Carpeta Cultura
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CARPETA CULTURA
La enorme variedad de diferencias que presentan los hombres en cuanto a creencias y valores,
costumbres e instituciones, según los tiempos y lugares, no tiene significación alguna para
definir su naturaleza. Se trata de meros aditamentos y hasta de deformaciones que recubren y
oscurecen lo que es realmente humano —lo constante, lo general, lo universal— en el hombre.
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………Cuando analiza uno al hombre quita capa tras capa y cada capa como tal es completa e
irreductible en sí misma; al quitarla revela otra capa de diferente clase que está por debajo. Si se
quitan las abigarradas formas de la cultura encuentra uno las regularidades funcionales y
estructurales de la organización social. Si se quitan éstas, halla uno los factores psicológicos
subyacentes —"las necesidades básicas" o lo que fuere— que les prestan su apoyo y las hacen
posibles. Si se quitan los factores psicológicos encuentra uno los fundamentos biológicos —
anatómicos, fisiológicos, neurológicos— de todo el edificio de la vida humana.
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En el intento de lanzarme a esa integración desde el terreno antropológico para llegar así a
una imagen más exacta del hombre, deseo proponer dos ideas: la primera es la de que la
cultura se comprende mejor no como complejos de esquemas concretos de conducta —
costumbres, usanzas, tradiciones, conjuntos de hábitos—, como ha ocurrido en general hasta
ahora, sino como una serie de mecanismos de control —planes, recetas, fórmulas, reglas,
instrucciones (lo que los ingenieros de computación llaman "programas")— que gobiernan la
conducta. La segunda idea es la de que el hombre es precisamente el animal que más depende
de esos mecanismos de control extragenéticos, que están fuera de su piel, de esos programas
culturales para ordenar su conducta.
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Y es aquí, para llegar por fin al título de este trabajo, donde el concepto de cultura tiene un
impacto sobre el concepto de hombre. Cuando se la concibe como una serie de dispositivos
simbólicos para controlar la conducta, como una serie de fuentes extrasomáticas de
información, la cultura suministra el vínculo entre lo que los hombres son intrínsecamente
capaces de llegar a ser y lo que realmente llegan a ser uno por uno. Llegar a ser humano es
llegar a ser un individuo y llegamos a ser individuos guiados por esquemas culturales, por
sistemas de significación históricamente creados en virtud de los cuales formamos,
ordenamos, sustentamos y dirigimos nuestras vidas. Y los esquemas culturales son no
generales sino específicos, no se trata del "matrimonio" sino que se trata de una serie
particular de nociones acerca de lo que son los hombres y las mujeres, acerca de cómo
deberían tratarse los esposos o acerca de con quién correspondería propiamente casarse; no
se trata de la "religión" sino que se trata de la creencia en la rueda del karma, de observar un
mes de ayuno, de la práctica del sacrificio de ganado vacuno. El hombre no puede ser definido
solamente por sus aptitudes innatas, como pretendía hacerlo la Ilustración, ni solamente por
sus modos de conducta efectivos, como tratan de hacer en buena parte las ciencias sociales
contemporáneas, sino que ha de definirse por el vínculo entre ambas esferas, por la manera en
que la primera se transforma en la segunda, por la manera en que las potencialidades
genéricas del hombre se concentran en sus acciones específicas.
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De manera que aquí ser humano no es ser cualquiera; es ser una clase particular de hombre
y, por supuesto, los hombres difieren entre sí, por eso los javaneses dicen: "Otros campos,
otros saltamontes". En el seno de una sociedad se reconocen también diferencias: la manera
en que un campesino cultivador de arroz se hace humano y javanés es diferente de la manera
en que llega a serlo un funcionario civil. Esta no es una cuestión de tolerancia ni de
relativismo ético, pues no todos los modos de ser del hombre son considerados igualmente
admirables; por ejemplo, es intensamente menospreciado el modo de ser de los chinos que allí
viven. Lo importante es que hay diferentes modos de ser, y para volver a nuestra perspectiva
antropológica digamos que podremos establecer lo que sea un hombre o lo que puede ser un
hombre haciendo una reseña y un análisis sistemático de esos modos de ser: la bravura de los
indios de la llanura, el carácter obsesivo del hindú, el racionalismo del francés, el anarquismo
del beréber, el optimismo del norteamericano (para enumerar una serie de rasgos que no
quisiera yo tener que defender como tales).
En suma, debemos descender a los detalles, pasar por alto equívocos rótulos, hacer a un lado
los tipos metafísicos y las vacuas similitudes para captar firmemente el carácter esencial de,
no sólo las diversas culturas, sino las diversas clases de individuos que viven en el seno de cada
cultura, si pretendemos encontrar la humanidad cara a cara.
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Lo que queda más claramente entendido más adelante, cuando aclara que: "...la
cultura se comprende mejor no como complejos de esquemas concretos de conducta
-costumbres, usanzas, tradiciones, conjuntos de hábitos- como ha ocurrido en general
hasta ahora, sino como una serie de mecanismos de control -planes, recetas,
fórmulas, reglas, instrucciones (lo que los ingenieros de computación llaman
"programas"- que gobiernan la conducta")34 . En otras palabras la cultura es la red o
trama de sentidos con que le damos significados a los fenómenos o eventos de la vida
cotidiana.
