Guerras Civiles Colombianas Desde 1830 PDF

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Jorge Giraldo Ramírez

UNA COMPARACIÓN CUANTITATIVA DE LAS GUERRAS CIVILES COLOMBIANAS, 1830-2010


José Antonio Fortou R.

UNA COMPARACIÓN

conflicto
CUANTITATIVA DE
LAS GUERRAS CIVILES
COLOMBIANAS, 1830-2010* Jorge Giraldo Ramírez**
Jose Antonio Fortou R.***

RESUMEN
El artículo busca complementar la literatura cualitativa sobre las guerras civiles colombianas con una comparación
cuantitativa de las mismas. A partir de una definición operacional, la guerra civil, se identifican diez guerras civiles
y se exponen variables relacionadas con la duración, severidad y tamaño de los poderes armados. Se concluye
resaltando la peculiaridad de guerras civiles posmodernas como La Violencia y El Conflicto y la importancia de
los estudios cuantitativos para complementar otras visiones de las guerras civiles en Colombia.
Palabras claves: guerras civiles en Colombia, duración, poderes armados, severidad, definiciones operacionales.

A QUANTITATIVE COMPARISON OF THE COLOMBIAN CIVIL WARS, 1830-


2010
SUMMARY
The article intends to complement the qualitative literature on the Colombian civil wars with a quantitative
comparison of them. From an operational definition of civil war, ten civil wars are identified, and variables related
with the duration, severity and size of the armed powers are presented. The conclusion is made by highlighting the
peculiarity of postmodern civil wars like La Violencia and El Conflicto and the importance of quantitative studies
to contribute with other visions of the civil wars in Colombia.
Keywords: Civil wars in Colombia, duration, armed powers, severity, operational definitions. [3]

* Este artículo es producto de la investigación “Poderes armados en las guerras civiles” del Grupo de Investigación de Estudios Sobre
Política y Lenguaje, financiada por la Universidad EAFIT. Versiones preliminares fueron presentadas en el II Congreso de la Asociación
Colombiana de Ciencia Política en la Universidad del Norte (Barranquilla, 21-24 de julio de 2010) y en los coloquios de investigación de
la Universidad EAFIT (Medellín, 15 de septiembre y 2 de diciembre de 2010).
** Doctor en Filosofía, profesor del Departamento de Humanidades de la Universidad EAFIT. Contacto: jorgegiraldo@eafit.edu.co.
*** Politólogo, asistente de investigación del Departamento de Humanidades de la Universidad EAFIT. Contacto: jfortour@eafit.edu.co.

análisis político nº 72, Bogotá, mayo-agosto, 2011: págs. 3 - 21


Jorge Giraldo Ramírez
UNA COMPARACIÓN CUANTITATIVA DE LAS GUERRAS CIVILES COLOMBIANAS, 1830-2010
José Antonio Fortou R.

En los estudios académicos sobre las guerras, los trabajos cuantitativos son una de las principales
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poco usados. Probablemente eso ayude a explicar la popularidad de ciertas ideas tales como que
el país siempre, o casi siempre, ha vivido en guerra o la dificultad para precisar en el tiempo los
momentos bélicos o estimar la gravedad de cada uno de ellos.

El propósito de este artículo es aplicar un reducido y elemental conjunto de variables cuantitativas,


ampliamente usadas en la literatura reciente, para determinar cuáles han sido las guerras civiles
colombianas y algunas características básicas de las mismas. Por supuesto, la pretensión es mostrar
un punto de vista complementario a los excelentes trabajos cualitativos de diverso tipo que existen
sobre las guerras colombianas y a los esfuerzos por caracterizarlas.

El artículo empieza por identificar los acercamientos cuantitativos a las guerras civiles colombianas
y continúa con algunas consideraciones metodológicas, incluyendo los criterios de selección de
casos y el problema de las fuentes. Los principales aspectos abordados son la duración, estimaciones
de los costos humanos y los tamaños de los ejércitos contendientes, mostrando el comportamiento
de las variables seleccionadas en perspectiva comparada. Al final, unas conclusiones.

1. LOS TRABAJOS CUANTITATIVOS SOBRE LAS GUERRAS CIVILES

Quizá pueda afirmarse que los enfoques cuantitativos en el estudio de las guerras cristalizaron
con la creación de las bases de datos de la University of Michigan, con el proyecto Correlates of
War (COW) creado en 1963, y de Uppsala Universitet, con el proyecto Uppsala Conflict Data
[4] Program (UCDP) creado en 1979. Los objetivos de sendos programas son ambiciosos y pretenden
abarcar todos los países del mundo y periodos de tiempo largos que cubren hasta más de un siglo
en el primero de los indicados. En ellas, por supuesto, Colombia tiene un lugar destacado por el
número de registros que aporta.

La aparición de las bases de datos, la irrupción de la medición en ciencias sociales y el interés


por el análisis comparado han promovido los estudios cuantitativos. Los estudios de las guerras
civiles se han enriquecido con datos e indicadores cada vez mejores y probabilidades más altas
de comparaciones plausibles. También ha sido posible que aspectos específicos de las guerras se
conviertan en objetos robustos de estudio, como ocurre con la severidad de un conflicto entendida
como el número de muertes en combate (Harbom y Wallensteen, 2007; Lacina, 2006), el tipo de
tecnología de la rebelión o “type of warfare” (Kalyvas, 2005; 2009), las características geográficas
(Buhaug y Gates, 2002); algunos aspectos económicos (Collier, 2001), la duración (Acemoglu,
Vindigni y Ticchi, 2009; Fearon, 2004) o las formas de terminación (Gershenson y Grossman,
2000), entre otros.

