Aztecas
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Aztecas
Historia
Cueva de las Manos, río Pinturas, Santa Cruz, Argentina, 7300 a. C. El arte más antiguo
de Sudamérica.
La Patagonia posee los registros más antiguos de la presencia humana en el territorio
argentino, en la localidad de Piedra Museo en la provincia de Santa Cruz, 13 000 años a.
C.,
aparentemente relacionada también con la posible presencia humana mucho más antigua
aún detectada en el sur de Chile, en el área de Monte Verde, 33 000 años a. C. 13 Estos
descubrimientos no solo han puesto en crisis la teoría del poblamiento tardío y la llegada
por Beringia, sino que sugieren una corriente pobladora de entrada al actual territorio
argentino a través de la Patagonia y del extremo sur chileno.
Otro remoto asentamiento fue ubicado en Los Toldos, también en la provincia de Santa
Cruz, con restos que datan de 10 500 años adC. Hace 9000 años surgió la industria
toldense, caracterizada por puntas de proyectil subtriangulares bifaciales y raspadores
laterales y terminales, cuchillos bifaciales y herramientas de hueso.
Estos primeros habitantes del territorio argentino cazaban milodones e hippidiones 14
(caballos sudamericanos que desaparecieron hace 10 000 años), además
de guanacos, llamas y ñandúes. En la misma zona, la Cueva de las Manos (un alero a
orillas del cañón del río Pinturas en la provincia de Santa Cruz), se han hallado pinturas
rupestres de 7300 años adC: impresiones de palmas de manos previamente teñidas con
pintura fresca a partir de tintes naturales; «negativos» de manos obtenidos con pinturas
en aerosol -se soplaba la pintura a través del canal medular de un hueso- sobre las paredes
rocosas interponiendo las manos entre el medio (la pintura en aerosol) y el soporte (la pared
natural de roca); e imágenes de guanacos muy elegantemente y estilizadamente figuradas.
Se trata de una de las expresiones artísticas más antiguas de los pueblos sudamericanos y
ha sido declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco. Como en el
arte magdaleniense europeo, es muy probable que estas representaciones estuvieran
asociadas a un pensamiento mágico (especialmente a la llamada magia simpática) en la
cual el rito de dibujar lo deseado se suponía atraía lo deseado (en estos casos el alimento a
partir de la caza).
Para el año 9000 a. C. ya había comenzado el poblamiento de región pampeana. Más
tarde,
entre los 7000 y 4000 años A.P., aparece la industria casapedrense, caracterizada por una
mayor proporción de instrumentos líticos confeccionados sobre láminas, probablemente
como una muestra de la especialización en la caza del guanaco, lo cual también está
presente en los desarrollos culturales posteriores de los patagones o tehuelches.
Las culturas pampeanas y patagónicas, debido a razones que Marvin Harris califica
como emic , no pudieron sedentarizarse ni especializarse en la agricultura ni en la
consecuente agroalfarería: la ecología de los territorios que habitaban y el índice
demográfico de los pueblos pámpidos hacía que su economía más sustentable fuera la
basada en un sistema «primitivo» y por estos motivos se organizaron sobre la que había
sido durante milenios una exitosa base de sistemas de caza y recolección.
Aproximadamente a partir de mediados del siglo XVII, merced a la captura y domesticación
de los caballos importados por los españoles, devinieron los pámpidos (como los pámpidos
«guaicurúes» de la región chaqueña) en complejos ecuestres que, literalmente, cazaban
ganado cimarrón ya que la alta movilidad y dispersión que la ecología (o mejor dicho la
mesología -por ejemplo grandes temporadas de sequía-) le había impuesto tradicionalmente
a estas etnias les hacía a las mismas antieconómica e incluso impráctica de la ganadería.
Solo desde la segunda mitad de siglo XIX se aprecia un incipiente cambio de estrategia en
el modo de producción de la mayoría de los pámpidos (desde la Tierra del Fuego hasta el
Chaco Boreal inclusive): las diversas etnias y parcialidades de los pámpidos, al ver mermar
los recursos de caza y recolección y al tener un aumento demográfico que implicaba mayor
presión sobre los recursos naturales no cultivados se vieron obligados a refundar su
economía en una incipiente agricultura de subsistencia casi siempre reducida a horticultura,
aunque la falta de técnicas para contrarrestar las sequías en zonas que recién dejarían de
ser consideradas «desierto» tras el cultivo dry farming hicieron que sus intentos no fueran
todo lo exitosos que requerían.
Como en la región pampeana y patagónica, los indígenas del Litoral argentino y del noreste
argentino tuvieron sus modos de producción casi exclusivamente basados en la caza y la
recolección: vivían en una zona naturalmente selvática de grandes sistemas hídricos
formados por el río Paraná, el río Paraguay, el río Uruguay, el río Salado del Norte, el río
Bermejo y el río Pilcomayo que posibilitaban relativamente fáciles flujos culturales, pero así
también una fuerte inestabilidad política debido a que los mismos cursos de aguas se
transformaban en fáciles rutas de invasiones.
