Clave Escolástica

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Jorge J. E.

Gracia*
El escolasticismo: un puente entre la
antigüedad clásica y el pensamiento
colonial latinoamericano* *
S o n tres las fuentes fundamentales del pensamiento escolástico:
la filosofía clásica, la teología cristiana (incluyendo las escrituras
hebraicas), y el pensamiento islámico. No debe sorprender, entonces,
que el escolasticismo sea considerado uno de los conductos a través del
cual el pensamiento de la antigüedad fue preservado en la edad media.
De hecho, el trabajo de los eruditos ha mostrado repetidamente la deuda
que debemos a los monasterios y escuelas medievales por haber conser­
vado lo que queda de los clásicos. Este trabajo trata sobre un aspecto del
aporte del escolasticismo en la conservación del pensamiento clásico:
concretamente, el papel que el escolasticismo jugó, a estos efectos, en
Latinoamérica. Está dividido en seis partes que tratan acerca de los
siguientes tópicos: escolasticismo, escolasticismo ibérico, antigüedad
clásica y escolasticismo, pensamiento latinoamericano y escolasticismo,
escolasticismo colonial, y conclusiones. La tesis aquí mantenida es que
el escolasticismo sirvió como un puente a través del cual la antigüedad
clásica influyó en el pensamiento colonial latinoamericano. Sin embar­
go, considerando el carácter del escolasticismo de la época, la influencia
de los clásicos fue altamente selectiva y modificada en forma importante
por las preocupaciones y puntos de vista que el escolasticismo había
desarrollado durante su larga historia, desde el siglo xm en adelante.
Permítaseme entonces, comenzar la exposición refiriéndome al esco­
lasticismo en general.

* Profesor de la State University of New York en Buffalo


** Traducción de Leonardo A. Zaibert. La versión Inglesa de este trabajo se
publicará en W. Haase et al, eds. The Classical Tradition and the Ameri­
cas (en imprenta).

Apuntes Filosóficos 4 (1993): 7-52


Jorge E. Gracia

I. El escolasticismo
El término ‘escolasticismo’ deriva del latín schola, el cual, pri­
meramente, significaba una conversación culta, un debate, o una diser­
tación, pero luego vino a referirse a una escuela o lugar de aprendizaje.1
A pesar de que el término ‘escolasticismo’ ha sido usado en conexión con
otros períodos históricos, su origen se encuentra en la edad media,
donde un lector, especialmente aquel que enseñaba las artes liberales
(trivium y quadrivium) en una escuela, era llamado scholatiscus. El uso
más ampliamente aceptado del término se refiere al método de enseñan­
za y aprendizaje usado en varias disciplinas, pero especialmente en
filosofía y teología, en las escuelas medievales a partir del siglo xn. El
objetivo de éste método érala adquisición de conocimiento (scientia). Este
conocimiento suponía la concordancia de la razón humana y la fe
cristiana; por este motivo era necesario obtener una concordia discor-
dantium, es decir, una armonía entre opiniones aparentemente opues­
tas. Los escolásticos medievales consideraban esta concordancia como
autoritativa. Como Buenaventura (n. ca. 1217; m.1274) explícitamente
aclaraba, los escolásticos no se consideran a sí miámos fabricantes de
nuevas doctrinas, sino más bien compiladores y tejedores de opiniones
aprobadas.2 Se daba por sentado que esta concordia era posible ya que
las autoridades que parecían estar en desacuerdo habían todas sido san­
cionadas por la posteridad o por la iglesia, lo cual implicaba, por una par­
te, que los principios básicos a los que se adherían eran ciertos, y por la otra,
que no podían contradecirse unas a otras en puntos fundamentales.
El procedimiento usado para obtener esta concordia estaba
orientado hacia la textualidad y frecuentemente acarreaba la introduc­
ción de distinciones que mostraban que los textos que supuestamente se
encontraban en desacuerdo, de hecho trataban diferentes aspectos de
1 Las observaciones que aparecen en esta sección han sido tomadas, con sus
debidas modificaciones, de mi artículo «Scholasticism, Scholastic Method»,
Dictionary of the Middle Ages (New York: Charles Scribner's Sons, 1988), vol.
11, pp. 55-8. Para información completa y bibliografía consúltese el ori­
ginal.
2 Buenaventura, Sentences II, Praelocutio, en Opera omnia, vol. 2 (Quara-
cchi: Ex typographia Collegii S. Bonaventurae, 1885), p. 1.

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El escolasticismo: un puente entre la antigüedad clásica...

un mismo tópico, y podían, por lo tanto, estar de acuerdo en cuanto a lo


fundamental. Cuando este procedimiento no tenía éxito, los escolásticos
recurrían a interpretaciones metafóricas de los textos en conflicto a fin
de eliminar los desacuerdos entre los mismos, a pesar de que estaban
al tanto de los peligros contenidos en semejantes tácticas. El uso de
niveles de interpretación basados en niveles de significado fue empleado
al principio en conexión con pasajes de las escrituras, pero la práctica
fue libremente extendida primero a textos legales y teológicos y poste­
riormente a otros.
Este procedimiento da al método escolástico dos de sus caracterís­
ticas básicas, la orientación textual y la preocupación acerca del detalle;
sólo a través de un cuidadoso análisis textual y de la introducción de
sutiles distinciones, los conflictos podían disiparse. Una herramienta
importante en el proceso era la lógica aristotélica. Los análisis suponían
adherirse a las reglas silogísticas trazadas por Aristóteles y pasadas a
los medievales por Boecio (n. ca. 480; m. ca. 524) y otros. Tan temprano
como en el siglo xn, Juan de Salisbury(n. ca. 1120; m. 1180) señalaba la
importancia del trabajo de Aristóteles para cualquier tipo de disputa­
ción.3Antes de la segunda mitad de dicho siglo, los escolásticos dependían
exclusivamente de la lógica vetus (unas pocas obras introductorias),
para su lógica, pero a partir de 1150 tenían el Organon completo de
Aristóteles. A consecuencia de ello, resultaba común entre escolásticos
el uso de conceptos y nomenclatura aristotélicas, incluso si estaban en
desacuerdo con ciertas doctrinas aristotélicas en particular.
Sin embargo, la actitud de los escolásticos con respecto a Aris­
tóteles no era servil. Los escolásticos consideraban a su obra una auto­
ridad en filosofía natural, lógica y campos relacionados, pero ello no
impedía que estuvieran en desacuerdo con él cuando consideraban que
sus puntos de vista contradecían una autoridad mayor (como por
ejemplo, las escrituras), o la razón. Ciertamente, incluso autores muy en
sintonía con sus puntos de vista, tales como Alberto Magno (n. ca. 1200;
m. 1280), Tomás de Aquino(n.ca. 1225; m. 1274) y Francisco Suárez(n.
1548; m. 1617), introdujeron modificaciones sustanciales a su filosofía.
3 John de Salisbury, Metalogicon 2, c. 4, ed. Clemens C. I. Webb (Oxford: Cla-
rendon Press, 1929), p. 66.

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Jorge E. Gracia

Debe mencionarse que la orientación textual, el énfasis en el


detalle, la introducción de sutiles distinciones, la yuxtaposición de
opiniones contrarias, y el uso de la terminología técnica aristotélica,
llegó a extremos en el período tardío de la escolástica y fueron respon­
sables por las connotaciones peyorativas dadas al término 'escolástico'
por los humanistas del renacimiento. Huelga decir que a pesar de ciertos
abusos, la mayoría de los trabajos de este período no merecen un juicio
tan severo.
Los escolásticos no consideraban que todos los textos tenían el
mismo grado de autoridad. Por encima de todo estaban las escrituras,
seguidas por las opiniones de los Padres de la iglesia, las obras de los
maestros de las escuelas medievales, y finalmente el trabajo de los
filósofos.4 Esto dió al método su particular orientación religiosa. El
objetivo general de la empresa era cristiano y las fuentes fundamentales
eran espirituales y eclesiásticas; la filosofía era considerada sirviente de
la teología (ancilla theologiae).
La universidad medieval era el sitio donde esta empresa se
llevaba a cabo. En consecuencia, los géneros literarios usados por los
escolásticos reflejaban actividades y circunstancias universitarias. Los
más importantes de estos géneros son el comentario, la cuestión, y la
summa. Todos ellos tienen prototipos y antepasados en las escrituras
antiguas e islámicas, pero las causas inmediatas de sus particulares
estructuras asi como de su popularidad han de hallarse en los salones
universitarios. En el comentario, el elemento fundamental era el aná­
lisis textual llevado a cabo por los maestros de las universidades medie­
vales. Tan temprano como en el siglo xn, Hugo de San Víctor (n. 1096;
m. 1141) había identificado en el Didascalion (Prefacio) dos condiciones
requeridas para la adquisición de conocimiento: la lectio (lectura) y la
meditatio, (exposición, análisis).5 Esta estructura monástica fue trasla­
dada a la universidad, donde la lectio y la meditatio, estando relaciona­
das con la comprensión de los textos, suponían exposición y explicación.
4 Buenaventura, Collationes in «Hexaemeron» 19, pars. 6, in Opera omnia,
vol. 5, p. 421.
5 Hugh of St. Víctor, Didascalicon, Prefacio, ed. Charles Henry Buttimer
(Washington, DC: The Catholic University of America Press, 1939), p. 2.

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El escolasticismo: un puente entre la antigüedad clásica...

Antecedentes de la cuestión (quaestio) pueden ser hallados en la


temprana edad media asi como en escritos antiguos e islámicos, pero las
discusiones en los salones y las disputaciones universitarias son sus
predecesores inmediatos. En contraste con las lecturas, las disputaciones
(disputationes) entrañaban la discusión de tópicos, en lugar de textos,
incluso si dichos tópicos eran originados por problemas contenidos en
textos. Aparte de las discusiones que tenían lugar en los salones de
clase, las disputaciones eran llevadas a cabo durante advento y cuares­
ma, y daban a un maestro la oportunidad de presentar sus puntos de
vista en diferentes materias frente a sus colegas, a fin de que trataran
de rebatírselos. La quaestio presentaba un problema en la forma de una
pregunta (aporia), que podía ser contestada afirmativa o negativamen­
te. Después de que autoridades, sosteniendo posiciones antitéticas (pro
y contra) eran presentadas, el maestro daba una respuesta cuidado­
samente trabajada (responsio), y respondía a cualquier objeción formulada.
Finalmente la summa se desarrolló como respuesta a la necesi­
dad de exposiciones sistemáticas para ser usadas por los principiantes.
Usualmente eran compilaciones de opiniones establecidas en materias
particulares, tales como teología, filosofía, lógica o moral. Las summae
eran generalmente organizadas de acuerdo a estructuras aceptadas.
Por ejemplo, las summae teológicas casi siempre seguían la estructura
del Credo.
A pesar de las diferencias entre el comentario, la quaestio y la
summa, estos géneros literarios no eran tenidos como incompatibles y
no se mantenían separados. En el período medieval tardío, por ejemplo,
tanto el comentario como las summae adoptaron el formato de la
quaestio. En el comentario, las cuestiones se iniciaban en torno a textos
particulares, mientras que en la summa lo eran en torno a tópicos par­
ticulares. Es más, las exposiciones introductorias parciales abundaban
tanto en comentarios como en las quaestiones, y las exposiciones de
textos no estaban restringidas, en lo absoluto, a los comentarios, a pesar
de que es sólo en los comentarios que encontramos exposiciones textua­
les comprehensivas.
Estas breves observaciones introductorias son suficientes para
dar una idea general acerca de las características fundamentales del

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escolasticismo y del método escolástico en la época en que floreció en


Europa, particularmente en los siglos x i i i y xiv. La fuente inmediata del
. escolasticismo latinoamericano fue una variedad peculiar de este esco­
lasticismo practicada en la península ibérica desde el siglo xvi hasta el
x v i i i .6 Me referiré a esta variedad como «escolasticismo ibérico» debido
a que, a pesar del desproporcionado número de autores españoles que
participaron en él,7 este escolasticismo también floreció en Portugal.
II. El escolasticismo ibérico
Es común entre los historiadores latinoamericanos mantener que
la península ibérica no participó plenamente en el movimiento escolás­
tico sino hasta los siglos xvi y xvii. También es frecuente la afirmación
de que, con la excepción de Ramón Llull (n. 1232; m. 1315/6), la
península ibérica no produjo ninguna figura escolástica importante
antes del siglo xvi. A pesar de que hay cierta verdad en estas afirmacio­
nes, necesitan calificación. Es cierto que durante un largo período de la
edad media, a partir del momento en que los moros cruzaron el estrecho
de Gibraltar en el año 711, una gran parte del territorio ibérico estuvo
bajo dominio islámico, y no hubo oportunidad para que el escolasticismo
se desarrollara en esa parte. Más aún, incluso después de que grandes
regiones de la península fueron reconquistadas por fuerzas cristianas,
el esfuerzo por expulsar completamente a los Moros fuera de la península
consumía tanta energía que dejaba sólo limitados recursos disponibles
para el esfuerzo académico.
Sin embargo, no se debe subestimar el hecho de que una de las
causas más importantes del movimiento escolástico fueron las traduc­
ciones de fuentes árabes que comenzaron a penetrar el Occidente latino
alrededor del año 1150, y fue desde el territorio ibérico, y gracias en
parte a la actividad de traductores ibéricos, que este material entró en
el resto de Europa. De hecho, fue un español, Domingo González,

6 Cf. Antonio Paim, Historia das idéias filosóficas no Brasil (Sao Paulo:
Editorial Grijalbo, 1967), p. 24.
7 El movimiento en sí es frecuentemente llamado la «Contra Reforma Escolás­
tica» o «Segunda Escolástica». El segundo nombre se origina la bien conocida
obra de Cario Giacon, La seconda scolastica (Milán: Fratelli Bocea, 1943).

