Espiritu de La Verdad
Espiritu de La Verdad
Espiritu de La Verdad
Para comprender lo que san Juan dice sobre el Espíritu son necesarias algunas consideraciones que
orientan su lectura. Lo primero es que los escritos joánicos nos permiten conocer la vida de unas
comunidades de finales del siglo I y II. Termina la segunda generación cristiana y comienza la
tercera, por tanto hay crisis de identidad. Ya han muerto los Apóstoles y están muriendo los
discípulos de estos.
Por tanto la situación con relación tanto a Pablo, como a los evangelios ha cambiados bastante, e
incluso tras la primera guerra de los judíos que se dio en el año 70 d.C. el Templo fue destruido y
los judío se habían visto obligados a revisar su forma de relación con Yahvé y a poner como centro
la Toráh. Para esto por un lado estaban los maestros de la ley y por otro los seguidores de Jesús, a
los que llamaban judíos mesiánicos por pensar que Jesús era el Mesías prometido.
Este grupo tuvo como centro entonces y como clave hermenéutica, de esas tradiciones judías y de la
relación con Yahvé a Jesús de Nazaret. Tambien se desarrolló una reflexión, muchas veces
controvertida y problemática, tanto entre seguidores de Jesús como de diferentes grupos y entre
estos y los judíos, sobre todo las autoridades sinagoga les.
Unos de los temas de estas discusiones fue la cristología o identidad de Jesús y su relación con
Yahvé y otro lo fue el papel del Espíritu Santo. Respecto al primer tema surgieron reflexiones en
diferente dirección, incluso contrarias, produciendo situaciones problemáticas y difíciles en las
comunidades. Todos decían que tenían o pretendían tener, el espíritu que los guiaba, que les decía
quién era Jesús y cómo hacerlo presente, y muchas veces había grupos que decían lo contrario.
Otro problema que surgió en relación con el Espíritu Santo es la autoridad, el origen, la transmisión
y la legitimización de la autoridad. Se hacía necesario discernir el espíritu auténtico del espíritu
falso entre todos aquellos que decían actuar bajo la inspiración y e impulso del Espíritu, había que
discernir quien tenía una autoridad legítima y quien una autoridad falsa.
Esto era importante dado por ejemplo los grupos místicos los cuales implementaron diferentes
técnicas de meditación para llegar a estar “poseídos”, o bien para entrar en un estado mental en el
que se decía que llegaban al contacto con la divinidad y realizaban “viajes celestes”.
Por otro lado, después de explica el contexto, tambien hay que agregar que el Evangelio de Juan se
caracteriza por los largos discursos en los cuales se pone de manifiesto la profundidad teológica a la
que llega este Evangelios. Estos discursos no preceden del Jesús histórico sino de la comunidad que
confiesa su fe en él, en su verdadera identidad y la presenta como una autocomunicación del
crucificado.
En esos largos discursos es donde se desarrolla la profunda, novedosa y hasta escandalosa fe
cristológica a la que la comunidad joánica había llegado en su complejo recorrido, gracias al
Espíritu de la verdad, el paráclito.
Cabe señalar, que aunque el Evangelio de Juan no relata el bautismo de Jesús, nos enteramos por el
testimonio de bautista que el Espíritu Santo bajó y permaneció sobre Jesús, Jesús es aquél que posee
el Espíritu Santo. En el evangelio de Juan la relación de Jesús con el espíritu es exclusiva, solo en él
se manifiesta de forma plena (7,37-39). Aún no estaba el espíritu que había de enviar el Padre en
lugar de Jesús, no había sido glorificado todavía.
Por tanto esta alusión continua al momento de la glorificación obliga a quién escucha a estar alerta,
a estar en tensión expectante de este momento en que el Espíritu sería entregado por Jesús. Este
momento sucede en la cruz y es entregado poco antes de morir (19, 30). Lo vuelve a dar, cuando
resucitado se aparece a los Apóstoles (20, 22). Ese gesto de “soplar el Espíritu” recuerda el relato
del Gen. 1,2. Ya que según Juan, con la muerte de Jesús y con la entrega de su Espíritu, empieza
una nueva creación.
Después de la última cena, donde el evangelios de Juan no narra el gesto del pan y la copa sino el
lavatorio de los pies, el evangelista introduce cuatro capítulos (cc14-17). Es ahí precisamente donde
aparece por primera vez en el evangelio el término Paráclito, el Espíritu de la Verdad que Jesús
promete que enviará en su lugar cuando él no esté. (Jn 14,25; 16,12). El termino Paráclito es griego,
de un verbo que significa llamar a alguien en ayuda, para que acompañe. Además es presentado
como el que auxilia, el que ayuda a la hora de dar testimonio de la verdad profunda acerca de lo
acaecido en Jesús, acerca de su identidad.
Este término tambien pretende subrayar la relación estrecha entre ambos (Padre e Hijo) y la
secuencialidad de su presencia y sus acciones. En cuanto al calificativo de espíritu de la Verdad,
especifica su misión concreta respecto a ellos.
A continuación se presentan las funciones o tareas del paráclito: a) ayudar a recordar. B) Iluminar
para poder llegar a la verdad completa. Sin ese recordar, explica e iluminar lo que se recuerda, no se
podría llegar a la verdad completa. Sin embargo cabe destacar que no se trata de recordar lo que
Jesús hizo o dijo, recogiendo y repitiendo sin más las tradiciones anteriores, sino profundizarlas e
iluminarlas para alcanzar su verdad profunda.
Se trata de una interpretación de los hechos que posibilitan el Espíritu de la Verdad, y esa
interpretación profunda es lo que se ha plasmado en el evangelio de Juan. En el mismo proliferan
los verbos ´mirar´, ´ver´, para los que se usan diferentes verbos griegos para designar diferentes
modalidades de la acción de ver y mirar.
Por otra parte, freten a los grupos gnostizantes y los grupos místicos, que realizaban los “viajes
celestiales” con la finalidad de trasformación personal mediante el acceso a la visión de las
realidades divinas, el evangelios de Juan afirma que era la actividad del paráclito, dado por Jesús a
toda persona creyente, quien llevaba al conocimiento de la verdad plena. Esta verdad a la que se
refiere, no es una verdad platónica sino el conocimiento del proyecto de Dios, que había sido
revelado en y por Jesús, el que conduce a la vida. Entendiéndolo de esa forma, la verdad a la que se
llega es un don del paráclito, el Espíritu de la verdad.
El discernimiento delo que verdaderamente venía de espíritu de la verdad fue un problema principal
dentro de la comunidad joánica, y lo sigue siendo en la actualidad, donde proliferan espiritualidades
de todo tipo, orientales, cósmicas, entre otras con las más variables técnicas y los más diversos
presupuestos. Es inevitable, por tanto, buscar criterios y vuelve a surgir la pregunta sobre si todas
esas espiritualidades son igualmente verdaderas, si son igualmente humanizadoras y si, para quienes
se dicen cristianos, son intercambiables o hasta qué punto. Como respuesta se puede afirmar que
para el cristianismo, la referente a Jesucristo como Logos encarnado, a su vida y actuación, al
cumplimiento de su mandato de amar al prójimo, es fundamental para dar contenido a lo que se
considera verdaderamente humanizador.