Octavio Paz y La Otredad
Octavio Paz y La Otredad
Octavio Paz y La Otredad
Por:Ociel Flores
Departamento de Letras | ITESM-CEM
En algún momento cae en la cuenta de que vive separado de los demás; de que existe
aquél que no es él; de que están los otros y de que hay algo más allá de lo que él percibe o
imagina.
La otredad es para el hombre moderno un mal que se soporta con dolor: la conciencia
moderna no acepta que su individualidad sea una realidad plural y que detrás del hombre
que piensa se esconda otro que mantiene una vida "ilógica", que sostiene a menudo lo
que la razón reprueba.
Octavio Paz sitúa el análisis del problema de la otredad en el centro de sus reflexiones y
sugiere en algunos de sus textos capitales los medios mediante los cuales el hombre,
especialmente su contemporáneo, puede enfrentar esta fuente de angustia y resolver los
conflictos que trae consigo mediante el diálogo y mediante dos realizaciones de éste: la
poesía y el amor.
El mismo Octavio Paz narra en Itinerario, libro en el que hace un recuento de los sucesos
significativos de su vida, la ocasión en que tomó conciencia de este fenómeno. Sucedió
en su infancia: al sentirse abandonado por los suyos, aislado del mundo incomprensible
de los adultos, el niño reconoció su soledad y se oyó llorando en medio de la indiferencia
de los otros. Sus gritos resonaron en su interior y tuvo por primera vez conciencia de que
alguien lo escuchaba: "Él es el único que oye su llanto. Se ha extraviado en un mundo
que es, a un tiempo, familiar y remoto, intimo e indiferente (...) oirse llorar en medio de
la sordera universal." A partir de ese momento, agrega Paz, el individuo se separa del
mundo y se dice "ya lo sabes, eres carencia y búsqueda".(1)
Mircea Eliade señala una constante en las sociedades que toman conciencia de su
identidad: para cada una de ellas existe siempre una diferencia clara entre el territorio
propio, entre el mundo conocido y el espacio indeterminado que lo rodea
"... el primero es el Mundo (es decir, "nuestro mundo"), el Cosmos. El segundo es otro
mundo, uno extraño, caótico, poblado de larvas, de demonios, de extranjeros (de
extraños)..."(2) En estas sociedades que se separan al pericibir los rasgos que las
identifican, la otredad se presenta como un sentimiento de extrañeza frente a aquello que
no es asimilable a lo conocido; de ello resulta un rechazo fundado en el miedo a lo ajeno.
Resulta curioso que sea durante la Ilustración, la era de la razón, cuando se haya
concebido ella idea de encontrar (o de crear) al hombre universal; al humano capaz de ir
más allá de las diferencias que en apariencia lo separan de sus semejantes.
La misma razón que concibió este proyecto generoso impidió que el hombre enfrentara
su "parte obscura" y que tendiera puentes entre manifestaciones sensibles y las
elucubraciones lógicas de su yo; de este modo, al no resolver el conflicto en sí mismo, el
hombre se rehusó la oportunidad de reconciliarse con los demás. En nuestros días, afirma
Paz, parece haber sido comprendida la necesidad de aceptar la pluralidad de las razas ylas
cultural como una condición para lograr una convivencia armoniosa en el mundo: "... en
el siglo XX hemos descubierto al hombre plural, distinto en cada parte. La universalidad
para nosotros no debe ser el diálogo de la razón sino el diálogo de los hombres y las
culturas. Universalidad significa pluralidad". (3)
Al hablar de la distancia que separa al uno del otro, debemos considerar el paso inicial.
Reconocer la existencia de mi semejante, de la presencia que me permite tomar
conciencia de mi individualidad; ver de frente al extraño a partir del cual me descubro y
en oposición al cual mi ser se delimita es un acto que exige ante todo generosidad.
Cathérine Chalier, al comentar las ideas de E. Levinas en torno a la relación del hombre
con su semejante, denomina este momento en el que manifestamos nuestra voluntad de
aceptar, nuestra disposición para reconocer el instante, de la asimetría ética; éste se
funda, nos dice,"...en la certeza de que mi inquietud por el otro no depende de ninguna
manera de su preocupación por mí. Si fuera así, correría el riesgo de que mi inquietud
nunca tomara la forma de un gesto o un acto hacia el otro. De ser así el uno y el otro
permanecerían a la expectativa, en una espera estéril". (4)
Existe por lo tanto la posibilidad de anular la distancia que nos separa de aquél o de
aquello que no siendo identificado a lo propio se convierte en una fuente de angustia. La
condición previa es la aceptación de la imperfección original del hombre y en seguida su
apertura hacia lo otro, hacia la unión con el prójimo que lo complementa de manera
natural pues siempre ha estado en él. Borges , en un poema dedicado a un desaparecido
explica cómo en nosotros viven nuestros semejantes:
Y Octavio Paz, en "El prisionero", poema de Libertad bajo palabra explica la manera en
que se realiza este fenómeno de complementariedad:
Cuando leemos los textos que Paz consagra a este problema y a su resolución mediante el
amor percibimos fácilmente el carácter místico de la unión amorosa y de la reconciliación
de la pareja. El amor a primera vista es una forma de revelación instantánea de "la
extrañeza y la semejanza del universo", puesto que "la mujer es la criatura única, la
manifestación de la analogía universal".
