Clave Escolástica
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Gracia*
El escolasticismo: un puente entre la
antigüedad clásica y el pensamiento
colonial latinoamericano* *
S o n tres las fuentes fundamentales del pensamiento escolástico:
la filosofía clásica, la teología cristiana (incluyendo las escrituras
hebraicas), y el pensamiento islámico. No debe sorprender, entonces,
que el escolasticismo sea considerado uno de los conductos a través del
cual el pensamiento de la antigüedad fue preservado en la edad media.
De hecho, el trabajo de los eruditos ha mostrado repetidamente la deuda
que debemos a los monasterios y escuelas medievales por haber conser
vado lo que queda de los clásicos. Este trabajo trata sobre un aspecto del
aporte del escolasticismo en la conservación del pensamiento clásico:
concretamente, el papel que el escolasticismo jugó, a estos efectos, en
Latinoamérica. Está dividido en seis partes que tratan acerca de los
siguientes tópicos: escolasticismo, escolasticismo ibérico, antigüedad
clásica y escolasticismo, pensamiento latinoamericano y escolasticismo,
escolasticismo colonial, y conclusiones. La tesis aquí mantenida es que
el escolasticismo sirvió como un puente a través del cual la antigüedad
clásica influyó en el pensamiento colonial latinoamericano. Sin embar
go, considerando el carácter del escolasticismo de la época, la influencia
de los clásicos fue altamente selectiva y modificada en forma importante
por las preocupaciones y puntos de vista que el escolasticismo había
desarrollado durante su larga historia, desde el siglo xm en adelante.
Permítaseme entonces, comenzar la exposición refiriéndome al esco
lasticismo en general.
I. El escolasticismo
El término ‘escolasticismo’ deriva del latín schola, el cual, pri
meramente, significaba una conversación culta, un debate, o una diser
tación, pero luego vino a referirse a una escuela o lugar de aprendizaje.1
A pesar de que el término ‘escolasticismo’ ha sido usado en conexión con
otros períodos históricos, su origen se encuentra en la edad media,
donde un lector, especialmente aquel que enseñaba las artes liberales
(trivium y quadrivium) en una escuela, era llamado scholatiscus. El uso
más ampliamente aceptado del término se refiere al método de enseñan
za y aprendizaje usado en varias disciplinas, pero especialmente en
filosofía y teología, en las escuelas medievales a partir del siglo xn. El
objetivo de éste método érala adquisición de conocimiento (scientia). Este
conocimiento suponía la concordancia de la razón humana y la fe
cristiana; por este motivo era necesario obtener una concordia discor-
dantium, es decir, una armonía entre opiniones aparentemente opues
tas. Los escolásticos medievales consideraban esta concordancia como
autoritativa. Como Buenaventura (n. ca. 1217; m.1274) explícitamente
aclaraba, los escolásticos no se consideran a sí miámos fabricantes de
nuevas doctrinas, sino más bien compiladores y tejedores de opiniones
aprobadas.2 Se daba por sentado que esta concordia era posible ya que
las autoridades que parecían estar en desacuerdo habían todas sido san
cionadas por la posteridad o por la iglesia, lo cual implicaba, por una par
te, que los principios básicos a los que se adherían eran ciertos, y por la otra,
que no podían contradecirse unas a otras en puntos fundamentales.
El procedimiento usado para obtener esta concordia estaba
orientado hacia la textualidad y frecuentemente acarreaba la introduc
ción de distinciones que mostraban que los textos que supuestamente se
encontraban en desacuerdo, de hecho trataban diferentes aspectos de
1 Las observaciones que aparecen en esta sección han sido tomadas, con sus
debidas modificaciones, de mi artículo «Scholasticism, Scholastic Method»,
Dictionary of the Middle Ages (New York: Charles Scribner's Sons, 1988), vol.
11, pp. 55-8. Para información completa y bibliografía consúltese el ori
ginal.
2 Buenaventura, Sentences II, Praelocutio, en Opera omnia, vol. 2 (Quara-
cchi: Ex typographia Collegii S. Bonaventurae, 1885), p. 1.
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6 Cf. Antonio Paim, Historia das idéias filosóficas no Brasil (Sao Paulo:
Editorial Grijalbo, 1967), p. 24.
7 El movimiento en sí es frecuentemente llamado la «Contra Reforma Escolás
tica» o «Segunda Escolástica». El segundo nombre se origina la bien conocida
obra de Cario Giacon, La seconda scolastica (Milán: Fratelli Bocea, 1943).
