Rude, George - La Revolución Francesa
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LA REVOLUCIÓN FRANCESA
Libro 179
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George Rudé
LA REVOLUCION FRANCESA
George Rudé
I. INTRODUCCIÓN
1. ¿Por qué hubo una Revolución en Francia?
2. Los Historiadores y la Revolución Francesa
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INTRODUCCIÓN
1.- ¿Por qué hubo una Revolucion en Francia?
¿Por qué hubo una revolución en Francia en 1789, pero no en otros
lugares de Europa? Es verdad hasta cierto punto, que Bélgica y
Polonia habían presenciado algo semejante a rebeliones nacionales,
contra los austríacos y los rusos respectivamente. En las Provincias
Unidas –la actual Holanda– hubo un intento, aunque abortado, de
revolución política protagonizado por los “patriotas”, y en Ginebra en
1768, un golpe de Estado, por los burgueses de la ciudad, que durante
un año inclinaron a su favor el equilibrio de la Constitución. Pero en
ninguno de estos conflictos hubo una victoria decisiva de un grupo
social sobre otro; ninguno fue “democrático”, en cuanto ninguno
trasladó, o tuvo la intención de trasladar el peso de la autoridad política
a la nación en general, y ninguno avanzó, en sucesivas etapas, hasta
conseguir una transformación completa de la sociedad existente. Eso
sucedió únicamente en Francia; y si bien alguno de estos países, y
también otros, más tarde, siguieron el rumbo trazado por los cambios
revolucionarios realizados en Francia, ésta no es la cuestión que nos
interesa aquí.
Entonces, ¿por qué hubo una revolución de esta clase en Francia? Los
historiadores, que tienden a leer retrospectivamente la historia, han
respondido de distintos modos a la pregunta, de acuerdo con sus
propios prejuicios o los de sus contemporáneos. y en el próximo
capítulo consideraremos ese material. Pero comencemos con una
breve introducción a la sociedad francesa del ancien régime, así como
a su gobierno y sus instituciones; un modo de levantar el telón sobre
los dramáticos hechos que comenzaron a desarrollarse en 1789.
Podemos describir a la sociedad francesa del siglo XVIII como una
suerte de pirámide, cuya cima estaba formada por la corte y la
aristocracia, el centro por las clases “medias” o burguesía, y la base
por las “órdenes inferiores” de campesinos, comerciantes y artesanos
urbanos. En sí mismo, esto no sería nada nuevo: un modelo análogo
podría ajustarse a la sociedad de cualquier otro de los países europeos
contemporáneos. De modo que, para hallar el rasgo distintivo de la
sociedad contemporánea francesa, debemos buscar otra cosa: la
pirámide social francesa estaba agobiada por las contradicciones, tanto
internamente como entre sus partes constitutivas, pues tenía una
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1781, que establecía que los ascensos hasta el grado de Capitán y aún
más altos, debían quedar reservados para los hombres que tenían por
lo menos cuatro “cuarteles” de nobleza, lo cual excluía a todos los
plebeyos y a los que habían sido ennoblecidos recientemente. También
durante este período varios Parlamentos provinciales, sobre todo los
de Aix, Nancy, Grenoble, Toulouse y Rennes, estaban cerrando
bruscamente sus puertas a los “intrusos”. De un modo más general,
parece que hacia 1789 la condición de noble había llegado a ser un
requerimiento casi indispensable para ocupar altos cargos no sólo en
el ejército sino también en la Iglesia y en la Administración. 2 Así,
paradójicamente, escribe Jaçques Godechot:
“a medida que aumentaba el número, la riqueza y la educación
de la burguesía francesa, disminuía el número de los cargos
gubernamentales y administrativos a los que podía aspirar”. 3
Si bien estas opiniones han sido cuestionadas, y el concepto general
de una reacción “aristocrática” o “feudal” ha sido puesto en tela de
juicio,4 parece evidente que hacia el fin del ancien régime la burguesía
estaba experimentando un sentimiento cada vez más intenso de
indignidad y humillación a causa de los actos del gobierno y la
aristocracia. No era sencillamente cuestión de que se cerraran poco a
poco los caminos que permitían progresar –y es muy posible que el
número de tales caminos haya sido exagerado– sino del hecho de que
en efecto estaban cerrándose las puertas en momentos en que la
riqueza en ascenso y la percepción de su propia importancia social por
la burguesía, sin hablar del crecimiento de su número, la llevaba a
creer que las puertas debían abrirse más ampliamente. El resentimiento
y los agravios eran bastante serios, y en la historia, como nos recuerda
Tocqueville en The Ancien Régime and the French Revolution, a
menudo es el resentimiento el factor más importante. Por eso mismo,
quizá es aun más notable que la burguesía francesa –si exceptuamos
a los escritores, los periodistas y los panfletistas que eran parte de esta
clase– esperase tanto tiempo antes de conferir expresión política
2
Acerca de este parágrafo y algunos de los hechos y argumentos que siguen véase mi
Revolutionary Europe: 1713-1815 (Londres, 1964, capítulos 1-4, passim.
3
J. Godechot, The Takiing of the Bastille (Londres, 1970), p. 51.
4
Véase, por ejemplo, C. B. A. Behrents, The Ancien Régime (Londres, 1971), p. 71; y se
encontrará un tratamiento más integral en D. Bien, “The Army in the French
Enlightenment: Reform, Reaction and Revolution”, Past and Present, 85 (1979), pp. 68-
98; y también D. M. G. Sutherland, France 1789-1815: Revolution and Counterrevolution
(Londres, 1985), pp. 9-21.