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El ezcolmticiamo: un puente entre la antigüedad clásica...

conocido en latín como Dominicus Gundussolinus, (Arzopispo de Toledo


1151-1166), quien primero intentó asimilar las nuevas ideas con el
pensamiento cristiano tradicional. Además, a pesar de que la Iberia
medieval no produjo ningún autor latino de estatura comparable a la de
un Tomás de Aquino (n. ca. 1225; m. 1274), o a la de un Juan Duns Escoto
(n. ca. 1215; m. 1308), hubo muchas figuras ibéricas que dejaron huella
en la historia del pensamiento medieval. Entre ellas está Pedro Hispano
(m. 1277), autor de la reconocida Summulae logicaes, asi como Gonsalvo
Hispano (m. 1313), Amaldo de Villanueva (n. ca. 1240; m. ca. 1311),
Guido Terrena (n. ca. 1260-70; m. 1342), y otros. Hubo también muchos
divulgadores, tales como Francesc Eiximenis (n. ca. 1340; m. 1409),
quienes, a pesar de no ser pensadores originales, se dedicaron a esparcir
tanto las ideas como el método escolástico. La península ibérica contó
con escuelas y universidades desde temprano hasta el período escolás­
tico tardío. En efecto, la Universidad de Salamanca fue inaugurada a
comienzos del siglo xm, lo que la hace contemporánea con escuelas como
las de París u Oxford, a pesar de que no alcanzó su cúspide sino hasta
el siglo xvi. La actividad académica e intelectual no escazeó en la Iberia
latina medieval, a pesar de que no fue sino hasta el siglo xvi que el es­
colasticismo ibérico se convirtió en lider dentro del contexto del esco­
lasticismo europeo y el pensamiento católico romano.8 La península
ibérica, entonces, si participó en el movimiento escolástico desde tem­
prano, a pesar de no haber ejercido una posición de liderazgo hasta más
tarde.9
En todo caso, el escolasticismo ibérico de los siglos xvi y xvii
desarrolló características que lo apartan del escolasticismo internacio­
8 La cantidad de obras publicadas entre 1500 y 1650 da cuenta de la fuerza del
movimiento. La filosofla española y portuguesa de 1500 a 1650: reper­
torio de fuentes impresas (Madrid: Junta del Centenario de Suárez, 1948),
enumera más de 1200 obras, y la lista está incompleta.
9 José Gaos, Antología del pensamiento de la lengua española en la edad
contemporánea (México: Editorial Stylo, 1945), pp. 12-3. El escolasticismo
Español continuó siendo una fuerza dominante en el pensamiento ibérico
después del siglo xvm, pero para la segunda mitad de dicho siglo es común­
mente aceptado que había perdido su vigor y entrado en un período de
decadencia.

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Jorge E. Gracia

nal de los siglos xiii y xrv, las cuales tienen una singular significación a
fin de entender cómo es que funcionó como un conducto para los
clásicos.10 Hay por lo menos cuatro factores responsables de estas
idiosincracias: Primero, el escolasticismo ibérico floreció dos siglos
después de que los grandes escolásticos de los siglos xiii y xivhabían estado
activos; segundo, constituyó, en gran medida, una respuesta a las
objeciones dirigidas en contra de la teología católica romana por parte
del humanismo renacentista y de la Reforma; tercero, se convirtió en un
íntimo aliado del estado; y cuarto, floreció después del encuentro con
América.
El primer factor involucra la relativamente tardía aparición del
escolasticismo ibérico, lo cual significa que fue influido por tradiciones
asociadas con diferentes órdenes religiosas bien establecidas. A partir
del siglo x i i i , las órdenes religiosas, especialmente los franciscanos y los
dominicos, se habían apropiado de ciertas ideas y autores, y los promovían
con extraordinario celo. Los franciscanos se dedicaron al estudio y
divulgación del pensamiento de San Agustín (345-430) y de Duns
Escoto, mientras que los dominicos trabajaban bajo el tutelaje espiri­
tual de Tomás de Aquino y, a través de éste, de Aristóteles.11 Este
compromiso con un grupo determinado de ideas y autores se acentuó
más en algunos autores, dándole al período un tono ideológico que
comenzó a sentirse en el siglo x i i i y creció con el pasar del tiempo. Hay,
sin embargo, un cese en este sentimiento partidista a comienzos del
siglo xvi, quizás como resultado de la influencia del humanismo y de la

10 Para un análisis favorable del escolasticismo Ibérico, véase: José M. Galle­


gos Rocafull, El Hombre y el mundo de los teólogos españoles en los
siglos de oro (México: Editorial Stylo, 1946). Véanse también los dos
primeros volúmenes de la Historia crítica del pensamiento español
(Madrid: Espasa-Calpe, 1979) de José Luis Abellán, que trata acerca del
pensamiento Ibérico hasta el siglo xvii.
11 Encontramos un excelente ejemplo de esta actitud en Juan de Santo Tomás,
quien ofrece una lista de las condiciones que un discípulo de Tomás de
Aquino debe poseer, la cual intenta seguir. Véase: Cursus theologicus,
Traetatus de approbatione et auctoritate doctrinae D. Thomae, Disp.
2, a. 5, «Quae ad veram intelligentiam et discipulatum D. Thomae conduc-
tant» (París: Desclée, 1931), vol. 1, pp. 297-301.

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El escolasticismo: un puente entre la antigüedad clásica...

rebelión generalizada en contra del excesivo tecnicismo que caracteri­


zaba la práctica de la filosofía en la mayoría de las universidades
europeas, particularmente en la de París, en aquel entonces. Sin
embargo, el sentimiento partidista se incrementó de nuevo rápidamen­
te después del surgimiento de los jesuítas y del crecimiento de la
rivalidad que siguió entre ellos y los dominicos.12
El respeto por las tradiciones conceptuales bien establecidas,
aunado a la gran literatura heredada de los siglos xiii y xrv, ayudó a
desarrollar una actitud enciclopedista en la cual el rescate y la exposi­
ción se convirtieron en actividades centrales en la empresa escolástica.
No es que esta actitud haya estado ausente en etapas tempranas del
escolasticismo. Desde el comienzo la edad media desplegó preocupación
por la recuperación y conservación del pasado. Por ello encontramos a
lo largo de este período muchas enciclopedias. Los primeros intentos
exitosos en este sentido fueronDe institutionedivinarum litterarum por
Cassiodoro (n. ca. 477; m. 570) y Etymologias de Isidoro De Sevilla (m.
636). Ambos trabajos dependen de obras clásicas anteriores, como es el
caso de Isidoro con respecto a Suetonio Prato, por ejemplo.13 En todo
caso, ambos trabajos fueron sumamente exitosos, el primero debido a su
elegante y fácil estilo, y el segundo como resultado de la cantidad de
material contenido.14Esta clase de esfuerzo continuó, como se desprende
del Speculummajus de Vicente de Beauvais(n. 1190-1200; m. ca. 1264),
producido en el siglo xiii y el Crestia de Francisco Eiximenis, escrito a
finales del siglo xiv. En los siglos xvi y xvii, el énfasis enciclopédico por
reunir toda la información disponible en torno a un tópico fue aún más
pronunciado. Tanto había sido producido, y de tan alta calidad, que era
natural para los escolásticos tardíos sentir la obligación de conservarlo
y por lo menos tomarlo en consideración para su propio pensamiento. Es

12 Cf. Ismael Quiles, «Las primeras obras de filosofía en América y su signifi­


cado histórico,» Ciencia y Fe 7(1951), 61-82, esp. p. 80.
13 Ver: Sección 2 de Peter L. Scmidt, «Suetons ’Pratun' seit wessner» en W.
Haase et al., eds. The Classical Tradition and the Americas, (en la
imprenta).
14 Etienne Gilson, History of Christian Philosophy in the Middle Ages
(New York: Random House, 1954), p. 107.

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Jorge E. Gracia

por esta razón que conseguimos durante este período tantos trabajos
principalmente de exposición, asi como de carácter informativo. Esta
actitud es evidente incluso en la obra de uno de los más originales
escolásticos ibéricos, como lo es la de Francisco Suárez. En gran medida,
y a pesar de su originalidad en muchas áreas, las Disputationes meta-
physicae de Suárez constituyen una enciclopedia de metafísica en la
cual cada tópico, cada autor importante, y cada argumento pertinente
es presentado, examinado, y evaluado. Desgraciadamente, este énfasis
en el pasado a veces oscureció los brillantes aportes del período y ha
llevado a algunos historiadores a sostener, erróneamente, que el período
fue estéril.
El segundo factor que ayudó a moldear el escolasticismo ibérico
es el hecho de que éste se desarrolló como una reacción en contra de los
retos del humanismo y la Reforma. El humanismo y la Reforma, fueron,
sin duda, las dos más grandes amenazas para el catolicismo romano
desde que el cristianismo obtuvo status oficial en el imperio romano,
durante el reinado del emperador Constantino en el siglo iv. El huma­
nismo era una amenaza puesto que consideraba al pasado pagano una
época ideal, cuyos valores habían de ser imitados. Desde luego, la edad
media, y en particular el escolasticismo, también veían en el pasado una
fuente de iluminación. Empero, la actitud de los humanistas era más
amplia y menos cuidadosa. Los escolásticos veían el pasado de una
manera selectiva, filtrándolo en el tamiz de la doctrina cristiana,
aceptando sólo aquello que pensaban podía ser armonizado con dicha
doctrina. A pesar de los préstamos en masse que tuvieron lugar en el
siglo xii, una actitud sospechosa en cuanto a la antigüedad pagana
nunca estuvo ausente, tal como muestran las repetidas condenas del
pasado hereje y pagano. Por contraste, los humanistas eran atraídos por
todo lo antiguo e imitaban indiscriminadamente las formas y valores del
período, tal y como aparecían en el arte y la literatura. Su interés por la
belleza, el cuerpo humano, los ritos antiguos, el estilo literario, asi como
por las ideas religiosas paganas constituían una fuente de preocupación
paralas autoridades éclesiásticas. Los humanistas estaban interesados
en la recuperación de la cultura antigua no en vistas a enriquecer la fe
cristiana, sino por su valor intrínseco. Esto era ciertamente diferente a

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El escolasticismo: un puente entre la antigüedad clásica...

la actitud de los escolásticos medievales y, más aún, parecía potencial­


mente peligroso.
La Reforma constituía un peligro aún mayor que el humanismo
para la iglesia católica romana, debido a que era un desafío que nacía
desde dentro y tenía que ver con la teología y la fundamentación
conceptual de la iglesia. Hubo objeciones herejes a la iglesia desde
adentro durante la edad media. Grandes revueltas ocurrieron en el sur
de Francia, como ocurrió con los Albingenses, por ejemplo. Hubo
también serios ataques al cristianismo desde fuera, principalmente de
parte del mahometanismo. Empero, la Reforma fue un movimiento
diferente por varias razones, tres de las cuales sobresalen: primera,
constituía un ataque fundado en críticas relacionadas con la corrupción
prevalente en la corte pontificia; segunda, tenía fuertes connotaciones
políticas, lo cual le otorgaba un poder del que anteriores movimientos de
reforma carecían; y, tercera, era un ataque teológico que se originó
dentro de las propias instituciones de la iglesia. Estos factores se
combinaron para hacer de la Reforma un enemigo más poderoso,
amenazando la estabilidad y el futuro de la iglesia.
La respuesta de la iglesia a los ataques presentados por el
humanismo y la Reforma fue decisiva. Primero, hubo un movimiento
tendiente a la reforma dirigido por miembros de lajerarquía eclesiástica
que trato de erradicar la corrupción asi como regular la doctrina
cristiana, sus ritos y sus leyes. Los métodos más efectivos para lograr
estos objetivos fueron el Concilio de Trento (1545-1563) y la Inquisición.15
El Concilio se hizo cargo de las materias doctrinales, mientras que a la
Inquisición le fue asignada la tarea de velar por el cumplimiento de
nuevos criterios. Segundo, el movimiento de renovación afectó también
a los miembros más comunes. Entre estos incipientes esfuerzos el más
exitoso fue la fundación de la Compañía de Jesús por Ignacio de Loyola
(n. 1491; m.1556). Esta orden religiosa se convirtió en el símbolo del
catolicismo romano reformado y uno de los más efectivos instrumentos
de la Contra Reforma.
15 El tribunal inquisitorio fue establecido en Perú tan temprano como en el año
1569. Cf. Guillermo Francovich, La filosofía en Bolivia (Buenos Aires:
Editorial Losada, 1945), p. 26.

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También en la península ibérica fue rápida la reacción contra el


uso de las ideas humanísticas y de la Reforma.16 Los humanistas y los
reformistas eran considerados gramáticos y herejes y su influencia
había de ser erradicada.17 Esto se logró de varias maneras, incluyendo
el ejercicio de estrictos controles en la publicación y distribución de
libros, así como el intento por evitar el aprendizaje general a través de
la lectura.18
El clima en la época en que el escolasticismo ibérico floreció era,
por lo tanto, defensivo. La iglesia estaba asediada y sintió que debía
defenderse de sus atacantes. El resultado, entre los intelectuales
católicos romanos, fue un gran esfuerzo por repensar y defender la
teología cristiana tradicional. Por ello encontramos mucha literatura de
corte apologético y teológico. La apologética y la teología se encuentran
ampliamente documentadas en la historia de la iglesia previamente a
esta época, sin embargo, en los siglos xvi y xvii se observa un renovado
interés en ellas. Más aún, el tono polémico y defensivo de algunos de
estas obras contrasta con las obras de muchos escolásticos anteriores.
El escolasticismo ibérico refleja estas características.19
Un tercer factor que jugó un papel preponderante en la formación
del escolasticismo ibérico fue la estrecha relación que se desarrolló entre
la iglesia romana y los estados ibéricos, principalmente el estado
español.20 En el siglo xv la iglesia romana se convirtió en la iglesia
16 Ver: Luis Gil Fernández, Estudios de humanismo y tradición clásica,
primera sección (Madrid: Editorial Complutense, 1984), pp. 15-94.
17 J. Fuster, Rebeldes y heterodoxos (Barcelona: Ediciones Ariel, 1972), p. 72.
18 Ver: M. de la Pinta Llórente, La Inquisición española y los problemas
de la cultura y de la intolerancia (Madrid: Ediciones Cultura Hispánica,
1958) y M. Defourneaux, Inquisición y censura de libros en la España
del siglo xviii (Madrid: Taurus, 1973).
19 Gallegos Rocafull no está de acuerdo con esta posición. Su punto de vista es
que los cargos de defensivo, polémico y estéril formulados en contra de la
teología escolástica no se justifican con respecto al escolasticismo ibérico.
Véase: José M. Gallegos Rocafull, El pensamiento mexicano en los siglos
xvi y xvii 2da, ed. (México: Universidad Nacional Autónoma de México,
1974), p. 194.
20 John A. Mackay, The Other Spanish Christ (New York: Mcmillan, 1932),
p. 27 y Alejandro Korn, Obras completas (Buenos Aires: Editorial Claridad,
1949), p. 45.

