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El Pecado

Oración: Pedir para recibir la gracia de reconocer con sinceridad


que somos pecadores.

Introducción

Usted ha reflexionado sobre la presencia de Dios en su vida. Usted ha repasado las escenas de su
vida en las que Dios le ha dejado sentir su presencia amorosa. Tal vez usted se dé cuenta de que a
veces usted no ha apreciado a Dios en su vida. Podría ser que usted descubra que existen momentos
en los que usted ha actuado en contra de Dios alejándose de Su amor.

Resulta incómodo pensar sobre la realidad del pecado en


su vida y hasta causa dolor examinarla. Es muy
importante que usted se dé cuenta de que al meditar
sobre sus pecados NO se trata de sentirse culpable ni
TAMPOCO es para deprimirse o sentirse triste, aún
cuando usted se sienta mal con usted mismo al pensar
cuántas veces no ha cumplido lo que se ha propuesto.

Esta reflexión se trata principalmente sobre la


sinceridad. Es importante que al evaluarse usted sea
sincero consigo mismo y con Dios. Dios no le ama
solamente cuando usted se porta bien. Los Ejercicios
Espirituales le hacen entender mejor que usted es un
pecador que es amado. Dios decide amarle, a pesar de
ser usted un pecador.

Reflexione sobre los momentos de su vida en los cuales usted


se reconoce como pecador. ¿Qué imágenes le vienen a la mente? ¿Cómo usted se siente al pecar?
Comparta esos pensamientos y sentimientos con Dios. En palabras similares a las de los Salmos,
¿podría usted sostener una conversación con Dios acerca de los momentos de su vida en los que
usted no ha actuado como usted hubiera deseado? ¿Qué usted le diría a Dios y, aún más importante,
qué Dios le diría a usted?

El pecado comprende cosas que hemos hecho y cosas que dejamos de hacer cuando deberíamos
haberlas hecho. Usted ha pecado y ha experimentado también los pecados de los demás. Cuando
usted peca, eso tiene un impacto en su vida y en la vida de los que le rodean. ¿Qué experiencias
personales del pecado ha tenido usted (de sus propios pecados y los de los demás)? ¿Quiénes han
pecado contra usted? ¿Cómo respondió usted a sus pecados? ¿Cómo el pecado ha afectado su vida?
¿Cómo Dios desearía responder a la realidad del pecado en la vida de usted?

Lea las lecturas y escoja la que usted sienta es la que le habla mejor sobre el papel del pecado en su
propia vida. Lea de nuevo el pasaje bíblico lentamente y subraye cualquier palabra que sea
importante para usted. ¿Qué imágenes o historias le vienen a la mente al oír esas palabras? ¿Qué
sentimientos promueven esas palabras dentro de usted?

Luego de meditar sobre el pasaje de la Escritura por unos minutos, lea la reflexión. ¿Qué
sentimientos se crean al leer la reflexión? Usted podría comparar o hacer un contraste entre los
sentimientos originados de la lectura y la reflexión. Finalmente, ¿qué Dios le está diciendo a USTED
sobre el pecado? ¿Está usted escuchando de verdad?

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First Week/1
Salmo 130 – Desde el abismo clamo a ti, Señor, ¡Señor, escucha mi voz! que tus oídos pongan atención
al clamor de mis súplicas. Señor, si no te olvidas de las faltas, Adonai, ¿quién podrá subsistir? Pero de ti
procede el perdón, y así se te venera. Espero, Señor, mi alma espera, confío en tu palabra; mi alma
cuenta con el Señor, más que con la aurora el centinela. Como confía en la aurora el centinela, así Israel
confíe en el Señor; poque junto al Señor está su bondad y la abundancia de sus liberaciones, y él liberará
a Israel de todas sus culpas.

