Derecho Aduanero Internacional
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Derecho Aduanero Internacional
A LA GLOBALIZACIÓN CONTEMPORÁNEA
I. EL TIEMPO DE LA GLOBALIZACIÓN
Una de las notas características del tiempo en que nos toca vivir es, sin
duda, el de la denominada “globalización”.
El hombre “es” en su “circunstancia”, como enseñaba José Ortega y
Gasset,1 y, en tal sentido, nuestro contorno, nuestro horizonte, el mundo en
que hemos de vivir, se ha ampliado de manera extraordinaria e inusitada.2
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ción en el modo de ser, en sus ideas y sentimientos, en sus costumbres, instituciones y eco-
nomías, de modo que si bien ese triunfo sobre el espacio y la lejanía significa a la larga un
beneficio radical, va a tener por lo pronto grandes pérdidas y enormes conflictos. Tengamos
presente esta otra circunstancia: cada pueblo se constituyó contando con la distancia tradi-
cional a que estaban los demás”, Una interpretación de la historia universal, Madrid, Re-
vista de Occidente, El Arquero, 1966, pp. 18 y 23; Fuentes, Carlos, considera al respecto
que “Sería ceguera de parte nuestra creer que la presente globalización es la primera o la
única de la historia. Es sólo, acaso, la más veloz”, “La tercera globalización”, artículo publi-
cado en el diario La Nación, sección 7, “Enfoques”, p. 3, Buenos Aires, 30 de noviembre de
2003.
4 Así la denominó McLuhan, Marshall, para graficar la trascendente incidencia de la
enorme difusión de los medios audiovisuales.
5 Stiglitz considera que la globalización es, fundamentalmente, “la integración más es-
trecha de los países y los pueblos del mundo, producida por la enorme reducción de los cos-
tes de transporte y comunicación, y el desmantelamiento de las barreras artificiales a los
flujos de bienes, servicios y capitales, conocimientos y (en menor grado) personas a través
de las fronteras”, op. cit., nota 3, p. 37.
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6 Al respecto, Tamames, Ramón, expresa: “el globalismo es algo más que la mundiali-
zación. Constituye un verdadero salto cualitativo, en el sentido de que desborda la mera ex-
pansión del comercio internacional, y de las fases de cooperación (disminución de las
barreras) e integración (supresión de las mismas). Sucede, sencillamente, que el comercio
se hace ya virtualmente sin fronteras, en el espacio planetario, sin solución de continuidad”,
Estructura económica internacional, 18a. ed., Madrid, Alianza Editorial, 1995, p. 42.
7 Pace, Virgile, considera que con la expresión “mundialización” se alude a un merca-
do único y precisa que “Debe hablarse de internacionalización del mercado de bienes, de la
interdependencia. Pero no de la abolición de las barreras culturales, políticas o jurídicas”,
L’organisation mondiale du commerce et le renforcement de la réglementation juridique
des échanges commerciaux internationaux, París, L’Harmattan, 2000, p. 17.
8 Ávila, Antonio María y otros, señalan: “el creciente protagonismo que empiezan a
adquirir las empresas multinacionales en las relaciones internacionales”. Advierten que
“Los Estados siguen limitados a un territorio mientras que las empresas se están convirtien-
do en actores internacionales o mundiales. Con agudeza, ha recogido F. Sachwald dos nue-
vos aspectos de la cuestión: a) la perspectiva mundial que las empresas adoptan para labrar
sus estrategias van haciéndolas cada vez más independientes de sus países de origen; las
empresas de distintos orígenes, en el contexto de desregulación y liberalización han llegado
a ser los representantes de la competitividad”, Regulación del comercio internacional tras
la ronda Uruguay, Madrid, Tecnos, 1994, pp. 25 y 31. Stiglitz, Joseph E., destaca que “La
globalización es enérgicamente impulsada por corporaciones internacionales que no sólo
mueven el capital y los bienes a través de las fronteras sino también la tecnología”, op. cit.,
nota 3, p. 37.