Estas líneas de trabajo, de curso común en los estudios cuantitativos de las guerras civiles, son
todavía incipientes para el caso colombiano. Fabio Sánchez (Sánchez, Díaz y Formisano, 2007)
y Diego Otero (2007) han impulsado una línea de análisis de los costos y las cifras de la guerra;
Francisco Gutiérrez se ha ocupado de la economía política del conflicto (Gutiérrez, 2004; 2008);
los investigadores del Centro de Recursos para el Análisis del Conflicto (Cerac) han estudiado las
llamadas micro-dinámicas del conflicto con una base de datos muy detallada y que intenta corregir
algunos errores de medición de bases de datos internacionales (Restrepo, Spagat y Vargas, 2006).
En cuanto a trabajos comparativos, los principales se refieren a los dos últimos conflictos bélicos

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(Sánchez y Peñaranda, 2007) o a las guerrillas del siglo XX en comparación con otros grupos

conflicto
guerrilleros en el mundo, como en el trabajo de Alfredo Rangel (2001). Fernando Gaitán (1995: 201)
\2WHUR  UHFRJHQă\FRLQFLGHQHQăGDWRVGHPXHUWHVSDUDODVSULQFLSDOHVJXHUUDVFLYLOHV

Este artículo pretende sumarse a los esfuerzos recientes por ampliar la literatura colombiana de
índole cuantitativa, esta vez realizando una panorámica de las guerras civiles colombianas desde
1830 hasta el presente, cuyas limitaciones seguramente son mayores que los alcances, como se
verá en los pormenores metodológicos.

2. CONSIDERACIONES METODOLÓGICAS

En esta sección se expone brevemente la metodología utilizada y se consideran dos aspectos del
trabajo: la posibilidad y pertinencia de los estudios comparados en perspectiva histórica y con
bases estadísticas y cuantitativas, y las fuentes utilizadas y sus problemas.

2.1. La comparación por variables


Ante la pretensión de realizar un trabajo comparado, podemos tomar una de dos grandes rutas.

La primera sería optar por el tipo de trabajos llamados “histórico-comparados”. Estos se


caracterizan por investigar causas y procesos a través del tiempo y comparar de forma sistemática
y contextual para explicar resultados en casos específicos (Mahoney y Terrie, 2008: 739, 744). Se
trata de cumplir con el objetivo de la investigación “orientada a los casos”: explicar resultados
históricos por medio de la recopilación de evidencia y la realización de generalizaciones sensibles
al contexto (Ragin, 1987: 35). El acercamiento histórico-comparado a los fenómenos políticos
entiende que el análisis causal no sólo implica establecer relaciones entre variables, sino identificar [5]
y entender los mecanismos que las ligan, esto es, hacer un “rastreo del proceso” por medio del
cual una variable explicativa produce un efecto causal (Mahoney y Villegas, 2006: 76).

La segunda ruta es sustancialmente distinta. La investigación comparada “orientada a las


variables” se preocupa menos por entender resultados específicos que por evaluar las relaciones
entre variables en diversos países, momentos o eventos históricos por un lado, y grandes marcos
teóricos por el otro; su estrategia es la de comprobar o falsear hipótesis derivadas de la teoría
(Ragin, 1987: 53-55). Para Arend Lijphart (1971: 683-684) este tipo de investigación no hace parte
del método comparado, sino del estadístico. Sin embargo, a partir de éste se pueden realizar
comparaciones apoyadas, por ejemplo, en correlaciones estadísticas. Sin entrar en la discusión
sobre las tipos metodológicos, puede decirse que, en un sentido amplio, el método comparado
orientado a variables y el método estadístico, en la versión de Lijphart, son dos formas de
comparación. La particularidad del método estadístico sería el tamaño del universo de datos, que
permite su relevancia matemática.

Se optó por una metodología comparada orientada a las variables porque hay más vacíos que
llenar en este campo y porque es compatible con la perspectiva diacrónica que se pretende. El
arco temporal elegido empieza en 1830, año en que se configura el Estado colombiano como una
unidad política diferenciada en al menos dos sentidos: independiente de España y distinta a otras
unidades políticas como Ecuador y Venezuela1. Con ese punto de partida, se seleccionaron los

1
Llevar el origen del Estado colombiano hasta 1810 hace más complejo el análisis, pues si se acepta la ti pología de Raymond Aron, las
guerras de independencia, también llamadas de “formación del Estado” (UCDP), son guerras civiles (Aron, 1985: 214-215).

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casos que satisfacen con menos reparos los criterios de las definiciones operacionales cuantitativas
de guerras civiles más usadas en la literatura contemporánea. Ahora, el trabajo no busca hacer
un seguimiento minucioso a los procesos históricos, sus causas y consecuencias. Al mismo tiempo,
el número de casos y las variables disponibles no son suficientes para producir generalizaciones
estadísticamente robustas. En cierto modo, esto es apenas un comienzo.

En síntesis, este trabajo combina historia de las guerras civiles colombianas y comparación con
base cuantitativa. Comparar y revisar hechos históricos son dos tareas propias de los estudios
políticos desde Aristóteles, pues nos permiten dimensionar, relativizar y sopesar adecuadamente
la actualidad. Lijphart pone de manifiesto la posibilidad de realizar estudios comparados
e históricos al mismo tiempo que permitan “descubrir relaciones empíricas entre variables” en un
universo diacrónico de casos (Lijphart, 1971: 683; énfasis en el original).

El principal problema para completar una base de datos útil con las variables escogidas fue el
de encontrar información de calidad. Puesto que la literatura contemporánea (o por lo menos la
del siglo XX en adelante) y la historiografía no ofrecen el suficiente material cuantitativo, sobre
todo en el caso de las guerras del siglo XIX, hay que recurrir a fuentes primarias. Sin embargo,
en las raras ocasiones en que presentan cifras de las muertes en combate o de los tamaños de
los ejércitos enfrentados, las fuentes ofrecen datos poco sistemáticos, desordenados, incompletos
y ocasionalmente sesgados por razones políticas y estratégicas. Esto implica recoger datos de
distintas fuentes e incorporar los probables errores de cuantificación que conlleven.

La base de datos de Capacidades Materiales Nacionales del COW (Singer, 1987), con un
cubrimiento que va desde inicios del siglo XIX hasta el año 2006, fue de gran utilidad en lo que
[6] respecta a las cifras sobre tamaño del ejército oficial y población del país2. Así mismo, los datos del
UCDP (Harbom y Wallensteen, 2009) y de Sánchez, Ana María Díaz y Michel Formisano (2007)
fueron imprescindibles para construir y corregir las cifras de la última guerra. Se debe mucho
a Gaitán (1995) y a Otero (2007) por su recopilación de datos sobre la severidad de las guerras
civiles colombianas. Para el tamaño de los ejércitos de competidores armados3 en las guerras del
siglo XIX, en cambio, se hizo preciso revisar fuentes primarias, con el resultado previsible de una
gran escasez de datos, razón por la cual las mejores aproximaciones se encuentran en la literatura
secundaria y en la base de datos del COW.

