Caso Clínico Isabel Von R

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UNIDAD:

TENDENCIAS Y AUTORES Perspectiva evolutiva del enfoque


PSICODINÁMICOS psicodinámico

CASO CLÍNICO EN PSICONÁLISIS:


Isabel Von R
Prof. Leonardo Mass Torres
Bibliografía:
Camuña, J. (2005). La represión en un caso
clínico. Isabel de R.

PRESENTACIÓN DEL CASO CLÍNICO

“En el otoño de 1892, un colega y amigo mío me pidió reconociese a una señorita que desde hacía más de dos
años venía padeciendo dolores en las piernas y dificultades para andar. (...) los últimos años habían traído para
ella más desdichas que felicidades. Primero, había fallecido el padre de la enferma; luego, tuvo su madre que
someterse a una grave operación en la vista, y, poco después, una hermana suya, casada, que acababa de tener
tomado la sujeto parte activísima, no sólo afectivamente, sino prestando a sus familiares la más abnegada
asistencia.

(...) Parecía inteligente y psíquicamente normal, y llevaba su enfermedad, que la apartaba del trato social y de
los placeres propios de su edad, con extraordinaria conformidad, haciéndome pensar en la belle indifferénce de
los histéricos. Andaba inclinada hacia adelante, aunque sin precisar apoyo ninguno ni presentar tampoco su
paso carácter patológico u otra cualquiera singularidad visible. Sin embargo, se quejaba de grandes dolores al
andar y de que, tanto este movimiento como simplemente el permanecer en pie, le producían pronta e intensa
fatiga, viéndose así obligada a guardar reposo, durante el cual, si bien perduraba el dolor, era bastante
mitigado. Este dolor era de naturaleza muy indeterminada. (...) Como foco de sus dolores indicaba una zona
bastante extensa y mal delimitada, situada en la cara anterior del muslo derecho”

ANÁLISIS DEL CASO

¿Qué quiere decir este síntoma? Sólo sabemos que carece de una “base orgánica”, pero no su sentido. El cómo
llegó Freud a saber que poseen un sentido lo dejaremos para la última parte de nuestro ensayo, pero partiremos
afirmando que el síntoma expresa algo, es como un mensaje en clave cuyo contenido no podemos, de buenas a
primeras, descifrar.
Ampliaremos un poco la presentación realizada de este caso, diciendo que Isabel tenía 24 años y era la menor
de tres hermanas. Cuando su padre enfermó, se hallaba la sujeto enamorada de un joven conocido suyo, y debe
resignar la búsqueda de su compañía para poder cuidar al padre. En cierta ocasión, es invitada a una reunión
social a la que iba a asistir su enamorado e Isabel se resiste a ir, alegando que era prioritario para ella el
cuidado de su padre enfermo. No obstante, ante la insistencia de su familia y del propio padre, cambia de
opinión. Ya en la mencionada reunión, decide marcharse temprano, aunque el pedido de los invitados la
persuade a quedarse por más tiempo. Se retira tarde, y vuelve a su casa acompañada por el joven que ella
quería. Al llegar a su hogar, se entera que la salud del padre había empeorado, lo cual la lleva a hacerse los
más duros reproches por haberlo abandonado. Dice Freud sobre este punto: “Su primer síntoma histérico,
constituido por un intenso dolor en una zona determinada del muslo derecho, surgió durante la enfermedad del
padre. El análisis nos reveló claramente el mecanismo de este síntoma. Era un momento en el que el círculo de
representaciones correspondientes a sus deberes filiales entró en conflicto con sus deseos eróticos”. Podemos
apreciar acá que se presenta ya la idea de un conflicto entre diferentes ideas. A lo que debemos agregar lo
sucedido en cierto momento del tratamiento: “me sorprendió la enferma, poco después, con la noticia de que
ya sabía por qué los dolores partían siempre de determinada zona del muslo derecho y se hacían sentir en ella
con máxima intensidad. Era ésta la zona sobre la cual descansaba el padre, todas las mañanas, sus hinchadas
piernas, mientras ella renovaba los vendajes”.