Las menciones frecuentes que hace Paz de Novalis, por una parte, y de André Breton, por
otra, al decir que la mujer es "el alimento privilegiado del hombre" y que "la mujer
única", la del amor sublime, es "una ventana al absoluto" subrayan la importancia que
Paz le concede al amor como respuesta al enigma de la pluralidad del ser consciente y al
de la brevedad de la existencia.
En el caso de la poesía, Octavio Paz no hizo otra cosa que continuar la exploración
iniciada por algunos de los mayores poetas del Occidente, en particular de los románticos
y los malditos. Gérard de Nerval, por ejemplo, percibió el desdoblamiento de su ser, lo
que le llevó a decir que él era "el otro" y Lautréamont decidió que si la poesía no es
producto de una voz única debía ser abiertamente hecha por todos.
No es extraño que la otredad sea un punto de reflexión frecuente en los poetas; tal
pareciera que la poesía sea el medio ideal para aprehender la especificidad de este
fenómeno. Las imágenes lo pintan mejor que los conceptos. Ya Paz nos había prevenido:
"La otredad no puede ser explicada si no es por analogía". "Cada poeta y cada lector es
una conciencia solitaria: la analogía es el espejo en el que se reflejan". De este modo, la
poesía propicia un diálogo auténtico entre el uno y el otro.
A través del poema es posible, entonces, mirar los rostros de esos otros que viven en en
nuestro interior y hablar con ellos. La primera ocasión para un poeta se presenta con la
escritura de su poema : las líneas que traza sobre la página delinean poco a poco su
propia imagen. El escritor ve en ellas sus temores, sus recelos, sus deseos, con frecuencia
desconocidos aun para él, y de este modo descubre no la imagen que cree tener, sino su
verdadero rostro; por ello, nos dice Paz, "...si tenemos la suerte de encontrarnos
&emdash;señal de creación- descubriremos que somos un desconocido". (8) En Tiempo
nublado, encontramos la descripción del instante en el que el otro aparece sobre la
página:
Aun en el caso que el escritor no se reconozca a primera vista, no deja de percibir en ese
retrato el lado oscuro de su ser: "...ese retrato fantástico es real, es el desconocido que
camina a nuestro lado desde la infancia y del que no sabemos nada, salvo que es nuestra
sombra (¿o nosotros la suya?)". (10)
Ahora bien, la contemplación de esa imagen exige valor para aceptar los dominios que la
conciencia nos oculta. Paz lo dice así en LBP:
La creación de un poema no es otra cosa que la realización de este diálogo: entre el poeta
y su yo, primeramente, entre el poeta &emdash;que está en el poema- y el lector, después.
Durante la primera parte de este proceso, el poeta debe escuchar las voces que le hablan
de su interior: "siempre hay otro que colabora conmigo. Y en general colabora
contradiciéndome. El peligro consiste en que la voz que niega lo que decimos sea tan
fuerte que nos calle (...) la espontaneidad está alimentada por el diálogo". Una vez que
este intercambio "espontáneo" ha dado lugar al poema, es necesario esperar la "simpatía"
el lector para que la conversación pueda continuar.
En ocasiones el hombre se engaña y se inventa falsos rostros. Cuando finge o adopta una
actitud que no es suya, suele caer en su propia trampa. A fuerza de simular nuevas
imágenes, termina por perder la suya. Es natural, el hombre tiene una necesidad
espontánea de forjarse nuevas apariencias; necesita transformarse según sus sueños, de
"inventarse", y adopta así rostros que guarda temporalmente. La adopción de una nueva
apariencia es un fenómeno complejo: por un momento sucede que la figura original y la
que la disimula se vuelven una sola. Sucede que probemos una máscara que nos ofrece la
imagen soñada y que con el tiempo se pegue a nuestra cara y que forme parte de
nosotros: entonces, nos habremos convertido en lo que deseábamos.
Este proceso puede ser también instantáneo. Un hombre insatisfecho con la imagen que
contempla todos los días en el espejo, puede decidir un día adoptar una nueva apariencia:
se pone una máscara y se descubre tal como nunca se había visto. La transfiguración que
se opera entonces, no significa que se hubiera disfrazado, sino que encontró su verdadera
cara. El rostro que tenía antes no era realmente el suyo. Al transformar la figura que él
creía conocer, descubre que poseía otra apariencia, más auténtica.