9 Carreau, Dominique y Juillard, Patrick, sostienen que “La interdependencia econó-
mica entre los Estados es un hecho: se impone al conjunto de ellos. Es hoy en día populari-
zada bajo el vocablo mundialización (o globalización) de la economía internacional. Este
fenómeno de integración de las economías nacionales se debe, entre otras causas, a una do-
ble liberalización jurídica tanto en materia de intercambios económicos internacionales (lo
que ha permitido un desarrollo considerable del comercio) como en materia de admisión de
inversiones extranjeras directas (lo que trae aparejada una internacionalización marcada
de las grandes empresas”. Agregan que “La interdependencia económica puede también ser
medida en función de la multinacionalización de las empresas: así, las 280,000 filiales de
48,000 matrices realizaron una facturación de 7,000 millones de dólares en 1995, o sea un
monto superior al 30% del comercio mundial”, citando el World Investment Report de 1997
de la UNCTAD, Droit International Économique, 4a. ed., París, LGDJ, 1998, p. 10, núm.
14; Zapatero, Pablo, afirma que “Los Estados nación están cada vez más inmersos en com-
plejas redes de organizaciones internacionales que dispersan su autoridad política”, Dere-
EL DERECHO ADUANERO Y LAS ADUANAS 741
cho del comercio global, Madrid, Civitas, 2003, p. 477, nota 929. Véase, asimismo, la
opinión de Tamames, Ramón, transcrita en la precedente nota 6.
10 Los autores de lengua francesa utilizan preferentemente el término “mundialización”
al de “globalización”. Así, por ejemplo, Carreau, Dominique y Juillard, Patrick, op. cit., nota
9, pp. 6, 10 y 41; Flory, Thiébaut, L’organisation mondiale du commerce. Droit institutionnel
et sustanciel, Bruselas, Établissements Émile Bruylant, 1999, p. 213; Pace, Virgile, op. cit.,
nota 7, p. 17. En el mismo sentido, los documentos en francés de la OMA. Al respecto, Fuen-
tes, Carlos, apunta: “Y le hemos dado un nombre (globalización) que los franceses, siempre
excepcionales, sustituyen por el de mundialización”, op. cit., nota 3, p. 3.
11 Bernal-Meza, Raúl, advierte que “el término globalización se presta a demasiadas
confusiones”. Precisa que prefiere emplear el concepto de mundialización “para identificar
el proceso económico que da cuenta de las nuevas formas que está asumiendo la acumula-
ción capitalista (producción, comercio, desarrollo científico-tecnológico, inversiones) y
dejar el concepto de globalización para comprender tanto a éste como al complejo de ideas
que se integran en una particular concepción del mundo”. Precisa que “La globalización
—a pesar de ser una característica del proceso histórico de mundialización capitalista que
ha identificado esta forma de acumulación— se diferencia, desde nuestro punto de vista
(adquiriendo connotaciones de fenómeno reciente), por el sistema de ideas y la concepción
del mundo que la acompañan. Siempre hubo globalización como mundialización, pero el
sistema de ideas y la concepción que sustenta la interpretación actual es lo novedoso, en las
últimas dos o tres décadas, y se da en el marco de otros procesos políticos y económicos de
grandes transformaciones de la economía y la política internacionales. Entre los primeros,
la desintegración de la URSS, el fin de la guerra fría y el desplazamiento del poder desde
Europa-Atlántico hasta la cuenca del Pacífico; entre los segundos, el desdoblamiento de la
actividad económica desde el Atlántico al Pacífico, mientras, al interior de esos flujos que
la caracterizan, la desconexión entre la economía real (o productiva) y la economía finan-
ciera. El núcleo movilizador del proceso de globalización y mundialización de la economía
o, lo que es lo mismo, la globalización de la economía-mundo, ha sido el crecimiento cons-
tante de algunos sectores claves en su expansión inter y trasnacional, como la globalización
de las finanzas, la expansión internacional de las empresas, la convergencia de los sistemas
económicos de economía de mercado, la coordinación macroeconómica (en particular,
dentro de la OCDE, de aquellas economías integrantes del Grupo de los Siete y de la Unión
Europea) y las nuevas formas de organización de las empresas. Todo lo cual se ha acompa-
ñado de la difusión de nuevas tecnologías —en particular de las telecomunicaciones y de la
informática— y de la deslocalización (y tercerización) de los procesos productivos, intra e
inter sectoriales”. Agrega que “la globalización implica una ampliación de espacios no so-
lamente económicos, sino fundamentalmente geográficos, culturales, de información y cul-
tura. Ello nos ha movido a hacer esa distinción original (en el sentido de “lo primero”) entre
ideología y proceso, para centralizar nuestro enfoque en la mundialización como un esta-
dio, el más complejo y avanzado, del proceso histórico de internalización y transnacionali-
zación de la economía impulsada por el capitalismo. De allí también nuestra preferencia por
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—en inglés Free Trade Area of the Americas (FTAA)—, que abarcaría desde
Alaska hasta la Tierra del Fuego.15
16 Nos hemos ocupado del concepto y contenido del derecho aduanero en nuestras
obras Introducción al derecho aduanero y Derecho aduanero. Parte general. Sujetos, Buenos
Aires, Abeledo-Perrot, 1988 y 1992, respectivamente.