2.2. ¿Qué es una guerra civil?


En los estudios sobre guerra civil, como en otros ámbitos sociales, lo más común es adoptar
definiciones cualitativas. En la cima de la escalera de abstracción (Sartori, 1970) encontramos la
definición propuesta por Stathis Kalyvas: un conflicto armado entre partes sujetas a una autoridad
común al iniciar las hostilidades, que ocurre dentro de las fronteras de una entidad soberana
reconocida (2006: 17). En otras palabras, cuando el conflicto doméstico toma la forma de una
confrontación militar se habla de guerra civil (Kalyvas, 2007: 416). Kalyvas incluye posteriormente
un criterio de “soberanía dividida o doble” (2009: 197), el cual también es importante en la
definición de Jorge Giraldo (2009).

2
La diversidad de fuentes hacía difícil unificar estas cifras. Se adoptó entonces un criterio de simplicidad: se utilizan princi palmente
bases de datos internacionales, las cuales fueron completadas o corregidas cuando fue necesario.
3
Se prefiere esta denominación más genérica puesto que: a) “rebeldes” es de carácter posicional; b) “insurgentes” se reserva para
competidores armados en guerras irregulares (Fearon y Laitin, 2004); y c) “subversivos” implica guerras intracoloniales o secesionistas,
cuando estás bien puede enfrentar “poderes organizados desde un princi pio” (Aron, 1985: 214-215).

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Aunque las definiciones cualitativas son un referente indispensable, el carácter de este trabajo

conflicto
exige una definición operativa que descienda un poco en la escalera de abstracción. En el campo
de los estudios cuantitativos es común optar por una definición según la cual una guerra civil es
un conflicto armado interno que cumple con un requisito de severidad mínimo, usualmente 1.000
muertes en combate al año. Esta opción se nutre directamente de las definiciones operacionales de
UCDP y COW (Harbom y Wallensteen, 2009; Sarkees, 2010) y es ampliamente aceptada4.

Para UCDP, los conflictos armados internos se definen como incompatibilidades polémicas y
expresas entre las fuerzas armadas de dos organizaciones, una de las cuales debe ser el gobierno
de un Estado, y que conducen a un mínimo de 25 muertes en combate en el curso de un año, el
5% de las cuales deben ser del bando oficial5. Un conflicto armado interno que produce entre 25
y 1.000 muertes anuales se codifica como conflicto armado menor. Sólo si supera el umbral de
las 1.000 muertes anuales en combate pasa a ser considerado una guerra civil. Los conflictos que
no involucran al Estado, como los enfrentamientos reiterados entre guerrillas y paramilitares en
Colombia, son considerados en otra categoría. COW procede de manera distinta. Primero, aplica
un criterio de inclusión de 1.000 muertes en combate. Luego, clasifica el conflicto de acuerdo con la
ubicación del conflicto, ya sea internacional o intraestatal. Por último, si en una guerra intraestatal
una parte es el gobierno central de un Estado y la otra una organización de oposición, codifica
el conflicto como guerra civil. En cambio, los conflictos entre gobiernos locales o regionales y
competidores son nominados como guerras internas regionales, mientras que aquellos en que se
enfrentan organizaciones no estatales se llaman guerras intercomunales.

En términos de la escalera de abstracción, la definición cualitativa más amplia tiene mayor extensión
y menor intensión. Las denominaciones como conflicto armado interno, guerra intercomunal y
otras similares utilizadas tienen una mayor intensión, pero mucha menor extensión y quedan [7]
subsumidas en la primera. Con esto en mente, se puede adoptar la siguiente definición de nivel
medio de abstracción: una guerra civil es un enfrentamiento armado entre el gobierno de un
Estado y una organización de competidores armados, o entre varias de estas, que conduce a un
mínimo de 1.000 muertes anuales en combate y en la cual cada lado inflige al otro por lo menos
el 5% de sus propias bajas.

Una primera discusión en torno a esta definición pasa por el tema de los actores. Nuevamente nos
encontramos con una diferencia de criterios. En las definiciones cualitativas de Kalyvas (2006;
2007) y Giraldo (2009) no hace falta que el gobierno reconocido como tal sea uno de los bandos
principales en el conflicto. Basta con que las partes hayan estado sujetas a una misma autoridad
en el momento previo al inicio de las hostilidades. Aquí se resalta la pertinencia de categorías
como la de conflicto no estatal (UCDP) o intercomunal (COW) pues aluden a conflictos internos
en los hay actores distintos al gobierno, como en las guerras civiles posmodernas (Giraldo, 2009).

Otra discusión importante es acerca del cumplimiento del criterio de resistencia efectiva. Dos
situaciones dificultan este control en el caso colombiano. Primero, la escasez de datos confiables
sobre bajas de los competidores en las guerras hasta bien entrado el siglo XX. Segundo, el papel

4
Para una discusión al respecto, ver Sambanis (2004). Entre quienes parten de estos proyectos están: Hegre y Sambanis (2006), Lacina
(2006), Fearon y Laitin (2004) y Kalyvas y Balcells (2010). En Colombia, las retoman Carlo Nasi (Nasi, Ramírez y Lair 2003a, 2003b)
y el Cerac (Restrepo, Spagat y Vargas 2006).
5
Este último ítem es utilizado para distinguir conflictos armados de situaciones de violencia unilateral. Bethany Lacina y N. P. Gleditsch
(2005) expanden esta noción al añadir que se habla de combate cuando hay una expectativa razonable del uso de la fuerza de la otra
parte; así, incluyen ataques que aunque no le generan bajas al atacante, deben considerarse como parte del conflicto.

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protagónico de civiles en las dos últimas guerras. No obstante, la historiografía colombiana nos
da pie para sostener que los conflictos del siglo XIX seleccionados en este estudio no eran casos
de violencia unilateral. Finalmente, como es un control interno tanto de UCDP como de COW,
podemos asumir el criterio para las dos últimas guerras pues estas son codificadas por estos
proyectos.

