Esteros Del Iberá

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Esteros del Iberá, Corrientes 7 ENE 2020 - 00:40 CET

Tania tiene tres patas. Perdió una cuando era cachorra, víctima de un tigre que la
atacó desde una jaula contigua en el zoológico de Batán, en el suroeste de
Buenos Aires. Fue un problema entre parientes. Tania parece una tigresa
africana, pero es una yaguareté ("gran felino", en la lengua guaraní), su
equivalente americano.

Tania es una superviviente. Se sobrepuso al ataque y luego al encierro. Desde


hace dos años vive en la isla San Alonso, en el corazón del Parque Nacional Iberá
("aguas que brillan", en guaraní), 700.000 hectáreas de humedales alimentados
solo por agua de lluvia en la provincia de Corrientes (a 800 kilómetros al noreste
de Buenos Aires). Tania se cruzó en la isla con Chiqui, un macho llegado desde
Paraguay, y fue madre. Sus dos crías, Mbarete y Arami, son la avanzada del
regreso del yaguareté a esos pantanos vírgenes, donde desapareció hace 70 años
víctima de la caza. La reinserción de Mbarete, Arami y otros tres ejemplares
adultos corona siete años de trabajo de relojería realizado por Rewilding
Argentina, una fundación que trabaja en el rescate de especies amenazadas.

ampliar fotoTania, de ocho


años, llegó a la isla San Alonso como reproductora. CLT ARGENTINA RAFAEL
ABUÍN

Argentina ha sido hostil al yaguareté. Apenas quedan unos 200 en Misiones, una
provincia selvática que linda con Brasil y Paraguay. En los esteros del Iberá, al
sur de Misiones, el yaguareté se extinguió en los cincuenta, víctima de los
ganaderos que temían por sus vacas y los cazadores ávidos de pieles. Había
entonces unos 1.000 ejemplares. “En el pico de la demanda de pieles, Europa
llegó a pagar hasta 10.000 dólares por animal cazado en el Iberá”, dice la bióloga
y directora ejecutiva de Rewilding Argentina, Sofía Heinonen.

Rewilding Argentina es heredera de CLT Argentina, una organización ecologista


creada por el filántropo estadounidense Douglas Tompkins, que amasó una gran
fortuna gracias a marcas como North Face y Esprit. En diciembre de 2015,
Tompinks murió en una accidente de canotaje (deporte de remo) en Chile y la
fundación quedó en manos de su esposa, Kristine McDivitt Tompkins. Fue ella
quien completó el sueño de Douglas: restaurar y donar más de un millón de
hectáreas de tesoros naturales a los estados de Argentina y Chile, que, a cambio,
debían convertirlos en zonas protegidas. El año pasado, Iberá sumó 150.000
hectáreas compradas por Tompkins. En esos terrenos, cuna de una riqueza
natural insuperable, donde confluyen lagunas, embalses, palmerales, bosques y
pastizales, los yaguaretés esperan su regreso a la vida natural.

ampliar fotoUna cámara de


monitoreo muestra a los cachorros Mbarete y Arami, nacidos de la cruza entre
Tania y Chiqui. CLT ARGENTINA

La reinserción de una especie en un nuevo hábitat es un trabajo metódico, divido


en fases de laboratorio. De eso se hacen cargo biólogos como Heinonen y
Sebastián Di Martino, director de conservación del proyecto de Rewilding
Argentina. El proceso comienza con ejemplares en cautiverio que harán de
reproductores, como Tania y Chiqui. Esos yaguaretés nunca serán salvajes, pero
sus crías si podrán serlo. En la fase dos, los cachorros crecen en corrales sin
contacto con el hombre. Se los monitorea mediante cámaras y se los alimenta con
presas vivas, como carpinchos o ciervos. “Lo importante es que no asocien al
hombre con nada bueno, por eso no deben ver cuándo introducimos su alimento
en el corral”, explica Di Martino.