El despojo de las falsas imágenes que conservamos a menudo a pesar de nosotros, puede
realizarse de manera inconsciente. Es frecuente que el rostro de alguien se ilumine o bien
que ría como un niño. Inconscientemente, los hombres regresan al instante en el que ellos
y su apariencia formaron un todo sólido: al momento en el que el hombre vivió en
armonía con el universo, como en la infancia. En el poema "Nuevo rostro", la noche
borra las trazas que el tiempo había grabado sobre el rostro de la mujer amada. Sus
sueños la transportan de nuevo a su infancia, antes de la toma de conciencia de su
otredad:
Si la imagen del hombre es cambiante, la única certeza que guardamos de sus inevitables
mutaciones es su constante interrogación sobre él y sus otros yo. Su apariencia desconoce
el estatismo; la reconciliación en la que se resuelve su pluralidad es momentánea.
(4) Chalier, Cathérine. Levinas, l'utopie de l'humain. Paris. Albin Michel. 1993, p. 100
(5) Borges, Jorge Luis. Obras completas. Buenos Aires. Emecé. 1974, p.35
(11) Paz, Octavio. Libertad bajo palabra. México. Tezontle. 1949, p. 252
Agencia Postal 3. 5800 Río Cuarto. Tel. y Fax 54-358-4676285. E-Mail abarra@hum.unrc.edu.ar
Notas
1. La ciencia de la educación es entendida en este trabajo como una tecnología que permite la
socialización de los individuos en el marco del acervo cultural de una determinada comunidad. Concebida
la ciencia de la educación como un saber instrumental (como medio) es obvio que la finalidad que se le
adscribe resulta ser un añadido que no puede ser inscripto en la misma como algo que le pertenece de
manera inherente. Es por ello que la ciencia de la educación puede ser reduplicativa o recreativa del
capital cultural de una sociedad. Esto es, puede ser emancipativa o constrictiva según sea el modelo
ontológico-antropológico que la alimenta.
2. La distinción entre una cosmovisión antropocéntrica y una biocéntrica es de fundamental necesidad
para la elaboración de una Filosofía de la Otredad. El antropocentrismo de la cultura occidental
hegemónica patentiza un unilateralismo potenciado toda vez que representa la centralidad cosmológica de
unos pocos seres humanos.
3. La cotidianidad conforma el escenario de la vida. La invisibilización de la cotidianidad es parte
integrante del emprendimiento ontológico de la mismidad por entender que en ella los humanos se tornan
vulnerables a los encantos de la existencia.
4. La ilusión de universalidad que adjudicamos al ethos occidental proviene de la expansión material y
mental que ha alcanzado el mismo apelando a expedientes violentos que se fundan en la ontología de la
mismidad que el cuerpo de este trabajo tematiza.
Referencias
El presente trabajo se enmarca en el Proyecto de Investigación: “La enseñanza de los derechos humanos
en la universidad” que se desarrolla bajo la dirección del autor de este artículo y que fuera aprobado y
subsidiado por Secretaría de Ciencia y Técnica de la Universidad Nacional de Río Cuarto.
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En Le deuxième sexe, publicado en París, en 1949, Simone de Beauvoir hace una crítica
fundamental a la sociedad patriarcal por haber establecido la distinción del hombre como el Sujeto y
el Absoluto y la mujer como lo Otro.
En la entrevista, Belausteguigoitia da al menos tres definiciones del otro. En primer lugar, el otro es
el que permite ser diferente, el otro es un mexicano, el otro es un negro, etc. En segundo lugar, el
otro es aquel que tiene que negociar o disputar sus formas de representación que están muy
mediadas, estereotipadas, inmutables. En tercer lugar, el otro es lo que escapa, es lo que no puede
ser definido, es “lo real lacaniano”, o la línea deleuziana de fuga.
En el caso del zapatismo, la autora analiza la figura de Marcos como "lugar de la mediación del
otro". Las mujeres indígenas serían, por el contrario, un otro llevado hasta el extremo del borde. El
caso de las mujeres indígenas, de la dificultad que han tenido para autorrepresentarse, pone en
evidencia los mecanismos de hegemonía, discriminación o exclusión social que se establecen en las
sociedades. En la otredad, dice la autora, no se percibe al otro. Las mujeres indígenas son: “la
diferencia más ausente”, “la otredad más silente”. (en: Belasteguigoitia, Máscaras y posdatas:
estrategias femeninas en la rebelión indígena de Chiapas. Debate Feminista, año 6, vol. 12,
1995, p. 300).