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El escolasticismo: un puente entre la antigüedad clásica...

estatal, y el Papa otorgó a los reyes de España el derecho de escoger a


los más altos miembros de la jerarquía en el país. Este desarrollo
extraordinario hizo de España, de fado, una teocracia en la cual los
intereses del estado y los de la iglesia se identificaban. Es fácil entender
las razones de ésta situación. En primer lugar, España se había
convertido en el principal defensor de la Fe en contra de la amenaza
Islámica. Habiendo expulsado a los moros del territorio ibérico, después
de setecientos años de lucha, España se encontraba en una posición
favorable para continuar la defensa del cristianismo en el Mediterrá­
neo. Más aún, España se encontraba equipada para convertirse, como
en efecto se convirtió, en la primera y más poderosa nación europea
moderna. Sus reyes se convirtieron en emperadores del Sagrado impe­
rio romano y a la vez controlaban no solamente la península ibérica sino
también territorios en Italia, Francia, Holanda y Alemania, ejerciendo
extraordinario poder.21 Segundo, la lucha hispánica contra el islam
había sido nacional y religiosa; los reyes españoles habían luchado en el
nombre de la cruz tanto por territorio como por la divulgación del
cristianismo. Dada esta situación, tenía sentido extender esta lucha
político-militar-religiosa en contra de los reformistas. Tercero, España
había recientemente descubierto América, lo cual constituía una rara
oportunidad para la colonización y para el trabajo misionero. Como la
iglesia no tenía los medios para organizar la obra misionera de las
tierras recién descubiertas, era natural que la tarea fuere encomendada
a la corona española, reforzando una vez más los lazos que unían a la
iglesia y al estado en la península. Cuarto, la preocupación con la
Reconquista mantuvo a España alejada de los desarrollos asociados con
el humanismo, haciendo de ella el centro de operaciones ideal de la
defensa en contra de humanistas y de reformistas. Una fe militante era
necesaria para sobreponerse a los ataques encarados por la iglesia, y
ciertamente España tenía dicha fe. España tenía la fe, el poder, y los

21 Las pretensiones imperiales de los reyes españoles se remontan a la edad


media, cuando consideraban su lucha contra el Islam como una lucha para
restaurar el imperio Romano. Estas pretensiones fueron satisfechas no sólo
con la adquisición del titulo asociado con el Sagrado Imperio Romano, sino
también con la adquisición de tierras.

19
Jorge E. Gracia

medios para conducir la lucha, asi que fue a España a quien le tocó la
tarea. Como resultado de ello, el escolasticismo en la península ibérica
estuvo siyeto a influencias políticas y funcionó en muchas oportunida­
des como una herramienta del gobierno Español.
El cuarto y último factor que ayudó a dar forma al escolasticismo
ibérico fue el descubrimiento de América. Este evento presentó a la
intelligentsia europea, pero particularmente a la intelligentsia Española
y Portuguesa, con la enorme tarea de asimilar su importancia. Surgieron
serias preguntas y tópicos acerca del derecho a conquistar tierras,
adoctrinar pueblos, etc., que la Europa cristiana no había enfrentrado
antes al nivel que ahora se presentaban. Y, por supuesto, fue en España
y en Portugal que el impacto del descubrimiento fue sentido por primera
vez, y sentido con más fuerza. Estas preguntas y tópicos dieron lugar a
la aparición de una copiosa literatura concerniente al derecho inter­
nacional y derechos humanos, temas que básicamente estuvieron dor­
midos durante la edad media. Estos nuevos temas forzaron a los
filósofos y juristas españoles y portugueses a recurrir a las fuentes del
derecho occidental, incluyendo el derecho romano, a fin de desarrollar
directrices con el fin de manejar la nueva situación. Los textos legales
de la antigüedad habían sido conservados y analizados en compilacio­
nes y comentarios medievales elaborados por autores como Bemoldo de
Constancia (m. 1100) e Ivo de Chartres (m. 1116), y particularmente por
Gracián (m.1140), cuya obra, la Concordia discordantium canonum
(conocida como el Decretum), se estableció como la fuente primaria del
derecho canónico a finales de la edad media.
Como resultado de los cinco factores identificados, el escolasti­
cismo ibérico muestra diferencias importantes con respecto al escolas­
ticismo medieval. Es más enciclopédico, expositivo, y ecléctico; posee un
énfasis defensivo, apologético y teológico; tiene al estado y a su poder
tras de sí, y por ende se encuentra parcialmente influenciado por
consideraciones políticas que afectan al estado; y desarrolla un nuevo
grupo de temas relacionados con el derecho internacional y los derechos
humanos, notoriamente ausentes en el escolasticismo medieval. Todas
estas características juegan su papel en la actitud de los escolásticos
ibéricos con respecto a los clásicos y determinan cuáles clásicos, y cuáles

20
El escolasticismo: un puente entre la antigüedad clásica...

ideas clásicas pasan a la América latina colonial.


Las principales figuras del escolasticismo ibérico estaban propor­
cionalmente divididas entre las órdenes Dominica y Jesuita, los líderes
institucionales de la Contra-Reforma. Entre los Dominicos se encuen­
tran: Francisco Vitoria (n. 1483-86; m. 1546), Domingo de Soto (n. 1494-
95; m. 1560), Melchor Cano (n. 1509; m. 1560), Domingo Bañez (n. 1528;
m. 1604) y Juan de Santo Tomás (n. 1589; m. 1644). Entre los jesuítas
se encuentran Pedro Fonseca (n. 1528; m. 1599), Francisco Toledano (n.
1532; m. 1596), Luis de Molina (n. 1535-1600), Juan de Mariana (n.
1536; m. 1623-24), Francisco Suárez (n. 1548; m. 1617), y Gabriel
Vásquez (n. ca. 1551; m. 1604).
III. La antigüedad clásica y el escolasticismo
Hay dos aspectos de la relación entre el escolasticismo y la
antigüedad clásica que son particularmente importantes: las fuentes
antiguas disponibles y usadas por los escolásticos, y su actitud con
respecto a ellas. El primero es importante debido a que puede revelamos
la información que los escolásticos tenían acerca de la antigüedad; el
segundo es importante puesto que puede informamos acerca de hasta
qué punto entendían ellos el período antiguo.
A. Fuentes Clásicas
Por lo que se ha dicho anteriormente, se ve que el escolasticismo
fue un movimiento académico cuyos intereses se centraban particular­
mente en la teología y la filosofía y, de un modo más general, en las
llamadas artes liberales, que se dividían en el trivium (gramática, lógica
y retórica) y el quadrivium (aritmética, geometría, astronomía y músi­
ca). Aparte de estas disciplinas, las universidades medievales también
enseñaban materias profesionales, tales como derecho y medicina. El
método escolástico se aplicaba a todas ellas, de modo tal que las fuentes
antiguas utilizadas por los escolásticos se extendían a lo largo de todas
las materias exploradas en la antigüedad. Los gramáticos usaron a
Prisciano, Donato y a otros gramáticos latinos —ya que fueron pocos los
escolásticos que aprendieron griego; los retóricos usaron a Cicerón y a
Séneca; y así sucedía con otras disciplinas. Sin embargo, eran la filosofía
y la teología las que dominaban el currículo, y por ende son las fuentes

21
Jorge E. Gracia

de estas disciplinas las que tuvieron el mayor y más profundo impacto


en el escolasticismo.
Las fuentes clásicas en cuestión eran griegas y latinas. En todo
caso, debido a que sólo unos pocos escolásticos sabían griego, y las
traducciones latinas de obras griegas no estaban siempre disponibles,
el número de obras griegas que los escolásticos conocían era limitado.
Antes del 1150, la edad media latina poseía sólo el comienzo del Organon
de Aristóteles, una traducción parcial del Timeo hecha por Calcidio, y
algunos trabajos de los Padres griegos. El resto del conocimiento que
tenían de los antiguos era de segunda mano, a través de Cicerón, Boecio,
San Agustín y los Padres latinos que conocían algo del pensamiento
griego. Esta situación comenzó a cambiar después de 1150, pero el
proceso de traducción y de recepción era lento. De hecho, a pesar de que
la mayor parte de las obras de Aristóteles eventualmente se hicieron
disponibles y la edad media tuvo acceso a muchos escritos de los períodos
griego y helenístico, muchos autores, como Platón, continuaron siendo
conocidos sólo de segunda mano.
Con las fuentes latinas las cosas eran más sencillas, puesto que
el latín era el lenguaje culto de la edad media. Asi que la gramática, la
literatura, y el derecho de los romanos eran accesibles, por lo menos en
parte, a los escolásticos. Encontramos frecuentes citas y uso de Cicerón,
Prisciano, Séneca, Ovidio, etc., aparte de la persistente presencia de los
Padres latinos, entre los cuales San Agustín reinaba supremo. En todo
caso, debe tenerse en cuenta que las fuentes latinas no estaban dispo­
nibles en su forma completa, sólo en fragmentos compilados en coleccio­
nes llamadas florilegio,. Estas colecciones constituyen la columna ver­
tebral de las bibliotecas medievales.
Esta era la situación en el siglo x i i i , pero con el pasar del tiempo,
más y más fuentes antiguas se hicieron disponibles. Obras completas
suplantaron a los florilegios en las bibliotecas, de modo tal que para el
siglo xvi las más importantes obras de la antigüedad eran fácilmente
accesibles para los escolásticos ibéricos. Sin embargo, y por extraño que
parezca, el patrón de influencia establecido en el siglo xm continuó
prevaleciendo. Asi es como encontramos autores escolásticos ibéricos
ignorando obras recientemente accesibles, y que continúan citando

22
El escolasticismo: un puente entre la antigüedad clásica...

obras que fueron populares en el siglo xiii. Este fenómeno puede ilustrarse
fácilmente con cualquiera de las obras publicadas durante el período.
Tomemos, por ejemplo, las Disputationes metaphysicae de Suá-
rez, en particular las Disputaciones X y XI (cualquiera de las disputa­
ciones serviría, he escogido estas dos porque las he estudiado en detalle),
que tratan sobre el bien y el mal, respectivamente. En ellas encontra­
mos referencias a treinta y seis diferentes autores.22 De ellos, once son
griegos, aunque sólo uno de ellos pertenece a la antigüedad clásica:
Aristóteles. Los diez restantes pertenecen al período Bizantino: Atanasio
de Alejandría (n. ca. 295; m. 373), Basii de Cesarea (n. ca. 329; m. 379),
Juan Crisòstomo (n. ca. 349; m. 407) Juan Damasceno (n. ca. 645; m. ca.
750), el Pseudo-Dionisio Aeropagita (siglo v), Epifanio de Constantia (n.
ca. 315; m. 402), Gregorio de Nyssa (n. 335; m. 394), Gregorio Nazian-
zenus (n. ca. 339; m. ca. 390) y Nicéforo (n. ca. 758; m. 828). De los
autores latinos citados sólo Cicerón (n. 106; m. 43 a.c.) es romano de la
Edad de Oro. El resto son todos tardíos y predominantemente Padres de
la iglesia, maestros medievales, y autores contemporáneos a Suárez. El
primer grupo esta compuesto por Ambrosio (n. ca. 339; m. 397), San
Agustín (n. 354; m. 430), Boecio (n. ca. 480; m. ca. 524), Eusebio (n. ca.
260; m. 339), Fulgencio De Ruspe (n. 467; m. 533), Gregorio El Grande
(n. ca. 540; m. 604) y Jerónimo (n. ca. 345; m. 419-20).
Los autores medievales citados por Suárez son Anselmo (n. 1033;
m. 1109), Pedro Aureolo (n. ca. 1280; m. 1322), Bernard de Clairvaux (n.
1090; m. 1153), Juan Capreolo (n. ca. 1380; m. 1444), Durando de San
Porciano (n. ca. 1275; m. 1334), Gregorio De Rimini (n. ca. 130Q; m.
1358), Enrique de Gande (n. ca. 1217; m. 1293), Herveo Nadal (m. 1323),
Marsilio de Inghen (n. ca. 1320; m.1396), Guillermo De Occam (n. ca.
1285; m. 1348), Juan Duns Escoto (n. ca. 1265; m. 1308) y Tomás de
Aquino (n. ca. 1225; m. 1274). Los autores más recientes y contempo­
ráneos citados por Suárez son Cayetano (n. 1468; m.1534), Francis
Silvestre Ferrara (n. 1474;m. 1528), Gabriel Biel (n. ca. 1410; m.1495),
y Paulo Soncinas (m. 1494). De entre todos los autores los tres más

22 Jorge J. E. Gracia and Douglas Davis, The Metaphysics of Good and Evil
according to Suárez (Munich y Vienna: Philosophia Verlag, 1989), pp.
271-2.

