Procesal Publico PDF
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Público
(Derecho Procesal
IV)
1
EJE TEMÁTICO DERECHO PROCESÁL
IV (DERECHO PROCESÁL PÚBLICO)
SÚB-EJE TEMÁTICO 1:
PROCEDIMIENTO Y PROCESO
ÁDMINISTRÁTIVO:
MÁRCO JÚRIDICO Y
CÁRÁCTERISTICÁS EN LÁ NÁCION Y
EN LÁS PROVINCIÁS.
(SAM).
El procedimiento administrativo está formado por los cauces adjetivos dentro de los cuales
se desenvuelve la administración pública dentro de su propia esfera de actuación y que
culmina con el dictado de un acto administrativo. Existe un procedimiento general regulado
en las leyes de procedimientos administrativos (V.g. Ley 6658 Provincia de Córdoba) y
procedimientos especiales prescriptos en normas específicas entre los que se destacan: la
licitación (que es un mecanismo de selección de contratistas), el concurso (se utilizar para
selección del personal), el sumario (cauce previo a la aplicación de una sanción
administrativa)
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A nivel local cada provincia y municipalidad tiene su regulación propia del procedimiento
administrativo, siendo la de la Provincia de Córdoba la Ley 6658.
El proceso administrativo, en cambio, es una serie concatenada de actos que finaliza con el
dictado de una sentencia dictada por un tribunal independiente perteneciente al Poder
Judicial. En ese cauce la administración pública interviene como demandada o como actora
en el caso de la acción de lesividad.
f) de las Municipalidades
g) y de cualquier otro órgano o ente dotado de potestad pública, con facultad para decidir
en última instancia administrativa.
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Ello, incluso, ha permitido el control judicial de decisiones emanadas del TSJ en ejercicio
de función administrativa. Así el Máximo Tribunal provincial ha destacado que “Atento a
que en la demanda de autos se impugnan actos de naturaleza administrativa del Poder
Judicial, que se ha agotado la vía administrativa, conforme surge del Acuerdo Nº 43/95, el
cual resulta suficiente para vulnerar un derecho subjetivo emanado de la relación laboral
del demandante con el Poder Judicial, y por lo tanto, revisable en esta sede, debemos
concluir que la presente causa integra la competencia de la Cámara Contencioso
Administrativa”.
En cuanto a los hechos, los mismos quedan fuera del control de este fuero. Únicamente, van
a ser enjuiciados en la medida en que esa situación fáctica haya provocado un acto,
conducta que puede provocar el propio administrado.
En lo que hace a los reglamentos el Código no es claro en cuanto a si deben ser revisados
por el fuero contencioso administrativo. Creemos que no quedan dudas de la sumisión a ese
régimen en los casos en que ha habido aplicación de un reglamento a través de dictado de
un acto administrativo, pues en esos casos debe seguirse la vía recursiva. Ahora bien, si el
reglamento no ha sido aplicado, como el sistema procedimental cordobés no prevé un
mecanismo de impugnación en sede administrativa, estos podrán ser cuestionado
directamente por vía contencioso administrativa o por amparo ante la justicia ordinaria si
concurre la afectación derechos constitucionales del actor y los demás requisitos de
procedencia de la acción expedita.
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La materia excluida en la ley 7182
Por su parte, el Art. 2º de dicho cuerpo legal establece los aspectos que va a resultar
excluidos de la vía contencioso administrativa:
La valoración, en el caso concreto, de cuáles son los aspectos que pueden ser revisados
debe ser interpretada restrictivamente.
No estamos de acuerdo con esa posición en tanto entendemos que debe permitirse el control
de los aspectos formales y reglados de la decisión, así como su razonabilidad. También
debe autorizarse la fiscalización de los actos de ejecución de tales decisiones como los
supuestos en que provoquen un perjuicio al administrado.
Según lo señala Sesin “Lo que no puede revisar ni sustituir el juez, es el contenido
intrínseco, la libertad de apreciación política de la oportunidad, merito o conveniencia, ni la
posibilidad de la elección entre varias opciones válidas dentro de la juridicidad, porque ello
implicaría violentar la división de poderes y su zona de reserva”4, razón por la cual sugiere
un control procedimental del acto político.
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Esa zona liberada a la valoración de la autoridad pública existe en la medida en que la
actividad del órgano no se encuentra reglada por el marco normativo; pues en este último
supuesto el administrado tiene derecho a una determinada decisión por parte de la
administración.
Resulta útil recodar, que en el derecho administrativo francés del siglo XVIII se concebía a
la administración pública vinculada de manera negativa al principio de legalidad,
efectuándose desde la doctrina una división tajante entre actos administrativos reglados y
discrecionales. Estos últimos, denominados también actos de pura administración,
escapaban por su naturaleza a toda crítica de legalidad y a cualquier especie de control
judicial.
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o Facultades regladas y discrecionales.
Esa dinámica del proceder estatal, ha sido reflejada por la Corte Nacional en un importante
precedente al expresar que “mientras en algunos supuestos el ordenamiento jurídico regula
la actividad administrativa en todos sus aspectos –reemplazando así el criterio del órgano
estatal al predeterminar qué es lo más conveniente para el interés público y reducir su
actividad a la constatación del presupuesto fáctico definido por la norma en forma completa
y la aplicación de la solución que la ley agotadoramente ha establecido (poderes reglados o
de aplicación legal automática)-, en otras ocasiones el legislador autoriza a quien debe
aplicar la norma en el caso concreto para que realice una estimación subjetiva que
completará el cuadro legal y condicionará el ejercicio para ese supuesto de la potestad
atribuida previamente o de su contenido particular al no imponerle, por anticipado, la
conducta que debe necesariamente seguir (facultades o potestades de ejercicio
discrecional)”.
El análisis de la jurisprudencia del Alto Tribunal revela una tendencia generalizada a negar
la justiciabilidad de las decisiones de la administración pública adoptadas en el marco de la
discrecionalidad, aunque cabe destacar que esa regla se ha ido flexibilizando.
Así, en “Guasti”, al revocar la sentencia del inferior que había declarado la nulidad de una
resolución de la Junta de Calificaciones de la Policía Federal que dispuso el pase
obligatorio a retiro del actor, la Corte Federal consideró que el tribunal inferior había
sustituido el criterio de un órgano establecido por la ley con una finalidad específica cuya
aptitud para calificar al personal policial “comporta[ba] el ejercicio de una actividad
discrecional que no e[ra susceptible, en principio, de justificar el control judicial”.
Empero, esta doctrina del Alto Tribunal contraria a permitir el control judicial de las
decisiones discrecionales fue suavizándose paulatinamente en los últimos años. En esa
inteligencia la Corte ha señalado más recientemente que “la esfera de discrecionalidad de
los entes administrativos no implica en absoluto que éstos tengan un ámbito de actuación
desvinculado del orden jurídico o que aquélla no resulte fiscalizable [...] ni constituye una
libertad de apreciación extralegal que obste a la revisión judicial”22 para luego precisar en
otro precedente que “el control jurisdiccional sobre la discrecionalidad se limita a corregir
una actuación administrativa ilógica, abusiva o arbitraria pero no implica que el juez
sustituya a la Administración en su facultad de decidir en aspectos fácticos que no
presenten aquellos vicios, ya que dicha competencia jurisdiccional es revisora, no
sustitutiva”.
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Control de la discrecionalidad por los elementos reglados del acto
administrativo.
Este mecanismo de control, utilizado también en el derecho comparado consiste en la
fiscalización de la discrecionalidad a través del control de los elementos reglados del acto
administrativo entre los que se destacan la competencia, la causa, la forma y la finalidad27,
verificándose de ese modo la regularidad externa de la decisión adoptada por la
administración pero no el núcleo de la discrecionalidad de la decisión adoptada.
Esa misma técnica fue utilizada en la causa “Solá”. En el caso, se trataba de una demanda
por la cual se solicitaba la declaración de nulidad del decreto que dispuso el cese en sus
funciones de los actores como fiscales adjuntos de la Fiscalía Nacional de Investigaciones
Administrativas. Allí, la Corte estimó que el acto de cesantía se encontraba viciado en el
elemento causa. Para arribar a ese resultado expresó que es “precisamente la legitimidad –
constituida por la legalidad y la razonabilidad- con que se ejercen tales facultades
[discrecionales], el principio que otorga validez a los actos de los órganos del Estado y que
permite a los jueces, ante planteos concretos de parte interesada, verificar el cumplimiento
de dichas exigencias, sin que ello implique la violación del principio de división de poderes
que consagra la Constitución Nacional”
Similar criterio, adoptó luego en “Lema” donde -al remitir al dictamen del Procurador-
consideró que la conducta desplegada por la administración al limitar el plazo de cuatro
años establecido normativamente para el ejercicio del cargo de auditor de fiscalización
resultaba ilegítimo, habida cuenta que si bien podía sostenerse que el acto revocatorio del
mandato implicó el ejercicio de facultades discrecionales esa circunstancia no dispensa[ba]
a la administración “de observar un elemento esencial como es la motivación suficiente,
pues es precisamente en este ámbito de la actividad administrativa donde la motivación se
hace más necesaria”
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La causa “Entre Ríos” también constituye un precedente valioso sobre dicho mecanismo de
control de la discrecionalidad. Allí, el fiscal de la Provincia de Entre Ríos y el interventor
del Ente Provincial Regulador de la Energía promovieron acción de amparo cuestionando
varias resoluciones de la Secretaría de Energía de la Nación por medio de las cuales se
reconocía a las empresas de los países interconectados carácter de agentes del Mercado
Eléctrico Mayorista lo que terminaba implicando un aumento de la tarifa para los actores.
El Máximo Tribunal, decidió rechazar in limine la acción considerando –entre otras
cuestiones- que en el caso no se advertía “la configuración de una ´arbitrariedad manifiesta´
que permita continuar con la acción promovida”. En lo que hace al punto de análisis señaló
que “es dable recordar que el control de legalidad administrativa y el control de
constitucionalidad que compete a los jueces en el ejercicio de su poder jurisdiccional, no
los faculta para sustituir a la administración en la determinación de las políticas o en la
apreciación de los criterios de oportunidad [...] y mucho menos ciertamente en la fijación o
aprobación de tarifas por la prestación de servicios. Ello no obsta al ejercicio del citado
control de legalidad respecto del procedimiento seguido y las bases normativas que deben
ser tenidas en cuenta para la fijación de tarifas”.
Es que, evidentemente, a pesar del carácter técnico de tales decisiones tales actos deben ser
pasibles de revisión judicial a través del control de la verificación de los hechos invocados
y de la aplicación de pautas científicas o académicas razonables.
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En esta línea, se inscribe el precedente “Ojeda” en donde se atacaba la resolución del
Tribunal Administrativo de la Navegación por medio de la cual se había declarado
responsable al actor de un abordaje. El Alto Tribunal desestimó el planteo del actor
resaltando, entre otras cosas, que “la idoneidad que en materia náutica representa la calidad
de los integrantes del Tribunal Administrativo de la Navegación avala sus conclusiones
acerca de las complejas situaciones fácticas que se corresponde dilucidar, lo que coloca a
los magistrados que deben ejercer el control judicial ante un pronunciamiento de naturaleza
eminentemente técnica sobre los hechos acaecidos, del que sólo cabría apartarse –en ese
aspecto fáctico-mediando razones de grave entidad que, a juicio de esta Corte, no concurren
en la especie”
Control de razonabilidad.
La razonabilidad, no es una exigencia que sólo deba predicarse del acto administrativo, sino
que como se evidencia en el derecho comparado, es exigible a todo el actuar del Estado,
con fundamento en el Art. 28 de la C.N., sea que trate del ejercicio de actividad reglada o
discrecional, aunque en este último campo, el mentado recaudo, se muestra como un
mecanismo apropiado para el control de este tipo de facultades.
Como lo ha destacado Gelli, existen varios criterios para controlar la razonabilidad de los
actos estatales. El primero de ellos, implica un nivel básico y mínimo de control y consiste
en realizar un análisis de relación, entre los fines que se procuran con el dictado del acto y
los medios elegidos para alcanzarlos. Es decir, según este patrón, para que el acto
administrativo se muestre como razonable, basta con que el contenido del mismo, resulte
idóneo o apto para lograr la finalidad perseguida por el órgano del cual emana.
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El segundo de ellos, evidencia mayor estrictez que el anterior, puesto que aquí se evalúa,
que entre el contenido del acto y su finalidad, exista relación de proporcionalidad,
verificando, de este modo, que el medio escogido por la autoridad no exceda –por su
desproporción- al fin público perseguido. De esta manera, como lo ha destacado la
jurisprudencia la proporcionalidad “actúa como un límite impuesto a la actividad de los
poderes públicos, consistente en mantener un nexo de adecuada proporción entre el fin
perseguido y los medios puestos en acción para su realización”.
Por último, evidenciando un control más estricto por parte del juez, que en los supuestos
analizados, encontramos el estudio de costos y beneficios que trae aparejado el dictado de
un acto administrativo, lo cual, se acerca en la práctica al análisis de oportunidad y
conveniencia, poniendo en peligro el principio de la división de poderes pues, tal forma de
proceder se encuentra vedada al Poder Judicial, incluso en el derecho comparado.
El mismo criterio, siguió en “Ducilo S.A” en la cual se perseguía por vía de amparo que la
Secretaría de Comercio Exterior se abstuviera de clausurar preventivamente el
establecimiento de la actora mientras se realizaba una investigación por la comisión de una
supuesta infracción. La Corte convalidó la sentencia que había hecho lugar a lo
peticionado.
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Esa secuencia jurisprudencial continúa en la causa “Jalife”. Allí, se cuestionaba por vía de
amparo la clausura preventiva del establecimiento comercial de la actora dispuesta por la
Secretaría de Industria y Comercio confirmó la sentencia del inferior que había declarado la
invalidez de dicho acto administrativo.
En “Industria Maderera Lanín S.R.L.”, donde la actora reclamaba los daños provocados al
impedírsele la explotación forestal de una zona en el Parque Nacional Lanín, la Corte -al
revocar la sentencia anterior y ampliar el monto del reclamo- consideró que el contrato de
concesión en que respaldaba su reclamo la actora no se había perfeccionado por los
obstáculos creados por la Administración Nacional del Parques y por su actuar arbitrario, lo
que habilitaba al Alto Tribunal efectuar un control de razonabilidad con que fueron
ejercidas las facultades discrecionales.
Esta doctrina es reiterada luego en “Almirón”. Se trataba de una demanda iniciada por la
actora en representación de su hija menor de edad por medio de la cual se procuraba
cuestionar la medida del Instituto Superior de Educación Católica que impedía el ingreso a
esa institución por carecer de aptitud psíquico-física por carecer de visión en un ojo. A
partir de ello, la Corte consideró -al confirmar la sentencia del inferior- que “la exigencia de
la visión en los dos ojos no guarda relación de proporción con el objetivo de estudiar el
profesorado de geografía, y por el contrario, significa un atentado en el caso, al pleno
ejercicio de los derechos de aprender y enseñar consagrados en el Art. 14 de la Constitución
Nacional”.
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efectuado un control de relación entre medios y fines y excepcionalmente de
proporcionalidad.
A esta técnica de control acudió la Corte para resolver la causa “Mocchiutti”68. En este
caso, al cuestionar el actor la integración de un jurado de concurso docente universitario
con un estudiante y un egresado, el Alto Tribunal consideró que su control recaía sobre un
concepto jurídico indeterminado que en el caso consistía en establecer si el estudiante
cumplía con los requisitos de “idoneidad” que requería la normativa que regulaba el
concurso.
Luego, en la causa “Solá” –cuyos hechos ya han sido reseñados con anterioridad-, la Corte
también hizo un control a través de la determinación de un concepto jurídico indeterminado
pues debió analizar si los actores habían incurrido en “mala conducta”.
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Idéntica técnica se utilizó en la causa “Maruba”, en donde la empresa actora reclamaba los
daños provocados por incumplimiento contractual de Estado Nacional en razón de la
modificación de las pautas tarifarias durante la ejecución del contrato, afectando, de ese
modo, su ecuación económico-financiera. Allí, el cimero tribunal debió determinar qué se
entendía por “razonable rentabilidad” y en virtud de ello, terminó rechazando la demanda
pues consideró que la rentabilidad de la accionante había sido razonable.
La posibilidad del poder judicial de analizar lo relativo a los hechos determinantes en los
que se funda un acto administrativo fue admitido por la Corte en la causa “López de
Reyes”. En tal sentido, el Alto Tribunal señaló que los jueces poseen “la potestad de
revocar o anular la decisión administrativa sobre los hechos controvertidos”.
En esa misma inteligencia, ha expresado la Corte en otro precedente más reciente que “La
exactitud material de los hechos que motivan la decisión administrativa constituye una
condición general de legalidad de todo acto administrativo por lo que, como se ha dicho,
los jueces están facultados para verificar la materialidad de las faltas que motivan las
medidas discrecionales”.
Esa pauta de control, fue utilizada por la Corte Suprema en la causa “Emisiones Platenses
S.A.” en tanto entendió que si bien la distribución de los espacios de publicidad estatal
constituía el ejercicio de facultades discrecionales de la entidad pública demandada, el
desarrollo de esa actividad no podía violentar en el caso el derecho a la libertad de prensa.
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En definitiva, el recorrido jurisprudencial realizado pone de manifiesto una tendencia
marcada de la Corte Federal a rechazar el control de las facultades ejercidas dentro del
marco de la discrecionalidad administrativa.
Con relación a ello, la Cámara del Trabajo ha señalado que una vez “Agotadas las
instancias que impone la Ley 6658, queda expedita la vía judicial pertinente para reclamar
la nulidad del acto, ya por vicios de forma o fondo, es decir, la acción contencioso
administrativa, por tratarse en la especie del ejercicio de una función administrativa, por
parte del organismo estatal quedando excluida de la competencia de los Tribunales
laborales en caso contrario implicaría invadir la esfera de actuación de otros órganos
jurisdiccionales como lo son las Cámaras en lo Contencioso Administrativo, únicos
competentes en función de lo dispuesto por los dispositivos constitucional y legales citados
para declarar la invalidez o nulidad de un acto administrativo”.
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La técnica impugnatoria del acto administrativo como nota de su
especialidad.
A diferencia de lo que ocurre con los actos jurídicos emanados del derecho privado los
actos administrativos deben haber causado estado para poder ser sometidos al escrutinio
judicial. Esto último significa que debe tratarse de un acto administrativo definitivo (es
decir que haya resuelto sobre el fondo del asunto) o asimilable a definitivo (cuando si bien
no resuelve sobre el fondo de la cuestión no permite proseguir por causar un gravamen)
contra el cual se hayan interpuesto todos los recursos pertinentes dentro de los plazos
previstos produciéndose el agotamiento de la vía administrativa.
EL ÁGOTÁMIENTO DE LÁ VIÁ
ÁDMINISTRÁTIVÁ. OBJETO Y
CONDICIONES.
(SAM).
Una vez agotadas las instancias administrativas el acto puede ser revisado judicialmente.
Debe quedar bien en claro, que si el administrado no impugna en tiempo y forma el acto
administrativo que le causa gravamen éste deviene firme y no puede ser revisado
judicialmente, quedando dentro de la zona de reserva de la administración pública.
Entonces, debe quedar en claro que en el ámbito del derecho administrativo, rige la
necesidad del agotamiento de la vía administrativa como requisito previo e ineludible, para
arribar a sede judicial con la intención de cuestionar los actos de la administración pública.
Como fundamento de esa prerrogativa de la administración pública se ha invocado la
necesidad de obtener una decisión de la autoridad jerárquica superior, de permitirle a está la
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corrección de lo decidido en una instancia inferior, de posibilitar una etapa de conciliación
entre las partes antes de promover un pleito.
(ORGAZ).
Agustín GORDILLO al referirse a esta cuestión expresa: "[ ... ] La habilitación de la vía
judicial o el agotamiento de la vía administrativa vendrían a funcionar en ese esquema
antiguo como condición previa a la existencia de competencia judicial, lo cual es una
irrazonable restricción a la garantía constitucional, supranacional e internacional de acceso
inmediato y expedito a una instancia judicial pronta y cumplida [ ... ]".
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En la Provincia de Córdoba, el requisito del agotamiento de la vía administrativa, tiene
rango constitucional.
Asimismo, el Código Contencioso Administrativo (ley 7182), determina que para acceder a
la jurisdicción contencioso administrativa deben cumplirse una serie de requisitos, entre
ellos, "que el acto administrativo haya causado estado en razón de haberse agotado a su
respecto las instancias administrativas [. .. ]"(art.1°,inc. a).
La Cámara Quinta Civil y Comercial de Córdoba determinó: "Con la sanción del artículo
178 de la Constitución de la Provincia de Córdoba, las personas jurídicas públicas, en el
ejercicio de las funciones administrativas que tienen asignadas, quedan sujetas al control
judicial de conformidad a la ley de la materia vigente -en la actualidad la ley 7182-y previo
el agotamiento de la vía administrativa".
Por todo ello, el agotamiento de la vía administrativa adquiere gran relevancia en el sistema
jurídico vigente en la Provincia de Córdoba porque:
-Porque el procedimiento recursivo llevado a cabo -en el supuesto que nos ocupa-para
obtener un acto administrativo que causa estado, es un instrumento de control del ejercicio
de la función administrativa.
En efecto, Pablo Esteban PERRINO respecto a esta cuestión, expresa: "El requisito del
agotamiento de la vía administrativa, calificado por GARCÍA DE ENTERRÍA como 'una
reduplicación del privi1egio de la decisión previa', con razón viene siendo duramente
controvertido por la doctrina ya que, debido a su muchas veces inadecuada regulación y en
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otras a su irrazonable aplicación, convierte en un numero muy significativo de casos-el
tránsito previo por la vía administrativa en una trampa o carrera de obstáculos para el
litigante, y demora injustificadamente el acceso a la jurisdicción.
De ahí que ante los abusos en que se ha incurrido en su reglamentación y aplicación, las
opiniones doctrinarias mayoritarias postulan, cuando no su eliminación, su morigeración
mediante una reforma sustancial del régimen recursivo propugnando el carácter facultativo
de los recursos administrativos".
En idéntico sentido, según los alcances que asigna Juan Carlos CASSAGNE al art. 18 de la
Constitución Nacional, cuya regulación se integra con las disposiciones del Pacto de San
José de Costa Rica en sus arts. 5°y 25, que consagran el derecho a la tutela judicial efectiva,
ha expresado la existencia de una incompatibilidad del esquema del dogma revisor o de
exigencia de agotamiento previo de vía administrativa, con los principios de la tutela
judicial efectiva y de la división de poderes, propugna ese autor la morigeración de esas
exigencias previas recordando al español GARCIADE ENTERRIA, quien ha afirmado que
el dogma revisor en sede administrativa es "un puro convencionalismo procesal que
actuaba en beneficio exclusivo de una sola de las partes del proceso, la Administración
Pública".
Como vimos, los actos administrativos deben ser impugnados en sede administrativa a
través de la interposición de los recursos reglados dentro de un plazo de caducidad. Una vez
que se ha producido el agotamiento de la vía administrativa ese acto debe ser cuestionado
en sede judicial dentro de los plazos de caducidad que prevén las normas específicas. El
fenecimiento de esos términos fatales determina la firmeza de la decisión y la imposibilidad
de su revisión judicial.
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Existe una teoría que sostiene la “imprescriptibilidad de los vicios que posen una nulidad
absoluta”. A partir de ello se considera que para el cuestionamiento de un acto
administrativo que porta una nulidad absoluta e insanable no existen plazos de caducidad ni
de prescripción para promover acción judicial. Cabe destacar que esta postura no ha tenido
acogida en la actualidad por los tribunales en nuestro sistema federal ni en la Provincia de
Córdoba.
(SAM).
Por lo general, las consecuencias de este incumplimiento formal varían en cada regulación
normativa. En algunos ordenamientos, como el federal, se prevé que una vez vencidos los
plazos para que la autoridad administrativa resulte se produce la denegatoria tacita de lo
solicitado por vía de silencio. En otros sistemas, en cambio, para que se produzca el
silencio es necesaria la interposición de un pronto despacho.
El Art. 10 de la LNPA establece el instituto de la denegatoria tácita para los supuestos que
la administración no se ha pronunciado dentro del plazo previsto al efecto. Ello implica
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otorgarle al silencio un efecto negativo de la pretensión del administrado. Sólo puede
atribuírsele un carácter positivo cuando lo autorice expresamente una norma.
Esa herramienta que constituye una orden judicial de pronto despacho de las actuaciones
administrativas, se encuentra regulada en el Art. 28 de la L.N.P.A.
De acuerdo a lo establecido por dicha norma el amparo por mora será viable en la medida
en que hayan vencido los plazos para que la autoridad administrativa se pronuncie. En caso
de que no esté previsto un plazo, deberá aguardarse un tiempo razonable.
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El amparo por mora provincial.
Ya hemos mencionado más arriba que el amparo por mora es una acción que tiene por
objeto lograr un mandato judicial que imponga a la administración el dictado de un acto
administrativo.
Al respecto, el Art. 52 de la Const. Prov., tiene establecido que “Para el caso de que esta
Constitución, una ley u otra norma impongan a un funcionario, repartición o ente público
administrativo un deber concreto a cumplir en un plazo determinado, toda persona afectada
puede demandar su cumplimiento judicialmente y peticionar la ejecución inmediata de los
actos que el funcionario, repartición o ente público administrativo se hubiera rehusado a
cumplir. El juez, previa comprobación sumaria de los hechos enunciados, de la obligación
legal y del interés del reclamante, puede librar mandamiento judicial de pronto despacho en
el plazo que prudencialmente establezca.”
En consonancia con el Art. 1° de la Ley 7182, son considerados sujetos pasivos del amparo
por mora todo órgano o persona de derecho público estatal o no estatal, dotado de potestad
pública, en todos los casos en que actúen en ejercicio de la función administrativa.
La competencia para la tramitación de los amparo por mora está reservada a los tribunales
que tienen atribuida la materia contenciosa administrativa.
El Art. 5º establece cuales son los requisitos que deberá reunir el escrito de demanda, entre
los que se destacan los siguientes:
2) Relación circunstanciada del deber omitido por la administración, con indicación precisa
del derecho subjetivo o interés legítimo afectados, de la norma que predetermine en
concreto la obligación y de la autoridad administrativa involucrada.
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El Art. 6º contempla la posibilidad de rechazar in limine, es decir, sin sustanciación la
demanda de amparo por mora cuando la misma fuera manifiestamente inadmisible.
Luego de sustanciada la prueba ofrecida el juez dictará sentencia. En caso de ser admitida
la acción se ordenará a la administración el dictado de un acto administrativo dentro del
plazo que se fije al efecto.
No debe soslayarse el contenido del Art. 11 en cuanto establece que las resoluciones que se
dicten serán irrecurribles. Las partes sólo podrán interponer los recursos de casación,
revisión e inconstitucionalidad.
Es importante destacar que el Art. 12 pone sobre el tribunal la carga de impulsar el proceso.
HÁBILITÁCION DE LÁ INSTÁNCIÁ.
OBJETO.
(SAM).
Se ha señalado que un acto que causa estado es aquel que es definitivo contra el cual, se
han interpuesto en tiempo y forma los recursos administrativos, produciéndose el
agotamiento de la vía administrativa.
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Una vez promovida la demanda, el cumplimiento de estos recaudos le corresponde al
tribunal contencioso administrativo competente. Ese análisis previo a la notificación de la
demanda se denomina habilitación de instancia y de ser favorable implicará que el
administrado está en condiciones de enjuiciar a la administración pública.
El fundamento de la realización de este juicio previo tuvo por objeto evitar la tramitación
de largos pleitos para luego advertir que no se había agotado correctamente la vía
administrativa o que se había soslayado el cumplimiento de los plazos de caducidad para
promover la acción contencioso administrativa.
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a) Actos Administrativos.
a) Que el acto sea definitivo para lograr de ese modo que el órgano jurisdiccional supervise
las decisiones que evidencian la voluntad de la administración pública y no los que son
preparatorios de ésta o están orientados a que la autoridad de pronuncie.
A esos efectos, un acto administrativo debe ser considerado como definitivo cuando
resuelve, sea de manera directa o indirecta, sobre el fondo de la cuestión debatida en el
expediente, poniendo en evidencia la voluntad de la administración pública86.
En inciso b) del Art. 23 hace referencia a los casos en que el acto es asimilable a definitivo,
esto es cuando el acto no resuelve sobre el aspecto principal pero impide la tramitación de
la petición formulada, como ocurre por ejemplo con la declaración de caducidad del
procedimiento.
En ambos casos –acto definitivo y asimilable a tal- el Art. 25 establece que la acción
judicial impugnatoria deberá ser interpuesta dentro del plazo perentorio de noventa días
hábiles judiciales contados desde la notificación del acto administrativo, de conformidad a
las previsiones del R.N.P.A.
El Art. 40 del R.N.P.A. establece que en las notificaciones de los actos administrativos se
“indicarán los recursos que se puedan interponer contra dicho acto y el plazo dentro del
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cual deben articularse los mismos, o en su caso si el acto agota las instancias
administrativas”.
Entonces, si bien a partir de la notificación del acto éste adquiere eficacia (Art. 11
L.N.P.A.) para ello, debe realizarse correctamente y cumpliendo con los recaudos que
destacamos en el párrafo anterior.
Dicho precepto indica que cualquier omisión o error en la indicación de aquellos extremos
“no perjudicará al interesado ni permitirá darle por decaído su derecho”. Esta última parte
de la norma ha recibido sus críticas pues, no parece correcto que si la notificación es
defectuosa comiencen a correrle los plazos al administrado para interponer los recursos que
por omisión de la autoridad, no sabe cuáles son, denotando dicho precepto la aplicación del
informalismo pero a favor de la administración ya que su propia torpeza la favorece.
En el supuesto en que se omita indicar los recursos que deben interponerse, a partir del día
posterior al de la notificación “se iniciará el plazo perentorio de sesenta días para deducir el
recurso administrativo que resulte admisible”.
Por último, el Art. 40 contempla el supuesto específico de los recursos judiciales directos.
En el caso, en que se omita su indicación, a partir del día siguiente al de su notificación “se
iniciará el plazo de sesenta días hábiles judiciales para deducir el recurso previsto en la
norma especial”. Sobre este punto, Hutchinson88 ha cuestionado la validez de esa cláusula,
ya que, si el plazo para interponer el recurso judicial o directo ha sido establecido por una
ley no puede ser modificado por un reglamento como el decreto 1759/72 (R.N.P.A.) por
aplicación del principio de paralelismo de formas.
b) Vías de Hecho.
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virtud de norma expresa impliquen la suspensión de los efectos del acto administrativo o
que habiendo sido dictado no haya sido notificado pues esta última es su condición de
eficacia (Art. 11 LNPA)
En los casos de vías de hecho los noventa días hábiles judiciales debe ser contados desde el
día en que fueren conocidos por el afectado (Art. 25 Inc. d)
c) Reglamentos.
Los reglamentos se encuentran constituidos por las normas generales que dicta el Poder
Ejecutivo, en general, sobre aquellas materias que pertenecen su zona de reserva. A través
de su dictado, no se aplica una ley sino la propia Constitución de manera directa.
Por su parte, Gordillo ha definido a este tipo de reglamentos como una declaración
unilateral realizada en ejercicio de la función administrativa que produce efectos jurídicos
generales en forma directa.
En este punto, debe tenerse presente que en el marco del Decreto-ley 19.54996, dicha
distinción, no tiene efectos prácticos97 habida cuenta que dicho cuerpo legal hace
referencia a los actos de alcance general. Dicha circunstancia, ha llevado a Cassagne a
sostener que todos los reglamentos y demás actos de alcance general se encuentran
comprendidos dentro del régimen de impugnación.
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Forma de impugnar los reglamentos. Plazos.
En el marco de la L.N.P.A., los actos de alcance general pueden ser impugnados a través de
las siguientes maneras:
Ahora bien, como lo analizaremos a continuación, la práctica judicial evidencia que los
administrados utilizan muy pocas veces el reclamo administrativo impropio a la hora de
cuestionar actos de alcance general ya que, por lo general, acuden a la acción de amparo o
bien aguardan su aplicación a través de un acto particular e impugnan el mismo a través de
la vía recursiva.
Resulta importante señalar, que la petición del administrado frente al acto de alcance
general o individual que lo aplica, debe tener por objeto lograr la derogación o
modificación parcial de aquél y no la exclusión de su contenido. Pues, la petición del
administrado no puede estar dirigida a requerir que no se le aplique el reglamento, en virtud
de la vigencia del principio de inderogabilidad singular de los reglamentos. A causa de este
principio, “ningún órgano administrativo puede válidamente violar sus propias
reglamentaciones” y por ello, el administrado, no puede quedar excluido –mediante un acto
administrativo individual- de la aplicación de un reglamento dado que la administración se
encuentra vinculada por la juridicidad. Pues, “siempre debe prevalecer el reglamento
anterior sobre el acto individual posterior”.
Una vez interpuesto el RAI pueden darse, al menos, tres alternativas posibles:
A pesar de lo que establece el último precepto legal citado, Bianchi sostiene que contra el
acto que resuelve el RAI puede interponerse el recurso de reconsideración previsto en el
Art. 100 del mismo cuerpo legal y el mismo, suspende el plazo de noventa días hábiles
judiciales previsto en el Art. 25 de la ley 19.549. Asimismo, este autor considera que contra
dicho acto en el caso de que sea procedente –en virtud de la jerarquía del funcionario que
resuelve la denegación del RAI- puede interponerse recurso jerárquico y los plazos se
mantendrán suspendidos hasta la resolución del mismo.
Sobre tal punto no existe acuerdo. Para algunos, no existe normado un plazo para ello
aunque para otros, la administración tiene sesenta días para resolver el reclamo por
aplicación del Art. 10 de la ley 19.549 y en caso de silencio, el interesado debe interponer
pronto despacho y trascurridos treinta días más si que exista resolución, se configura la
denegatoria tacita113. Por su parte, Cassagne propugna aplicar el plazo genérico de 10 días
establecido por el Art. 1º, ap., e) de la LNPA o el establecido para el silencio en el Art. 10
de la misma ley.
30
Excepciones a la necesidad de interponer RAI:
Si bien la normativa federal es clara al exigir la previa interposición del RAI, a los fines de
poder revisar judicialmente el contenido del reglamento, existen supuestos en donde la
doctrina o la jurisprudencia ha considerado que ello resulta innecesario. Entre tales causales
pueden enumerarse las siguientes:
Ritualismo inútil.
El ritualismo inútil, fue derogado por la ley 25.344 como excepción a la necesidad de
interponer reclamo administrativo previo a promover la demanda judicial. A pesar de ello,
los tribunales no han vacilado en sostener su vigencia.
En este sentido, la C.N.C.A.F. ha señalado que “el ritualismo inútil traduce un principio
jurídico que subsiste como tal, no obstante haber sido normativamente suprimido por la
reforma que la ley 25.344 (Art. 12) introdujo al Art. 32, Inc. e, de la ley 19.549”.
Asimismo, desde la doctrina, se ha indicado que la subsistencia de la excepción basada en
el ritualismo inútil conserva vigencia ya que, tiene su fundamento en normas
constitucionales (Art. 18 C.N.) y en los tratados internacionales con jerarquía
constitucional. (Art. 75 Inc. 22 y 24 C.N.).
En lo que hace la aplicación de la noción de ritualismo inútil, dentro del ámbito del RAI, en
la causa “Caplan”117 la C.N.C.A.F. ya había señalado que “la exigencia de la previa
interposición de un reclamo administrativo impropio en los términos del Art. 24 Inc. a) de
la ley 19.549, no sería imprescindible cuando ello importe un inconducente y excesivo rigor
formal, dilatorio de la defensa en juicio garantizada en el Art. 18 del Constitución
Nacional”.
En otra causa, el mismo tribunal estimó que constituía un ritualismo inútil el exigir la
previa interposición del RAI –con la correlativa afectación del derecho de defensa del
administrado-. Pues, teniendo en cuenta que la finalidad de aquél remedio es que el órgano
del que emanó el reglamento lo revise “lo relevante es que ello sea probable y no
meramente posible, en el caso concreto”. Luego, señaló que de los considerandos de la
norma se desprendía que no existían buenas razones para suponer la modificación de tal
criterio.
También, se ha señalado que el “exceso de rigor formal (que sin dudas se configuraría si no
se reconociera al administrado la posibilidad de prescindir del reclamo de aquellos
supuestos excepcionales en los que –como en el sub lite- se ha comprobado de modo
31
manifiesto la oposición de la administración) resulta incompatible con las reglas del debido
proceso y el adecuado servicio de justicia”. Pues, “Si la administración demandada al
contestar la demanda se opone a su progreso en una clara actitud negativa a la pretensión,
obligando al administrado a reclamar en sede administrativa sobre la pretensión incoada,
constituiría un ritualismo inútil que no debe admitirse.
Planteo de inconstitucionalidad.
En idéntico sentido, Soria ha señalado que si “el objeto perseguido por la pretensión se
circunscribe al planteo de inconstitucionalidad de una norma legal sobre cuya base se
fundamenta el obrar administrativo, exigir la vía previa también fue considerado ritual, por
cuanto, se entiende, esas cuestiones no pueden ser dirimidas por la Administración, sino,
exclusivamente, por el órgano jurisdiccional.
32
Forma indirecta: Recurso administrativo:
El Art. 24 de la L.N.P.A señala que “El acto de alcance general será impugnable por vía
judicial: [...] b) cuando la autoridad de ejecución del acto de alcance general le haya dado
aplicación mediante actos definitivos y contra tales actos se hubieren agotado sin éxito las
instancias administrativas”
Como surge del precepto legal citado, el mecanismo indirecto de impugnación se efectiviza
a través de la interposición de los recursos administrativos pertinentes contra el acto de
aplicación del reglamento, conforme el Art. 73 del R.N.P.A.
Resulta imperioso, que el derecho que de dice lesionado, se derive de acto de alcance
general habida cuenta que, lo que se impugna no es la invalidez del acto de aplicación sino
el reglamento que le da base. Dicha impugnación puede estar motivada tanto en razones de
legitimidad como de oportunidad, tal como lo establece el último precepto legal citado.
Una vez interpuesto el recurso, deberá seguirse el cauce recursivo que será objeto de
tratamiento en un capítulo especial.
Resulta importante indicar, que el amparo, no se abre como una posibilidad en igualdad de
condiciones al RAI, sino que esta acción expedita y rápida, requiere el cumplimiento de
ciertos recaudos –procesales y sustanciales- que de omitirse obstan su procedencia. En tal
orden, la nulidad del reglamento debe ser manifiesta u ostensible para que proceda este
medio de tutela, en cambio, ello no es preciso para la procedencia del RAI habida cuenta
que basta su ilegitimidad.
33
Efectos de la derogación y de la anulación judicial del acto de alcance general:
Primero que todo, debe diferenciarse entre los efectos de su derogación en sede
administrativa y su anulación en sede judicial, es decir los efectos de una sentencia que
anula un reglamento.
En sede administrativa, el Art. 83 del RLNPA establece que los reglamentos pueden ser
derogados, de manera total o parcial y reemplazarse por otros. Dicha atribución, puede
efectuarse de oficio, ante la petición de parte interesada y mediante recursos en los casos en
que sea procedente. Cassagne señala que la derogación puede ser realizada tanto por
razones de mérito, oportunidad o conveniencia como por razones de ilegitimidad128. Dicha
disposición, deja a salvo los derechos adquiridos durante la vigencia del reglamento y prevé
la posibilidad de reclamar daños y perjuicio por parte del administrado.
Ambas exigencias están orientadas a exigir que el administrado agote la vía administrativa
a través de la interposición de los recursos administrativos pertinentes dentro de los plazos
previstos legalmente a los fines de obtener un pronunciamiento de la máxima autoridad de
34
la escala jerárquica administrativa. Una vez que ha cumplido con esa carga debe promover
la acción dentro de los plazos de caducidad.
