Ficha 2 Taller
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4. HECHOS.
1. En su escrito de tutela, la peticionaria sostuvo que padece una
enfermedad terminal que compromete gravemente sus funciones vitales[2]. En el
año dos mil ocho (2008), la Fundación Colombiana de Cancerología “Clínica
Vida” dictaminó que padecía cáncer de colon.
2. Indicó que en el mes de enero de dos mil diez (2010), su enfermedad
hizo “progresión en pelvis” (metástasis), por lo cual fue sometida a una intervención
quirúrgica llamada Hemicolectomía, al igual que a sesiones de quimioterapia. Esos
procedimientos fueron realizados entre los meses de febrero y diciembre del mismo
año.
3. Mediante una tomografía computarizada realizada en febrero de dos mil
doce (2012), la Clínica Vida concluyó que la enfermedad había hecho “progresión
pulmonar y carcinomatosis abdominal”. En consecuencia, su médico tratante dispuso
que la paciente debía recibir varios ciclos de quimioterapia con los medicamentos
Irinotecan + Bevacizumab.
4. Pese a ello, el veintitrés (23) de febrero de dos mil doce (2012), la
accionante manifestó su voluntad de no recibir más ciclos pues su tratamiento le
causaba “intensa astenia, adinamia, cefalea, náuseas y vómito”. Todos ellos efectos
secundarios que le impedían desarrollar sus actividades cotidianas sin ayuda de
terceros.
5. Fue así como en los meses posteriores, la actora fue hospitalizada por
presentar “cuadro de obstrucción intestinal”, necesitar apoyo para su cuidado, padecer
dolor abdominal severo, entre otros. El cuatro (04) de junio de dos mil trece (2013), un
médico oncólogo adscrito a la Clínica Vida dejó constancia de que el cáncer que
padecía la paciente, quien para ese momento había perdido trece (13) kilogramos de
peso, no solo se encontraba en “franca progresión”, sino que además había
deteriorado su estado funcional y calidad de vida. En consecuencia, el especialista
ordenó suministrarle el “mejor cuidado de soporte por cuidados paliativos”.
6. Ante estas circunstancias, en varias oportunidades le solicitó al médico
especialista Dr. Ronald Alexander Ayala Ospina que le practicara el procedimiento de
“eutanasia”, no obstante el médico “verbalmente me expresa que dicho pedido de
morir dignamente a través de la eutanasia es un homicidio que no puede consentir”.
7. Así, con fundamento en lo expuesto y alegando para el efecto la
decisión adoptada por la Corte Constitucional en la sentencia C-239 de 1997, la actora
solicitó ante el juez de tutela amparar su derecho a la vida digna y, en consecuencia,
ordenar a Coomeva E.P.S. adelantar las gestiones médicas necesarias para acoger su
deseo de no continuar padeciendo los insoportables dolores que le produce una
enfermedad que se encuentra en fase terminal, lo que en su criterio es incompatible
con su concepto de vida digna.
8. De este modo, pidió al juez tutelar su derecho fundamental a la vida
digna y por tanto, determinar en la sentencia la fecha y hora para “morir dignamente y
de manera tranquila a través de la eutanasia”.