Etchegoyen - Los Fundamentos de La Técnica Psicoanalítica
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Etchegoyen - Los Fundamentos de La Técnica Psicoanalítica
El término entrevista es muy amplio, sin embargo la denominación se reserva para algún encuentro de tipo especial.
“Vista, concurrencia y conferencia de dos o más personas en un lugar determinado, para tratar o resolver un negocio”
dice el diccionario de la Real Academia.
Nos ocuparemos de la entrevista psicoanalítica, entendiendo por ella la que se hace antes de emprender un tratamiento
psicoanalítico. Su finalidad es decidir si la persona que consulta debe realizar un tratamiento psicoanalítico.
Esta definición adolece de la falla de ser un poco estrecha. Por esto muchos autores prefieren hablar de entrevista
psiquiátrica, que tiene un sentido más amplio. Bleger se inclina por entrevista psicológica, acentuando que el objetivo es
hacer un diagnóstico psicológico, que su finalidad es evaluar la psiquis del entrevistado, más allá de que esté sano o
enfermo.
No vamos a limitarnos a decirle al entrevistado que debe analizarse o que no debe hacerlo porque es probable que
ofrezcamos alguna alternativa, como otro tipo de psicoterapia o un tratamiento farmacológico; y entonces la entrevista
que se inició como analítica termina por ser psiquiátrica.
Desde el particular punto de vista que estamos considerando, el mejor título para esta sección quizá podría ser, “la
entrevista”, sin adjetivos.
Estas precisiones califican la entrevista por sus objetivos, y no por su técnica o por quien la realiza.
2. Características definitorias
La entrevista es una tarea que puede entenderse por sus objetivos o por su método.
Puede definirse a partir de la tarea que se propone, de sus objetivos, los cuales están siempre presentes aunque no se
los explicite ni se los reconozca formalmente.
Los objetivos se rigen por pautas, por esto se hace necesario definir siempre explícitamente las pautas al comienzo de la
entrevista. Los objetivos de la entrevista son radicalmente distintos de los de la psicoterapia. En un caso, el objetivo es
orientar a una persona hacia una determinada actividad terapéutica; en el otro, se realiza lo que antes se indicó. De
modo que la primera condición es delimitar los fines de la entrevista.
Una norma básica de la entrevista es la de facilitar al entrevistado la libre expresión de sus procesos mentales, lo que
nunca se logra en un encuadre formal de preguntas y respuestas. Como dice Bleger, la relación que se procura
establecer en la entrevista es la que da al sujeto la mayor libertad para explayarse, para mostrarse como es. La
entrevista pretende ver cómo funciona el individuo. La entrevista psicológica parte de otro supuesto: quiere indagar lo
que el entrevistado no sabe, sin descalificar lo que él nos pueda decir, va a ilustrarnos lo que podamos observar en el
curso de la interacción que promueve la entrevista.
La entrevista psicológica es una tarea con objetivos y técnica determinados, que se propone orientar al entrevistado en
cuanto a su salud mental y al tratamiento que mejor pueda convenirle, si eventualmente le hace falta.
Así delimitada, la entrevista psicológica persigue objetivos que se refieren al que consulta; pero también puede abarcar
otras finalidades, si fuera otro el destinatario de sus resultados. Hay otras alternativas, como que la entrevista se haga
en beneficio del entrevistador, que está llevando a cabo una labor de investigación científica, o de terceros. Si bien estas
finalidades pueden combinarse y no se excluyen, lo que califica a la entrevista es su objetivo primordial.
Hay otra característica de la entrevista que para Bleger tiene valor definitorio, y es la investigación: la entrevista es un
instrumento que ala par que aplica el conocimiento psicológico, sirve también para ponerlo a prueba.
3. El campo de la entrevista
La entrevista configura un campo, lo que para Bleger significa que “entre los participantes se estructura una relación de
la cual depende todo lo que en ella acontece”. La primera regla consiste en procurar que este campo se configure
especialmente por las variables que dependen del entrevistado. Para que esto se cumpla, la entrevista debe contar con
un encuadre, donde se juntan las constantes de tiempo y lugar, el papel de ambos participantes y los objetivos que se
persiguen.
