me dejás, quiero acompañarte en la
búsqueda de una solución”. Muchas gracias. (Aplausos.)

Sra. Presidenta (Burgos).- Tiene la palabra Mariana


Steckler, economista y comunicadora social.

Sra. Steckler.- Antes que nada quiero recordar -no sé si


salió en los canales que están transmitiendo esta
audiencia- que Elsa Schvartzman, aquí presente, mostró unas
imágenes de los distintos “pañuelazos” en diversos puntos
del país, que nos recuerdan que esta militancia es feliz,
emocionante y alegre, y contrasta con lo que por ahí se
escucha en los otros discursos, que hablan de muerte y de
trastornos. Sin embargo, las mujeres, las identidades
disidentes, los trans, nos encontramos en la calle y somos
felices porque estamos juntas militando.
Como periodista amante de las palabras, de sus
interpretaciones y de la incidencia que tienen en la
construcción de la subjetividad, entiendo también la
importancia de las herramientas de la psicología, lenguaje
y cultura.
Como en este recinto, las discusiones sobre el
aborto se dieron también en la calle, en los espacios de
trabajo, en los hogares, en las escuelas y facultades y en
las redes. Estamos en condiciones de asegurar que ya
tenemos una batalla ganada: que se haya hablado masivamente
de esto. La segunda será, sin dudas, la aprobación de esta
ley.
Con los argumentos biológicos, como ya hemos
escuchado aquí, se intenta dilucidar el momento en el que
comienza la vida. Pero desplazar la discusión sobre el
derecho a decidir hasta el campo científico, como si este
fuera neutral y no político, es una discusión insuficiente,
en clave patriarcado. Se abunda en discusiones biológicas y
también, aunque no necesariamente asumidas, teológicas o
religiosas.
Todos estos son mensajes contundentes y directos
hacia la mujer; le están diciendo que para un sector de la
sociedad y para un sector de la conciencia puede ser
considerada asesina si aborta. Se habla entonces de que hay
una vida que proteger y se deja de lado que ya hay otra: la
de la mujer, que es preexistente a todo esto que está
pasando acá. Ella puede desear o no ser madre, puede desear
serlo un año y no al siguiente o al anterior.
Si esto último que dije molestó, entonces en
realidad lo que incomoda es que la mujer tenga poder de
decisión. ¿Añoranzas quizás de aquella incapaz que figuró
en el Código de Napoleón, inspirador de los códigos civiles
de la región, y que en nuestro país figuró hasta el año
1968, hasta ayer?
Hay momentos en los que la cuestión de género,
como la llaman, parece un diálogo entre dos sectores donde
uno habla y el otro debe escuchar, y este es el lugar en el
que –insisten- debe estar la mujer. ¡Pero están hablando de
ella, con tanto atrevimiento!
Como sabemos, si los hombres pudieran quedar
embarazados todo esto a lo que estamos asistiendo ahora no
estaría pasando. ¿Cómo se sentirían los varones si
estuviéramos meses hablando de sus testículos, del
epidídimo, del escroto, de la testosterona, de cómo se
sienten una vez al mes, de cuánto les afectan las hormonas
en su vida cotidiana o de cuán buenos o malos padres son en
un caso o en otro?
La mujer viene a decir nuevamente que su decisión
respecto de la maternidad vale tanto como cada una de las
decisiones que tomamos todos y todas sin que nos enteremos.
La mujer es observada, juzgada, puesta bajo la lupa y