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nal de los siglos xiii y xrv, las cuales tienen una singular significación a
fin de entender cómo es que funcionó como un conducto para los
clásicos.10 Hay por lo menos cuatro factores responsables de estas
idiosincracias: Primero, el escolasticismo ibérico floreció dos siglos
después de que los grandes escolásticos de los siglos xiii y xivhabían estado
activos; segundo, constituyó, en gran medida, una respuesta a las
objeciones dirigidas en contra de la teología católica romana por parte
del humanismo renacentista y de la Reforma; tercero, se convirtió en un
íntimo aliado del estado; y cuarto, floreció después del encuentro con
América.
El primer factor involucra la relativamente tardía aparición del
escolasticismo ibérico, lo cual significa que fue influido por tradiciones
asociadas con diferentes órdenes religiosas bien establecidas. A partir
del siglo x i i i , las órdenes religiosas, especialmente los franciscanos y los
dominicos, se habían apropiado de ciertas ideas y autores, y los promovían
con extraordinario celo. Los franciscanos se dedicaron al estudio y
divulgación del pensamiento de San Agustín (345-430) y de Duns
Escoto, mientras que los dominicos trabajaban bajo el tutelaje espiri
tual de Tomás de Aquino y, a través de éste, de Aristóteles.11 Este
compromiso con un grupo determinado de ideas y autores se acentuó
más en algunos autores, dándole al período un tono ideológico que
comenzó a sentirse en el siglo x i i i y creció con el pasar del tiempo. Hay,
sin embargo, un cese en este sentimiento partidista a comienzos del
siglo xvi, quizás como resultado de la influencia del humanismo y de la
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por esta razón que conseguimos durante este período tantos trabajos
principalmente de exposición, asi como de carácter informativo. Esta
actitud es evidente incluso en la obra de uno de los más originales
escolásticos ibéricos, como lo es la de Francisco Suárez. En gran medida,
y a pesar de su originalidad en muchas áreas, las Disputationes meta-
physicae de Suárez constituyen una enciclopedia de metafísica en la
cual cada tópico, cada autor importante, y cada argumento pertinente
es presentado, examinado, y evaluado. Desgraciadamente, este énfasis
en el pasado a veces oscureció los brillantes aportes del período y ha
llevado a algunos historiadores a sostener, erróneamente, que el período
fue estéril.
El segundo factor que ayudó a moldear el escolasticismo ibérico
es el hecho de que éste se desarrolló como una reacción en contra de los
retos del humanismo y la Reforma. El humanismo y la Reforma, fueron,
sin duda, las dos más grandes amenazas para el catolicismo romano
desde que el cristianismo obtuvo status oficial en el imperio romano,
durante el reinado del emperador Constantino en el siglo iv. El huma
nismo era una amenaza puesto que consideraba al pasado pagano una
época ideal, cuyos valores habían de ser imitados. Desde luego, la edad
media, y en particular el escolasticismo, también veían en el pasado una
fuente de iluminación. Empero, la actitud de los humanistas era más
amplia y menos cuidadosa. Los escolásticos veían el pasado de una
manera selectiva, filtrándolo en el tamiz de la doctrina cristiana,
aceptando sólo aquello que pensaban podía ser armonizado con dicha
doctrina. A pesar de los préstamos en masse que tuvieron lugar en el
siglo xii, una actitud sospechosa en cuanto a la antigüedad pagana
nunca estuvo ausente, tal como muestran las repetidas condenas del
pasado hereje y pagano. Por contraste, los humanistas eran atraídos por
todo lo antiguo e imitaban indiscriminadamente las formas y valores del
período, tal y como aparecían en el arte y la literatura. Su interés por la
belleza, el cuerpo humano, los ritos antiguos, el estilo literario, asi como
por las ideas religiosas paganas constituían una fuente de preocupación
paralas autoridades éclesiásticas. Los humanistas estaban interesados
en la recuperación de la cultura antigua no en vistas a enriquecer la fe
cristiana, sino por su valor intrínseco. Esto era ciertamente diferente a
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medios para conducir la lucha, asi que fue a España a quien le tocó la
tarea. Como resultado de ello, el escolasticismo en la península ibérica
estuvo siyeto a influencias políticas y funcionó en muchas oportunida
des como una herramienta del gobierno Español.