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También se ha advertido sobre los problemas que puede aparejar para los
países en desarrollo la aplicación de los postulados de la especialización y de
las ventajas comparativas.19
El libre comercio lleva al cierre de las industrias ineficientes, lo que pro-
voca a su vez pérdida de empleos. En la teoría económica ello se vería com-
pensado por la creación de nuevas empresas, pero la experiencia de mu-
chos países en desarrollo, lamentablemente, no parecen confirmarla.20
19 En este sentido, Goldsmith, James, recuerda que “El principal teórico del libre co-
mercio fue David Ricardo, economista británico de comienzos del siglo XIX. Ricardo creía
en dos postulados estrechamente interrelacionados: especialización y ventajas comparati-
vas. Según él, cada país debía especializarse en aquellas actividades en las cuales sobresa-
liera, a fin de gozar de mayores ventajas relativas sobre otros países. Por lo tanto, una
nación debería limitar su radio de actividades, abandonando ciertas industrias y desarro-
llando aquellas en las cuales tuviera mayores ventajas comparativas. El resultado sería la
expansión del comercio internacional, ya que los países exportarían sus excedentes e im-
portarían los productos que ya no manufacturaran más, la eficiencia y la productividad au-
mentarían de acuerdo con las economías de escala, y por lo tanto la prosperidad resultaría
fortalecida. Pero estas ideas no son válidas en el mundo actual”. Señala que “El principio
del libre comercio global consiste en que todo puede ser manufacturado en cualquier parte del
mundo para ser vendido en cualquier otra parte”. Opina que “Será sin duda un error adoptar
una política económica que hace rico a quien elimina su fuerza nacional de trabajo y trans-
fiere su producción al extranjero, y que lo arruina si continúa empleando a su propia gente...
Uno de los grandes errores en que caemos es que, cuando hablamos de equilibrio comercial,
pensamos exclusivamente en términos monetarios. Si exportamos un billón de dólares de
bienes e importamos productos por igual monto, concluimos que la balanza comercial exte-
rior está equilibrada. El valor de las exportaciones es igual al de las importaciones. Este es
un análisis superficial que conduce a conclusiones erróneas... nuestra balanza comercial
puede estar equilibrada en términos monetarios, pero si miramos más allá de las cifras en-
contramos que hay un desnivel terrible en términos de empleo. Es así como exportamos em-
pleos e importamos desocupación”. Advierte que “Cuando Ricardo calculó las ventajas
comparativas, lo hizo en términos monetarios... la nación en la cual el producto es más bara-
to es la que goza de la ventaja comparativa... Los consumidores no son simplemente gente
que compra productos, son las mismas personas que ganan su pan de cada día trabajando
y que pagan impuestos. Como consumidores, deben tener la posibilidad de comprar los pro-
ductos que necesitan lo más barato posible. No obstante, cuando Nike transfiere su fábrica
de los Estados Unidos al Asia, el precio de los zapatos no disminuye. En cambio, el margen de
utilidades aumenta. Pero el costo real, para los consumidores de bienes más baratos, será
que perderán sus empleos, serán peor pagados por su trabajo y tendrán que hacer frente a
impuestos más altos para cubrir los costos del creciente desempleo” (La trampa, Buenos
Aires, Atlántida, 1995, cap. II: “La nueva utopía: el GATT y el libre comercio global”, pp.
41-49).
20 Stiglitz, Joseph E., advierte que “Se supone que la liberalización comercial expande
la renta de un país porque desplaza los recursos de empleos menos productivos a los más
productivos; como dirían los economistas, por medio de la ventaja comparativa. Pero tras-
ladar recursos de asignaciones poco productivas hasta una productividad nula no enriquece
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un país, y esto es algo que sucedió demasiadas veces bajos los programas del FMI. Destruir
empleos es sencillo y tal es a menudo el impacto inmediato de la liberalización comercial,
cuando las industrias ineficientes cierran ante el empuje de la competencia internacional.