23
Jorge E. Gracia

citados son Tomás de Aquino (58 veces), San Agustín (27 veces) y Aris­
tóteles (27 veces). Un cuarto distante es Dionisio (14 veces), quien fue
particularmente importante para el tema discutido en la Disputación XI.
Estas figuras indican claramente las prioridades de Suárez, asi
como sus fuentes principalmente escolásticas y patrísticas, en vez de
clásicas. Naturalmente, en tratados de naturaleza menos metafísica y
teológica podemos esperar un perfil algo diferente. Y ciertamente tal es
el caso en otras obras en las que Suárez y sus contemporáneos tratan
otros temas. Pero, incluso allí, un examen general revela una imponente
base escolástica y patrística.
El patrón de fuentes en Suárez es similar al de autores escolás­
ticos tempranos. Considérese, por ejemplo, la obra de Francesc Eixemenis
(n. 1340;m. 1409), quien intentó escribir una enciclopedia de la sabiduría
cristiana dirigida a una audiencia más amplia que aquella que tenía
acceso a la educación universitaria y que podía leer latín. En un estudio
acerca de las fuentes citadas en cien capítulos del tercer libro de esta
enciclopedia, encontré una minúscula representación de autores clási­
cos.23 De un total de más de 650 referencias, solo 31 son a autores
clásicos, como sigue: Séneca (12) Aristóteles (6), Ovidio (5), Horacio (2),
Valerio Máximo (3), Lucano (1), Cato (1), e Hipócrates (1). En contraste,
alrededor de la mitad de todas las referencias son a la Biblia (389). El
resto se encuentra más o menos proporcionalmente dividido entre
autores medievales y Padres de la iglesia. El avasallante uso de las
Escrituras se explica por el propósito didáctico de la obra: la relativa
ausencia de Aristóteles es comprensible dada la naturaleza no-técnica
del tratado. Tomando en cuenta estos factores, podemos ver semejanzas
considerables en los patrones de fuentes usados por Suárez y Eiximenis,
en tanto que para ambos son las fuentes patrísticas y medievales las que
sobresalen.
Permítaseme ahora considerar la actitud de los escolásticos con
respecto a sus fuentes, particularmente las clásicas.

23 Jorge J.E.XJracia,«FrancescEiximenis'Sources,»en J.GulsoyyJ. M. Sola-


Sol6, eds., Catalan Studies: Volume in Honor o f Josephine De Boer
(Barcelona: Hispam, 1977), pp. 173-88.

24
El escolasticismo: un puente entre la antigüedad clásica...

B. La actitud escolástica con respecto a las fuentes


A fin de entender la actitud escolástica con respecto a la antigüe­
dad clásica, necesitamos analizar tres factores: primero, la actitud
consciente que los escolásticos tenían con respecto a ella; segundo, el
objetivo general y las presuposiciones que guiaban sus actividades; y
tercero, el método que los escolásticos empleaban en el tratamiento de
las fuentes.
Desde el comienzo de la edad media los autores cristianos estaban
divididos con respecto a la actitud que debían tomar hacia el pensamien­
to de los autores clásicos, ya que hallaban en sus escrituras tanto
elementos que consideraban dignos de adopción, que se acomodoban a
doctrinas cristianas, como puntos de vista que contradecían las creen­
cias cristianas y que por tanto debían ser rechazados. Algunos decidieron
que la mejor manera de conservar la integridad de la fe cristiana era
rechazar todo aquello de origen pagano. Asi hallamos a Tertuliano (n.
ca. 160; m. ca. 240), preguntando qué tiene que ver Jerusalén con
Atenas, y Pedro Damián (n. 1007; m. 1072) refiriéndose al diablo como
el primer maestro de la gramática. En el siglo xm Buenaventura repite
la misma sospecha cuando dice que «el agua de la filosofía no ha de
mezclarse con el vino de las Sagradas Escrituras.»24
Al otro extremo del espectro encontramos autores que no veían
nada malo con el uso de las fuentes de la antigüedad, sosteniendo que
las creencias cristianas debían satisfacer requerimientos universales
de racionalidad. En el siglo xn estos autores fueron llamados «dialécti­
cos» debido a su supuestamente indiscriminado uso de la lógica aris­
totélica. Quizás el más notorio fue el peripatético de Pallet, Pedro
Abelardo (n. 1079; m.1142).
Entre estos dos grupos se encontraban aquellos que adoptaban
una posición intermedia. Reconocían la prioridad de la fe cristiana en
materias en las que se trataba de teología y moral, pero también veían
los méritos de algunos puntos de vista desarrollados por autores
paganos. Avocaban, entonces, por el uso crítico del pensamiento pagano.
Deseaban usar cualquier cosa que los paganos propusiesen que pudiera
24 Buenaventura, Collationes in Hexaemeron 19, in Opera omnia, vol. 5,
p. 422.

25
Jorge E. Gracia

encuadrarse dentro del esquema doctrinal cristiano, y que pudiere


servir para enriquecerlo y hacerlo más inteligible. Esta actitud, presen­
te en autores tan diferentes como Agustín y Tomás de Aquino, es mejor
expresada por Anselmo en las formulae: «Credo utiatelligam»y *Fides
quaerens intellectum.»25 Ellas expresan la necesidad de creer a fin de
entender, pero no eliminan el objetivo del entendimiento. Más aún, el
entendimiento es considerado como la tarea de la razón y, por tanto,
abierto a los argumentos y herramientas conceptuales usadas por los
filósofos paganos.
Lo interesante acerca de esta controversia, que ardió durante la
edad media, es que incluso aquellos que rechazaban el pensamiento
pagano, lo usaron extensamente. En primer lugar tomaban parte en
controversias en las cuales usaban la misma lógica aristotélica que
denigraban. En segundo lugar, los conceptos mismos que usaban y sobre
los cuales discutían, frecuentemente se originaban en el pensamiento
filosófico griego. Finalmente, escribían en latín, el idioma que los
retóricos y gramáticos romanos habían refinado a los fines de ser usado
para expresar sutiles distinciones conceptuales. Ciertamente, incluso
una lectura superficial de los escritos de aquellos que más fuertemente
se oponían al uso del pensamiento pagano, como Tertuliano, Pedro
Damián, y Buenaventura, revela cuan en deuda se encontraban con
respecto a los mismos autores que rechazaban o de quienes sospechaban.
El segundo factor que nos puede ayudar a comprender la actitud
escolásticacon respecto a la antigüedad clásica, involucra la creencia
escolástica referente a que existe un, y sólo un, cuerpo de verdad y que
cualquier verdad, independientemente de su fuente, pertenece a él.
Esta creencia reforzaba una especie de espíriru sincretista en el cual era
común juntar y unir opiniones notoriamente diferentes.
La creencia en una sola verdad estuvo presente desde el comienzo
mismo entre los intelectuales cristianos. Lo encontramos tan temprano
como en Justin Mártir (m. ca. 163 a.c.), aún cuando fue San Agustín
quien le dió impulso. Tanto San Agustín como Justin Mártir, así como
25 Para un análisis sobre la importancia de estas fórmulas, véase Gerald B.
Phelan, The Wisdom of Saint Anselm (Latrobe, PA: The Archabbey Press,
1960), pp. 6-7.

26
El escolasticismo: un puente entre la antigüedad clásica...

otros autores tempranos, son ejemplos de este punto de vista cuando


tomaron prestadas ideas y terminologías de obras paganas, incorporán­
dolas a la doctrina cristiana. Esta misma actitud inspiró la práctica,
presente a todo lo largo del período medieval, de tratar de mostrar qué
pensadores importantes no estaban en desacuerdo, a pesar de aparen­
tes afirmaciones en sentido contrario. Hay ejemplos de ello en cada gran
autor del período, incluyendo a Tomás de Aquino. El caso más dramá­
tico, extendiéndose bien dentro del escolasticismo, era el repetido
intento por mostrar que Platón y Aristóteles no estaban en desacuerdo
el uno con el otro, a pesar de todos los textos que indican lo contrario.
El desarrollo de esta actitud sincretistafue ayudado en parte por
el pobre estado de la erudición en la época, así como por la subsecuente
circulación de obras bajo autoría equivocada. Obras inspiradas en
Platón, como por ejemplo, el Liber de causis, compuesta de estractos de
Proclo, y la llamada Theologia Aristotelis, compilación de trabajos de
Plotino, creíanse obras de Aristóteles. Esta actitud sincretista se exten­
dió a todas las fuentes, fueran estas clásicas o no, y resultó en peculiares
formas de manejarlas que frecuentemente distorsionaban el carácter y
la intención originales.
Esto me lleva al tercer factor que nos puede ayudar a entender la
actitud escolástica con respecto a la antigüedad clásica, es decir, el
método escolástico empleado en el manejo de las fuentes. Este método
puede ser descrito negativamente como no histórico y no erudito. Los
escolásticos no estaban interesados en la representación histórica fiel
del pensamiento de los autores de la antigüedad que estudiaban.
Tampoco estaban interesados en la precisión académica ni en la erudi­
ción. Su interés estaba en la verdad y la iluminación. De hecho, yo iría
más lejos, hasta afirmar que ni la historia intelectual ni la erudición
fueron descubiertas en la edad media. Cierto, el aporte de los monaste­
rios y escuelas medievales en la conservación de los manuscritos
antiguos no puede ser negada. Como tampoco pueden ignorarse las
finas traducciones al latín de textos árabes y griegos. Pero ello no
significa que el objetivo de los académicos medievales era la reconstruc­
ción fiel del pasado histórico e intelectual, como lo es para los académi­
cos modernos. Tampoco estaban inspirados por las intenciones eruditas

27
Jorge E. Gracia

y académicas que movieron a los humanistas del renacimiento. Para los


medievales, y particularmente para los escolásticos, lo que importaba
era la verdad. Estudiaban el pasado sólo en cuanto pensaban que el
pasado podía contribuir al avance de su conocimiento. La noción de
verdad histórica, esto es, la descripción fiel del pasado por su propio
valor, no parece haber entrado en sus mentes. Su preocupación era sólo
por problemas de naturaleza moral, teológica y filosófica, entre otras, y
usaban sus fuentes como herramientas para resolverlos. No tenían
interés alguno én establecer lo que un autor realmente sostenía, sino
más bien el punto hasta el que parecía haberse aproximado a la verdad.
Por esta razón, los escolásticos no mostraban ningún reparo por la libre
interpretación de los textos. Por cierto, esta actitud con respecto al
pasado no es idiosincrática del Occidente cristiano. La encontramos
presente en Averroes, quien afirmaba que, a pesar de que el significado
aparente de las escrituras era que el mundo tenía un comienzo, el
verdadero significado de las escrituras no contradice el punto de vista
filosófico relativo a que el mundo no tiene comienzo.26
Estos tres factores, entonces, contribuyeron a moldear la actitud
de los escolásticos con respecto a sus fuentes clásicas. Los escolásticos
usaron a los clásicos libremente, pero los mezclaron y los combinaron,
interpretándolos de manera de lograr sus objetivos de armonía e
iluminación. Tenían un enorme respeto por la autoridad, por tanto
sometían a los textos a afanosos análisis, pero los análisis en cuestión
eran conceptuales y carecían de sentido histórico.
Dadas estas circunstancias, uno desería preguntarse si los esco­
lásticos realmente conocían a los clásicos. Podemos decir que los enten­
dían en sus propios términos y verdaderamente pasaron las lecturas
clásicas al renacimiento y al mundo moderno ¿O debemos estar de
acuerdo con los humanistas y decir que el escolasticismo distorsionó los
clásicos en tal medida que el único curso a seguir para recobrarlos es el
de ignorar todo aquello producido por esa «edad en el medio»? Este es el
26 Averroes, «The Decisive Treatise Determining the Nature ofthe Connection
between Religión and Philosophy,» en Averroes on the Harmony o f Reli­
gión and Philosophy, G. F. Hourani, trad. (London: Luzac & co., 1961), pp.
55 ff.

28
El escolasticismo: un puente entre la antigüedad clásica...

tipo de pregunta que no puede ser contestada en un artículo de este


tamaño. Lo más que podemos hacer, es dejar constancia que los
escolásticos, trataron a los autores clásicos de un modo diferente al de
los autores del renacimiento y al del mundo académico moderno. Para
los escolásticos los autores clásicos eran autoridades vivientes, cuyo
pensamiento había de ser usado, así como el de cualquiera, en el camino
de la comprensión de la verdad. Puede que esto implique distorsión, pero
también implica un tratamiento del pasado como viviente en una forma
diferente a la de otros estudios históricos. 27
Ocupémonos ahora del pensamiento latinoamericano y en parti­
cular del lugar que el escolasticismo ocupa en él.
IV. El pensamiento latinoamericano y el escolasticis­
mo: períodos de desarrollo
La historia del pensamiento filosófico latinoamericano puede ser
dividida en cuatro períodos de desarrollo. El período que va desde el
encuentro con América hasta alrededor de 1750 está dominado por lo
que yo llamo «escolasticismo colonial»28 Durante los cien años siguien­
tes, desde 1750 hasta 1850, prevaleció el «liberalismo independentista»
y la influencia de la filosofía moderna. El tercer período va de 1850 a

27 Para más reflexiones sobre estos temas véase Paul Oskar Kristeller, Re-
naissance Thought and Its Sources (New York: Columbia University
Press, 1979) y Medieval Aspects o f Renaissenee Learning, ed. y trad. por
Edward P. Mahoney (Durham, NC: Duke University Press, 1974).
28 Este período ha sido subdividido de varias maneras por diferentes historia­
dores. Ismael Quiles, por ejemplo, propone una división en dos etapas. La
primera, que va desde el año 1550 al 1630 y que llama «restauración
escolástica.» La segunda va desde el año 1630hastael 1767 y que caracteriza
como «decadencia escolástica.» Véase: «La filosofía escolástica en América
Latina durante la Colonia (siglos xvi al xvm): Su panorama y su significado
en la historia general de la filosofía,» en Proceedings o f the XP^1 Inter­
national Congress o f Philosophy, Brussels, August 20-26, 1953 (Ams-
terdam: North Holland Publishing Co., 1953), vol. 2, pp. 49-58. Estas
clasificaciones cambian de lugar en lugar reflejando diferentes condiciones.
Véase, por ejemplo, la clasificación de Guillermo Furlong en Nacimiento y
desarrollo de la filosofía en el Río de la Plata, 1536-1810 (Buenos Aires:
Guillermo Kraft, 1952).