Para Bleger, “campo” tiene un sentido, el de un ámbito adecuado para que el entrevistado haga su juego. Para lograrlo,
el entrevistador trata de participar lo menos posible, mejor está el campo mientras menos participe. Esto no significa
que deja la iniciativa al otro, al entrevistado. De ahí la feliz expresión de observador participante. Se entiende por tal, a
aquel que mantiene una actitud que lo reconoce en el campo como un interlocutor que no propone temas ni hace
sugerencias y frente al cual el entrevistado debe reaccionar sin que se le dé otro estímulo que el de la presencia, ni otra
intención que la de llevar adelante la tarea.
“La máxima objetividad que podemos lograr sólo se alcanza cuando se incorpora al sujeto observador como una de las
variables del campo”.
La angustia del entrevistado nos informa sobre sus problemas; a veces es necesario modular la ansiedad cuando ha
alcanzado un punto crítico. La tarea del entrevistador no es analizar la ansiedad, y entonces a veces hay que moderarla
para que la finalidad perseguida se cumpla.
4. Encuadre de la entrevista
El proceso psicoanalítico sólo puede darse en un determinado encuadre. También la entrevista tiene su encuadre, que
no puede ser otro que el marcado por su objetivo, es decir, recoger información del entrevistado para decidir si necesita
tratamiento y cuál es el de elección. El encuadre se constituye cuando algunas variables se fijan (arbitrariamente) como
constantes. A partir de este momento y de esa decisión se configura el campo y se hace posible la tarea.
Debemos señalar en qué forma debe conducirse el entrevistador. La idea de objetividad inspira a la psicología no menos
que a las ciencias físicas o naturales, pero desde sus propias pautas. El “instrumento” del psicoanalista es su mente, de
modo que en la entrevista nosotros vamos a investigar en qué forma se conduce el entrevistado frente a sus
semejantes, sin perder de vista que nosotros mismos somos el semejante con el cual esta persona se tiene que
relacionar.
El encuadre de la entrevista suponer fijar como constantes las variables de tiempo y lugar, estipulando ciertas normas
que delimitan los papeles de entrevistado y entrevistador con arreglo a la tarea que se va a realizar. Uno tendrá que
mostrar abiertamente lo que le pasa lo que piensa y siente, mientras el otro tendrá que facilitarle esa tarea y evaluarlo.
La situación es asimétrica. Una actitud reservada pero cordial, contenida y continente pero no distante forma parte del
rol del entrevistador, que este conservará después durante todo el tratamiento psicoanalítico si se lo lleva a cabo.
Es preferible que los dos participantes se sienten frente a un escritorio o en dos sillones dispuestos simétricamente en
un ángulo tal que se les permita mirarse o desviar la mirada en forma natural y confortable.
Para iniciar la reunión pueden solicitarse los datos de identidad del entrevistado, luego de lo cual se le indicará el tiempo
que durará la entrevista, la posibilidad de que no sea la única, y se lo invitará a hablar. La entrevista no responde a la
regla de la asociación libre, como la sesión psicoanalítica.
5. Técnica de la entrevista
Al fijar los parámetros en que se encuadra la entrevista hemos establecido, implícitamente, las bases de su técnica.
Un simple mensaje preverbal, como asentir ligeramente con la cabeza, mirar amablemente o formular algún comentario
neutro es, por lo general, suficiente para que el entrevistado restablezca la interrumpida comunicación. Se lo puede
estimular moviendo la cabeza, diciendo suavemente “sí”, o con gestos ligeros, palabras o comentarios neutros, y hasta
con alguna pregunta convencional.
Se sabe la importancia que puede tener en la entrevista un gesto de aprobación, una mirada o las más ligera sonrisa,
igual que el “hum” u otra interjección por el estilo. Lo mismo se logra con la vieja técnica de repetir en forma neutra o
levemente interrogativa las última palabras del entrevistado.
6. De la interpretación en la entrevista
Una diferencia notoria entre la entrevista y la sesión de psicoterapia es que en la entrevista no operamos con
interpretación.
Liberman entiende que el setting de la entrevista no autoriza el empleo de ese instrumento y quiere destacar la
entrevista como lo que él llama una experiencia contrastante, que justamente le haga comprender al sujeto, cuando se
analice la diferencia entre aquello y esto. Liberman dice que el haber efectuado entrevistas previas a la iniciación del
tratamiento psicoanalítico posibilitará que, una vez comenzado el mismo, el paciente haya incorporado otro tipo de
interacción comunicativa previa, que funcionará como “experiencia contrastante” de valor inestimable para las primeras
interpretaciones transferenciales que podremos suministrar.