Los conceptos del otro y de la otredad son instrumentos centrales que permiten delimitar un espacio
de resistencia, pues el espacio de la otredad es aquel espacio al que se le ha negado el poder de la
representación. El otro necesita de un mediador que lo pueda hacer visible para los registros en los
que necesita ser visible. Dice la autora: “Trabajamos en sentido de prestar, de donar cuerpo y
lengua en función de la otredad. Cosa complicada, que requiere echar a andar conocimientos,
críticas y conceptos teóricos; prestar y prestarse a la mediación es un reto y debe ser leído como
tal.” (en: Belasteguigoitia. Descarados y deslenguadas: el cuerpo y la lengua india en los
umbrales de la nación. Debate Feminista, año 12, vol. 24, 2001, p. 249).
Coriún Aharonián:
Todo lo que trato de expresar aquí es válido para los territorios formales
llamados habitualmente Tercer Mundo, pero puede ser claramente visto en la
propia vida cultural del Primer Mundo, desde que hoy día, como en siglos
pasados, los conceptos de Primer y Tercer Mundo están más relacionados con el
poder - y por ende a clase dominante y clase sometida - que con áreas
geográficas o fronteras nacionales falsas.
uno
No digo nada nuevo al afirmar que los comportamientos musicales, los gestos
musicales, las especies musicales, es decir, los modelos musicales, actúan en
tanto mecanismo imperialista dentro del cual la imposición de esquemas
culturales constituye un punto central para el sometimiento de las áreas
coloniales y también para la homogeneización de esas áreas en procura de un
mercado más consistente en pro de la estructura de poder capitalista.
dos
Las trampas son aquí algo más que una costumbre establecida. Y la confusión es
general no sólo entre los conservadores sino entre los progresistas, o más
precisamente en gente cuyas actitudes e intenciones son progresistas en temas
generales. Por lo tanto, podemos hablar de progresistas y de izquierdistas sólo si
las soluciones son realmente progresistas e izquierdistas, pero debemos aceptar
los adjetivos progresoide e izquierdoide para aquéllos que creen estar pensando
de ese modo pero que están de hecho pensando de un modo históricamente
contrario.
Otra trampa es el creer que es suficiente con ser activo sólo en el área de la
música popular, puesto que la música culta no constituye un producto cultural
masivo. Esto significa en realidad la no comprensión de la dinámica dentro de la
cultura occidental, ya que la música culta tiene - al menos hasta este pasaje al
siglo XXI - un papel principal en la vanguardia cultural, relacionado
directamente con la médula del poder social real, y posee por lo tanto un lugar
de prestigio y poder dentro de la propia estructura musical, dado en especial que
el papel de apertura de caminos nuevos es normalmente reservado por los
compositores de música popular a sus colegas de la música culta. Y en
consecuencia el poder imperialista conserva su papel desde el momento que la
referencia de lo nuevo para la música popular colonial es sólo la música popular
metropolitana (la cual recibe aquí y allá algunas ideas nuevas de la música culta
metropolitana), y casi nunca la música contemporánea culta de su área cultural
colonial (al margen de que ésta esté emancipada o no de sus modelos
metropolitanos).
tres
Los países del Primer Mundo reciben con cierta sonrisa y hasta quizás con
gratitud a los mejores intérpretes del Tercer Mundo de su música culta del
Primer Mundo, intérpretes fabricados con costos más baratos - como los
científicos, como otros trabajadores útiles - por y en los países coloniales.
Gerald Moore, Claudio Arrau, Bruno Gelber, Daniel Barenboim, Marta
Argerich, Zubin Mehta, Kiri Te Kanawa, son sólo unos pocos ejemplos. Todo
les está permitido en la estructura cultural del Primer Mundo, excepto el usar
sus puestos para introducir contramodelos musicales extraeuropeos.
cuatro
Así, el músico que ha optado por ser un resistente de la cultura no puede negar
la cultura colonial existente, en sus diferentes aspectos - desde los elementos
metropolitanos más "puros" hasta los más híbridos -, y - más aún - se ve
obligado a estar al día respecto a las novedades metropolitanas de último
momento - ésas que, mientras tanto, podrán establecer nuevas instancias de
influencia -. Y sólo entonces, una vez dominados los recursos de lenguaje
metropolitanos, este músico podrá construír las propuestas de alteridad para la
música colonial mestiza.
cinco
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Otredad y cohesión social: Una reflexión
desde los medios, las imágenes y el
imaginario
Ponencia presentada en el VIII Encuentro Iberoamericano de Género y
Comunicación celebrado en la Ciudad de la Habana, Cuba en mayo
del 2008
Silvio Rodríguez
Los medios
Y en mi opinión, a pesar de las grandes diferencias que las brechas económicas y socio-
culturales establecen en el nivel de desarrollo mediático de las diferentes zonas del
planeta, e incluso al interior de un mismo país, es un escenario fundamental para la
reproducción de juicios de valor, sistemas normativos, mitos, estereotipos y prejuicios
con que los individuos funcionan para reconocerse a sí mismos, a su grupo, y, a su vez,
diferenciarse en su especificidad.