La ideología del FMI argumentaba que se crearían nuevos y más productivos empleos a me-
dida que fueran eliminados los viejos e ineficientes empleos creados tras las murallas pro-
teccionistas. Pero esto sencillamente no es verdad —y pocos economistas han creído en la
creación instantánea de puestos de trabajo, al menos desde la Gran Depresión—. La crea-
ción de nuevas empresas y empleos requiere capital y espíritu emprendedor, y en los países
en desarrollo suelen escasear el segundo, debido a la falta de educación, y el primero, debi-
do a la ausencia de financiación bancaria”, op. cit., nota 3, pp. 96 y 97.
21 En Argentina hubo de dictarse en 1991 la Ley 24.051, relativa a residuos peligrosos,
y el decreto núm. 181/92 (BO, 29 de enero de 1992) frente al intento de introducir al país ba-
rriles con desperdicios tóxicos procedentes de Francia. La Ley en su artículo 3o. establece:
“Prohíbese la importación, introducción y transporte de todo tipo de residuos provenientes
de otros países al territorio nacional y sus espacios aéreo y marítimo. La presente prohibi-
ción se hace extensiva a los residuos de origen nuclear, sin perjuicio de lo establecido en el
último párrafo del artículo anterior”. En dicho párrafo se dispone: “Quedan excluidos de los
alcances de esta Ley los residuos domiciliarios, los radioactivos y los derivados de las ope-
raciones normales de los buques, los que se regirán por leyes especiales y convenios inter-
nacionales vigentes en la materia”. Posteriormente, en la reforma de 1994 de la
Constitución Nacional, se incorporó el artículo 41, que dispone que “Se prohíbe el ingreso
al territorio nacional de residuos actual o potencialmente peligrosos y de los radioactivos”.
En el ámbito internacional, cabe recordar al Convenio de Basilea sobre el control de los mo-
vimientos transfronterizos de los desechos peligrosos y su eliminación, suscrita el 22 de
marzo de 1989, que Argentina aprobó por Ley 23.922. Al respecto, puede verse, Vicente,
Horacio Óscar, “La importación de residuos peligrosos”, Revista de Estudios Aduaneros
del I.A.E.A., núm. 4, segundo semestre de 1991 y primer semestre de 1992, Buenos Aires,
pp. 69-74.
22 León XIII, Encíclica Rerum Novarum del 15 de mayo de 1891: “proveer al bien co-
mún es oficio y competencia del Estado” (III.26); “el bienestar público no sólo es la ley su-
EL DERECHO ADUANERO Y LAS ADUANAS 749
plir con tal finalidad deben ejercer un adecuado control sobre los objetos
que ingresan a su territorio.
Incluso, para preservar el bien común, los Estados también deben evitar
a veces la salida de bienes de su propio territorio. Tales medidas ya se
adoptaron en la Grecia antigua, según nos cuentan, Aristófanes, Aristóteles
y Plutarco,23 cuando, con el fin de impedir el desabastecimiento de alimen-
tos del pueblo, se prohibía la exportación de trigo.
Por eso es que, desde antiguo, los Estados se han visto precisados a esta-
blecer restricciones tanto a la importación como a la exportación de las
mercaderías.
Hoy en día puede señalarse la preocupación en los Estados por la expor-
tación clandestina de especies de la flora y de la fauna en vías de extinción,
así como de elementos constitutivos del patrimonio arqueológico, paleon-
tológico, artístico, etcétera, que hacen al patrimonio cultural.
Las instituciones administrativas a las cuales recurrieron para la aplica-
ción de todas esas restricciones en sus fronteras, como ya se adelantó, son
las aduanas.
Así, las aduanas se caracterizan por ser las instituciones a las cuales se
les encomendó la delicada e importante tarea de controlar el ingreso y la sa-
lida de toda clase de mercaderías de los respectivos territorios.
Las aduanas deben aplicar en su cometido tanto las restricciones perma-
nentes —v. gr. las impuestas por razones de moral y salud públicas, defen-
sa nacional, protección del patrimonio histórico, etcétera— como las co-
yunturales o contingentes, que varían de acuerdo a las circunstancias y a la
política de orden económico adoptada.
Lo cierto es que, desde el comienzo de la civilización, las aduanas apli-
caron tanto las restricciones directas —v. gr. las prohibiciones absolutas o
relativas— como las restricciones indirectas —v. gr. las arancelarias—
para preservar los intereses de tal modo custodiados.