El cuarto y último factor que ayudó a dar forma al escolasticismo
ibérico fue el descubrimiento de América. Este evento presentó a la
intelligentsia europea, pero particularmente a la intelligentsia Española
y Portuguesa, con la enorme tarea de asimilar su importancia. Surgieron
serias preguntas y tópicos acerca del derecho a conquistar tierras,
adoctrinar pueblos, etc., que la Europa cristiana no había enfrentrado
antes al nivel que ahora se presentaban. Y, por supuesto, fue en España
y en Portugal que el impacto del descubrimiento fue sentido por primera
vez, y sentido con más fuerza. Estas preguntas y tópicos dieron lugar a
la aparición de una copiosa literatura concerniente al derecho inter
nacional y derechos humanos, temas que básicamente estuvieron dor
midos durante la edad media. Estos nuevos temas forzaron a los
filósofos y juristas españoles y portugueses a recurrir a las fuentes del
derecho occidental, incluyendo el derecho romano, a fin de desarrollar
directrices con el fin de manejar la nueva situación. Los textos legales
de la antigüedad habían sido conservados y analizados en compilacio
nes y comentarios medievales elaborados por autores como Bemoldo de
Constancia (m. 1100) e Ivo de Chartres (m. 1116), y particularmente por
Gracián (m.1140), cuya obra, la Concordia discordantium canonum
(conocida como el Decretum), se estableció como la fuente primaria del
derecho canónico a finales de la edad media.
Como resultado de los cinco factores identificados, el escolasti
cismo ibérico muestra diferencias importantes con respecto al escolas
ticismo medieval. Es más enciclopédico, expositivo, y ecléctico; posee un
énfasis defensivo, apologético y teológico; tiene al estado y a su poder
tras de sí, y por ende se encuentra parcialmente influenciado por
consideraciones políticas que afectan al estado; y desarrolla un nuevo
grupo de temas relacionados con el derecho internacional y los derechos
humanos, notoriamente ausentes en el escolasticismo medieval. Todas
estas características juegan su papel en la actitud de los escolásticos
ibéricos con respecto a los clásicos y determinan cuáles clásicos, y cuáles
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obras que fueron populares en el siglo xiii. Este fenómeno puede ilustrarse
fácilmente con cualquiera de las obras publicadas durante el período.
Tomemos, por ejemplo, las Disputationes metaphysicae de Suá-
rez, en particular las Disputaciones X y XI (cualquiera de las disputa
ciones serviría, he escogido estas dos porque las he estudiado en detalle),
que tratan sobre el bien y el mal, respectivamente. En ellas encontra
mos referencias a treinta y seis diferentes autores.22 De ellos, once son
griegos, aunque sólo uno de ellos pertenece a la antigüedad clásica:
Aristóteles. Los diez restantes pertenecen al período Bizantino: Atanasio
de Alejandría (n. ca. 295; m. 373), Basii de Cesarea (n. ca. 329; m. 379),
Juan Crisòstomo (n. ca. 349; m. 407) Juan Damasceno (n. ca. 645; m. ca.
750), el Pseudo-Dionisio Aeropagita (siglo v), Epifanio de Constantia (n.
ca. 315; m. 402), Gregorio de Nyssa (n. 335; m. 394), Gregorio Nazian-
zenus (n. ca. 339; m. ca. 390) y Nicéforo (n. ca. 758; m. 828). De los
autores latinos citados sólo Cicerón (n. 106; m. 43 a.c.) es romano de la
Edad de Oro. El resto son todos tardíos y predominantemente Padres de
la iglesia, maestros medievales, y autores contemporáneos a Suárez. El
primer grupo esta compuesto por Ambrosio (n. ca. 339; m. 397), San
Agustín (n. 354; m. 430), Boecio (n. ca. 480; m. ca. 524), Eusebio (n. ca.
260; m. 339), Fulgencio De Ruspe (n. 467; m. 533), Gregorio El Grande
(n. ca. 540; m. 604) y Jerónimo (n. ca. 345; m. 419-20).
Los autores medievales citados por Suárez son Anselmo (n. 1033;
m. 1109), Pedro Aureolo (n. ca. 1280; m. 1322), Bernard de Clairvaux (n.
1090; m. 1153), Juan Capreolo (n. ca. 1380; m. 1444), Durando de San
Porciano (n. ca. 1275; m. 1334), Gregorio De Rimini (n. ca. 130Q; m.