Por tal razón el Art. 6° exige que “La demanda Contencioso administrativa debe prepararse
mediante el o los recursos necesarios para obtener de la autoridad competente de última
instancia, el reconocimiento o denegación del derecho reclamado o interés legítimo
afectado”.
Si así no lo hiciera (en caso de silencio), el interesado deberá presentar "pronto despacho"
en el término de tres meses y si no hubiere pronunciamiento dentro de los veinte días
hábiles administrativos quedará, por este solo hecho, expedita la vía contencioso
administrativa, la que podrá ser iniciada hasta seis meses después de la fecha de
presentación del "pronto despacho".
El pronunciamiento que se dicte sobre este aspecto no obsta a los planteos que pueda hacer
a posteriori el demandado a la hora de oponer excepciones de previo y especial
pronunciamiento.
Es que una vez que se ha dictado resolución decidiendo acerca de la procedencia o de tales
excepciones queda vedado a los magistrados pronunciarse sobre el aspecto relativo a la
competencia contenciosa administrativa, hasta el momento de dictar sentencia definitiva,
salvo algunos supuesto previstos en el inciso 2°, 3° y 4° del Art. 24. 135
Sin embargo, si la causa ha sido admitida la competencia del Tribunal quedará radicada en
forma definitiva.
(ORGAZ).
LA HABILITACIÓN DE LA INSTANCIA.
a) Introducción.
Es posible definir la habilitación de la instancia como el juicio previo que realiza el tribunal
con competencia en lo contencioso administrativo respecto de la concurrencia de los
presupuestos procesales especiales de admisibilidad de la acción.
Habilitar la instancia significa declarar que el demandante puede utilizar la vía judicial y
ejercitar sus facultades procesales.
Es importante destacar que se reconoce a los jueces la facultad de revisar de oficio las
condiciones de admisibilidad en la etapa preliminar del proceso. Fuera de esta oportunidad,
el órgano judicial no puede volver a examinar tales recaudos, salvo que la demandada
introduzca dicha cuestión como defensa. Por eso, no corresponde a los jueces de primera
instancia hacerlo de oficio al momento de pronunciar la sentencia definitiva y tampoco a la
alzada al conocer de un recurso de apelación en el que se debate la cuestión de fondo.
Igualmente, corresponde entender que el trámite de habilitación de la instancia es aplicable
a los recursos judiciales directos, puesto que más allá del nomen iuris son verdaderas
acciones especiales cuyo objeto es la impugnación judicial de actos administrativos.
36
En forma concordante con lo establecido en el art. 8 de la ley 25.344, la reforma al art. 31
de la LNPA establece-como ya lo señaláramos más arriba-el control de oficio por parte del
órgano jurisdiccional de los requisitos de interposición de las acciones impugnatorias de
actos administrativos o de reglamentos, o bien, de la existencia de reclamo administrativo
previo para el caso de las demás demandas contra el Estado Nacional que no tienen ese
objetivo. Expresamente dispone la ley que los jueces no podrán dar curso a las demandas
mencionadas en los arts. 23 (demandas impugnatorias de actos administrativos), 24
(demandas impugnatorias de reglamentos) o 30 (demandas contra el Estado no
impugnatorias de actos administrativos) de la LNPA, sin comprobar de oficio, en forma
previa, el cumplimiento de los recaudos establecidos en esos artículos y los plazos
respectivos. Veamos cuáles son entonces dichos requisitos.
Señala GRAU que para presentar a los órganos judiciales un caso para su conocimiento y
decisión, debe demostrarse la concurrencia de ciertas circunstancias que sirven para
constituir o integrar el juicio. Son requisitos de nacimiento, de admisibilidad o de ejercicio
de ciertas facultades procesales. Asimismo, es preciso distinguir entre los requisitos
comunes a toda demanda y de los propios de la pretensión administrativa. A estos últimos
nos circunscribiremos.
37
2) Agotamiento de la vía administrativa
Agotar la vía administrativa implica obtener una decisión que cause estado; es decir, que
provenga de la máxima autoridad con competencia para resolver en última instancia
administrativa acerca del recurso o petición planteada en dicha sede. Se obtiene ello cuando
sobre la pretensión del administrado recae una decisión administrativa definitiva que sea
irrevisible, irrecurrible y final dentro de las instancias administrativas. La Corte Suprema de
Justicia de la Nación ha señalado que el agotamiento de la vía administrativa constituye una
prerrogativa de naturaleza procesal que integra el régimen exorbitante que caracteriza al
derecho público.
Entre las razones en que tanto la doctrina y la jurisprudencia han justificado el requisito de
agotamiento de la vía administrativa, ubicamos las siguientes:
Si bien hoy en día el requisito bajo análisis es concebido por los litigantes como un irritante
privilegio estatal, en su justa medida creemos que razones de interés público aconsejan su
mantenimiento; siempre y cuando su ejercicio esté presidido por reglas claras y no se
transforme en un vía crucis para el justiciable. En este sentido, se ha señalado con acierto
que los funcionarios rehúyen a la posibilidad de concretar un acuerdo ante la duda que se
considere que existe connivencia con el reclamante, como también, que el control dentro de
la propia administración, inclusive el jerárquico, es utópico dada la terquedad del
funcionario administrativo en reconocer su propio error y la poca probabilidad de que el
superior desconozca una decisión del inferior, lo que podría ser considerado un verdadero
retiro de confianza, sobre todo cuando la decisión proviene de funcionarios jerárquicos.
38
Se impone entonces un cambio de mentalidad dentro de la Administración, ya que existe
una gran reticencia de su parte de reconocer cuándo el administrado tiene razón, y por otro
lado, prefiere diferir para el futuro cualquier reconocimiento de derechos que implique la
erogación de una suma de dinero. Por lo tanto, da la sensación que el agotamiento de la vía
administrativa se ha convertido en un ritualismo estéril, no obstante haber nacido con un
noble objetivo.
Pese a todo, lo cierto es que en el sistema nacional vigente, el art. 23 de la LNPA exige para
la impugnación judicial de actos administrativos:
d) finalmente, remitiéndose al arto 9°, que se esté en presencia de una vía de hecho
administrativa o se hubiese puesto en ejecución un acto administrativo encontrándose
pendiente de resolución un recurso con efectos suspensivos interpuesto en su contra, o
cuando aun resuelto, no se encontrare debidamente notificada la resolución.
Ello implicaría limitar el derecho de defensa y la amplitud de debate y prueba que integran
lo que en su momento la Corte Suprema de Justicia de la N ación, desde el caso "Fernández
Arias" del año 1960, llamó "control judicial suficiente", es decir la posibilidad de que los
justiciables tuviesen al menos una instancia para discutir, sin cortapisas, los hechos y el
derecho.
39
En el sistema imperante en el orden nacional, el agotamiento de la vía administrativa se
obtiene:
Ahora bien, una vez resuelto en forma expresa el recurso jerárquico o denegado tácitamente
por silencio, el administrado tiene la opción de interponer recurso de alzada en el plazo de
quince días de notificado o de operada la denegatoria presunta (arts. 94,95,96, 97 y 98,
RLNPA), o bien, iniciar la acción judicial. El recurso de alzada es resuelto por el Poder
Ejecutivo. Si se trata de un ente descentralizado creado por ley, el control que ejerce el
Poder Ejecutivo es restringido sólo ala legitimidad del acto, no a su oportunidad, mérito o
conveniencia.
40
El art. 94 del RLNPA incluye como materia del recurso de alzada a los actos
administrativos de las universidades nacionales.
Sin embargo, este precepto ha quedado derogado por el art. 32 de la ley 24.521 que,
suprimiendo el control administrativo por parte del Ministerio de Educación sobre las
universidades, estableció como única vía de impugnación de los actos administrativos
definitivos de esas casas de estudio, un recurso de apelación ante la Cámara Federal de
Apelaciones de la jurisdicción.
Uno de los recaudos previstos en la ley 19.549, más precisamente en su art. 25, es el
cumplimiento de plazos bastante breves para interponer la demanda ordinaria o el recurso
judicial. Se trata de un plazo de noventa (90) días hábiles judiciales para impugnar un acto
administrativo de alcance particular o un acto de alcance general, ya sea en forma directa o
indirecta (conf. arto 24, incs. a y b, LNPA). Si la impugnación del acto administrativo debe
hacerse por medio de los llamados "recursos judiciales" a falta de plazo expreso contenido
en las leyes especiales que los regulan, el plazo de interposición del mismo será de treinta
días hábiles judiciales.
También es preciso considerar la doctrina emergente del fallo plenario dictado en la causa
Petracca por la Cámara Nacional en lo Contencioso Administrativo Federal, en el sentido
que el acto administrativo consentido no puede ser impugnado judicialmente ni derivarse
del mismo una reclamación pecuniaria.
41
derecho del particular a solicitar la revisión del acto administrativo en cuestión y así dar
certidumbre a terceros involucrados, en el caso que existan otros particulares damnificados
por el acto impugnado. También, que dichos plazos son una derivación de la presunción de
legitimidad propia de los actos administrativos, resultando necesario asegurar su estabilidad
y dotar de agilidad a la acción de la administración, a fin que ésta no se vea obstaculizada
por intereses privados frente a los fines públicos comprometidos y la seguridad jurídica en
juego.
Los plazos del art. 25 de la LNPA pueden a su vez verse ampliados en caso que la
administración no cumplimente lo preceptuado por el arto 40 del RLNPA. En efecto, el
decreto 1883/91 que modificó el decreto 1759/72, reglamentario de la ley 19.549,
estableció que los instrumentos de notificación de un acto administrativo deben indicar los
recursos que se puedan interponer contra dicho acto, y el plazo dentro del cual deben
articularse los mismos, o en su caso, si el acto agota las instancias administrativas. El
incumplimiento de dichos recaudos no torna nula la notificación, sino que prorroga el plazo
para interponer los recursos administrativos. Ahora bien, si lo que se omitiera fuera la
indicación que el acto administrativo notificado agotó la instancia administrativa, los plazos
del art. 25 de la LNPA comenzarán a correr luego de transcurrido un plazo de sesenta días.
Es decir que el plazo de noventa días contemplado en el arto 25 de la LNPA comenzará a
correr una vez vencidos los sesenta días adicionales. En caso de "recursos judiciales", si el
instrumento de notificación omitiera señalar cuál es el recurso judicial que procede
presentar en contra del acto administrativo notificado' el plazo de interposición del mismo
será de sesenta días hábiles.
Consideramos que es una encomiable solución la aquí comentada, por cuanto esclarece el
camino a seguir en caso de impugnaciones de actos administrativos, aspecto que cobra
muchísima relevancia frente a la falta de sistematización en el orden nacional de los
innumerables recursos judiciales existentes.
42
Por su parte, la jurisprudencia ha establecido que no satisface las exigencias del art. 40 del
RLNPA la habitual práctica de la administración consistente en la mera transcripción en la
respectiva cédula de notificación, de diversos artículos del RLNPA o de la norma que
contiene la regulación del recurso judicial pertinente, sin establecer que el acto
administrativo notificado agota la instancia administrativa.
Rigen también las dos horas de gracia que consagra el art. 124 del Código Procesal Civil y
Comercial de la Nación, aun cuando se trate de recursos judiciales que deban ser
presentados en oficinas administrativas.
En caso de silencio de la administración, es decir cuando ésta deja vencer los plazos
normativos sin resolver, la situación queda captada por el art. 26 de la LNP A en virtud de
lo cual no se aplican los plazos del art. 25, sino los correspondientes a la prescripción de la
acción. Esta solución de la ley toma en cuenta que el particular que realiza una petición a la
Administración tiene derecho a una decisión expresa y fundada (arts.14 y 18, CN), por
cuanto se vincula con el derecho a peticionar a las autoridades y al derecho de defensa. Por
eso sería inadmisible que a pesar de que la Administración omitiera pronunciarse, se
computaran plazos de caducidad para demandar. Asignar al silencio el carácter de
denegatoria tácita es una facultad del administrado que puede ejercerse sin limitación ni
restricción temporal alguna.
4) Pago previo
En relación a esta regla se ha dicho que todo sistema que condiciona el acceso a la justicia a
la obligación de sumas pendientes de pago, no debe ser formulado con un criterio rígido,
sino que tal condicionamiento será o no lesivo del derecho a la jurisdicción cuando,
conforme a las circunstancias de cada caso concreto y singular, la suma sometida a pago
previo sea, por su cuantía, desproporcionada a la capacidad del obligado.
43
Por su parte, la Corte Suprema de Justicia de la Nación ha establecido: "[ ... ] Que, según
resulta de la doctrina establecida por esta Corte en el caso 'Microómnibus Barrancas de
Belgrano' (Fallos 312:2490), los alcances que cabe otorgar a lo dispuesto por el art. 8°, inc.
1, de la Convención Americana de Derechos Humanos -a la que el inc. 22 del arto 75 de la
Constitución Nacional otorga jerarquía constitucional- son equivalentes, en relación con el
principio solve el repete, a los fijados por la jurisprudencia del tribunal elaborada con
mucha antelación a dicho tratado, con fundamento en el derecho de defensa garantizado por
el arto 18 de la Constitución Nacional". Que en tal sentido, y como lo ha fijado la aludida
jurisprudencia -aplicable tanto a las personas físicas como alas de existencia ideal-, las
excepciones admitidas respecto de la validez constitucional de las normas que requieren el
pago previo de las obligaciones fiscales como requisito para la intervención judicial,
contemplan, fundamentalmente, situaciones patrimoniales concretas de los particulares, a
fin de evitar que ese pago previo se traduzca -a causa de la falta comprobada e inculpable
de los medios pertinentes para enfrentar la erogación-en un real menoscabo de la defensa
enjuicio [. .. ]". En suma, la garantía judicial de acceso a la justicia se encuentra
condicionada a una cuestión de hecho consistente en la demostración de no poder afrontar
en cada caso la suma de dinero exigida como recaudo previo a la interposición de la
demanda contencioso administrativa o recurso judicial.
Ahora bien, paralelamente a la vía recursiva, el legislador ha plasmado otro camino que no
es opcional ni alternativo, sino que funciona para supuestos distintos, y que consiste en el
44
reclamo administrativo previo a la demanda judicial. A este instituto se refieren los arts. 30
a 32 de la LNP A.
Recurso y reclamo tienen en común que ambos actos procesales desarrollados en sede
administrativa implican una petición ante la administración. Ahora bien, mediante el
primero, lo que se ataca es un acto administrativo definitivo o asimilable a definitivo, y es
una exigencia previa a la interposición de la demanda judicial. Por el contrario, mediante el
reclamo administrativo previo no se ataca un acto administrativo, sino que más bien se está
en presencia de una situación de hecho, ya sea una acción o una omisión de la
administración que se pretende revertir. Por ejemplo, reclama en sede administrativa en
forma previa (y no recurre) la empresa prestadora de agua corriente a quien la
administración le adeuda boletas impagas, el empleado público a quien por un error se le
liquidó mal su sueldo, etc. Es decir, a través del "reclamo" se pide a la administración un
dar, un hacer o un no hacer, sin que exista acto administrativo que haya trasuntado la
voluntad administrativa susceptible de ser impugnado. Como contrapartida, a través del
"recurso" se ataca esa declaración de voluntad contenida en un acto administrativo.
Asimismo, los recursos se supeditan a recaudos de tiempo (plazos de caducidad breves) y
forma, mientras que el reclamo no exige mayores formalidades y no está sujeto a plazo
alguno, salvo el de prescripción.
45
2) El reclamo administrativo previo a la demanda judicial tras la ley 25.344
Pero a partir de fines del año 2000, con la Ley de Emergencia N° 25.344, esto último
cambió puesto que se han eliminado la gran mayoría de las excepciones a este reclamo,
adquiriendo entonces un protagonismo nunca alcanzado, con el agravante que este instituto
también es de verificación obligatoria de oficio por los jueces, tal como lo dispone el arto
31 de la LNPA.
En los casos en que la presentación del reclamo administrativo aparece notoriamente como
una conducta destinada al fracaso, por ejemplo, en casos en que muchos reclamos similares
hubieran ya sido desestimados; al haber sido derogado el inc. e del art. 32 de la LNP A que
justamente contemplaba esta hipótesis como causal de excepción al reclamo, ¿qué actitud
corresponde adoptar? La respuesta proviene de la jurisprudencia. Así, la Sala 1 de la
Cámara Nacional en lo Contencioso Administrativo Federal, ha sostenido que"[. .. ] lo
relativo al ritualismo inútil traduce un principio jurídico que subsiste como tal, no obstante
haber sido normativamente suprimido por la reforma que la ley 25.344 (art. 12) introdujo al
art. 32, inc. e, de la ley 19.549".51 En efecto, no se puede condenar al particular a atravesar
el inservible camino del reclamo administrativo previo cuando se tiene la absoluta
seguridad de que la Administración ya se ha manifestado reiteradamente en sentido
contrario. Ahora cuidado: esta causal de excepción no es aplicable al agotamiento de la vía
administrativa por vía de recurso administrativo, ya que cuando esta excepción tuvo
consagración normativa, sólo estaba referida al instituto del reclamo previo.
46
Tampoco es procedente el reclamo administrativo previo a la demanda judicial-aun cuando
no lo dice la ley-en casos en que la pretensión contra la administración para su viabilidad
requiere la declaración de inconstitucionalidad de una ley. Esto es elemental por cuanto la
Administración tiene vedada la posibilidad de hacerlo.
En cuanto a los plazos para resolver el reclamo, el art. 31 de la LNPA establece que la
administración cuenta con noventa días para pronunciarse, vencido este plazo se debe
interponer pronto despacho, y si transcurriesen otros cuarenta y cinco días (y la
administración no contesta) la demanda se deberá interponer "en los plazos perentorios y
bajo los efectos previstos en el art. 25, sin perjuicio de lo que fuere pertinente en materia de
prescripción".
Verdadero despropósito la redacción de este precepto. Ello así por cuanto los plazos del
arto 25 de la LNPA son plazos de caducidad, y como tales, sustancialmente distintos a los
de prescripción, e incluso incompatibles entre sí, por lo que la redacción de la norma es
poco feliz.
Era una solución mucho más justa por cuanto nunca desaparece la obligación de resolver un
reclamo por parte de la Administración, aun cuando la ficción de la denegatoria tácita
permita al interesado estar en condiciones de demandar. Vale decir que ahora para la
administración resolver o no un reclamo produce idénticos efectos jurídicos.
47
el plazo para demandar es el de caducidad, previsto en el arto 25 de la LNP A de noventa
días hábiles judiciales. Una verdadera contradicción.
Una cuestión que queda sin respuesta, vinculada con el problema anterior, es el plazo para
interponer la demanda no impugnatoria de acto administrativo, una vez resuelto
expresamente el reclamo previo y, por supuesto, denegado. ¿El plazo para demandar es el
de prescripción o también el de caducidad? Como la ley nada aclara, y como el plazo de
caducidad es algo excepcional que debiera surgir en forma expresa, se puede defender el
cómputo del plazo de prescripción de la acción. Ahora bien, tampoco esta solución parece
razonable, porque en definitiva sería menos extenso el plazo para demandar cuando la
Administración omite resolver el reclamo que cuando lo hace expresamente. Veremos qué
deciden los tribunales sobre este punto. En lo personal, entendemos que no puede hacerse
valer un plazo de caducidad si no surge expresamente del texto legal. Ante la duda un
administrado diligente demandará respetando el plazo menor, o sea el de caducidad, para
evitar sorpresas.
Continuando con las modificaciones al art. 31 se permite al Poder Ejecutivo por razones de
complejidad o emergencia pública extender entre ciento veinte (120) y sesenta (60) días los
plazos para resolver el reclamo y el pronto despacho, respectivamente. Esto constituye un
verdadero exceso.
Finalmente (y esto sí es positivo), se dispone que "la denegatoria expresa del reclamo no
podrá ser recurrida en sede administrativa", lo que viene a despejar diversas
interpretaciones doctrinarias acerca de si denegado expresamente un reclamo quedaba
expedita la demanda judicial, o bien a su vez había que impugnar el acto administrativo
denegatorio mediante los recursos administrativos.
Queda entonces claro que el acto administrativo que se dicte en respuesta del reclamo
previo es irrecurrible.
48
LÁ REGÚLÁCION PROCESÁL
ÁDMINISTRÁTIVÁ EN ÁRGENTINÁ.
En este apartado analizaremos los aspectos que tienen que ver con la regulación de la
justicia administrativa en el derecho argentino procurando esclarecer el sistema actual y las
reglas que lo rigen.
Los cauces formales judiciales a través de los cuales se puede revisar la conformidad
jurídica de las decisiones de la administración pública varían ampliamente en el derecho
comparado.
A grandes rasgos y al solo efecto de efectuar una clasificación, podemos distinguir entre
sistemas judiciales, administrativos y mixtos. En el primer modelo, el control de juridicidad
se halla a cargo del Poder judicial. Esa atribución puede ser atribuida a los jueces ordinarios
como es el caso de Brasil, Estados Unidos, Japón, Inglaterra y de nuestro país, que siguió
en lo que hace a la organización del Poder Judicial al sistema norteamericano, o que recaiga
en cabeza de tribunales especializados en materia administrativa como acontece en España,
Alemania o Uruguay. Este último, es el sistema de la Provincia de Córdoba en tanto la
competencia corresponde a un tribunal especializado en materia contencioso administrativa.
49
El segundo modelo es aquel en el cual la titularidad del control de la administración se halla
en cabeza de autoridades comprendidas dentro de la propia organización administrativa136,
tal como fue concebido en Francia.
Luego en 1882 se pasa a un sistema de “justicia delegada” donde va a ser el propio Consejo
de Estado el que va a decidir las cuestiones de modo definitivo. En 1953, se crean los
Tribunales Administrativos que suceden a los Consejos de Prefectura y en 1987 nacen los
Tribunales Administrativos de Apelación que tomarán para sí la gran parte de la
competencia del Consejo de Estado.
Los modelos mixtos, por su parte, son aquellos en los cuales el control de la actividad
administrativa se divide entre el Poder Judicial y la administración pública.
Debe quedar en claro, asimismo, que tanto el sistema federal como el cordobés son
judicialistas en tanto la revisión de la actividad administrativa está reservada a los
magistrados pertenecientes al Poder Judicial.
50
Las normas que regulan la tutela judicial de los derechos lesionados por
la actividad de la Administración
Para su mejor entendimiento este punto será desarrollado conjuntamente con el punto
siguiente.
CÁRÁCTERISTICÁS ORGÁNICÁS Y
PROCESÁLES EN LÁ NÁCION Y EN LÁ
PROVINCIÁ DE CORDOBÁ.
(SAM).
51
La organización jurisdiccional en materia contenciosa administrativa se compone de la
siguiente manera: El Tribunal Superior de Justicia, por intermedio de la Sala Contencioso
administrativa, ya sea como segunda instancia en los casos en que la Provincia es parte y
por vía de recurso de casación o inconstitucionalidad en los demás casos. En esa instancia
actuará el Fiscal del Tribunal Superior de Justicia.
En las demás causas, esto es cuando no sea parte la Provincia, dichos tribunales lo hacen en
única instancia, sin perjuicio de que pueda ocurrir por vía recursiva ante el Tribunal
Superior de Justicia.
52
SÚB-EJE TEMÁTICO 2: EL
CONTENCIOSO ÁDMINISTRÁTIVO:
Acciones.
En este apartado estudiaremos los diversos cauces de acciones y sistemas que pueden
existir para demandar a la administración en un juicio contencioso administrativo.
53
Sin embargo, ello no significa que no deba acreditarse la existencia de una afectación
concreta y por lo tanto la existencia de una “causa” o “caso”, en los términos de la
jurisprudencia de la Corte Suprema Nacional.
Como dijimos con anterioridad no existe a nivel federal un Código que regula el proceso
administrativo sino que resultan de aplicación las normas que regulan el Código Procesal
Civil y Comercial de la Nación. En virtud de ello, la pretensión del administrado deberá
encaminarse a través de un juicio de conocimiento.
Ese mismo cuerpo normativo establece en el Art. 27 que no existe un plazo de caducidad
para promover la acción sino solo de prescripción.
Por su parte, Ávalos señala que se trata de un modo de impugnación contra actos
administrativos pero que se diferencia de la acción contencioso administrativa, en que
existe una limitada posibilidad de adicionar a la pretensión impugnatoria, un reclamo de
daños y perjuicios.
En la actualidad, esta última posición ha sido dejada de lado tanto por los tribunales como
por la doctrina.
Así, los autores, en general han sostenido la amplia posibilidad de ofrecer y producir prueba
en el ámbito de los recursos judiciales o directos, inclinándose por la vigencia de un control
judicial suficiente de la actividad administrativa.
Desde una visión jurisprudencial, en aplicación del C.P.C.C.N.151, los tribunales han
optado por disponer la apertura a prueba en caso de recursos judiciales o directos152
admitiéndose amplias posibilidades probatorias.
55
Recurso judicial previsto por la Ley de Educación Superior
Del contenido del Art. 94 del decreto 1759/72 (en adelante RLNPA) se desprende que son
cuestionables a través del recurso de alzada aquellos actos administrativos que emanen del
órgano superior de un ente autárquico dentro de los cuales se incluyen las Universidades
Nacionales.
Como ha sido señalado, la sanción de la Ley 24.521 ha derogado esa disposición pues, su
Art. 32 contempla un recurso judicial de apelación ante la Cámara Federal de Apelaciones
para cuestionar las decisiones del órgano superior de las universidades nacionales.
Tal como lo indica Ávalos, a través del dicho cauce de impugnación pueden cuestionarse
tanto las resoluciones definitivas de las universidades nacionales, es decir, aquellas
decisiones que resuelven el fondo del asunto, lesionando el derecho subjetivo o interés
legítimo, como aquellas resoluciones interlocutorias o de mero trámite que pusieren fin o
impidieren la continuación del procedimiento.
A los fines de requerir su revisión judicial resulta preciso que el acto que se impugna haya
causado estado para que sea procedente el aludido recurso judicial.
Tampoco, la norma contempla lo relativo al trámite que debe imprimirse tal mecanismo de
impugnación. En general, los tribunales a posteriori del requerimiento de las actuaciones
administrativas, corren un traslado a la administración. Luego de ello y vencida la etapa
probatoria, las partes alegan y la causa se encuentra en condiciones de ser resuelta. Al
dictar sentencia el análisis del juez se circunscribe a la legitimidad de la decisión. Ante la
sentencia que resuelve el planteo no existe apelación sino sólo recurso extraordinario
federal.
56
Recurso judicial previsto por la Ley Marco de Regulación de Empleo
Público Nacional
El capítulo VIII de la Ley 25.164, en su Art. 39 prevé que “Contra los actos administrativos
que dispongan la aplicación de sanciones al personal amparado por la estabilidad prevista
en este régimen, el agente afectado podrá optar por impugnarlo por la vía administrativa
común y una vez agotada ésta acudir a sede judicial, o recurrir directamente por ante la
Cámara Nacional de Apelaciones en lo Contencioso Administrativo Federal o por ante las
cámaras federales con asiento en las provincias, según corresponda conforme al lugar de
prestación de servicios del agente”.
Como puede advertirse, el personal que goce de estabilidad (no el contratado) y que sea el
sujeto pasivo de una sanción disciplinaria, posee un doble camino para obtener la revisión
judicial de la misma. Pues, por un lado puede utilizar la vía normal, agotar la vía
administrativa y luego iniciar una demanda ordinaria dentro del plazo de caducidad de
treinta días hábiles judiciales (Art. 25 de la ley 19.549), ante el juzgado federal de primera
instancia que corresponda.
Por otro lado, tienen la posibilidad de impugnar directamente la sanción ante la Cámara
Federal que corresponda. La competencia del tribunal en este supuesto se determina de
acuerdo al lugar en donde el agente presta sus servicios.
A esos efectos, debe tenerse en cuenta que “ambas vías son excluyentes, en el sentido de
que la opción formulada inhibe la utilización de cualquier otra vía o acción”.
De este modo, la disposición analizada innova con relación al régimen anterior, previsto en
la Ley 22.140, en tanto esta sólo permitía la posibilidad impugnatoria cuando se trataba de
sanciones que disponían la cesantía o la exoneración del agente. En cambio, el nuevo
régimen permite la impugnación de cualquier tipo de sanción de carácter disciplinario.
Tal como lo prevé el Art. 40 de la citada norma, el recurso judicial deberá interponerse ante
el tribunal competente dentro del plazo de noventas días contados a partir de la notificación
del acto sancionatorio.
57
A diferencia de lo previsto por la Ley de Educación Superior, el régimen de empleo público
tiene reglado el trámite judicial. Así, una vez promovida la demanda, el tribunal requerirá el
expediente administrativo con el legajo personal del recurrente el que deberá ser remitido
dentro de los diez días de requerido.
Luego de recibidas las actuaciones administrativas por el Tribunal, éste correrá traslado por
el término perentorio de diez (10) días hábiles judiciales al recurrente sancionado y
posteriormente, a la administración.
A partir del vencimiento de tales plazos para contestar los traslados, y luego de
cumplimentadas las medidas para mejor proveer que pudiera haber dispuesto el Tribunal,
llamará autos para sentencia la que deberá ser dictada dentro del término de sesenta (60)
días hábiles judiciales.
Tal como lo prescribe el Art. 41, en el supuesto en que la sentencia sea favorable al agente
sancionado y la misma ordene su reincorporación la administración demandada deberá
habilitar una vacante de igual categoría a la que revistaba. La norma prevé, también, la
posibilidad de que el agente pueda optar por percibir la indemnización prevista en el Art. 11
de dicho cuerpo legal, renunciando al derecho de reincorporación
Defensa de consumidor.
El Art. 45 de la Ley de Defensa del Consumidor (Ley 22.240164) tiene establecido que los
actos administrativos que dispongan sanciones en el ámbito de dicha ley podrán ser
recurridos por ante la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Contencioso Administrativo
Federal, o ante las cámaras federales de apelaciones con asiento en las provincias. La
competencia se determinará de conformidad al lugar en donde se haya cometido el hecho.
58
concedido en relación y con efecto suspensivo, salvo en aquellos supuesto en que se
hubiera denegado medidas de prueba, en que será concedido libremente.
La última parte de dicho precepto legal tiene normado que “las provincias, dictarán las
normas referidas a la actuación de las autoridades administrativas locales, estableciendo un
régimen de procedimiento en forma compatible con el de sus respectivas constituciones”.
Sobre el punto, debe destacarse que en este supuesto las sanciones impuestas por una
autoridad provincial escapan al fuero federal y que su cuestionamiento deberá hacerse ante
los jueces de la provincia de que se trate.
Asimismo, resulta importante poner de resalto que los organismos de defensa del
consumidor provinciales carecen de competencia para aplicar sanciones a entes de carácter
nacional o a las prestadoras de un servicio público de carácter interjurisdiccional o nacional
pues, dicha competencia les corresponde a las autoridades nacionales.
Tal como lo prevé el Art. 8 de la ley 21.844168, los mecanismos de impugnación o revisión
de las sanciones aplicadas por infringir dicho cuerpo legal, difieren de acuerdo a la sanción
que se trate.
Según tal régimen, si la sanción consiste en apercibimiento la misma sólo será pasible de
recurso de reconsideración quedando de ese modo exento de control judicial.
Asimismo, establece que el infractor de dicha ley que haya sido sancionado con multa
posee la opción de apelar la misma directamente ante la Cámara Nacional de Apelaciones
en lo Contencioso Administrativo Federal o de interponer recurso de reconsideración, con
el que quedará definitivamente agotada la vía administrativa. Para el supuesto en que se
opte por esta última vía, la resolución que recaiga en este recurso podrá ser apelada ante la
mencionada cámara, en iguales términos que la apelación directa.
59
La norma prescribe en torno a los plazos que tanto las apelaciones como los recursos de
reconsideración deberán deducirse debidamente fundados, dentro de los diez (10) días de
notificado el acto y ante el órgano de aplicación, el que, en su caso, deberá elevar las
actuaciones a la citada Cámara, dentro de los diez (10) días subsiguientes.
Las sanciones que se impongan dentro de ese marco, serán revisables a través de recurso de
apelación ante la Cámara Federal con competencia en el lugar donde se hubiere cometido el
hecho. Dicho recurso, deberá ser interpuesto de manera fundada ante la misma autoridad
que hubiere aplicado la sanción. El plazo para interponerlo es de quince (15) días hábiles
contados a partir de la notificación y debe tenerse en cuenta que si la pena consiste en multa
deberá pagarse previamente a la interposición del recurso.
Es bueno destacar, que la revisión tiene lugar cuando la petición presentada por el
interesado ante el Registro pertinente es observada por este mediante una resolución.
Recién a partir de ello, nace la vía recursiva para el particular afectado. De este modo,
dicho recurso es la única vía de impugnación de las decisiones de los encargados de
registro en cuestiones registrales y de las decisiones de la Dirección Nacional en esas
materias o en controversias meramente individuales.
60
El mencionado recurso deberá interponerse por escrito y de manera fundada ante el
organismo que dictó la resolución dentro del plazo de quince días y deberá contar para ello,
con patrocinio letrado matriculado para actuar ante el fuero federal.
Si el registro seccional que efectuó las observaciones, no revoca su decisión deberá elevar a
la Dirección Nacional dentro del quinto día siguiente a la impugnación.
La Dirección tiene facultades para revocar el acto impugnado dentro de los diez días
hábiles administrativos siguientes a la recepción de las actuaciones administrativas. Si no lo
hace en el mismo término, deberá elevar las actuaciones a la Cámara Federal competente.
En aquel supuesto en que el acto impugnado emane del Dirección Nacional y ésta decida
mantener su decisión, dentro de los diez días hábiles siguientes a la presentación del
recurso deberá remitirlo a la Secretaria de Justicia con las pertinentes observaciones.
La Secretaria de Justicia podrá revocar el acto impugnado dentro de los 30 días hábiles
administrativos siguientes a la recepción de las actuaciones. En caso contrario, deberá
elevar las actuaciones al tribunal competente.
Una vez recibidas las actuaciones por el Tribunal este proveerá dentro de los diez días
hábiles judiciales siguientes la prueba ofrecida, desestimando la que juzgue impertinente.
Una vez producida la prueba o desestimado su ofrecimiento según el caso, el tribunal
llamará a autos para sentencia pudiendo disponer de oficio medidas para mejor proveer.
Tal como lo establece la normativa, el plazo para dictar sentencia será de sesenta días
hábiles judiciales desde que se encuentre firme el llamado a autos.
61
CLÁSES SEGÚN LÁ SITÚÁCION QÚE
TÚTELÁN: DE PLENÁ JÚRISDICCION Y
DE ILEGITIMIDÁD.
(SAM).
El sistema de acciones de la ley 7182 está diseñado a partir de la situación jurídica subjetiva
que ostenta el administrado habida cuenta que de acuerdo a la posición en que se encuentre
variará la acción que deba promover, pues se trata de un sistema de pluralidad de acciones.
En los casos de intereses legítimos, en cambio, el afectado deberá iniciar una acción de
ilegitimidad cuya finalidad es la declaración de nulidad del acto administrativo cuestionado
sin que se encuentre prevista la posibilidad de adicionar a esa pretensión un reclamo de
indemnización. Esa prohibición carece de sentido jurídico y de razonabilidad, y obliga al
administrado a proveer luego un juicio ante la justicia ordinaria para reclamar los daños y
perjuicios. Pues, también puede verificarse un daño a quien, por ejemplo, ha resultado
excluido ilegítimamente de un concurso para un cargo.
En esta acción tendrá participación el Fiscal de la Cámara en igual condición que todas las
partes.
En virtud de ese diseño, resulta obligatorio para quien promueve la acción nominarla de
acuerdo a su situación jurídica subjetiva que posee. Es muy importante destacar, que este
recaudo de catalogar la acción, ha sido atemperado por la jurisprudencia del Tribunal
Superior de Justicia (en adelante TSJ) en dos sentidos: primero se ha considerado que la
carencia de una situación jurídica subjetiva que amerite la intervención judicial sólo puede
ser declarada en la etapa de habilitación de instancia en aquellos casos en que ello surja de
una manera evidente. En segundo lugar y con idéntico propósito, se ha permitido al
administrado modificar la nominación de la acción hasta que quede firme el proveído
previsto en el Art. 11 que resuelve acerca de la habilitación de instancia.
La tercera acción que está prevista en la de lesividad pero en este caso el que acciona es el
propio Estado. Ella tiene por objeto peticionar la declaración de nulidad de sus propias
decisiones en aquellos casos en donde no puede ejercer la potestad revocatoria ante sí, por
62
haber generado derechos subjetivos el acto administrativo, además de encontrarse firme y
consentido.
Esa acción, deberá ser promovida dentro de los seis meses conforme lo establece el Art. 8
de la Ley 7182. En este tipo de pleitos también interviene el Fiscal de Cámara en igual
condición que las partes.
Según la ley 7182 pueden intervenir en carácter de legitimados activos y pasivos los
siguientes sujetos procesales:
63
Legitimación tradicional y la inserción de los derechos de incidencia
colectiva.
Atento la redacción del Art. 1° de la Ley 7182 los reclamos relativos a derechos colectivos,
sean estos de incidencia colectiva o los relativos de usuarios o consumidores deben
plantearse por vía de acción de amparo ante la justicia ordinaria y no ante el fuero
contencioso administrativo ya que el Código Contencioso Administrativo sólo puede
intervenir frente a la existencia de un derecho subjetivo o interés legítimo.
64
Acción de lesividad
También la ley 7182 legisla la posibilidad de que la Administración inicie un proceso
contencioso administrativo, a través de la acción de lesividad.
Según lo dispone el arto 14 de la ley 7182, la demanda de lesividad deberá notificarse "al o
a los beneficiarios del acto impugnado".
El Fiscal de Cámara intervendrá en el juicio en los mismos términos y condiciones que las
partes, siendo a su cargo el diligenciamiento de la prueba, que se ordenará de oficio.
Los Dres. Jesús Abad Hernando y Benigno lldarraz consideran que "la demanda de
lesividad consiste fundamentalmente en legitimar como sujeto activo a la Administración,
para demandar la anulación de actos lesivos al ordenamiento jurídico que fueran
irrevocables en sede administrativa"
La Administración deberá iniciar la acción de lesividad cuando -según lo disponen los arts.
105, 106 y 107 de la Ley de Procedimiento de la Provincia de Córdoba-existan actos
anulables, considerados como tales los viciados por error y violación de la ley en cuanto al
fondo del acto.
65
se rechazó la demanda. La sentencia es de fecha 4 de junio de mil novecientos ochenta y
dos.
El término para plantear la acción es de seis meses contados desde la emisión del acto
presuntamente irregular y no se ha visto plazo de prescripción como existe en otros
ordenamientos provinciales (MendozayCorrientes).
Por aplicación del régimen legal general, la sentencia no podrá hacer declaraciones sobre
derechos reales, personales o de otra naturaleza y deberá limitarse a resolver sobre la
validez del acto administrativo y en el supuesto de declararse la nulidad deberá notificarse a
la autoridad que lo dictó y se publicará su parte dispositiva en el Boletín Oficial con efectos
hacia el futuro sobre las situaciones jurídicas subjetivas pendientes o prestaciones
incumplidas.
Demanda.
Al escrito de demanda deberá acompañarse: (art. 16 ley 7182)
66
4) Exponer lo que se demanda incluso dando detalles de todas las pretensiones aún cuando
se persiga una condena de contenido patrimonial, y la petición en términos claros y
precisos.
Una vez que ha quedado firme el decisorio que resuelve acerca de la habilitación de
instancia deberá notificarse la demanda. El Art. 14 establece algunas particularidades sobre
esta cuestión prescribiendo que la notificación deberá concretarse de la siguiente manera:
67
LÁ TECNICÁ IMPÚGNÁTORIÁ Y LOS
REQÚISITOS DE LEGÁLIDÁD DE LOS
ÁCTOS ÁDMINISTRÁTIVOS
PÁRTICÚLÁRES.