Bleger considera que hay casos determinados y precisos en que la interpretación es pertinente y necesaria, “sobre todo
cada vez que la comunicación tienda a interrumpirse o distorsionarse”. Esta idea continúa la línea de pensamiento de
pichón Riviere. Por esto Bleger dice que el alcance óptimo es la entrevista operativa, cuando el problema que el
entrevistado plantea se logra esclarecer en la forma en que concretamente se materializa en la entrevista.
Todas nuestras ideas en este punto parten de PichonRiviere. Habla de la angustia frente al cambio, que para Pichon es
de dos tipos, depresiva por el abandono de un vínculo anterior y paranoide por el vínculo nuevo y la inseguridad
consiguiente.
La finalidad del grupo operativo es el esclarecimiento de las ansiedades básicas que surgen en relación con la tarea. La
técnica de los grupos operativos (y de la entrevista como un tipo especial de ellos) se resume en estas palabras: “la
técnica de estos grupos está centrada en la tarea, donde teoría y práctica se resuelven en una praxis permanente y
concreta en el aquí y ahora de cada campo señalado”.
Creo por mi parte, como Bleger, que la interpretación en la entrevista es legítima si apunta a remover un obstáculo
concreto a la tarea que se está realizando.
A veces empleo la interpretación como una prueba para ver cómo reacciona el entrevistado. La interpretación que uso
en ese caso es siempre sencilla y superficial.
En resumen, el famoso controvertido problema de interpretar durante la entrevista debe resolverse teniendo en cuenta
los objetivos que nos proponemos y el material a nuestro alcance. No debe resolverse lisa y llanamente por sí o por no.
Cap. 5: La entrevista psicoanalítica: desarrollo
El grupo de la entrevista y el campo donde ese grupo se inserta sólo pueden estudiarse a partir de los procesos de
comunicación que toda relación humana entraña; y por esa comunicación se entiende aquí no sólo la interacción verbal
en que se cambian y emplean palabras, sino también la comunicación no verbal que se hace a partir de gestos y señales,
así como también la comunicación para-verbal que se canaliza a través de los elementos fonológicos del lenguaje, como
el tono y el timbre de la voz, su intensidad, etc.
1. La ansiedad de la entrevista
Una situación nueva y desconocida donde se lo va a evaluar y de la que puede depender en buena parte su futuro tiene
necesariamente que provocar ansiedad en el entrevistado. También el entrevistador llega al encuentro con una cuantía
no despreciable de angustia. Sabe que cada vez la situación es distinta y por tanto nueva, y que de ella depende en
cierto grado su futuro; sabe que la entrevista es un desafío del que ningún analista puede estar seguro de salir airoso. En
otras palabras, un entrevistador responsable debe estar ansioso por su entrevistado, por su tarea y por sí mismo. A
todos estos motivos se agregan otros que derivan del significado que cada uno de los actores asigne de manera
inconsciente a la cita.
Depende en gran medida de la habilidad del entrevistador que la ansiedad en la entrevista se mantenga en un límite
aceptable. Si es muy baja o está ausente, el entrevistado va a carecer del incentivo más auténtico y el vehículo más
eficaz para expresar sus problemas; si es muy alta, el proceso de comunicación sufrirá y la entrevista tenderá a
desorganizarse.
El entrevistador no debe recurrir a procedimientos que la eviten, como el apoyo o la sugestión, y tampoco puede
resolverla con el instrumento específico de la interpretación.
En general la ansiedad del entrevistado tiende a aumentar en la entrevista en razón directa de la ambigüedad de lss
consignas. De aquí la importancia de explicar al comienzo los objetivos y la duración de la entrevista. El entrevistador
debe ser en este punto explícito, claro y preciso. Una participación digna y moderada que responda al montante de
angustia del entrevistado será la mejor manera de motivarlo a la par que de modular su ansiedad. El entrevistador
tendrá que confrontar a su cliente con situaciones de ansiedad.