sentenciada, pero ¿cuándo? No siempre; cuando intenta
correrse de los estereotipos culturales que se le
imponen. Si no, puede ser una de estas cuatro mujeres.
La primera. El médico Mario Sebastiani, a quien
escuchamos aquí en una de las primeras exposiciones, se
manifiesta asombrado, impactado -describe en su libro ¿Por
qué tenemos hijos?-, con esas mujeres que aseguran no
querer tenerlos, no por su decisión, que es un claro acto
de libertad, sino por su capacidad de sobreponerse al acoso
mediático, cultural y religioso al que son sometidas, por
la casi obligación social que pesa sobre la mujer de tener
hijos. Podríamos imaginar, entonces, lo que vive aquella
que públicamente dice que abortó. Aquí tenemos la primera
mujer, la señalada con el dedito; vimos muchos deditos
levantados acá.
La segunda. La psicoanalista Silvia Bleichmar
introduce una palabra clave: “cuerpo”. Y dice: “En el
cuerpo se ha instalado lo inamovible de la individualidad,
el cuerpo es la propiedad última del ser humano. Es a
partir del cuerpo que el sujeto se reconoce a sí mismo”.
Pero a las mujeres se nos niega este derecho sobre nuestro
propio cuerpo, ¿para quiénes están dirigidas estas
afirmaciones, entonces? Esta es la mujer ignorada.
La tercera es la siguiente. A su vez, la
psicoanalista Graciela Corrao analiza la confrontación de
la mujer con su deseo: “su posición subjetiva frente a la
feminidad, la función materna y su vínculo con su propia
madre, su deseo de ser madre”. Y hay otro deseo más, el
deseo de hijo: “un hijo puede nacer y ser abortado si no es
deseado por el otro que debe sostenerlo y quererlo, para
que pueda constituirse como sujeto”. Aquí, la mujer
obviada.
Finalmente, Elsa Schvartzman –aquí presente- dice
lo siguiente: “Cuando una mujer no construye su embarazo
como un hijo en su subjetividad, es una maternidad forzada.
A la única a quien se le exige un sacrificio de la vida es
a la mujer”. Esta es la mujer mártir.
Pero nosotras no queremos ser mártires, obviadas,
ignoradas ni señaladas porque rechazamos ser tuteladas.
El pensamiento mágico no debería ser argumento
para debatir una ley de alcance público. Dentro del
pensamiento mágico entran todas las religiones. Así como
mostrar la imagen de una niña de doce años, violada y
obligada a parir, como se hizo aquí, no deberíamos dejar de
evaluarlo como algo perverso.
Vengo de la provincia que vio morir a Ana María
Acevedo por culpa de la insensibilidad, los prejuicios y el
convencimiento de creerse poderoso para dictaminar la
suerte que correrá la vida de una mujer negándole un aborto
legal; una mujer a la que, en nombre de la libertad de
conciencia, se la sentenció a una muerte segura, dolorosa,
rayana con la locura. Por eso también es emblemático lo
sucedido con Ana María Acevedo en Santa Fe. Resulta
extemporáneo a toda pretensión de reclamo reivindicativo de
derechos hacia las mujeres y lejano, muy lejano a lo que
alguna pueda desear y luego decidir.
Este deseo y esta decisión vienen a estamparse
frente a sus caras reclamando el lugar que les corresponde.
Legisladores y legisladoras: sabrán que deberán
estar a la altura de los acontecimientos históricos o
seguir mirando para otro lado.
Como sea y siempre, el movimiento de mujeres,
trans e identidades disidentes seguirá en las calles. Que
nadie lo dude. (Aplausos.)