(SAM).
Como ya hemos visto con anterioridad el proceso contencioso administrativo tiene por
objeto el enjuiciamiento de la voluntad de la autoridad pública explicitado a través de un
acto administrativo.
Por esa razón, cuando esa decisión no cumple con los requisitos para su dictado puede ser
impugnado en sede administrativa a través de los recursos correspondientes y una vez
agotada las instancias administrativas sometido al escrutinio judicial en donde el juez
controlará si esa decisión ha cumplido o no con sus requisitos esenciales.
68
de los procesos judiciales en donde se ventila la pretensión de fondo lo que ha dado lugar a
la cautelarización del sistema contencioso administrativo.
En esa realidad actual resulta una práctica común que el administrado deposite todas sus
expectativas en la obtención de la medida cautelar al punto tal, que de no lograrlo, en
reiteradas ocasiones, desiste de continuar con el proceso principal, pues como ha destacado
Vallefín la suerte de muchos procesos se juega en la etapa cautelar.
El catálogo de mecanismos procesales a los que puede acudir el administrado para obtener
la protección cautelar de sus derechos es amplio y varía de acuerdo a si se ha exteriorizado
la voluntad administrativa y, en su caso a la forma en que lo ha hecho. Es por ello, que el
grado de la idoneidad de la tutela cautelar varía de acuerdo al tipo de actuación contra la
cual se pretende asegurar el derecho del administrado.
2) Si, en cambio, se procura hacer cesar es una omisión o la inejecución de un acto firme de
la administración pública la herramienta idónea será la medida cautelar positiva.
3) Por último, si lo que se pretende es la una defensa contra una vía de hecho se deberá
intentar una medida de innovar o no innovar habida cuenta que en este último caso
desaparece la prerrogativa estatal y en virtud de ello, deben utilizarse los mecanismos
previstos para los sujetos privados.
Por lo general, el proceso cautelar posee una naturaleza unilateral encontrándose reservada
la bilateralidad a la segunda instancia en caso de apelación.
Requisitos. Para la procedencia de una media cautelar resulta preciso que concurran cuatro
recaudos fundamentales:
a) Verosimilitud en el derecho.
b) Peligro en la demora
d) Contracautela
69
Cabe destacar, asimismo, como lo ha resaltado la jurisprudencia que “a mayor
verosimilitud en el derecho, cabe no ser tan exigentes respeto de la gravedad del daño179
El fundamento normativo de esta medida cautelar se halla en el Art. 195 del Código
Procesal Civil y Comercial de la Nación en tanto éste admite que las medidas cautelares
puedan ordenarse antes o después de promovida la demanda.
Desde la doctrina y la jurisprudencia de se han alzado posiciones que consideran que para
poder solicitar la suspensión de los efectos del acto en sede judicial es requisito necesario
haber efectuado dicha petición previamente en sede administrativa, alegando en su
fundamento el carácter revisor del contencioso administrativo como un juicio al acto. Para
otros no puede exigirse el planteo previo en sede administrativa por considerarlo inútil pues
por lo general la administración nunca resuelve suspender el acto185, criterio al que
adherimos. En una postura intermedia hay quienes sostienen que dicha exigencia debe ser
ponderada en el caso concreto.
Su campo de actuación es limitado ya que procede frente a actos negativos por los cuales se
deniego una petición, inactividad material (la no designación en un cargo o el no
otorgamiento de una licencia) o la inejecución de un acto administrativo que se encuentra
firme (V.g. decisión que reconoce una deuda)
Esta clase de medidas ha sido por lo general resistida tanto en el derecho comparado como
nacional por la vigencia del dogma revisor, dada la imposibilidad de sustituir a la
administración por la consiguiente violación de la división de poderes.
Debe tenerse presente, que este tipo de despachos cautelares tienen su campo de actuación
frente a la actividad prestacional del estado, en materia de subsidios, frente a cuestiones de
naturaleza económica en donde se pretende por cautelar adelantar fondos, sea por un
70
incumplimiento contractual del Estado o por una indemnización o por la obligación surgida
de un título público.
En tal sentido, ha señalado Comadira que “ellas deben disponerse cuando el acto debido
por la Administración corresponde al ejercicio de facultades regladas. Tratándose, sin
embargo, de atribuciones discrecionales tales medidas deberían limitarse a los casos en los
que la no emisión del acto debido importe, en relación con las circunstancias del caso, una
violación manifiesta de los límites jurídicos de la discrecionalidad”.
Quedan descartadas, entonces, dentro de este sistema las medidas cautelares autónomas y
positivas que sólo podrán intentarse ante la justicia ordinaria y bajo las previsiones del
Código Procesal Civil de la Provincia de Córdoba.
Para su procedencia se exige que la ejecución del acto impugnado sea susceptible de causar
un grave daño al administrado y que el despacho cautelar no implique una lesión al interés
público. A su vez debe cumplirse con la contracautela requerida por el tribunal.
71
Una vez concedida la medida y cualquiera sea el estado de la causa, si la administración
pública considera que con su ejecución se está lesionando el interés público, lo deberá
declarar en acto administrativo y alegar ante el Tribunal. Este resolverá por auto dentro de
las cuarenta y ocho horas, sobre el cese de la prohibición de innovar o la revocación de la
suspensión, sin perjuicio de la responsabilidad de la Administración por los daños que
ocasionare la ejecución del acto.
Una vez que ha sido admitida la causa el Tribunal ordenará la citación y emplazamiento de
la demandada fijándose al efecto un plazo que no podrá ser superior a diez días. Si el
demandado omitiere comparecer a pedido de parte se lo declarará rebelde y el juicio seguirá
como si ella estuviere presente. La rebeldía se notificará por cédula publicándose además
edictos por cinco días.
72
Excepciones en la ley 7182.
Al momento de contestarse la demanda se podrán oponer las excepciones dilatorias y
perentorias que se consideraren pertinentes, Ahora bien, si las excepciones planteadas
impidieren la prosecución del juicio, se correrá nuevamente traslado de la demanda, una
vez pasado en autoridad de cosa juzgada el auto que las resuelva.
Las únicas excepciones que pueden oponerse en forma de artículo previo deberán ser
opuestas dentro del plazo del traslado ordinario de la demanda, son:
5) Litis pendencia.
Por su parte, el 28 autoriza a cualquiera de las partes a solicitar la apertura a prueba del
incidente de las excepciones siempre que sea pedido dentro de los tres días de notificada la
providencia de autos. Luego de producida la prueba y de merituada la misma el tribunal
resolverá dentro del plazo de veinte días.
Para ampliar este punto puede verse el Capítulo XII y XIII de la bibliografía obligatoria
73
Prueba
En este punto analizaremos la etapa de prueba dentro del proceso contencioso
administrativo. Debe recordarse que en virtud de la inexistencia de regulación legislativa en
el ámbito federal se aplican las normas contenidas en el Código Procesal Civil y Comercial
de la Nación.
Objeto
La etapa probatoria en la ley 7182, cuyo plazo es de treinta días, tiene las siguientes
particularidades:
Las pruebas testimonial, confesional e inspección ocular podrán ser delegadas para su
recepción en la persona de uno de los integrantes del Tribunal.
b) La documental, pericial y confesional, podrán ofrecerse hasta diez días antes del
vencimiento del término de la prueba.
Una vez finalizada la etapa probatoria, se debe traslado por su orden por nueve días para
que las partes puedan alegar sobre el mérito de la prueba.
74
Perención de instancia
En el sistema procesal civil federal la regla es que los plazos son de carácter perentorio y
por lo tanto, el vencimiento de los términos procesales produce per se el decaimiento del
derecho dejado de usar. La instancia se abre con la promoción de la demanda aunque no
hubiere sido notificada la resolución que dispone su traslado y termina con el dictado de la
sentencia. La caducidad puede ser introducida de oficio por el propio juez o por la parte
interesada.
Los plazos previstos por el Art. 310 del C.P.C.N. son los siguientes:
Debe tenerse presente que por imperio del Art. 314 del CPCN la caducidad también opera
contra el Estado y sus entes autárquicos.
En cuanto a los efectos, no debe soslayarse que la caducidad operada en primera o única
instancia no extingue la acción, sino que ésta podrá ejercitarse en un nuevo juicio.
Tampoco, perjudica las pruebas producidas que podrán hacerse valer en aquél, siempre que
no haya operado la prescripción. La caducidad operada en instancias ulteriores, en cambio,
acuerda fuerza de cosa juzgada a la resolución recurrida.
La sentencia que resuelva acerca de la perención de instancia tiene por efecto para las
partes hacer válida y firme la resolución administrativa objeto de la acción, siendo las
costas del incidente de perención a cargo del demandante.
PERENCIÓN DE INSTANCIA
La perención de instancia es una forma anómala de finalizar el proceso contencioso
administrativo y tiene lugar cuando el demandante no lleva a cabo, durante el plazo
expresamente determinado por la ley, ningún acto procesal que sea idóneo para impulsarlo.
Para que opere la perención de instancia, el art. 55 de la ley 7182 requiere que la
paralización sea mayor de un año, cualquiera sea su estado, "salvo que los autos pendieren
de pura actividad del tribunal".
Declarada la perención de instancia, se torna válida la decisión administrativa que fue base
de la acción entablada y se impondrán las costas al demandante (art. 58, ley 7182).
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76
SENTENCIÁS. EFECTOS DE LÁS
SENTENCIÁS EN LÁS ÁCCIONES DE
PLENÁ JÚRISDICCION Y EN LÁS DE
ILEGITIMIDÁD.
(SAM).
La ley 7182 impone que la resolución que se dicte debe ser congruente con los hechos
invocados en sede administrativa y que luego han dado sustento a la demanda y a su
contestación.
77
Por ese motivo, el Art. 39º dispone que “Las sentencias dictadas en causas contencioso
administrativas, no podrán ser invocadas ante los demás fueros judiciales, contra terceros,
como prueba del reconocimiento de derechos reales, personales o de otra naturaleza, por
más que éstos hayan sido invocados y discutidos en el juicio contencioso administrativo”.
En las causas de ilegitimidad, la sentencia se debe limitarse a resolver sobre validez del
acto administrativo impugnado y, en caso de declarar su nulidad, lo notificará a la autoridad
que lo dictó y al Fiscal de Estado. En su caso se dispondrá su publicación en su parte
dispositiva, en el Boletín Oficial o en un periódico de circulación local. A partir del
cumplimiento de ese recaudo formal la sentencia tendrá efectos "erga omnes", sin perjuicio
de los derechos de terceros definitivamente consolidados.
1. Apelación (Art. 43) El Art. 43 autoriza la procedencia del recurso de apelación sólo en
los casos en que la provincia es parte, respecto de:
b) Sentencias definitivas.
En virtud de ello, en contra de las sentencias definitivas (como así también en contra de los
demás autos interlocutorios que pongan fin a la acción) en las causas en que la Provincia no
sea parte sólo podrá interponer recurso de casación o inconstitucionalidad.
78
2. Casación (Art. 45) Debe interponerse de manera fundada dentro de los diez días ante
la Cámara Contencioso administrativa o el tribunal que haya dictado resolución. Procede
contra las sentencias definitivas o en contra de los autos que pongan fin a la acción por las
siguientes causales:
Una vez interpuesto el recurso el Tribunal resolverá sin sustanciación alguna si corresponde
o no concederlo. Si se verifica el primer supuesto, remitirá las actuaciones al Tribunal
Superior de Justicia quien una vez radicas las actuadas deberá pronunciarse sobre su
procedencia dentro de los tres días. Si el máximo tribunal provincial considera que ha sido
mal concedido el recurso, devolverá los autos a la Cámara de origen a sus efectos.
En cambio, si considera que el recurso es procedente, se correrá traslado por su orden por
nueve días, dentro de los cuales las partes podrán presentar informe sobre su derecho,
dictándose sentencia dentro de los treinta días siguientes. Si la sentencia declarase nulo el
procedimiento, se mandará devolver la causa a la Cámara contencioso administrativa que
sigue en turno, para que sea nuevamente juzgada. En los demás casos, deberá resolver
sobre el fondo.
3. Queja (Art. 50) Ante la denegación indebida de un recurso que procediere ante la Sala
Contencioso administrativa del TSJ, el recurrente podrá presentarse en queja ante ésta, a fin
de que lo declare mal denegado.
79
5. Revisión (Art. 48). El recurso de revisión es de carácter extraordinario procederá
contra la sentencia firme en los siguientes supuestos:
6. Aclaratoria (Art. 40) Dentro de los tres días de notificada la sentencia, podrán los
litigantes solicitar se corrija cualquier error material, se aclare algún concepto oscuro o se
supla cualquier omisión sobre los puntos discutidos en el juicio, cuyas contradicciones y
oscuridades aparezcan en la parte resolutiva. Debe tenerse presente que la solicitud de
aclaratoria suspenderá de pleno derecho el término para impugnarla.
7. La reposición (Art. 42) Este planteo será procedente para cuestionar las providencias
dictadas sin sustanciación, a fin de que el Tribunal las revoque por contrario imperio, tal
como acontece con la prevista para la habilitación de instancia (Art. 11)
(ORGAZ).
LA SENTENCIA. EFECTOS
El tribunal interviniente en el proceso dictará sentencia a los fines de resolver la cuestión
contencioso administrativa sometida a su consideración. Para ello deberá tener presente las
circunstancias alegadas y probadas por las partes intervinientes en el proceso.
Por ello, la jurisprudencia ha interpretado: "En el marco de la ley 7182, la competencia del
tribunal de mérito frente al ejercicio de una acción de plena jurisdicción es amplia. Ese
carácter deriva, precisamente, del objeto y finalidad propias de este tipo de acción,
consistentes en el reconocimiento del derecho subjetivo de carácter administrativo yen el
restablecimiento pleno de la situación jurídico subjetiva lesionada (art. 38). De allí entones
que el tribunal, obrando con la plenitud de las atribuciones que se derivan del carácter de
esta acción, puede no solamente anular los actos ilegítimos de la Administración, sino que
también puede condenar a la misma al resarcimiento de los daños y perjuicios derivados de
su obrar antijurídico".
Además, se sostiene que la acción de ilegitimidad "veda toda posib ilidad de atender al
reclamo del accionante de que se lo reincorpore al cargo que tenía cuando fue cesanteado y
que se le paguen retroactivamente los haberes adeudados, con intereses actualizados.
Ello así porque tales medidas exceden el alcance que a la acción de ilegitimidad le confiere
el art. 39, segundo párrafo, del Código Contencioso Administrativo".
a. Aclaratoria
Bartolomé FIORINI, en relación a este medio legal, opina: "Este recurso tiende al
esclarecimiento de carácter material sobre la parte dispositiva del fallo.
82
b. Recurso de apelación
Recordemos que la ley 7182 determina que el Tribunal Superior de Justicia de Córdoba,
por intermedio de la Sala Contencioso Administrativa, "conoce y resuelve en segunda
instancia en las causas en que la Provincia sea parte" (art. 10).
El recurso de apelación deberá plantearse por ante el tribunal que dictó la sentencia dentro
del término de cinco días hábiles judiciales.
Previo examen de admisión formal, el recurso será concedido libremente y se elevarán las
actuaciones a la Sala Contencioso Administrativa la cual imprimirá el trámite de ley.
Se correrá traslado, en primer lugar, al apelante para que exprese los agravios y luego al
apelado para que los conteste.
c. Recurso de casación
En las causas en que la Provincia de Córdoba no sea parte, corresponderá recurrir la
sentencia o los autos que pongan fin a la acción mediante la casación.
El recurso de casación deberá plantearse ante el tribunal que dictó la resolución, expresando
concretamente las causales del mismo y la actuación que se pretende.
Por ello, "La legislación vigente requiere que el recurso de casación se interponga mediante
escrito, en el cual-además de citarse concretamente las disposiciones legales que se
consideren violadas o erróneamente aplicadas y expresarse cuál es la aplicación que se
83
pretende-deben indicarse separadamente cada motivo en sus fundamentos (art. 46, tercer
párrafo, ley 7182)".
Si la parte que interpuso el recurso de casación compareció por ante el Tribunal Superior de
Justicia, éste con audiencia del Fiscal, se pronunciará acerca de su procedencia.
Si el Superior Tribunal considera que el recurso de casación fue mal concedido, devolverá
las actuaciones a la Cámara de origen.
Ello resulta legalmente factible porque: "La concesión de un recurso por el inferior no
inhabilita al tribunal de alzada para controlar la concurrencia de los presupuestos procesales
atinentes, a su admisibilidad formal aun mediando conformidad de los justiciables,
pudiendo en consecuencia revisar si el remedio intentado ha sido deducido conforme a las
condiciones de admisibilidad exigidas por el ordenamiento adjetivo vigente [. . .] El recurso
de casacion, en tanto remedio extraordinario, no cubre la discrepancia de la recurrente con
la determinación de los hechos y el encuadramiento jurídico que realizan los jueces de la
causa, en la medida que no se demuestre un vicio improcedente o in iudicando, eficaz para
habilitar la instancia de anulación. Lo contrario convertirá a este tribunal en una instancia
ordinaria para atender las objeciones de los litigantes a quienes anima un diverso criterio de
interpretación, lo que no se compadece con la competencia atribuida al máximo órgano
jurisdiccional por la Constitución de la Provincia. (art.165, inc. 3)".
84
Posteriormente, y en el término de treinta días, se deberá dictar sentencia. Si ésta declarase
nulo el procedimiento, enviará la causa a la Cámara Contencioso Administrativa que le
sigue en turno para que se dicte una nueva resolución. En los demás casos, deberá
resolverse sobre el fondo de la cuestión debatida.
d. Recurso de revisión
El recurso de revisión se encuentra regulado en el art. 48 del Código Contencioso
Administrativo de la Provincia de Córdoba, exteriorizando de esa manera la vol untad del
legislador de hacer prevalecer el criterio de verdad sobre el principio -no menos
importante- de seguridad jurídica.
85
e. Recurso de inconstitucionalidad
Este medio impugnativo se encuentra regulado en el arto 49 de la ley 7182 y sólo es
procedente en causas de única instancia.
Este recurso puede plantearse respecto a "sentencias definitivas, autos interlocutorios que
den por terminado el proceso o hagan imposible su continuación" y con la finalidad de
cuestionar la constitucionalidad de "una ley, decreto, reglamento o resolución" que haga
referencia sobre materia "regida por la Constitución Provincial y la sentencia o el auto fuera
contrario a las pretensiones del recurrente".
Las circunstancias varían si la sentencia condena al Estado al pago de una suma de dinero.
Con concreta ingerencia en estos aspectos -como bien lo destaca Ávalos194- se han dictado
en nuestro país numerosas declaraciones de emergencia que has incidido –de una manera
disvaliosa para el administrado- en el modo de ejecución de sentencias en contra del
Estado, ya sea suspendiendo su ejecución por un plazo determinado ya sea difiriendo los
pagos para posteriores ejercicios presupuestarios.
86
A este grave situación para la ejecución de sentencias en contra del Estado Nacional se
suman las consolidaciones de deudas dinerarias dispuestas desde entre 1990 y 2002, que
implicaron su reemplazo por títulos públicos con vencimiento a diez o quince años, su
pesificación, otros.
En la actualidad el régimen previsto por la Ley 25.344 –que excluye las sumas inferiores a
$1000- dispone la cancelación de deudas de acuerdo a la disponibilidad de recursos con que
cuente el Tesoro Nacional que se prevean anualmente en el presupuesto nacional en el
plazo máximo de diez años, lo cual presupone que se ha efectuado la correspondiente
asignación presupuestaria.
Vencido ese nuevo término, sin que la autoridad obedezca la orden judicial, se procederá de
conformidad con lo dispuesto por el Código de Procedimiento Civil y Comercial, en lo
referente a la ejecución de sentencia o embargo.
87
Suspensión de la ejecución de sentencia.
En una clara prerrogativa atribuida a la autoridad pública, el Art. 52, excluyendo los casos
en que se encuentre en juego materia previsional, le autoriza a la autoridad administrativa
vencida en juicio a requerir fundadamente dentro de los quince días la suspensión de la
ejecución de la sentencia por un plazo razonable “por considerarla perjudicial al interés
público”. A esos efectos, deberá adjuntarse al expediente judicial el acto administrativo que
así lo declara expresándose con precisión las razones específicas que así lo aconsejan. Al
hacerse la petición deberá ofrecerse indemnizar los daños y perjuicios derivados del
aplazamiento del cumplimiento de condena.
Sin embargo, es el Tribunal quien fijará, previa vista al interesado y de acuerdo a las
razones de interés público invocando, el plazo máximo de duración de la suspensión de la
ejecución de la sentencia.
Sustitución de la condena
Es facultad del Tribunal de la causa, en los casos de sentencia de cumplimiento imposible,
o que ocasione lesión directa e inmediata al interés público, sustituir la condena por una
indemnización compensatoria definitiva. Si así lo decide, deberá determinar la
indemnización correspondiente y fijar el plazo y la modalidad para su pago, con previa
audiencia de las partes y previo pedido de los informes que creyese necesario.
Cabe destacar que el cumplimiento de la condena antes del plazo de suspensión establecido,
relevará a la administración pública del pago de la parte proporcional de la indemnización
por el período que no hubiere vencido.
88
(ORGAZ).
LA EJECUCIÓN DE LA SENTENCIA
El Capítulo IV del Código Contencioso Administrativo de la Provincia de Córdoba
establece el régimen aplicable respecto a la ejecución de la sentencia dictada en un proceso
contencioso administrativo.
Bartolomé FIORINI afirma que "las sentencias de los tribunales contenciosos locales contra
el Estado son obligatorias y por lo tanto, ejecutorias. La posibilidad de no poderse llevar a
cabo esta ejecución corresponderá solamente a circunstancias relacionadas con el interés
público".
Se deberá remitir, además, una copia de la sentencia al Fiscal de Estado en los supuestos
que la vencida en el proceso sea una autoridad administrativa provincial.
Cumplidas las diligencias antes referidas, y dentro del plazo de quince días de recibido el
testimonio de la sentencia, la Administración podrá solicitar fundadamente la suspensión de
su ejecución.
b) Deberá acompañar el pertinente acto administrativo en el que conste las razones que
fundamenten el pedido de suspensión, y
Ante este supuesto el tribunal correrá vista al interesado y luego fijará -analizando las
razones de interés público invocado-el plazo máximo de duración de la suspensión de la
ejecución de la sentencia.
89
También la legislación autoriza al tribunal a decidir la "sustitución de la condena" por una
indemnización definitiva, en los supuestos de:
Bartolomé FIORINI, respecto a esta temática, expresa: "La expresión exacta que debería
utilizarse para este problema sería suspensión o sustitución de los efectos de la sentencia,
porque la obligatoriedad de la sentencia, como acto del Poder Judicial jamás podrá dejar de
tener existencia, salvo renuncia o desistimiento expreso por el interesado. No es la
sentencia lo que en realidad se suspende, sino su ejecutoriedad parar ser sustituida por otra
obligación o prestación a favor del vencedor del litigio [ ... ]. La suspensión de los efectos
de la sentencia debe ser solicitada por el poder administrador al PoderjJ udicial y éste es, en
realidad, el que debe considerar la razonabilidad del pedido interpuesto y también decidir lo
que corresponde sustituir a la ejecutoriedad suspensa o imposible de ejecutar [.]."
Debemos tener presente, también, que en virtud de lo normado por el art. 54 del Código
Contencioso Administrativo, ante el incumplimiento de la obligación impuesta en el plazo
fijado, se procederá de conformidad con lo dispuesto por el Código de Procedimiento Civil
y Comercial de la Provincia de Córdoba.
Ello no ofrece dificultades cuando se trata –por ejemplo-de obligaciones de dar. Pero si se
tratara de obligaciones de hacer y la condenada en el proceso no la cumple en los plazos
establecidos, se comunicará el incumplimiento al Poder Legislativo o al Concejo
Deliberante que corresponda.
90
sus efectos sino se asegurara adecuadamente la ejecución de las decisiones en que se
concreta".
(SAM).
Tal como hemos visto hasta aquí, la intervención de los interesados tanto en el
procedimiento administrativo como en el proceso judicial estuvo ligada a la detentación de
un derecho subjetivo, interés legítimo, derecho de incidencia colectiva o interés difuso. Sin
embargo, la vigencia de nuevos paradigmas y el avance del concepto de la democracia
participativa han ido motivando en el derecho comparado la estructuración de diversos
mecanismos que permiten la ingerencia del ciudadano en la toma de decisiones estatales.
Entre dichas figuras se destacan el Lobby, los documentos de consultas, las audiencias
públicas, el acceso a la información pública, entre otros. En seguimiento de esa tendencia
mundial a la que hicimos referencia, en nuestro país se dictó hace unos años el Decreto
1172/0321 que -entre otros aspectos22- vino a regular lo relativo al derecho de acceso a la
información pública y al régimen de audiencias públicas en el ámbito del Poder Ejecutivo
Nacional. Dicha norma, dispone en sus considerandos que dichos recaudos constituyen un
“prerrequisito de la participación que permite controlar la corrupción, optimizar la
eficiencia de las instancias gubernamentales y mejorar la calidad de vida de las personas al
darle a éstas la posibilidad de conocer los contenidos de las decisiones que se toman día a
día para ayudar a definir y sustentar lo propósitos para una mejor comunidad”. A partir de
ello, se impone la necesidad de analizar en esa unidad lo relativo a estos dos últimos
mecanismos en virtud de su preponderancia cualitativa y cuantitativa en la actualidad.
91
FÚNCIONÁLIDÁD POLITICÁ Y
JÚRIDICÁ DE LÁS ÁÚDIENCIÁS
PÚBLICÁS.
(SAM).
En el ámbito nacional, algunos marcos regulatorios de los servicios públicos como el del
gas natural y la energía eléctrica prevén la obligatoriedad de la instrumentación de las
audiencias públicas previo al dictado de algunos actos administrativos como aquellos que
disponen la modificación tarifaria. También, se ha dispuesto su implementación en el
marco de la renegociación de los contratos dispuesta por la ley 25.651.
92
El Procedimiento. El procedimiento de audiencia pública deberá respetar los principios
de juridicidad, informalismo, participación, oralidad, instrucción e impulso de oficio,
gratuidad, y economía procesal. La decisión que disponga la convocatoria a audiencia
pública deberá ser notificada a los sujetos que puedan resultar alcanzados por la decisión
que se adopte y deberá dársele la difusión y publicidad adecuada. Este último aspecto es de
suma importancia a los fines de lograr la concurrencia de la mayor cantidad de interesados
posibles.
En consonancia con ese objetivo, el Art. 7º del aludido cuerpo normativo dispone que “la
convocatoria deberá darse a conocer mediante la publicación en el Boletín Oficial de la
Provincia de la resolución que así lo disponga”, y que la misma deberá ser difundida, por al
menos tres días sucesivos con una antelación no menor a veinte días hábiles de la fecha de
la audiencia, mediante aviso en por lo menos un diario de circulación provincial y además,
en su caso, en otro de alcance en el lugar de celebración de la audiencia. También podrá
disponerse la difusión adicional a través de medios de comunicación radial, televisiva o
electrónica.”
b) la indicación precisa del lugar en donde puede recabarse mayor información y obtenerse
copia y vista de las presentaciones y demás documentación pertinente;
93
Legitimación. Podrán participar toda persona física o jurídica - pública o privada - que
acredite derecho subjetivo o interés legítimo, difuso o de incidencia colectiva, relacionado
con la temática a discutirse en el procedimiento. A esos efectos, los interesados deben
inscribirse con un plazo de anticipación no inferior a tres días hábiles de la fecha de
iniciación de la misma.
Antes, del comienzo de la audiencia, el Directorio será el encargado de resolver acerca del
derecho a participar en la audiencia, decisión que en caso de ser negativa puede ser
recurrida de acuerdo a los parámetros analizados. Asimismo, quien no haya sido admitido
podrá intervenir en la calidad de oyente y formular preguntas. Una vez abierta la audiencia
pública por el Presidente del ERSEP se procederá a la lectura de la resolución y del aviso
de convocatoria. Seguidamente, se nominará los participantes admitidos y acreditados y en
el orden de su inscripción en el registro de participantes, se dará lectura a las pretensiones o
posiciones propuestas, se incorporará la prueba acompañada y se hará constar la ofrecida
por los interesados.
94
La participación social en la preparación de las decisiones públicas y la
prevención y combate de la corrupción.
Como corolario de lo afirmado en el punto anterior, la audiencia pública así como los
demás mecanismos de participación previstos, permiten en la práctica el control de los
ciudadanos del desenvolvimiento de los funcionarios públicos dentro de los márgenes de la
ética pública.
95
INCIDENCIÁ DE LÁ ÁÚDIENCIÁ
PÚBLICÁ EN LOS ELEMENTOS DEL
ÁCTO ÁDMINISTRÁTIVO Y EN SÚ
CONTROL.
A los fines de ilustrar esta temática, traemos a colación lo sentenciado por la Corte
Nacional en la causa “Adidas”27. En tal caso, la actora y otras empresas del rubro del
calzado promovieron una acción de amparo en contra del Estado Nacional, solicitando la
nulidad de una resolución del Ministerio de Economía por medio de la cual se dispuso la
salvaguardia a la importación de calzados provenientes de terceros países del MERCOSUR,
basándose en que la normativa vigente a los fines de tal prórroga requería, previamente, la
realización de una investigación entre las partes interesadas y la Comisión Nacional de
Comercio con las audiencias públicas respectivas.
96
EL DERECHO DE ÁCCESO Á LÁ
INFORMÁCION PÚBLICÁ. REGIMEN
NÁCIONÁL Y PROVINCIÁL.
LEGITIMÁCION. LIMITÁCIONES.
De esta manera, este derecho se erige dentro del Estado de Derecho en un cauce de
participación ciudadana, por cuyo conducto se procura fomentar la transparencia de la
actividad estatal y el control del ejercicio del poder público y de la corrupción.
Cabe destacar, que este derecho, posee un antiguo antecedente en el derecho comparado
que se remonta a la Real Ordenanza Sueca sobre la libertad de prensa del año 1766 y que a
partir de entonces, se ha propagado por numerosos países conjuntamente con la democracia
entre los que se destacan España (Art. 105 Inc. b de la Constitución)30, Estados Unidos
(Freedom of Information Act de 1966), Francia (Ley del 17 de junio de 1978), Italia (Ley
del 7 de agosto de 1990) y la Unión Europea (Art. 42 de la Carta de Derechos
Fundamentales)31 El dictado del Decreto 1172/0332 vino a cubrir un vacío legislativo en la
materia al regular lo relativo al acceso a la información pública en el ámbito del Poder
Ejecutivo Nacional. A pesar de la existencia de esa plataforma normativa, en nuestro país,
esta novel herramienta todavía no ha calado hondo en los operadores jurídicos del derecho
público. Por un lado, los ciudadanos desconocen las bondades de este mecanismo y por el
otro, cuando la información es requerida al Estado o a los particulares estos son renuentes a
permitir el conocimiento de su actividad.
97
Fundamento constitucional. El derecho al acceso a la información pública tiene
fundamento constitucional tanto en las cláusulas de la Carta Magna como en los
instrumentos internacionales incorporados a la Ley Fundamental por la vía del Art. 75 Inc.
22, luego de la reforma de 1994. Entre los primeros, cabe destacar, el Art. 1 en cuanto
establece el sistema republicano de gobierno e impone la publicidad de los actos públicos y
el Art. 33, en tanto esta última disposición constitucional “proporciona fundamento
suficiente a la obligación de dar publicidad a todos los actos de gobierno dado que, esa
norma, reconoce los derechos que emanan de la soberanía del pueblo”.
98
Principios que rigen el acceso a la información pública. La esencia adjetiva e
instrumental del pedido de acceso a la información pública, torna aplicables algunos
principios propios del procedimiento administrativo general que resultan insoslayables para
el correcto desenvolvimiento de este cauce específico.
Salvo excepciones que deben establecerse por vía legislativa e interpretarse con carácter
restrictivo: “Toda persona tiene derecho solicitar, acceder y recibir información que posee o
esté bajo el control del Estado Nacional”. Además de ser congruente, la información que se
brinda debe ser completa y no parcializada, salvo que se encuentre limitada por norma
expresa, tal como lo ordena el Art. 4 del Decreto 1172/03.
Sin embargo, debe tenerse presente que si la información está parcialmente limitada y el
otorgamiento de la que se puede brindar induce a confusión, no se entiende o pierde sentido
puede ser limitada en su totalidad por la autoridad estatal.
99
Tal circunstancia y la amplitud con que ha sido formulado este derecho, permite sostener
que los extranjeros también detentan el derecho para requerir la información pública41, de
conformidad a lo dispuesto por el Art. 20 C.N. en cuanto establece que gozan de los
mismos derechos que los ciudadanos argentinos.
Legitimación. Ahora bien, del hecho de que una persona sea titular del derecho
informativo no puede derivarse sin más, la circunstancia de que posea siempre y en todos
los casos legitimación activa para requerirla ya que ello dependerá de la naturaleza de la
información que se solicita y de los derechos que pueda comprometer la misma. Pues, por
ejemplo, no podrá solicitarse el acceso a un expediente administrativo en donde se está
tramitando un sumario administrativo a un tercero pues se estaría afectado su derecho a la
intimidad. Ello revela que si bien la legitimación es amplia habrá que adecuar esa regla a
cada caso particular.
A esta nómina, el Decreto 1172/03 agrega las organizaciones privadas a las que se hayan
otorgado subsidios o aportes provenientes del sector público nacional, así como a las
instituciones o fondos cuya administración, guarda o conservación esté a cargo del Estado
Nacional a través de sus jurisdicciones o entidades y a las empresas privadas a quienes se
les hayan otorgado mediante permiso, licencia, concesión o cualquier otra forma
contractual, la prestación de un servicio público o la explotación de un bien del dominio
público
100
Se ha señalado, desde la doctrina, que la reglamentación nacional no rige para las
Universidades Nacionales en virtud de su carácter autónomo establecido por el Art. 75 Inc.
19 de la CN y por la Ley de Educación Superior (Nº 24.521)43. Cabe apuntar, que
discrepamos con esa opinión en tanto entendemos que el carácter autonómico no redime a
las Universidades Nacionales de brindar la información a los ciudadanos que la requieran
en tanto integran la organización del Poder Ejecutivo Nacional.
Además, más allá de esa disquisición el carácter operativo del derecho fundamental
comprometido obliga a permitir su acceso.
Ingresando a las limitaciones concretas, debe decirse que n razón del interés público puede
restringirse el acceso a aquella información cuyo conocimiento pueda comprometer:
b) El secreto de Estado;
f) La política exterior.
101
En razón del interés privado puede vedarse el acceso a aquella información cuyo
conocimiento tenga la potencialidad para comprometer:
b) El derecho a la intimidad;
c) La confidencialidad de un dato;
En definitiva, tanto en las limitaciones que obedecen al resguardo del interés público como
las que protegen al interés privado, nos encontramos frente a la colisión de derechos que en
caso de ser necesario deberá ser ponderado por el juez a los fines de dilucidar qué interés
debe prevalecer en el caso concreto.
En el ámbito nacional, el Decreto 1172/03 establece que en caso de que la información sea
denegada la vía idónea para obligar a la administración a proveerla es el Art. 28 de la Ley
19.549, esto es el amparo por mora.
102
a la información pública, en tanto existe una afectación de derechos constitucionales del
más alto rango del interesado, tal como lo ha entendido la jurisprudencia federal.
Además, debe repararse en apoyatura de la solución que propiciamos, en que el objeto del
amparo por mora es el mandato de un pronto despacho a la administración para que se
expida o de curso a las actuaciones administrativas, es decir una obligación de hacer, con lo
cual la orden de brindar la información que se requiere al Poder Judicial constituye una
obligación de dar para lo cual ese mecanismo resulta inapropiado para encausar ese tipo de
pretensiones.
Además, debe tenerse en cuenta, que el amparo por mora tampoco ofrece respuestas en
aquellos casos en que la información es expresamente denegada. Sobre el punto, también se
ha pronunciado la doctrina señalando que ante la denegación del acceso a la vista de un
expediente administrativo el mecanismo del amparo por mora resulta inapropiado y que la
vía correspondiente para obtener el acceso es el amparo genérico.
Ante la falta de claridad en tal aspecto, resulta ilustrativo indagar acerca de los mecanismos
diseñados a tal efecto en derecho comparado. Así, en España, la Ley de Régimen Jurídico
de las Administraciones públicas y del Procedimiento Administrativo Común (Ley
39/1992) tiene normado que en caso de que se deniegue la autorización para acceder a un
expediente debe interponerse un recurso en sede administrativa y acudir a la vía
contencioso administrativa.
En otros países como Francia (La Comisión d´ accés aux documents administratifs) o en
Reino Unido (Information Comisions) se han creado órganos o autoridades independientes
para resolver de manera ágil las reclamaciones planteadas en este tipo de asuntos. En Italia,
en cambio, se ha creado un proceso judicial rápido y abreviado para atender los asuntos en
donde se halla comprometido tal derecho.
103
LEGISLACIÓN PROVINCIAL
En la Provincia de Córdoba rige la Ley 8803 de Derecho al Acceso al Conocimiento de los
Actos del Estado mediante la cual se puede tener acceso a la información pública que se
encuentre en manos de las autoridades provinciales y demás personas públicas descriptas en
el Art. 1º. Por vía del Art. 3º, se establecen las limitaciones al derecho de acceso que no
varían de las que hemos enunciado previamente a cuyas consideraciones remitimos en
honor a la brevedad. Es singular la solución que prevé el ordenamiento provincial para los
casos de silencio o de denegatoria del derecho de acceso a la información pública. Para el
primer supuesto, esto es, si se considera que existe negativa en brindarla, queda habilitada
al ciudadano la acción de amparo por mora de la Administración que deberá promoverse
ante la Cámara Contencioso administrativa en la capital o ante las Cámaras civiles en el
interior de la provincia. Sobre el punto, cabe tener en cuenta que la Ley Provincial que
regula el amparo por mora exige como recaudo de legitimación para su procedencia la
detectación de un derecho subjetivo o interés legitimo y en estos casos, el ciudadano no
puede acreditar esa situación jurídica subjetiva. Sin embargo, dicha circunstancia no puede
obstar a su procedencia.
En cambio, para aquellos casos en que el Estado deniegue el acceso a la información sea
que invoque una limitación prevista en el Art. 3 u otra, o que la fundamentación fuere
arbitraria, insuficiente o aparente el ciudadano deberá iniciar una acción de amparo. En este
caso, no deberá concurrir al fuero contencioso administrativo sino a los tribunales
ordinarios por ser éstos los competentes para entender en las acciones de amparo. Como
recaudo formal, el Art. 9 dispone que la “denegatoria de la información debe ser dispuesta
por un funcionario de jerarquía equivalente o superior a Director General, en forma fundada
explicitando la norma que ampara la negativa”.
104
SÚB-EJE TEMÁTICO 4: DERECHO
PROCESÁL CONSTITÚCIONÁL:
(SAM).
Evolución.
Si bien el derecho procesal constitucional forma parte del derecho constitucional, desde la
década del ochenta ha experimentado una gran ampliación y desarrollo que ha dotado a esa
disciplina de principios propios. La causa de esa expansión proviene de la creación en
Europa de tribunales especializados en materia constitucional y el fuerte crecimiento que
han experimentado en los últimos años los procesos constitucionales, tales como el amparo,
el habeas data o la acción de inconstitucionalidad en Latinoamérica.
Contenido.
Señala Sagües que el derecho procesal constitucional se ocupa de la jurisdicción
constitucional integrada, a su vez, por dos elementos claves: la magistratura constitucional
y los procesos constitucionales.
(LUIS MANILI).
a) Tesis restringida: es sostenida por Néstor Sagüés y compartida por quien esto escribe
esto; según ella, esta materia incluye el estudio de los procesos constitucionales (hábeas
corpus, amparo, acciones de de inconstitucionalidad, etc.; en definitiva, lo que Mauro
Cappelletti denomina "jurisdicción constitucional de la libertad") y de la magistratura
constitucional (es decir, el estudio de los órganos que la ejercen: tribunales
constitucionales, cortes supremas, salas constitucionales, etcétera).
