Esteros Del Iberá
Esteros Del Iberá
Esteros Del Iberá
Tania tiene tres patas. Perdió una cuando era cachorra, víctima de un tigre que la
atacó desde una jaula contigua en el zoológico de Batán, en el suroeste de
Buenos Aires. Fue un problema entre parientes. Tania parece una tigresa
africana, pero es una yaguareté ("gran felino", en la lengua guaraní), su
equivalente americano.
Argentina ha sido hostil al yaguareté. Apenas quedan unos 200 en Misiones, una
provincia selvática que linda con Brasil y Paraguay. En los esteros del Iberá, al
sur de Misiones, el yaguareté se extinguió en los cincuenta, víctima de los
ganaderos que temían por sus vacas y los cazadores ávidos de pieles. Había
entonces unos 1.000 ejemplares. “En el pico de la demanda de pieles, Europa
llegó a pagar hasta 10.000 dólares por animal cazado en el Iberá”, dice la bióloga
y directora ejecutiva de Rewilding Argentina, Sofía Heinonen.
En la fase dos también se trabaja sobre ejemplares que fueron salvajes y por
algún motivo dejaron de serlo. En la isla San Alonso hay tres yaguaretés llegados
desde Brasil, dos hembras y un macho, que están en ese proceso de readaptación
a la libertad. Uno de ellos es Jatobazinho, un macho silvestre que apareció en
septiembre al norte de Corumbá deshidratado y desnutrido. El día que EL PAÍS
visitó el centro de monitoreo de los corrales en la isla San
Alonso, Jatobazinho dormía plácidamente bajo un tinglado de madera oculto en
unos matorrales, luego de un almuerzo abundante.
“Hay que lograr que la gente tenga una percepción económica positiva del
yaguareté. Si es algo bueno, no lo matará”, explica Hainonen. La solución está en
el ecoturismo. La fundación argentina se inspiró en el trabajo de la Onçafari, una
organización ambientalista que trabaja en el Pantanal de Brasil, hábitat natural
del yaguareté en el sur de ese país. “La clave es que el hacendado encuentre un
rédito económico en la protección del yaguareté”, dice Leonardo Sartorello,
biólogo de Onçafari que viajó a Iberá para compartir experiencias con sus
colegas de Rewilding Argentina. “Una vaca comida por un yaguareté vale 250
dólares; un vehículo de avistamiento transporta a 10 turistas que pagan cada uno
250 dólares por día. La cuenta es fantástica. El ganadero sigue criando sus vacas,
compensa las pérdidas con el ecoturismo y, lo más importante, preserva al
yaguareté porque ya no precisa cazarlo”, explica Sartorello.
ampliar fotoPersonal de
Rewilding Argentina controla un ejemplar de yaguareté. RAFAEL ABUÍN CLT
ARGENTINA