2.3. Los casos adoptados como guerra civil


Siguiendo estos parámetros conceptuales y metodológicos, se toman diez conflictos bélicos de la
historia colombiana que cumplen los requisitos de la definición de guerra civil adoptada y que,
por tanto, se toman como universo de la investigación. La siguiente tabla resume las características
básicas de estas guerras:

Tabla 1: Guerras civiles, actores y fechas6


Termi-
Nombre Gobierno Contendores Inicio
nación
Guerra de los Supremos Ministeriales Supremos 1839 1841
Guerra de 1851 Liberales Conservadores 1851 1851
Guerra de 1854 Golpistas Legitimistas 1854 1854
Guerra por las Soberanías Centralistas Federalistas 1860 1862
Guerra de 1876-1877 Liberales Conservadores 1876 1877
Guerra de 1885 Conservadores Liberales 1885 1885
Guerra de 1895 Conservadores Liberales 1895 1895
Guerra de los Mil Días Conservadores Liberales 1899 1903
[8] La Violencia Conservadores Liberales 1946 1957
El Conflicto Gobierno Guerrillas y paramilitares 1994 2005
Fuente: Elaboración propia.

En la historia de Colombia, varios conflictos internos han recibido el rótulo de guerra civil con
base en definiciones como estas. Es el caso de las guerras de los Supremos, 1851, 1854, 1860,
1876, 1885, 1895 y los Mil Días (Tirado, 2001). En su momento, La Violencia no fue considerada
una guerra civil, y aún la academia evita hacerlo (Safford y Palacios, 2002; Ramírez, 2002) pero
sí es considerada como tal por COW. Algo similar ha sucedido con El Conflicto, al cual se le ha
negado su estatus de guerra e incluso de conflicto (Posada, 2001), aunque para otros constituye
una guerra civil (Ramírez, 2002; Giraldo, 2002; Nasi, Ramírez y Lair, 2003a).

Precisamente, las dos últimas guerras civiles colombianas, La Violencia de mitad del siglo pasado
y El Conflicto de fines del anterior y principios del presente siglo, se caracterizan por una dinámica
bélica que no se limita a enfrentamientos entre el gobierno y los competidores, sino que incluyen
FRPEDWHVHQWUHJUXSRVQRHVWDWDOHVăDOJXQRVGHHOORVFRQDSR\RHVWDWDOă\HQWUHIDFFLRQHVGHHVWRV
grupos, los cuales a su vez se enfrentan al gobierno central. Durante La Violencia, los choques
entre guerrillas y grupos paramilitares o de autodefensas fueron parte central del conflicto, más

6
Se usaron los designadores más convencionales en la historiografía colombiana. Para el caso de la guerra de 1860 se asume el nombre
propuesto por Uribe y López (2008). “La Violencia” es una denominación vaga erigida en nombre propio tanto en la academia como
el lenguaje común de ciudadanos y políticos. “El Conflicto” es un designador cuya suerte aún está sujeta a la prueba del tiempo;
se ha elegido para llamar a la última guerra civil porque la palabra conflicto es la más universal entre las distintas fórmulas usadas
por academia, guerreros y periodistas, lo que pudo haber llevado a los autores del Informe Nacional de Desarrollo Humano 2003 a
adoptarlo.

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que aquellos entre el ejército oficial y las guerrillas. Por ejemplo, según Santos (2007: 366) durante

conflicto
esta guerra habrían muerto apenas 792 soldados del ejército oficial, pero alrededor de 145 mil
personas sumando civiles y guerreros irregulares. Durante la guerra partisana de fines del siglo
;;VHJ~QGDWRVGHO8&'3ODJXHUUDFLYLOăHQWUHJRELHUQR\JXHUULOODVăSURGXMRPXHUWHV
pero si a este número se le añaden las cifras de enfrentamientos entre grupos de autodefensas y
guerrilleros7, el monto se eleva a 14.504 muertos (Harbom y Wallensteen, 2009). Partiendo de los
argumentos de Kalyvas y Giraldo se usará la definición operacional de guerra civil que hace uso
del criterio de 1.000 8 muertes anuales en combate sin discriminación de los actores participantes,
intentando desagregar las cifras para el caso de El Conflicto.

Para esta última guerra civil, siguiendo la propuesta de Harbom, Mellander y Wallensteen (2008)
que consiste en desagregar los conflictos por los pares de actores enfrentados que los constituyen,
se identifican seis díadas:
 *RELHUQRă)XHU]DV$UPDGDV5HYROXFLRQDULDVGH&RORPELD )DUF 
 *RELHUQRă(MpUFLWRGH/LEHUDFLyQ1DFLRQDO (OQ 
 *RELHUQRă(MpUFLWR3RSXODUGH/LEHUDFLyQ (SO 
 )DUFă$XWRGHIHQVDV8QLGDVGH&RORPELD $XF 
 $XFă$XF
 )DUFă(OQ9.

Determinar las fechas de corte de La Violencia y El Conflicto es complejo. Las guerras hasta
principios del siglo XX eran clásicas y por tanto tienen fechas de inicio y terminación bastantes
precisas, determinadas por declaraciones de guerra, armisticios, tratados y otros hechos parecidos.
No pasa lo mismo con las guerras civiles posmodernas, en las que las fronteras entre la guerra y
la paz se han difuminado. [9]

Con respecto a La Violencia, adoptar la definición operacional propuesta para determinar la


duración de las guerras, permite romper el paradigma que mantiene que ésta empezó en 1948
y terminó en 1953: como señala Paul Oquist (1978: 59), cuando ocurrió el asesinato de Gaitán y
el 9 de abril “La violencia ya estaba generalizada” y continuó tras la amnistía y la dictadura de
Rojas Pinilla hasta 1957. En los años previos, en el marco de un proceso de paz con las guerrillas
liberales, hubo una disminución drástica en el tamaño de los poderes armados (Ayala, 2003: 152;
Puyana, 2003: 166). La guerra continuó hasta 1957: posteriormente y 1964 “la lucha se redujo a
combates con bandoleros” (Otero, 2007: 41) con móviles “económicos, psicopáticos o simplemente
criminales” (Valencia, 2003: 251). En cuanto a El Conflicto, se adopta la codificación del UCDP.
Como se dijo arriba, pese a que COW codifica una guerra desde 1984, los finales de los ochenta
y principios de los noventa no se incluyen aquí porque hay poca claridad para clasificar como
guerra civil el enfrentamiento entre el gobierno y los carteles de droga.