105
b) Tesis intermedia: es sostenida por Domingo García Belaunde, quien postula que el
Derecho Procesal Constitucional incluye el estudio de los dos temas ya referidos, más la
jurisdicción constitucional, la cual abarca: el valor jurídico de la constitución, el control
constitucional, la interpretación constitucional, etcétera.
c) Tesis amplia: es sostenida por Osvaldo Gozaíni, que agrega, a lodo ello, el estudio del
debido proceso.
Entendemos que las interpretaciones que proponen las posturas reseñadas en b y c invaden
el viejo tronco del Derecho Constitucional o, dicho de otra manera, lo amputan de manera
excesiva para la conformación de esta nueva disciplina. Es decir: consideramos que no
podemos quitarle al Derecho Constitucional sus capítulos dedicados al estudio de la
supremacía constitucional, el control de constitucionalidad, la interpretación constitucional,
como sostiene García Belaúnde. Lo mismo ocurre con el debido proceso, que es una
materia sustantiva, un derecho en sí mismo, sin perjuicio de su utilidad como garantía de
otros derechos.
JÚRISDICCION CONSTITÚCIONÁL.
(SAM)
La supremacía de la Constitución sobre la ley motivó que en año 1803 en los EEUU el juez
John Marshall en el renombrado caso “Madbury vs. Madison”, diera orígenes a la teoría del
control de constitucionalidad atribuyendo esa delicada tarea del Poder Judicial.
106
El control por vía de acción se ha desarrollado con distintas variantes en el derecho
comparado; particularidades que van de la mano del diseño de la organización del poder
judicial o político, según corresponda. Así, en algunos países el control de
constitucionalidad se encuentra concentrado en una autoridad jurisdiccional especializada,
sea a cargo de un Tribunal Constitucional como ocurre en Alemania2, de un Consejo
Constitucional como en Francia o en una autoridad extrapoder como acontece en España
que halla su base en el sistema austriaco.
Por último, debe tenerse presente que en otros ámbitos comparados o provinciales,
concurren características de ambos sistemas dando lugar a lo que se ha denominado como
modelo dual o paralelo.
107
La jurisdicción constitucional en Córdoba
108
El control de constitucionalidad formal. A estos fines debemos, primero que todo,
recordar que la declaración de inconstitucionalidad, en general, deriva de constatar la
validez o no de una norma dentro del contexto fáctico en donde la misma va a ser aplicada.
En ese sentido, el juez al aplicar una norma no lo hace en un sentido abstracto sino que el
análisis de si una norma es constitucional o no, se realiza apreciando el caso particular y su
contexto.
Ello quiere decir que el juez tiene que enfrentar la norma con la Ley Fundamental
Constitución para detectar si se han seguido los pasos constitucionales para que podamos
decir que la misma tiene esa entidad.
Entonces, habrá que verificar, si se trata de una ley, si se ha cumplido con su trámite
parlamentario, si estamos ante un decreto de necesidad y urgencia, si se han verificado los
extremos exigidos por la Constitución para el uso de este excepcional instituto. Así las
cosas, la declaración de inconstitucionalidad formal será el resultado de un análisis jurídico
basado en la comprobación de si se han respetado, o no, las normas que dan legitimidad
formal a la ley o reglamento o acto individual en cuestión.
Otra diferencia que a priori se trasluce como la más importante es la que tiene que ver con
los efectos que traen aparejado estos tipos de pronunciamientos. Como es sabido, en
nuestro sistema, la declaración de inconstitucionalidad, por regla, tiene efectos para el caso
concreto. Ahora bien, detectada la inconstitucionalidad formal de un norma ¿Cómo
sostener su validez en otro proceso? ¿Podremos sostener la obligatoriedad de esa norma?
109
sanción. En este sentido, el Alto Tribunal manifestó que “es indudable entonces que ha
mediado una manifiesta inobservancia de los aludidos requisitos mínimos e indispensables
para la creación de una ley”.
Esta posición se puso nuevamente de manifiesto con el resonante caso “Fayt”11 donde,
como es sabido, se declaro la inconstitucionalidad de una cláusula de la Constitución
debido a que la misma no estaba habilitada por la ley que declaraba la reforma.
Por último, más recientemente in re “San Luis” la Corte arrancó de raíz el Decreto 214/02
del Poder Ejecutivo Nacional que deponía la pesificación de las deudas del sistema
financiero. Se trataba de un reglamento delegado que fue dictado en ejercicio de facultades
delegadas por el Congreso Nacional al P.E.N. en virtud de la ley de emergencia Nº 25.561.
Según el voto de la mayoría ese decreto había excedido el ejercicio de facultades delegadas
y por lo tanto debía se reputado inconstitucional.
En este camino y ante los pronunciamientos analizados cabe indagarse ¿Cuál es el valor, en
la actualidad, de la jurisprudencia en los casos de inconstitucionalidad formal? ¿Cuál es su
jerarquía frente a las demás fuentes del derecho? ¿Cómo se vislumbran estos
pronunciamientos a la luz de lo establecido en el Artículo 31 de la C.N.?
Se vislumbra, ante esta problemática, la complejidad de nuestro sistema jurídico, sobre todo
en lo que hace al sistema de control de constitucionalidad.
En efecto, sobre el tema de análisis y con algunas variantes el Tribunal mantuvo su postura
durante más de 60 años sosteniendo, que para que un tribunal pueda declarar
110
inconstitucional una norma debía mediar pedido de parte. En esta etapa, la Corte se valió de
diferentes argumentos para abrazar esa postura. Entre ellos los más importantes fueron:
1) La declaración a instancia de parte se hace necesaria para mantener el equilibrio entre los
tres poderes.
3) La presunción de legitimidad con que están investidos los actos administrativos y demás
actos estatales.
Pero, en la década del ochenta, con la llegada al Máximo Tribunal de los Ministros Fayt y
Belluscio comienza a avizorarse, de manera más ostensible, la posibilidad de admitir la
inconstitucionalidad de oficio. Esa visión de ambos magistrados, se puso en evidencia en su
voto minoritario in re “Juzgado de Instrucción Militar Nº 50 de Rosario” (Fallos, 306:303)
de 1984, donde con fundamento en el adagio iura novit curia y el deber de los magistrados
de mantener la supremacía constitucional, convalidaron la declaración de
inconstitucionalidad de oficio que había efectuado el juez de grado de la causa, a los fines
de arrogarse competencia por sobre la jurisdicción castrense.
Años más tarde, a esa minoría se suma en 1998 el Ministro Boggiano en su disidencia in re
“Banco Buenos Aires Building Society” (Fallos, 321:993) donde señalo que “la declaración
de inconstitucionalidad sin que medie petición de parte no implica un avasallamiento del
Poder Judicial sobre los demás poderes, ya que dicha tarea es de esencia de aquel, una de
cuyas funciones especificas es la de controlar la constitucionalidad de la actividad
desarrollada por los poderes Ejecutivos y Legislativo a fin de mantener la supremacía de la
Constitución (Art. 31)”
El paso siguiente para llegar a la doctrina actual de la Corte se pone de resalto en la causa
“Mills de Pereyra” (Fallos, 324:3219) de diciembre de 2001, en donde, la actora y otros
jueces correntinos reclamaban el ajuste en su remuneración afectado por la inflación. Para
resolver a favor de los peticionantes, el juez de oficio, declaro inconstitucionales algunas
disposiciones de la ley de convertibilidad y de una ley provincial. A partir de ese fallo, se
suman a la postura de la citada minoría, los ministros López y Bossert fundando su voto
conjunto en que la declaración efectuada no afecta el derecho de defensa. También en la
misma causa, va a adherir a esa postura, pero reforzando los argumentos para fundar la
procedencia del control de constitucionalidad de oficio el Ministro Vázquez.
111
En la actualidad, y con la nueva integración del Tribunal, impulsada por el Presidente
Kirchner, aquella minoría toma fuerza y pasa a ser mayoría en virtud de la adhesión de los
Ministros Zaffaroni y Highton de Nolasco, admitiendo, en consecuencia, la posibilidad de
que los jueces declaren la inconstitucionalidad de la normativa independientemente de que
las partes del pleito lo hayan o no planteado. Es decir, la Corte, para resolver el caso
comentado, hace ahora suyos los argumentos de los votos minoritarios de fallos anteriores.
Y de los votos de los Dres. Boggiano y Vázquez en la causa “Mills de Pereyra” toma los
siguientes argumentos:
112
LOS DISTINTOS SISTEMÁS DE
CONTROL DE CONSTITÚCIONÁLIDÁD.
(SAM).
1) Político: está a cargo de autoridades que no integran el Poder Judicial sino que tienen
funciones políticas.
2) Judicial: El control de esa supremacía constitucional está cargo del Poder Judicial. Este
es el sistema imperante en la República Argentina y en la Provincia de Córdoba.
3) Difuso: el ejercicio del control le corresponde a todos los jueces, tal como acontece en
nuestro sistema federal.
5) Abstracto: en el cual no hace falta la existencia de una controversia entre partes para que
tenga lugar el control.
7) De Oficio. El control no es resultado del pedido de una parte sino que es realizado
directamente por los jueces.
113
EL SISTEMÁ DE CONTROL DE
CONSTITÚCIONÁLIDÁD ÁRGENTINO.
(SAM).
Entre sus particularidades debe quedar en claro que es difuso y judicial, en tanto le
corresponde a todos los jueces; es concreto, ya que necesita la existencia de un “caso”, es
decir de un conflicto entre partes; sólo tiene efecto entre las partes y conforme lo hemos
visto puede ser de ejercido de oficio por los magistrados.
114
(MATERIAL EFIP I).
a. Difuso: pudiendo cualquier tribunal y todos los jueces, ejercitar el control. Este
sistema es seguido por los EEUU y por Argentina.
115
Se aplica también Italia, donde ese órgano jurisdiccional no forma parte del poder
judicial, sino que se considera un órgano extrapoder. También rige en Uruguay,
España, etc.
• MIXTO: cuando tanto un tribunal constitucional como los jueces comunes son
competentes, cada cual según determinadas vías procesales.
• La elevación del caso efectuada por el juez que está conociendo de un proceso, a un
órgano especializado y único para que resuelva si la norma que debe aplicar es o no
inconstitucional.
Dentro de la vía directa cabe la variante de la acción popular, en la cual quien demanda
puede ser cualquier persona, aunque no sufra agravio con la norma impugnada.
3. En cuanto al SUJETO que está legitimado para provocar el control, puede ser:
116
El propio juez de la causa que la leva en consulta al órgano encargado del control
para que resuelva si la norma que ese juez debe aplicar en su sentencia es o no
inconstitucional.
b. Cuando la sentencia invalida la norma declarada inconstitucional más allá del caso,
el efecto es amplio, “erga omnes” (contra todos) o “extra-partes”. Este efecto puede
revestir dos modalidades:
Sin estar constitucionalizado el sistema de efecto amplio o erga omnes, puede ocurrir que la
sentencia declarativa de inconstitucionalidad, cuyo efecto se limita al caso, adquiera
ejemplaridad y funcione como modelo que suscite seguimiento, en cuyo caso la fuente
judicial, sin derogar la norma, consigue que el precedente se reitere, o que voluntariamente
el órgano que dicto la norma la derogue. De existir un sistema de jurisprudencia
vinculatoria, que obliga a determinados órganos judiciales a acatar la sentencia dictada en
un caso, se acentúa el rigor del efecto que acabamos de mencionar.
117
LOS SISTEMAS de CONTROL en NUESTRO DERECHO
CONSTITUCIONAL FEDERAL y PROVINCIAL.
(Bidart Campos, Tomo I, pág. 359).
Lo que queda por dilucidar es si se trata de la única vía, o si juntamente con ella es posible
emplear la vía directa de acción en algunas de sus modalidades.
Hasta 1985, era común afirmar que la única vía para promover el control era la indirecta,
con base en que el art. 2 de la ley 27 prescribe que los tribunales federales solo ejercen
jurisdicción en casos contenciosos.
118
En 1985 se empieza progresivamente a elastizar el concepto rígido de caso contencioso y a
admitir la existencia de acciones de inconstitucionalidad (o vías directas), aunque al día de
hoy nunca se ha llegado a aceptar entre estas últimas a la acción declarativa de
inconstitucionalidad pura. Obviamente, sigue subsistente la vía indirecta.
¿Cuáles son?
La corte las ejemplifica: a. acción de amparo y de habeas corpus (que existían desde mucho
antes de 1985, pero no eran expresamente definidas por la corte como acciones de
inconstitucionalidad); b. acción declarativa de certeza con la que es viable obtener una
sentencia declarativa de inconstitucionalidad de normas generales, la cual sentencia –por
ser declarativa- no es una sentencia de condena; c. juicio sumarísimo de
inconstitucionalidad; d. incidente de inconstitucionalidad que se forma de modo anexo a
una denuncia penal para discutir en él una cuestión constitucional.
En síntesis, y de acuerdo a la interpretación de Bidart: ahora se tiene por cierto que hay
acciones de inconstitucionalidad, pero no hay acciones declarativas de inconstitucionalidad
pura, es decir sigue no habiéndolas.
Por el art. 14 de la ley 48, es posible el recurso extraordinario ante la corte suprema de
justicia de la nación, a los fines de pedir la declaración de inconstitucionalidad.
El interés que puede tener un tercero en impugnar como inconstitucional una norma que él
debe cumplir (sin que se agravie a un derecho suyo) no es aceptado por la corte para
investirlo de legitimación con la promoción del control. Bidart está en desacuerdo con este
criterio porque quien debe cumplir una norma (por ejemplo, la que obliga a actuar como
agente de retención) ha de estar habilitado para cuestionar su constitucionalidad, aunque la
119
misma norma y su cumplimiento no le afecten en sus derechos personales, ya que el
obligado tiene interés actual en que su obligación no sea inconstitucional.
Con la reforma constitucional de 1994, el art. 43 que regula el amparo, el habeas data y el
habeas corpus, abre una interpretación holgada. Porque habilita la acción de amparo contra
cualquier forma de discriminación y en lo relativo a los derechos que protegen al ambiente,
a la competencia, al usuario y al consumidor, así como a los derechos de incidencia
colectiva en general. Señalando quienes son los sujetos legitimados para interponer la
acción de amparo:
-El afectado;
Este párrafo del art. 43 da por reconocidos a los intereses difusos, intereses colectivos,
intereses de pertenencia difusa, derechos colectivos o derechos de incidencia colectiva en
general.
La trilogía de sujetos legitimados para provocar e control por vía directa amplia
explícitamente lo que hasta entonces no siempre era admitido.
En efecto, el afectado no es el titular único y exclusivo del derecho o el interés que alega,
porque es uno entre varios o muchos, con quienes comparte lo que hay de común o
colectivo en ese derecho o interés, y solo invoca su porción o cuota-parte en carácter de
situación jurídica subjetiva dentro de la cotitularidad múltiple.
120
Este efecto e imitación espontanea es el que intensifica el valor del derecho judicial como
fuente.
1. En cuanto al órgano:
El sistema es siempre jurisdiccional difuso. Pero en las provincias donde existe, además de
vía indirecta, la vía directa o de acción, este debe articularse ante el Superior Tribunal
provincial, con lo cual tenemos también sistema jurisdiccional concentrado. Las provincias
no pueden negar el uso de la vía indirecta.
Muchas provincias admiten la vía directa, de acción o de demanda. Así, por ejemplo, Bs.
As., Santiago del Estero, Chaco, Misiones, Neuquén, etc.
En algunas hallamos el efecto amplio o erga omnes, que produce la abrogación de la norma
declarada inconstitucional.
121
El diseño precedente corresponde al control que en jurisdicción de las provincias y a cargo
de sus tribunales locales se ejerce sobre el derecho provincial inferior a la constitución
también provincial.
Sin embargo, frente a la falta de respaldo legal y constitucional expreso la Corte Suprema
de Justicia de la Nación desconoció sistemáticamente al amparo como mecanismo de
protección de derechos fundamentales hasta diciembre de 1957, como lo veremos en el
punto siguiente. Esa postura del Alto Tribunal explicitada en sus sentencias encontraba
apoyatura en dos principios básicos: En primer lugar, en que el habeas corpus -que hallaba
sustento normativo en el Art. 18 de la C.N.-, sólo tenía por objeto la protección de la
libertad física contra la detención ilegal o arbitraria y en segundo lugar, que fuera de dicho
122
remedio no existía en el ámbito federal otra herramienta procesal que ampare el ejercicio de
los demás derechos constitucionales.
La causa “San Miguel” constituye un importante mojón en la historia del amparo argentino,
pues el contenido del voto minoritario de esa sentencia abre la puerta constitucional a dicho
remedio. Frente a la decisión por medio de la cual se había dispuesto la clausura de un
diario de propiedad del actor -al igual que acontecerá luego en “Siri” pero en circunstancias
totalmente opuestas desde el punto de vista político19-, la Corte resolvió desestimar el
planteo del accionante apoyándose para ello en el argumento según el cual, el amparo no
existía en el sistema federal argentino y que el habeas corpus no permitía la protección de
derechos distintos al de la libertad física.
Sin embargo, la semilla del amparo la va a sembrar el juez Casares en el voto disidente
emitido en esa causa al admitir la procedencia del planteo efectuado por el actor. A tal
efecto, dicho magistrado fundamentó su posición en que “la realidad concreta de los
derechos está condicionada por la existencia de garantías efectivas para su ejercicio” razón
por la cual, entendió que la vía escogida resultaba idónea para neutralizar los efectos de la
decisión por la cual se afectaban los derechos de publicar y trabajar.
123
SU CREACIÓN EN LA JURISPRUDENCIA DE LA CORTE
SUPREMA DE JUSTICIA DE LA NACIÓN Y SU POSTERIOR
REGULACIÓN LEGAL.
(MANILI)
La melancólica evocación a dicha doctrina llega en medio del grave retroceso que significó,
y en gran medida significa, el dec.-ley 16.986 (1966). Éste vino a restaurar el orden vencido
por los considerandos de dos sentencias de la Corte llamadas a influir para siempre en el
orden jurídico argentino. Con el pretexto de reglamentar la naciente figura del amparo, las
autoridades de facto que entonces gobernaban el país se decidieron por una ley sumamente
restrictiva y denegatoria. La formidable estructura garantista levantada por la jurisprudencia
de la Corte fue así estratégicamente desmontada en sus piezas fundamentales, hasta
convertir el amparo en algo menos que un buen recuerdo, una formalidad, un deseo de
justicia. En gran parte, lo que sobrevino encarnó uno de los mayores retrasos infligidos a
nuestro Derecho positivo, retraso que recién con la reforma constitucional de 1994 tiende a
ser superado.
Cuando el 27 de diciembre de 1957 la Corte sentencia el caso "Siri” pone fecha al cierre de
un ciclo y, al mismo tiempo, a la apertura de otro. Cierra un ciclo restrictivo donde la
garantía de hábeas corpus, entonces única garantía constitucional reconocida expresamente
por el orden jurídico argentino, era celosamente aplicada por la Corte a la tutela de la
libertad ambulatoria. Abre un ciclo garantista porque, con el cambio de jurisprudencia
operado, se establece la protección del resto de los derechos vía la consagración del
amparo, pero a partir del formato procesal propio del hábeas corpus.
Ángel Siri interpone formalmente un recurso de hábeas corpus contra actos de autoridad
pública, los cuales implicaban de hecho la "clausura" de un diario de su propiedad,
invocando, en esencia, la violación de "la libertad de imprenta y de trabajo que consagran
los arts. 14, 17 y 18 de la Constitución Nacional" y requiriendo, consiguientemente, que
mediante esta vía procesal se garantice el ejercicio de sus derechos vulnerados. En primera
124
instancia el hábeas corpus fue rechazado aduciéndose que dicha Karantía "sólo protege la
libertad física y corporal de las personas".
125
es la "eficaz protección de los derechos humanos". Por ello, la Convención debe
interpretarse —afirma— de manera de darle su pleno sentido y permitir que el régimen de
protección de los derechos humanos "adquiera todo su efecto útil".
Una vez más, las instancias inferiores que intervienen rechazan aplicar la garantía de
hábeas corpus a la tutela de derechos ajenos a la libertad ambulatoria.
Las circunstancias del caso "Kot" permiten a la Corte explayarse sobre la naturaleza
jurídica de la garantía de amparo. En el caso "Siri" había señalado a ésta como el
instrumento idóneo para alcanzar la tutela efectiva de los derechos ajenos a la garantía de
hábeas corpus reconociéndoles la aplicabilidad directa. En el nuevo precedente la Corte
afirma que el amparo, a semejanza del hábeas corpus, procura una protección "expeditiva y
rápida que emana directamente de la Constitución", y que la distinción entre actos de
autoridad pública y actos de particulares "no es esencial a los fines de la protección
constitucional". Ello, en virtud de que "existe una garantía tácita o implícita que protege los
diversos aspectos de la libertad individual (cfr. art. 33 CN)".
La "protección de la libertad", como fin general reconocido por nuestra ley constitucional,
le permite a la Corte aseverar que "nada hay, ni en la letra ni en el espíritu de la
Constitución, que permita afirmar que la protección de los llamados «derechos humanos»
—porque son los derechos esenciales del hombre— esté circunscripta a los ataques que
sólo provengan de la autoridad.
Nada hay, tampoco, que autorice la afirmación de que el ataque ilegítimo, grave y
manifiesto contra cualquiera de los derechos que integran la libertad, lato sensu, carezca de
la protección constitucional adecuada —que es, desde luego, la del hábeas corpus y la del
recurso de amparo, no la de los juicios ordinarios o la de los interdictos, con traslados,
vistas, ofrecimiento de pruebas, etc.—...".
126
La Corte marca una divisoria de aguas entre la protección propia de los procesos ordinarios
y aquella que requiere una justicia tan implacable como expedita. Ello, porque la
Constitución —afirma— no desampara a los ciudadanos ni les impone "necesariamente"
recurrir a la "defensa lenta y costosa" de los procedimientos ordinariosl8. Para la Corte, lo
que el hábeas corpus y el amparo tienen primordialmente en vista no es el origen de la
restricción ilegítima a cualquiera de los derechos fundamentales de la persona humana, sino
estos derechos en sí mismos, a fin de que sean "salvaguardados". Dichas garantías, en
palabras de la Corte, no atienden unilateralmente a los agresores, para señalar distinciones
entro ellos, sino a los agredidos para restablecer sus derechos esenciales.
El caso "Kot", con notoria sagacidad premonitoria, enuncia la obligación del Estado de
garantizar un recurso eficaz, sencillo y breve. Lo hace invocando en su apoyo un
instrumento internacional —después de la reforma constitucional de 1994 con jerarquía
constitucional—: la Declaración Universal de Derechos Humanos (ONU, 1948), que en su
art. 8 establece: "Toda persona tiene derecho a un recurso efectivo, ante los tribunales
nacionales competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales
reconocidos por la Constitución o por la ley". De esta forma, el ciclo garantista quedaba
irrefutablemente abierto por la Corte.
Al mismo tiempo, en el caso "Kot", la Corte avanza sobre los elementos conceptuales de la
garantía de amparo, dotando a ésta do un contenido que permite con cierta claridad fijar su
ámbito de aplicación: "Siempre que aparezca, en consecuencia, de modo claro y manifiesto,
la ilegitimidad de una restricción cualquiera a alguno de los derechos esenciales de las
personas así como el daño grave e irreparable que se causaría remitiendo el examen de la
cuestión a los procedimientos ordinarios, administrativos o judiciales, corresponderá que
los jueces restablezcan de inmediato el derecho restringido por la rápida vía del recurso de
amparo".
127
El ocaso garantista y el decreto-ley 16.986. Naturaleza y ámbito temporal
de aplicación del amparo.
El art. 1 de dicho texto legal condensa la precitada doctrina de la Corte en la parte referida a
la actualidad e inminencia de la lesión, además de establecer el ámbito temporal de
aplicación del amparo. En concreto se mencionan los siguientes requisitos materiales
expansivos: a) lesionar; 6) restringir; c) alterar, y d) amenazar; todos ellos, en "forma actual
o inminente. Como escribe Sagüés, en realidad los tres primeros podrían haberse unificado,
puesto que la lesión comprende el daño o perjuicio de cualquier otra índole, y por tanto
incluye la "restricción" (reducción, disminución o limitación) y la "alteración" (cambio,
modificación) de un derecho constitucional.
El perjuicio que menciona el art. 1 que analizamos debe ser, por lo tanto, real, efectivo,
tangible, concreto e ineludible. Así, el inc. d del art. 2 del dec.-ley 16.986 excluye el
amparo cuando la "determinación de la eventual invalidez del acto requiriese una mayor
amplitud de debate o de prueba Quedan fuera del amparo, pues, los perjuicios imaginarios o
aquellos que escapan a una captación objetiva.
En segundo lugar, el texto legal exige que la lesión sea actual. Esto significa que el amparo
no se da para juzgar hechos pasados sino presentes. El comportamiento que se analiza a
través del amparo debe tener vigencia al tramitarse esta garantía.
Los hechos acaecidos antes de su promoción sólo importan en cuanto ellos, o sus efectos,
persistan y se manifiesten durante el juicio.
Como vemos, el amparo cubre cualquier acto u omisión del presente y el futuro inmediato.
Quedan fuera los acontecidos y fenecidos en el pasado y los que presumiblemente puedan
ocurrir en el futuro remoto. Con todo, se hace referencia a la naturaleza propia de la
garantía de amparo, esto es, a su carácter "expeditivo" derivado de la inmediatez con que es
128
llamado a actuar. Fiorini, en esta línea, mantiene que tres son los datos primarios para
instituir la validez jurídica del amparo en un Estado de Derecho: el “restablecimiento
inmediato” de la libertad constitucional conculcada y la “exclusión” de un largo juicio
ordinario. Esta vía excepcional se pone en movimiento, además, cuando el conculcamiento
se presenta en "forma manifiesta, indubitable”. La acción de amparo como procedimiento
breve y sencillo satisfará plenamente al remedio contra el grave entuerto creado. La
urgencia en el restablecimiento de los derechos humanos es el sustento de su razón de
existencia.
La cuestión sobre la naturaleza del amparo es congénita a esta garantía. En los casos "Siri"
y "Kot" vimos cómo surge el debate con intensidad. La discusión, en nuestro Derecho, se
ha desarrollado en rededor de dos posturas centrales: una defiende que el amparo es una
acción subsidiaria (una vía excepcional, residual y heroica) de remedios administrativos o
judiciales menos idóneos; otra la presenta como una acción supletoria y de excepción ante
la inexistencia de aquellas tutelas. En cualquier caso, en nuestra opinión, más allá de
cualquier querella doctrinal, no debe olvidarse que la naturaleza propia del amparo está
indisolublemente unida a la tutela efectiva de los derechos. Demostrada la ineficacia, por
tanto, de cualquier recurso pendiente, éste no puede condicionar la tutela efectiva. De lo
contrario, ello equivaldría a sacrificar en el altar del Derecho, invocando un rigorismo
formal, al Derecho mismo.
129
a) Los requisitos materiales limitativos: la "arbitrariedad manifiesta".
Es de suponer que una exigencia de este tipo esté mínimamente regulada en la norma y no
dependa en exclusividad, para ubicar su contenido, de la imaginación y del "buen
razonamiento" del intérprete. Pues bien, nada de eso ocurre con el dec.-ley 16.986, que
condiciona la admisibilidad del amparo a la existencia de "arbitrariedad o ilegalidad
manifiesta. Se han mezclado las tintas, intentando fundir dos conceptos visiblemente
diferentes. Dicho en otras palabras, se asemeja a la "ilegalidad", concepto con un claro
contenido que denota la violación de la ley, con el concepto de "arbitrariedad". Este último
sin un contenido cierto y preciso, más bien una "categoría jurídica indefinible" antes que
cualquier otra cosa, que en lo único que parece despertar acuerdo es en la facilidad con que
desata la imaginación de los juristas.
Sobre la riqueza conceptual de uno y otro término llama la atención Fiorini, para quien el
art. 1 que comentamos coloca en paridad a la ilegalidad con la arbitrariedad,
desconociéndose, por tanto, el contenido particular que exhibe cada una de estas
irregularidades.
Así, el citado autor marca que la ilegalidad refiere al "desprecio" por las normas que aplica,
mientras que la arbitrariedad se desenvuelve dentro del capricho inocuo contra los derechos
de un tercero. La ilegalidad puede describirse a través de preceptos legales que se omiten
aplicar o se interpretan mal, mientras que la arbitrariedad exhibe un juicio valorativo
especialmente negativo frente a las normas.
130
b) Los requisitos formales limitativos: la exigencia de agotamiento de los recursos
existentes; la exclusión de los actos emanados del Poder Judicial; los servicios públicos
y las actividades esenciales del Estado; el plazo de caducidad; la prohibición de
declaración de inconstitucionalidad.
El citado art. 2 del dec.-ley 16.986 en su encabezado dice que "la acción de amparo no será
admisible cuando" y, a continuación, establece expresamente una serie de limitaciones que,
como ya dijimos, atacan directamente el centro neurálgico del amparo. En su naturaleza es
un proceso rápido y sumario, junto a la tutela efectiva producto del reconocimiento del
efecto directo a los derechos y garantías.
En el sentido aludido, el inc. a del nombrado art. 2 condiciona la procedencia del amparo a
que no "existan recursos o remedios judiciales o administrativos que permitan obtener la
protección del derecho o garantía constitucional de que se trate".
Una vez más la naturaleza de la garantía de amparo aparece ante nosotros. Si la limitación
que comentamos hubiese existido al tiempo de sentenciarse el caso "KOT", conforme lo
observamos en el parágrafo anterior, es muy probable que la Corte hubiera tenido que
enfrentar un nuevo dilema: aplicar la limitación y rechazar la presentación por existir
procedimientos ordinarios como los interdictos respectivos, o bien declarar inconstitucional
la limitación.
Sólo en este último caso nuestra máxima instancia jurisdiccional hubiera podido sentenciar
en el caso "Kot" como finalmente lo hizo.
Este olvido consciente evita referirse a las vías existentes como vías idóneas, promoviendo
que su sola existencia baste para anular la procedencia del amparo. La tutela efectiva pierde
así a su aliado más importante: la eficacia como fin de protección. En su lugar se promueve
131
que la simple previsión legislativa de un recurso, sea administrativo o judicial, es tutela
suficiente.
Por otra parte, en el mismo art. 2 se excluyen una serie de ámbitos, especialmente en la
órbita de los poderes públicos, que de esta forma quedan inmunizados frente a la garantía
de amparo.
Así, el inc. b del artículo que comentamos excluye, en esencia, los actos emanados de "un
órgano del Poder Judicial". El problema que se discute aquí no es tanto la procedencia del
amparo contra actos procesales (donde la doctrina local mayoritariamente los rechaza), sino
específicamente contra otras clases de actos que el Poder Judicial dicta respecto, por
ejemplo, de sus agentes administrativos o sus actividades funcionalmente administrativas.
Asimismo, el inc. c del citado art. 2 establece, en opinión de la doctrina, otras dos más
"indefinidas y confusas excepciones", al prohibir la intervención del Poder Judicial para
amparar derechos conculcados cuando "comprometiera directa o indirectamente la
regularidad, continuidad y eficacia de la prestación de un servicio público, o el
desenvolvimiento de actividades esenciales del Estado. Ya al promulgarse el decreto-ley se
sostenía que la doctrina administrativa argentina no se encuentra acorde para establecer qué
es una actividad de servicio público y menos aún cuáles son las actividades esenciales del
Estado29. ¿Cuánto se ha avanzado desde entonces? ¿Cuántos amparos se bloquearon
fundados en tan ambigua regulación?
Otro requisito formal limitativo para la procedencia de la garantía de amparo tiene que ver
con el plazo de caducidad previsto en el inc. e del art. 2 que comentamos. Dicha norma
establece que el amparo no será admisible cuando "la demanda no hubiese sido presentada
dentro de los quince días hábiles a partir de la fecha en que el acto fue ejecutado o debió
producirse. La doctrina ha criticado esta limitación. El conculcamiento de libertades y
derechos humanos, se ha dicho, no presenta jamás ninguna presunción de legitimidad; pese
a su apariencia de actos jurídicos, son realmente actos de fuerza o de arbitrariedad
impuestos por algún funcionario ensordecido o irresponsable en la función que ejerce.
Cuesta trabajo considerar, se concluye, que un acto de esta clase adquiera, por el
vencimiento de 15 días, "manifiesta validez presuntiva" y que deba ser juzgado en un
prolongado juicio ordinario.
132
Más recientemente, Rivas ha mantenido que el plazo de caducidad constituye una forma de
afectar el derecho de acción de los sujetos: por eso es que corresponde utilizarlo con
criterio absolutamente restrictivo. No se sostiene que el amparo puede plantearse en
cualquier tiempo; si la Constitución impone la rapidez en la aplicación de la tutela, lo
lógico es pensar que el interés del afectado en restituir o preservar su derecho impondrá que
asuma una reacción también rápida pero nunca una "instantánea o prácticamente
instantánea" de modo de poderse afectar el derecho de defensa. Para concluir, este autor
dice que, luego de la reforma constitucional de 1994, al no prever la Constitución plazo
alguno, puede tomarse el plazo previsto en una ley reglamentaria.
Comentando el precedente citado, Sagüés sostiene que no cabe considerar que la aludida
reforma constitucional de 1994 haya instrumentado un régimen normativo autosuficiente,
alérgico a reglamentaciones razonables. Que el art. 43 CN sea operativo no quiere decir que
sea hermético. Este artículo, afirma el citado autor, no obliga al legislador a imponer
siempre un plazo de caducidad para el ejercicio de la acción de amparo. Si el Congreso no
dispone tal término, ello es constitucional. Pero también es constitucional que pueda
estatuirlo. Se trata de una opción constitucional para el legislador. Desde luego, si el plazo
establecido fuese exiguo, en tal caso concluiría inconstitucional, pero no por la existencia
del término en sí, sino por la irracionalidad de la solución legislativa, que desnaturalizaría
el ejercicio de una garantía constitucional, como es la acción de amparo. Al respecto, el
período de quince días hábiles podrá criticarse por ser algo corto o algo largo, según se lo
quiera mirar, pero resultaría exagerado calificarlo como absurdo, insignificante o ruin.
Finalmente, el dec.-ley 16.986 prevé otro requisito formal limitativo para la procedencia de
la garantía de amparo en el ya citado inc. d del art. 2. En su inteligencia, dicha garantía no
133
procede cuando la determinación de la eventual invalidez del acto requiriese "la declaración
de inconstitucionalidad de leyes, decretos u ordenanzas”.
Lo dicho por la Corte significa fulminar con la inconstitucionalidad el citado inc. d, o, más
bien, se trata de su reconsideración. El caso "Outon" aclara esta inquietud de inmediato, al
sostener que dicho inciso "debe ser interpretado" como el medio razonable para evitar que
el amparo sea utilizado "caprichosamente" con el propósito de obstaculizar la efectiva
vigencia de las leyes y reglámentos. Con lo cual el requisito formal limitativo es removido
parcialmente, o sea que se lo mantiene como regla. La excepción a esta regla, en palabras
de la Corte, procede "cuando no existe otro remedio eficaz". Hubo que esperar hasta la
reforma constitucional de 1994 para que aquella regla restrictiva fuera dejada de lado.
134
(SAM).
Empero, los precedentes “Siri” y “Kot” marcan el camino inicial del amparo argentino,
erigiéndolo como un medio apto e idóneo para la protección urgente y oportuna de los
derechos constitucionales fundamentales –excepto la libertad ambulatoria que era protegida
por el cauce del habeas corpus- cuando éstos resultaban vulnerados o puestos en peligro por
el actuar del propio Estado o de los particulares.
135
El año siguiente, al resolver la causa “Kot”, el Alto Tribunal extendió
la garantía del amparo contra actos de particulares al considerar que la
distinción del sujeto pasivo de la demanda “no es esencial a los fines
de la protección constitucional”. En el caso, se trataba de una disputa
salarial entre sujetos privados suscitado por la toma de la fábrica textil
de propiedad del actor por sus trabajadores, con la consiguiente
paralización de la actividad.
Empero, a pesar del sentido amplio con el que fue concebido dicho medio de tutela en su
origen, el cimero Tribunal ante la inmensa cantidad de amparos que comenzaron a
promoverse por los ciudadanos por los más variados motivos, fue procurando restringir las
posibilidades de acceso a esa herramienta. La mejor demostración de ello, es que hasta la
sanción de la Ley de Amparo en 1966, había resuelto 130 casos de acciones de amparo
haciendo lugar sólo a tres de ellas.
136
Su posterior regulación legal.
A partir de la sanción en 1966 de la Ley de Amparo nº 16.98625 por el Gobierno de la
Revolución Argentina, comienza el denominado periodo legal como producto de la
instauración normativa de dicho remedio, en el cual, se destacan las restricciones que se
establecieron sobre tal instituto, con la creación de diferentes causales de inadmisibilidad, a
la hora del acceso a la protección de derechos constitucionales a las cuales podía fácilmente
acudirse para desestimar la demanda.
De este modo en su Art. 2º, aquella norma estableció que la acción de amparo no sería
admisible cuando:
2) El acto impugnado emanara de un órgano del Poder Judicial o haya sido adoptado por
expresa aplicación de la ley 16.970;
5) La demanda no hubiere sido presentada dentro de los quince días hábiles a partir de la
fecha en que el acto fue ejecutado o debió producirse.
Cabe poner de resalto, que esa reglamentación, sólo reguló el amparo contra autoridades
públicas y no contra particulares que luego en 1968 mediante el dictado de la Ley
17.45427, fue incorporado en el Art. 321 Inc. 2º del Código Procesal Civil de la Nación
donde recibió regulación como proceso sumarísimo.
A pesar del afán restrictivo perseguido por aquel cuerpo normativo los tribunales y la Corte
Suprema más específicamente a través de sus pronunciamientos, fueron neutralizando el
propósito de la Ley 16.986 y por consiguiente, admitiendo los amparos al interpretar
ampliamente sus preceptos.
137
EL ÁMPÁRO EN LÁ CONSTITÚCION
NÁCIONÁL Y EN LÁ CONSTITÚCION
DE LÁ PROVINCIÁ DE CORDOBÁ.
(MANILI).
Pero, sobre todo, el constituyente se ha propuesto desmontar en gran parte el cerco en torno
al amparo que levantó el dec.-ley 16.986. Lo hizo retomando el rumbo inaugurado por la
Corte en los casos "Siri" y "Kot", permitiendo reencontrarnos con el amparo como medio y
la tutela efectiva de los derechos como fin.
138
En el art. 43, párrafo Io, CN se lee que el amparo procede "siempre que no exista otro
remedio judicial más idóneo". Con fundamento en esta redacción debe excluirse ahora la
necesidad de agotar las instancias o recursos administrativos pendientes y, sobre todo,
desechar la vía judicial ordinaria cuando se ha transformado en una vía carente de
idoneidad, esto es donde, de persistir, se vería frustrada la tan ansiada tutela efectiva.
En este rumbo, Rivas afirma que el art. 43 CN produce un "vuelco drástico y trascendente"
en el sistema vigente: consagra así la existencia de una acción expedita, término que,
cualquiera haya sido la opinión de los constituyentes, no puede tomarse sino como
significado de que la garantía obrará sin impedimentos ni otros condicionamientos que no
sean los que el propio texto constitucional establece. Dicha expresión, apunta el autor
citado, debe ser vinculada con la existencia de otro medio judicial idóneo, cosa que importa
permitir un "directo acceso a la justicia". Es claro que si el particular encuentra que la
administración le brinda un medio tuitivo suficiente, podrá recurrir al mismo optando por
no usar el del amparo. Pero también es claro que no le será obligatorio utilizar los caminos
burocráticos en detrimento de su derecho de ampararse. La misma postura defiende Gelli,
para quien en la medida en que el orden jurídico no provea el remedio "eficaz" y "pronto",
la vía del amparo resulta admisible sin necesidad de agotar las vías administrativas.