Una expresión de la significación del ámbito mediático, como poder y como inversión, es
su concentración cada vez mayor en grandes megaconglomerados de la información, el
ocio y el entretenimiento, en los que tienen un gran peso compañías transnacionales.
Unas pocas dominan el mercado mundial: AOL-Time Warner, Disney, Sony, News
Corporation, Viacom y Bertelsmann. En lo que en expresión de Jesús Martín Barbero es
la aplicación de la lógica de la concepción del mercado neoliberal a la cultura, la
educación y la comunicación.[2]
Un proceso a los que los grupos mediáticos latinoamericanos no escapan: en Clarín hay
fuertes inversiones de las norteamericanas GTE y AT&T, Rupert Murdoch tiene
inversiones en O Globo, el grupo Abril se ha asociado con las compañías de Disney, por solo
mencionar algunos ejemplos.
Y aunque es cierto que ante la homogeneización de los mensajes, se ha dado también una
especie de potenciación de lo local, muchas veces, esto ha sido una estrategia para llegar
a los públicos y no una verdadera vocación de respeto a la diversidad cultural.[4]
Las imágenes
Sin embargo, esto no quiere decir que subestime el contenido de los discursos mediáticos,
sobre todo, si tenemos en cuenta que ese mismo discurso se ha incorporado a las
vivencias de las personas, a sus referentes. Los medios forman parte de la vida cotidiana,
nos exponemos a ellos, incluso, aunque no lo deseemos: nos asaltan desde una valla
gigantesca en plena calle, o el radio del taxi. Me interesa situarlos en la complejidad de
sus interacciones. Mucho de lo que conocemos del mundo nos llega a través de los
medios, que construyen una imagen de éste, a partir de la cual, y en la interacción con
nuestros propios saberes, configuramos nuestra propia imagen.
Incluso las mujeres supuestamente “liberadas”, porque ocupan importantes lugares en las
instituciones patriarcales del mundo público, son sometidas a las visiones tradicionales,
con enfoques que las remiten a lo doméstico o al “eterno femenino”.
A nivel discursivo se establece una tensión entre centro y periferia que enuncia la
existente en el orden económico, político y social, y que, a su vez, con los recursos de
construcción de la realidad mediática, se reproduce desde lo ideológico.
El imaginario
Los medios han devenido un ámbito donde se da sentido a la realidad vivida o pensada y,
a su vez, conforman el sentido de esa realidad. Moscovici[12] ha afirmado que las
representaciones sociales en nuestras sociedades, entre las que se incluyen las mediáticas,
se corresponden con los sistemas de creencias de las sociedades tradicionales.
Entonces, si hemos ubicado los medios, las imágenes y nos acercamos al imaginario,
cabría preguntarse: ¿Pueden diseñarse políticas públicas tendentes a lograr cohesión
social que ignoren la existencia de procesos culturales que desde lo simbólico proponen
todo lo contrario? ¿Es suficiente con postular políticas antidiscriminatorias, cuando el
discurso mediático reproduce la discriminación y la valida desde la jerarquía que su
posición le concede en la sociedad? ¿Basta con aprobar una ley que sancione la violencia
de género cuando la publicidad continúa presentando a la mujer cosificada y
fragmentada?
No se trata sólo de mensajes aislados que apoyen tal o cual medida, sino de la
reconfiguración de las prácticas textuales de manera que potencien la heterogeneidad
cultural y propicien los cambios a nivel subjetivo, mucho más complejos y difíciles que
aprobar una ley en el Parlamento.
Múltiples experiencias pudieran ser tomadas en cuenta desde la prensa alternativa, las
redes y medios comunitarios, los observatorios de comunicación, las experiencias fallidas
y exitosas de políticas reguladoras de los medios, las concepciones que postulan la
autorregulación a partir de la ética profesional, las tendencias que proclaman la necesidad
de educar para la comunicación, la reconfiguración de las ideologías profesionales y los
valores noticias, la reestructuración de los planes de estudio de las facultades de
comunicación…
Los caminos serán necesariamente múltiples, y se construirán, tal vez, sobre la propia la
marcha.
Bibliografía
3. Castro, Elvia Rosa y González, Alba Rosa. El mundo como ilusión y apariencia. Editorial Abril.
La Habana.1998.
4. Gallego Ayala, Juana. Mujeres de papel. De ¡Hola a Vogue: La prensa femenina en la actualidad.
Editorial ICARIA, S.A. Barcelona, España, 1990.
7. Marco Aurora. Las Mujeres en la prensa. Isis Internacional # 23. Ediciones de las Mujeres.
1996.