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La mejor reseña de la “revuelta aristocrática” y sus consecuencias políticas está en J.
Egret, La Pré-révolution française, 1787-88 (París, 1962); traducción inglesa, The French
Pre-Rex’olution, 1787-1788 (Chicago, 1977).
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8
Godechot, Bastille, p. XXIV.
9
He analizado más detalladamente este tema en Europe in the Eighteenth Century:
Aristocracy and the Bourgeois Challenge (Londres, 1972); véase, sobre todo, el último
capítulo, de donde he extraído varios de los argumentos precedentes.
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Pero sobre la opinión de acuerdo con la cual Cochin no se adhirió a la explicación de la
Revolución basada en la “conspiración”, véase F. Furet, Penser la révolution française
(París, 1978); traducción inglesa, Interpreting the French Revolution (Londres, 1981;
reedición 1985), especialmente las págs. 168-9.
13
Una traducción inglesa es A. Thiers, The History of the French Revolution (Londres, sin
fecha); F. A. M. Mignet, History of the French Revolution from 1789 to 1814 (Londres,
1915); Germaine de Staël, Considerations on the Principal Events of the French
Revolution (3 vols., Londres, 1818).
14
Mignet, History of the French Revolution, p. I.
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15
F. Parkman, Montcalm and Wolfe (Toronto, 1964), p. 253.
16
J. Michelet, Histoire de la Révolution Française (7 vols., París, 1847- 53; traducción
inglesa, History of the French Revolution (3 vols., Chicago, 1967).
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17
A. De Tocqueville, The Ancien Régime and the French Revolution (Oxford, 1933), p. 220.
18
Provincias recientemente anexadas a Francia.
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durante los últimos cien años, y en esa medida puede afirmarse que
representa una nueva interpretación socialista, así como una
interpretación de carácter más generalmente social de la Revolución
Francesa. Pero es más que eso, y tal vez sea más exacto reflejarla
como una respuesta a los nuevos problemas y procesos sociales del
siglo XX, que han ampliado los horizontes de los historiadores en
general, es decir, procesos como el sufragio universal, la investigación
de mercado, el Estado de bienestar social, los movimientos de la clase
trabajadora, los partidos políticos de masas, las revoluciones en
Europa oriental y Asia y las conmociones derivadas de dos guerras
mundiales.
El primer historiador francés que imprimió esta dirección nueva a los
estudios de la Revolución fue Jean Jaurés, el autor de L’Histoire
Socialiste de la Révolution Française, publicada por primera vez en
cuatro volúmenes en 1901-1904.
Jaurés fue ciertamente socialista, como lo señala claramente el título
de su obra, pero el libro no fue de ningún modo un trabajo partidario o
una estrecha polémica política, y como él mismo lo reconoció, Jaurés
debió tanto a Michelet y al estilo biográfico-narrativo de Plutarco como
a Marx. Pero a pesar de esta diversidad de influencias, su Histoire es
esencialmente una interpretación económica y social de los orígenes y
el curso de la Revolución. En verdad, Jaurés creía que la historia
puramente “política” era “una mera abstracción”, y así preguntó
agudamente:
“¿Cómo puede Aulard entender cabalmente el cambio que
sobrevino durante la Revolución de una oligarquía burguesa a
una democracia sin concebir las conmociones sociales y
políticas como fenómenos íntimamente relacionados?” 21
La innovación más específica de Jaurés fue haber explorado mucho
más profundamente que sus predecesores las divisiones evidentes en
el seno del Tercer Estado, y haber iniciado la exploración sistemática
del papel representado por los campesinos y el menu peuple.
Esa tradición, una vez afirmada, continuó, durante los sesenta años
siguientes y aún más, gracias a sus principales sucesores en este
campo: Albert Mathiez, Georges Lefebvre y Albert Soboul.
21
J. Jaurés, Introducción crítica a la Histoire socialiste; cit. F. Stern, The Varieties of
History (Nueva York, 1956), p. 160.
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22
A. Mathiez, La Vie chére el le mouvement social sous la Terreur (París, 1932).
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26
D. Guérin, La Lutte de classes sous la premiére République: bourgeois et “bras nus”
(1793-1797) (2 vols., París, 1946).
27
En Francés: “notre mére a tous”. Sobre Guérin, véase La Nouvelle Réforme 2 (enero-
febrero 1956), pp. 195-217.
28
A. Cobban, The Myth of the French Revolution (Londres, 1955); The Social Interpretation
of the French Revolution (Londres, 1964). Véase también, para contar con un estudio
más exacto, sus Aspects of the French Revolution (Londres, 1968).
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31
W. Doyle, Origins of the French Revolution (Oxford, 1980), pp. 212- 13.
32
Ibíd., pp. 2-3.
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33
C. Mazauric, La Révolution française (París, 1970).
34
F. Furet y D. Richet, La Revolution française (2 vols., París, 1965-6); traducción
inglesa, The French Revolution (Londres, 1970).
35
F. Furet, "Le Catéchisme révolutionnaire”, Annales: Economie, Société, Civillisation
(marzo-abril 1971), 255-89.
36
Furet, Interpreting the French Revolution.