Bidart Campos, comentando este requisito, tiene escrito que el mismo significa que la
existencia de otras vías judiciales no obsta al uso del amparo si esas vías son menos aptas
para la tutela inmediata que se debe deparar. Es dable y aconsejable —continúa- interpretar
que en esta referencia al medio judicial más idóneo el hecho de que la norma omita aludir a
vías administrativas equivale a no obstruir la procedencia del amparo por el hecho de que
existan recursos administrativos o de que no se haya agotado una vía de reclamación
administrativa previa. En este sentido —concluye—, el art. 43 CN elimina una traba legal y
jurisprudencial que, hasta ahora, solía entorpecer el amparo y que sólo se superaba con
dificultad en el caso de entenderse que utilizar vías administrativas antes de deducir la
acción de amparo originaba daño irreparable al promotor.
139
Esta interpretación "flexible" trasladada a la interpretación del art. 43 CN hace que el juez
de grado tenga un amplio espacio para mensurar, en los casos concretos y en la situación
específica de cada demandante, no ya la existencia de otra vía procesal, sino la menor
idoneidad —en el caso— para proteger el derecho lesionado del otro medio procedimental
previsto en el ordenamiento jurídico.
El requisito formal que estudiamos, creemos, no puede interpretarse de otra forma que
aludiendo a la "idoneidad" o "aptitud" del "medio judicial" escogido para "materializar" la
protección eficaz que se reclama, debiéndose descartar patentemente la exigencia de que,
previo a la presentación judicial, deba agotarse la vía administrativa 50. El constituyente no
menciona "el medio administrativo más idóneo"; sólo se refiere al judicial. Ello nos permite
sostener —con la mayoría de la doctrina— la inconstitucionalidad sobreviniente del art. 2,
inc. a, del dec.-ley 16.986.
(SAM).
140
Del nuevo diseño efectuado por el Constituyente de esta herramienta fundamental, merecen
destacarse por su carácter innovativo los siguientes aspectos con relación al amparo
individual:
El aspecto probatorio de este curso procesal, posee particularidades propias que son el
producto de su naturaleza excepcional que sólo autoriza a la revisión de violaciones
manifiestas a los derechos supremos. En virtud de ello, la ley nacional de amparo contiene
ciertas limitaciones probatorias.
En cuanto a los medios de los que pueden valerse los sujetos procesales de este mecanismo
específico y las oportunidades para hacerlo, se ha establecido en el Art. 7 que la prueba
documental en que se apoya la pretensión debe ser acompañada con el escrito de demanda e
individualizarse en dicho instrumento el resto de los medios de prueba de que pretenda
valerse. Esa misma norma veda la cantidad de testigos que puede ofrecer cada parte al
número de cinco y se prohíbe la prueba de absolución de posiciones.
141
Dentro del ámbito del amparo el Art. 3º de la Ley 16.986 le permite al juez rechazar in
limine, es decir, sin sustanciación, la acción cuando fuera manifiestamente inadmisible. Esa
cuestión debe ser valorada con criterio restrictivo por parte del juez y en caso de duda debe
darse trámite a la acción y declararla admisible.
Una vez que la demanda interpuesta ha sido admitida, el juez debe requerir a la persona
pública o privada demandada un informe circunstanciado acerca de los antecedentes y
fundamento de la decisión que se cuestiona, el que deberá ser evacuado dentro del plazo
prudencial que fije. La omisión del pedido de informe es causa de nulidad del proceso.
En esa oportunidad, el demandado debe ofrecer la prueba en la cual sustente sus dichos,
con las mismas limitaciones que el actor. Una vez que se ha cumplimentado con el informe
o fenecido el plazo otorgado para su presentación se ordenará su producción de la prueba.
Si no se ha ofrecido se dictará sentencia fundada, concediendo o denegando el amparo.
Desde la doctrina, se han ensayado diferentes posiciones acerca de esta cuestión. Para un
sector, la sentencia de amparo hace cosa juzgada formal36 en cambio para otros es de
carácter material pero respecto del amparo.
142
El amparo en Córdoba.
La Constitución Provincial en su art. 48 dispone que “Siempre que en forma actual o
inminente se restrinjan, alteren, amenacen o lesionen, con arbitrariedad o ilegalidad
manifiesta, derechos o garantías reconocidos por esta Constitución o por la Constitución
Nacional, y no exista otra vía pronta y eficaz para evitar un grave daño, la persona afectada
puede pedir el amparo a los jueces en la forma que determine la ley”.
Como se sabe, el dictado de la normativa procesal no fue una materia delegada a la Nación
como sí aconteció con los códigos de fondo (Art. 75 Inc. 12 de la C.N.) con lo cual, cada
Estado provincial se encuentra habilitado para legislar en materia de amparo. Sin embargo,
la reforma constitucional de 1994 al incorporar a ese remedio en el Art. 43 ha modificado
sustancialmente las normativas provinciales que regulan el instituto del amparo en tanto
aquellas no pueden ofrecer menor protección que la Ley Fundamental.
Por otro lado, la incorporación de los tratados internacionales por vía del Art. 75 Inc. 22 de
la C.N.; cuyos principios son aplicables a las provincias, también ha contribuido a delinear
este mecanismo de tutela jurisdiccional de los derechos constitucionales por la
consagración del derecho a la tutela judicial efectiva.
El fundamento de tal postura hallaba sustento en las normas generales se presumían válidos
lo que impedía por lo común, su calificación como manifiestamente irregular a lo que se
143
agregaba el argumento según el cual el amparo no permitía el debate amplio y explícito de
la cuestión constitucional.
Esa postura contraria al control de constitucionalidad obtuvo respaldo legal con la sanción
de la ley reglamentaria del amparo, fue dejada de lado por la Corte Suprema al resolver la
causa “Outon” en donde si bien no se declaró la inconstitucionalidad de dicha disposición
de la ley de amparo sino que opinó que el citado precepto debía “ser interpretado como el
medio razonable concebido para evitar que la acción de amparo sea utilizada
caprichosamente con el propósito de obstaculizar la efectiva vigencia de las leyes y
reglamentos dictados en virtud de lo que la Constitución dispone; pero no como un medio
tendiente a impedir que se cumplan los fines perseguidos por la misma ley 16.986, cuando
el acto de autoridad arbitrario se fundamenta en normas que resultan palmariamente
contrarias al espíritu y a la letra de la ley de las leyes”. Pues una interpretación rigurosa de
la norma citada “equivaldría a destruir la esencia misma de la institución [amparista], que
ha sido inspirada por el propósito definido de salvaguardar los derechos sustanciales de la
persona, cuando no existe otro medio eficaz al efecto”.
Esa secuencia jurisprudencial finaliza en 1990 con la resolución del caso “Peralta”, en
donde el Alto tribunal expresó que el amparo cuyo objeto consista en la protección de los
derechos constitucionales “no puede recibir un límite legal que impida su finalidad esencial
cuando ésta requiere que se alcance la cima de la función judicial, como es el control de
constitucionalidad de las normas infraconstitucionales”. En virtud de ello, señaló que el
Art. 2º Inc. d) de la ley 16.986 “halla su quicio constitucional en tanto se admita el debate
de inconstitucionalidad en el ámbito del proceso de amparo, cuando en el momento de
dictar sentencia se pudiese establecer si las decisiones impugnadas resultan o no clara,
palmaria o manifiestamente violatorias de las garantías constitucionales que este remedio
tiende a proteger”.
144
b) La reforma constitucional de 1994 va a cerrar definitivamente la discusión sobre el
punto en tanto el Art. 43 de la C.N. va a contener la autorización para el control de
constitucionalidad dentro de dicho remedio urgente.
Plazo de caducidad.
Como ya lo hemos manifestado, el Art. 2, inc. e) de la Ley 16.986 regula lo concerniente al
plazo de caducidad para promover acción de amparo. Así, dicho precepto legal, determina
la inadmisibilidad de aquel cauce de tutela constitucional cuando “la demanda no hubiese
sido presentada dentro de los quince días hábiles a partir de la fecha en que el acto fue
ejecutado o debió producirse”.
Evidentemente, la razón de ser de tal exigencia, posee íntima vinculación, con el objeto del
amparo, habida cuenta que a través de esa acción se persigue la restitución inmediata del
orden constitucional vulnerado por un acto u omisión de autoridad pública o de un
particular.
Ante ello, resulta lógico, como lo destaca Rivas, que la petición de amparo deba hacerse
rápidamente o de manera urgente ya que, una conducta diferente, puede hacer presumir el
desinterés del afectado.
Desde el plano doctrinal, se han proclamado diferentes opiniones sobre el punto bajo
análisis. Así, para un sector el mentado plazo mantiene su vigencia a pesar de la reforma de
la Carta Magna. Para otro sector, en cambio, la ley 16.986 ha quedado derogada en tal
aspecto.
145
mantiene su vigencia el Art. 2° Inc. e) de la ley 16.986. Entonces, sobre el punto, puede
concluirse que continúa vigente el plazo de caducidad pero se aprecia, tanto en la doctrina
como en la jurisprudencia, una ampliación en los criterios interpretativos al momento de
computar el inicio del mismo y la necesidad de compatibilizar dicho precepto legal con el
derecho a la tutela judicial efectiva.
(MANILI).
Noticia introductoria.
Decía Henry Miller que el escribir, como la vida misma, es un viaje de descubrimiento. En
este caso, la aventura, por así llamarla, presenta un carácter metafísico, a modo de
aproximación indirecta a la vida.
En tal contexto, solemos escribir acerca de cuestiones que muchas veces no comprendemos
preliminarmente a cabalidad, aunque luego, a medida que avanzamos en nuestro desarrollo,
se nos aparecen como claras y significativas.
Es que aun desde la perspectiva del análisis teórico, creemos que el ser humano no sólo está
conformado de desesperanzas sino, y fundamentalmente, de fe y esperanza; no sólo de
muerte, sino también de ansia de vida; tampoco únicamente de soledad, aunque al mismo
tiempo, de comunión y amor.
Por ello, abordar la tarea intelectual de especificar los "contornos" que nutren a la figura del
amparo colectivo es también asumir el "reto literario" y, en consecuencia, tal tarea no
prescinde do las argumentaciones antes indicadas, y es en ese contexto que ofreceremos
nuestro aporte.
Nuestro abordaje, entonces, si bien transitará por aspectos teóricos vinculados al Derecho
Procesal Constitucional, no será un tratamiento vacío de contenidos. Como siempre nos lo
enseñó en vida Germán Bidart Campos, apuntará a señalar aquellos caminos más propicios
para acentuar los espacios de la participación ciudadana en nuestra democracia
constitucional.
146
En este sentido, señalaba años atrás nuestro querido maestro que quienes hoy hablan de tres
generaciones de derechos pueden (lar respuestas teóricas a estas nuevas necesidades de
articular consensos, en un renovado intento de articular las actuales necesidades humanas
con instrumentos jurídicos eficientes al momento de proveerlas.
Indicaba, por ello, que la primera generación estaría constituida por los clásicos derechos
civiles y políticos. La segunda, por los derechos sociales y económicos. La tercera, por una
serie innominada, como el derecho a la paz, al desarrollo, a la no contaminación del
ambiente.
Avanzando en ese sentido, cabe resaltar aquí que nosotros elaboramos en su oportunidad
una teoría general vinculada al nacimiento, existencia y justificación de los derechos
humanos de la tercera generación, cuyos aspectos esenciales nutren de seguro, junto a
aquellos que implican el estudio del nacimiento, existencia y justificación del Derecho
Procesal Constitucional, la figura procesal denominada "amparo colectivo", que hoy hemos
sido Humados a abordar.
Aclarado lo que antecede, podríamos decir que el rol de los derechos humanos de la
primera generación dentro de la democracia liberal, más que un espíritu transformador,
reviste una función esencialmente garantista, tornándose en ese período el Estado en un
simple árbitro de los intercambios sociales que, como tal, llevado por su pretensión
facilitadora, autoaplica el principio de no-interferencia. Y la legitimidad, mediante su
identificación con la legalidad, se sacraliza en su aspecto puramente procedimental.
Así, y entre nosotros, la Constitución primigenia de los argentinos (1853) rescata el modelo
demoliberal post revolucionario en el que la "libertad" es concebida a modo de prius y
principio base de la actuación en materia de derechos humanos.
147
Con un claro marco normativo dispuesto esencialmente en los arts. 19 (reserva
constitucional y limitación del poder del Estado) y 16 (que consagra la igualdad ante la
ley), nuestro originario estatuto constitucional reproduce las reglas de actuación que, desde
un nivel universal, destacaba esta primera generación de derechos.
El Estado, por su parte, ofreció subvenir a una serie de necesidades mínimas del trabajador,
y el empresario apareció aportando renovadas de generar renovados niveles de producción.
De este modo, se alimentaba el sistema, a partir de un nuevo marco convencional, que
sugería el advenimiento de un capitalismo, nutrido de vertientes solidarias.
Cabe resaltar aquí que el proceso de "regulación constitucional" de las pautas de tal nuevo
acuerdo, con punto de origen en la Constitución mexicana de 1917, ha concluido su
legitimación entre nosotros con la reciente reforma constitucional de 1994, la que ha venido
a sanear el viciado e inconstitucional proceso reformador do 1957, generador del por todos
conocido artículo 14 bis o "nuevo".
A partir de allí, y cuanto menos desde la aproximación teórica, se intentó —con poco
suceso— acondicionar la nueva realidad social, ajustándola técnicamente al modelo. Ello, a
"caballo" de la generación del concepto de "norma programática" que permitió delinear la
obligación que el poder público contraía hacia el habitante de la democracia con un nuevo
"pacto social" que —sin abjurar de las reglas básicas del Estado de Derecho— incluía un
contexto de nuevas valoraciones positivizadas, a ser actuadas por gobernantes y
gobernados.
Como manifestación de la "policía del trabajo" la gama de derechos sociales implica una
notable ampliación de los roles del Estado en su función tutelar del trabajador, como
148
asimismo una restricción de los derechos individuales de quienes son patrones, en beneficio
del operario.
A partir de ello, es interpretación conteste entre nosotros que la norma que consagró los
"derechos sociales" tiene un carácter predominantemente programático, lo que significa que
para que los habitantes puedan "actuarlos" (desde la perspectiva de las reglas de la libertad
pública y el derecho público subjetivo) y los jueces aplicarlos, es necesario el dictado de
leyes reglamentarias o el cumplimiento de pautas de nuevos mandatos de valoración, o
armonización, ineludibles para los poderes públicos a que ellas se refirieron.
Frente a lo desarrollado, hacemos notar que con el transcurso del tiempo los derechos
económicos, sociales y culturales permanecen en Latinoamérica y en los restantes antes
denominados "países del Tercer Mundo", en un nivel "nominalista": como meros
programas o anhelos a ser materializados en un futuro impreciso, mientras que los países
desarrollados de Europa se han vinculado obligatoriamente en su respeto, a través de la
Carta Social Europea.
Si bien en este segundo período la democracia formal intentó ser sucedida por la
democracia material, sumando a los derechos de abstención los derechos de crédito, la
necesaria legitimidad del sistema sigue su camino erosionante.
149
La tercera generación de derechos humanos.
No puede ser hoy negado que la evolución y transformación de la sociedad determinó en
cierto momento la necesidad de acordar una superación de los derechos individuales,
agregando que el paso hacia la socialización pretendió obtener una diversidad de derechos
de los cuales el principal beneficiario era el conjunto antes que la persona.
Estas aspiraciones tuvieron por base acentuar la protección del ente social, contra las
agresiones que el propio sistema y su modo de degradación efectuaba a los valores
medioambientales, a los derechos del consumidor y otros. Todo ello motivó que el Estado
intentase ciertas respuestas que tuvieron por fuente el marco del interés general y la
solidaridad, en una pretensión de mayor completitud.
Estos derechos, llamados también de cooperación y solidaridad, pues —al decir de cierto
sector de la doctrina— tienen como fundamento ambos valores, parecen presentarse como
emergentes del desarrollo desmedido de la sociedad industrial, que —sabido es— ha
causado serio impacto en el medio ambiente y en la calidad de vida del hombre, con
repercusiones a la fecha inimaginables.
Esta ligazón entre la nueva generación de derechos y las consecuencias del desarrollo
capitalista actual nos lleva a reflexionar acerca del inescindible vínculo que debe existir
entre el desarrollo económico y el desarrollo político, y a elegir entre un capitalismo de
Estado mínimo con pretensión de regreso a las reglas mágicas del mercado, o quizás otro
que rescate al ser humano como protagonista, desde una perspectiva más solidaria.
150
No se nos escapa que la crisis de la democracia representativa llega, en este mundo de la
post modernidad, mucho más lejos.
Así, los roles del parlamento moderno han sido prácticamente diluidos, tanto como agentes
de control cuanto como ámbito de cristalinidad de la labor legislativa, a fin de que la
opinión pública conozca acerca del modo de la justificación política de la toma de decisión
por parte de sus mandatarios. Todo ello lleva a pensar a los ciudadanos que las
"virtualidades" de la democracia son hoy en día inalcanzables para ellos, descreyendo por
tal razón del sistema y de sus operadores.
Pareciera que el reto con que se encuentra esta tercera generación de derechos es el de la
recuperación de la legitimidad democrática, con más alta participación popular en el ámbito
del "control de la cosa pública", y el de evitar la degradación de ciertas estructuras a partir
del avance desmedido del capitalismo como esquema económico.
Obsérvese que la actuación de todos estos derechos pretende lograr —en suma— un "freno
frente al abuso de la libertad", marco indiscutible de las anteriores generaciones, y, además,
una solución alternativa a la fuerte deslegitimación del sistema democrático en su
globalidad.
Estas prerrogativas jurídicas buscan entonces, con su actuación en cabeza de los habitantes,
más que una viabilidad exclusivamente individual, imponer un respeto que vigorice el
afianzamiento de la creencia ciudadana en el "sistema" en el que todos actuamos. Esa
misión, respecto de los derechos de tercera generación, le incumbe "a todos" y aun "de
diverso modo", pues distinto os el marco que les da sustento y las consecuencias posibles
que acarrea su violación.
Por ello, y según nosotros lo estimamos, los derechos humanos de la tercera generación
vuelven a poner en primer lugar la nota de inalienabilidad, colocando bajo sospecha las
notas de (exclusividad y libre sustitución, propias de las anteriores generaciones de
derechos, y sustituyéndolas por la de la administración responsable.
Reafirmamos lo antes dicho, pues si bien es hoy real y palpable que los derechos humanos
no pueden ser entendidos —según nuestra concepción— en un contexto diverso del de la
151
democracia con un máximo posible de niveles de participación, no es menos cierto que la
propia democracia se desvirtúa sin una base de respeto por los derechos humanos.
Así, no nos cabe duda de que, pese a sus diferencias, los derechos de las anteriores
generaciones participaban de la visión productivista de la sociedad, según la cual los bienes
naturales deben ser vistos como ilimitados y lo que "cuenta" es la elevación del nivel de
vida material. Frente a ello, es claro que los derechos que nuestra Constitución ha
rebautizado como de "incidencia colectiva" colocan en primer lugar a la calidad de vida, en
otra nueva señal que alerta acerca de la nota de consenso e integración que el valor
fundante "paz" les otorga.
Es que, desde esta perspectiva, la nueva generación de derechos humanos viene precedida
por un proceso "universal" que intenta su reconocimiento, como "prerrogativas que tienden
a una protección integral, plena, amplia, de la persona humana, eje y centro del derecho,
tanto público como privado".
Ello es obvio desde que tal acción se le concede a toda persona para ocurrir en procura de
sus derechos consagrados por esta Constitución, entre los que se encuentran los de los arts.
41 y 42 (medio ambiente, consumidores) y aquellos que implícitamente surgen del art. 43
del texto fundamental.
152
La expresión habida en el segundo párrafo del art. 43 no debe ser entonces entendida, desde
la consagración de la reforma constitucional de 1994, como limitativa de tal expresión, sino
más bien como ampliatoria de la misma, ya que el afectado, el defensor del pueblo y las
asociaciones que "propendan a esos fines" no son las exclusivamente habilitadas para
accionar sino aquellas también habilitadas para hacerlo.
En definitiva, es preciso acotar que, una vez producida la reforma constitucional, queda
claro que los derechos de la tercera generación han sido expresamente reconocidos, a partir
del marco textual. No se hablará, de aquí en más, de "implicitudes", o aun de matices de
"jerarquía constitucional". Se consagran los derechos del usuario, del consumidor y los
medioambientales. El propio texto se encarga además de hacer notar que los restantes
derechos de la tercera generación se encuentran en él expresados, cuando en su art. 43 se
refiere a los derechos de incidencia colectiva.
Párrafo aparte merece esta última denominación, que acaba desde ahora con las
disquisiciones entre quienes suponen que los derechos de la tercera generación se
configuran como tales y quienes los consideran "intereses", por la "debilidad" de su
estructura.
Creemos nosotros, entonces, que la Constitución ampara derechos y, por ello, concede
acción para su tutela. Y por si quedase alguna duda, se refiere a ellos en forma expresa. Si
algo queda claro de aquí en más es que ya no resulta propio hablar de "intereses difusos" o
de "intereses de pertenencia difusa", cuando do derechos de tercera generación se trate. Han
sido rebautizados por el constituyente como derechos de incidencia colectiva.
Pero ello no ha sido todo. A fin de despejar dudas, el texto constitucional legitima para
solicitar amparo, también: al afectado, art. 43; al Defensor del Pueblo, arts. 43 y 86; al
Ministerio Público, arts. 43 y 120, y a las asociaciones que propendan a esos fines, art. 43.
153
Modalidades procesales para la protección urgente y eficaz de los
derechos colectivos.
Arribados a este punto de nuestro análisis, bueno es precisar que al margen de los derechos
individuales que tengan los ciudadanos frente a la Administración Pública y los restantes
poderes de gobierno, o aun frente al accionar de las estructuras del capitalismo"
concentrado", lo cierto es que las instituciones del derecho público regulan hoy —como se
vio— el ordenamiento de derechos de incidencia colectiva cuya satisfacción, y en particular
cuando se efectúa un reclamo de tutela urgente e inmediata, nosiempre puede ser reclamada
por la vía de la jurisdicción individual y privada.
En este contexto, cabe precisar que existen las "acciones públicas", vulgarmente
denominadas "acciones populares", en las que no se requiere justificar un interés directo e
inmediato para reclamar en justicia.
También son conocidas las acciones públicas que exigen para su viabilidad la justificación
por parte del impetrante, que aun cuando no hubiese sufrido lesión alguna en sus derechos,
en forma inmediata, se halla en situación de ser razonablemente afectada por los efectos
dañosos de la violación de la ley.
Por otra parte, tenemos las acciones que sólo exigen la invocación de un derecho de
incidencia colectiva, o interés de pertenencia difusa, en representación de la "clase" dé
habitantes que se encuentran en similar situación, sin que sea necesario probar la
pertenencia a la "clase" de que se trate, pero sí la afectación real del interés en juego.
Su origen, bastante remoto por cierto, se retrotrae a ciertas manifestaciones del equity, y fue
creada en tal contexto como herramienta procesal habilitante para que el número
indeterminado de personas actuantes en el proceso no impidiese que los grupos unieran sus
intereses ante la justicia.
154
Cabe ahora patentizar la importancia institucional que concedemos a la habilitación de
acciones públicas de tutela inmediata y urgente en protección del patrimonio social. Es que,
como bien lo sostuvo oportunamente Quiroga Lavié, sólo un estado de grave
desconocimiento de los presupuestos del funcionamiento social pudo haber llevado a la
doctrina a pensar sólo en individuos y no también en individualidades colectivas.
Así, obvia por lo general la doctrina la relación que existe entre los derechos de la tercera
generación (enmarcados en los arts. 41, 42 y también en el art. 43 de la CN, como ya se ha
visto) y el primer párrafo del art. 43 de la Constitución Nacional. Insistimos en ello, pues de
una cuidadosa y garantista lectura del texto constitucional se sigue, sin necesidad de
recurrir a demasías interpretativas, que el amparo es legislado para que lo actúe toda
persona en defensa de derechos y garantías reconocidos por esta Constitución, un tratado o
una ley.
Por otra parte, el art. 41 expresa que todos los habitantes gozan del derecho a un ambiente
sano y el art. 42 enuncia que los consumidores y usuarios de bienes y servicios tienen
derecho. En consecuencia, creemos nosotros que todos los habitantes, ante una lesión en los
derechos de la tercera generación, están habilitados para promover acción de amparo, en los
términos que expone el art. 43 del texto supremo. En nuestro sentir, y atendiendo, como ya
lo hemos referido largamente, a la peculiar naturaleza de estos derechos que la Constitución
denomina "de incidencia colectiva", no cabe otra interpretación si es que se pretende que
ellos puedan ser actuados por el habitante en el modo en que han sido concebidos.
Es bueno indicar en este punto que esta modalidad de acción de amparo, o de tutela
procesal mínima, suele denominarse "amparo colectivo", toda vez que el derecho protegido
se difunde o difumina al grupo que lo detenta, sin tener un "dueño en particular".
155
Ello así, ya que la protección se extiende en este caso al conjunto, y le otorga —a ese
conjunto— un derecho a obtener sentencia, que no es ya individual.
Es reconocido que el caso "Kattan", fallado en 1983, y también conocido como el "caso de
las toninas overas", permitió que un grupo de particulares se alzara por vía de amparo
contra una resolución que autorizaba la captura indiscriminada de delfines o toninas overas.
Fue este el primer caso de "amparo colectivo", habiéndose señalado allí que estaban
habilitados para promover acción de amparo "aquellos que lo hacen a título personal o en
representación de sus familias, cuando la finalidad que persiguen es el mantenimiento del
equilibrio ecológico", porque "todo ser humano posee un derecho subjetivo a ejercer las
acciones tendientes a la protección del equilibrio ecológico".
Con mayor precisión conceptual, nace tiempo después, aunque antes de producirse la
reforma constitucional de 1994, el amparo colectivo de los derechos públicos subjetivos de
la sociedad y de los diversos sectores que la integran, al producirse el sonado caso
"Ekmekdjian c /Sofovick" expresando la Corte Suprema de Justicia de la Nación en el
considerando 25 de ese precedente que "a diferencia de quien ejerce la rectificación o
respuesta en defensa cío un derecho propio y exclusivo, en los casos como el presente,
quien replica asume una suerte de representación colectiva".
Es claro que la comunidad jurídica ha evolucionado con el correr de los años en forma
garantizadora, aceptando mayoritariamente en los tiempos que corren —ya pasados diez
años de la reforma de nuestra Carta Magna— un hecho clave, consistente en que las nuevas
motivaciones derivadas de la vigencia de los derechos humanos de la tercera generación
han puesto ya en crisis la valla del individualismo, invitando a reinterpretar el concepto de
la dimensión difusa (por expansiva), que se ha adosado y caracteriza hoy a estos nuevos
derechos.
De allí que cuando hacemos referencia al derecho que tiene todo habitante al goce y
disfrute de un ambiente sano y equilibrado, a la tutela de su patrimonio cultural e histórico,
o a su salud y seguridad en el contexto de la relación de "uso" o "consumo", por ejemplo, y
la aptitud que un acto determinado conlleva para violentar tales prerrogativas, hemos de
aceptar en tal contexto una habilitación individual y aun social (de cualquier otro habitante)
para verificar el cumplimiento de la legalidad, que en este caso no es ni más ni menos que
constitucional.
156
Por ello es que hemos propugnado, al abordar la cuestión de la legitimación para obrar
enjuicio en esta materia, la idea de asociar con plenitud los mencionados nuevos derechos
—de la tercera generación— con una dimensión social, a la que todos los habitantes han de
tener acceso, pues la violación de estas prerrogativas implica, en estas circunstancias, una
lesión inmediata al patrimonio social que su vigencia supone.
Así, pues, al pretender una legitimación amplia para actuarlos, no solamente se enfatiza una
relación de pertenencia, sino, además, de pertinencia social.
1. El habitante
Pretensión anulatoria
2. El afectado
Posee legitimación para obrar en defensa de la legalidad y una habilitación específica, dada
la actuación concreta del elemento que lesiona el derecho de tercera generación, aunque
ella no le produzca un daño personal actualmente mensurable (pretensión reparatoria).
Pretensión reparatoria
Pretensión resarcitoria
157
Es evidente la preocupación que suscita el problema del acceso a la justicia cuando se
procura la defensa del patrimonio social, entendido como la posibilidad de que los
conflictos jurídicos de esta naturaleza puedan tener, por parte de los órganos
jurisdiccionales, una solución expedita y completa que contribuya, en la medida en que
puedan hacerlo los tribunales de justicia, a la protección del ambiente, o los derechos del
usuario y del consumidor, o aquellos que implícita o explícitamente surgen del art. 43 CN,
y n la promoción del desarrollo sostenible.
Tambien es real que un primer abordaje de esta cuestión pasa por arbitrar modos de
legitimación amplia que permitan a la ciudadanía el cabal cumplimiento de su
constitucional deber de tutela a sus derechos públicos subjetivos, o de incidencia colectiva.
Y es en este contexto que —como derivación de lo dispuesto en el segundo párrafo del art.
41 de la Constitución federal— el Congreso de la Nación dictó la denominada "Ley
General del Ambiente", que lleva el n° 25.67520.
Si bien esta norma ha merecido ya a la fecha una importante cantidad de elogios y críticas,
hemos de resaltar aquí que el análisis que sigue se limitará a abordar su art. 30, en cuanto
ofrece presupuestos mínimos para regular la legitimación para obrar en materia de daño
ambiental, denominado por la ley "colectivo".
Así, resalta la norma en cuestión que, producido el daño ambiental colectivo, tienen
legitimación para obtener la "recomposición del ambiente dañado": el afectado, el Defensor
del Pueblo, las asociaciones no gubernamentales de defensa ambiental y el listado nacional,
provincial o municipal.
Luego, la ley habilita a toda persona para solicitar mediante acción de amparo la cesación
de las actividades generadoras de daño ambiental colectivo.
Hemos de destadar la pauta legal que indica que, una vez impetrada acción por daño
ambiental, no podrán intervenir los restantes titulares de la acción, aunque sí los legitima
para actuar como "terceros".
El último párrafo del art. 30 de la ley 25.675 ratifica la definición antes efectuada por la
Corte Suprema de Justicia de la Nación, en el sentido de que "la Constitución Nacional
reconoce legitimación para promover la acción de amparo, a sujetos potencialmente
diferentes de los afectados en forma directa por el acto u omisión que en forma actual o
inminente lesione, restrinja, altere o amenace con arbitrariedad o ilegalidad manifiesta,
derechos o garantías reconocidos por la Constitución, un tratado o una ley".
Y reiteramos que esta acción puede ser promovida por cualquier ciudadano, siempre
teniendo en cuenta que su único objetivo es —en definitiva— la defensa de la legalidad
constitucional, promoviéndose a tal fin el cese del daño ambiental advertido.
Así lo habíamos entendido nosotros cuando, al esbozar nuestra teoría general sobre el tema,
afirmábamos que esta amplitud conceptual propicia la adopción de la acción de amparo en
materia de derechos humanos de la tercera generación, a modo de acción popular, sólo
cuando ella es instada por el habitante, en ol único —e importante— interés de la defensa
de la legalidad constitucional.
Ello entendíamos entonces, y aún hoy sostenemos esa tesitura, que cualquier persona, pese
a no padecer actualmente una repercusión personal constatable de la violación del derecho
de incidencia colectiva de que se trate —y en este caso, del derecho a un medio ambiente
sano y equilibrado—, debe titularizar legitimación a fin de exigir la verificación del
incumplimiento de la legalidad constitucional y, en su caso, propiciar el cese inmediato de
la agresión promovida por la acción inconstitucional.
Por otra parte, enunciamos en párrafos anteriores que el sistema constitucional argentino,
luego de operada la reforma de 1994, legitima, con calidad diversa, a quien emprende una
modalidad de acción popular, al "afectado", para promover acción de amparo contra
cualquier forma de discriminación, y en lo relativo a la tutela de los derechos de incidencia
colectiva.
159
Y ¿quién es el "afectado"? Este tema fue adecuadamente abordado desde la interpretación
de nuestra jurisprudencia —particularmente en el campo del derecho ambiental—,
resolviéndose en consecuencia las distintas apreciaciones que en este sentido había
formulado la doctrina constitucionalista y ambientalista nacional. Nos referimos a los autos
"Schroeder".
Allí se reconoció legitimación para obrar a un vecino de Martín Coronado (partido de Tres
de Febrero, provincia de Buenos Aires) para requerir amparo, peticionando la nulidad de un
concurso público convocado para la selección de proyectos de inversión, instalación y
operación de plantas de tratamiento de residuos peligrosos.
Está claro, además, que el concepto de "afectado" debe relacionarse con una actuación
concreta del elemento contaminante, aun cuando tal actuación no lo dañe personalmente.
Esta definición conceptual permite, en consecuencia, habilitar al vecino para actuar en
justicia en defensa de la legalidad y la protección del patrimonio ambiental, que, por
supuesto, detenta proyección social merecedora de tutela.
Señalábamos, además, allí que estos nuevos derechos no pueden operar a partir de acotados
modos de acceso a la jurisdicción, cuando de hacerlos valer en juicio se trata, al sostener
que el ciudadano de la tercera generación del constitucionalismo pretende una mejor y
mayor participación política frente a las debilidades del sistema, con el fin de colaborar a su
sostenimiento, pues sabe que —hoy por hoy— sólo ese ámbito representa una garantía para
la realización de su proclamada dignidad.
160
del régimen simplificado para pequeños contribuyentes, también denominado
"monotributo"— obligó en tal contexto a los profesionales con ingresos que no excedan la
suma de $ 36.000 a inscribirse como monotributistas, quedando en su defecto categorizados
como responsables inscriptos del IVA y excluidos de la posibilidad de empadronarse como
responsables no inscriptos.
Los planteos judiciales fueron instados por diversas entidades representativas de sectores de
actividad y profesionales alcanzados por la medida34, a los que adhirió la Defensoría del
Pueblo de la Nación, atacando la ley en la inteligencia de que la normativa cuestionada
violentaba ciertos derechos y garantías de los ciudadanos que las integran, y a la población
en general, en tanto comprendida en las prescripciones de la norma impugnada.
Entendemos nosotros que esta modalidad de exclusión, en tanto involucra a los colegios
profesionales, recorta aún más la perspectiva de articulación del art. 43 de la CN, que fue
pensado esencialmente como un instrumento clave para imbricar las relaciones entre la
democracia representativa propuesta por la Ley Fundamental en 1853 y la democracia
participativa indicada claramente por la reforma constitucional de 1994.
Aun así, la discrepancia más fuerte con el pronunciamiento dictado en el caso por la Corte
Suprema se nos presenta al evaluar las razones por las que restó legitimación al Defensor
del Pueblo de la Nación en esta cuestión, soslayando —quizá— que la competencia y las
161
facultades del Defensor del Pueblo nacen expresamente de la Constitución y, en
consecuencia, la ley que reglamenta el instituto sólo puede estructurar el órgano y reglar su
funcionamiento, pero el art. 28 de la propia Constitución Nacional la inhibe de limitar el
contenido y el alcance de su actuación.
De tal modo, la ley 24.2843S, modificada por la ley 24.37939, resulta ajustada a la manda
constitucional cuando indica en su art. 1 el objetivo general de la Defensoría del Pueblo,
concebido como el de proteger los derechos e intereses de los individuos y de la
comunidad, frente a actos, hechos u omisiones de la Administración Pública nacional,
aunque luego tal promisoria admonición se diluye, tornándose inconstitucional, cuando la
propia ley circunscribe en forma cercenante el ámbito de actuación de la figura.
Es que, como desde siempre hemos sostenido, lo procesal (y en este caso, la cuestión
vinculada con la legitimación para estar en juicio esencialmente lo es) resulta ser tributario
pero jamás condicionante de lo constitucional.
La jurisprudencia sostuvo en aquella ocasión que "la legitimación que el art 43, 2o párrafo,
de la Constitución Nacional reconoce en materia de acción de amparo abarca los
supuestos en que se encuentran comprometidos derechos de incidencia colectiva
relacionados con el medio ambiente, la salud pública, los servicios públicos y no derechos
subjetivos, individuales o exclusivos de los ciudadanos o usuarios" agregando en el punto
que la intención del constituyente reformador de 1994, plasmada en el art. 43 CN, "ha sido
la de crear una categoría especial de legitimados para promover acción de amparo en
circunstancias en las cuales el dato caracterizante reside en la proyección del agravio —
protección de los derechos difusos o colectivos— y no necesariamente en la concurrencia o
gran número de perjudicados.
162
Procedimiento Civil para los Tribunales Federales de los Estados Unidos, definiendo a esta
figura como el medio procesal presentado por una persona o un pequeño grupo de personas
que no cuentan con autorización 0 mandato alguno, pero que aun así pueden representar a
un gran número de individuos, pues tienen un interés común, y a quienes les resulta
imposible actuar a través de , un litisconsorcio por tratarse de una clase demasiado
numerosa.
Nuestras conclusiones.
Se preguntaba el reconocido analista político Alain Touraine, al momento de evaluar la
situación política y social de América Latina, si disponen nuestras sociedades de la
capacidad de cambiar y reinventarse a sí mismas a través de las ideas, de sus conflictos y
sus esperanzas.
Entre ellas se encuentra sin duda alguna la debida articulación del denominado "amparo
colectivo", el que, con zigzagueante suerte, se ha ido abriendo camino entre nuestra
institucionalidad, en particular luego de operada la reforma constitucional de 1994.
De seguro les cabrá a los procesalistas reflexionar respecto de los efectos erga omnes que
expresan las sentencias en este tipo de procesos, en el marco de las importantes variaciones
que en los tiempos que corren se operan en el sentido clásico que desde siempre se
imprimió a sus características y efectos.
163
Pero, más allá de lo antes apuntado, creemos que el Derecho Procesal Constitucional
desarrolla sus competidos a cabalidad, pues es sabido que resulta fundamental, para
maximizar la eficacia de las normas jurídicas, abrir tanto como nos sea posible el acceso a
la justicia por parte de todos los sectores de la población.
Es por lo expuesto que reiteramos la recomendación que siempre ofrecía Germán Bidart
Campos, cuando instaba a emprender en la Constitución material políticas ágiles que en
laretroalimentación del sistema político vuelquen a él —como respuesta— una serie
suficiente de beneficios satisfactorios para las demandas democráticas de la sociedad.
Ello, claro, para no caer en la reflexión de Escoto Erígena, quien señalaba que la escritura
es un texto que encierra infinitos sentidos y que puede ser comparado con el plumaje
tornasolado del pavo real.
Sobre la base de tres niveles de actuación en justicia, el camino sugerido por el art. 43 de la
Constitución federal ha comenzado a ser señalizado. Sus rutas quizá no sean, a la fecha, las
más ampulosas, pero se avizora el logro de un objetivo ya demarcado por la Ley
Fundamental: la protección de los derechos de la sociedad en un contexto de participación
ciudadana y desarrollo sustentable. Seguramente, nos esperan tiempos interesantes e
irrepetibles.
Por nuestra parte, al saludar con beneplácito la —aún tibia— actuación del amparo
colectivo, en sus distintas y controvertidas modalidades, en nuestro contexto institucional,
hemos de enfatizar a modo de petición de principios que todavía entendemos al listado y a
las instituciones públicas en general como garantes efectivos de la vigencia de los derechos
fundamentales.
Y el camino emprendido nos parece, de seguro, digno de ser transitado, más allá de los
sufrimientos propios del caminar, cuando los zapatos nuevos son recién calzados por el
caminante.
164
(SAM).