Lo expresado en este fragmento nos da una primera aclaración del caso, y destacaremos como tema
fundamental que el contenido del conflicto no fluctúa tanto entre “deberes filiales” y amor por el joven, sino
entre los deseos incestuosos dirigidos al padre y la oposición de la defensa hacia ellos. Nos sentimos
autorizados a realizar esta observación por lo expresado por la propia sujeto en relación al lugar donde sus
dolores se sentían “con máxima intensidad”; esto es, donde el padre reposaba sus piernas para que ella lo
curase. La intensidad corresponde, como vimos en la primera parte, a la energía pulsional que se dirige por un
desplazamiento desde las representaciones eróticas incestuosas hacia la pierna de Isabel, que pasa a obtener de
esta manera el valor de una representación sustitutiva nimia, con la cual se deforma el deseo para obtener una
expresión. Dicho de otro modo: para la sujeto es mucho más tolerable un dolor físico que la aceptación de sus
deseos por el padre, que existían con máxima intensidad en su psiquismo inconsciente. También vimos que el
inicio de la represión secundaria se encuentra en la existencia de un conflicto psíquico, que se manifiesta
claramente acá.

Aunque estas observaciones nos aclaren bastante del caso, la señorita Isabel de R. tiene más para contarnos de
su historia (clínica). Luego de la muerte de su padre, se casa su hermana mayor con un hombre que
desagradaba a Isabel, y se marcha de la casa. Isabel se dedica entonces al cuidado de su madre enferma. Al
poco tiempo, se casa su otra hermana con un joven que agradaba a la sujeto. El día que llega por primera vez a
la casa, el cuñado saluda primero a Isabel, pensando que ella era su prometida. En otra ocasión, estando ya
casada la hermana le señala ésta que Isabel y su marido habrían podido también entenderse muy bien, al ver
cómo conversaban animadamente ambos. La sujeto veía en ellos a un matrimonio feliz, donde ambos se
trataban con cariño, se entendían con sólo mirarse, etc., y todo ello la lleva a reconciliarse con la idea del
matrimonio (que antes le disgustaba) y acrecienta su cariño por el cuñado.

La hermana tiene un hijo y, al poco tiempo, queda embarazada nuevamente. Durante el segundo embarazo,
comienza a mostrar serios problemas de salud. También la madre empeora y debe someterse a una operación
de la cual sale exitosa. Durante todo este tiempo, Isabel se había dedicado al cuidado de la madre enferma.
Entre el inicio de la enfermedad de la hermana y la operación de la madre, Isabel había podido compartir
algunos momentos con el “feliz matrimonio” y también un paseo a solas con su cuñado. A esto debe agregarse
un paseo que había realizado solitaria por una colina, en el cual la embargó la ensoñación del matrimonio con
un hombre como su cuñado. Luego de este paseo, aparecen con más fuerza los dolores (recordemos que ya se
habían manifestado luego de la muerte del padre). Dice Freud sobre estos episodios: “Cuando Isabel invitó a
su cuñado a acompañarla al paseo con el cual hubieron de relacionarse tan íntimamente sus dolores, no quería
aquél acceder al principio a ello, prefiriendo quedarse acompañando a su mujer; pero ésta le hizo cambiar de
propósito para complacer a su hermana. Isabel paseó, pues, durante toda la tarde con su cuñado, y tan de
acuerdo se sintió con él en los diversos temas de su diálogo, que experimentó con mayor intensidad que nunca
el deseo de hallar para sí un hombre que se le pareciese. Días después fue cuando subió a la colina que había
constituido el paseo favorito del feliz matrimonio, y sentada en un banco de piedra se perdió en el ensueño de
haber hallado una felicidad conyugal semejante a la de su hermana y ser amada por un hombre tan grato a su
corazón como su cuñado. Al levantarse sintió dolores en las piernas, que desaparecieron a poco; pero aquella
misma tarde, después del baño, surgieron de nuevo, y ya definitivamente”.

Cuando se repone su madre de la operación, asiste con Isabel a un balneario, aunque luego de alguna
vacilación ante la resistencia de alejarse de su hermana, que entre tanto había empeorado su estado de salud.
Estando ya en el balneario, son llamadas con urgencia para asistir a la hermana, más cuando llegan a destino
ésta había muerto. “Llegadas, por fin, a la habitación de la hermana y ante su lecho, comprobaron la triste
realidad, y en este momento, que imponía a Isabel la terrible certidumbre de que su hermana había muerto sin
tener el consuelo de su compañía ni recibir sus últimos cuidados; en este mismo momento cruzó por su
imaginación, como un rayo a través de la tempestuosa oscuridad, un pensamiento de distinta naturaleza:
«Ahora ya está él libre y puede hacerme su mujer»”.