Juan 8:1-11 La Mujer Adúltera – Jesús, por su parte, se fue al Monte de los Olivos. Al amanecer
estaba ya nuevamente en el Templo; toda la gente acudía a él, y él se sentaba para enseñarles. Los
maestros de la Ley y los fariseos le trajeron una mujer que había sido sorprendida en adulterio. La
colocaron en medio y le dijeron: “Maestro, esta mujer es una adúltera y ha sido sorprendida en el acto.
En un caso como éste la Ley de Moisés ordena matar a pedradas a la mujer. Tú, ¿qué dices?” Le hacían
esta pregunta para ponerlo en dificultades y tener algo de qué acusarlo. Pero Jesús se inclinó y se puso a
escribir en el suelo con el dedo. Como ellos insistían en preguntarle, se enderezó y les dijo: “Aquél de
ustedes que no tenga pecado, que le arroje la primera piedra”. Se inclinó de nuevo y siguió escribiendo
en el suelo. Al oír estas palabras, se fueron retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos,
hasta que se quedó Jesús solo con la mujer, que seguía de pie ante él. Entonces se enderezó y le dijo:
“Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te ha condenado?” Ella contestó: “Ninguno, Señor”. Y Jesús le dijo:
“Tampoco yo te condeno. Vete y en adelante no vuelvas a pecar”.

Romanos 7:14-25- Sabemos que la Ley es espiritual, pero yo soy hombre de carne y vendido al pecado.
No entiendo mis propios actos: no hago lo que quiero y hago las cosas que detesto. Ahora bien, si hago
lo que no quiero, reconozco que la Ley es buena. No soy yo quien obra el mal, sino el pecado que
habita en mí. Bien sé que el bien no habita en mí, quiero decir en mi carne. Puedo querer hacer el bien,
pero hacerlo, no. De hecho no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Por lo tanto, si hago
lo que no quiero, eso ya no es obra mía sino del pecado que habita en mí. Ahí me encuentro con una
ley: cuando quiero hacer el bien, el mal se me adelanta. En mí el hombre interior se siente muy de
acuerdo con la Ley de Dios, pero advierto en mis miembros otra ley que lucha contra la ley de mi
espíritu, y paso a ser esclavo de esa ley del pecado que está en mis miembros. ¡Infeliz de mí! ¿Quién me
librará de este cuerpo, o de esta muerte? ¡Gracias sean dadas a Dios por Jesucristo, nuestro Señor! En
resumen: por mi conciencia me someto a la Ley de Dios, mientras que por la carne sirvo a la ley del
pecado.

Salmo 51 – Ten piedad de mí, oh Dios, en tu bondad, por tu gran corazón, borra mi falta. Que mi
alma quede limpia de malicia, purifícame de mi pecado. Pues mi falta yo bien la conozco y mi pecado
está siempre ante mí; contra ti, contra tí solo pequé lo que es malo a tus ojos yo lo hice. Por eso en tu
sentencia tú eres justo, no hay reproche en el juicio de tus labios. Tú ves que malo soy de nacimiento,
pecador desde el seno de mi madre. Mas tú quieres rectitud de corazón, y me enseñas en secreto lo
que es sabio. Rocíame con agua, y quedaré limpio; lávame y quedaré más blanco que la nieve. Haz
que sienta otra vez júbilo y gozo y qye bailen los huesos que moliste. Aparta tu semblante de mis
faltas, borra en mí todo rastro de malicia. Crea en mí, oh Dios, un corazón puro, renueva en mi
interior un firme espíritu. No me rechaces lejos de tu rostro ni me retires tu Espíritu Santo. Dame tu
salvación que regocija, y que un espíritu noble me dé fuerza. Mostraré tu camino a los que pecan, a ti
se volverán los descarriados. Líbrame, oh Dios, de la deuda de sangre, Dios de mi salvación, y
aclamará mi lengua tu justicia. Señor, abre mis labios y cantará mi boca tu alabanza. Un sacrificio no
te gustaría, ni querrás se te ofrezco, un holocausto. Mi espíritu quebrantado a Dios ofreceré, pues no
desdeñas a un corazón contrito. Favorece a Sión en tu bondad: reedifica las murallas de Jerusalén;
entonces te gustarán los sacrificios, ofrendas y holocaustos que se te deben; entonces ofrecerán
novillos en tu altar.
First Week/1 20
Para la Jornada:
El rezar con pecado, ya sea el propio o el del mundo, inicialmente no nos anima a responder con
gozo. Como alguien dijo una vez: “No hay nada original sobre el pecado”. A ninguno de nosotros
nos gusta pensar en el daño causado por los huracanes o en la destrucción causada por las guerras.
Mientras más sensible uno es, más difícil se hace ver o imaginar la fealdad de la violencia y del odio.
Al rezar sobre el pecado en los Ejercicios, la pregunta primordial es si la culpa es una gracia o es
una tangente. Podría expresarlo de esta manera. ¿Recibe una pintura algo del marco que la rodea?
Por supuesto, el marco debe dirigir la mirada hacia lo que está dentro del marco. Al considerar la
rebelión e ingratitud del pecado, ¿cuál es la pintura y cuál es el marco? Para la mayoría de nosotros
nuestra participación en el pecado del mundo y en nuestros propios pecados, llena el lienzo
completo. El marco que rodea al lienzo sería el amor arbitrario de Jesucristo por este mundo y por
todos nosotros.
Lo opuesto va a ser la verdad para aquéllos que recen estas consideraciones de los Ejercicios. La
pintura central va a ser siempre el amor de Jesucristo por nosotros y por nuestro mundo. Lo que
resalta este amor es la realidad profunda de nuestra propia resistencia para vivir ese amor y confiar
en Él.
Nuestro pecado es la razón por la cual Jesús vino a ocupar Su lugar en el centro del lienzo de la
historia humana. Mi padre era abogado y siempre decía, “El peor daño es el que no está
representado adecuadamente”. Nuestros peores pecados son aquéllos a los que nos apegamos, que
nos negamos a reconocer y que no permitimos que Jesús los cargue hacia el centro de Su cruz.
Él va más allá de meramente representarnos; Él nos vuelve a presentar al mundo que Él ama y que
nos ofrece como un regalo redentor. La culpa puede ser una gracia apropiada cuando se mantiene
como el marco y nos dirige a considerar y a recibir el perdón liberador de Jesús.
La culpa es una tangente que nos aturde cuando al sentirse nos lleva a ponernos a nosotros mismos
al centro de nuestro perdón. Navegamos en el lodo y la suciedad de nuestra propia destrucción y al
hacer esto creemos que Dios verá cuan severamente nos estamos castigando y que Dios va a
sencillamente compadecerse de nosotros.
Esto no coloca a Dios en el centro, sino fuera del marco de nuestras vidas. Dios no es un
espectador ni un crítico de arte. La verdadera libertad a la que nos llaman los Ejercicios Espirituales
es la libertad de dejar que Dios sea Dios y dejar que seamos amados no solamente como somos
ahora, sino también por lo que seremos.
Al rezar esta semana, ¿podría ser sincero, sin ser negativo?