Es importante destacar que si bien la norma constitucional sólo habilita a tales legitimados
a encauzar sus planteos por vía de amparo, la jurisprudencia ha considerado que también
cabe autorizar la defensa de sus intereses por vía ordinaria.
165
LÁ ÁCCION DE
INCONSTITÚCIONÁLIDÁD.
(MANILI).
A nivel internacional, así como en el Derecho Público provincial, se nos presentan distintas
alternativas, a las cuales clasificaremos, según a quién se reconozca como legitimado activo
y pasivo, en acciones abstractas, acciones concretas y acciones directas.
A su vez, estas acciones pueden subclasificarse, en el primer caso, según la mayor o menor
restricción de dicha legitimación; en el segundo caso, según el tipo de pronunciamiento
buscado.
166
En esta acción pueden distinguirse, según el mayor o menor número de sujetos habilitados
para demandar, dos subespecies:
A modo de ejemplo, vemos que en Francia (paradigma del control político) se encuentran
legitimados el jefe de Estado, el primer ministro, los presidentes de las Cámaras, 60
diputados o 60 senadores.
A su turno, en España están habilitados para interponer esta acción el presidente del
gobierno, el Defensor del Pueblo, 50 diputados o 50 senadores.
Brasil, que cuenta con un sistema mixto, donde además de ejercerse el control en forma
difusa se puede llegar directamente ante el Tribunal Superior Federal, legitima al presidente
de la República, las Mesas (comisiones directivas) del Senado y de Diputados, la Mesa de
la Asamblea Legislativa (legislaturas locales), los gobernadores, el procurador general de la
República, el Consejo Federal de la Orden de los Abogados del Brasil, los partidos
políticos con representación en el Congreso Nacional, la Confederación sindical y entidades
de clase de ámbito nacional.
Está prevista en Colombia, que, a semejanza del Brasil, presenta un sistema de control
mixto, donde junto a los tribunales ordinarios —en un caso concreto— las
inconstitucionalidades pueden plantearse ante la Corte Constitucional.
La acción se puede interponer por cualquier persona humana que revista la calidad de
ciudadano, así como por ciertos funcionarios (tal el caso del Defensor del Pueblo). En
cambio, no se encuentran habilitadas para accionar las personas jurídicas.
167
b) La acción concreta de inconstitucionalidad
También esta acción puede ser subclasificada para su mejor entendimiento, sólo que en este
caso el criterio diferenciador no se encuentra en la cantidad de sujetos legitimados, sino en
el tipo de pronunciamiento que se desee obtener. Así tenemos:
Ésta es la acción que regula el art. 322 del CPCCN y que la Corte ha admitido como una
forma de acción de inconstitucionalidad.
Durante la tramitación de este proceso, salvo que se haya dictado una medida cautelar de no
innovar, puede el demandado aplicar plenamente la norma impugnada.
En nuestro ordenamiento esta acción se viabiliza a través del amparo y sus subespecies: los
procedimientos ordinarios o sumarísimos.
168
c) La acción directa de inconstitucionalidad.
LÁ VIÁBILIDÁD DE LÁ ÁCCION EN
ORDEN NÁCIONÁL.
169
regulada del modo que estipula el art 322 del Cód. Procesal, y esta acción puede usarse
también (cuando se dan los requisitos generales de procedencia) en cuestiones de
inconstitucionalidad. Desde un primer momento rechazó la idea de que solamente existía
causa judicial cuando se perseguía una condena. Al respecto sostuvo que "la acción
declarativa —y la sentencia de igual naturaleza— no versan sobre una cuestión abstracta ni
teórica, sino, todo lo contrario, sobre una muy concreta, cual es la incertidumbre en una
relación jurídica en la que, debido a la falta de certeza, hay interés actual entre partes que
discrepan. La exigencia de que esa falta de certeza ocasione daño o perjuicio, y todavía la
más extrema de que no haya otra vía legal para hacer cesar la incertidumbre, revelan que en
la acción declarativa hay incitación procesal de un caso o causa judiciable, y que la
sentencia no evade el marco inexorable de esa causa al resolver la pretensión en ella
articulada. El proceso declarativo se sustancia entre actor y demandado dentro de la regla
de bilateralidad o de contradicción, y la sentencia declarativa hace cesar el estado de
incertidumbre entre las partes con fuerza de cosa juzgada. En suma, en el proceso
declarativo hay: a) dos partes en sentido procesal; b) controversia entre ambas; c) interés
concreto y actual; d) perjuicio actual por la falta de certeza; e) necesidad de tutela judicial.
Por ende, hay «causa» judiciable. Lo que no hay es daño consumado por vulneración de
intereses".
Por su parte, Sagüés, analizando las diversas vías del control por acción, enseñaba que "no
existiendo en el orden federal control abstracto de inconstitucionalidad (con su variante de
acción declarativa pura o acción popular genérica), el control concreto se efectiviza por los
siguientes conductos procesales: como acción, por la acción declarativa de
inconstitucionalidad del art. 322 del Cód.
Procesal Civil y Comercial de la Nación, que se tramita por distintas reglas jurídicas, según
el caso (proceso ordinario, sumario o sumarísimo); por la demanda incidental; por el
amparo o el hábeas corpus (leyes 16.986y 23.098); por las acciones donde el actor, para
lograr su derecho, plantee la inconstitucionalidad de una norma; y como excepción, en los
casos contenciosos donde el demandado pretenda la inaplicación de una norma
constitucional invocada por el demandante".
Estas posiciones fueron calando cada vez más hondo en el pensamiento de los
iuspublicistas, por lo que terminaron siendo receptadas por nuestro Máximo Tribunal, quien
luego de una férrea resistencia a admitir estas acciones, las aceptó en forma amplia y
contundente.
170
Requisitos de la acción declarativa de inconstitucionalidad.
En sus comienzos, la Corte Suprema viabilizó esta acción basándose en las estipulaciones
contenidas en el art. 322 del Cód. Procesal Civil y Comercial de la Nación.
Reza esta normativa: "Podrá deducirse la acción que tienda a obtener una sentencia
meramente declarativa, para hacer cesar un estado de incertidumbre sobre la existencia,
alcance o modalidades de una relación jurídica, siempre que esa falta de certeza pudiera
producir un perjuicio o lesión actual al actor y éste no dispusiera de otro medio legal para
ponerle término inmediatamente..."
Del artículo transcripto surgen como requisitos de procedencia: existencia de una relación
jurídica, estado de incertidumbre, legitimación en las partes, lesión actual y no
disponibilidad de otro medio procesal.
Para que la acción declarativa de inconstitucionalidad sea viable, deben estar presentes los
tres elementos de toda relación jurídica: sujeto, objeto y causa.
En cuanto a los sujetos del proceso, para que un magistrado pueda declarar la
inconstitucionalidad de una norma es imprescindible la existencia de dos partes, es decir, de
dos sujetos que ostenten intereses contrapuestos y que no persigan la misma finalidad.
Sin ello, la acción declarativa no sería viable, como no es viable ninguna acción judicial.
El objeto de este proceso será precisamente lograr que el órgano judicial declare la
inconstitucionalidad de la norma y que, como consecuencia de ello, ésta no sea aplicada por
el demandado.
La causa estará dada por la existencia de una norma a la cual se la reputa inconstitucional.
171
b) Estado de incertidumbre.
El art. 322 del Código Procesal exige, para dar andamiaje a esta acción, la presencia de un
estado de incertidumbre que debe recaer sobre la existencia, los alcances o las modalidades
de la relación jurídica.
En tal sentido, Peyrano afirma que "la falta de certeza debe recaer sobre una relación
jurídica (entendemos objeto o causa) o en los sujetos que son sus términos", dado que "no
puede ser motivo de una acción o sentencia mere declarativa la verificación de la existencia
de un hecho, aunque él mismo sea jurídicamente relevante".
En este sentido se presentan dos posibilidades: plantear una acción de esta naturaleza sólo
cuando la oscuridad de una norma nos lleve a afirmar su inconstitucionalidad, o cuando,
pese a la contundencia de su redacción, se genere duda sobre su adecuación a la Carta
Magna.
En los comienzos del desarrollo de este instituto, la Corte nacional pareció inclinarse por la
primera posibilidad, es decir, exigir incertidumbre legal e inconstitucional a la vez.
Tal lo sugerido en el caso "Gomer donde el Tribunal Supremo, adhiriendo al dictamen del
procurador, entendió que no se han cumplido los requisitos propios del art. 322 del Código
Procesal, por lo cual rechazó la acción intentada.
172
Sin embargo, no es ello lo afirmado por el Tribunal cimero. En el precedente analizado se
dijo que el estado de incertidumbre no se había configurado porque no se habían producido
la -totalidad de los presupuestos de hecho en que se apoya la declaración, con lo que se
estaría en presencia de una mera consulta.
Aún más concluyente fue la posición de la Corte en "Conarpesa”, donde rechazó el planteo
de inconstitucionalidad del art. 14 de la ley de Chubut 2458 por entender que no había
incertidumbre alguna, atento que la provincia ya había hecho aplicación de la norma
impidiéndole a los recurrentes cuestionar una multa sin su previo pago.
A su turno, en “Nación AFJP” la Corte dijo que "existe en el sub examine un estado de
incertidumbre sobre la existencia y modalidad de una relación jurídica en la medida en que
la provincia reclama: a la actora el pago de ajustes fundados en la inclusión en la base
imponible del impuesto a los ingresos brutos de un rubro que —a criterio de la
demandante— no debe computarse a tal efecto en virtud de lo establecido en una ley
nacional... En tales condiciones, resulta procedente la vía prevista en el art 322 del Cód.
Procesal Civil y Comercial de la Nación, pues se... busca precaver los efectos de un acto
concreto —al que se atribuye ilegitimidad y lesión al régimen constitucional federal— y
fijar las relaciones legales que vinculan a las partes en conflicto”.
Tal, por ejemplo, lo que aconteció con la ley 11.696 de la provincia de Santa Fe, que
estipulaba en su art. 4 que los adicionales salariales que tengan como base de cálculo el
transcurso del tiempo debían liquidarse "a los mismos valores nominales percibidos con los
haberes del mes inmediato anterior al de la sanción de esta ley", mientras el art. 41 rezaba
"las disposiciones de la presente ley son de orden público y entrarán a regir a partir de su
publicación. Como vemos, en este supuesto existe una confusa redacción de la norma que
provoca una incertidumbre constitucional, atento la flagrante violación de la Carta Magna
que origina la interpretación que admite la aplicación retroactiva de la ley.
Sin embargo, no son estas situaciones las que ha tenido en sus manos el Máximo Tribunal
nacional cuando resolvió la procedencia de acciones declarativas de inconstitucionalidad.
Sobre la base del comportamiento de la Corte nacional, podemos concluir que cuando se
trata de interpretar una norma de Derecho común, la incertidumbre existe en la medida en
173
que la misma sea oscura. En cambio, aun cuando una norma sea perfectamente clara en su
interpretación, en este tipo de procesos constitucionales el requisito en análisis se configura
porque sobre lo 'que no se está seguro es si la norma en cuestión es o no aplicable, por
contradecir a la Constitución.
c) Actualidad de la lesión.
El art. 322 del Código de rito exige, como requisito de procedencia, que la lesión sea actual.
En este requisito temporal —se decía— estribaba la diferencia entre un caso judicial y una
mera consulta.
Así, en "Gomer”, rechazó la acción intentada argumentando que es requisito que haya
interés jurídico suficiente en el accionante, en el sentido de que la falta de certeza pudiera
producir un perjuicio o lesión actual al actor, entendiéndose que la actualidad del interés
jurídico no depende a su vez de la actualidad o eventualidad de la relación jurídicay que en
el sub lite la actora no había invocado "siquiera la actividad explícita del poder
administrador dirigida a la percepción del tributo cuya validez se discute o que, por lo
menos, importe una manifestación inequívoca de voluntad en el sentido de que está
dispuesto a usar el poder controvertido".
174
En el precedente "Newland", si bien la solución fue distinta, se aplicó el mismo criterio.
Luego de reiterar la necesaria concurrencia de interés jurídico que produzca lesión actual,
se dijo que esta condición estaba presente, dado que "la intimación obrante en autos resulta
suficientemente demostrativa de la existencia de una actividad explícita del poder
administrador dirigida a la percepción del adicional cuya validez se cuestiona".
Con aplicación de la misma doctrina se abre la acción declarativa intentada por el Colegio
San Lucas, pues se entiende que el interés jurídico se encuentra presente "toda vez que ha
mediado una actividad explícita de la Dirección Nacional de Recaudación Previsional
dirigida a la percepción de los aportes".
En los primeros momentos, la Corte entendía que no bastaba con que el actor encuadrara en
una norma que se considera inconstitucional; exigía, además, que el sujeto pasivo de la
misma intentara hacerla valer. Sólo entonces se configuraba el interés suficiente que
provocaba la lesión actual necesaria para tramitar este proceso. El requisito comienza a ser
morigerado, no sin ciertos retaceos.
Más explícita aún se hace la posición de la Corte en “Abud” donde un grupo de escribanos
pidió la inconstitucionalidad de la ley 10.452 de la provincia de Buenos Aires. La Dra.
Reiriz, procuradora fiscal, dictaminó que no nos encontrábamos en presencia de un "caso"
pues no existía un gravamen directo y de concreción bastante.
Distinta es, en cambio, la suerte corrida por el abogado De Bernardi, quien también requirió
la aplicación del dec. 2293/92, pero a quien se le dijo que "la lesión actual no se presenta en
175
el sub lile", al no haberse invocado ningún acto concreto que impida u obstaculice la
actividad del actor.
Existen precedentes de una importancia institucional mayúscula con los cuales se abrió la
acción declarativa —en algunos de olios, incluso prosperó la declaración de
inconstitucionalidad requerida— pese a la ausencia de actividad administrativa concreta o
en ciernes.
Estos precedentes, entre otros, están vinculados con la estabilidad del ministro de la Corte
santafesina Casiano Iribarren con la reelección del gobernador santafesino Reutemann29 y
con la estabilidad del ministro Fayt.
La Corte volvió a su primitiva postura de exigir "a) actividad administrativa que afecte un
interés legítimo; b) que el grado de afectación sea suficientemente directo; c) que la
actividad tenga concreción bastante", entendiendo que en el sub iudice "de la única
documentación acompañada no resultan los extremos que el actor debía demostrar; a saber,
la lesión o amenaza que pudiera afectar en grado suficientemente concreto su derecho a
comercializar productos medicinales de venta libre".
Sin embargo, la Corte retomó la doctrina aperturista que venía desarrollando en "Aguas de
Formosa S.A. transformando la acción de amparo en acción declarativa y haciendo incluso
lugar a la medida cautelar solicitada, por el solo hecho de haberse dictado la ley, sin que
existiera actividad concreta por parte de la provincia de Formosa.
Parece que tal exigencia no condice con la finalidad preventiva de la acción declarativa,
máxime si se tiene en cuenta que su iniciación no suspende la posibilidad de ejecución por
parte de la administración, ni implica de por sí la concesión de una medida cautelar.
Por ello, la solución alcanzada, entre otros casos, en "Iribarren”, "Fayt" y "Aguas de
Formosa" responde mejor al modelo de una acción de inconstitucionalidad como medio de
ejercer preventivamente el control de constitucionalidad.
176
Pese a los retrocesos, ésta parece ser la tendencia seguida, no sólo por el Tribunal cimero,
sino también por los tribunales inferiores.
Esta exigencia debe estar presente tanto en quien acciona como en quien es demandado.
Si bien se constitucionalizó sólo en acciones de amparo, con buen criterio la Corte ha hecho
extensivo este reconocimiento a las acciones declarativas de inconstitucionalidad,
especialmente en "Aguerra c/ Buenos Aires", admitiendo así que pueda accionar quien
tenga una afectación, sea en un derecho subjetivo, como en un interés legítimo o incluso en
un interés difuso.
Respecto del legitimado pasivo, como en cualquier acción judicial, será demandado aquel
beneficiado por la norma cuestionada en su constitucionalidad.
Esta postura fue expresada en diversos precedentes donde se cuestionó la validez de leyes,
no acordando las mismas derechos al Estado.
177
encauzado entre quien se dice afectado por el régimen y quien resulta su beneficiario, por la
vía procesal que en cada supuesto establecen las normas locales”.
Sin embargo, no siempre resulta tan sencillo materializar una demanda contra el
beneficiario de una norma, especialmente cuando se impugna un régimen que involucra a
una indeterminación de sujetos.
Tal es el ejemplo que enseña Bidart Campos, referente a la supresión del laudo
gastronómico, que consistía en la suma dineraria que, por reparto, recibían los trabajadores
del gremio, participando de un porcentaje de lo abonado por cada cliente sobre la
facturación de su consumo, en un establecimiento en el que aquéllos eran empleados. Esta
impugnación no podía ser llevada adelante contra el empleador, porque él no lo abonaba, ni
contra los clientes, anónimos e indeterminables. La única posibilidad en estos casos era la
impugnación contra el Estado autor de la norma.
Aun cuando escapa al marco de nuestro sistema de control, esta solución ha quedado
patentizada en "Fábrica Argentina de Calderas", donde se pretendía la declaración de
inconstitucionalidad de la ley santafesina 9497, en cuanto reducía la jornada laboral en
cuatro horas semanales, sin modificación alguna en el nivel salarial, y la repetición de las
sumas pagadas a su personal en virtud de la referida normativa.
Este criterio no sólo no volvió a ser reiterado, sino que la doctrina allí sentada fue
desechada en forma contundente en "Search Organización de Seguridad S.A.".
178
En ese caso la actora solicitó que se declarara la inconstitucionalidad de la ley 5244 —que
fija los valores del salario mínimo vital y móvil que rigen a partir del mes de abril de 2001
en el ámbito local—y consecuentemente su inaplicabilidad a los contratos de trabajo que la
empresa "tenga celebrados y celebre en el futuro" en el territorio de ese estado provincial,
demandado exclusivamente a la provincia de San Luis.
179
y diversas— el empleo de una pretensión mere declarativa, que cualquier otra vía, no
entendemos razonable la colusión de esta posibilidad por el ordenamiento nacional y
seguidores Siguiendo a Hitters, propone excepcionar el principio de subsidiariedad "si la
acción declarativa simplifica el procedimiento frente a la condena; si la acción de condena
no permite lograr todos y cada uno de los resultados asequibles a la acción declarativa"
Así, en "Bridas” se sostuvo que "la actora pudo provocar la actividad jurisdiccional a través
de un medio legal apto como lo es la acción de repetición para lo cual sólo le hubiera
bastado cumplir con un requisito específico del régimen tributario, como es la regla del
solve et repete y acatar la intimación que se le formulara. Por lo demás, tal recaudo no ha
sido cuestionado en su aplicación al presente caso ni se ha alegado que su cumplimiento
debiera ser dispensado como lo ha admitido, en ciertos supuestos, esta Corte. De esta
manera, la persistencia de la incertidumbre en la que se pretende fundamentar la demanda
resulta atribuible sólo a su conducta, pues ha prescindido de un medio idóneo para obtener,
a través de un proceso de condena, la certeza jurídica que reclama".
Debe remarcarse que si bien la Corte reiteró un criterio similar en "Massalin Particulares
S.A.", lo aplicó para dejar sin efecto una medida cautelar y no para sostener la
improcedencia de la acción declarativa de inconstitucionalidad.
180
Esta doctrina no puede compartirse. Como bien apunta Spisso, el principio solve et repete
"no constituye óbice alguno a la procedencia de la acción de certeza, ya que la repetición
presupone el pago previo de la obligación, o sea, la consumación del perjuicio que la acción
declarativa trata de prevenir".
La traslación de este criterio a los distintos casos de acción declarativa llevaría a su total
aniquilación, dado que siempre le quedaría al actor la posibilidad de esperar a la
consumación del perjuicio y luego iniciar la acción de condena correspondiente.
Por otra parte, en diversos precedentes, no sólo se han acumulado pretensiones declarativas
con pretensiones de condena, sino que incluso se ha considerado que la acción declarativa
era más apta, que el amparo para discutir cuestiones de derecho, especialmente cuando
éstas involucraban el deslinde de competencias entre Nación y provincias.
181
La Corte admitió la acción declarativa y rechazó el amparo, pues consideró que la primera
era el medio eficaz para resolver el planteo efectuado, dado que se trataba de la
determinación de órbitas de competencia entre el Estado federal y un estado provincial.
En su oportunidad, rechazó la acción declarativa intentada contra una ley que había perdido
vigencia temporal, no haciendo lugar a la reparación de perjuicios invocados con
posterioridad a la traba de la Litis, los que debían ser reclamados por "otras vías idóneas
para ello".
Cabe agregar que si bien este requisito, con los atenuantes que el Tribunal cimero le ha
otorgado y especialmente con la posibilidad de acumularse con otras pretensiones de
condena, obstaría a la posibilidad de articular esta acción cuando no exista otro mecanismo
ordinario para demandar, debe tratarse de otro medio establecido por ley, y no dispuesto
por normativas internas de instituciones que no se encuentran regladas por el Poder
Legislativo.
La acción de condena.
Hemos visto que dentro de las acciones concretas de inconstitucionalidad existen dos
variantes: la acción de declaración y la acción de condena.
Aun cuando la última presupone la primera, los requisitos para su configuración han
generado dudas.
Ya hemos visto cuándo procede una acción declarativa; la pregunta que cabe hacer ahora es
cuándo procede una acción de condena.
El deslinde entre ambos procesos estará dado por la consumación del perjuicio, en donde,
de sostenerse el rol subsidiario de la acción declarativa, hará procedente sólo el juicio de
condena, dado que entonces el actor obtendrá plena reparación de su derecho, pues a la
182
declaración de inconstitucionalidad de la norma seguirá toda la fuerza compulsiva que
tienen las sentencias de condena.
Cabe remarcar que, aun cuando la consumación del perjuicio so haya producido, en tanto
no se entienda que la acción declarativa de inconstitucionalidad es subsidiaria, el afectado
podrá pedir solamente que se despeje el estado de incertidumbre o que se agregue la
pretensión de condena.
La característica principal de este proceso está dada por que el legitimado pasivo es siempre
el autor de la norma y no el beneficiario de la misma (titular de la relación jurídica
sustancial).
Se abre entonces la posibilidad de obtener certeza para quien se encuentra alcanzado en los
supuestos de esta norma.
183
La lesión todavía no se ha producido, pero indefectiblemente vendrá cuando la normativa
tenga que ser aplicada.
Por ello, quien demanda no busca condenar u obligar a nadie; solamente busca que se
declare cuál es el derecho aplicable. Vimos que en las acciones declarativas a esta
pretensión puede adicionarse un pedido de condena. En cambio, en las acciones directas, la
mera declaración es el único objeto posible.
Y ello es así puesto que en estos procesos se demanda al autor de la norma y no al titular de
la relación jurídica sustancial.
A fin de que se le abone una suma mayor deberá demandar al obligado a su pago.
Como vemos, el titular de la relación jurídica no puede ser la provincia, sino la parte
concreta que deberá efectivizar los honorarios. Por ello, cuando se demanda en estas
acciones directas no se puede requerir una condena concreta.
Quien obtiene esta declaración de certeza sabe que si se aplica la norma en cuestión por
parte del titular de la relación jurídica sustancial, obtendrá, en un juicio posterior, una
sentencia favorable, sea en instancias inferiores o, en su caso, por parte de la máxima
autoridad local.
También a estas acciones se les suele otorgar un rol subsidiario, que no resulta convincente.
Sabétaos que se encuentra con dos cuestiones: la primera, si la norma que reputa inválida es
inconstitucional o no lo es; la segunda, el comportamiento debido que estará dado sobre la
base de la validez o no de la norma.
184
Aun cuándo la economía procesal pueda hacer aconsejable perseguir una condona si se ha
aplicado una norma inconstitucional, nada quita que el afectado pueda optar por despejar el
estado de incertidumbre previamente y recién luego, si la contraparte no se aviene a
retrotraer las consecuencias ya producidas, iniciar una acción de repetición.
Nótese que el cambio de competencia entre una y otra acción, los montos en juego, las
reposiciones fiscales, las condenaciones en costas, entre otras consideraciones, tendrán
incidencia en la vía a elegir.
Cabe preguntarse, entonces, ¿qué ocurre si durante el transcurso del proceso se consuma la
lesión? ¿Se torna abstracto el planteo? ¿Se debe rechazar la acción?
Si estos interrogantes obtienen una respuesta afirmativa, entonces la inutilidad del proceso
es manifiesta, dado que es suficiente la conducta de la contraria para neutralizar la
presentación.
Por ello, estas acciones no pueden ser de carácter subsidiario, y también aquí debe ser
elección del litigante el camino a seguir.
Consideraciones finales.
La evolución producida en el ejercicio del control por vía de acción nos hace presagiar un
futuro alentador en el devenir del nuevo milenio.
Una acción negada en forma rotunda y contundente a mediados del siglo pasado fue
paulatinamente admitida a fines del mismo.
Y esta admisión no sólo fue indiscutible, sino que se desarrolló do una manera positiva,
venciendo obstáculos que impedían la concreción de una tutela judicial efectiva,
especialmente en lo referente a las legitimaciones reconocidas.
185
Este proceso constitucional tiene todavía carriles no explorados que será la judicatura la
encargada de establecer, y auguramos que se desarrollen en el entendimiento de que en la
búsqueda de lograr una tutela judicial efectiva, debe estarse por la mayor amplitud de la
acción.
(SAM).
La Acción de Inconstitucionalidad
186
La viabilidad de la acción en orden nacional.
En el orden federal no contamos con una regulación expresa de la acción de
inconstitucionalidad ni en la esfera constitucional ni legislativa.
A partir de entonces, a través de sus sentencias el Alto Tribunal ha ido delineando los
contornos de una acción concreta de inconstitucionalidad en donde la pretensión debe estar
sujeta a la existencia de una “controversia” o “causa” judicial entre partes y ser promovida
por una persona legitimada en contra de una norma que se considera inconstitucional y que
provoca un daño futuro pero cierto en el actor. Por ese motivo, la sentencia que se dicte
sólo va a alcanzar a las partes del pleito.
Como fundamento normativo de esa acción se ha utilizado el Art. 322 del Código Procesal
Civil y Comercial de la Nación. Esa disposición establece que “Podrá deducirse la acción
que tienda a obtener una sentencia meramente declarativa, para hacer cesar un estado de
incertidumbre sobre la existencia, alcance o modalidades de una relación jurídica, siempre
que esa falta de certeza pudiera producir un perjuicio o lesión actual al actor y éste no
dispusiere de otro medio legal para ponerle termino inmediatamente”.
Como podrá advertirse, esa norma adjetiva, se refiere a la acción declarativa de certeza y no
a la acción declarativa de inconstitucionalidad que, por la envergadura de su objeto,
desborda el marco conceptual establecido por esa disposición procesal. A pesar de ello, la
Corte sigue utilizando esa disposición normativa como fundamento de su existencia en el
sistema federal.
Aunque la Corte ha ido relativizando esa exigencia5, debe tenerse presente que el Art. 322
del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación requiere para su procedencia la
inexistencia de otro medio legal posible como condición ineludible a la presencia de esta
acción.
187
Jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación sobre su
procedencia.
Como vimos en el punto anterior la acción de inconstitucionalidad ha tenido su origen en el
orden federal por su reconocimiento jurisprudencia por la Corte Suprema a partir del caso
“Provincia de Santiago del Estero”.
LÁ ÁCCION ÁÚTONOMÁ DE
INCONSTITÚCIONÁLIDÁD EN LÁ
PROVINCIÁ DE CORDOBÁ.
(SAM).
Este tipo de acción no requiere una aplicación concreta de la norma general que se
cuestiona sino que, a los fines de su procedencia, resulta suficiente que quien reclama se
encuentre entre sus destinatarios y que la norma violente materia regida Constitución
Provincial sin perjuicio de que también afecte normas de carácter federal.
En estos casos corresponde la competencia originaria del Tribunal Superior de Justicia que
debe resolver la cuestión en pleno. El examen de admisibilidad debe hacerse con criterio
restrictivo dada la extraordinariedad de la competencia originaria, exclusiva y plena del
TSJ.
188
promoverse ante el Tribunal Superior de Justicia de la Provincia. En cambio, para los casos
en que se trate de actos individuales o de normas generales que ya han tenido aplicación, la
vía correspondiente es la acción de amparo o su planteo como vía incidental, según
corresponda pero ante la primera instancia.
La legitimación activa resulta insuficiente para ser admitida en un proceso judicial, si por el
grado de generalidad, pone de manifiesto la falta de un interés jurídico, personal y directo,
para perseguir la declaración de inconstitucionalidad de las normas cuestionadas. La
invocación de su calidad de ciudadanos de la Provincia resulta inhábil para sustentar una
pretensión en juicio, al no demostrar la eficacia de las normas cuestionadas en su
adecuación constitucional, para interferir en la esfera de los intereses jurídicamente
tutelados de quienes accionan.
189
taxativamente al Tribunal Superior de Justicia a través de la normativa antes referenciada, y
cuyo carácter restrictivo autoriza al Tribunal a disponer su rechazo “in limine” cuando su
inadmisibilidad aparece en forma manifiesta y ostensible, desde que atenta contra la
seguridad jurídica y el principio de la confianza legítima de los ciudadanos en la
observancia y el respeto de las situaciones derivadas de la aplicación de normas válidas y
vigentes, al mantenerse innecesariamente en duda la regularidad constitucional de las
normas cuestionadas mientras se sustancia la causa.
Tratándose de una acción declarativa de inconstitucionalidad (Art. 165 Inc. 1º, ap. “a” de la
Constitución Provincial), la misma participa de la naturaleza de las acciones declarativas de
certeza o meramente declarativas (Arts. 413 y 418 Inc. 3º, C.P.C. y C.), por lo que
corresponde adoptar el procedimiento de juicio abreviado, previsto en los Arts. 507 y ss.
del CPC.
190
observancia de los procesos de formación, sanción, promulgación y publicación,
establecidos legalmente, con serio riesgo que tal medida comprometa la eficacia del
ejercicio de los poderes públicos. Así como sólo una arbitrariedad o ilegalidad manifiesta u
ostensible justifican la suspensión de los actos administrativos de carácter individual, con
mayor razón tal recaudo debe exigirse y acreditarse fehacientemente cuando se pretenda la
suspensión provisional de una ley.
EL HÁBEÁS CORPÚS.
(MANILI).
Introducción.
A través de los tiempos, el hábeas corpus ha configurado una garantía esencial de un
derecho fundamental, cual es la libertad ambulatoria. Tanto el Derecho romano como el
Derecho español y el Derecho anglosajón ofrecen antecedentes clave a la hora de
configurar al instituto. En nuestro país, la historia del hábeas corpus se extiende desde el
Reglamento de la Junta Conservadora (1811), pasando por el Derecho Constitucional
provincial, hasta desembocar en su hospedaje positivo expreso viabilizado por la reforma
constitucional de 1994.
Oportunamente, la sanción de la ley 23.098 en el año 1984 fue un gran adelanto por la
factura y calidad de la norma que consagraba legislativamente el hábeas corpus. Esto fue
reforzado por la ratificación de instrumentos internacionales sobre derechos humanos por
parte del Estado argentino donde se le otorgaba un carácter expansivo al instituto.
• Hábeas corpus preventivo: es aquel que tiene por objeto hacer cesar un estado de
amenazas ciertas e inminentes que ponen en peligro la libertad física.
• Hábeas corpus correctivo: es aquel que se dirige contra toda forma ilegítima que agrava
la condición de una persona legalmente privada de su libertad.
• Hábeas corpus restringido: es aquel que se dirige contra toda forma de molestias que
perturben o alteren la libertad física sin llegar a su privación (ej.: seguimientos, vigilancias,
impedimentos de acceder a lugares como el domicilio o el lugar de trabajo, etcétera).
• Hábeas corpus documental: es aquel que tiene por objeto obtener la documentación
necesaria para transitar, salir del país, etcétera.
• Hábeas corpus por desaparición forzada de personas: es aquel que tiene por objeto
hacer cesar el estado de desaparición forzada de personas.
• Hábeas corpus de pronto despacho: es aquel que tiene por objeto acelerar los trámites
administrativos necesarios a efectos de disponer la libertad.
• Hábeas corpus por mora en el traslado del detenido: es aquel que tiene por objeto lograr
la liberación del detenido cuando el magistrado de otra jurisdicción que ordenó la captura
192
no la confirma o no envía la comisión de búsqueda. Está previsto normativamente en la ley
20.711, que no fue derogada por la ley 23.098.
• Hábeas corpus de oficio: es aquel que es tramitado por un tribunal competente sin que
exista previa rogatoria o promoción privada.
• Hábeas corpus colectivo: es aquel que tiene por objeto tutelar la libertad física o los
derechos fundamentales de las personas privadas legalmente de su libertad en su faz de
derecho colectivo.
LEGISLÁCION. SÚ INCORPORÁCION EN
LÁ CONSTITÚCION NÁCIONÁL,
PROVINCIÁL Y EN LOS TRÁTÁDOS
INTERNÁCIONÁLES.
(MANILI).
La ley 23.098.
Los antecedentes normativos a la sanción de la ley 23.0984 (mediante la cual se reguló el
instituto del hábeas corpus) son los siguientes:
a) el art. 20 de la ley 48 (el cual enunciaba: "cuando un individuo se halle detenido o preso
por autoridad nacional, o a disposición de una autoridad nacional, so color de una orden
emitida por autoridad nacional; o cuando una autoridad provincial haya puesto preso a un
miembro del Congreso, o a cualquier otro individuo que obre en condición del gobierno
nacional, la Corte Suprema o los jueces de excepción podrán a instancia del preso o de sus
parientes o amigos, investigar sobre el origen de la prisión, y en caso de que ésta haya sido
ordenada por autoridad o persona que no esté facultada por la ley, mandará poner al preso
inmediatamente en libertad");
b) el Titulo IV, Sección Segunda, Libro Cuarto, del Código Procesal Penal (ley 2372), y
La ley 23.098, sancionada en el año 1984, constituyó un gran adelanto en torno al proceso
constitucional de hábeas corpus y fue considerada una ley de contenido constitucional que
se ubica en el ámbito del Derecho Procesal Constitucional. La norma se dividió en dos
partes: una, aplicable en todo el territorio del listado federal y, por ende, también ante
tribunales provinciales; otra, solamente aplicable en el ámbito federal dada su naturaleza
fundamentalmente procesal.
El art. 1 incorpora el principio pro homine al establecerque la ley tendrá vigencia en todo el
territorio de la Nación cualquiera sea el tribunal que la aplique; sin embargo, “ello no
obstará a la aplicación de las constituciones de provincia o de leyes dictadas en su
consecuencia, cuando se considere que las mismas otorgan más eficiente protección de los
derechos a que se refiere esta ley”.
El art. 3 establece que el hábeas corpus procede ante un neto u omisión de autoridad
pública que implique: a) limitación o amenaza de la libertad ambulatoria sin orden escrita
de autoridad competente; b) agravación ilegítima de la forma y de las condiciones en que
cumple la privación de la libertad. De esta manera, incorporó la tipología reparadora,
preventiva y correctiva.
Por último, el art. 11, párrafo 5to, le otorgó existencia positiva al hábeas corpus de oficio
respecto de una persona "detenida o amenazada" y ante el temor: a) de que sea transportada
fuera del territorio de la jurisdicción de un juez o tribunal, y b) de que se le haga sufrir un
perjuicio irreparable.
194
El art. 5 enuncia que la denuncia de hábeas corpus podrá ser interpuesta por la persona
directamente afectada o "por cualquier otra en su favor consagrando una auténtica acción
popular de hábeas corpus. Dicha holgura procesal se ve limitada cuando la norma regula los
recursos contra las decisiones jurisdiccionales adoptadas en primera instancia; el
denunciante sólo podrá interponer recurso de apelación por "la sanción o costas que se le
hubieran impuesto" (art. 19, párrafo 2o).
El art. 4 generó una gran innovación en una temática compleja: el radio de actuación del
hábeas corpus durante el estado de sitio.
Dentro del marco establecido por el proceso constitucional de hábeas corpus se podrá
comprobar:
"Que, en lo concerniente al primero de estos puntos, no cabe entender que haya sido
intención del legislador apartarse de la reiterada jurisprudencia del tribunal, que ha
reconocido como facultades privativas de los poderes Legislativo y Ejecutivo las referentes
a apreciar las circunstancias de hecho que tornan aconsejable la adopción de tal recurso,
por lo cual la decisión de dichos poderes que instaura el estado de sitio no resulta
revisable por los jueces... Si esos son los perfiles del instituto, se comprende la necesidad
de dar carácter excluyente al juicio del Poder Legislativo, o del Ejecutivo en su caso,
respecto del grado real de riesgo que importen las situaciones de emergencia que
determinen en la declaración del estado de sitio. De la misma manera resulta definitivo el
criterio de los poderes Legislativo y Ejecutivo en punto a la oportunidad del ejercicio de
las atribuciones correspondientes al manejo de las relaciones exteriores y a la intervención
federal... El juicio de legitimidad al que remite el art 4 de la citada ley 23.098 no ha de
versar, pues, sobre las características de la situación en la cual se proclama el estado de
sitio, sino sobre otros elementos que son realmente referibles al concepto de legitimidad...
Pero, dado el texto del art 4 de la ley 23.098, lo que interesa es la legitimidad del acto
mismo de declaración del estado de sitio. Esto es, excluido el examen de fondo —o sea el
atinente a la apreciación de los hechos determinantes del acto—, resta el juicio que
concierne a los requisitos de competencia y de forma en el cual queda incluido lo relativo
no sólo a las modalidades extrínsecas de la ley o del decreto declarativos del estado de
195
sitio, sino también a posibles requisitos sobre el contenido necesario del acto, como lo son
el plazo expreso y la determinación del lugar, puntos estos últimos reiteradamente
considerados en la jurisprudencia del tribunal".
• El juez debe actuar con suma prudencia, cuidando de no afectar las competencias
discrecionales de los otros poderes.
• El juez ejerce un doble control. El formal, donde debe determinar si la declaración fue
resuelta por la autoridad competente y con el trámite constitucional pertinente. El
sustancial, que consiste en un examen de proporcionalidad entre los condicionamientos
fácticos alegados y su relación con los conceptos constitucionales que habilitan la
declaración del estado de sitio.
196
c) La agravación ilegítima de la forma y condiciones en que se cumple la privación de la
libertad, que en ningún caso podrá hacerse efectiva en establecimientos destinados a la
ejecución de penas.
d) El efectivo ejercicio del derecho de opción previsto en la última parte del art. 23 de Ig
Constitución argentina. En estos casos, el hábeas corpus ha funcionado como un
instrumento idóneo y valedero en los supuestos de denegatoria del derecho de opción, o
bien, en caso de demora por parte del Poder Ejecutivo en resolver la solicitud promovida.
Ésta ha sido la doctrina de la Corte Suprema en los fallos "Alvear " e "Yrigoyen".
El juez puede rechazar in limine o declarar su incompetencia (art. 10), o bien dictar el "auto
de hábeas corpus" del art. 11 y requerir un informe circunstanciado y la presentación del
detenido.
• Si el juez dicta el auto de hábeas corpus, puede establecer un plazo expreso o formular un
mandato procesal bajo la leyenda "de inmediato". Notificado el auto, el requerido debe
cumplir con el informe circunstanciado (arts. 11 y 12). A esto le sigue la realización de una
audiencia oral (arts. 13 y 14). Luego se sustancia la prueba en un plazo de 24 horas (art.
15). Al concluir la audiencia oral (art. 17), el juez de primera instancia dicta sentencia. La
decisión jurisdiccional puede ser apelada en un plazo de 24 horas (art. 19).
Uno de los principales logros de la reforma constitucional de 1994 fue incorporar el art. 75,
inc. 22, a partir del cual la Constitución argentina comparte su jerarquía constitucional de
manera originaria con once instrumentos internacionales sobre derechos humamos
delimitados por el constituyente, así como también con los demás instrumentos
internacionales sobre derechos humanos que adquieran dicha jerarquía de forma derivada
mediante un mecanismo de mayorías agravadas previsto por el propio art. 75, inc. 22.