29
Jorge E. Gracia

1910 y es dominado por lo que yo llamo el «positivismo evolutivo.»29


Finalmente tenemos el período contemporáneo, el cual he dividido en
tres etapas: El período fundacional (1910-1940), el período de normali­
dad (1940-1960), y el período de madurez, (1960-presente).30 A fin de
aclarar el papel jugado por el escolasticismo en el pensamiento latino­
americano, es necesario que explique brevemente estas divisiones.
El período del escolasticismo colonial coincide con la época en que
las coronas Portuguesa y Española ejercieron mayor control sobre sus
colonias en América. Intelectualmente, las colonias se encontraban
subordinadas a España y Portugal, que intentaban controlar lo que se
enseñaba y se leía en el Nuevo Mundo.31 Ya que es éste el período que
nos interesa más, sugiero posponer su análisis hasta después de haber
tratado los otros períodos.
Alrededor de 1750 la influencia del escolasticismo ibérico en las
colonias comenzó a menguar. Libros modernos se contrabandeaban en
el Nuevo Mundo, a pesar de los severos controles que sobre su importa­
ción ejercían las coronas, y los criollos, fundamentalmente intelectuales
autodidactas, se pusieron al tanto de las ideas de los filósofos modernos,
enciclopedistas franceses, y otros. Estas ideas modernas ayudaron a
desarrollar el pensamiento independentista en AméricaLatina.32En todo
caso, ya en 1850 la mayoría de las naciones latinoamericanas se habían

29 Durante el siglo xix, particularmente hacia sus finales, hubo una gran
influencia del krausismo en Latinoamérica. Véase a Alan Guy, Panorama
de la philosophie Ibéro-Américaine du XVIe siécle á nos jours, ch. 5
(Geneva: Patiño, 1989).
30 Jorge J. E. Gracia, «Latin American Philosophy Today». The Philosphical
Forum 20, 12 (1988-89), 4-32.
31 Vicente G. Quesada ha documentado este control a través de un estudio
acerca de las leyes que regulaban la impresión y venta de libros en las
colonias en La vida intelectual de la América española durante los
siglos xvi, xvii y xviii cap. 1 (Buenos Aires: Amoldo Moen y Hermano,
1910), pp. 33. Pero véase también una posición diferente en Ismael Quiles,
«La libertad de investigación en la época colonial» Estudios (1940), 511-24,
y Guillermo Furlong, Bibliotecas argentinas durante la dominación
hispánica (Buenos Aires: Editorial Huarpes, 1944).
32 John Tate Lanning, por el contrario, ha mantenido, en contra de la opinión
aceptada, que las ideas escolásticas jugaron un papel preponderante en la

30
El escolasticismo: un puente entre la antigüedad clásica...

independizado y habían sufrido los traumas asociados con el nacimiento


de nuevas naciones. Además de la discordia interna, enfrentaban serios
problemas económicos, así como, en algunos casos, grandes masas de
pueblos étnicamente diferentes y sin educación de estilo europeo. El
interés práctico de los intelectuales latinoamericanos se desplazó,
consecuentemente, de un deseo por libertad e independencia a un deseo
por desarrollo y estabilidad. La mayoría de los intelectuales latinoame­
ricanos de la época pensaron que la solución a los problemas enfrentados
por sus naciones se hallaba en un nuevo grupo de ideas que ha venido
a llamarse «positivismo».33
El positivismo latinoamericano fue una filosofía ecléctica que
consistía en una mezcla peculiar de las ideas de varios pensadores
europeos, entre los cuales estaban Augusto Comte (n. 1798; m.1857),
Herbert Spencer (n. 1820; m. 1903), y Emest Heinrich Haeckel (n. 1834;
m. 1919). El motto de los positivistas, inmortalizado en la bandera
brasileña, es «Orden y Progreso». El período de hegemonía positivista en
AméricaLatina se extiende desde mediados del siglo xix hasta la pri­
mera década del siglo xx. Durante este período se convirtió, no sólo en
la filosofía más popular en Latinoamérica, sino en la filosofía oficial de
algunos países.
Sin embargo, a partir de alrededor del año 1910 el positivismo
perdió poder. Fue abandonado con la ayuda de ideas importadas de
Francia y luego de Alemania. El proceso comenzó con la influencia de
Emile Boutroux (n. 1845; m.1921) y Henri Bergson (n. 1859; m.1941),
asi como otros intuicionistas y vitalistas franceses, pero fue repotencia-
do cuando José Ortega y Gasset (n. 1833; m. 1955) introdujo en los
círculos filosóficos latinoamericanos el pensamiento de Max Scheler (n.
1874; m.1928), Nicolai Hartmann (n. 1822; m. 1950), y otros filósofos
alemanes.

formación del pensamiento revolucionario. Véase Academic Culture in


the Spanish Colonies (Oxford: Oxford University Press, 1940).
33 Leopoldo Zea, Dos etapas del pensamiento en Hispanoamérica: del
romanticismo al positivismo (México: Colegio de México, 1949).

31
Jorge E. Gracia

Los primeros frutos filosóficos importantes de este cambio se


produjeron alrededor de 1940. Fue también durante la década de los
cuarenta que el estudio de la filosofía en América latina se «normalizó.»
Las escuelas comenzaron a funcionar de un modo regular, los currículos
se estabilizaron, revistas y libros se publicaban regularmente, e insti­
tutos de investigación fueron creados. Después de 1960 esta normaliza­
ción produjo filósofos, y obras filosóficas, de gran calibre. Si bien antes
la productividad y la calidad habían sido esporádicas, a partir de 1960
han habido aportes estables en la mayoría de los campos de estudio
filosófico originados en América latina.
Habiendo presentado un esbozo del desarrollo de la filosofía
latinoamericana, me concentraré ahora en el pensamiento escolástico
dentro de ese desarrollo. El período más importante del escolasticismo
en América latina va desde el descubrimiento del Nuevo Mundo hasta
alrededor del año 1750, el período que llamo «escolasticismo colonial.»
Durante esta época el escolasticismo reinó sin enemigos como el líder
intelectual de Latinoamérica. Como previamente se dijo, después del
año 1750 los intelectuales latinoamericanos comenzaron a interesarse
por otros temas, por el de la independencia primero, y luego por los de
desarrollo económico y estabilidad, alejándose del escolasticismo, el
cual era asociado con las coronas peninsulares.
Sin embargo, el escolasticismo nunca desapareció del todo. Es­
cuelas, universidades y seminarios continuaron enseñándolo, y en el
primer cuarto del siglo xx experimentó un período de revitalización que
repetía el éxito de Jacques Maritain, Etienne Gilson y otros, al revivir
el pensamiento de Tomás de Aquino en Europa. Así es que por varias
décadas hubo signos de vitalidad y considerable actividad en los círculos
escolásticos. Pero el escolasticismo nunca recobró la posición hegemó-
nica que tuvo durante el período colonial. En este siglo el escolasticismo
ha sido uno más entre muchos puntos de vista filosóficos luchando por
sobrevivir y por la lealtad de los intelectuales latinoamericanos. Inclu­
so, después de 1960, ha habido una pronunciada mengua en el movi­
miento. Esta mengua ha sido, en parte, resultado del fallecimiento del
pensamiento neotomista en Europa. Pero han habido otros factores. El
temor a la contaminación ideológica del marxismo y otras filosofías de

32
El escolasticismo: un puente entre la antigüedad clásica...

izquierda ha ocasionado que los intelectuales escolásticos se vuelvan


hacia el conservativismo, así como la alianza de algunos líderes católicos
romanos con regímenes dictatoriales ha desacreditado el movimiento
intelectual escolástico en algunos países. El resultado ha sido una
disminución en vitalidad y prestigio. Lo que el futuro depara a este
movimiento es difícil de predecir, pero considerando la fuerte influencia
cristiana en la mayoría de los países latinoamericanos, es casi seguro
que alguna forma de escolasticismo continuará jugando un papel en la
vida intelectual de la región. De hecho, el gran número de universidades
y escuelas católicas, así como organizaciones y congregaciones, afianzan
«sta predicción.
Debido a que el período comprendido entre el descubrimiento de
América y 1750 es el más importante para nuestro tópico, limitaré mis
comentarios a ese período. En lo que sigue ofreceré, primero, un esbozo
general de los escolásticos que trabajaron durante este período en
América latina. Este esbozo será seguido por un análisis selectivo de su
uso de fuentes clásicas.
V. El escolasticismo colonial
La introducción del escolásticismo en las colonias Portuguesas y
Españolas del Nuevo Mundo fue rápido y efectivo. El escolasticismo fue
decretado por las Coronas española y portuguesa, y de acuerdo a él tuvo
lugar el desarrollo intelectual de las colonias. Esto era de esperarse, ya
que era política particular de España el transportar instituciones
peninsulares a los nuevos territorios.34 Sin embargo, el desarrollo in­
telectual no se propagó proporcionalmente entre las colonias, ya que
dependía en gran medida de factores como la población, la riqueza, la
importancia política, etc. A pesar de que hubo intentos por propagar el
conocimiento europeo en todas las colonias, los centros intelectuales
coloniales de los primeros doscientos años fueron principalmente Méxi­
co y luego Perú, y fue allí donde el escolasticismo floreció con más vigor
después del descubrimiento.

84 Samuel Ramos, Historia de la filosofía en México (México: Imprenta


Nacional, 1943), p. 17.

33
Jorge E. Gracia

A Países y figuras
1. México
El corazón escolástico de México era la Real y Pontificia Univer­
sidad de México fundada en 1553. Con el pasar del tiempo otras escuelas
fueron fundadas y contribuyeron a la propagación de las ideas escolás­
ticas. Entre las más importantes se cuentan el Colegio de Luis de los
Predicadores en Puebla, el Real Colegio Seminario de México, y las
escuelas jesuítas esparcidas alrededor del país, incluyendo el Colegio
Máximo de Pedro y Pablo, fundado por Pedro Sánchez en el año 157435.
Cinco figuras escolásticas sobresalen en particular durante este
período. El primero, generalmente considerado como el padre de la
filosofía Mexicana, es Fray Alonso de la Vera Cruz (n. 1504; m.1584),
quien nació en Caspueñas, España, y estudió en las universidades de
Alcalá de Henares y de Salamanca.36 Alonso era miembro de la orden

35 Para más información acerca del escolasticismo colonial mexicano, véase:


José Gallegos Rocafull, El pensamiento mexicano en los siglos XVI y
XVII; Mauricio Beuchot, La filosofía en el México colonial (México:
Universidad Nacional Autónoma de México, en prensa); Joaquín García
Icazbalceta, Bibliografía mexicana del siglo xvi ed. Millares Cario
(México: Fondo de Cultura Económica, 1954); Oswaldo Robles, Filósofos
mexicanos del siglo xvi Contribución a la historia de la Filosofía en
México (México: Porrúa, 1952); W. Redmond y M. Beuchot, La lógica
mexicana del Siglo de Oro (México: Instituto de Investigaciones Filo­
sóficas de la Universidad Nacional Autónoma de México, 1985); Emeterio
Valverde Téllez, Apuntaciones históricas sobre la filosofía en México
(México: Herrero Hermanos, 1896), Crítica filosófica: Estudio biblio­
gráfico y crítico de las obras de filosofía escritas, traducidas o
publicadas en México desde el siglo xvi hasta nuestros días (México:
Diaz de León, 1904) y Bibliografía filosófica mexicana (México: Díaz de
León, 1907).
36 Cf. Amando Bolaño e Isla, Contribución al estudio bibliográfico de
Fray Alonso de la Vera Cruz (México: Biblioteca Histórica Mexicana de
Obras Inéditas, 1947); E. J. Burras, The Writings of Alonso de la Vera
Cruz (Rome y St Louis, Mo, 1968); Samuel Ramos, «Fray Alonso de la Vera
Cruz,» en Historia de la filosofía en México, pp. 33-40; José M. Gallegos
Rocafull, El pensamiento mexicano en los siglos xvi y xvu, pp. 198-202
y 243-62; A. Gómez Robledo, ed., Homenaje: Fray Alonso de la Vera Cruz
(México: Universidad Nacional Autónoma de México, en prensa); Samuel A.

34
El escolasticismo: un puente entre la antigüedad clásica...

Agustiniana y seguía de cerca las enseñanzas de Domingo de Soto.


Escribió un tratado dialéctico dividido en tres libros: Recognitio sum-
mularum (1554),Dialéctica resolutio (1554), y Physica speculatio (1557).
Las tres partes tuvieron subsecuentes ediciones. Los primeros dos libros
tratan de lógica y epistemología, siguiendo los modelos de Aristóteles y
Porfirio. El primero trata de términos, suposiciones, predicados, propo­
siciones y argumentos. El segundo libro se concentra en temas episté-
micos y metafísicos, incluyendo el problema de los universales y la teoría
de la demostración. La Physica es una especie de compendio científico
que reúne información de varias ciencias, incluyendo la psicología. En
los tres libros sus opiniones tienden a ser eclécticas, como se evidencia,
por ejemplo, de su análisis de doctrina sobre los universales, en el que
trata de proponer un término medio entre los extremos nominalistas y
realistas.
Aparte de estos tratados, también publicó una obra sobre teología
y derecho, el Speculum conjugiorum (1572). Esta obra trata acerca de
materias morales y legales relacionadas con el matrimonio, que surgie­
ron en virtud de la situación en las colonias referente a la condición de
los matrimonios indígenas precoloniales. Alonso también tenía interés
por temas legales relacionados con los derechos de la población indígena
dentro del imperio Español. Su pensamiento en este campo es fuerte­
mente influenciado por Vitoria. Fray Alonso escribió otras obras, pero
de menor importancia.
Otra figura escolástica importante del período fue el Dominico
Tomás de Mercado (n. 1530; m. 1575), también nacido en España, en

Ivés, Alonso de la Vera Cruz: The Father of Scientific and Legal


Studyin America (New York: Rare Books Monograph Series, 1947); Lourdes
Ortiz de Castillo, «La filosofía natural de los vivientes en Fray Alonso de la
Vera Cruz», Anuario de Filosofía de la Facultad de Filosofía y Letras,
Universidad Nacional de México 1 (1943), 9-43; Ismael Quiles, «Las
primeras obras de filosofía en América y su significado histórico»; Kurt F.
Reindhardt, «Fray Alonso de la Vera Cruz andthe Beginnings ofPhilosophi-
cal Speculation in the Americas», The America» 1, 2 (1944), 207-14; y
Oswaldo Robles, «Introducción», en Fray Alfonso de la Vera Cruz: Inves­
tigación filosófica natural: Los libros del alma (México: Imprenta
Universitaria, 1942).