Frente a la ansiedad, actúa el sistema del yo de la persona con sus operaciones de seguridad. La ansiedad es para
Sullivan, lo que se opone a que en esa situación social que es la entrevista se establezca un proceso libre y recíproco de
comunicación. Rolla describe diferentes modalidades de la ansiedad en el desarrollo de la entrevista. La ansiedad del
comienzo que tiene que ver con estrategias exploratorias y con la curiosidad. Al otro extremo, al final de la entrevista,
domina la angustia de separación. Durante el desarrollo de la entrevista sobrevienen también crisis de angustia que
pueden informarnos acerca de áreas perturbadas en la estructura mental el entrevistado.
El entrevistado reproduce en la entrevista conflictos y pautas de su pasado que asumen una vigencia actual, una
realidad psicológica inmediata y concreta donde el entrevistador queda investido de un papel (rol) que estrictamente no
le corresponde. A través de estas “transferencias” podemos obtener una preciosa información sobre la estructura
mental del sujeto y el tipo de su relación con el prójimo.
El entrevistador no responde a todos estos fenómenos en forma absolutamente lógica, sino también en forma irracional
e inconsciente, lo que constituye su contratransferencia. Este tipo de reacción puede perturbar la objetividad; pero el
entrevistado lo registra y puede derivarlo del efecto que el entrevistado opera sobre él, logrará no sólo recuperar su
objetividad sino también alcanzar un conocimiento profundo y seguro de su entrevistado. La contratransferencia es
sumamente útil; no es de fácil manejo y requiere preparación, experiencia y equilibrio.
Para Lópex y Rabih, una particularidad de la entrevista es la cuantía de la angustia que moviliza, que estudian a la luz de
la teoría de la identificación proyectiva y de la contratransferencia. La entrevista inicial deja al analista sensible, y en
muchas ocasiones indefenso, frente a las identificaciones proyectivas de su cliente. Esta situación puede explicarse por
diversas razones de las cuales destacan la intensa comunicación extraverbal que usa el entrevistado. Como dice Bleger,
“toda interpretación fuera de contexto resulta una agresión”, o agreguemos, una seducción.
Cuanto mayor sea el monto de ansiedad del entrevistado, mayor será su tendencia a “descargarse” en la entrevista,
transformándola en una psicoterapia brevísima.
Los autores recién mencionados observaron que en tres momentos queda el entrevistador especialmente expuesto a la
identificación proyectiva: apertura, cierre y formulación del contrato. Esta tercera alternativa, pertenece a esa tierra de
nadie en que la entrevista terminó y el tratamiento no ha empezado.
3. Evolución de la entrevista
Liberman sostiene que la entrevista es una evolución y que de ella podemos derivar valiosas predicciones. La entrevista
nos permite evaluar lo que podemos esperar del potencial analizado y, recíprocamente que necesitará él de nosotros.
Si un problema que se planteó al principio evoluciona favorablemente, hay derecho a pensar que el entrevistado tiene
recursos para superar las situaciones críticas o traumáticas. Si sucede lo contrario, tenemos derecho a sentar un
pronóstico menos optimista. Esta evolución puede darse en una sola entrevista; pero es más posible y detectable en
dos. Por esto Liberman insiste en que la unidad funcional es de dos entrevistas. En este punto estoy plenamente de
acuerdo por varios motivos.Porque puede apreciarse esa evolución de un conflicto o crisis. Además el entrevistado
cambia de una a otra entrevista y el entrevistador mismo puede cambiar. Por último, creo conveniente darle al
entrevistado un tiempo para pensar su experiencia antes de darla por terminada.
Cuando hablamos en la entrevista, nos estamos refiriendo a una unidad funcional. En general nunca debe hacerse una
sola, sino todas las que sean necesarias para cumplir con la tarea emprendida. Conviene decir de entrada que esa
entrevista no será la única y hacer hincapié en que las entrevistas no son un tratamiento.
Los problemas psicopatológicos no pueden pensarse sino a través de una teoría vincular, de las relaciones de objeto,
que en el tratamiento psicoanalítico se llama teoría de la transferencia y de la contratransferencia. El proceso no se da
exclusivamente en el paciente sino en la relación.
Decidido partidario de la pareja analítica, Liberman utiliza las entrevistas para evaluar hasta qué punto la interacción que
se establece entre entrevistador y entrevistado será curativa o iatrógena.