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un conjunto de significados que cobran vida como tales en sus vivencias y relaciones
con las demás personas y con su ambiente (la pragmática semiótica). Al mismo
tiempo este conjunto de significados involucra un orden o jerarquía de significados (la
sintaxis semiótica): el Rector esta a la cabeza, luego los Vicerrectores, los Directores
de Carreras, profesores, etc. Este orden de significados, no siempre es el que
aparece explícitamente, por ejemplo, en nuestro esquema universitario. Las
secretarias de carreras pueden estar más arriba que muchos jefes en los significados
mentales, porque son más importantes para el estudiante que muchos Vicerrectores
que nunca se ven. Este orden de los significados es el orden que cada pueblo o grupo
humano le da a sus significantes. Finalmente y del mismo modo, cada grupo humano
tienen un significado para cada cosa del hacer y del quehacer (la semántica
semiótica), de manera que esos significados tienen sólo las connotaciones que ese
grupo humano particular les da, pudiendo ser parecidos a los de otro grupo, pero
nunca todos los significados iguales en su completa totalidad. De manera que
finalmente la cultura de cada grupo humano es como su huella digital cultural, tal
como dijimos en otra parte más extensamente, no existen dos grupos humanos con la
misma cultura3
3. La Identidad Cultural es la cultura "contextuada"
Las diferencias entre formas culturales se explican a partir de lo que hemos llamado el
Contexto Cultural. Si la cultura es la red de significados (la malla de sentido de Max
Weber y repetida por Geertz), este entramado humano de sentidos tiene existencia en
el medio de una geografía, un clima, su historia y el conjunto de procesos productivos
en que se da la existencia de esa cultura. La geografía y el clima establecen el aquí –
el "lugar"41- dándole ciertas características propias al grupo humano, el que debe
adaptarse y acomodarse a los accidentes de la geografía: desierto, zona montañosa,
de valles, pampas, etc., y a las características particulares del clima: húmedo, lluvioso,
seco, frío, cálido, etc. pasando éstos a convertirse en importantísimos proveedores de
significados para el diario vivir, aportando elementos para crear los sentidos del diario
vivir, es decir, a la cultura del lugar. Parece apropiado llamarlo el sustrato geográfico
de lo humano.
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producen las relaciones entre los hombres –formando sociedades- con sus divisiones,
uniones, estratificaciones, objetivas y subjetivas, proveyendo también su parte de
significación del diario vivir.
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IV Hacia una reformulación semióticade la cultura
Parece imponerse la necesidad de una revisión teórica del discurso antropológico y marxista
sobre la cultura, en vista de una relaboraciónque permita superar sus limitaciones más patentes,
sin perder sus contribuciones más fecundas.
Hoy por hoy este proyectonos parece un tanto presuntuoso y prematuro, pero nada impide
adelantar algunas propuestas al respecto, con propósito de debate y de sondeo.
1. Comencemospor el problema de la especificidad o de la homogeneidad semántica del
concepto cultura. Creemos que aquí vale la pena recoger y prolongar el estímulo marxista que
tiende a asociar la cultura a la problemática de las ideologías y las concepciones del mundo.
Planteamos la tesis de que no es posible conferir suficiente homogeneidad al concepto de
cultura, si no se lo implanta directa y sólidamente en el terrenos de los significados sociales, de
la construcción social del sentido, de la semiosis social. Digamos, entonces, en primera
aproximación, que la cultura remite a los códigos sociales, a la signicidad, a los sistemas de
simbolización.
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Concluyendo entonces que la cultura es un conjunto de significados constitutivosde identidades
y de alteridades sociales. La cultura clasifica, cataloga, denomina, nombra y ordena la realidad
desde el pinto de vista de un “nosotros” relativamente homogéneo, de una identidad
determinada.
Este sería el momento de ensayar una teoríade la identidad social, de la construcción semiótica
de sujetos o de actores histórico-sociales. Habría que distinguir, entonces, diferentes
modalidades de autoidentificación(de clase, étnica, regional, nacional, religiosa...) con sus
complejos entrecruzamientos y sobredeterminaciones. Habría que introducir también la
problemática de la memoria socialcomo dimensión diacrónica de la identidad social).
En efecto, la identidad no se construye de la noche a la mañana, sino que frecuentemente es el
resultado de un largo proceso de elaboración histórica transmitida de generación en generación.
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2. La identidad entendida como “duración”, como “tendencia a perseverar en el ser”, nos remite
de inmediato a uno de los modos de objetivación de la cultura comprendida como sistema de
significados sociales: el habitus o ethos cultural. En efecto, según Pierre Bourdieu la “tendencia
a perseverar” se debe entre otras cosas, “al hecho de que los agentes que integran los grupos
están dotados de disposiciones durables, capaces de sobrevivir a las condiciones económicas y
sociales de su propia producción” (66). Estas disposiciones durables con los habitus. Se trata de
una categoría elaborada por Bourdieu con el objeto de dar cuenta de la “regularidad no
calculada” y de la “concentración no planeada” de los comportamientos culturales.
El habitus, definido como “un sistema subjetivo, pero no individual de estructuras
interiorizadas que son esquemas de percepción, de concepción y de acción” (67), constituye el
principio generador de las prácticas simbólicas. Son significados sociales interiorizados en
forma de “lex insita” -de ley inmanente-, que de este modo se convierten en principios
orientadores de la acción.
La noción de habitus recupera y a la vez supera la concepción normativa que define a la cultura
como “modelos de comportamiento”. Solamente para Bourdieu estos “modelos” no deben
concebirse como “principios reales” de los comportamientos –so pena de incurrir en un grosero
objetivismo reitificador sino como constructos conceptuales que expresan la constatación de la
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sentido propio de la cultura, esto si, se trata de una competición entre sujetos políticos capaces
de expresar formas de dirección y de gestión universal de la vida. Pero esta competición no es
algo diverso de la dialéctica cultural misma: capacidad de conocer el mundo y de transformarle
de mundo dividido en gobernantes y gobernados, en mundo de hombres que se autodirigen; de
mundo dividido en intelectuales y simples, en un mundo en que todos se convierten en
intelectuales porque dejan de ser simples (¡y no a la inversa!)”.