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“Uno puede decir, por ejemplo [continúa Furet], que entre 1789 y
1794 todo el sistéma político de Francia se transformó radical-
mente, porque la antigua monarquía llegó a su fin. Pero la idea de
que entre estas mismas fechas se renovó de arriba abajo la trama
social y económica de la nación es mucho menos plausible.37
Atribuye esta confusión en medida considerable a la tendencia de
ciertos historiadores a identificarse demasiado estrechamente con los
actores del “acontecimiento”, quienes a su vez, a través de la intimidad
de su experiencia, tendían a asignarle una inevitabilidad causal que
nunca poseyó. El historiador marxista convencional, hipnotizado por
Octubre de 1917, además se ha visto inclinado a ver la revolución
burguesa en Francia como un escalón o un presagio de la revolución
socialista en Rusia. Así, “se asignaron antepasados jacobinos a los
bolcheviques y se determinó que los jacobinos anticipaban a los
comunistas”, como si el cambio del escenario histórico tuviese escasa
importancia.38
Pero al mismo tiempo que acusa a los historiadores de la “escuela de
Lefebvre de permitir que sus tendencias políticas deformen su propio
juicio”, Furet reconoce que el hecho de que concentraran la atención
en las clases populares:
“ha determinado progresos de nuestro conocimiento del papel
representado por los campesinos y las masas urbanas”.
Esto, por lo menos, es algo; y pese a toda la acritud de los anteriores
ataques del escritor a ‘los marxistas’, parece creer ahora que, con el
progreso del saber y la creciente diversidad de creencias socialistas,
es posible que a su tiempo sobrevenga cierto “enfriamiento” de las
disputas acerca de la Revolución Francesa. 39
37
Esto parece la vieja historia de la “montaña” y la “topera”. Es posible hallar muchos
ejemplos dispersos en la obra de Soboul y Lefebvre que muestran que por lo menos estos
dos “intérpretes sociales” tenían cabal conciencia de tales distinciones, así como conocían
las tendencias contradictorias y por lo tanto la falta de uniformidad de la burguesía francesa
del siglo XVIII. Se encontrará un examen más equilibrado y crítico de la prueba esgrimida
por ambas partes de la polémica en G. Ellis, The ‘Marxist Interpretaron’ of the French
Revolution", English Historical Review, XCII (1978), 353-71; y también en J. M. Roberts,
The French Revolution (Oxford, 1978), pp. 137-59.
38
Interpreting the French Revolution, pp. 1-28.
39
Pero agrega sensatamente: “En realidad, la erudición, aunque puede verse estimulada
por las inquietudes originadas en el presente, nunca es suficiente en sí misma para
modificar la conceptualización de un problema o un acontecimiento” (ibíd., p. 9).
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40
Entre estos elementos véase –complementariamente–, Doyle, Origins, pp. 17-40; y –
más explícitamente– R. B. Rose en un trabajo inédito titulado “Reinterpreting the French
Revolution: Cobban’s ’Myth’: Thirty Years After”. Véase también un útil aporte a esta
discusión: M. Slavin, The Revolution in Miniature (París, 1986).
41
Véase el Prefacio de Pierre Chaunu a La Jeunesse dorée de F. Gendron (Quebec,
1979), pp. 8-9.
42
Véase, sobre todo, el programa de discusión “Apostrophes”, presentado semanalmente
en la televisión francesa, canal 2.
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Capítulo II
LOS PRIMEROS AÑOS
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S. Hardy, “Mes Loisirs, ou Journal d’événements tels qu’ils parviennent á ma connais-
sance”, Bib. Nat. fonds français, N°. 6680-7, vols. 1-7. passim.
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Ibíd., VIII, 58-109.
50
Ibíd.,VIII, 73.
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Ibíd., VIII, 154-5, 250.
52
Ibíd., VIII, 168.
53
Con respecto a las versiones antagónicas de los historiadores acerca de las causas de
la crisis industrial de la década de 1780, véase C. Schmidt, “La Crise industrielle de 1788
en France”, Revue historique, LCVII(1908), 78-94; y L. Cahen, “Une Nouvelle Interpré-
tation du traité franco-anglais de 1786-7”, ibíd., CLXXXV (1939), 257-85.
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55
Sobre el último aspecto, véase G. Laurent, Cahiers de doléances pour les États
Géneraux de 1789 (6 vols., Reims, 1906-30), iv, 94-5; G. Fournier, Cahiers de doléances
de la sénéchaussée de Marseille (Marsella, 1908), pp. 70, 228-34; G. L. Chassin, Le
Génie de la Révolution (2 vols., París, 1863), 1,428-33.
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55
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58
R, Dupuy, La Garde nationale et les débuts de la Révolution en Ille-et-Vilaine (Paris,
1972) pṕp. 55-67.
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proseguir sin los dos restantes. Reforzado por unos pocos sacerdotes
parroquiales completó el control de los resultados electorales, eligió
dos secretarios y a Jean-Sylvain Bailly como presidente; el 17 de
Junio, por mayoría de 491 a 89 votos, se arrogó el título de Asamblea
Nacional.