8. Mattelard, Michelle. Mujeres, Poder, Medios: aspectos de la crisis en Mujer y Medios de Comunicación.
Centro de la Mujer peruana Flora Tristán, 1994.
11. Martín-Barbero. Jesús .La comunicación, centro de la modernidad. Una peculiar relación en América
Latina. En Telos No 34. 1996
Notas
[1] Eco, Humberto. Apocalípticos e Integrados. Tustquets editores, México. 2003.
[2] Martín Barbero, Jesús. La globalización en clave cultural: una mirada latinoamericana.
En www.er.uqam.ca/nobel/gricis/actes/bogues/Barbero.pdf
[3] Idem
[4] Samir Amir señala que “vivimos, al mismo tiempo que la entrada en la globalización de lo humano, una reacción
inversa inducida por movimientos "identitaristas" inherentes a nuestra historia. Éstos se desarrollan a través de un
seudomodernismo, un modernismo regresivo, que toma el aspecto de la diferenciación "identitaria", de la apología del
origen y del "comunitarismo" particularista que la acompaña. Esta ideología regresiva se ha desarrollado con mayor
facilidad porque la globalización económica, al provocar la desestabilización del Estado nacional, engendra la
perturbación de la identidad social y provoca la aparición de nuevas formas de pertenencia. La ideología
"multicultural", que a menudo sirve para enmascarar una cultura dominante, legitima este proceso regresivo
disfrazándolo con las virtudes de la democracia y del respeto a los demás. Pero la realidad sigue siendo la desaparición
de la ciudadanía ante el individualismo, la dislocación de la pertenencia común en beneficio de la comunidad tribal, la
crisis de la referencia nacional provocada por la sumisión al imperio mercantil, que aparece como la única verdadera
comunidad en un mundo cada vez más tribalizado. El desafío mestizo . En www.globalizate.org/nair050105.html
[5]Mon Matyas. Contracultura. 14/08/2003
[6] Canales, Manuel y Peinado, Anselmo (1995): Grupos de discusión. En Delgado, J. Manuel y Juan Gutiérrez
(coords.); Métodos y técnicas cualitativas de investigación en ciencias sociales. Síntesis, Madrid.
[7] Vázquez Montalbán, Manuel. "Del gran inquisidor al gran consumidor". Conferencia en el ciclo Medios de
Comunicación y Tercer Mundo. Colegio de Periodistas de Cataluña, otoño de 1993. Recogida en el libro La aldea
Babel, de la colección Intermón de la editorial Deriva.
[8] Sobre este tema pueden consultarse entre otras Lovera Sara. Las imágenes de las mujeres en los medios de
comunicación de masas. Boletín No 10. CIMAC. Farah, Ivonne. Discurso de Bienvenida. En Seminario Internacional
sobre estrategias de comunicación con enfoque de género: Desafíos y Estrategias. 1998.
[9] Lamas Marta. Algunas reflexiones relativas al derecho a decidir sobre el propio cuerpo.
[10] La imagen de la mujer en los medios de comunicación: textos periodísticos y publicitarios María Márquez
Guerrero e Ignacio Jáuregui Lobera 2006. Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de
Madrid En http://www.ucm.es/info/especulo/numero33/mujermc.html
[11] Xavier Ruiz Collantes, Joan Ferrés, Matilde Obradors, Eva Pujadas y Oliver Pérez "La imagen pública de la
inmigración en las series de televisión españolas". Polít. cult. n.26 México 2006
[12] Moscovici, S. et Doise, W. Disensos y Consensos. Presses universitaires de France, Paris (1992).
Alteridad
El concepto de la alteridad es usado para indicar el hallazgo que el otro implica para el
yo, lo que provoca la multiplicación de las imágenes extrínsecas, así como un sentido de
relación y una diversificación de las facetas del yo involucrado. Estos matices surgen de
la reciprocidad de las imágenes pertenecientes a personas antes desconocidas, diferentes
en su superficie y fuentes, todas ellas, de información acerca de otros universos antes
insospechados y que, sin embargo, conviven con el individuo en la misma dimensión
temporal.
El ser humano paulatinamente obtiene conciencia de sus límites, cosa que sucede gracias
al encuentro que tiene con sus semejantes, que le evidencian aquello que está fuera de su
campo de existencia. El individuo solo tropieza con la oquedad de su propia persona, él
mismo no es sino una imagen vacía y no tiene sentido sin la consiguiente relación con los
seres que lo rodean. El encuentro con lo semejante provee al sujeto de una participación
verdaderamente humana, vital en esencia y que promueve el crecimiento de las diversas
potencialidades ocultas en los caracteres de su personalidad. Él mismo yo es otro para un
individuo externo, y con esto completa un ciclo de interrelación que coincide con la
dinámica de la creación, que se construye y se desarrolla a través del encuentro de sus
partes, en un movimiento dialéctico que nunca ha de cesar.
