Análisis Del Cuento La Zarpa de José Emilio Pacheco

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Análisis del cuento La Zarpa de José Emilio Pacheco

José Emilio Pacheco desarrolló varios géneros como poesía (este género fue por

lo que más se le conocía), cuento, novela, ensayo, columnas, etc. Este escritor

prolífico, perteneció a la “generación del medio siglo” junto a escritores como

Rosario Castellanos, Rubén Bonifaz Nuño, Jorge Ibargüengoitia, Inés Arredondo,

Juan José Arreola, entre otros. Esta generación destacaba por la transición

temática de la problemática postrevolucionaria, rural y nacionalista hacia las

problemáticas que empezaban a predominar, como lo eran el carácter cosmopolita

y la urbanidad, presentes sobre todo en la ciudad.

Su cuento “La Zarpa”, incluido en el libro El principio del placer (1972), no

se aleja de una temática desarrollada en este ambiente urbano, así que hace una

descripción de la Ciudad de México y de cómo era el ambiente en aquella época

en la que se desarrolla la trama, a través de los ojos de su protagonista quien

además, es una víctima de la modernidad de una ciudad aparentemente en

desarrollo, pero que en realidad es frívola, materialista y desigual.

La diégesis como ya vimos, se desarrolla en un ambiente urbano en la

Ciudad de México, en la que nos introduce a su protagonista en un día de

confesión. Ella le va a decir al cura: “Es pecado alegrarse del mal ajeno”

(Pacheco, 59) y a partir de aquí podemos percatarnos un poco de lo que va a

tratarse la trama, la envidia. Pero ¿por qué sucede?

Primero, nuestra narradora, que se presenta de forma intradiegética

protagonista, divaga sobre la ciudad, podría parecer innecesario que nos cuente
este detalle, y sin embargo, resulta ser fundamental, para entender por qué

sucede todo, e incluso, notar que el cambio de la ciudad es sincrónico con su

propia historia. En el momento en que está haciendo su confesión, es el año 1971

y ya nos dice que la ciudad era una monstruosidad (¡en el 2017 también lo es y

quizá más!), pero también nos dice que al principio no lo era, como ella, como su

amiga Rosalba porque “Nada volverá a ser igual…” (59).

Su yo confieso, es una manera de librarse de un pensamiento que le llena

de vergüenza admitir pero ya no puede callarlo. Es algo terrible, con el que pienso

que muchas personas cargan a diario en la cotidianidad: la envidia. ¿Por qué?

Quizá por el ego que traemos y que no nos permite aceptarnos como somos. Al

menos ahora la protagonista nos revela el por qué.

Claro, su amiga Rosalba era linda, graciosa, inteligente, amable, buena en

la escuela y tenía a muchos jóvenes tras de ella, en cambio ella, Zenobia, nos dice

que era “Fea, gorda, bruta, antipática, grosera, díscola, malgeniosa.” (60)

Contrastes en una amistad que no tenía por qué tornarse de esa manera. El lector,

incluso puede llegar a pensar que esta mujer, Zenobia, es injusta.

Si tan sólo se hubiera aceptado a sí misma, no tendría por qué haberse

sentido mal y no hubiera odiado a su amiga, la cual siempre se portó amable. Pero

este sentir es demasiado complejo. Ambas amigas crecieron juntas, eran de la

misma edad, hijas de otras dos buenas amigas que siempre convivieron con

respeto y cariño. Pero eso no basta, porque la sociedad no perdona y los jóvenes

menos.
Cabría echarle la culpa a los jóvenes que hicieron la comparación entre

ambas, claro, la chica bonita del colegio se junta con la más fea para sentirse más

hermosa. El famoso bullying psicológico, afecta mucho el cómo los adolescentes

se miran, si la sociedad no los acepta, ellos terminan por sentirse mal o como diría

Zenobia: “Si alguien nace fea por fuera la gente se las arregla para que también se

vaya haciendo horrible por dentro”(60). Al menos, en ella así sucedió. Crece con

tanto rencor que ella termina siendo víctima de su naturaleza, de su orgullo y de

su envidia, motivada claro, por percatarse de que las personas no son iguales.

Después, otro golpe más a su ya amargada vida, su amiga se casa con un

muchacho que conoció en una Kermés, que tiene dinero y se la lleva a vivir a una

casa elegante en Paseo de la Reforma. En cambio ella, que aspiraba a convertirse

en una abogada, se ve obligada a aceptar un trabajo mediocre: trabajar en El

palacio de hierro y después en Hacienda y crédito público, ser prestadora de

servicios públicos en vez de estar en las altas esferas, gozando de privilegios por

el simple hecho de ser bonita, como su amiga y todo claro, por ser fea.