El primer acto revolucionario de la burguesía fue seguido por la
emisión de dos decretos: uno establecía que la disolución de la nueva
Asamblea, fuera cual fuese la causa, anularía todos los impuestos
existentes; la otra, que tan pronto se hubiese aprobado una
constitución, la deuda pública, en lugar de solventarse localmente,
debía unificarse y correspondería al conjunto de la nación. El 20 de
Junio, afrontó un nuevo reto cuando la Asamblea se encontró –según
parece por accidente– impedida de utilizar su acostumbrada sala de
reuniones. Después de acompañar al presidente Bailly a una pista de
pelota adyacente, todos los diputados excepto uno juraron solemne-
mente que la Asamblea Nacional no se disolvería antes de que se
hubiese establecido firmemente la Constitución. A esta altura de las
cosas el clero había decidido, por escasa mayoría, unir su suerte a la
de la nueva Asamblea; pocos días después se incorporaron 150
diputados clericales, encabezados por dos arzobispos.
Incluso antes de este último acto de desafío del Tercer Estado, Necker
había exhortado al rey a reafirmar su autoridad, romper el punto
muerto entre las órdenes y tomar la iniciativa en un ámbito legislativo.
Con este fin, sugirió la celebración de una séance royale, donde se
anunciaría que cuestiones como la constitución futura de los Estados
Generales se discutirían en común, y en cambio las cuestiones que
afectaban los intereses particulares de los Estados individuales
continuarían siendo examinadas por separado.
Después de agrias discusiones en el Consejo, el 19 de Junio se adoptó
la primera decisión, es decir, la celebración de la séance el 22,
presumiblemente sobre la base de las propuestas de Necker. Pero
entretanto, el rey, indeciso como siempre, había sido persuadido por
otro consejo. Rodeado por un grupo de cortesanos a quienes dirigía su
hermano más joven, el conde d’Artois –que contaba con el apoyo de la
reina–, se le persuadió de que anulase los decretos dictados por la
Asamblea autodesignada el 17 de Junio, que remitiese la discusión de
la futura organización de los Estados Generales a cada una de las
órdenes por separado, y que se impusiera al Tercer Estado mediante
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Una sesión del Parlamento de París, convocada especialmente para oír el juicio del rey
acerca de sus “oposiciones”. El monarca yacía en su “lit de justice” y su veredicto
prevalecía sin más discusión.
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De una diversidad de versiones de la “revolución municipal”, véanse las siguientes
obras indicadas aquí por orden alfabético de autores y no por orden de importancia: R.
M. Chase, Bordeaux and the Gironde 1789-1794 (Nueva York, 1968), pp. 15 y sigts.; J.
Egret, La Révolution des Notables: Mounier et les Monarchiens 1789 (París, 1950), pp.
90-3; A. Forrest, Society and Politics in Revolutionaiy Bordeaux (Oxford, 1975), cap. 3;
Lynn A. Hunt, Revolution and Urban Politics in Provincial France: Troyes and Reims,
1786-1790 (Stanford, 1978), pp. 68-91; M. Lhéritier, Les Débuts de la Révolution á
Boreaux (París, 1919), pp. 73 y sigts.; D. Ligou, Montauban á la fin de l’Ancien Régime et
aux débuts de la Révolution 1787-1794 (París, 1958), pp. 206 y sigts.; C. Tilly, The
Contentious French (Harvard, 1986), pp. 243-50; A. Young, Travels in France during the
Years 1787-1788-1789 (Nueva York, 1969), especialmente pp. 47-59; M. Vovelle, The
Fall of the French Monarchy 1787-1792 (traducción inglesa, Cambridge, Massachussetts,
1984), pp. 106-7.
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Lefebvre, The Great Fear of 1789: Rural Panic in Revolutionary France, (traducción
inglesa, Londres, 1973), pp. 141.
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65
A. Cobban, The Social Interpretation of the French Revolution (Londres, 1964), pp.
102-3.
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Se encontrará un interesante análisis de todo este asunto, realizado por un historiador
inglés, en S. Herbert, The Fall of Feudalism in France (Nueva York, 1969, reimpresión),
passim.
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S. Hardy, “Mes Loisirs, ou jounal d’événements tels qu’ils parviennent á ma
connaissance", Bib. Nat. fonds français, n°. 6680-7, vols. 1-7, VIII, 297-8.
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Véase, inter alia, Cobban, Social Interpretation, pp. 95-9.
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Arch. Nat T 514(1): Noms des vainqueurs de la Bastille (662 nombres).
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Hardy, "Journal”, VIII, 478-80.
75
Procédure criminelle instruite au Châtelet de París (2 vols., París, 1790), l, pp. 117-32
(testimonio de S. Maillard).
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Capítulo III
LA MONARQUÍA CONSTITUCIONAL
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S. E. Harris, The Assignats (Cambridge, Massachussetts, 1930).
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Sobre las relaciones entre la Iglesia y el Estado en Francia prerrevolucionaria véase,
sobre todo, J. McManners, French Ecclesiastical Society under the Ancien Régime
(Manchester, 1960).
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Capítulo IV
LA LUCHA POR EL PODER
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Marx-Engels Selected Correspondence, 1846-1895 (Londres, 1934), pp. 458.
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Por esta época denominados generalmente Brissotins, y después de septiembre de
1792, Girondinos. Con respecto a la duda acerca de la sensatez de identificarlos con
cualquiera de ambos nombres como partido político diferenciado, véase M. J.
Sydenham, The Girondins (Londres, 1961).
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P. Carón. Les Massacres de septembre (París, 1935).
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Sobre el uso y el abuso de estos términos y la rivalidad de los grupos enfrentados,
véase el capítulo siguiente.