El miedo a ser destruido por el otro es una condición clave de la fenomenología del
esquizofrénico, corresponde a lo que Laing ha llamado “inseguridad ontológica”. “El
individuo, en las circunstancias ordinarias del vivir, puede sentirse más irreal que real en
sentido literal, más muerto que vivo; precariamente diferenciado del resto del mundo [...].
Puede no poseer un sentido contrarrestador de congruencia y cohesión personal”. Tal
persona no tienen una vivencia de integridad propia, vive escindida de sí y de los demás,
su existencia pende de un hilo demasiado delgado por lo que “la persona ontológicamente
insegura está más preocupada por preservarse que por complacerse a sí misma: las
circunstancias ordinarias del vivir amenazan su débil umbral de seguridad”.
Sin embargo, la defensa desplegada contra los demás resulta siempre fallida, pues en el
intento de petrificar al mundo, el esquizofrénico termina petrificándose a sí mismo,
convirtiéndose en un objeto y siendo presa del temor del que pretendía apartarse. Dice
Laing: “La persona despersonalizada puede ser utilizada, manipulada, se puede obrar
sobre ella […] el rasgo esencial de una cosa, por comparación con una persona, es que
una cosa no tiene subjetividad propia, y, por tanto, no puede tener intenciones de
reciprocidad”.
El otro, así como el ego, se convierte, en la relación Yo-Ello, en un objeto disperso y sin
un centro común, en palabras de Lipovetsky: “Lo que importa es ser uno mismo
absolutamente, florecer independientemente de los criterios del Otro. [...] El Otro,
despojado de todo espesor, ya no es hostil ni competitivo sino indiferente,
desubtancializado”. Aunque quizá la indiferencia es una mera pantalla de algún temor
intrínseco en la persona, pues nadie muestra tal violencia ni tales barreras a menos de que
el temor tenga algún papel específico en la dinámica existencial.
Un ejemplo ilustrativo del repliegue del yo y la negligencia ante las figuras extrínsecas se
encuentra en el argumento de la novela de Peter Handke La mujer zurda, el cual relata un
episodio en la vida de una mujer de nombre Marianne. Dicho suceso corresponde al
deseo sofocante de la protagonista por quedarse sola, ella dice a su esposo: “He tenido de
repente una iluminación […]. Que te vayas de mi lado, que me dejes sola. Sí, es eso:
márchate, Bruno. Déjame sola”. De pronto, ya no soporta el trato cotidiano con las
personas, las mira y no puede sino pensarlas como objetos, extraños móviles que se
acercan y se alejan de su vida, ni siquiera su hijo es más que un mero agregado de su
soledad. Es difícil percibir cual es la visión que la protagonista tiene de su momento, pues
la reflexiones que el autor pone en su boca son superficiales y límpidas, no hay
profundidad metafísica ni tristeza, únicamente indiferencia.
Las figuras de alteridad proveen la oscuridad que da volumen al plano social, sin ellas el
movimiento es imposible, estas figuras están representadas por todo aquello que es
marginado del espacio público, lo que es repudiado: las minorías sociales, el crimen, la
contracultura, etc. Todo lo que parezca alterar el orden público debe, en la
posmodernidad, ser clarificado, “Por todas partes lo real debe perder su dimensión de
alteridad o de espesor salvaje: restauración de los barrios antiguos, protección de los
monumentos históricos, animación de las ciudades, iluminación artificial”.
También, poco a poco, las presencia del odio racial se difumina ante la escalada
higienista de las costumbres pero no hay que confundirse, el que la sociedad sea más
caritativa es un medio que tiene como meta la propia egolatría del individuo, muestra de
ello son los espectáculos compasivos que los medios tanto acostumbran a transmitir, no
hay caridad sino es televisada, si su promotor no es elevado al pedestal de figura
mediática. Incluso la ayuda humanitaria más sincera no es sino la reavivación del racismo
y es que si “El racismo busca desesperadamente al otro bajo la forma del mal a combatir.
El humanitarismo lo busca desesperadamente bajo la forma de victimas a socorrer”.
Mientras la búsqueda de saneación en el racismo amenaza con destruir la alteridad, el
humanitarismo defiende la diferencia a pesar de las trabas sociales, pero no resuelve el
problema racial, y al contrario lo magnifica.
Ante este contexto es difícil explicar el clima político tan arduo de la época actual
“Nuestros propios poderes políticos ya sólo son la sombra de su función, pues el poder
sólo existe gracias a la fuerza simbólica de nombrar al Otro, al enemigo, a la baza, a la
amenaza, al Mal”. Justo cuando todo parece tender a la igualdad surgen los grandes
enemigos, las guerras santas, la lucha entre comunidades y castas. A pesar de la búsqueda
democrática y pacifista, el mundo es cruel y heteróclito.