35
Jorge E. Gracia

Sevilla.37 Produjo dos importantes obras escolásticas: Commentañi


Lucidissimi in textus Petri Hispani (1571) y In logicam magnam Aris-
totelis commentañi cum nova translatione textus ab eodem autore edita
(1571). Ambos tratados fueron ideados como textos de enseñanza para
cursos de lógica. Dada la naturaleza de la disciplina y las necesidades
pedagógicas de los estudiantes, omitió, en la medida posible, cuestiones
metafísicas.
El primer libro trata acerca de lógica formal, y particularmente
acerca de temas sobre la lógica de los términos, proposiciones y argu­
mentos deductivos. El segundo tratado es un comentario basado en una
traducción de las Categorías y de la Analítica posterior, de Aristóteles;
también usa la Isagoge de Porfirio, como era costumbre en obras de
lógica, discutiendo los predicables, las categorías y la teoría de la
demostración. Sus fuentes principales son Aristóteles, Porfirio, y To­
más de Aquino.
Mercado también escribió acerca de materias económicas y lega­
les relacionadas con cuestiones de comercio internacional, en virtud,
como en el caso de Alonso de la Vera Cruz, de los eventos circundantes.
Su pensamiento acerca de estos temas fue presentado en la Suma de
tratos y contratos (1569) aumentado en 1571.
El jesuíta Antonio Arias (n. 1564; m. 1603) escribió varias obras
que tratan ciencia natural siguiendo el método escolástico: Ilustris ex­
planado commentariorum P. D. Francisci Toleti, S.J. in octo libros
Aristotelis de physica, Aliqua notatu digna super commentaria P. E. F.
Toleti in libros Aristotelis de generatione et corruptione, Tractatus de
sphera mundi partim ex veterum astronomorum partim ex recentiorum
doctrina et observatione collectus, In libros Aristotelis de coelo scolia

37 Cf. Mauricio Beuchot, Filósofos dominicos novohispanos (México: Uni-


versidá Nacional Autónoma de México, 1987) y «La lógica formal en las
Súmulas (1571) de Tomás de Mercado,» Cuadernos Salmantinos de Fi­
losofía 10 (1983), 141-56; José M. Gallegos Rocafull, El pensamiento
mexicano en los siglos xvi y xvii pp. 226-30 y 278-86; y Oswaldo Robles,
«Fray Tomás de Mercado, O. P., traductor de Aristóteles y comentador de
Pedro Hispano en la Nueva España del siglo xvi,» Filosofía y Letras 10, 20
(1945), 203-18.

36
El escolasticismo: un puente entre la antigüedad clásica...

quaedam et praecipuae quaestiones, y De rebus metheorologicis.3S Las


obras de Arias no son comentarios literales sobre Aristóteles y Toleda­
no. Más bien, el autor resume y presenta lo que él considera más
importante de su pensamiento, al tiempo que sigue fielmente las
doctrinas presentadas en sus fuentes, es decir Toledano, Aristóteles,
Euclides y otros. Al igual que Mercado, Arias también escribió libros
menos técnicos, tratando materias religiosas, pero ellos no empleaban
la metodología escolástica. Además, escribió un tratado titulado De
lingua originali, en el cual especulaba acerca de la naturaleza de un
posible lenguaje natural. Era un lingüista, capaz de manejar los lengua­
jes bíblicos. De lingua originali termina con un scolium del De cáelo de
Aristóteles.
Quizás el escolástico más importante del período colonial es el
jesuíta Antonio Rubio (n. 1548; m. 1615).39 El es el autor de la obra
escolástica más celebrada en el Nuevo Mundo, conocida como Lógica
Mexicana (1605). Este libro, cuyo título completo es Lógica Mexicana,
hoc est commentarii breviores et máximeperspicui in universam Aristo-
telis diálecticam, fue sujeto a varias ediciones en el siglo xvn (Colonia
1605, 1609, 1615; Valencia 1607; Lyon 1617, 1620, 1625). Además de
este famoso libro, Rubio también escribió otras partes de una serie
proyectada como una colección de textos para un curso de filosofía
38 C.f. Mauricio Beuchot, «Arias, Antonio S.J.,» en Enciclopedia de la Igle­
sia Católica en México (México: Enciclopedia de México, 1982), J. L.
Alvarez, ed., vol. 1, pp. 330-31; José M. Gallegos Rocafull, El pensamiento
mexicano en los siglos xvi y xvn, pp. 287-289; y fuentes generales citadas
anteriormente en la nota número 35.
39 C.f. Mauricio Beuchot, «Los tópicos dialógicos en la Lógica mexicana de
Antonio Rubio,» Cuadernos Salmantinos de Filosofía 14 (1987), 141-56;
Camilo Falcón de Gyves, «El Padre Antonio Rubio, S.J., (1548-1615); Sus
comentarios a los libros De anima de Aristóteles», Abside 9 (1945), 83-102;
José M. Gallegos Rocafull, El pensamiento mexicano en los siglos xvi y
xvii, pp. 262-78; Ismael Quiles, «Ubicación de la filosofía del Padre Antonio
Rubio, S. J., dentro de la historia de la escolástica», Ciencia y Fe 7 (1951),
7-46; W. Redmond, «La Lógica mexicana de Antonio Rubio: Una nota
histórica», en W. Redmond y M. Beuchot, La lógica Mexicana en el Siglo
de Oro, pp. 243 ff, y fuentes generales previamentes mencionadas en la nota
35.

37
Jorge E. Gracia

completo: Commentarii in universam Aristotelis dialecticam (1603),


Commentaria in octo libros Aristotelis de physico audito (1605), Com-
mentaria in libros Aristotelis de coelo et mundo (1617), Commentaria in
libros Aristotelis de ortu et interitu (1619), y Commentarii in libros
Aristotelis stagiritae philosophorum principis de anima (1611). Tam­
bién estos trabajos fueron sujetos a varias ediciones.
La Lógica mexicana está dividida en dos partes, la primera es un
comentario sobre la Isagoge de Porfirio y de las Categoriae de Aristó­
teles, la segunda trata acerca de los restantes libros del Organon de
Aristóteles. Constituye un tratamiento altamente sofisticado de la
lógica aristotélica, y tomaba en consideración desarrollos contemporá­
neos recientes. El valor del libro fue certificado por la Universidad de
Alcalá, donde fue adoptado como libro requerido para los cursos de
lógica.
En este punto debe tenerse en cuenta que los libros de Rubio están
escritos en forma de comentarios sobre los libros aristotélicos, hecho que
Beuchot atribuye a la influencia del humanismo y al retomo a las
fuentes originales producido por dicho movimiento.40 Si es este o no el
caso, es discutible, puesto que el comentario era un género medieval,
como se ha visto, y los tratados sistemáticos que se convirtieron en el
símbolo del escolasticismo ibérico tardío no se habían hecho populares
todavía. Con respecto a la lógica, Rubio comentó el Organon de Aris­
tóteles completo, así como el Isagoge de Porfirio. En éste y en sus otros
trabajos, siguió estrechamente el pensamiento de Aristóteles y de
Tomás de Aquino. La influencia del segundo es evidente a todo lo largo,
y puede ser claramente apreciada en la forma que Rubio trata el tema
de los universales, por ejemplo.
Entre los muchos pensadores posteriores que florecieron en la
segunda mitad del siglo xvii, sobresale el jesuíta Diego Marín de Alcá­
zar, nacido en Caravaca, España, (n. ca. 1640; m.1708).41 El es el autor
de Triennalis philosophiae cursus. El primero de estos cursos trata
40 Mauricio Beuchot, La filosofía en el México colonial, capítulo sobre los
jesuítas en el siglo xvi.
41 Cf. Fuentes generales citadas en la nota 35, particularmente Gallegos
Rocafull y Beuchot.

38
El escolasticismo: un puente entre la antigüedad clásica...

acerca de lógica, fue terminado en 1667, y está dividido en las acostum­


bradas dos partes que hemos visto anteriormente. El segundo «curso» se
titula Disputationes in octo physicorum libros Aristotelis stagiritae
(1668), y trata primeramente acerca de física, aún cuando incluye una
sección sobre cosmogonía y una sobre proyectiles. El tercero, Disputa­
tiones in universam philosophiam scholasticam, quarn metaphysicam
scientam universalissimam vocant (1669), trata, como indica su título,
acerca de la metafísica.
Como se evidencia a lo largo de toda su obra, Marín De Alcázar,
al igual que otros jesuítas, estaba fuertemente influenciado por Suárez.
Esta influencia es particularmente obvia en su tratado metafísico, cuya
organización y doctrina imita la de Suárez en las Disputationes meta-
physicae.
. Aparte de estas cinco figuras principales que hemos mencionado,
hubo muchas otras menores que también contribuyeron a la práctica del
escolasticismo en México. Entre ellas, aunque sea unas pocas merecen
mención, los agustinianos Juan Contreras (m. 1613) y Juan de Rueda
(m.1697); el franciscano Buenaventura Salinas (m. 1653); el dominico
Francisco Naranjo (m. ca. 1655); y el jesuíta Alonso Guerrero (n. 1576;
m. 1639).
Hubo otros que participaron en la vida intelectual de México
durante los siglos xvi y xvii. Pero, a pesar de haber sido formados en el
escolasticismo y en su método, no pueden ser clasificados como esco­
lásticos. Entre ellos hubo algunos que trataron de introducir ideas
humanistas en las colonias, como Juan de Zumárraga (n. ca. 1468; m.
1548), Vasco de Quiroga (n. ca. 1487; m. 1565), Francisco Cervantes de
Salazar (n. 1505; m. 1575), Francisco Hernán (n. 1518) y el celebrado
Bartolomé de las Casas (n. 1484; m. 1566), autoproclamado campeón de
los indios. La mayoría de estos autores seguían modelos humanísticos
y estaban interesados tanto por temas humanísticos como por los temas
particulares que habían surgido después del descubrimiento. En virtud
de que su perspectiva no era principalmente escolástica, no ahondaré en
ellos en este artículo.42
42 Véase en particular los artículos por Jacqueline Ferreras Savoye, «The
Problematic of Humanist Dialogue and the Myth of the Noble Savage: los

39
Jorge E. Gracia

Más pertinentes para nuestros propósitos son Carlos Sigüenza y


Góngora (n. 1645; m. 1700) y Sor Juana Inés de la Cruz (n. 1651; m.
1695). Ambos fueron formados en el pensamiento escolástico y mues­
tran fuerte influencia escolástica en algunas de sus obras, pero también
muestran ribetes humanistas y modernos. Por ejemplo, la inusual Sor
Juana comenzó con un modelo escolástico, escribiendo una introducción
a la lógica, hoy día perdida, pero más tarde en su vida imitó modelos
humanísticos. Los ribetes no escolásticos en Sor Juana son particu­
larmente celebrados en sus poemas y cartas.
2. Perú
El centro de la actividad escolástica e intelectual en el Perú
durante el período colonial fue la Universidad de San Marcos (1551),
pero en el siglo siguiente lo fueron las escuelas de San Felipe, San Idel-
fonso, San Martín, Santo Toribio, San Pedro, Guadalupe y San Pablo, la
última de las cuales tomó el mando.43 De hecho, fue en el siglo xvii que
1c» primeros trabajos escolásticos importantes aparecieran en el Perú44

’Coloquios déla verdad'dePedro de Quiroga», «HumanisticPhilosophersfrom


New Spain», de Mauricio Beuchot y «L'influence de la philosophie classique
et humaniste dans les pays d Amerique Latine, du XVIe siécle á nos jours de
Alain Guy.
43 La lucha de poder entre estas escuelas y la universidad ha sido explorada por
Felibe Barreda Laos en Vida Intelectual del Virreinato del Perú, 2da ed.
(Buenos Aires: Talleres Gráficos Argentinos, 1937), pp. 132 ff. La Universi­
dad de Chuquisaca, fundada en 1624, era el centro de actividad en el Alto
Perú. Cf. Guillermo Francovich, La filosofía en Bolivia, pp. 28 ff.
44 Cf. Felipe Barreda Laos, Vida intelectual del Virreinato del Perú;
Francisco Guil Blanes, «La filosofía en el Perú del siglo XVII,» Estudios
Americanos 47 (1955), 167-91; Manuel Mejía Valera, Fuentes para la
historia de la filosofía en el Perú (Lima: Imprenta de la Universidad de
San Marcos, 1963); Vicente G. Quesada, La vida intelectual en la Amé­
rica española, cap. 5; Agustín Salazar Bondy, La filosofía en el Perú:
panorama histórico (Washington, D. C., Unión Panamericana, 1954; 2da
rev. ed., Lima: Editorial Universo, 1967); Enrique Torres Saldamando, Los
antiguos jesuítas del Perú (Lima: Imprenta Libertad, 1882); Rubén Var­
gas Ugarte, Historia de la Compañía de Jesús en Perú (Burgos: Im­
prenta de Aldecoa, 1963-65); y Carlos Wiesse, Apuntes de historia crítica
del Perú, 2da ed. (Lima: Compañía de Imprenta y Publicación, 1949).