La naturaleza del territorio al ser pródiga en pesca, caza y frutos hizo que resultara mucho
más económico un modo de vida cazador recolector que la agricultura o la ganadería, por
otra parte el clima muchas veces perhúmedo no facilitaba una incipiente agricultura ni
menos una ganadería. En tal situación se encontraban entonces los pueblos a los que los
invasores guaraníes llamaron peyorativamente guaicurúes -los pámpidos qom a lo largo del
siglo XX más conocidos entre los alófonos como tobas (el segundo es un nombre
derogativo
de origen guaraní que significa ‘frentudos’)―, mokoit (mocovíes), abipones, malbalas,
nivaclés (o chulupíes o chunupíes), pilagaes y charrúas.
Quizás devenidos de ándidos, pámpidos y amazónidos se cuentan a los que los
invasores incas apodaron peyorativamente matacos -los wichis- , vilelas, kaigangs,
mocoretaes, timbúes, chanaes y querandíes -estos últimos también pámpidos aunque con
nombre más conocido por el que le dieron los guaraníes-. Hacia fines del siglo XV la región
se conmovió por la invasión de un pueblo amazónico que se expandía debido a su
intrínseca fuerte presión demográfica facilitada por la incipiente e intensiva horticultura de la
mandioca y el maíz. Esta etnia era la de los guaraníes.
Así como los quechuas transculturaron mucho a las etnias del noroeste y los mapuches a
los del sur de la región pampeana y norpatagónica, lo mismo hicieron en toda la
mesopotamia argentina y gran parte del NEA los guaraníes. Lograron invadir zonas del
Chaco Boreal sometiendo a los de origen arahuaco) chanés y chorotes (los segundos,
autodenominados yofuasha) entre otras naciones preexistentes a la invasión guaranítica y
en pleno Chaco Boreal, por mixogénesis forzada tras invadir y esclavizar los ava o
guaraníes a los chanés (de linaje arahuako) matando a los varones y tomando por
concubinas a las mujeres chanés, forjaron la etnia de los chiriguanos. 15
Como otros pueblos indígenas sedentarizados, desde la llegada de los españoles en el siglo
XVI las zonas de cultivos con malocas y buenas comunicaciones fluviales fueron fácilmente
conquistadas por los europeos y fue rápido el mestizaje, en cambio las zonas menos ricas
agrícolamente y más alejadas pudieron resistir a la penetración europea hasta fines del
siglo
XIX. Por otra parte en esta zona se dio muy tempranamente una fuerte síncresis por causa
de la intensa actividad misional de jesuitas y franciscanos, los primeros especialmente entre
los siglos XVI y casi mediados del siglo XVIII.
La zona del norte comenzó a ser habitada hacia el año 7000 a C.. Los distintos grupos
étnicos que habitaron la región andina (sin contar los Andes patagónicos) fueron
los quechuas, aimaras, calchaquíes, diaguitas y huarpes ; en cuanto a los calchaquíes son
descendientes de una de las parcialidades de los diaguitas o paziocas.
Estos pueblos fueron dominados entre 1480 a 1533 por el Imperio incaico de los invasores
incas aliados con los aimaras procedentes del Perú y de la cuenca del lago Titicaca en el
sur de Perú y el oeste de Bolivia. La palabra «diaguita» fue un mote dado por los aimaras ya
que en el idioma aimara thiakita significa ‘alejado’, ‘foráneo’. Si bien la duración del Incario o
Imperio incaico fue relativamente breve, dejó notorios influjos (principalmente en la
toponimia) ya que aun luego de la conquista española a partir de 1535 el quechua era la
lengua vehicular de gran parte de la región andina. Como los otros habitantes de la región
andina, tenían conocimientos muy avanzados de la agricultura, la construcción de terrazas y
el riego artificial. También criaban animales como la llama que les servían para comerciar
con otros grupos indígenas.
Las poblaciones originarias en Argentina han disminuido mucho con relación a la población
en general. Esto se debe a diferentes causas interrelacionadas, como las enfermedades, el
mestizaje, las campañas de exterminio (siglos XVIII y XIX), la brusca interrupción de sus
culturas y la inmigración considerable de Europa. En las provincias de Jujuy, Salta y
Tucumán se conservan las costumbres indígenas en celebraciones, bailes y comidas, con
una población significativa, que incluye a los kollas , un grupo étnico en el cual se
han fundido gran parte de los atacamas, omaguacas, calchaquíes y chichas y que ha
recibido un fuerte influjo quechua. En cuanto a los aimaras y quechuas que actualmente hay
en esa zona en su inmensa mayoría son inmigrantes recientes (a partir de las últimas
décadas del siglo XX) procedentes de distintas zonas de Bolivia: los aimaras proceden de la
cuenca del lago Titicaca en el oeste de Bolivia y el sur de Perú mientras que los quechuas
proceden del altiplano peruano aunque su núcleo de origen sea la región andina central de
Perú.