El art. 43, párrafo 4to, de la Constitución argentina sostiene: "Cuando el derecho lesionado,
restringido, alterado o amenazado fuera la libertad física, o en caso de agravamiento
ilegítimo en la forma o condiciones de detención, o en el de desaparición forzada de
personas, la acción de hábeas corpus podrá ser interpuesta por el afectado o por cualquiera
en su favor y el juez resolverá de inmediato, aun durante la vigencia del estado de sitio".
198
La novedad consiste en incorporar una tipología especial: el hábeas corpus contra la
desaparición forzada de personas. La siniestra práctica genocida empleada por la última
dictadura militar llevó al convencional constituyente a incorporar esta clase de hábeas
corpus con dos objetivos bien diferenciados: a) para que sea una herramienta procesal útil
frente a la comisión de un delito de lesa humanidad; b) para que nadie quiera falsear la
historia y decir que la aberrante práctica de desapariciones fue sólo un cuento de un
escritor, y, fundamentalmente, para que nunca más se vuelva a repetir la negra historia de
muerte sin entierro ni descanso. En la Asamblea Constituyente, el convencional Díaz
(miembro informante por la mayoría) sostuvo: "Cuando en el dictamen de mayoría hicimos
referencia a la desaparición forzada de las personas, un señor convencional —que no
firmó el dictamen de mayoría— expresó su adhesión al recuerdo de esta, experiencia
histórica que hemos vivido. Esto ya lo hemos superado y podemos permanecer con ese
recuerdo, aunque no podemos abandonarlo totalmente y me parece que consagrarlo
constitucionalmente reforzará nuestra memoria y voluntad de no olvidar. Por lo tanto, creo
que la forma en que ha quedado redactado el último párrafo, referido al hábeas corpus,
expresa lo mejor que hemos logrado de la técnica y del desarrollo legislativo y
jurisprudencial argentino. Además, hace honor a la tradición del hábeas corpus universal
y al sentimiento de todos los que tuvimos el honor de participar en esta comisión
redactora".
Si bien desde lo formal este fallo ha sido ponderado, desde el punto de vista sustancial sólo
actuó como un mero consejo o "llamado de atención", porque —a diferencia de lo que
sucedió con el Informe de la Comisión Interamericana de 1979— la espiral de
desapariciones no disminuyó ni la actuación del Poder Judicial significó un valladar al
accionar de las fuerzas armadas.
Explicó la Comisión que es una forma compleja de violación de derechos humanos que
debe ser comprendida y encarada de manera integral. La práctica de desapariciones tiene
como principal objetivo imposibilitar toda investigación de los hechos y asegurar la
impunidad de los responsables. Asimismo, constituye una violación múltiple y continuada
de numerosos derechos humanos. Presenta determinadas características: a) está
199
acompañada, en general, por torturas y demás tratamientos crueles, inhumanos y
degradantes; b) ejecución secreta de las víctimas seguida del ocultamiento del cadáver con
el objeto de lograr la impunidad de los ejecutantes y de los jefes que ordenaron la
ejecución. En sintonía con lo expuesto, recientemente la Convención Interamericana sobre
Desaparición Forzada de Personas alcanzó “jerarquía constitucional derivada” en los
términos del art. 75, inc. 22, de la Constitución Nacional.
El hábeas corpus por personas desaparecidas ofrece un carril procesal idóneo cuando se
intenta localizarlas para restituirles la libertad, o bien cuando con razonable proximidad de
fechas también se procura conseguir información conducente. En cambio, transcurrido
demasiado tiempo entre la desaparición y el requerimiento de datos, parece lógico sostener
que el hábeas corpus carece de objetivo actualizado, por cuya razón el pedido de
información para conocer lo ocurrido y ejercer el derecho a la verdad histórica ha de hallar
su cauce mediante la acción de hábeas data
200
de la Primera Parte de la Carta Magna antes de la reforma constitucional de 1994... Que
el interés colectivo o de grupo se refiere a la relación por la que un grupo más o menos
determinado de personas pretende evitar un perjuicio o conseguir un beneficio en relación
con un objeto no susceptible de apropiación exclusiva o en relación a diversos objetos
susceptibles de apropiación exclusiva pero cualitativamente idénticos... Que de acuerdo
con esta posición se encontrarán legitimados para reclamar la protección de estos
derechos de incidencia colectiva no sólo aquellos titulares del derecho fundamental
presuntamente vulnerado —el afectado en los términos del art. 43— sino también quienes
sin ser titulares del derecho tengan un interés legítimo en la preservación de los derechos o
libertades de otras personas... situación que se configura en el sub lite con la actora que
invoca esa legitimación con fundamento en los estatutos acompañados en la demanda...
Que este tribunal ha afirmado que la Constitución Nacional contempla nuevos mecanismos
tendientes a proteger a usuarios y consumidores y, para ello, amplió el espectro de los
sujetos legitimados para accionar que tradicionalmente se había limitado a aquellos que
fueran titulares de un derecho subjetivo individual (Fallos, 323:1339), sin que de ello
resulte posible inferir que esa decisión haya quedado excluida respecto de otros
hipotéticos titulares de derechos de incidencia colectiva... Que, asimismo, el derecho al
sufragio tiene en el sistema democrático un carácter colectivo que se extiende más allá de
la protección del derecho individual y del relativamente restringido grupo de los
peticionantes representados por la actora, pues todo el andamiaje institucional de la
sociedad política se encuentra asentado en el efectivo ejercicio de ese derecho.
201
derechos..., de modo que el examen acerca de la legitimación invocada debe ser
contemplado en términos no restrictivos que vayan en perjuicio de este aspecto
fundamental del sistema democrático... Que a raíz de las particulares características del
derecho al sufragio en una sociedad democrática, el reclamo de la demandante se sustenta
en un derecho de incidencia colectiva mediante el cual se procura la protección de un
derecho político fundamental que se encuentra afectado por la actitud de la demandada,
que tiene repercusiones sobre un grupo de ciudadanos que se hallan en idéntica situación y
que habrían sido excluidos del efectivo ejercicio de la soberanía popular sobre el que se
asienta el sufragio (art. 37, Constitución Nacional)... Que, por consiguiente, la norma no
requiere una identificación entre la asociación y cada uno de los perjudicados ya que la
reforma constitucional de 1994 ha optado por ampliar la legitimación como medio para
proteger los derechos mediante un instrumento que procura una tutela más amplia
respecto del conjunto de personas autorizadas para promover este tipo de acción que
surgía de la ley 16.986... Que la pluralidad de sujetos ubicados en una misma situación de
hecho se presenta en el caso si se tiene en cuenta que los demandantes reclaman la
protección de un grupo abierto y al mismo tiempo limitado de individuos, constituido por
aquellas personas que se encuentran detenidas y respecto de las cuales aún no se ha
dictado condena judicial... Que reconocida la legitimación de la actora en esos términos y
la trascendencia colectiva del derecho al sufragio carece de relevancia el planteo relativo
a la caducidad de la acción de amparo porque la relación íntima, existente entre el
derecho individual postulado por la actora con la incidencia colectiva en el grupo —
constituido por los detenidos sin condena— hace inaplicable el precepto del art. 3, inc. d,
de la ley 19.945, que se refiere al planteo de derechos subjetivos individuales. El derecho
de incidencia colectiva no puede caducar porque ello importaría unificar al conjunto de
ciudadanos afectados bajo la singularidad de ese derecho subjetivo, que es precisamente lo
que la reforma de 1994 pretendió modificar con la ampliación del universo de legitimados
para incluir a las asociaciones que propendan a la defensa de esos fines".
El juez tiene el deber constitucional de resolver de inmediato, lo cual impone desde la regla
de reconocimiento constitucional un mandato cerrado en torno a los tiempos procesales
(aunque hubiera sido preferible que la norma constitucional hubiese establecido bajo la
estructura de una regla un plazo concreto y determinado).
El hábeas corpus procede aun durante la vigencia del estado de sitio. En este sentido, el
enunciado constitucional se relaciona directamente con los artículos pertinentes de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos que regulan los estados de excepción y el
instituto del hábeas corpus.
202
El art. 7.6 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos enuncia: "Toda persona
privada de libertad tiene derecho a recurrir ante un juez o tribunal competente, a fin de que
éste decida, sin demora, sobre la legalidad de su arresto, o detención y ordene su libertad si
el arresto o la detención fueran ilegales. En los Estados partes cuyas leyes prevén que toda
persona que se viera amenazada de ser privada de su libertad tiene derecho a recurrir a un
juez o tribunal competente a fin de que éste decida sobre la legalidad de tal amenaza, dicho
recurso no pude ser restringido ni abolido. Los recursos podrán interponerse por sí o por
otra persona.
La Convención Americana, en su art. 27, establece los procedimientos que los Estados
partes deben seguir en caso de aquellos supuestos donde se declare un estado de excepción.
Dentro del regimen existe un conjunto de derechos que configuran un núcleo duro, que no
pueden ser suspendidos (derecho de la personalidad jurídica, derecho a la vida, derecho a la
integridad personal, prohibición de esclavitud y servidumbre, principio de legalidad de
retroactividad, libertad de conciencia y de religión, protección de la familia, derecho al
nombre, derechos del niño, derecho a la nacionalidad y derechos políticos), así como
también las garantías judiciales indispensables para la protección de tales derechos.
203
• Que las mencionadas garantías judiciales deben ejercitarse dentro del marco y según los
principios del debido proceso legal, recogidos por el art. 8 de la Convención.
En sintonía con las normas constitucionales y transnacionales expuestas, el art. 9.4 del
Pacto de Derechos Civiles y Políticos enuncia: "Toda persona que sea privada de libertad
en virtud de detención o prisión tendrá derecho a recurrir ante un tribunal, a fin de que éste
decida a la brevedad posible sobre la legalidad de su prisión y ordene su libertad. En tanto,
el art. 37, inc. d, de la Convención sobre los Derechos del Niño expresa:
Cabe recordar que en el caso "Pucheta" (resuelto por la Corte Suprema de Justicia), el voto
en minoría de Bacqué —después de destacar que el hábeas corpus es el gran baluarte de la
libertad personal— sostuvo que procede a la manera de recurso de revisión a favor de quien
fue condenado por sentencia firme, si han mediado graves violaciones al principio
constitucional del debido proceso (sin que ello importe menoscabar la autoridad de la cosa
204
juzgada) porcino de esa manera se salvaguarda la justicia que no es concebible cuando la
autoridad de la cosa juzgada no descansa sobre una base moral.
c) Si el orden jurídico vigente no brinda al afectado una solucion idónea, no existe otra
alternativa constitucional que habilitar la acción de hábeas corpus que en los supuestos de
decisiones jurisdiccionales deberá articularse ante el tribunal superior del magistrado en
cuestión. Una autoridad es competente siempre y cuando respete en su accionar los
derechos fundamentales do las personas; de no ser así, los funcionarios resultan tan
incompetentes como cualquier otro para ordenar la limitación de la libertad ambulatoria. En
torno al hábeas corpus, es necesario distinguir competencia formal de competencia
sustancial, y entender que un funcionario es competente en la medida en que respeta en
forma simultánea ambos espacios de competencia.
Conclusiones.
Conforme a lo expuesto a lo largo del presente trabajo, arribamos a las siguientes
conclusiones:
1. El hábeas corpus es un proceso constitucional que tiene por objeto tutelar la libertad
física, corporal o de locomoción. Las dos palabras latinas hábeas y corpus significan "tienes
tu cuerpo" o “eres dueño de tu cuerpo”, y denotan el objeto de esta garantía: traer el cuerpo
de una persona ante el juez.
2. Existen distintos tipos de hábeas corpus entre los que se encuentran: hábeas corpus
clásico o reparativo, hábeas corpus preventivo, hábeas corpus correctivo, hábeas corpus
restringido, hábeas corpus documental, hábeas corpus por desaparición forzada de
personas, hábeas corpus de pronto despacho, hábeas corpus por mora en el traslado del
detenido, hábeas corpus de oficio y hábeas corpus colectivo.
3. La ley 23.098 sancionada en el año 1984 constituyó un gran adelanto en torno al proceso
constitucional de hábeas corpus. Fue considerada una ley de contenido constitucional que
se ubica en el ámbito del Derecho Procesal Constitucional. Se dividió en dos partes: una,
205
aplicable en todo el territorio del Estado federal y, por ende, también ante tribunales
provinciales; otra, solamente aplicable en el ámbito federal dada su naturaleza
fundamentalmente procesal.
4. La ley 23.098 regula como puntos esenciales, a saber: la aplicación del principio pro
homine, la legitimación procesal popular, la declaración de inconstitucionalidad de oficio,
la procedencia del hábeas data durante el estado de sitio y un trámite procesal rápido y
sencillo.
8. A luz del art. 43 de la Constitución argentina es posible realizar una relectura del hábeas
corpus y sostener que es procedente ante decisiones de autoridades que ostentan una
competencia formal pero que han actuado violando derechos fundamentales.
206
(SAM).
Habeas Corpus
El habeas corpus es un mecanismo constitucional de protección de la libertad física,
corporal o de locomoción de las personas.
Este instituto que ya fuera contemplado en nuestro país por el Art. 20 de la Ley 48, ha
tenido una regulación normativa a partir del dictado de la Ley 23.098 en 1984. Esta última
contiene una parte sustantiva que se aplica a todo el territorio nacional y por ende a las
provincias y una parte procesal que sólo rige para el ámbito federal.
Por su parte, la C.N. establece en el Art. 43 4º párrafo que “Cuando el derecho lesionado,
restringido, alterado o amenazado fuera la libertad física, o en caso de agravamiento
ilegítimo en la forma o condiciones de detención, o en el de desaparición forzada de
personas, la acción de hábeas corpus podrá ser interpuesta por el afectado o por cualquiera
en su favor y el juez resolverá de inmediato, aún durante la vigencia del estado de sitio”.
Clases de habeas Corpus. Entre las clases de este proceso constitucional podemos
destacar a las siguientes:
1) Clásico o reparador: Procede contra actos u omisiones que atenten contra la libertad
física o la impidan sin orden de autoridad competente.
3) Correctivo: Puede ser utilizado para los casos en que se agravan las condiciones de la
restricción de la libertad dispuesta legalmente.
4) Restringido: Debe ser utilizado en los supuestos de molestias que perturben o alteren la
libertad física sin llegar a su privación. V.gr. seguimiento a una persona.
5) Por desaparición forzada: Tiene por objeto hacer cesar el estado de desaparición forzada
de personas y lograr su localización.
207
7) Colectivo: El pedido de habeas corpus involucra a varias personas. La Corte Suprema
Nacional le hizo lugar a este tipo de reclamos en la causa “Mignone” (2002) para que las
personas privadas de la libertad pudieran votar en las elecciones.
Legitimación. El habeas corpus puede ser solicitado por el detenido o afectado, sus
parientes, abogados y cualquier persona a su favor. Recordamos que también procede de
oficio.
Trámite. A partir del Art. 11 de la ley 23.098 se regula lo relativo al trámite de esta
acción. En tal sentido, se señala que “Cuando se tratare de la privación de la libertad de una
persona, formulada la denuncia el juez ordenará inmediatamente que la autoridad requerida,
en su caso, presente ante él al detenido con un informe circunstanciado del motivo que
funda la medida, la forma y condiciones en que se cumple si ha obrado por orden escrita de
autoridad competente, caso en el cual deberá acompañarla, y si el detenido hubiese sido
puesto a disposición de otra autoridad a quien, por qué causa, y en qué oportunidad se
efectuó la transferencia”.
Para los casos en que se trata de amenaza actual de privación de la libertad de una persona,
el juez competente ordenará que la autoridad requerida presente el aludido informe.
208
En cambio, si se desconoce cuál es la autoridad que detenta la persona privada de su
libertad o de la cual emana el acto que ha sido denunciado como lesivo, el juez librará la
orden a los superiores jerárquicos de la dependencia que la denuncia indique.
La última parte de ese precepto normativo prescribe que “Cuando un tribunal o juez de
jurisdicción competente tenga conocimiento por prueba satisfactoria de que alguna persona
es mantenida en custodia, detención o confinamiento por funcionario de su dependencia o
inferior administrativo, político o militar y que es de temerse sea transportada fuera del
territorio de su jurisdicción o que se le hará sufrir un perjuicio irreparable antes de que
pueda ser socorrida por un auto de hábeas corpus, pueden expedirlo de oficio, ordenando a
quien la detiene o a cualquier comisario, agente de policía u otro empleado, que tome la
persona detenida o amenazada y la traiga a su presencia para resolver lo que corresponda
según derecho”.
Lo ordenado por el juez debe ser cumplido de manera inmediata por la autoridad requerida,
salvo que el juez haya determinado un plazo específico de cumplimiento. Si por un
impedimento físico el detenido no pudiera ser llevado a presencia del magistrado, éste si lo
estima necesario podrá constituirse donde se encuentra el afectado y aún autorizar a un
familiar o persona de confianza para que lo vea en su presencia.
Desde el conocimiento de la orden el detenido quedará a disposición del juez que la emitió
para la realización del procedimiento. Debe tenerse presente que la orden emanada del
tribunal implicará para la autoridad requerida la citación a la audiencia. La persona que se
encuentra privada de su libertad deberá estar siempre presente.
Una vez finalizada la audiencia se dictará resolución “que deberá versar sobre el rechazo de
la denuncia o su acogimiento, caso en el cual se ordenará la inmediata libertad del detenido
o la cesación del acto lesivo” (Art. 17). El Art. 18 exige que la decisión sea leída
inmediatamente por el juez ante los intervinientes y quedará notificada aunque alguno de
ellos se hubiere alejado de la sala de audiencia.
209
En contra de esa resolución se podrá interponerse recurso de apelación para ante la Cámara
en plazo de 24 horas, por escrito u oralmente, en acta ante el secretario, pudiendo ser
fundado. Se encuentran habilitados para interponer el mentado recurso el amparado, su
defensor, la autoridad requerida o su representante y el denunciante únicamente por la
sanción o costas que se le hubieren impuesto, cuando la decisión les cause gravamen. El
recurso procederá siempre con efecto suspensivo, salvo en lo que respecta a la libertad de la
persona (Artículo 17, Inciso 4°), que se hará efectiva.
El habeas corpus en la Provincia de Córdoba. El Art. 47 del a Const. Pcial. establece que
“Toda persona que de modo actual o inminente sufra una restricción arbitraria de su
libertad personal, puede recurrir por cualquier medio, por sí o por terceros en su nombre al
juez más próximo, para que tome conocimiento de los hechos, y de resultar procedente,
mande a resguardar su libertad o haga cesar la detención en menos de veinticuatro horas.
Puede también ejercer esta acción quien sufra una agravación ilegítima de la forma y
condiciones en que se cumple la privación de la libertad, sin detrimento de las facultades
propias del juez del proceso. La violación de esta norma por parte del juez es causal de
destitución”.
El marco legal del habeas corpus está regulado en los Arts. 464 a 474 del Código Procesal
penal aprobado por la ley 3831.
Legislación
Como dijimos en el punto anterior a nivel nacional además del Art. 43 párrafo 4º la
cuestión relativa al habeas corpus está regulada en la Ley 23.098 y es conocida como la
“Ley De la Rúa” en honor al legislador que fue autor del proyecto.
En la provincia de Córdoba el habeas corpus está regulado en los Arts. 464 a 474 del
Código Procesal penal aprobado por la ley 3831 y en el Art. 47 del a Constitución de la
Provincia.
210
Habeas Data
La acción de habeas data busca lograr el conocimiento de la información personal que se
encuentre en un banco de datos o registro sea público o privado y en su caso lograr su
supresión, modificación, actualización, reserva, entre otras finalidades.
El Art. 43 de la C.N. señala en su 3º párrafo que “Toda persona podrá interponer esta
acción para tomar conocimiento de los datos a ella referidos y de su finalidad, que consten
en registros o bancos de datos públicos, o los privados destinados a proveer informes, y en
caso de falsedad o discriminación, para exigir la supresión, rectificación, confidencialidad o
actualización de aquéllos.
La Ley 25.3261 que regula lo relativo a los datos personales dispone en su Art. 1º que el
objeto de ese cuerpo normativo es “la protección integral de los datos personales asentados
en archivos, registros, bancos de datos, u otros medios técnicos de tratamiento de datos,
sean éstos públicos, o privados destinados a dar informes, para garantizar el derecho al
honor y a la intimidad de las personas, así como también el acceso a la información que
sobre las mismas se registre, de conformidad a lo establecido en el artículo 43, párrafo
tercero de la Constitución Nacional. En ningún caso se podrán afectar la base de datos ni
las fuentes de información periodísticas”.
En cuanto a la naturaleza jurídica del habeas data existen dos posiciones doctrinarias bien
marcadas. Por un lado, quienes sostienen que se trata de un proceso autónomo que posee un
bien jurídico tutelado diferente al de otros remedios constitucionales.
Por otro lado, se entiende que es una especie de amparo en virtud de las siguientes razones:
211
Clases. Existen en nuestro sistema jurídico diversas modalidades de habeas data entre las
que se destacan las siguientes:
5) Cancelatorio: tienen por objeto la supresión de información sensible que afecte los
derechos de intimidad, ideología política, religiosa, sexual, otros, que se pretendan utilizar
son fines discriminatorios. La supresión no procede cuando pudiese causar perjuicios a
derechos o intereses legítimos de terceros, o cuando existiera una obligación legal de
conservar los datos (Art. 16.5 de la Ley 25.326)
En tal sentido el Art. 13 de la Ley 25.326 establece que “Toda persona puede solicitar
información al organismo de control relativa a la existencia de archivos, registros, bases o
bancos de datos personales, sus finalidades y la identidad de sus responsables”. A su vez, se
permite la participación del Defensor de Pueblo en carácter de coadyudante. (Art. 33)
212
Legitimación pasiva: sólo puede exigirse la información que se halle en bancos de
datos públicos o privados destinados a brindar información.
Además, el remedio previsto en el Art. 43 exige, para el habeas data, una legitimación
especial y mucho más restrictiva que para el derecho de acceso a la información pública. En
el habeas data se permite la modificación y supresión de la información. En cambio, en
derecho de acceso a la información pública sólo el acceso y su conocimiento.
Trámite procesal. Una vez admitida la acción por el tribunal el juez requerirá al
archivo, registro o banco de datos la remisión de la información concerniente al accionante.
Podrá, asimismo, solicitar que dentro de los cinco días informes sobre el soporte técnico de
datos, documentación de base relativa a la recolección y cualquier otro aspecto que resulte
conducente a la resolución de la causa que estime procedente.
213
Según el Art. 40, al momento de evacuar el informe los demandados no podrán alegar la
confidencialidad de la información como impedimento para denegar la información, salvo
el caso en que se afecten las fuentes de información periodística.
Una vez que se ha contestado el informe, el actor tendrá la posibilidad, dentro de los tres
días de ampliar el objeto de la demanda solicitando la supresión, rectificación,
confidencialidad o actualización de sus datos personales, ofreciendo en el mismo acto la
prueba pertinente. De esta presentación se dará traslado al demandado por el mismo plazo.
Una vencido el término para contestar el informe, o si el mismo ha sido contestado (al igual
si se verifica el supuesto de ampliación), el juez dictará sentencia, especificando si la
información debe ser suprimida, rectificada, actualizada o declarada confidencial,
estableciendo un plazo para su cumplimiento.
214
La ley reglamenta el uso de la informática para que no se vulneren el honor, la intimidad
personal y familiar y el pleno ejercicio de los derechos”.
CN CORDOBA
EL RECÚRSO EXTRÁORDINÁRIO
FEDERÁL.
(MANILI).
El Poder Judicial de la Nación es un órgano del gobierno federal y ejerce una función del
poder del Estado, la denominada "administración de justicia", "jurisdicción" o "función
jurisdiccional", en forma propia y exclusiva. Es también un órgano de control, pues asegura
la supremacía dé la Constitución a través dé la declaración de inconstitucionalidad de
normas o actos de gobierno, y modera el desenvolvimiento político de los otros poderes —
Ejecutivo y Legislativo— evitando que éstos se excedan en el ejercicio de sus
competencias.
Este poder está compuesto por tribunales federales de primera instancia (juzgados) y de
segunda instancia (cámaras de apelaciones) creados por ley, y por la Corte Suprema de
215
Justicia de la Nación, único órgano creado por la Constitución (art. 108) como titular o
cabeza del Poder Judicial. En este sentido, es importante destacar que la norma referida
deriva justamente al Congreso la potestad de determinar la creación de esos tribunales
inferiores, la organización en fueros, niveles jerárquicos, número de integrantes, cantidad
de integrantes del Máximo Tribunal, la sanción de normas procesales federales, y la
atribución y distribución de competencias judiciales. Sin embargo, le está vedado modificar
la competencia expresamente atribuida a este órgano por los arts. 116 y 117 de la CN.
El Poder Judicial federal ejerce la llamada "jurisdicción federal", la cual ha sido definida
como la facultad de administrar justicia en los casos, sobre las personas y en los lugares
especialmente determinados por la Constitución.
El art. 116 CN establece en forma genérica cuáles son los asuntos en los cuales corresponde
conocer y decidir a la Corte Suprema y tribunales inferiores de la Nación, pues dispone la
competencia federal en función del lugar, del monto y de las personas.
Por su parte, el art. 117 prevé que la Corte ejercerá su competencia en grado de apelación
según las reglas y excepciones que fije el Congreso, salvo los asuntos concernientes a
embajadores, ministros y cónsules extranjeros, o aquellos en que una provincia sea parte,
pues en estos supuestos ejercerá su competencia originaria y exclusiva. Es decir, la
Constitución otorga al Poder Legislativo la facultad de regular los supuestos en los cuales la
Corte entenderá en grado de apelación de aquellas causas que lleguen a su conocimiento de
un tribunal inferior donde han sido juzgadas (generalmente en más de una instancia, sean
provinciales, administrativos o militares) y en las cuales entiende por vía ordinaria o
extraordinaria.
b) ordinaria por apelación (art. 116), según la reglamentación que al efecto dicte el
Congreso (art. 117);
c) extraordinaria por apelación (arts. 116 y 117 CN; 14, 15 y 16, ley 48), y
d) otras competencias.
La jurisdicción "por apelación ordinaria" ha sido reglamentada por el art. 24, inc. 6,
del dec.-ley 1285/58 2, el cual establece que la Corte ejercerá esta facultad en aquellas
causas en quo: I) la Nación sea parte directa o indirectamente (se incluye a los organismos
descentralizados) y el valor disputado en último término, o sea, aquel por el cual se
pretende modificar el fallo (sin sus accesorios), sea superior a $ 726.523,32 a la fecha de
216
interponer la apelación. Este mínimo legal es requisito formal de admisibilidad del recurso
y-debe ser demostrado por quien apele la sentencia ante la Corte. Este monto es
determinado por el propio tribunal a través de resoluciones que dicta al efecto4; n) se
juzgue la extradición de criminales reclamados por países extranjeros, y m) relativas a
apresamiento o embargos marítimos en tiempos de guerra, sobre salvamento militar y sobre
nacionalidad del buque, legitimidad de su patente o regularidad de sus papeles.
En estos casos la Corte actúa como tercera instancia y el recurso procede sólo contra
sentencias definitivas en sentido más estricto que para el supuesto del recurso
extraordinario del art. 14 de la ley 486. Asimismo, resulta de aplicación el procedimiento
previsto en los arts. 254, 255 y 280, 2o párrafo, CPCCN.
Esta competencia es más amplia que la extraordinaria, porque la Corte puede revisar
cuestiones de hecho y de derecho (jurisdicción plena). En estos casos, puede invocar
cualquier motivo para revocar el fallo apelado, que debe provenir de las cámaras federales
y no de tribunales provinciales. Además, prevalece respecto del recurso extraordinario
porque lo absorbe, es decir que si el recurrente interpone ambos recursos, se desestima el
extraordinario cuando el ordinario es concedido, en virtud de la mayor amplitud de la
jurisdicción ordinaria.
Tambien resulta importante destacar otras competencias del Máximo Tribunal, a saber: los
recursos de aclaratoria contra sus propias resoluciones; los recursos de revisión previstos en
los arts. 2 y 4 de la ley 4055 y en el dec.-ley 1285/58, art. 24, inc. 3; los recursos de queja
por retardo de justicia en que incurran las cámaras nacionales de apelaciones (dec.-ley
1285/58, art. 24, inc. 5); las cuestiones de competencia entre jueces y tribunales del país
que no tengan un órgano jerárquico común que deba resolverlas (dec.-ley 1285/58, art. 24,
inc. 7, in fine); la atribución apelada en materia de superintendencia (antes de la instalación
del Consejo de la Magistratura, art. 114, inc. 4, CN) y los llamados "poderes implícitos" de
la Corte Suprema, según su jurisprudencia.
217
LÁ COMPETENCIÁ DE LÁ CSJN POR
ÁPELÁCION EXTRÁORDINÁRIÁ.
(MANILI).
Si bien la reglamentación del recurso extraordinario es dispersa, pues no hay una única
norma integral y sistemática, la ley madre es la n° 4810 (arts. 14, 15 y 16), que regula la
competencia extraordinaria de la Corte.
El REF es una apelación de carácter excepcional y restrictivo, que tiene por objeto el
mantenimiento de la supremacía constitucional y no la sumisión a la Corte de cualquier
causa en que pueda existir agravio o injusticia ajuicio del recurrente. Por eso, ha sostenido
que "no se trata de una tercera instancia ordinaria que acuerda el art 3 de la ley 4055 en los
casos expresados en el mismo y en la que el tribunal puede conocer de todo lo contenido en
el expediente, sino del recurso extraordinario para mantener la supremacía de la
218
Constitución, leyes del Congreso y tratados... ". En consecuencia, él REF será admisible
únicamente cuando se cumplan determinados requisitos de forma y fondo. Así, por regla,
sólo se discuten cuestiones de Derecho federal, y por excepción, en casos especiales, puede
entender en cuestiones de hecho y de derecho no federales; éste sería el supuesto de
arbitrariedad de sentencia, que se estudia en el capítulo siguiente.
Si bien la Corte ha admitido que se trata de un recuso de apelación, pues "debe versar sobre
un pronunciamiento concreto para que la Corte Suprema pueda confirmarlo o revocarlo
después del debate judicial respectivo, no se trata de una apelación común, puesto que el
recurso extraordinario, por su fin y su naturaleza, traducidos en su nombre, es un remedio
excepcional, cuya aplicación debe hacerse restrictivamente... para no desnaturalizar su
función y convertirlo en una nueva instancia ordinaria de todos los pleitos que se tramitan
ante todos los tribunales del país".
Hay otras normas que complementan y modifican la ley 48: el art. 6 de la ley 4055 16 (que
crea cuatro cámaras federales de apelación, extendiendo así la posibilidad de impugnar los
pronunciamientos emitidos por ellas o los tribunales superiores militares), y los arts. 256 a
258, 280 y 281, y 285 a 287 del CPCCN, que regulan el procedimiento ante la Corte. A
ellos debemos adicionar los requisitos creados por la Corte en forma pretoriana (los cuales
desarrollaremos más adelante) y que resultan trascendentes para su procedencia, tales como
los denominados "formales" y los "comunes" a todos los recursos.
219
REQÚISITOS COMÚNES, PROPIOS Y
FORMÁLES.
(MANILI).
Se refiere a las notas exigidas para la admisibilidad de cualquier recurso procesal; éstos
son:
De conformidad con lo dispuesto por el art. 14 de la ley 48 y por el art. 6 de la ley 4055, se
entiende por tales a los órganos permanentes que integran el Poder Judicial de la Nación
(federal o nacional), el provincial y los superiores tribunales militares.
Así, la apelación prevista por el art. 14 de la ley 48 sólo procederá contra los
pronunciamientos de tribunales de justicia, carácter quo es propio de los que integran el
Poder Judicial de la Nación y de las provincias, y que cabe extender a los organismos
administrativos con facultades jurisdiccionales legalmente previstas, cuyas resoluciones no
pueden reverse por vía de acción o do recurso. Con relación al concepto de "tribunal de
justicia", es importante aclarar que, en el caso de los tribunales militares, tiene que tratarse
de sentencias definitivas o de pronunciamientos que causen gravamen irreparable dictados
—en tiempos de guerra— por el consejo superior de las fuerzas armadas y por los consejos
de guerra; en tanto, en tiempos de paz y si no se trata do (hitas esencialmente militares, las
resoluciones son recurribles nulo la cámara federal de apelaciones del lugar donde se
produjo el hecho del proceso. Respecto de los tribunales arbitrales, es decir, aquellos
órganos a los cuales se someten los particulares en forma voluntaria a fin de dirimir sus
controversias, renunciando a la jurisdicción del Poder Judicial, y que se expiden a través de
"laudos", no son susceptibles de recurso extraordinario.
Sin embargo, sí se admite el remedio federal cuando la competencia arbitral es regulada por
la ley y el órgano creado actúa en ejercicio de la función judicial o se cuestiona su validez,
y las partes no hubieran aceptado su sometimiento voluntario. Por su parte, las resoluciones
de los tribunales de disciplina —quienes actúan en el ámbito de su competencia— no son
susceptibles del remedio federal. Asimismo, respecto de los tribunales de enjuiciamiento,
en principio la Corte entendía que, por tratarse de funciones de tipo político atinentes a su
220
responsabilidad, no constituían tribunales de justicia en los términos del art. 14 de la ley 48
a los efectos de revisar las decisiones que aquéllos dictasen. Sin embargo, en la causa
"Graffigna Latino" sentó la doctrina mediante la cual admitió la posibilidad de recurrir ante
ella por la vía extraordinaria cuando las decisiones adoptadas en el marco del
enjuiciamiento de magistrados o juicio político en la esfera provincial y por órganos ajenos
a los poderes judiciales locales, violan el debido proceso constitucional generando cuestión
judicial o justiciable. Este criterio fue reiterado por el máximo tribunal en el caso "Nellar".
En la causa "Nicosia", la Corte había ampliado este concepto a las decisiones emanadas del
Senado de la Nación en el marco de la destitución de un magistrado de la judicatura
nacional, pero adoptando un criterio de revisión más restrictivo que en los otros casos:
"sólo patentes violaciones a aspectos esenciales del derecho de defensa podrían tener
acogida ante estrados, siempre y cuando sea acreditado por el recurrente no sólo ello, sino
también que la reparación del perjuicio es conducente para variar la suerte del proceso"
(considerando 10). Reparemos en que, en este último caso, la Corte consideró que mediaba
cuestión federal al encontrarse en juego la interpretación o el alcance de los arts. 18, 45 y
51 de la Constitución Nacional en los términos del art. 14, inc. 3, de la ley 48, y que §e
trataba de una cuestión jurídica controvertida.
Este requisito surge de la aplicación de los arts. 116 y 117 CN y se refiere a la existencia de
una causa, caso, asunto, pleito, controversia o contienda entre partes24, resultando la
legitimación procesal un presupuesto necesario para su existencia y para que sea resuelto
por la Corte. Ésta debe ventilarse ante los tribunales a través de alguno de los
procedimientos legislados en los códigos de forma, para que aquéllos ejerzan su función de
administrar justicia.
Son aquellas cuestiones que, en el orden normal de las instituciones, corresponde decidir a
los jueces en el ejercicio de su específica función judicial. Tiene que tratarse de una
cuestión real y concreta, y no para supuestos hipotéticos o para fijar reglas en casos no
sucedidos. Por lo tanto, no compete a los jueces hacer declaraciones generales o abstractas,
toda vez que la esencia de este poder es decidir colisiones efectivas de derechos. Asimismo,
resultan ajenas al Poder Judicial las llamadas "cuestiones políticas no justiciables" (political
questions) por tratarse de cuestiones privativas de los otros poderes (Ejecutivo y
Legislativo) y ajenas a el (indulto, conmutación de penas, amnistía, declaración del estado
de sitio, intervención federal, cuestiones atinentes a la incorporación de ciudadanos en el
221
seno de alguna de las cámaras del Congreso en los términos de los arts. 64 y 66 CN28,
etcétera),
Es decir que la sentencia que haya recaído en el caso produzca un perjuicio o lesión al
derecho del recurrente. Este daño tiene quo ser cierto, atendible, actual y subsistente al
tiempo en que se expida la Corte.
Esta exigencia es de suma importancia para que el tribunal pueda ejercer su jurisdicción
apelada, pues su desaparición implica también la imposibilidad de juzgar al estar en
presencia de una cuestión abstracta (moot case). En efecto, las sentencias de la Corte deben
atender a circunstancias existentes al momento de la decisión, aunque ellas sean
sobrevinientes al recurso extraordinario.
Por eso, con fundamento en la falta de agravio actual, la Corte declara inadmisible el
recurso extraordinario. Asimismo, entiende que la ausencia de requisitos no puede ser
suplida por acuerdo entre las partes y puede ser declarada de oficio, aun cuando en algún
caso la Corte obvió este requisito.
Éste es el recaudo que define el carácter excepcional de este tipo de recurso de apelación
ante la Corte, toda vez que su viabilidad radica en la existencia de este tipo de cuestiones
(art. 14, ley 48). Se trata de una cuestión de derecho en la cual está comprometida la
Constitución Nacional en forma directa o indirecta, sea en su interpretación o en su
supremacía.
Esta puede ser, según la ley 48, una cuestión federal simple (de interpretación) o una
cuestión federal compleja (cuando hay una incompatibilidad, confrontación o contradicción
entre normas o actos nacionales, federales o locales con la Constitución Nacional), la cual a
su vez se clasifica en directa o indirecta, según se la afecte en forma inmediata o mediata. A
continuación se analizan las tres cuestiones:
222
I) Estamos en presencia de una cuestión federal simple cuando el caso versa sobre la
interpretación inmediata de normas federales. Con relación a:
3. Las leyes federales únicamente, ya que, en principio, la interpretación del derecho local y
común no da lugar al recurso extraordinario. En efecto, la excepción puede darse en el
supuesto de que la decisión afecte derechos adquiridos bajo el régimen de una ley anterior o
cuando exhibe falta de fundamentación y razonabilidad afectando garantías
constitucionales de defensa enjuicio o de derecho de propiedad (éstos serían algunos de los
supuestos en los cuales nos encontramos frente a sentencias arbitrarias, por lo cual la causa
será declarada admisible por la Corte, pero no por aplicación de este inciso, sino por la
doctrina de la arbitrariedad, que se estudia en el capítulo siguiente).
4. Los decretos reglamentarios de leyes federales, dictados por el Poder Ejecutivo en uso de
la facultad conferida por el art. 99, inc. 2, CN42.
6. Otras normas o actos federales: reglamentos de las cámaras del Congreso, resoluciones
ministeriales o de universidades nacionales, de la AFIP, del Banco Central, etcétera.
7. También puede producirse respecto de los fallos dictados por la propia Corte. Este
supuesto se da cuando se cuestiona o se encuentra en tela de juicio la interpretación o el
alcance que corresponde otorgarle a una decisión que el máximo tribunal haya dictado en
una misma causa y la resolución impugnada se aparta inequívocamente o restringe el
alcance del derecho dispuesto por la propia Corte.
En todos estos casos no hay colisión entre normas; sólo está en juego la interpretación de
una norma federal. Es requisito de admisibilidad que la resolución que se haya dictado en la
causa sea contraria al derecho o facultad invocado.
223
II) Habrá cuestión federal compleja directa cuando la colisión o conflicto se plantea
inmediatamente entre cualquier norma o acto nacional, federal o local, y la Constitución
Nacional. Por ejemplo:
2. Ley federal versus CN. La norma inferior no debe ser declarada inconstitucional cuando,
mediante una interpretación razonable de ella, se puede armonizar con la Carta Magna 47.
En efecto, si partimos del principio según el cual la declaración de inconstitucionalidad es
la ultima ratio del orden jurídico, por tratarse de un acto de suma gravedad institucional al
que se debe acudir cuando no existe otro modo de salvaguardar algún derecho o garantía
constitucional, el juez debe tratar de adecuar la norma inferior a la superior, en caso de ser
posible.