40
El escolasticismo: un puente entre la antigüedad clásica...

El primer autor de importancia fue el jesuíta Juan Perez Mena-


cho (n. 1565; m. 1626). Fue un escritor prolífico pero sólo dos de sus obras
aún existen, el Commentarii Summa Theologiae Thomae Aquinatis y la
Theologia et moralia tractatus.
También jesuíta era Alfonso de Peñafiel, nacido en Lima y autor
de una Philosophia universalis (1653) y de una Metaphysica (1670).
Miembros de la misma orden fueron Diego de Avendaño (ff.1665) y
Martín de Jáuregui (n. 1619). El primero escribió dos tratados escolás­
ticos (Problemata theologica y Cursus consumatus, seu recognitiones
theologicae positivae scholasticae et morales) además de obras relacio­
nadas con temas religiosos y coloniales. Las obras de Jauregui, así como
las de otro autor de ese período, Juan Espinosa Medrano (n. 1632;
m.1688), se han perdido.
El escolástico más importante trabajando en el Perú en esta
época, era, sin embargo, el franciscano Alfonso Briceño,(n. 1587; m.
1669) (nacido en Chile), quien también trabajó en Nicaragua y en
Venezuela.45 En contraste con el fuerte cariz aristotélico y tomista del
escolasticismo de los autores mencionados hasta ahora, Briceño es
claramente un Agustiniano Escotista. Dos de sus trabajos sobresalen:
Celebriores controversias in primum setentarum Scoti (1638) y Apología
de vita et doctrina Joannis Scotti (1642). En estas obras generalmente
seguía a Escoto, y le dió a su filosofía un toque interiorista, psicologista
de tipo Agustiniano.
Como en México, también hubo en el Perú autores influenciados
por el escolasticismo y el humanismo. Un ejemplo de ello es Nicolás de
Olea (n. 1635; m. 1705). Escribió una Summa tripartita scholasticae
philosophiae (1694), en la que la influencia de Aristóteles y Tomás de
Aquino es evidente, aún cuando también se refiere a autores de la
antigüedad clásica. Además, escribió un tratado teológico acerca de los
sacramentos y diversas obras sobre la piedad.

45 C.f. Juan David García Bacca, Alfonso Briceño: Disputaciones metafí­


sicas (Caracas: Facultad de Humanidades de la Universidad Central de
Venezuela, 1955) y las fuentes generales citadas en la nota anterior.

41
Jorge E. Gracia

3. Otros países
Los primeros dos siglos de dominio colonial no vieron mucha
actividad intelectual fuera de México y del Perú. En Argentina, por
ejemplo, la primera universidad fue fundada en 1614, en Córdoba, más
de sesenta años después de que la primera universidad Mexicana
comenzara a funcionar.46 De hecho, Buenos Aires no tuvo un centro
académico importante hasta 1772, cuando el Colegio de Reales Estudios
fue fundado. En Brasil la situación era aún más precaria, ya que no hubo
universidad alguna en operación hasta después de la independencia.47
Algunas escuelas religiosas operaban en Bahía, la capital de la colonia
hasta 1763, en Sao Paulo, y en Río de Janeiro, pero estas escuelas no se
convirtieron en centros de aprendizaje importantes. Lo mismo puede
decirse acerca de la situación en el resto de la Latinoamérica colonial.
Fue apenas a partir del siglo xviii que obras intelectuales importantes
comenzaron a producirse fuera de México y Perú. Hubo, empero,
algunas excepciones. Miguel de Viñas (n. 1642; m. 1718) trabajó en
Chile y escribió una obra didáctica titulada Philosophia scholastica
(1709) ideada como un libro de texto de artes liberales,-y hubo otras

46 C.f. Juan Chiabra, La enseñanza de la filosofía en la época colonial


(Buenos Aires: Universidad Nacional de La Plata, 1911); Guillermo Furlong,
Los jesuítas y la cultura rioplatense (Montevideo: Urta y Curbelo, 1933)
y Nacimiento y desarrollo de la filosofía en el Río de la Plata; Ale­
jandro Korn, Ideas filosóficas en la evolución nacional (Buenos Aires:
Editorial Claridad, 1936); Vicente G. Quesada, La vida intelectual en la
América española, cap. 6; y Juan Carlos Torchia Estrada, La filosofía en
la Argentina (Washington, D. C.: Unión Panamericana, 1962).
47 Cf. Alcides Bezerra, «A filosofía na fase colonial,» en Achegas á historia da
filosofía (Rio de Janeiro: Archivo Nacional, 1936); Antonio Gómez Robledo,
La filosofía en el Brasil (México: Imprenta Universitaria, 1946); Serafim
Leite, História da Companhia de Jesús no Brasil, 5 vols. (Lisboa y Rio
de Janeiro: Liv. Portugália e Civ. Brasileira, 1938-45); António Paim,
História das idéias filosóficas no Brasil-, C. R. Vier, «Brazil* en «Philo­
sophy in Latín America», New Catholic Encyclopedia (New York: McGraw
Hill, 1967), vol. 8, pp. 492-4. Joao Cruz Costa presta poca atención a la
filosofía escolástica en su conocida A History of Ideas in Brazil: The
Development o f Philosophy in Brazil and the Evolution o f National
History, trad. S. Macedo (Berkeley: University of California Press, 1964).

42
El escolasticismo: un puente entre la antigüedad clásica„

obras importantes producidas en el siglo x v i i en Colombia y otras par­


tes.48 En todo caso, en general había poca actividad intelectual de alto
calibre fuera de México y Perú antes del siglo x v i i i , y para aquel tiempo
el escolasticismo estaba menguado y los intelectuales latinoamericanos
estaban cautivados por el modernismo.
B. La influencia clásica
La influencia clásica en el escolasticismo colonial latinoamericano
es evidente en tres áreas: el uso del latín en el discurso culto, la atención
prestada a los autores clásicos, y el interés por los temas filosóficos de
origen clásico.
El uso del latín como forma de expresión del discurso culto era
universal en las colonias. Lo encontramos en todas las disciplinas, no
sólo en teología y filosofía. Fue apenas a finales del siglo x v i i i que tra­
bajos cultos comenzaron a ser escritos en lenguajes vernáculos. Esta
situación contrasta notoriamente con la situación prevaleciente en
Europa, donde intentos por hacer uso del lenguaje vernáculo en filoso­
fía, por ejemplo, habían sido hechos tan temprano como en el siglo xui.
Ramón Llull en la península ibérica escribió una serie de obras en su
idioma nativo, el catalán. Fue el primero pero no el último en hacerlo.
Arnaldo de Villanueva y Francesc Eiximenis siguieron su ejemplo en el
siglo siguiente. Y, a pesar de que el resto de Europa fue lenta en aceptar
esta idea, eventualmente el cambio hacia el uso de la lengua vernácula
en el discurso erudito ganó impulso, así que para el siglo x v i i i muchos
trabajos importantes eran producidos en lenguajes diferentes al latín.
Dentro de la filosofía, los líderes de este movimiento fuera de la
48 En cuanto a la situación en Chile, véase: Water Hannisch Espíndola, En
torno a la filosofía en Chile (1594-1810) (Santiago: Universidad Católica
de Chile, 1963). Habla de Viñas en las páginas 45-54. Juan David García
Bacca nos ofrece una útil colección de textos de este período, Antología del
pensam iento filosófico en Colombia (1647-1761) (Bogotá: Imprenta
Nacional, 1955). Entre los autores presentados se encuentran José de
Urbina, quien publicó disputaciones sobre la Física de Aristóteles en 1647;
Mateo de Mimbella, quien publicó un tratado de física en 1693; Jeronimo
Marcos, quien preparó lecciones en metafísica en 1692; y Juan Antonio
Varillas, quien escribió un tratado de ética en 1697. Todos ellos eran jesuítas
excepto Marcos, quien era franciscano.
Jorge E. Gracia

península ibérica eran Montaigne (n. 1553; m. 1592), cuyos Essais


aparecieron en 1650, y Descartes (n. 1596; m. 1650), quien publicó Le
Discours de la méthode en 1637. Por ejemplo, Du Bellay publicó la
Défense et Illustration de la Langue Française en 1949. A los pensadores
franceses les siguieron los ñlósofos ingleses, nunca muy atraídos por
lenguajes asociados con la iglesia romana.
La situación en las colonias ibéricas era diferente. El latín
continuó siendo usado hasta bien avanzado el siglo diecinueve, y no fue
sino hasta finales del siglo dieciocho que el Español y el Portugués
ganaron algún terreno en el discurso erudito. Ciertamente, de más de
ochocientas entradas de obras cuyos autores son conocidos enumeradas
en el «Catalogue of Manuscripts and Printed Works on Philosophy from
the Colonial Period in Latin America,» menos del diez por ciento son en
Español o en Portugués.49 Más aún, la mayoría de ellas son obras
bastante tardías, y buena parte de ellas no son, en rigor, obras 'eruditas,'
consistiendo en cosas como cartas, catálogos y textos similares. Cabe
afirmar, entonces, que el latín reinó supremo como el lenguaje del
discurso erudito. Era el lenguaje indisputado del discurso y la enseñan­
za de varias disciplinas que se enseñaban en las universidades colonia­
les (derecho, medicina, retórica y gramática), pero particularmente en
teología y filosofía. La situación se extendió en las colonias ibéricas
desde el año 1500 hasta el 1800, bastante más allá del tiempo en el que
su influencia en Europa comenzó a disminuir. De hecho, existía un
concertado esfuerzo para incluso enseñárselo a los Indios.50
Naturalmente, entonces, el latín era el lenguaje de instrucción en
la mayor parte de los centros de enseñanza, asociados como estaban a
órdenes religiosas y a la educación eclesiástica. En estos centros tam­
bién se enseñaba el griego, a pesar de que sólo unos pocos autores
muestran buen conocimiento de él.51 La enseñanza en latín y en griego

49 En Walter B. Redmond, Bibliography of the [sic] Philosophy in the


Iberian Colonies o f America (La Haya: Martinus Nijhoff, 1972).
50 Gabriel Méndez Planearte, «Introducción» Humanismo mexicano del si­
glo xv¡ (México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1946), p. xxxi.
51 Algunos autores manejaban otros idiomas también. Por ejemplo, Juan de
Espinoza Medrano, del Perú, se supone que hablaba portugués, francés y

44
El escolasticismo! un puente entre la antigüedad clásica...

mantuvo vivos a los autores clásicos, y particularmente a los gramáti­


cos, lo cual me lleva a tratar la segunda área en la que la influencia de
la antigüedad clásica es evidente en el escolasticismo colonial: la
atención prestada a los autores clásicos.
Incluso una ligera ojeada a los trabajos producidos durante el
período muestra la presencia de autores clásicos en las obras de los
escolásticos latinoamericanos. Además de los Padres latinos, cuya
presencia es particularmente obvia en los trabajos teológicos, los esco­
lásticos latinoamericanos mostraban considerable conocimiento «de
primera mano» de algunos autores clásicos. En filosofía, como era de
esperarse, Aristóteles, aparece por doquier. De hecho, de los trabajos
citados por Redmond en su «Catalogue» bastante más del veinticinco por
ciento mencionan a Aristóteles en el título, y muchos más, obviamente,
se refieren a él en otra parte. Los poetas y gramáticos latinos eran
estudiados a fin de aprender gramática, ya que esta disciplina era una
parte importante del currículo y un locus para el estudio de los clásicos.
Entre los clásicos que se estudiaban en estos cursos se encuentran
Cicerón, Ovidio, Cátulo, Terencio, Virgilio, Horacio y Marcial; entre los
autores griegos se cuentan Hesíodo, Píndaro, Homero y Tucídides. En
otras disciplinas otros autores eran estudiados. Por ejemplo Galeno e
Hipócrates eran leídos en materias que tenían que ver con la salud y la
medicina. Y Euclides era usado en geometría. El currículo escolar en las
colonias seguía el de las universidades ibéricas, que a su vez copiaba, con
ciertas modificaciones, el currículo medieval.
Finalmente, la obra de los escolásticos latinoamericanos mostra­
ba interés por muchos de los temas y problemas que eran de especial
importancia para los autores clásicos. Esto es particularmente evidente
en filosofía, donde los autores estaban interesados en temas lógicos y
metafísicos que habían sido explorados por Aristóteles y por Porfirio en
particular. En lógica, por ejemplo, que es una de los campos donde hubo

quéchua (era parcialmente indio) además de latín y griego. Era un gran


orador, «el Demóstenes de las Indias», y se esmeraba en escribir elegante­
mente, sobretodo los comienzos de sus tratados. Véase Walter Redmond,
«Latin American Colonial Philosophy: the Logic of Espinoza Medrano»,
Americas 30 (1974), 482 y 487.
Jorge E. Gracia

más actividad, la mayoría de los tópicos tratados son aquellos desarro­


llados por Aristóteles en el Organon y por Porfirio en la Isagoge.
Por todo ésto, es evidente que la influencia del pensamiento
clásico en los escolásticos latinoamericanos fue muy fuerte. Sin embar­
go, esta afirmación debe ser calificada, ya que mientras más de cerca
examinamos esa influencia, resulta más claro que la mayor parte de ella
era indirecta. Esto es, lo que influenció a los escolásticos latinoamerica­
nos no fueron los clásicos en sí mismos, sino más bién la destilación que
de ellos hicieron los primeros escolásticos en general, y los escolásticos
ibéricos en particular.
Esto puede observarse en las tres areas de influencia descritas
anteriormente. Primero, el latín de los escolásticos latinoamericanos,
en su mayor parte, no era cicerónico, sino medieval, escolástico. Es
cierto que la disponibilidad de fuentes clásicas y gramáticas y la
influencia del humanismo hicieron posible una cierta pureza gramati­
cal frecuentemente ausente en varios períodos de la edad media. Incluso
algunos autores intentaron escribir prosa elegante. Pero, a pesar de
estos esfuerzos, y a pesar de que los barbarismos y las gramáticas
corrompidas tendían a desaparecer, los escolásticos latinoamericanos
continuaron usando, en gran medida, la terminología y las frases
desarrolladas por los escolásticos medievales. Su latín no es tanto el
latín de Cicerón como el de Tomás de Aquino o Escoto.52
Sin embargo, debe mencionarse que particularmente en el siglo
xvi hay evidencia del impacto del humanismo y por tanto un renovado
clasicismo en los escolásticos del período. Existe, por ejemplo, un
abandono de los tecnicismos y un énfasis en la claridad de exposición
ausente tanto en los escolásticos que preceden este período como en los
que le siguen. Más aún, el resurgimiento del género del comentario con
respecto a los autores clásicos promueve un mayor y mejor conocimiento
de los clásicos así como de su imitación. Estos fenómenos son bastante

52 El deseo humanista por escribir «elegantemente» efectivamente inspiró a


algunos autores. Por ejemplo, como señala Francisco Blanes, la obra de
Diego de Avendaño está llena de frases complicadas y artificiales. C.f.
Francisco G. Blanes, «La filosofía en el Perú del xvn,» Estudios Americanos
10 (1955), 172.