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Sin embargo, parece que los asalariados y otros que vivían en habitaciones
amuebladas fueron excluidos del voto hasta la posterior “revolución” de mayo-junio de
1793. Incluso después de este episodio, los servidores domésticos –a quienes no se
consideraba propiamente ciudadanos– continuaron recibiendo el mismo trato.
86
Sobre este punto, véase M. J. Sydenham, The Girondins (Londres, 1961), passim; y
también Alison Patrick, The Men of the First French Republic (Baltimore y Nueva York,
1972).
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Sobre la Declaración y la Constitución de junio de 1793, véase G. Lefebvre, La
Révolution Française comp. A. Soboul (París, 1951), pp. 350, 355-6. Véase también,
para mayores detalles, J. H. Stewart, A Documentary Survey of the French Revolution
(Nueva York, 1957), pp. 113-15,455-8.
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Nota Edit, véase: Jorge Veraza Urtuzuástegui. El Otro Sade Democracia directa y
crítica integral de la modernidad., ed. Itaca , México, 2014.
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Acerca de este punto, véase A. Soboul, The Parisian Sans-culottes and the French
Revolution, 1793-4 (Oxford, 1964), pp. 45-50; y P. Sainte-Claire Deville, La Commune de
l’an II (París, 1946), pp. 42- 76.
101
Véase N. Hampson, A Social History of the French Revolution (Manchester, 1963), pp.
209-13.
102
Crane Brínton, The Jacobins (edición revisada, N Y., 196)1, apéndice II, pp. 46-72.
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Soboul, Parisian Sans-culottes, pp. 65.
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5.- Termidor
El gobierno revolucionario cayó, al mismo tiempo que los líderes
partidarios de Robespierre, a fines de Julio de 1794 (los días 9 y 10
Termidor, de acuerdo con el Calendario Revolucionario). Puede
atribuirse su caída, por lo menos en el corto plazo, a una combinación
de factores que incluye, aunque parezca paradójico, la eficaz dirección
de la guerra y la eliminación de la rebelión en el norte, el sur y el
suroeste. Fue el resultado de las divisiones del gobierno y la Asamblea
y entre los dos Comités y en el seno de éstos, así como de la
defección de los sans-culottes; estos aspectos estaban unidos a
factores personales, por ejemplo él choque de las personalidades en el
seno del gran Comité y los errores de cálculo del grupo de
Robespierre, y sobre todo del propio Maximilien.
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días cada uno y correspondían en general a las estaciones. Así vendimiario, el mes
inicial, era el de la cosecha, seguido por brumario, el mes de las brumas; ventoso, el de
los vientos; frimario, el de las heladas; pluvioso, el mes de las lluvias; y asi por el estilo.
Los cinco días restantes del año (seis el año bisiesto) se denominaban jours sans-
culottides durante el período de predominio de la influencia jacobina, y después jours
complémentaires, bajo los termidorianos, el Directorio y Napoleón. El Calendario
continuó aplicándose hasta fines de 1805, en que se restableció el Calendario Romano.
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fue ocupado por una fuerza de 20.000 soldados bajo el mando del
general Menou y, abandonado por sus aliados, se rindió sin disparar un
tiro.
Esta vez la represión fue completa e implacable. Catorce diputados de
la Montaña fueron arrestados, y se ejecutó a seis después que
intentaron suicidarse. Una Comisión Militar juzgó a 149 personas,
sentenció a muerte a 36 y envió a 37 a la cárcel y la deportación. En
las secciones hubo un número muy elevado de proscripciones, en que
el conocido arreglo de viejas cuentas y la preocupación por la
seguridad futura representaron un papel más importante que la
persecución y el castigo de los verdaderos culpables de Mayo de 1795.
En una sola semana fueron arrestadas 1.200 personas y desarmadas
1.700, y después hubo más arrestos. Fue un importante momento de
cambio. A causa de la proscripción y la eliminación de sus líderes
–tanto reales como potenciales–, los sans-culottes parisienses dejaron
de existir como fuerza política y militar. Aunque, como veremos un
poco más adelante, tuvieron otro breve –aunque más pasivo– momento
de triunfo, la fase “popular” de la Revolución había terminado. En
adelante la burguesía, los Notables y las honnétcs gens podían realizar
su trabajo sin la intervención embarazosa de sus antiguos aliados. 107
Ahora los termidorianos realizaron la tarea de dar a Francia una
constitución que armonizara con las creencias políticas y sociales que
ellos afirmaban y con sus necesidades económicas.
La Constitución democrática de 1793, con sus engañosas promesas y
sus llamados a la “anarquía” y la insurrección, debía salir de circulación, y
la de 1791, aunque algunos la apreciaban, no podía ser restaurada,
porque se abrigaba la esperanza de que la República era ya un dato
permanente de la realidad. El sistema unicameral había demostrado
sus defectos, y era necesario hallar otras salvaguardias contra la
presión realista y popular. La nueva constitución –denominada
Constitución del Año III– naturalmente fue presentada por Boissy
d’Anglas, el campeón de los nuevos ricos, que en un lenguaje
característico dijo a la asamblea:
107
Se encontrará una reseña detallada en K. D. Tönnesson, La Défaite des sans-culottes:
mouvement populaire et réaction bourgeoise á París en l’an III (Oslo y París, 1959).
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108
El subrayado es mío.