Me pregunto, ¿cuántas personas a diario se sienten frustradas en su

ambiente laboral por no haber podido conseguir más? Vivimos en un época

materialista en dónde sólo podemos mirar lo que tienen las personas y

compararnos todo el tiempo. Recuerdo haber leído un estudio que decía que las

redes sociales bajaban nuestra autoestima, ¿por qué?, porque nos la pasamos

viendo todo el tiempo quién se compró el nuevo auto, Tablet, i phone… ¿quién

compra café en Starbucks? O ¿cuántos van en vacaciones a Europa, Asia, etc.? Y

a uno que sólo le alcanza para los tacos de canasta, viviendo al día y trabajando
de sol a sol para tener un mísero sueldo. ¡Claro que la envidia está presente! Y no

nos atrevemos a confesarlo, porque eso sería admitir que somos mediocres. ¡Por

nuestro orgullo de mortales que jamás lo admitiremos! No hay perdedores en este

mundo si podemos evitar ver a los ganadores.

Pienso que Pacheco, pudo haber observado historias así en su contexto y

creo que si él dice que era horrible la vida en 1971 ya evolucionó esto a un mil por

ciento (quizá exagero o tal vez sea cierto). La vigencia de este cuento, es

asombrosa y quizá escalofriante. Cuantos de nosotros no admiramos/odiamos en

secreto a alguien que es bello, que tiene dinero y que es exitoso.

Pero como dice el refrán “No todo lo que brilla es oro” y es cierto; si no, me

remito al mito del rey Midas, quien quería que todo lo que tocase se convirtiera en

oro, pero lo que en un principio fue emoción, después terminó mal, no pudo gozar

de su oro, porque el oro no se come, no se disfruta. Tener dinero, no es sinónimo

de éxito, mucho menos la belleza natural.

En el cuento, esto sucede con Rosalba, ella también es una víctima de la

sociedad que la rodea, es víctima de su éxito, de su dinero al que no llega a

disfrutar plenamente (como pudiera pensar Zenobia). Como era bonita, los

hombres no pararon hasta poseerla, le dieron fortuna, viajes, ropa elegante y todo

“lo que una mujer pudiera esperar”. ¡Hasta se casó dos veces y la segunda vez

con un ¡extranjero!

Pero cuando la vida quiso reencontrar a las amigas, Rosalba, siempre tan

amable, le confiesa a Zenobia que no es feliz. Ella nunca pudo tener hijos y sólo
era el objeto de hombres que después de un rato, se aburrían de ella. No se

puede tener todo en la vida, reza un refrán. Y es cierto, si nos ponemos a hurgar

en la vida de personas famosas, con mucho dinero, podemos encontrar vicios,

desamor, problemas psicológicos, vidas vacías que en muchos casos han

terminado en suicidios. Claro que no quiero generalizar, porque siempre hay

excepciones. Pero pareciera ser algo común, que casi nos pasa desapercibido.

Somos tan egoístas que siempre vemos nuestros problemas y no nos

ponemos a pensar si las personas que tenemos en frente, también están

sufriendo. ¡Qué vamos a saber de esto! La empatía, no es el fuerte de muchos en

la actualidad y no hace falta ser sociólogos o antropólogos para darnos cuenta de

esto. ¿Pero algún día llegaremos a ser iguales dentro de la sociedad?

Pacheco, nos da la solución para dejar de odiar a nuestros semejantes.

Verlos envejecer y perder todos los atributos que les hacían ser bellos en otras

épocas. Al menos esto funcionó en Zenobia, quien confiesa que precisamente

hoy (tiempo del cuento) acaba de ver a su amiga y “No puede imaginarse, Padre:

ese cuerpo maravilloso, esa cara, esas piernas, esos ojos, ese pelo color caoba,

se perdieron para siempre en un barril de manteca, bolsas, arrugas, papadas,

manchas, várices, canas, maquillajes, colorete, rímel, pestañas postizas…” (64)

Claro, la vejez nos iguala, nos hace ver feos a todos, arrugados, vencidos, y

sólo en este estado, próximo a la muerte, es cuando podemos arrepentirnos de

todo el mal que hemos hecho en la vida. Podemos querer de manera sincera a
nuestros semejantes, la vida ya no es la misma, la ciudad envejece ¿o se

moderniza?

Como pudimos ver en este cuento, la diferencia social, estética y

económica es un factor clave en el comportamiento de la vida moderna, es

importante darnos cuenta de que la vida no es perfecta tanto para ricos como para

los pobres, y el mensaje que creo que intenta dar José Emilio Pacheco, es el de

aceptarnos tal cual somos y no dejarnos amargar por todo lo que vemos, o por lo

que la gente suele decir de nosotros. Sólo tenemos una vida y sería horrible

amargársela por no ser el modelo perfecto creado en este mundo postmodernista.

Referencias:

Mulato, Abril. ¿Es verdad que las redes sociales nos hacen más infelices?
Periódico El país: Verne, 2016. En línea:
https://verne.elpais.com/verne/2016/05/27/mexico/1464314019_118390.html

Pacheco, José Emilio. La Zarpa en “El principio del placer”. México: Era,
2003.

Pereira, Armando. “La generación del medio siglo: un momento de


transición de la cultura mexicana”. Instituto de Investigaciones Filológicas, UNAM,
1995. Revista en línea: https://revistas-filologicas.unam.mx/literatura-
mexicana/index.php/lm/article/view/178/178

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