46
El escolasticismo: un puente entre la antigüedad clásica...

evidentes en la obra de Alonso de la Vera Cruz, quien rechazaba los


abusos corrientes durante su tiempo entre los escolásticos nominalistas
de la Escuela Parisina en el área de la lógica (dialéctica) en favor de la
claridad y la parsimonia. Su objetivo era concentrarse en lo fundamen­
tal, dejando a un lado puntos de controversia, intentando lograr elegan­
cia y sobriedad.53 Segundo, el patrón de fuentes usadas por los escolás­
ticos latinoamericanos revela preferencia por los autores escolásticos
(en vez de por los clásicos). Este patrón es confirmado con él examen de
las bibliotecas del período. Por ejemplo, W. Hannisch Espíndola enume­
ra los autores filosóficos representados en la biblioteca del Colegio
Máximo alrededor de la mitad del siglo xvii, arreglados en varias cate­
gorías: autores clásicos, Padres de la iglesia, maestros medievales,
humanistas del renacimiento, escolásticos contemporáneos, autores de
manuales de filosofía y filósofos atraídos por el método experimental
moderno.54 De un total de setenta y siete, sólo ocho son clásicos
(Aristóteles, Diógenes Laercio, Macrobio, Tolomeo, Cicerón, Séneca y
Boecio). Hay tres Padres de la iglesia ( San Agustín, Isidoro y el Pseudo
Dionisio), cinco autores medievales ( Anselmo, Tomás de Aquino,
Escoto, Durando y Llull), cinco humanistas del renacimiento (Campa-
nella, Lipsio, Erasmo, Zabarella y Gassendi), y más de treinta escolás­
ticos contemporáneos.55
Más aún, a pesar de la disponibilidad de muchos textos nuevos
acerca de la antigüedad, como consecuencia de la actividad académica
53 Cf. Ismael Quiles, «Las primeras obras de filosofía impresas en América y su
significado histórico», pp. 68 ff.
54 Walter Hannisch Espíndola, En tomo a la filosofía en Chile, (1594-1810),
pp. 36-7.
55 En el último grupo Suárez es generalmente la figura dominante. En efecto,
de acuerdo a Furlong, Suárez fue el filósofo más popular en Latinoamérica
desde finales del siglo xvx hasta comienzos del x¡x. Véase Nacimiento y
desarrollo de la filosofía en el Río de La Plata, p. 61. La proporcional
categorización de autores citada es evidente en la obra de muchos otros
también. Por ejemplo, Juan de Espinoza Medrano menciona alrededor de
trescientos autores en su lógica, mucho de los cuales son poetas clásicos. Pero
de los autores filosóficos que menciona, aproximadamente la mitad son
escolásticos de los siglos xvi y xvii. Véase Walter Redmond, «The Logic of
Espinoza Medrano», pp, 484 ff.

47
Jorge E. Gracia

humanista, los escolásticos latinoamericanos generalmente preferían


autores y textos que eran populares en la edad media, ignorando en gran
medida las obras nuevas. Esto era particularmente claro en filosofía,
donde Platón era frecuentemente ignorado y Aristóteles reinaba. Es
más, en el caso de Aristóteles, era el Aristóteles medieval el que era
usado. Los autores coloniales generalmente ignoraban los comentarios
griegos sobre Aristóteles, que se habían hecho accesibles como resultado
del vuelo de los académicos Bizantinos a Occidente a raíz de la caída de
Bizancio (1453). Ciertamente, con la excepción de Aristóteles, muy
pocos autores clásicos fueron usados con frecuencia; eran los autores
medievales los que se citaban. En el «Catálogo» de Redmond, por
ejemplo, los autores más mencionados en segundo y tercer lugar son
Tomás de Aquino, mencionado en más del seis por ciento de las entradas
(principlamente en títulos) y Escoto, mencionado en más del tres por
ciento. Esto significa, desde luego, que las obras en cuestión son
comentarios o por lo menos siguen de cerca las guías de estos autores.
Hay referencias a otros autores dentro de las obras, pero nuevamente,
como veremos a continuación, tienden a ser escolásticos y no clásicos.
Tercero, a pesar de que los escolásticos latinoamericanos estaban
interesados en muchos de los temas y problemas propuestos por los
autores clásicos, los vieron a través de los ojos de sus antecesores
ibéricos, usando sus fórmulas y terminología. Es más, siguieron a sus
antecesores proponiendo temas que habían sido de poco o ningún
interés para los propios clásicos, y tratándolos en formas características
del escolasticismo y no del clasicismo. En relación a este punto, debe
recordarse que el objetivo primario de las escuelas medievales era
modesto: la instrucción de clérigos en los rudimentos de la gramática
y de la doctrina. De hedió, incluso el objetivo de las universidades era
la instrucción religiosa.56 Así que los temas de interés, cuando había
56 Los documentos relacionados con la fundación de la Universidad de San
Marcos, en Lima, establecen que «Los Reyes Católicos instituyeron, funda­
ron y erigieron, o permitieron que se fundara, instituyera y erigiera una casa
general de estudios, o universidad de letras humanas y divinas, con el
propósito de que la gente se instruyera en ellas y confirmaran su fe en la ley
evangélica.» Citados por Enrique Barreda Laos en Vida intelectual del
Virreinato del Perú, p. 44.

48
El escolasticismo: un puente entre la antigüedad clásica...

alguno, surgían de un contexto piadoso y religioso. Las obras de los


clásicos, en efecto, eran a veces tildadas de controversiales o de ofensi­
vas a la religión. Serafim Leite reporta, por ejemplo, que la Congrega­
ción Provincial de Bahía, en Brazil (1583) propuso «que los libros de
humanidades de Plauto, Terencio, Horacio, Marcial y Ovidio debían de
ser corregidos de alguna forma.»57 Y en México hubo un fracasado
intento, llevado a cabo por Vicente Lanuchi, por permitir únicamente el
uso de autores cristianos en la enseñanza del latín en las escuelas
jesuítas.58
Además, la estructura y el estilo de exposición de las obras
escolásticas latinoamericanas se asemeja notablemente al que en el
siglo xvi fue introducido por Suárez y hasta cierto punto por Fonseca.
Permítaseme explicar este punto. Como fue dicho anteriormente, el
escolasticismo medieval desarrolló tres importantes géneros: el comen­
tario, la pregunta y la summa. Más aún, la cuestión y la summa se habían
integrado. El formato de la cuestión, que reflejaba el carácter argu­
mentativo y analítco del escolasticismo medieval, poseía la claridad
como principal ventea. De hecho, incluso en comentarios, la cuestión
era introducida de manera que para el siglo x iii mucho de lo que se
producía tenía la forma de cuestión.
En el siglo xvi, sin embargo, dos géneros diferentes se desarrolla­
ron: el tratado sistemático y el curso de filosofía. Ambos parecían ser, al
igual que los anteriores, respuestas a necesidades pedagógicas, es decir,
al deseo de ofrecer exposiciones comprehensivas y sistemáticas de modo
de producir en los estudiantes el entendimiento de temas específicos. La
summa medieval, por supuesto, era el antecedente de estos géneros,
pero, a diferencia de las summae, los tratados sistemáticos y los cursos
de filosofía no usaban la cuestión en su manejo de los temas que trataban.
El modelo más importante para ambos géneros son las Disputa-
tiones metaphysicae (1597) de Suárez, a pesar de que Fonseca también

57 C.f. Serafim Leite, Historia da Companhia de Jesús no Brasil, II, libro


5, cap. 1, par. 3. En cuanto a la enseñanza del Latín en Brasil, véase: Wilson
Martin, Historia da intelligencia Brasileira, vol 1. (1550-1794) (Sao
Paulo: Editora Cultrix, 1978) pp. 22-9
58 Gabriel Méndez Planearte, «Introducción,» p . x x x iii .

.49
Jorge E. Gracia

jugó un papel en este respecto. Suárez escribió un tratado comprehen­


sivo en el cual los temas están organizados sistemáticamente, sin usar
el formato de la cuestión. Su estilo es expositorio, pero las posiciones y
los argumentos son tratados exhaustivamente. El resultado es diferen­
te al de las obras medievales, donde el comentario y la cuestión
caracterizaban las disquisiciones filosóficas.
La importancia de este cambio de género, de comentario a tratado
sistemático, vis-á-vis la influencia clásica es que el tratado sistemático
es menos dado a estar interesado en sus fuentes. Asi encontramos una
progresiva disminución en las referencias a fuentes clásicas y del
interés por las opiniones y temas clásicos por parte del escolasticismo de
este período, que era paralela al crecimiento en la popularidad del
tratado sistemático. A pesar de la disponibilidad de mejores ediciones
de textos antiguos, se presta menos atención a los textos clásicos por
parte del escolasticismo de este período que la que se prestaba en los
siglos xiii y xiv, cuando el comentario era el género favorito para el
discurso filosófico.
Los cuatro rasgos que he identificado se encuentran claramente
ilustrados en la mayoría de los escritos del período. Los ilustraré
brevemente en referencia a las disputaciones metafísicas de Alfonso
Briceño, publicadas con el título Prima pars celebriores controversia-
rum in primum sententiarum Scoti (1638).59 Dado el título del libro
esperaríamos un comentario sobre el comentario de Escoto al primer
libro de las Sentencias de Lombardo. Sin embargo, lo que encontramos
es una serie de disputaciones que sistemáticamente tratan acerca de
nociones tales como esencia y existencia, unidad y ser, identidad y
distinción, etc.
Cada disputación está dividida en artículos que a su vez tratan
acerca de temas específicos. Estos temas no son problemas, como
ocurría en las cuestiones medievales, sino tópicos para discusión. Por

59 Se encuentra igualmente ilustrado en las obras de la mayoría de los


escolásticos de los siglos xvi y xvii en las colonias. Véase, por ejemplo, los
textos editados por García Bacca en Antología del pensamiento filosó­
fico en Colombia.

50
El escolasticismo: un puente entre la antigüedad clásica...

ejemplo, la cuarta disputación está dividida en los siguientes cuatro


artículos: 1) Tipos de distinción real, distinción modal, 2) Distinción
formal, modal y entitativa, 3) Respuesta a los argumentos a favor de que
la distinción modal es una forma de distinción mental, y 4) El punto de
vista de Escoto es confirmado con excelentes argumentos.
Los temas tratados por Briceño, como se desprende de los títulos
de estos artículos, son fundamentalmente medievales y no clásicos,
hecho que se confirma en las otras disputaciones. Tópicos como el de la
distinción entre la esencia y la existencia, la individuación, etc., tienen
también carácter medieval y no tienen origen clásico.60
Más aún, las soluciones adoptadas y defendidas son también de
origen medieval. En este caso, es Escoto quien lleva la iniciativa.
Briceño explícitamente lo defiende, pero un análisis de su posición
revela en algunos casos esa suerte de eclecticismo identificado anterior­
mente como una de las características del escolasticismo ibérico. Esto es
obvio en la exposición sobre la individuación, en la cual Briceño adopta
el punto de vista escotista pero plantea el problema en términos de
unidad individual, lo cual refleja el tratamiento de la Disputación V de
Suárez.
Finalmente, las fuentes de Briceño confirman sus preferencias
escolástica^ en vez de clásicas. Explícitamente se refiere a catorce
autores diferentes. Seis de ellos son autores medievales fallecidos antes
de 1450 (Francisco de Meyronnes, John Capreolo, Juan Duns Escoto,
Pedro Aureolo y Tomás de Aquino), mientras que el resto son posterio­
res (Cayetano, Francisco Licheto, Francisco Silvestre Ferrara, Francis­
co Suárez, Gabriel Vásquez, Juan de Salas, Paulo Soncinas, Pedro Lorca
y Pedro Hurtado). Ningún autor clásico es mencionado directamente.
Solo aparece Aristóteles, quien aparece también en los textos que
Briceño cita de Escoto.

60 Yo he afirmado en Introduction to the Problem of Individuation in the


Early Middle Ages, 2da. rev. ed. (Munich y Viena: Philosophia Verlag,
1988), que el problema de la individuación apareció por primera vez en el
pensamiento occidental en la edad media.

51
Jotge E. Gracia

VI. Conclusión
¿Qué se puede hacer con todo esto? En virtud de lo que hemos
dicho, debe estar claro que la antigüedad clásica ejerció una fuerte
influencia en la América latina colonial, pero que dicha influencia
estuvo frecentemente mediatizada por el escolasticismo ibérico y medie­
val. El escolasticismo es, entonces, un puente entre la antigüedad
clásica y la América latina colonial, pero no todo lo producido por los
clásicos cruzó el puente, y lo que lo cruzó fue sustancialmente alterado
en el trayecto. De manera que el aporte del escolasticismo colonial a la
introducción y conservación de la tradición clásica en América Latina es
importante, pero no debe ser sobreestimado. Por otro lado, es un error
el concluir, como lo han hecho algunos historiadores, que el escolasticis­
mo no contribuyó en nada a la conservación del pensamiento clásico en
América latina.61

61 Algunos autores han llegado a afirmar que los escolásticos no tenían idea del
espíritu del clasicismo. Véase, por ejemplo, Felipe Barreda Laos, Vida in­
telectual del Virreinato del Perú, p. 98.

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