109
De modo que, en 1791, poco menos de 4 ½ millones de varones de veinticinco y más
años tenían derecho a votar en la etapa "primaria", en 1795 6 de un total de 7 ½ millones
de varones de veintiuno o más años de edad (obsérvese la calificación más generosa
por referencia a la edad) podían votar en esta etapa. Véase J.-R. Suratteau, “Travaux
récents sur le Directoire”, Annales historiques de la Révolution française, 224 (Abril-Junio
1976), 202.
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110
Se encontrarán más detalles acerca de la Constitución en G. Lefebvre, La France
sous le Directoire (1795-1799), comp. J.-R. Suratteau (París, 1977), pp. 31-8.
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Ibíd., pp. 52.
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Sobre la campaña de Italia, véase Parte V, Capítulo 2.
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El lector encontrará versiones más completas y más positivas acerca del historial del
Directorio en Suratteau, "Travaus récents", 181-214; y D. Woronoff, The Thermidorean
Régime and the Directory, 1794-1799 (Cambridge y París, 1984), esp. pp. 172-94.
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estos criterios, pero sus ambiciones agresivas, sobre las cuales nos
extenderemos en un capítulo ulterior, provocaron la formación de una
segunda coalición, que esta vez incluyó a Gran Bretaña, Austria, Rusia,
Turquía y Suecia. La guerra comenzó mal: Francia y sus ejércitos,
aunque apoyados por reclutamientos recientes –gracias al método de
la levée en masse– fueron derrotados por el archiduque austríaco
Carlos en Alemania y Suiza, y expulsados de Italia por el general ruso
Suvorov. Entretanto, las provincias belgas se rebelaron contra los
franceses y los chuanes campesinos nuevamente se alzaron en armas
en el oeste. Los Directores repitieron su antigua denuncia de la hidra
de dos cabezas, el realismo y la “anarquía”, pero en las elecciones de
1799 dos tercios de los candidatos oficiales fueron derrotados y la
minoría jacobina se fortaleció. Sieyès, conocido como ferviente
enemigo del realismo, ocupó el cargo en lugar de Reubell, y con el
apoyo de la Asamblea realizó un golpe de Estado parlamentario
dirigido contra sus colegas más vacilantes. La reorganización
ministerial que siguió de hecho llevó a un jacobino –Robert Lindet,
otrora colaborador de Robespierre, y más tarde crítico del Comité de
Salud Pública– al Ministerio de Finanzas. Nuevamente las necesidades
de una guerra defensiva forzaron a la República a adoptar medidas de
“salud pública” y admitir un renacimiento jacobino. Reapareció la prensa
jacobina, los clubes volvieron, entre ellos el importante Club du
Manége, dirigido por Drouet, ex maestro de postas, héroe de Varennes
y asociado de Babeuf. Se aplicó al reclutamiento universal, se
recaudaron préstamos forzosos, y se retuvo como rehenes a los
parientes de los émigrés y a los agitadores realistas. Cuando las
derrotas de la primavera fueron seguidas en el verano por el
desembarco de una fuerza anglorrusa en Holanda, el general Jourdan
incluso invitó a los Quinientos a repetir la antigua declaración, que se
remontaba a los llamamientos de Danton en 1792, acerca de la patrie
en danger. Se le opuso enérgico Lucien Bonaparte, el hermano menor
de Bonaparte, que alegó la necesidad de ampliar los poderes
ejecutivos, en lugar de permitir que “los arrastrase una marea
revolucionaria”. De modo que la propuesta de Jourdan fue enterrada
discretamente. Se trataba del antiguo dilema: ¿Era necesario apelar a
las masas o fortalecer la autoridad de unos pocos?
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NECKER, Jaçques. Ministro de Finanzas durante el ancien régime, figura popular cuyo
despido desencadenó la Revolución del 89.
ORLEANS, duque de (“Felipe Igualdad”). Héroe de 1789. Apoyó a los panfletistas y al
abate Sieyès.
PETION, Jéróme. Jacobino, aliado de Robespierre. Después se convirtió en girondino.
Alcalde de París.
ROBESPIERRE, Maximilien. Demócrata, líder del gobierno revolucionario. Jacobino,
líder del Comité de Salud Pública. Instigador del Terror.
ROUX, Jaçques. Jefes de los enragés. El “cura rojo”. Se le atribuyó la responsabilidad de
los desórdenes por los alimentos (1793), portavoz de los sans-culottes.
SAINT-JUST, Louis-Antoine. Orgulloso abogado y jefe militar, aliado de Robespierre.
SIEYÈS, Abate. Panfletista, partidario del Tercer Estado. El "hombre del 89". Miembro
del Directorio y el Consulado con Bonaparte. "Topo" de la Revolución.
TALLEYRAND, Charles (obispo de Autun). Miembro de los Estados Generales y el
Comité de los Treinta. Emigré. Después, miembro del Directorio en el cargo de ministro
de Relaciones Exteriores, y partidario de Bonaparte.
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1790.
Junio: Abolición de la nobleza y los títulos por la Asamblea Constituyente.
Julio: Constitución Civil del Clero. Fiesta de la Federación.
Disturbios contrarrevolucionarios en Lyon.
Noviembre: Publicación de Reflections ott the Revolution in France, de Burke.
1791.
Marzo: el Papa condena la Constitución Civil del Clero; comienzo de la
contrarrevolución por el clero "no juramentado".
Abril: muerte de Mirabeau.
Primavera-verano: la contrarrevolución continúa en el sur.