Según los datos anualizados y por díadas de UCDP, antes de la década de 1990, el único año
con más de 1.000 muertes en combate fue 1985. Sólo hasta 1994 la cifra vuelve a subir y su

7
Princi palmente la díada AUC-FARC, pero también entre las FARC y el ELN y entre facciones de las AUC.
8
Siguiendo a Sambanis (2004), el umbral de 1.000 muertes no debe ser rígido.
9
/RVHQIUHQWDPLHQWRVFRUUHVSRQGLHQWHVDODGtDGD)DUFă(OQKDQVLGRUHOHYDQWHVHQORVGHSDUWDPHQWRVGH$QWLRTXLD$UDXFD\1DULxR
y datan desde fines de la década de 1990. Los princi pales registros se han hecho desde 2006 (Ávila y Núñez, 2010: 25), con entre
180 y 500 muertos en combate (Semana, 2010), pero se carece de buena información. Todavía podría incluirse una séptima díada
*RELHUQRăFDUWHOHVGHODGURJDFRPRORKDFHHO&2: 6DUNHHV 3HURFRPR8&'3QRORKDFH\QRKD\VXILFLHQWHVHOHPHQWRV
de juicio para incluir este enfrentamiento como una guerra civil o parte de la última, no se ha incluido.

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comportamiento hasta 2005 (año en que baja de 1.000 y se mantiene sustancialmente por debajo
de este umbral) es el siguiente:

Tabla 2: Muertes en combate por díada durante El Conflicto

Gob.- Gob.- Gob.- FARC- AUC-


Año Total
FARC ELN EPL AUC AUC
1994 1082 41 0 0 0 1123
1995 770 53 0 0 0 823
1996 885 307 0 0 0 1192
1997 436 118 0 0 0 554
1998 875 63 0 0 0 938
1999 885 48 0 0 0 933
2000 901 116 0 0 0 1017
2001 970 102 0 0 0 1072
2002 1120 80 0 569 0 1769
2003 475 25 0 99 400 999
2004 968 240 26 248 1000 2482
2005 1222 167 0 213 0 1602
Total 10589 1360 26 1129 1400 14504
Fuente: Elaboración propia con base en Harbom y Wallensteen (2009).

Cinco años en este periodo se encuentran por debajo del umbral. Si retomamos el matiz que
[10] introduce Sambanis (2004) a la rigidez de este criterio, el 2003 debe incluirse por su cercanía a la
cifra de los 1.000 muertos. Puede decirse lo mismo de 1998 y 1999. Por su parte, los años 1995 y
1997 se incluyen por la secuencia histórica en que se encuentran. Adicionalmente, las cifras de las
GtDGDV$XFă$XF\)DUFă(OQGHEHQHVWDUVXEHVWLPDGDV'HHVWDIRUPDHOLQLFLR\HOILQGH(O
Conflicto se ubicaron en los años de 1994 y 2005 respectivamente.

3. ANÁLISIS CUANTITATIVO DE LAS GUERRAS CIVILES COLOMBIANAS

En esta sección se definen las variables estudiadas y se presentan los resultados cuantitativos de la
investigación. Dados los indicadores considerados más relevantes y la información disponible, se
han considerado tres aspectos para proceder a la comparación entre los diez casos señalados: el
primero es la duración; el segundo es el de la severidad de la guerra determinada por el número
de muertes producidas y la tasa de homicidios; y, por último, el tamaño de los poderes armados,
así como la relación de fuerzas entre ellos para cada guerra.

3.1. Duración
En el imaginario colombiano persiste la idea de una “guerra perpetua”, acogida y repetida por
políticos y formadores de opinión. El acercamiento más simple al tema de la duración debe
permitir ponerle cifras a lo que serían periodos de guerra y periodos de paz.

Los meses de guerra civil suman un total de 511 meses de un total de 2.160 meses de historia
republicana (a partir de 1830), lo que equivale a un 18,7% del tiempo total. En promedio, las
guerras civiles duraron 40,3 meses. Esta cifra está acrecentada por la larga duración de las tres

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guerras libradas durante el siglo XX; desde otra perspectiva, la mediana10 de estos mismos datos

conflicto
da como resultado 25,5 meses.

La duración en meses de cada una de las guerras se encuentra en la siguiente gráfica:

Gráfica 1: Duración de las guerras civiles

Fuentes: Elaboración propia con base en Harbom y Wallensteen (2009), Oquist (1978), Sarkees (2010) y Tirado (2001).
[11]
En la discusión contemporánea, la duración de la guerra es una variable recurrente. A escala global
y en perspectiva de mediana duración, las guerras civiles son cada vez más numerosas y tienden a
durar más, comparativamente (Fearon, 2004: 276)11. No obstante, existen matices: las guerras civiles
producto de golpes o revoluciones y las guerras anticoloniales tienden a ser comparativamente
cortas; por el contrario, las insurgencias periféricas de guerrillas rurales (particularmente aquellas
que involucran disputas por tierra o recursos naturales) y las guerras financiadas por recursos
como coca y diamantes tienden a ser de larga duración (Fearon, 2004: 277). Igualmente, una
guerra de guerrillas, en el marco de un proceso de redemocratización reciente, puede tener una
larga duración si no afecta las rentas de la élite y ésta desconfía de fortalecer el ejército pues el
recuerdo de la dictadura está fresco (Acemoglu, Ticchi y Vindigni, 2009).