1358), Enrique de Gande (n. ca. 1217; m. 1293), Herveo Nadal (m. 1323),
Marsilio de Inghen (n. ca. 1320; m.1396), Guillermo De Occam (n. ca.
1285; m. 1348), Juan Duns Escoto (n. ca. 1265; m. 1308) y Tomás de
Aquino (n. ca. 1225; m. 1274). Los autores más recientes y contempo
ráneos citados por Suárez son Cayetano (n. 1468; m.1534), Francis
Silvestre Ferrara (n. 1474;m. 1528), Gabriel Biel (n. ca. 1410; m.1495),
y Paulo Soncinas (m. 1494). De entre todos los autores los tres más
22 Jorge J. E. Gracia and Douglas Davis, The Metaphysics of Good and Evil
according to Suárez (Munich y Vienna: Philosophia Verlag, 1989), pp.
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citados son Tomás de Aquino (58 veces), San Agustín (27 veces) y Aris
tóteles (27 veces). Un cuarto distante es Dionisio (14 veces), quien fue
particularmente importante para el tema discutido en la Disputación XI.
Estas figuras indican claramente las prioridades de Suárez, asi
como sus fuentes principalmente escolásticas y patrísticas, en vez de
clásicas. Naturalmente, en tratados de naturaleza menos metafísica y
teológica podemos esperar un perfil algo diferente. Y ciertamente tal es
el caso en otras obras en las que Suárez y sus contemporáneos tratan
otros temas. Pero, incluso allí, un examen general revela una imponente
base escolástica y patrística.
El patrón de fuentes en Suárez es similar al de autores escolás
ticos tempranos. Considérese, por ejemplo, la obra de Francesc Eixemenis
(n. 1340;m. 1409), quien intentó escribir una enciclopedia de la sabiduría
cristiana dirigida a una audiencia más amplia que aquella que tenía
acceso a la educación universitaria y que podía leer latín. En un estudio
acerca de las fuentes citadas en cien capítulos del tercer libro de esta
enciclopedia, encontré una minúscula representación de autores clási
cos.23 De un total de más de 650 referencias, solo 31 son a autores
clásicos, como sigue: Séneca (12) Aristóteles (6), Ovidio (5), Horacio (2),
Valerio Máximo (3), Lucano (1), Cato (1), e Hipócrates (1). En contraste,
alrededor de la mitad de todas las referencias son a la Biblia (389). El
resto se encuentra más o menos proporcionalmente dividido entre
autores medievales y Padres de la iglesia. El avasallante uso de las
Escrituras se explica por el propósito didáctico de la obra: la relativa
ausencia de Aristóteles es comprensible dada la naturaleza no-técnica
del tratado. Tomando en cuenta estos factores, podemos ver semejanzas
considerables en los patrones de fuentes usados por Suárez y Eiximenis,
en tanto que para ambos son las fuentes patrísticas y medievales las que
sobresalen.
Permítaseme ahora considerar la actitud de los escolásticos con
respecto a sus fuentes, particularmente las clásicas.
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27 Para más reflexiones sobre estos temas véase Paul Oskar Kristeller, Re-
naissance Thought and Its Sources (New York: Columbia University
Press, 1979) y Medieval Aspects o f Renaissenee Learning, ed. y trad. por
Edward P. Mahoney (Durham, NC: Duke University Press, 1974).
28 Este período ha sido subdividido de varias maneras por diferentes historia
dores. Ismael Quiles, por ejemplo, propone una división en dos etapas. La
primera, que va desde el año 1550 al 1630 y que llama «restauración
escolástica.» La segunda va desde el año 1630hastael 1767 y que caracteriza
como «decadencia escolástica.» Véase: «La filosofía escolástica en América
Latina durante la Colonia (siglos xvi al xvm): Su panorama y su significado
en la historia general de la filosofía,» en Proceedings o f the XP^1 Inter
national Congress o f Philosophy, Brussels, August 20-26, 1953 (Ams-
terdam: North Holland Publishing Co., 1953), vol. 2, pp. 49-58. Estas
clasificaciones cambian de lugar en lugar reflejando diferentes condiciones.
Véase, por ejemplo, la clasificación de Guillermo Furlong en Nacimiento y
desarrollo de la filosofía en el Río de la Plata, 1536-1810 (Buenos Aires:
Guillermo Kraft, 1952).