Lo anterior recuerda algo que Buber explica: “No hay Yo en sí, sino solamente, el Yo de
la palabra primordial Yo – Tú [y] La palabra Yo – Tú establece el mundo de la relación”.
La relación infinita es una verdadera interacción en la que prevalece la forma
denominada Yo – Tú, el hombre en contacto con el otro da y recibe significado en una
estructura dialéctica y dialógica. Al decir yo se supone también la existencia de un tú, de
algo exterior que se diferencia pero que converge con la mismidad. El hombre siempre
esta en busca, aunque no lo sepa, del otro hombre.
Dios, en el Génesis, instó a Abraham a dejar su tierra, sus riquezas, a las personas que
amaba, para irse a una tierra desconocida, Abraham fue un hombre de fe y acató el
mandato. Así, el otro es lo indeterminado, lo que obliga al sujeto a dimitir su seguridad, y
obrar tal como Abraham implica la asimilación sensata de las figuras de alteridad.
Después de todo el otro siempre encuentra la forma de hacerse presente ante el solitario
individuo.
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Daryl Sharp conceptualiza a la sombra como los “Aspectos ocultos o inconcientes de uno
mismo, tanto positivos como negativos, que el ego ha reprimido o nunca ha reconocido”.
Lo reprimido por la conciencia no es reconocido por el ego, pero mantiene una existencia
subterránea y no puede ser eliminado para siempre de la sustancia mental que constituye
a lo que es humano. Cabe mencionar que lo reprimido es variable de cultura en cultura y
de época en época.
Así los aspectos positivos, que la cultura dicta, son alimentados y alabados por el statu
quo circundante de una cultura determinada, no obstante lo que no es reconocido muta a
causa de las energías que saturan el lugar del inconciente, aunque esto sólo alcanza
limites extremos en casos aislados como en las esquizofrenias, por otra parte la sociedad
contemporánea constituye uno de dichos casos.
Como miembro de un grupo hay cierta necesidad de reprimir algunos aspectos que harían
la convivencia ardua y desfavorable, el superego o lo que Jung llamara la Persona,
plantea limites y restricciones que ciertas conductas no pueden franquear; sin embargo
hay un problema cuando el ser humano deja de contactar con su sombra, porque ésta
además de contener favores también resguarda calamidades, así la represión de la sombra
obliga a la misma a manifestarse de maneras sumamente violentas para la psique humana.
Afín a esta idea Baudrillard afirma: “el secreto es indestructible. Entonces será
demonizado y atravesará los instrumentos utilizados para eliminarlo. Su energía es la
energía del mal, la que proviene de la no unificación de las cosas”. Este mal también es el
inconciente y el caos.
El ejemplo más socorrido dentro de la literatura es acaso el viejo cuento de Stevenson del
que la sola mención ya seria una obviedad. Por lo gastado de esta alegoría resultará
conveniente ejemplificar la dinámica de la sombra con otro cuento, tal vez un poco
menos conocido, pero igual de rico en metáforas.
Siglos sobrevinieron y el esplendor de Sarnath siempre iba en aumento hasta que un día,
en una de las acostumbradas celebraciones de la caída de Ib, una niebla verde cayo sobre
el palacio donde todos lo nobles se congregaban, y el pánico cundió por la ciudad,
algunos vieron criaturas extrañas que se apoderaban del lugar, empero nunca nadie pudo
afirmar esto con seguridad, lo único cierto es que la ciudad fue destruida en el transcurso
de un sólo día. “La maldición había caído sobre Sarnath”.
Igual que los habitantes de Sarnath, el hombre moderno relego a las sombras de un lugar
desconocido, es decir el inconciente, a todas la criaturas que atentaban contra su
esperanza de orden lógico: la magia, los mitos, aquello que no alcanzo alguna vez a
comprender por medio de la razón, y así creyó destruirlos, tal como a las criaturas de Ib.
Los habitantes de Ib representan en este relato a los instintos inconcientes, las pulsiones
básicas que buscan aflorar para su rápida satisfacción, pero también representan la parte
oscura de la psique, que es tan bruna sólo porque la luz de la conciencia se ha negado a
siquiera mirarla.
“Los pueblos antiguos creían que las fuerzas del caos y el orden
formaban parte de una tensión inestable, una armonía precaria”. Y los
pueblos antiguos no se equivocaban, cuando este equilibrio se rompe
la sombra toma posesión del sujeto, en este caso de la sociedad, ya
que ante el carácter emocional de los oscuro se puede decir que “la
emoción no es una actividad sino un suceso que a uno le sobreviene”,
una posesión tal como se le imagina en las antiguas leyendas de las
cuales las más cercanas al mundo occidental son las relatadas por la
tradición judeo-cristiana.