Este último dato revelado por el análisis nos esclarece más el caso, dado que muestra la relación del síntoma
con otro grupo de representaciones inconscientes, vinculadas éstas a los deseos fratricidas, es decir, de muerte
de la hermana. Seguramente, estos deseos ya se encontraban reprimidos desde la primera infancia de la sujeto
–al igual que los deseos incestuosos vinculados al padre–, y se reavivan, se intensifican, al enamorarse Isabel
de su cuñado. Estos deseos infantiles reprimidos son los que ejercen una fuerza de atracción sobre aquellas
representaciones que entran en conexión asociativa con ellos, y además se cuenta el rechazo del yo como
segunda condición para que la represión se lleve a cabo. El retorno de lo reprimido se produce a través del
desplazamiento de la carga psíquica desde las ideas reprimidas hacia otra indiferente, que pasará a constituir,
en este caso, un síntoma. Dicho de otro modo, para la sujeto es mucho más soportable el dolor físico en sus
piernas y que le ocasiona “dificultades para andar”, que el dolor psíquico de saber que en su subjetividad
existen deseos eróticos vinculados al padre y también deseos de muerte hacia la hermana. Incesto y fratricidio,
ambos vinculados a los primeros objetos, y que le impiden un lazo exogámico satisfactorio con objetos
sustitutos debido a la fuerza, a la intensidad con que se encuentran cargados estos primeros objetos.
Nuevamente se nos plantea la existencia de un conflicto psíquico como condición de la represión.

El monto energético se transforma acá en dolor físico y no en alguna clase de afecto, motivo por el cual Freud
afirma que en la histeria de conversión permanece “sofocado”. Ya en la primera cita que introdujimos sobre
este caso, Freud menciona que “llevaba su enfermedad con extraordinaria conformidad, haciéndome pensar en
la belle indifferénce de los histéricos”. Por otra parte, las ideas o representaciones centrales en el caso de
Isabel están constituidas por el amor y la muerte, enlazadas –condensadas– ambas en el síntoma formado a
partir del retorno de lo reprimido.

Resumiendo, podemos apreciar la existencia de dos ideas centrales en Isabel, el amor y la muerte, vinculadas a
los primeros objetos y, por ende, a la endogamia. Ideas que se encuentran intensamente cargadas por la energía
pulsional que las torna muy intensas, y ello plantea un conflicto con el yo; dicho conflicto se resuelve por
medio de la represión (secundaria). Las ideas se tornan inconscientes, y retornan luego (tercer tiempo)
formando un síntoma en el cuerpo: los dolores en las piernas y las dificultades para andar. Por su parte, el
monto energético ve cortada por la represión su conexión con la idea y se manifiesta como dolor físico, mas no
como afecto. Ello permite hablar de la “bella indiferencia” de los histéricos. La contracarga del yo se mantiene
en actividad fijando la atención del sujeto en dicho dolor, que no es orgánico y del que desconoce su sentido.
No obstante, este desconocimiento es consciente, porque subjetivamente el sujeto sí lo posee; el inconsciente
es un saber no sabido para el yo, mas no para el sujeto, que constituye una estructura mucho más amplia y
compleja que el yo; el yo es una parte del sujeto. Recordamos acá una cita que comentamos con anterioridad:
“me sorprendió la enferma, poco después, con la noticia de que ya sabía por qué los dolores partían siempre de
determinada zona del muslo derecho y se hacían sentir en ella con máxima intensidad”. Esto es: el sujeto sabe
el porqué de su malestar, aunque no lo sepa conscientemente. El trabajo del análisis permite ir levantando las
represiones e ir haciendo consciente este saber reprimido.

Sobre el sentido del síntoma, citaremos una vez más a Freud: “Observando que la enferma cerraba el relato de
toda una serie de sucesos con el lamento de haber sentido «lo sola que estaba» (Stehen significa en alemán
tanto “estar” como “estar en pie”), y que no se cansaba de repetir, al comunicar otra serie, referente a sus
fracasadas tentativas de reconstruir la antigua felicidad familiar, que lo más doloroso para ella había sido el
sentimiento de su «impotencia» y la sensación de que «no lograba avanzar un solo paso» en sus propósitos, no
podíamos menos de conceder a sus reflexiones una intervención en el desarrollo de la abasia y suponer que
había buscado directamente una expresión simbólica de sus pensamientos dolorosos, hallándola en la
intensificación de sus padecimientos”.

De este modo, podemos apreciar que Isabel de R., una persona “normal” y que padecía sus dolores y su
malestar, también albergaba inconscientemente los deseos incestuosos y fratricidas que ya hemos referido.
Aunque cabe precisar que Isabel no es, en este aspecto, una excepción, sino más bien un “botón de muestra”,
ya que en todos los sujetos encontramos esta serie de deseos incompatibles con la vida psíquica consciente y
las ideas éticas y morales que el yo posee.

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