En la fase dos también se trabaja sobre ejemplares que fueron salvajes y por
algún motivo dejaron de serlo. En la isla San Alonso hay tres yaguaretés llegados
desde Brasil, dos hembras y un macho, que están en ese proceso de readaptación
a la libertad. Uno de ellos es Jatobazinho, un macho silvestre que apareció en
septiembre al norte de Corumbá deshidratado y desnutrido. El día que EL PAÍS
visitó el centro de monitoreo de los corrales en la isla San
Alonso, Jatobazinho dormía plácidamente bajo un tinglado de madera oculto en
unos matorrales, luego de un almuerzo abundante.

ampliar fotoVista aérea de


los corrales del centro de reinserción de Rewilding Argentina, en los Esteros del
Ibera. RAFAEL ABUÍN CTL ARGENTINA

Los biólogos de Rewilding Argentina están ya en condiciones de iniciar la fase


tres: los cinco yaguaretés serán liberados en los próximos meses en un corral de
30 hectáreas donde deberán valerse por sí mismos, sin ayuda humana. Luego
llegará la liberación definitiva. Jatobazinho será “el único macho libre, y la idea
es que se cruce con Juruna y Mariua”, dos hembras que junto con los chachorros
de Tania forman la familia que poblará de nuevo el Iberá, dice Di Martino.

La vuelta del yaguareté devolverá el equilibrio al humedal, hoy saturado de


carpinchos, monos y yacarés (cocodrilos), animales que perdieron su predador
natural. “La restauración del predador tope permitirá recomponer la riqueza y
diversidad del entorno y asegurará la continuidad genética en todo el país”, dice
Hainonen. La reinserción, sin embargo, no es el principal desafío. Si no cambian
las condiciones que hace 70 años produjeron la extinción del yaguareté en Iberá,
la descendencia de Tania y Chiqui vivirá muy poco.

“Hay que lograr que la gente tenga una percepción económica positiva del
yaguareté. Si es algo bueno, no lo matará”, explica Hainonen. La solución está en
el ecoturismo. La fundación argentina se inspiró en el trabajo de la Onçafari, una
organización ambientalista que trabaja en el Pantanal de Brasil, hábitat natural
del yaguareté en el sur de ese país. “La clave es que el hacendado encuentre un
rédito económico en la protección del yaguareté”, dice Leonardo Sartorello,
biólogo de Onçafari que viajó a Iberá para compartir experiencias con sus
colegas de Rewilding Argentina. “Una vaca comida por un yaguareté vale 250
dólares; un vehículo de avistamiento transporta a 10 turistas que pagan cada uno
250 dólares por día. La cuenta es fantástica. El ganadero sigue criando sus vacas,
compensa las pérdidas con el ecoturismo y, lo más importante, preserva al
yaguareté porque ya no precisa cazarlo”, explica Sartorello.

ampliar fotoPersonal de
Rewilding Argentina controla un ejemplar de yaguareté. RAFAEL ABUÍN CLT
ARGENTINA

La fundación argentina ha avanzado mucho de su lado de la frontera. Luego de


ocho años de trabajo, ha convencido al poder político de la importancia del
yaguareté como atracción turística de la provincia de Corrientes. Uno de los más
convencidos es el senador Sergio Flinta, presidente del Comité Provincial Iberá.
“Hace tres años ingresaban al parque 22.000 visitantes y lo hacían solo desde
Colonia Pellegrini [uno de los pueblos que sirven de “portal” al Iberá]. Hoy son
más de 80.000, desde cinco pueblos diferentes”, dice Flinta.

El uso del yaguareté como imagen de la provincia potenció los emprendimientos


de las comunidades rurales que rodean al estero. Familias que antes apenas tenían
trabajo hoy dan alojamiento o se ofrecen como guía de turismo. Se trata, en el
fondo, de lograr una convivencia pacífica entre el yaguareté y el su principal
predador, el hombre.

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