Los indicadores que ofrece Liberman para diagnosticar prospectivamente la compatibilidad de la pareja sientan en lo
que acabamos de ver sobre la evolución de la entrevista. Si durante las entrevistas se reproduce una crisis vital, la que
está cursando el entrevistado, y esa crisis se resuelve bien, hay derecho a suponer que el curso de ese análisis va a seguir
ese modelo favorable. Cuanta mayor capacidad tenga el analista para captar los mecanismos de defensa movilizados por
el paciente, en mejores condiciones estará para tratarlo, lo mismo que si en el curso de las entrevistas esos mecanismos
cambian.
El criterio que yo propongo es que si se mantienen las otras variables, el mejor analista forma siempre la mejor pareja.
Hay otros analistas que, sin emplear el sofisticado armamento de Liberman, se dejan llevar simplemente por el “feeling”
que les despierta el entrevistado; pero yo desconfío mucho de este tipo de sentimiento.
Yo creo, finalmente, que el problema de la pareja analítica parte siempre del error de pensar que la relación entre
analizado y analista es simétrica. Se olvida que el analista está también protegido por su encuadre. El destino de la
relación analítica se define por la psicopatología del paciente y por las cualidades del analista.
Al abandonar la idea de la pareja, renuncio a la posibilidad de hacer predicciones acerca de cómo va a influir en el
proceso el específico vínculo entre un determinado analista y un determinado analizado; pero lo hago porque considero
que la variable en estudio es ilusoria, o tan compleja que no puede considerársela válidamente.
6. La entrevista de derivación
La entrevista de derivación abarca una temática muy restringida y al parecer sencilla; y sin embargo no es así. Plantea en
realidad problemas complejos que pueden crear dificultades en el manejo práctico.
La entrevista de derivación es más compleja que la otra, ya que debemos obtener de ella una información suficiente
para sentar una indicación y evitar que el entrevistado se ligue demasiado a nosotros, lo que puede poner en peligro
nuestro propósito de mandarlo a un colega. Una tercera dificultad es la prudencia con que se deben recibir los informes
y recabar datos de alguien que no va a ser nuestro analizado.
Liberman insiste en su trabajo en que el entrevistador en estos casos debe dar un solo nombre, para que no se refuerce
en el entrevistado la idea de que es él quien entrevista. Hay muchos analistas que de buena fe dan varios nombres para
ofrecer al futuro analizado la oportunidad de elegir, para que pueda decidir cuál es el analista que les conviene; pero
creo que están equivocados.
Siempre doy al futuro paciente que derivo un solo nombre. Acostumbro a pedirle que me comunique cómo le fue en la
entrevista que va a realizar y quedo a sus órdenes para cualquier dificultad que pudiera surgir. Con esto dejo abierta la
posibilidad de que vuelva a llamarme sino le gusta el analista al que lo mandé.
No coincido en cambio para nada con la idea de que el analizado elige a su futuro analista tanto como este a aquel.
Yo creo que el futuro analizado elige de hecho y de derecho a su analista, aunque bien sé que la mayoría de las veces lo
hace por motivos muy pocos racionales. Las razones por las cuales fuimos elegidos sólo aparecen muchos después del
comienzo del análisis.
Nosotros le ofrecemos nuestros servicios al futuro paciente y él siempre tendrá derecho de aceptarlos o rehusarlos. La
idea de que yo tengo también derecho a elegir a mis pacientes me resulta inaceptable, ya que veo siempre mi
sentimiento de rechazo como un problema de mi contratransferencia.
7. La devolución
Todos los analistas coinciden en que al término del ciclo de las entrevistas algo tenemos que decir al entrevistado para
fundar nuestra indicación. Hay analistas (y yo entre ellos) que prefieren ser parcos en sus razones, porque piensan que
un informe muy detallado se presta más a ser malentendido y facilita la racionalización. Otros, en cambio, son más
explícitos.
Yo pienso que la devolución no debe ir más allá del objetivo básico de la tarea realizada, esto es, aconsejar al
entrevistado el tratamiento más conveniente, la indicación con sus fundamentos, siempre muy sucintos.
En realidad los motivos que sientan la indicación en principio no están dentro de lo que el paciente necesita saber.