La hipótesis según la cual hay una tendencia a que las guerras civiles duren cada vez más, se
sostiene en buen grado en el caso colombiano, según las cifras. Las guerras de mayor duración
fueron La Violencia y El Conflicto, que también son las de mayor irregularidad del combate. Las
guerrillas liberales durante La Violencia habrían tenido hasta 32.000 soldados hacia 1951, de los
cuales 20.000 se concentraban en los Llanos Orientales (Ramsay, 2000: 191; Sánchez, 1989: 144). Del
lado conservador, paralelo al ejército, habría unos 5.000 hombres armados pertenecientes a fuerzas
ilegalmente constituidas (Ramsay, 2000: 179). Durante El Conflicto, al predominio de la guerra de
guerrillas habría que sumarle las posibilidades de financiamiento que originó el narcotráfico. Como
10
En el conjunto de datos ordenados, la mediana es el valor que deja el mismo número de datos arriba y debajo de él; se utiliza para
evitar la influencia distorsionante de datos extremos.
11
Sin embargo, Kalyvas (2009) sostiene que las guerras civiles no son más numerosas sino que han pasado a tener más peso comparativo
respecto de las interestatales.

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señala Fearon (2004: 284), la existencia de una fuente estable de financiamiento y armamento es un
elemento clave para que un competidor armado pueda sostener una guerra larga.

3.2. Severidad
Tal vez el elemento de análisis más importante en los estudios cuantitativos sobre guerras civiles
sea la severidad del conflicto. Ésta se refiere al total de muertes producto de las acciones violentas
en que se expresa el conflicto y que se relacionan directamente con la incompatibilidad entre
las partes. Se cuentan las muertes tanto de combatientes como de civiles, en acciones bélicas
tradicionales, acciones guerrilleras y bombardeos de todo tipo (Lacina, 2006). UCDP, COW y
Cerac utilizan el conteo de muertes anuales en combate como su principal indicador. No obstante,
para poder utilizar la variable de severidad en la comparación diacrónica, es necesario realizar
un ajuste12 pues 10.000 muertos en 1860, cuando la población apenas rondaba los dos y medio
millones de habitantes no tienen el mismo impacto un siglo después con una población de más de
quince millones de habitantes.

El Conflicto requirió un ajuste adicional. Como ya se ha dicho, tanto esta guerra como La
Violencia se caracterizan por la magnitud de las víctimas fuera de combate, tanto civiles como
no combatientes. Ahora, si bien los datos de La Violencia parecen cubrir ese componente, los
de UCDP y COW para El Conflicto no lo hacen. Para corregir esto, se utilizó como proxy la
incidencia de los actores armados en la tasa de homicidios municipal entre 1995 y 2000 (Sánchez,
Díaz y Formisano, 2007: 117) aplicado al total de homicidios durante cada año en el periodo
1994-2005. Una tercera medida de los homicidios políticos durante el Conflicto (Otero, 2010: 30)
muestra las grandes diferencias que hay en la forma en que se mide la violencia asociada a la
guerra civil en el país13. La siguiente tabla compara estas tres cifras:
[12]
Tabla 3: Tres versiones de la severidad durante El Conflicto
UCDP + Sánchez, Díaz
Año UCDP Otero (2010)
y Formisano (2007)
1994 1123 11708 1999
1995 823 11149 1745
1996 1192 11783 1487
1997 554 11141 2008
1998 938 9421 1447
1999 933 10188 3248
2000 1017 11273 3046
2001 1072 12153 3366
2002 1769 12526 2191
2003 999 8002 3231
2004 2482 8291 2419
2005 1602 7608 1849
Total 14504 125243 28036
Fuentes: Harbom y Wallensteen (2009), Sánchez, Díaz y Formisano (2007) y Otero (2010).
12
Si se halla la proporción de muertos en combate entre la población total del país al momento de iniciar el conflicto y se multi plica el
resultado por la población colombiana del año 2005 (año base por ser el año de terminación de la última guerra civil), logramos una
predicción de la severidad del conflicto si hubiese ocurrido en ese año, de forma tal que permite comparar a través del tiempo.
13
Existe una multi plicidad de fuentes, que van desde le Vicepresidencia y la Policía Nacional, hasta los datos del Cinep y otros
investigadores, a lo cual habría que sumarle la información de proyectos internacionales como UCDP y el COW.

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Otros indicadores que permiten hacer comparaciones son las tasas. En esta investigación se

conflicto
calcularon dos. Primero, una tasa de muertes en combate por cada 100.000 habitantes (del país).
Este indicador es de uso común en el análisis de conflictos y fenómenos de violencia en general,
aunque también tiene cierto uso en los estudios de guerras civiles propiamente14. Una segunda
tasa, menos común, relaciona la severidad de la guerra con la duración en meses, lo cual da
una medida de la intensidad de un conflicto. La siguiente tabla contiene los datos de severidad,
severidad ajustada y las tasas por población y duración de cada una de las diez guerras.

Tabla 4: Severidad de las guerras civiles


Severidad Tasa por Tasa por
Guerra Severidad
ajustada población duración
Supremos 3366 78080 60,68 160
1851 1500 28682 66,87 375
1854 2000 36704 85,58 250
Soberanías 6000 100025 76,69 200
1876-1877 10000 137909 160,78 1111
1885 3000 38157 88,97 750
1895 2000 23127 53,92 1000
Mil Días 67000 735357 428,64 1811
La Violencia 174442 655996 127,46 1211
El Conflicto 125243 137382 26,69 870

Fuentes: Elaboración propia con base en Harbom y Wallensteen (2009), Singer (1987), Sánchez, Díaz y Formisano (2007), Otero
(2007) y Gaitán (1995). [13]

Esta tabla pone de relieve el problema de los indicadores y las clasificaciones. En otra parte se ha
discutido el cambio en los ranking de violencia homicida a nivel municipal en Colombia cuando
se adoptan criterios como la cifra absoluta de homicidios violentos o la tasa por 100.000 habitantes
(Giraldo y Fortou, 2011). En este caso ocurre algo similar. Si bien la guerra de los Mil Días domina
en tres categorías, de ahí en adelante las posiciones varían. La Violencia tiene la severidad más
alta, pero no ocupa el primer puesto cuando se evalúa según las dos tasas. Un caso interesante es
el de la guerra de 1895 que, aunque es la menos severa incluso cuando se ajusta la variable, tiene
una de las tasas de muertes en combate por mes de conflicto más altas. Pero el cambio que más
interesa aquí es el paso de la severidad a la severidad ajustada y cómo afecta la forma en que se
juzga la severidad de las guerras civiles colombianas. Las dos siguientes gráficas ilustran cómo
la severidad de El Conflicto se relativiza frente a las cifras de las demás guerras, mientras que
aumenta la importancia de las de los Mil Días, 1876-1877 y Soberanías.