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First Week/1
En éstas o palabras semejantes … He comenzado a
pensar que el pecado no tiene gran importancia, ya que
cometo tantos pecados. Cuando peco, me siento
diferente, no me siento necesariamente que he hecho
algo malo. No obstante, siento la duda si escogí la
mejor opción. Mi pecado mayor es mentir. Siento que
cada vez que me sienta atrapado en una situación debo
mentir, pero al hacer esto las mentiras se siguen
acumulando hasta que me siento mal consigo mismo.
Por ejemplo, le digo siempre a mi mamá que he
terminado las tareas porque así puedo jugar los juegos
de video. Esto afecta mi relación con Dios; me
pregunto siempre cómo Él se siente cuando yo cometo
un pecado. Me doy cuenta de que esto no está bien,
cuando se nos dice en Romanos 7, “Ahora bien, si
hago lo que no quiero, no soy yo quien obra el mal,
sino el pecado que habita en mí.” Creo realmente que
ésta es la frase perfecta para mi vida; me pregunto por
qué he dejado que el pecado controle mi vida. A veces,
me miento a mí mismo, para hacerme creer que no he
pecado, diciéndome a mí mismo que hice lo que debía
de haber hecho. Necesito darme cuenta de que todo el
mundo es pecador y que no importa lo que pase Dios
me ama y me amará siempre. Cuando la gente comete
un pecado contra mí, tiendo a responder de mala
manera; me molesto con ellos. Esto no está bien, ya
que cuando yo peco y la gente lo sabe no me gusta que
me respondan de mala manera. Creo que cuando la
gente peca, Dios nos mira y sacude su cabeza. Es
difícil, pero necesito aceptar que Dios te amará sin
importar lo que pase.

Practicando lo que se Predica … Para tener más conciencia del impacto que tiene el pecado
en su vida y para ayudarle a librarse de ser “esclavo del pecado”, reciba el Sacramento de la
Reconciliación. De esta manera podrá escuchar la voz amorosa de Jesús diciendo “Vete y no
vuelvas a pecar”.

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