En la actualidad, en un mundo conmocionado por el ataque terrorista del
11 de septiembre de 2001, las medidas tendentes a preservar la seguridad
prema sino la única y total causa y razón de la autoridad pública” (III.28); Juan XXIII,
Encíclica Pacem in Terris del 11 de abril de 1963: “La prosecución del bien común consti-
tuye la razón misma de ser de los poderes públicos” (37) y “también en la regulación de las
relaciones entre las comunidades políticas la autoridad ha de ser ejercida para promover el
bien común, que es lo que constituye su primera razón de ser” (54).
23 Con relación a las prohibiciones a la exportación en la antigüedad, remitimos a lo ex-
puesto en nuestra obra Derecho aduanero, cit., nota 16, p. 16.
750 RICARDO XAVIER BASALDÚA
Por tal razón, las agrupaciones regionales tienen también entre sus obje-
tivos protegerse de las consecuencias de dicha globalización en campos
como los relativos a las costumbres, a la cultura, al idioma, a la idiosincra-
sia y a sus creencias. A veces, se alude a algunas de ellas, en forma algo im-
precisa, como las que se refieren al “orden público”.
Se advierte entonces que, paradójicamente, la globalización, en su afán
de uniformar u homogeneizar el mundo, al considerarlo un espacio sin ba-
rreras constitutivo de un todo indistinto, provoca rechazos y lleva a los paí-
ses a protegerse29 y, a veces, a agruparse regionalmente, para defender los
valores que les son comunes.
Ahora bien, como consecuencia de los acuerdos de integración, los
Estados asociados se ven precisados a conceder soberanía en las materias
que se ceden en los respectivos tratados fundacionales —derecho origina-
rio—. Tanto en la conformación de las uniones aduaneras como en las zo-
mero “De las leyes en general”, capítulo III: “De las leyes positivas”, expresa: “Deben ser
estas últimas tan ajustadas a las condiciones del pueblo para el cual se hacen, que sería una
rarísima casualidad si las hechas para una nación sirvieran para otra. Es preciso que esas le-
yes se amolden a la naturaleza del gobierno establecido o que se quiera establecer, bien sea
que ellas lo formen, como lo hacen las leyes políticas, bien sea que lo mantengan, como lo
hacen las leyes civiles. Deben estar en relación con la naturaleza física del país, cuyo clima
puede ser glacial, templado o tórrido; ser proporcionadas a su situación, a su extensión, al
género de vida de sus habitantes, labradores, cazadores o pastores; amoldadas igualmente
al grado de libertad posible en cada pueblo, a su religión, a sus inclinaciones, a su riqueza, al
número de habitantes, a su comercio y a la índole de sus costumbres”.
29 A ello responde el denominado principio de subsidiariedad, que pretende reservar
ámbitos de acción y autonomía frente a las regulaciones generales u omnicomprensivas,
aplicable tanto a la relación de los individuos el Estado, como a la vinculación entre los en-
tes regionales y los Estados que los conforman. En la doctrina social de la Iglesia Católica
se postula este principio (v. gr. encíclica Pacem in Terris, citada, párrafos 56 y 57). La
Unión Europea lo ha consagrado en el artículo 5o. del Tratado Constitutivo de la Comuni-
dad Europea (versión consolidada después del Tratado de Niza de 2001) del siguiente
modo: “La Comunidad actuará dentro de los límites de las competencias que le atribuye el
presente Tratado y de los objetivos que éste le asigna. En los ámbitos que no sean de su
competencia exclusiva, la Comunidad intervendrá, conforme al principio de subsidiarie-
dad, sólo en la medida en que los objetivos de la acción pretendida no puedan ser alcanza-
dos de manera suficiente por los Estados miembros y, por consiguiente, puedan lograrse
mejor, debido a la dimensión o a los efectos de la acción contemplada, a nivel comunitario.
Ninguna acción de la Comunidad excederá de lo necesario para alcanzar los objetivos del
presente Tratado”. Sobre este principio comunitario, puede verse a: Mangas Martín, Arace-
li y Liñán Nogueras, Diego J., Instituciones y derecho de la Unión Europea, Madrid,
McGraw-Hill, 1996, pp. 326-330; Sáenz de Santa María, Paz Andrés y otros, Introducción
al derecho de la Unión Europea, 2a. ed., Madrid, Eurolex, 1999, pp. 140-143.