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29 Durante el siglo xix, particularmente hacia sus finales, hubo una gran
influencia del krausismo en Latinoamérica. Véase a Alan Guy, Panorama
de la philosophie Ibéro-Américaine du XVIe siécle á nos jours, ch. 5
(Geneva: Patiño, 1989).
30 Jorge J. E. Gracia, «Latin American Philosophy Today». The Philosphical
Forum 20, 12 (1988-89), 4-32.
31 Vicente G. Quesada ha documentado este control a través de un estudio
acerca de las leyes que regulaban la impresión y venta de libros en las
colonias en La vida intelectual de la América española durante los
siglos xvi, xvii y xviii cap. 1 (Buenos Aires: Amoldo Moen y Hermano,
1910), pp. 33. Pero véase también una posición diferente en Ismael Quiles,
«La libertad de investigación en la época colonial» Estudios (1940), 511-24,
y Guillermo Furlong, Bibliotecas argentinas durante la dominación
hispánica (Buenos Aires: Editorial Huarpes, 1944).
32 John Tate Lanning, por el contrario, ha mantenido, en contra de la opinión
aceptada, que las ideas escolásticas jugaron un papel preponderante en la
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A Países y figuras
1. México
El corazón escolástico de México era la Real y Pontificia Univer
sidad de México fundada en 1553. Con el pasar del tiempo otras escuelas
fueron fundadas y contribuyeron a la propagación de las ideas escolás
ticas. Entre las más importantes se cuentan el Colegio de Luis de los
Predicadores en Puebla, el Real Colegio Seminario de México, y las
escuelas jesuítas esparcidas alrededor del país, incluyendo el Colegio
Máximo de Pedro y Pablo, fundado por Pedro Sánchez en el año 157435.
Cinco figuras escolásticas sobresalen en particular durante este
período. El primero, generalmente considerado como el padre de la
filosofía Mexicana, es Fray Alonso de la Vera Cruz (n. 1504; m.1584),
quien nació en Caspueñas, España, y estudió en las universidades de
Alcalá de Henares y de Salamanca.36 Alonso era miembro de la orden
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3. Otros países
Los primeros dos siglos de dominio colonial no vieron mucha
actividad intelectual fuera de México y del Perú. En Argentina, por
ejemplo, la primera universidad fue fundada en 1614, en Córdoba, más
de sesenta años después de que la primera universidad Mexicana
comenzara a funcionar.46 De hecho, Buenos Aires no tuvo un centro
académico importante hasta 1772, cuando el Colegio de Reales Estudios
fue fundado. En Brasil la situación era aún más precaria, ya que no hubo
universidad alguna en operación hasta después de la independencia.47
Algunas escuelas religiosas operaban en Bahía, la capital de la colonia
hasta 1763, en Sao Paulo, y en Río de Janeiro, pero estas escuelas no se
convirtieron en centros de aprendizaje importantes. Lo mismo puede
decirse acerca de la situación en el resto de la Latinoamérica colonial.
Fue apenas a partir del siglo xviii que obras intelectuales importantes
comenzaron a producirse fuera de México y Perú. Hubo, empero,
algunas excepciones. Miguel de Viñas (n. 1642; m. 1718) trabajó en
Chile y escribió una obra didáctica titulada Philosophia scholastica
(1709) ideada como un libro de texto de artes liberales,-y hubo otras
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VI. Conclusión
¿Qué se puede hacer con todo esto? En virtud de lo que hemos
dicho, debe estar claro que la antigüedad clásica ejerció una fuerte
influencia en la América latina colonial, pero que dicha influencia
estuvo frecentemente mediatizada por el escolasticismo ibérico y medie
val. El escolasticismo es, entonces, un puente entre la antigüedad
clásica y la América latina colonial, pero no todo lo producido por los
clásicos cruzó el puente, y lo que lo cruzó fue sustancialmente alterado
en el trayecto. De manera que el aporte del escolasticismo colonial a la
introducción y conservación de la tradición clásica en América Latina es
importante, pero no debe ser sobreestimado. Por otro lado, es un error
el concluir, como lo han hecho algunos historiadores, que el escolasticis
mo no contribuyó en nada a la conservación del pensamiento clásico en
América latina.61
61 Algunos autores han llegado a afirmar que los escolásticos no tenían idea del
espíritu del clasicismo. Véase, por ejemplo, Felipe Barreda Laos, Vida in
telectual del Virreinato del Perú, p. 98.