Sra. Presidenta (Burgos).- Tiene la palabra el señor Andrés


Vaira Navarro, secretario general de la Asociación de
Síndrome de Down de la República Argentina.

Sr. Vaira Navarro.- Muchas gracias por la invitación.


Voy a plantear la postura institucional que
tenemos respecto de este tema.
El debate sobre la legalización del aborto está
otra vez en la agenda política nacional. La discusión, como
lo hemos visto acá, ha tomado temperatura también en los
medios de comunicación y en las redes sociales, donde
muchas veces lo que abunda, lamentablemente, son los
antagonismos en desmedro de los argumentos y de la
capacidad de diálogo.
En ese fragor, donde lo que está en juego es la
vida de inocentes –que vale mucho más que las posiciones
ideológicas-, desde nuestra institución venimos a reclamar
que este debate se dé en el Congreso de la Nación con la
altura, seriedad y sobre todo la serenidad que los derechos
involucrados imponen.
Por supuesto, esta toma de posición la hacemos
respetando la diversidad de opiniones que atraviesa a la
sociedad argentina toda.
La Convención Internacional sobre los Derechos de
las Personas con Discapacidad, primer tratado internacional
de derechos humanos del siglo XXI, tiene rango
constitucional en nuestro país y es muy clara en relación a
la importancia de respetar el derecho a la vida. De hecho,
en su artículo 3° inciso D) puede leerse una contundente
afirmación sobre el respeto por la diferencia y la
aceptación de las personas con discapacidad, como parte de
la diversidad y de la condición humana.
Este principio aplica de lleno al uso de las
biotecnologías para los modernos diagnósticos prenatales
que, más allá de sus innegables bondades, en la práctica se
distorsionan para ser utilizados como método de selección
con motivaciones y fines eugenésicos. Así lo demuestran los
alarmantes porcentajes de abortos por detección prenatal
del Síndrome de Down y de otras discapacidades en países
europeos del llamado Primer Mundo, cercanos al 90 por
ciento. Esto implica que en pocos años las personas con
Síndrome de Down serán casi una rareza en vías de
extinción.
Un ejemplo es lo que ocurre en España, según
estimaciones de la asociación Down España, basadas en el
Registro Colaborativo Español de Malformaciones Congénitas.
Por lo tanto, resulta imperioso tener en cuenta
una legislación adecuada de los estudios prenatales a fin
de evitar que en la práctica se utilicen con fines
eugenésicos, tal como sucede en muchos lugares del mundo.
Las personas con discapacidad, sus familias y las
organizaciones que trabajamos por su plena inclusión en
todos los ámbitos de la sociedad debemos preguntarnos –con
la Convención delante de nosotros- si no es un
contrasentido evidente acompañar el desarrollo de las
personas con discapacidad en cada etapa de su vida,
reclamando el reconocimiento a su dignidad como persona y
su plena inclusión, para luego desconocerle el más preciado
derecho y el presupuesto de todos los demás. Me refiero al
derecho a la vida misma en condiciones de igualdad y sin
discriminación de ninguna naturaleza en todos los ámbitos,
sin lo cual todo lo demás evidentemente carece de sentido.
Defender la vida de las personas con discapacidad
en igualdad de condiciones al resto de las personas, no es
una cuestión religiosa, política, filosófica ni de
militancia. Es una cuestión de derechos humanos básica.
Vivir y nacer es el primer derecho de toda persona humana,
presupuesto de todos los demás derechos, sin el cual nada
existe.
Por lo tanto, desde ASDRA, sostenemos que son
inadmisibles, tanto jurídica como moralmente, las
diferencias que se plantean en algunos proyectos en cuanto
se extienden considerablemente los plazos para abortar si
se detectan en el feto anomalías, malformaciones o
discapacidades, entre ellas, el Síndrome de Down.
Esto forma parte inescindible del debate y desde
ASDRA cuestionamos también a cierta parte de quienes toman
una postura en contra del aborto pero, en sus acciones y
omisiones diarias, no hacen sino contribuir a denigrar a la
persona con discapacidad y a desconocerle los derechos que
tiene luego de su nacimiento.
Finalmente, es imperioso que se impulsen -quizás
desde el ámbito legislativo- protocolos de actuación para
los profesionales de la salud responsables de transmitir el
diagnóstico de una discapacidad y del Síndrome de Down, en
particular a las familias que están esperando un hijo. De
esta forma, evitamos posturas sesgadas en relación a la
realidad de las personas con trisomía 21, que es el nombre
técnico del Síndrome de Down, o de otras discapacidades.
Estos protocolos deberían incluir, además de los
procedimientos para el personal de la salud, la realización
de un curso por parte de los padres en una asociación de
familias defensoras de los derechos de las personas con
discapacidad, para tener una perspectiva sin sesgos,
amplia, realista, completa y esperanzadora sobre el hijo
con discapacidad que recibirán o acaban de recibir.
(Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Por supuesto que este


Congreso está dispuesto a trabajar en una ley respecto del
tema que usted ha planteado. Cuente con nosotros.
(Aplausos.)
Hemos finalizado estas quince extensas,
enriquecedoras e históricas jornadas para todos nosotros.
Quiero agradecerles y además sintetizar todo esto
en algunos datos que voy a mencionar. Hemos tenido 118
horas de exposiciones, lo que constituye un verdadero
récord. Realmente fueron exposiciones muy buenas, profundas
y pasionales, por lo que quiero destacar a todos los
expositores, que fueron 724 en total.
Además, hemos reforzado las formas de
comunicación que hoy se dan, porque ya no se trata de la
presencia física en las discusiones de la Cámara sino que
en este debate histórico fue posible que tuviéramos más de
un millón de visitas a través de los distintos canales de
comunicación de esta casa. Realmente fue un récord que
demuestra la importancia del tema y cómo la sociedad ha
valorado la forma en que se desarrollaron estas jornadas,
con respeto y escuchando todas las voces.
Quiero agradecer a todos los diputados que han
concurrido para apoyar estas jornadas de debate. Asimismo,
agradezco especialmente a la señora diputada Burgos,
presidenta de la Comisión de Legislación Penal, y a las
señoras diputadas Polledo y Martínez, titulares de las
otras comisiones que conformaron este plenario.
Agradezco a todos ustedes, al personal de la
Cámara, y como esto no termina aquí, los invito el martes
próximo a las 15 horas, cuando los diputados nos reuniremos
para comenzar a debatir los proyectos que seguramente
quedarán plasmados en dictámenes la siguiente semana.
Muchísimas gracias y que tengan buenas noches. (Aplausos.)

- Es la hora 21 y 33.

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