EL DERECHO ADUANERO Y LAS ADUANAS 753
30 Hemos analizado las zonas de libre comercio y las uniones aduaneras en nuestra obra
Mercosur y derecho de la integración, Buenos Aires, Abeledo-Perrot, 1999.
754 RICARDO XAVIER BASALDÚA
31 Éste sigue siendo por ahora el nombre oficial del organismo internacional, pues así
surge del Tratado que le dio origen y que no fue modificado, a pesar de que hace unos años
se emplea oficiosamente el nombre de Organización Mundial de Aduanas.
32 OMA, Plan Estratégico de la O.M.A. 2003/2004–2005/2006, Doc. SC0050F1, Ane-
xo IV.
EL DERECHO ADUANERO Y LAS ADUANAS 755
El Consejo cuenta hoy en día con 172 Estados miembros. Está asistido
por un secretario general y varios comités especializados en los diversos
aspectos de la materia aduanera.33
La influencia de este organismo sobre las regulaciones aduaneras naciona-
les es cada vez mayor en tres campos del derecho aduanero: la técnica aduane-
ra, la valoración, y la individualización y clasificación de las mercaderías en la
nomenclatura del sistema armonizado.
Resulta pertinente recordar aquí, las convenciones más importantes ela-
boradas en su seno así como aquellas cuya administración le hubiere sido
encomendada.
35 Este Convenio, hecho en Ginebra bajo los auspicios de las Naciones Unidas y de la
Organización Consultiva Marítima Intergubernamental (OMCI) —hoy en día Organiza-
ción Marítima Internacional (OMI)—, tiene por finalidad sustituir al de 1956. Véase al res-
pecto la precedente nota 34.
36 Se trata de una de las convenciones más importantes elaboradas por el Consejo de
Cooperación Aduanera, que contempla en forma sistemática los distintos institutos y regí-
menes aduaneros.
EL DERECHO ADUANERO Y LAS ADUANAS 757
41 Flory, Thiébaut, afirma que “La OMC constituye actualmente, en cierta medida, el
marco institucional y jurídico de la mundialización”, op. cit., nota 10, p. 213, núm. 506.
760 RICARDO XAVIER BASALDÚA
42 Al respecto, debe destacarse que dentro de la filosofía que emana del GATT resulta
expresamente reconocido el derecho de los Estados a recurrir al arancel aduanero, que tanto
puede emplearse con fines meramente rentísticos como de protección para las industrias na-
cionales, lo que tiene singular relevancia para los países en desarrollo.
43 En materia de los derechos aduaneros de exportación ad valorem, los Estados no se
hallan sujetos a lo previsto en el acuerdo relativo a la aplicación del artículo VII del GATT
de 1994, aunque sí a los principios previstos en el artículo VII del Acuerdo General. Puede
verse al respecto, Zolezzi, Daniel, “Valor en aduana (código universal de la OMC)”, La
Ley, Buenos Aires, 2003, pp. 6, 7 y 19.
44 Cabe destacar la influencia del Consejo de Cooperación Aduanera en la materia, ini-
cialmente a través de su Comité de Valoración creado por la Convención sobre el Valor en
Aduana de las Mercaderías, que fue aprobada en Bruselas el 15 de diciembre de 1950, y,
posteriormente, del Comité Técnico de Valoración establecido en el acuerdo relativo a la
aplicación del artículo VII del GATT de 1994, que funciona en el ámbito del Consejo de
Cooperación Aduanera, donde se fijan las pautas para asegurar una interpretación uniforme
en la materia.
EL DERECHO ADUANERO Y LAS ADUANAS 761
bertad de tránsito, entre los que cabe recordar aquí a la Convención de Barcelona sobre la
Libertad de Tránsito del 20 de abril de 1921 y a la Convención de Chicago del 7 de diciem-
bre de 1944.
EL DERECHO ADUANERO Y LAS ADUANAS 763
en la frontera de los Estados y que las administraciones aduaneras deben ser efi-
cientes, primero tradicionalmente para percibir los derechos e impuestos sobre
las mercaderías importadas en el territorio aduanero y, además, para impedir la
penetración de productos peligrosos. Las autoridades nacionales están cada vez
más sensibilizadas de la evolución del rol de la frontera, que se torna en un fil-
tro, un cordón de seguridad, un cordón sanitario.50