Fuga del rey a Varennes.
Los Feuillants se separan del Club de los Jacobinos.
Julio: masacre de Champ de Mars.
Agosto: declaración de Pilnitz.
Septiembre: adopción de la Constitución de 1791.
Inauguración de la Asamblea Legislativa.
Noviembre: se elige a Pétion alcalde de París.
1792
Enero-Febrero: disturbios por los alimentos en París.
Primavera: desórdenes contrarrevolucionarios en el oeste de Francia.
Abril: Francia declara la guerra a Austria.
Junio: separación de los ministros girondinos.
Invasión popular de las Tullerías.
Julio: Manifiesto de Brunswick.
Agosto: derrocamiento de la Monarquía.
Fracaso del intento de golpe de La Fayette contra París.
Septiembre: masacres en las cárceles de París.
Reunión de la Convención Nacional.
Victoria francesa en Jemappes y primera ocupación de Bélgica.
1793.
Enero: ejecución del rey.
Febrero: Francia declara la guerra a Inglaterra y a Holanda.
La Levéc en masse (300.000 hombres) provoca la rebelión en el oeste
de Francia.
Marzo: comienzo de la revuelta en la Vendée.
Se crea el Tribunal Revolucionario.
Abril: traición de Dumouriez.
Comité de Salud Pública (con inclusión de Danton).
Mayo: agitación antijacobina en Marsella, Lyon, Rennes, etcétera.
Mayo-junio: se expulsa de la Convención a los jefes girondinos.
Junio: adopción de la Constitución "jacobina" de 1793.
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1798.
Febrero: instauración de la República Romana.
Septiembre: ley de conscripción de Jourdan en Francia.
Octubre: se declara la "guerra campesina" contra los franceses en Bélgica.
1799.
Enero-Junio: revueltas contra los franceses en Italia.
Alzamiento en apoyo de la democracia en Piamonte.
Bonaparte en Egipto.
Octubre: golpe de Estado de Bonaparte, el 18 brumario.
1800.
Febrero: nueva Constitución con Bonaparte en el cargo de Primer Cónsul.
Revuelta de chuanes aplastada en el oeste.
Junio: batalla de Marengo.
1800-3
Reformas fundamentales de Bonaparte en Francia.
1801
Julio: firma del Concordato con el Papa.
1802
Paz de Amiens con Inglaterra.
1803-8
Importantes reformas “revolucionarias” en Europa.
1803
Venta de Luisiana a los Estados Unidos
1804
Napoleón coronado emperador de los franceses.
1805-1807
Grandes victorias napoleónicas sobre los austríacos, los prusianos y los rusos
en Europa central.
1806-1812
Bloqueo económico de Inglaterra: el Sistema Continental.
1808.
Tratado de Tilsit con Rusia; fin de la suerte militar y política de Napoleón.
1809.
Decadencia y caída de Napoleón, a partir de la "úlcera española".
1812.
Campaña rusa.
1814.
Primera abdicación y exilio a Elba.
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1815.
Los "Cien días": Waterloo y la derrota definitiva, la rendición y el exilio en
Santa Elena.
Congreso de Viena.
1821.
Muerte de Napoleón en la isla de Santa Elena.
1820-36
Período de revoluciones –importantes y secundarias– en Europa y América
Latina: España, Bélgica, Francia, Alemania, Argentina, México, Brasil, etcétera.
1835-48
El cartismo en Inglaterra.
1848
“Año de revoluciones" en Europa: a partir de Italia meridional en enero;
Francia en febrero; Alemania y Austria en marzo; seguidas por secuelas en
Hungría, Polonia, Irlanda, Rumania, Croacia, etcétera.
1849-51
Se afirma la contrarrevolución.
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GLOSARIO
Acaparador. El acaparador real o presunto de alimentos.
Altar de la patria. Un altar cívico, consagrado a la nación, erigido en el Centro del
Campo de Marte, en el oeste de París, en Julio de 1790.
Ancien régime (antiguo régimen). Francia antes de la Revolución. A veces se entiende
que se alude a la época prerrevolucionaria inmediata, y otras el término incluye la
segunda mitad del reinado de Luis XIV (1660-1715).
Año II. El segundo año de la República Francesa, es decir, del 22 de Septiembre de
1793 al 21 de Septiembre de 1794. Aplicado sobre todo al período de actuación del
gran Comité de Salud Pública (28 de Julio de 1793 al 28 de Julio de 1794).
Armée revolutionnaire (ejército revolucionario). Un ejército ciudadano de sans-
culottes, formado en diferentes centros durante el otoño de 1793 y destinado
principalmente a asegurar el suministro de granos a París y a otros ciudades.
Assignat (asignado). Papel moneda revolucionario, al principio emitido para financiar
la venta de tierras eclesiásticas, pero de uso general después del verano de 1791.
Babeuvismo. Ideas políticas (socialistas) basadas en las de Graco Babeuf en Francia
durante el Directorio, y en las que después se expresaron los "patriotas" italianos o las
sociedades secretas –por ejemplo los carbonari– contra los franceses, después de
1808.
Bailliage, sénéchaussée. Un centro local de jurisdicción real, presidido por un bailli o
un sénéchal o senescal; el primero funcionaba en el norte y el segundo en el mediodía
de Francia.