3. Norma de derecho nacional común o local versus CN. Aquí no corresponde que la Corte
reinterprete dicho derecho, sino que debe resolver si la forma en que ha sido interpretado
por los tribunales inferiores (de conformidad con los arts. 75, inc. 12, y 122 CN) es o no
compatible con el derecho constitucional violado, toda vez que por esta vía no se examina
el derecho común.
4. Otras normas de autoridad nacional (emitidas por el PEN, el jefe de Gabinete, los
ministros, etc.) versus CN.
6. Acto de autoridad provincial (aquellos que no son normativos y que pueden provenir de
cualquiera de los poderes locales o municipales) versus CN.
224
III) Habrá cuestión federal compleja indirecta cuando se presenta un conflicto, colisión o
incompatibilidad entre dos normas o actos infraconstitucionales, emanados de diferentes
autoridades nacionales, o entre normas o actos nacionales con otras normas o actos locales
que, de acuerdo con la Constitución, tienen inferior jerarquía (art. 31 CN). Así, se verifica
incompatibilidad:
2. Entre normas o actos nacionales con normas o actos locales: se puede dar entre una
norma de un código (derecho nacional no federal) y la Constitución provincial, o entre una
norma de derecho nacional no federal y una ley provincial55, o entre una ley federal y un
decreto o ley provincial56, o entre un derecho nacional no federal y una ordenanza
municipal. En todos estos casos se estarían afectando los arts. 75, incs. 12 y 31, y 108 CN.
3. Entre normas o actos de una misma autoridad: en principio no hay cuestión federal, toda
vez que el órgano facultado para crear la norma puede derogarla y rige la máxima según la
cual la norma posterior deroga a la anterior 57; sin embargo, se ha decidido que si la ley
posterior es local para la Capital Federal, ella no puede derogar el Código Civil, pues se
rompería la unidad de la legislación sustantiva para toda la Nación.
225
b) Esta cuestión o caso constitucional o federal debe guardar "relación directa con la
solución del juicio.
Este requisito se conecta íntimamente con el anterior, pues significa que el juicio no puede
ser sentenciado válidamente si se desprecia y no se resuelve la cuestión constitucional. Es
decir, la solución de la causa depende de la interpretación que el juez formule del derecho
federal o de la forma como resuelve la incompatibilidad del derecho inferior con la
Constitución o del vicio radicado en la sentencia, según sea el supuesto.
c) Que la cuestión federal haya sido resuelta en forma contraria o no favorable al derecho
federal invocado.
* Esta es una condición de fondo que debe reunir la sentencia definitiva emanada del
tribunal superior de la causa.
Este es un requisito que surge del art. 14, párrafo Io, de la ley 48 y del art. 6 de la ley 4055.
Se trata de resoluciones emanadas del superior tribunal de la causa y que tienen por objeto
dirimir las controversias, poniendo fin al pleito o haciendo imposible su continuación, es
decir que privan al interesado de otros medios legales para obtener la tutela de sus derechos
impidiendo el replanteo de la cuestión en otro juicio posterior62. Una característica de este
tipo de resoluciones es que, después de ser dictadas, el derecho discutido no puede volver a
ser ejercido en juicio.
226
En tanto, no son "sentencias no definitivas" las que, aun poniendo fin al proceso o haciendo
imposible su continuación, no causan estado ni privan al recurrente de los medios legales
para obtener la tutela de su derecho, porque autorizan a plantear nuevamente la cuestión
discutida en otro juicio (ejemplo: la sentencia dictada enjuicio ejecutivo o de apremio,
cuyas conclusiones son, por lo general, revisables en el respectivo juicio ordinario).
a) juicio de apremio y ejecutivo: en principio, las decisiones que se dicten en este tipo de
causas no reúnen las características de sentencia definitiva en los términos del art. 14 de la
ley 48 y por lo tanto no se considera que puedan ser susceptibles de recurso extraordinario,
máxime cuando en el caso del juicio ejecutivo pueden las partes plantear nuevamente el
tema. Sin embargo, se le asigna tal carácter cuando la cuestión no puede ser planteada en
una instancia ulterior o causan un gravamen de imposible o difícil reparación ulterior, o
cuando importa un grave menoscabo a las garantías constitucionales. El derecho
cuestionado debe ser amparado en oportunidad procesal en que se lo invoca;
227
En este punto, es importante tener en cuenta que la Corte ha entendido que ella no puede
declarar definitiva una sentencia emanada del superior tribunal de la causa, porque es este
último a quien le corresponde calificarla como tal. En cambio, sí puede hacerlo cuando el
tribunal guardó silencio al respecto pero concedió el recurso extraordinario.
Sintetizando, para que el recurso extraordinario sea admisible, es necesario que la decisión
recurrida tenga tal entidad que impida su replanteo idóneo y efectivo en una instancia
ordinaria posterior. Por lo tanto, corresponde equiparar a sentencia definitiva aquellas que
originan agravios tales que, en la oportunidad procesal en que se los invoca, exhiben prima
facie entidad bastante para conducir a un resultado diverso del juicio, por lo que, de ser
mantenidas, generarían consecuencias de insuficiente o imposible reparación.
e) Que la sentencia apelada por este tipo de recurso provenga del "superior tribunal de la
causa99 (arts. 14, párrafo Io, ley 48, y art 6, ley 4055).
Se trata de aquel órgano cuya resolución sobre la cuestión federal debatida enjuicio es
insusceptible de ser revisada por otro dentro de la pertinente organización local. Es quien
tiene a su cargo decidir en última instancia, dentro de la respectiva organización procesal;
es el más alto tribunal local del cual puede obtenerse la decisión sobre la cuestión federal,
aunque no sea el más alto tribunal de apelación del estado provincial. La cuestión reside en
establecer en cada caso cuál es el máximo tribunal que, según los respectivos
ordenamientos procesales, intervendrá como último intérprete antes de la Corte.
228
superintendencia, porque actúan como órganos judiciales de segunda instancia respecto de
sentencias de tribunales de primera instancia (pudiendo actuar por apelación ordinaria o
extraordinaria según lo establezca el ordenamiento procesal pertinente), o porque actúan
como órganos de apelación respecto de entes administrativos, etcétera.
Por su parte, es importante recordar que ante la Cámara Nacional de Casación Penal sólo se
discuten cuestiones referentes a errores in iudicando y a errores in procedendo, es decir, por
inobservancia o errónea aplicación de la ley sustantiva o por inobservancia de las normas
que el CPPN establece bajo pena de inadmisibilidad, caducidad o nulidad; frente a casos de
nulidades absolutas es necesario que el recurrente haya reclamado oportunamente la
subsanación del defecto, si era posible, o hecho reserva de recurrir en casación. Sin
embargo, con el fallo "Giroldi" quedó medianamente zanjada la discusión acerca de si —
justamente— la cámara de casación podía ser o no considerada como tribunal superior de la
causa en los procesos penales tramitados ante la justicia nacional y federal. En este
pronunciamiento, la Corte declaró inconstitucional el tope del monto de pena establecido en
el art. 459, inc. 2, del CPPN por el cual se vedaba la posibilidad de acudir ante la cámara de
casación con el objeto de impugnar la sentencia pronunciada por un tribunal oral. En efecto,
a fin de efectivizar el principio de la doble instancia reconocido por el Pacto de San José de
Costa Rica, entendió que se debía asegurar al condenado el derecho de recurrir ante la
casación penal.
No podemos dejar de señalar que, con posterioridad a los fallos enunciados anteriormente,
la Corte ha tendido a considerar que las resoluciones comprendidas en el art. 457 CPPN
dictadas por las cámaras nacionales o federales de apelación deben ser tratadas por la
casación penal como superior tribunal de la causa y luego, contra lo decidido por ella, se
podrá articular un REF.
229
equiparables a definitivas y los órganos emisores constituirán el superior tribunal a los
efectos del recurso extraordinario. Es importante destacar que nuestro Máximo
Por su parte, hasta el fallo "Strada"74 (1986) la jurisprudencia do la Corte no fue pacífica
respecto de la interpretación de cuál era, en cada caso, el superior tribunal en las causas
provinciales.
Así, expresó que tribunal superior de provincia, en los términos dol art. 14 de la ley 48, es
el órgano judicial erigido como supremo por la Constitución de la provincia, salvo que sea
incompetente en el caso, circunstancia que no podrá extraerse del carácter constitucional
federal de la materia que aquél suscite. En los supuestos en que, por razones de esta última
naturaleza, el máximo órgano judicial de la provincia carezca de competencia, aquella
calidad la tendrá el tribunal inferior habilitado para resolver el litigio por una sentencia que,
dentro del régimen procesal respectivo, no sea susceptible de ser revisada por otro o incluso
por él mismo. Ademas, sostuvo que superior tribunal es el que se halla habilitado para
decidir sobre la materia que suscita la cuestión federal, u origina esta última, mediante una
sentencia que, dentro de la organización procesal ritual, es insusceptible de ser revisada por
otro tribunal o inclusive por él mismo, sin que pueda ser excluida localmente instancia útil
alguna, como requisito para habilitar la competencia extraordinaria de la Corte Suprema.
En consecuencia, será superior tribunal el que dirime el litigio, una vez agotados los
recursos ordinarios que autorizan a pronunciarse en dicha materia, y, por excepción, cuando
las cortes supremas o superiores tribunales provinciales la consideran y resuelven al
entender en los recursos extraordinarios locales deducidos ante ellos, su sentencia pasa a ser
la del tribunal superior a los fines del art. 14 de la ley 48. La norma provincial procesal
resulta inconstitucional si impide a los jueces aplicar la totalidad del orden jurídico, en cuya
cúspide se encuentra la Constitución.
Con la doctrina sentada en este caso se dejó de lado el criterio por el cual, si los tribunales
superiores de provincia actuaban como tribunales de casación local, en dichos supuestos el
órgano máximo local no era el tribunal superior de la causa para: conocer en el recurso
extraordinario.
En este fallo, la Corte estableció que, antes de llegar a su seno, se deben agotar las
instancias ordinarias o extraordinarias locales, y que éstas no pueden omitirse bajo el
pretexto de que una corte suprema provincial no está habilitada para conocer en asuntos
constitucionales o de Derecho federal por ley o jurisprudencia de esa provincia. Así,
considera necesario, a los fines del recurso extraordinario, el agotamiento de todas las
instancias locales.
230
Sin embargo, esta doctrina sufrió leves modificaciones con el dictado del fallo "Di
Mascio", pues nuestro Máximo Tribunal sostuvo que, de no existir recurso local ante los
tribunales superiores de provincia, dicha circunstancia se tornaría inconstitucional y que
dichos tribunales nunca podrían excusarse de conocer en la cuestión federal. El superior
tribunal de provincia es el órgano judicial que —justamente— la Constitución local
determina como supremo y las cuestiones federales deben ser entendidas por la
Corte cuando no han prosperado ante el órgano máximo de la judicatura local. En este
sentido, las cuestiones que son aptas para ser resueltas por la Corte federal no pueden ser
excluidas del previo juzgamiento por el órgano judicial superior local. En concreto, la Corte
dispuso que en todo pleito donde se debatan cuestiones federales (constitucionales) el
asunto debe poder llegar al tribunal supremo provincial. Asi, en el considerando 14 de
dicho fallo, sostuvo que la legislatura local y la jurisprudencia de sus tribunales no pueden
vedar el acceso a aquel órgano en tales supuestos; por ejemplo, por el monto de la condena,
por la materia, etc. De existir tales condiciones, éstas resultarían contrarias a la
Constitución Nacional.
Estos requisitos no están legislados sino que fueron creados en forma pretoriana por la
Corte:
231
Este requisito sólo rige, en principio, respecto de las cuestiones federales previstas en los
tres incisos del art. 14 de la ley 48, las cuales deben ser resueltas previamente por los jueces
de la causa para así llegar a la Corte como su último intérprete. En efecto, puede suceder
que la cuestión federal surja en forma sorpresiva en el decisorio del superior tribunal de la
causa. Nos encontramos frente al supuesto de las sentencias arbitrarias, en las cuales no
estamos en presencia de una cuestión federal a decidir, sino de un defecto que nace con el
dictado del acto inválido. En este caso, se obvia la exigencia de su introducción oportuna y
se habilita la apertura del recurso extraordinario.
Puede darse que la cuestión federal sea introducida por los jueces tanto de primera como de
segunda instancia. Esto ocurre cuando, por ejemplo, el juez a quo declara de oficio la
inconstitucionalidad de una norma. En tal caso, la cuestión federal debe plantearse en la
primera oportunidad procesal siguiente a su conocimiento (podría ser, por ejemplo, ante el
tribunal de alzada mediante el recurso de apelación). Asimismo, la cuestión federal puede
ser introducida por el tribunal de alzada o por el superior tribunal de la causa.
II) Que se haya planteado en forma inequívoca: si bien la Corte sostiene que no se
requieren fórmulas sacramentales, su planteo debe ser expreso y categórico. Esto significa
que quien la plantee debe determinar con precisión el Derecho federal cuestionado; no
basta que efectúe referencias generales ni que invoque que fue introducida tácitamente.
III) La cuestión federal debe ser mantenida en forma inequívoca en todas las instancias del
litigio: no se tiene por cumplido este requisito si, al contestar los agravios, se remite a lo
expresado en la demanda o en la contestación, o, si no lo articuló oportunamente o no lo
sustentó entre los puntos sometidos al tribunal de alzada, se equipara a abandono o
desistimiento de la acción.
I) Planteo por escrito y fundado {art 15, ley 48\ con firma de letrado y con domicilio
constituido en la Capital Federal. Asimismo, debe contener: 1) una enunciación concreta de
los hechos de la causa, la cuestión federal en debate y el vínculo entre ésta y aquéllos; 2) la
afirmación del carácter definitivo de la sentencia y que ésta ha sido dictada por el superior
tribunal de la causa; 3) la invocación de la cuestión federal oportunamente planteada y su
relación directa e inmediata entre el decisorio impugnado y los derechos y garantías
constitucionales que se pretenden violados; debe tratarse de una crítica concreta y razonada
de todos los argumentos en que se basa la sentencia que se impugna. Es importante destacar
232
que el recurso debe fundarse en el escrito de interposición y debe ser autónomo y
autosuficiente, es decir que mediante su sola lectura surja la procedencia o improcedencia
del mismo. Debe tratarse de un relato claro y preciso de los hechos relevantes de la causa y
de una exposición concreta de los argumentos en que se fundan; quien lee el recurso debe
comprender perfectamente lo acontecido en la causa. El escrito de interposición debe
acompañarse con copias para traslado.
II) Lugar: el recurso se presenta en la sede del tribunal superior de la causa (cámara
nacional o federal, suprema corte provincial o juzgado de primera instancia en los casos en
que funciona como tribunal de alzada), que es de quien proviene la sentencia impugnada,
que motiva la interposición del recurso extraordinario.
III) Plazo: debe ser interpuesto dentro de los 10 días hábiles contados desde que las partes
fueron notificadas de la resolución. El término es independiente para cada uno de los
litigantes y es perentorio. No se interrumpe ni suspende por la interposición de otros
recursos declarados improcedentes por los tribunales de la causa.
Por su parte, una vez concedido el recurso, el apelante puede desistir del mismo, corriendo
a su cargo las costas dé la contraria.
233
b) Efectos de la concesión del recurso.
En principio, la concesión del REF tiene efecto suspensivo.
Esta facultad también la puede utilizar en caso de recurso de queja por denegatoria del
extraordinario (art. 285 CPCCN). Sin embargo, no resulta de aplicación en el caso de que
ejerza la jurisdicción por apelación ordinaria (art. 280, 2o párrafo). Esta herramienta legal
ha sido y es utilizada por la Corte frecuentemente; incluso ante los planteos de
inconstitucionalidad de la norma en análisis, se ha pronunciado a favor de su validez86.
234
En síntesis, el Máximo Tribunal —con fundamento en su sana discreción— se encuentra
habilitado para rechazar el recurso extraordinario o de queja por denegación, invocando el
art. 280 CPCCN en los siguientes supuestos:
Se trata de una variante del writ of certiorari norteamericano (positivo) que sirve como vía
de acceso para la competencia de la Suprema Corte, mientras que en nuestro caso el
mentado artículo es utilizado para que la Corte pueda rechazar in limine los recursos
presentados ante sus estrados.
Quienes aceptan dicho instituto alegan que esta capacidad de selección de causas por parte
de nuestro Máximo Tribunal debe ser aceptada porque la Corte no actúa como una tercera
instancia. Más allá de considerar beneficiosa o no la incorporación del instituto,
consideramos que ello siempre debe ser realizado bajo la lupa de la razonabilidad y de la
prudencia.
La polémica se instaura cuando pensamos cuál es el freno que tiene el Alto Tribunal para
no rechazar indiscriminadamente las causas; legalmente no encontramos muchos
mecanismos que podamos utilizar como inhibitorios de los rechazos en cadena.
Guastavino señala que, en caso de abuso, podrían plantearse como correctivos: el juicio
político a los miembros del Máximo Tribunal, la jurisdicción transnacional y recurrir a la
opinión pública. Dejamos planteada la cuestión, dado que el tema excede el fin del presente
capítulo.
La Corte también puede expedirse sobre la inadmisibilidad del recurso haciendo expresa
mención de las razones que conducen a ese resultado (falta de requisitos), a pesar de haber
sido analizado tal requisito por el tribunal superior de la causa.
235
d) Forma de la sentencia de la Corte Suprema.
Las sentencias se redactan en forma "impersonal" (art. 281 CPCCN) y se resuelven por
mayoría de votos (art. 23, dec.-ley 1285/58). Los ministros que voten en forma concordante
emiten su opinión con distintos fundamentos (según su voto). Por su parte, los jueces
disidentes emiten su opinión por separado.
Si la Corte confirma la sentencia dictada por el tribunal superior acerca de las cuestiones
federales sometidas a su pronunciamiento, aquélla adquiere carácter firme en su integridad.
Por su parte, puede revocar o anular total o parcialmente la sentencia.
I) que se expida sobre ol punto planteado y remita el expediente para que el órgano
inferior se pronuncie sobre tales cuestiones (sea juzgado nuevamente), o
II) que se expida sobre el fondo del asunto (se pronuncia sobre todas las cuestiones)
sustituyendo al tribunal apelado y podiendo disponer, incluso, su ejecución
parcial (art. 16, 2a parte, ley 48). Este último supuesto se da cuando la Corte
entiende que median causas excepcionales, razones de urgencia o según la
naturaleza de las cuestiones debatidas y con el fin de evitar un mayor perjuicio
al recurrente.
236
(SAM).
Esa disposición señala que “Una vez radicado un juicio ante los Tribunales de Provincia,
será sentenciado y fenecido en la jurisdicción provincial, y sólo podrá apelarse a la Corte
Suprema de las sentencias definitivas pronunciadas por los tribunales superiores de
provincia en los casos siguientes:
1°) Cuando en el pleito se haya puesto en cuestión la validez de un Tratado, de una ley del
Congreso, o de una autoridad ejercida en nombre de la Nación y la decisión haya sido
contra su validez.
2°) Cuando la validez de una ley, decreto o autoridad de Provincia se haya puesto en
cuestión bajo la pretensión de ser repugnante a la Constitución Nacional, a los Tratados o
leyes del Congreso, y la decisión haya sido en favor de la validez de la ley o autoridad de
provincia.
Por su parte, el art. 15 prescribe que “Cuando se entable el recurso de apelación que
autoriza el artículo anterior, deberá deducirse la queja con arreglo a lo prescripto en él, de
tal modo, que su fundamento aparezca de los autos y tenga una resolución directa e
inmediata a las cuestiones de validez de los artículos de la Constitución, leyes, Tratados o
comisiones en disputa, quedando entendido, que la interpretación o aplicaciones que los
tribunales de provincia hicieren de los códigos Civil, Penal, Comercial y de Minería, no
dará ocasión a este recurso por el hecho de ser leyes del Congreso, en virtud de lo dispuesto
en el inciso 11, artículo 67 de la Constitución.”
237
Finalidad jurídico-política del recurso extraordinario federal.
1) Garantizar la supremacía de las instituciones federales.
A) Los requisitos comunes son aquellos con los cuales debe cumplir todo recurso
jurisdiccional.
238
B) REQUISITOS PROPIOS. Son los recaudos que debe cumplir el remedio federal y que
se relacionan con la pretensión del recurrente. La exigencia del cumplimiento de tales
recaudos tiene por objeto el mantenimiento de la supremacía constitucional, en los términos
del art. 31 CN.
De acuerdo a preceptuado por el art. 14 de la ley 48, la admisibilidad del remedio federal
requiere el análisis relativo a la existencia de una cuestión federal.
239
3.- Resolución contraria.
La decisión que se ataca por vía del recurso extraordinario debe ser contraria al derecho
federal invocado en el juicio. Esta puede ser expresa cuando se niega explícitamente la
supremacía de la cláusula federal invocada o tácita cuando el tribunal prescinde de
considerar la cuestión federal.
Con relación a esto último, ha señalado la Corte que “la omisión de la sentencia apelada,
debe interpretarse como un pronunciamiento implícitamente contrario”12.
Este requisito se cumple desde que el remedio federal se interpone contra la resolución
definitiva, es decir, contra aquella que pone fin a la causa, hace imposible su continuación,
priva al interesado de otros medios legales para obtener la tutela de sus derechos, impide el
replanteo de la cuestión en otro juicio o causa gravamen irreparable.
Con esta orientación ha decidido la Corte que un pronunciamiento posee carácter definitivo
a los fines del remedio federal cuando resuelve el fondo de la controversia planteada
poniendo fin a la cuestión debatida en forma tal ésta no puede renovarse.
240
5. Gravamen irreparable:
La sentencia que se pretende cuestionar por vía del recurso extraordinario federal debe
provocar perjuicio de tal magnitud que si no se pudiera recurrir por esa vía mediante los a
agravios quedarían firmes.
Con esa inteligencia, el Alto Tribunal entendió en una causa que el gravamen era
irreparable en tanto el agravio producido por la resolución atacada provocaba la lesión
constitucional de cláusulas constitucionales y no podía ser subsanado mediante un
procedimiento o juicio ulterior.
La resolución que se ataca por vía del REF debe emanar de la máxima autoridad del ámbito
jurisdiccional que se trate. Ello implica que la caracterización de superior tribunal depende
de la organización judicial de cada provincia; aspecto que deberá valorarse en el caso
concreto. En Córdoba debe considerarse como tal al Tribunal Superior de Justicia y a la
Cámara Federal de Apelaciones.
Este requisito es dejado de la lado en los casos en que se acude a la figura del recurso de
per saltum o salto de instancia.
Cabe recordar, que esta modalidad que tuvo una amplia y favorable recepción
jurisprudencial en la década del noventa del Siglo 20 habida cuenta que la Corte Suprema
Nacional dictó numerosos pronunciamientos, en los que fue moldeando los contornos de
esta herramienta.
Posteriormente, a comienzos del año 2002 durante la crisis económica el salto de instancia
fue receptado normativamente en el art. 195 bis del CPCCN; precepto que luego quedó
excluido del sistema jurídico al dictarse en ese mismo año Ley 25.587.
A partir de entonces, la utilización de esta figura dejó de ser considerada por la Corte
Suprema. En tal sentido, ha señalado en la causa “Piragini”, al rechazar un pedido de per
saltum que “la presentación efectuada no configura acción o recurso que, con arreglo a lo
dispuesto en los arts. 116 y 117 de la Constitución Nacional y en sus leyes reglamentarias,
habilite la competencia ordinaria o extraordinaria de este Tribunal, ni un caso de privación
de justicia que le corresponda resolver”.
Sin embargo, esa figura procesal ha recobrado vida con el dictado en 2012 de la Ley 26.790
que incorporó al CPCCN los arts. 257 bis y 257 ter.
241
Cabe destacar que se trató de un proyecto legislativo presentado por los Senadores Fuentes,
Fernández, Guinle, Pichetto, Riofrio y Mayans y que según se destaca en sus fundamentos
tuvo por objeto “precisar de la mejor manera posible, los lineamientos establecidos por la
Corte a través de sus diversos pronunciamientos judiciales, y la doctrina durante estos años,
y permitir en supuestos excepcionales habilitar la instancia extraordinaria, a los fines de
poder revisar la resolución impugnada por ante el Alto Tribunal de la Nación”.
En la nueva regulación se deja en claro que cuando aludimos al per saltum hacemos
referencia a una modalidad de recurso extraordinario y no de avocación de la Corte
Suprema. Es decir, se trata de un cauce para que el justiciable solicite –saltando una
instancia- la intervención de la Corte y no de una variante de avocación a la que el Alto
tribunal puede acudir para intervenir antes de tiempo en una causa.
Más precisamente, el Proyecto que terminó convirtiéndose en ley dice que “Se trata pues,
de un instituto de excepción, en la vía del recurso extraordinario, por el que la Corte
Suprema de Justicia de la Nación, que habría sido –en el esquema normal- el último en
intervenir, conoce de una causa radicada ante Tribunales inferiores saltando una o más
instancias, siempre y cuando se configurasen una serie de circunstancias especialísimas que
hacen a su procedencia”.
1) Debe tratarse de cuestiones de competencia federal no penal. Ello implica que queda
descartada su procedencia cuando se trate de cuestiones ventiladas ante los tribunales
provinciales y aquellas materias que siendo de naturaleza federal se refiere a asuntos
penales. La razón de esta última exclusión obedece a que “el principio de la doble instancia
en estos casos, es un requisito constitucional insoslayable en virtud del Pacto de San José
de Costa Rica y del Pacto Internacional de Derechos Civiles y políticos”, tal como se
afirma en el Proyecto.
2) Notoria gravedad institucional Además, la nueva legislación exige para la viabilidad del
per saltum que exista un caso de notoria gravedad institucional. Ya veremos que la causal
de gravedad institucional tuvo un origen pretoriano y que siempre fue muy difícil definirla.
En ese punto, el legislador pretende aportar claridad al señalar que “Existirá gravedad
institucional en aquellas cuestiones sometidas a juicio que excedan el interés de las partes
en la causa, proyectándose sobre el general o público, de modo tal que por su trascendencia
queden comprometidas las instituciones básicas del sistema republicano de gobierno o los
principios y garantías consagrados por la Constitución Nacional y los Tratados
Internacionales por ella incorporados.” Evidentemente, que se trata de una noción vaga e
242
imprecisa como la que venía sosteniendo el Alto tribunal hasta aquí, lo que dificulta la tarea
de definir de manera apriorística qué casos quedan incluidos en dicho precepto.
3) Necesidad de resolución rápida debido a la irreparabilidad En lo que tiene que ver con
este recaudo la nueva normativa exige que el planteo que se articula por a través del per
saltum debe requerir una “solución definitiva y expedita” y que ese cauce “constituye el
único remedio eficaz para la protección del derecho federal comprometido, a los fines de
evitar perjuicios de imposible o insuficiente reparación ulterior”. Lo que quiere significar es
que dada la presencia de una cuestión federal que tiene en vilo a la comunidad por el interés
público comprometido, es necesaria la definición del asunto para evitar que el tránsito por
las instancias federales inferiores pueda frustrar el derecho comprometido en el caso. Esa
circunstancia justifica para el legislador una sentencia anticipada de la Corte Suprema. Esta
circunstancia surge de los fundamentos del Proyecto cuando se señala que “Se hace
referencia a la urgencia impostergable de finiquitar el proceso, y a que no exista otra vías
más que el per saltum requerida para ello, puesto que de otro modo el agravio producido
por la sentencia sería irreparable”.
4) Sentencia definitiva Amén de lo señalado hasta aquí, debe quedar en claro que no
cualquier resolución podrá ser atacada por vía del salto de instancia sino que el Legislador
ha sido claro al indicar que dicho remedio solo será viable para cuestionar “las sentencias
definitivas de primera instancia, las resoluciones equiparables a ellas en sus efectos y
aquellas dictadas a título de medidas cautelares.”
Sin embargo, es importante destacar que a los efectos del recurso por salto de instancia
deben considerarse impugnables por esta vía las decisiones relativas a medidas cautelares
pues en los fundamentos del Proyecto se indica que “en aquellos supuestos en que se
reúnan las condiciones para que las medidas cautelares, conforme a los criterios esbozados
por los diferentes fallos, se equiparen a las sentencias definitivas en sus efectos o se
demuestre que pueden ocasionar perjuicios de insuficiente o imposible reparación ulterior,
en conjunto con las demás circunstancias previstas en el nuevo art., 257 vis, la Corte podrá
hacer lugar la per saltum”.
Por otra parte, resulta imperioso poner de resalto que la decisión que se pretende cuestionar
por ese cauce excepcional debe haber emanado del juez de primera instancia habida cuenta
que lo que se pretende es evitar el tránsito por la Cámara de Apelaciones.
243
En ese orden ideas, en el Proyecto se afirma que “Al ubicarnos en la competencia de
apelación de la Corte, en el orden de las instancias federales, la sola alternativa posible es –
previo necesario fallo de primera instancia “judicial”- el salto de la segunda, es decir la
Cámara Federal”.
Justamente, ese fue el motivo por el cual la Corte rechazó el per saltum intentado por el
Estado Nacional en la causa “Clarín”. Allí, se resolvió que atento que el recurso se dirigía
contra la decisión emanada de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil y Comercial
Federal por la cual se había prorrogado, hasta tanto se dicte sentencia definitiva en la causa,
la medida cautelar dictada en favor de la actora, debía ser desestimado dado que no había
sido interpuesto contra una decisión dictada por un juez de primera instancia.
En lo concerniente al trámite el art. 257 ter del CPCCN hace algunas presiones pero
también plantea muchos interrogantes. En primer lugar, se aclara que el recurso
extraordinario por salto de instancia debe interponerse directamente ante la Corte Suprema.
Es necesario que el escrito que lo contenga esté debidamente fundado y que cumplir con el
requisito de la autonomía, que luego precisaremos.
Es decir, que debe contener un relato que permita conocer acabadamente la situación del
expediente. En cuanto al plazo se precisa que debe ser interpuesto dentro de los diez días de
notificada la resolución que se pretende cuestionar ante los estados de la Corte. Entendemos
que en estos casos el término debe ser prolongado en razón de la distancia en los términos
del art. 158 del CPCCN.
Para esos supuestos, el legislador dispuso que en ese caso “proseguirá la causa según su
estado y por el procedimiento que corresponda”. Esa afirmación nos deja muchas dudas ya
que pueden darse varias posibilidades. En primer lugar puede ocurrir que quien interpuso el
per saltum también halla interpuesto el recurso ordinario correspondiente, con lo cual si se
rechaza el salto de instancia conserva el primero.
Esta parece las más lógica pero habilita a que siempre se intente el per saltum ya que en
caso de rechazo no genera ningún riesgo procesal. La segunda opción es que el Legislador
considere que rechazado el salto de instancia pueda volver e interponer los recursos que
correspondan. Sin embargo ello nos genera dudas dado que se habrán vencido los plazos.
244
Formalidad de la admisibilidad. Si la Corte Suprema considera que el per saltum resulta
admisible debe disponerlo mediante un auto. Esa decisión del Alto tribunal tendrá efectos
suspensivos respecto de la resolución recurrida. Luego de ello, se dispone el traslado del
recurso a las partes interesadas por el término de cinco días. Una vez que se ha contestado
el traslado o vencido el plazo para hacerlo, la Corte Suprema decidirá sobre la procedencia
del recurso. Si lo estimare necesario para mejor proveer, podrá requerir al Tribunal contra
cuya resolución se haya deducido el mismo, la remisión del expediente en forma urgente.
A los fines de regular lo relativo a los requisitos formales que debe cumplir el recurso
extraordinario federal y la queja por denegación del dicho remedio, la Corte Suprema dictó
la Acordada 4/2007, procurando, de ese modo, homogeneizar las presentaciones que se
efectúen y ordenar el trámite en esa instancia.
En esa reglamentación se regulan los renglones, las páginas, tipo de letra y demás recaudos
de presentación, así como los documentos que deben acompañarse a esa presentación.
A partir de su vigencia la Corte ha sido muy estricta en su aplicación. Así en la causa “Fay,
Juan Horacio” frente al recurso de queja interpuesto por una entidad bancaria en contra de
la resolución del tribunal inferior que había rechazado el remedio federal intentado, la Corte
federal decidió desestimar la presentación en virtud del incumplimiento de la aludida
Acordada.
245
En segundo lugar, en la causa “Rearte, Enrique Alberto”22 ante el recurso de queja
interpuesto por el Ministerio de Economía de la Nación en contra de la resolución emanada
de Sala II de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Contencioso Administrativo
Federal, el Máximo Tribunal también dispuso el rechazo de esa presentación.
Cabe destacar, que la primera de esas disposiciones prescribe las exigencias formales y de
estilo que debe reunir la presentación por denegación del remedio federal y el segundo,
obliga al recurrente a acompañar una carátula en la cual se deben consignar los datos
exigidos por el art. 2 así como otros extremos dispuestos por dicha norma.
En ambas decisiones y a los fines de su rechazo, el Alto Tribunal hizo uso de la facultad
prevista por el art. 11 de dicho reglamento que lo autoriza a desestimar la apelación
mediante la sola mención de la norma reglamentaria pertinente para el caso en que el
recurrente no haya satisfecho alguno de los recaudos exigidos o que lo haya hecho de una
manera deficiente.
Sin dudas, que de todas las disposiciones que integran ese plexo normativo la norma que
más interrogantes plantea es el mentado artículo que autoriza a desestimar aquellas
presentaciones que no cumplan con los recaudos exigidos por la Acordada con la sola
mención de la cláusula reglamentaria pertinente.
Luego, esa norma establece que ese límite formal no es absoluto, pues la Corte puede
valorar, según su sana discreción, si el incumplimiento de los recaudos no constituye un
obstáculo insalvable para la admisibilidad de la presentación recursiva. Como podrá
advertirse, esa norma ha consagrado una especie de gravedad institucional que le permitirá
a la Corte ingresar al fondo de la cuestión planteada más allá de la inobservancia de las
exigencias rituales.
Ahora bien, cabe preguntarse si esa valoración también puede ser efectuada por el tribunal
superior de la causa al momento resolver la concesión del recurso extraordinario o esa si
herramienta solo puede ser utilizada por la Corte.
246
Esa disposición parece solamente estar dirigida a la declaración de inoficiosidad de las
presentaciones que omitan cumplir con la Acordada sin perjuicio de lo cual, no
encontramos obstáculo alguno para que el tribunal superior de la causa pueda hacer uso de
aquella posibilidad.
Para la Corte Suprema ello implica que el recurso “debe contener un relato claro y sucinto
de los hechos de la causa, de la cuestión federal en debate y de la relación que habría entre
ésta y aquéllos, como así una crítica concreta y razonada de los fundamentos en que se basa
la decisión del a quo”.
247
La causal por sentencia arbitraria
(SAM).
La causal por sentencia arbitraria es de pura creación pretoriana a través de las sentencias
de la Corte Suprema de Justicia de la Nación a partir de lo resuelto en 1947 en la causa
“Carlozzi”. A lo largo de los años el Alto Tribunal ha ido calificando a determinadas
sentencias como arbitrarias y admitiendo su revisión aunque no se verifique la existencia de
una cuestión federal. Sea que se trate de una cuestión de hecho, de derecho común en los
términos del art. 75 inc. 12 de la CN., o de derecho local.
Debe tenerse presente que esta causal no puede ser invocada ante una mera disconformidad
con la sentencia que se pretende dejar sin efecto, sino que la calificación de arbitraria de la
sentencia “está dirigida a la revisión de los pronunciamiento en los que se advierta la
inexistencia de las calidades mínimas para que el caso impugnado constituya una sentencia
judicial”.
Es decir que se trata de un acto jurisdiccional inválido que no reúne las mínimas cualidad
de tal ya sea porque se han valorado los hechos de una manera antojadiza, no se analizado
prueba relevante, se ha soslayado la aplicación de alguna norma, la sentencia contradice las
constancias del expediente, etc.
Es que “también la sentencia arbitraria o inconstitucional que produce una lesión respecto
de cláusulas constitucionales, crea una cuestión federal que antes no existía en el juicio, la
que debe reparase en desagravio del principio de supremacía de la Constitución Nacional”
248
La causal por gravedad institucional
(SAM)
Dicha circunstancia pone de resalto el rol político que tiene el Máximo Tribunal Federal de
la Nación y el deber de la protección de interés público.
Su creación también tiene un origen pretoriano cuyo origen se remonta a la causa “Jorge
Antonio” de 1960. En esa oportunidad el tribunal señaló que “Lo mismo que la ausencia de
interés institucional que la jurisprudencia contempla, por regla general con el nombre de
“cuestiones federales insustanciales”, autoriza el rechazo de plano de la apelación
extraordinaria [...] así también la existencia de aspectos de gravedad institucional puede
justificar la intervención del Tribunal superando los ápices procesales frustratorios del
control constitucional de esta Corte.
Sin embargo, como vimos, con la inclusión en el art. 257 bis del CPCCN existe
actualmente en el sistema jurídico una definición de gravedad institucional. Recordamos
que allí se señala que “Existirá gravedad institucional en aquellas cuestiones sometidas a
juicio que excedan el interés de las partes en la causa, proyectándose sobre el general o
público, de modo tal que por su trascendencia queden comprometidas las instituciones
básicas del sistema republicano de gobierno o los principios y garantías consagrados por la
Constitución Nacional y los Tratados Internacionales por ella incorporados.”
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Jurisprudencia
Trámite procesal
A partir del art. 256 del CPCCN se encuentra regulado el trámite del recurso extraordinario
federal.
Éste debe ser interpuesto por escrito, de una manera fundada ante el tribunal superior de la
causa que dictó la resolución que lo motiva, dentro del plazo de diez días contados a partir
de la notificación. Del mismo se dará traslado por diez días a las partes contrarias. Una vez
contestado el traslado, o fenecido el plazo para hacerlo, el tribunal de la causa decidirá
sobre la admisibilidad del recurso, para lo que deberá analizar la concurrencia de los
recaudos analizados en los puntos anteriores.
Si estima conveniente su concesión deberá notificarlo a las partes restantes y remitir las
actuaciones a la Corte Suprema dentro del plazo de cinco contados desde la última
notificación. Una vez que la causa se encuentre en los estrados de la Corte esa circunstancia
implicará el llamamiento de autos para dictar sentencia. En esta instancia, el art. 280 del
CPCN que fue instaurado por por la Ley 23.77429 le concede la facultad a la Corte de
acuerdo a su “sana discreción”, de rechazar el recurso extraordinario, por falta de agravio
federal suficiente o cuando las cuestiones planteadas resultaren insustanciales o carentes de
trascendencia con la sola invocación de esta norma, lo que técnicamente se conoce como
writ of certiorari.
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Recurso de queja ante denegación del recurso extraordinario
Si el tribunal superior de la causa ha denegado la concesión del recurso extraordinario
federal, el interesado puede interponer recurso de queja ante la Corte Suprema dentro de los
cinco días de notificada la resolución denegatoria. Debe recordarse que ese plazo resulta
extendido por la aplicación del art. 158 del CPCCN en razón de un día por cada doscientos
kilómetros de distancia o fracción que supere los cien.
El recurso debe presentarse ante la CSJN debidamente fundado y cumplir con los recaudos
formales de la Acordada 4/2007. Es muy importante tener en cuenta que con la queja debe
atacarse primeramente el acto jurisdiccional que deniega el recurso extraordinario a los
fines del que la Corte declare formalmente admisible el recurso extraordinario y luego la
sentencia definitiva que es objeto de tal remedio federal.
En esta oportunidad procesal la Corte posee la atribución de desestimar la queja sin más
trámite invocando el art. 280 del CPCCN, exigir la presentación de copias o, si fuere
necesaria, la remisión del expediente. Debe tenerse presente, que la interposición de la
queja no suspende el curso del proceso.
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