14
Para un argumento a favor del uso de esta tasa, ver Sambanis (2004: 820). Por el contrario, Lacina (2006: 286) está en desacuerdo pues
sostiene que normalizar las muertes en combate por la población puede descontar las muertes en países muy populosos.

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Gráfica 2: Comparación por severidad

Fuentes: Elaboración propia con base en Harbom y Wallensteen (2009), Singer (1987), Sánchez, Díaz y Formisano (2007), Otero
(2007) y Gaitán (1995).

Gráfica 3: Comparación por severidad ajustada

[14]

Fuentes: Elaboración propia con base en Harbom y Wallensteen (2009), Singer (1987), Sánchez, Díaz y Formisano (2007), Otero
(2007) y Gaitán (1995).

Al comparar la severidad ajustada con la duración de las guerras civiles, se ve que todas las
que ocurrieron durante el siglo XIX fueron al mismo tiempo más cortas y menos severas que
las guerras del siglo XX, con la excepción de la guerra de 1876-1877, cuya severidad ajustada es
un poco más alta que la de El Conflicto. Sin embargo, no existe ninguna relación directa entre
duración y severidad estrictamente hablando, ya que hay guerras comparativamente cortas y

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muy severas (Mil Días) y otras más largas y bastante menos severas (El Conflicto), menos severas

conflicto
incluso que guerras de corta duración (1876-1877).

3.3. Poderes armados


Para incluir este elemento al análisis comparado de las diez guerras, se utilizan tres variables15.
En primer lugar, el conteo del tamaño (número de soldados) del ejército oficial en dos momentos
ăHODxRLQPHGLDWDPHQWHDQWHULRUDOLQLFLR\HODxRLQPHGLDWDPHQWHSRVWHULRUDODWHUPLQDFLyQă
permiten establecer su crecimiento o decrecimiento durante la guerra. La segunda variable es el
tamaño del ejército competidor (o ejércitos) en su punto más alto16. Luego, lo comparamos con la
cifra del ejército oficial en el segundo momento, para hallar la tercera variable: la relación de las
fuerzas, entendida como la cantidad de soldados competidores por cada soldado oficial.

Tabla 5: Tamaño de los poderes armados en contienda


Ejército oficial Ejército oficial Crecimiento Ejércitos com-
Guerra
t1 t2 ejército oficial petidores
Supremos 3000 6000 1,00 2900
1851 4000 2000 -0,50 2800
1854 2000 588 -0,71 2357
Soberanías 1000 4000 3,00 1300
1876-1877 1000 3000 2,00 15000
1885 3000 3000 0,00 2500
1895 6158 10000 0,62 7000
Mil Días 8000 15000 0,88 35000
La Violencia 8000 26739 2,34 32000 [15]
El Conflicto 139000 207000 17
0,49 14791
Fuente: Elaboración propia.

El crecimiento del ejército oficial es irregular, aunque típicamente positivo. Los únicos casos de
crecimiento negativo se dieron en las guerras de 1851 y 1854, dos de las menos severas. No hay
una relación entre la duración de la guerra y el crecimiento del ejército oficial, pues aunque el
segundo crecimiento más alto se dio durante La Violencia (la guerra más larga), en otras guerras
de larga duración (Mil Días y El Conflicto) el crecimiento es bajo.

Nuevamente, para poder comparar entre casos realizamos un ajuste con base en el año base 2005
para cada una de estas variables. La siguiente tabla expone este ajuste y, a partir de él, la relación
de fuerzas entre los poderes armados en combate18.

15
Las fuentes de estos datos son variadas. Singer (1987) aportó datos para contrastar en cada caso. Para los ejércitos oficiales, las fuentes
son: Los Supremos: Ortiz (2004); 1851: Safford (2002) y Camacho (1971); 1854: Safford (2002) y Tirado (2001); Soberanías: Quijano
(1982); 1876-1877: Ortiz (2004); 1885: Palacio (1936), Melo (1989) y Pérez (1893); 1895: Aguirre (1997); Mil Días: Pardo (2004),
Martínez (1956), Jaramillo (1991) Valencia (1989), Plazas (1983) y Hernández (2008); La Violencia: Blair (1993), Ramsay (2000) y Otero
(2007); El Conflicto: Otero (2007). En el caso de los poderes armados competidores, las fuentes son: Los Supremos: Zuluaga (1998);
1851: Camacho (1971). 1854: Zambrano (1998), Mosquera (1982) y Tirado (2001); Soberanías: Quijano (1982); 1876-1877: Ortiz
(2004); 1885: Deas (1993) y Pérez (1893); 1895: Aguirre (1997: 428) y Sarmiento (1896); Mil Días: Villegas y Yunis (1978), Martínez
(1956), Jaramillo (1991) y Valencia (1989); La Violencia: Blair (1993), Sánchez (1989) y Ramsay (2000); El Conflicto: Otero (2007).
16
La escasez de información sobre los poderes armados de los competidores no permite realizar una comparación de su evolución
durante las guerras.
17
No incluye a la Policía.
18
La cifra de El Conflicto tiene un ajuste para expresar mejor el número de soldados de las guerrillas y paramilitares: se ha multi plicado
la cifra por 5, pues se asume que por cada guerrero en el frente de batalla, hay cinco que no están en él.

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Tabla 6: Tamaño ajustado de los poderes armados

Ejércitos
Ejército oficial Total ejércitos
Guerra competidores
ajustado19 ajustados
ajustados
Supremos 139123 67243 206366
1851 38242 53539 91781
1854 10791 43256 54047
Soberanías 66675 21669 88344
1876-1877 41372 206858 248230
1885 38157 31798 69955
1895 115634 80944 196578
Mil Días 164188 383105 547293
La Violencia 82427 98645 181073
El Conflicto 405975 157767 563742

Fuentes: Elaboración propia.