Banalités. Un monopolio feudal que autorizaba al seigneur local (señor de la
propiedad) a obligar a sus arrendatarios a llevar el trigo, la harina y las uvas a su
molino, su horno de pan y su lagar.
Barreras. Los puestos aduaneros que rodeaban la ciudad de París, levantados por los
Agricultores Generales poco antes de la Revolución.
Bienes nacionales. Propiedades confiscadas de la Iglesia, la aristocracia o los
“sospechosos”, nacionalizadas y vendidas en subasta durante la Revolución.
Burgués, burguesía. Un término genérico más o menos sinónimo de las clases medias
urbanas: banqueros, corredores de bolsa, comerciantes, grandes manufactureros y
profesionales de todas las clases.
Brissotins. Partidarios de Jacques-Pierre Brissot durante la Asamblea Legislativa;
después llamados girondinos.
Brumario. El mes “brumoso” en el Calendario Revolucionario (23 de Octubre al 20 de
Noviembre). El término se aplica sobre todo al golpe de Estado de Bonaparte, el 18-19
Brumario del Año VII (9-10 de Noviembre de 1799).
Cahiers de doléances. Las listas de quejas redactadas separadamente por los tres
“órdenes” en las ciudades, las aldeas y las corporaciones, como preparación para los
Estados Generales de 1789.
Calendario Revolucionario. Introducido por la Convención jacobina y usado desde el
22 de Septiembre de 1793 hasta fines de 1805.
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Nobleza. Aristocracia o nobleza francesa, cuyo núcleo estaba formada por la noblesse
d’épée (nobleza de la espada) original, que derivaba sus privilegios tradicionales del
servicio militar a la Corona. Las incorporaciones más recientes fueron la noblesse de
robe (nobleza magisterial), creada mediante la venta de cargos públicos, sobre todo a
partir de Luis XIV; y menos comúnmente, la noblesse de cloche, formada por los
beneficiarios privilegiados de los cargos municipales.
Non-domiciliés (Sin domicilio). Las personas que vivían en posadas, alojamientos o
cuartos amueblados (chambres gamies) y que por eso mismo generalmente no
estaban incluidas en el censo y no gozaron del derecho de voto hasta Junio de 1793.
Notables. Término aplicable a los ciudadanos más prósperos, tanto burgueses como es
aristocrátas, que ejercieron el poder y se vieron favorecidos bajo el Directorio y a veces
continuaron en esa situación bajo Napoleón.
Obreros. Los que trabajaban con sus manos, fuesen pequeños manufactu-reros,
artesanos independientes o asalariados.
Pacto de hambre. La política, atribuida popularmente a distintos gobiernos durante los
reinados de Luis XV y Luis XVI, a quienes se acusaba de retener intencionadamente el
grano de modo que no llegase al mercado y se elevaran los precios, provocando el
hambre.
Parlamentos. El más importante de los tribunales franceses de la jurisdicción real
ordinaria, concebida principalmente como Alta Corte de Apelaciones. De los trece
Parlamentos de lejos el más importante que el de París, cuya jurisdicción abarcaba una
parte importante del país y que, sobre todo cuando los reyes eran débiles o indolentes,
había adquirido la costumbre de protestar antes de consentir en registrar los edictos
reales, con lo cual prácticamente usurpaba atribuciones legislativas.
"Patriotas". Nombre dado al partido radical en Inglaterra y Holanda antes de la
Revolución Francesa, y durante la Revolución a sus partidarios y a los reformadores
avanzados de todos los países, en este último caso, como alternativa al término
“jacobino”. No debe confundirse con patriotas -sin comillas- en tanto que defensores
de una causa nacional.
Pays d’élections. La mayoría de las provincias francesas del ancien régime, en las que
no había asambleas locales que distribuyesen los impuestos o aspirasen a una forma
limitada de gobierno propio. Véase pays d’états.
Pays d’états. Las provincias, principalmente sobre las fronteras, incorporadas
recientemente bajo el ancien régime, que habían conservado sus Estados
tradicionales, cuyas funciones estaban rigurosamente circunscritas pero que, a veces,
despertaban esperanzas sobre la posibilidad de una medida más amplia de gobierno
propio.
Portion congrue (Porción apenas indispensable para vivir). El sueldo pagado por las
abadías y los capítulos que recibían diezmo a los curas de parroquias que no tenían el
control de los diezmos.
Prévót des marchands (Preboste de los mercaderes). El principal magistrado del
gobierno real de la ciudad de París antes de la Revolución.
Privilegiados. Las órdenes francesas privilegiadas, por ejemplo el clero (aunque en
general sólo el clero superior) y la nobleza.
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Terror. Se utiliza aquí el término no tanto para describir un método como para definir
un período, de Septiembre de 1793 a Julio de 1794, en que el gobierno jacobino
impuso su autoridad con distintos medios de compulsión: militares, judiciales y
económicos.
Tribunal Revolucionario. Tribunal de justicia, creado por la Convención en la crisis de
Marzo-Abril de 1793, para juzgar a los enemigos o sospechosos de enemigos de la
Revolución.
Vencedores de la Bastilla. Título conferido a las 662 personas que pudieron demostrar
su afirmación de que habían participado directamente en la caída de la Bastilla.
Vingtième. Impuesto sobre el ingreso aplicado a todos excepto al clero. Nominalmente
era un impuesto equivalente a un vigésimo, aunque más a menudo representaba el
décimo –o incluso, a veces, una cuarta parte– del ingreso.
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