Gráfica 4: Relación de fuerzas en combate

[16]

Fuente: Elaboración propia.

El comportamiento del tamaño combinado de los ejércitos (ajustado a 2005) no muestra un patrón:
hay picos en las guerra de los Supremos, 1876-1877, Mil Días y El Conflicto, y simas en 1854, las
Soberanías y La Violencia. De forma similar, la participación del ejército oficial en el total de
los poderes armados en combate usualmente excede a la de los competidores en la mitad de los
19
La base de datos de Capacidades Materiales Nacionales de COW (Singer, 1987) tiene datos sobre el tamaño del ejército oficial desde
1931 hasta 2005. Al ajustar las cifras a 2005, estas muestran, aparte del pico notorio alrededor de 1840 (posiblemente un error de
medición, aunque la guerra si enfrentó más hombres que varias de las siguientes), una normalización en el número total de soldados
en combate.

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casos20. En últimas, el elemento que más resalta de estos datos es que, contrario a lo que se podría

conflicto
intuir, en las guerras civiles tradicionales del siglo XIX no hay mayor paridad de los poderes
armados como cabría esperar en guerras libradas principalmente a campo abierto, aunque en la
guerra más irregular (El Conflicto) la relación es la esperada: unas fuerzas armadas estatales muy
superiores en número a las de los competidores armados.

4. CONCLUSIONES
Este trabajo argumenta a favor de la utilidad y la pertinencia de los estudios históricos y comparados
con base cuantitativa para ampliar la comprensión de las guerras civiles colombianas. Igualmente,
se ha puesto de relieve la dificultad para construir series de tiempo de larga duración con datos
cuantitativos confiables. En este sentido, la información que se presenta aquí es provisional.

El acercamiento que se propone ha permitido señalar algunas singularidades en las guerras


civiles. La particularidad de La Violencia y El Conflicto es palpable. Al comparar con base en
datos cuantitativos y estadísticas y frente a la historia de las guerras en Colombia, La Violencia
y el Conflicto destacan por su particularidad. Quizás la explicación puede encontrarse en la
tecnología de la rebelión predominante. Para Kalyvas (2005: 88), se pueden distinguir tres tipos
de tecnologías de la rebelión que describen la forma en que se luchan las guerras civiles: a) la
guerra convencional o “clásica”: ejércitos regulares y simétricos que se enfrentan directamente;
E  OD JXHUUD LUUHJXODU HQ OD FXDO OD SDUWH PiV GpELO ăXVXDOPHQWH ORV FRPSHWLGRUHVă HYLWD OD
confrontación directa y recurre a tácticas de guerrilla debido a la asimetría de las partes; y c) la
guerra simétrica no convencional entre ejércitos irregulares aunque simétricos que se enfrentan en
un frente delimitado por algún tipo de control territorial.

Si bien hay elementos de guerra irregular en algunas de las guerras del siglo XIX, la confrontación [17]
principal era regular y simétrica; en otras palabras, de tipo convencional o clásica 21. La Violencia,
HQ FDPELR VH OLEUy HVHQFLDOPHQWH GH IRUPD LUUHJXODU ăJXHUUD GH JXHUULOODV FRQWUD HO (MpUFLWR
SULQFLSDOPHQWHHQORV/ODQRVGRQGHKDEtDXQRVJXHUULOOHURVOLEHUDOHV 6iQFKH] ă
y con enfrentamientos simétricos no convencionales entre grupos armados liberales y conservadores
en la región andina y el Valle del Cauca. El Conflicto se perfila como un caso aparte, pues aunque
tuvo una dinámica similar a la de La Violencia, predominó la confrontación armada irregular
entre el gobierno y las guerrillas de las Farc y el Eln. A diferencia de La Violencia, en la que la
FRQIURQWDFLyQELSDUWLGLVWDFRQGXMRDODPD\RUtDGHODVPXHUWHVODGtDGD)DUFă$XFVyORH[SOLFD
el 8,7% de la severidad de esta guerra. La baja intensidad de esta guerra irregular explica que El
Conflicto sea una de las guerras de mayor duración, con la tasa de muertes por población más
baja y con el final menos claro en la historia colombiana. La internacionalización de El Conflicto,
su otra particularidad, se relaciona con la emergencia de la guerra por recursos a la par de la
incompatibilidad por el control del gobierno central.

20
La guerra de 1854 es un valor atípico tanto por razones particulares del contexto histórico y una decisión al momento de codificar.
En primer lugar, los generales liberales que se opusieron al golpe militar de José María Melo eran veteranos terratenientes con alta
capacidad para reclutar hombres en sus tierras (Mosquera, López, Herrán y Herrera), lo cual llevó a que tuvieran un ejército de
grandes proporciones. En segunda instancia, al momento de codificar cuál es el bando rebelde y cuál el oficial durante esta guerra se
pueden tomar dos rutas: considerar que la guerra comienza desde el momento en que Melo ataca o considerar (como se hace aquí)
que el gobierno de Melo tenía el poder al inicio del conflicto.
21
Algunas características de la guerra civil clásica son la distinción entre civiles y militares y la posibilidad de discernir entre tiempos de
guerra y de paz, entre otros (Giraldo, 2009).

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Es posible señalar entonces que las categorías analíticas contenidas en el concepto de tecnologías
de la rebelión ofrecen una riqueza explicativa que puede ser explorada más a fondo. Encontrar la
forma de operacionalizar las categorías de forma que podamos codificar de manera más exacta
es un reto a corto plazo. El indicador de relación de fuerzas armadas sería un primer paso hacia
operacionalizar una de las dos dimensiones de este concepto como complemento a la propuesta
de Kalyvas y Laia Balcells (2010) de utilizar el tamaño del ejército oficial como indicador de la
fuerza del Estado.

En últimas, las conclusiones de trabajos como éste pueden ayudar a moderar los discursos e
imaginarios sociales según los cuales Colombia lleva 200 años de guerra civil continua o que, como
sostuvo el entonces Presidente Álvaro Uribe en un discurso que conmemoraba el bicentenario
del 20 de julio, “En dos centurias de vida independiente, escasamente hemos [los colombianos]
contado con 47 años de paz”.

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